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Guía de estudios.

Génesis histórica
del pensamiento filosófico de la
izquierda
Profesor Mauricio Isidro Arellano Cortés

Bloque VI. Génesis histórica del pensamiento filosófico de la izquierda 2


Introducción 2
Marx 4
Un joven hegeliano 5
El Manifiesto comunista 6
El cerebro de la Internacional 7
Engels 9
Conclusión 10
Bloque VII. Las claves en el pensamiento de Nietzsche 11
Introducción 11
La filosofía de Nietzsche 12
Conclusión 14
Bibliografía 16

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Bloque VI. Génesis histórica del pensamiento
filosófico de la izquierda

Introducción
La Idea de Nación política [731] fue creada simultáneamente con el concepto nuevo y
originario de la izquierda política, a saber, la izquierda radical revolucionaria (primera
generación de la izquierda), la que tomó el nombre de su situación topográfica en la Asamblea
francesa de 1789. En la sesión de 28 de agosto de 1789, ya constituido el Tercer Estado
como Asamblea Nacional (19 de junio de 1789) cuando (acaso por analogía con la Cámara
de los Comunes, en la que el partido en el poder se sienta siempre a la derecha, dejando la
izquierda para la oposición) los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y
los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda. (En el Concilio de Nicea, catorce
siglos antes, los arrianos se situaban a la izquierda del presidente –el obispo Osio–, que
representaba al emperador Constantino).

La izquierda radical revolucionaria vendrá, pues, definida como tal izquierda a través
precisamente del Estado, de un Estado organizado según el Antiguo Régimen, que trata de
transformarse (holización política) [733] en un Estado nacional nuevo. A partir de este
momento, la izquierda política, que estaba creándose precisamente en función de la Nación
política, obra suya, necesitará mantenerse siempre en función del Estado-nación, sea para
afirmarlo, sea para negarlo. En efecto, lo que llamamos izquierda definida, políticamente
definida (los seis géneros principales, o generaciones [817] cuando se las contemplan
históricamente, de la izquierda: la izquierda radical, la izquierda liberal [740], la izquierda
libertaria, la izquierda socialista, la izquierda comunista y la izquierda asiática) son aquellas
corrientes o partidos políticos de izquierdas que pueden considerarse vinculados a idearios,
planes o programas, con significado político preciso, es decir, que tengan que ver con el
Estado, aunque sea buscando su extinción. En este sentido, afirmamos que la oposición
izquierda / derecha, con significado político definido, no tiene alcance universal, puesto que
se circunscribe a las sociedades políticas modernas (a partir de la Revolución Francesa) en
las cuales hayan cristalizado los proyectos de “transformación” racional de la propia sociedad
política; es decir, no puede aplicarse a cualquier sociedad política, y menos aún a cualquier
sociedad o grupo humano de carácter religioso, científico o artístico: Espartaco no era de
izquierdas, ni Pompeyo de derechas; los comuneros de Castilla no eran de izquierdas, ni los
“imperiales” de derechas; una “comunidad científica” de matemáticos, no es de derechas ni
de izquierdas; incluso gran parte de la “sociedad civil” de una sociedad democrática moderna
(incluyendo a los mismos sindicatos) no es propiamente ni de derechas, ni de izquierdas,
cuando no pretende la transformación de Estado, sino, a lo sumo, el mejor funcionamiento de
las instituciones que les afecta (lo que no significa que esas partes de la sociedad civil sean
apolíticas, puesto que participan de la sociedad política como votantes, como contribuyentes,
o de cualquier otro modo).

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Ahora bien: el Antiguo Régimen antes de la Revolución no es la derecha, ni la derecha es el
Antiguo Régimen (sin perjuicio de que este sea el fundamento de la unidad mítica de la
derecha). Ni Talleyrand, ni Luis XIV, ni María Antonieta eran de derechas antes de la
convocatoria de los Estados Generales. Sólo cuando las izquierdas se hayan enfrentado con
él como corrientes reales, entonces, el Antiguo Régimen comenzará a transformarse en
derecha. El Antiguo Régimen (el régimen absoluto de Francia, pero también el régimen
absoluto de España, de Inglaterra, de Rusia), ante la izquierda que se ha formado en su seno,
no se limita a recibir, como relación externa sobrevenida, las presiones de la izquierda, sino
que reacciona contra ella. En consecuencia, no podría decirse que la derecha fuera sin más
el Antiguo Régimen, sino el Antiguo Régimen que está a su vez reaccionando ante la acción
de la izquierda, de las izquierdas. (Editorial, 2020)

El Antiguo Régimen (en función del cual definimos objetivamente e históricamente a la


derecha como clase plotiniana) lo definimos (políticamente) en cuanto él implica una
disposición o forma del Estado. Y del mismo modo a como establecemos que las izquierdas
pueden ser definidas en sentido político (diferenciándolas de las izquierdas indefinidas,
divagantes, extravagantes o fundamentalistas) en función del Estado, así también definimos
ahora a la derecha, en sentido político, en función del Estado correspondiente al denominado
Antiguo Régimen. Y a las variedades de la derecha que puedan considerarse herederas de
las respuestas que el Antiguo Régimen y sus herederos (que no por ello son reproducciones
clónicas de sus antepasados), llamamos derecha tradicional, histórica o alineada
(distinguiéndola de las derechas no tradicionales o no alineadas, es decir, de las derechas
que no están en la línea genealógica del ancestro, el Antiguo Régimen, es decir, que están
fuera de esa línea: partidos secesionistas, fascismo, nacionalsocialismo…). (Editorial, 2020)

Ahora bien, las docenas de variaciones o ramificaciones empíricas de la derecha tradicional


las clasificamos en tres grandes modulaciones: la derecha primaria, la derecha liberal y la
derecha socialista. Y estas tres modulaciones de la derecha tradicional las ponemos en
correspondencia con las generaciones de la izquierda, aunque esta correspondencia no la
entendemos como una correspondencia de uno a uno: la derecha primaria habría que ponerla
en correspondencia con el primero género de la izquierda (la jacobina) y con el tercero (la
anarquista) que actuó ya en los años de la Gran Revolución, como jacobinismo comunalista
(de estirpe roussoniana), y como anarquismo individualista de los exjacobinos que (como
Gracchus Babeuf, Agustín Darthé y Felipe Buonarroti) levantaban la bandera de una especie
de comunismo o colectivismo libertario, y que fueron denominados precisamente como
anarquistas. Las primeras reacciones del Antiguo Régimen ante la Revolución francesa, es
decir, la derecha primaria que se inició en Francia, fue una respuesta, tanto a las embestidas
de la izquierda jacobina, como a las embestidas de los anarquistas ya en acción (sin perjuicio
de que estas respuestas se reactivasen cuando los anarquistas se formaron como
movimiento autónomo, después de la revolución de 1848). Lo que llamamos derecha primaria
se organizó por el proyecto de reproducir el Antiguo Régimen en su integridad esencial; es,
por tanto, dicho proyecto lo que constituye la derecha primaria. Esta es la razón por la cual
cabrá hablar de derecha primaria incluso en situaciones ya muy alejadas cronológicamente
de la Revolución. Es suficiente que sus agentes mantengan similares planes y programas de
transformación idéntica, es decir, de revolución circular organizada. En este sentido,
podríamos recordar la llamada “Carta Constitucional” (“Dada en París, el 4 de junio, año de
Gracia de 1814 y de nuestro reinado el decimonoveno”) con la cual Luis XVIII (“por la Gracia

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de Dios, Rey de Francia y de Navarra”) iniciaba la Restauración del Antiguo Régimen (otra
cosa es que, en la práctica la transformación idéntica fuera imposible). La segunda
modulación de la derecha (la derecha liberal) se correspondería con la segunda generación
de la izquierda (la izquierda liberal), sin que exista aquí contradicción alguna, puesto que no
mantenemos una perspectiva dualista, disyuntiva, de la oposición izquierda / derecha. La
tercera modulación de la derecha (la derecha socialista) la pondremos en correspondencia
con la cuarta y la quinta generación de la izquierda: la izquierda socialdemócrata y la izquierda
comunista. (Editorial, 2020)

Marx
El paulatino y ya casi evidente fracaso de las supuestas aplicaciones prácticas de sus ideas
políticas y económicas no debe ensombrecer la talla como pensador revolucionario de Karl
Marx, cuya obra significó en las ciencias socioeconómicas un vuelco similar al producido por
Freud en la psicología o Einstein en la física. Marx desenmascaró los dogmas de la economía
clásica y reveló desde una perspectiva eminentemente científica las injusticias inherentes al
sistema capitalista; con él, la doctrina económica dejaba de ser una velada defensa de
intereses particulares, y la ética política una especie de una ciencia infusa. Achacar a Marx
alguna responsabilidad en el establecimiento de regímenes comunistas es olvidar que falleció
en 1883, y que la praxis revolucionaria de la centuria siguiente se basó en derivaciones de
sus ideas que él nunca hubiera avalado. (Fernández, 2020)

Karl Marx nació en la Renania prusiana (actual Alemania), en la ciudad de Trier (antes Trèves,
en español Tréveris) el 5 de mayo de 1818. Fue uno de los siete hijos del abogado judío
Heinrich Marx y de su esposa holandesa Henrietta Pressburg. El padre era un hombre
inclinado a la Ilustración y a las ideas moderadamente liberales, devoto de Kant y de Voltaire.
El pequeño Karl tuvo una infancia habitual en la burguesía culta de su tiempo, y asistió a la
escuela y cursó el bachillerato en su ciudad natal. (Fernández, 2020)

En octubre de 1835, con diecisiete años, se inscribió en los cursos de humanidades de la


Universidad de Bonn. Pasó allí sólo un año, en el que estudió griego e historia y llevó una
agitada vida estudiantil, incluyendo un duelo y un día de calabozo por alcoholismo y
desórdenes (fue la única vez que el fundador del comunismo científico estuvo en prisión). El
ambiente universitario de Bonn era rebelde y politizado, por lo que Karl se hizo miembro de
un círculo en el que se discutía de política y poesía, y llegó a presidir el Club de las Tabernas,
que tenía otros fines.

Pese a tantas actividades, de pronto resolvió pasarse a la Universidad de Berlín, en la que


ingresó al año siguiente, también en el mes de octubre. En Berlín se inscribió para estudiar
leyes y filosofía, sin abandonar su inclinación por la historia. Encontró muchos amigos y una
novia, Jenny von Westphalen, joven inteligente y atractiva de veintidós años (cuatro más que
Karl Marx), perteneciente a una familia de funcionarios de reciente nobleza, que jamás
tragarían al «noviecito» judío e intelectual de Jenny. (Fernández, 2020)

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Un joven hegeliano
Georg W. F. Hegel acababa de morir y el ambiente universitario berlinés era fervorosamente
hegeliano, aunque cada grupo o cenáculo estudiantil interpretaba las ideas del creador de la
dialéctica a su manera. El joven Marx se vio inmerso en esas discusiones, que lo llevaron a
una profunda depresión y al primer descalabro de su frágil salud. En prenda a su rigor
intelectual, aceptó incorporarse a «una concepción que odiaba» (según carta a su padre de
noviembre de 1837) y se unió al grupo de seguidores del joven profesor Bruno Bauer, que
sostenía las ideas más progresistas y democráticas de la obra de Hegel y el cuestionamiento
del pensamiento matemático y formal.

Bauer fue expulsado de la universidad por «radical» en 1839, pero los jóvenes hegelianos ya
eran republicanos de izquierdas que utilizaban la filosofía y la dialéctica como instrumento
crítico de la rígida sociedad prusiana en la que vivían. No obstante, Marx y sus compañeros
eran todavía idealistas y bastante románticos, al confiar en que la sociedad cambiaría gracias
al desarrollo de la cultura y la educación. Esta posición no era compartida por el periodista
Adolph Rutemberg, el más íntimo amigo de Karl en esa época, que lo impulsaba a conocer
la lóbrega realidad de los obreros y los menesterosos. (Fernández, 2020)

A instancias de sus amigos y de Jenny, en abril de 1841 presentó una brillante tesis doctoral
que contrastaba la filosofía de Demócrito y la de Epicuro (incluyendo la después famosa frase
«La crítica es también teoría»), con la que se doctoró en filosofía cuando aún no había
cumplido veintitrés años. No irían mucho más allá sus logros académicos. A principios del
año siguiente se incorporó a una publicación fundada por las fuerzas más progresistas de
Colonia, entonces capital industrial de Prusia.

Como redactor de la Rheinische Zeitung (Gaceta de Renania), Marx tomó contacto con las
realidades sociales y la naturaleza crudamente clasista de la legislación prusiana. Nombrado
otra vez director de la revista en octubre de 1842, sus crónicas parlamentarias desde la Dieta
renana denunciaban al Estado como guardián y valedor de los intereses de los empresarios
y expresaban su interpretación radical del pensamiento hegeliano, en tanto que el Estado no
cumplía su función esencial como realización ética de la especificidad humana. (Fernandez,
2020)

Su labor como periodista político lo llevó a tomar conocimiento de los movimientos obreros
en Francia e Inglaterra, especialmente por las crónicas de Heine desde París y Lyon, y de las
ideas del socialismo utópico mantenidas por Charles Fourier, Robert Owen, Henri de Saint-
Simon y Wilhelm Weitling. Desde hacía un tiempo estaba fuertemente influido por el
pensamiento de Ludwig Feuerbach, discípulo de Hegel que elaboró lo que suele resumirse
como un «humanismo ateo». Marx comenzó a intentar casar ese materialismo con la
dialéctica hegeliana sin llegar a plantearse todavía nada que pudiera llamarse lucha de
clases. Justificaba en sus artículos las reivindicaciones proletarias europeas como rebelión
de «la clase que hasta ahora no ha poseído nada», un fenómeno natural y circunstancial
motivado por la insensibilidad del estamento dominante, que no cumplía adecuadamente su
papel rector. Incluso criticaba abiertamente las ideas del socialismo utópico por su parcialidad
clasista, que dejaba de lado las «comprensiones objetivas» de la realidad. En última instancia
siguió defendiendo el estado integral humanista de Hegel, frente al «estado de artesanos»
que, en su opinión, propiciaban los protocomunistas. (Fernandez, 2020)

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La censura prusiana presionó seriamente contra los editores de la Rheinische Zeitung y Marx
se vio obligado a dimitir. No deseaba regresar a la carrera académica a causa del rígido
control ideológico implantado por el gobierno en la universidad. Tras siete años de noviazgo,
se casó con Jenny en junio de 1843 y ambos se sumaron a la emigración política alemana
que se dirigió a París. Allí conocería a destacados representantes de la crema de la juventud
revolucionaria europea, como Heinrich Heine, Pierre Joseph Proudhon y, sobre todo,
Friedrich Engels. (Fernández, 2020)

El Manifiesto comunista
Marx siguió trabajando sobre la base del humanismo abstracto de Feuerbach, que criticaba
la religión y la filosofía especulativa. Por su parte, Engels lo convenció de la importancia de
profundizar los estudios económicos. Junto al hegeliano Arnold Ruge editó en 1844 el
Deutsch-Französische Jahrbücher (Anuario Francoalemán), que incluía dos extensos
artículos de Marx: «La cuestión judía» y «La filosofía hegeliana del derecho», en el que
escribía el célebre aserto «La religión es el opio de los pueblos» (metáfora de gran actualidad
entonces, pues Inglaterra acababa de invadir China en la llamada «guerra del opio»).
También trabajó en esa época en unos Manuscritos económicofilosóficos, que dejó en
borrador y no publicó durante su vida. En ellos se refleja especialmente el momento de
transición que atravesaba su pensamiento, y el proceso de elaboración de lo que él mismo
llamaría la «mezcla» entre el análisis crítico de las ideas y el estudio e interpretación de los
datos reales. (Fernández, 2020)

La presión de Prusia sobre el gobierno de François Guizot hizo que Karl Marx abandonara
París. El 5 de febrero de 1845 se instaló en Bruselas, donde transcurrirían dos años de
fecundo trabajo en colaboración con Engels. Fue en ese período cuando efectuaron la
primera formulación del materialismo dialéctico y escribieron La sagrada familia, La ideología
alemana y Miseria de la filosofía, este último cuestionando el libro de Proudhon Filosofía de
la miseria. (Fernandez, 2020)

En 1847 Marx llegó a Londres y tomó contacto con una sociedad secreta en formación, la
Liga de los Justos, integrada principalmente por artesanos alemanes emigrados, que le
pidieron que escribiera sus estatutos. Engels los relacionó con los obreros izquierdistas
ingleses, y ambos trabajaron desde diciembre hasta enero de 1848 en la carta fundacional
de la Liga, que se publicó como Manifiesto comunista. La declaración comienza con una frase
que se hizo famosa: «La historia de toda sociedad que haya existido hasta hoy, es la historia
de una lucha de clases». Y entre sus consideraciones afirma que las fuerzas productivas
están en tensión constante con «las relaciones de producción, con las relaciones de
propiedad, que son las condiciones de vida de la burguesía y de su dominio».

Según escribiría más tarde Engels, fue en este período cuando se produjo el punto de
inflexión conceptual que rebasó a Feuerbach, pasando «del culto del hombre abstracto a la
ciencia del hombre real y su evolución histórica». Apareció entonces también la idea de la
«sobreestructura», compuesta por las instituciones y formaciones ideológicas, frente a la
Verhaltnisse (palabra alemana que significa tanto condiciones como relaciones) de
producción y apropiación del producto social.

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En ese momento estallaron en Europa una serie de revoluciones populares en cadena que
afectaron a Francia, Italia y Austria, con repercusiones sociales en Alemania e Inglaterra.
Marx fue invitado a París por el gobierno provisional y se opuso con vehemencia a la
expedición «liberadora» sobre Alemania que proponía el poeta Georg Herwegh. Esto le
granjeó una gran impopularidad entre los revolucionarios, pese a que él y Engels pasaron en
abril de 1848 a Alemania para colaborar con las fuerzas democráticas. La propuesta de Marx
era una alianza de los trabajadores con la burguesía progresista, que lo llevaría a
enfrentamientos frontales con los líderes obreros. (Fernández, 2020)

Marx resucitó en Colonia la Neue Rheinische Zeitung, que tuvo corta vida debido al
contraataque represivo del gobierno prusiano. En su último número, espectacularmente
impreso en tinta roja, la revista convocaba tardíamente a la resistencia armada. En 1849, ante
el fracaso de la revolución, Marx volvió a París, de donde fue nuevamente expulsado; pasó
entonces a Londres, ciudad en la que viviría el resto de sus días. El desencanto circunstancial
respecto al activismo político y su rechazo al radicalismo utópico de algunos compañeros lo
llevaron a disolver en 1850 la Liga de los Comunistas. (Fernández, 2020)

El cerebro de la Internacional
La primera época en Londres fue bastante dura para Karl Marx, sumido en la pobreza,
aquejado por su mala salud y acechado por los acreedores. La familia sobrevivió seis largos
años en dos míseros cuartos del Soho, gracias a las ayudas que enviaba Engels desde la
factoría de su padre en Manchester, donde trabajaba como contable. También colaboraron a
su sustento Wilhelm Wolff, amigo de Karl, y esporádicos envíos de los parientes de Jenny.
Dos de los cuatro niños de los Marx murieron en esos años de privaciones y sufrimientos.

A fines de 1851 el New York Tribune lo designó corresponsal, lo que alivió en parte su
situación económica y mucho su dignidad. En once años de colaboración, Marx escribió para
ese diario más de quinientos artículos y editoriales, un tercio de ellos con Engels. En esa
etapa de su labor intelectual comenzó a preparar datos y materiales para el primer volumen
de El capital (Das Kapital). Trabajos como la Contribución a la crítica de la economía política,
Teorías sobre la plusvalía o un nuevo Esbozo para una crítica de la economía política suelen
ser considerados como escritos preparatorios de su monumental obra teórica. Mientras tanto,
no dejó de mantener nuevos enfrentamientos con los que llamaba «aventureros» y
«alquimistas» de la revolución. (Fernández, 2020)

No obstante, cuando en 1864 se fundó en Londres la Asociación Internacional de


Trabajadores (conocida popularmente como la Internacional), sus dirigentes llamaron a Karl
Marx a participar y a colaborar en la redacción de sus primeros documentos. Aunque Marx
es considerado el creador del comunismo moderno, y la Internacional su primera formación
concreta para los trabajadores de todo el mundo, lo cierto es que Marx no fue fundador ni
líder de esta organización, sino sólo el guía intelectual de un sector de la misma. (Fernández,
2020)

Como miembro del consejo general, trabajó activamente en la redacción de la memoria inicial
y los estatutos de la asociación, al tiempo que completaba la elaboración del primer volumen
de El capital, que se editó en Londres en 1867. Fue el único volumen publicado en vida de su
autor (los volúmenes II y III los dio a conocer Engels, respectivamente, en 1885 y 1894); el

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conjunto de esta obra tendría una influencia decisiva a lo largo del siguiente siglo. Sólo
bastante más tarde se comenzó a dar importancia al estudio y conocimiento de los trabajos
anteriores y juveniles de Karl Marx. El núcleo ideológico de El capital parte de la negación de
la especulación filosófica como fundamento de la acción política revolucionaria, que debe
basarse en el conocimiento positivo de la realidad histórica social y económica. En este último
aspecto, introduce el concepto de la «plusvalía» como valor del trabajo humano del que se
apropia el dueño de los medios de producción. (Fernández, 2020)

La Internacional nació en un momento propicio, como propuesta de unión y organización


concreta del movimiento obrero, en tanto expresión de la clase trabajadora más allá de las
fronteras nacionales. En 1869 alcanzaba ya la cifra de 800.000 asociados, con un consejo
general integrado por representantes de las «secciones» de los distintos países. En 1870
Engels consiguió trasladarse a Londres. Curiosamente, fueron los italianos quienes le
pidieron que se incorporase al consejo como delegado de su sección. La entrada de su
estrecho colaborador alivió a Marx de la intensa tarea como «cerebro» de la asociación y le
permitió dedicar más tiempo a sus estudios en el Museo Británico y a sus escritos teóricos.
(Fernandez, 2020)

Pese a ser quien era, Karl Marx no era un nombre muy conocido en el resto de Europa: en
parte porque escribía en alemán (pero sus obras no se publicaban todavía en Alemania) y en
parte porque sus elaboraciones conceptuales y su estilo no estaban precisamente al alcance
de las masas. Fue el levantamiento popular de París en 1871, conocido como la Comuna, el
que adoptó El capital como fundamento teórico, proclamó la primera experiencia histórica de
«dictadura del proletariado» y difundió el nombre de Karl Marx por todo el mundo. La mayor
parte de los revolucionarios y líderes obreros adoptaron sus ideas (aunque no todos las
bebieran en su fuente original) y se inició la veneración de su persona y su obra como
quintaesencia del pensamiento revolucionario. (Fernández, 2020)

Mientras tanto, el Marx de carne y hueso estaba enredado en una furiosa disputa de facciones
en el seno del consejo general de la Internacional. Su adversario era Mijaíl Bakunin, y el tema
de enfrentamiento era el camino a seguir en la lucha revolucionaria. El líder anarquista ruso,
que había levantado la Comuna de Lyon en 1870, propiciaba la destrucción de los estados
nacionales y disentía del papel que otorgaba su rival al partido y a los obreros industriales
como vanguardia revolucionaria. El enfrentamiento se alimentaba también de las fuertes y
tozudas individualidades de ambos adversarios y de su inocultable encono personal. Marx,
que no estaba libre de prejuicios, llegó a afirmar: «No me fío de los rusos». Hay quien, no sin
ironía, vio en esa frase una cierta intuición profética. (Fernández, 2020)

En el congreso celebrado en 1872 en La Haya, los partidarios de Marx consiguieron la


expulsión de Bakunin y sus seguidores de la Asociación Internacional de Trabajadores. En el
mismo encuentro, Engels anunció que la sede del consejo se trasladaría de Londres a Nueva
York, noticia que fue recibida con justificada preocupación por los asistentes. En efecto, la
que pasaría a la historia como la I Internacional languideció en su sede americana hasta
desaparecer. Luego vendrían la II, III y IV Internacional, de diverso signo ideológico y sin
vinculación con la persona de Marx. Éste decidió retirarse del activismo político en 1873, para
dedicarse al estudio y el trabajo teórico.

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Varios autores consideran que la capacidad intelectual de Karl Marx se debilitó notablemente
en la última década de su vida. Lo cierto es que era un hombre enfermo, casi sexagenario y
profundamente desengañado por la incomprensión o la trivialización de su pensamiento por
muchos de los que deberían desarrollarlo y llevarlo a la práctica. En sus obras de madurez
recuperó buena parte del estilo y la terminología del lenguaje filosófico de Hegel, según el
propio Marx, por «coqueteo intelectual» con la obra de su antiguo maestro y como respuesta
a la «vulgarización» que mostraba la cultura de izquierdas desde hacía varios años. Por otra
parte, buscó también expresar su reconocimiento al fundador de la dialéctica, pese a no haber
compartido sus «mixtificaciones idealistas».

Pese a ese semirretiro y a la declinación de sus energías creativas, Marx recibió en esta etapa
final visitas y correspondencia de líderes obreros y políticos. Nunca descuidó y siempre
mantuvo un magnetismo personal sobre los círculos revolucionarios (incluso los que no
compartían sus puntos de vista), que no podían sustraerse a lo que Engels denominaba su
«peculiar influencia». Hacia 1877, con la salud muy quebrantada, se refugió definitivamente
en la vida hogareña. Y fue precisamente en el círculo familiar donde se produjeron dos
desgracias consecutivas que probablemente precipitaron su muerte. El 2 de diciembre de
1881 falleció su esposa, y apenas un año después, el 11 de enero de 1883, su hija mayor,
Jenny Longuet. Solo, abatido, con la mente debilitada y los pulmones seriamente afectados,
Karl Marx murió o se dejó morir el 14 de marzo de 1883. Su tumba en un cementerio
londinense es hasta hoy meta de peregrinación de marxistas y no marxistas que veneran la
importancia de su obra y la profunda apertura intelectual de su pensamiento.

Engels
(Friedrich o Federico Engels; Barmen, Renania, 1820 - Londres, 1895) Pensador y dirigente
socialista alemán. Nació en una familia acomodada, conservadora y religiosa, propietaria de
fábricas textiles. Sin embargo, desde su paso por la Universidad de Berlín (1841-42) se
interesó por los movimientos revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de
izquierda y con el movimiento de la Joven Alemania. (Fernández & E. , 2020)

Enviado a Inglaterra al frente de los negocios familiares, conoció las míseras condiciones de
vida de los trabajadores en la cuna de la Revolución Industrial; más tarde plasmaría sus
observaciones en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845). (Fernández &
E. , 2020)

En 1844 se adhirió definitivamente al socialismo y entabló una duradera amistad con Karl
Marx. En lo sucesivo, ambos pensadores colaborarían estrechamente, publicando juntos
obras como La Sagrada Familia (1844), La ideología alemana (1844-46) y el Manifiesto
Comunista (1848).

Aunque corresponde a Marx la primacía en el liderazgo socialista, Engels ejerció una gran
influencia sobre él: le acercó al conocimiento del movimiento obrero inglés y atrajo su atención
hacia la crítica de la teoría económica clásica. Fue también Engels quien, gracias a la
desahogada situación económica de la que disfrutaba como empresario, aportó a Marx la
ayuda económica necesaria para mantenerse y escribir El Capital; e incluso publicó los dos
últimos tomos de la obra después de la muerte de su amigo. (Fernández & E. , 2020)

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Pero Engels tuvo también un protagonismo propio como teórico y activista del socialismo, a
pesar de lo contradictoria que resultaba su doble condición de empresario y revolucionario:
participó personalmente en la revolución alemana de 1848-50; fue secretario de la primera
Internacional obrera (la AIT) desde 1870; y publicó escritos tan relevantes como Socialismo
utópico y socialismo científico (1882), El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
(1884) o Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888). (Fernandez & E. ,
2020)

Tras la muerte de Marx en 1883, Engels se convirtió en el líder indiscutido de la


socialdemocracia alemana, de la segunda Internacional y del socialismo mundial,
salvaguardando lo esencial del marxismo, al que él mismo había aportado matices relativos
a la desaparición futura del Estado, a la dialéctica y a las complejas relaciones entre la
infraestructura económica y las superestructuras políticas, jurídicas y culturales. (Fernandez
& E. , 2020)

No obstante, en los últimos años de su vida se alejó de sus primitivas concepciones


revolucionarias y abrió la puerta a un socialismo más reformista, vía que seguiría después de
la muerte de Engels su colaborador Eduard Bernstein y que acabaría por imponerse entre los
socialdemócratas. (Fernández & E. , 2020)

Conclusión
La división izquierda-derecha tiene una fecha de nacimiento dudosa. Todos la sitúan en las
primeras semanas de la Revolución Francesa, pero no todos coinciden en cuanto al día. Hay
un primer grupo de autores que ubica el origen de la expresión el 28 de agosto de 1789. (Sanz
Casillas , 2020)

Los partidarios de que el Rey tuviera derecho de veto se sentaron a derecha del presidente

Uno de ellos es Gustavo Bueno, que en «El mito de la izquierda. Las izquierdas y la derecha»
(Ediciones B) dice lo siguiente: «Fue en la sesión del 28 de agosto de 1789, es decir, ya
constituido el tercer estado como Asamblea Nacional cuando (acaso por analogía con la
Cámara de los Comunes, en la que el partido en el poder se sienta siempre a la derecha,
dejando la izquierda para la oposición) los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la
derecha y los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda. Esta “geografía de
la Asamblea” —como decía Mirabeau ya el 15 de septiembre de 1789— se mantuvo». (Sanz
Casillas , 2020)

Por contra, un segundo grupo sitúa el nacimiento de la izquierda y la derecha el 11 de


septiembre de 1789, solo dos semanas después. Aunque las fechas bailan, sí hay consenso
en torno a la circunstancia que provocó este reparto del espacio en la Asamblea Nacional.

Una forma práctica de votar (Sanz Casillas , 2020)

Al parecer sucedió en Versalles. Los políticos estaban debatiendo sobre el derecho a veto del
Rey en las decisiones que tomase la Asamblea y surgieron tres grupos. Uno que estaba a
favor que el monarca pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea. Otro que estaba en
contra y que contemplaba la opción del veto suspendido, que impedía al Rey derogar las

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decisiones de la Asamblea durante una o más legislaturas. Y, por último, un grupo de
indecisos.

En vez de llamarlos izquierda y derecha, los bautizaron como «llanura», «montaña» y


«marisma»

Cuentan que para facilitar el recuento (pues votaban a mano alzada) las distintas tendencias
se repartieron el espacio de la Asamblea. Hay quien dice que fue para facilitar el diálogo entre
los partidarios de una y otra opción. El caso es que a la derecha del presidente se colocaron
los que estaban a favor del veto real, a la izquierda los que estaban en contra y en el centro
los indecisos. Después de este reparto, los franceses de la época no bautizaron las distintas
tendencias como izquierda o derecha, sino como «la montaña» (izquierda), «la llanura»
(derecha) y «la marisma» (los indecisos que ocuparon el centro de la sala) (Sanz Casillas,
2020)

Bloque VII. Las claves en el pensamiento de


Nietzsche

Introducción
Su principal crítica está dirigida a la Metafísica clásica. La filosofía tradicional sería
principalmente la que creó Platón al afirmar la existencia de un mundo absoluto o perfecto;
pero esto es considerar al ser como algo estático o inmutable, frente al ser dinámico que
defendiese Heráclito.

Pero sus reproches también apuntan a la Lógica, representante de las pretensiones


racionalistas que hasta ahora ha tenido la tradición filosófica. Para el lógico, la verdad se
opone al error y Nietzsche rechaza esta oposición alegando la existencia de errores
irrefutables y verdades contradictorias. No atacará en general a la ciencia, sino más bien al
mecanicismo y al positivismo que con tanto éxito se consolidan en su época. (Editorial, 2020)

Dice Nietzsche que la religión nace del miedo y del horror que el hombre tiene de sí mismo.
Se trata de la incapacidad de asumir uno su propio destino. Cuando al hombre le invade un
sentimiento de poder y teme quedar avasallado por él, mediante un mecanismo de defensa
patológico, lo atribuye a otro ser más poderoso que es Dios. Y es que la religión nos llevaría
a la alienación del hombre, puesto que el cristianismo sólo fomenta valores mezquinos como
la obediencia, el sacrificio o la humildad, sentimientos propios del rebaño. El cristianismo sería
para el filósofo una moral vulgar, que se opone a todos los valores específicos de la virtud.
(Editorial, 2020)

(Röcken, actual Alemania, 1844 - Weimar, id., 1900) Filósofo alemán, nacionalizado suizo.
Su abuelo y su padre fueron pastores protestantes, por lo que se educó en un ambiente
religioso. Tras estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, a los
veinticuatro años obtuvo la cátedra extraordinaria de la Universidad de Basilea; pocos años
después, sin embargo, abandonó la docencia, decepcionado por el academicismo

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universitario. En su juventud fue amigo de Richard Wagner, por quien sentía una profunda
admiración, aunque más tarde rompería su relación con él. (Fernandez, 2020)

La vida del filósofo fue volviéndose cada vez más retirada y amarga a medida que avanzaba
en edad y se intensificaban los síntomas de su enfermedad, la sífilis. En 1882 pretendió en
matrimonio a la poetisa Lou Andreas-Salomé, por quien fue rechazado, tras lo cual se recluyó
definitivamente en su trabajo. Si bien en la actualidad se reconoce el valor de sus textos con
independencia de su atormentada biografía, durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono
corrosivo de sus escritos a la enfermedad que padecía desde joven y que terminó por
ocasionarle la locura. (Fernandez, 2020)

Los últimos once años de su vida los pasó recluido, primero en un centro de Basilea y más
tarde en otro de Naumburg, aunque hoy es evidente que su encierro fue provocado por el
desconocimiento de la verdadera naturaleza de su dolencia. Tras su fallecimiento, su
hermana manipuló sus escritos aproximándolos al ideario del movimiento nazi, el cual no
dudó en invocarlos como aval de su ideología; del conjunto de su obra se desprende, sin
embargo, la distancia que lo separa de ellos.

La filosofía de Nietzsche
Entre las divisiones que se han propuesto para las obras de Nietzsche, quizá la más sincrética
sea la que distingue entre un primer período de crítica de la cultura y un segundo período de
madurez en que sus obras adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más
aforísticas y herméticas. Si el primer aspecto fue el que más impacto causó en su época, la
interpretación posterior, a partir de Heidegger, se ha fijado sobre todo en sus últimas
obras. (Fernandez, 2020)

Como crítico de la cultura occidental, Nietzsche considera que su sentido ha sido siempre
reprimir la vida (lo dionisíaco) en nombre del racionalismo y de la moral (lo apolíneo); la
filosofía, que desde Platón ha transmitido la imagen de un mundo inalterable de esencias,
y el cristianismo, que propugna idéntico esencialismo moral, terminan por instaurar una
sociedad del resentimiento, en la que el momento presente y la infinita variedad de la vida
son anulados en nombre de una vida y un orden ultraterrenos, en los que el hombre alivia su
angustia. (Fernandez, 2020)

Su labor hermenéutica se orienta en este período a mostrar cómo detrás de la racionalidad y


la moral occidentales se hallan siempre el prejuicio, el error o la mera sublimación de los
impulsos vitales. La «muerte de Dios» que anuncia el filósofo deja al hombre sin la mezquina
seguridad de un orden trascendente, y por tanto enfrentado a la lucha de distintas voluntades
de poder como único motor y sentido de la existencia. (Fernandez, 2020)

El concepto de voluntad de poder, perteneciente ya a sus obras de madurez, debe


interpretarse no tanto en un sentido biológico como hermenéutico: son las distintas versiones
del mundo, o formas de vivirlo, las que se enfrentan, y si Nietzsche ataca la sociedad
decadente de su tiempo y anuncia la llegada de un superhombre, no se trata de que éste
posea en mayor grado la verdad sobre el mundo, sino que su forma de vivirlo contiene mayor
valor y capacidad de riesgo. (Fernandez, 2020)

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Otra doctrina que ha dado lugar a numerosas interpretaciones es la del eterno retorno, según
la cual la estructura del tiempo sería circular, de modo que cada momento debería repetirse
eternamente. Aunque a menudo Nietzsche parece afirmar esta tesis en un sentido literal, ello
sería contradictorio con el perspectivismo que domina su pensamiento, y resulta en cualquier
caso más sugestivo interpretarlo como la idea regulativa en que debe basarse el superhombre
para vivir su existencia de forma plena, sin subterfugios, e instalarse en el momento presente,
puesto que si cada momento debe repetirse eternamente, su fin se encuentra tan sólo en sí
mismo, y no en el futuro. (Fernandez, 2020)

Piensa Nietzsche que el hombre es un ser miserable e inmundo, un ser a medio hacer, un
puente entre la bestia y el superhombre, un paso de la pura animalidad a la superhumanidad.
Es su destino, pero en su recorrido evolutivo poco ha sido todavía lo alcanzado: <<Habéis
evolucionado del gusano al hombre, pero todavía hay mucho de gusano en vosotros>>.

El hombre es como una enfermedad en el universo, y es el único animal que todavía no ha


llegado a consolidarse. La vida humana conlleva un grave riesgo: o vencer al hombre
mediante la superación, o volver a la animalidad primitiva. Mientras todos los animales han
producido algo superior a ellos, el hombre se resiste a evolucionar, no quiere abandonar lo
valores del pasado y dar un nuevo sentido a la humanidad. Está pues, a diferencia del animal,
vuelto al futuro y concibe ideales, cuenta destinos. Pues bien, habría según Nietzsche tres
versiones del ideal humano: El ideal estético, donde el ideal humano es interpretado como
tragedia, donde se armonizan lo dionisiaco y lo apolineo. Lo dionisiaco representa la
embriaguez desenfrenada de vivir y lo apolineo representa la armonía de forma y el
resplandor de la belleza. Pero también el ideal científico, que concibe el ideal humano como
sabiduría: el hombre sabio conoce la realidad del mundo con todas sus miserias, y por eso
afirma enérgicamente la vida. Por último, el mayor ideal, el superhombre, donde se integra y
sintetiza el radical cambio de valores que propone Nietzsche. (Editorial, 2020)

De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba "rebaño", "manada" o


"muchedumbre") se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro,
independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones
están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las
recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre
afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su
superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de "eticidad maestra" que refleja la
fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano
"envilecido" por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él juzga vitales. (Editorial,
2020)
Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la "voluntad de
poder". La voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno
mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la
autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje. Aunque Nietzsche negó en multitud
de oportunidades que ningún superhombre haya surgido todavía, cita a algunas personas
que podrían servir como modelos: Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel,
Shakespeare, Goethe, Julio César y Napoleón.

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Para llegar al superhombre, el hombre europeo tiene que autosuprimirse, y este proceso
debería pasar por tres fases:

 El camello es el símbolo del hombre europeo actual, que todavía está impregnado
de la moral de esclavos y que soporta el peso de la carga con paciencia.

 El león en cambio es el símbolo del hombre revolucionario, el que se levanta


contra la moral de los esclavos. A su vez, el león después de romper las cadenas
de la esclavitud tiene que transformarse en niño.

 El niño simboliza la pureza e inocencia de la infancia, desde la que se recrea la


nueva tabla de valores. (Editorial, 2020)

El superhombre representa, pues, esa nueva tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de
la Tierra y la exaltación de los instintos ascendentes. El hombre para convertirse en
superhombre ha de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del hombre,
sino todo lo contrario, una sustitución de Dios por el superhombre, de tal forma que éste se
convierta en un ser con plenitud de poder y de dominio sobre sí y sobre los demás. Pero esta
transformación requiere, según Nietzsche, de una voluntad de dominio, de agresión y de
sentimientos hacia lo ajeno, la "voluntad de poder". (Editorial, 2020)

Conclusión
Uno de los argumentos fundamentales de Nietszche era que los valores tradicionales
(representados en esencia por el cristianismo) habían perdido su poder en las vidas de las
personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación "Dios ha
muerto". Estaba convencido que los valores tradicionales representaban una "moralidad
esclava", una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban
comportamientos como la sumisión y el conformismo porque los valores implícitos en tales
conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó el imperativo ético de crear valores
nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad
evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el 'superhombre' (übermensch).

El error de la moral tradicional se caracterizaría por su antinaturalidad, ya que impone leyes


e imperativos que van en contra de los instintos primordiales de la vida. Además, el ideal de
esta moral es el imperio de la virtud, o "hacer al hombre bueno", aunque sealmente convierta
al hombre en esclavo de esa ficción.

La moral cristiana se consolidaría para Nietzsche como valor supremo, valor que no está en
este mundo. La moral tradicional, pues, postula otro mundo, que es el mundo del más allá o
de la perfección platónica, y por tanto, los valores que han prevalecidos hasta ahora son
ficticios, propios de los débiles.

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El moralista desprecia todos los valores del yo, siendo el altruismo la norma suprema de
conducta. El altruismo es entregarse a los demás sin esperar nada a cambio. El altruismo no
es más que una justificación de decadencia personal.
En conclusión : la lógica de esta moral consiste en una alteración de la personalidad, porque
considera que lo poderoso y lo fuerte es algo suprahumano y en cambio lo débil y lo vulgar
es propio del hombre. Las acciones elevadas no son propias del hombre sino de otro yo más
perfecto que se denomina Dios.

Dice Nietzsche que la religión nace del miedo y del horror que el hombre tiene de si mismo.
Se trata de la incapacidad de asumir uno su propio destino.
Cuando al hombre le invade un sentimiento de poder y teme quedar avasallado por el,
mediante un mecanismo de defensa patológico, lo atribuye a otro ser más poderoso que es
Dios. Y es que la religión nos llevaría a la alienación del hombre, puesto que el cristianismo
sólo fomenta valores mezquinos como la obediencia, el sacrificio o la humildad, sentimientos
propios del rebaño. El cristianismo sería para el filósofo una moral vulgar, que se opone a
todos los valores específicos de la virtud.

La cultura europea ha llegado a su propia ruina, a la decadencia, hay que liberar al hombre
de todos los valores falsos, devolviéndole el derecho a la vida y a la existencia, dice Nietzsche.
Para ello, el 1er paso debe consistir en una transmutación de todos los valores de nuestra
cultura tradicional.
Así, el nihilismo no consiste en una teoría filosófica o en una proposición teórica, sino que es
un movimiento propio de nuestra cultura. La fuerza del espíritu de occidente, cansado y
agotado por los valores inadecuados y falsos de su "verdadero mundo" se vuelve nihilista. <<
¿Qué significa nihilismo?, que se desvalorizan los más altos valores, falta la meta y falta la
respuesta al por qué>>. El nihilismo del espíritu occidental es radical y absoluto, y una vez
perdida la fe en el "verdadero mundo", la cultura se queda sin sentido, sin guía o meta
aparente, entonces se llega a la decadencia o al pesimismo.
Por lo tanto, el nihilismo es una fuerza destructora de la base de la cultura occidental, es decir,
de ese Dios cristiano en el que se apoya la moral y el conocimiento del hombre: <<¿Dónde
se ha ido Dios ?, yo os lo digo, nosotros lo hemos matado, todos nosotros somos sus
asesinos. Lo único que permanece en Dios muerto son las iglesias>>.

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Bibliografía

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