Diez AGUAFUERTES
COMENTADAS
Prétoco pe Sytvia Safrta
Horacio Gonzdlez
Maria Pia Lopez
Martin Kohan
Anibal Jarkowski
Julio Schvarzman
Jorge Consiglio
Gabriela Cabezén Camara
Sergio Chee
Maria Morena
Américo Cristéfalo
@ EuryLHE visto Morir
Roberto Arlt (E/ Mundo, 2 de febrero de 1931)
—Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanasos tras de las rejas. Cinco
menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres
que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvia. Sombras que
dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de cul
tas. Mas sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.
La LETANIA
Espacio de cielo azul. Adoquinado ristico. Prado verde. Una como
silla de comedor en medio del prado. Tropa. Mauseres. Lamparas
cuya luz castiga la obscuridad. Un recténgulo. Parece un ring. El
ring de la muerte. Un oficial.
* de acuerdo a las disposiciones... por violacién del bando... ley
admero...”.
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un
foetr0 que parece embadurnado de aceite rojo. Unos ojos terribles y
fijos, barnizados de fiebre. Negro circulo de cabezas.
& Severino Di Giovanni, Mandibula prominente. Frente huida
cia lag sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordina-
them te er Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegtidos por dl
Lepas azutes d Grueso cuello desnudo, Pecho ribeteado por las so-
de la blusa. Los labios parecen Ilagas pulimentadas. Se
| %fo
a lengua, més roja que un pimiento, lame
ente yl
entreabren lentamen' Y "cuerpo arde en temperatura. Paladea
Ios labios, los humedece.
la muerte.
oficial lee: a . .
a ticulo numero... ley de estado de sitio... superior tribunal.,,
ar js
vise. pisese al superior tribunal. de guetta, tropay suboficiales..
1 Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro
la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene
sereno. | | | :
« estando probado. apercibese al teniente... Rizzo Patrén, vo-
scales. tenientes coroneles... bando... dése copia... foja ntimero.,”.
Di Giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con
atencién, parece que analizara las cléusulas de un contrato cuyas
estipulaciones son importantisimas. Mueve la cabeza con asenti-
iento, frente a la propiedad de los términos con que esté redactada
la sentencia.
«_dése vista al ministro de Guerr:
secretaric
sea fusilado... firmado,
HABLA EL REO
—Quisiera pedirle perdén al teniente defensor...
Una voz:
-No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con
una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atravie-
sa la franja de adoquinado ristico. Algunos espectadores se rien.
@Zoncera? ;Nerviosidad? ;Quién sabe!
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda
y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos
abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el
fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece as{ cuatro segundos. Un suboficial le cruza una sog#
al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por
tierra, Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y s¢ deja
amarrar.| el blanco pelotén fusilero. El suboficial quiere ven-
dar al condenado. Este grita:
-Venda no.
Mira ticsamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufte 0 no,
es un secreto. Pero permanece asi, tieso, orgulloso. Surge una difi-
cultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordene a la tropa,
perpendicular al pelotén fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respal-
dar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven pier-
nas de soldados. Saca pecho. :Ser4 para recibir las balas?
—Pelotén, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metdlica, vibrante:
— Viva la anarquia!
—jFuego!
Resplandor subiténeo. Un cuerpo recio se ha convertido en una
doblada ldmina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae
de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodi-
las. Fogonazo del tiro de gracia.
MuErTo
Las balas han escrito la ultima palabra en el cuerpo del reo. El ros-
tro permanece sereno. Pélido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a
los pies del cadaver. Quita los remaches del grillete y de la barra de
hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muer-
‘o. Un sefior, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con
talera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice
una mala palabra,
Veo cuatro much:
Ff ™uerden los lab
ra, Entique G
achos pdlidos como muertos y desfigurados que
ios; son: Gauna de La Razén, Alvarez de Ultima
esoy co penal Tufién de Critica y Gomez de El Mundo.
etada de, rracho, Pienso en los que se reian. Pienso que a
“Esa prohibyy er deberia ponerse un cartel que rezara:
std ne se,
Prohibido concutrir con zapatos de baile”.Rojo ¥ NEGRO
Marta Moreno
DEL NUMERO
més poderoso que la imagen. La tinica cuenta regre-
iva que importa es la de los minutos contados. Ritual zonzo en la
salida de la carrera de galgos, en Jos minutos cantados en los tim-
Jo acercan a la derrota por knock
anos hombre caido que
out, se vuelve misica de escarmiento y eco del corazén de las vic-
: cién. Roberto Arlt comienza su crénica
timas durante una ejecu ‘
0 Di Giovanni con una frase (“rostros
de la ejecucion de Severin: !
de las rejas”) entre dos precisiones: “las 5 menos 3
afanosos detras
minutos” Y “5 menos 2”. El lector paladea el horror en la cifra que
viene, del menos uno al cero desde donde la hora progresard salvo
para un hombre: el tiempo s¢ ird entre la aparicién del condenado,
del cadaver a cargo del médico y el
su fusilamiento, la constatacién
posterior trabajo del herrero: quitarle los remaches del grillete y de
Ja barra de hierro =e ne A A edea al muerto.
Un mito de verdad “cientifica” rodea al ntimero: no seria lo
mismo enrostrar 30.000 desaparecidos que 2.000 aunque la de-
swuncia deberfa comenzar con uno solo. El numero muestra su
fans de ¢ ceros; es decir, en el redondeo. No admite
ion fictica. ;Serian 6 millones los judios asesinados
en los camy
mang pad o una valentonada técnica aseguraria unas decenas
0 més? :Importa?
Poxftica
93“=
Rodolfo Walsh, que habia lefdo a Arlt, describe fa m,
hija Vicki con palabras medidas pero las cifras gritan mel de su
una muchacha en camison, cinco cadaveres y una nena de faps y
la muchacha ese dia cumplia 26. Un afo,
Eduardo Jozami, que ha lefdo a Walsh y acaba de publicar 5.
s
memorias de la prisién, ha titulado al libro Las palabras contadas
‘A Roberto Arlt no le hace falta dejar sentada su posicién ante ef
fusilamiento. Quien quiera leer que lea. Le hace decir al reo “quisiera
pedir perdén al teniente defensor”, “venda no” y “viva la anarquia’,
son las palabras que elige reproducir. Alguien del ejército fusilador,
esa mano armada legal, quiere detener las primeras cuando ya
al condenado le esta prohibido hablar.
han sido pronunciadas;
Quien pide perdén a su defensor asume su culpa, se enorgulle-
ce. Pero también Te tiende un jeconocimiento 2 un hombre que se
ha jugado por él, el teniente Juan Carlos Franco cuyo alegato ha
sorprendido a sus pares al cuestionar la competencia juridica del
tribunal militar para juzgar a un civil, la irregularidad de las for-
mas de la detencién y arengar contra la pena de muerte —luego sera
expulsado del ejército, desterrado. Era uno de “los hombres que se
atreve”, encomiaba Rodolfo Walsh como Leénidas Barletta, que le
publica las primeras denuncias que luego formaran parte de Ope-
0 Jorge Doglia, ex jefe de a divisién judicial de la
exonerado por denunciar los fusilamientos;
un justo puede encontrarse atin en el campo del adversario, alguien
con quien hermanarse en el honor de los hombres. “Sin venda” sera
la prueba de coraje de que un hombre puede seguir siendo de ac-
cién, aun engrillado y ante un pelotén que recordard seguramente
la potencia de esa mirada descubierta, sobre todo el oficial que dard
la orden de fuego. Arlt escribe que ve sacar pecho al condenado,
naa recto en su silla, Como en contrapunto describe cémo
Hae eee tun poco en sus posiciones por si rebotan
sowtener al el *disparos han cortado la soga destinada a
del oficial que la colocd, Al Premed volviendo irrisoria la cautela
bando... apercibase al ame eee /o capa: “...estamos pro-
trén, vocales... tenientes
racién masacre,
policia de la provincia,
94coroneles... bando.,
ministro de Guetta... sea fusilado.
Soe: :
_ earron, dicta unas probables prohibiciones que parecen ali-
viar la tensién insoportable que
transmite la crénica o, al contrario,
arrastrar al lector hasta el grito o al lugar del “reo” (ang crénica
puede ser un arma); —
4 prohibido reirse,
‘4 prohibido concurrir con zapatos de baile.
+ dése copia... foja mimero...” [...] “Dése vista al
firmado, secretario...”
YEITES DE LOS CRONISTAS
EI primer drama literario del cronista de Indias ¢s cémo hacerle
-maginar al lector algo que él ha visto con sus propios ojos y que no
a a suceder. Entonces suele recurrir a lo conocido en comin.
ve schmidl escribe en Viaje al Rio de la Plata que unos indios
Sure en la nariz una piedra azul del tamafio de una ficha de
hea cbmo puede hacer imaginar José Marti a los cubanos no
L “ altura del ascensor de la torre de Gable? Asi: ‘el riente
vsjades la Jevador més alto que la torre de la Trinidad de Nueva
ee vers mds alto que la torre de nuestra catedral”. ;
‘on vite morir” narra sobre una silla como de comedor en medio
del prado un testigo con frac, un ring y un condenado que “parece,
con nadas entre las rodillas abiert re
las manos abandonadas las rodillas abiertas, un homby
i | mate”.
i Jienta agua para tomar el
ida el 0 mientras se ca. a
a Cn pe i rayan el horror de la escena. Severino,
imagenes poor e
caer, conserva las manos en las rodillas; bajo ego eb
tu: exidendo ol fuego como si-para-un-Acrata-el fusitamiento fuera
ola confirm: de su causa, como tomarse un mate. .
Roberto fk dice que Severino camina como un Pato» ue afr
Macién que no es posible discutir: es una figura: al pato se le _
¢ parque de diversiones, pato también es el hombre pobre, el q
i woe fsa de los
ing fia Truman Capote describe en los ape) ‘
Molec 4, We Yan a morir ejecutados (en el libro y en ae a
"dog Muerte cuando los protagonistas ya han sido er .
| cumplimiento de la pena de muerte (Dick tien
95tatuado un diablillo que sostiene una horca, Perry varias calaveras y
tumbas). La realidad provee objetos, palabras. Pero su uso metafé-
tico puede provocar algo milagroso: que el lector sufta por los que
sabe muertos, como si estuvieran vivos y fueran a morir.
LA BANDERA
Roberto Arlt escribe “He visto morir”, el titular sensacionalista en
primera persona: el mds amarillo. Pero para haber vivido la expe-
riencia necesita nombrar a sus compafieros, a ese contra-ejército de
la prensa: “Veo cuatro muchachos palidos como muertos y desfigu-
rados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razén, Alvarez
de Ultima Hora, Enrique Gonzalez Tufién, de Critica y Gomez, de
El Mundo (nétese que sélo el cronista del propio diario —donde Arlt
redactaba policiales-, y escritor, tiene nombre y apellido).
El color amarillo no tiene importancia porque Arlt ha pintado
con las palabras su juicio final.
Con los “labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja.
Mejillas rojas”, “la lengua més roja que un pimiento” y los “ojos
renegridos por el efecto de luz” ha hecho flamear los colores de la
bandera anarquista.