CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD
TERESIANAS
Enmarque y presentacién del tema
El capitulo que ahora abordamos quisiera ser una siuiesis
bajo muchos aspectos de cuanto en paginas anteriores hemos di-
cho; otros aspectos son enteramente nuevos. Las citas no serdn
muy numerosas en aquellos temas anteriormente estudiados.
Nuestra pretensién aqui es la de ofrecer a nuestros lectores lo
que de alguna manera pudiéramos denominar cristologia teresia-
na: .Cémo ve Teresa las grandes afirmaciones de la cristologia?
Teresa de Jestis hablé mucho de Cristo. Se puede afirmar que
todos los temas que toca su pluma estén de alguna manera am-
bientados en él. Por lo dicho en capitulos anteriores podr4
constatarse que lo central y mds medular de sus escritos gira en
torno a la obra y a la persona de Jesucristo; su presencia se
puede descubrir incluso alli donde menos pudiera sospecharse.
Su doctrina esté ungida de Cristo. Su experiencia religiosa es
fundamentalmente experiencia de Cristo.
Hasta ahora hemos estudiado la experiencia cristolégica te-
resiana de una manera indirecta, tratando de descubrirla en los
grandes temas de su espiritualidad. Ahora nos vamos a fijar
més bien en cémo dimana de esa espiritualidad su visién particu-
lar de Jesucristo; en otros términos, cémo ha visto ella desde su
experiencia las grandes afirmaciones cristoldgicas.
Conviene que sefialemos de antemano que Teresa no intenté
escribir ningtin tratado de teologia. Sus escritos —lo hemos dicho
muchas veces— fueron fruto de circunstancias particulares que
le obligaron a exponer su experiencia a aquellas personas, prin-
cipalmente religiosas, que deseaban conocer su espiritualidad
de fundadora. Teresa al exponer los secretos de su alma ante la
mirada ajena no pretendia teorizar o construir un sistema doc-
trinal; su Gnico objetivo era darse a conocer, o mejor, dar a co-234 CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
nocer su espiritualidad a aquellas almas de sus carmelos, sedien-
tas de lo divino, que intentaban seguir sus huellas. Por eso, su
pretensién de escritora iba encaminada a la praxis, a orientar a
las almas por los diffciles caminos del espiritu, a conducirlas a
Dios. Esta era Ja tinica meta hacia la que la Santa encaminaba
sus escritos.
Esto que vale para todas sus ensefianzas, sirve también para
su doctrina acerca de Jesucristo, Esta doctrina es muy rica ya
que antes de ser expuesta ha pasado por el tamiz de la vivencia.
Cuando Teresa se decide a poner por escrito su visién de Jesu-
cristo ha pasado por perfodos muy intensos de vida espiritual en
los que esta figura se ha ido cada vez perfilando con més nitidez.
Desde esa experiencia de religiosidad profunda Teresa nos habla
de Jesucristo. Por eso, sus ensefianzas sobre é1 tienen que ser
inscritas dentro del campo de la experiencia. Su cristologia es
una cristologia existencial.
La Santa no quiere darnos una cristologia para deleite de
nuestros entendimientos —aunque esto no quiere decir que en
su doctrina sobre Jesucristo no exista materia en la que nuestro
intelecto pueda reposar—, sino que intenta mas bien presen-
tarnos la figura de Cristo, invitandonos a la conversién, a abrir
nuestro espiritu a lo divino, a hacernos tomar una decisién vital,
y a comprender que la antropologfa solo tiene sentido si desem-
boca en la cristologia. Por eso, su cristologia —si se puede
hablar de una cristologia teresiana— es mis vitalista que ideo-
légica, més existencialista que ontoldgica, es mas praxis que
pensamiento.
La cristologia teresiana emerge fundamentalmente de la pro-
pia experiencia, contrastada con algunos textos biblicos y no
pocas lecturas y conversaciones con tedlogos de nota de aquel
entonces, Ella intentaré esquematizar esta experiencia tal como se
ha ido desarrollando. También aqui Teresa se muestra muy
subjetivista; expone su visién de Cristo desde sus percepciones
personales; nos descubre a Jesucristo desde su “yo” ungido de
experiencia religiosa y anclado en la Iglesia Catdlica.
La experiencia cristolégica de 1a Santa tiene una doble
vertiente: ascética y mistica. Si hemos dicho que contempla a
Cristo desde su trayectoria espiritual, como quiera que esta tra-
yectoria se desenvolvié en ese doble Ambito, la cristologia tere-CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS 235
siana tiene necesariamente que estar enmarcada en esas dos
coordenadas. Ambas coinciden en su objeto, aunque la segunda
es mucho més rica que la primera por cuanto que la experiencia
que le ofrece de Jesucristo es mds viva e inusitada. Sin embargo,
hemos de decir que ambas se complementan no sélo en linea
ontoldgica, sino también en la linea de la inteligibilidad.
Ya hemos Hamado la atencién cémo Teresa divide su vida
en dos grandes etapas; ambas separadas por un acontecimiento
cristolégico. Durante la primera etapa emerge en su existencia
de una forma fuerte la Pasién del Sefior, polarizando todas las
otras dimensiones religiosas. El nucleo de la experiencia en este
momento se agrupa en torno a los sufrimientos de Cristo. En la
segunda, la experiencia religiosa —ll4mese mistica— es mucho
mas vasta y dilatada, pero tiene también como punto de enclave
Ja Pasién del Sefior, aunque, como veremos, este mistetio es
percibido por nuestra Santa a través de Ja Resurreccién; Pasién
y Resurreccién vienen a formar un todo, que terminaré por iden-
tificarse con la propia persona de Jesucristo tal como se nos
ofrece a nuestra comprensién existencial; en otros términos:
Cristo es para nosotros pasién y gloria, sufrimiento y gozo,
humillacién y exaltacién. Queda asi Cristo convertido en el
paradigma de la humanidad querida por Dios.
Para hacernos una idea del esquema que preside la cristolo-
gia teresiana tenemos que tener presente que una de las bases
de Ja misma se halla en la Pasién de Cristo. También en esto
Teresa coincide con los evangelios. En efecto, en éstos la na-
rracién de la Pasién es la pericopa més coherente, y el hecho en
el que culmina la actividad terrena de Jestis!; la Resurreccién
es el veredicto del Padre y una irrupcién inusitada de éste sobre
Jests y su misterio”. Los autores neotestamentarios leern a la
luz de Pascua la historia terrena de Jests.
1 Sobre la importancia que tiene dentro de los evangelios sindpticos 1a Pasion
de Jesucristo se ha escrito mucho; para nuestro propésito remitimos al estudio de
A. VanHove, Structure et théologie des récits de Ia Passion dans les évangiles
synopliques, en Nouvelle Revue Théologique, 89 (1967) 135-163.
2 Aunque empleamos Ja palabra veredicto, utilizada por algin autor para apoyar
su teorfa acerca de la resurreccién, nosotros la usamos en sentido vulgar, sin
querer prejuzgar ninguna opinién al respecto. Queremos decir simplemente que la
yesurreccién es la confirmacién por parte del Padre de toda ia obra terrena de
Jestis. Tampoco limitamos el contenido de la resurreccién simplemente a esto,
Como veremos, Teresa la da tal importancia que lee toda la vida de Cristo desde
esa perpectiva. Ademds, en todas las visiones que tuvo de Jesucristo, le con-
templé con las caracterfsticas de la resurreccidn; cfr. V 29,3.236 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
Teresa ha encontrado a Cristo en el misterio de la Pasién.
Pero debemos notar, sin embargo, que a medida que ha ido pro-
gresando, su experiencia religiosa ha ido a su vez descubriendo
el misterio de la Resurreccién; Negara un dia en que este doble
misterio sera una doble faceta de una tnica realidad. Al igual
que los tedlogos del N.T. contemplaré toda la existencia de
Jestis a la luz de Ia resurreccién; el Jestis de Teresa es el Cristo
resucitado que hoy vive en esa condicién. Desde esa experiencia
del Cristo vivo actual, se sumergird en el Jestis de la historia, que
fue el que un dia nos salvé.
Las apariciones cristolégicas que Teresa tuvo la oportunidad
de contemplar, reflejarian esto que acabamos de decir, Ella con-
templaré al Sefior sufriente pero siempre con la carne glori-
ficada. Por eso su experiencia de la Pasién y de los dolores de
Cristo Ievaba el sello de la esperanza y del gozo. Esperanza,
porque aquella Humanidad que ella contemplaba glorificada, un
dia seria objeto fruitivo de su contemplacién, gracias a aquellos
sufrimientos de la Pasién; y de gozo, porque Ja experiencia de
Cristo resucitado sumergia todos sus sentidos en el éxtasis mds
sublime; su espiritu, sediento de lo infinito, se aquietaba y se
tranquilizaba ante la presencia de Cristo glorificado. El infinito,
el absoluto, que la razén nos ensefia que es el tinico objeto capaz
de saciar los deseos del espiritu humano, los vefa Teresa encar-
nados en aquella Humanidad, que le era permitido contemplar
gracias a esas revelaciones, que tan frecuentemente hacfan irrup-
cién en su existencia.
En su visién de la Pasién del Sefior, nuestra autora se apro-
xima al pensamiento de San Juan en el cuarto evangelio, cuya
perspectiva en la narracién de la misma ha sido calificada justa-
mente de glorificante. También Teresa nos narra los dolores de
Cristo desde ese Angulo. Coincide asi con el pensamiento del wl-
timo de Jos evangelios en un tema de tan capital importancia para
Ja teologia y las vivencias cristianas.
De esa comprensién tan profunda de estos dos misterios de
Cristo, creemos que nace en ella la devocién por 1a Humanidad
del Sefior. El Cristo de la cruz y el Cristo de la Resurreccién no
es sdlo el Cristo de la Divinidad sino més bien el Cristo de la
Humanidad. En esto también se da alguna coincidencia entre
Teresa y los planteamientos de la asi llamada “nueva cristologia”,CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS 237
que est4 revalorizando el puesto del hombre Jests de Nazaret.
Teresa en su devocién por la Humanidad del Sefior intuyé el
puesto de Cristo Hombre, como Ambito donde se revela el
Padre y como punto de convergencia de los hombres con Dios.
Preterir la Humanidad del Sefior bajo el punto de vista que se
quiera, es cercenar de rafz el plan del Padre en vistas a la
revelacién del misterio de Dios, que se halla precisamente es-
condido y oculto en esas formas humanas.
Situada en esta perspectiva, Teresa capta en toda su nitidez
el significado de los acontecimientos de la vida de Cristo, infan-
cia, vida pablica, etc. También desde esta misma perspectiva per-
cibe el significado de los diversos titulos de Cristo: Sefior, Maes-
tro, Esposo, Rey, etc. La dimensién de Cristo como Dios es
percibida juntamente con su dimensién humana. Lo humano y
lo divino forman un todo compacto en la intelecci6n teresiana de
Cristo. Veremos, sin embargo, que en las etapas finales de su
gran experiencia espiritual se dara una percepcién directa de la
divinidad de Jesucristo.
Teresa, como iremos viendo, no vivisecciona en manera al-
guna el misterio y la persona de Jestis; Ja acepta tal y como la
Escritura nos la presenta. En algunos momentos tendremos la
impresién de que sdlo aparece en Cristo su dimensién humana;
pero esta apreciacién precipitada sera falsa. Cuando nos habla
de esa sagrada Humanidad como lugar de nuestro acceso y en-
cuentro con el Padre, no la desvincula de su cualidad de Dios.
Escuchemos a este propdsito un texto sumamente revelador, ubi-
cado precisamente dentro de un pasaje de sus obras en el que
intenta exaltar la Humanidad del Sefior como el mejor medio para
acercarnos a Dios: “Verdad es que a quien mete ya el Sefior en
Ja séptima morada es muy pocas veces —o casi nunca— las
que ha menester hacer esta diligencia, por la razén que en ella
diré, si se me acordare; mas es muy continuo no se apartar de
andar con Cristo nuestro Senor por una manera admirable adon-
de divino y humano junto es siempre su compaiiia” 3.
Teresa teme que, si se prescinde —al menos mentalmente—
de la Humanidad del Sefior, la imagen que nos hagamos de Cristo
sea abstracta y preconcebida; una imagen que no coincida con
la que se nos ha manifestado en la revelacién. Por eso ella piensa
que es del todo necesario para tener una idea justa de la divinidad
3 6M 1,9; el subrayado es nuestro; cir. 7M, 2,6.238 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
de Cristo, partir de su Humanidad, en la que esa divinidad se
ha manifestado y revelado. Prescindir de 1a Humanidad del Sefior,
es prescindir de la encarnacién. Ahora bien, la encarnacién es
uno de los misterios centrales de la historia de Ja salvacién *.
Pero lo mas significativo de la doctrina teresiana —como ya
hemos afirmado— es que mAs que ofrecernos una cristologia de
lineas abstractas, nos presenta una cristologia vitalista, de puro
corte existencial. Teresa ha sabido conectar “vitalmente” con los
dos grandes tedlogos del N. T., Pablo y Juan. Pero el hecho es
aun mas sorprendente ya que esta coincidencia se ha efectuado
mas a nivel de experiencia religiosa profunda que a nivel de pen-
samiento o de lectura. Porque si bien nuestra autora no cita
expresamente muchos textos biblicos para corroborar sus afirma-
ciones, se da una identidad de fondo entre su pensamiento espi-
ritual y los planteamientos teolégico-cristol6gicos de los autores
principales del N. T. Pero la cristologia teresiana no es una ideo-
logia, es vida, existencia y vivencia. Desde estos presupuestos
dicha cristologia podria definirse como una visién vivencial de
Cristo y su misterio.
Esta cristologia que hemos definido como existencial se ex-
presa como es légico en contenidos de vida; de ahi que en ella
revistan gran importancia las diversas presencias de Cristo, ya en
el individuo ya en la comunidad, ya en el mundo, Ultimamente
el Concilio Vaticano II ha revalorizado este tipo de presencias
cristolégicas *.
Teresa resalta de una manera especial la presencia de Cristo
en la Eucaristia. Toda la pasion teresiana por la Eucaristia radica
en el hecho de que ahi podia de alguna manera localizar a Jesu-
cristo; el Cristo predicado en la Escritura se halla presente ahi,
haciéndose presente para mi. Es tal la importancia que tiene la
Eucaristia en los escritos teresianos que es un elemento esencial
e imprescindible en su concepcién cristolégica. Cristologia de la
Humanidad y cristologia de la Eucaristia se hallan estrechamente
unidas. Cuando Teresa defienda la presencia psicolégica de la
Humanidad del Sefior a lo largo de todo el proceso espiritual,
4 Cfr. 6M 7,5; este mimero es de gran importancia; en general este capitulo y
el 22 de Vida abundan en cuanto acabamos de afirmar.
5 Cfr. Sacrosanctum Concilium 1,7, en donde se nos habla de la presencia de
Cristo en Ja liturgia; ya en la celebracién de la Hucaristia, ya en la persona del
miinistro, ya en las especies eucaristicas, ya en los sacramentos, ya en las palabras
de Ja Escritura, ya en la oracién de la Iglesia,CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS 239
apoyaré su argumentacién en la devocién a la Eucaristia que
tiene que ser permanente: “Yo os digo, hijas, —escribe— que
le tengo por peligroso camino, y que podria el demonio venir
a hacer perder la devocién con el Santisimo Sacramento” °,
Otra de las presencias de Cristo de gran significado dentro de
la espiritualidad de Santa Teresa se refiere al propio yo del cris-
tiano. Jesucristo mora dentro de cada uno de los cristianos. La
oracién de Teresa se basard precisamente en esa presencia de
Cristo en lo més recéndito del ser del hombre redimido. Desde
ese centro del ser humano, Cristo va atrayendo hacia si todas las
potencias sensitivas y espirituales de la persona, para terminar
trasformandolas en él; llegaré un momento en que esa presencia
de Cristo en el ser dei hombre bautizado se haga tan poderosa
que el cristiano se halla como ungido e invadido por Jesucristo.
También en este punto se da una gran aproximacién entre el pen-
samiento teresiano y el pensamiento paulino. Cristo morando en
lo més intimo del cristiano seré una experiencia religiosa en la
vida de Santa Teresa que aflorard después de muchos afios de
vivencias religiosas; seré para ella un descubrimiento gozoso,
que le hubiera resuelto toda la problemdtica que la torturé
durante algin tiempo, antes de este maravilloso hallazgo.
También Teresa nos hablaré de ese otro tipo de presencia,
que hoy est4 tan considerada: la presencia de Cristo en la comu-
nidad. Esta presencia de Cristo en la comunidad puede revestir
tres vertientes complementarias: presencia en Ja Iglesia, presen-
cia en los sacramentos y presencia en el grupo religioso.
La presencia de Cristo en la Iglesia se manifiesta de miilti-
ples maneras, Teresa nos hablaré de la presencia de Cristo en la
Iglesia a través de la jerarquia y de los tedlogos a ella vincula-
dos. En los sacramentos, Cristo se presencializa como médico que
cura las heridas de nuestra alma. La presencia de Cristo en el
grupo religioso también se halla particularmente resaltada en la
doctrina teresiana, aunque con las limitaciones que las concep-
ciones teolégicas de su época imponian. Sin embargo, ya es
interesante constatar que Teresa a la luz de la experiencia reli-
giosa ha sabido descubrir un tipo de presencia, que no gozaba
de mucha literatura en su época, aunque evidentemente no era
silenciada por aquellos grandes espirituales espafioles del
siglo XVI.
6 6M 7,15; cfr. CC 39,240 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
A. CRISTOLOGIA DE ABAJO ARRIBA
1. La Humanmpap DE Cristo
Antes de abordar un tema de tanta importancia para la espi-
ritualidad de Santa Teresa, queremos advertir a nuestros lec-
tores que aqui no entramos en la dificil problematica que éste
entrafia para la teologia espiritual del siglo XVI espafiol. Los
teresianistas y estudiosos de la espiritualidad de ese siglo atin
no se han puesto de acuerdo sobre los autores contra los que pa-
rece polemizar Teresa. Si tenemos en cuenta el parecer de un
gran némero de teresianistas, se referirfa a 1a opinién de algunos
espirituales, segin la cual —tal como fue entendida por Teresa—
defenderia que para preparar el acto mistico, que se produce sin
imagenes, el cristiano, a medida que se va acercando a la mistica,
deberia ir prescindiendo de todo tipo de imaginaciones y repre-
sentaciones de lo espiritual —que hasta ese momento habian
sido necesarias—, incluidas las imdgenes y representaciones que
se refieren a la Humanidad de Jesucristo. Estos autores defienden,
sin duda, la mediacién ontolégica de La Humanidad de Jesu-
cristo (Jesucristo, Hombre y Dios), aunque creen que el espiritual
debe prescindir de toda representacién de lo humano del Seiior,
con objeto de quedarse en el puro vacio espiritual. En esos mo-
mentos, el alimento de su espiritu debe encontrarlo el cristiano
en la divinidad de Jesucristo, que no cae en imagenes y repre-
sentaciones. Es ésta la opinién de no pocos teresianistas, que
creen que Teresa se refiere en su polémica a algunos francisca-
nos, cuyos libros eran en su época muy leidos y tenidos en gran
estima.
Pero no faltan quienes sospechan, por otra parte, que este
planteamiento del problema es demasiado simple, y creen que la
Santa cuando defiende tan magistralmente el puesto de la Huma-
nidad de Cristo a lo largo de todo el proceso de la vida espiritual
est4 pensando en los alumbrados, que negaban la mediacién.
Sea como sea, nosotros pensamos que no es necesario saber
cuales eran los autores contra los que Teresa polemiza para des-
cubrir su pensamiento, ya que éste ha quedado suficientemente
claro al ser abordado desde miltiples perspectivas, no solamente
en el capitulo XXII de Vida y en el VII de sextas moradas, sinoHUMANIDAD DE CRISTO 241
también a lo largo de todas sus obras. De ellas se deducen dos
cosas fundamentales: 1.2) Teresa piensa que el Hombre Cristo
Jestis, que es Dios, es el Mediador necesario y absoluto para
nuestro encuentro con Dios; en el estado actual de la revelacién,
el Evangelio —la doctrina cristiana— no tiene sentido sin la
Humanidad de Jestis. Contra Jos alumbrados, ella confiesa la
absoluta necesidad de la Humanidad del Sefior; 2.8) Teresa pien-
sa que en la preparacién del acto mistico no debemos prescindir
de las imagenes y representaciones de la Humanidad del Sefior.
Por propia experiencia pudo constatar que en la cumbre de la
vida espiritual —en séptimas moradas— fue cuando percibid
de una manera mas sublime la Humanidad del Sefior, y que pre-
cisamente el matrimonio espiritual se hace no con el Verbo, pres-
cindido de la Humanidad, sino con Nuestro Sefior Jesucristo,
Hombre (Sagrada Humanidad) y Dios.
Como acabamos de decir, no hemos querido entrar en esta
problematica del siglo XVI por no creer que su dilucidacién sea
necesaria para esclarecer el pensamiento teresiano al respecto.
Dado que Teresa expuso su pensamiento en muchos lugares de
sus obras, para que sus religiosas, muchas de ellas indoctas, no
sufrieran error alguno en esta materia, que ella consideraba de
capital importancia, creemos que su ensefianza queda clara. Tam-
poco queremos entrar en la cuestién de si Teresa entendié bien
el pensamiento de aquellos autores contra los que polemiza, Nos
interesa s6lo su pensamiento.
El tema de la Humanidad de Cristo es netamente teresiano ’.
Para exponer su pensamiento acerca de él Teresa ha dedicado
nada menos que dos capjtulos integros; capitulos que han sido
considerados por todos os teresianistas como los més vigorosos
que han salido de su pluma. Tanto en Vida (cap. 22) como en
Moradas (VI cap. 7), Teresa mantiene el mismo pensamiento.
Esto nos indica que a pesar de la distancia que separa la cla-
boracién de ambas obras, nuestra autora mantiene un pensa-
miento uniforme; es m&s, podemos decir que a medida que el
tiempo ha ido pasando, no solamente se ha confirmado en sus
ideas, sino que incluso se ha hecho més radical en la visién y
7 Autores de la competencia de Efrén sostienen que es su tesis fundamental;
oft, Errin ve 1a Manne ne Dios, Bases bdiogrdficas del Doctorado teresiano, en
Ephemerides carmeliticae, 21 (1970) pp, 5-34; Juss Castettano, Guiones teresianos
(Valencia 1970); este autor escribe: «En esta lectura y meditacién, Teresa descubre
Ja ‘humanidad’ de Cristo, hallazgo que constituiré el eje de su doctrina y su gran
tesis doctoral en abierta polémica contra los espirituales de su tiempo» (p. 85).
16242 CRISTOLOGEA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
compresién de las mismas. Si cabe, en Moradas su pensamiento
se halla mejor estructurado; su base biblica aparece, por otra
parte, mds resaltada. Por lo demas, el tema de la Humanidad
no sdlo se halla expuesto en esos dos capitulos, sino que tam-
bién se extiende a lo largo de todas sus obras.
La experiencia religiosa de Teresa seria el motivo mas im-
portante que le diera pie para redactar esas dos piezas magis-
trales. Ante la afirmacién de algunos autores espirituales segtin
los cuales la meditacién sobre la Humanidad de Cristo seria un
obstaculo para Iegar al estadio superior de la contemplacién,
y por consiguiente —de acuerdo con dichos autores— para llegar
a la contemplacién, se deberia prescindir de todo lo corpéreo,
Teresa se rebela y afirma categéricamente que, aun aceptando
que se deba prescindir de lo corpéreo —prescindiendo en lo
posible de figuras y de imagenes espirituales—, nunca debe pres-
cindirse de la Humanidad del Sefior. La Humanidad de Cristo
no puede valorarse al mismo nivel que las otras realidades cor-
porales. En efecto, la Humanidad de Cristo resucitado posee unas
dimensiones que no tienen los otros objetos. Un cuerpo resucitado
es una realidad distinta de todas las demas realidades terrenas;
es un cuerpo espiritual, trascendido, trasformado, que pertenece
a la nueva creacién como ensefiaria Pablo. Teresa no basar4
su discurso en estos argumentos teoldégicos-escrituristicos, sino
en la propia experiencia. Ella sabe que el cuerpo de Cristo resu-
citado es una realidad que se halla en un estadio distinto de las
dems realidades; que el cuerpo de Cristo resucitado es la verda-
dera creacién de Dios hacia Ja cual convergen todas las demas
cosas. Escribe graficamente: “Mas apartarse del todo de Cristo
y que entre en cuenta este divino Cuerpo con nuestras miserias
ni con todo lo criado, no lo puedo sufrir” *.
Muchos eran los motivos que obligaban a Teresa a sostener
que la Humanidad del Sefior es necesaria a lo largo de todo el
camino espiritual. El primero se deriva de una constataci6n per-
sonal, aprendida y experimentada en su propia vida. Ella era
consciente de que habia legado a un estadio espiritual muy subli-
me. Ahora bien, uno de los momentos en que percibid que el
ascenso a estadios superiores habia quedado bloqueado fue pre-
cisamente, cuando fiada en el consejo de algunos espirituales,
8 V 22,1; nétese cémo Teresa escribe Cuerpo con maytscula; cfr. V 22,8; 12,1;
29,1; 37,4,HUMANIDAD DE CRISTO 243
abandoné —aunque por poco tiempo— su devocién a la Huma-
nidad de Cristo, suponiendo que su corporeidad podia ser un
obstéculo para la més alta contemplacién®. También constata
Teresa que en los comienzos de la vida mistica, el espiritual tiene
la impresién de que lo corpéreo impide ese estadio de contem-
placién. Pero quien ha Ilegado a estados supetiores se da cuenta
de que la Humanidad de Cristo no sélo no impide el ascenso, sino
que mas bien es su motor. Escuchemos a la propia Santa: “Bien
creo que quien Ilegare a tener unién y no pasare adelante (diga
arrobamientos y visiones y otras mercedes que hace Dios a las
almas) que tendra lo dicho por lo mejor, como yo lo hacia, y
si me hubiera estado en ello, creo nunca hubiera legado a lo que
ahora, porque, a mi parecer, es engafio” °, Por tanto, la Sania
piensa que quien haya experimentado en més alto grado la con-
templacién no podra afirmar que la Humanidad de Cristo pueda
ser obstaculo a esta contemplacién. Teresa, pues, guiada por la
propia experiencia se ve obligada a hacer estas afirmaciones.
Es més, veladamente afirma que los autores espirituales que
mantienen una postura contraria a la suya, no han pasado en
su experiencia religiosa de los primeros estadios de la vida es-
piritual ". En esta materia ella se siente con autoridad para ex-
poner una doctrina, Es su tema favorito; su tesis fundamental.
Para ello esta incluso dispuesta a desautorizar a quien mantenga
una opini6n distinta a la suya.
Pero no se conforma con apoyarse exclusivamente en su
propia experiencia, busca ademas apoyo a sus argumentaciones
en bases teolégicas. Ella constata que muchos santos y contem-
plativos habian seguido este camino”; y aduce algunas afirma-
ciones de la Escritura que confirman su pensamiento ', Ademds
de estas afirmaciones concretas de la Biblia, Teresa descubre
en ella como una especie de “historia salutis”, centrada en Cristo.
Esta “historia salutis” que arranca de las paginas biblicas llega
hasta nuestros dias. Permitasenos transcribir un largo pasaje tere-
siano donde puede verse confirmado esto: “Pues si todas veces
* Ctr, 6M 7,15; V 22,4,
10 Vy 22,2; cfr. 6M 7,5.
‘ Escribe: «Bien creo que quien Ilegare a tener unién y no pasare adelante
(digo a arrobamientos y visiones y otras mercedes que hace Dios a las almas) que
tendra lo dicho por lo mejor, como yo lo hacfa, y si me hubiera estado en ello,
creo nunca hubiera llegado a lo que ahora, porque, a mi parecer, es engafion (V 22,2).
2 Cfr, V 22,7.
8 Cfr, 6M 7,6.244 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
ja condicién o enfermedad, por ser penoso pensar en la pasi6n,
no se sufre, {quién nos quita estar con El después de resucitado,
pues tan cerca le tenemos en el Sacramento adonde ya est4
glorificado? gY no le miramos tan fatigado y hecho pedazos, co-
rriendo sangre, cansado por los caminos, perseguido de los que
hacia tanto bien, no creido de los Apéstoles? Porque, cierto,
no todas veces hay quien sufra pensar en tantos trabajos como
pasé, hele aqui sin pena, Ileno de gloria, esforzando a los unos,
animando a Ios otros, antes que subiese a los cielos. Compafiero
nuestro en el Santisimo Sacramento, que no parece fue en su
mano apartarse un momento de nosotros” ™.
Después de constatar que su experiencia personal se halla
corroborada por no pocas citas biblicas, Teresa afirma que ella
estd persuadida firmemente de que la Humanidad de Cristo es
el lugar donde se realiza nuestro encuentro con Dios. Escribe:
“Y veo yo claro y he visto después que, para contentar a Dios
y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta
Humanidad sacratisima, en quien dijo su Majestad se deleita” '.
Jesucristo —sigue afirmando Teresa— en cuanto hombre, es
“la puerta por donde debemos entrar”, es “el camino por
donde nos vienen todos los bienes” ”, “quien le ve a él, ve al
Padre” *, es “nuestro bien y remedio” ”.
Cristo, pues, es para nuestra Santa, en su faceta Humana el
objeto de la contemplacién y el medio a través del cual Hegamos
a Dios. La espiritualidad de Teresa afirma, sin ambages, la
dimensién humana de Cristo, no tanto como contrapuesto a su
faceta divina, sino més bien como el lugar donde se nos hace
accesible la realidad entera de Jesucristo. Podriamos decir que a
Teresa no le preocupa resaltar lo humano o lo divino de Jesu-
cristo, sino que lo que ella quiere dejar bien clarificado es que cer-
cenar cualquiera de estas caracteristicas o dejarlas en la penum-
bra, es cercenar la realidad de Jesucristo. A ella lo que Je inte-
resa es resaltar el ser total y completo de Jesucristo; y Cristo se
halla viviseccionado desde el momento que se silencie uno u
otro elemento de su esencialidad.
4 V 22,6,
18'V 22,6; cfr. TM 7.
6 Cfr. V 22,6.
1 Ofr, V 23,7.
38 Cfr, 6M 7,6.
8 Ctr, 6M 7,6.HUMANIDAD DE CRISTO 245
También Teresa encuentra argumentos para probar sus afir-
maciones apoyada en la misma psicologia humana. En efecto,
cree que para que nuestro intelecto pueda operar necesita apoyar-
se en lo corpéreo: “Yo no puedo pensar en qué piensan —es-
cribe—, porque apartados de todo lo corpéreo, para. espiritus
angélicos es estar siempre abrasados en amor, que no para los
que vivimos en cuerpo mortal, que es menester trate y piense y
se acompatie de los que, teniéndole, hicieron tan grandes haza-
fias por Dios, cuanto més apartarse de industria de todo nuestro
bien y remedio, que es la sacratisima Humanidad de nuestro
Sefior Jesucristo” ®. Con esto, evita Teresa lo que pudiéramos
denominar Ja “alienacién mistica” o la “pura evasién del es-
piritu”.
Desde todos los angulos que contempla 1a realidad de la vida
espiritual, le parece evidente que existe una necesidad imperiosa
de la presencia de Cristo —hombre y Dios— en todas sus mani-
festaciones; la Humanidad de Cristo es imprescindible en el pro-
ceso espiritual, porque es imprescindible Cristo, y esta Humani-
dad es una parte constitutiva del ser del Sefior; ademas, en esta
Humanidad, Dios ha Ievado a término su plan de salvacién
previsto desde Ja eternidad. Prescindir de la Humanidad es prdc-
ticamente quedarse en el vacio, rechazar el plan de Dios, y pre-
dicar de Jesucristo un modo de ser divino, ajeno a la revelacién,
que se ha expresado precisamente de manera existencial para-
doxal en el hombre Jestis de Nazaret. Cuanto mas se adentra uno
en el pensamiento teresiano, se comprende mejor cudn cerca
se halla nuestra autora de los planteamientos de los autores mo-
dernos por lo que a la cristologia se refiere.
De estas constataciones se desprenden no pocas ensefianzas
en orden a valorar en su justo punto la cristologia teresiana.
Teresa sefiala no s6lo la oportunidad de la presencia de la Huma-
nidad de Crito en el proceso espiritual, sino su absoluta necesidad.
La argumentacién teresiana parece se desenvuelve a través del
siguiente proceso: Si la Humanidad forma hoy ya un todo con el
ser de Jesucristo, si a través de la Humanidad de Cristo Dios
operé nuestra salvacién, y si Jesucristo en cuanto hombre es
nuestro mediador, substraer la Humanidad del Sefior de cual-
quier proceso de la vida espiritual, es prdcticamente rechazar Ja
2 6M 7,6.246 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
mediacién del Sefior en todo el proceso de santificacién, Cuando
Teresa afirma que toda la mistica tiene que quedar sujeta al
influjo de la Humanidad de Jestis, no hace sino deducir de una
manera Iégica las consecuencias mAs fundamentales de la afir-
macién de la Iglesia referente a la mediaci6n universal de Jestis.
Esta mediacién la entiende Teresa no solamente de una manera
ontolégica, como Iégicamente la entenderfan aun aquellos que
se oponian a su forma de pensar en esta materia, sino también
psicolégica. No podemos olvidar que la santificacién del hombre
no puede reducirse exclusivamente a la ontologia, tiene que darse
también en ella la dimensién psicoldgica. Sobre esta tiltima recae
el magisterio de la incomparable reformadora del Carmelo.
La Humanidad de Cristo no es para Teresa un mero ins-
trumento mediante el cual opera la Divinidad. Para ella Huma-
nidad y Divinidad forman en el Jestis resucitado un todo; ese
todo que es Cristo es Ja fuente de nuestra salvacién. De esta
forma, superando una concepcién filoséfica del ser de Jess,
Teresa se adentraba en el misterio del Sefior, trascendiendo en la
visién espiritual del mismo, la viviseccién de Cristo en dos na-
turalezas.
En resumen, Teresa est4 persuadida de que el hombre Jests
es inseparable teolégicamente hablando de nuestra santificacién.
Teresa defender su posicién vivamente contra aquellos que pien-
san que el situar nuestra afectividad y nuestra imaginacién en la
Humanidad de Cristo impide el progreso en la vida mistica, por-
que esta persuadida de que, si se siguen esos criterios, se pone en
entredicho toda Ja historia humana de Jestis como revelacién
del misterio de Dios, oculto desde los siglos y revelado ahora
en el tiempo en esa Humanidad. Ya hemos dicho que cuando
Teresa habla de la Humanidad de Jestis esté pensando en el
hombre Jestis, en el enviado de Dios, que tomé carne en el tiem-
po, el Jesiis de los evangelios, aquel Jestis que se hizo historia
entre nosotros; es ese el Jestis que es imprescindible para nuestra
santificacin,
Nota Teresa el contrasentido de esos autores contra los que
polemiza, que reservan para la Humanidad de Jestis las primeras
etapas de la vida espiritual —las més imperfectas— y substraen
de su influjo los estadios superiores de la misma. Si Jesis es
verdaderamente el mediador, tiene que serlo bajo todos los as-
—eG
HUMANIDAD DE CRISTO 247
pectos, y preferentemente alli donde la gracia actiia con mds
eficacia y plenitud.
Partiendo del Jesis hist6rico, la vida espiritual del cristiano
asume el encarnacionismo como caracteristica fundamental. Por
eso Teresa estaré en desacuerdo con una espiritualidad de tipo
platénico; su espiritualidad no se substrae de la carne, del tiem-
po y del mundo presente, aunque considere estas tres cosas bajo
el signo del pecado y de la caducidad. De aqui se derivan las
grandes diferencias existentes entre la espiritualidad teresiana y
otras espiritualidades cristianas y acristianas”!,
Una vez sentado este principio, el pensamiento teresiano seré
extremadamente Iégico en sus planteamientos sobre la Huma-
nidad de Cristo con respecto a su influjo en nuestra vida espiri-
tual. Ella vera el proceso de nuestra santificacién en estrecha
unién con Jesucristo, hecho realidad, conocimiento y experiencia
para nosotros en su Humanidad. Por eso, Teresa muchas veces
hablaré solamente de su Humanidad, porque en esa palabra se
contiene para ella todo lo que es Jesucristo: Dios: palabra del
Padre; y hombre: historia, revelacién, el tiempo y la carne hechos
revelacién y epifania de Dios, dirigida a nosotros (pro nobis).
Por eso, esa Humanidad —el hombre Jestis de Nazaret—
sera para nosotros el ejemplo, el modelo, el camino, el maestro
y el término. Si en algtin momento de la vida espiritual pudiera
prescindirse de esa sagrada Humanidad, la santidad dejaria de
ser cristiana; serfa si se quiere santidad del Verbo, pero no seria
santidad emanada de aquel Jestis que hoy vive resucitado en la
carne y que es el centro de Ia reflexién de todo el N. T.
A nuestro juicio, las afirmaciones teresianas, expuestas tan
llanamente, son geniales intuiciones de la teologia del N. T.,
aplicada a los mas altos grados de la vida espiritual. Esto, cree-
mos, es lo mds grandioso y mas peculiar de su doctrina. Tene-
2 Nos referimos a esas espiritualidades de tipo neoplaténico, por darlas algin
nombre, ¢ incluso a espiritualidades hoy muy en boga como las del Yoga y Zen.
Sobre ellas en otra parte escribimos: «A mi juicio el pensamiento sanjuanista, y
més principalmente el teresiano es totalmente contrario a Ja espiritualidad oriental
hoy muy en boga. Sin entrar de leno en la cuestién, que nos Ievaria muy lejos,
creo que estos métodos de oracidén ponen en peligro lo mds medular de los
mifsticos sublimes del Carmelo: {a cristologia, Para ellos, Dios se expresa en
Cristo hecho carne (humanizado y resucitado); la oracién no tiene por objeto un
Dios aéreo, lo que pudiéramos lamar la Divinidad—; nétese cémo Teresa com-
‘patio este peligro en varios lugares de sus obras (V 22; 6M 1)» (S. Casrro Sfncxzz,
El amor como apertura trascendental en San Juan de la Cruz, en Revista de Espi-
ritualidad, 35 (1976) 448, nota 46.248 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
mos que confesar que en este aspecto el pensamiento teresiano
es m4s vigoroso que el de San Juan de la Cruz”.
Ya vimos en el capitulo segundo de este estudio cémo a me-
dida que nuestra Santa se fue adentrando en los caminos de la
mistica, sus visiones sobre la Humanidad de Jesucristo se hacian
més sublimes. Teresa misma afirmard que las apariciones més
grandiosas y bellas que experimenté acerca de Jesucristo tuvie-
ron lugar en los més altos estados misticos: en séptimas moradas.
Esto le confirmaria cada vez mds en su pensamiento, de que la
Humanidad de Jestis no sélo no era obstaculo para llegar a
esos altos estados de la mistica, sino que mas bien esos grados
tenfan por objeto a esa Humanidad ®,
La mistica teresiana es una constatacién, desde las viven-
cias religiosas profundas, de las afirmaciones del N.T. sobre
Jesucristo. El hombre Jestis de Nazaret resucitado —Humani-
dad y Divinidad— es el objeto de esa mistica.
2. LA PASION DE CRISTO
Ya hemos dicho que la pericopa més larga con unidad pro-
pia dentro de los cuatro evangelios es la narracién de Ja Pasion.
También en el resto del N, T. la Pasién y su contenido ocupan
un lugar preeminente, Es un dato que conviene tener presente a
la hora de hacer una valoracién justa del significado de la “the-
logia crucis”.
En los escritos teresianos el tema de la Pasién es un tema
que pudiéramos calificar de dominante. No se habla de él sélo,
como facilmente pudiera pensarse, en las primeras etapas de la
vida espiritual —en las etapas dedicadas preferentemente a la
purificacién del hombre—, se habla también de él cuando se
trata el tema de la iluminacién e incluso de la trasformaciéon.
En el siglo XVI espafiol florecié una riquisima espiritualidad
en la que Ja Pasién del Sefior ocupaba un puesto de capital
2 Un autor protestante de nuestros dias ha Megado a escribir que Ia doctrina
de San Juan de 1a Cruz es incompatible con el encarnacionismo del N,T.; oft. J. Bou-
uer, Diew ineffable et Parole incarnée. Saint Jean de la Croix et le prologue du
4e Evangile, en Revue d'Histoire et de Philosophie Religieuse, 46 (1966) 227-240,
Remitimos a cuanto en péginas anteriores dijimos sobre el puesto de la
Humanidad de Jesucristo en la vida, en la oracién y en la ética teresianas,HUMANIDAD DE CRISTO: PASION 249
importancia. En esta ambientacién sumamente religiosa hay que
situar la experiencia teresiana en torno a este misterio de Cristo *.
Como deciamos, en la espiritualidad de Santa Teresa la
“theologia crucis” se halla a lo largo de todas sus facetas; la
Pasién trasvasa todas las péginas de las obras teresianas. Ante
este hecho tan evidente, el lector tiene derecho a preguntarse por
el porqué del mismo. Sin duda, una de las causas que movieron
a Teresa a centrar su espiritualidad en torno a la Pasién del
Sefior, fue la ambiental. Los grandes maestros de su espfritu
y muchos de los libros que cayeron en su manos Ilevaban a las
almas por este camino. Pero quizds no sea esa la causa que ex-
plique més satisfactoriamente la doctrina teresiana en torno a
este hecho salvifico. Tampoco explican el hecho satisfactoria-
mente ni una predisposicién del espiritu de Teresa para el sufri-
miento, nj ese deseo tan profundo del alma teresiana por Ja puri-
ficacién. Todos estos hechos influyeron, sin duda, en el alma de
la Santa, pero no son Ia causa tiltima que nos explican su doc-
trina sobre Ja Pasién de Cristo.
A nuestro juicio, la importancia que la espiritualidad tere-
siana concede a este misterio salvador tiene su “leit motiv” en Ja
contemplacién de la vida de Cristo. Ella percibié en seguida
que el Cristo encarnado es un Cristo fundamentalmente crucifi-
cado; la cruz es uno de los elementos que da sentido a la vida
de Cristo; es uno de los principios gnoseolégicos de la cristo-
logia *, Ella capté que el dolor redentor fue dominante en la vida
del Sefior. Cierto que la vida de Cristo tenfa como meta la resu-
treccién, pero ese acontecimiento sélo sucedié al final, mds
all de la historia terrena de Jestis. Al igual que con Cristo acon-
teceré con cada cristiano; después de una existencia crucificada,
su vida desembocaré en Ia resurreccién. Aqui radica la importan-
cia que Teresa ha dado a la Pasion de Cristo.
La meta del cristiano consiste en trasformarse en Cristo. Pero
esto no podra Ilevarse a cabo si no es revistiéndose del Cristo
concreto, que se encarné y padecié por nosotros. El Cristo que
hoy vive resucitado, es tal por haber llevado a cabo el mandato
2% Cir. M, Anprés, En torno a la xtheologia crucisn en la espiritualidad espaftola
(1450), en Didlogo Ecuménico, 6 (1971) 359-390; Ip. A propos de ta utheologia crucis»
or res paures spirituelles espagnolles (1450-1559), en Positions Luthériens, 20
3 Cir. 8, Castro Séxcutez, El sentido de Ia cruz en la Teologia y en la Espiri-
tualidad, en Revista de Espiritualidad, 38 (1976) 185-219.250 CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS
de Dios, sometiéndose a la cruz. La trasformacién en Cristo
supone la comunién con sus padecimientos *,
Por eso, en el sistema espiritual teresiano que se fundamenta
en la persona de Cristo, el misterio del dolor redentor jugaré un
papel preponderante, Para comprobar esto bastaria echar una
ojeada al vocabulario mas peculiar de nuestra Santa. Los tér-
minos, sufrimiento, dolor, Pasién, cruz, mortificacién y trabajos,
aparecen con gran profusién ”,
Para que podamos hacernos una idea de cuanto venimos
afirmando, vamos a transcribir un texto teresiano, tomado de sép-
timas moradas, donde el alma, después de haber Ilegado a la
unién transformante, percibe a la luz de la contemplacién in-
fusa la vida espiritual: “Lo que mds me espanta de todo, es que
ya habéis visto los trabajos y aflicciones que han tenido por
morirse, por gozar de nuestro Sefior; ahora es tan grande ‘el
deseo que tienen de servirle y que por ellas sea alabado y de
aprovechar algiin alma si pudiesen, que no sdlo no desean mo-
tirse, mas vivir muy muchos afios padeciendo grandisimos tra-
bajos, por si pudiesen que fuese el Sefior alabado por ellos...
Su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo al Cruci-
ficado” *.
Aunque ya aqui en la tierra piensa la Santa que el alma capta
de alguna manera en su cuerpo y en su espfritu los esplendores
de la resurreccién, la experiencia fundamental esta centrada en
la cruz de Cristo. Pero esta experiencia de la cruz no tiene nada
de masoquista ni de maniquea, es una experiencia de una cruz
que lleva en si el germen del gozo, de la resurreccién; es una
cruz abocada a la gloria, no solamente como término a la que
se dirige, sino que ya en lo més intimo de ella anidan los gér-
menes de esa gloria; por eso, es una cruz glorificante. Muchas
veces aparecerd en los escritos teresianos esa alegria que se ex-
perimenta Ilevando esa cruz; escribe a este respecto en una de
sus Poesjas, sintetizando cuanto ha dicho en otras muchas partes:
“La cruz le es Arbol de vida y de consuelo, y un camino deleitoso
para el cielo” ®. Es una experiencia del hecho, de que en la resu-
% Cfr. Ctas 235,11; 358,5; F 5,3; TM 3,4; CC 26,1.
7 Clr, Lurs be San Jost, Santa Teresa de Jestis. Concordancias (Burgos 1965).
PP. 1265-1266; 466-468; 1027-1028; 274-276; 898-900; 1309-1326, y sus correspondientes
paralelos allf indicados.
2 1M 3,4; el subrayado es nuestro.
® P 8; véase le poesfa y podré comprobarse que allf la cruz es entendida desde
Ja resurrecoién, y desde 1a unién gozosa del alma con Dios; cfr. P 7; V 30,1; F 27,21.