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HUMANIDAD DE CRISTO: PASION 251 rreccién de Cristo de alguna manera han resucitado sus segui- dores. a. Significado de la Pasion en la espiritualidad de Teresa Muchos y muy diversos son los significados que la espiritua- Jidad teresiana atribuye a la Pasién de Cristo. En primer lugar, la Pasién es como el paradigma de la vida humana; sdélo a su luz se puede llegar a una comprensién satisfactoria de la misma, pues el designio de Dios sobre 1a historia se ha vinculado al dolor. La vida humana, sumergida en el sufrimiento, tiene sentido si sabe espejarse en Cristo. Quizas el significado més importante de la Pasién del Salvador sea el de revelarnos que Dios no esté ausente del mundo cuando éste se halla envuelto en las mas espantosas calamidades. Al someter a su propio Hijo a los im- perativos del dolor del mundo, Dios se encarnaba verdadera- mente; es decir, se enraizaba en nuestra propia existencia; se hacia existencia concreta, se hacia nuestra propia historia. Con este acontecimiento, la imagen de Dios da un giro de muchos grados; de un Dios impasible, de alguna manera ajeno al mundo, pasamos a un Dios que se introduce en la vordgine de la his- toria. Por eso, el Dios de Teresa, lejos de asemejarse al Dios de Aristételes —el primer motor—, se nos hace tangible dentro de nuestra propia historia. Nada como el dolor hace comprender a los hombres que existen; el dolor les hace preguntarse por el propio destino, y de alguna manera les capacita para compren- derse a si mismos; sin dolor, el hombre no existe. Cuando Dios se encarna asume estas caracteristicas netamente mundanas; se humaniza, se hace accesible a nuestros modos de entender; asu- me nuestra propia historia para Ievarla adelante y darla un sentido. Nuestra historia de sufrimiento después de la Pasion de Cristo tiene sentido. Desde estos presupuestos puede valorarse la espiritualidad teresiana, que se funda en la cruz. Teresa sentia verdadero pa- nico, como aparece en esos dos famosos capitulos a los que hemos hecho referencia, a prescindir de la Humanidad de Cristo. Prescindir de la Humanidad de Cristo equivalia a prescindir de la historia de su Pasién y configurar una idea de Dios ajena a la 252 CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS revelacién y ajena a lo més nuestro, el dolor. Un Dios que no sea el que se ha manifestado en la Pasion puede ser un hermoso fruto de nuestro intelecto, herido por el pecado original, y deseo- so de proyectar fuera de sf aquello de lo que siente necesidad, un Dios hecho a nuestras medidas y deseos, es decir, un fdolo, que seguramente no coincide con el Dios real que ha salido a nuestro encuentro. Por eso Teresa nos ensefiard a caminar asidos a esta Humanidad, una de cuyas facetas es la del dolor y la de Ja cruz. El que Dios se haya manifestado, asumiendo nuestra historia de dolor y de muerte significa que Dios valora esta humanidad caida, y que no Je ha dejado al vaivén de las fuerzas antagénicas que bullen en su seno™, Pero sobre todo, para nuestra autora, el denguaje de la Pasion es la expresi6n més elocuente del amor de Dios a su creatura. A través de la historia sufriente de J estis, el amor de Dios se ha revelado para nosotros en un lenguaje asequible y plenamente inteligible. También en este punto las coincidencias de pensa- miento entre Pablo y Teresa son muy estrechas. El Dios de la Pasién es un Dios que busca al ser humano, porque Je ama, y le busca con tanto interés, que no duda en ocultar su propio rostro para hacerse mas accesible #, También en la comprensién teresiana de la Pasién de Cristo pueden descubrirse diversas perpectivas desde la que ésta tiene lugar, coincidiendo en parte con los diversos aspectos que hacen resaltar los evangelistas al narrdrnosla. Asi, el aspecto paradoxal * Cuanto decimos en el texto puede apreciarse en uno de tantos pasajes tere- sianos: «Es gran cosa mientras vivimos y somos humanos traerle humano, que éste es el otro inconveniente que digo hay (V 22,9)... Tornando al segundo punto, Hosotros no somos dngeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer Angeles estando en le tierra... es desatino» (V 22,10), En general, Teresa insistiré en todas sus obras en que tenemos que acercarnos a Jestis tal y como él se nos ha manifestado en la revelacién; cfr. V 11,9; 25,21; 7M 4,5; 4,9; Cta. 237,4. *! Cémo hubiera gustado Teresa la lectura de esa pagina maravillosa de G. von Rad en la que de una manera tan expresiva nos ha dejado consignado lo que él llama el ocultamiento de Dios, y que Teresa, sin duda alguna, habria aplicado a Jesu- cristo. Escribe el autor: «En la predicacién de los profetas, el ocultamiento de ‘Yahvéh adquiere rasgos nuevos y todavia mis enigméticos, Sélo se necesita recorrer @ todo lo largo las pardbolas sumamente audaces que los profetas emplean para hablar de Jahvéh, para que salte a la vista ese aspecto del mensaje profético: Yahvéh el amante sin éxito (Is 5,1-7); Yahvéh, el barbero (Is 7,10) Yahvéh, trampa Para Israel (Is 8,14); Yahvéh, pus para Israel (Os 5,12); Yahvéh, padre adoptivo de un hijo expdsito © infiel (Bz 15,48); Yahvéh que registra con una luz las casas de Jerusalén (Sof 1,12). Aquel Dios a quien estaba estrictamente prohibido en Israel honrar ciilticamente en imagenes, cuando se traté de interpretar su obrar histérico, fue escrito con comparaciones que sonaban como una ofensa a la dignidad y sentidad divinas» (Teologia del Antiguo Testamento (Salamanca 1972), vol. IL, pp. 484-485. Cir. V 16,6, texto que se halla en la misma linea que el de von Rad. HUMANIDAD DE CRISTO: PASION 253 de Marcos es puesto de relieve por nuestra Santa en muchas de sus paginas, Podemos afirmar sin titubeos que Teresa se acer- ca siempre a los textos de la Pasién desde el asombro y la per- plejidad. Escojamos un texto entre muchos, en el que aparece este aspecto paradoxal: “jOh, oh, oh, qué grave cosa es el pe- cado, que bast6 para matar a Dios con tantos dolores! Y jcudn cercano estdis, mi Dios, de ellos! Adénde podéis ir que no os atormenten? De todas partes os dan heridas mortales” #. Este texto no sdlo nos indica el asombro de su espiritu ante el hecho del “dolor de Dios” y de su muerte, sino que incluso se acerca de alguna forma a ciertas concepciones actuales, que hoy se es- tan abriendo paso sobre el dolor como algo que de alguna ma- nera llega hasta tocar a Dios. Hay ciertos atisbos en las obras teresianas en los que se considera que no sélo sufrié el Hijo, sino que también se proyecté sobre el Padre el dolor del Hijo. Aqui no queremos entrar en esta problematica, sélo queremos sefialar que pudiera intentarse un diélogo entre las experiencias de los misticos, en concreto de Santa Teresa, y esas concepcio- nes teoldgicas actuales que nos hablan del dolor de Dios *, El tex- to citado, nos indica, a su vez, de una manera evidente, que Teresa ve expresada en Jesucristo la imagen del verdadero Dios, confirmandose una vez mds que el Dios de Teresa es Jesucristo. Teresa, a lo largo de sus obras, hace resaltar lo chocante ylo inaudito de la Pasién de Cristo. Ante este hecho leno de mis- terio y de asombro religioso, el alma cristiana se siente sobre- cogida y como abrumada por el rebajamiento y la humillacién de Dios. EI aspecto hierdtico y littrgico con que Mateo nos presenta la Pasién de Cristo, también aparece recogido en Santa Teresa. ‘Veamos cémo nos presenta a Jestis Ileno de dignidad y de sacra- lidad, llevando las Ilagas y la cruz: “Casi siempre se me repre- sentaba el Sefior asi resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme si estaba en tribulacién, que me mostraba las llagas, algunas veces en la cruz yenel huerto y con la corona de espinas pocas, y llevando la cruz también al- gunas veces, para —como digo— necesidades mias y de otras personas, mas siempre la carne glorificada” *. % E 10; cfr, V 3,1; 9,1; 22,6; 4M 1,6; MC 2,4. 3 Cir, K. Krramorr, Teologia del dolor de Dios (Salamanca 1975); J. Mourmann, El Dios crucificado (Selamanca 1975). 4 V 29,3; cfr. 28,13; 6M 9,3, 254 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS Teresa, siempre que se fija en las actitudes de Jestis paciente nos le presenta duefio de sus actos y con gran sefiorio sobre los acontecimientos: “Nuestro buen Jestis —escribe— muestra la flaqueza de su humanidad antes de los trabajos y en el golfo de ellos gran fortaleza” *, Tampoco se halla ausente de la doctrina de Teresa la vision parenética de Lucas: Jestis modelo del cristiano, el guia y el capitan que nos precede y cuyo ejemplo nos arrastra. Escribe Santa Teresa en este sentido: “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitan que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero” *, También el aspecto glorificante de Ja Pasién de Juan se halla recogido en la doctrina teresiana. Antes trascribiamos un texto en el que aparecia la majestad de Jestis ante el dolor; en él po- diamos detectar una sintonia de pensamiento entre 1a Mistica de Avila y el discfpulo amado. Pero hay més; Teresa afirma expre- samente que siempre que se le aparecia el Sefior lo hacia con la carne glorificada. Escuchémosle en otro de sus textos famo- sos: “Casi siempre se me representaba el Sefior asi resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esfor- zarme si estaba en tribulacién, que me mostraba las Ilagas, algu- nas veces en la cruz y en el huerto y con Ja corona de espinas Pocas..., mas siempre la carne glorificada” 7, Asi, la Pasién de Cristo era contemplada por Teresa a la luz de la resurreccién, coincidiendo de este modo con la teologia del N.T. que nos presenta este mismo esquema de pensamiento, siempre que abor- da el tema de la Pasién de Jesucristo. b. Efectos Como Teresa centré gran parte de su religiosidad en la Pasién del Sefior, no es extrafio que ésta tuviera no poca repercusi6n en su vida espiritual, siendo por consiguiente muy notables sus efec- tos. Uno de los mas considerables fue que se vio abocada conti- nuamente a la conversién. Puede constatarse que en las famosas tres conversiones el influjo de la Pasién fue muy considerable. Relatando la primera, escribe: “Ponfame el demonio que no po- 3 MC 3,-9, redaccién de Consuegra y Las Nieves. % V 22,6; ya hemos estudiado profusamente los t{tulos de Modelo y Maestro, 3 V 29,3; cfr. V 28,3-8; V 34,17. HUMANIDAD DE CRISTO: PASIGN 255 dria sufrir los trabajos de la religién, por ser tan regalada. A esto me defendia con los trabajos que pasé Cristo, porque no era mucho yo pasase algunos por El” *, En la segunda ®, no aparece de forma explicita 1a pasién, pero hemos de suponer que de algu- na forma se relacioné con ella, puesto que esta conversién se efectué volviendo de nuevo a Ia oracién, que durante algin tiem- po habia abandonado; y ya sabemos que por este tiempo Ia ora- cién de Teresa se hallaba estrechamente vinculada a la medita- cién de la Pasién de Cristo ®. Pero donde aparece més resaltado el influjo de la Pasién es en la famosa tercera conversién, que tuvo lugar ante una imagen de Cristo muy expresiva y que representaba uno de los momentos de Ja Pasién“, Como ya hemos dicho y estudiado detenida- mente, a partir de estos momentos, comienza para nuestra Santa una vida nueva; las visiones acerca de la Pasion del Sefior se hacen muy frecuentes, aunque conviene tener presente lo que ya hemos dicho que, aunque le veia bajo los rasgos del dolor, la carne del Sefior aparecia siempre glorificada *. Estos fendmenos sobrenaturales repercutieron considerable- mente en su vision de la vida espiritual. De la meditacién de la Pasién de Cristo proviene sin duda su vision del pecado. La idea teresiana del pecado es muy personal, nacida de su propia ex- periencia religiosa. Digamos que su visién del pecado nace de esa visién suya, viva y penetrante de los dolores de Cristo. La Pa- sién de Cristo incide en lo mds medular de su concepcién del pecado, El hombre debe responder desde el fondo de su existen- cia a la Iamada de Cristo en la cruz; Ja negativa a esa llamada que clama con la voz del dolor y de Ia entrega, es pecado, Desde esta perspectiva dialogal entiende nuestra Santa la naturaleza del pecado, Este es una negacién a ese didlogo amoroso que Cristo quiere entablar con el hombre, De este modo la naturaleza del pecado queda inscrita en la linea de lo personal y de lo cristolé- 8 V 36. » Cir. V 7,15 ss. # «Tenfa este modo de oracién —escribe—: que, como no podia discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mi, y hallébame mejor a mi parecer— de las partes a donde le vefa més solo; pareciame a mi que, estando solo y afligido, como persona necesitada me habia de admitir a mi... me hallaba muy bien en la oracién del Huerto... (V 9,4). “| «Era de Cristo muy Magado, y tan devota —nos dice la Santa—, que en mirdndola, toda me turb6 de verle tal, porque representaba bien lo que pasé por nosotros» (V 9,1). ® Evidentemente no siempre que se le aparecio el Sefior a nuestra Santa, lo hizo bajo el aspecto sufriente, pero si muchas veces. 256 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESTANAS gico, Se sitéa asi el pecado dentro del 4mbito de Jo dialogal, cons- tituyendo la interrupcién o el entorpecimiento del didlogo con Cristo, ya que rechaza sus sufrimientos como llamada a Ia aper- tura del hombre al misterio de Dios, que se revela en la cruz ®, Por eso, para Teresa sera pecado no hacer oracién, ya que a su juicio, sin ella no se puede realizar ese didlogo amoroso entre el hombre y Cristo; se rechaza su llamada, se huye de su com- paiiia. Queda asi relacionado el pecado con el tema de la ora- cién, del didlogo con Cristo y de la contemplacién de su per- sona “, El hombre, que debe sentir en su carne los sufrimientos de Cristo, y cooperar con sus propios sentimientos a la Pasién de éste, no realiza este cometido si cae en el pecado; el pecado inte- ‘Tumpe esta comunién de vida que debe existir entre el hombre redimido y Jesucristo. Teresa comprendié la malicia del pecado, no a la luz de unos valores 0 principios éticos, fundados en la naturaleza, sino a la luz de los sufrimientos de Cristo. Comprendié que el pecado de alguna manera afecta a Dios, ya que éste tuvo que enviar a su Hijo para destruirlo. En esta Iinea de compenetracién con el mis- terio del dolor de Cristo, tenemos que situar la visién del pecado, como el tinico mal que puede impedir que el hombre consiga su propio fin *, Pero no hemos de pensar que la Pasion influy6 tnicamente en Ja doctrina teresiana de una manera negativa. La Pasién, con- templada y vivida por nuestra autora, se fue de tal manera impri- miendo en su alma, que le forz6 a abrirse de Par en par al amor de Dios, que gratuitamente se le ofrecia a través del dolor de la cruz; era la llamada del Dios trascendente, hecho accesible y abajado hasta el limite de lo posible. En Ja Pasi6n del Sefior ella contem- plaba las humillaciones de Dios en favor nuestro: “No miréis —escribe— nuestra ceguedad, mi Dios, sino a la mucha sangre que derramé vuestro Hijo por nosotros; resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad; mirad, Sefior, que somos hechura vuestra” “, w fOh, oh, Oh, qué grave cosa es el pecado —escribe— que basté para matar # Dios con tantos dolores! ¥ jcudn cercano estdis, mi Dios, de ellos zAdénde podéis ir que no os atormenten? De todas partes os dan heridas mortalesy (E 10), Cir. E14, ‘4 fr. V cap. 7, sobre todo el niimero primero; 1M 1,6, 4 Ctr. E10; 14; CE 11,2; IM 2,5. “© E 8; Cir. V 9,1; 10,2. HUMANIDAD DE CRISTO: PASION 257 De este modo, para Teresa, la Pasién de Cristo es un elemento de gran importancia en vistas a su vision de Ja misma Divinidad. En la Pasién de Cristo se nos muestran de alguna manera el ta- lante, el cardcter y los gustos de Dios. Por eso, no dudébamos afirmar en paginas anteriores que el Dios de Teresa no se diluye en una idea mAs o menos bella, sino que se sittia en la linea de la persona, que es vida, que se manifiesta en la historia. Esta con- templacién amorosa de los dolores del Sefior, no sélo le sirvié a nuestra Santa para entrar en lo mds profundo del significado de Cristo, sino también para intuir las actitudes de Dios Padre “7, De este modo Teresa conecta su pensamiento con el N.T. que nos presenta a Dios en su diversidad de personas, principalmente en sus actuaciones en favor de los hombres. c. Conocimiento de Cristo a través de la Pasién Supuesto que Teresa reflexioné y contemplé. intensamente la Pasién, es légico pensar que ésta influyé considerablemente a la hora de hacerse una visién conereta de la persona y del misterio de Jestis. Teresa, pues, llega a hacerse una cierta idea de Cristo partiendo precisamente de la Pasién. También para ella como para Pablo la cruz de Cristo era un medio para Ilegar a Ja sabiduria de Dios, La Pasién de Cristo somete a una crisis despiadada to- dos nuestros conceptos de grandeza, de sabiduria y de autosufi- ciencia. El idolo que a veces construye nuestra razén cuando trata de hacerse una idea de Dios, y el Mesias que las fuerzas intimas de nuestra naturaleza reclaman, se desploman inexorablemente ante la contemplacién de Cristo ultrajado, olvidado y desprecia- do. A la luz de esta actuacién de Cristo, nuestra Santa trataria de hacerse una idea del designio de Dios. Al contemplar este com- portamiento de Cristo, comprendfa que la vida cristiana tenia que inspirarse en él si querfa ser auténticamente cristiana. Por eso volvera una y otra vez su mirada a la contemplacién de los dolores de Cristo para que estos terminen por imprimirse en su alma. Este continuo meditar en la Pasién del Sefior ha hecho que nuestra Santa la reviva de una forma especial. La Pasién de Cristo era uno de los temas predilectos de los espirituales del siglo XVI; Teresa se sittia en esta misma Ifnea. A nuestro juicio, 1a meditacién sobre los dolores de Cristo y sus humillaciones influy6 considerablemente en la idea que ‘Teresa se habia hecho de Dios, Cir. CH 43-45, 7 258 CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS En el Camino de Perfeccién nos ha dejado algunas descripcio- nes de cémo debe proceder Ja persona en ciertos momentos de 1a vida espiritual, que dejan traslucir los sentimientos que embar- gaban su propia alma siempre que se acercaba a este misterio de Ja vida de Cristo. Dice: “Si estdis con trabajos o triste, miradle en la columna Ileno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama, perseguido de unos, escupido de otros, ne- gado de otros, sin amigos, sin nadie que vuelva por El, helado de frio, puesto en tanta soledad que uno con otro os podéis con- solar; o miradle en el huerto, o en la cruz, 0 cargado con ella, que aun no le dejaban hartar de huelgo; miraros ha él con unos ojos tan hermosos y piadosos, lenos de lagrimas, y olvidar sus dolores por consolar los vuestros, sélo porque os vais con El a consolar y volvdis la cabeza a mirarle” “8, Este maravilloso texto, leno de uncién teligiosa, nos indica que Teresa habia penetrado hondamente en el misterio redentor de Cristo, y a través de él habia legado a un conocimiento muy profundo de su persona. La contemplacién imaginativa, tan carac- teristica de la espiritualidad teresiana, habia tenido muchas veces por objeto esta faceta de la vida de Cristo. Por eso, ella no po- dria desligar a Cristo del dolor. A través del conocimiento de la Pasién de Cristo, Teresa alcan- za también la comprensién del dolor humano. El dolor humano se inserta dentro del misterio de Cristo. Cristo queda asi com- prendido como primogénito de la humanidad, que nos ha pre- cedido llevando la cruz; la tragedia humana sélo puede ser com- prendida desde la tragedia de Cristo ®. La sabiduria de la cruz legaré hasta Teresa mediante la con- templacién de los dolores de Cristo. De este modo, el Cristo de Teresa es un Dios crucificado. La crucifixién de Cristo ser el simbolo-ejemplo del vivir cristiano, Imitar a Cristo sera seguir sus pasos, La mortificacién, el desprendimiento y demés aspectos negativos de la ética teresiana estaran en funcién de esta idea que de Cristo se habia hecho Santa Teresa. A este respecto, escribe en las Moradas: “Y asi es cosa cierta, yo lo sé, y conozco perso- nas que van por el camino del amor como han de ir por sdlo servir 4 CE 42,5. © Cir, aquello que escribe acerca de la enfermedad de su padre: V 7,16; 22,5; Cts, 358,5. HUMANIDAD DE CRISTO: RESURRECCION 259 a su Cristo crucificado, que no sélo no le piden gustos ni los desean, mas le suplican no se Jos dé en esta vida”, De esta compenetracién con el misterio de Cristo crucificado, se deriva esa reciedumbre, tan caracteristica de la ascética y espi- ritualidad teresiana. Por eso, esta espiritualidad, no sera idealista, tomando esta palabra en cuanto significa algo desencarnado e irreal, sino que tendré como fundamento virtudes serias, como la abnegacién, la humildad, la pobreza, etc., que sélo encuentran su justificacién en Ia vida de Cristo, pobre y siervo, tal como aparece en su pasién. La Pasién o la cruz de Cristo es el soporte donde se apoya Ja ascética teresiana, ya que esta ascética no es otra cosa que el seguimiento de Jesucristo. Cristo en la cruz es para Teresa mu- chas cosas: Maestro que ensefia, simbolo o paradigma de la vida humana, y amigo que ayuda y que comparte nuestras tragedias. 3. La RESURRECCION Siempre que Teresa contemplé en sus visiones la figura de Cristo, ésta se le aparecié con las cualidades de resucitado. Toda la vida de Cristo ha de ser observada, segin Santa Teresa, a la luz de la resurreccién; es éste un dato revelador. El Cristo de Teresa, que como acabamos de decir, es un Cristo crucificado, reina ahora en los cielos resucitado. Digamos que de nuevo apre- ciamos aqui una estrecha coincidencia entre Teresa y la teologia del N. T. Segin ésta, el Sefior Jestis, gracias a Ja ignominia de la cruz se halla ahora exaltado a la diestra de Dios. Este Cristo exaltado es el que influye en nuestra vida espiritual. Teresa, que, cuando nos habla de las visiones de Cristo, nos dice que unas veces le veia como cuando andaba en este mundo, y otras en su figura de resucitado, no desconecta el primer as- pecto del segundo, pues, aunque podia contemplar a Cristo bajo los aspectos que tenia durante su vida ptblica, siempre le vefa en sus cualidades de glorificado o resucitado 5, Como las revela- ciones teresianas iban por este camino, tenemos que afirmar que, si la Pasién influy6 tanto como hemos dicho en su vision de 4M 2,10; ofr. CC 58. 5t Ctr, V 29,3. 260 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS Jesucristo, el influjo de Ja resurrecci6n fue atin mayor en cuanto que las visiones de lo sobrenatural se grababan mds firmemente en su espiritu que lo contemplado o meditado. En este sentido nos dira: “Digo que tiene tan grandisima fuerza esta visién, cuan- do el Sefior quiere mostrar al alma mucha parte de su grandeza y majestad, que tengo por imposible, si muy sobrenatural no Ia qui- siese el Sefior, ayudar con quedar puesta en arrobamiento y éxta~ sis, que pierde el ver la visién de aquella divina presencia con gozar; seria, como digo, imposible sufrirla ningtin sujeto” *, La imagen de Cristo resucitado se iba imprimiendo en el alma de Teresa cada vez, mds vigorosamente a través de estas visiones y revelaciones en las que el Sefior se le manifestaba con las cuali- dades y dotes de los cuerpos gloriosos, La Santa Megara a afirmar: “De ver a Cristo me quedé imprimida su grandisima hermosura, y la tengo hoy dia; porque para esto bastaba sola una vez, cudnto mds tantas como el Sefior me hace esta merced” 8, Pero la resurreccién del Sefior no era algo que ella percibiera solamente desde fuera, Esa imagen que contemplaba en sus visio- nes y que hacia que a su luz comprendiera la belleza de Ja crea- cién, era también captada a niveles de experiencia. Teresa podia contemplar en lo mas intimo de su propio yo la imagen de Cristo resucitado, Este Cristo resucitado vivia y actuaba en ella, o mejor, si se quiere, Teresa expezimentaba que se iba trasformando en ese Cristo glorificado que algunas veces contemplaba en sus visio- nes. Escribe: “Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya mu- ri6, con grandisima alegria de haber hallado Teposo, y que vive en ella Cristo” 4, Este diptico resurreccionistico —vision de Jesucristo resuci- tado que se le aparecia fuera de su propio yo, y comprensién experimental de ese Cristo vivo y resucitado en su persona—, hicieron de nuestra Santa una de las personalidades mas capaces de captar toda la hondura del misterio central del cristianismo. A la luz de esta experiencia altisima del resucitado, llegé a percibir algunas de las cualidades del cuerpo glorioso de Jesu- cristo, En este sentido pudo escribir: “Estando un dia en oracién, quiso el Sefior mostrarme solas las manos con tan grandisima hermosura que no Jo podria yo encarecer... desde a pocos dias vi a 2 V 28,9; cfr. V 37,4, V 37,4, 1M 3,1; ofr. 7M 2,2, HUMANIDAD DE CRISTO: RESURRECCION 261 también aquel divino rostro que del todo me parece me dejé absorta” *®. Esta percepcién tan sublime de la persona del Sefior fue la causa que motivé el que Teresa se sintiera totalmente orien- tada hacia Jesucristo, y que a la luz de la resurreccién valorara todas las cosas creadas, Ya sabemos cémo una de las cosas que més Ia afecté de esas visiones fue el cuerpo glorioso de Jesu- cristo, Por eso, a él pueden ir dirigidas estas palabras de nuestra Santa: “Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, cam- po, flores, olores, mtisica, etc., paréceme no lo querrfa ver ni ofr; tanta es la diferencia de ello a lo que yo suelo ver; y asi se me quita la gana de ellas. Y de aqui he venido a darseme tan poco por estas cosas, que, si no es primer movimiento, otra cosa no me ha quedado de ello, y esto me parece basura” *, La resurreccién de Cristo le servia a Teresa de punto de refe- rencia respecto a las demas realidades de la creacién. Indirecta- mente nuestra autora afirma que todas Jas cosas estén suspirando por esa misma glorificacién, que ella con tanta frecuencia ha po- dido contemplar en sus visiones de Jesucristo. Las cosas cobran asi su verdadera realidad y su verdadero rostro a 1a luz de la resu- rreccién de Jesucristo, que es como el “summum. analogatum” hacia el que se dirigen, y desde donde pueden contemplarse sus verdaderas dimensiones. Con respecto a su vida espiritual, el misterio de la resurreccién tuvo repercusiones muy vigorosas y precisas. La presencia incluso psicolégica de la resurreccién deber4 acompajfiar al cristiano en numerosas ocasiones de su vida espiritual, como puede deducirse del siguiente texto: “Si estdis alegre, miradle resucitado, que sdlo imaginar cémo salié del sepulcro os alegrara. Mas jcon qué cla- ridad, con qué hermosura, con qué sefiorfo, qué victorioso, qué alegre!” 7, Si es verdad que Teresa afirma que de la vida y de la Pasién de Cristo nos han venido todos los bienes* no lo hace descone- xiondndolas de la resurreccién, ya que Cristo influye hoy en nuestra santificacién porque vive resucitado junto a Dios; ella experimenté continuamente este influjo en su vida espiritual; el 3 V 28,1. % CC 1,18; nétese 1a relacién existente en el pensamiento teresiano entre resu- rreceién y creacién. Cir. V 38,17-18, 5 CH 42,4; ofr. V 22,6, % «La Pasién y vida de Cristo... es de donde nos ha venido y viene todo el bien» (V 13,13). 262, CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS Cristo con quien se relaciona es un Cristo vivo. En este sentido pudo escribir: “Estaba una vez recogida con esta compaiiia que traigo siempre en el alma, y pareciéme estar Dios de manera en ella, que me acordé de cuando San Pedro dijo: “Tu eres Cristo, hijo de Dios vivo”; porque asi estaba Dios vivo en mi alma” 8, Este Cristo resucitado, es el que Teresa ve en la Eucaristia, es el que sustenta la vida del cristiano y el que suscita en nosotros sentimientos de piedad y de entrega evangélica, Escuchemos a la Santa: “Cuando yo me Ilegaba a comulgar, y me acordaba de aquella Majestad grandisima que habia visto, y miraba que era el que estaba en el Santisimo Sacramento, y muchas veces quiere el Sefior que le vea en Ja Hostia... Es asi que después ac4 a mi me admira sabiduria tan grande y no sé cémo me da el Sefior 4nimo ni esfuerzo para Ilegarme a El” ® También el Cristo resucitado es quien da vida a los sacra- mentos y el que Teresa percibe actuante en la Iglesia“. En defi- nitiva, es este Cristo resucitado quien vive en el seno de la Trini- dad, y el que un dia sera contemplado por el alma cristiana. Desde estas cualidades de resucitado, Cristo hace comprender a Teresa el sentido de su vida terrena: la vida oculta, la vida pi- blica, la Pasién y todos los acontecimientos que precedieron a la resurreccién adquieren unas dimensiones concretas a la luz de la existencia actual de Jesucristo. Al repetir el cristiano la “historia salutis” de Cristo, experimenta ya aunque de una forma anti- cipada— su resurreccién. De modo que la misma ascesis cristiana —simbolo de la Pasién, desolacién y muerte de Cristo— esta impregnada de los efectos de la resurrecci6n, ya que es Cristo re- sucitado quien suscita en nosotros esos sentimientos de compun- cién y de negacién de nosotros mismos en vistas a revestirnos del hombre nuevo, creado a imagen de ese Jesucristo vivo. Por ultimo, la contemplacién de Cristo resucitado, que vive con el Padre, terminar4 madurando el ser del cristiano. A veces, Teresa deja entrever que ella est convencida de que bastaria para satisfacer las ansias del corazén humano la contemplacién del © CC 41,1; ofr, TM 2,78, © V 38,19-21, “ Pignsese en el do Ie Eucaristfa en el que con tanta frecuencia vio Teresa a Jesucristo, y el del sacerdocio. De los sacramentos en general, Teresa escribié la siguiente frase, que debe ser aplicada a Jesucristo como pide el contexto de Ia misma: «La fe viva que aqui le queda de ver la virtud que Dios en ellos puso, el alabaros porque dejastels tal medicina y ungtiento para nuestras Magas» (V 19,6), HUMANIDAD DE CRISTO: RESURRECCION 263 cuerpo de Cristo resucitado, como parece deducirse del siguiente texto: “Sdlo digo que cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorifi- cados, es grandisima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesu- cristo, Sefior nuestro, aun acd que se muestra Su Majestad con- forme a lo que puede sufrir nuestra miseria; gqué ser4 adonde del todo se goza tal bien?” ®, Para valorar justamente el influjo de la resurreccién de Jesu- cristo en la espiritualidad de Santa Teresa bastaria que tuviéramos presente ese texto ya aqui muchas veces citado, segin el cual, en todas las visiones cristolégicas, ya se refirieran a la Pasién, a la vida ptiblica, o a cualquier hecho de la vida del Sefior, siempre nuestra Santa le vio con la carne glorificada. Esta observacién es de gran valor para nosotros, ya que deja suponer que Teresa se acercaba al acontecimiento global de Cristo a través de la dptica de la resurreccién. Al igual que los evangelistas que contemplan la vida de Cristo desde los acontecimientos de pascua, asi nues- tra Santa se acerca al misterio de Cristo desde la experiencia de Ja resurreccién. Desde esa experiencia luminosa y viva, todas las demas cosas relacionadas con el mundo sobrenatural se Ilenan de luminosidad; incluso las realidades terrenas, como antes hemos visto, cobran su dimensién especial. La resurreccién de Cristo no es para Teresa fundamentalmen- te un acontecimiento o hecho apologético, sino que es mas bien un misterio de vida, que hace comprender a la persona a niveles vitales la anchura, la hondura y la luminosidad de toda el misterio de Jesucristo, como acontecimiento salvador del hombre, A partir precisamente de la experiencia de este hecho, Teresa percibe que sus relaciones religiosas se efecttian con un ser vivo, con Cristo vivo —como diria ella—; pero entendiendo ese titulo —vivo—, en su sentido mas intenso posible. Jesucristo es la vida que nos hace a nosotros vivir, ya que esta vida humana a tenor de la doctrina teresiana es mas bien una forma de muerte ®. La expe- riencia de Jesucristo, llegada hasta Teresa mediante Jas revelacio- nes de éste, le hizo comprender que esta vida no es la verdadera; le hizo penetrar en el concepto de vida, y le hizo comprender tam- bién que la vida presente es una mera sombra de aquella vida que reside en Dios y que se expresa de una forma existencial en Cristo @ V 28,3; ofr. CC 45, © Ctr. V 8,13; E 1; 5M 2,4; TM 25-6. 264 CRISTOLOG{A Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS resucitado, origen fontal de la vida espiritual del hombre. En el fondo de cada hombre se halla esa fuente de vida, que hace ger- minar en nosotros raudales de agua viva, que riegan el jardin de nuestra alma “, 4. La ENcARNACION El hecho de la encarnacién del Verbo es un presupuesto ele- mental que subyace a lo mds medular de la doctrina teresiana, ya que la espiritualidad de Teresa es esencialmente encarnacio- nista, entendiendo esta palabra en relacion con el acontecimiento de la humanizacién de Dios. Cualquier reflexion sobre la espiri- tualidad teresiana ha de tener como punto de partida este presu- puesto. Dios se ha encarnado, se ha hecho hombre y ha convi- vido con la humanidad; esta historia de Dios entre nosotros se inserta en la doctrina de Teresa como un hecho en el que se fundamenta su humus mis vital. La constante referencia de esta doctrina al misterio de la encarnacién hace que quede purificada de toda forma de evasionismo y de platonismo. También libera a dicha doctrina de caer en el ideologismo, entendiendo por esta palabra, una concepcién puramente intelectual de la vida espi- ritual, ajena en parte a la praxis; la doctrina teresiana no es una ideologia ni un moralismo, es una experiencia radicada en Cristo, hecho hombre por nosotros. La doctrina teresiana viene a ser una cristologta existencial, una forma de vivir el cristianismo, Ahora bien, el Cristo que se hace experiencia en la doctrina de Santa Teresa es el Cristo de la encarnacién, Decfamos en pAginas anteriores que la contemplacién y 1a experiencia teresianas se apoyan en Cristo resucitado, pero este Cristo resucitado estd estrechamente vinculado al Cristo de la encarnacién. Del puesto que ocupa en fa espiritualidad de Santa Teresa el misterio de la encarnacién se deriva el hecho segdn el cual esta espiritualidad es a la vez tan sublime y tan humana, tan contemplativa y tan activa, tan encarnacionista y tan escatoldgica, Recordando el hecho de la encarnacién, Teresa lo contem- plaré como una inmersién de Dios hasta el fondo de nuestro mundo; no es un paseo de Dios por las margenes de nuestra his- 4 Chr. 4M 2,6; V 30,19, HUMANIDAD DE CRISTO: ENCARNACION 265 toria, sino una verdadera experiencia por parte de Dios de lo que “vitalmente” significa ser hombre. Escribe nuestra autora entusiasmada, contemplando estos hechos: “Aquel ayuntamiento tan grande, como fue hacerse Dios hombre, aquella amistad que hizo con el género humano” ®. Asi Ja encarnacién se vincula a la idea de amistad, de unién entre el hombre y Dios, pues gracias a la encarnacién, se pueden establecer entre nosotros y Dios relaciones de verdadera amistad; Dios puede ser amado desde categorias humanas, ya que se hace hombre. A esta luz cobra gran sentido aquella afirmacién teresiana que tan hondo significado reviste para su espiritualidad: “Yo sdlo podia pensar en Cristo como hombre” ©. También, a partir de esta cercania que establece la encarna- cién, Teresa se podré dirigir a Jesucristo con aquellos términos en que los mortales suelen relacionarse con sus semejantes. En este sentido habré que comprender las expresiones: Jestis mio, el buen Jestis, Cristo nuestro, Esposo, Rey mio, amigo, amor, compafiero, desposado, marido, prisionero, cautivo, etc. ". Todos estos términos evocan correlaciones entre Teresa —el cristiano— y Jesucristo a niveles de igualdad de naturaleza. En alguna oca- sién cuando utiliza el término Jesucristo —titulo o nombre con que se refiere al Sefior, cuando quiere hablarnos de él en su acepcién mds trascendental—, le afiade el epiteto de “Hijo de la Virgen”, con lo que de alguna manera humaniza y hace accesible esta distancia *, El término Hijo de la Virgen, hace venir a nues- tra mente aquel otro titulo paulino, nacido de mujer ®. Es mas, cuanto mas se interioriza la persona, y mas adelante va en la vida del espiritu, percibe con més nitidez el significado de la encarnacién y la realidad de Jestis hombre. Veamos un texto donde aparece claramente cuanto acabamos de decir: “;Vélgame Dios!, pues acd, si uno se casa, primero sabe quien es y cémo y qué tiene; nosotras estamos desposadas —y todas las almas por el bautismo— ... Pues no quitan acd estos pensa- mientos con los hombres, gpor qué nos han de quitar que enten- damos nosotras quién es este hombre, y quién es su padre, qué tiene, adénde me ha de llevar de que me case, qué condicién 6 MC 1,11. “Vv 9,6, Véanse estos t{tulos en Santa Teresa de Jestis. Concordancias, 0. ¢. Ctr, v. g., V 2Td. © Ga 4d. 266 CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS tiene, cémo le podré mejor contentar, en qué te haré Placer, es- tudiar cémo conformaré mi condicién con la suya? Pueg si una mujer ha de ser bien casada, no le avisan otra cosa sino que es- tudie en esto, aunque sea un hombre muy bajo su marido; pues, Esposo mio, gen todo han de hacer menos caso de Vos que de los hombres?” *, El hecho, pues, de la encarnacién del Verbo, es como el punto clave o quicio firme en torno al cual gira la espiritualidad de Teresa. Ella se fijard en uno u otro aspecto de la encarnacién, pero ésta se halla subyacente a toda su doctrina, El Dios de Ia doctrina teresiana es un Dios encarnado, humanado, hecho se- mejante a nosotros, que nos convida a su amistad. Por eso, a la altura de las sextas moradas podra escribir: “Mientras mas ade- lante va un alma, mas acompafiada es de este buen Jestis” 7, En Ia encarnacién ella detecta el amor de Dios Padre y de Jesucristo, su enviado, pues no solamente descubre alli el aba- jamiento de Cristo hasta nosotros, sino también el amor ilimitado del Padre, que nos entrega lo que él mas ama, su propio hijo. Dice Teresa, refiriéndose a esta donacién: “Dale gracias, que nos dio en la tierra a quien asf le conoce como a su tnico Hijo” ”, a. La Infancia de Cristo EI misterio de la infancia de Cristo ha tenido poco relieve tanto en Ja teologia como en los tratados de la vida espiritual. Sin embargo, en el N.T. existen indicios de que no fue un tema olvidado por la comunidad primitiva. En la edad media, por su parte, con el florecimiento de la espiritualidad de los misterios de Cristo, también se difundié el culto y devoci6n a la infancia del Salvador, junto con Ia devocién a la Virgen. Teresa de Jestis en sus obras doctrinales no hace muchas referencias a la infancia de Cristo. Sabemos, sin embargo, tanto por los datos que nos aporta en su Autobiografia, como por los que nos son trasmitidos por sus bidégrafos, que vivid intensamente esta devocién, y que a partir de ella pueden entenderse mejor algunas de sus afirmaciones. También sabemos que en torno a los carmelos que iba fundando se desarrollé una floreciente ® CE 381, 7 8,1; el subrayado es nuestro, ET; off. B lt, HUMANIDAD DE CRISTO: ENCARNACION 267 vida espiritual, en los que tenia una significacién especial la infancia de Cristo. A este respecto, es de gran interés lo que escribe acerca de San José: “En especial personas de oracién siempre le habfan de ser aficionadas, que no sé cémo se puede pensar en la Reina de los Angeles, en el tiempo que tanto pasé con el Nifio Jestis, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudé en ellos” ®, Pero es sobre todo en sus poesias donde Teresa celebra y canta los misterios de la vida de Cristo, especialmente el de su infancia. Y es curioso observar que en ellas vincula estrecha- mente la Infancia a la Pasién. Segtin Teresa el Jestis de la in- fancia no tiene consistencia en si mismo, se halla abocado a la Pasién. Gran intuicién ésta de Teresa que la liga estrechamente a la visién cristolégica de los evangelios candnicos y la separa de la de los apécrifos. También contempla Ja infancia del Sefior desde la perspec- tiva del asombro; Dios no sélo se hace hombre, sino nifio inde- fenso; asume lo mas débil del hombre, la infancia ™, Teresa percibe que en la infancia, Dios se hace benignidad y ternura para el hombre. Veamos cémo canta la encarnacién del Hijo, como donacién y amor del Padre a los hombres: “Danos el Padre/ A su tinico Hijo/: Hoy viene al mundo/ En pobre cortijo” *. En todas estas poesias —construidas a modo de villan- cicos—, se contempla al Nifio Jess indefenso, como el abaja- miento amoroso de Dios en favor del hombre, y como el comienzo de 1o que un dia serfa la Pasién. Teresa ha contemplado la in- fancia del Salvador en toda su crudeza; la ha visto como humilla- cién, abajamiento, despojo y anonadamiento. El recién nacido apenas hace su entrada en este mundo, y ya comienza a par- ticipar como los dem4s mortales del dolor. La infancia de Cristo no es una epifania al estilo de los dioses griegos; Dios inicia con ella un nuevo modo de autorrevelarse, el de la cruz. EI tema de Ja infancia no tiene en 1a espiritualidad de Teresa de Avila tanta importancia como en la de la Santa de Lisieux, pero no se halla ausente; es un eslabén mas de esa larga cadena de acontecimientos en los que se ha ido expresando su sagrada Humanidad. Como hemos dicho, la infancia del Salvador no tie- DV 68. ™ Ctr, P 9; 10; 11; 1; 13; 14. BP IL, 268 CRISTOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD TERESIANAS ne significado por si misma, sino en cuanto que es un aconteci- miento de la Humanidad del Sefior. Ve en Jess nifio la imagen del hombre Dios, que se hace accesible y préximo a nuestra naturaleza; Teresa percibe que Cristo, desde los comienzos de su entrada en este mundo, est4 dirigido a Ja redencién del hombre caido. Escribe: “;Pues luego en naciendo/ le han de atormen- tar? Si, que esté muriendo/ por quitar el mal” %, b. La vida piiblica Ya hemos visto cémo Teresa ha fundamentado su espiritua- lidad principalmente sobre los dos grandes misterios de la vida de Cristo: Pasién y Resurreccién. Pero estos dos misterios no agotan toda su experiencia cristolégica, aunque sean ciertamente el centro y el término de la misma. Teresa, al centrar su espiritualidad en la Humanidad del Sefior, da una importancia especial a Ja vida ptiblica. Veamos su mismo pensamiento. Hablando precisamente de la oracién, en donde ha situado el lugar més propicio para la experiencia religiosa, escribe: “No dejando muchas veces la Pasién y vida de Cristo que es de donde nos ha venido y viene todo el bien” 7, Este aprecio por la vida de Cristo, puede comprobarse sobre todo, por el néimero de veces que hace referencia a Ja misma; Para nuestra Santa, la vida publica del Sefior es un aconteci- miento de salvacién, Ya tuvimos ocasién de ver esto, cuando analizdbamos la presencia cristolégica en su lectura de Ia Biblia. Recordemos, en este sentido, algunas referencias en particular; alude con frecuencia a la actitud de la Magdalena, de la Samari- tana, de Marta y de Maria, de los Apéstoles, del Hijo prédigo y del ciego de nacimiento, por no citar otras. En cada una de estas personas ve nuestra autora teflejado el “yo” de cada cris- tiano. En éllas, los cristianos de hoy pueden descubrir 1a actitud que deben adoptar frente a Cristo, También cita Teresa muchas palabras de Cristo pertenecientes a su vida piblica. Precisamente durante ésta, Jesus ejerce su funcién de Maestro, cualidad ésta tan resaltada en Ja espiritua- lidad teresiana. Jestis ejerce su magisterio, bien ensefiando con % P13, 7 'V 13,13; 9,9; 6M 7-12.

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