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Ejec. Contracautelar - Inf. Gozaíni.
Ejec. Contracautelar - Inf. Gozaíni.
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Objeto: Se requiere mi opinión sobre el alcance que tiene el art. 621 del Código Procesal
Civil y Comercial del Perú, en orden a la responsabilidad que deriva de la traba de medidas
cautelares.
Dictamen
Sanciones por medida cautelar innecesaria o maliciosa.-
Artículo 621.- Si se declara infundada una demanda cuya pretensión estuvo
asegurada con medida cautelar, el titular de ésta pagará las costas y costos del proceso
cautelar, una multa no mayor de diez Unidades de Referencia Procesal y, a pedido de parte,
podrá ser condenado también a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados.
La indemnización será fijada por el Juez de la demanda dentro del mismo proceso,
previo traslado por tres días.
La resolución que decida la fijación de costas, costos y multa es apelable sin efecto
suspensivo; la que establece la reparación indemnizatoria lo es con efecto suspensivo.
1. Marco conceptual
No es la primera vez que se me consulta sobre este tema, de modo tal que reproduciré
algunos fragmentos de mi opinión volcados en el “Tratado de Derecho Procesal Civil” tomo
I (editorial La Ley, Buenos Aires, 2009, ps. 674 y ss.).
Inclusive, este mismo planteo, fue la base de la tesis de maestría del magister Erick
Veramendi Flores donde tuve oportunidad de comentar los pasajes de la tesis ante el tribunal
de sustentación.
En efecto, el art. 621 referido señala que cuando la demanda se declara infundada, la
medida cautelar que existe en resguardo del eventual cumplimiento de una sentencia
condenatoria, origina automáticamente (sin necesidad de petición de parte) el deber de asumir
los costos y costas del proceso, más el pago de una multa.
Por ello es que hablamos de una probable laguna en el sentido de que “infundada”, a
tenor de otras disposiciones del código adjetivo (ver, por ejemplo, arts. 517, 518, 569, por
citar solo algunos), se relaciona con sentencia que hace lugar o rechaza las pretensiones;
mientras que en otras legislaciones se relaciona con la falta de fundamentos o derechos
suficientes que permite, inclusive, el rechazo in limine (cfr. art. 336 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación Argentina).
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sufrir el sujeto que resulta afectado por la medida que se peticiona en forma abusiva o con
exceso.
Si a ello se le suma que la decisión se adopta sin oír a la otra parte, es menester, en
consecuencia, apreciar cuanto de responsabilidad tiene la parte o el tribunal, si ella es
conjunta, o si pesa en realidad solamente en quien las pide.
La cuestión a discernir se presenta cuando hay abuso o exceso de las medidas, que la
doctrina presenta como responsabilidad objetiva o subjetiva, derivada de las normas del
derecho civil o con reglas propias del derecho procesal conforme cada caso.
a) Responsabilidad subjetiva
Se entiende que hay responsabilidad subjetiva por el simple hecho de requerir una
precautoria sin derecho, o por presentar con silogismos los presupuestos que condicionan su
procedencia. Se trata de penar el peligro potencial que arrastran, sin necesidad de que se
demuestre el daño a la contraparte.
Según Podetti estas medidas […] "son como una arma rápida y celosa que debe ser
manejada con suma prudencia. Por eso se otorga por cuenta y riesgo de quien la pide. La
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Al ser la responsabilidad basada en principios de corte sustancial, está claro que no procede
condenar automáticamente por el mero hecho del levantamiento de la medida cautelar.
Desde otro punto de vista se atiende la responsabilidad por el control judicial ausente
o inefectivo, que pondera sancionar el abuso en la discrecionalidad teniendo en cuenta que es
el juez quien aplica el principio de proporcionalidad y resuelve la procedencia y ejecución (1).
Es evidente que ordenar, por ejemplo, un embargo desproporcionado con los montos
en juego, no solo evidencia el abuso procesal, sino también la inobservancia del magistrado
que dispone en consecuencia. En tal caso, colabora en la producción del perjuicio, y hasta
1
. Este es un criterio minoritario y de escasa aplicación salvo evidentes signos de arbitrariedad o error judicial
manifiesto. Para ello se tiene en cuenta que, pese a los riesgos que significa el sistema de la responsabilidad de
la parte, es mejor que el del control judicial, donde son más probables los errores o la imperfección.
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Es verdad que ya se ha resuelto que, la responsabilidad penal del Estado por los daños
y perjuicios derivados de la resolución judicial no puede extenderse más allá que la de un
particular en una situación análoga; pero también es cierto que el tema del abuso en y con el
proceso no puede descansar, únicamente, en los desvíos de conducta de las partes.
En esta línea, cuya minoría reconocemos, algunos autores coinciden en que la doctrina
tiene en el proceso principios propios, vertebrados en el deber de lealtad y probidad, o en el
principio de moralidad; y algunos más propician su instalación como un nuevo principio
aplicable al proceso, con características propias e independientes del principio de buena fe
procesal.
c) Responsabilidad objetiva
Es la tesis que inicia Podetti, y por eso, suele llamarse a esta teoría “procesalista”,
además de ser apoyada por otros cultores dilectos como Lino Palacio al afirmar que […]: “La
responsabilidad de que se trata tiene su origen en la simple circunstancia de que la medida
resulte en definitiva haber sido trabada en forma indebida, sea en razón de rechazarse la
pretensión principal con fundamento en la inexistencia del derecho reclamado por el actor o
por motivos atinentes a la improcedencia de la cautela o a actitudes procesales que pongan de
manifiesto la inutilidad de éstas (desistimiento o caducidad de la medida)” (Derecho Procesal
Civil, tomo IV, Abeledo Perrot, Buenos Aires, p. 236).
En Perú la profesora Marianella Ledesma señala que […] «hasta el momento no hay
una posición uniforme en los criterios judiciales acerca de la responsabilidad objetiva o
subjetiva de ésta. Si asumiéramos la primera posición, nos llevaría a sostener que el hecho
objetivo de la victoria del demandado sobre el ejecutante de la medida, le permitiría el
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resarcimiento, pues se partiría de la afirmación que toda afectación cautelar encierra un daño;
a diferencia de una posición subjetiva que involucraría las circunstancias que hubieren
motivado al ejecutante de la medida para asumir el riesgo de ella. La ausencia de una
definición normativa en la responsabilidad del ejecutante hace que dichas imprecisiones
genere criterios contrarios en el tratamiento de la responsabilidad civil en torno al demandado
vencedor ejecutado con una medida cautelar [Ledesma Narváez, Marianella, “La Póliza
Judicial en el Proceso Cautelar”, PUC, Lima 2008, p. 7].
d) Nuestra opinión
Es evidente que la prueba del daño difiere, porque una cosa es verificar que se actuó a
sabiendas de la mala fe o imprudencia, en cuyo caso se trata de una demostrar la punibilidad
de la conducta; y otra será magnificar el perjuicio sufrido, teniendo presente que no hay
responsabilidad sin daño.
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4. Determinación de la responsabilidad
El art. 621 que se analiza debe considerarse en todo su contexto. Una primera lectura,
basada en la simple interpretación gramatical, lleva a requerir como presupuesto de
responsabilidad para medidas cautelares, que la demanda haya sido declarada infundada,
entendiéndose por tal, el proceso que culmina con sentencia declarativa.
La tercera ofrece dar costos, costas y multas por cualquiera de ambas situaciones, pero
condicionar la indemnización de daños y perjuicios a la acreditación de que la medida
cautelar fue innecesaria o maliciosa.
Cada una de estas posibilidades debe atender que el proceso cautelar se define como
autónomo (art. 635), y su independencia en el trámite no tiene que ver con el objeto que viene
a custodiar, prevenir o garantizar.
Es decir, la medida cautelar se pide y resuelve de acuerdo con los presupuestos que
exigen su procedencia; al ser dispuestos (salvo casos excepcionales) sin oír a la afectada, el
deber del juez para ordenar su procedencia es manifiesto (por ejemplo, art. 627), no solo para
resguardar el derecho de la jurisdicción, sino para evitar abusos o excesos. Vale decir,
precisamente, para que las medidas no se pidan sin necesidad (conciencia de la propia sin
razón) o en forma maliciosa (con la intención de producir daño o amenazas).
Con esta vara, el perjuicio que ocasiona la medida cautelar no se mide en relación con
la suerte del proceso, toda vez que la cautelar en sí misma, puede infundir temor, amenazar,
provocar disturbios y cuantos males se quieran encontrar, más allá de la razón que se pueda
conseguir con una sentencia favorable. Por eso la función judicial es tan importante para el
debido proceso en el tránsito del proceso cautelar.
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Pareciera que el artículo 621° del Código Procesal Civil tiende a dar apoyo a la teoría
subjetiva y, en consecuencia, para que proceda una indemnización por daños y perjuicios será
necesario que se haya acreditado la existencia de dolo, culpa o negligencia.
5. El sistema en Argentina
El sistema argentino es muy diferente, rige el art. 208 que dice[…] “Salvo en el caso
de los arts. 209, inc. 1, y 212 (embargo por admisión o reconocimiento ficto), cuando se
dispusiere levantar una medida cautelar por cualquier motivo que demuestre que el
requirente abusó o se excedió en el derecho que la ley otorga para obtenerla, la resolución
lo condenará a pagar los daños y perjuicios si la otra parte lo hubiere solicitado.
“La determinación del monto se sustanciará por el trámite de los incidentes o por
juicio sumario, según que las circunstancias hicieren preferible uno u otro procedimiento a
criterio del juez cuya decisión sobre este punto será irrecurrible”.
Esto lleva a sostener que en Argentina, toda medida cautelar lleva implícita la
responsabilidad de quien la pide. Recuérdese que la pretensión no tiene traslado, de manera
que el conocimiento que toma el juez se basa en los hechos y fundamentos que la misma
parte le presenta. Inclusive, la precautoria que se requiere puede sugerirse como la más
adecuada, y esconder en realidad, una severidad inusual para la protección que se propicia.
que la parte que consiguió la medida fuera responsable de la existencia del derecho
pretendido, sino que hubiera incurrido en abuso u otra forma de exceso al pedirla, que fue
decretada en virtud de una cognición superficial y limitada de los presupuestos apuntados
Además, no debe confundirse la prueba del perjuicio ocasionado por una medida
cautelar con su cuantificación, estudio lógicamente posterior al que se refiere la segunda parte
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del artículo comentado (Cfr. SC Buenos Aires, 1988/12/20, “De Souza, Raúl G. y otros”,
DJBA, 136-6 88).
Por eso, el derecho a la indemnización que se pretende hacer efectivo cuando ocurre
el levantamiento de la medida cautelar por un "motivo que demuestre que el requirente abusó
o se excedió en el derecho que la ley otorga para obtenerla", no se engendra, en seguimiento
de una pauta objetiva, como es el hecho del levantamiento en sí, sino de acuerdo a un criterio
subjetivo, presidido por la noción de culpabilidad genérica por abstención de la conducta
debida en la obtención de la medida.
Las vías previstas lo son al solo efecto de la determinación del monto, ya que la
condena debió dictarse a pedido del embargado, al momento de disponerse el levantamiento
de la medida cautelar (CNCom., Sala E, 1992/10/07, “Sanisur S.R.L. c. Vieytes S.A.”, La Ley,
1993-B, 94 - DJ, 1993-1-803).
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Sin embargo, los daños y perjuicios que pueda irrogar una medida precautoria, no
pueden reclamarse por vía reconvencional en el mismo juicio, en que la medida se ha
decretado pues el procedimiento en esos casos es el que corresponde a la norma en estudio
(CNCom., Sala A, 1983/12/05, “A-Gas, S. A. c. Agip Argentina, S. A.”, ED, 107-596).
De este modo, tampoco procede aplicar a una hipótesis que se encuentre dentro del
criterio aquellas conductas que se sancionan por inconductas procesales (CNCom., Sala D,
1997/12/16, "Ferrostal Argentina S. A. c. Super Type S. A.", La Ley, 1998-B, 938).
Ahora bien, el art. 538 del Código Procesal no altera sustancialmente el régimen
genérico de medidas cautelares, dentro del cual se establece específicamente que la medida
precautoria sólo debe ser decretada bajo la responsabilidad de la parte que la pide, quien debe
dar caución por todas las costas y daños y perjuicios que pueda ocasionar (CNFed. Civ. y
Com., Sala I, 1997/04/03, "Hansa Mar S.R.L.", La Ley, 1997-D, 779)
Una vez que el solicitante de una medida precautoria prestó una contracautela
determinada -en el caso, en dinero en efectivo-, ésta no puede ser sustituida sin darle
intervención al afectado, toda vez que constituye la garantía para responder por los daños y
perjuicios que eventualmente pudieran ocasionarse en los supuestos del art. 208 del Código
Procesal. Se le debe dar, por tanto, la oportunidad de expedirse respecto de la suficiencia de
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Téngase en cuenta que el art. 34 inciso 5º apartado c), del código procesal civil y
comercial establece que es un deber jurisdiccional “mantener la igualdad de las partes en el
proceso”, y a renglón seguido dispone que el juez “debe prevenir y sancionar todo acto
contrario al deber de lealtad, probidad y buena fe”.
Además, comulga con este principio de dirección activa, el art. 204 del mismo
ordenamiento, que le otorga facultades suficientes para “evitar perjuicios o gravámenes
innecesarios al titular de los bienes” [...].
Es evidente que ordenar, por ejemplo, un embargo desproporcionado con los montos
en juego, no solo evidencia el abuso procesal, sino también la desatención del magistrado que
dispone en consecuencia. En tal caso, colabora en la producción del perjuicio, y hasta
convierte la decisión judicial en una suerte de acción propia de quien contribuye en la
comisión del ilícito.
Es verdad que ya se ha resuelto que, la responsabilidad penal del Estado por los daños
y perjuicios derivados de la resolución judicial que prohibió a la actora el uso de maquinarias
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Pero también es cierto que el tema del abuso en y con el proceso no puede descansar,
únicamente, en los desvíos de conducta de las partes.
En esta línea, cuya minoría reconocemos, algunos autores coinciden en que la doctrina
tiene en el proceso principios propios, vertebrados en el deber de lealtad y probidad, o en el
principio de moralidad; y algunos más propician su instalación como un nuevo principio
aplicable al proceso, con características propias e independientes del principio de buena fe
procesal.
Esta idea objetiva de la falta de servicio encuentra fundamento en la aplicación por vía
subsidiaria del art. 1112 del Código Civil Argentino.
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