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Un nuevo inicio

Ha pasado tanto tiempo sin pensar realmente en lo que quiero desde lo más profundo de mi
corazón. He estado dando tumbos de aquí a allá, escuchando a medias, amando a medias,
aunque con intersticios a los que yo podría llamar amigos, o al menos un amigo. He cedido
tanto al mundo por lo que creí que me haría feliz y heme aquí, censurado y limitado, atrofiado
por las provocadoras preferencias que creí tener, y, sin embargo, ahora es cuando me doy
cuenta de lo mal que he estado haciendo las cosas.

Mi terrible miedo al fracaso, al intentar y no conseguir, al poner todos los esfuerzos del mundo
en la comprensión racional de este y aún así sentir que nada vale la pena, que tú no vales la
pena. Pero a veces, solo a veces, siento un tremendo amor por este camino, por este fracaso, y
he podido vivir realmente, he podido continuar con mi vida y sentir que soy realmente el que
soy, con desprecio, vergüenza, pero sobre todo con goce y esperanza. Me he aferrado tanto a
la idea de estar por encima de los demás, o que debería estarlo, que he terminado
sometiéndome a ingentes cantidades de estrés y tensión. No es posible que haya agotado gran
parte de las fuerzas de mi juventud en preguntas que no llevan a ningún lugar. El riesgo de
autoafirmarse es tremendo. Pero es uno que, al menos, necesito recorrer. Porque hay algo así
como una fuerza mágica, un impulso que hace que uno supere el fracaso. El orgullo absoluto
es la destrucción absoluta. Y yo pienso ya salir de allí. Mi amor por mí mismo y por la vida hace
que dé pasos hacia adelante, atrás, saltar, correr, en círculos.

Pienso tanto en que debería tener la razón que quiero subsumir hasta los sinsentidos, o los
califico desde ya como reflexiones que no valen la pena, y a mí como que no valgo la pena. Tal
vez ahí está el problema, no veo en la descalificación la oportunidad del pensamiento. Me he
encerrado en una contradicción en la que la astucia del pensamiento se ve rebajada por el
desprecio de la reflexión en lo que la vida me ha presentado, en sus posibilidades, sus
oposiciones, sus retos. La más grande consideración que puedo tener con mi prójimo es la
comprensión.

Ahora bien, otra gran limitación de mi ser y mi pensamiento ha sido el amor de otras personas.
Desde amigos hasta mujeres. Creo que el problema es la necesidad que tengo de llenar un
vacío con la idealización de personas a las que no les he dado la oportunidad de valer la pena o
no. Me he dedicado a sobredimensionarlas, cosificarlas, y así me he erigido como un ser
mecánico e insensible. No me he dado la oportunidad tampoco de darme cuenta de lo poco en
común que puedo guardar con otras personas, no he recurrido al enorme ejercicio de ser
sincero con los demás y con uno mismo. Tengo miedo de no gustar, y es un problema. Porque
en el fondo quiero algo, aprecio, cariño. Pero este cariño es lo posibilitante de mi
individualidad. En ese sentido, por una cuestión lógica, YO debería ser aquel constituyente, o al
menos tenerlo, para poder ser YO. He vivido dislocado, en el amor y en el pensamiento. Y ya
no pienso ser así

Amo el pensamiento, me duele el pensamiento, me duelen los retos, pero lo amo. Amo
equivocarme, amo recorrer las más largas sendas de arcoíris y cadáveres de la historia. Ver la
multiplicidad de gamas que guarda la humanidad. Darles vueltas, observarlas, tocarlas,
sentirlas y vivirlas de mil y un formas. Soy un amante del mundo y de su diversidad. Y amo lo
que le toma a una vida observar tan solo un punto. Y también soy aquel que busca la
simplicidad. O no soy un amante del mundo, sino también el que observa la luz del sol
desvanecerse
¿Aquí yace mi error? ¿Es mi forma de amar el mundo? Son preguntas que me embargarán
desde ahora más que nunca. Adiós al mal hábito del llanto, adiós al mal querer y al mal
convivir. Soy aquel que piensa y critica, y a su vez se vuelve el mismo un vacío interminable, de
cuya destrucción renace la riqueza de la cosa. Soy el que se afirma y desprecia, y es
despreciado por el mundo, porque en su vanidad lo merece. Y ahora las personas son
personas, el dolor es dolor, y el pensamiento es.

Para mí,

6 de marzo del 2022

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