El problema del origen de filosofía se puede enfocar desde dos
perspectivas diferentes: 1. Como origen psicológico y 2. Como origen histórico. Del primero se afirma que está constituido por el conjunto de condiciones subjetivas que facilitan o hacen posible la reflexión filosófica. Dentro de estas condiciones cabe mencionar las siguientes:
a) La capacidad de asombro o admiración que poseen las personas.
Esta condición, inherente al ser humana, se asocia con lo emotivo y se activa cuando el individuo se sitúa frente a un evento novedoso. Piénsese por ejemplo en la reacción del hombre primitivo cuando presenció la caída del primer rayo o vio por primera vez la luz del sol. b) La curiosidad es otro factor indispensable para que las personas puedan filosofar. Esta capacidad humana se vincula con la dimensión intelectual del individuo pues siembre apunta hacia el saber, es decir, el querer saber. Es posible que el hombre primitivo de que hemos hablado se asustara ante el rayo, pero un momento después, vencido el miedo, se acercó a curiosear, a querer saber sobre eso que le impresionó. c) El ocio o tiempo libre para pensar es el otro ingrediente indispensable para que pueda surgir la reflexión filosófica. Mientras nuestros antepasados fueron nómadas que deambulaban por la sabana o saltaban de rema en rama para recolectar alimentos o defenderse de los depredadores, no pudieron hacer filosofía o cultivar el arte. Estos productos del espíritu comenzaron a aparecer cuando nos hicimos sedentarios, variamos nuestros hábitos alimentarios y nos sobró un poco de tiempo para algo más que recolectar, cazar o defendernos de las fieras que nos perseguían. En este proceso jugó un papel determinante el descubrimiento del fuego, gracias al cual pudimos cocer alientos como las carnes que mejorarían nuestra dieta, protegernos de los rigores climáticos y mejorar los instrumentos para el cultivo y la defensa. Las pinturas rupestres que se han descubierto en las paredes de cuevas habitadas por los primeros humanos corresponden a esta etapa y constituyen las primeras evidencias de un pensamiento complejo con matices filosóficos. Disponer de tiempo fue necesario en el pasado para poder filosofar, pero también lo es en el presente y lo será en el porvenir. La rapidez de la vida moderna nos deshumaniza y conspira contra la posibilidad de cultivar la filosofía.
2. El origen histórico, a diferencia del psicológico, ocurre en un tiempo y
un espacio determinados. El tiempo que se toma como referencia es alrededor del siglo VII a C. El espacio o más bien los espacios son dos en Oriente y uno en Occidente. En el ámbito oriental cabe mencionar los aportes a la filosofía hechos por Lao Tsé y Confucio cuyos pensamientos han servido de guía e inspiración no solo a los chinos, sino que su influencia trasciende el Oriente y tiene connotaciones universales. El otro foco oriental estuvo en La India donde los Vedas, un grupo de sacerdotes y líderes espirituales, produjeron obras colectivas de carácter moral y religioso con ribetes filosóficos. En Occidente el foco principal se sitúa en Grecia donde un grupo de filósofos presocráticos a los que se les llamó naturalistas trataron de explicar cuál era la materia prima del cosmos, es decir, el primer principio que dio origen al mundo. Al responder a esta pregunta estos hombres lo hicieron utilizando sus propias observaciones y auxiliándose de la razón, con lo cual dejaban atrás las tradicionales explicaciones mágico- religiosas e inauguraban la tradición filosófica occidental. En general, al comparar los modelos filosóficos de Oriente y Occidente, puede decirse que la filosofía cultivada por los orientales es más práctica que la occidental, pues no se limita y explicar meramente los diversos fenómenos, sino que procura orientar para la vida y encontrar los vínculos existentes entre el Humano con la Naturaleza y de éstos con los entes metafísicos. Los occidentales por nuestra parte tendemos a lo especulativo, cultivando una filosofía más teórica, trascendente y abstracta.