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Irving B. Weiner1
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Traducción realizada y cedida por los estudiantes de la Maestría en Psicología Forense de la UNIBE
para el curso de Evaluación Psicológica de la Personalidad, impartido por M.Sc. Carlos Saborío Valverde
en el año 2005.
RECOLECTANDO INFORMACIÓN DE EVALUACIÓN
Formulando Objetivos
Las evaluaciones psicológicas son movidas por referencias que plantean preguntas
sobre aspectos del funcionamiento psicológico de una persona o probable
comportamiento futuro. Cuando es establecido claramente y se considera
psicológicamente relevante, las preguntas de referencia guían a los psicólogos para
determinar qué tipos de datos de evaluación recolectar, qué consideraciones tener
al examinar esos datos, y qué implicaciones de sus descubrimientos enfatizar en
sus reportes. Si las preguntas de referencias están faltas de claridad o relevancia
psicológica, alguna reformulación es necesaria para dar dirección al proceso de
evaluación. Por ejemplo, una referencia en una ubicación clínica que pregunta
vagamente por evaluación de personalidad o diagnóstico diferencial necesita ser
especificada en consulta con la persona de referencia para identificar por qué una
evaluación de personalidad se está solicitando o qué posibilidades de diagnóstico
están en cuestión. La evaluación en ausencia de una pregunta de referencia
específica puede resultar en un ejercicio estéril en el cual ni el proceso de
recolección de datos ni las inferencias del psicólogo pueden estar enfocados de
manera significativa.
Seleccionando Tests
Las múltiples fuentes de información de evaluación previamente notadas incluyen
los resultados de pruebas psicológicas formales con instrumentos estandarizados;
respuestas a preguntas hechas en entrevistas estructuradas y no estructuradas,
observaciones de comportamientos en varios tipos de situaciones hipotéticas y
locaciones naturales; reportes de parientes, amigos, empleadores y otras personas
colaterales relacionadas con la historia de vida previa del individuo y características
y tendencias de comportamiento actuales; y documentos como registros médicos,
registros escolares y reportes escritos de evaluaciones anteriores. Las evaluaciones
individuales varían considerablemente en la disponibilidad y utilidad de estas
diversas fuentes de información. Las evaluaciones pueden a veces estar basadas
totalmente en revisiones de registros y reportes colaterales, por que el examinado
no está dispuesto a verse directamente con el examinador o si por alguna razón no
se pueden ver. Algunos examinados están muy dispuestas a ser entrevistadas pero
no quieren que se les administren pruebas; a otras les resulta difícil hablar de sí
mismas pero responden bien a las pruebas; y aún en otros casos, en los cuales
ambos entrevista y prueba son amplios, puede haber escasez de otras fuentes de
información sobre las cuales trabajar.
Adecuación Psicométrica
Tal y como es planteado por Anastasi y Urbina (1997), en los Estándares para
Pruebas Educacionales y Psicológicas (AERA, y otros, 1999, capítulos 1, 2 & 5), y en
el capítulo por Wasserman y Bracken en este volumen, la adecuación psicométrica
de un instrumento de evaluación consiste en el grado hasta el cual implica que
materiales de prueba estandarizados y procedimientos de administración, pueden
ser codificados con razonablemente buen acuerdo entre calificadores, demuestra
aceptable confiabilidad, ha generado datos normativos relevantes, y muestra
corolarios válidos que sirven para los propósitos que fue creado. Los psicólogos de
evaluación pueden a veces escoger usar pruebas con propiedades psicométricas
inciertas, quizás para propósitos exploratorios o para comparación con una
examinación previa que usó esas pruebas. Generalmente hablando, sin embargo,
las pruebas formales como parte de una evaluación psicológica deberían estar
limitadas a instrumentos estandarizados, confiables y válidos para los cuales hay
datos normativos adecuados.
Relevancia
Las pruebas seleccionadas para inclusión en una batería de evaluación deberían
proveer información relevante para responder a las preguntas que han sido hechas
sobre el examinado. Preguntas que se relacionan con funciones de personalidad
(Qué tipo de enfoque en psicoterapia es probable de ayudar a esta persona?) llama
a las pruebas de personalidad. Las preguntas que se relacionan con asuntos
educacionales (Tiene este estudiante una discapacidad para aprender?) llaman a
medidas de habilidades intelectuales y aptitudes académicas y logros. Preguntas
que se relacionan con funciones neuropsicológicas (Hay indicaciones de pérdida de
memoria?) llaman a medidas de funcionamiento cognitivo, con énfasis especial en
medidas de capacidades para aprendizaje y memoria.
Validez Incremental
La validez incremental en la evaluación psicológica se refiere a la extensión hasta la
cual nueva información incrementa la exactitud de una clasificación o predicción
sobre y más allá de la exactitud obtenida por información ya disponible. Los
evaluadores ponen adecuada atención a la validez incremental al recolectar la
cantidad y tipos de información que necesitan para contestar la pregunta de
referencia, pero no más que eso. En teoría, entonces, la familiaridad con la validez
incremental de varias medidas cuando es usada para ciertos propósitos, combinada
con la selección de pruebas basada en esta información, minimiza la redundancia
de la evaluación psicológica y satisface los requerimientos profesionales y científicos
por una justificable selección de pruebas.
Evidencia confirmatoria de este tipo con frecuencia prueba ser útil en la práctica
profesional, especialmente en el trabajo forense. Como descrito por Blau (1998),
Heilbrun (2001), Shapiro (1991) y otros, múltiples fuentes de información
apuntando en la misma dirección apoyan el testimonio en la corte, mientras que
conclusiones basadas en solo una medida de alguna característica puede resultar en
una crítica al asesor por fallar en conducir una examinación completa.
En caso de que múltiples medidas de las mismas características psicológicas
resulten en resultados diferentes más que confirmatorios, estos resultados pueden
usualmente servir como valiosos funciones complementarias en el proceso
interpretativo. Algunas veces, una aparente falta de acuerdo entre dos medidas de
la misma característica ha sido tomado para indicar que una de las medidas está
falta de validez convergente. Esta visión negativa de los descubrimientos de
pruebas divergentes falla en tomar adecuado reconocimiento de la complejidad de
la información provista por una evaluación multimétodo y puede resultar en
conclusiones erróneas. Para continuar con el ejemplo de juntar el MMPI-2 y el RIM,
suponga que las respuestas de una persona muestra una elevación en los índices
de depresión en una de estas medidas pero no en la otra. Considerando como los
índices en ambas medidas han demostrado alguna validez en detectar rasgos de
depresión, la pregunta clave a hacer no es cuál medida está mala en esta instancia,
sino más bien por qué las medidas son divergentes.
Calificaciones y Competencia
Hay un consenso general de que las personas que conducen evaluaciones
psicológicas deberían estar calificadas por educación y entrenamiento para hacerlo.
Los Principios Eticos y Código de Conducta promulgado por la APA (1992) ofrece la
siguiente guía general al respecto: “Los psicólogos proveen servicios, enseñan y
conducen investigación solamente dentro de los límites de su competencia, basados
en su educación, entrenamiento, experiencia supervisada, o experiencia profesional
apropiada” (Código Ético, 1.04ª). Tipos particulares de conocimiento y pericia que
son necesarios para los usuarios de pruebas para conducir evaluaciones adecuadas
son especificados en las Calificaciones del Usuario de Pruebas endosado por la APA
(2001). Finalmente de nota con respecto a usar pruebas en evaluaciones
psicológicas, los Estándares para Pruebas Educacionales y Psicológicas (AERA y
otros, 1999) identifica quien es responsable por el uso apropiado de las pruebas:
“La responsabilidad última para el uso apropiado de pruebas y su interpretación
recae predominantemente en el usuario de la prueba. Al asumir esta
responsabilidad, el usuario debe conocer sobre los usos apropiados de la prueba y
las poblaciones para las cuales funciona” (p. 112)
Asuntos relacionados con actitudes específicas del examinado hacia ser examinado
típicamente suponen la cuestión de si la evaluación está siendo conducida para
propósitos clínicos o administrativos. Cuando las evaluaciones están siendo
conducidas para propósitos clínicos, el examinador es responsable del examinado,
el examinado busca algún tipo de asistencia, y la examinación se supone como una
ayuda para esta persona y que responderá a sus necesidades. Como ejemplos
comunes en las evaluaciones clínicas, la gente preocupada por su bienestar
psicológico puede buscar una evaluación para saber si necesitan cuidado en salud
mental, y la gente incierta sobre sus planes vocacionales o educativos podría
querer buscar ayuda para determinar lo que sus habilidades e intereses los inclinan
a hacer. En evaluaciones administrativas, por contraste, los examinadores no son
responsables por los examinados, pero más bien por una tercera persona que
solicitó la evaluación para ayudarla a llegar a un juicio sobre la persona. Los
examinadores en una evaluación administrativa son éticamente responsables por
tratar al examinado justamente y con respeto, pero la evaluación está siendo
conducida para el beneficio de quien la solicitó, y los resultados pueden o no
ajustarse a las necesidades o mejores intereses del examinado. La evaluación para
fines administrativos ocurre comúnmente en contextos forenses, educacionales y
organizacionales donde las evaluaciones son solicitadas para ayudar a decidir
asuntos como si un interno en prisión debería ser liberado bajo palabra, si un
estudiante debería ser admitido en un programa especial, o si un aplicante a un
empleo debería ser contratado (ver Monahan, 1980).
En cuanto a sus actitudes, los examinados que son evaluados para propósitos
clínicos son relativamente probables de ser motivados a revelarse honestamente,
en cambio, los examinados para propósitos administrativos, son relativamente
probables de intentar distorsionar su presentación. Los examinados que intentan
manejar la impresión que dan, es probable que pretendan mostrarse diferentes a
como son, más bien como ellos creen que el examinador los creería favorables.
Típicamente tales esfuerzos toman la forma de negación de las limitaciones de uno,
minimizando los defectos, intentando verse lo mejor posible, y disimulando lo que
se pueda ver negativo. Sin embargo, algunas excepciones son comunes. Mientras
que las personas entrevistadas con fines administrativos quieren dar la mejor
impresión, algunos pueden estar motivados en la otra dirección. Por ejemplo, un
acusado afirmando daño cerebral en una demanda de daño personal, podría ver
como beneficioso el dar la peor impresión en una examinación neuropsicológica.
Algunas personas en evaluaciones clínicas, a pesar de estar de acuerdo con la
examinación y saber que es por su propio beneficio, pueden estar nerviosos o
avergonzados de revelar sus dificultades totalmente. Cualquier tipo de impresión
que los examinados quieran mostrar, las actitudes hacia ser examinados que traen
con ellos a la situación de evaluación pueden esperarse que influencien la cantidad
y tipo de datos que producen. Estas actitudes que también afectan la interpretación
de los datos de evaluación, y las implicaciones del manejo de impresiones por fingir
y ser defensivos, son discutidas luego en este capítulo.
Exposición previa a pruebas de este tipo e información sobre preguntas como las
anteriores pueden afectar cómo las personas responden a ellas y prevenir al
examinador de recoger un protocolo válido. La validez de los descubrimientos de
pruebas es especialmente cuestionable cuando la exposición previa de un
examinado ha incluido adiestramiento específico para contestar ciertas preguntas.
En cuanto a procedimientos de evaluación relativamente no estructurados que no
tienen respuestas de este tipo, aún en esas medidas varios tipos de respuesta
llevan tipos particulares de significado interpretativo. Así, la posibilidad existe en
medidas relativamente no estructuradas así como personas que tratan de dar cierta
impresión pueden ser ayudadas al darles instrucciones sobre lo que significan
ciertos tipos de preguntas. Sin embargo, la extensión hasta la cual la diseminación
pública de información sobre el significado inferido de las respuestas que
compromete la validez de medidas relativamente no estructuradas todavía no ha
sido examinada empíricamente y es sujeto de más investigación. Segundo, junto
con ayudar a preservar la validez de los resultados obtenidos, el mantener las
medidas de evaluación seguras protege a los publicantes de pruebas de que
infrinjan sus derechos pirateando o plagiando copias de sus productos. Los
evaluadores éticos respetan los derechos de autor al no hacer ni distribuir copias de
pruebas publicadas, y toman los pasos apropiados para prevenir formularios de
pruebas, manuales de pruebas y programas de evaluación de caer en manos de
personas no calificadas para usarlas apropiadamente o que no se sienten en la
obligación de mantenerlas seguras. Tanto los Principios Éticos y Código de
Conducta (APA, 1992, Sección 2.10) como los Estándares para Pruebas
Educacionales y en Psicología (AERA y otros, 1999, p. 117) se refieren a las
responsabilidades profesionales en términos claros.
Confidencialidad
Un tercer aspecto y relacionado, del manejo apropiado de datos es mantener la
confidencialidad de la información de evaluación de un examinado. Como ciertos
aspectos de salvaguarda de seguridad de las pruebas, la confidencialidad es un
asunto ético en la evaluación psicológica, no uno sustantivo. Las consideraciones
clave para mantener la confidencialidad de la información de evaluación, como
especificado en los Principios Éticos y Código de Conducta (APA, 1992, Sección 5) y
elaborado por Kitchener (2000, capítulo 6) implica (a) clarificar la naturaleza y
límites de confidencialidad con clientes y pacientes antes de tomar una evaluación;
(b) comunicar información sobre personas que están siendo evaluadas solo para
propósitos científicos o profesionales y solo hasta lo que es relevante para los
propósitos para los cuales la evaluación está siendo conducida; (c) revelar
información solo a personas designadas por el examinado u otras personas o
entidades autorizadas, excepto cuando de otra manera sea permitido o requerido
por ley; y (d) guardar y preservar los registros de los examinados de manera
segura. Como los asuntos del consentimiento informado discutido previamente, la
confidencialidad es elaborada como un asunto ético en el capítulo de Koocher y
Rey-Casserly en este volumen.
Las guías empíricas son necesarias para las bases científicas de la psicología de
evaluación, como una base para la certeza en la toma de decisiones, pero no son
suficientes para darle a esta evaluación potencial completo. Las guías conceptuales
no proveen en sí mismas una base confiable para sacar conclusiones con certeza.
Sin embargo, al enriquecer el proceso de evaluación con hipótesis explicativas,
apuntan el camino a avances en el conocimiento.
Para los propósitos de cada una, las guías tienen un lugar importante en la
interpretación de información. A veces, preocupaciones sobre preservar la
respetabilidad científica de la evaluación han llevado a aserciones que solo las guías
empíricas constituyen una base aceptable para la toma de decisiones e invalidaban
las guías conceptuales en el sentido de que no tienen lugar en la psicología
científica. MacFall y Treta (1999), por ejemplo, mantienen que “el blanco de la
evaluación clínica es recolectar datos que nos permitan reducir la incertidumbre de
probabilidad de eventos” (p. 215). Desde su perspectiva, el valor de información de
los datos reside en valores numéricos escalados y probabilidades condicionales.
Como un punto de vista alternativo, observe que el río del descubrimiento científico
puede fluir en saltos inferenciales o razonamiento deductivo que sugiere verdades
mucho antes de ser confirmadas por descubrimientos de investigación replicados.
Newton llegó al razonamiento de que las manzanas caen de los árboles mucho
antes de que experimentos probaran las leyes de la gravedad. Einstein concibió su
teoría de la relatividad con toda confianza de que los descubrimientos empíricos
eventualmente lo probaría correcto, y ninguno ha sufrido ningún reto en sus
credenciales como científico. Aunque las guías empíricas son, en promedio, más
probables de producir conclusiones confiables más que las formulaciones
conceptuales, como ya se notó, el razonamiento lógico concerniente a las
implicaciones de conceptos claramente formulados puede también generar
conclusiones que sirvan a útiles propósitos y resistan al tiempo.
Como una limitación más de las reglas estadísticas, ellas comparten con todas las
escalas de evaluación cuantificada, alguna artificialidad inevitable que acompaña la
traducción de puntajes numéricos a categorías descriptivas cualitativas. En el
Inventario de Depresión Beck (BDI; Beck, Speer, y Garbin, 1998) por ejemplo, un
puntaje de 14 a 19 es indicativo de depresión leve y un puntaje de 20 a 28 indica
depresión moderada. De este modo dos personas que tienen puntajes BDI casi
idénticos, una con uno de 19 y la otra con uno de 20, serán descritas muy
diferentemente por la regla estadística, una como levemente deprimida y otra como
moderadamente deprimida. De este modo, al medir inteligencia con la Escala de
Inteligencia de Adultos Wechsler-III (WAIS-III; Kaufman, 1990) un puntaje IQ de
escala completa de 109 describe la inteligencia de una persona como promedio,
mientras que una persona con casi el mismo nivel de inteligencia y una escala
completa IQ de 110 cae en el rango promedio alto. De acuerdo a las formulas
WAIS-III, una persona con una escala completa IQ de 91 y una persona con escala
IQ completa de 119 también serían llamadas respectivamente, como promedio y
promedio alto. Algunos evaluadores minimizan este problema añadiendo alguna
especificidad a las categorías WAIS-III, llamando a 109 IQ como el final alto de un
rango promedio y a 110 IQ como el inicio bajo de un rango promedio. Aunque
descripciones categóricas adicionales para rangos de puntaje finamente definidos
pueden reducir la artificialidad en el uso de reglas estadísticas, hay límites a cómo
muchos puntos de datos cuantitativos en una escala pueden ser asignados una
designación cualitativa distintiva. Las guías conceptuales para toma de decisiones
han sido operacionalizadas en términos de juicio clínico, el cual consiste de
conocimiento acumulativo que los practicantes adquieren de su experiencia. Las
guías clínicas pueden representar las creencias compartidas de un gran número de
practicantes pero emergen inicialmente como impresiones formadas por
practicantes individuales. En contraste con el objetivo y rasgos cuantitativos de las
reglas estadísticas, los juicios clínicos constituyen una base subjetiva y cualitativa
para llegar a conclusiones. Cuando el juicio clínico es aplicado a la evaluación de
datos, las decisiones son hechas por el practicante, no por la fórmula. Los juicios
clínicos concernientes al significado interpretativo de un grupo de datos de
evaluación, son consistentemente menos uniformes que decisiones actuariales y
menos probables de estar basados en hechos establecidos.
Como lo indican estas observaciones, las reglas estadísticas y juicio clínico pueden
ser vistas como componentes complementarios de una efectiva toma de decisiones,
más que como alternativas competitivas y mutuamente excluyentes. Cada una trae
valor a la psicología de evaluación y tiene un lugar respetable en ella. Geisinger y
Carlson (2000) comentan en este respecto que ha llegado el momento “para
moverse más allá de lo puramente juicioso en la interpretación especulativa de
resultados de prueba tanto como extrapolaciones de la población general a casos
específicos que no se parecen al resto de la población (p. 254).
Asuntos de definición aparte, parece haber poco que ganar al debatir si la gente
puede ser descrita mejor en términos de cómo difieren de otros o cómo se parecen
a otros. En la práctica, una descripción optimísticamente informativa y útil de las
características y funcionamiento psicológico de un individuo regulará el parecido y
diferencia entre las personas en circunstancias similares sobre quienes se han
hecho preguntas de referencia similares. Las perspectivas nomotética e ideográfica
se complementan y un énfasis balanceado en ambas promueve el mayor
entendimiento posible del examinado.
Aún entre evaluadores éticos, las CBTI pueden presentar tentaciones, porque
muchas narrativas presentan oraciones cuidadosamente elaboradas y párrafos que
comunican claramente y se prestan para ser copiados literalmente en un reporte
psicológico. La integridad profesional sugeriría que los evaluadores que usan estos
medios expresen sus conclusiones con sus propias palabras o, si están copiando
literalmente lo hagan como una cita e indicando su fuente. Más allá de ética e
integridad, desafortunadamente, la accesibilidad de este tipo de programas permite
a personas no entrenadas a recolectar y calificar protocolos de pruebas y también
imprimir las interpretaciones narrativas y reproducirlas total o parcialmente en un
reporte, pasándolas como propias sin indicar la fuente. Aparte de ser cuestionable
en el ámbito ético, la inclusión literal de estas interpretaciones en reportes de
evaluación podría ser fuente de error y confusión, por el hecho de estar basados
normativamente más que ideográficamente e incluir con frecuencia declaraciones
que no son aplicables al examinado.
Fingimiento y Defensividad
Consisten en intentos conscientes y deliberados de los examinados de falsificar la
información dada por ellos y confundir al examinador. El fingimiento implica
presentarse como psicológicamente peor de lo que se está y se le llama
comúnmente fingirse mal. La defensividad implica dar la impresión de estar mejor
de lo que se está y se le llama comúnmente fingirse bien. Ambos pueden tener
grados de ligeramente exagerado en problemas y preocupaciones o de recursos y
capacidades, a la fabricación total de dificultades nunca experimentadas o logros
nunca alcanzados. Estos dos tipos de esfuerzo para confundir a los examinadores
usualmente son detectados por patrones de inconsistencia que aparecen en los
datos a menos que los examinados sean adiestrados para evitarlos.
La gente que finge bien durante las evaluaciones psicológicas, en un esfuerzo por
parecer más capaz o mejor de lo que son, muestra varios motivos en el contexto
donde están siendo evaluados. Los pacientes defensivos en el ámbito clínico pueden
esconder sus dificultades para ser dados de alta del hospital donde no quieren
estar, o cuando quieren oír que sus problemas o discapacidades no son tan grandes
como para necesitar tratamiento. En el campo forense, dar la mejor impresión
puede observarse en padres divorciados buscando custodia de los hijos y entre
presos solicitando libertad condicional. En contextos de personal, aplicantes para
posiciones, promociones y reinstalaciones luego de estar discapacitados tiene
buenas razones para fingirse bien en una evaluación psicológica inclusive
exagerando recursos y minimizando limitaciones.
Entrenamiento
Un asunto relacionado a la facilidad o dificultad para fingir medidas de evaluación
es que los examinados pueden ser enseñados a engañar a los examinadores con
una actuación buena o mala según el caso. Los descubrimientos de investigación
indican que incluso participantes psicológicamente inocentes a quienes se les da
cierta información sobre la naturaleza de la gente con ciertos desórdenes o
características, pueden formar su comportamiento para parecerse al grupo objetivo,
de lo que lo harían sin instrucción. Resultados confusos son más probables de
ocurrir cuando los examinados han sido entrenados en cómo responder
específicamente a ciertos tipos de preguntas y evitar escalas de validez elevadas
(Ben-Porath, 1994; Rogers, Gillis, Bagby y Monteiro, 1991; Storm y Graham,
2000). Los descubrimientos de grupo en estos estudios de investigación no han
indicado si un examinado generalmente instruido o específicamente entrenado
puede confundir totalmente a un experimentado examinador en la práctica real, sin
generar ninguna sospecha de que los resultados obtenidos pueden no ser válidos, y
esto puede ser sujeto de más investigación.
Por otro lado, hay límites prácticos de cuanta información recolectar para guiar la
formulación de interpretaciones. Sobre todo, los evaluadores psicológicos son
responsables por conducir evaluaciones de manera efectiva en costo que provee
respuestas adecuadas a las preguntas de referencia con el menor desperdicio de
tiempo y dinero. Como se dijo antes, los practicantes que proveen y cobran por
servicios que saben no harán la diferencia están explotando a los examinados y
poniendo en juego su respetabilidad profesional. Los psicólogos de evaluación
pueden diferir en cuanto a cuánto es suficiente para conducir una evaluación
adecuada, pero generalmente reconocen sus obligaciones éticas de evitar ir más
allá de lo que creen será útil.
Segundo, al reconocer que las inferencias e impresiones derivadas de los datos son
probables de variar en fortaleza de la evidencia que las apoya, los examinadores
pueden hacer sus declaraciones interpretativas en un lenguaje que transmita su
confianza en lo que tienen que decir. La mayoría de los examinados da evidencia
clara y convincente de alguna característica psicológica, que el examinador puede
reportar en lo que se llama lenguaje de certeza. Este establece en términos directos
qué le gusta a la gente y cómo se conducen, como por ejemplo “este estudiante
tiene una marcada discapacidad de lectura” o “el señor M parece ser una persona
impulsiva con limitado auto-control”. Para otras características del examinado, la
evidencia puede ser fragmentada o sugestiva más que impuesta y conclusiva, en
cuyo caso las impresiones son apropiadamente reportadas en lo que se llama
lenguaje de conjetura. Este sugiere o especula sobre los posibles rasgos de la
naturaleza y comportamiento de una persona, por ejemplo “Hay alguna evidencia
que sugiere que este niño puede tener una deficiencia de proceso de audición” o
“ella ocasionalmente muestra tendencias de ser inflexible en su enfoque de los
problemas, lo que puede limitar su creatividad como ejecutivo en toma de
decisiones”.
Como ejemplo de creencia demográfica, un asesor que piensa que los ancianos y
varones en general se desempeñan mejor que los jóvenes y las mujeres pueden
asesorar la contratación de un hombre de 45 años más no la de una mujer de 30
para una posición de jefatura, aún cuando la información de evaluación psicológica
de ambos sea comparable o incluso favorable para la mujer. Similarmente, un
asesor que tiene la convicción de que los afro americanos son menos probables de
responder a psicoterapia que los caucásicos puede no recomendar psicoterapia a los
primeros y no a los segundos, aún cuando ambos muestren accesibilidad al
tratamiento.
El problema de la tasa base también puede ser minimizado al enfocar los esfuerzos
de evaluación en poblaciones restringidas en las cuales la frecuencia de la
característica es menos rara que en la población general. Kamphuis y Finn (2002)
nota que entre más cerca de 50% esté la tasa base, mejores prospectos tiene una
medida válida de mejorar la eficiencia de concluir que todos o nadie tiene cierta
característica o tendencia de comportamiento. Como un ejemplo de incrementar la
tasa base restringiendo la población, la predicción eficiente de comportamiento
violento entre la población en general es difícil de alcanzar, debido a que la mayoría
de gente no es violenta. En una población de ofensores criminales, sin embargo,
muchos de los que tienen una historia de violencia, una medida válida de violencia
potencial puede ser bastante eficiente en identificar a los que están en mayor
riesgo de un comportamiento violento en el futuro.
Opuestamente, las falsas positivas pueden ser más problemáticas cuando las
preguntas de referencia conciernen a características y consecuencias deseables,
como si dar a una persona una beca, un trabajo, un ascenso, o una libertad
condicional. Las falsas negativas de este topo de situación de evaluación pueden
resultar en negarle a alguien oportunidades que merecen o por las que califica, lo
que es desventajoso e injusto como individuos. Sin embargo. Cuando las falsas
positivas resulta en la promoción de persona cuyas habilidades no son suficientes
para el puesto, o la libertad condiciona para una persona altamente peligros,
entonces otros aparte del individuo pueden sufrir graves consecuencias.
En relación con tales juicios de valor, un set de datos de evaluación puede tener
diferentes implicaciones en diferentes circunstancias de evaluación y por lo tanto
hacer que los evaluadores seleccionen cuidadosamente los cortes de puntaje que
utilizan para formular conclusiones y recomendaciones. Para dimensiones
cuantificables de evaluación que correlaciona positivamente con la presencia de una
característica o tendencia de comportamiento, el mover la escala numérica hacia
arriba produce una disminución progresiva del porcentaje de falsas positivas, y
moverla hacia abajo produce una disminución progresiva de las falsas negativas;
pasará lo mismo con dimensiones de evaluación que están inversamente
correlacionadas con lo que miden. Como manera de decidir las implicaciones de los
descubrimientos de evaluación en una circunstancia particular, los cortes de
puntaje pueden ser seleccionados para minimizar la probabilidad de resultados
falsos positivos en consecuencias deseables y los falsos negativos en las
consecuencias indeseables.
Cultura y Contexto
Así como la información de evaluación tiene diferentes implicaciones para los
examinados en diferentes ubicaciones y para diferentes propósitos, también varían
en significado para los examinados de diferentes culturas o contextos sociales.
Entonces, la fase de utilización del proceso de evaluación debe siempre tomar en
cuenta cómo las características de los individuos identificadas en la fase
interpretativa podrán afectar su funcionamiento psicológico en sus circunstancias
particulares. La atención a influencias de cultura cruzada tiene una larga historia en
la psicología de evaluación (ver Hallowell, 1951; Lindzey, 1961) y ha visto una
resurgencia de interés, como la descrita en el capítulo de Geisinger en este
volumen y las contribuciones de Dana (1993, 2000b), Kazarian y Evans (1998),
Suzuki, Ponterotto, y Meller (2000), y Williams, Satterwhite y Saiz (1998).