¡Hola Amigos! Es un gusto enorme saludarlos nuevamente, después de tanto tiempo. Hoy quiero compartirles la gran alegría de seguir a Jesús. Hace algunos años pensaba que seguir a Jesús era para unos cuantos, pero después comprendí que en realidad Jesús nos invita a todos a seguirlo, para caminar la vida junto a él. Seguir a Jesús es una gran aventura. Se trata de comprometernos a hacer de este mundo un mejor lugar, haciendo el bien a todos y compartiendo la buena noticia del amor de Dios. En mi caso, yo me estoy preparando para seguir a Jesús desde la vocación al sacerdocio. Y, ¿qué es ser sacerdote y cómo se llega a serlo? El sacerdote es un hombre que está llamado a ocuparse de la vida de la comunidad que la ha sido confiada. Es un Pastor de la comunidad -a imagen de Cristo, Buen Pastor que ofrece toda su vida por la Iglesia-, el sacerdote existe y vive para ella. Nosotros nos formamos en el “Seminario”. El Seminario es una casa donde aprendemos en comunidad a ser discípulos de Jesús, y poco a poco vamos descubriendo cómo Dios nos llama a ser sacerdotes. En este camino vamos dando pasos para llegar a la ordenación sacerdotal, que es el momento cuando damos el Sí definitivo, y Dios, por medio del Obispo, nos consagra para pertenecerle a Él en el sacerdocio. Esos pasos al sacerdocio se llaman ministerios. La palabra «ministerio» significa servicio. El primero es el ministerio de lector: consiste en proclamar la Palabra de Dios, o más bien permitir a Dios hablar a la asamblea a través de uno. El segundo se llama ministerio de acólito: el acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdote, principalmente en la celebración de la Misa. Dar estos pasos es muy importante porque nos ayuda a ir respondiendo fielmente a la invitación que Jesús nos ha hecho. ¡Muchas gracias si llegaste hasta aquí! No te olvides de orar por las vocaciones, pero, sobre todo, no te olvides de preguntarle a Jesús cómo puedes seguirlo en la diversidad de vocaciones que hay en la Iglesia.