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En nuestra sociedad occidental día a día van tomando fuerzas debates que otrora era
preferible ni siquiera comentar. Durante largos siglos y bajo la potente influencia de una
interpretación bíblica cuestionada en la actualidad, se ocultaron de forma deliberada estos
tópicos ³complicados´ para poder mantener un orden muchas veces opresivo que buscaba
mantener las buenas formas y costumbres. Uno en particular, la homosexualidad y el
eventual permiso para realizar matrimonios con esta condición, fueron hasta ya entrado el
siglo XX un fuerte tabú, una discusión que en lo preferible se evitaba.

Hoy en día, para fortuna de la humanidad y la democracia, el debate ya comentado


ha entrado con fuerza en la palestra, en la discusión diaria, en nuestro vivir cotidiano. En
Chile, movimientos como el Movilh (Movimiento de Integración y Liberación
Homosexual) se han organizados para luchar por derechos que se les han negado durante
largos años y han obligado a la ciudadanía a abrir los ojos y no quedarse callados frente al
porqué si o porqué no de una posible unión conyugal entre personas del mismo sexo.

Sin embargo, antes de partir, hay que tener claro los componentes de cualquier
orientación sexual, sean heterosexuales u homosexuales. Según Ritch C. Savin-Williams,
profesor e investigador de CornellUniversity, esta se divide en la Atracción sexual,
Conducta sexual e Identidad sexual. En general, las investigaciones se centran en el último
elemento, dejando de lado los dos anteriores, esenciales para comprender el fenómeno de la
homosexualidad en la sociedad y su real penetración en la misma. Un estudio de Savin-
Williams indica que en Noruega hasta el 21% de las adolescentes mujeres se han sentido
atraídas por gente de su mismo sexo, mientras que en Australia un 16% de los adultos
varones han tenido conductas homosexuales1. Cifras bastante altas y que sorprenden, las
cuales coinciden con dos de los países que constantemente lideran los rankings sobre
Desarrollo Humano y donde presuntamente están las sociedades más ³civilizadas´ del
mundo. Entonces ¿Es la homosexualidad una desviación moral y mental que debe ser
castigada o es tan solo una condición, aunque anormal, propia del ser humano, así como lo
es la gente zurda? De forma natural y conforme a lo visto en vida, me inclino de forma
categórica por la segunda opción, abanderizándome de forma automática por la mayoría de


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los movimientos reivindicatorios que buscan una formalización justa y no discriminatoria
del matrimonio homosexual.

En la actualidad, con una sociedad bastante más concientizada y menos temerosa de


la realidad que antaño, el debate se ha centrado principalmente en el significado de la
palabra ³matrimonio´ y los alcances de ésta, ya que incluso los sectores más conservadores
de la sociedad y la política se han abierto al diálogo, llegando ellos mismos y sin presiones
ciudadanas de mayor índole (cosa extraña en la política, donde se suele responder a las
necesidades inmediatas y no adelantarse a ellas)a proponer ideas que buscan regularizar las
uniones de hecho y civiles, cuestión impensada hace tan solo unos años. Sin embargo, se
cierran firmemente a la idea de denominar³matrimonio´ una unión de este tipo. Se pasa así
a un conflicto de naturaleza que podríamos llamar incluso meta ética, punto que para
muchos podría ser banal pero que en el fondo lleva consigo el germen inextinguible de la
discriminación. Se busca de esta manera hacer una distinción clara e insalvable entre la
unión formal de un hombre con una mujer con la de dos individuos del mismo sexo, lo que
atenta en forma clara la supuesta sociedad liberal en la que vivimos. Según Hayek, todos
los elementos coercitivos de esta sociedad liberal deben estar acorde a las tres grandes
negaciones: Paz, Justicia y Libertad, y para lograrlas se requiere que las funciones coactivas
de un gobierno se limiten la ejecución de prohibiciones que puedan aplicarse a todos por
igual2. Quizás en la práctica los derechos que se remiten a la sola relación entre la pareja de
un matrimonio entre hombre y mujer y los de la unión civil entre personas del mismo
género sean idénticos, pero esa simple diferencia gramatical genera un abismo de distancia
para la opinión pública y social, una distancia que un Estado que promueve la libertad
como dice ser el nuestro simplemente no puede pasarla a llevar. O como diría Nagel
interpretando al filósofo John Rawls: ³una sociedad que no procura reducir esos
diferenciales no es justa, y ello resulta aplicable si las diferencias en cuestión son raciales,
sexuales o religiosas, o bien disparidades de fortuna al nacer, por ejemplo, haber nacido
rico o haber nacido pobre, o haber nacido con aptitudes naturales inusuales o sin ellas´3.


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Lo anterior refleja claramente la situación y mi opinión, pero genera una
controversia relacionada con los alcances de la palabra matrimonio como concepto jurídico
que a mi parecer llama a un diálogo y reflexión más rigurosa: La posibilidad de la crianza
de niños. En vista de que la procreación biológica en una pareja homosexual es imposible
(punto que no merece mucho debate, aunque recibe una mención especial el comentado
caso del ³guatón filipino´), llama a la discusión la eventualidad de la opción de adoptar
hijos por el tipo de matrimonio al que nos referimos. Es un cuestionamiento difícil, pues en
este caso ya no hablamos del acto voluntario de dos personas que buscan guiar de forma
autónoma, independiente y consensuada su vida, donde con el simple argumento de la
tolerancia y de que cada uno es libre árbitro de su propio actuar, se debería poder realizar
en cualquier Estado que se haga llamar garante de la libertad y la democracia. En este
nuevo caso hipotético se debe tomar en cuenta y de forma irremediable la libertad y
voluntad de un o unos individuos en cuestión, los futuros adoptados. Creo que nadie se
atrevería a negar la capacidad ³maternal/paternal´ de una pareja homosexual. Las
posibilidades de ser un buen ejemplo valórico son a mi parecer las mismas entre un una
pareja común y una homosexual, teniendo en ese sentido ni un ³pero´ para la eventualidad
ya comentada. Incluso, un informe realizado por el Colegio de Psicólogos de Madrid
concluyó que los niños criados en hogares homoparentales no presentaban ni una diferencia
sustancial respecto de niños criados en hogares comunes, con la salvedad de que los
primeros presentaban un nivel de tolerancia social y moral considerablemente mayor.4
Además, en vista de la libertad individual de cada persona, nadie debe tiene la capacidad de
negar a otro los derechos y deberes que supuestamente el Estado garantiza. Sin embargo,
acá hay que tomar en cuenta la libertad de los ³adoptados´ a ser educados y criados
conforme a la propia naturaleza humana. Quizás los hogares homoparentales sean igual o
mejores sustitutos que los formados por matrimonios heterosexuales, pero nadie puede
negar que el tener una mamá y un papá identificables biológicamente sea la regla general y
natural. Frente a esta disyuntiva, Mill nos dice ³personas diferentes requieren también
diferentes condiciones para su desenvolvimiento espiritual; y no pueden vivir
saludablemente en las mismas condiciones morales, como toda la variedad de plantas no
pueden vivir en las mismas condiciones físicas, en la misma atmósfera o en el mismo


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clima. Las mismas cosas que ayudan a una persona en el cultivo de su naturaleza superior
son obstáculos para otra´5. Para mí, este es el principal punto en cuestión y por lo mismo
repito que no es un tema que se deba tomar a la ligera.

Al argumento anterior, principal para esta tesis, se puede agregar otro, bastante más
práctico y de dudosa calidad moral: Más de un estudio ha comprobado que uno en la
infancia aprende básicamente por imitación inconsciente más que por un desarrollo
cognitivo propiamente tal, lo que en el caso de niños criados en un hogar homoparental,
tengan, en teoría, mayor posibilidad de aceptar y sostener relaciones homosexuales en el
futuro (un futuro que progresivamente iría haciendo de la sociedad un espacio de apertura y
tolerancia bastante mayor a lo que se ve hoy día, con un matrimonio homosexual ilegal).
Esto lógicamenterepercutirá en la tasa de natalidad y por ende en la demografía de una
nación. Es un argumento que va acorde a la misma naturaleza a la Política de Hijo Unico
instaurada por el Régimen Comunista en China, una política más que cuestionable desde el
punto de vista ético. Por lo mismo, no debería ser parte del debate en una nación que se
hace llamar democrática y liberal como lo es la chilena, pero que visto desde el punto de
vista de un ³frío estadista´, es un argumento no menor y que no se cree conveniente dejar
de lado.

En fin, se puede concluir que el matrimonio entre dos personas del mismo género
debe ser completamente legal, ya que va acorde a todos los valores que nuestra sociedad
dice tener y nuestros fundamentos jurídicos dicen garantizar. Que aún ya habiendo pasado
más de una década del siglo XXI y habiendo ya realizado diversas celebraciones por el
bicentenario de nuestra historia independiente, no puede ser posibles que aún no exista una
postura clara y coherente con nuestros principios nacionales. Son estos el tipo de anuncios
que uno desearía haber escuchado para conmemorar los doscientos años de Chile, no las
inauguraciones de monumentos y estadios, que, aunque útiles, poco tienen que ver e
influyen en la vida de cientos de chilenos. Además, este tema es solo uno de los varios que
están hoy en día en boca de todos y que buscan garantizar los derechos de las minorías.

Respecto de la adopción de hijos por parte de homosexuales, creo, como dije


anteriormente, que es un tema que se debe pensar más y del que no se pueden dar juicios

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categóricos, pero que de todas formas es un tema que el gobierno y la misma sociedad
deben poner el tapete, pues influye a cientos de compatriotas.

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¡Ay voz secreta del amor oscuro!

¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!


¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,


montaña celestial de angustia erguida!

¡ay perro en corazón, voz perseguida!


¡silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,


no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza,


apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!

Federico García Lorca

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