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¿Cómo la ciencia muestra destellos de la existencia de Dios?

Destellos de Dios a través de la ciencia

La ciencia es un instrumento al servicio de la fe. No la contradice, la reafirma


(Rodríguez N.C, 2020)

Tomás de Aquino, filósofo del siglo XIII, escribió: Dentro de cada alma existe una sed por
felicidad y ​significado (Josh y Sean Mcdowell, 2009). En la Nueva Versión Internacional,
el rey David define tal necesidad con la siguiente expresión: «Cual ciervo jadeante en busca
del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del ​Dios de la vida​.
¿Cuándo podré presentarme ante Dios?» (Salmo 42: 1-2 NVI). Ambas afirmaciones revelan
una necesidad clara: encontrar la fuente de la vida y, en ella, hallar la verdadera identidad y
el propósito para el que fuimos creados. Y es que, a causa de su pecado, y sin capacidad
alguna de salvarse así mismo, (Harold Velázquez, 2019), el ser humano habita en una tierra
maldita (Génesis 3: 17 RVR 1960). Por lo que, el vacío que resulta de la pérdida (consciente
o inconsciente) de lo trascendente, es (totalmente) devastador (Ravi Zacharias, 2009). Al
punto que el mismo Nietzsche reconoce que: «En un mundo sin Dios, vamos a la deriva por
la nada infinita, sin un arriba y un abajo. Hay que encender faroles en las madrugadas e
inventar juegos sagrados para reemplazar a la ceremonia religiosa. Finalmente se desataría
la locura universal cuando nos diéramos cuenta por fin de la verdad de lo que había hecho
la humanidad al matar a Dios»

Desde finales del siglo VII a.C, durante lo que se conoce como el período cosmológico al
interior de la filosofía griega, el hombre se preguntaba por el arjé (también arqué, arkhé o
arjé; del griego ἀρχή, «principio» u «origen»), es decir, por el principio primordial del cual
proceden todas las cosas (Germán Roberto Mahecha C, 2004). Tales (640 al 546 a.C.)
afirma que el agua es el principio de todas las cosas. Anaximandro de Mileto (585-525 a.C.),
consideraba que el principio constitutivo de las cosas era el ápeiron (de a: partícula
privativa; y peras:, ‘límite, perímetro’). Leucipo de Mileto (hacia el 420 a.C.) y Demócrito de
Abdera (460 al 370 a.C.) proponen que todo está compuesto por átomos, aún el alma.
Llegando así a Protágoras de Abdera (480 al 410 a.C.), quien enseñaba la relatividad del
conocimiento a partir de su sentencia “el hombre es la medida de todas las cosas” (Vaccaro
y Castro, 1997: 25). Con ello indirectamente se pone en duda la necesidad de la existencia
de un Dios. En consecuencia, con Gorgias de Leontinos (483 al 375 a.C.) surge un
escepticismo que motiva a Sócrates de Atenas (470 al 399 a.C.) a la búsqueda de la verdad
universal, que encuentra en Platón (427 ac 347 a.C.) el inicio de una propuesta dualista. En
la que la idea se concibe como lo perfecto, pero al entrar en contacto con los fenómenos
concretos de la realidad se daña (Germán Roberto Mahecha C, 2004), lo que contribuye al
surgimiento de un pensamiento teocéntrico.

Posteriormente, en 1453 con la toma de Constantinopla, el cristianismo es esparcido por


Europa. Las lenguas romances se constituyen definitivamente y el pensamiento quebranta
el formalismo escolástico, en donde el conocimiento teológico, también considerado
sabiduría, es denominado scientia (Romero, 2004: 2); concepto entendido como un cuerpo
de conocimientos que contribuirán a la creación de la ciencia experimental (Germán
Roberto Mahecha C, 2004). De manera que, la cosmovisión cristiana, con su insistencia en
el orden del universo, su énfasis en la razón humana y su enseñanza de que Dios es
glorificado en nuestra comprensión de su creación, puso los fundamentos de la revolución
científica moderna (Josh y Sean McDowell, 2009).

En su libro ​La ciencia y el mundo moderno, ​el matemático y filósofo británico Alfred North
Whitehead llega a la conclusión de que la ciencia moderna se desarrolló sobre todo a partir
de la «insistencia medieval de la racionalidad de Dios» (Alfred North Whitehead, La ciencia
y el mundo moderno). Por lo que para los pioneros de la ciencia, tales como Francis Bacon
(1561-1626), Johannes Kepler (1571-1630), Blaise Pascal (1623-1662), Robert Boyle
(1627-1691), Issac Newton (1642-1727) y Luis Pasteur (1822-1895) la creencia en Dios era
la principal motivación para sus investigaciones del mundo natural (Josh y Sean Mcdowell,
1977). Kepler lo describe así: «El objetivo principal de todas las investigaciones del mundo
exterior debe ser descubrir el orden racional y la armonía que han sido impuestas por Dios y
que Él nos ha revelado en el lenguaje de las matemáticas» (Citado en John C. Lennox, ¿Ha
enterrado la ciencia a Dios? p. 20)).

Muchas personas intentan posponer su compromiso personal con Cristo dando por
sentado que si uno no puede probar algo de manera científica, no es cierto en consecuencia
(Josh y Sean Mcdowell, 2009). Pero no se dan cuenta que aparte del método científico (que
evalúa fenómenos bajo la experimentación y repetición de la observación) el método
histórico-legal (que evalúa tres testimonios: orales, escritos y pruebas tangibles) también es
capaz de hacer patente un hecho más allá de una duda razonable. De manera que al juntar
ambos métodos, obtenemos el mismo resultado: destellos de la existencia de Dios descritos
a través de su creación.

Ahora bien, Sam Harris dice: «La creencia en el Dios bíblico no encuentra apoyo en
nuestra creciente comprensión científica del mundo» (Harris, Carta a una nación cristiana,
p. 72). Así mismo, según Hitchens, mientras más se desarrolla la ciencia, menos espacio
hay para Dios (Hitchens, Dios no es bueno, p. 151). Richard Dawkins también insiste en
decir que la ciencia y la religión están en guerra. Pero, hace tiempo que los historiadores de
la ciencia han desmentido esto, y han desacreditado la mayoría de las presuntas evidencias
presentadas para respaldar esa visión. El nuevo ateísmo toma una visión de la ciencia
dogmáticamente positivista, sosteniendo que ésta tiene el potencial de explicarlo todo
(Alister McGrath, 2018), por lo que el neurocientífico Max Bennet (nacido el 19 de febrero de
1939) y el filósofo Peter Hacker (nacido el 15 de julio de 1939,) han llegado a la conclusión
de que es deficiente a más no poder (M. R Bennet y P. M. S Hacker, 2003). Esto dado que
la ciencia se define como una rama del saber humano constituida por el conjunto de
conocimientos objetivos y verificables sobre una materia determinada que son obtenidos
mediante la ​observación y la ​experimentación​, la explicación de sus principios y causas y
la formulación y verificación de hipótesis y se caracteriza, además, por la utilización de una
metodología adecuada para el objeto de estudio y la sistematización de los conocimientos
(definición de Oxford Languages).

En consecuencia, dado que la ciencia prueba sus creencias (Alister McGrath, 2018),
cómo se puede justificar ​El origen de las especies ​(título original en inglés: On the Origin of
Species; publicado el 24 de noviembre de 1859) de Darwin (1809-1882), cuando él mismo
era consciente de que su método de razonar no era seguro; la explicación científica carecía
del rigor lógico y de demostraciones matemáticas (Origin of species, 6a es. 444). Además,
en ​La ética de la creencia​, William K. Clifford (1845-1879) argumenta que «siempre es un
error creer en algo cuando las evidencias no son suficientes; es un error en cualquier lugar y
lo haga quién lo haga» (William Kingdon Clifford, 1999). De manera que habría que
descartar la obra de Darwin por ser poco científica e incluso poco ética (Alister McGrath,
2018) Por lo que la idea positivista de que la ciencia demuestra sus teorías queda un poco
alejada de la realidad de la práctica científica, haciendo del evolucionismo, al igual que al
creacionismo, una cuestión de fe.

Por otro lado, según la RAE, la ciencia es el conjunto de conocimientos obtenidos


mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se
deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables
experimentalmente. De todas formas, no hay que olvidar que la ciencia propone a menudo
la existencia de cosas invisibles (y, en muchos casos, indetectables), como la «materia
oscura», para explicar lo que puede verse (Alister McGrath, 2016). Por ejemplo, el Bosón de
Higgs, también conocido como ​La partícula de Dios,​ propuesta en el modelo estándar de
física de partículas en 1964 por Peter Higgs (nació en 1929 en Newcastle upon Tyne, Reino
Unido). Mediante el Modelo Estándar se describe perfectamente las partículas elementales
y sus interacciones, pero queda una parte importante por confirmar (Bosón de Higgs),
precisamente la que da respuesta al origen de la masa. Si el electrón no tuviera masa no
habría átomos, con lo cual no existiría la materia como la conocemos, por lo que tampoco
habría química, ni biología ni existiríamos nosotros mismos (CPAN, 2010). Sin embargo,
aunque la teoría explicativa del Bosón de Higgs y su posible descubrimiento nos ayude a
entender cómo funciona el universo, no responde a la pregunta, bastante más interesante,
de por qué, de entrada, hay un universo en el que puede producirse la física de partículas
(Alister McGrath, 2016).

Análogamente, aunque a los nuevos ateos les gustaría hacernos creer que a Dios sólo
se le puede inferir de las «lagunas» de nuestro conocimiento científico, en realidad, la
evidencia científica en favor del diseño se ha disparado en los últimos años (William A.
Dembski y Sean McDowell, 2008). De manera que vemos varios ateos regresando a la fe,
tales como C. S Lewis (1898-1963) y el ex-agnóstico G. K Chesterton (1874-1936). En
2004 Anthony Flew (1923-2010) explicó «Dios debe existir. La respuesta es breve; es la
imagen del mundo, cómo lo veo yo, que emerge de la ciencia moderna» (Anthony Flew y
Roy Varghese, 2007). Así que, aunque el origen de la vida siga siendo un misterio, la única
explicación satisfactoria para el origen de esta vida orientada a las metas de reproducción
propia como la que vemos en la Tierra es una mente infinitamente inteligente (Flew y
Vargese, There Is a God, p. 132). Por lo que no se trata que la racionalidad del universo se
ajuste mejor al teísmo. El nivel de conexión es más profundo. Un universo racional es lo que
se esperaría si Dios existe (Flew y Varghese).

Los físicos están de acuerdo en que la vida está equilibrada en el filo de la navaja: si la
ley de la gravedad variará sólo un poco, el universo no sería habitable (Paul Davies, 1986),
«si la tasa de expansión un segundo después del ​big bang hubiera sido menor por siquiera
una parte en cien mil millones de millones, el universo hubiera colapsado antes de que
alcanzara incluso su tamaño actual» (Stephen Hawking, 2006), en realidad existen
diecinueve de tales constantes universales que cada una debe ponerse a punto a la
perfección (Walter L. Bradley, 2001). Por lo que el físico Freeman J. Dyson (1923-2020)
dice «mientras observamos el universo e identificamos los muchos accidentes de la física y
la astronomía que han obrado en nuestro beneficio, casi parece como si el universo hubiese
sabido de alguna manera que nosotros veníamos» (Freeman J. Dyson, 1990). A lo que Paul
Davies, renombrado físico de la universidad Estatal de Arizona, concluye diciendo «la
naturaleza en armonía con la vida de nuestro universo se parece a un arreglo»(Paul Davies,
2007). Por lo que ninguna explicación científica del universo puede estar completa sin tener
en cuenta este abrumador aspecto del diseño (Josh y Sean McDowell, 2009).

Abundando en esto, según el biofísico y teólogo de la Universidad de Oxford, Alister


McGrath «la vida tal como la conocemos depende muy sensiblemente de la forma que
tienen las leyes de la física y de ciertas casualidades (aparentemente fortuitas) en los
valores reales que la naturaleza ha elegido dar a las masas de diversas partículas, a las
intensidades de diversas fuerzas, etcétera», y describe algunas de estas «constantes
cosmológicas, cuya mínima variación habría tenido implicaciones cruciales para el
surgimiento de la existencia humana», tales como: la constante de acoplamiento fuerte (si
fuera ligeramente menor, el hidrógeno sería el único elemento presente en el universo. Si
fuera ligeramente mayor, incluso en apenas un dos por ciento, el hidrógeno se habría
transformado en helio, por lo que no habrían llegado a formarse estrellas de vida larga, las
cuales se creen esenciales para la aparición de la vida), constante de estructura fina débil
(si fuese ligeramente menor, no se habría formado hidrógeno alguno durante la historia
temprana del universo. Por consiguiente, no habría habido estrellas, ni elementos químicos
tan biológicamente significativos como el carbono, el nitrógeno y el oxígeno, que se
formaron en los núcleos de las estrellas y no en el Big Bang original, recordemos. Por otra
parte, si hubiese sido ligeramente superior, las supernovas no habrían podido expulsar los
elementos pesados necesarios para la vida), constante de estructura fina electromagnética
(si fuera ligeramente mayor, las estrellas no habrían sido suficientemente calientes para
calentar a su vez los planetas hasta las temperaturas suficientes para sustentar la vida en la
forma en que la conocemos. Si fuese menor, las estrellas se habrían consumido demasiado
rápido como para posibilitar que la vida evolucionase en esos planetas.) y la constante de
estructura fina gravitacional (si fuese ligeramente menor, las estrellas y los planetas nunca
habrían podido formarse en virtud de las restricciones gravitacionales necesarias para la
consolidación de su material constituyente. Si fuese más fuerte, las estrellas así formadas
se habrían consumido demasiado rápido como para dar margen a la evolución de vida)
(Alister McGrath, 2016). Lo que resulta muy complejo de entender como producto de pura
casualidad, cómo Dawkins lo quiere vender (El espejismo de Dios, p. 168).

Fred Hoyle declaró «Interpretando los hechos desde el mero sentido común, se diría que
un superintelecto ha tocado y ajustado los controles de la física, así como los de la química
y la biología, y que no hay fuerzas ciegas en la naturaleza que merezcan especial mención.
Y lo cierto es que los números que se calculan a partir de los hechos me parecen
suficientemente contundentes como para elevar esa conclusión a la categoría de
incuestionable». Por lo que, la improbabilidad extrema de la vida hace que nos preguntemos
si realmente podemos darnos por satisfechos con una explicación fundada en el mero azar
(Alister McGrath, 2016).

Así, aunque la ciencia no demuestra contundentemente la existencia de Dios, la imagen de


su persona, vistos a través de las improbabilidades de su creación, reafirma su nombre
como el Creador intelectual de todas ellas. En otras palabras, al ver la obra de un artista, no
vemos al artista en sí, sino destellos de sí mismo; rasgos que muestran su persona. Lo
mismo pasa con Dios: aunque a través de su creación podemos ver rasgos de él, de su
persona y carácter, nunca podremos verle a Él mismo, porque sencillamente la totalidad de
Dios nunca va a estar contenida dentro de su creación. Y tanto la ciencia, cómo la historia,
dentro del método histórico-legal, pueden dar fe de ello.

Camila María Rodríguez Vargas.

•Por lo que, aunque se enseña que el humano viene por la evolución, ni eso mismo está
confirmado, por lo que también es aceptado por cuestión de fe.
•Andrew Newberg, investigador de la Universidad de Pensilvania cuyo último libro se titula
Por qué creemos lo que creemos, asegura que nuestro cerebro "es esencialmente una
máquina creyente porque no tiene otra opción"
•Por su parte, Dean Hammer, genetista de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU,
afirma en El gen de Dios que "la espiritualidad es una de nuestras herencias básicas. Es, de
hecho, un instinto. Tenemos una predisposición genética para la creencia espiritual"
• (Ángela Boto, 2007).
•La ciencia es un instrumento al servicio de la fe. No la contradice, la reafirma (Rodríguez
N.C, 2020)
•Denme cualquier cosa de la naturaleza que me servirá de punto de partida para una vía
hacia Dios (G.K Chesterton)
•Ápeiron es un término usado en filosofía, por Anaximandro de Mileto, para referirse al
principio u origen (arché) de todas las cosas, identificando este primer principio con lo
«indefinido» o «ilimitado». Consideraba que el principio constitutivo de las cosas era el
ápeiron, que no es agua, ni tierra, ni fuego, ni aire; no tiene forma concreta, es infinito. El
cosmos nace, se desarrolla y perece en el seno de ese "ápeiron (Cervio, Pedro, 2004)
• Ya desde finales del siglo VII a.C, durante lo que se conoce como el período cosmológico
al interior de la filosofía griega, el hombre se preguntaba por el arjé, es decir, por el principio
primordial del cual proceden todas las cosas (Germán Roberto Mahecha C, 2004)
• ​Tomás de Aquino, filósofo del siglo XIII, escribió: Dentro de cada alma existe una sed por
felicidad y significado (Josh y Sean Mcdowell, 1977)
• ​La realidad es que el vacío que resulta de la pérdida de lo trascendente es devastador. En
todos los recintos universitarios, en todas las culturas, he oído durante horas a intelectuales,
jóvenes o ancianos, que dan testimonio de una profunda y arraigada sensación de vacío en
su interior (Ravi Zacharias, 2009)
• ​En un mundo sin Dios, vamos a la deriva por la nada infinita, sin un arriba y un abajo. Hay
que encender faroles en las madrugadas e inventar juegos sagrados para reemplazar a la
ceremonia religiosa. Finalmente se desataría la locura universal cuando nos diéramos
cuenta por fin de la verdad de lo que había hecho la humanidad al matar a Dios. Nietzsche​.
• Según las leyes de la ciencia, la materia no puede surgir por sí misma. Según la ciencia,
nada de lo que existe puede explicar su propia existencia. Libro de Kevin.
•Muchas personas intentan posponer su compromiso personal con Cristo dando por
sentado que si uno no puede probar algo de manera científica, no es cierto en consecuencia
(Josh y Sean Mcdowell, 1977). Pero no se dan cuenta que aparte del método científico (que
evalúa fenómenos bajo la experimentación y repetición de la observación) el método
histórico-legal (que evalúa tres testimonios: orales, escritos y pruebas tangibles) también es
capaz de hacer patente un hecho más allá de una duda razonable. Así que, aunque el
origen de la vida siga siendo un misterio, la única explicación satisfactoria para el origen de
esta vida orientada a las metas de reproducción propia como la que vemos en la Tierra es
una mente infinitamente inteligente (Flew y Vargese, There Is a God, p. 132). Por lo que no
se trata que la racionalidad del universo se ajuste mejor al teísmo. El nivel de conexión es
más profundo. Un universo racional es lo que se esperaría si Dios existe ()
•Uno de los problemas científicos más desconcertantes es el origen de la vida (el arjé), lo
que el químico Harvard George Whitesides describe como una de las grandes cuestiones
científicas que no se ha resuelto todavía. Lastimosamente, se nos ha enseñado que la
respuesta ante esta incógnita es la casualidad y la evolución, aún a pesar de que evidencia
científica apoya lo que ya Dios había dado a conocer a través de la Biblia.
•Dios muestra que: del agua salen seres vivientes y aves. La tierra produjo animales; del
polvo de la tierra, nació el hombre.
•​Así que, aunque el origen de la vida siga siendo un misterio, la única explicación
satisfactoria para el origen de esta vida orientada a las metas de reproducción propia como
la que vemos en la Tierra es una mente infinitamente inteligente (Flew y Vargese, There Is a
God, p. 132). Por lo que no se trata que la racionalidad del universo se ajuste mejor al
teísmo. El nivel de conexión es más profundo. Un universo racional es lo que se esperaría si
Dios existe (Josh y Sean Mcdowell, 1977).
•Es un tipo de partícula elemental que se cree tiene un papel fundamental en el mecanismo
por el que se origina la masa en el Universo. La confirmación o refutación de su existencia
es uno de los objetivos del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés),
el mayor y más potente acelerador de partículas del mundo que opera el Laboratorio
Europeo de Física de Partículas (CERN) en la frontera franco-suiza, cerca de Ginebra.
¿Por qué es tan importante el bosón de Higgs? Porque es la única partícula predicha por el
Modelo Estándar de Física de Partículas que aún no ha sido descubierta. El Modelo
Estándar describe perfectamente las partículas elementales y sus interacciones, pero queda
una parte importante por confirmar, precisamente la que da respuesta al origen de la masa.
Sin masa, el Universo sería un lugar muy diferente. Si el electrón no tuviera masa no habría
átomos, con lo cual no existiría la materia como la conocemos, por lo que tampoco habría
química, ni biología ni existiríamos nosotros mismos.
•Por ejemplo, al ver la obra de un artista, no vemos al artista en sí, sino destellos de sí
mismo; rasgos que muestran su persona. Lo mismo pasa con Dios: aunque a través de su
creación podemos ver rasgos de él, de su persona y carácter, nunca podremos verle a Él
mismo, porque sencillamente la totalidad de Dios nunca va a estar contenida dentro de su
creación.

Bibliografía:
Epoca antropologica o socratica
1. PRESENTADO POR GONSALEZ MARTINEZ ANGELICA ESTEFANIA RUIZ
SINISTERRA LEIDI TATIANA VILLALBA MINOTTA KAREN ANDREA
2. Dios y biología. La vida como punto de encuentro para el diálogo entre saberes. Germán
Roberto Mahecha C.
3. Wikipedia. Ciencia. Tecnología industrial II.
4. Teología práctica, cómo la fe cristiana explica el mundo. Alister McGrath.

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