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En palabras Llanes

Empezaron las clases… virtuales/presenciales

El pasado 30 de agosto, en todo el país, arrancaron las clases virtuales/presenciales. Lo escribo de


esta forma porque quien quisiera llevar a sus hijos a la escuela lo pudo hacer y quienes decidieron
que sus hijos/as tomaran clases en casa, también podrían hacerlo. El tema fue causa de muchos
debates, gente a favor del regreso y que era imposible estar siempre metidos en la casa, viviendo
en una burbuja y que los caminos de la vida no son como yo imaginaba, no son como yo creía,
bueno, aquí el presidente, no sé si en mofa o con qué pretexto, en sus ya hartas mañaneras, pidió
que le pusieran el video con la canción antes mencionada; otros por el contrario se opusieron a
llevar a sus hijos/as a la escuela porque, lo cual es cierto, la pandemia todavía no ha terminado y
quién sabe si algún día termine. Llevamos poco más de un año metidos en nuestras casas y no se
ve para dónde.
Sin embargo, la fecha llegó. Algunos padres/madres no tienen de otra más que mandar a
los hijos a la escuela por diversas razones «generalmente de trabajo» que, obligan, de cierta
manera, a mandar a los pequeños de manera presencial a la escuela, ello con todos los famosos
protocolos de seguridad e higiene, pero en la escuela si no se puede controlar una plaga de piojos
y pulgas, mucho menos se podrá controlar esto del Covid que parece no tener fin.
Por otro lado, ¿cómo le explico a mi hijo de tres o cuatro años que acude de manera
presencial a su guardería o preescolar, que no se abrace con tal o cual amiguito o amiguita, que no
se intercambie el cubrebocas, que no agarre la silla del compañerito o compañerita, en fin, que se
lave las mano ene cantidad de veces?, es imposible, por dios. Hay escuelas que ni siquiera cuentan
con los requerimientos básicos que exige el protocolo de sanidad para llevar a cabo las funciones
necesarias. ¿Cómo le explico a mi hijo que guarde su distancia si la sociedad misma «y lo he visto
en el super mercado cuando me toca ir por víveres y otros enseres domésticos», no guarda la
distancia…
Mi hijo va en tercero de preescolar, conoce las vocales, pero le hace falta trazarlas con el
lápiz y, a veces, se le olvida el orden en el que van y su nombre al tratar de identificarlas. En casa
hemos decidido que tome clases a distancia, vía zoom, así como varios de sus compañeritos/as.
Sin duda le han tocado días muy extraños. Las clases en línea si son para grados avanzados «yo
mismo doy clases en licenciatura» y son muy complicadas, ahora en preescolar son, además de
complicadas, un relajo. Todo en chiquerío tiene el micrófono abierto y, la maestra, por más que les
pide a los papás que lo desactiven, nada; aquello es un jolgorio de vocecillas incesantes que
quieren participar, que gritan, que los regañan, que están desayunando mientras toman la clase y
el regaño sale a la luz pública, que están papando moscas y la cámara así los capta. A nivel
licenciatura nadie quiere encender ni el micrófono ni la cámara, parece que uno le habla a nadie, a
veces. En preescolar es todo lo contrario. Los niños/as están ansiosos por participar, por encender
la cámara y ver a sus copañeritos/as que no han podido ver en casi poco más de un año de
pandemia.
Las clases, aunque sean todo un relajo, son demasiado divertidas oyendo la gritería de
todos/as aunque el aprendizaje quede en segundo término y a a pesar de que el educador o
educadora, haya planeado a la perfección su clase, porque los niños, las niñas son así,
espontáneos.
Así la vida en #DíasDePandemia, y por lo pronto no hay más. Ya irán a la propia escuela, al
salón de clases a pegar tremendos gritos, verse, abrazarse y sentirse que para eso somos
humanos…

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