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a) Parafrasea en una cuartilla completa (PDF) el cuento Esmeralda en el metro:

supe que se denominaba Esmeralda pues una vez pude sentarme a su lado. Ha sido en la estación Guerrero y
el gusto me duró poco porque ella bajaba continuamente en Balderas y yo seguía doce estaciones más, hasta
Urbe Universitaria. De lunes a viernes yo salía de la fábrica de chocolates a las 3 de la tarde. Me tomaba media
hora ingerir en una Fonda, una vez que no elegía los tacos callejeros de suadero y longaniza, y me internaba en
los túneles de la estación Basílica con los sabores de la grasa plenos en la boca. La primera ocasión que vi a
Esmeralda fue a fines de mayo. Lo recuerdo realmente bien pues aquel día cayó el primer chubasco de la
temporada.Esmeralda llevaba un paraguas bastante atractivo, con la figura del ratón Miguelito. Lo sacudía con
fuerza para quitar las renuentes gotas adheridas al cuerpo humano del roedor y apenas tuvo tiempo de cerrarlo
y entrar al vagón. Era bastante linda Esmeralda. Morena, de ojos grandes y negros y unos labios gruesos, rojos,
llenos de calor. Llevaba, en dicha primera ocasión, unas botitas de frente gris manchadas por la lluvia, mallas
verdes, falda gris bastante corta y suéter verde. La siguiente vez apareció con pantalón negro y suéter verde. La
siguiente vez apareció con pantalón negro y suéter azul celeste. El segundo encuentro-aunque es una
exageración mencionar encuentro- ocurrió 3 días después. En la estación Tlatelolco había logrado apoderarse
de un asiento pegado a la ventanilla y una vez que el ferrocarril salió del túnel a el sector iluminado, la descubrí
entre la población, con el paraguas del ratón en las manos.Mi vagón la abandonó atrás, no supe a qué distancia.
Quise descargar para instalarme en el vagón posterior y después, en todas las paradas, retroceder de automóvil
en coche hasta ofrecer con ella. Pero era tarde, ya sonaba el timbre anunciando que se cerrarán las puertas. De
todos métodos me levanté, listo para la salida y el nuevo abordaje en la siguiente estación: Hidalgo. Hidalgo es
estación de entronque y continuamente hay multitudes deseando renunciar a los vagones o entrar a ellos. Los
automóviles llevan unos letreros.Que exigen "Antecedente de entrar dejen salir''. Sin embargo, nadie hace caso.
Valiéndome de las amas naturales del matrero experimentado, empujón y codazo, logré meterme al automóvil
que seguía. En Juárez ha sido más simple pasar al otro, que recorrí sin hallarla. También Balderas es entronque
y se contienda, empero conseguí abrirme paso y a punto de entrar al vagón vi a Esmeralda escapando,
perdiéndose entre la acelerada muchedumbre que avanzaba por los pasillos. La vi de nuevo un martes. Sonaron
los timbres, las puertas iniciaron a cerrarse. Esmeralda, fugaz aparición, entró corriendo al andén y con gesto
rabioso se detuvo a 2 metros de las hojas de vidrio y metal que se aproximaban con desesperante lentitud y, de
esta forma, nos separaban. En los vagones, al lado de las puertas, hay unas pequeñas palancas rojas -rojas
como los rojos labios de Esmeralda- que tienen que ser manipuladas en caso de emergencia. Este, sin lugar a
dudas, era un caso de emergencia, como lo revelaba el furioso alargamiento de los labios de Esmeralda y, entre
sus dientes, la exclamación que la distancia o el descuido no me permitieron oír. Pero no me atreví a ocasionar
el diminuto escán- dalo de una detención brusca. Jueves. Esmeralda puntual, esperaba el convoy en la estación
Guerrero. Era un día claro y no llevaba el paraguas. Contra el pecho cubierto por el suéter verde de esmeralda
de la primera ocasión, apretaba una bolsa de lona que dejaba entrever el borde de un cuaderno. Puntual y
predecible-esta vez viajamos en el mismo vagón- desamparo en Balderas. Yo me había hecho mis câlculos -al
fin ayudante de contabilidad en la fäbrica de chocolates, egresado del CcH Sur y ahora en primer semestre en la
Facultad de Comercio- El trenecito metropolitano hace unos 8 min de la Estación Basílica a la Guerrero. Yo
abordaba,segundos más o menos, a las 3 y media, y por tanto Esmeralda se presentaba en el andén faltando
unos veinte min para las 4. Aquello indican las estadísticas.Decidí arriesgar. Lo cual desea mencionar que
aquella tarde en que supe su nombre no comí en la fonda ni me entretuve en los tacos. Entré a los túneles de la
estación Basílica quince minutos antes de la hora acostumbrada. Bajé en Guerrero antes de las 3 y media. Y
esperé. El cuerpo humano me olía a chocolate, pues la fábrica y sus alrededores huelen a chocolate, empero no
es un olor desagradable. Odio los chocolates, ya que en la fábrica premios y recompensas se otorgan en
chocolates. Empero hay gente que los aprecia. Esperé. Esmeralda apareció, precisa, una vez que mi reloj
marcaba 3:39. Me ubiqué a su lado y entramos juntos al vagón y entendí que era un día mágico ya que había 2
asientos desocupados, juntos. Uno lo tomó Esmeralda; el otro, yo. De La bolsa de lona sacó un libro que abrió
en páginas cercanas a la mitad y se puso a leer. No sé qué libro, empero alguna vez regresó a las páginas
iniciales y allí estaba su nombre: Esmeralda Ríos. Era, entendí, su modo de decirme cómo se nombraba. Los
encuentros sin lugar a dudas habían dejado una impresión en ella, quizás por el olor a chocolate. ¿Y ahora qué?
Esmeralda, mucho gusto, me moría de triunfas de conocerte.¿Trabajas o estudias? No me atreví a mencionar
nada.Saque del portafolios uno de mis libros de contabilidad y lo dejé abierto extenso rato donde aparecía mi
nombre, escuela, semestre. Ella, sin ofrecer siquiera una señal, se levantó y fue hacia la puerta. Estación
Balderas. Y mi ineludible destino era Ciudad Universitaria. ¿Qué malvada triquiñuela de la vida impedía que ella
estudiara en la Facultad de Negocio o, por lo menos, trabajara en la fábrica de chocolates? Una vez más en los
apasionados días que vinieron, olvidé la comida y antecedente de las 3 y media ya estaba en el andén de la
Guerrero.Veinte para las 4 y ella no aparecía, 10 para las 4, las 4, nada. Entré al vagón cerca- no y apenas lo
hice y se cerraron las puertas se dejó ver Esmeralda agitando el húmedo para-guas.Yo me encendi, seguro de
que se había retrasado sólo para castigarme y yo no merecia tanta violencia. ¿Qué culpa tenía quererla?
Canalla, malvada. Empero en Chicos Héroes comencé a justificar y una vez que el ferrocarril se detuvo en la
estación Eugenia era la lluvia la exclusiva responsable de la envoltura. Me quité el suéter, cubrí la caja y subí del
ratón. Y abajo Esmeralda. Y al costado de ella,los escalones de 2 en 2. Allí iba el paraguas retrasos y
malquerencias.Hallé a Esmeralda quizá 2 veces más previamente de la fecha fundamental. Este día importante
era de celebración estudiantil y la tarde me pertenecía. Uno de los compañeros me había preparado un
monumental corazón de chocolate macizo, del tamaño de un puño, cercano en magnitudes a un corazón
verdadero. Bajo el papel de estraza, palpitaba.Esperé en Guerrero con el corazón en una caja decorada con
moño rojo y etiqueta dorada. Arribó ella con unos minutos de retraso y subimos juntos al vagón atestado. Entre
tanta gente era imposible dar la caja y mencionar unas palabras, empero no había prisa. Como continuamente,
ella dejó a Balderas. La seguí. Subimos y bajamos escaleras para ubicarnos en el andén de la Línea Uno
dirección Observatorio. 6 estaciones hasta Tacuba-yayali otra vez a subir y bajar escaleras y recorrer pasillos,
ahora para transbordar hacia Barranca del Muerto, destino de Esmeralda.Llovía, diluviaba. Esmeralda se detuvo
frente a la escalera de la desembocadura, abrió el paraguas del ratón Miguelito e inició a subir. ¿Qué podía
hacer? No me importaba mojar me, sin embargo la caja de cartón no resistiría y me negaba a dar el corazón en
tan lastimosa abrazándola, él. jÉ!
Los seguí bajo la lluvia, los vi entrar al hotel. Luego, guarecido bajo un toldo, me eché a la espalda el suéter
empapado. La caja estaba intacta y dentro el corazón de chocolate había dejado de latir. Arranqué el moño,
coloqué la caja en el borde de la acera, me senté a un lado y presencié, con un deleite extraño, cómo iba
deshaciéndose la lluvia. De sus entrañas comen-zó a correr un agua de color café. La morena de ojos negros.
¿De verdad se llamaría Esmeralda? Aquello decía en la obra, pero nunca entendemos si los libros son
prestados.

b) ¿Por qué el narrador considera que un día de "tantos" ¿era mágico?

R:Porque en esos días veía a Esmeralda..

c) ¿Qué estaciones del metro dice el narrador que son de entronque?

R: Hidalgo y Balderas.

d) El narrador se queja: (completa lo que dice) "¿Qué malvada triquiñuela de la vida impedía…

R: que ella estudiara en la Facultad de Comercio o, al menos trabajara en la fábrica de chocolates?.

Realizado por : Cruz Cortes Diego Forlan

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