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INTRODUCCION

Comenzamos 2022, cumpliendo un año de las Visitas Guidas Gratuitas en el Cementerio San Jerónimo, y en
este primer encuentro, vuelvo a realizar uno de mis circuitos originales “Amores y Desamores en el San
Jerónimo”.

Este título se originó en el Cementerio de la Recoleta, donde un colega tenía ese circuito para contar las
historias de amor de personajes porteños.

Al llegar a Córdoba, comencé un trabajo de investigación desde 2011, y así fui recopilando información de
los personajes que yacen en el San Jerónimo.

Algunas son más conocidas por tener mayor difusión mediática y también por el boca a boca, que le va
agregando condimentos, como es el caso del relato del Mausoleo de Rita Warcalde, monumento funerario
utilizado por las dos esposas de José Del Viso.

Otros relatos tienen un dejo de intriga, también utilizados para señalar lo macabro o tenebroso. Yo prefiero
resaltar lo romántico y sus similitudes con otras historias de amor universales. Por ejemplo, el Mausoleo de
Rosario Arguello, y el epitafio de amor realizado por su enamorado. Leerlo nos transporta a París, al Père
Lachaise donde yacen Abelardo y Eloísa.

Así se suceden en el circuito, historias de amor de personajes conocidos y desconocidos.

Las hijas de Tomas Funes casadas con dos de los presidentes mas cuestionados de nuestra historia en el siglo
XIX, la dedicación de Juárez Celman y las infidelidades de Roca, son motivo de asombro para muchos de los
visitantes.

En este minibook, les contaré otras historias de amor que sucedieron en Argentina, algunas en Córdoba, otras
en Buenos Aires. Será la primera entrega de este año, donde también podrán escucharlas mis podcasts.

¡¡Los dejo con las historias y espero su devolución en mis redes!!

Graciela Pedraza
ERNESTO GUEVARA
&
MARIA DEL CARMEN FERREYRA

Un casamiento en Nueva Córdoba, fue el lugar donde se conocieron.

Ernesto había sido invitado por Pepe, el hermano de la novia. Su atuendo contrastaba con los trajes oscuro
del resto de los hombres. No había etiqueta ni lujos, pero si muchas ganas de celebrar en la casa de la familia
González Aguilar.

Todo transcurría alegremente hasta que se desató un diluvio, que obligó a entrar las mesas tendidas y
despedirse de la hermosa noche estrellada en octubre de 1950. Pasarían 17 años para que ese joven de traje
gris, con camisa celeste y corbata negra, se transformara en un personaje universal, admirado y denostado
por muchos.

Ernesto Guevara tenía veintidós años, y por esa época le decían Fuser. Era un típico apodo cordobés, que
apocopaba Furibundo Serna, de esa forma lo mencionaban sus amigos por su temperamento voluble e
irritable.

En esa noche de casamiento, nuestro Ché se encontraría con su primera novia.

María del Carmen Ferreyra, era apodada Chichina. Tenia 16 años y era la Luz del empresario Horacio Ferreyra,
su padre y de su hermano mayor, Horacio, a quien llamaban Cuco. Los Ferreyra eran una familia tradicional
cordobesa, y la casa donde vivían era llamada El Palacio. Tenían una estancia en las sierras donde pasaban el
verano y una de las fortunas mas grandes de la provincia de Córdoba.

Chichina era una joven bella, de cabello oscuro, alta y delgada, y muy seductora. Los chicos de su edad y
condición social, se rendían a sus pies. Tal vez por ello el encuentro con Ernesto significó encontrarse con
algo distinto a lo habitual.
Ella lo vió bajar de una escalera, y su andar la impactó notablemente. Desde ese momento no dejaron de
hablar de libros durante toda la noche. Le fascinó su físico, su carácter antisolemne. Su desparpajo en la
vestimenta. Sus zapatos usados comprados en tiendas de remates. Pero, aun así, él conservaba su sello de
clase: era un Guevara Lynch, por parte de padre y un de la Serna por parte de madre. Para los Ferreyra, era
una buena carta de presentación a pesar de la imagen.

Ernesto nació en Rosario, el 14 de junio de 1928. Los Guevara habían llegado a Córdoba a mediados de los
treinta, instalándose en Alta Gracia. En 1943, cuando Ernesto tuvo quince años, se mudaron a la Capital.
Además de papá Ernesto y mamá Celia, estaban los tres hermanos de Fuser: Celia, y Roberto nacidos en
Buenos Aires, y Ana María, nacida en Alta Gracia. Años después se agregaría Juan Martin.

Ernesto Guevara Lynch era un hombre que había fracasado en muchos negocios, que decidió mudarse a las
sierras para que su hijo mayor pudiera recuperarse de su asma. Celia de la Serna, era una ama de casa,
educada en francés como muchas hijas de familias patricias, que acompañó a su marido en su decisión.

Ambos jóvenes tenían relación con las familias más aristocráticas de la sociedad nacional: los Pueyrredón, los
Zavaleta y los Gainza, por parte de los Guevara, y los Otamendi, los Ortiz y los Gamas, por parte de los de la
Serna.

Esta familia aristócrata venida a menos, tenía ideas socialistas, y los amigos que hicieron en Córdoba,
compartían esa ideología. En Alta Gracia habían conocido a Juan González Aguilar, médico de Sanidad de la
República Española. Los padres del Ché, lo habían ayudado integrando los comités de apoyo a republicanos
y antifascistas.

Ernesto creció en ese ambiente, y se sumaron mas amigos a los Gonzales Aguilar: los hermanos Granados,
Tomas y Alberto, estudiantes antiperonistas, muchas veces presos por sus ideas.

El Fuser, estaba secretamente enamorado de Carmen González Aguilar, y fue invitado a su boda por las
relaciones familiares. Viajó para asistir a la fiesta. Allí conoció a Chichina, y ambos descubrieron todo lo que
tenían en común, a pesar de las diferencias de status económico.

No tardaron mucho en ponerse de novios, con muchas limitaciones: La distancia era su mayor complicación.
Ernesto cursaba el cuarto año de Medicina en Buenos Aires.

Viajaba para ver a su novia y para realizar las prácticas de enfermería en los buques de la marina mercante.
En ese primer tiempo de noviazgo las cartas eran muchas, algunas se conservan, ya que Chichina destruyó
varias en sus ataques de rabia amorosa.

Ernesto viajaba a Córdoba cada vez que podía y se alojaba en la casa de los González Aguilar o en Alta Gracia
con su amigo Alberto Granado.

Los jóvenes alternaban las visitas entre la casa de Cerro de las Rosas de Chichina y la estancia de los Ferreyra
en Malagueño, a mitad de camino de Villa Carlos Paz. Allí disfrutaban de cabalgatas, asados, y un poco de
futbol. En la sobremesa, el grupo de amigos, autollamados: Grupo Malagueño, hablaban de literatura,
política, o filosofía. Y escuchaban con admiración los relatos que Ernesto contaba sobre sus viajes.

El Fuser le propuso casamiento a Chichina de inmediato y la invitó a una larga luna de miel por América en
una casa rodante. Era un joven con ansias de conocer y viajar. Ya en 1949 había recorrido doce provincias en
su bicicleta a motor.

A María del Carmen la sedujo la aventura de ese viaje propuesto, pero su familia no lo aceptó. En diciembre
de 1951, Ernesto le escribe a Chichina que, a pesar de quererla mucho, no podía sacrificar su libertad interior
por ella.
Los Guevara eran una familia antiperonista a ultranza. Celia había estado detenida en 1947 y Ernesto padre
fabricaba en su casa bombas inofensivas. El Ché militaba en la FUA.

Ernesto ya tenía formada su ideología marxista y veía a Perón como el origen de todos los males, pero no
como el padre de su novia que era sabatinista y detestaba al General.

Así, las discusiones de sobremesa en Malagueño fueron muy intensas. Ferreyra era un industrial que sufría
en sus empresas la organización obrera instrumentada por el peronismo, y veía en los sindicatos la amenaza
del populismo. Ernesto tomaba esos temores para burlarse de manera incisiva.

Una noche en la estancia, después de cenar, el joven Guevara criticó con ferocidad al primer ministro
británico Winston Churchill y su política conservadora. Fue allí donde Ferreyra expreso su desagrado y se fue
del salón con un portazo. Para la familia tener un comunista cerca, era inaceptable.

El amor por Chichina era verdadero, pero la oposición de la familia de la novia hizo que Ernesto planificara
su viaje por América con su amigo Alberto Granado.

La ruptura fue inminente…

A pesar de ello, Chichina, a escondidas de sus padres participó en los preparativos de los jóvenes. Ellos
salieron el 29 de diciembre de 1951. Empezaron por el sur, para ir al norte. Comenzaron pasando Año Nuevo
en Buenos Aires, con la familia Guevara. Siguieron por la costa atlántica. Llegaron hasta Miramar donde
estaba Chichina con sus padres.

Ernesto compró un cachorro de ovejero alemán, que le regaló a Chichina el día de Reyes. Ella le puso por
nombre Come Back, tal vez por el deseo del regreso de su amor…

La llegada a la playa fue mal recibida. Los amigos de la joven, los trataron mal, burlándose y criticándolos. Y
se sumaron las discusiones encarnizadas.

A pesar de ello la pareja de enamorados disfrutaron de esos días de playa en Miramar. A dichos del propio
Ernesto, “fue una luna de miel con el sabor amargo de la despedida”.

El 14 de enero de 1952, el joven Ernesto reemprendía el viaje que lo llevaría a la inmortalidad con otro
nombre: El Ché.

Él fallecería en 9 de octubre de 1967 en la Higuera, Bolivia. Se recibió de médico, fue escritor y unos de los
ideólogos de la Revolución Cubana. Tuvo cinco hijos de diferentes amores.

Ella murió a los 87 años, fue bióloga egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, y toda su vida se dedicó
a la historia argentina y latinoamericana. Se casó con un medico pediatra y tuvo tres hijos. Falleció el 13 de
mayo de 2021. Había ingresado en el Hospital Privado de la Ciudad de Córdoba, para una operación cardiaca,
pero su cuerpo no resistió
SUSANA GRICEL VIGANÓ
&
JOSE MARIA CONTURSI

Esta historia de amor se desarrolla en dos ciudades: Córdoba y Buenos Aires.

José María Contursi conoció a Gricel en 1935. Siete años después le dedicó la canción que lleva su nombre.
Y terminaron juntos en 1967, luego de 32 años de espera

Podría haber sido el argumento de una telenovela O el de un radioteatro, pero la historia no sólo es muy real,
sino que se convirtió en un símbolo dentro del mundo del tango.

Susana Gricel Viganó, nació en Buenos Aires el 15 de abril de 1920. Falleció en Villa Allende el 25 de julio de
1994

Tenía quince años en 1935, cuando su amiga Nelly Omar la llevó a ver una actuación suya, en vivo, en el
auditorio de LS8 Radio Stentor. Era una de las 20 emisoras que había en la Ciudad, y su historia merece otro
episodio

Las chicas se conocían porque la familia Viganó había vivido un tiempo en Guaminí, provincia de Buenos
Aires, los pagos de Nelly.

Por entonces la joven Gricel estaba radicada en Capilla del Monte, Córdoba, donde sus padres tenían una
hostería y una estación de servicio. Su belleza impactaba: ya que su mamá era de origen alemán y ella había
heredado ese cabello rubio y unos bellos ojos azules.

En esa época, el locutor de la radio se llamaba José María Contursi, pero en la noche porteña lo conocían
como Catunga.

Era un verdadero dandy. Hijo de Pascual Contursi (uno de los pioneros del tango canción)
José María había heredado aquella capacidad para escribir versos.

Tenía 24 años, estaba casado con Alina Zárate y era papá de una nena.

Sin embargo, cuando le presentaron a Gricel, su vida cambió para siempre.

Dicen que aquello fue de ida y vuelta porque la chica también quedó encandilada con ese joven de buen
“empilche” y buena “parla”. Pero ella se volvió a Córdoba y él siguió en Buenos Aires. Algunos cuentan que
hubo cartas entre ambos.

En 1938, Catunga tenía problemas de salud y otra vez Nelly Omar fue quien le sugirió ir un tiempo a las sierras
para recuperarse. Obviamente, el lugar era Capilla del Monte, en la hostería de los Viganó.

El romance se hizo realidad, pero fue de corto alcance: él se volvió a su ciudad; ella vio que su ilusión se
rompía como un cristal.

Entonces, empezó el calvario…

En 1939 José María escribió:“Quiero verte una vez más” (donde afirma que ansía morirse para olvidarla).

Fue el comienzo para una serie de angustias que están en sus obras.

De 1941 son:

“En esta tarde gris” (Qué ganas de llorar en esta tarde gris/ en su repiquetear la lluvia habla de ti),

“Sin lágrimas” (Ya ves, mis ojos no han llorado / para qué llorar lo que he perdido/ pero en mi pecho
desgarrado, sin latidos, destrozado/ va muriendo el corazón) y

“Toda mi vida” (No sé por qué te perdí/ tampoco sé cuándo fue/ pero a tu lado dejé toda mi vida/ y hoy que
estás lejos de mí y has conseguido olvidar/ soy un pasaje de tu vida nada más ).

En 1942 el lamento por aquella mujer ya tuvo su nombre. Compuso Gricel

La joven siguió con su vida y en la clásica Confitería del Plata de la ciudad de Córdoba, Gricel conoció a Jorge
Camba con el que contrajo matrimonio en 1949.

Tuvieron una hija, Susana Jorgelina, pero hubo un problema: Camba también era afecto a las faldas y la
abandonó en uno de sus frecuentes viajes al Chaco uniéndose a Vilma Rabez.

Gricel endureció su corazón y contuvo su llanto. Había heredado el fuerte carácter alemán de su madre. Sus
días transcurrían aplicados a la educación de su hija, al dictado de clases de telar en dos colegios.

Un año después, aparecían “Sombras nada más” y “Cada vez que me recuerdes”.

Y en 1945 “La noche que te fuiste” y “Garras”.

Gricel seguía presente pero lejos.


En 1957 Catunga quedó viudo: murió la mujer con la que había tenido cuatro hijos.

Gricel también estaba sola: su marido la había abandonado.

En 1962, el bandoneonista Ciriaco Ortiz actuó en Capilla del Monte y le contó que José María estaba sin pareja
y viviendo en una gran depresión con mucho alcohol.

Gricel vino a Buenos Aires y el reencuentro fue una realidad.

Se casaron en Córdoba el 16 de agosto de 1967: él tenía 56 años; ella, 47.

Fue una ceremonia religiosa porque ella sólo estaba casada por civil.

El matrimonio duró hasta el 11 de mayo de 1972 cuando Contursi, abatido por los rigores de su vida anterior,
murió en ese pueblo cordobés en el que se habían instalado para siempre.

Sus restos se encuentran en el panteón de SADAIC.

Gricel vivió dos décadas más, en Villa Rivera Indarte, en las cercanías de Villa Allende, en una casa rodeada
de palmeras y vegetación. En la casa vecina, residió su hija Susana.

Gricel tenía diagnosticada leucemia. No pudo vencer a la muerte, pero sí venció al dolor.

Falleció el 25 de julio de 1994 víctima de un derrame cerebral.

Sus cenizas reposan en Villa Rivera Indarte, Córdoba.

Algo más en esta tierna y dramática historia:

Jorge Camba y Vilma Rabez volvieron a Córdoba viviendo en la casa de Susana o sea al lado de la de Gricel
durante dos años antes de la muerte de ésta y en una rara y perfecta armonía.

Camba, por su parte, falleció en 1996.y Vilma Rabez continuó viviendo en esa casa.

Hoy se puede visitar la Hostería La Atalaya, en Capilla del Monte y ver las fotos de los enamorados.
ADA FALCON
&
FRANCISCO CANARO

Sus ojos verdes dejaron de ver este mundo el 4 de enero de 2002 en el interior de un asilo religioso.

Fue justamente la religión la actividad en la que Ada Falcón se recluyó en 1942 cuando decidió abandonar la
música y su vida de lujos.

Fue franciscana y dijo haber sentido a Dios y que por eso desapareció de la vida pública cuando más se la
requería. Murió a los 96 años de causas naturales, en Córdoba.

Las versiones sobre los motivos por los que se alejó de la fama vinculan a Francisco Canaro como responsable,
con quien compartía algo más que trabajo.

Se cree que la relación que mantenían la dañó tanto que tras ponerle ella misma un final, su única opción fue
la reclusión, primero en su casa de Palermo, luego en la religión, al punto de dedicarse de lleno a ella y
recluirse en un convento junto a su madre.

Ante los ojos ajenos lo tuvo todo: la fama y el dinero que la igualaban a las estrellas estadounidenses del
momento, era respetada y se impuso a fuerza de talento en un mundo ganado por hombres.

Aída Elsa Ada Falcone nació, en Buenos Aires, el 17 de agosto de 1905. El lugar exacto de su natalicio fue la
estancia Los Paraísos, ubicada en Ituzaingó. Esa zona del oeste, en aquellos tiempos, era rural, despoblada y
considerada muy alejada de la ciudad. A la pequeña, las luces porteñas despertaban fantasías. Misteriosas
ilusiones. Su padre era un estanciero acomodado. Sus dos hermanas, Amanda y Adhelma, también quisieron
incursionar en el mundo del canto, pero no obtuvieron la notable repercusión de Ada. Hasta se dijo que una
de ellas se quiso hacer pasar por la gran diva para poder cobrar algo de dinero. Leyendas. La tragedia las
marcó a todas desde muy chicas: antes del nacimiento de Ada, su padre falleció cuando se encontraba, por
negocios, en París.
Más allá de los dolores, la pequeña Ada tuvo una infancia feliz dado que Cornelia, su madre, la estimuló en
su vocación artística. A los 4 años debutó como Joyita Argentina en la Asociación San Vicente de Paul.

A los 14, participó de El festín de los caranchos, debutando precozmente en el mundo cinematográfico. En
aquellos tiempos, ya había interpretado tonadillas en el Teatro Apolo. Lo suyo era estar frente al público.

Ante decidida vocación, su madre, con buen tino, le buscó un nombre que tuviese más impacto mediático y
empatía con las letras de molde de los diarios. Así nació el Ada Falcón.

La pequeña, debido a sus compromisos artísticos, debió cumplir con su escolaridad de modo extracurricular
y con maestras que le dictaban clases en su casa de manera libre. Su carrera artística fue muy breve, tan corta
como trascendente.

El 15 de julio de 1925 grabó su primer material discográfico. Osvaldo Fresedo estaba al frente de la orquesta
que la acompañó. Ada ingresó al mundo de la música por la puerta grande, con El sello era RCA Víctor, una
de las compañías más importantes del momento.

Ada fue una de las que posibilitó el ingreso de la mujer a un mundo de hombres. Aunque también libraban
batalla figuras de la talla de Azucena Maizani y Rosita Quiroga. Se dice que Ada fue la tercera mujer en grabar
un disco en nuestro país.

El cine, rápidamente, le dio un lugar, pero no tan estelar como el que obtuvo en el mundo de la música. Filmó
poco, solo tres películas la contaron en sus elencos: a la mencionada El Festín de los caranchos le siguieron Tu
cuna fue un conventillo en 1925 y, en 1934, Ídolos de la radio.

El incipiente teatro de revistas y el varieté la contaban como una de las figuras que más público atraía hacia
las boleterías.

1929 no fue un año más. Ya concluido su ciclo con el prestigioso pianista Enrique Delfino, durante aquella
temporada comenzó a trabajar junto a uno de los músicos más renombrados del momento: Francisco Canaro,
con el que escribió páginas gloriosas de la música popular y tejió una historia privada que la sumió en un
dolor del que jamás sanó.

El 24 de julio de 1929, Falcón grabó "La morocha" con la orquesta de Francisco Canaro. El aluvión de pedidos
para que sumaran títulos no tardó en llegar: la dupla se había puesto de moda. Además, Ada también era
muy convocada para presentarse, en vivo, en la radio, el medio masivo por excelencia en un mundo sin
televisión. Splendid, Stentor, Belgrano y El Mundo fueron algunas de las emisoras que la contrataban con
asiduidad.

Su cachet se iba engrosando rápidamente. Aquella Ada de las tonadillas españolas se estaba convirtiendo en
la gran estrella nacional. Se dice que, en su momento de mayor apogeo, fue la figura que más facturó,
superando la cifra de estrellas masculinas, toda una rareza para un mundo en el que la mujer iba un paso
detrás del hombre.

Era mezzosoprano y eso le confería una identidad muy especial a su interpretación. Los sellos grabadores se
la disputaban. Luego de la Víctor llegó el contrato millonario con Odeón.

Si "La pulpera de Santa Lucía" fue uno de esos caballitos de batalla que el público siempre le pedía, todo sería
poco ante el suceso de "Yo no sé qué me han hecho tus ojos", un tema no nacido para masividad que, en boca
de ella, sonó y bien. Había detrás un sentimiento que avalaba la profunda interpretación.

Aquel vals, que Canaro compuso para ella, se estrenó en el film Ídolos de la radio, el que compartió cartel
con Tita Merello e Ignacio Corsini.

El vínculo entre Ada y Canaro nació rápidamente. Se vieron, se gustaron y comprobaron que, además de
amor, había mucha piel. Los músicos eran testigos de miradas y frases. Aunque todo se expresaba con notable
discreción. Era el secreto a voces. Y todos lo respetaban, incluidas las revistas de farándula que solían
proteger a sus estrellas.

Ada era la gran estrella del star system local. Sin embargo, su vida se debatía entre el amor desmesurado,
carnal, de impulsos primarios, y la tristeza de no sentirse correspondida.

La "querida", la "otra": eso era, a su pesar.

Ada vivía en una mansión del hoy llamado Palermo Chico. Precursora en todo, fue una de las primeras
mujeres en manejar. Tenía una flota de automóviles muy costosos con los que solía recorrer la noche
porteña. Y hasta se dejaba llevar por la aventura de salir por Libertador en busca del norte bonaerense.

Vestía bajo el estricto mandato de la moda europea. Su guardarropa era exclusivo. Un plantel de personal
doméstico se ocupaba de todo en su casa. Se decía que ella jamás atendía el teléfono y que solo estaba
disponible para Canaro.

Era algo parca, aunque no tanto como su colega Tita Merello. Ada era una diva. El público nada sabía de su
vida personal hasta que, a pesar de la discreción de los medios, la noticia del romance prohibido comenzó a
circular con fuerza.

Sobre ella se construyeron mil y una historias. Su silencio hizo que el mito se agigantara. Se dijo que la mujer
de Canaro, de nacionalidad francesa, le había aceptado el divorcio, pero el músico se negó por no querer
repartir su patrimonio. La leyenda sobre los amoríos entre Canaro y Adhelma, una de las hermanas de Ada,
corrió como reguero de pólvora. Como suele suceder ante tamañas figuras, la mitología, con aires de tragedia
griega, fue sumando condimentos y capítulos. El más espeluznante da cuenta de un encuentro sorpresivo.
Fue vox populi, aunque nada asegura su veracidad, que la mujer de Canaro habría sorprendido a Ada sentada
en la falda de su marido. Ante semejante fotografía, la esposa del músico habría sacado un arma de su cartera
para poner fin a esa relación extramatrimonial que amenazaba la paz de su familia. Lo cierto es que Canaro
y Ada jamás pudieron formalizarse, a pesar de los pedidos de ella.

La cantante estaba realmente enamorada de él. Los encuentros sexuales eran apasionados. El
entendimiento, entre ambos, era único. Y el vínculo laboral exitoso y fluido. Jamás discutían. Sin embargo, él
no se atrevió a dejarlo todo para vivir con Ada el amor en libertad.

La vida de Ada se había convertido en una verdadera tortura. Ni la fama, ni los millones de su cuenta bancaria,
ni los lujos que la rodeaban eran suficientes. Se recluía en la suite que ocupaba en su mansión porteña
durante días enteros a llorar y lamentarse. La foto de Canaro enmarcaba su cama de dos plazas, ese mismo
portarretratos que, más de una vez, arrojaba al piso ante un llanto desconsolado. Estaba harta de compartir
a Canaro, y también de las promesas incumplidas.

En 1935, estando en la cima de su carrera, comenzó a alejarse del mundo. La primera decisión fue no
presentarse más en público. Esto motivó que Radio El Mundo la confinara a actuar en un estudio más
pequeño sin la mirada de sus fanáticos. En aquellos tiempos, las emisoras contaban con plateas para que los
oyentes pudiesen presenciar las transmisiones en vivo.

El 28 de septiembre de 1938 resolvió concluir con su dupla artística con Canaro. Toda una decisión. A medida
que transcurría el tiempo, fue espaciando sus presentaciones. Y hasta llegó a cantar, cortinado de por medio,
para no tener contacto directo con sus músicos. Fobia a mostrarse y aversión por los hombres. La herida por
el amor no correspondido comenzó a minar seriamente su equilibrio emocional y a diezmar su carrera
profesional.

En 1942 grabó un último material, paradójicamente con tangos de Francisco Canaro e Ivo Pelay. "La
Emperatriz del Tango", como se la bautizó, comenzaba a despedirse de la vida pública para siempre.
"Soy la morocha argentina, la que no siente pesares, y alegre pasa la vida con sus cantares". Aquellos versos
de la primera canción que grabó con Canaro en 1929, ya sonaban absurdos.

"Tuve una visión maravillosa del Señor y no vacilé un instante en dejarlo todo y recluirme en las sierras con
mamita, en un convento franciscano, y vivir con humildad", confesó en uno de los pocos reportajes que
concedió.

Cuando Falcón decidió dejarlo todo, el destino escogido fue un humilde chalet en la provincia de Córdoba.

Allí, en Salsipuedes armó su nueva vida. En medio de las sierras cordobesas, los vecinos que la cruzaban no
podían dar crédito que semejante estrella transitase, como una más, las calles del lugar.

Cuando su madre murió, decidió profundizar su ostracismo. Totalmente ensimismada en un sentimiento


místico, se recluyó en un convento del que nunca más se alejó. La senilidad fue minando su cabeza. Las
religiosas del lugar afirmaron que jamás cantó, que, por momentos, negaba su identidad, y que aseguraba
que no sabía leer.

En el documental de Sergio Wolf y Lorena Muñoz, “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, se la vio,
públicamente, por última vez. Muy avejentada conversó con el director e investigador obteniendo
declaraciones finales.

Ada Falcón lo tuvo todo, pero decidió escapar para no sufrir más. El llamado de su Dios y un corazón herido
que la acompañó hasta su muerte impulsaron la osada decisión. Allí, ante el olvido de la opinión pública, en
una vida de clausura, austeridad y misticismo transitó la mitad de su vida. Aquellos ojos que se cerraron a los
96 años. Allí, en el hogar de ancianos de Molinari, localidad cercana a Cosquín, rodeada de imágenes,
recuerdos del desamor.

La casa de Salsipuedes, ubicada en Entre Ríos 10, de estilo Art decó-racionalista, fue convertida en el museo
en el que reposan los pocos objetos que formaban parte de su patrimonio cuando se alejó de la fortuna y los
lujos.

Los restos de Ada descansan el panteón de Sadaic en el Cementerio de la Chacarita. A pocos metros, yacen
los de Francisco Canaro. Así en la vida, como en la muerte…
FELICITAS GUERRERO DE ALZAGA
&
SU TRISTE DESTINO

Hoy conoceremos la historia de Felicitas Guerrero de Alzaga, una joven que, con sólo vivir 25 años, quedó en
la historia porteña como una leyenda, y un hecho increíble para la época, pero lamentablemente muy común
en estos días…

El día 26 de febrero de 1846 en medio de una fuerte tormenta, nacía Felicia Antonia Guadalupe Guerrero y
Cueto, la criatura más hermosa que se haya visto, quien desde ese día sería llamada Felicitas.

Era hija de Carlos José Guerrero y de Felicitas Cueto y Montes de Oca, familia comerciante de la sociedad
porteña. Dueños de extensas tierras en el interior de Buenos Aires

La joven creció y la prensa escribía que Felicitas “es la mujer más hermosa de la república, muy cortejada por
los jóvenes de las familias más aristocráticas de Buenos Aires”

Es así que alrededor de sus 15 años la pide en matrimonio, Don Martín Gregorio de Álzaga, uno de los
hombres más ricos del país, pero con 51 años y 4 hijos naturales.

Felicitas rogó a sus padres que no la entregaran a un hombre que no quería y que podría ser su abuelo, pero
en aquel tiempo la decisión de un padre pesaba más que los deseos de una niña.

La boda se celebró con toda pompa en la Iglesia de San Ignacio, ella la adolescente más hermosa, él, el
anciano más rico.

En 1866 nace el primer heredero legítimo de Don Álzaga. El destino y las pestes de aquella época hizo que el
niño enfermera de fiebre amarilla y muere 3 años después. Felicitas estaba embarazada de su segundo hijo
y el dolor la agobiaba, su abuela Catalina Montes de Oca de Cueto también fallecería dos meses después en
su quinta de San Isidro.

1870 será un año de más pérdidas para la joven. En marzo Don Martin fallece luego de una terrible depresión.
A pocas horas de nacer, muere su segundo hijo.

Muy joven, la hermosa Felicitas, se encuentra viuda, desconsolada y con una inmensa fortuna.

En el transcurso de ocho meses, mueren sus dos hijos su marido y su abuela materna.

Luego de un riguroso luto, acostumbrado en la época, Felicitas comenzó a asistir nuevamente a las reuniones
sociales.

Era famosa por su encanto, dulzura, buen carácter y su incomparable belleza, tal es así que fue denominada
“la joya de los salones porteños”.
En una de esas reuniones conoce a Enrique Ocampo quien le declara su amor. A partir de ese momento
empezó a acosarla con su presencia en todos los lugares a donde ella concurría.

En un principio Felicitas se sintió halagada, pero luego le pareció frívolo, desubicado y por último hasta le
fastidiaba su presencia.

Él la sentenció diciéndole: “Si no me permite ser el sol de su amor, seré su sombra” ... palabras que parecían
ser reveladoras del trágico final…

En noviembre de 1871, Felicitas se dirige a su estancia “La Postrera”, pero su carruaje queda estancado en el
barro. En medio de la tormenta, aparece su vecino, Don Samuel Sáenz Valiente, quien la invita a protegerse
en su estancia cubriéndola de atenciones y halagos.

La elegancia y distinción del joven enamoran perdidamente a Felicitas.

Pero el destino ya estaba marcado para ella, el 29 de enero de 1872, estando en su quinta de Barracas para
celebrar su compromiso, le anuncian que Enrique Ocampo estaba esperándola.

Felicitas lo consideró inoportuno y no quería recibirlo, pero al final, para evitar un hecho violento decide
atenderlo y expresarle que no era bienvenido en su casa.

Hay varias versiones de cómo sucedieron los hechos y qué fue lo que se dijeron.

Algunos historiadores dicen que le dijo: -¡Serás mía o no serás de nadie!- Y ante la huida de la joven, le disparó
por la espalda.

Tampoco se sabe a ciencia cierta qué ocurrió después, pues se escuchó otro disparo, algunos afirman que
Ocampo le disparó a De María, el primo de Felicitas; otros que se produjo una pelea entre ambos y el arma
se disparó, matando a Ocampo.

La versión oficial que dieron los padres de Felicitas es, que luego de dispararle a su hija Ocampo se suicidó.

El proyectil que había herido mortalmente a la muchacha había ingresado por arriba de su omóplato derecho
y había afectado la columna y el pulmón. Felicitas agonizó unas horas y falleció en la madrugada del día
siguiente, 30 de enero. Fue velada en la casa familiar, en el barrio de San Telmo y enterrada en el Cementerio
de la Recoleta en la bóveda de la familia Álzaga.

Las crónicas de la época cuentan que los cortejos fúnebres de Felicitas y Enrique Ocampo se cruzaron en la
puerta del Cementerio.

Los padres de Felicitas, desconsolados, mandaron construir una iglesia en el lugar donde la habían matado.
Así nació el 30 de enero de 1875 la iglesia de Santa Felicitas, frente a Plaza Colombia, en Barracas. Construida
en estilo ecléctico con gran influencia del neogótico alemán.

Es la única iglesia que posee esculturas seglares, Felicitas con su hijo y otra de su esposo.

Otro dato curioso es que en esta iglesia no existen ni casamientos ni bautismos. Solo se dan misas y
confesiones, además de las visitas guiadas.
Cada 30 de enero, gran cantidad de pañuelos blancos amanecen anudados a las rejas de la iglesia, dejados
allí por manos anónimas para secar las lágrimas de Felicitas. Algunos dicen que puede verse el fantasma de
la joven por la noche…

La muerte de Felicitas también afecto la vida de su primo Cristian De María, quien dedicó su carrera al
derecho. Su tesis doctoral, en 1875 fue “La condición civil de la mujer”. Quizá por los momentos traumáticos
vividos o tal vez el amor secreto hacia su prima, hicieron que De María tratara de llamar la atención hacia el
primer femicidio famoso de la época.

Hay vidas que nacieron para ser leyendas. Hay leyendas que son historias. Hay historias que se escapan de
los libros y de las películas y siguen su peregrinar lento por el tiempo.

Así nos acompañará la historia de esta bella joven con un destino de amor, de locura y de muerte.
RAUL BARON BIZA
&
MYRIAM STEFFORD

La historia del Barón Biza me apasiono desde niña… Cuando venia a vacacionar a Córdoba, los paseos
veraniegos por Anisacate, permitían que viera ese monumento al costado de la ruta. Allí era cuando mis
primos y tíos relataban hechos macabros y maldiciones eternas.

Cuando me mudé a Córdoba, comencé mi investigación, y así aparecieron muchos contactos que ayudaron
a poner en claro muchos mitos sobre este hombre.

Contare las historias de sus dos esposas, y sus trágicos finales

Primero comenzare a “derribar mitos”. El primer mito de este hombre es considerarlo un noble….

En realidad, su nombre era Raúl Carlos Barón Biza, de ahí, que del boca en boca, fue asociando el nombre
Barón Biza a un noble europeo

Este enigmático hombre, nació a fines del siglo XIX, el 4 de noviembre de 1899, en la ciudad de Buenos Aires.

Fallece en la misma ciudad, de forma trágica, el 17 de agosto de 1964, a la edad de 64 años…

Fue el hijo menor de los 5 hijos de Wilfrid Barón y Catalina Biza, propietarios de grandes latifundios en la
provincia de Córdoba, en su mayor parte en la ciudad de Alta Gracia.

El Barón, desde su juventud, incursionó en política apoyando al líder radical Hipólito Yrigoyen, contrariando
a sus padres, ya que no era habitual que la clase oligarca fuera partidaria de un partido populista.
Esta actitud desafiante del Barón, también la extendió a la literatura… su libro el Derecho de Matar, se
convirtió en su obra más famosa, criticada por su contenido filosófico-moral y también erótico.

El derecho de matar, una novela pornográfico-filosófica en la tradición del Marqués de Sade. Se cuenta que
el libro estaba revestido en plata y en su portada aparecían una calavera y una guadaña ensangrentada. En
su interior tenía ilustraciones Art-decó del dibujante Teodoro Piotti. Barón Biza hizo enviar uno de los
ejemplares al Vaticano, mofándose del Papa con estas palabras:

"Para que tus porteros lo dejen pasar, para poder atraer tu atención, para que él sea una nota
relevante de brillo en el salón entristecido de tu biblioteca oscura; he revestido de plata su
portada".

El Derecho de Matar cuenta la historia de Jorge Morganti, su hermana Irma y su amante Cleo. El relato es
intencionalmente desparejo. En él, la artificialidad y el exotismo van tejiendo una narración sesgada por
reflexiones filosófico-morales que oscilan entre el erotismo tradicional y una nueva forma creada por la
aguda sensibilidad de Barón Biza.

El Barón Biza, fue uno de los que precursores en el cultivo del olivo en Argentina. También organizó la
explotación de minas de wolframio y bismuto, en el Noroeste del país.

Pero donde se destacó, y por lo cual muchos recordamos al Barón Biza, fue por su mala suerte en temas de
amor…. Se enamoró dos veces, y lamentablemente, como una condena… esos amores terminaron
trágicamente….

Su posición económica, le permitía vacacionar y divertirse en Europa… En uno de esos viajes, estando en
Venecia, conoce a una actriz suiza, y se enamora perdidamente.

Ella era Myriam Stefford.

Se casaron en la basílica de San Marcos, el 28 de agosto de 1930. Tenía 25 años y el barón 30 años. Ella
abandonó su carrera de actriz para radicarse en Argentina. Debido a su juventud, no tenía una gran carrera
artística.

La pareja alternaba entre su residencia porteña, con la estancia Los Cerrillos en Alta Gracia…

A la vida alocada que llevaba la pareja, se le sumó la gran pasión de Myriam por la aviación… Es así que el
Barón la consiente, comprándole un monomotor, con la intención de recorrer las provincias del país.

Myriam fue una de las primeras mujeres piloto de Argentina.

Dos días antes del primer aniversario de boda, el 26 de agosto de 1931, Myriam participa de un raid aéreo,
cuando su avión cae en la provincia de San Juan.

El dolor del Barón Biza, lo llevo a construir, un monumento para recordar a su amada…
Podemos ver desde la Ruta Nacional Nro. 5, un obelisco de 82 m de altura. Sobre este mausoleo también se
tejen muchas historias…

Bajo su base de granito, mármol, y hormigón, se encontraban los restos de la amada, con una inscripción que
decía..

Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que, en su audacia,

quiso llegar hasta las águilas.

Debido al mito de que junto a sus restos se encontraban las joyas de la aviadora, durante muchos años, hubo
quienes saquearon el Mausoleo.

Hoy este mausoleo, fue restaurado por los propietarios, y puede accederse a través de un camino.

Es el mausoleo más grande de Argentina y también en Latinoamérica. Se encuentra en Alta Gracia, a 30 km


de la ciudad de Córdoba.

En la cúspide de la torre hay cuatro ventanas a las que se accede por una escalera y una escotilla en la parte
superior; hay que agregar que en la parte central de la torre, cuenta con un balcón que servía a modo de
descanso para quienes intentaban llegar hasta la parte más alta del monumento.

Hay un proyecto presentado en la legislatura, para convertir este icono de Córdoba en un parque temático.

El predio de diez hectáreas pertenece a una empresa privada, denominada Las Peñas SA.

Un descendiente del Barón Biza, hijo de María Cristina Barón Biza Sabatini, presentó una demanda ante la
justicia para reclamar la propiedad, por el predio donde se ubica el mausoleo. No reclama el campo, sino, el
monumento.

Tras esa disputa, fue hecho lugar al pedido de la legislatura y expropiar el inmueble, para sumarlo como sitio
de turismo sustentable, abierto al público, y conservado como patrimonio provincial.

Pero la historia del Barón no culmina con este dato… hasta su muerte seguirá dando motivos para que todos
nos acordemos de él…

De hecho, se filmó un documental con la historia de este amor: Agosto Final

El realizador, Eduardo Sánchez, es nieto de la novia del piloto que falleció junto a Myriam.

El documental, aclara sobre muchos mitos, y los silencios que pesaron sobre la muerte de la aviadora.

Uno de esos mitos, fue la teoría del sabotaje realizado por el Barón en el avión de Myriam, por sus sospechas
de infidelidad.

Estos mitos, fueron construyéndose casi un siglo, y hoy tienen muchos adeptos.
RAUL BARON BIZA
&
CLOTILDE SABATTINI

Raúl Barón Biza (1899 - 1964), escritor maldito, millonario excéntrico, empresario, político yrigoyenista,
rebelde, anarquista, revolucionario, defensor de la libertad sexual, anticlerical.

Aparece una nueva mujer en la vida de Barón Biza… a los 4 años de enviudar.

Rosa Clotilde Sabatini, hija del médico y político radical Amadeo Sabattini, cursó sus estudios primarios y
secundarios graduándose de maestra normal para luego ir a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires, dónde se tituló como Profesora de Historia.

Por sus excelentes notas le fue concedida una beca en Suiza para realizar estudios sobre los métodos
educativos y pedagógicos europeos.

Mientras estudiaba en Europa contrae matrimonio con 17 años con el poeta y estanciero Raúl Barón Biza.
Corría el año 1935. La diferencia de edad entre ambos era de 20 años.

De ese matrimonio nacieron tres hijos: Carlos, Jorge y Cristina.

El matrimonio se dedicará a la política y educación

Raúl
 Financió las primeras campañas del Partido Radical. Interceptó un tren para quienes quisieran
acompañar al cortejo fúnebre del presidente Yrigoyen, vistiendo de luto el tren y colocando la imagen
del líder en el frente.
 Estando en la cárcel consiguió el mejor champagne para brindar con los demás convictos en la noche
de Navidad. Se batió a duelo numerosas veces. Realizó huelgas de hambre. Publicó instrucciones
detalladas sobre cómo fabricar bombas y granadas.
 Celebró una fiesta para conmemorar la inmigración, ambientando su casa como un barco. Sus amigos
debían acudir disfrazados de mendigos y prostitutas. A su vez recorrió el puerto de Buenos Aires
invitando verdaderas prostitutas y mendigos. El estado argentino le inició varios juicios por
inmoralidad.

Clotilde

 En 1940, regresa al país y es detenida por orden del gobierno militar, y encarcelada en la prisión de
mujeres. Luego de ser liberada, se exilió junto a su marido en Montevideo.
 En 1949 presidió el Primer Congreso Nacional de Mujeres Radicales, siendo nuevamente perseguida,
pero esta vez por el gobierno de Juan D. Perón, tomando un claro desafío en contra de Evita.
 En 1953 vuelve a huir a Montevideo, en donde colaboró con las publicaciones hasta llegar a dirigir el
periódico Semana Radical.
 De regreso a la Argentina, el presidente Arturo Frondizi la designa, en 1958, presidenta del Consejo
Nacional de Educación.

Los sucesos violentos se repetían en la vida de Barón Biza sumiendo en la desesperación a su familia. La
relación de Raúl y Clotilde era tortuosa, no podían estar juntos, pero tampoco podían estar separados, así lo
afirma su hijo Carlos.

Finalmente, Clotilde solicita a su marido el divorcio y para ello se reúnen en su departamento de Buenos
Aires, junto a sus abogados.

Delante de ellos, Barón Biza se levanta, se dirige a un mueble… se acerca a Clotilde… y le tira en la cara de su
esposa una copa de ácido.

A pesar de los esfuerzos médicos el ácido deforma manos, cara, brazos y pecho de Clotilde. Mientras ella es
atendida en el Hospital, él regresa a su departamento y se suicida.

Era 1964, Clotilde tenía 44 años.

La vida de Clotilde, desde ese ataque se convirtió en un tormento físico y psicológico. Los médicos de
Argentina y Europa, adonde viajaba con sus hijos, no pudieron ayudarla.

En 1978, se suicidó arrojándose al vacío desde el mismo departamento donde ocurrió todo.

Jorge Barón Biza escritor, se suicida en Nueva Córdoba en el año 2004, años antes se había suicidado Cristina.

El recuerdo del Barón Biza se encuentra en Córdoba y en Buenos Aires

Córdoba con el mausoleo a su amor eterno, y en Buenos Aires, en el Parque Barón, en la localidad de Lomas
de Zamora.

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