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Tema I - Derecho Civil II - Obligaciones (Uned)
Tema I - Derecho Civil II - Obligaciones (Uned)
EL DERECHO DE OBLIGACIONES
Se entiende que el Derecho de obligaciones, es aquella parte del Derecho Civil, que se encarga
de las relaciones jurídico-privadas, en su aceptación más estricta. Aunque en un sentido más
amplio, la expresión Derecho de obligaciones, comprende las obligaciones en general, la teoría
del contrato, la regulación de las distintas figuras contractuales, el estudio de los cuasicontratos y
la consideración de la responsabilidad civil.
Estas materias se encuentran reguladas en nuestro Cciv, en dos partes:
• El régimen general de las obligaciones (Arts. 1088 a 1213 CCiv)
• La teoría general del contrato (Arts. 1254 a 1314 Cciv): los contratos, los cuasicontratos y la
responsabilidad por posibles daños.
La importancia práctica de la materia viene dada por la multiplicidad de relaciones obligatorias
existentes en nuestra vida cotidiana, y, además, por la circunstancia de que la regulación general
de las obligaciones y contratos prevista en el CCiv es, en general aplicable al tráfico mercantil,
como reconoce el art. 50 del Ccom.
Todo esto sucede, dado que el derecho de obligaciones y la contratación, ha evolucionado
bastante y el derecho de obligaciones codificado, tal y como fue formulado, no es apto frente a las
nuevas realidades.
Hay que puntualizar la gran influencia que a tenido el Derecho Romano en esta materia, pero sin
dejar de reconocer tal grandeza es innegable que la depuración técnica que acredita el estado
actual del Derecho de obligaciones hace que se haya avanzado y se hayan ido desterrando
algunas ideas romanas, tales como la idea de obligación como “vinculum iuris” de estricto carácter
personal entre acreedor y deudor.
Por todo ello, y debido a la pluralidad de regulaciones existentes, en lo que respecta a las
obligaciones, es necesario hacer la siguiente apreciación sobre la contratación civil y mercantil; en
relación a los consumidores. De manera que:
• Obligaciones y contratos mercantiles. Se darán cuando una de las partes es un comerciante.
( Ej: Un concesionario compra coches a la fábrica)
• Obligaciones y contratos de consumo. En estos casos, el consumidor, es el destinatario de la
obligación o contrato (Ej: Se da cuando un particular compra un coche en el concesionario)
• Obligaciones y contratos civiles: Aquellas que se dan entre particulares (Ej: Cualquier
compraventa o incluso acuerdo de servicios de los que surgen obligaciones para particulares, a
través de aplicaciones como Vinted y Wallapop, como un coche)
LA PATRIMONIALIDAD DE LA OBLIGACIÓN
Para los juristas clásicos y contemporáneos, la presencia o ausencia de patrimonialidad en una
relación entre dos personas era un dato, que desde el punto de vista jurídico-privado, permite
superar la multitud de significados del término obligación, estableciendo que éste recoge: aquellas
conductas o deberes jurídicos exigidos a una persona, por el ordenamiento jurídico, con carácter
general, contemplada por el Derecho y que no son susceptibles de directa valoración patrimonial.
Como por ejemplo, basta ser español para “tener el deber” de conocer el castellano (art. 3 CE), o
hallarse en territorio español para estar “obligado” a observar las leyes penales (art. 8.1 CE). Ya
que el mero desconocimiento de una norma no implica su incumplimiento.
Aunque, bien es cierto que la obligación en sentido propio o técnico, como subespecie del deber
jurídico, se caracteriza por la nota de patrimonialidad de la prestación, de la conducta debida por
el obligado, tal y como propugnaba Savigny.
Pero lo dicho anteriormente no encuentra apoyo textual, actual en el Código Civil. Dado que el art.
1088 se limita indicar que “toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa” sin que
la nota de patrimonialidad sea necesaria. Y por ello, algunos autores han querido defender la idea
de patrimonialidad de la prestación derivada de lo establecido en el art. 1271 CCiv, ya que
sostienen que puede ser susceptible de contrato y obligación, todas las cosas que no estén fuera
del comercio con los hombres, aun incluidas las obligaciones futuras.
El fundamento de la patrimonialidad de la prestación está en una serie de principios inspiradores
del conjunto normativo regulador de la relación obligatoria. Y que el incumplimiento de las
obligaciones conlleva como mecanismo de reparación del acreedor insatisfecho la indemnización
de daños y perjuicios y esta si llegara a imposibilidad de reparación “in natura” acaba
generalmente por reconvertirse en una reparación pecuniaria.
Pudiendo establecerse la existencia del “Derecho patrimonial”, que sería aquel conjunto de reglas,
que dentro del derecho civil, regulan la materia relativa a la atribución, aprovechamiento,
distribución y circulación de los bienes
ESTRUCTURA GENERAL DE LA OBLIGACIÓN
LOS SUJETOS DE LA OBLIGACIÓN
La relación obligatoria comporta una relación integrada por, al menos, dos personas. Dado que en
términos jurídicos, nadie puede estar obligado consigo mismo, sino siempre respecto a otra
persona. Conforme a ello, la relación obligatoria requiere la vinculación de dos personas, que
ocupan posiciones distintas:
1.Sujeto activo: Posición legitimada para exigir una conducta de forma activa. Es
identificada por los autores modernos, con el termino legal de acreedor. La razón de ello
radica en que dicho término, acredita a dicha persona, al ostentar la titularidad de un
derecho de crédito que puede ejercitar, cuándo y cómo corresponda, frente al deudor u
obligado.
2.Sujeto pasivo: Persona obligada por la relación obligatoria (es decir, por el acto jurídico
que se ha producido) a cumplir con la conducta prevista en la obligación. Persona obligada
a dar, hacer o no hacer. Esta figura se conoce como el deudor u obligado
Debiéndose concluir, que ambas partes son jurídicamente iguales, a pesar de la existencia del
principio “in favor de Vitori” (favorecer al deudor), lo que significa que en caso de falta de acuerdo
entre las partes, la ley optará por aquella situación más favorable para el deudor
LA PRESTACIÓN
Se considera que la prestación se puede identificar con aquella conducta prometida por el
obligado, sea cual sea su naturaleza, alcance y concreción.
Para los autores tradicionales la prestación estaba representada por las cosas o servicios
incluidos en el pacto obligacional. Pero hoy en día, las cosas y los servicios no representan el
objeto de la obligación, sino el contenido o el objeto de la actividad, o del comportamiento debido
por el deudor. Constituyendo el objeto inmediato de la prestación y, por tanto, el de la obligación.
Aunque, el CCiv no es muy estricto ya que unas veces asimila las cosas y servicios al objeto de la
obligación y en otras ocasiones, sigue la idea de que el objeto de la obligación es la prestación.
Sin embargo, si se establecen como requisitos principales de la obligación, que son los mismos
que para los contratos, los siguientes:
Licita. Toda prestación debe cumplir con lo establecido por las leyes
Así, se puede determinar que las diferencias entre los derechos reales y los derechos de crédito o
personales son:
1. El derecho real otorga a su titular la facultad concreta sobre las cosas en sí mismas e
independientemente de su titular o poseedor actual. Y el titular real puede dirigirse
directamente contra las cosas afectadas por el derecho real.
2. Por otra parte, los derechos reales son derechos absolutos con eficacia erga omnes
(eficacia frente a todos), mientras que los de crédito o personales sólo se hacen valer
frente al obligado, por lo que se califican como derechos relativos.
3. Con respecto al problema de distribución estática de la riqueza, los derechos reales son
derechos normalmente, permanentes (siempre que no se modifiquen); mientras que los
de crédito (relaciones jurídicas-obligatorias de que dimanan) atienden fundamentalmente al
intercambio de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas que no se
pueden resolver con el mero señorío sobre las cosas. Por lo que hay que afirmar que los
derechos de crédito son derechos transitorios con vocación de autodestrucción o
finalización, en el momento en que el deudor lleva a cabo su prestación.
4. Esa tendencia de que los derechos reales, sobre todo, cuando estos recaen sobre bienes
inmuebles, requiere que el ordenamiento jurídico les exija mayores requisitos de forma
para los actos de constitución, modificación o extintivos de los derechos reales (art. 1280
CCiv) .
La obsesión de Savigny por tratar en paralelo las situaciones de poder que representaban la idea
de propiedad (o dominio) y que la obligación carecía de fundamento alguno, fue muy criticada por
muchos autores y posteriormente abandonaron dicha teoría.
Sin embargo, en un típico movimiento pendular, es importante, resaltar la posición del acreedor y
el hecho innegable de que éste, en caso de incumplimiento, puede llegar a perjudicar el
patrimonio del deudor, con lo que llegaron a la conclusión de que verdaderamente la esencia del
fenómeno obligatorio radicaba en la responsabilidad patrimonial universal (art. 1911 Cciv: Del
cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes y futuros.) .
Desde dicha perspectiva lo importante es la responsabilidad patrimonial del deudor; hasta el punto
de que algún autor llega a proponer que la esencia de la relación obligatoria radica en el vinculo
existente entre los dos patrimonios, cuyos titulares son obviamente el acreedor y el deudor.
Se produce un debate dogmático a lo largo de la última parte del siglo XIX y comienzos del XX,
que desemboca en una bifrontalidad de los dos elementos básicos de la relación obligatoria: la
situación de deuda o débito y la consiguiente responsabilidad patrimonial del deudor.
Debido a ello, la doctrina actual acaba proponiendo que es posible la existencia separada e
independiente de ambos elementos. En la defensa de dicha tesis algunos historiadores alemanes
dedicaron profundos estudios para demostrar que en el pasado, la exigencia autónoma y
separada del débito (Shuld) y la responsabilidad (Haftung) era posible y no contradecía la esencia
de la relación obligatoria. Siguiendo esa tendencia el jurista Otto Von Gierke, en cuya obra
representa la separación entre la deuda y la responsabilidad.
Así, desde ese momento, la doctrina expone la existencia de supuestos de deuda sin
responsabilidad y de responsabilidad sin deuda. Dentro de los primeros se consideran
básicamente las obligaciones naturales; mientras que la fianza y los supuestos similares de
garantía personal, representarían la responsabilidad sin deuda
Toda obligación, según los partidarios de la tesis integradora, conlleva la necesidad de considerar
la existencia simultánea del elemento personal y del elemento patrimonial desde el momento
constitutivo de la relación obligatoria, ya que se encuentran en el mismo plano y son elementos es
necesarios para el desarrollo y dinámica de la obligación.
Las obligaciones civiles serían las obligaciones propiamente dichas, dotadas de la posibilidad de
reclamación y, en su caso, de ejecución judicial. Mientras que las obligaciones naturales serían
aquellas que no conceden acción alguna a su titular para reclamarlas, ni exigir su cumplimiento,
aunque constituirían una causa suficiente para retener el pago la soluti retentio (planteamiento
claramente romanista, para cuyo Derecho natural era obligación imperfecta u obligación civil
abortada por falta de personalidad o capacidad del obligado o defecto procesal)
Nuestro Código Civil, no recoge la categoría de la obligación natural. Y en favor de dicha tesis se
alegan diferentes argumentos:
1.La continuidad en la falta de contemplación expresa de la obligación natural por el
proyecto Isabelino pese a su afrancesamiento.
2.Lo llamativo que resulta que nuestro CCiv se separe de sus modelos y de los de la
familia latina (Chile, Bolivia, Ecuador, etc) en los que resulta expresamente reconocida.
5.Art.1901 CC: Sobre exclusión de carácter indebido del pago por “causa justa”.
Poniendo de manifiesto que el oscuro deslinde de una noción tan escurridiza como la de la
obligación natural, y sobre todo, la circunstancia de que el Tribunal Supremo haya recurrido a ella
para justificar deberes morales o de conciencia, trae consigo que muchos autores consideren que
la vieja noción de obligación natural, revisada, es útil para justificar determinadas atribuciones
patrimoniales.
Actualmente se puede proponer que la obligación natural debería configurarse como una justa
causa de una atribución patrimonial concreta (art. 1901 Cciv: Se presume que hubo error en el
pago cuando se entregó cosa que nunca se debió o que ya estaba pagada; pero aquel a quien se
pida la devolución puede probar que la entrega se hizo a título de liberalidad o por otra causa
justa.) que encontraría su fundamento en la existencia de un deber moral cualificado (Martínez
Calcerrada) o un deber moral elevado a rango de obligación imperfecta (Bonet). Semejante
propuesta ha sido desarrollada por la Jurisprudencia y la doctrina francesas.
En Derecho Histórico la obligación natural era considerada como una obligación civil en estado
degenerado o abortado y ahora es deber moral o de conciencia, que pese a no ser exigible
jurídicamente, desempeña la un misma función que en el Derecho de Roma: justificar la
irreparabilidad del pago y la posibilidad de fundamentar promesas o declaraciones de voluntad
unilateralmente por quien se autoconsidera obligado a pago.
LA JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO
La STS de 17 de octubre de 1932, sobre seducción y obligación del seductor (deberes morales
imputables al varón) traducidos en auxilios que se convirtieron en obligaciones naturales. Destaca
el valor de la promesa en cuanto se fundamenta en deberes morales preexistentes; éstos, pues,
desempeñan la función de justa causa de la obligatoriedad de la promesa.
Algo similar ocurre con la STS de 5 de mayo de 1958, normalmente citada en apoyo de la
obligación natural. En este caso, una mujer, heredera única debe realizar unos pagos de unas
cantidades periódicas a otros parientes por orden de la causante, deja de realizar tales pagos y
los parientes la demandan y recurren en casación, el Tribunal Supremo casa la sentencia, por
considerar obligación estrictamente moral, lo que la convierte en una declaración unilateral
constituida como promesa posteriormente aceptada.
Pese a ello, no se concede acción para reclamar el cumplimiento de una obligación natural; como
en el caso analizado por la STS 154/2017 de 7 de marzo(Pon. Seijas), al considerar que el pago
de la obligación de alimentos, no genera una acción de repetición en el caso concreto de una
acción ejercitada por un hermano que reclama a otro, la mitad de las cantidades que pagó por
gastos de asistencia geriátrica prestados en una residencia antes de que se recibiera la
subvención pública que cubrió gran parte de tales gastos. El fundamento radica en que no es
posible admitir que el demandante reclame los alimentos debidos anteriormente sólo tras la
muerte de su madre, pues aunque pueda haber una obligación natural a cargo de quien hasta el
momento de la transacción judicial no colaboró al sostenimiento alimenticio de su madre, lo cierto
es que la Ley no concede acción para pedir el cumplimiento de un deber de esta clase en la forma
que ha sido. Pero si el alimentista, en este caso la madre, carece de acción para ampliar su
reclamación a un momento anterior, con mayor motivo no la tendrá su hijo-demandante a través
de la acción de reembolso.
LA COMPILACIÓN DE NAVARRA
En contra de lo que ocurre en el Código Civil, la compilación de Navarra, regula expresamente las
obligaciones naturales en la ley 510.1: No será repetible el pago cuando se haya hecho en
cumplimiento de un deber moral, o impuesto por el uso, aunque, no sea jurídicamente exigible.
Tratando de evitar el enriquecimiento sin causa
Como se ve, en dicha norma, se acepta la formulación de la obligación natural, lo que cuadra mal
con la pretensión de adecuar la regulación de la figura a las fuentes históricas. Pero existiendo
una continuidad con las previsiones del Derecho romano en el supuesto regulado en la Ley 538 de
la Compilación: préstamo al hijo de familia sin consentimiento paterno.
En definitiva, no toda obligación, de la cual se puedan derivar efectos jurídicos, implica una
contraprestación económica o tiene una valoración patrimonial.