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Backstage - Angie Ocampo
Backstage - Angie Ocampo
BACKSTAGE
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PREFACIO
Chelsea
—Novecientos once, ¿cuál es su emergencia?
¿Ayuda?
No la necesito.
¿Quiénes?
No puedo moverme...
Que no le crea.
Había tardado.
Nada.
♬
Una vez alguien me dijo que debía sacrificar algunas cosas si
deseaba triunfar y volverme la estrella que siempre he querido ser, pero
nunca pensé que ese "algunas cosas" iba a ser mi vida completa. Tuve que
ceder el control, tuve que volverme una muñeca a la que le dan un
micrófono y la tiran ante más de cien mil personas gritando.
Después de 3 años de llevar mi música a cada rincón del mundo,
aún me da terror pararme en un escenario, aunque no lo parezca, aunque
me salga natural el bailar y cantar al mismo tiempo, el saludar y sonreír
sin ganas.
Soy un molde de la típica pop star que todos quieren ver y escuchar.
Soy lo que la gente quiere admirar. Soy la pareja de un hombre que todos
aman... Todos menos yo. Soy la diva que se viste con los tacones más altos
y la ropa más ajustada. Soy la amiga "cool" de otras celebridades que me
fastidian. Soy alguien que nunca se molesta y siempre debe estar feliz. Soy
alguien que debe de seguir órdenes y no opinar. Soy quien debe cantar la
letra de la canción que le pongan en frente y no la que realmente quiero
escribir. Soy la depresión y ansiedad que me consume, y no la buena salud
mental que ostento tener. Soy los escándalos, las fiestas, las drogas y el
alcohol que consumo...
Soy...
Soy tantas cosas frente a ojos ajenos y cámaras con flashes... Pero,
pero tal vez, solo tal vez, debería descubrir quien realmente soy detrás de
todo... Tal vez debería ir atrás, a lo que sería el backstage de mi vida.
Quiero vomitar.
Necesito agua.
—No quiero ver esto, los espero abajo —dice Amanda saliendo de
la suite.
Abro la boca para beber agua y poder pasar el mal sabor a cocaína.
Lavo todo mi cuerpo, mi cabello y salgo para envolver una toalla alrededor
de mi torso.
—Sí señor —Georgia me toma del brazo y me dirige hasta una silla
reclinable que antes no estaba aquí.
Bajo del auto apenas me dan la señal de que hemos llegado a los
estudios de Warner Bros en Hollywood. Me conducen hasta el set de
entrevistas y nuevamente más gente se vuelve a ocupar de mi rostro y
cabello pese a ya estar maquillada.
—Listo, ¡te ves grandiosa! —exclama alguien que jamás había visto
mientras peina mi cabello.
Mierda.
—Mi salud ha estado genial, pero sí, hace un mes sufrí de una fuerte
neumonía y tuve que pasar algunos días internada. Pero ahora estoy
excelente —más sonrisas en mi rostro.
—Un poco bastante, pero el amor lo puede todo —pongo una cara
de ternura.
—¿Extraño cómo?
—¡Romántico!
Necesito...
Necesito no ser.
—¿Tienes lo de siempre?
—Sácame de aquí.
CAPÍTULO 2
Chelsea
Lo extrañé.
Ríe.
—No lo sé, creo que tengo una cena con alguien "importante" —
alzo mis dedos para hacer las comillas en el aire.
—¿Encendedor? —pido.
—Mientes —gruño.
"Hayley:
"Erre:
¡Hey CH!
Aquí está la dirección: 607 N. Hillcrest, Beverly Hills.
Nos vemos".
—Perfecto.
—¡Sí!
—Es horrible.
—Sí.
—Pública.
—Eh... creo que sí. Muchas de sus amigas van los sábados a casa a
pasar la noche y todo se descontrola un poco —ríe.
—¿Sí?
Le sonrío.
Se siente bien.
—Pensé que odiabas las muestras de afecto —rodeo su torso con
mis brazos.
—Te quiero más de lo que las odio —se separa, toma mi mano y me
guía hasta el interior del lugar —. Además quien sabe cuando te vuelva a
ver.
Enseguida el ritmo del oscuro techno llena mis oídos y los bajos se
apoderan de los latidos de mi corazón. Me entusiasma que la fiesta sea con
este tipo de música, pues me encanta bailarla y perderme entre beats.
—¡Por favor!
Éxtasis.
LSD.
Espero que las alucinaciones que lleguen no sean tan terribles como
las de la vez anterior. Debo calmar mi mente para que no me juegue en
contra.
No pienses en nada y en nadie.
Doy una media vuelta y poso mis manos en su pecho. Está perdido
en el ritmo, tiene los ojos cerrados y la respiración lenta.
Esta vez soy yo la que ejerce el control sobre su boca, esta vez soy
yo la que se apodera de su cuerpo con mis manos y esto él lo toma como
una invitación para recorrerme también.
Giro para verlo, tiene los ojos cerrados. Su rostro está pálido.
—Dime, Erre.
Río.
—Y caliente —señala.
Puedo hacerlo.
Los colores han empezado a deformarse, las líneas de las carreteras
a salirse y debo parpadear varias veces para tratar de enfocar mi visión y
hacer que vuelva a la normalidad. Pero será difícil, porque desde que el
ácido empieza a hacer efecto no hay nada que lo pare.
—¡Mierda!
3 minutos.
2 minutos.
Inhalo por la boca porque siento que mis fosas nasales arden.
1 minuto.
Oscuridad.
CAPÍTULO 3
Chelsea
Randall.
Es un guardaespaldas.
Sin hablar y sin preguntar, mete sus manos bajo mis axilas y me
eleva hacia su cuerpo, echándome en su hombro como un costal de granos.
Llego hasta el carro volcado y me meto entre los otros dos escoltas
que manipulan sin cuidado el cuerpo inconsciente de Randall.
—No soporto más esto, Chelsea —me toma del hombro, pero la
manoteo.
—¡Despierta! —sigo sacudiéndolo.
Tienes que vivir, Randall, aún te falta mucho... Aún nos falta mucho.
—¡Despierta!
—¡Eres una maldita hija de puta! —le grito mientras los 3 hombres
toman mis extremidades y me cargan —. ¡Te odio!, ¡ojalá te mueras!
—No, no, no, no —grito con todas mis fuerzas e intento escapar —.
¡No!, ¡no! Randall...
Me apago.
Esto tiene que ser una pesadilla, tiene que serlo, porque si no lo
es... No quiero despertar.
♬
Mis ojos se abren y enseguida me arrepiento de haberlo hecho. La
cabeza me duele y mi estómago arde.
—¿Y? —cuestiono.
—¿Y Randall?
Está mintiendo.
—Murió, Chelsea.
Paso por su lado para empezar a vestirme, tengo que salir de aquí.
La taquicardia ha vuelto y el dolor en mi cabeza causa náuseas en mi
estómago.
Tengo que buscar a Randall, esto tiene que ser una jodida pesadilla.
Doy media vuelta para salir, abro la puerta y la persona que veo me
causa una repentina conmoción.
—Edward... —susurro.
Me tiro a sus brazos sin pensarlo y dejo escapar todo el dolor que
tengo a través del líquido de mis lágrimas.
Dejo caer mis brazos a los lados y procedo a secar las lágrimas con
mi antebrazo.
Lo siento tanto...
—¡Odio eso! —se altera y lo miro con temor —. Odio en lo que ella
te ha convertido, en lo que te ha empujado a hacer... Ella no debería de
importarte Chels, lo que diga debería de valerte mierda. ¡Todo esto es su
culpa!
—Ella no fue la que me drogó Edward, fui yo. Yo fui la que me
monté al maldito auto sabiendo que los ácidos son traicioneros, yo fui...
—Ella...
—Sí, ella.
—Hazle saber que me gustaría hablar con él unos minutos, los que
él quiera, no tardaré más —le suplico entre lágrimas.
—Él no te odia Chels... Solo odia el tipo de vida que llevas —se
encoge de hombros.
Esto duele más que cualquier herida física que puedan causarme.
Ella lo asesinó.
Estaba vivo...
Lo empujo.
—Gilbert —susurro.
—Te quiero también, Chels —se acerca para otro abrazo más —.
No hagas ninguna otra estupidez. Lucha por ti, por favor... Que lo que esté
aquí —se separa y señala mi frente —, no le gane a lo que está aquí —
señala el lugar donde mi corazón se escuda.
Espero que el vuelo no sea una tortura, porque debo llegar tan
pronto como sea posible a mi casa en Londres.
CAPÍTULO 4
Chelsea
Londres, Inglaterra
Necesito calmarme.
Sin darme cuenta, una lágrima se escapa de mis ojos. Justo cuando
la siento caer, la aparto rápido con mi mano. La marihuana ha empezado a
sentirse en mi sangre y ya no tengo nada de frío. Camino hasta la tina y
abro el grifo con agua tibia, introduzco un pie y luego el otro. Me siento y
abrazo mis piernas contra el pecho, mientras poco a poco el agua va
ascendiendo.
«O hacerte daño».
Vuelvo a caer en la cama y esta vez lo hago boca arriba. Mis ojos
pesan y les da por volver a recordar lo que viví un día atrás...
Randall...
No quiero dormir, quiero algo más profundo, sí, eso estaría bien.
—No voy a ir a ningún lado, Hayley —cierro mis ojos varias veces,
mis párpados no quieren responder como deberían.
—Yo...
—Mentirosa...
—Sabía que no ibas a venir si te decía la magnitud —ríe y se baja
del auto.
—Señorita Cox.
—Evan —responde.
—Veintisie... No sé.
Arruga la cara.
—Hoy no...
—No...
Muevo mis pies uno tras otro con cuidado de tropezar. Llegamos a
la segunda planta e ingresamos a una de las habitaciones. Gemidos
resuenan por todo el lugar, hay parejas tan drogadas que no les importa que
las puertas estén abiertas o estar en el pasillo follando. También hay
personas que solo están disfrutando del espectáculo, voyeristas.
Matthew abre una de las habitaciones y agradezco que esté vacía,
entramos y sin nada de paciencia, se lanza a mi boca. Trato de mover mis
labios al ritmo de los suyos, pero va tan rápido que me cuesta. Mi ropa
empieza a desaparecer junto con la suya.
—Es para que te relajes un poco más, bonita. Estás muy tensa —
pellizca uno de mis pezones.
—Aún no...
Niego tímidamente.
—Por esto es que te soy infiel, Chelsea. Eres una maldita perra,
mojigata —la voz de Matthew hace que me detenga y dé media vuelta.
—Está bien.
Tomo otro trago más y en esta ocasión debo inclinar la botella para
beber hasta la última gota. El vodka vuelve a quemar. Mi cara se tiñe de
disgusto.
Lo miro.
—¿Tienes novia?
—Sí.
—¿La tratas bien? —me mira por un segundo con el ceño fruncido.
—A veces.
Lo enfrento.
—Ambas —dice.
¡Para Chelsea!
Me pongo de puntas y acerco mi boca hasta rozar mis labios con los
suyos. Está completamente quieto y sus ojos no dejan de mirar mi rostro en
ningún momento. Cruzo mis brazos detrás de su cuello, mientras sostengo
el porro entre mis dedos.
—¿Puedo besarte, Evan? —susurro.
5:00 a.m.
"Alicia Manager:
Pasan por ti a las 6:00 a.m., espero puntualidad. Hoy empiezan los
ensayos de la gira, espero también lo recuerdes.
Recuerda lo importante que eres en este mundo, Chelsea. No
arruines tu carrera por un Don Nadie".
Esta vez azoto el celular contra la pared y las lágrimas brotan sin
siquiera haber sido llamadas.
—No tengo hambre, gracias —paso por su lado para salir del cuarto.
Bajo las escaleras y voy directo hacia una de las camionetas negras. Pongo
los lentes negros sobre el tabique de mi nariz y me acurruco cerca de la
ventana del asiento trasero.
—Esta gira promete mucho y por eso cuesta tanto —sonríe también.
Su hoyuelo se dibuja en su mejilla. Nunca le he preguntado su edad, pero
debe rondar los 25 años.
Escucho como se da el anuncio de terminación del ensayo y el peso
en mis hombros se equilibra un poco. Quiero irme de aquí, pero no quiero
volver a mi casa, no quiero ver a Hayley, no quiero estar sola.
—Sí, conmigo.
—Pero...
—Hey —contesta.
—¿Y?
—Quiero verte sin nadie alrededor, solo tú y yo, como era antes.
Suspira en la línea.
—Sopa —respondo.
—¿La de siempre?
—Sí.
Pero no lo está.
Mis mejillas están hundidas y las ojeras moradas lucen del mismo
modo. Los huesos en mi clavícula llaman la atención y demuestran lo
mucho que he bajado de peso. Me obligo a dejar de mirarme y entro a la
ducha. Todo está impecable, como si nada mortal hubiese estado a punto de
suceder esta madrugada.
—Hola —saludo.
—Lo siento.
—Bien.
Respira hondo y asiente con la cabeza. Sus labios van directos hacia
los míos y saboreo en él lo que no me conviene, pero no soy capaz de dejar
ir. El deseo en mí despierta, y en un baile de manos y caricias sobre
nuestros cuerpos, la ropa inicia su desaparición. Me siento a ahorcajadas y
me uno con cuidado a él. Inicio un ascenso y un descenso sobre su cuerpo.
Sus manos y su boca están por todas partes. Me siento completamente
incompleta.
Matthew me hace daño de la peor manera y aquí estoy, haciendo un
amor tan falso como el «te amo» que susurra en mi oído.
Cierro la llave.
—¿Qué es?
—Algo duro...
—Baja.
—Son gente cool, solo quieren que les cantes una canción —su
brazo se desliza sobre mis hombros.
Los hombres me toman por los brazos y por más que intento
zafarme, no lo logro. Mi cuerpo ha empezado a temblar y busco a Matthew
con la mirada. No está en ningún lado. Maldito hijo de puta.
—No, por favor. No, no, no, no. ¡Te pagaré diez mil! —Le ofrezco
con emoción.
—No, quiero oírte cantar bajo los efectos de esto —dice y toma mi
brazo para clavar en el la pequeña aguja. Vierte todo el contenido y lo
siento frio cuando entra a mi torrente sanguíneo.
—¡Matthew!, ¡ayúdame!
—¿Qué?
—Chelsea, estás bien. Estás bien, nada está pasando, todo está en tu
cabeza.
CAPÍTULO 6
Isaac
El sol golpea fuerte en el campo. Odio New York en esta época del
año, el calor es bestial. El olor de la grama recién cortada me asquea. Estoy
en la punta del diamante. Tengo el bate en mis manos y mis ojos en la
pelota. El cátcher está a la espera de mi fallo y el pitcher se alista para
lanzar.
—¡Strike dos!
—¡A los vestidores! —grita con tanta fuerza que debo cerrar mis
ojos para que su asquerosa saliva no entre en ellos.
—Isaac... —carraspea.
Lanzo el celular por el aire hasta que impacta con una pared. Tomo
las llaves de mi auto y voy directo a él. El rumbo ahora es la casa de los
padres de Leane. Conduzco a toda velocidad hasta llegar al barrio donde
vivíamos antes los tres. No me preocupo por estacionar ni cerrar la puerta
del auto cuando bajo. Casi corro hasta la puerta de entrada y toco el timbre.
Me enfrento a William.
—Ni siquiera tienes tiempo para hacerlo —niega —. Nos han dicho
que ni siquiera rindes en tus entrenamientos, ¿qué esperas de la vida?
¿Cuándo vas a superar su muerte? ¡Busca ayuda!
William se acerca para quitarla de mis brazos, pero tanto ella como
yo no nos queremos dejar ir. El pecho me arde y con ello mis ojos se
empañan.
—Lo siento, amor... —susurro y beso su frente. Trato de separarla
de mi cuerpo sin lastimarla, pero debo usar algo de fuerza para apartarla.
Apoyo mis codos sobre la mesa y repaso las palmas de mis manos
sobre mi cara. Estoy jodido.
—Hey —contesto.
CAPÍTULO 7
Chelsea
Cuatro días después...
Me río.
—Si soy tan estúpida como aseguras, ¿qué mierda haces aquí? —
escupo.
—¿Para qué mierda te voy a mentir con eso? ¡Ni siquiera viene al
caso!
Lo que me faltaba.
Aunque no quiera ir, sé que tengo que hacerlo. Prometí y firmé hace
meses asistir a este evento de beneficencia por los niños de un pequeño país
en África. No recuerdo el nombre exacto, pues fue Alicia quien arregló
todo. Luego preguntaré. Debo cantar una canción y usar un vestido
costosísimo que al día siguiente se subastará y todo el dinero irá a manos de
la fundación.
—¿Quién eres tú? —mi ceño se frunce y bajo el escalón que había
subido.
Mis manos van directo a los cajones de closet y busco en ellos algo
que pueda calmarme. Esta vez sí quiero dormir y sé que si no tomo, fumo o
aspiro algo no lo haré.
Doy más de mil vueltas sobre mi cama. Pasan tres horas, luego
cinco y luego siete. El frio de la madrugada entra por la ventana que nunca
cerré. Opto por quitarme la ropa e intentar causarme un orgasmo, pero son
más las ganas que tengo de vomitar por mis pensamientos que la excitación
que busco.
Una rara tonalidad entra a mi cabeza junto con algunas frases que
trato de hacer que rimen. Escribo notas musicales con palabras encima y el
amanecer se hace testigo de la quinta canción que escribo. La repaso una y
otra y otra vez. Mi voz es lo único brillante que tengo, es lo único que tengo
único. Mi voz es quien le da la vida a la famosa Chelsea Cox.
Y espero que algún día lo que está escrito en este cuaderno también
lo haga.
***
Recojo la cola del vestido plateado lleno de brillo que llevo. Cae en
forma de sirena, se ajusta a mis caderas y cintura. La espalda está
descubierta y un fino diamante cuelga de un hilo de seda por toda ella.
—¿Cómo te llamas?
—Jeff —responde.
—Jeff, qué lindo nombre —digo con voz sensual —. Jeff, lo que
pasa es que he perdido las partituras de mi canción por querer aprenderlas
de memoria para no fallar en ninguna elevación y ahora no sé qué hacer y...
—En la oficina del segundo piso tenemos una impresora, con gusto
yo podría...
—¡Sería genial! —si tengo que hacer mi sonrisa más grande voy a
vomitar.
Termino y los aplausos llenan el lugar que antes era adornado con
mi voz. Quiero bajarme y largarme pronto. Quiero evitar el maldito regaño
que está por venir de parte de Alicia y mi equipo de trabajo. Quiero
desaparecerme.
Se encoge de hombros.
—No sé. ¿Quién eres tú? ¿Quiénes realmente somos todos? —su
voz sigue haciéndome sentir extraña, pero sus preguntas me generan
frustración.
Sus palabras me golpean y decido salir de una vez por todas de aquí.
Una lágrima se me escapa y la aparto de inmediato.
Me suelto y lo enfrento.
—Que porque el alcohol sea legal, no quiere decir que no sea una
droga —me acerco más y analizo su gesto. Conozco a un adicto a simple
vista y este maldito desconocido que siento conocer, lo es. O tal vez es la
cocaína que me ha tostado todas las neuronas al fin —. Yo tampoco sé
quién eres, pero si de algo estoy segura es que estás igual o más roto que
yo. Así que aléjate, no quiero más gente loca en mi vida. Suficiente tengo
conmigo misma —digo y vuelvo a darme media vuelta, pero me detengo
cuando su risa llena todo el pasillo.
—Pensé que las drogas hacían más felices a las personas, deberías
cambiar de proveedor. Tu cara de amargura le da un pésimo feedback.
—El licor que bebo es más caro que lo que te metes y difícil de
llevar a todas partes.
—Sí.
Diez veces le dije que sí y cuando solo una vez tuve que decirle que
no, me convertí en la peor persona del mundo.
Qué asco.
Las parejas se toman de las manos con demasiada felicidad mientras
un piano y una voz masculina conocida hacen que los enamorados presentes
expresen todo su cariño sin importar qué. Tengo varios pares de ojos
puestos encima de mí.
—Déjame escucharla.
Nos movemos de lado a lado sin que nuestros pechos se toquen del
todo. Estamos cerca, pero con una lejanía prudente. Debería sentirme
incómoda ante la situación, pero es todo lo contrario.
Estoy muy drogada, seguramente.
Trato de no reírme.
—Lo siento. Hoy será el último día de mi vida que tome esta mierda
y tengo que recordar muy bien lo horrible que es.
—No.
—Si le comentas esto a alguien voy a... —Su dedo índice se posa
sobre mis labios y me impide hablar. De su boca sale un shhh y manoteo su
muñeca.
—La pasarás tan bien que serás tú quien querrá comentarle esto a
todo el mundo —se gira para seguir caminando con seguridad.
—Antes de llegar a ser una diva como tú dices, mi vida era un poco
más feliz, o bueno, más tranquila. Chels es un viejo apodo con el que me
gusta recordar lo que era antes de convertirme en esto. Tenía un sueño que
me obligó a sacrificar mucho en el proceso, pero ahora lo único que
realmente sería un sueño es despertar de él, porque se volvió pesadilla.
Chels es la versión que ahora odiaría a Chelsea Cox.
—Soy adicta y por más que desee no serlo siempre hay algo que
nunca identifico que me obliga a volver.
Me encojo de hombros.
—Nunca lo sabremos.
—Cuéntame tu historia.
—Sí —se gira para sentarse en una de las sillas a los laterales —.
Mi padre solía traernos, a mi hermano y a mí bastante seguido a Londres.
Lo primero que siempre hacíamos al llegar era subir aquí. Era como una
tradición, un ritual de bienvenida que teníamos y amábamos. Conozco al
encargado del lugar, le di dinero para que me dejara entrar.
Sonríe.
—Hacer una bienvenida es dar gracias por haber llegado, pero una
despedida es dar gracias por haber estado —cita mis palabras —. Ambas
están bien —empina la botella sobre sus labios y toma un largo trago, aún
más largo que los anteriores —. Excelente frase. Úsala en una canción,
definitivamente voy a escucharla.
—No eres para nada gentil. Estás bebiendo solo —empino la botella
sobre mis labios. El alcohol no es mi favorito, pero ayuda cuando lo que me
gusta falta.
—Sí puedes.
—Busca ayuda.
Bufo y seguido me río. Él también lo hace. Eso es lo que todo
mundo suele decirle a las personas adictivas o depresivas. Como si fuera tan
fácil tomar esa decisión, ni siquiera soy capaz de aceptar que esto se salió
de control, porque tristemente me creo que indestructible.
—Mi vida es la que ha sufrido los daños colaterales del caos que fue
creado por alguien más —me poso frente a él —. Me prometiste diversión y
lo único que estamos haciendo es hablar de adicciones. Cambia el tema o
llévame a mi casa.
Son unas sandalias que van amarradas de una extraña manera sobre
mis tobillos.
—¿Qué cosa?
—No me digas que eres de ese tipo de hombres que se prende con
cualquier cosa —río.
—Si con ese tipo de hombres te refieres a los que les quitan los
zapatos a Chelsea Cox en una cabina del London Eye en la madrugada
mientras ella luce demasiado hermosa, sí, me prendo con cualquier cosa.
Me acerco a su anatomía.
—Es más como una fantasía. Es algo que jamás he hecho en una
cabina de estas y quiero intentarlo hoy.
Sonríe.
Su mano libre toma una mía y la posa sobre su hombro para luego
sostener la que queda.
—Cantas horrible.
—Tenemos un trato.
Empiezo a cantar nuevamente las letras que fueron recitadas por mis
cuerdas vocales hace algunas horas. Él me mira fijamente y yo hago lo
mismo. Nos movemos por toda la cabina bailando exageradamente, no le
pongo mucho empeño a mi voz. Me hace girar haciendo que mi vestido
vuele y mi cabello corto se mueva con el vaivén. Reímos gracias a la
ebriedad que ambos poseemos y termino de cantar. Nos quedamos fijos
durante largos segundos.
Sus labios son suaves y bailan con los míos, pero su barba pica
contra mis mejillas y no me fastidia de ningún modo. El sabor y el olor del
licor acompaña el beso. Me pongo de puntillas para alcanzarlo más y
posiciono mis manos en su cara, para así evitar que se aleje y rompa de algo
que hace mucho no disfruto: tener química con alguien.
Esta vez no quiero parar y quiero que todo vaya a más. Pego mi
cuerpo al suyo y me deshago del saco que antes cubría mi torso. No me
sorprendo cuando en el momento en que mi vientre choca contra su pelvis
sienta la dureza abultada en sus pantalones.
—Un orgasmo.
—Ups.
Tengo alcohol en mis venas y uno que otro químico, pero ni estando
sobria he estado tan segura de querer algo como lo quiero a él.
Desde aquí abajo veo como inclina su cabeza hacia atrás. Disfruta
del simple roce que imparto en su punto hinchado y sobresaliente, pero me
detengo cuando no obtengo respuesta.
Está tan suave... Sabe tan bien... Doy otra lamida más profunda esta
vez y sus gemidos, en combinación con su olor y su sabor son el mayor
afrodisiaco que haya experimentado jamás. Dejo de ir lento a subir la
velocidad de los azotes de mi lengua contra su punto exacto. Me adueño de
sus caderas para evitar que se mueva y me dificulte el trabajo. Levanto mi
vista para verla y me topo con la gran imagen de las pequeñas lomas de sus
tetas. Voy a probarlos. Subo hasta uno de sus pezones y lo muerdo con
delicadeza. Su piel huele a caramelo y tiene destellos que se activan cuando
le da la luz de la luna,
—Andando —dice.
—Bájanos —pido en el comunicador.
Reposo mis ojos sobre ella. Se ha vuelto a poner mi saco sobre sus
hombros y está concentrada en apreciar la vista nocturna de Londres. Su
silueta es delgada y fina. Es el tipo de mujer en el que suelo fijarme, solo
que más increíble. Cuando la vi, se despertó una extraña curiosidad en mí,
en saber quien es más allá de toda la perfección que la rodea y profesa, pero
lo que encontré fue devastación en su lugar.
—Enseguida.
—¿Parentesco?
—Su novio.
—Entre.
—¿Quién eres?
—¿Qué hacías con ella ¿Cómo está? ¿Qué mierda pasó? ¿¡Qué le
diste!? —sus gritos no me dejan hablar.
Respiro.
—No lo sé. Tomamos Alcohol, ella había esnifado creo que cocaína
antes y luego...
—¿Luego qué?
—Lárguense —ordena.
—Suecia —corrige.
Lo miro peor.
—¿Qué?
—Lo dices como si fuera lo más natural del mundo, Chelsea, pero
no, te informo que tu examen toxicológico refleja de todo menos cocaína.
Ya no sabes ni que meterte para llamar la atención, dios.
—Escoge.
—Ese —señalo.
Ella fue contrata por mi madre cuando aún tenía dieciséis años y
firmamos un contrato de una duración de 5 años. En dos años tal vez pueda
ser libre y contratar a alguien mejor, o que al menos me trate bien.
—Solo tienes que hacer las cosas bien durante tres días —se pone
de pie —. No arruines más tu carrera. Andando, tenemos fotos que hacer.
Luzco como si ese día nada hubiese estado mal, que mi día fue
genial, pero esta es la verdad: El día de la portada de Vogue, en la noche me
drogué tanto en una fiesta que me acosté con uno de los amigos de Matthew
por venganza, no me gustó y llegue a drogarme más. Cosmopolitan, esta fue
una semana antes de la de Vogue, me llegaron fotos de Matthew follándose
a Megan, una modelo. Sé que fue ella quien me las envió de un número
desconocido. Elle, consumí por primera vez cocaína después de tener un
ataque de pánico. Vanity Fair, el día de mi cumpleaños número dieciocho,
mi padre nunca me llamó y lloré toda la noche mientras le daba fin a una
botella de vodka. No encuentro ninguna en que el día detrás haya sido
mínimamente bueno.
Mi vida está tan llena de falsedad que siempre dudo de que lo real
exista, de que todo sea algo actuado.
—¿Cómo quién?
—Bien —digo.
—No —digo.
—No se le acerque.
Expulso algunas de las cosas que hace tiempo quería decirle, pero
tenia miedo porque siempre, al final, terminaba buscándolo para aceptar el
poco amor que me ofrecía a través del sexo.
CAPÍTULO 11
Isaac
—Hola —contesto.
—He estado mejor. Dylan me contó lo que pasó con Chloe y quería
preguntarte si puedo ayudarte en algo.
—No hay de qué. Luego me pagas con una ronda de cervezas... sin
alcohol, claro está —ríe.
—Sígame por aquí, señor —me indica que pase y camino hacia la
enorme entrada del castillo —. No sé si ya leyó la historia del castillo en el
documento de presentación que le entregamos.
—Es una buena frase para definir a las personas que siempre toman
una mala decisión.
—El castillo fue construido tras una unión de un par de países hace
bastantes años. Esa es la historia aburrida —Adolf me saca de mis
pensamientos —. Pero la interesante es la que no se relata en los libros y
solo se cuenta de persona a persona. Hoy yo se la cuento a usted y espero
que pronto se la cuente a alguien más, porque cada vez que se cuenta es
diferente, debido a que se relata desde la perspectiva de lo que entendió esa
persona y de lo que quiere transmitirle a la siguiente.
—La reina pidió ayuda a un jardinero para acabar con una plaga de
gusanos que había invadido sus árboles de manzanas, que era el cultivo más
grande que tenía. El trabajo iba a tomar días enteros y decidió revisar el
hombre a la entrada, hacer que se despojara de todas sus cosas para estar
segura con su presencia por tanto tiempo.
—Y se enamoró.
Me callo.
—Él se enamoró de ella, pero ella de él no, porque sabía que estaba
mal y que no podía ser posible y que era peligroso, pero claro está, que si le
atraía el joven jardinero. Los cinco días pasaron...
—El amor y el olvido no son buenos amigos del tiempo, solo ellos
pueden decidir en qué momento suceder sin tener que esperar a que este
último o pase mucho o pase poco. Recuérdelo muy bien —señala —.
Continuo. El hombre se enamoró y antes de partir le confesó todos sus
sentimientos a la reina, después de dejarle su jardín en perfectas
condiciones. La reina creía que tenía en sus manos la oportunidad de tener a
alguien fiel a ella, a pesar de que no le quería, lo admiraba por lo que hizo y
la admiración como puede ser hermosa, también puede llegar a ser tóxica
—giramos una vez más hasta que llegamos a mi habitación —. Aquí es. Si
quiere puedo continuar contándole mañana. Es tarde y debe estar cansado...
—No, siga.
—Claro. El jardinero supo que se casó con otro y no con él, así que,
en medio de su amor enfermo, decidió acabar con la vida de la mujer.
—Me dijo que era una historia con final feliz —reclamo.
—Continúe.
—¿Ella lo hizo?
—Sí.
🎶
Chelsea
La puerta de mi habitación tiembla de los golpes que le propinan
afuera. Me pongo de pie de inmediato. Recojo la jeringa vacía en el piso y
trato de caminar sin balancearme. Me miro al espejo. Mierda, me veo muy
mal. Más golpes en la puerta me hacen saltar. Creo que me pasé con la
dosis, mi corazón está yendo a mil. Abro el grifo y tiro agua helada sobre
mi cara. Me seco y camino fingiendo compostura hasta la puerta. Creo
adivinar quién es por su manera de tocar.
—Pues será una pesadilla para ambos porque las terminé todas.
—¡La voy a pasar muy mal!, ¡la estoy pasando muy mal, Chelsea!
—grita y luego me mira —. ¡Y tú la pasarás peor! —da dos pasos largos
hacia mí y vuelve a tomarme del cuello. Me empuja nuevamente contra la
pared. Mi cabeza lleva la peor parte del golpe y quedo aún más mareada.
Intento zafarme, pero mis manos han dejado de responder.
Me suelta con fuerza y sus ojos fijos se posan sobre mí. Su pecho
sube y baja. Está rojo por la ira. Mi corazón está al borde de un colapso. Y
justo cuando estaba a punto de confesarme a mi misma que su expresión me
daba miedo, un golpe que no veo venir impacta contra mi mejilla izquierda.
La fuerza me hace girar y caer a gatas en el piso. La cabeza me duele de
inmediato y cuando intento levantarme, vuelve a sorprenderme con una
patada en el estómago que me arroja contra el piso.
Espero que este dolor físico me enseñe a que el dolor que sentiría al
dejarlo sería mínimo en comparación.
CAPÍTULO 12
Chelsea
Siento amor, muchísimo, pero no por mí, ni por alguien más. Amo
algunas cosas, la música es una de ellas. Amo bailar, hablar hasta por mis
codos, aunque casi nunca la gente quiera escucharme. Amo los recuerdos...
muchísimo, porque me hacen saber que alguna vez sí fui feliz, aunque hoy
mismo piense que no.
Ahora, quiero creer que nunca amé a Matthew, pero los recuerdos
buenos que tenemos me confunden. Es el pasado luchando contra el
presente, sé que no debo aferrarme al primero, pero es difícil mantenerme
en el segundo. Tal vez él decidió dejar de amarme hace mucho y olvidó
decírmelo. No sé si es triste o valiente seguir aferrado a algo que ya no es
unilateral. Realmente envidio a quienes se aman mutuamente, pero admiro
a los que aman sin esperar a ser correspondidos.
Creí tener con Matthew lo que muchos aparentan en las redes. Amor
bueno, del sano y verdadero. Bufo. En una vida tan caótica y toxica como la
mía no puede haber sanidad de ningún modo, pero no dejo de soñar con que
algún día pase. Estoy joven y lo que más me repetía mi antiguo psicólogo
era que la depresión es un fantasma que llega con sigilo y muchas veces no
nos damos cuenta de que llegó hasta que la simple acción de respirar nos
cuesta y justo en el momento en el que uno se entera habrá que empezar a
rezar para que se marche. Con rezar, él se refería a buscar ayuda, pero de
dónde saco las fuerzas para hacerlo, o al menos permitirla.
—Sí.
—¿La aburrida o la interesante? —pregunta.
—Yo sé que no, pero son las reglas del lugar, las cuales,
definitivamente, son para su bienestar —explica. Está vestida con ropa de
invierno blanca, pero sus botas son de color rojo. Es bajita y su cabello
castaño es corto, mucho más que el mío.
—Es mejor que hable con el psicólogo y el doctor primero para que
la evalúen. Él podrá responderle sus dudas y recomendarle algunas cosas.
—Vamos, entonces.
—Debemos esperar. Ahora mismo se encuentran en una evaluación
con alguien más.
—¿Y termina?
—Andando.
Los minutos pasan. Juego con mis dedos para distraerme. Tengo
hambre y el temblor se ha hecho presente en mis manos. Sé que lo que se
viene no será nada lindo y dolerá como la mierda. Nunca me he
desintoxicado y lo que dicen algunos conocidos del proceso no es bastante
alentador y más cuando en estos últimos tres días hice algo que jamás había
hecho:inyectarme.
—Sí —le digo y miro a Azul —. Fue un gusto conocer, Azul —digo
y me giro para ir a la oficina.
—¿Te relajó?
—¿Cómo la obtuviste?
—¿Tu equipo?
—A diario —digo.
—Chelsea. Lo que pasará aquí será solo un 10% del tratamiento que
tú debes continuar allá afuera. El 90% depende de ti y de lo que te rodea.
Bufo.
—O renunciar.
CAPÍTULO 13
Chelsea
—Hola.
—Soy la hija del dueño de este lugar. No del dueño del centro, no,
del dueño de castillo. Él se lo alquila a otras personas, a las que nos ayudan.
—Sí, oh.
—Hijo de puta.
—Se los merece —hablo y me pongo de pie —. Creo que tengo que
irme —miro a Ailen, ella mira su reloj y asiente con la cabeza en mi
dirección —. Logré que cambiaran mi tipo de terapia.
—Yo también asistiré a la reunión de alcohólicos anónimos —sonríe
otra vez y también se levanta.
—Me gusta decir que los tenía. En pasado. Pero sí, soy una
alcohólica —sus labios vuelven a curvarse.
—Sí lo hago, solo que no todos los días tengo algún motivo.
—No —ríe —. Es difícil engañar a esa zorra, pero algún día lo haré.
La miro incrédula.
—Entra sin mí, tengo que hacer una parada técnica —le digo a la
morena y camino hasta el fondo. Ailen me sigue. Me lleno de paciencia,
ella solo está haciendo su trabajo y es culpa mía que deba de tener alguien
que me cuide siempre.
—Sí, tranquila, señorita Cox. Aquí entendemos que las estrellas del
pop tienen problemas con la puntualidad también —dice una voz que
reconozco de inmediato.
Levanto mi vista y me topo con los malditos ojos verdes del tal
Jackson. Este mundo es un pañuelo de mierda.
Jackson se pone de pie, me mira, alza una ceja y llena sus pulmones
de aire para luego pasar a mirar el resto de los asistentes.
Soy una falsa conmigo misma, dije que no iba a mentir más, ni a
ocultar nada y eso estoy haciendo.
—Yo —me pongo de pie sin saber muy bien que estoy haciendo.
—Adelante, Chelsea —Hillary intenta motivarme después de unos
largos segundos de silencio.
—No sé muy bien cuando empezó todo... Podría decir que empezó
cuando mis padres se divorciaron y mi papá se alejó de mí como si fuese
peste... O cuando recibí comentarios en la secundaria sobre mi físico que
nunca pedí, como que estaba muy delgada, que comiera más... El rechazo
de la mayoría de los chicos que me gustaban solo porque no estaba... —con
mis manos hago una seña de abultamiento frente a mi pecho —, ya saben,
desarrollada. O cuando sufrí de acné y todas mis amigas se burlaban... O
cuando inicié mi carrera y los comentarios sobre mi imagen se hicieron el
doble de crueles... O cuando mi madre empezó a verme solo como una
máquina de dinero. No sé como inició, pero lo único que sé es que quiero
que acabe.
—No soy capaz de rescatar solo una, creo que todas... —el aire me
falta un poco más —. Todas son la pieza de una sola enorme razón.
Ailen viene detrás mío mientras habla por algo que parece un
celular.
—¡Chelsea! —escucho la voz de un hombre gritar y cuando pienso
un poco más, me doy cuenta de que es Isaac —. ¡Chelsea!
Sin saber por qué, me echo a correr por los pasillos del lugar. No sé
a donde estoy yendo, no conozco el camino de regreso a mi lugar. Me
siento en un peligro que no encuentro y no puedo reconocer. Un enemigo
me persigue y sé que quiere acabar conmigo. Y le será posible, porque ese
enemigo es mi propia mente y no puedo huir de algo que jamás va a
dejarme en paz.
«No te detengas otra vez, corazón» susurra esa pequeña parte que
siento que aún no ha sido dañada dentro de mí.
—¡Chelsea!
Es Isaac otra vez. Está más cerca. ¿Cómo llegó tan rápido? Es
deportista, me respondo con inmediatez en medio de mi delirio.
—¡Suéltame!
No quiero que lo haga.
Me giro y lo empujo con fuerza. Caigo hacia atrás y sigo sin dejar
de llorar. Ahora más porque me ha dolido la caída. Isaac se yergue encima
de mí. Está nevando. Mis pulmones han decidido no recibir más aire.
Empiezo a hiperventilar. Tiemblo e incrusto los dedos sobre mis rodillas
para obligarme a parar todo.
—Chels...
—Te odio tanto, maldito hijo de puta —gruño sin dejar que mis
lágrimas cesen. La rabia se apodera de cualquier sentimiento de paz que
buscaba.
O tal vez, simplemente, no lo decida ver y como dicen por ahí "No
hay peor ciego que el que vio la realidad y decide volver a cerrar los ojos".
Nada. No sabríamos el valor que tiene una sonrisa, un logro o... una
persona. No importa quién, puede ser el hombre que tomó la decisión de
ayudar a alguien que se cayó en la calle, o el doctor que le salvó la vida a
alguien que padecía un cáncer desarrollado por fumar cigarrillos.
—No —miento.
—¿Cómo va la sobriedad?
—No es gracioso.
—Si lo es.
—Si lo es.
—Que no.
Ahora soy yo quien se haya detrás de él. Sigue siendo alto aún
estando arrodillado o simplemente yo soy una enana.
—Un deseo es una fantasía, algo que quieres lograr sin hacer nada.
Un anhelo es una realidad, algo en lo que trabajas con todas tus energías y
pronto lograrás.
—Si lo voy a lograr no veo por qué pedir o rezar por ello.
—Entiendo.
—¿Por qué?
—¿Y qué?
—Claro que tenía cosas que hacer, siempre tengo cosas que hacer,
Chels, pero jamás dejaría tirado en un hospital a quien ayudé a que su
corazón volviera a latir.
—No soy una psiquiatra, pero puedo ser una amiga y a veces eso es
mucho mejor, porque aunque suene estúpido, sé que las amigas no escuchan
con los oídos, escuchan con el corazón —se encoje de hombros y me suelta
—. Adiós, me voy a alinear mis chacras y a estirar las nalgas.
—¿Todo está bien con Isaac? —pregunta —. Escuché por error algo
y luego me fui, no quería interrumpir la conversación.
—¿Ya se conocían?
—Algo así —miro hacia abajo y luego vuelvo a ella cuando algo se
cruza por mi cabeza —. ¿Sabes cuál la profesión de Isaac?
—No...
—Le advierte a Azul sobre las preguntas incómodas, pero luego las
hace —la miro divertida.
Evoco nuevamente mis recuerdos de esa noche, pero esta vez voy
un poco más atrás al momento en que todo se volvió oscuro, voy al
momento en que todo brilló.
Besar ese hombre fue una de las mejores cosas que he vivido este
año y es triste, porque no ha sido mucho lo que he disfrutado. Por lo menos,
tengo como consuelo de que en medio de tanta mierda al fin llegó un
maldito espécimen de los buenos a darme el mejor orgasmo que jamás haya
sentido.
—Cada vez que hablas algo dentro de mí muere —se yergue recta y
se cruza de brazos. La profesora nos mira con mala cara, pero sigue en su
práctica —. Tu aura es muy... gris. Demasiado gris, ni siquiera blanco o
negro...o al menos plateada, gris y del tono más aburrido y feo.
Me río también.
—Azul.
—Gracias —pronuncio.
CAPÍTULO 15
Isaac
—¡Hola, papi!
—Mejor.
—Papá... Te fuiste de vacaciones sin mí. Los abuelos me dijeron
que estás en un castillo y hay un lago girigante congelado.
—¿Qué cosa?
—Chloe, escúchame...
—Debiste pensarlo antes. Aquí el único que le hace daño eres tú.
Levanto la mesa del centro con ambas manos y todo lo que había
encima cae en el suelo causando un enorme estruendo. No puedo controlar
la maldita ira que ahora mismo siento. Llevaba años sin perder el control.
Chels.
—¿Qué pasó con el otro? Debe regresarlo —dice la mujer detrás del
mostrador.
—Gracias.
—¿Qué?
—No lo haré.
A medida que avanzo por el pasillo mis oídos captan una melodía
que reconozco. Es alguna de Chopin, pero no tengo idea mínima de su
nombre. Quien la toca lo hace como un pianista profesional, de los que solía
ir a escuchar con Leane en nuestras primeras citas. Ella era amante de la
música clásica y algo inculcó en mí.
—Gracias —susurra.
Ella vuelve a reír y me pongo como meta volver a causarlo otra vez.
—Soy una maldita estrella del pop. ¿Sabes cuánto cobro por un
show privado...? —abre los ojos abruptamente —. Mierda, eso se escuchó
mal.
—¿Clásica? —pregunto.
Me mira extrañada.
—La mejor —me mira y luego se fija en la torre del reloj —. Debo
irme. Ailen debe estar esperándome, tengo una clase de yo no sé qué.
—¿Sí?
CAPÍTULO 16
Chelsea
No voy a salir a ningún lado. Le diré a Ailen que le diga a Isaac que
me enfermé, que me morí o alguna otra excusa.
Me tiro sobre la cama. Muy pronto serán las ocho. Respiro hondo y
dejo escapar un suspiro. Tal vez si no fuera una adicta o no hubiese dejado
de comer, o hiciera más ejercicio luciría como las chicas que suelen gustarle
a la mayoría de los hombres, pero no soy capaz ni de gustarme a mi misma.
La voz de Azul llega a mi cabeza y con ella me reclamo por mi
negatividad. Siempre estoy saboteándome, debería pensar diferente.
—No estamos locos y no, no es una cita, es solo... una citación que
se hicieron dos personas para ir a alimentarse juntos —paso por su lado.
Tomo un gorro del perchero y abro la puerta —. ¿Almorzamos?
—¿A qué hora te verás con él? —pasa por mi lado y juntas
emprendemos camino hacia las áreas comunes.
—A las 8.
—No, Azul, aquí no soy Chelsea Cox, soy las ruinas de ella... La
mujer perfecta que ves en fotos y conciertos no es más que un trabajo en
equipo de cientos de personas, la que estás viendo ahora no es trabajo de
nadie, es lo que hay detrás. Soy el desorden, la basura, lo que nadie quiere
ver... —la voz se me quiebra y me trago el resto de palabras.
—Sabia que no serías puntual, pero no creí que fueras a ser tan
impuntual —dice sin mirarme.
—¿Qué?
—Sí, sí, estoy bien —sonrío y trato de comer. Tal vez es la fatiga
que me tiene de este modo. Trataré de comer. No quiero parecer aún más
maleducada, suficiente con llegar tarde.
—Si eso cambia, avísame —me mira serio y vuelve a asentir con mi
cabeza. Unos minutos pasan cuando vuelve a hablar:—Y dígame, Chelsea
Cox, ¿qué hace en la vida aparte de cantar y ser la rubia bonita que todos
admiran?
—Trabajar.
—¿En qué?
—En el trabajo.
—No me digas.
—¿Y qué planeas hacer al salir de aquí? Supongo que no estás aquí
por una decisión totalmente propia.
—Todas excepto la que cantaste ese día, ¿por qué se sentía diferente
al resto? ¿La escribió alguien más?
—El que estés comiendo un poco más es una muy buena noticia,
Chelsea —Ailen sonríe.
—¿Ed?
«¿Estoy bien?»
—No lo sabía.
—¿Entonces?
—Al menos vuelve a revisar todos mis contratos. Debe haber algo
que me libre de ella o al menos de Alicia, por favor. Solo necesito algo para
poder...
—¿Poder qué?
Silencio.
—Chelsea...
Los ojos se me empañan una vez más, pero esta vez me duele más
que todas las otras veces.
—Si llega a hacerlo dile que estoy bien. Que mi proceso va muy
bien, llevo 9 días sobria y hoy desayuné muy bien.
—Chel...
—No ha sido nada fácil. Es una mierda, mi mente solo quiere que le
meta químicos a mi cuerpo para sentirme bien y mi cuerpo cree que los
necesita.
—Gracias, Ed.
—Te llamaré pronto. Te quiero.
CAPÍTULO 17
Chelsea
—Gracias —sonrío.
—Eres tan... gris. Sabes, detrás del gris he logrado ver una chispa
amarilla, pero no cualquier amarillo... Dorado. Puedo jurar que tu verdadera
aura es dorada.
—Azul, obviamente.
—¿Cómo?
—Interesante.
—Gracias —susurro.
—¿De qué?
—Te soportaría hasta una de color negro, pero necesito que hagas
algo por mí —me mira.
—¿Qué?
Sonrío.
—Un don por otro don, acepto —se concentra más. Pasa a mi mano
izquierda y luego me mira con seriedad. Tengo mis dos palmas hacia arriba
—. Tu mano derecha revela el 80% y la izquierda el 20% —explica —. En
la primera veo una línea de la vida muy curva y corta, pero eso no significa
la duración de tu vida como todo mundo piensa, no, aquí puedo ver lo
inestable que eres, propensa a enfermedades físicas o mentales, pero en la
izquierda puedo ver un carácter que nunca te he visto y es el seductor.
Espero jamás verlo, no quiero que Chelsea Cox me seduzca porque
temblaría mi heterosexualidad —bromea —. Tu línea del corazón es muy
larga en ambas manos, eres muy intensa al momento de dejar fluir tus
sentimientos... Espera, esta nunca se la había visto a nadie... —sus ojos
miran los míos con sorpresa —. Tienes la maldita línea del sol.
—Esta línea —la señala con su dedo índice —, solo la tienen las
personas que fueron destinadas a la fama, a brillar y ser admiradas. Tendrás
mucho éxito, pero tendrás que trabajar mucho por ello —mira ambas manos
—. La vida te dará una prueba y espero la superes porque se ve difícil —
tuerce la boca.
—Tal vez sea esta —comento y cruzo mis brazos cuando ella me
libera. Hoy amaneció haciendo más frio que de costumbre.
—No hay mucho de que hablar. Odio mi memoria y cada día que
pasa lo hago más. Cuando trato de aferrarme de un recuerdo feliz que tengo
con ella, mi mente decide volverlo borroso y archivarlo. Me sucede con el
resto de recuerdos —suspira —. No quiero olvidarla.
Sus expresivos ojos me miran con curiosidad. Las pestañas que los
rodean son una gran envidia. Las mías son rubias y parece que no tuviera.
—Es una buena idea. Nunca lo había pensado —golpea mi cabeza
—. Al fin estás pensando más lindo, Chelsea. Muy bien.
—He escrito algunas, pero nunca han visto la luz del sol, o mejor
dicho, nunca han sido escuchadas por algún oído.
Isaac.
Llevo una semana sin verlo. Según me dijo Ailen, está pasando por
un momento delicado. Solo dijo eso y no quiso darme más detalles. Le
pregunté a Azul y supo decirme que la abstinencia ha afectado bastante su
comportamiento. Ha sido un tanto violento con el personal del lugar y es
mejor no acercarse. Azul suele entererarse de muchas cosas, si
—¡Sí!
—Empezaremos mañana.
—Tu voz... —seca sus mejillas, pero sus lágrimas siguen saliendo
sin parar —. Discúlpame, esta canción es muy importante para mí. Tengo
que irme —se gira para caminar a la salida. Trato de levantarme, pero de la
nada gira y me mira —. Nos vemos más tarde, hay cosas que... tengo que
sentir sola. Gracias por la canción... —solloza —. Eres increíble —dice y
luego sale corriendo del salón.
—No me colé, ya estaba aquí antes de que llegaran —se pone de pie
y sale de entre las sombras.
—Qué triste tuvo que estar tu año. Fue solo una canción —me
encojo de hombros.
—¿Ah?
—En... Azul.
—Creo que sí. Supongo que tiene cosas que superar como tú, como
yo, como todos aquí —me pongo de pie y aliso mi abrigo.
—Entiendo.
—Sí —le sonrío y sin saber que más hacer, empiezo a caminar hacia
la salida.
—Oye —me llama.
Me giro.
—Seguro.
—Solo es...
—Está bien ser tu mayor crítico, pero tampoco olvides que también
debes ser tu mayor fan.
—No.
Ríe.
—¿A ti ya te aprobaron?
—Lo fue, solo que... Estaba muy ocupada para sentarme a leer los
detalles —no es la verdad completa, pero es la verdad —. Apúrate, siento
como se me está congelando la sangre.
—Sí, súbdito.
Lanzo una última bola de nieve directo a su cara, que causa que no
pueda ver donde pisa y tropiece con la raíz salida de un árbol que lo hace
caer encima de mí. Es enorme y todo su cuerpo me aplasta, pero sigo
riéndome como una foca retrasada al igual que él. Escucho alguien toser y
nos quedamos petrificados. Muevo un poco mi cabeza para ver de quien se
trata.
Si antes estaba congelada, ahora lo estoy más porque no espera ver a
nadie de mi mundo aquí y mucho menos al gran neurocirujano Vicent Cox,
mi padre.
—Hola, Chelsea.
CAPÍTULO 18
Chelsea
—Me caí.
Entramos en la enfermería.
—Es cierto —dice y se los quita. Se pone de pie, se lava otra vez.
—Aún no entiendo muy bien qué haces aquí... —digo y bajo mi pie
de su rodilla. Mis pantalones de yoga han quedado destrozados. Detallo la
delgada línea de suturas que quedó en mi rodilla.
Ahora que lo noto, luce más delgado que la última vez que lo vi
hace años. La piel de su rostro refleja más años de los que realmente tiene,
pues antes siempre lució como alguien muy joven para su edad.
Puede morir.
—Tu corazón se detuvo tres veces a tus 19 años, el mío una vez a
los 45... —sus ojos se cristalizan —. Otro ataque cardíaco más me mataría y
no sería precisamente uno mío, Chelsea.
—Temo decirle que, justo hoy, se han llevado las sillas viejas para
cambiarlas mañana por unas nuevas —se encoge de hombros.
Me obligo a callar.
—Hola.
—Me alegra mucho escuchar eso —sonríe. Tiene sus manos dentro
de sus bolsillos —. ¿Necesitas que te lleve a tu habitación?
—¿A la villa?
—Sí.
—¿Cirujano?
—¿Por qué?
—Tengo una larga gira al salir de aquí. Todo el año estaré viajando
de ciudad en ciudad.
—No, no lo es.
—Es el doble.
Mi vieja guitarra.
—Claro, dime.
—Las tendremos.
CAPÍTULO 19
Isaac
Para mí, Chelsea es como esa tormenta que puede causar miles de
desastres en otros lugares, pero para quien sufre de una sequía es un
milagro. Verla sonreír, definitivamente, es entender que después de todo hay
una solución, hay una oportunidad. No conozco bien su historia, me
encantaría saberla, pero a primera vista se veía que estaba hecha ruinas,
luchando para mantenerse en pie y a pesar de todo, siempre que nos
encontrábamos ella me regalaba una sonrisa o me invitaba a hacer cualquier
cosa.
—Estoy bien.
—¿Sobre quién?
Lo miro de nuevo a él. No sé si revelarle el nombre, tal vez ella se
una de sus pacientes.
—Sexualmente no, pero puedo decir que ella me gusta un poco más
allá —explico.
—¿Ella?
—Sí.
—Ya no camino por las paredes buscando alcohol, así que creo que
sí.
—¡Tengo que dejar de ser tan torpe, dios! —grita mirando hacia
arriba.
—Eso veo.
—¿Y tú?
—¿Tienes miedo?
Me pongo de pie.
—Sé que la letra no es muy buena, pero es lo que tengo hasta ahora.
Tal vez pueda mejorarla en el estudio y...
No la dejo terminar de hablar porque ahogo sus palabras con mis
labios y la beso, la beso como he deseado hacerlo desde que la vi por
primera vez en este lugar, en cada momento en que la he visto llorar y se ha
mostrado tan real ante mí. Tarda en responder, pero responde y lo tomo
como un incentivo para retirar su guitarra de su regazo, alzarla, sentarme y
ponerla a ella en el mío. Se acomoda a horjacadas sobre mí y no me opongo
a mi instintivo querer de tenerla aún más cerca.
—Tal vez...
—Engreído.
—Hola, Ailen.
—Gracias. Aquí hay un par de velas —le entrega una caja a Chelsea
—. Nos vemos más tarde —dice y desaparece.
—¿Follar? —agrego.
Sus mejillas se tornan de rosa.
—No eres la única que ha deseado esto desde Londres, Chels Chels
—me inclino para besar las comisuras de sus labios y voy trasladándome
lentamente hasta su oreja —. Yo también he fantaseado con follarte cientos
de veces, en miles de posiciones, en millones de escenarios y espero pronto
cumplirlo... —me separo abruptamente —. Solo si tu quieres claro está, al
parecer no mucho —bromeo.
—Estás jodiéndome.
—Tal vez no soy el tipo que suele gustarle a las divas como tú —me
tiro sobre la cama y paso mis brazos detrás de mi cabeza —. Lo tuyo tal vez
sean los deportistas que ganan millones de dólares al año.
...o no.
—Eso noté. Estoy seguro de que hasta tu padre sabía muy bien
quien era yo.
—Si de algo estoy seguro es que la vida es una hija de perra que le
gusta reírse en tu cara después de cada desgracia que pasas. Cuando crees
que nada peor puede suceder... Sucede —abre sus brazos y luego niega con
la cabeza —. Estoy maldita. Él único hombre que ha logrado gustarme en
años y tiene que venir Alicia otra vez a arruinarlo todo. Maldita sea.
—No, antes.
Piensa unos segundos hasta que cae en cuenta. Otra vez sus mejillas
toman ese peculiar rosa claro que tanto me encanta.
—Vamos, repítelo.
—Isaac...
—Chels...
—Dios sí.
—No puedo.
—Jamás.
Tal vez las drogas influyeron en su trato hacia mí, pero cuando yo
las probé, me di cuenta de que seguía siendo yo, con más ansiedad, mas
terrores nocturnos, pero seguía siendo yo y queriendo a las personas, que
eran pocas, que antes quería.
—No sabes de lo que te pierdes. Las cosas ficticias siempre son más
interesantes.
—Cuéntamela —digo.
—Pobre —susurro.
—Ella tenía miedo y no confiaba en nadie, y creía que jamás lo iba
a hacer. Hasta que un día...
—La reina tuvo que llamar a un jardinero para acabar con una plaga
de insectos que había invadido sus manzanos. El trabajo iba a tomar días
enteros y decidió revisar el hombre a la entrada, hacer que se despojara de
todas sus cosas para estar segura con su presencia por tanto tiempo.
—Y él la mató —agrego.
—Chels...
Me callo.
—Chelsea —advierte.
Lo miro disgustada.
—Lo único que voy a comprar serán condones que no sean de látex
y espero que los haya en este pueblo, porque si no voy a tirarme a ese
maldito lago para apagarme.
—Voy a... —me corto cuando tres golpes secos atacan la puerta —.
Estoy empezando a pensar que la vida no quiere que seamos felices —me
quejo.
—No.
—¿Planeas hacerlo?
—Sí, pero no ahora. Quiero estar bien los últimos días que le restan
aquí —me lanzo sobre la cama y me fijo en las sombras que proyectan las
velas y la linterna de Azul.
—El problema es que las personas no saben amar, creen que todo se
basa en la posesión. "Si me amas ya eres mío". Mi sueño es aprender a
hacerlo de manera correcta, donde nada duela —suspiro también.
—No creo que haya maneras correctas de amar.
—Claro que no, solo que siento que todas las personas tenemos una
forma correcta de amar y anhelo encontrar la mía.
Debería estar feliz por ella, pero me empaña un poco el pensar que
no volveré a verla a diario con sus ocurrencias.
Río.
—Dímelo.
—Tengo muchos que son más profesionales, pero esos los maneja
mi equipo, en ese te responderé yo personalmente. Envíame tu número —
ella sigue riendo —. No me juzgues, lo creé cuando tenía 10 años —le
lanzo una almohada.
—Listo —anuncia.
—Sí.
—¿Qué te dijo?
—Le gustó.
—No es amor, solo son ganas de tener sexo, Azul. Es una necesidad
fisiológica y hay que atenderla, sobre todo en este encierro —señalo toda la
habitación —. Es imposible sentir amor por alguien en tan poco tiempo y en
un lugar como este.
CAPÍTULO 21
Chelsea
—Me encanta que seas así. Me das ideas para algunas de mis
canciones. Tengo una lista con frases que has dicho que me han gustado
muchísimo. Espero ralamente sean tuyas, no quiero una maldita demanda.
—Definitivamente verde.
La miro incrédula.
Golpea mi hombro.
—¿Qué?
—¿Qué? —río. Ni yo entendí que dije.
—La veo amarilla porque eres un sol en este enorme universo y con
esto no quiero decir que seas el único sol, en el universo hay muchísimos,
pero definitivamente nadie le gana a la cantidad de estrellas que existen,
pero soles... pocos, pocos y tú eres un asombroso sol, Chelsea Cox.
—Hola —respondo.
—Chels Chels.
—Mi nombre es Gael y los acompañaré hoy —se presenta ante mí.
Nos dan una aburrida vuelta por la ciudad y luego el conductor nos
lleva media hora más allá del pueblo a un lugar que hace que todo mejore.
Mis ganas de estar viendo este lugar con alguna droga en la sangre
se alteran. Debo respirar y no pensar en eso.
—Me gusta, pero no la celebro —respondo.
—¿Por qué?
—Supongo que será duro para ti pasar esta fecha sin ellos —trato de
sonar amigable, pues su semblante ha cambiado a uno más serio.
—Un poco. Para mí, es solo un día más, pero para ciertas personas
es un día bastante importante y no me siento bien causando decepciones.
—Es solo un día más para mí y tal vez a medianoche las pastillas
que tomo para dormir ya me tengan noqueada —sonrío un poco para
alivianar su preocupación —. Estaré bien.
—Chels. Dime.
—No son serias, son reales y si algo llega a suceder... Créeme, reír
será lo ultimo que hagas con tu boca.
—Cállate, por favor. No colaboras —me paso una mano por la cara.
—Lo sé. Yo también tengo una temporada que sacar adelante, solo
espero que nuestros descansos coincidan.
«Medicina Legal»
No.
No.
La fría y helada nieve hace que mis pasos sean aún más pesados.
No.
Sus rizos...
—¿Estás bien?
—No.
—No... —sollozo.
—¿No te molesta? Perfecto.
Las lágrimas impiden que pueda ver bien, pero sé que él está
mirándome. Siento sus dedos acariciar mi cabeza.
—Lo sé...
—No tienes que pasar por esto sola... Yo sé como... Yo... Yo puedo
ayudarte, Chels.
—Me importa una mierda. Debo irme a primera hora de aquí. Estoy
mejor, volveré al ruedo.
—Al fin. No sabes el trabajo acumulado que tienes. Decenas
entrevistas, fotos, hasta han llamado para hacer un documental sobre tu
vida. Pagarán millones y...
—No puedes...
Una vez dentro tomo la poca ropa que tengo y la echo en una
pequeña maleta. Abandono el lugar y voy directo hacia donde se encuentra
el piano. Miro el reloj de la pared. Marcan las dos de la mañana. Pensé que
era un poco más temprano.
La repito una tras otra, tras otra, tras otra hasta que no puedo más.
El pecho me pesa y mi respiración ha decidido detenerse, o eso es lo que a
mi mente le parece.
—¿Señorita Cox?
—¿Sí? —susurro.
—Gracias.
Ailen está bajo el umbral. No dice nada, solo me mira, pero luego se
gira y me da la espalda. Solo está haciendo su trabajo, después de que salga
de aquí ya no seré su responsabilidad.
No quiero que pienses que soy una egoísta, por favor no lo hagas.
Yo ya tenía mis días planeados, pero fuiste una eventualidad que me hizo
disfrutar de los últimos.
Jamás había tenido una mejor amiga y a donde quiera que vaya
estaré agradecida porque me tocó tener a Chelsea Cox como una. Van a
tenerme envidia.
Por otro lado, debes estar preguntándote ¿Por qué lo hizo? Bueno,
voy a contártelo, pero promete que no vas a recordarme de esa manera.
Quiero que me recuerdes como la mejor Palmista y Frasista que conociste
en toda tu vida.
¿Te acuerdas que te decía que hay problemas peores que los que
tenemos?
Brilla, Chelsea Cox. Ríe, Chelsea Cox. Baila, Chelsea Cox. Canta,
Chelsea Cox. Enamórate, Chelsea Cox. Y ama, Chelsea Cox.
Azul
CAPITULO 23
Chelsea
Juego con la tela del vestido lleno de diminutos cuadros que podrían
llamar espejos. La luz de la exclusiva discoteca se refleja en ellos y cuando
paso la mano frente a mi pecho veo como se graba de reflejos coloridos.
Esto definitivamente es más sorprendente de todo lo que está pasando a mi
alrededor.
Aprovecha la cercanía para intentar besar mis labios, pero hago que
los suyos caigan directo a mi mejilla. Justo en ese segundo veo una cámara,
sonrío y ella inmortaliza el momento.
Me mira incrédulo.
—¿Es en serio?
Solo han pasado 19 días desde que decidí vivir en modo automático.
No aspiro a nada, solo cumplo con lo que se me dicta. Voy de los ensayos a
mi habitación y de mi habitación a los ensayos. Hoy recibí un mensaje de
Matthew invitándome a un enorme evento que harían por mi cumpleaños,
no quería ir, pero Alicia insistió en que sería una forma de demostrar que
puedo ir a sitios de ese tipo sin excederme.
Ladeo mi cuerpo para visualizar las rosas. Una idea se cruza por mi
cabeza y voy hasta la chimenea a gas para encenderla. Tomo el ramo, mi
celular y me siento frente al fuego.
Planto las 19 rosas frente a mí. Tal vez faltó una, deberían ser 20.
Niego con la cabeza mientras me fijo en las llamaradas artificiales que
calientan todo mi cuerpo. Bonito y destructivo.
Isaac
El pitido que finaliza el entreno hace que me detenga y tire el bate a
un lado. Estoy exhausto, pero he notado como mi rendimiento ha mejorado.
—No eres muy fanático de las visitas, así que decidí sorprenderte y
no tardarme—dice y me gira para ver sus ojos verdes —. ¿Cómo estás, Ics?
—¿Y qué sentido tendría mi vida? Estoy estresado, pero amo lo que
hago. Al igual que tú —se encoje de hombros —. ¿Cómo está, Chloe?
—Debido a que mi este será el punto fijo de partidos que nos toque
de local, la corte dictó que viniera aquí. Claramente, estoy pagando todo —
suspiro y lo miro durante unos segundos —. Gracias por venir.
—Me alegra escuchar eso. Espero que apenas todo termine puedan
ir al rancho juntos. A Inanna y a Sasha les encantará verlos. Le han
mandado a construir una especie de casa de muñecas enorme a Chloe de
navidad y cuando digo enorme es porque realmente es enorme. Esa casa
tiene mejor decoración y baños que la mía —ríe y logra sacarme una
sonrisa.
Sí es hoy.
—¿Quién es ella?
—¿Volverla a ver?
—¿Ah? —metí la pata.
—No.
—¡No sé!
—Dime un maldito color, ¡ahora!
—Dos mil veinte rosas amarillas al hotel Ritz para más tardar antes
de media noche —ordena y vuelve a echarse a caminar.
—Ivan, no...
—Jackson —digo.
CAPITULO 24
Chelsea
—¿La misma evolución que hace que quieras follarte a todos los
tipos que se te crucen? —ataca.
—Nada que no me pase el resto de los otros días, solo que hoy
decidí hablar —me siento frente al enorme tocador que han traído a la
habitación.
Vuelvo a soltar aún más aire. Cada que pienso en lo genial que sería
tener a Azul a mi lado mi corazón da un latido menos. Dijo que me
escribiría y vivo pegada a ese ridículo correo con la bandeja llena de
promociones de una ridícula página de muñecas que solía jugar.
—Le han enviado esto —me entrega un sobre y señala las rosas —.
Pero no creo que entren en su habitación.
DE: JACKSON
—No, no, no. Ya son mías y no dejaré que me las quites —sonrío y
después de unos segundos vuelvo a hablar —. Gracias.
—No hay de qué —dice.
—Aunque...
—¿Aunque qué?
Sonrío. Giro mi rostro y estiro mi brazo para tomar una de las rosas
amarillas entre mis dedos y llevarla hasta mi nariz. Aspiro su aroma.
—No tienes que verme por ningún canal. Si algún día que deba jugar
estás libre solo dime y yo me haré cargo de traerte hasta donde esté y luego
llevarte de regreso.
—¿Este es tu número?
—Para ver el resto de los partidos debe ser por un canal pago.
Escríbeme y te enviaré mi cuenta para que ingreses.
El corazón se me comprime.
—¿Por qué?
—¿Y tú...?
—Podría decir que estas rosas han sido lo mejor de mi día, pero te
mentiría.
—Lo haré.
Vuelvo a la realidad.
—No puedes perderte así de la nada. Tenemos una hora para llegar al
otro hotel. Matthew ya está en el lugar cumpliendo, como siempre.
Vaquero🤠
Hey ✓✓
01:23 p.m.
🌄Foto ✓✓
02:15 p.m.
Perdiste tu oportunidad 😉 ✓✓
02:16 p.m.
—Por supuesto.
—Fue corta, pero bastante intensa. Estoy más lista que nunca para
recorrer el mundo con mi música y conocer a mis seguidores —respondo y
completo con una sonrisa. Esto último sí es real.
Le dan el turno a alguien más.
Niego sonriente.
Vaquero🤠:
CAPÍTULO 25
Chelsea
Tal vez mi necesidad por las drogas pudo desaparecer. Aunque de vez
en cuando escucho esa voz en el fondo diciendo: Lo necesitas, lo
necesitamos. Ignoro, trato de ignorar, pero el resto sigue ahí... Sé que todo
sigue aquí.
Vaquero🤠:
Vaquero🤠:
No he mirado el tuyo.
06:07 a.m.
Míralo. ✓✓
06:07 a.m.
Ya mismo.
06:07 a.m.
🌝 ✓✓
06:07 a.m.
Vaquero🤠:
Mierda.
06:15 a.m.
¿Amiga? ✓✓
06:17 a.m.
Qué casualidad... ✓✓
06:18 a.m.
¿Por qué?
06:18 a.m.
Chels...
06:18 a.m.
¿Para qué? ✓✓
06:21 a.m.
Me voy a morir.
06:21 a.m.
¿De qué? ✓✓
06:22 a.m.
De abstinencia.
06:22 a.m.
Buen punto. ✓✓
06:23 a.m.
La dirección.
06:23 a.m.
🌄Foto
06:31 a.m.
Vaquero🤠:
📍Ubicación ✓✓
06:36 a.m.
—¿Otro?
Lo miro ofendida.
—Sí, el mismo.
Vaquero🤠:
Me desharé de él. ✓✓
07:21 a.m.
—Chelsea —pronuncia.
—Qué mal estado físico tienes para ser alguien que baila durante
horas y canta al mismo tiempo... Muy mal —ríe y yo también lo hago.
STATHAM
26
—No creo que sea tu talla, pero es la más pequeña que pude
conseguir en tan poco tiempo.
—No importa. Con que estés al menos cinco minutos, yo seré feliz
—sonríe.
CAPÍTULO 26
Chelsea
«Alguien especial»
Quiero tomarme todo con calma. Lo que está sucediendo con Isaac
me aviva, pero no quiero... Bueno, en realidad sí quiero, pero tengo miedo.
Tengo muchas cosas que solucionar en mi vida antes de dejar entrar a
alguien más. El desorden que tengo ahora no es digno de ser mostrado y no
quiero mentirle. Isaac es de esas pocas personas que uno conoce a lo largo de
la vida a la que uno se le puede abrir completamente en todos los sentidos y
cuando digo todos, son todos.
—Esos ataques que te dan tal vez sean una señal para ir a terapia —
me levanto de la silla y camino hasta donde cayó el pedazo de pan —. Es
muy buena, te ayuda y te enseña a soportar a algunas mierdas de personas.
Abro la boca para responder, pero la voz de alguien más hace callar.
—Van a quererla de cualquier manera. Es Chelsea Cox —dice como
si mi nombre fuese una certera explicación.
—Fue algo normal, deja el espectáculo para más tarde —niega con la
cabeza —. Es más, deberías hablarle tú esta vez, fuiste muy grosera.
—¿Por qué?
—No quiero.
—No es nadie.
Suspira.
—No sabes como odio no poder entrar a Londres —sus ojos van
hasta su hermana y la ira es notoria —. Esa mujer tiene el primer lugar en mi
lista negra.
Se pone de pie y antes de cubrir sus ojos nuevamente con sus lentes
dice:
Así es todo esto, así siempre es mi cabeza. Una mente con una
enfermedad que presiento no va a abandonarme nunca.
Llevo mis ojos hasta ella y la miro como si fuese el mejor milagro
del mundo. La tomo del brazo y la acerco a mí. Debió irse cuando le dije,
pero ahora no tengo otra opción.
—A nadie —miro a ambos lados del pasillo y la jalo para que camine
conmigo —. Tengo que volver al hotel.
—Estrellas Rojas.
—No, Isaac me dejó un auto que tiene las placas registradas y puede
entrar sin problema al lugar. Además, ahí tengo mi camiseta.
—Ajá.
—¿Isaac Statham?
—Sí.
—Wow. Estás bateando en las grandes ligas —ríe —. Ese hombre ha
sido de los solteros más cotizados desde que su esposa murió.
—¿Qué?
—Lo siento, baby. Tal vez no quería asustarte o que tuvieras una idea
errónea de que aún lo supera. ¿Cuánto llevan saliendo? —pregunta.
CAPÍTULO 27
Chelsea
—Doscientos —dice.
Blanqueo mis ojos. Pensé que sería más. Tomo mi celular y le quito
el forro protector. Retiro dos billetes de cien dólares y se los tiendo.
—¿Cómo así?
—Van a detenernos.
—Solo son dos cuadras más.
Sigue zigzagueando hasta que ocurre lo que más temía. Las sirenas
se escuchan detrás de nosotras.
Camino hasta encontrarme con una portería, más bien, una recepción
llena de cuadros y cosas alusivas al equipo de la ciudad. El logo contiene un
águila y un fondo azul. La mujer sentada detrás del mostrador me mira con
curiosidad.
—No puedo dejar que nadie me vea aquí. Debe haber muchas
cámaras y periodistas en todo lado —digo echando hacia atrás mi cabeza.
—Te conseguiré una gorra que vaya con tu camiseta, que, por cierto,
se te ve increíble. Estás hermosa —susurra contra mi boca antes de besarme
con delicadeza.
Resopla.
—Tú harás algo más que solo salir conmigo, Chelsea Cox —su voz
sale en un susurro grave y seguido sus labios me regalan un beso que desde
el momento cero deseo que se acabe nunca. Son tan cálidos y suaves que
disfruto con lentitud de su sabor a menta. Llevo mis manos hasta su rostro y
lo retengo.
En medio de este beso le entrego todo lo que soy y lo que quisiera ser
para él. Estoy perdida, estoy jodida, estoy...
Deseo tanto su toque que las caricias que empieza a impartir sobre
mis glúteos me queman y me llevan a querer mucho más de él. Mis manos se
mueven de su cabello a su cuello y de ahí paso a sus fuertes hombros. Sus
músculos se sienten tan duros que tengo que usar más fuerza de lo normal
para poder clavar mis dedos en él.
Isaac
Tenerla en el mismo recinto en el que estoy a punto de salir a jugar
me tiene más motivado que nunca. Si antes no había posibilidad de que
perdiera, ahora debo volverlo algo imposible. No puedo evitar sentirme un
poco nervioso, ella está viendo cada movimiento que haga y espero que se
quede hasta el final.
—Todo bien.
Miro hacia la cabina, y aunque pase por ridículo, llevo mi mano hasta
mis labios y lanzo el beso como si de una bola de béisbol se tratara.
—¿A dónde tienes que irte, Isaac? —me suelta y se cruza de brazos
—. Creo que deberías estar llamando a Chloe.
La miro extrañado.
—Tengo que irme —repito y esta vez sigo corriendo sin mirar atrás.
—¿Cuál?
—No —me burlo —. Si todo eso que pasó hizo que estuvieras hoy
aquí, no importa cuanto haya costado. No te preocupes —levanto su mano
que tengo entre la mía y la beso —. Iremos en el de un amigo.
Busco el auto de Dylan. Lo desbloqueo con un código en el pequeño
tablero cerca de la manija y busco las llaves en el interior. Salgo para abrirle
la puerta a Chelsea. Ella entra y vuelvo al asiento del piloto para salir por la
parte trasera y buscar un camino sin tanto tráfico.
Tomo la mano que tiene libre y las dejo sobre su muslo. Me mira
divertida llevándose el celular hasta la oreja.
—¿Todo bien?
—¿Estás ansiosa?
—Muchísimo.
—¿Vas a verme?
—Te veo más tarde, vaquero —se despide con su mano al salir del
auto.
Chelsea
Corro hasta la camioneta donde sé que se encuentra Daniel. Ingreso a
los asientos traseros y él acelera a toda velocidad al interior del parqueadero
del enorme teatro.
El músico alza las manos en son de una paz que no profesa y me mira
de nuevo.
—¿Estará segura?
—Muchísimo.
—Qué caballero.
—Increíble —sonrío.
—¿Si disfrutaste?
—Hay cosas que tengo que mejorar para hacerlo más, pero por el
momento, sí.
—No te preocupes. Creo que estas son cosas que debo de arreglar
sola.
—Lo sé, pero también debes ser consciente que tienes que cuidarte.
He pensado mucho en el tiempo que tal vez te hizo falta ahí adentro y...
Lo siento reír detrás de mí. Sus manos caen sobre mis hombros para
ayudarme a deshacerme del gabán.
—Chels.
—Todo lo contrario.
—No quiero esperar más para que me folles —beso las comisuras de
sus labios —. Te quiero ya, ahora.
—¿Condones? —pregunto.
Río y voy por ellos. Rompo uno de los empaques y lo extiendo sobre
toda su larga longitud. Muero por sentirlo adentro.
—Hazlo.
—Yo no ronco.
Se adueña de mi zona para luego dejar que dos de sus dedos entren
con ayuda de la humedad. No evito el gemido que sale de mi boca porque
realmente ya no me importa. Hace horas me devoró como nunca nadie lo
había hecho y ahora quiero que lo haga de nuevo.
—Isaac...
—¿Mm?
—Por favor...
Sus estocadas son tan lentas que van al ritmo de su suave y ronca
voz. Me siento embriagada de placer. Siento que mi orgasmo podría estar
muy cerca de llegar si bajo mi mano para intensificar todo.
—Es que estás demasiado rico, Isaac... —murmuro en sus labios. Mis
ojos caen en su vil sonrisa y un solo movimiento causa que quede encima de
mí.
—Sí —respondo.
—El condón.
Vuelvo a abrirlos.
—Sí.
—¿Tú...?
—Lo sé, reina. Ven aquí —su mano se adueña de mi brazo y termino
nuevamente son mi cabeza sobre su pecho —. Hace dos años perdimos a
Leane, la mamá de Chloe.
Voy hasta su closet y robo una camiseta blanca de él. No voy a volver
en ese ajustado enterizo y mucho menos en esas botas.
—¿Qué exactamente?
—Eso lo que somos y por el momento debemos decir para que nos
dejen en paz.
—Pero...
Sus palabras hacen que me quede sin ellas y que mis ojos se
cristalicen.
—Ama tu música.
—¿Por qué crees que voy a ocultar que su papá tiene de novia a su
cantante favorita? —sigue riendo.
—Tal vez ella no esté lista para ver que... Espera —me siento y lo
miro —. Eres demasiado bipolar, hace unos minutos me dijiste que era tu
amiga... ¿Y resulta que ahora soy tu novia?
—Tal vez —me cruzo de brazos —. No sé. Tendría que ser la mejor
cita del maldito mundo.
Hace unas horas pensaba que esto podría ser un problema para mis
ilusiones. Me sentía egoísta pensando de esa forma pues él perdió a alguien
importante y estaba en todo su derecho de que aún le doliese. Ahora pienso
en que me da igual. La manera en la que habla me da a entender de que me
quiere en su presente.
—No te imaginas lo mucho que me encantas —busca mi boca y la
encuentra para besarme con delicadeza.
💛
Después de una intensa lucha para salir de la cama y darnos una
ducha. Isaac ha enviado a alguien a comprarme ropa de mi talla para poder
ir hoy a la práctica. Será bastante privada y no habrá ninguna cámara, ni
ningún periodista dentro. No he querido voltear a mirar mi celular porque sé
que debe estar a punto de estallar. La única persona que me haría
necesitarlo es quien tengo a mi lado, así que me da igual.
—¿Lista? —pregunta.
—Gracias —digo.
—¿Celoso?
—No. Los únicos celosos aquí serán ellos —se inclina para besar
mis labios —. Te conseguiré un cuaderno —se incorpora y baja las
escaleras para llegar hasta la grama —. ¡Aguador! —le grita a alguien
mucho más joven. Él se apresura a llegar a él, Isaac le dice algo y él
delgado hombre asiente con la cabeza y se pierde debajo de las graderías.
—No, no, no. Soy muy mala para los deportes —doy un paso hacia
atrás mientras me río.
—Sabía que era uno más del montón —bromea. Me abraza por la
cintura y yo me giro para unir mis manos detrás de su cuello.
—A ti te toqué el piano.
—¿Jamás lo has hecho delante alguien más?
💛
Paso toda la tarde riendo con Isaac. Volvemos a su cuarto de hotel
después del entrenamiento. Volvemos a desnudarnos para no separarnos ni
en un solo momento. Estamos recuperando el tiempo que vamos a perder
más adelante debido a todos nuestros compromisos.
Por eso cuando llega la noche y tengo que irme, la vida de ensueño
se cae y vuelvo a la real, a la que debo ir casi preparada como si fuera a una
guerra. A veces quisiera no ser, pues odio tanto algunos tratos contra mí que
solo me queda alzar un escudo para enfrentarlos. Nunca llevo arma, porque
herir a alguien no está en mis planes, pero espero que algún día ellos se den
cuenta de que solo pierden su tiempo al atacarme.
—Gracias. No van a creerte, pero gracias —le sonrío sin enseñar los
dientes.
—¿Buscas esto?
CAPÍTULO 29
Isaac
—¿De qué?
—¿Con quién?
—Ey... No te enojes.
—Fue una estupidez eso, todo, lo siento. Solo que entre pasillos
dijeron que seguro estabas acostándote ya con alguien nuevo y cuando la vi
a ella... ¿Era Chelsea Cox?
Había leído sobre los infartos que ella ha tenido, pero quería esperar
el día que ella quisiera abrirse ante mí en lugar de preguntarle.
Arrugo mi ceño.
Chelsea
El teléfono suena en la mano de Matthew. Lo miro y luego paso a él.
Es Sam.
—¿Sam?
—Ve y dile que estás bien o voy a abrir mi puta boca frente a Alicia
y tu madre.
—Hola —sonrío.
—Sí.
Está drogado.
Pongo mis manos sobre las suyas para quitarlas de mi cara, pero
ejerce más presión lastimando mi quijada y pómulos.
—Tú no sabes cuanto yo te amo, Chelsea —solloza —. Eres lo
único bueno en mi vida —agacha su cabeza y apoya su frente sobre mi
hombro. Está llorando desconsoladamente y no quiero ni imaginar qué
habrá pasado para que esté de esta manera.
Tal vez debí escucharlo el día que vino buscándome para hablar. Su
padre siempre ha sido violento con él y desde que su madre falleció todo ha
empeorado.
Viví enamorada mucho tiempo del hombre que yace entre mis
brazos y justo ahora me daba cuenta de que ya no lo estaba más, pero aún lo
apreciaba y no por quien es él, si no por quien soy yo... Alguien que jamás
pagaría de la misma manera porque era muy consciente del enorme daño
que ya había en el mundo como para evitar sentir un poco de empatía por
él.
—¿Te gusta?
—Sí.
—Matt...
—Sí.
—No —sorbe su nariz y retira sin delicadeza las lágrimas sobre sus
mejillas —. Voy a arreglarlo todo, bonita. Yo te necesito.
No quiero que borre las huellas de amor que dejó Isaac y las
reemplace con unas llenas de egoísmo. Solo está pensando en él.
Lo odio tanto...
Oxico...
—¿Qué haces aquí? —intento que mi voz salga clara, pero fallo.
—¿Qué paso, Chels? ¿Qué...? —deja de hablar. Sus ojos han caído
en mi cuello —. ¿Quién fue?
—Isaac... —mi voz se corta —. Vete, por favor. Hazlo por Chloe.
Isaac
Abro la ducha y la regulo con agua tibia. Trato de minimizar la ira
que estoy sintiendo para poder darle la calma que tanto ella necesita. No sé
con exactitud que acaba de pasar, pero por las marcas en su piel y lo
destruida que está algo puedo imaginar.
Voy a arreglarlo.
—Gracias.
Tocan la puerta y voy rápido hacia ella para recibir la maleta. Una
vez en mis manos, busco dentro para vestirme.
—Isaac...
—Confío en ti —responde.
Le sonrío.
—¿Qué cosa?
—Dios, no...
—Hazlo.
—Lo haré.
—Sabes que los asuntos de uno son los asuntos de todos —dice y
miro al resto del equipo. Todos asienten —. Te escuchamos.
Tomo aire y les cuento lo que pasó sin entrar mucho en detalles.
⚾
La noche cae y Daniel me ha informado que el imbécil hizo una cita
con un traficante, en un basurero de autos, para venir a conseguir droga.
No estaba bien.
No. Tengo que esperar a Isaac, necesito verlo y que me cuente que
estuvo haciendo.
Me dará energía.
No.
Solo una.
—¿Chels?
—¿Comida?
—Sí —levanto mi cabeza para mirarlo —. Tu amigo me dijo que
serías capaz de romperle el cráneo sino comía, así que lo hice obligada por
mantener a salvo su vida, aunque sé que no eres de romper cráneos.
Isaac
El vuelo no fue largo. En menos de 3 horas llegamos a Vernon, pero
demoramos otras dos para llegar al centro y otra más hasta llegar a la casa
de Ivan. Chelsea ha dormido en cada trayecto, su teléfono no ha parado de
sonar y le he sugerido que lo apague. Hace una hora estaba mirando sus
mensajes y negando con la cabeza. Será mejor para ella no enterarse de
nada. Ya le ha avisado a su hermano lo que ha pasado y le ha hablado de mí.
Solo escuché decirle que era un amigo y que iba a estar unos días en Texas
mientras se recuperaba.
Hablaba de lo que le pasó como si fuese un resfrío, no quería
preocupar a su hermano, no quería preocuparme a mí o a alguien más. Ella
seguía siendo egoísta y no era capaz de sostener el peso de la verdad. Temía
que no solo le dijera eso al resto, sino que se lo repitiera ella misma.
—Todo el mundo sabe quien eres, pero solo yo sé que eres flores
amarillas —vuelve a decirle —. Es un honor conocerte, Chelsea.
—Ivan, Ivan Statham. Bienvenida —se gira hacia mí. Posa sus
manos sobre la correa de cuero de su pantalón. Lleva un sombrero del
mismo material y ni hablar de sus botas. Es lo único dentro de la casa que
me recuerda que estamos en un rancho —. ¿Ya comieron?
—¿Quieren que les prepare una habitación o dos? —Sasha nos mira
a ambos y yo la miro a ella.
—Una sola, por favor —le sonríe de vuelta. Ella sale de la cocina y
Chelsea me mira a mi —. ¿Qué pasa con la temporada?
—No.
—Sí, tal vez mañana Isaac te pueda enseñar solo esos lugares, no
conoce todo el rancho y no queremos otra vez gente perdida —se ríe y sé
que está recordando la vez que me perdí de pequeño. Todo el pueblo tuvo
que buscarme —. Suban, Sasha ya debe haber ordenado el cuarto. Nos
vemos en la cena —inclina su cabeza y se pierde por la puerta.
—¿Casa?
—Pensarás que estoy loca —ríe aún sin ganas—, pero sí. Me siento
como en casa a pesar de nunca haber estado aquí.
—La habitación con balcón al estanque es toda suya —me tira las
llaves y las atrapo con agilidad en el aire —. Beisbolista fanfarrón.
—Debo hacer unas llamadas —cuento —. Creo que hay una tina y...
—me callo por un segundo, pero intento no hacerlo notable —. Y creo, creo
que hay de esas bombas de colores que echan al agua.
—Estaré bien sola —sonríe —. Haz tus llamadas y sube tan pronto
como termines, por favor.
—Lo haré —me acerco a ella y beso su cabeza para luego girarme y
salir de la habitación.
Dejo escapar el aire que mis pulmones estaban reteniendo. Haré las
llamadas desde aquí, en el pasillo, porque no quiero irme tan lejos. Tomo el
celular y marco el número de Dylan.
—Bro.
—¿Tienes noticias?
—¿No va a...?
—Lo haré.
—Nunca la habrá.
CAPÍTULO 32
Chelsea
—Aún no.
—¿Estás lista para hablar con ella? —vuelve a hablar y esta vez si
lo miro.
—¿Hola?
—¿Dónde?
—Gracias.
—¿Dónde estás?
Cuelgo.
Mi respiración se ha tornado aún más rápida y siento mi corazón a
punto de estallar. Las manos me hormiguean. Me levanto y camino con
esfuerzo hacia la casa. Las lágrimas se están escapando sin control de mis
ojos. Me detengo cuando escucho la risa de Isaac cuando estoy justo por
llegar. La puerta está medio abierta y desde aquí puedo observar como se
ríe con alguien que no alcanzo a ver.
Mis ojos se desvían hacia una las ventanas y puedo ver mi reflejo en
ella. Estoy oculta bajo una enorme camisa a cuadros, mis rizos están
alborotados y mis ojos tan húmedos e hinchados que no lucen para nada
presentables.
Me doy media vuelta y entro por la entrada principal. Subo sin hacer
ruido hasta el cuarto, cerrando detrás de mí. El aire sigue escaseando en mis
pulmones. Camino de un lado para el otro. El ataque de pánico está
oscureciendo mi visión y nublando mis pensamientos. No conecto con
ninguna idea, no encuentro ninguna solución, pero cuando miro mi maleta
corro hasta a ella y sin pensarlo vierto sobre mi mano cinco pastillas. Las
llevo hasta mi boca y paso al lavabo para tragarlas junto con un poco de
agua.
Salgo, cepillo mis dientes y me visto con algo más decente que lo de
hace horas. Trato de hacer algo con mi cabello y me aplico un poco de
rímel, brillo y rubor para no parecerme un cadáver. No quiero salir de aquí,
pero quiero ir a verlo y todo lo que tenga que ver con él, siempre ganará.
Bajo las escaleras y sigo las voces que me llevan hasta la biblioteca.
Son más de dos y los nervios comprimen mi estómago. Justo cuando pienso
en que tal vez sería mejor irme, alguien abre la puerta. Es Isaac y su rostro
se llena de felicidad cuando me ve.
Trago duro y me animo a dar cuatro pasos más para que su toque me
motive a dar el resto. Ingreso a la biblioteca sin despegarme de su lado.
Afianzo la unión de nuestras manos cuando siento la mirada de más de un
par de ojos sobre mí.
—No era una maldita broma —suelta una mujer de ojos verdes y
cabello castaño lacio. Sus ojos se abren descomunalmente y tapa su boca
para callar un grito —. ¡Es Chelsea Cox!
Me uno más al cuerpo de Isaac. Nunca me acostumbraré a que las
personas pierdan el control cuando me conocen. Debería alegrarme, pero
me incomoda.
Isaac carraspea.
—Veo que haber pasado años entrenando bajo el sol para ser el
beisbolista mejor pagado del mundo no es ser alguien famoso —se defiende
Isaac.
—Donde sea que estés tú, para mí, ese siempre será un lugar seguro.
En este momento hay un lado que pesa más que el otro, entre más
grande se hace uno, el otro más desaparece. Si crece la depresión, será un
posible fin y si crece mi amor, sería un fin temporal porque tal vez algún día
se acabe... Ya lo pensé antes y de cualquier manera hay una posibilidad de
perder.
—¿Tienes hambre?
—Sí, lo fue —responde serio para sacar una presa y llevarla hasta su
boca. Repito la acción.
Me toma con una de sus manos y con la otra toma la bolsa con
comida. Me ayuda a subir a la parte trasera de la camioneta. Nos sentamos
contra la cabina e inclino mi cabeza para mirar las estrellas mientras tomo
otra pierna de pollo frito. Nubes oscuras han empezado a cubrirlas.
—Algunas personas brillan sin esfuerzo, pero otras tienen que pasar
un proceso de entreno para crear y hacer crecer su talento... El universo
tardó miles de años en hacerse y es increíble. Y sí, yo admiro más a esta
última persona.
—Cuando trabajas más por algo, el valor y el amor por eso es más
grande —respondo.
—No, no sé.
—No... No lo sé.
—¿La playa?
—¿Y qué tal algo en una montaña? ¿Has esquiado alguna vez? —
pregunta.
—No lo eres.
—Nunca me lo preguntaste.
—Me gustas.
CAPÍTULO 33
Chelsea
Ha llegado el domingo. Isaac ha partido la noche anterior hacia
Seattle. No he dormido muy bien estás últimas noches, pero le he dicho a él
que sí, aunque mis ojos aparenten otra cosa. Debería abrir mi boca para
decir que estoy ahogándome, pero la tengo ocupada tratando de obtener
aire, todavía no puedo. Tal vez hoy hable un poco con la psicóloga. No
pretendo contarle mucho, pero al menos quiero escuchar que tiene para
decirme.
He pasado por muchos profesionales en salud mental y una de las
cosas que siempre hago es escucharlos hablar primero. No me gusta
abrirme ante personas con las que no me siento cómoda.
Tomo una bocanada de aire y miro la guitarra sobre el sofá. Voy por
ella y me dejo caer sobre el piso del balcón. Cruzo mis piernas y tomo aire.
Paso mis dedos suavemente por las cuerdas. Mis uñas están hechas
un asco, pero eso no evitará que lo que toque sea arte. Confío en mi talento,
es de lo único que estoy segura de que me sale excelente. Ojalá vivir para
mí fuera como hacer música. Sería un ser perfecto al momento de tomar
decisiones. Sabría como superar los problemas llevados a notas altas y vivir
de los buenos momentos sostenidos en las notas bajas.
Intento hablar
No necesito ayuda
No la quiero
Jamás la he pedido
¿Entonces por qué estoy aquí rezando por tener algo que tal vez
jamás he merecido?
Colecciono ausencia
Me falta valentía
Un poco de paciencia
Intento hablar
Busco la canción. Tal vez no es tan buena, tengo que arreglar todo
lo que tengo aquí y grabarlas. Borro algunas cosas y agrego otras, y cuando
estoy por volver a intentar tocar de nuevo, un golpe se escucha en la puerta.
—Hola —saludo.
—Voy a salir a darle una vuelta a una parte del rancho —habla en
voz baja. Está luciendo una camisa de cuadros y un sombrero —. ¿Quieres
venir?
—No.
—Lo sé. Es lindo en las niñas. Aunque tal vez no debería conocerla
tan pronto.
—¿Por qué?
—No tanto eso, más bien sería... Quiero saber como era él,
¿cambió?
—La única vez que podría asegurar que algo cambió en Isaac, sería
con la muerte de nuestro padre. Él le enseñó a jugar béisbol y aunque Leane
nos dio a Chloe... Las cosas son más complicadas de lo que él cuenta y
piensa.
—Me servirá.
Estoy viendo una grieta y temo que se agrande. Debería hacer algo.
Le digo que sigo sin hablar con la psicóloga, que estoy esperando
que las palabras del hecho me duelan menos al salir de mi boca. Isaac no
me ha presionado para que le cuente como sucedió todo, pero sé que le
debo una historia entera desde el inicio si quiero que me conozca. No solo
le hablaré de esa noche, también le contaré por todo lo que pasé y los
errores que cometí, pero necesito tiempo. Quiero que los recuerdos no me
hagan daño cuando los pronuncie con mis palabras.
—¿Quieres ir a cabalgar? —Isaac me pregunta un miércoles.
—No es ser cobarde, es ser valiente. Soy valiente para decir que soy
cobarde.
Ríe a carcajadas.
—Qué bueno, porque será lo único que veas junto con el polvo —
suelto y me echo a cabalgar.
Sus ojos no dejan los míos ni un solo segundo. Sus comisuras están
elevadas y al igual que mi pulso. Mi corazón espera ansioso una respuesta,
pero no llega, porque sus labios se presionan contra los míos y olvido
cualquier cosa que tuviera presente.
Nos movemos con torpeza por el lugar hasta llegar a una pila de
heno. La ropa desaparece y la pasión nos viste. Sus besos se sienten sobre
mi piel como medicina para el dolor y los golpes. Mis manos no son
capaces de resistirse y terminan tocando cada línea que separa sus
músculos. Nunca me cansaría de tener la vista que tengo ahora mismo.
Isaac es imponente y mira como si estuviera a punto de acabar conmigo y
luego volver a reponerme con un solo toque.
—Chels... —jadea.
—¿Mmm?
—Te amo.
💛
Los días se hicieron cada vez mejores, pero si adicción seguía
pidiéndome más. Al dormir la depresión estaba ahí, recordándome que por
mucho que Isaac me hiciera sonreír, ella estaría esperando pacientemente
para que no la olvidara.
Tenía que controlarme, pronto vendría Chloe y tenía que estar bien.
La vergüenza me hundiría. Sé que es mala idea que la conozca, pero a Isaac
le hace demasiada ilusión.
Y llega el día.
Estoy en el segundo piso viendo todo desde aquí arriba. Y sí, estoy
escondida al igual que Isaac, pues la persona que la trae no se puede enterar
de que él está aquí.
—Es hermosa.
—Ustedes dos son demasiado para este mundo —lo miro a él.
—Contigo sí.
Ladeo mi cabeza.
—Bastante afortunada.
—Mucho.
Isaac ríe.
Lo que esperaba que fuera un poco difícil, al final fue sencillo, pero
es porque ella me está viendo como una cantante que aparece en la
televisión y no como quiero que me vea, como la amiga de su papá, pero
entiendo, es una niña apenas y poco a poco espero que me vea como a
alguien normal.
Aunque tal vez no debería hacer ningún plan. Tal vez debería
preferir que ella siga viendo la imagen que plantan los medios de mí. Casi
siempre es una buena imagen donde soy saludable y correcta.
Otro día más pasa y sucede algo con la maquinaría de una de las
fábricas. Inanna y Sasha no se encuentran en casa e Ivan necesita la ayuda
de Isaac, por lo que optan dejarme con Chloe, pues ella no puede asistir al
lugar.
—Sí, creo.
—No por eso. Yo creo que le agrado a tu papá por ser... —No
encuentro ninguna palabra. Me quiero desaparecer. Isaac, por favor llega
—. Quiero decir, en la vida vas a conocer personas con las cuales conectes
más que con otras. Algunas serán solo tus amigos, alguien podría ser tu
pareja...
Codeo su costado.
Las saco y las tiro a mi garganta. Voy hasta el grifo y tomo un vaso
para pasarlas con un poco de agua. Un carraspeo hace que el vaso se me
resbale y caiga en el piso haciéndose trizas.
Me pongo de pie.
—Tú todavía nada. Es solo una denuncia, pero lo mejor será que no
salgas del país. Primero van a investigar y a buscar pruebas —responde y
eso me tranquiliza —. Pero ella si puede hacer algo.
No quiero que se entere de esta mierda.
—Aún no, pero algún día podría serlo —me encojo de hombros.
—Lo siento —me paso las manos por la cara —. Estoy... —lo miro
—. Estoy bien.
Necesito ser aún más fuerte ahora. Solo son problemas y tienen
solución. Me siento a punto de un derribe, pero si nadie lo sabe, no será
real.
—¿Seguro?
—Reina.
—Oh... pero una tercera base sí —dice coqueta y se echa hacia atrás
—. Lamento arruinarle los planes, vaquero, pero estoy menstruando. Strike
tres ¡Estoy fuera!
—¿Significa que tendremos que ver la película? —me quejo y
seguido tomo la pastilla para el dolor de cabeza que encuentro al fin.
Tengo que hablar con ella, pero quiero disfrutar de unas horas más
de la falsa normalidad hasta volver a casa.
—Lo sé.
Chelsea
No está bien. Miente. Y lo sé porque yo también lo hago. Vi en sus
ojos todo lo que está guardando y no está bien. Nada de esto está bien.
Tomo mi celular y marco el número de mi padre. Llevo días
posponiendo su llamada, tal vez es porque temo que haya vuelto a cambiar
y quiero quedarme con lo último que me dijo.
Las náuseas y la somnolencia que tengo desde hace dos días no son
normales. El narcótico ha empezado a hacer estragos en mi sistema. A este
punto estoy consumiendo más de 100 miligramos diarios. Es una cantidad
que podría ser mortal para alguien que la tomara de repente, pero mi cuerpo
se ha hecho cada vez más y más tolerante con el tiempo.
Tengo miedo.
—Soy muy curiosa. Dime, respóndeme. Dime, dime, dime —le hice
cosquillas.
—¿Chelsea?
—Hola, papá —saludo tratando de no sonar tan nerviosa. El
químico que me tragué aún no me relaja.
—Si desaparecí.
—¿Por qué?
—¿Estás bien?
—¿Estás sobria?
Tal vez si estoy alusionando porque sentí que esa pregunta fue
hecha en un tono dulce. Me quedo muda durante algunos segundos, no
porque no quiera hablar, es porque las lágrimas que han empezado a salir
desenfrenadas me están ahogando.
—¿Tú me crees?
—Sí.
—¿Ciudad? —pregunta.
—Vernon.
—¿Estás en Texas? Estás aquí. Será más fácil. Te hacía en Londres
—dice con emoción.
—Lo haré.
—Cuídate, Chelsea.
—Lo haré.
—Ya eres muy linda y lo mejor es que eres solo para mi —dice y
sonrío como idiota.
Voy a extrañarlo.
Y también espero poder confesarle que lo amo más que a todo sobre
esta vida.
—No lo soy. Siempre me levanto muy feliz —dijo con cero felicidad.
—Está bien, reina —dice y deposita otro beso lento sobre mis labios
—. Voy a vestirme.
La función termina.
Miro por la ventana. Casi no hay nadie y los que quedan están en
sus cosas.
Salimos del lugar y disfruto del aire fresco que pega contra mi cara.
No llevo la ventana del todo abajo.
Me siento observada, como si ellos supieran quien soy. Tal vez solo
están mirando el enorme auto en el que voy y lo fuerte que suena su motor.
Saben que aquí va alguno de sus jefes, es por eso.
Estamos a punto de girar a la izquierda cuando de la nada algo
blanco estalla contra el parabrisas. Tal vez pintura porque pequeñas gotas
alcanzar a entrar y huele como tal. Doy un brinco en mi asiento e Isaac
frena abruptamente.
—Lo averiguaré.
Isaac frena y sin pensar desciendo hasta casi correr para entrar a la
casa.
—Lárguense.
—Isaac, yo no...
—No ella, no tú... —me mira para luego repasar a cada uno de los
presentes —. ¡TODOS USTEDES LARGO!
—¡No puedes hacer eso! Ella está... —se traga la palabra cuando ve
a Chloe.
—Dormiré en el backstage.
«En el escenario».
—Isaac...
—Sí, Vaquero.
—¿Qué pasa?
—Lo siento.
FIN.
EPÍLOGO
Chelsea
Giro para verlo, tiene los ojos cerrados. Su rostro está pálido.
—Dime, Erre.
Río.
—Estás drogado —me burlo y vuelvo a echar marcha.
—Y caliente —señala.
Puedo hacerlo.
—Mierda.
3 minutos.
2 minutos.
1 minuto.
Apenas toco sus brazos con los míos, cierro mis ojos y dejo que me
eleve entre ellos. Me abrazo a él e inhalo su aroma. Busco acomodar mi
cabeza en su pecho en el lugar donde su corazón late. Fuerte y claro. Vivo y
mío.
—¿Estoy despierta?
—Sí y creo que no podrás dormir durante unas horas más hasta que
se te baje, así quieras hacerlo —responde mientras se deshace de mis
zapatos.
Tose.
Ruedo con mis ojos. Él cierra los suyos y lo imito. Se dio por
vencido, pero algo me dice que debo cantarle.
—¿En el tiempo libre que no tienes? Para poder verte tendría que
hacerlo solo en tus sueños.
Sacude su cabeza.
—Es un don.
Toc, toc.
—No. Te. Lo. Puedo. Creer. —la voz de Samantha chilla en mis
oídos.
Me dejo caer sobre el piso. Hoy no, por favor, hoy no.
La miro.
—Chels...
—Algún día sí le tendré todos los hijos que quiera a Isaac... —digo
para molestarla. Sam ha decidido no tener hijos jamás, se ha operado y
aunque respeta mi decisión de querer algún día ser madre, le molesta que le
diga que quiero diez hijos —. Voy a dar a luz a doce niños.
—¿Doce? ¿No eran solo diez?
—Estas divas de hoy en día ni por favor dicen —bufa y rueda los
ojos para ir hasta la cómoda.
—Déjame —río.
—Vaya —repito.
El celular volvió a sonar. Era como la sexta vez que lo hacía y sabía
que debía darle una respuesta. Le debía una conversación incómoda, algo
que no quería hablar, pero que sí debía.
—Hola, vaquero.
—Ahora estoy bien, pero pronto tendré que estar peor para estar
mucho mejor y no quiero que me veas pasar por la oscuridad, quiero que
siempre tengas una muy bonita imagen de mí —le hablo con dulzura.
—Lo sé.
—¿Por qué?
—Por no juzgarme.
Antes creía que la tortura era haber entrado a este mundo, pero
ahora no dejo de verlo como la mayor bendición que he tenido. Cada rostro
sonriente que veo cerca del escenario me entregan todas las respuestas que
necesitaba. Mi felicidad siempre estuvo aquí, en mí, y yo no lo veía.
No todo tiene que ser perfecto, a veces solo debe ser y ya.
—¿Por qué?
Me giro.
—Porque vendí el vestido que usé esa noche.
Ahora estoy aún más segura que el traje que lleva es el mismo que
usó el día que nos conocimos. Mueve su brazo para dejar ver lo que tenía
oculto detrás de su espalda. Una fina caja que contiene un vestido plateado
se vislumbra ante mis ojos.
—¿Cuál?
EXTRA
Chelsea
UN AÑO ATRÁS...
—No —negó con la cabeza —. Solo tengo ácido. Tal vez Dreik sí
tenga.
—Sí.
—No, tú ya lo eras.
Quería que la noche acabara. Estaba usando esas últimas horas para
despedirme de lo que fue esta vida. Tal vez me faltó aprender antes de darle
un final, tal vez debí llorar menos y sonreír poco más, pero la verdad es que
me sentía satisfecha. Había cumplido mi enorme sueño de ser una increíble
y exitosa cantante.
No los quería.
Sé que entré, sé que busqué entre mis cajones lo que hacía falta. No
escribí ninguna nota porque a nadie le importaría.
No, lo superaría.
«¿Halsey?».
No, se alegraría.
Sí la necesitaba.
No podía moverme...
Ella no era mi madre, era una de las culpables, pero le creyeron esa
noche.
💛
Hoy sigo sacrificando algunas cosas no solo para seguir siendo la
gran estrella que llegué a ser. Sigo trabajando en volverme un sol en la
vida de las personas que amo y me aman a mí.
Descubrí que soy alguien que siempre luchó por lo que quiso y
nunca se rindió. Hoy, mirando atrás, también descubrí que sí fui alguien
fuerte en contraste a lo débil que me creí en ese momento.
Soy la gran voz que vibra a través de mi garganta. Soy quien ahora
escribe las canciones que mi alma dicta. Soy quien da su opinión sin
opacar la del resto. Soy alguien que aprendió a expresar sus sentimientos
sin tener que estar escondiéndolos. Soy la vida que en medio de la
oscuridad y la cima, siempre deseé vivir. Soy la música que siempre quise
interpretar... Soy alguien que aprendió a amar, a perdonar y quererse así
misma para luego tener algo hermoso que brindarle a los demás.
Soy Chelsea Cox y esta fue... mi –no muy feliz, pero necesaria–
historia.