You are on page 1of 5
304 Tenia la certeza de que él aceptarfa. Estaba casado con palida e insignificante, Joan, y tenia una hija anémica, Lucy. «Lo vas a disfrutar conmigo, hijo de perra.» Y cuando Hegara Ia nueva luna lena, se daria un bafio para purificarse de todos los hombres y estaria lista para el festin con Ixtlan. El cuerpo ‘Xavier era un hombre cruculento y cruel. Muy fuer- te el hombre. Le encantaban los tangos. Fue a ver El iilsimo sango en Paris y se excit6 tertiblemente. No comprendié la pelicula: pensaba que se trataba de un filme de sexo. No descubrié que era la historia de un hombre desesperado. En la noche en que vio El silsimo tango en Paris los tres se metieron en la cama: Xavier, Carmen y Beatriz. To- do el mundo sabfa que Xavier era bigamo: vivia con dos mu- jeres, Cada noche le tocaba a una, A veces dos veces por noche. A la que no le tocaba se quedaba presenciando. Nin- guna tenia celos de la otra, Fi Beatriz comfa que daba gusto: era gorda y enjun- diosa. En cambio Carmen era alta y delgada La noche del tiltimo tango en Paris fue memorable para los tres. En la madrugada estaban exhaustos, Pero Car- men se levant6 por la mafiana, preparé un opfparo desayu- no —con cucharas Henas de crema espesa de leche— y lo llev6 para Beatriz y para Xavier, Estaba somnolienta. Fue necesario darse un bafio en la ducha helada para ponerse en forma nuevamente Ese dia —domingo— almorzaron a las tres de la tarde. La que cociné fue Beatriz, la gorda. Xavier bebi6 vi- no francés. ¥ se comié solito un pollo entero. Entre las dos se comieron el otro pollo. Los pollos estaban rellenos con ciruelas, todo im- masa de ha: na de mandioca con passs pregnado, rico, Alas seis de la tarde, los tres se dirigieron a la igle- sia. Parecfan un bolero. El bolero de Ravel. 306 Y por la noche, se quedaron en casa viendo la televi- sin y comiendo. Esa noche no sucedi6 nada: los tres esta- ban muy cansados, Y asf era, dia tras dia. Xavier trabajaba mucho para mantener a las dos ‘mujeres y a sf mismo: las comidas eran abundantes. Peto a veces engafiaba a ambas con una prostituta excelente. Pero en casa nada contaba, pues no estaba loco, Pasaban los dias, los meses, los afios. Nadie morfa, Xavier tenia cuarenta y siete afios. Carmen tenia treinta y nueve. Beatriz ya habia cumplido los cincuenta, La vida les sonrefa. A veces Carmen y Beatriz salfan 4 comprar camisas Henas de imagenes de sexo. Compraban también perfume. Carmen era més elegante. Beatriz, con sus lonjas, escogia un bikini y un sostén minisculo para los enormes senos que posefa Un dfa Xavier llegé ya muy earde de noche: las dos estaban desesperadas. Apenas si sabfan que estaba con la prosticuta. Los eres en verdad eran cuatro, como los tres mos. queteros. Xavier lleg6 con un hambre de nunca acaber. Abrié una botella de champafa, Estaba en pleno vigor. Hablé ani- madamente con las dos, les conté que la industria farma- céutica de su propiedad iba bien de finanzas. Y les propu- so a ambas que los tres fueran a Montevideo, a un hotel de lujo. Fue tal el barullo por la prepatacién de las tres ma- leas. Carmen se llev6 todo st complicado mequillaje, Bea- ‘riz sali6 a comprar una minifalda, Viajaron en avién, Se sen. taron en la fila de tres asientos: él en medio. de las dos. En Montevideo compraron codo lo que quisieron. Incluso una maquina de coser para Beatriz y una méquina de escribir para Carmen, que queria aprender. En verdad no necesitaba nada, era una pobre desgraciada. Llevaba un dia- io: anotaba en las paginas del grueso cuaderno empastado 307 én rojo las fechas en que Xavier la buscaba. Le daba el dia- tio Beatriz para que lo leyera. En Montevideo compraron un libro de recetas culi- narias. Sélo que estaba en francés y ellas no entendian, Pa- recfan més palabrotas que palabras. Enconces compraron un recetario en castellano. Y se esmeraron en las sopas y en las salsas. Aprendieron a hacer rosbif. Xavier engord6 tres kilos y su fuerza de coro aumenté. A veces las dos se acostaban en la cama. Largo era el dia. Y, a pesar de que no eran lesbianas, se excitaban una a otra y hacfan el amor. Amor triste. Un dia le contaron ese hecho a Xavier. Xavier se excité. ¥ quiso que esa noche las dos se amaran frente a él. Pero, ordenado de ese manera, termind todo en nada, Las dos lloraron y Xavier se encoleriz6 furio- samente, Durante tres dias no le dirigié la palabra a ninguna de las dos Pero, durante ese intervalo, y sin encargo, las dos fueron a la cama con éxito. ‘Al teatro los tres no iban. Preferfan ver la televisi6n. Ocenar fuera Xavier comta con malos modales: agarraba la comida con las manos, hacfa mucho ruido al masticar, ademds de co- mer con la boca abierta. Carmen era mas refinada, le daba asco y vergiienza. Beatriz tampoco tenia vergiienza, hasta desnuda andaba por la casa. No se sabe cémo empez6, Pero comenz6. Un dia, Xavier legé del trabajo con marcas de lépiz a bial en la camisa. No pudo negar que habfa estado con su pros- ‘ita preferida. Carmen y Beatriz agarraron un trozo de palo cada una y cortieron detris de Xavier por toda la casa. Este cortia todo desespetado, gritando: jperdén!, ;perdén!, ;perdén! Las dos, también cansadas, finalmente dejaron de per- seguitlo, 308 A las tres de la mafiana, Xavier tuvo ganas de po- seer a una de las mujeres. Llamé a Beatriz porque era la me- nos rencorosa, Beatriz, languida y cansada, se presté a los de- seos del hombre que parecia un superhombre. Pero al dia siguiente le advirtieron que no cocina- rian ya para él. Que se las arreglara con la tetcera mujer. Las dos de vez en cuando Horaban y Beatriz pteparé para ambas una ensalada de patatas con mayonesa Por la tarde fueron al cine, Cenaron fuera y sélo re- gresaron a casa a medianoche. Encontraron a un Xavier abati- do, triste y con hambre. El intenté explicar: —iEs porque a veces me dan ganas durante el dia! —Entonces —le dijo Carmen—, ;por qué no re- gresas a casa? Prometié que asf lo harfa. Y Moré, Cuando Ioré, Carmen y Beatriz se quedaron con el corazén destrozado. Esa noche, las dos hicieron el amor delante de él y él se con- sumia de envidia. 2Cémo es que empez6 el deseo de venganza? Las dos eran cada vez mas amigas y lo despreciaban. EI no cumplié la promesa y busc6 a Ja prostituta. Esta lo excitaba porque le decia muchas obscenidades. Lo lamaba hijo de puta. El aceptaba todo. Hasta que llegé cierto dia. © mejor, una noche. Xavier dormia plicidamente como buen ciudadano que era. Las dos permanecieron sen- tadas junto a una mesa, pensativas. Cada una pensaba en su infancia perdida. Y pensaron en la muerte. Carmen dijo: —Un dia nosotcos tres moriremos. Beatriz replicé: —Y asf y punto. ‘Tenian que esperar pacientemente el dia en que ce- srarfan los ojos para siempre. ¢Y Xavier? Qué harfan con Xavier? Este parecia un nifio durmiendo. —,Vamos a esperar que Xavier se muera de muerte natural? —preguneé Beatriz. 309 Carmen pens6, pens6 y dijo: —Creo que las dos debemos darle una ayudica. — Qué ayuda? —Toodavia no lo sé —Pero tenemos que decidit. —Déjalo de mi cuenta, yo sé lo que hago. Y nada de nada. Dentro de poco tiempo serfa de madrugada y nada habria sucedido. Carmen prepar6 para las dos un café bien fuerte. ¥ comieron chocolate hasta la néu- sea. Y nada, nada ocurri realmente. Encendieron la radio de pilas.y oyeron una angus- tiante miisica de Schubert. Era piano solo. Carmen dijo: —Tiene que ser hoy. Carmen era la lider y Beatriz obedecia. Era una no- che especial: lena de estrellas que las miraban brillantes y tranquilas. Qué silencio, Pero qué silencio. Se aproximaron las dos a Xavier para ver si se inspiraban. Xavier roncaba. Carmen realmente se inspir6. Ledijoa Beatriz: —En la cocina hay dos cuchillos grandes. —2¥ luego? —Pues que nosotras somos dos y tenemos dos cu- chillos grandes. —2¥ luego? —¥ luego, busta, nosotras dos tenemos armas y po- deemos hacer lo que necesitamos hacer. Dios lo manda. —iNo seria mejor no hablar de Dios en este mo- mento? —Quieres que hable del diablo? No, hablo de Dios porque es el duefio de todas las cosas. Del espacio y del tiempo. Entonces entraron en la cocina. Los dos cuchillos grandes estaban filosos, eran de fino acero pulido. :Tendrian fuerza? Si, la tendefan. Saliecon armadas. La habitaciGn estaba oscura. Ellas dieron de cuchilladas erréneamente, apufialando la manta. 310 La noche era fria. Entonces lograron distinguir el cuerpo dormido de Xavier. La sangre copiosa de Xavier escurria profusamente en la cama, por el suelo. Carmen y Beatriz se sentaron junto a la mesa del co- medor, bajo la luz amarilla del foco desnudo, estaban ex- haustas. Matar requiere fuerza. Fuerza humana. Fuerza vina. Las dos estaban sudadas, mudas, abatidas. Si hubieran podido, no habrfan matadoa su gran amor. éY ahora? Ahora cenfan que deshacerse del cuerpo. El cuerpo era grande. El cuerpo pesaba, Fueron entonces al jardin y con la ayuda de dos pa- las cavaron en la tierra una fosa. Y, en a oscuridad de la noche, cargaron el cuerpo hasta el jardin. Era dificil porque Xavier muerto parecta pesat mas que cuando estaba vivo, pues se le habfa escapado el espiritu. Mientras lo cargaban, gemian de cansancio y de dolor. Beatriz lloraba, Colocaron el gran cuerpo dentro de la fosa, la cu- brieron con la tierta himeda y olorosa del jardin, tierra buena para las plantas, Después entraron en la casa, prepa- raron nuevamente el café y se restablecieron un poco. Beatriz, que era muy roméntica, se pasaba el tiempo leyendo foronovelas en las que ocustian amores contrariados ‘o perdidos. Ella euvo la idea de plantar rosas en esa tierra fércil, Entonces salieron de nuevo al jardin, agarraron una matita de rosas rojas y la plantaron en la sepultura del llo- rado Xavier. Amanecfa. El jardin impregnado de rocfo. El socio era una bendicién al asesinato. Asf pensaron ellas, sentadas en el banco blanco que habia ahi. Pasaron los dias. Las dos mujeres compraron vesti~ dos negros. Y apenas comfan. Cuando anochecia, la tristeza recaia sobre ellas. No tenfan ya gusto para cocinar. De ra~ bia, Carmen, colérica, compic el libro de recetas en francés, Guard6 el de castellano: nunca se sabja si atin pudiera ser ne- cesario. 311 Beatriz pasé a ocuparse de la cocina. Ambas comfan y bebian en silencio. El pie de rosas rojas parecfa haber pe- gado, Buena mano para plantar, buena tierra propicia, To- do resuelto. Y asi quedaria cerrado el caso. . Pero sucedi6 que al secretario de Xavier le extrait6 su prolongada ausencia. Habfa papeles urgentes que firmar. Como la casa de Xavier no tenia teléfono, fue hasta alld. La casa parecia impregnada de mala suerte. Las dos mujeres le dijeron que Xavier habfa salido de viaje, que estaba en Mon- tevideo. El secretario no les crey6 del todo pero parecié que tragé la historia. SNR la semana siguiente, el secretaro fue ala delega- cidn. Con la policfa no se juega. Primeramente, los agentes policiacos no quisieron darle crédito a la historia. Pero, an- te la insiscencia del secretario, decidieron perezosamente dar la orden de biisqueda en la casa del polfgamo. Todo en vano: nada de Xavier. Entonces Carmen hablé de esta manera: —Xavier esta en el jardin. —2En el jardin? “Haciendo qué? —Sélo Dios lo sabe. —Pero fiosotros no vimos nada ni a nadie. Fueron al jardin: Carmen, Beatri, el secretario de nombre Alberto, dos agentes de la policfa y dos hombres mas que no se sabia quiénes eran. Sieve personas. Enconces Bea- triz, sin ninguna légrima en los ojos, les mostré la fosa flo- sida. Tres hombres abrieron la sepultura, destrozando el pie de rosas que suftian por casualidad la brutalidad humana. Y vieron a Xavier. Estaba horrible, deformado, ya medio carcomido, con los ojos abiertos.. —Z¥ aliora? —dijo uno de los agentes. —Y ahora hay que detener a las dos mujeres, —Pero —dijo Carmen— que sea en la misma celda —Mire —dijo uno de los agentes frente al secreta- rio at6nito—, lo mejor es fingir que nada ha sucedido, si no 312 va.a haber mucho barullo, mucho papeleo escrito, muchos alegatos, —Ustedes dos —dijo el otro agente de la policfa—, pteparen sus maletas y véyanse a vivir a Montevideo. No ‘nos joroben més. Las dos dijeron: —Muchas gracias. j Pero Xavier no dijo nada, Nada habia realmente que lect Viacrucis ‘Marfa Dolores se asust6, Pero se asusté en serio. Empez6 por la menstruacién que no lleg6. Esto la sorprendié porque ella era muy regular. Pasaron més de dos meses y nada. Fue a la ginecdlo- ga. Esta le diagnosticé un evidente embarazo. lo puede ser! —grité Marfa Dolores. —Por qué? ;Usted no est casada? —Si, pero soy virgen, mi marido nunca me ha toca- do. Primero porque él es un hombre paciente, segundo porque ya est medio impotente. La ginecéloga intent6 argumentar: —Quién sabe si usted en alguna noche. —jNunca! ;Pero de verdad nunca! —Enronces —concluyé la ginecéloga—, no sé c6- mo explicarle. Usted ya estéa fines del tercer mes Marfa Dolores salié del consultorio toda mareada ‘Tuvo que detenerse en un restaurante para tomar un café Para lograr entender. ¢Qué es lo que estaba sucediendo? Una gran angus- cia se apoderé de ella. Pero salié del restaurante mas cal- mada. En lacalle, de regreso a casa, compré una blusita para el bebé, Azul, pues tenia la certeza de que serfa nifio. ¢Qué nombre le pondria? Sélo podia darle un nombre: Jest. En casa encontr6 al marido leyendo el periédico en sandalias. Le conté lo que sucedia. E] hombre se asusté: —De manera que yo soy San José? —Si—la respuesta fue lacénica. Ambos cayeron en una profunda meditacién.

You might also like