You are on page 1of 9

Abiogénesis

Se refiere al proceso natural del surgimiento u origen de la vida a partir de la no


existencia de esta, es decir, partiendo de materia inerte, como simples
compuestos orgánicos.
Entre las hipótesis más relevantes de la abiogénesis se encuentra la teoría del
mundo de hierro-azufre. La enunció un químico alemán llamado Günter
Wächtershäuser entre los años 1988 y 1992, y propone que la genética fue
precedida por una modalidad primitiva de metabolismo, si entendemos este último
término como un ciclo de reacciones capaces de producir energía que otros
procesos puedan aprovechar. Según esta teoría, cada ciclo metabólico produjo
compuestos de complejidad cada vez mayor, y todo esto tuvo lugar en la
superficie de algunos minerales.
No se puede dejar de mencionar que algunas teorías sostienen que la abiogénesis
tuvo su punto de partida más allá de la Tierra. En este caso, se aduce
que meteoritos que cayeron en nuestro planeta traían consigo las primeras
moléculas orgánicas.
La hipótesis del mundo de ARN es uno de los principales candidatos a la
abiogénesis. Propone que la vida en la Tierra surgió a partir de la versátil actividad
de las moléculas de ARN, las cuales posteriormente originarían moléculas
capaces de sintetizar proteínas y las moléculas de ADN. Estas moléculas al
rodearse con liposomas formarían las primeras células.
Los primeros conceptos de la abiogénesis eran muy simples. La carne podrida
pronto se cubrió de gusanos, y entonces se asumió que la carne se convirtió en
gusanos. Generalmente se veían a los ratones en lugares donde se almacenaba
el heno, por lo que se asumió que el heno se convirtió en ratones. Este tipo de
abiogénesis se conoce como "generación espontánea". Esto en realidad fue la
explicación científica popular para la reproducción de seres vivos hace apenas
unos pocos cientos de años. No fue sino hasta mediados de la década de 1800
que hombres como Pasteur experimentalmente comprobaron que los seres vivos
sólo pueden provenir de otros seres vivos. Es decir, con el tiempo la ciencia
demostró definitivamente que el único origen que tiene fundamento para cualquier
célula viva, es otra célula viva.
Las ideas modernas de la abiogénesis pueden ser muy complejas, y algunas son
escandalosamente más improbables que otras. Las suposiciones son muy
variadas, que van desde los respiraderos de lava en las profundidades del mar,
hasta los sitios de impacto meteórico e incluso playas radiactivas. En general,
todas las teorías modernas de la abiogénesis imaginan algún escenario en el que
las condiciones naturales crean, combinan y organizan las moléculas de tal
manera que comienzan a auto replicarse. Estas teorías varían ampliamente en
cuanto a la naturaleza de estas condiciones, la complejidad de las moléculas, y así
sucesivamente. Todas comparten al menos un factor común: son inverosímiles,
hasta el punto de imposibilidad, basadas en la ciencia establecida.

Formación de la tierra y la atmosfera


Hace unos 4.470 millones de años la tierra era un amasijo de rocas
conglomeradas cuyo interior se calentó y acabó fundiendo todo el planeta.
La Tierra Primigenia se formó por la colisión y fusión de fragmentos de rocas más
pequeños, de los denominados planetesimales.
En 1948, el físico George Anthony Gamow (1904-1968) postuló la teoría más
aceptada: el Big Bang. En ella menciona que el universo posiblemente se formó
hace unos 10 mil o 15 mil millones de años, como consecuencia de una
gigantesca explosión producida a partir de un átomo primigenio que era aún más
pequeño que la cabeza de un alfiler. Inmediatamente después de la gran
explosión, se cree que se originaron protones, neutrones, electrones y fotones, los
cuales se encontraban a muy elevadas temperaturas. Estas partículas, al unirse
formaron átomos de helio e hidrógeno, los primeros elementos que constituyeron
la materia.
En 1965, los físicos Pensias y Wilson detectaron que la radiación que llega a la
Tierra desde todas partes del universo proviene de una gran explosión que ocurrió
hace 10 mil o 15 mil millones de años.
La Tierra se formó por acreción de la nebulosa solar. La nebulosa protosolar fue la
nube de gas o disco de acrecimiento en la que se formó el sistema solar. La
hipótesis nebular fue propuesta en 1755 por el geógrafo y filósofo alemán
Immanuel Kant quien hipotetizó que la nebulosa solar rotaba lentamente en su
origen. Esta nebulosa solar se fue condensando al enfriarse y aplanando
gradualmente por el efecto combinado de las fuerzas de gravedad y centrípeta
formando, con el tiempo, la estrella central y los planetas. Partiendo de este
modelo Pierre-Simon Laplace formuló en 1796 una teoría más detallada, pero no
más acertada, de la formación del sistema solar a partir de una nebulosa rotante
primigenia. El concepto moderno equivalente al de nebulosa solar es el de disco
de acrecimiento. Tales discos o nebulosas protoplanetarias han podido ser
observados alrededor de estrellas muy jóvenes.
La hipótesis nebular se basa en la observación de que todos los planetas orbitan
alrededor del Sol en el mismo sentido y sobre un mismo plano denominado
eclíptica con ligeras inclinaciones con respecto a esta. Además, el plano de la
eclíptica coincide de manera aproximada con el ecuador solar.
La atmósfera de un planeta es la capa gaseosa externa que lo cubre. En el caso
de la Tierra la atmósfera generada por la actividad volcánica posiblemente
participó en el surgimiento de las primeras formas de vida microscópicas.
Esto ocurrió hace alrededor de 2300 millones de años, cuando el oxígeno -
producto de la fotosíntesis- se comenzó a acumular en el agua, la corteza terrestre
y en la atmósfera, cambiando su composición a como la conocemos hoy en día.
Tantas emanaciones volcánicas formaron la atmósfera primitiva, que en su
mayoría estaba compuesta por vapor de agua, dióxido de carbono, azufre y el
nitrógeno. En este punto, el oxígeno era apenas presente y aún no existían los
océanos.
En la segunda etapa, al enfriarse la Tierra, el vapor de agua se condensó y formó
los océanos. ¡Llovió por mucho tiempo! Y al caer el agua, el dióxido de carbono
reaccionó con las rocas de la corteza terrestre para crear los carbonatos -
(CO32−), fundamental para que luego se formara la vida, y también para que los
mares sean salados, como hoy ocurre.
En la tercera etapa, hace aproximadamente 3.500 millones de años, aparecen
bacterias, capaces de realizar la fotosíntesis, es decir, de producir oxígeno. Lo
anterior facilitó el desarrollo de la vida marina.
Una vez la atmósfera obtuvo el oxígeno suficiente, se dio la cuarta etapa, en la
que la atmósfera, y un conjunto de muchas otras variables ambientales, crearon
las condiciones necesarias para la evolución de grandes organismos, como los
animales capaces de respirar aire.
Así llegamos a la atmósfera actual que contiene los gases creados en cada una de
las fases anteriores. Estos se mantienen en movimiento por los vientos y las
lluvias, permitiendo a los humanos, y al resto de organismos vivos, respirar. Por
esta razón, sin ellos no habría vida en el planeta.

Agua como medio formador de vida.


El agua es el componente más abundante en los medios orgánicos ya que los
seres vivos están compuestos por un 70% de agua. No se trata tan solo de la
necesidad de beber, de hidratarse, sino que el agua es reguladora de los
ecosistemas terrestres, manteniendo un equilibrio necesario para la subsistencia
animal y vegetal. Sin el agua, la estabilidad del funcionamiento entre seres vivos y
su entorno se debilitaría.
El agua es el principal medio de formación de vida, porque todas las reacciones
químicas que ocurren dentro de los seres vivos y que permiten que ese ser vivo
siga así, ocurren en un medio acuoso, esto es, disueltas en agua. El agua es un
excelente solvente químico, lo que permite que las reacciones químicas
necesarias para la vida ocurran de la manera precisa.
Sin agua, esas reacciones químicas no ocurrirían u ocurrirían de una manera
distinta y no habría vida tal como la conocemos.
Es esencial para el desarrollo de procesos orgánicos como la digestión, así como
en la absorción y eliminación de desechos. Estructura el sistema circulatorio y
distribuye nutrientes hacia todo el cuerpo a través de la sangre. Otros beneficios
del agua para nuestro organismo son: mantiene la temperatura somática al
eliminar el calor sobrante con su salida en forma de transpiración y vapor a través
de la piel, alivia la fatiga, evita dolores de cabeza o reduce los riesgos de
problemas cardíacos.

Por otro lado, vemos la importancia del agua a través de las actividades que
realiza el ser humano. Principalmente porque se usa para la agricultura en un
70%, en un 15% en la industria y el otro 15% para uso doméstico.

El ciclo hidrológico es de gran importancia para los ecosistemas naturales y la


regulación del clima. El agua está en continuo movimiento a través del cambio que
efectúa en sus tres diferentes estados -líquido, sólido y vapor- y se encuentra
tanto en la superficie terrestre como debajo de ella. La alteración del ciclo del
agua, como está sucediendo con el cambio climático, supone también modificar la
vida de los ecosistemas del planeta.

Aunque el total del agua presente es relativamente constante, no lo es su


disponibilidad. De ahí la necesidad de tener clara la importancia del agua para
llevar a cabo una gestión adecuada y sostenible de su consumo que evite el
agotamiento de este recurso y el estrés hídrico.

La importancia del agua para las plantas

La importancia del agua para las plantas es tal que un cuerpo vegetal está
compuesto de ella en un 70-90%. Las plantas absorben el agua que procede de la
lluvia, principalmente, aunque también puede ser a través del regadío.

La mayor parte del agua que absorben se pierde a través de la transpiración y


usan tan solo cerca del 1% para sus procesos bioquímicos. Pero sin agua, el
mundo vegetal estaría expuesto a la extinción; y el planeta, a la sequía.

El agua, como disolvente universal, disuelve muchas sustancias. Característica


que permite que sea un medio de transporte para los nutrientes minerales que se
encuentran en el suelo y que así llegan a las plantas. A su vez, es un reactivo
químico que permite la fotosíntesis, esencial para la vida.
El agua es imprescindible para sostener la biodiversidad, ya que su escasez es
sinónimo de pérdida de especies y ecosistemas. Y es también un elemento clave
frente al cambio climático: el calentamiento global provoca aumentos de sequías,
lluvias torrenciales e inundaciones que producen migraciones, cambios en los
ecosistemas y la desaparición de fauna y flora.

El incremento de las temperaturas conduce al deshielo de los glaciares y, con ello,


aumenta el nivel del mar. Por otro lado, calienta los océanos y acidifica sus aguas,
evitando que cumplan su función de sumideros de CO2 y afectando a las especies
marinas.

En este contexto, se debe tener en cuenta la importancia del agua en la lucha


contra el cambio climático, puesto que una mejor gestión, un mayor cuidado y un
consumo más responsable de ésta contribuirán a mitigar sus efectos.

Generación espontanea
Fue durante la antigua Grecia cuando surge esta idea que se ha mantenido viva
durante más de dos mil años. La idea de la generación espontánea surgió también
como una teoría materialista entre los griegos como Tales de Mileto, Anaximandro,
Jenófanes y Demócrito (en el siglo V antes de Cristo). Para ellos la vida podía
surgir del lodo, de la materia en putrefacción, del agua de mar, del rocío y de la
basura, ya que ahí observaron la aparición de gusanos, insectos, cangrejos,
pequeños vertebrados, etc. A partir de ello, dedujeron que esto se debía a la
interacción de la materia no viva con fuerzas naturales como el calor del sol.

Posteriormente, Aristóteles (384-322 a. C.) la convierte en una teoría idealista. Él


propone que la generación espontánea de la vida era el resultado de la interacción
de la materia inerte con una fuerza vital o soplo divino que llamó entelequia. El
pensamiento de Aristóteles prevaleció por muchos años. Como ejemplo podemos
destacar los trabajos de J. B. Van Helmont (1577-1644) que realizó muchos
experimentos sobre aspectos tales como el origen de los seres vivos, la
alimentación de las plantas, etc.

Para comprobar que esta teoría era incorrecta, se realizaron experimentos por
diferentes científicos interesados en echarla abajo. Esta idea sufrió un golpe
cuando Francesco Redi (1626-1698) en el siglo XVII, realizó un experimento en el
que puso carne en unos recipientes. Unos se sellaban y los otros no, con lo que
resultaba que en los recipientes sellados no "aparecían" moscas de la carne y en
los abiertos sí. Posteriormente, A. Leeuwenhoek (1632 - 1723), el inventor del
microscopio, comunico que había observado organismos microscópicos vivos en
el agua de lluvia. Esto llevó a que algunos científicos siguiesen admitiendo la
posibilidad de que los microorganismos se originasen por generación espontánea.
En 1745, J. T. Needham (1713 - 1781), después de realizar una serie de
experimentos, siguió defendiendo la hipótesis de la generación espontánea de los
microbios. Más tarde, en 1769, L. Spallanzani (1729 - 1799) repitió el experimento
con caldo de carne caliente y observó que en los recipientes cerrados no se
generaban microorganismos y en los abiertos sí. No obstante, los argumentos en
contra eran que, debido a la falta de aire, no aparecían microbios. Por lo tanto, la
controversia entre defensores y detractores de la generación espontánea seguía
existiendo.

Los primeros pasos firmes en contra de esta teoría hasta el siglo XIX, cuando el
científico francés Louis Pasteur, con un sencillo experimento, logró por fin
demostrar que no existía la generación espontánea. ¡Por fin, adiós al mito de la
generación espontánea!

Después de los resultados de Pasteur, los experimentos estuvieron y están


encaminados a demostrar que “la vida viene solo de la vida”. Los biólogos llaman
a esto “Principio de Biogénesis”.

VERSIÓN LARGA DE LA GENERACIÓN ESPONTANEA

La Teoría de la generación espontánea fue el nombre que recibió la creencia de


que ciertas formas de vida animal y vegetal surgían de manera automática,
espontánea, a partir de la materia orgánica, la materia inorgánica o alguna
combinación de ambas.

Esta teoría estuvo vigente por muchos siglos, desde la Antigüedad. Aunque es
una hipótesis que jamás pudo probarse científicamente, muchos creyeron
comprobarla mediante la observación directa.

Aristóteles, el filósofo griego, creía en esta teoría. También fue aceptada y


sustentada por pensadores del siglo XVII y XVIII como Sir Francis Bacon, René
Descartes e Isaac Newton, quienes desconocían el mundo de la microbiología.
Aplicaba a las criaturas pequeñas tenidas por plagas o parásitos, como moscas,
piojos, garrapatas e incluso ratones.

La creencia era que si se dejaban en un recipiente los elementos correctos


(digamos: ropa interior sudada y trigo), se encontraría al cabo de cierto tiempo en
su lugar algún tipo de animales (digamos: ratones).

Esta teoría sobre el origen de la vida no contradecía la reproducción convencional,


ya que las criaturas obtenidas por generación espontánea eran tan perfectas e
idénticas como las nacidas de la reproducción sexual.

De este modo, podía sustentarse que en la carne descompuesta, los excrementos


o las mismas entrañas del ser humano, se daban por generación espontánea
diversas formas de vida, en vez de pensar que de algún modo habían éstas
llegado hasta allí.

Refutación de la Teoría:
Louis Pasteur diseñó un experimento para impedir la entrada de microorganismos.

La Teoría de la generación espontánea se refutó a través de tres experimentos


específicos:

 El experimento de Redi (1668). Llevado a cabo por Francesco Redi, médico


italiano, quien dudaba de que los insectos pudieran surgir
espontáneamente de la putrefacción, y suponía que en algún momento
algún insecto adulto debía depositar huevos o larvas sobre la materia en
descomposición. Para comprobarlo ubicó tres trozos de carne en tres
envases distintos: uno de ellos abierto y los otros dos sellados con gasas
que permitieran el ingreso del aire al frasco pero no de las moscas adultas.
Tras pasar el tiempo, hubo gusanos en la carne expuesta y no en las
selladas, aunque sí hallaron huevos de mosca sobre las gasas.
 El experimento de Spallanzani (1769). Desarrollado posteriormente por el
sacerdote católico y naturalista Lázaro Spallanzani, fue una suerte de
preludio a la pasteurización. El italiano depositó caldo de carne en dos
envases, luego de haberlos calentado a una temperatura que matara a los
microorganismos existentes y de haberla sellado herméticamente en el
envase. Así demostró que los microorganismos no nacen espontáneamente
de la materia, sino que provienen de otros microorganismos.
 El experimento de Pasteur (1861). Desarrollado por el francés Louis
Pasteur, padre de la técnica de preservación de alimentos conocida como
la pasteurización, consistió en la introducción de caldo de carne en dos
balones de destilación de boca larga y encorvada (en forma de “S), que se
va haciendo más fina conforme asciende. La forma del tubo permitía la
entrada de aire, pero hacía que los microorganismos se quedaran en la
parte inferior del envase, sin acceder a la carne. Así, calentó el caldo hasta
esterilizarlo y simplemente esperó: tras varios días, no hubo señales de
descomposición, tras lo cual Pasteur procedió a cortar la boca del envase y
allí, al poco tiempo, sí se dio la descomposición, demostrando así que los
microorganismos provenían de otros microorganismos y que, en general,
toda forma de vida proviene de otra forma de vida que le antecede.

Biogénesis
Numerosas teorías han surgido a lo largo de la historia para intentar explicar el
origen de la vida, como por ejemplo la teoría de la biogénesis. Este modelo indica
que la vida solo se puede generar a partir de una vida prexistente. Muy simple de
entender: una gallina nace del huevo puestos por otra gallina. No es una
explicación con mucho más misterio, pero su importancia radica en que puso el
foco de atención en el tema del origen de la vida, ya que en el momento de su
aparición predominaba la idea de la generación espontánea.
Lo cierto que no se puede hablar de la biogénesis sin mencionar antes al modelo
que desbancó del panorama científico y popular. La generación espontánea
proponía que se puede generar vida a partir de la materia inerte. Esta idea
provenía de la observación de que después de la putrefacción de una muestra
orgánica aparecen insectos y microorganismos que antes no estaban allí.

Supuso todo un logro que la teoría de la biogénesis consiguiera desmentir un


modelo que llevaba muchos años arraigado en la concepción del mundo. La idea
de la generación espontánea se data que su origen es en la Antigua Grecia, de la
mano de Aristóteles; el filósofo sustentaba que algunas formas de vida podían
aparecer sin más a partir de la materia inerte. Por ejemplo, los gusanos salían del
barro calentado por el sol, o las moscas de la carne podrida.

El experimento de Redi: Este investigador ideó un experimento para demostrar


que los insectos no se generan de forma espontánea. Para ello, puso en ocho
frascos de vidrio diferentes tipos de carnes, dejando cuatro de ellos
completamente destapados, mientras que la otra mitad las cubrió con una gasa,
que permitía hacer pasar el aire, pero no insectos.

Tras unos días, las carnes descubiertas presentaban larvas, mientras que las
tapadas aparentemente no albergaban, aparentemente, vida. El resultado del
experimento mostró que es necesario que las moscas coloquen sus huevos en la
carne para que aparezcan otras de su especie. Se trata de un experimento que se
liga a la teoría de la biogénesis y que hubiera sido un éxito para desbancar la
generación espontánea si no fuera por los descubrimientos del holandés Anton
Van Leeuwenhoek, el padre de la microbiología.

Leeuwenhoek, pocos años después de que el italiano realizase su investigación,


repitió el experimento de Redi, pero en esta ocasión examinó las carnes con un
microscopio. Tanto en las carnes destapadas como cubiertas, se podía observar
microorganismos, resultado que mantuvo como factible las ideas de la generación
espontánea al menos para estos organismos de vida.

El experimento de Pasteur: La teoría de la generación espontánea aguantó un


par de siglos más, a pesar de que existieron antes intentos de desmentirla, como
los realizados por el sacerdote Lazzaro Spallanzani, que demostró que si se cierra
con cuidado un recipiente con caldo y se calienta, no crecen microorganismos;
pero los partidarios de la ortodoxia del momento achacaban esto a que había
matado toda vida al calentarlo.

No fue hasta 1861, cuando el químico francés Louis Pasteur demostró de forma
inequívoca que estas creencias eran falsas, mostrando evidencias a favor de la
teoría de la biogénesis. El experimento que propuso consistió en llenar de solución
nutritiva unos matraces de cuello largo en forma de S. Esta silueta permite entrar
el aire pero no a los microorganismos, ya que quedan retenidos en la curva. Tras
el llenado se calentaba el matraz para eliminar cualquier microorganismo que
estuviera ya presente en la solución.
El resultado fue que la solución quedaba inalterada durante semanas, pero si
rompía el cuello del matraz, entonces en pocos días se contaminaba la muestra.
Con ello se evidenció que los microorganismos que crecen en la materia inerte en
realidad han sido atraídos por el aire, y no que se generarán de forma espontánea.

La teoría de la biogénesis y su relevancia

Como ya adelanté, la teoría de la biogénesis no tiene mucho misterio, aunque es


fácil de ver en el caso de los nacimientos de los animales, no era tan fácil de
comprender en otros ámbitos, como el caso de la putrefacción.

Aun así, la teoría de la biogénesis no explica el origen de la vida, ya que no tiene


manera de indicar qué fue el primer organismo vivo. Por ello existen otras teorías
sobre el origen, muchas de ellas son abiogénesis, es decir, que el origen de la
vida fue a partir de materia inorgánica, pero solo el principio. Incluso existen las
teoría de exogénesis, que la vida provino del exterior del planeta Tierra. En
cualquier caso, el origen de la vida es todo un misterio todavía.

You might also like