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El collar de fideos

Roberta Iannamico
Del libro El collar de fideos (Vox, 2001)
Todas nos empezamos a parecer a nuestras mamás

cuando pasa el tiempo

nos ponemos grandotas

percheronas

la mirada

más hermosa

como de alguien que puede

defenderse de todo

como de alguien que está

enamorada de sí misma

en los momentos

de soledad.

Era un animal

todo de fuego

hermoso en su peaje

despeinado

su presencia

se oía desde lejos

en mi corazón

como palitos que se quiebran

de noche

no podía esconderse

en ningún lado

aun dormido

seguía brillando

pobrecito.

Donde yo veía el camino

hay una planta de zapallo


es una guirnalda

con enormes faroles

las hojas se rozan

y hacen ruido de cartón

o de un cuero liviano

a la sombra vive el sapo

rey solitario

que a la noche viene

hasta la puerta de mi casa

ni loca

lo beso.

Noelia

junta flores secas

por el camino

arma unos ramitos

preciosos

estaba juntando

un yuyo seco

y algo se movió

por debajo de la hiedra

ya me voy

dijo Noelia

ya me voy.

Todas las madres

guardan la memoria de la primera

mi bisabuela se suicidó

cuando mi abuela tenía

siete años

–una traición de amor–

tomó el veneno y estrelló

la jarra contra la pared

delante de su hija

dicen que primero

se preparó
se pintó

se puso las alhajas

se peinó el pelo rubio

frente al espejo

sin dejar de mirarse

con ese gesto que repite

todos los días mi mamá

y que yo

estoy empezando

a repetir.

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