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Psicologíaclínica

Enfoques e investigación

VianaA.BustosArcón
Editoraacadémica
Psicología clínica
Enfoques e investigación

Viana Ángela Bustos Arcón


Editora académica

Cartagena, Colombia
2021
Psicología clínica. Enfoques e investigación/ Viana Ángela Bustos Arcón, editora.-- Cartagena de
Indias: Universidad de San Buenaventura, 2021.
Descripción física: 232 páginas
ISBN: 978-958-5114-22-7
1. Psicología clínica - investigación.-- 2. Psicoanálisis - investigación.-- 3. Salud mental – investi-
gación.-- 4. Psicología humanista – investigación.-- 5. Psicología cognitivo-conductuaI - inves-
tigación.-- 6. Psicología jurídica- investigación.-- I. Tit.

Dewey: 616.89007 P974

Catalogación: Biblioteca Central Fray Antonio de Marchena OFM.

© Universidad de San Buenaventura


Primera edición: Cartagena de Indias, 2021

Psicología clínica. Enfoques e investigación

© Viana Ángela Bustos Arcón, Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres,
Edgar Alfonso Acuña Bermúdez, Raissa Díaz Cáceres, Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva
Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez, Gustavo Alejandro Martínez, Iván Darío Cadena
Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos, Marcos Tulio Salas De la Hoz, Víctor Manuel Pardo
Maza, Yanetsy Rodríguez Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent
Mendo, Melissa Esther Rivadeneira de Ávila.

Grupo de Investigación en Psicología (gipsi)


Facultad de Educación, Ciencias Humanas y Sociales
Programa de Psicología

Universidad de San Buenaventura, Cartagena


Calle Real de Ternera, diag. 32 no. 30-966
Teléfono: 653 5555

Fray Jesús Antonio Ruiz Ramírez, ofm


Rector

Álvaro Andrés Hamburger Fernández


Editor
Diseño, diagramación e impresión:
CMYK Diseño e Impresos SAS.
Calle 70 # 28A-10, Tel: 311 59 75
Bogotá D.C.

Editorial Bonaventuriana
www.editorialbonaventuriana.usb.edu.co

ISBN: 978-958-5114-22-7

Cumplido el depósito legal (Ley 44 de 1993, Decreto 460 de 1995 y Decreto 358 de 2000)
Los autores son responsables del contenido de la obra.
Impreso en Colombia - Printed in Colombia.
Dedicatoria

A mis padres, a mi hermana y mi sobrino,


porque su amor es fuente de motivación.
A mi esposo, por nuestra historia.
Viana Bustos
Agradecimientos

A la Universidad de San Buenaventura Cartagena, porque su compromiso


social es fuente de conocimiento científico, calidez humana y transformación.

Al señor Rector, por promover el desarrollo profesional y científico.

A la Dra. Shirly Martínez, decana de la Facultad de Educación, Ciencias Humanas


y Sociales, por su apoyo y compromiso con el desarrollo académico, científico y
humano.

A la Dra. Daisy Silva, porque su calidez humana y saber, inspira la rectitud,


compromiso ético y científico del programa.

Al Dr. Manuel Torres, director de Investigaciones, por su motivación, apoyo


y diligencia.

A todos, quienes motivados por la investigación encuentren un saber para


transformar vidas.

4
Tabla de contenido

Prólogo............................................................................................................... 7

Introducción...................................................................................................... 9

Primera Parte. Psicoanálisis y Psicología Dinámica.................................13

Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental...............................15


Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino
en Psicoanálisis...........................................................................................29
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental:
Fundamentos del cuerpo...........................................................................49
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres
víctimas de violencia en la pareja.............................................................69

Segunda Parte. Psicología Cognitivo-Conductual y


Psicología Humanista–Existencial...............................................................87

Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia:


Una visión transdiagnóstica para el enfoque
diagnóstico categorial................................................................................89
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual
del déficit en las habilidades sociales.....................................................113
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte:
Una aproximación Teórica al modelo psicopatológico propuesto
por Yalom desde la psicología fenomenológica existencial.................133

Tercera Parte. Aplicaciones Psicológicas................................................165

Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes


en un centro de atención especializado para el menor infractor
del departamento de Bolívar...................................................................167

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Psicología clínica. Enfoques e investigación

Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes


para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación
en la discapacidad físico-motora............................................................187
Capítulo 10. Justicia Retributiva vs. Justicia Restaurativa:
Hacia la reconciliación y el abandono del estigma
del perdón en Colombia...........................................................................211

Epílogo...........................................................................................................225

Reseña de autores ..........................................................................................227

6
Prólogo

Cuando Viana me pidió hacer el prólogo para este libro, sentí una enorme
alegría y compromiso, que trae consigo el hecho de que otro colega deposite
esta confianza; sin duda, es un gran honor. Más aún, cuando por estos días la
confianza es un bien preciado y estas acciones no son muy comunes.

Generar conocimiento es un trabajo complejo e implica altos costos de múl-


tiple índole, los cuales, además, sean diferentes los autores y los enfoques de
abordaje de fenómenos y problemáticas de salud mental, hacen que el logro
de un manuscrito sea enriquecedor y un gran mérito ponerlos a conversar.
Importante trabajo de los autores que, sin dudas, harán que el lector encuen-
tre en los diferentes estudios, conocimientos rigurosos y de gran impacto en
nuestra sociedad. 

La psicología, en Latinoamérica, ha crecido en medio de contextos violentos


y catastróficos de gran complejidad. En la psicología clínica, con sus máximos
exponentes en las diferentes escuelas, se ha intentado dar respuestas con base
en los niveles de atención, intervención y rehabilitación a través de modelos
explicativos y herramientas que generen estrategias efectivas de abordaje.

Es de resaltar el vertiginoso desarrollo de la psicología clínica, que ha pasado


del foco de acción “curativo” a las intervenciones enfocadas hacia la prevención
de la enfermedad y la promoción de la salud mental, lo que genera un aprecio y
se equipara con las disciplinas médicas, expresando científicamente la impor-
tancia de las variables y los abordajes psicológicos en la aparición, desarrollo,
mantenimiento y recuperación del equilibrio.

Un gran mérito de esta recopilación en Psicología clínica. Enfoques e investiga-


ción, se refiere a que el lector encontrará una variedad de diseños y tipos de
investigación, así como la comprensión teórica de problemáticas de acuerdo
con la psicología dinámica, la psicología cognitivo-conductual y la psicolo-
gía humanista, como también otras aplicaciones, mostrando la versatilidad

7
Psicología clínica. Enfoques e investigación

­ etodológica de nuestra disciplina. Aunando a lo expuesto, trabajos con tra-


m
dición en la psicología evidencian su vigencia y la necesidad de seguir siendo
estudiados por su gran prevalencia e impacto en la sociedad.

Sin la intención de concluir los temas, la compiladora hace de este texto un


instrumento útil, debido a la calidad de los investigadores con trayectoria y
profundidad temática. Para los aprendices, el texto suministra la posibilidad de
acceder de forma concreta a temas y metodologías investigativas, que sirvan
de motivación a la creación de proyectos.

Para finalizar, me queda la certeza de que nuestra disciplina está bien encauzada
a la resolución de inquietudes que se generan ante las demandas actuales. Lo
expuesto nos motiva a continuar con la labor de generar conocimientos, de
incentivar en nuestros estudiantes la investigación científica, lo cual es una
labor compleja y enriquecedora.

Agradecimiento a Viana por dar a esta investigadora universitaria la posibili-


dad de agradecer en nombre de muchos, el trabajo que su equipo nos regala.

PhD. Lorena Cudris Torres


Docente universitaria e investigador asociado
Líder Grupo de Investigación Pensamiento Diverso Categoría A.
Fundación Universitaria del Área Andina.

8
Introducción

La sociedad actual, los fenómenos sociales y las problemáticas de salud mental


representan retos diarios en el quehacer de los profesionales en psicología,
que motivan la necesidad de afianzar el conocimiento teórico, científico y
aplicado en esta área del conocimiento, en particular, la psicología clínica. En
este sentido, la investigación se vuelve un aliado del ejercicio profesional, en
virtud de la generación de saberes actualizados acorde con los hechos históricos
contemporáneos.

Considerando la definición de la American Psychological Association (apa), la


psicología clínica se entiende como “una profesión que utiliza los principios,
teorías y modelos derivados de la psicología para entender, explicar e intervenir
los problemas emocionales, psicológicos y conductuales de la persona” (Colpsic,
2014, p. 48). Aquí, sería apropiado sostener que la psicología clínica hace énfasis
en la promoción de la salud mental y la prevención de trastornos mentales,
a partir del profundo conocimiento en desarrollo humano y psicopatología,
el cual, conforme a los principios clínicos: comprende, estudia e interviene.

Tradicionalmente, se piensa que la psicología clínica como el estudio de lo


enfermo o anormal (Casas, 2014); es decir, que históricamente se entiende en
un orden asistencial. Empero, la psicología clínica se ocupa de lo clínico (klinê),
por lo tanto, su lugar es pertinente y necesario en todos los contextos en los
cuales la salud mental y la subjetividad se encuentre. Esto implica todos los
ámbitos en los que se desenvuelven los individuos.

Hoy en día, más que nunca, son relevantes, pertinentes y necesarios los co-
nocimientos y las aplicaciones en psicología clínica, que permitan tanto a los
profesionales, los investigadores, los estudiantes y la ciudadanía, en general,
comprender que la salud mental es importante en el desarrollo humano. Por lo
tanto, la salud mental ha de ser cotidiana, no debe dar pie al tabú o al estigma,
sino más bien, a su estudio investigativo, a su intervención profesional y a su
fácil entendimiento a la sociedad, en general.

9
Psicología clínica. Enfoques e investigación

La creciente cifra de problemas en salud mental en el mundo, en el país y en


la región invita a todos los sectores de la sociedad a contribuir al estudio, la
atención y la intervención de trastornos mentales. Actualmente, el panorama
de salud mental es alarmante; en el mundo, 300 millones de personas padecen
de depresión (oms, 2017), 21 millones de personas padecen de esquizofrenia
(oms, 2016), 60 millones de personas sufren de trastorno afectivo bipolar
(oms, 2017); el suicidio es la tercera causa de muerte en jóvenes entre 15 a
19 años (oms, 2018). Además, el 20 % de niños y adolescentes en el mundo
padecen de problemas mentales (oms, 2013) y se afirma que, la mitad de los
trastornos mentales comienzan antes de los 14 años (oms, 2018). En Colom-
bia, al menos, el 40,1 % de la población del país entre los 18 y los 65 años ha
sufrido o sufrirá alguna vez en la vida un trastorno mental (Minsalud, 2015),
entre el 50 % y el 80 % de la población, en general, ha sufrido una experiencia
traumática (­Minsalud, 2015), el 29,3 % de los adolescentes en Colombia ha
estado expuesto a algún tipo de evento traumático (Minsalud, 2015), el 11,7 %
de niños entre 7 y 11 años ha sufrido una experiencia traumática, de los cuales
el 38,6% puede tener un problema psicológico secundario.

Asimismo, se suman realidades que inciden en la aparición de problemas de


salud mental, por ejemplo: las guerras y las catástrofes duplican la incidencia
en salud mental (oms, 2013); ello implica que, para comprender a los indivi-
duos hay que comprender la relación dialéctica que se tiene con la sociedad
(Winnicott, 1967).

El libro Psicología clínica. Enfoques e investigación es un texto resultado de in-


vestigación, que apuesta por una comprensión holística del ser humano, que
evidencia los distintos modos de la clínica. Se entiende que en la disciplina
psicológica o la investigación no existen verdades absolutas, sino más bien, un
conjunto de saberes y modos de intervención comprometidos con el bienestar
humano, en un ejercicio basado en el conocimiento científico, teórico, técnico
y aplicado, sustentado en la ética y la calidad profesional.

Es de resaltar que, Psicología clínica. Enfoques e investigación pertenece al Grupo


de Investigación en Psicología (gipsi; A1) del Programa de Psicología, de la
Facultad de Educación, Ciencias Humanas y Sociales, de la Universidad de San
Buenaventura, Cartagena, el cual cuenta con una amplia tradición científica y
de calidad en psicología clínica. El texto es una invitación a pensar científica-
mente la salud mental, esto es, superar los modos tradicionales de entender
salud-enfermedad; esto último deberá ser repensado y formulado en virtud
de la singularidad y la subjetividad, a la par que se piensan y se atienden los

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Viana Ángela Bustos Arcón

síntomas. Se considera que la clínica solo es posible en un diálogo intradiscipli-


nario e interdisciplinario, que favorezca la comprensión y el análisis profundo
del desarrollo humano y sus formas de enfermar.

Afín a este principio, el contenido del texto presenta una pluralidad teórica,
técnica, científica e investigativa de la clínica. O sea, la profundidad en el enten-
dimiento del ser humano, su relación con el entorno, la salud y la enfermedad.
Así, en cuatro apartados temáticos rigurosamente seleccionados a la luz de
la psicología dinámica y el psicoanálisis, la psicología cognitivo-conductual,
la psicología humanista y su diálogo con otros campos y disciplinas, cada
capítulo evidencia la diversidad con la que es posible entender y atender la
clínica y la salud mental. Los autores son profesionales con amplia experiencia
e investigadores consagrados en temas clínicos y psicológicos, que disponen
de sus saberes a la sociedad y su interrogación. De este modo, el texto es útil
a las necesidades actuales de la salud mental como problemática pública, a
profesionales y estudiantes en psicología y otras disciplinas que se interesen
en el bienestar humano del individuo y sus comunidades, y que se preocupen
por favorecer la calidad de vida.

11
Primera
Parte

Psicoanálisis y psicología dinámica

La psicología dinámica es un campo de estudio de los procesos psíquicos


que atañen al desarrollo y la estructuración del individuo. Para ello, toma en
cuenta algunos aportes del psicoanálisis, en lo que respecta a la organización
dinámica del psiquismo, esto es, el desarrollo de conflictos intrapsíquicos
que determinan la adaptación del individuo con el ambiente. La psicología
dinámica, por constituir una orientación psicológica, implica dentro de sus
bases conceptuales, además, concebir el desarrollo psíquico en función de la
interrelación de principios biológicos, como también socioambientales; como
esto ejerce una singularidad procesual en lo psicológico que concierne al juego
de componentes mentales y afectivos. En este sentido, el estudio psicodinámico
también tiene presente los aportes de la teoría del aprendizaje, la teoría del
ambiente, la teoría biologicista, como también de otros discursos científicos
y clínicos que contribuyan con un conocimiento amplio y profundo sobre la
evolución, el desarrollo, los conflictos de la personalidad, los síntomas, los
trastornos mentales, entre otros fenómenos que sean de interés, tanto para
la teoría como la psicoterapia basada en la psicología dinámica.

Por su parte, el psicoanálisis es un campo de estudio focalizado en los principios


psíquicos inconscientes que determinan la subjetividad, la cual se considera
fundacional de un individuo. Para ello, el psicoanálisis integra la investiga-
ción; por su parte, la terapia clínica, en su labor interpretativa del malestar
singular que producen los síntomas, también busca entender las causas que
inciden en la determinación del inconsciente: la producción de sueños, lapsus,
actos fallidos, así como los propios síntomas son formaciones psíquicas que

13
Psicología clínica. Enfoques e investigación

atañen al desarrollo de conflictos internos en relación con la constitución de


la sexualidad del individuo.

La psicología clínica debe mucho de su quehacer disciplinar y aplicado a la


medicina, la psiquiatría y el psicoanálisis. Donald Winnicott (1971) señaló que

[…] [El] psicoanálisis es un término que designa específicamente un


método y un cuerpo creciente de teoría, teoría concerniente al desarrollo
emocional del individuo humano. Es una ciencia aplicada basada en una
ciencia. […] que se ocupa de la personalidad, el carácter, la emoción y el
esfuerzo humanos. (pp. 17-18)

La cita anterior implica que la psicología dinámica se basa en el psicoanálisis,


para una comprensión profunda del ser humano.

14
Capítulo 1

Desafíos y formación en salud mental


Viana Ángela Bustos Arcón*

Resumen
Los desafíos de la psicología clínica en el campo de la salud mental implican
superar el reduccionismo acuciante de la salud a partir de la enfermedad. Por
esto, la práctica clínica debe ir acorde con los hechos históricos contemporá-
neos, más aún, cuando se trata de la salud mental que hay que promover en la
población colombiana, atendiendo sus necesidades y condiciones específicas. Al
establecer que la clínica opera en individuos determinados por sus condiciones
psíquicas particulares, históricas y ambientales, la salud mental determina,
fundamentalmente arraigada, las primeras experiencias de vida (relaciones
afectivas primordiales). Es así como salud e infancia coinciden como procesos
constitutivos e iniciales del desarrollo humano, lo que contribuye paralelamente
a la salud mental de los individuos. En este sentido, cuando se hace referencia a
la salud mental, debe hacerse en función de los procesos psíquicos que obligan
al ser humano a un proceso permanente de adaptación y conflictual del desa-
rrollo. Desde este punto de vista, la formación de clínicos en psicología bajo el
enfoque psicoanalítico propende a redimensionar la salud mental en respuesta
a la experiencia subjetiva y no a las generalidades estadísticas ni organicistas.
En el campo de la salud mental convergen de modo dialéctico y recíproco el


*
Coordinadora de investigación, docente e investigadora, Universidad de San Buenaventura,
Cartagena. Facultad de Educación, Ciencias Humanas y Sociales, Programa de Psicología, Grupo
de Investigación en Psicología (gipsi). Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010,
Colombia. Correo electrónico: viana.bustos@usbctg.edu.co ; vianab71@gmail.com

15
Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

individuo y la sociedad; su estudio mismo, solo puede ser posible a partir de


la preparación científica y rigurosa de profesionales en la investigación, la te-
rapia y el manejo ético y responsable que, como seres humanos, también son
influidos por la subjetividad.

Palabras clave: ciclo vital, psicología clínica, psicoanálisis, salud mental.

Abstract
The challenges of Clinical Psychology in the mental health imply to overcome
the pressing reductionism of health staring illness. This is the reason why the
clinical practice must be done according to contemporary historical facts, even
more, when is about the mental health that should be promote in Colombian
population, attending their specifics needs and conditions. To stablish that
clinical, operate on individuals determinate by their psychic, historical and
environmental conditions, determines, the mental health, fundamentally
ingrained to the first experiences of life (primordial affective relationships).
This is how infancy and mental health concur to the constitutional processes
of human development, contributing in parallel to the mental health of human
beings. In this sense, mental health refers to psychic processes that force to
human beings to a permanent process of adaptation and conflictual develop-
ment. according to this point of view, the training of clinical psychologists in
psychoanalytic approach tends to resize the mental health relate to subjective
experiences and not about statistics generalities or organic approach. Mental
health field converge in a dialectic and reciprocal way the individuals and
society; the study of this only can be possible since scientific and rigorous
training of professionals on investigation, therapy, ethical management and
responsibility because as human beings we are also affected by subjectivity.

Keywords: Clinical Psychology, mental health, psychoanalysis, human life cycle.

Introducción
El ser humano desempeña un papel primordial en el desarrollo de las sociedades:
el bienestar de una sociedad se relaciona con el bienestar de sus ciudadanos.
Hoy por hoy, los nuevos profesionales en psicología afrontan mayores desafíos
para el ejercicio de la profesión, debido a la complejidad de los fenómenos hu-
manos, que tanto afectan, como la agresión y la violencia. Por ejemplo, no son
ajenos al día a día; titulares noticiosos referidos como “falta de tolerancia”, que

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Viana Ángela Bustos Arcón

encierran graves problemáticas como maltrato infantil, maltrato intrafamiliar,


violencia de género, entre otros; lo anterior evidencia serias dificultades en las
personas la convivencia y la comprensión de los otros, cuestiones que requieren
ser atendidas, pensadas e investigadas. El protagonismo que tiene la psicología
clínica —tanto en la investigación como en la terapia (Peláez, 2016)— hace
pensar que, en Colombia, su contribución se constituye como reto profesional
de cara a los problemas sociales.

La actualidad abre paso a nuevos retos ciudadanos y clínicos del desarrollo


individual y de la construcción de una sociedad de paz, justicia y convivencia;
para ello, la psicología clínica, en particular, es llamada a proteger, atender e
intervenir en niños, adolescentes, adultos, y comunidades en favor de la salud
psíquica, las potencialidades humanas y la convivencia pacífica.

La salud mental es una de las principales preocupaciones del mundo, por su-
puesto, también de la psicología; sin embargo, los esfuerzos mundiales y nacio-
nales no parecen lograr los frutos esperados a la hora de atender las demandas
sociales, individuales y culturales con respecto a la atención, el seguimiento
y la recuperación de diagnósticos de salud mental. En parte, porque se ha
puesto el acento de la salud mental, en la enfermedad, es decir, en el carácter
sintomático y no en su prevención, o sea, en sus causas.

La salud mental no ha de considerársele como un estado culminado, sino más


bien como una condición determinada por las circunstancias de la vida, el
bienestar o el mal-estar, todo lo cual está ligado a la historia y las experiencias
de vida de los individuos. Es así como Winnicott (1959, p. 94) afirma que “la
comprensión del desarrollo emocional del individuo es la base de todas las
demás ramas de la psicología dinámica, y aun de la psicología social”. Es decir,
que el estudio de la sociedad es, en esencia, el estudio del individuo; para el
caso particular, es vital atender los síntomas, pero es urgente comprender e
intervenir las causas de ello. Hasta el momento, hemos atendido los sínto-
mas dejando de lado la causa psíquica de estos, por lo que se hace necesario
reconocer la conformación y constitución del individuo en su singularidad, su
providencia histórica y patrimonio emocional.

Así, la práctica clínica en psicología debe cumplir una función acorde con los
hechos históricos contemporáneos, más aún, cuando su reto actual gravita en
el campo de la salud mental que hay que promover en la población colombiana,
con sus necesidades y condiciones específicas.

17
Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

Salud mental en el campo de la psicología clínica


La American Psychological Association (apa) define “la psicología clínica
como una profesión que utiliza los principios, teorías y modelos derivados
de la psicología para entender, explicar e intervenir los problemas emocio-
nales, psicológicos y conductuales de la persona” (Colpsic, 2014, p. 23). Una
definición general, y poco justa al alcance de una práctica específica de la psi-
cología y que poco ha logrado alejarse de su historia asociada a la medicina y
a la psiquiatría, pues:

La Psicología Clínica surgió en ese entonces, como psicología de lo anormal,


lo enfermo, del trastorno, del síntoma, y su campo de acción se ordenó
en función de la enfermedad, explicando su emergencia y tratando de
controlarla en su intervención. (Casas, 2014, p. 4)

Al respecto, actualmente, es innegable que aún persiste en un orden asistencial.


Con frecuencia se asocia la psicología clínica, con una práctica solitaria, aislada
y fuera del contexto social de los individuos que atiende. Nada más inexacto
que esto. La clínica opera en individuos determinados por sus condiciones psí-
quicas particulares, históricas y ambientales. Por lo tanto, es un error pensar
que “un individuo puede ser evaluado sin tomar en consideración el lugar que
ocupa en la sociedad” (Winnicott, 1967, p. 27), pues la experiencia individual
y social están implicadas, o sea, que la salud mental no estaría exenta de las
vicisitudes cotidianas y los conflictos humanos que habitan a los individuos.

Lo paradójico es que la salud mental se fomenta en un escenario de total sa-


tisfacción, felicidad y eficacia humana, cuando los hechos clínicos evidencian
todo lo contrario. O sea, la salud mental, así como la vida, en general, está llena
de contradicciones, conflictos relacionales, dificultades generales, que inter-
fieren en los individuos de una manera u otra y que obligan, en el mejor de los
casos, a la permanente resignificación de las condiciones vitales, pulsionales y
relaciones, sobre los cuales es preciso comprender las motivaciones humanas
inconscientes. En definitiva “podemos afirmar que salud no es comodidad,
los temores, los sentimientos conflictivos, las dudas y las frustraciones son
tan característicos en la vida de una persona sana como los rasgos positivos”
(Winnicott, 1967, p. 34).

Bajo esta premisa es indispensable recordar que la salud mental “debe ir más
allá del conteo de frecuencias y de la descripción detallada de síndromes y
trastornos en las etapas discretas de la vida” (Romo y Patiño, 2014, p. 68),
y que el quehacer de los profesionales de la salud mental ha de radicar en

18
Viana Ángela Bustos Arcón

c­ omprender sus implicaciones e intervenir sus causas. Las frecuencias, sín-


dromes y trastornos son importantes en la medida en que permitan entender
las complejidades humanas por un lado, y contribuir a la construcción de
estrategias en beneficio de la mejoría del bienestar individual y comunitario.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (oms, 2013), la salud men-


tal se define como “un estado de bienestar en el que la persona materializa sus
capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar
de forma productiva y de contribuir al desarrollo de su comunidad” (p. 42).
Por lo que se asocia con facilidad la salud mental, con un fin último, como un
máximo logro, cuando en realidad es el resultado complejo del ciclo vital y de
los distintos conflictos evolutivos propios del proceso madurativo-constitucional
(Greenspan, 1992) de los individuos en relación con la sociedad.

Durante este tiempo diversas teorías de la salud mental en el ciclo vital de


la vida han emergido. Pasando por Freud, Klein, Bowlby, Jung, Erikson,
Piaget y Vygotsky, múltiples teorías […] algunas de ellas […] han dejado
una indeleble huella en el entendimiento actual de como el humano vive y
experimenta la salud mental y cómo la pierde. (Romo y Patiño, 2014, p. 68)

Es claro advertir que, la salud mental corresponde a un proceso complejo pro-


ducto del ciclo vital, y que sus alcances determinan no solo la personalidad,
sino también la buena salud o la mala salud (Winnicott, 1965). Evidentemente,
“la salud mental no depende solo de la herencia ni de acontecimientos fortui-
tos, sino que sus fundamentos se construyen en forma activa en la primera
infancia” (Winnicott, 1965, p. 206). Es decir, que la salud mental está funda-
mentalmente arraigada a las primeras experiencias de vida y determinada por
las relaciones afectivas primordiales, es así como salud e infancia coinciden
como procesos constitutivos e iniciales del desarrollo humano, su ocurrencia
paralela contribuye a la salud mental de los individuos.

Es posible pensar también que la salud mental no obedece a patrones especí-


ficos de la naturaleza, pues sus condiciones dependen de factores biológicos,
factores innatos y circunstancias vitales e históricas de cada individuo. En-
tonces, lo universal del ciclo vital son sus conflictos y sus dimensiones, pero lo
particular es concedido por las singulares experiencias individuales, por
lo que la salud mental posee características únicas de individuo en individuo
(Bustos, 2017). Así, “La perfección tiene que ver con las máquinas, y las im-
perfecciones que son características de la adaptación humana a la necesidad
constituyen una cualidad esencial del ambiente que facilita” (Winnicott,
1968a, p. 216). Entonces, la salud mental es imperfecta, y por imperfecto se

19
Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

refiere a lo singular, porque se determina por las condiciones humanas indi-


viduales y las condiciones históricas particulares, implica, en suma, procesos
dialécticos, dinámicos y permanentes, cuando se piensa en lo más auténtico
del desarrollo humano.

Psicología clínica ¿por fuera del consultorio?


Siendo la salud mental un tema de vital importancia nacional e internacional,
la psicología clínica está llamada a realizar esfuerzos distintivos que permitan
atender los desafíos cotidianos de la salud mental individual y comunitaria.
Advertir la complejidad que implica el ciclo vital en la constitución de la per-
sonalidad, la adaptación y la salud mental son importantes en la actualidad,
dado que cada día se requieren mayores acciones multisectoriales que permitan
atender de frente el asunto y poner freno a las cifras que día a día impactan de
forma negativa el desarrollo personal y social en las comunidades, pues no es
posible desconocer que “una parte indivisible de la salud general contribuye a
las funciones de la sociedad y tienen un efecto sobre la productividad general”
(oms, 2004, p. 23). La salud mental no es un esquema, no es un logro, es un
proceso, por lo que “La salud, debemos admitirlo, encierra sus propios riesgos”
(Winnicott, 1967, pp. 38-39), es decir, su singularidad, aquella que no admite
estándares o estadísticas.

En este sentido, el Plan de acción sobre salud mental 2013-2020 de la oms (2013,
p. 19) precisa el compromiso mancomunado de desarrollar acciones específicas
en materia de salud mental, es decir, promover la creación de “estrategias efi-
caces de intervención para promover la salud mental, prevenir los trastornos
mentales, tratar y atender a los afectados y hacer posible su recuperación”. O
sea, que la salud mental necesita ser pensada por fuera del consultorio, en de-
finitiva, sobreponerse a una comprensión asistencial de síntomas y síndromes,
la misma que, a la fecha, ha guiado el quehacer clínico y científico.

La salud mental no es la enfermedad, no son los síntomas exclusivamente, la


salud mental es un problema mucho más complejo y profundo, cuyos inicios
se remontan a las experiencias propias del proceso madurativo-constitucio-
nal y los conflictos propios del desarrollo humano, puesto que “Cada fase
del desarrollo contribuye de manera característica al desenvolvimiento de la
personalidad” (Blos, 2011, p. 35). Con esto se afirma que la salud mental es
un efecto del desarrollo integral y que los logros paulatinos pertenecientes a
cualquier esfera (biológica, emocional, cognitiva, social) brindan los recursos
necesarios a los individuos para la consolidación de una buena salud (Bustos y
Russo, 2018a; 2018b; 2017a).

20
Viana Ángela Bustos Arcón

Por otro lado, se ha de promover el diseño e implementación de estrategias


“mediante la detección precoz, prevención y tratamiento de los problemas
afectivos o de conducta, sobre todo en la infancia y la adolescencia” (oms,
2013, p. 18), puesto que no se puede olvidar “la importancia de las experiencias
tempranas y su impacto en la psicopatología del adulto” (Romo y Patiño, 2014,
p. 69). La salud mental es un efecto del desarrollo y los recursos obtenidos en
su atravesamiento proveen lo indispensable a su constitución positiva Bustos
y Russo (2018a; 2018b). Asimismo, hay que considerar:

[…] la salud mental de una forma actualizada y aportar a una comprensión


más amplia de los procesos psíquicos, esto es, concebirlo no en una función
lineal, sino como la confluencia de diversas fuerzas que propenden hacia
una permanente adaptación: el individuo no puede ser entendido en un
estado estático. (Bustos, 2017, p. 5)

La salud mental necesita ser pensada por fuera del consultorio, por cuanto
las enfermedades mentales no son producidas por eventos específicos, sino
desencadenadas por diversos factores que implican ya un compromiso previo
en la salud mental, por lo tanto, es importante “conocer las tensiones que son
inherentes a la vida y los medios que se emplean para hacerles frente” (Winni-
cott, 1961a, p. 20), para poder diferenciar los embates comunes de la vida, de
los antecedentes o predictores de la enfermedad mental (Causadias et al., 2012).

Por ejemplo, en las contribuciones psicoanalíticas se sabe que la pérdida de


un ser querido (duelo) implica un proceso de elaboración de la ausencia y
de la supresión paulatina de las cargas libidinales depositadas en el objeto y en la
relación, ello en el caso esperado. En un sentido patológico, es la imposibilidad
de desvestir la líbido del objeto perdido lo que hace difícil tal elaboración, pero
esta dificultad no es actual, sino histórica, es decir que, a lo largo de la constitu-
ción de la personalidad en este individuo, la pérdida no habría sido elaborada,
lo que supondría altos niveles de frustración (en principio) y mecanismos de
defensa no adaptativos (vuelta contra sí mismo).

Es innegable “el impacto que ejerce la enfermedad en la persona afectada, sus


familias y la sociedad” (oms, 2004, p. 17), pero eso es lo obvio, lo evidente y
donde se ha centrado la salud mental, o sea, en su carácter sintomático. La
opción aquí es considerar que el estudio ha provisto los recursos científicos,
técnicos y teóricos para su atención e intervención, el paso por seguir es favo-
recer métodos, técnicas y recursos que faciliten el bienestar desde sus cimien-
tos; en otras palabras, se requieren programas, proyectos, acciones, etcétera,
dirigidos a toda la población que se centren en el desarrollo integral de los

21
Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

niños, adolescentes, adultos y familias, pues “Las actividades de promoción


de salud mental implican la creación de condiciones individuales, sociales y
ambientales que permitan el óptimo desarrollo psicológico y psicofisiológico”
(oms, 2004, p. 17) de todos los individuos y sus comunidades.

Es vital entender que durante la infancia, la adolescencia y la adultez, es posi-


ble favorecer condiciones emocionales y psíquicas de la salud psíquica óptima
(Ávila, 2009) individual y que resulten en beneficio de la comunidad, pues “La
habilidad que tiene la persona saludable para lograr un balance óptimo entre
el mantenimiento de su organización psicológica, por un lado, y su apertura
por otro a nuevas formas de experiencia” (Ávila, 2009, p. 4) es indispensable
para lidiar los embates de la vida diaria, el estrés y los conflictos del ciclo vital,
que no indispongan el desarrollo personal, las potencialidades humanas ni las
relaciones interpersonales.

Psicología clínica de orientación psicoanalítica


Al pensar la psicología clínica, hay que considerar la perspectiva psicoanalítica
como un pilar fundamental teórico, práctico y técnico que ha favorecido la
comprensión de la salud mental y los trastornos mentales; en virtud de ello,
podría precisarse que existen, al menos, cinco condiciones requeridas para la
formación y la atención de la salud mental que garanticen una perspectiva
centrada en el ciclo vital, el desarrollo integral constitucional y el compromiso
ético de los profesionales.

[…] el tratamiento comprehensivo, consciente y planeado de problemas


psicosociales, psicosomáticos y conductuales o estados de sufrimiento,
con métodos psicoterapéuticos científicos, a través de la interacción entre
una o más personas que están siendo tratadas y uno o más terapeutas,
con el fin de aliviar actitudes perturbadoras, para cambiar y promover la
maduración, el desarrollo y la salud de la persona tratada. (Asociación
Europea de Psicoterapia, 1991, citado en Hernández, 2018, p. 329)

Si se entiende la psicoterapia como método privilegiado de la atención clínica,


o sea, “un cuerpo organizado de conocimientos, al cual le corresponde una me-
todología en términos de técnicas y procedimientos que guían al profesional,
involucra un acuerdo de prestación de servicios, requiere entrenamiento y cer-
tificación profesional” (Hernández, 2018, p. 328). En tal caso, las condiciones
planteadas son las siguientes.

22
Viana Ángela Bustos Arcón

La vida anímica y su impacto en la salud mental

El reconocimiento de la vida anímica como epicentro de la constitución de la


personalidad y la salud mental. Mass (2011) afirma que “Del psicoanálisis se
desprende la alternativa de elaboración investigativa a partir de fenómenos
que obedezcan a la tramitación de incidencias psíquicas” (p. 28). La prioridad
de la salud mental radica en su componente particular e histórico de las ex-
periencias individuales, únicas, para ser específicos. Con ello se advierte que:

1. Que la salud y la salud mental no son finitas y que no constituyen esque-


mas específicos de ser, o esquemas “saludables” en los que se pueda someter
a las personas, sino que está determinada por patrones individuales, la
salud mental es particular y responde a la experiencia subjetiva, no a las
generalidades de la estadística.

2. Que la vida psíquica o la vida anímica se encuentra por encima de los


factores biopsicosociales, y que para ello la subjetividad de los individuos
deberá primar en la elaboración psíquica de la adversidad social. (Bustos,
2016, p. 43)

El principal objetivo conforme a la salud mental es comprender que “La vida


(del ser humano) […] es multidimensional y por lo tanto también lo es la salud.”
(Martiarena y Krzemien, 2001, p. 3), y ello concierne a que se es un “sujeto
psíquico y (un) sujeto social en permanente construcción” (Moise, 2001, p. 90).

La relaciona dialéctica individuo-sociedad

Se refiere a la relación entre la salud mental individual y la sociedad. Lo


fundamental es comprender que la salud mental individual es al tiempo
dependiente del contexto, por lo que, al comprenderse la buena salud desde
una perspectiva del ciclo vital, es posible intervenir en favor del bienestar de
las comunidades a través de las características particulares de las sociedades
y su cultura; la idiosincrasia de los individuos es particular a sus experiencias
como ciudadanos y la forma como se refiere la infancia, la adolescencia y la
adultez en cada comunidad, o sea, una forma particular de ver a sus ciuda-
danos, a los niños, a la juventud, al hombre, a la mujer, a la familia. Mass
(2014, p. 156) sugiere que “El análisis de los fenómenos humanos, desde el
campo de la subjetividad, ha permitido reconocer el sentido de los trazos
históricos particulares del sujeto, así como los modos en que este se inserta

23
Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

en la cultura”. La cultura se constituye y se comprende únicamente a través


de sus individuos y viceversa.

La supervisión clínica

La formación teórica en psicología clínica (experticia) y la supervisión, este


último, se refiere al acompañamiento clínico o tutoría. La práctica clínica y la
experiencia solo es posible a través del acto clínico propiamente dicho. Es decir,
la formación teórica es vital, en la consolidación de una teoría de la técnica de
intervención, empero, la experiencia clínica solo se aprende y se domina a través
de la atención supervisada de pacientes. En el campo de la psicología clínica se
requiere el dominio teórico de una escuela psicológica y la formación experta
en ello, es decir, un dominio al nivel de especialización y maestría, siempre
y cuando esta comprenda un número determinado de horas supervisadas de
atención clínica y el dominio de la técnica específica seleccionada.

Se precisa, entonces, que, la psicología es una disciplina, la psicología clínica es


un campo de aplicación y la supervisión ha de ser un área de vital importancia
en la formación de futuros profesionales; por lo tanto, se requiere el compromiso
formativo de las instituciones de educación superior y el esfuerzo de expertos
en psicología clínica dedicados como tutores de formación clínica, de modo
que, así como existe un académico o un investigador, se precisa una figura de
supervisor/tutor, un experto en la formación de nuevos clínicos.

La revisión personal como condición ética

Esta condición es básicamente una cuestión ética, no deontológica. En la ac-


tualidad, no existe una “obligación” académica acerca de la revisión personal
como un prerrequisito a la práctica clínica, en este sentido, es una cuestión
ética y moral decantar el inconsciente personal, al menos, en la práctica ana-
lítica, puesto que de lo contrario sería imposible que el inconsciente sea un
instrumento de la práctica clínica, se precisa de la neutralidad en favor del
paciente y la transferencia, y esto solo es posible desde una óptica imparcial
de la comprensión de los fenómenos humanos, de lo contrario, se favorece el
prejuicio y no el bienestar psíquico de los individuos.

La investigación científica

Retomando la definición planteada por Freud (1923, p. 231) acerca de psico­


análisis referida a:

24
Viana Ángela Bustos Arcón

[…] 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos


difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de
perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de une serie
de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se
han ido coligando en una nueva disciplina científica.

Se considera que el lugar primordial de la perspectiva analítica es el escenario


de la investigación. El acto clínico es un campo de indagación científica, es un
método que estudia la complejidad anímica de los individuos y su dimensión
cultural. Por lo tanto, como se señaló antes, se requiere el estudio complejo
de las causas de los síntomas; más que su descripción, es urgente proponer
acciones que permitan dar solución a los problemas de salud mental de los
individuos que aquejan hoy por hoy.

Conclusiones
El reconocimiento otorgado por la oms (2004, pp. 22-23) al enfoque psicoa-
nalítico cuando afirma que este “propone el criterio de salud mental positiva
como la capacidad de la persona para usar su energía interna para su realización
en los aspectos emocionales, intelectuales y sexuales”, es vital en el estudio y
la comprensión de los fenómenos humanos y sus síntomas, “Pues es la clínica
la que evidencia el origen de los procesos anímicos primarios, y los efectos
sugieren el resultado del impacto […] en el desarrollo emocional y su relación
con el ambiente” (Bustos, 2017, p. 43).

[…] la psicoterapia es un espacio epistemológico. Es decir, un espacio


donde […] se construye conocimiento específico, no necesariamente del
entrecruzamiento de teorías científicas, sino de múltiples historias, mitos,
creencias y marcos de referencia que se entremezclan de forma azarosa,
porque son azarosas y caóticas las circunstancias en que se construye la
vida. (Hernández, 2018, p. 335)

En resumen, es práctico decir que la psicología, eficientemente ejecutada,


para el caso, la psicología clínica de orientación psicoanalítica, es en principio
pacificante, ya que, al comprender las causas de la buena salud y la mala sa-
lud, desde una perspectiva del ciclo vital y sus conflictos, despliega recursos,
herramientas y estrategias en beneficio del bienestar de los individuos y su
comunidad. Establecer que la salud mental “se construye desde los cimientos,
así como la personalidad inicia muy tempranamente en la consolidación de
los vínculos afectivos” (Bustos et al., 2017, p. 3), promover la salud mental ha

25
Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

justificado el quehacer de la psicología clínica, por lo que ahora su labor deberá


trascender el marco habitual del consultorio.

La psicología clínica en Colombia tiene como reto fundamental centrar sus


esfuerzos disciplinares e interdisciplinares en torno al bienestar psicológico,
así como la consolidación de las condiciones para la dignidad, la salud mental y
la convivencia de todos los individuos y sus comunidades. Para ello, debe tener
presente, la participación que tiene la subjetividad en los comportamientos
humanos (Chávez et al., 2012), o sea, la singularidad que define a cada individuo,
como alguien único e irrepetible en sus condiciones normales y patológicas.

Finalmente, la psicología clínica está obligada a ser promotora de transfor-


mación subjetiva. Hay que destacar que el cambio en una sociedad no sería
posible, sin antes haber atendido las condiciones que definen a cada ciudadano
como individuo con responsabilidad y protagonismo histórico, a través de su
discurso, y de allí, su impacto en el desarrollo de la salud mental.

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Capítulo 1. Desafíos y formación en salud mental

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28
Capítulo 2

Del vínculo madre e hija


a lo femenino en psicoanálisis
Judith Elena García Manjarrés* Leonardo Rafael Mass Torres**

Resumen
El vínculo madre e hija tiene un lugar importante en el campo psicoanalítico.
A través de la clínica es posible escuchar el resonante de un estrago amoroso
inconsciente, que, para una madre como para una hija, desborda sus demandas y
la dificultad para poder diferenciarse la una con respecto a la otra. Lo femenino
surca tanto el lugar de una mujer como el de una madre, también, inubicable
e intransmisible en los decires de madre a hija. Si bien, Freud sostuvo que en
la triada edípica se produce un deseo fálico en la niña que, lleva a su devenir
como mujer la predilección por un hijo, asimismo, propone para las vicisitudes
femeninas cierta ligazón insuperable en el deseo, por cuanto refiere al lugar
de la madre del periodo preedípico. Con Lacan, mujer y madre no ocupan un
mismo lugar en el inconsciente; en este sentido, la posibilidad de una mujer de
realizar la posición materna es algo que está sujeto a la castración, mientras,


*
Psicoanalista. Magíster en Psiconeuropsiquiatría y Rehabilitación, Universidad Metropolitana.
Especialista en Psicología Clínica, Universidad Metropolitana. Psicóloga, Universidad Metropo-
litana. Correo electrónico: judithelena16@gmail.com Código Orcid: https://orcid.org/0000-
0002-0832-112X
**
Psicoanalista. Candidato a doctor en Psicoanálisis, Universidad Andrés Bello (Chile). Magíster
en Psicoanálisis, Universidad Andrés Bello (Chile). Magíster en Psicología, Universidad del
Norte. Especialista en Psicología Clínica, Universidad Metropolitana. Psicólogo, Universidad
Metropolitana. Barranquilla. Correo electrónico: leonardomass@gmail.com Código Orcid:
https://orcid.org/0000-0002-5009-1313

29
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

que la posición femenina implica ir más allá de este complejo, toda vez, que
tal posición no se inscribe del todo en los linderos fálicos, pues, remite a un
goce propiamente femenino. Del vínculo madre e hija emerge, entonces, una
hostilidad irremediable en el deseo de ambas, dado que una hija para advenir
mujer despoja de omnipotencia a su madre y esta última experimenta un de-
rrumbamiento de sus ideales identitarios.

Palabras clave: estrago, feminidad, hija, madre, mujer.

Abstract
The mother and daughter bond has an important place in the psychoanalytic
field. Through the clinic it is possible to hear the resounding of an unconscious
love ravage, which, for a mother as for a daughter, overflows their demands
and the difficulty to differentiate one from the other. The feminine crosses
both the place of a woman and that of a mother, too, unlovable and untrans-
missible in the words of mother to daughter. Although, Freud maintained that
in the Oedipal triad a phallic desire is produced in the girl who, her predilection
for a son leads to her becoming as a woman; likewise, it proposes for female
vicissitudes a certain insurmountable bond in desire, insofar as it refers to
the place of the mother of the pre-Oedipal period. With Lacan woman and
mother do not occupy the same place in the unconscious. In this sense, the
possibility of a woman to perform the maternal position is something that
is subject to castration, while the feminine position implies going beyond this
complex, since such a position is not fully inscribed in the Phallic boundaries,
then, refer to a properly feminine enjoyment. From the bond mother and
daughter emerges, then, an irremediable hostility in the desire of both, since
a daughter to become a woman, strips her mother of omnipotence and the
latter experiences a collapse of her ideals of identity.

Keywords: ravage, femininity, daughter, mother, woman.

Introducción
En referencia a las mujeres, la teoría psicoanalítica propone dos lugares que pue-
den ser ocupados por ellas al mismo tiempo y que, sin embargo, son posibles de
distinguir. Estos son, el lugar de madre y, por otra parte, el lugar de lo femenino
o, propiamente dicho, la posibilidad de ubicarse del lado de lo femenino, del
lado de la mujer. Plantea el psicoanálisis (Freud, 1888, 1893-1895, 1931, 1933;
Lacan, 2009 [1955]) que, si bien es posible para las mujeres ubicarse en ambos

30
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

lugares e, incluso, estar signadas en los dos al mismo tiempo o atravesadas por
ellos, tal cosa no implica que posicionarse en una de las dos posibilidades resuelva
la otra. Es decir, no por vía de lo femenino es posible para una mujer resolver
lo ateniente a su lugar de madre y, de forma viceversa, no por vía materna una
mujer resuelve los avatares que conlleva asumir su feminidad.

De acuerdo con lo anterior, el asunto de lo femenino, como también la relación


que se establece entre una madre y su hija, con las particularidades que esto
comporta, dado que ambas —tanto madre como hija— pueden ubicarse en un
lugar signado por la falta y por lo imposible de transmitirse de una a otra, es
decir, lo femenino (Freud, 1992 [1931, 1933]), son cuestiones que han interro-
gado al psicoanálisis, desde su nacimiento. De acuerdo con lo que referían sus
pacientes histéricas en consulta, a Freud, muy tempranamente, se le aparecen
preguntas en relación con lo que él mismo nombra como “continente negro”
(Freud, 1992 [1926], p. 198) y frente al cual se tropieza con toda la problemá-
tica que aparecía para las mujeres con respecto a la asunción de lo femenino.
De igual forma, encuentra que tal embrollo parecía referir al vínculo fundante,
es decir, la relación de cada mujer con su propia madre.

Así, a partir del Complejo de Edipo, Freud (1992 [1924]) formula que la niña
sale de él bajo la promesa de advenir madre y, su hijo se ubicará como sustituto
del deseo fálico y de aquello que inicialmente se presenta como constituyente de
lo femenino, a saber, “la envidia del pene” (Freud, 1992 [1933], p. 116). Sobre
este asunto:

El complejo de castración de la niña se inicia, asimismo, con la visión de los


genitales del otro sexo. Al punto nota la diferencia y —es preciso admitirlo—
su significación. Se siente gravemente perjudicada, a menudo expresa que
le gustaría tener algo así, y entonces cae presa de la envidia del pene.

Donde antes había deseo de falo, este no referido solamente al pene, sino
desde las funciones simbólicas e imaginarias que él representa en el psiquismo
(Evans, 2007), aparecerá ahora, para la niña deseo de un hijo, entendido como
sustituto de aquello que psíquicamente cree que le falta, es decir, el falo. Así,
el hijo queda ubicado en un lugar desde el que obtura aparentemente la falta
de su madre y también la castración de ella. Por ello, para el psicoanálisis, la
posibilidad de una mujer de ocupar la posición materna, necesariamente,
estará en relación con la castración, mientras que estar en posición femenina,
implica ubicarse en un más allá posible de esa castración (Lacan, 2008b). Se
trata, enseña el psicoanálisis, de posiciones diferentes que dan cuenta que, si

31
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

bien la maternidad es posible orgánicamente hablando, tal cosa no implica que


por tener anatomía femenina esté implícito de manera obligatoria, el deseo
de ser madre o la posibilidad de ocupar dicho lugar y, por supuesto, tampoco
por portar esa misma anatomía femenina se estará en el lugar de lo femenino,
una posición que es posible solo desde una organización psíquica particular
que excede lo anatómico.

Lo anterior da cuenta de dos posiciones claramente distinguibles para el


psicoanálisis y que, pese a ser distintas, son posibles que una mujer pueda
ocupar al mismo tiempo. Es decir, por un lado, la posición materna, siempre en
referencia a la castración y, por el otro, la posición femenina que, siempre
excede la castración. Tal cuestión hace que durante todas sus concepciones
teóricas a partir de lo que se evidenciaba en la clínica, por las mujeres que Freud
atendía, él se pregunte insistentemente sobre el abordaje de lo femenino, pues
incluso con hijos, ellas seguían demando vehementemente sobre lo femenino,
refiriendo lo conflictual que, a veces se extendía también a la queja sobre su
lugar como madre. Sobre ese interrogante que convocaba a Freud, Ernest Jones
(1962, p. 349) afirma:

Caben pocas dudas de que para Freud la psicología de la mujer era más
enigmática que la del hombre. Cierta vez dijo a Marie Bonaparte: “La gran
pregunta que nunca ha obtenido respuesta y que hasta ahora no he sido
capaz de contestar, a pesar de mis treinta años de investigación del alma
femenina, es ésta: ¿Qué es lo que desea la mujer?”.

La tríada edípica que propone inicialmente el psicoanálisis, a saber el hijo


como sustituto fálico de la falta de la madre, parece señalar, en respuesta a
esa pregunta, que lo que la mujer desea es el falo; empero, si Freud insiste en
sostener el interrogante, incluso afirmando que él sigue sin respuesta, esto
da cuenta de que la cuestión femenina, entonces, no se agota con la relación
que una mujer pueda establecer con el falo, sino que, si bien él es un referente
para pensar la feminidad, hay incluso en referencia a ella un más allá del falo.

Si una mujer, enseña Freud (1992 [1924]) a partir de la resolución del com-
plejo de Edipo, desea hijos como promesa de su fundante envidia fálica, puede
convocarse a la pregunta ¿qué sucede cuando ese hijo nace niña? Sabido es
que en el vínculo materno infantil se establecen marcas que quedan de por
vida para el hijo, futuro sujeto por venir, toda vez que es ella quien humaniza
y libidiniza por el baño materno y del lenguaje a su crío. Empero, si lo femeni-
no contrae avatares que cada mujer debe resolver, ¿qué ocurre cuando tanto

32
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

madre como hija portan anatómicamente un cuerpo femenino que al inicio


no permite diferencia entre la una y la otra, pero además pone en evidencia
lo que falta en el ámbito imaginario, es decir, el falo?, ¿qué de la feminidad es
posible entre una mujer y otra transmitir? Se trata en el presente capítulo de
reflexionar sobre las implicaciones psíquicas que el vínculo específico de una
madre y una hija comporta, dado que ambas están en referencia a lo fálico y
la castración que las ordena, pero también en relación con el más allá del falo
posible, propuesto por Jacques Lacan (2008a) en su enseñanza. Un más allá
que la hace no-toda castrada, pero también no-toda fálica, por lo que Lacan
llega a señalar que, si bien las teorizaciones freudianas son punto de partida
para pensar lo concerniente al psiquismo femenino, “evidentemente, Freud a
veces, nos abandona, se escabulle. Abandona la cuestión cuando se aproxima
al goce femenino” (Lacan, 2008a, p. 75). Con las postulaciones freudianas, si
bien se empieza a bordear la cuestión de lo femenino, con ellas no se agotan
los interrogantes concernientes a las mujeres, sea esto desde la posición fe-
menina o materna.

La mujer en psicoanálisis
El psicoanálisis nace de la escucha sobre aquello que aquejaba a las pacientes de
Freud. Sus contribuciones acerca de la vida psíquica de la mujer se enmarcan,
inicialmente, en la experiencia infantil que parte con la “envidia del pene”
(Freud, 1905, p.177). Esta envidia que apresa los sentimientos de la niña al
percibirse en desventaja frente al varón pronto da paso al deseo de tener un
hijo del padre y que, al insertarse por ecuación simbólica, posibilitará desear
otro hombre distinto a él y el anhelo por ser madre. La feminidad se define al
superar la zona del clítoris como rectora de un pene equiparable al del hombre y
de fuerte estimulación erógena. El paso libidinal del clítoris a la vagina (Freud,
1992 [1931]) da cuenta de las resoluciones femeninas, no sin tropiezos en una
época que llevó a Freud a sostener como emblema la maternidad.

Si la sexualidad femenina fue asunto que jamás dejó de interrogar Freud (Jo-
nes, 1962), ello radica en que sus desarrollos teóricos, al paso de sus hallazgos
clínicos, llevó a reconocer en el vínculo madre e hija distintivas manifestaciones
previas al complejo de Edipo. En consideración de lo dicho, “el primer enemigo
es la madre. La agresividad femenina se forja en el lazo materno. Freud la hace
culminar simbólicamente en el rechazo de las manipulaciones de limpieza
que signa la transformación insurreccional del amor en odio” (Assoun, 2006,
p. 58). El deseo de una mujer por el falo no dejó de plantear en Freud profundos
cuestionamientos por el regimiento de la anatomía que se consideraba antes

33
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

del psicoanálisis, modelo de la equiparación sexual entre hombre y mujer. A


pesar de estas elucidaciones, Freud no dejó de declararse limitado en su saber
sobre el erotismo y el inconsciente en el deseo de las mujeres:

Caben pocas dudas de que para Freud la psicología de la mujer era más
enigmática que la del hombre. Cierta vez dijo a Marie Bonaparte: ´la
gran pregunta que nunca ha obtenido respuesta y que hasta ahora no he
sido capaz de contestar, a pesar de mis 30 años de investigación del alma
femenina, es ésta: ¿qué es lo que desea la mujer? (Jones, 1957, p. 439)

Lo anterior parece indicar que cuando se trata de concebir tanto la sexualidad


como el deseo femenino, ello implica que algo no alcanza a resolverse en el
campo de la maternidad. Antaño se promulgaba por un deseo unánime que,
“a partir de allí una mujer quiere hijos, está absolutamente convencida de ello.
En una época no tan lejana, los médicos a modo de terapéutica aconsejaban a
las mujeres que tuvieran hijos” (Domb, 1995, s. p.). El psiquismo no destina
necesariamente a un sujeto a la procreación y a la concepción, ni es algo que
vaya conforme a la maduración genital: por lo que, “el deseo del sujeto ya no
tiene nada de orgánico […] está desconectado de toda realidad fisiológica”
(Dosse, 2004, p. 146). Desde esta perspectiva, Lacan (2009) propone que la
constitución de los sujetos se funda en la lógica fálica, quiere decir, lógica en
la que el falo como significante, “pone un límite en el que se construye la relación
fantasmática entre los sexos; relación que no dejará de tener complicaciones
para cada uno de los sujetos” (García, 2016, p. 202). Lo anterior también
permite pensar en el plano diferencial, los lugares de mujer y madre con sus
modos subjetivos. Piénsese que una madre desea, incluso, más allá de propio
hijo. Si la pregunta freudiana apuntaba en su máxima: “¿Qué es lo que desea la
mujer?” (Jones, 1957, p. 439), Lacan (2009), en cambio, llega a formular: “¿Qué
es ser una mujer?” (p. 244). Es decir, de lo que se trata es de interrogar por el
goce femenino y sus vicisitudes en la clínica: al margen de cualquier identidad
de género, el asunto gravita en la imposibilidad de nominar diferencialmente
hombres y mujeres:

Ni las mujeres ni los hombres nacen como tales sino que llegan a serlo a
partir de un acontecimiento inicial que es la atribución del sexo a un cacho
de carne totalmente carente de representaciones. El Otro profiere en el
momento del nacimiento una palabra, “varón” o “mujer”, que hará las veces
de destino más allá de la anatomía si viene al caso. El corte, el corte de
la castración, es administrado por la palabra que secciona, sexiona, a los
cuerpos arrojándolos a la vida en una de las dos patrias irreconciliables y
no complementarias de la especie. (Braunstein, 2006, p. 140)

34
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

Si los aportes lacanianos conciben a la mujer, si bien, en relación con la lógica


fálica que rige la sexuación de los sujetos, también reconocen en la mujer, algo
que va más allá del falo, como el otro sexo (Lacan, 1961). En otros términos,
hay un goce singular para ellas: un goce otro que las singulariza y resiste a ser
conceptuadas como un todo. Por el lado de los hombres al referir el goce sexual,
este aparece del lado fálico; mientras que, para las mujeres, este aparece, por
lo tanto, como goce otro:

Se trata del Goce del Otro en tanto goce para sexuado, goce para el hombre
de la mujer supuesta, y a la inversa, para la mujer, que no tenemos que
suponer puesto que la mujer no existe, pero para una mujer, en cambio,
goce del hombre quien, él, es todo, desgraciadamente, incluso es todo goce
fálico. (Lacan, 1964, p. 105)

Sobre las vicisitudes de este goce femenino (goce otro), este alcanza todo el
cuerpo de la mujer, al punto de libidinizarlo de tal modo que ella goce de modo
recusable a la anatomía y al órgano. La mujer, “por ser no toda, en relación
con lo que designa de goce la función fálica, tiene un goce suplementario, no
complementario, porque si no caería en el todo” (Assoun, 2006, p. 124). Al ser
un goce que parte con la sexuación —una posición que se asume sexuada—,
implica ello que no basta con nacer hombre o mujer como crea que se tiene por
un perfil anatómico; en este sentido, no por tener un cuerpo anatómicamen-
te femenino se es mujer ni tampoco por portar un cuerpo anatómicamente
masculino se es hombre (De la Pava Ossa, 2006). Se trata con Lacan (2008)
que el sujeto, indistintamente del género, se ubica por elección inconsciente.
La castración opera tanto en hombres como en mujeres por el falo como sig-
nificante que los ordena subjetivamente.

No se trata, entonces, solo de efectos de la envidia del pene en el decurso de la


feminidad (Freud, 1905), sino, que, como postula Lacan (1972), del modo de
gozar, tanto en lo fálico como más allá de él. Interrogar la mujer en psicoanálisis
implica distinguir el lugar de lo femenino, pues esto opera con singularidades
en el plano del deseo sexual. Téngase presente que en el campo sexual siempre
hay una falta de saber, que no hay respuesta cabal y total para el deseo de los
sujetos. Otro modo de decirlo es que lo femenino supone en el psicoanálisis que
no hay objeto natural ni predeterminado que venga y pueda colmar el deseo; en
todo caso, lo femenino plantea la sexualidad humana en términos enigmáticos.
Por lo anterior, cuando se hace referencia a la mujer siempre está el tramo al
que hay que transitar por sus bordes y aproximaciones, pues, definirla como
toda resulta imposible. La mujer formula que no hay verdad última sobre lo

35
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

sexual y su modo de gozar; pone contra la pared el conocimiento por cuanto


demanda un objeto y un fin sexual imposible a sus reclamos.

El vínculo madre e hija


Sigmund Freud (1933) señala que una vía posible para entender lo complejo
del alma femenina aparece en la medida en que pueda investigarse y reflexionar
sobre el vínculo de esa mujer con su propia madre, incluso desde sus inicios.
Afirma Freud (1933, p. 111): “En suma, llegamos al convencimiento de que no
se puede comprender a la mujer si no se pondera esta fase de la ligazón-madre
preedípica”. Si bien, la ligazón con la madre, en tanto es inicial, aparece en
hembras y varones, pareciera, señala Freud (1992 [1933]), que hay algo que
impulsa al hijo varón a seguir adelante; en cambio, del lado de la hija, parece
registrarse allí un detenimiento.

Enseña Freud (1992 [1905]) muy tempranamente que, es por la amenaza de


la castración que al hijo varón le es posible continuar hasta la resolución del
Complejo de Edipo y entonces, una vez resignado el deseo incestuoso, él elige la
tenencia del falo. Es decir, frente a la disyuntiva fálica, de ser o no ser y tener el
falo (Lacan, 1957), el hijo varón, mediado por la amenaza de la castración elige,
forzado inconscientemente, renunciar a ser el objeto del deseo de la madre y,
con ello, renuncia también a la madre como objeto de amor. Se introduce una
distancia entre madre e hijo, necesaria para que este último siga y sea posible
para él incorporar el superyó y el ideal del yo (Freud, 1992 [1923]), represen-
tantes de la conciencia moral y de las normas. Se trata del registro de la ley
que cada sujeto acoge o rechaza.

Todo lo anterior aparece de modo diferente en la hija mujer, para quien,


enseña Freud (1992 [1933]), la ligazón madre e hija es mucho más intensa
y parece extenderse incluso más allá del Edipo. De ello, afirma Freud (1992
[1933], p. 111):

Sabíamos, desde luego, que había existido un estadio previo de ligazón-


madre, pero no sabíamos que pudiera poseer un contenido tan rico,
durar tanto tiempo, dejar como secuela tantas ocasiones para fijaciones y
predisposiciones. Durante ese período el padre es solo un fastidioso rival;
en muchos casos la ligazón-madre dura hasta pasado el cuarto año. Casi
todo lo que más tarde hallamos en el vínculo con el padre preexistió en
ella, y fue trasferido de ahí al padre. En suma, llegamos al convencimiento
de que no se puede comprender a la mujer si no se pondera esta fase de
la ligazón-madre preedípica.

36
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

Para Freud (1992 [1933]), lo que opera inicialmente en esta ligazón madre-hija
es establecer un vínculo cerrado y exclusivo entre ambas, que supone la exclu-
sión de la figura paterna, que aparece como “un fastidioso rival” (Freud, 1992
[1933], p. 111). De la misma forma, afirma Freud (1992 [1933]) que, en ese
tiempo infantil, se asoman en la niña las primeras manifestaciones sexuales
masturbatorias y los juegos con las muñecas; ambas puestas en escena tienen
como centro a la madre, dejando ver en ellas no solo lo fuerte del vínculo amo-
roso entre ambas, sino también la presencia de sentimientos de celos y odio
que son implícitas en la relación madre e hija. Cosa que encuentra su soporte,
señala Freud (1992 [1905, 1933]) en las primeras caricias infantiles que en
torno a los cuidados que para la supervivencia realizó la madre a la hija. De
esto, afirmará Freud (1992 [1933], p. 12):

Y ahora reencontramos la fantasía de seducción en la prehistoria preedípica


de la niña, pero la seductora es por lo general la madre. Empero, aquí la
fantasía toca el terreno de la realidad, pues efectivamente la madre quien
a raíz de los menesteres del cuidado corporal provocó sensaciones placen-
teras en los genitales, y acaso las despertó por primera vez.

Ya en 1931, el mismo Freud, en su texto: Sobre la sexualidad femenina, había


afirmado:

La preferencia de la niña —a diferencia del varón— por el juego de las


muñecas suele concebirse como signo del temprano despertar de la femi-
nidad. Y no sin razón; empero, no debe pasarse por alto que lo que aquí
se exterioriza es la actividad de la feminidad, y que esta predilección de
la niña tal vez atestigüe el carácter exclusivo de la ligazón con la madre,
con total prescindencia del objeto-padre. (p. 238)

Da cuenta, entonces, Freud (1992 [1931]) que en el vínculo que una madre
establece con su hija, inicialmente, queda excluido el padre cosa que no deja
por fuera que, en la relación madre hija se establezcan fantasías que incluso
bordean lo sexual y, que para que ellas se construyan en condición la referencia
a un tercero, que opere en el lugar de lo simbólico; es decir, la referencia al falo
no es algo que esté anulado. Si bien esas fantasías infantiles que instaura el lazo
madre hija dan cuenta de cierta complacencia pulsional y erótica, también opera
en ellas un goce diferente, no regulado por la castración ni por la ley paterna y,
en ese sentido, un goce que se distingue y se distancia del campo de la histeria
y del deseo insatisfecho (Freud, 1992 [1900, 1901]; Lacan, 1957, 1987 [1964];
Nasio, 1997), cosas ambas que también se les han atribuido a las mujeres, como

37
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

una salida para el complejo de Edipo femenino, toda vez que la insatisfacción
la ubica a ella en la búsqueda de un deseo que parece operar en lo femenino.

La entrada al complejo de Edipo para la niña es posible gracias al descubrimien-


to que ella hace de la diferencia sexual y, a partir de allí, un sentimiento de
inferioridad en relación con los genitales masculinos. Esto es, lo inaugural
de la “envidia de pene” (Freud, 1992 [1933], p. 116) que, sumado a la fuerza de
la ligazón madre hija, permite que Freud (1992 [1933], p. 113) afirme:

¿A raíz de qué, pues, se va a pique [se va al fundamento] esta potente


ligazón-madre de la niña? Sabemos que ese es su destino habitual: está
destinada a dejar sitio a la ligazón-padre. Tropezamos entonces con un
hecho que nos indica el camino a seguir. En este paso del desarrollo no se
trata de un simple cambio de vía del objeto. El extrañamiento respecto
de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón-madre
acaba en odio.

Lo anterior da cuenta que para que lo femenino —como ello se entiende en


psicoanálisis— aparezca, es condición que justamente el fuerte lazo que une a
una madre con su hija abra paso también a aquello que, en principio, aparece
excluido, entiéndase, la relación con el padre que, a su vez, no podrá darse sin
consecuencias sobre el vínculo madre hija. Esta última culpará a la primera de
haberle negado el falo, cosa que abrirá paso a que se instale el odio de la hija
hacia la madre, de manera inconsciente. Dice Freud (1992 [1933], p. 115):

Creo que hemos hallado ese factor específico, y por cierto donde espe-
rábamos hallarlo, si bien en forma sorprendente. Donde esperábamos
hallarlo, digo, pues reside en el complejo de castración. Y en efecto, la
diferencia anatómica [entre los sexos] no puede menos que imprimirse en
consecuencias psíquicas. Pero fue una sorpresa enterarse, por los análisis,
que la muchacha hace responsable a la madre de su falta de pene y no le
perdona ese perjuicio.

Así, del lado de la niña, la castración aparece como algo irreparable, imagina-
riamente para la hija, agenciada en principio por la madre, que negó dotarla
del genital masculino y con ello fundamentó el odio hacia ella por parte de su
propia hija:

Repasemos toda la serie de las motivaciones que el análisis descubre para


el extrañamiento respecto de la madre: omitió dotar a la niñita con el único

38
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

genital correcto, la nutrió de manera insuficiente, la forzó a compartir con


otro el amor materno, no cumplió todas las expectativas de amor y, por
último, incitó primero el quehacer sexual propio y luego lo prohibió; tras
esa ojeada panorámica, nos parece que esos motivos son insuficientes
para justificar la final hostilidad […] Quizá lo más correcto sea decir que
la ligazón-madre tiene que irse a pique justamente porque es la primera
y es intensísima. (Freud, 1992 [1931], p. 236)

Posterior a los aportes de Freud, Jacques Lacan (1901-1981), psicoanalista


francés, también realizó grandes contribuciones al campo de la clínica analítica
y cuya enseñanza permite que el legado freudiano sea siempre actual (Alemán,
2017, s. p.), tampoco fue ajeno a las dificultades que se presentan en la rela-
ción madre hija, llegando a postular que, uno de los mayores traspiés ocurre,
precisamente, en relación con el deseo de la madre. Así, en su seminario 17:
El reverso del psicoanálisis, Lacan (1969, p. 118) afirma:

El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de


la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles
indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un
cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de
repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre.

Entonces, traté de explicar que había algo tranquilizador. […] Hay un


palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia, en la boca, y eso
la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que te protege si,
de repente, eso se cierra.

Es decir, para Lacan (2008a [1969]), si bien es claro que el deseo de la madre
resulta capital para que el futuro sujeto se estructure, no es menos cierto que
tal deseo, no es algo que pueda el hijo soportar fácilmente y puede incluso ser
más problemático, cuando el crío del que se trata es una hija, mujer, quien
también porta incluso por biología, un cuerpo femenino.

El asunto del deseo materno y su incidencia sobre la hija es retomado por Lacan
(2012 [1972]) en el texto: El atolondradicho, en el que llega a afirmar:

La elucubración freudiana del complejo de Edipo, que hace de la mujer


pez en el agua, por ser la castración el ella inicial (Freud dixit), contrasta
dolorosamente con el hecho del estrago que en la mujer, en la mayoría,
es la relación con la madre, de la cual parece esperar como mujer más

39
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

sustancia que la de su padre —lo que no va con su ser segundo en este


estrago. (p. 489)

Es interesante que lo que Lacan (2012 [1972]) señala hace alusión con el estra-
go, término que en francés es ravage y cuyo sentido está en relación con algo
de lo brusco, de lo cual ha sido arrebatado por la fuerza y que implica dejar
en ruinas. Es decir, pareciera que lo que Lacan (2012 [1972]) enseña es que
la relación madre hija, está necesariamente atravesada por el conflicto, por el
“estrago” (Lacan, 2012 [1972], p. 489), el cual, finalmente, termina confinando
a la hija en su propia feminidad.

Así, el psicoanálisis reconoce en el vínculo madre hija un asunto conflictual,


por lo que diferentes clínicos y teóricos han insistido fuertemente en seguir
ahondando sobre el tema, indicando que para abordar tal vínculo es necesario
reflexionar y profundizar más en los tiempos que anteceden al Edipo feme-
nino, toda vez que el psicoanálisis enseña desde los tiempos freudianos que
tal complejo es el nódulo fundamental de toda neurosis (Freud, 1905, 1992
[1924]). Lo anterior no escapa a lo femenino e implica el nivel más profundo de
identificaciones de la hija con la madre. Sobre este asunto, Mabel Burin afirma:

Quienes analizamos niños podemos recordar algunas niñas pequeñas que


juegan con el cuerpo y los vestidos de su madre, que no abandonan sus
brazos, que poco a poco se vuelven hostiles y el jugueteo se transforma en
pisotones o pellizcos. Dan la impresión cabal de desear algo de su madre
que no saben que es y, la intensidad de este deseo destinado a la frustración
genera hostilidad dirigida a arrasar con los límites entre sujeto y objeto.
(Burin, 2003, citado en Batla, 2003, p. 41)

A partir de lo anterior, Burin (2003) propone dos caminos hipotéticos para lo


complejo del vínculo madre hija. Estos son, en principio, el lazo preedípico que
se da entre la madre y la hija, del que enseña el psicoanálisis desde tiempos
iniciales la madre y su crío parecen fusionarse. Esto lo señala también Freud
(1992 [1914]) cuando apunta que, frente a un nacimiento, el niño, emerge como
“su majestad el bebé” (p. 88) y Lacan (2008c [1956]) cuando señala que gracias
a la tríada imaginaria se fundamenta la futura estructuración del sujeto por
venir. La otra hipótesis de Burin (2003), a diferencia de la antes mencionada,
aparece en relación con la “catástrofe narcisista” (p. 42) que comporta en sí
misma el vínculo entre una madre y su hija; propone Burin (2003) que dicha
catástrofe se soporta en “la devaluación del goce femenino” (p. 43) y este, a su
vez, encuentra su base en la sociedad patriarcal que se impone.

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Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

Si bien, los planteamientos que lanza Burin son posibles pensarlos a partir de la
conceptualización freudiana de la “envidia de pene” (Freud, 1992 [1933], p. 116)
que puede llevar a la niña al deseo de tener el órgano masculino, ciertamente
tal envidia, que había sido anticipada por Freud (1992 [1933]) puede llegar,
en algunas mujeres hasta el extremo de aproximarlas a lo que proponía Lacan
(2008b [1972]) como propio de la relación madre e hija, es decir, al estrago,
pero sumado a que él tiene consecuencias directas en el narcisismo de cada
una de ellas, esto es, tanto en la madre, como en la hija.

Por lo tanto, para Burin (2003, p. 43), la construcción del aparato psíquico
femenino si bien es posible a partir de la castración, resulta importante tam-
bién con respecto a él, ponderar la identificación que la hija pueda hacer “con
una madre devaluada culturalmente en su narcisismo”, toda vez que así parece
operar la cultura patriarcal y lo que cada mujer, en su propia estructuración,
ha ido registrando sobre sí misma, de manera inconsciente. A partir de allí,
afirma Burin (2003), es evidente la agudización de las dificultades de la rela-
ción madre hija, cuando aparecen las crisis adolescentes y de la mediana edad
en la última, pues allí, para ambas, tanto en madre como en hija se reeditan
los vínculos iniciales de identificación y emerge lo que Burin (1990) propone
como “doble identificación cruzada” (p. 111).

La “doble identificación cruzada” (Burin, 1990, p. 111) está dada porque, por
un lado, la hija se identifica a la madre, por cuanto esta aparece como ideal de
quien se quiere ser y, al mismo tiempo, la madre también se identifica en la
hija, en el recuerdo de aquella que ella fue. Emerge entonces la hostilidad del
deseo en ambas, pues la hija retira la omnipotencia que le suponía a la madre
y esta última ve ante sus ojos caer ideales en los que soportaba su identidad.
Por ende, se enfrentan tanto hija como madre a la sustentación del ser de una
y cada una, por lo que Burin (1990) propone que la salida a lo complejo del
vínculo madre hija estaría viabilizada, siempre que la una pueda separarse de
la otra. En términos psíquicos, marcar una distancia y así abrir el camino al
encuentro con lo femenino para una y cada una.

Por su parte, Colette Soler (2003, p. 109), con respecto al vínculo madre hija, dice:

[…] evidentemente existe un discurso previo sobre la madre, que hace


de ella el objeto vital por excelencia: el polo de las primeras emociones
sensuales, la figura que cautiva la nostalgia esencial del hablante-ser, el
símbolo mismo del amor. Los ecos se oyen en los decires de los analizantes,
pero, esencialmente, estos acentúan otra cosa: la angustia y el reproche.

41
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

La afirmación de Soler (2003), así como la clínica y lo que allí los pacientes
refieren atestiguan lo enseñado por el psicoanálisis en relación con el vínculo
madre hija. Esto es, que dicho vínculo se constituye y se construye sobre una
cuestión conflictual que le es singular al sujeto y que la teoría y la clínica psi-
coanalítica han intentado bordear desde sus inicios, es decir, cuando a Freud lo
asaltó el interrogante por el alma femenina y, desde entonces, no cesara en la
búsqueda de respuestas a tal pregunta. Acorde con esto, el planteamiento del
“no-toda” que desarrolla Lacan (2008b [1972], p. 47) indica no solo que ella es
no-toda en su cuerpo como ser sexuado, sino que así es, ella está no-toda dicha.
Es decir, si bien, se han dado algunas respuestas frente a lo enigmático del goce
de ella, la pregunta sigue tan vigente como cuando Freud (1992 [1895]) en el
tratamiento con Elizabeth Von R se encuentra con que esta paciente le pide
con respecto a sus órdenes “con expresión de descontento, que no debo estarle
preguntando siempre de dónde viene esto y esto otro, sino dejarla contar lo
que tiene para decirme” (p. 84).

Las quejas y el malestar femenino comportan las diversas demandas en con-


sulta, con lo que dan cuenta que el “continente negro” (Freud, 1992 [1926],
p. 198) y lo enigmático de este continúan vigentes, más en el caso que nos ocupa
del vínculo madre hija. Una u otra se acercan a lo propio de su ser femenino,
pues la una le interroga y le reprocha a la otra la transmisión de lo imposible
de la feminidad; eso de lo que enseña Lacan (1972), ellas “ni una palabra”
(p. 91) han podido decir, pese a ser las únicas que, paradójicamente podrían
decir sobre su propio goce.

Conclusiones
Demandas de las madres y las hijas con respecto al vínculo que las une se escu-
chan constantemente en la consulta de los psicoanalistas. Madres intranquilas
en relación con lo concerniente a la sexualidad de la hija y la posibilidad de su
encuentro o, dicho en otros términos, la presencia del goce femenino en esta
última, resultan quejas comunes en la clínica psicoanalítica, que las más de
las veces dan cuenta de un amor desbordado entre una y otra que, atraviesa
un vínculo en el que ambas están atrapadas y con dificultades para ubicarse
frente a la otra, es decir, en su diferencia de y con la otra. A partir de este plan-
teamiento, se abren paso los interrogantes frente a lo que implica el acceso al
goce femenino, más cuando este goce está indefectiblemente signado por la
relación de una mujer con otras mujeres y, en principio, la relación de ella con
su propia madre. Es preciso, además, recordar que tal lazo, el de madre hija
no es posible transitarlo, enseña el psicoanálisis, sin la presencia del estrago

42
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

materno (Lacan, 1972) y la imposibilidad de la transmisión de lo femenino


entre una y otra mujer. Es decir, en relación con lo femenino, emerge siempre
algo de lo enigmático.

Lacan (2008c) enseña que, en los inicios de su transmisión, el ser humano


desde antes de advenir sujeto ya prexiste, en el deseo del Otro, en la imagina-
rización de él. Particularmente, el deseo de la madre es el que abre paso a que
un hijo pueda llegar al mundo y, a partir de ese deseo del Otro que le antecede
es que es posible para el futuro sujeto, constituirse. En ese sentido, “el sujeto,
como efecto de significación, es respuesta de lo real” (Lacan, 1972, p. 483), si
bien hay allí un trozo, una libra de carne (Lacan, 1961), ella, la madre le habla,
lo libidiniza, lo significa, le nomina el mundo y con estas acciones le da un
lugar simbólico, un lugar deseante, posible solo porque ella también es sujeto
deseante que se sabe, inconscientemente, presa de la falta. A partir de allí, de
la inscripción simbólica como sujeto deseante, el crío va a buscar incansable-
mente cómo colmar no solo la falta de ella, sino también la propia, sin saber
de forma precisa lo que busca.

En el caso de la mujer, enseña el psicoanálisis con Lacan (1972), para ella es


posible constituirse del lado de lo femenino, necesariamente a partir del reco-
nocimiento de una ausencia, que algunas veces, emerge ligada a la posibilidad
de convertirse en madre. Es decir, la salida de la castración trae consigo, para
algunas mujeres, la inscripción del deseo por advenir madre, lo cual, a su vez,
implica que el deseo de tener un hijo está atravesado, para ella, por el deseo
y el goce que, como mujer, le competen; es decir, el goce Otro propuesto por
Lacan (2008b) y que es propio de lo femenino. Pese a ello, como el mismo Lacan
(2008b) la propone, como “no-toda” (p. 47), tampoco todo su deseo puede ser
colmado por la búsqueda del falo o del sustituto fálico, es decir, del hijo; pues
ella sería no-toda madre y al mismo tiempo no-toda mujer, en ambos lugares,
estaría conjugada por la incompletud de su deseo.

Para reiterar, si bien el deseo de ella por un hijo atraviesa necesariamente y


le compele a su goce femenino, tal cosa no indica ni obliga a que deseo y goce
corran por la misma vía, ni operen en el mismo lugar. Como ejemplo, es posi-
ble, desde hace muchos años, para una mujer, ser madre sin que ello implique
intimidad sexual con un hombre y de forma diferente, para ella es posible, más
desde la década de los sesenta, con el descubrimiento y la comercialización
de la píldora anticonceptiva, acceder al disfrute sexual, sin que ello contraiga
necesariamente advenir madre. Ellas, las mujeres, pueden elegir una y otra vía
y, tal cosa pone de plano que deseo y goce recorren caminos diferentes, aunque
sus aguas, en ocasiones, puedan confluir.

43
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

Es claro, entonces, que para que una mujer se constituya, la madre y su relación
con ella guardan un lugar de importancia, por cuanto otra mujer aparece como
aquella a la que la hija se identifica o no, emerge la madre como lugar de lo
femenino, por lo tanto lo enigmático es que la hija queda atrapada, tratando
de desprenderse de esa “potente ligazón” (Freud, 1992 [1933], p. 113) que es
la relación madre hija, la cual está atravesada— como enseña Lacan (2008a)—
por el estrago que ella comporta. Es allí donde se presenta la encrucijada para
la hija, pues acceder a su propio goce femenino implica desligarse de la madre
e, incluso, es necesario separarse de su lugar de hija para poder recorrer el
camino de su propia feminidad, como propone Burin (1990), atravesado o
no, por el deseo de ella, de la hija, de advenir madre. Una posibilidad de corte
es, para las mujeres, toda una aporía que puede ser vivenciada por la madre,
como una traición, en la que la hija termina amando a alguien más y, a veces,
imponiendo ese amor sobre el vínculo primario, a saber, el de madre e hija. No
en vano, aparecen en los dichos y chistes populares cantidades de referencias,
en tonos jocosos, irónicos e inclusive hirientes a las suegras y, en términos,
generales a las mujeres.

Si Freud (1992 [1933], p. 122) afirmó que, para bordear lo femenino era ne-
cesario no solo adentrarse en sus misterios, sino también entender que para
ellas “la necesidad de ser amadas es más intensa que la de amar”, es porque la
búsqueda de ellas demanda encontrar ese que las ame incondicionalmente, que
bien puede ser, por supuesto, un hijo, empero, anteriormente a la posibilidad
de la existencia de ese hijo, ha de ser un hombre que posibilite que:

En la mujer, la identidad sexual se elabore permanentemente, incluso más


allá de la maternidad. Como si la particularidad de la identidad femenina
fuera enriquecerse a lo largo del tiempo y en el contacto no solo con otras
mujeres, sino también y sobre todo con el hombre. Seguramente, lo que
hace que una mujer se sienta mujer es la mano del hombre que la acaricia
o la sostiene, la palabra que la reconoce o la mirada que la ilumina. La par-
ticipación del hombre en la constitución de la identidad sexual femenina
es evidentemente decisiva. (Nasio, 2001, p. 59)

Pese a lo anterior, lo que atestigua la clínica psicoanalítica es que, justamente,


mientras tanto madre como hija se aproximan a su propio goce femenino,
más emerge el malestar propio de esa ligazón, por ende, la rivalidad entre
ellas se hace más evidente, quedando entonces cada una presa de un goce
espurio, que dificulta aún más ordenar lugares y escuchar lo ateniente al sín-
toma de cada una. Ese malestar que aparece en una cuando la otra se acerca

44
Judith Elena García Manjarrés, Leonardo Rafael Mass Torres

al goce femenino, da cuenta de las vicisitudes del vínculo madre e hija, que
no acontece sin sufrimiento para ambas y, que cuando la hija se vuelva madre
de sus propios críos, el malestar puede trasladarse entonces a otros objetos
libidinales, hijos, pareja, entre otros. Así, el conflicto propio de la relación
madre hija toma cuerpo y signa la relación que la mujer hija, establece con su
pareja y sus propios críos.

Es claro que, para que un hijo pueda estructurarse, la madre debe acogerlo y
libidinizarlo, de manera tal que le otorgue un lugar en su deseo, el cual, a su
vez, le permita advenir al mundo como sujeto deseante. Sin embargo, el in-
terrogante de cómo hacer tal cosa posible sigue vigente y se agudiza toda vez
que ella, como mujer sufre traspiés con su propio deseo y, si bien, como se ha
explicado previamente, es diferente convocarla como madre y convocarla como
mujer, la línea divisoria de lo uno y lo otro se complica y se confunde cuando
incluso “para que el alma resulte ser se la diferencia de la mujer, y desde el
comienzo. A ella se la mal-dice mujer” (Lacan, 1972, p. 103). Es decir, ella ha
sido mal-dicha incluso por su propia madre.

Lo anterior supone que las mujeres, de una en una, no-todas, pueden quedar
atrapadas en los mandatos del Otro inicial, a saber, la madre y esto pone de
plano las dificultades para ubicar entonces el propio deseo, toda vez que el
conflicto está en cómo separarse del deseo materno y asumir el propio, del cual,
a su vez, afirma Lacan (2015) el sujeto poco sabe, solo puede tener atisbos, en
cuanto él se constituye necesariamente a partir del deseo del Otro.

De acuerdo con lo anterior, el trabajo clínico debe ser pensado para que ellas
(las mujeres, madres, hijas), entendidas como sujetos parlantes que dan cuenta
de su malestar, puedan no solo apalabrarlo, sino también discernir lo que del
goce materno y el goce femenino les compete. Esto dado que, es en ellas, las
mujeres, en quienes aparece la división entre la feminidad y la maternidad y,
por lo tanto, son ellas las que, con su palabra, desde el estatuto de valor que
le otorga a ese decir el psicoanálisis, pueden ordenarse con respecto a ambos
goces, tanto femenino como materno. Tal cosa implica una apuesta de la sin-
gularidad, es decir, teniendo presente que se trata de una y cada una, no puede
tratarse de todas, pues ellas no hacen conjunto.

La clínica psicoanalítica, por cuanto ofrece un lugar de escucha, mismo del


que partió Freud en 1895, propenderá a la realización del encuentro con lo
femenino que a cada mujer le es propio, en el lugar de la singularidad de esa
mujer. Pues si llegase solo a aparecer lo concerniente al goce materno, lo no

45
Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

realizado sería justamente el encuentro con el goce femenino, toda vez que
la maternidad por cuanto ubica al hijo como sustito fálico, intenta obturar la
falta, misma que es punto de partida para la feminidad.

Para reiterar, la posición femenina, como ser sexuado, implica necesariamente


reconocerse en el lugar que esa ausencia comporta, en la castración, que si
bien, todo el tiempo ha resultado dificultosa, en los tiempos actuales puede
complicarse aún más, pues está ligada al intento de discursos sociales que
promueven la igualdad, no solo entre todas las mujeres, sino también entre
hombres y mujeres; es decir, discursos que propenden a una colectivización que
niega lo singular y pese a los cuales, la pregunta por lo femenino y su enigma
parece retornar con más fuerza, ellas siguen demandando derechos sociales,
inclusión, lugares de trabajo más allá de los que se les han supuesto, pidiendo,
de forma incesante, se escuche su palabra con respecto a ellas mismas. Final-
mente, son ellas quienes —como recuerda Lacan (1972) sobre lo ateniente a
su goce— pueden estar convocadas a decir.

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Capítulo 2. Del vínculo madre e hija a lo femenino en psicoanálisis

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48
Capítulo 3

Psicoanálisis y salud mental:


fundamentos del cuerpo
Leonardo Rafael Mass Torres* Judith Elena García Manjarrés**

Resumen
La forma como el cuerpo se construye en la singularidad subjetiva es un
tema que, desde sus inicios, ha ocupado al psicoanálisis, dando cuenta desde
entonces que la satisfacción y el sufrimiento que necesariamente tienen su
sede en el cuerpo, también se registran en la vida psíquica de cada sujeto; lo
corporal lleva consigo, de manera obligatoria, un componente psíquico. La
salud mental, por su parte, es un tema que ha ocupado a organizaciones que
exceden los ámbitos locales, regionales y nacionales, y encuentran su soporte
en las diferentes ciencias médicas que le competen, en las que se ha establecido
un marco de disposiciones mundiales para alcanzarla; tal cosa no ocurre sin
tener efectos sobre el sujeto. Si bien, el cuerpo comporta un estatuto referido a
lo orgánico, del que se ocupa la medicina, este no se agota con él. Hay algo que lo
subvierte y que el psicoanálisis privilegia, esto es lo psíquico, necesariamente


*
Psicoanalista. Candidato al título de doctor en Psicoanálisis, Universidad Andrés Bello (Chile).
Magíster en Psicoanálisis, Universidad Andrés Bello (Chile). Magíster en Psicología, Universidad
del Norte. Especialista en Psicología Clínica, Universidad Metropolitana. Psicólogo, Universidad
Metropolitana. Correo electrónico: leonardomass@gmail.com Código Orcid: https://orcid.
org/0000-0002-5009-1313
**
Psicoanalista. Magíster en Psiconeuropsiquiatría y Rehabilitación, Universidad Metropolitana.
Especialista en Psicología Clínica, Universidad Metropolitana. Psicóloga, Universidad Metropo-
litana. Correo electrónico: judithelena16@gmail.com Código Orcid: https://orcid.org/0000-
0002-0832-112X

49
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

referido a la pulsión y al goce sexual que excede lo orgánico. Este artículo se


trata de pensar los puntos de encuentro y desencuentro que ambos discursos,
psicoanálisis y salud mental, tienen en relación con lo corporal, toda vez que
ellos localizan como eje de su quehacer al cuerpo y a lo psíquico y, estos dos son
solidarios entre sí. No pueden pensarse de manera aislada. Si bien el intento
no es forzar las teorías hasta encontrarlas, sí lo es establecer la relación crítica
que pueda haber entre ambas.

Palabras clave: cuerpo, organismo, psicoanálisis, salud mental.

Abstract
The way the body builds itself on the subjective singularity, has been a topic
for the psychoanalysis from the beginning of the time. The satisfaction and
suffering that usually take place in the body, also register in the psychic life of
each person. The corporal aspect always necessarily involves a psychic compo-
nent. mental health is a subject that keeps all organizations at a local, regional
and national level and find its support in the different medical sciences. Such
matter doesn’t happen without having effects on the subject. Even though,
the body refers to the organic functions that the medicine discipline would
manage, it doesn’t end with it. There is something more that psychoanalysis
prioritizes which is the psychic, necessarily alluded to the drive and sexual joy
that surpasses the organic. This article is about the common and uncommon
grounds that psychoanalysis and mental health share in relation to the cor-
poral, since they both focus their work on the body and psychic. They cannot
be thought in an isolated manner. The intention is to establish the critical
relation between both fields.

Keywords: Psychoanalysis, mental health, body, organism

Introducción
El psicoanálisis es definido por Sigmund Freud (1992 [1923], p. 231) como el
nombre de:

1) un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente


accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones
neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones
psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se han ido coligando
en una nueva disciplina científica.

50
Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

Esta definición, propuesta por Freud (1992 [1923]), da cuenta de la importancia


que el creador del psicoanálisis le atribuía a lo psíquico, pues, es a partir de la
escucha clínica que el psicoanálisis empieza a constituirse como método no solo
terapéutico, sino también de investigación y de teorizaciones sobre la confor-
mación del ser humano. Por ello, Freud (1992 [1923]) muy tempranamente, en
su obra, señala que el hombre no alcanza a definirse solamente en referencia
a lo biológico, sino que también más allá de tal cosa, existe lo psíquico con su
fenomenología y esto marca de forma singular la vida humana.

A partir de la escucha con el “método de tratamiento” (Freud, 1992 [1923])


propuesto por el psicoanálisis, los retos que esa labor conlleva empiezan a
evidenciar la práctica clínica e investigativa que inicia con Freud (1856-1939)
cuando su paciente Emmy Von N. le pide, “no estarle preguntando siempre
de dónde viene esto y esto otro, sino dejarla contar lo que tiene para decir”
(p. 84). Así, nace la regla clínica del psicoanálisis, la asociación libre, por medio
de la cual esta teoría se sirve para sostener su terapéutica y también su méto-
do de investigación (Freud, 1940, 1923, 1925, 1915, 1913 1905; Soler, 2013,
2011; Rostagnotto y Yesuron, 2011; Bustos, 2016; Peláez, 2016; Cassin, 2013;
Frydman, 2012; Harari, 2012; Eidelsztein, 2011; Fages, 2001; Merea, 1994;
García y Mass, 2017). Es decir, la propuesta del psicoanálisis es que el paciente
pueda decir lo primero que se le ocurra y, a partir de allí, asociar libremente
para posibilitar el encuentro con su determinismo psíquico.

Si la apuesta que sostiene el psicoanálisis desde los tiempos freudianos para


pensar al humano no se agota ni se satisface con el paradigma biologicista, es
porque esta disciplina le otorga al asunto del cuerpo un lugar particular, uno
que además está afectado por el lenguaje (Lacan, 2008 [1954], 1986 [1966],
2005 [1976]). Para el psicoanálisis, el cuerpo aparece como un concepto de su
teoría y su clínica y, por ello en un lugar privilegiado por la palabra que le afecta
y lo signa (Dolto, 2005; Soler, 2011; Roudinesco, 2005; Anzieu, 1995). Para
reiterar, el asunto del cuerpo, este se ubica para el psicoanálisis necesariamente
en relación con la subjetividad de aquel que habla, de aquel que lo padece, pues
es el sujeto el que da cuenta con su vivencia de la manera en que lo psíquico
y el establecimiento del lazo social afectan y estructuran lo corporal, que va
más allá del soma.

El cuerpo, con el registro anímico que el sujeto tenga de él, hace posible vislum-
brar la estructuración de la sexualidad en la dinámica psíquica, pues ella remite
inevitablemente al goce, un modo de satisfacción que, de manera paradójica,
también remite al displacer y que excede una naturalidad posible, es decir, algo

51
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

que va más allá de la necesidad que aparece solo en el plano orgánico. Tal como
lo propone el psicoanálisis:

[…] hoy en día se sabe que el cuerpo no es simplemente el organismo


viviente fijado por la especie, sino un producto de las transformaciones
de la civilización, cada una de las cuales, inscribe su marca diferencial en
los hábitos más íntimos y en su significación social. (Soler, 2011, p. 53)

Lo anterior implica que el humano está necesariamente signado en un lugar


que no concierne solo al plano orgánico, sino que a él también le compete sine
qua non la posibilidad de desear y, con ello, él tiene un cuerpo pulsional. Así,
el sujeto solo puede ser tal por cuanto está ligado a la insatisfacción que en el
campo de la sexualidad humana se opone a la homeostasis que lo orgánico
supone. En ese sentido, no hay equilibrio posible para el sujeto, él está definido
por el goce y la pulsión que, propone la teoría psicoanalítica, exceden lo bioló-
gico. Es importante pensar el cuerpo como concepto fundamental del campo
psicoanalítico y establecer su lugar en la medida en que esto permite indicar
la ruptura del ser humano con la biología. En el cuerpo inciden las pulsiones
que motorizan con su aspiración a un más, que proyecta un tipo de economía
que dinamiza lo psíquico y que parte de las fuentes somáticas. Señala Freud
(1992 [1915], p. 117):

Si ahora, desde el aspecto biológico, pasamos a la consideración de la vida


anímica, la “pulsión” nos aparece como un concepto fronterizo entre lo
anímico y lo somático, como un representante psíquico, de los estímulos
que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida
de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de
su trabazón con lo corporal.

Por ello, intentar explicar con base en la organicidad aquello que también
apunta a la subjetividad y con ello a lo corporal, no alcanzaría para pensar el
asunto del cuerpo en el sujeto. Es esto lo que señala el psicoanálisis, pues su
práctica encuentra soporte clínico en aquello que “trata en efecto del cuerpo”
(Lacan, 2012 [1972], p. 223), dicho sea, también “en la medida en que el goce
se presenta no pura y simplemente como la satisfacción de una necesidad, sino
como la satisfacción de una pulsión” (Lacan, 2007 [1960], p. 253). En conse-
cuencia, la propuesta del psicoanálisis, con respecto al goce en relación con
lo corporal, tiene lugar por cuanto en el sujeto está dada “la escisión, cuerpo
biológico-cuerpo erógeno” (Yospe, 1999, p. 213) y, tal condición implica que en
tanto el cuerpo humano está necesariamente erogenizado, el sujeto “funciona

52
Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

ya de otro modo. Ya hay en él una fisura, una perturbación profunda de la regu-


lación vital” (Lacan, 2008 [1954], p. 62). Es decir, por cuanto está atravesado
por lo pulsional, el cuerpo no refiere solo al organismo, sino que, propuesto
en el psicoanálisis, hay un más allá de la organicidad posible, una construcción
ligada al lenguaje, lo cual, finalmente, es lo que le otorga al sujeto un cuerpo.

De acuerdo con lo anterior, si el goce opera en el cuerpo como “una desviación


de las necesidades del hombre” (Lacan, 1998 [1958], p. 670), esto es porque
no es posible igualar el cuerpo al organismo. Mientras a este último le corres-
ponden los procesos biológicos, regulados por lo instintivo y por lo natural,
el primero hace referencia a lo erógeno que circunscribe la sexualidad, a lo
pulsional, al goce; tríada que irremediablemente confluye en la vida psíquica
del sujeto. Para reiterar, el cuerpo del goce refiere a aquello que no está regido
por lo natural ni lo instintivo, sino que opera en la medida en que en el sujeto
existe una perturbación psíquica del organismo, que excede las necesidades,
es decir, un más allá de la sed, el hambre, el sueño, entre otros (Segal, 2014;
Miller, 1986).

Es condición distinguir y entender lo anterior para poder plantear la posibili-


dad de pensar lo referente a la salud mental desde la disciplina psicoanalítica.
Si bien la salud mental no es un concepto propio del campo de estudio del
psicoanálisis y la pretensión no es equiparar ambos campos, sí es viable en la
teoría psicoanalítica interrogar el contexto de la propuesta de la salud mental,
pues ella se ubica en el plano de lo que acontece como beneficioso para el ser
humano. Para ello resulta necesario pensar la salud mental en relación con
lo que se propone en la clínica médica como normal y anormal, dado que la
propuesta de aquella se soporta en los puntos que la ciencia plantea como
formas de asunción del cuerpo, de acuerdo con la gnoseología médica y de
forma particular en la psiquiatría. Esto es, en la presencia o no de los trastor-
nos mentales y tal cosa conlleva necesariamente al cuerpo biológico. Si bien
el cuerpo, en el psicoanálisis, refiere al psiquismo, no es posible desprenderlo
completamente de aquello con lo que generalmente aparece conectado, esto
es lo constitutivo del organismo.

Pensar la salud mental, entonces, es menester que requiere contextualizarla,


referirla, incluso, al concepto general de salud, que implica lo físico y también
lo mental (oms, 2013), entendiendo que ambos (físico y mental) no pueden
existir de forma aislada, pues son solidarios; incluso, a veces, físico y mental
existen de manera simultánea. En la propuesta de la Organización Mundial
de la Salud (oms, 2013) con referencia a la salud, se pretende que coincidan

53
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

en el sujeto tres aristas, a saber, lo físico, lo mental y lo social. Empero, pese


a que es claro y marcado un interés y una apuesta de la salud con respecto
a lo mental, tal como lo señala el término “salud mental”, generalmente, la
fuerza que se les imprime a los planes y programas que la promueven se ubica
del lado de lo orgánico, de lo biológico y ellos así, aparecen en relación con la
afectación del sujeto en su posibilidad adaptativa y ello suele restar cabida a
la dimensión psíquica.

Si la salud mental comprende “discursos y prácticas sobre los trastornos


mentales, los problemas psicosociales y el bienestar” (Restrepo y Jaramillo,
2012, p. 203), ciertamente, tal definición no supera lo social ni lo biológico
que refiere al sujeto, su funcionamiento y su padecimiento, incluso, cuando a
la normalidad se refiere, dentro de lo que socialmente se entiende como tal, es
decir ajustado a la norma. A partir de la implementación de las políticas que
promueven la salud mental se espera que se beneficien en el sujeto aspectos
emocionales, comportamentales y de pensamiento que el humano demanda
en el desarrollo de su curso vital.

La propuesta que realiza la salud mental se sustenta en planes y políticas que


parecen responder a un saber hacer para lograr un bienestar psicosocial de
la masa humana. Saber hacer que, a su vez, encuentra su fundamento en un
acervo de conocimientos en la oferta de la psiquiatría y el tratamiento de los
trastornos mentales. El asunto de la salud mental encuentra entonces su base
en una teoría (la psiquiatría) de la que se sirve para operacionalizar una prác-
tica “con políticas y directrices adecuadas […] y contar con todos los agentes
implicados” (Tortella-Feliu et al., 2016, p. 69). Así, los planes y las políticas
que proponen los gobiernos, nacionales, regionales y locales, como también
algunas investigaciones y estudios científicos que se empeñan en mejorar el
bienestar psicosocial del humano, implican necesariamente trabajos abocados
al desarrollo de la salud mental.

Pese a ello, lo que se le supone a la salud mental, entendida como concepto


y posibilidad de operar, se topa con un inconveniente que resulta incluso en
contravía de lo que ella pretende. Esto es, dejar a un lado lo psíquico, que
en el psicoanálisis se entiende como un componente base de la estructura-
ción subjetiva y, por ello, de todo padecimiento corporal. Reflexionar sobre
el cuerpo, en los aportes psicoanalíticos, exige partir de que el cuerpo y lo
corporal afectan al sujeto y, por lo tanto, lo saludable, incluido lo mental, no es
domeñable solo a voluntad, pues su sede, el cuerpo, aparece como “disyunto
de lo celular y que básicamente está hecho de lenguaje, de pulsión, de deseo y
de goce” (Yospe, 1999, p. 16).

54
Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

La propuesta del psicoanálisis entonces, desde los tiempos freudianos ha


puesto “en evidencia las fallas de la clínica” (Yospe, 1999, p. 16), basada en la
organicidad médica, justamente al señalar que tanto medicina como psiquia-
tría no alcanzan para legitimar la existencia de aquello que ocupa el cuerpo, a
saber, el goce sexual humano. Si bien, “la ciencia promete la recuperación de
los malestares humanos, […] rápidamente emerge el sujeto insatisfecho […] y
enfermado de manera indiscriminada por la abundancia o la miseria” (Gallo,
2007, p. 98) y ello tiene su sede y su padecimiento en el cuerpo. Es decir, el
sujeto habla de su malestar a través del cuerpo.

La salud mental no desconoce el cuerpo, pero sí lo signa como un conglomerado


de “anomalías biológicas o psicobiológicas que afectan a funciones o estruc-
turas del organismo humano” (Martínez, 2011, p. 50). Esta propuesta parece
equiparar organismo y cuerpo, lugar al que apunta la salud: “estamos dema-
siado inclinados a percibir la enfermedad como un fenómeno exclusivamente
biológico e individual y a omitir la manera en que las desigualdades sociales, las
estructuras de poder y los modelos culturales afectan y determinan la salud”
(Martínez, 2011, p. 7).

Es justamente esa equivalencia entre cuerpo y organismo a la que el psicoaná-


lisis se contrapone pues “el cuerpo que nos interesa no es el de la ciencia sino
el lugar donde se goza, el espacio en el cual circula una multiplicidad de flujo
de goces” (Nasio, 1992, p. 162). El concepto de cuerpo en psicoanálisis implica
puntos de anclaje y partida en el goce, en la sexualidad, en lo pulsional y, por
supuesto, en el discurso de aquel que habla y ello excede necesariamente el
organismo (Ons, 2018). Pensar la salud y la enfermedad de acuerdo con el psi-
coanálisis conlleva a confrontar las dificultades que la salud mental comporta,
más allá de lo orgánico, pues el sujeto no se agota allí, sino que él también está
necesariamente ligado a su constitución psíquica.

El cuerpo desde la salud mental


La salud mental es establecida por la oms (2014) como “una parte indivisible
de la salud general contribuye a las funciones de la sociedad y tienen un efecto
sobre la productividad general” (p. 23). Esta definición posibilita promover
procesos sociales para alcanzar su fin, a saber, que tales procesos deben con-
tribuir en beneficio de lo social y alcanzar benévolamente a la masa humana.
Tal cosa es posible pensar según el paradigma de la salud mental, toda vez que
ella se entiende cómo “un estado de bienestar en el que la persona materia-
liza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de

55
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

trabajar de forma productiva y de contribuir al desarrollo de su comunidad”


(oms, 2013, p. 42).

Así, la salud mental aparece referida a un contexto integrativo y social en el


que “está influenciada no solo por factores internos de la persona (como la
genética y la resiliencia personal), sino también de manera muy importante por
el entorno” (Benjet, 2009, p. 237). Es decir, pensar la salud mental involucra
la solidaridad entre lo biológico y lo social, como condiciones distintivas del
humano y ello atañe, a su vez, a la salud general como “estado de bienestar
físico, mental y social completo y no meramente la ausencia de enfermedad
o padecimiento” (oms, 2001, p. 1). Desde esta perspectiva, la salud mental se
propone como aquella que puede distinguir más allá de oponer enfermedad y
salud. Esto es que, si bien un sujeto no aparece en el lugar de la enfermedad
médica, tampoco esta condición indica necesariamente que se tenga salud, pues
con respecto a lo mental, el asunto de la salud se encuentra en correspondencia
“a) como ausencia de síntomas disfuncionales, b) como bienestar físico y emo-
cional, c) como calidad de vida y d) como presencia de atributos individuales
positivos” (Escobar y Cova, 1997, citado en Palacio y Martínez, 2007, p. 116).

Empero a tal definición, la salud mental trae consigo necesariamente la preocu-


pación por la presencia o no de la patología mental. Así, el Plan de acción sobre
salud mental 2013-2020 decretado por la oms (2013) propone llevar a cabo
“estrategias eficaces de intervención para promover la salud mental, prevenir
los trastornos mentales, tratar y atender a los afectados y hacer posible su
recuperación” (p. 19). Lo anterior indica que, en la promoción y la prevención,
como acciones primarias del plan, se pretende “la creación de condiciones indi-
viduales, sociales y ambientales que permitan el óptimo desarrollo psicológico
y psicofisiológico” (oms, 2004, p. 17).

De acuerdo con lo anterior, resulta no solo pertinente, sino también urgente el


empeño en la tarea de salvaguardar la salud mental, ya que las cifras que ella
arroja con respecto a su viabilidad son alarmantes. La oms (2017) ha señalado
que, al menos, en 300 millones de individuos en el ámbito mundial se han
evidenciado patologías de trastornos bipolares afectivos o depresiones. De
acuerdo con ello, se busca entonces direccionar las formas preventivas de la:

[...] prevalencia […] de los trastornos mentales, […] o la condición de riesgo


para desarrollar una enfermedad mental, previniendo […] las recurrencias
y disminuyendo […] el impacto que ejerce la enfermedad en la persona
afectada, sus familias y la sociedad. (oms, 2004, p. 17)

56
Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

Emerge así la pregunta en relación con la salud mental, por cuanto, para su
operacionalización, resulta necesario e ineludible el acervo de teorías médicas
y psiquiátricas. Es claro que la influencia de ambas disciplinas ocupa a la salud
mental, pero ¿acaso la prevalencia de ellas es suficiente para el tratamiento de
los trastornos mentales cuando estos también van ligados a la subjetividad?
Acorde con lo afirmado por la oms (2013, p. 32):

Promoción de la salud mental y prevención de trastornos: encabezar y


coordinar una estrategia multisectorial que: combine intervenciones
universales y otras selectivas para promover la salud mental, prevenir los
trastornos mentales y reducir la estigmatización, la discriminación y las
violaciones de derechos humanos; responda a las necesidades de grupos
vulnerables específicos en todo el ciclo vital; y esté integrada en las estra-
tegias nacionales de salud mental y de fomento de la salud.

La oms (2004, 2013) propone que la salud trasciende como un asunto de


bienestar y favorable al sujeto, toda vez que se han promovido acciones que se
ocupan de la atención de los trastornos mentales, así como del garante de los
derechos humanos para cada uno de los individuos y el colectivo, en general. Es
decir, en la oms (2004, p. 213) se plantea que el estado clínico de cada sujeto
y también de la población general incide sobre la sociedad y las maneras de
vínculo social; por ello, se justifica entonces en el paradigma de la salud mental,
su promoción y prevención.

La sociedad aparece, entonces, como público en el que es posible llevar a cabo


campañas y programas cuyo estandarte sea el beneficio de la salud y armonía
de los sujetos, reflejado, a su vez, no solo en el campo físico, sino también —
según esta propuesta— en lo emocional. Afirma la oms (2004) que se trata
de “ejercer un impacto sobre los determinantes de la salud mental con el fin de
aumentar la salud mental positiva” (p. 17). De esta forma, se confía en
que tales formulaciones sean beneficiosas para la sociedad, bajo la premisa que
“La salud mental positiva actúa como un poderoso factor de protección contra
las enfermedades mentales” (oms, 2004, p. 18).

Si el asunto de la salud mental no es posible pensarlo solo basado en el para-


digma de la organicidad, sino que él recae también sobre la psiquis, ello quiere
decir que toda apuesta que se haga con él debe llevar intrínseca la cuestión de
cómo la subjetividad atraviesa incluso al cuerpo más allá del soma; esto es, cómo
es posible construir el asunto de la salud mental convocando al sujeto en una
parte íntima de sí, es decir, en el cuerpo que desnaturaliza el lenguaje y que, a

57
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

su vez, gracias a esa desnaturalización es posible para el sujeto construir una


relación particular con su propio cuerpo, que habla, enferma y sana.

El cuerpo en el psicoanálisis
El psicoanálisis concibe al psiquismo desde la hipótesis del inconsciente como
determinación estructural del sujeto. Su interés por los síntomas y los fenóme-
nos psíquicos, en general, se fundamentan en la escucha clínica que procede del
método investigativo y terapéutico, inaugurado por Sigmund Freud. Si bien, la
apuesta psicoanalítica radica en el entendimiento de la constitución subjetiva,
en este sentido, tanto “la vida del sujeto y su salud mental afrontan realidades
preocupantes que no pueden pasar inadvertidas y constituyen un importante
llamado de atención para la investigación y el debate sobre el tema” (Chávez et
al., 2012, p. 11). No hay aporte de esta teoría que no vaya afín con la función
psíquica como ha sido desde el descubrimiento freudiano del inconsciente
(Guinsberg, 2008). Desde los inicios del psicoanálisis:

[…] el mérito de Freud ha sido doble. Por una parte, el de no compartir una
concepción de tipo reduccionista, particularmente difundida durante el
siglo xix entre los médicos, que consideraba a la psique como la expresión
de las fuerzas biológicas. Y, por otra, el de no considerar que la dimensión
espiritual representa una realidad separada del cuerpo. (Bodei, 2005, p. 17)

Ahora bien, la relación del psicoanálisis con el campo de la salud mental no


deja de ser crítica, por cuanto es precisamente el modelo médico, influyente
en dicho campo, el que desconoce la conformación singular del ser humano.
A pesar de que la salud mental tiene una implicación exhaustiva en lo social,
toda vez que, concibe que, “la población es un fenómeno que está íntimamen-
te determinado por factores sociales, ambientales, biológicos y psicológicos”
(Becerra-Partida, 2014, p.34) y, siendo además, un concepto relacionado con
los trastornos mentales y su impacto negativo para el bienestar del individuo
y las poblaciones (Henao et al., 2016), no logra atisbar en aquella subjetividad
portadora de deseos, fantasías, pulsiones, etcétera, cruciales para la clínica
psicoanalítica.

El estudio psicoanalítico permite “aportar a una comprensión más amplia de


los procesos psíquicos, esto es, concebirlo no en una función lineal, sino como
la confluencia de diversas fuerzas […] el individuo no puede ser entendido en
un estado estático” (Bustos, 2017, p. 5). Por ello, cuando hablamos de salud en
psicoanálisis, y más precisamente de salud mental, la crítica no se hace esperar,

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Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

por cuanto la salud puede ser algo que genere conflicto al definirse como parte
del psiquismo. Por lo tanto, no es de una salud armónica y adaptativa que se
habla cuando se apunta a la subjetividad, sino a todos “los fenómenos de la
personalidad humana, los sentimientos y los conflictos humanos” (Winnicott,
1970, pp. 18-19). Es necesario reconocer que, si se hace mención a la salud de
un sujeto, esta no puede atarse solo al diagnóstico de trastornos mentales, así
como a la prevalencia estadística y objetiva del discurso médico-psiquiátrico.
Por decirlo de otra manera, lo psíquico en cuestión “no encaja en el modelo
hegemónico de salud” (Cuesta, 2007, p. 5). Consecuente a esto, todas las estan-
darizaciones epidemiológicas que influyen en los estudios de la salud mental
tienen inconveniente si de lo que se trata es de adecuar con cifras y datos la
renuente subjetividad (Eidelsztein, 2011; Assoun, 2002; Green, 1993).

Una razón que aquí merece ser tenida en cuenta es el estatuto del cuerpo como
aquel donde tienen lugar las patologías y su salud mental, toda vez que la ciencia
le concibe con base en “un rastreo objetivo de la totalidad del organismo […]
en este territorio la causalidad es pensada desde lo objetivo y racionalmente
verificable” (Uzorskis, 1995, p. 64). El campo de la medicina ha sido solidario
con las preocupaciones de asistencia y la prevención de las patologías. Ha de-
finido con institucionalidad los recursos y los procedimientos atinentes a la
superación de síntomas (combatir el daño corporal y la amenaza de muerte),
además, preservar la buena salud de los pacientes. Es decir, no solo persigue
curar la enfermedad, sino, además, proteger la buena salud. El discurso mé-
dico apunta a la exclusión subjetiva del ser humano (Lacan, 1986), y lo hace
a partir de sus principios del cuerpo orgánico. Su hegemonía va acorde con
su empoderamiento social y científico; el médico es, ante todo, un experto en
la regulación de la vida y del bienestar humano. Freud dice al respecto que, la
medicina:

Bajo el feliz influjo de las ciencias naturales, hizo sus máximos progresos
como ciencia […] ahondó en el edificio del organismo mostrando que se
compone de unidades microscópicas (las células); aprendió a comprender en
los términos de la física y de la química cada uno de los desempeños vitales
(funciones), y a distinguir aquellas alteraciones visibles y aprehensibles
en las partes del cuerpo que son consecuencia de los diversos procesos
patológicos; por otro lado, descubrió los signos que delatan la presencia
de procesos mórbidos profundos en el organismo vivo; identificó además
gran número de los microorganismos que provocan enfermedades y, con
ayuda de esas intelecciones que acababa de obtener, redujo extraordina-
riamente los peligros de las operaciones quirúrgicas graves. Todos esos

59
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

progresos y descubrimientos concernían a lo corporal del hombre. (Freud,


1992 [1890], p. 116)

Hay diferencia fundamental entre la medicina y el psicoanálisis, por cuanto,


para la primera, es menester tratar al ser humano como organismo y la segunda,
al cuerpo como atributo psíquico. En el caso de la medicina, el organismo se
rige por la anatomía y así puede ser descrito y observado: el organismo sería
aquel destinado a cumplir “funciones que se ejercitan a través de un conjunto
de órganos concentrados en la estructura corporal” (Unzueta y Lora, 2002,
p. 13). La medicina trabaja desde una dimensión patológica al reconocer las
enfermedades y una dimensión terapéutica al proceder con criterio sobre la
mejor forma de suprimir la enfermedad. En este caso, los síntomas son con-
cebidos como expresión de falta de salud o desequilibrio funcional orgánico:

Al médico le importa distinguir entre los síntomas y la enfermedad, y


sostiene que la eliminación de aquellos no es todavía la curación de esta.
Pero tras eliminarlos, lo único aprehensible que resta de la enfermedad es
la capacidad para formar nuevos síntomas. (Freud, 1992 [1917], p. 326)

Cuando el médico trata al enfermo le incluye en su designación diagnóstica y


procedimental, convierte la enfermedad en un objeto de conocimiento y registro
corporal, y para ello, separa la enfermedad del sujeto para así poder manipu-
larle. El síntoma médico al ser orgánico no tendría relación con el sujeto que
le porta. En el caso del psicoanálisis, el cuerpo cumple un papel preponderante
en la satisfacción subjetiva, en el que “la sexualidad ya no nos aparece como
una función al exclusivo servicio de la reproducción, equiparable a la digestión
o la respiración, etc.” (Freud, 1992 [1913], p. 184).

Ya que un sujeto puede resistirse por todos los medios a dejar el síntoma, a
resignar sus pulsiones, para el psicoanálisis el cuerpo goza (Žižek, 2016; Ons,
2012; Allouch, 2009). El cuerpo es debido a la erogenización pulsional, es afec-
tado por su excitación, lo que supone que su goce lo desarraigue del instinto.
Además, el goce del cuerpo siempre rebasa la pretensión de equilibrio mental:
“[El] goce en el sentido en que el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de
la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Incontestablemente,
hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor” (Lacan, 1986, p. 95).

El psicoanálisis se ocupa clínicamente de cómo el organismo deviene en un


cuerpo. Todo cuerpo, en este caso no corresponde “a un organismo biológico,
que supone una satisfacción ajena a la necesidad biológica” (Santcovsky, 1999,

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Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

p. 68). De ahí la afirmación de Lacan (2012, p. 41) que “el ser hablante, por así
decirlo, es esa relación perturbada con su propio cuerpo que se denomina goce”.
Esto tiene consecuencias profundas cuando se trata de entender la intimidad
del padecimiento humano. Se sabe que: “Aunque los síntomas inicialmente se
piensan y experimentan como trastorno, anomalía, desviación, restricción, es
decir, como problemas, el psicoanálisis, revela que también pueden verse como
soluciones, soluciones sintomáticas a la división más profunda de los seres
hablantes” (Stravrakakis, 2010, p. 99). Del modo en cual al ser constituido por
el lenguaje el sujeto toma distancia de lo natural no es posible circunscribir el
cuerpo como un dato objetivo, pues no se nace con un cuerpo, este es algo que
se construye y transforma lo orgánico.

La salud mental es concebida por la medicina a partir de un determinismo


biológico (Sibilia, 2010). Por consiguiente, si todos los fenómenos de la salud
y la enfermedad suponen alteridades y desarrollos del cuerpo orgánico, es
factible que, tanto “genes y comportamientos suelen sucumbir a la tentación
de reducir una cosa a la otra” (Sibilia, 2010, p. 95). Si la medicina gestiona con
su conocimiento los principios y las aplicaciones en salud mental, entonces, no
solo se trata de regir proyectos y recursos dirigidos al sostenimiento saludable
del individuo y las poblaciones, sino también al propio saber sobre lo que es
normal y lo que es patológico.

De acuerdo con lo anterior, resulta: “comprensible que el hombre pensante


que ha entendido a partir de los últimos siglos el funcionamiento de su cuer-
po mediante análisis físicos quiera explicar lo mental mediante los mismos
instrumentos conceptuales.” (Sánchez, 2013, p. 126). Asimismo, la evalua-
ción y la clasificación no dejan de ser imperativos sociales al que pertenecen
profesionales en calidad de expertos en la materia. Los proyectos sociales y
sanitarios profesan como ideal la evaluación diagnóstica que preserva la salud
mental como esperanza de normalización y adaptación de comportamientos.
Toda intervención en salud es mirada por su eficiencia productiva en pautas
de salud que se espera para todos por igual. Si para la medicina (rectora) de la
salud mental, el organismo apunta con su patologización al desarrollo de sín-
tomas y trastornos; en el caso del psicoanálisis, el ser humano es “definido por
su habla y su cuerpo” (Soler, 2011, p. 53) y, en consecuencia, no está del lado
de “las homeostasis orgánicas” (Soler, 2013; Soler, 2011, p. 54). Las sociedades
contemporáneas, al respaldar políticas y planes de acción en salud mental,
no reconocen la subjetividad; ahora bien, el psicoanálisis puede brindar una
lectura crítica de este fenómeno al saber que lo atinente al humano comporta
su desviación del ideal de bienestar: cada síntoma debe ser tratado en función
de su satisfacción inconsciente y de la singularidad subjetiva.

61
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

El dominio de la gestión médica en salud mental en las sociedades contemporá-


neas, respaldado en políticas y planes de acción, no reconocen la subjetividad.
Se sabe, con lo ya expuesto, que la salud es ante todo un asunto del sujeto y
su posición con el síntoma que expresa; la salud y todo lo que depara en una
conducta saludable no es una prioridad en el deseo del sujeto, por lo que este
se satisface en muchas ocasiones con aquello que le procura daño y sufrimiento
(Lacan, 1986).

Consecuentemente, la salud en psicoanálisis no puede ser generalizada y


sí, en cambio, un asunto del uno por uno de los casos en el que todo sujeto
tendría que hacerse responsable singularmente por su síntoma y su historia,
por aquello que le enferma y al tiempo por aquello en lo que se satisface. El
malestar humano y singular a través de los síntomas persigue “la relación con
el goce del cuerpo” (Lacan, 1986, p. 99), más allá de los límites del placer. Esto
quiere decir que, el psicoanálisis no se sostiene en ideales o bienes universales,
sino como una práctica clínica que escucha el discurso del sujeto, aquello por
lo cual se satisface. Ello implica que toda pretensión colectiviza en salud no
resulta por la falla natural que en el humano introduce la subjetividad. Esto,
precisamente, porque el psicoanálisis parte de que el cuerpo está “hecho de
representaciones, ubicado en la intercepción de los placeres y displaceres con
el campo de la palabra, marcado por la historia, des-naturalizado, aunque no
inmaterial, territorio privilegiado del síntoma” (Leibson, 2000, p. 8).

Se puede, en todo caso, fomentar una crítica a la concepción reinante en salud


mental, quizá una apuesta a no victimizar desde el padecimiento sintomático
al sujeto, saber cómo este se implica con su causa y enfermedad. Dado que, si
el bienestar no puede ser garantizado por la sociedad, es menester escuchar el
malestar que anida en los síntomas y en la condición del lazo social, ya que los
sujetos son movidos por elecciones inconscientes.

Con base en lo anterior se pueden discernir algunos elementos fundamenta-


les sobre la relación del psicoanálisis con la salud mental. Si se ha planteado
que dicha relación es problemática es porque no es posible considerar un
trabajo en salud sin atender las condiciones de imposibilidad que harían de
la vida humana algo homogéneo y colectivo. El psiquismo es algo por esencia
conflictual debido a las pulsiones que le conforman, de ahí la producción de
síntomas que expresan la inconformidad subjetiva del sujeto; en todo caso,
“no siempre el sujeto persigue su bienestar, o que pueda estar bien en el mal,
o sentir placer en el displacer” (Yosifides y De Bortoli, 2011, p. 175). Por otro
lado, la medicina establece con el paciente una relación en la cual solo prevalece

62
Leonardo Rafael Mass Torres, Judith Elena García Manjarrés

el trastorno y la desviación. El cuerpo, como en este caso se ha resaltado, es


afín al psiquismo, lo que subvierte toda concepción médica en salud mental. El
psicoanálisis cuestiona tratar al sujeto por medios ideológicos en salud, dando
cuenta que la posibilidad de la prevención, tal como la supone la propuesta de la
salud mental, no es viable, si en ella no está comprometida la responsabilidad
subjetiva de alguien (Hoyos et al., 2003), es decir, si allí no está convocado un
sujeto, incluso con su síntoma.

Conclusiones
Si la salud mental apunta al establecimiento de la homeóstasis, la armonía y la
adaptación social del individuo y las poblaciones, es decir, encuentra su soporte
en el campo delimitador de la normalidad y la patología; el psicoanálisis, por
su parte, incorpora en su trabajo la falla inevitable en la relación del sujeto con
lo orgánico. Hay, por lo tanto, una tensión entre el psicoanálisis y el campo de
la salud mental, dicha tensión lleva por principio lo conflictual del psiquismo,
así como la constitución erógena del cuerpo que tributa a las pulsiones. Por
lo anterior, el modelo médico que gestiona la salud mental tropieza con el
síntoma subjetivo, que no se acomoda a su emblema de curación. Tras el pade-
cimiento del síntoma, el sujeto tiende a un tipo de satisfacción que supera las
necesidades biológicas y encumbra el dominio del goce. Es así como los ideales
de salud fracasan, al no comprobar en la enfermedad condiciones singulares
que inscriben al sujeto en una relación, por demás, conflictual con el cuerpo.

El psicoanálisis no cede a la pretensión de ideales y promesas por el bienestar


en salud mental; sabe que, si el sujeto aspira a la felicidad o restablecimiento
de alguna armonía, vuelve a topar con lo más íntimo que le constituye, con el
síntoma. Este último denota que la homeóstasis psíquica no es lo que deter-
mina a los seres humanos; hay, por lo tanto, en la propuesta del psicoanálisis,
para el sujeto un compromiso con el cuerpo al que es pertinente atribuir su
hendidura más allá de la salud. Caso contrario sucede con la medicina, la cual
propende al despojo subjetivo del cuerpo y la enfermedad, para así legislar sobre
las condiciones del bienestar social. Ella se soporta en un ideal de objetividad
y concibe el síntoma en virtud de un organismo que puede desajustarse y, por
ende, reajustarse.

Si la salud mental se fundamenta a partir del discurso médico-psiquiátrico y


así, como derrotero en la prevalencia diagnóstica de trastornos y prevención
de enfermedades, es de suponer que, en muchas ocasiones, pretender colec-
tivizar la cura es más que un problema teórico-conceptual y concierne a los

63
Capítulo 3. Psicoanálisis y salud mental: fundamentos del cuerpo

impases que se manifiestan en la terapéutica. Asimismo, el psicoanálisis, al no


pretender ni aplicar una cosmovisión del mundo, no atiende la necesidad de
armonizar al sujeto con un bien en salud, sino que se pregunta por cómo este
es implicado en el síntoma y causado en su estructura. Dado que el bienestar
no puede ser garantizado por la sociedad, es menester escuchar el malestar
que anida en los síntomas y en el lazo social.

La apuesta que lanza el psicoanálisis hace referencia a convocar al sujeto a la


pregunta, no al conocimiento precedente fijado en un sistema de categorías
diagnósticas y nosográficas, sino, por el contrario, se trata de legitimar y dar-
le valor a la palabra de aquel que habla, que dice sobre su síntoma y, a partir
de allí, es posible, entonces, un constructo de salud que apunte también a la
singularidad del caso por caso. Si bien no se trata de un asunto netamente
individual, pues es claro que el tema de la salud y lo corporal pasa por lo social,
toda vez que el sujeto hace vínculo con los otros a partir de su propio cuerpo.
La propuesta, entonces, es entender que de lo corporal no se agota con el
soma y que está en relación con el malestar subjetivo. Es solo a partir allí un
poder hacer posible en la clínica, en la que en el orden de la salud, la relación
del sujeto con su propio cuerpo aparezca ligado a la responsabilidad subjetiva
que él conlleva.

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Capítulo 4

Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres


víctimas de violencia en la pareja
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez*

Resumen
La violencia no es una problemática reciente, empero, su estudio y atención
se estima vigente en la medida en que su visibilidad en niños, adolescentes,
mujeres, hombres y familias, evidencian los más profundos malestares de las
sociedades y sus formas de entenderla, atenderla y, en algunos casos, justifi-
carla. La violencia necesita ser pensada como un fenómeno psíquico y, en este
sentido, comprender la violencia desde la mujer que ha sido víctima implica
una perspectiva más amplia y crítica frente al fenómeno. En este sentido, las
estadísticas se convierten en datos planos y deshumanizados cuando no se com-
prenden las historias o sus implicaciones psíquicas que sostienen y favorecen
este tipo de conductas. La violencia no es un hecho aislado, por el contrario,
es un fenómeno que se repite en la sociedad y que merece ser comprendido en
sí mismo desde diversas perspectivas.

Palabras clave: masoquismo, mujer, psiquismo, violencia.


*
Docente e investigador, Universidad de San Buenaventura, Cartagena, Facultad de Educación,
Ciencias Humanas y Sociales, programa de Psicología, director del Grupo de Investigación en
Psicología (gipsi). Calle Real de Ternera No. 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo
electrónico: eacuna@usbctg.edu.co

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Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

Abstract
Violence in not a recent problematic, but the study and treatment cannot be
invisible because children, adolescents, women, men and families are evidence
of deep problems in society, and shows ways of understanding, attend and
sometimes justified (Ocaña y Pérez, 2019). Violence needs to be thought as
psychic phenomenon, and according to this, understand violence from the
women who has been the victim, this is a bigger and critical phenomenon.
Statistics are flat and dehumanized when we are not able to understand the
stories or the psychic implications that sustain and favors this behavior. Vio-
lence is not an isolated fact, conversely, it is a repeated phenomenon in society
and deserves to be comprehend from different perspectives.

Keywords: violence, woman, psychism, masochism.

Introducción
La violencia no es una problemática reciente, empero, su estudio y atención
se estima vigente en la medida en que su visibilidad en niños, adolescentes,
mujeres, hombres y familias evidencian los más profundos malestares de las
sociedades y sus formas de entenderla, atenderla y, en algunos casos, justificarla
(Ocaña y Pérez, 2019). Pavón (2019, p. 37) sostiene que la violencia persiste
dado que se “le ignora o se le minimiza, porque se les encubre y se les permite
existir en la oscuridad”. Paradojalmente, la violencia azota día a día los noti-
cieros, los periódicos, las redes sociales, etcétera, con contenidos y videos, los
cuales evidencian la brutalidad y la crueldad con la que el ser humano es capaz
de actuar sobre otros.

Pensar en la violencia implica entender que “la especie humana es controlada


por el comportamiento emotivo y el agresivo, no por el cognitivo” (Ocaña y
Pérez, 2019, p. 53), y esta afirmación no es siempre fácil de aceptar, sobre
todo, en sociedades altamente conservadoras. Hernández (2019, p. 221) dice
que “cuando se habla de violencia de pareja, esta hace referencia a todo ataque
intencional de tipo físico, psicológico, sexual o económico, donde una de las
partes ejerce poder y control sobre la otra”, mientras Sanmartín (2018) define
la violencia como “cualquier acción u omisión intencional daña o puede dañar
al individuo y que, en último extremo, perturba o restringe su capacidad para
diseñar su vida en libertad” (citado en Cortes y Moreno, 2019, p. 235); si bien,
la descripción parece amplia, se hace vital comprender las implicaciones psí-
quicas de la violencia y de quienes sufren sus consecuencias.

70
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

La violencia contra las mujeres ha existido desde hace siglos sin distinción
de edad, estrato social o condición civil y sus manifestaciones pueden
observarse en ámbito público y en el privado. Cabe destacar que en la
actualidad se ha convertido en un problema de salud pública debido a que
es la manifestación extrema de la desigualdad y del sometimiento de las
mujeres en todas las latitudes, siendo un fenómeno que afecta a mujeres
en todos los países, clase sociales, edades y culturas. (Cortes y Moreno,
2019, p. 235)

Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (oms; 2017),


una de cada tres (35 %) mujeres en el mundo han sufrido violencia física o
sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.
Mientras un 38 % de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo
son cometidos por su pareja masculina; asimismo, el conflicto, posconflicto
y desplazamiento agravan la violencia a la mujer, y diversifica sus formas. La
Organización Panamericana de la Salud (ops; 2014) afirma que el 17 % de las
mujeres en Latinoamérica entre 15 y 49 años ha sufrido de violencia física o
sexual alguna vez ejercida por una pareja.

En este sentido, las estadísticas se convierten en datos planos y deshumani-


zados, cuando no se comprenden las historias o sus implicaciones psíquicas,
las cuales sostienen y favorecen este tipo de conductas. La violencia no es un
hecho aislado, por el contrario, es un fenómeno que se repite en la sociedad y
que merece ser comprendido en sí mismo desde diversas perspectivas.

Perspectiva de la violencia contra la mujer


La violencia es un fenómeno vigente tanto en el ámbito nacional como en el
internacional. Particularmente, la mujer, suele ser víctima de violencia, como
ya se mencionó. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud
(ends; 2010), la violencia tiene diversas formas:

• Violencia intrafamiliar: cualquier tipo de abuso, ya sea verbal, psicológico,


físico o de cualquier otra índole de un miembro de la familia sobre otro.
• Violencia verbal: insultos o expresiones descalificadoras o intentos de
control hacia otro miembro del hogar. 
• Maltrato psicológico: se manifiesta a través de actitudes que tienen
como objeto causar temor e intimidación a la otra persona con el áni-
mo de poder ejercer control sobre su conducta. Este tipo de maltrato,
generalmente, va acompañado de violencia verbal. Como afirma Gallo

71
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

(1998), el maltrato psicológico se configura cuando deja de ser una forma


contingente de manifestar el odio al más íntimo y se convierte en un
acto sistemático de condena a la infelicidad.
• Violencia física: son actos que agreden y atentan contra el cuerpo de la
otra persona que van desde empujones o bofetadas hasta asesinatos.
Abuso sexual: si existe un acto de tipo sexual impuesto o en contra de la
voluntad de la otra persona o manipulaciones a través de la sexualidad. 
• Maltrato económico: consiste básicamente en negarse a cubrir las nece-
sidades básicas de otro miembro o miembros del hogar que están a su
cargo, con el objetivo de poder ejercer control e intimidación a través
de los recursos económicos.

Ahora bien, como es sabido la persona se mueve mediante dos grandes grupos
de impulsos: los eróticos o sexuales, que implican el amor y sus derivados, y
los impulsos agresivos o destructivos, que implican el odio y sus derivados, los
cuales están presentes en toda persona y de su adecuada o inadecuada cana-
lización resultan los procesos sanos o patológicos en la relación de la persona
con su entorno (Acuña, 2002).

Tal y como Freud (1931) planteaba en sus escritos, el yo es el encargado de


ejecutar los impulsos o de reprimirlos, fundado en una estructura de principios
y valores, acordes con su entorno social y su formación, que parte desde la más
temprana infancia; el placer es sustituido a medida que el yo madura por el
principio de realidad, los procesos de pensamiento primario y secundarios son
vitales para la estructuración de la personalidad en cada una de sus etapas del
desarrollo psicosexual. En toda relación interpersonal de pareja, la mujer y el
hombre actúan con base en sentimientos, ya sean estos de amor y de odio en
sus diferentes expresiones; del control adecuado y la descarga apropiada de
los impulsos depende el fortalecimiento o el debilitamiento de dicha relación.
El respeto por sí mismo y por la otra persona son fundamentales, como tam-
bién la comunicación; en estas mujeres se presentan relaciones conflictivas
o patológicas de pareja en las cuales el maltrato del hombre hacia la mujer la
afecta y repercute en el sano desarrollo personal y de su relación, llevando al
deterioro e, incluso, creando un círculo vicioso entre ellos en el que se vuelve
costumbre el sometimiento y la agresividad permanentes.

La mujer, víctima de malos tratos por parte de su compañero o esposo, soporta


ya sea pasivamente reprimiéndose o inconformemente revelándose, llegando a
ser un gran factor para que ella se someta o denuncie los atropellos a los que se
ve abocada. El componente sadomasoquista está presente en estas relaciones,

72
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

ya sea mediante expresiones de irrespeto verbal o físico o ambos, a la vez, en


las cuales entra a desempeñar un papel fundamental la estructuración de su
personalidad y la valoración propia, unos impulsos anulados o fortalecidos
por la agresividad desmedida e incluso patológica, conjugada con un erotismo
también inadecuadamente canalizado o patológico. Las expresiones de apego,
neurosis, rebeldía e irrespeto y múltiples expresiones de emociones, que llegan
a incluir hasta la ruptura de la relación, son todas resultantes de este fenómeno
y las repercusiones psíquicas o emocionales que ello implica.

Fromm (1927) confirma que una relación de amor entre una pareja implica
responsabilidad, respeto mutuo, conocimiento, comunicación, el quererse y el
saber resolver las dificultades comunes en toda pareja de novios o de casados.
Es fundamental la convivencia sana con sus dificultades y problemas cotidianos,
para que, de esta manera, no se genere en la relación de pareja un incremento
de los impulsos agresivos y de dominancia, que conduzcan a la mujer a una
degradación en cuanto al respeto y la valoración de sí misma, y el respeto que
merece de su compañero. Muchas relaciones basadas en el apego emocional,
la dependencia o el sexo generan alteraciones, si no son adecuadamente cana-
lizadas y descargadas tanto erótica como agresivamente.

Klein (1937) afirmaba que de las experiencias positivas y negativas con el ob-
jeto parcial en la más temprana infancia se genera una estructuración yoica.
Se complementa esto con lo planteado por Choice (2002), cuando asegura
que lo que no le des a tu hijo afectivamente durante los primeros siete años
de su desarrollo se lo deberás toda la vida; por lo tanto, es vital remitirnos al
desarrollo de estas mujeres y sus relaciones objétales tempranas. Dolto (2003)
confirma la importancia del desarrollo psicosexual infantil en cada una de sus
etapas y las repercusiones en la mujer objeto de estudio para su expresión libre
o sumisión al manejo, represión y descarga de sus impulsos. Por su parte, La-
can (1941) postula, complementando a lo expuesto por Freud, que la pulsión
inconsciente a la repetición en la cadena de significantes está presente en la
persona, al integrarlo con lo imaginario, lo real y simbólico.

El masoquismo es un concepto amplio y complejo que incluye el masoquismo


verdaderamente perverso, al masoquismo originario de todo sujeto sometido
a las leyes del lenguaje, el masoquismo femenino. Para Freud, el masoquismo
es una condición erótica y también del ser humano que tiene su origen en la
intrincación de la líbido en la pulsión de muerte.

Acorde con Freud, el masoquismo femenino (1992 [1924]), lo describe como


su referencia a la feminidad en el artículo “Pegan a un niño” (1992 [1919]),

73
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

un proceso de victimización secundaria, mediante el cual se ha intentado res-


ponsabilizar a las mujeres maltratadas de su propio padecimiento, mediante
el supuesto de que existiría una búsqueda inconsciente de un goce en el dolor,
un más allá del principio del placer (1992 [1920]), que las induciría a buscar
castigo por razones erógenas.

Según Fenichel (1996), la base biológica de todas las actitudes de dependencia


es el hecho de que el hombre es un mamífero y la criatura humana nace más
desvalida que los otros mamíferos y necesita ser alimentada y cuidada por los
adultos. Todo ser humano conserva un vago recuerdo de ciertos seres podero-
sos o como a él debieron parecerle omnipotentes, de los que podía esperar, en
caso necesario, ayuda, comodidades y protección, más adelante, el yo aprende
a utilizar recuerdos activos para controlar el mundo; pero siempre perdura
virtualmente, como un residuo de la infancia, una actitud pasivo-receptiva.
Con bastante frecuencia, el adulto se encuentra en situaciones en las que se ve
nuevamente tan desvalido como en la infancia; a veces, ello se debe a fuerzas
de la naturaleza, pero la mayor parte de las veces a fuerzas sociales creadas por
el hombre mismo. En esos momentos añora precisamente una omnipotente
protección y una comodidad, tales como los que tuvo a su disposición en la
infancia, regresa a la oralidad. Este anhelo biológicamente predeterminado,
prometiendo la codiciada ayuda a cambio de ciertas condiciones, estas con-
diciones varían ampliamente con las diferencias culturales, pero la fórmula
“si obedeces, serás protegido”, es la única en la que coinciden con todas las
autoridades terrenas.

De Freud a Lacan, con respecto a la diferencia de los sexos y la problemática


femenina, Freud a partir de su descubrimiento de la fase fálica que responde
mediante un significante único de la diferencia de los sexos en el inconsciente,
distingue los dos sexos mediante el tener: uno lo tiene y la otra no. De ello se
deducen dos consecuencias subjetivas, para el que lo tiene, el temor de perderlo,
y para la que no lo tiene, la envidia de tenerlo. Por un lado, encontraremos una
estrategia defensiva, de protección “el miedo del propietario”, mientras que,
por el otro, diferencias estrategias posibles.

Freud, en Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos


(1992 [1925]) enumera las diferentes posiciones de la mujer con respecto a
la falta. Una consiste en eludir completamente el sexo, la segunda combativa,
desmiente la falta, con la esperanza de adquirir un sustituto por sí misma —es
lo que Freud llama el complejo de masculinidad—; la tercera por el amor al
padre, consiente y renuncia a tener un pene, pero con la esperanza de obtener

74
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

algún día un niño compensatorio. Es una posición de espera, sin embargo, que
pasa por la mediación del hombre, del cual recibirá el sustituto fálico bajo la
forma del amor o del don de un niño.

Lacan, contrariamente a Freud, ha acentuado, en primer lugar, la dimensión


del ser, o más bien de la falta en ser, que es común a todos, hombres y mujeres,
como efecto del lenguaje en el ser humano. En el tema del sexo, la problemática
del tener se combina con la del ser. Esto lleva a Lacan a distinguir al hombre y
a la mujer de forma algo diferente a Freud. El hombre, aunque sufra la falta en
ser, la compensa mediante el tener y el goce fálico. La mujer, por el contrario,
conjuga falta en ser con la privación del órgano, pero esta falta, en cierta forma
redoblada, le abre la posibilidad, según Lacan, de la vía de una solución que
consiste en obtener un efecto de ser de su relación con el hombre, es decir, de
ser el falo. De ahí la formulación posible de la diferencia de los sexos mediante
la oposición de un tener a un ser.

Pero, Lacan (1985) además, aborda la problemática femenina desde una


perspectiva nueva, la del goce. Se recuerda que Freud, entiende la cuestión
femenina, su deseo, estructurado por el Complejo de Edipo, que explica la
sexualidad femenina por el amor al padre, y teniendo como única referencia
la castración, que desemboca en la envidia de pene. De ello se deduce que lo
que define a una mujer en la diferencia de los sexos es lo que ella es para un
hombre. Es decir, de dicha lógica se concluye que el problema de la condición
femenina es aceptarse como objeto de deseo de un hombre. Lacan sigue a
Freud, pero añade, a partir de 1972, que el destino de la sexualidad femenina
no se puede tratar únicamente por la referencia al falo.

Hay un suplemento de goce que está más allá del falo, es lo que Lacan llamará
goce del Otro, que está más allá del significante y es imposible de decir. No
significa que la mujer sea enteramente Otra en relación con el falo, sino que
ella tiene la posibilidad de un suplemento que obtiene a condición de pasar
por el falo.

Fenichel (1996), en la teoría psicoanalítica de las neurosis, establece masoquis-


mo como análogo al sadismo, ya que masoquismo contradice aparentemente
el principio del placer. En general, el hombre tiende a evitar todo lo que sea
dolor, en los fenómenos de masoquismo el dolor parece proporcionar placer
y constituir un objetivo que el individuo se empeña en lograr. Fenichel hace
referencia a la extrema sumisión sexual como una perversión que aparece en
estado de transición entre apasionamiento amoroso y masoquismo. Tiene

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Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

en común con el primero su carácter monomaniático y con el segundo, el goce


de la propia insignificancia. 

El sentimiento de que “yo soy pequeño, el amado es grande” constituye una


reminiscencia inconsciente de cuando esto era cierto cuando era niño y sentía
amor por una persona adulta. La “sumisión” apunta al Complejo de Edipo y
ciertos rasgos de esta son frecuentes en las personas histéricas, en general.
Sin embargo, cuando esta sumisión se intensifica hasta llegar a constituir una
forma de perversión, no refleja tan solo el amor del niño hacia los padres, sino
un determinado aspecto de este amor. La sobrestimación del partenaire sexual
significa al mismo tiempo: “participio de grandeza de mi partenaire”; en este
sentido, todo amor es una “gratificación narcisista”, una recuperación de la
omnipotencia perdida y proyectada.

La lucha por los necesarios suministros narcisístico puede tener lugar de


diversos modos. Uno de los modos está representado por la fantasía de ser
incorporado por el objeto, de ser nada más que una parte de una personalidad
más poderosa y de superar de ese modo la propia insuficiencia. La idea de ser
incorporado puede ser utilizada simultáneamente como una defensa contra
la idea sádica de incorporar activamente; pero, la negación del sadismo no
siempre tiene éxito y, a menudo, resulta enteramente evidente que el amor
de la persona sumisa hacia su omnipotente partenaire es de carácter muy am-
bivalente. La base inconsciente de esta perversión, la “extrema sumisión”, es
la fantasía de construir una parte del cuerpo del partenaire. Esta fantasía
es un intento de refutar el temor de ser abandonado, que anteriormente
había perturbado el goce sexual.

Miller (1998) afirmaba que la paciente imaginaba ser el pene de su glorificado


padre, y con ello su parte predilecta y más importante. Además, describe, al
respecto, la idea de que la fantasía de ser una parte del cuerpo del partenaire
constituye la base de la extrema sumisión, lo cual ha sido confirmado por
varios autores.

Según Fenichel (1996), la identificación con el pene del partenaire es una


identificación que encontramos en ambos sexos, esta identificación es más
notoria en la mujer “me gustaría tener un pene” y “me gustaría amar a un
hombre”. Los problemas del masoquismo son análogos a los del sadismo, pero
más complicados en un aspecto. El masoquismo contradice aparentemente el
principio del placer.

76
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

La idea de un masoquismo primario pertenece a Freud (1992 [1935]), está


basada únicamente en una especificación con respecto a la existencia de un
instinto de muerte. Clínicamente, esta fantasía (soy un pene) es aquí una
fuga del conflicto entre dos tendencias contradictorias que delatan su carác-
ter de tendencias destructivas que por influencia del temor o del sentimiento
de culpa han cambiado de dirección, volviéndose contra el yo. Fenichel postula
que se puede permitir que dudemos acerca de si alguna vez el masoquismo
se presenta con carácter primario, si más bien se produce regularmente por
transformación del sadismo.

Parece haber una confirmación del punto de vista del masoquismo, la cual no
es la manifestación de un instinto primario, sino que se origina en el sadismo,
al que se ha hecho volver y dirigirse sobre uno mismo, es decir, desde una
regresión de un objeto al yo. Debe darse por establecido que existen instintos
con fin pasivo, aunque afirma que la pasividad no es todo el masoquismo,
estableciendo que también pertenece a él la característica del dolor, un asom-
broso acompañamiento de la gratificación de un instinto. La transformación
del sadismo en masoquismo, la cual parece ser debida al sentimiento de culpa.

En el masoquismo el papel desempeñado por el superyó es más pronunciado


que en el sadismo. La idea de ser pegado, comúnmente esta combinada con la
idea de que se trata de un castigo por mala conducta —por los deseos edípicos
y deseos de que sea a otro a quien pegan—, esto, por regla general, se condensa
en una ideología de “mal menor”.

A veces, los arreglos previos del masoquista producen una impresión diferente.
Así como los neuróticos traumáticos procuran, una y otra vez, la repetición
de sus traumas dolorosos, ciertos masoquistas parecen también incapaces de
liberarse de las ideas de castración, una y otra vez tienen que repetir ciertas
alusiones a la castración, pero, al parecer, no pueden nunca estar completa-
mente seguros, y una y otra vez necesitan una reguladora aproximación a
actos parecidos a la castración. Se opta por “ser pegado”, no solamente porque
esta idea despierta un masoquismo erógeno en la piel y en los músculos, sino
también porque el castigo tentado, en la esperanza de librarse finalmente de
la perturbadora presión del superyó, no es demasiado grave.

También aquí la condensación de una agresión cargada de culpa con un placer


erógeno se halla vinculada, por la vía de asociación, al complejo de Edipo y
sirve al propósito de asegurar la represión de este complejo. La finalidad de
ser pegada puede ser vinculada a las experiencias de la infancia. Al comienzo,

77
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

el exhibicionismo puede tener un carácter femenino y se puede manifestar


como lo plantea Fenichel (1996), en el estudio de un caso, en el que se mani-
festaba en el orgullo de estar enferma o de sangrar. Donde más adelante se
vio que este orgullo de sangrar era una sobrecompensación de su gran temor
a la castración. Ser pegado solo era una pequeña parte, lo cual, según Fenichel
(1996, p. 328), sería:

[…] quiero estar en condiciones de exhibir un pene, como lo hace el niño


de modo que mi padre llegue a quererme, me niego a creer que me han
castrado (o me castrarían) por este hecho. No, únicamente me pegarían por
ello, porque veo que este niño que ha sido pegado sigue teniendo un pene.

El masoquismo “moral”, lo que aparentemente es buscado no es dolor físico,


sino la humillación y el fracaso, a veces porque procuran placer sexual y otras
veces sin ninguna conexión aparente con el goce de la humillación. El goce de
la humillación indica que la idea de ser objeto sexual del padre, transformada
inicialmente en la de ser pegado por él, se ha convertido luego en la de ser
pegado por Dios o por el destino. La moral, que es genéticamente un deriva-
do del Complejo de Edipo, ha regresado nuevamente, a ester. El masoquismo
moral puede conducir a la muerte por mil caminos, a veces inesperados, para
el protagonista y para los demás; en estos casos, la culpa inconsciente y la
correspondiente necesidad de castigo son tan intensas que solo la muerte
acaba con ellas; estas situaciones desmienten categóricamente la aparente
pasividad del masoquista. El masoquista es activo, a veces muy activo, solo
que silenciosamente activo.

Los casos de masoquismo moral, más graves, en el que no hay ninguna vincu-
lación manifiesta con la sexualidad o en los que el paciente no se da cuenta,
incluso, de que se está torturando, no pueden ser considerados como perver-
siones sexuales. De manera inconsciente, los rasgos del carácter de esta índole,
seguramente, no evolucionaron de forma independiente de la sexualidad, sino
que representan intentos del yo de imponerse a un severo superyó.

Dos índices contradictorios, apropiados para medir tales empeños, la rebelión


y la apropiación, se condensan en el masoquismo moral. El sufrimiento propio
es visto como una demostración del grado de propiciación de la medida en que
se está dispuesto a sufrir para obtener el perdón paterno. Al mismo tiempo,
la conducta masoquista es una expresión de rebelión, un modo de demostrar,
de manera hostil, los hechos terribles que es capaz de cometer por el padre.

78
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

Evidentemente, un acto efectivo de autodestrucción, siendo grave, no puede


ser explicado por un “mal menor”. Sin embargo, puede tener el significado de
promover anticipadamente, en forma activa, lo que de otro modo, podría ocurrir
en forma pasiva. No se halla, en realidad, ya que representa una consecuencia
no deseada de algo deseado. Freud (1992 [1920]) en Más allá del principio
del placer, subjetivamente, un designo de la autodestrucción pudo haber sido
la autodestrucción del objeto, el cual una vez introyectado, está representa-
do por el yo, esta destrucción del objeto puede condensarse, incluso en una
apropiación del objeto.

Toda forma de autodestrucción representa una tentativa de librarse de la pre-


sión del superyó. Esto resulta especialmente claro en los casos en los que la
autodestrucción se halla unida a una especie de orgullo acético, lo cual pone de
manifiesto, por lo regular, la idea de autosacrificio tendiente a recuperar una
anticipación en la omnipotencia, y el orgullo representa, en este caso, el triunfo
de haber logrado participación. “Me sacrifico por la gran causa y de este modo
la grandeza de la causa recae sobre mí”. Freud insiste, con especial empeño, en
el concepto de que las inclinaciones perversas se presentan bajo la forma de
pares antitéticos, tanto de fin activo como pasivo. El estudio del sadismo nos
muestra por qué ambos impulsos aparecen, necesariamente y en forma regular,
en una misma persona. Las variantes de agresión y destructividad en las que
se canaliza la violencia son infinitas, sin embargo, es necesario recordar que no
siempre la agresión está al servicio del thanatos; cierta dosis de ella es necesaria
para satisfacer la pulsión sexual y el dominio del objeto.

Sin embargo, al relacionarlo con el masoquismo, que es una aspiración pulsio-


nal enigmática y que es un gran peligro, enigma que se trata de una conexión
de libido y pulsión de muerte y que a veces la libido no protege lo suficiente
como para evitar la muerte. Dos de los tres masoquismos dan cuenta de que
los más inofensivos son los más ruidosos: el erógeno y el femenino, los cuales
difícilmente conducen a la muerte.

Lacan tampoco concede a la mujer capacidad para la perversión, que sitúa, en


general, del lado masculino. Con respecto al llamado masoquismo femenino,
Lacan dice que, en realidad, es un fantasma masculino (ideas directivas para un
Congreso sobre la sexualidad femenina), y hace una crítica a lo que él califica
prejuicio.

Marqués (2007), en su artículo Goce, violencia y semblantes de mujer, comenta


acerca de unas palabras que solía decir Picasso sobre las mujeres, el cual decía:

79
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

las mujeres son máquinas para sufrir, que gozan sometiéndose, quejándose
de cómo las tratan, pero incapaces de renunciar a ese goce pulsional, hipote-
tizando por el momento, según la cual una mujer goza cuando la violentan es
un fantasma masculino, por lo tanto, imaginario, que consiste en suponer que
la mujer disfruta cuando la maltratan, que se queja, pero que en realidad está
buscando que la acosen.

Es frecuente en la clínica encontrar a la “mujer objeto” sometida a la mascarada


del fantasma masculino, como manera de encontrar su propia subjetividad.
Es cierto que una de las condiciones del deseo en el hombre es que el objeto
incluya la castración imaginaria y la mascarada femenina es una concesión
inconsciente a esos requerimientos. Se puede diferenciar brevemente la mas-
carada femenina del escenario perverso.

El masoquista no deja nada al azar, por el contrario, impone que las condicio-
nes de goce se estipulen bajo contrato. La mascarada femenina está más bien
determinada por el Otro y no es contractual. El perverso busca crear la angustia
en el otro, mientras que las mujeres, más bien, buscan la señal de amor.

Podemos retomar aquí el debate que surgió en las Jornadas de la aefcl, en


las cuales Cáceres (2003) recordaba que las mujeres cuando sufren por el de­
samor, piden poner palabras a lo que les pasa. André (2002), al que ella citaba,
decía que lo que le atañe a la mujer en este punto es porque es no-toda y por
esa condición le faltan palabras. Lo que dice Soler (2005) no es que les falten
palabras, pero sí que el goce Otro le da un menos de identidad.

Un intento de solución posible es, nuevamente, el amor, el cual, además de


proporcionar un plus fálico, nombra la otredad de la mujer con el nombre que
le da el amante. El amor, aunque la deja sola con su otredad, repitiendo la
desunión que hay entre los sexos, la nombra. Es de ello que deducimos que
la pérdida del amor excede la dimensión fálica freudiana, ya que si se pierde el
amor, se pierde también ella misma como Otra. El amor es tratar de dar un
partenaire humano a ese real.

Se sabe que la mujer, aunque no está toda entera en el goce fálico, no por ello
está ausente. Sabemos que el goce fálico no se reduce al marco de la relación
sexual, sino que incluye también el conjunto de la relación a la realidad. Este
goce fálico es el goce capitalizable, el goce de tener.

80
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

Las mujeres no han estado privadas, pero durante mucho tiempo, su obtención
se limitaba al marco del hogar y los hijos. La compensación a su falta era a través
de un marido, portador del órgano y de unos hijos sustitutos. Sin embargo,
hoy en día, a la mujer se le ha abierto el campo de lo que llamaremos objetos
fálicos: los bienes, el saber, el poder están a su alcance.

Soler (2005, p. 86) dice que el análisis puede cambiar la demanda de amor
porque la desespera:

Es el único tratamiento que merece y el único posible, ya que el amor no


puede resolver la contradicción entre los goces: el fálico que la identifica,
y el suplementario que engendra la alteridad, el menos de identidad. El
análisis puede llevar a cesar de sufrir por el hecho de que la exigencia de
amor no asegura la fusión de los sexos, y puede llevar a la aceptación
de la no relación sexual.

Esto es así en la dirección de la cura, pero en lo social no está tan mal la demanda
de amor de las mujeres. Tiene una función el amor, una función socializante
que contradice las tesis freudianas de la asocialidad femenina. Cuando Freud
lo decía, era la época del uno colectivizante del padre, que soldaba los grupos.
Entonces, el amor era una objeción, ya que busca lo particular y lo íntimo.

Hay que admitir el no-todo, la diferencia, lo no idéntico. Es la salida lacaniana


al impasse freudiano sobre la sexualidad femenina, que si únicamente espera
un sustituto fálico, al ver que el psicoanálisis no se lo proporcionará, se depri-
mirá. No se puede dejar a la mujer únicamente en el sentido fálico: “Lo que
escandaliza del discurso analítico, es que un campo, esté tan ignorado. Este
campo es el de todos los seres que asumen el estatuto de mujer” (p. 87).

El medio privilegiado en la mujer para expresar la hostilidad es la vía somática,


la enfermedad, el cuerpo es el medio de expresión de la palabra que no tiene,
de la conciencia que no percibe y de la demanda que no puede sostener; esta
represión de la hostilidad en las niñas (¿cómo podemos pensar una buena
madre agresiva?) favorece, aboca a la mujer a una dependencia emocional del
Otro, de su compañero, añadida con frecuencia a la dependencia económica.

No poder reconocer su propia agresividad lleva a una gran necesidad de centrar


sus esfuerzos en ser querida, en ser amada, en ser reconocida, favoreciendo —sin
ser consciente de ello— la inhibición de los aspectos no deseables, lo que no se
espera de ella. Todo este proceso se reactiva y se agudiza en la mujer cuando

81
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

es madre, todas estas necesidades de amor, reconocimiento y dependencia se


multiplican con la maternidad, de modo que podríamos pensar que el objetivo
de esta mujer es “la obligación de responder a las demandas del otro, con la
consiguiente trampa de omnipotencia” (López, 2003, p. 29).

No hay una relación de alteridad, sino una propuesta de perfección ante la


pareja, de poseer todo lo que él necesita, de imposibilidad de frustrarle, a ma-
yor necesidad de amor, de reconocimiento y mayor represión de la hostilidad
y de la sexualidad encontramos mayores condiciones de someterse al otro. El
sometimiento es la primera puerta de entrada para llegar al maltrato físico.

El conocido masoquismo femenino es un masoquismo defensivo, adaptativo,


que se genera en lo intersubjetivo, en unas relaciones de poder muy claras ba-
sadas en una cultura patriarcal, en la cual el varón es sujeto y la mujer objeto,
y un poco de sujeto en lo doméstico. Podemos hablar de un masoquismo que
es consecuencia de los valores de género y que produce efectos estructurantes
en el psiquismo.

La mujer que se mantiene unida al maltratador presenta en el proceso previo


al maltrato un insidioso y progresivo aislamiento de la familia extensa y de
cualquier lazo social; esto es una maniobra fundamental que lleva a cabo el
maltratador para aumentar la inseguridad y la dependencia de su pareja, es
decir, para convertirla un poco más en objeto y desproveerla de su subjetividad
de lo que es suyo.

Psíquicamente, se pone como un sostén, una prótesis imprescindible, un todo


y casi siempre estamos ante una mujer que ya es madre, por lo tanto, los valo-
res del género femenino invitan más a ese lugar, esa posición da más sentido
a esa supuesta y confusa feminidad. El sufrimiento del golpe es mucho más
soportable que el vacío inmenso y profundo ante la pregunta: “¿Quién soy
yo?”; “¿Quién soy yo sin él?” (López, 2005, p. 48). Es una mujer que vive su
propio narcisismo, su propia autoestima a través de él, por más que ella sea
eficaz, inteligente, desenvuelta y a veces hasta con medios económicos. Pero
está privada de lo público, con independencia de que trabaje o no fuera de su
ámbito doméstico.

López (2005) también postula cómo la cultura y la familia inciden en la for-


mación de un preconcepto de lo que es considerado femenino y lo que es con-
siderado masculino, donde los rasgos agresivos en el hogar están asociados a
este último y, en el caso de la mujer, el afecto y la abnegación, vinculando los

82
Édgar Alfonso Acuña Bermúdez

ideales y las normas que se transmiten se aprenden o se incorporan a través


de procesos de identificación. Postula que la agresividad es entendida como un
síntoma y es problemática para un orden social que depende de la crianza y,
por lo tanto, para su propia identidad de género, lo cual no es algo consciente,
no es un acto voluntario sobre lo que se pueda decidir, y una vez producida
forma parte de nosotros mismos.

Conclusiones
El maltratador no puede reconocer a su pareja como un sujeto, no puede
reconocerse a sí mismo como dependiente de ella, que la necesita, si pudiera
reconocerse dependiente de su pareja se sentiría tremendamente amenazado
en su propia representación de la virilidad, de su identidad masculina.

En el vínculo psicopatológico de ella se muestra presente para calmarlo, para


satisfacerlo, para adivinar lo que él necesita, lo que le pasa, lo que quiere y,
curiosamente, eso es lo que hacen las madres con los bebés, adivinar sus
necesidades y sus deseos, y los aciertan logrando satisfacerlos, sin que ellos
hablen. Ella existe para comprenderlo más allá de la realidad, en una estrecha
y permanente intimidad, casi sin poder dirigir su mirada ni su deseo a otro
sitio más allá del bebé o del maltratador.

El enamoramiento siempre nos hace ver al otro del que nos enamoramos
(mediante una serie de mecanismos de proyecciones que Freud describió per-
fectamente), con todas las virtudes y valores que necesitamos (Acuña, 2017).
El otro se convierte en todo para nosotros, en alguien casi perfecto porque
realmente viene a ocupar el lugar idealizado de los padres infantiles. Aunque
López Sabater asevera que también que en el enamoramiento siempre encon-
tramos un proceso de desidealización, en la medida en que el otro no es tanto
como se suponía, como se le veía al principio, sino que progresivamente se le ve
más como es, y esto es algo que el maltratador no soporta; la decepción le resulta
intolerable, porque eso lo confronta a dos situaciones insoportables para él: él
la necesita y la necesita de tal modo que no puede prescindir, no puede obviar
que ella no sea perfecta, que se equivoque. Y veíamos como el reconocimiento
de la propia dependencia era algo bastante insoportable para él. En esta rela-
ción, para el maltratador no hay dos sujetos con diferentes subjetividades, con
diferentes deseos. El maltratador necesita un sujeto, uno, que es él, y ella que
forma parte de él. El maltrato es un vínculo psicopatológico.

Relacionando aquí que el lugar del hijo puede ocuparlo un compañero inmaduro
y violento. No hay que olvidar que muchas mujeres maltratadas tienen como

83
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

pareja un hombre infantilizado y cruel al mismo tiempo; de lo que se trata,


pues, es de modificar el imaginario. No sirve quedarse en el registro simbólico
y afirmar que el hombre no es el falo, pero este juego encadena para siempre
a la mujer.

La mujer que soporta una relación de maltrato posee las características men-
cionadas anteriormente, la cual coinciden plenamente con un ideal maternal
que ha definido lo que es ser una buena madre: es decir, renunciar a parte de la
existencia para el cuidado de los otros. Por ende, la mujer que se mantiene ligada
al maltratador lo tiene interiorizado como un mandato, no es algo voluntario,
que decida, no es un ideal para ser mejor persona, sino que es una norma sobre
lo que es ser mujer, un eje fundamental por el que ha de transcurrir su vida.

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85
Capítulo 4. Comprensión de la dinámica psíquica en mujeres víctimas de violencia en la pareja

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86
Segunda
Parte

Psicología cognitivo-conductual
y psicología humanista-existencial

La psicología cognitivo-conductual ha privilegiado la atención clínica en an-


siedad y depresión; con ello se evidencia la importancia de abordajes clínicos
específicos que favorezcan el restablecimiento de la salud de forma reducida y
concreta. Mientras, la psicología humanista-existencial, con frecuencia anunciada
como la tercera fuerza, evidencia el conocimiento humano y su sufrimiento de
forma compleja y profunda con la existencia, poniendo de plano, la necesidad
de comprender al ser de modo ontológico.

87
Capítulo 5

Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia:


una visión transdiagnóstica para el enfoque
diagnóstico categorial
Raissa Díaz Cáceres*

Resumen
Los miedos en la niñez y la adolescencia surgen como emociones básicas
necesarias ante estímulos externos amenazantes, esto se interpreta como la
adquisición de un sistema de alerta implicado en la supervivencia. La ansiedad
se entiende como una reacción con características de activación de sistemas
de respuesta cognitivo-fisiológico-conductual, anticipadas a estímulos no
necesariamente reales. El enfoque categorial de los trastornos mentales se
traduce como la suma de criterios diagnósticos que, en ocasiones, presentan
límites difusos entre un diagnóstico y otro, lo que conlleva a la comorbilidad,
específicamente en los trastornos de ansiedad y depresión. Actualmente, y en
aras de realizar intervenciones clínicas para población infanto-juvenil eficaces
y basadas en evidencia, se describe la importancia de un enfoque transdiagnós-
tico integrado al enfoque categorial para la prevención y el abordaje de tras-
tornos de ansiedad. En la primera parte se mencionarán conceptos de miedos
y ansiedad basados en diversos autores, demarcando diferencias entre ambas


*
Docente e Investigadora, Universidad de San Buenaventura, Cartagena, Facultad de Educación,
Ciencias Humanas y Sociales, Programa de Psicología, Grupo de Investigación en Psicología
(gipsi). Calle Real de Ternera No. 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico:
raissa.diaz@usbctg.edu.co

89
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

variables relevantes para la intervención clínica; posteriormente, se describen


brevemente los criterios diagnósticos con base en un enfoque categorial de los
trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia con mayor prevalencia
en Colombia para el 2018; finalmente, se propone la integración del enfoque
transdiagnóstico para la prevención y el manejo dimensional de la vulnerabi-
lidad a la sensibilidad de ansiedad y trastornos de ansiedad.

Palabras clave: adolescencia, infancia, psicopatología, transdiagnóstico,


trastorno de ansiedad.

Abstract
Fears in childhood and adolescence emerge as basic emotions necessary in the
face of threatening external stimuli, this is interpreted as the acquisition of
an alert system involved in survival. Anxiety is understood as a reaction with
activation characteristics of anticipated cognitive-physiological-behavioral
response systems to not necessarily real stimuli. The categorical approach to
mental disorders is translated as the sum of diagnostic criteria that some-
times present diffuse limits between one diagnosis and another, leading to
comorbidity, specifically in anxiety and depression disorders. Currently, and
in order to carry out effective and evidence-based clinical interventions for
children and young people, the importance of a transdiagnostic includes on
a categorical approach for the prevention and treatment of anxiety disorders
is described. In the first part, concepts of fears and anxiety based on different
authors are mentioned demarcating differences between both relevant variables
for clinical intervention, then, diagnostic criteria from a categorical approach
of anxiety disorders in childhood and adolescence with higher prevalence in
Colombia for the year 2018 are briefly described, finally, the integration of
the transdiagnostic approach for prevention and dimensional management of
vulnerability to anxiety sensitivity and anxiety disorders is proposed.

Keywords: transdiagnostic, anxiety, disorders, childhood, adolescent,


psychopathology.

Introducción
La Asociación Americana de Psicología (apa, s. f.) estableció unos pasos como
metodología para el diseño de protocolos de evaluación e intervención clínica
(citado en Quant-Quintero, 2014, p. 124). El psicólogo clínico debe contar
con la capacidad para organizar de manera sistemática las posibles hipótesis
para cada intervención psicológica, identificando causas y mantenedores

90
Raissa Díaz Cáceres

involucrados en el problema del consultante, para el establecimiento adecuado


de metas clínicas (Quant, 2013, p. 167). Además, por su epistemología, deberá
realizar intervenciones sustentadas en un método científico, haciendo énfasis
en las características de la ciencia fáctica, constituida por su predictibilidad,
medición, verificabilidad y la observación de fenómenos, la cual debe soportar
datos empíricos (Bunge, 2013).

Iniciar un proceso terapéutico implica poder ir más allá de un diagnóstico catego-


rial, puesto que es menester conocer las experiencias propias de cada consultante,
para el establecimiento de un tratamiento que cumpla con la adherencia esperada
(Orosa et al., 2017, p. 85). La comprensión de la psicopatología requiere el es-
tudio de formulaciones clínicas y análisis funcionales sistematizados, los cuales
organizan e integran variables y relaciones de tipo causal mediante hipótesis de
adquisición y mantenimiento, para el cumplimiento de metas terapéuticas
(Castro, 2013).

Este estudio enfatiza en la conceptualización y la tipología de la ansiedad, bus-


cando diferenciar la ansiedad fisiológica o adaptativa y patológica, para fines
preventivos, en la cual la última denota un malestar significativo interpretado
mediante respuestas desproporcionadas y anticipatorias, mientras que la an-
siedad fisiológica tiene componentes adaptativos, y funcionada como reacción
natural ante amenazas del contexto (Orozco y Baldares, 2012).

Orgilés et al. (2012), en su estudio sobre los síntomas de trastornos de an-


siedad en niños y adolescentes, pudieron determinar cómo la ansiedad por
separación en niños y la ansiedad generalizada en adolescentes tienen mayor
prevalencia en la muestra determinada por 2522 niños y adolescentes en edades
comprendidas entre 8 a 17 años. La investigación concluye con la necesidad
de identificar síntomas ansiosos en población de niños, a partir de los 8 años,
como estrategia para prevenir la incidencia de futuros trastornos de ansiedad.

Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia


Medina et al. (2010) definen el miedo como una emoción básica, presente
durante todo el ciclo de vida del ser humano, expresada mediante comporta-
mientos instintivos ante amenazas del entorno, siendo esta emoción universal
para el resultado de la supervivencia para la evolución de todas las especies.
Para Méndez (1999 citado en Rojas y Barreat, 2009), las emociones como el
miedo pueden ser entendidas a través del análisis topográfico de respuestas
cognitivas, fisiológicas/orgánicas y conductuales. Las respuestas cognitivas se
interpretan mediante pensamientos y esquemas relacionados con estímulos

91
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

aversivos; el segundo proceso responde a manifestaciones o modificaciones


fisiológicas percibidas regularmente como desagradables; finalmente, el nivel
conductual hace referencia a la operacionalización de acciones condicionadas
que se interpretan como evitación o escape del estímulo que se percibe como
amenazante.

Por lo anterior, el miedo se entiende como un conjunto de respuestas emocio-


nales adaptativas que permiten desarrollar habilidades para responder ante
estímulos percibidos como amenaza, teniendo un carácter de supervivencia
(Rojas y Barreat, 2009). De acuerdo Pelechano (1981, citado en Méndez et
al., 2003), los eventos que generan temores tendrán características propias
relacionadas con componentes psicológicos, biológicos y sociales incluidos en
cada etapa del desarrollo evolutivo de la infancia y la adolescencia; lo anterior,
con el fin de adquirir habilidades que permitan responder adaptativamente a
las demandas del entorno. Por su parte, para Valiente et al. (2011), los miedos
son respuestas ante estímulos específicos, dichos estímulos pueden ser reales
o imaginarios.

Ahora bien, según Marks (1969), los miedos infantiles y en adolescentes se


encuentran categorizados a partir de características ontogenéticas, presentando
mayor prevalencia en niñas que en niños, relacionando componentes biológi-
cos-evolutivos (Valiente et al., 2011). La tipología de los miedos comunes se
modificará durante el transcurso del ciclo vital, por esto, Ferrari (1986, citado
en Méndez et al., 2003) refiere que en el transcurso de las etapas evolutivas del
desarrollo humano, los miedos se transforman, algunos disminuyen y resurgen
otros de etapas anteriores, resaltando el aumento significativo de esta emoción
en las edades comprendidas entre 9 y 10 años.

Según Méndez et al. (2003), a partir de los 11 a los 15 años se presentan incre-
mentos de miedos surgidos en etapas anteriores, sin embargo, a medida que
aumenta la edad cronológica, disminuirán, exceptuando el miedo a la muer-
te, el cual se mantiene durante toda la vida. Asimismo, y a modo de ejemplo
Agua (1995) estudió la importancia de la edad en la evolución de los miedos
infantiles, a partir de una muestra de 241 niños escolarizados en una misma
institución educativa, segmentando los grupos con características relacionadas
con edades; un grupo de 116 niños con 7 y 8 años; 65 niños con edades entre
10 y 11 años; 60 niños con edades entre 13 y 14 años, teniendo como criterio
de exclusión discapacidad intelectual. La variable de los miedos fue medida a
través del inventario de miedos infantiles de Pelechano (1981); la aplicación de
este instrumento se dio en tres momentos, debido a su metodología de ­estudio

92
Raissa Díaz Cáceres

evolutivo transversal longitudinal. Los resultados evidencian cómo cada grupo


responde frente a los miedos evaluados, observando una disminución signi-
ficativa en la medida en que incrementaba la edad cronológica de los niños.

Para realizar un abordaje integral de los trastornos de ansiedad en la infancia


y la adolescencia, surge como prioridad diferenciar los miedos de la ansiedad
adaptativa; por esto, Clark y Beck (2012) precisan la ansiedad como “una emoción
orientada hacia el futuro, caracterizada por las percepciones de incontrolabilidad
e impredictibilidad con respecto a sucesos potencialmente aversivos y con un
cambio rápido en la atención hacia el foco de acontecimientos potencialmente
peligrosos” (Barlow, 2002, p. 104).

Por lo anterior, como señaló Clark y Beck (2012), se comprende la ansiedad


como una respuesta emocional de mayor intensidad (Beck et al., 1985), suscitada
a través de la experimentación inicial de miedo. Bascuñana (1992) explica los
componentes y los procesos de la conducta de ansiedad: a) un estímulo aversivo
genera una respuesta cognitiva, pensamiento automático; b) el mantenimiento
del pensamiento negativo se convierte en estímulo para el comienzo de la res-
puesta fisiológica; c) si la respuesta fisiológica no es identificada o manejada,
esta será, de igual manera, un estímulo desencadenante para la respuesta
conductual; d) la respuesta conductual junto con la fisiológica y la cognitiva
reforzarán, a su vez, el pensamiento negativo, originando comportamientos
mal adaptativos reiterativos (p. 523).

Mientras que Martínez (1993) construye el concepto de ansiedad como una


respuesta adaptativa, presente en la evolución del ser humano, inherente al
ser mediante la atribución de preguntas reflexivas sobre el sentido de la vida,
la muerte, enfermedades y otras amenazas relacionadas con factores socioeco-
nómicos, diferenciando la ansiedad del estrés, siendo este último consecuencia
de una sociedad tecnológica que responde a contextos inseguros y amenazantes
(pp. 9-11). Asimismo, Tayeh et al. (2016, p. 7) categorizan la ansiedad como la
activación fisiológica consecuente de la vigilancia y anticipación de amenaza.
También, Caballo y Simón (2002) afirman que la ansiedad es consecuente de
estímulos internos del sujeto, en los cuales no es necesaria la presencia de si-
tuaciones amenazantes reales para generar una respuesta (citado en Gonzalez,
2006, p. 87).

En ese mismo sentido, Marks (1986, citado en Ildefonso, 2017, p. 240) afirma
que la ansiedad activa sistemas de respuestas sin la necesidad de un evento
o situación amenazante real, atribuyendo características anticipatorias que

93
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

activan respuestas cognitivas, biológicas y conductuales. La ansiedad infantil


se interpreta a partir de la emoción miedo, específicamente, por separación
de familiares o a la figura de apego; si los niveles de intensidad de esta son
elevados, significará entonces una respuesta discordante al desarrollo evolutivo
del niño (Orgilés Amorós, 2003, p. 1).

Para Rachman (1998, citado en Valiente, Sandin y Chorot ,2011) existe una
diferencia en la topografía del miedo y la ansiedad, en la cual, el primer con-
cepto disminuye gradualmente mediante respuestas de escape o evitación, su
intensidad, frecuencia y duración ante situaciones amenazantes. Vindel y Tobal
(1999), en su estudio Ansiedad desde un enfoque interactivo y multidimensional,
explica cómo esta puede ser también concebida como rasgo de personalidad,
debido a factores individuales relacionados con patrones de reactividad, de-
terminados por los sistemas de respuestas, cognitivo-fisiológico-conductual,
los cuales, a su vez, pueden emitir, desde un mismo sujeto, diversos perfiles
de reactividad derivado de cada situación ansiógena.

La jerarquía propuesta por Tobal y Vindel (2002) para las respuestas conduc-
tuales consecuentes de respuestas cognitivas y fisiológicas que le anteceden,
se clasifican en: a) directas, definidas por dificultades para precisar movimien-
tos gruesos y finos, disminución en tiempo de reacción, inquietud motora;
b) indirectas, explican cómo se evidencian las conductas involuntarias que
corresponden a evitar o escapar del estímulo aversivo (Martínez-Monteagudo
et al., 2012). Rodríguez Saavedra y Cano Vindel (1995) asociaron patrones de
reactividad cognitiva ante reacciones fundamentadas en aprendizaje vicario,
como lo son los temores aprendidos; mientras que la reactividad fisiológica
se evidencia ante reacciones originadas a partir de experiencias directas con
estímulos de peligro (Vindel y Tobal, 1999).

Por otro lado, Vila (1984) e Ildefonso (2017) concluye que la ansiedad pato-
lógica se determinará de acuerdo con el aumento de respuestas relacionadas
con intensidad, frecuencia o duración, ante eventos no amenazantes para el
sujeto, que desencadenan un malestar clínicamente significativo, originando
un trastorno de ansiedad.

En el estudio del estado actual de la investigación sobre teoría multidimensional


de la ansiedad de Lang (Martínez-Monteagudo et al., 2012) retoman la concep-
tualización de Lang (1968) frente a la teoría triple de sistemas de respuesta,
originado por el experimento para el tratamiento de ansiedad fóbica a través
de la desensibilización sistemática, en la que, “se buscaba graduar diversos

94
Raissa Díaz Cáceres

estímulos y situaciones temidas de menor a mayor intensidad de la ansiedad


que le producen” (Rodríguez y Herencia, 2013, p. 62). De igual forma, pun-
tualizan en la ansiedad normal con respecto a la patológica, la cual se refiere
a una preocupación anticipatoria que conlleva a la activación de la triada de
sistemas de respuesta interpretando estímulos percibidos como catástrofes
inminentes (Martínez-Monteagudo et al., 2012, p. 203).

En el presente apartado se busca clarificar conceptos de miedos y ansiedad de


acuerdo con diversas bases teóricas, con motivo de delimitar variables de la
investigación, no se profundizará en conceptualización de fobias. Bados (2005)
explica que las fobias surgen a partir del interaccionismo entre vulnerabilidad
biológica y la vulnerabilidad psicológica generalizada y específica; la primera
corresponde a factores genéticos evolutivos, la variable psicológica generalizada
depende del aprendizaje de respuestas mediadas por factores personales mo-
deladas por las figuras de apego; por último, la variable psicológica específica
responde a experiencias de recurrentes situaciones negativas ante la presencia
de estímulos asociados que tendrán potencial fóbico.

Enfoque categorial de la ansiedad


Hasta este punto se ha revisado cómo la ansiedad, entendida como emoción,
le permitirá al sujeto responder adaptativamente ante situaciones amenazan-
tes del entorno; ahora bien, la ansiedad como síndrome se entenderá como
la activación del sistema de respuesta cognitivo-fisiológico-conductual que le
produce malestar significativo al individuo, asociándose a otras etiologías y a
bases neurobiológicas.

Por consiguiente, la ansiedad como enfermedad, se conceptualiza mediante


la categoría de criterios que conforman un cuadro clínico, para un trastorno
primario, contando con un nivel de severidad, pronóstico y tratamiento (Ticas,
2010). La Asociación Americana de Psiquiatría (2013, p. 5) define los trastor-
nos mentales como “Síndrome caracterizado por una alteración clínicamente
significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento
de un individuo que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, bioló-
gicos o del desarrollo que subyacen en su función mental”. Por otra parte, la
Organización Panamericana de la Salud (2017, p. 7) define los trastornos de
ansiedad como “un grupo de trastornos mentales caracterizados por sentimien-
tos de ansiedad y temor, que incluyen trastornos de ansiedad generalizada,
trastornos de angustia, trastorno de ansiedad fóbica, trastorno de ansiedad
social, trastornos obsesivo compulsivo y trastorno de estrés postraumático”.

95
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

En función a la categoría establecida de regiones de la oms (2015), 264 millo-


nes de personas tuvieron algún trastorno de ansiedad, siendo la prevalencia
por porcentaje de población del 3,6 % con respecto a la población mundial,
en mujeres 4,6 % y hombres con un 2,6 %. De forma semejante, la ops (2017)
enuncia que, en la región de las Américas, los trastornos de ansiedad estiman
57 220 000, con prevalencia en porcentaje del 21 %, frente al número total
de casos mundiales, en el que el 7,7 % de mujeres han sufrido un trastorno de
ansiedad, mientras que un 3,6 % representa a hombres

Para el Ministerio de Salud (2018), los trastornos mentales surgen al final de


la infancia o inicio de la adolescencia. En el ámbito mundial, de diez a quince
niños y adolescentes, por cada cien habitantes, han sufrido de algún trastorno
mental, presentando factores de riesgo relacionados con el entorno y las dificul-
tades socioeconómicas. En Colombia (Ministerio de Salud, 2018), el trastorno
de ansiedad por separación en la niñez es más frecuente, seguido por ansiedad
fóbica y ansiedad social. En la adolescencia y adultez, la prevalencia es mayor
para trastornos de ansiedad generalizada, luego el trastorno de pánico y otros
trastornos de ansiedad especificados y los no especificados.

Resulta necesario para la subdirección de enfermedades no transmisibles el


establecimiento de un consenso de comportamientos desadaptativos no cate-
gorizados como diagnósticos, pero que inclusive, causan malestar emocional
significativo y deterioro en relaciones interpersonales, suponiendo el imperativo
de atención, en un componente clínico y social (Ministerio de Salud, 2018).

Para la guía de consulta de los criterios diagnósticos (American Psychiatric


Association, 2013), los trastornos de ansiedad se encuentran organizados
mediante las siguientes doce categorías diagnósticas:

• Trastorno de ansiedad por separación.


• Mutismo selectivo.
• Fobia específica.
• Trastorno de ansiedad social, fobia social.
• Trastorno de pánico.
• Especificador del ataque de pánico.
• Agorafobia.
• Trastorno de ansiedad generalizada.
• Trastorno de ansiedad inducido por sustancias (medicamentos).
• Trastorno de ansiedad debido a otra afección médica.
• Otro trastorno de ansiedad especificado.
• Otro trastorno de ansiedad no especificado.

96
Raissa Díaz Cáceres

Con la finalidad de comprender la taxonomía del modelo categorial para los


trastornos mentales, basados en los manuales diagnósticos elaborados por la
Asociación Estadounidense de Psiquiatría (dms-5), se describirán de forma
resumida los criterios diagnósticos de los trastornos de ansiedad con pre-
valencia en la infancia y adolescencia, para Colombia (Ministerio de Salud,
2018). Por cuestiones de practicidad, no se reiterarán los siguientes criterios,
los cuales se encuentran incluidos en los doce trastornos de ansiedad y en los
trastornos mentales: a) alteración genera malestar clínicamente significativo
y deterioro en relaciones sociales, académicas, laborales y otras áreas impor-
tantes del individuo; b) no se explica mejor por otro trastorno mental, c) la
alteración no se atribuye a efectos fisiológicos de sustancias o enfermedad
médica (Tortella-Feliu, 2014).

Las siguientes tablas resumen los criterios diagnósticos requeridos en la actuali-


dad para el establecimiento de un cuadro clínico y diagnóstico principal, siendo
un instrumento categorial para las evaluaciones clínicas y la determinación de
planes de intervención en psicopatología.

En las tablas 1 y 2 se mencionan los criterios necesarios para el diagnóstico


categorial del trastorno de ansiedad por separación caracterizado por la ansiedad
desproporcionada relativa a la realidad o creencia de separación o pérdida de
las figuras de apego; mientras que, para el mutismo selectivo, la incapacidad
para hablar en momentos específicos sociales primará como mantenedor del
cuadro clínico (Tortella-Feliu, 2014).

Tabla 1. Ansiedad por separación (F93.0) codificado para cie-10 en dsm-5

Resumen categorías diagnósticas


Ansiedad inapropiada por separación de figuras de apego, en la que deben estar
presentes mínimo tres de las siguientes categorías:
Malestar significativo ante situación real o no de separación del hogar o figuras de
apego.
Preocupación excesiva por la posibilidad que eventos como perderse, tener accidente,
enfermar sean causales de separación de una figura de apego.
Rechazo a salir a lugares por temor a la separación.
Miedo excesivo a estar solo sin la figura de mayor apego, en espacios como casa u
otros lugares.
Rechazo persistente a dormir por fuera de casa o sin la figura de apego, pesadillas
recurrentes sobre temas relacionados con separación.

97
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

Presencia de respuestas fisiológicas como cefaleas, dolores estomacales, náuseas,


vómitos ante situaciones o pensamientos relacionados con la separación de figura
de apego.
La ansiedad y sus respuestas evitativas se presentan durante al menos 4 semanas
en niños y adolescentes y 6 meses para adultos.
Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos
(American Psychiatric Association, 2013).

Tabla 2. Mutismo selectivo (F94.0) codificado para cie-10 en dsm-5

Resumen categorías diagnósticas


Fracaso consistente al hablar en entornos sociales donde hay expectativa por hablar.
Alteración genera malestar en adquisición de logros educativos, laborales o de
comunicación social.
Debe presentarse, como mínimo, en un mes, sin incluir primer mes del colegio.
Fracaso de hablar no se atribuye a falta de conocimiento o a la comodidad con el
lenguaje hablado necesario en situaciones sociales.
Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos
(American Psychiatric Association, 2013).

En cuanto al cuadro clínico correspondiente a fobias específicas, se identifi-


ca la presencia de un miedo persistente por diversos objetos fóbicos, lo que
produce un malestar clínicamente significativo y deterioro en varias esferas
personales, laborales y educativas. Por otro lado, el trastorno de ansiedad social
se interpreta como el temor intenso ante la exposición de situaciones sociales
que requieran el establecimiento de relaciones interpersonales con pares o con
otras personas dentro de un contexto social.

Tabla 3. Fobia específica

Resumen categorías diagnósticas

Ansiedad inapropiada por un objeto o situación específica.


En niños, la ansiedad puede manifestarse a través de llanto fácil, irritabilidad y
respuestas evitativas, como paralizarse ante objeto fóbico.

98
Raissa Díaz Cáceres

Presencia de miedo o ansiedad ante situación fóbica, acompañado de evitación y


resistencia activa.
Ansiedad no acorde con situación amenazante y con contexto sociocultural.
Necesario codificar fobias a partir del estímulo específico: animal (F40.218); entorno
natural (F40.228); sangre-inyección-herida (F40.230, F40.231, F40.232, F40.233);
situacional (F40.248) para espacios específicos; Otra (F40.298) entendida como
situaciones como sonidos ruidosos, personajes disfrazados.
Deben codificarse todos los estímulos específicos fóbicos.
Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos
(American Psychiatric Association, 2013).

Tabla 4. Trastorno de ansiedad social (F40.10) codificado para cie-10 en dsm-5

Resumen categorías diagnósticas

Ansiedad intensa en una o varias situaciones sociales, por ejemplo, interacciones


sociales como mantener o iniciar una conversación, ser observado mientras realiza
una actividad.
En niños, la ansiedad puede iniciar también mediante interacción con sus pares.
Temor ante valoraciones negativas por parte de otros, que lleven a la humillación
o al rechazo.
Situaciones sociales desencadenan ansiedad inapropiada, en niños, la ansiedad se
expresa con llanto fácil, irritabilidad, o fracaso a hablar en contexto social.
La ansiedad es persistente con duración de aproximadamente seis o más meses.
Se debe especificar si la ansiedad social es solo actuación, limitada a hablar o actuar
en público.

Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos


(American Psychiatric Association, 2013).

En las tablas 5 y 6 se relacionan las categorías para el ataque de pánico, cono-


cido por la aparición de un malestar intenso, el cual se manifiesta mediante
sistemas de respuestas cognitivo-motor-fisiológica, con aparición súbita y
de corta duración, y del trastorno de pánico, atribuido a la concurrencia de
varios ataques de pánicos consecutivos, los cuales resultan ser inesperados y
recurrentes.

99
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

Tabla 5. Especificador de pánico

Resumen categorías diagnósticas


El ataque de pánico no es un trastorno mental, es un especificador, que puede es-
tar presente en cualquier trastorno de ansiedad y otros trastornos mentales o en
afecciones médicas.
Es la aparición súbita de malestar intenso que puede expresarse en minutos.
Manifestación de, por lo menos, cuatro o más de los siguientes síntomas: aceleración
frecuencia cardiaca, sudoración, temblor, sensación de asfixia o dificultad para res-
pirar, sensación de ahogo, dolor torácico, náuseas o malestar abdominal, sensación
de mareo o desmayo, escalofríos o sensación de calor, parestesias, desrealización o
despersonalización, miedo a volverse loco, miedo a morir.
Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos
(American Psychiatric Association, 2013).

Tabla 6. Trastorno de pánico (F41.0) codificado para cie-10 en dsm-5

Resumen categorías diagnósticas


Presencia de ataques de pánico recurrentes, desde un estado de calma o estado
ansioso, en el que existe la presencia de mínimo cuatro de los siguientes síntomas:
Aceleración de frecuencia cardiaca.
Sudoración.
Temblor o sacudidas.
Sensación de asfixia, dificultad para respirar.
Sensación de ahogo.
Dolor torácico.
Nauseas, malestar abdominal.
Sensación de mareo.
Escalofríos.
Parestesias.
Desrrealización y despersonalización.
Pensamiento volverse loco.
Miedo a morir.

100
Raissa Díaz Cáceres

En los ataques se han presentado mínimo durante un mes uno de los dos de los
siguientes hechos:
Preocupación continúa sobre otros ataques de pánico o sus consecuencias, como
volverse loco o perder el control.
Conductas desadaptativas ante situaciones relacionadas a los ataques de pánico.
Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos
(American Psychiatric Association, 2013).

Como se revisará en el apartado del enfoque transdiagnóstico, siendo una


propuesta para intervenciones psicológicas fundamentada en evidencia em-
pírica, la categorización de los trastornos psiquiátricos se considera una base
conceptual útil, pero no siempre necesaria para la intervención clínica, por esto
se propone la revisión de un modelo integrador soportada en la identificación
de procesos causales y factores de mantenimiento de variables cognitivas y
conductuales implicadas en los trastornos mentales (Mirapeix, 2017).

Tabla 7. Trastorno de ansiedad generalizada (F41.1) codificado para cie-10 en dsm-5

Resumen categorías diagnósticas

Ansiedad con anticipación aprensiva, consecutiva por días durante mínimo seis
meses, relacionada con sucesos o actividades.
La preocupación no puede ser controlada.
Ansiedad asociada a tres o más de los seis síntomas, en los cuales, al menos, un
síntoma debe estar presente más días de los ausentes. En niños se requiere solo
un síntoma:
a) Inquietud o sensación de nervios de punta; b) fatiga; c) dificultad para concentrarse
d) irritabilidad; e) tensión muscular; f) dificultad para conciliar, mantener el sueño.

Nota: adaptado de Guía de consulta de los criterios diagnósticos


(American Psychiatric Association, 2013).

Castro (2014) destaca cómo los diagnósticos para trastornos psiquiátricos se


organizan con base en unos criterios y categorías establecidas a partir de estos
manuales. El dsm, en su quinta actualización, intenta hacer hincapié en estados
dimensionales para el establecimiento de diagnósticos (Brown et al., 2009). Si
bien el dsm-5 (apa, 2013) modificó la denominación de enfermedad mental por
trastorno mental, el modelo categorial de enfermedad presenta inconvenientes
para la intervención psicológica, encontrando límites difusos entre categorías

101
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

originando el problema de la elevada comorbilidad entre trastornos mentales;


de igual forma, intentan incluir en un contenido reduccionista las dimensio-
nes psicológicas, biológicas y sociales necesarias para una formulación clínica
basada en evidencia (Echeburúa et al., 2014).

En esta investigación se pretende evidenciar mediante un método de análisis


la necesidad de un modelo integrador, que permita abarcar la multicausalidad
de la psicopatología.

Abordaje transdiagnóstico
El enfoque transdiagnóstico para Pando et al. (2018) surge a raíz de una serie
de antecedentes que permitieron la consolidación de conceptualizaciones
teóricas soportadas en evidencias empíricas. Dichos antecedentes pueden
ser operacionalizados mediante a) la inconformidad relacionada con la falta
de validez de taxonomías expuestas en manuales estadísticos diagnósticos,
b) alta comorbilidad de psicopatologías, en las que se desdibujan los límites
entre cuadros clínicos de distintos trastornos, lo que disminuye la eficacia
durante tratamientos de intervención psicológica; c) las crecientes y nuevas
categorías diagnósticas, sin soporte sólido en evidencia empírica, que buscan
convertir situaciones desadaptativas como nosológicas psiquiátricas.

El enfoque transdiagnóstico no es nuevo. En el condicionamiento operante


(Mowrer, 1939; Skinner, 1957) se manejaron procesos transdiagnósticos con
principios de reforzamiento y extinción para trastornos mentales; Taylor y
Clark (2009) exponen el modelo cognitivo conductual por medio de concep-
tos transdiagnóstico, como el pensamiento irracional de Ellis (1962); estos
conceptos podían ser valorados por procesos que relacionaban catastrofismo,
exigencia y baja tolerancia a la frustración como variables para el abordaje de
trastornos emocionales. Por su parte, Beck (1967) resume un transdiagnóstico
mediante la conceptualización de esquemas cognitivos y creencias irracionales
que podían expresarse por procesos como sesgos cognitivos para la explicación
de trastornos depresivos y de ansiedad. Finalmente, como otro antecedente
teórico significativo para el enfoque transdiagnóstico, Barlow (1988) estableció
el concepto de sensibilidad a la ansiedad, atribuyendo como variables trans-
diagnósticas tendencias a la acción, incontrolabilidad e impredecibilidad; para
entender y abordar trastornos de ansiedad, Barlow (2002) asevera términos
transdiagnósticos como vulnerabilidad biológica y psicológica general, para
procesos como el afecto negativo, inhibición conductual son predisponentes en
la depresión, esquizofrenia, fobia social (citado en Sandín et al., 2012, p. 190).

102
Raissa Díaz Cáceres

El término transdiagnóstico fue compartido por primera vez por Fairbun et al.
(2003) para hacer referencia a trastornos alimenticios (Sandín et al., 2012,
p. 186). Los trastornos de ansiedad de la infancia y la adolescencia se caracte-
rizan por diagnósticos comorbiles para categorías diagnosticas depresivas, con
un incremento del 10 al 20 % durante la adolescencia (Sara, 2018).

En esa línea, Acosta y Llaberia (2012) declaran que los trastornos de ansiedad
y los trastornos depresivos, en la infancia y adolescencia, en ocasiones, no
cumplen con todas las categorías diagnósticas por severidad leve de síntomas,
o bien, por fluctuaciones debido al ciclo evolutivo, desdibujando la posibili-
dad de establecer diagnósticos principales sin coexistencia, lo que ocasiona
inconvenientes para establecer intervenciones psicológicas eficaces. Entre
los trastornos mentales existen riesgos altos de comorbilidad, precisando la
idoneidad de un modelo dentro de la psicopatología que intervenga procesos
causales incluyendo factores etiológicos y sobre todo los de mantenimiento
desde un enfoque transdiagnóstico (Castro, 2014).

Ahora bien, una de las variables estudiadas mediante el transdiagnóstico es


la sensibilidad a la ansiedad, siendo reconocida como un factor de predisposi-
ción para diagnósticos ansiosos, conceptualizada mediante temores presentes
desencadenados por las sensaciones atribuidas al sistema de respuesta cogniti-
vo-fisiológico-conductual de emociones (Lang, 1968); lo anterior se convierte
en una dimensión que podría desencadenar otros trastornos afectivos (Toba
et al., 2019). Por su parte, Castro (2014) propone un modelo integrador en
psicopatología con enfoque transdiagnóstico, lo que permite dimensionar los
procesos causales y los factores de mantenimiento implicados en los trastornos
mentales.

Este modelo integrador con enfoque transdiagnóstico: a) no se basa en una sola


teoría, sino que integra evidencia empírica obtenida a través de la neurociencias
y las ciencias del comportamiento, entre otras; b) se encuentra soportado en
evidencias científicas; c) hace un énfasis en los procesos causales de sintoma-
tologías, sin dejar de lado el factor etiológico; d) obedece al método científico;
e) ofrece factores de multidimensionalidad como los ambientales contextuales,
evolutivos-históricos e individuales para consolidar redes comportamentales
organizadas sistemáticamente a partir de formulaciones clínicas que conlleven
a la consolidación de protocolos de intervención eficaces (Castro, 2014).

Además, el enfoque transdiagnóstico integra enfoques categoriales y dimen-


sionales reuniendo aspectos cognitivos conductuales, lo cual posibilita la orga-

103
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

nización de protocolos unificados basados en evidencia para la prevención, la


formulación y el tratamiento de los trastornos emocionales como la ansiedad
generalizada. Debido al solapamiento de síntomas y a la alta comorbilidad
entre los trastornos de ansiedad y depresión, surge el imperativo de integrar
un enfoque dimensional dentro del categorial, incorporado al modelo cogni-
tivo conductual, debido a sus metodologías eficaces y eficientes basadas en
evidencia (Belloch, 2012).

El enfoque transdiagnóstico cumple con unas connotaciones diferenciadoras a


las categoriales diagnósticas a la hora de la intervención clínica, que explican
causalidad y mantenimiento de psicopatologías; como también la participa-
ción de modelos afecto positivo-negativo; y el énfasis en procesos cognitivos
y comportamentales, buscando, desde todas sus aristas dimensionales, la
identificación de variables específicas, como la intolerancia a la incertidumbre,
rumiación, ira, intrusiones mentales, que permitan prevenir o intervenir una
psicopatología (Belloch, 2012).

Aunque hoy existen programas preventivos para trastornos externalizantes,


como lo son el déficit de atención con hiperactividad, de la conducta y el nega-
tivista desafiante, aún se requieren diseños de programas relacionados con la
prevención de trastornos de ansiedad en grupo etario de niños y adolescentes,
abordando e interviniendo la vulnerabilidad a la ansiedad de manera oportuna
para disminuir prevalencia o cronicidad de psicopatologías relacionadas en la
adultez (Tortella-Feliu et al., 2004).

Es necesaria una intervención preventiva en la infancia y la adolescencia con


el entrenamiento en ciertas habilidades para modular y regular reacciones
emocionales, para así acotar la vulnerabilidad de variables desencadenantes
para trastornos afectivos, sustentado a través de la teoría priming motivacional
(Lang 1995; Lang Bradley y Cuthbert, 1990), para los estímulos incondiciona-
dos que emiten respuestas y se encuentran direccionados por factores reflejos,
de tipo apetitivo o aversivo, como también estados emocionales. Los reflejos
defensivos se repetirán en la medida en que exista la presencia de un estímulo
aversivo, asociando un estado emocional negativo con respecto a la respuesta
emitida. Ahora bien, si existe una emoción positiva, por lo tanto, los reflejos
se inhibirán (citado en Padia et al., 2002, p. 739).

Del mismo modo, Carrillo et al. (2004) comprueban la viabilidad y la efectividad


de un programa de escenificaciones emotivas, para entrenar a padres en un
trastorno de ansiedad, consolidándolos como coterapeutas durante el trata-

104
Raissa Díaz Cáceres

miento dentro de ambientes naturales, disminuyendo refuerzos de conductas


de miedo, que puedan desencadenar malestares futuros en el niño.

Metodología
El objetivo de esta investigación es describir la necesidad de un enfoque
transdiagnóstico integrado al enfoque categorial para la prevención y abordaje
eficaz para trastornos de ansiedad. Este estudio es una investigación de tipo
documental, estructurada a partir de una búsqueda y selección de información
coherente presentada de manera organizada y sistemática (Tancara, 1993, p. 94).

La técnica corresponde al análisis de contenido de datos, implementada para


el desarrollo del presente estudio, en cual, primeramente, se delimitaron
las variables conceptuales, luego, se determinó el conjunto de categorías de di-
chas variables, finalmente, se elaboró la organización sistematizada de los datos
para su comprensión e interpretación (Martín, 1992, p. 183).

Procedimiento

Delimitación conceptual. Ansiedad, ansiedad en infancia y adolescencia, miedos,


trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia, enfoque categorial diag-
nóstico, enfoque transdiagnóstico, perspectiva cognitiva conductual, modelos
clínicos basados en evidencias.

Selección y consulta de fuentes. Se inicia la selección y la recolección de informa-


ción por medio de meta buscadores como metacrawleren; bases de datos espe-
cializadas como Sciencidirect, ebsco, Redalyc, Google académico; bibliotecas
electrónicas como Scielo, Dialnet, y libros de psicopatología. Posteriormente,
se seleccionaron publicaciones basadas en evidencias, soportadas mediante
con enfoques categoriales y transdiagnósticas cognitivo conductual, como
también programas de intervención clínica en población infantojuvenil, con
el fin de iniciar una evaluación crítica de cada documento organizada a partir
de una matriz que permitiera comenzar el análisis de contenido. Después, se
categorizaron las variables para su descripción, comenzando con las concep-
tualizaciones de miedos y ansiedad basados en diversos autores, demarcando
diferencias relevantes para la intervención clínica.

Seguidamente y a modo de análisis, se mencionaron los criterios diagnósticos


con base en un enfoque categorial de los trastornos de ansiedad en la infancia
y la adolescencia con mayor prevalencia en Colombia para el 2018. Finalmen-

105
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

te, se propuso la integración del enfoque transdiagnóstico para la prevención


y el manejo dimensional de la vulnerabilidad a la sensibilidad de ansiedad y
trastornos de ansiedad.

Conclusiones
La oms (2016) entiende la salud mental como un estado de bienestar biopsico-
social, esencial para la salud, no solo atribuido a la ausencia de la enfermedad,
que interfieren en la calidad de vida.

En 1974, en el informe Lalonde se exponen cuatro determinantes de la salud,


suscitados a partir de un estudio epidemiológico, en el que se describen las
siguientes dimensiones: a) ambientales, responde a factores físicos, biológicos-
atmosféricos y socioculturales y psicosociales; b) estilos de vida, actividad física,
alimentación, adicciones; c) biológicos, determinantes genético-hereditario;
d) atención sanitaria referente al acceso a servicios de salud (Aguirre, 2011).

En el 2015, la Encuesta de Salud Mental en Colombia encontró, posterior a


la realización del cuestionario de síntomas para niños, que el 44,7 % de esta
población con edades oscilantes entre 7 a 11 años necesita ser valorado por un
especialista en salud mental, debido a la presencia de los siguientes criterios:
lenguaje anormal (19 %); asustarse o ponerse nervioso sin razón (12,4 %);
acusar cefaleas y aislamiento con pares con un 9,5 % (Ministerio de Salud y
Protección Social, 2018, p. 9). En cuanto a la población adolescente, compren-
dida en edades entre 12 a 17 años; el 12,2 % presenta alguna dificultad que
genera malestar clínicamente significativo, siendo los criterios más acusados:
asustarse con facilidad (24,6 %) y cefaleas (20,5 %) (Ministerio de Salud y
Protección Social, 2018, p. 10).

Por medio de la Ley estatutaria 1751 del 2015, en el artículo 11 se estipulan


como sujetos de especial protección a los niños, niñas y adolescentes, entre
otras poblaciones vulnerables. Por lo tanto, primará la acción intersectorial
e interdisciplinar que garantice condiciones para una atención integral, en el
ejercicio de sus derechos fundamentales para los servicios de salud.

Por esto, en el marco del Gobierno de Colombia (2018) se incluye la Política


nacional de Infancia y adolescencia, la cual establece unos puntos clave para
la atención integral de población infantil y juvenil, priorizando la acción in-
tersectorial intencionada y efectiva que genere la protección de los derechos
fundamentales de niños, niñas y adolescentes; comprendiéndolos en sus

106
Raissa Díaz Cáceres

dimensiones como individuos, inmersos en grupos sociales con característi-


cas culturales, garantizando la promoción del continuo desarrollo a partir de
servicios de calidad pertinentes, oportunos, adaptables al contexto, basados
en un enfoque diferencial.

Con la Ley 1616 del 2013 (art. 5.°), se disponen las conceptualizaciones para
la promoción y la prevención de la salud mental; para la primera, especifica
estrategias direccionadas a la transformación de la salud mental que afecten la
calidad de vida de un individuo, promoviendo estrategias que permitan man-
tener y mejorar la salud en lo individual y lo colectivo; la prevención, entonces,
se reconoce como las intervenciones que buscan minimizar factores de riesgo
relacionados con la ocurrencia de un trastorno mental, reconociendo parale-
lamente factores protectores implicados en el desarrollo de grupos sociales.

El presente estudio analiza la necesidad de un enfoque transdiagnóstico multi-


dimensional como integrador del enfoque categorial diagnóstico, guiado hacia
la efectividad de las intervenciones clínicas que incluyen desde la identifica-
ción de vulnerabilidad de sensibilidad a la ansiedad para la prevención, hasta
el abordaje basado en evidencias de los trastornos de ansiedad en población
infantil y juvenil.

El enfoque categorial diagnóstico, descrito mediante los manuales diagnósticos


cie-10 y las actualizaciones de dsm, cuenta con dificultades para establecer la
validez de sus entidades diagnósticas, puesto que adiciona criterios o rótulos
que, en ocasiones, no describen a los consultantes o incrementan las denomi-
naciones para nuevos trastornos, lo que provoca comorbilidades que suelen
ser poco útiles para las intervenciones clínicas. Lo anterior fundamenta la im-
periosa necesidad para la consolidación de un modelo integrado que responda
con eficacia al abordaje de la salud mental (Reed y Ayuso, 2011).

Uno de los tantos desafíos en la actualidad de la salud mental es la concep-


tualización de la psicopatología vista desde un enfoque categorial médico
unicausal que presenta dificultades inherentes a la delimitación de criterios
entre trastornos mentales, lo que ocasiona el sobrediagnóstico, desencade-
nando la psicopatologización de problemáticas de salud mental que, si bien
actúan como precipitantes o mantenedores, no constituyen en su momento,
un trastorno (Cova et al., 2017).

El enfoque transdiagnóstico propuesto como integrador al enfoque categorial


diagnóstico para intervenciones clínicas de ansiedad y sus trastornos durante

107
Capítulo 5. Miedos y ansiedad en la infancia y la adolescencia: una visión transdiagnóstica para el enfoque diagnóstico categorial

la infancia y la adolescencia cumple con niveles elevados de eficacia validados


empíricamente por medio de protocolos unificados y programas para trastornos
específicos, priorizando, adicionalmente, los procesos causales interpretados
por sistemas de respuesta cognitivo-conductual-fisiológico, estudiados en la
terapia cognitiva conductual transdiagnóstica (Sandín, 2014).

Referencias
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sivos en la niñez: ¿un nuevo trastorno? Hacia la Promoción de la Salud, 17(2),
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Capítulo 6

Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual


del déficit en las habilidades sociales
Paola Karina Gómez Pérez* Daisy Silva Caraballo** Víctor Danilo Castiblanco Pérez***

Resumen
El presente estudio describe el caso clínico de una joven que evidencia dificulta-
des en el manejo de sus habilidades sociales, y cómo a partir de la intervención
con aplicación de técnicas cognitivas, emocionales y conductuales propias
del enfoque cognitivo-conductual (pre y postratamiento), la paciente logra
avances importantes para su bienestar y calidad de vida. La Terapia desde el
Modelo Cognitivo-Conductual aporta una comprensión sobre el modo en el
que las personas perciben e interpretan de manera negativa las situaciones
que se les presentan en su vida cotidiana; del mismo modo, cuenta con instru-
mentos estandarizados y confiables que permiten el desarrollo de procesos de


*
Docente e investigadora Universidad de San Buenaventura-Cartagena. Facultad de Ciencias de
la Educación, Humanas y Sociales. Programa de Psicología, Grupo de Investigación en Psicología
(gipsi). Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico:
paola.gomez@usbctg.edu.co
**
Directora del Programa de Psicología, docente e investigadora Universidad de San Buenaventu-
ra-Cartagena. Facultad de Ciencias de la Educación, Humanas y Sociales. Programa de Psicología,
Grupo de Investigación en Psicología (gipsi). Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal:
130010, Colombia. Correo electrónico: dsilva@usbctg.edu.co
***
Docente de la Especialización en Psicología Clínica, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.
Facultad de Ciencias de la Educación, Humanas y Sociales, Universidad de San Buenaventura-Car-
tagena. Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico:
danilocastiblanco@gmail.com

113
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

evaluación, diagnóstico, formulación e intervención eficaz, de los pensamientos,


afectos y conductas disfuncionales o poco adaptativas, que generan sufrimiento
psicológico, limitaciones en la participación y en el desempeño en las diversas
áreas de la vida.

Palabras clave: afectivo, cognitivo, conductual, habilidades sociales, psicoterapia.

Abstract
This study describes a clinical case which difficulties about the management
of young woman’s social skills are evidenced and how does the patient make
important progress for her well-being and quality of life with the intervention
(pre and post treatment), from application of cognitive, emotional, and behavioral
techniques, of the Cognitive-Behavioral approach. From the Cognitive-Behavioral
approach, therapy brings an understanding about the way in which people
perceive and interpret negatively the situations that are presented them in
their daily life; in the same way, it has standardized and reliable instruments
that allows development the process evaluation, diagnosis, formulation and
effective intervention of thoughts, affects and dysfunctional or bit adaptive
behavior, that generate psychological suffering, limits the performance and
participation in the different life areas.

Keywords: Social skills, cognitive, affective, behavioral, psychotherapy.

Introducción
El estudio de las habilidades sociales ha cobrado gran importancia en el campo
clínico, debido a la estrecha conexión que estas tienen con la salud mental y
el bienestar psicológico, desde su relevancia en la esfera relacional y social de
los seres humanos. En este sentido, y de un modo positivo, ser habilidoso so-
cialmente es un factor protector en el mantenimiento de las buenas relaciones
con el otro, pero también, en la estabilidad emocional y el equilibrio funcional
de las personas. Ahora bien, la presencia de dificultades en el desarrollo de las
habilidades sociales, tales como la poca interacción con los demás, se convierte
en un factor de riesgo que genera sufrimiento psicológico (afecciones en el es-
tado de ánimo, aislamiento, conflictos en las interacciones sociales, disconfort
o malestar emocional, pensamientos disfuncionales y catastróficos en relación
con el futuro, entre otros).

114
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

En torno a las habilidades sociales, existen diferentes definiciones que amplían


y explican el término; estas han sido observadas y comprendidas con base en
diversos autores como Caballo (2007), Gil y León (1998), Argyle (1992), Mis-
chel (1987), Bandura (1987) Spitzberg y Cupach (1984), Mc Fall (1982), Tajfel
(1978); quienes señalan similitudes y diferencias en su conceptualización, sin
embargo, coinciden en la relevancia antes mencionada. De hecho, en el Manual
Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (dsm v), el déficit o
dificultades en las habilidades sociales se asocia con los criterios o la descrip-
ción diagnóstica de múltiples patologías como esquizofrenia, trastornos de
personalidad, trastornos afectivos y algunos trastornos del neurodesarrollo.
En concordancia con ello, Caballo (2007) expresa que, al realizar un análisis
de los motivos frecuentes en la consulta psicológica de individuos, parejas y
grupo familiar, se observa, en gran mayoría, la presencia importante de las
interacciones o relaciones sociales del (los) individuo (s) que participan, por lo
que el entrenamiento en habilidades sociales se considera un foco de atención
de gran importancia.

Las habilidades sociales se refieren a todo un conjunto de comportamientos


“adquiridos o aprendidos”, condición que se explica mediante los principios y
los procedimientos básicos planteados por el modelo de aprendizaje vicario y del
condicionamiento instrumental u operante (Chance, 2001). Los antecedentes
históricos: personales, sociales, familiares, etcétera, permiten entender cómo
el individuo adquiere, construye, afianza y, finalmente, despliega, tal, como lo
expresa Kelly, (2002), el desarrollo de conductas específicas y patrones propios
que conforman el estilo en sus relaciones interpersonales. Estos elementos
conceptuales pueden considerarse altamente funcionales para algunas de las
técnicas de intervención y entrenamiento en habilidades sociales, desde el
modelo cognitivo conductual.

Kelly (2002, p. 19) define las habilidades sociales como “aquellas conductas
aprendidas que ponen en juego las personas en situaciones interpersonales, para
obtener o mantener reforzamiento del ambiente. Entendidas de esta manera,
las habilidades pueden considerarse como vías o rutas hacia los objetivos de
un individuo”. Por su parte, Roca (2014, p. 9) las describe como:

[…] un conjunto de hábitos en nuestras conductas, pero también en nues-


tros pensamientos y emociones que nos permiten comunicarnos con los
demás en forma eficaz, mantener relaciones interpersonales satisfactorias,

115
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

sentirnos bien, obtener lo que queremos y conseguir que las otras personas
no nos impidan lograr nuestros objetivos.

En la definición que ofrece Caballo (1987) se amplía el concepto de habilidades


sociales al incluir no solo las conductas emitidas por el individuo en un contexto
interpersonal en el que puede expresar sentimientos, actitudes, deseos, opi-
niones o derechos, sino que también hace énfasis sobre la ejecución adecuada
de la conducta; de igual manera, incluye el respeto por las conductas de las
demás personas, la función de resolver problemas inmediatos y de minimizar
la probabilidad de que se presente un problema futuro.

Las habilidades interpersonales se basan en su función o utilidad para el in-


dividuo. Algunas sirven para facilitar el establecimiento de relaciones con los
demás. Otras, aunque se emplean en un contexto interpersonal, sirven para
alcanzar objetivos o conseguir reforzadores que pueden no ser de naturaleza
social. Otras habilidades permiten principalmente, impedir que los demás
eliminen o bloqueen el reforzamiento al que el individuo tiene derecho.

Actualmente, una gran cantidad de estudios e investigaciones han establecido


una relación entre problemas en el desarrollo de habilidades sociales (hs) du-
rante la infancia y desajustes en la edad adulta, como también algunos otros
se han centrado en el desarrollo de programas que, desde el concepto de las
hs, evidencian un impacto positivo en el bienestar psicológico, tal como lo
expresa Ximena Olivos (2010), en su tesis doctoral. El desarrollo adecuado
de las habilidades sociales constituye uno de los indicadores que con mayor
significado, se relaciona con la salud mental de las personas y con la calidad de
vida que le permite al individuo una mejor adaptación al entorno y aumenta
su percepción de estabilidad, bienestar social y emocional; sumado a ello, las
habilidades sociales tienen una estrecha relación con el desarrollo cognitivo
y los aprendizajes que se van a realizar en la escuela; son requisito necesario
para una buena socialización del niño y sus iguales.

Todo lo anterior implica que las habilidades sociales juegan un papel impor-
tante en la salud mental, el bienestar y la calidad de vida de las personas, así
como el déficit en estas representan alteraciones, que en diferentes niveles
pueden afectar el adecuado funcionamiento social e interpersonal. En el
presente caso se describen las dificultades de mp en las interacciones sociales
y su manifestación cognitiva, emocional, conductual e interpersonal; de este

116
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

se presenta el tratamiento diseñado para la superación de las dificultades de


la paciente.

Déficit en las habilidades sociales: análisis de un caso


Fase 1: proceso de evaluación

El proceso psicoterapéutico inicia por solicitud de la paciente, quien aprueba


el encuadre terapéutico y otorga su firma para el consentimiento informado.
Durante la evaluación se realizan entrevistas semiestructuradas que permiten
la recolección de información pertinente para el diligenciamiento de la historia
clínica de la paciente y posterior identificación de la sintomatología; de igual
forma, se hace uso de instrumentos de evaluación cognitivo-conductuales. A
continuación, se presentan apartados correspondientes a la historia clínica
de la paciente:

Datos de identificación:
Nombre: MP.
Edad: 20 años.
Sexo: femenino.
Nivel de escolaridad: profesional en curso.
Ocupación/ profesión: estudiante.
Lugar de procedencia: municipio de Bolívar.
Religión: católica.

Contacto inicial: paciente que inicia atención psicológica de manera voluntaria,


ingresa sola a la consulta. En el contacto inicial se le observa consciente, orientada
en tiempo, persona y espacio, lenguaje fluido y coherente, acorde con su edad
cronológica y nivel de escolaridad; se evidencia autocuidado en consonancia
con la ocasión de la entrevista; afecto modulado, curso, forma y contenido
del pensamiento adecuado. Establece contacto visual con la evaluadora, se
muestra colaboradora y con disposición frente a la entrevista. Desde la primera
consulta, la paciente manifiesta quejas en su estado de ánimo, principalmente
relacionadas con dificultades en el entorno familiar y personal (autoconcepto).

Motivo de consulta: “Yo vengo porque quiero saber lo que quiero, últimamente
siento que me estoy ahogando con todos los problemas que tengo, y quiero
encontrarle sentido a las cosas, porque creo que estoy haciendo todo por ha-
cerlo” refiere la paciente.

117
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

Quejas del paciente

Aspecto cognitivo: “Yo soy de las personas que me dejo influenciar mucho de lo
social”. “No estoy bien en nada”. “No sé lo que quiero”, “si no estoy con él, va
a recaer” “comer no es una prioridad para mí”, “es de poca importancia para
mi mamá lo que me suceda”, “a mis hermanos sí y a mí no” “siempre me pasa
lo mismo”, “siempre es igual”, “en cierta forma, no quiero decepcionar a lo
demás” refiere la paciente.

Aspecto afectivo: la joven manifiesta tristeza, frustración y frecuentemente


expresa rabia.

Aspecto conductual: la paciente refiere que siempre soluciona las dificultades de


las demás personas, expresa que no sabe decir que no y que pone una barrera
ante los desconocidos. mp evita y escapa de las situaciones sociales que le ge-
neran malestar; dificultades en la toma de decisiones y expresión de opiniones.

Aspecto fisiológico: mp identifica que, en ocasiones, no puede dormir bien y durante


situaciones de estrés, se le cierra o abre el apetito, aumenta el ritmo cardiaco
y reporta que en el pasado presentó vómito durante actividades académicas.

Aspecto relacional: la paciente refiere múltiples quejas en este aspecto, entre


ellas resalta que, en la actualidad tiene pocos amigos debido a que es “selectiva”,
duración poca o mínima en sus amistades, dificultades en las relaciones que
conllevan a compromisos y conflictos en la relación con ambos padres.

Aspecto contextual: mp expresa no estar bien y que esto le genera malestar por
la profesión que está estudiando, debido a que cursa una carrera asistencial;
de igual forma, refiere que terminó la relación con su novio para sentirse bien
consigo misma. La paciente refiere cambios en la dinámica familiar por difi-
cultades económicas.

Procedimiento de evaluación clínica

A continuación, se relaciona el procedimiento de evaluación realizado para


este caso.

118
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

Tabla 1. Procedimiento de evaluación clínica

Instrumentos
y herramientas Información obtenida
aplicadas
Resultado: estrategia empleada con mayor frecuencia: religión.
Evidencia: la paciente, dentro de su discurso, manifiesta que usa
constantemente esta estrategia frente a situaciones que le generan
Coping
estrés, conducta que ha sido adquirida a través del aprendizaje social
en su familia. Al respecto, mp proviene de un hogar conservador
y apegado a las creencias religiosas.
Resultado: creencia irracional con mayor puntaje: ansiedad por
preocupación: “La idea de que si algo es, o puede ser peligroso o
temible” “uno deberá sentirse terriblemente inquieto por ello,
deberá pensar constantemente en la posibilidad de que esto ocurra
y el no pensar de forma constante en este potencial peligro será
considerado como irresponsabilidad por parte de uno”.
ibt modificado
Evidencia: la paciente muestra excesiva preocupación por la po-
sibilidad de fracaso en el ámbito social, presentando frecuentes
pensamientos negativos frente a sí misma, el futuro, con respecto
a su desempeño en este contexto y señalando la posibilidad de
fracaso como la generadora de gran preocupación e, incluso, la
posibilidad más viable.

Resultado: distorsiones cognitivas presentes: “Falacia de recom-


pensa divina” y “los deberías”.
Inventario de Evidencia: de acuerdo con la evaluación realizada, se refleja que
pensamientos mp, presenta otras distorsiones como; sobregeneralización y mi-
automáticos nimización de lo positivo, lectura de mente. Esto se constata en
su discurso y en los autorreportes realizados por la paciente como
las tareas para la casa.
Resultado: abandono, desconfianza, abuso, deprivación emocional,
autosacrificio.
Evidencia: durante el proceso de evaluación, la paciente presenta
ysq l2 creencias disfuncionales e irracionales, lo que confluye con la in-
formación obtenida en esa prueba, ya que constantemente ejecuta
conductas relacionadas con el sacrifico, y la desconfianza; como
también dentro de sus quejas aparece la percepción de deprivación
emocional y el abandono de las personas cercanas.

119
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

Resultado: catastrofización, generalización, dificultades en rela-


ciones sociales.
Registro de Evidencia: lo anterior es constatado durante los ejercicios en se-
pensamiento siones, tareas para casa, discurso de la paciente, entre otras; donde
expresa frecuentemente frases totalitarias y generalizadas que
incluyen: “siempre, nunca, todo”.
Resultado: muestra una curva por debajo de lo esperado para las
habilidades sociales, principalmente, evidenciadas en: defensa de
los propios derechos como consumidor. Tomar iniciativas con el
sexo opuesto. Decir no o defender los derechos frente a conocidos y
amigos, expresarse en situaciones sociales y cortar una interacción.
ehs Resultado global: percentil 5.
Evidencia: a partir de la observación y la entrevista clínica, se
observa que mp al momento de la evaluación, muestra dificultad
en las habilidades sociales como iniciar y mantener conversacio-
nes con desconocidos, asertividad, decir que no, expresar afecto,
expresar desagrado, entre otras.
Fuente: elaboración propia

Identificación y descripción de los problemas

P1: dificultades en habilidades sociales.

mp evidencia dificultades en las habilidades sociales, caracterizadas por déficit


en la conducta asertiva (mostrando un estilo pasivo-agresivo), dificultades en
la expresión de opiniones y afecto, para defender sus propios derechos, hablar
acerca de sus sentimientos, iniciar una conversación con personas que no
pertenecen a su círculo cercano de interacción social; entre otras conductas
que se manifiestan desde su adolescencia, generándole un mayor malestar en
el último año, las dificultades para establecer relaciones sociales duraderas,
solucionar sus problemas interpersonales en el entorno social y familiar, en
la toma de decisiones y concepto de sí misma.

La paciente ha desarrollado estrategias de evitación y escape como respuestas


frente a las situaciones sociales que le generan algún tipo de malestar, al no
percibirse capaz de afrontarlas adecuadamente; además, el hecho de atravesar
estas situaciones le generan emociones negativas, de manera constante, como
también sentimientos de tristeza y refuerzan los pensamientos distorsionados

120
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

que la paciente manifiesta sobre sí misma, el futuro y el mundo que la rodea,


en lo que respecta a su desempeño social.

P2: Dificultades en relaciones interpersonales

mp reporta dificultades en las relaciones interpersonales, evidenciadas princi-


palmente en el contexto educativo en el que se desenvuelve y en sus relaciones
familiares. Por consiguiente, manifesta constante distanciamiento social,
emocional y físico de las personas con las que mantiene relaciones cercanas,
círculo cerrado y selecto de amigos; evitando amistades del sexo femenino,
ya que expresa que ellas no le generan confianza; adicionalmente, la paciente
expresa la constante “pérdida de amigos”, lo que le genera malestar y, de nuevo,
refuerza ideas distorsionadas sobre sí misma.

La paciente también expone que se le dificulta asumir el compromiso y la fide-


lidad en una relación de pareja; además, expresa que finaliza su más reciente
noviazgo, debido a no sentirse en la capacidad y en la “suficiente estabilidad
emocional” para mantenerla. Por último, pero no menos importante, la paciente
señala, que intenta lograr una relación más afectuosa con su padre, empleando
el diálogo como estrategia de solución de problemas; sin embargo, esta última
no funciona debido a las creencias arraigadas de su padre.

Análisis funcional del caso

A continuación, se presenta un análisis funcional de caso

Tabla 2. Dificultades en habilidades sociales

P1: Dificultad en habilidades sociales


Situación Respuesta Consecuencia
Cognitiva: “hubiese traído a alguien con-
migo”; “no sé cómo meterle conversación
Llega a un lugar a la gente”. No socializa con na-
donde solo hay una Conductual: se refugia en el celular. die en la fiesta.
persona conocida Refuerzo negativo.
Emocional: frustración.
Fisiológica: dolor de cabeza.

121
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

Cognitiva: “si estoy sola con él, vamos a Se refuerza negati-


terminar teniendo relaciones sexuales”; vamente la conducta
“se me va a insinuar”; “no podré decirle de evitar estar a solas
“Invitación de un que no”. con una persona del
amigo para ir a su sexo opuesto.
casa” Conductual: expresa excusas para no ir.
Se mantiene el pen-
Emocional: frustración.
samiento “no soy ca-
Fisiológica: no reporta. paz de decir que no”.

P2: Dificultad en relaciones interpersonales


Situación Respuesta Consecuencia
Cognitiva: “definitivamente es lo me-
jor, porque yo primero debo estar lista Se refuerza negativa-
emocionalmente”. mente la conducta de
evitar conversar con
“Termina su rela- Conductual: evita hablar con él frente la pareja.
ción de pareja” a la situación.
Distanciamiento emo-
Emocional: frustración y tristeza.
cional y físico con la
Fisiológica: sensación de vacío, aumento pareja.
de ritmo cardíaco.
Distanciamiento emo-
Cognitiva: “A mi mamá no le importa lo cional y físico con la
que me pase”. madre (R).
Llegó a su casa y Conductual: encerrarse en el cuarto. Se refuerza negativa-
su mamá no le pre- mente la conducta de
guntó cómo estaba Emocional: tristeza, decepción. alejarse lo que contri-
Fisiológica: sensación de vacío, aumento buye al aumento de
de ritmo cardíaco. las dificultades en sus
relaciones.
Fuente: elaboración propia.

Tras el análisis de las situaciones planteadas por mp, se evidencian dificultades


enmarcadas en un déficit en las habilidades sociales y en las relaciones interper-
sonales. Tales dificultades se expresan en situaciones sociales e interpersonales,
en las que la joven presenta errores en la interpretación de los acontecimientos
evidenciados en distorsiones cognitivas; de igual forma, manifiesta emociones
disfuncionales tales como frustración y tristeza, y finalmente, la presentación

122
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

de conductas de evitación o escape, lo que refuerza de manera negativa las


conductas disfuncionales y mantiene las dificultades.

Factores de desarrollo de los problemas


Factores predisponentes

Biológicos: se acuerdo con su edad cronológica, mp se encuentra en etapa de


adolescencia. Psicológicos: crianza estricta por parte del padre, quien constan-
temente impone las leyes, sin permitirle responder. Social: acoso escolar por
parte de sus compañeras en la escuela primaria y secundaria. Familiar: padre
impositivo y madre sumisa. Dificultades en las relaciones intrafamiliares.

Factores adquisitivos: modelamiento: mp aprende algunas conductas sociales de


su padre, por observación, la joven manifiesta que su padre es un hombre frío,
distante, de pocos amigos, con dificultades en las estrategias de afrontamiento
y solución de problemas, con comportamiento poco asertivo.

Condicionamiento operante: la adquisición de los problemas actuales de la pacien-


te, también son explicados a partir del castigo positivo y negativo (cambio de
escuela, rechazo social, burlas) de las conductas sociales adecuadas que poseía
en su infancia (antes de ser cambiada de institución), ya que la contingencia
establecida en este punto contribuyó a la disminución de la aparición de las
conductas socialmente asertivas y adecuadas. Por otra parte, sus respuestas
evitativas y de distanciamiento social se adquieren a partir de reforzamiento
negativo, al asociar que, a través de estas conductas de evasión, se retiran las
burlas y el rechazo (situaciones desagradables).

Construcción de esquemas: a partir de las experiencias negativas durante su


infancia y adolescencia, mp construyó esquemas disfuncionales relacionados
con el concepto de sí misma, lo que en la actualidad se refleja en sus dificultades
emocionales y conductuales.

Factores precipitantes

Distales: cambio de colegio y dificultades en relaciones intrafamiliares.

Proximales: aproximación a prácticas profesionales dentro de su formación


profesional y culminación de relación amorosa.

123
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

Factores de mantenimiento

Cognitivos: las dificultades de mp se mantienen por el desarrollo de esquemas


e ideas irracionales que interfieren en la ejecución adecuada de sus habilidades
sociales.

Conductuales: las estrategias conductuales desarrolladas por la joven (evitación)


mantienen las dificultades por condicionamiento operante.

Ambientales: relaciones familiares distantes y conflictivas.

Diagnóstico del caso


Mediante el proceso de evaluación clínica realizado a mp, se logra identificar
una dificultad marcada en las habilidades sociales, al igual que en las relaciones
interpersonales, que se manifiestan en mayor medida en el entorno familiar,
viéndose resumidas en el diagnóstico no axial propuesto por el dsm v, que
se complementa con la evaluación de la discapacidad y medición de la salud
planteada por la oms a través del whodas 2.0 (Organización Mundial de la
Salud, 2015). Esta se presenta a continuación.

Diagnóstico no axial

Z73.4: problemas relacionados con habilidades sociales inadecuadas, no cla-


sificados en otra parte.

Z63.9: problema no especificado relacionado con el grupo primario de apoyo


[V62.81].

Z03.2: no hay diagnóstico, características de personalidad evasiva [V7109].

Dificultades en la relación con los padres y funcionalidad familiar:

whodas 2,0: Indicador de limitaciones en los dominios:

Relaciones (interacción con otras personas).

Actividades cotidianas (responsabilidades domésticas, tiempo libre,


trabajo y escuela).

124
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

Participación en actividades comunitarias y en la sociedad.

Tabla 3. whodas 2.0

whodas 2.0
Inicial Final
Dominios
puntaje % puntaje %
Cognición: comprensión y comu-
11 30,60 % 8 22,20 %
nicación.
Movilidad y desplazamiento. 5 13,90 % 5 13,90 %
Cuidado personal: de la propia
higiene, posibilidad de vestirse, 9 25,00  % 5 13,90 %
comer, y quedarse solo.
Relaciones: interacción con otras
20 55,60 % 9 25,00 %
personas.
Actividades cotidianas: respon-
sabilidades domésticas, tiempo 19 52,80 % 13 36,10 %
libre, trabajo y escuela.

Participación: en actividades co-


18 50,00 % 11 30,60 %
munitarias y en la sociedad.
Fuente: elaboración propia.

Fase 2: tratamiento

mp es una joven universitaria, de 20 años, quien asiste a consulta con interés


de realizar un proceso terapéutico. Expresa tener dificultades a nivel emocional
y social; manifiesta inconformidad con su vida, poca claridad en sus metas;
problemas en la relación de pareja, en las relaciones interpersonales familiares,
con compañeros y amigos, en su autoconcepto, en la conducta sexual, en la
toma de decisiones, en la solución de problemas y para identificar los logros.
Dificultades en habilidades sociales como: ser asertiva, hay que decir que no,
expresar opiniones, afecto y desagrado en situaciones determinadas, iniciar
conversaciones con desconocidos; mp evita situaciones estresantes.

Teniendo en cuenta las quejas de la paciente, se realiza la evaluación con base


en el modelo cognitivo-conductual, con el cual se identificó que mp proviene
de una familia nuclear, caracterizada por ideas conservadoras, un padre rígido,

125
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

poco afectuoso, que la “hacía sentirse sometida” y una madre sumisa. De igual
forma, en su infancia, MP tuvo un cambio de institución educativa durante
su formación primaria, en la que vivió acoso escolar por parte de sus compa-
ñeras, tanto en la escuela primaria como en la secundaria, dado a que ellas
constantemente, señala MP, “la hacían sentir inferior”, debido a las diferencias
socioeconómicas. A través de condicionamiento operante y modelamiento, MP
aprende conductas de distanciamiento social.

Los eventos vivenciados durante la infancia y adolescencia incidieron en la


construcción de esquemas disfuncionales de pensamiento, que desencadenaron
en MP un déficit en las habilidades sociales y en las relaciones interpersonales.

Lo anterior lleva a plantear un tratamiento encaminado al entrenamiento en


habilidades sociales y al aprendizaje de conductas que le permitan a MP un
mejor desempeño en sus relaciones interpersonales, a partir de la implementa-
ción de técnicas cognitivo-conductuales, que posibilitaron la reestructuración
cognitiva de creencias disfuncionales asociadas al desarrollo de sus problemas.

El plan de intervención se diseñó teniendo en cuenta aspectos cognitivos,


afectivos y conductuales, de sus problemas, enfocándose en la consecución
de los siguientes objetivos:

• Mejorar habilidades sociales.


• Favorecer relaciones interpersonales.
• Promover estrategias en toma de decisiones.

Tabla 4. Resumen de intervención

Objetivo Blanco terapéutico Técnicas de intervención


Psicoeducación
Terapeuta como modelo de
Entrenamiento en
habilidades sociales, juego
asertividad
Mejorar habilidades de roles.
sociales y favorecer Ensayos conductuales.
relaciones
interpersonales Psicoeducación
Entrenamiento en hacer
Juego de roles
peticiones y expresar
desagrado y afecto Terapeuta como modelo de
habilidades sociales

126
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

Objetivo Blanco terapéutico Técnicas de intervención


Debate y búsqueda de evi-
dencia.
Debate de creencias
Tareas para casa
irracionales
Mejorar habilidades Reestructuración cognitiva
sociales y favorecer (debate filosófico)
relaciones Entrenamiento en decir Psicoeducación
interpersonales “no” Tareas para casa
Debate de creencias irracio-
Participación en nales. (Prueba de realidad)
actividades académicas.
Ensayos conductuales
Psicoeducación en técnica de
toma de decisiones.
Entrenamiento en
Promover estrategias técnicas de toma de Reestructuración cognitiva
en toma de decisiones. decisiones y solución de (técnica de las cuatro
problemas columnas)
Ensayos conductuales
Disminución de Psicoeducación
emociones negativas Técnicas de expresión
asociadas a relacio- Expresión de emociones emocional (facilitar la
nes interpersonales y expresión de emociones por
familiares medio de escritura de cartas)
Fuente: elaboración propia.

Fase 3: postratamiento (resultados)

Durante la fase de intervención, MP manifestó dificultades para realizar juego


de roles, al igual que poca disposición al realizar tareas en casa durante las
primeras sesiones. Esta situación fue mejorando a lo largo del proceso tera-
péutico; mediante el encuadre terapéutico, la joven señaló cada vez mayor
interés y disposición frente al desarrollo de las actividades, necesarias para el
cumplimiento de los objetivos terapéuticos. Lo anterior se evidenció en:
• Disminución de la aparición de pensamientos disfuncionales y negativos
frente a sí misma y el futuro.
• Refiere a la implementación de técnicas aprendidas durante el desarrollo
de las sesiones, tales como debate filosófico, búsqueda de evidencias,
detección de pensamientos.

127
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

• Disminución en las verbalizaciones disfuncionales.


• Aumento de las actividades sociales con compañeros de clases y personas
por fuera de su círculo primario de amigos.
• Ampliación del círculo de amigos, frente a lo cual MP manifiesta mayor
satisfacción.
• Disminución en las emociones negativas asociadas a las relaciones in-
trafamiliares disfuncionales.
• Mejoría en la relación con padres.
• Aplicación de técnicas para la toma de decisiones y la solución de con-
flictos de forma frecuente en la interacción con pares.
• Mejora la estabilidad emocional con respecto a su relación de pareja.

Habilidades sociales

La paciente manifiesta un aumento en las habilidades sociales trabajadas durante


el proceso, así como una mayor comprensión frente a su uso en los diferentes
contextos en los que se desenvuelve. Expresa que, en la actualidad, pone en
marcha conductas socialmente asertivas, la expresión de sentimientos, afecto
y opiniones entre otras habilidades sociales.Durante el proceso, se desarrolla
evaluación de las habilidades sociales, a través de la escala de habilidades so-
ciales (ehs; Gimero, 2002), en la fase inicial y posterior al entrenamiento; es
decir, en la fase final del proceso psicoterapéutico (figura 1).

Figura 1. Evaluación de las habilidades sociales (ehs)


Fuente: elaboración propia.

128
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

Figura 2. Evaluación de la salud y discapacidad (whodas 2.0)


Fuente: elaboración propia.

La paciente refleja de forma clara el incremento en las conductas sociales


evaluadas e intervenidas, principalmente en decir no, que inicialmente se
encontraba en el percentil 5 y en la evaluación postratamiento se ubicó en el
percentil 65 (figura 1).

Por otra parte, en la evaluación de salud y discapacidad, donde inicialmente se


encontró una limitación en los dominios de: relaciones, actividades cotidianas
y participación, se evidencia una disminución importante de las dificultades
presentadas; tal como puede observarse en la figura 2.

Conclusiones
Teniendo en cuenta los resultados, puede verificarse la eficacia del tratamiento
cognitivo conductual en la intervención con pacientes que presentan dificultades
en las habilidades sociales, observando una claro aumento de las estrategias y
herramientas de la paciente para interactuar con las personas de su entorno,
no solo desde su percepción, sino también al momento de ponerlas en marcha
en su vida cotidiana; lo que repercute, además, en la disminución de las limi-
taciones en su participación familiar y social, que le generaban malestar en
las diversas esferas de su vida, desarrollo y desempeño en su contexto social,
educativo, familiar y personal. Esto se ve reflejado en el aumento cuantitativo
de los resultados obtenidos por MP en los instrumentos de evaluación (véase
figuras 1 y 2). Lo anterior refleja un aumento no solo en las habilidades que
anteriormente mostraban un déficit (autoexpresión en situaciones sociales,

129
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

decir no, hacer peticiones e iniciar interacción), sino que se muestra un aumento
en las habilidades sociales, cuyos puntajes expresaban la adecuada ejecución
de estas, tales como la expresión de enfado.

De igual forma, se evidencia un aumento en la percepción de la joven frente a


sus propias habilidades sociales, lo que se refleja en las conductas identificadas
como problemáticas por MP al inicio del proceso terapéutico y las conductas
identificadas cuando este finalizó.

En referencia al componente cognitivo, este representa un papel importante para


la comprensión global del déficit en las habilidades sociales; los pensamientos,
las creencias, los supuestos y las interpretaciones frente al desempeño y la con-
cepción de sí mismo, por lo general, interfieren negativamente en la adecuada
ejecución de la conducta socialmente habilidosa. Este componente, en el caso
de MP se manifiesta en distorsiones cognitivas, tales como: catastrofización,
sobregeneralización, descalificación de lo positivo, lectura de mente, error del
adivino, entre otras. La tabla 4, anteriormente presentada, muestra las técni-
cas empleadas para la reestructuración cognitiva, la cual, en conjunto con las
gráficas, puede evidenciar la modificación de respuestas cognitivas negativas
y disfuncionales ante situaciones sociales; del mismo modo se observa el cam-
bio de lo anterior por interpretaciones funcionales, lo que genera un impacto
directo en las respuestas conductuales que ofrece MP en las interacciones con
su contexto familiar y social. Teniendo en cuenta lo expresado, se dilucida la
importancia de incluir técnicas de reestructuración cognitiva en el tratamiento
del déficit en las habilidades sociales.

Es pertinente resaltar que la intervención terapéutica no requiere, de modo


necesario, la presencia innegable de un trastorno mental en el paciente, tal y
como se describe en el presente caso, algunas personas con altos grados de
sufrimiento psicológico requieren una intervención, sin que esto represente
la etiqueta de un diagnóstico clínico definido o el cumplimiento de todos los
criterios diagnósticos para un trastorno clasificado en el dsm.

En contraste con lo anterior, Caballo (2007) expresa la importancia de la inter-


vención en las habilidades sociales, en pacientes con todo tipo de patologías
e, incluso, expresa acordar con Phillips (1961) y su modelo de habilidades so-
ciales, en cuanto a que el déficit en ellas constituye una necesidad primordial
de intervención en los individuos con sufrimiento psicológico, debido a que
rompe la barrera del diagnóstico nosológico, pudiendo fácilmente prescindir
de él y dirigir el diagnóstico hacia a un análisis mucho más profundo, completo

130
Paola Karina Gómez Pérez, Daisy Silva Caraballo, Víctor Danilo Castiblanco Pérez

y consistente de la participación e interacción social y emocional del sujeto


con su contexto.

Por otra parte, refiriéndose a la eficacia del tratamiento cognitivo conductual,


diversos estudios lo han validado, en distintos trastornos, patologías, proble-
máticas psicológicas y emocionales; en comparación con otros tratamientos
habituales, incluido los farmacológicos y placebos, así como en algunas inves-
tigaciones, ejemplo de ellas, las realizadas por Bonet (2001) Álvarez y García
(2001), Secades Villa y Fernández Hermida (2001), Botella (2001), en las que
se ha conjugado la aplicación de la terapia cognitiva-conductual (tcc), con el
tratamiento farmacológico, mostrando igual o mayores resultados de cambios
en los individuos y realizando comparaciones de la eficacia de la tcc con otras
formas de intervención o los cotejos internos entre la aplicación de diferentes
técnicas dentro del modelo (relajación, reestructuración cognitiva, entrena-
miento en habilidades sociales, entre otros), prescritas frecuentemente en los
procesos de intervención de la enfermedad mental y el sufrimiento psicológicos
de la población mundial.

El planteamiento anterior puede observarse claramente en la revisión do-


cumental de Fullana et al. (2011, p. 215), quienes expresan que “la tcc es el
tratamiento (o uno de los tratamientos) de primera elección para un número
importante de trastornos mentales, tanto en adultos como en niños/adoles-
centes”; adicionalmente, en su estudio coinciden en que la terapia cognitivo
conductual muestra resultados superiores y mayormente positivos a los ob-
tenidos con la mejor elección de intervención farmacológica, en casi todas las
patologías revisadas en su artículo, tales como: trastorno depresivo mayor,
trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de ansiedad, trastornos de conducta,
tdah, encopresis, enuresis fobia específica, fobia social, trastorno de angustia
(con/sin agorafobia), trastorno de ansiedad generalizada, trastorno por estrés
postraumático, anorexia nerviosa y bulimia nerviosa, donde solo se encuentra
un resultado diferente al mencionado para el caso del trastorno por déficit de
atención e hiperactividad (tdah).

Por último, pero no menos importante, se hace necesario resaltar, entonces,


el entrenamiento en habilidades sociales como una técnica altamente eficaz
dentro del tratamiento cognitivo conductual, constituyéndose incluso en
una herramienta de gran apoyo e impacto en el mejoramiento de la calidad
de vida y satisfacción de necesidades emocionales de las personas, aun en la
ausencia de un trastorno mental. Lo anterior motiva el interés de continuar
esfuerzos para el estudio, la revisión y la construcción científica en torno a las
habilidades sociales.

131
Capítulo 6. Eficacia del tratamiento cognitivo-conductual del déficit en las habilidades sociales

Referencias
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Psicothema, 13(3), 447-452.
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pánico. Psicothema, 13(3), 465-478.
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Fullana, M. A., Fernández de la Cruz, L., Bulbena, A. y Toro, J. (2011). Eficacia de la
terapia cognitivo-conductual para los trastornos mentales. Elsevier Medicina
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Gil, F. y León, J. M. (Eds.) (1998) Habilidades sociales. Teoría, investigación e inter-
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Gimero, E. (2002). Escala de habilidades sociales —ehs. tea Ediciones.
Kelly, J. (2002). Entrenamiento de las habilidades sociales. Editorial Desclée de Brouwer.
McFall, R. M. (1982). A review and reformulation of the concept of social skills. Be-
havioral Assessment, 4, 1-33.
Mischel, W. (1987) Personality dispositions revisited and revised: A view after three
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Olivos, X. (2010). Entrenamiento de habilidades sociales para la integración psicosocial de
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para el cuestionario de evaluación de la discapacidad de la oms. Organización Mundial
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Phillips, L. y Zigler, E. (1961): Social competence: The action-thought parameter
and vicariousness in normal and pathological behaviors. J. Abnormal and Soc.
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Secades Villa, R. y Fernández Hermida, J. R. (2001). Tratamientos psicológicos efi-
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Spitzberg, B. H. y Cupach, W. R. (1984). Interpersonal Competence. Sage.
Tajfel, H. (Ed.). (1978). Diferentiation between social groups: studies in the psychology of
intergroup relations. Academic Press.

132
Capítulo 7

La experiencia de angustia ante la muerte:


una aproximación teórica al modelo
psicopatológico propuesto por Yalom desde
la psicología fenomenológica existencial
Gustavo Alejandro Martínez*

Resumen
El presente capítulo se gesta en torno a la aproximación teórica de la experiencia
de angustia ante la muerte, lo cual es un tránsito conceptual de la ansiedad
existencial; es un abordaje como modelo psicopatológico existencial, para la
comprensión del terror hacia la muerte, siendo, desde luego, muy importante
para el trabajo psicoterapéutico, lo que permite reconocer la relación experiencial
entre la muerte y la angustia, como existenciario ontológico principal humano,
mostrándonos la muerte como una experiencia límite influyente en la vivencia
concreta, y la presencia de la angustia, como amenaza digna de articulación
defensiva psicológica. Dentro de la aproximación teórica a la experiencia de
angustia ante la muerte, nos acercaremos entonces, a la vivencia personal
de cara a la temporalidad, a la otredad y a los cambios personales que se pro-
vocan a partir de su conciencia, representados en el encuentro humano con la
angustia primaria. Algunos aspectos muy significativos del abordaje conceptual


*
Docente e investigador Universidad de San Buenaventura-Cartagena. Facultad de Ciencias de la
Educación, Humanas y Sociales. Programa de Psicología, Grupo de Investigación en Psicología
(gipsi). Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico:
gustavo.martinez@usbctg.edu.co

133
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

de la experiencia de angustia ante la muerte, podremos identificarlos en la


manifestación de esta, desde el proceso experiencial, del deseo, la voluntad y
la intencionalidad de la persona que vivencia la experiencia de angustia ante la
muerte. Se hace una aproximación de manera detenida y específica al movimiento
de la estructura psicológica intencional de la experiencia de angustia ante la
muerte, sus bases afectivas, mentales y sus sentidos, las vivencias de recono-
cerse ontológicamente angustia, de ponerse frente a sí mismos, de evitarla o
de hacerse cargo del destino; atributos conceptuales, que serán abordados con
base en la psicología clínica con marco fenomenológico existencial.

Palabras clave: angustia ante la muerte, experiencia, intencionalidad,


fenomenología, sentido.

Abstract
The present chapter is conceived around the theoretical approach to the expe­
rience of death anxiety, which, is a conceptual transit from existential anxiety, is
an approach as an existential psychopathological model, for the understanding
of the terror towards death, being, of course, very important for psychothe­
rapeutic work, allowing us to recognize the experiential relationship between
death and anxiety, as a human main ontological existential, showing us death
as an influential limiting experience in concrete living, and the presence of
anxiety, as a threat worthy of psychological defensive articulation. Within the
theoretical approach to the experience of death anxiety, we will then approach,
personal experience in the face of temporality, otherness and the personal
changes that are provoked from his consciousness, represented in the human
encounter with primary anxiety. Some very significant aspects of the concep-
tual approach of the experience of death anxiety, we can identify them in the
manifestation of it, from the experiential process, the desire, the will and the
intention of the person who experiences the experience of death anxiety, in
which we can approach in a more detailed and specific way, the movement of
the intentional psychological structure of the experience of death anxiety,
their affective, mental bases and their senses, the experiences of ontologically
recognizing anxiety, of standing before themselves, of avoiding it or of taking
charge of destiny; conceptual attributes, that will be approached from clinical
psychology with existential phenomenological perspective.

Keywords: Experience, death of anxiety, experience, sense, intentionality,


phenomenology.

134
Gustavo Alejandro Martínez

Introducción
La experiencia del ser está impactada o atravesada por diferentes acontecimientos
en sí mismos; sin embargo, a nuestro parecer, son pocos como la experiencia de
la muerte. Civilizaciones enteras han construido su cosmogonía y cosmovisión
de la existencia, en una irónica relación con la muerte, una obvia necesidad de
alianza que le permita una trascendencia decorosa a su ser, una necesidad
de continuación en un espacio atemporal desconocido, un llamado sagrado de
algún Dios a otro mundo original y perfecto, donde ocurre un acto libertario
del alma desde la cárcel somática, finita y terrenal del cuerpo.

La muerte
La comprensión de esta experiencia de vida, como lo es la muerte, será abordada
basada en la fenomenología existencial, no solo porque es lo que nos exige el
rigor de nuestra vivencia, sino también por la existencia misma, porque cree-
mos, es en el lugar más vivo, en el lugar por donde más honestamente podemos
cuidar del ser, como nos propone Yalom (2018), en su tratado de Psicoterapia
existencial, en el cual, de la manera más congruentemente humana posible,
vincula la vida, la muerte y la angustia.

Es absolutamente claro que, detrás de cada impulso por la vida, está la expe-
riencia de que alguna vez esta misma nos hablara de nuestra propia muerte;
convirtiéndose quizá, en la experiencia que más invita a nuestra curiosidad, a
nuestro tender, ya sea para comprenderla como para defenderse de ella; quizá,
sea necesaria en el sentido más ontológico posible; quizá, nos preguntemos por
nosotros a partir de saber que dejaremos de ser, incluso, quizá sea la muerte,
la necesaria obligación de nosotros mismos, quizá sea el acto más responsable
de la existencia, quizá sea la muerte, la madre de la vida, quizá no sea una
experiencia tenebrosa que nos arranca las entraña, sino que nos teje desde
el centro más humano, el más sensible, quizá, sea la muerte el sentido más
poderoso de vida, quizá, sea la muerte la señal más inequívoca de vida, de lo
anterior, también nos habla claramente Yalom (2018), la muerte es el hecho
más importante de la vida.

Parece que es inevitable que la muerte nos proporcione un contenido trascen-


dental, un contenido al que le hemos hecho toda una apología transgeneracional
en su dinámica con la cosmogonía del mundo, su construcción, destrucción y
reconstrucción de los senderos modernos. Detrás de todo ello existen episodios
micro sistémicos, episodios intrapersonales, aquellos, nos que traen en nuestra

135
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

relación con la muerte una experiencia esencial, un contenido humano, un


contenido existencial, una relación con nosotros mismos.

En este marco, la muerte es uno de esos puentes tendidos, que nos trae y
regresa a la verdadera esencia, como manifestaban nuestros referentes más
ortodoxos del existencialismo, en el cual, sin duda, nos ha hecho ponernos de
frente con aquellas aristas dolorosas del ser humano, de allí, que la muerte sea
un hecho que duele siempre (Yalom, 2018). Por lo tanto, la muerte, al ser un
hecho ontológicamente doloroso, hace que como humanos hagamos algo con
ella, quizá sea el sentido, uno de los buenos hijos en la aparición de la muer-
te, sin embargo, frente a hacer algo con ella, empezamos haciendo algo con
nosotros frente a ella, pues, finalmente, se trata de nuestra muerte, se trata
de hacernos cargo de nuestra muerte, las tradiciones, los rituales y las expli-
caciones, que extienden lo material a lo inmaterial; son fiel muestra de ello,
esto nos lleva a darnos cuenta de nuestra intención hedonista, una intención
que siempre busca suavizarla.

Quizá, este sea el momento en el que se relaciona la muerte como la angustia


primaria, con aquella sensación de angostura, con la sensación de perder el aire,
el espacio, lo que se posee, la libertad, a perder las posibilidades, de hacernos
nada. Por ello Kierkegaard (citado en Tomas-Sábado, 2016) llama a la angustia
como miedo indefinido; quizá, sea la muerte entonces, una fusión experiencial
primaria, de imposibilidades frente a la libertad y de indefinición en el ser,
por la inminente percepción de desaparición; sin embargo, al convertirse la
muerte en la angustia primaria de todo ser humano vivo, al mismo tiempo,
le da el inmenso poder de salvación, pues lo hace ser, lo hace experienciarse,
a sentirse vivo. A esto se refiere Yalom (2018, p. 60) cuando dice, “aunque el
hecho físico de la muerte destruye al hombre, la idea le salva”; es decir, es como
si la relación con la experiencia de muerte pudiera también hacernos vivir a
un nivel superior, porque nos hace consciente de nosotros mismos (Heidegger
citado en Yalom, 2018).

Comprender la muerte implica también reconocer la potencia, la fuerza, el


empuje que existe en el seno de la experiencia con ella; ahora bien, puede ser
una situación límite que provoque una trascendental necesidad de enfrenta-
miento, es una provocación y convocatoria, es un llamado a la vida —como
ya se mencionó—, es una conciencia del ser hacia episodios enraizados, hacia
una perspectiva diferente. La muerte, promueve desarrollo, crecimiento,
trascendencia del ser; es decir, la muerte comunica a la vida una profundidad
(Yalom, 2018); tal profundidad hace que exista un proceso de exploración, de

136
Gustavo Alejandro Martínez

reconocimiento y conciencia, hace que el presente no se pueda evitar, que la


existencia no se pueda posponer (Yalom, 2018). Es decir, la muerte hace que
seamos autores de nuestra propia vida, es un reafirmar la vida, la muerte y
su profundidad catapulta hacia la existencia presente, en la que no existe un
momento más eterno (Yalom, 2018). Lo anterior sería otra muestra más de
libertad, que trae la muerte y que salva al humano, reconociendo que aún puede
alterar el curso de su vida.

Hemos propuesto la experiencia de muerte, desde un lugar muy particular,


hemos propuesto esta aproximación conceptual no desde los moribundos,
los fallecidos, sino, más bien, desde los seres en la existencia; esto tiene toda
una intención ontológica, pues, ocuparse de la muerte en la vida se convierte
no solo es un acto de esperanza en lo psicoterapéutico, sino más bien es un
acto cotidiano y absolutamente vivencial de verdad, realidad e importancia,
es como, si al considerar la muerte, lo oscuro resaltara el brillo de la vida,
(Santayana citado en Sierra, 2018). Lo expuesto implica que la muerte no solo
se trata de la desintegración de un organismo, de la cesación de un cuerpo,
sino también de la imposibilidad de seguir afirmando el proyecto de vida de
un ser humano; esto nos lleva a considerar, la relación que tiene la muerte
con la pérdida de atributos personales, sentidos de vida, incapacidad para
desear, restricción de nuestros potenciales, disminuciones afectivas, entre
otras. Por consiguiente, la muerte se relaciona con nosotros desde diferentes
lugares de la existencia, la muerte, existencialmente hablando, no se relaciona
exclusivamente con el fin, esta puede ser la precursora de un inicio; por ello,
Yalom (2018) afirma, que la situación límite no es tanto el fin de una relación,
como el inicio de una nueva.

De la misma manera, Van Deurzen (s. f., citado en Rodríguez y Osorio,


2014) nos dice, “la muerte hace parte de mí y aceptar vivir hacia este final,
me devuelve en cierto sentido mi propia vida; es decir, que la experiencia
finita, hace regresar hacia la propia experiencia, que se desarrolla a partir
de la gran posibilidad de ser mortales”. Sin embargo, no siempre se es capaz
de ver lo brillante, lo trascendental o lo trasformador de las experiencias
relacionadas con la muerte. Al respecto Angarita y De Castro (citados por
Rodríguez y Osorio, 2014) nos plantean que, en caso de no ser posible en-
contrar un sentido a partir de la reflexión hecha frente a la muerte, aparecerá
lo que conocemos como enfermedad existencial. Lo anterior está sostenido
en la percepción, de que detrás de todos los trastornos mentales se encuentra
la muerte (Yalom, 2018).

137
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

Angustia ante la muerte


Diferentes autores se han relacionado con la angustia ante la muerte, cada uno,
desde su lugar de comprensión, han matizado esta experiencia, bien sea como
conciencia en la fragilidad del ser (Jaspers), terror al no ser (Kierkegaard), la
imposibilidad de más posibilidades (Heidegger) y ansiedad ontológica (Tillich).
Cada una de estas aproximaciones son absolutamente válidas y compresivas,
y encontraron su relación y centro en la idea que:

[…] el miedo a la muerte constituye una fuente primaria de ansiedad, de


que está presente ya muy pronto en la vida, es un instrumento en la con-
figuración de la estructura del carácter, y continúa generando ansiedad a
lo largo de la vida, lo que da como resultado una angustia manifiesta y la
erección de las defensas psicológicas. (Yalom, 2000, p. 210)

Lo anterior significa que, “el terror a la muerte es ubicuo y de tal magnitud que
una porción considerable de la energía vital de uno se consume en la negación
de la muerte” (Yalom, 2000, p. 218); pero también, “puede abrir un horizonte de
posibilidad y empujar el coraje necesario” (Tillich, citado en Pérez-Álvarez,
2019, p. 22), de manera, que, para adentrarnos en esta experiencia, debemos
primero construir el concepto de angustia y luego centrarse en la propuesta
del modelo psicopatológico, basado en la angustia ante la muerte.

Un aspecto importante para la comprensión de la angustia se basa en su vínculo


con la defensa que hacemos frente a la amenaza de nuestros valores más esen-
ciales, a la propia vida, por ejemplo, que, de manera exacerbada, la angustia va
a hacer su aparición más contundente y quizá más trasversal de la experiencia
humana. Esto muestra una relación significativa en el sentido con la angustia,
en el que esta última se convierte en un faro luminoso del ser, además de con-
vertirse en la muestra de un saber existencial, que Yalom —citando a Jaspers
(2018)— nos manifiesta de la siguiente manera, “existe una Conciencia de la
fragilidad del ser” (p .62); esta conciencia viene dada a sabiendas de que somos
seres temporales, que podemos ser aniquilados por el tiempo, es decir, por la
propia existencia y que no existirá remedio alguno para ello; sin embargo, esta
conciencia frente a la angustia, no es limitada a la extinción del cuerpo, sino
también a la imposibilidad de posibilidades posteriores (Heidegger citado en
Yalom, 2018). Lo anterior significa que la angustia no será solo un sistema de-
fensivo para preservar el concepto básico de la vida, sino también el concepto
ontológico del ser (Tillich citado en Yalom, 2018). Por lo tanto, de acuerdo con
esta definición de angustia, podríamos comprender cómo la psicopatología

138
Gustavo Alejandro Martínez

también hace su aparición, lo cual se evidencia en la actuación del ser frente a


esa gran fuerza ontológica, ese gran pavor de carácter biológico, en cual, cada
vez que el individuo niegue su aniquilación y con ello la angustia que esta pro-
duce, la angustia hará de este un campo potencial de múltiples reapariciones
y cada vez con mayor potencia. Aquello significa que la relación del ser con la
angustia será vital, como los latidos de su corazón, si se detienen rotundamente,
seguro será por el asecho de la muerte, la angustia es la compañera inseparable
de nuestra existencia (Riemann, 1996).

A partir de todo lo anterior, Yalom (2018) propone un modelo psicopatológico


comprensivo, en su tratado de psicoterapia existencial, mejor conocido como
Angustia ante la muerte, en el cual la psicopatología, como ya mencionamos, se
gestará alrededor de este miedo ante la aniquilación, de esta negación (miedo)
que busca preserva al ser, del no ser.

La angustia busca convertirse en miedo, si convertimos el temor a la nada, en


un miedo a algo, podemos organizar una campaña defensiva, evitaremos la
causa de nuestra inquietud, inventaremos rituales mágicos para conjurarla o
planificaremos una lucha sistemática para despojarla de su contenido siniestro
(Yalom, 2018). Es lo que este autor nos plantea, al respecto de lo que ocurre en
el ser, frente a la que también han llamado la angustia primaria, terror mortal
o miedo a la propia extinción (Yalom, 2018).

Desde nuestra perspectiva es notoria la relación casi indesligable de la angustia


con la muerte y de la muerte con la angustia, no es un juego de palabra, más
bien, es la intención conceptual para comprenderla, unidas, adheridas, entrela-
zadas; lo anterior va convirtiéndose en una postura, en una aproximación para
reconstruir el concepto de angustia. No obstante, la experiencia de angustia
es un concepto existencial, de forma que se convierte en una base importante
de la comprensión psicológica general del humano, de su vida psíquica, ha-
ciéndola reaparecer en escena una y otra vez (Yalom, 2018); por ello, daremos
luces de la experiencia de angustia cada vez que nos acerquemos al palacio de
conocimiento de muerte.

Kierkegaard (citado en Yalom, 2018) nos dice que la angustia es un miedo a


nada en particular, a una nada a la que el individuo es ajeno; esta afirmación
es una aproximación muy sintiente frente a la experiencia de angustia ante la
muerte, esta vivencia nos hace transitar por caminos filosóficos, en los cuales
el ser humano podría obtener la posibilidad, la singularidad y la temporalidad
más propia (Heidegger citado en Gosetti-Ferencei, 2019). Coherente con lo

139
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

anterior, Sartre (citado en Guevara Riera, 2019) dice al respecto de la angustia,


que es un elemento sobre el cual se sostiene la existencia y se encuentra al ser
cuestionándose a sí mismo, de tal forma, que esta aproximación permite com-
prender la angustia como una experiencia que se traduce afectivamente, con
característica experiencialmente irreducible; esta irreductibilidad se establece
en la imposibilidad para ser localizada y explicada (Yalom, 2018).

Sigamos analizando la experiencia de angustia ante la muerte, la cual puede


ser inubicable, puesto que lleva consigo, por lo menos en algún grado, material
misterioso a la conciencia, pues, podría encontrarse en todos lados y al mismo
tiempo puede estar en ninguno (May, citado en Yalom, 2018). Es una contun-
dente experiencia ajena, sin embargo, inherente a la vivencia humana, es decir,
propia al existir, a partir de ello, entonces, hace su aparición de la experiencia
ante la muerte, como una consecuencia, como se ha reconocido en la nosología
psiquiátrica, al categorizarla como reacción o como fenómeno latente (de latir)
humano. Según lo anterior, podemos relacionarnos con la angustia ante la
muerte, viéndola, percibiéndola como material vivencial del mundo humano,
pero al tiempo, sintiéndola como vivencia afectiva que supera la reacción (la
consecuencia), como parte esencial del ser o como atmosfera de su existencia.

Otro acercamiento a la experiencia de angustia nos los plantea semánticamen-


te la raíz de la palabra angosto, en la cual tal condición humana genera una
experiencia apretada, tensa, a partir de ello, surge una pregunta, ¿cómo hace el
ser humano para sortear una experiencia tan inmediatamente confrontadora?
Jaspers (citado en Signorelli, 2011) definió estas experiencias confrontadoras
como situaciones límites, es decir, “aquellas que son irrevocable, entre ellas,
No puedo no morir” (p. 147); pero, Martínez (2012) nos responde tal pregunta
antes mencionada, considerando que existen dos clases de angustia, aquella
que se genera de manera natural, que surge por las condiciones existenciales
y aquella otra que se genera por la búsqueda y el deseo de rechazar la primera;
es decir, cuando negamos tal condición de angustia como consecuencia de
preguntarnos por la esencia (la muerte, la libertad, el sentido, entre otras),
aparecerá la experiencia apretada, limitante y tensa del ser, pues es la angustia,
una experiencia que forma parte del ser. Parecería entonces, que la experien-
cia de relación humana con la angustia, de su aceptación y exploración viene
a generar un impacto constructivo en el desarrollo del ser; de manera más
específica, relacionarnos con la realidad existencial de la angustia es relacio-
narnos con nosotros mismos; la angustia es la respuesta normal a los hechos
fundamentales de la existencia (Martínez, 2012), la angustia es el vértigo de
la libertad (Kierkegaard, citado en Llamas Roig, 2018).

140
Gustavo Alejandro Martínez

Con la angustia ante la muerte, y específicamente con la angustia, también,


nos acercamos en este momento, a la lucha del humano en hacerse libre, esta
última, también tiene gran poder de relación y se vincula a ella como posibili-
dad de ser. Al considerar detenidamente esta libertad en su máxima expresión,
podría simbolizar un riesgo (aniquilación) que pone de frente al individuo con
su vivencia limitada, convirtiéndose esta, en una postura muy contundente
en lo existencial, pues, lleva a visibilizar la angustia como movimiento, un
movimiento que no cesa (Martin-Aduriz, 2018). Por lo tanto, “aventurarse
causa ansiedad, pero no aventurarse es perderse a uno mismo. Y aventurarse en
el más alto sentido, es justamente tener conciencia de sí mismo” (Kierkegaard,
citado en Lineares, 2019, p. 9), todo ello, porque Kierkegaard considera que
la angustia aparece cuando la persona teme a la libertad, finalizando con un
bloqueo de la conciencia y de la experiencia (Kierkegaard, citado en May, 2000),
si la vida requiere libertad y la experiencia también se pone en riesgo al ser y,
por ende, frente a una experiencia angosta, que lo hace temer su desaparición,
su disolución o su propio posibilidad.

Hasta aquí, en muchos momentos, hemos utilizado exclusivamente la palabra


angustia, en la extensión de esta propuesta teórica; sin embargo, será impor-
tante hacer la aparición de la palabra psiquiátricamente más conocida para
referirse a estas experiencias antes mencionadas, la ansiedad. La literatura
y múltiples e importantes autores, en el marco fenomenológico existencial,
nos hablan extensamente de ella, como es el caso de Rollo May (2011), quien
nos dice que la ansiedad humana proviene del hecho de que el hombre es un
animal que valora, el ser que interpreta su vida y su mundo, sobre la base de
símbolos y significados, y los identifica con su existencia como persona. Lo
anterior, nos puede empezar a mostrar cómo la ansiedad tiene una base más
contundente en lo mental y allí esta función valuadora es otra manera impor-
tante de relacionarse con la defensa de valores, que potencialmente puedan
ponerse en riesgo (May, 2011). Por otra parte, se definió la ansiedad como la
aprensión desentrelazada por la amenaza a algún valor que el individuo con-
sidera esencial para su existencia como persona.

Empecemos a clarificar la ansiedad que nos plantea May, con base en el término
aprensión, pues, además de otras características del concepto, nos muestra una
relación contundente con la angustia ante la muerte que ya hemos concep-
tualizado, pues, es esta aprensión la que pone una base de relación ontológica
con el concepto de angustia, siendo un miedo “no razonado” y desentrelazado,
sin embargo, consciente de algo que amenaza. Esta aprensión se convierte
entonces también en una posible diferenciación entre angustia y ansiedad,

141
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

convirtiéndose en el registro corporal de una experiencia de amenaza, de una


experiencia de posible aniquilación, sin embargo, se diferencia de la angustia
porque puede ser ubicable -In Animo- en la mente.

Un sinónimo importante de aprensión que nos ofrece el Diccionario de la lengua


española (2017) es la palabra escrúpulo, que viene a ser, prejuicio, mostrándonos,
nuevamente, la gran relación de la ansiedad con la mente, con su valoración,
con su devenir futuro, con la incertidumbre. Según Ceballos-Montalvo (2017),
esta incertidumbre nos da luces al referirse a la ansiedad impaciencia de algo
que ha de ocurrir, de la misma forma, lo hace De Castro González (2017), al
decirnos que es supremamente necesario comprender la experiencia de ansiedad
en relación con la temporalidad y las posibilidades futuras potenciales en las
que vive y se encuadra una persona. Con lo anterior, no intentamos hacer una
separación entre los conceptos de angustia y ansiedad sino, más bien, reconocer
y clarificar estas dos experiencias, una planteada con base en su existencia frente
a la muerte, en la sensación de pavor biológica y ontológicamente hablando
(angustia), y la otra de acuerdo con la necesidad de abstraer mentalmente tal
experiencia con una fuerte relación con la incertidumbre, la cual, de nuevo, la
vincula con la existencia y, por último, la hace ubicable (ansiedad).

La muerte es todo y es nada (Yalom, citado en Cox, 2020); lo anterior podría


significar que la muerte tiene un gran poder de relación con la angustia (nada),
de la misma forma que la angustia está adherida ontológicamente al ser (todo),
la angustia ante la muerte se encuentra en la base experiencial de los seres
humanos, podemos reconocerla, según Yalom (2009), de la siguiente mane-
ra, en muchas personas. La angustia ante la muerte es abierta y fácilmente
reconocible, en otras, es sutil, reprimida y se oculta detrás de otros síntomas
y solo se identifica, explorando, excavando inclusive.

La primera aproximación propuesta por Yalom (2018) del modelo psicopato-


lógico basado en la angustia ante la muerte, plantea “la suposición de que la
enfermedad es un modo descarnado e ineficaz de resolver la angustia” (p. 28);
por otra parte, también retomando a Yalom (2018), el individuo que se convierte
en un “paciente” es aquel a quien no le han bastado los medios convencionales
para evitar el miedo a la muerte, los cuales son las postura, que sostienen la
relación entre la muerte y la psicopatología, que además se convierten en
la base teórica del modelo psicopatológico de la angustia ante la muerte. Si
bien la angustia, como ya hemos conceptualizado, viene a mostrarse de una
manera muy significativa cuando los valores más existenciales se encuentran
amenazados, es la relación con la muerte la que es capaz de hacerla resonar,

142
Gustavo Alejandro Martínez

quizá, con mayor vigor, al posiblemente, superar la amenaza y convertirla en


aniquilación de todos y cada uno de ellos. Esto se debe a que algunos autores
reconocen la muerte como la situación límite por antonomasia; al respecto,
Signorelli (2011), dice que el modelo psicopatológico nos plantea una ironía,
la cual Yalom (2018), citando a Becker, hizo visible cuando se refirió a que lo
irónico de la condición del hombre es que su necesidad más profunda consiste
en evitar la angustia sentida ante la muerte y la aniquilación; pero, al mismo
tiempo, es la vida misma la que despierta esta angustia, por lo cual se ve obli-
gado a renunciar a una vida plena.

No obstante, la anterior comprensión le resta importancia a cómo de manera


intencional el ser humano se relaciona con esa angustia tan naturalmente
vivencial, en la cual más que “verse obligado a renunciar a la vida plena”, este
se obliga a hacer algo frente a su vida, ya sea con su plenitud o limitación, uti-
lizando estructuras defensivas de camuflaje. En consecuencia, la naturaleza
del conflicto dinámico principal se disfraza tras la represión y otras maniobras
destinadas a calmar los trastornos (Yalom, 2018), llegando con lo anterior, justo
a la etiología de enfermedad, la patología y el sufrimiento, según el modelo al
que hacemos referencia.

Siguiendo en esta aproximación al miedo frente a la angustia primaria y dándole


continuo a la idea de que algo hacemos con nosotros frente a ella, podemos
afirmar que, psicológicamente, genera un esfuerzo humano, el cual no siempre
termina en un final feliz, reprimimos, negamos, desplazamos, simbolizamos,
reaccionamos, entre otras, pero siempre buscando hacer de esta experiencia
tan comprometedora del ser que sea menos dolorosa. Yalom (2018) propone
algunas otras maneras de mitigarla, algunas otras manera de hacer algo con
nosotros frente al miedo a la muerte, estas, podrían dividirse en dos grandes
salidas, en un primer lugar, la individuación (inviolabilidad) y la relación con
la idea de un salvador, como segunda salida.

Vamos a profundizar en estas dos defensas, que Yalom (2018) llamó funda-
mentales contra la muerte. En primer lugar, tenemos el supuesto (la creen-
cia) de que somos especiales, esta manera de negar la muerte tiene una base
importante en la creencia de inviolabilidad, en la cual creemos que la regla de
la mortalidad se aplica a los demás, pero, ciertamente, no a nosotros mismos
(Yalom, 2018). Este supuesto cumple, al igual que la segunda creencia que ya
conceptualizaremos, con mantener a la muerte lejos de su inmediatez; cuanto
más poder se cree tener, más se mitiga el miedo a la propia muerte y más se
fortalece el supuesto de especialidad, no obstante, cuando nos damos cuenta

143
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

de que somos tan terrenales, vulnerables y mortales frente a la muerte, desa-


rrollamos una fuerte sensación de enojo y traición por la vida.

El segundo supuesto que cumple con la función defensiva ante la angustia


primaria se establece en la idea del advenimiento de un salvador, del Supremo
salvador; en este supuesto está fuertemente incorporado en el desarrollo de las
civilizaciones humanas, quizá su nivel de arraigo y profundidad sea proporcional
a la angustia ante la muerte, la creencia de un ser personal omnipotente, una
fuerza o un ser que nos observa eternamente, nos ama y nos protege, de la misma
manera. Aunque pueda permitir que nos aventuremos en las inmediaciones,
al borde de un abismo, en últimas instancias nos rescatará (Yalom, 2018). Las
dos creencias anteriores están enraizadas desde las primeras etapas de la vida,
cuando los padres parecían estar eternamente interesados y satisfacían cada
una de las necesidades. Como dice Kubler-Ross (citado en Yalom, 2000), los
individuos difieren en la tenacidad con la que se aferran a la negación, pero,
finalmente, toda negación se derrumba frente a la realidad.

Las defensas que se relacionan a la idea de inviolabilidad son el heroísmo


compulsivo, la creencia de que la finitud es para los otros. El trabajo maniaco
(adicción al trabajo), el cual busca la eternidad y la detención del tiempo a través
del trabajo, guardando en su centro un gran miedo a morir; el narcisismo, la
agresión y el control, mecanismo mediante el cual se pone a los demás en
la subvaloración, en la cual los derechos de los otros son destruidos, maltratados
y con ello se gana una amplitud del yo, una sensación de poder y control frente
la muerte. Parafraseando a Yalom (2018), las defensas relacionadas con la idea
de recibir la salvación por parte de otro ser lleva a rasgos de conducta como el
desprecio por sí mismo, el miedo a perder el amor, la pasividad, la dependencia,
la automutilación, la falta de responsabilidad y la depresión.

Sigamos haciendo apertura del modelo psicopatológico de angustia ante la


muerte. Tanto Jaspers como Heidegger (citados en Signorelli, 2011) afirmaron
que es característica del hombre huir ante la angustia ante la muerte. Por otra
parte, Rodríguez (2018), en una idea similar, nos platea que frente al afán de
control, la angustia nos habla con su voz de constitutivo de desamparo y vulne-
rabilidad de la existencia humana; esto podría llevarnos claramente a un lugar
de combate ante una experiencia tan límite, pero también, de cómo luchamos.
La angustia ante la muerte es una experiencia tan abrumadora, que, debido
a ella, permanecemos en una proximidad significativa con la emergencia, la
crisis y hasta la afectación, es decir, que nos encontramos permanentemente
haciendo esfuerzos por evitar lo inevitable, lo cual, de plano, se convierte en
una estrategia condenada al fracaso.

144
Gustavo Alejandro Martínez

Al respecto, Signorelli (2011) nos dice, miramos para otro lado, hacemos como
que no existe en nuestro futuro próximo, olvidamos que tenemos que morir,
los que mueren son los otros, por eso siempre asombra que alguien muera y más
sorprendente aun si el que tiene que morir soy yo. Frente al afán de control, la
angustia nos habla con su voz de constitutivo de desamparo y vulnerabilidad
de la existencia humana.

A manera de claridad respecto de la angustia ante la muerte, Yalom (citado en


Signorelli, 2011), nos recrea cómo sus consultantes experimentan este miedo
a la muerte, el cual se manifiesta en forma directa como ansiedad explicita y
consciente, como un temor que estalla en temor e impide vivir o en forma in-
directa, ya sea como una inquietud generalizada o enmascarada con síntomas
psicológicos. Esta condición es la transformación, como ya mencionamos,
desde la angustia ante la muerte hasta un miedo; de esta manera hacemos
una abstracción defensiva. Desde que empezamos a percibir alguna mani-
festación de peligro contra nuestra integridad, emprendemos un camino que
nunca dejaremos mientras vivamos, el de los miedos y el mayor miedo, que nos
acompaña desde el inicio hasta la finalización de la vida es el miedo a la muerte
(Signorelli, 2011; Yalom 2018).

Finalmente, podríamos clarificar, según De Castro et al. (2016), citando a


Rojas, algunas diferencias entre ansiedad, angustia y miedo. La ansiedad se
caracteriza por la presencia de manifestaciones psicológicas e intelectuales y
por tener un efecto activador, lo que aumenta la posibilidad de aparición de
conductas suicidas, mientras que la angustia, por el contrario, se caracteriza
por la presencia de manifestaciones más físicas y viscerales, lo que produce
una reacción asténica o paralizante en el individuo; finalmente, de manera
más específica, encontramos el miedo, el cual es una reacción que implica la
sensación de un peligro inminente, posee un objeto cuyo referente es siempre
explícito. Todo esto nos lleva a reconocer la angustia ante la muerte como una
relación del individuo con su existencia; por ser ontológica (De Castro, et al.,
2016), está relacionada a la nada, por ello tiene el poder de paralizar la expe-
riencia humana, en la cual el individuo busca una respuesta anticipatoria hacia
algo difuso, generando mayor terror y, quizá, en la experiencia inmediata, es
transformada intencionalmente en algo específico, para poder hacerle frente;
no obstante, nos queda por manifestar, que ni el miedo, la angustia, ni la an-
siedad humana son conceptos que puedan entenderse por fuera del marco de
la experiencia, de la vivencia y del centro de valores humanos, pues, estas no
ocurren solo en el interior de los seres humanos sin tener nada que ver con
la situación en la que se encuentra la persona, y la valoración que se realiza de la
experiencia en su relación con dicha situación (De Castro y González, 2017).

145
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

Entonces, podríamos decir que la angustia ante la muerte se convierte en una


manera más de acercarse a la vivencia del ser en su mundo.

Proceso experiencial (conceptos de deseo, voluntad e


intencionalidad)
Lo experiencial tiene una relación inmensa con el contacto, con la integración de
un individuo y su realidad, entendida esta última como Su propia realidad, la de
los otros en relación y con la del mundo físico, que algunos postulados disimiles
de la fenomenología llaman mundo objetivo, un mundo donde existen cosas
físicas, pero que toman un fuerte valor, y al hablar de valor, no nos referimos a
su cuantía, sino a su significado e importancia, cuando este se relacionan con el
ser, como cuando entendemos que una máquina rodante, que está al servicio de
los seres humanos, se convierte en su principal amenaza física, movilizando el
existir mismo y después de un acontecimiento existencial sentido y vivenciado
desde el sufrimiento, puede resignificarse en la afirmación de los deseos, de
los valores, que sacan a un ser de estados de estancamiento.

Así es el proceso de la experiencia, una conjunción compleja o simple, pero


siempre existencial, cuando toca lo significativo. Ante esto, De Castro y Gon-
zález (2017) entienden que dicha vivencia y valoración está principalmente
caracterizada por los conceptos de deseo y voluntad, a partir de la forma de
asumir e integrar la intencionalidad y el sentido de la propia experiencia al
desarrollo de la personalidad.

El deseo
El deseo, visto desde esta perspectiva fenomenológica existencial, es la base
afectiva de la experiencia del ser (May 2011; De Castro y González, 2017). Esto
implica ser una energía, una fuerza capaz de direccionar, capaz de modificar, de
empujar, de proyectar e, incluso, por el acto más básico de la “fuerza”, capaz
de orientar. Se dice que para que un objeto en el mundo físico sea movido,
necesita un estímulo capaz de superar la fuerza misma de la estática y con ello
pueda cambiar al objeto en cuestión de lugar, es decir, en la fuerza se ve repre-
sentada una relación de intercambio, una transacción entre la fuerza (deseo) y
su dirección (tendencia). Pues bien, el deseo, en su aspecto más específico, se
establece como aquella fuerza capaz de movilizar al ser, lo cual se deja vislum-
brar en la frase de May (2011), el deseo es quien nos mueve; con este efecto
energético, el deseo será capaz en sí mismo de contener la energía afectiva para
continuar. Entendiendo lo anterior, como la base de la movilidad del ser, todo
ello cuando este sea capaz de dar clarificación a su deseo.

146
Gustavo Alejandro Martínez

Por ende, podemos continuar diciendo que el deseo no solo tiene energía, sino
que también de manera implícita guarda un sentido, que permitirá desarrollarse
en un mundo de valoraciones para el ser (May 2011; De Castro y González,
2017). Un mundo al cual es capaz de encontrarle, en lo afectivo, un “para
qué” a tal relación energética, contenida en las experiencias de trascendencia
y proyección de los seres humanos, de manera que el deseo en sí mismo es el
significado de la experiencia de sentido. Para ser más claro, el deseo viene a
mostrarnos la movilización autentica y original de una experiencia de sentido
(May, 2011; De Castro y González, 2017).

Cada vez que nos damos a la tarea de comprender al ser dentro de su experiencia,
nos encontramos con un conjunto de asociaciones, que vienen a mostrarnos
un “representativo de valoraciones” (símbolos); en este caso, el deseo toma
una particular función con respecto la experiencia de representación, algo
muy aproximado a cuando somos capaces de decir “Mi Deseo”, lo cual, marca
una tendencia frente a cualquier deseo; es decir, el conjunto de simbolismos
que viven dentro de la experiencia del deseo, nos muestra que no es cualquier
fuerza dirigida hacia cualquier objeto o sujeto, sino que dentro de él vive un
mundo capaz de hablar solamente de quien vive ese deseo. Ahora bien, en el
marco de apropiarse del deseo, es decir, de reconocerlo propio, guarda una
relación previa, presente y futura de conservarlo así (propio), de las propias
pertenencias, de las propias experiencias, es decir, del sí mismo.

El deseo tiene una tendencia histórica-futura del sí mismo y de la relación de


este con el mundo, todo lo que conlleve deseo, se da en un marco de movilidad
y de progresión, de manera, que el deseo no solo tiene un sentido de existencia,
que quizá, sea la experiencia previa de deseo (histórico), sino también como
consecuencia del sentido vital del ser, el cual tiene una imperiosa necesidad
de verse solidificado en el futuro. En ello se construye el sentido de deseo, es
decir, el acto en sí, que tanto espera el deseo, mueve al ser hacia su futuro (May,
2011; De Castro y González, 2017).

Hay dos características muy significativas del deseo, que enseguida clarifi-
caremos; en primer lugar, podemos decir, que todo deseo implica una carga
de ansiedad. Relacionar estos dos conceptos (deseo y ansiedad) es interesante de
acuerdo con nuestra aproximación teórica de la experiencia de angustia ante
la muerte, pues, en el acto imaginativo del deseo existe una fuerza orientada
llena de sentidos, que lleva al ser, a relacionarse con una amenaza o riesgo de
los valores existenciales, su anulación o su clarificación generarán una relación
constructiva o destructiva en el desarrollo del ser, con tomar una decisión,
como existir en posibilidad, por lo tanto, con la existencia del deseo, existe un

147
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

acto de conservación, existe una experiencia de angustia, una carga importante


en el centro afectivo, que busca también reaccionar frente al deseo, ya sea a la
pérdida del sí mismo o la integración sana, que existe en su clarificación. Lo
anterior le da mucha importancia a la continuación del proceso experiencial,
a la aparición del acto de desear y de la voluntad, pues, es el deseo y la relación
con su ansiedad, los que le dan la entrada; es decir, el deseo mueve al ser hacia
futuro (May, 2011; De Castro y González., 2017).

El acto de desear
Pasemos aquí a una de las relaciones más significativas entre el deseo y el
surgimiento de la voluntad, es una experiencia de relación, debido a que
el reconocimiento, la clarificación y la confrontación con que se quiere se pro-
ducen a partir de ello. De Castro y González (2017), citando a May, dicen que
el acto de desear es ese juego imaginativo de la posibilidad de que algo ocurra;
desear, entonces, tiene un compromiso experiencial genera la prospección de
posibilidades y la utilización de los elementos significativos.

La posibilidad y el significado tienen un poder valioso en la experiencia de desear


en el ser humano, en ello se conjugan el poder del presente, la decisión y los para
qué de este; cuando ello ocurre, la persona será capaz de recibir experiencias
que permiten hacer más y más clarificación, sin renegar de ella. Esto implica,
entonces, una acogida integral de sí mismo, mostrándose la experiencia, de
una manera más completa, incluso, aceptando impulsos, pensamientos, sen-
timientos, recuerdos, entre otros, pero con la condición experiencial de una
no identificación axiomática e inmediata con ellos. Esta gran función hace de
la experiencia del acto de desear un aliado valioso de la sanidad.

Por otra parte, De Castro y González (2017) nos dicen con respecto a la función
receptora del acto de desear que esta implica asumir una actitud orientada a
recibir sin renegar, validar o rechazar la propia experiencia, para conocerla
descriptivamente tanto como se pueda, para clarificar valores y significados
implicados en ella, aun cuando la experiencia que se reciba sea la propia an-
gustia ante la muerte.

Estamos hablando de una experiencia que se revela, que se acoge, que se cla-
rifica y se explora, es decir, un experiencia que, al participar, implicaría una
aceptación de sí, de su deseo; no obstante, una aceptación orientada, una
aceptación que ya empieza a tener una visión (conciencia) para su afirmación
de deseo; De Castro y González (2017) nos puntualizan diciendo, “este acto

148
Gustavo Alejandro Martínez

de desear” es lo que se puede “rescatar” en uno mismo, en la libertad de ser,


mediante la pausa, ya que en esta, el individuo rompe la necesidad compulsiva
impuesta por el determinismo pasado o externo, para adentrarse en la propia
experiencia y conocer profundamente el sentido de los propios deseo, y hacia
a dónde apuntan estos. En caso que sea necesario, orientarlos hacia fines más
trascendentes o constructivos; al respecto, podríamos finalizar manifestando
que el acto de desear, clarifica, hace consciente su deseo, toma la madurez que
esto constituye e impide una fragmentación del sí mismo, con orientación, para
que algo ocurra; ya retomaremos dentro del apartado siguiente de la voluntad,
el proceso de desear, debido a la conjunción sana y constructiva del deseo y la
voluntad.

Dejar de desear implica el advenimiento de la psicopatología. Esta carencia se


presenta como una nulidad para acceder de manera consciente ante nuestros
deseos, dejar de atenderlos, dejar de sentirlos, dejar de proyectarlos; dejar de
desear implica una ruptura en el conocimiento presente de nosotros mismos,
que no permite asumir una postura concreta frente nuestra corporalidad (sentir,
pensar), que trae consigo una atemporalidad y niega la función constructora
de nuestro mundo, lo cual, finalmente, impide vislumbrar la forma en la que el
ser ejerce su propia libertad de creación y desarrolla sus potencialidades. Dejar
de desear es una forma de evitar también la angustia primaria, generando una
obstrucción en el desarrollo sano del ser, ya que, al no desear, la persona deja
de comprometerse con el descubrimiento de sus deseos y con el desarrollo
consciente y constructivo de estos, dejando así de obtener alguna sensación de
bienestar o gratificación consciente que perdure en el tiempo (May, 2011; De
Castro y González, 2017).

La voluntad
Si el deseo es la base de toda la experiencia con contenido afectivo, la voluntad
desempeña un rol estructurador; debido a los matices que esta guarda, la voluntad
viene a generar una experiencia instituyente en el deseo, garantiza la estabilidad,
la mediación, la constancia en el deseo; es decir, genera madurez dentro de la
energía, la significación y la orientación futura. La voluntad sabe, porque es
la base mental de la experiencia, que viene a trascender de un juego imaginativo
del sí mismo, en la conciencia laboriosa y profunda del ser (May, 2011; De
Castro y González, 2017), pues, la necesita para dar elecciones consecuentes
de protección al deseo y a su acto de desear, que permita conservar su sangre
vital; pero es su relación (deseo y voluntad) la que genera congruencia entre sus
roles en la experiencia. Para que el acto de desear no nos lleve a ser, robotizados

149
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

o reactivos, la voluntad permite sostener superiormente la atención en


la proyección futura, en la conciencia y en la claridad de sus metas, gestadas
en la creatividad y la imaginación funcional del deseo.

Ahora bien, en la voluntad existen usos constructivos y destructivos del deseo;


en relación con lo destructivo, podríamos mencionar el concepto de fuerza de
voluntad, la cual lleva a destruir el deseo y actuar contra la propia voluntad;
esta fuerza, puede ser útil temporalmente. Al respecto, De Castro y González
(2017) dicen que esto es solo una reacción contra los propios deseos, que
se mantienen pasivos o reprimidos a la fuerza; lo que busca el empleo de la
voluntad bajo esta fuerza es negar, anular, imponer y restar la vitalidad del
deseo. Ampliando un poco más estos usos destructivos, nos encontramos en
la utilización de la voluntad en contra de sí misma, para ello, se utiliza:

• La impulsividad: no hay comprensión del deseo, viviéndose en una forma


secuencial, sentirse sin voluntad.
• Compulsividad: reducción de la ansiedad, calmar el pensamiento. Se cree
que el impulso es mayor que el ser, construyendo desesperanza, es decir,
siempre se perderá ante ella.
• Apatía: evitación a sentir ganas e interés de fomentar su voluntad, se va
en contra de la voluntad y el deseo.

Las anteriores son manifestaciones psicológicas que, sostenidas en el tiempo, se


convierten en psicopatologías de la voluntad. Los seres humanos, comúnmente,
las articulan frente a la angustia ante la muerte, entregándose a un mundo
intencionalmente sin conciencia de los propios deseos, a un mundo sin poder
de cambio, intentando evitar la profundidad generada por el terror a la muerte.

Al respecto de la voluntad constructiva, De Castro y González (2017) nos ma-


nifiestan que si utilizamos nuestra voluntad para disponernos a vivenciar en
la totalidad de la existencia, aquello que realmente nos motiva y jugamos con
las distintas posibilidades del día en nuestra imaginación, damos pie, haciendo
uso de nuestra libertad de hacer, la voluntad propiamente dicha, la cual, es la
capacidad práctica de organizarse con respecto a nuestra propia existencia.

Todo este proceso se da gracias a la conjunción construida con el deseo a partir


de la voluntad, lo que genera una integración y organización existencial, como
ya se mencionó. A esta fusión constructiva entre el deseo y la voluntad se le
conoce como el acto de desear; al respecto, May (citado en De Castro y Gon-
zález, 2017) manifiesta que el deseo y la voluntad hacen parte de un proceso

150
Gustavo Alejandro Martínez

dialéctico en el que el uno se necesita al otro; esta necesidad entre el deseo


y la voluntad construye un desear, quizá, el acto más contundente dentro de
una decisión, de un crecimiento, de la tendencia futura del ser. Este desear
necesita cuatro aspectos:

• El uso de la voluntad para clarificar y comprender los deseos para, pos-


teriormente, conocerlos descriptivamente.
• La clarificación de los significados, de los sentidos del deseo.
• Clarificar la identificación de esos deseos.
• Finalmente, la decisión en la afirmación de ese deseo de identificación
(De Castro y González, 2017).

Miremos la voluntad como conciencia a la acción, es decir, como el nivel de


claridad experiencial que requiere un cambio (Yalom, 2018). En psicoterapia, el
cambio terapéutico tiene que traducirse en una acción, no en un conocimiento,
ni en un ensayo, ni en un sueño; esto nos pone de frente a la voluntad como
acción necesaria y afirmativa que promueve el desarrollo personal, la hace notar,
como una definitiva necesidad para la libertad cuando se maneja de manera
constructiva, porque no tiene ningún sentido, hablar de una voluntad que no
sea libre (Yalom, 2018). Con ello se quiere decir que, después de esa afirmación
del deseo, la acción de la voluntad viene a libertarnos, se basa en una acción
libertadora electiva, porque el proceso entre el deseo y la acción requiere un
nivel de compromiso; nosotros agregaríamos, un nivel de compromiso que
favorece la aceptación de la angustia como compañera del camino de la vida,
como necesaria en la continuación cotidiana de afirmación, de constancia, de
madurez, de elección y ese sería el gran legado de la voluntad constructiva
dentro de la experiencia.

La intencionalidad
Como nos manifiestan May (2011) y De Castro y González (2017), la intencio-
nalidad es la estructura que da sentido a la experiencia, es la capacidad del ser
de tener intenciones, además, complementa en un parafraseo a James, es la
participación que permite darnos cuenta de nuestra capacidad de formarnos,
modificarnos y moldear los hechos del día en su relación con nosotros, entonces;
la intencionalidad es la estructura que da sentido a nuestra experiencia, debido
a que nos habla de un proceso relacional con nosotros mismos, para darnos
cuenta de nuestra capacidad de modificar los hechos del día en pro de nuestros
propósitos, (relación con oportunidad intencional). Tal cual como lo dicen May
(2011) y De Castro y González (2017), es la clave (organización, acomodación)

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Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

del problema de la voluntad y el deseo, lo es porque coloca en relación de sentido


al deseo y a la voluntad en el marco de una experiencia, es decir, implica una
interrelación entre el deseo (base afectiva de la intencionalidad) y la voluntad;
los reacomoda, los reempodera, los resignifica y los equilibra.

Por otra parte, hay dos aspectos implícitos en la definición y clarificación de


la intencionalidad, el primero se basa en la perspectiva orientada, organizada
en el sentido del mundo de la persona que dependerá del propósito de relación
con ese mismo mundo, mostrándonos que el ser tendrá una significación, una
acomodación u orientación de la perspectiva de su experiencia. El segundo
se basa en la relación del sujeto y objeto, en la cual la intencionalidad es la
estructura que nos hace vincular con ese objeto; por ello, podemos decir que
la intencionalidad también procede del objeto; asimismo, podríamos agregar
que la intencionalidad, entonces, contiene el sentido (ganancia) de la realidad
como la conocemos, cumpliendo con una labor existencialmente vital, pues es
nuestro centro activo relacional de significación con la realidad que vivimos;
es decir, es un marco originalmente identitario de nuestra experiencia con la
realidad, de nuestra relación ontológicamente humana con la angustia, una
tendencia importante de nuestras significaciones en nuestra relación con la
realidad. La intencionalidad abarca tanto nuestro conocer, como nuestro formar
la realidad y estas dos acciones son inseparables, de manera que es un estado
del ser y abarca, en mayor o menor grado, la totalidad de la orientación de las
personas en el mundo, en un determinado momento (May 2011; De Castro y
González. 2017).

Sentido
Incluyamos en este momento, la importancia del sentido, que tanto he-
mos acotado para relacionarnos en la clarificación del proceso experiencial,
hemos permanentemente relacionado el sentido, con el deseo, manifestando
que todos y cada uno de ellos implican un nivel de significación, un nivel de
orientación que permita proyectar el deseo en la intencionalidad; quizá, esta
sea la muestra más exacta del sentido dentro del proceso experiencial, esta se
halla en la relación con la cual un individuo dentro de una experiencia,
se relaciona con sus ganancias afectivas.

Los autores han relacionado el sentido con un “para qué”, que aparece en su
relación con el tiempo, el inconsciente, el consciente, la intencionalidad, entre
otras; el sentido nos muestra cómo podemos llenar de significaciones una ex-
periencia como esta puede vincularse con nuestro mundo afectivo. Ante esto,

152
Gustavo Alejandro Martínez

De Castro y González (2017) manifiestan que la intencionalidad se refiere a


una orientación psicológica en la vida cotidiana que implica intereses, deci-
siones y formas de vivenciar la vida; en otras palabras, la intencionalidad está
cargada del mundo de significados del ser, está cargada de un para qué orientar
o reorientar la existencia. Todo lo anterior nos permite entender, con base en
la psicología existencial, cómo hacemos parte de la experiencia; por ello, busca
clarificar los sentidos en la intencionalidad, para hacernos cargo de sí mismos,
para relacionarnos en el significado, en la ganancia afectiva; en este caso, un
ejemplo claro en una experiencia es cómo nos relacionamos con el tiempo para
vivirlo o no, en el momento ideal que plantea la psicología existencial, en un
presente continuo (De Castro y González, 2017).

De cara con la angustia ante la muerte dentro del proceso experiencial se


encuentran: raíces para permanecer firmes, tallo para sentir las variables del
tiempo y follajes posibles para hacernos universos.

Las raíces
Sentir angustia ante la muerte puede llevar al ser a relacionarse de una manera
importante con los aspectos afectivos más profundos, los más enraizados y
estructurales. La angustia se genera —se mueve desde la raíz ontológica del
ser— a partir del riesgo en el que puede estar la significación de un valor, es
entonces, cuando el ser siente la experiencia de amenaza de todo lo más valo-
rado, lo más importante, de las experiencias afectivas más cercanas. Explorar los
deseos frente a las experiencias más esenciales es una vivencia absolutamente
terapéutica. Los deseos infantiles, corporales, nobles e, incluso, la exploración
de aquellos deseos matizados por la agresividad permitirá acercarnos al reco-
nocimiento del propio ser —si se exploran de una manera consciente—, de su
fuerza, de su realidad interna y externa con el fin hacer algo con ellos frente a
la angustia ante la muerte, de utilizar la carga de significación que llevan para
afirmarlos, reconocerse en el acercamiento a los deseos es necesario para decir
“yo deseo hacer algo con mi angustia, pues se trata de mí”; en palabras De Cas-
tro y González (2017), no se trata solo de percatarse de ellos (de los deseos),
sino también y sobre todo de vivenciarlos y experimentarlos como propios.

Panhofer y Mac Donald (2016, citando a Heidegger) nos expresan que la


contemplación de la muerte aumentaría nuestra experiencia de estar vivos y
nos acercaría a ser seres humanos más conscientes; pues bien, las raíces de la
trasformación del ser frente a la experiencia de angustia ante la muerte están
centradas en el afecto, en la aproximación a la propia angustia, al reconocernos

153
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

angustia ontológicamente hablando, sentimos de una manera profunda nuestro


ser y nuestra realidad toma el matiz más esplendoroso. Por ello, De Castro y
González (2017) dicen al respecto que el deseo no es un objeto que está dentro
de uno desvinculado de la propia voluntad e intenciones, sino que siempre
implica una posición psicológica ante lo que se siente. Es así como podemos
darnos cuenta de que existe una carga de intencionalidad en la experiencia
afectiva, pues, aunque pudiéramos estar experimentando la más profunda e
intensa angustia, a su vez, podríamos estar experimentando la amplitud de
posibilidades que ofrece la angustia ante la muerte para la apropiación del ser
frente a su vivencia.

En lo anterior existe una selectividad como lo mencionaba May (2011), una


selectividad con sentido para la construcción y el desarrollo personal. Siguien-
do con May (2011), estamos entonces en la raíz de la evolución humana, en
la que se establece un paso entre el deseo y mi deseo (desear); un paso entre la
efímera quimera de mitigar el terror de la angustia primaria y la conciencia de
su ser, afirmado en su desarrollo estructural psicológico. Ante esto, De Castro
y González (2017) afirman, si el ser humano se permite experiencia para estos
deseos en algún nivel de conciencia, podrá captar el significado que necesita y
pretende afirmar en la vida cotidiana para sentirse con algún valor como ser
humano.

El tallo

Las experiencias esenciales necesitan un nivel de organización significativo


para percibirnos importantes y delimitar claramente dónde queremos ser y
estar; esto hace que los recursos humanos sean confrontados con las acciones
por realizar; esencialmente, requiere un nivel importante de reconocimiento
propio para hacer una congruencia entre ellas, saber existir será importante
para saber morir, saber ser será la plataforma existencial para el desarrollo y el
cuidado, y saber hacer es una manera de afirmar nuestra relación de ser existen-
cia. Es una posibilidad para acercarnos al bienestar a través de la construcción
de nuestra sana voluntad, de hacernos conscientes de nuestros recursos; De
Castro y González (2017) aseveran que la voluntad sana afirma y lleva cohe-
rentemente a la acción al propio ser, en la dirección escogida conscientemente.

Una dirección escogida conscientemente implica, decisiones cotidianas en-


trelazadas, no meros suspiros de gratificación, involucra volición para seguir
construyéndonos nosotros mismos, implica un proceso reconocer con claridad
lo esencial sobre lo puntual, como también priorizar conscientemente las
vinculaciones que tenemos como seres humanos frente a la vida, la muerte,

154
Gustavo Alejandro Martínez

la angustia ante ella. Este es el punto en el que, quizá, se puede mostrar un


desarrollo importante frente a la libertad, pues, la voluntad sana implica ello,
evolución humana, la utilizamos para darnos cuenta de que las experiencias
van en contra de sí mismos, cuando hay un vestigio de mala fe hacia nuestra
claridad en la afirmación, lo cual requiere valentía para sostener tal nivel de
conciencia. De Castro y González (2017, citando a May) plantean que muchas
veces se requiere coraje y valor para poder llevar los deseos a la acción, pero es
precisamente esta confrontación la que da aun mayor vigor y sentido al acto de
realizar por voluntad, los deseos más íntimos que apuntan constructivamente
al desarrollo del propio ser.

Cuando estamos haciendo uso de una relación sana con nuestra voluntad,
somos capaces de hablar de nuestra propia muerte, sin intentar evitar la
angustia que ello trae, es posible recibir los propios determinismos, tomar
un postura responsable frente a ellos, conocer el movimiento psicológico que
se gesta frente a la desintegración propia y de los otros; pero, aun así, somos
conscientes de querer ser nosotros mismos quienes seamos los autores de la
historia personal, incluso de nuestros propios deseos y angustias frente a la
muerte. Yalom (2018), citando a Otto Rank, con respecto a la voluntad, nos
plantea, “por voluntad entiendo una organización positiva y orientadora, que al
mismo tiempo utiliza creativamente y controla las pulsiones instintivas” (p. 23).

Aproximarnos a la angustia ante la muerte es una experiencia —como ya


mencionamos— que requiere coraje, pues es un punto de absoluta sensibili-
dad para cualquier ser humano existente; no obstante, cuando a partir de una
relación sana con la voluntad, utilizamos las experiencia para que estas sean
un motor frente a la vida, rompen con el silencio y somos capaces de poner-
nos a disposición de nuestro ser, en expansión, más propio de sí mismos, en
conocimiento, en exploración desde allí, es decir, incluso, desde el sufrimiento,
desde los errores, desde las causalidades y hasta desde sus limitantes, desde su
angustia, capaces de hacer contrapeso para poder continuar, para poder desear,
ser responsable de sí y tomar una decisiones esenciales. De Castro y González
(2017) plantean que integrar el deseo y la voluntad implica un enfrentamiento
y afirmación constructiva de la ansiedad en forma creativa, ya que se refiere a
desarrollar en la acción aquello que se pretende ser, para lo cual es necesario
asumir la experiencia de no ser en función de la propia integración.

El follaje

La intencionalidad está llena de conciencia de sí, es innegable una manera de


relacionarse con uno mismo; la personalidad, incluso, está llena de absoluta

155
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

intencionalidad en sus rasgos y dinámicas, siempre existe un nivel de tendencia


hacia algo, algo que nos mueve o algo que nos da visión, desde allí ya estamos
dando una decisión, un acto libertario de nuestra existencia. Las personas
podrán captar una realidad abrumadora, una realidad casi inasumible, que
intencionalmente asumirán y se relacionarán en un nivel de conciencia, de
aptitud frente a la vida; también, podrán captar la necesidad de poder hacer
algo consigo mismos, no somos capaces de verlo hasta tanto no lo concebimos
desde dentro algún grado de sentido, ante esto. De Castro y González (2017)
son contundentes al afirmar que, a través de la intencionalidad, el ser humano
puede o está en la capacidad de darse cuenta de cómo está estructurada su re-
lación con el mundo, de qué manera capta, configura, ordena y reacciona ante
los hechos del día en relación con su estructura psicológica y cómo se orienta
a sí mismo en su relación con las distintas situaciones de la vida cotidiana.

La fuerza capaz de hacer alianza con el desear es la intencionalidad de hacer


de la experiencia de angustia ante la muerte un fruto nutrido de crecimiento,
aunque, al principio, encontrarnos con nuestra fragilidad implique altos niveles
de angustia; posteriormente, podremos orientar con el desear, el desarrollo
hacia el porvenir, esta alianza, entre el desear y la intencionalidad implicará
tendencia a la expansión, a un crecimiento desde la angustia, hacia la cons-
trucción para adaptarnos sanamente a la vida, lo cual, finalmente, generará
oportunidades en el sí mismo, representadas en energía y vitalidad del ser.

El ser humano desarrolla una intencionalidad, aun cuando actúa de forma


destructiva o patológica, ya que lo hace pretendiendo obtener cierta ganancia
afectiva, aunque esta pueda ser el resultado de una orientación evasiva, defen-
siva o compensativa (De Castro y González, 2017). Es decir, un ser humano,
frente a una experiencia de angustia ante la muerte reconoce su vida no solo
para dejar de existir, sino también para afirmarse desde allí, lo que permite
proyectarla, en algún grado, de una manera sana; este esbozo de sanidad
puede ser, inicialmente, la negación ante la muerte. La persona puede empe-
zar a reconocerse en la necesidad inmediata de sus recursos psicológicos, los
cuales, en un principio, parten desde ese nivel de conciencia, incluso aunque
sea el más mínimo, para continuar una avanzada que poco a poco lo hará más
consciente de sus posibilidades ante la angustia. O sea, que la persona, a partir
de concentrarse en el desarrollo de su experiencia, que puede ser sufrimiento
inicialmente, se proyecta hacia un bienestar futuro, por ende, podrá empezar
a reconocer sus necesidades afectivas, que, en principio, son “básicas” frente a
la defensa de un posible no ser, con olvidos, con distancias relacionales insanos
para su libertad, pero que, posteriormente, podrán convertirse en ganancias

156
Gustavo Alejandro Martínez

afectivas en lo más profundo, en el desarrollo de la relación sana con la angustia,


el cuidado de su ser, o sea, dándole valor a su experiencia, al reconocimiento
de la vulnerabilidad que pueda vivir, a la ganancia de conciencia, acción y
orientación en el futuro.

La persona que reconoce un sentido en la experiencia de enfrentamiento


consciente con la angustia ante la muerte podrá preservar significaciones de su
crecimiento, la percepción de dolor, debilidad y desestructuración experiencial;
puede construirse como autovaloración, como el inicio de la afirmación del ser
y la reorientación futura de este; es decir, en el reconcomiendo de sentido y su
relación con la intencionalidad consciente de la experiencia de angustia ante
la muerte. Existe una expansión en la significación y una trasformación en la
relación consciente con el centro de los valores personales.

Los seres humanos, cuando utilizamos la posibilidad de estar, pertenecer y


de ser frente a la angustia ante la muerte, nos volvemos más conscientes de
la vida, de nuestra propia humanidad, de percibir sentido en ello, de aceptar la
naturaleza humana, convirtiéndose en una relación valiosa de la intencionali-
dad y la percepción de nuestro mundo en estado de construcción, incluso, en
situaciones que sabe volverá a vivir (la angustia ante la muerte), asumiendo
el arrojo de nuestra naturaleza, pero, percibiendo la posibilidad en ello; todo
esto es una muestra de nuestra libertad matizada en la no evitación de la
responsabilidad, lo que genera un nivel superior de conciencia, lo cual, rompe
la paralización y la inmovilidad de la experiencia de terror ante la muerte, lo
rompe con una acción consciente. Esta relación entre la intencionalidad y la
percepción con base en la experiencia de angustia ante la muerte es esbozada
por May (2011) de la siguiente manera, “el conflicto, que es parte de la inten-
cionalidad, es el comienzo de la volición y el comienzo de volición está presente
en la estructura de la conciencia misma” (p. 211).

Conclusiones
La experiencia de angustia ante la muerte ha sido históricamente estudiada,
como es el caso de la filosofía y la psicología existencial, que han reconocido su
amplitud y llegado a este momento, sin embargo, aún hay mucho por escribir.
Otros autores, como lo expone Yalom (2018), han decidido ser “innovadores”
y han dejado a un lado, como lo hace la postura psicoanalítica freudiana de
angustia sin muerte, al intentar mantener su fidelidad a la teoría dialéctica
original de la libido y la preservación del yo; no obstante, el mismo Freud
brevemente reconoce el papel que desempeña la muerte en la etiología de la

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Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

neurosis. De cualquier manera, nos encontramos teóricamente hablando, ante


una permanente necesidad de enfrentarnos a ella, ya sea de una manera visible,
con sus manifestaciones equivalentes o de un modo más trascendental en la
propia pregunta por el ser.

En la psicoterapia, la angustia ante la muerte es una experiencia absolutamente


exigente, tanto para el ser humano que la experimenta, como para el profesional
de la salud mental que acompaña su movimiento; es una experiencia que nos
hace comunes, siendo inigualablemente poderosa para darle toda una vida a
un simple suspiro, cuando el ser es capaz de relacionarse con su conciencia y
llenarla de significación. Definitivamente, es una experiencia que, al ser incluida,
enriquece la vida y les permite a los individuos liberarse de sus trivialidades
sofocantes para vivir de una manera más intencional y autentica (Yalom, 2018).
No obstante, la mayor cantidad de veces, en los escenarios psicoterapéuticos
y de la salud mental se pasa por alto, lo cual abre una pregunta de valor inves-
tigativo ¿qué sentido se intenta afirmar o defender, al pasar por alto en los
escenarios psicoterapéuticos, una realidad psicológicamente universal, como
lo es la angustia ante la muerte?

A lo largo de esta aproximación teórica a la experiencia de angustia ante la


muerte, pudimos reconocer más de una comprensión teórica existencial al res-
pecto; no obstante, fácilmente relacionables, por ejemplo, la de Yalom (2018),
nos plantea:

[…] el individuo que se convierte en un paciente es aquel a quien no le han


bastado los modelos convencionales para evitar el miedo a la muerte y se
ha visto precisado a emplear mecanismos extremos de defensa, debido
a un estrés extraordinario a la inadecuación de sus estrategias. (p. 141)

Esta postura es la base de la posibilidad de la persona de hacer algo con su an-


gustia, utilizando la enajenación, escondiendo su conciencia y privándose de
la libertad de enfrentarla. Lo anterior, puede complementarse con la siguiente
postura de Kierkegaard (citado en Yalom, 2018, p. 141): “el hombre se limita y
disminuye a sí mismo, con tal de evitar la percepción del terror, de la perdición
y aniquilamiento que todo ser humano tiene cerca”.

Otra comprensión teórica muy interesante que podríamos validar a través de


la experiencia de angustia ante la muerte tiene que ver con la defensa o ganan-
cia afectiva al estar parado de frente a la angustia ante la muerte. May, citado
en Yalom (2018), propone, que la angustia busca convertirse en miedo. Yalom

158
Gustavo Alejandro Martínez

(2018, p. 64) también nos dice al respecto, “podemos organizar una campaña
defensiva: evitaremos la causa de nuestra inquietud, buscaremos aliados para
enfrentarnos a ella, inventaremos rituales mágicos para conjurarla o plani-
ficaremos una lucha sistemática para despojarla de su contenido siniestro”.

En la comprensión de la experiencia de angustia ante la muerte y su relación


con la psicopatología en el modelo de Yalom (2018), este nos plantea que en
la medida en que uno adquiere mayor poder, el miedo a la muerte se atenúa y,
en cambio, se refuerza la creencia de que uno es especial. El ser puede utilizar,
frente a la necesidad de conservar su valía, la disminución del impacto de la
angustia en su mundo interior y en la vivencia de su mundo exterior, sintién-
dose especial, dándole límite a la angustia de morir y afianzar con vehemencia
el advenimiento de un salvador, haciéndolas coexistir, lo cual, nos hace consi-
derar que el miedo ante la muerte es una experiencia sumamente fuerte que
requiere una ardua defensa. Según Yalom (2018), en realidad, existe entre ellas
(inviolabilidad y en el salvador) una fuerte interdependencia.

Como pudimos observar fenomenológicamente, el acercamiento a la expe-


riencia de angustia ante la muerte reconoce sus raíces en la vinculación a la
vida afectiva, pues esta se arraiga en la afectividad e invita a una exploración
consciente de los deseos, que posteriormente, como afirmación de la relación
con una sana voluntad, no solo se convierte un resultado vital del ser, sino
también una muestra de afirmación en su creación de la realidad. Ante ello,
De Castro y González (2017) exponen, visto desde esta perspectiva, que el
deseo no se produce sin que el individuo intervenga activa y conscientemente
en algún grado en su creación o desarrollo; el ser necesita sentir su deseo en
cada uno de los momento de la experiencia, que la experiencia vivenciada (su
fenomenología) es tal como la siente, para aferrarse, relacionarse y proyectarse
en su desarrollo, por ello es importante, reconocer las raíces de la afectividad,
pues, el deseo está lleno de significado (May, 2011, De Castro y González,
2017, Yalom, 2018).

Para continuar con esta conclusión, debemos tener en cuenta la base cogniti-
va de la experiencia, la base mental, la voluntad y su uso; en este aspecto del
proceso experiencial frente a la angustia ante la muerte, podríamos evidenciar
una trasformación significativa, si el uso de esta se relaciona de una manera
sana con la exploración de sus raíces afectivas, podríamos evidenciar el nivel
de conciencia frente a la experiencia amenazante a los valores centrados, la
movilización de la conciencia para hacer algo, es decir, como verdaderamente
el ser se mueve utilizando su saber para hacerse responsable de una acción, en-
tonces, evidenciaríamos a la voluntad y a la libertad en una relación de sentido.

159
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

Podemos reconocer en la voluntad, su relación con la libertad, la cual, bajo la


percepción de la desintegración, puede ser un acto de coraje gestado en la con-
ciencia, en la organización de esa conciencia del sí mismo, una organización en
espacio, tiempo y persona, el ser, entonces, es libre a medida que es capaz de
hacer algo significativo de su libertad, cuando utiliza sus recursos para clarificar
su deseo de bienestar, cuando logra ver las implicaciones de la vida como lo
es la angustia, la muerte, el sentido, cuando deja de negar el tiempo presente
y cuando decide, validando teóricamente, que la libertad es un resultado del
uso sano de la voluntad. Tal como nos plantean De Castro y González (2017)
al respecto de voluntad constructiva, se integra deseo y voluntad consciente-
mente de manera responsable, coherente y creativa, los cuales son dirigidos
hacia fines gratificantes, que otorgan sensación de bienestar, que perduran
en el tiempo, mientras, también permiten obtener sensación de vitalidad en
la vida cotidiana. Es una espacie de alianza de nuestra visión sana con nuestra
responsabilidad, con nuestra libertad en el día a día, podríamos teóricamente
complementarlo de la siguiente manera: el vehículo terapéutico no tiene una
transmisión automática silenciosa; se requiere un esfuerzo y la voluntad es el
gatillo que lo arroja (Yalom 2018).

Un aspecto importante dentro de la conclusión es la relación teórica que existe


entre la experiencia de angustia ante la muerte y el sentido intrínseco en ello.
¿Para qué un ser humano se da cuenta de su sufrimiento?, ¿para qué niega
su existencia?, ¿para qué se detiene?, ¿para qué continúa? Cada una de estas
preguntas pueden responderse en la dimensión y la organización valorativa del
ser, en la importancia en la cual una vida reactiva su energía de conservación y
con ello niega la responsabilidad de asumir su terror a la muerte, la negación es
una deuda existencial de asumir las fracturas y los dolores de la vida desde el sí
mismo y la otredad, de la posible destrucción de los sueños, de la continuidad
de la realidad, la responsabilidad, entonces, tomando un riesgo significativo
para asumir la experiencia de la vida.

Como nos dice Yalom (2018), otro modo de negar la responsabilidad es estar
temporalmente con la mente alterada, en ella se guarda una fuerte significa-
ción y gratificación para renunciar a la libertad y para atenuar el poder de la
angustia ante la muerte, más claramente, decimos, no se utiliza la responsa-
bilidad, solo se busca impedir la aniquilación del ser, es una interdependencia
de la vida y la muerte, es decir, es una defensa psicológica para mantener al
ser momentáneamente fuera de la muerte, un caramelo, una gratificación,
pues, mientras se está vivo se teme morir (Yalom, 2018). Ante lo anterior, se

160
Gustavo Alejandro Martínez

concluye diciendo, uno de los afanes más básicos del ser humano es intentar
trascender la muerte, desde los fenómenos personales más profundos, pasando
por nuestras defensas, motivaciones, sueños y pesadillas (Yalom, 2018).

Ahora bien, la experiencia de sostener supuestos que disminuyan la angustia


ante la muerte puede ser muy nociva para el fruto del desarrollo humano,
para el follaje del crecimiento, para la liberación del ser, para reconocer las
verdaderas posibilidades que coexistenten en la experiencia de angustia ante la
muerte. Yalom (2018, p. 151) enfatiza, “Cuando el individuo descubre que no
es especial, se siente enfadado y traicionado por la vida”; no obstante, cuando
con su verdadero saber se descubre angustiado, podemos utilizar este saber,
para nuestro follaje, para hacernos cargo de sí mismos, lo que nos permitiría,
empezar a considerar la experiencia de angustia ante la muerte con gratitud
y claridad, para proyectarnos en futuro desde el presente, para entrar en una
recuperación de bienestar duradero y afirmando nuestra vida; en otras pala-
bras, podríamos decir frente a la experiencia de angustia ante la muerte que,
a partir del movimiento vital, se puede dar, incluso, si se genera algún grado
de sufrimiento.

Si el ser se relaciona sanamente con ella, utilizando su voluntad, hace a la persona


más persona, esto no es simplemente el contenido de la frase, es el proceso
reconocido en el dolor que nos hace humanos, haciéndonos más honestos, más
sensible y acogiéndonos en el sufrimiento. Esta experiencia teóricamente
también la considero Yalom, (2018), en la relación terapéutica con pacientes
en fases avanzadas de cáncer, reconociendo que “el cáncer cura la psiconeuro-
sis”; lo que se encuentra en el centro de esta aseveración es que el sufrimiento
pone a los seres humanos frente al hecho de morir, de la extinción del ser en la
nada, a la desaparición desde la vida, la experiencia de su finitud, a soltar lo
que ama y lo que valora de su imposibilidad para que algo suceda, sirve para
relacionarse constructivamente con la angustia, para que a través de la acep-
tación del sufrimiento humano, la vida recobre una energía más esencial, una
energía capaz de transformar la vida concreta en significaciones, conciencia,
libertad, autoría, originalidad, autoafirmación y orientación. El sufrimiento
podría generar una profundización de la vida, del ser, de su humanización, esto,
no los clarifica Yalom (2018, p. 48), cuando se aproxima a la experiencia límite
que conlleva la significación ontológica de la muerte, “El ser consciente de ella
actúa como una espoleta que nos hace saltar de una manera de existir a otra
superior”. La angustia ante la muerte y la relación consciente desde el ser es
un catalizador existencial de la vida, por ello, es una experiencia incomparable.

161
Capítulo 7. La experiencia de angustia ante la muerte: una aproximación teórica al modelo psicopatológico propuesto por Yalom...

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Gustavo Alejandro Martínez

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163
Tercera
Parte

Aplicaciones psicológicas

La psicología es un campo amplio y diverso que procura en su quehacer la


comprensión del ser humano en su complejidad, el bienestar y calidad de vida.
En este sentido, la psicología, desde sus campos de aplicación, favorece el desa-
rrollo humano y el mejoramiento de las condiciones psicológicas, de tal modo
que con la psicología jurídica y las neurociencias, por ejemplo, los problemas
humanos y sociales encuentran en esta un aliado.

165
Capítulo 8

Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en


un centro de atención especializado para el menor
infractor en Bolívar (Colombia)
Iván Darío Cadena Ramos*, Claudia Elena Gutiérrez Matos**
y Marcos Tulio Salas De la Hoz***

Resumen
El presente capítulo de libro presenta los resultados sobre el estudio del con-
trol inhibitorio cognitivo en adolescentes entre 14 y 18 años, en un centro de
atención especializado para el menor infractor, ubicado en Turbaco, en Bolívar.
En dicho estudio se utilizó un enfoque cuantitativo de tipo descriptivo. Para
la recolección de la información se aplicó un instrumento de medición especí-
fico: la subescala del área orbito medial de la Batería de Funciones Ejecutivas
y Lóbulos Frontales (banfe). Este instrumento aportó los datos requeridos
para la obtención de resultados cuantitativos de acuerdo con el objetivo pro-
puesto, el cual fue la descripción del control inhibitorio cognitivo en un grupo
de menores infractores. Luego, los datos fueron analizados para finalmente
obtener las conclusiones y recomendaciones que permitan contribuir al es-
tudio de la delincuencia juvenil. Se encontró que un porcentaje significativo


*
Docente Universidad de San Buenaventura-Cartagena. Facultad de Ciencias de la Educación,
Humanas y Sociales. Programa de Psicología, Grupo de Investigación en Psicología (gipsi). Calle
Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico: ivan.cadena@
usbctg.edu.co
**
Magíster en Neuropsicología. Correo electrónico: cgutierrez76@hotmail.com
***
Médico Psiquiatra. Universidad de Cartagena. Correo electrónico: marcostulio67@gmail.com

167
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

de los adolescentes obtuvo alteraciones específicas en el control inhibitorio


cognitivo, de acuerdo con los resultados del área orbitmedial de la banfe.
Se debe generalizar la evaluación al resto de la población y realizar estudios
comparativos con otro tipo de poblaciones. Este tipo de investigaciones en
neurociencias favorecerán el diseño de estrategias y planes de rehabilitación
y, a su vez, permitirán la actualización de los procedimientos reeducativos
empleados en estas instituciones.

Palabras clave: área orbitomedial, conducta humana, control inhibitorio


cognitivo, prueba banfe.

Abstract
This book chapter presents the results of the study of cognitive inhibitory
control in adolescents between 14 and 18 years of age, in a specialized care
center for the minor offender, located in the municipality of Turbaco, in the
department of Bolívar.

In this study, a descriptive quantitative approach was used. To collect the


information, a specific measurement instrument was applied: the subscale of
the medial orbital area of ​​the Battery of Executive Functions and Frontal Lobes
(banfe). This instrument provided the data required to obtain quantitative
results according to the proposed objective, which was the description of the
cognitive inhibitory control. Then the data was analyzed to finally obtain
the conclusions and enabling recommendations that allow the contribution to the
study of juvenile delinquency. It was found that a significant percentage of ado-
lescents obtained specific alterations in cognitive inhibitory control, according
to the results of the Banfe orbitmedial area, the evaluation should be genera­
lized to the rest of the population and comparative studies with other types of
populations should be carried out. This type of research in Neurosciences will
favor the design of rehabilitation strategies and plans and, at the same time,
allow updating of the re-educational procedures used in these Institutions.

Keywords: orbitomedial area, cognitive inhibitory control, banfe test, human


behavior.

Introducción
La neuropsicología tiene dentro de sus desafíos y fines el estudio del daño o la
afectación funcional de los lóbulos frontales y sus consecuencias, tan heterogé-
neas e importantes en las conductas más complejas del ser humano, incluidas

168
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

la alteración en la regulación de las emociones y la conducta social, como es el


caso de las conductas delictivas en adolescentes. Se resalta la importancia de
las funciones ejecutivas, entre las que sobresale el control inhibitorio para el
estudio de esta problemática (delincuencia juvenil), debido a que permite regular
y controlar respuestas impulsivas originadas en otras estructuras cerebrales,
al ejercer una función reguladora y primordial para la conducta y la atención
(Stuss y Levine, 2002).

Según Diamond (2013), el acto inhibitorio implica ser capaz de controlar la


atención, el comportamiento, los pensamientos y las emociones, frente a fuertes
predisposiciones internas o tentaciones externas, de cara a hacer lo que es más
apropiado o necesario en determinada situación. Sin el control inhibitorio,
estaríamos a merced de impulsos, malos hábitos, pensamientos, respuestas
condicionadas, o bien a estímulos del ambiente que empujan nuestra atención
hacia ellos; así, el control inhibitorio hace posible cambiar y elegir la forma como
reaccionamos y nos comportamos, antes que ser meros animales de instinto.

La población objeto de estudio estuvo integrada por 150 adolescentes entre


14 y 18 años, internos en el Centro de atención especializado, ubicado en el
municipio de Turbaco del departamento de Bolívar. La muestra fue 37 ado-
lescentes con sanciones judiciales que cometieron diferentes delitos: contra la
vida, contra el pudor sexual, contra la propiedad, contra el tráfico distribución
y porte de estupefacientes, contra la propiedad y violencia intrafamiliar. Modo
de selección no probabilística, de manera intencional, los sujetos que se estu-
diaron se escogieron de manera que cumplieran con los criterios de inclusión
específicos: edad entre los 14 y los 18 años, adolescentes internos en el Centro de
atención especializado, adolescentes escolarizados, participación voluntaria
de los evaluados en la investigación, permiso institucional y consentimiento
informado diligenciado por los custodios de los jóvenes y firma de asentimiento
informado debidamente diligenciado por los adolescentes menores de edad.

El comportamiento crónicamente disocial y delincuencial adolescente es una


de las formas que más deterioran la psicopatología infanto-juvenil; para su
abordaje y conocimiento existen distintos referentes teóricos que surgen de
los diferentes campos de estudio, los cuales han sido previamente estudiados y
relacionados por De la Peña Fernández (2010, citando a Otero, 2007), y entre
los que se pueden mencionar: el biológico, sociológico, jurídico, psicológico,
psiquiátrico, entre otros; todos ellos tratan de explicar la naturaleza y el signifi-
cado de la conducta disocial, creando orientaciones diversas que, en ocasiones,
se radicalizan en definiciones sociales, legales o clínicas.

169
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

No obstante, ha de tenerse presente que, a lo largo de la historia de las diferentes


disciplinas científicas que estudian la conducta disocial, se han aplicado numerosos
términos para referirse a este tipo de conductas que transgreden claramente las
normas; algunas de ellas son: delincuencia, criminalidad, conductas desviadas,
conductas problemáticas, trastornos o problemas de conducta, entre otras. Así
pues, la creciente implicación de los jóvenes en este tipo de conductas, junto
con los costes personales, sociales y económicos que conllevan han suscitado
el consenso sobre la necesidad de buscar solución a estos problemas. Por tal
motivo, diferentes profesionales de la salud y la educación, así como entidades
oficiales y políticas entienden que el potencial más prometedor para resolver este
problema reside en el desarrollo de programas de prevención (De la Peña, 2010).

Este capítulo de libro mostrará la respuesta a nuestra pregunta de investigación


de describir el control inhibitorio cognitivo en adolescentes en etapa intermedia
(14 a 18 años), que se encuentran en el centro de atención especializado para
menores Infractores de la ley en Bolívar. Para tal efecto, para la recolección
de información se empleó el siguiente instrumento: la Batería de Funciones
Ejecutivas y lóbulos frontales (banfe-2; Flores, Ostrosky y Lozano, 2014),
integrada por las subpruebas específicas que evalúan el área orbitomedial, la
cual está vinculada con el control de impulsos y el control inhibitorio.

El daño frontal es una entidad más común de lo que se cree y, en caso de detec-
tarse o presentarse en los adolescentes en conflicto con la ley, explicaría una
serie de alteraciones muy importantes en la conducta, la regulación del estado
de ánimo, el pensamiento y el comportamiento social de estos adolescentes
(Stuss y Levine, 2002).

De esta manera, desde la perspectiva neuropsicológica se aporta un cono-


cimiento novedoso, válido y confiable que, confrontado con los referentes
teóricos y empíricos, permita definir en detalle las variables estudiadas en los
adolescentes y formular conclusiones y recomendaciones de acuerdo con las
necesidades y la realidad de los jóvenes en la institución; todo lo anterior, con
el fin de ampliar la visión en torno a la prevención y el direccionamiento de los
programas reeducativos que se les ofrece para una mejor adaptación psicológica
y social en el entorno en el que conviven y se relacionan.

Bases neuropsicológicas de la inhibición


Los hallazgos neuropsicológicos sitúan la localización de los mecanismos inhi-
bidores —al igual que de los mecanismos activadores— en el cerebro, concre-
tamente en el córtex prefrontal. El córtex prefrontal ocupa la mayor parte del

170
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

córtex frontal y está situado en la parte anterior, seguido del córtex premotor
(Área 6) y del córtex precentral (Área 4) en las zonas más posteriores. El córtex
prefrontal está dividido en tres regiones que no tienen una delimitación precisa
(Seron y Jeannerod, 1994) a saber: a) la región dorsolateral o externa, situada
en la cara convexa del hemisferio; b) la región frontomedial, situada en la cara
interna; y c) La región orbitofrontal o ventral (Seron, y Jeannerod, 1994); esta
última está ligada específicamente a esta investigación.

El córtex prefrontal es un área funcionalmente heterogénea. Gracias a sus


conexiones con otras estructuras cerebrales corticales y subcorticales, repre-
senta un 42 % de la plataforma de integración de información transmodal
(Diamond, 2001a; Fuster, 1989). Esta es una de las razones que han llevado a
pensar en la implicación de esta estructura en el control de las funciones eje-
cutivas (Dempster, 1992). Según Seron y Jeannerod (1994), las características
anatómicas más importantes del córtex prefrontal son:

a) Dispone de conexiones recíprocas con todas las áreas implicadas en el trata-


miento de las informaciones sensoriales (somestésicas, visuales y auditivas),
que le permite establecer una representación interna del mundo exterior.

b) Recibe aferencias de las principales estructuras límbicas (córtex cingular,


giro parahipocámpico, amígdala e hipotálamo), disponiendo así de infor-
mación sobre el estado afectivo y motivacional.

c) Está relacionado estrechamente con las estructuras implicadas en la memo-


rización (complejo amigdalo-hipocampo y tálamo), ya que recibe proyec-
ciones del núcleo mediodorsal del tálamo, que le facilitan la actualización
de experiencias pasadas.

d) Sus eferencias hacia el cuerpo estriado y el córtex premotor le posibilitan


la participación en el control motor.

e) Recibe una enervación catecolaminérgica masiva de origen subcortical (sis-


tema dopaminérgico del área tegmental-ventral y sistema noradrenérgico
del locus corulus), gracias a la cual interviene en la iniciación y la activación
de esquemas de acción.

En suma, el dispositivo anatómico del que dispone el córtex prefrontal le


permite actualizar y representarse internamente la experiencia en curso o la
situación del entorno en la que se encuentra, con sus atributos motivacionales

171
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

y afectivos, lo que permite la elaboración de un plan de acción de acuerdo con


las experiencias anteriores (Seron y Jeannerod, 1994).

Control inhibitorio
Se refiere a la supresión de estímulos que pujan por una respuesta competitiva
en orden de realizar una determinada tarea; implica suprimir distractores ex-
ternos que pueden entorpecer la tarea primaria, suprimir estímulos internos
que pueden interferir con las operaciones en curso en la memoria de trabajo o
suprimir respuestas prepotentes o automáticas no necesarias para el logro de
objetivos del organismo (Nigg, 2000; 2001). Para algunos autores, el término
inhibición no refiere a un constructo unitario, sino a un rango de procesos auto-
máticos y controlados que pueden ocurrir en el comportamiento o en la cogni-
ción (Harnishfeger, 1995; Nigg, 2000). Por ejemplo, Friedman y Miyake (2004)
realizaron un modelo de análisis estructural en el que combinaron tareas de
inhibición de respuestas prepotentes y tareas de resistencia a la interferencia
de distractores. Los investigadores encontraron que el rendimiento en tareas de
generación aleatoria de números, en tareas que miden la habilidad de cambio
cognitivo (task-switching) y los fallos cognitivos diarios se relacionaban con la
inhibición de respuestas prepotentes, mientras que las tareas de amplitud de
memoria de trabajo (de lectura o tareas como la amplitud de oraciones) y
de resistencia a pensamientos intrusivos no deseados se relacionaban más con
la resistencia a la interferencia proactiva. Mientras otros estudios han tomado
también distintas tareas de inhibición, encontrando escasas relaciones entre
ellas y proponiendo la existencia de procesos inhibitorios específicos disociables
entre sí (Hamilton y Martin, 2005; Borella et al., 2007).

La segunda dimensión refiere a si la inhibición toma lugar en el comportamiento


o en la cognición. La inhibición comportamental controla el comportamiento y
se refleja en procesos como la inhibición de respuestas motoras y el control de
los impulsos, mientras que la inhibición cognitiva controla los procesos mentales
como la atención y la memoria y se refleja en la supresión de pensamientos no
deseados o irrelevantes, la supresión de significados inapropiados de palabras
ambiguas y el borrado de información irrelevante de la memoria de trabajo.

Los procesos inhibitorios, según una taxonomía integral, se clasifican en tres


clases fundamentales:

1. Las inhibiciones motivacionales, las inhibiciones automáticas y las inhibi-


ciones ejecutivas (Nigg, 2000) son procesos referidos a la inhibición motivada,

172
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

ya sea del comportamiento o del pensamiento. Se trata de tipos de procesos


inhibitorios motivacionales que responden a dos incentivos contextuales dis-
tintos (Nigg, 2000). Hinshaw (2003), es decir, las inhibiciones motivacionales
tienen su origen en los sistemas noradrenérgico/serotoninérgico y límbicos.

2. Inhibiciones automáticas: el proceso de inhibición automática es pertinente


en la operación de la atención. Desde el punto de vista de la medición, podría
distinguirse entre una inhibición atencional y oculomotora, las cuales proveen
el complemento automático a la inhibición voluntaria cognitiva y motora,
respectivamente (Nigg, 2000). De acuerdo con Aron et al. (2003), la inhibición
automática previene que la información sensorial no percibida conscientemente
produzca una tendencia de respuesta que interfiera con la acción consciente
que se desea realizar.

3. Inhibiciones ejecutivas tienen su naturaleza en los sistemas dopaminérgico


y frontal/frontalestriatal (Aron, 2007; Hinshaw, 2003; Vaidya et al., 2005), y
se refiere a la supresión deliberada de un comportamiento motor inmedia-
to, al servicio de una meta distal en la memoria de trabajo (Nigg, 2003).
El control ejecutivo puede ser definido como aquellos procesos encargados
del control intencional-voluntario o supresión de respuestas inmediatas que
pueden traer cierto incentivo a corto plazo, al servicio de metas a más largo plazo.

Los circuitos anatómicos para estos procesos se activan de manera distinta,


según las demandas que requieran un control de interferencia motor o de in-
hibición cognitiva. Además, Nigg (2000) comenta que no existe realmente una
claridad sobre si la inhibición cognitiva controlada (protectora de la memoria
de trabajo) está subordinada por sistemas iguales o distintos a los responsables
del control ejecutivo de la respuesta motora. Sin embargo, parece importante
conservar esta distinción, porque en las investigaciones se ha encontrado
que las fallas en la inhibición cognitiva están vinculadas a la internalización
de problemas, mientras que las fallas en la inhibición comportamental están
vinculadas a su externalización.

Una de las funciones más importantes de la corteza prefrontal es la capacidad


de control sobre los demás procesos neuronales que se llevan a cabo dentro y
fuera de ella. La corteza prefrontal permite retrasar las tendencias a generar
respuestas impulsivas, originadas en otras estructuras cerebrales, siendo esta
función reguladora primordial para la conducta y la atención (Cohen, 1993).
Todos los estímulos que se reciben de medio ambiente pueden formar una satu-
ración perceptual y de procesamiento importante; la cpf regula la actividad de

173
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

centros subcorticales como el tálamo y de la corteza posterior (Knight, 1998);


esta también se involucra más activamente cuando existe mayor cantidad o
situaciones de interferencia o competencia atencional (Chimamura, 2000).

Tanto la competencia atencional como la competencia conductual pueden


representar situaciones de conflicto, para lo cual se ha descubierto que la cpf
medial es el sustrato de procesamiento más importante (Badgaiyan y Posner,
1997). Por su parte, Godefroyd y cols. (1996) proponen un modelo para el
adecuado desempeño en las tareas de respuestas conflictivas, así:

a. Orientar la atención hacia la modalidad sensorial adecuada.


b. Comparar el estímulo percibido con su representación interna.
c. Activar la respuesta motora solo cuando las comparaciones internas
alcancen el umbral del parámetro de respuesta.

Para Godefroyd y cols. (1996), la regulación del umbral de respuesta es un


parámetro crítico que determina la supresión de la respuesta a los estímulos
irrelevantes. Para llevar a cabo un programa de acción se requiere el monito-
reo constante y la modificación del plan original, con base en los cambios que
ocurran en el ambiente durante la ejecución de este plan.

Por medio de estudios con imagen de resonancia magnética funcional, Chee y


Cold (2000) encontraron que, ante tareas en las que se requiere la inhibición de
respuestas inmediatas y automáticas, la corteza prefrontal medial conforma el
principal sustrato anatómicos de estos procesos. Reportan que, dentro de las
áreas prefrontales, las zonas ventrales son cruciales en los procesos inhibitorios
y, además, encontraron que ante tareas que exigen juicios de clasificación de
objetos de acuerdo con reglas de exclusión, la corteza prefrontal dorsolateral
presenta un mayor índice de activación. Además, señalan que los procesos
inhibitorios que ocurren durante tareas mentales que requieren actividad
cognitiva producen activaciones fuertemente lateralizadas en el hemisferio
frontal izquierdo, debido a las decisiones de inclusión y exclusión de objetos
que se realizan con base en un procesamiento semántico de estos, además por
la competencia que presenta cada uno con respecto al otro como potenciales
respuestas adecuadas.

Chee y Cold (2000) concluyen que este tipo de proceso inhibitorio ante tareas
abstractas es diferente de los procesos inhibitorios que se presentan ante
conductas motoras o acciones mentales que requieren movimiento. También
señalan que existen diferentes áreas en la corteza frontal, que soportan dife-
rentes tipos de inhibición (Flores, 2006).

174
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

El control inhibitorio alude a nuestra capacidad de inhibir y controlar respuestas


afectivas, cognitivas y conductuales, por lo tanto, no constituye un constructo
unitario. Así, podemos distinguir entre la inhibición en la atención, que se
refiere tanto a la atención selectiva como al cambio en el foco atencional, y
la inhibición de la acción que comprende, por un lado, la inhibición de una
conducta y, por el otro, el cambio de un patrón de respuesta dominante a otro
(Capilla et al., 2004).

La habilidad para mantener el foco de nuestra atención en un punto nos per-


mite la concentración en determinada actividad inhibiendo las señales que
proceden de otras fuentes de información, es decir, evitando la distracción.
Mientras que la inhibición de conductas dominantes a favor de otras que no
lo son requiere un cambio del set cognitivo.

Esta capacidad de control inhibitorio se ha asociado con el funcionamiento


de la corteza prefrontal medial, en especial, el giro cingular anterior y la cof
(Shimamura, 2000) y se da en virtud de las referencias que tienen estas regiones
de la cpf con otras regiones posteriores y subcorticales para dar prioridad a
cierta información o representación relevante en un momento dado.

En una tarea tipo Stop, adaptada para niños prescolares, se ha encontrado que
los niños entre 3 años y medio a 4 años y medio presentan dificultades para
guiar sus acciones inhibiendo la respuesta dominante. El desempeño mejora
conforme la edad, y los niños de 6 años prácticamente no presentan dificultades
para realizarla (Diamond, 2002; Gerstadt et al., 1994).

Otros estudios que han utilizado tareas que implican la capacidad de demorar
una conducta con carga afectiva, por ejemplo, ignorar una recompensa pequeña
inmediata a favor de una más grande, pero lejana en el tiempo o evitar mirar
una recompensa deseada mostraron que los participantes de 3 años, a dife-
rencia de los de 4 años, tuvieron dificultades para inhibir su deseo de obtener
recompensas inmediatas (Carlson, 2005).

Estos hallazgos indican que en las edades entre los 3 y los 4 años existe un
progreso del proceso inhibitorio, tanto de respuestas dominantes cognitivas
y motoras, como de respuestas de espera con contenido motivacional, y que
en niños mayores de 4 años, prácticamente, se encuentran establecidas, por
lo que se ha considerado que el control inhibitorio puede ser un proceso que
permite el desarrollo adecuado de otras fe (Barkley, 1997).

175
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

Entre las funciones específicas asociadas al concepto de funciones ejecutivas


se hace referencia a un conjunto de estrategias que incluyen la interacción de
inhibir una respuesta o demorarla para un momento posterior más adecuado,
un plan estratégico de secuencias de acción y una representación mental de la
tarea que incluya la información de los estímulos relevantes codificada en
la memoria y la mente futura deseada. Estas operaciones se basan en la idea
que sirve para controlar y regular el procesamiento de la información a lo largo
del cerebro (Gazzaniga et al., 2001).

Se trata de un proceso mental que depende de la edad capaz de inhibir la res-


puesta prepotente o de una respuesta en marcha, la memorización de infor-
mación irrelevante como el olvido voluntario, la interferencia mediada por la
memoria de eventos previos o interferencia perceptual en forma de distracción.
El proceso de inhibición influye en el rendimiento académico. La interacción
psicosocial y la autorregulación necesaria para las actividades cotidianas. La
región de la corteza prefrontal (cpf) responsable de este proceso mental es la
región ventromedial derecha.

La mejoría del proceso de la inhibición con la edad se debe a la maduración


secundaria de la corteza prefrontal (lateral dorsal y medial orbital) parte ante-
rior del cíngulo y cuerpo estriado y el tálamo. Luzondo (2006) ha encontrado
alteraciones en el proceso de inhibición mediante las pruebas go/no-go y de la
señal de stop en niños seis meses después de un traumatismo cerebral de mode-
rado agrave, que empeora en el lapso de 4 años de transcurrido el traumatismo
cerebral grave. Harnishfeger (1996) propuso que los mecanismos inhibitorios
pueden diferenciarse en función del lugar donde operan.

Resultados
Inicialmente, se hace necesario realizar un análisis de los datos sociodemográ-
ficos. En principio, al hablar sobre el tipo de delito se encontró que el de mayor
frecuencia fue el delito contra la propiedad, con 51 % de los jóvenes, y un 37 %
contra la vida. A estos dos se les suma, por un lado, el de tráfico y porte ilegal
de armas, con un 8 %, mientras que aquellos con menor frecuencia fueron
contra el pudor sexual, violencia intrafamiliar, con un 5,4 % y, finalmente,
porte, tráfico y distribución de estupefacientes, con 2,7 %.

Los datos anteriores indican que en la población evaluada existió mayor pre-
valencia en delitos relacionados con el hurto, la extorsión, la estafa, el fraude
o la apropiación indebida de bienes (51), seguido de delitos como el asesinato,

176
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

parricidio, homicidio culposo, o las lesiones personales (37 %); presentándose


en menor prevalencia delitos como la violación, el acceso carnal violento o
abuso sexual, el exhibicionismo o la agresión verbal o física a miembros de sus
propios grupos familiares(5,4 %).

En cuanto a la región geográfica a la que pertenecen, el mayor número los


menores objeto de estudio y en relación con las infracciones cometidas, se
encontró que Bolívar es el departamento que encabeza la lista, con un 73 %;
todos ellos de diferentes modalidades de delitos o infracciones, pero siendo el
de “daño en propiedad ajena” el tipo de mayor prevalencia, con 24 %; por otra
parte, un 22 % de los casos que pertenece al tipo de delito contra la vida ocupa
el segundo lugar de la lista de tipos de delito.

El segundo departamento en la lista de prevalencia en los delitos fue Antioquia,


el cual presentó un porcentaje de 13,5 %, de los cuales la infracción mayor
fue contra la propiedad y San Andrés fue la que presentó menor número de
infractores, con un 2,7 %.

En relación con el tipo de delito, se encontró que del total de adolescentes que
cometieron delitos contra la vida (diez), el 30 % presentó alteraciones leves
moderadas, 30 % alteraciones severas y 40 % con puntuaciones dentro de lo
normal. En cuanto a fabricación, tráfico y porte de armas, un 67 % presentó
alteración severa y un 33 % dentro de lo normal; con respecto al delito contra
estupefacientes, el 100 % obtuvo puntuaciones dentro de lo normal, en cuanto
al delito contra la propiedad, un 26 % presentó alteraciones leve-moderadas,
21 % alteración severas y 52 % con puntuaciones normales; contra el pudor
sexual, el 50 % presentó alteración leve-moderada y el otro 50 %, con alteración
severa, finalmente en el delito de violencia intrafamiliar, el 100 % presentó
alteración severa.

El delito que mayor frecuencia presenta en la muestra de jóvenes de 14 a 18


años evaluados es el delito contra la propiedad (51,4 %), seguido de los delitos
contra la vida (27 %) y el de tráfico y porte de arma (8,1 %); mientras que los
delitos que se presentan con menor frecuencia son delitos contra el pudor
sexual (5,4 %), estupefacientes (2,7 %) y violencia intrafamiliar (5,4 %)

En cuanto a los menores de 17 años de la muestra, ellos representan el 81 % de


menores que cometieron todo tipo de delitos; en esta ocasión se presenta un
numero de 10 menores que reportaron estar internos por infracciones contra
la vida y 19 contra la propiedad, siendo estas dos las modalidades de delito
más frecuente en esta edad.

177
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

Ahora bien, en relación con los resultados del área orbitomedial de la banfe, que
evalúa el control inhibitorio y responde al propósito principal de este trabajo
encontramos lo siguiente: del total de la muestra (37), 14 obtuvieron alteraciones
que oscilaron entre los rangos de leves a severos, lo que corresponde a un 37,8 %,
de los cuales 3 presentaron alteraciones leve moderadas, que corresponden a un
8,1 %, y 11 presentaron compromiso severo en el funcionamiento orbitomedial
o del control inhibitorio cognitivo, que corresponde a un 29,7 %; 23 obtuvieron
resultados entre normal y normal alto, que corresponde a un 62,2 %, de los cuales
22 obtuvieron puntuaciones normales, o sea, un 59,5 %, y 1 con puntuación
normal alta que equivale a un 2,7 %. Se evidencia como un porcentaje del 37,8 %,
el cual es representativo y evidencia dificultades para la supresión y control de
conductas impulsivas. Lo anterior se evidencia en la tabla 1.

Tabla 1. Funcionamiento orbitomedial

Porcentaje Porcentaje
Área orbitomedial Frecuencia Porcentaje
válido acumulado

Normal 22 59,5 59,5 59,5

Normal alto 1 2,7 2,7 62,2

Alteración leve moderada 3 8,1 8,1 70,3

Alteración severa 11 29,7 29,7 100,0

Total 37 100,0 100,0

Fuente: elaboración propia.

Asimismo, en el área orbitomedial se tomaron las medias establecidas y


los puntos de corte propios de la escala, de los cuales se tomó la media
obtenida de la muestra. Esta media va de 181 a 199, lo cual evidencia la
presencia de posibles alteraciones de los adolescentes que se encuentran
en el centro de atención especializado de Turbaco; entre ellos, el de tráfico
y porte de armas con una media de 173,6, y desviación estándar de 3,05;
alteraciones en el delito contra el pudor sexual, con una media de 176,0 y
una desviación estándar de 9,89. Esta área se encuentra relacionada espe-
cialmente con la adecuación y la intensidad de las respuestas emocionales.
Lo anterior se detalla en la tabla 2.

178
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

Tabla 2. Tipo de delito

Delito
Tráfico Contra Contra la Contra Violencias
Contra
Batería De porte de estupefa- propie- el pudor intrafa-
la vida
Funciones armas ciente dad sexual miliar
Ejecutivas N =10
N=3 N=1 N=19 N=2 N=2
X(de)
X(de) X(de) X(de) X(de) X(de)
Orbitome- 184,7 173,67 187,8 176,0 180,8
188,0
dial Total (11,9) (3,05) (8,22) (9,89) (13,43)
Fuente: elaboración propia.

Se debe agregar que este área (la orbitomedial) cumple, además, otras funciones,
entre las cuales están: ser el centro integrador de información mnemónica,
sensorial y emocional y cuyo deterioro de la función se plantearía como una
posible evolución hacia un síndrome disejecutivo. Las alteraciones que se
evidencian en los sujetos que tienen alterada esta área presentan alteraciones
del comportamiento, apáticos, desmotivados, sujetos desinhibidos, no tienen
en cuenta las normas sociales, incapaces de inhibir respuestas incorrectas,
afectaciones del humor.

Discusión
Los resultados evidencian alteraciones funcionales asociadas a la actividad de
la corteza orbitomedial, la cual se relaciona con el control inhibitorio; por lo
tanto, se hace necesario una investigación que verifique si estas alteraciones
tienen evidencias anatómicas o estructurales que sean detectadas a través de
imágenes cerebrales como: tomografía axial computarizada (tac), tomogra-
fía por emisión de positrones o resonancia magnética en los adolescentes en
conflicto con la ley, relacionados con alteraciones en el control de la conducta
inhibitoria y la inhibición atencional. Datos que concuerdan con el estudio de
Coba (2012), quien concluye que las funciones del lóbulo frontal están asociadas
con los rasgos de personalidad disocial.

Otras investigaciones aportan datos en relación con las alteraciones en las


áreas orbitales. Yang y Raine (2009) realizaron un metanálisis de resultados
encontrados en estudios anteriores con neuroimágenes, tanto funcionales
como estructurales, en individuos con conductas antisociales, incluidos algunos

179
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

psicópatas. Luego de evaluar 43 estudios, sus resultados señalaron que existía


una significativa relación entre la conducta antisocial y la disminución de la
estructura y la función de la corteza prefrontal orbitaria.

Uno de los resultados significativos, tanto estadística y clínicamente, es el de


las correlaciones de corteza prefrontal orbital y los tipos de delitos cometidos
por los infractores de la ley, pues se revela que los adolescentes que han come-
tidos delitos contra el pudor sexual, porte y tráfico de arma de fuego presentan
alteraciones en la corteza orbitomedial, la cual se encuentra relacionada con la
capacidad del control inhibitorio en conductas como: respetar límites y seguir
reglas, regulación y esfuerzo atencional, así como regulación y control de la
conducta y estados emocionales. Para Morant (2003), entre las características
más sobresalientes de los abusadores sexuales se encuentran el alto grado de
impulsividad, el fracaso escolar, el consumo de drogas, la baja autoestima,
clase baja, carencia afectiva, agresividad, carencia de habilidades sociales, poco
equilibrio emocional, conductas inadaptadas.

Investigaciones recientes muestran como hipótesis principal a la corteza orbital


como estructura primaria de regulación de la inhibición para la toma adecuada
de decisiones y el razonamiento moral (Anderson et al., 1999; Blair, 2001,
2004; Damasio, 1995; Rolls, 2004; (Rolls et al., 2009), y a estas habilidades
como las más importantes para el desarrollo de conductas violentas. De hecho,
un funcionamiento orbitofrontal pobre ha sido consistentemente ligado a los
individuos con Trastorno Antisocial de la Personalidad.

Por su parte, en otro estudio se emplearon diferentes técnicas de registro de


imágenes cerebrales, como tomografía por emisión de fotón único (spect),
tomografía por emisión de positrones (pet) y resonancia magnética funcional
(fmri), al igual que un variado material de estimulación (caras, figuras, palabras),
con diferente tipo de procedimiento (afectivo, de condicionamiento operante,
de inhibición de respuestas). Estos estudios anotan la posible presencia de un
deterioro, disfunción o trastorno en la anatomía, fisiología o funcionamiento
cognitivo de la corteza prefrontal, fundamentalmente, en áreas prefrontales
orbitales/mediales, en poblaciones asociadas con la comisión de delitos y
conductas violentas (Ostrosky, 2013).

En contraste con los delitos contra la vida, la propiedad, el tráfico y la distri-


bución de estupefacientes, violencia intrafamiliar, no se encontraron pun-
tuaciones significativas en estas áreas. Martínez (1998, citado en Sepúlveda

180
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

et al., 2005) menciona que los agresores sexuales no parecen tener control
sobre sus impulsos sexuales y llevan a cabo la violación como una forma de
descargar una exagerada tensión sexual. Según Martínez, estos son los verda-
deros agresores sexuales, otros cometen el abuso como medio para satisfacer
sus necesidades agresivas, lo cual se nota en la forma de ejecutar el acto. Los
agresores sexuales son socialmente inmaduros, incapaces de establecer rela-
ciones afectivas de manera adecuada, son tímidos, retraídos, inhibidos y no
han vivido un desarrollo normal en relación con la afectividad y la seguridad
como necesidades básicas.

Cabe destacar que esta investigación se empleó la evaluación de funciones


ejecutivas Banfe; se halló que todos los delitos cometidos no se relacionan
con las alteraciones del control inhibitorio cognitivo y conductual, debido a
que los sujetos que han cometido infracciones graves contra la vida, violencia
intrafamiliar, contra porte o tráfico de estupefacientes y contra la propiedad
presentaron puntuaciones normales en áreas de la corteza orbitomedial, apoyado
por los resultados de Arias y Ostrosky (2008), el cual indica que las poblaciones
violentas, independientemente de su clasificación, pueden ser diferenciadas de
la población no violenta; sin embargo, las diferencias estadísticamente signi-
ficativas se encontraron entre los no psicópatas y psicópatas como diferencias
en los errores de mantenimiento de la clasificación de cartas y el riesgo total
de la prueba de juego, los errores de orden del ordenamiento alfabético, las
perseveraciones de la clasificación de cartas, y el tiempo de la Torre de Hanoi.
De esto se puede concluir que se hallaron alteradas las funciones ejecutivas
de poblaciones violentas, y en su caso ellos encuentran en tareas relacionadas
tanto con el área orbitomedial como la dorsolateral, haciendo énfasis en la
importancia de hacer más sensible la evaluación para hallar alteraciones neu-
ropsicológicas en esta población.

Conclusiones
En primera instancia, una de las principales conclusiones que se obtuvieron
luego de la realización de las pruebas y el análisis de la información recabada es
que, al verificar la edad cronológica en la que se cometieron mayoritariamente
los delitos, en relación con la población objeto de estudio, se encontró que 30
menores indicaron que a sus 17 años fue la edad en que cometieron mayor
número de infracciones o delitos; por su parte, de esos 30 casos, 10 cometie-
ron delitos contra la vida y 19 contra la propiedad, resultando ser estas dos
modalidades de delito las más frecuente a esta edad.

181
Capítulo 8. Control inhibitorio cognitivo en adolescentes en un centro de atención especializado para el menor infractor en Bolívar (Colombia)

Tabla 3. Descripción de frecuencia de delito

DELITO
Total
1,0 2,0 3,0 4,0 5,0 6,0
14,0 0 0 0 0 1 0 1
16,0 2 0 0 3 0 0 5
Edad
17,0 8 3 1 15 1 2 30
18,0 0 0 0 1 0 0 1
Total 10 3 1 19 2 2 37
Fuente: elaboración propia.

Ahora bien, referente al tema de estudio de este capítulo de libro, se encontró


que la población objeto de estudio presentó alteraciones en el control inhibi-
torio cognitivo, como se describe a continuación:

Se evidenció cómo en una población significativa existen alteraciones en el


área orbitomedial, la cual se relaciona con algunas pruebas que midieron, por
ejemplo, el respeto a límites, la determinación del riesgo-beneficio o la inhi-
bición hacia una respuesta automatizada, a través de la prueba de batería de
lóbulos frontales y funciones ejecutivas (banfe).

Sobre ello, el resultado que arrojó la prueba fue que un 37,8 % de los menores
objetos de estudio presentó alteraciones del área orbitomedial, específicamente,
en delitos que tienen que ver con tales acciones o actitudes personales, como
son: la posesión, el porte, el tráfico y la distribución de estupefacientes, así
como las manifestaciones contra el pudor sexual. También se concluye que para
el estudio de una dimensión como el control inhibitorio o una zona específica
del cerebro o del lóbulo frontal, además de analizar lo directamente relaciona-
do con el control o lóbulo, se deben estudiar las dimensiones o los correlatos
neuro-anatómicos relacionados.

Finalmente, en esta investigación se comprobó cómo en un grupo de adolescen-


tes en conflicto con la ley se encontraron alteraciones en el control inhibitorio
cognitivo y conductual, sustentadas en pruebas neuropsicológicas con suficiente
validez, sensibilidad y actualidad, como lo son la Escala Multimensional de
la Conducta (basc) y la Batería Neuropsicológica de Funciones Ejecutivas y
Lóbulos Frontales (Banfe). Estos hallazgos advierten sobre la necesidad de la
participación de la neuropsicología y la neurociencia no solo en la evaluación
neuropsicológica de los pacientes, sino también en la oportunidad de diseñar

182
Iván Darío Cadena Ramos, Claudia Elena Gutiérrez Matos y Marcos Tulio Salas De la Hoz

planes de rehabilitación o intervención específicos en los individuos con este


tipo de manifestaciones cognitivo-conductuales.

Es importante anotar que, de acuerdo con un modelo jerárquico de funcio-


namiento ejecutivo, y de control inhibitorio en particular, donde se pone
de relieve la interconexión prefrontal, se debe ampliar el estudio, evaluando
otras áreas como la dorsolateral o ventromedial, de manera que permita la
posibilidad de encontrar alteraciones del control inhibitorio, más allá del solo
análisis orbitofrontal.

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186
Capítulo 9

Componentes del funcionamiento familiar


relevantes para la potenciación del desarrollo de la
autodeterminación en la discapacidad físico-motora
Víctor Manuel Pardo-Maza*, Yanetsy Rodríguez-Abreu**,
Raida Margarita Dusu Contreras***, Martha Beatriz Vinent-Mendo****

Resumen
Las discapacidades físico-motoras suelen traer consigo una serie de limitaciones
que no se reducen a la ausencia de la movilidad; quienes lo padecen pueden
presentar problemas asociados con la autoimagen, el autocuidado, la motivación,
la personalidad y la capacidad de autodeterminación, entre otros aspectos. El
presente capítulo busca identificar los componentes del funcionamiento fa-
miliar necesarios para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación
en adolescentes con discapacidad físico-motora. Para tal efecto, se realizó un
estudio descriptivo-correlacional, mediante un diseño cuantitativo transversal,
en el cual la información fue recolectada previo consentimiento informado


*
Docente e investigador, Universidad de San Buenaventura-Cartagena. Facultad de Ciencias de la
Educación, Humanas y Sociales. Programa de Psicología, Grupo de Investigación en Psicología
(gipsi). Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico:
victor.pardo@usbctg.edu.co
**
Departamento de Psicología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Oriente, Santiago
de Cuba, Cuba. Correo electrónico: yanera@uo.edo.cu
***
Departamento de Psicología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Oriente, Santiago
de Cuba, Cuba. Correo electrónico: linito@uo.edu.cu
****
Centro de Estudios Pedagógicos y de Educación Superior, Universidad de Oriente, Santiago de
Cuba, Cuba. Correo electrónico: martha.vinent@uo.edu.co

187
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

de los familiares y estudiantes de una institución educativa que reportaron


discapacidad físico-motora. Las principales variables evaluadas fueron el fun-
cionamiento familiar y el desarrollo de la autodeterminación. El análisis de los
datos se realizó con distribuciones de frecuencias absolutas y relativas y una
regresión ordinal múltiple para identificar los aspectos del funcionamiento
familiar necesarios para favorecer el desarrollo de la autodeterminación en
adolescentes con discapacidad físico-motora, dentro de los que se destacan
(p<= 0,05): capacidad comunicativa, identidad familiar, roles parentales, roles
psicoemocionales y redes de apoyo formales.

Palabras clave: adolescencia, autodeterminación, discapacidades físico mo-


toras, funcionamiento familiar.

Abstract
Physical-motor disabilities usually bring with them a variety of limitations
that are not reduced to the absence of mobility, and those who suffer from it
can present problems associated with self-image, self-care, motivation, per-
sonality and self-determination capacity among other aspects. The purpose
of this chapter is to identify the components of family functioning required
to promote the development of self-determination in adolescents with phy­
sical-motor disabilities. For this purpose, a descriptive-correlational study
was carried out, by using a cross-sectional quantitative design, where the
information was collected with the prior informed consent of the family mem-
bers and students of an educational institution who reported physical-motor
disabilities. The most important variables evaluated were family functioning
and self-determination development. Data analysis was performed with abso-
lute and relative frequency distributions and a multiple ordinal regression to
identify the aspects of family functioning necessary to favor the development
of self-determination in adolescents with physical-motor disabilities, among
which the following are highlighted (p<= 0.05): communication skills, family
identity, parental roles, psycho-emotional roles and formal support networks.

Keywords: self-determination, family functioning, physical-motor disabilities,


adolescence.

Introducción
Las discapacidades físico-motoras tienen lugar como consecuencia de la pér-
dida parcial o total, transitoria o permanente en las personas, de una o más

188
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

de sus funciones motoras o de su integridad física (Castro, 2008). Este tipo de


condición física puede aparecer, en dependencia de su factor etiológico, en
cualquier momento de la vida de una persona y es bastante común en todas
las sociedades, aun cuando la percepción y el nivel de integración social de
estas personas varía, a veces drásticamente, entre sociedades (Clavijo, 2011;
Ferrer, 2017).

Se plantea que, en el ámbito internacional, las discapacidades físico-motoras


representan entre el 12 % y el 21 % de todas las discapacidades (Guevara y
González, 2012). Estas cifras resultan marcadamente significativas, si se toma
en consideración que pueden ser muchas y muy variadas las formas de disca-
pacidades de otra naturaleza que puedan presentar las personas (Mossmann
et al., 2011). Tales niveles de prevalencia de las discapacidades físico-motoras
no distan mucho de cómo se presenta en Cuba. Según investigaciones realiza-
das por Castro (2008), se encontró que el 25,21 % del total de discapacitados
(366 864 personas) presentaba discapacidad físico-motora, cifra que resulta
significativa.

Las formas de discapacidades físico-motoras son múltiples y están en corres-


pondencia con la naturaleza de sus factores etiológicos. Sin embargo, al margen
de las particularidades de cada forma de discapacidad físico-motora probable,
existen elementos que distinguen a estos de otros discapacitados (Marcilla,
2012; Oliva y Guardiola, 2014). En principio, generalmente, presentan algún
nivel de limitación en la marcha, que puede ser leve o implicar la ausencia de
movilidad. A esto se suman los problemas con el autocuidado, imagen corporal,
autoestima y otras limitaciones en la formación de su personalidad, sobre todo,
en el desarrollo óptimo de las formaciones motivacionales que la integran, así
como la imposibilidad para cumplir con sus actividades cotidianas (García et
al., 2006; Chinchilla-Jiménez, 2015).

Estas particularidades dentro de la discapacidad físico-motora se exacerban


con la entrada del niño o la niña a la adolescencia, cuando las características
psicológicas de la etapa del desarrollo aparecen al margen de la discapacidad
(García, 2008; Ponce, 2010). Tales características se ven significativamente
matizadas por dos posibles condiciones; por una parte, a pesar de la limita-
ción física, tienen lugar muchos de los cambios biológicos o transformaciones
puberales que se producen, esencialmente, en el periodo de la adolescencia
(cambios antropométricos, fisiológicos, endocrinos, etcétera). Por otra parte,
las propias limitaciones físicas y sus factores etiológicos dan lugar a que no
aparezcan muchos de los cambios somáticos antes descritos o que reflejen
sus posibles deformaciones físicas (Domínguez, 2003; Langdon et al., 2017).

189
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

Las características del desarrollo psicológico de este adolescente entran en se-


vera contradicción con todas las limitaciones que se les imponen en la familia,
la cual, según García (2008), generalmente ignora o considera, poco o nada,
las potencialidades y las posibilidades de optimizarlas, limitando, además, su
integración social.

En muchos casos, por miedos a peligros físicos, sobreprotección, falta de ex-


pectativas, de tiempo o paciencia para invertir en el aprendizaje de tareas, falta
de confianza, desconocimiento sobre cómo mejorar el autovalidismo de su hijo
y otros factores relacionados, las familias no les ofrecen a estas personas po-
sibilidades reales de control sobre sus vidas, disponiendo lo que es mejor para
ellos y tomando las decisiones por ellos, lo que da lugar a situaciones como la
indefensión aprendida (Field y Hoffman, 1994; Abery y Stancliffe, 2003; Furs-
tenberg, 2014; Iturra et al., 2015).

En el ámbito familiar, las características psicológicas que presentan los ado-


lescentes con discapacidad físico-motora tienen un impacto significativo.
Ello, si bien en muchos casos, no supone grandes dificultades para el funcio-
namiento familiar, en otros puede ser un punto de desencuentro y ruptura.
Las repercusiones familiares de la discapacidad físico-motora pueden ser muy
desestructurantes cuando el discapacitado adquiere el factor etiológico de la
discapacidad en un estadio avanzado de su vida (juventud, adultez media o
mayor (Langdon et al., 2017). Esta aparición tardía, entre muchos aspectos,
supone modificaciones importantes en la estructura familiar subyacente,
generando cambios en el sistema de jerarquías, liderazgos, roles parentales,
roles genéricos y roles psicoemocionales, etcétera, que aun, cuando las redes de
apoyo familiar estén estructuradas, pueden dar al traste con la funcionalidad
familiar (Hamon y Smith, 2014; Verdugo et al., 2009).

Sin embargo, cuando el factor etiológico de la discapacidad se adquiere en la


infancia temprana y el discapacitado vive desde los momentos iniciales de su
vida con su discapacidad, sus consecuencias para el funcionamiento familiar son
mucho más significativas (Wehmeyer y Field, 2007; Peralta y Arellano, 2010;
Montes y Hernández, 2011). En principio, también se dañan los sistemas de
roles, sobre todo psicoemocionales, pero, más allá de los roles, los niveles
de dependencia entre el discapacitado y sus parientes cercanos (padres, herma-
nos) es creciente, llegando a tomar matices psicopatológicos en buena parte de
los casos (Roque y Acle, 2013). Todo esto está asociado a la dependencia física
y emocional del discapacitado hacia sus parientes, así como todo el proceso
de lástimas, culpabilidades, remordimientos, arrepentimientos, etcétera, que

190
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

desarrollan los parientes hacia las personas con discapacidad. Todo ello, por lo
general, se mantiene durante un tiempo prolongado de la vida (Arenas, 2009;
Arellano, 2015; Verdugo et al., 2009).

Ello favorece a que el adolescente con discapacidad, en ocasiones, regule su


comportamiento se proyecte al futuro y tome sus decisiones, con base en sus
limitaciones, pero, sobre todo, a partir de estereotipos, prejuicios y representa-
ciones negativas de su discapacidad, que se han ido enraizando en la estructura
de su personalidad en la familia (Barbosa, 2012). Esto implica que la autode-
terminación se desarrolle de forma escasa en estos adolescentes, pues, aunque
no es una de las formaciones psicológicas fundamentales de la adolescencia, en
esta etapa se sientan bases fundamentales para su posterior cristalización en la
juventud (Rodríguez, 2017). Según refiere Domínguez (2003), el camino de
conquista de la autodeterminación comienza desde edades tempranas, cristaliza
en la juventud y se continúa desarrollando en la adultez.

Varios son los referentes teóricos utilizados en las investigaciones para el estudio
de la autodeterminación, los que coinciden en reconocer la autodeterminación
como un proceso evolutivo que está presente durante toda la vida, que es poten-
cialmente desarrollable en todas las personas y que está influido tanto por los
atributos internos de las personas, como del contexto en el que se encuentran
(Ryan y Deci, 2013; Wehmeyer y Schalock, 2001; Wehmeyer y Garner, 2003;
Abery y Stancliffe, 2003; Peralta, 2008; Verdugo, 2011; Vicente, 2013; Pascual
et al., 2014). Uno de los modelos de mayor aceptación internacional para el
estudio de la autodeterminación en las discapacidades, es el Modelo Funcional
de Autodeterminación, propuesto por Wehmeyer, en 1999, el cual entiende la
autodeterminación como una característica disposicional, que permite poder
actuar como agente causal principal de la propia vida, hacer elecciones y tomar
decisiones, que repercutan en la calidad de vida personal, libres de influencias
externas o interferencias. Este modelo, a su vez, operacionaliza el concepto,
con base en cuatro características esenciales, que se pueden observar en el
comportamiento autodeterminado: autonomía, autorregulación, empode-
ramiento y autorrealización. Cada una de estas características se convierten
en condición necesaria, pero no suficiente, para mostrar un comportamiento
autodeterminado.

Sin embargo, el logro de nuevos niveles de autodeterminación no es resultado


automático de desarrollo humano, ni se asocia mecánicamente a la edad crono-
lógica, sino que depende de un conjunto de factores internos y externos (edad,
capacidades, oportunidades, entre otras), así como la educación en las que

191
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

ha estado inmerso el individuo a lo largo de su desarrollo (Wehmeyer, 2011).


De ahí que existen múltiples investigaciones que estudien las variables que
subyacen al desarrollo y la expresión de la autodeterminación de personas con
discapacidad intelectual (Zulueta y Peralta, 2008); sin embargo, son menos las
investigaciones dirigidas a potenciar la autodeterminación en el discapacitado
físico-motor. Tales investigaciones se han centrado, sobre todo, en dos gran-
des áreas: los factores personales subyacentes a la autodeterminación y, por
otra parte, los factores ambientales que actúan como facilitadores o barreras
de la autodeterminación. Entre los factores externos que pueden mediar se
encuentran los factores culturales, laborales, educativos y familiares (Remesal,
2016; Belardinelli, 2013).

Entre los resultados más relevantes de estudios centrados en las familias, se


revela que muy pocas favorecen el desarrollo psicológico de sus hijos discapaci-
tados físico-motores (Reusche, 2011; Robles 2012; Rodríguez 2017; Samayoa,
2017). En principio, los parientes no promueven el desarrollo del validismo, no
lo enfrentan a las tareas propias de cada edad, le relegan de muchas exigencias
cotidianas y les privan de las vivencias sociales necesarias para la vida en so-
ciedad (Padilla y Lucas, 2009; Pereira, 2015). A todo esto, se suman actitudes
que inciden (de manera sostenida o no) en el entorno del discapacitado y que
pueden resultar potencialmente nocivas desde el punto de vista psicológico. Tales
actitudes incluyen, sobreprotección, autoritarismo, inconsistencia, actitudes
culpabilizantes, rechazo o maltrato físico y emocional (Pierson et al., 2008).

Por ello, independientemente de que el ser humano tenga una extraordinaria


capacidad para desarrollar de forma autónoma sus potencialidades al margen
de sus limitaciones, tal como ha estado defendiendo por décadas la psicología
humanista (Roca, 2006), la familia desempeña en este proceso un papel fun-
damental para que los adolescentes con discapacidad físico-motora puedan
trascender los niveles prolongados y profundos de dependencia de los adultos
que los atienden, puedan desarrollar un comportamiento autodeterminado y
logren alcanzar unos niveles de desarrollo psicológico y de integración social
óptimos, que le permitan la regulación saludable de su comportamiento. Se
necesita así que la familia, como agente socializador fundamental, se convierta
en una plataforma de despegue de esas potencialidades (Aranda, 2017; Arés,
2018; Arellano, 2010; Arellano y Peralta, 2013).

Ahora bien, para que la familia se convierta en esa plataforma de despegue del
desarrollo psicológico de los hijos, que sea el espacio fundamental del desa-
rrollo de su autodeterminación, tomando en cuenta algunos planteamientos

192
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

de Arés (2018), requiere ser lo que se denomina una “familia potenciadora del
desarrollo psicológico” y esa familia solo es aquella con los más elevados niveles
de organización y de funcionalidad.

Pues, justamente, las familias funcionales tienden a tener redes de apoyo


formal e informal estructuradas, jerarquías claras y flexibles, estilos de lide-
razgo democráticos, roles familiares claros y flexibles, límites también claros y
flexibles, estilos comunicativos positivos, alto desarrollo de la autonomía y alta
adaptabilidad familiar; tienen la capacidad de potenciar de manera óptima el
desarrollo psicológico de sus hijos, donde obviamente se incluye el desarrollo
de su autodeterminación.

Por lo tanto, para convertir a la familia en potenciadora del desarrollo psicológico,


esta debe ser dotada de los recursos necesarios para optimizar sus niveles de
funcionabilidad (Andrade y Betancourt, 2007; Abela y Walker, 2014; Billari y
Liefbroer, 2010). Esto, en el caso de la autodeterminación, supone que se deban
identificar los compontes del funcionamiento familiar que inciden directamen-
te en el desarrollo de dicha formación motivacional de la personalidad de sus
hijos adolescentes con discapacidad físico-motora (Heller y Schindler, 2011).

Por lo anterior fue diseñado el presente estudio, con el propósito fundamental


de caracterizar el nivel de desarrollo de la autodeterminación de adolescentes
con discapacidad físico-motora, describir el nivel de funcionalidad de las fa-
milias de tales adolescentes, y a partir de ello, identificar los componentes del
funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la
autodeterminación de sus hijos con discapacidad físico-motora.

Material y métodos

Tipo de estudio. Participantes

Se realizó un estudio descriptivo-correlacional, mediante un diseño cuanti-


tativo transversal. Abarcó la población total de familias de estudiantes con
discapacidad físico-motora, incluidos en la enseñanza general en un Centro
de Educación Técnico Profesional de Santiago de Cuba. Fueron excluidas las
familias con otros miembros con discapacidad físico-motora, además del
hijo adolescente; las familias con miembros con diagnóstico de enfermedad
psiquiátrica, enfermedad somática en fase terminal o enfermedad sistémica
grave con cuidados frecuentes.

193
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

Para la selección de la población participante se realizó una entrevista al


adolescente y su familia en el propio contexto escolar, donde se solicitó el
consentimiento informado de participación en el estudio y se negociaron las
condiciones de trabajo a partir de las particularidades de la investigación.

En el momento de ejecución de la investigación, el Centro de Educación Técnico


Profesional contaba con una matrícula total de 1342 estudiantes distribuidos
en diversas carreras técnicas, de la cual el 3,06 % (41 estudiantes) registró algún
tipo de discapacidad, incluyendo al 1,71 % (23 estudiantes) de los estudiantes,
que registraron específicamente, alguna forma de discapacidad físico-motora.
El 30,4 % de los estudiantes con discapacidad físico-motora fue de sexo feme-
nino y el 60,6 % de sexo masculino. La edad promedio fue de 16,7 años, con
una desviación estándar de 1,105, en un rango de 15 a 19 años.

Variables

Las variables por medir para alcanzar los objetivos del estudio fueron:

• Nivel de funcionalidad familiar. Se entiende como familia funcional a aquella


en cuyas interrelaciones como grupo humano se favorece el desarrollo sano
y el crecimiento personal, familiar y social de cada uno de sus miembros.
Esta variable cuenta con las siguientes dimensiones:
– Estructura familiar (composición familiar, estilos de liderazgo, roles
parentales, ambiente familiar, jerarquías, roles psicoemocionales y roles
genéricos).
– Desarrollo psicoemocional de la familia (autonomía familiar, límites, la
capacidad comunicativa de las familias, ética relacional de las familias,
la identidad familiar).
– Capacidad adaptativa de la familia (capacidad de flexibilidad y adapta-
bilidad, redes de apoyo formal y redes de apoyo informal).

• Desarrollo de la autodeterminación. Es la capacidad que posee el sujeto psi-


cológico de poder tomar sus propias decisiones sin la influencia de agentes
externos. Esta variable cuenta con los siguientes componentes:
– Autonomía.
– Autorregulación.
– Empoderamiento.
– Autoconocimiento.

194
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

Métodos y procedimientos para la recogida de datos

Para la obtención de los datos necesarios en función de caracterizar cada una


de las variables identificadas en el estudio, así como sus dimensiones y com-
ponentes, se utilizaron los siguientes métodos e instrumentos:

• Cuestionario de funcionamiento familiar (cff). Se utilizó con el objetivo


de determinar el nivel de funcionalidad familiar general, la capacidad de
adaptabilidad y flexibilidad familiar, el ambiente familiar, roles psicoemo-
cionales, así como la ética relacional de la familia.
• Escala de prácticas parentales para adolescentes (Andrade y Betancourt,
2007). Se utilizó con el objetivo de explorar el nivel de desarrollo de la
autonomía, los límites en el contexto familiar, la capacidad comunicativa
de la familia, roles parentales y liderazgo.
• Cuestionario de Funcionamiento Familiar (Arés 2007). Se utilizó con el pro-
pósito de explorar las jerarquías entre los miembros de la familia, el sistema
de roles parentales genéricos, las redes de apoyo formales e informales y la
identidad familiar.
• Escala arc-inico de Evaluación de la Autodeterminación (Vicente, 2013).
Se utilizó con el objetivo de evaluar las dimensiones del comportamiento
autodeterminado (autonomía, autorregulación, autoconocimiento y empo-
deramiento), así como el nivel global de desarrollo de la autodeterminación
en los adolescentes con discapacidad físico-motora.

Todo el proceso de evaluación familiar se realizó en dos sesiones de trabajo


con cada familia. Ello supuso que todos los instrumentos de recogida de datos
sobre funcionalidad familiar fueran aplicados en esos espacios y, al menos, a
tres miembros de las mismas familias.

Métodos y procedimientos para el análisis estadístico de datos

Para el procesamiento de datos, se utilizó el Paquete Estadístico para la Cien-


cias Sociales (spss 22.0). En función de caracterizar el nivel de desarrollo de la
autodeterminación de adolescentes con discapacidad físico-motora, describir
el nivel de funcionalidad de las familias, se realizó una distribución de frecuen-
cias absolutas y relativas a los datos obtenidos para cada una de las variables
implicadas. Para identificar los componentes del funcionamiento familiar
relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación de sus
hijos con discapacidad físico-motora, se utilizó una Regresión Ordinal Múltiple.

195
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

Resultados
El análisis del nivel de funcionalidad de las familias de adolescentes con dis-
capacidad físico-motora estudiadas, dio como resultado que la composición
familiar es típica de la sociedad cubana actual. El 69,56 % son familias exten-
didas y el 30,43 % son familias reensambladas. Además, se obtuvo que solo
el 13,04 % son familias funcionales y el 17,39 % son familias moderadamente
funcionales. En tanto, el 13,04 % son familias moderadamente disfuncionales
y el 56,52 % son disfuncionales (ver figura 1).

Figura 1. Nivel de funcionalidad de familias de adolescentes


con discapacidad físico-motora

Fuente: elaboración propia.

Los resultados sobre el nivel de funcionamiento familiar se reflejan en los datos


obtenidos para cada uno de los componentes que conforman las tres dimen-
siones de estudio de la familia, según el modelo propuesto por Ares (2018).
En la tabla 1 se muestran los datos correspondientes a los componentes de la
estructura familiar (composición familiar, estilos de liderazgo, roles parentales,
ambiente familiar, jerarquías, roles psicoemocionales y roles genéricos).

196
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

Tabla 1. Distribución de frecuencias de los componentes de la estructura familiar

Estilos de
Democrático Mixto Autoritario Difuso Total
liderazgo
Frecuencia
% 17,39 8,69 21,73 52,17 100

Roles
Flexibles Inflexibles Difusos Ausentes Total
parentales
Frecuencia 23
% 21,73 30,43 34,78 13,04 100

Ambiente
Apertura Indiferencia Tensión - Total
familiar
Frecuencia 23
% 17,39 21,73 60,86 100

Jerarquías Flexibles Difusas Inflexibles - Total


Frecuencia 23
% 17,39 13,04 69,56 100
Roles psicoe-
Definidos Difusos Indefinidos - Total
mocionales
Frecuencia 23
% 39,13 43,47 17,39 100
Roles
Definidos Difusos Indefinidos - Total
genéricos
Frecuencia 23
% 30,43 47,82 21,73 100

Fuente: elaboración propia.

En la tabla 2 se muestran los datos correspondientes a los componentes del


desarrollo psicoemocional familiar (autonomía familiar, límites, la capacidad
comunicativa de las familias, ética relacional de las familias, la identidad familiar).

197
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

Tabla 2. Distribución de frecuencias de los componentes del desarrollo


psicoemocional de la familia

Autonomía Positiva Tendencia + Tendencia - Negativa Total


Frecuencia
% 21,73 4,34 13,04 60,86 100
Límites Flexibles Inflexibles Difusos Ausentes Total
Frecuencia 23
% 21,73 4,34 17,39 56,52 100
Capacidad
Positiva Tendencia + Tendencia - Negativa Total
comunicativa
Frecuencia 23
% 17,39 17,39 13,04 52,17 100
Ética relacional Alta Moderada Baja - Total
Frecuencia 23
% 17,39 43,47 39,13 100
Identidad
Definida Difusa Indefinida - Total
familiar
Frecuencia 23
% 30,43 43,47 26,08 100

Fuente: elaboración propia.

En la tabla 3 se muestran los datos correspondientes a los componentes de la


capacidad adaptativa familiar (capacidad de flexibilidad y adaptabilidad, redes
de apoyo formal y redes de apoyo informal).

Tabla 3. Distribución de frecuencias de los componentes


de la capacidad adaptativa familiar

Adaptabilidad
Alta Moderada Baja Total
familiar
Frecuencia
% 17,39 30,43 52,17 100
Redes de apoyo
Estructuradas Desestructuradas Ausentes Total
formal

198
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

Adaptabilidad
Alta Moderada Baja Total
familiar
Frecuencia 23
% 17,39 17,39 65,21 100
Redes de apoyo
Estructuradas Desestructuradas Ausentes Total
informal
Frecuencia 23
% 65,21 13,04 21,73 100

Fuente: elaboración propia.

El análisis del nivel de desarrollo de la autodeterminación de los adolescentes


discapacitados físico-motores estudiados dio como resultado el 73,91 %, con
un bajo nivel de desarrollo, en tanto el 26,08 % registró un desarrollo negativo
de la autodeterminación (ver figura 2).

Figura 2. Nivel de desarrollo de la autodeterminación en adolescentes con


discapacidad físico-motora

Fuente: elaboración propia.

Estos resultados se reflejan en los datos obtenidos para cada uno de los
componentes del desarrollo de la autodeterminación (autonomía, auto-
rregulación, empoderamiento y autoconocimiento) los cuales se muestran
en la tabla 4.

199
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

Tabla 4. Distribución de frecuencias de los componentes del desarrollo de la


autodeterminación

Desarrollo de la
Alto Positivo Medio Negativo Bajo Total
autonomía
Frecuencia 0 0 23
% 0 0 17,39 69,56 13,04 100
Desarrollo de la
Alto Positivo Medio Negativo Bajo Total
Autorregulación
Frecuencia 0 0 23
% 0 0 17,39 65,21 17,39 100
Desarrollo del
Alto Positivo Medio Negativo Bajo Total
Empoderamiento
Frecuencia 0 0 23
% 0 0 13,04 60,86 26,08 100
Desarrollo del
Alto Positivo Medio Negativo Bajo Total
Autoconocimiento
Frecuencia 0 0 23
% 0 0 8,69 52,17 39,13 100

Fuente: elaboración propia.

El análisis estadístico correlacional por medio de la Regresión ordinal múltiple,


con el propósito de identificar los componentes del funcionamiento familiar
relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación de sus
hijos con discapacidad físico-motora, según las probabilidades asociadas al
test (P<=0,05 e ic del 95,0%), indican que las dimensiones del funcionamien-
to familiar que se asocian a los diferentes componentes del desarrollo de la
autodeterminación, son las que se muestran en la tabla 5.

Tabla 5. Componentes del funcionamiento familiar que afectan el desarrollo


de la autodeterminación

Índice de Confianza. 95%


Componentes del
Estimación Límite Límite P
funcionamiento familiar
inferior Superior
Ambiente familiar 6,83 2,01 11,21 0,001
Roles parentales 6,74 2,29 10,28 0,001
Roles genéricos 5,67 1,45 9,75 0,003
Roles psicoemocionales 7,32 1,54 11,16 0,012

200
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

Índice de Confianza. 95%


Componentes del
Estimación Límite Límite P
funcionamiento familiar
inferior Superior
Desarrollo de la autonomía 2,54 -2,45 0,56 0,013
Límites 1,52 3,55 9,57 0,002
Capacidad comunicativa 1,17 2,24 5,13 0,022
Ética relacional de la familia 7,31 2,62 11,55 0,001
Identidad familiar 6,56 3,37 12,36 0,002
Capacidad de adaptabilidad 6,08 1,15 9,98 0,001
Redes de poyo formales 3,12 -3,85 1,18 0,003
Ajuste al modelo: - 2 Log de la verosimilitud = 43,21

Fuente: elaboración propia.

Discusión
Los resultados obtenidos a partir del análisis de frecuencias de los datos regis-
trados por cada una de las dimensiones y componentes de análisis que integran
el Modelo de funcionamiento familiar que se asume como referente teórico para
la caracterización funcional de las familias de adolescentes con discapacidad
físico-motora estudiadas, indican que prevalecen las familias disfuncionales,
tanto solo un pequeño número son familias funcionales.

Estos resultados sobre la funcionalidad de familias con alguno de sus miembros


con discapacidad físico-motora no son precisamente novedosos en la descripción
de este tipo de familias en Cuba. Autores como Castro (2008) y García (2008),
entro otros, han llamado la atención al respecto, a partir de sus resultados de
investigación, en los que se identifican muchas dificultades de funcionamiento
familiar con incidencia en la crianza de los hijos con discapacidad. Estos datos
obtenidos se corroboran a partir de la descripción de los componentes de la
estructura familiar, el desarrollo psicoemocional de la familia y su capacidad
de adaptación y de flexibilidad ante las demandas del ambiente social en el
cual se desenvuelven.

Los datos obtenidos sobre composición familiar indican que predominan las
familias extendidas seguidas de las familias reensambladas; estos resultados
dan cuenta de una estructura visible típica de la sociedad cubana actual y
familias colombianas (Castellón, 2014), en cuanto a la coexistencia de una
tipología familiar diversa.

201
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

Prevalecen los ambientes familiares de tensión, esto está relacionado con la


expresión de la estructura familiar subyacente, la cual muestra que existen
diferencias en el establecimiento de las jerarquías; estas se mostraron in-
flexibles en el mayor de los casos y solo un bajo por ciento registró jerarquías
claras y flexibles. Los estilos de liderazgo se comportaron de manera variada
expresándose autocráticos, mixtos, democráticos y en mayor número difusos.

El sistema de roles familiares muestra un comportamiento diverso. En los roles


parentales se observa una distribución generalmente inadecuada. En los casos
de los roles psicoemocionales y genéricos se mostraron difusos en su mayoría.
Evidenciándose en los hombres una tendencia marcada a la asignación de roles
machistas que refuerzan el rol de proveedor y cabezas de familia. Entre los
criterios valorativos de los padres tomados en consideración resaltan:

[…] entre mi casa y el trabajo yo casi no tengo tiempo para nada […] tengo
que garantizarlo todo en la casa, eso me toca a mí […] si no me encargo de
poner el plato sobre la mesa quién lo pone, eso me toca.

En el caso de las mujeres se observó una marcada tendencia a la sobrecarga


en el rol materno, al ser la madre la figura rectora en la atención a las tareas
hogareñas, creando esto, en ocasiones, cierto distanciamiento físico y emo-
cional con sus hijos. Entre los criterios valorativos de las madres tomados en
consideración resaltan:

[…] en la casa yo soy la que lo hace todo, casi nadie me ayuda en nada,
pero mejor así porque para que lo hagan mal, mejor que no lo hagan […],
no tengo tiempo ni para nada, pero cuando llegan todo está hecho […] ese
ritmo de vida está acabando conmigo, pero para eso somos las mujeres.

La distribución de las tareas en el hogar estuvo mediada por las necesidades


del hijo adolescente con discapacidad físico-motora, resultado que contrasta
con los obtenidos en investigaciones con familias mexicanas (Montes y Her-
nández, 2011). El desarrollo psicoemocional de las familias de adolescentes
con discapacidad físico-motora estudiadas muestra matices comunes a los que
autores, como Castro (2008), han reportado a partir de sus estudios en este
tipo de poblaciones.

El desarrollo de la autonomía familiar es valorada de manera negativa por un


mayor número de familias, pues se reconoce por parte de los padres que limitan
las oportunidades de independencia y toma de decisiones de sus hijos, hechos

202
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

justificados a partir del desconocimiento en cuanto a las potencialidades que


poseen sus hijos y el miedo a los peligros físicos fuera del hogar, entre otras.
Estas razones fueron ya señaladas en otros estudios, por autores como Migerode
(2012), Zulueta y Peralta (2008), Farkas (2008) y Wehmeyer (2011). En este
sentido, los resultados coinciden con los obtenidos en un estudio por Arellano
y Peralta (2013), al plantear cómo un grupo de padres reconoce que, en casa,
sus hijos son menos autónomos que en otros entornos, como el colegio o el
centro de empleo.

De igual manera, en estudios realizados en Brasil (Da Silva, 2011; Stürmer et al.,
2016) se describe que las familias brasileñas se comportan de manera variada
ante el reto de la autonomía e independencia de sus hijos. La visión protec-
cionista que prevalece en la sociedad brasileña influye en las concepciones que
tienen las familias, de tal manera que, aunque algunas tratan de prepararlos
para la vida independiente, buscan para su futuro espacios de custodia como
pueden ser instituciones o familiares que se hagan cargo de ellos cuando los
padres “ya no estén”.

Un comportamiento similar se observa en el sistema de límites en el cual el


mayor número de familias reporta ausencia de ellos, lo que conlleva a que los
miembros de los grupos familiares tiendan a irrespetar los espacios de sus fa-
miliares sistemáticamente. Estos datos se reflejan en la ética relacional de las
familias, la cual es alta solo en un bajo número de ellas. Este comportamiento
se evidencia de manera marcada en las incipientes redes de apoyo formal que se
registran.

En relación con la capacidad comunicativa de las familias, se obtuvieron valo-


res negativos en su mayoría. Esta tendencia marcada a la presencia de estilos
comunicativos negativos se caracteriza por la ausencia de temas comunes,
pobreza en la socialización, presencia de temas tabúes, de monólogos y de
mensajes con contenidos culposos entre los parientes. También se describen
dificultades para crear dentro de las familias un espacio emocional donde sus
miembros puedan expresar sentimientos de afecto. Estos datos también se
ven reflejados en la identidad familiar, la cual es definida solo en un pequeño
número de familias; estos resultados son un reflejo de los bajos niveles de
funcionalidad familiar que se describieron anteriormente.

La capacidad de flexibilidad y adaptabilidad familiar es alta solo en un limitado


número de casos. Las redes de apoyo formal en el contexto familiar están ausentes
en el mayor número de familias. Como contraste, las redes de apoyo informal

203
Capítulo 9. Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la potenciación del desarrollo de la autodeterminación...

muestran un patrón diferente de comportamiento; estas están presentes en un


elevado número de familias. Lo anterior indica que los parientes encuentran
más soporte fuera de su núcleo familiar que dentro, resultado que contradice
lo que se describe en la literatura, en la cual se señala que, tanto las personas
con discapacidad como sus familias, tienen menos redes sociales y están ex-
puestas a un mayor riesgo de aislamiento social (Wehmeyer y Schalock, 2001).

Desarrollo de la autodeterminación en los adolescentes


discapacitados

El nivel de desarrollo de la autodeterminación registrado en los adolescentes


con discapacidad físico-motora que forman parte de la población participante
en la investigación, aun cuando en el análisis particular de cada uno de los com-
ponentes de la autodeterminación muestran ciertos matices propios del medio
cultural en el que se implementa el estudio, se aproximó a lo que se esperaba
de esta población, a partir de lo que se describe en la literatura.

Se obtuvo que el mayor número de los adolescentes con discapacidad físico-mo-


tora estudiados registró un bajo nivel de desarrollo de la autodeterminación. En
menor por ciento, se registró un desarrollo negativo de la autodeterminación.
Estos niveles de desarrollo global de la autodeterminación se reflejan en el
nivel de desarrollo de cada uno de sus componentes. La expresión de cada uno
de ellos (autonomía, autorregulación, empoderamiento y autoconocimiento)
coinciden en mostrarse de manera negativa en mayores porcentaje.

Componentes del funcionamiento familiar relevantes para la


potenciación del desarrollo de la autodeterminación de sus hijos

A partir de los resultados obtenidos durante el diagnóstico del nivel de


funcionabilidad familiar y de cada una de sus dimensiones, así como de los
resultados obtenidos durante el diagnóstico del nivel de desarrollo global de
la autodeterminación y de cada uno de sus componentes, se implementó el
análisis estadístico correlacional multivariado, con el propósito de identificar
las dimensiones del funcionamiento familiar que muestran mayor nivel de
relación con el desarrollo de la autodeterminación y, de esa forma, determinar
los indicadores del funcionamiento familiar por tomar en consideración para
diseñar programas de intervención que potencien el desarrollo de la autode-
terminación.

204
Víctor Manuel Pardo-Maza, Yanetsy Rodríguez-Abreu, Raida Margarita Dusu Contreras, Martha Beatriz Vinent-Mendo

Los resultados de la correlación entre las variables, obtenidos por medio de


la Regresión ordinal múltiple, según las probabilidades asociadas al test (con
P<=0,05 e ic del 95 %), indican que las dimensiones del funcionamiento familiar
que se asocian a los diferentes componentes del desarrollo de la autodetermi-
nación, son: ética relacional de la familia, identidad familiar, roles parentales,
roles genéricos, roles psicoemocionales, ambiente familiar, capacidad de adap-
tabilidad, redes de apoyo formales, capacidad comunicativa, límites y nivel de
desarrollo de la autonomía.

Los estudios de correlación entre el nivel de funcionalidad con otras variables


han mostrado variabilidad en cuanto al nivel de significatividad de la relación
existente entre variables, tal es el caso de la depresión (Arenas, 2009) y la
autoestima (Munro, 2008; Robles, 2012; Aranda, 2017). Se confirma así lo
planteado por Vega et al. (2013), de que a pesar de que las relaciones de factores
ambientales en el desarrollo y la promoción de la autodeterminación resulta
compleja de abordar en la investigación, es fundamental porque su estudio per-
mite la comprensión del constructo de autodeterminación y sus implicaciones
prácticas para poder tomar decisiones justificadas que orienten las actuaciones
y las intervenciones dirigidas a la promoción de la autodeterminación.

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209
Capítulo 10

Justicia retributiva vs. justicia restaurativa:


hacia la reconciliación y el abandono del estigma
del perdón en Colombia
Melissa Esther Rivadeneira de Ávila*

Resumen
La justicia restaurativa aparece como una mirada humanizadora del proceso
judicial que difiere de la tradición punitivista que, más allá de resolver la con-
ducta punible, pareciese acarreará consigo mayor victimización de la que ya se
ha padecido. Es, entonces, la justicia restaurativa un llamado a la reconciliación
y a entender el universo en el que confluyen los actores de un delito pues, se
entiende desde esta, que no solo el ofensor resulta de importancia para el ac-
ceso a la justicia, sino que además se debe atender la víctima y a la comunidad
para, de esta manera, reparar el tejido social. 

La justicia restaurativa no es solo interés particular del derecho, ya que en esta


confluyen áreas como la psicología, sociología y criminología encaminadas a
entender el entramado teórico y práctico de lo que debería ser esta. 

Palabras clave: justicia, justicia restaurativa, justicia retributiva, perdón,


reconciliación. 


*
Docente e investigadora Universidad de San Buenaventura-Cartagena. Facultad de Ciencias de
la Educación, Humanas y Sociales. Programa de Psicología, Grupo de Investigación en Psicología
(gipsi). Calle Real de Ternera n.° 30-966, código postal: 130010, Colombia. Correo electrónico:
melissa.rivadeneira@usbctg.edu.co

211
Capítulo 10. Justicia retributiva vs. justicia restaurativa: hacia la reconciliación y el abandono del estigma del perdón en Colombia

Abstract
Restorative justice appears as a humanizing view of the judicial process that
differs from the punitivist tradition which, beyond resolving the punishable
conduct, seems to bring with it greater victimization than has already been
experienced. Moreover, Restorative Justice is a call to reconciliation and to
understanding the universe in which the actors in a crime converge, since
it is understood that not only is the offender important to getting access to
justice, but also that the victim and the community must be attended in order
to repair the social fabric.

Restorative justice is not only a particular interest of the Law, since in it converge
areas such as psychology, sociology and criminology aimed at understanding
the theoretical and practical framework of what should be the same.

Keywords: justice, restorative justice, retributive justice, forgiveness,


reconciliation.

Introducción
Para reflexionar en torno al concepto de justicia, se hace necesario acudir a
entramado y postulados teóricos que acompañen tal proceso que la acompañen.
En tal sentido, en este capítulo observará la aproximación filosófica socrática
que resultó menester para el análisis y cuerpo de este escrito.

Así pues, se encuentra el concepto de justicia propuesto por Sócrates, en el que


se concibe la justicia como la más hermosa y primera de las artes, catalogándola
como arte de reyes por lo necesaria e imperante. Tal afirmación, es entendida
en diálogos con Eutidemo, en el que se analizaban ejemplos de lo justo e in-
justo, Lo que obligaba a su interlocutor (Eutidemo) a abandonar el diálogo de
manera desalentada y con un infinito desprecio hacia sí mismo. 

Para Sócrates, la justicia alcanzó un perfil de virtud a la luz de sus enseñan-


zas, pues tal y como lo refiere Vélez 1999 (citado en Melo, s.f), quién referenció
apartes de diálogos entre Sócrates y Gorgias, resalta cómo se les otorga impor-
tancia al buen vivir y a morir en la justicia, y cómo para Sócrates, la injusticia
es el más grande de los males y más feo aún Vivir la injusticia. 

Se entendería, entonces, con Sócrates, la injusticia hasta en su propio sacrificio,


pues al momento de morir por sentencia de muerte decretada por los Tiranos

212
Melissa Esther Rivadeneira de Ávila

de Atenas, reflexiona frente a lo justo e injusto, por cuanto estaba sumido por
el profundo respeto a la ley como expresión máxima de justicia, lo que hace
válido en estas líneas señalar lo que Sócrates replicó “es preciso examinar ante
todo Si hay justicia o injusticia en salir de aquí sin el permiso de los atenienses:
porque si esto es justo, es preciso intentarlo; y si es injusto es preciso abandonar
el proyecto”. La anterior afirmación realizada por Sócrates antes de beber la
cicuta da muestras de la reflexión dicotómica que atañen a lo justo pues, desde
ambas miradas es inevitable el sufrimiento. 

Ahora bien, cuando se habla de justicia en Colombia, el ciudadano regularmente


se remite a la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, toda vez que, se
legitima el contenido violento del modelo de justicia que prima en nuestro
país, en el cual los discursos populistas punitivos se alejan de la reflexión y de
la mirada resocializadora que se debería tener frente a un delito. Y es que, ya
lo establecía Michel Foucault, en su obra Vigilar y castigar, en la que realiza una
invitación a una prevención general en la que se disminuya el deseo que hace
atractivo el delito, aumentar el interés que convierta la pena en algo temible;
invertir la relación de las intensidades, hacer de modo que la representación
de la pena y de sus desventajas sea más viva que la del delito con sus placeres.
Lo anterior no es más que una crítica a lo ineficaz que resulta un sistema en
el que prevalece la ejecución de la pena y se invisibiliza al sujeto pasivo del
delito: la víctima.

En contraposición con esta justicia ordinaria de carácter retributivo, se en-


cuentra la justicia restaurativa, que más que tener a una conducta punible,
busca entenderla en términos que permitan conocer sus causas consecuencias
y aportar positivamente a una resocialización que permite reparar el tejido
social fragmentado.

Este escrito, lejos de derogar el sistema de justicia retributivo colombiano, es un


llamado a la reconciliación y al perdón, lo anterior partiendo de lo que Antonio
Beristaín llamó la rigidez y la inflexibilidad del sistema de justicia penal, en el
que encontramos actos protocolarios que impiden una iniciativa activa de las
partes involucradas sin antes ser mencionados los poderes del Estado quienes
entren a definir una acción de castigo frente al acto delictivo; es así como se
pierde importancia y relevancia real a las consecuencias producto de este he-
cho que deja víctimas desprotegidas en un sistema congestionado debido a la
masificación de actos delictivos que generan una desconfianza masiva por una
solución, con la que se evidencia una latente ausencia de administración de
justicia que cubra el territorio nacional. Es así como esta misionalidad del Estado

213
Capítulo 10. Justicia retributiva vs. justicia restaurativa: hacia la reconciliación y el abandono del estigma del perdón en Colombia

social y de derecho de proteger a los ciudadanos se permea por falencias, puesto


que la víctima en el sistema penal acusatorio queda relegado a desempeñar un
papel de espectador de las decisiones que toma la justicia (Márquez, 2007).

Lo anterior permite que se examine cómo detrás de la justicia subyace el dilema


que convoca las líneas de este capítulo. Los mecanismos de justicia retributiva
—como ya hemos señalado— que suelen regir en condiciones ordinarias se
basan en la proporcionalidad entre el daño causado y la pena. Esta proporcio-
nalidad podría entenderse como una forma de venganza racionalizada, en la
que los ciudadanos renuncian a ella y le dan al Estado la potestad de decidir
cómo castigar al victimario, considerando que ese castigo “compensa”, de algún
modo, el daño causado.

En ese preciso momento es cuando se da cuenta de lo psicopatológico del vínculo


sociopolítico con el Estado, por lo que se debe realizar un llamado acuciante
a la justicia restaurativa, la cual se concentra en reparar y restaurar el daño
causado a las personas y las relaciones, más que apremiar por el castigo, más
que ignorar a la víctima es optimizar la cohesión social.

La justicia restaurativa surge en la década de los años setenta como una forma
de mediación entre víctimas y delincuentes y en la década de los años noventa
amplió su alcance para incluir también a las comunidades de apoyo, con la par-
ticipación de familiares y amigos de las víctimas y los delincuentes en procedi-
mientos de colaboración denominados “reuniones de restauración” y “círculos de
paz. De esta manera se propone la humanización del proceso de justicia, dando
lugar a las víctimas del delito, quienes son olvidadas, maltratadas en el proceso
penal tradicional y se les reconozca la atención negada a la verdad, la justicia y la
reparación de sus daños causados con el delito. En tal sentido, la justicia restau-
rativa (en adelante jr), o excluye a las partes involucradas en el conflicto, sino
que se crean condiciones en las que se conocen, tramitan, resuelven y superan
los conflictos con el agresor.

En el 2002, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas adoptó una


resolución que contiene un conjunto de principios básicos sobre la utilización
de programas de justicia restaurativa en materia penal. Estos manuales brindan
una guía importante para los creadores de políticas, las organizaciones comu-
nitarias y los funcionarios de la justicia penal involucrados en el desarrollo de
respuestas de justicia restaurativa a la delincuencia en su sociedad.

Según Miers (2001), hay muchos términos que se usan para describir el mo-
vimiento de justicia restaurativa. Estos incluyen, entre otros, los de “justicia

214
Melissa Esther Rivadeneira de Ávila

comunitaria”, “hacer reparaciones”, “justicia positiva”, “justicia relacional”,


“justicia reparadora”, y “justicia restauradora”. Ahora bien, según las Naciones
Unidas, en su manual sobre programas de Justicia Restaurativa, presentan las
siguientes características:

• Una respuesta flexible a las circunstancias del delito, el delincuente y la


víctima que permite que cada caso sea considerado individualmente.
• Una respuesta al crimen que respeta la dignidad y la igualdad de cada
una de las personas desarrolla el entendimiento y promueve la armonía
social a través de la reparación de las víctimas, los delincuentes y las
comunidades.
• Una alternativa viable en muchos casos al sistema de justicia penal
formal y a sus efectos estigmáticos sobre los delincuentes.
• Un método que puede usarse en conjunto con los procesos y las sanciones
de la justicia penal tradicional.
• Un método que incorpora la solución de los problemas y está dirigido a
las causas subyacentes del conflicto.
• Una metodología orientada a los daños y las necesidades de las víctimas.
• Una metodología que motiva al delincuente a comprender las causas y
los efectos de su comportamiento y a asumir su responsabilidad de una
manera significativa.
• Una metodología flexible y variable que puede adaptarse a las circuns-
tancias, la tradición legal, y los principios y filosofías de los sistemas
nacionales de justicia penal ya establecidos.
• Una metodología adecuada para lidiar con muchos tipos diferentes de
ofensas y delincuentes, incluyendo varias ofensas muy serias.
• Una respuesta al crimen que es particularmente adecuada para situa-
ciones en las que hay delincuentes juveniles involucrados, en las que un
objetivo importante de la intervención es enseñar a los delincuentes
valores y habilidades nuevas.
• Una respuesta que reconoce el papel que desempeña la comunidad como
principal actor para prevenir y responder al delito y al desorden social.

Principios fundamentales de la Justicia Restaurativa


Según Howard Zehr y Harry Mika (2006) se conciben dentro de la jr tres
principios fundamentales:

1. Las víctimas y la comunidad han sufrido daños y necesitan una res-


tauración. Se entiende que las víctimas directas son quienes reciben de

215
Capítulo 10. Justicia retributiva vs. justicia restaurativa: hacia la reconciliación y el abandono del estigma del perdón en Colombia

manera directa la ofensa, sin embargo, otros pueden ser afectados por el
mismo evento, bien sea familiares, testigos, familiares de los ofensores
y los miembros de la comunidad afectada. Con base en este principio, se
insta a que se traten las relaciones afectadas; dicho tratamiento circunda
en los legal y psicológico. Por lo tanto, la restauración debe centrarse en
la búsqueda de respuestas a los diversos daños.

2. Las ofensas dan orígenes a obligaciones y responsabilidades: las obliga-


ciones del ofensor giran en torno a reparar el daño en la mayor medida
posible, por lo que la principal obligación es hacia las víctimas, por lo
cual la jr las habilita para participar de manera efectiva en la definición
de las obligaciones del ofensor.

3. La justicia restaurativa busca subsanar y enmendar los daños: lo ante-


rior, de acuerdo con las necesidades de las víctimas que pueden estar
enmarcadas en necesidades de información, validación, reivindicación,
testimonio, garantía de no repetición.

En nuestro sistema penal, la víctima ha sido despojada de su conflicto, es decir,


el Estado toma el conflicto penal para evitar la venganza personal de la víctima
o sus afectados y dirige toda su atención a la persecución y sanción del autor
del hecho, olvidando las necesidades de protección, respeto y consideración de
quien ha sufrido la acción delictiva, lo que, finalmente, se convierte en lo que
en adelante denominaremos venganza racionalizada, pues el Estado sienta su
interés en el delincuente como única manera de controlar el delito.

De esta manera, la deshumanización del sistema penal tiene su reflejo directo


en el proceso que ha terminado en convertirse en un instrumento de una
justicia formal, generador de mayores daños y perjuicios de los que causan los
delitos. Aunado a lo anterior, se puede poner en evidencia, como lo plantea
Beristain-Ipiña (2001), uno de los objetivos principales que busca la jr no es
hacer sufrir al victimario, por el contrario, es que este sea tenido en cuenta
dentro en la faceta de reconocimiento de su acto y restaure todo perjuicio y la
consecuencia negativa tanto a las víctimas directas como indirectas.

Como observa usted estimado lector, esta es una propuesta de justicia que
apunta a resarcir el daño, sin embargo, en Colombia se goza de manera deshon-
rosa de economía política del odio y escasa cultura de perdón; pero ¿qué es el
perdón? Según Hannah Arendt, en su artículo sobre Bertolt Brecht (1948), “el
juzgar y perdonar son dos caras de la misma moneda”. Debido a que autora era

216
Melissa Esther Rivadeneira de Ávila

judío-alemana resultaría impreciso no hacer alusión a su concepto de perdón,


toda vez que se observa una sinergia entre dos grupos en el que uno, el judío,
resultaba ser oprimido por el alemán con toda su política de persecución nazi.
Así pues, tenemos dos caras en las que convergen toda una tradición judía reli-
giosa que, quizá, le pudo permitir a Arendt referirse al perdón. Por lo tanto, el
concepto de perdón en Arendt no posee ningún carácter metafísico, es decir, no
se concibe como una facultad divina que vincula a Dios con los seres humanos,
sino que se trata una facultad humana que vincula a los seres humanos entre sí,
hace posible su capacidad de actuar (Madrid Gómez, 2008); lo anterior supone
que Arendt entiende el perdón como una condición y capacidad particular del
sujeto, sin ignorar que el concepto de perdón contiene un potencial político.

Siendo así, y siguiendo la presunción política del perdón, de acuerdo con la


filosofía Arendtiana llevada al contexto colombiano, se requieren espacios y
modos de acceso a la verdad, reparación de manera idónea en la que se reco-
nozca el perdón como una virtud política y como ejercicio de democracia, que
se instruya a víctimas y victimarios frente a lo que perdón concierne pues, en
palabras de Desmond Tutu (2000) “sin perdón no hay futuro” es decir, se lo
entiende como un contrato social.

Lo anterior supone un reto a los profesionales de las Ciencias Sociales, pues,


en asuntos de construcción de las condiciones para la paz, existe consenso
de analistas y hacedores de políticas públicas a los que le surge dar respuesta
a dos necesidades básicas para la paz sostenible de un país como el nuestro.
Primero, es necesario dar respuesta a las necesidades objetivas básicas insa-
tisfechas de las grandes mayorías de la población (salud, empleo, educación,
vivienda) protegidos y promulgados por nuestra carta constitucional de 1991.
En segundo lugar, responder a las necesidades ecológicas de la paz (verdad,
justicia, reparación inclusión democrática y respeto a los derechos humanos);
es en este segundo lugar donde se complejiza la situación, pues confluyen lo
que sería el tercer bloque de necesidades: las más olvidadas, es decir, las ne-
cesidades subjetivas de las víctimas: sus rabias, sus rencores y sus urgencias
de retaliación y venganza. Lo anterior es un llamado a la resignificación de la
justicia, en la que se propenda al perdón como virtud política, como derecho
humano, como ejercicio de democracia y respeto a la dignidad del otro.

Gorjón y Saucedo (2018) indican que la ciudadanía también comparte responsa-


bilidad frente a los actos generados por los victimarios y ofensores en cuanto a
que pertenecen al mismo sistema social; por lo tanto, el derecho y la obligación
frente a este actuar permite reflexionar que la comunidad de manera activa y

217
Capítulo 10. Justicia retributiva vs. justicia restaurativa: hacia la reconciliación y el abandono del estigma del perdón en Colombia

permanente, lo que permite el cambio y la participación de una solución, que


de manera integrada con el papel que desempeña el ofensor permitan generar
una reparación de los daños con un efecto restaurativo diferenciándola de la
mediación comunitaria, debido a que dichas prácticas restaurativas deben
confluir en una interacción pacífica impactando en una cohesión social cada
vez con una mayor robustez.

Así pues, con base en lo anteriormente descrito, es importante alegar el perdón


entendido como el sentimiento que permite sobreponerse al resentimiento
frente a un agresor (Murphy, 2003). El perdón es, pues, un proceso que le da
a quien ha sido agredido la posibilidad (sin negar ni olvidar el daño del que
fue víctima) de tener un concepto, perspectiva diferente de su ofensor, hasta
el punto de verlo con compasión (McCullogh y Root, 2005). En ese sentido,
hacemos referencia a una dimensión interpersonal, que apunta a la relación
entre la persona que perdona y la que es perdonada, y con una dimensión in-
trapsíquica, con el proceso interno que se necesita para solicitarlo y otorgarlo
(Lillo, 2014). En estas líneas, entonces, se renuncia a la justicia retributiva
que, como mencionamos anteriormente, minimizan e invisibiliza a la víctima,
para convertirla en parte del proceso en el que figura como sujeto pasivo de la
relación victimizante.

Ahora bien, en lo que a reconciliación concierne, se entiende como la forma


de dar luces sobre cómo sobreponerse a los daños causados durante una si-
tuación victimizante y reconstruir los lazos de confianza entre los ciudadanos
(Méndez, 2011). En ese sentido, ¿cómo acompañar a las víctimas? Lo que es
claro para responder a este interrogante es que es inadecuado crear escenarios
que cultiven el resentimiento, lo que sí es significativo de acompañamiento, es
una pedagogía para la paz, comprender el hecho de modo que se propicia un
espacio en el que lo que se requiere es generar un efecto sanador que permita
alcanzar el perdón y la reconciliación.

He aquí cómo el papel que juega el psicólogo se ve fortalecido, toda vez que
instar a buscar un correcto y valorado proceso de justicia restaurativa conlleva
a definir constructos que están manifiestos en todas sus fases como lo son la
compasión, como pilar que permite congeniar con ese sentimiento de tristeza
e impulsar a aliviar o mitigar el dolor (Araya y Moncada, 2016), así como lo
relacionado con la comprensión, la responsabilidad y la voluntad posterior de
querer generar un cambio real en la situación que se suscitó del acto violento.
Es tarea del psicólogo como uno de los garantes de la protección en salud men-
tal de salvaguardar a la comunidad y a quienes están inmersos en el conflicto,

218
Melissa Esther Rivadeneira de Ávila

evaluar de manera específica y particular a cada actor, a fin de determinar si


existe un aspecto que más allá del involucramiento que puedan tener las partes,
no permita facilitar dicho proceso. Es así como esta estructura psicológica debe
ser tenida en cuenta de manera prioritaria de cara a que promueve que dichos
constructos psicológicos actúen e interactúen bajo este objetivo principal,
restaurar los actores involucrados directa e indirectamente.

Sin embargo, es apenas evidente una dualidad entre la venganza y el perdón,


lo que ha propiciado numerosas reflexiones en los ámbitos espiritual, político
y académico siendo este capítulo parte del tercero. Se pretende en estas líneas
exponer cómo la justicia retributiva no confluye de la manera idónea con la
definición de justicia que filósofos, como Platón, quien señaló que: “aspirar
a la justicia es el aspirar eterno a la felicidad de los seres humanos”. Tal apre-
ciación permite invitarlo a usted, señor lector, a cuestionarse de la siguiente
manera: ¿es el modelo de justicia retributivo canal u objeto de felicidad?; ¿es
legitimado el vínculo violento con el Estado? La respuesta a estas preguntas es sí.

Llamado a la psicología jurídica: una mirada a la


intervención en víctimas
La psicología jurídica ha sido históricamente denominada de múltiples mane-
ras, como psicología criminal (Gross, 1898, citado en Urra, 2002); psicología
legal (Burtt, 1926, citado en Urra, 2002); psicología jurídica (Mira y López,
1932; Muñoz, 1980); psicología forense (Urra, 2002 citado en Gutiérrez de
Piñeres, 2010); psicología y ley (Díaz, 2009; Ogloff, 2001); psicología del de-
recho (Radbruch, 2002; Coon, 2004; Alcover de la Hera, 2004); y psicología
criminológica (Garrido, 1982). Sin embargo, ninguna de las formas en las
que se denomina debe ser entendida como sinónimo, pues, en su etiología no
responden, en gran medida, a lo que es la psicología jurídica, sino que por el
contrario responden a un campo del saber que puede estar o no relacionado
y absolutamente distinto en su significado (Tapias, 2007; Tapias, 2008, Del
Popolo, 1996, citado en Gutiérrez de Piñeres, 2010).

Dentro de las subespecialidades de la psicología jurídica se encuentra la vic-


timología entendida como “el estudio científico de las víctimas” (I Simposio
internacional, 1973). Aunado a ello, la Organización de las Naciones Unidas
en su Resolución de la 40/34 del 29 de noviembre de 1985, en su artículo 1. °,
señala que:

[…] se entenderá por víctimas las personas que, individual o colectivamen-


te, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento

219
Capítulo 10. Justicia retributiva vs. justicia restaurativa: hacia la reconciliación y el abandono del estigma del perdón en Colombia

emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos


fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la
legislación penal vigente en los Estados miembros, incluida la que proscribe
el abuso de poder. (onu, 1985)

A la luz de ello, distintos autores exponentes de la psicología jurídica, como


Tapias (2010), se han encaminado a comprender y explicar las consecuencias
que un evento traumático/violento pueden suscitar en la víctima, anotando que
las consecuencias que se generan en ella, con ocasión de un ilícito, se han
denominado de múltiples maneras: secuela, perturbación psíquica, trastorno
mental, lesión psicológica, afectación, alteración, impacto o daño psicológico.
Este último término ha hecho tradición científica como palabra clave dentro
de la psicología jurídica y forense, aunque es posible que no coincida con la
doctrina jurídica colombiana (Tapias, 2010).

Aunado a estos estudios, se citan autores como Echeburúa et al. (2004), quienes
realizan una lista de sintomatología asociada a eventos traumáticos como la
confusión, dificultad para tomar decisiones, incontrolabilidad, sobresaltos con-
tinuos en lo psicofisiológico y en lo conductual, apatía y dificultad para retomar
sus actividades; señalando que sucesos como agresiones sexuales, secuestro,
muerte, generan en el individuo huellas y secuelas psicológicas que la hacen
propensas a presentar trastornos mentales y enfermedades psicosomáticas.

Como consecuencia de lo anterior, es evidente que se debe reconocer en la


institucionalidad la necesidad de crear espacios, programas que atiendan a
particulares de todas las personas en el marco de sus características etarias,
étnicas, culturales, de género y condiciones especiales. Esta diferenciación en
la atención es una de las condiciones esenciales para generar acción, sin daño
adicional a la población.

Conclusiones
Como profesionales de la psicología jurídica se tiene una responsabilidad social
particular encaminada a la formación integral de psicólogos que dentro de su
interés tengan el área anteriormente mencionada, tal afirmación se sustenta en
las realidades sociales que infortunadamente circundan a este país. Colombia
se percibe como un contexto social que obliga a entender las lesiones o secuelas
psicológicas que suscitan del conflicto violento que se ha padecido hace más
de 50 años. Esos espacios de formación deben tomar a consideración la victi-
mología, pues es el área que, de la mano con la psicología jurídica encaminaría
y explicaría el universo de lo que compone a las víctimas.

220
Melissa Esther Rivadeneira de Ávila

Resulta menester, entonces, despojar los programas de intervención con


víctimas de populismos y centrarla en comprender el universo victimológico
que circunda a la población beneficiaria; población que está en búsqueda de
la reparación, verdad, justicia y garantías de no repetición; donde se entienda
que es un sujeto que ha sido ubicado en el lugar de objeto por otro que dañó
su integridad social, física, emocional o psicológica, a partir de sus acciones.
Con respecto a lo anterior Gallo (2008), refiere lo siguiente:

La nominación legal de víctima comporta un peligro: que por este medio se


haga, por fin individual o colectivamente, al ser que le había sido esquivo.
Cuando esto sucede, ser víctima ya no define una situación de paso, sino la
oportunidad de hacerse a un nombre propio. Los programas de asistencia
que implementa el Estado encontrarán en estos sujetos unos usuarios de
larga duración y unos críticos feroces, ya que cualquier ayuda, por generosa
que sea, será vista como insuficiente y hasta indignante. (Gallo, 2008, p. 39)

Lo anterior insta a la creación oportuna de espacios de formación en los cua-


les una de las finalidades sea el tratamiento e intervención en víctimas, para
así contar con profesionales idóneos que puedan comprender y reflexionar la
academia de cara a garantizar la protección, reparación y ausencia de revicti-
mización y que dé herramientas que permitan diseñar propuestas, programas
o proyectos que partan de la singularidad de quienes ha sido víctimas.

Por otra parte, se hace necesario crear espacios de reflexión que permitan dar
cuenta de la disyuntiva entre lo retributivo y lo restaurativo, pues lo primero
pese a la agresión, odio, rencor y magnificación del evento violento; mientras
que la segunda nos invita a apartarnos de la reacción inmediata y reconocer
como víctimas a todo el que confluye en la comunidad, dándole paso así a la
posibilidad de estos a sobreponerse al daño y resignificar al agresor, hasta
poder verlo con compasión.

Finalmente, se invita en estas líneas a contribuir a la pedagogía para la paz en


diferentes espacios psicosociales, educativos, comunitarios con base en una
filosofía axiológica, ya que, como lo refiere Álvarez et al. (2016), la cultura de
paz permite que a futuro se resignifiquen las dinámicas culturales, sociales y
humanas con una reconstrucción de escenarios que desde una base educativa
brinde y fomente ambientes de reconocimiento y respeto social y humano en
nichos específicos y extrapolados a toda la comunidad, estos espacios deben
asumir con eficacia y pertinencia los retos particulares que en la sociedad existan
y orientando su misión en mejorar el aspecto cualitativo del ser humano frente

221
Capítulo 10. Justicia retributiva vs. justicia restaurativa: hacia la reconciliación y el abandono del estigma del perdón en Colombia

a la resolución de conflictos, independientemente de su naturaleza, debido a


que permite un crecimiento integral en lo personal, pasando por lo familiar,
social e inclusive político.

Referencias
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Melissa Esther Rivadeneira de Ávila

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Sergio Arboleda.

223
Epílogo

La psicología es una disciplina científica ampliamente conocida y capaz de inte-


grar conocimiento de otras ciencias con el propósito de favorecer el desarrollo
humano y su resiliencia. Los fenómenos contemporáneos son un desafío diario
a los profesionales y el quehacer científico, lo que implica un compromiso ético,
disciplinar e investigativo permanente.

El conocimiento aquí evidenciado, producto de la investigación científica, es


reflejo del compromiso de los profesionales que, desde su saber y experiencia,
ponen de plano los retos que debemos atender en la actualidad. Esto es, la salud
mental, la violencia y la justicia, es decir, apelando a palabras de Rangel (2009,
p. 10) “para nosotros los psicoanalistas y terapeutas, el riesgo de la posmoder-
nidad es la deshumanización contra la que nos enfrentamos y nos compromete
[…] a través de la introspección, los procesos de la vida interior”. La tarea
científica de nuestra era es la verdad y el conocimiento sin deshumanización,
esto atañe a la idea de que el saber, por más mediado por la tecnología que
sea, no puede desconocer el sentir humano, las relaciones sociales y la cultura.

El desafío de la investigación y el conocimiento no radica en las publicaciones,


en el famoso “publica o perece” que popularmente se dice entre quienes inves-
tigan, sino en la capacidad de transformar vidas, comunidades y sociedades.
Es en virtud de esta tarea que la investigación adquiere valor, y no un valor
“social”, como algunos llaman, sino un valor humano, es decir, que el desafío
científico no está en las bases de datos, sino en el niño, adolescente, familia,
escuela, comunidades, grupos, etcétera, que se benefician de la ciencia como
una apuesta diaria ética y responsable del saber disciplinar y científico.

El libro Psicología clínica. Enfoques e investigación convoca a los saberes diversos


que atienden el dolor humano desde distintos escenarios, porque lo humano
atañe. La psicología clínica, la psicología jurídica y las neurociencias son la
evidencia de la importancia de un diálogo interdisciplinar necesario y el apren-
dizaje inacabado de la psicología y las Ciencias Sociales y Humanas.

225
Psicología clínica. Enfoques e investigación

Hoy sigue siendo necesario el saber psicológico, en medio de los cambios sociales,
de salud, económicos, políticos y gubernamentales que afrontamos en el país
y en el mundo, los mismos que no pueden desviarnos como profesionales de
la responsabilidad moral, ética, disciplinar y social que tiene la psicología con
los seres humanos y con su sentir.

Confío en que Psicología clínica. Enfoques e investigación motive a colegas y


amigos, a renovar su compromiso ético, disciplinar y científico en favor de las
personas que día a día buscan en la psicología un aliado a la comprensión del
ser humano, desde el saber y su aplicación. Entendiendo que el conocimiento
es inacabado y que los retos profesionales convocan a la ciencia, aspiro que el
saber aquí expuesto ofrezca coordenadas a nuevas preguntas de investigación y
generen nuevos métodos de indagación científica, muy necesarios hoy por hoy.

Confío en que Psicología clínica. Enfoques e investigación le sirva a la opinión


pública para conocer la psicología y reconocer en ella un medio para la trans-
formación social y el entendimiento de la subjetividad. Asimismo, que le
ofrezca a la política pública medios para el compromiso moral, ético y social
que, como gobernanza, se requiere en la sociedad para comprender la cultura,
transformar vidas y mejorar la calidad de vida. Es así como el saber científico
se dispone al público, como un bien social y humano, que garantiza bienestar,
humanidad, convivencia y dignidad.

Viana Ángela Bustos Arcón


Editora Académica

226
Reseña de autores

Compiladora y editora académica

PhD© Viana Ángela Bustos Arcón, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Coordinadora de investigación y docente tiempo completo del programa de


Psicología, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Investigadora del
Grupo de investigación en Psicología (gipsi), en la línea de investigación en
Psicología Clínica. Investigadora junior reconocido por Colciencias. Subdirectora
Nacional del Campo de Psicología Clínica, Colegio Colombiano de Psicólogos
(Colpsic). Representante del Campo de Psicología Clínica del Capítulo Zona
Norte, Colpsic. Candidata a doctora en Psicología y becaria Colciencias-Uninorte
del doctorado en Psicología, Universidad del Norte. Magíster en Psicología,
Universidad del Norte. Especialista en Psicología Clínica, Universidad del
Norte. Psicóloga, Universidad Metropolitana. Par evaluador reconocido por
Colciencias. Miembro Internacional de la American Psychological Association
(apa) y miembro profesional de la Sociedad Interamericana de Psicología (sip),
conferencista en diversos eventos académicos, científicos y gremiales nacio-
nales e internacionales.

Autora de los libros: Recuperación psicoafectiva. Una infancia resiliente (2019) y


Perspectiva psicoanalítica de la angustia y el desarrollo emocional. Aportes a la com-
prensión de la infancia (2017). Autora de los capítulos “Desarrollo psicoafectivo
y salud mental infantil” (2019), “Recuperación psicoafectiva e interferencias
en el desarrollo en primera infancia” (2018), “Recuperación psicoafectiva y
primera infancia” (2018). Autora de los artículos: “Reflexiones para un modelo
de intervención en salud mental en el escenario de postconflicto” (2016), “De-
seo del analista, la transferencia y la interpretación: una perspectiva analítica”
(2016) y “Psicoanálisis, postconflicto y salud mental” (2016). Y coautora de los
artículos: “El lugar del yo en la comprensión de la salud mental” (2017), “Salud
mental como efecto del desarrollo psicoafectivo en la infancia” (2017), “Estudio

227
Psicología clínica. Enfoques e investigación

del lugar del niño con relación a la pornografía y prostitución infantil desde los
aportes de la teoría psicoanalítica” (2016), entre otras publicaciones.

Autores nacionales invitados

PhD© Leonardo Rafael Mass Torres

Candidato a doctor en Psicoanálisis, Universidad Andrés Bello (Chile). Ma-


gíster en Psicoanálisis, Universidad Andrés Bello (Chile). Magíster en Psico-
logía, Universidad del Norte. Especialista en Psicología Clínica, Universidad
Metropolitana. Psicólogo, Universidad Metropolitana. Miembro del Círculo
Psicoanalítico del Caribe (cpc). Además, es par académico en investigación
nacional, y par evaluador reconocido por Colciencias, e investigador ju-
nior reconocido por Colciencias. Es conferencista y ponente en congresos,
simposios y eventos académicos y científicos nacionales e internacionales.
Autor del libro Principios del cuerpo en psicoanálisis. De la histeria al cuerpo
pulsional (2018). Autor de artículos: “De la histeria al cuerpo de la pulsión:
el paradigma freudiano” (2017). Autor del capítulo de libro: “Base freudiana
para la concepción dinámica del infante” (2019); coautor de capítulos de
libro: “Verdad y posconflicto: algunas consideraciones entre el derecho y
el psicoanálisis” (2017), y coautor de los artículos: “Vicisitudes del cuerpo en
psicoanálisis” (2018), “Estudio del lugar del niño con relación a la pornografía
y prostitución infantil desde los aportes de la teoría psicoanalítica” (2016), “El
niño y la cinta blanca: consideraciones psicoanalíticas en torno a la sexualidad
infantil” (2015-Argentina), entre otros.

Mg. Judith Elena García Manjarrés

Magíster en Psiconeuropsiquiatría y Rehabilitación, Universidad Metropolita-


na. Especialista en Psicología Clínica, Universidad Metropolitana. Psicóloga,
Universidad Metropolitana. Docente de pregrado y posgrado. Es autora y
editora de libros, capítulos de libro y artículos científicos. Además, es par
académico en investigación a nivel nacional, y par evaluador reconocido por
Colciencias. Es conferencista y ponente en congresos, simposios y eventos
académicos y científicos nacionales e internacionales. Investigadora junior
reconocida por Colciencias. Coautora de capítulos de libro: “Verdad y poscon-
flicto: algunas consideraciones entre el derecho y el psicoanálisis” (2017), y
coautor de los artículos: “Vicisitudes del cuerpo en psicoanálisis” (2018),
entre otros.

228
Viana Ángela Bustos Arcón

Autores Grupo de Investigación en Psicología (gipsi)

PhD. Édgar Alfonso Acuña Bermúdez, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Docente tiempo completo del programa de Psicología, Universidad de San


Buenaventura, Cartagena. Líder e investigador del Grupo de investigación en
Psicología gipsi. Líder de la Línea de investigación en Psicología Clínica. Doctor
en Psicología Clínica y de la Salud, Universidad de Salamanca (España). Investi-
gador senior reconocido por Colciencias. Autor del libro La psicoterapia dinámica
y el psicoanálisis ayer, hoy y siempre (2020), y Fundamentos de clínica dinámica
y psicoanálisis (2016). Es conferencista y ponente en congresos, simposios y
eventos académicos y científicos nacionales e internacionales.

PhD. Víctor Pardo, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Docente e investigador de tiempo completo programa de psicología. Doctor


en psicología con orientación en neurociencia cognitiva, Universidad Maimó-
nides (Argentina). Especialista en trastornos cognoscitivos y del aprendizaje,
Universidad del Norte. Psicólogo, Universidad de San Buenaventura Cartagena.
Investigador asociado reconocido por Colciencias. Autor del capítulo de libro
“Factores sociodemográficos y número de comorbilidades médicas asociadas
al funcionamiento cognitivo en una muestra de adultos mayores de la ciudad
de Cartagena” (2020) y del artículo “¿Discurso afásico en la esquizofrenia o
discurso esquizofrénico en la afasia? Evidencias neuropsicológicas y neurolin-
güísticas” (2017). Investigador del Grupo de investigación en Psicología (gipsi),
en la línea de investigación en de Desarrollo Humano y Contextos Educativos

PhD©. Daisy Silva, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Directora del programa de Psicología, Universidad de San Buenaventura,


Cartagena. Investigadora del Grupo de investigación en Psicología (gipsi), y
docente colíder del semillero Psicopac. Candidata a doctora en Psicología de la
Universidad de San Buenaventura, Cali. Magíster en Psicología, Universidad
del Norte. Especialista en Psicología clínica, Universidad de Norte. Psicóloga,
Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Autora de “Ideación suicida y
respuesta rumiativas en universitarios de pregrado” (capítulo de libro). Editora
académica del ibro El suicidio: una realidad contextual. Análisis desde la perspectiva
cognitivo-conductual y del libro Psicopatología. Serie de Casos Clínicos, Enfoque
cognitivo conductual.

229
Psicología clínica. Enfoques e investigación

PhD©. Iván Cadena, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Candidato a Doctor en Neurociencias, Universidad de la Costa (cuc). Magíster


en Neuropsicología, Universidad Simón Bolívar. Especialista en trastornos
cognoscitivos y del aprendizaje, Universidad del Norte. Psicólogo, Universidad
de San Buenaventura, Cartagena. Docente tiempo completo del Programa de
Psicología, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Investigador del
Grupo de investigación en Psicología (gipsi).

Mg. Gustavo Martínez, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Magíster en Psicología, Universidad del Norte. Especialista en intervención


psicológica en situaciones de crisis, Universidad de San Buenaventura, Bogo-
tá. Psicólogo, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Docente tiempo
completo del Programa de Psicología, Universidad de San Buenaventura,
Cartagena. Investigador del Grupo de investigación en Psicología (gipsi), de
la línea de investigación en psicología clínica.

Mg. Melissa Esther Rivadeneira De Ávila, Universidad de San Buenaventura,


Cartagena.

Magíster en Psicología jurídica, Universidad Santo Tomás (Bogotá). Psicóloga,


Universidad de la Costa (cuc). Docente tiempo completo del Programa de
Psicología, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Coordinadora de la
Maestría en Psicopatología Clínica y Forense con énfasis en intervención con
víctimas, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Docente e investigadora
del Grupo de investigación en Psicología (gipsi) y líder de la línea de investiga-
ción Sociedad, violencia y calidad de vida, y docente líder del semillero psijufo.

Psi. Paola Karina Gómez Pérez, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Especialista en Psicología Clínica, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.


Psicóloga, Universidad del Magdalena. Docente tiempo completo del Programa
de Psicología, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Coordinadora
académica del Programa de Psicología, Universidad de San Buenaventura, Car-
tagena. Coordinadora de la Especialización en Psicología Clínica, Universidad
de San Buenaventura, Cartagena. Investigadora del Grupo de investigación en
Psicología (gipsi), y docente líder del semillero psicopac.

230
Viana Ángela Bustos Arcón

Psi. Raissa Díaz Cáceres, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Docente tiempo completo del Programa de Psicología, Universidad de San Bue-


naventura, Cartagena. Máster Universitario en Neuromarketing-Neurociencia
aplicada, Universidad Internacional de la Rioja. Especialista en Psicología clínica
del niño y del adolescente, Psicóloga Universidad del Sinú Seccional Cartagena.
Investigadora del Grupo de investigación en Psicología (gipsi) y docente del
semillero psicopac.

Psi. Víctor Danilo Castiblanco Pérez, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.

Especialista en Psicología Clínica, Universidad de San Buenaventura, Cartagena.


Psicólogo, Universidad de San Buenaventura, Cartagena. Docente universitario
y psicoterapeuta. Docente de la Especialización en Psicología Clínica, Univer-
sidad de San Buenaventura, Cartagena.

Coautores internacionales

PhD©. Yanetsy Rodríguez-Abreu, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba.

Docente e investigadora del Departamento de Psicología. Facultad de Ciencias


Sociales, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba.

Dra. Raida Margarita Dusu Contreras, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba,


Cuba.

Docente e investigadora del Departamento de Psicología. Facultad de Ciencias


Sociales, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba.

Dra. Martha Beatriz Vinent-Mendo, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba.

Profesora titular en el Centro de Estudios Pedagógicos y de Educación Superior,


Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba.

Coautores externos

Mg. Claudia Gutiérrez, Clínica la Misericordia.

Magíster en Neuropsicología, Universidad Simón Bolívar. Especialista Tras-


tornos del Aprendizaje, Universidad Universidad de Cartagena.

231
Psicología clínica. Enfoques e investigación

MD. Marcos Salas, Universidad De Cartagena.

Especialista en Psiquiatría, Universidad de Cartagena. Médico, Universidad


de Cartagena.

232
El libro Psicología clínica. Enfoques e investigación es un
texto resultado de investigación, que apuesta por una
comprensión holística del ser humano, que evidencia los
distintos modos de la clínica. Se entiende que en la
disciplina psicológica o la investigación no existen verdades
absolutas, sino más bien, un conjunto de saberes y modos
de intervención comprometidos con el bienestar humano,
en un ejercicio basado en el conocimiento científico,
teórico, técnico y aplicado, sustentado en la ética y la
calidad profesional.

Es de resaltar que, Psicología clínica. Enfoques e


investigación pertenece al Grupo de Investigación en
Psicología (gipsi; A1) del Programa de Psicología, de la
Facultad de Educación, Ciencias Humanas y Sociales, de la
Universidad de San Buenaventura, Cartagena, el cual
cuenta con una amplia tradición científica y de calidad en
psicología clínica. El texto es una invitación a pensar
científicamente la salud mental, esto es, superar los modos
tradicionales de entender salud-enfermedad; esto último
deberá ser repensado y formulado en virtud de la
singularidad y la subjetividad, a la par que se piensan y se
atienden los síntomas. Se considera que la clínica solo es
posible en un diálogo intradisciplinario e interdisciplinario,
que favorezca la comprensión y el análisis profundo del
desarrollo humano y sus formas de enfermar.

ISBN 958-5114-22-7

9 789585 114227

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