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Dominium Mundi
Dominium Mundi
Es el debate político centrado entre la disputa entre el Papado y los Emperadores sobre los límites
de su autoridad. Es un conflicto de competencias que se desarrollará a lo largo de la Edad Media y
con importante eco en la Edad Moderna.
La caída del Imperio Romano de Occidente afectó profundamente al ejercicio del poder pontificio
que había conocido una gran expansión al amparo de los últimos emperadores.
- Nuevas dificultades que entraña la fragmentación de Occidente bajo el control de los jefes
bárbaros
La carta del Papa Gelasio (496) a Anastasio de Oriente es un documento que intenta delimitar el
tradicional intervencionismo de los emperadores orientales en los asuntos ecuménicos. En la carta
se llama al colaboracionismo. Los emperadores debían seguir el juicio pontificio en materia
religiosa y los sacerdotes debían obedecer las leyes imperiales.
Habrá una política de amistad entre el Papado y los nuevos monarcas. Estos necesitan la legitimidad
papal al establecer su autoridad sobre los territorios de Occidente.
- Ayuda de los carolingios al Papado ante la amenaza lombarda. El Papa legitima en consecuencia a
la dinastía carolingia
- Donación de Pipino de los territorios de la Pentápolis (de Venecia a Ancona) en el siglo VIII
Con los Otónidas, el Papado recupera su poder. Otón I se hace coronar en Roma en 962. La alianza
entre el recién nacido imperio y el Papado se ratificó con la firma de un documento conocido como
Privilegium Othonis donde el emperador confirmaba las donaciones territoriales hechas a la Iglesia
desde el reinado de Pipino el Breve a cambio de que ningún papa sería consagrado hasta que su
elección fuera aprobada por el emperador de Occidente.
Será Otón III el que fije su residencia en Roma desatendiendo la tradición acreditada por la
Donación de Constantino, según la cual la ciudad de Roma había sido entregada a perpetuidad a los
Santos Apóstoles. Otón III rechaza la validez de la Donación, situando al Papado en posición de
absoluto sometimiento al Emperador.
Con los Salios existirá una primacía sobre el Papado. La figura del emperador adquiere una
marcada cualidad sagrada. SE convierte en costumbre la consagración del emperador por el Papa.
La condición sagrada del emperador se materializa en las insignias imperiales y símbolos: anillo,
cetro o virga.
En 1075, con los Dictatus Papae de Gregorio VII se reivindican los derechos exclusivos del Papa
y sus símbolos e insignias. En los Dictatus Papae quedan definidas las competencias del Papado,
respuesta al intervencionismo creciente de los emperadores favorecido por el sistema feudal: el
Príncipe investía a los obispos, estos eran vasallos del rey.
En los Dictatus Papae queda suprimida la investidura laica y se establece la independencia plena del
Papa frente al Emperador.
Todos los puntos del documento se condensan en la defensa del poder pontificio universal,
resaltando la autoridad y dignidad papal. Esta teoría política de la Reforma gregoriana está basada
en el agustinismo político: Los Dictatus reservan al Papado el papel de máxima autoridad como
árbitro de las conciencias y juez de las acciones humanas, incluidos los emperadores y reyes, a la
vez que se les podía imponer sanciones si no cumplían sus funciones.
El emperador Enrique IV se remite a la teoría de las Dos Espadas (sacerdotium e imperium) y que
el emperador sólo se somete a Dios, única instancia a la que debe rendir cuentas.
La cuestión de las investiduras enfrentó a Gregorio VII y Enrique IV, siendo este excomulgado.
Enrique IV se retracta (Humillación de Canossa, 1077) pero es en 1083 cuando el emperador invade
los estados de la Iglesia de Roma. Gregorio VII huye y muere en el destierro.
La cuestión de las investiduras da lugar a una polarización social: las cidades, la baja nobleza laica
y el clero secular a favor del Imperio y la alta nobleza, el clero reformista y los monasterios más
poderosos que apoyan al Papado.
Con el Concordato de Worms de 1122, se establece un acuerdo sobre la cuestión concreta de las
investiduras entre Enrique V y el Papa Calixto II. El Papado realiza la investidura de obispos y
abades (investidura espiritual) y el rey la investidura temporal. Se abre paso la idea de separación de
los dos poderes.
El choque entre Pontificado e Imperio se volverá a producir con los Staufer. El escenario de la lucha
es Italia (güelfos y gibelinos). Desde el siglo XII, surgieron en el Sacro Imperio dos facciones , un
grupo que apoyaba a la casa de Welf o casa de Baviera (conocidos como güelfos) y los que
prestaban su ayuda a la casa de Hohenstaufen (conocidos como gibelinos). El conflicto se hizo
extensivo a las relaciones con el Pontífice cuando la facción gibelina triunfó en el imperio al
acceder al trono Federico I Hohenstaufen (Federico Barbarroja).
En los siglos XII y XIII asistimos a la plenitud del Pontificado, consecuencia de las Cruzadas, factor
de gran prestigio y de liderazgo del papado. La figura del Papa Inocencio III es fundamental en el
impulso pontificio.
El Cisma de Aviñón supuso la pérdida transitoria de autoridad por el pontífice y el triunfo del
Imperio. El prestigio papal quedó muy dañado a favor del fortalecimiento real. Significó la
intervención directa del monarca en el gobierno de la Iglesia (5 Papas feanceses y del entorno de la
realeza)
Con los Staufer se había regulado la sucesión imperial a través de los electores, príncipes
alemanes . De esta forma se adquiría el título de Rey de romanos, y en Roma alcanzarían la
categoría imperial.
Luis de Baviera recoge en forma de ley que se accedería a la dignidad imperial por voluntad divina
a través de la elección de los príncipes (electores) y, como consecuencia, no sería necesaria la
confirmación papal.
Este principio fue incorporado a la Bula de Oro (1356) de Carlos IV y regirá toda la Edad
Moderna. Carlos IV prescinde de forma total de la coronación romana.
Por esta Bula queda fijado el número de electores, 7, de forma definitiva, 3 laicos (rey de Bohemia,
margrave de Brandenburgo, duque de Sajonia y conde de Palatinado) y 4 eclesiásticos (arzobispos
de Maguncia, Tréveris y Colonia). Estos, reunidos en Frankfurt, debían elegir al futuro emperador
por mayoría simple.
La Bula de Oro establecía que el pontífice sólo podía consagrar emperador al rey de romanos
designado previamente por los electores.
A finales de la Edad Media nos encontramos con la delimitación de los dos poderes. Los factores
que influyeron en esto fueron: