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Actualmente, la oferta de papel y cartón de la industria peruana, medida en términos de

exportaciones, en el mercado mundial es mínima, a pesar de contar con zonas


potencialmente productoras, como los bosques que existen en la selva peruana (74.2
millones de hectáreas aproximadamente), que inclusive lo hacen ubicarse en el noveno
lugar en extensión de bosques naturales a nivel mundial y segundo a nivel Latinoamérica
(FAO, 2004). La industria del papel y cartón en el Perú está compuesta por empresas
productoras (convertidoras) y por empresas importadoras. A su vez, se divide en unidades
de negocios de acuerdo al tipo y uso que le asignan (imprenta y escritura, envoltura y
cartones, periódico, sanitario). Asimismo, el Perú cuenta en la actualidad con recursos para
incrementar su producción e inclusive exportar a otros mercados. Sin embargo, ello
demandaría contar con un plan estratégico de reutilización de insumos, reforestación y
aprovechamiento de recursos reciclables, que a su vez sea regulado por entidades del
gobierno para salvaguardar nuestros recursos naturales, ambientales y mantener el hábitat
de las comunidades. Los modelos de desarrollo sostenible consideran mantener políticas
que permitan incrementar la cantidad de puestos de trabajo y mejorar la calidad de vida de
las comunidades aledañas, potenciadas por una regulación que impulse el gobierno para
obtener beneficios.

La materia prima básica para la fabricación de papel es la celulosa, en forma de fibra. Esta
fibra aparece en muchos tejidos vegetales, de los que cabe extraerla can facilidad por
medios mecánicos o químicos. Sus fuentes son tan numerosas como las especies
vegetales de las que pueden obtenerse, las cuales suman varios millares. Sin embargo, a
pesar del número de esas fuentes posibles, en la práctica las fibras más adecuadas para la
fabricación de papel sólo es posible extraerlas de unas pocas especies, ya que el
rendimiento de la mayoría de éstas es tan reducido, que la extracción no resulta lucrativa.

Las plantas productoras de fibra comprenden desde las hierbas más comunes hasta los
árboles más exóticos, aunque, de hecho, sólo se aprovecha extensivamente una media
docena de tales fuentes, a saber: la madera tanto de coníferas como de frondosas, la paja,
el esparto, el bagazo y el bambú. Además, la fibra para la fabricación de papel se obtiene
también, en forma de trapos, del algodón y del lino y, en forma de cordaje, del abacá, el
sisal y otras fibras duras. De todas estas fuentes la madera es, con mucho, la más
importante, en la actualidad, y en el total de materias primas utilizables para la fabricación
de papel en todo el mundo, la madera de las coníferas representa, por sí sola, una porción
mayor que todas las demás juntas.

Valdría la pena calcular y comparar las disponibilidades de la diversas materias primas para
papelería; pero, por las razones que se expondrán más adelante, sólo puede darse una idea
muy general de los recursos, y los cálculos que es posible ofrecer no permiten, como es
natural, deducir la cantidad que de cada uno de estos recursos puede disponerse
anualmente, ni tampoco si el mismo abunda o no.

En primer lugar, la mayoría de los materiales de que se obtiene la fibra destinada a papel se
dedican a una gran variedad de usos. El volumen de los mismos disponible para la industria
de la pasta y del papel, depende no sólo de sus ventajas técnicas y económicas para la
fabricación de pasta, sino; además, de la demanda rival de las demás industrias
consumidoras, de su accesibilidad y, lo que no es de menor significación, de su popularidad
entre los fabricantes de papel. Si la madera de coníferas, una de las materias primas de
aptitudes mas variadas en todo el mundo, no fuera objeto de otros usos, sus existencias
bastarían, probablemente, para satisfacer por completo la demanda de las industrias de la
pasta y el papel, Este tipo de reservas es aplicable también a otras materias fibrosas, lo
que, claro está, reduce la pertinencia y utilidad de todos los cálculos de recursos.

En segundo lugar, las materias aprovechables para la fabricación de pasta difieren


grandemente entre sí, lo mismo en lo tocante a sus respectivos métodos de conversión en
pasta como a los artículos que con ellas pueden fabricarse. Evidentemente, la viabilidad del
aprovechamiento de una fibra cualquiera, una vez comprobada su conveniencia técnica, la
determinan la índole y los costos del método o métodos adecuados para su conversión en
pasta así como los usos finales a que sea posible destinar a esta última. Así pues, a juzgar
sólo por la extensión de la superficie mundial que abarcan las especies coníferas puede
creerse que ofrecen un suministro potencial abundante, pero en realidad no es así, ya que
la mayoría de ellas pueden ser convertidas mediante cualquiera de los diversos métodos de
fabricación de pasta, y con algunos de éstos a costo muy reducido, y al mismo tiempo sus
usos finales de papelería son mucho más numerosos que los de cualquier otra materia
fibrosa - para no mencionar siquiera sus múltiples aplicaciones fuera de la industria
papelera. En cambio tratándose de maderas duras tropicales, a pesar de que se ha
demostrado que ciertas especies son técnicamente adecuadas para su transformación en
pasta a un precio económico, sólo poseen todavía una pequeña variedad de usos finales, lo
cual ha constituido, hasta ahora, una de las restricciones que han venido demorando su
explotación. Los recursos de frondosas tropicales susceptibles de transformación en pasta
son potencialmente amplísimas, pero no se ha comprobado ano que sea lucrativo el
convertirlos en fuentes activas de producción. Por consiguiente, la suficiencia de los
recursos tiene que sopesarse con relación a los métodos y a los productos y, además,
frente a los usos que no sean de papelería.
En tercer lugar, la cantidad de pasta que se extrae de una tonelada de materia prima, varía
según la clase de ésta. Dos toneladas y media de esparto rinden, poco más o menos, una
tonelada de pasta; mientras que una tonelada de pasta de paja requiere de una y media a
dos toneladas de paja de cereales, según la clase de ésta que se emplee. Para fabricar una
tonelada de pasta blanqueada por métodos químicos hacen falta, por lo menos, dos
toneladas de madera, pero si se transforma la madera mecánicamente, de cada diez
toneladas de madera en pie se recuperan nueve en forma de pasta. El rendimiento de ésta,
por tanto, constituye otro de los factores determinantes para calcular los recursos de
materias primas.

En cuarto lugar, del mismo modo que el volumen de la oferta de una materia prima limita su
consumo, una demanda reducida de la misma puede llegar a constituir, por sí sola, una
restricción de la oferta; así, por ejemplo, se cree, en general, que la paja abunda por todas
partes y que los fabricantes de pasta pueden contar con cuanta sean capaces de asimilar.
La plétora, sin embargo, es más aparente que real y en algunos países la cantidad de paja
disponible para la fabricación de pasta, aparte de los otros usos industriales y agrícolas a
que se destina, es sorprendentemente reducida. La razón es la imposibilidad de trasladarla
del campo a la fábrica, si no se cuenta con servicios para su embalaje, almacenamiento y
transporte, y, los labradores no invertirán el dinero en el equipo requerido si los fabricantes
de papel no les garantizan la continuidad de sus compras, mediante contratos a largo plazo.
Pero en algunos países, como se sabe, los fabricantes se muestran reacios a hacerlo,
porque se han acostumbrado a comprar pasta de madera siempre que pueden y la paja,
únicamente cuando no tienen otro remedio. Toda demanda, sin embargo, tiende a crear una
oferta, y según vaya aumentado la demanda de paja, lo mismo ocurrirá con la oferta que ha
de satisfacerla; pero siempre que no se halle debidamente organizado el tráfico de la paja,
desde la granja a la fábrica, la paja recuperable que no se emplee en las granjas quedará
abandonada, sin más, para que se pudra el terreno, con lo que, claro está, su inclusión en
las existencias totales anuales del país en cuestión, no hará sino exagerar el volumen real
de las mismas.

La estructura básica de la pasta y el papel es un entramado de fibras de celulosa (un


polisacárido con 600 a 1.000 unidades de sacarosa) unidas mediante enlaces de hidrógeno.
Una vez separadas del resto de componentes no celulósicos, mediante el proceso de
elaboración de la pasta de papel, estas fibras tienen alta resistencia a la tracción, absorben
los aditivos empleados para transformar la pasta en papel y cartón, y son flexibles,
químicamente estables y blancas. Esos componentes no celulósicos son, en el caso de la
madera, principalmente hemicelulosas (con 15 a 90 unidades iguales de sacarosa), ligninas
(altamente polimerizadas y complejas, fundamentalmente monómeros de fenil-propano;
actúan como aglutinante de las fibras), extractos (grasas, ceras, alcoholes, fenoles, ácidos
aromáticos, aceites esenciales, oleorresinas, esteroles, alcaloides y pigmentos colorantes),
y minerales y otros compuestos inorgánicos. En la Tabla 72.2 se muestra cómo varía la
proporción relativa de estos componentes según la fuente de la fibra. La principal fuente de
fibra para la fabricación de pasta y de papel es la madera de coníferas y de especies
arbóreas de hoja caduca. Fuentes secundarias son la paja de trigo, el centeno y el arroz;
cañas, como el bagazo; los tallos leñosos del bambú, lino y cáñamo, y fibras de semillas,
hojas y cortezas, como las del algodón, el abacá y el henequén o sisal. La mayor parte de la
pasta se hace de fibra virgen, aunque la producción de papel reciclado es cada vez mayor,
habiendo pasado del 20 % en 1970 al 33 % en 1991. La producción a partir de la madera
supuso un 88 % de la producción mundial de pasta en 1994 (176 millones de toneladas,
Figura 72.5); en consecuencia, la descripción de los procesos de elaboración de la pasta y
del papel del siguiente artículo se centra en la producción basada en la madera. Los
principios básicos se aplican también a otras fibras

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