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Capitulo IV REPRESENTACIONES SOCIALES TEORIA Y METODO* 1, LA CONSTRUCCION SOCIAL DE LA REALIDAD COTIDIANA, Imaginemos un partido de futbol en el que se produce una jugada que parece perfectamente clara: un defensa del Real Madrid y el delantero centro del Barcelona, que iba camino del gol, chocan con tal violencia que se hace precisa la intervenci6n de los camitle~ ros para atender al maltrecho delantero centro. iCuil es la reac~ cin det pablico? {Gritos exigiendo la expulsién del defensa? {Silbidos y protestas porque ei arbitro expulsa efectivamente al defensa? Cualquier lector puede arriesgar una respuesta, pero iverdad que nos sentiriamos més seguros si supiéramos en qué campo se esté jugando el partido? Ahora sentémonos cémodamente ante el televisor para ver la grabacin de esta jugada, en compaiifa de un hincha del Real Madrid y otro del Barcelona. Es facil predecir lo que, muy proba- blemente, va a suceder: lo que para uno de los hinchas constituye una clarisima y salvaje agresion que debiera ser sancionada con la fulminante expulsién de! defensa, tan s6lo constituye para el 0:7> Ja desafortunada consecucneia de una accién, a todas luces co- recta, y en la que, ademas, la victima tiene su buena parte de res- ponsabilidad... por no decir toda. La imagen que aparece en pantalla puede ser acelerada, de- secelerada, detenida, repetida tantas veces como se quiera....nin- guno de los hinchas retrocedera un dpice en su descripcién de Io que de verdad ocurrié en el estadio. caso 20 se les ha proyecta- do el mismo video? Esto es, sin duda, lo primero que intentaria + Publicado en: Ibsiez, T, Meologias de Jo vida corideana, Barcelona, Sendai, 1988) 153 averiguar un ingenuo visitante del planeta Marte que desconociera cltuthol y la complejidad de los fenémenos psicosociales que inc slen sobre la psicologia de los hinchas. Pero pronto deberfa rendirse ute la cvidencia: no hay duda, el video es, objetivamente, el mismo... Hemos dicho que la jugada era clara y que, ademss, estaba prabada, {Qué hubiese pasado si ésta hubiera presentado un fuerte grado de ambigiicdad y no s¢ hubicra grabado? Lo mas probable es que nuestro hipotético marciano habria tenido que renunciar 4 for- marse una idea de lo ocurtido en el campo. Mas precisamente ha- bria legado @ la interesante conclusién de que, eo el planeta Ticrra, la realidad presenta la extrafia propiedad de existir en for- ma duplicada, En efecto, la hipétesis de que uno de sus informado- 1€s, 0 ambos, padecieran graves trastornos perceptivos no resistiria ante sencillas operaciones de comprobacién. Bastarfa una répida ‘encuesta para comprobar que ambas versiones de la realidad eran compartidas por un respetable nimeto de personas. Ademfs, co- nocedor de tas téenicas correlacionales, nuestro inteligente mar- ciano no tardaria tampoco en percatarse de que Ja percepcion de lejos de cons nomend aleatorio, est’ condicionada por Is adsctipeién de los individuos a ciertas agrupa- clones sociales, como son por ejemplo las pefias deportivas. Este ejemplo fulbolistico, sit dda trivial, nos acerca a un problema que no ¢s por su parte nada trivial y que ha gute al suefio a més de un psicélogo social: éc6mo se forma 1 fidianas? Es obvio que Tas miltiples cosas que hacemos o que nos ‘ocurren un dia cualquiera de nuestra vida cot grabadas ni obedecen por lo general a reglas tan espeeificas como las foro comoteriamos un grave error al considerar que Ia claboracién de una visi6n personal de la reali- dad constituye un proceso meramente individual ¢ idiosincratico. Al igual que ocurria en nuestro ejemplo futbolistico, Jas insercio- es del individu ed s categorfas sociales y su adscripcién a os grupos constituyen fuentes de dctermiinacion que inciden isa _con fuerza en la elaboracién individual de la realidad social, interpretaciones Siinilares de los acontecin ~ Uni ejemplo, entresacado esta vez de los conflictos zenera- cionales, ilustra perfectamonte la determinacién social del pensa~ miento individual. En efecto, quién de nosotros no ha tenido la ocasién de escuchar en algén momento comentarios como el si- quiente: «Créame, no hay quien entienda a los jévenes de hoy. iCémo pueden soportar durante horas y horas el ruide infernal de las discotecas? iSi eso es miisica, venga Dios y lo veal ¢Y los ha vis- to usted bailar? Esto ya no es baile ni es nada. En mis tiempo el baile era asunto de parejas y la masica era misica de verdad. Bue no, esto sc podria achacar a fas modas que van cambiando, pero lamentablemente la situaciOn es mucho mas grave. Hay momentos en que me pregunto si soy realmente yo quien ha educado a mis propios hijos... no creen en las cosas que a mi me parecen impor: antes, no respetan nada... desde luego, no ven las cosas como yo Jas veo, Pero no vayan a creer que esto sélo me pasa a mf. la ver- dad es que parece que todas las familias a mi alrededor padecen Jos mismos problemas... En algo habremos fallado, poraue desde luego, nuestros hijos no parecen ser como nosotros...» Este tipo de comentario, repetido generacién tras generacién, con sus correspondientes variaciones circunstanciales, es posible- mente uno de los més reiterativos en Ia historia de la humanidad. Perplejidad, desilusion, incomprension... lo que los padres se re- sisten a entender es que si sus hijos «no ven las cosas como ellos» es, sencillamente, porque las cosas no som las mismas para sus hi lo es lo mismo haber ai progresiva penetracién de Tos microordenadores cx Has ecuclas y en los hogates que haber nacido en un mundo «informatizadon. Esto cambia sin duda la forma de ser de las «cosas» y cambia tam- bign la forma de ser de las personas. No es que los jovenes de hoy parezcan scr distintos de los de ayer, es sencillamente que son dis- tintos. Es cierto que «no ven las cosas de la misma forma», pero ‘es porque ni las casas ni los ojos que las ven son ya los mismos. El 155 waeacn reutichesd Lumentario, puramente ficticio, que hemos puesto en boca de una «icterminada persona ¢s bastante frecuente entre las demas perso- nay de Su goneracién, Cada una de ellas «inventa» ese comentario, oalguno parecido, dé forma puramenté «individual», pero es ob- irasciériden cada pers Se puede objetar cionales es un ejemplo demasiado facil y casi tautologico. En efec- to, el simple trascurrir del tiempo conlleva cambios, y por lo tanto, nuevas experiencias y mevas cealidades. Pero encontramos el mis- mo tipo de fenémeno sin necesidad de recurris a una dimension diacrOnica. Piénsese sino en las considerables diferencias que se- paran las «visiones de la realidad» de un yuppi del Silicon Valley y de un paria de Bangladesh, o on un mismo pais, de un jornalero en parey de un directivo de una préspera financiera... Es obvio que nuestros ejemplos no son inocentes. Tampoco Jo pretendemos. No es casualidad si los microordenadores, los te- levisores, 0 los anticonceptivos que hemos mencionados para ilus- | trat los cambios generacionaleS, constituyen innovaciones técnicas relacionadas con el desarrollo de ciertos saberes cientificos. Vol- veremes mis adelante sobre la importancia que han adquirido los saberes lenticos para ia caStarmaclan Te cai ‘percepeion de tu TeaTlded cotdiana, Las reerencias alos paradox 97 Tor direc. VaR Timposd constituyen ejemplos inocentes, pueden parecer tépi- cas, € incluso panfletarias. Pero también volveremos mas adelante sobre la importancia que tienen las ubicaciones socioeconémicas y sooietilturales.parala construecidn de la realidad cotidiana, El lector s¢ preguntara sin duda por qué estamos poniendo tanto empefo en ilustrar algo que es sobradamente conocido por todos. Quién duda, en efecto, de que la forma de ser de las perso~ nas, su identidad social y la forma en que perciben la realidad es- tan influenciadas por el medio cultural en el que viven, por la plaza que ocupan en el seno de la estructura social y por las experien-* cias concretas con las que se enfrentan a diario? Probablemente na- die. Como nadie dudaria tampoco en extraer las cousecuencias de dichas influencias y Hegar a la conclusi6n de que la realidad no es la misma para todas las personas, Ademds, hace tiempo que la antro- pologfa cultural ha dejado las cosas claras al respecto, mostrando ‘corao influyen Ias categorfas lingbsticas y conceptuales propias de cada cultura sobre las representaciones de la realidad tanto fisica co- ‘mo social, Dicho con otras palabras, es un hecho que la hipotesis_ 156 Whorf-Sapir forma parte desde hace afios del bagaje cultural de ‘T6da PESUAT rafaimamente interesada ca las ciencias sociales (Sa~ , 1931; Whorf, 1938). “Pero quizd no se alcanzasta la misma unanimidad si se plan- tearan preguntas més precisas. Es probable, por ejemplo, que al- gunas personas no dudarian en afirmar que Ja realidad tiene propiedades objetivas que podrian ser descritas, en principio, por “unobservader cull y no comprometido, ase un especialista en cicncias sociales provisto de} suficiente conocimicnto cientifico y de la suficiente objctividad. Estas mismas personas ns dirian que las propiedades objetivas son «reconstruidas» de forma incomple- ta y sesgada por los distintos protagonistas sociales en funcién de sus intereses particulares, de sus posiciones sociales, de sus expe- riencias conccetas y de sus influencias culturales. Ademés, es asf ‘como la realidad objetiva se vonvierte en las realidades persona: les, siguiendo un proceso de distorsién que responde, él también, a determinaciones perfectamente objetivables: ‘adelante que es precisamente este tipo de mterprétacion el que subyace de facto en gran parte de las investigaciones realiza” das por los psicélogos sociales de orientacién cognitivist En desacuerdo con esta conceptualizaci6n, otras personas, sin duda menos numerosas que las anteriores, no dudarfan en afir~ mar que la realidad presenta una serie de propiedades, que, atin siendo «realmente» constitutivas de la misma, no dejan de ser, sin embargo, bsolutamente oibjeivar. Son propiedades que confor- man la redlidad.abjetva pero que resultan de las actividades-sos- ‘nitivasy,.on t6rminos mas gencrales, de las actividades simbélicas sroliaias por los individuos. Este punto de vista impiica que la “Fealidad tal y conto es csté patcialmente determinada por la reali ad ial y como es para nosotros, pasando a ser, en Geta. medida, al restiltad, 0 ef producto, de nuestra propia actividad de construc- “Gin subjetiva de Ta misma. Esto conlleva por supuesto toda una série de Consecuencias metodoldgicas de cara al conocimiento cientifico de a tealidad social ¢ implica también una concepciéa distinta de los mecanismos responsables de que la realidad se di- versifique en funcién de las personas. No es que existan diferentes realidades porque existan diferentes maneras de tatar a misma rea ae s Tones que hemos descrito son, coma se pucde ver, escasamente compatibles entre si. El consenso sobre tos Factores responsables de que la realidad sea distinta para las, islintas personas se ha roto en cuanto nos hemos planteado pro- nuntas sobre la naturaleza de esa realidad, «Acaso seria més facil ‘anzar de nuevo la unanimidad antes mencionade si nos propu- sigramos establecer las ieyes y la ldgica que rigen los procesos de construcci6n de las realidades personales? Es muy probale que las divergencias serfan atin més fuertes que en el caso anterior. Ast pues, lo que en un primer momento parecia constituir una eviden- cia escasamente problemstica y bastante trivial, la existencia de di- vessas realidades subjetivas, aparece como una cuestién polémica y harto compleja en cuanto noy proponemos acotar sus caracteris- ticas o Ie Logica de su elaboraciéa. Son precisamente estas cuestiones las que pretenden dilucidar los investigadores que trabajan en el tema de las representaciones sociates. El estudio que han emprendido sobre 10s ra ueThacen las parsonas én su vida cotidiana y sobre la cateorias que Uiilizan esporténieamente para dar Tuen@ del ‘ha pei ir eonociende poco a poco las ses yf gle del ponsamonto se. Bros do una Sociedad y de una cultura, para forjar avestra visiOn de Jas personas, de las cosas, de las realidades y de los aconteci= mientos que constituyen nuestro mundo, La importancia de esos estudios es evidente. Qué duda cabe, en efecto, de que dificiimen- te conseguiremos explicar fas reacciones, las conductas y, en defi aitiva, le psicologia de los seres humanos concretos y reales, si no conseguimos descifrar las condiciones de formaciéa del pensa- miento social que le es propio, asi como los mecanismos de su fun cionamiento y la estructura que adopta. La preocupacin por entender esas formas diarias del pen- samiento que, sea dicho sin el menor tono despectivo y simplemen- te para diferenciarlo del pensamiento cientifico o del pensamiento formal, calificaremos de pensamiento «ordinarion, no esper6, ni mu- ‘cho menos, a que aparecieran Ios estudiosos de las representaciones sociales, Se trata de una preocupacién que viene de lejos y que no 158 ha cesado de estar presente en la psicologfa social desde s aunque fuesen cambiando los enfoques tedricos y fas termi utilizadas. Asf, por ejemplo, el temprano interés que manifestaron los psic6logos sociales por el concepto de actitud y las inaumerables investigaciones que dedicaron a ese fenémeno constituyen claros in- dicios de la impoztancia que concedian a las estructuras cognitivas, socialmente adquiridas, que orientan las reacciones de las perso- nas ante los objetos de su realidad cotidiana. Bien es verdad que la dimensién cognitiva de las actitudes no recibié tanta atencién co- ma sus Componentes afcetivos, pero aun asf queda bastante claro que la predieci6n y 1a expticaciéa de.las conductas pasaba, segiin Jos psicdlogos sociales, por el conocimiento previo del sistema de actitudes de las personas. Por decirlo en pocas palabras, los psicélogos sociales pare cen haber manifestado desde siempre una conciencia, mas 0 menos explicita, de que las reacciones ante la realidad, lejos de responder de forma directa y mecdniéa a sus car: as, estén ‘mediatizadas por una sefie de proces0s subjetivos gue consiruyen Ia realidad ante Ta cual se reaccit Constiiuye wna simple prolongacién del punto de viste fenomeno- logico, En efecto, junto con Emmanuel Kant son muchas los pen- sadores que han sostenido que la realidad «en so» no puede ser conocida y que s6lo tenemos acceso a la realidad feadoménica. En- tr¢ ellos, fos mas cientistas de los cientificns, es decir tados los po~ sitivistas. La afirmacion de que se reacciona ante la realidad tal y comes para nosotros y no tal y como ¢s en verdad, aun admitiendo que tenga algiin sentido hablar de la realidad en sf, les pareceria ung afirmaciéa trivial y absolutamente obvia. Pero ia postura a la que nos estamos refiriendo va més allé de esta afirmacién y no es reductible al fenomenalismo. Lo que subyace en ella cs la idea de que muchas de las realidades con las que se enfrenta la psicologia social tienen un estado ontologico particular que ilustraremos con un ejemplo para evitar digresiones demasiado abstractas. El racismo existe «de verdad y sus efectos pueden ser su- mamente materiales, nadie lo duda. Pero el racismo no existirfa si no fuera porque una se “en la cual ciertos objetos sociales, por ejemplo ‘ribuyen ciertos significados a elementos diferenciadores que no tienen, en si mismos, ningiin significado particular. Por supues- to, estas actitudes tienen determinaciones sociales, pero csto 20 159 moditics ef fondo de fa euestiu. Bi racismo ¢s un

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