You are on page 1of 27
3. LA EPOCA DE LOS MODELOS TEORICOS 3.1. GORDON CHILDE: LA REVOLUCION URBANA Y LA HERENCIA EVOLUCIONISTA Cuando el gran paleontélogo briténico (aunque australiano de nacimiento) Vere Gordon Childe empezé a trabajar, hacia 1920, la gran época del evolu- cionismo ya habia terminado, pero su influencia todavia era fuerte. Se diria que su propésito y su plan (que cobré forma poco a poco) fue volver a escribir sobre una base arqueolégica, es decir, sobre pruebas concretas, las propuestas planteadas por el evolucionismo decimonénico sobre una base sustancial- mente filoséfica, con apenas algunos conocimientos del distinto grado de evo- lucién de las comunidades modernas, mas que de las histéricas y prehistéri- cas. En el debate de la época entre una vision «difusionista» y una vision «evolucionista», Childe adopté una posicién intermedia: fue difusionista al subrayar la gran deuda de Europa con Oriente Préximo,' pero fue evolucio- nista al entender la historia humana como un progreso que pasa por estados de desarrollo sucesivos.* Después de varios afios dedicados a aspectos de la prehistoria europea (in- cluido el problema de los origenes indoeuropeos), fue al sintetizar las relacio- nes entre Europa y Oriente Préximo cuando conereté, en una primera forma, 1, La deuda de Europa con Oriente Préximo es muy pronunciada en Childe (1925), pero todavia visible en Childe (1958). 2. Sobre Childe ef. McNairn (1980) y Green (1981), y los estudios eriticos de Trigger (1980) y de Harris, ed. (1994), ademAs de las valoraciones de Ridgway (1985); Guidi (1988: 98-115); Sherrat (1989) con wn excelente el panorama de las tendencia culturales de la época; McGuire (2006); ‘Vidale (2007); Smith (2009). Una recuperacién del interés se aprecia en Manzanilla, ed. (1987) y Collins (2000). 152 DaciNar BaBEL su visién:® el paso de las sociedades de cazadores y recolectores a las agropas- torales (productoras de alimento) fue la «revoluciéin neolitica», y el paso de las neoliticas a las propiamente histéricas, es decir, estatalizadas y urbaniza- das, fue la «revolucién urbana», que es la que nos interesa. Pero Childe man- tuvo la terminologia decimonénica al designar la primera fase (paleolitica) como estado «salvaje», la segunda fase (neolitica) como estado de «barbarie» y la tercera (con uso de los metales) como estado de «civilizacién». En cuanto al término «revolucién», que estaba connotado politicamente, el socialista Childe explicé en varias ocasiones que con él queria designar un cambio completo (hoy diriamos estructural) ocurrido en un tiempo relativamente corto; pero entre los cientificos conservadores provecé y sigue provocando cierto rechazo. Por ultimo, acerca de los motivos del cambio, en esta primera formulacién predominaba el factor tecnolégico, aunque era evidente que el uso de los términos (de ambito antropoldgico, empezando por Morgan) sava- gery-barbarism-civilization en vez de Paleolitico-Neolitico-Edad de los Me- tales (ya consolidados en los estudios prehistéricos) pretendia conferir al pro- ceso una base més amplia que la exclusivamente tecnolégica.’ Pero fue solo a partir de 1938, afio de su visita a la URSS y sus contactos (por lo demas eriticos) con los prehistoriadores soviéticos, cuando Childe in- corporé a su esquema elementos de clara y declarada matriz marxista,’ adap- tando en sustancia sus revoluciones neolitica y urbana al modelo propuesto por Karl Marx para la revolucién industrial, también ella un hito entre dos estados sucesivos. Aunque Childe siguié interesado por el factor tecnolégico, lo incluyé entonces como un factor més de un conjunto més complejo de as- pectos socioeconémicos: por ejemplo, la aparicién de especialistas a tiempo completo ya no es tinicamente un «progreso técnico», sino también una es- tructuracién nueva de las relaciones socioeconémicas dentro de una comuni- dad. El cambio afecta a todo el campo de las relaciones de produccién, es de- cir, de la relacion entre la propiedad de los medios de produccién y el trabajo, y la terminologia empleada es de corte marxista. En particular, la revolucién urbana marca el inicio de una sociedad compleja (pero entonces no se usaba esta expresién), estatizada, con una élite de no productores mantenidos por los productores merced a la separacién de un excedente. La influencia mar- xiana también es evidente en el concepto de excedente: se produce un salto revolucionario cuando una sociedad, que por motivos tecnolégicos logra pro- ducir excedencia de alimentos, en vez de dedicarla a un consumo mayor y a mejorar las condiciones de vida, decide separarla para destinarla a fines co- Childe (1928; 1954). Childe (1944); of, Trigger (1986) y Greene (1999). MeNairn (1980: 150-167); Trigger (1984b). ao o La EPOCA DE LOS MODELOS TEORICOS 153 munes. Por ultimo, el elemento ideolégico, es decir, la motivacién religiosa que permite a la élite dirigente convencer a los productores de que destinen producto y trabajo al mantenimiento de dicha élite, también es de clara ins- piracién marxista. Naturalmente, muchos de estos aspectos estaban genérica- mente presentes en las ideas de Childe (socialista militante desde su juven- tud y durante toda su vida) ya antes de 1958, pero fue en esta fecha cuando el sistema cobré su forma definitiva, y se publicé en una serie de opisculos que tuvieron un éxito notable y un impacto fuerte en la evolucién de los estu- dios.” A nosotros nos interesa destacar la presentacién tedrica de la revolucion urbana que escribié Gordon Childe en 1950 para la Town Planning Review.’ Elarticulo, concebido para un publico de arquitectos y urbanistas (por consi- guiente un publico intelectual pero no de arquedlogos o prehistoriadores), exponia de forma clara la problematica de la revolucién urbana. El aparato conceptual es el del evolucionismo de corte decimonénico (a mediados del siglo XX impresiona un poco oir hablar todavia de «salvajes» y de ™ con la canta revisién a la baja de Adam Falkensvein.”* En particular, el bre- ve poema Gilgamesh y Agga, que habla de una asamblea doble en Uruk, una de «ancianos» y otra de «jévenes» (en realidad adultos, combatientes), se ha sometido a un andlisis mAs profundo. Un breve articulo de Dina Katz subrayé con acierto los elementos propiamente literarios, de estructura na- rrativa, de la composicién y de la funcién que tiene en ella contraponer cancianos» y «jévenes»:® y algunos afios después Giovanni Pettinato, vol- viendo a examinar todo el asunto, se incliné por el cardcter literario del motivo.” Es curioso que todo este filén de estudios, que se remite (mas 0 menos. criticamente) a los articulos de Jacobsen y se basa en el anilisis filolégico de Jas fuentes literarias sumerias, permaneciera apartado de lo que mientras tanto se habia averiguado sobre la funcién de los érganos colegiados en la ciudad mesopotamica, tanto en ambito neomarxista (§ 3.3: estructura de la aldea y cuestién de la Hamada «ciudad residual» con respecto al palacic), como en Ambito estadounidense (§ 4:5: coexistencia de las «grandes organiza- ciones» y de una ciudadan{a normal con sus érganos colegiados). Es en estos otros filones donde el estudio de la estructura politica se aplica més concreta- mente a la configuracién de la ciudad mesopotémica, 3.3. IGOR DIAKONOF?, EL «MODO ASIATICO» ¥ LA ALDEA. RESIDUAL Em 1953 se publicé en Berlin la edicién completa y oficial de una voluminosa obra que Karl Marx habia escrito un siglo antes (los Grundrisse der Kritik der Politischen Okonomie), y que incluta varios capitulos sobre las formas econd- micas precapitalistas. En ellos se exponia la teorfa del «modo de produccién 36. Wolf (1947). 37. Kramer (1956: 26-51; 1981: 30-53), 38. Falkenstein (1954). 39. Katz (1987); con anterioridad Malamat (1965). 40, Pezinato (1994); mas recientemente Bartash (2010). La EPOCA DE-LOS MODELOS TEORICOs 163 asidtico»“! que también se menciona en otros escritos marxianos, pero habia quedado relegado casi por completo, justamente durante un siglo, para que no entorpeciera la secuencia oficial, clasica, que enunciaba el paso del modo esclavista (de la antigitedad) al feudal (de la Edad Media) y de este al capita- lista (de la Edad Moderna), secuencia encajada entre el mitico comunismo primitivo de los origenes y el comunismo futuro que ya parecia vislumbrarse. Es evidente que el esquema clasico se insertaba en el evolucionismo decimo- nénico, unilineal y de validez universal, mientras que el esquema alternative era claramente deudor de la distincién, o mas bien contraposicién, también decimonénica (aunque todavia esta viva en Max Weber), entre Oriente y Oc- cidente. Los estados clasicos, aplicados al mundo occidental, configuraban una evolucién continua, con el paso de un mundo a otro y una perspectiva de resultado final positivo, determinade por los mecanismos internos, por las «contradicciones» tanto del mundo capitalista como de los anteriores, En cambio, el «modo asidtico»,* cuya descripcién se basaba sobre todo en las condiciones de la India precolonial y colonial, configuraba un estancamiento, una incapacidad de progreso endégeno, al punto de que Marx (a quien difi- cilmente se podria tachar de procolonialista) veta el dominio briténico como la Gnica via para sacar a la India de su milenaria inmovilidad. in lo que res- pecta a la antigiiedad, mientras que el modo esclavista implicaba una fuerte centralizacién (sobre todo para el esclavismo «piblico» de templos y pala- cios), el modo asidtico dejaba un amplio margen de actuacién a las comuni- dades locales, y en particular a las aldeas. El modo asidtico, en sustancia, es un modelo en dos niveles superpuestos: hay un gobierno despético (con las ciudades, las obras piblicas, la centralizacién, la imposicién de tributos y la especializacién) y unas comunidades locales tributarias (con las aldeas, la produccién de alimento, el autogobierno y la homogeneidad socioeconémi- ca). Entonces, si se pone el acento en el nivel superior, el Oriente (mas eterno que antiguo) asume rasgos despéticos, mientras que si se pone en el papel de las aldeas, se le reconoce una capacidad de autogobierno local que remite mas bien al estado primitivo de cardcter edénico. Mientras que en el modo «pri- mitivo» ya existian aldeas, la ciudad se constituye en los modos posteriores, uno de los cuales es el asidtico, bien como centro de intercambio, bien como sede del déspota. Pero las alusiones marxianas a la configuraciOn sociopoliti- ca de la ciudad son, en verdad, poco claras y bastante contradictorias. Mucho se ha escrito sobre las motivaciones politicas del eclipse secular del 41. Marx (1857-1858); uso la trad. ital. de 1956 (cercera edicién de 1970), 42, Véese la antologia de Godelier (19708). 45, Véanse entre otras las aportaciones de Chesneaux y Godelier en Garaudy, ed. (1969); asi como Godelier (1970b: 29-79). 164 _Ivacryar BABEL modo asiatico marxiano,** sobre todo desde que la edicién berlinesa diera pie a una intensa actividad de estudio; y este fervor de estudios explica por qué me ocupo de él a propésito de los modelos de mediados del siglo xx y no de los de mediados del XIX. Pero el andlisis de estos estudios debe distinguir en- tre los que se hicieron dentro del bloque soviético (donde los Grundrisse ya eran accesibles en la edicién moscovita de 1939-1941) y los de los neomarxis- tas occidentales, Para entender la situacién de los estudios sobre el antiguo Oriente en el mundo soviético es util y esclarecedor repasar la antologia de aportaciones asiriolégicas rusas en traduccién inglesa, que se publics en 1969 a cargo de Igor M. Diakonoff (Diakonov). La distribucién de los investigado- res ya es reveladora: uno solo de 1933, tres de los afios 1947-1949, cinco del periodo 1953-1957 (el maximo, por lo tanto, coincide con la edicién berli- nesa) y dos de 1965. El egiptdlogo y luego sumerdlogo Vasili Struve fue desde 1935 el paladin de la solucién oficial (y su autoridad fue decisiva a la hora de imponérsela a sus colegas menos convencidos), pues adoptd plenamente tan- to el papel de la esclavitud como el modelo «hidréulico» (con remisiones frecuentes a Deimel y Schneider). El papel de la aldea se minimiza y distor- siona como una organizacién basada en el trabajo de los esclavos, tanto para Ja construccién de acequias como para el cultivo de la tierra. Después hubo réplicas y contrarréplicas, pero el punto de vista de Struve quedé consagrado oficialmente como valide. La cuestién volvié a plantearse después de 1953, cuando el tema de la comunidad de aldea resurgia también en otros sectores de los estudios de historia antigua.® Alexander I. Tyumenev destacé dos aspectos determinan- tes: 1) que incluso en el apogeo de la centralizacién, durante la tercera dinas- tia de Us, el trabajo no era esclavista sino de corvée, a la que estaba sometida la poblacién (un modo si acaso «feudal»); 2) que luego aparecieron elementos cada vex més fuertes de economia libre.” En la misma época Igor M. Diako- noff dio el paso decisive, demostrando que los céleulos de Deimel estaban equivocados y que junto a las tierras del templo habia otras pertenecientes a las aldeas, y junto al templo (o m4s bien bajo él, dada Ia explotacién tributa- 44, Sofri (1969); Godelier (1970a: 15-96); Krader (1975); Sawer (1977); Tokei (1979); Bailey- Llobera, eds. (1981); Dunn (1982); O’Leary (1989). Pero cf. con anterioridad Wittfogel (1957: 585-651; «Nacimiento y muerte de la teoria del modo asiatico de produccién»). Las razones teérico-politicas son evidentes: al aplicar el «modo asidtico» a China y Rusia (también «asidtica» en parte) estos paises quedarian excluidos del curso evolutive normal, cerrandoles el paso al so- cialismo. 45, Struve (1985, en Diakonoff ‘ed. 1969], p. 35). 46. Baste pensar en Tchalenko (1955) y en Sereni (1955). 47, Tyumenev (1956). ‘La #POCA DE LOS MODELOS TEORIGOS 165 tia) habia comunidades de aldea y familias ampliadas, documentadas sobre todo por los registros de asignacién y cesién de tierras llamados kudurru, tanto los de época casita y mediobabilonios como los arcaicos de época proto- dindstica y acadia."* No se negaba, desde luego, la existencia de las ciudades y las grandes agencias del templo, como tampoco se negaba el papel de la irri- gacién, pero se armaba un modelo mas complejo, con lo que podriamos Ia- mar una «aldea residual» (respecio de la aparicién de la ciudad) todavia bien presente tanto en el campo como en la propia ciudad (barrios residenciales), tal como revelan, dicho sea de paso, las excavaciones hechas en la época colo- nial (cf. § 2.12), aunque entonces no se incluyeran en la documentacién. Por Jo tanto, la sociedad mesopotamica de la edad sumeria y paleobabilonia pre- senta un aspecto bipartido: entre tierras estatales (del palacio o el templo) y tierras familiares, y entre personas de condicién «libre» (en babilonio awt- lum) y personas de condicién «siervo piblico» (en babilonio muskenum), y Diakonoff estimaba (para la Lagash presargénica) que un tercio correspon- dia al sector del templo y dos tercios al sector privado.” En un congreso de los orientalistas soviéticos celebrado en Leningrado en 1962 se reconocié que las sociedades del antiguo Oriente no podian incluirse en el modo esclavista, sino més bien en el asidtico.” Pero las rémoras politicas impidieron que se desarrollara esta observacién en el Ambito soviético, y Tyumenev y Diako- noff se cuidaron mucho de remitirse a la autoridad de las marxianas formas econémicas precapitalistas y de citar el «modo de produccién asiatico», optan- do si acaso por etiquetar como «feudal» una situacién que, sin embargo, era claramente «asidtica». Pero el desconcierto teérico era grande: zeomo podia existir un modo feudal en el antiguo Oriente, antes del modo esclavista del mundo grecorromano? El propio Marx no habia situado el modo asidtice an- tes del esclavista, sino junto a toda la secuencia, y le habia negado esa posibi- lidad de evolucién que la documentacién sobre el antiguo Oriente parecia concederle. El debate continué sobre todo fuera de la Unién Soviética, en los paises de Europa tanto oriental (Alemania del Este, Checoslovaquia y Hungria)" como occidental. Las rémoras de cardcter doctrinario no existian en el caso de los neomar- xistas occidentales, que en Francia, Inglaterra o Italia se entusiasmaron con 48, Diakonoff (1956). Sobre la critica de Diakonoff a Deimel, y sobre el éxito del modelo Diakonoff en Occidente, cf. Foster (2005). Sobre el debate en el Ambito soviético hay una breve nota de Andersen (1961). 49. Cf Diakonoff (1971) para un ebmodo resumen. 50. CE Matou’ (1969: 5). 51. Cf. Matouk (1969); Melekechvili (1969); Klima (1978); Komorécay (197 1982); Hruska (1985); Makkay (1985) ; Brentjes (1968; 166 IMaGrNan BasEL el «modo asiético», sin duda en conexién con el surgimiento del «eurocomu- nismo», eritico y abierto, deslastrado de la herencia estalinista, en una tra- yectoria politica vinculada a acontecimientos que van de los hechos de Hun- gria (1956) a la «primavera de Praga» (1968). Pero tendrian que pasar varios aiios mAs para que los estudiosos de la antigua Mesopotamia adoptaran posi- ciones explicitas. Permitaseme recordar que mi extenso capitulo sobre el cmodo de produccién», en 1976, era de hecho una novedad en el ambito del antiguo Oriente.” Sobre la tematica que aqui interesa mis directamente, la de 1a aldea, hubo dos ocasiones de encuentro muy productivas. La primera, en 1974, fue una sesidn en el émbito del VI Congreso de Historia Heonémica celebrado en Copenhagve, sesién organizada por Diakonoff, algunas de cu- yas actas se publicaron al afio siguiente.” La segunda, en 1976, fue el XX Congreso de la benemérita Société Jean Bodin celebrado en Varsovia, cuyo tema eran las comunidades rurales. La organizacién de la seccién del anti- guo Oriente corrié a cargo de W. F. Lemans y las actas se publicaron en 1983. La posicion de Lemans (juez jubilado pero asiridlogo sumamente profesional, especializado en comercio paleobabilonio) fue decisiva para que se produjera una incoherencia evidente. Primero publicé los articulos del congreso de Copenhague en «su» revista (el Journal of the Hconomic and Social History of the Orient) y luego organizé el de Varsovia; pero por otro lado adopté una postura de completa cerrazén, negando la existencia de co- munidades rurales en el antiguo Oriente (Jo cual hizo que cundiera el des- concierto entre los demés participantes). El hecho es que adopt6 como mo- delo una comunidad (més teérica que histéricamente real) en la que la aldea posee indivisas sodas las tierras, y en estos términos la comunidad rural no existia, no solo en el antiguo Oriente sino probablemente en ninguna otra parte. La divergencia tenia raices culturales concretas y antiguas; por un lado, Diakonoff y los otros paladines de la comunidad de aldea procedian de la vieja tradicién decimonénica, a través de una trayectoria marxista y neomarxista; por otro, Leemans personificaba la posicién anticomunitaria, que prevalecia entre los filélogos oceidentales y era causante del largo silen- cio sobre el asunto. 52. Liverani (1976), con uso explicito del «modo asiético»; posteriormente Zaccagnini (1981); Zamora (1997). 55. Diakonoff (1975) para una visién general; Liverani (1975) para la Siria del Bronce Final; Briant (1975) para el periodo aqueménida-helenistico. 54, Gilissen, ed. (1983), con los capitulos de Théodorides (Egipto), Lemans (Mesopotamia en general), Klima (periado peleobabilonio) y Dandamayev (periodo neobabilonio); ef. también en Gilisseu (1995; 1997), Liverani (Siria del Bronce Final), de Geus (Palestina del Hierro I), Briant ¥ Kreissig (edad aqueménida y helenistica), y otros sobre el mundo griego, romano y bizantino. La EPOCA DE LOS MODELOS TEORICOs 167, En 1982 Diakonoff publicé la presentacién mas completa de su teoria, reafirmando a grandes rasgos las posiciones ya formuladas en los afios cin- cuenta y sesenta, sin querer imnovar demasiado.* Ain evita referirse al «modo asidtico», que solo se menciona al final (nota 321) y con evidente em- barazo. Contrario a un antiguo Oriente esclavista (como queria la ortodoxia), por ser en é] bastante limitada la esclavitud, Diakonoff se inclina si acaso por un modo feudal en sentido amplio. Pero, etiquetas aparte, estamos ante un sistema con dos sectores (0 niveles): a) el «sector estatal», personificado por el palacio y el templo; b) la «comunidad». Los miembros de esta altima son li- bres (en sentido marxista: poseen los medios de produccién necesarios para su supervivencia) y estan sujetos al pago de tributos, mientras que los miem- bros del sector estatal son siervos del rey (por varias generaciones, desde los funcionarios de alto grado hasta los esclavos agricolas) y tienen tierras de concesién real. En el sector libre la propiedad se gestiona en comin (sobre todo en el III milenio, pero también después), y no es enajenable fuera de la familia ampliada. En el transcurso de los siglos todo el sistema esta sometido a distintas presiones y deformaciones que lo desvian del tipo ideal.* En par- ticular, la familia ampliada ya no es una fase intermedia entre tribu y fami- lia nuclear (como en el primer evolucionismo), sino una estructura bésica muy persistente, aunque de todos modos tiende a disgregarse. El tema de la familia ampliada es revelador de posiciones ideolégicas in- congruentes. Diakonoff, que lo habia introducido en el mundo asiriolégico a mediados de los afios cincuenta, volvié a ocuparse de él mas concretamente a mediados de los ochenta’” con recuentos en textos legales de venta de pro- piedades inmobiliarias, de los que se desprende que tanto en el periodo proto- dindstico como en el paleobabilonio cerca del 30% de los vendedores eran propietarios miltiples/indivisos (mientras que los compradores solian ser individuos aislados). Pero como los propietarios individuales eran sobre todo los beneficiarios de donaciones reales inajenables, es probable que el porcen- taje de los indivisos en la propiedad familiar fuese més alto. También a me- diados de los afios ochenta, un miimero de la revista htmgara de estudios an- tiguos Oikumene estuvo dedicado a la familia ampliada: la introduccién de Powell (que luego se convirtié en paladin del oikos privado) es bastante vaga (bien porque todavia no era consciente de la historia y el valor del asunto, bien porque se publicaba en una revista socialista), y algunos de los articulos también son puramente descriptivos (Klengel, Zablocka, Dandamayev). Solo dos estan definidos ideolégicamente: Jankovska sostiene (para Nuzi) el papel 55. Diakonoff (1982); ef. la sintesis anterior de Diakonoff (1974) 56. Sobre la evolucién del sistema ef. Liverani (1984). 57. Diakonoff (1954; 1985; 1996). 168 Inacrvar BaBeL socioecondmico de la familia ampliada, siguiendo la cldsica linea neomarxis- ta. En cambio el liberal Leemans niega tajantemiente que exista propiedad indivisa o colectiva y afirma que la propiedad era solo individual. Sea como fuere, la insistencia de Diakonoff en la familia ampliada o indi- visa confirié a su vision una fuerte caracterizacién comunitaria, mientras que, en paralelo (y por contraste), la insistencia de Ignace J. Gelb en el oikos sirvié para conferir al conjunto de las tierras una caracterizacién privada de tendencia capitalista. En la Rencontre Assyriologique de Munich (publicada en 1972) las posiciones de Diakonoff y Gelb son claramente distintas: el pri- mero contrapone el «sector comunitario y privado», localizado en las comuni- dades de aldea, al «sector estatal» (del templo y del palacio), en los términos estructurales ya descritos; el segundo, en cambio, considera que los miembros de la clase dirigente se han aduefiado de las antiguas propiedades comunita- rias, dando origen asi al sector estatal, y que el sector privado esté representa- do por los oikoi familiares, con unas comunidades rurales quizé todavia vita- les en el TIT milenio, pero destinadas a desaparecer después.*’ Cabe destacar que ambos investigadores, al demoler la monolitica «ciudad-templo» de Dei- mel y conferir un papel fundamental al sector privado/familiar, se basaron (por lo menos al principio) en la misma clase de textos, las ventas de tierras protodindsticas, con su evidente diferenciacién entre comprador individual (y ciudadano) y vendedores mviltiples, con el cardcter ceremonial que sirve para integrar al nuevo propietario en la comunidad local, y con su tipica pro- fusion de «dones» que el comprador zeparte no solo entre los propietarios indivisos, sino también entre una serie de miembros de la comunidad. Mas adelante (§ 5.4) me ocuparé de la evolucién posterior de los estudios sobre las comunidades locales y los érganos de autogobierno presentes no solo en las aldeas sino también en las ciudades. Por el momento cabe destacar cémo y cuanto contribuyé el filén de estudios sobre el mundo «asidtico» a articular la visién del patron de asentamiento, no ya centrado en megalopolis como «catedrales en el desierto», sino cada vez més colmado por una red de ciudades y aldeas interconectadas; asi como la visién de las relaciones so- ciceconémicas, no ya monopolizadas por el templo y el palacio, sino reparti- 58. Powell (1986); Klengel (1986); Zabocka (1986); Dandamayev (1986); Jankovska (1986): Leemans (1986). En Holanda la posicién negacionista de Leemans dejé rastro en van Driel (2000a; 2001), Con base arqueolégica, Faust (2000) considera que la familia nuclear prevalece en el ambiente urbano y la ampliada en el ambiente rural. 49. Diakonoff (1972); Gelb (1972: 88-92 sobre las comunidades de aldea). 60. Los textos fueron editados después por Gelb-Steinkeller Whiting (1991). Fn fecha reciente, ‘Studevent-Hickman (2008), en su repaso de la critica al modelo de la ciudad-templo, solo cita a Gelb, desdeviando por completo a Diakonoff. La BPOCA DE LOS MODELOS TEORICOS 169 das capilarmente por familias y comunidades locales. El estudio de los textos marxianos enfilé una direccién que, al examinar las documentaciones respec- tivas, resultaba de hecho paralela a cuanto proponian al mismo tiempo los investigadores no marxistas, tanto arquedlogos (§ 4.2) como asiriélogos (§ 4.3). 3.4. KARL WITTFOGEL ¥ LA CIUDAD «HIDRAULICA» La conexién entre la urbanizacién antigua y las tierras de aluvién fluvial, que requieren la construecién de sistemas de irrigacién, es una larga historia. Es un hecho evidente en Oriente Préximo (valles del Nilo y del Tigris-Eufra- tes), pero también en Oriente Medio (valle del Indo) y en China (rio Amari- Tlo), y con ejemplos menos notorios en Asia Central y Mesoamérica. La co- nexién Iamé la atencién de los estudiosos y suscit6 toda clase de explicaciones, que pronto se centraron en dos aspectos (relacionados entre si): la posibilidad de que un valle con los recursos hidricos bien aprovechados nutra a grandes concentraciones humanas, y la necesidad de una direccién fuerte para gestio- nar la ejecucién y conservacién de grandes sistemas de canalizaciones, La irrigacién, la urbanizacién y el despotismo quedaron asi asociados a ojos de los autores clisicos y renacentistas, los filésofos decimonénicos (Hegel, por ejemplo, lo menciona, probablemente in‘luido por el geégrafo Karl Ritter)" y los teéricos del primer evolucionismo socioeconémico (en especial Stuart Mill y Karl Marx),® teorlas que acabarfan desembocando en los estudios so- bre las eivilizaciones antiguas (ya hemos hablado de Deimel en el § 2.8). Pero la conexién entre el despotismo oriental y las civilizaciones «hidréu- licas» se hizo famosa en 1957 cuando el sindlogo alemén (pero emigrado a Estados Unidos) Karl Wittfogel publicd una obra dedicada al Despotismo oriental, pero con un amplio uso de la definicién (algo grotesca en la traduc- cién italiana) de «sociedad hidréulica» como casi sinénimo de «sociedad asid- tica» o también de «sociedad oriental», optando por la primera de las tres porque se trata de casos sobre todo, pero no exclusivamente, asidticos. Entre los ejemplos histéricos la parte del leon se la llevan la India y China, se reser- va un papel importante al Egipto faraénico y a la Mesopotamia sumeria y babilonia, pero también estan Bizancio y la Roma imperial, el islam del cali- fato, las civilizaciones de la América precolombina (mayas e incas) e incluso 61. Hegel (1857: 78 de la trad. ital.); ef. Rossi (2012: 253-254). 62. Por ejemplo, Marx (1855, p. 151 de la edie. ital.) 65. Wittfogel (1957, cito de la trad. ital.); con anterioridad el importante articulo de Wittfogel (1955). 170 Ivacrnar BaBEL Jas islas Hawai. La sociedad hidraulica, afirma Wittfogel, es caracteristica de las zonas éridas, de clima seco pero atravesadas por rlos, donde no es posible la agricultura de secano pero el agua es abundante y esta cerca. Wittfogel, por lo tanto, acepta el modelo de la ciudad-templo para Mesopotamia, sin hacer una distincién entre la posicién totalizante de Deimel y la de Schnei- der, més articulada.™ El libro tuvo una gran difusion y provocé criticas y debates acalorados que de alguna manera enlazaban con el debate sobre el «modo de produccién asiatico» (mencionado en el § 3.3). Wittfogel era un investigador marxista pero muy antiestalinista, y pretendia desempolvar conceptos expresados por Marx pero luego censurados por el marxismo de estado de la Unién Soviética de Stalin por motivos politicos. Por eso las posiciones de Wittfogel tuvieron mala acogida, por ser marxistas, entre los estudiosos que no lo eran (y en aquellos afios no habla tercera via, o se estaba a favor 0 en contra), y fueron rechazadas con vehemencia por los marxistas de régimen, que tacharon de etraidor» a Wittfogel. Desde luego el volumen, aunque pretendia ser un and- isis socioeconémico, parece mas bien una obra de polémica politica, sobre todo en la introduccién y en los dos capitulos finales. De un razonamiento pasado en una amplia casuistica espaciotemporal se desprende claramente que el interés y la intencién del autor también (sobre todo) van dirigidos a Clasificar a Rusia (la zarista y la soviética) como una entidad «asiética» o «se- miasidtica», y a cuestionar si China debe pasar por las del siglo XIX y los excesos de principios del ¥x. La consecuencia histérica, aplicable al pasado, era que las economias antiguas deben enmar- carse e insertarse en el sistema social de su época y ambiente, y no se pueden analizar unicamente con arreglo a las leyes del mercado, que no son ni mu- cho menos universales, como quieren hacer creer los economistas clAsicos: fue un duro golpe a las teorias «modernistas» de principios de siglo." Al 85. Briant (2002), seguido de los articulos sectoriales de Charpin, Durand, Joannés (Babilonia), Manning (Egipto), Frankfort-Lecomte (Asia Central). 84. Pournelle (2005; 2007). 85. Modella-Osborne-Shaw, eds. (2009), con les articulos de Davies y Harower (pp. 16-35 y 58- 72). 86. Polanyi (1944). 87. Sobre el desarrollo del debate, véase Frankenberg (1967). La historizacion de las «leyes» econdmicas ya est4 en Marx. Ls £P0CA DE LOS MODELOS TEORICOs 175 principio, el libro no tuvo ninguna influencia sobre los investigadores del antiguo Oriente. Pero un par de afios después Polanyi se trasladé a Estados Unidos (a la Universidad de Columbia), donde entablé contactos interdisci- plinarios y dirigié programas de investigacién para un control histérico de sus teorias.** Su mayor éxito, pertinente para nuestro tema, fue un libro que edité so- bre Comercio y mercado en los imperios antiguos, publicado en 1957. En él se abarca desde la teoria y la historia del concepto mismo de mercado hasta un. panorama histérico (que parte justamente de la antigua Mesopotamia) y etmogrfico de amplio radio. De la parte asiriolégica se encargé Leo Op- penheim, pero de ella nos ocuparemos més adelante (§ 4.3). Es importante, en cambio, examinar aqui algunas de las Iineas generales que se deben a Polanyi. La primera es la clasificacién tipolégica de las economias con arreglo a tres «modelos de integracién» (patterns of integration): la reciprocidad, la re- distribucién y el intercambio de mercado.” Esta tipologia, mas alla de la in- tencién del autor, corre el riesgo de convertirse en una diacronia, pues el modelo de la reciprocidad (bien expresado por el «intercambio de dones» tal como lo teoriz6 en su dia Marcel Mauss)" es el unico aplicable a las socieda- des llamadas «primitivas», es decix, preurbanas (sin urbanizar y sin estatizar) del presente y el pasado remoto;” mientras que la redistribucién interviene en las comunidades sociopoliticas «arcaicas», que en el titulo del libro se lla- man «imperios antiguos» pero tienen una difusién més amplia; el intercam- bio de mercado es atin més reciente, y en la antigiiedad, si acaso, podemos encontrar ciertos rasgos y aspectos del mismo, antecedentes, pero no realiza- ciones completas. Pronto se sefialé que cuando el centro no devuelve nada o casi nada (0 solo ideologia) la redistribucién puede convertirse en «moviliza- cién»:® una tendencia que se aprecia claramente en el antiguo Oriente, sobre todo con el paso del tiempo, y culmina en enormes ciudades palaciales que consumen recursos (materiales y humanos) de todo el territorio y solo de- vuelven declaraciones ideolégicas, sin garantizar proteccién, justicia ni difu- sién de tecnologias especializadas. El modelo de cinco tipos (o fases) propues- to por Carol Smith también es aplicable a la ciudad oriental. El tipo 3 coincide con una visién redistributiva «neta» (propiamente polanyiana) y el 88. Sobre Polanyi véase Humphreys (1966); Salzano (1974); Grendi (1978); Hann (1992). 89. Polanyi, ed, (1957). 90. Ibid; recogido todavia en Polanyi (1977: 61-71). 91. Mauss (1922-1925); para desarrollos posteriores, véase Godbout (1992). 92. Sahlins (1965) puliré el concepto de reciprocidad. 93, Smelser (1959) fue quien introdujo el término mobilization, recogide por Earle (1977). 176 _ Imacinan BaBEL tipo 4 con una visién «mixta» (polanyiana ajustada, en el sentido que vere- mos en breve).°* Como ocurre con todos los modelos, los de Polanyi tampoco existen en la realidad, pero son instrumentos para describir y visualizar de una forma sim- plificada dicha realidad con sus aspectos mas destacados. Y con respecto al antiguo Oriente, he tenido ocasién de demostrar que los modelos de la reci- procidad y la redistribucién coexistieron, con distintas aplicaciones no tanto segiin la época, sino més bien segiin el tamaiio (relaciones de familia, de grupo pequeilo, de aldea, con respecto a las relaciones politico-administrati- vas intra e interestatales), y segiin la intencién de los textos que los mencio- nan. En resumen, un mismo acto de intercambio, como por ejemplo un in- tercambio de regalos entre dos reyes, podia presentarse como inspirado en la redistribucién en un texto de intencién encomidstica que se dirigiese a un publico interno, 0 como inspirado en la reciprocidad en la carta enviada a su socio.” Cualquiera que sea su naturaleza —tipologica, diacrénica, comunicativa-, la redistribucién es la gran aportacién de Polanyi, aunque el concepto, por supuesto, hizo su aparicion a mediados del siglo XIX y luego fue utilizado so- bre todo por Karl Biicher, desencadenando el debate entre «modernistas» y «primitivistas» antes mencionado (§ 2.7). El esquema resulta muy étil para describir a grandes rasgos la economia del antiguo Oriente, y en particular para explicar el funcionamiento de la ciudad de esta ¢poca. Dicha ciudad era ‘una agencia redistributiva, pues recibia el excedente de produccién de todo el territorio (mediante tributos y corvées), lo centralizaba (Fisica o administrati- yamente) en almacenes del palacio o el templo, y luego lo utilizaba para re- tribuir a los especialistas y los dirigentes, asi como para costear obras puibli- cas. El concepto puede utilizarse y se sigue utilizando en estos términos. Pero conviene hacer enseguida dos salvedades. La primera es que Polanyi es de- masiado rigido cuando aplica sus modelos a los casos histéricos, que siempre son més complejos que un modelo cuyo mérito consiste, justamente, en sim- plificar. La ciudad del antigno Oriente no es toda redistributiva, més bien lo es su componente estatal (del palacio o el templo), pero a su lado subsisten segmentos 0 niveles de la sociedad (la familia, la aldea, los emprendedores individuales) que no lo son y merecen ser tenidos en cuenta. La segunda sal- vedad es que Polanyi lo aplica casi siempre al comercio, y sobre todo al de larga distancia, Pero «integracién» es un concepto mucho més amplio que cintercambio», y el aspecto redistributivo tiene aplicaciones administrativas 94. Smith (1976); ef. Hodges (1987: 122-127) 95, Liverani (1990: 19-29). Nakassis e¢ al. (2011) asumen este enfoque, La EPOCA DE LOS MODELOS TEORICOs _177 sobre todo internas, de relacién entre el palacio.y los stibditos, mucho més amplias que el simple intercambio de mercancias, sobre todo con paises leja- nos. Los mecanismos redistributivos son evidentes y esenciales en la tributa- cién interna (donde el planteamiento de Polanyi mantiene su validez), pero son opinables y parciales en el comercio a larga distancia, que para todo el mundo premoderno atafie a una porcién minima del PIB. Ademas, la eleccién del intercambio comercial a larga distancia como punto focal de su teorfa indujo a Polanyi a poner un ejemplo equivocade. El comercio paleoasirio, que se ejercia entre la ciudad de Assur y Anatolia en los siglos XIX-XVIII a.C. y es el caso mejor registrado de toda la antigiiedad (hasta el comercio mediterraneo documentado por los rollos de la genizah de El Cairo) era sin duda un comercio «de mercado», en el sentido de que los ope- radores eran sociedades familiares privadas, se tenia muy en cuenta la fluc- tuacién de los precios y costos, y era sustancialmente un comercio de expor- tacién (no tenfa, pues, nada de redistributive) con mercaderes asitios que iban a Anatolia a vender estafio y telas para traer plata pesada (que era la «moneda» de la época) y reinvertian enseguida las ganancias para continuar el ciclo. Sobre este particular las criticas de los asiriélogos no se hicieron es- perar, e indujeron a muchos de ellos a considerar errénea toda la teoria de Polanyi. Pero quizA no sea casual que, mientras los especialistas de los textos paleoasirios (como Klaas Veenhof y Mogens Trolle Larsen) son contrarios a Polanyi, los paleobabilonios (sobre todo Johannes Renger, pero antes que é1 Leo Oppenheim) son mucho més posibilistas y favorables. Otro aspecto crucial: ¢la ciudad del antiguo Oriente era 0 contenia um mereado, en el sentido de un «lugar de mercado»? Porque la existencia de un lugar de mercado es esencial para el intercambio de mercado (por lo menos antiguamente, hoy todo se hace online), mientras que en un esquema redis- tributivo es superfluo, lo que hace falta es un templo 0 un palacio que centra- lice y luego disemine los recursos. Polanyi se inclina por un «comercio sin mercado» (marketless trade), y los asiriélogos no tardaron en objetarle que la palabra mabirum designa justamente el lugar de intercambio.” Pero sobre este particular creo que se debe dar la razén a Polanyi y considerar que estos «mercados de barrio» (lugar de intercambio local, no a larga distancia) eran marginales frente al gran comercio administrado por el palacio. De hecho el propio concepto de «mercado marginal», como algo distinto de un sistema de 96. Resefia critica de Gledhill Larsen (1982); comentarios de Yoffee (1981). Renger (1984) es claramente polanyiano. Menos conocida por los orientalistas es la adopcién de los esquemas de Polanyi que hace Hodder (1978b). 97. Polanyi (1977: 165, reeditado en 1957); sobre los ports of trade cf. Polanyi (1963). Criticas asitiolégicas de Veenhof (1972: 548-357); Réllig (1975-1976); y véase también el § 5.10. 178 Twneryan Bapet mercado en sentido financiero, tuvo después desarrollos importantes en el campo de la antropologia econémica.* Volviendo al mecanismo de mercado: jcémo funcionaban los precios en el antiguo Oriente? Para Polanyi se trataba de precios fijos, constantes, por- que los establecia la administracién real, y en este caso se trata de un «co- mercio administrado». Para sus criticos, en cambio, eran precios fluctuantes con arreglo a la oferta y la demanda. En realidad, como he tratado de argu- mentar en otro lugar,” para entender el funcionamiento del comercio del antiguo Oriente gestionado por el palacio (c por el templo) hay que dividirlo en dos segmentos. El primer segmento ataiie a la relacién entre el palacio (0 el templo) y el operador (el mercader que viaja), y es una relacién «adminis- trada»: el palacio entrega al mercader una «dotacion», una cantidad de re- cursos (tejidos y otras cosas) que deben convertirse en bienes (metales y otras cosas) no disponibles in loco. H célculo del valor de las mercancias sa~ lientes y las entrantes se basa en valores preestablecidos y fijos, y no podria ser de otro modo, porque el palacio es incapaz de seguir los movimientos (fisicos y econdmicos) del mercader. El segundo segmento ataiie a las activi- dades del mercader desde que sale de la sede de la administracién hasta que vuelve a ella (seis meses después, un aio después), y este segmento no estA administrado, es «libre» y se guia por el beneficio, en el sentido de que el mercader optara por las condiciones de intercambio mas favorables (y ten- dra que ejercer también en zonas sin urbanizar, que no conocen «precios» ni instrumentos crediticios) y también tratara de sacar provecho a su dotacién de partida dedicdndose a actividades financieras (en particular préstamos con interés). Un tiltimo concepto que le debemos a Polanyi y que tendria una influen- cia notable en los estudios sobre las economias del antiguo Oriente es la sta- ple finance, es decir, «financiamiento de las materias primas» 0 «de los pro- ductos basicos», que propuso en el congreso de Chicago sobre City Invincible del que hablaremos en breve."” En una economia que no conoce la moneda propiamente dicha (sino solo aspectos monetarios, asignados sobre todo a la plata pesada),"" las operaciones financieras deben recurrir al desplazamiento Hisico 0 al caleulo administrative de los recursos bAsicos. La propia «acumula- cidn primitiva del capital», teorizada por Marx como premisa para el paso de 98. Pienso en Dalton-Bohanman (1962). Renger (1984) usa la expresién substitute markets. 99. Liverani (19982: 58-64). 100. Polanyi (1960a). D’Altroy-Earle (1985) vuelve a utilizar este término (sin tener en cuenta a Polanyi). 101. Sobre los usos de la moneda y sobre las monedas de valor parcial, ef. Polanyi (1960b; 197: 135-164; tomado de 1957). La BPOCA DE LOS MODELOs TEORIGOs 179 unas etapas a otras y retomada por Childe para explicar la revolucién urbana, si se aplica al antiguo Oriente, debe entenderse como una acumulacién de recursos basicos (cereales en primer lugaz). A pesar de que Heichelheim' habia sugerido la aplicacién del mecanismo de «acumulacién primitiva al capital financiero, fruto del préstamo con interés, esta resulta completamente anacrénica, ejemplo de un modernismo que pretende aplicar leyes prescin- diendo del contexto histarico, y en el antiguo Oriente apareceria més tarde y marginalmente, sin tener una influencia especial en la evolucién del sistema econémico. A principios de los afios noventa Daniel Snell observé que Polanyi no ha- bia tenido éxito entre los asiriélogos: ademés de los criticos explicitos, Leo Oppenheim, a pesar de que habia colaborado en el libro sobre Trade and Mar- ket, tendid luego a desmarcarse,’® e incluso Johannes Renger, el tmico asirid- logo declaradamente partidario, preferia el Polanyi moderado de Livelihood of Man. Pero Renger, en un larguisimo articulo de mediados de los afios ochenta, quité importancia al desmarque de Oppenheim, considerandolo un polanyiano ortodoxo, ¢ hizo un balance general muy positivo del impacto de Polanyi en el campo asiriolégico, minimizando también él la importancia de los mercadillos locales para atribuir un papel determinante a la fluctuacién de los precios, y asumiendo una visin netamente «redistributive» de la ciu- dad oriental antigua." Por lo dems, justo a mediados de los afios ochenta renacié el interés por las teorias de Polanyi, como veremos a continuacién (G 5.10)."% En estos mismos afios los economistas profesionales también deba- tian las teorias de Polanyi. Por un lado, Douglass North (galardonade con el Nobel en 1995) reconocia su validez sustancial, mientras que Morris Silver las criticaba punto por punto y tenia una visién del antiguo Oriente propia- mente mercantilista, aunque la basaba exclusivamente en el comercio y pres- cindia de la administracién redistributiva. 102. Heichelheim (1938). 103. Snell (1991). 104. Renger (1984); Zaccagnini (1989-1990). También Janssen (1975a) habia adoptado la redis- tribucién como estructura basics de le economia egipeia. 105. Baste moncionar aqui las visiones redistributivas de Menzanilla (1997) y Fortin (1997). Balance equilibrado del interés por las ideas de Polanyi entre los historiadores del antiguo Oriente en van de Mieroop (2004). Justo después se publicé Rouillard, ed. (2005), che sedala un aumento de interés, Mas recientemente Halstead (201 1) es claramente partidario de Polanyi 106. North (1977; 1981); Silver (1988; 1985). 180 Iacrsar Basen 3.6. LA ESCUELA DE CHICAGO: «CITY INVINCIBLE» Y EL JOVEN ADAMS En los afios veinte del siglo xx el Departamento de Sociologia de la Universi- dad de Chicago planted un nuevo enfoque del estudio de la ciudad,!” eviden- temente de la moderna. Un enfoque de caracter sociolégico, que se habia enunciado ya en 1915 en un articulo «seminal» de Robert Park,!" y culminé diez afios después en el volumen escrito a varias manos con el titulo de The City. Fl proyecto pretendia inspirarse en la antropologia cultural, especial- mente en la obra de Franz Boas, aplicando al mundo complejo de las metré- polis (no solo norteamericanas) los métodos de anélisis adoptados en el estu- dio de las sociedades simples (o «primitivas», como se decia entonces). La idea era bastante ingenua y peregrina, pero la decision de aplicar métodos sociolégicos al estudio de la ciudad no lo era en absolute, y dio frutos en mu- chos estudios sobre la diversificacién socioecondémica de los barrios urbanos, la dindmnica centro/periferia, los guetos, las zonas industriales, las situaciones de marginacién, los conflictos étnicos, la criminalidad urbana y muchos otros temas, hasta convertirse con pleno derecho en una rama importante de la sociologia, La importancia de la «escuela de Chicago» es de sobra conocida, y no me compete a mi profundizar en su anilisis.™ Solo diré que no por casualidad fue precisamente en Chicago (en el Orien- tal Institute, que era entonces el centro mundial de los estudios sobre la anti- gua Mesopotamia) donde surgieron una serie de iniciativas de investigacion que nosotros también podemos incluir en la «escuela de Chicago», pero apli- cada al estudio sociolégico de la ciudad del antiguo Oriente.""' Cuarenta afios separan las dos «escuelas de Chicago», pero es dificil imaginar la segunda sin los antecedentes de la primera y su arraigo en el ambiente académico de la Universidad de Chicago. Por supuesto, algunos de los planteamientos sociol6- gicos son peculiares de la ciudad moderna (por ejemplo, la dinémica entre centro pobre y periferias ricas) y no pueden aplicarse a la remota antigiiedad. Pero mas que los temas concretos es importante el hecho de que se adoptara 107. La escuela sociolégica sucedié a la escuela arquitectonica en el perfodo del gran desarrollo urbanfstico de Chicago en los afios 1880-1890; cf. Giedion (1941: 557-384 de la edic. ital. de 1975). 108. Park (1915). 109, Park-Burgess-McKenzie (1925); también Wirth (1958), 110. Me limito a remitir a Sobrero (1992: 53 y 71-89); pero véase Bulmer (1984). En los estudios sobre el antiguo Oriente, Heinz (1997a: 21-25). 111. Liverani (1997a) y Mareus-Sabloff (2008a: 6-11), proporcionan esquemas sobre la estruc- tara de la ciudad derivados de la escuela de Chicago. La EPOCA DE LOS MODELOS TEORICOS 181 un enfoque sociolégico para un asunto que hasta entonces habia tenido un cardcter sobre todo arquitecténico en sentido formal. La ocasién «fundadora» de la escuela urbana de ambito mesopotdmico la proporcioné el congreso sobre City Invincible, celebrado en 1958, cuyas actas se publicaron en 1960. La idea del congreso cabe atribuirsela al entonces jo- ven Robert McCormick Adams, retofio de grandes familias de la aristocracia financiera y empresarial de Chicago, que en aquellos afios estaba madurando su interés por la urbanizacién mesopotémica,! asunto sobre el que haria mas tarde aportaciones decisivas. El otro organizador del congreso (¥ coeditor de las actas), Carl Kraeling, se vio implicado por ser el director del instituto y contribuyé con um capitulo sobre la ciudad del antiguo Oriente en la época helenfstica y romana. No era la primera vez que el instituto se involucraba en el estudio de la urbanizacién: baste pensar en el planteamiento de Henri Frankfort para su «Diyala Project», del que ya hemos hablado. El congreso se basaba en la ecuacién ciudad = civilizacién; por un lado, era un lugar comim de origen etimologico (civis/civititas) y herencia deci- monénica; por otro, quiz no fuera ajeno a la idea de Gordon Childe de la revolucién urbana como inicio de la «civilizacién» (§ 3.1). Aunque Childe no fue invitado; pero todos los ponentes eran estadounidenses. En cualquier caso, el congreso se propuso ir més alld de la ciudad en el sentido urbanistico y del proceso de urbanizacién, a pesar de que la mayoria de los ponentes se atuvieron a él. Pero el congreso, sobre todo, traspasaba la arqueologia del antiguo Oriente y de la asiriologia, tanto en sentido espacial (los ejemplos mesoamericanos a cargo de Gordon Willey) 0 temporal (las premisas prehis- tbricas a cargo de Robert Braidwood, y los desarrollos posteriores a cargo de Kraeling) como en sentido disciplinario, por la presencia concreta de la an- tropologia cultural, la historia del urbanismo y la historia de la economia. Dos presencias resultan especialmente significativas, la de Karl Polanyi y la de Lewis Mumford, quienes expusieron en el congreso sus teorias que en esos mismos afios estaban alcanzando sus formulaciones mas amplias, descritas en otros apartados (§ 3.5 para Polanyi y § 3.7 para Mumford). Aqui, en cambio, conviene que nos centremos en la aportacién de Adams," y en la monografia que pocos atios después dedicaria este autor al tema de la urbanizacion. En el congreso de 1958 (y en un breve pero importante articulo publicado dos afios antes) Adams se refiere, con citas explicitas o simples alusiones, a las ieorias entonces en boga sobre los factores de la urbanizacién, pero en gene- ral guarda distancias con ellas para proponer un proceso més matizado, cen- 112. Adams (1956; 19602). 118. Adams (1960b; 1960c). 114. Adams (1966). 182 Inacran Bani trado en los dos conceptos de la complejidad y la progresividad. Por eso dis- cute la conexién entre urbanizacién e irrigacién, citando obviamente la tesis radical de Wittfogel, para sostener, bas4ndose en pruebas arqueolégicas, que los sistemas mas antiguos de regadio eran de radio local y fueron creados y gestionados localmente, mientras que los grandes canales y los sistema regio- nales corresponden a una fase en que las ciudades ya tenfan una larga exis- tencia. Adams afirma que «la introduccién de las grandes redes de irrigacién fue una consecuencia, mas que una causa, de la aparicién de organismos esta- tales dindsticos». De un modo menos tajante creo que se puede decir que la conexidn entre excedente agricola y desarrollo urbanistico existe, pero no en un sentido unidireccional (causa hidraulica, efecto urbano), sino como un crecimiento progresivo con influencia rectproca, porque no se llegaria a los estados dindsticos sin disponer ya de un crecimiento basado en la produccién agricola intensificada. Lo mismo puede decirse de su relacién con Childe: en 1960 adopta sus «diez puntos» y en 1966 los critica.""® Pero ya en la primera intervencién'” habia enunciado lo que podriamos llamar sus «tres puntos», atribuyendo a los demas (como el arte y la escritura) un papel secundario, como factores no siempre presentes y en cualquier caso derivados de los tres fundamentales. Los verdaderos factores serian, pues: 1) el surgimiento de una sociedad estra- tificada; 2) la importancia creciente del artesanado especializado; y 3) el nue- vo cardcter y la nueva funcién de los centros habitados. Pero la sustancia de las teorias de Childe no estaba tanto en la discutible lista de los «diez pun- tos», sino en el descubrimiento del mecanismo basico de todo el proceso: la produccién de un excedente que se destina a fines sociales. Y Adams acepta de hecho este mecanismo. Por tiltimo, acerca de las teorias de Polanyi, también puede decirse que en parte son aceptadas (el esquema redistributivo como fundamento de la anti- gua economia urbana) pero sin una adhesin clara. Como en los otros casos, en este Adams tampoco es propenso a aceptar tesis y puntos de vista demasia- do mecanicos, unidireccionales e ideologizados. Esta la influencia del am- biente, pero también la influencia del hombre sobre el ambiente. Esta la preponderencia de la agricultura de regad{o en los grandes llanos de aluvién, pero sobre todo una estrategia de diversificacién (agricultura de secano, ga- naderia estabulada y trashumante, pesca en rios y estanques, recoleccién en la espesura y las estepas, caza residual) que protege mejor durante las crisis reiteradas, Se vislumbra ya la idea de que los grandes sistemas rigidos y bu- 115. Adams (1960¢: 280-281). 116. Tbid., pp. 270-271: Adams (1966: 9-12). 117. Adams (1960b: 30-32) La EPOCA DE LOS MODELOs TEORICOs 183 rocratizados est4n sujetos a colapso vertical, mientras que los sistemas diicti- les de radio local son mas elasticos y por lo tanto capaces de sobrevivir (la resilience, que sera uno de sus términos favoritos).'"® . Cuando preparé el congreso de 1958, Adams planteé tres cuestiones: 1) el contexto ecoldgico, que en Mesopotamia significa riego, pero no solo eso; 2) la complejidad interna, el estudio sociologico de la ciudad (en esto se nota la influencia de la escuela de Chicago), la diferenciacién interna, el énfasis en Ia funcién de enlace entre ecosistemas distintos; 3) la ciudad gestora» (con- tra el tecnologismo de Childe), la gestién de excedente y la de la irrigacion. Hoy todo esto puede parecernos obvio y descontado, pero entonces un enfo- que tan complejo, que configuraba un sistema con todas sus diversificaciones e interacciones, no se daba en absoluto por descontado, en una época que to- davia era pre- (o como mucho proto-) informatica y sistémica. ‘También cobraba forma la seleccién de los casos de urbanizacién «prima- ria», que supuestamente conservan intactos los factores determinantes de la urbanizacién, tanto los de caracter ambiental como los referentes al proceso socioeconémico y sociopolitico. En 1960 Adams escogié cuatro casos: Meso- potamia, Egipto, Mesoamérica y Perd. Como es evidente, se trata de dos parejas, una para el Viejo Mundo y otra para el Nuevo. Dentro de cada una de ellas pudo darse una influencia del caso mas antiguo sobre el mas recien- te, pero no seria una influencia determinante. Cabe preguntarse cémo es que faltan China y el valle del Indo, més distantes de Mesopotamia que Egipto y por tanto menos influidas por ella. La decision quizA se debid a impedimentos del congreso, a que se tenian menos conocimientos sobre los casos excluidos 0 a otros factores ocasionales, El caso es que en 1966, al vol- ver sobre el asunto, Adams opté por simplificar atin més la lista, reduciéndo- laa dos casos (Mesopotamia y Mesoamérica). Motivé la exclusién de Egipto y el Indo por ser procesos secundarios, y la de China por falta de documen- tacion adecuada. El opiisculo de 1966 (recopilacién de sus Morgan Lectures del trienio, 1963-1965) esta planteado de un modo que ya la eleccién bien sopesada del titulo (The Evolution of Urban Society) da a entender. «

You might also like