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LAS POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA Néstor Garcia Canclini 2Es posible una politica popular en Ia triunfo cubano nos hizo creer que la diversos, que por 1o menos en Cuba y cultura? polémica reducia alos caminos, que Centroamérica los movimientos revo- el avance era incontenible, Jucionarios mantienen erguidas las arece que los aiios sesentas no reivindicaciones populares, pero aun hhubjeran existido. Dicen que en Licgo, llegaron los golpes milita- en procesos triunfantes, como el nica quel tiempo le preguntaron a res en Brasil, Bolivia, Chile, Argentina, raghense, se ven las dificultades para Gareia Marquez cuiles eran los aconte- Uruguay. Las reacciones de la burgue-_desarrollar politicas adecuadas a la ac- cimientos mas importantes de nuestro _sfa y de Ios FE.UU. demostraron que tual etapa de los conflictos sociales, @ siglo, y respondid: los Beatles y Fidel ellos tambign habian “aprendido” de a revisidn del modelo de sociedad que Castro. Se debatia cbmo integrar la re- la revoluciOn cubana. Pero es sobre to- hoy queremos y podemos buscar. Mis volucién cultural y la revolucién poli- do en los Giltimos afios, cuando se pro- afin en otras naciones donde se sufren tico-econémica que esas figuras con- pagan las recetas friedmanianas para las derrotas de los afos setentas y las densaban, pero nadie dudaba (ni si- sobrellevar la crisis capitalista y hasta izquierdas estin débiles, dispersas, ase- quiera la derecha?) de que la revolu- los gobiemos de origen democritico diadas, cidn fuera posible. Discutiamos silo reprimen las protestas populares, que popular era reivindicado mejor por los 1a posibilidad del socialismo se ve més Pero las dificultades no vienen s- opulismos o por los partidos marxis- dudosa. Todos sabemos que no se lo de factores extemnos, de la crisis eco- tas, pero la efervescencia posterior al puede uniformar la situaci6n de paises nbmica y del sofocamiento a la oposi- clon. Hay que pensar también en los factores internos. Como parte de la discusi6n sobre el tipo de sociedad que queremos y sobre las deficiencias que obstaculizan las Inches populares, de- seamos revisar las concepciones de 10 nacional~popular actuantes en Améri- cca Latina y su relacién con las précti- 2s, con las politicas culturales. Bscuchemos la objecion del “sen- tido comin”: jvale la pena plantear las cuestiones politicas en el campo de 1h cultura? {Quién se preocupa por kt ‘cultura cuando los salarios pierden 100 por ciento de su poder adquisitivo y ta gente se desespera por legar a fin de ‘mes? Esta critica podria tener al m nos la eficacia de la sensatez “comin” sial hablar de cultura nos refiriéramos s6lo a las bellas artes, alos libros, a los conciertos. Nos ocuparemos de eso, pero también del modo en que la gente come y piensa, se viste e imagina, are- gla si casa y hace politica, habla y se calla; en suma, lo que hace a un pueblo vivir de una forma que le da identidad y lo distingue. Hablamos de cultura ‘como el conjunto de fendmenos que contribuyen, mediante 1a representa- cién 0 reelaboracién simbélica de las estructuras materiales, a comprender, reproducir 0 transformar el sistema s0- cial Preguntarse, entonces, qué pode- ‘mos hacer con la cultura mientras esta- ‘mos impulsando (0 no podemos impul- sar) el cambio social es preguntarse o6- ‘mo se relacionan los grandes temas de la politica con la vida cotidiana, eémo vincular las transformaciones estructu- rales con los hibitos de pensamiento y ‘conducta con que Ia gente esti acos- tumbrada a organizar su vida. Pregun- tarse si es posible hoy una politica po- pular en América Latina requiere inte- rrogarse sobre las maneras en que los partidos y los Estados conciben Ia ‘dentidad del pueblo y como esas con- cepciones se corresponden, divergen 0 se complementan con las maneras de vivir y pensar de los sectores popula- res, Es tratar de que las movilizaciones politicas se basen no slo en reclamos coyunturales y voluntarismo ideolbgi- co, que se arraiguen en las condiciones ‘concretas de la existencia diaria, ‘Vamos a analizar las cinco concep- ciones principales de lo nacional—po- pular que parecen haber alcanzado ma- yor influencia: 1) La biolbgico—teli- rica; 2)1a estatalista; 3) Ia mercantil; 4) 1a militar; 5) la histéricopopular. Presentaremos las bases doctrinarias de cada una, las situaremos en sus condi- ciones sociales de aparicién y examina- remos sus consecuencias en la politica cultural. En cada caso, daremos breves ejemplos de la cultura de élites y de la popular, pero el propésito central de este texto es ctiticar Ios paradigmas ‘deolbgicos y confrontar sus enuncia~ dos con sus pricticas. Nos damos cuenta de la parcialidad de este trabajo por ocuparse sélo de algunas concep- ciones de Io nacional—popular. Para aleanzar un panorama mas represent tivo de la realidad Iatinoamericana, se- rrin_necesarias investigaciones que’ es- pecifiquen el desenvolvimiento de ca vertiente en distintos paises, que preci sen el encuadte historico, y afinen, por tanto, la clasficacién aqui sugerida. La concepcién biolégico teltica Es Ia ideologia més caracteristica de los Estados oligérquicos y de los ‘movimientos nacionalistas de derecha, “{Quién se preocupa por la cultura cuando los salarios pierden 100°/o de su poder adquisitivo y Ia gente se desespera porllegar a fin de mes?” Define a 1a nacién como un con- junto de individuos unidos por lazos naturales el espacio geogrifico, Ia ra- 2a. e irracionales -el amor a una misma tierra, la religin,, sin tomar en cuenta las diferencias sociales entre los miem- bros de cada nacién. Aunque despre- cia los ctiterios historicos para definir Jo nacional y se apoya en componen- tes biolbgicos y teliricos (rasgo tipico del pensamiento de derecha), en rea dad este nacionalismo consagra un mo- do de relacionar la naturaleza con la historia: el orden social impuesto, en tuna etapa de bajo desarrollo de las fuerzas productivas, por los latifundis- tas y la Iglesia, Su rechazo de la histo- riaes, en verdad, un recurso para apun- talar un perfodo histérico particular, aquél que se desmorona ante la indus” trializaciOn y la urbanizacién, esa he- rencia dificil de reacomodar en medio de conflictos protagonizados por nue~ vas fuerzas sociales. Sus meditaciones metafisicas sobre “el Ser nacional” bbuscan preservar en el plano simbélico Ia identificacin de los intereses naci nales con los de los patricios y las gran- des familias, disimulan bajo interpreta- clones aristocriticas del pasado la ex- plotacién con que la oligarquia obtuvo sus privilegios, bajo el respeto a los orf- genes, la sumision al orden que los be~ neficid, La dinimica histérica, que ha ‘do constituyendo el concepto -y el sentimiento- de naciOn, es diluida en ‘a tradicién”. Se olvidan los conflic- tos en medio de los cuales se formaron las tradiciones nacionales 0 se los narra legendariamente, como simples trémi- tes arcaicos para configurar insttucio- nes y relaciones sociales que garantiz rian de una vez para siempre la esencia de la Nacidn: la Ielesia, el Ejército, la familia, la propiedad. ste discurso nacionalista, explica- ble como reaccién ideoligica de auto- defensa en estancieros cultos y escri- tores de provincia, persiste todavia dentro de movimientos populares. ha sido la principal portadora de este nacionalismo, muchos de sus rasgos son reasumidos por cortien- tes populistas que asignan a una ver- sidn idealizada del pueblo el nicleo del Ser nacional. Su politica cultural con- siste sobre todo en la promocién del folclore, concebido como archivo osi- ficado y apolitico. Fste folclore se constituye a veces en tomo de un pa quete de esencias prehispinicas, otras mezclando caracteristicas indigenas ccon algunas formadas en Ia colonia 0 cen las gestas de la independencia, en ‘otros casos convirtiendo en matriz ahistorica ciertos rasgos que distingul- rian nuestra personalidad nacional de lo otto: lo fordneo, lo imperialist, sa como folclore predominantemente rural o urbano, tales tendencias coinci- den al pretender encontrar 1a cultura nacional ya lista en algin origen 4 Imérico de nuestro ser, en la tierra, en Ja sangre o en “virtudes” del pasado desprendidas de los procesos sociales que las engendraron y las siguieron ‘ansformando. No toman en cuenta, por lo tanto, las manifestaciones cultu- rales presentes de las clases subalternas que se spartan de ese origen idelizado; son incapaces de dar cuenta de las nue= vas pricticas de apropiacién con que Jos sectores populares intentan modifi- cear su dependencia de la lucha hege- ‘monica, 0 crean, inventan, Io que el g i bien Ia oligarquia aristocratica Sea sistema imperante no les da para res- ponder a sus necesidades. En paises como la Argentina y el Uruguay, formados mediante la susti- tucién de pobladores indigenas por luna mezcla heterogénea de inmigran- tes, la pretensin de absolutizar cual- quiera de las raices desentendiéndose de la historia reciente es una empresa isisoria, casi extravagante. Pero tam- poco resiste ante 2a informacion antro- pol6gica més elemental la aspiracién de afirmar el nacionalismo sobre un ‘tigen racial puro en los paises andinos (© mesoamericanos. ;Dénde esté la na- eign que logré evitar el mestizaje, la penetracién del capitaismo en sus hié- bitos de produccién y consumo? La herencia precolombina, sometida pri- ‘mero a la violencia y la fusi6n colonial, refuncionalizada después en la reorea- nizacién transnacional de la cultura, no puede damos hoy mis que versio- nes desdibujadas, desarticuladas, de lo que en otro tiempo fue esa vida. Una historia de tantos siglos, un mestizaie ya tan sedimentado, no admite los ar- tificios del arquedlogo que quita p lijamente lo que se fue sumando sobre Jas ruinas, recoge las piedras caidas y reconstruye -fuera de la realidad-Iailu- sin de otro tiempo. La conciencia de los hombres y de los pueblos no se pa- rece a las vitrinas de los muscos ni a males precortesianas se mezclan con la figuracién barroca y la arquitectura neoclisica, con altos edificios, automd- viles y carteles luminosos propios del desarrollo industrial. Pensar en nues- tra identidad es pensar la coexistencia, Ja combinacion de las luchas étnicas con las de clases, la interpretacion de estas fuerzas en la historia, Laconcspeién estatalista Hay otra concepcién sustancialista de lo nacional. Para ella la identidad no esti contenida en la raza, ni en un paquete de virtudes geogrificas, ni en cl pasado 0 Ia tradicion, Se aloja en el Estado, Como consecuencia de proce- sos de independencia o revolucion, el Estado aparece como el lugar en que se ‘condensaron los valores nacionales, el orden que reine las partes de la socie dad y regula sus conflictos. Una orga- nizacion mas o menos corporativa y populista. coneilia los intereses enfren- tados y distribuye entre los sectores ‘mis diversos la confianza de que parti cipan en una totalidad protectora que los abarca. Esta “participacién” puede estar sostenida mégicamente por la fi- gura mitologizada de un lider (Vargas en Brasil, Peron en la Argentina) 0 por una estnictura partidario—estatal jera quicamente cohesionada (el sistema y justificactn de esos actos al punto {¢ someterlos a su libre aprobacién 0 rectificacion, Por el contrario, se exige alas iniciativas populares que se subor- dlinen a “os intereses de la nacién" (f- jados por el Estado) y se descalifican los intentos de organizacién indepen- diente de las masas, También suele recurrirse al origen étnico o al orgullo historico para reforzar la afirmacion nacional, por lo cual esta corriente prolonga en parte la anterior; pero el ejervicio y el control de Ia identidad nacional no se derivan prioritariamente del pasado sino de la cohesién presente tal como el Estado la representa dencia identifica la continuidad de Jo nacional con la preserva ion del Estado. Promueve, entonces, las actividades capaces de cohesionar al pueblo y algunos sectores de ly “burguesia nacional” contra la oligar- quia, caracterizada como antinacién. Este impulso politico de lo nacional y de la presencia piiblica del pueblo fa- ‘vorecié en el primer gobierno peronis- ta un desarrollo inusitado de la cultura subalterna (por ejemplo, el auge del tango y la poesia popular), gener® una industria cultural bajo la proteccién del estado (politica nacional de radio- difusion, creacién de estudios de cine) que por primera vez reconocié y divul- ‘26 masivamente muchos temas y per- sonajes populares. En los primeros ‘meses del iiltimo gobiemo peronista, en 1973, un proyecto politico seme- Jante, radicalizado fugazmente por la izquierda, dio ocasion para talleres ba- rriales de’plistica, maisica y teatro, ex- periencias creativas y criticas en la co- ‘municacién masiva y otros avances en la produccion cultural del pueblo. ( politica cultural de esta ten- wor qué tantas veces -no s6lo en la Argentina- este crecimiento de la cultura popular se desvanece al poco tiempo o es manipulado (o reprimido) por los Estados populistas? Hay razo- nes derivadas de la descomposicion econdmica y politica de tales procesos, pero también se debe a una caracteri- zacién inadecuada de lo popular, en= tendido como el conjunto de gustos, (42 Indecisa © arurdica Ofpanizactin ae nuestras ciudades, Aun en paises don- de Io étnico ha logrado subsistir con fuerza, como en México o Peri, la fdentidad fue reelaborindose una_y otra vez segiin lo revela su iconografia pluricultural: formas vegetales y ani Decimos que para esta concepcién Jo nacional reside en el Estado y noen 1 pueblo, porque éste es aludido como destinatario de la accién del gobierno, ‘convocado a adheris a ella, pero no es reconocido genuinamente como fuente ee Jo que representa sus intereses y lo que los aparatos del Estado inocularon en las masas a través de la educacion esco- lar y comunicacional. Al no quebrar radicalmente las estructuras ideolégi- ‘cas impuestas por la dominacién en la 20 / ensayo. vida cotidiana, ciertos programas de democratizaci6n educativa y reivindi- ceaciOn de la cultura popular, como los emprendidos por los gobiernos pero- nistas, quedan a mitad de camino. Su caracterizacién chauvinista de lo popu- Jar y lo nacional, explicable en el pri- mer gobierno de Perén como la ideolo- sia que acompaitaba la politica de sus- titucién de importaciones, hizo tech: zat en blogue lo extranjero y encum- bar indiferenciadamente los temas y el lenguaje del pueblo mezelando 10 nalismo reconoce que muchos ingre- ddientes conformistas o fataistas del folelore deben ser reformulados, ni se plantea cémo la cultura de otros pue- blos puede aprovecharse en tanto bro- ta de experiencias liberadoras. Es dtil al Estado populista la cohesién confue sa de sectores sociales internos, la in- Gulgencia con que el folclore ensalza Jos rasgos nacionales y Ia atribucién ‘exclusiva de las culpas.a adversarios ex- tranjeros o miticos respecto de los cua- les el Estado aparece como paternal defensor, Puesto que no interesa la interven ‘ion transformadora del pueblo para redefinir el proyecto nacional, no se auspicia Ia experimentacién artistica ni In erftica intelectual. Los artistas inno- vadores y los intelectuales indepen- dientes son acusados de desligarse de “os intereses populares y nacionales”. Muchas veces esto es cierto, pero el nacionalismo populista no seisla la verdadera desconexién entre intelec- tuales y pueblo, Su incomprensién de los requisites especificos de la investi- sacion cientifica y artistica los hace Aespreciar el trabajo tebrico y la auto- nomia parcial necesarios en la produc ‘ign cultural; al desconocer la impor- tancia de la evoluci6n critica de las ‘masas, juzgan como extraiios al pueblo aun a los partidos de izquierda que ‘cuestionan Ia enajenacién generada en Jos oprimidos por un sistema desigual de acceso al arte y al saber. En varios movimientos populistas. racismo a un lingjeficticio, ls compo- nentes tradicionales de la nacionalidad son reelaborados por el Estado para adecuarlos a nuevas etapas del desarro- Io capitalista. Asi lo demuestran, por ejemplo, varios estudios sobre la refun- ionalizacién de las artesanias en dife- rentes perfodos de México, Desde a Revolucién de 1910 los dirigentes politicos y los intelectuales promovieron el desarrollo artesanal y folelorico con el fin de ofrecer un con- junto de simbolos para la identifica: in nacional. Un pafs fracturado por divisiones étnicas, ingbisticas y politi- cas necesitaba, junto a las medidas de mificacion econbmica (reforma agra- ria, nacionalizaciones, desarrollo con- junto del mercado interno) y politica (creacién del partido nico, de la cen- tral de trabajadores), que se establecie~ ra una homogeneided ideologica. La castellanizacién de los indigenas y la exaltacion de la cultura de cada gru- po &tnico bajo la forma de patrimonio ‘comin de todos los mexicanos fueron algunos de los recursos empleados. El nuevo Estado y muchos intelectuales y artistas (Manuel Gamio, Othon de Mendizabal, Alfonso Caso, Diego Ri- vera, Siqueiros) sostuvieron que para construir “una Patria poderosa y una nacionalidad coherente” debia desple- arse una politica de “fusion de razas, convergencia y fusion de manifesta ciones culturales, unificacion linglisti- 2 y equilibrio econémico de los ele~ mentos sociales”(1), segi lo escrii el primero, Salvador Novo declaraba fen 1932 que “los mufecos de petate, las jicaras, Jos juguetes de barro, los sarapes policromados” estaban dando 4 los mexicanos “un sentido clevado racial y una conciencia de nacionalidad ‘de que antes careciamos” (2). Luego, el Estado formé antropologos y técni- ‘cos para estructurar esta promocién nacionalista de la cultura popular, ered fondos especiales de asistencia credit cia, organismos dedicados a fomentar la producci6n artesanal y su difusion, Si bien esta exaltacion de las arte- sanias fue constante, el avance del ca- pitalismo dificult su significado y su que pretendi6 contri buir a Ia politica de sustituci6n de im- portacfones equilibrando la balanza co- mercial; c) la promocién de artesanias como parte de laestrategia de creacién de empleos y fuente complementaria de ingresos para las familias campesi- nas con el fin de reducir su éxodo a los centros urbanos (3), De un modo © de otro, diferentes politicas estatales hhan seguido usando la produccién de fas culturas tradicionales para contri- buir al desarrollo econémico contem- porineo y renovar la hegemonia de las clases dominantes, Ya sea como recur- so suplementario de ingresos en el campo, renovadoras del consumo este reotipado por la industrializacion, atraccién turistica e instrumento de cohesiOn ideolbgica nacional, las arte- sanias muestran la variedad de lugares ¥y funciones en que el capitalismo pi de refuncionalizar objetos y simbolos 1 primera vista extrafios a sus fines. La accién cultural del Estado, tal como el indigenismo la elabora, es el instru- mento clave para adaptar las culturas indigenas a este desarrollo desigual pe- 10 unificado, para diluir las oposicio- nes de clases y etnias en un proyecto nacional, La unificacién mereantil: de lo étmico alo tipico {Se trata realmente de una disolu- cién de lo étnico en lo nacional? ;Es 1 Estado el tnico responsable? ;Cual es el papel de las determinaciones eco- ‘n6micas en un sistema basado en Ia apropiacion privada, en la homogenei- dad de la produceién y el consumo pa- 1 la expansion del mercado y el acre- centamiento incesante de las ganan- En las actuales sociedades capita listas 1a unificacion propiciada por el Estado se entrelaza conla organizacién ‘monopélica de la economia. El desa- rrollo internacional del eapital necesita uun proceso equivalente en la cultura, Porque la diversidad de patrones de vi- da, de objetos y habitos de consumo obstaculiza su expansiOn. La exigencia de incrementar el nimero de compra- PRR CRITE) TEER OF TEPTOCECEE FOE estructuras ideologicas y las relaciones, sociales que legitiman la identidad en- te Estado y Nacién. Sin embargo, no hay que entender esta reproduccion como mecénica y repetitiva, A dife- rencia de la adhesion declamatoria del eee cexplotacién comercial de la artesan as ligadas al crecimiento del turismo ex- tranjero y el interés por inerementar la reserva de divisas, que generaron la parcial industrializacion de los objetos indigenas; b) el fomento de la expor- ee ee es minar diferencias de comportamiento y de gusto dentro de cada nacién (en- ‘tre la capital y el campo, entre clases sociales) y también entre paises desa- rrollados y dependientes. Esta homo- geneizacion de la economia se acom- ensayo / 21° pafla con la unificacién internacional de los programas ideologicos destina- os a construr el consenso y de los sis- temas politicos de control y represién, Cada Estado uniforma y centraliza la vida interna de la nacién, y a la vez coordina el propio sistema, o simple mente lo somete, a la organizacién transnacional de la economia y la cul- tura. La estrategia normalizadora de Jos Estados contemporineos esta moti- vada, en primer lugar, por la exigencia econdmica de construir mercados na- cionales; pero esta motivacién merean- til, y el caricter dependiente y tardio el desarrollo Iatinoamericano, dificul- tan In construccién de una verdadera soberanfa nacional. El crecimiento transnacional del capitalismo requiere ala ver unificar cada sistema nacional y subordinarlo al orden mayor encabe- 2zado por las metrépolis. zacién se aprecian en todos los campos de la cultura: la unifor- midad de temas y estilos de investiga- cidn en la ciencia es hombloga de la es- tandarizacion del disefio en las vivien- das y los objetos domésticos, de los programas de entretenimiento televisi- vo y la elaboracion periodistica de los acontecimientos mundiales. Aun en el campo en que et liberalismo auspici6 ‘con mis fuerza la diferenciacién indivi ‘dual y nacional las vanguardias artisti- ‘as-e] mismo proceso socioeconémico que gener6 la originalidad y el culto a Ia diferencia acabé borrandolo al suje- tarlo el intercambio comercial, La ex- perimentaciin individual deja de ser experimentacion y deja de ser indivi- dual cuando el arte de Nueva York se parece al de Lima, al de Buenos Aires, al de Tokio. Desaparecen los rasgos personales y nacionales que permitian dlistinguir en siglos pasados una escuela flamenca de otra francesa 0 italiana, y que en nuestro siglo, en las primeras décadas del cine, diferenciaban las pe- Iiculas francesas’ de las norteamerica- nas. Gracias al monopolio de la pro- duccion y Ia distribuci6n, los modelos estéticos de las metrépolis, especial- mente de los Estados Unidos, se impu- sieron planetariamente. El arte y Ia (| ‘08 efectos de esta transnacionali- lacién y el consumo para incorporar las artesanias a su estrategia de unifi- cacién mercantil. (4) Observamos, por ejemplo, que cuando uno va a las co- ‘munidades indigenas encuentra alfare~ fa de Capula, lacas de Pétzcuaro, peta- tes de Mhuatzio. En las tiendas de Qui- ropa, ciudad comercial en la que se cruzan las carreteras que comunican ‘os tres pueblos, Ia alfareria, las lacas ¥ los petates se convierten en artess- Los pueblos de origen se borran ¥ los negocios sélo hablan de “artese infas de Michoacén”; nunca se las desig- nna como tarascas 0 purépechas, nom- bres que -por ser del grupo indigena al que pertenecen los tres pueblos- man- tendrfan el origen étnico al reuniras En las tiendas de Acapulco, del Distsi- to Federal, de los grandes centros tu- risticos, las artesanias de Michoacin se retinen en la misma vitrina con las de Guerrero, Oaxaca y Yucatin, son con- vertidas en “Mexican cutious”, 0,en el mejor de los casos, en “artesanias me- xicanas”. Aun en las tiendas de FONART, promovidas por el Estado, ‘ observa esta disolucién de lo étnico ‘en lo nacional: los carteles y el resto de la publicidad anuncian “Genuino arte popular mexicano”;en el interior, Jas piezas suelen estar separadas por di ferencias de material o de forma, ¢in- cluso cuando se las distribuye segiin la procedencia no se coloca ningtin cartel ue las identifique, menos ain cédulas que informen brevemente el origen material y cultural de su produccién, fen el sentido que tienen para la comu- ridad que las cred, La necesidad de homogeneizar y a Ja vez. mantener la atraccién de lo exd- tico diluye la especificidad de cada pueblo, no en el comin denominador Porque 1a cultura nacional no puede ser reconocida tal como es por un tu- rista si se le muestra como un todo compacto, indiferenciado, si no se di- ce como viven los grupos que la com- ponen, los enfrentamientos con colo- nizadores (y entre las propias étnias) que estin en la base de muchas danzas, dde muchos disefios artesanales, La uni ficacién bajo los colores y_simbolos nacionales, en cierto sentido positiva, se vuelve distorsionante y despolitiza dora cuando omite las diferencias y contradicciones que de hecho incluye, La museografia o el especticulo que coultan Ia historia, los conflictos que generaron un objeto 0 una danza, pro- ‘mueven junto con el rescate la desin- formacién, junto con la memoria el ok vido. La identidad que exaltan es ne- ‘ada al disolver su explicacién en su exhibicién. La grandeza del pueblo que elogian es aminorada al presentar como manifestaciones espontineas, ccon esa faciidad atribuida al vir mo o el “genio” populares, artesanias, ¥¥ ceremonias cuyo mérito radica en el esfuerzo hecho para trasponer al plano simbélico, y a veces “resolver” imagi- nariamente, relaciones dramaticas en las que la naturaleza los hizo sentirse impotentes o los opresores humillados. Lo tipico es el resultado de la abo- licion de las diferencias, la subordina- cin a un tipo comin de los rasgos propios de cada comunidad. Se puede argumentar que el turista necesita esa simplificacién de lo real porque no via- ja como investigador. Pero la simplifi- cacion mercantil de las culturas tradi- cionales y de la cultura nacional, igual ‘que en Ia prensa y la television llama- das populares, suponen casi siempre que sus espectadores estin por debajo del cociente intelectual que efectiva- ‘mente tienen y que el turismo o el en- tretenimiento son lugares donde nadie quiere pensar. ‘Sin embargo, mis que las conse- ‘cuencias sobre el turismo, nos parecen nguietantes los efectos que esta reduc- cién de lo étnico a lo tipico tiene so- ‘bre la conciencia politica y cultural. Si pensamos que el turiemo, ademés ‘superproduccién internacional. En una investigacién reciente s0- ‘bre el impacto de este proceso en las ‘culturas indigenas de México, estudia- ‘mos las operaciones cumplidas por el capitalismo en la produecién, la circu- ‘unidad (politica) del estado —Michoa- ein, Veracruz, y a la estados en la uunidad politica de a nacion. jimos: disolucion de lo étnico fen Jo nacional. En rigor se trata de tuna reducci6n de lo étnico a lo tipico. para comprender auestre ublcaciin sociocultural en un mundo cada vez mas interrelacionado; importa cuestio- nar esta tendencia general a ignorar la pluralidad de hibitos, creencias y re- presentaciones. Si pensamos que para entendernos a nosotros mismos es itil 22 | ensayo

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