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do y vacio, al que, sin embargo, vemos, como en un sucno, del derecho y leno. 119. Vivir es inventar. Sea cual sea el grado de autoco- nocimiento que alcancemos, lo mas incompleto sera siem- pre la imagen que nos formamos de nuestra individuali- dad. Ni siquiera podemos designar los instintos mas pri- marios; su numero y su fuerza, su flujo y su reflujo, su accidn reciproca, y, sobre todo, las leyes que rigen su satis- faccion, nos son totalmente desconocidas. En consecuen- cia, esta satisfaccion es obra del azar; los sucesos de nuestra vida cotidiana lanzan su presa a un instinto o a otro, que se apodera de ella con avidez, pero el vaiven de estos sucesos no guarda ninguna correlacion razonable con las necesidades de satisfaccién del conjunto de los instintos, de forma que siempre ocurriran dos cosas: que unos adelgazaran y se moriran de inanicién, y otros esta- ran sobrealimentados. Cada momento de nuestra vida hace que crezca alguno de los tentaculos de ese pulpo que es nuestro ser, y que Otros se sequen, segun el alimento que dicho momento les da o les deja de dar. Desde este punto de vista, todas nuestra experiencias son alimentos, aunque esparcidos por una mano ciega que ignora quién tiene hambre y quién esta harto. Habida cuenta de que cs cl azar quien se encarga de nutrir cada una de sus partes, el estado del pulpo, en cuanto a su desarrollo completo se refiere, resulta tan fortuito como lo fue su propio desarro- Jlo. Por decirlo mas exactamente, si un instinto se encuen- tra en situacién de tener que ser satisfecho, o de ejercer su fuerza, 0 de satisfacerla, o de llenar un vacio —hablan- do en lenguaje figurado—, considerara cada suceso del dia para ver como puede usarlo con vistas a ese fin. Cual- quiera que sea la situacién de! hombre —ya ande o repo- se, lea o hable, se enoje y luche o esté alegre—, el instinto excitado tanteara cada una de estas situaciones. En la mayoria de los casos, no hallara nada a su gusto y habra de esperar y continuar sediento. Si pasa algun tiempo, se debilitara; y si no es satisfecho en el plazo de unos dias 0 de unos meses, se secara como una planta a la que le falta agua. Esta crueldad del azar quedaria tal vez de manifie: to Ma con colores mas vivos, si todos los instintos exigieran ser satisfechos con tanta urgencia como el hambre, que no se contenta con alimentos vistos en sueftos; pero la mayoria de los instintos, sobre todo los Namados «morales», se sa- tisfacen asi, si es que cabe suponer que los ensuefios pueden servir para compensar de algun modo la falta acci- dental de alimento durante el dia.

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