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Víctor Chamorro: "Yo he sido castigado al silencio"

A poco más de una semana del 25 de marzo, conversamos con Víctor Chamorro, el
intelectual que más ha hecho por recuperar la historia de las luchas campesinas que
marcaron el siglo XX extremeño.  

Manuel Cañada
Iván Sabariego
16 MAR 2019
Estamos en Hervás, muy cerca de la Plaza de la Corredera, donde Víctor Chamorro
tiene su taller incansable de escrituras. El ruidoso caracol de las escaleras de madera
nos va conduciendo a su rincón preferido. Hay cuadros, juguetes y libros por todos
lados. En el desorden de la sala se intuye el afán, la tenacidad de quien tiene muchos
proyectos entre manos.
Va a cumplir los ochenta años pero sigue desbordando generosidad y rebeldía. Ha sido
el gran partisano de la literatura y de la historia en Extremadura. Y ha conocido
durante décadas, como pocos, la amargura de la palabra ostracismo. Ostracismo
literario, académico y político. El vacío de los Lara, de los dueños del reino de la edición
y de las letras, pero también el de los amos de la tierra y de los despachos.
Por eso, la primera pregunta de esta entrevista, de esta conversación entre
compañeros, esa palabra que tanto le gusta -los que comparten el pan, hermanos de
lucha y esperanza-, es clara y directa.
¿Es Víctor Chamorro un autor poco conocido y reconocido en Extremadura?
No lo sé. ¿Qué parámetros usamos para saber si soy conocido? Usando un parámetro

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normal, me tendrían que conocer hasta las piedras de los ríos... pero la realidad es
otra.
Parte de esa realidad, de ese escaso reconocimiento, ¿viene impuesto desde fuera o
tiene que ver, en cierta medida, con tu personalidad?
Yo he sido castigado al silencio. Las nuevas generaciones -y las anteriores, en realidad-
no creo que me conozcan. Estoy borrado. Tuve un encontronazo con un gran editor,
Lara, y, desde entonces, literariamente, como novelista, he podido sobrevivir porque
me han dado algún premio, porque he participado en certámenes donde también se
editaba la novela finalista, porque he escrito libros de viajes...
Con solo veinticuatro años, en 1963, fue finalista del premio Planeta. Y volvió a serlo
al año siguiente. Un periodista, con mala uva, dijo de él que era “de profesión,
finalista”.
Aunque hoy vamos a hablar poco de literatura, ¿qué obra de tu bibliografía le
recomendarías a alguien que quisiera empezar a leerte?
Eso es muy difícil... Pero hay un libro que ahora mismo no se podría haber ni escrito,
que ahora mismo me hubiese llevado a la cárcel, que es La hora del barquero, una obra
que habla de terrorismo de Estado, de Billy el Niño.
Para entender mejor tu trayectoria, y aunque sea una pregunta muy manida, ¿cómo
surge tu vocación literaria?
No sé si aquí juega el azar, el destino, esas palabras difusas... Yo creo que hay una
causalidad. Venía del fracaso escolar, venía expulsado del colegio de los jesuitas; era
una calamidad. Quería ser futbolista, quería ser Zarra, que me fichara el Athletic de
Bilbao. Y de pronto, caigo enfermo, con dieciséis años, una enfermedad gravísima en
esa época. Y estoy ocho meses en la cama. Y me devoro la biblioteca de mi padre. Y
empiezo un diario, un diario que he tenido cuarenta años. Y del diario paso a la poesía.
Y, de pronto, a los dieciséis, concibo lo que luego sería El santo y el diablo, mi primera
novela finalista del Planeta.
Victor Chamorro empezó a dar clase en Hervás a principios de los setenta y tuvo que
irse. Varias de sus novelas retrataban las entretelas del caciquismo tardofranquista y
las fuerzas mortecinas del pueblo se conjuraron para exiliarle. Después, cuando la
transición se resolvió en transacción sufrió también la proscripción de los nuevos
arribistas y funcionarios del poder.
“Del colegio de Hervás me echaron a pesar de ganar el caso. Y me dijeron que yo era
un marxista incrustado en la sociedad. Me echan con un chantaje memorable: me
dicen que si sigo, que el colegio se cierra; que, si tanto quiero a mis alumnos, que me
vaya. Además me dicen que no intente despedirme de ellos”
Siendo un autor de éxito, un auténtico best-seller, das un giro a tu carrera y te
introduces en el mundo de la docencia. ¿Por qué?
Porque me lo dijo mi padre. La Venganza de las ratas, escrita en 1968, fue un
auténtico éxito, pero me supuso problemas con la censura. Una vez publicada, le
cuesta a mi editor que al año siguiente desaparezca el premio literario que patrocina,

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el Urriza. Y a mí me cuesta que la siguiente obra que tengo contratada con él, Las
Hurdes, tierra sin tierra, tenga que pasar la censura previa, donde le pegan cuarenta
estocadas. Entonces mi padre me dice que deje de escribir así y que no intente
ganarme la vida con la literatura, porque estoy casado y voy a tener un hijo; y que
escriba como todo el mundo porque ya van detrás de mí. Y es cuando me meto a
docente, para asegurarme unos ingresos más estables.
En esta etapa de tu vida te ves abocado, como tantos otros extremeños a lo largo de
nuestra historia, al exilio, al abandono de tu tierra. Cuéntanos qué sucedió.
De aquí, del colegio de Hervás, me echaron, a pesar de ganar el caso en un juzgado. Y
me dijeron que no cumplían con la sentencia, que aquello era un juicio laboral, pero lo
suyo un juicio político; que yo era un marxista incrustado en la sociedad. Me echan,
además, con un chantaje memorable: me dicen que si sigo en el colegio, los padres
han decidido que sus hijos no vendrán más, que el colegio se cierra; que, si tanto
quiero a mis alumnos, que me vaya. Además me dicen que no intente despedirme de
ellos. ¿Qué se creían, que iba a tomar el Palacio de Invierno? Me tenían miedo por los
libros que había escrito... me había metido hasta con la Guardia Civil y me estaban
dando premios...
Sus libros de historia de Extremadura o sus novelas son un manantial vivo, fecundo.
No solo Cortés, no solo Pizarro, no solo Yuste imperial y Guadalupe milagrera. Lo que
los mandarines culturales no han perdonado nunca a Chamorro es que diera la
palabra en sus libros a los jornaleros, a los campesinos, a los explotados, a la plebe. Y
además que lo hiciera sin pedir permiso, sin la cobertura de ningún aparato
instituido.
“En 1934, antes de estas ocupaciones, el foco laboral, sindical, agrario, del mundo
estaba en España, pues se produce la primera huelga general del campo de su historia.
Y el ariete es Badajoz”
Víctor, en tú última obra hasta el momento, 25 de marzo de 1936, hablas de tres
hitos fundamentales en la historia de Extremadura, de tres fechas consanguíneas: la
huelga general del campo de 1934, la ocupación de fincas del 25 de marzo de 1936 y
la matanza de Badajoz, en agosto de ese mismo año. ¿Qué significa para ti este
periodo?
En ente periodo Extremadura se convirtió en el foco internacional de la lucha de los
oprimidos; se convirtió en un laboratorio social, en el que se descubrió el verdadero
significado de la palabra compañerismo, del compañero, de los que comparten el pan.
A Extremadura acudieron investigadores, revolucionarios, poetas y periodistas de todo
el mundo, a comprobar cómo, de forma pacífica, alrededor de 70.000 yunteros
realizarían la mayor ocupación de tierras que se conoce: 3.000 fincas en casi 300
pueblos repartidos por toda la región. Se preguntaban si esto iba a ser o una masacre
como la de Asturias o algo nuevo que se podría exportar al mundo.

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Pero antes de las ocupaciones del 25 de marzo de 1936, se produce otro suceso
histórico...
En 1934, antes de estas ocupaciones, el foco laboral, sindical, agrario, del mundo
estaba en España, pues se produce la primera huelga general del campo de su historia.
Y el ariete es Badajoz. Con ese precedente del 34, en el 36 vienen fotógrafos de todo el
mundo, el cine... por la publicidad que le habían dado los mejores poetas
iberoamericanos que habían estado en Extremadura, así como algunos de los
españoles, como Alberti, Hernández o Lorca. Aquí teníamos poetas como Gabriel y
Galán o Chamizo, que decían “yo no sé de lectura ni me hace falta para cuidar bien del
amo y de la senada” o “la vida es muy corta y muy buena para los que vivimos de
nuestro trabajo y estamos contentos con nuestra pobreza”. Y de pronto vienen un
aluvión de poetas y dicen “a los niños de Extremadura alguien le robó los zapatos y
alguien le robó hasta las estrellas”, o dicen “el niño yuntero, que antes de haber
pasado por un solo juguete, ya tiene que coger la mancera del arado y lleva sobre la
frente una corona de sal”. Luego, César Vallejo, que ya era un culmen de la literatura,
reconoce al yuntero extremeño, con un poema dedicado a Extremadura, donde dice
que se ha descubierto un tipo nuevo de solidaridad en Extremadura y que hay que
exportarla, porque el extremeño está llamado a civilizar el mundo.
“Una vez asesinados, sacaron algunos de los cuerpos de entre el montón de cadáveres
donde se apilaban en la plaza de toros: ¡con banderillas!”
Por lo que estás exponiendo, parece que se trató de una revolución de poetas.
Extremadura era la tierra más alejada de cualquier camino, un territorio segregado,
empotrado, encajonado... Y, de repente, aparece en Extremadura la figura de Ilyá
Ehrenburg, un autor comprometido, reconocido en toda Europa, que abandona los
hielos moscovitas para recorrer nuestra tierra. Y esto atrae mucho la atención de otros
escritores y poetas para que se produzca un momento mágico, en el que se unen en
Extremadura, en una colaboración simbiótica, los mejores poetas del mundo; e
intentan reconducir el odio que había en esta tierra por haber perdido la primera
huelga general, hacia algo que yo llamo melancolía revolucionaria. Porque solamente
con la poesía, solamente empapando estos movimientos revolucionarios de poesía,
solo así podrán permanecer en el tiempo. Y podrán convertirse en levadura de futuros
movimientos, es decir, podrán servir para luchar contra la desmemoria. La melancolía,
mediante el recuerdo del pasado, pone clorofila fresca en la foto amarillenta de la que
habla Miguel Hernández. Entonces, la clorofila pone verdes las fotografías
amarillentas, las reaviva y no le exige cuentas al pasado, sino que lo recupera y lo
vuelve a vivir, lo destila y lo convierte en levadura. De tal manera, estos poetas vienen
a decir que aquellas personas que no conocen lo que ha pasado, lo van a volver a
repetir...
Quien no conoce la Historia está condenado a repetirla.
Exacto. Sin embargo, a través de la melancolía, la Historia siempre se puede recuperar
porque siempre se va a conservar.

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De esta triada de fechas, nos falta por hablar de la matanza de Badajoz, en agosto de
1936.
He descubierto, sobre la matanza de Badajoz, algo que me ha puesto los pelos de
punta; una imagen que simboliza la barbarie que allí tuvo lugar. Se trata de la forma en
que, una vez asesinados, sacaron algunos de los cuerpos de entre el montón de
cadáveres donde se apilaban en la plaza de toros: ¡con banderillas! Esta imagen es
terrible, espantosa. Algunos autores dicen que se lidiaron en la plaza a los yunteros,
porque sobre todo había yunteros, y a otros los pasaron por la ametralladora. Pero es
que este detalle de sacar un cadáver con banderillas de un montón de cuerpos
apilados, es tremendo. La imagen de la barbarie, más que barbarie.
Te hemos escuchado decir que mataron para diez generaciones...
Sí. Y además dejaron un miedo que todavía existe. El otro día se presentó en Plasencia
un libro sobre un fiscal relacionado con estos hechos, y estaba la bisnieta. Estuve
hablando con ella y me dijo nunca había tenido ninguna información de su bisabuelo,
pues había estado censurado en su familia durante tres generaciones. Y ahora, en
Plasencia, después de haber escuchado esto, pues vino desde Alicante al acto, ahora se
acababa de enterar de lo que le pasó a su bisabuelo. En su familia nunca le habían
contado nada. ¿Y eso? Miedo, miedo. Sembraron un miedo tetrapléjico.
“Después del triunfo del golpe, una de las cosas que se impuso a los vencidos, y aquí
vencida quedó toda la provincia de Badajoz, fue el silencio. Se produjo, hablando a
niveles freudianos, una especie de síndrome de Estocolmo y se impuso en las familias
la amnesia del pasado”
El estado utiliza muchas veces el miedo, el terror, como arma coercitiva. ¿Se
mantiene aún ese miedo?
En España se conserva todavía el miedo. Parece que las nuevas generaciones lo
estuviesen perdiendo... pero si escarbas un poco, ves que ese miedo sigue latente. De
una forma subliminal, quizá, pero está incorporado casi genéticamente; porque el
miedo que provocó el fascismo de Franco, con lo de la plaza de toros de Badajoz o el
que provocó Hitler con la Legión Cóndor en Guernica... asumir eso cuesta muchas
generaciones. Y más ahora, con personajes como Casado, Rivera, Abascal... que hablan
de frente-populismo, que utilizan el lenguaje del miedo. Sin olvidar a Aznar, que
representa el terror como arma política y de guerra. O a Trump...
El 25 de marzo es un hito fundamental en la historia de Extremadura. Víctor
Chamorro ha sido su máximo valedor, frente a quienes pretendían convertirla en
arqueología y enterrar bajo el manto de la presunta modernidad cualquier rastro de
la epopeya campesina por la reforma agraria.

Por seguir con el 25 de marzo. ¿Cómo es posible que, siendo un hecho con la
trascendencia que tiene, un hecho que historiadores internacionales consideran
como fundamental, no aparezca ni en los libros de texto sobre la historia de
Extremadura ni sea algo que conozca la mayoría del pueblo extremeño?

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Se debe al miedo, al silencio. Después de los sucesos de los que estamos hablando, y
después del triunfo del golpe, una de las cosas que se impuso a los vencidos, y en
Extremadura vencida quedó toda la provincia de Badajoz, fue el silencio. Se produjo,
hablando a niveles freudianos, una especie de síndrome de Estocolmo y se impuso en
las familias la amnesia del pasado; porque transmitir el pasado a los hijos o a los nietos
era exponerlos a castigos terribles. Simplemente, contra el poder no se puede, contra
los militares no se puede. Y mira lo que le pasó a tu padre y lo que le pasó a tu abuelo.
El miedo lo puedes explicar en las familias, ¿pero el miedo en las Facultades de
Historia? ¿Cómo es posible que desde lo poderes políticos y universitarios se haya
negado este hecho, con la profundidad que tiene el 25 de marzo?
Es que hubo, no una transición, sino una transacción. Y la transacción se transó. Y en la
transacción, una de las cosas que se dijo es que Franco había perdonado a los
perdedores de la Guerra Civil. Y Franco ha tendido la mano en la mayor reconciliación
que puede existir en este mundo, ha hecho una obra como es el Valle de los Caídos
para recoger, fraternalmente, a los vencedores y a los vencidos. Entonces, se transó
que el Valle de los Caídos era algo que no se podía tocar, que a los militares no se les
podía tocar, que a las fuerzas de policía, del orden público, no se las podía tocar por
nada de lo que hicieron. Que la fortuna del general Franco, de los herederos, no se
podía tocar. Que había que olvidar el pasado porque ya era arqueología. Y el miedo a
que pudiese haber una involución y otra guerra civil, el miedo que nos provocaba el
“ruido de sables”, hizo el resto.
“Ese miedo no se ha acabado. Y si bajamos al nivel de los maestros de escuela y
profesores de instituto... Yo, que me he recorrido decenas de institutos desde hace
cincuenta años, estos temas, si intentabas tocarlos, el  90% de los profesores los
desconocían. Y los que tenían conocimiento decían que eso no era para enseñárselo a
los alumnos”
Pero ya han pasado 40 años de la transacción, como acabas de denominarla. ¿Cómo
es posible que siga siendo un hecho clandestino para la mayoría de los extremeños y
españoles?
La primera cosa que hay que tener en cuenta es la inmensa incultura de los profesores
de la universidad, para empezar. La segunda, las dificultades que ha habido para
investigar. La tercera es que cuando uno se instala, no quiere ya ruidos. No quiere
ruidos porque puede gobernar en una comunidad hasta Vox, y todavía quedan posos
de miedo; y esos posos de miedo dan lugar a partidos franquistas o postfranquistas
que tienen ahora, por ejemplo, la llave de la gobernación de Andalucía. Ese miedo no
se ha acabado. Y si bajamos al nivel de los maestros de escuela y profesores de
instituto... Yo, que me he recorrido decenas de institutos desde hace cincuenta años,
estos temas, si intentabas tocarlos, el noventa por ciento de los profesores los
desconocían. Y los que tenían conocimiento de ellos decían que eso no era para
enseñárselo a los alumnos, que no era el momento, que había que olvidar... Pero es
que la mayoría no es que tuviese que olvidar, es que no tenían ni puta idea. Y ahora
mismo no tienen ni puta idea. Y si no tienen ni puta idea los maestros, los del instituto,
ni los de la universidad...

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¿Crees que es necesario, que es el momento, de recordar toda estas historias para,
como hemos dicho antes, no volver a revivirlas?
Es que la revolución melancólica de la que hablamos consiste en preservar el recuerdo
y que tenga su espacio de levadura para que, en cualquier momento, vuelva a prender.
Y asociaciones como 25 de Marzo son parte de esa levadura, de esa melancolía
revolucionaria.

Adaptación teatral de la obra de Víctor Chamorro "25 de marzo de 1936".


Pero Víctor es un escritor de raza y jamás ha abandonado el empeño de la literatura,
aunque a veces tuviera que editarse las obras él mismo. Habla con entusiasmo de la
persecución de la palabra justa, de su búsqueda por llegar al hueso de las emociones,
sin atajos, sin meandros. Y también de su transgresión de los géneros: “El mayor
historiador ha sido Shakespeare. Se puede hacer historia rigurosísima sin soltar al
lector de la garganta. La epidermis se pasa haciendo daño al lector necesario,
proponiéndole interrogantes que él no se ha planteado”.
“La metáfora es perfecta: siglo XIII, maestres acaparando terrenos; hace unos años,
viene un jeque y compra 8.000 hectáreas. Han pasado siete siglos y todo sigue igual”
Víctor, eres uno de los pocos autores que sigue hablando, sin complejos, de la
reforma agraria. Antes de entrar en profundidad en este tema, y por contextualizar,
¿podríamos poner una fecha de inicio a la concentración de la tierra y todas sus
derivas en Extremadura?

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Sois unos brujos... habéis conseguido que me entusiasme. La cosa empieza con la
reconquista, en el siglo XIII, hablando de Extremadura. Los moros, en su huida, dejan
enormes extensiones de tierra libres. Entonces, los primeros reinos cristianos, que
estaban en estado embrionario, tuvieron que delegar, y dijeron, maestres, señores de
las diferentes órdenes, ese territorio conquistadlo con la cruz en nombre de vuestros
reyes. Y a cambio, seréis propietarios de las tierras que conquistéis. ¿Qué ocurre con
estos curas guerreros? Que a la hora del éxito no reparten y se hacen dueños de todas
las tierras. Con el tiempo se crea la Mesta y se acuerda que Extremadura sea el corral
de invierno para todos los ganados de España. Entonces, para conservar los pastos, se
sacrifican los surcos. Y se crea una masa enorme de gente parada que, cuando ya no
puede más, abre el pistón y emigra. Y ahora siguen imponiendo esa emigración. Y la
metáfora es perfecta: siglo XIII, maestres acaparando terrenos; hace unos años, viene
un jeque y compra 8.000 hectáreas. Han pasado siete siglos y todo sigue igual.
En ese contexto histórico, las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, ¿sirven
para algo en Extremadura?
Fueron dos reformas agrarias al revés. En la primera hubo un trasvase de la Iglesia a la
nobleza, por lo que quedó en las mismas familias. Y a la burguesía emergente de
Madrid, del País Vasco, catalana... que vio en la desamortización una coyuntura
histórica perfecta para invertir en tierras depreciadas que luego, con el tiempo, serían
objeto de especulación. Pero la gorda es la de Madoz, que fue increíble, porque salió a
subasta pública el último asidero de la pobreza: el bosque comunal, el ejido, que era la
fuente de subsistencia de los que no tenían nada. En los espacios comunales podían
cazar, pescar, recolectar bellotas, coger setas o cardillos; podían hacer picón, cortar
leña... Con la reforma de Madoz se acaba todo esto, porque se ponen en venta estos
espacios públicos y, evidentemente, el campesino, que estaba en el nivel de
subsistencia, en subasta pública no puede acceder a estos terrenos, por lo que es, de
nuevo, la burguesía y las clases aristocráticas las que vuelven a acaparar los terrenos.
“El odio entre la misma clase hizo que el que moría por llevar un poco de comida a
casa, debido a esta insolidaridad, se convirtiese, para los de su misma condición, en un
ladrón”
¿Es en este momento cuando se produce el cerramiento de las tierras comunales?
Exactamente. Cuando los bienes comunales son adquiridos por los grandes
terratenientes, los cercan y los vallan. Y llega un momento en que los dueños de las
tierras alambradas ponen guardias y la consigna de que todo lo que se mueva dentro
del fundo tiene carácter cinegético. Se inicia así el martirologio bellotero. Empiezan a
salir los primeros mártires belloteros que han muerto de un tiro de posta por llevar a
los hijos un poco de pan. ¿Qué pasa con estos mártires? Que para los de sus misma
clase eran ladrones: sí, han muerto por robar. El odio entre la misma clase hizo que el
que moría por llevar un poco de comida a casa, debido a esta insolidaridad, se
convirtiese, para los de su misma condición, en un ladrón.
Centrándonos ya en la reforma agraria, tu voz es de las pocas que abordan este
tema, que está convencida de que no es una cosa del pasado.

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Parece que hablar de reforma agraria ahora mismo es hacer el ridículo, pero la realidad
es diferente ¿Por qué en Andalucía, otra región totalmente destruida y corroída por el
latifundismo como la nuestra, no se ha producido una sangría migratoria tan fuerte
como en Extremadura? Porque tenía otras actividades complementarias a la
agricultura y la ganadería, que eran las relacionadas con el mar. La única solución que
tiene Extremadura para sobrevivir es la tierra, la única. Desde el siglo XIII al XXI esta
dependencia absoluta de la tierra como productora de bienes ha provocado que, al no
haber intentado últimamente ningún esfuerzo, ninguna política de destruir un reparto
tan increíble de la tierra, se haya producido un exilio migratorio que ha lastrado
nuestra región a lo largo de toda su historia. 
Esa vinculación entre latifundismo y emigración no se la escuchas prácticamente a
nadie...
Es que aquí había que haber hecho, por parte del poder, una labor pedagógica que no
se ha hecho. En Extremadura siempre ha habido que trabajar en la agricultura o la
ganadería; y trabajar en el campo o con el ganado ha sido una de las peores cosas
vistas en este mundo. La obsesión de cada padre y cada madre era conseguir que sus
hijos no se dedicara al campo. Pero no hubo una pedagogía que dijese que la
agricultura y la ganadería son dos maravillas siempre que se puedan hacer sin que tú
seas un esclavo. Se tenía que haber dicho en las escuelas, en los institutos, en las
universidades que hay mucha tierra libre en Extremadura, que de la forma adecuada,
se puede vivir dignamente del campo.
Víctor se propuso escribir el 'Macondo' de Extremadura, construir con innumerables
teselas el mural de su historia. Ha reconstruido una parte importante de la memoria
colectiva y ha dedicado toda su vida a indagar en la identidad y las raíces del pueblo
extremeño. “Extremadura no es Castilla, no es León, no es Andalucía, no es Portugal.
Los extremeños saben lo que son pero les resulta trabajoso saber lo que no son.
Fueron un pasillo, una frontera, un cruce de caminos, un corral de invierno, un
entramado de razas, una sangre universal. Hoy son un sentimiento en la busca de su
forma, un latido con arritmia, un larvario proyecto, una historia por escribir”,
afirmaba en 1983.
“La clase media extremeña se ha hecho fuera; de la única manera que se podía hacer,
metiéndose en el tejido social de los lugares de acogida”
Parafraseándote, el 25 de marzo es el hecho identitario fundacional de Extremadura;
pero, ¿cuál el rasgo central de esa identidad extremeña?
El universalismo. El problema de Extremadura es que no tiene una clase media
vertebrada. La tendría si la población, teniendo aquí ganadería, agricultura y pequeña
industria que le dieran de comer, emigrasen voluntariamente. Pero no sucede así, la
clase media extremeña se ha hecho fuera; de la única manera que se podía hacer,
metiéndose en el tejido social de los lugares de acogida. El extremeño se había metido
en el tejido de la ciudad y parecía que no quería saber nada de Extremadura. Entonces
se crea una identidad que es no tenerla y que es, un poco, una identidad de cemento,

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de hacer de cemento con otras identidades, de no tener en cuenta si este es
valenciano, aragonés o de cualquier otro lugar...
¿Podríamos decir que somos los apátridas del Estado español?
Es que el extremeño es apátrida, es muy universal. ¿Qué hay de definitorio en una
forma de ser extremeña? Esto es muy complicado, pero, por ejemplo, la actitud de los
extremeños en las Indias, no tiene nada que ver con la de otros conquistadores. Los
extremeños, a la cabeza los líderes, publican a nivel internacional el mestizaje. Esto es
un fenómeno increíble de universalidad. César Vallejo era mestizo y entendía muy bien
la forma de ser del pueblo extremeño. Era poeta, es decir, profeta. Y él profetizó que,
nosotros, los extremeños habíamos venido al mundo para tener una identidad
universal. No tenerla frente a algo o frente a alguien; ser el doble contigo, ser contigo
yunta.
“La identidad extremeña nació el 25 de marzo y ese debería ser el día de Extremadura.
No entiendo por qué el ocho de septiembre, el día de una virgen toledana, capitana
generala de los ejércitos, es el día de Extremadura”
En esa identidad universal de la que hablas, ¿los hechos sucedidos el 25 de marzo
qué papel tuvieron?
Hombre, es que el 25 de marzo supuso un punto de inflexión para que los extremeños
se sintiesen identificados con esa identidad universal de la que estamos hablando. Esta
fecha puso sobre Extremadura, sobre la solidaridad que se había descubierto en
Extremadura, un foco universal. Porque si no es con solidaridad no puedes organizar
un movimiento de 70.000 personas sin que haya ni un incidente. Eso se consigue al
haber asumido lo del compañero y la solidaridad de clase. Solamente con eso se puede
entender ese orden perfecto que no le dio a los reaccionarios ni un solo motivo para
decir, ya están aquí, ya están aquí las hordas.
Y conociendo todos estos sucesos que nos narras, que se eligiese para el día de
Extremadura el 8 de septiembre y no el 25 de marzo, como se plantea desde la
Asociación 25 de marzo, como tú mismo planteas, ¿que reflexión te merece?
La identidad extremeña nació el 25 de marzo y ese debería ser el día de Extremadura.
Este día supuso el hecho diferencial identitario de Extremadura como pueblo, porque
fue el día en que los yunteros se levantaron. Y yunta significa ir juntos, como los
extremeños que, al juntarse, demostraron la fuerza que tenían, una fuerza que
desconocían. No entiendo por qué el ocho de septiembre, el día de una virgen
toledana, capitana generala de los ejércitos, es el día de Extremadura. Ni siquiera es la
virgen yuntera, la que salió de un surco, descubierta por un vaquero.
¿Cuánto tardaremos en que el 25 de marzo sea el Día de Extremadura?
Caminante, no hay camino... Ahora, si dejas de caminar pensando que el camino va a
ser muy largo y nunca se va a llegar... Yo creo que tan importante como llegar a ese día
es ir haciendo ese día.
Una última pregunta, compañero. Si pudieras escribir, dentro de cien años, una
nueva Historia de Extremadura, ¿qué es lo que te gustaría contar?

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Todo esto que está girando en torno al 25 de marzo, pero ya como un hecho realizado,
que buscase nuevas metas.

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