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DOLETIN, DE LA ASOCACON DE ESTUDIOS HODDESIANOS eS We 3 + INVICRNG 1992 El propésito de esta Asociacién es establecer contacto con todos los estudiosos de la filosofia hobbesiana en el ambito de habla espaftola, publicar trabajos breves sobre Hobbes o temas relacionados, Transcribimos la nota publicada en el Bulletin Hobbes lV, cuyo editor responsable es el Profesor Yves Charles Zarka del CNRS (Paris) —incluida en Archives de Philosophie correspondiente a abri fio 1992: difundir noticias de eventos hobbesianos y realizar reuniones periddicas y extraordinarias. Se reciben contribuciones e informaciones Une association argentine pour le développement des ‘études hobbesionnes a t6 créée en 1991. Prosidente: Margarita COSTA, secrétaire: M. L. LUKAC DE STEER. Pour tout renseignement: Asociacion de Estudios Hobbesianos, C.. ‘309 - Correo Central, 1000) Buenos Aires, Argentina. EL PROBLEMA DE DIOS EN EL LEVIATAN DE HOBBES* En este trabajo se despliega una interpretacién tec ica del Leviatén. Segun esta perspectiva, Hob- bes narra en elenguaje mas “moderno” de la pal ca, el mito de la transaresién y del camino que tienen ‘os hombres pata superaria:-el artepentimiento. el ‘sacrificio y el respeto a la voluntad soberana. TEI Dios hobbesiano tiene un doble rostro: es un poder irresistible, a la vez que una racionalidad irre~ vocable, Ejerce una sobre-determinacién, tanto en el acontecer natural como en el humano. Por lo tanto, las interpretaciones “laicas” (mecanicistas/materia- listas) son validas pero insuticiemtes: navegan sobre un fundamento teolégico que las subsume y les da senii60. Dios cumple la funcién de ayudar al hombre a realizar su destino y abandonar la condicién pre-so- cial: racionaliza, gracias a su poder, al individuo guia- do por las pasiones. De El emanan las leyes natura- lesy al las leyes civiles: Dios es al mismo tiempo inicio y fin de la civilidad, as leyes de naturaleza (la palabra divina inscrip- tan el coraz6n humano), racionales e inmutables, no pueden ser ignoradas por ningtin individuo. La b licosidad originaria de la concicién pre-social se yer- que. entonces, sobre la negacién de estos precep- tos. El sujeto desoye el unico mensaje capaz de sal- vatio dela disolucién en que se encuentra. Elestado de naturaleza, pues, se desarrolla en una condicién estructural de pecado. Pecar, para Hobbes, no es sdlo la comisién de un hecho 0 fa ‘enunciacién de palabras contrarias a las leyes, sino también la disposicién para transgredir, que no esca- aa la mirada escrutadora de Dios. La guerra de todos contra todos no es el cacs, si no un modo de relacién que tiene el hombre con aquello que lo trasciende. Las leyes naturales (pre- ceptos divinos) estén semi-presentes: a la vez pre- sentes y ausentes.(Si su vigencia fuese efectiva, el _ fafa no tend lugar. pero sisu io habria tampoco posibl- pero silenciadas por el ruido de las escaramuzas humanas, horadan la conciencia del individuo bajo la forma dela angus- tiay eltemor. ‘La superaci6n del estado de naturaleza se pre- ssenta como a asunci6n de la propia finitud. Es preci- 0 que el hombre venza al orgullo que ubica su con- cciencia como juez del bien y el mal. La repoblica sur- ‘ge como derrota de la hybris. La plasmasin de una comunidad implica aceplar una voluntad que ordene. La paz es el contrapunto de la autolimitacién: se abandona la belicosidad a costa de perder el derecho a todas las cosas, con la esperanza de gozar de algunas. Este sacrifcio (el i- mite a la libertad) surge de escuchar fa razén tras- cendente de las leyes naturales. Contener las pasio- nes entrOpicas es aceptar a Dios. El precio de la sak vaciénes elsometimiento. Pero el individuo es punto de anciaje de dos ta cignalidades antagdnicas e iqualmente originales: una, insirumentalinmediata, que vehiculiza las pa- siones indlviduales y conduce al entfrentamiento per- etuo contra los semejantes: la otra, trascenden- te/mediata, expresion de los valores divinos que To ‘nclinan a la pactficaci6n y a la socialidad. El hombre viva en a escision de estas dos l6gicas opuestas. En el estado de naturaleza domina la primera de ellas. Para abandonar el enfrentamiento y el perpe- tuo temor a la muerte violenta, el hombre debe escu- char el mandato de las leyes naturales, encamacién de la racionatidad trascendente. Ella inaugura el jue- 190 de bos intercambios paciticos: abre el didlogo don- de reinaba el solioquio. Alplegarse a estos valores trascendentes. —el hombre elige el con ello sigue el mandato de Dies, expresado en las leyes naturales. Su propia converiencia 68 conjuga en Sir ertaree, ol hensaje de alorta que emt su racionalidad instrumentaVinmediata, impide un tran- {uo viaje hacia la soca, Ela expe una espada publica para suturar el abismo de de: inza ante. la promesa de deponer las armas por parte de los oubS hafibies: Tnpne rs conaicon i que, en realidad, 6s una consecuencia del pacto. Condena a tuna aporia. Esta encrucijada no se resuelve sin un recurso a la divinidad, expresado en el juramento de los hor- bres ante el ‘poder invisible” al que todos temen. Es tun “més alld" de Jos hombres lo que los pacifica: un garante metafisico ante la endeblez de las palabras humanas. Dios (el temor que los hombres sienten or su omnipotencia) disuade de continuarla lucha. Sin embargo, lo unico “Visible” en el contrato es la cesién de derechos por parte de los individuos, para ‘constituir un poder sobarano que los domine (el mo- narca es aquél que no pacta). La divinidad —‘poder invisible'— se disimula ante el accionar de las volun- tades individuales. El garante divino se disvelve ante 1a apariencia de fa autonomia humana. Su participacién no altera el contenido contractual, pero es condicién de posi lidad para que la cesi6n se produzca Del pacio surge el gran Leviatan, dios mortal bajo el dios inmortal. Su poder y fortaleza absoluta deri- van de su capacidad para representar la personali- dad de sus subaitos. La teoria hobbesiana de la representacién cumn- pliria esencialmente dos funciones: a) borrar las diferencias entre ta voluntad del so- berano y la de los subditos, a través de una sutil operacién ideolégica que legitima su per- istador) con la voluntad de Dios. En la persona antificial de! monarca fluyen dos co: irientes distintas de representaciér re ee nt. Dios la voluntad de los suibditos, y ymbres: tavoluriad de Dios: Es un ventlocvo perfecto en el que resulta imposible distinguir el origen de la voz que el gentio recibe como divina. Este particular modalo de soberania absoluta que nos propone Hobbes, se repite tanto en un reino civil cualquiera, como en el reino profético de Dios, asi como en un reino cristiano. En todas estas instan- las, el monarca wuelve civiles las leyes de naturale za, vuelve canon Ta palabra divina, y es en esta ‘ransmulacién donde reside su verzaobligatora luien funciona como soberano civil, en cuaiquie- rade los tres tipos de reinos, constituye en lo externo (Ambito penalizable por la espada publica) las leyes naturales vigentes en foro interno (los mandatos de Dios obligatorios en conciencia). Por lo tanto, este modelo unico de soberania tien- de auna hipertrofia del poder politico y auna paulati- na desacralizacion del Leviatan. Pero, entonces, i,cual es el sentido de una inter- pretacién teolégica de un pensamiento que prioriza la omnipotencia del poder politico? La respuesta es que esta hipertrofia del poder ci- vilse asienta en una matriz mitico/religiosa de pen- samo, que le olorga su fsonomay legtinacion § Uliliza Tos arquetipos del pecado y de la salvacin, ductiles para transmitir un modelo de com- Portamiento individual y social, cuya idea/fuerza es que /a obediencia civil y la fe en Cristo son los requi- Sitos indispensables para salvar alos hombres. Pablo Muchnik + Resumen de una tosis de Licenciatura dofendida en la Facultad de Flosofiay Letras dela USA en mayo do 1982. EL DECISIONISMO DE HOBBES Carl Schmitt no vacila en hacer de Hobbes el gran antecedente de la concepcién decisionista de la poli- tica y del derecho’ Segun ésta, la validez de una norma no depende de la correccién de su contenido, sino de la competencia que tiene la auloridad sobe- DOLETIN, =DE LA | ASOCIACION rana para sancionarla y elevarta a ley. De este modo, tun contenido contingente deberd ser obedecido ne- cesariamente debido a la legitimidad de origen de esa autoridad, aun cuando el contenido normativo resultara cuestionable. La {6rmula hobbesiana “Auc- DE ESTUDIOS «= WODRESINNOS toritas, non veritas facit legem” expresaria cabs mente que no es la fundamentacién racional sino la {uerza juridica de ta decisién lo que eleva un conteni- do normativo a ley. Sostenemos que si esto es posi- ble, es porque se opera una desvinculacién entre el ejercicio del poder, y los fines por los cuales ese po- der cobra legitimidad, Es nuestra opinién que el decisionismo extremo sirve de sustento teérico a opciones politica-institu- cionales que otorgan a los goberantes poderes ex: traordinarios que conducen a restringir el sistema de- mocratico. Por ello creimos necesario indagar hasta ‘qué punto la concepcién poltica yjuridica de Hobbes resulta decisionista. El resultado de esa investiga- cién, expuesto exhaustivamente en otro lugar,? nos permite realizar las siguientes afirmaciones: a) Se halla efeotivamente en Hobbes una concep- cin decisionista extrema. ) Este decisionismo signitica que la autoridad so- berana, legtimada de un modo jusnaturalista por Hobbes, establece la validez de las leyes civiles por el acto de sancionarlas, y no por la correccién. de su contenido normativo. El soberano de Hob- bes, un monarca absoluto, tiene poderes ilimita- dos que no se someten a otra regulacién que la propia decision. ©) Encontramos una fuerte tensign entre el uso na- tural de la razén que conduce a cada uno a limitar su libertad de acuerdo a las leyes de la naturaleza ‘que legitiman el contrato social, y la anulacién del Uso de esa capacidad racional una vez establec- dala Republica. Efectivamente, en virtud del pac- tum subjectionis el monarca absoluto no s6lo mo- nopolizara el ejercicio de fa fuerza para superar el estado de guerra, sino que también monopolizara la racionalidad de los mandatos en la Republica (las leyes civiles). 4d) Observamos que la tensién en la construccién hobbesiana no se debe a una aplicacién conse- ‘cuenta de su método racional, sino a un juiclo opi- nnable para el propio Hobbes. Clertamente, entre fas posibles formas de gobiemo se inclina por la monarquia cediendo ante argumentos factuales, ‘condicionado por su propia experiencia histérica. ) Si Hobbes hubiera seguido de un modo conse- ‘cuente su método racional, deberia haber aplica- do sus fundamentos jusnaturalistas y contractua- listas a las otras formas de gobierno. Pero su eleccién politica obstaculiz6 la utilizacion de los fi nos instruments canceptuales que é! mismo ha- bia creado. Serdn otros pensadores, partioular- mente su contempordneo Spinoza, quienes to- marén las herramientas creadas por Hobbes para arribar a alternativas politicas y juridicas mas sa- tistactorias en su coherencia interna, mas ade- ROLETIN, «DE LA ASOCaCiOn ‘cuadas al estado social que pretendian organizar y mas eficientes en su instrumentacién. En el espacio disponible intentaremos fundar mi- nimamente las atirmaciones sostenidas, recurriendo tanto a De Cive como al Leviathan. Sila racionali- dad natural conduce aun pacto que supere el estado de guerra, este pacte no puede ser un mero pacto entre iguales. La disposiciin a la paz es insuticiente para alcanzarla debido a la descontianza existente, La.inica posibiidad de garantizar la seguridad de los, contratantes se hallard, para Hobbes, en una trans- ferencia de derechos a un tercero, cuyo poder debe- ra ser iimitado si pretende ser efectivamente sobera- 1 (cf. Lev. XV p. 251, XVII p. 263). Sea el poder so- berano instituido o conquistado, requiere ser legitimado, porque la victoria sin racionalidad no eli- mina el estado de guerra. Si el soberano no es reco- ocido como tal, no deja de ser un enemigo (ct. Lev. xviii. 271). En virtud de la egitimidad obtenida, expresada en la ley tundamental de la Republica, el soberano esta autorizado a mandar y el stibdito esta obligado a obedecer (Lev. XXVI p.367). Pero establecida la re- pibbiica, este mandato se realiza a través de las leyes Civiles. Si el soberano es el Unico autorizado a man- dar,a él pertenece la capacidad legislativa. Las leyes civiles obtienen asi su validez del poder soberano. 2Es éste un fundamento suficiente?, se pregunta Hobbes. "Nuestros juristas coinciden en que la ley no puede oponerse nunca a la razén". Sin embargo, ‘ta duda reside en saber a quién pertenece la razén" (Lev. xXV1 p. 351). “Existen bibliotecas llenas de fi- bros con opiniones encontradas” (De Cive VI. 9). Por ello, la validez de las leyes dependerd del aval de la autoridad: “sin la autoridad de la repiibica, la autori- dad de los escritores no hace ley a las opiniones, por muy verdaderas que sean"(Lev. XXI p. 357). Enel cap. XXX del Leviathan (p. 419) considera Hobbes ‘que las leyes “deben ir acompatiadas por una decta- racion de las causas y los motivos por los que se las promulg6”. Sin embargo, esto no significa dejar a la ‘consideracién de los siibaiios la razonabilidad de las leyes. Efectivamente, sila misién que la ley natural encomienda al soberano es la salud del pueblo, qué se entienda por tal sélo puede determinarlo el mismo soberano “quien tiene que rendir cuentas a Dios, au- tor de dicha ley, y a nadie mas.” (ct. Lev. XXVIp. 356, XXX p. 407). Establecida la repiblica, serd el sobera- ho quien determine qué es justo, injusto, honesto, deshonesto, bueno malo. gPero quién es el sobera- 10? Dilucidar esta cuestion permitiré comprender el aloance del decisionismo hobbesiano. Como se sabe, entre las posibles formas de go- bierno Hobbes se inclina por la monarquia, invalidan- do a la democracia con una bateria de argumentos DE ESTUDIOS «= HORRESIANOS factuales que pueden seguirse en De Cive x. Ex- puestas las dificultades de la democracia, de la aris- tocracia o de un gobierno mixto (rey elactivo o minis- to del Parfamento), defiende las ventajas de la mo- arquia absoluta, aun cuando su rey filésofo parezca tan poco tactible como el buen funcionamiento de la democracia que é! describe. Mas ain, Hobbes es ‘consciente de que un monarca absoluto en nada se diferencia de un déspota (Lev. xX. 295, De Cive Vil. 3). Rey 0 tirano, las leyes de! Estado dependerén de su sola decisién, desvinculando asi la racionalidad natural que legitimé la institucién de su poder, de! ejercicio mismo de ese poder, al extremo de estable- cer la censura sobre las opiniones de los subditos (Lev. xvillp. 273). embargo Su inclinacién por el absolutismo, y el decislonismo consigulente, no eran consecuen- cias necesarias de su construccién racional, sino una eleccién conjetural (ct. prudencia en Lev. Ill. 135) presionada por las circunstancias (ct. p. ej, Lev. XVII p. 276, sobre la guerra civil). Esto se ve con to- a claridad en De Give (Introduccién): ‘Aunque traté en el captule decimo de convencer a ris leciores con algunos argumentos de la supe- ‘oridad de la monarquia sobre las otras formas de ‘gobierno, y conieso que es el nico punto de esto Ho que no queda asentado sino como probable, sin embargo expreso que se debe atrbuiriéntica summa potestad a cualguir clase de gobierno. Pero si otra hubiera sido su opci6n, no se hubie- ran seguido las consecuencias decisionistas porque no hubiera existido una ruptura entre el uso natural de la raz6n que legitima el poder soberano, y la ca- pacidad del pueblo para deliberar y sancionar las leyes civiles (of. pueblo en De Cive Vi agregado, y voluntad en Lev. VI p. 165). No hubiera habido tam- Poco una ruptura entre Ia legitimidad del origen y fa legtimidad en el ejercicio del poder. No es ésta una propuesta de historia contrafactica, sino un intento or mostrar una inconsecuencia importante en esa Ciencia politica que pretendia poner fin a la guerra. ‘Sera Spinoza el que moverd la roca absolutista que ‘prime los principios hobbesianos, al aplicarios en su Tratado teol6gico politico a una democracia basada en un pacto en el cual “nadie transtiere todo su dere- cho natural, sino que lo cede en favor de la mayoria de la sociedad entera de que es parte’. Javier Flax 1 SCHMITT, Carl: La dictadura, Madrid. Alianza, 1985, 53-54. Teolog/a politica. Bs. As., Struhart, 1985. pp. 87-91. E! Leviathan en la teor’a del Estado de T. Hob- ‘bes. Bs. As. Struhart, 1990. 2. FLAX, Javier: “Estudio critico del decisionismo hobbe- siano”, Inédito. 3 HOBBES, Thomas: Leviathan. Madrid. Ed. Nacional. 1983. De Cive on HOBBES (Edicién de Enrique Lynch). Bar- colon. Texios Cardinales, 1987. 4 SPINOZA, Baruch: Tratado teolégico-poliico, Madrid. Orbis, 1985. Cap. XVI.p. 169. NOTICIAS. En la Asamblea General Ordinaria que tuvo lugar ‘enel Instituto de Filosofia de la Facultad de Fllosotia y Letras (UBA) el dia 27 de julio del cte. afio se eligie- ‘on por un nuevo periodo las siguientes autoridades de la Asociacién: Margarita Costa (Presidenta), Ma- ria L. Lukac de Stier (Secretaria), Renée Girardi (Te- sorera), Jorge Dotti (Vocal) y Jose Luis Galimidi (Vo- cal Suplente). La Profesora Margarita Costa ha sido invitada a Participar en un Coloquio sobre Historia de ta DOLTTIN, «DE th ANOCIACION Filosofia Moderna (ss. XVII y XVIlI), que tendrd lugar en la Universidad Nacional Auténoma de México de! 11 al 14 de agosto del cte. afio. Entre los trabajos presentados por la Profesora Costa, se incluye uno titutado "EI problema de la génesis de los colores en la filosofia de Thomas Hobbes” Para intormes y colaboraciones, dirigirse a la Pre- sidenta o a la Secretaria de la Asociacion, C.C. 309, Correo Central, (1000) Buenos Aires, Argentina. DE ESTUDIOS «=HORRESIANOS

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