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Arboles Frutales Ecofisiologia Cap 2-3
Arboles Frutales Ecofisiologia Cap 2-3
2.1. Introducción
Este capítulo tratará la influencia de los diferentes factores edafo-climáticos, tales
como la radiación, la temperatura, el agua y la salinidad, sobre el comportamiento fisiológico
y agronómico de los árboles frutales. Además, se hará una breve referencia a las limitantes
ambientales más extremas, como el granizo, las heladas y los fuertes vientos, sobre la
productividad de los cultivos leñosos y la manifestación de algunas alteraciones fisiológicas.
El conocimiento de la influencia de los principales factores edafo-climáticos sobre el
crecimiento y desarrollo de las especies cultivadas es de suma importancia para determinar
el sitio más adecuado para la plantación, con el objetivo de minimizar los efectos dañinos del
ambiente, o para modificar el microambiente de modo de maximizar la productividad. Por
otra parte, facilita la comprensión de una manera integral de las prácticas culturales más
aconsejadas para una especie determinada, lo que permite disponer de los fundamentos
necesarios para la adecuación de las mismas, esto es, para el desarrollo tecnológico de los
cultivos.
Al analizar cada uno de los factores ambientales, se mencionará su influencia sobre
los procesos de inducción y diferenciación floral, aspectos de suma importancia en la
producción de los cultivos y en la alternancia de las cosechas (ver apartado en el presente
capítulo).
2.2. Radiación
La captación y utilización de la radiación en un cultivo serán tratados en el Capítulo
6. Sin embargo, se mencionan aquí algunos aspectos particulares, relacionados con las
características fisiológicas de los cultivos, que modifican su capacidad de captación y
utilización de la radiación solar. Por ejemplo, el manzano se caracteriza por desarrollar
rápidamente el área foliar al principio de la estación de crecimiento, emitiendo rosetas de
hojas a partir de sus ramas cortas. Además, sus hojas presentan un envejecimiento muy
lento. Por estas razones el manzano presenta un alto índice de área foliar (IAF) y elevado
porcentaje de intercepción de luz durante la mayor parte de la estación de crecimiento.
Estas características, junto a su alta capacidad fotosintética, hacen que el manzano sea una
de las especies de mayor potencial de rendimiento en zonas con una larga estación de
1
crecimiento. En el otro extremo, los cítricos, el olivo y el arándano, son las especies con
menor tasa fotosintética. En el caso de los cítricos, el espesor de las hojas, la escasa
proporción de espacios intercelulares en el mesófilo y la ubicación abaxial de los estomas
hacen que la resistencia al ingreso del dióxido de carbono (resistencia del mesófilo y
estomática) sea muy elevada (Syvertsen y Lloyd, 1994). En el olivo, el espesor de la hoja, la
anatomía del mesófilo y la baja densidad de centros de reacción de la fotosíntesis parecen
ser los factores limitantes (Bongi y Palliotti, 1994), mientras que en el arándano la
deposición de ceras sobre el poro estomático aumenta considerablemente la resistencia
estomática disminuyendo su capacidad fotosintética (Davies y Darnell, 1994).
Los frutales de carozo tienen una capacidad fotosintética muy similar al manzano,
excepto el damasco que presenta una tasa de asimilación neta de CO2 considerablemente
inferior (Flore, 1994). Sin embargo, en los frutales de carozo, la capacidad fotosintética de
las hojas declina anticipadamente luego de que éstas hayan alcanzado su máxima
expansión, lo que resulta en una vida útil de las hojas considerablemente menor a la del
manzano. Además, en los frutales de carozo existe una influencia más marcada de la
actividad de los destinos en el control estomático y, por ende, sobre la actividad fotosintética
y sobre la tasa transpiratoria (Flore, 1994).
Algunas especies, como el arándano, se adaptan a ambientes con diferente
intensidad de radiación, desde totalmente soleados, a parcialmente o densamente
sombreados. Si bien su comportamiento comercial es óptimo en ambientes soleados, la
radiación no se considera un factor limitante para el cultivo comercial de esta especie. En
general los arándanos tipo 'lowbush' y 'highbush' llegan a la saturación fotosintética con
niveles de radiación más altos comparados con los arándanos tipo “ojo de conejo”
('rabbiteye'). Además, debido al follaje laxo de esta especie, el sombreado en el interior de la
copa no es importante. La actinidia, arbusto productor del kiwi, en cuyo hábitat natural se
comporta como planta trepadora debajo de árboles de mayor porte, también se adapta a
condiciones de insolación no muy elevada (Bascuñana, 1989). En el otro extremo, la vid no
presenta saturación en su tasa fotosintética con el aumento de la radiación solar, lo que
explica su baja adaptación al sombreado. Del mismo modo, el olivo reduce en forma
significativa su potencial fotosintético cuando sus hojas crecen en el interior del dosel, aún
cuando el IAF que desarrolla este cultivo, de alrededor de 2,5, sea relativamente bajo
comparado con otras especies como los cítricos, donde puede alcanzar valores máximos de
hasta 10. Esto puede explicarse por la escasa o nula transmisión de luz de las hojas del
olivo. En el ananá, la disminución de la radiación incidente disminuye en forma lineal el
rendimiento debido a la disposición erectófila de sus hojas.
La producción de materia seca de un cultivo, depende fundamentalmente de los
siguientes componentes: la radiación incidente, la proporción de radiación absorbida, la
capacidad fotosintética de la planta que convierte la energía radiante en compuestos
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hidrocarbonados, menos las pérdidas energéticas de los procesos de foto-respiración y
respiración
3
80
Dardos
Ramas de Madera
Rendimiento (t ha-1 )
60
40
20
0 20 40 60
PAR Interceptada (%)
Figura 2.1. Relación entre el rendimiento del manzano ‘Empire’ y la proporción de radiación
interceptada por las ramas cortas (dardos) y por los ramas de madera. Adaptado de
Lakso (1994).
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2.2.2. Fotoperíodo
En general el fotoperíodo tiene poca influencia en las especies frutales tradicionales.
Así, los frutales de pepita, de carozo y los cítricos, son considerados plantas de días
neutros. La caída otoñal de las hojas es el proceso fisiológico más asociado al fotoperíodo,
aunque para el caso del manzano está más asociado a las bajas temperaturas que a la
duración del día.
En el arándano, la inducción floral es favorecida por los días cortos, y en general 6
semanas con días menores de 12 horas de fotoperíodo son necesarias para una normal
inducción y diferenciación floral (ver apartado al final de este capítulo). En el arándano tipo
“ojo de conejo”, el desarrollo de la etapa reproductiva es más favorable con duraciones del
día de 8 horas o menos, observándose además, una mayor concentración de la floración
(Cuadro 2.1). Sin embargo, ’Climax’ es menos sensible al fotoperíodo lo que indica la
interacción existente entre clima y genotipo.
Cuadro 2.1. Efecto del fotoperíodo sobre la inducción floral, la duración del período de
floración, la ruptura de la dormición y el número de flores, en el arándano tipo ojo de
conejo 'Beckyblue'. Adaptado de Darnell (1991).
Duración del Yemas florales por Período de floración Yemas florales Pimpollos
día planta (días) brotadas florales
(%) (N°)
Natural 21,9 12,7 43,8 56
Días cortos 48,0 9,0 61,7 177
Nivel de ** ** ** **
Significación
Natural = Fotoperíodo disminuyendo de 12 a 11 h; Días cortos = fotoperíodo disminuyendo
de 10 a 8 h; **p = 0,05.
Algunas especies de vid (Vitis labrusca y Vitis riparia) mejoran su aclimatación al frío
ante condiciones de días cortos, llegándose a detectar diferencias de 2 a 3 ºC en la
tolerancia de las yemas florales (Fennell y Hoover, 1991). Por otra parte, en la vid americana
los días largos favorecen la diferenciación de los racimos, aumentando hasta tres veces su
número por planta respecto a aquéllas que crecen en condiciones de días cortos (Williams
et al., 1994).
El ananá también es una especie cuya floración responde al fotoperíodo. Se la
clasifica como planta de días cortos cuantitativa.
2.3. Temperatura
El efecto de la temperatura sobre el crecimiento y la productividad de las especies
frutales es el más complejo de la ecofisiología, ya que este factor interviene en todos los
procesos metabólicos y fisiológicos. El rango óptimo para el crecimiento de la mayoría de los
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frutales se ubica entre los 20 y 30 °C (Cuadro 2.2) y un gran número de especies de interés
agronómico se adapta a temperaturas en rangos situados entre -5 y 35 °C.
En general, los cultivos de clima templado alcanzan su máximo potencial de
rendimiento en aquellas zonas en que se ven expuestos a una determinada cantidad
acumulada de frío invernal, la cual depende de cada especie y variedad. Además, el
potencial de rendimiento en estos frutales depende de la disponibilidad de una larga
estación de crecimiento con temperaturas moderadas y noches relativamente frescas. Estas
características climáticas explican la duplicación del rendimiento del manzano cultivado en
Nueva Zelanda con respecto al cultivado en el Estado de New York (Lakso, 1994).
Ananá 20–30
Arándano 20–25
Cítricos 23–34
Duraznero 17–30
Kaki 20–25
Mango 24–30
Manzano 28–30
Palto 25–28
Papayo 21–33
Vid 25–35
7
300
R
250
F
R, F y BC diaria
200 BC
150
100
50
0
0 10 20 30 40
Temperatura (°C)
Figura 2.2. Respiración del tronco, de las ramas, y de los frutos (R), fotosíntesis foliar neta
(F) y balance de carbono de la planta (FN) de manzano, en función de la
temperatura. Adaptado de Lakso y Johnson (1990).
Del mismo modo, la máxima acumulación de materia seca se observa en climas con
noches frescas, debido a que durante el período nocturno la planta consume energía a
través de la respiración sin que tenga lugar la etapa lumínica de la fotosíntesis. Si bien la
respiración es indispensable para el crecimiento, también lo es para la reparación de las
estructuras existentes (respiración de mantenimiento). Así, cuando las temperaturas
nocturnas son altas, la respiración de mantenimiento es elevada, aumentando el costo
energético de la planta y disminuyendo el balance neto de carbono diario.
Por otra parte, la temperatura de la raíz puede modificar la tasa de crecimiento de los
cultivos, aunque la temperatura de los órganos aéreos sea la adecuada para las plantas. En
el arándano, la tasa de crecimiento radical es limitada a temperaturas inferiores a 8 °C y
superiores a los 18 °C, siendo el óptimo entre 14 y 18 °C. Así, varios estudios demuestran
que el uso del 'mulching' mejora el comportamiento del arándano, entre otras razones, por
disminuir la temperatura del suelo. En los cítricos, la temperatura del suelo condiciona la
actividad de la parte aérea, de tal modo que las yemas brotan en cualquier momento del año
siempre que la temperatura del suelo supere los 12 °C (Agustí, 2003).
Si bien estos conceptos también son válidos para las plantas de origen subtropical o
tropical, se debe aclarar que éstas no necesitan acumular frío invernal sino que, por el
contrario, éste puede resultar perjudicial (ver daños por enfriamiento). Sin embargo, en
algunas plantas subtropicales, como los cítricos cultivados en climas templados con escasa
o nula ocurrencia de heladas, las bajas temperaturas del período invernal actúan como
factor inductivo primario para la floración (Agustí, 2003). Así, la floración se da junto a la
brotación que ocurre durante la primavera, inmediatamente después del período de
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inducción, mientras que en los climas tropicales, la floración se observa durante todo el año.
Una excepción la constituye el limonero, que también presenta flores en las brotaciones de
verano y otoño.
Cuadro 2.3. Relación de eficacia en Unidades de Frío (UF) para la salida del reposo de
diferentes intervalos térmicos según el “Modelo UTA” (Fuente: Richardson et al.,
1974).
Temperatura (°C) UF
< 1,4 0
1,5–2,4 0,5
2,5–9,1 1
9,2–12,4 0,5
12,5–15,9 0
16,0–18,0 -0,5
<18 -1
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Cuadro 2.4. Requerimiento de horas de frío para la ruptura de la dormición de distintas
especies frutales caducifolias.
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horas de acumulación de frío mientras que en otras regiones del mundo se adapta a zonas
con 800-1000 horas de frío debajo de 7,2 °C (Mowat y George, 1994).
Luego de la ruptura de la dormición, se requiere la acumulación de sumas térmicas
por parte de las yemas para completar las sucesivas etapas fenológicas. A modo de
ejemplo, el kaki inicia su brotación luego de acumular alrededor de 90 grados por encima de
un umbral térmico de 10 °C, y alcanza la floración con una acumulación de 300 grados.
Existen especies subtropicales que se adaptan a zonas de clima templado siempre
que la ocurrencia de heladas sea mínima o nula. En el caso de los cítricos, las bajas
temperaturas actúan como factor primario de inducción a la floración (Agustí, 2003). Así, las
bajas temperaturas concentran la floración, pero no es un requisito cualitativo para que
ocurra. En cambio, en el olivo, el requerimiento de bajas temperaturas es cualitativo y son
necesarias al menos 10 semanas de temperaturas debajo de 12,2 a 13,3 ºC para una
adecuada inducción y expresión floral (Denney y MacEachern, 1983; citado por Bongi y
Palliotti, 1994). Además, las temperaturas constantes inferiores a 7 ºC o superiores a 15 ºC
pueden inhibir la inducción floral, mientras que las temperaturas superiores a 20ºC por 2-3
semanas pueden impedir la ruptura de la dormición de las yemas florales (Lavee y
Harshemesh, 1990, citado por Bongi y Palliotti, 1994).
El daño que producen las bajas temperaturas (sobre 0 °C) en las especies de origen tropical
y subtropical se denomina daño por frío o daño por enfriamiento (‘chilling injury’), y pueden
llegar a producir la muerte de las plantas. A modo de guía, se presentan las temperaturas
mínimas requeridas para el cultivo comercial exitoso de algunas de estas especies (Cuadro
2.5).
El rango de temperaturas adecuado para estas especies ocurre entre los trópicos
de Cáncer y de Capricornio. Sin embargo, existen microclimas cercanos a los mares o ríos
que permiten ampliar el cultivo de estas especies a latitudes más elevadas. Este daño por
frío o daño por enfriamiento también lo experimentan los frutos de las especies de origen
tropical o subtropical los cuales, salvo contadas excepciones como la naranja y la
mandarina, deben almacenarse a temperaturas del orden de los 13 °C para evitar las
alteraciones fisiológicas causadas por el frío (ver Capítulo 22). Esto trae aparejado una
complicación adicional en el proceso de almacenamiento, ya que resulta conveniente que
las temperaturas sean lo más bajas posibles para reducir al mínimo la tasa respiratoria de
los frutos, pero evitando aquellos rangos térmicos que producen daños por enfriamiento.
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Cuadro 2.5. Temperaturas mínimas del mes más frío del año requeridas para el cultivo
comercial de las principales especies tropicales y subtropicales que son afectadas
por temperaturas por encima de 0 ºC (daños por enfriamiento). Adaptado de
Nakasone y Paull (2004).
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vía alternativa de la fermentación, con la consecuente acumulación de etanol y acetaldehido;
2) un balance de carbono negativo por parte de la planta, debido a la baja capacidad
fotosintética y la alta ineficiencia del proceso respiratorio; 3) un predominio de procesos
catabólicos como consecuencia de la deficiencia de ATP, con acumulación de sustancias
del metabolismo intermedio; 4) nutrición mineral deficiente, entre otros (Levitt, 1972).
A su vez, los daños por enfriamiento son más graves en presencia de luz, ya que
se produce la fotooxidación del aparato fotosintético. Bajo condiciones de elevada intensidad
de luz, los árboles pueden absorber más energía lumínica que la que utilizan en la
fotosíntesis. La excitación excesiva de las clorofilas puede resultar en la formación de
clorofilas en estado de triplete y la producción de oxígeno singlete. El oxígeno singlete y sus
productos de reacción pueden generar daños (particularmente en el fotosistema II) que
disminuyan la eficiencia fotosintética, en un proceso conocido como fotoinhibición. En casos
extremos puede conducir a la inactivación del transporte electrónico y promoción de daño
oxidativo.
Por último, el cambio de estado de las membranas celulares por las bajas
temperaturas produce una disminución de la permeabilidad al agua. Las raíces disminuyen
su capacidad de absorber el agua y se desencadena un estrés hídrico (daño secundario)
(Levitt, 1972). Sin embargo, los intentos para relacionar los cambios fisiológicos que
caracterizan al daño por enfriamiento con un solo factor desencadenante (por ejemplo, las
alteraciones de las membranas) o un solo sitio de daño no explican en muchos casos la
ocurrencia de esta fisiopatía. El tema es de naturaleza compleja (Parkin et al., 1989) y dista
aún de encontrar una explicación integral.
En el olivo, temperaturas de enfriamiento (< 5ºC) reducen en forma importante la
eficiencia fotosintética y éste cultivo requiere un largo período a temperaturas de alrededor
de 20-25 °C para recuperar la tasa fotosintética original. Esto explica la pérdida de
productividad (~50%) de esta especie en latitudes entre 36º y 41º (Bongi y Palliotti, 1994).
Entre los daños originados por las bajas temperaturas, el más conocido es el provocado por
las temperaturas inferiores a 0 °C. Las plantas tropicales no toleran dichas temperaturas, al
igual que la mayoría de las especies subtropicales. Los cítricos, a pesar de su origen
subtropical, toleran heladas suaves sin que se observen daños importantes, en especial si
están injertados sobre patrones o portainjertos que mejoran su comportamiento ante estas
condiciones agroecológicas, como es el caso del pie Poncirus trifoliata. El limonero es la
especie más sensible al frío, seguida del pomelo y el naranjo dulce, mientras que los
mandarinos son los más tolerantes dentro de los cítricos más comunes (Agustí, 2003). Otras
especies subtropicales como el palto puede tolerar también las heladas. Plantas adultas de
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la raza mexicana toleran temperaturas de hasta -4 °C, mientras que las de la raza
guatemalteca toleran hasta -2 °C. Sin embargo, la producción de paltas en esas
circunstancias es ínfima por el daño producido a las estructuras florales (Nakasone y Paull,
2004).
Los frutales de hojas caducas tienen una adecuada tolerancia a las temperaturas de
congelamiento durante el período invernal. Una de las especies más tolerantes es el
manzano, que soporta temperaturas de hasta -40 °C (Cuadro 2.6), aunque existe gran
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variabilidad entre años, entre variedades y entre combinaciones copa-pie de injerto. En los
frutales de carozo, la tolerancia de mayor a menor, es la siguiente: P. domestica > P.
cerasus > P. avium > P. armeniaca > P. persica (Flore, 1994).
La tolerancia de los frutales al frío aumenta en el otoño, momento en que se
presentan las condiciones apropiadas para el proceso de aclimatación. Las hojas reciben la
señal, proveen el sustrato y promueven la aclimatación. El descenso de las temperaturas y
el acortamiento de los días, son los factores ambientales percibidos por la planta que
desencadenan el proceso de aclimatación. La tasa de crecimiento disminuye, aumenta la
acumulación de sustancias de reserva, y ocurren numerosos procesos metabólicos que
aumentan la tolerancia al frío. Con la progresiva disminución de la temperatura y la entrada
en el período de endodormición, se alcanza la máxima tolerancia al frío, o segunda fase de
aclimatación (Flore, 1994), cuyas características son particulares para cada especie (Cuadro
2.6). En algunos frutales, una tercera transición a la aclimatación es inducida por muy bajas
temperaturas (-30 a -50 °C).
Para que un árbol frutal alcance su máxima tolerancia al frío, debe estar sano, tener
una adecuada nutrición mineral y recibir una alta intensidad lumínica durante el proceso de
aclimatación, ya que dicho proceso es activo y requiere energía. El hecho de haber estado
expuesto a estrés por encharcamiento del suelo, o haber tenido una cosecha muy
abundante, disminuyen la capacidad de aclimatación y la tolerancia al frío. Así, la gran
variabilidad entre años en la tolerancia al frío del arándano se atribuye no sólo a la diferencia
entre especies, sino a un déficit hídrico durante el período otoñal, que anticipa la caída de
las hojas y disminuye la capacidad de aclimatación de los tejidos de la planta (Davies y
Darnell, 1994).
Un aspecto importante a considerar es que los árboles podados con antelación a la
ocurrencia de las bajas temperaturas invernales, sufren mayores daños por congelamiento.
La explicación a este fenómeno no es clara, pero sirve de guía para establecer los
calendarios de poda en zonas con inviernos muy rigurosos. La poda de verano puede
disminuir la resistencia al frío, si dicha práctica produce un retraso de la caída de las hojas y
de la entrada en dormición. En estos casos, el proceso de aclimatación se demora y la
ocurrencia de fuertes heladas tempranas puede ocasionar daños de importancia. El exceso
de fertilización nitrogenada afecta el proceso de aclimatación de la misma manera que la
poda de verano.
El proceso de aclimatación no es uniforme en todo el árbol, sino que comienza en la
periferia y finaliza en el tronco; lo inverso ocurre durante el período de ruptura de la
dormición. Asimismo, la tolerancia al frío es diferente entre los distintos órganos de un árbol.
La raíz es más sensible que el tronco, las yemas florales son más sensibles que las yemas
de madera y el cambium es el tejido más sensible del tronco (Flore, 1994). Sin embargo, las
yemas alcanzan su nivel de resistencia específica muy pronto, por lo que las heladas
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tempranas intensas pueden afectar a la madera, que todavía no se ha aclimatado
totalmente, y no a las yemas, que sí lo han hecho (Gil-Albert Velarde, 1998). De todos
modos, al analizar la adaptación de un frutal a una zona en particular debe tenerse presente
que no se supere con frecuencia el límite de tolerancia de las yemas de flor. Así, el
duraznero no debería ser cultivado en zonas donde las temperaturas invernales alcancen
frecuentemente temperaturas inferiores a los -10 °C (Cuadro 2.6), aunque no haya otras
limitaciones para el cultivo (Gil-Albert Velarde, 1998).
La estrategia de tolerancia al frío en los diferentes tejidos de la planta también es
distinta. Así, en los tejidos de la corteza la resistencia al frío se basa en un mecanismo de
tolerancia a la formación de hielo en los espacios intercelulares, mientras que en el
parénquima xilemático y en la médula, la estrategia consiste en el mantenimiento del agua
sobreenfriada (el agua puede permanecer en el estado líquido hasta -48 °C en ausencia de
núcleos de condensación). Esta estrategia, es el mecanismo primario de tolerancia al frío en
distintos tejidos de la vid (Andrews et al., 1984), en peral, en frutales de carozo (Flore, 1994)
y en olivo (Bongi y Palliotti, 1994), entre otros.
Los daños por congelamiento son básicamente daños secundarios producidos por el
hielo. El hielo comienza a formarse en la savia del xilema, ya que es la de mayor dilución en
la planta, y consecuentemente la de mayor punto de congelamiento. La formación de hielo
disminuye la tensión de vapor, provocando un gradiente de potencial hídrico con salida de
agua desde el interior de las células. Esto conduce al crecimiento de la masa de hielo (con
daños físicos sobre las membranas celulares) y la deshidratación celular. Además, ocurre un
desplazamiento del aire de los espacios intercelulares. Todos estos daños son evitados
mediante la estrategia del sobreenfriamiento mencionada anteriormente. Por otra parte, la
acumulación de sustancias, como azúcares, prolina u otros aminoácidos y sales inorgánicas,
que ocurre durante el proceso de aclimatación, actuaría básicamente disminuyendo la
migración del agua hacia los espacios intercelulares, evitando el crecimiento de la masa de
hielo y los daños que ello provoca, y evitando la deshidratación celular.
Con el inicio de la brotación y la floración, la resistencia al frío disminuye
drásticamente y la ocurrencia de heladas primaverales se constituye en una de las
principales limitantes para el cultivo de los árboles frutales. La temperatura letal para las
flores presenta poca diferencia entre especies, y en muchos casos no guarda relación con la
capacidad de tolerar bajas temperaturas durante la endodormición. Así, temperaturas de -2
°C afectan seriamente el cuaje de los frutos de casi todas las especies y variedades
cultivadas en zonas templadas (Gil-Albert Velarde, 1998). Por ello, la época de floración es
un factor decisivo en la estrategia de evadir los daños por congelamiento en la primavera.
Los frutales de carozo, cuya floración es muy temprana en la estación de crecimiento, son
los más afectados por este factor ambiental, mientras que el olivo, la vid y el nogal,
encuentran en su floración tardía un mecanismo de defensa frente a las heladas
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primaverales. Por su parte, el membrillero tiene la capacidad de modificar
considerablemente su hábito de floración. Sus yemas presentan relativamente bajos
requerimientos de frío, y florece temprano cuando el invierno es suave. En cambio, en años
fríos la floración se demora y sólo ocurre en las yemas terminales después de que haya
tenido lugar un importante crecimiento vegetativo (Mitchell et al., 1994) por lo que resulta
poco probable que esta especie sea afectada por las heladas primaverales.
Georgiagem 13
El cuaje de los frutos puede afectarse sin que las temperaturas alcancen el 0 °C. Las
noches frías demoran el crecimiento del tubo polínico y el óvulo pierde su capacidad
receptiva antes de que se produzca la fertilización. En el caso de los cítricos, este umbral de
daño se ubicaría en los 13 °C (Agustí, 2003).
20
En el kaki, cuando las temperaturas medias son inferiores a 15 °C en el período
comprendido entre brotación y floración, el cuaje resulta muy afectado debido a la formación
de embriones anormales, que no tienen la capacidad de formar semillas viables una vez
fecundados (Mowat y George, 1994). En el mango, se produce el aborto de los óvulos por
debajo de 14 °C, dando frutos partenocárpicos con menor capacidad de crecimiento
(Nakasone y Paull, 2004).
En el palto, las bajas temperaturas modifican el ciclo floral (Floración tipo A y B). Este
hábito de floración hace que se favorezca la polinización cruzada. Sin embargo, bajo
condiciones de bajas temperaturas, el ritmo endógeno se modifica y se produce un
solapamiento de los ciclos de apertura y cierre de las flores, haciendo posible que la
variedad se comporte como autocompatible.
El efecto de las bajas temperaturas sobre el cuaje de los frutos no sólo es directo,
sino que influye indirectamente sobre la actividad de los agentes polinizadores, ya que las
abejas no vuelan a temperaturas inferiores a los 10 °C. En general, las bajas temperaturas,
el viento y las lluvias o lloviznas durante la floración afectan la actividad de los insectos, la
polinización y el cuaje de los frutos.
En términos generales, temperaturas entre 20 y 30ºC son las más adecuadas para el
cuaje de los frutos en numerosas especies, mientras que temperaturas entre 15 y 20 °C son
las más favorables para los cítricos (Agustí, 2003).
Una vez que el fruto superó el período crítico del cuaje, su tolerancia a las bajas
temperaturas se incrementa nuevamente. Así, a partir de un determinado momento de su
desarrollo, solamente temperaturas muy bajas (-4 a -6 °C) son capaces de alcanzar el
embrión, por lo que los daños son epidérmicos (Gil-Albert Velarde, 1998).
2.3.5.1. Color.
23
En la manzana, una marcada amplitud térmica y noches frescas contribuyen al
desarrollo del color rojo del fruto mientras que el calor, la humedad, las lluvias y el exceso de
nitrógeno no lo favorecen (Lakso, 1994).
La pigmentación de los frutos es reducida a 35ºC en las variedades de vid Cardinal y
Pinot Noir. Este proceso es favorecido por temperaturas frescas (20-25ºC) durante el día o
la noche (Fukushima et al., 1990).
La forma de las manzanas del grupo 'Delicious' es dependiente de la temperatura en los 15-
20 días posteriores a la fecundación, coincidente con el período de división celular (ver
Capítulo 9). Las temperaturas frescas en ese momento favorecen una forma más alargada
del fruto.
En los cítricos, la rugosidad del flavedo (exocarpo o parte externa de la cáscara) y la
forma del fruto también se encuentran relacionadas con la temperatura. El clima seco y una
elevada amplitud térmica producen frutos más rugosos, de forma más ovoide y con un cuello
más prominente, comparados con los frutos de climas húmedos y con escasas oscilaciones
térmicas (Agustí, 2003).
En el papayo, la temperatura modifica la expresión sexual, principalmente en los
árboles con flores hermafroditas. En estos casos con temperaturas inferiores a los 20 °C se
producen frutos deformados que reciben el nombre de ‘cat face’ o “cara de gato” y son
provenientes de estambres que se transforman en carpeloides. Esto no sucede en los
árboles dioicos, por lo que este tipo de cultivares son los recomendados para zonas con
variaciones importantes en la temperatura (Nakasone y Paull, 2004).
La acidez de los cítricos está relacionada inversamente con la temperatura (Agustí, 2003).
En cambio, el efecto de la temperatura sobre la concentración de sólidos solubles no es tan
clara, si bien los frutos de regiones cálidas poseen, generalmente, concentraciones más
elevadas de sólidos solubles totales.
En el kaki, las temperaturas relativamente altas (> 25 °C) durante los estados II y III
de desarrollo del fruto favorecen la pérdida de astringencia, si bien este fenómeno es
bastante complejo ya que deben producirse condiciones anaeróbicas de modo que se forme
acetaldehido, sustancia que produce la polimerización de los taninos solubles y,
consecuentemente, la pérdida de astringencia. En condiciones naturales, esta situación
24
tiene lugar cuando confluyen dos factores: el estado de desarrollo del fruto en que se
produce la deposición de ceras epicuticulares, que aumentan la resistencia a la difusión del
oxígeno, sumado a la ocurrencia de temperaturas relativamente altas que inducen
condiciones anaeróbicas dentro del fruto (Mowat y George, 1994).
Para una misma variedad de olivo, la calidad del fruto y, en particular la calidad del
aceite, es variable entre años. En este caso, parece ser la lluvia y no la temperatura el factor
ambiental predominante que afecta la calidad del aceite (Bongi y Palliotti, 1994).
En el ananá, cuando las temperaturas disminuyen, los frutos son más pequeños, con
más acidez y menor cantidad de azúcares. Además, la pulpa se torna más opaca (Nakasone
y Paull, 2004).
25
2.5. Viento
El viento suave produce efectos favorables sobre la fisiología de las plantas.
Interviene en la transferencia de masa y calor, modificando el balance energético de las
hojas y del canopeo. Además, es necesario para la polinización de determinadas especies,
como el nogal, el avellano, el castaño y el olivo, entre otros (ver Capítulo 8).
Por otra parte, los vientos fuertes pueden producir daños físicos sobre la planta,
como ser rotura de brotes tiernos, hojas, ramas, caída de frutos, inclinación de plantas,
pérdida de anclaje, etc. También los vientos suaves pero permanentes causan un
crecimiento asimétrico de los árboles, una disminución en el área foliar de la hoja y en la
longitud de los entrenudos. Los daños son mayores en especies con pecíolos y pedúnculos
largos, y en plantaciones con portainjertos enanizantes debido a su menor anclaje, por lo
que deben usarse espalderas o estructuras de sostén (Gil-Albert Velarde, 1998). El viento
agita particularmente los frutos con pedúnculos largos y próximos a la madurez,
golpeándolos unos contra otros y contra las ramas, lo que origina lesiones superficiales que
los deprecian, conocidas con el nombre de “rameado”.
El viento frecuente origina además dificultades en las labores culturales, como los
tratamientos químicos, impide el vuelo de los agentes polinizadores cuando su intensidad es
superior a los 10 km h-1 y acumula salitre sobre las hojas de los frutales, produciendo
fitotoxicidad en zonas cercanas al mar, etc.
Las bacterias Xanthomonas axonopodis y Pseudomonas syringae, así como el
hongo Botrytis cinerea, penetran a los tejidos de la planta a través de los daños y heridas
que ocasiona el viento. La bacteria Xanthomonas axonopodis pv. citri (sinónimo: X.
campestris pv. citri.) es agente causal de la cancrosis de los cítricos, enfermedad
cuarentenaria de muy difícil control (ver Capítulo 15).
La protección contra el viento más difundida son las cortinas forestales o barreras
cortavientos, que pueden ser setos naturales o vivos (Imagen 2.1) y artificiales. La
plantación de las barreras cortavientos debe hacerse antes que la de los árboles frutales,
26
con el fin de que ejerza su acción protectora desde los primeros años. Debe ubicarse en
forma perpendicular a la dirección predominante de los vientos de la zona. La altura de los
cortavientos es de tremenda importancia, ya que su protección es proporcional a la misma,
estimándose en 8 a 10 veces su altura. También es importante la permeabilidad de la
barrera ya que si no reúne esta característica, se forman remolinos detrás de ella. Las
especies más difundidas para su uso como cortavientos son los cipreses, eucaliptos, álamos
y casuarinas. Otra alternativa es construir cortavientos utilizando mallas de plástico. La
ventaja de éstas últimas es que no compiten por agua y nutrientes con el cultivo, ni actúan
como huéspedes de plagas y enfermedades que puedan afectar al cultivo.
La comarca de Callosa D’En Sarrià (Alicante, España), es una zona montañosa con
una fuerte incidencia del viento. Allí se cultiva el níspero japonés bajo estructuras de malla
antigranizo, también cerradas en los laterales, para proteger a las plantaciones de la acción
del viento (Imagen 2.2).
2.6 Granizo
El granizo es un fenómeno climático que se asocia a las tormentas. Normalmente
estas tormentas suelen producirse en primavera y en verano, después de fuertes calores.
Su ocurrencia es errática y afecta áreas muy concretas (Gil-Albert Velarde, 1996). En los
árboles causa heridas por el impacto, tanto más graves cuanto mayor sea la velocidad de
caída, la duración de la granizada y el tamaño del hielo. Por ello, los daños son muy
variables, desde muy leves a severos. La incidencia sobre los frutos es siempre grave ya
que el valor de la mercadería se deprecia considerable, sino totalmente.
Uno de los métodos de lucha consiste en modificar la evolución natural de la nube de
tormenta, de modo de reducir el tamaño y la velocidad de caída del hielo. Esto se consigue
mediante la siembra artificial de núcleos de condensación en el seno de la nube de
tormenta. Los compuestos utilizados a tal fin son el yoduro de plata, yoduro de plomo, y el
ácido clorosulfónico. Estos núcleos son dispersados utilizando diversos métodos:
quemadores de carbón activado, generadores de yoduro de plata, cohetes, y el empleo de
aviones (Gil-Albert Velarde, 1996).
Otro método de lucha, muy difundido en los últimos años, es el uso de mallas
antigranizo montadas sobre estructuras fijas con postes y alambres. Estas coberturas
pueden ser totales, o parciales como el caso de la vid en Mendoza.
27
APARTADO
Inducción, diferenciación y expresión floral
Agradecimiento
Los autores agradecen la colaboración del Ing. Agr. Carlos Bouzo durante la
redacción del manuscrito.
30
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33
CAPÍTULO 3
3.1 Introducción
Este proceso tiene gran importancia como adaptación ecológica de las plantas
para sobrevivir a condiciones climáticas desfavorables, y para sincronizar el desarrollo y la
arquitectura de la planta cuando las condiciones ambientales y endógenas resultan
nuevamente propicias (Lang et al., 1987). Además, existe una interacción entre el
fenómeno de dormición con otros procesos fisiológicos como la resistencia al frío, al calor,
y la recuperación de las plantas de fuertes procesos de estrés (“near-letal-stress”)
(Wisniewski et al., 1996).
85
Distintas revisiones y libros han sido escritos en relación al tema de la dormición,
desde aquellos considerados clásicos (Samish, 1954; Lavee, 1973; Saure, 1985) hasta
otros más recientes (por ejemplo, Crabbé, 1994; Lang, 1996; Faust et al., 1997). Sin
embargo, la dinámica de la inducción a la dormición y posterior liberación de la misma, los
mecanismos involucrados y el papel que juegan los diferentes factores endógenos y
exógenos no son totalmente comprendidos, a pesar de la gran cantidad de
investigaciones dedicadas al tema. Más aún, no existe un modelo universal de cálculo del
estado de dormición como prerrequisito para realizar diversas prácticas culturales en
tiempo oportuno. Este capítulo dará un panorama general de nuestro actual nivel de
comprensión del fenómeno de la dormición y de los mecanismos involucrados en su
liberación en árboles frutales caducifolios.
86
3.3 Clases de dormición
Tabla 3.1. Clases de dormición y factores que las regulan. A partir de Lang et al., 1987.
87
Ecodormición Factores edafo- Temperaturas desfavorables
climáticos (ambientales)
Deficiencia de nutrientes
inespecíficos que
afectan al metabolismo Condiciones de estrés hídrico que inhiben
Para entender mejor estos conceptos, se puede ejemplificar que durante el ciclo
anual de crecimiento, las yemas axilares primero aparecen en dormición por efecto de la
dominancia apical, debido a la influencia hormonal de la yema terminal. El crecimiento de
la yema axilar (en estado de para-dormancia), es restaurado mediante la eliminación de la
yema apical (Hillman, 1984). Más tarde, en la misma estación de crecimiento, la
decapitación de la yema apical no es suficientemente efectiva para que se restaure el
crecimiento de las yemas axilares, y se necesita una defoliación parcial para que ello
ocurra (Crabbé, 1970). Más tarde aún, ni la decapitación ni la defoliación son efectivas
para restaurar el crecimiento de las yemas axilares, y solamente el aislado de la yema
permite reiniciar su crecimiento. Al final del proceso, ni siquiera el aislado de la yema a
condiciones ambientales apropiadas permite su crecimiento debido a que la
endodormancia ha sido iniciada. Un abrupto incremento en el tiempo medio requerido
para la brotación (TMB) de yemas bajo condiciones controladas de temperatura es un
indicador de esta nueva condición. Por lo tanto, desde la primavera al otoño, la causa que
suprime el crecimiento se mueve desde la yema apical hacia las hojas y, posteriormente
88
hacia los tejidos circundantes al meristema (dentro de la misma yema lateral). El
fenómeno es más complejo si se tiene en cuenta que no todas las yemas de una misma
rama reaccionan en forma similar a esta cadena de eventos. Por ejemplo, en el otoño, la
profundidad de la dormición en tallos de un año decrece desde el ápice a la base,
existiendo un gradiente basítono de capacidad de crecimiento de las yemas (Champagnat
et al., 1975). En conclusión, estos hechos demuestran que el estado de endodormancia
final depende de una cadena de eventos correlativos. Si esa cadena de eventos es
modificada durante el período de paradormancia, el bloqueo del crecimiento puede
modificarse. Sin embargo, el bloqueo es estable cuando la endodormancia es iniciada
(Crabbé y Barnola, 1996).
3.4.1.1. Auxinas
89
a) el tratamiento con auxinas generalmente tiende a bloquear la ruptura de la
dormición;
b) las yemas terminales requieren menos frío para romper la dormición que las
laterales;
91
contra gradiente a expensas de ATP (Sozzi y Martínez, 2004), mecanismos todos que
pueden estar involucrados en el proceso de dormición (ver más adelante).
3.4.1.3. Citocininas
Las citocininas son un grupo de compuestos con carácter hormonal que
poseen la capacidad de contrarrestar la inhibición del crecimiento de las yemas
laterales resultante de la dominancia apical. Las citocininas se incrementan en el flujo
xilemático previo a la ruptura de la dormición en manzano (Tromp y Ovaa, 1990).
Lavee (1973) sugirió que las citocininas tienen cierta función suplementaria en la
liberación de la dormición, pero no son su causa. De hecho, los tratamientos con
citocininas no fueron efectivos (o sólo lo fueron parcialmente) en la liberación de la
endodormición sin previa aplicación de frío, y no han podido suplir los requerimientos
de frío.
3.4.1.4. Giberelinas
3.4.1.5. Etileno
93
es menos profunda comparada con zonas de inviernos más rigurosos (Crabbé y Barnola,
1996). Además, los ciclos de altas temperaturas durante el día en el período invernal
impiden la acumulación de frío, como fue observado en el duraznero 'Redhaven' con
temperaturas mayores a 21 °C durante 8 hs (Couvillon y Erez, 1985). Este efecto, en
cambio, no se produjo a 18 °C por lo que suponen que entre este rango de temperaturas
ocurre un cambio radical en la respuesta de la planta a las temperaturas. Por otro lado, el
fenómeno es más complejo si consideramos que en el manzano, para una mejor ruptura
de la dormición es necesario una determinada acumulación de frío en las raíces, lo cual
no es necesario en otras especies como en el duraznero (Young et al., 1987).
Las altas temperaturas, cercanas al punto letal (por ej. 47 °C durante 1 h), son
muy efectivas en la ruptura de la dormición (Wisniewski et al., 1996). Esto ha sido
observado en Populus nigra, duraznero (Wisniewski et al., 1996) y manzano (Wang y
Faust, 1994). También se ha observado que la exposición a un calor húmedo es más
eficiente que el calor seco, y que el efecto de las altas temperaturas en la ruptura de la
dormición es más efectivo en los estados tempranos y tardíos de la endodormancia,
mientras que son menos efectivos durante el estado de endodormancia profundo.
3.4.2.2. Fotoperíodo
94
desencadenan los cambios morfológicos asociados a la dormición y a la tolerancia al frío,
si la reducción del fotoperíodo no está acompañada por una disminución de la
temperatura (Borcher, 1991).
En resumen, el fotoperíodo juega un rol importante en el control del desarrollo de
muchas especies, pero no es posible determinar claramente si este factor ambiental
induce una disminución del crecimiento, la dormición, o la tolerancia al frío (Borcher,
1991), debido a que sólo constituye uno de los numerosos mecanismos de regulación del
crecimiento de las plantas. Sin embargo, está comprobado que el fotoperíodo influye
claramente sobre los cambios estacionales de almacenamiento del nitrógeno en los
árboles de clima templado, proceso que precede a la dormición (Coleman y Chen, 1996).
En los trópicos, los cambios estacionales en la disponibilidad de agua es el
factor esencial que induce la disminución del crecimiento o de su reinicio. De todos
modos, la influencia de este factor ambiental sobre la dormición está cuestionada así
como si el estrés hídrico es capaz de inducir el estado de endodormición. Además, la
defoliación causada por el estrés hídrico modifica fuertemente el comportamiento de las
yemas ante la dormición (Borcher, 1991).
95
más compleja si tenemos en cuenta que existe una importante interacción entre el efecto
de los productos químicos aplicados y las condiciones ambientales en el momento, y
posteriores al tratamiento (Erez, 1987).
La cianamida de hidrógeno (HCN) es uno de los productos más utilizados en la
ruptura de la dormición en áreas subtropicales. Su modo de acción parece estar
relacionado al desbloqueo de la movilización de sustancias de reserva y al incremento en
el metabolismo de las pentosas-fosfato (Lewak et al., 2000). En Australia, este producto
es el más efectivo para promover la ruptura de la dormición en el cultivo del duraznero
(Lloyd y Firth, 1993), pero presenta el inconveniente de mostrar resultados dispares entre
años, fundamentalmente en la abscisión de yemas florales. Este efecto es más marcado
cuando la aplicación se hace cercana a la época normal de floración de la variedad.
El nitrato de potasio (KNO3), también actúa como sustancia química que
favorece la ruptura de la dormición, con efecto principalmente sobre las yemas florales,
aunque, cuando es aplicado en el inicio de la dormición también tiene efecto sobre las
yemas vegetativas, evitando su entrada en endodormición (Erez, 1987; Erez et al., 1998).
Yuan et al. (2003), reportaron un incremento significativo en la ruptura de la dormición con
aplicaciones de KNO3 al 6%.
Las citoquininas, giberelinas, y el etileno, también son efectivas en la ruptura de
la dormición, lo cual ya fue mencionado en los itemes 4.1.3., 4.1.4., y 4.1.5.,
respectivamente.
Además de las mencionadas, otras sustancias como la thiourea, el 4,6-dinitro-o-
cresol (DNOC), los aceites minerales y vegetales, presentan efectos positivos en la
liberación de la dormición de determinadas especies frutales (Erez, 1987)
96
En estos métodos, las yemas o ramas del año aisladas son forzadas a brotar y/o
florecer bajo condiciones controladas de temperatura y fotoperíodo, y si bien tienen
algunas imperfecciones (Champagnat, 1983) están siendo muy utilizados en la actualidad.
97
Tabla 3.2: Efecto de la acumulación artificial de frío a 3.0 0.1C sobre el porcentaje
de brotación de varetas aisladas de diferentes cultivares de duraznero y
nectarinas, forzados a temperatura constante (20C) durante 45 días. Fuente:
Gariglio et al., 2006)
Yemas brotadas (%)
1
Cultivar HF Acumulación de frío a 3.00.1C
0 100 200 300 400 500 600 700 800
Flordaprince 150 33cB 46bA 93aA 100aA 100aA 100aA 100aA 92aA 86aA
Flordastar 250 0cC 13bB 100aA 100aA 95aA 90aA 93aA 94aA 100aA
Earlygrande 260 26cB 40bA 100aA 93aA 100aA 100aA 93aA 90aA 87aA
Tropic Snow 250 24cB 27cB 79bB 100aA 94aA 88aA 88aA 88aA 88aA
Sun Red 250 50aA 50aA 50aC 40aC 30aB 30aC 30aC 32aB 35aB
San Pedro 16-33 297 44dA 57cA 71bB 72bB 100aA 100aA 100aA 100aA 92aA
Hermosillo 350 0cC 20bB 83aB 93aA 93aA 100aA 100aA 100aA 100aA
Flordaking 450 0dC 13cB 47bC 93aA 93aA 90aA 100aA 100aA 93aA
Maycrest 600 0eC 0eC 6eD 20dD 26dB 45cC 66bB 85aA 100aA
Spring Belle 650 0cC 0cC 0cD 0cE 0cC 35bC 50bB 82aA 100aA
Armking 600 0dC 0dC 0dD 20cD 30cB 70bB 100aA 100aA 91aA
Baby Gold 850 0dC 0dC 0dD 0dE 0dC 40cC 66bB 91aA 100aA
September Free 850 0cC 0cC 0cD 40bC 100aA 100aA 100aA 100aA 90aA
1HF: requerimiento de horas de frío de cada cultivar.
Valores seguidos por diferentes letras minúsculas en la línea, y por diferentes letras
mayúsculas en la columna, difieren significativamente (P<0.05).
Los gráficos que representan la evolución del tiempo medio que necesitan para
brotar y/o florecer las varetas forzadas a temperatura constante (TMB), en función de la
acumulación de frío, son de suma utilidad para clarificar muchos conceptos vertidos en la
terminología de la dormición y para entender las diferencias en el comportamiento de las
yemas vegetativas y reproductivas ante la acumulación de frío (Gariglio et al., 2006).
98
100
60
40
20
0
0 200 400 600 800 1000
HF
99
40
35
30
PCAF
TMB (días)
25
20
15
10
5
0
0 200 400 600 800 1000
HF
YV YR
Figura 3.2: Evolución del tiempo medio de brotación (TMB) de yemas vegetativas (YV) y
reproductivas (YR) de varetas aisladas de duraznero, cv. ´Early Grande´, sometidas a
diferentes tratamientos de acumulación artificial de horas de frío (HF) a 3 0.1 C. Fuente
(Gariglio et al., 2006). PCAF= Punto crítico de acumulación de frío, que representa las HF
en las que la profundidad de la dormición de las yemas vegetativas y reproductivas es la
misma.
Del mismo modo, se puede observar que la estabilidad del TMB, se alcanza a
partir de las 400 HF, tanto para las yemas vegetativas como para las reproductivas (Fig.
3.2.). Esto significa que los requerimientos de frío de las yemas vegetativas y
reproductivas del cv. ´Early Grande´ son los mismos, y este comportamiento se repitió en
la mayoría de las variedades evaluadas (Gariglio et al., 2006)
El hecho de que la profundidad de la dormición de las yemas de flor sea menor
al de las yemas de madera, hace que el porcentaje de floración sea mayor que el
porcentaje de brotación cuando la acumulación de frío es baja, y que el máximo
porcentaje de floración se alcance con menor acumulación de frío respecto al máximo
porcentaje de brotación. Estas pueden ser las razones por las que comúnmente se afirma
que las yemas de flor tienen menores requerimientos de frío que las yemas de madera
(Gariglio et al., 2006).
El duraznero, cv. ´San Pedro 1633´, constituye un caso algo atípico, ya que el
TMB de sus yemas vegetativas y reproductivas es prácticamente el mismo en los
tratamientos sin acumulación de frío, mientras que con un mínimo de acumulación de frío
el TMB de sus yemas vegetativas ya es significativamente menor al de sus yemas de flor
(Gariglio et al., 2006). Esta es la razón por la cual, en condiciones de campo, este cultivar
casi siempre brota antes de florecer.
100
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