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Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

SHAYLA BLACK

SU VIRGEN
REHÉN
Maestros del Ménage 5

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Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

ARGUMENTO

Una Novia Rehén.


Kinley Kohl acepta desposar al millonario Greg Jansen para
salvar a su familia. El día de su boda debería ser el más feliz de
su vida… excepto que ella no lo ama. Y no puede dejar de
preguntar si está cometiendo un error. Aun así, ella se niega a
defraudar a sus seres queridos. Entonces momentos antes de
sus nupcias es secuestrada… y su vida entera cambia.
Tres Decididos Mercenarios.
Dominic Anthony ha esperado años para vengar el asesinato
de su hermana. Él sabe que Greg Jansen está sucio, pero
necesita un testigo para ayudar a probar su caso. La nueva
novia de Greg es el rehén perfecto. Kinley Kohl le dirá todo… ¡o
se atendrá a las consecuencias! Pero sus dos socios comerciales
no están tan seguros. Law y Riley Anders están preocupados de
que Kinley no sea tan culpable como parece. Y Law sospecha
que ella podría ser la única mujer que los pudiese manejar a los
tres.
De Objetivo a Tesoro.
En los bosques de Alaska, los tres hombres intentan sonsacar
por la fuerza a Kinley y solo descubren que ella es más fuerte e
inocente de lo que imaginaban. Su dulce belleza derrite su
desconfianza y les roba el corazón. Juntos, ellos despiertan su
pasión y la marcan como suya. Cuando el peligro ataca, los
hombres se dan cuenta que deben salvar a Kinley o perder el
amor de sus vidas para siempre.

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Capítulo 1

Kinley Kohl se miró en su vestido de novia blanco, hecho a medida de Pnina


Tornai con el escote en forma de corazón y el corpiño de encaje brillante…y quería
algo más. Más emoción. Más excitación. Solo más. Pero no sabía qué.
Su vestido era espléndido. El elegante hotel, completamente decorado con adornos
de boda, se veía maravilloso. Sin duda, su futuro marido se había vestido
impecablemente para la ocasión. El cielo sobre Manhattan era de un azul perfecto, sin
nubes. Quinientas personas de entre los más ricos e influyentes del país esperaban
para verla caminar por el pasillo del grandioso salón de baile del Plaza. Era una boda
de ensueño, pero el pánico que la invadía la hacía sentirse más como una pesadilla.
¿Era demasiado tarde para huir gritando por la Quinta Avenida?
―¿Estás segura de que quieres llevar ese vestido? ―preguntó Becks, de pie detrás
de ella y mirándola críticamente.
Kinley suspiró. Era bueno que su padre no se hubiera vuelto a casar y hubiera
traído a su vida una perversa madrastra. Difícilmente necesitaba a un pariente
hipercrítico cuando tenía a su hermana.
―¿Qué tiene de malo?
Siempre había algo malo, conforme a Beckin Kohl Abernathy. Cierto que su
hermana era reconocida como una de las personas más elegantes y a la moda de
Nueva York. La sociedad se fijaba en Becks para el asesoramiento sobre estilo,
mientras esas mismas mujeres, junto con los periódicos sensacionalistas,
habitualmente decían que Kinley era desagradablemente rolliza.
―Oh, no me malinterpretes, cari. El vestido es fabuloso. ―Becks le dio un
pequeño abrazo, con cuidado de no aplastar o despeinar su pelo platino
perfectamente arreglado. Era más largo por delante que por detrás y tenía una
asimetría que acentuaba sus altos pómulos y llamaba la atención sobre sus labios
bien brillantes.

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―Es solo que parece un poco…ajustado. ―Becks dio un delicado respingo―.


¿Greg y tú habéis decidido empezar la familia anticipadamente?
Kinley se giró hacia su hermana, sintiendo que su cara enrojecía por la
humillación.
―No estoy embarazada.
De hecho, lo que Becks sugería era imposible. Greg y ella nunca habían
compartido una cama. En realidad, Kinley nunca había tenido sexo con nadie. Y
ahora, ella iba a convertirse en un sacrificio virginal para ayudar a la familia a la que
amaba. Por supuesto, sería más fácil sentirse bien con todo este asunto si su hermana
no fuera tan crítica.
―Bueno, supongo que es comprensible comer por el estrés de una gran boda.
―Becks brindó una tensa sonrisa de compasión ―. Pero desaconsejable. No frunzas
el ceño. Solo te estoy diciendo esto por tu propio bien. La prensa ya es cruel contigo.
Las lágrimas llenaron los ojos de Kinley. Solo había tomado batidos de proteínas,
arroz integral y pescado durante tres semanas. Había perdido seis kilos así podía
caber perfectamente en este vestido. Pensó que había funcionado…hasta ahora.
―Quiero estar sola, Becks.
Su hermana suspiró, cepillando una pelusa imaginaria del elegante vestido gris de
tubo que había elegido para las damas de honor. Kinley había querido un rosa suave,
pero Becks había insistido en que su elección era mucho más elegante. Su hermana
mayor tenía una manera de conseguir lo que quería.
―No era mi intención molestarte en el día de tu boda cuando sé que ya estás
nerviosa. Lo siento, Kinley. Estoy siendo una perra. No me hagas caso. Estoy segura
que Greg pensará que te ves preciosa.
Pero ahora no se podía mirar sin ver la ligera curva de su estómago que ninguna
dieta jamás había erradicado. No era una talla treinta y ocho. Demonios, ni siquiera
era una cuarenta y cuatro. El vestido había sido hecho a medida porque no se
confeccionaba en su talla. Sollozó un poco.
―No llores, Kin. ―Becks agarró un pañuelo y se lo entregó ―. Este es el día de tu
boda y te vas a casar con el tipo más rico que conocemos. ¿Por qué tendrías que
llorar?
―No lo amo. ―Lo había dicho. Estaba sorprendida de que nadie lo hubiera
adivinado. Su amable padre lo sabía, pero lo estaba ignorando. Becks seguramente
no pensaría que amaba a Greg. No tenían nada en común, pero cada uno tenía algo
que el otro necesitaba.

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Becks puso los ojos en blanco y atravesó la habitación para alcanzar el champán
que estaba al lado de su ramo.
―¿Eso es todo? Ninguna mujer que conozca quiere a su marido, por lo menos
ninguna en nuestro mundo.
Eso sorprendió a Kinley. Siempre se había preguntado, pero…
―¿Ni siquiera tú?
―Por favor… ―Con un asombroso bufido poco femenino, su hermana puso los
ojos en blanco―. Después de que Brian y yo nos casáramos, dejé de tomar
anticonceptivos. La llave para mi futuro era parir un par de críos. Incluso si él
empezaba a pensar con su polla y trataba de cambiarme por una modelo más joven,
iba a tener que pagar una manutención por el privilegio.
―Becks, ¿Cómo pudiste pensar algo así? ―Los niños no debían ser utilizados
como moneda de cambio.
Entonces Kinley se empezó a imaginarse a sus propios niños. El pánico la volvió a
engullir. No podía imaginar estar embarazada de Greg. Ni tan solo podía imaginar
dormir con él, como se suponía que hacía la gente casada. Y por dormir, estaba
segura que Greg esperaba algo más activo que roncar.
Kinley se tragó los nervios. Él tenía buen aspecto, pero ella no se sentía atraída.
¿Eso tenía algún sentido? ¿Cómo podía tener bebés con alguien que no tenía ningún
interés en tocar íntimamente?
Becks le dio una sonrisa deslumbrante.
―Fue un infierno durante unos años, pero la niñera realmente ayudó. Mi
entrenador personal volvió a ponerme el cuerpo en forma y adiós a los kilos del
embarazo. Entonces cuando los niños tuvieron seis años, los envié a un internado.
Ahora, la vida es magnífica otra vez. Mis dos ángeles son prácticamente mi fondo de
jubilación. ―Se rió entre dientes―. Si Brian quiere el divorcio, tendrá que pagar una
fortuna antes de ver de nuevo a sus hijos. Así es como le tengo cogido por las pelotas.
Oh, seguramente su polla corretea por ahí, pero mientras tenga sus pelotas, no se irá
a ningún sitio. Deberías tomar ejemplo de mí.
―No. ―Esa parodia de matrimonio no era lo que Kinley tenía en mente. ¿No
debería ser el “hasta que la muerte os separe” compromiso y devoción? ―. Esa eres
tú, Becks. Mamá amaba a papá.
Kinley deseaba que su madre todavía estuviera aquí. Mamá nunca hubiera
permitido a ninguna de sus hijas casarse con alguien a quien no pudieran entregarle
el corazón. Su padre era un hombre maravilloso, pero…débil. Aunque la situación no

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era enteramente culpa suya, la había puesto en una posición que básicamente la
obligaba a casarse con Greg. Si no lo hacía, todos estarían arruinados.
―Al principio no ―dijo Becks―. Tienes ese estúpido ideal sobre su matrimonio,
pero papá se casó con mamá porque el abuelo le dijo que si no lo hacía, le
desheredaba. La tía Mayrene me contó toda la historia. Papá se escapó para
convertirse en un artista y regresó tres semanas después y se declaró. Le gustaba el
arte, pero aparentemente no le gustaba morirse de hambre.
―Neil y Sharon Landry están enamorados. ―Eran la pareja más dulce que
conocía. Le enviaban las más hermosas tarjetas navideñas con sus cuatro hijos
vestidos de rojo mientras Neil y Sharon sostenían en alto un muérdago y se besaban.
Había mirado esa última tarjeta y se preguntó si ella alguna vez estaría tan
enamorada.
―Él está follando con su enfermera apenas mayor de edad, Kins ―dijo Becks,
frunciendo la nariz―. ¿Cómo es que no lo sabes? Está por toda la ciudad. Y para ser
un muy respetado obstetra, he oído que es rudo con la vagina de esa chica, si sabes lo
que quiero decir. Se podría pensar que ya que tiene las manos metidas en ellas todo
el día, sería un poco más tierno.
Pero Neil y Sharon se veían tan felices. Parpadeando en silencio, Kinley miró
boquiabierta a su hermana, tratando de procesar ese lado oscuro del matrimonio.
―Eso es horrible.
Becks levantó su copa de champán en un brindis irónico.
―Así es la vida, hermana. Esa cosa del amor es para la gente sin dinero. Dos don
nadie sin blanca son perfectamente libres para enamorarse, casarse y tener un
regimiento de hijos porque no hay nada en juego.
Kinley se giró lentamente porque su vestido le estaba todavía un poquito apretado
y cogió su móvil como un objeto de consuelo.
―Hola, señora Hipócrita. Ahora soy una don nadie sin dinero. ¿O lo has
olvidado?
Su padre lo había perdido todo en un Esquema Ponzi1. Durante doscientos años
los Kohl habían acumulado dinero, propiedades y poder político. Su padre lo había

1
El esquema Ponzi es una operación fraudulenta que implica el pago de intereses a los inversores
de su propio dinero invertido o del dinero de nuevos inversores. Esta estafa consiste en un proceso en
el que las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado

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perdido todo en un abrir y cerrar de ojos. Entonces, se había puesto enfermo y la


necesidad de dinero había sido crítica.
―No, no lo eres. ―Becks agitó un dedo hacia ella―. Eres una heredera. Tú
heredaste un apellido augusto y muy respetado que es valioso para un hombre como
Greg. Debido a ti, las puertas de cada casa adinerada de la costa este estarán abiertas
para él.
Su nombre era todo lo que tenía y básicamente lo estaba vendiendo.
―No tengo que hacer esto. Puedo conseguir un trabajo.
―¿Haciendo qué? Tienes una licenciatura en historia del arte.
En aquel momento había parecido una buena idea, pero entonces nunca había
pensado que necesitaría un trabajo.
―Podría trabajar para una organización sin fines de lucro. He estado llevando
nuestras obras de caridad desde que murió mamá.
Y ahora ese dinero se estaba acabando rápidamente. La economía había tocado
fondo y la demanda de asistencia entre los pobres había crecido. Greg dijo que,
después de su luna de miel, dotaría a las obras de caridad que su madre había
empezado con cincuenta millones de dólares. Él ya había empezado a hacer
conexiones de negocios para ella, incluyendo algunos fabricantes que querían donar
ropa a precio de coste para la organización. También había establecido algunos
cambios en la forma en que funcionaba la obra de caridad porque decía que la haría
más eficiente y así ella podría conseguir más ayuda para la gente que lo necesitaba. Y
estaba dispuesto a pagar el tratamiento médico de su padre y apoyar a toda la
familia. Todo lo que tenía ella que hacer era casarse con él y convertirse en su
anfitriona sonriente.
Cincuenta millones de dólares comprarían un montón de ropa y abrigos para los
niños del centro de la ciudad y de las zonas rurales. La gente contaba con ella y todo
ese querer “más” y añorar el amor era tremendamente egoísta.
―Es un pensamiento dulce ―dijo Becks―. Pero trabajar en una organización sin
fines de lucro no pagaría suficiente. Este es el único camino. Ayudaría si pudiera,
pero ya que estoy casada, llevar al altar un tipo realmente rico y guapo te toca a ti.
Pobre Kins. ―Guiñó un ojo ―. Los negocios de Brian van bien y sabes que

por ellos mismos o por otros nuevos inversores que caen engañados por las promesas de obtener, en
algunos casos, grandes beneficios. El sistema sólo funciona si crece la cantidad de nuevas víctimas.

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contribuiré monetariamente con lo que pueda, pero…los tiempos son difíciles para
todos. Lo entiendes, ¿verdad?
Becks tenía razón. Solo que a Kinley simplemente no le gustaba. Suspiró y se
obligó a enfrentar la realidad.
―Por supuesto.
―Estupendo. Por un momento, pensé que ibas a ser irrazonable. ―Becks tomó un
sorbo de champán―. ¿Estás esperando una llamada?
Ella volvió a mirar otra vez el teléfono, como hacía cada par de minutos.
―No. Es un hábito.
Becks enarcó una ceja.
―¿De verdad? ¿Quién es Michael?
Alguien con quien he estado deseando hablar toda la mañana.
―Es un contacto de negocios. ―Becks no tenía que decir nada. Kinley se sintió
avasallada bajo la mirada crítica de su hermana ―. Estoy diciendo la verdad. Incluso
nunca he conocido al hombre. ¿Cómo sabes su nombre?
―Porque lo vi antes en tu móvil más temprano. Te ha enviado un montón de
mensajes de texto. Y él o tú os habéis estado llamando por lo menos una vez al día
durante la semana pasada. Eso parece más que negocios. ¿Cómo crees que se sentirá
Greg si sabe que su novia está confraternizando con otro hombre?
―¿Me estás espiando?
―Soy tu hermana. ¿Cuándo, en todos estos años que me conoces, alguna vez he
respetado cosas como la privacidad? Fisgonear es el privilegio de una hermana.
―Sonrió abiertamente―. ¿Así que estás follando con él?
―¡No! Como he dicho, nunca me he encontrado con él. Está empezando una
organización benéfica en la Costa Oeste. Contactó conmigo para que le diera algunos
consejos y empezamos a hablar. Es un hombre agradable. Eso es todo.
No había forma que admitiera que pensaba demasiado en Mike de California. Y sí,
había estado mirando al teléfono, esperando que llamara. Escuchar su voz se había
convertido en algo que esperaba todos los días porque la hacía sonreír. Dios, era
patética.
Becks negó con la cabeza.
―No estropees la oportunidad de ser rica de nuevo por algún tío que nunca
conocerás. Sabes lo mucho que papá depende de ti.

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Y ese era el motivo por el que estaba ahí en lugar de seguir el impulso de volar
hacia California y encontrarse con Mike. Todos contaban con ella. No podía
abandonar el futuro que había planeado por un hombre que conocía solo desde hacía
una semana. Mike parecía ser estupendamente práctico y Kinley disfrutaba hablando
con él… pero eso tenía que ser todo. De alguna manera, ella tenía que dejar de
escuchar su voz ronca y brusca en sus sueños. Demonios, ni siquiera sabía cómo era,
pero se sentía un poco aturdida cada vez que él llamaba. Mike siempre la
tranquilizaba. Con él, se sentía atractiva… y extrañamente protegida. Su relación no
significaba nada y era efímera. Una vez que su organización benéfica estuviera en
marcha, no tendría ninguna otra razón para hablar con él.
No tenía ganas de que llegara ese día.
―Lo sé. No voy a arruinar nada.
―Bien, eso es bueno saberlo. Sigue así.
Un golpe sonó en la puerta que unía su suite con la de al lado.
Becks lo ignoró.
―Voy a llamar a los del catering para asegurarme que el pastel esté listo. ¿Ese es
todo tu equipaje? Tiene que estar preparado, ya que no vas a regresar aquí después
de la ceremonia.
―Sí. Lo tengo preparado. ―Kinley caminó a través de la suite con su pesado traje
de novia y abrió la puerta contigua.
Su mejor amiga Annabelle, que había permanecido en la habitación de al lado,
entró… o lo intentó. Llevaba el vestido de tubo que Becks había seleccionado.
Aunque el gris se veía lindo contra su piel color café con leche, desafortunadamente
Annabelle poseía curvas como Kinley. El vestido no camuflaba nada.
―Hola. ¿Cómo lo llevas? ―La hermosa y redondeada cara de su amiga,
enmarcada con rizos oscuros, se suavizó con una sonrisa alentadora.
―Oye. Estoy… ―Teniendo muchas dudas y deseando que mi hermana cierre el
pico―…estupenda. ―Kinley se obligó a devolver la sonrisa.
No tenía sentido arrastrar a Belle a su miseria. Además su amiga, solo se
abalanzaría sobre eso.
Kinley volvió la mirada hacia las clásicas maletas Louis Vuitton que habían sido
un regalo de su novio. Eran hermosas y ella se había quedado sin aliento y sus ojos se
habían llenado de lágrimas cuando él le había dado dos baúles, dos maletas con
ruedas y un nuevo bolso de bandolera de gran tamaño que tenía un nombre, Metis.

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A ella le habían gustado los tejanos y las blusas que él había enviado con el equipaje,
aunque no era lo que normalmente usaba. Alguien con un culo de su tamaño no
necesitaba llamar la atención hacia él con un montón de brillo sobre los bolsillos
traseros. Pero sus baúles y maletas estaban preparados y en fila. El bolso Metis
llevaba un pequeño polizón.
―Sí, todo está empacado y listo para irse ―respondió Kinley obedientemente.
Había pasado una enorme cantidad de tiempo empacando. Greg le había dejado una
lista y luego hubo que pensar en Gigi. Gigi tenía un estómago muy sensible. No iba a
esperar que una isla tropical tuviera la comida para perros que solía utilizar. Si Gigi
se perdía una comida, el mundo lo sabría.
―¿Y has cogido todo lo que Greg te dijo? ―le preguntó Becks con el ceño
fruncido―. No querrás decepcionarle en vuestra luna de miel.
Su futuro marido le había dado una lista de cosas esenciales que esperaba que ella
empacara.
―Lo tengo todo. Soy una buena chica.
―Sí, lo eres. Ciao, hermana. ―Con un vivaz y pequeño movimiento, Becks salió y
cerró la puerta tras ella.
―Ya sabes que la llamo Skeletor 2a sus espaldas ―dijo Belle con una mueca.
La repugnancia brillaba en sus ojos oscuros, ocultos tras unas gruesas gafas de
bibliotecaria. Se apartó un mechón de pelo negro azabache.
―Me gustaría decírselo a la cara, pero, tengo que evitar mirarla. He escuchado
algunas historias parecidas a las de Medusa sobre mirar a tu hermana a los ojos.
―Eres muy mala, Belle. ―Ella extendió las manos y Belle inmediatamente se las
tomó. Becks podría ser su hermana de sangre, pero Belle era su hermana del corazón.
Desde que eran pequeñas, Belle había estado a su lado. Incluso aunque la familia de
Kinley había tenido a la madre de Belle como empleada, la clase no había significado
nada para ninguna de ellas.
―Ella es mezquina, Kinley. Eres demasiado buena para verlo. ―Retrocedió y
sacudió la cabeza―. Te ves tan hermosa. Si tu madre pudiera verte ahora, habría
llorado.

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Skeletor: Personaje de He-Man

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Kinley realmente había necesitado oír eso.


―Gracias. Tengo que admitir, que voy a estar muy feliz cuando toda esta cosa de
la boda acabe.
―Yo estaría más feliz si nos fuéramos y nos encamináramos hacia las Vegas ahora
mismo. Vamos. Hagamos como Thelma & Louise.
―¿Y despeñarnos por el Gran Cañón? ―Pensar eso horrorizó a Kinley.
―Eso sería mejor que casarse con Greg Jansen. Antes de que lo hagas, me gustaría
que te reunieras con el detective privado…
―¡No! Me voy a casar en menos de una hora. No vuelvas a sacar el tema. Me voy
a casar con Greg. ―Tenía que hacerlo.
Belle suspiró.
―¿Ha llamado Mike últimamente?
Nunca debería haberle hablado a Belle de él.
―Solo es un colega de trabajo. En cierto modo.
―Una noche hablaste con él durante tres horas y dudo que todo fuera sobre
exención de impuestos y distribución de donaciones. Creo que le gustas.
Le gustaba.
―Pero ese no es motivo para cancelar la boda, Belle. Vamos…
Su buena relación con Mike había empezado sólo como negocios con unas pocas
llamadas. Ella le había hablado sobre cómo su mamá había fundado Hope House y lo
que había significado para ella ayudarla en una causa tan significativa. Pronto, Mike
le estuvo hablando sobre su servicio militar y su deseo de empezar una organización
de beneficencia con sus hermanos para los soldados heridos y sus familias. Después
de un par de charlas que se desviaron más hacia lo personal, ella empezó a desear oír
su voz a través de la línea.
Una noche se había pasado tres horas al teléfono con él, absorta y fascinada. Él le
había dicho que no estaba casado, ni siquiera salía con nadie porque lo que realmente
quería era una mujer para compartirla con sus hermanos.
Kinley se había quedado impactada. Y absolutamente intrigada.
Y ni siquiera podía volver a pensar en eso. Tenía que casarse con Greg. Las
facturas de la quimio de su padre estaban acumulándose y él no necesitaba el estrés
añadido de preguntarse de donde vendría el dinero. Estaba bastante avergonzado
por su debilidad y angustiado por ello, por lo que ni siquiera le permitía a ella ir con
él a sus sesiones de terapia. Y con sus obras de beneficencia yéndose a pique, Kinley

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también necesitaba el dinero. No podía permitir que años de buen trabajo de su


madre se acabaran.
Por lo que tenía que sacrificarse y hacer lo que miles de mujeres habían hecho
antes que ella. Tenía que mantener el ánimo y poner al mal tiempo buena cara.
―Amo a Greg.
No le podía decir a Belle que básicamente estaba prostituyéndose. Además si lo
decía lo suficiente, tal vez lo haría realidad. Kinley era una gran creyente de las
afirmaciones. Si eso no funcionaba…tal vez Becks tenía razón y nadie era realmente
feliz en su matrimonio. Quizás todo lo que una mujer podía hacer era ponerse una
sonrisa en la cara de la misma manera que se ponía el maquillaje.
―Seguro. ―Belle puso los ojos en blanco y entonces miró la habitación. ―¿Dónde
está Gigi?
Su pequeña Yorkshire mini había mostrado su profundo desdén por los
preparativos metiéndose en la bolsa Louis Vuitton e instalarse para echar un
sueñecito. Gigi había tomado aversión a Greg casi instantáneamente y a cualquiera
relacionado con él en la fiesta de bodas. Al principio, Kinley había pensado que sería
divertido incluir a su perrita en la ceremonia, pero Gigi había rechazado estar en
ningún lugar cerca de su novio.
―Está dormida. Tuvo una noche difícil.
―Sí, que la tuvo. Le gruñó a Greg durante todo el ensayo de la comida. Tu perra
es muy inteligente.
Kinley quería llorar. Estaba total y completamente sola y discutir con su mejor
amiga del mundo la alteró.
―Me gustaría que pudieras aceptar que Greg va a formar parte de mi vida.
Belle se echó hacia delante.
―¿Estás haciendo esto porque necesitas un hombre? Te puedo conseguir uno. Si
no estás interesada en California Mike, puedo encontrarte al hombre más caliente
que sacudirá tu mundo. Entonces olvidarás incluso el nombre de Greg Jansen. De
hecho te puedo encontrar dos o tres tíos increíbles. También los puedo traer aquí
muy rápido.
Ella se preguntó cómo serían Mike y sus hermanos y deseó poder verles solo una
vez y disfrutar de un momento de fantasía antes de tener que enfrentarse a la
realidad de nuevo.

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Kinley se giró hacia el espejo porque no podía mirar a Belle mientras estaba
mintiéndole más que un dentista.
―Solo quiero a Greg.
Dos o tres tíos calientes podrían prender fuego a su mundo por una noche, pero
todas sus responsabilidades todavía estarían esperándola a la mañana siguiente. Solo
tenía que aceptar que el deseo sexual no estaba en sus cartas.
―Kinley, no lo entiendo. Cuando éramos niñas y estábamos planeando nuestras
bodas, te pedí que describieras a tu novio. ¿Lo recuerdas?
―Recuerdo que querías casarte con Leonardo DiCaprio. ―Habían visto Titanic
alrededor de cien veces ese año y había llorado cada vez. ¿Qué hubiera pasado con
Rose y Jack si él hubiera vivido? ¿Habría lamentado dejar atrás el dinero? ¿Rose
habría sido capaz de vivir con la ruina que habría llevado a su familia?
¿O habría sido feliz de vivir con su alma gemela?
Había lágrimas en los ojos de Belle mientras obligaba a Kinley a darse la vuelta.
―Sí, fui muy quisquillosa al escoger en aquel entonces. Pero tú no. Tú solo tenías
un requisito. ¿Recuerdas?
―Dije que no importaba como se viera o cuánto dinero tuviera siempre y cuanto
fuera un buen hombre. ―Lo que demostraba lo joven que había sido. Lo ingenua.
Dios, quería volver a ser de nuevo una niña.
―Greg Jansen no es un buen hombre, Kinley ―susurró las palabras como si
pensara que tenían alguna especie de poder, como si rogara que se adentraran en el
corazón de Kinley.
Ella no podía dejarlas entrar.
Kinley se apartó y se giró para mirar de nuevo el espejo, tragándose las ganas de
llorar. No quería perder a Belle, pero parecía como si pudiera hacerlo.
―Los federales han absuelto a Greg de todos los cargos. Y no me importa lo
bueno que sea. Va a ser mi marido. ¿Has visto todos los regalos que ya me ha dado?
Belle suspiró profundamente y su vieja amiga la abrazó por la espalda.
―No soy estúpida. ―Puso la cabeza sobre el hombro de Kinley―. Me gustaría ser
más que una secretaria para poder sacarte de este lío.
El alivio la invadió. Tal vez no tendría que decirle nada a Belle.
―¿Lo entiendes?
La cara de su mejor amiga se suavizó.

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―Sé que sientes como que tienes que casarte con él. Creo que eso es malo y que te
mereces algo mejor.
―¿Entonces ¿por qué estás aquí? ―Ella sollozó un poco. Sería horrible si Bella se
fuera.
Belle le cogió la mano, dándole un apretón cordial.
―Porque hicimos una promesa. Te querré siempre. Eres mi mejor amiga y eso
nunca cambiará. Perdonaré todas las tonterías que hagas y estaré ahí para ayudarte a
ocultar los cuerpos. Dios, Kin, llámame cuando necesites enterrar a Greg. Vendré con
una pala y una botella de tequila.
Ella se rió un poco pero negó con la cabeza. Una vez que dijera “Sí quiero”, estaría
en eso para siempre. Sin importar lo que Becks o Belle dijeran, Kinley iba a hacer que
su matrimonio funcionara. Incluso si su marido era un imbécil redomado.
Belle la miró más de cerca.
―Te ves pálida. No estás comiendo, ¿verdad?
―He tomado un ligero desayuno. ―Por supuesto, ahora eran casi las tres y todo
lo que había tomado era un pomelo. Con un poco de azúcar y se había sentido
culpable por ello.
―Te lo digo Kinley porque sé lo que quiere decir eso. Estás casi en las últimas.
Voy a llamar al servicio de habitaciones. ―Belle se dirigió al teléfono.
―No. Me voy a casar en una hora. No puedo comer.
―Comer es normal. Tienes que hacerlo o te vas a desmayar.
Ella se sentía un poco débil, pero…
―Comeré después de la ceremonia. Es solo que…Becks ha dicho que el vestido se
ve muy ajustado. No quiero ser la novia gorda.
―No lo eres. Becks ha metido esa idea en tu cabeza porque es una perra odiosa.
Eres perfecta como eres. De verdad, tienes toda una ceremonia y fotos. Pasarán horas
hasta que puedas volver a comer, por lo que me voy a asegurar de que lo haces
ahora.
―Belle, yo…
―Maldita sea. Soy tu mejor amiga. Voy a cuidar de ti. ―Cogió el teléfono. ―Sí,
estamos en la suite 2010. Correcto, la suite presidencial. Necesitamos un par de
hamburguesas.
―Una ensalada. ―Si comía una hamburguesa, reventaría el vestido. Pero una
hamburguesa sonaba tan bien. ―Sin condimentar.

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Belle puso los ojos en blanco.


―Una ensalada con pollo a la plancha y vinagreta al lado. Y una hamburguesa,
mediana con patatas fritas y dos coca colas light. ―Colgó―. Voy a hacerte comer
algunas de esas patatas fritas. ―Se detuvo un momento. ―Sabes que te quiero,
¿verdad?
―Lo sé. ―Ella contaba con eso. Algunas veces, la única cosa en el mundo con la
que podía contar era su amistad con Belle―. Por favor, entiende que todos tenemos
que hacer lo que sentimos que es lo mejor.
Los labios de Belle se combaron en una expresión casi triste.
―Es cierto. Solo necesito que sepas que quiero lo mejor para ti.
El teléfono de Belle sonó.
―Deberías contestar ―dijo Kinley. Belle decía que era “solo una secretaria” pero
Kinley sabía que valoraba su trabajo… y a los tres abogados para los que trabajaba.
Durante el año que llevaba trabajando allí la oficina funcionaba como un reloj.
―Es Kellan ―dijo Belle disculpándose. ―Lo siento. Estamos trabajando en un
gran asesinato. ¿Te importa? Seguramente tendré que volver corriendo a mi
habitación porque mis archivos están ahí.
―Ve. ―Estaba orgullosa de que Belle tuviera la profesión que amaba.
La puerta se cerró tras su mejor amiga. Algún día uno de esos tres abogados para
los que trabajaba se despertaría y se daría cuenta de lo buen partido que era Belle.
Ella había conocido a Kellan, Eric y Tate. Eran guapísimos e inteligentes y cualquiera
de ellos sería un buen marido para Belle.
O los tres.
Kinley dejó caer la cabeza. Tenía que dejar ir esa ocurrencia, pero la idea de esos
tres calientes abogados rondaba en su cabeza. No es que pensara que ellos fueran
para ella… tenían los ojos puestos en Belle… pero la idea de ser rodeada por
hombres fuertes funcionaba para Kinley.
Amaba a su padre. De verdad que lo hacía, pero había visto a su madre tener que
ser la más fuerte toda su vida. Ciertamente no era malo desear algo más…
¿Sería Greg capaz de amarla y protegerla? Ella estaba preocupada por eso…
Mirando a la mujer del espejo, Kinley admitió que era su entrada a la rancia
sociedad, una segunda oportunidad para Greg Jansen. Su primera esposa había sido
una modelo. Carrie Anthony había sido hermosa y exitosa. Por lo que Kinley sabía,

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se había convertido en una estrella. Entonces la enfermedad mental había truncado


trágicamente su vida.
Dos meses después de la boda, se suicidó.
Pero Kinley no era ella. Era fuerte. No huiría de sus responsabilidades. Una vez
que dijera “Sí quiero” estaría ahí para siempre.
Giró hacia el espejo y se arregló el vestido. Era casi el momento de empezar el
resto de su vida. Ahora nada podía salvarla de eso.

* *
A través de las cámaras ocultas que habían puesto en la suite la noche anterior,
Dominic Anthony observaba a la rubia con el traje de novia. Después de unos
minutos de vigilancia, sabía que esa preciosa novia tenía una bonita cara en forma de
corazón y una jugosa figura de reloj de arena. Lástima que fuera una puta avariciosa.
―Ya está. Creo que arreglé el audio. ¿Ha regresado el sonido de la habitación?
―preguntó Riley, levantando la mirada de su ordenador, todavía llevaba el uniforme
blanco y negro del personal del servicio de habitaciones.
―Creo que sí. ―Dom asintió con la cabeza.
―Bien. Es una mierda que se estropeara durante la conversación con su
hermana―refunfuñó Riley.
A Dominic no le importaba. Dudaba que se hubieran perdido mucho. Ahora todo
estaba en su lugar. Años de planificación estaban finalmente encauzándose. Entonces
¿por qué tenía un profundo hoyo en el estómago, una sensación que le carcomía
mientras escuchaba?
―Oh, el audio definitivamente funciona de nuevo. Está diciendo lo mucho que le
gusta arrastrarse. ―Y Dominic no podía soportarlo. De alguna manera escucharla
decir que amaba a un curtido criminal hacía que su piel se erizara.
Casi deseó que Riley no fuera tan bueno en su trabajo. Para ser honesto, había
disfrutado observando a la rubia. Era tan hermosa. Su aparente inocencia hacía que
se viera como una chica que apreciaría que un hombre… u hombres… la protegieran
y reconfortaran. Pero en el momento en que Riley restauró el sonido, las palabras que
salieron de la boca de la novia probaron que la imagen era completamente falsa.
No me importa lo bueno que sea. Va a ser mi marido. ¿Has visto todos los regalos que ya
me ha dado?

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Shayla Black

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Y pensar que él había fantaseado con ella durante un segundo. Era un tonto del
culo. Había visto la foto de Kinley Kohl y se había enamorado de su dulce cara y su
follable cuerpo en el acto. Rizos rubios, ojos color caramelo, y esa voz ronca que iba
directa a su polla.
Pero ella no podía esperar para saltar a la cama con Satán, por lo que estaba en la
lista de “intocables”.
Con todo, él iba a hacer todo lo posible para salvarle la vida. No iba a morir como
su hermanita había hecho. Greg Jansen iba a pagar por sus crímenes… y Kinley Kohl
era la clave.
Law Anders entró en la habitación y miró la pantalla. Llevaba el mismo uniforme
almidonado que su hermano. Era casi el momento.
―¿Ha terminado ya de hablar sobre lo gorda que está?
―¿Qué? ―Dominic frunció el ceño.
―Sip, justo antes de toda esa basura sobre amar a Jansen. ―Law hizo un sonido
de arcadas ―. Oí todo lo que le dijo a su hermana y a Annabelle. No lo entiendo. Es
hermosa. ¿Cómo puede alguien pensar que está gorda? Te lo juro, la mano me está
picando.
A Law le gustaba zurrar a las mujeres, especialmente a las bonitas que hablaban
sobre lo poco atractivas que eran. Kinley Kohl era prácticamente su mujer perfecta.
Joder, era prácticamente la mujer perfecta de todos, si solo su corazón fuera la mitad
de dulce que su aspecto. Pero no. Estaba deseando casarse con un violento asesino
porque le había comprado unas pocas maletas.
―Céntrate, tío―ladró Dominic―. Ha hablado mucho acerca de cuanta mierda le
ha comprado Jansen.
Law frunció el ceño, sus ojos nunca dejaron la pantalla.
―Te lo digo, es una actuación. Está asustada. Nos necesita.
―Estás loco, Law. Te engañas.
Él miró a su amigo. Se suponía que Law Anders era el hosco. Mayormente se
comunicaba con gruñidos y rugidos, pero desde que Dominic le había puesto en la
vigilancia de Kinley Kohl, había sido todo sonrisas y frases completas. Oh, sus labios
no sonreían demasiado y parecía como un pequeño que estuviera sufriendo, pero
para Law, eso era una brillante sonrisa.
Riley se quedó mirando a su hermano mayor.
―No es como tú, Law. Sabes quién es ella.

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Así que ellos habían estado hablando. Dominic se había preguntado sobre eso.
Riley y Law Anders eran lo más cercano a una familia que tenía porque más o menos
había crecido con ellos.
Había ayudado a Riley a entrar en Harvard y habían asistido juntos a la
universidad durante un tiempo. Cuando el deber patriótico les había llamado,
Dominic salió para meterse en el ejército. Law también se había unido. Antes de que
todo terminara, Law había perdido la función de sus piernas por culpa de un
artefacto de fabricación casera, por lo que Dominic había dejado el servicio para
regresar a casa y ayudar a los hombres que consideraba sus hermanos. Law era un
duro hijo de puta. Incluso después de que los médicos le dijeran que nunca volvería a
andar, estaba de pie y corriendo dieciocho meses después. Ahora Anthony Anders
era una de las primeras empresas de investigadores del país. Trabajaban para la
policía y para firmas de abogados.
Pero este caso era personal.
―Ella es el objetivo ―dijo Dominic en términos muy claros―. Es la mujer que nos
va a dar toda la munición que necesitamos para probar finalmente qué clase de
hombre es Greg Jansen.
La clase de hombre que mataba a una mujer por dinero, pensó Dominic con rabia.
Incluso a una mujer tan dulce como su hermana.
Había llegado el momento de vengar a Carrie golpeando a Jansen en su propio
juego. Y Kinley Kohl era su mazo. Tenía todo lo que necesitaba exceptuando un
testigo. Después de hoy, el problema estaría resuelto. Haría lo que fuera necesario
para hacer que Kinley cantara todo lo que sabía. Lo que no necesitaba era a Law
cayendo en la lujuria por ella.
Incluso aunque pensara que eso era algo realmente sencillo.
―Vosotros, chicos no la habéis estado observando y hablado con ella como yo he
hecho. ―Los ojos de Law nunca abandonaron la pantalla―. Ella tiene pequeños
indicadores. Sonríe un poco con demasiado brillo cuando está mintiendo.
―¿Tiene sonrisas diferentes? ―preguntó Riley frunciendo el ceño.
―Sí ―replicó Law―, y ahora está usando su sonrisa falsa. Observad la diferencia
entre la que utiliza con nuestra pequeña Benedict Arnold 3y su hermana.

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Benedict Arnold: General estadounidense que durante la guerra de independencia se pasó al bando
británico. Hoy en día su nombre está asociado al concepto de traición.

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―Oye, ella está tratando de ayudar a Kinley. ―Dominic no iba a dejar que Law
utilizara a Annabelle Wright como chivo expiatorio. Era una mujer increíble por
escoger hacer algo valiente y salvar la vida de su amiga ―. Si Annabelle no hubiera
accedido a intervenir, ¿de verdad crees que Kinley hubiera regresado de su luna de
miel con vida?
―No estoy diciendo que debiéramos dejar que se casara con el cabrón―replicó
Law―. Solo me hubiera gustado que me dejaras hablar con ella en lugar de llevar a
cabo este loco plan. Es una mujer inteligente. Hubiera escuchado.
Dominic tenía serias dudas de eso.
―¿Cómo ha estado escuchando a Annabelle todo este tiempo? Es una mujer de la
alta sociedad que va a comidas y a bailes de caridad. ¿Qué tan intelectual puede ser?
―Ha recaudado millones de dólares para los sintecho. Y esas comidas a las que va
son generalmente para obras de caridad.
Él odiaba reventar la burbuja de Law porque el hombre rara vez tenía una visión
positiva de algo, pero tenía que hacerlo.
―Sus obras de caridad están al borde de la ruina.
―A causa de su padre. ―Law podía ser un poco como un pit bull con un buen
trozo de carne cuando decidía algo. Nunca lo dejaba ir.
Pero Dominic necesitaba a Law de su lado.
―Su padre, el jugador, es quien ha llevado a toda la familia a la ruina. Sip, y ella
solo le sigue dando dinero. Le está dando los fondos destinados a abrigos calientes y
zapatos para niños pobres. Seguramente está acaparando algunos para sí misma para
salir de compras.
―Te has formado una idea muy equivocada de ella. ―La mandíbula de Law se
cuadró y Dominic supo que no iba a gustarle lo que su viejo amigo estaba a punto de
decir―. Creo que ella es la única para nosotros.
―¡Joder! ―Riley se llevó una mano a la cabeza, sacudiéndola como si no pudiera
creer lo que su hermano acababa de decir.
Dominic sintió que su presión sanguínea aumentaba.
―¿Estás puñeteramente loco?
Law extendió las manos en defensa.
―Solo escúchame. Ella no es cómo piensas que es. No sé por qué se casa con él.
―Por su dinero ―replicó Dominic.

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Law pasó una frustrada mano por encima del incipiente pelo de su cabeza.
―Sip, pero el dinero no es para ella. Creo que está tratando de salvar a su familia.
Deberías saber algo de eso.
―Nunca me abrí de piernas para salvar a mi hermana. ―Lo que no dijo, es que lo
hubiera hecho. Hubiera hecho cualquier cosa para salvar a Carrie―. Después de
todo, esto no es lo mismo. Está casándose por dinero porque su padre se lo ha jugado
todo. Estás juzgándola mal intencionadamente porque quieres follarla. ¿Tengo que
sacarte de este caso? O estás conmigo o contra mí, hermano.
Él no estaba seguro de lo que haría sin Law. Riley era el genio de los ordenadores,
pero Law era la fuerza inteligente. Había llegado a confiar en sus instintos, en su
entrenamiento, en su pura tenacidad. En su amistad.
Pero le debía a Carrie el éxito. No podía permitir que la obvia atracción de Law
hacia Kinley Kohl le apartara del camino de la justicia.
Todavía podía oír los susurros de su hermana en su correo de voz.
Dom, necesito hablar contigo lo más pronto posible. Por favor llámame. Todo está mal.
Dejo a Greg. Creo que él…Tengo que irme. Está aquí. Llámame.
Él había estado fuera con Riley y Law, follando con una morena que había
encontrado en un bar mientras que su hermana estaba siendo asesinada.
La cara de Law se despejó. Volviéndose de un blanco educado.
―Por supuesto que no. Sé lo mucho que esto significa para ti. Haré lo que sea
necesario.
Él se apartó de los monitores, toda la excitación se había ido. Law era de nuevo un
predador, frío e insensible. Exactamente lo que necesitaba Dominic. Entonces ¿por
qué se sentía como si le hubiera quitado algo precioso a su amigo?
Riley se inclinó hacia delante.
―Él está bien, hombre. Ambos estamos aquí por ti. Ella solo es su tipo, eso es
todo.
Bonita, rubia y bien formada era el tipo de cada hombre, pero nunca había visto a
Law reaccionar con esa ferocidad por una mujer. ¿Sabía algo de ella que Dominic no?
No importaba. Aislarla y hacerla hablar es lo que importaba.
―Estamos en marcha. Annabelle acaba de llamar al servicio de habitaciones. Esa
es nuestra señal. Ella se asegurará de que Kinley esté sola en la habitación durante los
próximos quince minutos. ―Riley se giró hacia él―. ¿Quién está preparado para

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tener mucha diversión con una rubia? Este tío. Vamos, Law, podrás observar sus
tetas de cerca.
Law le mostró a su hermano el dedo corazón.
―Vamos a acabar con esto.
Dominic puso una mano en el hombro de Law.
―No vamos a hacerle daño. Estamos salvándola. ―Ella podría no agradecérselo,
pero… ―. Lo sabes.
Law asintió con la cabeza, pero Dominic no estaba convencido.
―Seguro. Tenemos que ir. Te veo en el punto de extracción.
Algunas veces Law sonaba como si todavía estuviera en el ejército. Riley y él se
marcharon.
Dominic se volvió hacia el monitor. Kinley era una mujer bonita y él tuvo un
pensamiento triste y fugaz que habría sido agradable si ella hubiera sido la mujer que
pudiera amarles a los tres. La mujer que pudiera convertirse en el centro de su
mundo.
Ella se giró, su cara estaba tan triste, tan hermosa que él casi se estiró y tocó la pantalla.
Él gruñó un poco mientras se alejaba y empezaba a limpiar la habitación. No tenía
tiempo para tonterías. Tenía un asesino al que atrapar.
Y un rehén que pillar.

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Capítulo 2

―Merezco encontrar la felicidad. ―Kinley se obligó a respirar profundamente


mientras paseaba por la habitación con sus Manolo Blahnik blancos con tacones de
diez centímetros―. Greg será mi felicidad y mi alegría.
La habitación respondió con un eco de silencio absoluto. Seh, nadie se creía eso, ni
siquiera las paredes.
¿Así era como iba a pasar el resto de su vida? ¿Iba a levantarse cada mañana y
trataría de convencerse de que era feliz y estaba satisfecha? Desde que era una niña,
Annabelle y ella tenían un ritual antes de grandes acontecimientos como Navidad,
cumpleaños y fechas importantes. Juntaban las manos y expresaban sus deseos en
voz alta para que se hicieran realidad.
Las lágrimas amenazaban con caer mientras recordaba la última vez que habían
hecho eso. Había sido junto a la cama de su madre. Annabelle había volado desde
Chicago. Había llegado antes que Becks al hospital, a pesar que su hermana en ese
momento vivía solo a unos pocos kilómetros. Era un ritual tonto, una fantasía entre
jovencitas. Eso no había salvado la vida a su madre y no iba a funcionar hoy. Pero
cuando Annabelle le había cogido la mano, había querido tan desesperadamente que
esa magia pudiera funcionar.
Kinley suspiró. En este instante, desear la felicidad, la alegría y el amor era inútil.
Era tiempo de crecer.
Un enérgico golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.
―Servicio de habitación.
Eso fue rápido. De todas formas, ¿cómo podría comer ahora? Apenas se podía
mover en ese vestido. Todos los pensamientos tristes estaban matando su
apetito…pero sería grosero enviar la comida de vuelta cuando Annabelle había
tenido el detalle de pedirla.

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Cruzó la habitación. Probablemente fuera un largo camino hasta aquí desde la


cocina.
Propina. Él querría una propina. Oh, esperaba tener algo de dinero.
¿Por qué Annabelle no había regresado? Debía ser una larga llamada de teléfono
con Kellan.
Kinley abrió la puerta, preparada para aceptar la comida, darle las gracias
amablemente al trabajador y despacharle. Pero la vista que la sorprendió la dejó
muda.
Los dos hombres más hermosos sobre los que jamás hubiera puesto los ojos
estaban de pie en el pasillo, con un enorme carro entre ellos. Algo estaba mal con el
carro, pero ella no podía dejar de mirarles lo suficiente como para averiguarlo.
Altos, con hombros anchos que estaban a punto de hacer estallar sus chaquetas
blancas. El que estaba más cerca de ella tenía que medir un metro noventa. Tenía el
cabello negro cortado al estilo militar y los más impresionantes ojos azules que jamás
hubiera visto. Realmente no describiría su cara como hermosa. Era demasiado
masculino para eso. Había algo salvaje en él que contrastaba con su uniforme formal
tipo esmoquin.
―¿Señorita Kohl? ¿Podemos entrar? ―Aunque las palabras fueron dichas más
como un gruñido, eran muy educadas.
Y por alguna loca razón, esa voz se sentía como una caricia sobre su piel. Él podría
hacer el amor a una mujer con esa voz… y si ella no fuera a ir al altar para
encontrarse con Greg, probablemente le dejaría.
―Sí. ―Sus propias palabras salieron entrecortadas. Se obligó a mirar al Sexy
Número Dos.
Era unos centímetros más bajo que su hermano mayor… y no había duda de que
eran hermanos. Estaba en el idéntico color de sus ojos, pero aparte de eso, eran
diferentes. El más bajo parecía ligeramente más joven, como si el mundo no le
hubiera agobiado tanto como a su hermano. Había el principio de una maravillosa
sonrisa en su rostro.
―¿Señorita? Es difícil para nosotros entrar en su habitación cuando usted está en
la puerta. ―Sexy Número Dos no pudo evitar reír un poco―. No quiere su comida
fría, ¿verdad?
¿Cómo podía enfriarse algo cuando ellos estaban allí? En estos momentos ella
sentía un calor sofocante. Excepto en los pies. Sus pies estaban helados… por lo
menos metafóricamente. No solo no quería encontrarse con Greg al final del altar,

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sino que prefería estar entre estos dos hombres en una postura totalmente
inapropiada.
Se sonrojó y retrocedió, permitiéndoles entrar en la habitación. Sus pensamientos
desbocados eran todo por culpa de Annabelle. Había bromeado sobre estar
enamorada de tres tíos y rehusarse a escoger. Le había dicho a Kinley que los tendría
a todos o que simplemente ellos no la tendrían a ella.
Seguramente había estado bromeando. Pero Belle había plantado una idea
interesante en su cabeza…
―¿Dónde lo quiere, cariño? ―preguntó Sexy Dos.
Ella podía pensar en varios sitios donde lo querría, cada uno más inapropiado que
el anterior. Pero seguramente no era eso lo que querían decir. Aun así, Kinley se
sonrojó completamente porque en todo en lo que podía pensar era en los labios del
hombre. Eran plenos y sensuales y ella no podía evitar preguntarse cómo besaría.
―La bandeja. Quiero decir la bandeja. ―Esos labios se curvaron en una sonrisa de
complicidad.
La vergüenza la inundó. Si pudieran leer sus pensamientos, se moriría.
―Cerca de la ventana, por favor.
Necesitaba calmarse y dejar de ser una idiota. Y sus tacones casi estaban
matándola. Se acercó cautelosamente al sofá y cogió su bolso. Sacó un billete de diez
dólares.
―Esta luz debe estar molestándola. ―Sexy Uno estaba de pie cerca de las
ventanas. La vista era espectacular, pero él bajó rápidamente las persianas,
cerrándolas y bloqueando la luz de la tarde.
―No, en absoluto. ―A ella le gustaba la vista.
El hombre cerró el segundo conjunto de cortinas.
―Creo que estará mejor si sabe que las miradas indiscretas no pueden ver hacia
adentro.
―¿Miradas indiscretas? ―preguntó Kinley―. ¿Por qué alguien querría mirarme?
Sexy Uno se giró y la inmovilizó con la mirada. Era un hombre mucho más serio
que su hermano. Podía decir eso por su boca. Este era un hombre que casi nunca
encontraba nada por lo que sonreír.
―Porque usted es preciosa.
Las lágrimas amenazaron con caer. Estaban justo ahí, haciendo que el mundo se
aguara. Ella no era preciosa. Estaba demasiado gorda y sus ojos eran de un marrón

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sucio en lugar del espectacular color verde de los ojos de Becks. Incluso aunque tenía
solo veinticinco años, sus pechos probablemente caían un poco. Nada en su cara era
sobresaliente.
Pero cuando el hombre le dijo que era preciosa con ese tono ronco y bajo, casi le
creyó.
Greg nunca había dicho nada sobre ella aparte del hecho de que sería un buen
activo de negocios para él. Nunca la encontraría preciosa.
―¿Está usted bien, señorita Kohl? ―preguntó Sexy Dos, su expresión era más
seria que antes.
Sí, ella estaba volviéndose rápidamente una perfecta idiota. Le obsequió con la
más brillante de sus sonrisas, la que utilizaba con los hombres y mujeres de la
sociedad más presumida que pensaban que ella no tenía un cerebro en la cabeza.
―Por supuesto. Aquí. Muchas gracias.
Le entregó el billete de diez dólares. Mientras lo hacía, se quedó mirando
fijamente el carro que ellos habían metido en la habitación. Era más grande de lo
normal. Por lo menos dos veces más grande y tres más alto. Había dos bandejas de
plata encima, pero ningún vaso, ni cubiertos.
―Señorita Kohl―comenzó a decir el que tenía los ojos que no sonreían.
Un pequeño estremecimiento de miedo ascendió por su columna vertebral. Algo
estaba mal.
―Esto no es una entrega.
Lo que ellos habían metido en la habitación estaba hecho de lona. Ahora podía
verlo.
―No. No lo es. ―Estuvo de acuerdo el segundo hombre. Dio un paso hacia ella.
Kinley retrocedió.
―Eso es un cesto para la ropa sucia.
Era de tipo industrial utilizado en los hoteles. ¿Por qué le llevaban la comida en un
cesto para ropa sucia? Excepto que no había en verdad ninguna comida porque eso
hubiera venido con cubiertos y cristalería, no con dos cubiertas de plata que por lo
que ella podía ver no cubrían nada en absoluto.
―No grites, cariño. No vamos a hacerte daño. ―El segundo hombre estaba
avanzando lentamente en dirección a ella.
¡Mierda! ¿Entonces qué iban a hacer?

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Shayla Black

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Kinley no iba a obedecerles. Abrió la boca y dejó escapar un largo grito mientras
se daba la vuelta y corría hacia la puerta.
Al menos intentó correr a toda prisa hacia la puerta. Por desgracia, tropezó con la
estúpidamente larga cola de su vestido y cayó de rodillas. Gateó, su corazón latía
acelerado. ¡Levántate! Tenía que hacerlo. Kinley no tenía ni idea de lo que querían
esos hombres, pero no estaba dispuesta a dárselo.
Un brazo le rodeó la cintura y fue tirada hacia atrás contra un cuerpo duro. Volvió
a gritar, pero esta vez una mano le tapaba la boca.
¿Pretendían robarle? ¿Violarla? ¿Matarla? Dios, ¿esto estaba sucediendo realmente? Las
lágrimas se desbordaron.
El primer hombre, el verdaderamente grande, dio un paso frente a ella.
―Está bien, Kinley. Vamos a cuidar de ti.
Sí. Parecía como si fueran a cuidarla… enterrándola en algún lugar o atándole los
pies a bloques de cemento y arrojándola al océano. Había visto suficientes programas
de investigación en el Discovery Channel para saber lo que venía a continuación.
Trató de hundir los dientes en la mano que le cubría la boca. Él maldijo, y ella se
las arregló para ganar un poco de espacio, pero por lo demás, él la sujetaba con
fuerza.
―Me está mordiendo, Law ―siseó él.
Una sonrisa se deslizó por la cara del llamado Law. Se veía oxidada por falta de
uso, pero cuando sonrió, sus ojos se iluminaron.
―Bien por ella, Ry. Te dije que era más fuerte de lo que pensabas. Cariño, tienes
que dejar de luchar contra nosotros o tendré que hacer algo que preferiría no hacer.
Quiero hablar contigo. Te tengo que explicar algo.
¿Iba a explicarle cómo iba a violarla y asesinarla? Mordió más fuerte. El brazo
alrededor de su cintura se apretó con fuerza, pero la mano nunca se movió.
―Maldita sea, Law. Me va a arrancar un trozo de mano. Ella tiene dos de los
dedos con los que escribo ―gruñó―. Liquídala o lo haré yo.
Law dio un paso hacia delante y ella se dio cuenta de la jeringa que llevaba. Nada
la asustó más que eso. Dejó de morder la mano y trató de apartarse. No podía quedar
inconsciente. No podía estar a su merced.
Kinley dio patadas, desesperada por librarse de su agarre.
La masa de músculos detrás de ella no se movió ni un centímetro.

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Shayla Black

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Law la miró, aquellos ojos azules estaban llenos de una emoción sin nombre. Él
extendió la mano hacia ella con una ternura extraña mientras le acariciaba el pelo.
―Te voy a cuidar, cariño.
Ella sacudió la cabeza frenéticamente, pero igualmente la aguja pinchó su brazo.
Traspasó el vestido de seda y se hundió en su carne.
―Ahora vas a dormir ―susurró él.
Casi inmediatamente, el mundo empezó a volverse confuso, su visión
desvaneciéndose desde la periferia. Sus músculos se relajaron y sus rodillas se
debilitaron. Pero ella no cayó al suelo. Ry la cogió, levantándola en sus brazos
mientras cruzaba la habitación.
―Despacio ―dijo Law mientras levantaba la tapa del cesto de lavandería y lo
dejaba al lado―. No quiero hacerle daño.
No importó cuanto trató Kinley de mantenerse alerta, no pudo luchar más contra
la droga. Todo su cuerpo quedó inerte, sostenido solo por los fuertes brazos de Ry.
Mientras su mente flotaba, tuvo la vaga idea de que eso estaba bien. Nunca antes
había sido sostenida así. Era demasiado grande. Seguramente le partiría la espalda.
Abrió la boca para protestar, pero nada salió de ella. Sus ojos se cerraron.
―Tendré cuidado de ella―prometió Ry, abrazándola.
Él la bajó mientras el mundo se volvía oscuro.

* *
Law observó a la mujer en el cesto y sintió una abrasadora sensación de
satisfacción. Kinley Kohl estaba a salvo y él intentaría asegurarse de que permanecía
así. Dos meses de vigilancia y después adoptar una tapadera para observarla un poco
más de cerca durante la última semana, le habían convencido que Dominic estaba
completamente equivocado acerca de ella.
Y, si sus instintos eran correctos, también era virgen… y sumisa.
Sip, eso le ponía la polla dura. A veces había sido un acérrimo pervertido, pero
Kinley Kohl le había convertido en un monstruo obsesionado. En el momento en que
la había visto, supo que la deseaba. Era hermosa y tenía la clase de cuerpo suave que
le hacía poner todo duro. Si solo hubiera querido tener relaciones sexuales con ella, él
hubiera estado bien. Entonces…la había visto con un montón de niños sin hogar en
un evento de caridad, y su estúpido corazón se había involucrado por primera vez.

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Shayla Black

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Tenía que protegerla. Sip, de Dominic, pero principalmente del cabrón de su


novio. Riley salió del baño, agitando la mano derecha.
―Vale, sabemos que tiene todos los dientes. Joder, eso duele.
―No seas nenaza ―ladró Law, mirándola todavía.
Estaba orgulloso de que ella se hubiera defendido, sobretodo porque tendía a ser
sumisa ante las personalidades más fuertes a su alrededor, como Greg y la perra de
su hermana. Más de una vez, él había visto como ellos tomaban ventaja de su dulce
naturaleza. A Law le había un poco preocupado que cuando Ry y él la secuestraran,
ella llorara y suplicara. No habría podido con eso. En vez de eso, ella había mordido
con fuerza a su hermano.
―Hablo en serio ―dijo a gritos Riley.
―Tuviste suerte que estabas a su espalda o te habría dado un rodillazo en las
joyas de la corona.
―¿Sabes lo loco que pareces ahora? ―La pregunta de Riley rezumaba sarcasmo―.
Eres la viva imagen de un acosador psicópata. ¿Tengo que agarrar una cámara para
poder capturar el momento?
Law tenía que ser honesto con su hermano.
―Me preocupo por ella.
Un largo suspiro llenó la habitación.
―Es un error, hombre.
―No es como piensas que es. ―Riley y Dominic no la habían observado durante
meses. No veían más allá de la fachada.
Riley le dio una palmada en la espalda.
―Incluso si es la cosa más dulce del mundo, te digo que esto es un error. Ella no
será capaz de manejar el tipo de vida que tú quieres. ¿Cómo demonios toda su
sociedad de damas reaccionaría si ella se presentara a la gala de caridad con sus tres
maridos, dos de los cuales vienen de los barrios bajos?
―Ahora tenemos dinero. ―Él podría cuidarla.
―Sip, y lo conseguimos de la manera más dura tratando con delincuentes y
maleantes. Ninguno de nosotros es un ejemplo para el club de campo. Incluso
aunque Dominic viene de una familia adinerada, parece un gánster. A pesar de este
cuerpo atlético, soy un friki de los ordenadores. Y tío, tú hablas con tus armas.
Solo a veces.

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Shayla Black

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―Todo el mundo tiene sus peculiaridades.


―Ella no lo hará, Law.
―No es Simone. ―Estaba tan cansado de ese argumento. La única mujer con la
que habían pensado durante medio segundo en casarse, resultó estar más
preocupada por la opinión de la otra gente que por el amor, por lo que Riley había
renunciado.
―Todas al final son Simone, hermano. Si intentamos esto a largo plazo con
alguien, es malditamente imposible de esconder. ¿Qué mujer en su sano juicio quiere
ser considerada como una puta? Recuerdas lo que era para mamá incluso ir a la
tienda de comestibles.
―No es como si prostituyéramos a nuestra esposa.
―Eso no importa. Así es como todos lo verían, especialmente entre el círculo
adinerado de Kinley. No funcionaría.
―Creo que te equivocas.
Riley suspiró.
―Creo que tenemos que salir de aquí antes que alguien se pregunte dónde está la
novia. Esta ceremonia se supone que empieza en menos de treinta minutos. ―Agarró
la pesada tapa de lona que habían dejado a un lado para ocultar el hecho de que no
estaban llevándose la ropa sucia.
Law negó con la cabeza.
―No la tapes todavía. Tenemos que coger su equipaje.
Riley puso los ojos en blanco.
―No vamos a llevarnos el equipaje de la princesa.
Su hermano no estaba pensando.
―No puede ir todo el tiempo con su traje de novia. No sabemos cuánto tiempo va
a estar con nosotros.
Riley cogió su móvil y empezó a escribir un mensaje.
―Entonces estás de suerte. Puede correr por ahí desnuda. De hecho, no me
importaría verla desnuda. Es hermosa. Lástima que tenga la costumbre de follar con
un cretino. ¿Qué coño ha visto en él excepto un montón de ceros en su cuenta
bancaria?

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―Ella no duerme con Jansen. No pasan la noche juntos. Cuando viajan tienen
habitaciones separadas. Y nos llevamos su equipaje. Podría contener medicamentos
que ella necesitara.
No necesitaba medicación. No tomaba nada más que un par de vitaminas al día,
pero su hermano no tenía por qué saberlo. Tener cerca sus pertenencias la
reconfortaría.
Dios, ¿cuándo se había convertido en un ángel guardián? Law no era adecuado
para el papel. Era puro músculo, bueno matando basura o haciendo que desearan
estar muertos. No sabía nada de cuidar a una mujer. Riley seguramente tenía razón.
Ella era demasiado dulce para querer lo que ellos necesitaban. Incluso la idea
seguramente la escandalizaría.
Por lo que tendría que conformarse con cuidarla en Alaska.
Refunfuñando, Ry agarró la primera de las maletas. Había espacio en el carro…si
aplastaban la tonelada de tela hinchada de su vestido.
Suavemente, Riley depositó la primera maleta junto a ella. Law le ayudó con las
siguientes tres bolsas. Imaginó que las había comprado de segunda mano porque
estaban grabadas con las iniciales de algún otro. Alguien realmente enamorado de sí
mismo. Había pequeñas Eles y Uves doradas por todo el equipaje. Si Kinley fuera su
mujer, él se aseguraría de que todo tuviese su dulce nombre.
―Dominic está teniendo problemas para encontrar un lugar para aparcar.
Tenemos que aguantar unos pocos minutos. Maldito tráfico de Nueva York. ―Riley
maldijo a su teléfono, entonces levantó la cortina para mirar a hurtadillas por la
ventana como si pudiera ver por dónde Dominic estaba rodeando el edificio. A esta
altura, no había forma, todo el mundo se veía como hormigas.
Puso la última de las cuatro maletas alrededor de Kinley. Ella gimió un poco y el
sonido le puso malditamente duro. ¿Por qué tenía que desear a esta mujer?
―¿Por qué coño tiene que ser ella? ―le preguntó Riley. Algunas veces Law
pensaba que su hermano le podía leer la mente.
Él se encogió de hombros.
―No lo es. No lo será. Tienes razón. No me va a querer.
De nuevo aquellos ojos se pusieron en blanco. Su hermano necesitaba una mejor
forma de comunicación que el sarcasmo.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

―Oh, probablemente ella te querrá. Solo que no sé si va a continuar contigo. O


con cualquiera de nosotros. Las mujeres quieren un ménage para el sexo, pero
ninguna quiere aguantar a tres tíos toda la vida. Solo la colada la ahogaría.
Law no pensó que eso fuera divertido.
―Yo puedo hacer la mía. Todos nosotros podemos.
―Mira esto desde su punto de vista. Si por algún milagro, Kinley puede manejar
una relación con nosotros tres, ¿podría la presión de su familia o de las revistas
sensacionalistas ser demasiado para ella? ¿Cuánto tiempo le llevaría querer
marcharse? Tal vez deberías tratar de conquistarla para ti.
¿Y dejar atrás a su hermano y a su mejor amigo?
―No.
Él quería lo que los hermanos James tenían. Quería una familia. Se había pasado
demasiados años necesitando que alguien cuidara su espalda como para hacerlo solo.
Tal vez era su naturaleza perversa, tal vez era algo que había aprendido, pero ni
siquiera quería probar hacer un solo con Kinley.
Y había una vocecita en su interior que se preocupaba de lo que podía sucederle a
ella si él moría. No podía dejar a su mujer sola de la forma en que su madre había
estado. No podía soportar la idea de ella cargando una vida terrible sobre sus
espaldas solo para alimentar a sus hijos y a sí misma.
―Nah. Solo me gusta, ¿vale? Lo superaré. No me gusta particularmente la idea
del negocio de los secuestros y probablemente, ella no querrá nada conmigo después
de esto.
Dios sabía que él había estado obligado a jugar al chico malo la mayor parte de su
puñetera vida. Una vez más no debería importar. Solo que no podía soportar la idea
de que ella le tuviera miedo.
―Estamos salvando su vida. Finalmente, lo entenderá. ―Annabelle se deslizó
dentro de la habitación por la puerta contigua, su voz era baja―. ¿Está bien?
La curvilínea secretaria se acercó al cesto de la ropa y miró dentro.
―Está bien. Ella dormirá la mona en el avión.
Tan pronto como él agarrara su bolso de mano, saldrían de allí. Pero cuando lo
levantó, Law frunció el ceño. Era más pesado de lo que parecía. ¿Qué llevaba? No es
que importara. Lo dejó en el carro a su lado con el resto de cosas.
―¿Cómo está yendo esto desde vuestro lado? ―preguntó Ry.

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Maestros del Ménage 5

La firma de Baxter, Cohen y Kent estaba trabajando junto a ellos… para llevar a
Jansen a la justicia y tratar de mantener sus culos fuera de la cárcel. Law no estaba
seguro de cual resultaría ser el trabajo más difícil.
―He traído a Eric conmigo. Está echándole un ojo a su hermana. Ella seguramente
volverá para controlar a Kinley una vez más. Bien, cogisteis su equipaje. Estará más
tranquila si puede tener sus cosas cerca. ―Las lágrimas empezaron a caer por sus
mejillas―. ¿Estoy haciendo lo correcto?
Él se había preguntado lo mismo todos los días desde que decidieron la misión.
―Tú intentaste decirle la verdad y ella no la aceptó.
Annabelle negó con la cabeza.
―Lo sé. Kinley es muy leal y quiere creer lo mejor de todo el mundo. Si la hubiera
presionado mucho más, hubiera ido directamente a Greg y le hubiera exigido
explicaciones. Ya sabes como él se hubiera hecho cargo de la situación.
―Nos aseguraremos que esté a salvo―le garantizó Law.
Riley se acercó. Siempre había tenido mano con las damas. Siendo algo civilizado,
no tendía a asustarlas del modo en que Law lo hacía.
Su hermano le brindó su sonrisa más segura.
―Está en buenas manos, Annabelle. Fui a la universidad con Kellan. Te ha
hablado de mí, ¿verdad?
Ella asintió con la cabeza, relajándose un poco.
―Él dijo que eras un buen tipo.
―Si confías en él, entonces confía en mí. Seré bueno con ella. Y Law ya está medio
enamorado de ella, por lo que no te preocupes.
Law dejó caer la mandíbula.
―Tú, hijo de puta.
Riley se encogió de hombros.
―Oye, digo las cosas como son.
Annabelle se quedó en silencio, sus ojos oscuros le miraban atentamente.
Maldición. El sentido del humor de Riley iba a destrozarle algún día. Ahora
Annabelle tendría miedo de permitir que Kinley se fuera con él. La secretaria podía
causar serios problemas.
―No voy a… ― Law se esforzó por hablar. ¿Cómo le decías educadamente a
alguien que no ibas a molestar a su amiga? ―…tocarla. Lo juro.

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Maestros del Ménage 5

―Oh, sinceramente espero que lo hagas. ―Annabelle se acercó y le alisó la


corbata―. Hechízala, sedúcela y hazla muy feliz en la cama. Eso es prácticamente
una orden.
Él no había escuchado bien.
―¿Qué?
Ella retrocedió, con una sonrisa misteriosa.
―Quiero a esa mujer. Es mi hermana y se merece a alguien que pueda hacerla
sentir bien. La has estado observando. He visto la mirada en tus ojos. Pareces un
hombre inteligente, Law Anders. Sé que Dominic Anthony lo es. Ningún hombre
realmente inteligente puede resistirse a mi mejor amiga. ―Sus ojos se estrecharon
mientras estudiaba a Riley―. No sé nada de ti. Podrías ser tonto.
―Me gradué el primero de mi clase en Harvard. ―Riley parecía ligeramente
desanimado.
―Entonces espabílate porque ella necesita la seguridad y el afecto que todos
podáis proporcionarle. Solo recordad…si probáis este glaseado en particular, habéis
comprado todo el pastel. Si intentáis escaquearos de llevaros el pastel a casa y
disfrutar cada bocado, iré tras vuestros culos. Y no habéis conocido la furia hasta que
no veáis la que proviene de esta chica. ¿Nos entendemos?
Ambos asintieron obedientemente. Law estaba muy seguro de que Riley se había
quedado tan mudo como él.
Annabelle dio una última mirada a su mejor amiga, después se dirigió hacia la
puerta.
―Voy a asegurarme que no haya moros en la costa. Pensad en lo que os he dicho.
Y cuidad de Gigi. Ella puede ser problemática.
Annabelle desapareció, dejando a Law con una pregunta final.
―¿Quién coño es Gigi?
Riley se encogió de hombros.
―No lo sé. Creo que esta chica puede estar loca. ¿Piensas en probar el pastel de
Kinley?
―Bueno, no puedo comerme solo el glaseado y no coger un trozo de pastel, si
sabes lo que quiero decir. Demonios, no estoy seguro de lo que quiero decir. Estoy
confundido.
Maldición, la mitad del tiempo no entendía a las mujeres. Apartando ese
pensamiento, miró a Kinley, quien parecía estar durmiendo pacíficamente a pesar de

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su incómoda posición. En verdad era la cosa más bonita que él jamás hubiera visto.
¿Y qué había hecho él? Le había inyectado un tranquilizante, la había metido en un
cesto de ropa sucia y había arrojado su equipaje dentro.
Muy amable.
―Realmente quiero probar el glaseado ―admitió Riley―. Pero Annabelle nos
arrancará las pelotas si lo hacemos y luego no nos comemos el pastel. ―Frunció el
ceño―. ¿Eso era lo que estaba diciendo?
―Idiota. ―Algunas veces se preguntaba si Harvard era tan bueno como pretendía
ser―. Ella estaba diciendo que lo aprobaba.
―Es lo que pensaba. Ella no debería. ―Riley se puso a su lado mirándola también.
La cara de su hermano se suavizó―. Solo le haremos daño si empezamos algo con
ella. Realmente es encantadora cuando no está mordiendo mi mano.
Su teléfono zumbó y todo el cuerpo de Riley se puso alerta.
―Nos vamos.
Law agarró la tapa y cubrió el cesto.
―Duerme bien, princesa. Cuando te despiertes, estarás en un nuevo reino.
Y él, muy probablemente estaría en el infierno.

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Capítulo 3

Riley miró el largo pasillo fuera de la suite de Kinley y se preguntó cómo sería la
cárcel. Si Law y él eran atrapados, seguramente serían enviados a una cárcel de
máxima seguridad para delincuentes violentos. Esperaba no ser popular allí, pero
estaba preocupado. Porque en el fondo, sabía que no había ninguna manera de
escapar secuestrando y transportando a una debutante a través de las fronteras
estatales. Demonios, con la cantidad de equipaje Louis Vuitton que tenía Kinley
Kohl, a ellos seguramente también les echarían el guante por hurto mayor de
equipaje.
Iba a acabar el resto de sus días como novia de algún matón, siendo cambiado por
cigarrillos y algún favor sexual. No era realmente como esperaba que se desarrollara
su vida, pero no podía echarse atrás de esta misión. Un hombre no tenía nada si no
tenía ninguna lealtad.
―Despejado hasta el ascensor. ―Su hermano estaba como si tal cosa. Ni una sola
arruga en su cara mostraba una pizca de ansiedad. No estaba imaginando diez
maneras diferentes en las que podía ser apuñalado en prisión. No. Law Anders
estaba inmutable.
Así había sido toda la vida. Nada perturbaba a su hermano mayor…pero por unos
pocos minutos, Law se había animado mientras observaba a la mujer que
seguramente les costaría veinticinco años de su vida. Solo por un momento, había
habido algo parecido a la esperanza en la normalmente expresión vacía de Law.
Si no tenían cuidado, Kinley Kohl podría costarles más que su libertad.
Riley empujó el carro de la ropa sucia hacia delante, manteniendo su expresión
cuidadosamente impávida. Nada que ver aquí colegas. Solo un par de tíos normales
haciendo su trabajo, secuestrando a una rubia con bonitas tetas. Sucede todos los días.
En realidad, las tetas de Kinley no solo eran bonitas. Por lo que pudo ver, eran
bellísimas. Redondas y llenas…Al principio, había sospechado que estaban

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aumentadas cosméticamente, pero entonces la abrazó y ella había sido tan suave
contra él. Su polla se había puesto dura como una roca. Entonces ella le había
mordido.
Y él se había puesto incluso más duro.
Riley se preguntaba cómo se vería cuando la atara, cuando tuviera tanta cuerda
rodeándola que no pudiera moverse. Podía imaginarse el diseño en su bonita piel,
una carey que moldearía sus curvas y se envolvería en aquellos pechos, haciendo que
sobresalieran orgullosos. La vestiría con una cuerda de seda y nada más. Bueno, casi
nada más. Aquellos ridículos tacones que llevaba se verían muy bien envueltos
alrededor de su cuello, mientras él empujaba su polla dentro del que seguramente
sería un coño muy ceñido.
―¿Hay algún problema hermano?
Riley casi gimió. Estaba en mitad de una empresa criminal y muy duro, pensando
en todas las formas en que podría violar a su bonita y pequeña rehén.
No iba a ir a la cárcel. Iba a ir al infierno en un cesto de mano. Bueno, en un carrito
de lavandería, al menos.
―Voy corriendo.
Pero no lo haría, no del modo en que quería. Nop, no iba a correrse alrededor de
Kinley Kohl en absoluto. Volvió a empujar el carro y juró a todos los seres místicos
del universo que no iba a molestar a su prisionera. De ninguna manera. Iba a
guardarse las manos para sí mismo. De la única forma en que se correría en un
futuro cercano era por el poder de su propio puño o con una prostituta bien pagada.
Y no estaba por encima de cualquiera de los métodos.
La puerta del ascensor estaba abierta al final del corredor, no el bonito que
utilizaban los huéspedes, sino el ordinario, de tamaño industrial destinado a
mantener a los trabajadores fuera de la vista de la elegante clientela del hotel.
A su izquierda, pudo ver una de las cámaras del circuito cerrado de televisión
esparcidas por el pasillo. Mantuvo la cabeza gacha. Todo lo que los federales verían
sería a un hombre alto con el pelo oscuro empujando un carrito de lavandería por el
pasillo. No había nada que le distinguiera.
Solo unos pocos pasos más y estarían a salvo en el ascensor.
―¡Oye!
Para su horror, la lona comenzó a moverse y apareció una mano con la manicura
perfectamente cuidada.

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Shayla Black

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Law corrió por el pasillo, sus pies no hacían ni un solo ruido contra la moqueta.
―Tengo que escapar. ―Kinley estaba tratando de salir por si misma del carrito.
Un puño se elevó―. No os dejaré. No lo haré.
Riley bajó la mirada hacia ella. ¿Cómo hacía para verse tan adorable? Era un lío de
tul blanco y en todo lo que podía pensar era en envolverse alrededor de ella.
―Cariño, está bien. ―Law se estiró para alcanzar su mano, su voz era más suave
de lo que Riley pudiera recordar alguna vez haberla oído. Law era rudo y violento,
pero se volvía tierno cerca de este pedacito de pelusa rubia.
―¡Qué diablos! Pensé que había vaciado toda la jeringa en su brazo. Necesitamos
el cloroformo, Riley.
Sí, ese era su último recurso. No mantendría mucho tiempo a Kinley fuera de
juego, pero tenían que contenerla lo suficiente como para escapar de este maldito
hotel.
―No quieres casarte. Quieres playa. Ser feliz allí. ―No la estaban llevando a la
playa, pero por lo menos Law parecía estar calmándola. Entonces ella volvió sus ojos
marrones-patea-pelotas hacia Riley.
―Muy bonito. ¿Quieres casarte?
En ese mismo instante, él casi lo hizo porque ella era tan dulce con el arco
ridículamente sensual de su boca y el cabello rubio como la miel. En ese momento, él
podía imaginársela en el centro del mundo de los tres. Era perverso. Lo sabía muy
bien, pero no podía apartar la imagen de ellos tres amándola… su reina, su
corazón… mientras ella les amaba a su vez.
Tenía que detener esa ridícula fantasía. Cierto, ella ahora estaba tranquila, pero no
lo estaría cuando las drogas se eliminaran de su organismo. Además, no podían
secuestrarla en el día de su boda y después imaginar que estaría receptiva a tener un
romance con él…y Law…y Dominic. La bonita rubia probablemente les cortaría en
seco por intentar robarle tanto como un beso. Si fueran lo suficientemente tontos
como para mencionar el matrimonio con los tres, lo más probable es que ella se
tronchara de risa. Si estuviera lo bastante loca como para quedarse y probarlo,
acabaría marchándose.
Aun así, él no tuvo fuerzas para decir nada más que:
―Seguro, dulzura.
―¿En serio? ―Una brillante y descabellada sonrisa cruzó su cara. Dios, era
hermosa. Su enloquecido corazón casi se detuvo―. ¿Serás bueno conmigo?

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Preguntó ella como si eso fuera la más grave de las preocupaciones. Tal vez
conocía a su novio mejor de lo que él creía.
―Cada día. ―Él agarró el trapo que tenía en el bolsillo y lo levantó. Ella ni
siquiera se inmutó, solo siguió sonriéndole mientras él lo colocaba sobre su boca. Su
corazón se hundió un poco cuando la luz dejó sus ojos y ella se deslizó hacia abajo
dentro del carrito.
Law la atrapó, ayudándola a bajar suavemente. Retiró suavemente su cabello. Por
un momento, un gruñido primitivo empezó en la garganta de Riley. Anhelaba la
oportunidad de calmarla. Era estúpido. Cuando volviera en sí, no querría nada con
ellos, sin embargo no podía dejar de imaginar lo agradable que sería rodearla con los
brazos y sostenerla mientras dormía por las drogas que ellos le habían suministrado.
Después, cuando despertara, hacerle el amor.
Seh, él iba a progresar en la cárcel.
Después que Law la acomodó, levantó la cabeza. Directamente en la línea de las
cámaras.
―Tío, mira abajo. ¡Ya! ―¿En qué demonios estaba pensando su hermano? Law
nunca jodía una operación. Era el factor determinante de las misiones. Era frío como
el hielo, pero parecía como si Kinley Kohl estuviera poniendo demasiado caliente a
su hermano como para pensar. ¡Maldición!
Law bajó bruscamente la cabeza.
―¡Mierda! Lo siento. Vamos a sacarla de aquí. Probablemente, a estas horas,
Dominic estará enloqueciendo.
Trotó pasillo abajo y volvió a pulsar el botón del ascensor. Afortunadamente, no se
había ido. Riley empezó a meter el carrito dentro, sus pensamientos iban a mil por
hora.
Vale, tal vez Law no la había cagado tanto. Tal vez las cámaras no habían
apuntado en su dirección. O tal vez nadie los estaba vigilando. En ese caso, se
habrían marchado antes de que alguien se diera cuenta de que Kinley había
desaparecido. Y con un poco de suerte, las cámaras no habrían estado grabando.
Entonces nadie sabría nada sobre su desaparición, al menos hasta que Dominic
tuviera las pruebas que necesitaba. Lo que harían con ella cuando llegara el momento
de liberarla y como evitarían que fuera a la policía… bueno, ninguno de ellos todavía
había pensado en eso.
―¡Oye, sujetad la puerta!

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Mierda. En cuanto metió el carro, un hombre con un traje mal confeccionado


estuvo justo detrás de él, apiñándose en el ascensor.
―Señor, el ascensor de los huéspedes está al final del pasillo. ―La voz de Law era
perfectamente estable mientras sostenía la puerta para que el hombre saliera.
No era cualquier hombre. Dos veces mierda. Vincent Dargo, el gorila de Greg
Jansen. No había manera de confundir al hombre. Se veía como algo que un pit bull
hubiera masticado y escupido antes de que alguien decidiera meterlo en un traje.
―Nah, odio esos puñeteros ascensores cursis. En general odio los sitios como este.
¿Este me llevará al piso del salón de baile?
Riley se preguntaba si había quedado algo de cloroformo. Law negó ligeramente
con la cabeza y quitó el brazo de la puerta. Las puertas se cerraron un pequeño ruido
y Law apretó los botones para el salón de baile y la planta baja.
―Por supuesto, señor. Le dejaremos allí―se obligó a decir Riley.
Este era un hombre que, a decir de todos, hacía el trabajo sucio de Greg Jansen… y
durante años. Estar tan cerca del cabrón que seguramente tenía más de un par de
cosas que ver con el asesinato de Carrie hizo que Riley quisiera estrangularle.
―¿Vosotros dos trabajáis en esta maldita farsa de boda?
Por el rabillo del ojo, vio a su hermano tensarse ligeramente, pero los ojos de Law
permanecieron en las puertas mientras el ascensor descendía.
―Nah. Estamos llevando esto para limpiar, después habremos terminado por hoy.
Vincent frunció el ceño.
―Pensé que teníais sirvientas para acarrear esta mierda. Vosotros no estáis
vestidos para la lavandería.
Fue el turno de Riley. Él tenía mucha experiencia siendo amistoso y no
amenazante. Había pasado mucho tiempo de su vida compensando el hecho de que
Law actuaba como un Rottweiler con esteroides.
―Normalmente nosotros no tendríamos nada que ver con la lavandería, hombre,
pero hay una chica…
Vincent asintió con la cabeza e hizo un giño de complicidad.
―Oye, hay que dar un poco para conseguir algo. Bueno, algunos de nosotros lo
hacemos.
―Ella es una cosita linda. Aunque sé que no va a durar mucho en el trabajo. Es
delicada acerca de alguna de las cosas desagradables que tenemos que enviar a

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limpiar. ―Riley se encogió de hombros―. Cuando estás trabajando en un hotel tanto


tiempo como yo, ves casi de todo.
―¿El hotel no tiene su propia lavandería? ―preguntó Dargo.
―Sí, pero alguna pareja se puso creativa sobre nuestras sábanas de mil hilos.
Simplemente no se pueden tirar. Usted sabe cómo es eso. Algunas manchas son
difíciles de quitar y necesitan un profesional.
Vincent Dargo era una mancha que a Riley le encantaría eliminar, pero el jefe de
Dargo era más importante.
―Bueno, esta noche no tendréis ese problema en la suite nupcial. Dios, estaría
sorprendido si follaran. Esa chica es tan follable, pero es fría. Mujeres de la alta
sociedad. Vosotros pensáis que tenéis un trabajo duro. Tratad de tener un jefe que os
diga que salgáis a buscarle una esposa con conexiones en el jet set y el culo gordo.
Oh, pero tiene que ser bonita. Por suerte para mí, encontré una, pero fue difícil. Tuve
que encontrar un intermediario, si sabéis a lo que me refiero.
Riley no lo sabía. Por suerte, la puerta sonó y se abrió en el piso del salón de baile
porque veía a su hermano prácticamente vibrando con la necesidad de violencia.
Al final del largo pasillo, Riley vislumbró a Jansen en su impecable esmoquin.
Mientras que Dargo se veía como un matón, Jansen encajaba en la alta sociedad
perfectamente, un tiburón enmascarado con ropa de diseño.
Hablaba con un hombre al que Riley reconoció como a un senador de Georgia.
Estaban manteniendo una conversación intensa. La música de cámara inundaba los
pasillos. Parecía como si la boda estuviera lista para empezar. Alguien iría pronto a
por Kinley.
―Tengo que irme. ―Dargo corrió a encontrarse con su jefe.
Riley se estiró y muy tranquilamente presionó el botón para cerrar las puertas.
―Voy a matarle ―dijo Law por lo bajo.
―Estoy seguro que eso te haría sentir mejor. ―Algunas veces pensaba que matar
a maleantes como Dargo era una de las formas de relajarse de Law. Hoy, Riley lo
entendió―. Cuando llegue el momento, hazle sufrir.
―¿Qué crees que quiso decir?
Riley ya había repasado la conversación en su cabeza. Estaba muy seguro que
sabía lo que estaba molestando a su hermano.

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―Quieres decir ¿por qué estaba preocupado con el culo de ella? ―Había estado
viendo fotos de ella. Kinley Kohl tenía un trasero delicioso que intentaba esconder
con su ropa. Se encogió de hombros―. Tal vez sea un hombre de culos.
―Todas sus otras novias han tenido tipos de modelo, muy delgadas. Tan delgadas
que he querido darles de comer una hamburguesa con queso ―murmuró Law―.
Incluso Carrie era así.
Carrie Anthony había sido hermosa, pero ni Riley ni Law se habían sentido
tentados por ella. Había sido como su hermana pequeña. Más allá de eso, ella no
estaba cerca de su tipo. Algunas veces Riley desearía que no tuvieran un tipo, pero
así era.
Con el tiempo, había desarrollado el hábito de compartir mujeres con su hermano
y Dominic. Era el modo en que él prefería las cosas. Oh, no era que no pudiera tener
sexo por su cuenta. Podía hacerlo, incluso disfrutarlo, pero no se imaginaba unas
vallas blancas y un para siempre sin un equipo de reserva.
La vida en un camping de caravanas, viendo a su madre pagar por su comida
prostituyéndose, le había enseñado a tener siempre una contingencia, otros recursos.
Pero encontrar a alguien que quisiera estar involucrada con él y su equipo de reserva
había sido prácticamente imposible.
Por lo que si Jansen no estaba atraído por los traseros jugosos, ¿por qué había
insistido por uno?
Las puertas se abrieron y de repente ese fue un problema para otro día. Era el
momento de darse prisa. Los trabajadores iban de un lado a otro alrededor de ellos
mientras se dirigían por el pasillo hacia los muelles de carga.
―Ya era hora ―dijo Dominic. Estaba vestido con un mono que llevaba estampado
el nombre de una tintorería local especializada ―. ¿Eso es todo lo que necesitamos?
Sostenía un portapapeles que seguramente contenía un crucigrama y nada más.
Esa era solo una parte del ardid.
―Debería serlo. ―Riley metió el carro en la parte trasera de la camioneta.
Justo antes de que cerrara, Law saltó dentro.
―Me quedaré aquí atrás, me aseguraré de que la mercancía no se estropea
durante el viaje.
Él cerró la puerta de un golpe.
―No seas pervertido.

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Ahora que estaban a punto de escapar del hotel, volvió la preocupación porque la
cara de Law hubiera sido capturada por la cámara del pasillo. Riley volvió a
preguntarse cómo se vería en un mono naranja. ¿Su suposición? No muy halagüeña.
Pero la mayor parte de él estaba más centrada en el momento una pequeña parte
sentía celos de que Law tuviera a Kinley para él solo. Él seguramente la levantaría
porque no sería agradable dejarla en un carro de lavandería. La acunaría para
asegurarse que estuviera a salvo. Tendría ese bonito culo sentado en su regazo.
Tal vez Law no era el único pervertido.
―¿Podemos irnos ahora? ―preguntó Dominic―. ¿O también quieres viajar en la
parte de atrás?
Su mejor amigo obviamente no estaba divertido.
―Estoy listo para salir.
Rodeó la camioneta y se montó.
Mientras se perdían en el tráfico de Manhattan, los pensamientos de Riley
estuvieron atrapados en la mujer en la parte trasera de la furgoneta.

* *
Dominic no podía apartar los ojos de la mujer que estaba reclinada en el asiento
del avión privado contratado para llevarles a la pista de aterrizaje de los James en
River Run, Alaska. Habían estado en el aire durante más de una hora y ella todavía
no se había movido.
No se parecía para nada a Carrie. Lo sabía por las fotos que había estudiado, pero
de alguna manera cuando estuvo en el mismo espacio que Kinley Kohl, había visto
algo que le recordaba a su hermana.
Después de todo, ambas se habían enamorado del mismo hombre… un asesino de
sangre fría que había liquidado a Carrie e intentaría hacer lo mismo con Kinley.
Riley se hundió en el asiento de al lado.
―Law dice que estaremos volando durante toda la noche.
Se tardaba alrededor de diez horas desde Nueva York a Alaska. Dominic tenía una
larga noche para meditar en la tarea que tenía que completar mañana.
Tenía que quebrar a Kinley Kohl.
―¿Podemos quitarle ese ridículo vestido? ―preguntó Dominic, observándola
envuelta en seda blanca y satén. No podía pensar en jugar duro con ella mientras se
viera tan malditamente inocente.

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Shayla Black

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Cuando Law se la había pasado desde la furgoneta, ella se había acurrucado en


sus brazos como una niña confiada. O una amante. Pero nunca sería su amante. O de
Law… no importaba lo que él imaginara.
―Creo que Law estaría feliz de desvestirla ―dijo Riley―. ¿Quieres que tome su
lugar en la cabina?
Riley no era ni la mitad de buen piloto que su hermano, pero sería capaz de
mantenerlos volando.
―No. ―No quería tentar a Law mucho más―. Ella puede cambiarse cuando
lleguemos y vuelva en sí. No se va a despertar durante el vuelo, ¿verdad?
Riley se encogió de hombros.
―No ha dormido mucho últimamente. Por lo menos eso es lo que Annabelle dijo.
Pero tuvo una extraña reacción a los sedantes. En el pasillo se despertó durante un
minuto. Law la sostuvo y le acarició el pelo. Entonces ella se volvió a dormir.
Dominic apostaba que ese pequeño episodio no había hecho nada para amortiguar
el enamoramiento de Law. Ese hombre tenía una profunda necesidad de proteger.
Kinley ahora se veía frágil, pero seguramente cuando mañana empezara el
interrogatorio, ella mostraría su verdadera personalidad.
―Gigi. ―Ella empezó a murmurar en su sueño ―. ¿Dónde…Gigi?
Dominic frunció el ceño.
―¿Quién es Gigi?
―Annabelle la mencionó. Entonces nos dio esa medio sonrisa que dan a menudo
las mujeres, esa que parece un poco perversa y te hace esperar que las cosas
empiecen a desplomarse. ¿Sabes de lo que estoy hablando?
Annabelle podía ser un poco misteriosa, pero él ahora tenía otros problemas.
―¿Comprobasteis su equipaje? No quiero encontrar un teléfono móvil.
Los móviles tenían GPS. El GPS significaba que estaban de mierda hasta el cuello y
toda su cuidadosa planificación habría sido en vano.
―Lo dejé sobre la mesa de la sala de estar de la suite.
No era suficiente. Una tonelada de gente había pasado por esa suite nupcial
durante todo el día.
―¿Cómo sabes que era el de ella?

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Shayla Black

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―¿La has visto? Mira, hombre, estaba en su habitación y era rosa y brillaba hasta
casi matarte. Parece que a ella le gustan los pequeños diamantes falsos en todos
lados. No lo entiendo.
Él iba a tener la cabeza de Law. Había sido una operación descuidada. Law
debería haberse asegurado de que ese era su teléfono. Podía perdonar a Riley, quien
acostumbraba a estar detrás del escenario, pero Law sabía muy bien cómo ejecutar
una operación. Ahora Dominic tendría que revisar el equipaje para asegurarse de
que no iban a ser recibidos por los federales cuando aterrizaran en River Run.
―¿Por qué decidió Law traer media tonelada de maletas de diseño con nosotros?
Dominic sabía que no debería, pero miró al otro lado del pasillo. Su cabello rubio
era del color de la miel. Las fotografías no capturaban su belleza natural. Mechas más
claras se mezclaban con las más oscuras, formando un vistoso color miel y ámbar que
contrastaba maravillosamente con su piel.
Porcelana. Su piel era como de porcelana, perfectamente blanca y cremosa.
Él necesitaba recordar que la porcelana, aunque era hermosa, era también fría.
―Estaba preocupado porque ella pudiera necesitar algo de allí ―respondió Riley
con un toque de incredulidad, como si también pensara que su hermano había
perdido la razón.
―Por lo que él quería ser el chico que le trajo toda su ropa. Me va a matar por
esto. ―Cogió la primera maleta y abrió la cremallera. La tapa se abrió con un
estallido como si estuviera feliz de estar en libertad. Ella había llenado la maleta
hasta los topes―. Mierda. ¿Cuántos tejanos necesita una mujer?
Allí había por lo menos una docena de tejanos, cada uno con más y más diamantes
de imitación colocados elaboradamente sobre los bolsillos que abrazarían su trasero.
Era como si Las Vegas hubiera tomado posesión de su equipaje. Todos los ojos del
mundo irían directamente hacia su culo porque no había forma de que nadie pudiera
pasarlo por alto.
―Parece que hay un tópico aquí. A ella le gustan los objetos brillantes. Tal vez si le
conseguimos algunas joyas podemos distraerla lo suficiente para que nos pueda dar
toda la información que necesitamos―propuso Dominic.
Había varias camisas pero eran sueltas y drapeadas, más bien modestas para los
estándares modernos. Sus sujetadores y bragas eran prácticos, todos de algodón
blanco. Nada de encaje y bonito para mostrar su impresionante cuerpo en su luna de
miel. Eso era un enigma. Dominic habría apostado que Kinley utilizaba ese cuerpo

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Shayla Black

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sexy para conseguir todo lo que quería, pero su ropa interior contaba una historia
diferente.
Había una bolsa de maquillaje con adornos rosados brillantes y lunares en negro.
De hecho, nada de lo que poseía Kinley era sencillo… excepto su ropa interior.
Abrió su bolsa de maquillaje. Ahora nada era sagrado. Necesitaba saber todo
sobre ella, entenderla mejor antes de empezar su interrogatorio.
Su maquillaje era de farmacia. Barato. Eso le sorprendió. El equipaje era
escandalosamente caro, pero ella iba con un maquillaje cutre y una crema hidratante
barata.
Estaba seguro de que estaría usando Chanel justo antes de que Jansen la matara.
Dominic respiró hondo y volvió a meter todo en la bolsa, utilizando el pequeño
candado dorado para cerrar la cremallera.
―Esta está llena de zapatos. ―Riley levantó un par que se esperaría que llevara
una estriper. Eran muy calientes―. Tiene doce pares de zapatos para un viaje de
cinco días. ¿Para qué necesita todos esos zapatos?
Para volver loco a un hombre. Para hacer que sus piernas parecieran tener un
millón de kilómetros de largo. Para rodearle la espalda y clavarlos contra su piel. Sus
zapatos eran todo lo que su ropa interior no era. Eran sexo caliente en tacones de
aguja.
Tuvo que darle la espalda porque estaba poniéndose dolorosamente duro solo por
pensar en ella con esos tacones.
La bolsa a su izquierda comenzó a agitarse. Y a ladrar.
Bien, ahora podía adivinar quién era Gigi. Abrió la cremallera de la bolsa de viaje
y una bola de pelo saltó fuera.
―¿Qué coño es esto? ―preguntó Riley, frunciendo el ceño a la cosita. Kinley había
puesto un lazo rosa en su pelo y tenía un collar tachonado de diamantes falsos
alrededor de su pequeño cuello.
―Creo que se supone que es un perro. ―Eso empezó a ladrar con un sonido muy
molesto. La cosita ladraba y corría en círculos como si intentara comunicarse.
―Parece más una rata. ¿Por qué le pondría lazos a una rata? ―Riley se agachó y
extendió una mano―. Venga, chica. Vamos a ponerte de nuevo en la bolsa. Es tu casa
¿verdad? ¿No quieres volver a casa y dejar de hacer ese ruido infernal? No puedo
llamar a eso ladrido. Los perros de verdad ladran.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Pero la pequeña rata probó que podía morder. En el momento en que Riley se
estiró para agarrarla, le mordió.
Riley retrocedió, sacudiendo la mano y después mirándola.
―Maldición. Voy a ir a lavarme la mano y espero que esa cosa no tenga rabia.
Fue hacia el baño dando zancadas.
Riley no parecía entender que todas las criaturas necesitaban conocer su lugar en
la jerarquía, ya fueran personas, perros o una rata extrañamente vestida. Dominic
sabía quién estaba a cargo… él.
Agarró a Gigi por el pellejo del cuello, levantándola en el aire y acercándola para
mirarla a los ojos. Gigi hizo un extraño sonido que Dominic pensó que podría pasar
por un ladrido en un mundo de perros-rata.
Dominic le habló en un idioma que el animal podría entender. Dio un verdadero
gruñido.
Gigi gimoteó y trató de retroceder haciéndose una bola.
Ahora, se entendían mutuamente. Dejó la cosa-perro en el suelo. Inmediatamente
eso corrió a esconderse en las faldas de Kinley, aparentemente sin importarle que su
dueña estuviera inconsciente.
Dominic suspiró y se sentó en su silla.
Riley se dejó caer a su lado.
―No me ha roto la piel. Tal vez sus dientes no son lo suficientemente afilados.
¿Has pensado en el hecho de que Butch se va a comer a esta cosa?
Su bulldog ya estaba en Alaska. River Run y las instalaciones de allí se habían
convertido en su base de operaciones para esta misión en particular. Uno de sus
mayores clientes, Black Oak Oil, les había ofrecido usar la casona que mantenían
alejada de su lugar habitual de residencia, en Alaska. Cuando Dominic le había
preguntado al respecto, Gavin James simplemente le había entregado las llaves y los
códigos de seguridad, insistiendo en que no quería saber absolutamente nada más.
Gavin le conocía muy bien, pero sus conexiones en público fueron casi de carácter
puramente profesional. Si el secuestro de Kinley lo unía a él, pasaría un tiempo antes
que los federales fueran a interrogar a Gavin.
―Butch será un perfecto caballero.
Eso esperaba. Kinley no sería muy colaboradora si su perro se tragaba al de ella
entero y eructaba aquellos lazos rosas.
Con un gran esfuerzo, ella levantó la cabeza y suspiró.

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Shayla Black

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―Encontrar Gigi…
Las palabras fueron mal articuladas como si estuviera completamente destrozada.
Era una reacción razonable a los sedantes, aunque deberían haberla dejado fuera de
juego por al menos ocho o diez horas. Realmente era más fuerte físicamente de lo que
él se había imaginado.
―Gigi está escondida en tus faldas ―explicó en voz baja.
Ella sonrió y su corazón se saltó un latido. ¿Qué demonios era eso? Esos labios
llenos se curvaron hacia arriba y ella se sonrojó un poco. Él podía imaginarse esa
misma expresión en su rostro cuando presionara su polla profundamente y
encontrara ese lugar perfecto en su interior.
¿Alguna vez Jansen la había hecho gritar durante un orgasmo? Pensar en el
asesino de su hermana follando con Kinley desinfló su verga en un segundo. No iba
a tener sexo con las sobras de Jansen. De ninguna puñetera manera. No importaba lo
mucho que él la deseara.
Ella se levantó sobre unos pies tambaleantes e inmediatamente se tropezó,
aterrizando justo en su regazo.
―Vete a dormir, Kinley. ―Él trató de que sonara como una orden. Tal vez Kinley
era un poco como su perro-rata y solo necesitaba una mano firme.
―De cuedo―dijo articulando mal las palabras y acomodó la cara en el hueco de
su cuello donde él podía sentir su aliento sobre la piel.
Seh, su polla estaba dura de nuevo. Ella colocó su trasero contra él y Dominic
pensó que iba a correrse en los pantalones. Maldición.
―En tu asiento, Kinley.
―De cuedo. ―Pero ella solo se acurrucó más y suspiró como si hubiera
encontrado justo donde quería estar.
―Parece muy afectuosa cuando está incapacitada. ―Riley lucía una ligera sonrisa
en su cara―. Probablemente no deberías moverla. Podría dormir mejor así.
―Entonces ve a buscar a Law para que la sostenga. ―Simplemente no podía
sentarse allí con ella toda apretada contra él durante horas. Mientras pensaba en eso,
el avión chocó contra una corriente de aire. Con la momentánea turbulencia, su brazo
le rodeó la cintura, apretándola más contra su regazo. Se habría caído si no lo hacía y
él no podía tenerla herida en este punto de la misión. Ese era el único motivo por el
que lo hizo.

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―Por desgracia, Law está pilotando el avión―señaló Riley, entonces se quedó en


silencio durante un momento―. Ella parece dulce. No es como pensé que sería.
Joder. Riley la miraba con esa misma brillante y lujuriosa expresión de Law. Eso
podría significar un problema.
La respiración de Kinley se volvió uniforme mientras se quedaba totalmente
flácida. Sabiendo que estaba indefinidamente pegado a ella, Dominic refrenó una
maldición.
―Deja la polla en tus pantalones. Es exactamente como pensábamos. Es mejor
manipulando a los hombres de lo que creía. Incluso lo hace mientras duerme.
Riley bufó.
―Le dimos el equivalente a un tranquilizante para caballos y se las arregló para
preocuparse más por esa cosita peluda que por ella.
Era el momento de recordarle a su compañero algunas duras verdades.
―Se está casando por dinero.
Riley se echó hacia atrás, suspirando un poco.
―¿De verdad es ese el peor crimen en el que puedes pensar?
Él podía pensar algo peor. Asesinato, por ejemplo. Ya que una vez que Jansen
tuvo el dinero que su hermana había ganado haciendo de modelo y había entrado en
el brillante mundo de la clase alta de Nueva York, ya no la necesitó más. Por lo que la
mató. Carrie se había casado con el hijo de puta porque pensó que le amaba.
―Se va a abrir de piernas por dinero―le recordó Dominic―. ¿Sabes cómo
llamamos a eso en casa?
La cara de Riley se sonrojó con rabia.
―Sí, estoy seguro que tú llamas putas a esas mujeres. Por supuesto yo la llamaba
mamá. Creo que voy a sentarme con Law durante un rato.
El estómago de Dominic cayó.
―No estoy hablando de tu madre ―dijo, tratando de volver del precipicio de una
pelea muy desagradable. Dios, él no estaba pensando en aquellos días.
Riley ni siquiera se giró.
―Sí, lo hacías. Solo creo que deberías detenerte durante cinco minutos y
considerar que el mundo no es siempre justo. Que algunas personas reciben cartas de
mierda.
―¿Crees que no lo sé?

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―¿Lo sabes? El mundo no es en blanco y negro. ―Los dientes de Riley


rechinaron―. La buena gente a veces puede hacer cosas malas por razones correctas.
El hecho que yo te lo tenga que decir es ridículo. Hemos secuestrado a una mujer y tú
estás planeando convertir su vida en un infierno viviente hasta que te dé toda la
información que necesitas. A la vista de eso, pregúntate si de verdad prostituirse
parece tan malo. Te veré cuando aterricemos.
―Riley ―llamó, pero el otro hombre le ignoró y desapareció tras la puerta de la
cabina.
Kinley no se movió, solo yacía confiadamente en sus brazos.
Escuchó un pequeño lloriqueo y miró al suelo. De alguna manera Gigi se las había
ingeniado para liberarse de los cientos de metros de enloquecedora tela que
componían la falda de Kinley. Y ahora la cosita estaba mirando con nostalgia a su
ama. Gimoteó y volvió esos ojos saltones hacia él.
Dios, él era la malvada bruja en este escenario. Estaba llevándose a Dorothy y
también a su perrito.
―Vale. Ven.
Dominic se estiró y atrapó al perrito con una mano. Tan pronto como lo dejó en el
regazo de Kinley, se enroscó contra su ama y se puso a dormir.
Lo que le dejó a él sosteniendo a su bonita rehén, quien seguramente le odiaría por
la mañana y a su perro también. Las cosas no podían ir peor.
Resarciría a Riley y Law. Realmente no tenía ninguna intención de lastimar a la
chica a largo plazo. Pero a corto plazo, seguramente ella estaría…incómoda. Por lo
menos estaría con vida.
Él no era el malo de la película aquí.
―Tan calentito. ―Ella frotó la cabeza contra su cuello y su mano acarició al perro.
Él tuvo la súbita visión de esa mano suave agarrándole la polla. De inmediato, era
él el que estaba incómodo.
Dominic cerró los ojos y trató de no pensar en lo cerca que estaba su rígida polla
de su sedoso coño y su lujurioso culo. Él podía retenerle el orgasmo hasta que le
dijera exactamente lo que necesitaba saber. Dios, eso sería una pequeña y dulce
tortura.
Y después se marcharía y nunca volvería a pensar en ella.
Sí, era un tipo realmente bueno.

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Por lo que no tocaría a la chica de manera sexual. Era bueno que tuviera otros
métodos para quebrarla.
Estaba a punto de quedarse dormido cuando el perro empezó a roncar.
Este iba a ser un vuelo largo.

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Capítulo 4

Law miró por la ventana de la gran sala, sobre el prado… no es que el desierto
alrededor del complejo se pudiera llamar así. Las instalaciones de River Run, Alaska
estaban ubicadas en medio de interminables kilómetros de inmaculada belleza hacia
el extremo sureste del estado. Había una pequeña ciudad a pocos kilómetros, pero
todos los que vivían allí estaban en la nómina de los James. No llamarían a la policía.
Dudaba que nadie ni siquiera supiera que ellos estaban aquí con excepción del
hombre que atendía los jardines y había estado cuidando a Butch mientras ellos
estaban en Nueva York. Una hora antes que llegaran habían llamado para hacerle
saber al hombre que ellos se encargarían de Butch de ahora en adelante. No tenía
sentido poner al empleado de Gavin en la difícil situación de ser cómplice de un
crimen.
La mañana en Alaska en esta época del año llegaba tremendamente temprano,
pero era algo digno de ver. La niebla envolvía las montañas y unos colores brillantes
iluminaban el cielo.
Ahora mismo, a Kinley realmente le importaba un comino la vista.
Al final del pasillo, los golpes en la puerta recomenzaron. Ella había estado
despierta desde hacía media hora, pero él no pensaba que hubiera cumplido su muy
razonable petición.
―¿Te has cambiado ya de ropa? ―gritó él, dirigiéndose a zancadas hacia su
puerta.
―Vete al infierno. ¡No voy a quedarme desnuda estando tú por aquí, criminal!
―La voz de Kinley se elevaba con cada sílaba y aguantaba bastante bien. El pomo de
la puerta se sacudió antes que el golpeteo volviera a comenzar―. ¡Déjame salir de
aquí!
Él se apoyó contra la pared con un suspiro. Ella había estado gritando desde el
minuto en que se despertó. Con la excepción de unas pocas interrupciones delirantes,

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Shayla Black

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había estado durmiendo durante casi catorce horas. Había estado preocupado y
había empezado a buscar los nombres de los médicos de la zona, pero una vez que
abrió aquellos bonitos ojos marrones, había empezado a luchar. Él se había ido,
esperando que ella cumpliera sus instrucciones. Y se serenara. No hubo esa suerte.
―Nena, no puedes ir por ahí con ese vestido de boda. ¿No es incómodo? Y no
puedes comer con él puesto. Tienes que estar hambrienta, así que ¿por qué no tomas
una larga y agradable ducha y te pones los tejanos y la camisa que dejé para ti?
Entonces podrás desayunar algo. Lo he preparado para ti.
Él comenzaría de forma civilizada, tratando de no asustarla demasiado.
―¡No voy a hacer nada de lo que digas! Lucharé hasta el final. Yo…
―Sé que estás asustada, pero no estamos tratando de hacerte daño. ―Cerró
brevemente los ojos―. Piensa en eso durante un segundo. Estoy tratando de darte
algo de privacidad para que puedas cambiarte y estar más cómoda. Si esto fuera un
violento violador, ¿te habría dado ropa? Si fuera un asesino enloquecido, ¿no te
habría atado al menos o algo así?
La última frase hizo llamear su polla. Cuando él la atara, quería que fuera
totalmente consensuado, con el placer mutuo en mente.
Dios, tenía que dejar de pensar así.
―Tal vez estás tratando de calmarme con una falsa sensación de seguridad antes
de asesinarme porque te gusta jugar con la mente de tus víctimas―replicó ella.
La única cosa con la que quería jugar era con sus tetas. Mierda, eso no era
totalmente cierto. También quería jugar con su boca, su coño y su culo. Incluso podía
pensar en algunas cosas divertidas para hacer con sus pies.
―Te lo prometo, no estoy tratando de liarte.
Esa era la tarea de Dominic.
Riley se unió a él en el pasillo, con una ceja enarcada interrogativamente.
―¿No ha habido suerte en lograr que la Bella Durmiente desista del vestido
blanco?
Desde que se había despertado, solamente Law había lidiado con ella. Esperaba
que tal vez su hermano pudiera convencerla con algo de lógica suave.
―¿Quién es ese? ¿Cuántos de vosotros estáis aquí? ―susurró Kinley la pregunta a
través de la puerta como si estuviera aterrorizada de la respuesta.
―Ahora mismo solo somos mi hermano y yo, cariño. Ninguno de nosotros va a
hacerte daño. Estamos aquí para ayudarte.

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Tal vez era el momento de dejarla ir. Estaba asustada. Si dejaba que esta vez se
saliera con la suya, ella podría ver que podían ser razonables. Con suerte, podrían
construir alguna confianza para que no estuviera tan aterrorizada.
¿Tratando de jugar al Príncipe Azul? La has secuestrado, idiota. Ella no va a tragarse
eso. A veces la voz en su cabeza era insufriblemente sincera.
Respirando hondo, metió la llave en la cerradura y abrió la puerta. Cayó dentro de
la habitación como si ella hubiera abierto de golpe. Cuando ella trató de salir
corriendo y cerrar la puerta tras ella, Riley la abrió de una patada y le bloqueó el
paso, atrapándola entre ellos dos.
Kinley se paró en seco, soltando un jadeo entrecortado. A Law no le sorprendió
que ella estuviera deslumbrada por la buena apariencia, estilo actor de Hollywood,
de su hermano menor. Era la típica reacción femenina, pero eso le golpeó de lleno en
el pecho. Las mujeres preferían a su hermano y a él nunca le había importado mucho
hasta ahora.
Mientras Law se inclinó sobre ella para echar un vistazo, la vio simplemente mirar
fijamente a Riley. Se le hizo un nudo en el estómago.
Su hermano frunció el ceño.
―¿Me vas a morder otra vez?
Ella soltó un pequeño jadeo y retrocedió… hacia sus brazos. Se giró hacia Law.
―¡Vosotros dos! Ya recuerdo. Entrasteis en mi suite y fingisteis entregar comida.
Me drogasteis.
Kinley también se lo quedó mirando. Seguramente solo veía a un monstruo que la
había secuestrado en su boda… un violento ex-soldado que era mejor matando que
hablando. Sin embargo, él trató de estirarse hacia ella.
―Está bien. Respira hondo. Nadie va a hacerte daño aquí.
Sus palabras tranquilizadoras no hicieron que pareciera menos asustada.
―M… mi novio es rico. Os pagará un enorme rescate por mi regreso. Todo lo que
queráis.
Jansen seguramente lo haría pero a Law le importaba un comino.
―No estamos interesados en el dinero. ¿Tienes hambre? ¿Quieres desayunar?
Ella negó con la cabeza y su cara palideció bajo el maquillaje corrido. Su pelo era
un completo desorden y cada centímetro de su vestido se veía raído y arrugado. Y él
se sentía mal por Kinley a la vez que la encontraba adorable.

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―¿Entonces me queréis envenenar después de haberme drogado? Creo que paso.


Si me dejáis ir ahora, no iré a la policía. ¿Qué hora es? Necesito volver al hotel. Tengo
que casarme hoy ―dijo con una mirada sombría de determinación. No era una
súplica desesperada por su amor, era simplemente una afirmación de deber.
En su interior, Law sabía que tenía razón con respecto a ella. Eso le hizo ser muy
paciente.
―Estamos a domingo, cariño. Se suponía que te casabas el sábado por la tarde,
por lo que deberías tomar una ducha, cambiarte de ropa y desayunar algo. Prepararé
huevos y tostadas. ―Eso era todo lo que él podía cocinar.
Las manos de ella temblaron un poco. Se puso una sobre la cabeza como si tratara
de despejarla.
―¿Es domingo? ¿Cuánto tiempo llevo fuera? ¿Por qué me habéis traído aquí?
¿Qué queréis?
Law ansiaba estirar una mano para sostenerla, pero sabía que justo ahora la táctica
sería contraproducente.
―Te lo explicaremos todo una vez que te hayas cambiado y desayunado.
―¡No! Tengo que salir de aquí ahora. Tengo que encontrar a Greg. ¿Cómo le voy a
explicar esto?
Los ojos de Riley se entrecerraron y Law supo que lo que saliera de su boca iba a
ser malo. Obviamente estaba tomando el rol del poli malo. Porque había estado
escuchando de nuevo a Dominic. Porque la quería y no sabía cómo imaginarse que
ella no era Simone. Riley odiaba estar confundido. Eso sacaba lo peor de él. Law
suspiró.
―¿Echas de menos a tu viejo con pasta? ―Riley la miraba ferozmente.
Kinley se giró hacia su hermano y su voz tembló.
―Es mi prometido.
Era obvio para Law que a ella no le había gustado la acusación.
Desafortunadamente eso no era obvio para Riley.
―¿En serio? Has tenido un compromiso muy rápido. ¿Saliste con él durante un
mes y decidiste que estabas enamorada?
Ella bajó la mirada al suelo.
―No es asunto vuestro. No hablaré hasta que no me digáis porqué estoy aquí. Si
no queréis dinero…

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Shayla Black

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―Pues mira, creo que no amas a Jansen más de lo que él te ama a ti. Creo que te
ha comprado.
―Eso es completamente ridículo ―espetó ella―. No tengo porque escuchar esto.
Apartaros de mi camino. Me voy.
―No, no te vas. ―Riley no se movió, solo se cruzó de brazos y bloqueó el estrecho
pasillo. Entonces invadió su espacio, empujándola hacia Law―. Creo que Jansen
quería tus contactos sociales. Eso ayudaría mucho a un hombre como él.
―¿Un hombre como él?
Riley soltó una desagradable risotada.
―Como si no supieras todo sobre Jansen. No tengo ninguna duda que sabes
exactamente lo que hace para ganarse la vida y simplemente no te importa.
―Es un importador ―replicó ella con vacilación, nerviosa, tratando de
mantenerse firme―. Importa mercancía, después la vende. También ayuda a
compañías extranjeras a hacer contactos en los Estados Unidos.
Kinley parecía como si estuviera repitiendo algo que se había obligado a
memorizar.
―No, cariño. ―Law mantuvo la voz baja porque estaba muy seguro de que ella
iba a estar herida por el hecho de que Jansen la hubiera estado engañando―. Es un
criminal.
―Estás equivocado. He estado en su oficina. Sus negocios son legítimos. Tus
acusaciones son absurdas y no estoy hablando contigo. Deja de llamarme cariño.
Riley aprovechó su ventaja, cerniéndose sobre ella, haciéndola retroceder de
nuevo hasta que su trasero frotó la polla de Law.
―Su negocio es una tapadera. Está relacionado con más de un grupo mafioso. Se
está labrando un nombre en los negocios de lavado.
Law la agarró de las caderas para evitar que se apoyase contra su granítica
erección.
―Es verdad, cari… Mi hermano no está mintiendo.
―Greg no tiene lavanderías ―replicó ella.
Riley puso los ojos en blanco.
―¿Haciendo el papel de rubia tonta, ¿eh? Él lava dinero, pastelito. Pero sospecho
que ya lo sabías. ¿Cuánta gente murió para que pudieras tener esas maletas
ridículamente caras o llevaras esas piedras ostentosas sobre el trasero de tus tejanos?

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Shayla Black

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Crees que solo le estás vendiendo tus contactos sociales y ese bonito y apretado coño
tuyo, pero él es Satanás y le has vendido tu alma.
Un fuerte golpe cortó el aire en torno a ellos cuando Kinley abofeteó la mejilla de
Riley. Él no retrocedió ni un centímetro. Ella levantó la cabeza y se lo quedó mirando
echando chispas por los ojos.
―¡No me hables así! Puedo estar aquí en contra de mi voluntad, pero no voy a
permitirlo. Sigo siendo una dama.
Riley retrocedió.
―Seguro que lo eres, pastelito. De la clase que se vende a los delincuentes.
Law suspiró. Su hermano la estaba cagando.
―Ya basta, hermano. Deja que se duche, coma y se tome un maldito respiro.
Kinley le ignoró.
―Ignoro cuál es vuestro juego o lo que queréis, pero no me lo merezco. Si sois una
especie de enemigos de Greg, entonces llevadle vuestros problemas a él. ¿Por qué
involucrarme a mí, especialmente sacándome de mi boda?
Las lágrimas surcaron su cara, arruinando lo que quedaba del maquillaje y Law no
pudo aguantar ni un segundo más.
―Kinley, no vamos a hacerte daño. Te lo prometo. De verdad que estamos aquí
para ayudarte. No conoces a Jansen o lo que hace tras las bambalinas. Si te
tranquilizas. Te lo explicaré.
―Vete al…
―¿Te diste cuenta que tu novio sacó un seguro de vida para ti hace dos semanas?
―la interrumpió Riley.
Los ojos de ella se abrieron como platos. Eso llamó su atención… Entonces su
cuerpo se dejó caer, sus hombros se curvaron como si se estuviera protegiendo de un
golpe.
―No.
―Lo hizo―le confirmó Riley. ―Tengo copias de la póliza, Kinley. En el caso que
murieras, él es el único beneficiario.
Ella respiró hondo y pareció recuperarse.
―¿Y? La gente casada hace pólizas. Protegen su futuro, solo por si acaso. Estoy
segura de que él se hará una también. Probablemente quería decírmelo, pero todo ha

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Shayla Black

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sido tan caótico. De lo único que hemos sido capaces de hablar últimamente ha sido
de la boda. Después de la ceremonia, me lo hubiera dicho.
―No, no lo hubiera hecho. Y no compró una póliza que te protegiera en el caso de
su muerte. Solo se ha asegurado de embolsarse el dinero si mueres. ―Law odiaba
romper sus ilusiones. Ella podría no amar a Greg Jansen, pero ciertamente pensaba lo
suficientemente bien de él como para casarse y confiarle su futuro. ¿Su suposición?
Kinley se sentía culpable por no amar a su prometido.
―Eso no prueba nada. Estoy segura de que después de nuestra luna de miel, me
habría dicho que contrataría un seguro para él. Estáis actuando como si el seguro
fuera un crimen. Estoy convencida que él solo…quiere sentirse seguro.
―¿Y necesita una póliza de diez millones de dólares para eso?
―¿Qué? ―Ella medio se quedó sin aliento, medio se atragantó con la pregunta―.
¿Diez millones? ¿Por qué necesitaría tanto dinero si yo muriera? Él ya es rico.
Ahora finalmente estaba escuchando.
―Esa es una buena pregunta, una que nos hemos estado haciendo desde que
descubrimos la póliza. ―Law apartó de un codazo a Riley y la condujo a la
habitación grande―. Sé que esto es mucho en lo que pensar. Siéntate y te conseguiré
un poco de café, cariño.
Ella levantó la mano para detenerle.
―No. No me voy a sentar y tener una conversación civilizada con los hombres
que me han drogado y me han traído a…Dios sabe dónde. Solo porque Greg ha
hecho algo que no tiene sentido para vosotros, le estáis viendo bajo la peor luz
posible. Debe haber una explicación razonable. Si le digo que me lo explique, no
tengo ninguna duda de que será perfectamente lógico. ¿Por qué incluso me estáis
diciendo esto? Sois criminales, hombres que secuestráis a mujeres inocentes. Y te he
dicho que dejes de llamarme cariño.
Riley volvió enseguida a su interrogatorio.
―Usa la cabeza, Kinley. Sabemos por qué te casas con Jansen y no tiene
absolutamente nada que ver con el amor.
―¿Cómo lo sabéis?
Riley se encogió un poco de hombros como si le importara una mierda.
―Es la forma en que las mujeres como tú funcionáis.
Sus cejas perfectamente depiladas se alzaron.
―¿Mujeres como yo? ¿Qué quieres decir con eso?

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―Mujeres hermosas.
―¿Crees que soy hermosa? ―Frunció el ceño, entonces obvió la pregunta―. Da
igual. No importa.
Riley deslizó la mirada sobre ella, apretando el puño.
―Seh. A las mujeres hermosas de la alta sociedad como tú no les importa una
mierda como es en verdad un hombre. Solo os preocupa cuánto dinero tiene o como
puede mejorar vuestra imagen pública.
Su hermano nunca iba a superar lo de Simone. Una mala mujer, una relación
defectuosa, y ella había arruinado a Riley para siempre. Dios, Law deseó no haberla
conocido nunca.
―Dale a Kinley un respiro―le dijo a su hermano.
Una vez más, ella pareció decidida a defenderse. En estos momentos Law estaba
un poco orgulloso de ella.
―No tienes ni idea de quién soy―insistió ella con los dientes apretados―.
Ninguno de vosotros. Y no quiero desayunar. Quiero regresar al hotel. Greg debe
estar esperando saber algo de mí y estará terriblemente preocupado. Arruinasteis mi
boda, cabrones. Se supone que ahora estaría de luna de miel.
―¿Me estás gastando una puta broma? ―Riley se puso frente a su cara. Su voz era
baja y grave.
―Ry, ve con cuidado. ―Él se sentía igual, pero no había motivo para cabrearla.
Era obvio que no entendía lo que estaba pasando.
Kinley ni siquiera le miró, prefiriendo clavar los ojos en Riley. Con las manos en
las caderas, se puso de puntillas, pero aun así ni siquiera le alcanzaba a la barbilla.
―No. No te estoy gastando una broma y por favor cuida tu lenguaje. Tienes una
boca muy sucia.
Toda la cara de Riley se puso colorada. No estaba acostumbrado a que las mujeres
hicieran nada más que caer rendidas a sus pies. Law tenía que admitir, que era algo
agradable observar a su, por lo general, imperturbable hermano cagándola tan
completamente con una mujer.
―O estás loca o eres tonta.
―¡Y tú eres grosero! ―le respondió Kinley a gritos.
Riley no solo era rudo, también estaba duro. La erección de su hermano estaba
prácticamente metiéndosele a ella en el vientre. Si sus malditos tejanos no estuvieran

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Shayla Black

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tan apretados, su polla muy probablemente estaría golpeando en este momento a


Kinley en el estómago.
Podría estar actuando como el poli malo, pero Riley era obviamente el poli
cachondo. Y eso lo más probable es que le cabreara. No quería desear a Kinley.
Lentamente, el cuerpo de ella se suavizó. Sus labios se sonrojaron y entreabrieron.
Ella estaba respondiendo. A su hermano.
―Voy a hablar muy despacio para que puedas entenderlo. ―El sarcasmo
chorreaba de la boca de Riley―. Apuesto a que no sabes por qué Jansen te pidió que
te casaras con él, pero yo sí. Diez millones de dólares, pastelito. Él iba a matarte en
vuestra luna de miel y a cobrar el dinero del seguro.
―Voy a utilizar unas pocas palabras para que puedas entenderlo. Vete a la
mierda. ―Se golpeó la boca con la mano derecha―. ¡Me has hecho maldecir!
Riley gruñó y puso los ojos en blanco.
Ella se giró hacia Law, cuadrando los hombros.
―No podéis probar nada de esto y estáis equivocados. Dejadme ir.
―Al final lo haremos… pero no hasta que sea seguro. Pero tienes que
escucharnos. Tenemos pruebas y vamos a demostrártelo.
Todo ese pelo rubio se rizó alrededor de sus hombros cuando negó con la cabeza
tercamente.
―Es imposible demostrar que Greg es un criminal, porque no lo es.
―Si estás tan segura, entonces no puede hacerte daño escuchar. Pero no puedes
escuchar sin comer, dulz…Lo siento, Kinley ―Law recordó que ella no quería
palabras de cariño de él. Y eso le cabreaba―. No hay más que hablar.
Ella suspiró con fastidio.
―No puedo comer.
―¿No te gustan los huevos? Te puedo preparar alguna otra cosa.
Ella se mordió el labio y vaciló, claramente no quería admitir el motivo.
―No puedo comer cuando mi vestido está tan ajustado. Y no me lo puedo quitar
yo sola. Lo he intentado. No me puedo desabrochar la espalda sin ayuda.
Oh mierda. Él tenía que desnudarla. Su fantasía y su pesadilla todo en uno.
―Date la vuelta.
Ella titubeó.

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Shayla Black

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―Prometo no tocarte. Tendré cuidado. No tengo la intención de hacerte sentir


incómoda.
Se dio la vuelta lentamente, como si no estuviera segura de que fuera una buena
idea. Pero si quería sacarse el vestido, ¿qué otras opciones tenía?
Finalmente, le mostró la elaborada parte de atrás. El corpiño era muy ajustado y él
no pudo sino darse cuenta de cómo exageraba la curva de su cintura, la forma en que
su piel brillaba contra el encaje, luciendo cremosa y muy suave. No quería nada más
que pasar la mano por cada zona mientras la liberaba, pero no podía. Sus manos eran
callosas. No tenían cabida tocando algo tan suave como su piel.
Riley se sentó en el sofá, negando con la cabeza de un modo exasperado.
―No tenemos que torturarla. Ese vestido ya lo hace. Debemos dejarla dentro de
esa ventosa hasta que nos diga lo que necesitamos saber.
―No lo vamos a hacer. ―Law le dio una mirada desagradable a Riley mientras
clavaba los ojos en los botones. ¿Podrían los callos de sus manos enganchar la seda?
―¿No puedes desabrocharlo? ¿Está demasiado apretado? Oh, Dios. ¿Vais a tener
que cortar para sacarme? ―Sonaba horrorizada―. Realmente es muy pequeño para
mí. Becks tenía razón; no debería haber escogido este vestido.
Becks estaba llena de mierda. El vestido era perfecto.
―Luce precioso en ti. Y te queda bien. Se supone que abraza tus curvas, cariño.
―Maldición―. Lo siento.
Kinley le miró por encima del hombro.
―Disculpas aceptadas. Generalmente me gustan las palabras cariñosas. Solo que
no de mi secuestrador.
Ella debería tener alguien en su vida que la adorara, que la llamara cariño o amor
cada día de su vida.
Estiró una mano ligeramente temblorosa hacia el primer botón.
―¿Está bien si muevo tu cabello para poder alcanzar los botones?
Los suaves mechones estaban por todas partes, largas guedejas de seda rubia que
le hacían querer apretarlos en un puño mientras la follaba profundamente. Law se
tragó su lujuria.
―Por favor. Lo habría hecho yo misma, pero mis brazos están doloridos. Creo que
dormí sobre ellos.
Él apartó la cortina de mechones dorados al lado y observó su elegante cuello y
sus hombros femeninos. Dios, ahora él era el poli cachondo. ¿Qué estaba haciendo?

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Mirándole la espalda y pensando en todas las cosas que quería hacerle una vez que la
tuviera desnuda.
Con una maldición, Law se obligó a moverse. Empezó a desabrocharle el vestido.
―Siento lo de tus brazos. Intentamos que estuvieras cómoda.
―Mierda, la mayoría de las veces estabas sostenida como un bebé―intervino
Riley.
―¿Qué? ―Pareció escandalizada ante la idea de que ellos hubieran estado cerca
mientras dormía.
―¿Podrías callarte? ―espetó Law―. Ahora piensa que somos unos pervertidos.
Tenemos un propósito. Convencerla de que Jansen es desagradable. No nos
desviemos del tema.
Y tan pronto como estuvieran solos, iba a tener una larga charla con su hermano.
Especialmente porque Kinley se había vuelto a suavizar, respondiendo a sus intentos
de ser amable. Eso funcionaba… excepto si Riley seguía haciéndola cabrear.
―Soy espantosa cuando estoy bajo la influencia de cualquier cosa. Dios, por favor
dime si hice algo que deba lamentar.
¿Cómo coño podían Riley o Dominic pensar que era una zorra manipuladora?
Aquí estaba ella siendo mantenida como rehén por tres hombres que no conocía y
estaba preocupada por si había hecho algo mal.
Kinley no era una cazafortunas. Era la sumisa perfecta, dulce y suave. Sin
embargo había un núcleo de fortaleza en ella. La gente a su alrededor se aprovechaba
de su naturaleza amable, de su deseo de complacer a los demás. Ella, sin duda, tenía
dificultades para decir no. Necesitaba un fuerte dominante que la animara y que le
prestara su fuerza.
No obstante, no sería él. Solo tenía que asegurarse de que Dominic no la
despedazara mientras buscaba su venganza.
―Fuiste muy dulce ―dijo él.
―Me pediste que me casara contigo ―dijo Riley con el indicio de una sonrisa.
Los hombros de ella se volvieron a cuadrar.
―Bueno, eso obviamente fueron las drogas hablando. Cuando no estaba con el
combinado de Dios sabe qué, te mostré como realmente me sentía. Te mordí. Y lo
haré de nuevo si tratas de tocarme.
Law tenía la mitad de los botones desabrochados, pero ahora veía otro problema.
Ella llevaba una prenda blanca y delicada de encaje con ballenas metálicas. Un corsé.

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Estaba encorsetada y estaba adorable. Joder, se vería tan encantadora caminando por
su club usando nada más que ese corsé, un diminuto tanga blanco y tacones de aguja.
Y su collar, por supuesto. Pero él nunca la dejaría con un corsé durante tanto tiempo.
Nunca.
―¿Puedes siquiera respirar?
―¿Eso que veo es un corsé? ―A Riley le encantaban en una mujer y sonado
ahogado porque Kinley pudiera estar usando uno.
Su piel se sonrojó por todas partes. Ella no sería capaz de mentir eficazmente. El
rosado de su piel siempre la traicionaría. Law contaba eso como un plus.
―Era la única manera de entrar en el vestido. Creo que tengo que sentarme. Estoy
muy mareada. ―Se cayó contra sus brazos, todo su cuerpo se aflojó.
Maldición. Se había matado de hambre tratando de caber en ese vestido, después
ellos le habían dado sedantes y fallaron en quitarle un artilugio que restringía su
respiración. Muy brillante.
―Dame un cuchillo. Voy a sacarla de esta cosa.
―Toma. ―Riley estaba a su lado, dándole su navaja y finalmente se veía como
que le importaba―. ¿Debería conseguir un poco de agua?
Los ojos de ella parpadearon al abrirse.
―¿Me desmayé? ¿Estaba soñando? Por favor déjame estar de vuelta en Nueva
York. Chasquearé con mis talones tres veces y todo.
―Lo siento, cariño. No es un sueño y no estás en Nueva York. No hay salvación
para el vestido. Necesitas respirar. ―Deslizó la navaja a través de los botones y
después la movió sobre los lazos de encaje del corsé.
Ella respiró profundamente con alivio.
―Oh, Dios mío, esto se siente muy bien.
El corsé había dejado profundos surcos en su piel, un mapa de donde la había
apretado. Él tocó uno, incapaz de detenerse y sintió que ella se estremecía.
¿Con desagrado? ¿Con deseo?
No importaba porque ya no estaban solos. Dominic entró como un huracán en la
habitación.
―¿Tenéis alguna idea de lo que habéis hecho? ―Estaba completamente en modo
“comandante cabreado” y el soldado que nunca había dejado a Law respondió.
―Señor, no, señor.

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Kinley sostuvo el frente de su vestido contra su pecho y trató de escabullirse, pero


estaba atrapada en sus faldas. Parpadeó, sus ojos abiertos de par en par y enfocados
en Dominic.
―¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Por qué no está vestida y lista para hablar?
Law, te juro por Dios, que si te la tiraste, te voy a matar a palos. Es la rehén, no tu
novia.
―No soy una rehén. ¡Déjame ir! ―exigió Kinley, dándose cuenta, obviamente, que
Dominic tenía algún poder en esa situación.
Dominic la miró con el ceño fruncido.
―No. Vas a ser nuestra invitada aquí hasta que consigamos la información que
necesitamos. Ese era el plan, pero ahora tenemos que saltarnos eso por algo que hizo
tu imprudente pretendiente.
―¿Yo? ―Law sacudió la cabeza―. Mierda. ¿Las cámaras del pasillo del hotel?
―Ding, ding, ding. Dadle un premio a este hombre. ―Dominic encendió la
televisión y rápidamente encontró uno de los programas nacionales de noticias por
cable. Durante cinco segundos, Law sintió que sus ojos se abrían como platos
mientras un video de imágenes de la cámara de seguridad aparecía en la televisión.
―La heredera Kinley Kohl fue secuestrada ayer por la tarde de su habitación de
hotel en Nueva York. Se estaba preparando para su boda a las cuatro de la tarde con
el controvertido magnate Greg Jansen…
La presentadora de las noticias continuó, pero Law apenas la escuchaba porque él
estaba muy ocupado observando la escena que se mostraba.
―Esa soy yo ―dijo Kinley, observando atentamente la pantalla―. Oh, me veo
horrible. ¿Fue entonces cuando te pedí que te casaras conmigo? No me extraña que
dijeras que no.
Riley bufó.
―En realidad tuve un momento de locura y dije que sí. Oh, ahí llega. ―En la
pantalla, Law levantó la cara y la imagen se detuvo allí para que todos en el mundo
lo viera―. Ese es el plano para veinticinco años de prisión, hermano mayor.
Joder, ¿Cómo había hecho algo tan descuidado? No había estado pensando para
nada. Había estado preocupado por Kinley y se olvidó de las cámaras. Ahora lo
había jodido todo.
―Vamos a contrarreloj.

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Le podría haber llevado a la policía algunos días darse cuenta que Kinley Kohl no
era una novia a la fuga. Dom, Riley y él habrían tenido hasta una semana para hablar
con ella, para ponerla de su lado y ganarse su ayuda. Con esa única imagen, se les
había acabado el tiempo.
Dominic mantuvo los ojos en la pantalla.
―Seh, y comenzó en el minuto en que miraste a la cámara. Así que no más
jueguecitos. ―Se giró hacia Kinley―. Te vas a levantar. Te vestirás por ti misma o lo
haré yo por ti. Y no te va a gustar lo que te escogeré. ¿Queda claro?
Ella se acercó a Law, estirándose para alcanzarle.
―Quiero ir a casa.
Él dejó que ella le tomara la mano. Solo porque la hubiera cagado no significaba
que Dominic lo pagara con ella.
―Todo va a estar bien, Kinley. Él tampoco te va a lastimar. ¿Puedes confiar en mí?
―No debería.
―Te lo prometo, te mantendré a salvo, cariño. Solo ve a vestirte. Entonces nos
sentaremos, comeremos y tendremos una charla perfectamente agradable. Sé que me
veo temible, pero no te voy a hacer daño. Jamás.
Ella retrocedió y él sintió la pérdida de su calor. Solo por un momento, aquellos
ojos le habían estado mirando con ternura.
―D…de acuerdo. Por favor disculpadme. Y tú no te ves temible. Eres muy guapo,
pero sospecho que ya lo sabes.
Dominic dio un paso hacia delante, cerniéndose sobre Kinley.
―No trates de escapar. Todo el lugar es seguro y solo conseguirás lastimarte si
huyes.
La mandíbula de ella se elevó en un terco mohín.
―Creo que estaría sorprendido de lo que puedo hacer. ¿Dónde estamos? ¿Al norte
de Nueva York? No pudimos viajar demasiado lejos. De alguna manera creo que
podré encontrar una carretera, señor comoquiera que se llame.
―Es Dominic Anthony, y esto no es Nueva York, cariño. Bienvenida a Alaska.
Por segunda vez esa mañana, Kinley se desmayó, cayendo en brazos de Law. Él la
levantó y la apretó contra su pecho antes de girarse hacia Dominic.

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―Espero que estés muy contento. Estaba empezando a confiar en mí. Acabas de
arruinar todo eso. Me voy a asegurar de que coma algo. No puede darte información
si está desmayada o muerta.
Law la llevó fuera, preguntándose en primer lugar porque siquiera había accedido
a este plan en primer lugar.

* *
Dominic entró en la cocina, muy consciente de que no era querido allí. Law se
había tomado su tiempo. Había pasado una hora desde que se la había llevado como
el novio gallardo de una bella sureña desmayada.
―Guau, él va en serio―había dicho Riley, entonces se quedó pensativamente
callado mientras ambos esperaban.
Bueno, Dominic también iba en serio y hacía mucho tiempo que se había puesto
de acuerdo con Law y Riley.
Se detuvo cuando la vio. Estaba sentada frente a los grandes ventanales, con la
mirada fija hacia el exterior, hacia la enorme extensión de árboles, hierba y montañas
en la lontananza.
―Eso es un montón de naturaleza. Como demasiada. ―Ella sacudió la cabeza―.
¿Crees que hay animales ahí fuera?
Law se rió, sonaba como un hombre profundamente divertido.
―Seguro. No creerías cuántos, cariño.
Necesitaba tomar las riendas de esto. Ella era bonita y parecía frágil, pero él sabía
algo que Law no.
―Cuéntale sobre tu organización benéfica, Kinley. Cuéntale sobre los cheques que
has estado firmando.
Ella se giró, una expresión sorprendida llenaba su cara.
―¿Qué? No me habéis secuestrado para hablar de Hope House.
Afortunadamente, lo tenía todo preparado. Abrió la carpeta que llevaba en la
mano y dejó los documentos que Riley había descubierto sobre la mesa frente a ella.
―¿Es esa tu firma?
Ella dejó a un lado la taza de café, entonces cogió una de las copias de los cheques.
Su cara se sonrojó.

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―Sí. Parece mi firma. Pero, ¿por qué está “al portador”? nunca he necesitado
efectivo para la organización benéfica. Todo llega a través de proveedores y
utilizamos nuestros números de identificación fiscal para obtener la exención. Son
cheques privados, pero son solo como reserva. Nunca he utilizado ninguno.
Así que, iba a hacerse la tonta.
―Durante las últimas seis semanas, has sacado casi cincuenta mil dólares de esa
organización.
Ella se cubrió la boca con la mano.
―No, no lo he hecho. ¡Estás mintiendo!
Y ahora Riley se volvía muy útil. Tenía su portátil abierto y preparado.
―Esta es tu cuenta bancaria para la organización benéfica. Como puedes ver,
durante las últimas seis semanas, ha habido cinco cheques al portador, cada uno de
ellos por valor de nueve mil novecientos noventa y nueve dólares y noventa y nueve
céntimos. Un céntimo más y hubieras tenido que rellenar formularios. Alguien sabe
sus regulaciones bancarias. No has dejado casi nada en esa cuenta.
Vio caer la cara de Law mientras miraba la evidencia frente a él. Maldición,
Dominic sabía que era el culpable por este error. Había permitido que Law se
centrara completamente en la vigilancia y no le había metido en el grupo durante la
parte de la investigación. Todo lo que Law necesitaba eran pruebas firmes de que su
“cariño” estaba involucrada en la organización de Jansen y dejaría de pensar con la
polla y estaría preparado para meterse otra vez en la misión.
Law se apartó un paso de Kinley.
―¿Cuándo comenzó a desaparecer el dinero?¿En qué fecha? ¿A qué hora se cobró
el cheque?
Riley pasó las manos por la pantalla del ordenador.
―La primera fecha fue el diez de mayo y la hora sellada en el cheque son las dos
treinta y cinco de la tarde.
Law levantó una mano.
―Dame un minuto.
Kinley se hundió en la silla.
―No lo entiendo. Sabía que el saldo era malo, pero no tenía ni idea de que la
cuenta estaba tan cerca de estar vacía. Greg me prometió que escribiría un cheque
por cien mil dólares como regalo de bodas.

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―¿Cómo regalo de bodas o para cubrir tus huellas? ―Dominic paseaba mientras
hablaba.
―¿Qué? ¡No! No era para cubrir nada. Era la primera parte de los cincuenta
millones con que prometió dotar a la asociación benéfica.
―De acuerdo. ¿Él te dijo que sacaras los fondos?
Había un tiempo y un lugar para ser un poli bueno. Él sería el mejor poli del
mundo si ella podía ayudarle a culpar a Jansen por sus actividades ilegales.
―Greg nunca mencionó nada sobre eso. Sé que esto parece malo.
―Esto parece delictivo―señaló Riley.
―Pero yo no tengo nada que ver con esto.
¿Estaba diciendo la verdad? Dominic se sentó frente a ella. Algunas veces pensaba
que se había vuelto demasiado cínico porque veía mentiras por todas partes. Con
todo, tenía aquellos cheques. Ella los había firmado. Había cogido el dinero. Tal vez
tuviera nobles razones. Tal vez no.
Dominic sintió una pequeña oleada de paz fluyendo sobre él. Estaba otra vez
controlado. Eso era justo lo que necesitaba. Ella todavía no lo sabía, pero él era su
mejor oportunidad de evitar la cárcel y su asesinato.
―Entonces no me hagas utilizar esto. Trabaja conmigo. Vamos a hablar de tu
novio.
―Yo ya lo he intentado, tío―dijo Riley.
Él ignoró a su amigo.
―Los federales no han sido capaces de atrapar a tu novio, pero yo voy a hacerlo.
Ella levantó los ojos, entrecerrándolos mientras le miraba.
―¿Cuál dijiste que era tu nombre?
―Soy Dominic Anthony. ―No había razón para mentirle. Al final del día, estaría
agradecida de que la ayudara. Y si su gratitud no les mantenía lejos del talego,
entonces la chantajearía con la información que ella había estado mirando.
―¿Tienes alguna relación con Carrie Anthony?
Sus entrañas se revolvieron un poco. ¿El hijo de puta le había hablado de ella?
―Sí. Era mi hermana pequeña.
Aquellos ojos marrones se volvieron compasivos.
―Siento mucho su muerte. Era demasiado joven para irse.

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―Sí, lo era. ―Él dejó que pasara un momento de silencio―. Especialmente ya que
Greg Jansen la mató.
Ella debía entender completamente el por qué él había escogido este camino.
―¿Es de lo que se trata todo esto? ―Le miró―. Señor Anthony, realmente lo
siento mucho por su hermana. Greg dijo que era una mujer maravillosa. Tiene un
retrato de ella en la casa. Era muy hermosa.
La ira amenazó con ahogarle al pensar en Jansen mirando una foto de su hermana
y recordando lo fácil que fue quitarle el dinero y la vida.
Kinley se inclinó hacia delante, su mano casi tocaba la de él.
―Pero estaba enferma. No fue culpa de Greg. Trató de meterla en rehabilitación.
Dominic prácticamente lo vio todo rojo. Antes de saber lo que estaba haciendo, se
lanzó sobre la mesa, enviándolo todo al suelo. No iba a escuchar al último pedazo de
culo de Jansen decirle que su hermana era una maldita drogadicta.
―Ella nunca tomó una droga en su vida. Él es un codicioso capullo asesino. ¿De
verdad eres tan estúpida?
Ella elevó la mandíbula.
―Obviamente está muy alterado. Estoy segura que no quiere creer…
―Él hizo una póliza de dos millones de dólares sobre mi hermana. ¿Sabes lo que
compró con el dinero que consiguió matándola? Un maldito apartamento. Y dos
semanas después, metió allí a su amante.
Ella se recostó en la silla como si necesitara poner espacio entre ellos.
―Él no la mató. No pudo hacer eso.
Dominic rehusó permitirle la distancia que ella buscaba. Se puso de pie y se cernió
sobre ella.
―¿Por qué dices eso? ¿Porque no puedes soportar la idea de que has follado a un
asesino? ¿O porque ya sabes de lo que es capaz y odias ser atrapada?
―¿Dom? ―intervino Riley, su voz era tensa―. Abajo, chico. Creo que la estás
asustando.
―Creo que no está lo suficientemente asustada.
―Estoy muy asustada, pero debería saber que no le dejaré quebrarme. Puedo
parecer tonta y me puede llamar estúpida todas las veces que quiera, pero no voy a
permitir que me utilice contra la gente por la que me preocupo. Por lo que si este es
su mejor intento, señor Anthony, debería saber que ha fracasado. Creo que ha

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falsificado esas evidencias. O usted mismo ha robado el dinero. Usted es un hombre


desconsolado y siento mucho que su hermana esté muerta, pero no voy a permitir
que su sed de venganza arruine mi vida. Decídase. Déjame ir o tome la venganza que
tan obviamente necesita y hágalo rápido.
Él se detuvo.
―¿Qué?
Ella estaba temblando, pero se lo quedó mirando con ojos firmes.
―Quiero decir, que preferiría que me matara rápidamente. Obviamente no me
puede dejar marchar y esta sería una buena manera de vengarse de Greg si me
amara. Aunque ya sabe que no es así. Creo que le gusto, pero se casa conmigo para
favorecer sus negocios. Soy realmente una buena anfitriona y le puedo ayudar a
entrar en la alta sociedad. Probablemente estará contrariado, pero dudo que lleve
luto por mí durante mucho tiempo.
¿Kinley pensaba que iba a matarla? Realmente creía que iba a tomar la vida de una
mujer para vengar a su hermana. De repente, no podía pensar en ninguna razón de
por qué ella no debería creer que él era un asesino.
Dominic retrocedió, las náuseas le amenazaban.
―No voy a matarte.
―Entonces deje que me vaya a casa.
No podía hacer eso. Les había puesto a todos en esa situación y no había nada que
hacer excepto continuar con sus planes. Tenía que probarle la culpabilidad de Jansen.
Tenía que quebrarla.
―No. Vas a ir a descansar un rato. Entonces vamos a hablar. Sé que no me creerás,
pero esto es por tu bien.
―No me puede mantener aquí para siempre.
Él se giró y empezó a marcharse. Necesitaba preparar las armas pesadas. Había
esperado evitarle la peor información, pero ella necesitaba comprender exactamente
a quien trataba de proteger.
Eso le convertía en un hijo de puta, pero tenía que destruir todas sus ilusiones. Se
preguntó, solo durante el más breve de los instantes, si realmente estaba salvándola.
Si era tan inocente como parecía, lo que iba a mostrarle podría romperle el corazón.
Bueno, él era la prueba de que una persona podía vivir sin uno.
―Mírame.

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Maestros del Ménage 5

Capítulo 5

Kinley miró alrededor de su bien equipada prisión con sábanas de algodón


egipcio, mobiliario de sólida madera y un impresionante cuarto de baño con jacuzzi.
Había asumido que cuando Dominic le dijo que podían retenerla para siempre aquí,
había estado exagerando. Ahora, no estaba tan segura. Su “celda” y todo lo que había
estado observando del lugar ciertamente se veía lo suficientemente autónomo como
para hacer eso posible.
Probó todas las puertas y ventanas, incluso hasta el punto de intentar romper una.
Pero alguien había instalado un cristal ridículamente grueso. Sus insignificantes
intentos de romperlo habían dado como resultado solo brazos doloridos y
frustración.
Finalmente se había dado por vencida y se duchó, después se puso ropa limpia.
Fue prácticamente celestial salir de ese vestido apretado. Kinley evitó sus tejanos y
optó por una falda de algodón y una camiseta de manga larga. Parecía que no tenían
planes de violarla. Habían tenido bastantes oportunidades mientras estuvo
inconsciente y no habían tomado ventaja de eso. Ya que su falda no estaría
facilitando su violación, ¿por qué no estar cómoda?
Cuando se despertó en su elegante prisión, se había sorprendido de encontrar
todo su equipaje y aún más, incluidas las maletas de ropa para la isla que había
empacado para su luna de miel en las Caimán. Con todas las sandalias, bañadores y
vestidos de verano, no había traído nada para Alaska… y Kinley sospechaba que era
ahí donde estaba actualmente. No oía el zumbido de un ventilador o del aire
acondicionado. Si hubieran estado en la parte norte del estado de Nueva York, ¿no
necesitarían un poco de aire fresco al mediodía?
¿El otro trozo de evidencia? La ropa de abrigo que los tíos le habían traído. ¿Law?
Él parecía como si le preocupara. Le llamó la atención el hecho de que ninguna de las
prendas fuera tan funcional como habría esperado que un hombre comprara. Los

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suéteres eran suaves y alegres, en colores que ella habría comprado para sí misma
porque complementaban su cutis. Los pantalones de chándal eran adorables y
elegantes con adornos brillantes que recorrían las perneras del pantalón. Incluso los
calcetines eran suaves y de color rosa. Era como si alguien lo hubiera comprado todo
pensando en sus gustos. ¿Por qué les importaría que la ropa la complaciera?
Eran unos secuestradores inusuales que aparentemente no veían la televisión para
saber cómo deberían comportarse realmente los tíos malos. Probablemente debería
estar tan asustada como cuando despertó y se dio cuenta de que la habían encerrado
en una habitación desconocida. Pero ese nivel de miedo era difícil de mantener
cuando sus secuestradores no habían hecho nada más que alimentarla y vestirla.
Alguien incluso había cargado su iPad para que no estuviera aburrida. Si iban a
proporcionarle diversión, Kinley no se imaginaba que fueran a ahogarla o a clavarle
astillas de bambú bajo las uñas.
Lo que no habían hecho era darle sentido del tiempo. El sol todavía estaba en lo
alto… ¿y no se quedaba siempre en lo alto en Alaska en verano?... pero no tenía ni
idea de cuantas horas habían transcurrido. Se habían llevado todos los relojes. Sin
internet, su tableta no marcaba la hora en su actual zona horaria. Y nunca consiguió
un plan de datos móviles para ello. El resto de la habitación estaba vacía a excepción
de una lujosa cama tamaño Queen, una elegante mesita de noche, una silla y una
lámpara que había demostrado no ser tan robusta como la ventana cerrada. Un golpe
y estaba rota.
Tal vez no fue su mejor jugada. ¿Iba a ser dejada sola en la oscuridad al caer la
noche?
Miró por la ventana hacia las distantes montañas, completamente cubiertas de
verde por todas partes, árboles, arbustos, hierba suave salpicada con algunas flores
incipientes, todas alrededor de un lago. Las vistas eran increíbles. Solo había estado
en el norte de Nueva York una vez, por lo que por supuesto no lo había visto todo,
pero lo poco que recordaba no parecía tan majestuoso. Aun así, tenía que mantener la
esperanza de no estar demasiado lejos de la civilización para escapar, esa casa no
estaba a más de cuatro mil kilómetros de distancia…
Un golpe breve sonó en la puerta antes de que se abriera demasiado rápidamente
para que ella la bloqueara con una barricada.
El más grande de ellos entró llevando la única cosa que garantizaría que ella se
sintiera mejor.

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―Pensé que podrías quererla. ―Sostenía a Gigi en esas grandes y encallecidas


manos que habían sido tan gentiles cuando había conseguido sacarla de ese
espantoso corsé. Era Law. El nombre le iba bien.
Su dulce Yorkie no se veía peor por el agotamiento. El cuerpecito de Gigi se
removió y ladró de alegría.
Con lágrimas de alivio, Kinley agarró a su pequeña y dulce cachorrita y la sostuvo
apretadamente, llena de un culpable sentimiento de felicidad. Odiaba que Gigi
estuviera atrapada y se preguntaba cómo había estado soportando el cautiverio hasta
ahora. Pero estaba muy aliviada de que su cachorrita, uno de sus consuelos más
queridos, estuviera aquí con ella.
―¿Ellos te trajeron aquí? Oh, nenita. ¿Estás bien? ¿Tuviste miedo?
Gigi solo le lamió la nariz, frotando sus caras juntas.
―Podría haber tenido miedo, pero se defendió. ―Una sonrisa de medio lado
asomó a los labios de Law. Dios, cuando sonreía, su corazón tendía a ir a
trompicones de una manera que no debería por un hombre que la había drogado y
secuestrado. Un criminal no debería tener una sonrisa como esa―. Tuvo el buen
sentido de morder a mi hermano. Él fue un fracaso con las dos hembras Kohl.
En silencio, Kinley aplaudió a su perra.
―Gigi es la cosita más dulce conmigo. No tanto con los demás. Puede ladrar como
una loca cuando no consigue su comida a tiempo. Está acostumbrada a ser
alimentada dos veces al día y sabe cuándo es la hora de cenar.
―Ah, eso explica muchas cosas. Ha estado un poco nerviosa. ―Se puso serio
mientras miraba la lámpara en el suelo―. ¿Has intentado romper las ventanas o es
solo que la lámpara era particularmente ofensiva?
―No puedes esperar que no intente escapar. ―Se dio la vuelta. Tal vez si le
ignoraba, se iría. Estar sola era preferible a estar con criminales.
¿Greg era un criminal?
―Los cristales son blindados. Hace un par de años, los propietarios tenían
algunos problemas con los cazadores y las balas perdidas. Tienen hijos y un montón
de dinero, así que cambiaron todas las ventanas de la casa. Son muy pesadas y su
rotura es casi imposible. La casa tiene también instalado el mejor sistema de
seguridad. Sabremos si de alguna manera te las ingenias para romper un cristal y
estaremos sobre ti rápidamente. ―Su voz se suavizó―. No puedes escapar, Kinley y
no estarás muy contenta si lo haces. Estamos a kilómetros de toda civilización. Hay
osos por ahí. Podrías salir lastimada.

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Ella se aferró a su perra.


―Si estás tan preocupado por mi ¿por qué me habéis secuestrado de una suite
nupcial en Manhattan y me habéis traído a esta tierra salvaje?
Él se sentó en la cama, su gran complexión se veía incongruente contra el edredón
floreado. Era una bestia masculina en un ambiente femenino.
―No me vas a creer, pero estamos tratando de protegerte, car…Kinley.
Seh, ella se iba a tragar eso.
―Se trata de una venganza del hombretón. ¿Cómo te has involucrado en esto?
―Dominic y yo estamos juntos a las duras y a las maduras. Siempre ha sido así y
siempre lo será.
Así que ella supuso que la idea de intentar dividir y reinar no funcionaría. Si Law
estaba dispuesto a arriesgarse a pasar un tiempo en prisión por ayudar a Dominic,
eso decía algo serio sobre su vínculo. La única persona por la que ella haría eso era
por Annabelle, así que sabía que debía ser un vínculo fuerte.
―Mira, siento lo de su hermana. Pero no creo que yo pueda hacer nada para
darle…la solución que está buscando.
Kinley realmente lo sentía. No podía imaginar perder a su hermana. Becks
realmente podría no ser la hermana más considerada del planeta, pero era de su
sangre, era familia. Cualesquiera que fueran sus faltas, y ella apostaba a que eran
muchas, Dominic realmente había amado a su hermana y estaba apesadumbrado por
ella ahora. Perderla por una sobredosis debió haber sido terrible.
―Carrie nunca tomó drogas ―dijo Law suavemente―. Crecí con ella. Yo estaba
en el mismo curso que Dominic, pero veníamos de diferentes lados de la calle, por no
decir más.
―Él tenía dinero. ―Ella lo podía decir. Tenía el aire de autoridad que había visto
que emanaban los más ricos. Que venía de tener el mundo a los pies.
―Mucho. Y Ry y yo…no.
―Entonces, ¿cómo conocisteis a Dominic? ―Por lo general, los niños con esta
educación dispar no se conocían. Annabelle y ella eran la excepción más que la regla.
Law se encogió de hombros, no como si no lo supiera, si no como si estuviera
incómodo.
―Mi padre se fue cuando Ry y yo éramos niños. Mamá…bueno, hizo todo lo
posible para mantenernos vestidos y alimentados. Un día yo estaba en el cine
haciendo chanchullos para sacarles el dinero a los niños. Cartas, dados, cualquier

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juego de azar que pudiera amañar. Yo nunca golpeaba a nadie por el dinero, pero
algunos de los otros chicos lo hacían. Empezaron a meterse con Dominic porque era
rico y no había alcanzado aún la pubertad, por lo que todavía era pequeño. Pensé
que tres adolescentes contra un niño de doce años era horrible e injusto. Yo era unos
meses mayor y ya había empezado a crecer…y me gustaban las peleas, así que me
metí. Ry ayudó. Dominic se convirtió en nuestro mejor amigo después de eso. Como
Carrie era más pequeña que él, la vi crecer. Ella no tomaba drogas. Nunca.
¿Law había estado enamorado de ella? Sabía que no debía preocuparse, pero él
estaba siendo tan dulce ahora, era fácil imaginar que le había ofrecido esa ternura a
Carrie durante los años en que la conoció antes de que muriera. Sin
embargo…Kinley odiaba admitir que el que Law estuviera enamorado de la difunta
hermana de Dominic le molestaba.
―Tal vez no de adolescente ―rebatió ella―. Pero era modelo. Ese mundo es muy
disoluto. Entonces no puedes saber lo que hacía. A menos que estuvieras con ella en
Nueva York.
Él negó con la cabeza.
―Oh no. Nos estaban disparando a nuestros culos en Afganistán.
―¿Riley y tú?
―No, Dominic y yo.
¿Por qué querría un ricachón estar en una zona de guerra?
―¿Él fue a una de esas academias?
―Teníamos diecinueve años cuando sucedió el 11-S. Dominic dijo que no podía
quedarse sentado en clase cuando su país estaba en peligro. Dejó Harvard para
enrolarse. Le seguí. ―Se encogió de hombros―. No podía dejarle ir solo.
Su hermana ni siquiera iba al baño con ella. Solo Annabelle había sido esa clase de
amiga. Ella sabía la profunda conexión que había llevado a Law a seguir a su amigo a
la batalla. Kinley incluso tuvo que otorgarle, a regañadientes, un poco de respeto a
Dominic. ¿Qué clase de valor había tenido para dejar su riqueza y privilegios atrás
para servir a su país en el otro lado del mundo?
Por supuesto, Law podría estar mintiendo, para ganarse su buena voluntad o
simpatía o lo que fuera. Los secuestradores eran criminales que no solían hacer cosas
buenas.
―No necesito saber vuestra historia.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Solo quería escapar. Tal vez ella y Greg podrían reorganizar la boda rápidamente
manteniendo el mismo acuerdo. Seguramente, ella podría convencerle para que
pagara el tratamiento de su padre hasta que pudieran volver a programar la
ceremonia. El primer pago al hospital se debía hacer en una semana. Su prometido
no castigaría a su padre haciéndole faltar a su tratamiento debido a que había sido
secuestrada... ¿verdad?
―Sí, necesitas saber esta parte. Habíamos terminado nuestra tercera misión.
Regresamos a los Estados Unidos para un entrenamiento. Carrie se había casado con
Greg mientras no estábamos. En ese momento, estábamos en las fuerzas especiales y
las misiones eran un asunto de seguridad nacional. No fuimos a la boda, pero Riley
sí. Nos dijo a Dominic y a mí que tenía serias dudas sobre cómo Greg trataba a
Carrie. Una noche, un par de meses más tarde, Dominic recibió una llamada
telefónica de ella. Carrie dejó un mensaje de voz, porque, bueno, tuvimos la noche
libre y nos aprovechamos de ello.
Se ruborizó un poco, haciéndole saber que exactamente no habían estado jugando
charadas. Kinley frunció el ceño. ¿Habían estado aprovechándose juntos de alguien?
No. Oh. Oh. ¿Eran homosexuales? Era una idea horrible. Era una especie de insulto a
las mujeres de todo el mundo que aquellos dos tíos increíblemente masculinos
estuvieran interesados el uno en el otro. Ella nunca lo habría creído, pero...
¿Por qué sus secuestradores calientes tenían que ser homosexuales?
Irrelevante. Se obligó a sí misma a dejar esa línea mental.
―¿Qué decía el mensaje?
Greg le había explicado que su primera esposa había sufrido episodios de
depresión. La había cuidado mucho, pero al final no había sido capaz de salvarla.
―Sonaba asustada. ―Law la miró fijamente, como si quisiera hacerla entender―.
Ella dijo que estaba dejando a Greg y necesitaba que Dominic la llamara. Estaba
perfectamente lúcida y totalmente asustada. No estaba tomando drogas.
―Pero…
―La policía la encontró muerta doce horas más tarde, y sé sin duda alguna que
Greg la mató. Carrie era como una hermana para mí. Él es mi mejor amigo. No
puedo dejar esto olvidado.
―Greg estaba en San Francisco cuando ella murió. No pudo haberla matado. ―El
dolor de Dominic había nublado su lógica. Kinley podría no amar a Greg Jansen,
pero ciertamente no le imaginaba matando a su esposa.

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Entonces ¿por qué una parte diminuta de ella estaba aliviada de no estar pasando
su luna de miel ahora?
―¿Qué sabes sobre un hombre llamado Vincent Dargo?
Kinley se estremeció. Él era jefe de seguridad de Greg. No podía soportar la forma
en que miraba a cada mujer como si fuera un pedazo de carne que no podía esperar a
atacar. Brutalmente. Con saña.
―No tengo mucho que ver con él.
―Creo firmemente que esa noche le metió las drogas a la fuerza a Carrie bajo las
órdenes de su jefe, Greg Jansen.
Las palabras de Law pintaron una imagen brutal que hizo que Kinley se
estremeciera y se abrazara a sí misma. Desafortunadamente, no tuvo que agigantar
su imaginación para imaginarse que Dargo era capaz de eso. ¿Pero Greg
ordenándole que lo hiciera?
―¿Por qué? ¿Por qué habría de creerte? ¿Y por qué te importa lo que me pase?
Él se puso de pie y pareció llenar todo el espacio de la habitación.
―Yo no soy un caballero, Kinley, pero voy a ser muy honesto contigo, porque
demasiada gente en tu vida no lo es. ―Él contuvo un áspero suspiro―. Te he estado
observando durante meses.
Ella dio un paso atrás.
―Me has estado acechando.
―Supongo que probablemente usarás esa palabra en la corte. Tenía que averiguar
quién eras. Tenía que saber si ibas a casarte como socia de Jansen o como su víctima.
Y me di cuenta de algo acerca de ti.
―¿En serio? Estoy segura de que esto va a ser impresionante. No me conoces en
absoluto. Tomar algunas fotos desde una distancia segura no puede decirte nada
acerca de quién soy realmente.
―Hablar contigo durante la última semana sin duda lo hace.
Se quedó helada. ¿Qué estaba diciendo? Él no era quién temía que era. Por favor,
no.
―Nunca he hablado contigo antes de ayer.
―Sí, lo has hecho. ―La miró. Su voz cambió por completo, volviéndose un poco
más aguda y más nasal, el acento más monótono―. Lo sabes. Y no fue todo una
mentira, Kinley.

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Lágrimas de completa humillación anegaron sus ojos.


―Eres Mike.
―Es mi segundo nombre, si eso ayuda. ―La voz era de nuevo la de Law. Todo
indicio de "Mike" se había ido.
―No lo hace. ―Se dio la vuelta y caminó, incapaz de mirarlo―. Guau, soy una
completa idiota.
Pero él había hablado con una voz diferente, maldita sea. ¿Y por qué esperaría
que California Mike estuviera en Nueva York?
En cualquier caso, debería haber sabido que era demasiado bueno para ser
verdad, pero había deseado tanto creer que podría gustarle a alguien. Para escapar a
un mundo de fantasía donde un tipo decente sólo quisiera pasar tiempo con ella,
independientemente de su nombre o linaje.
―¡No eres idiota! Confiada sí. Pero no estúpida. Y una vez que pase todo esto,
vamos a hablar acerca de tu mala costumbre de insultarte. No lo permitiré. ―Su voz
baja había adquirido un gruñido sexy.
―Has debido reírte de mí, de lo mucho que te conté sobre mí, de los sentimientos
que he compartido...
―No, si me reía de algo, era del hecho de que nunca hablo mucho. Especialmente
nunca me abro. Para nadie. Es por eso que ellos se sentían seguros al tenerme
hablando contigo.
―¿Ellos? Oh, te refieres a los otros tipos.
―Se suponía que yo tenía que entrar, hacer un par de preguntas, hacerme una
idea de ti, y ya estaría. No tenía que hablar contigo durante horas, pero no pude
evitarlo. Dios, Kinley, cuando te oí reír por primera vez, era como... si pudiera ver el
color en el mundo. Eso suena tonto. Olvídalo. No soy muy bueno en esto. Se supone
que Riley debe manejar esta parte.
No estaba segura de lo que quería decir. Ella aún estaba conmocionada por su
completa ingenuidad.
―Hice esto tan fácil para ti. Te hablé de la boda y en que suite estaría.
―Me dijiste lo asustada que estabas y lo mucho que deseabas que tu madre
estuviera todavía contigo para darte consejos. Me dijiste que no debería estar
avergonzado de lo que quería en la vida, si bien supe que te había conmocionado
cuando te expliqué que quería encontrar una mujer para compartir con mis
hermanos.

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Él le había hablado de cómo había crecido tan pobre. Cómo, después de que su
padre había abandonado a la familia, su madre se había dedicado a la prostitución
para darles de comer. Había afirmado que sabía lo que era llevar ropas de segunda
mano deterioradas a la escuela porque eso era todo lo que él y su hermano tenían.
Ella había llorado por él. Había colgado el teléfono y lloraba porque había sentido
tanto dolor por el niño que había sido.
―¿Cómo pudiste mentir de esa manera?
―Nada de eso era mentira, cariño. Te lo conté todo sobre mi vida. Mi madre
murió cuando yo tenía apenas dieciocho años. Yo trabajaba en dos empleos para que
Riley pudiera terminar la secundaria, y luego seguí a Dominic al Ejército. Sólo tenía
que trabajar en dos empleos porque Dominic nos daba todo el dinero que podía. Así
que nosotros tres hemos sido familia desde hace mucho tiempo. ―Law se puso las
manos en las caderas y dejó escapar un profundo suspiro―. Y voy a poner toda la
carne en el asador, Kinley. Creo que podrías ser la mujer para completar nuestra
familia porque le mostraste a “Mike” lo dulce y auténtica que eres. Dios, Kinley. Tú
no puedes escuchar a tu hermana o la prensa rosa. Eres inteligente. Eres leal. Eres...
maldita sea, eres buena. Y yo sé que toda esta situación está completamente jodida,
pero te quiero… y no sólo para un par de noches. Creo que sería un hombre mejor
contigo en mi vida. De hecho, creo que nos harías mejores a todos.
Un millón de pensamientos atravesaron su cabeza. Law era Mike y Mike podría
fingir. Un discurso muy bonito... pero ¿y si había sido enviado para ganar su
confianza y engatusarla para volver a sonsacarle información? Dominic obviamente
creía que ella sabía algo y quería la información, pero... ¿Estaba demasiado enojado
para hacerle las preguntas por sí mismo? Tal vez todos ellos sólo pensaron que ella
era lo suficientemente patética para caer en lo mismo dos veces. O tal vez…
Law se inclinó y rozó sus labios contra los de ella, cortando todo pensamiento. Y
la respiración.
El corazón le latía con fuerza. Su piel ardió con calor instantáneo. ¿Qué diablos
fue eso?
Él puso las manos a ambos lados de su rostro con tanta ternura, mirándola como
si fuera la clave para resolver todos los misterios de su universo, tan perfecto y bello.
Kinley se encontró de pie medio horrorizada y medio expectante mientras él tomaba
su boca.
Suave. No había esperado que sus labios fueran tan suaves. O que el tiempo se
detuviera por un increíble momento. La habían besado antes, abrazos chapuceros y

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robados que no habían hecho nada, pero le hicieron preguntarse el porqué de tanto
alboroto. Incluso los besos de su novio eran ocasionales. Un besito aquí. Un besito
allá. Él afirmó que quería que estuvieran casados la primera vez que tuvieran
verdadera intimidad, pero ella sabía la verdad. No la deseaba de esa manera.
La cosa era que...a ella nunca le había preocupado o pensado que el sexo
importaba.
Law estaba haciendo que se replantease eso. La trataba como si fuera un dulce
para ser degustado. Como si fuera algo sabroso, y él un hombre que nunca hubiera
probado algo tan bueno y nunca pudiera volver a hacerlo. Law la sostenía como si
fuera de incalculable valor.
Ella no pudo evitar cerrar los ojos y catalogó el momento… la forma en que su
nariz se acurrucó contra ella, sus labios pellizcando a lo largo de su labio inferior,
haciéndola temblar de placer. Percibió cada roce suave de su lengua y el hecho de
que cada caricia tenía alguna conexión eléctrica hacia sus pezones. Olía bien, a limpio
y a menta. Se había cepillado los dientes antes de venir, porque había querido que
esto pasara. Había querido besarla.
Por supuesto, él también la había engañado, la había secuestrado.
Dios, ella estaba besando a su secuestrador.
Ella se apartó, sus labios todavía hormigueaban.
―No.
Law la miró fijamente, con la mandíbula firmemente obstinada.
―Kinley, sé que nada de esto tiene sentido para ti ahora, cariño, pero lo hará. Te lo
juro. Estaba pensando que era demasiado duro para ti, pero ahora veo que necesitas
un hombre como yo.
―Déjame en paz. No necesito un criminal. ―Ella retrocedió, pero con cada paso,
su cuerpo protestaba y quería correr hacia él.
―Nos necesitas a los tres ―insistió―. Vamos a cuidar de ti. No voy a dejar que
nada malo te suceda. Estoy loco por ti, Kinley. Vamos a asegurarnos que Jansen no
pueda hacerte daño, como le hizo a Carrie. Una vez que esté en la cárcel, si quieres
irte, voy a dejar que te vayas. Pero voy a hacer todo lo posible para que te quieras
quedar con nosotros.
―¿Law? Si ya has terminado aquí, te necesitamos en la oficina.
Ella se quedó sin aliento y se volvió. Riley estaba en la puerta. No le había oído
entrar, pero entonces había sido la chica estúpida besando a su secuestrador. Y

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disfrutándolo. Por no decir que se preguntaba cómo sería devolverle el beso. Ella
había perdido su oportunidad, y de repente sus labios dolían por la pérdida.
Ella se dio la vuelta, se negaba a encontrarse con la mirada de Riley, y se aferró a
Gigi. No había sido capaz de presionar su cuerpo contra Law porque Gigi había
estado en medio. ¿Y si ella no hubiera estado sosteniendo al cachorro contra su
pecho? ¿Law la habría atraído hacia él? ¿Habría sentido su erección presionada
contra su vientre? O no, porque era todo una actuación.
Sintió sus manos grandes cubriendo sus hombros.
―Estaré de vuelta, Kinley. Sé buena. Y Gigi, no muerdas a Riley de nuevo.
Su primera reacción fue la de pedirle que se quedara, pero la refrenó. Él estaba
jugando otra vez con ella. Había cometido un acto criminal. No debía sentirse segura
con él. Era simplemente un hombre, magnífico y astuto, que usaría cualquier arma a
su alcance para mantenerla sumisa.
Tenía que recordar eso. Greg… el hombre que había jurado ayudarla tanto en su
organización benéfica como con su padre, era su futuro.
No importaba lo que su corazón quería creer.

* *
Riley cerró la puerta tras él antes de salir corriendo para alcanzar a su hermano.
―¿Qué demonios fue eso?
Se había quedado observándolos juntos, su hermano más tierno de lo que había
visto jamás con una mujer. Era como ver a un ser humano totalmente diferente. Law
estaba...joder. Había parecido casi feliz.
Su hermano se volvió hacia él.
―Acabo de hablar con ella. Le devolví a su perro antes que Butch pudiera
comérselo. No tenemos que asustarla para que nos ayude. Ella va a ser un mejor
aliado si es feliz. Puedo hacer que confíe en mí.
―Vi más que una charla amistosa. Estabas besándola.
Una pequeña sonrisa asomó a los labios de Law.
―Sí.
Riley sintió que se le caía la mandíbula.
―Entiendes que suenas como un maldito preadolescente dándote el lote por
primera vez.

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Law se encogió de hombros, casi eufórico.


―Tal vez eso es lo que siento. Con ella, es como...todo es nuevo.
―Ella está hasta el cuello en esta mierda, Law ―gruñó―. Lo sabes mejor que
nadie.
―Yo sé que ella necesita dinero. Jansen la está utilizando. Tengo pruebas de que
no es la que cobró esos cheques. Dominic y tú creéis que estabais investigándola,
pero encontré algunas fotos de vigilancia de ella cuando estaba siendo cobrado el
primer cheque. Ninguno de los dos me preguntó antes de que la acusarais de robar
en su organización benéfica, pero ella estaba a doce putas calles. Alguien está
falsificando su firma. Tengo tres conjeturas de quién es, y las últimas dos no cuentan.
Si lo que Law decía era cierto, entonces Riley también tenía una buena suposición
de quién había falsificado la firma de Kinley. Y si ella era inocente...pronto estaría
devastada. Por supuesto, cuando ella inevitablemente le rompiera el corazón a Law,
él sería el devastado. Incluso aunque nunca había dicho una palabra enojada a nadie
en su vida, la niña provenía de dinero. No iba a casarse con el hijo de una prostituta,
y mucho menos con dos, y asumir un tercer marido por puro gusto. Sus amigos y
familiares se escandalizarían. Sus opiniones significarían mucho para una chica como
Kinley.
―Hazte un puto favor y no la beses de nuevo.
―¿Por qué no habría de hacerlo? No estoy forzándola. Estoy siendo amable. Si
ella dice que me detenga, lo haré. Pero no me dijo que parara y no se alejó.
―Tío, para empezar, la secuestraste. Todavía la tienes bajo llave. ¿No lo
entiendes? Te tiene terror.
Law palideció un poco.
―¿Eso crees ?
Su hermano había perdido la maldita cabeza.
―Lo sé. La superas por lo menos en cuarenta y cinco kilos. Te apuesto veinte
dólares a que si hubieras intentado echarla en la cama, te habría dejado porque no
quiere cabrear al macarra. Piensa en esto por dos segundos. Estás tratando de...no sé,
de pedirle una cita. Ella está tratando de sobrevivir el día.
―Le dije que no le haría daño. ―Law parecía tropezarse con las palabras.
―También le dijiste que eras Mike. ¿De verdad le soltaste toda esa mierda de
mamá?

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Riley nunca se lo había contado a nadie, y ahora se sentía un poco traicionado.


Había dejado su pueblo y encontrado nuevos amigos que no sabían que era el hijo de
la puta del pueblo. Amigos que no sabían que su madre había muerto en un
accidente de coche con uno de sus clientes.
Law se encogió de hombros como si no fuera gran cosa.
―Es fácil hablar con ella.
―No será tan fácil cuando te apuñale por la espalda con ese cuento de la aflicción
y se aleje de ti. Piensa, hombre. ¿Una debutante y el hijo de una prostituta? Seh, ella
realmente va a alardear de ti en todas sus extravagantes fiestas de sociedad. Quiero
decir, que ella podría aceptar a Dominic porque tiene un cierto refinamiento, pero los
rumores de que todos compartimos las mujeres están pegados a él. La gente hablará.
Ella no va a ser capaz de soportarlo. Y se va a romper tu puto corazón entonces. No
digas que no te dije que iba a ser así.
―Kinley no es así. Cuando le conté nuestro pasado, no me juzgó, ni a ti, ni a
mamá. Dijo que mamá la sorprendió porque una mujer tenía que amar de verdad a
sus hijos para hacer algo así.
―¿Qué? ―Eso no tenía ningún sentido. Las aristócratas no se compadecían de las
prostitutas.
―Te lo estoy diciendo. Tienes que llegar a conocerla por ti mismo. Estás
pensando que ella es tan presumida como Simone y ella no lo es, hombre. Ni siquiera
de cerca. Ella ha dedicado toda su vida a ayudar a los demás.
Dios, esta chica tenía a Law tan trastornado y confundido que aterrorizó a Riley.
―Saca la cabeza del culo. Querer que esta chica sea la única no va a hacerlo
realidad. ¡Maldita sea!
―Olvida lo que dije. ―El rostro de Law se cerró.
Riley había conseguido lo que quería, pero por alguna maldita razón, se sentía
como un hijo de puta. Pero lo mejor era señalar ciertas verdades ahora.
―Vamos, hermano. Tienes que desistir. De lo contrario, no conseguiremos salir de
esta sin antecedentes penales. ¿Quieres que todos vayamos a la cárcel porque no
podías permanecer fuera de sus pantalones vaqueros de diseño?
Kinley Kohl era preciosa y tierna, y los iba a hundir a todos.
Law suspiró.
―No.

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Shayla Black

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―Tenemos que resolver esto en la forma en que lo haríamos con cualquier otra
misión. ¿Cuál es nuestro objetivo?
Law frunció el ceño, pero Riley vio cómo su cara póker se puso en su lugar. La
frialdad cubrió sus rasgos.
―Para recopilar la información necesaria para demostrar que Greg Jansen está
lavando dinero para la mafia. Una vez que hagamos eso, el FBI puede asumir el
control y arrojar al hijo de puta a la cárcel.
Dominic salió de la oficina. Su rostro era grave. Él los miró como si hubiera oído
lo que había pasado y no estuviera particularmente feliz por ello.
―Ella es la clave, Law. Siempre has sabido eso. Kinley sabe algo. Ella podría no
saber que lo sabe, pero está ahí. Necesitamos que hable. Lamento que sientas algo
por ella.
Law volvió, su rostro una máscara amarga.
―¿Sí? ¿No sientes nada por ella? ¿Ninguno de los dos? Si estás tratando de
venderme esa mierda, deberías hacer un mejor trabajo en ocultar lo duro que estás.
Riley suspiró.
―Está bien, no me importaría llevarla a la cama. Si ella es lo que parece ser,
entonces es dulce. Por lo menos cuando no me está mordiendo. Pero tío, no voy a ir
por ahí. Ella nunca va a ser lo que necesitamos. Y después de haberla secuestrado,
nunca va a dejarlo pasar para ser lo que cada uno de nosotros necesita. No habrá
ningún noviazgo o romance, para que podamos ganar su confianza o cortejarla
lentamente.
Dominic puso una mano en el hombro de Law.
―Tengo que admitir sentirme atraído por ella, pero no puede ir más lejos que eso.
Esto es por su propio bien, Law. Está en la cama con un hombre que ya ha matado a
una esposa. Vamos a centrarnos en librarla de ser su víctima número dos sentándola
aquí y viendo lo rápido que podemos cerrar este caso. Entonces todos podremos
seguir adelante con nuestras vidas.
Law asintió.
―Está bien. Voy a preparar la sala de interrogatorios.
―Es sólo un comedor. No tenemos que ser dramáticos―dijo Riley con un
suspiro.
―Me gusta llamar a las cosas como son. ―Su hermano se volvió y desapareció
por el pasillo.

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Shayla Black

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Riley miró a Dominic.


―Creo que estamos haciendo lo correcto.
Dominic de repente parecía diez años mayor.
―Para Carrie, sí. ¿Es realmente lo correcto para Law? Él está enamorado de esa
chica. Maldita sea.
―No es posible que ella le quiera.
Dominic se quedó en el pasillo.
―¿No puede? A veces, las mujeres más dulces y suaves pueden demostrar que
tienen las mentes y las voluntades más fuertes. Me pregunto lo que la mujer podría
ser si tuviera un hombre fuerte detrás de ella, animándola.
―¿No quieres decir hombres fuertes ?
―No lo sé. No pareces interesado en esa vida nunca más, Riley. Cuando esto
termine, creo que voy a tratar de establecerme por un tiempo. Tener algunas citas.
Buscar a la mujer adecuada, alguien que nos pueda manejar a Law y a mí. No puedo
dejarle atrás. Nunca va a estar cómodo por su cuenta. Incluso con seguridad
financiera, siempre se preocuparía de lo que le pasaría a su esposa si él muriera. Si lo
dejamos solo, se va a marchitar. No puedo hacerle eso. Le debo mucho.
―¿Crees que yo no le debo también? ―Era dolorosamente consciente de lo
mucho que le debía a Law. Cuando no tenían suficiente comida, su hermano se había
ido sin comer para que Riley tuviera el estómago lleno. Law había sido el que había
pasado las noches en vela con un bate de béisbol en la mano cuando su madre
llevaba clientes a casa.
―Si quieres una vida diferente ahora, está bien. Tienes que ser libre para
continuar. Hemos hablado de esto desde que éramos niños, pero los sueños cambian.
Law y yo vamos a estar bien por nuestra cuenta.
―No es que no quiera esta vida nunca más. ―Salió la frustración―. Solo que no
creo que sea posible. Y te aseguro que no creo que una mujer de la alta sociedad que
pasa todo su tiempo en almuerzos vaya a ser “La única”.
―Puede que sí. Puede que no. Law me dio una conferencia sobre los rituales y las
costumbres de nuestra pequeña bomba rubia. Ninguno de los dos le ha prestado
atención, excepto como testigo potencial de los federales para capturar a Jansen. Law
realmente ha llegado a conocerla. Tengo que hacer una concesión... ella no cobró esos
cheques. Él tiene la prueba. Ella trabaja. Al parecer, trabaja muy duro. Joder. No sé.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

―Se pasó una mano por el pelo―. Entiendo tu posición. Entiendo la de él. Ella me
tiene confundido, y no me puedo permitir ese lujo.
―Te entiendo, tío. Sólo tenemos que hacer el trabajo. El resto se arreglará solo.
Tenía que hacerlo.
―Tienes razón en una cosa ―dijo Dominic mientras miraba las carpetas en su
mano.
―¿Qué es eso ?
―Law nunca tuvo una oportunidad con ella. Si se equivoca sobre ella, entonces lo
que estoy a punto de hacer no va a significar nada para Kinley, pero va a romper
todas las ilusiones de Law.
―¿Y si tiene razón?
Dominic se volvió sombrío.
―Entonces, estoy a punto de derribarla y romper su mundo. Y después de esta
noche, ella nunca nos va a perdonar.

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Shayla Black

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Capítulo 6

Kinley se peguntaba por qué solo no traían una lámpara y se la enfocaban


directamente a los ojos. La noche se había vuelto surrealista, como si hubiera sido
arrastrada al plató de Ley y Orden: Edición Cocina. En contraste con la habitación
moderna y elegante, los tres enormes hombres alfa que ocupaban el espacio eran
todo descontento y fuerza bruta.
―No sé de qué estáis hablando ―juró―. Mi organización benéfica da ropa a los
sin techo. Yo no trabajo para la mafia. A menos que ellos puedan llevar los ásperos
tejanos de los chicos. Entonces podría probablemente ayudarles.
Estaba empezando a tener dolor de cabeza. Peor aún, Gigi estaba poniéndose
inquieta, probablemente porque Dominic había traído a su fornido bulldog, que se
sentó a los pies de su amo como si fuera una extensión física de mal humor del gran
hombre. Y el perro gruñó hacia Gigi como si fuera el postre. Kinley suspiró.
¿Cuánto tiempo había estado en este interrogatorio? Parecía como si fueran varios
días y Dominic seguía haciendo las mismas preguntas una y otra vez, con la ayuda
ocasional de Riley. Law apenas la miró. Parecía ridículo, pero su indiferencia dolía.
Cuando había sido llevada a la habitación, había tratado de sonreírle. Él le había
devuelto una expresión en blanco, su mirada deslizándose sobre ella como si no
estuviera allí. Él no había dicho una sola palabra desde que Riley la acompañó desde
la habitación que funcionaba como su celda, a la cocina , y luego la sentó delante de
un montón de informes contables profundamente aburridos.
A continuación, las preguntas de tiro rápido habían comenzado.
¿Qué sabes acerca de la cuenta 433629? ¿De la cuenta 775410?
Háblame de la factura 35249. ¿Cuándo se pagó? ¿Quién recibió los fondos?
¿Qué hacías el 15 de mayo?
Y ella respondió de la misma manera cada vez.

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Shayla Black

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―Kohl, Kinley. Futura esposa. 4325510996.


Su nombre, rango y número de serie. Bueno, su número de tarjeta de crédito
Marcus Neiman. Era el único número que sabía de memoria. Si querían robar y
comprar zapatos de alta gama... bueno, iba a ser una sorpresa, porque estaba en su
límite después de comprar la ropa de la boda.
No iba a darles nada, especialmente respuestas a preguntas que ella no sabía.
―¿Ni siquiera vas a mirar las carpetas?―preguntó Dominic. Él se le acercó,
poniendo sus manos sobre la mesa. Era un hombre magnífico, incluso cuando fruncía
el ceño, aunque ahora que lo pensaba, nunca lo había visto sonreír. De hecho,
ninguno sonreía.
―No tiene sentido. No sé lo que piensas que está pasando, pero alguien sacó
fondos de mi organización benéfica. No los usan para blanquear dinero. Mi contable
me habría alertado de eso o cualquier cosa anómala. ―Pero por qué Steve no le dijo
acerca de todos los fondos que faltaban... a menos que tuviera algo que ver con eso.
Ahora que lo pensaba, había estado callado últimamente. Dios, nada de esto tenía
sentido, pero ella no iba a mirar estos informes cuando ellos sólo iban a tratar de
utilizarlos para colgarla.
―¿Entonces por qué falta todo ese dinero? ¿Y cuándo te relacionaste con
fabricantes del Tercer Mundo?
Ella pensó en contestar, pero cuando no pudiera decirles lo que querían saber,
entonces, ¿qué? Seguían diciendo que no tenían intención de hacerle daño, y una
parte esperanzadora de ella quería creerlo. Probablemente habían enviado a Law /
Mike antes para ablandarla. Pero ella no se estaba enamorando por eso. ¿Cuando se
hiciera evidente que no podía llenar los vacíos en la información, iban a matarla? ¿O
sacarían todo lo que pudieran, y luego se desharían de ella? De cualquier manera, su
mejor opción era no decir nada.
―Kohl, Kinley. Futura esposa. 43255…
―¿Sabes lo que significa RICO ―preguntó Riley.
―Una ley contra las organizaciones corruptas que estafan. Y el jurado lo absolvió.
―Greg le había explicado que había personas corruptas en el gobierno tratando de
ayudar a su competencia. Después de las acusaciones de sus secuestradores de que
Greg era un criminal, podría al menos pensarlo. O no. Greg era un pilar de la
comunidad financiera. Los hombres que la secuestraron eran...bueno, secuestradores.
Sí, Greg había sido arrastrado ante un gran jurado, pero no era una acusación. Aún

~87~
Shayla Black

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más convincente, uno de los fiscales que habían tratado de acusar a Greg había sido
encontrado culpable de fraude un año después.
Dominic negó con la cabeza.
―No, el gran jurado no exculpó a nadie. Simplemente no tenían suficientes
pruebas para ir a juicio. ¿Sabes por qué?
―Debido a que no es culpable. ―Por lo que ella entendía, el jurado se había
reunido dos años antes y no había encontrado nada desde entonces. El FBI había
abandonado porque no había nada que encontrar.
―Porque el testigo principal de la acusación en su contra fue brutalmente
asesinado tres días antes de que tuviera programado comparecer. El hombre era
contable. Tenía tres hijos. Todos murieron en un incendio en su casa. Arson.
Un escalofrío la recorrió, pero trató de mantener su lógica.
―Lo siento por la familia, pero eso no prueba que Greg incendiara su casa. Podría
haber sido cualquiera, un pirómano en busca de diversión. En los meses que he
conocido a Greg, que nunca ha sido menos que un caballero. No he visto ninguna
prueba de que haya hecho nada de lo que afirmas. Sé que quieres encerrarlo porque
piensas que eso vengará a tu hermana, pero esto parece una caza de brujas.
Sinceramente... ―Sus ojos se llenaron de lágrimas―. Me gustaría poder traerte de
nuevo a Carrie. Pero no puedo.
Dominic golpeó la mesa con la mano, haciendo que toda la superficie temblara.
Gigi gimió y se acurrucó en su regazo.
―No quería hacer esto. Quería atenerlo todo a los negocios y dejar tus conexiones
personales fuera de esto, pero parece que no te importa una mierda a quién mata tu
novio o si roba tus fondos de la organización benéfica.
―Él no es un asesino ―insistió, tratando de calmar a su perro.
―¿El trabajo en las organizaciones benéficas es sólo algo que las mujeres ricas
hacen para llenar las largas y aburridas horas entre los tratamientos de Botox?
―gruñó Riley.
Era más difícil mirarles ahora que ella sabía que Mike era realmente Law.
Probablemente había dicho a los otros hombres las historias que le había contado en
confianza… algunos de sus secretos más íntimos. Pero también había contado sus
historias sobre sus hermanos. Dominic era, obviamente, el idealista. Dominic había
luchado por lo que era correcto, aunque le costó. El hermano menor, Riley, al que él
había caracterizado como el bromista brillante.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Law les había humanizado, dándole un conocimiento básico de ellos. Así, que
mientras estaban furiosos e iban de un lado a otro, gruñendo y apretando los puños,
no estaba tan asustada como lo había estado esa mañana. Kinley supo que Dominic
amaba la justicia, que a Riley le preocupaba que nunca encontraran una mujer que
les quisiera a todos, ya que habían tenido mala suerte antes.
A menos que todo hubiera sido una mentira, como "Mike" mismo había sido.
Estaba tan confundida. La única manera de no caer en sus trampas era la de negarse
a ellos. Mantuvo la boca cerrada, concentrándose en su perrita. No importaba lo que
pensaban de ella. Simplemente no lo hizo. Ellos eran los que la habían espiado,
apartado de su vida, jugado con su cabeza.
―No voy a contestar vuestras preguntas. Si se tratara de una investigación
legítima, estaría sentada en una comisaría de policía o en una oficina de campo del
FBI. Los agentes del orden real me harían preguntas. Deberíais pensar en eso. Muy
pronto, vosotros seréis los que responderan a las preguntas, probablemente desde la
cárcel.
Dominic prácticamente la traspasó con la mirada.
―Así que no te preocupas por la actividad criminal de Jansen. Tal vez te importe
con quién se acuesta.
Dejó de golpe una foto frente a ella. No era una de esas imágenes granuladas,
tomada con un teleobjetivo barato. Ella no tenía ningún problema en absoluto en
discernir el enfoque de la imagen. Oh, no. Alguien tenía experiencia con una cámara
y se había gastado el dinero en un equipo de alta calidad para procesar fotografías.
Kinley se quedó con la mirada fija, parpadeó un par de veces, como si eso fuera a
modificar su mirada de alguna manera y borrar la terrible imagen que tenía delante.
No funcionó. Cada vez que abría los ojos, la terrible verdad seguía esperando. No
hay duda de lo que las dos personas en la foto estaban haciendo. De ninguna manera
podía engañarse a sí misma en la creencia de que Greg estaba dando a la mujer de la
foto un abrazo amistoso. Estaban desnudos, y él claramente la estaba tocando por
todas partes, especialmente en el interior. Greg había inclinado a la rubia sobre lo
que parecía ser una hamaca de su piscina. Kinley había estado en esa misma silla la
última vez que Greg había invitado a su familia a una barbacoa.
Las náuseas pugnaban por salir mientras ella se quedaba mirando la foto
condenatoria porque no sólo podía ver claramente la cara de Greg, era imposible
pasar por alto la identidad de la mujer.
Becks se acostaba con su novio.

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Miró a Law. Él no se sorprendió. En cambio, parecía sombrío y cerrado, con los


brazos cruzados sobre el pecho. ¿Había sabido durante todo el tiempo que la había
seguido y hablado con ella que estaba siendo engañada miserablemente por dos de
las personas más importantes en su vida?
Las lágrimas brotaron. No por la traición de Greg. Ni siquiera estaba seguro de
que ella estuviera llorando por lo de Becks. La verdad era que no podía dejar de
reprenderse a sí misma. Cómo de estúpida e ingenua debía pensar Law que era. De
hecho, todos ellos debían pensarlo. ¿Cómo era posible que ni siquiera lo sospechara?
―¿Desde cuándo?
Law no fingió no entender, y ella apreció eso.
―Por lo que puedo decir eran amantes unos seis meses antes de que yo te
conociera.
―Ella nos presentó. ―Kinley no había querido admitirlo en voz alta.
Probablemente la hacía parecer aún más ingenua. Pero se suponía que lo era.
Ciertamente se sentía así.
El hombro derecho de Law se encogió en un gesto negligente.
―Suena bastante bien. Creo que han estado conspirando juntos por un tiempo.
Tengo el hombre perfecto para ti, Kin. No lo arruines. Esto es importante. Este podría ser
tu futuro.
Había sido tan insistente. Becks no había aceptado un no por respuesta cuando
Kinley había tratado de evitar la cita. Nop. Becks había llegado a su apartamento y la
ayudó a dar estilo a su pelo y a escoger la ropa. Había sido agradable que su
hermana le prestara atención. Ella le había gustado la idea de que pudieran acercarse
más. Becks había dicho que quería eso.
Todo había sido una mentira.
―Tu hermana acaba de hacer un seguro de vida de millones de dólares por su
marido. ―Riley colocó una fotocopia de la documentación que tenía delante. Sin
cuestionar la evidencia. Becks había hecho una póliza de tres millones de dólares
sobre su marido, nombrándose única beneficiara. Se beneficiaría absolutamente de su
muerte, tal y como Greg se hubiera beneficiado de ella una vez que hubieran estado
casados.
Kinley respiró hondo, deseando que la posición desagradable en la que se
encontraba, engañada por su hermana y su novio, y utilizada en una venganza por

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Maestros del Ménage 5

los tres hombres que la rodeaban, no fuera real. Pero, obviamente, había estado
desechando la verdad muy a menudo últimamente.
―¿Quién dirigiría Hope House si mueres? ―preguntó Dominic, su voz era
completamente estable, como si él no estuviera destrozando su mundo.
Ella sospechaba que sabían muy bien la respuesta, pero se lo dijo de todos modos.
―Becks.
―Apostaría hasta el último centavo que tengo que ella ya está metida en tus
fondos. No tengo ninguna duda que ella es la que cobró los cheques misteriosos de la
cuenta de tu organización benéfica―gruñó Law.
Kinley odiaba creer que su hermana podría ser capaz de robarle. Serle infiel a su
marido, sí. Becks casi lo había admitido poco antes de la malograda boda. Acostarse
con Greg ya era bastante aplastante. Pero esto... Sentía como si tuviera un picahielos
envenenado atado al pecho. Pero, ¿quién más podría ser? Nadie sabía dónde
guardaba los papeles para Hope House. Becks era lo suficientemente inteligente
como para falsificar su firma, también.
―O supongo que tu padre podría haber tomado los fondos. Después de todo, él
tiene que pagar todas las deudas de juego ―dijo de manera casual Law.
―¿Deudas de juego?
Dominic dejó caer una serie de fotos de su padre en la pista de carreras y en una
mesa de póker, fumando y bebiendo, con el rostro sombrío.
―Riley tomó esas. Tenía una cámara en su sudadera con capucha.
―A tu padre le gusta jugar intensamente y es horrible en la mesa de juego
―agregó Riley―. Se tira de la oreja o parpadea mucho cuando está mintiendo. Son
indicios evidentes.
Kinley ni siquiera sabía que a su padre le gustara jugar a las cartas.
―¡Deja a mi padre fuera de esto! Tiene cáncer.
Law lo sabía. Había llorado a "Mike" durante una larga conversación una noche.
Ella le había confesado lo asustada que estaba porque iba a perder a su padre de la
manera en que había perdido a su madre. Ella con lágrimas en los ojos le explicó
todas las largas noches que se había sentado con su madre y cómo se había visto
obligada a ver a la mujer que le había dado a luz ir apagándose.
―Tal vez esto es una distracción para él ―Les soltó Kinley―. Si él necesita
diversión para escapar de una enfermedad posiblemente terminal, no puedo

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culparlo. Voy a hablar con él acerca de no jugar en sitios de apuestas altas cuando
llegue a casa, pero por ahora, él es zona vedada.
―Después que me hablaras sobre su enfermedad por teléfono, tuve a Riley
comprobando esto―comenzó Law―. Él hackeó los registros de los pacientes del
hospital al que tu padre dijo que iba a ir. No tienen ningún registro de él. Tampoco
un solo oncólogo entre el personal. Tu padre no tiene cáncer. Todo es un ardid para
estafarte el dinero.
―¡Eso no puede ser verdad! ―Por supuesto sería una gran noticia que su padre
no se estuviera muriendo, pero ella casi no podía creer que él la estafaría por dinero.
El rostro de Law se mantuvo como el granito, resuelto y sombrío. Tenía una
sensación súbita de que las malas noticias no se iban a detener. Se obligó a
encontrarse con su mirada.
―Por favor no me hagas esto.
No le tuvo piedad.
―Tu padre ha estado viniendo a ti por dinero para poder pagar a sus corredores
de apuestas. También ha contraído deudas con todas sus tarjetas de crédito. Alguien,
probablemente tu hermana, falsificó tu nombre en sus nuevas solicitudes como su
avalista. ―Cogió otra de las aparentemente interminables fotos y la empujó hacia
ella.
Su padre, Becks y Greg estaban sentados en un restaurante elegante, parecía que
estaban pasándolo muy bien. Había una fecha y hora en la fotografía.
―Kinley, esta fue tomada hace cuatro días. La noche antes que me dijeras que tu
padre tenía una cita oncológica al mediodía del día siguiente. Me confesaste lo
preocupada que estabas porque no iba a dejar que fueras con él.
―Me dijo que no quería que esto fuera una repetición de la enfermedad de mi
madre. Que no podía soportar la idea de hacerme pasar por eso de nuevo. ―¿Había
sido todo una mentira?―. Yo le rogué que me dejara ir, pero él me convenció para
simplemente escribir el cheque. Greg se comprometió a ayudar a pagar los
tratamientos de mi padre después de que nos casáramos. Es por eso que yo estaba de
acuerdo en adelantar la boda. Al principio, quería casarme en otoño.
Pero eso no se habría adaptado a los planes de Greg o de Becks. Kinley había sido
terca al respecto porque siempre había soñado con una boda en otoño en Nueva
York. También quería más tiempo para llegar a conocer a Greg... y para ver si podía
quitarse sus problemas financieros sin ser obligada a casarse.

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Y entonces su padre había enfermado. Supuestamente. Ahora no sabía qué


pensar.
Kinley trató de canalizar su ira contra Law, Dominic y Riley por espiar a su
familia y tratar de aplastar sus ilusiones. Pero ella ni siquiera podía hacerlo. Toda la
evidencia apuntaba que su familia y su prometido la traicionaban. Dominic, Law, y
Riley estaban simplemente revelándoselo.
―Pobre niña rica ―dijo Dominic arrastrando las palabras.
Esa voz chirrió sobre sus nervios. Se agarró a cualquier cosa que pudo encontrar.
―¿Cómo sé que no estás fabricando pruebas?
―¿Por qué haríamos eso? ―preguntó Riley―. Piénsalo durante dos segundos.
Dame una buena razón por la que lo haríamos.
―Porque deseáis vengaros de Greg.
―¿Qué clase de venganza sería crear las pruebas, Kinley? ―le preguntó Dominic.
―Podrías soltar las imágenes y causar un escándalo. Eso sería una gran historia
durante mucho tiempo. Él quiere contactarse con gente de la alta sociedad, hombres
de negocios que estaban cerca de mi madre y abuelos. Tengo esos contactos. Si las
personas piensan en él como un fraude, un trapacero, o difamo públicamente a Greg,
no tendrán nada que ver con él. No va a hacer las conexiones que quiere.
―Se trata de mucho más que el escándalo, Kinley. Estoy firmemente convencido
de que está usando tu organización benéfica como pantalla de alguna empresa ilegal.
Tú misma deberías querer saber si eso es verdad.
La mirada de ella se desvió de nuevo a las fotos de su hermana y su prometido. El
mundo de Kinley estaba desplomándose a su alrededor. Todo lo que había pensado
que creía sobre su familia y su futuro estaba siendo puesto en tela de juicio. Gimió.
Kinley quería odiar a Dominic, pero no tenía la energía para hacerlo. Cada
pedacito de su fuerza en estos momentos estaba en evitar que su pecho no estallara,
en no llorar delante de él y de los otros dos.
―Nadie te dice la verdad, ¿no? ―dijo Law sin ningún rastro del amante que la
había abrazado con tanta ternura hacía apenas unas horas y le había dado un beso
con el que ella soñaría durante el resto de su vida.
Desde luego, él no había sido honesto con ella. Greg tampoco. Ese bastardo le
había dicho que pensaba que era una maravilla, que no podía esperar a su luna de
miel. Durante todo el tiempo se había estado acostando con su hermana. Incluso su
propio padre había estado mintiéndole. Por mucho que ella había tratado de ceder a

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la gente de su vida, para complacerles... había sido un gran desperdicio. Al parecer,


la vieron como un objetivo de estafa.
Todas sus inseguridades afluyeron, una ola gigante que amenazaba con
estrellarse sobre ella. Su padre siempre había preferido a Becks. Al parecer, Greg
también. Ahora que ella realmente pensaba en ello, todas las mujeres con las que
había salido antes habían sido delgadas y modelos. ¿Greg había estado temiendo el
momento en que tuviera que tocar su cuerpo gordo? ¿Lo había pospuesto todo hasta
que fuera absolutamente necesario? Pero, ¿por qué casarse con ella si no la quería?
Diez millones de dólares. Y Becks debía haber conocido el proyecto. Parecía
demasiada coincidencia el que ella hubiera sacado una póliza de tres millones de
dólares a su marido más o menos al mismo tiempo. Lo que significaba que Becks y
Greg estaban probablemente juntos en este plan.
Su hermana realmente no dejaría que alguien la matara... ¿verdad? No podía ser
tan fría. ¿Del modo en que no estaba desapareciendo misteriosamente el dinero de su
organización benéfica? ¿Del modo que Becks no estaba acostándose con Greg? Oh
Dios mío. ¿Era posible que Dominic, Law, y Riley estuvieran en lo cierto acerca de
todo?
―Tienes que empezar a usar la cabeza, Kinley. Lee los informes contables. Algo
está mal en Hope House. Greg, Becks, y tu padre te han mantenido muy ocupada con
la boda para que no lo notes. Bueno, ¿sabes qué, cariño? Nos hemos asegurado de
que ahora tengas todo el tiempo del mundo para averiguarlo. Así que busca en los
puñeteros informes y dime que tu prometido está limpio. Porque o él está sucio o
eres tú. De un modo u otro, sea quien sea culpable irá a la cárcel. ―Dominic salió
intempestivamente de la habitación.
El bulldog se quedó, con los ojos en Gigi.
Riley puso la documentación contable frente a ella.
―No te molestes en tratar de escapar de la cocina. Estaré fuera de la puerta. La
otra entrada está bloqueada. Las ventanas no se abren en esta habitación, y si me
entero de que tratas de romper otra una vez más, te pondré sobre mis rodillas. Nadie
me impedirá golpear tu culo hasta dejarlo rojo.
―Pensé que se suponía que eras el divertido ―murmuró ella en voz baja.
Los ojos de Riley se desviaron de nuevo hacia Law.
―¿Es eso lo que te dijo? Bueno, no hay nada divertido en esta situación.
Él envió a su hermano una mirada larga y se fue.

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No entendía lo que quería decir en absoluto.


―¿Podrías por favor dejarme también? Me gustaría estar sola. Te prometo que
voy a mirar estas cosas.
―Me voy a quedar en caso que tengas algún truco bajo la manga.
Ella estaba más que cansada.
―¿Qué voy a intentar, Law? Todo lo que intento fracasa. Trato de ser una buena
hermana, y Becks se acuesta con mi novio. Trato de ser una buena esposa, y mi novio
hace planes para matarme una vez que sea su esposa. Trato de hacer el bien en el
mundo, y al parecer todo el mundo sólo me usa, incluyendo a mi padre. De hecho,
todo el mundo al que he querido y en el que he confiado podría estar conspirando
para matarme. Demonios, incluso intenté hacer un amigo, pero resultó que incluso
me mentiste.
―Yo no te mentí sobre nada excepto mi nombre.
―Me dijiste que te importaba. ―¿Por qué estaba machacando con esto? Le dolía
tanto, y de alguna manera pensar que Law había inventado un montón de mierda
para calmarla sólo la hacía sentir veinte veces peor. ¿Por qué?
Su rostro se suavizó por un momento.
―Kinley, yo... ―Su mandíbula se endureció. Luego cerró los ojos y se echó hacia
atrás, y ella supo que lo había perdido―. Hice lo que tenía que hacer.
―Entonces vete, y acabaré esto más rápido. Como he dicho, no voy a intentar
nada. Solo fracasaría.
Él se detuvo, y por un brevísimo momento ella pensó que insistiría en quedarse
con ella.
―Muy bien, pero tienes que saber que si lo intentas, dejaré que Riley te zurre.
Cuando termine, también te tendré sobre mis rodillas. Y no te dejaré hasta que
estemos de acuerdo.
―Tratando brutalmente a las mujeres. Muy bonito.
Se detuvo frente a ella, clavándole la mirada y sosteniéndosela.
―Yo no dije que no te gustaría, cariño. Sólo dije que estaríamos de acuerdo. ―Él
frunció el ceño―. ¿Cómo me haces esto? ¿Cómo haces que me olvide de todo lo que
planifiqué? Vamos, Butch. Ella no te quiere más de lo que su dueña me quiere a mí.
Vamos.
Butch caminó lentamente hacia la puerta, con sus ojos perrunos demorándose en
Gigi.

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Law se fue con el gran animal, la puerta meciéndose tras ellos.


Kinley se quedó mirando las fotos y los informes, la brutal prueba de que toda su
vida era una mentira. Las lágrimas comenzaron a fluir en serio.

* *

Law salió de la cocina sintiéndose como el más bajo pedazo de mierda del planeta.
Cruzó el pasillo y se dirigió a la oficina que Dominic, Riley y él estaban usando como
su base de operaciones.
―Realmente espero que estéis felices.
¿Arruinar la vida de Kinley había valido la pena? Tal vez si lo hubiera intentado
de nuevo, podría haber encontrado una manera de poner a Greg tras las rejas sin
destrozar todas sus ilusiones.
Solo fracasaría. Sus grandes ojos marrones se habían llenado de lágrimas. El dolor
había estado grabado en su dulce rostro.
Él había provocado eso. Tal vez no había sido el infiel hijo de puta o no había
planeado matarla, pero había ayudado a exponerlo todo. Y lo había hecho con
frialdad, porque sabía que sus sentimientos por ella eran un caso perdido. Dominic
tenía razón. Demonios, incluso probablemente Riley tuviera razón. Aunque no
hubiera secuestrado a Kinley, ¿cómo una mujer con su clase y su dulzura
sobreviviría a una relación con él, con un Dominic amenazante y un Riley
sabelotodo? Parecía imposible, y él era estúpido por luchar contra esa comprensión.
―No ―dijo Dominic―. No estoy feliz. Y tenemos un problema. Annabelle está
en la línea. Riley, ¿Kinley puede oírnos?
Riley cruzó la habitación y cerró la puerta.
―No, las puertas son gruesas, y estamos lo suficientemente lejos. La puedo ver a
través de los cristales si trata de salir de la cocina. Aseguré las otras puertas, y las
ventanas no se rompen. Estamos bien.
Law estaba feliz por eso, porque lo último que Kinley necesitaba era saber que su
mejor amiga había estado al tanto de este complot desde el principio. Una traición
más y Kinley podría no sobrevivir, aunque Annabelle hubiera participado con
buenas intenciones.
Dominic apretó un botón en el teléfono.

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―Annabelle, dinos que está pasando.


―Greg se está volviendo loco―. La voz de Annabelle era muy baja. ―Sospecha
de ti. Le oí casualmente hablar de ello con su matón, Dargo. Al principio pensó que
Kinley se echó atrás. Estaba muy molesto por el equipaje.
―¿Por qué querría su equipaje? ―preguntó Law.
―Es de diseño ―explicó Riley―. Vas a tener que disculpar a mi hermano. No
sabe nada de diseño. Tenemos suerte que no usa todavía sus uniformes de campaña.
Ellos no se lo permitirían o él lo haría. Había pasado tanto tiempo con el uniforme
que se sentía raro ir de civil, incluso años más tarde. El Ejército había sido simple. No
había necesidad de elegir su ropa. No se preguntaba si parecía un gilipollas. A Kinley
probablemente le gustaba un hombre que sabía cómo vestirse.
Annabelle sonó pensativa.
―Sé que un conjunto completo de Louis Vuitton es caro, pero su anillo de
compromiso costó mucho más, y a él no le importa un bledo eso. Le oí hablando con
Becks, y estaba cabreado. Él le dijo que necesitaba encontrar a Kinley y conseguir el
equipaje de vuelta o ella sería la que estaría en problemas.
Habían revisado su equipaje. Law no había encontrado nada, excepto la ropa, el
maquillaje, y un iPad. Él había puesto la tableta en modo avión, y ella no sabía la
contraseña de Internet, por lo que Riley la había declarado inocua, pero tal vez
debería mirar de nuevo. Lo único que había visto era un montón de juegos,
imágenes, y su e-reader, que estaba repleto de novelas románticas. A menos que a
Greg le gustara travestirse en privado o necesitara ponerse al día en su lectura, Law
no estaba seguro de por qué querría nada de lo que había empacado para su luna de
miel.
―Vamos a volver a revisar todo. Algo no está bien allí ―dijo Dominic―. Estamos
dedicados a Kinley, pero no puedo decir si ella simplemente no sabe nada o no
quiere decírnoslo.
Law estaba muy seguro que ella no lo sabía.
―Vamos. Viste su cara. La han mantenido al margen, y nosotros sólo la
aplastamos con toda esa información. Está examinando todo lo que le dejamos. Tal
vez una vez que esté convencida, empiece a pensar en lo que sabe. Una cosa de la
que estoy seguro sobre Kinley, es que tiene un buen corazón. Quiere hacer lo
correcto.
Dominic le envió un suspiro que estaba en algún lugar entre precavido y
arrepentido.

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―Ahórrame eso. ―Riley puso los ojos en blanco.


Law se enfrentó a su hermano.
―Ahórramelo tú. ¿Por qué no dejas de asumir que es igual que Simone y tratas de
conocerla antes de hacer todo tipo de precipitadas suposiciones?
Dominic se aclaró la garganta.
―¿Alguien ha sido capaz de encontrar al contable que emplea?
―Sí ―masculló Riley―. Tate encontró a Steve hace unas horas. No he tenido la
oportunidad de decíroslo. Aduce que Greg lo despidió hace ocho semanas. Desde
entonces trabajaba desde su casa, rara vez vio a Kinley. Imagínate la sorpresa de
Steve cuando se enteró de que supuestamente sigue trabajando. Tate le mostró los
informes de que alguien se había presentado en su nombre desde que fue despedido.
Afirma que ninguno de los trabajos es suyo. Así que tenemos que asumir que Greg
ha estado colocando tranquilamente a su propia gente en el sitio.
Y aislando a Kinley de cualquier persona que pudiera ayudarla.
―El hijo de puta.
―No hay duda sobre eso ―respondió Annabelle, entonces su voz se puso aún
más seria―. Tenemos otro problema. Cuando no pudo encontrar a Kinley, llamó a la
policía. Encontraron una cinta de vigilancia.
―La han visto. ―Riley sonaba resignado―. Está en todas las noticias. No es
nuestro momento brillante.
Law gimió. Nunca iba a olvidar esa mierda.
―Lo siento.
Annabelle no le hizo caso.
―La policía identificó a Law como el hombre en la cinta.
El pecho de la Law se apretó. Tal como temía, probablemente iría a la cárcel. Y eso
traería más de un problema.
―Si me entrego, ¿crees que dejarán libre a Riley y Dominic? Puedo decir que no
tenían nada que ver con esto, que tenía un equipo diferente.
―No te atrevas. ―Una voz masculina llegó a través de la línea. No estaba
tratando de no gritar en absoluto―. Soy Kellan y necesito escucharte decir
verbalmente que autorizas a Annabelle a pagarme.
―¿Qué? ―preguntó Law.
―Hazlo ―ordenó Dominic con su voz de mando.

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―Lo que sea. Paga al hombre, Annabelle ―dijo Law.


―Law, estoy dándole a Kell un dólar como anticipo ―explicó―. Él es ahora tu
abogado. Como tal, te puede aconsejar, y todo lo que diga es protegido por el
privilegio de abogado-cliente. Todo lo que le digas está cubierto, con la excepción del
conocimiento de los crímenes que se cometen actualmente. ¿Entiendes?
Así que tenía que mentir.
―Sí.
La voz de Kell regresó en la línea.
―Soy un hombre muy inteligente. Puedo adivinar lo que pasó si la policía viene a
preguntarme algo. Vamos a ver si lo he entendido bien. Tú y Kinley habéis estado
teniendo un apasionado romance. No tuvo el valor de enfrentarse a Greg, y la
llevaste lejos de su boda porque se había puesto muy emocional y tomado un
sedante. Ella estaba tan incapacitada que no podía caminar. Sabías que le daría una
vergüenza horrible, así que en un intento de salvar la paz mental de tu amante,
pediste a tu hermano que te ayudara a sacarla. Te disfrazaste y la escondiste en el
carrito de la lavandería porque estabas evitando a los paparazzi.
Kellan no debería ser abogado. Debería ser escritor de ficción.
―Sí, claro.
―Vosotros dos volveríais a casa después de que todo el caos se hubiera calmado.
¿Podemos conseguir que Kinley apoye esa historia?
―Todavía no.
―Ah, ella sigue estando emocional y sintiendo los efectos secundarios de la
medicación diseñada para calmar sus nervios. Bueno, llámame cuando esté mejor.
Con tanto que hacer, entiendo que podría tomar un día o dos. Hagas lo que hagas, te
aconsejo que no confieses delitos. ¿Cómo va la investigación? ¿Ha explicado Kinley
de donde vienen las facturas?
Si podían conseguir la evidencia que haría que le imputaran por cargos RICO,
chantaje civil, influencias y organizaciones corruptas, los federales volverían a tomar
el caso. La idea era que si Kinley veía cómo estaba siendo utilizada, les perdonaría
por secuestrarla. Había estado tan seguro de eso. Ya no lo estaba.
―Todavía no está hablando, pero entonces nosotros la bombardeamos con el
hecho de que su novio, su hermana y su padre la han traicionado.
―¿Se encuentra bien? ―preguntó Annabelle, obviamente preocupada.

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Shayla Black

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―¿Cómo estarías si descubrieras que tu familia te estaba mintiendo y pensando


en matarte? ―Law no podía ni imaginarlo. Riley, a pesar de su sarcasmo, era una
parte tan importante de Law, no podía pensar en no tener cerca a su hermano. A
pesar de toda la educación privilegiada de Kinley, aparte de Annabelle, estaba
completamente sola en el mundo.
Law quería que ella supiera que no era cierto, que alguien estaba dispuesto a
luchar por ella. Necesitaba un hombre que no estuviera tan absorto en sí mismo o
inseguro, quien la defendería y se arriesgaría para mantenerla a salvo y feliz. La
mujer que Mike había conocido lo merecía.
―Kinley es más fuerte de lo que cree. Déjame hablar con ella. Tal vez si sabe que
yo creo que es lo mejor para ella, cooperará ―dijo Annabelle―. Ella sabe que yo no
tengo otros motivos que salvarla.
―Es una idea horrible ―dijo Kellan―. Si Kinley incluso una vez dijera dónde se
encontraba o explicara que no estaba, de hecho, recuperándose de su pelea
emocional, entonces Annabelle se convertiría en cómplice si no fuera a la policía.
―Puedo manejarlo, Kell ―insistió Annabelle.
―Ni se te ocurra, cariño. No hagas esto. Ante todo, tienes suerte que te hayamos
permitido implicarte en esto.
―¿Permitido? ―Annabelle ahora no estaba tratando de mantener la voz baja.
Prácticamente estaba chillando―. ¡Permitido! No eres mi dueño. Ella es mi mejor
amiga. Te he traído este caso.
―Y ahora estás fuera de él. Si no me obedeces, vamos a tener una larga
conversación.
―Yo no soy una de tus sumisas del club, Kell. Hablaré con mi amiga, si quiero. Y
voy a mentir a la policía desde la mañana a la noche si me apetece.
―Caballeros, mi asistente y yo vamos a tener una breve discusión. Estoy muy
feliz de saber que Law y Kinley se asientan en su futuro como pareja. Avisaré de ese
hecho a cualquier agente de la ley que venga. Por desgracia, no se me dio el paradero
de su nido de amor. Y Annabelle no está al tanto de alguno de los datos, ni lo estará.
Oh, y por desgracia, Annabelle ha tirado su teléfono y lo ha pisado, haciéndolo
completamente inútil para encontrar los números de teléfono de sus llamadas más
recientes. Es una pena.
―No necesariamente ―explicó Riley. ―Es un teléfono pre-pago. Tenemos unos
quince en nuestro poder. Ninguno de los nombres está unido a los números, todo fue

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pagado en efectivo, y vienen de lugares completamente diferentes del país.


Volveremos a llamar. Y vamos a deshacernos de esta línea. Hablaremos más tarde.
Mientras Riley pulsaba el botón de Finalizar Llamada, Law pudo oír a Annabelle
discutiendo. No estaba seguro de lo que estaba pasando en ese bufete, pero
Annabelle iba a estar en problemas. Había visto a Kell, Tate y Eric observando a su
asistente administrativa como si fuera una suave conejita y ellos fueran leones que
habían estado sin comida durante demasiado tiempo.
Algo así como él observaba a Kinley.
―Voy a ir a la cocina y hablar con ella de nuevo.
―No creo que sea una buena idea ―dijo Dominic―. Necesita tiempo para
procesar todo lo que le he dicho, y nosotros somos probablemente las últimas
personas que quiere ver.
―Al menos debería ver cómo está. ―Él no iba a dejarla sola allí con toda la
evidencia de la traición a su alrededor y ningún hombro donde apoyarse. Law sabía
en su corazón que era una buena persona cuyo único pecado había sido confiar en la
gente en la que debería haber sido capaz de confiar.
Law dio media vuelta y regresó a la cocina, dispuesto a hablar con ella, para tratar
de hacerle comprender lo que realmente estaba pasando. Y se quedó paralizado
porque ya no estaba sentada en la silla en la que la había dejado.
Su corazón casi se detuvo, pero Gigi estaba pisándole los talones, gimiendo hacia
él. Miró alrededor de la cocina y la vio. Su cuerpo estaba frente a la puerta de la
despensa grande, con las manos tapándose la cara. A pesar de que no estaba
haciendo un sonido, su cuerpo se sacudía con la fuerza de sus lágrimas.
Law sintió que algo se rompía en su interior.
Maldita sea. Había terminado de fingir que no estaba enamorado de ella. De
comportarse como si este proyecto fuera algo en lo que estaba de acuerdo con el fin
de ayudar a Dominic. Había acabado de mentirse diciéndose que no la necesitaba.
Se había pasado toda la vida siendo el tipo duro, siendo el tipo que no siente
nada. También había terminado con eso.
Law irrumpió en la habitación e hizo lo que había estado muriéndose por hacer
desde el momento en que la había visto. La abrazó y le ofreció su fuerza.
―No llores, cariño. No puedo soportar cuando lloras. Estoy aquí para ti. Voy a
hacer que te sientas mejor.

~101~
Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Capítulo 7

Kinley sabía que debía apartarse, pero Law era tan cálido, sólido y fuerte. Se
sentía tan necesitada de consuelo humano. En el momento en que la puerta se cerró
tras ellos, ella se quedó mirando las fotos que le habían metido debajo de la nariz y
vio su vida explicada para ella. Después la boda, el secuestro, el interrogatorio, el
beso, el desastre en que se había convertido su vida… todo se derrumbó con
estrépito sobre ella.
El hecho de que había estado sola y llorando a mares sólo magnificó su sensación
de soledad. Hasta que Law había llegado y le había dado alguien a quien aferrarse,
un ancla para que no continuara ahogándose con la conmoción, la tristeza, la
confusión y desesperanza.
La pura necesidad la empujó a sus brazos abiertos. Había pasado toda una
semana para llegar a conocerlo. Podría haber usado un nombre diferente, pero había
aprendido acerca de la bondad de su corazón. Sí, y su profunda bondad la tenía
aferrada en su abrazo.
Entonces, el recuerdo de su beso la hizo levantar el rostro hacia él y rogar en
silencio por otro.
La boca de Law descendió, inclinada sobre la de ella, reclamando sus labios y
dándole unos maravillosos momentos de respiro. Kinley no tenía que pensar. No
tenía que preocuparse. Su beso borró todo lo demás. Sólo tenía que sentir.
Su corazón se aceleró cuando inspiró… una insinuación de su colonia, la menta en
su aliento, los aromas masculinos a cuero, café y al hombre que parecía únicamente
Law. Pasó las palmas de las manos por su torso musculoso, cubierto sólo por la fina
tela de su camiseta. Todo acerca de este hombre era duro con la excepción de sus
labios.
Y sus palabras cuando él rompió el beso y le acunó la cara con las manos, con la
boca justo sobre la de ella.

~102~
Shayla Black

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―Eres tan dulce. No deberías tener que llorar. Jansen no es digno de tenerte en su
vida.
Law hundió las manos en su cabello, deslizándolas por el moño suelto que había
hecho para evitar que le cayera el pelo en la cara. Tiró de él, encendiendo su cuero
cabelludo. La obligó a inclinar la cabeza hacia arriba, y su boca bloqueó cualquier
protesta.
A medida que su lengua trazaba la unión de sus labios, sintió un tirón en su
vientre. Él la mantuvo inmóvil mientras exploraba su boca. Ella abrió los labios más
ampliamente para él, reacia a dejar de lado esta embriagadora sensación
incontenible. La habían besado antes, caricias descuidadas de labios en abrazos
torpes que habían hecho que se estremeciera de incomodidad. Kinley no sentía nada
de eso con Law. Todo acerca de estar con él era completamente diferente. Totalmente
excitante. Su gentil consuelo y su fiera insistencia crearon una demanda
embriagadora en la que ella cayó y esperaba que no tuviera fin. Él la abrazó como si
fuera preciosa, como si él la saboreara. Su beso la hizo sentir caliente, feliz e inquieta
por más.
Kinley no estaba dispuesta a poner fin a este abrazo con los mismos
remordimientos que el último. Esta vez, lo agarró fuerte y deslizó su lengua al lado
de la de él. Él gruñó en su boca, y ella sintió el sonido vibrar justo debajo de su piel.
Animada, Kinley gimió y se abrió más para él para profundizar el beso. Law no
dudó en aprovecharse de su oferta. Por primera vez, ella sintió su poder femenino.
Siempre había esperado, permitió que la vida llegara a ella en sus términos, ni
siquiera pedía lo que quería. Pero mientras Law la besaba, de repente entendió el
"más" que había estado anhelando en la suite nupcial. Ansiaba hacerle gruñir y
gemir. Sudar y arder. Ponerle hambriento de ella… como él estaba poniéndola
hambrienta de él. Kinley se regocijaba en simplemente sentir.
Se apretó contra el pecho masculino. Law era tan alto que se elevaba por encima
de ella y casi tenía que doblarse por la mitad sólo para besarla, y a ella le encantó
sentirse pequeña.
Después, un beso ya no era suficiente para él. Law la encerraba, apretándola
contra la puerta de la despensa con una respiración contenida y un gemido. Una vez
más, se apoderó de su boca. Los pezones de Kinley comenzaron a animarse, y su
cabeza se tambaleó mientras él profundizaba más el beso, dejándola mareada y
sintiéndose fuera de control.

~103~
Shayla Black

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Siempre había sido una niña buena. Su madre le había enseñado que tenía que ser
la responsable porque su padre y su hermana no lo eran. Después de la muerte de
ésta, el trabajo incesante había caído sobre ella. Había cuidado de su familia, ya que
era su naturaleza.
Pero este torrente salvaje de emoción también parecía natural. Se sentía bien estar
con Law.
Probablemente era algo estúpido. Probablemente se arrepentiría porque, en
última instancia Law utilizaría su pasión por él contra ella para obligarla a cooperar
con los planes de Dominic. Pero ahora mismo era para ella. Kinley no estaba
pensando en lo que nadie podría pensar o decir. Por primera vez, estaba viviendo el
momento y se negaba a detenerse porque quería sentirse adorada, como una mujer
deseable y hermosa sólo por esta vez.
De repente, la levantó como si no pesara nada. Ella se quedó sin aliento. Nadie la
había levantado desde que era niña.
―Te necesito más arriba, cariño. Tal vez deberías usar siempre los zapatos de
tacón. ¿Te he dicho lo jodidamente hermosa que eres? ¿Te he dicho que he estado
duro desde el momento en que puse los ojos en ti? Mi polla ha estado en el infierno.
―Se detuvo, con los ojos llameando―. ¡Mierda! ―Él la dejó deslizarse suavemente
hacia abajo, asegurándose de que se mantenía en equilibrio―. Lo siento. No debería
hablarte de esa manera. Debería ser amable.
De ninguna manera estaba dispuesta a dejar que se detuviera todavía. Tiró de su
camisa con un pequeño lloriqueo. ¿No lo entendía? No quería pensar, hablar o ser
suave.
―Ni se te ocurra. No me puedes besar así y después ignorarme otra vez. Todavía
no.
Ahora no podía enfrentarse a esa posibilidad o a toda la otra porquería en su
tejado. Quería olvidar, al menos por algún tiempo. Sólo unos cuantos besos. Sólo por
unos momentos preciosos. Entonces podría volver al mundo real, donde nadie la
quería e imaginarse como hacerle frente mientras todo se venía abajo.
―No sé cómo ser amable contigo, como quiero ser. ―Se alisó el cabello hacia
atrás, mirándola fijamente. Sus ojos eran tan azules...
―Solo se tú mismo. No más mentiras. No más fingir. ―Ella quería eso más que
nada. Deseaba poder ser simplemente Kinley, sin las responsabilidades cotidianas
que hacían que apartara sus deseos y necesidades por todos los demás. Podía ser ella
misma y Law podría ser el soldado tiernamente rudo quien la llevara a un lugar

~104~
Shayla Black

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donde sólo ellos importaban. Ella quería ser libre, aunque fuera pasajero. Aunque no
fuera real.
―¿No te importa que sea demasiado rudo? ―Él tiró de su pelo, y parecía que
contenía la respiración mientras esperaba su respuesta.
―¿Cómo voy a saber lo que es demasiado duro para mí? ―Nada de lo que él hizo
se sintió demasiado fuerte o físico. Cada contacto parecía correcto. Kinley salpicaba
besos por su cuello, su mandíbula, agarrándole la camiseta con los puños―. Por
favor...
―Cariño, tú lo has querido. ―Su rugido bajo y sexy resonó en sus oídos.
Entonces ella estuvo en el aire otra vez. Él la cogió, envolviendo sus brazos
alrededor de su cintura. Tuvo que aferrarse a sus hombros cuando él se giró y
caminó hacia la gran isla en medio de la cocina. La dejó en la elegante encimera de
granito negro y de inmediato se colocó entre sus piernas, haciéndose un lugar allí.
―Yo era un soldado. De las fuerzas especiales. No te puedes imaginar las cosas
que he hecho. No fui a la universidad. No te merezco, Kinley, pero te deseo.
Muchísimo.
Ella tuvo el impulso de envolver sus piernas alrededor de sus delgadas caderas y
acercarse lo más que pudo. Sentía como si todo su cuerpo se estuviera ablandando,
calentando, dolorido por estar aún más cerca.
Él tiró de ella, alineando sus caderas, por lo que era imposible confundir lo duro
que estaba Law. Su pene casi presionaba fuera de los pantalones, estaba tan erecto. Y
era grande. Sentir lo mucho que la deseaba hizo que Kinley se inquietara. Se retorció
para aliviar el dolor mientras su corazón trataba de salírsele del pecho.
Law Anders verdaderamente, realmente quería tener sexo con ella. Él no estaba
fingiendo. Por lo que ella sabía, los hombres no podían tener erecciones falsas. En
realidad la deseaba.
Y ella los quería.
Oh, Dios. Ella había pensado en la palabra "ellos". Tan pronto como lo había
hecho, una visión de sí misma en medio de Law, Dominic, y Riley se había ardido en
su cerebro. Ellos la rodearían, tal vez incluso la apretujarían. La mangonearían... pero
en su mundo de fantasía, también la adorarían. Debido a que todos eran tan grandes,
se sentiría pequeña y femenina en contra de ellos. Sus manos explorarían su cuerpo,
acariciándola y tocándola. Puede que no fuera amor, pero ella podría aferrarse a los
recuerdos durante los largos y solitarios días que estaba segura la seguirían en su
futuro.

~105~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
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¿En qué estaba pensando? ¿Cómo podía tener relaciones sexuales con tres
hombres? La idea era ridícula. Escandalosa. Y tan excitante que apenas podía
respirar.
Law capturó sus labios antes de que pudiera pensar en otra palabra. Su lengua se
deslizó en su interior, y le hizo el amor a su boca… profunda y ferozmente, sin
restricciones. Kinley estaba perdida.
Él deslizó una mano por su cuello y hombros, curvando la palma sobre su pecho.
Su toque la abrasó. Ella se fundió en él, abandonándose a la deliciosa quemadura.
Law besó su cuello, mordisqueó su oreja.
―¿Sabes lo que quieres? ¿Dónde te gusta que te toquen? ¿Lo que te pone caliente?
Sólo dímelo, y te lo daré.
―No tengo ni idea de lo que me gusta, además de tus besos. ―Más allá de eso,
Kinley no tenía forma de saberlo. Había pasado sus años de escuela secundaria
estudiando y tratando de ser la hija perfecta. Cuando la universidad había llegado,
su madre había caído enferma. Los años habían pasado mientras ella se había
consumido lentamente. Todo lo que ella había conocido entonces era el deber… hacia
su familia, la tarea escolar, su comunidad, y después el legado de su madre.
Ni una sola vez se había dejado llevar e investigado a fondo.
―Dios mío, ¿eres virgen?
Ambos se apartaron, sorprendidos por la voz grave y masculina que traspasó su
fuerte pasión.
Dominic Anthony estaba a menos de un metro de distancia, observando. Se había
quitado la chaqueta y ahora estaba vestido con una camisa abotonada, pantalones
grises de corte ceñido y mocasines de diseño. Abierta en el cuello, la camisa de vestir
blanca contrastaba con su tez aceitunada. Dominic era tan alto como Law, pero de
constitución delgada. Cabello negro azabache, ojos negros insondables, y una
mandíbula que había sido cortada en granito, todo en él gritaba salvaje.
Recordó lo que California Mike… no, Law… le había dicho acerca de él. Dominic
era el idealista. Había dejado atrás una infancia mimada por proteger y servir a su
país. Había amado a su hermana y se revolcaba en la culpa por no haber evitado su
asesinato. Dado que Dominic era también un protector, no podía perdonarse por no
salvar a Carrie. Él quería una mujer que pudiera compartir con sus amigos porque
había encontrado una parte de su familia, y ahora todos estaban esperando a la mujer
que les completaría.

~106~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
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―Vine a averiguar sobre ti, para decirte que lo siento por haberte acribillado con
tanto a la vez ―dijo Dominic con voz ronca―. No es tu culpa que Jansen sea un
gilipollas asesino. Pero realmente necesito tu ayuda. ―Tragó saliva―. Necesito...
Él la miró en brazos de Law, y Kinley no podía obviar la soledad y el anhelo, que
se tallaban en su rostro.
Sin pensarlo, Kinley tendió una mano hacia él para ayudarlo... de alguna manera.
Inmediatamente, el horror la inundó. Dominic probablemente la rechazaría. Quería a
una mujer para todos ellos, pero no a ella. Tenía que dejar de recordar lo que "Mike",
le había contado sobre el hombre y usar la cabeza. Dominic había orquestado el
secuestro. No debería importarle si estaba herido.
Ella comenzó a apartar la mano, pero Dominic la agarró como a un salvavidas,
sus dedos enlazados con los de ella mientras utilizaba el agarre para arrastrarse más
cerca.
―Maldita sea, no debería hacer esto, pero eres demasiado dulce. ―El gruñido
salvaje de Dominic se precipitó directamente hacia los pliegues húmedos entre sus
piernas. Y ellos se enroscaron en su corazón―. Dime que me detenga. Dime que me
aleje. Te necesito a pesar de que no debo. Y si me quedo, algo va a suceder. El hecho
de que seas virgen no importa en absoluto. Saber que eres inocente me hace desearte
más. Me hace querer reclamarte. Eso no es lo que vine a hacer aquí, maldita sea.
Cierto. Dominic había venido a para hablar suavemente con ella y convencerla de
ayudarle contra Greg Jansen. No quería estar cerca de ella, no lógicamente. Pero
Kinley también podría decir que él no tenía la fuerza para alejarse de ella. Ese
conocimiento hizo que se inundara con el poder y la necesidad. Por alguna razón, la
deseaba. La necesitaba para aliviar el dolor que soportaba como una lacra.
Ella tiró de sus manos unidas, y Dominic no lo dudó. Envolvió sus brazos a su
alrededor, presionándose contra ella mientras sus labios se estrellaron sobre los
suyos.
Él dominaba. Dónde Law lisonjeaba, Dominic simplemente mandaba. Él tomó el
control total de su boca, su lengua se sumergió dentro. Ella se derritió. Mientras la
devoraba, los dedos de Law se trasladaron desde la cintura hacia sus caderas y a los
muslos. Cosquillaron por su piel, se zambulleron en sus bragas, y luego se metieron
bruscamente en sus hinchados y resbaladizos pliegues.
Cada célula de su cuerpo casi implosionó. Nop. Ella no tenía ningún problema
con la rudeza… excepto que quería más. Podía verse a sí misma rabiando por eso.

~107~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

La lengua de Dominic salió a la luz mientras los dedos de Law jugaban. El fuego
lamió su piel. Sus rodillas en verdad temblaban. El placer amenazaba con superarla.
Se sentía mareada, aturdida y eufórica. Nunca había conocido nada igual, nunca se
dio cuenta de que su cuerpo podía tensarse y temblar por dentro.
―Haz que me detenga ―suplicó Dominic, sus labios jugaban con los suyos.
―No, cariño ―dijo Law, besando su sien―. No hagas que nos detengamos.
¿Puedes sentir lo bueno que es esto? ¿Cuánto te deseamos?
Podía sentir una serie de cosas. Desde el orgullo a la libertad y a una percepción
de sí misma como mujer por vez primera. Casi se ahogó con el placer. Los dedos de
Law seguían jugando en su coño, y no podrían tener ningún problema percibiendo lo
mojada que estaba. Sería vergonzoso... excepto que la lubricación ayudó a sus dedos
a moverse por ella. E hizo que él gimiera en su oído. Lo que provocó que Dominic la
besara aún más febrilmente.
Caliente. Estaba tan caliente. De hecho, nunca había estado tan caliente… ni
siquiera cerca. Su piel chisporroteaba. No había nada suave en Dominic, incluso la
forma en que la besaba. Él asumía el mando. Dominaba. Ella encontró su cuerpo
arqueándose hacia él ofreciéndose y ardiendo por ceder a sus demandas. A pesar de
que se sentía diferente a Law, se sentía muy bien, también.
―Dios, eso es sexy. ―La voz profunda de Law expresaba su satisfacción―. Os
veis bien juntos.
Ella estaba besando a otro hombre, y él estaba feliz. ¿Porque ella estaba
disfrutando? ¿Porque la satisfacía? O ¿porque su "hermano" estaba consiguiendo lo
que necesitaba mientras él era parte de la experiencia? Probablemente todo lo
anterior. La forma de ver el mundo de ellos podría ser completamente diferente, pero
aun así era deseo, necesidad... y quizá más.
Durante todo el tiempo, los hábiles dedos de Law jugaban dentro de ella. Él
separó sus labios vaginales, deslizándose a través de sus pliegues, para encontrar el
pequeño nudo que de repente parecía controlar todo su ser. Su clítoris estaba
llenándose de sangre. Un deseo urgente se propagó por ella. Con cada movimiento
de sus dedos, la encendió hasta que ella jadeaba y gemía en la boca de Dominic. La
forma en que ellos jugaban con ella debería avergonzarla o hacerla sentir incómoda.
Pero no. Simplemente la embargaba un abrasador y liberador deseo.
Dominic tiró de su camisa para liberarla de la falda, y ella sintió su cálida palma
contra la piel. Él soltó sus labios, besando su nariz y las mejillas.
―Abre las piernas para Law.

~108~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

Vagamente, Kinley imaginó que debería preguntar al menos por qué, pero sus
muslos parecieron tener mente propia. Obedecieron la orden de Dominic sin dudar,
abriéndose para Law, hasta que él se ubicó entre ellos.
―Lleva bragas ―dijo Law―. Esas cosas de algodón blanco. No me gustan.
―Ella va a dejar de hacer eso. Esa es una de nuestras reglas, Kinley. Sin bragas.
Nada cubre tu coño excepto nuestras manos, nuestras bocas, y nuestros cuerpos
cuando te follemos. ―La voz de Dominic era un estruendo oscuro―. ¿Entiendes? Si
encuentro unas, las voy a tirar a la basura. Recibirás unos azotes si intentas usar más.
Cada palabra que salía de su boca parecía elevar la temperatura… y su
excitación… otro grado. Ella estaba dolorida, ardiendo y necesitada. Pero sus
palabras la confundían. ¿Por qué tenía reglas? ¿Y por qué la idea de él o Law
golpeando su trasero hacía que se sintiera ansiosa e inquieta… y no en el mal
sentido?
―Chicos, habláis mucho sobre nalgadas ―logró decir entre besos.
Riley también había hablado de ponerla encima de sus rodillas y no dejarla
levantar hasta que ella entendiera. De solo pensar en él, Kinley le deseaba por su
agudo ingenio y duro cuerpo. Luego ahuyentó el pensamiento. Law y Dominic la
deseaban. Riley le había dado el papel de villana. Si él no la quería, entonces no le
necesitaba. Ella había jugado ese juego demasiado tiempo como para continuar.
―Estas bragas están en mi camino―se quejó Law.
Kinley frunció el ceño. ¿Cómo? Él no parecía estar teniendo ningún problema.
Sólo las había apartado a un lado y empujado los dedos profundamente en su coño
para hacer magia en cada uno de sus puntos sensibles. Su sangre se calentó, su
corazón se aceleró, su placer aumentó, y su respiración era entrecortada. Él presionó
un dedo grande dentro, contra algún punto repleto de nervios sobre el que sólo había
leído alguna vez. Kinley se quedó sin aliento.
―Haz que se corra, Law ―gruñó él contra su oído, sus dientes se clavaron en su
lóbulo con un agudo mordisquito que llameó en algo más allá del dolor. Se
estremeció contra él.
Dominic metió la mano bajo la blusa y el sujetador hasta que acunó su pecho y
dio un tirón a pezón. El calor estalló.
―Nunca te has corrido, ¿verdad? Dímelo, y no mientas. Sé que no has tenido un
hombre dentro de ti. Vamos a cambiar eso, pero quiero saber todo lo que has
experimentado hasta ahora. ¿Alguna vez te has llevado al orgasmo con los dedos?

~109~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

¿Alguna vez te has frotado hasta gritar, hasta que tus ojos se pusieron en blanco y
todo tu cuerpo se estremeció? Dime. Quiero saber si esta es tu primera vez.
Kinley apenas podía encontrar el aliento. El dedo de Law todavía acariciaba su
interior, masajeando ese lugar profundo, mientras su pulgar rodaba sobre su clítoris.
No podía dejar de rotar sus caderas contra su mano. Ella quería más fricción, más de
esa cálida sensación que se estaba disparando rápidamente entre sus piernas. Quería
averiguar dónde conducía ese camino.
Dominic pellizcó su pezón. El dolor punzante la trajo de regreso desde el borde
de algo nuevo. Ella se lamentó en señal de protesta y necesidad.
―Respóndeme ―exigió Dominic―. Cuando lo hagas, Law va a usar su mano
para que te corras para nosotros. ¿Entiendes?
Se las arregló para jadear.
―Por favor...
―Qué dulce súplica. Voy a observar cómo te corres y escucharé tus gritos. Y voy
a ver tu coño apretarse alrededor de los dedos de Law. Pero primero, me contestas.
Aquí estoy en lo alto.
Él no estaba en lo alto. Ella estaba en la parte superior de la encimera, pero no
tenía tiempo para pensar acerca de su extraña expresión porque volvió a pellizcarle
el pezón.
―Nunca ―jadeó―. Nunca me he corrido antes. Lo he intentado un par de veces,
pero no creo que mi cuerpo funcione de esa manera.
Ella misma se había tocado en mitad de la noche un par de veces, pero encontró
cada episodio vergonzoso y frustrante. Más de una vez, ella había tratado de
encontrar el lugar mágico que la enviaría remontándose hacia su Shangri–La sexual,
hacia su paraíso sexual. Si los rumores que había oído eran ciertos, otras mujeres
parecían ser capaces de llegar allí. Kinley ni siquiera se había acercado.
―Oh, va a funcionar. Tu coño está tan húmedo, cariño. ―Law metió a presión un
segundo dedo mientras la miraba fijamente. Se sentía impotentemente empalada,
atentamente observada, estirada, anhelante y balanceándose sobre el borde de algo
que necesitaba con desesperación.
Ella gimió bajo cuando él empujó esos dos dedos en su interior tan
profundamente como pudo. La llenaba tanto. Le gustaba el ligero ardor de él
estirándola.

~110~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

Todo la atención de Law estaba justo entre sus piernas, observando sus dedos
desaparecer dentro de ella antes de sacarlos, resbaladizos, casi del todo, para luego
volver a meterlos completamente.
―Yo sé quién y qué eres, Kinley. Sólo necesitas algo extra, y te lo podemos dar.
Dominic, dile que se corra. Ordénale que lo haga.
Sus palabras hicieron que su corazón golpeteara en su pecho. Sí. Ella quería que
se le dijera, que se le ordenara. Ella no tendría que pensar, sólo obedecer… y sentir.
Esa orden la obligaría, eliminaría el estrés de no saber si podría y cómo lo haría de su
mente.
―Folla sus dedos, mascota. Fuerte. Mueve las caderas contra él. Eso es.
―Dominic continuó jugando con sus pezones, retorciendo y apretando, enviando
pequeños y locos rayos de placer por todo su organismo. Sus palabras le nublaron el
cerebro―. Hazlo ahora.
Entonces todo tuvo sentido. Kinley se entregó a sus palabras y simplemente
obedeció. Cada célula de su cuerpo respondía a ellos, a sus acciones y palabras, al
son de sus voces profundas. Algo importante estaba justo a su alcance, revoloteando
delante de ella... Y ahora tenía permiso para tomar aquel placer por sí misma, porque
gozando los complacería.
Apartó los pensamientos conscientes y se empujó contra la mano de Law. El
pulgar rodeó su clítoris, presionando hacia abajo y en círculos. Una y otra vez. Con
un grito, se retorció, tomando sus dedos aún más profundamente.
Dominic enredó las manos en su cabello y tiró, haciendo que levantara la mirada
hasta caer en la trampa de la de él.
―Magnifico, mascota. Eso es exactamente lo que queremos de ti. ―Miró de nuevo
donde los dedos de Law desaparecían dentro de su cuerpo―. ¿Sientes lo mojado que
está tu bonito coño? Es perfecto. Te queremos empapada y desesperada por nuestras
pollas. Entonces te llenaremos.
Sus palabras la hicieron gemir. No podía formar una respuesta coherente.
La sonrisa de Dominic era a la vez triunfante y perversa.
―Escúchame y escúchame bien. Vas a correrte por Law y por mí… sobre toda su
mano. Déjalo ir, mascota. Ahora. Te atraparemos.
Law la volvió a acariciar, la sensación encendiéndose en su interior. Sus dedos
presionaban hacia arriba, moviéndose en círculos en el interior, su pulgar raspando
sobre el clítoris. Dominic bebía de sus labios.

~111~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

Y cayó por el borde con un grito ahogado.


El placer floreció por su carne, una oleada salvaje de energía y una sensación
palpitante que la hizo jadear en busca de aire y estremecerse, girando contra Law y
aferrándose a Dominic para salvar su vida. Su cuerpo estalló, su alma se abrió y ella
se rindió al momento por completo.
Cuando las sensaciones llegaron a lo más alto y luego lentamente se calmaron
pasando de eléctricas a hormigueos, y finalmente a la satisfacción perezosa, la mano
de Dominic se suavizó en su pecho. Sus besos se volvieron dulces y suaves.
―Hermosa, mascota. Tan jodidamente hermosa. Eso es lo que yo quería. Dime
cómo te sientes.
Se sentía libre. Se sentía honesta. Se sentía increíblemente viva.
―Increíble. ―Una pequeña sonrisa feliz trató de extenderse a través de sus
labios.
Law le devolvió la sonrisa, el rostro más abierto de lo que nunca lo había visto.
Sus ojos estaba encendidos con algo que se parecía mucho a la alegría y Kinley se
calentó ante la idea de que hubiera contribuido a su placer.
―Ella va a estar tan apretada, Dom. Yo apenas podía meter dos dedos en su
interior. Hay que prepararla. Tan pronto como sea posible. Dios, no puedo esperar
para follarla. ―Law retiró la mano. Los dedos estaban empapados y a él no le
importaba. De hecho, se los lamió, chupando la crema de ellos. Soltó un gemido
sexy―. Umm, ella sabe tan dulce como parece.
Todo su cuerpo vibraba con la sensación residual y una nueva llamarada de
deseo. Su corazón todavía resoplaba, incluso mientras el lánguido placer la recorría.
El tiempo se ralentizó.
Las manos de Law habían estado dentro de su cuerpo. Ahora estaba saboreando
su esencia y parecía que le encantaba. Había sabido exactamente cómo complacerla.
En realidad, ambos lo habían sabido. Ahora sólo mirarlos a ambos la conmocionaba
y excitaba. Kinley estaba feliz a pesar de que había sido secuestrada, sacada a rastras
de su boda, si bien una boda que ella sospechaba profundamente que habría
terminado con su muerte, y sentada en una isla de cocina con las piernas abiertas
para los hombres que la habían arrancado de su vida.
¿Qué estaba equivocado con ella? ¿Qué pensaría la gente? Las revistas escribían
sobre su familia. Su secuestro estaría en todas las noticias. Si alguien se enteraba de lo
que había pasado, el hecho de que ella hubiera permitido que sus captores la tocaran
empapelaría todos los Estados Unidos.

~112~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

El horror inundó su organismo.


―N-no.
Dominic se echó hacia atrás, dejando las manos a los lados. Su rostro se cerró.
Apenas unos segundos antes él había estado resplandeciendo de deseo. Ahora de
nuevo parecía una fría piedra. A pesar de que todavía estaban juntos, parecía que
había kilómetros entre ellos.
―Cambiaste de idea, ¿eh, mascota?
Ella cerró las piernas y se alejó de ellos, tratando de recuperar algún tipo de
dignidad. Le temblaban las manos. ¿Qué había hecho?
―¿Kinley? ―Law trató de alcanzarla―. Cariño…
No podía escuchar o confiar en sí misma en este momento. Estaba demasiado
emocional para tomar decisiones ahora, y mucho menos la de entregar su virginidad
a dos de los hombres que la habían llevado a cruzar el país en contra de su voluntad.
No importaba lo dulces que habían sido con ella. No importaba que muy
probablemente salvaran su vida. No importaba la cantidad de placer que le habían
dado.
No. ¡No! No podía escuchar esas voces. No podía confiar en ellos. Parecía que
todas sus partes femeninas, gritaban que estar con estos hombres era lo correcto. Que
estaría a salvo con ellos.
Su clítoris tenía el síndrome de Estocolmo.
―Necesito estar sola durante un rato. ―Tenía que pensar. Encontrar la manera
de poner esta catástrofe bochornosa en el olvido y nunca volver a caer presa de la
lujuria que despertaron en ella. ¿Qué tipo de mujer se enamoraba de sus captores?
Si se quedaba aquí, haría el ridículo. Querían información, ayuda. Realmente no
la deseaban. Estaba muy lejos de su liga. Eran hermosos y, sin duda, buenos en la
cama. Ella era regordeta, ingenua y sin experiencia. Si se acostaba con ellos, siempre
sería la debutante que había sido tan tonta como para abrir las piernas para sus
secuestradores.
―Kinley, vamos a hablar de esto, cariño. ―Law dio un paso hacia delante, su
gran, masculino, oh-cuán-caliente-se-vería-su-cuerpo-desnudo bloqueaba su camino
a la puerta.
Ella negó con la cabeza.
―Quítate. Por favor.

~113~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
Maestros del Ménage 5

―Déjala, Law ―advirtió Dominic―. No quieres darle ninguna razón para decir
que la forzamos. Es exactamente por eso que deberíamos habernos mantenido al
margen. He perdido la cabeza. ―Dominic reunió los papeles de la mesa en la que se
había sentado previamente, antes de que Law se la llevara a la isla y casi la sedujera.
Y maldita sea, a ella le había gustado ser seducida.
―Estudia estos papeles. Tienes esta noche. Por la mañana, vamos a hablar de
nuevo. Espero que entiendas que lo que acaba de suceder aquí fue consensuado.
―Dominic empujó los papeles hacia ella, su voz tan directa. Echaba de menos la
forma en que le había susurrado apasionadamente.
Todo había sido consensuado. Incluso le había rogado que lo detuviera, y ella no
lo había hecho. Quería lo que podían darle, y no se había parado a pensar en cómo se
sentiría después hasta que fue demasiado tarde. No podía ser la mujer que los
completara. El destino simplemente la había puesto en su camino. Querían a alguien,
y ella se encontraba justo allí. Fin de la historia.
Mantuvo los archivos contra su pecho. Realmente necesitaba revisarlos, averiguar
si Greg estaba usando su organización benéfica con fines delictivos. Tenía que juntar
las pruebas y decidir si su hermana y su padre, en verdad, estaban conspirando para
matarla. Pero sobre todo, necesitaba distancia para averiguar lo que le había
sucedido a su cuerpo. Su voluntad. Su corazón. Casi se lo había dado todo a un par
de hombres que apenas conocía. Ella nunca había sido impulsiva o irresponsable.
¿Por qué ellos? ¿Por qué ahora? Y ¿por qué quería poner sus brazos alrededor de
Law? ¿Por qué quería frotarse contra Dominic para ver si podía excitarse de nuevo?
¿Por qué sentía como si echara de menos a Riley y anhelara invitarle a unirse?
Los conflictivos pensamientos y deseos en su cabeza estaban volviéndola loca,
mareándola. Estaba exhausta.
―Gigi, vamos. ―Se volvió a buscar a su perro, pero su pequeña Yorkie se había
ido.
―Se fue con Butch. Lo sentimos, pero él ha estado husmeando a su alrededor
todo el día ―informó Dominic―. ¿Está en celo?
Oh, Dios. Probablemente. Ella había tenido la intención de hacer criar a Gigi una
vez antes de esterilizarla. Después de todo, era un cachorro de pura raza, y Kinley
conocía un montón de otros dueños de Yorkies del club canino americano con cuyas
mascotas podría engendrar. Pero Gigi y Butch estaban totalmente fuera del plan... al
igual que lo había sido su desafortunada cita amorosa con Law y Dominic.

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Maldita sea, probablemente su perra estaba en celo, y también Kinley. Había


pasado tanto tiempo sin sexo que ella había estado desesperada por hacerlo con
cualquiera. Sólo que realmente nunca antes quiso hacerlo. Y definitivamente no
había deseado a Greg. De hecho, había decidido que era del tipo asexual… hasta hace
unos pocos minutos. Ahora no podía dejar de pensar en el sexo.
―Si tu perro fuerza a la mía, voy a hacerte responsable por violación canina.
―Incluso mientras decía las palabras, ella se dio cuenta de lo tontas y virtuosas que
sonaban. Ningún tribunal mantendría las leyes humanas para una no consensuada
violación canina. Era irracional, pero Kinley estaba irritada y dolida de que su único
consuelo en la vida ahora estaba, al parecer, en algún lugar tratando de quedarse
embarazada por algún perro demasiado grande.
Del mismo modo en que ella había desaprovechado la posibilidad de ser preñada
por un par de soldados de las Fuerzas Especiales.
La idea era mortificante. Ella caminó con paso airado hacia la puerta de la cocina.
Riley estaba de pie en el pasillo con una mirada sombría en su rostro anguloso. Había
estado apoyado en la pared, con la cabeza gacha. Él enmascaró la expresión
rápidamente, mirándola con los ojos entornados. ¿Cuánto había oído?
―¿Me quieres probar, pastelito? Ahora que has tenido a algunos de los hermanos
mayores, ¿Necesitas más? ¿O es esta tu forma de tratar de ganar la mano,
desarmarnos a todos con el coño? Si es así, jugaste la tarjeta virginal con la cantidad
justa de inocencia. Bravo.
Así que había oído todo. La vergüenza la invadió.
―Quiero ir a mi habitación.
Riley se interpuso en su camino.
―¿Estás pensando ahora en llorar por la violación?
Ella negó con la cabeza.
―Yo no fui violada. De ninguna manera.
―Los dos sabemos eso, pero pareces ser el tipo de mujer que va a utilizar todas
las herramientas en su arsenal para conseguir lo que quiere.
―¡Tú no me conoces ! Y eres un capullo. Tu hermano está equivocado acerca de
ti. Me dijo lo inteligente, amable y divertido que eres, pero no eres más que un gran
matón. Estoy lejos de casa, tengo miedo, y estoy totalmente fuera de mi elemento. Sin
embargo, disfrutas pateándome cuando estoy por los suelos. ¡Fuera de mi camino

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para que yo pueda volver a mi celda!. Entonces puedes irte al infierno por lo que a
mí me importa.
Law se le acercó por detrás.
―Te llevaré a tu cuarto.
―Puedo encontrar mi camino.
―Pero dudo que te encierres.
El aforismo la hizo enojar, pero se marchó sin decir nada más, hacia final del
pasillo, haciendo caso omiso de los hombres detrás de ella. Pasó como un rayo a su
habitación y cerró la puerta. Inmediatamente, oyó como la encerraban dentro.
Estaba sola otra vez. A solas con la evidencia contra su familia. A solas con un
millón de preguntas. Los miedos y las dudas comenzaron a taladrarla una vez más.
Un momento después, Law abrió la puerta, y Gigi entró con su lazo rosa torcido.
Él cerró de golpe una vez más, encerrándola con su pequeña ramera peluda.
Gigi estaba en la puerta, gimiendo un poco, probablemente, llorando por su
amante.
―Seh, como que quiero hacer eso, también. ―Pero por ahora se conformaría con
tomar una ducha. Tal vez cuando estuviera limpia no sentiría sus manos sobre ella,
acariciándola, haciéndole desear más de lo que podía tener.
Entró en el cuarto de baño y abrió el agua caliente. Todos sus productos favoritos
habían sido colocados allí, desde su cuchilla de afeitar hasta el champú que usaba
todos los días. Greg probablemente ni siquiera sabía de qué color eran sus ojos, pero
uno de estos hombres sabía que prefería jabón de lavanda.
¿Cuál era su siguiente movimiento aquí? ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería creer?
Levantó la vista hacia la ventana al lado de la cabina de ducha. Estaba en lo alto
de la pared, pero podía ver que el cristal en el baño no era tan grueso como los del
dormitorio.
Kinley se subió a la taza del váter y pudo agarrar apenas la manija. Conteniendo
la respiración, inspeccionó la ventana. No estaba sellada y no tenía cerradura. De
hecho, debería abrirse y dejarla libre.
Tuvo que tragarse el grito de sorpresa. ¡Había encontrado una salida! En unas
pocas horas, podría tener sus maletas hechas y un plan en marcha. El sol estaría
llegando, y probablemente ellos aún estarían durmiendo. Podría haberse ido mucho
antes de que ni siquiera supieran que estaba desaparecida.

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Todo eran buenas noticias. Pero Kinley no podía dejar de preguntarse si, ahora
que había encontrado una manera de escapar, ¿debería usarla?

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Capítulo 8

Riley se estiró y miró hacia la vasta extensión de verde. Desde el amplio porche
delantero, él se llenó los ojos de las montañas que se levantaban como el sol.
El amanecer había llegado, aunque en realidad no significaba mucho en esta
época del año. Los días de verano en Alaska aparentemente parecían no tener fin. Su
organismo no se había adaptado totalmente de la hora de la Costa Este.
El olor del café llenó sus fosas nasales. No había dormido mucho. Sin importar si
eso era debido a que el sol apenas había caído por debajo del horizonte, o al hecho de
que no podía refrenar su cerebro. Al final todo era culpa de Kinley. Había pensado
en ella toda la maldita noche. Una y otra vez durante esas largas horas, su mente
había jugado con los recuerdos de Kinley mientras él había estado de pie fuera de la
puerta de la cocina y la había escuchado jadear, estremecerse y gritar mientras se
corría. Bajo la mano de su hermano. Y al parecer por primera vez.
¿Cómo demonios una mujer que se veía como ella se las había arreglado para
lograr mantenerse virgen? Odiaba a Greg Jansen, por diversas razones, pero nunca
había pensado que el hombre fuera un idiota. Cualquier varón heterosexual que
pudiera estar prometido a Kinley Kohl y no la mantuviera en la cama durante días y
días era obviamente un completo idiota.
Pero Riley sabía que no era exactamente inteligente tampoco. Ninguno de ellos lo
era si creían que podía realmente quererles.
―¿Así que se alejó de ti? ―preguntó Riley, mirando a su hermano que estaba
sentado en una mecedora a menos de cinco metros de distancia.
―Se asustó. ―Law tomó un sorbo de café, sin mirarlo―. No es tan sorprendente.
Tiene muy poca experiencia. Tenemos que tener cuidado con ella, pero está
progresando.
¿Su siempre-enamorado hermano había perdido la razón?

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―Huyó de ti. No podía salir de la cocina lo suficientemente rápido.


El rostro de Law mostraba consternación.
―No, Kinley tenía miedo, no de mí o de Dominic. Le gustó la forma en que la
tocamos. Mucho, de hecho. Lo que sentía la asustó. Ponte en sus zapatos. Si su
familia está dispuesta a traicionarla, es muy difícil que vaya a encontrarse confiando
en alguien, sobre todo en los tíos que la secuestraron. Pero ella quiere lo que nos
estamos muriendo por darle. No será capaz de resistirse durante mucho tiempo.
Law sonaba más lleno de seguridad de lo que Riley lo había oído nunca, a
excepción de los asesinatos. Su hermano nunca se preocupó de no ser capaz de llevar
a cabo un objetivo, pero cuando se trataba de mujeres, a menudo parecía muerto por
dentro. O tal vez la actitud de Law tenía su origen en el hecho de que no se había
preocupado por las mujeres que habían compartido en el pasado. Tal vez había
acompañado lo que querían Riley y Dominic. Después de todo, Law nunca había
traído una posible mujer para ellos. Claro, había disfrutado del sexo, pero nunca
había luchado por una chica de la manera que estaba luchando ahora por Kinley.
―¿Alguna vez te cayó bien Simone? ―Nunca antes se lo había preguntado.
Ahora Riley se dio cuenta de que una vez que se había enamorado de Simone, había
asumido que su hermano también lo haría... con el tiempo.
Law negó con la cabeza.
―Me resulta difícil interesarme por una mujer que es completamente fría. Como
enfriador de cervezas, funcionaba a la perfección. Podría dejar una cerveza al lado de
esa mujer y estaría helada en tres punto cinco segundos.
¿De dónde había venido el sentido del humor?
―¿Podrías ser serio?
―Muy bien. Aquí está la verdad: Simone estaba interesada en ti, porque a ella le
gustaba tener del brazo a un hombre educado en Harvard. Quería a Dominic por sus
relaciones sociales y sus millones. Me toleraba porque follar conmigo era el precio de
la entrada si quería manteneros a los dos. Y nunca dejó que me olvidara de eso.
¿Simone le había dicho eso a su hermano? ¿Por qué Law nunca se lo había
contado?
―Cuando las cosas se pusieron serias, tampoco me quiso.
Law suspiró.
―Cuando rechazó tu propuesta, decía que era porque no podía vivir un estilo de
vida abiertamente pervertido porque todo el mundo la llamaría puta. Yo lo llamo

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gilipolleces. Todo el mundo ya sabía que era una puta. Estoy firmemente convencido
de que habría sido más que feliz de pasar el resto de su vida en la cama contigo y
Dominic. Y ella me habría soportado. Su problema fue que la propuesta de
matrimonio no vino de la persona adecuada.
Tan pronto como Law había hablado, Riley se dio cuenta de que había mucho de
verdad en las palabras de su hermano. Dios, había sido tan jodidamente estúpido.
―Quería estar legalmente casada con Dominic.
―El dinero gana sobre el cerebro ―dijo Law, con simpatía en la voz.
―No me jodas. ―Sentía como si le hubieran dado de nuevo una patada en el
estómago.
Su hermano se encogió de hombros.
―Mira el lado bueno. Tu cerebro todavía pudo más que mi fuerza física.
A pesar de ello, si Simone hubiera dicho que sí, Law habría sacrificado su corazón
para que él y Dominic fueran felices.
―¿Por qué dejaste que se lo propusiera, sabiendo lo que era? ¿Por qué has estado
en una relación con una mujer a la que ni siquiera le gustabas?
―¿Más allá del espacio extra del congelador? ―Law tomó un sorbo de café y se
sentó―. Estabas enamorado de ella. O creías que lo estabas. Nunca me he sentido así
antes y en ese momento pensé que yo era incapaz de hacerlo. Así que seguí el juego.
Y, para ser honesto, de todos modos no creí que fuera a funcionar a largo plazo
porque sabía que Dominic no se iba a casar con ella.
―Buscar y compartir una mujer nunca va a funcionar, ¿verdad? ―La familia de
la que habían hablado no tenía sentido en el mundo real. Legalidades aparte,
ninguna mujer quería tener tratos con tres hombres. Ni siquiera si se daba cuenta que
significaba que ella nunca estaría sola, que siempre tendría a alguien para cuidar de
ella. Que nunca acabaría como su madre.
―Creo que sí, si la manejamos de la manera correcta. Nuestra estrategia tiene que
ser cautelosa. Tenemos que señalar todas las buenas cosas acerca de tener tres tíos
cerca, pescarla con el sexo, restar importancia a la cocina y la colada, entonces tal
vez...
―Lo digo en serio, Law.
―Yo también.
―Tienes que dejar de imaginar que Kinley es nuestra chica ideal.

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― Tú no estabas allí ―argumentó Law. ―Estabas fuera escuchando. No viste


cómo Kinley se estiró hacia Dominic. Sin dudarlo. Lo vio y se agarró a él. Si hubieras
entrado, se habría agarrado a ti también.
La puerta se abrió, y Dominic se unió a ellos en el porche en la fría mañana, con
una taza humeante en la mano.
―Fue un error.
Law puso los ojos en blanco.
―Dios, ¿cuándo os habéis vuelto tan quejicas? No fue un error. Fue lo primero
que hemos hecho bien con ella.
―¿Hablas en serio, Law? Estaba horrorizada. Ella nos apartó. ―Dominic se veía
fresco de la ducha. Se había puesto unos pantalones de chándal y una camiseta del
ejército. Era extraño ver a Dominic sin su traje habitual, y Riley se dio cuenta de que
los últimos años habían sido una serie interminable de trabajos. En realidad, ninguno
de ellos nunca había conseguido un descanso.
―Sí, después de tener su orgasmo. ―Los labios de Law volvieron a curvarse en
una sonrisa―. Huir fue una reacción perfectamente natural para ella. Es virgen, y
creo que temía lo que venía después. Tenemos que tranquilizarla. Y creo que todos
estamos de acuerdo que es una chica ávida que necesita descubrir su lugar.
―¿Su lugar? Law, la secuestramos. No podemos atarla y azotar su culo. En cierto
modo, ella tiene nuestro destino en sus manos. Si dice a los federales que la violamos,
lo vamos a tener aún más difícil.
Dominic tenía razón, y Riley sabía muy bien con qué rapidez una mujer los
podría calentar.
La tableta junto a Law sonó, y las tres cabezas se movieron bruscamente hacia el
dispositivo.
―¿Ese es nuestro sistema de seguridad? ―preguntó Dominic.
―Mantén la calma. ―Law estaba siempre calmado bajo presión―. Ninguno de
los lugareños sabe que estamos aquí. Riley, tienes que lidiar con esta cosa.
Tomó la tableta de la mano de su hermano. Bueno, por suerte, todavía le
necesitaban para algo.
Con la mente acelerada y los dedos volando, Riley ingresó el código de acceso.
Había modificado la tableta para satisfacer sus necesidades, conectándola a la banda
ancha de las cámaras de seguridad que había colocado en toda la casa. Todas ellas
alimentaban el ordenador de Riley, el cual se comunicaba con la tableta.

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Se movió rápidamente a través de los protocolos y localizó el problema.


―Alguien disparó uno de mis detectores de movimiento en el lado oeste de la
casa. Probablemente un animal.
Siempre había algo paseando por los jardines ya que el bosque no estaba muy
lejos.
―O Butch, le solté hace un par de minutos. Ha estado rascando la puerta de
Kinley toda la mañana. ―Dominic se inclinó, mirando a la pantalla―. ¿Puedes abrir
las cámaras? La habitación de Kinley está en el lado oeste. Sólo quiero estar seguro...
Él movió rápidamente la cámara perimetral.
―¿Qué demonios es eso?
Dominic entrecerró los ojos, frunciendo el ceño mientras miraba fijamente un
cuadrado desconocido, fuera-de-lugar de color marrón, sobre el césped y visible en la
pantalla de la tableta.
―Creo que esa es una de sus maletas de ruedas.
Otro objeto cayó, golpeando la maleta de ruedas, luego se inclinó hacia un lado.
―¿Eso es su bolso? ¿Cómo está escapando? ―exigió Law.
Riley se obligó a recordar cada centímetro de la suite en la que la que habían
puesto. Él la había comprobado por sí mismo. Y entonces recordó...
―Mierda. ¡La ventana del baño!
Cuando los dueños de la casa, los hermanos James, les habían dado un tour, su
esposa Hannah mencionó que habían colocado especialmente la ventana allí. Había
venido de la casa de su bisabuela. Hannah quería un pedazo de su historia aquí, así
que sus hombres la complacieron. Debido a que no era de cristal blindado, se abría. Y
Kinley se había dado cuenta de eso.
―Esa ventana se supone que es decorativa. Hay casi dos metros y medio de
altura ―dijo Riley.
La mayor de las sonrisas iluminó el rostro de Law.
―Maldita sea, ella es ingeniosa. Aprecio eso en una mujer. ¿Cómo va a conseguir
bajar al perro?
El cuerpo de Gigi entró en el cuadro, con los ojos desorbitados y las patitas
temblando mientras era bajada.
―¿Ató una sábana alrededor de la cosa rata? ―preguntó Dominic.

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Shayla Black

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―No hables mal de la mamá de los bebés de tu perro. Oh, mira ha conseguido
poner su lazo de nuevo derecho. ―Law no parecía molesto de que su prisionera
intentara escapar.
En el momento en que la perra cayó al suelo, Butch apareció como si hubiera
estado sentado justo fuera del borde de la cámara, a la espera de su verdadero amor.
Cuando Butch intentó montar torpemente a Gigi, Dominic maldijo.
―Maldita sea. Voy a esterilizar su culo.
―No creo que su culo necesite ser esterilizado. Su polla por otro lado parece
realmente interesada en Gigi. Au, mira. Está frustrado. No puede meterla con esa
sábana envuelta en torno a ella.
―Bueno, ¿no eres un maldito comediante? ―refunfuñó Dominic.
Law se encogió de hombros despectivamente y luego se puso de pie con el ceño
fruncido.
―Maldita sea, ¿cómo planea salir Kinley? Esa ventana es demasiado alta. Va a
romperse el cuello. Tengo que detenerla.
―Espera. ―Dominic detuvo a Law con un golpecito en el brazo. ―¿Quieres
verlo? Tengo que reconocérselo.
―¿Cómo se las ha arreglado no solo para pasar a través de la ventana, sino para
fabricar una cuerda del resto de la ropa de cama? ―Riley se quedó atónito―.
¡Mierda! Está haciendo rappel en tacones por el lado de la casa.
Ella estaba tratando de escapar de sus secuestradores en tacones de aguja. Riley
no podía ver su color en la pantalla blanco y negro, pero se los imaginaba como rojo
fuego. Y maldita sea, no podía concentrarse en nada, excepto en esos tacones. Harían
que sus piernas se vieran de más de un millón de kilómetros de largo mientras él la
extendía para su polla. Bueno, cuando alguien más hiciera todo eso. Él no la estaba
tocando.
―Sí, y mira ese culo en pantalones vaqueros. Maldita sea. ―Law suspiró y se
ajustó la bragueta.
Su hermano tenía razón.
En la pantalla, Kinley cayó al suelo e inmediatamente intentó espantar a Butch
lejos de Gigi. Recogió a su perra, pero Butch sólo ladró alegremente como si todo
fuera un juego. Ellos podían oír el alboroto procedente de todo el lado de la casa.
―Cállate ―Kinley siseó en un susurro que él oyó claro como una campana―.
Buen perro. Silencio. Ve a buscar a tu amo.

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Dominic gimió.
―¿Sabe lo que esa palabra le hace a mi polla? Joder, sí, podría dominarla.
Riley tenía esa misma clase de pensamiento. Excepto que se negaba a ser llevado
donde fuera por su polla como el perro y sus hermanos por una hembra destinada a
dejarlos. Era demasiado inteligente para eso.
― ¿Alguno de vosotros va a detenerla?
Dominic y Law clavaban la mirada en la tableta como si tuviera todos los secretos
del mundo.
―Pronto. Quiero ver lo que va a hacer. Estoy completamente perdido con esta
chica ―admitió Dominic.
―Va a escapar ―señaló Riley.
―Amigo, no puede siquiera deshacerse de Butch. Dudo que vaya a ir muy lejos,
especialmente con esos tacones. Son sexy, pero poco prácticos. ―Law señaló la
pantalla donde ella estaba empujando a Gigi dentro del bolso de gran tamaño y
tirando de su maleta con ruedas mientras suplicaba a Butch que se quedara―. ¿La
ves haciendo kilómetros de senderismo hasta la civilización en esos zapatos?
―Y eso si ella incluso sabe a dónde ir. ―Dominic echó a andar hacia el final del
porche―. Pero parece que está tratando de dirigirse hacia el norte. ¿Por qué va hacia
el bosque?
Riley le siguió con Law después.
―Tal vez sólo quiere ponerse a cubierto.
Law resopló.
―Debe querer encontrar un camino. No me parece que realmente crea que está en
Alaska. Apuesto a que piensa que va a caminar dos o tres kilómetros y encontrará un
pueblo.
―No vamos a dejar que llegue tan lejos, ¿verdad? ―apuntó Riley.
Kinley no estaría bien en tierra salvaje. Iba a estar sola, y habría apostado a que
tenía cero habilidades al aire libre, como hacer fuego o un refugio, mucho menos
saber qué plantas eran seguras para comer. De hecho, podría tener habilidades
negativas ya que parecía pensar que sus tacones eran el calzado adecuado para
terreno montañoso.
Law abandonó el porche mientras ella cojeaba hacia el lado de la casa, dándoles
una clara línea de visión. Kinley empujó su cabello a un lado con una mano y trató de
espantar a Butch con su bolsa de ruedas con la otra.

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Shayla Black

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―No, sólo quiero ver hasta dónde irá antes de volver corriendo aquí ―dijo
finalmente Law―. Está siendo impulsiva. Lo hace mucho. Al final, ella es siempre
sensata. Confía en mí.
Law era el experto en la materia a la hora de Kinley Kohl. Justo cuando él dijo las
palabras, ella se detuvo, y Riley la observó mientras hacía rodar sus hombros y
respiraba profundamente. Parecía estar teniendo una disputa consigo misma.
―Mira, Kinley se está diciendo a sí misma que está siendo terca ―explicó Law―.
Hizo lo mismo cuando se fue al spa para depilarse a la cera a principios de esta
semana. Se quedó fuera de ese maldito edificio durante veinte minutos, diciéndose a
sí misma que estaba siendo tonta y que la mayoría de las mujeres no se depilaban el
vello púbico a la moda. Por último, tomó la decisión correcta y tiene un brasileño
completo.
―¿Cómo demonios lo sabes?
―Escuché su conversación con Annabelle ―explicó Law―. Hay una cafetería
justo al lado. Se sentó en una de las mesas. Yo estaba a su lado. Al principio, estaba
cabreado porque se depilaba para ese imbécil, pero después no me importó el por qué
su coño estaba suave y listo para comer. Solo lo aprecié por lo que era. Ella podría
haber estado pensando en él cuando lo hizo, pero yo voy a ser el que coseche la
recompensa. Oh, mira, ella no está lista para tomar la decisión correcta ahora.
Kinley comenzó a caminar de nuevo. Butch todavía siguiéndola, pero ahora Gigi
había decidido que quería una polla más que el equipaje de diseño ya que estaba
tratando de trepar para salir libre de su trasportín.
El pelo rubio de Kinley rebotaba con cada paso bamboleante que daba. Los
tacones en la tierra blanda simplemente no hacían un paso fácil. Se había puesto un
suéter, que no cubría su culo. Ese delicioso y magnífico trasero se bamboleaba y Riley
no era capaz de apartar la mirada de sus suculentas nalgas. Ese era un culo hecho
para las manos de un hombre. Los diamantes de imitación a lo largo y a lo ancho de
él brillaban intensamente bajo el sol, un verdadero rótulo Consíguelo Aquí,
directamente a través de sus posaderas.
Se giró un poco, como si sintiera los ojos en ella, pero no los vio a la sombra del
porche.
Dios, era un paquete adorable de caos, reconoció Riley. Definitivamente no era
alguien que pensaba minuciosamente en todo, de la forma en que él solía hacerlo.
Kinley iluminaba una habitación con sólo una sonrisa. Resplandecía. Vale, era
ingenua y no siempre tomaba las decisiones más racionales cuando dejaba que sus

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emociones la dominaran. Debido a que utilizaba su corazón mucho más que la


cabeza.
Riley la miró fijamente con un suspiro pensativo. Necesitaba un hombre. O dos. O
tres.
Maldita sea, pero ella estaba llegándole.
―Oh, mierda. ―Dominic señaló hacia el borde de la línea de árboles donde el
bosque comenzaba.
Un alce enorme avanzaba pesadamente. Kinley se centró en Butch ladrando
detrás de ella.
―¡Kinley! Nena, ¡cuidado! ―gritó Law mientras corría hacia ella.
Butch empezó a gruñir al alce. Kinley, finalmente se dio la vuelta, y todo su
cuerpo se puso rígido. Se quedó sin aliento.
―¡No te hará daño! ―gritó Law.
No la atacaría, pero podría cocearla si ella se acercaba demasiado.
―Es un herbívoro. ―aseguró Dominic, riendo. Habían pasado meses y meses
desde que Riley había visto a Dominic esbozar siquiera una sonrisa―. ¿Crees que al
alce le gusta el equipaje de diseño?
Kinley dejó escapar un gritito, se volvió y se alejó a trompicones tan rápido como
sus tacones le permitieron. No solo corrió lejos del alce. Se lanzó directamente hacia
Law, arrojándolo todo en el suelo, excepto a Gigi y su trasportín, entonces
prácticamente saltó a sus brazos, envolviendo sus piernas alrededor de él.
Todo el cuerpo de Law se sacudió con la fuerza de su risa, pero la sostuvo como si
tuviera la intención de protegerla, no importaba de qué. Ni siquiera parecía
importarle que la cabeza de Gigi asomara fuera de la bolsa y pareciera decidida a
lamer cada centímetro de su brazo.
―Law está enamorado de ella ―masculló Riley―. Joder.
―Sí. ―Dominic se puso serio―. Y Law sólo va a enamorarse una vez. Si esto no
funciona, va a llorarla por el resto de su vida. No podré arreglarlo, hombre. Si fuera
otro tiempo, otro lugar, lo arriesgaría todo. Me gusta. Es poco práctica y a veces
obstinada, pero también es leal y tan condenadamente dulce que casi no puedo evitar
enamorarme yo mismo.
―Pero tenemos que evitarlo, porque esto no va a terminar bien. ―Riley no podía
soportar la idea de que sus hermanos fueran heridos. Pero a menos que Law

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Shayla Black

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cambiara de rumbo, era inevitable. Y si Dominic también se montaba en el


carro…mierda.
Y Riley odió el dolor que partió el corazón mientras veía a Law regresar a la casa,
todavía llevando a Kinley. El rostro de su hermano estaba completamente abierto y
feliz. Ella dijo algo, se veía a la vez aterrorizada y animada. Law aulló de risa de
nuevo, luego se inclinó para rozar sus labios contra los suyos. Ella se encontró con él
a medio camino. Cuando el beso terminó, Kinley no trató de retroceder, sino que
simplemente enterró la cara en su cuello y se agarró bien.
―Tienes razón. Probablemente no va a terminar bien ―admitió Dominic, su
anterior alegría abandonó su rostro―. Pero creo que deberías estar preparado para
que Law cometa sus propios errores. Si ella le desea, entonces que él sea feliz durante
todo el tiempo que dure. No todas las mujeres juegan con un hombre como hizo
Simone. ―Le recordó―. Voy a ir a recoger sus maletas antes que los alces decidan
cagar en ellas. Tenemos que conseguir una cerradura para esa ventana.
―Hay tanta naturaleza, Law. ¡Está en todas partes! ―insistió Kinley mientras
Law la llevaba al porche. ―¿Por qué hay tanta?
―Esto es Alaska, nena. Aquí la naturaleza es el gancho comercial. Nadie viene a
esta parte del mundo esperando una tienda Neiman a la vuelta de la esquina. ―Law
miró en dirección a ellos―. Voy a sentarla y darle el desayuno. ¿Queréis algo?
Riley no quería comer. Se sorprendió al darse cuenta de que, en el fondo, quería
sentir lo que sentía Law en este momento. Algún lugar de su interior ponía el grito
en el cielo porque ella no se había aferrado a él… o incluso mirado en su dirección.
Quería conocerla, sentir que tenía un lugar a su lado.
Tenía que dejar de pensar en esta mierda.
―No. Yo tengo trabajo que hacer. Vamos, Butch. Vamos a revisar la ventana.
El perro le ignoró por completo, siguiendo a Law, Kinley y Gigi al interior.
Todo el mundo parecía estar enamorado.
Observó por la ventana como su hermano sentaba a Kinley a la mesa y le servía
una taza de café. Ella miraba a Law a hurtadillas y se mordía el labio inferior,
mantuvo los ojos bajos, hasta que le entregó la taza grande. A continuación, su
brillante sonrisa casi iluminó toda la casa.
Riley dio un paso atrás. Él no iba a volver a enamorarse de una mujer para tratar
de compartirla con sus hermanos. No podía. Era de Law. Dominic podía coquetear
con compartir una esquina de sus sábanas o lo que sea. No era su problema, y Riley
sabía que tenía que dejarlo pasar. Si a los otros dos no les importaba quemarse de

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nuevo, esa era su decisión. Ellos verían la luz cuando ella utilizara su encanto para
escapar, esta vez para siempre. Kinley realmente no les quería, y el cuento de hadas
de Law con la valla blanca era algo que nunca sucedería. Cuanto antes él y Dom se
dieran cuenta de eso, mejor.
Con un suspiro, Riley volvió al trabajo.

* *
Kinley tomó un largo trago de su vino y se quedó mirando los libros de
contabilidad repartidos en la mesa delante de ella. Habían pasado horas y horas
desde que había escapado, sólo para dar la vuelta y correr de nuevo a los brazos de
su captor.
Un alce no debería ser tan grande. Enorme. Descomunal. Y mocoso. Esa cosa
podía sacar un montón de mocos.
―¿Estás bien? ―Riley Anders estaba en la puerta, apoyado despreocupadamente
contra ella.
Él era tan hermoso que te partía el corazón, y era muy obvio que no quería tener
nada que ver con ella. Era el único que nunca invadió su espacio, que se quedó tan
lejos de ella como fuera posible.
Ella sabía que estos hombres se consideraban tan cercanos que eran todos para
uno y uno para todos. Si Riley no la deseaba, estaba jodida. O no jodida.
―Estoy bien. ―Excepto que ella era más tonta de lo que la porquería y la
evidencia frente a ella demostraban. Las últimas seis semanas mostraron una serie de
pagos que no podía explicar. Y al parecer, su contable no estaba haciendo su trabajo
por la razón que fuera. Alguien había estado llevando los libros, pero nada como el
meticuloso Steve.
Y ella era una tonta, porque sabía que se estaba enamorando de los hombres que
la habían secuestrado.
Nada en el mundo se había sentido tan bien como correr hacia Law esta mañana.
A pesar de que se había arrastrado por la ventana, algo dentro de ella había seguido
insistiendo en que estaba cometiendo un gran error. Pero la lógica le decía que
debería querer escapar de sus secuestradores, por lo que había seguido adelante.
Muy rápidamente, Kinley se había dado cuenta de que no sabía absolutamente nada
acerca de cómo sobrevivir en el bosque. Y, obviamente, no le habían mentido sobre
Alaska. El sol no permanecía abajo durante mucho tiempo. Había logrado dormir un
poco, pero la falta de oscuridad desconcertó todo su organismo.

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Maestros del Ménage 5

También ellos.
Riley estaba en la puerta, casi haciendo un agujero a través de ella.
―¿Y la rata?
No estaba segura que le gustara que se refirieran a su perra como una rata.
―Gigi está bien ahora que ha sido alimentada.
Riley frunció el ceño.
―¿De eso se trataba todos esos ladridos? Para ser una cosa tan pequeña, puede
ladrar muy fuerte.
Gigi era simplemente un perro que sabía lo que quería.
―Está acostumbrada a cierto horario de alimentación. Todo esto del secuestro nos
confundió. Si empieza a ladrar de nuevo, lo más probable es que sea de hambre así
que si quieres que se detenga, dale de comer un poco. Y ella es inteligente. Sabe
dónde está la comida. Va a venir corriendo a la cocina, al menos, dos veces al día
ladrando ahora que sabe dónde se guardan los recipientes de comida.
―Es bueno saberlo ―dijo Riley. Miró hacia la puerta como si estuviera
contemplando salir de allí, pero luego pareció tomar una decisión. Esa mandíbula
solemne lo confirmó―. ¿Vas a huir de nuevo?
¿Después de todo el incidente del alce mocoso?
―No. Ahora que he visto lo que hay ahí fuera, me siento mucho más segura aquí.
No vas a matarme y dejar mi cuerpo en el bosque, ¿verdad?
―No. ―Él dio un paso hacia ella―. Realmente estamos tratando de ayudarte. Tu
novio es el que tiene la intención de matarte.
Ella casi había aceptado ese hecho.
―Nunca fue mi novio, sólo mi prometido. Esto puede sonar extraño, pero un
novio es alguien que te quiere. Un prometido puede ser comprado. Debí saberlo.
Había comprado a Greg con su nombre, sus conexiones, y al parecer su
organización benéfica.
Riley se quedó mirando el suelo.
―Yo no sé nada de eso. Nunca he tenido el dinero suficiente para comprar una.
Oyó el tono amargo de su voz.
―Sí, bueno, yo te diría que esperes una mejor oferta de alguien a quien ames.
Todo el asunto del sacrificio tiende a ir mal.
―¿Es así como lo veías? ¿Un sacrificio?

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Shayla Black

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Ella había estado sacrificando toda su vida. Había perdido tanto tiempo, tanta
energía y amor. Siempre había pensado que, aunque su hermana y su padre tenían
buenas intenciones, luchaban contra la auto-disciplina y el demostrar afecto. Pero
ahora sabía que simplemente no tenían ningún tipo de conciencia.
―Sí. Me casaba con Greg, porque creía firmemente que mi padre tenía cáncer y
mi organización benéfica estaba desmoronándose. La economía ha ido mal. Las
donaciones van cuesta abajo. Hope House fue el trabajo del corazón de mi madre. No
podía dejarlo morir. Y pensar que mi padre tenía cáncer y ningún seguro casi me
mata. Mamá era la que trabajaba. Papá, uhm... no pensaba en aspectos prácticos
como el pago de facturas y esas cosas.
―O estaba demasiado ocupado jugando para enviar su cheque.
Ella empezó a protestar y se detuvo. Debido a que era cierto.
―Sí.
―¿Así que te casabas con Greg para salvar a tu padre y a tu organización
benéfica?
―Y porque me sentía sola. ―Le dolía el corazón, y estaba demasiado cansada
para mentir―. Tengo veinticinco años y nunca he tenido un amante. Me sentía sola y
quería una familia antes de que fuera demasiado tarde.
Él se quedó en silencio durante un largo rato.
―¿Quieres una familia? ¿Cómo un marido e hijos y una valla blanca?
Ese había sido el sueño, pero...
―Creo que aceptaría el amor de cualquier forma que llegara a mí.
Él se echó a reír, pero su risa era amarga.
―Nunca he conocido a una mujer como tú que se preocupe por el amor.
―¿Una mujer como yo?
―Mimada. Rica.
―El dinero no compra la felicidad, Riley. Y ya hemos descubierto que no puede
comprar el amor. Al fin y al cabo, sólo soy una mujer. No puedo hablar por todas,
¿pero yo? Yo sólo quiero tener una buena vida.
―¿Qué sería una buena vida?
Esa idea no había cambiado en los años desde que entendió lo que quería decir la
palabra familia.

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―Alguien que me ame. Alguien a quien yo pudiera amar a su vez. Niños. Un


propósito que tenga sentido. No estoy hablando de fama. No me importa si alguien
sabe quién soy. Sólo quiero hacer una diferencia. Quiero hacer que la vida de otras
personas sea mejor, porque estuve en la tierra. Quiero que la gente que ame se sienta
orgullosa. ¿Es eso mucho pedir? Supongo que lo es, porque parece que no soy capaz
de lograrlo.
Él la miró, transcurrió un largo momento antes que hablara.
―Espero que lo encuentres. Entré aquí por una razón. Uhm, Jansen está en la
televisión en estos momentos. Mira, Law no quiere que lo veas, pero creo que
deberías hacerlo. Eres lo suficientemente fuerte como para soportar la verdad. Greg
está dando conferencias de prensa y diciendo a la gente que has sido secuestrada.
Está tratando de defender su causa para que regreses a él.
―¿Por qué?
―Bueno, en principio, si te casas con Jansen, no puedes ser obligada a declarar
contra él.
―Muéstramelo. ―Quería ver de lo que pretendía protegerla Law. Era dulce que
no la quisiera herida o molesta, pero necesitaba saber. Rápidamente se dio cuenta de
que ella quería lo que estos hombres podían darle. Law ofrecía devoción absoluta.
Trataría de protegerla con cada gramo de su ser. Dominic la desafiaba. Él quería que
ella fuera más inteligente, mejor de lo que pensaba que podía ser.
Y Riley era un igual, que supuestamente apreciaba la vida, el humor y la gente
con la que contaba. Y por eso dolía tanto que no estuviera interesado.
Él encendió el televisor colgado en la pared opuesta y cambió el canal en una red
de noticias de veinticuatro horas. Inmediatamente apareció la cara de Greg. Llevaba
un traje perfectamente planchado, mientras hablaba a la cámara. No parecía como si
hubiera perdido el sueño.
―Alguien se llevó a mi prometida. Sólo rezo para que la traten bien. Ella es mi
corazón. Es mi media naranja. Ruego por el rápido regreso de Kinley.
Y vino una voz de la audiencia.
―¿Cómo responde a la afirmación de Kellan Kent de que Kinley Kohl es una
novia fugitiva que huyó de su boda con su amante?
¿Ella tenía un amante? Oh, esta historia era mucho más interesante que su vida
real.
Greg frunció el ceño.

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Shayla Black

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―Mi novia no está interesada en amantes. Esto es pura calumnia. Ella es inocente.
Kinley es una de las almas más auténticas y puras del mundo.
Es decir una idiota que no podía conseguir un tío… o ver cuando el que está
delante de ella estaba tratando de sacar provecho de su muerte.
Greg siguió dando la lata.
―Kinley nunca abandonaría a su familia sin decir palabra. Valora a sus seres
queridos y sabe que su hermana la echa de menos. Que su padre la necesita. Ruego
para que encuentre una manera de sobrevivir porque todo mi ser depende de su
regreso a casa.
Se quedó mirando perdidamente a la cámara, dándole esa misma mirada que le
había dado cuando se había ofrecido para salvar su organización benéfica. La hizo
sentir sucia y egoísta porque tuvo que elegir entre lanzar la precaución al aire en pos
de lo que quería o prostituirse por las personas que la necesitaban.
Becks se encontraba al fondo, con el rostro brillando a la luz del sol, de pie detrás
de Greg. Llevaba puesto su mejor traje, el que hacía alarde de los diez mil dólares
que había gastado en sus tetas. Se mantuvo en la parte izquierda de la cámara, ya que
siempre le había dicho a Kinley que era su lado bueno. Era tan reconfortante saber
que su hermana se ocupaba de lo caliente que se veía en cámara.
Kinley amaba a su sobrina y a su sobrino. Nunca había entendido cómo Becks
podía enviarlos a un internado, sobre todo tan pequeños, pero todo eso era acorde
con la cara de plástico de su hermana. La mujer no sentía nada. Algo estaba completa
y profundamente mal con Becks. Le faltaba el corazón, poseía un alma vacía. No se
preocupaba por nadie más que por sí misma.
Lo mismo que su padre.
Su madre había sido tan adorable, pero se había resignado a menos de lo que se
había merecido. ¿Su madre habría querido que ella hiciera lo mismo? ¿Qué quería
Kinley para sí misma? ¿Qué estaba dispuesta a aceptar? ¿Cuánto riesgo estaba
dispuesta a correr?
Un plan comenzó a germinar en su cabeza. Law, Riley, y Dominic la habían
secuestrado...
―Suena comprensivo. ―Riley miraba ceñudamente la pantalla.
―No voy a presentar cargos.
Él volvió la cabeza.
―¿Qué?

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Shayla Black

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Ella lo había decidido antes de escaparse. Cuando había estado envuelta


alrededor del cuerpo de Law, sus brazos abrazándola, había sabido que no quería la
libertad. La libertad apesta porque no te puede devolver el amor.
―No voy a presentar cargos. Voy a corroborar lo que dijo Kellan. Fuisteis
inteligentes al involucrarlo. Él es el jefe de Annabelle. Ella se preocupa por él. No voy
a traicionarle más de lo que quiero traicionaros a vosotros tres, así que voy a estar de
acuerdo con su historia.
―¿Vas a decirle a la prensa que has tomado medicamentos para los nervios y
estabas durmiendo mientras dejaste que Law te llevara a un retiro aislado para
amantes?
¿Por qué no? ¿Qué tenía ella si iba a casa, además de una vida cuidando de
personas que nunca le darían las gracias y siempre querían más? Y eso siempre y
cuando Greg no la asesinara primero. Aquí había una historia totalmente diferente.
Bonitas habitaciones, buena mesa, claro. Law le preguntó por sus preferencias antes
de preparar la cena. Dominic incluso había preguntado qué tipo de vino le gustaba.
Antes de estos tíos, a nadie le había importado un comino lo que quería. Y ahora que
lo pensaba, estaba bastante segura de que Riley había sido el que escogió su ropa de
abrigo.
―Claro, por qué no. Yo sólo soy una novia que se ha vuelto loca. Este suéter es un
poco áspero.
Él entrecerró sus ojos azules.
―Es cien por cien puro cachemir. No puede ser áspero.
Sí, Riley había escogido su ropa con cuidado, como si fuera importante para él.
Law la acarreó como si no pesara nada. Dominic la miró como si quisiera comérsela.
¿Y su prometido? El hombre con el que había estado a punto de casarse se
acostaba con su hermana y planeaba asesinarla para poder asumir el control de sus
negocios.
Ella había obrado como Dios manda durante demasiado tiempo. Eso no la había
llevado a ninguna parte. Esos ideales ridículos la habían dejado virgen, completa y
absolutamente sola. La habían puesto en una posición donde todo el mundo le
mentía. Ser secuestrada le había traído claridad, le había mostrado un lugar especial
donde al menos un par de hombres querían darle placer.
El placer era mejor que la nada que había tenido antes.
―¿Podrías decirles a Law y Dominic que vengan? ―Una idea se había estado
gestando en su mente durante todo el día, una forma para que ella consiguiera algo

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Shayla Black

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de esto. La determinación había reemplazado a la suavidad en las últimas horas.


Quería algo más allá que solo conseguir vivir y mantener su organización benéfica.
Quería algo para ella.
―¿Por qué? ―Preguntó Riley.
―Quiero hablar con ellos. ―No quería explicárselo a Riley. No lo entendería.
Probablemente se horrorizaría. Pero esperaba que Dominic y Law captaran su
significado de inmediato. La habían besado, sostenido y dado placer. Dominic se
había enfriado solo después de que ella se hubiera apartado. Y Law había estado
herido.
Kinley suponía que algunos podrían argumentar que Law la había lastimado al
secuestrarla. Pero no lo había hecho. En su cabeza… y en su corazón... él realmente
había creído que estaba salvándola. Y ella de alguna manera tenía que estar de
acuerdo. Debido a eso, no le gustaba lastimar a Law de ninguna manera. La idea que
había tenido la hacía estar ansiosa interiormente.
Quería más de esa experiencia inconclusa en la cocina y estaba dispuesta a dar
para recibir. Si Riley no la quería, bien. Entraría en la situación sabiendo que todo lo
que pasara entre Dominic, Law y ella no sería a largo plazo. Pero finalmente pediría
lo que quería. Si la rechazaban... no tenía ni idea de lo que iba a hacer.
Riley se giró y salió, dejándola sola con los canales de noticias por cable que lo
cuestionaban todo desde su paradero hasta su moralidad. Hubo un narración acerca
del bufete de abogados de Annabelle y cómo estaban manejando el caso que Greg
estaba tratando de cimentar contra el "sospechoso sin nombre".
Así que Annabelle había intervenido en esto. Kinley no estaba segura de su papel
exacto, pero sonrió de todos modos. Por supuesto, algunas personas se preocupaban
profundamente por la participación de un amigo en un acto criminal, pero Kinley
había visto toda la prueba ahora. Belle había hecho lo imposible por persuadirla para
que no se casara con Greg... y Kinley no había escuchado. Si hubiera estado en los
zapatos de Annabelle, también hubiera luchado con uñas y dientes para salvar a su
amiga, incluyendo secuestrarla.
Así que Law tenía un buen abogado que había puesto en circulación la historia
que ella estaba alterada y medicada. Legalmente, era una buena jugada. La historia
no era totalmente inverosímil. Les compraba algún tiempo.
Las puertas se abrieron, y su ritmo cardíaco se triplicó mientras los tres hombres
entraban en la habitación. Law medía por lo menos un metro noventa con sombríos
ojos azules que la atravesaban. Dominic era tan hermoso y dominante, hacía que su

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Shayla Black

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corazón se detuviera. Ligeramente más alto que Law, él era tan ancho, su cuerpo
delgado y fuerte. Y el rostro de Riley podría estar en un póster de película. Era
impresionante, por no decir increíblemente inteligente, lo que era una especie de
atractivo en sí mismo. Tres hombres estupendos.
Ella sólo podría conquistar efectivamente a dos.
―Cariño, ¿quieres algo? ―preguntó Law.
Había sido tan fácil conectar con él. Se había enamorado de él tan rápidamente.
La había abrazado cuando ella tenía miedo, cuando se sentía sola. Law era el tipo de
hombre que hacía lo necesario para proteger a la gente que le importaba. Kinley no
podía negar que ella admiraba eso.
―Tengo una idea y agradecería que escucharais. ―El corazón le latía con fuerza, y
se sorprendió de no poder oírlo. Pero no podía asustarse. Estaba harta de ser la niña
buena. Harta de jugar según las reglas de cualquiera excepto las suyas. Estaba más
que dispuesta a averiguar quién era realmente Kinley Kohl y de lo que era capaz―.
Quiero negociar.
Dominic se acercó más, con el ceño fruncido.
―¿Negociar?
―Necesitáis mi ayuda con vuestro caso en contra de Greg. Bien. Estoy dispuesta,
pero quiero algo a cambio.
Law puso una expresión triste con la boca.
―¿Qué es?
―Conocimiento.
Dominic se volvió hacia sus dos compinches con un encogimiento de hombros, y
luego de nuevo a ella.
―¿Qué tipo de conocimiento?
Kinley se mordió el labio. ¿Esto era estúpido? Tal vez, pero ella todavía iba a
hacerlo porque quería… necesitaba… esto.
―Sobre sexo.
Las palabras cayeron dentro de la habitación como una bomba, y el silencio que
siguió parecía no terminar nunca.
―¿Sexo? ―preguntó finalmente Riley, su tono daba a entender que tenía que ser
una broma.

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Shayla Black

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―Exactamente. ―Kinley inspiró con dificultad. ―Me gustaría canjear la


información sobre mi organización benéfica y Greg por información sobre sexo.
―¿Quieres ver un video ? ―preguntó Riley con incredulidad.
―No. ―Law le disparó a su hermano una mirada asesina―. Ella no está pidiendo
una película pornográfica, idiota. Ella quiere hablar de sexo.
Era un poco más que eso. ¿Realmente iban a hacer que se los dijera?
―Quiero tal vez, probablemente... e-es casi seguro que en realidad quiero tener
relaciones sexuales.
Kinley resistió el impulso de cerrar con fuerza los ojos y rezar para que no se
rieran.
En su lugar, Dominic se la quedó taladrándola con la mirada.
―A ver si lo he entendido bien. ¿Quieres canjear información por una buena
follada?
Dios, cuando lo puso de esa manera, se vio como de medio metro de altura. Y
acabó sintiéndose como una mierda.
―Si no os voy a incomodar demasiado o hacer que hagáis algo en contra de
vuestra voluntad, sí. Me gustaría intercambiar lo poco que entiendo que está
pasando con Hope House por conocimiento sexual de primera mano.
―¿Por qué solo no nos preguntas si queremos ir a la cama? ―preguntó Law, con
los brazos cruzados sobre el pecho.
―Quiero tener sexo con hombres que saben lo que están haciendo. Y no espero
algo a cambio de nada. Sé que todo tiene un precio.
―Dijiste hombres. ―Dominic hizo hincapié en la palabra con un borde duro.
―Sí. ―Ella tenía que mostrarse clara―. Yo no sé nada sobre sexo. Me parece que
no habría sido engañado por la gente que se supone que me ama si no fuera tan
ingenua. Tal vez si hubiera sido más mundana, me habría dado cuenta de que mi
hermana estaba acostándose con Greg. Tal vez si supiera lo que era el buen sexo,
hubiera reconocido antes que no tenía interés en él y hubiera dejado de engañarme a
mí misma de que nuestro matrimonio funcionaría. Tal vez si yo no fuera una
virgencita ingenua, no estaría aquí.
No eran sus únicas razones, pero eran las que los tíos necesitaban oír. Kinley
quería saber lo que se sentía al estar en su cama. Dios, lo anhelaba tanto. Los días que
había estado con ellos parecían surrealistas. Había estado aterrorizada, luego
sorprendida. La habían enfrentado con realidades que le habían roto el corazón.

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Shayla Black

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Antes de que pudiera volver atrás y tratar con el mundo real, donde se enfrentaría a
la probable pérdida de su familia y de su organización benéfica, necesitaba unos
momentos de pura fantasía.
―¿Leíste la evidencia? ―Dominic permanecía quieto como una estatua, con los
ojos fríos sobre ella.
―Sí. Todavía no sé exactamente lo que está haciendo, pero es obvio que está
usando Hope House para algo nefasto. Si haces las preguntas correctas, podríamos
ser capaces de encontrar respuestas. Sospecho que no quieres ir a los federales hasta
que realmente sepas lo que trama.
Dominic asintió.
―No quiero darle ningún margen de maniobra o resquicio para que pueda
escabullirse.
―A pesar de que es probable que ahora mismo esté cubriendo su culo ―explicó
Riley―. Él habrá comenzado a hacerlo en el momento en que la policía identificó a
Law en esa cinta. Sé que los medios de comunicación están manteniendo oculta su
identidad porque Kellan está llevándolo, pero Greg sabe que Dominic trabaja con él,
por lo que sabe quién te tiene. Es otra de las razones por las que trasladamos a tu
contable. Está bajo vigilancia en las oficinas de Black Oak Oil. Tenemos unos amigos
que pueden asegurarse de que no tenga un accidente conveniente o un incendio en
su casa.
―¿Entonces puedes ver la gravedad de todo esto? ―preguntó Dominic.
―Sí. Por supuesto.
Él resopló, un extraño sonido aristocrático.
―¿Y sin embargo, quieres negociar para tener relaciones sexuales? ¿Quieres
vendernos tu cuerpo, como has intentado hacer con Greg? ¿Es eso todo lo que sabes
hacer?
La vergüenza la inundó. De alguna manera ella había esperado que saltaran sobre
la oferta. Era sólo sexo, después de todo. Los hombres tenían que disfrutar de ello.
Kinley no supo qué decir.
―No voy a intercambiar sexo, así que voy a tener que declinar tu oferta.
―Dominic la miraba ceñudo―. Creo que vas a cooperar porque es lo que hay que
hacer.
Kinley siempre había tenido la impresión de que él haría cualquier cosa para
vengar a su hermana, por lo que su negativa fue un golpe en el estómago.

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Shayla Black

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―¿Estás diciendo que no, porque no tengo ninguna experiencia o porque no te


excito? ―En realidad, no necesitaba escucharles explicar todas las razones por las
que no la deseaban. Podía adivinarlo―. Olvida lo que he preguntado. De hecho,
olvida que dije algo.
Kinley cerró los ojos mortificada. Ella no tenía experiencia, y eran hombres que
probablemente habían follado una gran cantidad de mujeres en la cama..., así como
en los sofás, sobre las mesas y contra las paredes. No era lo bastante bonita para ellos
y no sabía nada acerca de ser sexy. Le faltaba la gracia, la altura y la capacidad de
lucir realmente bien en una falda corta. No es que fueran tan superficiales como para
querer sólo aquellos rasgos. Pero Kinley sabía que a menudo llevaba gafas de color
de rosa, no era una fan de la adrenalina, y, probablemente, no parecía lo
suficientemente sensata. Ella era todo lo que hombres como ellos no querían en una
mujer.
Kinley recogió las carpetas y las apretó contra sus pechos. Era el momento de
retirarse y no volver a salir de la habitación hasta que descubriera lo que estaba
haciendo Greg. Después de eso, con suerte podría irse a casa. Ella sólo podía ir a lo
de Annabelle y empezar de nuevo. Pero seguro que no iba a volver a pedir nada a
estos hombres. Necesitaba rescatar los fragmentos de su orgullo que pudiera.
―Kinley ―comenzó Law―. Nena, ¿por qué no nos sentamos?
Las lágrimas pinchaban en sus ojos, pero estaba decidida a no derramarlas ahora.
―Creo que prefiero ir a mi habitación. Prometo no escapar más. Dominic, tienes
razón. Haré lo que pueda para ayudar. Es lo que hay que hacer. Por favor,
perdóname por lo que he dicho antes. Sólo estaba bromeando, mal por lo que parece.
Si tenéis algunas preguntas, por supuesto que voy a contestarlas.
Ella se alejó de ellos, muy consciente de su silencio, y se dirigió hacia la puerta.
―¡Kinley! ―la llamó finalmente Law.
Ella no respondió, simplemente huyó a su habitación y cerró la puerta mientras
las lágrimas comenzaban a caer.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Capítulo 9

Una furia llameante se desencadenó en las entrañas de Law mientras clavaba los
ojos en Dominic.
―¿Qué mierda te pasa?
Todo el cuerpo de Dominic se puso rígido, a la defensiva.
―Yo debería preguntarte eso. ¿Has olvidado a Carrie? Supongo que sí, ya que
estás totalmente dispuesto a tirar al aire esta operación por un par de orgasmos de
una mujer que no querría hablar contigo en el mundo real.
Law se burló.
―Me habló durante una semana, y ¿sabes qué? Ni una sola vez me colgó porque
mi cuenta bancaria no fuera suficientemente voluminosa o porque no fuera
"suficientemente bueno" para ella. Siempre me ha tratado como a un ser humano
digno de preocupación. Tú eres el que tiene el problema serio, Amo Dominic.
Los ojos de Dominic llamearon.
―¿Qué carajo significa eso?
Riley se interpuso entre ellos, las manos en alto como si pudiera detener la
disputa.
―Vamos a tomar un respiro, camaradas.
Law no quería un respiro. Quería discutir.
―Saca la cabeza de tu culo. Me metiste en este estilo de vida. Y lo primero que me
dijiste fue que tratara a las sumisas con el respeto que se merecen. Todo lo que has
hecho es tratar a Kinley como a una mierda.
―Ella no es mi sub ―señaló, elevando las manos al aire―. Demonios, dudo que
incluso sepa lo que significa la palabra. Si hubiera aceptado su oferta, mi necesidad
de su sumisión probablemente la haría salir corriendo y gritando despavorida.

~139~
Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Dominic estaba siendo deliberadamente ignorante.


―Puede que no. Ella es una sub, y lo sabes. Lo supiste en el momento en que la
viste. De la misma manera que sabes que la forma en que la estás tratando ahora está
mal.
―¿Se supone que debo respetar el hecho de que quería intercambiar sexo por la
información que hará caer al asesino de mi hermana? No va a suceder. Además, si
hubiera dicho que sí, ella sólo lo habría lamentado más tarde.
Law miró a su amigo.
―¿Cuándo te volviste tan estúpido? ¿O simplemente te estás mintiendo para no
tener que enfrentarte al hecho de que la deseas? Kinley estaba pidiendo lo que
necesita y con la esperanza de que tú me ayudes a dárselo. Estaba dispuesta a darte
algo a cambio. Esa era su manera de negociar con nosotros. ¿Por qué estás actuando
como si esto fuera algo extraño? ¿Insultante? Siempre negociamos nuestros
encuentros con las subs. Nunca has hecho que ni una sola de ellas se sintiera como
una puta… hasta Kinley. Enhorabuena. ¿Cómo se siente ser un idiota?
Dominic suspiró y se frotó el puente de la nariz.
―Ella me tomó por sorpresa. Además, esta es una aventura, en el mejor de los
casos. Tienes que saber eso.
―¿Y crees que tenemos relaciones significativas con las subs que recogemos en
los clubes para una noche?
―No. Es sólo que... Una vez que hayamos encerrado a Jansen, Kinley no tendrá
nada más que ver con nosotros. Estás engañándote si piensas lo contrario, Law. Y no
estoy seguro de si ella puede manejar una aventura a corto plazo. ¿Para qué darle
otra razón para odiarnos?
―No la conoces como yo. ―Tenía a Dominic contra las cuerdas―. Pero tienes
que tomar una decisión. ¿Es una puta o una inocente a la que tenemos que proteger?
―Déjate de gilipolleces y de pensar con la polla durante dos segundos. Estamos
cerca de encerrar a Jansen. He trabajado durante años para conseguir justicia para
Carrie, y no puedo dejar que Kinley me detenga.
―¿Tu vida entera se basa en la venganza, tío? No te estoy diciendo que renuncies
a destruir a Jansen. Se lo merece. ¿Pero no hay más en la vida? Eres realmente un
cascarón vacío, que no puede ver que Kinley es todo lo que podemos desear. Ella se
ofreció a nosotros en bandeja, idiota. Mírame a los ojos y dime que no la deseas.
Dominic se quedó en silencio, su mirada sosteniendo la de Law.

~140~
Shayla Black

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―No importa si estás dispuesto a admitirlo o no ―gruñó Law―. Incluso si no la


deseas, debiste decírselo delicadamente. Maldita sea, te he visto manejar a las
mujeres durante años. Sabes cómo tratarlas con amabilidad, incluso cuando son
groseras. Kinley intentó jugar según tus reglas y negociar, porque ella no se sentía
con el derecho de pedir simplemente lo que necesitaba. Y tú la trataste como basura.
Dominic abrió la boca, luego se detuvo. Suspiró.
―Yo no quería que se sintiera mal.
―Pero no te contuviste, ¿verdad?
―Hice lo que pensé que tenía que hacer―espetó con los dientes apretados.
―Para protegerte, sí. Y no te importó si le hacías daño en el proceso. ―No era
una pregunta. Era la verdad.
Law acabó. No era capaz de atravesar la cabezota de Dominic, y Riley había
construido tal fortaleza alrededor de sí mismo que Law no estaba seguro de si
alguien podría atravesarla. ¿Estaba dispuesto a renunciar a Kinley porque sus
hermanos no le darían una oportunidad?
Nadie la puso en primer lugar. Si él iba a ser su hombre, Law sabía que tenía que
pensar en ella por encima de todos los demás.
―Ya he terminado aquí ―dijo Law―. Voy a ver a Kinley. Me alegro de no ser
demasiado tonto para ver las posibilidades de futuro con ella. Yo me ocuparé de ella
a partir de ahora. Si averigua algo que ayude a poner a Jansen tras las rejas, os lo haré
saber. Pero a partir de ahora, es mía. Tomaré cualquier decisión que le afecte.
―¿Qué demonios, Law? No puedes simplemente tomar posesión de ella como si
fuera un perro callejero.
―Estoy responsabilizándome de ella. Y voy a poner un collar alrededor de su
cuello, tan pronto como pueda. Una vez que lo haga, espero que ambos respetéis mis
derechos. Yo estaba más que dispuesto a compartirla, pero ya veo que tendré que
hacer esto por mi cuenta.
Se dio la vuelta y salió pisando fuerte, la frustración le llenaba. Por fin había
encontrado a la mujer adecuada y ellos eran demasiado tercos para verlo. ¿Cómo era
posible que algo tan correcto fuera tan mal?
Se detuvo ante la puerta de Kinley, dudando por primera vez. ¿Querría ella
siquiera hablar con él? ¿O lo pondría en la misma categoría que a Dominic? Law casi
podía perdonar a su hermano. Riley había sido profundamente herido por Simone.
¿Pero Dominic? Sabía que la relación con esa puta no iba a funcionar, sin embargo,

~141~
Shayla Black

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no había tratado a Simone ni la mitad de mal como acababa de comportarse con


Kinley.
Eso era el pasado. Era hora de forjar su futuro. Law respiró hondo y llamó a su
puerta.
―Vete. No estoy tratando de escapar.
Él giró el pomo y entró, ella estaba de pie mientras miraba por la ventana,
tratando de ocultar el hecho de que había estado llorando. De hecho, la habían hecho
llorar demasiado para su gusto.
Ya era hora de que se hiciera cargo.
―Sé que no lo haces ―le aseguró.
―Bueno. Dije que os ayudaré. Y no voy a presentar cargos cuando esto termine.
Ahora puedes dejarme en paz.
Podía oír las lágrimas en su voz, y eso le desgarró mientras se acercaba a ella.
Maldita sea, deseaba ser mejor con las palabras.
―Cariño, no voy a hacer eso. De hecho, yo nunca te dejaré sola.
Sus hombros se estremecieron y ella sollozó.
―No digas cosas como esas.
―¿Por qué no?
―No es justo.
―Jo, cariño... ―Law la estrechó entre sus brazos y ella enterró la cara en su
pecho―. No llores. Dominic no suele ser tan duro con las mujeres. Creo que está
confundido. Está atrapado entre el deseo por ti y vengar a su hermana. Tienes que
entender que ha estado tratando de involucrar a Jansen durante Dios sabe cuánto
tiempo.
―Yo no estaba hablando de lo que dijo. Me refiero a toda la situación. Por fin
encuentro un hombre que parece que realmente me quiere, pero sus dos mejores
amigos no. Y eso es un motivo de ruptura para ti.
Oh, él podría resolver ese problema para ella.
Law enganchó un dedo bajo su barbilla y le levantó la cabeza.
―¿Me quieres, Kinley? ¿Quieres que te enseñe sobre sexo? Porque lo haré. No
necesito a Dominic y a Riley para hacerlo.
Ella se mordió el labio inferior, y su polla le dolió.
―Sí.

~142~
Shayla Black

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―Escucha, lo que quieran los otros dos no importa. Te quiero. No puedo esperar
a enseñártelo todo, pero antes de que vayamos más lejos, debes entender que soy un
hombre rudo. Tengo ciertas...necesidades.
¿Cómo explicarle a una virgen que él quería atarla hasta que estuviera
completamente indefensa y, oh sí, que definitivamente iba a querer follar bien y con
frecuencia su culo?
Conversaciones sexuales de alcoba. No era bueno en eso. Dominic sí. A veces el
hombre no dejaba de hablar de lo mucho que quería a una mujer y lo que pensaba
hacer para hacerla gritar hasta que el techo se viniera abajo.
Pero Dominic no estaba aquí ahora. Tampoco Riley para suavizar las cosas. Había
tomado la decisión de tomar a Kinley por su cuenta, así que tenía que tratar de hacer
lo correcto.
―¿Qué tipo de necesidades?
Podría empezar con lo básico.
―Necesito que me escuches y me obedezcas en el dormitorio.
Aunque sus ojos estaban brillantes con lágrimas, una pequeña sonrisa curvó sus
labios.
―Como no sé nada, creo que puedo manejar eso. Realmente no soy
completamente idiota, ya lo sabes. Quiero decir que no es que me tengas que enseñar
lo que es el sexo. Asistí a la clase en secundaria.
Lo que quería enseñarle, no había curso de educación sexual que lo cubriera. Pero
los pensamientos de todas las cosas perversas que pensaba hacer con ella atravesaron
por su imaginación. Su polla ya estaba dura como una roca y luchando contra sus
tejanos.
Law no pudo evitarlo. Tenía que besarla. Habló entre las dulces caricias de sus
labios.
―Dime lo que sabes. Te han besado antes.
―Sí, pero no se sentía tan bien. No me hacía sentir... ansiosa. ―Ella le acarició
desde los bíceps, hasta los hombros, y luego le echó los brazos al cuello.
Ansiosa. A él le gustaba hacerla sentir de esa manera. Podría mantenerla en vilo
durante horas, lamiendo, chupando y jugando con ella. De hecho, él se moría por
hacerlo.
―Antes de Dominic, ¿ha jugado un hombre alguna vez con tus pechos?

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Shayla Black

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―Una vez, pero no me gustó. En la escuela secundaria, mi compañero de


laboratorio de biología me besó y agarró mis pechos. Fue doloroso.
―Él fue rudo, y no estabas excitada, cariño. Confía en mí, voy a asegurarme de
que estés lista para algo de juego brusco al final. Te gustó cuando Dominic te tocó. Él
fue suave, ¿verdad?
―No cuando me pellizcó los pezones. ―Su piel se ruborizó de un bonito color
rosa―. Me gustó, Law. Me dolió al principio. Después, se sintió bien.
Porque ella era al menos un poquito masoquista. Un hombre como Jansen usaría
eso contra ella, pero Law quería liberarla. El dolor que tenía la intención de darle sólo
intensificaría su placer. Si ella no lo hiciera, si se obligaba a vivir una vida vainilla,
siempre necesitaría esa profunda rendición a la que sólo un Dom podría convencerla
y ordenarle.
―Eso es honesto. Tenía que saberlo. Es muy bueno que necesites probar mejor las
sensaciones que te doy. Sin embargo, vamos a ir despacio. Te lo prometo. ―Frotó sus
narices.
Law nunca se había deleitado en lo físico. El sexo había sido una función corporal,
agradable por supuesto, pero nunca había tenido el impulso de perderse en una
amante de la manera que lo hacía con Kinley.
Le acarició el pecho con la mano, y ella se estremeció.
―Ir despacio hará que llegar al final sea mucho más especial. Te mereces un
amante que se tome su tiempo contigo, Kinley. Necesitas un hombre que te proteja y
te cuide. Que te adore. Voy a satisfacer todas tus necesidades.
Ella le miró entre esperanzada y un poco escéptica.
―¿No hay truco? ¿No lo haces para ayudar a tu amigo?
―Nop. Todavía voy a ayudar a Dominic. Perder a Carrie casi lo aplastó. Pero no
voy a dejar que te lastime para hacerlo. Confiaste antes en mí. Lo único que
realmente ha cambiado es mi nombre y algunos detalles menores. Todo lo demás era
real. Yo soy el mismo hombre.
Kinley se mordió el labio, considerándolo.
―Lo que estás describiendo… cuidar de mí… no era así como funcionaba en mi
familia. Mi madre se hizo cargo de mi padre, pero él no le dio mucho a cambio.
Ahora lo veo.
―No será así entre nosotros. Tus hombres deberían adorarte. Deberían creer que
eres el sol en el cielo. ―Cerró los ojos un instante. Hombre, no hombres. Le llevaría un

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Shayla Black

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tiempo renunciar a esa fantasía. Y tendría que encontrar la manera de garantizar su


seguridad y su futuro en caso de que algo le sucediera. Pero por Kinley, lo haría―.
Tu hombre, quiero decir. Y te voy a poner a ti en primer lugar. ¿Me entiendes?
Kinley, si me dejas tenerte, vas a estar por encima de todo lo demás. Cuando tome
una decisión, será contigo en mente.
Se le ocurrió de pronto que estaba siendo demasiado abierto. Estaba exponiéndolo
todo… su corazón, su orgullo, su alma… y tal vez no debería hacerlo. Kinley sólo
había pedido sexo, no compromiso. Ella lo podría rechazar.
No tenía idea de qué diablos iba a hacer si lo hacía. O peor, si ella se reía de su
devoción.
―No puedes echarte atrás. ―Ella se acercó y acarició su mandíbula―. Te veo
dudar y... No puedes decirme esas cosas, y luego cambiar de opinión.
Algo de eso le había dicho también Annabelle. Kinley era la clase de chica de
“para siempre”. Law estaba listo para devorar el pastel.
La paz se apoderó de él. Esta era la mujer correcta. El momento podía ser una
mierda, pero eso no importaba. No iba a renunciar a ella.
Pero, maldita sea, aunque su cabeza había renunciado a Dominic y a Riley, sus
entrañas se negaban a hacer lo mismo.
―¿Podemos dar a los demás un poco de tiempo? Podrían entrar en razón.
Tal vez al ver que Kinley no iba a ninguna parte, que el estar con ella no tenía por
qué significar el fin de la justicia de Dom o el comienzo de otro corazón roto para
Riley, ellos le dieran una justa oportunidad.
―¿Y si no me desean? ―susurró. Eso claramente le preocupaba.
―Lo hacen. Oh, cariño, los conozco. Dominic podría no ser de mi sangre, pero él
es mi hermano en todas las formas en que cuentan. Confía en mí, prácticamente se
está muriendo de hambre. Es por eso que está actuando como un idiota. Riley está...
―Dios, él no quería traer a colación a Simone ahora en un momento que se suponía
que era de Kinley y sus necesidades. ―Está siendo un mamón. Lo siento.
Tenía que dejar de maldecir como un maldito marinero delante de ella.
―Deja de pedir perdón, Law. Me gustas tal y como eres. ¿Quieres...besarme?
¿Tocarme?
―Con mucho gusto. ―Él cubrió sus labios con los suyos y se dispuso a enseñarle
todo. Se merecía todo lo que le podía dar y mucho más.

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Shayla Black

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* *
Kinley realmente se merecía algo mejor que él, decidió Dominic. Se dirigió a
zancadas hacia el mueble bar y se sirvió tres dedos de whisky. Gracias a Dios, los
hermanos James tenían un gusto excelente para el licor.
Él lo bebió sin realmente saborearlo y se sirvió una segunda copa.
―¿Qué hacemos ahora? ―preguntó Riley, con voz tensa.
Debido a que el tío pensaba que acababa de perder a su hermano. Dominic
admitió que podría estar en lo cierto.
―Haremos lo que pidió Law. Respetaremos sus derechos.
Law pretendía reclamar a Kinley y convertirse en su legítimo Amo. Él sería el que
tomaría su mano y su virginidad y a continuación, la introduciría en el mundo de la
dominación y la sumisión que todos ellos habían llegado a desear con ansias.
Dios, una vez que Law la tomara bajo su ala, aunque perdonara a Dominic, la
mujer probablemente todavía abriría una brecha entre ellos. Odiaba ese hecho. Y veía
una sola manera de evitarlo. Ceder.
Law también tenía buenos instintos. ¿Intuía que Kinley podría manejar lo que
todos necesitaban? Dominic se paseaba de un lado a otro, los pensamientos corrían
por su cabeza antes de detenerse para servirse más whisky. En cambio, dejó la botella
y clavó los ojos en la puerta, hacia la habitación de Kinley. ¿Había cometido un error?
¿Acababa de tirar algo precioso?
―Law se va a arrepentir de esto, ¿verdad? ―Riley también miraba fijamente
hacia el pasillo, por donde Law acababa de desaparecer.
―No lo sé. ―Dominic no estaba seguro de qué pensar. Había estado tan seguro
antes de qué camino elegir. Ahora, estaba muy confundido. Todo porque no podía
dejar de pensar en una rubia… que acababa de pasar a ser la clave para la venganza
de la que había hecho la piedra angular de su vida durante años. Si abrazaba a una,
¿significaba necesariamente que tenía que renunciar a la otra?
―¿Quieres unirte a ellos, ¿no? ―El tono de Riley salió casi como una acusación.
―¿Y tú no? ―Dominic se volvió hacia él. Podía ver claramente que Riley estaba
luchando también. Había visto cómo miraba a Kinley, la forma en que sus ojos se
desviaban hacia su boca, sus pechos y ese culo delicioso. Se había dado cuenta de
cómo Riley estaba pendiente de cada palabra de ella.
―Es una mala idea.

~146~
Shayla Black

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―Pero ¿y si Law tiene razón? ―argumentó Dominic―. Tu hermano no es tonto.


¿Y si ella es la elegida?
―Saca la cabeza de este maldito cuento de hadas. No hay tal cosa como "la
elegida".
Riley tenía razón, pero Dominic no podía dejar de preguntarse.
―¿Y si Kinley pudiera ser feliz en el centro de un ménage, por lo menos por un
tiempo? Es más de lo que tenemos ahora. ―¿Y si realmente era lo suficientemente
fuerte como para manejar y poder mantenerles a todos juntos?
―Las mujeres no quieren lo que tenemos que ofrecer. Kinley puede parecer
abierta a veces, pero sólo porque es demasiado inocente para comprender lo que
sería un futuro con tres hombres. Ella tiene un perfil alto. Se está dando en este
momento porque tiene miedo y no sabe de qué otra manera sentirse segura.
Dominic le dio vueltas a las palabras de Riley en su cabeza. Kinley no parecía
asustada cuando hizo el trueque con él, casi le dijo con valentía lo que quería. Eso no
parecía como una inocente en busca de refugio de una situación aterradora.
Mierda, Law tenía razón. Kinley había estado negociando, ofreciéndole algo por
lo que ella quería a cambio. Él lo había tomado como un juego de control, una
manera de cerrar la investigación sobre el asesinato de Carrie… y había estado
equivocado.
Se había pasado años construyendo un negocio con un solo pensamiento en la
cabeza: vengar la muerte de su hermana. Nada más le importaba. Law le había
seguido hasta el enloquecido Afganistán y casi pierde las piernas. ¿Y Dominic no
estaba dispuesto a darle una oportunidad con la mujer que su hermano obviamente
amaba? ¿Una mujer que no podía quitarse de la mente?
―Ella sólo va a tener lo que quiere y se alejará al final. ―Riley tomó una copa.
Parecía que Dominic no estaba bebiendo solo esta noche.
―Tal vez. ―Pero tal vez no. ¿Cómo iba a saberlo si no se arriesgaba?
A continuación, una terrible verdad lo golpeó como un rayo. Nunca realmente
había tenido la intención de compartir una mujer con ellos para siempre. Law y Riley
probablemente habían estado buscando una, y Dominic había estado totalmente
contento con sólo tener relaciones sexuales. Law tenía razón. Parecía un tipazo
porque se aseguraba que todas las subs que utilizaba tuvieran algunos orgasmos.
Podía ser simpático con ellas, amable, incluso, porque no había nada en juego.
Durante mucho tiempo, el único amor perdurable de su vida había sido joder a Greg
Jansen.

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Shayla Black

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¿Qué tan orgullosa estaría su hermana de eso? Dominic hizo una mueca cuando
la pregunta pasó por su cabeza.
Miró hacia la cama que había dispuesto para su perro. Butch era la única
responsabilidad que realmente había tomado, y sólo porque la maldita cosa se había
presentado en su propiedad medio muerto de hambre y se negó a desaparecer. Él
había alimentado al pobre chucho por pura compasión y Butch había estado
siguiéndole hasta que Dominic se acostumbró a tenerlo bajo sus pies.
Y ahora que su perro se acurrucaba alrededor de la rata, con su cuerpo más
grande protegía a Gigi a su manera, de cualquier cosa que pudiera acercarse. Estaba
felizmente dormido, después de haber renunciado a la parte más suave de la cama
para lo que sea que uno llamara verdadero amor perruno.
Incluso Butch sabía cómo cuidar de una mujer. Y Dominic no había hecho otra
cosa que secuestrar a Kinley y utilizarla para sus propios fines, al tiempo que no le
ofrecía absolutamente nada a cambio. Oh, había dicho de boquilla que la protegería,
pero realmente no estaba ofreciéndole protección. Una vez que Jansen estuviera tras
las rejas, la prensa se comería viva a Kinley. Dominic tenía previsto haberse ido hacía
mucho tiempo.
Ese era el infierno de trato que le había ofrecido a ella.
Él había entrado y le había destrozado la vida. Cuando ella había pedido lo único
que necesitaba, se lo había pagado con insultos. Kinley se suponía que habría tenido
una noche de bodas. ¿No eran simplemente buenos modales el ofrecerle un
sustituto... o dos?
―¿Cómo vamos a lidiar con esto cuando se acabe? ―preguntó Riley―. Vivimos
juntos. ¿Law va a traer a Kinley?
Riley no pensaba con claridad. Tenía que poner todas sus inquietudes en orden.
―Pensé que lo iba a dejar.
―Ella probablemente lo hará, pero ¿y si no lo hace?
Si no lo hacía, entonces ambos habrían perdido lo que decían que habían estado
buscando. Lo que sabía muy bien que había querido antes del asesinato de Carrie.
¿Cuánto estaba dispuesto a dejar que Jansen le quitara? Ya había apagado la vida
de Carrie. ¿Estaba dispuesto a permitir que Jansen robara la de él también?
―Si no lo hace, entonces vas a tener que escuchar un montón de sexo ―señaló
Dominic.

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Shayla Black

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¿Se quedarían si quiera Law y Kinley? ¿O Law se mudaría? Demonios, tal vez se
mudarían a Nueva York. Eso cabreó mucho a Dominic porque lo llenaba de un
pánico indefinido. Había vivido con Law la mayor parte de su vida adulta. No quería
que se fuera más de lo que quería entregar a Jansen su futuro.
Kinley era todo lo que él buscaba en una mujer. Había estado duro desde que la
había visto por primera vez, cada foto le hacía caer un poco más en la lujuria. Y verla
en persona le había hecho replantearse toda su posición. Diablos, toda su vida.
Desde que la trajo a Alaska, Dominic había visto lo dulce y amable que podía ser.
Se había enfrentado a él cuando estaba asustada. Pero había usado la cabeza cuando
se le presentó la sólida prueba. Kinley no se había enroscado en una bola y llorado
cuando se dio cuenta de que había sido secuestrada. Había luchado. Demonios,
incluso había dejado caer la mitad de sus cosas y a ella misma, por la ventana,
tratando de escapar. La vida con ella nunca sería aburrida.
Dominic la quería, a ella y a su confianza. Y odiaba la idea de que le pudiera
temer. Maldita sea, quería que le diera la información que sabía porque confiaba en
él, no porque hubieran hecho un trato. Pero, ¿cómo se suponía que iba a confiar en él
cuando había puesto su propia mierda en su inocente petitoria de ayuda y placer, y
se la había arrojado a la cara?
―Tengo que pedir disculpas.
―¿Qué? ―preguntó Riley como si estuviera desquiciado.
―Tengo que hablar con Kinley.
Tenía que estar en esa habitación con ella y Law. O intentarlo. Ella podría cerrarle
la puerta en la cara, pero él lo aceptaría de buena gana con tal de que lo dejara
disculparse primero.
Sin otra palabra, se dirigió por el pasillo y encontró la puerta, ahora no estaba
bloqueada porque Law estaba dentro con ella.
No quería encerrarla de nuevo. Le había dicho que se quedaría. Si tuvieran una
oportunidad de algún tipo de perdón o futuro con ella, también tenía que aprender a
confiar en Kinley. Llamó a la puerta.
―Vete. ―El gruñido profundo de Law sonó a través de las paredes.
Eso era la polla bloqueando a su mejor amigo. Dominic respingó, y luego volvió a
llamar porque no se iba.
―Quiero hablar con Kinley.
―Más tarde.

~149~
Shayla Black

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―Ahora. ―Maldita sea.


Alguien abrió la puerta. Law. Él ya se había despojado de la camisa y estaba
respirando pesadamente, con el ceño fruncido en dirección a Dominic.
―¿No puedes esperar? O ¿ha pasado algo?
―Sí, decidí que estaba equivocado y quiero pedir disculpas.
Los ojos de Law se entrecerraron.
―¿Nos interrumpiste para decir que lo sientes?
―A menos que pueda convencerla de que acepte algo más que una disculpa. Lo
siento, Law. No sé cómo hacer esto bien. No sé lo que significa todo esto. Es sólo que
no quiero perder la oportunidad. Creo que puede que tengas razón. Ella podría ser
importante. ―Se sintió como un idiota. Nunca había estado en esta posición, del lado
de afuera, prácticamente rogando que le dejaran entrar. No era una sensación que le
gustara.
Kinley se puso detrás de Law, mirándole desde detrás de su espalda.
―¿Te arrepientes por haberme secuestrado?
Tenía que ser honesto con ella.
―No. Si no lo hubiera hecho, no estarías aquí. Yo estaría mucho más triste por eso.
Creo que tú también lo estarías.
Ella frunció los labios.
―¿Es que lamentas el que tu perro violara a la mía?
Él no estaba dispuesto a aceptar eso.
―No, tu perra llevó al mío al pecado. Él tiene una cosa con los lazos. Ella lo usó en
su contra.
Atrapó el más leve indicio de una sonrisa femenina.
―Admito que es una cosita coqueta. Así que si no estás pidiendo disculpas por
secuestrarme o muy probablemente por convertir a mi perra en madre soltera, ¿qué
es lo que lamentas?
Tantas cosas.
―Ser grosero contigo.
Ella se encogió de hombros.
―Bueno, es probablemente grosero proponer sexo a cambio de poner entre rejas a
un criminal peligroso. Ya le dije a Law que voy a ayudar. Os daré todo lo que sé.

~150~
Shayla Black

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Kinley rodeó el torso de su compañero con los brazos como si encontrara


consuelo estando cerca de él. Ya estaban unidos como deberían estar un Dom y una
sub. Y Dominic casi se atragantó, preguntándose si era demasiado tarde.
No podía ser. Quería preocuparse por ella, ser responsable de ella. Confortarla,
cuidarla y darle placer. Él y Law debían ser un equipo en cuanto a Kinley.
―Lo siento, te he hecho daño.
―Estás perdonado.
¿Así de fácil? Dios, ¿cuán buena era esta mujer?
Law tenía una sonrisa bobalicona en su rostro.
―Cariño, creo que lamenta un montón de otras cosas.
―No le voy a hacer rogar. Le perdono y espero que podamos ser amigos.
―Creo que eso es lo que más lamenta ―explicó Law―. Realmente lamenta estar
en el lado equivocado de la puerta. Él quiere entrar y no está seguro de cómo pedirlo
ya que nunca ha tenido que hacerlo.
Kinley lo miró fijamente, con los ojos abiertos de par en par y los labios
entreabiertos. Quería besarla desesperadamente.
―¿De verdad quieres entrar, Dominic?
―Sí. Quiero darte el conocimiento que pediste. Quiero enseñarte lo que significa
someterse a un hombre, confiar en él lo suficiente como para colocar tu cuerpo y tu
placer en sus manos. Quiero ayudar a mostrarte cuán alto puedes volar. Y quiero
compartirte con Law y Riley, aunque Riley podría no entrar en razón. Incluso si no lo
hace, quiero ser una parte de tu formación, Kinley. Durante el tiempo que estemos
aquí, quiero ser tu Maestro.
―Yo todavía no había llegado a las cosas peculiares, Dominic. Vamos a empezar
con el sexo antes de llegar a los azotes.
―Entendido. ―Podía esperar hasta mañana para atarla siempre y cuando él
estuviera en su cama esta noche―. Quiero entrar, Kinley. ¿Me dejas?
Ella compartió una mirada con Law, y luego dio un paso atrás. Por un instante, él
pensó que se negaría. Luego ella abrió más la puerta.
―Entra.
Law se apartó, permitiendo que Dominic entrara en la habitación. Él clavó los ojos
en la mujer que quería más que su próximo aliento.

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Shayla Black

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―Llámame "Señor" Kinley ―Con hambre feroz y esperanza, le tomó la mano,


listo para comenzar la lección y ver donde les llevaba el futuro.

~152~
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Capítulo 10

Kinley tomó la mano de Dominic, su corazón estaba atronando en su pecho.


—¿Señor?
—Es un capricho mío, mascota. —Él la dominaba desde la atura, bajando la
mirada a sus ojos mientras enredaba los dedos en su cabello—. Eres tan suave.
Law se movió detrás de ella, su pecho rozándole la espalda. El trazo grueso de su
erección presionando contra su trasero.
—Me alegro de que estés aquí, hombre. Tú eres mejor con todo el asunto de las
palabras que yo. Estaba luchando para explicar lo que queremos.
Sexo. Querían sexo, ¿no?
—¿Qué quieres decir?
Kinley sabía lo que ella quería… estar justo donde estaba, apretujada por ellos.
Law y Dominic ocupaban todo el espacio que la rodeaba, encerrándola,
protegiéndola, cubriendo cada centímetro de su piel con la de ellos. Ella disfrutaba la
sensación.
Dominic frunció el ceño.
—¿Law?
La mano de Law restalló contra sus nalgas. Un dolor punzante y ardiente atravesó
el culo de Kinley.
—Maldita sea, estos pequeños diamantes falsos son infernales en la mano de un
hombre—gruñó él.

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Shayla Black

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Ella miró bruscamente sobre su hombro y parpadeó. Él la había zurrado.


Realmente zurrado. Inmediatamente después de que golpeó su trasero, lo había
acunado y acariciado.
Y el calor estalló por su piel, causándole escozor y alertándola.
Dominic tomó su barbilla y atrajo su atención de regreso hacia él.
—¿Cómo me llamas en el dormitorio?
—Señor. —Ella le respondió rápidamente porque en lo único en que podía pensar
era en como prácticamente su trasero zumbaba.
—¿Law me zurrará si olvido llamaros Señor?
—Ahora estás llegando al meollo del asunto. —Los ojos de Dominic se
oscurecieron, su piel estaba sonrojándose de deseo—. Obedeces o habrá castigo. Pero
comprende que esto es un juego, mascota. Se supone que debe ser agradable para
todos. Si estás realmente asustada, o si algo te duele más allá de lo que encuentras
placentero, dices la palabra “rojo” y todo se detiene. Si te pones inquieta y quieres ir
más despacio, solo di “amarillo”.
—Queremos que seas feliz, cariño —dijo Law aun palmeándole el trasero—.
Queremos que anheles ardientemente este tipo de juegos.
—Exactamente, pero lo tomaremos tan seriamente como tomamos tu placer. Ayer
en la cocina te dimos tu primer orgasmo verdadero. Pero tenemos la intención de
entrenar tu cuerpo para esperar ese placer cada vez que te toquemos. Cuando
terminemos, simplemente te miraremos y tú recordarás cómo se siente tener un
orgasmo rebasando todo tu cuerpo. Sabrás lo que significa ser completamente
poseída. Nunca deberías aceptar menos de un amante.
Sus palabras la estaban volviendo a poner inquieta. Caliente.
—¿Completamente?
Los labios de Dominic se trasladaron a su frente, plantándole un tierno beso allí.
—Sí, mascota. Quiero que entiendas lo que va a suceder. ¿Cómo planeas tomar a
más de un hombre en tu cama?
—No estás hablando de tomar turnos, ¿verdad? —La comprensión aturdió a
Kinley tan profundamente que apenas podía respirar.

~154~
Shayla Black

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Por supuesto que había leído algunos libros, oído a algunas amigas hablar sobre…
eso. Algunas veces Annabelle confesaba sus fantasías tras un par de copas de vino.
Más de un hombre requería una cierta cantidad de flexibilidad.
—No, no tomaremos turnos. Esta noche lo haremos porque tú no estás lista para
más, pero exigimos que nos dejes preparar tu cuerpo para alojarnos a ambos a la vez.
—La mano de Law se deslizó, acunándola íntimamente a través de sus vaqueros—.
Uno aquí en tu dulce coñito.
La mano de Dominic encontró su trasero.
—Y uno en tu culo.
El calor estallaba en llamaradas en cualquier parte que tocaran, donde quiera que
ellos rozaran su piel. En todos los recovecos en que presionaban sus duras erecciones
en contra de ella. ¿Qué sentiría al tenerlos a ambos profundamente en su interior?
Estaría atrapada, inmóvil, sin ninguna escapatoria. No es que ella quisiera escapar.
¿Cómo sería tener a estos dos hombres entrando y saliendo de su cuerpo mientras
tomaba a Riley en su boca?
Ella se obligó a concentrarse en la situación entre manos. Riley no estaba con ella,
pero Dominic y Law sí. Podría no ser para siempre, pero mientras lo tuviera, iba a
explorar un mundo con el que jamás había soñado. Ella había perdido mucho en los
últimos días. Había perdido a su familia y su futuro, pero puede que pudiera
encontrar una nueva versión de Kinley Kohl en sus brazos. Una versión mejor, más
llena de confianza. Puede que ella conociera a la Kinley que no dejaba que el miedo
le impidiera probar algo nuevo o que le escapaba al placer.
—Lo haré. —Por mucho que les hubiera temido al principio, se daba cuenta que
ahora confiaba en ellos. Se habían arriesgado a pasar un tiempo en prisión por
sacarla de una situación peligrosa. Sí, también lo habían hecho por Carrie. Pero se
habían preocupado por ella para traerla a Alaska. Kinley era lo suficientemente
consciente de sí misma para saber que se habría resistido a creer en cualquier cosa si
solamente hubieran intentado hablar con ella. Habría ido directamente a Greg y le
hubiera exigido respuestas. A raíz de eso, él podría haberla asesinado allí mismo. A
pesar del método de transporte, la habían tratado mejor que cualquier otro hombre
en su vida.
Probablemente se le rompería el corazón si esto no resultara, pero se negaba a
estar demasiado asustada para correr el riesgo. De cualquier modo, preferiría llorar
por su pérdida, que nunca haberlos tenido.

~155~
Shayla Black

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Dominic sacudió la cabeza con un suspiro.


—¿Law?
—¡Señor! Lo haré, Señor. —Iba a tener que acostumbrarse a eso.
Era demasiado tarde. Law volvió a zurrar su trasero mientras se reía entre dientes
contra su oído—. Sigue así, cariño. Podría hacer esto todo el día. Disfruto de zurrarte
el culo.
Y ella estaba empezando a disfrutar de la sensación también. Dolía… pero por otra
parte no lo hacía. Y entonces solo calor lamía a través de ella.
Dominic dio un paso atrás.
—Desnúdate para nosotros, Kinley.
Así como así toda su falta de confianza saltó a la palestra. Ellos eran tan
magníficamente masculinos. Obviamente trabajaban duro para mantenerse en
óptimas condiciones físicas. Ella había estado matándose de hambre durante
semanas y solo había logrado perder una talla de ropa. Y no tenía la seguridad de
que sus pechos lucieran tan bien sin el sostén de un sujetador.
—¿Hay algún problema, mascota?—Dominic se acomodó en el sillón orejero, en
cierta forma él hacía que el confortable mueble de cuero pareciera un trono. Su
cabello negro estaba retirado de su rostro anguloso y estaba vestido de manera
informal, pero no había forma de que una camiseta y unos pantalones de chándal
pudieran menoscabar su aire regio de autoridad.
—¿Podemos apagar las luces?
Law la dio vuelta para encararla.
—¿Estás buscando una paliza en serio? No, no vamos a apagar las luces. No
vamos a apretujarnos debajo de las mantas y andar a tientas así la modestia de cada
uno de nosotros es preservada. No hay lugar para eso aquí. Vamos a follar. Va a ser
lascivo e indecente y va a sentirse tan bien. Y cuando terminemos, voy a abrazarte
durante toda la noche. Pero ahora tú vas a obedecer, lo que significa que mejor te
quitas toda la ropa y nos muestras lo que tienes.
Las lágrimas amenazaron. Ella se giró apenas así podía verlos a los dos.
— ¿Qué pasa si vosotros no me deseáis después de que me desnude?
—Eso no va a suceder—prometió Law.

~156~
Shayla Black

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La mirada atenta de Dominic ahondó en ella, su voluntad evidente en la


intensidad.
—Kinley, tú quieres canjear tu información del negocio por conocimiento sobre
sexo. Voy a darte un pequeño consejo por adelantado. Sé valiente en la vida. Acepta
que siempre existe una posibilidad de que no vayas a conseguir lo que deseas. Por
otra parte, nunca tendrás lo que buscas a menos que lo reclames. En el sexo es lo
mismo. Si lo único que pides es un hombre que se suba encima de ti e intente darte
un orgasmo, entonces eso es lo que probablemente conseguirás. Pero si quieres más,
si quieres verdadera intimidad y conexión, entonces ofrécela. Ofrécete a nosotros.
¿Ofrecerse? ¿No había estado haciendo eso durante años? Ella había ofrecido su
amor y su devoción a su hermana y a su padre. Había ofrecido su futuro a Greg. Lo
había hecho todo sin pensar en sus propias necesidades, más allá de ser una hija
obediente, de hacer lo que se esperaba. En efecto, ella había hecho todo lo que la
sociedad pensaba era apropiado y correcto. Se había sacrificado por su familia,
porque eso era lo que se suponía hacía una buena mujer.
Ser buena no le había reportado nada. Estaba sola y con las manos vacías. Siempre
lo estaría si no cambiaba algo.
Comenzando por ser valiente. Kinley tiró de su suéter, sacándoselo por su cabeza
y entregándoselo a Law. Dominic se recostó, jugando con los dedos, un aire de
satisfacción zumbando a su alrededor. No dijo nada, solamente la observaba con ojos
ardientes que nunca se desviaban de su cuerpo.
—Lo estás haciendo genial, cariño. Quítate los pantalones vaqueros. He estado
esperando ver tu culo durante meses. —Law se paró detrás de ella. Sus manos le
rodearon la cintura mientras se los desabrochaba. Como todos los vaqueros que Greg
le había regalado, estaba incrustado con unos pequeños diamantes falsos—. Deja
que te ayude.
Le bajó la cremallera y luego su mano caliente encontró su piel. Ella casi suspiró
ante el eléctrico contacto.
Empujó la cintura hacia abajo y la ayudó a salir de ellos, dejándola en nada más
que un simple sostén y bragas de algodón.
—No me gusta la ropa interior, mascota. Pensé que había sido claro. —Dominic
frunció el ceño.

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Él se veía hermoso cuando fruncía el ceño. Y cuando sonreía. Era absolutamente


perfecto.
—Sí, Señor. Eso fue antes de que intentara escapar. Pensé que sería más fácil
escapar con ropa interior puesta.
Dominic parecía como si reprimiera una sonrisa.
—Te aseguro que no te será más fácil escaparte porque te hayas cubierto el coño.
Si intentas dejarnos otra vez, espera una zurra y algunos otros castigos que serán…
incómodos.
—Como dije, he decidido quedarme. Especialmente una vez que me enterara que
tenéis a un alce guardia en vuestra nómina. —Ella sabía que escaparse a tierra salvaje
había sido una maniobra estúpida, pero había estado intentando protegerse. Kinley
no quería eso ahora. Si la pena iba a llegar, ella quería una puñetera buena razón
para ello.
—Es lo mejor. Podemos protegerte aquí mientras resolvemos como poner a Jansen
en prisión —dijo Law.
Ella levantó una mano porque no quería seguir con el tema.
—No hablemos de Greg ahora. Ni siquiera quiero pensar en él.
Este era el tiempo de ellos para relacionarse. Greg no podría tener permiso de
arruinarlo.
—Entonces quítate su roca—demandó Dominic con la mandíbula apretada y la
mirada inflexible.
¿Roca? Cuando Kinley bajó la mano, la luz atrapó su anillo de compromiso, el
diamante de cuatro quilates brillaba intensamente.
Kinley clavó los ojos en éste. ¿Cómo es que todavía estaba usando el anillo de
Greg? Durante el último mes, había acabado convirtiéndose en una extensión de lo
que ella era: la prometida de Greg. Ya no. El anillo tenía que irse. A ella no le
importaba que valiera cientos de miles de dólares. Solo lo quería fuera de su dedo.
Aunque tiró y tiró bruscamente, no se movió. No se lo había quitado desde el día en
que él se lo había colocado en el dedo. Ahora estaba atascado.
—Ven aquí. —Dominic tendió la mano.
Ella fue hacia él, temblando y preguntándose si estaba a punto de conseguir otra
zurra.

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Delicadamente, Dominic le tomó la mano, sus dedos se deslizaron sobre el anillo.


—¿Quieres ser liberada de esto?
—Más que nada.
Muy lentamente se llevó su mano a la boca. Le besó la punta de los dedos, la
sensación suave contra su piel. Se metió el dedo dentro de la boca y lo chupó. El calor
chisporroteó por ella, se abrió paso entre sus piernas, mientras su lengua jugaba
contra su piel. Rodeó su dedo con el calor de su boca. Sus dientes le rozaron la piel, el
pequeño mordisco enviando una sacudida de necesidad a través de su cuerpo antes
de que él los anclara en torno a la banda. Entonces muy lentamente arrastró el anillo
por su dedo, liberándola.
Él escupió la ostentación de entre sus labios y lo colocó sobre la mesita de noche.
—¿Mejor?
Kinley asintió con la cabeza con los ojos fijos en él.
—Bien. Ahora dame tu sujetador y tus bragas. Quiero verte por completo.
Su cuerpo comenzó a zumbar. A pesar del hecho de que estaban separados, su
mirada se sentía como una caricia por todas partes.
Tragándose los nervios, bajó las correas del sujetador por sus hombros, luego
estiró las manos hacia atrás y lo desabrochó. Tan pronto como la prenda se deslizó,
las grandes manos de Law la acunaron. Kinley cerró los ojos de puro placer.
Él y Dominic habían visto sus pechos desnudos. Y no estaban dándose media
vuelta y marchándose.
—Ahora las bragas, Law—dijo Dominic en voz baja.
Las palmas de Law rozaron su cuerpo y se apoyaron sobre las caderas. Entonces
deslizó los dedos por debajo del elástico de las bragas y las bajó por sus piernas.
Dominic volvió a reclinarse en su asiento, sus ojos oscureciéndose mientras su
mirada se empapaba de ella.
—Eres preciosa, Kinley. Eres femenina y hermosa. Estar desnuda no quita ni un
ápice de tu inocencia.
Ella se sonrojó, pero había sido la cosa perfecta para decir.
—Gracias, Señor.

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La sonrisa satisfecha de Dominic hizo que su corazón diera unas pocas volteretas
antes de que él se volviera hacia su amigo.
—Law, ¿cómo es ese trasero en el que estás tan profundamente interesado?
Law gimió detrás de ella.
—Tan perfecto. Redondo y delicioso.
—Muéstrame.
Law la giró y el corazón femenino se ablandó cuando lo miró a los ojos. Dominic
era peligroso y sexy y ella se estaba enamorando de él rápidamente. Pero ella ya
estaba dando tumbos por este hombre.
Kinley apoyó las manos en el pecho de músculos perfectos de Law y lo contempló,
perdiéndose en él un poco.
—Ahora ese es un culo delicioso—dijo Dominic.
—Y este es un coño dulce y suave. —Law se inclinó y miró hacia abajo, rozándole
los pezones mientras avanzaba por su cuerpo—. Abre las piernas. No vaciles. Solo
obedéceme.
Kinley separó los pies. El aire frío rozaba sus pliegues sensibles y se sentía
expuesta con los ojos de Law sobre ella. Pero no era una sensación molesta. De
hecho, le gustaba estar expuesta y ver la admiración en su mirada.
De repente, los dedos calientes de Law acunaron su montículo.
—Está bien. Esta piel aquí es tan suave. Y estás mojándote, cariño.
Lo estaba. Kinley podía sentir con qué facilidad los dedos se deslizaban por sus
labios. Le tomó todo lo que tenía no gemir, saltar y suplicar por más.
—Quiero una probada. Tú ya tuviste una. —De repente, Dominic estaba detrás de
ella. Él le volvió la cara hacia él y sus labios descendieron sobre los de ella.
Kinley se abrió para él, dándole completo acceso a su boca. Cuando él gimió, su
mano encontró su coño, acariciándola posesivamente. Las de Law pasaron por las
curvas de su culo. Era tan decadente estar desnuda cuando ellos aún estaban
mayormente vestidos. La aspereza de los vaqueros de Law irritaba suavemente su
piel mientras el suave algodón de la camisa de Dominic le rozaba los pezones casi
como una pluma. Las distintas sensaciones la hacían sentir hormigueos. Era tan
consciente, estaba tan completamente viva.

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Dominic se retiró, su mano abandonando su coño y yendo directamente a sus


labios. Él chupó la crema de su piel, sus ojos se cerraron con una apacible sonrisita.
—Ella tiene un sabor tan dulce.
—Sí—coincidió Law, subiendo con sus labios por el cuello femenino.
—Acuéstate en la cama y separa tus piernas, Kinley—le ordenó Dominic. Él tiró de
su camiseta, quitándosela por encima de su cabeza y revelando un pecho
gloriosamente musculoso. Sus pantalones de chándal bajaron por sus delgadas
caderas. Mientras más miraba ella, los huesos a los lados más le hacían agua la boca.
—¿Mascota? —preguntó él bruscamente.
Law tironeó de su mano, haciéndole un gesto hacia la cama.
—Acuéstate. Es hora de prepararte. Vamos a asegurarnos de que estés tan mojada
y suave que nos deslicemos dentro.
Ellos iban a tomar su cuerpo, su virginidad. Iban a fusionarse con ella y darle una
experiencia… un conocimiento… que nunca antes había tenido.
Kinley se subió a la cama y se abrió para ellos.
Con ávidos dedos, Law se abrió bruscamente los vaqueros, empujándolos hacia
abajo. Su gruesa polla surgió a la vista. Kinley se quedó con la mirada clavada, los
ojos abiertos de par en par mientras devoraba la vista. No era que nunca hubiera
visto un pene antes. Ciertamente lo había hecho. No en persona, pero había visto
fotos. Law iba mucho más allá de esas fotos insípidas y casi inanimadas. Grueso y
completamente erecto, su miembro permanecía inmóvil contra su vientre, casi
tocándole el ombligo. Todo su cuerpo parecía una obra de arte, cada músculo
adorablemente cincelado y construido a mano.
Él se subió a la cama a su lado.
—No te limites a mirar, Kinley. Tócame.
Law se acostó para ella, tan abierto como Kinley estaba para ambos. Se ofreció a
ella. Kinley no podía esperar para tocarlo.
Ella extendió una mano temblorosa para tocarle, suspirando cuando cerró los
dedos en torno al pene suave como terciopelo pero duro. Pero aún más, sintió la
conexión entre ellos con simplemente ese único toque.
Dominic los observaba con ojos entornados y ardientes.

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Y Kinley se sintió como si por fin hubiera encontrado su lugar.

* *
Riley tomó un largo trago de whisky. Nada iba a hacerlo dormir esta noche. Las
noches de verano en Alaska eran brutalmente cortas, pero no era la falta de
oscuridad lo que lo mantenía en la cocina ahora. Era el hecho que él quería ir a la
cama, pero tendría que pasar por delante de la habitación de Kinley, donde Law y
Dominic estaban sin duda, librándola de su virginidad en este mismo loco instante.
No, él no quería pasar caminando y lograr oír eso… y saber que podría estar allí.
Sin duda, sus hermanos estaban reclamándola. Ellos iban a enamorarse. Mientras eso
durara, él se quedaría al margen.
¿Qué diablos iba a hacer?
A veces sentía como que Dominic estaba sumamente contento con solo vagar por
la vida mientras Law buscaba la fantasía que no existía. Riley no estaba seguro de
qué hacer, pero sabía que quería más que una ocasional follada tras otra. Quería una
familia. Quería niños para cobijar y proteger y que nunca tuvieran que soportar la
pobreza y la desesperación que había soportado al crecer. Quería compensar todo lo
que él había perdido dándoles a sus hijos una gran vida.
Riley encendió su ordenador y se dirigió hacia uno de los canales de noticias. Su
sistema estaba completamente preparado para sintonizar los canales de noticias a
través del sistema satelital de Black Oak. Los canales no eran tan nítidos aquí como
dentro del complejo, pero lo eran lo suficiente como para mantener a Riley atrapado.
Excepto que tener el zumbido de las noticias de trasfondo no lo distrajo. ¿Por qué
coño no podía olvidarse del desmoronamiento y el sentimiento miserable de rechazo
que Simone le había dado años atrás?
Hasta ella, nadie jamás le había lastimado. Nunca le había dado a nadie ese poder.
Pero por primera vez había intentado abrirse y confiar, la única vez que se había
acercado a alguien para conseguir lo que quería y ella cruelmente le había cerrado la
puerta en las narices.
Simone había sido bien educada. Parecía tan libre y franca. Él había decidido que
era hora de dar el siguiente paso y ella había estado justo allí. A Dominic le gustaba y
puesto que a Law realmente no le gustaba mucho nadie, Riley estaba contento de que
su hermano pareciera capaz de soportarla.

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Él incluso había elegido una casa para que vivieran todos ellos.
Pero ella se había reído mientras decía “no”. Riley se había dado cuenta en ese
instante que ninguna mujer voluntariamente enfrentaría las opiniones de la sociedad
por estar con ellos. Dominic había tratado de dejarle seguir su propio camino sin
alboroto, y Riley sabía que esperaba una mejor oportunidad de tener el futuro que
buscaba si tomaba a su propia mujer. En el fondo, no era eso lo que quería, pero de
todos modos había estado tratando de resignarse.
Y entonces Kinley entró tan fresca, con sus ojos color chocolate y esos alborotados
rizos color miel en los que él quería hundir sus dedos. Si él tuviera una tecla rehacer,
estaría en su cuarto ahora mismo, follándola de manera desquiciada… excepto por
un pequeño problema.
Kinley era el tipo de mujer por la que los hombres luchaban guerras y cantaban
sonetos. No había manera de que esa mujer se casara con tres hombres.
Ninguna.
Puñetera.
Manera.
Ella era demasiado buena, dulce y amable. Había hecho de su misión en la vida
ayudar a los pobres, por el amor de Dios. Él se enamoraría de ella de una manera
como nunca lo había hecho de Simone e inevitablemente ella se reiría en su cara
cuando le pidiera que se casara con él o se desmoronaría la primera vez que alguna
perra de sociedad o algún pasquín la llamara puta por tener tres hombres. De una u
otra manera, ella se marcharía.
A lo sumo, posiblemente querría a Dominic porque provenían del mismo mundo.
O solo querría a Law porque esa característica amenazante hacía que muchas
mujeres quisieran repararlo. ¿Por qué diablos iba a quererlo a él?
Un destello de color le llamó la atención y subió el volumen. Mierda. Allí estaba
ella en las noticias. Una foto de Kinley dominaba la pantalla con un título debajo:
¿Novia a la Fuga o Víctima? Subió el volumen.
La socialité Kinley Kohl sigue siendo noticia mientras entramos en el tercer día de su
desaparición de su boda en Nueva York con el polémico magnate naviero Greg Jansen. Todo el
escándalo se volvió aún más misterioso por la pretensión del abogado Kellan Kent que está
representando al hombre que fue visto llevándose a la señorita Kohl con un socio desconocido.
Este programa ha identificado al hombre sin margen de error como Law Anders, un ex

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soldado de las Fuerzas Especiales que está siendo buscado para ser interrogado por presunto
secuestro.
Riley gimió. Bueno, los habían pillado. Y él estaba un poco molesto de que
hubiera sido degradado a “socio desconocido”.
—La señorita Kohl no es una víctima de nada excepto del amor—comunicó Kellan
con una sonrisa sardónica, practicada probablemente para las cámaras—. Mi cliente
rescató a su amante de un matrimonio que ella no quería. Kinley Kohl tenía miedo de
decirle a Greg Jansen que se negaba a casarse con él y creo que hay amplia evidencia
de que tenía motivos para tenerlo. Su primera esposa murió bajo misteriosas
circunstancias y eso es todo lo que diré acerca de ello. Cuando Kinley esté lista,
contactará a su familia, pero por ahora ella está oculta. Mi cliente apreciaría que
respetaseis su privacidad en este momento.
Era una buena jugada, pero sin Kinley para apoyar la historia, solo funcionaría por
uno o dos días. Entonces, por mucho que ellos intentarán ocultar su paradero, las
autoridades les rastrearían o Jansen la descubriría. Acto seguido, intentaría asesinarla
o llevarla de regreso.
Hablando del diablo. El rostro de Jansen apareció en la pantalla. Obviamente, era
una entrevista grabada previamente. Él clavó la mirada en la cámara y derramó su
dramático ruego.
—Kinley, cariño, si estás por ahí y puedes oírme, tu padre, tu hermana y yo solo te
queremos de regreso en casa. Si hay alguna manera de escapar, por favor hazlo. En
cuanto a los hombres que se llevaron a mi esposa… lo siento, pienso en ella como en
mi esposa… pagaré cualquier rescate. Simplemente, envíenme una señal de vida.
Devolvedme su equipaje para demostrar que realmente la tenéis. Por favor. Les daré
dinero simplemente por esa pequeña señal.
Riley detuvo la alimentación. El equipaje no era una prueba de vida. Jansen sabía
la manera en que estas cosas funcionaban. Entonces, ¿de qué coño estaba hablando?
La prueba de vida era una evidencia física real de que la persona estaba viva en un
momento determinado. Él debería estar pidiendo una grabación de Kinley hablando
mientras sostenía el periódico de hoy o una llamada telefónica que incluyera
verdadero contacto vocal.
Pero no. Jansen quería el equipaje. Una vez más.

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Riley no lo entendía. Él había revisado todas sus pertenencias al menos diez veces.
Ella no tenía un ordenador portátil allí, así que él no tenía forma de buscar eso. La
única cosa en su tableta eran juegos, libros y una tonelada de fotos.
¿Qué andaba buscando? ¿Qué era más importante con respecto a ese equipaje que
la propia Kinley volviendo a casa? Tenía que ser algo si Jansen estaba dispuesto a
pagar por su equipaje.
Lo que significaba que, muy probablemente, la propia Kinley no los pudiera
ayudar.
El tiempo se agotaba. Él necesitaba vínculos.
Riley apagó las noticias y se acomodó. Todo estaba allí, oculto en alguna parte de
los archivos de caridad. Solo tenía que encontrarlo.
Dado que no podía estar en su dormitorio diciéndole lo hermosa que la
encontraba y lo mucho que la deseaba, esto era todo lo que podía hacer por ella
ahora.

* *
—Más. Tócame otra vez. —Law quería las manos de ella sobre él más que nada
que pudiera recordar.
Kinley se puso de lado, recorriendo con la mirada todo el cuerpo masculino. Law
refrenó un gemido. Nunca había estado tan puñeteramente duro. Prácticamente
estaba temblando. Esperaba no estallar en el momento en que ella comenzara a
acariciarle.
Dominic se paró al borde de la cama y Law se preguntó si él iba a ser un tipo
duro. La pequeña y leve zurra que le habían dado, había sido sexy y juguetona… una
buena manera de comenzar a introducir a Kinley al estilo de vida. Pero Law quería
que esta noche fuera toda para ella.
—Deberías tocarlo, Kinley. Se ve necesitado. —Una sonrisa jugueteaba en los
labios de Dominic.
Gracias a Dios que su hermano entendía.
—Lo estoy. Tan puñeteramente necesitado.

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Ella tocó su pecho, la punta de los dedos vagando por su piel. Law inspiró
trémulamente, tratando de obligarse a serenarse. Aguantaría y se tomaría las cosas
con calma y suaves para ella, aunque lo matara.
Ella volvió a pasar la mano por su polla y ésta tembló de deseo.
—La piel es tan suave.
Pero él estaba como el granito.
—Agárrame, cariño. No me harás daño. Rodéame con tus dedos y acaríciame con
fuerza.
—¿Así? —Kinley lo encerró en su palma. Él no pudo contener el gemido. Escapó
de su pecho cuando sintió el calor de su contacto.
—Más fuerte—se las arregló para decir con voz ronca.
Ella hizo como él le pidió, y por propia voluntad, las caderas de Law bombearon.
Toda su atención estaba centrada en su polla. No había modo de detenerlo.
Él nunca antes había estado realmente vulnerable. Claro que había tenido mujeres
que le dieron trabajos manuales, pero no era el meollo de este ejercicio. Él quería que
Kinley explorara, por lo que se abrió a ella como ella lo había hecho con él.
—Bésame. —Law quería que entendiera el poder que tenía. Si bien pensaban en
tomarla como su sumisa, ella también debería saber que sus amantes se entregarían a
ella.
Su cabello caía como una cascada en torno a él, aislándolo del resto del mundo,
hasta que todo lo que pudo ver fue su dulce cara acercándose. Ella cerró los ojos. Más
cerca, más cerca, sus labios se aproximaron hasta que los oprimió sobre los de él. El
suave roce de su beso lo volvió loco. Ella deslizó la lengua a lo largo de su labio
inferior, ligera como el roce de una pluma. El gesto era casi vacilante, pero cuando él
se estremeció y gimió, ella pareció ganar confianza. Apretó la mano en torno a su
pene, luego movió los labios con más fuerza sobre los de él.
Kinley necesitaba este tiempo para aprender y crecer. Era tímida y naturalmente
una dama. Pero una vez que alcanzara su máximo esplendor como mujer, ella sería
capaz de mover montañas. Él y Dominic podrían darle eso.
Riley también podría, pero estaba siendo un culo cobarde.

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Law se abrió a Kinley y la dejó entrar, ella deslizó sensualmente su lengua contra
la de él, tan sedosa y suave. Él no pudo evitar meter los dedos entre sus suaves
cabellos y acercarla más.
Cuando lo hizo, sus pezones tocaron su pecho, guijarros duros y pequeños que
evidenciaban su excitación. Pronto, ella estaría lista. Y él no podía esperar.
A pesar de que no quería, Law interrumpió el beso. Si ella mantenía su íntima
presión sobre sus labios, junto con el lento trabajo de su mano, se iba a correr. De
ninguna manera estaba listo para eso.
—Ahora toca a Dominic.
Él alzó la vista para encontrar que su socio estaba más que listo. Dominic se había
quitado los pantalones de chándal y ahora estaba parado al pie de la cama,
observando y arrastrando su puño a través de su polla con largas caricias.
Con un pequeño jadeo, Kinley lo soltó y volvió su sensual mirada hacia Dominic,
enfocándose en los movimientos rítmicos sobre su polla.
—¿Cuánto tiempo hace que hacéis esto? —preguntó Kinley, extendiendo la mano
hacia él.
Dominic tomó su mano y la ayudó a levantarse, luego la arrastró más cerca. Él
siseó cuando las puntas de sus dedos se deslizaron sobre el sensible glande.
—Desde que recuerdo.
Kinley tenía la mirada clavada en la pequeña gota de líquido opaco que rezumaba
de la ranura de la polla de Dominic. Ella la limpió con la punta de un dedo.
—Hemos hecho esto desde que tuvimos edad suficiente para tener relaciones
sexuales—explicó Law—. En realidad, es muy probable que no hubiésemos sido lo
bastante adultos. Yo tenía apenas diecisiete y Dominic dieciséis. La señora Landers.
Ambos estábamos muy calientes por la maestra.
La mano libre de Kinley se desvió hacia su polla. Ella le lanzó una breve mirada
antes de comenzar a acariciar a Dominic con su mano derecha y a él con la izquierda.
Ella era natural.
—¿Perdisteis vuestra virginidad con la misma mujer?
—Sí, mascota. —La voz de Dominic se había profundizado con cada roce de la
palma de la mano femenina—. Fui primero y estoy profundamente avergonzado de

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Shayla Black

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decir que Law fue aproximadamente dos minutos después de que yo comencé. Era
joven y muy inexperto. No tendré los mismos problemas contigo.
Ella soltó una risita.
—Estoy segura que no. ¿Cuándo incluisteis a Riley?
—Cuando él estuvo listo, alrededor de un año después—contestó Law.
Joder, ella lo agarraba como una profesional, aproximándole más y más al borde
con cada arrolladora caricia. Era fácil ver que Kinley estaba sintiéndose más cómoda
con la intimidad de estar desnuda delante de sus hombres. Su anterior timidez se
había evaporado y su curiosidad natural había asumido el control.
—¿Qué sucedió? —preguntó ella.
—Dominic y yo estábamos saliendo con una mujer, Jayne. Una cosita dulce.
Parecía una bibliotecaria, pero tenía la mente más sucia que jamás hubiera conocido.
Ni siquiera pestañeó cuando le pregunté si podíamos invitar a participar a mi
hermano menor. Ella se limitó a sonreír y dijo ‘fiesta en la piscina’. Ella podía hacer
las cosas más locas debajo del agua.
Dominic le abofeteó la parte de arriba de la cabeza y Law respingó. ¡Mierda!
Estaba hablando de otras mujeres. ¿En qué estaba pensando? Oh, él no estaba
pensando. Tenía que decir algo y arreglar la situación rápidamente. Necesitaba traer
a colación sentimientos y mierda.
—Pero no estaba interesada en ella como lo estoy en ti—juró Law.
—Pico de oro, Law. Mucha labia. —Dominic puso los ojos en blanco y luego
apartó el cabello de la cara de Kinley con mano suave—. Mascota, lo que mi socio
está tratando de explicar tan mal es que nosotros tuvimos relaciones fáciles con
mujeres que nos gustaban.
—¿Esta no es una relación fácil?
—Dado que la mayor parte de América cree que te hemos secuestrado, no—
explicó Dominic—. Debería alejarme pero no puedo. Eso debería decirte algo.
—Por lo general, su fuerza de voluntad es de hierro—añadió Law con un guiño.
—Pero queremos que entiendas que nuestro compartir no va a detenerse. Es lo
que nosotros hacemos. Tú, muy probablemente, podrías intentar conquistar a uno de
nosotros. Tal vez incluso podrías alejarlo, pero él siempre echaría en falta esto.

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—Yo no lo haría nunca…


—¿Incluso después de que las personas en tu vida empiecen a decirte que está
mal?
—¿Por qué está mal? —respondió Kinley—. No estamos haciendo daño a nadie. Si
cada uno quiere hacer que el otro se sienta bien y compartimos algún cariño y
respeto, realmente no veo cómo nuestras actividades en el dormitorio son de la
incumbencia de alguien más.
Dominic le agarró la muñeca y detuvo la caricia de su mano. En lugar de eso, se la
llevó a los labios y depositó un tierno beso en el centro.
—No lo es. Ahora, recuéstate. Es nuestro turno para tocarte.
Kinley prácticamente flotó de regreso al colchón. Se veía tan cálida y femenina
tendida allí. Law cubrió su pecho con la mano, amando su peso rellenito y las curvas
exuberantes.
—Cariño, lo siento. No debería haber hablado de otras mujeres.
Ella sonrió.
—Yo pregunté porque quería conoceros. Tú hablaste de esas otras mujeres con
cariño. No las utilizaste y arrojaste a la basura. A ti realmente te gustaban.
—En su mayor parte—admitió él—. A veces continuaba porque Dominic y Riley
querían a alguien, pero ese no es el caso contigo.
—Y desde luego yo no estoy contigo simplemente porque Law me quiere aquí. —
Dominic se arrodilló—. Estoy aquí porque no puedo resistirme a ti. Y no esperaré
otro segundo más para saborearte.
Mientras Law la besaba todo a lo largo del cuello, admitió que ya era
completamente adicto a ella. Y ahora era el turno de Dominic.

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Capítulo 11

Kinley estaba ahogándose en pura sensación. Desde el suave edredón en su


espalda, a las manos calientes de Law sobre su cuerpo, luego los dedos de Dominic
rodeando sus tobillos… todo eso combinado para sobrecargar sus sentidos.
Law se abrió paso a besos hasta sus pechos. Podía sentir los pezones inflamados y
como cuentas, esforzándose por llamar su atención.
Dominic separó sus piernas de par en par. El aire frío acarició su coño
sobrecalentado justo antes de que él lo hiciera.
—Parece que disfrutaste de tocarnos, mascota. Estás cremosa y húmeda.
—Lo hice, Señor. —De hecho, ella había amado tocarlos.
Kinley había estado sorprendida de lo tersa que se sentía la piel que recubría sus
pollas, aunque la carne debajo había estado dura como una piedra, prueba de su
deseo por ella. Había parecido un poco irreal que estos dos magníficos hombres
permanecieran inmóviles y la dejaran explorar sus cuerpos. Había sido la experiencia
más erótica de su vida.
Hasta ahora.
Dominic inspiró su aroma como si fuera un perfume embriagador. Con firme
agarre, le levantó los muslos, separándolos aún más.
—Y tú hueles deliciosa. —Su voz grave retumbó con pasión y posesividad.
Kinley dudaba de eso.
Apenas se había desembarazado del pensamiento cuando la cabeza de Dominic
descendió, su boca cubrió su pubis, su lengua explorando más allá de los
resbaladizos pliegues en los lugares más sensibles y con más terminaciones

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nerviosas. Ella corcoveó con la sacudida eléctrica de deseo que abrasó sus venas y
gritó.
Law la agarró con más fuerza, manteniéndola sujeta e inmóvil.
—No te muevas. Dominic está comiendo tu coño como si fuera su postre favorito,
cariño. Déjalo. No se interrumpe a un hombre que está disfrutando de sus golosinas.
Ella no podía imaginarse a la mitad de las mujeres que conocía permitiendo esto.
Lo llamarían sucio. Entonces, ¿por qué se sentía como el cielo? Nada nunca en su
vida se había sentido tan placentero como Dominic chupando su clítoris y
lamiéndola cariñosamente con su lengua.
—Eso es, cariño—susurró Law contra su piel—. Solo recuéstate y déjanos tenerte.
Ella estaba entregándose a los mismísimos hombres que la habían secuestrado. A
pesar de que debería parecer terriblemente equivocado, se sentía perfectamente
correcto.
¿Qué diría la gente si ella entregaba su virginidad a dos de sus captores? La prensa
estaba cubriendo esta historia. ¿Quién sabía lo que habían desenterrado y sacado al
aire en nombre del periodismo y la verdad?
Kinley se obligó a relajarse. Habría tiempo de sobra más adelante para auto
recriminarse, probablemente toda una vida. Ahora quería placer, sentirse como una
mujer, elegir por sí misma. Quería saber por qué sus amigas se ruborizaban cuando
sus maridos o sus amantes entraban en la habitación, poder compartir sus charlas
sobre la pasión. Las probabilidades eran que, cuando su tiempo con estos hombres
terminara, probablemente regresase a su hogar sola. No habría más pasión y ella
tendría que encontrar la manera de volver a ser la misma Kinley de antes… la que
servía a quienes la rodeaban sin pensar mucho en sus propios deseos y necesidades.
Lo que hacía hoy no era asunto de nadie más que de ella.
Dejó a un lado todas sus preocupaciones. En este momento, solo existía la pasión y
el gozo de tocar a Law y Dominic.
La boca de Law se cerró sobre su pezón derecho en una caricia húmeda y caliente,
mientras la mano cubría su pecho izquierdo. Él lamía su pezón, lo chupaba,
pellizcándolo con fuerza de vez en cuando, lo que la hacía poner los ojos en blanco
con un gemido.

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Dominic tiró suavemente de su labio, separando su coño para una larga lamida.
Pasaba la lengua por todas partes, chupando los pétalos de su sexo, luego
instalándose sobre el clítoris.
Nada, nunca, la había llenado de tanta euforia, ni las montañas rusas, ni su
golosina favorita, ni la película más divertida que hubiera visto jamás. Ni siquiera las
vacaciones familiares cuando era niña. Esta sensación era como pura felicidad que le
quitaba el aliento y producía un hormigueo por sus venas.
Entre la lengua de Dominic atravesándola como una lanza y el dulce jugueteo de
Law en sus pechos, la tensión, la ávida necesidad de más, intensificándose hacia algo,
una versión más grande y explosiva de lo que ellos le habían dado el día anterior en
la cocina. Ese momento había sido una revelación, pero ahora la estaban impulsando
más alto. Ella se aferró al edredón con los puños, luchando por quedarse quieta, pero
era tan difícil. Quería corcovear contra la boca de Dominic, obligarle a ir más rápido,
más fuerte, más profundo.
—Mírame. —Law se apartó de su pecho y la miró a los ojos—. Dime que te gusta
tener a Dominic comiéndote el coño.
—Me gusta, Law—jadeó ella—. Me gusta mucho.
Impotente, bajó la mirada por su cuerpo hacia donde la cabeza oscura de Dominic
se estaba moviendo mientras le producía semejante placer. Ella se arqueó, clavando
los talones en el colchón y gritó.
—¿Quieres más? —exigió Law.
¿No podía ver la respuesta? Todos sus músculos se habían tensado. Estaba sin
aliento. El sudor brotaba por su cuerpo. La sangre se precipitaba por debajo de su
piel. Él tenía que saber que ella quería más.
—Por favor…
—Mírame, Kinley. —Law le pellizcó un pezón y ella gimió.
—¿Te gusta este mordisco de dolor?
Probablemente debería negarlo. Mentir. Pero la lengua de Dominic llevándola más
y más cerca del clímax que tan desesperadamente necesitaba no dejaba ningún
margen para la timidez.
—Sí.

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—Bien. Voy a tener tus pezones perforados para poder jugar con ellos. Un
pequeño golpe aquí, una ligera succión allí…
Sus palabras la hicieron arder más caliente, la empujaron más cerca del borde del
orgasmo. Ella se contorsionaba, se movía agitadamente, al borde de suplicar solo por
esa pizca de algo más.
—Pasaré una cadena por los anillos—continuó Law con voz ronca—. Cuando te
portes mal, tiraré con fuerza de ella y te pondré a raya. Pero por ahora esto tendrá
que ser suficiente. No te muevas.
Le retorció un pezón, el dolor llameó, recuperando rápidamente su atención,
lanzando su cuerpo a la confusión. Lo miró suplicante. Su brillante mirada azul era
aguda, pegada obsesivamente a la de ella mientras la observaba con evidente deseo.
No se veía como un hombre teniendo sexo casual. Él estaba relacionándose con ella,
tratando de ganarse su confianza. Esto se sentía como mucho más que un acto sexual.
No solo eso, Law había sacado a colación el futuro… de nuevo. ¿La había visto
desnuda y todavía quería hablar de compartir un mañana? Dominic no había dicho
nada, pero el modo en que la comía y la sujetaba no indicaba exactamente
indiferencia de su parte.
Ella levantó la mirada hacia Law. Dios, tenía una amante y eso le daba la más
extraña sensación de poder.
—Lo siento. Lo haré. Yo… adoro lo que Dominic está haciendo.
—Eso es bueno de escuchar, cariño.
—Significa mucho que estés aquí para compartirlo conmigo. —Ella se perdió en
los ojos azules de Law.
Cuando Dominic le mordisqueó el clítoris, y otro fragmento de placer subió
arañando por su columna vertebral, Kinley se dio cuenta que los deseaba a todos
ellos. Que a ella la tenía sin cuidado lo que le hicieran. Law, Dominic y tal vez algún
día Riley, si él la follaba. Ella se esmeraría en hacerlos felices… como sin duda lo
harían ellos. ¿La opinión de quien más, realmente, importaba, excepto la de ellos?
—Necesito… —Ella volvió a apretar las sábanas en sus puños e intentó
concentrase para permanecer inmóvil, pero el látigo de la lengua de Dominic la
seguía empujando más alto, con más fuerza.
—Sabemos lo que necesitas, cariño—le aseguró Law—. Creo que deberías dárselo,
Dominic. Quiero verla correrse.

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Con un grueso dedo, Dominic hizo círculos en la abertura de su coño, recubriendo


sus pliegues. Otro se unió al primero, estirándola antes de deslizarse dentro.
—Ummm, esto es erótico. Está follándote con los dedos—dijo Law con voz
ronca—. Pero en un minuto o dos, mi polla estará presionando profundamente
dentro de ti, Kinley. Te tomaré como un hombre toma a una mujer. Voy a hacerte
gritar. ¿Estás lista para eso? Iremos lento si lo necesitas.
¿Lento? Ella había abordado eso tan lento como una mujer podría.
—No. Ya. Lo quiero.
Ella no podía soportar pasar otra noche sin saber cómo se sentía ser follada por
estos dos hombres.
—Dáselo, Dominic, así podemos seguir adelante con esto. Me estoy muriendo
aquí.
La cabeza de Dominic subió bruscamente. Él sonreía con picardía.
—Estoy más que listo, hermano. Como ella.
Él hundió sus dedos, como una lanza, profundamente dentro de ella, frotando un
lugar que la hizo arquearse, temblar y querer subirse por las paredes. Entonces
chupó su clítoris con suavidad.
La sensación rodó por ella y la rebasó, lanzándola en un furioso abismo de placer.
Kinley fusionó su mirada con la de Law mientras se corría, su cuerpo volando más
alto que antes. Los ojos masculinos se oscurecieron, se calentaron, luego le capturó la
boca y se tragó sus gritos.
—Eso es lo que quería, cariño. Tan magnífico. Pero ahora es mi turno de hacerte
gritar. —Salió de la cama y caminó hacia donde había dejado caer sus pantalones.
Dominic se erguía en toda su altura por encima de Kinley mientras ella trataba de
arrastrar aire a sus pulmones y recuperarse. No podía dejar de mirarlo en toda su
gloria. Tallados músculos marcaban su cuerpo todo a lo largo de los brazos, a través
de sus anchos hombros, bajaban por su pecho cincelado y por ese paquete de seis
abdominales para morirse. Ella tragó saliva.
Él le tendió una mano.
—Deja que te ayude a levantarte.

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¿Por qué estaba abandonando la cama? Antes de que ella pudiera preguntar o
protestar, Dominic agarró su mano y la ayudó a ponerse de pie. Todo su cuerpo
estaba tan lánguido que sus piernas casi no la sostuvieron.
Luego se recostó en la cama, llevándola con él, la espalda femenina contra su
pecho. Ella podía sentir su dura polla aguijonándole el trasero.
No pudo evitar fundirse en el pecho de Dominic. Estaba tan relajada… pero quería
seducirlo más, tentarlo a que la tocara. Kinley se retorció contra él.
Surtió efecto. Dominic le acunó los pechos mientras le decía al oído.
—Agárrate a mí. No dolerá durante mucho tiempo. Estás preparada, mascota.
Ambos queremos follarte. No podemos tomar tu delicioso culo esta noche, así que
cada uno tendrá un turno en tu coño. Sin embargo, puedes detenernos en cualquier
momento.
—No os detendré. —Ella los deseaba a los dos. Diablos, ella quería a Riley
también. Ansiaba gozar de estas sensaciones y compartir su amor. ¿Qué tenía de
malo eso?
—Sabemos que puedes. No queremos que tengas miedo. —Ella nunca había oído
el sonido de la voz de Dominic tan preocupado y tierno.
Le sonrió y le envió una mirada descarada por encima del hombro.
—Así no es como tú te sentías un par de días atrás.
Sus manos se cerraron con fuerza sobre ella, acercándola más como si temiera que
escapase.
—Perdóname. Creí que estaba haciendo lo correcto, mascota. Dejé que la
venganza me cegara. No quería que te asustaras. No me gusta saber que creíste que
te mataría… ni siquiera por un momento. Eres preciosa y nunca te haría daño.
Él podría romperle el corazón, pero ella le creía cuando decía que nunca la
lastimaría físicamente.
—Lo sé, Señor. Yo tampoco te haré daño.
Y no lo haría. Ni física, ni emocionalmente. Ella temía que se enamoraría de él y lo
querría para siempre. Pero ese era su problema, no el de Dominic.

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—Pero podrías, lo sabes—le susurró él al oído—. Me refiero a lastimarme. No


puedo decirte lo mucho que me asusta. Ha pasado mucho tiempo desde que me he
permitido ser vulnerable con una mujer.
Ella le creyó. Sí, él podría estar mintiendo, pero ¿por qué? Ella ya le había dicho
que lo ayudaría en su caso contra Greg. ¿Qué más podría querer? Ya había dicho que
sí al sexo también. Dominic daba la apariencia del hombre más dueño de sí mismo
del planeta. No le daría ningún poder sobre él, a menos que insinuara algo.
—¿Podemos darnos prisa? —Ella estaba desesperada por sentirlos.
Dominic miró con el ceño fruncido.
—Law, ¿has olvidado cómo hacer rodar un condón?
Ella se dio vuelta para encontrar a Law acariciándose la polla, con una mano lo
sostuvo de la punta mientras lo bajaba bruscamente por su maciza polla. Una vez
que completó la tarea, la contempló, su rostro suavizándose mientras trepaba a la
cama.
Law le separó las piernas de par en par.
—Me siento muy honrado, cariño.
—Ambos. —Dominic besó su oreja—. Tu confianza no es solo imperativa. Lo es
todo. ¿Sabes lo que me hace? ¿A los dos?
Con feroces ojos azules, Law le taladraba el alma mientras acomodaba su cuerpo
sobre el de ella. Colocó suavemente su polla contra la inflamada abertura. Él se sentía
muy grande mientras que ella… no. Al menos no allí. Sus pechos podrían ser
grandes y ella todavía tenía un poco de sobrepeso, pero eso no se traducía en
cualquier otra cosa siendo de mayor tamaño que el promedio.
Kinley gimoteó de ansiedad y expectativa.
—Shh. —Dominic la apaciguó con su susurro y su toque—. Va a estar todo bien.
Estás construida para tomar a tus hombres. Relájate y entrégate a nosotros.
Law se cernía encima de ella, su mirada feroz.
—Tiene razón, Kinley.
Volviendo a empujarse con aprensión, ella se acercó a él.
—No estoy dudando. Te deseo, Law. Y deseo a Dominic.

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—Bien. —Él se mantenía sobre ella con el cuerpo tenso mientras cuidadosamente
comenzaba a sondear en su interior, una estocada, una punzada, una leve caricia.
Todo eso aumentó. La presión se incrementaba a ritmo lento y suave, y amenazaba
con abrumarla.
Cuando el pánico comenzó a interferir, Dominic la apaciguó con un susurro.
—Eres hermosa, mascota. Te deseamos tanto. ¿Tienes una idea de lo feliz que
estamos de que hayas esperado por nosotros?
Ella se aferró a los hombros de Law y dejó que la voz de Dominic se hundiera en
ella mientras Law comenzaba a penetrarla. Sus caderas le mantenían las piernas bien
abiertas así su pene podía estirarla. Entraba y salía de sus resbaladizos pliegues,
ganando terreno con cada embestida. Una y otra vez, entró y se retiró, centímetro a
centímetro, sondeando más profundo hasta que lo sintió detenerse.
La presión y la ansiedad la abrumaban. Law ejercitaba toda su contención. Era
obvio que quería empujarse dentro de ella con una única y agonizante estocada. En
lugar de eso, temblaba y maldecía en voz baja, conteniéndose a las claras. Dominic
continuaba tranquilizándola, susurrándole que era muy sexy y hermosa, que él no
podía aguantar. Jugaba con sus pechos, acariciando y pellizcando sus pezones.
Con un empujón de sus caderas, Law traspasó la barrera y gimió. Kinley sintió
algo desgarrarse en su interior. Ella jadeó y se quedó inmóvil, empalada y dolorida
durante un instante. En el siguiente, él se mantenía inmóvil, su polla enterrada
completamente en su interior. Luego esperó, dándole tiempo para adaptarse a él y el
dolor se evaporó.
Soltando un suspiro jadeante, Law tocó su frente con la de ella.
—Eres nuestra ahora, cariño.
Kinley sucumbió en el momento y se abandonó a ellos. Nada nunca se había
sentido tan bien. La habían tratado con más afecto y bondad que cualquier otro.
Además de estar loca por ellos, estaba haciendo el amor con ellos por las razones
correctas.
Law la besó durante un largo rato, enredando sus lenguas hasta que ella estuvo
completamente lánguida.
—¿Estás lista para más?
Ella lo abrazó con fuerza a la vez que le rodeaba la cintura con las piernas. Estaba
dispuesta a darles todo. Sí cuando él primero había presionado dentro de ella, había

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sentido un momentáneo y ardiente dolor, pero palideció al lado de la impresionante


intimidad de la conexión que ellos compartían con Dominic a sus espaldas y Law
encima.
Ahora les pertenecía. Tal vez no para siempre, pero en estos momentos ella era
completa y absolutamente de ellos. Y ellos, suyos.
Law comenzó a empujar, suavemente al principio, y luego fue ganando fuerza y
velocidad cuando ella se meció con él. Dominic la abrazaba también, su gran cuerpo
haciendo de almohada aunque nada en él era blando. Él la hacía sentirse
completamente segura, conectándola a la tierra incluso mientras Law la echaba a
volar. Podía ir tan alto como quisiera porque tenía a Dominic a sus espaldas,
abrazándola con fuerza.
—Te sientes tan bien. —El rostro de Law era una máscara de tensión, mientras
usaba todo su cuerpo para penetrarla antes de volver a retirarse. Una y otra vez, su
gran polla se deslizaba por ese lugar sensible a gran altura en su vagina. Con cada
estocada, con cada pequeña fricción, ella gemía y se retorcía. El placer estaba allí. Ese
éxtasis que ella había sentido antes titilando justo allí.
Decidida a tenerlo, ella se apretó y se arqueó para encontrar la siguiente estocada
de Law, entonces le clavó las uñas en la espalda. Law empujó con más fuerza, su
pelvis chocando contra su clítoris. Él gimió y se restregó, entonces empujó con más
fuerza hasta que ella no pudo soportar otro segundo más.
El orgasmo se derramó sobre ella. Kinley gritó, vociferando su nombre mientras se
corría.
El corpachón de Law se estremeció. Dejó escapar un gruñido de placer,
manteniéndose firme contra ella. Sus brazos temblaban mientras él drenaba su
liberación. La excitación masculina la envió a otro frenesí y ella se estremeció con él.
—Estoy loco por ti—se las arregló para decir a través de largas respiraciones
momentos más tarde.
Kinley le acarició la mejilla con la nariz, tocando con suavidad su cabello mientras
el cuerpo femenino descendía de lo alto. Una dulce paz emanaba de ella.

* *
Dominic estaba tan duro que apenas podía respirar, pero él observó como Law
acurrucaba su rostro en el cuello de Kinley. Ella le acariciaba la cabeza,

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manteniéndolo cerca, suspirando por él. El momento parecía casi sagrado, como si
ambos hubieran sido purificados de su dolor pasado por su fusión emocional.
Dios, esto era mucho más que sexo o un mero cambio de placer. Kinley
verdaderamente se estaba entregando. Una vez que ella había tomado la decisión de
rendirse, lo habían hecho a la perfección, sin dudarlo. Ella no era alguien a quien él
pudiera olvidar una vez que brincara fuera de su cama y se duchara. Si se deslizaba
profundamente dentro de su cuerpo y la reclamaba, tendría una responsabilidad con
ella por el resto de su vida.
¿Era Riley el más listo aquí? Dominic no estaba seguro si estaba listo para ser el
Amo de esta mujer. Su marido. Esa era la dirección hacia la que esto llevaba. ¿Estar
abrazando a alguien con esos vínculos tan estrechos con el asesino de su hermana,
era una traición a la memoria de Carrie?
Law suspiró y bajó la mirada hacia Kinley. Él sonreía, una evidente expresión de
pura dicha que Dominic nunca había visto que su amigo brindara a alguien excepto a
ella. Eso hizo que Law pareciera más joven, más libre, de lo que nunca había
parecido.
Tal vez en el corazón femenino, ella pertenecía solo a Law. Dominic se preguntaba
si no estaba exagerando llevando a la cama a Kinley. La mujer ya tenía una especie
de para siempre del hombre del que estaba claramente media enamorada. Si Dominic
realmente lo quisiera, podría tener solo sexo con ella. Law se encargaría de Kinley y
sería su Amo, dejando a Dominic ser su ocasional Señor. Él simplemente podría
venir de visita y condimentar la vida sexual de ellos. Sin aspavientos. Sin
confusiones. Ni preocupaciones de si estaba profanando la memoria de Carrie. Solo
sexo caliente con una mujer hermosa.
Kinley volvió su cara hacia él, su sonrisa un brillo desde adentro y pura invitación.
Dominic casi dejó de respirar.
Él había oído a hombres que describían a sus esposas como las mujeres más
hermosas del mundo. Nunca había podido verlo o entenderlo. Pero Kinley se
iluminaba desde dentro, y no era solo por Law. Ella le brindaba eso a él, por él. No
tenía ninguna duda que ahora mismo era más bella que cualquier otra mujer en el
planeta, al menos para sus ojos. Cuando fuera vieja y tuviera canas con un
cargamento de nietos a su alrededor, él todavía la vería así, en un aura dorada de
pasión que no podía resistir. Para él, Kinley siempre sería el sol.

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Shayla Black

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¿Estaba dispuesto a darse media vuelta y marcharse porque la oportunidad del


momento era terrible, porque estaba preocupado de lo que Carrie hubiera pensado?
Ella había sido la que le dijo que el amor era todo lo que importaba. Lloraría al
pensar en él escogiendo la venganza sobre la dicha. Estaría decepcionada de él, si
escogía el castigo por encima del amor.
Carrie habría querido su felicidad más que nada.
¿Estaba dispuesto a que los nietos de Kinley pertenecieran nada más que a Law?
¿Quería ser la nota al pie en su relación, el secretito pervertido de su pasado?
—Bésame—le ordenó casi involuntariamente, como si su cuerpo supiera lo que
necesitaba más que su mente. Pero él no retiraría las palabras.
Law soltó una risita y salió de ella.
—Besa a Dominic, cariño. Lo necesita.
Ella echó la cabeza hacia atrás sobre su pecho y levantó el rostro para su beso.
Estiró la mano por encima de su cabeza para acariciarle la mejilla con la palma y él
pudo haber jurado que una descarga eléctrica se activó en su cuerpo en el momento
en que lo tocó. Sus labios estaban todavía calientes por los de Law, pero eso estaba
bien para Dominic. Eso significaba que había sido amada recientemente y por
alguien que él consideraba un amigo. Su familia.
Él recordó ese momento tanto tiempo atrás cuando Law había arriesgado todo por
él, protegiéndolo, aunque no habían tenido nada en común. Dominic había tenido
miedo. Era el pobre niñito rico que no había tenido amigos, y se había dado cuenta,
incluso a una edad muy temprana, que querer a una persona era una elección que
requería coraje. Ellos te podían abandonar. Podían dejar de preocuparse por él.
Podían usar su afecto en su contra. Podían atraparlo en algo insípido y sin amor
como el matrimonio de sus padres.
O te podían sostener, darte raíces que incluso te hacían libre. Podían enriquecerle
la vida. Podrían rodearlo de tanta paz que nunca quisiera irse.
Kinley podía ser familia también. Ella podría agregar luz y amor a su vida. Si la
dejaba.
No refrenó sus ansias de volver a besarla. En lugar de ello, hundió los dedos en
sus sedosos cabellos y enredó su lengua con la de ella.
Dominic terminaba cuestionándolo todo. El futuro no era seguro. Dios, Carrie se
lo había enseñado. Pero la misma persona que él había pensado le había destrozado

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la vida, lo había conducido a Kinley. En un momento, sintió el amor de su hermana,


su espíritu compasivo. Ella había sido extinguida por un monstruo, pero todo eso lo
había conducido aquí, a su salvación de una vida de odio y venganza. Ahora, él tenía
la oportunidad de salvar a Kinley, la mujer que estaba muy seguro estaba destinada
a ser la suya. Solo deshonraría a Carrie rechazándola por sus testarudas razones. Ella
se separó de él, inspirando oxígeno con una trémula respiración.
—Debería ir y limpiarme.
Oh, ella tenía mucho que aprender acerca de cómo funcionaba esto. Él puso la
mano debajo de su barbilla y la levantó hasta sus labios de nuevo.
—No estás sucia, mascota. Te deseo ahora mismo.
Él la deseaba de todas las maneras. El hecho que Law acabara de follarla no la
hacía estar sucia. La hacía de ellos. La hacía el centro del círculo de ellos.
Kinley se giró en sus brazos hasta que descansaban pecho a pecho. Sus senos
estaban aplastados contra él. Ella yacía entre sus piernas y su polla sobresalía de
necesidad. Apenas había logrado no correrse cuando escuchó sus gritos, la había
sentido moverse contra él mientras Law tomaba su virginidad. Sin embargo, en
muchos aspectos, todavía era inocente. Nadie podría quitarle eso. Ella era
sencillamente una de esas almas que sería inocente hasta el día de su muerte.
Y cuando él dejara esta tierra, quería estar sosteniendo la mano de Kinley.
¿Por qué esta mujer?
La volvió a besar y se dio cuenta que era una combinación del destino y de sus
propias necesidades. Todo en lo concerniente a ella parecía aliarse perfectamente a él.
Ella equilibraba su cinismo con su dulzura. Con su femineidad, atemperaba su, a
veces, demasiado agresiva naturaleza. Con su amor, levantaba la oscuridad de su
corazón. Ella siempre estaría a su lado.
Riley estaba equivocado. Esta mujer no vacilaría… tampoco los rechazaría. Kinley
aceptaría todo lo que llegara a ella porque atesoraba amor. Y podría enseñarles a
amar de manera más profunda e incondicional.
—Te necesito tanto, mascota. —Dios, eso sonó egoísta. Él negó con la cabeza—. Si
estás demasiado dolorida, dime que no. Lo entenderé. —Podría entenderlo porque
acababa de darse cuenta que la felicidad y la comodidad de esta mujer significaban
todo para él.

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—Estoy bien, Dominic. —Las manos de Kinley le acunaron el rostro y de repente


se sintió apreciado. Probablemente fuera estúpido, pero solo por un momento, él fue
importante para la única mujer que los mantendría por encima de todos los demás—.
Yo también te necesito.
—Tómame. —Él nunca había tenido relaciones sexuales con una mujer encima.
Siempre había sido el agresor, estando encima de la mujer o follándola por detrás.
Pero quería a Kinley alzándose sobre él como una diosa, aceptándolo en su interior
mientras tomaba su placer.
Él se movió, juntando las piernas así ella podía sentarse a horcajadas. Su polla se
estiró, la evidencia perlada de su deseo brotando de la punta.
Kinley se quedó sin aliento mientras todo su cuerpo se sacudía, temblando en
torno a él.
—¿Qué quieres decir? ¿Quieres que yo esté encima?
De repente, Law estaba al lado de él dándole un condón. Ellos no tenían el
derecho de no usar uno todavía. Pero los tres hombres se habían hecho una promesa
el uno al otro. Cuando todos estuvieran de acuerdo, desecharían el control de
natalidad. Eso querría decir que la mujer con ellos era la única. Prescindir de los
condones era un contrato colectivo, una promesa de sangre, de encargarse de
cualquier niño que viniera de la unión. Por supuesto, Law y Riley tenían sus motivos.
Pero también Dominic tenía el suyo.
Él quería que sus hijos tuvieran al menos un padre cariñoso. Su infancia había
estado desprovista de eso. Había considerado a Carrie, Law y Riley su familia y daba
las gracias por ello. Pero él quería más para sus hijos. Con Law y Riley a su lado,
sabía que podía prometer a un niño una buena vida.
Y Kinley moriría antes de permitir que un hijo suyo conociera una existencia sin
amor. Dios, ella había renunciado a casi todo por personas que no lo merecían. ¿Qué
haría por un bebé que hubiera traído al mundo? No habría límites. Ella nunca dejaría
de compartir su corazón con sus pequeños.
—Sí—le contestó con voz baja y ronca. Él quería que ella tomara tanto o tan poco
como pudiera. Ya habría tiempo más adelante para que lo sirviera. Esta noche, él
quería darle a ella. Quería ser parte de su primera noche como mujer.

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El Dom dentro de él se carcomía por marcarla con algún símbolo de su propiedad,


pero el hombre simplemente necesitaba sentirla con él, a su alrededor. Necesitaba
saber que, en las buenas y en las malas, ella lo quería y aceptaba.
Mierda, necesitaba una esposa. No se había dado cuenta hasta el instante en que la
había abrazado. Había estado esperando durante tanto tiempo por la mujer correcta
para acercarlo a sus hermanos del corazón y convertirlos a todos definitivamente en
una familia.
Necesitaba a Kinley.
Ella se acercó a él, torpemente al principio. Abrió las piernas de par en par y se
sentó a horcajadas sobre él, dejando caer la mirada para observar ese lugar por
donde lo metería en su voluptuoso cuerpo. Kinley respiró hondo, luego agarró su
polla y la sostuvo en alto.
—Oye, cariño, condón primero. Hasta que estemos listos. —Law le pasó el
paquetito envuelto en papel de aluminio.
Ella lo tomó con el más leve indicio de una sonrisa en el rostro.
—Sí, Law.
Dominic apretaba los dientes mientras ella abría el condón y lo colocaba sobre su
polla con un poco más de delicadeza de lo esperado.
—¿Dónde aprendiste eso, mascota? —dijo con voz áspera.
—Me iba a casar, así que tomé una clase. —Ella apretó la punta y comenzó a rodar
el resto por su pene—. Pero usábamos bananas. Eres más grande que mi banana.
Dios, eso esperaba. Ella lo estaba matando. Tuvo que cerrar los ojos mientras lo
acariciaba, bajando la goma por su pene. Era tan cuidadosa, tomándose su tiempo,
bajándolo graciosamente, torturante centímetro a centímetro. Apretó los dientes para
evitar correrse en su mano como un jodido adolescente.
—Lo conseguí. —Sonaba tan orgullosa de sí misma, y todo lo que él quería hacer
era obligarla a bajar sobre su polla y clavar cada centímetro de ésta en su interior.
A Dominic le tomó todo lo que tenía no moverse mientras ella se posicionaba
encima de él. Su pequeña mano volvió a acariciarle la polla, asegurándose de que el
condón estuviera en su lugar. Él apretó cada músculo del cuerpo para mantener a
raya la enloquecedora sensación de su tacto.

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Y entonces Kinley estaba suspendida encima de él. Ella cerró los ojos durante un
minuto, luego sus pestañas se levantaron, abriendo esos vibrantes ojos hacia él
mientras se sentaba. Él la miraba directamente a los ojos mientras le sujetaba las
caderas y comenzaba a elevarse, una promesa, un voto de cuidarla para siempre.
El calor y la presión lo sedujeron. Él había tenido razón. Law no había tomado su
inocencia y él tampoco podría. Ella todavía era tan adorable como siempre lo había
sido. Cualquiera que intentara quitarle esa pureza se encontraría aplastado por
Dominic Anthony. Él defendería su inocencia hasta el día de su muerte.
Ella lo tomó delicioso centímetro a centímetro. Él observaba, no queriendo pasar
por alto un momento de la experiencia. Memorizó sus pequeños cambios de
expresión mientras bajaba por su polla. Notó como se movían sus pechos con cada
respiración y jadeo, la sensación de sus caderas en sus manos mientras ella se abría
por completo para aceptarlo. Y no podía apartar los ojos de su coño. La imagen
estaba grabada a fuego en su cerebro. Su carne rosada abierta para él, hundiéndolo
mientras su polla desparecía dentro de su calor.
Apretada. Estaba tan apretada. Él tenía que apretar los dientes en contra del
placer mientras ella lo aferraba con fuerza.
No duraría. Sentir a Law tomar su virginidad casi había sido suficiente para
despacharlo. En verdad estar en su interior estaba a punto de matarlo.
—Él nunca hace esto, cariño. —Law estaba observando con los ojos ligeramente
entornados por el deseo.
Kinley comenzó a moverse con pequeños deslizamientos. Subiendo y bajando,
profundizando cada vez.
—Creo que es muy probable que él haga esto mucho, Law.
Su amigo soltó una risita.
—Quiero decir que él nunca ha entregado el control así. Ni una sola vez en todos
los años en que lo conozco. Eres especial.
Kinley se lo quedó mirando, sus ojos enterneciéndose. Ella le acarició la mejilla,
pasando la palma de la mano por la sombra de barba.
—Vosotros sois especiales para mí. Nunca os olvidaré.

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Ella no tendría que hacerlo. Él iría tan lento como ella necesitara, pero Dominic
tenía la intención de introducirla en un mundo totalmente diferente. Se aseguraría de
que entendiera el goce de la sumisión.
Él extendió la mano para jugar con su clítoris, sus dedos encontrando hábilmente
la crema allí.
—Me aseguraré de que no me puedas olvidar, mascota. Y el día de mañana,
entenderás.
Para entonces, él sería su Amo. No había vuelta atrás. La tendría con un collar
puesto y de su lado antes de que ella se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.
Kinley pertenecía a él y a Law. Y si Riley finalmente entraba en razón, sería
bienvenido a unírseles.
Law tenía razón, ella era la elegida.
Los ojos femeninos se abrieron de par en par mientras él le apretaba el clítoris,
trabajando la sensible protuberancia.
—No puedo. No de nuevo.
—Sí. De nuevo. Te correrás tanta veces como te diga que lo hagas. Y aceptarás
tanto placer como podamos brindarte, mascota. Córrete para mí ahora.
Él apretó de nuevo incluso mientras se empujaba hacia arriba, forzándola a meter
su polla por completo.
La boca y los ojos se Kinley se abrieron de par en par. Ella se corrió con un grito
quejumbroso, latiendo a su alrededor, su piel enrojeciéndose magníficamente. Ella
era un espectáculo para la vista y saber que él le había dado ese placer solo lo
reforzaba más.
Y entonces Dominic no pudo detenerse. La lanzó sobre su espalda, sujetándole con
fuerza las caderas, entrando y saliendo profundamente, una y otra vez, como un
hombre poseído. La resarciría, cualquiera fuera el dolor que ella experimentara. Pero
maldito sea, necesitaba estar completamente dentro de ella ahora mismo. Necesitaba
fusionarse con ella.
Sosteniéndola cerca, él enlazó sus bocas mientras la follaba. Fue tan alto como
podía ir, girando y retorciéndose para encontrar el lugar correcto, entonces las uñas
femeninas se hundieron en su espalda. Su respiración se entrecortó. Todo el cuerpo
de Kinley se tensó.

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Shayla Black

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Ella se volvió a correr, su coño aferrándole la polla, enviándole directamente


dentro de una ahogante piscina de placer de la que nunca quería ser rescatado.
La columna vertebral de Dominic hormigueó. Sus pelotas subieron, y el calor se
inflamó, superándolo y lanzándolo con fuerza en un arrebato tan supernova que
nunca había sentido nada igual. Todo su cuerpo se fundió, todas las células vivas en
ese momento.
Se desplomó encima de ella, la cabeza en el hueco del cuello femenino, la polla
aun incrustada profundamente en su coño.
Dominic estaba decidido; nunca iba a dejarla ir.

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Shayla Black

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Capítulo 12

Después de gatear hasta los pies de la cama para no molestar a Law ni a


Dominic, Kinley se desperezó y salió por la puerta del dormitorio. Los hombres
todavía estaban dormidos y finalmente había oscurecido, pero al parecer ella no
podía quedarse dormida. El jet-lag, el cambio de zona horaria, y la breve ausencia del
sol cada noche habían desordenado su organismo.
Debería estar comatosa… o al menos en reposo. Después de más orgasmos de los
que podía contar, Law y Dominic la habían metido en un jacuzzi con sal de Epsom
para ayudar a aliviar su dolor. El agua caliente la había relajado, pero cuando todos
cayeron en la cama, el sueño no había venido por ella. En lugar de eso su estómago
rugió, enviándola en busca de un bocadillo nocturno. Toda la vigorosa actividad
había aumentado su apetito.
A pesar de que nadie estaba mirando, ella se sonrojó mientras caminaba por el
vestíbulo llevando puesto nada más que la camiseta de Dominic. Al doblar el pasillo
hacia la cocina, Kinley divisó el resplandor apenas perceptible de un monitor y el
sonido de una voz familiar hablando.
Mi esposa está desaparecida. No tengo tiempo de hablar de algo tan ridículo como los
reclamos de ese abogado. Voy a demandarlo por difamación. Si en realidad conociera a Kinley,
sabría que ella nunca dejaría plantada a su familia. Ella es demasiado pura para interesarse en
tórridos negocios.
—Por supuesto yo no tengo ningún interés en negocios tórridos. No sé porque
estoy desaparecida. Y no soy su esposa—masculló ella para sí misma.
Le revolvió el estómago que Greg se pavoneara ante las cámaras mientras fingía
preocuparse por ella. ¿Y qué diablos quería decir con “pura”? ¿En qué siglo estaba
viviendo él?

~187~
Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Cuando entró en la habitación, Riley desvió velozmente su mirada hacia ella,


examinándola de pies a cabeza.
—¿Necesitas algo, Kinley?
Ella encendió la luz.
—Parece que no soy la única que no puede dormir. Lo siento, no fue mi intención
molestarte. Acabo de venir a hacerme un bocadillo y comprobar a Gigi.
Riley estaba de pie, la cara oculta. Se había duchado recientemente y ahora solo
llevaba puestos sus vaqueros de cintura baja y unos calcetines, dejando al
descubierto cada marcado músculo de su torso. Su cabello aún estaba húmedo. Él lo
había peinado hacia atrás. Colgaba más largo que el de Law o el de Dominic,
rizándose en torno a sus orejas. Riley lucía tan masculino y hermoso parado en las
sombras que Kinley tuvo problemas para respirar.
—Um, creo que ellos están extenuados. —Él hizo un gesto con la cabeza hacia una
cama de perro de apariencia cómoda en el rincón. La cabeza de Gigi estaba
descansando sobre el hombro de Butch y el perro más grande estaba rodeándola.
Kinley había estado un poco así, abrazada con Law y Dominic. Cada vez que se
había dado la vuelta, uno de los hombres la había arropado en sus brazos, así ella se
sentía caliente y segura. Hasta que el hambre y el desasosiego la habían sacado del
acogedor lecho.
—Supongo que debería acostumbrarme a los perros mestizos. No puedo
imaginarme a Gigi saliendo de esto sin una camada. —Butch y su Yorkie se veían tan
lindos juntos que ella no pudo evitar sonreír.
—Bien, supongo que a estas alturas estás acostumbradas a los perros mestizos,
después de un par de horas con Law. Dominic es un purasangre pero deberías saber
que mi hermano y yo venimos de la nada. —Su guapo rostro estaba completamente
inexpresivo, pero él dijo las palabras como una burla.
—¡Guau! Ese es un resentimiento muy grande. ¿Quién era ella? Porque ningún
hombre se vuelve tan cínico sin que una mujer esté involucrada.
Él se encogió de hombros.
—Sólo estoy siendo honesto.
Correcto.
El modo en que Riley la desdeñaba sarcásticamente la molestó.

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Shayla Black

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—Tu hermano es uno de los hombres más amables que jamás haya conocido. No
te permitiré llamarle eso. Además, no hay nada de malo con los perros mestizos. Voy
a amar a cada cachorro de la camada de Gigi.
—Claro que lo harás, cariño.
Ella ya había tenido suficiente de su actitud.
—No me llames así.
Sus cejas se elevaron bruscamente.
—¿Por qué no? Law te llama su “amor” y a ti no te importa.
En el pasado, ella habría aceptado su mierda. Pero tener sexo parecía haber tenido
un efecto positivo en su auto estima. Ahora se rehusaba a soportar sus sarcásticos
comentarios, sobre todo porque él era el que estaba en el camino de cualquier clase
de mañana con Law y Dominic. Eso no podía funcionar sin Riley.
Si ella pudiera persuadirle sobre atenuar su rutina idiota, sería un buen comienzo.
Pero si quería alguna posibilidad para conservar a sus hombres, iba a tener que
luchar por eso. ¿Qué le había dicho Dominic? No podría conseguir lo que quería si
nunca iba a por ello.
—Soy el amor de Law. Y al parecer la mascota de Dominic. Y no habría dicho que
“mascota” pudiera ser un término erótico, pero amo cuando él lo dice. Tú no
consigues llamarme cariño porque no lo sientes.
—Bastante justo. —Soltó un largo suspiro y se dirigió hacia la nevera—. ¿Entonces
realmente te gusta mi hermano?
Ella estaba bastante segura de que estaba colada por su hermano.
—Sí. Me gusta Dominic, también.
—Sabía que te gustaría Dominic. —Abrió bruscamente la puerta de la nevera y
miró dentro—. Te haré un bocadillo. Tenemos jamón y pavo.
—Pavo, por favor. Con mostaza, si tienes. ¿Y por qué asumirías automáticamente
que me gustaría Dominic? Él daba un poco de miedo al principio. Pero confesaré que
mi afecto hacia él ha aumentado desde que dejó de amenazarme. —Y había
empezado a besarla. Y a darle esos orgasmos enloquecedoramente buenos. El solo
pensamiento de su profunda voz la volvía a hacer temblar.
Riley agarró el pavo, un poco de mostaza y vegetales y regresó a la isla.

~189~
Shayla Black

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—Sabía que te gustaría Dominic porque ambos provenís del mismo mundo. Él
tiene dinero y todo eso.
Ella se estaba hartando de la actitud de Riley.
—No me importa el dinero.
—Puro cuento. Te estabas casando con Jansen por su cuenta bancaria. Tú puedes
mentir, pero tus acciones no lo hacen, cari… Kinley. —Él agarró una barra de pan
integral de la despensa cercana y cerró de un golpe la puerta.
Así como así, la sensación de bienestar por su cópula con Law y Dominic
desaparecieron y la realidad volvió a entrar sin ser invitada.
—Porque creía que mi padre estaba enfermo. Que necesitaba tratamiento. Y mi
obra de caridad se estaba hundiendo. No podía soportar la idea de Hope House
cerrando después de que mi madre trabajara tan duro para construirla. La
comunidad de los sin techo depende de ella. No estaba casándome con Greg por las
salidas de compras y los viajes por el mundo. Lo estaba haciendo para ayudar a mi
familia.
Riley no levantó la mirada mientras cortaba rebanadas de tomate y esparcía la
mostaza.
—Estoy seguro de que te hace sentir mejor pensar de esa manera.
Ella no iba a ganarle. Jamás. Hubo un momento en el que había sentido como que
podía tenerlo todo, pero ella debería haber sabido que era solo una fantasía. Riley
quería algo diferente en una mujer. Kinley no sabía qué, pero no era nada que ella
pudiera ofrecer. No era la chica que las personas amaban. Incluso a su propia familia
le había importado tan poco que estaban dispuestos a asesinarla por un dólar.
—Sabes, ya no tengo hambre. Te veré en la mañana y puede que podamos
averiguar lo que está haciendo Greg. Y tenemos que convocar una conferencia de
prensa o algo por el estilo porque estoy harta de Greg diciendo mentiras sobre mí. Te
prometo que aclararé todo y entonces ya no tendrás que verme más.
Así él podría seguir adelante con su vida. Y ella podría tratar de encontrar una
nueva.
Kinley se dio la vuelta, pero de repente él estaba a su lado, agarrándole la muñeca.
—No te vayas. Dejaré de ser un idiota. Siéntate y déjame prepararte algo de
comer. Por favor. Es lo menos que puedo hacer.

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Shayla Black

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Por un momento, consideró salir con paso airado de la habitación para


impresionar, pero a ella realmente no le gustaba pelear. Desaparecer solo podía
confirmar su culpabilidad en la mente masculina. No que él tuviera muchas dudas,
pero ¿por qué facilitar que él le asignara el papel de villana? Además, realmente
estaba hambrienta.
—Bien.
—Dominic, Law y yo hemos hablado sobre la conferencia de prensa. No es una
buena idea. En este momento, Jansen no sabe si tú estás cooperando con nosotros, así
que está en un compás de espera. Si se da cuenta que estás ayudando en nuestro
caso, podría destruir toda la evidencia o simplemente podría desaparecer. Entonces,
no creo que alguna vez probásemos su culpabilidad. Eso sería dejarle en libertad… y
él podría volver por ti. Tú no quieres ser uno de los cabos sueltos de Jansen.
Riley tenía muy buenos argumentos.
Él se elevó sobre ella, sus ojos suaves por una vez.
—Mi hermano está loco por ti. Yo… sería mejor si pudiéramos ser amigos.
Amigos. Law quería más. Dominic quería más. Y Riley no. Esa conexión profunda
que ella quería tan desesperadamente era un rompecabezas, y solo tenía dos de las
piezas.
—Seguro—dijo ella, esperando que él no pudiera oír la derrota en su voz—.
¿Tenemos algún té?
Él asintió con la cabeza e hizo un gesto hacia el armario sobre el fregadero.
—De todas las clases. La familia James mantiene este lugar surtido. Y la tetera ya
está sobre el quemador.
Él le soltó la muñeca. La momentánea sensación de intimidad entre ellos terminó
cuando él rompió el contacto físico. Riley estaba muy lejos de ella en todas las formas
que importaban.
—Gracias.
Cuando ella fue a estudiar la colección de té, él reanudó la preparación del
bocadillo.
—Lo siento. Realmente no quiero hacerte daño. He intentado esto antes y no
funcionó.

~191~
Shayla Black

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Ella llenó la tetera, la colocó sobre el quemador y encendió el gas.


—¿Intentado qué?
—La cosa “todos-te-amamos-así-que-vamos-a-casarnos”.
¿Habían estado comprometidos antes? Ella volvió a quedarse estupefacta. Sabía
que no tenía ningún derecho, pero los celos apuñalaron su cuerpo.
Kinley intentó mantener su tono casual.
—¿En serio? ¿Por qué no funcionó?
—Ella no quería casarse conmigo, no legalmente. Quería la roca de Dominic en su
dedo mientras nos mantenía a Law y a mí cerca. No tenía ninguna intención de
reconocernos en público.
Eso tenía que haber herido su orgullo.
—Ella quería estar en misa y repicando.
Él se encogió de hombros.
—Supongo que quería una vida social normal.
Había mucho más en esa escueta declaración de lo que su talante sugería. Kinley
escogió un paquete de té de manzanilla y preparó dos grandes tazas. Apostaría a que
Riley también necesitaba dormir.
—Tal vez, pero tenerla a expensas de ti y Law no era correcto. Además, ¿qué es
normal?
Él resopló con incredulidad.
—Sabes de lo que estoy hablando. Normal. Un hombre. Una mujer. Un par de
niños y una valla blanca.
Ella puso los ojos en blanco.
—Yo creo que eso está sobrevalorado. He conocido parejas de homosexuales que
permanecieron enamorados mucho más tiempo que los heterosexuales. Y todas las
parejas “normales” que solía admirar están engañándose o divorciándose. Asumí
que tendría un matrimonio normal con Greg. Él es un hombre y yo soy una mujer,
¿verdad? Bien, resultó ser un criminal imbécil que está follando con mi hermana y
conspirando para asesinarme. Los hombres que tengo son maravillosos. Nuestra
relación puede que no sea tradicional, pero me hacen sentir especial.

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Shayla Black

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—Cuando termines de pensar en ti misma, pastelito, considera a Dominic y Law.


Si permaneces con ellos, todo el mundo asumirá que son homosexuales. —Su mirada
se clavó en la de ella, un completo desafío allí.
¿Adónde quería llegar con eso?
—Y nosotros sabremos que no lo son.
—Ah, Bien, bueno. Supongo que no es tan malo ser considerado homosexual y
todo eso. —Él volvió a centrarse en el bocadillo.
Algo lo había dejado en carne viva. Kinley sabía que probablemente debería
dejarlo pasar, pero sus palabras le dieron la lata, diciéndole que entender a Riley era
demasiado importante para darse por vencida. Incluso si él nunca se unía a su
relación, era una parte integral de Law y Dominic. Tenían que congeniar.
—Entonces… ¿tu prometida estaba preocupada de que pareciera que se estaba
acostando con tíos homosexuales?
Riley dejó escapar una risita, pero sin humor.
—No exactamente. Ella estaba más preocupada sobre lo que la gente supondría
que pasaba si se enteraban de que se estaba acostando con hermanos.
A Kinley le tomó un momento procesar lo que Riley estaba diciendo. Una vez que
lo hizo, se le cayó la mandíbula conmocionada ante lo que aquella misteriosa mujer
había dejado entrever.
—¡Eso es ridículo! Tú y Law nunca harían… Es una perra.
Kinley nunca utilizaba ese tipo de lenguaje, pero parecía terriblemente apropiado
ahora. ¿Cómo se atrevía?
Durante un momento, Riley clavó los ojos en ella con rostro impasible.
—Comparto las mujeres con mi hermano. No es lo común, por lo que mucha gente
deja que su imaginación se vuelva descabellada. Si yo también estuviera involucrado
contigo, todos nosotros quedaríamos manchados por las murmuraciones. ¿Cómo vas
a conseguir que la gente done para tu obra de caridad cuando todo el mundo te
llame a ti y a los hombres con los que te has casado pervertidos?
—En primer lugar, no todo el mundo lo haría. Mucha gente no pensaría eso para
nada o se preocuparía por mi vida personal. No me importan esos que quieran
presumir de ese tipo de mierda a mis espaldas. —Al menos ya no lo hacía. Había
perdido mucho tiempo intentando complacer a las otras personas.

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Shayla Black

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—Eso dices ahora, pero una vez que regresemos al mundo real, cambiarás tu
relato.
—Riley, he vivido toda mi vida preocupada por lo que las personas pensarían de
mí. Crecí en la alta sociedad, donde la reputación de una mujer lo es todo. Mi
hermana tiene una excelente reputación. Es considerada una de las mujeres más
exquisita de la ciudad. Es una mentirosa egoísta que engaña a su marido y piensa
que sus niños son solo una forma de controlarlo. Está planeando dejar a alguien
asesinar a su única hermana, y su despedida hacia mí fue “ciao”. Ella vive la tan
llamada vida “normal” de manera impecable, pero yo creo que debe ser unos de los
seres humanos más miserables en este planeta para comportarse de la manera en que
lo hace. Si eso es normal, es bastante cutre. Y no quiero ser parte de eso.
Riley negó con la cabeza.
—Eso dices ahora, pero espera a que no tengas más tu reputación estelar. No sabes
lo que es tener al mundo entero despreciándote.
A él le faltaba por completo el sentido de la vida.
—¿Sabes lo que es tener a una persona levándote el ánimo? Porque yo podría no
haber tenido al mundo despreciándome, pero tampoco he tenido a nadie que
realmente me amara. Pienso que arriesgaría casi cualquier cosa por tener eso en mi
vida.
—Eres terriblemente ingenua.
—Me han dicho eso antes. Pero yo creo que tú eres terriblemente cínico.
—Eso ocurre cuando eres el hijo de la puta del pueblo.
—No la llames así. —Sin importar quien fuera él, Kinley no iba a permitir que
nadie hablara de la madre de Law de esa manera. Cuando él se había referido a ella
como California Mike, Law había sido completamente franco con respecto a su
madre. Aunque ella hubiera sido imperfecta y descarriada, él la había amado.
Riley se encogió de hombros.
—Es lo que hacía.
—Pero eso no definía quien era—argumentó Kinley.
—Solo estoy siendo realista, del mismo modo en que lo era Simone. Ella quería las
conexiones de Dominic para subir en la escala social, usando mi espalda y la de Law
como los peldaños. Mantenerlo separado de nosotros en público era la única manera

~194~
Shayla Black

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en que ella podía aspirar a lograr eso porque una mujer que se acuesta con dos
hermanos y su amigo… ¿quién sabe lo que pasó allí? La especulación proliferaría
siempre y ella sería una puta.
—Estabas enamorado de ella. —Nada más explicaba su amargura.
Riley vaciló, luego negó con la cabeza.
—Estaba enamorado de la idea de ella. Estaba enamorado de tener la relación que
yo quería. Simone me mostró la verdad.
—No, Simone te mostró que era una persona horrible.
—Ella quería lo que quieren todas las mujeres.
—¿Qué crees que es eso? En mi libro, es amor y compañerismo. Ser deseado y
necesitado.
Él bufó.
—Se trata de dinero, respeto y un lugar en la sociedad.
—Guau. Ella te hizo mucho daño. Estoy sorprendida. No habría esperado que
simplemente te tumbaras y lo aceptaras. Ni tampoco que la amaras con cada
partícula de tu alma o no eres la persona que pensé que eras.
Él le frunció el ceño.
—No la amé.
Si eso fuera cierto, él parecía dispuesto a privarse de muchas cosas por una mujer
que no era dueña de su corazón.
—¿Pero vas a dejarla mandar el resto de tu vida?
Su sonrisa cínica estaba de vuelta.
—Oh, por favor. ¿Vas a tratar de decirme que no vas a permitir que lo que Greg
Jansen hizo te afecte? Ya lo has hecho. Acabas de desechar veinticinco años de
mantenerte virgen para el matrimonio para darle a Greg un grande y conocido “a la
mierda contigo”. Así que yo no diría demasiado sobre no ceder a la amargura si
fuera tú.
—¿Crees que me acosté con Dominic y Law porque quería vengarme de Greg?

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Shayla Black

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—Por supuesto. Greg iba a ser tu marido y te habías mantenido virgen para él.
Abrir tus piernas para mi hermano y Dominic probablemente te hizo sentir poderosa.
¿Fue una dulce venganza?
Lo había sido, pero no por las razones que él pensaba.
—Yo no me mantuve virgen. Nunca me importó alguien lo suficiente como para
acostarme con él.
—¿Y no obstante, te interesaste por mi hermano durante los pocos días desde que
te drogamos, secuestramos y luego hicimos pedazos tu mundo? Seh, lo creo.
Pero ella lo había hecho. Y estaba comenzando a pensar que tal vez valía la pena
luchar por su amor y futuro.
—No me importa lo que tú creas, Riley. Sé quién soy. Sé lo que he hecho y lo que
siento. Absolutamente, ha llegado a importarme muchísimo tu hermano y Dominic.
Acostarme con ellos no tuvo nada que ver con la venganza y todo que ver con seguir
adelante con mi vida. No puedo entender por qué estás aferrado al pasado. Una
mujer te lastimó y ahora no lo dejarás pasar, por lo que te desquitarás conmigo. Muy
bien, pero detente y piensa en el hecho que no soy tú. Greg me lastimó. Becks me
lastimó. Mi papá me lastimó. ¿Sabes una cosa? No voy a permitir que arruinen mi
vida. No voy a permitir que me cambien. Puedo ser ingenua y estúpida, pero voy a
seguir tratando de encontrar el amor. No me importa cómo llegue a mí. Si se trata de
uno, dos o tres hombres. Lo aceptaré. No me importa lo que piense el resto del
mundo porque a nadie le preocupó que mi prometido fuera a asesinarme. A ti, a
Dominic y a Law sí. Eso es lo único que me importa.
—No nos preocupamos por ti. —Las palabras salieron en un tono brusco y
chirriante.
Eso dolió, pero él parecía decidido a hacerla ver su malintencionada verdad.
—Ellos lo hacen ahora. Yo no puedo cambiar cómo sientes.
Y Riley no lograba optar por su verdad tampoco. De ahora en adelante, nadie
jamás iba a decidir quién era Kinley Kohl o lo que haría. Nadie iba a cambiar esa
parte de sí misma profundamente arraigada que seguía tratando de llenar su
corazón, a pesar de toda la evidencia de que no iba a funcionar. Se negaba a creer que
terminaría sola.
—¿Has pensado en el hecho de que estamos aislados aquí en Alaska y que ellos
están cachondos? ¿O que sienten lástima por ti?

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Shayla Black

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El dolor volvió a destellar. Era hora de irse. Si Riley quería ser ruin, ella necesitaba
mantenerse lejos de él. Esa mujer lo había lastimado y él no quería recuperarse.
Pero la pregunta la atormentaba. ¿Law sentía lástima por ella? Cuando pensaba en
eso… no. Ella había sentido su cariño. Podría no ser amor, pero Law sentía algo por
ella. No era estrictamente lástima o deseo. Y Dominic Anthony nunca se acostaría
con nadie porque sintiera lástima por ella.
Riley la estaba mirando echando fuego por los ojos, desafiante. Alguna bestia
atrapada bajo su piel quería que ella se peleara con él. Seguía atizándola, haciéndola
retroceder cuando ella intentaba marcharse. Se comportaba como un niño que no
sabía cómo salir del rincón oscuro donde él mismo se había puesto.
La rabia huyó en un arrebato de compasión. Riley había amado y perdido, y no
sabía cómo encontrar el camino de regreso. Estaba triste y enojarse con él no
ayudaría. La profunda desconexión masculina probablemente le costaría a ella todo,
pero de nuevo, ella no permitiría que eso cambiara en quién se había convertido o lo
que creía.
Kinley no vaciló. Simplemente se acercó y lo abrazó, apoyando la mejilla en su
pecho.
—Lo siento.
Él se tensó.
—¿Qué estás haciendo?
—Brindándote lo que Simone no te brindó. No se merecía a vosotros tres. Sé que la
echas de menos, pero tienes que dejarla ir y encontrar a alguien que te ame. Os
merecéis una mujer que esté de pie a vuestro lado, orgullosa de ser vuestra esposa.
No te avengas, ni te reacomodes, Riley. Esto es tu para siempre. Tienes que luchar
por ello. Acabo de aprenderlo. No dejes que alguien te lo quite.
Riley la miraba parpadeando en silencio con expresión incrédula.
Ella se echó hacia atrás lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—Encuentra a alguien que os haga felices a todos. Sé que no soy esa persona
porque no estás interesado en mí, y llegado el momento, me iré en silencio. Solo
déjame tener unos pocos días con ellos. Déjame saber lo que significa tener un
amante. En el momento en que tengamos que volver al mundo real, sé que eso se
hará añicos, pero ¿no podemos tú y yo ser amables uno con el otro hasta entonces?

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Shayla Black

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Él levantó las manos, apartándose de un empujón de su abrazo.


—¿Qué estás haciendo? He sido horrendo contigo.
—Estoy siendo fiel a mí misma. Tú estás lastimado y yo no soy el tipo de persona
que ignore eso. Así que te estoy ofreciendo consuelo.
Ella se deslizó contra él, los ojos bajos porque no creía que pudiera soportar ver la
censura en su mirada. Para su sorpresa, cuando se apretó contra él, se dio cuenta de
que su polla estaba dura como una piedra.
Una vocecita en su interior la aguijonó. Si a Dominic y Law les interesaba dominar
a una mujer y ellos usualmente la llevaban a la cama juntos… quizás Riley quisiera
algo de control también.
—Señor.
—Joder. —De repente, un brazo la rodeó, tirándola contra él en un abrazo
apremiante. La otra mano se metió por su pelo, el puño cerrándose alrededor de los
mechones. Cuando él tiró y la obligó a encontrarse con su mirada, ella siseó—. Estás
loca, Kinley. No funcionará. No puede hacerlo.
Ella podía sentir su corazón latiendo aceleradamente contra ella, su polla
endureciéndose aún más contra su vientre.
El ritmo cardiaco de Kinley se triplicó cuando se encontró con su mirada de ojos
suplicantes.
—Puede. No te rindas. La mujer correcta, una que pueda amaros a todos, está por
ahí.
—¿Y qué ocurriría si esa mujer no pudiera amarme?¿Qué ocurriría si soy el que lo
jode todo?
—No lo harás. Solo cree y dale una oportunidad. —Ella quería tantísimo ser esa
mujer. Todo su cuerpo languidecía por él.
Riley no dijo nada por lo que pareció una eternidad. Solo se quedó mirándola a la
cara, como si tratara de leer su corazón y su mente. La tensión se volvió apremiante,
densa. Tenía remolinos en el vientre. La excitación latía dentro de su cuerpo.
—¿Ella me dará una oportunidad?
—Si es inteligente, lo hará. —Kinley se obligó a cerrar los ojos. Él no se refería a
ella y ella necesitaba liberarse de su abrazo y apartarse o iba a hacer el ridículo.

~198~
Shayla Black

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Él tragó saliva con dificultad.


—Dame una oportunidad, Kinley.
Su boca descendió hacia la de ella.

* *
Por un momento el tiempo pareció detenerse mientras Riley cubría los labios de
Kinley con los suyos y la besaba por primera vez. Probablemente terminaría mal.
Había evitado la atracción entre ellos durante todo el tiempo que había podido, pero
ahora se sentía completamente impotente. Había perdido completamente su aguante
en el momento en que ella lo había abrazado y llamado Señor.
Tal vez ella no pudiera saber lo que le había hecho, el lugar adonde lo había
enviado. Dominic podría haber introducido a Law en ese mundo primero, pero él
había llegado allí por desearlo ardientemente. Todo le había ocurrido cuando era un
niño. Él no había tenido mucho que decir de su vida, donde tomar el control ahora
era primordial. Le podía ceder algunas decisiones a Dominic y a Law, pero
necesitaba sentir como que estaba a cargo de su propio destino.
Y no le había gustado las verdades que Kinley le había señalado.
La necesidad se propagaba con violencia dentro de él. Tenía que encargarse de
eso. De ella. Superar este deseo así no lo controlaría un segundo más.
Riley aplastó su boca contra la de ella, su polla tensándose en el momento en que
ella cedió debajo de él, aceptándolo.
Había estado despierto toda la puñetera noche, estudiándola. Había leído artículos
sobre ella, visto las noticias sobre su secuestro, se había quedado con la mirada
clavada en sus fotos… cualquier cosa para conseguir que su mente dejara de pensar
en el hecho que estaba en un dormitorio con sus hermanos, haciendo el amor.
Cuando ella entró, él había usado toda su templanza para abstenerse de levantarla
en brazos y tomar lo que le correspondía. Había tratado de enojarla, ahuyentarla,
pero Kinley había visto a través de su cortina de humo, directo en su corazón. Ella en
cambio, le había brindado su compasión. ¿Cómo diablos se suponía resistirse a eso?
Él acunó sus espléndidos pechos. Maldita sea, los amaba. Ella trataba de
esconderlos con sujetadores punitivos que los mantenían firmes con alambres de
metal. Aun así, eran dolorosamente suaves y pesados en sus palmas. Aunque llevara

~199~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
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puesta una camiseta de algodón, él no podía escapar a lo cálida y deliciosa que se


sentía a través de la tela, a cómo las curvas femeninas se movían contra él.
Riley hurgó debajo de su camiseta, desesperado por poner las manos sobre la piel
desnuda. Ahora que ella estaba en sus brazos, él no podría contenerse.
Encontró sus pechos, escondiéndolos en la palma de su mano a la vez que la
apretaba contra la mesa de la cocina y hundía la lengua profundamente en su boca.
Sus pezones estaban duros como pequeños guijarros contra sus manos y su piel tan
suave que él gimió.
Kinley no lo estaba rechazando. De hecho, se aferraba a él, colando los dedos por
su cabello húmedo como si aún lo deseara. Como si aún tuviera una oportunidad.
Ahora mismo, no quería cuestionarse si quería esa oportunidad. No tenía
importancia. Él la deseaba.
Deslizó las manos a su alrededor para encontrar las nalgas de su culo perfecto y
redondo, y la alzó arrastrándola contra su polla. Se restregó contra ella, amando el
modo en que jadeó en su boca. Su cuerpo entero latía de excitación. Ni siquiera podía
recordar la última vez que había deseado a una mujer así. Pero Kinley eclipsó a todas
las demás en su memoria. Con Simone, había sido un deseo de sexo, una esperanza
de algo duradero… nada más. Con Kinley, sentía una lujuria latente que no podía
negar. Y una punzada en su pecho que no podía ignorar. Riley ni se molestó en
intentarlo.
—Prepárate, cariño, voy a tumbarte sobre la mesa de la cocina y follarte. Si se
rompe debajo de los dos, te follaré en el suelo.
Kinley se retiró con los labios hinchados por sus besos y el pecho agitado.
—No puedo.
Él se sintió como si el suelo se hubiera retirado debajo de él. ¿No podía? Seh, con
él al menos. ¿Qué diablos había estado pensando?
Riley se retiró bruscamente de sus brazos. La condenada tetera comenzó a silbar.
Ella había venido aquí por un bocadillo, no para ser follada de nuevo. Había
malinterpretado por completo la situación y hecho el ridículo.
Se obligó a no mirar en su dirección, concentrándose en la tarea entre manos. Tan
rápido como pudiera, le daría algo de comer, luego se retiraría a su habitación, se
masturbaría y se preguntaría si sería capaz de volver a mirarla a los ojos alguna vez.

~200~
Shayla Black

Su Virgen Rehén
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Después de verter el té en la taza de Kinley, ignoró la que ella había preparado


para él. No necesitaba té. Necesitaba una tonelada de whisky.
Inspirando un trémulo aliento, él se equilibró y se volvió.
—Tu té está…
Kinley se arrodilló delante de él, sin la camisa que había estado llevando. Su
cremosa piel estaba completamente expuesta. Prácticamente brillaba en la tenue luz
de la cocina, una perla sobresaliendo en la noche. Su cabello color miel fluía sobre sus
hombros, y sus ojos estaban fijos en los de él.
—No quiero té. Te deseo pero estoy demasiado dolorida para tener sexo sobre la
mesa. Tus hermanos realmente se ensañaron con mi, um…
—¿Coño? —La palabra escapó sin pensar. De hecho, en lo único que podía pensar
era en ella, desnuda, radiante y presentándose ante él.
—Sí. —Ella se sonrojó—. Necesito un par de días antes de tomarte allí. —Ella
recorrió con la mirada su bragueta, luego se relamió los labios nerviosamente—.
Nunca he hecho esto, pero quiero que tú seas mi primero.
Riley casi deja caer la taza. Tenía que lograr estabilizar sus manos y la apoyó.
¿Estaba diciendo lo que él deseaba? Él no quería asumirlo y volver a hacer el ridículo.
Era hora de ser suave y romántico.
—¿Estás hablando de una mamada?
Realmente suave, imbécil.
Sus apetitosos labios se curvaron.
—Creo que es así cómo las personas lo llaman. Puede que no tenga mucha
experiencia, pero conozco las palabras, Riley. Mamada. Felación. Sexo oral. Quiero
tomarte en mi boca y engullirte.
Así como así, su polla se puso tan dura que dolía.
—Kinley, no tienes que hacerlo.
Sus ojos se abrieron ampliamente.
—¿No quieres que te lo haga?
Dios, él no había querido decir eso… en absoluto. En realidad, él no había querido
decir una maldita palabra de las que había dicho durante toda la noche.

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—¡Sí! Quiero que lo hagas. Lo deseo tanto que podría morir si no lo haces.
Ella se relajó ligeramente, luego se mordió el labio con incertidumbre.
—Podría no ser buena en eso.
—Puedo enseñarte. —La idea de que ella nunca hubiera tenido una polla en su
boca hizo que su columna vertebral hormigueara. Sus hermanos podrían haber
tenido su primera vez, pero ellos no habían tomado todo. Esta primera vez de ella
sería para él—. Serás hábil en esto, Kinley. Eres hábil en todo.
—No sé nada de eso.
Él había pasado toda la noche estudiándola.
—Lo sabes. Cuando quieres hacer algo, lo haces. Alimentas y vistes a gente sin
hogar. Has hecho sonreír a mis hermanos. Me has puesto muy caliente. —Se acercó—
. Y quiero que saques mi polla.
Kinley lo miró parpadeando, luego sus manos se movieron trémulamente hacia la
cintura de sus vaqueros, esos dedos con una manicura perfecta trabajando sobre el
botón de su bragueta. Al principio, ella fue torpe, pero su vehemencia era tan dulce.
Nada en ella era falso. Cada pizca de aprehensión y deseo por agradar que ella sentía
estaba escrito por todo su rostro.
Eso era su sumisión. Ella le estaba brindando algo que siempre lo excitaba y no
solo físicamente. Algo acerca de observar a una mujer tomarlo en su boca sacaba
todos sus instintos dominantes. Y con Kinley, él no quería nada más que enredar sus
dedos en sus cabellos y alimentarla con la dura longitud de su polla, centímetro a
centímetro, y reclamar esta parte de ella.
Lentamente… tan lentamente que pensó que gritaría… Kinley desabrochó el botón
y comenzó a bajar la cremallera. Su polla presionaba contra sus bóxers como si
tratara de acercarse a ella.
—Llevas ropa interior—dijo Kinley con el ceño ligeramente fruncido—. Yo no
estoy autorizada a usarla. Creo que vosotros tampoco deberías.
¿La pequeña sub pensaba que ella ponía las reglas?
—Aún no lo sabes, pero si continuas hablando así, habrá zurras en tu futuro.
¿Cómo manejaría ella una verdadera zurra? La idea de su cuerpo desnudo sobre
su regazo hizo que su ingle volviera a tensarse. Jesus, tanta sangre se precipitó hacia
el sur de su cuerpo que se sintió mareado.

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Shayla Black

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Ella arrugó la nariz y le envió una mirada insolente mientras le bajaba los bóxers
por las caderas.
—Lo puedo manejar. Law me dio un par de palmadas más temprano porque
olvidé llamar “Señor “a Dominic.
Dominic era estricto con el protocolo, pero eso no era lo de Riley.
—Me gusta oír mi nombre, Kinley. Y yo no te daré un par de palmadas para
sonrojar tu culo. Sé que esto te sorprenderá, pero Law es el suave en lo que a esto se
refiere.
—No me sorprende. Él es muy dulce.
¿Dulce? Law había matado más hombres de los que ella podría imaginar. Lo había
hecho en servicio a su país pero…
—¿Te ha contado sobre su servicio militar? Si no es así, deberías saber que él es
solo suave contigo. Law es un asesino profesional.
—No—protestó ella—. Es un protector profesional. —Le bajó los bóxers y rodeó su
polla con los dedos… finalmente. La suavidad de su toque casi lo deshizo.
Y a él le encantó que ella los viera con otros ojos. De hecho, le gustaba estar con
ella, simplemente hablando cuando no había muros entre ellos.
—Puede que tengas razón, cariño. Tal vez todos nosotros deberíamos mirar por
segunda vez el modo en que vemos el mundo, pero tú deberías entender que yo soy
más como Dominic que como Law en lo que al sexo se refiere. Te pondré sobre mi
rodilla. No te dejaré levantarte hasta que me supliques que me detenga. Aun así,
haré que te corras antes de permitir que te vayas. Sentirás mi mano sobre tu culo
durante todo el día siguiente. Al igual que sentirás mi polla en tu coño.
Con el tiempo, sí. Pero esta noche, él estaría satisfecho con su boca. Y con ser el
hombre que le enseñó.
Su rostro se había ruborizado, una señal certera de que sus palabras la habían
avergonzado o excitado. Dado que ella aún estaba allí, mirándolo fijamente con sus
ojos marrones abiertos de par en par, él confiaba en lo último. Pero tenía que estar
seguro.
—Tócate.
Sus ojos estallaron en llamas por la sorpresa.

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—¿Qué?
—Tócate, Kinley. Hunde esos dedos en tu coño y tócate. Juega con tu clítoris hasta
que te diga que pares. Quiero observarte. —Ella era tan recatada y educada que Riley
no podía esperar para arrasar con esa capa y llegar a la mujer por debajo de la
superficie—. O podría mostrarte mi versión de una zurra.
Él estaría bien de cualquier modo. Al final ella haría lo que él quisiera porque ella
no sería capaz de evitarlo más de lo que él podía.
Al principio, ella estaba indecisa, un poquito torpe mientras deslizaba la mano por
su cuerpo hasta encontrar su clítoris. Él se acariciaba la polla mientras la miraba,
moviendo la mano desde la base hacia la punta. Ella dejó su mirada sobre él mientras
se tocaba, y la sangre masculina se despertó.
—¿Así, Riley?
Una oleada de aprobación se precipitó por él. Este era el lugar donde se sentía más
cómodo.
—Exactamente así, cariño. Frota tu clítoris, luego desliza los dedos dentro de tu
abertura.
Su aliento se entrecortó cuando ella encontró su dulce lugar y a él le encantó que
ella fuera una chica muy obediente. Después de acariciar dos veces su clítoris, deslizó
los dedos profundamente. Cuando los retiró, estaban recubiertos de su crema.
Ella lo deseaba. Sus rudas palabras no la habían ahuyentado. Ella no estaba
haciendo esto por lástima o porque Law o Dominic se lo hubieran dicho.
Él atrapó su muñeca y la acercó de un tirón a sus labios. El dulce aroma de su
excitación inundó sus fosas nasales. Kinley estaba cremosa y madura. Puede que esta
noche no lograra sentir ese coño en torno a su polla, pero seguro podría enterarse de
su sabor.
Él se metió los dedos en la boca, los chupó, deleitándose con su sabor. Picante,
dulce y muy Kinley. Lamió hasta la última gota y todavía quería más.
—¿Por qué observarte hace que me excite? —Los ojos de Kinley ardían de deseo—
. Fue lo mismo cuando Law lo hizo y cuando Dominic…
Él podía adivinar lo que había hecho Dominic.
—¿Dominic empujó su cara en tu coño y no se apartó hasta que tuvo su ración?

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Volvió a parecer ese magnífico rubor. Él adoraba hacerle subir los colores.
—Me besó allí. Al principio pensé que debería hacer que me sintiera incómoda,
pero acabé amándolo. Es algo más que puro placer. Hay algo muy íntimo en ello.
—A tus amantes les gusta el modo en que sabes, Kinley. —Él le tocó la barbilla y
se acercó más, su polla casi contra sus labios—. Así es como debería ser. Tus amantes
deben querer comerte dos veces durante el día y tres veces cada noche. Voy a
lamerte, amarte y hacer de ti una comida cuando pueda. Pero te necesito ahora
mismo.
Ella clavó los ojos en su polla y se inclinó, su aliento caliente sobre él. Luego asestó
un golpe con la lengua a su polla, la lamió y la saboreó. Con un ligero gemido, cerró
los ojos como si estuviera catalogando las sensaciones y los sabores.
—Sabes salado y rico. Me gusta tu sabor.
Y ella no tenía ni idea de lo que estas inocentes palabras le hicieron. En el pasado
sus amantes le habían hablado sucio, le habían dicho lo que le harían. Ni una sola lo
había mirado y le había dicho que le gustaba… su cuerpo, su sabor. En realidad no se
habían preocupado por él o por su felicidad.
Él estaba dentro y no veía escapatoria. Ni siquiera estaba seguro de que quisiera
encontrar una. Independientemente de lo que Dominic y Law pensaran, las
posibilidades de que ella se marchara al final eran altas. O de que él se viera obligado
a dejarla por su propio bien. Kinley podría intentar quedarse, a pesar de todas las
cosas malas que llegarían a ella, para amarlos. Él podría tener que protegerla al fin.
Pero tenían esta noche y quizás unas pocas más después de ésta. Puede que eso lo
convirtiera en un hijo de puta codicioso, pero iba a apropiarse de ellas.
—Déjame darte más. Pasa tu lengua todo a lo largo de mí. —Riley se sostenía la
polla, pero pronto su mano reemplazó la de él.
Ella lo exploró, su lengua como un colibrí encendiéndole en todas partes donde
lamía. Prestó especial atención a la sensible V en la parte posterior de su pene, y sus
ojos casi se pusieron en blanco mientras ella trabajaba ese lugar una y otra vez.
—Dios mío, cariño, tienes talento. —Ella no necesitaba a nadie para decirle lo que
tenía que hacer.
—Dado que me diste permiso para explorar, quiero saborearte y conocer todo de
ti. —Ella se metió la punta de la polla en la boca, el calor lo rodeó.

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—Sí, cariño. Eso se siente bien. Tan bien. —Él cerró los ojos y metió las manos en el
cabello femenino—. Toma más.
Ella lo complació, rodeando su polla con su boca caliente. Su lengua hacía
remolinos, una provocación, una burla. Luego lo chupó con fuerza, concentrando las
sensaciones, dejando de lado la anticipación. Él podía sentir su polla latiendo al ritmo
de los rápidos latidos de su corazón mientras ella lo chupaba profundamente.
Una y otra vez, trabajó su carne dura, debilitándolo, metiéndolo completamente
en su boca. Trabajó incansablemente mientras subía y bajaba, tomando un poco más
cada vez, todo su cuerpo contoneándose por el esfuerzo.
Ella estiró una mano y le acarició los muslos a través de la mezclilla de los
vaqueros. Lentamente, sintió sus dedos viajar hacia arriba hasta que encontró la piel.
Mientras le chupaba la polla, acunaba sus caderas y pasaba las palmas sobre sus
abdominales, el tributo de una amante, una silenciosa expresión de deseo.
Finalmente, ella se abrió camino hacia la base de su pene, y lo sujetó allí mientras
raspaba su polla con el filo suave de sus dientes.
Él bajó la mirada para encontrarla acunándole las pelotas con la mano libre. Toda
su timidez parecía haberse evaporado en el momento en que le había dado permiso
para jugar con él, como si ella solo hubiera estado esperando la oportunidad para
disfrutar.
Kinley hizo rodar sus pelotas en la palma de su mano, provocando un gemido
profundo de Riley. Él iba a perder su puñetera cabeza.
—No voy a durar mucho tiempo si haces eso, cariño. ¿Estás segura? —No quería
inundar su boca si ella no estaba preparada para eso.
Ella tarareó en torno a su polla, la vibración moviéndose a través de sus venas y
haciéndolo temblar. Se lo había metido todo, casi hasta la base del pene y ahora
jugaba con sus pelotas. Santo infierno, podía sentir la parte posterior de su garganta.
Su lengua lo recubría, una caricia constante que lo obligaba a subir más y más alto.
Hasta que Riley se rindió.
—Trágame—gruñó la orden mientras el orgasmo se apoderaba de él, el éxtasis
latiendo profundamente en su interior mientras la punta de su polla estallaba,
brotando a borbotones en su preciosa y ansiosa boca.

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Y ella bebió hasta la última gota, tragando todo lo que él tenía para darle.
Mientras su cabeza se movió de arriba abajo encima de él, ella lo lamió, lavándolo de
un lado, luego del otro, sin olvidar una gota.
Riley estaba noqueado por cómo ella se había brindado, de manera tan franca y
honesta. Le apartó el cabello de la cara mientras lentamente se retiraba de su boca. La
levantó y luego la arrastró contra él hasta que pudo besarla. Sin importarle una
mierda que sus vaqueros hubieran caído en torno a sus rodillas. Solo sabía que
quería su boca sobre la de ella, sus brazos alrededor de su cuerpo.
—Gracias, cariño. Esto fue increíble. —Nunca había dado las gracias a una amante
antes. Él le había comprado flores, baratijas, pero nunca había valorado el regalo que
le habían dado. Nunca había pensado así hasta ahora.
Kinley era diferente.
—¿Estuvo bien?
Él se echó a reír, porque sus temores eran comprensibles, pero completamente
infundados. La alegría lo iluminó, como una felicidad rutilando en su interior. La
abrazó, todavía no estaba en condiciones para dejarla ir.
—Fue el mejor. Y no estoy diciendo esto para hacerte sentir mejor. Nunca he
sentido el deseo de nadie por complacer como he sentido el tuyo.
La besó, fusionando sus bocas, saboreando la intimidad entre ellos. Por ahora, era
suficiente. Por supuesto quería meterse profundamente dentro de ella. Mañana él lo
haría. Entonces gozaría con ella, y tomaría fotos mentales que nunca desaparecerían,
incluso después de que ella se hubiera ido. De esa manera, tendría algo para detener
toda la oscuridad que lo invadiría cuando todo se viniera abajo. Quería que su
memoria estuviera llena de ella, como un ordenador que hubiera sido llenado hasta
el límite. Quería estar lleno de ella, hasta que él no pudiera agregar nada más. Al
igual que su tableta, incluso. Su memoria estaba llena, también. Se había dado cuenta
de eso cuando desactivó su conexión a Internet.
Y eso lo había exasperado.
—¿Con cuántos gigabytes de memoria viene tu tableta? —Una idea rondaba en su
cabeza. Riley comenzaba a sospechar que lo que Jansen quería del equipaje de Kinley
estaba ligado a esa tableta y dudaba que fuera porque el cretino estuviera muriendo
por leer la última novela romántica.

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Pero él podría querer las fotos. Kinley tenía cientos de fotos en su dispositivo. Si
estaba en lo correcto, las fotos ocuparían la mayor parte de la capacidad de
almacenamiento… aunque no debería. Esa tableta había sido diseñada para contener
miles de fotos. Sin embargo, estaba extrañamente llena.
Kinley levantó la mirada, lo miró a los ojos.
—¿Qué?
Él sacudió la cabeza.
—No tiene importancia, cariño. Tengo que mirar tu tableta de nuevo. Lo necesito
ahora. —Él la volvió a besar, tratando de suavizar el cambio brusco de tema—. Lo
siento. A veces mi cerebro tiene que pensar en las cosas durante un rato y necesito
algo que me sacuda antes de descifrar un acertijo. O tal vez solo necesito la mejor
mamada de todos los tiempos para convertirme en un genio. —Él sonrió—. Pero creo
que logré descifrar a lo que Jansen está tan desesperado por echarle mano. Despierta
a Dominic y Law y luego tráeme esa tableta.
Ella se agachó y agarró la camiseta.
Riley se la arrebató.
—No necesitas ropas para despertarlos.
Su rostro se retorció en el más dulce de los ceños fruncidos.
—Creí que estábamos cambiando a modo negocio.
Ella tenía algunas impresiones erróneas.
—Modo negocio no significa ropa para ti, cariño. —Agarró la camiseta—. Yo
pienso mejor cuando tú estás desnuda. Mira lo que hizo jugar un rato. Joder, si estás
desnuda todo el tiempo podría resolver el hambre del mundo.
Ella soltó una risita.
—Resuelve la mía, al menos. Haré todo lo que me pides si terminas de hacerme
ese bocadillo. Estaré de regreso, pero no puedo decir que no estaré vestida. Esto es
Alaska. Si quieres que camine por ahí desnuda, la próxima vez me secuestras y me
llevas a Hawaii.
Ella se volvió y él observó el culo más caliente del mundo salir meneándose de la
habitación. Su polla volvió a brincar, pero se reacomodó los vaqueros porque tenía
trabajo que hacer.

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Mientras ella daba vuelta por el pasillo, él cayó en la cuenta que si estaba en lo
correcto, aunque su tiempo con ella recién hubiera comenzado, estaba casi
terminando. Él tendría que volver al mundo real. Y allí la perdería.
A veces no era tan genial ser inteligente.

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Capítulo 13

Law bajó la mirada hacia la tableta. Había una foto perfectamente dulce de Kinley
y Annabelle. Estaban en un mirador, cada una de ellas sonriendo y sosteniendo una
copa de vino juntas como si estuvieran brindando. Kinley tenía un vestido amarillo,
sin mangas y Law no podía apartar los ojos de ella.

¿Cómo esta foto en la tableta de Kinley era la clave para capturar a Jansen?

—¿Quién tomó ésta, cariño?—le preguntó Riley.

Law los miró a ambos y quiso hacerles algunas preguntas. Cuando Kinley había
entrado al dormitorio para despertarlos, había estado completamente desnuda. Él
había querido agarrarla, intentando arrastrarla de regreso a la cama, pero ella les
había explicado que Riley quería hablar con ellos porque su justificadamente friki
hermano había descifrado ciertas cosas del ordenador.

Él estaba muy seguro que ella no se había vestido, hablado con su hermano, y
luego quitado la ropa solo para despertarlos. A su hermano le podía gustar la
tecnología, pero también le gustaban sus mujeres desnudas. Algo había sucedido
entre Kinley y Riley y Law quería festejarlo.

Pero en este momento, tenía que lidiar con un montón de basura tecnológica que
realmente no entendía.

En el lado positivo, Kinley estaba desnuda. Su hermano había llamado a eso


completamente correcto.

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Shayla Black

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—¿Estás seguro que no debería usar una bata o algo por el estilo?—preguntó
Kinley, cruzando los brazos sobre sus pechos.

Dominic se sentó a la mesa de la cocina, cruzando una pierna sobre la otra


mientras la miraba con aprobación. Él, como Law, se habían puesto unos pantalones
de chándal.

—Tú no necesitas ropas. Subí la calefacción. Si necesitas a alguien que te caliente,


eres bienvenida a sentarte sobre mi regazo, mientras Riley nos brinda su muy
probablemente extensa y tecnológica explicación. Será aburrido. Necesitamos algo
para amenizar la charla. Tus pechos lo harán adorablemente.

Una sonrisita de sorpresa iluminó el rostro femenino.

—¿Estos amenizarán la charla?

Diablos, sí.

—Cariño, toda tú amenizas la charla. Ahora responde a Riley y deja de ocultar tus
pechos. Cuando pones las manos sobre tus senos, entonces miramos tu coño y ese
culo tuyo fabuloso.

Kinley sonrió avergonzada y puso en blanco sus primorosos ojos marrones. Pero
funcionó. Se relajó visiblemente mientras se inclinaba y echaba una mirada a la
fotografía en la tableta.

—Greg la tomó. ¿Qué hay de malo en la foto? —Ella frunció el ceño—. Ah. En
verdad, no recuerdo haberla agregado. ¿Puedes desplazarte a través de todas ellas?
No cargué esta tableta.

Riley le dio esa pequeña sonrisa de “te pillé”.

—Jansen lo hizo, ¿verdad?

—Sí—murmuró ella—. Fue un regalo de él. Soy una especie de idiota tecnológica.
Puedo usar mi móvil para hacer llamadas y enviar mensajes de textos, pero aparte de
eso, estoy perdida. Greg también compró mi móvil. ¿Crees que mis emoticones son

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malignos?

Law sofocó una carcajada. Varias veces, cuando él había sido California Mike,
Kinley le había enviado mensajes de textos. Ella terminaba cada mensaje con una
enorme cantidad de caritas sonrientes y símbolos de pulgares para arriba. Había
conservado cada uno de ellos.

—Dado que es una aplicación de acceso libre, tus emoticones deben ser seguros.
¿Así que Jansen cargó las fotos?—preguntó Riley.

—Él cargó todo. Yo le di una lista de libros que quería. Después de que los leí,
descifré cómo comprar más, pero la última vez que lo intenté, el dispositivo me envió
un mensaje de que no tenía espacio, así que hice que alguien en mi oficina me
enseñara cómo archivar mis libros. ¿Tengo un virus?

Law le envió a su hermano una larga mirada. Tenía el presentimiento que Riley
estaba en el camino correcto. Law no era el tecnófilo que Riley era, pero hasta él sabía
que era muy difícil llenar una tableta con nada más que cuarenta libros, un par de
juegos y algunas fotos. Debería haber un montón de espacio libre. No tenía ningún
video en el sistema para comerse su memoria. Tampoco ningún audio.

—No tienes un virus, pero tienes una rata bastarda y soplona—gruñó Law. Con
cada minuto que transcurría, él odiaba a Jansen más y más.

Riley asintió con la cabeza, luego se volvió hacia Kinley, tendiéndole la mano. Ella
la tomó y él tiró suavemente, arrastrándola a su regazo.

Seh, definitivamente algo había pasado. Kinley parecía muy cómoda


completamente desnuda en el regazo de Riley y él abrazaba ese manojo de desnuda
feminidad con aire de familiaridad. Después de todo, Law no tenía que preocuparse
acerca de perder a su hermano.

Echó una mirada a Dominic, quien los miraba a ambos tan asombrado y
complacido como él.

—Mascota, me asombras.

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Shayla Black

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Ella se encogió de hombros.

—No he hecho nada.

Dominic hizo un gesto con la cabeza hacia ella encaramada sobre el regazo de
Riley.

—¿Estás segura?

Kinley se ruborizó, y Riley lo ignoró por completo, aunque apretó con fuerza el
brazo en torno a la cintura, acercándola más.

Entonces Riley fue todo profesional de nuevo, señalando la pantalla con su mano
libre.

—Toda la cosa va en torno a estas fotografías. Todo lo que necesitamos está aquí
dentro. Se llama esteganografía.

Kinley frunció el ceño.

—¿Cómo estegosaurio?

Dominic negó con la cabeza, su afecto por Kinley visible.

—No, mascota, no es un dinosaurio. Muy por el contrario, esto está a la


vanguardia de las prácticas delictivas.

—Voy a matar a ese hijo de puta—gruñó Law.

¿Jansen estaba dispuesto a permitir que Kinley llevara su puñetera y criminal


información bancaria? Él iba a morir y lentamente. La tecnología podía ser el punto
fuerte de Riley. Dominic podía ser el dinero detrás de la misión. Pero Law era el
músculo, y eso significaba que encontraría el modo de matar a Jansen. También sabía
cómo lo haría. Iba a destripar al hijo de puta, pero no tanto como para que muriera
de inmediato. Oh, no. Se aseguraría que sufriera durante un buen tiempo.

—Dejando de lado el asesinato —interrumpió Riley la vívida fantasía de Law—.


La esteganografía es el arte de ocultar mensajes secretos en datos aparentemente

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inocentes. Tú ves la imagen, pero el ordenador lo ve como una serie de bytes de


información. Lo que los delincuentes hacen es embeber su información en la
estructura de lo que están corrompiendo. En este caso, Jansen está ocultando su
información financiera en estas fotos.

Kinley miró a Riley con el ceño fruncido.

—Todo lo que veo es una foto.

Riley cliqueó algunos botones y apareció una pantalla completamente diferente.

—Eso es porque tienes que saber cómo extraer el código. Y allí está.

Kinley se quedó sin aliento.

—Eso se parece a un informe contable. Como uno de los informes de mi


contabilidad.

Dominic maldijo.

—Bueno, ahora sabemos dónde puso el segundo juego de libros de la obra de


beneficencia de Kinley. ¿Qué dice, Riley?

—A esa Hope House le va muy bien. Él ha tenido un topo en tu organización cerca


de un año por lo que puedo decir. Él es el que te hizo creer que tu caridad se estaba
hundiendo. Tienes un empleado llamado Fred Buck que envió estos archivos. —Riley
se desplazaba a través de los archivos con el ceño fruncido.

—Sí. Él estaba a cargo de mis donaciones. ¿Estás diciendo que tengo más de lo que
pensé que tenía? —Kinley se puso una mano en la boca—. Me siento tan estúpida.

Law se acercó.

—No eres estúpida. Cariño, ellos jugaron contigo. No podías saberlo. Él envió este
tipo antes de que incluso le hubieras conocido. Te seleccionó como su objetivo y tú
no tuviste ninguna oportunidad. Apuesto a que Jansen te deslumbró y luego arregló
una negligencia tras otra en la obra de beneficencia.

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Shayla Black

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Él sabía cómo Jansen trabajaba. Había visto una táctica como esta antes. Lo último
que quería era que Kinley se culpara.

—Él me deslumbró por completo. Dos días después de que lo conocí, me llevó en
una cita a París. Nos pasamos una semana allí. En habitaciones separadas, pero yo
nunca había estado. Nunca me había tomado un tiempo antes. Era tan diferente.

—Él sabía cómo deslumbrarte—dijo Dominic—. Entiendo que Alaska no es París,


pero te trajimos con nosotros por las razones correctas. Y quiero que pienses eso
cuando los periódicos sensacionalistas empiecen a chismorrear sobre nosotros.

Law siguió la línea de pensamientos de Dominic y estuvo en completo acuerdo.

—Sí. De veras, nosotros no jugamos contigo para nada.

Kinley sonrió ligeramente.

—No lo hicisteis. Os quitasteis vuestras camisetas.

Dominic y Riley se echaron a reír.

Law no podía. No podía soportar la idea de perderla ahora.

—Solo estoy diciendo que nosotros hemos sido auténticos contigo porque lo que
queremos de ti a cambio es real.

El pánico había inundado su cuerpo cuando Riley le mostró la mierda que Jansen
había puesto en su tableta. Todo el mundo parecía feliz de encontrar alguna
evidencia, pero Law sabía que este era el principio del fin. Él había creído que tendría
más tiempo con ella. Había pensado que podía llevarle una semana o dos atarla a
ellos, así cuando Jansen estuviera entre rejas, ella se quedaría.

Ahora… bueno, mierda. No veía cómo esto iba a funcionar.

Ella se inclinó sobre la mesa, sus pechos balanceándose seductoramente. Extendió


la mano y acunó el rostro masculino.

—¿Es real? Ya no sé lo que es real. Creí que solo eran fotos inofensivas. Ahora

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Shayla Black

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tengo que cuestionar cada una de ellas. Todo. Annabelle trató de decírmelo, ¿verdad?
Yo fui terca y no quise escuchar.

Law conocía esa historia.

—Ella trató de explicarte sus sospechas acerca de él y tú casi le diste la espalda.


Estaba aterrorizada.

Las lágrimas anegaron los ojos de Kinley.

—Tenía miedo de que absolutamente todas las cosas y todo el mundo estallara a
mi alrededor. Ella te envió a salvarme, ¿verdad? Sé que suena estúpido, pero si
pudiera conservar a Annabelle, creo que estaría bien.

—Cariño, ella te ama. Y nosotros nos acercamos a ella. Ella quería que te lo
contáramos, pero no sabíamos cómo ibas a reaccionar. Si lo hacíamos y tú encarabas
a Greg… estábamos preocupados por ti. Y dado que te habías enfadado un poco
cuando Annabelle intentó hablar contigo…

—Fui una perra enfurecida—reconoció Kinley—. Pero me sentía miserable por


tener que casarme con un hombre al que no amaba y no quería admitirlo porque
pensaba que no tenía opciones. Creía que mi familia se destruiría si no lo hacía.

—Teniendo en cuenta todo eso, decidimos tomar un enfoque “esperar-y-ver” —


explicó Law.

—Hasta que Jansen sacó a relucir esa política contigo dos semanas antes de la
boda—continuó Dominic—. Entonces que fuera lo que Dios quisiera. No podíamos
dejar que te casaras con él, y exactamente no teníamos la prueba que necesitábamos.

—Era una jugada desesperada—admitió Riley, acurrucándola contra él y


acariciándole el cabello—. Aunque yo no creo que Law fuera a permitir que tu
matrimonio con Jansen se realizara. Cuando decidimos secuestrarte, él prácticamente
bailaba de felicidad.

—Yo no bailo—replicó Law—. Pero estaba feliz. Kinley, reconozco que la manera
de salvarte fue poco ortodoxa, pero realmente estábamos pensando en ti.

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Verdaderamente creo que él planeaba asesinarte en tu luna de miel. Y creo que la


tableta lo demuestra.

—¿Él estaba usándome para llevar la información a su contacto?—frunció el ceño


Kinley.

—Eso creo. —Riley cliqueó algunos botones más—. Y parece que está usando tu
obra de beneficencia para entrar de contrabando algo al país. No puedo decirte qué.
Es un código numérico. Stock 2445. Esa es toda la información que tengo. Maldita
sea, es una mierda cara si estoy leyendo esto correctamente.

—¿Pero qué es? —Kinley se veía completamente desconcertada.

—Podría ser cualquier cosa—explicó Dominic—. Podría ser efectivo, bonos,


drogas… cualquier cosa, pero él lo está gestionando a través de tu obra de
beneficencia. Sospecho que tiene algo que ver con los nuevos fabricantes que te
consiguió. Le están enviando algo en esas cajas. No mucha gente revisa los
cargamentos con donaciones para caridad.

—Ese hijo de puta. —Kinley parecía a punto de escupir clavos.

Riley la apaciguó con una caricia.

—Estamos cerca de capturarle. Esto sugiere sólidamente que está usando tu


franquicia sin fines de lucro para mover fondos a paraísos fiscales así la mafia los
puede destinar a sus objetivos. Creo que es lo que hemos estado buscando así
podemos echarle encima cargos RICO. Un contable forense debería poder derribarlo.

Dominic suspiró.

—Me gustaría saber qué tipo de producto está transportando. Por favor deja que
sean drogas.

Porque eso podría incrementar el tiempo de ese hijo de puta en la cárcel. Salvo que
Law quería asegurarse de que Jansen nunca viera el interior de una celda. Una
morgue era un lugar mejor para escorias como él.

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Shayla Black

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—Vamos a ver que dicen los federales. Podemos llamarlos por la mañana.

Dominic asintió con la cabeza y se volvió hacia Kinley.

—Tenemos algunos contactos dentro del FBI y del Departamento de Justicia.


Vamos a sacarlos de allí. Soy reacio a mandarles información. Preferiría hablar con
ellos en persona. Explicarles.

Kinley tomó la mano de Dominic. ¿Ella ya estaba acudiendo a ellos por consuelo,
yendo en busca de sus hombres? Solo esperaba que su floreciente confianza fuera
suficiente para hacer que se quedara después de que las cosas se calmaran.

—¿No deberíamos ir a Washington?

—¿Dónde no pueda controlar la reunión? ¿Dónde Jansen ha contratado cabrones


que podrían intentar matarnos y llevarte? —preguntó Law—. Nunca jamás… y eso
es lo que está en peligro. No, los federales vendrán aquí y examinaran la evidencia.
Llamaremos a nuestros abogados por la mañana y coordinaremos una reunión.
Hasta entonces, nos quedamos quietos.

¿Y después que todo hubiera terminado? Law no lo sabía. Habría un montón de


preguntas por supuesto. De los periodistas, de los federales, de los fanáticos de la
alta sociedad. Llegarían a ellos desde todos lados. Serían examinados.

Él no estaba seguro de que fueran lo suficientemente fuertes aún.

¿Podría manejarlo si Kinley se largaba?

Necesitaba más tiempo para atarla a los tres, para hacerla entender exactamente lo
que tenían para ofrecerle.

Pero el tiempo se había acabado.

* *

—¿Hiciste la llamada?

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Dominic se volvió hacia Riley que acababa de hacer la pregunta. La luz del sol se
filtraba en la oficina, sacando a relucir los ricos y profundos tonos de los muebles de
caoba y cuero.

—Sí. Hablé con Kellan. Él y Eric llamarán a sus contactos en el Departamento de


Justicia. Alguien del FBI nos llamará pronto para organizar una reunión. Podría
llevar un día o dos antes de que alguien pudiera venir. Kinley firmó una declaración
jurada para los federales asegurando que nunca fue un rehén. Kellan se está
asegurando de que el FBI la vea antes de proceder. Si Dios quiere, eso les impedirá
arrestarnos.

Kinley se sentó encima del gran escritorio y se quedó durante un largo rato. Ella
miraba por encima del hombro a uno de los ordenadores en el que Riley estaba
trabajando, su mano sobre el hombro masculino mientras él tecleaba. Parecía que ella
siempre tenía la mano de uno de ellos ahora. Era una mujer cariñosa, demostraba su
afecto con abrazos frecuentes y apretones de mano. Se había acurrucado contra ellos
durante toda la noche. Dominic sonrió con cariño ante el recuerdo de ella sentada en
su regazo esta mañana, desayunando de su plato.

—¿Crees que satisfaga a los federales?—preguntó Kinley, enderezándose para


mirarlo.

Law dejó su lugar en el sofá y se acercó a ella caminando.

—No lo sé, cariño. Supongo que se podría suponer que te obligamos a firmarlo,
pero cuento con Kellan para limar las asperezas de todo esto. No hay manera de
saberlo hasta que realmente nos reunamos con el FBI.

Dominic esperaba que fuera suficiente. Él había estado jugando con algunos
escenarios y algunos de ellos no le gustaban.

—Pero toda esa información estaba en mi tableta. ¿Cómo puedo demostrar que
Greg la cargó allí?—preguntó Kinley, resumiendo a la perfección al menos uno de los
modos en que podían ser jodidos.

—Estoy trabajando en eso. —Riley levantó brevemente la mirada de su lugar,

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detrás del enorme escritorio que dominaba la habitación. Había pasado la mayor
parte de la mañana rodeados de ordenadores, desordenando todo encima del
escritorio—. Afortunadamente las dos últimas fotos fueron enviadas por correo
electrónico. Estoy seguro de que puedo rastrearlos hasta el ordenador de Jansen.

—Yo estaba ocupada con la boda. Él insistió en que necesitaba actualizar el


software de la tableta antes de que nos fuéramos de luna de miel, pero yo no podía
encontrar el tiempo para descifrar la manera ya que nunca lo había hecho. Pero no le
di la tableta para actualizarla hasta el último minuto. Tal vez por eso tuvo que
enviarlas por correo—explicó Kinley.

—Cualquiera sea el motivo, quedó atrapado en su propia trampa. —Riley nunca


levantó la mirada—. Trató de mantenerte tan ocupada con la boda que no pudieras
ver la verdad.

—La planificadora de la boda me tuvo con una agenda de locos. —Ella cerró los
ojos—. Maldita sea. No soy una idiota. La planificadora de la boda estaba al tanto de
eso también. Greg insistió en que la utilizáramos. Becks dijo que era la mejor. Becks
estuvo a cargo de la organización benéfica la mayor parte de los últimos meses
porque yo estaba tratando con los detalle de la boda. Caminé directamente hacia su
trampa, ¿verdad?

Law la abrazó.

—No te culpes. Jansen es muy bueno en lo que hace. Y tuvo mucha ayuda.

Kinley frunció el ceño.

—Y me convertí en una noviagodzilla4 que ni siquiera quería escuchar cuando su


mejor amiga trataba de salvarla.

4
Noviagodzilla, del inglés bridezilla es esto mirad.

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—Ella va a ser zurrada por eso—dijo Dominic.

—¿Annabelle? ¿Por qué motivo tú la zurrarías?—preguntó Kinley—. Ella tenía


buenas intenciones. Además, no creo que a Eric, Kellan y Tate les gustara eso.

—No es a Annabelle a quien planeo zurrar. Pero a tu favor, fuimos a visitarla a su


trabajo porque pensábamos que su ayuda sería valiosa. También, tener abogados de
nuestro lado era una ventaja. Tú no vas a creer lo que esos tres nos hicieron pasar
antes de siquiera tuviéramos permitido sentarnos y hablar con Annabelle. —Dominic
negó con la cabeza.

—¿Por qué no fuiste directamente a ella?

Law la miró con el ceño fruncido.

—Porque honramos los derechos de otros Doms y era obvio que ellos están
planeando reclamarla.

—¿Doms?

Riley finalmente levantó la mirada.

—Dominantes. BDSM. Tú sabes.

—¿BS qué? —preguntó Kinley con una mirada de pura confusión en la cara.

Dominic enarcó una ceja, casi divertido.

—Pensé que leías novelas románticas. ¿Acaso no todas las mujeres caminando
sobre la faz de la tierra tienen una visión profundamente romántica del BDSM en los
tiempos que corren? Es un término comodín para sometimiento, dominación,
sumisión y masoquismo. Es lo que comenzamos a enseñarte ayer.

—Yo soy la sumisa y vosotros tres los Dominantes. ¿Y Annabelle también es


sumisa? ¿Ella lo sabe? Porque pienso que me lo habría dicho. Sé que ella me lo
habría dicho si tuviera tres Doms. Ella me lo cuenta todo. Me llamó el otro día para
decirme que se había quedado sin azúcar. Yo estaba a tres estados de distancia así

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que no había nada que pudiera hacer, pero ella me lo contó de todos modos.
Annabelle me habría mencionado si hubiera pasado que cierto trasero fuera zurrado.

—Oh, algo está ocurriendo allí—juró Law—. No la han reclamado aún, pero ellos
definitivamente se están encargando de ella. En nuestro mundo, eso significa que
tienen ciertos derechos. Uno de ellos es el derecho a protegerla. Después de que
nosotros te apresamos, ellos le prohibieron por completo hacer o decir cualquier cosa
que pudiera parecer que era tu cómplice. Annabelle tuvo permiso de hablar con
nosotros poco después de que llegamos aquí porque estaba más que preocupada por
ti y a punto de volverse loca. Además de eso, los abogados se aseguraron de
dejarnos todo a nosotros. Sus hombres no te conocen lo bastante para confiar en que
tú quisieras un poco de venganza y arrojaras a Annabelle a los lobos si todo saliera
mal.

—Ella es mi mejor amiga. Es casi la única persona en mi vida en la que puedo


confiar en este momento. —Ella sorbió por la nariz—. Después de todo lo que ha
pasado, es mi única familia. Nunca la lastimaría. Y si esos tres abogados creen que
pueden tomar todo tipo de derechos y esas cosas sin darle nada a cambio, ellos
deberían saber que tengo una escopeta. No sé cómo usarla, pero puedo tomar una
clase. De hecho, le podría disparar a mi hermana primero. Necesitaré un poco de
práctica.

—Guau. Allí, la princesa guerrera—dijo Law con una carcajada—. Si nosotros lo


hacemos bien, tu hermana va a la cárcel. Vas a tener que conformarte con verla en un
mono naranja. Por casualidad, ¿es bisexual?

Kinley alzó las manos.

—No tengo ni idea. A estas alturas, nada de ella me llamaría la atención.

—Buenos, ella debería pensar en cambiar su orientación si no lo es porque


sospecho que no va a estar sola tras las rejas.

Dominic observaba a Kinley, estudiándola. Se veía tan joven e inocente sin una
pizca de maquillaje en el rostro. Llevaba un suéter ligero y un par de vaqueros con

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joyería ostentosa que había traído con ella. Era evidente que había renunciado al
sujetador y dado que Law había estado supervisándola toda la mañana, Dominic
asumía que seguía la regla de sin-ropa-interior. De lo contrario, iban a zurrarla y
fuerte, porque él no tenía idea de que otra forma calmar la tensión atascada en el
cuarto.

La inquietud se mezclaba con el leve zumbido de sexualidad y se cernía sobre


todos ellos. La dura realidad era que pronto tendrían que salir de este lugar y volver
a entrar en el mundo real… donde Kinley tenía una vida completamente diferente y
ellos trabajaban en todo el mundo. Dominic no tenía ni idea de cómo… o si… su
relación funcionaría, y él estaba bastante seguro de que ni Kinley ni Riley la tenían
tampoco. Sospechaba que Law, presentaría su dimisión antes de dejarla, pero él no
estaba pensando a largo plazo. En verdad, Kinley estaba a punto de quedarse sin
dinero. Los fondos de su obra de beneficencia serían inmovilizados por los tribunales
durante años y ella se vería envuelta en una gran cantidad de asuntos legales. Law
no podría encargarse de ella y de todos esos gastos si estuviera trabajando como
policía de un centro comercial.

Tenían que convencerla de venir con ella.

Comenzando ahora.

—El otro día me pediste un intercambio, mascota. ¿Todavía estás interesada?

Kinley se volvió hacia él con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Un intercambio. Tú ofrecías información a cambio de conocimiento sexual.


Quiero enseñarte sobre nuestro estilo de vida y lo que puede ofrecerte.

—No creo que este sea el momento, Dominic.

—No tenemos nada más que hacer mientras esperamos a los federales, excepto
que tú quieras observar a Riley jugar con su teclado durante todo el día.

El dedo medio de Riley se disparó para arriba.

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—Estoy haciendo más que jugar con mi teclado.

—De acuerdo—concedió Dominic—. Dime, ¿qué puedes lograr examinando todos


esos archivos ahora?

Riley gimió.

—No tanto como me gustaría. Necesito entrar en los sistemas de Jansen, pero él se
ha protegido. Ahora mismo los archivos están cerrados. Espero no joder y que él no
los esté destruyendo mientras hablamos.

—No podemos hacer nada al respecto hasta que los federales vengan a nosotros.
Así que necesitamos una manera de ocupar nuestro tiempo—dijo Law arrastrando
las palabras—. ¿Algunas ideas?

Él metió las manos en el cabello de Kinley y bajó sus labios hacia los de ella,
besándola con fuerza. Le guiñó el ojo mientras se retiraba en busca de aire.

—No estoy seguro de poder averiguar lo que está transportando con la


información delante de mi cara. —Riley sonaba realmente decepcionado por ello.

Dominic entendió.

—Pero no nos iremos de aquí hasta que hayamos juntado todas las piezas con los
federales y pensemos que el caso está bastante cerrado. Hasta entonces, estamos
recluidos, mascota, y no puedo pensar en nada que prefiriera hacer más que aceptar
tu oferta.

Law le acarició el brazo, todo el cuerpo masculino relajándose.

—Te daremos la información que necesitas.

—No exactamente, Riley la encontró—puntualizó ella.

—En tu tableta. Así que ahora es nuestro turno. —Dominic tenía algunas cosas
muy específicas que quería enseñarle—. A menos que todavía estés lastimada. Si ese
es el caso, podemos conversar un rato.

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—Estoy bien. —Su voz era suave y entrecortada. Instintivamente, su mirada cayó
al suelo—. ¿Eres un Dominante, Señor?

—Sí. —Una sonrisa jugueteaba en los labios masculinos. Oírla llamarlo así nunca
le molestaría.

—¿Y yo soy una sumisa?

—Absolutamente—le susurró al oído Law—. Eres la pequeña sumisa más dulce


que jamás haya visto.

Una sonrisa abierta curvó los labios de Kinley.

—¿Así que yo os llamo mis Doms?

—Sí, mascota.

Su sonrisa se ensanchó hasta que ella lucía como si estuviera tratando de contener
la risa.

—Tú eres Dominic, el Dom.

Él suspiró.

—Sí, mascota. Creo que fue apropiadamente llamado.

—Eres Dom Dominic.

—Aunque es verdad, así no es exactamente cómo deberías expresarlo. —Él frunció


el ceño.

—Eres Dom Dom. —La sonrisa viajaba por su rostro—. Tengo que llamarte Dom
Dom.

Kinley estalló de risa. Law y Riley se le unieron.

Dominic no iba a pasar el resto de su vida siendo llamado Dom Dom.

—Mascota, cada vez que me llames así te voy a dar veinte azotes. Y no serán de

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placer. Puedes llamarme Señor por ahora. Si aceptaras un collar mío, me llamarías
Maestro. Yo soy tu Dom. Es un estado, no un título.

Ella hizo un mohín.

—Pero Dom Dom es tan, tan divertido.

La chica estaba mendigando por ello.

—Tanto como enrojecer tu culo. Fuera con la ropa, mascota. Eso es veinte sobre
mis rodillas.

Ella se volvió hacia Law y Dominic no se perdió el agudo sonido de rechinamiento


cuando ella contorneó ese fabuloso culo contra el cristal del escritorio. Todo el
mundo en el cuarto respingó ante el sonido.

—Él no tiene sentido del humor—se quejó Kinley.

Law negó con la cabeza.

—No mucho, pero creo que esta vez en realidad solo quiere azotar tu culo. ¿Te he
dicho lo bien que esos vaqueros lucen en ti?

—Tengo un gran sentido del humor—insistió Dominic—. Pero no le permitiré a


mi sumisa llamarme Dom Dom aunque ella luzca como sexo en dos piernas con esos
vaqueros. Confieso que los calcetines rosa distraen un poco la visión.

Ella arrugó la nariz de manera adorable, obviamente feliz con los cumplidos.

—Si queréis pies descalzos no me traigáis a Alaska.

Law se movió entre sus piernas, subiendo esos pies vestidos de rosado en torno a
su cintura mientras Kinley se reía.

—No lo sé. Creo que las medias son más suaves en mi espalda que un par de
tacones de aguja.

—No voy a dejar mis calcetines cuando estemos en la cama. —Kinley se aferró a

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Law en busca de equilibrio, se veía jadeante, ruborizada y excitada.

—No vamos a la cama, mascota—explicó Dominic.

—Pero la clase de pensamiento de “explicar”, suponía que ibais a enseñarme


algunas travesuras de dormitorio. —Ella volvió a sonrojarse, obviamente esperando
estar en lo correcto.

—Esta relación no será relegada únicamente al dormitorio. Tu primera regla es


que te follaremos en cualquier parte, en cualquier momento y de cualquier forma que
queramos. Y quiero verte a la luz del sol.

—Pero…

—Ah, ah, ah. Sin protestar. No hay nadie allí fuera, excepto tal vez el alce. Y te
protegeremos de él.

Riley se rió entre dientes.

—Puedo pensar en tantísimos lugares para jugar contigo, cariño. Vamos a


divertirnos guiándote a través de una mazmorra.

—¿Una mazmorra? ¿Al igual que una cámara de tortura medieval?

Law envió a su hermano una mirada asesina.

—No, amor. No da miedo como eso. Una mazmorra es lo que llamamos un


espacio de juego. Tenemos una grande y agradable en la parte de atrás de la casa.
Tiene todo tipo de juguetes. Tenemos los suficientes aquí, también. Los hermanos
James son… bueno, nosotros los conocemos bien de un club privado.

—¿Así que ellos son todos Dommy, también?

Law gimió.

—Oh, amor, vamos a tener que enseñarte un poco de respeto. Entrega el suéter.
Creo que Dominic está al límite de su aguante después del comentario burlón de
Dom Dom. Si no te pone encima de sus rodillas pronto, va a sacar artillería pesada.

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Gratificación en suspenso.

—Eso suena horrible—se quejó ella mientras se sacaba el suéter por la cabeza—.
Tenemos que trabajar en su sentido del humor. Espero que los hombres de Annabelle
no sean tan malhumorados.

—Tú podría pensar que no tengo sentido del humor, pero te aseguro, poseo un
delicado sentido del decoro, mascota. Espero que lo que suceda entre nosotros quede
entre nosotros. Hay una grandísima diferencia entre Annabelle quedándose sin
cariño y tú tratando nuestra relación como despojo en pasquines chismosos.

Kinley estaba desnuda desde la cintura para arriba. Ella no trató de ocultarse, sino
que simplemente puso las manos en las caderas y le miró. Parecía más cómoda con
su cuerpo ahora que anoche y eso lo complacía enormemente.

—Si crees que no voy a hablar con mi más querida amiga en el mundo sobre el
hecho de que por fin hice el amor, tú realmente no entiendes a las mujeres—insistió
ella.

Dominic tuvo que disciplinar su expresión para algo en verdad magistral, porque
lo único que quería hacer era sonreír abiertamente. Ella era absolutamente adorable.
Y follable. Aunque él presuntamente tuviera que corregir su tono descarado, amaba
el hecho de que se sintiera lo suficientemente segura como para tratar de usarlo con
él. No lo habría hecho hace dos días.

—Creería que las mujeres, especialmente una mujer criada de la manera en que tú
lo fuiste, sería un poco discreta.

Ella negó con la cabeza y miró a Law.

—¿Él ve televisión? Tiene que saber que si Annabelle estuviera actualmente


durmiendo con sus hombres, lo que ella no está haciendo porque entonces yo lo
sabría, pero por si algún milagro ella lo estuviera, compartiríamos apuntes, si sabéis
lo que quiero decir. Así que si esa es una de las reglas, deberías comenzar a zurrarme
ahora. Esta es la cosa más interesante que jamás me ha sucedido. Durante toda mi
vida, todo lo que he tenido para aportar a la conversación han sido cosas como “Oye,

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conseguí una gran cantidad de ropa de segunda mano, y después de que termine de
lavarla, voy a repartirla”. Una vez que llegue a casa, es posible que todo el mundo
quiera hablar qué tan patética soy porque mi familia y mi prometido querían
matarme. Así que cambiaré los tópicos por completo para hablar de mi
repentinamente loca vida sexual con tres tíos calientes

—Creo que ella tiene razón—comentó Riley. De repente, él no estaba interesado en


su ordenador. Dominic no creía que fuera capaz de quitar la mirada de su amigo de
los pechos de Kinley ni con una barreta—. A pesar de que ella está loca si cree de que
alguien hablará de su vida sexual.

Kinley soltó una risita. La mano de Dominic comenzó a picar.

—Ya no me importa más lo que la prensa amarilla escriba. Nunca han sido
amables, así que no creo que vayan a comenzar ahora. Y yo no dije que hablaría con
la prensa acerca de lo que sucede en esa extraña mazmorra, simplemente con
Annabelle. Pero podría cargar las tintas con un par de amigas de Becks que nunca
han sido amables conmigo, las que dijeron que no podría atrapar un hombre ni para
salvar mi vida. Tal vez los tres podrías aparecer en el club de campo sin vuestras
camisas puestas. Eso haría caer algunas mandíbulas y desmayar a algunas damas. —
Kinley sonrió abiertamente.

¿Riley se había estado retorciendo las manos nerviosamente acerca de si Kinley iba
a aceptarlos? Dominic negaba con la cabeza con incredulidad. Demonios, ella estaba
dispuesta a haberlos desfilar. Y eso no iba a suceder.

—Los pantalones, mascota—ladró.

Ella se desabrochó la bragueta de sus vaqueros y permaneció inmóvil. Riley estaba


justo allí para ayudarla a bajarlos. Él se aseguró de acariciar cada curva mientras los
quitaba de su cuerpo.

—Probablemente no vuelva al club de campo—admitió ella mientras se quitaba


los calcetines—. No podré pagarlo. De todos modos, no me gustaba. Tal vez me
mudaré a Chicago a vivir con Annabelle.

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No si él tenía algo que decir al respecto.

—Ven aquí. Ya habrá tiempo de decidir todo eso más tarde, pero al principio creo
que es mejor si nos quedamos aquí por un tiempo o nos escondemos en mi casa. Es
cerrada y querremos mantener a los reporteros afuera.

Kinley lo miró de manera cautelosa.

—Pensé que vosotros me enviaríais a mi casa.

Suposición comprensible dado que ellos no habían resuelto nada, pero


definitivamente ella no iba a su casa o a cualquier lugar dejándolos.

—No, mascota. Todavía no estarás a salvo. Necesitarás a uno de nosotros contigo


en todo momento hasta que Jansen esté permanentemente en prisión.

O muerto.

—Podría contratar a un guardaespaldas. —Ella frunció el ceño—. Puede que no


pudiera.

—Puedes obedecer a tus Maestros y todo estará bien. Sé que hay un montón para
pensar y discutir… más tarde. Ahora es para nosotros ¿Entiendes?

Dominic no quería que ella se preocupara. Era fácil que ella lo hiciera y estaba en
todo su derecho, pero él preferiría tenerla aquí en el presente con todos ellos y por si
acaso la reunión con los federales no salía como él esperaba. Quería crear un vínculo
que fuera difícil de romper.

Ella se retorció un poco, luciendo pensativa. Entonces se serenó.

—Sí, señor.

—Excelente. Law, ¿verías si los hermanos James tienen algunos elementos


esenciales en su sala de juegos mientras yo me ocupo de la disciplina de nuestra sub?

Law dudó durante un segundo, luego asintió con la cabeza con decisión, como si
acabara de llegar a las mismas conclusiones que Dominic.

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—Estoy en ello.

—¿Está lista? —preguntó Riley.

—Solo quiero estar equipado en caso de que lo esté. Y siempre hay trabajo
preparatorio para hacerse. Bien podríamos comenzar en este mismo momento a
abrirla para nosotros en todos los sentidos. A menos que tú estés planeando en tomar
turnos para siempre.

—No tenemos que apresurarla—sostuvo Riley.

Dominic disentía. Riley había pasado menos tiempo con Kinley, por lo que
desconocía sus capacidades todavía. Con suerte, hoy rectificaría eso. Era vital que
todos comenzaran a funcionar como una unidad… como una familia… en caso que el
mañana de todos ellos fuera dejado en suspenso por los federales, la familia de
Kinley… o quien fuera.

—No quiero esperar—protestó Kinley—. He esperado toda mi vida. He sido


precavida y la única vez que hice algo loco, bueno… esa fue la noche más feliz de mi
vida. Demasiadas cosas pueden suceder, Riley. Quiero a todos mis hombres.

Riley asintió y rozó sus labios con un tierno beso. Law le brindó una sonrisa de
orgullo, a continuación, se dirigió a grandes pasos hacia la puerta.

Dominic se palmeó el regazo.

—Creo que estamos a la altura de cuarenta ahora, mascota.

—¿Cuarenta? ¿Qué dia…?

—No te recomiendo terminar esa pregunta a menos que quieras sesenta en su


lugar. —Él iba a amar disciplinarla.

Ella negó con la cabeza en silencio.

—Sabía que eras una chica inteligente. ¿Recuerdas lo divertido que pensabas que
era llamarme Dom Dom? Bueno ahora deja que te muestre mi versión de la

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diversión. Luego seguiremos adelante hacia la parte de la negativa del orgasmo de la


tarde.

Kinley contuvo el argumento que él vio en su cara y prácticamente saltó a su


regazo. Tendrían que trabajar en su forma, pero él apreciaba el entusiasmo.

—Estoy lista, señor.

—Riley, ¿te unes a mí? Sospecho que a pesar de tus intentos de permanecer
distante, ya has flaqueado.

Él se había visto demasiado satisfecho la noche anterior, y no había sido


simplemente porque hubiera descubierto los secretos de Jansen. La otra gran pista
había sido la forma fácil en que Riley había estado tocándola.

—Lo hice, y para tu información, tiene talento para el sexo oral. —Riley caminó
hacia Kinley y le palmeó la parte más carnosa del culo—. La mejor mamada que
alguna vez tuve.

—¿No debería conseguir puntos por eso? —Kinley se giró y preguntó a Dominic
esperanzada.

Riley sabía qué hacer. Bajó la mano sobre su culo con una aguda palmada.

—Tienes mi eterno afecto, pero las reglas son las reglas, cariño.

—Precisamente—coincidió Dominic—. Si algo te asusta, Kinley, todo lo que tienes


que decir es detente. —Encontrarían una palabra de seguridad más apropiada
cuando tuvieran el tiempo suficiente para establecer la dinámica entre ellos, pero
ahora él quería que ella supiera que cualquier palabra negativa funcionaría.

—Lo que me asusta es que Riley golpea como una niña.

Dominic aspiró una bocanada de aire. Oh, Dios, él estaba enamorado de ella.

Y Riley sentía al menos lujuria. Él golpeó su culo con un chasquido punzante tres
veces más. El sonido tañó a través del aire, mezclándose con pequeños gemidos

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femeninos.

Ella se estremeció en su regazo pero no trató de alejarse.

—Eso estuvo mejor.

—Ella va a intentar tomar el control—dijo Riley, sacudiendo la cabeza.

Kinley lo intentaría. Y él se lo permitiría de vez en cuando, cuando le conviniera.


Pero no hoy.

—Esos son cuatro. ¿Dónde estamos, Kinley?

—Estoy poniéndome inquieta, Señor.

La palabra de ella para excitada. A él le gustaba cuando ella estaba inquieta.

—Vamos a ver si podemos avanzar esto, entonces. Prefiero excitada y suplicando.

Se turnaron para zurrar su precioso culo, cada uno dando cuidadosamente las
nalgadas. Una y otra vez, llevando la cuenta cuidadosamente, ellos pusieron su
trasero rosado y caliente.

Kinley gimió y gritó. Se sacudió un poco, sus piernas moviéndose con


impaciencia, pero ningún movimiento para escapar. Ella se esforzaba por respirar, su
pecho subiendo y bajando con esfuerzo. Su piel poniéndose de un delicioso rosado
rojizo.

Dominic pasó una mano por su trasero caliente.

—Lo estás haciendo muy bien, mascota.

—¿Por qué me gusta esto? —Ella le rodeaba la pantorrilla con las manos,
agarrándose de él, la voz cargada de desconcierto y excitación.

¿Cómo debería explicarlo? Nunca antes lo había hecho, ellos tendían a jugar con
sumisas experimentadas.

—¿Qué sientes en este momento? —le preguntó.

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—Dolor. Excitación. Una extraña sensación de orgullo. Placer. No sé. Se siente


como… todo.

Él echó una mirada a Riley.

—¿Y tú estabas preocupado de que no fuera capaz de manejar nuestras


necesidades?

—A ella en realidad le gusta esto. —Riley sonaba casi sorprendido mientras se


arrodillaba a su lado—. Cariño, lo que estás sintiendo, además de excitación, es la
conexión entre un Dom y una sumisa. Tú podrías conseguirla con un amante de
otros modos, pero así es como nosotros la encontramos. Jugamos. Nos unimos.
Compartimos esta parte de nosotros.

—Se trata de honestidad. —Dominic pasó las manos por encima de su culo—.
Quiero saber cómo te sientes. Quiero saber lo que te gusta y lo que no. Muchas
personas no hablan de su vida sexual… o de cualquier otra cosa importante.
Nosotros vamos a hablar., mascota Vamos a comunicarnos a menudo. Nos tomamos
esto en serio.

—Yo quiero que sea serio—dijo ella sin aliento.

—Es bueno saberlo. —Ellos no habían sido tan serios con las otras sumisas, pero
todo era muy serio con ella. Kinley era una mujer que necesitaba sexo que significara
algo. Él había disfrutado de mujeres que no, pero todo era diferente con ella.

Law volvió a entrar en la habitación acarreando una bolsa de cuero de gran


tamaño. Se detuvo y clavó la mirada en el culo de Kinley.

—¿Cuántos?

Dominic sonrió con profunda satisfacción. Ella había estado magnifica.

—Cuarenta. Y podría tomar más.

—Ahora no—gritó Kinley—. Necesito algo diferente. ¿Puede alguien tocar mi


coño?

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Él sonrió. Era puñeteramente sincera. No había ni una pizca de artimaña en ella.


Kinley simplemente decía lo que quería decir y no lo embellecía. Dominic reprimió
una sonrisa, pero le envió una mirada cariñosa. Su honradez lo hacía sentirse…
seguro, ella siempre sería exactamente quién era con ellos. Riley, especialmente,
debería estar aliviado. No más desagradables sorpresas del tipo Simone.

Aunque el culo de Kinley estaba de un hermoso tono enrojecido, él tuvo un


profundo instinto de empujarla. Los pulgares hacia arriba de Law le dijeron que
había traído todos los instrumentos para favorecer su intimidad. Cuando Dominic
trató de volver a gesticular, él encontró que la mirada de Law estaba clavada en el
culo de Kinley.

—Pásame un plug y algo de lubricante—pidió Dominic.

Kinley gimió apenas, una única señal que él estaba a tono con el cuerpo y los
deseos femeninos. El placer se apoderó de él. Dominic cayó en la cuenta lo lejos que
había ido con esta mujer.

Ella le complacía por el simple hecho de estar de acuerdo con él. Ellos estaban en
sincronía. Él podría llamarse un Dom, pero se había pasado la vida buscando a la
mujer que pudiera conmoverlo y hacer que quisiera entregarle el corazón.

Kinley era esa mujer, y no habría otra después de ella. Law y él eran similares en
cuanto a eso. Él amaría una sola vez, y era un destino prometedor que él y Law
amaran a la misma mujer. Ella no era en absoluto lo que él había imaginado, cuando
había pensado en su ideal de mujer. No iba a ser siempre fácil de manejar. No iba a
ser siempre controlable. No obstante, ella confiaba en Law, tranquilizaba a Riley y le
hacía reír a él. ¿Quién más le llamaría Dom Dom mientras lo empujaba a ser un
hombre mejor?

—Lo tengo todo. —Law dejó caer la bolsa sobre el escritorio y se elevó por encima
del cuerpo inclinado de Kinley—. Mierda, esto es hermoso. Ella está tan rosada. —Él
recorrió la línea de su culo con manos gentiles.

Law tenía razón y Dominic no estaba seguro de cómo mantenerla con ellos… de

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cómo atarla a ellos… por completo. Necesitaba más tiempo para atraerla. Más tiempo
para unirlos.

Pero el tiempo de ellos podría terminar una vez que el FBI llegara. Probablemente
los separarían e interrogarían a cada uno de ellos mientras examinaban a fondo la
evidencia. Una vez que eso hubiera pasado, y quien sabe cuánto tiempo llevaría,
entonces comenzaría el circo mediático. Kinley bien podría querer privacidad y algo
de tiempo para ella. Aquí en Alaska, el concepto de la traición de su padre y la
posible prisión de su hermana eran casi teóricos. Pero una vez en su hogar, Kinley se
enfrentaría con esas realidades. Estas la golpearían con fuerza. Entonces, podría
encontrar difícil confiar en ellos. Si no podía confiar en las personas con las que
compartía lazos de sangre, ¿cómo podrían él, Riley y Law esperar que fuera fiel a
ellos después de solo unos pocos días? Sin la realidad golpeándole la puerta, el
entendimiento mutuo y el sexo habían sido relativamente fáciles. Pero no pasaría
mucho tiempo antes de que todo eso pudiera cambiar…

Por primera vez, Dominic esperaba que Jansen se mantuviera lejos de la cárcel el
tiempo suficiente para ganar su confianza, su amor. Tal vez si le demostraban lo bien
que todos ellos podrían estar juntos, ella se quedaría.

—Toca su coño. Dale una probada. —Él estaba a cargo ahora.

Law se arrodilló, obviamente dispuesto a darle lo que ella necesitaba. Se movió


entre sus piernas, abriéndolas de par en par y separándole las nalgas.

—¿Quieres que la prepare ahora?

—Sí. —No había motivos para esperar. Necesitaban avanzar tan rápidamente
como pudieran. Kinley era una mujer cariñosa. Cuanto antes la hubieran follado de
cada manera posible, más pronto se sentiría rodeada de la devoción de ellos. Más
pronto ella les daría su corazón.

—Es el momento para prepararla. Es hora de follarla—insistió Dominic—. Ahora


mismo.

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Capítulo 14

Kinley se quedó inmóvil mientras trataba de entender exactamente lo que había


querido decir Dominic con “prepararla ahora”. Estaba bastante segura de que tenía
algo que ver con su trasero porque habían estado prestando especial atención a eso.
Después de la zurra, sus nalgas latían, y del tipo de latido que le gustaba. Pero eso
no era lo que le gustaba de estar con ellos.
Conexión. Riley había utilizado ese término y Kinley lo había entendido
inmediatamente. Ella necesitaba el vínculo que se originaba con este tipo de sexo.
Ellos decían que esto era serio y ella percibía la seriedad cuando la rodeaban y se
comunicaban con ella a través del placer. Dominic le había asegurado que ellos
hablarían sobre sexo precisamente porque eso era importante. Kinley estaba
empezando a entender por qué.
—¿Qué vais a hacer? —Muy probablemente, ella habría guardado silencio en el
pasado, y simplemente habría aceptado cualquier cosa que le dieran. Contra toda
lógica, a pesar del hecho de que ellos tenían intención de dominarla, Kinley quería
conocer sus planes porque ser la que los aceptaba la haría sentirse más poderosa.
—Hablando claro, vamos a abrir tu culo para nuestras pollas—explicó Dominic. Él
sostenía en alto una pequeña pieza de plástico con forma extraña. Se estrechaba al
final, luego se ensanchaba para formar una bombilla que se redondeaba en un óvalo
encantador. Había una porción bastante plana en el extremo que parecía ser una
especie de agarradera—. Voy a tomar este plug que Law esterilizó y a hundirlo en lo
más profundo de tu culo. Si lo acepta, entonces podemos follarte ahora. Si tienes un
culito terco, podría llevarnos una semana o dos.
Ella los quería hoy, no después. Un montón de cosas estaban ocurriendo muy de
prisa, y ella entendía claramente que no podría tener una semana o dos con ellos.

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Shayla Black

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Solo esperaba que su cuerpo cooperase con sus deseos. ¿Cómo uno convencía a su
esfínter para ensancharse y comportarse?
—Lo intentaré.
Porque Kinley quería algo más que sexo. Quería la unión con todos ellos. Quería
saber lo que significaba ser el centro del universo de Dominic, Law y Riley. Quería
ser el sol en su cielo… aunque no fuera más que por un rato.
Su trasero latía con hormigueante expectativa. Cada uno de esos cuarenta azotes la
habían impactado, mostrándole exactamente lo que necesitaba, revelándole la parte
de ella que había negado durante veinticinco años.
Esta era la Kinley más auténtica que jamás había conocido, la más cómoda que
alguna vez había habitado en su piel. Cielos, siempre quiso esta sensación exultante
al extremo.
Ella se relajó, brindándoles su confianza y dejándoles el control. Extrañamente,
Kinley sentía, no solo una libertad, sino un cierto poder entregándose. Solo tenía que
decirles que no le gustaba algo y ellos se detendrían. Eso hizo que se relajara y
permitiera que las cosas fueran más fáciles.
Porque confiaba en ellos.
Se le ocurrió que nunca había confiado realmente en alguien tan profundamente.
Ni novios, ni familiares. Ni siquiera Annabelle. Nunca se había permitido relajarse y
esperar lo que viniera porque sabía que sería placentero.
Ahora, podía.
Ellos la acariciaron colectivamente, tanto tranquilizándola como excitándola
mientras le explicaban lo que sucedería.
—Comenzaremos con el plug pequeño—sugirió Law.
Dominic gruñó.
—No, el mediano. Ella puede manejarlo.
—Solo usa los dedos—se sumó Riley a la discusión.
Dedos fuertes le separaron las nalgas, el aire frío golpeó su orificio. Ella nunca
había sido tocada así. Nunca había sido separada y examinada.
—Miren eso—silbó Law.
—Puñeteramente hermoso. —Dominic sonaba como que lo decía en serio.

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Riley suspiró feliz.


—Ella va a estar muy apretada.
Durante varios minutos la acariciaron, le dijeron lo hermosa que era y que no
podrían esperar mucho para hundir sus pollas en ese agujero virgen que ella nunca
hubiera imaginado que usaría un hombre, salvo en sus sueños más salvajes. Tal vez
debería haberse sentido extraño o desagradable, pero Kinley solo se sentía
completamente deseada, como si ellos no pudieran esperar para sentir cada parte de
su cuerpo. El pensamiento la hizo estremecerse.
Sus manos vagaron por cada centímetro de su piel hasta que ella no podría decir
quien la estaba tocando donde. Kinley solo sabía que ellos tenían una mano sobre
ella. La experiencia se sentía íntima y emocionante. Sus hombres. Tocándola. Todos
al mismo tiempo.
¿Cuántas mujeres tenían para escoger el tipo de amante que querían? ¿Cuántas
tenían que renunciar a parte de su corazón que las completaba para recibir afecto?
El rudo Law podía ser tan tierno. Él la comprendía totalmente, le daba su afecto
sin pedir nada a cambio. Perversamente, la hacía desear darle cada pedacito de sí
misma. También encontraba consuelo en saber que él la protegería sin preguntas, sin
condiciones.
Dominic, a quien ella siempre llamaría Dom Dom en su cabeza, la desafiaba. La
sostenía de la mano mientras la despojaba de la coraza de la chica que ella
acostumbraba a conocer y le mostraba la mujer debajo, todo mientras se brindaba a sí
mismo con creces a cambio. Él le brindaba su confianza y honradez.
Y Riley… había sido tan marcado emocionalmente. Pero una vez que ella se había
acercado a él, simplemente le había pedido que le diera otra oportunidad. Era tan
inteligente, tan capaz, tan fascinante… pero menos seguro. Ella podía verse
aprendiendo de él todos los días. Podía verlos creciendo juntos.
Ella estaba corriendo un riesgo con ellos ahora, y su parte aterrorizada que había
sido traicionada antes lo sabía. Esa parte le gritaba que se alejara. Kinley silenció la
voz insidiosa. Después de toda una vida pasada evitando el riesgo, ahora estaba
arrojándose a su paso, a merced de ellos. No quería transitar la vida desconfiada o
cínica. Por supuesto que podría volver a resultar herida. Pero su pasado demostraba
que la vida sin riesgos, era también una vida sin recompensas.

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Shayla Black

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Un dedo se deslizó entre sus nalgas y algo frío recubrió esa entrada íntima y
virgen, sacudiéndola de las cavilaciones. Ella se estremeció ante la sensación gélida y
extraña.
—Es lubricante, Kinley—explicó Riley—. Va a ayudar con la inserción.
Del plug. Correcto.
Entonces, una vez que su cuerpo estuviera preparado, ellos penetrarían su culo.
No podía imaginarse cómo se sentiría eso… o cómo se sentiría acerca de abrirse a
ellos de esa manera.
El sexo era íntimo, sí. Pero a veces también era torpe, dulce y a menudo
abrasadoramente caliente… y todavía extrañamente puro. Una sensación rara y
áspera asumió el control cuando algo caliente se abrió paso a través de la lubricación
y comenzó a penetrarla.
—Ese es mi dedo, mascota—dijo Dominic mientras hacía círculos presionando
hacia adentro un poco más—. Relájate. Sé que esto es difícil. Solo piensa en respirar y
dejarme entrar.
Ella tomó una larga inspiración y la soltó, entonces sintió el dedo de Dominic
hundirse más profundamente. No dolía en absoluto. Era diferente. Se sentía
placenteramente llena. Sobre todo, los nervios que él despertaba allí con solo un
toque la excitaban. Se dejó ir completamente laxa y confiada en sus brazos.
—Eso es. —Law estaba arrodillado a su lado, su gran mano acariciándole la
espalda—. Tan bonita, cariño. Tu confianza es adorable. Déjanos cuidar de ti.
Ellos habían estado cuidando de ella muy bien. Nunca había tenido a nadie a
quien le importara tanto sus sentimientos y su experiencia como a estos tres
hombres. Se aseguraron de que tuviera todo lo que necesitaba, desde ropa, a comida
y afecto, luego le dieron más. Comprensión, seguridad, preocupación y guía.
Pensaban en ella primero.
Kinley se dio cuenta que las relaciones deberían ser así. Su madre había estado tan
enamorada de su encantador padre. Él había sido hábil al hacer que su madre lo
amara, pero no había compartido su corazón a cambio. Ahora veía que su padre
simplemente había tomado lo que ella tenía, como si se lo debiera, y nunca le había
dado nada a cambio. Becks era así. Su marido la amaba y ella engañaba a Brian como
si él no importara.

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Pero lo que Kinley compartía con Law, Dominic y Riley… esa era la manera en
que debería ser. Ellos la ponían en primer lugar. Mientras durara, ella haría lo mismo
con ellos.
Dominic hundió su dedo completamente dentro de ella y Kinley se cerró
herméticamente en torno a él.
Eso le valió un azote que hizo que la piel ya sensible de su culo hormigueara.
—No trates de expulsarme.
—Déjalo conseguir su propósito, cariño—le aconsejó Law.
—Vas a estar tan llena, dulzura—prometió Riley—. Lo disfrutarás.
Un segundo dedo se unió al primero, estirándola incluso más poco a poco. Ella
siseó ante la leve quemadura, pero entonces soltó otro aliento relajando sus
músculos. El segundo dedo de Dominic la penetró por completo.
—Eres estrecha, mascota, pero creo que cabremos muy bien. —Una abundante
cantidad de satisfacción resonaba en la voz de Dominic.
La expectativa la embargaba.
Delicadamente, él retiró los dedos y Kinley sintió la pérdida… pero no por mucho
tiempo. Casi instantáneamente, algo más duro llenó el espacio vacío.
—Esto es un plug de entrenamiento. Mientras jugamos un poco más, vas a dejar
esto en tu interior para estirarte para nosotros. No pierdas este plug o vamos a tener
que empezar todo otra vez y haré eso con otra zurra.
Ella había amado los cuarenta azotes que él le había dado, el placer primitivo que
se había arremolinado en su interior, pero estaba más que lista para pasar a la
experiencia siguiente.
Kinley contuvo el aliento cuando el plug comenzó a abrir una brecha en ella.
—¿Estás seguro que este es el tamaño de principiantes? Porque se siente muy
grande.
La presión, insistente e imparable, la llenaba mientras el plug raspaba sus
terminaciones nerviosas. Kinley se obligó a no apretar, sino a dejar a Dominic meter
el plug más profundamente. Finalmente, éste se abrió paso a presión a través de un
tenso anillo de músculos y se deslizó hasta el fondo. Kinley no sentía dolor,
simplemente una plenitud que la hizo quedarse sin aliento y contornearse con un

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estremecedor movimiento de necesidad. Ese plug llenándola la puso dolorida,


sudorosa y necesitada. Una pequeña sensación de orgullo la enardeció también.
Había tomado todo lo que le habían dado hasta el momento. Ahora estaba
impaciente por retribuir.
—Te aseguro que es más pequeño que yo—dijo Dominic mientras metía y sacaba
el plug, simulando el modo en que ellos tomarían su culo.
—Bien, dulzura. Ahora aprieta ese plug, Kinley—dijo Riley mientras la ayudaba a
ponerse de pie.
Ella se cerró con fuerza y tuvo que concentrarse para no dejar que ese pedacito de
silicona resbalara.
Dominic se la quedó mirando, obviamente ya en ese lugar mental que encontraba
cuando la zurraba y le daba órdenes. Eso le hacía verse más alto, la voz más ronca.
Era tan erótico, que ella apenas podía soportarlo.
—Regresaré después de que me asee. Creo que es hora de torturar un poco a
nuestra pequeña sumisa. Law, Riley, podéis encargaos de eso, ¿verdad?
—Absolutamente. —Law se había desnudado mientras ella no estaba mirando. Su
polla empujaba, estirándose hasta alcanzar casi el ombligo.
Riley se limitó a sonreír de un modo que Kinley no encontró tranquilizador, pero
que era muy, muy sexi.
Una vez que Dominic la dejó sola con Law y Riley, ellos la rodearon como dos
depredadores evaluando una presa particularmente jugosa.
—Lo has hecho muy bien, cariño. —La mirada de Law deambulaba excitada por
todo su cuerpo—. Tu culo luce hermoso, todo rosado y caliente y te estás preparando
para nosotros.
Kinley era tan consciente de su cuerpo como nunca antes… el correr de su sangre,
la piel de gallina manifestándose por todos lados, su dificultad para respirar, la
plenitud interior, y el bombardeo de cosquillas en todas direcciones. Nunca se había
sentido más excitada o vibrantemente viva.
Riley se quitó la camisa y se acercó a ella, acariciando su cuerpo y haciendo que
sus pezones se contrajeran.
—Aprieta tus nalgas, dulzura.
Ella hizo lo que le pedía y Riley se arrodilló.

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Shayla Black

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—Sí, eso es exactamente lo que deseo. —Riley le acarició el vientre con la nariz—.
Para que entiendas, cuando aprietas así, eso hace que esta pequeña joya sobresalga.
A mí de hecho me gusta jugar con esto.
Él apenas tocaba su clítoris, que estaba latiendo ahora. Un estremecimiento la
atravesó. Ella no estaba completamente segura de lo siguiente que él planeaba hacer
y encontraba una profunda excitación en no saber. En estar a su merced. Ella no sabía
si él le daría el gozo del placer, un leve mordisco de dolor… o ambos.
Riley arrastró un dedo por sus labios vaginales, luego lo volvió a deslizar hacia
arriba, haciendo círculos en torno al clítoris, pero no tocándolo precisamente.
Atormentándola.
Law, a sus espaldas, Había apartado su cabello y le daba pequeños besos en la
nuca que la hacían estremecerse. Sus manos acariciaban su torso y moldeaban sus
pechos, levantándolos a la vez que le pellizcaba los pezones. Kinley jadeó cuando
todo su cuerpo se tensó.
Riley finalmente deslizó la yema del pulgar sobre el clítoris, justo cuando Law
apretó sus pezones. Su coordinación de tiempo perfectamente sincronizada. El placer
se mezcló con un mordisco de dolor, haciendo florecer sus nervios en una loca
armonía que no podía entender o negar.
—Nos gusta este juego, cariño—le susurró Law al oído—. Nos gusta entender lo
que te calienta y luego desmenuzarlo lentamente.
—Pero solo cuando eres buena—agregó Riley—. Cuando lo suplicas dulcemente.
—Exactamente—corroboró Law, lamiendo su cuello hacia arriba, brindándole una
cálida sensación de cosquillas que la hizo estremecerse y retorcerse. Ella la adoró.
La nariz de Riley estaba de repente sepultada en sus labios, su cabeza moviéndose
hacia atrás y hacia delante. Y entonces Law la mordió, simplemente un mordisquito
mientras la lengua de Riley bañaba su coño de placer.
Placer y dolor, cada uno complementando al otro.
—Traje algo divertido. —Dominic regresó llevando una pequeña cubitera de plata
en sus manos. Había una botella de champán enfriándose allí, pero él la ignoró. Sus
dedos se deslizaron dentro de la cubitera y regresaron con un pequeño cubo de
hielo—. Permíteme.
Cuando deslizó el hielo por su espalda, ella volvió a estremecerse, el frío del cubo
mezclándose con el calor de su piel creaba algo nuevo y embriagador.

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Shayla Black

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—Este es un juego de sensación, mascota. Es para excitarte, conectarte. —Dominic


arrastró el hielo en torno a su cuerpo y lo deslizó sobre un pezón. Ella contuvo el
aliento ante el congelamiento, pero entonces Law se inclinó para tomar el mismo
pezón en su boca, volviéndola a calentar. Dominic jugó con el otro pezón antes de
que ellos intercambiaran posiciones, congelándola y calentándola una y otra vez.
Kinley se aferró de sus hombros cuando sus rodillas parecieron derretirse debajo de
ella.
Riley se apartó de bañar su clítoris con la lengua mientras Dominic seleccionaba
otro cubo y hacía contacto con él en ese mismo lugar. Kinley gimió y les clavó las
uñas.
—Nuestro hielo no durará mucho. —Dominic se rió entre dientes.
—No. Ella lo derretirá muy de prisa. Y yo la ayudaré. Dios, amo la manera en que
sabe. —Riley volvió a sepultar su cara entre sus piernas como si no pudiera estar
alejado.
Mientras el hielo de Dominic se arrastraba por toda su piel, volviendo a instalarse
sobre sus pezones, Law tiró de ellos, chupándolos, descongelándolos y haciendo que
dolieran a un tiempo. Los sentidos de Kinley se sentían tan sobrecargados, su sangre
chisporroteando de necesidad que pensó que podría gritar.
Riley volvió a meter el clítoris en su boca y comenzó a chuparlo, raspándolo con la
punta de la lengua donde más lo necesitaba. Justo cuando su clítoris se inflamó y la
necesidad comenzó a acumularse entre sus piernas, él se retiró. Dominic volvió a
deslizar el hielo sobre su perla sensible. La cabeza de Kinley se bamboleaba con la
sensación.
—Tus orgasmos nos pertenecen, mascota—explicó Dominic—. Te queremos tan
consumida por correrte para nosotros que puedas hacerlo como Dios manda. Y no
queremos breves y educados orgasmos. Queremos hacerte gritar.
—Estoy a punto de gritar ahora—jadeó ella.
La estaban matando. Estaba tan cerca del borde, pero ellos continuaban
haciéndola retroceder. Era tortura de la clase más dulce. Ella se sentía querida,
venerada, adorada… pero negado lo que más necesitaba.
Dominic tomó un pezón entre sus manos y lo retorció.
—¿Quieres correrte, mascota?
Ella lo quería más que a su próximo aliento.

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Shayla Black

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—¡Sí! Sí, por favor. Lo necesito…


Él apretó su agarre.
—Pídemelo. O más bien, pídeselo a Riley ya que él está actualmente a cargo de tu
coño. Y cuando se lo pidas, se muy educada, mascota. Puede que él sea complaciente.
Ella podía hacerlo educadamente.
—Por favor, dame un orgasmo, Señor. ¡Estaría tan agradecida!
Una sonrisa sexy y pecaminosa se deslizó por el rostro de Riley.
—Bueno, ahora tengo la intención de ser complaciente, dulzura. Y ya que lo pides
tan dulcemente.
Él puso la cara en su coño, luego chupó y lamió antes de deslizar un dedo entre
sus resbaladizos pliegues, tratando de alcanzar su punto dulce. Ella todavía estaba
apretando con fuerza para mantener el plug en su lugar, de modo que el dedo se
sentía enorme en su coño. Él rebuscó profundamente mientras le chupaba el clítoris y
Kinley lo perdió.
Gritando, se fue por encima del borde, todo el juego previo la había puesto
madura y en condiciones de cederle todo su ser a eso. Ella dejó que la ola de éxtasis
la arrastrara lejos, tomando agradecidamente lo que Riley tan generosamente le
estaba dando.
—Muy bien, mascota. —La voz sedosa de Dominic siguió el juego en su oído—.
Estás plácida, mojada y sostuviste bien el plug. Pero creo que necesitas preparar a tus
hombres para que te follen. Sobre tus manos y rodillas.
Dominic y Law la ayudaron a bajar hacia la mullida alfombra. Ella casi se fundió
con ésta, su cuerpo estaba tan lánguido después del orgasmo, pero ellos la habían
recompensado. Ahora, contaban con ella. Le habían dado tal placer que ella quería
devolvérselo.
Dominic permaneció detrás de ella, forzándola a abrir las rodillas ampliamente.
Ella podía oír el suave arrastrar de los pies de él quitándose la ropa. Se acomodó en
el medio, poniéndole una mano en la espalda.
Después de quitarse los pantalones, Riley avanzó a rastras delante de ella. De
rodillas ahora, alineó su polla con su boca.

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Shayla Black

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—Sabes cómo hacer esto, dulzura. Ponme lo suficientemente duro como para
follarte. Quiero estar dentro de tu coño. Lo deseo tan ardientemente que no puedo
soportarlo.
Él se veía realmente duro, pero Kinley era más que juego. A ella le encantaba la
forma en que él había sabido anoche, como había temblado y gemido cuando lo
había chupado hasta el fondo. Ahora, ella lamió su polla, pasando la lengua por el
glande con cariño, gimiendo en torno a la carne.
Law se arrodilló a su lado y ella sintió su mano deslizarse bajo su cuerpo,
volviendo a encontrar su clítoris.
—Sé buena, cariño.
Ella entendió la idea. Mientras ella chupara a Riley con dedicación, Law jugaría
con ella. Y amaba el toque de Law. A pesar de que acababa de correrse, su cuerpo ya
estaba preparándose de nuevo. Se metió la punta de la polla de Riley en la boca,
pasándole la lengua por todas partes. Le encantaba el poder que sentía cuando el
cuerpo masculino se quedaba inmóvil, como si no quisiera hacer nada para arruinar
el momento.
—Continúa chupando, mascota. Voy a jugar también. —Dominic colocó una mano
sobre una nalga.
Y entonces ella estaba gimiendo otra vez. Él le separó las nalgas y Kinley lo sintió
hacer presión sobre el plug. La presión llenó su pelvis.
—Oh, mierda, esto se siente bien Kinley. —Las manos de Riley se enredaron en su
cabeza, acercándola más—. Lo que sea que hiciste, Dominic, hazlo de nuevo. Se
siente tan puñeteramente bueno cuando ella gime en torno a mi polla.
Dominic tiró y volvió a empujar el plug y Kinley no pudo detener los indefensos
sonidos escapando de ella.
—Ella ha tomado este plug bastante bien—aseguró Dominic a los demás.
Ese plug estaba amenazando su cordura. Él lo movía hacia adentro y hacia fuera,
empezando con pequeños recorridos… un pizca hacia afuera, luego hacia adentro…
antes de que lo retirara aún más, solo para empujarlo con fuerza hacia adentro.
Estaba penetrando su culo con el plug del mismo modo que pronto la follaría con su
polla. Como si la mera idea y tanta sensación la estuvieran abrumando, ella apenas
podía esperar por la cosa real.

~246~
Shayla Black

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Kinley trataba de concentrarse en chupar a Riley, pero mantenerse alejada del


placer que Dominic y Law le estaban dando resultaba imposible.
La mano de Law se detuvo cuando dejó de jugar con su clítoris.
—Continua chupando, cariño.
Ella gimió pero obedeció. Tan pronto como lo hizo y Riley volvió a gemir largo y
bajo, Law continuó deslizando esa caricia implacable sobre su clítoris.
—Ahora es mi turno—susurró bajo e íntimo en su oído—. ¿Sabes cómo vamos a
continuar esto? ¿Cómo vamos a follarte? Porque definitivamente vamos a follarte.
Aquí y ahora. A la luz del día. Todos juntos.
Ella escuchó, las palabras de Law excitándola tanto como sus caricias.
—Voy a empujar mi polla a través de esos dulces labios—juró él con voz ronca—.
Voy a follar tu preciosa boca y hacer que me tomes hasta que no haya ningún lugar a
donde ir excepto bajar por tu garganta. Voy a observar tus labios mientras me
devoras. Y cuando me corra, voy a llenarte la boca y entonces vas a tragarme.
—Y yo finalmente voy a conseguir estar dentro de tu coño—gimió Riley mientras
empujaba su polla otro centímetro dentro de su boca—. Sé que estarás suave y
húmeda a mi alrededor. Vas a tomar cada centímetro. Voy a llenarte. Voy a hacer que
te corras.
—Y yo voy a tomar tu virginal culo—dijo Dominic dando un tirón al plug.
Él lo retiró suavemente de su cuerpo, la presión disminuyendo. Kinley contuvo el
aliento, esperando, en suspenso, moribunda. Entonces Dominic volvió a follarla
despiadadamente con él. Ella gritó de placer.
—Bien, mascota. Pero a pesar de que lo has hecho bien con el plug, tendré que
luchar para abrirme paso aquí atrás. Con cuidado, por supuesto. Pero cada
centímetro que tome va a ser un placer. Vas a estar tan apretada alrededor de mi
polla. Tengo la intención de enseñarte a amar esto, mascota. Quiero que lo desees
ardientemente. Para cuando terminemos, no te sentirás completa y feliz a menos que
tengas a todos tus hombres. Te lo prometo.
Ella ya se sentía incompleta cuando no estaban tocándola todos juntos.
Riley se retiró de su boca bruscamente con el rostro desencajado por el esfuerzo.
—Mierda, no puedo durar mucho más tiempo así. No quiero correrme hasta que
consiga estar dentro de tu coño, dulzura.

~247~
Shayla Black

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—Está lista. —Dominic retiró el plug.


Una vez más, Kinley se sentía vacía sin la plenitud y la presión allí atrás, y no
podía esperar a que Dominic ocupara el lugar que le correspondía dentro de ella,
colmándola de nuevo.
Los hombres se movieron rápidamente, Law la levantó y la llevó hacia el sofá.
Riley se dejó caer sobre los cojines en primer lugar, su polla erecta. Él la cubrió con
un condón en tiempo record y extendió la mano hacia ella.
—Vamos, dulzura. Móntame.
Law la colocó encima del cuerpo dispuesto de Riley. Él era tan arrebatadoramente
masculino y era todo de ella. Por ahora, todos le pertenecían.
Kinley se sentó a horcajadas, tomando su polla con la mano para guiarlo a casa.
Ella se hundió en los expectantes y masculinos centímetros y echó la cabeza hacia
atrás con un gemido. La sensación de Riley en su interior era puro placer.
—No me olvides, cariño. —Law estaba de pie delante de ella, acariciándose su
maciza polla con un puño duro. Incluso la visión de eso la excitaba.
Todo lo que tuvo que hacer fue inclinarse para tomarlo en su boca, su longitud
llenándola mientras él se abría paso hacia el interior de la cavidad. Ella pasó la
lengua por su polla, deleitándose con su masculino sabor a la vez que Riley
bombeaba dentro de su coño sin contención. .
Entonces Dominic ocupó su lugar detrás de ella.
—Ten calma, solo por un momento, mascota. Inclina las caderas hacia atrás y
empuja. Soy más grande que el plug, pero puedes tomarme.
Él goteó más lubricante sobre ella y comenzó a entrar poco a poco en su culo. Ella
sintió que sus ojos se abrían de par en par porque Dominic tenía razón. Era mucho
más grande que el plug. Su polla comenzó a vulnerar su orificio. Ella lloriqueó, la
presión era demasiado grande.
Law le acarició el cabello.
—Tú puedes tomarlo. No luches contra él. Cariño, va a sentirse tan bien una vez
que esté dentro.
Ella se concentró en la polla de Law. Chupó con fuerza, retrocediendo hasta que él
casi se salió de su boca. Ella lo mantuvo allí, girando la lengua en torno a la punta,
jugando con la pequeña ranura allí, provocando una maldición y un gemido de él.

~248~
Shayla Black

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Riley pasó las manos por su piel, tranquilizándola.


—Solo relájate. Sé que es difícil, pero valdrá la pena. Te lo prometo. Haz tal cual
dijo Dominic. Déjalo entrar.
Ella deseaba tanto corresponder a estos hombres. Kinley se inclinó un poco hacia
atrás. Dominic se hundió un poquito más profundo y ella inspiró hondo. Podía
manejar la presión. No era realmente dolor.
—Ella está tan apretada—dijo él entre dientes—. Kinley, mascota, tienes que
decirnos ahora si quieres que esto se detenga. —La voz de Dominic temblaba de
deseo. Las manos se apretaban con fuerza a su alrededor.
—No.
—Entonces haz como digo. Empuja hacia mí.
Después de unos segundos, ella se echó hacia atrás y desalojó a Riley hasta la
mitad. Luego se las arregló para inclinarse más y empujó. Dominic se abrió paso
dentro de ella hasta que Kinley sintió cada centímetro de él llenando su culo.
Dominic se presionó contra ella, abrazándola con fuerza.
—Oh, fóllame. Te sientes tan bien. —Dominic se restregaba contra ella.
La excitación amenazaba con abrumar a Kinley. Estaba atiborrada de ellos,
estirada hasta más no poder. Pero no quería librarse nunca.
Riley volvió a penetrarla y Kinley jadeó. Abundante placer atravesaba cada
nervio, gritando con hormigueante necesidad. El éxtasis estaba robándole el aliento,
la mente. De repente, todo el dolor y la angustia que le había tomado llegar a este
lugar, valieron la pena, porque ella no solo sentía una dicha increíble con estos
hombres. Se sentía querida, contenida y amada.
—Tómame. —Law la atrajo hacia sí, su polla contra los labios—. Ninguno de
nosotros durará mucho tiempo. Chúpame con fuerza, cariño. Toma a todos tus
hombres.
Ella hizo como Law le exigió mientras Dominic y Riley comenzaban a moverse en
perfecta armonía. Riley llenaba su coño mientras Dominic se retiraba de su ano,
excitando cada célula, cada nervio. Cuando ellos se sincronizaron en un ritmo
palpitante, ella se movió con ellos todavía chupando con fuerza a Law. Él se hinchó
contra de su lengua. Su sabor se volvió salado.

~249~
Shayla Black

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—Prepárate, cariño. Voy a correrme. —El ritmo de Law se aceleró mientras


respiraba hondo y agitado y anclaba las manos en su cabello—. ¡Joder! Te necesito,
cariño. Tómame.
Cuando ella asintió con la cabeza, su polla pulsó y luego estalló. Le cubrió la
lengua con su semen. Kinley lo bebió, chupando suavemente mientras su esencia le
recubría la garganta. Luego tragó.
Dominic le aferró las caderas con más fuerza y la replegó sobre su polla.
—Law, ayúdanos.
Él lo hizo, se arrodilló junto a ellos y pasó trabajosamente una mano entre ella y
Riley. Presionó su clítoris mientras Riley la penetraba y atinaba en un punto dentro
de ella que la hizo gemir. El orgasmo la arrasó, acaparándola. Ella se retorcía entre
Dominic y Riley, autómata en su placer, buscando nada menos que todo de sus
hombres.
Riley se unió a ella en el éxtasis, bombeando sus caderas frenéticamente mientras
decía su nombre, prolongado el vibrante placer aun precipitándose por ella. Kinley
pensaba que no podía mejorar hasta que Dominic se restregó contra ella, su polla
pulsando profundamente en su interior. Él clavó los dedos en sus caderas y bramó.
Cuando los movimientos de ellos se volvieron más lentos y luego se calmaron, se
dejó caer sobre el pecho de Riley. Dominic cuidadosamente se estabilizó encima de
ella, depositando suaves besos a lo largo de su nuca.
Paz. Se sentía completa y benditamente en paz, tan protegida que imaginaba que
absolutamente nada la podría afectar. Sus hombres la rodeaban, engulléndola. Ella
atesoraba este momento en su memoria, por si acaso el futuro se los arrancaba de las
manos.
Law le besó la mejilla.
—Cariño, voy a poner en marcha el jacuzzi. Todos podemos relajarnos allí dentro
mientras esperamos a que los federales llamen.
Ella sintió que una débil sonrisa cruzaba por su rostro.
—Bueno.
Cuando Law se puso de pie, Kinley acarició con la nariz el pecho de Riley una vez
más.

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—Mierda. Acabo de descifrar lo que Jansen está moviendo. —La voz de Law se
abrió paso a través de su languidez, ella levantó la vista para encontrarlo con la
mirada clavada en el escritorio en el medio de la oficina.
Kinley frunció el ceño, el pánico comenzando a penetrar su perfecta paz.

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Capítulo 15

Law odió romper el momento. Tres minutos antes, él se había sentido como el
puto rey del mundo. Ahora se ponía los pantalones a toda prisa porque tenían
trabajo que hacer.
Y eso solo lo ponía más duro.
Dominic ayudó a Kinley a ponerse de pie, abrazándola como si necesitara
protegerla de las verdades que él sabía se avecinaban.
—¿Esto no puede esperar hasta que nos ocupemos de nuestra sub?
Riley estaba de pie, vistiéndose y no había manera de confundir lo irritado que
estaba.
—Te dije que no hay manera de saber a menos que puedas descifrar el código que
está usando. Todo está en los números. Sé que suena simple, pero en realidad es
bastante difícil sin algún tipo de referencia. Vamos a instalar a Kinley y os explicaré
la criptografía.
Dios mío, su hermano podía ser un gilipollas sabelotodo a veces.
—No necesito la criptografía. Tengo ojos. Y no la vamos a excluir de esta
discusión.
Kinley negó con la cabeza mientras se metía dentro de la enorme camiseta de
Riley. Prácticamente le llegaba hasta las rodillas.
—No, vosotros no vais a excluirme. Si Law descifró cómo mi ex está usando Hope
House, quiero oírlo. ¿Podría alguien pasarme mis vaqueros?
Esos vaqueros eran el problema. Law los recogió, pero sostuvo la tela en sus
manos.

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—¿Cuántos pares de éstos te dio Jansen?


Ella frunció el ceño.
—Creo que al menos diez, todos con diseños ligeramente diferentes.
—¿Por qué estabas llevando diez pares de vaqueros a una isla tropical en verano?
—Greg dijo que quería un desfile de modas… ¡Qué montón de mierda! Greg
nunca dio un carajo por verme en nada. Debería haberlo sabido. ¿Qué hay de raro en
los vaqueros? —Ella se acercó a él como para inspeccionar los pantalones, pero sus
ojos quedaron atrapados en el escritorio—. Oh, no. ¿Yo hice eso por sentarme sobre
el cristal? No estaba rayado antes.
Dominic se abrió paso a través de la habitación y se quedó con la mirada clavada
en el escritorio. La parte superior del escritorio de caoba maciza estaba cubierta con
una gruesa capa de vidrio, una precaución contra daños en la madera. El vidrio
podía ser reemplazado. Normalmente, lo protegería contra manchas de tinta,
maquinaria pesada y alguien siendo demasiado rudo contra la madera.
Esta vez se había llevado la peor parte del embate incisivo de las piedras cosidas
encima de los bolsillos de Kinley.
—Mierda. —Dominic tocó los surcos tallados en el cristal—. Los federales
sospechaban que Jansen estaba transportando diamantes de sangre, pero nadie podía
probarlo. Tal parece que encontró a alguien para cortarlos.
—¿Diamantes?—preguntó Kinley—. Esos son simplemente diamantes falsos. La
mayoría de las mujeres llevan puesto un poco de brillo en sus bolsillos en estos días.
Riley extendió la mano y Law le pasó los pantalones vaqueros. Cuando Riley
levantó los bolsillos a la luz, éstos centellaron, creando un glorioso espectáculo de
lucecitas.
—¿Un poco de brillo? Debe haber cien mil dólares aquí mismo. Él iba a hacer que
Kinley saliera del país con un millón de dólares en diamantes ensangrentados en sus
maletas.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Kinley—. ¿No tienes que
examinarlos a fondo? ¿Tener un gemólogo…
—Cariño, los diamantes falsos no pueden cortar el vidrio. La prueba está allí en el
escritorio. —Law señalaba los arañazos que ella había dejado cuando se sentó sobre

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el escritorio. Él la había besado un rato allí, luego la había arrastrado en su dirección,


dejando atrás los rayones.
—Los diamantes ensangrentados provienen de países devastados por la guerra,
¿verdad?
—Sí, usualmente de territorios en poder de los rebeldes, ya sea Republica de
Liberia o la Costa de Marfil en África Occidental. Los compradores de buena
reputación no los tocarían debido a los métodos brutales de su explotación minera.
Así es que los hombres como Jansen actúan como intermediarios. Los habrá sacado
de contrabando y cortados en alguna parte, tal vez incluso en África. De alguna
manera los trajo hasta aquí. Apuesto cada centavo que tengo que Jansen tiene un
comprador que planeaba reunirse con él en las Bermudas durante su luna de miel—
explicó Dominic.
—Él iba a hacerte pasarlos a través de la frontera. Nadie desconfiaría de unos
vaqueros. Los aeropuertos buscan armas, explosivos y drogas. No buscan diamantes,
por lo que muy probablemente verían lo que Jansen quería que vieran… una chica
que le gustan los brillos en sus bolsillos—dijo Riley.
—Y si lo atrapaban, él diría que todo era mío. —Kinley se sentó—. Yo era la única
con toda la cosa encriptada en mi tableta. Y era la única con los diamantes
ensangrentados en mi culo. Coño, soy un genio criminal frecuente. Apuesto a que
está usando los embarques de ropa nueva de África, supuestamente para Hope
House, para pasar de contrabando sus diamantes.
Law puso una mano sobre su hombro.
—Muy probablemente. Por eso es por lo que él te empujó a comenzar a usar a los
fabricantes del Tercer Mundo.
—Oh, no fue porque estaba ayudando a las economías emergentes, ¿verdad? —La
cara de Kinley se había vuelto de un color rosa oscuro y ella se había encerrado en sí
misma.
—Cariño, no puedes pensar que esto es culpa tuya.
Kinley levantó la mirada y una dureza que él no había visto nunca antes acechaba
allí.
—Oh, con toda seguridad pienso que puedo echarme la culpa. Soy tan ingenua.
Estoy segura de que él se rió. Probablemente holgazaneaba cacareando acerca de lo
idiota que era. Realmente le creí. Me dijo que tenía contactos con fabricantes de ropa

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que estaban contratando mujeres con un sueldo decente, pero que un sueldo decente
en África era diferente que aquí. Él jugó conmigo, sabiendo que quería ayudar a todo
el mundo. Creí cada mentira que me dijo porque estaba demasiado ocupada
preparando la boda para hacer yo misma la investigación. Ah, y también
preocupándome por mi padre. Quien al parecer no estaba destruido por el cáncer,
simplemente ocupado en el hipódromo. Dios mío, debéis pensar que soy una idiota.
Él intentó alcanzarla, pero ella se apartó.
—¿Kinley?
Ella negó con la cabeza.
—No. Dame un par de minutos. Voy a ducharme.
Dominic se interpuso en su camino.
—Kinley, mascota, nadie piensa que eres estúpida.
—Yo lo hago. —Ella se negó a mirarlo a los ojos—. Por favor, ¿puedo tener un
minuto para mí?
Riley la miraba con el ceño fruncido.
—El sistema de seguridad está activado y voy a estar monitoreando las cámaras
exteriores. Sabré si intentas volver a salir por la ventana.
Ella suspiró.
—No estoy intentando escapar, pero puedo entender por qué podrías pensar en
eso. Obviamente tomo decisiones muy pobres. Ahora, ¿puedo ir a mi habitación
durante un rato? Pondré el resto de esos vaqueros en el pasillo. Por favor haced algo
con ellos. No quiero volver a verlos nunca más. Conservaré este par pero solo hasta
que consiga unos nuevos.
—Sí, te compraremos vaqueros nuevos, mascota—dijo Dominic—. Tan pronto
como nos sea posible. Ve y toma un par de minutos para ti, pero vamos a almorzar
en una hora y espero que estés allí.
Ella no dijo una sola palabra, solo se marchó sin mirar.
Law comenzó a seguirla, pero Dominic lo sujetó del brazo, deteniéndolo.
—Dale un poco de tiempo.
—Ella está llorando. —Law no podía soportarlo.

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—Sí y me mata, pero quiere estar sola.


—Su orgullo está lastimado y tú viéndola llorar no ayudará a eso. Ya estaba con
sobrecarga emocional, y esto la empujó más aún.
—Ninguno de nosotros tenía la intención de lastimarla con la verdad—se defendió
Riley mirando hacia la puerta por donde Kinley se había precipitado.
Correcto, pero Law deseó haber mantenido su puñetera boca cerrada. Nunca
había imaginado que ella reaccionaría así.
—Claro que no, pero todo lo que podemos hacer ahora es darle un poco de tiempo
y espacio, luego hacerle saber que ya no tiene permitido apartarse de nosotros—dijo
Dominic.
—Yo no voy a dejar que ese hijo de puta gane. —Law apretaba los puños con rabia
ante la idea—. No voy a dejar que nos quite a nuestra mujer.
—Kinley nos pertenece, ya sea que ella lo sepa o no—dijo Dominic con firmeza—.
Y Jansen es un idiota si realmente piensa que alguien creería que ella estaba detrás de
todo esto. Creo que él contaba con que no le atraparan, luego deslizar a la perra flaca
de su hermana en el papel tras el inoportuno accidente de Kinley.
—Greg y Becks tendrían el control de Hope House. Instalarían a su gente y
comenzarían el contrabando de todo lo que quisieran. Hijos de puta.
—Y esas naciones insulares son el lugar perfecto para cometer un pequeño crimen.
Probablemente Jansen ya tiene un montaje. Habría sobornado a un funcionario para
tildarlo de accidente. Ella se habría ahogado en su luna de miel. —Riley dio un
puñetazo en la mesa—. Tenemos que matarlo.
—Por supuesto, pero estoy un poco preocupado. —Desde el momento en que Law
descifró el plan de Jansen, mil escenarios habían pasado por su cabeza, todos ellos de
mierda—. Él tenía un comprador para estas piedras. No era como que planeaba
transportarlas a la isla y abrir una tienda.
Dominic negó con la cabeza.
—Tienes razón. Él ha planeado esto durante un largo tiempo, lo que significa que
probablemente tenga reclutado un comprador para todo. Él tiene que recuperar a
Kinley y los vaqueros. Posiblemente ya ha aceptado al menos una parte del dinero.
Ahora tiene que entregar la mercancía. Si está lavando dinero de esta manera,
entonces probablemente lo está haciendo para la mafia. No le gustará la pérdida de
su empleo.

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—Jansen debe estar desesperado a estas horas. —Riley se trasladó a su


ordenador—. Dado que no puede seguir adelante con la transacción sin Kinley y los
vaqueros, tal vez deberíamos esperar hasta que esto termine aquí, y dejar a sus
conexiones de la mafia liquidarlo.
—Él se escapará primero. Y nosotros nos pasaremos el resto de la vida de Kinley
esperando a que aparezca. —Dominic resumió sus problemas pulcramente—. No.
No quiero tenerla mirando sobre su hombro. Tenemos que estar seguro de que está
preso. O quiero ver su cuerpo por mí mismo. Es la única forma de protegerla. De lo
contrario, vendrá en su búsqueda porque querrá venganza.
—¿Por qué no hemos conseguido esa llamada de los federales para hacer los
arreglos para poder entregar nuestras pruebas? —preguntó Law con una sensación
de comezón. No le gustaba esto—. ¿Hay alguna manera de que Kellan no haya
llamado a los federales aún?
Riley se sentó frente a su teclado.
—No. Él juró que lo haría tan pronto como Dominic y él colgaran el teléfono.
Kellan solo sabe acerca de los archivos encriptados que encontré, pero aun así…
tienes razón, Law. Creí que a estas horas oiríamos algo. —Riley frunció el ceño—.
Tengo un par de móviles desechables por allí, si queréis que haga algunas llamadas.
Law tenía un mal presentimiento… y solo estaba aumentando. Con los años había
aprendido a confiar en sus instintos y cada uno de ellos le estaba diciendo
reorganizarse.
—No. Necesitamos moverla.
—¿A dónde? —preguntó Riley.
Dominic agarró la camisa.
—A cualquier parte. Law tiene razón. Agarremos su equipaje, los perros y
levantemos vuelo. Nos pondremos en comunicación con alguno de nuestros amigos
cuando estemos en el aire. Algunos de nuestros amigos que viven en Bezakistan
están en el país. Tal vez es momento de volver a visitarlos. Si podemos conseguir
meter a Kinley en un avión con la princesa Alea, podemos estar seguros de que ella
está a salvo. Ni siquiera Jansen tiene hombres en el interior del palacio real. Pero
estoy empezando a sospechar que tiene unos pocos en el FBI. Es la única explicación
de por qué no hemos recibido al menos una llamada. Ellos deberían estar por todos
lados.

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Shayla Black

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La adrenalina comenzó a bombear a través del organismo de Law.


—Iré al hangar y prepararé el avión. Riley, ponte en contacto con Dane Mitchell.
Averigua donde él, Landon y Cooper están de visita con Alea. Vamos a necesitar
ayuda para encontrar un lugar donde aterrizar.
—Traeré los perros. —Dominic hizo una mueca—. Dios mío, espero que la rata
coopere. Es hora de su paseo y de su comida. Ya sabes cuánto ladrará si no consigue
su comida a tiempo. Sacaré a ella y a Butch después de que saque de la vista los
vaqueros. No quiero que éstos la vuelvan a alterar.
Dominic se puso en camino para llevar a cabo su tarea.
Riley ya se estaba alejando del teclado y poniéndose de pie de un salto.
—Acabo de enviarle a Dane una nota. Él tiene mi móvil. Esperemos que llame
antes de despegar. De lo contario, llamaré a Dex James, y podremos dirigirnos hacia
Dallas para esperar a Dane allí.
Conseguir sacar a Kinley del país parecía un excelente plan.
—Dile a Kinley lo que está pasando, y consigue poner su lindo trasero en marcha
porque quiero despegar en la próxima hora. —El silencio de los federales no era una
buena cosa. Cuanto más rápido levantaran vuelo, más seguro se sentiría.
Él pasó a un Dominic asediado que estaba llevando una pila de vaqueros en una
mano y a una Gigi muy excitada en la otra. Butch se movía pesadamente detrás de
ellos.
—Voy a ponerlos en la oficina antes de sacar a los perros. Juro que Kinley me ha
convertido en su mayordomo.
A pesar de la adrenalina precipitándose por su cuerpo, él no pudo evitar reírse un
poco. Dominic gruñó a Gigi, quien ya no parecía tener miedo al Dom grande y malo.
Law trotaba por la casa, desarmando y rearmando el sistema de seguridad… y
agarrando su SIG al salir. La pequeña pista de aterrizaje privada estaba a unos ciento
ochenta metros de la casa y él no estaba dispuesto a correr a campo abierto, sin
manera de defenderse, por si acaso. Después de llenar el tanque de gasolina del
pequeño jet se dedicó a hacer las revisiones anteriores a un vuelo. Los minutos
pasaron en un silencio perfecto.
Fue entonces cuando oyó los disparos.

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Shayla Black

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* *
Kinley encendió la ducha y se quitó la camiseta de Riley con un encogimiento de
hombros.
¿Qué estaba haciendo? Probablemente todavía debería estar con sus hombres,
pero se había marchado para lamerse las heridas. No quería que la vieran llorar o
verlos revaluar su relación. Todos tenían que estar preguntándose si realmente
querían una mujer que podía causar tantos problemas.
Greg la había utilizado y lo había hecho con una sonrisa en la cara. ¿Y por qué no
debería sonreír? Ella no le había dado ningún problema en absoluto. Él solo había
entrado y se había ofrecido a resolver sus problemas, así que ella había dejado de
hacer preguntas. Brillante.
Cuando él le había dicho que empacara diez pares de vaqueros para unas
vacaciones cuando ella normalmente no empacaría ni uno, ¿qué había hecho?
Exactamente cómo él le había pedido, porque Greg le había dicho que quería verla
con ellos. Como si alguna vez antes se hubiera quedado mirando su trasero. Ella
soltó un bufido.
Ahora Law se quedaba mirando su trasero. Ella le atrapaba todo el tiempo. En este
momento, su trasero estaba lastimado después de la zurra y aún más de ser follado a
fondo. ¿Por qué amaba el dolor? ¿Por qué cada pequeño dolor le recordaba a
Dominic y la forma suave y contundente en que la había follado?
¿Qué estaba pensando él en este momento, que ella no tenía cerebro en la cabeza?
Se desharían de ella tan pronto como los federales tuvieran a Greg en custodia. Y
ella no podría culparlos. ¿Cuánto habían costado ya sus acciones a las personas?
Estaba transportando diamantes que habían sido sacados de las minas por esclavos.
Estaba trabajando con fabricantes que probablemente se beneficiaban del trabajo
infantil.
Un golpe fuerte en la puerta la sacó de sus cavilaciones. Ella no necesitaba que
nadie la viera así.
—Estoy en la ducha.
—Kinley, déjame entrar. —La voz de Riley sonó a través de la puerta.
Él era el último que necesitaba. Era tan inteligente. Riley había resistido a su
atracción física hacia ella. Ahora, probablemente deseara no haber cedido.

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Shayla Black

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—Estaré fuera en diez minutos.


Tal vez podría recomponerse para entonces.
Hubo un sonido de leve crujido y la puerta se abrió de pronto. Riley tenía su
licencia de conducir en la mano.
—Las puertas interiores son una excusa. Y me mentiste. No estás en la ducha.
Pero ella estaba desnuda. Agarró una toalla.
—Privacidad, por favor.
Él frunció el ceño, sus ojos sobre la toalla.
—¿Por qué? No querías privacidad antes. Estabas perfectamente feliz de estar
desnuda delante de mí. ¿O es solo que tú estás cómoda con Dominic y Law a tu
alrededor? ¿Qué pasó, Kinley?¿Decidiste que en realidad no te gustaban tres
hombres?
—Dios, estás tan dañado. ¿Es ahí por dónde vas? ¿Todo tiene que estar
relacionado contigo? —Ella estaba por poner fin a la actitud masculina—. ¿No puede
ser que acabo de descubrir cuán tonta soy? No, tenemos que regresar a tus problemas
y a tus dificultades. Fuera, Riley. Saldré cuando esté lista.
Ella se alejó de él, brutalmente consciente de que acababa de ser una completa
perra.
Los brazos de Riley le rodearon la cintura y la tiraron hacia atrás.
—Lo siento. No se me ocurrió porque no pienso que seas una tonta. Pienso que
eres dulce y cariñosa, y no tenías forma de ver venir esto. Eres demasiado buena para
los gustos de Jansen… y de los míos. Pero voy a pedirte que pases por alto este
pequeño defecto porque estoy loco por ti.
Las lágrimas llenaron los ojos de Kinley.
—Eso no es justo.
Ella quería estar sola. Quería llorar, culparse por todo y Riley no la iba a dejar.
—Todo está bien, dulzura —dijo la palabra como si realmente hubiera querido
decir eso, su mano le acariciaba el cabello mientras la abrazaba—. Está bien.
Cometiste un error, pero fue un error honesto. Lo cometiste porque estabas
esperanzada. Él se aprovechó de tu naturaleza dadivosa.

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Shayla Black

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—Justo como lo que te sucedió a ti. —Si ella pudiera hacerle entender que lo que
hizo Simone no era culpa suya, tal vez todo el dolor valdría la pena—. No había nada
malo contigo, o con Law, o con lo que los tres deseáis. Simone tenía el problema.
Él la miró fijamente.
—Muy bien, Mary Sunshine. Lo intentaré, pero solo si me prometes una cosa.
—¿Qué?
—No dejes que esto te cambie. Mantente tan dulce y llena de esperanzas como
siempre lo has sido, y yo trataré de encontrar al tío positivo en mi interior. —Él hizo
una mueca—. Sin embargo, te lo advierto. Él está sepultado profundamente. Me
podría llevar algún tiempo.
Ella podía esperar.
—Está bien. Es un trato.
Kinley echó la cabeza hacia atrás, levantando la mirada hacia Riley mientras él la
besaba, sellando su trato.
Él se apartó a regañadientes. Metió la mano en la ducha y cerró el grifo.
—Necesitamos que te saltees la ducha. No hay motivo de alarma, pero estamos
pensando que podría ser una buena idea cambiar de ubicación. Ya sabes, estar a
salvo, por si acaso.
—¿Qué pasa con el FBI? ¿No están viniendo a vernos?
La preocupación atravesó rápidamente el rostro de Riley. Entonces las luces
parpadearon y se apagaron.
Todo el cuerpo masculino se quedó inmóvil. Cuando ella comenzó a preguntar
por un generador, él empujó una mano sobre su boca. Sus ojos la horadaban mientras
le susurraba.
—No hables. Dale un segundo.
Las luces volvieron a encenderse. Y se apagaron segundos después. Un fuerte
zumbido siguió, una alarma señalando algo.
—Mierda. —Riley palideció—. Escúchame con mucha atención. El sistema de
seguridad está desconectado porque alguien cortó la energía de éste. El generador
está al tope de la línea, así como su equipo de reserva. Tenemos que asumir que
alguien los eliminó a los dos.

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Shayla Black

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La conmoción rebotó por su organismo.


—¿Crees que esto son agentes de FBI haciendo una especie de operación
encubierta? Ellos han estado buscándome. —Ella había firmado una declaración
jurada de que no era un rehén, pero ¿quién sabía si habrían creído eso o asumirían
que habían sido obligada a firmar bajo coacción?
—Los federales se anunciarían y saben lo que estamos haciendo. Estoy empezando
a pensar que Jansen tiene alguien adentro y estamos jodidos. Esto es lo que vamos a
hacer. Jansen quiere los diamantes. Tengo que esconderlos. Si les pone las manos
encima, nos matará a todos. Mi arma… maldición, mi arma está en la oficina. Law
está fuera en el hangar y Dominic debería estar arreando a los perros.
—¿Greg está aquí? —Oh, Dios., si él estaba en esta casa, estaba viniendo detrás de
ella. Y no vendría solo.
De repente, ella oyó un sonido extraño.
—Disparos. Mierda. Dulzura, necesito que te escondas. No estoy seguro de dónde
provino ese disparo, tal vez de la parte trasera de la casa.
Kinley agarró la ropa que ella había traído. Las había recogido sin pensar. Sostenía
un par de vaqueros cubierto de diamantes ensangrentados. No quería volver a ver
nunca más otro par de vaqueros.
Se le ocurrió una idea. Rápidamente abrió el botiquín. Había una lima de uñas, de
metal con una buena punta. Ella se puso a trabajar en la costura del bolsillo trasero.
Después de un par de buenos tirones, fue fácil de arrancar el pesado trozo de tela del
resto de los pantalones.
—Tenemos que esconder los diamantes, pero los pantalones vaqueros son
voluminosos, y requeriría demasiado tiempo sacar cada piedra de manera
individual. —Ella agarró la botella de su champú favorito. Vació la mitad en la ducha
y luego metió los bolsillos dentro, uno por vez.
Riley le besó la coronilla.
—Te zurraré si alguna vez te vuelves a llamar tonta. Eres brillante. Él los necesita a
todos. Cada diamante.
Ella asintió con la cabeza.
—Está bien. Pero creo que Dominic se llevó el resto. No sé dónde están.

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Shayla Black

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—Yo sí. Los llevó a la oficina. Iba a ponerlos en una bolsa o algo por el estilo, así tú
no tenías que verlos. —La cara de Riley se contrajo—. Tenemos que conseguir esos
vaqueros.
Riley vaciló, pero Kinley sabía que sus hermanos podrían estar muriendo ahora
mismo. Sus hombres estaban en peligro y ella haría cualquier cosa que pudiera para
detenerlo.
—Ve. Me quedaré y seré exactamente lo que Greg espera que sea… un rehén. Él
no me matará.
—No sabes eso, Kinley.
No, pero…
—Tienes que irte. Greg y sus matones podrían estar aquí de un momento a otro.
—Sus manos estaban temblando cuando ella lo apartó con fuerza—. Ve. Si puedes
encontrar una manera de llegar hasta los vaqueros, oculta más diamantes.
Apresúrate. Nos estamos quedando sin tiempo. Él no me matará hasta que tenga
todos los diamantes. ¿Puedes salir por la ventana del baño?
Riley la acercó y la besó con fuerza.
—Puedo salir por ella. Permanece con vida. ¿Me entiendes?
Con un asentimiento de cabeza, ella se precipitó en la habitación con los
pantalones vaqueros dañados en la mano. Los dobló perfectamente, por lo que el
daño no se veía. Con el corazón latiendo aceleradamente, se retiró al baño donde
Riley estaba desapareciendo por la alta ventana.
Estaba sola.
—¡Kinley! —La voz de Greg flotó desde el pasillo, incitando una aguda punzada
de terror. Ella se mordió los labios. Ser valiente no era natural en ella, pero tenía que
encontrar eso en su interior ahora—. Salid, hijos de puta. ¡No hay ningún lugar
donde esconderse!
Él se estaba acercando. Ella tenía pocos segundos para decidir cómo actuar.
Escóndete a ojos vista. Como los diamantes.
Ella volvió a encender la ducha. Había una única cosa para hacer. Dios, no quería
hacerlo, pero se quitó la camiseta por la cabeza y entró en la ducha. El agua fría caía a
raudales sobre su piel. Ella temblaba pero se obligó a enjabonarse el cabello.

~263~
Shayla Black

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La puerta se sacudió cuando se abrió.


—¿Qué es lo que queréis, gilipollas? ¿Vais a violarme ahora? Confiad en mí, la
ducha fría está funcionando muy bien para aplacarme. Juro que cuando mi
prometido consiga atraparos, os vais a arrepentir.
—¿Kinley?
Ella odió el mero sonido de la voz de Greg, pero se obligó a jadear de sorpresa y
asomó la cabeza.
—¿Greg? —Ella hizo la pregunta tentativamente como si estuviera completamente
esperanzada—. Oh, Dios mío. ¿Eres realmente tú?
Él estaba de pie allí, vistiendo unos pantalones negros y un jersey de cuello alto
negro. Estaba elegante, pero ahora Kinley entendía por qué él lo había elegido… el
negro no mostraría la sangre que tenía intenciones de derramar. Era una víbora bien
vestida, esperando para atacar.
También era un excelente actor. Su cara se enterneció.
—Oh, mi dulzura. Pensé que te habían matado.
Él tendió su mano. Con el estómago hecho un nudo, Kinley la tomó.

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Capítulo 16

Dominic se escondió detrás de la pared oeste de la casa, cruzando tan


silenciosamente como le era posible la terraza. La clave era permanecer cerca de la
pared. Él avanzaba lentamente, deteniéndose cada pocos segundos para escuchar y
asegurarse de que nadie estaba moviéndose furtivamente detrás de él.
Seguramente alguien había oído los disparos. Uno de los hombres de Jansen
podría salir de un momento a otro y vería el cadáver en el césped, pero Dominic no
tenía tiempo para esconderlo. Tenía que entrar en la casa y sacar a Kinley. A menos
que Riley ya lo hubiera hecho. Él había sido el único en la casa con ella. Dominic rezó
para que su hermano hubiera oído el disparo y la hubiera hecho salir hacia el hangar
con Law. Ellos tenían armas allí… y una radio. Con algo de suerte, Riley, Law y
Kinley estarían encerrados y formulando un plan, a la espera de que él los alcanzara.
O su hermano podría estar muerto y Kinley podría estar a merced de un hombre
que no tenía escrúpulos.
¿Qué mierda había salido mal? Esto era todo culpa suya. Tendría que haberla
cambiado de lugar una vez al día, pero no. Había estado tan seguro de que nadie los
encontraría en Alaska. Quebrar a Kinley había sido más importante que protegerla
del monstruo con el que había estado a punto de casarse.
Dominic maldijo entre dientes. La culpa amenazaba con abrumarlo. Debería haber
pensado en ella primero. Debería haber postergado su venganza y ayudado a una
mujer inocente.
Pero entonces él nunca habría sabido lo que era abrazarla, observarla reírse,
amarla.
Dios, estaba enamorado de ella y ahora ella podía morir.
Gigi emitió un ladrido agudo como si le ladrara a él para hacerlo avanzar.

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Shayla Black

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El miró hacia los dos perros que lo seguían pisándole los talones. Si él no hubiera
estado en el bosque mientras ellos corrían de un lado a otro y hacían sus necesidades,
podría haber oído el SUV de Jansen ascendiendo por el camino.
—Silencio—susurró tan quedamente como le fue posible.
Butch se sentó en sus cuartos traseros, mirando hacia arriba. Era un buen
soldadito, el chucho. Pero Gigi era una rata muy nerviosa. Probablemente estaba
acercándose el horario de la comida para ella. Y ella iba a conseguir que lo mataran si
no se callaba.
—Hazte cargo de tu mujer—masculló a Butch, mientras continuaba con sus pasos
lentos y progresivos hacia la puerta trasera.
—¿Cómo me encontraste?—La voz de Kinley era baja, pero él pudo oírla a través
de la gruesa lámina de vidrio. Él estaba de pie junto a la ventana de su dormitorio. Su
corazón amenazó con saltársele del pecho cuando se dio cuenta con quien estaba ella
allí.
—Tengo mis métodos, querida. Estoy tan contento de haber llegado a tiempo. No
tienes ni idea de cómo han sido los últimos días. —La voz de Jansen era ronca por la
emoción. Dominic le entregaría un Oscar a la actuación—. Dime, Kinley, ¿ellos te
lastimaron?
Él la oyó sollozar un poco.
—Sí.
¿A qué estaba jugando?
—¿Cómo?
—Ellos me aterrorizaron, Greg. Me drogaron. Amenazaron a mi perra. Me
mantuvieron despierta durante largos períodos de tiempo. Me ataron. Y entonces,
cuando pensé que estaban aflojando la mano porque me permitieron tomar una
ducha, estaba helada. Me hacían sentir tan incómoda como fuera posible. No sé por
qué. ¿Por qué me odia ese hombre?
Oh, él iba a azotarle el culo por alguna vez llamarse tonta.
Law estaba en el hangar. Kinley con el enemigo. ¿Dónde estaba Riley? Dios, tenía
que rogar que su hermano no estuviera allí con Kinley.
—Si es quien creo que es, querida, entonces me odia porque estuve casado con su
hermana—dijo Greg—. Tú sabes lo que sentía por Carrie. La amaba. Me llevó años

~266~
Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

encontrar otra esposa que sintiera me podría importar tanto. Ella estaba… bueno, ella
estaba rota. He mantenido este secreto durante demasiado tiempo, pero me dijo que
su hermano abusó sexualmente de ella. Él está loco, Kinley. Lo cual es precisamente
por lo que necesito que recojas todas tus cosas así podemos largarnos de aquí. Él
podría lastimarte. Lo haría porque sabe que eso me mataría.
La visión de Dominic casi se volvió roja. Quería estrangular a ese hijo de puta.
¿Cómo se atrevía?
—Quieres decir que, ¿él no está detenido? —preguntó Kinley—. ¿No viniste con la
policía?
Dominic se calmó ligeramente porque pudo oír la preocupación en la voz de ella.
Greg pensaba que ella se preocupaba por sí misma, pero Dominic sabía la verdad. Su
valiente e inteligente sub estaba preocupada por su Amo. Ella estaba haciendo un
buen trabajo. Él no podía permitir que su temperamento los matara a todos. Por
primera vez en años, había encontrado algo que necesitaba más que la venganza.
Había encontrado a Kinley Kohl.
Greg vaciló.
—Cariño, tengo algunos hombres buscándolo ahora, pero la policía no vendría y
lo arrestaría porque tú firmaste esa declaración jurada.
Lo que Greg solo podía saber porque tenía una fuente dentro del FBI, tal como
Dominic había sospechado.
—Me hicieron firmar—dijo ella rápidamente, poniendo la cantidad justa de
lágrimas en su voz—. Creo que ellos estaban tratando de ganar tiempo.
Seguramente, la policía todavía me anda buscando. Yo… yo estaba preocupada de
que me mataran si no firmaba. Tenía mucho miedo.
Dominic necesitaba averiguar cuántos hombres había traído Jansen con él. Había
matado a uno, pero sin duda habría más. Él lo había atrapado saliendo del edificio
que alojaba el generador. Había visto el vehículo tan pronto como salió del bosque.
Probablemente podría albergar ocho personas.
Menos uno, siete potenciales para atrapar.
Y todavía no sabía dónde estaban sus hermanos.
Mirando hacia arriba y hacia abajo de la terraza, Dominic trataba de decidir qué
dirección tomar. El frente seguramente estará protegido, pero la casa estaba llena de

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rincones y recovecos y era maciza. Probablemente tendría el mejor disparo viniendo


por la parte de atrás.
Dominic comenzó a deslizarse en esa dirección. Dejar a Kinley era un infierno,
pero no podía disparar al hijo de puta a través de la ventana. Los hermanos James
eran paranoicos con su esposa e hijos. El cristal era antibalas.
Él comenzó a abrirse camino hacia el porche.
Y entonces oyó el crujido que le dijo que alguien más estaba caminando sobre la
estructura de madera también. Se quedó inmóvil, manteniéndose perfectamente en
silencio.
Gigi corrió hacia delante, ladrando como una loca.
En el instante en que Gigi se levantó en dos patas, Butch se lanzó tras ella.
Corrieron hacia la parte trasera, ladrando todo el camino.
Un disparo atravesó el aire.
Gigi ladró y Butch gruñó. Entonces el hijo de puta se dejó ver.
Dominic apuntó. El hombre de negro cayó.
Dos abajo, seis potenciales para atrapar. Pero, mierda, iba a invertir en un
silenciador o sería atrapado porque era puñeteramente tranquilo aquí afuera. Si
estuvieran en Nueva York, nadie le notaría defendiéndose.
Pero estaban en las remotas tierras de Alaska y el sonido de las aves piando no
hacía nada para amortiguar el ruido de un arma de fuego detonando.
—Agárralo—gritó una voz.
Dominic oyó otro disparo, sintió un zumbido de bala en su brazo izquierdo.
—¡Lo tengo también! —gritó una voz detrás de él.
Él podría disparar a uno, pero entonces el otro lo liquidaría, sin problemas. Podría
intentar luchar pero perdería. Anteriormente, eso no le habría molestado. Él habría
muerto, simplemente por vengar a Carrie.
Pero entonces había conocido a Kinley. La había abrazado y amado. Había soñado
con un futuro con ella y sus hermanos. Ella lo había aceptado con lo bueno, lo malo y
lo pervertido. Había aceptado todo lo que él tenía para darle.

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Podría pelear y morir. Pero eso no es lo que Carrie hubiera querido. Ella habría
esperado que él viviese para Kinley.
Ahora, él podría morir por ella también.
Dominic dejó caer el arma.
—No encontraréis los diamantes sin mí.
Él soportaría la paliza y la humillación que estaba seguro vendría, para darles a
sus hermanos y a su mujer algo de tiempo para escapar.
Dejó caer el arma de fuego, dejándose ver para ser asesinado en el acto. Treinta y
un años de vida y finalmente había encontrado su verdadera debilidad: una dulce
sumisa con cabellos rubios como la miel y una sonrisa como el sol. Su amor. Su
esposa.
Él moriría para que ella tuviera una oportunidad de vivir.
Pero no iba a morir sin luchar.
—Sé dónde están los diamantes. Los necesitáis, ¿verdad? Tu jefe estará muy
cabreado si matas al único hombre que te puede conducir a ellos.
—Mierda. No le dispares todavía. Jansen necesita oír esto. —El que estaba a su
derecha corrió el arma del camino de una patada.
El que estaba a su izquierda se movió.
—Pon tus manos sobre la cabeza.
Dominic levantó las manos aunque le disgustara. A lo lejos, vio movimiento en el
hangar. Una sola figura se movió, como informándose del peligro antes de volver a
esconderse.
Law lo había visto. Sabía lo que sucedía. Law haría lo que hiciera falta.
Incluso si él moría. Law vendría por Kinley. Si Riley y él morían, Law los mataría
a todos y luego cuidaría de Kinley.
Tan mala como era la situación, esto era la razón por la que había buscado un
ménage. Nadie había estado allí para Carrie. Cuando Greg la había visto como un
cheque al portador, ella había estado sola. Tres hombres estaban luchando por
Kinley. Su mujer tenía tres oportunidades de vivir, porque cada uno de ellos moriría
por ella. Podría relajarse porque sus hermanos cuidaban sus espaldas.

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—¿Dónde mierda están los diamantes? —El hombre a su derecha metió el cañón
del arma en su sien, empujándole la cabeza.
—No voy a decirte nada. Solo hablaré con Jansen. —Necesitaba darle a Law
tiempo para hacer lo suyo. Sin ninguna duda que Law estaba poniéndose al corriente
de todo, su brillante mente de combatiente decidiendo como matar a estos gilipollas
de manera más eficiente y letal. Law sabía cómo liquidar al enemigo. Solo necesitaba
tiempo.
Un pie lo pateó en medio de la espalda y cayó de rodillas. El matón de Jansen
metió el cañón de su pistola en la nuca. Un disparo y él estaba acabado.
—Dímelo ahora o disparo.
Una visión de Kinley tendiéndole la mano atravesó su mente. Ella había sonreído
ligeramente, como una diosa benévola. Ella los había juntando, aceptándolos a todos.
La felicidad podría haber sido de muy corta duración, pero mientras perduró, había
sido gloriosa.
—No. Solo voy a hablar con Jansen. —Dominic cerró los ojos y esperó por lo que
fuera que ocurriera. Era tan atípico en él que se echó a reír.
—Levántate, entonces. —Alguien lo agarró bruscamente y lo puso de pie—.
Quieres hablar con el jefe, estupendo. Pero vamos a atarte las manos primero. Tengo
algunas bridas en el bolso. Le esposamos y lo llevamos con el jefe.
Tan pronto como habían atado hacia atrás sus muñecas, Dominic empezó la
caminata hacia la puerta trasera, cada paso acercándolo a Kinley. Al menos
conseguiría verla por última vez.

* *
Law observaba como los dos gilipollas arrastraban consigo a Dominic,
obligándolo a caminar hacia la parte trasera de la casa.
Él no tenía tiro. Si hubiera tenido un rifle de francotirador con él, podría
dispararles, pero no lo tenía. Tenía su SIG Sauer y más de ciento ochenta metros de
patio entre él y los dos blancos móviles. Y a cualquiera que no agujereara primero,
sin duda escaparía y alertaría al resto de la banda.
Tendría oportunidad para ajustar las cuentas dentro de esa casa.

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¿Dónde estaba Riley? Dios, ¿dónde estaba Kinley? Esperaba que estuvieran juntos.
Rogaba que Riley se hubiera escondido con ella y los hubiera ocultado bien.
Mil preguntas pasaban a toda velocidad por su cabeza, pero a la postre a él no le
importaba quién había venido y por qué. Solo le importaba matar a cada hijo de puta
que había entrado en la casa y amenazado a su familia. Él mataría, mataría y mataría
hasta encontrar a la mujer de ellos. Ese era su trabajo ahora.
Se movió de derecha a izquierda, pegándose al hangar, manteniendo el cuerpo
bajo mientras ellos guiaban a Dominic a lo largo de la pared oeste de la casa hacia la
puerta trasera. Toda la atención de los tipos estaba en Dominic. Él desapareció dentro
de la casa con un arma encañonada en la nuca.
Y alguien estaba avanzando desde el lado este de la casa con el cuerpo pegado a la
pared.
Riley. Su hermano estaba vivo.
Law avanzó por el edificio, intentando conseguir el camino más corto entre él y
ese porche trasero. Poco más de ciento ochenta metros. Tenía que lograr llegar sin
recibir un balazo.
La adrenalina corría por su cuerpo.
Riley miró hacia el espacio entre ellos. Se detuvo, su cuerpo quedándose
completamente inmóvil.
Las plegarias de Law fueron respondidas cuando Riley lo vio. Él miró hacia atrás,
antes de hacer señas a Law para que avanzara.
Law se puso en marcha, sus pies atravesaron como un rayo el terreno en completo
silencio. Todos sus años de entrenamiento regresando de prisa a él, convirtiendo
cada movimiento suyo en ciega confianza. Caminó con paso impetuoso la distancia
entre los esbirros de Jansen y él. Los había marcado para morir. Los encontraría.
—¿Dónde diablos está Kinley? —preguntó Law entre dientes cuando alcanzó a su
hermano.
Sus espaldas estaban contra la pared, cada uno mirando en la dirección opuesta,
esperando por la amenaza.
—Ella está con Jansen.
Law iba a matar a su hermano.

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—Se suponía que te ibas a quedar con ella.


—Jansen no va a matarla—explicó en voz baja Riley—. Él quiere los diamantes
tanto que por ahora, está dejándola pensar que la está rescatando. Esto le da tiempo y
una oportunidad. Oí parte de su conversación y ella está fingiendo que aún tiene
miedo de nosotros. Si me hubiera quedado, Jansen y sus matones probablemente
habrían amenazado con matarme. La verdad habría salido a la luz y me habrían
utilizado como ventaja en contra de Kinley.
—Sí, pero ahora él levantará vuelo con ella. Dios, Jansen probablemente está
alistándose para hacerlo ahora mismo.
El pánico amenazaba con abrumar a Law. Él era un hombre de hielo, siempre
calmado bajo presión, pero el pensamiento de su esposa siendo tomada como rehén
era casi suficiente para darle un ataque al corazón y enviarle corriendo directamente
hacia esa casa como un loco.
Esposa. Ella era su esposa. No importaba que no hubieran hecho los votos. No
importaba que nunca le hubiera dicho que la amaba. Ella era de ellos y él se negaba a
dejarla ir.
—Él no irá a ninguna parte sin estos. —Riley sacó un pedazo de tela de vaquero de
los bolsillos—. Con el sistema de seguridad desactivado, logré entrar a hurtadillas en
la puerta lateral antes de que ese limpiaculos pusiera un guardia. Cogí un par de
tijeras y arranqué los bolsillos de siete pares antes de oírlos acercarse. Tuve que dejar
el resto allí. Acabo de lograr salir a hurtadillas. Entre lo que yo tengo y lo que Kinley
escondió, nos las hemos arreglado para ocultar el ochenta por ciento de esos
diamantes. Él no va a ninguna parte sin ellos.
Así que ellos tenían algún tipo de ventaja. Pero también la tenía Jansen.
—Él tiene a Dominic.
Los ojos de Riley ardieron.
—¿Me estás tomando el pelo?
Law negó con la cabeza.
—Todos fuimos cogidos desprevenidos, y necesitamos recuperar al bastardo.
¿Sabes cuántos hombres trajo Jansen con él?

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—Sé que hay un cadáver cerca del jardín delantero. Estoy bastante seguro de que
fue obra de Dominic. En el interior está Jansen, Dargo, a quien vimos en el ascensor
en Nueva York y al menos un tipo en cada una de las tres puertas.
—Creo que uno dejó su puesto para traer a Dominic, tal vez dos. —Necesitaban
entrar en la casa. Él sacó una pieza enjuta y se la dio a su hermano—. Toma un
cargador extra.
Riley quitó el seguro de su arma y deslizó el cargador extra en su bolsillo.
—Dirijámonos hacia la puerta lateral.
—Si podemos liquidarlos sin hacer ruido, hagámoslo.
Jansen podría sospechar que Dominic tenía dos cómplices dado que Riley y él
habían secuestrado a Kinley. Y porque Jansen era el ex cuñado de Dominic, el
limpiaculos probablemente sabría algo acerca de quienes compartían su vida sexual.
Con lo que, Jansen sabría cuanta fuerza laboral tenía Dominic. Agarrar por sorpresa a
esos cabrones sería difícil, pero crucial.
—¿Qué mierda hacemos si amenaza a Kinley?
Eventualmente, ellos lo harían para obligarla a decirles lo que sabía. Cuando ella
se negara, la matarían.
—Tenemos que liquidarlos primero.
O morir en el intento.
Hubo un ladrido agudo del otro lado de la casa. Gigi corría dando vuelta en la
esquina, su diminuto cuerpo yendo a toda velocidad por la hierba. Ella ladraba,
aullaba y saltaba como queriendo llamar su atención.
Ellos no necesitaban eso.
Gigi subió al porche y fue directamente a la puerta trasera, arañando en un intento
por entrar.
Alguien vendría a investigar. Mierda. Él tenía unos pocos segundos.
Law cruzó el espacio y apoyó la espalda contra la pared exterior.
La puerta se abrió. Un hombre se asomó, toda su atención sobre el perrito de
Kinley.
—¿Qué mierda? —preguntó el criminal bien vestido.

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De repente, Butch gruñó mientras hacía su aparición.


El esbirro de Jansen salió a la terraza y clavó los ojos en los perros. Fue justo la
cantidad de distracción para que Law se deslizara detrás del hombre. Antes que el
guardia de Jansen pudiera volver a levantar el arma, o contraatacar, Law tenía su
cabeza en sus manos. Una cruel torsión, y un nítido crujido llenó el aire cuando
rompió el cuello de su adversario y lo soltó. El matón se deslizó hasta el suelo.
Los perros rodearon su cuerpo mientras entraban trotando a la casa. Gracias a
Dios la rata era una princesa interior.
—Gigi, quédate. —Él habló en voz baja. Butch obedeció, por lo que Gigi se sentó a
su lado. No era exactamente obediencia, pero por lo menos ya no estaba interesada
en morder a los hombres en la vida de su amante.
Y ella era una criatura de hábitos. Él lo había notado, una vez que se habían
instalado aquí en Alaska. Kinley tenía a esa perra acostumbrada a un horario. Ella
había superado su puñetera hora de comer y Gigi atravesaría corriendo la casa,
ladrando hasta que alguien la alimentara o la matara.
Law miró por el pasillo. Nadie. Miró hacia atrás y le hizo a su hermano la señal de
avanzar.
—Recuérdame ser más amable contigo en el futuro—susurró Riley.
—Saca a los perros. —Kinley los mataría si algún gilipolla disparaba a su perra.
Su hermano pasó por encima del cadáver y entró en la casa, negando con la
cabeza.
—Tengo un plan mejor. Ya va siendo hora que esta cosa se gana su sustento.
Sígueme.
Law lo siguió, rezando porque llegaran a tiempo.

* *
Kinley trató de poner a Greg su mejor rostro inexpresivo.
—¿Por qué harían eso a mis preciosos vaqueros? Yo los amaba.
Ella sollozó un poco. Las lágrimas eran reales. Estaba aterrorizada, pero no estaba
dispuesta a demostrárselo. Le dejaría creer que sus ojos estaban llorosos porque no
podía soportar la idea de que su ropa estuviera dañada.

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Greg se había puesto rojo mientras sostenía los vaqueros en alto. Él pareció
controlar sus reacciones visiblemente.
—Querida, necesito que me digas dónde están los hombres que te tenían. Y dónde
han escondido el resto de tu equipaje.
Ella negó con la cabeza. Él le había permitido vestirse con un pantalón pijama y
una camiseta sin mangas, pero ella se había sentido completamente humillada por
estar desnuda delante de él. No estaba bien. Su cuerpo estaba destinado para Law,
Riley y Dominic. Se había sentido sucia con los ojos de Greg sobre ella.
—No lo sé. Esto es todo lo que me dejaron.
—¿Y dónde fueron?
A ella no le gustaba el modo en que su tono seguía bajando.
—No tengo ni idea. Ellos me dijeron que tenía diez minutos para ducharme, luego
cerraron la puerta y me dejaron en el cuarto de baño.
Los ojos de él se entrecerraron.
—Kinley, la puerta no estaba cerrada con llave cuando la abrí. ¿Por qué tus
secuestradores no te encerraban con llave?
Al principio, lo habían hecho, pero después ella había comenzado a acostarse con
ellos y la confianza había aumentado. Pero no estaba dispuesta a decirle eso a Greg.
—Creí que estaba cerrada con llave. Supongo que piensan que soy demasiado
tonta para escapar. —Ella respiró temblorosa—. Realmente, estoy muy asustada. Hay
animales salvajes allí fuera.
Hubo un breve golpe en la puerta y entonces la mano derecha de Greg, Vincent
Dargo la abrió.
—Malas noticias, jefe. Acabo de encontrar a Benny en el prado delantero. Él no era
el francotirador, pero consiguió un tiro en el culo. Alan no está respondiendo a mis
llamadas por radio. Tenemos problemas y deberíamos largarnos.
—¿No has encontrado a Anthony? Probablemente tiene a esos dos gilipollas con
él. Asegúrate que haya un guardia en cada puerta. Tú revisa todas las habitaciones
de esta casa. Quiero ese equipaje.
Vincent hizo una mueca.

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—Ya lo encontré. Um, una parte de los pantalones vaqueros estaban allí, pero solo
encontré dos pares con los dia… los bolsillos pegados.
Greg levantó el que estaba en su mano.
—¿Los restantes están así?
Vincent asintió con la cabeza.
—Anthony y quienquiera que esté con él probablemente escaparon con ellos. Creo
que se llevaron la mercancía y huyeron. A estas alturas podrían estar en los
puñeteros bosques.
Greg volvió su atención a ella, pero la dulce actuación se había ido. Su voz se
volvió más tenebrosa.
—¿Qué crees, querida? ¿Crees que están en los bosques?
¿Qué había olvidado? La mente de Kinley repasó velozmente las posibilidades.
Porque él, a las claras, ya no estaba creyéndose su actuación.
—No lo sé.
—Voy a darte una oportunidad más, Kinley. Primero explica las marcas rojas de
manos en tu culo. Me dijiste que solo te asustaron, así que tengo que asumir que la
zurra fue de común acuerdo. ¿Crees que soy idiota? ¿Crees que no sé lo que son ese
hijo de puta de Anthony y sus pervertidos amigos? Podría haber sido capaz de
creerte si no hubiera visto la prueba de eso por mí mismo. Así que haz otro intento,
puta de mierda.
Había una cierta libertad en poder olvidarse de su artimaña.
—Así que entiendo que estás dispuesto a admitir que Dominic no abusó de su
hermana. Tú la mataste. De la misma forma que planeabas matarme.
Todo el proceder de Greg cambió, la preocupación se esfumó, revelando la víbora
que residía bajo su piel.
—Oh, mi querida niña, voy a ser mucho más rudo contigo. Dejé que Vincent
liquidara a Carrie suavemente, pero ella no era una puta. Carrie simplemente
escuchó demasiado una noche e iba a contarle todo a su hermano. Ahora, dime
dónde están mis diamantes.
Si se lo dijera, estaba muerta. Muy probablemente tendría un plan en marcha para
incriminar a Dominic por su asesinato y llamarlo su sádica venganza. Así que ella no

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podía decirle a Greg lo que había hecho. Tenía la esperanza de que Riley hubiera
escapado y encontrado a Law y Dominic y que ellos no la abandonarían.
—Realmente no lo sé.
Greg le cruzó el rostro de una bofetada. Kinley se sorprendió por el dolor que
azotó todo su cuerpo. En cuestión de segundos, su piel comenzó a inflamarse, su
carne dolorida.
Él arrojó los vaqueros a un lado.
—Estúpida puta. ¿Sabes lo qué has hecho?
—¿Averiguar lo bueno que puede ser el sexo con tres hombres de verdad?
Él metió la mano en su cabello y tiró de él hasta que su cuero cabelludo quemaba.
—Tu hermana me dijo que eras fría como el hielo. Le creí. Debería haber sabido
que una mujer siempre piensa con su coño. Ahora puedo extinguir a palos la puta
folladora en ti durante todo el día y todo el mundo culpará a tus secuestradores.
Tengo amigos en el FBI. ¿Cómo crees que me libré del primer cargo RICO? Ellos
lograron interceptar los mensajes de sus abogaditos amigos. También encontraron las
relaciones de Anthony con una compañía llamada Black Oak Oil. Pensé que
interesante que Black Oak tuviera un jet de su compañía saliendo de Nueva York el
mismo día que tú fuiste secuestrada con un plan de vuelo archivado para Alaska. Y
que también poseyeran este complejo. No tardé mucho en sumar dos más dos
cuando pude conseguir pinchar un teléfono federal. Así que deberías saber que tengo
la intención de visitar a tu amiguita Annabelle después de que me encargue de ti.
Saldaré la deuda con esa perra y me aseguraré de que los abogados que ayudaron a
Anthony nunca vuelvan a trabajar.
La idea de Greg vengándose de Annabelle y sus jefes dejó helada a Kinley,
fortaleciendo su determinación. Ella tenía que sobrevivir, soportar cualquier cosa que
él le infligiera.
—No, no lo creo porque pienso que, con quienquiera que nos fuésemos a reunir en
las Bermudas te encontrará primero. Entiendo que esa persona va a querer sus
diamantes, y oh, qué triste, pareces haberlos perdido.
Ella se preparó, pero él solo apretó su agarre en el pelo y comenzó a llevarla a
rastras. El dolor estallaba por todo su cuero cabelludo mientras él caminaba hacia el
centro de la casa.

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—Vince, creo que es hora que le mostremos a la pequeña Kinley de lo que somos
capaces. Ella se secuestró a sí misma, pero esos gilipollas realmente no la han
lastimado. Creo que deberíamos compensar eso. No querría que ella se perdiera toda
la experiencia del rehén.
Vincent estaba detrás de ella, haciéndola avanzar a empujones cuando tropezaba.
—Estoy de acuerdo. Y aunque sé que a ti te gustan tus mujeres un poco menos
rechonchas, yo siempre tuve interés en follar una con algo de carne en sus huesos.
Puedo encargarme de la parte de violación de tu experiencia.
Las náuseas brotaron. La idea de que cualquier otro tocándola le revolvía el
estómago.
—Gracias por eso. Definitivamente prefiero follar a su hermana. —Él se volvió
hacia Kinley—. ¿Sabías que fue tu hermana la que se me ofreció? Ella va a ser mi
esposa después de que tú mueras. Se emocionará al saber que hice que uno de mis
empleados te follara. O puedes decirnos dónde están los diamantes y te mataremos
rápidamente. —Greg la empujó hacia el sofá en la sala de estar principal. A su
izquierda estaba la cocina, frente a ella el pasillo que conducía a la oficina, a la
derecha estaban las macizas ventanas saledizas que le mostraban a Kinley lo aislados
que estaban.
Ningún rastro de nadie excepto el gorila a sueldo de Greg.
Ella estaba completamente sola. Los federales no iban a venir porque funcionarios
corruptos los detendrían. Los jefes de Annabelle estaban a miles de kilómetros de
distancia y Kinley no tenía ni idea dónde estaban sus hombres.
Vincent metió la mano en su bota y sacó un cuchillo de aspecto perverso. Era
negro y ella tenía pocas dudas de que había sido fabricado para… matar.
—Me gusta jugar jueguecitos también, putita.
Greg clavó la mirada en ella.
—Si hubiera sabido que estabas metida en esta mierda de la perversión sexual,
habría dejado que Vincent te follara antes de la boda. No eres más que un pedazo de
culo para un hombre, incluyendo para los que te secuestraron. ¿De verdad crees que
a Dominic Anthony le importas una mierda?
Ella no contestó, simplemente se limitó a mirar por la ventana, rezando por un
vistazo de ellos.

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—Anthony solo quiere venganza—dijo Greg—. Él me quiere. Llegaría a cualquier


extremo por eso, incluso follar a mi prometida. Apuesto a que lo disfrutó dado que
yo jodí a su hermana. No eres más que una venganza para él. Nada más.
Tal vez ellos hubieran escapado. Tal vez ellos estuvieran tratando de conseguir
ayuda.
—¿Por qué creerías que en verdad puedes atrapar a un hombre? Tienes veinticinco
años y el único hombre que alguna vez te pidió en matrimonio lo hizo porque eres
una idiota ingenua. Si crees honestamente que esos hombres querían follarte, eres
más tonta de lo que pensaba.
Ella lo odió. Lo odiaba porque era realmente bueno en sacar a la luz esa voz
insultante en su cabeza, la que le decía que no era lo suficientemente buena para
Law, Dominic y Riley, que no era lo suficientemente inteligente o bonita. Era su
verdadero talento. Probablemente consiguió que una buena cantidad de mujeres se
odiaran. Entonces cedían ante él.
Pero ella todavía podía sentir los brazos de Dominic a su alrededor. Su abrazo no
se había sentido como una venganza. Se había sentido como lo que ella imaginaba
debería ser el amor. Law no la había estado embaucando. Riley había luchado en
cuerpo y alma… y aun así terminó deseándola.
La puerta de la cocina se abrió y su peor pesadilla entró. Las manos de Dominic
estaban atadas a sus espaldas, y parecía como que ellos ya habían trabajado en él un
poco. Su ojo estaba hinchado y había una chorreada de sangre en su barbilla.
Ella no pudo contener el pequeño jadeo que escapó de su boca. El miedo se
apoderó de ella.
—Ah, señor Anthony, me da tanto gusto volver a verle. —Esa sonrisa de reptil
cruzaba el rostro de Greg mientras miraba al prisionero.
—Lo siento pero no puedo decir lo mismo. —Dominic no miró en su dirección,
solo mantuvo los ojos sobre Greg, escatimándole la mirada.
Greg se volvió hacia sus secuaces.
—¿En verdad se necesitasteis a dos para traerlo? ¿Es Ross el único que todavía
sigue en su puesto? Vince, hazte cargo del Señor Anthony. Vosotros dos regresad a
vuestros puestos. Potencialmente, todavía hay dos de ellos ahí fuera. Voy a tener una
pequeña charla con mi prometida y el señor Anthony. Luego veremos los que pasa.

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Los dos matones se fueron y Vincent agarró a Dominic del brazo, obligándole a
arrodillarse.
Verlo de ese modo dañó el corazón de Kinley. Él siempre estaba a cargo, siempre
tenía el control. Qué humillante debería ser para él estar de rodillas, a merced de su
enemigo.
—Yo te ayudaré a buscar—se ofreció Kinley—. No lo lastimes.
La cabeza de Dominic se alzó bruscamente.
—¿Qué estás haciendo?
Greg se echó a reír, un sonido breve y desagradable.
—Ella está siendo una verdadera idiota, Anthony. La follaste y ahora cree que es
amor. ¿Qué me dices? ¿La amas? ¿Es tu pequeño amor?
Los ojos de Dominic se apartaron de los de ella.
—Por supuesto que no la amo. Apenas la conozco.
Las palabras dolieron, pero ella sabía lo que él estaba haciendo. Estaba tratando de
salvarla, ¿verdad? Tenía que estar haciéndolo. Exactamente no podía declararse aquí
y ahora.
—No importa. Todavía te ayudaré si dejas a Dominic en paz. —Tenía que sacar el
foco de Dominic.
—Kinley, no irás a ninguna parte con él. —Dominic parecía creer que él todavía
estaba a cargo de ella al menos.
—Así que tienes algunos sentimientos por la chica. —Greg la arrastró de nuevo—.
Dime dónde están los diamantes o podría decidir que estoy aburrido. —Él subió una
mano hasta su pecho—. Podría tener que encontrar una forma de divertirme. Me
gusta cuando ellas gritan, ¿verdad, Anthony?
Ahora Anthony estaba mirándola directamente con ojos asesinos.
—Quítale las manos de encima.
Ella vio algo que se movía en el fondo. Gigi entró corriendo en la habitación y se
encaminó hacia la puerta de la cocina. Ella ladró cuando Butch entró en la habitación
detrás de ella.
Era la hora de comer. Gigi siempre le recordaba que era la hora de comer,
parándose junto a su tazón y ladrando incesantemente. Su tazón estaba en la cocina

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hacia donde se dirigía la perrita. Por un instante, tanto Greg como Vincent tuvieron
los ojos en el pandemónium que acababa de entrar corriendo.
Ella oyó un disparo, entonces vio a Dominic retroceder, golpeando a Vincent en el
vientre con la parte posterior de su cabeza. Kinley aprovechó la distracción,
accionando el codo y golpeando directamente en el pecho de Greg. Él maldijo y dio
un paso atrás.
—Kinley, ¡abajo! —gritó Law mientras entraba en la habitación con un arma en la
mano. Él disparó rápidamente, alcanzando a Vincent Dargo antes de que el hombre
pudiera recuperarse.
—Deja caer el arma, Jansen. Liquidé a todos los que trajiste—dijo Law con los ojos
en Greg.
—Y yo organicé la distracción con el perro—dijo Riley sosteniendo en alto su
arma—. Esa perrita va a recibir un regalo. Así que deberías dejar caer el arma. El
juego ha terminado.
Greg nunca había dado un paso en falso. Él se irguió en toda su altura.
—¿No os dais cuenta ambos? El juego nunca se termina. No voy a dejarme pillar.
El tiempo pareció ir más despacio. Greg levantó su arma y apuntó, y Kinley pudo
ver con exactitud dónde pegaría la bala. Dominic se puso de pie, pero sus manos
estaban atadas en su espalda.
Él estaba desvalido.
Sin pensar en nada excepto en salvar a Dominic, Kinley saltó al mismo tiempo que
Greg disparaba.
Oyó el sonido de más disparos surcando el aire. Parecían venir de todas partes a la
vez.
Y entonces sintió el fuego en su pecho, una agonía a diferencia de cualquier cosa
que hubiera sentido antes. El aire escapó de sus pulmones. Ella se quedó sin aire
cuando golpeó el suelo.
La cara de pánico de Dominic de repente se cernía sobre ella.
—Oh, Dios. Le dieron. Sácame de estas puñeteras ataduras.

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Golpeada. Ella no se sentía como si la hubieran golpeado. Esto era mucho peor,
como si su pecho hubiera estallado. El fuego abrasaba sus pulmones, quitándole todo
el oxígeno y dejándola jadeando en busca de la más diminuta cantidad de aire.
Pero Dominic estaba vivo e ileso.
Ella se aferró a ese pensamiento cuando el mundo se volvió oscuro.

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Shayla Black

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Maestros del Ménage 5

Capítulo 17

La enfermera tomó la bandeja de su mesilla de noche.


—No has comido nada, cariño. Tienes que comer para recuperar fuerzas o ellos
nunca te dejarán salir de aquí.
Kinley miró a la enfermera. Era lo más agradable que había encontrado desde que
había sido ingresada en el hospital de Anchorage dos días antes.
—No sé por qué el doctor no me soltará ahora. La cirugía salió bien. —La bala se
había limitado a mellar su pulmón.
Estaba lista para irse a casa. Bueno, a lo que fuera de hogar que le quedara. Y
parecía que iría sola.
Dos días y ninguna visita. Ni llamadas telefónicas. Nada.
Estaba de nuevo sola.
—Bueno, necesitas tiempo para descansar. Has pasado por mucho. La prensa
descubrió dónde estabas. El hospital está rodeado de furgonetas de noticiarios. El
doctor Craig los está manteniendo a distancia con ayuda de la policía también.
Ah, la policía.
—Estoy segura de que quieren hablar conmigo. Debería terminar con esto de una
vez por todas.
La enfermera le palmeó la mano.
—Le diré al doctor que dijiste que estabas lista. Él ha estado manteniéndolos
alejados porque estaba preocupado por ti. Has estado… retraída. ¿Crees que tienes
ganas de una visita? Hay una joven allí fuera que insiste mucho para verte. La hemos
verificado y no es miembro de la prensa. Esta mujer dice que su nombre es Annabelle
Wright. ¿Te gustaría verla?

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¿Belle había venido a Anchorage? Al menos Kinley tenía una persona con la que
podía contar contra viento y marea. Ella asintió con la cabeza a la enfermera.
—Por favor.
Dos minutos más tarde, Annabelle se precipitó dentro, taconeando sobre las
baratas baldosas de linóleo, llevando un enorme ramo de flores.
—Oh, chica, vas a ser mi muerte. Gracias a Dios que estás bien.
Las lágrimas brotaban de los ojos oscuros de Annabelle mientras bajaba el ramo y
tomaba la mano de Kinley.
—Oye, estoy bien. —Ella se sentía mejor con Annabelle allí. Una sensación de
alivio la atravesó. No detuvo el dolor de la ausencia de Dominic, Law y Riley, pero se
ubicaba como una venda sobre la herida. Si ella podía detener el sangrado, puede
que se curara—. No tenías que venir de tan lejos.
Annabelle negó con la cabeza.
—Por supuesto que sí. Dios mío, Kinley, yo te metí en esto. Estuve de acuerdo en
ayudar. No imaginé que saldría tan mal.
—Si alguien tiene la culpa, esa soy yo. No quise escucharte sobre Greg siendo un
aborrecible chulo asesino. —Kinley inspiró profundamente—. Hablando de eso,
tengo que contratar los servicios de un abogado. ¿Pueden tus chicos recomendarme a
alguien? Tengo que demandar a mi hermana.
Los ojos de Annabelle se abrieron de par en par.
—¿Ellos no te han dejado ver televisión?
—No quise. —Lo último que ella quería era ver a la prensa entrevistando a Law,
Dominic y Riley, todos vivos y felices sin ella.
—Tu hermana ha sido arrestada por malversación de fondos. Los archivos en tu
iPad mostraron explícitamente que ella era la que movía el dinero de un lado a otro.
Luego fotos de ella con Greg Jansen haciendo lo sucio salieron a la superficie. Tu
cuñado ya ha solicitado el divorcio y está sacando a los niños del internado.
Así que esos dulces niños, finalmente tendrían la vida que se merecían.
—Me alegro. ¿Entonces el FBI está investigando?
Annabelle bufó.

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—No tienes ni idea. Han confiscado los diamantes incluyendo los que encontraron
en las botellas de champú. Buen trabajo allí, Kin. Ellos están investigando todo. Se
dieron cuenta de que tienen una fuga interna.
Una que había enviado a Greg Jansen directamente a su escondite, una que casi
había matado a Dominic. En lugar de eso, él le había asestado un tiro a ella.
Todavía podía oír la voz de Greg diciéndole todas las cosas que estaban mal con
ella. Él había preferido a su hermana. Había querido a alguien más delgado, alguien
más rubio. Alguien más tortuoso.
—Espero que encuentren la fuga.
—Mis jefes van a obligarlos. Nos estaban pinchando los teléfonos. Tú no haces eso
a los abogados sin esperar alguna violenta represalia. —Ella suspiró brevemente.
—Bueno, dales las gracias por mí. Por lo que parece me salvaste de una muerte
tropical. Eras la única dispuesta a tender una trampa y llevarla adelante.
Nadie en su familia la amaba. Ella tendría que estar agradecida de que Dominic
hubiera amado a su hermana tanto como para pasar años capturando a su asesino.
Kinley tenía que estar satisfecha de haber ayudado con ese cometido. Pero los
hombres… obviamente se habían ido. Probablemente había sido una completa
tonta… una vez más… al confiar en ellos, pero siempre pensaría en esos pocos días
en el complejo James, como la parte más feliz de su vida.
Annabelle le apretó la mano.
—Dios, Kinley, siento mucho que te lastimasen. Siempre supe que Becks era una
perra sucia, pero no puedo creer que realmente te robaría y se confabularía para
matarte. Y tu papá está siendo investigado por su participación. Si tuviera que
adivinar, creo que él va a caer también.
Así que todo el mundo estaba consiguiendo lo que se merecía. De alguna manera,
eso no la hacía sentirse mejor. Solo la deprimía más. La única parte positiva era su
sobrina y sobrino de vuelta en casa. Kinley tenía que estar feliz por eso. Esperaba que
Brian le permitiera participar en la vida de los niños.
—Está bien. Sobreviviré. —Kinley intentó encogerse de hombros, pero la herida en
su pecho estaba rígida y dolorida—. Supongo que necesito encontrar un empleo.
Seguramente su caridad estaba suspendida hasta que la investigación terminara,
pero a ella la preocupaba que con todo el escándalo se fuera a pique de cualquier

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modo. Necesitaba alimentarse y comprar croquetas para su perra… y para cualquier


cachorro que viniera de su unión ilícita.
Annabelle la miraba sin comprender, parpadeando confundida.
—¿Por qué harías eso? Quiero decir, necesitas esperar hasta que te hayas instalado
en tu nuevo lugar en Dallas. Una vez que los federales despejen Hope House, puedes
volver a echarlo a andar o encontrar un trabajo diferente, si deseas. Personalmente
creo que deberías vender tu anillo de compromiso para financiar la reapertura de
Hope House, pero no pienso que esos tíos vayan a dejarte ir muy lejos.
—¿Tíos? ¿Dallas? —Ella nunca había estado en Dallas. ¿Por qué pensaría
Annabelle que ella se iba a mudar a Dallas? Aunque definitivamente vendería el
anillo. A ella le gustaba la idea de centenares de niños siendo vestidos por el anillo de
Greg—. En verdad, he estado pensando sobre ir a Chicago. Si Dios quiere, puedo
encontrar un trabajo allí.
Annabelle era la única persona en el planeta que Kinley sabía que la amaba. Ella
confiaba en Belle más que en nadie. Tenía sentido mudarse más cerca de su mejor
amiga.
—Oh, no. —Annabelle le apretó la mano—. Amorcito, ¿dónde crees que están tus
hombres?
Ella se encogió de hombros, no queriendo tener esa conversación en particular.
—No lo sé. El trabajo ha terminado. Misión cumplida. Estoy segura que siguieron
su rumbo. —Kinley apartó la mirada—. Ellos no son míos.
—¿De quién crees que son estas flores? Si yo las hubiera comprado, tendrías dos
margaritas, dulzura. Pero este es un arreglo muy caro. Esos hombres me dieron
instrucciones muy precisas sobre lo que comprarte.
Ella miró el ramo. Las flores eran sofisticadas, bellas y caras. El jarrón parecía ser
de cristal. Así que al menos habían querido enviarle algo. No habían venido en
persona… pero se suponía que tendría que significar algo para ellos para esto.
—Les enviaré una nota de agradecimiento.
Sería cortés y formal.
Estimados Dominic, Riley y Law,

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Muchas gracias por el precioso arreglo floral y por salvarme la vida. Fue algo muy amable.
Y verdaderamente aprecié las lecciones de sexualidad y ménage. Nunca olvidaré los azotes.
Ellos significaron mucho para mí. Atentamente Kinley Kohl.
P.D. estáis en deuda conmigo por la ayuda de la perrita.
El teléfono de Annabelle chirrió. Ella lo sacó de su bolso y bajó los ojos hacia la
pantalla. Su cara se iluminó.
—Ellos lograron entrar. Tú no tienes idea de la locura que hay allí afuera. Han
estado tratando de abrirse paso hasta aquí durante horas. Espera un segundo.
Ella volvió a la puerta y la abrió. Un hombre entró vistiendo ropa quirúrgica y
llevando un portapapeles. Dos más en batas le siguieron.
Su corazón se apretó cuando se dio cuenta que debajo de las máscaras y las sosas
ropas, estaban Riley, Law y Dominic.
Law se arrancó el barbijo y se acercó a su lado con los ojos abiertos de par en par.
Su expresión se enterneció cuando la agarró.
—Cariño, dinos algo. Hemos estado muriendo. ¿Estás bien?
Ellos estaban aquí. ¿Por qué?
—Ehh, he estado aquí durante días. Estoy viva. No te preocupes por mí.
Dominic tomó su mano.
—Y nosotros hemos estado cuarenta y ocho horas detenidos. El FBI ha estado
interrogándonos de manera infernal. Ellos no nos permitieron una llamada telefónica
o cualquier otro derecho. Y el hospital está virtualmente cerrado por el frenesí
mediático allí afuera. Annabelle entró porque Tate amenazó con demandar al
hospital. Tuvimos que entrar a escondidas para verte, Kinley.
Riley se movió hacia el otro lado y acunó su mejilla.
—¿Estás bien? Ellos no nos informaron de nada. Dijeron que no éramos maridos o
familia, así que no teníamos derecho a tu información. Dios, odié cada instante que
nos mantuvieron alejados de ti. Tenemos que arreglar eso.
Él intentó abrazarla con delicadeza.
¿De qué diablos estaban hablando? Ella se mantuvo rígida hasta que Riley se echó
hacia atrás con el ceño fruncido.
—¿Quién os mantuvo a distancia?

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Ella todavía no acababa de comprender por qué habían venido Law, Dominic y
Riley. Cuando se había despertado sola, eso se había sentido como una declaración…
una de carácter definitivo. Ella había oído todas esas voces en su cabeza que le decían
que no era lo bastante buena o bonita. Que ella nunca sería lo que estos tres hombres
increíbles buscaban. Nadie había estado allí para sostener su mano, o hablarle o
asegurarle que todo estaría bien. Porque a nadie le importaba.
—Hemos estado diciendo que estuvimos detenidos para ser interrogados,
mascota. —Dominic trató de agarrar su otra mano—. ¿Entiendes? Nos detuvieron
cuarenta y ocho horas completas porque tus doctores no te permitirían responder
preguntas. Y nuestros abogados se tomaron su maldito tiempo para llegar hasta aquí.
Las lágrimas amenazaban. Ella no podía negar lo mucho que amaba verlos,
aunque no estuviera segura de por qué habían venido. ¿Culpa?
—Nadie me dijo nada. Ni siquiera me dijeron que pasó con Gigi.
—Contratamos a un cuidador de perros—dijo Law rápidamente—. Los hicimos
volar en un avión privado. Ella está bien. Butch y Gigi van a estar aquí mañana para
que todos podamos volar juntos.
Ellos planeaban llevarla a casa. Esto era mejor que hacerla regresar sola. Supuso
que eso era un detalle de sutileza, dado que no estaban en el negocio de los
secuestros.
—Será bueno regresar a Nueva York.
—No vas a Nueva York. —Law cruzó los brazos sobre el pecho con un gesto
profundamente amenazador—. Vas a Dallas.
Riley apretó la mandíbula tercamente.
—No vas a ninguna parte, excepto a casa con nosotros, Kinley. Sé que tendrás
cosas para resolver allí, pero no hasta que el interés de la prensa se extinga. Vamos a
escondernos en la casa de Dominic.
—Es nuestra casa, ya no solo mía. Es nuestro hogar y queremos llevarte allí con
nosotros. —Dominic tomó su mano.
¿Por qué? La pregunta flotaba en la mente de Kinley, pero no la hizo. ¿Cuál era el
objetivo? ¿Ponerlos en la posición de que tuvieran que explicar la obligación que
sentían por ella, la responsabilidad de asegurarse de que ella estuviera a salvo de la
prensa, de los federales y de cualquier otro que quisiera un trozo suyo?

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—Kinley, empezamos esto todo mal. —Dominic se pasó una mano por el pelo.
Annabelle puso los ojos en blanco.
—Correcto.
Dominic la ignoró.
—Kinley, mascota, queremos que te cases y vivas con nosotros. Nosotros nos
encargaremos de ti en todos los sentidos. ¿Lo has entendido?
Los ojos de Annabelle se pusieron en blanco.
—Doms. ¿Qué está mal con vosotros?
La esperanza iluminó un rincón del corazón de Kinley, pero ella se negaba a
conformarse con menos que todo. No iba a ser la chica que tomaba menos que lo que
se merecía nunca más.
—No viviré con hombres que me ven como una responsabilidad de la que
encargarse. No voy a casarme con hombres que no me amen.
Los ojos de Dominic centellaron.
—Tú no has dicho las palabras tampoco, mascota.
Él tenía un tanto, pero no uno bueno.
—Recibí un disparo para salvarte. Eso debería hablar con mucha claridad sobre
mis sentimientos. Después de todo, yo tendré las cicatrices de amarte por el resto de
mi vida.
Dominic se puso completamente blanco. Él se veía entre horrorizado y la lengua
atada y de repente Kinley creyó en lo que estaban tratando de decirle. Le tomó todo
lo que tenía no soltar una risita. Amaba burlarse de su Dom Dom.
—Nunca harás eso de nuevo. —Él la apuntaba con un dedo—. Juro por Dios,
mascota, si alguna vez te vuelves a arrojar delante de una bala, te daremos la paliza
de tu vida. No serás capaz de sentarte por una semana. Por un mes. Y no habrá
orgasmos. Nunca más.
Law se movió, portando una sonrisa en su rudo rostro. A ella le encantaba verlo
sonreír.
—Perdónalo, cariño. Todos estamos todavía un poco conmocionados. Pensamos
que ibas a morir, que te habíamos perdido. Te amo, Kinley. Y si no vienes a casa con
nosotros y eres nuestra esposa, haré todo lo pueda por persuadirte. No, soy malísimo

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en eso. Te hostigaré. —Él suspiró—. A la mierda con eso. Te volveré a secuestrar


hasta que digas “sí, quiero”.
Riley fulminó a su hermano con la mirada.
—Sutil, hermano. Gracias. —Luego, centró toda su atención en ella—. Te amo,
Kinley. ¿Querrías casarte con nosotros?
Las lágrimas llenaron sus ojos, lágrimas de felicidad. Después de Simone, ella
sabía lo mucho que le costaba a Riley ser el que lo pidiera.
—Sí y yo también te amo mucho. A ti también, mi Amo terco y serio. Te amo,
Dom Dom.
Dominic se echó a reír, el sonido retumbando por el cuarto y llenándolo de alegría.
—Te amo, mascota. Y una vez que vuelvas a estar saludable, verás cuánto.
Todos la rodearon, apretujándola mientras comenzaban a hablar de lo ocurrido.
La abrazaron, besaron y prometieron no separarse nunca.
Kinley se recostó y se relajó porque estaba con sus hombres. Sus amores. Su
futuro. Su para siempre.

Fin

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