Me gustaría comenzar citando un fragmento del texto de Michele Petit con el cual me sentí identificada por su mención acerca de quién podría ser el sujeto mediador, ya que como no pase por una experiencia como la de Analia Gebardo “Vera cartonera”, lo más parecido es desde esto que él menciona. “Este mediador es a menudo un maestro, un bibliotecario, un documentalista, o a veces un librero, un prefecto, un trabajador social o un animador social voluntario, un militante sindical o político, hasta un amigo o alguien con quien se topa uno.” Trabajo como docente, profesora de arte. En una oportunidad, estuve en una secundaria nocturna con alumnos de aceleración (edades de primero a tercero, que habían repetido o abandonado). Debía enseñarles contenidos de primero a tercer año. La comunidad era media, a baja. Los alumnos/as, no mostraban mucho interés a nada. No llevaban los materiales necesarios y poca asistencia. Analizando lo reaccionado por ellos, viendo continuamente lo que podía hacer desde mi espacio de actuación. La propuesta no estaba segura, el desafío y a veces la frustración cuando esperaba a que trajeran el material y nadie lo hacía. El miedo de no alcanzarlo y el sentirme sola ante la propuesta. Tampoco tenía otros profesores que me ayudaran. Hasta que después de varias clases, uno de los profesores notó lo que los chicos/as hacían y me brindó otras oportunidades de acceso, hasta me habló que podía solicitar material que me fuera necesario. Allí se nota lo que dice la autora sobre hacer transparente lo que hacemos, para lograr otras cosas. Mi desafío no estaba solo en enseñar los contenidos, sino y más que nada, en lograr su interés por la producción artística. Mi propuesta didáctica se basaba en realizar esculturas de alambre y diario en gran escala, para exponer en la semana de las artes. En esa oportunidad laboral fui la mediadora entre el objetivo, el contenido, mis grandes expectativas, con las de ellos, sus intereses y la producción final. Serán como pequeñas intervenciones o “Nanointervenciones”, las incentivaciones de cada día, que yo les brindaba para llegar al producto deseado de ese proyecto artístico áulico, pensado por mi parte con mucha expectativa y queriendo lograrlo a gran magnitud. Al final del proyecto, lograron trabajar con el otro, hacer un par de esculturas y ponerlas en el pasillo de la escuela. Quedó plasmado en la experiencia de aquellos que se decidieron por hacerlo y los que pasaron por ese pasillo y se llevaron la sorpresa. Creo que hay mucho que “Deconstruir”, en cuanto a educación secundaria artística, para que sus experiencias no queden solo en una mesita en el pasillo de la escuela. Digo esto por lo mencionado por el autor Victor Vich:
…no podemos pensar la cultura y, menos aún, proponer nuevas
políticas culturales sin pensar en las lógicas del poder. Y ya sabemos que lo primero que el poder genera es un conjunto de verdades que se van afianzando en el saber común y en los habitus cotidianos. Hoy, en efecto, somos mucho más conscientes que lo que el poder produce son discursos y que ellos son técnicas de saber investidas en costumbres y en prácticas sociales (Foucault 2000). Por eso mismo, actuar desde la cultura supone ir contra la corriente para deconstruir aquello, afianzado y poderoso, que excluye y que margina… Mis alumnos/as que participaron del proyecto áulico artístico, yo creo que han atravesado por la mitad de ellos esa falta de interés característico de la adolescencia, como también lo menciona Michele Petit. Otro grado de desigualdad, es estar en una sociedad de economía (poder) baja sin acceso en la cultura del arte. Pese a eso, intentando romper con sus “habitus” que se generan en ellos desde su inclusión al sistema educativo, intenté deconstruir aquello, incluyéndolos a partir de este proyecto, con una “nanointervención” en sus aprendizajes sobre la cultura del arte.