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Medicación Artística Cultural.

Karina Montanari. Prof. de Artes Visuales.


Me gustaría comenzar citando un fragmento del texto de
Michele Petit con el cual me sentí identificada por su mención
acerca de quién podría ser el sujeto mediador, ya que como no
pase por una experiencia como la de Analia Gebardo “Vera
cartonera”, lo más parecido es desde esto que él menciona.
“Este mediador es a menudo un maestro, un bibliotecario, un
documentalista, o a veces un librero, un prefecto, un trabajador
social o un animador social voluntario, un militante sindical o
político, hasta un amigo o alguien con quien se topa uno.”
Trabajo como docente, profesora de arte. En una oportunidad,
estuve en una secundaria nocturna con alumnos de aceleración
(edades de primero a tercero, que habían repetido o
abandonado). Debía enseñarles contenidos de primero a tercer
año. La comunidad era media, a baja. Los alumnos/as, no
mostraban mucho interés a nada. No llevaban los materiales
necesarios y poca asistencia.
Analizando lo reaccionado por ellos, viendo continuamente lo
que podía hacer desde mi espacio de actuación. La propuesta no
estaba segura, el desafío y a veces la frustración cuando
esperaba a que trajeran el material y nadie lo hacía. El miedo de
no alcanzarlo y el sentirme sola ante la propuesta.
Tampoco tenía otros profesores que me ayudaran. Hasta que
después de varias clases, uno de los profesores notó lo que los
chicos/as hacían y me brindó otras oportunidades de acceso,
hasta me habló que podía solicitar material que me fuera
necesario. Allí se nota lo que dice la autora sobre hacer
transparente lo que hacemos, para lograr otras cosas.
Mi desafío no estaba solo en enseñar los contenidos, sino y más
que nada, en lograr su interés por la producción artística. Mi
propuesta didáctica se basaba en realizar esculturas de alambre
y diario en gran escala, para exponer en la semana de las artes.
En esa oportunidad laboral fui la mediadora entre el objetivo, el
contenido, mis grandes expectativas, con las de ellos, sus
intereses y la producción final.
Serán como pequeñas intervenciones o “Nanointervenciones”,
las incentivaciones de cada día, que yo les brindaba para llegar al
producto deseado de ese proyecto artístico áulico, pensado por
mi parte con mucha expectativa y queriendo lograrlo a gran
magnitud.
Al final del proyecto, lograron trabajar con el otro, hacer un par
de esculturas y ponerlas en el pasillo de la escuela. Quedó
plasmado en la experiencia de aquellos que se decidieron por
hacerlo y los que pasaron por ese pasillo y se llevaron la
sorpresa.
Creo que hay mucho que “Deconstruir”, en cuanto a educación
secundaria artística, para que sus experiencias no queden solo en
una mesita en el pasillo de la escuela.
Digo esto por lo mencionado por el autor Victor Vich:

…no podemos pensar la cultura y, menos aún, proponer nuevas


políticas culturales sin pensar en las lógicas del poder. Y ya
sabemos que lo primero que el poder genera es un conjunto de
verdades que se van afianzando en el saber común y en los habitus
cotidianos. Hoy, en efecto, somos mucho más conscientes que lo
que el poder produce son discursos y que ellos son técnicas de
saber investidas en costumbres y en prácticas sociales (Foucault
2000). Por eso mismo, actuar desde la cultura supone ir contra la
corriente para deconstruir aquello, afianzado y poderoso, que
excluye y que margina…
Mis alumnos/as que participaron del proyecto áulico artístico, yo
creo que han atravesado por la mitad de ellos esa falta de interés
característico de la adolescencia, como también lo menciona
Michele Petit. Otro grado de desigualdad, es estar en una
sociedad de economía (poder) baja sin acceso en la cultura del
arte.
Pese a eso, intentando romper con sus “habitus” que se generan
en ellos desde su inclusión al sistema educativo, intenté
deconstruir aquello, incluyéndolos a partir de este proyecto, con
una “nanointervención” en sus aprendizajes sobre la cultura del
arte.

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