You are on page 1of 20

1

Facultad de Ciencias Sociales


Escuela de Ciencias Políticas, Gobierno y Gestión Pública
Administración Pública

Evaluación N°2: Crítica de la Economía Política Clásica, Economía Moderna y

Contemporánea

Ariel Campos Delgado

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Academia de Humanismo Cristiano

Economía Pública

Cristian Candia

13 de octubre de 2021
2

Índice

Desarrollo...............................................................................................................................3

Referencias...........................................................................................................................20
3

Desarrollo

1.- El fundamento de la prosperidad del capitalismo radica, en un principio,

esencialmente en su elemento dinámico: las fuerzas productivas, entendidas éstas como

“tecnologías que utiliza la sociedad en la producción de bienes materiales; se manifiestan

en las cualificaciones del trabajo, los conocimientos científicos, las herramientas y los

bienes de capital” (Landreth y Colander, 2006, p.191.). El desarrollo tecnológico y la

cualificación de la fuerza de trabajo son elementos imprescindibles para el desarrollo y la

prosperidad capitalista (al permitir aumentar la productividad, las mercancías y el capital).

El aumento de la productividad de mercancías implica una potencial ganancia para quienes

son propietarios de estas. Una vez comercializadas y vendidas las mercancías en el

mercado, gran parte de las ganancias se traduce en nuevo capital disponible para nuevas

inversiones (D-M-D’1). En ese sentido, es que se entiende el proceso de acumulación de

capital. Éste, tiene relación con un proceso en que inicialmente se invierte un monto de

dinero (capital) en un proceso productivo y que, una vez vendido lo producido, finalmente

se obtiene una suma de dinero mayor que la invertida (capital aumentado). El fundamento

de la acumulación de capital es la transformación de la plusvalía en capital, es decir que

mientras más plusvalía se transforme en capital mayor será la acumulación de capital. Para

aumentar la plusvalía hay dos opciones2: invertir mayor capital variable para contratar más

1
Donde D es el dinero invertido en capital fijo y variable; M la mercancía que se produce en el proceso
productivo, y D’ sería el dinero aumentado una vez vendidas las mercancías en el mercado (el dinero
invertido inicialmente aumenta producto del valor incorporado en el proceso productivo a la mercancía).
2
Las opciones las considero tomando como criterio el capital: qué hacer con el capital (cómo gestionarlo para
aumentar la plusvalía). Reconozco las formas de obtener plusvalía (absoluta y relativa), pero éstas formas al
no explicar por sí mismas un aumento o disminución de la plusvalía no las considero como opciones al
respecto. Por ejemplo, si invierto capital variable para aumentar la fuerza de trabajo aumentaré la plusvalía
independientemente de si la forma de obtenerla sea absoluta o relativa. Asimismo, si invierto en capital fijo
aumentaré la plusvalía al producir más en el mismo tiempo independientemente de la forma de obtener dicha
plusvalía.
4

fuerza de trabajo, o invertir más en capital fijo3, lo que permite incorporar tecnología y

maquinaria al proceso productivo, aumentando la productividad y la explotación del

trabajador (si se mantiene la misma duración de la jornada laboral). Como se mencionó, el

fundamento de la acumulación capitalista es la transformación de la plusvalía en capital,

pero ¿por qué la acumulación capitalista es factible? La acumulación es factible producto

de la existencia de la plusvalía y ésta existe producto de que en la sociedad capitalista existe

la propiedad privada de los medios de producción: “la principal característica del

capitalismo [es] la separación del trabajo de la propiedad de los medios de producción”

(Landreth y Colander, 2006, p.196.), “el trabajo no [está] recibiendo la plusvalía creada por

él debido a que no [es] dueño de los medios de producción” (Landreth y Colander, 2006,

p.200). Así, quien es dueño y propietario del capital es dueño de lo que la fuerza de trabajo

produce, se apropia de la riqueza producida por las y los trabajadores gracias al sacrosanto

derecho de propiedad y, por tanto, se dan las condiciones para acumular capital. El

trabajador, en cambio, solo debe conformarse con un salario que acepta al vender su fuerza

de trabajo al capitalista. Todo lo que el trabajador produce y no se le paga constituye la

plusvalía: “valor que el trabajo no pagado del obrero asalariado crea por encima del valor

de su fuerza de trabajo y del que se apropia gratuitamente el capitalista” (Borisov, V.A et

al., 2009, p.187.). Como síntesis, se podría decir que la prosperidad del sistema capitalista,

en fin, depende fundamentalmente de la acumulación del capital (mientras más capital, mas

inversión, más demanda por fuerza de trabajo, más inversión en innovación etc), es decir de

su capacidad de explotar a los trabajadores con el fin de obtener plusvalía (más explotación

genera más plusvalía, ésta a su vez más acumulación y, por ende, más prosperidad).

3
Podríamos agregar una “sub-opción” en este punto por lo que potencialmente implica la inversión en capital
fijo: la plusvalía extraordinaria, dado que al aumentar la productividad disminuirá el costo de producción
obteniendo mayor ganancia al vender la mercancía en el mercado al precio promedio.
5

Respecto a la tendencia a la crisis del sistema capitalista, Marx lo fundamenta en

base a la contradicción y conflicto que existe entre el elemento dinámico y estático del

capitalismo: las fuerzas productivas y las relaciones de producción, respectivamente. El

desarrollo de las fuerzas productivas (proceso dinámico y sistemático) encuentran, en un

momento determinado de su desarrollo, una piedra de tope que son las relaciones de

producción, relaciones de propiedad. A raíz de este conflicto emergen contradicciones

como las depresiones periódicas: “Marx sostenía que en el capitalismo una de las

principales contradicciones entre las fuerzas y las relaciones de producción son las

depresiones periódicas inherentes a una economía capitalista” (Landreth y Colander, 2006,

p.207.). El desempleo es un fenómeno evidente de la no utilización de fuerza productiva, el

trabajo es el creador de todas las riquezas en la sociedad humana y las relaciones de

propiedad capitalistas condicionan el empleo de la fuerza de trabajo. Ello, se da producto de

la necesidad que tienen los capitalistas de mantener un ejercito de reserva para presionar a

la baja de los salarios y así mantener la tasa de beneficios:

este ejército de reserva de los desempleados mantiene bajos los salarios en el

mercado de trabajo competitivo (…) el capitalista [sustituye] trabajo por

maquinaria. El desempleo provocado por esta sustitución de trabajo por capital

presiona a la baja sobre los salarios y restablece los beneficios. (Landreth y

Colander, 2006, p.203.)

Lo dicho, deja de manifiesto la contradicción y conflicto existente entre las fuerzas

productivas y las relaciones de producción en el sistema capitalistas, lo cual suscita crisis

recurrentes en el sistema capitalista. Más trabajadores implica más salario y si no hubiese

ejercito de reserva no habría como presionar a la baja de estos y, por tanto, la tasa de
6

beneficios caería al gastar más en salarios y al subir estos por presión de los trabajadores:

“Los capitalistas reaccionarían (…) a este descenso de la tasa de beneficios reduciendo el

gasto de inversión, provocando fluctuaciones en la actividad económica, que engendrarán

crisis” (Landreth y Colander, 2006, p.210.).

La forma de enfrentar las crisis el sistema capitalista reside en lo último planteado.

El capitalista y el capitalismo siempre velarán por la tasa de beneficios y las consecuencias

de las crisis siempre recaerán sobre los hombros de las y los trabajadores:

El tamaño del ejército de reserva y el nivel de beneficios y de salarios varían (…)

con el ciclo económico. Durante los periodos de expansión de la actividad

económica y de acumulación de capital, los salarios suben y el tamaño del ejército

de reserva disminuye. Esta subida de los salarios acaba reduciendo los beneficios, a

lo cual el capitalista reacciona sustituyendo trabajo por maquinaria. El desempleo

provocado por esta sustitución de trabajo por capital presiona a la baja sobre los

salarios y restablece los beneficios. (Landreth y Colander, 2006, p.203.)

La creciente miseria absoluta del proletariado implica que la renta real de las masas

disminuye conforme se desarrolla el capitalismo (…) La creciente miseria relativa

del proletariado significa que su participación en la renta nacional disminuye con el

paso del tiempo (..) cualesquiera que sean las ventajas materiales que pueda reportar

el capitalismo a la sociedad (…) las aporta con grandes costes intangibles para los

individuos que constituyen la gran masa. (Landreth y Colander, 2006, pp. 212-213.)

2.- La crítica sustantiva a la teoría clásica del valor de la Escuela Neoclásica reside

esencialmente en que “la teoría del valor basada en el coste de producción carecía de
7

generalidad (…) El valor o precio de los bienes cuya curva de oferta era perfectamente

inelástica (…) no dependía de su coste de producción” (Landreth y Colander, 2006, p.226.).

Según los economistas neoclásicos, concretamente Jevons, Menger y Walras, lo que

determina el valor y/o precio de las cosas era la utilidad, decían que los costes de

producción no influían en ello puesto que eran parte del pasado y que lo importante era lo

que ocurría en el futuro con respecto a quienes consumirán y demandarán la mercancía:

el valor depende (…) de la utilidad (…) del consumo, y no proviene del pasado sino

del futuro. Independientemente de los costes en los que se incurra para producir un

bien, cuando llega al mercado, su precio depende de la utilidad que el comprador

espera recibir. (Landreth y Colander, 2006, p.226.)

Es decir, que lo que determina el valor de las cosas no es el coste de producción, ni

el trabajo necesario para producir una mercancía ni un elemento objetivo, sino que depende

de la utilidad que para el consumidor representa el consumo de una mercancía, depende de

la intensidad de la necesidad y del deseo del consumidor, es decir, de un factor subjetivo.

En ese sentido, los autores clásicos al no entender ni comprender esta cuestión se fijaron en

la oferta y no en la demanda y elaboraron la teoría del valor en base a elementos objetivos

que en realidad no eran determinantes, según el pensamiento neoclásico, de lo que sucedía

a posteriori (una vez producida la mercancía) con el precio de la mercancía… “es la

utilidad marginal la que determina la elección del consumidor y, por tanto, el precio”

(Landreth y Colander, 2006, p.227.), “el hecho de que los autores neoclásicos no

reconocerían la importancia de este principio en la explicación de los precios fue una de las

principales razones por las que no fueron capaces de desarrollar una teoría correcta de los

precios” (Landreth y Colander, 2006, p.227.).


8

La instalación del enfoque de la utilidad en las relaciones económicas implicó una

radicalización de la importancia del individuo en la economía y sociedad, por tanto, del

elemento subjetivo. Asimismo, implicó suposiciones respecto de los individuos: “los

individuos son racionales y calculadores” (Landreth y Colander, 2006, p.227.). El enfoque

de la utilidad provocó suposiciones sobre el individuo, un encumbramiento de la

individualidad en detrimento de lo colectivo o lo social, a un nivel tal que el valor de las

cosas y sus precios se explica por las decisiones de estos individuos: “los consumidores o

los hogares, cuando deciden comprar, consideran la utilidad marginal que esperan obtener

consumiendo los bienes (…) la introspección individual [revela] la utilidad de los diferentes

bienes finales” (Landreth y Colander, 2006, pp.227-228.) En ese sentido, implicó un

cambio de la concepción del ser humano y de la sociedad: “se puso la concepción de la

sociedad como una aglomeración de individuos (…) la teoría subjetiva del valor (…) solo

es compatible con una concepción individualista” (Roll, 1939, p.365.). Esto, es

importantísimo para lo que vendría un siglo después: el neoliberalismo. Esta concepción de

sociedad llevó a que un siglo más tarde personajes políticos neoliberales con influencia a

nivel mundial afirmaran cuestiones como que “no había eso que se llama sociedad, sino

únicamente hombres y mujeres individuales” (Harvey, 2005, p.29.). Asimismo, este

enfoque de utilidad y “la retirada de la teoría objetiva del valor (…) mediante la

introducción de un subjetivismo” (Roll, 1939, p.366.) implicó un cambio radical en la

concepción del ser humano. El punto de partida de la teoría subjetiva del valor es “el

individuo y sus necesidades (…) se considera al hombre como una maquina de placer; su

finalidad es llevar éste al máximo. (…) se define la utilidad como la cualidad que posee un

objeto de producir placer o evitar el dolor” (Roll, 1939, p.373.). El ser humano es

considerado como un ser que tan solo le interesa satisfacer necesidades y deseos y nada
9

mas que ello, y que la relación que tiene con los objetos y lo objetivo no es para nada más

que para satisfacer necesidades, sentir placer o evitar dolor. Se considera al ser humano

como un ser que solo se relaciona con las cosas que lo rodean de manera utilitarista e

interesada, sin importarle el valor de lo social y lo colectivo. En esta concepción del ser

humano no existe preocupación por otros, ni interés en lo colectivo, sino solo interés por si

mismo, es decir que el ser humano es, en definitiva, egoísta, racional y calculador.

3.- Las tensiones en la Conferencia de Lippmann dicen relación con una causa

concreta: “la crisis del liberalismo (…) debido a su inadaptación al mundo moderno”

(Guillén, 2018, p.21.) y por la falta de “una dimensión abiertamente social” (Guillén, 2018,

p.21), esto último suscitó que los sectores populares abandonaran y se alejaran del “viejo

liberalismo” y decantaran por el comunismo o el fascismo.

La intención de la Conferencia era renovar el liberalismo, refundarlo, puesto que se

había transformado en un dogma producto del naturalismo que residía en su seno. La idea

del “derecho natural” en el liberalismo clásico se encontraba en abstracción respecto a lo

real y concreto que eran los derechos que devienen de las leyes que se establecen por

convención en una sociedad y que son garantizados por el Estado…

el naturalismo que impregnaba las teorías jurídico-políticas de los primeros liberales

estaba bien adaptado para esta mutación dogmática y conservadora. Si los derechos

naturales fueron (…) ficciones liberales que permitieron asegurar las propiedades

(…) favorecer las conductas acumuladoras, estos mitos (…) se petrificaron en

dogmas inalterables que impidieron cualquier reflexión sobre la utilidad de las leyes

(…) Es esta creencia en la existencia de esferas de acción naturales, de regiones

sociales sin derecho como lo sería (…) la economía de mercado, lo que deformó la
10

comprensión del curso histórico e impidió proseguir las políticas necesarias. (…) la

dogmática liberal se apartó (…) de las prácticas reales de gobierno. (Guillen, 2018,

p.9.)

El problema del liberalismo era que no comprendía la importancia de las leyes

generadas por la sociedad y garantizadas por el Estado, y solo se enfocaba en el derecho

natural como único fundamento del libre-mercado:

los últimos liberales (…) se volvieron incapaces de reflexionar sobre la práctica

efectiva de los gobiernos y el significado de la obra legisladora (…) Estos liberales

fueron incapaces de comprender la dimensión institucional de la organización social

(…) El naturalismo (…) empujó a los liberales tardíos a ver en cada disposición

jurídica que no les gustaba una insoportable injerencia del Estado, una violación

intolerable del estado natural. (Guillén, 2018, p.10)

En síntesis, el viejo liberalismo acarrea dos males: el naturalismo y el no

reconocimiento del rol e importancia de las leyes humanas. En ese sentido, el liberalismo se

tornó conservador y reaccionario, y refundarlo era una necesidad si es que no se quería que

pereciera en manos del comunismo o el fascismo. Para que el liberalismo regresara era

menester refundar la doctrina liberal teóricamente: “sin refundación intelectual e ideológica

será difícil e incluso imposible frenar la marcha triunfante del colectivismo y el

totalitarismo” (Guillén, 2018, p.22.).

No obstante, el reconocimiento de la necesidad de refundar el liberalismo y de las

amenazas a éste, existieron fracturas internas dentro del Coloquio respecto del cómo

renovar, refundar o dar nuevos aires al liberalismo moribundo. Dicha fractura produjo dos
11

alas: “un ala más intervencionista y progresista de la cual Lippmann y Rougier parecen ser

los portavoces y un ala más desconfiada con respecto al Estado y más vinculada a los

principios clásicos del liberalismo bien representada por Ludwig von Mises” (Guillén,

2018, p.14.). El ala neoliberal de Lippmann implicaba un cambio radical de la concepción

clásica liberal puesto que apostaba por la intervención del Estado en diferentes asuntos y

por realizar los cambios y generar las condiciones de libre mercado a través del Estado. En

ese sentido, se proponía utilizar al Estado para hacer reinar la libertad económica: “las

medidas demandan tomar al Estado (…) inspiradas por la preocupación de hacer reinar la

libertad económica” (Guillén, 2018, p.14.). Asimismo, tomar diferentes acciones a nivel de

producción, intercambio y moneda. Respecto a la producción: hostilidad respecto a las

sociedades anónimas y holdings; hostilidad a la integración industrial (puesto que tiende al

monopolio y restringir la libre competencia) e inclinación por la intervención estatal con el

fin de prohibir tendencias contra la libre competencia. Respecto al intercambio, medidas

reglamentarias que implican una intervención del Estado: “es (…) necesario que los

poderes públicos lo protejan, que castiguen al vendedor cuando le da a sus mercancías una

presentación engañosa o cuando le pone la misma etiqueta a mercancías de calidad

diferente” (Guillén, 2018, p.15.). Respecto a la moneda, se está por una moneda dirigida:

Lippmann se pronunciaba en favor de la moneda dirigida (…) el Estado debe

asegurar la lealtad de transacciones económicas (…) aprobando las manipulaciones

monetarias (…) que apunten a mantener constante (…) el poder de compra de la

moneda en el transcurso del tiempo. (Guillén, 2018, pp.15-16.)

La forma de pensar de Lippmann y de esta ala se fundamenta esencialmente en que

“no se puede pensar independientemente la economía y el sistema normativo” (Guillén,


12

2018, p.17.), como sí lo hacen los viejos liberales al abstraer el ámbito económico y no

considerar el sistema normativo. “El neoliberalismo de Lippmann y Rougier es (…) de un

liberalismo intervencionista modernizado (…) consciente de las tareas que se imponen al

Estado en las condiciones de hecho creadas por el gran capitalismo y la democracia”

(Guillén, 2018, p.18.).

El ala liberal reformadora4, por su parte, está en contra de toda medida tendiente a la

involucración e intervención del Estado: “la doctrina del laisser-faire debería ser renovada,

pero sobre todo ser defendida contra todos los que recomiendan la injerencia estatal”

(Guillén, 2018, p.19.). En ese sentido, las medidas de Lippmann y su ala representan un

peligro, y el caos del viejo liberalismo reside en este tipo de pensamientos que se fundan en

“la traición progresiva de los principios del liberalismo clásico” (Guillén, 2018, p.19.).

Asimismo,

el Estado debe [abstenerse] de acordar privilegios reglamentarios y aduanales a tal o

cual industria para impedir que el monopolio se implante durablemente (…)

valorizan los aspectos particulares positivos de los carteles y monopolios,

invocando la noción de óptimo económico de concentración. (Guillén, 2018, p.19.)

En ese sentido, “los monopolios no resultan del libre juego del mercado, sino son

más bien la consecuencia de las intervenciones del Estado y de la introducción de medidas

proteccionistas” (Guillén, 2018, p.19.). Esta ala, es la que actualmente se reconoce como

neoliberal, repudia enérgicamente la intervención del Estado en el mercado y aboga por la

libertad total de los individuos. Para estos, como se mencionó, las ideas de Lippmann

representan un peligro y un desvío que traiciona la tradición liberal.

4
Que en la actualidad representan a los auténticos neoliberales.
13

4.- Este punto dice relación con la discrepancia entre las alas del Coloquio

Lippmann, puesto que el “fraccionamiento” se produjo precisamente por las diferencias

respecto del rol del Estado por las partes. En ese sentido, la vertiente de Lippmann, que

abogaba por la intervención estatal para que se generen y se garanticen las condiciones de

libre competencia, es partidario de un “liberalismo intervencionista modernizado” (Guillén,

2018, p18.). Para esta vertiente el Estado juego un rol fundamental, debido a que es quien

garantiza la ley y, por ende, las reglas del juego en una sociedad. Se es dogmático y

reaccionario si es que no se reconocen las leyes humanas que rigen las sociedades, esto fue

lo que ocurrió con el viejo liberalismo que se empantanó en el derecho natural. En ese

sentido, es menester la construcción del Estado liberal que no será una autoridad que dirija,

sino más bien que regulará y generará las condiciones de libre competencia. Ejemplo de

esto, son las acciones que deben llevarse a cabo en diferentes ámbitos como el de la

producción, el intercambio y la moneda. Respecto al primer elemento, el Estado debe

intervenir para prohibir las tendencias contrarias a la libre competencia como lo es la

práctica de la “integración industrial porque (…) por este medio se llegan a crear vastos

conjuntos industriales al interior de los cuales la ley de mercado está excluida” (Guillén,

2018, p.14.). Respecto al segundo elemento, el Estado debe intervenir para proteger a los

consumidores de quienes venden las mercancías en casos de “presentación engañosa o

cuando les pone la misma etiqueta a mercancías de calidad diferente” (Guillén, 2018,

p.14.). Respecto al tercer elemento, el Estado debe intervenir para aprobar las

manipulaciones monetarias con el fin de que “el poder de compra de la moneda [sea

estable] en el transcurso del tiempo” (Guillén, 2018, p.16.). Por otra parte, el ala que se

sitúa contra la intervención del Estado lo hace porque no quiere alejarse demasiado de las

líneas generales de los viejos liberales y, en ese sentido, considera que “los factores
14

principales del caos deben buscarse en la traición progresiva de los principios del

liberalismo clásico” (Guillén, 2018, p.19.). Es decir, que para el ala “mas desconfiada con

respecto al Estado y más vinculada a los principios clásicos del liberalismo” (Guillén, 2018,

p.14.) las ideas de Lippmann representan una amenaza y traición a la tradición liberal. De

dicha ala será de la que más tarde emergerá la Sociedad del Mont-Pélerin, Sociedad que

ideó el actual neoliberalismo que comenzó a implantarse en diferentes sociedades a partir

de la década de los 70’ y que ha regido hasta los tiempos contemporáneos. Estos,

consideran que la superioridad de la propiedad privada sobre la propiedad pública es

evidente y, en ese sentido, son profundamente individualistas y anti colectivistas. Para

ellos, el mercado jamás ha sido el culpable de las crisis, sino que ello ha ocurrido siempre a

causas relacionadas con la intervención estatal… un ejemplo de lo anterior dice relación

con los monopolios: “para Mises los monopolios no resultan del libre juego del mercado,

sino son más bien la consecuencia de las intervenciones del Estado y de la introducción de

medidas proteccionistas” (Guillén, 2018, p.19.).

5.- Las ideas económicas que Harvey identifica en el giro neoliberal quedan de

manifiesto no tanto en la teoría de esta doctrina, sino mas bien en la práctica. En ese

sentido, Harvey identifica dos ámbitos bien concretos: El primero, dice relación con

la necesidad de crear un <<clima óptimo de negocios o de inversión para las pujas

capitalistas. (…) estabilidad política, respeto pleno de la ley (…) tratamiento de la

fuerza de trabajo y del medioambiente como meras mercancías. En caso de

conflicto, el Estado neoliberal típico tenderá a privilegiar un clima óptimo para las

empresas frente a los derechos colectivos (y la calidad de vida) de la fuerza de


15

trabajo o frente a la capacidad del medio ambiente para regenerarse. (Harvey, 2005,

pp. 79-80.)

Para que el neoliberalismo pueda funcionar idóneamente necesita de la existencia de

condiciones mínimas para su despliegue. En ese sentido, es menester que no exista ningún

tipo de restricción a las inversiones de capital, aunque éstas sean nocivas y asolen a las

personas, medioambiente y sociedad en general. Los “derechos del capital” están, sin duda,

por sobre los derechos humanos o de la naturaleza. Algo que emergió en un determinado

momento de la historia de la humanidad producto de la propia creación humana se torna

más importante que su propia existencia y de todo lo que le garantiza la existencia. El

neoliberalismo en la práctica es tan violento para las grandes mayorías que necesita de una

gran arma para poder asentarse en un territorio y mantenerse en el tiempo, ésta arma es el

Estado:

El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para el

desarrollo de estas prácticas (…) tiene que garantizar la calidad y la integridad del

dinero (…) debe disponer las funciones y estructuras militares, defensivas,

policiales y legales que son necesarias para asegurar los derechos de propiedad

privada y garantizar, en caso necesario mediante el uso de la fuerza, el correcto

funcionamiento de los mercados. (Harvey, 2005, p.6.)

El segundo ámbito, dice relación con esto último. En ese sentido, “en caso de

conflicto el Estado neoliberal favorece de manera inevitable la integridad del sistema

financiero y la solvencia de las instituciones financieras sobre el bienestar de la población o

la calidad medioambiental” (Harvey, 2005, p.80.).


16

Es decir, el neoliberalismo para llevar a cabo sus intenciones, para funcionar y

mantenerse necesita de una gran fuerza, arma y herramienta, y ello lo encuentra en el

Estado. El neoliberalismo, contradiciendo la teoría, necesita imprescindiblemente en la

práctica del Estado:

el hábito de intervenir en el mercado y de rescatar a las instituciones financieras

cuando les acucian los problemas no pueden conciliarse con la teoría neoliberal (…)

la teoría neoliberal debería advertir <<prestamista, ten cuidado>>, pero la práctica

dicta <<prestatario, ten cuidado>>. (Harvey, 2005, p.84.)

No obstante, el neoliberalismo y el Estado neoliberal entrañan su propia destrucción

al actuar de esta forma…

la expansión de las libertades de mercado y de la mercantilización de todo lo

existente (…) generan una sustancial falta de cohesión social. La destrucción de

todos los vínculos de solidaridad social e, incluso, como sugirió Thatcher, de la

propia idea de sociedad como tal, abre un enorme vació en el orden social. Se

vuelve (…) difícil combatir la anomia y controlar las conductas antisociales

concomitantes que surgen, como la criminalidad, la pornografía o la práctica

esclavización de otras personas. La reducción de la <<libertad>> a la <<libertad de

empresa>> desata todas aquellas <<libertades negativas>> que Polanyi vio como

inextricablemente ligadas a las libertades positivas. (Harvey, 2005, p.90).

Ante esta situación y peligro inminente ¿Cómo el neoliberalismo y el Estado

neoliberal podrán sostenerse en el tiempo sin que la sociedad entre en un caos y barbarie
17

total? La repuesta neoconservadora en los EE. UU da luces al respecto. En ese sentido,

primero es menester alejarse

de los principios del neoliberalismo puro y (…) [reformular] las prácticas

neoliberales en dos aspectos fundamentales: primero, en su preocupación por el

orden como una respuesta al caos de los intereses individuales y, segundo, en su

preocupación por una moralidad arrogante como el aglutinante social que resulta

necesario para mantener seguro el Estado frente a peligros externos e internos. En

su preocupación por el orden, emerge (…) [la necesidad] de despojarse del velo

antiautoritario en el que pretendía volverse el neoliberalismo (…) [En su

preocupación por la moralidad], actualmente ocupan el papel más importante (…)

Los valores morales se concentraron en el nacionalismo cultural, la superioridad

moral, el cristianismo (…) los valores familiares (…) ideales ligados (…) a la

nación, a la religión, a la historia (..) a la tradición cultural (…) el Estado neoliberal

necesita cierta forma de nacionalismo para sobrevivir. Empujado a operar como un

agente competitivo en el mercado mundial y pretendiendo establecer el mejor clima

posible para los negocios, el Estado neoliberal moviliza el nacionalismo en sus

esfuerzos por alcanza el éxito (…) un sentimiento nacionalista (…) puede ser

considerado como un antídoto frente a la disolución de los antiguos vínculos de

solidaridad social bajo el impacto del neoliberalismo. (Harvey, 2005, pp. 91-95)

Para que el neoliberalismo y el Estado neoliberal puedan sostenerse en el tiempo y

mantener cohesionada y ordenada a la sociedad necesitan del autoritarismo y del

nacionalismo, dos elementos que atentan contra los principios teóricos del neoliberalismo.

Las contradicciones entre lo que plantea la doctrina y la práctica neoliberal son evidentes.
18

Por otro lado, en el contexto neoliberal la gestión del Estado tiene un cambio radical

con respecto al contexto precedente y la noción de lo público se torna mucho más repulsivo

de lo “normal5”. La gestión del Estado se reduce simplemente a “asegurar los derechos de

propiedad y garantizar (…) el correcto funcionamiento de los mercados” (Harvey, 2005,

p.6), es decir, se transforma en un instrumento al servicio ya no de la sociedad, ni del

interés común, sino más bien en un instrumento al servicio del individuo y del egoísta

interés individual. En ese sentido, la gestión del Estado se volcó totalmente a “un proyecto

para lograr la restauración del poder de clase (…) para restablecer las condiciones para la

acumulación de capital y restaurar el poder de las elites económicas” (Harvey, 2005, pp.

23-24.). Respecto a la noción de lo público, basta con decir que el neoliberalismo es aceite

y la democracia agua, en términos coloquiales. Lo que la mayoría decide o quiere, no es

más importante que lo que “el capital” decide o quiere: “la libertad de las masas se

[restringe] para favorecer la libertad de unos pocos” (Harvey, 2005, p.79.). “Para protegerse

frente a sus grandes miedos (…) los neoliberales tienen que poner fuertes límites al

gobierno democrático y apoyarse (…) en instituciones no democráticas ni políticamente

responsables para tomar decisiones determinantes” (Harvey, 2005, pp.78-79.).

Los teóricos del neoliberalismo albergan (…) profundas sospechas hacia la

democracia. El gobierno de la mayoría se ve como una amenaza potencial a los

derechos individuales y a las libertades constitucionales (…) los neoliberales

tienden (…) a favorecer forma de gobierno dirigidas por elites y por expertos

(Harvey, 2005, p.75.).

5
Normal: contexto del capitalismo, que tiene su asiento ideológico desde el comienzo en el individuo y la
individualidad
19

Referencias

Borisov, V.A. Zhamin, M.F. Makarova y otros. (2009). Diccionario de Economía Política

[Archivo PDF]. http://mijangos.byethost5.com/biblioteca/001diccionario.pdf?i=1

Guillén Romo, H. (2018) Los orígenes del neoliberalismo: del Coloquio Lippmann a la

Sociedad del Mont-Pélerin. ECONOMÍAunam, 15(43), 7-42.

Harvey, D. (2005). Breve historia del Neoliberalismo. Akal.

Roll, E. (1939). Historia de las doctrinas económicas. Fondo de Cultura Económica.


20

Landreth, H. y Colander, D. (2006). Historia del pensamiento económico.

https://fhucmacro.files.wordpress.com/2017/08/colander-2002-historia-del-

pensamientoeconomico.pdf.

You might also like