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Cuerpo y Voz Cap III
Cuerpo y Voz Cap III
Capitulo III
Dentro del lenguaje radiofónico la palabra tiene una importancia fundamental, palabra
no solo en su función significante, sino como elemento esencial de sentido, palabra que
no solo dice sino que está vehiculizada por el que la dice, o sea el sujeto hablante; quien
a través de polifacéticas posibilidades expresivas de la voz, le da una connotación
estética a la palabra radiofónica transcendiendo a su significado puramente lingüístico.
Dice A. Balsebre:
Por eso, junto con Balsebre tomamos las metáforas de color y melodía de las palabras.
Color para definir la interrelación significativa entre los elementos que constituyen el
sonido de las palabras: el timbre, el tono y la intensidad. Melodía para definir las
diferentes entonaciones significantes, como elemento básico de la polisemia de la
palabra radiofónica: la curva melódica que la voz produce en la pronunciación de las
palabras y frases, expresa la actitud psicológica de sujeto hablante, el mensaje no
manifiesto (…) La melodía de la palabra radiofónica expresa la dramatización de la
realidad completa: la intención de informar y el movimiento efectivo” (Balsebre:
1994:57).
La palabra radiofónica con color y melodía se asocia directamente a la voz y por lo tanto
al cuerpo del enunciador. Dijo Eugenie Barba: “no existe separación ni dualidad entre
voz y cuerpo. El cuerpo es la forma visible de nuestra voz y puede verse dónde y cómo
nace el impulso que se convertirá en sonido y palabra…(…) la voz es cuerpo invisible que
obra en el espacio” (1987:220).
La palabra en radio no escapa a la mediación técnica, sin embargo debe conservar todo
lo que de oralidad contiene incluyendo las inscripciones fundantes de las tradiciones pre
escriturales y de la literatura oral transmitida de generación en generación. Dice
Alvarado Jiménez: “El texto de la literatura oral es variable y depende de la ocasión de
su interpretación (performance)” (1994:13).
“Para hacer radio hay que formarse en la profesión de la palabra y recorrer sus
intrincados meandros con la expectativa puesta en la sonoridad de cada término, en la
densidad de cada voz, en la sospechosa seducción de cada expresión, en la terrible
rispidez de ese vocablo apropiado”. (Oscar Bosetti, 1997).
Para formar a ese profesional de la palabra radiofónica se debe trabajar sobre la voz y
el cuerpo en función de lograr el color y la melodía en la sonoridad de una palabra que
es, según Balsebre: “imaginada, fuente evocadora de una experiencia sensorial
compleja” (1994:35)
El timbre está definido por tres factores: 1) composición espectral, 2) forma de los
transitorios de ataque y extinción y 3) número y distribución de las zonas formánticas.
La frecuencia o tono constituye el parámetro de relación de los elementos del timbre
que hace posible el reconocimiento de diferentes voces, por ejemplo las femeninas o las
masculinas, las graves o las agudas. La intensidad depende esencialmente de la fuerza
de espiración del aire, por lo tanto el control del ritmo respiratorio está en relación
directa con la intensidad de la voz.
Esto está en relación directa con el oyente radiofónico, ya que el timbre de un sonido es
la dimensión psicofisiológica más importante para el estímulo auditivo, es el que
determina el reconocimiento en toda percepción.
A nivel de locución: la ejercitación debe basarse en técnicas y recursos para logara una
correcta pronunciación y entonación. Como suenan las vocales, cómo las consonantes,
como se unen o separan en sílabas o en palabras. Se debe buscar en las emisiones
vocales una lógica sonora a través del ritmo, las variaciones de tono, los intervalos, la
intensidad, los cambios de volumen, acentos tónicos que subrayan ciertas pausas de las
frases, las pausas delante de ciertas palabras, las pausas que suceden a las inspiraciones
que en lugar de provocar “agujeros” en el discurso, se aprovechan para agudizar el
sentido. Es aquí, en la producción de sentido donde debemos marcar el eje fundamental;
no hacemos nada si sólo nos preocupamos en pronunciar, modular y entonar
correctamente si no podemos dar sentido (melodía) a lo que leemos o improvisamos.
El texto escrito posee una estructura de orden: la puntuación, los signos expresivos,
interrogativos, los paréntesis, las negritas, subrayadas, etc... En la expresión oral deben
ser suplidas por una serie de matices, de cambios tonales que incluyen el timbre y
variaciones en la altura, el tiempo y la fuerza (color). Esta variable expresiva debe ser
aprovechada según los textos abordados, ya sean estos periodísticos, literarios,
publicitarios, etc. y según el receptor previsto. Receptor que está diseñado en el texto
radial e influido por la emisora, horario, tipo de programa etc.
Por todo ello se trabaja sobre el cuerpo y la voz, a través de las técnicas del actor con los
ejercicios antes especificados y las inscripciones emotivas (recuerdos, experiencias,
miedos, etc.) que el cuerpo contiene.
Pero la palabra radiofónica tiene detrás una escritura particular sobre la que el
profesional radiofónico debe intervenir, por lo tanto el taller deberá tener en cuenta la
lectura expresiva desde un neutro hasta la expresión deseada utilizando todos los
recursos realizados: la respiración abdominal para el tono, la amplitud, la proyección, y
el cuerpo para la energía, los sentidos y la energía.
La lectura expresiva no solo se debe utilizar en los textos literarios sino a través de la
puntuación, entonación, volúmenes y velocidades se debe ejercitar para los textos
periodísticos y publicitarios. No olvidando jamás que la palabra radiofónica es siempre
palabra imaginada que genera imágenes a través de la melodía o expresión
tonal/musical que explora sobre las experiencias sensoriales más complejas.