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FUERA DE ESCALA

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FUERA DE ESCALA

Migraciones y transformaciones
sociales en aglomeraciones
medianas y pequeñas
de la Argentina

Gabriel Noel
Natalia Gavazzo
(compiladores)

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Fuera de escala: migraciones y transformaciones sociales en aglo-
meraciones medianas y pequeñas de la Argentina / Lucía de
Abrantes… [et al.]; compilación de Gabriel David Noel; Natalia
Gavazzo. – 1a ed. – Banfield: Gabriel David Noel, 2022. 318 p.;
20 x 13 cm.
ISBN 978-987-88-2127-6
1. Antropología. 2. Migración. I. Abrantes, Lucía de. II. Noel,
Gabriel David, comp. III. Gavazzo, Natalia, comp.
CDD 304.80982

ISBN: 9789878821276
Imagen de tapa: Daniil Silantev en Unsplash
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Fuera de escala
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Es extraña esta ciudad / o yo estoy / fuera de escala

Soda Stereo, “Paseando por Roma”

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Índice

Introducción .................................................................................. 11
Gabriel Noel y Natalia Gavazzo
1. La conformación de la oferta cultural de dos ciudades
no metropolitanas de la provincia de Buenos Aires ........... 51
Melina Fischer
2. Entre paraísos e infiernos: experiencias juveniles en
una ciudad balnearia bonaerense............................................. 81
Lucía de Abrantes
3. Modos generacionales de habitar la paraguayidad en
una ciudad intermedia de Misiones ...................................... 141
Natalia Gavazzo y Débora Gerbaudo Suarez
4. Desmetropolización y nuevas transiciones urbanas
como oportunidad. ¿Hacia ciudades cuidadoras en
escenarios post pandémicos? .................................................. 179
Silvia Lilian Ferro
5. El cuidadómetro fronterizo. Sobrecarga femenina y
estrategias de movilidad en la Triple Frontera del
Paraná ............................................................................................ 221
Menara Guizardi
6. Metodologías para abordar el cruce entre género,
migración y ambiente. Un análisis sobre la encuesta
Migrantas en Reconquista ....................................................... 275
Lucila Nejamkis y Florencia Piñeyrúa
Acerca de los autores ................................................................. 311

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Introducción
GABRIEL NOEL Y NATALIA GAVAZZO

Historia natural de un programa de investigación

Como han señalado los demógrafos con insistencia desde


hace ya más de treinta años, las aglomeraciones de tamaño
mediano y pequeño de la Argentina registraron en las últi-
mas cuatro décadas un incremento poblacional sostenido,
muchas veces a expensas de los conglomerados urbanos
de mayor tamaño (Vapñarsky y Gorojovsky, 1990; Sasso-
ne, 1992; Vapñarsky, 1995; Leveau, 2009). Asimismo, este
incremento –al menos allí donde registra mayor volumen
o un ritmo más acentuado– tiene como componente cen-
tral el aporte migratorio, en particular el correspondiente
a migraciones tanto inter- o intra-provinciales como inter-
nacionales con origen y destino urbano (Cerrutti y Berton-
cello, 2006), en un proceso de urbanización de las migraciones
en el cual la mayor parte de las poblaciones en movimiento
se dirigen a las ciudades (ONU Hábitat, 2005, citado en
Gavazzo y Nejamkis, 2014). Este proceso se da tanto en
el caso de las migraciones internas desde las áreas rurales
como en el de las migraciones internacionales impulsadas
por las posibilidades de trabajo, educación y salud –entre
otros atractivos– que los centros urbanos presentan a aque-
llos que se ven forzados a emigrar desde zonas empobre-
cidas del mundo (ONU Hábitat, 2005). Específicamente en
América Latina, en lo que respecta al vínculo entre estudios
urbanos y migración ya desde la década de 1980 se produ-
jeron importantes trabajos sobre las migraciones internas,
ligados con los procesos de urbanización y reestructura-
ción agraria (Herrera y Sorensen, 2017). En relación con las

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migraciones internacionales, en los últimos veinte años una


serie de trabajos se han centrado en analizar la migración
sur-norte, otros han estudiado la llegada de cada vez más
migrantes de otras regiones de América Latina y del sur
global a las ciudades de nuestra región, incluso a aquellas
sin tradición migratoria internacional como las ciudades
andinas (Herrera y Sorensen, 2017). Esto es especialmente
relevante porque, contrariamente a la creencia de que los
desplazamientos se dan hacia los países del norte global,
la mayor parte de ellos en América Latina son al interior
de la región.
Sobre esta base, el mencionado crecimiento cuanti-
tativo de las localidades de esta clase ha implicado a su
vez un incremento de la heterogeneidad social, una com-
plejización de la trama urbana y en una gran cantidad de
casos la aparición o acentuación de procesos de fragmen-
tación social en localidades donde la misma era baja o al
menos poco visible (Gravano, 2005; Kessler, 2009; Noel y
de Abrantes, 2014; Noel, 2020a) así como la emergencia de
una serie de fenómenos habitualmente asociados a los gran-
des conglomerados urbanos, como la aparición de encla-
ves o “barrios étnicos” (Kaminker 2016). Aún así, a pesar
de la creciente importancia de los estudios realizados en
diversas aglomeraciones urbanas, algunas ciudades y regio-
nes del mundo tienden a atraer mucha atención, mientras
que otras son ignoradas en la investigación comparativa
(Martiniello, 2013).
Ahora bien: al tiempo que estos procesos han sido
abundantemente documentados, las ciencias sociales en
Argentina han mostrado un relativo retraso a la hora de
ocuparse de esta clase de escenarios, prefiriendo por regla
general abordar los grandes conglomerados urbanos, en
particular los correspondientes a la Región Metropolitana
de Buenos Aires y a las ciudades de mayor porte, como
el Gran Córdoba o el Gran Rosario (Noel, 2017). Habi-
tualmente este abordaje moviliza una doble maniobra que
implica por un lado un trabajo de gran escala utilizando

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datos estadísticos, y por otro un trabajo cualitativo más


minucioso que implica una operación de “insularización”:
recortar de o en la ciudad un barrio, una institución, una
clase de actores o un escenario cuidadosamente delimita-
do– como diversas clases de “espacios públicos” –que por
su escala puedan ser abordados etnográficamente. Esta ope-
ración deviene posible porque se cuenta para los grandes
conglomerados urbanos con una serie de recursos que pro-
veen datos cuantitativos continuos en abundancia y calidad
–de manera eminente, la Encuesta Permanente de Hogares
(EPH)1– y por otro porque la operación de insularización
requerida por los abordajes cualitativos no resulta difícil de
imaginar en una trama urbana que muchas veces se piensa
como más fragmentada de lo que efectivamente es. Para las
aglomeraciones medianas y pequeñas, por el contrario, no
solemos contar con demasiada información estadística2 –a
excepción de los censos, cuya frecuencia decenal dificulta
captar procesos acelerados como los que han venido afec-
tando a estas localidades y cuyo procesamiento se realiza a
un nivel de agregación demasiado grande como para permi-
tir responder preguntas interesantes3– mientras que tanto
su tamaño como su estructura hacen difícil pensar tanto
en un tratamiento etnográfico “clásico” (esto es, tratarlas

1 La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) es un relevamiento continuo de


propósitos múltiples llevado adelante por el Instituto Nacional de Estadísti-
ca y Censos (INDEC) cuyos datos son publicados con frecuencia trimestral.
Los aglomerados sobre la base de los cuales se construye la muestra incluyen
los principales conglomerados metropolitanos de la Argentina, capitales de
provincia y grandes centros urbanos con proyección regional que agrupan
más de dos tercios de la población urbana en Argentina.
2 Cabe señalar que en los últimos años esta situación ha comenzado a rever-
tirse y comenzamos a disponer de información de esta naturaleza: en pri-
mer lugar en el marco de un proceso de expansión progresiva de la EPH (cf.
Nota 1, supra) y en segundo lugar por la información de gran alcance y cali-
dad producida en el marco del PISAC (Programa de Investigación sobre la
Sociedad Argentina Contemporánea) (Piovani y Salvia, 2018).
3 Cabe agregar que el Censo que estaba planificado para 2020 y que podría
proveer claves de los procesos ocurridos en la última década se vio posterga-
do por la pandemia de COVID19 para el año 2022.

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como “grandes aldeas”) como en operaciones verosímiles


de insularización.
Asimismo, en el caso particular de la Argentina, debe-
mos agregar a estas consideraciones metodológicas el sesgo
“porteñocéntrico” surgido de la centralidad no sólo estruc-
tural, cultural y económica sino también epistemológica del
Área Metropolitana de Buenos Aires, que sigue atrayendo
las miradas de investigaciones y proyectos con tanta fuerza
como lo hacía con los ensayistas en la época de Martí-
nez Estrada. Como incluso la más somera de las revisiones
bibliográficas puede mostrar, una gran parte de la profusa y
rigurosa producción antropológica y sociológica de las últi-
mas décadas está concentrada temáticamente en el AMBA,
el cual pese a su centralidad, extensión y peso específico no
deja de ser un caso enormemente singular que no puede ser
generalizado al resto de la Argentina (y probablemente ni
siquiera al de los otros grandes conglomerados urbanos del
país como Rosario, Córdoba, La Plata o Mar del Plata). A
este fenómeno ciertamente contribuye que una gran par-
te de determinados recursos cruciales –comenzando por
las instituciones de producción de conocimiento y en el
extremo los propios investigadores– estén concentrados en
torno de la metrópoli, y que resulta muchas veces consi-
derablemente oneroso (en términos de tiempo, esfuerzos,
recursos económicos, etc.) desplazarse a realizar investiga-
ción lejos del lugar donde se reside4, así como el hecho de
que en numerosas ocasiones los trabajos desarrollados en
localidades urbanas del “interior” del país son poco conoci-
dos fuera de sus contextos de origen.
Algo similar ocurre en el ámbito de los estudios migra-
torios, particularmente en la Argentina, donde la emergen-

4 Nunca se insistirá demasiado respecto de las dificultades implicadas en rea-


lizar trabajo de campo lejos de los lugares de residencia, incluso por cortos
periodos, en un contexto en que los siempre exiguos presupuestos que pro-
yectos y programas –construidos sobre patrones de las ciencias experimen-
tales– destinan a viáticos han sufrido devaluaciones brutales en los últimos
años, que superan los dos tercios del monto original presupuestado.

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cia y el desarrollo en el campo académico de una preocupa-


ción por la distribución espacial de la población extranjera
en sus metrópolis y la existencia de procesos de concentra-
ción se encontraron fuertemente atravesados por la historia
migratoria y los proyectos nacionales de país en el último
siglo (Mera, 2009). La relación entre ciudad e inmigración
tanto en los repertorios constituidos en torno a Buenos
Aires como en la historiografía y el análisis social, se han
encontrado profundamente atravesados por la operación
simbólica del “crisol de razas” (Caggiano, 2005; Garguin,
2009) propuesta que exalta una mezcla presentada como
muy heterogénea a la vez que fuertemente “integrada”. En
este sentido, con frecuencia se ha mirado a la ciudad de
Buenos Aires como receptora “privilegiada” desde el siglo
XIX de población de origen europeo. Un referente fun-
damental de esta propuesta ha sido Gino Germani (1967)
quien entendía a la ciudad como un gran mecanismo inte-
grador, a partir de cuya obra pionera, los primeros estu-
dios sobre ciudad e inmigración se encontraron atravesados
por esta matriz de la “sociedad integrada” y la “moder-
nización” (Baile 1985). Posteriormente e intentando supe-
rar esta línea de análisis se empieza a dar cuenta de la
concentración étnica en los patrones de residencia de los
migrantes, a partir de una serie de enfoques darán cuenta
del lugar de los papeles étnicos y culturales en las pautas
de asentamiento de los migrantes (Sassone y Mera, 2006;
Mera, 2009; Canelo, 2011; Gavazzo, 2012). A partir de estos
trabajos se utilizará el concepto de concentración espacial,
que marca una diferencia con el de segregación espacial,
dominante en el campo europeo. Así, se resalta la existencia
de “barrios étnicos” o “barrios de inmigrantes” en los que
la presencia de la población “extranjera” (en el sentido de
“no nativa”) se hace más visible. A pesar de estos avances en
el estudio de las migraciones urbanas, aún son incipientes
los estudios que se enfocan en los movimientos de perso-
nas hacia las aglomeraciones medianas y pequeñas como
destino (Balán, 1982; Rivero, 2006; Quirós, 2014 y 2019;

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16 • Fuera de escala

Noel, 2020a, entre otros) y son aún escasos los que vinculan
migraciones internas con las migraciones internacionales
(Canevaro, 2014); en lo que hace a estudios comparados
entre distintas aglomeraciones fuera del AMBA la vacancia
es casi total (Bruno, 2008).
Fue a partir de este panorama que quienes compilamos
el presente volumen presentamos en el año 2015 el pro-
yecto “Migraciones y Transformaciones Sociales en Aglo-
meraciones Medianas y Pequeñas de la Argentina en Pers-
pectiva Comparada” a la convocatoria de PICT (Proyectos
de Investigación en Ciencia y Tecnología) de la Agencia
Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarro-
llo Tecnológico y la Innovación de la Nación, y que nos
fuera adjudicado en el año 2017 (PICT-2016-0102). Asi-
mismo, en ese mismo año presentamos y obtuvimos un
PRI (Proyecto de Reconocimiento Institucional) homóni-
mo en la Universidad Nacional de San Martín y utilizando
la convergencia entre ambos proyectos como plataforma
creamos a comienzos del año siguiente (2018) el Progra-
ma “Migraciones y Transformaciones Sociales en Aglome-
raciones Medianas y Pequeñas” (IDAES-UNSAM). Todas
esas iniciativas surgieron con un mismo propósito: abordar,
en clave comparada, los procesos de crecimiento, transfor-
mación y fragmentación de una serie de aglomeraciones
medianas y pequeñas pertenecientes a distintas regiones del
país y en especial a partir de los impactos migratorios. El
objetivo fundamental de estas iniciativas implicaba (y aún
implica, en una agenda que continúa abierta) estudiar el
proceso de crecimiento de estas aglomeraciones, poniendo
en relación para cada una de ellas el impacto del aporte
migratorio y sus características específicas –origen, volu-
men, intensidad, velocidad, dinámica, así como los patrones
de inserción urbana de diversos grupos de migrantes y su
lugar en los repertorios identitarios y morales– tienen en
ese crecimiento; con las consecuencias visibles de ese pro-
ceso– incluyendo de modo no taxativo la complejización,
la heterogeneización y la fragmentación social y urbana.

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Al mismo tiempo, nos proponíamos introducir una discu-


sión teórico-metodológica sobre el abordaje del fenómeno
migratorio y sus impactos en estas aglomeraciones allí don-
de, como ya mencionamos, la información estadística es
escasa, fragmentaria o de corta profundidad histórica y
donde las condiciones dificultan los abordajes etnográficos
clásicos (Noel, 2017).
Las dinámicas migratorias, a su vez, fueron teorizadas
desde la antropología mediante una epistemología parti-
cular propia de la disciplina y que generó un conjunto
específico de preguntas (Brettel, 2008:113) cuyo valor sin
dudas merece ser retomado para realizar análisis concretos
de casos actuales. Por ejemplo, la sensibilidad histórica de
esta disciplina respecto del lugar y de lo local al tiempo que
adopta una perspectiva comparativa, nos invita a analizar
simultáneamente el lugar de origen de los migrantes y el
de destino (Glick Schiller, Basch y Szanton-Blanc, 1999).
Asimismo, el interés por los sentidos de los propios acto-
res y su lugar en los procesos sociales permite enmarcar
y analizar los sentidos de los comportamientos en grupos
particulares, como también estudiar las relaciones socia-
les, los procesos de adaptación y los cambios en aquellas
formas de organización social que son características tan-
to del proceso migratorio como de las comunidades de
inmigrantes –como las cuestiones de identidad y etnicidad
(Gavazzo, 2012)–.
A partir del marco general arriba señalado, nuestra
perspectiva parte de dos hipótesis de trabajo, surgidas de
la investigación acumulada de los participantes del equipo.
La primera, es que en el marco de un incremento poblacio-
nal generalizado de las aglomeraciones medianas y peque-
ñas, muchas veces dramático, suscitado por diversos proce-
sos de transformación estructural y producido por aporte
migratorio, estas localidades han sufrido en un plazo rela-
tivamente corto procesos de heterogeneización, compleji-
zación y fragmentación social que han tenido un impacto
profundo no sólo a nivel estructural sino también en la

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sociabilidad, en los modos en que sus habitantes se apropian


de la ciudad y sus espacios y en los modos en que se repre-
sentan esta heterogeneidad a la vez novedosa y creciente
(Noel, 2020a, 2021). La segunda tiene que ver con cuestio-
nes de escala e implica pensar que la misma introduce regu-
laridades comparables en lo que hace a estos procesos que,
aunque puedan pensarse como análogos de los atravesa-
dos por conglomerados urbanos mayores, registrarían una
especificidad asociada a la envergadura y las propiedades
de estos otros espacios, en particular como consecuencia
del volumen relativo del aporte migratorio en su crecimien-
to. Siguiendo estas dos hipótesis, las autoras cuyos traba-
jos reúne el presente volumen desplegaron sus agendas de
investigación con la intención de poner en perspectiva his-
tórica los procesos de crecimiento y transformación social
de diversas aglomeraciones de tamaño mediano y pequeño
situadas en distintas provincias de diferentes regiones del
país, a los fines de producir una mirada que trascendiera
lo meramente demográfico para reponer estos procesos en
un cuadro complejo en el cual las representaciones y los
repertorios culturales e identitarios, los recursos materiales
y morales, las interacciones más o menos conflictivas entre
diversas clases de actores y la complejidad de las trayecto-
rias biográficas se despliegan en el marco de las transfor-
maciones estructurales de las últimas cuatro décadas (Noel,
2013c)5. Asimismo, como ya tuvimos ocasión de adelantar,
cada uno de los trabajos implicó una serie de reflexiones
específicas acerca de los desafíos teóricos y metodológicos
particulares a la hora de trabajar fenómenos migratorios y

5 Cabe destacar que este recorte temporal –que corresponde a lo que podría-
mos denominar la “inflexión neoliberal” (Svampa, 2005; Manzanal, 2006) y
en el seno del cual tuvieron lugar muchas de las transformaciones estructu-
rales que produjeron las consecuencias arriba citadas en las ciudades media-
nas y pequeñas– no es más que una hipótesis gruesa de trabajo. Las periodi-
zaciones locales y los modos específicos en que las periodizaciones
hegemónicas se refractan en el marco de procesos locales (Da Silva Catela,
2007) fueron establecidas empíricamente en el transcurso del propio pro-
yecto (Noel, 2020c).

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Fuera de escala • 19

urbanos en esta escala, máxime cuando varias de las estra-


tegias habituales de la sociología y la antropología urbanas
no son inmediatamente aplicables, y en diálogo con herra-
mientas provistas por disciplinas vecinas como el urbanis-
mo, la demografía o la geografía humana.

La creciente problematización de las aglomeraciones


medianas y pequeñas en las agendas públicas
y académicas

A nivel global hace tiempo que diversos especialistas plan-


tean que la ecúmene está atravesando un proceso de “urba-
nización generalizada”, en el cual las pequeñas y medianas
ciudades periféricas han pasado a ser espacios dinámicos y
de una creciente importancia económica, cultural, social e
innovadora (Capel, 2009). Se calcula que a partir de 2010
más de la mitad de la población mundial vive en ciuda-
des (ONU Habitat 2012) y en algunos continentes el cre-
cimiento poblacional de estas cobra especial dramatismo
porque no está correlacionado con una demanda laboral
adecuada o, peor aún, con un mejoramiento en las condi-
ciones de recepción de esas personas: un gran porcentaje
de estos nuevos habitantes urbanos se ubican en asenta-
mientos informales o en espacios de la ciudad en los cuales
no hay un acceso adecuado a servicios y bienes públicos
básicos, como agua, electricidad, salud y educación (Davis,
2007), en un proceso en el que esta misma inserción margi-
nal alienta los repertorios que impugnan la legitimidad de
su acceso a la ciudad, a sus derechos y a sus beneficios.
En este contexto, el lugar de las aglomeraciones de
tamaño mediano y pequeño viene tomando cada vez mayor
centralidad a nivel global, ya sea por el crecimiento de
muchas de ellas, ligado al éxodo rural (como es el caso de
buena parte de Asia y África), por una creciente subur-
banización y periurbanización vinculada a dificultades de

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20 • Fuera de escala

acceso a la vivienda (en áreas más tradicionales como en


Europa y América del Norte), o por procesos de migración
interna e internacional entre ciudades o de conurbación en
varios espacios de América Latina. En particular, en esta
última región, se encuentra en un proceso dinámico de
transformación cuyas principales características parecerían
ser que “la tradicional primacía urbana ha disminuido en
casi todas partes, dando paso a un rápido crecimiento de
centros secundarios y a un sistema urbano más complejo”
(Portes y Roberts, 2005: 66). El proceso latinoamericano no
sólo ha derivado en que sea la región mundial con la tasa de
urbanización más alta del mundo, de alrededor del 80%6, a
la vez que una de las que ha aumentado de forma más acele-
rada (ONU Habitat, 2012), sino también en una expansión
urbana de ciudades que exceden sus límites administrativos
y centros secundarios que han sufrido procesos vertigino-
sos de transformación demográfica y física. En este contex-
to, el peso de estos últimos ha sido cada vez mayor. Lejos de
esas imágenes habituales de países en los cuales la población
está concentrada tan sólo en una o dos ciudades, más de
la mitad de la población urbana de la región se concentra
en urbes de menos de 500 mil habitantes. Es importante
comprender que esto no responde a una descentralización
repentina de la población, sino a procesos diversos, des-
de el crecimiento de verdaderas áreas metropolitanas en
las cuales quedaron absorbidas ciudades más pequeñas, a
dinámicas de urbanización de pueblos rurales o ciudades de
menor tamaño por los cuales la cantidad de ciudades de la
región “se ha multiplicado por seis en los últimos cincuenta
años” (ONU Hábitat, 2012: 17).
Como señaláramos al inicio de la presente Introduc-
ción, la evidencia disponible para la Argentina señala que
las ciudades medianas y pequeñas han venido registrando

6 Para el caso específico de la Argentina, esta tasa se ubica, al momento de la


redacción de este texto, en la vecindad del 90%, haciendo del país uno de los
más urbanizados del orbe.

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Fuera de escala • 21

un incremento poblacional sostenido y a un ritmo crecien-


te, muchas veces a expensas de los grandes conglomerados
urbanos, cuya tasa de crecimiento se desacelera, al tiempo
que se modifica su peso en las tramas nacionales, regionales
y regionales (Vapñarsky y Gorojovsky, 1990; Sassone, 1992;
Torres, 1993; Vapñarsky, 1995; Lindenboim y Kennedy,
2004; Usach y Garrido Yserte, 2008; Leveau, 2009). En algu-
nas regiones del país –como la provincia de Buenos Aires
en general, y su litoral atlántico en particular– las tasas de
crecimiento intercensal para estas ciudades en los últimos
cuarenta años alcanzan rutinariamente el 30%, con picos
ocasionales que llegan al 50% (PNUD, 2003; Noel, 2020a)7,
en procesos resultantes de un aporte migratorio continuo y
de gran volumen. Al mismo tiempo, este crecimiento cuan-
titativo ha implicado un marcado incremento de la hetero-
geneidad social, una complejización de la trama urbana y
en una gran cantidad de casos la aparición o acentuación de
procesos de fragmentación social en localidades donde la
misma era escasa o al menos poco visible. La investigación
realizada por varias de las autoras compiladas en el presente
volumen así como una gran cantidad de fuentes analizadas
por las mismas muestran que aparece como preocupación
notoria en muchos de los habitantes de estas localidades la
aparición de “bolsones” o “cordones periféricos” análogos
–o que al menos se ven cómo análogos– de las tres coro-
nas del Conurbano Bonaerense8, al igual que la emergencia

7 Cabe señalar que esto no sólo ocurre en el extremo inferior de la escala


urbana – donde un incremento significativo de la población en términos
absolutos implica un alto impacto en términos porcentuales – sino incluso
en aglomeraciones de tamaño considerable.
8 La categoría de “Conurbano” es utilizada desde hace varias décadas en la
Argentina para identificar una compleja realidad urbana y social que no
posee un claro estatuto jurisdiccional, político ni administrativo. Lo que
habitualmente se designa como Conurbano (y que incluye los 24 municipios
de la Provincia de Buenos Aires que rodean a la Capital Federal) comenzó a
poblarse hacia principios del siglo XX bajo un proceso de expansión de las
periferias de la Ciudad de Buenos Aires y a partir de la década del 40 comen-
zó a ser concebido como un espacio singular y distinguible de ésta. Desde
entonces, los sentidos a él asociados en discursos periodísticos y literarios

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22 • Fuera de escala

de una serie de fenómenos habitualmente asociados a los


grandes conglomerados urbanos (aparición de enclaves o
“barrios étnicos” y fenómenos de ghettificación o discri-
minación a ellos asociados, déficits de acceso a derechos
básicos como vivienda, salud, educación o trabajo, proble-
mas sanitarios o asociados a la provisión de determinados
servicios públicos, inseguridad, violencia social y delictiva,
cuestiones de salubridad y deposición de residuos, etc.) de
los cuáles estas localidades y sus habitantes durante mucho
tiempo se pensaron como preservados (Kessler, 2009; Noel,
2011, 2014 y 2020a; cf. también Gravano, 2005).
Sin embargo, al mismo tiempo que se verificaban estos
procesos, abundantemente documentados en su dimensión
cuantitativa general, frecuentemente mencionados en fuen-
tes periodísticas y fuertemente presentes en las represen-
taciones que sus propios pobladores se hacen de estas ciu-
dades, las ciencias sociales han demorado en demostrar un
interés comparable. Aún cuando existen tanto en sociología
(Lynd y Lynd, 1957, 1965; Warner, 1963) como en antropo-
logía (Wilson, 1942; Redfield, 1944; Miner, 1953; Southall,
1961; cf. Hannerz, 1986; Vidich y Bensman, 2000; Evens
y Handelman, 2006) antecedentes notorios y emblemáticos
del estudio de este tipo de aglomeraciones y de procesos
acelerados de transformación estructural y cultural de las
mismas, lo cierto es que la antropología urbana local ha
preferido por regla general hasta hace relativamente poco
tiempo ocuparse de los grandes conglomerados urbanos
(Noel y Segura, 2016), en la tradición iniciada por la Escuela
de Chicago (Park y Burgess, 1952; Park, 1925; Wirth, 1964)
y en un abordaje cuya estrategia metodológica implica esa
suerte de maniobra de pinzas que caracterizáramos en los
párrafos anteriores. Ésta implica, por un lado, un traba-
jo de gran escala que, utilizando datos estadísticos, busca

han ido condensando una serie de sentidos que lo presentan como para-
digmático de la degradación urbana en todas sus dimensiones (Noel y de
Abrantes, 2020).

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Fuera de escala • 23

capturar dimensiones más abstractas y estructurales de los


procesos bajo análisis; y por otro un trabajo cualitativo más
minucioso que involucra esa operación que hemos deno-
minado “insularización”9, y que implica recortar de o en
la ciudad un barrio, una institución, una clase de actores
o un escenario cuidadosamente delimitado que en virtud
de su escala reducida pueda ser abordado etnográficamente
(cf. Magnani, 1996; De la Pradelle, 2000; Lacarrieu, 2007;
Noel, 2017).
Al mismo tiempo, a la hora de explicar esta posterga-
ción relativa de las aglomeraciones medianas y pequeñas en
las agendas de investigación deberemos introducir conside-
raciones de otra índole, particularmente cuando la misma
no sólo afecta a las ciencias sociales locales. En efecto, la
escasez relativa de trabajos sociológicos o antropológicos
sobre aglomeraciones en esta escala es en general un fenó-
meno que han comprobado una y otra vez investigadores
de diversas latitudes (UNESCO-UIA, 1999; Bellet Sanfeliú
y Llop Torné, 2004; Bell y Jayne, 2006; Cebrián Abellán y
Panadero Moya, 2013; Greene, 2014, 2014b y 2015). Sabe-
mos de sobra que, pese a nuestras pretensiones de vigilan-
cia epistemológica, los científicos sociales estamos con fre-
cuencia sometidos a la tentación de ceñir nuestro abordaje
a objetos preconstruidos, sobre todo si son prestigiosos.
En este sentido, creemos que la fascinación moderna por
la gran ciudad (Berman, 1988) recogida por los ya men-
cionados pioneros de Chicago –así como por algunos de
sus predecesores y contemporáneos como Simmel (2005) o
Halbwachs (2008)– no ha dejado de ejercer efecto sobre la

9 Denominamos “insularización” al proceso mediante el cual diversos investi-


gadores –en particular los antropólogos– intentan delimitar sus objetos
empíricos (instituciones, clases sociales, barrios, grupos cualesquiera)
mediante una operación que busca reducirlos a unidades análogas a las islas
del Pacífico o las reservaciones indígenas en las cuáles su arsenal teórico y
metodológico fue forjado y puesto a prueba. Con bastante frecuencia, este
proceso implica mutilar los objetos analíticos de manera ingenua y heurísti-
camente estéril.

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24 • Fuera de escala

producción de conocimiento –tal como puede verse en su


prolongación contemporánea en el estudio de las “ciudades
globales” o las grandes metrópolis instrumentalizadas por
las tecnologías de la información (Sassen, 1999; Castells,
1999; Veltz, 1999)– al punto de una marginación relativa
de otras escalas en el abordaje de los fenómenos urbanos10.
Ciertamente, esto no implica que las aglomeraciones de este
porte no hayan sido abordadas en absoluto, pero incluso
cuando han sido tematizadas, el interés específico parece
estar casi siempre en los obstáculos, posibilidades, desafíos
y ventajas para su desarrollo económico11 o cultural (Rand-
le, 1992; Bell y Jayne, 2006; Michelini y Davies, 2009;
Cebrián Abellán y Panadero Moya, 2013), en su papel corre-
lativo como potenciales agentes del desarrollo (UNESCO-
UIA, 1999) o en un abordaje cuantitativo estrecho de sus
transformaciones demográficas12. Todo ocurre como si las
aglomeraciones de esta clase debieran ante todo ser pen-
sadas como un problema económico y social, o como una
serie de mapas o datos estadísticos, y rara vez como un
campo sociológico o antropológico por derecho propio.

10 En este sentido, a fines del siglo pasado la “Declaración de Lleida sobre las
Ciudades Intermedias y la Urbanización Mundial”, presentada en el XXº
Congreso de la UIA en Beijing señalaba con preocupación la inexistencia de
trabajos o estudios que pudieran desentrañar el carácter complejo de las ciu-
dades intermedias y el rol que éstas desempeñan a escala mundial, haciendo
hincapié en la marginación que las ciudades intermedias sufren en ámbitos
académicos y organizaciones internacionales, a la vez que en la importancia
que estos espacios sociales tienen tanto a nivel funcional como territorial,
cultural y social (UNESCO-UIA 1999).
11 Para muchas localidades de esta clase en la Argentina, existe una extensa
bibliografía ligada al análisis de su potencial para el desarrollo turístico, en
particular en contextos de depresión económica (Da Orden y Pastoriza,
1991, Mantero, 2001, Dadon, Chiappini y Rodríguez, 2002, Calvento y
Ochoteco, 2009, Endere y Prado, 2009, Castronovo y Valenzuela, 2010, Fer-
nández y Ramos, 2010, Mantero et al, 2010, Kaczan y Sánchez, 2013, Pérez
Winter, 2019, Pérez Winter y Guastavino, 2020).
12 Una excelente crítica de los orígenes y las limitaciones de estos abordajes
fundados en una “obsesión por el número”, así como una serie de aproxima-
ciones alternativas, puede encontrarse en Otero (2004).

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Fuera de escala • 25

La situación, sin embargo, ha comenzado a cambiar


en las últimas décadas, donde como consecuencia de un
proceso dinámico de transformación a nivel regional cuyas
principales características incluyen la disminución de la
tradicional primacía urbana, el crecimiento relativamen-
te rápido de centros secundarios y la emergencia de un
sistema urbano más complejo (Vapñarsky y Gorojovsky,
1990; Sassone, 1992; Vapñarsky, 1995; Portes y Roberts,
2005:66; Canales Cerón y Canales Cerón, 2012; Greene,
2014 y 2015), la atención de numerosos investigadores en
su mayoría provenientes del campo de “lo urbano”13 se ha ido
deslizando en dirección a aglomeraciones de menor tamaño
y en muchos casos relativamente alejadas de las correspon-
dientes metrópolis. Así, y para mencionar tan sólo algunos
ejemplos prominentes, en Argentina los trabajos del equipo
de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires dirigidos por Ariel Gravano (Gravano, 2005
y 2006; Boggi y Silva, 2007 y 2011; Boggi y Galván, 2008;
Endere y Prado, 2009; Silva, 2009, 2011, 2012 y 2013; Gra-
vano, Silva y Boggi, 2016) se han concentrado en el estudio
de un grupo de cuatro aglomeraciones de la región central
de la mencionada provincia14, a la vez que otros autores y
equipos se han ocupado por su parte de ciudades medianas
o pequeñas de la región pampeana o patagónica (Gaggiotti,
2000; Gorenstein et al, 2012; Linares, 2012; Bachiller, 2015;
Kaminker, 2016; Ares, 2019). A su vez, en Chile, Ricar-
do Greene y sus colaboradores de la Universidad Cató-
lica del Maule han acuñado el sugestivo concepto de “lo
urbano no metropolitano” (Greene, 2014 y 2015; Greene y
de Abrantes, 2018) a los efectos de dar impulso una agenda
de investigación que se aboque a los fenómenos urbanos de
estas características. Asimismo, aún cuando gran parte de

13 Aunque no faltan ejemplos de sus contrapartes “rurales” (Matteucci et al,


2006; Canales Cerón y Canales Cerón, 2012; Cloquell, 2013; Crovetto,
2009, 2011a, 2011b, 2013, 2015).
14 Lo que denominan el TOAR, por las iniciales de las localidades respectivas:
Tandil, Olavarría, Azul y Rauch.

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26 • Fuera de escala

este esfuerzo esté concentrado en lo que suele denominarse


“ciudades intermedias”15, comienzan a proliferar también
los estudios que toman por objeto localidades de menor
tamaño (como Prado, 1988; Blanc, 2015, 2016a y 2016b;
Mamani, 2016 y Koury y Borges Barboza, 2017 para el caso
brasileño, Greene, 2014 y 2015 para el caso chileno o Ratier,
2009; Cloquell, 2013; de Abrantes y Felice, 2015 y Noel,
2020a para el caso argentino)16.
A su vez, el ámbito de la investigación social ha mani-
festado casi desde sus inicios un especial interés por el
fenómeno migratorio, en tanto este constituye un esce-
nario donde se ponen en juego un conjunto heterogéneo
de factores: decisiones individuales y familiares y procesos
sociales, culturales, económicos y políticos que conciernen
tanto a los países de origen como a los de destino (Balán,
1982a). Asimismo, en los últimos años, los estudios sobre
las migraciones han cobrado un renovado impulso en todo
el mundo de la mano de una visibilización creciente de
la problemática en los medios masivos de comunicación
y en el debate público en general (Sayad, 1984; Massey et

15 La variación en los rangos de población para las definiciones cuantitativas


de las ciudades intermedias es considerable: así, para el caso europeo por
ejemplo se caracterizan como ciudades intermedias aquellas que poseen
entre 20.000 y 500.000 habitantes; mientras que en Latinoamérica –debido
a la magnitud de la primacía y la habitual macrocefalia– el rango suele
situarse entre 50.000 y 1.000.000 de habitantes. La bibliografía de otras lati-
tudes muestra rangos igualmente variables, como en el caso de Asia, donde
la bibliografía consigna como ciudades intermedias aquellas con una pobla-
ción entre los 25.000 y los 100.000 habitantes (cf. Brunet, 2000). A partir de
esta dificultad para caracterizar cuantitativamente a las ciudades interme-
dias– la cual ha sido señalada con frecuencia como uno de los principales
obstáculos para su tematización como objeto de conocimiento (UNESCO-
UIA, 1999)– los trabajos más recientes optan por una definición funcional
(Bellet Sanfeliú y Llop Torné, 2002; Michelini y Davies, 2009; Llop et al,
2019). La caracterización de “urbano no metropolitano” sugerida por Gree-
ne (2015) y mencionada en los párrafos precedentes se propone como un
intento de salir de esta discusión.
16 A los trabajos citados pueden agregarse los de Cantor Apolinar (2014), Cas-
tronovo y Valenzuela (2010,, Kaczan y Sánchez (2013), Michelini y Davies
(2009), Perren (2011), Pulido (2004), Rausch et al (2019), Randle (1992), Sán-
chez (1989), Sassone (2000) y Satyro Maia et al (2019).

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Fuera de escala • 27

al, 1993). A la par de las profundas transformaciones que


los Estados nacionales experimentaron en el marco de lo
que suele denominarse “globalización”, nuevos problemas y
nuevos enfoques resignifican este campo de estudio (Portes,
2005): en un contexto histórico donde las fronteras nacio-
nales adquieren nuevas dinámicas vinculadas a las trasfor-
maciones en la economía mundial, los cambios culturales
y tecnológicos, el surgimiento de redes asociativas trans-
nacionales y la emergencia de marcos políticos suprana-
cionales, el tópico de la migración vuelve a instalarse con
fuerza en el centro de la escena política e intelectual. Corre-
lativamente, en América Latina (Martínez Pizarro y Vila,
2001) y especialmente en Argentina (Maguid, 1997; Devoto,
2003; Grimson y Jelin, 2006 y Cerrutti, 2009, entre muchos
otros) el creciente número de investigaciones en torno a las
migraciones han contribuido a fortalecer el conocimiento
sobre este campo de estudio y dejar sentada la importancia
de esta problemática en la construcción de conocimiento
y en la sociedad civil. Sin dudas, las migraciones se han
convertido en una de las temáticas de mayor importancia,
actualidad y futuro tanto en la agenda de los gobiernos y
medios de comunicación como en el ámbito de las ciencias
sociales y humanas, en gran parte debido a que atraviesan
todo el arco político, social, económico y cultural de la
especie humana (Gavazzo y Nejamkis, 2014). Es por esta
razón que, para una completa comprensión del fenómeno
migratorio actual, resulta fundamental aportar una visión
integral, donde se exprese la convergencia de sus aspectos
teóricos y empíricos y desde una perspectiva interdiscipli-
naria cuyas herramientas conceptuales y metodológicas nos
permitan comparar nuestras diversas indagaciones en sus
diversas escalas y alcances. La visión que proponemos, en
síntesis, recupera de la perspectiva antropológica el foco
en la dimensión humana de los procesos de desplazamien-
to a nivel global y en la experiencia de “ser un migrante”
(Gavazzo, 2012).

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28 • Fuera de escala

Sobre la base de estos antecedentes, el presente volu-


men pretende contribuir a ampliar la mirada de las ciencias
sociales sobre las aglomeraciones medianas y pequeñas y
sus procesos de crecimiento y transformación en un doble
sentido: en primer lugar, en lo que hace a su alcance y en
segundo en lo que hace a la modalidad de construcción
de su objeto analítico. Compartiendo con los antecedentes
mencionados (tanto a nivel nacional como internacional) el
énfasis acerca de la necesidad de tematizar las aglomera-
ciones medianas y pequeñas como objeto de conocimiento,
haciendo particular hincapié en las especificidades teóricas
y metodológicas asociadas al trabajo en esta escala (Rebo-
ratti, 2000 y 2001; Gutiérrez Puebla, 2001), las autoras res-
ponsables por los capítulos han pretendido trabajar en una
perspectiva explícitamente comparativa y de alcance nacio-
nal, y que al mismo tiempo se propuso articular dimen-
siones sociológicas (demográficas y estructurales) con sus
contrapartes culturales e identitarias (Grimson, 2011) en
una perspectiva dinámica y procesual.

Acerca de las contribuciones del presente volumen

Los capítulos recogidos en la presente obra representan,


como ya se ha adelantado, la labor de investigadoras reuni-
das en torno de los proyectos y el programa presentados
en la sección inicial de esta Introducción, y se proponen
tematizar en escenarios diversos y con abordajes específicos
una o más de las discusiones y debates de los que nos hemos
estado ocupando en los párrafos precedentes.
La contribución de Melina Fischer, en primer lugar,
recupera el impulso de la observación ya señalada respecto
del “porteñocentrismo” de muchas de las investigaciones
de ciencias sociales en Argentina para aplicarlo de manera
específica a los estudios sobre industrias, ofertas y consu-
mos culturales a partir de una investigación cualitativa en

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Fuera de escala • 29

dos ciudades medianas de la provincia de Buenos Aires:


Villa Gesell y Tandil. A partir de una objetivación analíti-
ca y crítica de estos sentidos comunes metropolitanos, su
trabajo pone el foco en estas dos localidades turísticas y en
el modo en que son atravesadas de diversas maneras por
una intensa vida cultural, y en las que ésta constituye, en
distinta medida, un nudo central de la autopercepción que
sus habitantes construyen acerca de ellas. Recordándonos al
mismo tiempo que los espacios no metropolitanos no son
idénticos u homogéneos, su argumento muestra a partir de
una comparación por contraste (Da Matta 1997) los diver-
sos factores que son recuperados por los actores principales
del campo en su caracterización de esta actividad cultural y
de sus principales rasgos singulares y específicos, irreduc-
tibles a esas narrativas indebidamente “nacionalizadas” con
foco en las grandes metrópolis.
El capítulo de Lucía de Abrantes, por su parte, surgido
de una investigación etnográfica de larga duración en Villa
Gesell, intenta mostrar el modo en que esta ciudad, fre-
cuentemente calificada por discursos tanto locales como
foráneos como “paraíso de la juventud” y como un espacio
de “libertad” y “espontaneidad” que guardaría una afinidad
electiva con una putativa condición juvenil, es efectivamen-
te vivida por sus jóvenes. Luego de reconstruir la genealogía
de estos repertorios extendidos y omnipresentes, la auto-
ra muestra la complejidad subyacente por detrás de una
supuesta condición juvenil indebidamente generalizada y
los conflictos que surgen de una heterogeneidad realmente
existente que se pliega mal a las versiones romantizadas e
idealizadas de lo que muchos geselinos querrían que fueran
“sus” jóvenes. Asimismo –y más importante aún– recoge
la voz de los jóvenes locales para mostrar que, lejos de
compartir estas representaciones optimistas de sus mayo-
res acerca del ethos de la ciudad o de su afinidad electiva
con la “libertad”, la perciben (excepción hecha de las ambi-
güedades que se siguen de una estacionalidad ligada a la
modalidad estival de su oferta turística) como un entorno

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30 • Fuera de escala

monótono, tedioso y opresivo, atravesado por un control


social despiadado y omnipresente y por tanto poco propicio
para el despliegue de las actividades inherentes a su condi-
ción juvenil. Los interlocutores de de Abrantes por tanto,
anhelan y fantasean permanentemente con dejar su ciudad
atrás, al punto que ésta termina efectivamente por expulsar
a aquellos que están en condiciones efectivas de abando-
narla y por someter a un padecimiento existencial, personal
y profesional a quienes no pueden hacerlo, generando una
desigualdad social y cultural que se amplía a medida que las
generaciones se suceden.
Gavazzo y Gerbaudo Suárez abrevan en el ya reseñado
debate que coloca a las ciudades de mediano porte como
foco de indagación académica para desplegar su mirada en
la localidad fronteriza de Eldorado (Misiones). Combinan-
do el método biográfico con un análisis de trayectorias,
las autoras realizan un exhaustivo trabajo sobre migrantes
paraguayos a los efectos de mostrar de qué manera “migra-
ción” y “ciudad” se co-construyen y co-determinan en un
proceso recíproco en el cual sus interlocutores articulan
narrativas de pertenencia e identidad, en tensión con repre-
sentaciones alternativas de la localidad, su identidad y su
historia forjadas a partir de otras presencias migrantes pre-
existentes, más consolidadas e integradas en narrativas y
repertorios locales. Las autoras realizan un análisis prolijo y
riguroso del proceso de construcción intergeneracional de
“lo paraguayo” en Eldorado –y del rol fundamental que este
recurso juega en los modos de integración de las familias
migrantes a esa ciudad– a la vez que de las posibilidades y
limitaciones que la movilidad representa a la hora de con-
cretar sus proyectos educativos y laborales. Resulta en este
sentido de particular interés el modo en que su argumento
hace un balance de las “ganancias” y “pérdidas” inherentes al
proceso de migrar e instalarse en una ciudad media a partir
de los conceptos de “capital locacional” (Abramo, 2003) y
“geografía de oportunidades” (de Abrantes y Felice, 2015)
en el marco de una pregunta más amplia: aquella que se

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Fuera de escala • 31

interroga sobre el lugar de las movilidades en las distintas


generaciones en la comprensión de las diversas formas de
habitar la nacionalidad que desarrollan a partir de su trán-
sito entre ciudades.
El texto de Ferro despliega los resultados de una inves-
tigación en clave comparativa sobre el fenómeno de “des-
metropolización” –esto es la desconcentración demográfi-
ca desde las metrópolis hacia otras localidades de menor
porte– en relación con la denominada “crisis global del
cuidado” (Durán, 2011). A partir de la aplicación y el pro-
cesamiento de un cuestionario a mujeres que abandonaron
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la última década
con destino a localidades medianas o pequeñas de la pro-
vincia de Buenos Aires y cuyos resultados iniciales pone en
diálogo con información estadística construida tanto por
organismos multilaterales internacionales como por los de
nivel nacional y metropolitano, la autora nos muestra el
modo en que procesos reportados a escala latinoamericana
se manifiestan a nivel local. En este argumento, Ferro hace
particular hincapié en el carácter “feminizado” del proceso
de desmetropolización para a partir de esta constatación
reflexionar acerca del modo en que éste arroja luz sobre
el lugar central que las prácticas de cuidado –que recaen,
como bien se sabe, de forma desproporcionada sobre las
mujeres– y las configuraciones, posibilidades y disponibi-
lidades de recursos ligados a ellas tienen a la hora de con-
figurar decisiones acerca del lugar de residencia y de sus
potenciales ventajas para las personas que deciden dar este
paso en beneficio de quienes los roles de género hegemóni-
cos colocan a cargo de ellas.
También el aporte de Guizardi coloca en un lugar cen-
tral la relación entre la movilidad y las prácticas de cuidado
y las responsabilidades reproductivas asignadas desigual-
mente a las mujeres, pero en esta ocasión en relación con
las movilidades transfronterizas entre las tres aglomeracio-
nes de la triple frontera del Paraná (Puerto Iguazú, Foz do
Iguaçu y Ciudad del Este). Haciendo hincapié en el modo

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32 • Fuera de escala

en que las asimetrías estatales entre los tres países colin-


dantes (Argentina, Brasil y Paraguay) generan diferencias de
acceso a derechos básicos –particularmente, a la atención
sanitaria– la autora realiza una síntesis de las principales
experiencias y problemáticas que afectan a las mujeres en
estos territorios. Seguidamente, a partir de un análisis de
interacciones en profundidad con tres interlocutoras, Gui-
zardi reconstruye un modelo nativo –que denomina “cui-
dadómetro”– basado en las caracterizaciones que éstas rea-
lizan de sus experiencias de movilidad transfronterizas, y
de sus interacciones con las administraciones nacionales,
estaduales y locales, y que a partir de la adjudicación y la
cuantificación de las potencialidades del cuidado recibido y
entregado en cada lado de estas fronteras nacionales, con-
figuran una serie de “cadenas transfronterizas del cuidado”
que estas mujeres ensamblan estratégica y tácticamente en
sus prácticas y experiencias.
Finalmente, Nejamkis y Piñeyrúa presentan una carac-
terización de los procesos tematizados en este volumen
colectivo vistos desde el otro extremo, esto es desde las
grandes periferias metropolitanas que reciben a personas
que migran desde localidades de escala mediana o pequeña.
A partir de una propuesta analítica situada en la intersec-
ción entre los estudios de género y la investigación-acción
participativa, las autoras tematizan una migración que, aún
cuando haya dejado de ocupar el lugar prominente que los
estudios sobre modernización, transición urbana y desarro-
llo les reservaran en las décadas del 50’ y del 60’ del siglo
pasado –eclipsada, como suele suceder en la construcción
de agendas de investigación por procesos más novedosos,
inusuales o imprevistos aunque minoritarios– está lejos de
haberse detenido. Volviendo una vez más sobre la femini-
zación de la migración y los imperativos de las prácticas
de cuidado problematizadas en los dos capítulos preceden-
tes, las autoras agregan una tematización explícita de la
dimensión ambiental desde una perspectiva de género a
partir de la singularidad del escenario de su análisis: el Área

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Fuera de escala • 33

Reconquista en el Gran Buenos Aires. De esta manera, y a


partir de la recuperación de la experiencia de la construc-
ción y administración de una encuesta multipropósito que
pone en el foco del análisis en la intersección entre géne-
ro, migración y ambiente, el texto propone pensar algunas
maneras en que se pueden hacer aportes desde las meto-
dologías feministas y participativas a la transformación de
realidades como las que afectan a sus interlocutoras.
Confiamos que la presentación de estas investigaciones
–y a través de ellas de los proyectos y el programa que le
sirvieron de marco de interlocución, debate y análisis– fun-
cione a manera de invitación para todas aquellas personas
que estén interesadas en sumarse a estas áreas y temáticas
de vacancia relativa, para con ello seguir contribuyendo
a la ampliación de un área tan promisoria como fecun-
da para la reevaluación, profundización y reactualización
de algunas de las más productivas agendas de las ciencias
sociales: las de los estudios sobre migraciones y las de la
sociología y la antropología urbanas, especialmente en un
escenario en el cual cuestiones como la crisis climática glo-
bal, o la pandemia de COVID-19 y sus derivaciones lle-
van a muchos actores, tanto dentro como fuera del mundo
académico a reconsiderar la concentración urbana en las
grandes metrópolis.

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1

La conformación de la oferta cultural


de dos ciudades no metropolitanas
de la provincia de Buenos Aires
MELINA FISCHER

Introducción

“Acá pateás una piedra y sale alguien que hace cultura, ya


sea un escritor, un plástico, alguien que hace teatro”. Con
esta frase, un artista de Villa Gesell planteaba la singula-
ridad de su ciudad en cuanto a la “cultura” en el marco
de un evento dedicado a conversar sobre la situación de
la actividad cultural de las ciudades de la costa atlántica
bonaerense1. De esa manera, el artista sintetizaba una apre-
ciación compartida por sus colegas a lo largo de la reunión,
que postula, en este caso a la ciudad de Villa Gesell, como
un lugar con abundantes propuestas culturales y con una
gran densidad poblacional de artistas. Esta misma forma de
comprender a la oferta cultural también la encontraríamos
presente en los relatos de actores de la ciudad de Tandil,
ubicada en centro de la Provincia de Buenos Aires. Ahora
bien, esta imagen de la abundancia de la producción cultural
en estas localidades se distancia del panorama ofrecido por
la literatura sobre ofertas y consumos culturales, que presta

1 Nos referimos al Primer Foro de Cultura de la Costa, un espacio de debate


abierto organizado por un colectivo independiente de la costa argentina que
tuvo lugar en el mes de abril de 2017 en la Casa de la Cultura de Mar Azul.

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52 • Fuera de escala

escasa atención a lo que sucede en las ciudades de pequeña y


mediana escala (Grillo, Papalini, y Benítez Larghi, 2016). En
efecto, la mayor parte de estos estudios se concentran en la
Ciudad de Buenos Aires y otras capitales, lo cual es justifi-
cado por algunos autores por la concentración de industrias
culturales en dichas ciudades (Rotbaum, 2008; Wortman,
2001, 2006). Ahora bien, creemos que este argumento no
debe interpretarse en términos de escasez de actividades
culturales en otros espacios urbanos. Como muestra el Atlas
Cultural de la Argentina elaborado por el SInCA, si bien las
industrias culturales se concentran en los espacios metro-
politanos, el patrimonio cultural, los eventos y actividades
de cultura popular tienen mayores espacios y prevalencia
en las provincias no metropolitanas (Villarino, 2010)2.
En el presente texto nos proponemos contribuir a sal-
dar esta vacancia en cuanto a los estudios sobre ofertas y
prácticas culturales en ciudades no metropolitanas, anali-
zando las formas en que se conforma la oferta cultual de
dos ciudades del interior de la Provincia de Buenos Aires.
Esta reconstrucción parte de una investigación cualitativa
que atiende a la perspectiva de los propios actores y que
busca captar las singularidades que adquiere cada espacio
urbano en cuanto a su actividad cultural, indagando en los
vínculos con las propias características de estas ciudades,
a saber: su escala, sus instituciones, sus actividades eco-
nómicas, sus repertorios identitarios, el signo político de
los gobiernos locales, los públicos de las propuestas, entre
otras dimensiones3.

2 El autor clasifica como provincias metropolitanas a aquellas más pobladas y


con mayor nivel de desarrollo económico (Ciudad de Buenos Aires, Córdo-
ba, Santa Fe y Provincia de Buenos Aires), mientras que las no metropolita-
nas refieren al resto de las provincias argentinas, menos pobladas, con
menor desarrollo económico (Villarino, 2010).
3 Este trabajo se enmarca en una investigación doctoral, financiada con una
beca de CONICET, sobre prácticas y consumos culturales en las menciona-
das ciudades no metropolitanas. Como hemos mencionado, la investigación
se basó en un abordaje cualitativo y, en dicho marco, durante el período
2015-2019, realizamos 28 entrevistas semiestructuradas a diversos actores,

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Fuera de escala • 53

¿Qué entendemos por ciudades no metropolitanas? Sin


adentrarnos en discusiones acerca de cómo definir a la
escala de las ciudades, en este trabajo, al referirnos a los
espacios urbanos no metropolitanos, queremos dar cuenta
de aquellas ciudades de escala pequeña y mediana que se
encuentran alejadas de los grandes centros urbanos (como
el AMBA o las ciudades capitales de Córdoba y Rosario)4,
justamente aquellos donde se concentra la investigación
sobre ofertas, prácticas y consumos culturales.
Comencemos ahora a conocer brevemente a las ciuda-
des que analizaremos. En primer lugar, Villa Gesell, funda-
da en el año 1931, es una ciudad de alrededor de 37.000
habitantes ubicada en la Provincia de Buenos Aires, sobre
las costas del Mar Argentino, a una distancia de 370 km de
la Ciudad de Buenos Aires5. Se trata de una ciudad turística,
basada en el modelo de “sol y playa”, que recibe una gran
cantidad de turistas durante la temporada de verano (del 15
de diciembre al 15 de marzo), cuya afluencia puede alcanzar
al millón y medio de visitantes (Noel, 2020a). De esta forma,
la vida de los habitantes de esta ciudad está atravesada por
una temporalidad que divide al año en dos partes: por un
lado, la temporada de verano; y por el otro, el resto del
año, muchas veces llamado “invierno” pese a abarcar más
estaciones del año (otoño y primavera)6. Así, durante los

más de 40 observaciones en espacios y eventos culturales y análisis de


numerosas fuentes secundarias.
4 Si bien la academia también estila utilizar el término de ciudad intermedia
para este tipo de ciudades, hemos decido no utilizar dicho concepto, ya que
acarrea toda una discusión acerca de cómo definir a dichas ciudades. Así,
mientras algunos estudios optan por un criterio numérico (es decir, la canti-
dad de habitantes), otros trabajos dan primacía al rol de intermediación que
cumplen estas ciudades. Para profundizar en esta discusión, ver Noel (2017)
y Vapñarsky (1995).
5 El partido se compone de cuatro localidades: Villa Gesell, Mar de las Pam-
pas, Las Gaviotas y Mar Azul.
6 Como destaca Noel (2013: 6), “los geselinos dividen el año en dos estaciones
denominadas “la temporada” y “el invierno” y separadas por dos períodos
más o menos liminales sin límites definidos. Así, en su formulación actual
“la temporada” se extiende aproximadamente entre mediados de Diciembre

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54 • Fuera de escala

meses de la temporada estival el número de personas que


circulan por la ciudad aumenta de manera exponencial, lo
cual afecta casi todos los espacios por los que los habitantes
transitan diariamente, así como a la oferta cultural de la
ciudad y las posibilidades de apropiación de la misma por
parte de sus residentes.
Tandil, por su parte, es una ciudad más antigua, cuyos
orígenes se remontan al año 1823 cuando se comenzó la
construcción del Fuerte Independencia como parte de la
campaña de la Provincia de Buenos Aires de desplazamien-
to de la población aborigen hacia el sur del país con el fin
de alcanzar un dominio efectivo sobre dicho territorio e
incorporar tierras fértiles que permitan la expansión de la
producción y exportación de productos pecuarios (Ratto,
2013). Se ubica en el centro de la provincia, a una distancia
aproximada de 350 km de la Ciudad de Buenos Aires y tie-
ne una población casi cuatro veces mayor que Villa Gesell,
compuesta por 134.000 habitantes. Asimismo, en cuanto
a su composición poblacional, también debemos destacar
que esta ciudad tiene una mayor proporción de población
joven respecto con Villa Gesell, ya que cuenta con la pre-
sencia de la Universidad Nacional del Centro de la Provin-
cia de Buenos Aires (UNICEN)7. Ello no solo supone que
sea menor la proporción de jóvenes que abandonan la ciu-
dad para realizar estudios universitarios, sino que la ciudad
también atrae a jóvenes de ciudades vecinas. En cambio,
en el caso de Villa Gesell, muchos jóvenes se trasladan a
Mar del Plata8 o al Área Metropolitana de Buenos Aires

y mediados de Febrero, y “el invierno” entre el Domingo de Pascua y el fin


de semana largo del 12 de Octubre. Los periodos intermedios no tienen
un nombre específico, y pueden adosarse a la “temporada” –sobre todo el
comprendido entre Octubre y Diciembre o al “invierno”– en particular el
que va desde mediados de Febrero a Semana Santa”.
7 La Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, es una
universidad pública creada en el año 1974. Su sede central se ubica en Tandil
y cuenta otras dos sedes en las ciudades de Azul y Olavarría.
8 Mar del Plata es una ciudad ubicada en la costa atlántica bonaerense. Tiene
una población aproximada de 650.000 habitantes. Se encuentra a una dis-

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Fuera de escala • 55

cuando finalizan la escuela secundaria con el fin de con-


tinuar con estudios superiores9. Si bien Tandil también es
una ciudad turística, no se trata de un turismo estacional, a
la vez que es centro de otras actividades económicas como
de índole industrial, agropecuaria, producción de quesos y
chacinados, entre otras.
Como puede verse, cada ciudad presenta sus propias
particularidades, lo que nos permite realizar una compara-
ción por medio de contrastes y contradicciones, es decir, una
comparación que en lugar de realizarse con casos semejan-
tes, busca establecer contrastes con lo contrario o diferen-
te (Da Matta, 1997). Por ello, a lo largo del texto iremos
haciendo numerosas comparaciones entre nuestras ciuda-
des, de forma que las características de cada lugar nos per-
mitan, a su vez, alumbrar las singularidades de cada espa-
cio urbano.
Hecha esta introducción, en el siguiente apartado abor-
daremos el peso de las distintas instituciones y espacios
culturales en la conformación de la oferta cultural de cada
ciudad. Luego, en un segundo apartado analizaremos la
influencia que tiene el turismo y los públicos en la actividad
cultural de estas ciudades, seguiremos con un apartado des-
tinado a estudiar el vínculo de los espacios culturales con el
patrimonio y, finalmente, cerraremos el capítulo con unas
breves conclusiones.

Las instituciones y los espacios culturales

En este apartado intentaremos brindar un panorama acerca


del tipo de instituciones y espacios culturales que predo-
minan en las ciudades no metropolitanas estudiadas. En

tancia aproximada de 100 kilómetros desde Villa Gesell y de 170 kilómetros


desde Tandil.
9 Villa Gesell sólo cuenta con oferta educativa terciaria, por ejemplo, en traba-
jo social, música popular o un profesorado de enseñanza primaria.

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56 • Fuera de escala

primer lugar, debemos señalar que una parte significati-


va de la actividad cultural de estas ciudades depende de
sus respectivos gobiernos municipales, los cuales gestionan
sus propios espacios y actividades culturales, a la vez que
apoyan al desarrollo de la actividad de los artistas y pro-
ductores culturales locales. Ahora bien, como nos propone-
mos mostrar a continuación, el peso que adquiere el Estado
municipal en cuanto a la generación y apoyo de activida-
des culturales presenta sus diferencias en cada una de las
ciudades analizadas.
Comenzado por Villa Gesell, esta localidad cuenta con
una Secretaría de Cultura, Educación y Deportes, de la
cual dependen tres museos (el Museo Histórico Municipal,
el Museo de los Pioneros y el Museo y Archivo Históri-
co Municipal del Veterano de Guerra de Malvinas, todos
ubicados en el predio denominado Pinar del Norte), dos
casas de la cultura (una en Villa Gesell y otra en Mar
Azul), tres centros culturales (los centros culturales Chalet
de Don Carlos, Pipach y Homero Manzi) y dos talleres de
arte (Taller de Arte para la Ciudad y el Taller Municipal
de Cerámica). Mientras que todos estos espacios funcionan
durante todo el año, la Secretaría cuenta además con otra
serie de espacios de temporada de verano: un anfiteatro al
aire libre donde se realizan conciertos corales, dos ferias
de artesanías y manualidades, a la vez que gestiona tam-
bién la actividad de los artistas callejeros sobre la peatonal
de la Avenida 310.
Asimismo, una de las actividades más importantes que
tiene bajo su órbita esta Secretaría se vincula con su amplia
oferta de cursos y talleres gratuitos que se ofrecen durante

10 Es una de las calles principales de la ciudad, donde se ubican locales de venta


de ropa, videojuegos, restaurants, entre otros. Asimismo, durante las noches
de temporada de verano, esta avenida se convierte en peatonal entre los
Paseos 104 y 108, siendo el escenario de numerosos artistas callejeros (por
ello esta peatonal es conocida localmente como “el teatro más largo del
mundo”).

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Fuera de escala • 57

los meses de “invierno”, es decir, entre marzo y noviembre11.


Si bien en los inicios del área de Cultura la oferta de los
talleres se centralizaba en la Casa de la Cultura de Villa
Gesell, con el tiempo se fue expandiendo a otros espacios,
tanto propios de la Secretaría de Cultura como de orga-
nizaciones comunitarias o privados que “prestan” su espa-
cio a cambio de un canje de impuestos municipales12. De
igual manera, al analizar las propuestas de esta secretaría, es
posible ver que busca priorizar en sus ofertas a los artistas
locales (por ejemplo, brindando espacios para sus propues-
tas), así como a mostrar la historia y la “identidad” local
(especialmente a través de sus museos).
En virtud de estas características de la gestión cultural
municipal, hemos encontrado que los artistas o responsa-
bles de otros espacios culturales no municipales, evalúan
a la Secretaría de Cultura como un espacio abierto a sus
propuestas. No obstante, varios de nuestros informantes
también han señalado críticamente que esta receptividad
hacia sus iniciativas no es acompañada por una evaluación
de la calidad de las mismas, lo cual no contribuiría a darle
un carácter profesional a las actividades culturales de los
espacios municipales. De igual manera, señalan que si bien
el municipio recibe las propuestas de los artistas locales,
su apoyo se limita a facilitar el espacio sin contribuir en
la difusión de las actividades o en generar estrategias para
obtener públicos.
Ahora bien, en el caso de Villa Gesell, si bien las activi-
dades culturales dependen en gran medida de la Secretaria
de Cultura, Educación y Deportes, también encontramos

11 La Secretaría de Cultura, Educación y Deporte de Villa Gesell ofrece cada


año alrededor de 90 cursos gratuitos y cuenta aproximadamente con 5.000
alumnos.
12 Es una práctica por medio de la cual propiedades que se encuentran vacías o
con espacios disponibles fuera de la temporada de verano, ceden el uso del
espacio al municipio para la realización de talleres. Como contraprestación,
son eximidos del pago de ciertas tasas municipales. Entre estos espacios
podemos mencionar hoteles, comercios, iglesias, centros culturales, entre
otros.

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58 • Fuera de escala

que hay ciertos espacios, actividades y espectáculos cultura-


les que son manejados o trabajados de manera conjunta con
la Secretaria de Turismo. En efecto, al tratarse de una ciu-
dad turística, muchas actividades culturales son gestionadas
por dicha secretaría, en la medida en que se las considera un
atractivo para el visitante así como un recurso para “atraer-
lo”. Así, hay una serie de espacios municipales gestionados
por la Secretaría de Turismo, en los que suelen tener lugar
diversos espectáculos durante la temporada de verano o
ciertas fechas turísticas como fines de semana largos, que
son presentados como parte de la agenda cultural en la
folletería oficial de información turística: la Plaza Primera
Junta, el Parador Turístico de Mar de las Pampas, el Teatro
Municipal y el Polo Cultural “Antigua Terminal”. En este
sentido, esta secretaría se orienta a brindar espectáculos
en escenarios más masivos y sitios de ubicación estratégica
como la playa o la Plaza Primera Junta (en pleno centro
de la ciudad), a traer espectáculos de bandas y artistas de
reconocimiento nacional o internacional y a organizar y
promocionar las fiestas locales13.
La ciudad de Tandil, por su parte, cuenta con una
Subsecretaría de Cultura y Educación, en cuya órbita se
encuentra la Dirección de Cultura. En cuanto a los espacios
dependientes de esta subsecretaría se encuentra, en primer
lugar, el Museo Municipal de Bellas Artes (MUMBAT), uno
de los espacios culturales municipales más antiguos de la
ciudad (inaugurado en 1937), que ocupa un lugar central
dentro de la Dirección de Cultura y que, igualmente, ha
sido el espacio municipal más nombrado y reconocido por
nuestros entrevistados. Asimismo, la subsecretaría gestiona
otros espacios ilustres como el Salón Blanco del Palacio
Municipal (inaugurado en 1920) que se utiliza para con-
ciertos corales, así como la Casa de la Cultura (edificio de

13 Entre ellas, la Fiesta Nacional de la Diversidad Cultural, la Chocogesell, La


Fiesta de Santiago Apóstol, la Fiesta de la Virgen de Copacabana, entre
otras.

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Fuera de escala • 59

estilo francés, construido entre los años 1912 y 1918) donde


se emplaza la Subsecretaría de Cultura y Educación con su
administración y programas dependientes del área. Tam-
bién esta Subsecretaría cuenta con una Casa de la Historia
y de la Cultura del Bicentenario14, dos teatros (el Teatro
de la Confraternidad Ferroviaria y el Teatro del Fuerte), el
Taller de picapedreros y escultores, un mercado de pulgas
que funciona en una plaza los domingos (“San Juan Bosco”),
el Mercado Artesanal Tandil y un centro cultural (Centro
cultural y social Salón San Pacífico). A su vez, de la Sub-
secretaría de Cultura y Educación dependen una serie de
escuelas municipales de arte (Escuela de Música Popular,
Escuela de Artes Visuales, Escuela de Artes y Oficios, Escue-
la Municipal de Danzas).
Al igual que en el caso de Villa Gesell, el municipio
de esta ciudad también organiza algunos eventos o fiestas
populares, con la diferencia de que, en este caso, no es el
único o principal organizador. Así, muchos de estos even-
tos son organizados de manera conjunta con la UNICEN,
con espacios culturales o productoras de eventos, así como
con agrupaciones de productores locales (por ejemplo, de
quesos y chacinados).
Una diferencia importante respecto con Villa Gesell, es
que aquí no hemos encontrado un rol activo por parte del
área de turismo en la gestión cultural, más allá de la difusión
de las actividades culturales en su grilla de eventos (disponi-
ble en la página web así como en las oficinas de información
turística de la ciudad), hecho que se vincula con el “perfil” de
la actividad turística en esta ciudad centrado en el contacto
con la “naturaleza” y la búsqueda de tranquilidad.
Por otro lado, en esta localidad los espacios munici-
pales no constituyen las primeras referencias de nuestros

14 Dicho espacio nace en el año 2013 del programa del Estado Nacional “Casas
de la Historia y la Cultura del Bicentenario”, el cual financió un 40 por cien-
to de la obra, mientras que el 60 por ciento restante fue cubierto por el
gobierno local.

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60 • Fuera de escala

entrevistados al momento de hablar de las actividades cul-


turales de su ciudad. En contraposición, una de las primeras
instituciones mencionadas por los actores es la UNICEN,
en particular los espacios culturales que dependen de ella: la
Facultad de Arte, el Teatro La Fábrica y el Centro Cultural
Universitario (así como el espacio INCAA15 que funciona
allí) . En este punto, es importante mencionar que las uni-
versidades nacionales se financian con una porción del pre-
supuesto nacional que es aprobado cada año en el Congreso
de la Nación, de forma que disponen de una importante
magnitud de recursos, la cual se torna aún más significa en
el caso de un municipio de una ciudad no metropolitana16.
Por otro lado, mientras que encontramos una percepción
acerca del municipio de Tandil como una instancia que apo-
ya de forma desigual a las distintas actividades o actores
culturales, la UNICEN, en contraposición, es presentada
por nuestros informantes como una institución más accesi-
ble y que colabora con las diversas propuestas locales.
Asimismo, la ciudad de Tandil cuenta con una serie de
institutos terciarios de arte que dependen de la Provincia
de Buenos Aires (el Instituto del Profesorado de Arte Tandil
Escultor Carlos Allende, el Conservatorio de Música Isaías

15 Los espacios INCAA son salas de cine ubicadas en distintas localidades del
país que dependen del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales
(INCAA). Las mismas fueron creadas a partir del año 2004, cuando la Ley N°
17.714 crea el Programa Espacios INCAA, con el propósito de “garantizar la
exhibición de las producciones cinematográficas argentinas [...] en todo el
territorio nacional”, entre otros (Ley N° 17.714).
16 Para ejemplificar el peso que tiene el financiamiento de la UNICEN, toma-
remos los datos del año 2020, en el cual el presupuesto asignado a dicha uni-
versidad fue de $2.995.585.972 -equivalente a USD 42.430.396 (El cálculo
se ha realizado con la cotización promedio del dólar estadounidense del
2020: $70,6)-. Para ese mismo año el presupuesto municipal fue de
$4.392.128.366,3 (equivalente a USD 62.211.500), de manera que el presu-
puesto de la universidad representa casi una séptima parte del presupuesto
municipal para el mismo año. Ahora bien, si consideramos que a la Secreta-
ría de Gobierno de la cual depende la Subsecretaría de Cultura y Educación
le corresponde un 11,6% del presupuesto municipal, se puede comprender
cómo el presupuesto que dispone la Universidad supera ampliamente los
recursos municipales disponibles para cultura y educación.

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Fuera de escala • 61

Orbe y la Escuela Provincial de Cerámica). La importancia


de todas estas instituciones de formación en arte radica no
sólo en que promueven el desarrollo de los artistas locales y
de actividades propias, sino que propician también el desa-
rrollo de públicos para las ofertas locales, al generar grupos
de personas interesadas en el “arte” y la “cultura”. Asimis-
mo, como destacan frecuentemente nuestros informantes,
la presencia de estos espacios formativos contribuyen a la
profesionalización de la actividad cultural en la ciudad, no
sólo a partir de la formación de profesionales en arte sino
también por los efectos que tiene más allá de sus institu-
ciones (por ejemplo, profesionales que siguen formando a
otros artistas o que llevan su conocimiento a sus equipos,
lo que genera, a su vez, una competencia de cierto “nivel de
profesionalidad”). Esto implica una diferencia respecto del
caso de Villa Gesell, donde la presencia de instituciones de
formación universitaria y terciaria con orientación en arte
es mucho menor, existiendo solo una extensión de la Escue-
la de Arte de General Madariaga17, que ofrece formación
en música popular. La falta de estas instituciones también
implica que los artistas locales o bien se hayan formado de
manera amateur o que hayan desarrollado sus trayectorias
profesionales en otras ciudades.
Otra característica sobresaliente de la oferta cultural
de Tandil es la presencia de varias salas de teatro no
comercial. En este sentido, además de la oferta del Tea-
tro La Fábrica dependiente de la universidad, así como
de los dos teatros municipales, la ciudad cuenta con
otras dos salas de teatro independiente: el Club de Tea-
tro y el Teatro Bajosuelo. Nuevamente, aquí podemos
ver el efecto de la presencia de la Facultad de Arte, en
particular sus carreras de grado y posgrado en teatro,

17 La Escuela de Arte de General Madariaga, dependiente del Ministerio de


Educación de la Nación, comenzó a funcionar como Conservatorio de
Música en el año 1989, hasta que se convirtió en Escuela en el año 1996. El
profesorado en música popular que se dicta en el anexo de Villa Gesell fue
creado en el año 2003.

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62 • Fuera de escala

en la generación de espacios y actividades teatrales. En


este sentido, la situación en cuanto a salas de teatro
difiere también del panorama de Villa Gesell, en tan-
to esta ciudad no cuenta con espacios específicamente
dedicados a esta actividad durante todo el año, sino
que estos espacios funcionan durante la temporada de
verano, cuando, además del mencionado Teatro Muni-
cipal, abre una sala de teatro independiente (La Casa
de los Artistas) y dos salas de teatro comercial (Teatro
Gesell Plaza y Teatro San Martín).
En cuanto al cine, tanto Villa Gesell como Tandil
cuentan una sala de cine comercial, mientras que Tandil
cuenta además con una sala del Espacio INCAA que
ofrece cine nacional a precios “accesibles” y que es
mencionado como el cine predilecto por muchos de
nuestros informantes.
Otra diferencia respecto de la oferta cultural de estas
ciudades es que Tandil cuenta con una galería de arte y
otros espacios de arte de gestión privada, mientras que en
Villa Gesell no encontramos estos espacios, sino talleres
de artistas individuales que tienen sus puertas abiertas al
público y que, en muchos casos, se organizan colectivamen-
te en una serie de “rutas culturales”. Estos mapas o rutas de
“cultura”, “arte” y “artesanías” son iniciativas de grupos de
artistas independientes que elaboran un recorrido por sus
propios talleres u otros espacios culturales que se encuen-
tran ubicados cerca unos de otros y que, en su mayoría, no
están incluidos en los clásicos mapas de atractivos cultu-
rales que ofrece la Secretaría de Turismo18. Así, estas rutas
culturales pueden ser entendidas como estrategias de los
artistas locales, caracterizables por lo que algunos autores

18 A grandes rasgos, estas rutas consisten en un folleto, que está disponible en


las oficinas de turismo, con un mapa que señaliza cada uno de los espacios y
detalla su ubicación. En algunos casos comparten un horario de atención y
cuentan con una señalización en sus locales para mostrar la pertenencia al
recorrido en cuestión. También, en algunos casos, difunden estos recorridos
a través de páginas en redes sociales y medios locales.

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Fuera de escala • 63

llaman emprendedurismo (Vargas y Viotti, 2013), para dar a


conocer sus espacios y obras.
En cuanto a otros espacios como museos y centros
culturales, podemos ver que Villa Gesell sólo cuenta con
sitios municipales de esta clase (lo cuales ya han sido men-
cionados). En contraposición, Tandil, además de los espa-
cios municipales, cuenta con un museo histórico gestionado
por una organización sin fines de lucro (el Museo Histó-
rico Fuerte Independencia Tandil), así como un Museo de
vehículos de época y un Museo de Arte Religioso que fun-
ciona en la Parroquia Santísimo Sacramento. Asimismo, la
ciudad de Tandil cuenta con dos centros culturales ubicados
en el Barrio de la Estación (El Centro Social y Cultural La
Vía y el Centro Cultural La Compañía).
También Tandil se caracteriza por la mayor presencia
de bibliotecas populares: mientas que en Villa Gesell encon-
tramos dos de estos espacios, Tandil cuenta con catorce
bibliotecas populares, la mitad de cuales fueron fundadas
en el primer tercio del Siglo XX, es decir, en una época
de crecimiento de este tipo de instituciones barriales, tanto
por iniciativas de grupos de vecinos como de otras insti-
tuciones como el Partido Socialista (Gutiérrez y Romero,
1995). En este sentido, la mayor antigüedad de la ciudad de
Tandil y las actividades económicas que se desarrollaron en
sus diversos momentos históricos (como la actividad pica-
pedrera, agropecuaria, ferroviaria, etc.), son elementos que
han contribuido a la emergencia de este tipo de espacios.
Asimismo, encontramos que en ambas ciudades existen
organizaciones de la sociedad civil dedicadas a proyectos
culturales, desde agrupaciones de artistas, ONGs ambien-
talistas, casas y centros de jubilados que a priori (sin ana-
lizar sus actividades) no habríamos considerado “cultura-
les”, pero resultaron ser espacios donde ocurre parte de la
actividad cultural de la ciudad y, por eso mismo, también
fueron nombradas por nuestros entrevistados al hablar de
las actividades y propuestas de sus ciudades. De la misma
manera, en ambas localidades existen otra serie de espacios

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64 • Fuera de escala

que, en principio, no tienen como principal finalidad gene-


rar ofertas o actividades culturales como bares, cervece-
rías, boliches e incluso casas, galpones o quintas privadas
(lo que algunos informantes llamaban “movidas por deba-
jo de la mesa”), en los que suelen tener lugar recitales de
bandas o artistas de diverso reconocimiento, estilo y poder
de convocatoria.
Así, en términos generales, puede verse que en la con-
formación de la oferta cultural de estas ciudades hay una
hibridación entre la gestión municipal, universitaria, priva-
da, comunitaria y de las organizaciones sin fines de lucro.
Ahora bien, uno de los puntos que diferencia a la gestión
de la actividad cultural entre Villa Gesell y Tandil se vincula
con la cantidad y variedad de actores e instituciones que
es posible encontrar en cada ciudad y, en consecuencia, los
recursos de los que se dispone para dedicar a la cultura,
así como la sinergia que se puede producir al combinar la
acción de estos actores entre sí. Así, en Villa Gesell veíamos
una gran centralización de la actividad cultural en manos
del municipio, de forma que los demás actores tienen una
dependencia mayor respecto del apoyo que le puede brindar
el Estado municipal. Al contrario, en el caso de Tandil, veía-
mos que si bien el rol del municipio es considerado menos
relevante, tiene mucha presencia la UNICEN con sus diver-
sos espacios y áreas, así como espacios privados, produc-
tores independientes y organizaciones comunitarias. Esto
no es sólo una ventaja para la generación de actividades
culturales por la mayor diversidad de propuestas y recursos
disponibles, sino también por la asociación que se produce
entre estos actores.
Finalmente, cabe mencionar que ambas ciudades com-
parten la menor presencia de ofertas de índole masiva e
internacional, las cuales suelen concentrarse en los gran-
des centros urbanos. Por ello, los residentes locales tienden
a mencionar este tipo de oferta como una carencia local
y, en algunos casos, postulan la necesidad de trasladarse a

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Fuera de escala • 65

otras ciudades para apropiarse de este tipo de actividades


(Moguillansky y Fischer, 2017).

Los vínculos de la actividad cultural con el turismo


y los públicos

Como hemos esbozado en el precedente apartado, una de


las grandes diferencias entre nuestras ciudades se vincula
con la influencia que ejerce el turismo sobre la actividad
cultural local. Así, en la ciudad de Villa Gesell, se destaca
el hecho de que su oferta cultural tiene una gran variación
entre la temporada de verano y el “invierno” debido, en
principio, a la estacionalidad de su actividad turística. Así,
durante la temporada de verano, la oferta cultural resulta
más abundante, tanto en cuanto a las propuestas y espacios
existentes así como en lo que refiere a días y horarios de sus
ofertas (de lunes a lunes, con actividades repetidas en varios
horarios). Una parte de esta oferta veraniega es de carácter
más masivo y mainstream (como el teatro comercial y ciertos
espectáculos musicales de artistas reconocidos) así como de
carácter privado o impulsado por la Secretaría de Turismo.
Asimismo, en esta época también se expande la actividad
de artistas y artesanos locales o foráneos, a partir de los
anfiteatros al aire libre, los espectáculos callejeros y los
diversos paseos de artesanos. En general, estas propuestas
tienden a ubicarse en zonas céntricas y turísticas, tanto de
la localidad de Villa Gesell como de las localidades del sur
del partido (en especial, Mar de las Pampas). Por su parte,
como ya hemos señalado, por fuera de la temporada de tem-
porada de verano, la oferta cultural queda centrada en gran
medida en los espacios y actividades culturales municipales,
con especial énfasis en los talleres y cursos que ofrece el
municipio de forma gratuita a través de su Secretaría de
Cultura, Educación y Deportes. Así esta última secretaría
supone principalmente al residente como destinatario de

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66 • Fuera de escala

sus políticas culturales, a diferencia de lo que sucede Secre-


taría de Turismo, cuyas actividades culturales están orien-
tadas hacia el turista. Incluso, en relación a estas diferentes
orientaciones de las políticas culturales de estas secretarías,
hemos encontrado en nuestra investigación algunas tensio-
nes entre sus propuestas, por ejemplo, cuando actividades
orientadas a públicos masivos, con sus grandes escenarios
y sonidos elevados, dificultan el desarrollo de una actividad
de pequeña escala que se tiene lugar a metros de la otra.
Por su parte, en Tandil, como ya hemos mencionado,
con su paisaje serrano y diversos puntos de atracción turís-
tica19 constituye un destino turístico durante todo el año
(Calvento, 2011) y sus ofertas culturales no se ven afec-
tadas significativamente por la actividad turística. Al con-
trario, en esta localidad la mayoría de las propuestas están
orientadas hacia los residentes locales. Ello se evidencia,
por ejemplo, en la ubicación de los espacios culturales, lo
cuales se concentran en la zona céntrica de la ciudad, que es
justamente transitada mayormente por los residentes loca-
les, mientras que el turista tiende a hospedarse y circular
en las zonas cercanas a las sierras, buscando descanso y
tranquilidad.
Ahora bien, ello no significa que el turismo no inter-
venga de otras maneras en el desarrollo de la actividad
cultural local. En este sentido, hemos encontrado una per-
cepción generalizada de que, desde el municipio, se apoya
de manera muy desigual a las diversas actividades y eventos.
Según nuestros entrevistados y diversas fuentes, el gobierno
municipal tendría a priorizar aquellas actividades que coin-
ciden con cierta imagen de la ciudad, otorgándole mayores
beneficios a las actividades ubicadas en los sitios turísticos,
así como a los eventos capaces de captar públicos masivos.
En ese sentido, las actividades más “barriales” o periféricas,

19 Por ejemplo, el Cerro y la Piedra Movediza, el Parque Independencia, El


Calvario, El Centinela, la Reserva Natural Sierra del Tigre o el Lago de Fuer-
te.

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Fuera de escala • 67

o vinculadas con ciertos consumos identitarios (como el


rock), serían las que o bien reciben poco o nulo apoyo, o
directamente, topan con obstáculos que serían “puestos” de
forma intencional para frenar su desarrollo20. En este mis-
mo sentido, algunos eventos que cuentan con el impulso del
municipio también son aquellos vinculados a la producción
de quesos y chacinados21, que constituye uno de los “atrac-
tivos” de la ciudad que la hacen conocida en la actualidad
(Kaczan y Sánchez, 2015).
Ahora bien, debemos mencionar como excepción a la
escasa influencia del turismo en las propuestas culturales al
fin de semana largo de Semana Santa (es decir, la celebra-
ción cristiana de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo),
momento en el que la ciudad atrae un número significativo
de turistas en virtud de sus atractivos vinculados al turismo
religioso22. Así, desde el año 1970 el MUMBAT organiza
el Salón de Arte Sacro durante Semana Santa en el cual
se exponen obras “de connotación espiritual”; el Museo de
Arte Religioso tiene asimismo en dicha fecha una muestra
especial; y, en el Anfiteatro Municipal “Martín Fierro”, tiene

20 En esta instancia, cabe mencionar que Tandil, al igual que Villa Gesell, ha
desarrollado desde principios de la década del dos mil su propia marca-
ciudad. En particular, desde los comienzos de la gestión del intendente
Miguel Lunghi en el año 2003, se comienza a promocionar a la ciudad bajo
el eslogan “Tandil, Lugar Soñado” que “implicó asociar a Tandil con la ima-
gen de un lugar donde se preservan las pequeñas escalas y la tranquilidad,
pero que otorga servicios y atención calificada” (Calvento y Colombo, 2009:
273). Sobre esta base, es factible pensar que esta imagen general de la ciudad
funciona para la gestión municipal como una especie de filtro para apoyar o
no a ciertas actividades culturales, siendo más favorecidas aquellas propues-
tas que más se acerquen a esa idea de tranquilidad y calidad.
21 A modo de ejemplo podemos mencionar la Fiesta del Salame y el Cerdo, la
Fiesta del Queso Tandilero o el encuentro del Folclore y el Salame Tandilero
en el marco del Festival de la Sierra.
22 Tandil cuenta con un Calvario (ubicado en el Monte Calvario) que fue cons-
truido entre el año 1940 y 1943. El mismo constituye un gran atractivo para
el turismo religioso. Como señala Capristo (2018: 81) dicho “Clavario está
considerado tercero en el orden internacional como uno de los lugares de
interés turístico más importantes y se conceptúa por sus características úni-
cas en América y quizás en el mundo. Durante la Semana Santa de cada año
se congregan personas de todo el país y del exterior”.

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68 • Fuera de escala

lugar cada año durante dicho fin de semana un espectáculo


sacro llamado “Jesús, el nazareno”, en el cual se recrea la
Pasión y muerte de Jesucristo.23.
En este punto resulta interesante preguntarnos a qué
se deben estas diferencias entre las dos ciudades, más allá
del carácter estacional o no de la actividad turística. En
otras palabras, por qué en Villa Gesell el turista sí resulta
un destinatario de las propuestas culturales de la temporada
de verano (mientras que en Tandil sólo se lo considera de
esa forma muy excepcional). Una primera razón se vincu-
la con el “perfil” turístico de estas ciudades. Así, en Tan-
dil el turismo se orienta al descanso y al contacto con la
“naturaleza”, mientras que Villa Gesell no sólo es conocida
por su atractivo de “sol y playa”, sino también por haber
sido el escenario, entre mediados de los 60 y principios
de los 70, del movimiento contracultural cuyas principales
expresiones fueron el hippismo y el rock nacional (Noel,
2020a, 2020b). En este sentido, como señalan frecuente-
mente nuestros informantes, en especial los artistas y fun-
cionarios municipales, la “cultura” forma parte del “perfil”
turístico de la ciudad de Villa Gesell. Así, ciertas propuestas
culturales como los espectáculos callejeros son una clásica
oferta nocturna de esta localidad durante el verano que sue-
le atraer a numerosos turistas.
En segundo lugar, la escasez de otras actividades eco-
nómicas en Villa Gesell, la hacen especialmente dependien-
te del turismo, de forma que tanto el gobierno municipal
como ciertos actores locales entienden a la cultura como un
factor dinamizador de la actividad turística. En este senti-
do, la cultura aparece como un recurso (Yúdice, 2002), que
puede ser utilizado para promover el desarrollo del turismo
y de la economía local. Este concepto acuñado por Yúdice
implica la invocación de la cultura para resolver proble-
mas que antes correspondían al ámbito de la economía y la

23 Obtenido de https://bit.ly/3zofALr. Ultima fecha de consulta: 30 de agosto


de 2021.

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Fuera de escala • 69

política e implica alegar que la actividad cultural disminuirá


los conflictos sociales y conducirá al desarrollo económico.
Así, encontramos en esta ciudad muchísimas referencias a
la importancia de la “cultura” como un atractivo comple-
mentario al “sol y la playa”, que puede contribuir a fortalecer
a la ciudad en cuanto destino, así como generar beneficios
económicos a los habitantes locales.
Y en tercer lugar, en íntima relación con el argumento
anterior, los propios artistas locales señalan tener dificul-
tades para desarrollar sus actividades durante el “invierno”,
debido a la falta de públicos en dicho momento del año.
De esta forma, sostienen que la temporada de verano sería
el momento más oportuno para visibilizar y ofrecer sus
producciones y obtener ganancias de ellas. En cambio, en
Tandil, de acuerdo a nuestros entrevistados, la oferta cultu-
ral local es exitosa en términos de públicos por parte de la
misma población tandilense que “apoya” a las producciones
locales. En ese sentido, no aparece de forma tan evidente la
necesidad de movilizar a sus propuestas como un atractivo
turístico, como sí sucede en el caso de Villa Gesell. De igual
manera, los actores tandilenses destacan que el éxito de
sus propuestas funcionan como un aliciente para continuar
produciendo o abriendo espacios culturales, de forma que
el público retroalimenta a la producción cultural local.
De esta forma, Villa Gesell se diferencia de Tandil
por la variación de su oferta cultural entre la tempo-
rada estival y el invierno, debido a la combinación de
su “perfil turístico” con la necesidad de movilizar a la
oferta cultural para el desarrollo turístico y económico
de la ciudad y de sus artistas.

Espacios culturales, ¿espacios patrimoniales?

Otro de los aspectos más sobresalientes que hemos encon-


trado en relación a los espacios culturales, se vincula con

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70 • Fuera de escala

el hecho de que muchos de ellos son emplazados en sitios


“patrimoniales”. En este sentido, gran parte de los sitios cul-
turales locales se presentan como espacios patrimoniales,
en virtud de su vinculación con ciertas narrativas histórico-
identitarias que gozan de gran fuerza y legitimidad en cada
localidad. Así, como señala Vera (2015), lo que cobra valor
patrimonial para una sociedad siempre está vinculado al
imaginario social instituido, es decir, a una serie de imáge-
nes, objetos, creencias e historias revestidos de cierta legi-
timidad y que se encuentran consolidadas en el imaginario
colectivo hegemónico.
En algunos casos, dicho carácter patrimonial es otor-
gado de forma oficial por la administración municipal, pro-
vincial e incluso nacional y, en otros casos, forma parte de
los discursos y apreciaciones de los actores. Ello se debe a
que, como señala Prats (2005), los procesos de patrimonializa-
ción abarcan dos construcciones sociales distintas, a la vez
que complementarias: en primer lugar, la sacralización de la
externalidad cultural, es decir, el proceso por el cual se define
un ideal cultural y se excluye a lo que no forma parte de él;
y, en segundo lugar, la activación, es decir, el proceso por el
cual los poderes políticos otorgan valor a ciertos elementos
patrimoniales y actúan de alguna manera sobre ellos. En
este sentido, existen en estas ciudades numerosas referen-
cias al patrimonio, independientemente de que hayan sido
clasificados como tales por parte de sus gobiernos.
Comenzando por Villa Gesell, podemos distinguir en
primera instancia dos repertorios identitarios desarrollados
por Noel (2011a, 2012, 2020a) que son movilizados en la
construcción del patrimonio. En primer lugar, el repertorio
de los pioneros, es una narración histórico-identitaria refe-
rida a los orígenes de la ciudad que hace hincapié en el
carácter excepcional de su fundador (el “Viejo Gesell”) y su
temperamento, así como de los pioneros que lo acompa-
ñaron en la ejecución de su proyecto de forestación de lo
que para 1930 no era más unas cuantas hectáreas de dunas
vírgenes, y en la construcción de las primeras y precarias

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Fuera de escala • 71

infraestructuras de la ciudad. Por su parte, el repertorio del


hippismo, se remonta “la primavera hippie” y refiere al movi-
miento de efervescencia contracultural que habría tenido
lugar en la Villa Gesell de fines de los años 60 y princi-
pios de los 70.
En este marco, es posible ver que aquellos espacios
de la ciudad que fueron claves en el proceso de fundación
de la misma o que estuvieron vinculados con Don Carlos
Gesell y su familia, al igual que aquellos espacios vincula-
dos con la “primavera hippie”, son considerados de forma
casi indiscutida como patrimonio histórico o cultural. En
algunos casos, estos espacios son propiedad del municipio y
funcionan como espacios culturales, mientras que en otros
casos se busca recuperar sitios que han sido “abandonados”
u olvidados en cuanto patrimonio para utilizarlos como
espacios culturales.
Así, a modo de ilustración, podemos mencionar el
Pinar del Norte24, predio en el cual el fundador inició sus
tareas de forestación de la ciudad y construyó sus viviendas,
donde actualmente funcionan el Museo Histórico Munici-
pal25 y el Centro Cultural Chalet de Don Carlos, entre otros
espacios. Otro ejemplo lo constituye el ex acuario de Villa
Gesell, un espacio creado en el año 1971 por iniciativa de
Roberto Gesell, hijo del fundador de la ciudad, el cual cerró
sus puertas en la temporada de 1986/1987 y que, luego de
casi tres décadas de abandono, fue objeto de un proceso de
lucha por recuperarlo, patrimonializarlo y refuncionalizar-
lo como Museo de Ciencias Naturales y centro de rescate
de fauna marina.
Por otra parte, un ejemplo que remite a ambos reper-
torios es el caso del Centro Cultural Pipach26, el cual, por

24 Declarado Paisaje Cultural Protegido a nivel municipal por el Decreto


Municipal Nº1562/04.
25 Declarado Bien de Interés Histórico Nacional por Decreto Presidencial
Nº784/13 en el año 2013.
26 Declarado Patrimonio Histórico Cultural por Ordenanza Municipal
N°1854/02 en el año 2002.

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un lado, se vincula al repertorio de los pioneros, ya que se tra-


ta de un edificio construido por un matrimonio de nobles
húngaros a principios de la década del 50, es decir, aún en
la etapa fundacional de la ciudad; y, por el otro lado, se vin-
cula al repertorio del hippismo, ya que el lugar funcionó como
boliche bailable en la década del 60. Algo similar sucede con
las ferias de artesanías y manualidades (la Feria Artesanal,
Regional y Artística de Villa Gesell27 y la Feria de expre-
siones manuales y Culturales Autóctonas28) que han sido
declaradas patrimonio cultural de la ciudad en la medida en
que se las invoca como herederas del hippismo y del fuerte
desarrollo de la actividad artesanal durante aquél periodo.
Por último, podemos mencionar un tercer repertorio
moral referido a la identidad local vinculado a “lo ecológi-
co” que ha señalado Noel (2011b) para el caso de la localidad
de Mar de las Pampas. Dicho repertorio implica una fuerte
valoración de la “naturaleza”29, del bosque, los árboles, el
mar, la arena y los animales, así como el imperativo de
minimizar el impacto del hombre y sus obras sobre el dicho
“entorno”. En esta línea, hemos encontrado numerosos rela-
tos que dan cuenta de una vinculación entre “naturaleza”
y sitios culturales, de acuerdo a los cuales muchos espa-
cios culturales locales estarían dotados de una semblanza
particular por el hecho de estar situados en medio de la
“naturaleza”. Incluso hemos encontrado que ciertos espa-
cios naturales son considerados como espacios o atracti-
vos culturales por muchos de nuestros entrevistados, como
sucede en el caso del mencionado Pinar del Norte.

27 Declarada Patrimonio Cultural de Villa Gesell por Ordenanza Municipal


Nº2184/08 en el año 2008.
28 Declarada de Interés Cultural por Ordenanza Municipal 2223/08 en el año
2008.
29 Entrecomillamos el concepto de naturaleza en tanto implica una construc-
ción social. Como señala Descola (2005, pp. 96-97) es imposible “trazar una
frontera consensual entre aquello que ataña a la naturaleza y lo que ataña a
la cultura”.

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Fuera de escala • 73

Respecto de Tandil, las narrativas identitarias que orga-


nizan a los espacios culturales se vinculan principalmen-
te con las distintas etapas históricas del desarrollo de la
ciudad. En primera instancia, podemos mencionar la etapa
fundacional de la ciudad, a partir de la construcción del
Fuerte Independencia en 1823 que, como hemos mencio-
nado, formó parte de la campaña de la Provincia de Bue-
nos Aires de desplazamiento de la población aborigen hacia
el sur del país. Este elemento de histórico-identitario tan-
dilense se encuentra presente, por ejemplo, en el Museo
Histórico del Fuerte Independencia así como en el emplaza-
miento de algunos cañones originales del fuerte en ciertos
espacios públicos de la ciudad (como plazas).
En segundo lugar, a fines del Siglo XIX y comienzos
del XX se empieza a consolidar en la ciudad una clase terra-
teniente fuerte, rica y poderosa políticamente a la vez que
se comienzan a establecer una serie de artistas europeos
que se volcaron a la enseñanza y a las artes aplicadas. Ello,
sumado a la necesidad de la élite local de construir idea-
rios modernos, contribuyó al desarrollo de las bellas artes
en la localidad (Suasnábar, 2019). De esta época data el ya
mencionando Museo Municipal de Bellas Artes, así como
la construcción de importantes edificios y palacios de estilo
europeo, por ejemplo, el Palacio Municipal y su Salón Blan-
co, así como el edificio de la actual Casa de la Cultura.
Por otro lado, el desarrollo de esta élite local fue acom-
pañado y estimulado por la llegada del Ferrocarril Sud en
1883, hecho que contribuyó al crecimiento urbano y pobla-
cional de la ciudad y, en particular, del Barrio de La Esta-
ción, donde fueron surgiendo diversos edificios, viviendas
e instituciones barriales. Ahora bien, a partir de la rees-
tructuración del modelo económico inaugurado a partir de
la última dictadura cívico-militar (1976-1983), consolida-
da con las reformas neoliberales de la década del noventa,
se desmantela una gran parte de la red ferroviaria nacio-
nal, incluyendo la estación local, cuyas instalaciones caye-
ron en desuso o comenzaron a deteriorarse por falta de

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74 • Fuera de escala

mantenimiento30. Con el cambio de siglo, algunos espacios


cedieron su uso a organizaciones comunitarias o dependen-
cias municipales, en su mayoría dedicadas a la realización
de actividades artístico-culturales (Silva, 2018)31. De igual
manera, en la última década, han surgido ciertas discusio-
nes y procesos de patrimonialización en torno al barrio y
sus espacios, en un contexto de desarrollo de numerosos
emprendimientos inmobiliarios que, desde la perspectiva
de los vecinos, conducía al “deterioro” del barrio y la “pér-
dida de su fisonomía identitaria” (Silva, 2018: 168).
Asimismo, en forma paralela al desarrollo del ferroca-
rril tuvo lugar la expansión de la explotación minera que
posicionó a la ciudad como un centro picapedrero impor-
tante, consolidando de a poco una incipiente clase obrera en
la zona de Cerro Leones (Suasnábar, 2019). Este pasado de
la actividad minera y picapedrera es movilizada en diversos
espacios y actividades culturales (tales como el Taller Muni-
cipal de Picapedreros y la Fiesta Popular del Picapedrero),
así como en la presencia de la piedra en las fachadas de
ciertos espacios culturales (tal como la Galería Artemio).
Finalmente, como hemos desarrollado en el apartado
anterior, existen una serie de espacios o actividades en la
ciudad vinculados con su identidad religiosa que suelen
tener lugar especialmente para la fecha de Semana Santa.
Esta vinculación de los espacios culturales con el patri-
monio, entendemos que se debe tanto a la legitimidad de

30 Desde entonces, el funcionamiento del tren local fue pasando por diversas
etapas. Por ejemplo, como señala Silva (2018: 168) “entre 2006 y 2012 estu-
vo suspendido el tren de pasajeros, servicio que [...] se encuentra nuevamen-
te interrumpido, desde el 30 de junio de 2016, a raíz de una medida del
gobierno provincial”. Desde entonces, distintos actores políticos vienen
reclamando al gobierno provincial y nacional por el regreso del servicio de
trenes.
31 Así, al momento de nuestra investigación funcionaban en espacios de la
estación de tren o del barrio La Estación, el Taller Municipal de Picapedre-
ros, la Incubadora de arte, el IPAT, el Centro Cultural La Vía, el Centro Cul-
tural La compañía, el Teatro de la Confraternidad y la Biblioteca Juan A. Sal-
ceda.

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Fuera de escala • 75

la que gozan aquellos sitios que son considerados patri-


moniales, como a motivaciones morales vinculadas a la
importancia de transmitir y conservar la identidad local
y, finalmente, a motivos pragmáticos relacionados con las
potencialidades turísticas del patrimonio.

Conclusiones

A lo largo de este texto hemos intentado ofrecer una apro-


ximación a los modos en que se conforma la oferta cultu-
ral de dos ciudades no metropolitanas de la Provincia de
Buenos Aires, analizando de forma comparativa cómo las
características de cada espacio urbano contribuyen a una
particular dinámica de la actividad cultural. Considerando
las múltiples dimensiones que intervienen en esta confi-
guración de la actividad cultural, en este trabajo sólo nos
hemos detenido en algunas de ellas de la forma más concisa
posible, en particular el rol de las instituciones de cada ciu-
dad, la vinculación con la actividad turística y las formas de
comprender al patrimonio.
A modo de síntesis, uno de los principales contrastes
entre las ciudades que estudiamos se vincula con el impacto
que tiene la presencia de una Universidad Nacional no
sólo en el desarrollo de espacios y actividades culturales,
sino también en la generación de artistas, de una actividad
“profesionalizada”, así como en la producción de públicos
para dichas actividades. De esta manera, veíamos que en
Tandil, los actores coinciden en resaltar la importancia de
la universidad y sus espacios en el panorama de la oferta
cultural de la ciudad. En contraposición, el rol del muni-
cipio adquiría menos relevancia, tanto en virtud de sus
espacios y propuestas como en cuanto al apoyo brindado a
los artistas y productores locales para el desarrollo de sus
propuestas. En cambio, en el caso de Villa Gesell, veíamos
que el municipio ocupa un rol preponderante en cuanto a

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76 • Fuera de escala

los espacios y actividades culturales que genera, como en


el apoyo brindado a los artistas locales. La falta de institu-
ciones superiores en arte también constituye una diferencia
respecto de Tandil, que implica dificultades para desarro-
llar una carrera artística profesional en la ciudad, así como
el hecho de que muchas propuestas culturales tengan un
carácter más amateur.
Otra dimensión de importantes contrastes entre Tandil
y Villa Gesell está dada por la influencia que tiene el turismo
en el desarrollo de la actividad cultural. En este sentido,
veíamos que Villa Gesell registra una variación significativa
en su oferta cultural entre la temporada de verano y el resto
del año, debido a la estacionalidad de su actividad turística,
el perfil de la localidad como una “ciudad cultural” y a la
importancia de movilizar a la cultura como un recurso para
el desarrollo turístico y económico.
Por otro lado, hemos visto cómo muchos de los espa-
cios culturales de estas localidades se ubican en sitios con-
siderados patrimoniales en relación con ciertas narraciones
histórico-identitarias propias de cada ciudad, hecho vin-
culado con la legitimidad de estos espacios así como con
argumentos morales y pragmáticos en torno a la impor-
tancia del patrimonio.
Finalmente, resulta pertinente resaltar que nuestro
desarrollo sólo abarcó algunas de las aristas que intervienen
en la formación de la actividad cultural de estas ciudades, de
forma que quedan otros elementos importantes a conside-
rar, entre ellos, la influencia de las orientaciones políticas de
sus gobiernos locales, su continuidad política en el tiempo
(o la falta de ella), su alineación con los gobiernos provin-
ciales y nacionales, etc. No obstante, esperamos que este
capítulo haya contribuido a saldar la vacancia señalada en
nuestra introducción en tono a las actividades culturales en
ciudades no metropolitanas y proporcione algunos elemen-
tos para empezar a comprender sus ofertas culturales.

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2

Entre paraísos e infiernos:


experiencias juveniles en una ciudad
balnearia bonaerense
LUCÍA DE ABRANTES

Introducción

La ciudad de Villa Gesell, emplazada sobre el Litoral Atlán-


tico de la Provincia de Buenos Aires, fue fundada en 1931
por Carlos Idaho Gesell. Una vez que se logró forestar el
territorio, fijar los médanos y desarrollar una incipiente red
comercial y de servicios, un conjunto de familias –proce-
dentes de zonas aledañas y del Área Metropolitana de Bue-
nos Aires (AMBA)– se instalaron en este pueblo costero que
parecía ofrecer diversas oportunidades. Así, la pequeña villa
de veraneo, y sus escasos habitantes, comenzaron a prestar
servicios turísticos “de sol y playa” para aquellos veranean-
tes que elegían las costas bonaerenses para descansar (de
Abrantes, 2018; Benseny, 2011; Noel, 2020).
Más aún, fue recién a finales de la década del sesenta, cuan-
do esta ciudad logóa presentarse masivamente ante la socie-
dad argentina. El factor que la catapultó a la fama no se vinculó
con los folletos turísticos, ni las publicidades en revistas de gran
tirada, ni el conocido eslogan del “balneario que se recomien-
da de amigo a amigo”. Contra todo pronóstico, el evento que
logró colocar a este destino turístico en un lugar destacado de la
vidriera nacional fue el estreno de la película “Los inconstantes”,

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82 • Fuera de escala

de Rodolfo Kuhn1. Esta presentación “en sociedad” marcó, ade-


más, un perfil característico para la villa de veraneo que, des-
de ese entonces, fue considerada “el paraíso de la juventud y las
libertades”. Aunque, como tendremos oportunidad de ver, este
perfil ha ido cambiando, su asociación con la generación juve-
nil trascendió aquel hito para actualizarse, de diversas formas,
hasta nuestros días.
El presente trabajo se propone problematizar esta asocia-
ción estabilizada entre la ciudad balnearia argentina y la juven-
tud, incorporando las voces y experiencias de los jóvenes gese-
linos. En la actualidad, en Villa Gesell viven cerca de 40.000
residentes permanentes, pero cuando llega el verano –entre
diciembre y marzo– la ciudad recibe 2 millones de turistas que
se aventuran a disfrutar sus playas. Desde sus orígenes, la esta-
cionalidad ha marcado la morfología, la especialización econó-
mica y el ritmo de la ciudad. Teniendo en cuenta estas conside-
raciones: ¿cómo viven los jóvenes en un balneario que ofrece,
de manera casi exclusiva, servicios turísticos estacionales? ¿qué
experiencias despliegan en una ciudad de escala media? ¿cómo
se constituyen “sus moratorias sociales y vitales” (Margulis y
Urresti, 1998)? ¿cuáles son sus temores, anhelos y deseos? Y,
finalmente, ¿es Villa Gesell una ciudad para la juventud?
Para responder a este conjunto de interrogantes, esta
investigación se sustenta en un profuso trabajo etnográfico rea-
lizado entre el 2015 y el 2019 en la ciudad de Villa Gesell.
Mediante la incorporación de entrevistas, observaciones, tra-
bajo de archivo y análisis de diversas producciones artísticas
locales, este trabajo explora las oportunidades educativas, labo-
rales y recreativas de los jóvenes geselinos, así como también sus
modos de experimentar la temporalidad rítmica de la ciudad.
Recupera, así, prácticas y representaciones situadas, contrasta

1 Rodolfo Kuhn –cineasta argentino que alcanzó su popularidad en los años sesen-
ta– perteneció a la primera “nueva ola del cine argentino”. Bajo esta etiqueta se
conoció a un conjunto de cineastas dispuestos a romper con ciertas estructuras
estéticas y narrativas instaladas, promoviendo argumentos con contenido social.
También se los conoce por seguir algunas influencias europeas como la nouvelle
vague(Castagna, 1994).

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Fuera de escala • 83

itinerarios biográficos y tensiona perspectivas locales. El objeti-


vo, en última instancia, es comprender por qué esta ciudad osci-
la, para los jóvenes, entre figuras paradisíacas e infernales.

El paraíso de la juventud y las libertades

En 1962 el joven –aunque reconocido– director Rodolfo


Kuhn eligió Villa Gesell como locación para filmar
su segunda película. El argumento del filme se centra
–siguiendo la línea de su producción anterior2– en la his-
toria de un grupo de jóvenes porteños, de clase media,
dispuestos a embarcarse en un viaje que los saque de la
gran ciudad. La disconformidad con sus estilos de vida se
figura como el móvil que los impulsa en la búsqueda de
experiencias liberadoras y, de alguna manera, reveladoras.
En esta síntesis, la playa se ofrece como aquel lugar capaz de
recibirlos, pero también de desatar una serie de prejuicios
que estos jóvenes cargan consigo.
Norma3, una geselina que vivía en Villa Gesell cuando
comenzaron con el rodaje, ante mi pregunta por la elec-
ción del balneario me contó: “Kuhn necesitaba una playa

2 Los jóvenes viejos es el primer largometraje de Kuhn. Esta película, filmada en la


ciudad de Mar del Plata, cuenta la historia de una generación joven y emergente:
“Una generación de apolíticos, demasiado preocupados por su abulia [...]. Pertene-
cientes a sectores medios urbanos, lo que significa que tienen tanto la moratoria
social para ‘aburrirse’ así como los recursos económicos para consumir los más
sofisticados productosculturales” (Labra, 2013: 100).
3 En este trabajo decidí cambiar los nombres propios de las personas entre-
vistadas y sustituirlos por otros ficticios con el objetivo de resguardar la
confidencialidad de los datos. Opté por mantener los nombres reales en
algunos casos particulares y aislados como en aquellas entrevistas realizadas
a algunos funcionarios municipales. Estas personas fueron consultadas,
específicamente, sobre la posibilidad de publicar sus nombres y las ideas que
intercambiamos en el marco de diversos encuentros y todos ellos me han
autorizado a realizar las publicaciones pertinentes. También resulta necesa-
rio indicar que las referencias de las entrevistas que encontrarán en este tex-
to, contienen aquellos datos que, considero, logran otorgar sentido a las
representaciones trabajadas (edad, género, profesión, etc.).

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84 • Fuera de escala

medio desierta, medio paradisíaca, como para crear el cli-


ma, y bueno, Gesell en ese momento era un balneario re
chico y muy poco intervenido”. Según su recuerdo, la fil-
mación fue todo un evento para la población local: “tuve
la suerte de conocer a todos esos famosos. Fue todo un
evento. Imaginate: éramos, no sé, cinco mil habitantes […]
algunos geselinos fueron extras en la película” (Norma, 68
años, ama de casa).
La historia de los protagonistas –que luego de partici-
par de una insípida fiesta porteña deciden “desintoxicarse
en la playa”– se levanta sobre un nudo problemático cla-
ro: el aburrimiento existencial de una generación juvenil
metropolitana y burguesa que –en medio de un contex-
to politizado y movilizado4– se ve atravesada por el des-
gano, la inacción y la desesperanza (Labra, 2013). Son, como
sugiere el título del propio filme, una generación de incons-
tantes, con algunas notas de rebeldía, pero expresamente
descomprometida.
La salida de esa rutina se efectúa a través de un viaje5
hacia el pequeño pueblo costero que “Los inconstantes” recrea
como un espacio cargado de aventuras, libertades, experiencias
sexuales, amores transitorios, naturaleza, música y vida noctur-
na. Las escenas, así, exponen una Villa Gesell descontracturada
y bohemia, de calles de arena serpenteantes, plagada de espacios
recreativos y fiestas. Muestran, además, una pequeña urbaniza-
ción que interactúa con una playa extensa y poco intervenida,

4 Resulta difícil resumir en una nota al pie los eventos que delinearon el con-
texto de los años sesenta. Sin embargo, para los objetivos de este primer seg-
mento del trabajo, es oportuno señalar que aquellos años estuvieron marca-
dos, a nivel internacional, por la emergencia de la contracultura juvenil, las
culturas de masas, la revolución sexual de la píldora anticonceptiva, la gue-
rra de Vietnam, los movimientos por la paz, el movimiento hippie, las gue-
rrillas, la revolución cubana, la llegada del hombre a la Luna, entre otros
eventos. En la Argentina, por su parte, se sumaba la fuerte politización de los
jóvenes y el despliegue de las dictaduras militares (Manzano, 2017).
5 El viaje, el desplazamiento o la salida de la gran ciudad se postularon como una
temática recurrente endiversos filmes deaquella época, particularmente, enaque-
llos que buscaron retratar a una generación joven, porteña, ambigua y de clase
media,inserta enlosmovilizados añossesenta (Castagna, 1994).

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Fuera de escala • 85

habitada por una comunidad local “relajada”, “artesana” y dis-


puesta a resquebrajar las normas establecidas del “buen vivir”:
cierta formalidad, la responsabilidad laboral, el cumplimiento
de horarios, entre otras cuestiones.
El director de esta película expresó, en una nota para la
revista Primera Plana, publicada antes del estreno, que el argu-
mento reconstruye una catarsis:

El verano es para ellos una especie de catarsis: llegan a


la playa resueltos a liberarse de todo prejuicio y compro-
miso, persiguen una relación amorosa que dure solamente
horas, parecen ansiosos por escandalizar a los burgueses, por
demostrarles que ninguna convención ni ninguna costumbre
establecida les importa. (Primera Plana, 1962)

Sin embargo, como toda catarsis, la aventura de los porte-


ños –y ese viaje de experimentación y autoconocimiento– en
algún momento tiene que alcanzar su fin. De este modo, en las
últimas escenas de la película, los protagonistas vuelven a mos-
trarse inconformes, inconstantes y aburridos de su existencia, y
es así que deciden regresar a la gran ciudad. La frase de Carlitos,
uno de ellos, condensa este movimiento: “no sé, todo me parece
repetido. Creo que si aterrizáramos en la Luna nos daríamos
cuenta de que ya estuvimos”.
Más allá de las críticas, positivas y negativas, que recibió
la producción de Kuhn –finalmente estrenada en las principa-
les salas del país en septiembre de 1963–, para los fines de esta
investigación resulta productivo recuperar el boom mediático
que desató. Particularmente, la consecuente caracterización de
Villa Gesell como la expresión de la dolce vita6 nacional y el elo-
giado reino de la juventud y la bohemia.

6 La dolce vita es un modo de referir a ciertas prácticas y representaciones –vincula-


das con un estilo de vida relajado y dedicado a la experimentación de diversos pla-
ceres– ancladas en la ciudad de Roma entre fines de los años cincuenta y principio
de los sesenta del siglo xx. Es, también, el título de una película italiana dirigida por
elcineasta FedericoFellinique,dealgúnmodo,recuperayrecreaestaépoca.

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86 • Fuera de escala

“Los inconstantes” se estrenó en 1963, y fue una especie de


“boom” entre la juventud porteña. El desnudo de Gilda Lou-
sek sobre las dunas, que dura tres o cuatro segundos, causó
escándalo, pero tal vez más que la película, llamaron la aten-
ción las tapas y las notas de revistas sensacionalistas en las
que se hablaba, por ejemplo, de “la dolce vita en Villa Gesell”
o “a la búsqueda de la aventura fácil” y otros conceptos por
el estilo, que por cierto no coincidían con la realidad de la
Villa. (García, 2016: s/p)

Este texto de Mónica García, habitante geselina, pone


de relieve dos cuestiones: la primera de ellas, la construc-
ción mitológica de Villa Gesell como aquel paraíso juvenil
y libertario; la segunda, el desacople producido entre esta
supuesta mitología cinematográfica y lo que efectivamente
sucedía en estas playas atlánticas; como sostiene García: eso
“no coincidía con la realidad de la Villa”.
Días después del estreno, la película ocupó espacios
en la mayoría de los medios de gran alcance nacional. Las
notas iban desde una caracterización “limpia” del filme y su
argumento hasta críticas moralizantes sobre la historia que
encarnan los personajes. En medio de estas posturas cruza-
das y tensionadas, emergió con fuerza la polémica sobre el
escenario escogido por Kuhn, y sus cualidades. ¿Villa Gesell
era, efectivamente, aquello que el filme prometía: una suerte
de oasis ante el individualismo, la desesperanza y el aburri-
miento de los ritmos de la gran ciudad?
Esta polémica involucró al propio director, a los acto-
res, a los habitantes de Villa Gesell y, claro está, a aquellos
turistas que veraneaban allí. Entre los archivos del Museo
y Archivo Histórico Municipal, encontré diversos registros
de aquellos intercambios, dos de los cuales me parecieron
particularmente relevantes: una síntesis producida por la
revista Primera Plana de 1963 –a partir del reportaje reali-
zado a Kuhn– y una nota publicada en 1965 por la revista
7 días, que eligió titular, directamente, con este interrogante
“¿Hay dolce vita en Villa Gesell? Una leyenda para aspiran-
tes a iracundos”.

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Fuera de escala • 87

En la síntesis se recuperan distintas opiniones de lec-


tores –residentes y turistas–, algunas de las contestaciones
del propio director ante las críticas y la voz del fundador
de la ciudad que, ante el revuelo generado por la película,
no tardó en decretar que aquello que se representaba artís-
ticamente no se correspondía, de ninguna manera, con el
estilo de vida geselino, anclado “en otro tipo de valores”. Los
siguientes fragmentos permiten reconstruir algunas de las
piezas que dan forma a este evento que marcó gran parte
del destino de la localidad balnearia:

“Los inconstantes” es, a pesar de este señor enojado, el tes-


timonio de un clima insólito que me impactó enormemente
cuando conocí Gesell. […] Diéguez lo niega maníacamente
y lo tiene delante. No lo quiere ver […] De todas maneras,
agradezco la carta de Diéguez. Es buena publicidad. (Rodolfo
Kuhn en Primera Plana, 1963)

¿El Sr. Rodolfo Kuhn quiere mostrar vicio, degradación, amo-


ralidad en Villa Gesell? Pues ha perdido parte de su tiempo,
ya que los hubiera encontrado seguramente a pocos metros
de su casa, en plena ciudad, o en un colectivo, o en Moscú,
o en Pakistán. Lo que ocurre es que ha buscado bonitos pai-
sajes para su film, y fue a encontrarlos a Villa Gesell. ¿Los
otros señores pretenden demostrar que Villa Gesell es un
santuario? También pierden su tiempo si creen que la virtud
está en esa Villa, porque la bondad, la amistad, la compren-
sión, la moral también están cerca y pueden encontrarlas en
cualquier lugar donde haya hombres. (Benigno Zapara en
Primera Plana, 1963)

Creo que el señor director cinematográfico Kuhn y otros que


lo acompañan en lo que ellos dan en llamar “testimonial”, no
son otra cosa que daltónicos morales. Ven únicamente lo que
les permite ver sus sensibilidades deformadas dada su condi-
ción de individuos completamente marginales a nuestro tipo
de sociedad. El “mundo” que creen ver no es otra cosa que sus
propias imágenes en el espejo; el “pulso” que dicen tomar es
el de ellos mismos. Son ellos los enfermos y los inadaptados,
y no los otros. (Miguel Lanzellot en Primera Plana, 1963)

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88 • Fuera de escala

La nota publicada en la revista 7 días se propone, por su par-


te, desmantelar explícitamente “la historia negra de la ciudad”
que la película de Kuhn habría logrado instalar de modo ines-
crupuloso: “En torno a Villa Gesell se ha ido tejiendo una singu-
lar mitología hecha de aventura fácil, de libertad sin límites, de
algo indefinido (un poco turbio y subterráneo) que nadie sabe
explicar con precisión”. Luego de recoger testimonios locales
que abonan la hipótesis de la editorial y contradicen la versión
de Kuhn, la nota concluye: “así el terrible rumor se va diluyendo.
Villa Gesell tiene hermosas playas, hermosas bikinis y hermoso
sol. Y nada más”.
Guillermo Saccomanno, escritor y habitante de Villa
Gesell desde hace casi tres décadas, señala en uno de sus
libros que la película de Kuhn levantó “la indignación de
las fuerzas vivas del pueblo, los tenderos defensores de la
moral y las buenas costumbres, produciendo un escándalo
entre los guardianes de virginidades y propiedades priva-
das” (Saccomanno, 1994: 26). Sin embargo, más allá de los
reiterados intentos de algunos sectores locales y turísticos
por mostrar que Villa Gesell era otra cosa7, lo cierto es el
que este nuevo mito no sólo logró constituirse, sino que se
prendió en los imaginarios de una gran cantidad de jóve-
nes de diversos espacios de la Argentina que decidieron
trasladarse hacia este destino turístico, hasta ese entonces,
relativamente desconocido.

7 Gabriel Noel reconstruye la disputa entre dos narrativas: una endógena, anclada
enlafigura deCarlos Gesell ylos pionerosque formaronparte delcontexto funda-
cional, y otra exógena, constituida en torno a esa “… ‘horda dorada’ que durante,
tres, cinco, diez temporadas invadió las playas geselinas con su estética exuberante
y su hedonismo impertinente”. A pesar de las tensiones desplegadas entre las pro-
ducciones historiográficas locales y las voces geselinas, Noel entiende que en la
actualidad ambas narrativas conviven y forman parte de una misma historia: “la
historia de una Villa ‘mágica’ y singular, en la cual el designio –‘locura’ y ‘delirio’–
de un visionario libertario, anticonvencional y ecologista avant la lettre [...] fue
fecundado por una juventud maravillosa imbuida de ideales semejantes a los
suyos y que encontró en el paisaje ‘natural’ engendrado por su genio el cam-
po de cultivo de uno de los más maravillosos experimentos culturales, artís-
ticos y existenciales de la historia” (Noel, 2020: 205).

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Fuera de escala • 89

Así, a mediados de la década del sesenta y, fundamen-


talmente, durante toda la década del setenta, este peque-
ño balneario atlántico se convirtió en la meca elegida por
muchos jóvenes “disconformes, rebeldes, pacifistas, idealis-
tas, desprejuiciados, artistas, hippies que buscaban el contac-
to con la vida natural y la posibilidad de huir de las conven-
ciones e hipocresías de la vida ciudadana” (García, 2016, s/
p). Muy lejos de esos personajes inconformistas retratados
por Kuhn, Villa Gesell lograba catalizar un espíritu de época
–de efervescencia artística, política, estética y existencial–
para convertirse en “escenario de una primavera contra-
cultural que representa la encarnación local del momento
hippie” (Noel, 2020: 27).
A esto se le sumó la identificación de la ciudad con
el rock nacional. Durante aquellos años pasaron por Villa
Gesell una serie de personajes vinculados a esa subcultu-
ra que poco a poco se fue estableciendo como una de las
expresiones musicales más significativas de la escena artís-
tica argentina. Miguel Abuelo, Moris, Javier Martínez, Luis
Alberto Spinetta o Pajarito Zaguri fueron algunos de los
exponentes de este movimiento que consistió en brindar
conciertos, producir canciones y organizar giras en torno a
la localidad balnearia (Provéndola, 2017).
Los geselinos que vivieron los años sesenta cuentan
que “Villa Gesell sudaba una vida cultural inmensa”, “podías
respirar una sensación de mucha libertad”, “la verdad que
esos años fueron mágicos”, “esto era una verdadera aldea
hippie, llena de jóvenes, alegría y movida cultural”, “los jóve-
nes porteños venían a experimentar este espacio informal
y distinto”, “mucha música, paz, playa, la época dorada”. En
sintonía con estas representaciones, un conjunto de fotos
atesoradas en el museo de Villa Gesell evidencian este “cli-
ma de época”: guitarreadas, fogones en la playa, mochileros,
payadas, caminatas descalzas, las primeras bikinis, las ferias
de artesanos, los campings, los café concerts.
Juan Oviedo (2002), también geselino y escritor, publi-
có un libro de historiografía local en el que postula que

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90 • Fuera de escala

aquellos años dorados constituyeron “el alma” de Villa


Gesell. Un alma que poco a poco fue perdiéndose debido
a la transformación de la ciudad y a los modos en que se
fue masificando el turismo. Cuando tuve oportunidad de
entrevistarlo, Oviedo señaló que Villa Gesell logró capturar
un imaginario ya instalado entre los argentinos y “se con-
virtió en un lugar místico, cargado de naturaleza, libertad,
hedonismo, informalidad, locura y rock nacional. Pero todo
eso cambió: Villa Gesell hoy es otra cosa”. Mirta, geselina y
directora del museo local, coincide, en parte, con la refle-
xión de Oviedo, pero destaca que, más allá de los cambios,
toda esa época marcó a la Villa “para siempre”:

Toda esta movida marcó a Villa Gesell como el lugar de la


libertad, el rock y el paraíso de los jóvenes. Aquella tranquila
villa europea de los años cincuenta se transformó en el lugar
de la informalidad y del encuentro. Es cierto que cambió,
pero ese espíritu sigue vivo. En referencia al libro de Oviedo,
yo creo que esa alma no está perdida. Los años sesenta mar-
caron para siempre a este lugar. Villa Gesell hoy también es
el destino de los jóvenes que siguen viniendo y encuentran
acá mucha naturaleza y libertad. (Mirta, 60 años, directora
del Museo y Archivo Municipal)

En diálogo con esta última idea, Juan Carlos, un pio-


nero de 70 años dedicado al rubro de la construcción, me
comentó lo siguiente: “En algún momento los hippies deja-
ron de venir y nos convertimos en otra cosa, pero eso no
significó que la juventud haya dejado de elegir Villa Gesell,
sino que el perfil cambió, así como cambiaron los jóvenes
en general, ¿no?”. Ya sea por azar o decisión, la juventud y
esta promesa libertaria siguieron definiendo el look de Villa
Gesell, logrando diferenciarla de otras localidades atlánti-
cas vecinas. Juan Ignacio Provéndola extiende la siguiente
comparación:

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Fuera de escala • 91

Si Mar del Plata8 fue el primer lugar al que la clase laburante


pudo irse de vacaciones tras el decreto firmado por el enton-
ces secretario de trabajo Juan Perón en 1945 […], Gesell
empezó a transformarse dos décadas después en un rito ini-
ciático para la pibada: la Villa se inscribió como el sitio
sagrado en el que los jóvenes experimentaban el trip de via-
jar sin los viejos sino quizás con amigos, amigas, amigues,
alguna pareja o cualquier otra compañía generacional. (Pro-
véndola, 2020)

Cualquier turista que se aventure a disfrutar las playas


geselinas durante el verano podrá encontrarse con estos
jóvenes que, año tras año, colman la ciudad y, de alguna
manera, “la hacen suya”. Durante mi trabajo de campo, reco-
lecté algunas frases de turistas juveniles que eligen este des-
tino en la actualidad: “Venimos acá porque tenemos muchas
cosas para hacer. La playa está piola, pero también salir a
la noche y acá hay muchas opciones: bares, boliches, fies-
tas en los paradores [de las playas]”; “Es el tercer verano
que venimos y ya tenemos la movida armada. Alquilamos
la misma casa, mi viejo pone la garantía y, bueno, ya lo
tenemos organizado. La ciudad está llena de personas de
nuestra edad, como nosotros, y eso nos gusta”; “Gesell es lo
más. Hay como mucha movida y libertad, ¿no?, hay mucha
gente de nuestra edad, entre 17 y 22 años, y eso marca
un poco la cosa. No queremos estar entre gente grande,
[se ríe] queremos relacionarnos entre nosotros y eso nos
da Villa Gesell”.
En medio de una entrevista, Jorge, ex secretario de
turismo, aludió a las estadísticas locales para cuantificar el

8 La ciudad de Mar del Plata, ubicada a tan sólo 100 kilómetros de Villa
Gesell, es el primer destino turístico atlántico y bonaerense consolidado. Si
bien esta ciudad se ha visto interpelada, desde sus orígenes, por las lógicas
de la estacionalidad (Pastoriza, 2011) lo cierto es que allí se han ido desple-
gando actividades económicas alternativas al turismo de sol y playa: indus-
triales, portuarias, comerciales, entre otras. Asimismo, es importante men-
cionar que, en la actualidad, Mar del Plata cuenta con cerca de 600.000
residentes permanentes (INDEC, 2010).

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92 • Fuera de escala

fenómeno. Los datos, que me mostró sin estar publicados,


parecen indicar que Villa Gesell es el destino más elegido
por la juventud argentina: “Todos los años recibimos más
cantidad de jóvenes que otros destinos de la Costa. Yo te
diría que el 30% de los turistas son jóvenes que vienen solos,
sin sus familias, a pasar las vacaciones acá”, me dijo.
Una nota publicada por el diario Página 12, que recorre
y recoge algunas de las prácticas y representaciones de los
millennials –una generación joven nacida en 1980–, postula
una análisis interesante sobre las prácticas de ocio de este
sector. A partir del análisis de un informe producido por el
sitio AlquilerArgentina.com, en esta nota se analizan los desti-
nos más demandados así como la prácticas más difundidas.

El relevamiento arroja detalles muy interesantes sobre las


conductas del joven-argentino-veraneante. Como destinos
favoritos, por ejemplo, aparecen obviedades como Villa
Gesell y Carlos Paz (el eje costa-serrano no es patrimonio
exclusivo del teatro de revista), aunque el podio lo cierra un
tapado: Colón, Entre Ríos, con su combo camping + playa
sobre el Río Uruguay. Les siguen San Bernardo (la más recu-
rrida de las 13 localidades del numeroso Partido de la Costa)
y la jujeña Tilcara, que desplaza del Top 5 a la Patagonia
como destino del turismo metropolitano que busca despo-
jarse de su urbanidad con la mochila al hombro. Los viajes,
normalmente, son en grupos de 4 a 8 personas que prefieren
casas o departamentos, en lo posible cerca del mar, el río o
el atractivo principal del lugar, para moverse caminando. El
“amenity” por excelencia es la parrilla. E intentan optimizar
gastos para que todo salga lo más barato posible: el sincera-
miento de la economía en su acepción más sincera y econó-
mica. (AlquilerArgentina.com en Provéndola, 2016: s/p)

Cuando indagué este fenómeno, los geselinos no duda-


ron en sostener que la pregnancia juvenil se explica, al
menos, por tres motivos: el primero remite a ese mito liber-
tario que aún logra actualizarse en los imaginarios juveni-
les; el segundo, a los costos más accesibles que ofrece esta

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Fuera de escala • 93

localidad al momento de vacacionar; y el último, a la canti-


dad de opciones que presenta “la noche geselina”.
Sin embargo, el ex Secretario de Turismo me explicó
que esta asociación no siempre es fructífera y, por este
motivo, hace algún tiempo vienen tratando de cambiar el
perfil.

Queremos menos estruendo y más tranquilidad. Acá vienen


muchas familias también, pero los jóvenes se hacen notar, ya
sabemos, y eso no siempre es positivo. Tratamos de evitar
los grandes festivales que convocan muchos jóvenes, como
el Gesell Rock, y desplegar más seguridad a la noche, así
Gesell puede ser un destino para todos […] Los jóvenes ade-
más practican un turismo barato y a veces nos ponen en las
tapas de los diarios por algunos excesos […] digamos que no
es la mejor propaganda. Pero los jóvenes siguen viniendo,
está instalado. (Jorge, 50 años, ex Secretario de Turismo de
Villa Gesell)9

9 La madrugada del 19 de enero de 2020 un hecho lamentable irrumpió en la


temporada geselina: Fernando Báez Sosa –un joven de 18 años que se
encontraba de vacaciones junto a sus amigos– fue brutalmente golpeado y
asesinado por otros diez jóvenes, oriundos de la localidad de Zárate, que
también veraneaban en esta localidad. La cronología de los hechos postula
que la pelea se originó dentro de uno de los boliches bailables de Villa Gesell,
pero los jóvenes fueron expulsados del lugar por el personal de seguridad.
Según testigos, Fernando sólo trató de impedir la pelea. En la salida, uno de
los bandos en conflicto comenzó a buscar al otro y encontró a uno de sus
integrantes: Fernando. Así, a la salida de un boliche bailable, en plena calle, y
luego de intentar separar y proteger a sus amigos, Fernando fue rodeado y
atacado a fuerza de golpes que le produjeron diversos traumatismos y lo
dejaron en esta de inconciencia. Fue trasladado al hospital local, y luego de
unos pocos minutos falleció. La imágenes de lo ocurrido circularon a gran
velocidad por medios de comunicación y redes sociales; los sucesos colma-
ron las pantallas de los canales de televisión y las tapas de todos los diarios.
Este hecho de extrema violencia fue conocido como “el crimen de los rug-
biers” –debido al deporte que practicaban los imputados en el asesinato– y
también como “el crimen de Villa Gesell”. Estas formas de titular los hechos,
desataron dos grandes debates de alcance nacional e, incluso, internacional.
El primero de ellos, promovió, la problematización de la violencia de género
y clase anudada al tipo de práctica deportiva. El segundo, se enfocó en anali-
zar algunas de las prácticas –consumos, violencia, etc.– que los jóvenes lle-
van a cabo, durante sus vacaciones, en este escenario balneario. En relación
a este último debate, resulta interesante el contrapunto que propone, a

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94 • Fuera de escala

Pero la álgida noche, los excesos, las libertades, las


vacaciones sin los padres, el rito iniciático, el ritmo fre-
nético, los boliches, las fiestas, las salidas y el estruendo,
todo eso se apaga cuando el verano termina. Así como el
movimiento hippie pasó por esta localidad sin asentarse en
ella, los jóvenes actuales, que encuentran en este escenario
la posibilidad de ejercitar la ansiada “independencia”, se van
cuando la temporada se acaba. La ciudad vuelve a su curso,
olvida su adrenalina y frenetismo, descansa, se acomoda en
su escala y admite otro ritmo.
Juan Carlos no reniega de los jóvenes (“y, bueno, son
los turistas que vienen […] No, no me molestan, ya sabe-
mos que Villa Gesell durante el verano es de ellos”), pero
encuentra una sensación de alivio cuando estos, finalmen-
te, deciden abandonar la ciudad: “es un alivio cuando se
van, porque podemos volver a la rutina tranquila, al ritmo
pueblerino, a las charlas en las esquinas. Descansamos de
todo ese quilombo y, de alguna manera, volvemos a ser
nosotros”. Agrega, además, un dato interesante en el que
hilvana la genealogía histórica que presenté desde un punto
de vista biográfico:

Estamos acostumbrados –desde los años sesenta que estamos


acostumbrados a esto– a recibir jóvenes que le dan vida a
la ciudad. En ese momento a mí me encantaba que vinieran
todos esos locos lindos a veranear acá, era joven y quería
vincularme con esa juventud llena de alegría y motivación.
Nosotros esperábamos con muchas ganas que vengan […]
Ahora es distinto, soy grande, no me molestan, pero en algún

modo de interrogante, Juan Ignacio Provéndola:“¿Cómo pasó de ser la loca-


lidad balnearia que prometía detox de los malos hábitos urbanos a este
desborde donde, por el contrario, hoy se amplifica aquello que antes se
rechazaba?” (Provéndola, 2020). Actualmente los imputados se encuentran
detenidos y los familiares y amigos de Fernando continúan con su lucha
por justicia. Para más detalles sobre este episodio y posibles interpretacio-
nes, de corte social, ver: https://bit.ly/2WsRssz; https://bit.ly/3mHHbDI;
https://bit.ly/3kM3SEr; https://bit.ly/3gE65jH. Última fecha de consulta:
30 de agosto de 2021.

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Fuera de escala • 95

punto quiero que el verano termine […] Capaz que eso mismo
le pasaba a Don Carlos [Gesell] cuando renegaba de todo lo
que pasó en los sesenta […] El tipo quería una Villa tranquila
y, bueno, se le fue un poco de las manos. (Juan Carlos, 70
años, pionero)

El tiempo biográfico parece iluminar los anhelos rít-


micos de esta ciudad balnearia. Juan Carlos recuerda su
pasado en aquellos “años dorados”, y no duda en determinar
las “ganas” que tenía de que el verano llegase. Ahora, si
bien necesita a la temporada turística para generar recursos
económicos, espera con ansias la llegada de su opuesto: el
invierno, el descanso y esa sensación de “volver a ser noso-
tros”. Este testimonio de Juan Carlos se replica en las voces
de varios geselinos adultos, de diversos sectores sociales:
“Todos queremos que llegue el invierno”, “Sí, esperamos el
verano, porque de eso vivimos, pero no te explico las ganas
que tengo de que llegue marzo y la ciudad vuelva a ser el
pueblo tranquilo que es”, “Yo en verano desaparezco, no
se puede estar acá. Me voy lo más lejos del quilombo que
puedo. Cuando todo vuelve a la normalidad, vuelvo a vivir
a la Gesell que a mí me gusta”.
Los jóvenes de “Los inconstantes” salían, huían, del
ritmo de la gran ciudad en busca de nuevas experiencias,
aparentemente, atadas a un espacio y un tiempo divergente.
Esa representación, tamizada por las industrias mediáticas
y culturales, supo calar en las motivaciones de los jóvenes
argentinos que convirtieron a esta playa, al menos durante
dos décadas, en la cuna de un movimiento contracultu-
ral que impulsaba, entre otras cuestiones, el ejercicio de
un conjunto de libertades. El mito iniciático trascendió
su frontera temporal y otros jóvenes siguen eligiendo este
destino.
El entramado etnográfico que fui armando, junto a los
geselinos, me presentó una paradoja inquietante. A pesar
de las transformaciones, Villa Gesell aún se define como la
ciudad de los jóvenes, pero ¿de qué jóvenes?, ¿qué ocurre

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96 • Fuera de escala

con los jóvenes locales?, ¿cómo viven aquel ritmo que se


inaugura cuando el invierno toca a la puerta?, ¿eligen Villa
Gesell?, ¿es para ellos la meca de la informalidad, las liber-
tades y la diversión? Esa representación gestada al calor
del movimiento de los sesenta, extendida –con sus trans-
formaciones– en los veranos que marcan el devenir actual,
parece desvanecerse al momento de interpelar las experien-
cias juveniles locales.

Una ciudad sin jóvenes

En uno de mis tantos recorridos por la ciudad balnearia


–en pleno invierno–, un taxista que me había recogido en la
Avenida 3 para trasladarme a una de las escuelas secunda-
rias de la localidad, me preguntó qué hacía en Villa Gesell.
Luego de contarle mis intenciones y de destacar que, en
ese momento, me interesaba conocer qué hacían los jóvenes
geselinos durante esa etapa del año, me dijo, sin titubear:
“Estás perdiendo el tiempo. Acá no hay jóvenes, los jóvenes
se van. Terminan la secundaria y se van”. Sorprendida por
su aseveración, repregunté con el objetivo de profundizar
en las derivas de su enunciado: “¿Cómo se van, a dónde se
van?”. “Y, se van, ningún joven quiere vivir en un pueblo. Es
aburrido y además no hay oportunidades”, me dijo.
En la escuela secundaria –la única pública de toda la
localidad– me esperaba Adriana (60 años), la directora del
Equipo de Orientación Escolar. La Escuela de Educación
Media N° 1 (E.M.) es la primera institución pública y gra-
tuita de educación secundaria de la ciudad. Se encuentra
ubicada a unos pocos metros del Boulevard Silvio Gesell,
del lado de la “ciudad no turística” y es conocida por ciertos
sectores geselinos como la “escuela de los pobres”.
Ni bien comenzó la entrevista, Adriana me contó
que hace varios años que forma parte de esta institución
que trabaja, desde diversas perspectivas, con los sectores

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Fuera de escala • 97

juveniles locales. Para dar cuenta de este ejercicio, detalló


una variedad de proyectos participativos que realizan con
la comunidad juvenil, habló sobre las actividades que orga-
nizan “con los chicos” dentro de la escuela y en los barrios,
así como también acerca de las problemáticas más comunes
que atraviesan a este sector social. Para Adriana, los jóvenes
tenían nombres propios –Julián, Martina, Mateo, Helena–
y tanto sus triunfos como sus fracasos se vivían “de mane-
ra muy personal por todo el equipo docente, porque los
conocemos a todos, sabemos sus historias, sus problemas,
lo que les pasa”.
Esta reflexión la condujo –sin muchas posibilidades de
escape– a desarrollar un tema que, desde su perspectiva, les
dejó una “marca imborrable”. En el 2008 un evento inesperado
y lamentable acometió entre las aulas de esta institución. Dos
jóvenes, de 17 y 19 años, ante la presentación del nuevo código
de convivencia, iniciaron una pelea que, en principio, parecía
ser una más de las tantas que suelen sucederse en el marco de
este espacio10. Sin embargo, la profesora a cargo, luego de inten-
tar separarlos con insistencia, se vio obligada –me contó Adria-
na– a abandonar el aula en busca de ayuda: “la cosa se había
puesto difícil y tuvo que salir para que la ayuden a terminar la
pelea”. Cuando regresó, “se encontró con el peor escenario: uno
de ellos había matado al otro con un cuchillo. A partir de ahí
fue todo terrible […] A toda la comunidad educativa nos costó
mucho superar ese momento”.
Además de los hechos trágicos, los medios de comuni-
cación –dijo Adriana– “nos jugaron una muy mala pasada,
como siempre”.

Fue realmente terrible, vinieron hasta acá para decir cual-


quier cosa. Los medios de Buenos Aires, llegaron y dijeron
cualquier cosa. ¿Qué saben de esta ciudad? Bueno, saben de

10 ParamásinformaciónsobreesteacontecimientoverlaentrevistarealizadaaMon-
tero, Artieda y Parraviccini (2009) y las siguientes notas publicadas por los princi-
pales diarios del país: https://bit.ly/3gDxt1q; https://bit.ly/2WpTWIy;
https://bit.ly/3ynqD64.Últimafechadeconsulta:30deagostode2021.

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98 • Fuera de escala

Villa Gesell por la temporada, pero no saben de los problemas


comunes que tenemos durante todo el año y empezaron a
hablar con total impunidad, desconociendo todo. No tienen
ni idea de los problemas que tienen estos chicos en esta ciu-
dad, ni idea […] Echaban culpas, inventaban historias. Crimi-
nalizaron a toda la población estudiantil de esta escuela, que
ya de por sí está estigmatizada porque son chicos pobres, de
sectores postergados. Pibes invisibilizados […]. A esos chicos
se los vincula, desde una mirada hegemónica, con la delin-
cuencia, la violencia, el consumo de drogas, la vagancia, etc.
Están muy limitados en sus posibilidades. Hay mucha discri-
minación y exclusión. (Adriana, 60 años, directora del Equipo
de Orientación Escolar).

Adriana ponía en escena los efectos de una interven-


ción mediática orquestada desde “Buenos Aires” que desco-
noce las particularidades locales. “Esta ciudad, en invierno,
es muy complicada para la juventud […] Faltan canales de
contención, desarrollo de actividades, espacios recreativos,
de todo. Cuesta, cuesta un montón y vienen a hablar así
como paracaidistas”. Con estas ideas, además, instalaba una
problemática contundente: la invisibilización de los jóvenes
de sectores populares. Esta última reflexión me hizo pen-
sar en los dichos del taxista y, entonces, decidí consultarle:
“¿por qué algunos geselinos sostienen que en esta ciudad
no hay jóvenes?”.

Claro que hay jóvenes, hay un montón de jóvenes, pero


muchos de los que están son jóvenes invisibilizados, pobres,
sin muchas posibilidades de salir de acá. En ciudades como
estas tenemos un tema: algunos jóvenes terminan de estu-
diar y se van porque acá no hay muchas posibilidades de
inserción. Eso es cierto, se van a buscar trabajo, a conti-
nuar con sus estudios, bueno, a vivir un poco la vida más
adrenalínica de la ciudad. […] Pero no todos se pueden ir,
se necesita mucha plata para que los jóvenes puedan desa-
rrollarse en otros lados y no todas las familias cuentan con
esos recursos. (Adriana, 60 años, directora del Equipo de
Orientación Escolar).

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Fuera de escala • 99

La charla con la directora del equipo de orientación


siguió profundizando estos puntos: oportunidades, movili-
dad, estigmatización, desigualdad. Adriana tejía dimensio-
nes densas con casos concretos, con nombres y apellidos,
con historias singulares que resonaban en trayectorias plu-
rales. Hablaba de esa contradicción que se extiende entre
la invisibilización y la estigmatización: se los invisibiliza,
sostenía, en la medida en que no existen o no se ponen
en práctica políticas públicas capaces de contener algunas
de las problemáticas más evidentes; se los estigmatiza, en
cambio, cuando se los recorta o señala y se impugna la
legitimidad de sus demandas (de Abrantes y Felice, 2015).
Ese encuentro de algo más de una hora –realizado duran-
te mis primeras incursiones en el campo– fue el que me
permitió delinear algunas preguntas y una estrategia para
abordar las cualidades de los sectores juveniles geselinos.
Así, empecé a entrevistarlos para conocer sus experiencias
y transité por diversos espacios de sociabilidad: clubes de
fútbol, boxeo, militancia social y política, actividades cultu-
rales y espacios educativos.
En este recorrido me encontré con matices, contrastes,
prácticas y representaciones varias, pero, llamativamente,
la mayoría de los jóvenes a los cuales tuve oportunidad de
entrevistar querían irse de la ciudad. La diferencia, quizás
más notoria, radicaba en las posibilidades de efectuar esa
salida. Un fragmento reducido de jóvenes, en efecto, pue-
den abandonar la ciudad. Son, como el trabajo de campo
me ha permitido comprender, jóvenes de sectores medios
y altos que tienen la capacidad de acceder a una serie de
recursos materiales y simbólicos como para poder producir
la salida. Al respecto, los datos estadísticos del último censo
nacional muestran que el porcentaje de jóvenes que habitan
en Villa Gesell se corresponde con el promedio provincial:
cerca del 25% de la población geselina tiene entre 15 y 29
años (INDEC, 2010).
Así, entendí que Villa Gesell no era una ciudad sin jóve-
nes –como había planteado el taxista– sino que los jóvenes

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100 • Fuera de escala

parecían no encontrar en ese espacio la ciudad que querían,


deseaban o necesitaban habitar (de Abrantes y Felice, 2015).
Como me dijo Fabricio:

Y sí, todos nos queremos ir, algunos pueden y otros no pode-


mos, pero como querer, nos queremos ir todos. Algunos te
van a decir que no, que quieren seguir estando en el lugar
que nacieron, chamuyo [mentira], todos se quieren ir. Bueno,
algunos también aprendemos a encontrar la forma de estar
acá y de pasarla bien, pero esta ciudad es difícil para los
jóvenes, es muy chica, muy… no sé, aburrida. (Fabricio, 18
años, joven geselino)

Mariana Chaves señala que las “sociedades están com-


puestas por personas que se encuentran en diferentes situa-
ciones temporales de su vida y a cada uno de esos momen-
tos le otorgan sentidos individuales y colectivos: cuando
están en ellos, antes y después de transitarlos” (Chaves,
2005: 29). Una de estas situaciones temporales –biográfica
y generacional– se corresponde con la etapa de la juven-
tud11. Aquella población que es identificada y autoidenti-
ficada como joven se presenta como un universo suma-
mente complejo.
Según las herramientas estadísticas de la Argentina, los
jóvenes corresponden al fragmento etario que se extien-
de entre los 15 y los 29 años. No obstante, desde los

11 La juventud, en tanto grupo generacional e identidad social, emergió hace


relativamente poco tiempo. A mediados de siglo xx, un conjunto de eventos
y transformaciones sociales canalizaron el recorte la juventud como un
actor específico o un estrato social independiente. Entre estos se destacan: la
aparición de un mercado, un consumo y una industria cultural destinada a
los jóvenes; el auge de los medios masivos de comunicación y su incidencia
en la cultura juvenil; los efectos producidos por un contexto de posguerra
(disrupciones en la vida familiar, violencia, exilio, entre otros); los cambios
generados en el ámbito de la educación –particularmente en la creación y
masificación de escuelas de educación secundaria y en la extensión de la
educación superior– y finalmente, la construcción de estilos juveniles capa-
ces de expresar condiciones de clase, género y generación (Hall y Jefferson,
2010).

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Fuera de escala • 101

paradigmas sociológicos y antropológicos, la juventud se


presenta como una categoría situacional, relacional y hete-
rogénea; esto es, existen múltiples modos de ser joven, ya
que no todos los individuos que tienen la edad de serlo se
encuentran, socialmente hablando, en la misma situación.
Esas diferencias, justamente, se revelan cuando somos capa-
ces de penetrar en ciertas características sociales que esca-
pan del criterio numérico y que profundizan en las identi-
dades, prácticas y representaciones de esta franja etaria.
Más aún, existe como una suerte de supuesto genera-
lizado que indica que la juventud es un estado de transi-
ción entre la niñez y la vida adulta. Se trata de una tiempo
de espera –socialmente legitimado– dedicado a la capaci-
tación, la experimentación y la preparación para la vida
futura. En ese período, los jóvenes parecen estar en condi-
ciones de llevar a cabo una moratoria, es decir, suspender
o postergar –por el período que media entre la madurez
biológica y la madurez social– el ingreso al universo de las
responsabilidades de la vida adulta.

Esta “moratoria” es un privilegio para ciertos jóvenes, aque-


llos que pertenecen a sectores sociales relativamente acomo-
dados, que pueden dedicar un período de tiempo al estudio
–cada vez más prolongado– postergando exigencias vincu-
ladas con un ingreso pleno a la madurez social: formar un
hogar, trabajar, tener hijos. Desde esta perspectiva, la condi-
ción social de “juventud” no se ofrece de igual manera a todos
los integrantes de la categoría estadística “joven”. (Margulis
y Urresti, 1998: 2)

A grandes rasgos, los estudios de Mario Margulis


y Marcelo Urresti (1998, 2008) ponen en evidencia que,
mientras los jóvenes pertenecientes a sectores medios y
altos tienen oportunidades de estudiar y de postergar su
ingreso a las responsabilidades de la vida adulta, los inte-
grantes de los sectores populares encuentran acotadas estas
posibilidades, en parte, por no contar con los recursos
materiales y simbólicos necesarios. En general, entre estos

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102 • Fuera de escala

jóvenes es habitual que haya cortes o intermitencias en


el sistema educativo, que se ingrese tempranamente en el
mundo del trabajo, cuando las condiciones del mercado
laboral lo hacen posible, y es frecuente que contraigan obli-
gaciones familiares a menor edad –casamiento o unión
temprana, consolidada por los hijos.
En cuanto a estas consideraciones de orden estructural,
las entrevistas realizadas me permitieron observar que,
efectivamente, las oportunidades para transitar esa “mora-
toria social” no están igualmente distribuidas en Villa
Gesell. El trabajo de campo, además, me reveló que esa
moratoria, en el contexto local, involucra el despliegue de
recursos orientados a facilitar una migración hacia escena-
rios de mayor escala, en donde los jóvenes se encuentran
con la posibilidad de continuar los estudios.
Sandra tiene 40 años, trabaja en el área de la juventud
geselina, y durante el 2019 coordinó un relevamiento en
torno a las problemáticas de la educación superior en esta
localidad. Con los resultados de este relevamiento en pro-
ceso, me junté con ella en una de las dependencias del área
municipal y en la entrevista me contó algunos de los pro-
blemas más habituales que enfrentan los jóvenes geselinos.
Lo primero que remarcó fue que las instancias de educa-
ción superior son muy escasas y se reducen, en sus propias
palabras, a “un puñado de opciones que no siempre encajan
con lo que los chicos quieren”:

No sé de dónde salieron esas opciones, pero a los chicos no


les interesan. Cuando empezamos a preguntar quiénes esta-
ban estudiando en Gesell, nos dimos cuenta de que la mayoría
de los estudiantes eran adultos, de más de 40 años […] los
jóvenes no estaban utilizando estos espacios y entonces tenía-
mos un problema, ¿no? Porque mantener estas opciones en
movimiento requiere de un esfuerzo enorme. Hay que saber
lo que los jóvenes quieren… (Sandra, 40 años, trabajadora en
el Área de la Juventud)

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Fuera de escala • 103

Ese “puñado” está constituido por los terciarios de Tra-


bajo Social, Enfermería y Gastronomía y las extensiones
de dos terciarios de General Madariaga: el de Arte, que es
una tecnicatura de Música Popular, y el de Turismo. “Si
quieren estudiar otra cosa, se tienen que ir, a Mar del Plata,
a Buenos Aires, a La Plata, a otras ciudades más grandes
[…]. Tenemos una sede del CBC [Ciclo Básico Común de
la Universidad de Buenos Aires], pero los chicos igual se
tienen que ir”, me comentó Sandra mientras me mostra-
ba cómo habían armado el operativo para recuperar datos
sobre esta dimensión.
Los jóvenes a los que entrevisté coincidían con estas
ideas: “nos vamos a continuar con los estudios, acá en Gesell
hay muy pocas posibilidades”, “quería una carrera universi-
taria y en Gesell sólo hay opciones de tecnicaturas”, “quería
estudiar Derecho y sea cual sea la universidad me tenía
que ir”, “desde chiquitos ya sabemos que cumplimos 17,
18 años y nos tenemos que ir”, “en mi casa siempre fue
importante el estudio, querían que estudiemos, y bueno,
nos tuvimos que ir”.
Esta configuración instala una tensión palpable en las
representaciones juveniles locales: la posibilidad de estu-
diar se instala fuera de la ciudad que habitan e implica
la movilización de un conjunto de recursos. Si bien esta
relación no resulta ser nada novedosa, como me explicó
Javier –un geselino que durante algunos años vivió en Mar
del Plata para asistir a la universidad–: “Acá no sólo tenés
que tener plata para los apuntes, anotarte, viajar, qué sé yo,
para la vida de estudiantes en general. Acá tenés que tener
plata para armar otra casa desde cero, pagar un alquiler,
las expensas, los gastos, la comida” (Javier, 24 años, joven
geselino).
Algo similar me comentó Daiana, una geselina de 22
años, que ahora reside en la ciudad La Plata:

Me vine a estudiar arquitectura. Evalué quedarme, lo pensé


un montón, pero las opciones no eran las mejores […] para

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104 • Fuera de escala

mis viejos es un esfuerzo muy grande que yo pueda estar


acá. Por suerte, cuando me vine, ya estaba mi hermano acá,
pero yo sé que hacen un gran esfuerzo para que podamos
formarnos. (Daiana, 22 años, joven geselina)

Al respecto, Sandra profundizó: “la conciencia de la


cuestión económica sale en todos los casos y genera angus-
tia en los jóvenes, en los que ya saben que no se pueden
ir y en los que saben que se van y tienen miedo al fracaso
con relación al sacrificio de los padres”. Me comentó, a su
vez, que todo este “embrollo” se traduce en una distancia
insalvable entre los jóvenes y las oportunidades:

Hay una distancia simbólica con el mundo universitario. La


distancia real, esta idea de que hay que irse a buscar la univer-
sidad porque acá no hay, que se potencia con una distancia
simbólica. Acá los jóvenes no ven estudiantes, no están en
contacto con el mundo universitario. Les cuesta imaginar
esa posibilidad. (Sandra, 40 años, trabajadora en el Área de
la Juventud)

Por su parte, algunos padres a los que entrevisté me


hablaron sobre el esfuerzo “extra” que implica generar las
condiciones para que sus hijos puedan acceder a los estu-
dios superiores: “Nosotros nos achicamos, ahorramos y
durante un tiempo pudimos solventar ese extra. Pero en un
momento, mi marido se quedó sin trabajo […] la opción era
que ellos trabajaran o que se volvieran” (Cristina, 65 años).
“Mi hija, por suerte, decidió quedarse acá y seguir estudian-
do. Está estudiando Arte y, bueno, me pone contenta que
acá pueda hacerlo, porque no sé si hubiésemos podido ayu-
darla para que se vaya a otra ciudad” (Margarita, 50 años).
En los testimonios de jóvenes, educadores, gestores
de políticas públicas y padres, emergen las escalas –en
tanto problema situado– y se extienden múltiples relacio-
nes entre ellas. Estas representaciones, a su vez, muestran
que la posición residencial –el punto del espacio físico en
el que un agente está situado en relación con las tramas

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Fuera de escala • 105

territoriales– habilita y constriñe cursos de vida. La lite-


ratura especializada (Bellet y Llop, 2004; Boix Domenech,
2003; Vapñarsky, 1995; Usach y Yserte, 2010) señala, en este
sentido, que las ciudades se encuentran ensambladas en un
determinado sistema (o red urbana), con distinto nivel de
jerarquización entre los núcleos urbanos que lo integran.
En el caso de la Argentina, esa jerarquía urbana se manifies-
ta con profundas marcas de desigualdad social, ya que pre-
senta la forma de la macrocefalia urbana; esto es, concentra-
ción de los flujos de capitales, bienes e informaciones, de las
riquezas y de las personas en algunas ciudades que dominan
funcionalmente las redes urbanas: las metrópolis.
Según los informes producidos por la Secretaría de
Políticas Universitarias (SPU), ha comenzado a equilibrarse
la histórica tendencia de concentración de universidades,
recursos humanos y técnicos en la capital y en las grandes
ciudades del país (SPU, 2016). Sin embargo, lo cierto es
que los aglomerados de pequeña y mediana escala aún no
logran insertarse con contundencia en estos procesos de
federalización y democratización del acceso universitario.
Haciendo una comparación con la localidad vecina, Gise-
la –una joven de Villa Gesell– me dijo: “Y no, no es lo
mismo vivir en Mar del Plata que acá. Acá somos 40 mil
habitantes, es todo chiquito, todo conocido. No tenemos
universidad y Mar del Plata es una re ciudad con un montón
de cosas” (21 años).
El recorrido permite observar que en Villa Gesell, al igual
que en otras ciudades de su tipo, las desigualdades entre secto-
res sociales –y, en particular, entre los jóvenes– se conjugan con
aquellas derivadas de la posición que ocupan estas ciudades en
el “orden interurbano”, es decir, en la jerarquía urbana nacional.
Como sostienen Carmen Bellet y Josep María Llop (2004: 6),
“no es lo mismo ser la periferia del centro que la periferia de la
periferia”. Las desigualdades sociales, así, se montan sobre las
desigualdades territoriales, produciendo efectos diversos en las
trayectorias biográficas y generacionales de los jóvenes.

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106 • Fuera de escala

La encrucijada se narra a dos voces

Cuando indagué por el movimiento de “salida” de la ciudad,


también apareció la cuestión laboral como un motivo deter-
minante. Ahora sí, ya fuera de esta “moratoria social”, muchos
jóvenes –que no quieren o no tienen la posibilidad de acceder
a estudios superiores– se van o desean irse de Villa Gesell con
el propósito de encontrar mejores oportunidades laborales y,
particularmente, escapar de las lógicas que impone el tipo de
actividad económica que predomina en la ciudad.
Al tratarse de una ciudad turística de “sol y playa”, que
responde a los movimientos estacionales, se produce una con-
centración de las ofertas de trabajo en un período acotado de
tres meses. Esta situación, sumada a la exclusividad del sector
turístico, configuran un mercado laboral conflictivo, limitado y
particularmente precarizado. Mientras que algunos migran a la
ciudad de Villa Gesell atraídos por un mercado estacional que
promete “llenar los bolsillos”, otros –en especial, los jóvenes–
deciden abandonarla por razones que también imputan a las
lógicas del trabajo local. Lucas nació en Villa Gesell y hace tres
años que decidió migrar; con estas palabras explica sus moti-
vos y extiende su experiencia a la generación de la cual se sien-
te parte:

Acá hay muchas limitaciones. Yo no me fui a estudiar, pero


me fui a buscar un laburo con el que esté tranquilo […] Tra-
bajé muchos años, así, en el verano, tratando de juntarla, pero
cuando cumplí 25 dije “basta”. Yo los vi a mis viejos desde
chico renegar todas las temporadas, que no alcanzaban, que
no llegaban, todo eso. […] Vivo en Buenos Aires desde ese
momento y no me arrepiento. Yo creo que hay una edad en
que esta ciudad, este pueblo, como que te queda chico, que
necesitas más, trabajo, estudio, experiencias, lo que sea, pero
necesitas más. (Lucas, 28 años, joven geselino)

Tuve la oportunidad de entrevistar a Lucas en dos oca-


siones y ambos encuentros sucedieron, paradójicamente, en
Villa Gesell. Ante esto, él me explicó que volvía cada vez

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Fuera de escala • 107

que podía porque aún se “sentía” geselino. Lucas sostuvo,


en varios momentos de nuestras charlas, “que no se arre-
pentía” de haberse ido, pero que extrañaba algo de la “vida
tranquila” que había dejado atrás: “A veces extraño, es com-
pletamente distinto vivir allá que acá […] Todo es distinto:
las personas, la calle, los negocios, el aire, todo”.
Las comparaciones con la Ciudad de Buenos Aires
–donde ahora reside– oscilaban entre claros y oscuros. Por
momentos, Lucas parecía estar fascinado con la gran ciu-
dad: las ofertas culturales y gastronómicas, la posibilidad
de conocer lugares y personas diferentes, la movilidad, los
estilos de vida y las luces. Por otros, sin embargo, parecía
estar “abrumado” con la experiencia metropolitana: “a veces
te cansa, la ciudad un poco que te pasa por encima, y va
contra todo límite […] No hay verde, no hay mar, no hay
paz. Qué sé yo, me gusta que no haya paz, pero a veces la
extraño. No sé, un domingo [se ríe]”.
A Lucas lo conocí a través de José quien, a diferencia de
él, no tuvo la oportunidad de salir de Villa Gesell. Desde que
tiene 15 años, José trabaja en un kiosco todos los veranos y
durante el invierno “hace changas”. Tiene 28 años, se reco-
noce como “militante”, colabora en un comedor “peronista”
–como lo define él–, le gusta ir a la cancha a ver al club local
“que sigo desde chico”, practica boxeo y hace un año que
vive con su novia: “Al principio no tuve mucha opción, mis
viejos no me podían ayudar a irme, y, bueno, me las tuve que
rebuscar acá. […] Hay una edad en la que es difícil Gesell,
pero me acostumbré y me gusta vivir en la misma ciudad
en la que nací”, me dijo cuando le pregunté por qué se había
quedado. A través de su historia, José trataba de desarmar
esa representación que sugiere que “todos se van”:

Son los menos los que se van. Algunos dicen que acá todos
los jóvenes se van, pero la verdad es que la mayoría se que-
da o se van, prueban unos meses y vuelven. Es difícil, no
sólo es una cuestión de plata, es difícil dejar la ciudad en la
que viviste toda tu vida. Y muchos vuelven. Acá hay tantos

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108 • Fuera de escala

jóvenes como en cualquier lugar, pero es difícil estar […] Las


dificultades son distintas a las de los jóvenes de Buenos Aires,
ponele, pero creo que todos tenemos dificultades. (José, 28
años, joven geselino)

José comparte su biografía, pero se esfuerza por traer


representaciones sobre una juventud local y heterogénea.
En medio de nuestras charlas, me explicó algo que resulta
ser central para esta investigación: “A los jóvenes les encanta
venir acá todos los veranos porque esto es un descontrol,
un descontrol lindo, eh, pero un descontrol. […] Hay mucha
noche, mucha movida, muchas cosas para hacer, muchos
pibes, muchas vacaciones, pero eso se termina en marzo con
el verano”. Cuando le pregunté por esas diferencias, me dijo:

Y esto es como […] un pueblo. No es […] esa ciudad divertida


del verano, es otra cosa, es muy tranquilo todo y por eso
algunos se van. Además de las oportunidades laborales o de
estudio, este lugar es un poco difícil, medio sofocante […] No
hay muchas cosas para hacer. (José, 28 años, joven geselino)

Estas reflexiones me llevaron a preguntarle, directa-


mente, por esa narrativa que postula a Villa Gesell como
“el paraíso de la juventud”. José sostuvo que ese paraíso
aparece en verano, pero que en invierno es difícil: el clima,
la lentitud, el pueblo chico, la sociabilidad reducida a caras
conocidas son condiciones que, de algún modo, desarman
ese paraíso estival. “A nosotros también nos copa [nos gus-
ta] que llegue el verano. Lo estamos esperando, porque la
ciudad cambia un montón. Hay gente por todos lados, qui-
lombo, movimiento, no sé, está bueno”, me dijo. Además me
habló de otro tipo de oportunidades vinculadas a lo recrea-
tivo, que parecen no desplegarse durante el invierno:

Más allá del laburo, a los jóvenes les gusta hacer algunas cosas
que acá no hay. Salir a la noche, ir a tomar algo, participar
de actividades para jóvenes, no sé, cosas que pensamos que
acá no hay y que en otro lado sí […]. Durante mucho tiempo

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Fuera de escala • 109

la joda acá era juntarnos en el McDonald’s, imaginate. Si no,


en las casas, porque no hay muchos espacios para nuestra
edad, quizás muchos restaurantes y esas cosas para gente
más grande que tiene más plata para gastar. […] También
están las plazas, las calles, no sé, pero al final son siempre
los mismos lugares, porque no hay mucho para hacer. (José,
28 años, joven geselino)

Lucas y José –así me lo contaron ambos– compartieron


la escuela primaria y la secundaria, sus primeras incursiones
laborales en un chiringuito de la playa y vivieron durante
toda su vida a tan sólo diez cuadras. Sin embargo, como
me dijo José, “un día nuestros caminos tomaron distin-
tos rumbos, pero igual seguimos siendo muy amigos”. Uno
se quedó y el otro se fue, y en ese momento sus itinera-
rios se bifurcaron. Dadas estas condiciones, sus entrevis-
tas resultaron muy productivas porque iluminaron –en un
ejercicio cruzado y comparativo– sentires encontrados y
desencontrados.
En ambas historias aparecen los contrastes entre Villa
Gesell y la gran ciudad: destacando dimensiones positivas
y negativas, Lucas y José hablaron sobre las diferencias que
se extienden entre los modos de habitar ambos escenarios.
Lucas se fue en busca de nuevas experiencias, y si bien está
conforme con su decisión, por momentos parece extrañar
la tranquilidad del invierno geselino, “la contención”, “las
caras familiares”, “los asados de domingo con familia y ami-
gos”. José se quedó y, si bien sostiene que supo “adaptarse”
a lo que “le tocó”, por momentos fantasea con irse a vivir a
otro lado: “sí, me adapté, me gusta estar acá, pero a veces
con mi novia pensamos en irnos. Es una pregunta que siem-
pre está ahí, como latente, para todos nosotros”.
Los dos coincidieron en un dato relevante: Villa Gesell
parece ser un espacio ideal para transitar otro tiempo bio-
gráfico. Lucas me dijo: “Cuando sos chico, esta ciudad es
lo más. Estás todo el día en la calle, con tus amigos, en
bicicleta. No es que tenés a tus viejos encima. Hacés un
poco la tuya”. José, por su parte, me explicó –delineando las

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110 • Fuera de escala

diferencias que imagina con la infancia en la gran ciudad–:


“Acá crecés en la naturaleza, con gente que te conoce, que te
cuida. Es otra historia cuando sos chico”.
Para ambos, también, llega un momento en el que ese
escenario, que se postula como “ideal” en la infancia, deja de
contener su atractivo y comienza a transfigurarse. “Todo lo
lindo que ves cuando sos chico, todo eso te empieza a pesar,
a joder, y te querés ir”, me dijo Lucas, quien finalmente deci-
dió abandonar la ciudad. José coincidió, a pesar de haberse
quedado: “Y sí, cuando tenés 15 años no es lo mismo […]
No tenés mucha libertad […] Acá todos te conocen”.
En esa encrucijada entre quedarse e irse –entre poder
y no poder elegir– se juegan un conjunto de oportunidades
laborales, estudiantiles y recreativas, pero también emergen
tensiones en torno a otra moratoria crucial para los jóvenes.
En este sentido, Mario Margulis explica que, más allá de
“la moratoria social” y de la condición socioeconómica que
impacta en las oportunidades de la juventud, los jóvenes se
identifican como parte de este sector de la sociedad porque
poseen una “moratoria vital”.

…un capital biológico que se expresa en vitalidad y posibi-


lidades que emanan del cuerpo y la energía, y porque están
situados en la vida contando con que tienen por delante un
tiempo de vida prolongado –del que los adultos mayores
no disponen– para la realización de sus expectativas. Son
jóvenes porque están psicológicamente alejados de la muerte,
separados de ella por sus padres y abuelos vivos, que teóri-
camente los precederán en ese evento. Son jóvenes para sí
mismos porque sienten la lejanía respecto de la vejez y de
la muerte, y porque lo son para los otros, que los perciben
como miembros jóvenes, nuevos, con determinados lugares
y roles en la familia y en otras instituciones. La juventud
es, por ende, una condición relacional, determinada por la
interacción social, cuya materia básica es la edad procesada
por la cultura. (Margulis, 2015: 10)

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Fuera de escala • 111

Villa Gesell, además de postular una serie de limita-


ciones para el ejercicio “pleno” de esa “moratoria social”,
parece tensionar el modo en que los jóvenes experimentan
la “moratoria vital”. A partir de los testimonios, empecé a
entender que, más allá de las oportunidades que la ciudad
brinda o no, los jóvenes también están preocupados por
el ritmo o, como me dijo José, el modo en que la ciudad
“se mueve”: ¿cómo se mueve Villa Gesell?, ¿cuál es el rit-
mo?, ¿cómo impacta ese movimiento en las experiencias y
expectativas juveniles?
Mariela, una joven geselina militante de la UCR local,
aportó más datos para pensar en este movimiento:

Esta ciudad es aburrida, muy aburrida, es como que sentís


que falta vida, movimiento, onda, no sé. La realidad es que
por eso nos queremos ir, porque esta ciudad no es una ciudad
para jóvenes, es para chicos y grandes para otros momentos
[…] acá no pasa nada, te aburrís de lo mismo […] En el verano
esto es una fiesta, pero tres meses nada más. (Mariela, 19
años, joven geselina)

Mariela me decía que en Villa Gesell “no pasaba nada”


y además remarcaba, constantemente, el contraste con un
verano que se figura como una verdadera “fiesta”. ¿Qué es
lo que no pasa? Y, más aún, ¿qué tendría que pasar, enton-
ces, para que los jóvenes encuentren en Villa Gesell una
ciudad para ellos? En consonancia con estas ideas, otros
testimonios juveniles me indicaron que conocer el ritmo del
verano y su potencial, experimentarlo y además encontrar
que una ciudad puede, de alguna manera, responder a los
ritmos deseados, es lo que impulsaba las fantasías y tam-
bién los movimientos concretos de salida. Había así como
una suerte de desacople de ritmos: entre aquellos que los
jóvenes parecían necesitar y aquellos que podían observarse
interactuar en esta ciudad. El ritmo, así, comenzaba a posi-
cionarse como una dimensión clave al momento de com-
prender por qué los jóvenes locales entendían que la ciudad
que habitaban no era una ciudad para ellos.

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112 • Fuera de escala

A ritmo lento

Atrapar el ritmo no es una tarea sencilla: resulta tan com-


plicado cuantificarlo como cualificarlo. Ante esto, Henri
Lefebvre desliza lo siguiente “¿Existe un concepto general
del ritmo? Respuesta: sí, y todo el mundo lo posee; pero
casi todos los que utilizan esta palabra creen que domi-
nan y poseen su contenido, su significado. Sin embargo,
los significados del término permanecen oscuros” (Lefeb-
vre, 2007: 5). La dimensión rítmica, el movimiento de la
ciudad, se presentaba como un problema para los jóvenes
geselinos, pero ¿cuál era el contenido y cuáles los bordes de
este problema? Las observaciones que realicé en el espacio
público de la ciudad me ayudaron, en un primer momen-
to, a presentar algunas nociones básicas sobre la forma en
que Villa Gesell se mueve entre el tiempo y el espacio. Los
significados juveniles asociados a ese ritmo, no obstante,
emergieron después.
Durante la mayor parte del año, la ciudad admite, en
su expresión pública, un ritmo que podríamos denominar
“lento”. El primer dato en torno a esta lentitud lo recogí al
observar las dinámicas de las calles geselinas. Como en toda
ciudad, la trama urbana de Villa Gesell se compone de dis-
tintos tipos de calles: más y menos transitadas, más y menos
concurridas, más y menos turísticas, más y menos bellas,
más y menos comerciales, más y menos asfaltadas. Recorrí,
al menos, una versión de cada una de ellas y, si bien presen-
tan diferencias claras, la vida en las calles es esencialmente
acompasada y espaciosa. Las personas caminan despacio,
asumen una actitud contemplativa en el andar y existe una
notoria distancia física entre los cuerpos en movimiento.
En la extensión de sus tres calles más comerciales
se podría sostener que –desde una perspectiva anclada en
dinámicas metropolitanas– aquí sobra tanto espacio como
tiempo. En ellas circulan pocos vehículos, una sola línea
de colectivo que realiza el mismo recorrido una cuantas
veces al día y un puñado de personas realizando trámites,

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Fuera de escala • 113

compras o simplemente caminando. No se generan nudos


en el circular producidos por la muchedumbre, ni conges-
tiones de vehículos. Tampoco se escuchan bocinazos, ni se
observan semáforos para regular el tránsito.
Asimismo, encontré que, en su gran mayoría, los geseli-
nos prefieren realizar varios de sus recorridos diarios cami-
nando, aunque esto implique “perder más tiempo”.

“Es una pena no aprovechar el paisaje. En el auto o el colec-


tivo, no disfrutas igual […] Además, convengamos que acá
todo está al tiro [cerca] no hay mucha necesidad […] Se pier-
de más tiempo, sí, pero se ganan otras cosas” (Juan Carlos,
70 años, pionero)

“Acá se camina mucho, estamos acostumbrados a caminar”


(Mirta, 60 años, directora del Museo y Archivo Municipal).

Las caminatas por la ciudad además incluyen diversas


paradas con el simple fin de socializar. En Villa Gesell es
muy común observar que las personas se reúnen en las
esquinas, paran cerca de alguna mesa de bar, entran a un
negocio con el fin de saludar, preguntar o entablar una
charla con otro habitante. Estas paradas pueden durar unos
minutos, pero también extenderse durante horas. La forma
urbana geselina –caracterizada por una trama urbana ser-
penteante, calles de arena sin horizonte y escasas veredas–
impacta también en estos ritmos locales.
Otro registro rítmico de la ciudad apareció al observar
las dinámicas vinculadas al tiempo de espera. Analizar algu-
nas situaciones sociales –como la cola en un supermercado,
los pedidos en un bar, la realización de distintos trámites
en la municipalidad, la espera del colectivo, entre otras– me
permitió delimitar que los geselinos tienen cierta tolerancia
a la espera. La gente parece no impacientarse o, al menos,
no manifiesta con quejas verbales ni corporales la falta “de
tiempo”. De hecho, es posible detectar a los foráneos que
suelen desplegar una serie de señales sobre las dificultades
de adaptarse a estas formas de administrar las esperas. Ante

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114 • Fuera de escala

esto, un comerciante me dijo: “Los que llegan no se bancan


el ritmo […] te das cuenta quiénes son […] Vienen buscando
tranquilidad, pero el mozo tarda y ya están moviendo la
patita en tono impaciente…” (Abel, 72 años, comerciante).
Otro dato relevante es la forma de administrar los tiempos
comerciales. Si bien la mayoría de los comercios indican en sus
vidrieras los horarios de atención, muchos de ellos rompen con
esta “formalidad” y proponen otras expresiones. Haciendo tra-
bajo de campo, pude detectar que estos horarios no siempre se
cumplen y que existe cierto conocimiento situado sobre esas
faltas. Los cortes en la atención durante los horarios de “la sies-
ta” son otra constante de esta localidad balnearia.

“Acá cortamos porque tenemos otro ritmo. Trabajamos 8


horas como en cualquier lugar, pero tratamos de no enlo-
quecernos […] La siesta es sagrada. Almorzamos en casa y
después volvemos” (Karina, 38 años, mesera).

En ese horario de siesta, entre las 14:00 y las 16:00, el


espacio público se expresa desierto y la ciudad parece entrar
en reposo. No hay caminantes, ni vehículos, ni muchos
comercios abiertos.
Caminatas a paso lento, saludos e intercambios, siestas,
horarios informales y esperas son algunas de las prácticas
locales que me permitieron dar sustento, nutrir o significar
la noción del ritmo geselino durante el invierno. Resulta
importante mencionar que los ritmos no sólo remiten a la
experiencia presente. Como sostiene Jo Lee Vergust (2010),
el espacio se forma a través de los ritmos de aquellos que
lo usan, lo han usado y lo usarán; es decir, para estudiar
los ritmos actuales hay que tener en cuenta los aconteci-
mientos pasados y las perspectivas de futuro. Los ritmos
se configuran al calor de un tiempo cronológico que se va
sedimentando en la materialidad y en la sociabilidad.
Las observaciones me permitieron detectar que, más
allá del crecimiento de la ciudad, de la cantidad de habi-
tantes y automotores, de la multiplicación de viviendas y

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Fuera de escala • 115

comercios, los geselinos siguen sosteniendo un ritmo lento.


Para diferenciarse del verano, para no asumir que se ace-
leraron, para mantener algo del espíritu fundacional de la
villa balnearia, los habitantes de esta localidad continúan
moviéndose en ese registro rítmico, y muchos de ellos espe-
ran continuar haciéndolo.
Además, el ritmo lento se define a partir de una com-
paración con otro tipo de ritmo. En este punto, la escala
de la ciudad media define las formas en que los geselinos
perciben el ritmo propio en relación con otros tipos de rit-
mos que pueden observarse, experimentarse o imaginarse
en otros escenarios. Extendiendo una comparación con las
grandes ciudades, el ex Director de Cultura de Villa Gesell
me dijo lo siguiente:

Nosotros tenemos otros movimientos, otros horarios, otras


formas […] Las pocas veces que voy a Mar del Plata, porque
a Buenos Aires no quiero ni ir, me quiero volver al instante
[…] Me cuesta el ruido, el tránsito, la rapidez con la que se
mueve todo. No estoy acostumbrado a eso, a pesar de que
viví muchos años en una gran ciudad. (Eduardo, 65 años, ex
Director de Cultura)

Como sostiene el escritor Manuel Rojas (2016) –en


una crónica sobre las calles de Santiago de Chile–, existe
como una suerte de socialización corporal que implica el
desarrollo de competencias y destrezas para acompañar el
ritmo de los espacios. Conocer, también, la proxémica o
distancia con otros cuerpos resulta crucial para desempe-
ñar certeramente los movimientos. Cuando una persona
se mueve a otro ritmo –desconociendo estos elementos–
produce cierto desacople y queda en evidencia (Hall, 1983).
Volvamos a ese pequeño testimonio de Abel que incluí unas
líneas más arriba: los geselinos detectan a los foráneos por
sus expresiones tanto verbales como corporales; en este
caso, “mover la patita” en un bar marcando una espera de
forma impaciente.

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116 • Fuera de escala

Esta situación pude experimentarla yo misma al hacer


trabajo de campo. Socializada en una gran ciudad, en la que
viví toda mi vida, Villa Gesell me presentó ciertos obstácu-
los rítmicos que me empujaron a transformar algunos hábi-
tos y a aprender otros para aplicar durante mis estancias
de campo. Algunos de estos aprendizajes fueron animarme
a cruzar una senda peatonal confiada en que el conductor
detendrá el vehículo, saludar en los negocios al entrar a
comprar o consultar algo, adaptarme a los ritmos informa-
les de los comercios, aceptar que los geselinos pueden llegar
entre 5 y 30 minutos tarde a una entrevista sin la necesidad
de anunciar su demora, reconocer que durante el horario de
la siesta no hay ningún comercio ni actividad en marcha, no
amucharme ni acercar demasiado mi cuerpo a otros tran-
seúntes cuando camino, aventurarme a disfrutar el tránsito
por las calles de arena a ritmo lento, entre otros.
Sin embargo, este ritmo, que a mí también se me pre-
sentaba lento y al cual tuve que adaptarme, podía generar
otras percepciones en algunos habitantes. En una de las
charlas desplegadas durante una visita al museo municipal,
Paula, trabajadora de esa institución, me contó que decidió
mudarse desde Villa Gesell hacia la localidad de Madariaga
–para los geselinos, “el pueblo de identidad rural” situado a
unos pocos kilómetros de Villa Gesell– porque el ritmo y las
formas de la “ciudad” no le permitían vivir de manera tran-
quila. Buscando “vivir entre conocidos y gente que cuida
del espacio y de sus habitantes”, Paula decidió mudarse con
toda su familia para recuperar algo de lo que Villa Gesell
parece haber perdido. Para ella, “la Villa” dejó de ser un
pueblo constituido por “gente con valores”, “respeto por el
otro” y “formas colectivas”, y se parece cada vez más a “todo
lo que odiamos de la gran ciudad” (Noel, 2021).

Me fui porque no aguantaba más. No sólo el ruido, el quilom-


bo, los edificios, el cemento me hacían mal, sino todo lo otro
que pasa con las personas. Yo quiero la vida de pueblo, esa
tranquilidad de dormir con la puerta abierta porque conocés

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Fuera de escala • 117

a todos, de dejar la bicicleta en la puerta, de caminar y andar


saludando a todos, de pedirle fiado al kiosquero. Yo busco
eso para mí, pero sobre todo para mis hijos. La calidad de
vida es otra. (Paula, 32 años, trabajadora del Museo y Archivo
Histórico Municipal)

A partir de este último testimonio, me interesa señalar


tres cuestiones cruciales para el análisis rítmico de cual-
quier escenario: primero, que un ritmo puede habilitar
percepciones diversas en torno a los tempos –veloces o
lentos–; segundo, que puede motorizar experiencias y valo-
raciones diversas sobre esas cualidades; tercero, que no
existe un solo ritmo sino una multiplicidad de ritmos que
se empalman, se cruzan y se tensionan. No todas las per-
sonas perciben ni experimentan de la misma manera los
ritmos, no todos sostienen las mismas fantasías rítmicas
y no es posible hablar de homogeneidad en torno a esta
dimensión social.
De cualquier modo, se puede establecer cuáles son,
finalmente, los ritmos hegemónicos de un escenario y de
qué manera los sujetos se adaptan –o no– a esas formas
rítmicas produciendo desfasajes o ajustes. A su vez, es nece-
sario recuperar de qué manera esos ritmos se engarzan en
un ejercicio comparativo: es lento o rápido ¿en relación con
qué? Así, el ritmo geselino se figura como lento al compa-
rarlo con el de Mar del Plata o el de la Ciudad de Buenos
Aires, mientras que podría ser acelerado si lo comparamos
con General Madariaga. El ritmo, en última instancia, está
vinculado a las actividades sociales de los escenarios, a la
cantidad de habitantes, a la forma de la ciudad y su trama,
a las trayectorias pasadas, los deseos presentes y las proyec-
ciones futuras (Lefebvre, 2007).
Este recorrido por el ritmo geselino me ayudó a com-
prender en profundidad por qué los jóvenes colocan esta
dimensión como una de las razones cruciales del deseo de
salida. La mayoría de los jóvenes geselinos a los que pude
entrevistar entienden que la ciudad se mueve a ritmo lento y

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118 • Fuera de escala

señalan muchas de las características que incluí unas líneas


más arriba para cualificarlo de ese modo: la vida en el espa-
cio público, la forma de transitar las calles, la tranquilidad
de los movimientos corporales, entre otras. Esa lentitud,
no obstante, se traduce para ellos en aburrimiento y hastío.
En sus propias palabras: “esto es aburrido”, “no pasa nada”,
“siempre es lo mismo”, “no hay nada para hacer”, “nosotros
queremos otra cosa, otro ritmo, más movida”.
La asociación entre ritmo lento y aburrimiento queda-
ba clara en la superficie, pero cuando fui penetrando en las
representaciones y prácticas de los jóvenes emergieron una
serie de nuevos elementos significativos. El primero de ellos
se relaciona con la escala de la ciudad y la imposibilidad, en
sus propias palabras, de “sorprenderse con cosas nuevas”. El
aburrimiento refiere al cansancio del ánimo originado por
falta de estímulo o distracción. En este sentido, los jóvenes
me decían que “no pasaba nada” o que “siempre era lo mis-
mo”, y esta reiteración rítmica se vincula, en lo cierto, con la
dificultad que tienen para encontrar espacios propios, por
fuera del mundo adulto, sus reglas y sus convenciones; se
relaciona así con la falta de estímulos propicios para esta
generación. “Esta ciudad la conocemos de punta a punta y
llega un momento en que eso te aburre”, me dijo Mariela,
una joven geselina de 19 años.
Como sostiene Urresti, “la vida de los adultos por lo
general está circunscripta a rutas poco conmovibles”. Los
jóvenes, por el contrario, “descubren las ciudades a medida
que se van descubriendo a sí mismos: se buscan y se des-
encuentran en la ciudad, escapan de los ámbitos habituales
de sus familias y, en esas intentonas, son fielmente seguidos
por sus pares y amigos” (Urresti, 2002: 9). Esta condición
parece encontrarse limitada en ciudades de la escala de
Villa Gesell, mientras que tiende a desbordar en otro tipo
de espacios. Los consumos mediáticos y las producciones
audiovisuales, las redes sociales, las charlas con los jóve-
nes que se fueron y volvieron para contar sus experiencias
de la gran ciudad y la vivencia del verano postulaban, así,

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Fuera de escala • 119

otros ritmos posibles; otros ritmos, quizás, más acordes a


su moratoria vital.
El segundo de los elementos que ilumina la relación
entre ritmo y aburrimiento remite al ámbito de la noche,
tiempo privilegiado para los jóvenes.

La ciudad es de los jóvenes mientras los adultos duermen;


es otra ciudad. Hay un empleo del tiempo para conquistar el
espacio. Al refugiarse en la noche, se resignifica la ciudad y
parece alejarse el poder. Ilusión de independencia apelando al
juego del tiempo; tiempo no colonizado en que parece resig-
nar el control; tiempo no utilizado plenamente para la repro-
ducción económica, para la industria o la banca. Si todos los
espacios están colonizados queda el amparo del tiempo, el
tiempo como refugio. (Margulis, 2005: 12)

En Villa Gesell la noche invernal parece reducirse a un


grupo de opciones conocidas y reiteradas: la noche geselina
presenta un ritmo aún más desacelerado que el día. Durante
mis visitas a Villa Gesell, muchos habitantes me dijeron
cosas como éstas: “de noche no ves un alma”, “tené cuidado
a la noche porque esta ciudad sí que duerme”, “acá de noche
es una calma absoluta, no vuela una mosca”, “todo oscuro y
todo quieto”. Cuando consulté por este espacio temporal, el
de la noche, los jóvenes me comentaron lo siguiente: “y no,
no hay mucho para hacer”, “es siempre lo mismo”, “capaz
que lo más divertido es ir a una plaza a tomar una birra
o algo”, “nos juntamos mucho en la casa de alguno”, “hay
algunas fiestas que organizamos nosotros, pero no es que
tenemos muchas opciones”.
Todas estas características hoy señaladas como pro-
blemáticas para los jóvenes geselinos eran valoradas por
los jóvenes de los sesenta, esa generación atravesada por
el movimiento hippie y el rock nacional, que encontraba
en este espacio el ritmo tranquilo del que carece la gran
ciudad, para quienes Villa Gesell era un refugio o una suerte
de paraíso. A su vez, los jóvenes turistas que llegan a fines
de diciembre no se encuentran con estas limitaciones: la

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120 • Fuera de escala

ciudad ingresa en el tiempo del verano, el ritmo se acelera y


se multiplican las opciones, los recorridos y las oportunida-
des recreativas. Emerge, así, otro paraíso, alejado de aquel
signado por la naturaleza, la tranquilidad y la comunidad.
Durante el invierno, la imposibilidad de liberarse de la
mirada atenta del mundo adulto y de sus recorridos habi-
tuales, de encontrar opciones nocturnas –en ese espacio y
tiempo privilegiado para ejercer algunas prácticas vincula-
das a la generación–, la reiteración, lo conocido, la ausencia
del asombro y lo novedoso, entre otros elementos, dieron
sustento a la relación contundente –pero un tanto superfi-
cial– que emergió como hallazgo etnográfico. Sin embargo,
un tercer elemento apareció para complejizar aún más los
deseos de salida fundados en esta relación entre ritmo y
aburrimiento: la dificultad de ejercer el derecho al anoni-
mato (Segura, 2012; 2019). “En Villa Gesell no podemos ser
jóvenes, no podemos pasar desapercibidos, todos se cono-
cen con todos y en tres segundos todos se enteran de lo que
hiciste o dejaste de hacer”, me dijo Mariela y, de este modo,
colocó al anonimato como una de las condiciones necesa-
rias para ejercitar esa moratoria vital con la que parecen
contar los jóvenes, todos los jóvenes.

Todos saben quién es quién

El ritmo –el modo en que la ciudad se mueve– y la escala –su


tamaño y el rol que desempeña en un sistema territorial nacio-
nal y jerárquico– se interpelan mutuamente. Esta relación con-
figura una serie de repertorios sociales (Noel, 2013) que habi-
litan y constriñen formas de sociabilidad. Repertorios que, a su
vez, iluminan la pregunta por los modos juveniles de habitar
Villa Gesell.
La interacción entre estas dos categorías emergió como
un problema nativo que encontró un punto de conexión con
las dinámicas en las que se expresa la sociabilidad local. Fueron

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Fuera de escala • 121

los propios jóvenes geselinos quienes me indicaron el gran dile-


ma: la lentitud y el tamaño de la ciudad –además de restringir
oportunidades y “aburrir”– limitaban la posibilidad de ejercer
el derecho al anonimato, es decir, su libertad. En otras palabras,
las características de la ciudad –y particularmente su tempo-
ralidad lenta– promovían, desde sus perspectivas, el encuentro
entre personas que ocupan un lugar reconocido en la estructu-
ra social local, restringiendo la posibilidad de posicionarse en
la arena pública en tanto individuos anónimos. Como sugirió
Agustín, un joven geselino de 29 años, “acá en Gesell es como
jugar al quién es quién12, vas descartando opciones y ensegui-
da adivinas”.
Mientras entrevistaba a José y Lucas, pensé que podía ser
útil, para los fines de esta investigación, pedirles que dibujaran
el ritmo, que expresaran con líneas y movimientos el modo de
percibirlo y experimentarlo. Lograr acercarse a esta experien-
cia temporal no es una tarea sencilla. Pensaba, en este sentido,
que utilizar otro recurso metodológico podía iluminar la oscu-
ridad, como decía Lefebvre, de sus significantes. Y así lo hice
con los dos, pidiéndoles, además, que presentaran una compa-
ración entre el ritmo de su ciudad y la gran ciudad. En palabras
de Tim Ingold:

Dibujar una línea en un croquis se parece mucho a contar


una historia. De hecho, normalmente ambas se desarrollan
a un tiempo como cadenas complementarias en una misma
acción. El argumento avanza a lo largo de, como lo hace la
línea del mapa. Digamos que lo que cuenta la historia no exis-
te, sino que más bien acontece. En todo momento se trata de
una actividad en marcha. En una palabra: estas dos cosas no
son objetos sino tópicos. De acuerdo con la lógica de acción
y reacción, cada tópico queda identificado por sus relaciones
que allanan el camino por el que llegan, que aparecen de

12 El Quién es quién es un juego de mesa, popularizado en la década del noventa, que


invita a los participantes a reconocer o identificar a un personaje a partir del des-
cartedeunconjuntomásampliodefiguras.Eldescarteserealizaavanzandoenuna
serie de preguntas vinculadas a la características físicas: forma del rostro, color de
losojos,presentación delpelo,tonalidaddelapiel,entreotros.

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122 • Fuera de escala

hecho con ello y que lo acompañan a su misma venida al


mundo. Hay que entender aquí “relación” en su sentido más
literal, no como una conexión entre entidades previamente
situadas sino como un sendero trazado a través de una expe-
riencia vivida. (Ingold, 2015: 131)

¿Qué historias tenían para contarnos las líneas de Lucas


y José? ¿Cómo me presentaron sus senderos al recurrir a sus
experiencias vividas? Los bosquejos rítmicos de los jóvenes
interpelados admitieron tanto similitudes como diferencias en
función de sus experiencias compartidas, pero también de sus
recorridos bifurcados. La diferencia más notoria es que, al recu-
rrir a sus propias experiencias, Lucas eligió a la Ciudad de Bue-
nos Aires donde ahora reside, mientras que José prefirió plas-
mar el ritmo de la ciudad de Mar del Plata: “es la ciudad más
grande que tenemos cerca y con la que hay más contacto”, me
dijo. Otra discrepancia se puede observar en los diseños de sus
dibujos: Lucas escalonó y enredó líneas; José recurrió a “las pul-
saciones”, en sus palabras, de las ciudades.

Figura 1. Bosquejos rítmicos

Fuente:: elaboración propia a partir de unos dibujos nativos realizados


durante el trabajo de campo.

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Fuera de escala • 123

Rapidez y lentitud, como contraste, aparecen en ambas


expresiones. Claramente, desde sus percepciones, los rit-
mos son distintos y responden, como ya ha quedado claro,
al tempo, esto es, la velocidad en la que el ritmo se manifies-
ta. Ambos coincidieron, también, en que el ritmo del verano
geselino se asimilaba bastante al de la gran ciudad Lucas
me dijo: “En verano es otra cosa, es parecido a lo que pasa
en Buenos Aires, o mejor, [se ríe]. Villa Gesell en verano
es lo más. Nosotros muchas veces tuvimos que trabajar,
pero no impide que podamos vivir la adrenalina”. Ahora
bien, cuando plasmaron sus representaciones a través de los
dibujos, los sentidos vinculados a la rapidez y la lentitud
admitieron, por primera vez, nuevas expresiones. Ya no se
trataba sólo del “aburrimiento”, sino que el ritmo se vincu-
laba, en palabras de José, con “la posibilidad de que no te
reconozcan siempre”.
Conversando sobre la relación entre espacio, prácticas
y recorridos, les pedí que ubicaran a los sujetos en esas
líneas: “estas líneas no se desarrollan sin sujetos, ¿no?”. Ante
mi pregunta, y atento a su dibujo, Lucas recuperó su expe-
riencia en la gran ciudad y me comentó lo siguiente:

Claro, allá todo es rápido, enquilombado, te mezclas en ese


quilombo. Nadie tiene tiempo de mirar en profundidad […]
Si comparás los dibujos, te das cuenta: no es lo mismo ser
un punto en este bardo [lío] que ser un punto en el otro
dibujo, que es como un zigzag […] Allá sos uno más del
montón; acá no, la gente te conoce, sabe quien sos. Están
buenas las dos cosas, pero la verdad es que a veces es un
poco presionador [sic] que todos sepan todo de uno. (Lucas,
28 años, joven geselino)

Para Lucas el tamaño de la ciudad –su extensión terri-


torial y la cantidad de habitantes–, pero también el ritmo
–“el tiempo para mirar en profundidad”– condicionaban
los modos en que los geselinos se relacionaban. Él describía
una sociabilidad circunscripta y practicada por un conjunto
de sujetos que, si bien no se conocen todos entre sí, parecen

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124 • Fuera de escala

poder ubicar en un mapa de relaciones a cualquier habi-


tante de esta localidad: “Esto es muy chico […] Aunque no
conozcamos exactamente a todos, onda, somos 40 mil, acá
enseguida ubicas a cualquiera: es el hermano de, el tío de,
vive al lado de tal, es Gómez de apellido, tienen la farmacia
de la 4, y así”, me dijo mientras conversábamos.
José coincidía con esta presentación: “Acá son todas
cadenas de conocidos, es una ciudad chica y bueno, nos
conocemos, sabemos más o menos en qué anda cada uno”.
También refirió a su esquema de pulsaciones y, ante mi pre-
gunta por la agencia del ritmo en esa forma de vincularse
entre conocidos, sostuvo:

Qué difícil, pero sí, hay algo de esto que dibujé, ¿no? Lo que
yo pienso es que cuanto más rápido más difícil relacionarse
así con una persona. Los geselinos vamos lento y, bueno,
tenemos tiempo para conocer más de cerca a las personas.
(José, 28 años, joven geselino)

Los intercambios desplegados con José y Lucas me


motivaron a seguir indagando estas cuestiones. Encontré,
así, que otros jóvenes indicaban que ciertos rasgos “perso-
nales” solían delimitar los vínculos que se despliegan en el
espacio público. La capacidad de recortar, acceder e iden-
tificar a las personas no sólo era posible debido a la escala,
sino también al ritmo. “Las elecciones sexuales”, “el apelli-
do”, “dónde trabajás”, “dónde vivís”, “a qué escuela vas”, “de
qué hotel sos dueño”, “qué nacionalidad tenés”, “quién es tu
papá”, “si te fue bien en la temporada”, entre otros clivajes,
son cualidades de los sujetos, desde la perspectiva de los
jóvenes interpelados, capaces de determinar los círculos de
la sociabilidad local. Estos rasgos dificultarían el ejercicio
del anonimato y darían lugar a vínculos estrechos, incluso
“asfixiantes” para todos aquellos que buscan “ser libres”. En
palabras de Mariana:

Acá todo se mueve por el apellido. Yo vengo de una familia


peronista… Bueno, cuando era chica me mandaron a una

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escuela de la elite; era estatal, pero era a la que iban todos los
pibes de la elite. Me costó mucho que me aceptaran. Yo era
como la negrita del grado. Me iba re bien en el colegio, pero
siempre me discriminaron. En ese contexto es difícil hacer
amigos porque la gente se mueve por el apellido. Si tenés un
apellido de origen alemán, por ejemplo, te juntás con los otros
del mismo apellido […] Eso pasaba antes y pasa ahora. Hay
una escuela de los pobres, que es la media, y varias escuelas
para ricos. La gente no se mezcla. Es una ridiculez eso de
pensar que somos una comunidad de iguales. Acá todos nos
conocemos, pero ese conocimiento es lo que nos permite juz-
gar y estigmatizar a los otros. (Mariana, 32 años, historiadora
y directora de la Oficina de Empleo Municipal)

En las comunidades más pequeñas, la personalidad de


los sujetos aparece como uno de los rasgos determinan-
tes de los vínculos. Por esto, como sostiene Rosane Prado
(1988), en estos escenarios el anonimato se vuelve un ejerci-
cio imposible: cada sujeto ocupa una posición identificable
dentro de la estructura social; cada sujeto es una persona
identificada, posicionada y reconocida por sus pares.
Agustín, otro geselino, remarcó la dificultad de ser
joven y “pobre” en una ciudad como ésta, y resaltó los pro-
blemas que acarrean la ausencia del anonimato, además de
destacar ciertas restricciones impuestas al ejercicio de la
libertad. En una de las entrevistas, me explicó de qué mane-
ra se maneja la policía local: los modos en que “seleccionan”
a quién detener y a quién no, a partir de los “conocimientos
previos” que tienen sobre los sujetos.

Acá opera el tema de la cara [apariencia física], pero también


el apellido. Si sos hijo de una familia pionera y estás haciendo
bardo, te levantan en una esquina y te bajan en la otra. Te dan
la mano y todo bien. Si sos un pibito de una familia normal,
te llevan. Ni hablar si vivís en los barrios pobres de atrás del
Boulevard… bueno, ahí pueden llegar hasta gatillarte. (Agus-
tín, 29 años, joven geselino)

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Estas percepciones sobre el propio habitar se comparan


con lo que ocurre –o lo que imaginan que ocurre– en las
grandes ciudades; allí donde parece reinar el anonimato, la
libertad y la posibilidad de socializar en tanto individuos
(Blanc, 2015). “Allá hay más libertad, no están buscando el
dato que te diga de qué familia sos, de dónde venís. No digo
que no haya persecución ni estigmatización, pero es distin-
to. Acá saben todo”, me dijo también Agustín, preocupado
por algunos de los efectos de la comunidad chica. En una
línea similar, Mariela me comentó: “Y sí, nos queremos ir
a buscar un poco esa libertad, esa posibilidad de ser joven
sin sentirse que te están controlando o mirando todo el
tiempo”. Por su parte, Lucas sostuvo que “Allá, en Buenos
Aires, es otra cosa, más aire, pero no del aire limpio de acá
[se ríe], sino del aire de no tener que dar explicaciones todo
el tiempo o estar preocupado por el qué dirán”.
Atendiendo a estos testimonios, vale recordar la preg-
nancia de la dicotomía fundada a principios del siglo XX
por las disciplinas sociales, aquella que se dirime entre
la sociedad y la comunidad. Esta dicotomía –aún vigen-
te– ha ido asumiendo distintas formas, ha sido vinculada
con diversos sentidos y, también, discutida desde múltiples
ángulos. Más allá de las transformaciones que asumió este
binomio, es posible sostener que mientras que la ciudad
representa el espacio por excelencia de la sociedad, la expre-
sión anónima y el individuo, los pueblos o ciudades más
pequeñas parecen presentarse como los escenarios capaces
de promover lazos sociales estrechos y relaciones entre per-
sonas con cierto grado de conocimiento.
Georg Simmel (2005 [1903]) sostuvo que una de las
normas sociológicas más amplias y profundas es que la
extensión de un grupo es correlativa a la individuación e
independencia de sus miembros. Los más pequeños garan-
tizan la estrecha vinculación y la igualdad; mientras que
los más amplios, la libertad, la autonomía y la diferencia-
ción. Simmel sitúa su análisis sociológico en las emergentes
metrópolis europeas de fines del siglo XIX y principios del

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Fuera de escala • 127

XX, pero advierte sobre las transformaciones de las diversas


organizaciones socio-espaciales a medida que van crecien-
do demográfica y morfológicamente. A mayor tamaño de
los aglomerados, más anonimato, autonomía, diferencia-
ción y libertad para los sujetos. En estos espacios y orga-
nizaciones sociales, el arquetipo de sujeto que se desarrolla
es el individuo. Un individuo que, debido a las amenazas
del medio en el que se mueve, no actúa movilizado por el
corazón sino por el intelecto.

Todas las relaciones emocionales íntimas entre las personas


están fundadas en la individualidad, mientras que en las rela-
ciones racionales el hombre es equiparable con los números,
como un elemento, indiferente en sí mismo. Sólo los logros
objetivamente medibles resultan de interés. Es así como el
hombre metropolitano juzga […] a las personas con las que
está obligado a tener relaciones sociales. Estas características
de la actitud intelectual contrastan con la naturaleza de los
pequeños círculos, en los cuales el conocimiento inevitable de
la individualidad necesariamente produce un tono más cálido
de comportamiento, mismo que está más allá de llegar a sope-
sar objetivamente los servicios prestados y los recibidos, la
prestación y la contraprestación. (Simmel, 2005 [1903]: s/p)

A su vez, se trata de un individuo que sólo puede ser


“persona” –es decir, ocupar una posición identificable en
una estructura social determinada– en el espacio del mundo
privado y en los círculos pequeños en los que se mueve (Da
Matta, 1985). En definitiva, las sociedades son, bajo la mira-
da de quienes alimentaron de diversas maneras esta gran
dicotomía, el reinado del anonimato. Un anonimato que
promueve la descomposición de un lazo social fortalecido
en favor del desarrollo de la libertad13.

13 Cabe destacar que, en este contexto, la libertad no remite a la “facultad natu-


ral que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar”, o a
la “falta de sujeción y subordinación”. Se trata, más bien, de una libertad aso-
ciada a la implantación de la ciudad liberal, lo que ha implicado, también, el
desenvolvimiento de un sistema económico particular en el que los sujetos

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El ritmo, claro está, se vuelve un factor determinante


en la emergencia de estos sujetos arquetípicos. La vida en
la ciudad, según Simmel (2005 [1903]), conlleva un acre-
centamiento de la vida nerviosa y una intensificación del
estímulo de los sujetos. Es decir, la vida en las grandes urbes
se sostiene sobre una multiplicación de estímulos breves y
cambiantes, así como “… del rápido e ininterrumpido inter-
cambio de expresiones externas e internas” (Simmel, 2005
[1903]: s/p). Estas capacidades intelectuales se erigen como
una forma de preservar la vida subjetiva ante el poder ava-
sallador de la vida urbana. Lo que ocasiona la individualiza-
ción determina a su vez una cierta estandarización. Todas
estas condiciones, para este autor, se oponen a aquellas que
pueden constatarse en la vida pueblerina –vale decir, en las
comunidades–, en donde “… tanto el ritmo de vida, como
aquel que es propio a las imágenes sensoriales y mentales,
fluye de manera más tranquila y homogénea…” (Simmel,
2005 [1903]: s/p).
Muchas de las observaciones que realicé en el espacio
público geselino revelan que la sociabilidad local –lejos de
estas características que marcan el habitar de la metrópo-
li– se despliega entre conocidos con cierto grado de fami-
liaridad. Las recurrentes charlas en las esquinas, el salu-
do obligado al ingresar a un comercio, las alusiones a los
nombres propios, los puestos de trabajo e incluso detalles
vinculados a la vida privada e íntima de las familias son
sólo algunos de los ejemplos que se inscriben en esta línea
argumentativa. Tales prácticas no sólo se observan en los
distintos barrios que componen la unidad geográfica de
Villa Gesell, sino también en el espacio mismo del centro
de la ciudad. Con esto, me interesa delimitar un contraste
respecto de aquello que ocurre en el espacio público de las
grandes ciudades o metrópolis en donde el centro parece

se encuentran subordinados a la construcción de necesidades secundarias


que el propio sistema capitalista genera permanentemente (Simmel, 2005
[1903]).

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Fuera de escala • 129

ser la última expresión del anonimato, del tránsito indife-


rente, del ritmo acelerado y de la libertad que todas estas
condiciones promueven.
Mis primeras incursiones en el campo fomentaron el
sentido de la hipótesis que me presentaron los jóvenes. Al
llegar a esta localidad balnearia, mi presencia supo desper-
tar la atención –acompañada de acciones y comentarios–
de los geselinos. Es decir, mis distintas estancias no pasa-
ron desapercibidas; por el contrario, fueron señaladas como
algo extraño. No sólo la mirada desconfiada de quienes se
apostaban en algunos bares a observar mis recorridos, sino
también los murmullos y comentarios del tipo “ahí va la
antropóloga”, “qué estará buscando”, “otra vez acá”, “¿qué
quiere?”, indicaban que los geselinos demarcaban el “ruido”
que causaba mi accionar en su ciudad. Tampoco faltaron
las interpelaciones directas lanzadas en distintos contextos
(en un bar, en la calle, en la misma playa): “Nos estamos
preguntando qué venís a estudiar a Gesell”; “¿Por qué te
interesa este lugar?”; “¿Vas a venir mucho más?”; e, incluso,
los anuncios en las radios y en el canal de televisión local14:
“una antropóloga llegó para estudiar a los geselinos”.
Estas situaciones exponen, sin dudas, que el inicio de
mi trabajo de campo no pudo realizarse bajo los marcos del
anonimato. Vale destacar que no sólo fue así para aquellos
informantes con los cuales, poco a poco, fuimos constru-
yendo un vínculo de cercanía y familiaridad, sino que el

14 En noviembre del 2016 participé del programa Nexos, que se emite por el
Canal 2 de Villa Gesell. En esa oportunidad, me convocaron para hablar
sobre el proceso de transformación urbana por el que venía atravesando la
localidad balnearia. Luego de intercambiar diversos mails con los periodis-
tas, que remarcaban la importancia de discutir estas problemáticas con los
geselinos, el 8 de noviembre se transmitió la entrevista que me realizaron.
Esa intervención televisiva provocó diversos comentarios de mis informan-
tes, quienes además recogieron el impacto que había tenido la nota entre los
geselinos en general. Así, entre mensajes y llamados, dejaron en claro que la
comunidad geselina me había identificado, recortado y señalado: “Ya todos
saben de vos. No te vas a poder escabullir tan fácil” (Jorge, 67 años, periodis-
ta).

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recorte de mi tarea aparecía permanentemente en la opi-


nión pública local. Era de esperar que, una vez que el trabajo
de campo continuase y que los geselinos se adaptasen a la
extrañeza, mi presencia comenzara a ocupar un lugar iden-
tificado dentro de la estructura social local: “la antropóloga
que nos vino a estudiar”. Así, los geselinos me definieron
como una persona con un lugar reconocido y me adjudica-
ron un conjunto de prácticas esperables y deseables.
Las primeras experiencias de campo, las observaciones
realizadas sobre el espacio público, así como las distintas
charlas sostenidas con jóvenes geselinos, fortalecían la
hipótesis que presentaba a Villa Gesell como una organi-
zación socio-espacial que se rige por los estrechos lazos
fundados en la personalidad (Blanc, 2015; Prado, 1988).
Estas características, desde la perspectiva de los protagonis-
tas, restringían la posibilidad de ser joven “como se debe”.
La indiferencia o el individualismo que muchos habitantes
de la gran ciudad “padecen” aparecen, en este caso, como
objetos de deseo, e incluso como una de las razones por
las cuales los jóvenes quieren abandonar su ciudad. “Yo me
quiero a ir a vivir todo eso”, me sugirió Mariela.
Ramiro Segura (2019) postula que en las grandes ciu-
dades latinoamericanas ha ocurrido una suerte de despla-
zamiento que implicó el pasaje de una convivencia distante,
pero pacífica, a una convivencia tensa y en disputa.

Mientras que en la primera predominarían las formas típicas


de organizar la co-presencia entre extraños en el espacio
público que Goffman […] denominó “desatención cortés”, la
segunda […] se caracteriza por una progresiva pérdida del
“derecho al anonimato” […] por parte de diversos actores
sociales. (Segura, 2019: 21)

Jóvenes, pobres, migrantes, vendedores ambulantes


–de acuerdo con Segura– encuentran dificultades para cir-
cular por la ciudad “sin tener que dar explicaciones, fun-
damentada en diversas formas de la estigmatización, dando
lugar a interacciones disputadas” (Segura, 2019: 21). Los

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Fuera de escala • 131

jóvenes de la gran ciudad, o al menos un sector de estos


jóvenes, parecen estar perdiendo ese derecho que garantiza-
ba, de algún modo, la “convivialidad” de las grandes ciuda-
des latinoamericanas. Sin embargo, en ciudades como Villa
Gesell ese derecho no se ha perdido, sino que nunca ha exis-
tido: no se puede ser anónimo en una ciudad en la que todos
pretenden conocerse con todos. Ante esto, ¿qué sienten los
jóvenes al ver coartado el ejercicio de este derecho?
Muchos de los jóvenes entrevistados postularon a Villa
Gesell como una “sociedad opresiva”, con “poca libertad”
y “escasos canales de expresión”. Las experiencias juveni-
les parecen tensionar procesos de integración y resistencia,
en los cuales las representaciones de libertad adquieren un
rol protagónico (Chaves, 2015). Teniendo en cuenta esta
consideración, los jóvenes geselinos encuentran un sinfín
de limitaciones para poder llevar a cabo esta articulación
de manera completa.
En efecto, lo que experimentan es una sociabilidad
fuertemente regulada, controlada y bajo un estricto sentido
de la vigilancia: “Acá no se necesitan cámaras como en
Mar del Plata; acá tenés al vecino que te buchonea [delata]
directo y que está mirando cada paso que das […] Como
dice el dicho: pueblo chico, infierno grande”, sostuvo con
contundencia Agustín. Como explica Juan José Plata la idea
del “pueblo chico, infierno grande” es una manera de refe-
rir a las angustias y desesperanzas de quienes habitan en
escenarios de pequeña escala, pero también una forma de
recordar el fuerte control social que se instituye en estos
espacios (Plata, 2002: 4).
En línea con estos argumentos, Mary Douglas (1996)
sostiene que cuando la escala de las relaciones es lo suficien-
temente pequeña como para resultar personal, el control
social se revela con más fuerza. No obstante, esto no indica
que la organización social es más o menos heterogénea, o
admite más o menos la “diferencia”, sino que las institucio-
nes sociales proveen un repertorio de clasificaciones más
estrecho. Es decir, si bien las instituciones construyen las

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clasificaciones sociales mediante las cuales se interpreta y se


actúa en el mundo cotidiano, son los sujetos quienes eligen
entre el repertorio de clasificaciones que las instituciones
proveen. Cuando el repertorio es acotado, el control social
opera de forma más contundente.
A su vez, es importante señalar que las instituciones socia-
les sólo logran su cometido cuando pueden pasar desapercibi-
das; esto es, cuando los sujetos no acusan recibo de las formas
en que ellas moldean sus pensamientos, sentimientos y accio-
nes. Sin embargo, en determinadas situaciones sociales, como
las retratadas por los jóvenes geselinos, las instituciones se reve-
lan con fuerza indicando, explícitamente, los sistemas de clasifi-
cación que brindan a sus habitantes. De este modo, se establecen
obstáculos para la tan ansiada libertad.
En una ciudad en la que todos parecen conocerse, los jóve-
nes visualizan los inconvenientes que esto acarrea: “No te podés
mandar ninguna cagada [desliz] porque enseguida se enteran
tus viejos”; “Acá hacés un movimiento y al segundo se entera
todo el mundo”; “Te querés levantar [seducir] a una piba y no
existe eso de conocerla… acá vas por la segura. Nos conocemos
todos”; “Ser joven en esta ciudad es re complicado. Eso de tras-
gredir reglas se complica porque enseguida alguno te bucho-
nea”.
En este entramado narrativo, el chisme apareció como
un mecanismo social ampliamente difundido en esta localidad
que, además, aparentaba reforzar esta sensación de asfixia que
denunciaban los jóvenes: “Todo es un chisme; todo, una his-
toria. Te ven en un lugar y enseguida se arma. Y van y llevan
y traen”; “Tenés que tener cuidado qué haces o dejas de hacer,
en esta ciudad siempre hay alguien observando”; “Chusmas por
todos lados. Malísimo, no se puede andar tranquilo en esta ciu-
dad”; “Acá te hablan de solidaridad de que nos ayudamos entre
todos, pero no es tan así, hay muchas situaciones malas gracias
a esos vínculos”.
En Villa Gesell, según los jóvenes, el mecanismo social del
chisme admite su máxima expresión y logra intervenir en el

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Fuera de escala • 133

desarrollo de ciertas libertades que consideran necesarias para


experimentar este tramo biográfico y generacional:

“Te sentís todo el tiempo vigilado, como controlado. Te


movés y ya todos saben, porque nos conocemos y porque…
no sé, la gente se ve que tiene tiempo de estar atrás de estas
cosas” (Agustín, joven geselino, 29 años).

Volvamos a la entrevista que sostuve con Adriana, la


coordinadora del Equipo de Orientación Escolar de la E.M.
En ese encuentro ella comentó, en consonancia con los tes-
timonios juveniles, que los chicos tenían una historia, “un
nombre propio”. Si bien destacó esta particularidad como
una condición positiva, también se explayó en las dificulta-
des que esto implica. Así, mostró las dos caras de este tipo
de vinculación al mencionar que ese conocerse puede, en
ciertas ocasiones, montarse sobre prácticas del chismosear,
procesos de estigmatización y exclusión social.
Una vez aquí, contamos con todos los elementos nece-
sarios para responder a una de las preguntas cruciales: ¿por
qué el ritmo, anudado a la escala, interviene sobre las expe-
riencias de los jóvenes geselinos motivando el deseo de huir
de la ciudad? O, puesto en otros términos, ¿por qué el ritmo
limita el ejercicio de la moratoria vital? Los testimonios
que he puesto a dialogar en este texto permiten sostener
que la experiencia temporal cotidiana, la temporalidad de
ritmo lento, impone una serie de obstáculos para transi-
tar esta etapa de la vida. La escala, la comunidad pequeña,
las relaciones extendidas entre personas que se ubican en
mapas de relaciones y en una estructura social, los chismes,
entre otros, indican que la sociabilidad se levanta sobre un
fuerte lazo social, carente de anonimato, cuya contracara
se expresa, para los jóvenes, en la experiencia narrable del
control social y la vigilancia.

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Reflexiones finales

Este texto propone un recorrido temporal que atraviesa


un conjunto de contextos significativos para develar, final-
mente, por qué una ciudad puede ser experimentada como
un paraíso, pero también como un infierno (Prado, 1988).
Los jóvenes son el sujeto de indagación de esta propuesta,
mientras que el objeto de reflexión es su relación con la
ciudad que habitan –durante el invierno y el verano–. Los
recursos utilizados son de carácter diverso: películas, entre-
vistas, fuentes periodísticas e históricas, reconstrucción de
trayectorias biográficas, historias que se narran a dos voces,
croquis dibujados a mano alzada, observaciones en el espa-
cio público. También son múltiples las voces que aparecen
para problematizar el fenómeno: si bien los jóvenes son
los protagonistas, también resultó enriquecedor incluir las
perspectivas de los padres, de los educadores y los hacedo-
res de políticas públicas.
El recorrido comienza en los años setenta, cuando el
estreno de un filme logró catapultar a la fama al incipiente
balneario geselino y convertirlo en la cuna de un movimien-
to cultural y artístico de alcance internacional: el hippismo.
Comienza, en efecto, cuando Villa Gesell supo posicionarse
como el “paraíso de la juventud y la libertad”. El análisis,
luego, se traslada hacia las transformaciones que nuevas
generaciones juveniles imprimieron sobre este paraíso tras-
tocando aquel símbolo setentista.
Bajo este movimiento, Villa Gesell sigue aparecien-
do como un escenario paradisíaco para los jóvenes de las
generaciones posteriores, pero el contenido de este paraíso
ha mutado radicalmente. Los jóvenes del setenta encontra-
ban en esta villa de veraneo la posibilidad de romper con
ciertas normas establecidas, conectarse con la naturaleza
y la cultura y, fundamentalmente, alejarse del ritmo de la
gran ciudad para adentrarse y disfrutar de la informalidad.
Era, en algún sentido, un espacio de recreación y libertad.
Para los jóvenes que llegaron después, la ciudad turística

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Fuera de escala • 135

representa también la libertad, pero en este caso se trata


de una liberación de los mandatos adultos, del encuentro
con la noche, con prácticas recreativas juveniles y de la
posibilidad de vincularse con sujetos de la misma edad. El
ritmo aplacado, primero, y exaltado, después, aparece en las
representaciones de estos jóvenes que se ven atraídos por
distintas cualidades que parece portar este escenario.
Para quienes no vivimos en esta ciudad balnearia, para
quienes, incluso, la hemos conocido durante los agitados
meses del verano, no caben dudas de que Villa Gesell parece
postularse como un escenario propicio para la juventud, o
al menos para su tiempo ocioso y recreativo. Sin embargo,
al analizar lo que ocurre con la juventud local, con quie-
nes habitan en esta localidad balnearia durante todo el año
–que incluye ese largo y tedioso invierno–, otras dinámicas,
experiencias y sentires aparecen para disputar este eslogan
tan arraigado. El famoso paraíso comienza a desarmarse
para hacer emerger algunas cualidades que, desde el punto
de vista juvenil, pueden resultar hasta infernales.
La escala de la ciudad –y su inserción en el entramado
territorial nacional– limita oportunidades y condiciona la
moratoria social de los jóvenes; es decir, la posibilidad de
desplegar una pausa temporal dedicada a la capacitación,
la experimentación y la preparación para la vida futura. El
dato más relevante es que para continuar con sus estudios
universitarios los jóvenes no sólo tienen que contar con
recursos materiales y simbólicos, sino que deben abando-
nar el lugar en el que nacieron, ese escenario “ideal para
ser niños”.
Esta situación se expresa en una suerte de doble
desigualdad: las desigualdades sociales que atraviesan a los
sectores juveniles locales, brindando y restringiendo opor-
tunidades, se montan, además, sobre estas desigualdades
territoriales, volviendo aún más compleja la posibilidad de
ejercitar esta moratoria. La falta de oportunidades educa-
tivas se vincula, a su vez, con otras ausencias: oportuni-
dades laborales por fuera del ámbito del turismo y de un

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136 • Fuera de escala

mercado flexible y precarizado, así como también opor-


tunidades recreativas, de algún modo, atractivas para este
grupo social.
Al final, “son muy pocos los que se van”, me señalaron
en varias oportunidades los geselinos. Si bien es cierto que
los espacios juveniles suelen estar algo invisibilizados en la
esfera pública, en Villa Gesell hay tantos jóvenes como en
cualquier otra ciudad bonaerense. Más aún, la mayoría de
ellos movilizan contundentes deseos de migrar, de abando-
nar su lugar para establecerse en grandes ciudades donde
las oportunidades, los estilos de vida y los ritmos los atrai-
gan tanto como los sorprendan. Algunos logran realizar el
movimiento, otros han visitado estos lugares en pocas oca-
siones y, finalmente, están quienes sólo fantasean imaginan-
do sus vidas en aquellos escenarios que conocen a través de
los productos culturales y mediáticos. En cualquier caso, los
jóvenes geselinos parecen entender que existe una ciudad
distinta a la propia, que es más adecuada para transitar el
tiempo biográfico que atraviesan.
Al profundizar en sus prácticas y representaciones y
tratar de entender por qué creen habitar una ciudad que no
es propicia para “su tiempo” y por qué sienten deseos de
abandonarla, encontré que la temporalidad, el ritmo en el
que se mueve Villa Gesell, se colocaba como un motivo con-
tundente. Así, el verdadero infierno parece emerger cuando
la ciudad ingresa en su cámara lenta, cuando el ritmo se
desacelera, el aburrimiento frustra las expectativas de los
jóvenes, la sociabilidad se vuelve “personal” y el anonimato
se torna imposible. En esa escala, en esa comunidad chica y
en esa temporalidad rítmica, los jóvenes parecen no encon-
trar la ciudad que necesitan o desean.

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3

Modos generacionales de habitar


la paraguayidad en una ciudad
intermedia de Misiones
NATALIA GAVAZZO Y DÉBORA GERBAUDO SUAREZ

Introducción

Desde hace varios años, ambas autoras de este texto desa-


rrollamos investigaciones antropológicas sobre la migra-
ción paraguaya en Buenos Aires, comprendiendo los modos
de identificación y la participación comunitaria, tanto de
jóvenes migrantes como de hijas/os de migrantes (Gavazzo,
2008 y 2012; Halpern y Gavazzo, 2012; Gerbaudo Suá-
rez, 2016 y 2018; Gavazzo y Gerbaudo Suárez, 2020a). En
este marco, conocimos a Laura y Daniela Funes, dos jóve-
nes argentinas que defendían activamente los derechos de
la migración paraguaya en el país como descendientes de
padres de ese origen que viven en Misiones. Desde esa per-
tenencia como “hijas” se identificaban con las generaciones
más jóvenes de inmigrantes latinoamericanos en diversas
asociaciones. Si bien residen en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (CABA), sus vidas transcurrían en un movi-
miento constante hacia dos ciudades misioneras: Posadas, la
capital metropolitana, y Eldorado, la ciudad intermedia que
las vio crecer y donde residen sus padres y hermanas.
A partir de estos contactos, así como del intercambio
con investigadoras/es del ámbito de la antropología urbana,
nos empezamos a preguntar sobre la necesidad de ampliar

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142 • Fuera de escala

la mirada sobre la migración por fuera de los centros


metropolitanos y en relación con las movilidades interur-
banas. ¿Cuáles son las dinámicas de la migración paraguaya
en las ciudades intermedias? ¿Cómo comprender las trans-
formaciones de esas ciudades desde la perspectiva de las/
os migrantes en ellas? Y al mismo tiempo ¿Cómo abordar
la dimensión generacional de las migraciones consideran-
do su inscripción no sólo en el tiempo sino también en
el espacio?
Fuimos pensando estas inquietudes a la luz de los estu-
dios que ven a las ciudades intermedias no como algo defi-
citario en contraposición con lo metropolitano, sino como
un fenómeno en sí mismo, desde el cual articular nuevos
modos de interrogar lo urbano (Bellet y Llop, 2004; Greene,
2007; Carrión, 2013; Noel, 2016). Esto se da en diálogo
con una perspectiva de la ciudad centrada en las formas
desiguales del “habitar” el espacio y sus jerarquías entre
distintos actores urbanos (Giglia, 2012; Noel y de Abrantes,
2014; de Abrantes y Felice, 2015).
Retomando estas cuestiones, en este capítulo analiza-
mos los modos generacionales de habitar una ciudad inter-
media por parte de una familia argentino-paraguaya com-
binando distintas metodologías. En la primera parte, carac-
terizamos a Eldorado a partir de datos estadísticos, mapas
y fotografías que contextualizan su crecimiento demográ-
fico y la urbanización acelerada de las últimas décadas en
relación a los procesos migratorios. Recuperamos asimismo
estudios históricos para dar cuenta de una dimensión cul-
tural e identitaria de la ciudad que reconoce como “funda-
dores” a sus primeros habitantes europeos, particularmente
alemanes, en detrimento de otros orígenes, influyendo fuer-
temente la “integración” de las y los migrantes procedentes
de origen paraguayo en esta localidad.
En una segunda parte, utilizaremos la información pre-
via para contemplar la movilidad de una familia migran-
te en relación con la historia más amplia de la ciudad y
sus transformaciones. El objetivo es analizar los modos de

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Fuera de escala • 143

habitar la ciudad de Eldorado desarrollados entre las dis-


tintas generaciones de la familia Funes, tanto de los padres
como de sus hijas, a lo largo de sus vidas. A partir de relatos
biográficos, consideramos “el habitar” desde las movilida-
des entre ciudades motivadas por diversos proyectos edu-
cativos y laborales de sus integrantes, para luego explorar
los diálogos inter-generacionales en torno a identidades
ligadas a “lo paraguayo” (o “paraguayidades”), tanto hacia
adentro de la familia como hacia afuera en la sociedad
eldoradense.
Recurrimos al método biográfico para recuperar
historias de vida entre las distintas generaciones de
una familia (Mallimaci y Giménez, 2006) y procura-
mos reconocer la perspectiva emic de los actores en
el proceso (Guber, 2004). Además, desarrollamos una
etnografía multilocal (Marcus, 2001) con varios de sus
integrantes residiendo en distintas ciudades. Así, a fines
del 2017 viajamos a Misiones, con una estadía en Eldo-
rado y otra en la ciudad de Posadas, donde realizamos
observación participante en escenas de la vida familiar,
tanto en la casa de los padres como en las de sus
hijas. También realizamos entrevistas semi estructuradas
con la generación de los padres donde repasamos su
migración pionera, sus movilidades entre ciudades, sus
percepciones sobre el espacio urbano y sus modalidades
de participación comunitaria en la colectividad para-
guaya de la localidad.
Con el tiempo, continuamos en contacto con las hijas
residentes en Buenos Aires, con quienes sostuvimos diver-
sos intercambios que retroalimentaron los resultados preli-
minares del trabajo de campo. Además, hacia fines del 2020
realizamos entrevistas estructuradas con ellas también con-
templando cuestiones generacionales con sus padres y con
sus hermanas. Relevamos sus experiencias en la infancia, la
adolescencia y la adultez en relación con el tránsito entre
ciudades y sus reflexiones sobre el habitar la “paraguayi-
dad” en Eldorado.

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144 • Fuera de escala

La investigación etnográfica in situ nos permitió seguir


las trayectorias de las personas, sus discursos y prácticas
para entender la vinculación que establecen con los luga-
res. Esas trayectorias se vuelven claves para comprender el
rol de las comunidades migrantes en las transformaciones
urbanas de ciudades intermedias, al menos en el contex-
to argentino, y la influencia de la variable generacional en
los modos de habitar las pertenencias y los espacios a lo
largo de la vida.

Marco teórico

El interés socioantropológico por la integración de las y los


migrantes y su distribución espacial en las ciudades tiene
una larga historia en las ciencias sociales. Un ejemplo de
ello son los estudios sobre la aculturación que se pueden
rastrear a la Escuela de Chicago que se enfocó en los pro-
cesos de urbanización y transformación sociocultural en
las grandes ciudades, con frecuencia motorizados por las
poblaciones desplazadas (Park et al, 1925).
En el modelo ecológico, la ciudad aparecía como un
mosaico formado por mundos relativamente autónomos,
donde la asimilación de los recién llegados dependía del
tipo de relaciones establecidas –simbióticas o sociales– y
de su temporalidad medida en generaciones de migrantes
(Hannerz, 1986). Estos estudios en Chicago y otras ciudades
sentaron las bases de la etnografía urbana y sedimentaron
la asimilación de lo urbano a lo metropolitano (Noel, 2016).
Por su parte, los estudios de la pequeña comunidad (Com-
munity Studies) permitieron comprender no solo la asimi-
lación, sino también los procesos de transculturación en la
escala de las pequeñas ciudades (Herskovits, 1948). No obs-
tante, se pensaba a la comunidad rural como una sociedad
homogénea y aislada que, al entrar en contacto con otra,
más heterogénea y móvil, transformaba su modo de vida

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Fuera de escala • 145

hacia otro más urbano con una pérdida de la cohesión social


(Redfield, 1941; 1946). Tanto los enfoques sobre las ciu-
dades metropolitanas como los de pequeñas comunidades
resultan útiles para pensar los modos de integración en la
ciudad, entre la insularidad y la asimilación.
En otra línea, los abordajes sobre las ciudades inter-
medias dan cuenta de transformaciones en contextos
urbanos particulares. Dichas ciudades no son ya las
pequeñas aldeas o comunidades aisladas ni tampoco
las metrópolis o sus zonas conurbanas, por ello pre-
sentan sus propias lógicas para entender la migración
hacia estas. La función de intermediación que cum-
plen permite comprender los procesos de crecimiento y
transformación de la ciudad a partir de la influencia y
relación que mantiene sobre su territorio inmediato y,
a la vez, sobre los flujos y relaciones que genera hacia
el exterior (Bellet y Llop, 1999). Asimismo, es posible
pensar estas urbes como “ciudades en red” en un sistema
urbano (Carrión, 2013). Cada ciudad es un nodo de
interconexión y la migración internacional “represen-
ta una nueva forma de integración de las ciudades a
la red urbana global (remesas económicas y culturales,
incorporación de tecnología de punta)” complejizando
la intermediación urbana (Carrión, 2013: 23). Resulta
interesante poner estas perspectivas en diálogo con los
estudios migratorios que analizan las redes que las/os
migrantes traman al circular entre ciudades, tanto de
manera interna como externa (internacional).
Así como las migraciones permiten la integración de
las ciudades intermedias a otras dentro de una red local,
transnacional o global, también es importante considerar
el modo en que las y los migrantes son integrados a la
sociedad local. Sobre todo, considerando la importancia de
los factores culturales e identitarios que constituyen a estas
ciudades y permiten entender sus modos de desarrollo en
pos de garantizar una cierta cohesión social (Bellet y Llop,
2004). De hecho, entre los factores para el desarrollo de las

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146 • Fuera de escala

ciudades intermedias se destaca la participación activa de la


población en la gestión y planificación de la ciudad.
Así, entendemos “la formación de lo urbano [como
el] fruto de un proceso histórico sobre el que inciden
diversas dimensiones (culturales, económicas y sociales)
que ayudan a explicar la diversidad y especificidad del
medio urbano” (Bellet y Llop, 2004: 10). Entre esas
dimensiones, focalizamos sobre la cultura y lo cultural
para estudiar las relaciones sociales, los procesos de
adaptación y los cambios en las comunidades de inmi-
grantes (Gavazzo, 2011). Sin perder de vista que las
movilidades permiten conectar fenómenos locales con
otros de índole nacional o regional (Glick Schiller, 2010;
Feldman, 2018), comprendemos las transformaciones
que las/os migrantes introducen en las localidades como
productoras/es de distintas formas de ciudadanía a par-
tir de la participación comunitaria, ya que moldean y
son moldeadas/os por el contexto en el que operan,
tanto en la sociedad emisora como receptora (Gavazzo
y Nejamkis, 2017).
Teniendo en cuenta que las identificaciones son
procesos dinámicos de construcción de pertenencias,
entendemos que existen imaginarios vinculados a las
localidades de origen y de destino que determinan no
solo las subjetividades de las/os migrantes y las relacio-
nes interpersonales entre ellas/os y con sus “otros”, sino
también las representaciones sociales, los imaginarios
urbanos locales, la cultura política y los derechos asocia-
dos a la nacionalidad. Como veremos, el caso argentino
contempla la inmigración como constitutiva de su iden-
tidad, pero excluye frecuentemente a “lo paraguayo” que
–estigmatizado– hace que muchos jóvenes nieguen ese
origen o que deban usarlo para reflexionar críticamente
sobre su propia historia para activar una participación
comunitaria frente a este.

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Fuera de escala • 147

Eldorado como ciudad intermedia y receptora


de migración

Tal como analizamos previamente (Gavazzo y Gerbaudo


Suárez, 2020b), Eldorado es una aglomeración mediana en
la provincia de Misiones. La ciudad se ubica en el Depar-
tamento con el mismo nombre, donde viven 78.152 perso-
nas. Si bien las definiciones cuantitativas de las ciudades
intermedias varían ampliamente según cada país y región,
coincidimos con la caracterización de Sassone (2000) quien
comprende bajo esta categoría a ciudades con poblaciones
que oscilan entre los 20.000 y 150.000 habitantes para los
índices de Argentina. Se trata de ciudades que se localizan
en el límite de un hinterland metropolitano y por ello se
mantienen fuera de los procesos de peri-urbanización. A
la vez, sostienen una relación más o menos fluida con sus
metrópolis, pero no son ciudades dormitorio o satélites de
ellas (Noel, 2016).
Sin embargo, la caracterización de ciudad intermedia
no se reduce sólo a los aspectos cuantitativos. Siguiendo
a Bellet y Llop (2004) consideramos que “el potencial e
importancia de la ciudad no dependen tanto de su talla
demográfica como del modo en que esta se articula con el
resto de los elementos del sistema: la capacidad de crear
relaciones y tejer una red, así como las características de las
mismas” (Bellet y Llop, 2004: 2). Así, observamos que la dis-
tribución poblacional en la región es sumamente desigual,
ya que la mayoría se concentra en el municipio de Eldo-
rado con 57.323 habitantes, y el resto en las cinco colo-
nias agrícolas que lo circundan (INDEC, 2012). Se trata del
mayor centro urbano en la zona que cumple una función
de intermediación al trazar una red de circulaciones intra e
interdepartamentales.

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148 • Fuera de escala

Figura 1. Ubicación de Eldorado en la provincia de Misiones

Fuente: Municipalidad de Eldorado (2020).

Eldorado concentra la oferta laboral de servicios, en


la que muchos habitantes buscan insertarse en momentos
de desempleo en las áreas rurales. Además, su crecimien-
to paulatino también implicó el movimiento inverso en
momentos de expansión económica donde sus pobladores
ofrecen nuevos servicios desde el centro hacia las colonias.
Si bien Eldorado se encuentra en un área considerada peri-
feria rezagada en relación al resto del país, su dinamismo la
ubica dentro de las ciudades intermedias misioneras con un
crecimiento mayor al de la capital provincial (Michelini y
Davies, 2009). Lo que la convierte en el centro de la periferia
en el sistema de jerarquías urbanas (Bellet y Llop, 2004).
Esto es posible gracias al sistema de transportes que
ubica a la ciudad en un lugar estratégico de intermedia-
ción respecto de otras (Figura 1). La Ruta N° 12 comuni-
ca a Eldorado, por un lado, con Posadas -la capital de la
provincia- y, por otro, con Puerto Iguazú, la segunda ciu-
dad en importancia sobre todo por su industria turística y
su condición de ciudad fronteriza con Brasil y Paraguay.
De este modo, Eldorado habilita procesos de movilidad
inter e interdepartamentales al interior de la provincia de
Misiones.

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Fuera de escala • 149

La Ruta N° 17 o “picada maestra” conecta esta ciudad


con otros dos Departamentos (San Pedro y Gral. Manuel
Belgrano) y refleja un desarrollo urbano en forma alargada
con viviendas construidas de manera lineal hacia ambos
lados de la misma (Figura 2). Este es otro factor que poten-
cia su rol de “intermediación” entre los espacios metropoli-
tanos de mayor nivel y pequeñas aglomeraciones rurales de
pocos miles de habitantes en el límite con la selva.

Figura 2. Trama urbana de la localidad de Eldorado

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Google Maps (2020).

Carrión (2013) señala que es importante ver el peso


que las ciudades intermedias adquieren en ciertas regio-
nes según su funcionalidad internacional. En este sentido,
a partir del proceso de crecimiento poblacional y de acele-
rada urbanización podemos pensar en Eldorado como una
“ciudad en red” en el marco de procesos de globalización
económica y cultural que desde sus inicios y hasta la actua-
lidad la fueron configurando y reconfigurando como nodo.
En este proceso desempeñaron un rol importante los cir-
cuitos de migración rural-urbana, interprovincial e inter-
nacional de países limítrofes, sobre todo de Paraguay.
Por último, queremos señalar la importancia de otras
dimensiones sociales y culturales que hacen a la particula-

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150 • Fuera de escala

ridad de la ciudad. En su caracterización de las ciudades


intermedias, Ballet y Llop destacan “la capacidad local y
territorial de crear identidad propia (a partir de una) apro-
piación sociocultural del medio urbano y territorial” (Ballet
y Llop, 2004:7). En comparación con las metrópolis, las
aglomeraciones más pequeñas podrían producir una mayor
identificación de los ciudadanos con el territorio, y por
ende una mayor cohesión social entre sus miembros. En
este sentido, Eldorado es un enclave con un fuerte sentido
de pertenencia a la ciudad y su origen cultural inmigrante.
La historia urbana de Eldorado está atravesada por
proyectos de poblamiento y colonización luego de la fede-
ralización de Misiones (1881). Como explica Gallero (2008),
en el marco de la ley Avellaneda1 allí convivieron modelos
de colonización oficial y privada. Esta última predominó en
Eldorado con el alemán Adolfo Julio Schwelm (imagen 3),
quien dirigió la mayor empresa de colonización de tierras
en la región y fundó la ciudad en 1919. Frente a la derrota
de Alemania en la primera guerra mundial y la pobreza, la
necesidad de emigrar fue un imperativo para muchos de
sus ciudadanos. En ese contexto Schwelm desarrolló una
intensa propaganda de atracción de inmigrantes, específi-
camente alemanes hacia Eldorado.
Se hablaba de Misiones como un lugar utópico que
ofrecía tierra para el colono alemán, lo que “aseguraba
el mantenimiento de la germaneidad y facilitaba la inte-
gración social en la nueva comunidad” (Gallero, 2008:79).
Si bien predominaron migrantes alemanes, daneses y sue-
cos, confluyeron también británicos, austríacos y húngaros.
Así, a pesar de la preexistencia de pueblos indígenas como
los Tupí Guarní y los Aché, y también de paraguayos y

1 La Ley de Inmigración y Colonización (N° 817) promulgada por el presi-


dente Nicolás Avellaneda en 1876 promovió la ocupación planificada de tie-
rras y la ubicación de colonos europeos con la idea de que vinieran a
“poblar” y “civilizar” el territorio.

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Fuera de escala • 151

brasileños, fue el origen europeo alemán el que sentó las


bases de “una” identidad socio cultural en la zona.
Ello se refleja en la traza urbana en base al Waldhu-
fendörf2, un modelo de colonización implementado en el
campo alemán entre los siglos XVIII y XIX en áreas monta-
ñosas pobladas con bosques (Arenhardt, 2009). Se constru-
yó en Eldorado un sistema lineal con una “picada maestra”
y picadas transversales en los diferentes kilómetros donde
fueron localizados los distintos asentamientos de migrantes
según criterios identitarios como el lugar de origen y el
idioma ( Jelin, 2009: 78).
Con el tiempo, su paisaje fue cambiando en distintas
etapas. Una primera de organización, desde su fundación
hasta 1948, en que se avanzó sobre la ocupación del suelo
pasando del paisaje natural de la selva a un paisaje rural de
explotación agrícola. En una segunda etapa, hasta princi-
pios de 1970, se desarrolló la infraestructura de rutas que
conectó la zona con el resto de la provincia adquiriendo la
forma de paisaje rururbano. Ello incentivó una importante
migración rural hacia el núcleo de poblamiento debido a la
disminución de la productividad en el campo y la caída de
precios de los cultivos industriales (García, 2004).
Finalmente, desde fines de la década de 1970 hasta
principios del siglo XXI, el centro experimentó un gran
crecimiento ya consolidándose como paisaje urbano con
mayor infraestructura de hospitales, escuelas y servicios
básicos. Los migrantes que protagonizaron la expansión
urbana provinieron en su mayor parte de colonias y loca-
lidades vecinas, así como, de otras provincias como For-
mosa y Corrientes.
Dicha evolución da cuenta de la diversidad de orígenes
de la población que contribuyó al crecimiento de la ciudad,
no obstante, la identidad alemana fue la que perduró en el

2 Waldhufendörf: Wald: bosque; Hufen: porción de tierra cultivable general-


mente entre 12 y 22 yugadas. Dörf: pueblo (Gallero, 2008) o “aldea que se
extiende en una franja angosta del bosque” ( Jelin, 2009).

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152 • Fuera de escala

paisaje. Dan cuenta de ello los numerosos monumentos de


Eldorado en el Parque Municipal Salto Küppers o el Museo
Schwelm, también los cauces de agua o “saltos” que llevan
el nombre de sus fundadores, los cuales a pesar de haber
sido renombrados en épocas recientes “la gente igual los
sigue llamando por el nombre con que lo bautizaron los
primeros pobladores”3.
Además, la Plazoleta de las Naciones y el mural
“Camino al Centenario”, que el municipio encargó pintar
para conmemorar los 100 años de su fundación, recuperan
y reproducen la metáfora del “crisol de razas” bajo la cual se
incorpora la diversidad cultural, aunque de modo selectivo4.
Al respecto, uno de los mitos de fundación de la ciudad se
basa en “la absoluta falta de población” en la que se habría
desencadenado la épica del colono alemán domesticando el
entorno natural con mucho sacrificio (Arenhardt, 2018). La
autora explica que en el idioma alemán quienes no tenían
descendencia europea eran concebidos como Shwarze (de
tez oscura) o Hiesige (criollo, nativo), utilizando este últi-
mo como despectivo. No obstante, fueron esos trabajadores
estacionales o mensú (en guaraní) quienes históricamente
trabajaron en los obrajes y que luego se quedaron contri-
buyendo en gran parte con los europeos en el desarrollo
de la colonia.
En este sentido, Jelin (2009) también señala que “los
europeos consideraban a Eldorado como su pueblo, y los
demás eran vistos como extranjeros”. De modo tal que el
notorio silencio sobre los habitantes del lugar se resume en
una enorme distancia cultural.

3 María Galasso, historiadora y encargada turística. Fuente: https://bit.ly/


3BwK8eL. Última fecha de consulta: 30 de agosto de 2021.
4 Para detalles, ver los trabajos de Caggiano, 2005; Gavazzo, 2008. El debate
sobre el “crisol de razas” de la argentinidad ha sido materia de varios estu-
dios, mostrando que el marco nacional ha propiciado una identificación de
la población con la inmigración europea lo que va en contra de las posibili-
dades de las personas de “marcarse” en torno a la paraguayidad.

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Fuera de escala • 153

Los colonos tenían una idea bien clara de los hábitos de los
paraguayos: vivir al día, no pensar en el futuro, inestabili-
dad social […] no eran una amenaza, porque las relaciones
eran clara y explícitamente jerárquicas. Los alemanes y los
guaraníes pertenecían a dos mundos diferentes y separados.
Los peones paraguayos eran Hiesigen, y con esto bastaba”
(Jelin, 2009: 78).

No obstante, el aporte migratorio paraguayo fue uno de


los factores importantes en el crecimiento poblacional del
NEA, sobre todo en las provincias de Misiones y Formosa
en la última parte del siglo XIX y hasta la mitad del siglo
XX (Bruno, 2008). Históricamente, la migración paraguaya
en la zona fue de carácter estacional de acuerdo a la deman-
da de mano de obra en el campo, pero luego fue hacién-
dose progresivamente permanente y urbana. A un lado y
otro de la frontera coexistieron corrientes migratorias de
carácter rural-rural, intercambios entre ciudades peque-
ñas y también entre áreas metropolitanas como Posadas-
Encarnación y/o áreas complejas como la zona de la Triple
Frontera (Bolsi y Meichtry, 1982; Meichtry y Beck, 2002).
Al respecto, Balán (1985) señaló que la población para-
guaya tuvo gran presencia en ciudades como Posadas y
Formosa entre las décadas de 1940 a 1960, lo cual coinci-
dió con una intensificación del proceso argentino de sus-
titución de importaciones. Migrantes limítrofes pasaron a
ocupar puestos que los argentinos dejaban para migrar a
Buenos Aires y trabajar en las industrias. De modo tal que la
pérdida de población nativa fue equilibrada por la afluencia
de la población paraguaya (Bolsi y Meichtry, 1982). Así,
las/os paraguayas/os contribuyeron a la reactivación de las
economías regionales en la zona de Misiones. A la vez, en
Paraguay los procesos de concentración de la tierra, el régi-
men dictatorial y la persecución a opositores se consolida-
ron como factores de expulsión. Ahora bien, en la década
de los setenta con el declive de estas economías la mayo-
ría de las/os paraguayas/os migró hacia el Gran Buenos
Aires, donde continúa con recambios generacionales en la

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154 • Fuera de escala

actualidad (Cerrutti, 2009). Es frecuente de hecho pensar a


las generaciones de migrantes a partir de las distintas “olas”
o “flujos” de llegada al destino; en ese sentido, la migración
paraguaya lleva ya varias generaciones en el país y en esta
región, en un proceso de transformación que se visibiliza
únicamente en una perspectiva histórica de larga duración
que contemple esos recambios.
Con el tiempo, la población paraguaya experimentó
“un pasaje de un patrón predominante de anclaje
fronterizo-regional, con eje en las provincias del NEA,
hacia otro concentrado en el área bonaerense y principal-
mente metropolitana” (Bruno, 2012: 23). No obstante, el
Gran Posadas se consolidó como una alternativa migratoria
entre las décadas de los ‘60 y ’80 en parte por la cerca-
nía territorial y ciertos patrones culturales en común. A
diferencia de paraguayos en otras ciudades del nordeste, la
trayectoria en Misiones indica una migración “por etapas”,
es decir que residieron en otras localidades argentinas antes
de arribar a Posadas. En este caso, se considera que “las
redes migratorias operaron en la circulación de informa-
ción (y ayuda) que desembocaron en un movimiento de
otra naturaleza, desde una ciudad central a una periférica”
(Bruno, 2008). De este modo, se puede concebir un “sistema
urbano” configurado por las trayectorias de los migrantes
entre distintas ciudades argentinas.
En suma, los aspectos geográficos, demográficos y
socioculturales descriptos sirven para entender las caracte-
rísticas particulares de esta ciudad intermedia fundada por
migrantes, en la que se inserta la familia sujeto de nues-
tra investigación.

Haciendo etnografía con historias de familia

En este apartado recuperamos la perspectiva emic sobre los


modos de habitar la ciudad desde el punto de vista de una

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Fuera de escala • 155

familia migrante que vive en ella. Recurrimos a la historia


de vida como un modo de relacionar biografías/trayecto-
rias individuales/familiares con el contexto social, cultural,
político y/o simbólico en el que transcurren, teniendo en
cuenta cómo ese contexto influencia y es transformado por
ellas (Mallimaci y Giménez, 2006). Nos basamos en el sub-
campo de las historias de familias en tanto que la mirada
diacrónica no se centra en la vida de una persona sino en
el tiempo familiar, que transcurre de generación en gene-
ración (Bertaux, 1996).
La familia en cuestión presenta una serie de caracte-
rísticas paradigmáticas para este abordaje. Como dijimos
al inicio, los Funes son una familia argentino-paraguaya,
con madre y padre migrantes, de antigua residencia en el
país y con al menos dos generaciones viviendo en la ciu-
dad de Eldorado. Como veremos a continuación, varios de
sus integrantes transitaron y/o vivieron en distintas ciu-
dades argentinas, tanto metropolitanas como intermedias.
Asimismo, el grupo familiar cuenta con una larga tradi-
ción de participación en organizaciones comunitarias, lo
que la convierte en referente para sus connacionales. Con
esto, pretendemos a continuación problematizar algunos
aspectos de la perspectiva generacional de las migracio-
nes desde una dimensión temporal y también espacial que
aporten a la comprensión de los modos de habitar las ciu-
dades intermedias.

La visión de los padres: buscar y dar una vida mejor


La familia Funes está compuesta por padre y madre paraguayos,
Nicolás (60) e Irene (58) y sus cuatro hijas argentinas: Laura (32),
Daniela (38), Florencia (46) y Liliana (47). No todas viven en
Eldorado, pero conocimos a la mayoría durante el trabajo de
campo en distintas ciudades, inicialmente en Buenos Aires.
Los padres nacieron en Coronel Bogado, una ciudad
intermedia de Paraguay tan sólo a 49km de Encarnación y
de la frontera argentina con Posadas. Nicolás tenía cuatro

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156 • Fuera de escala

hermanos mayores que ya habían migrado a la Argentina


entre fines de la década de 1950 y principios de 1960 y se
habían asentado en Eldorado cuando aún se aprovechaba
el auge de las economías regionales, cuya producción en el
nordeste giraba en torno a las cosechas de algodón, taba-
co, yerba mate y té. Se trataba de una cultura migratoria
(Halpern y Gavazzo, 2012) ya instalada como horizonte de
posibilidad para las/os jóvenes paraguayas/os, ya que como
nos comenta, “todos los que terminan su estudio secundario
en Paraguay se van a la Argentina”
A las condiciones estructurales como la atracción del
mercado laboral y las desigualdades en los salarios, se
suman también aspectos culturales como los imaginarios
urbanos sobre las posibilidades de ascenso en Argentina que
influyen sobre el incentivo a migrar. Además, las condicio-
nes del contexto sociopolítico paraguayo en la década de los
setenta fueron un factor de expulsión. A diferencia de sus
hermanos, decidieron venir primero a la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires (CABA). Allí enseguida apelaron a redes de
amigos y compatriotas instalados en la ciudad, que les con-
siguieron trabajo: él en la construcción y ella en la costura,
enclaves étnicos de los migrantes en el mercado de trabajo
segmentado de Buenos Aires (Maguid, 1997).
Además de las posibilidades económicas, Nicolás refle-
xionaba “nosotros vinimos en la gran ciudad, en el primer
mundo que es Buenos Aires, para mí, en lo cultural”. Su idea
de la metrópolis estaba enmarcada no sólo por el desa-
rrollo económico sino también por el desarrollo cultural.
No obstante, la misma ciudad que les abrió un mundo de
posibilidades también les cerró las puertas ya que luego de
un tiempo, se vieron obligados a mudarse a La Matanza
en el conurbano bonaerense (o Gran Buenos Aires, GBA).
Esto responde al patrón tradicional de asentamiento en las
metrópolis graficado por el modelo ecológico de Park y
Burgess (1925), según el cual los migrantes viven en las
zonas más marginales de la metrópolis hasta que luego, en el
mejor de los casos, logran alguna trayectoria de ascenso que

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Fuera de escala • 157

les permite a sus hijas/os más adaptadas/os a la sociedad


local vivir en zonas de la ciudad con mejor acceso a los
servicios y otro estrato social.
Del mismo modo, Mera (2012) señala que, ante las
imposibilidades de acceso a la ciudad, las/os paraguayas/
os apelan a las redes sociales entre migrantes para facilitar
su inserción en otros espacios a través de diversas estrate-
gias habitacionales, aunque en su mayoría son deficitarias.
Así, Nicolás consiguió trabajo como obrero en una de las
empresas metalúrgicas más grandes del país, sin embargo,
se lamenta respecto a mudarse: “¡Cometí un gran error!
porque estábamos tan bien en la capital!”
Por otra parte, eso les permitió reducir los costos de
vida e incluso con el tiempo armar su propio taller textil con
el que ahorrar y enviar dinero a Misiones para construir su
casa en Eldorado. Allí migraron definitivamente en el año
1983 con sus tres primeras hijas que, como vimos, coinci-
dió con el progresivo proceso de urbanización en la zona,
debido a la movilidad intra (rural/urbana) e inter provincial,
como en este caso.
Con el tiempo la familia abrió su propio comercio textil
en el centro de la ciudad. Así lo recordaba Laura, la hija
menor nacida y criada en aquella ciudad misionera, una vez
establecidos: “Yo tengo fotos de cómo estaban construyen-
do donde está el negocio de mis viejos y no había nada! Era
mucho más fácil comprar tierras en ese momento”. Nicolás
reconoce que siempre trabajaron bien como fabricantes:
“Nosotros implementamos, acá en Eldorado, los uniformes
exclusivos para los colegios con la firma nuestra. Ahora
también hay mucha gente que hace eso, ¡pero nosotros pica-
mos primero!”
A partir de la experiencia en el rubro textil en Buenos
Aires facilitaron el flujo de mercancías en Misiones ya que
nos contaban “¡Trajimos todas las máquinas industriales de
Buenos Aires… teníamos el más avanzado! Entonces econó-
micamente nos fue bien”. En el proceso, crearon relaciones

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158 • Fuera de escala

con la sociedad local, principalmente a partir de la coopera-


ción con las instituciones educativas líderes de la zona.
De tal modo, a partir de sus movilidades los padres
desarrollaron distintas percepciones sobre lo urbano en sus
modos de habitar la ciudad (Giglia, 2012). Si en un principio
las redes transnacionales favorecieron el acceso a oportuni-
dades metropolitanas, luego derivaron en derroteros comu-
nes a la precarización de nichos laborales para los migrantes
en general. No obstante, la decisión de volver a migrar esta
vez a una ciudad intermedia, donde contaban con redes de
parentesco, les permitió detentar un capital locacional (Abra-
mo, 2003), que ubicó de manera diferencial a la familia
en su acceso a la ciudad, considerándola como un espacio
para el desarrollo económico, pero también cultural, como
luego veremos. Asimismo, esta familia migrante transformó
el paisaje de la ciudad fomentando la actividad comercial
en un centro de incipiente desarrollo urbano con la intro-
ducción de maquinarias, mercancías y su distribución en
áreas donde no las había y estableciendo nuevas redes y
alianzas en el proceso.
Uno de los argumentos comunes es que las ciudades inter-
medias se suelen definir negativamente (Ballet y Llop, 1999;
Noel, 2016). En este caso, podemos ver que, si bien alejarse de
la “gran ciudad” implicó tener menos “oportunidades”, a la vez,
es justamente en la ciudad intermedia donde los padres pudie-
ron contar con otra geografía de oportunidades (Del Rio en de
Abrantes y Felice, 2015) para alcanzar un ascenso económico
y social, que en la metrópolis difícilmente hubieran consegui-
do. En nuestro caso, el recorrido de la familia entre ciudades,
tanto metropolitanas como intermedias, nos muestra distintas
experiencias urbanas atravesadas por migraciones internacio-
nales e internas, pero también nos habla del rol que desempe-
ñan las ciudades en el sistema urbano donde las migraciones
ocurren. Por otro lado, la ubicación de Eldorado con respecto
a Paraguay permite ampliar la mirada hacia ciudades fronterizas
que asumen la función de intermediación binacional (Carrión,
2013). Si anteriormente, observamos a esta ciudad como nodo

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Fuera de escala • 159

de interconexión interurbano e inter provincial misionero, a


partir de las migraciones de la familia Funes también observa-
mos que conecta ciudades intermedias a ambos lados de la fron-
tera en el corredor argentino-paraguayo y de este modo vincula
a ambos países.
En nuestro caso, esto se da como parte de las redes
previamente construidas a través de las migraciones ante-
riores de hermanos y también en el marco la historia que
encarnan los padres para edificar una “mejor vida” para
sus hijas. Ellas, por su parte, continuaron con la circularidad
migratoria de sus padres para seguir sus propios proyectos
juveniles, educativos, familiares y políticos, como veremos
a continuación. Como en otros casos analizados (Gavazzo,
2012; Gerbaudo Suarez, 2016), esto da cuenta de la cen-
tralidad de la variable generacional -particularmente en las
relaciones familiares, genealógicas- en la comprensión de
los procesos de integración urbana de los migrantes.

La visión de las hijas: aprovechar lo recibido


Las cuatro hermanas Funes nacieron en Argentina, tres en Bue-
nos Aires y una en Eldorado. Las dos mayores llevan casi 20
años de diferencia con las dos menores, lo que marca dos gru-
pos de edad con características propias, pero también muestra
diversas experiencias urbanas.
Cuando Florencia y Liliana eran pequeñas, sus padres
las enviaron a vivir por un tiempo a Paraguay, cada una
con una abuela. Florencia recordaba “Yo me quede has-
ta los dos años y pico con mi abuela en Bogado, mien-
tras ellos vivían en Buenos Aires que estaban trabajando a
full”. La migración internacional como estrategia económi-
ca de los padres implicó también la migración de sus hijas,
en este caso de una ciudad metropolitana a una intermedia
en otro país, siguiendo el modelo de las cadenas globa-
les de cuidado (Sanchís y Rodríguez, 2011) que implican
la consolidación de familias transnacionales (Levitt, 2010).
Allí no solo habitaron otro paisaje urbano sino también

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160 • Fuera de escala

otro contexto sociocultural. Convivieron con niñas gua-


raní hablantes que trabajaban en la casa realizando tareas
domésticas5. Así aprendieron el idioma por estrecho con-
tacto con otras niñas de su edad que no hablaban castellano
y no mediante sus propios padres, ya que tanto Irene como
Nicolás lo hablan, pero no lo enseñaron.
Luego, se reunificaron con sus padres ya en Eldorado
donde cursaron sus estudios primarios y secundarios. Con
la mayoría de edad sus propios proyectos educativos tam-
bién implicaron migraciones. Florencia se dedicó a la músi-
ca y viajó a Buenos Aires para perfeccionarse:

– Yo había estudiado en un conservatorio privado de Eldo-


rado que tenía una filial en Buenos Aires, pero no era de
muy buena calidad…
– Era una red de negocios básicamente – acota Daniela
– ¡Y si! todos los conservatorios en el interior son así!
En cambio, en Buenos Aires tenes la opción pública y ofi-
cial, allá no.

Así, Florencia se recibió como Profesora de Música en


el conservatorio municipal y da clases a niñas/os en jar-
dines de infantes. Al respecto, ella reflexiona “pesó mucho
que mi papá ya tenía un departamento acá desde antes,
lo compró con la intención de que nosotras lo podamos
usar para estudiar”.
En ese sentido, las expectativas de los padres sobre
sus hijas y la inversión previa facilitaron sus posibilidades
de migrar para estudiar, generando un capital diferenciado
para ellas respecto de otras/os jóvenes que se quedan en
Eldorado. “Lamentablemente es como dice papá ‘te tenes
que ir a Buenos Aires para progresar’. Por eso hay tanta

5 El sistema de “criadazgo” es muy practicado en Paraguay. Se trata de niñas


de origen rural, indígena y pobre que son acogidas en casas de familias con
personas mayores, en general empleadas para “ayudar a cocinar, con las
gallinas, las vacas” lo cual les permite además estudiar en la escuela prima-
ria.

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Fuera de escala • 161

desigualdad también, la persona que no tiene recursos va a


estudiar lo que pueda y en donde pueda”. Creemos que aquí
se expresa lo que de Abrantes y Felice (2015) resaltan sobre
una ciudad intermedia (en su caso costera): las/os jóvenes de
esos espacios enfrentan desigualdades no solo por su clase
sino también por su posición residencial lo cual condiciona
no sólo su derecho a la ciudad sino incluso el derecho a
ser “jóvenes” allí, generando una brecha entre quienes son
vistas/os como tales y quiénes no por la sociedad local.
Por su parte, Daniela también migró para estudiar,
pero su primer destino fue Posadas, donde se recibió de
Licenciatura en Comunicación en la Universidad Nacional
de Misiones (UNaM): “A mí no me dieron la opción Bue-
nos Aires directamente! Mis viejos son muy controlado-
res, yo quería separarme e irme”. En cambio, Florencia tuvo
otra experiencia “a mí no me pasó eso, no quería irme de
casa, era muy apegada, pero ellos organizaron y me vine.”
En ambos casos las experiencias de ciudad estuvieron mar-
cadas por las expectativas familiares vinculadas a la migra-
ción y la educación. Mientras que Florencia vio como
opción irse para seguir el mandato familiar, Daniela buscó
irse para alejarse de ese mandato.
Cuando Daniela terminó la carrera de grado, deci-
dió continuar sus estudios de posgrado en Buenos Aires
donde tendría mejores posibilidades laborales que en Posa-
das: “Cuesta trabajar cuando terminas la facultad, si hubie-
ra conseguido trabajo bueno me hubiera quedado, pero el
mercado laboral en Posadas es muy pequeño.” Al igual que
sus hermanas mayores, Daniela y Laura también estudiaron
en Buenos Aires, donde la primera se recibió de Docto-
ra en Antropología y trabaja en investigación dentro del
Estado. Pero, estando en la capital misionera y a diferencia
de su hermana Florencia, Daniela recuerda “cada 15 días
agarraba un colectivo y me iba a Eldorado… también me
iba mucho a Bogado a cuidar a mi abuela. Ellos también
cada vez que iban a Paraguay pasaban por Posadas, yo los
veía más que Flor.” En eso también los modos de habitar

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162 • Fuera de escala

son diferentes, como señala Florencia: “claro, no es lo mis-


mo estar a 200km que a 2000 km. Yo cuando estudiaba en
Buenos Aires me iba a poco.”
No obstante, sus diferencias y en retrospectiva ambas
coinciden sobre algunas transformaciones urbanas y socia-
les que caracterizan a la ciudad y su gente. En primer lugar,
refieren al proceso de fragmentación urbana que acompañó
su desarrollo en las últimas décadas. Según Florencia, “hay
una parte de la ciudad que ahora hay un puente, y al otro
lado cada vez más barrios y más gente.” Paradójicamente,
ese puente que hoy restringe el acceso simbólico a la ciudad
es el mismo bajo el cual se pintó el mural en homenaje a los
orígenes migrantes de la misma (imagen 3). Además, Danie-
la agrega “esa zona es donde están los sectores populares y
todas las migraciones van a parar allá porque no pueden
acceder ni a un alquiler, a veces van tomando terrenos. Hay
una fragmentación muy importante entre una zona y otra.”
Estos testimonios relatan procesos de urbanización
“desordenada” que se fueron dando con el tiempo y que
son compartidos por otras ciudades intermedias. Para el
caso de Villa Gesell, Noel y de Abrantes (2020) ilustran un
tipo de repertorio sociológico, identitario y moral que la
sociedad local despliega caracterizando la llegada de nuevos
habitantes en clave de invasión migratoria y culpándolos de
la “conurbanización” de la ciudad. El desarrollo de barrios
empobrecidos en la periferia de estas ciudades medianas
da cuenta de fronteras espaciales (Noel y de Abrantes, 2014),
tanto materiales –a un lado y otro de un bulevar– como
simbólicas entre “los antiguos residentes” quienes serían
merecedores de la ciudad y “los recién llegados” definidos
como “intrusos” y por lo tanto no la merecerían.
En Eldorado parece observarse un escenario similar,
sobre todo en momentos de crisis sanitaria donde las fron-
teras de todo tipo recrudecen. Como señala Daniela “con
el coronavirus eso se vio peor! Se cerró ese puente divi-
diendo la ciudad ¡la gente no podía pasar! Con las colonias
rurales hicieron lo mismo, cerraron el camino con palos.

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Fuera de escala • 163

Si un niño se enferma y lo tiene que llevar al hospital qué


hace, se muere ahí?!”. En este caso, la pandemia visibilizó las
fronteras internas de la ciudad con su periferia rural y urba-
na. Además, Florencia reflexiona “hicieron eso sin si quiera
existir un caso de COVID, primó el miedo y el egoísmo!
¡No hubo casos no porque fueron eficientes sino porque
fueron egoístas para que la gente no pasara, es terrible! Eso
es una conciencia de pueblo.” Conciencia que reflejaría una
idea de quienes son merecedores de la ciudad y sus recursos
sanitarios y quiénes no, frente a la cual las hermanas Funes
comparten su indignación.
En segundo lugar, la privatización es otra de las trans-
formaciones que señalan. Al respecto, Florencia menciona-
ba que “Eldorado ha pasado por un crecimiento demográ-
fico muy grande, aparecieron más universidades privadas.”
Daniela coincidía en esto agregando:

En Eldorado el sector privado siempre crece, el problema es


lo público. Por ejemplo, el SAMIC6 que es el hospital más
importante de toda la zona del Alto Paraná no solamente se
está deteriorando sino también todas las salitas de salud del
resto de la región. Entonces todos van a ahí y se multiplica
la presión ¡Pero el que tiene plata va a la clínica privada y ya!
Eso está muy instalado en el sentido común eldoradense.

En este sentido, Florencia concluía “¡Es una ciudad


muy burguesa!”. En este sentido, Daniela afirmaba tam-
bién “si vos sos de la clase profesional es otra cosa, es
re importante ser profesional, contador o abogado. Si te
vas lo importante es el título que vos vuelvas tengas un
auto y tu casa”. Así, atributos como la clase, la posición
residencial, el nivel educativo y la antigüedad influyen
en los modos de habitar esta ciudad intermedia.

6 El Hospital SAMIC Eldorado se creó en 1971. Es una institución sanitaria


de complejidad que brinda atención a la población no sólo de la ciudad sino
también de otros departamentos y del vecino país Paraguay. Sobre el histó-
rico desfinanciamiento del hospital leer Stolkiner (2001).

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164 • Fuera de escala

A continuación, exploramos cómo además la varia-


ble nacional operó en el proceso migratorio y de iden-
tificación de esta familia con el origen paraguayo.

Diálogos inter-generacionales sobre la “paraguayidad”

La identificación con “lo paraguayo” hacia “afuera” y


hacia “adentro” de la familia configuró los modos de habi-
tar la ciudad para las distintas generaciones. Buscamos
aquí entonces recuperar escenas de la vida familiar o
testimonios que den cuenta de esa identificación con el
origen migratorio, tanto en la casa como en el espacio
público comunitario.

Hacia adentro de la casa


Queremos resaltar una escena ocurrida durante nuestro
último día en Eldorado. Un domingo al mediodía com-
partimos un asado con la familia en casa de los padres.
Estaban ellos, sus cuatro hijas, su nieta, un amigo de la
familia y nosotras. Después del almuerzo, mientras toma-
mos tereré Nicolás se dispuso a organizar un mini con-
cierto para nosotras “voy a hacer unas canciones para las
antropólogas” dijo.
Primero, cantó una canción en guaraní, acompañando
con su guitarra. Luego con Florencia interpretó otra. Por
pedido de las hermanas, cantaron la guarania “Regalo de
amor”, un género musical desarrollado mayormente por
paraguayos en el exilio en Buenos Aires. Nosotras regis-
tramos la performance con celular y Laura, la hija menor,
también. De este modo, el encuentro adquirió otro tono
a partir de esa representación musical en la casa familiar
donde pasamos a integrar la audiencia.
Si bien ese día en el living comedor se había improvisa-
do un escenario, esto fue posible por elementos que había-
mos visto días antes formando parte del ambiente. Hacia

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un costado de la sala había unos parlantes muy grandes,


una bandeja de música, micrófonos y un atril con partitu-
ras. En efecto, Nicolás es músico y siempre quiso continuar
estudiando en Buenos Aires, pero no le fue posible. De
todos modos, continuó con su sueño de modo autodidacta
e incluyo a sus hijas en esta iniciativa.
Así, Florencia contaba que recordaba con mucho cari-
ño esa canción, con letra en español y guaraní, ya que solía
interpretarla de pequeña con su padre en fiestas de la colec-
tividad. Laura también agregaba:

Mi papá es músico y siempre tuvo contacto con músicos,


entonces en las fiestas traía delegaciones de músicos de Para-
guay. Por más que yo no fuese a Paraguay, nosotros en Argen-
tina siempre estuvimos asociados a lo paraguayo.

El folklore paraguayo y el idioma guaraní son elemen-


tos arraigados en las distintas generaciones de la familia.
Por un lado, la transmisión cultural de la música y de una
identidad paraguaya asociada a ella fue algo que Nicolás
cultivó en sus hijas haciéndolas partícipes de eventos de la
colectividad en Eldorado.
Por otra parte, el aprendizaje del idioma guaraní tam-
bién está atravesado por una cuestión generacional dentro
de la familia. La diversidad lingüística en torno al guara-
ní en la familia está influenciada por experiencias de vida
en diferentes contextos históricos y geográficos. Así, según
las distintas generaciones podemos distinguir entre quie-
nes dominan el guaraní (madre y padre), quienes hablan y
entienden (las hijas más grandes) y quienes no lo hablan
(las hijas más chicas).
Laura cuestionaba con nostalgia la escasa voluntad de
“los paraguayos” de transmitir el idioma a sus hijas/os, en
comparación con otras colectividades. Su padre, conside-
ra que el guaraní siempre fue un idioma menospreciado
por el Estado paraguayo, llegando incluso a ser prohibido
durante la dictadura de Stroessner. Con este contexto de

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166 • Fuera de escala

fondo, para cualquier paraguaya/o hablar el idioma y trans-


mitirlo a sus hijas/os es una cuestión de resistencia cultural
y política. Por eso Nicolás, ahora de grande, se muestra
muy interesado en recuperar el idioma, sus valores y la
historia asociada a él.
De alguna manera, esta pequeña performance familiar
–y las conversaciones derivadas de ella- reflejan el ambiente
de expectativa por mostrar “hacia afuera” (nosotras, antro-
pólogas, no paraguayas) la cultura de una familia unida por
la música y también por una cultura política de la migración
transmitida entre las distintas generaciones.

Hacia afuera en el centro paraguayo


La interacción de la familia en Eldorado no se limitó a la
empresa comercial, sino que también se interesaron por el
desarrollo social y cultural. Los Funes son referentes de la
cultura paraguaya en la localidad, ya que Nicolás fue presi-
dente del único centro cultural paraguayo de la ciudad.
Una tarde nos llevaron a visitarlo, muy cerca del casco
urbano. Es un edificio de amplias dimensiones, con un gran
salón, una biblioteca y un pequeño santuario a la virgen
de Caacupé en su frente. Entre los años 1993 y 2003 él y
su familia, contribuyeron en gran parte con el crecimien-
to edilicio, social y económico del Centro Social y Cul-
tural Paraguayo fundado hace 80 años. Algunos vecinos
lo recuerdan como una “institución que supo enaltecer las
costumbres, arraigos y tradiciones de los hermanos para-
guayos. ¡Sede social y dirigencia siempre al servicio de la
comunidad eldoradense toda!!” (Eldorado en el Recuerdo,
18 de Julio de 2017).
La participación comunitaria en el Centro le permitió
a la familia no sólo difundir la cultura paraguaya sino tam-
bién, “integrarse” a una sociedad local edificada a partir
de la pertenencia a las colectividades de inmigrantes. En
este sentido, Nicolás refuerza: “¡nosotros formamos, quien
le habla, la colectividad paraguaya de Eldorado! Que he

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Fuera de escala • 167

participado en el crisol de razas”. Las condiciones locales


de la participación se estructuran en clave étnico nacional,
a partir de la organización de centros culturales, festivales
y escuelas. En dichos espacios se recrean pertenencias y
se difunden costumbres a favor de la integración en una
ciudad intermedia particular que, como vimos, fue fundada
por inmigrantes “colonos” que emprendieron la explota-
ción económica de la zona y desarrollaron una identidad
que aún perdura en los múltiples homenajes a sus funda-
dores en la ciudad.
Además, la participación de toda la familia en el club
era importante en otro sentido. Las hijas, desde muy peque-
ñas, bailaban danzas folclóricas y también cantaban en los
eventos patrios del Centro. Una tarde en el río, Laura nos
contaba “Nosotras de chiquitas estábamos en las fiestas, en
las reuniones por el 14 de mayo o por el 15 de agosto7
[…] y por más que yo no fuese de Paraguay, en Argentina
siempre estuvimos asociados a lo paraguayo”. Ese “no ser”,
pero “estar asociada a” tiene que ver con el esfuerzo cons-
ciente que su madre y padre hicieron por involucrarlas en
una cultura paraguaya a través de la música y el arte. Para
Nicolás todas sus hijas “trabajaban porque la institución la
teníamos que sacar adelante. Difundíamos nuestra cultura,
ellas (hijas) desarrollaban su arte, su talento y defendían
nuestra cultura”.
Tal como hemos observado en nuestras investigacio-
nes, es muy frecuente que la inclusión de los descendientes
de paraguayos en las organizaciones comunitarias –sobre
todo a edades tempranas- se dé principalmente a partir de
las prácticas artísticas y culturales. Esto puede derivar en
relaciones de solidaridad y cercanía o en conflictos entre
padres e hijas/os sobre todo por el contexto estigmatizan-
te hacia la condición migrante paraguaya (Gavazzo, 2012).

7 Ambas son fechas patrias de Paraguay que se celebran en Eldorado. El 14 de


mayo es el aniversario de la independencia de Paraguay. El 15 de agosto es el
día de la fundación de Asunción, su ciudad capital.

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168 • Fuera de escala

Este fenómeno sucede tanto en las ciudades metropolitanas


como en las no metropolitanas, de modo que constituye una
práctica transnacional de vinculación inter-generacional
con el origen migratorio y por ende de participación en los
procesos de comunalización.
Dicha participación social y cultural implicó gestiones
concretas que contribuyeron a la urbanización de la ciudad,
como la construcción y ampliación del Centro así como la
pavimentación de calles aledañas en dialogo con el muni-
cipio. En el proceso, la familia fue haciendo parte de un
imaginario urbano de la colectividad paraguaya en la socie-
dad eldoradense.
Para los padres, el modo de habitar la ciudad estuvo
íntimamente ligado a su rol desempeñado en la colectivi-
dad. El mismo consistía no sólo en la difusión de la cultura
paraguaya (o “paraguayidad”) sino incluso en su “defensa”.
Como vimos, Nicolás considera que la principal amenaza a
la cultura paraguaya viene del propio Paraguay. Allí la dic-
tadura instaló la censura sobre aspectos identitarios claves
como el idioma guaraní o la guarania. Frente a esto, Nico-
lás cuenta que “hacía un esfuerzo enorme, traía músicos
de Buenos Aires, de Asunción”, por medio del Ministerio
de Cultura tanto de Argentina como de Paraguay para que
tocaran gratis en eventos de la localidad. De este modo, la
familia encontró una forma de difundir su cultura median-
te un mecanismo de integración “hacia afuera” (Gavazzo,
2004) con la sociedad misionera a través del arte, las danzas
folclóricas y la música paraguaya en Eldorado.
Dicho mecanismo fue también una forma de defender
esa cultura que sentían bajo amenaza y que lograron preser-
var “hacia adentro” de la familia a través de la transmisión
de valores, costumbres y tradiciones paraguayas a sus hijas
argentinas. Esta expectativa de continuidad de los padres
hacia la pertenencia paraguaya se traduce en escenas de
la vida familiar e íntima, como vimos, pero también en la
participación en organizaciones comunitarias.

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Fuera de escala • 169

Ahora bien, para las hijas esta construcción de lo para-


guayo en la sociedad eldoradense no estuvo exenta de ten-
siones, sino que marco diferencias tanto con los padres
como entre ellas y derivó en distintos modos de habitar
la nacionalidad en la ciudad. En relación a la participa-
ción en el Centro, Daniela confesaba: “bueno, no tenía-
mos mucha opción de no colaborar con eso. A mí no me
gustaba. Mi papá nos arrastraba a todo lo que se hacía,
¡te ponía el traje, tenias que bailar, tenías que cocinar! par-
ticipar, ayudar! así como tenias que ayudar en la casa tam-
bién en el centro”.
Además, agrega “yo sentía que la militancia adentro del
club traía muchos problemas a la casa” como por ejemplo
pérdidas económicas en eventos del club o peleas internas
entre sus dirigentes que repercutían cargando de estrés y
peleas entre su padre y madre. Las fronteras entre el aden-
tro y el afuera de la participación se desdibujan.
En cambio, Florencia no lo vivió con pesadez sino
por el contrario, “a mí me encantaba estar en la cocina del
centro paraguayo, también me encantaba bailar y poner-
me el traje”. Como vimos, esto se relaciona con el reco-
rrido diferencial que tuvo cada una respecto al mandato
familiar, pero también con diferencias generacionales entre
ellas, enmarcadas en el tiempo y el espacio. Lo primero se
refleja en la propia reflexión de Daniela “pasa que a mí me
tocaron padres más viejos. Papa siempre dice con las dos
primeras nosotros crecimos juntos, ¡a las dos últimas les
toco lo que les toco!”.
La distancia etaria entre ellas deriva en distintas expe-
riencias de crianza que impactan sobre el modo en que
cada una experimentó su rol en la familia y en la ciudad, al
menos de niñas. Asimismo, entre ambas encuentran posi-
bles explicaciones:

– …Puede ser, pasa que cuando ella [Daniela] percibió todo


eso yo ya no estaba en Eldorado sino en Buenos Aires. Cuan-
do yo era adolescente allá (en Eldorado), ella era muy niña

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170 • Fuera de escala

entonces percibimos por eso también diferente


– ¡Lo que pasa es que cuando vos eras chica papá no era pre-
sidente del centro paraguayo! cuando él se vuelve presidente
vos ya estabas en Bs. As.
– ¡Sí, claro tus experiencias no son las mismas que las mías!

Ya de grandes, aparecen otras marcas generacionales


atravesadas por lo espacial en las cuales desarrollan distin-
tos modos de habitar la nacionalidad. Daniela contaba:

Hoy soy la más militante de Paraguay, pero para mí fue todo


un trabajo de reconstrucción identitaria. Tomé una decisión
en un momento de mi vida, estando en Buenos Aires, con lo
del golpe y todo el dolor y expectativas, habiendo hecho mis
propios vínculos. Porque antes todo lo que era de la paragua-
yidad venia de la mano de mis padres.

Ese proceso, que se dio con la movilidad y como parte


de su construcción adulta, coincide también con un desper-
tar político. Así como sus padres “defendieron” al Paraguay
a través del lenguaje y la música, su hija encontró una vía
similar en el activismo político en Buenos Aires participan-
do en organizaciones paraguayas contra la destitución del
ex presidente Fernando Lugo. Aunque su hermana también
se estableció en la misma ciudad, destaca “yo no hice ese
tipo de conexiones, siempre me vincule más con la colecti-
vidad paraguaya cuando viajaba a Misiones y a Paraguay”.
Estas diferencias generacionales, tanto con sus padres como
entre ellas, influyeron sobre los distintos modos de habitar
la pertenencia paraguaya en Eldorado. Sus experiencias en
el hogar y en la participación comunitaria reflejan distintas
dimensiones del habitar para estas jóvenes provenientes de
una familia migrante y asociadas al origen paraguayo, tanto
en una ciudad intermedia como en otra metropolitana.

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Fuera de escala • 171

Conclusiones

En este capítulo analizamos los modos de habitar una


ciudad intermedia de la provincia de Misiones por parte
de distintas generaciones, entre migrantes paraguayas/os y
sus descendientes. El objetivo fue comprender las diversas
experiencias generacionales y urbanas examinando sus tra-
yectorias migratorias y educativas/laborales entre Eldorado
y otras ciudades, tanto como argentinas como paraguayas.
En principio, caracterizamos a Eldorado en su rol de
intermediación como un punto en un circuito migratorio
más amplio, móvil y dinámico de movilidades internas e
internacionales. Por su condición fronteriza con Paraguay,
forma parte de una cultura migratoria que luego facilita
traslados en las sucesivas generaciones. Este tipo de ciu-
dades en red, son configuradas por procesos económicos
interconectados, pero también, los migrantes las transfor-
man generando otros. Tal fue el caso de la familia Funes
que expandió sus redes transnacionales mediante la par-
ticipación comunitaria ligada a lo artístico y de las redes
translocales que supieron construir sus hijas a partir de las
movilidades entre ciudades argentinas.
Además, exploramos la dimensión cultural de esta ciu-
dad dando cuenta de la presencia histórica de migraciones
que son hoy parte del imaginario urbano, aunque de manera
desigual. Así, vimos como en la representación nacional de
un “crisol de razas” que dio origen a la ciudad, su carácter
europeizante resulta estigmatizador de lo paraguayo.
Luego, reconstruimos las experiencias de dicha familia
argentino paraguaya que forma parte de las movilidades en
esa zona, pero que también presenta particularidades que
la distinguen de otros recorridos posibles de la migración
paraguaya allí. Sus testimonios y vivencias reflejan en sus
biografías huellas de las transformaciones urbanas aconte-
cidas en Eldorado, Posadas y Buenos Aires a lo largo del
tiempo.

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172 • Fuera de escala

Así, los modos de habitar el espacio urbano se ven atra-


vesados por “lo migratorio” y también por “lo generacional”.
La heterogeneidad de experiencias entre las generaciones
genealógicas (padres e hijas) y etarias (hermanas mayores y
menores) refleja las diversas identificaciones con el origen
paraguayo o de habitar la paraguayidad en la ciudad. La
posibilidad de acompañar prácticas asociadas a esa perte-
nencia nacional, en el seno del hogar o en organizaciones
de la colectividad, depende de maneras generacionales de
auto-percibirse y de responder a los estigmas asociados a
ella. A su vez, otras pertenencias como la edad, la clase o la
posición residencial también influyen en las oportunidades
que la ciudad presenta para las distintas generaciones en un
contexto histórico u otro.
Por último, queremos destacar algunos desafíos
teórico-metodológicos de la investigación y las maneras de
sortearlos. Nos encontramos con una convergencia teórica
escasa entre los estudios migratorios y los estudios urbanos
en los debates contemporáneos. Más aún si consideramos
que se ha escrito muy poco aún sobre las dinámicas de los
migrantes en las ciudades intermedias, frente a la prolífica
bibliografía sobre sus experiencias en ciudades metropoli-
tanas, particularmente Buenos Aires para el caso argentino.
En ese sentido, tres estrategias fueron clave para des-
centrar la mirada en la comprensión de otras realidades y/
o de la misma desde otras perspectivas, ya sea en relación a
las migraciones o a lo urbano. Primero, asumir la movilidad
como parte de la investigación fue un ejercicio esencial. En
ello, la etnografía multilocal fue fundamental para entender
la vinculación que las personas establecen con los espacios
y las pertenencias asociadas a ellos. De hecho, “seguir a las
personas” entre distintas ciudades nos llevó al origen mis-
mo de la pregunta por las dinámicas migratorias en otros
espacios urbanos.
Segundo, en el proceso de investigar las transforma-
ciones de la ciudad y las experiencias generacionales de
sus habitantes, encontramos útil complementar el trabajo

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Fuera de escala • 173

de campo in situ con la recopilación y el análisis de fuen-


tes históricas. Sobre todo, aquellas aportadas por sus pro-
pios habitantes quienes convertidos en cuasi historiadoras/
es locales, construyen activamente un archivo colectivo en
espacios virtuales (grupos de Facebook, blogs) con el obje-
tivo explicito de visibilizar la historia de los lugares y su
rol en ellos.
Por último, intercambiar nuestros resultados de aná-
lisis preliminares con nuestras interlocutoras entrevistadas
en el campo implicó un modo productivo para la valida-
ción de los datos e incluso un camino posible para pen-
sar modos de investigación colaborativa en la antropología
urbana sobre las ciudades intermedias.

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4

Desmetropolización y nuevas
transiciones urbanas como oportunidad

¿Hacia ciudades cuidadoras


en escenarios post pandémicos?

SILVIA LILIAN FERRO

Introducción

En este capítulo se analiza en primer lugar, la potencial


gravitación de la crisis global del cuidado en la desmetropo-
lización es decir, la desconcentración demográfica desde las
metrópolis hacia otras localidades de menor porte percibida
en metrópolis latinoamericanas en los últimos años, donde
se vislumbran nuevas fases de transición urbana. Para ello,
se seleccionó la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA),
capital federal de la República Argentina, como estudio de
caso recortando el período temporal de interpretación de
datos e información a los últimos 10 años. Esta decisión
metodológica se tomó en consonancia con lo apuntado por
la literatura técnica de referencia: “En líneas generales, las
ciudades de mayor tamaño son las que han estado creciendo
menos en población desde los años setenta, posiblemen-
te por tratarse de espacios geográficos más consolidados.
Por el contrario, las ciudades de menos de 1 millón de
habitantes son las que más han crecido en término medio,
aunque dentro de ese escenario de desaceleración descrito

teseopress.com 179
180 • Fuera de escala

anteriormente que, para este grupo de ciudades, ha sido más


pronunciado en la última década”. (ONU Habitat, 2012: 28)
Seguidamente, se realiza un análisis prospectivo de
posibles reconfiguraciones urbanas como consecuencia del
impacto de la pandemia en la conjunción entre desmetro-
polización y crisis global del cuidado (Durán, 2011) en la
región, teniendo en cuenta los profundos cambios demo-
gráficos, sociales, económicos y culturales- advertidos ya
antes del escenario pandémico- que enfrentarán las socie-
dades latinoamericanas en las siguientes décadas y particu-
larmente en países del área MERCOSUR.
La información obtenida e interpretada es resultado
de la contrastación de información estadística construida
tanto por organismos multilaterales internacionales, como
de nivel nacional y metropolitano, con la información reco-
gida en una muestra intencional por cuestionarios y con-
frontando finalmente estos datos con lo apuntado en la
literatura académica de referencia en las temáticas seleccio-
nadas. Por ser un muestreo no probabilístico sus resultados
pueden ser considerados apenas exploratorios, precisándo-
se de una muestra probabilística para obtener aproxima-
ciones más precisas.
La aplicación de cuestionarios se realizó en la segunda
mitad año 2020 a personas que decidieron dejar la CABA
en los últimos diez años, luego de residir en ella de forma
permanente, tanto en forma individual como con su grupo
familiar y que están establecidos actualmente en otras ciu-
dades y medios rurales del país. El cuestionario fue aplicado
a través del formato online, dado el contexto pandémico
imprevisto que contorneó esta investigación y, por tanto,
fue autoadministrado. Combina posibilidades de respuestas
cerradas, de escala de Likert y preguntas de respuesta abier-
ta. La selección, creación y organización de las variables
traducidas en la forma de preguntas del cuestionario siguió
lo recomendado por Babbie (1999) en cuanto a estructura,
coherencia interna y distribución de las variables en el ins-
trumento. Las cuestiones de diseño fueron condicionadas

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Fuera de escala • 181

por el formato de la plantilla de la herramienta digital


utilizada (Google Forms). En algunos casos se consiguió
repreguntar y ampliar información con entrevistas tanto a
personas seleccionadas para el muestreo, como a miembros
informantes de organismos públicos e investigadores aca-
démicos relacionados a la temática.
Los resultados obtenidos en el procesamiento de la
información cuantitativa y cualitativa ratifican tendencias
demográficas y urbanas observadas estadísticamente en la
región, así como dimensiones innovadoras del conocimien-
to sobre el tema a consecuencia de la aplicación de la pers-
pectiva de género, junto con el uso de categorías y desa-
rrollos conceptuales de la Economía del Cuidado y de los
estudios migratorios1.

Transición urbana y desmetropolización

Considerada una consecuencia de la primera Revolución


Agrícola (Service,1975) la experiencia urbana2 en nuestra
especie habría acontecido entre 6.000 a 7.000 años antes
de nuestra era (Harari, 2018). El orden patriarcal, casi tan
antiguo como la aparición de las ciudades en la experiencia
humana asigna roles familiares y funciones sociales dife-
renciados, asimétricos y jerárquicos a hombres y mujeres.
A lo largo de esta extensa etapa temporal (Saffioti, 2004),
diferentes sociedades, o las mismas en diferentes momentos

1 Asimismo, estos resultados iniciales son parte del proyecto de investigación


postdoctoral “Desmetropolización y cuidados. Estudio de casos compara-
dos en el área MERCOSUR”, supervisada por el Dr. Gabriel Noel, responsa-
ble del proyecto Migraciones y transformaciones sociales en aglomeracio-
nes medianas y pequeñas de la Argentina en perspectiva comparada (PICT
201-0102), Centro de Estudios Socioterritoriales, de Identidades y de
Ambiente de los Núcleos de Estudios Migratorios y de Estudios Urbanos,
Instituto de Altos Estudios (IDAES), Universidad Nacional de San Martín.
2 Puede ser vista como un fenómeno irreversible,ya que desde su inicio hasta
la actualidad vivir en ciudades nunca dejó de ser la opción preferida, más
allá de ciclos de aceleraciones y ralentizaciones.

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182 • Fuera de escala

de su historia, habrían experimentados diversas intensida-


des3 en su orden patriarcal imperante (Segato, 2016), justi-
ficándose esta situación discursivamente mediante diversos
dispositivos normativos (Scott, 1996) que atribuyen sig-
nificantes culturales, religiosos y políticos a la diferencia
biológico-sexual de la especie humana.
A la construcción social de la femineidad, resultante
del ethos civilizatorio patriarcal, le correspondería, además
de una posición subalterna respecto de los hombres en la
esfera pública y también en la doméstica, funciones espe-
cíficas adscritas a ellas casi en exclusividad, derivadas de la
interpretación sobre su rol en la procreación humana: el
cuidado de la vida de los otros en todos sus aspectos, físicos,
psíquicos, espirituales y culturales a lo largo del ciclo vital
de cada persona de su entorno filial.

“Con la emergencia de la grilla universal moderna, de la


que emanan el Estado, la política, los derechos y la ciencia,
tanto la esfera doméstica como la mujer que la habita, se
transforman en meros restos, en el margen de los asuntos
considerados de relevancia universal y perspectiva neutra”
(Segato, 2016: 117).

A pesar de los cambios sociales y comportamentales


impulsados también desde la Modernidad por movimientos
sociales como los feministas (Amorós, 2005) demandan-
do igualdad de oportunidades respecto de los hombres
en todas las actividades humanas, el cuidado sigue siendo
imperativo para las mujeres y opcional para los hombres.
En Occidente, antes de la Revolución Industrial –cuyo
inicio podríamos situar a finales del siglo XVIII– tanto la
producción para el mercado como la producción de bienes

3 Segato (2016) plantea que antes de la expansión colonial europea sociedades


con las originarias de América no estaban libres de relaciones patriarcales
en muchos casos, pero eran patriarcados de baja intensidad con un poder de
agencia y de incidencia de las mujeres en sus comunidades mucho mayor
que la que se sedimentaron luego de las relaciones coloniales que imprimie-
ron en tales sociedades patriarcados de alta intensidad.

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Fuera de escala • 183

y servicios de consumo familiar solían coincidir espacial-


mente en los hogares, propios o ajenos (Hufton, 1992),
especialmente en las áreas urbanas4. Las dobles jornadas de
trabajo de las mujeres de los sectores populares transcu-
rrían caracterizadas por una distribución diaria del tiempo
y del espacio de movilidad que cambiaría drásticamente
con la generalización de las consecuencias de la Revolución
Industrial (Williams, 2001). Con su consolidación, la fábrica
se tornó el lugar privilegiado de la producción de bienes y
servicios mercantilizados, situándose en un espacio físico
diferenciado respecto de los hogares de trabajadores domi-
ciliarios y de patrones. Esta nueva situación intensificada
a lo largo del siglo XIX, potenció movimientos migrato-
rios campo-ciudad en gran parte del mundo, acelerando la
urbanización en forma sostenida.
Actualmente América Latina es la región mundial más
urbanizada, aun cuando su desarrollo industrial fue y es
mucho menor en escala y alcances respecto de lo ocurri-
do en el Norte Global: “Casi el 80% de su población vive
actualmente en ciudades, una proporción superior incluso
a la del grupo de países más desarrollados” (ONU Hábi-
tat, 2012:11). Asimismo, según proyecciones realizadas por
organismos internacionales multilaterales se estima que el
85% de la población latinoamericana estará viviendo en
ciudades hacia el 2030 y su tasa de urbanización es prác-
ticamente el doble de la existente en Asia y África (ONU
Hábitat, 2012:18). Sin embargo, esta situación es resultante
de un proceso histórico tan acelerado como desorganizado,
especialmente desde la mitad del siglo XX en adelante: una
característica de la región es que el giro rural-urbano se
produjo en menos de 40 años (1950-1990), con un ritmo

4 Olwen Hufton (1992) da cuenta de aspectos diferenciales de movilidad


campo-ciudad entre hombres y mujeres, antes y en los albores de la Revolu-
ción Industrial en Europa, debido a los estereotipos de género que condicio-
nan las ocupaciones y movilidad de unos y otras, siendo las mujeres, espe-
cialmente jóvenes, quienes fueron más significativas –temporal y
cuantitativamente– que los hombres en las migraciones campo ciudad.

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184 • Fuera de escala

tan acelerado que califica como “explosión urbana” (ONU


Hábitat, 2012:18).
Esta explosión urbana tuvo como trasfondo desigual-
dades crónicas en las estructuras socio-económicas de la
región, provenientes del pasado colonial de nuestras socie-
dades, que se amplifican en la actualidad asumiendo la
forma de segregaciones espaciales (Maricato, 2003) y con
altos niveles violencias urbanas, marca distintiva también
de muchas de las grandes ciudades de la región. América
Latina no es la región más pobre en comparación con otras
a escala global pero sí es la más desigual, tomando en cuenta
un conjunto de indicadores que conforman un complejo
donde se articulan cuestiones étnicas, territoriales, econó-
micas y de género.
Precisamente la urbanización acelerada –sumada a
otros procesos convergentes experimentados por la mayo-
ría de las sociedades latinoamericanas– impactó profun-
damente en la esfera del cuidado debido a las dificulta-
des, especialmente para las mujeres, de conciliar el trabajo
remunerado extradoméstico con las responsabilidades del
cuidado familiar, en ciudades velozmente crecidas espacial-
mente que requieren desplazamientos cada vez más con-
sumidores de tiempos y energías entre los hogares y los
lugares del trabajo remunerado extradoméstico.
Desde el último tercio del siglo pasado, las metrópolis
latinoamericanas comienzan a mostrar signos de estanca-
miento demográfico y de salida de personas en número
significativo que optan por residir en ciudades intermedias
o en localidades más pequeñas en diferentes regiones del
“interior” de los países.
El éxodo migratorio del campo a la ciudad ha per-
dido peso en la mayoría de los países. Las migraciones
son ahora más complejas y se producen fundamentalmente
entre ciudades, a veces traspasando las fronteras internacio-
nales. También son relevantes los movimientos de pobla-
ción dentro de las ciudades, entre el centro de la ciudad y

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Fuera de escala • 185

su periferia, así como entre centros urbanos secundarios5.


(ONU Hábitat, 2012:17).
A pesar del estancamiento, cuando no decrecimiento
poblacional en grandes ciudades, la mancha urbana sigue
extendiéndose: “Las ciudades tienden a ocupar más sue-
lo del necesario por crecimiento demográfico y urbano”
(ONU Hábitat, 2012:32), produciendo una dificultad adi-
cional a la movilidad pública, al extenderse la mancha urba-
na por acumulación especulativa de suelo y vivienda urba-
nos, lo que podríamos denominar “inflación espacial”. Esto
es parte de procesos de especulación financiera in crescendo
también desde el último tercio del siglo pasado, los que-
entre otros impactos-desarrollaron burbujas inmobiliarias
en gran parte del mundo y expresivamente en las metró-
polis, explicando la extensión de la mancha urbana, a pesar
del decrecimiento poblacional de las mismas señalado antes
aquí.Al respecto, la CABA tiene el 24% de sus viviendas
vacías (INDEC,2010), lo que implica casi un cuarto de la
superficie urbana afectada por la expansión especulativa.
El intenso flujo migratorio entre ciudades es también
una característica latinoamericana, en su magnitud, respec-
to del mundo: “El número de ciudades se ha multiplicado
por seis en cincuenta años. La mitad de la población urbana
reside hoy en ciudades de menos de 500.000 habitantes y el
14% en las megaciudades”. (ONU Hábitat 2012:17). El caso
argentino sigue la tendencia regional (Noel, 2017).

5 También llamadas “ciudades satélites” o “ciudades dormitorio”.

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186 • Fuera de escala

Figura 1. Distribución de la población urbana argentina por tamaño


del asentamiento urbano6. Serie histórica y proyecciones

7
Fuente: UN DESA, 2019.

6 El caso argentino es un caso monocéntrico, es decir apenas una metrópolis


concentradora de población a lo largo en su devenir histórico, ya Brasil pre-
senta un esquema policéntrico con más de una metrópolis, así como otros
países de la región presentan modelos bicéntricos. Esto es importante a la
hora de planificar estudios de desmetropolización comparados, especial-
mente a escala MERCOSUR.
7 https://bit.ly/2Wn5Ra1. Última fecha de consulta: 30 de agosto de 2021.

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Fuera de escala • 187

Esto se verifica también en el muestreo intencional


realizado para este estudio, ya que la mayor parte de las per-
sonas encuestadas dejó CABA en dirección a otra ciudad:

Figura 2. Respuestas a “Tipo de localidad donde reside actualmente”

Fuente: Elaboración propia.

Dentro de los flujos migratorios interurbanos, encon-


tramos un tipo específico denominado “desmetropoliza-
ción” formando parte de lo que se ha denominado como
nueva transición urbana8, la cual estaría ligada directamen-
te a otros cambios estructurales: “la transición urbana y
la transición demográfica9 se encuentran unidas, aunque
sus vínculos son complejos; en general, los países que se
urbanizaron antes experimentaron procesos de transición
demográfica más tempranos” (Rodríguez y Villa, 1998: 34).
Precisamente Argentina es uno de los casos –junto con

8 “Podemos afirmar que en América Latina y el Caribe se están conformando


las condiciones para una nueva transición urbana, tanto en lo que se refiere
a recursos, como a capacidad, creatividad y a cierta voluntad política tanto
de los gobiernos locales como nacionales” (ONU Hábitat, 2012: 7).
9 Se entiende por transición demográfica “al paso de un régimen tradicional,
de mortalidad y fecundidad elevadas, a un régimen moderno, de mortalidad
y fecundidad reducidas [...] un marco de análisis de las relaciones entre los
cambios en las variables demográficas y los cambios económicos, sociales y
culturales (Zavala de Cosio,1992: 14-15).

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188 • Fuera de escala

Uruguay– de urbanización temprana y transición urbana


con más correlación significativa respecto a la región.
Usualmente, las localidades de menor porte que reci-
ben el flujo migratorio de salida de las metrópolis reciben
nombres como ciudades “secundarias”, ciudades “dormito-
rio” y otras denominaciones que refuerzan su carácter sate-
lital respecto de la metrópolis. Esto forma parte de procesos
de conurbanización y periurbanización, es decir del des-
borde de la traza urbana metropolitana, que muchas veces
integra a la misma a ciudades antes alejadas o separadas por
un espacio semi-rural o hinterland rural. Este tipo de deno-
minaciones, según Noel (2017) forman parte de miradas
duales desde un punto de vista situacional de investigadores
metropolitanos en gran medida, que no pueden captar por
ello las dinámicas particulares de estas ciudades las que-
aunque ligadas a las metrópolis en sus dinámicas-conservan
identidades, rasgos y formas de vida mucho más autónomas
de lo que connotan categorías que las designan apenas en
su función dependiente de la metrópolis, independiente-
mente de su tamaño;

Con poblaciones que oscilan entre los cientos de habitantes y


unos pocos miles, estas pequeñas aglomeraciones no son las
comunidades autónomas que el atavismo de muchos investi-
gadores querría proyectar en ellas –su propio tamaño impide
considerar esto con un mínimo de seriedad– pero tampo-
co son ciudades dormitorio, enclaves especializados o meros
satélites parasitarios de las grandes urbes (Noel, 2017: 144)

Asimismo, según informan estudios técnicos de orga-


nismos internacionales las condiciones de facilitación de
la desmetropolización en dirección a ciudades de menor
escala, tiene que ver con lo que estas ciudades de acogida
tienen para brindar y no solo con lo que las metrópolis
dejan de ofrecer: “Los avances logrados en acceso a agua,
saneamiento y otros servicios han aumentado el atractivo
de las ciudades intermedias, lo que apunta a un mayor equi-
librio del sistema de ciudades de los países.” (ONU Hábitat

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Fuera de escala • 189

2012:17). La contracara de este proceso es la profundiza-


ción de las fragmentaciones urbanas “importadas” desde las
metrópolis hacia las ciudades de acogida (Noel, 2018:1).
Esta apreciación se refuerza con el diagnóstico realiza-
do por organismos internacionales, en cuanto a que:

Al factor del atractivo económico, hay que agregar otros, que


van desde las ventajas de comunicación y localización –por
ejemplo, las que brindan ciudades secundarias situadas cerca
de una ciudad principal– hasta las externalidades negativas,
reales o percibidas, vinculadas con muchas grandes aglome-
raciones urbanas (entre ellos, mayores índices de violencia,
la congestión del tráfico, altos niveles de contaminación o
un coste de vida y del suelo urbano más elevado). (ONU
Hábitat, 2012:24)

Analizando los resultados de la Encuesta Permanente


de Hogares (EPH-INDEC) de los últimos años, podemos
constatar que en CABA la desmetropolización es un fenó-
meno feminizado. Los datos agregados demuestran una
mayor continuidad de la residencia de hombres locales que
de mujeres locales, lo que contradice la relación demográ-
fica simple: entre residentes permanente de la ciudad a esa
fecha, las mujeres representan el 53%, es decir, aun cuando
los hombres son cuantitativamente menos que las mujeres,
se sobrerepresentan entre quienes siendo oriundos de la
ciudad (lugar de nacimiento) se mantienen residiendo en
ella, especialmente en los rangos de edad comprendidas en
la PEA10 es decir, con capacidad relativa mayor que otros
grupos etarios en la decisión de migrar.

10 La Población Económicamente Activa (PEA)está integrada por las personas


que tienen una ocupación o que sin tenerla la están buscando activamente.
Está compuesta por la población ocupada más la población desocupada.
(INDEC)

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190 • Fuera de escala

Figura 3. Hombres residentes en CABA por lugar de origen y grupos


de edad (Segundo Trimestre 2020)

Fuente: Elaboración propia en base a datos EPH (INDEC.

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Fuera de escala • 191

Figura 4. Mujeres residentes en CABA por lugar de origen y grupos de edad


(Segundo Trimestre 2020)

Fuente: Elaboración propia en base a datos EPH (INDEC).

Como las mediciones del segundo trimestre del 2020


(último periodo disponible al momento de la redacción
del presente texto) estarían impactadas por el inicio de la
declaración mundial de la pandemia con cuarentenas y res-
tricciones de movimientos internacionales, se desdoblaron
para este estudio, resultados previos y posteriores a marzo
del año pasado.

Tabla 1. Impacto por sexo del inicio de la pandemia en residentes de CABA


por lugar de nacimiento y sexo (primeros dos trimestres 2020)

Fuente: Elaboración propia en base a datos de EPH.

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192 • Fuera de escala

Cuando desagregamos los datos por edades, podemos


ponderar el impacto diferencial en hombres y mujeres del
movimiento poblacional afectado por el inicio de la pan-
demia según últimos datos trimestrales disponibles, pode-
mos notar que la coyuntura de la emergencia sanitaria por
COVID19, incrementaría la feminización de la desmetro-
polización.
El mayor dinamismo migratorio desmetropolizador
femenino, puede entenderse en clave de estereotipos de
género sostenidos por los resabios de un orden patriarcal
que, a pesar de muchos avances característicos de la socie-
dad argentina, se resiste a abandonar su rol de organizador
de la convivencia social y familiar. Este orden patriarcal,
fuertemente contestado pero aun protagónico, sigue colo-
cando sobre las mujeres las responsabilidades, casi exclu-
sivas, del cuidado, tanto de la prestación de servicios gra-
tuitos como de la gestión y organización de la prestación
familiar de los mismos y en este sentido, las metrópolis
ofrecen cada vez más obstáculos para una conciliación de
los tiempos de la vida extra doméstica con la domésti-
ca, principalmente por los horarios y desplazamiento que
emergen de modelos de trabajo morfológicamente andro-
céntricos consolidados en el siglo XIX y que muestran una
gran pervivencia en el presente, a los que se corresponden
modelos análogos en la movilidad pública intraurbana.
Respecto a quienes se desmetropolizaron previamente
a la pandemia, aun cuando se subraya el carácter explora-
torio de la muestra intencional realizada, se observa que
aun en el caso de parejas con o sin hijos, el impulso de
traslado de residencia permanente lo toman las mujeres y
los hombres siguen. En tanto los hombres respondientes
vivieron en CABA en promedio 29,7 años, ellos lo hicieron
28,1. Ellos demuestran además una tendencia a la renuencia
en cambiar de situación de residencia una vez dada.

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Fuera de escala • 193

Figura 5. Respuestas a la pregunta “Habitualmente piensa en volver a vivir


en CABA?”

Fuente: Elaboración propia.

Consultados en respuesta cerrada respecto a las posibi-


lidades de reversión del proceso: “¿Habitualmente piensa vol-
ver a vivir en CABA?”, predominó el “no” con el 65%. A quie-
nes respondieron afirmativamente, se colocaron las siguientes
opciones para elegir entre ellos la razón más importante del
deseo de retorno, ordenadas aquí desde las más elegidas a las
menos sin desagregar por sexo: “ocio, deportes y vida cultu-
ral”, ”cambiaron las expectativas iniciales mías y/o de mi gru-
po familiar”, “acceso a servicios de salud en la vejez”, “Acceso a
estudios superiores de hijos/as u otros familiares” y ”disminu-
ción de las responsabilidades de cuidados a dependientes fami-
liares”. Cuando correlacionamos por sexo de los respondien-
tes a estas opciones, observamos que “acceso de servicios a la
salud durante la vejez” y “cambiaron las expectativas iniciales de
mi grupo familiar” fueron mayoritariamente marcadas como
importantes por mujeres11. Ya en lo pertinente a estilos de vida

11 Las mujeres son mayoría entre quienes respondieron el cuestionario. Una distri-
bución más paritaria entre los respondientes en un muestreo probabilístico por

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194 • Fuera de escala

típicamente como “ocio, deportes y acceso a cultura”, así como


“acceso a estudios superiores para hijos/as u otros familiares”
las respuestas manifestaron paridad en importancia y entre res-
pondientes hombres y mujeres.
Esta feminización de la desmetropolización en CABA que
indican las estadísticas -analizadas en diálogo con lo que sugie-
ren las respuestas desagregada por sexo de la muestra inten-
cional realizada- en confluencia con la desproporcionada par-
ticipación de las mujeres en las responsabilidades del cuidado,
tambien evidenciado estadisticamente, nos conducen a nuevos
interrogantes para comprender mejor no solo las dinámicas,
sinó también los impactos y prospectivas de este tipo de flu-
jos migratorios interurbanos tanto en Argentina como en otros
países.
En otras palabras, ¿cómo podemos comenzar a entender la
gravitación del cuidado y su asimétrica distribución no sólo en
el plano interpersonal-es decir entre hombres y mujeres en los
núcleos de convivencia-sino institucional- entre familias, esta-
dos y empresas-como push factor desmetropolizador?

Desmetropolización y género

La literatura de referencia identifica que las grandes ciudades


serían menos amigables para las mujeres en atención al sistema
patriarcal de ideas, emociones y conductas que prevalecen en
nuestras sociedades. Esto podría desglosarse a partir de lo iden-
tificado a continuación:
Los patrones de desplazamiento tienden a ser diferentes
para mujeres y hombres. Ellas en general, dependen más del
transporte público y tienden a realizar más viajes con diferentes
fines. La complejidad de los patrones de desplazamiento de las
mujeres está relacionada con el hecho de que tienden a hacer

conglomerados sería lo ideal para contrastar resultados con en este muestreo


exploratorio,enespecial enloreferenteaesteindicador.

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Fuera de escala • 195

más tareas domésticas y cuidar a las personas en el hogar en


comparación con los hombres, por lo que necesitan combinar
el trabajo diario con viajes a la escuela, la guardería, centro de
salud, compras (McGuckin y Nakamoto, 2005). Las mujeres
también tienen más probabilidades de viajar para acompañar a
otros miembros de la familia, como niños y ancianos. Dado que
las mujeres tienden a tener menos acceso a los automóviles por
razones culturales y socioeconómicas, dependen más del trans-
porte público que los hombres. En América Latina y el Caribe,
en promedio, más del 50% de los usuarios de transporte públi-
co son mujeres y, en el caso de Argentina, las mujeres repre-
sentan más del 60% de los usuarios de transporte público en la
ciudad de Buenos Aires (BID, 2017). Sin embargo, la mayoría
de los sistemas de transporte público existentes en la región no
están diseñados teniendo en cuenta las necesidades de las muje-
res (BID, 2015). Esto se puede ver cuando los autobuses y las
vías peatonales no tienen en cuenta las necesidades específicas
de los cuidadores que viajan con cochecitos de bebé (que suelen
ser mujeres) o cuando las paradas de autobús no están diseñadas
para evitar largas caminatas a los centros comerciales y labo-
rales, que pueden ser especialmente peligrosas por la noche en
caminos sin vigilancia o mal iluminados. La falta de servicios de
transporte diseñados de acuerdo con las necesidades específi-
cas de hombres y mujeres se debe a las normas culturales y este-
reotipos de género existentes, que tradicionalmente asocian a
las mujeres con los espacios domésticos y les impiden trabajar
en el sector del transporte y participar en procesos de toma de
decisiones para contribuir al diseño de mejores soluciones y así
mejorar tu movilidad (Duren et al, 2018:28)
Desagregando estos problemas como posibles push factors
con incidencia en la desmetropolización según información
recogida en los cuestionarios aplicados, podemos desplegar las
siguientes observaciones. Las diferencias por sexo en la movi-
lidad urbana tienen que ver con la tensión entre un sistema de
transporte público diseñado según necesidades de trabajado-
res masculinos desligados de responsabilidades de cuidado de
otros como sí ocurre con las mujeres, eminentes cuidadoras

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196 • Fuera de escala

sean trabajadoras asalariadas o no. Las responsabilidades del


cuidado de otros generan una gama de actividades y trabajos
que precisan de desplazamientos que en las grandes ciudades
insumen tiempos y energías exponencialmente diferentes que
en urbes más pequeñas, debido a que en las metrópolis “la man-
cha urbana sigue expandiéndose, a pesar de la desaceleración
demográfica (ONU Hábitat, 2012:17).Esto se explica a partir de
procesos recientes de latifundización urbana, complicando aún
más la movilidad atendida con sistema de transportes públicos
deficientes en la mayor parte de los casos nacionales latinoame-
ricanos. En el muestreo los problemas asociados a la movilidad
urbana como pull o push factor aparecen representadas en las
respuestas “mejora en la calidad de vida suya y/o de su grupo
familiar” y “mejor conciliación entre la vida familiar y laboral/
productiva”.

Figura 6. Respuestas a la pregunta “¿Cuál es la razón más importante


por la que decidió dejar de vivir en CABA?

Fuente: Elaboración propia.

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Fuera de escala • 197

Respecto a la variable “mejora en la calidad de vida” en


particular, estudios etnográficos específicos sobre la desmetro-
polización de CABA en los últimos años informan que existen
“actores entre los que se destacan jóvenes urbanos desencanta-
dos con el mundo metropolitano atraídos por el discurso de la
vida verde” (Noel, 2017:135). En el muestreo intencional de este
estudio la edad promedio es de 45,2 años por lo que aquí se veri-
fican otros rangos etarios con expectativas similares. El indica-
dor “mejora en la calidad de vida” es prioritario en la decisión de
desmetropolizarse en un amplio rango etario en ambos sexos.
Otro indicador que muestra la misma amplitud etaria es “costo
de vida”, pero a la hora de decidir migrar es menos relevante que
la inseguridad entre los hombres. Entre estos el indicador inse-
guridad como push factor aparece concentrada en la faja etaria
́ 0 y entre ellas tiene mayor amplitud de edad entre las
de los 3
respuestas que lo eligieron como razón para dejar la CABA.
Aunque podemos ver que la inseguridad no aparece como
una razón preponderante en las respuestas de ambos sexos a las
preguntas que indagan razones para dejar la CABA, es menester
aclarar que la palabra inseguridad tiene una connotación redu-
cida a delitos contra la propiedad y no incluye en su expresión
popular a delitos contra la integridad corporal como violacio-
nes y contra el asedio urbano con connotaciones sexuales, que
sufren diariamente las mujeres en los espacios públicos de las
ciudades. Sin embargo, aquí también aparece una diferencia-
ción espacial y de género característica, si bien en los espacios
públicos de las ciudades las mujeres sufren en mayor medida
delitos como acoso sexual callejero, es en los hogares donde
reside la mayor inseguridad de las mujeres12 incluyendo femi-
cidios y delitos contra la integridad sexual, aunque respecto de

12 La legislación de CABA define la violencia de género como “toda conducta, acción


uomisiónque,demaneradirectaoindirecta,tantoenelámbitopúblicocomoenel
privado, se ejerce contra las mujeres y otras personas en razón de su género, su
identidady/oexpresióndegéneroysuorientaciónsexual,afectandosuvida,liber-
tad, dignidad e integridad, como así también su seguridad personal” Extraído de
https://bit.ly/3Bf4fxN.Últimafechadeconsulta:30deagostode2021.

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198 • Fuera de escala

estos últimos son los cometidos en la vía pública13 los que son
más denunciados y donde más se constatan victimarios del tipo
“agresor desconocido”. Lo que implica que este problema no es
afectado por la escala urbana. En el caso de los hombres el lugar
de mayor peligrosidad contra su integridad física es el espacio
público en el sentido convencional del término.
En el caso específico de la violencia de género si bien
comienza a ser más visibilizada desnaturalizando algunas con-
ductas masculinas agresivas pretendidamente culturales en los
espacios públicos urbanos que comienzan a ser tipificadas
como delitos, la mayor frecuencia de agresiones de distintas
modalidades y niveles contra las mujeres se dan en sus víncu-
los filiales, conyugales y noviazgos, es decir la inseguridad de las
mujeres se experimenta con mayor frecuencia en domicilios.
La variable “vínculo con el agresor” presenta un 67,6%
de completitud. Los vínculos de la víctima con un agresor que
corresponde a las categorías “pareja” y “expareja” representan el
82,1% del total de casos de violencia contra las mujeres registra-
dos. En sentido opuesto, la categoría “agresor desconocido” es
casi inexistente (sólo el 0,3% de los casos remiten a esta condi-
ción).(INDEC, 2019:33).
Más mujeres jóvenes que hombres participantes de la
muestra seleccionaron la variable “oportunidades laborales y
de establecer emprendimientos comerciales” como pull factor
para el desplazamiento y más hombres de diferentes grupos
etarios que mujeres indicaron “constitución de pareja/unión
estable/matrimonio” como factor explicativo de salida. Algu-
nos de los respondientes de entrevistas seleccionadas a partir
de las respuestas obtenidas en los cuestionarios, son personas
que consiguen salir de la metrópolis a partir de su jubilación y
otros no jóvenes que consiguen dejar de residir en CABA, aun
cuando mantengan los vínculos laborales porque han dejado

13 Se solicitaron datos desagregaqdos por sexo al Ministerio de Seguridad de la


Nación quien elabora mapas de delitos y estadísticas de alcance nacional y metro-
politano, sin quealafecha depublicación deeste estudio sehayaobtenido respues-
tas.

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Fuera de escala • 199

de tener responsabilidades de llevar y traer hijos/as a sus espa-


cios educativos y de socialización por la mayor autonomía de
estos. Otro caso se da entre jóvenes y adultos divorciados con
co-parenting con acuerdos de visitas de hijos e hijas menores con
régimen que posibilita fines de semana con uno de los proge-
nitores generalmente hombres, que por ello pueden residir en
localidad diferente a la de colegios y ámbitos de socialización
cotidianos de los menores.
Asociado al hecho de que los costos de vida en las metró-
polis son más altos comparados con los de ciudades de menor
escala, uno de los elementos de mayor gravitación en las metró-
polis está relacionado al precio y acceso a la propiedad urbana,
es decir la vivienda. El enfoque de género en la propiedad urba-
na nos permite identificar los diferenciales que existen entre
hombres y mujeres respecto no solo a la propiedad de la vivien-
da en sentido genérico, sino también en lo que respecta a la
seguridad en la tenencia del hábitat y según tipo y condiciones
de las viviendas.

Tabla 2. Distribución de los hogares según régimen de tenencia


de la vivienda y sexo del jefe de hogar, CABA, 2019

Sexo del jefe Total Régimen de tenencia de la vivienda


de Hogar
Propietario de Inquilino y Tenencia
la vivienda y el arrendatario precaria1
terreno

Total 1.305.988 53,6 35,2 11,3

varón 51,8 27,5 18,8 5,5

mujer 48,2 26,1 16,3 5,8

1 Incluye Propietario de la vivienda solamente, Ocupante en relación de


dependencia por trabajo, Ocupante por préstamo, cesión o permiso gratuito,
Ocupante de hecho de la vivienda y Otra situación.

Nota: excluye hogares sin información sobre régimen de tenencia. La suma de las
cifras parciales difiere del total por procedimientos de redondeo.

Fuente: Dirección General de Estadística y Censos,Ministerio de Hacienda y


Finanzas, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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200 • Fuera de escala

Aquí conviene aclarar que metodológicamente el Cen-


so de Población y Vivienda, así como la sección Régimen
de Tenencia de la Vivienda toman como unidad censal los
hogares y no las personas14. Por tanto, esto dificulta conocer
el gender gap real en la propiedad15 de la vivienda urbana
en Argentina. En primer lugar, porque cuando aparecen las
mujeres solo lo hacen en calidad de jefas de hogar y esta
categoría también contiene sesgos ya que se establece en
forma individual, es decir la existencia de un jefe de hogar
excluye la de una jefa. Como gran parte de las reivindica-
ciones de género basadas en el enfoque de derechos, esta
perspectiva de jefes/as de hogares únicos y excluyentes, se
basa en una dimensión individual. Desde el punto de vista
epistemológico de este estudio esta forma de caracterizar
la conducción de los hogares y núcleos de convivencia no
puede dar cuenta de la organización real de las formas de
vida y de la convivencia humana, urbana y no urbana, esta
forma de clasificación binaria e individual parte del origen
de la reproducción continua de desigualdades, a las que no
puede solamente enfrentarse con derechos individuales que
terminan siendo conculcados por inercias patriarcales que
regulan relaciones interpersonales entre hombres y mujeres
así como prácticas familiares en muchos casos.
El 46,2% de los hogares de la CABA cuentan con
jefas de hogar mujeres (EAH, 2016) y en forma recíproca
el restante sería el total de hogares con jefatura mascu-
lina, no contemplándose la realidad de los co-liderazgos
económicos y decisorios realmente existentes en los hoga-
res en la actualidad que son como mínimo bidireccionales,
cuando no gestionados y liderados en forma cooperativa
por varios integrantes del núcleo de convivencia con y sin
vínculos de parentesco. En segundo lugar, porque una parte

14 Se agradece la colaboración de la Dirección Nacional de Difusión y Comu-


nicación, área Trabajos Especiales del INDEC por la diligente colaboración
en el suministro de datos primarios para desarrollar este tema.
15 También de la propiedad rural, aún más opaca que la urbana.

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Fuera de escala • 201

significativa de hombres y mujeres poseen otras viviendas


que no son utilizadas como residencia del hogar, son inver-
siones financieras, así como fuentes de ingresos principales
o complementarios en conceptos de alquileres. El caso del
crecimiento significativo de las jefas de hogar es un proceso
generalizable a la región latino-americana desde la segunda
mitad del siglo pasado.
De 1980 a 2010 la jefatura femenina de hogares creció
15,5 puntos porcentuales (CNPHV) y entre 2011 y 2016
continuó creciendo de manera sostenida, pasando de 40,3%
a 46,2% (EAH).” El 73,6% de las jefas de hogar propietarias
tienen más de 51 años. Entre las jefas de hogar propietarias
prevalecen las mujeres viudas (31,3%) y el 20,7% se encuen-
tran en unión o casadas. Es decir que casi el 80% de las
propietarias no conviven en pareja. Según el promedio de
ingresos, se observa una superioridad en el ingreso total
individual de los jefes de hogar sobre los ingresos de las
mujeres jefas de hogar. (IVC,2018:3)

Tabla 3. Distribución por sexo de la propiedad de la vivienda en CABA


según unidad de observación “hogares”

Fuente: Elaborado en base a datos obtenidos y procesados ad hoc por


área de Estudios Especiales, INDEC.

Si bien “el 55% de las jefas de hogar son propietarias


de la vivienda y el terreno, el 32,3% son inquilinas y el
12,8% son propietarias de la vivienda, pero no del terreno,
ocupantes por préstamos, por trabajo u otra situación”
(IVC,2018:3), la mayor parte de esas propiedades están en el
clasificador “resto de la ciudad” y gran parte de ella en situa-
ción de tenencia precaria y en asentamientos irregulares:

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202 • Fuera de escala

El 91,3% de las viviendas con jefatura femenina se


encuentran ubicadas en la categoría “resto de la ciudad”, el
4,5% en inquilinatos, hoteles, pensiones e inmuebles usur-
pados y el 4,2% en villas de emergencia.” es decir “son las
jefas de hogar con mayor vulnerabilidad tanto en términos
de ingresos como por régimen de tenencia de la vivienda.
(IVC, 2018:3)
Cabe interrogarse entonces ¿cuál es la incidencia como
push factor desmetropolizador de la asimetría por sexo de la
propiedad urbana? Dicho de otro modo ¿incide la cuestión
de la desigualdad en la propiedad urbana por sí misma en
la mayor movilidad interurbana de las mujeres? Desde el
posicionamiento epistemológico que sustenta este estudio
las asimetrías de género de la propiedad urbana además de
tomar en cuenta los aspectos señalados antes aquí como el
tipo de propiedad, la seguridad de su tenencia y la locali-
zación, debe ser correlacionada con la circunstancia de que
en el caso de las propietarias las necesidades espaciales y
habitacionales del cuidado de dependientes familiares y no
familiares y la convivencia con animales no humanos16 así
como las edades de las proveedoras de cuidado y propieta-
rias, gravitan de una forma diferencial que en el caso de los
propietarios hombres.

Hacia ciudades car


are-friendly
e-friendly?

La asimetría en el reparto de las responsabilidades y traba-


jos de cuidados entre hombres y mujeres en los núcleos de
convivencia, familiares y no familiares, genera una intensa

16 Sin considerar animales de corral y/o de granja declarados como en el cues-


tionario, la tasa de mascotas por respondientes de la muestra es de 1,53 res-
pecto de 0,77 de media de hijos/as menores de edad, amplia mayoría entre el
universo de hijos/as declarados como convivientes. Lo que puede inferirse
como tendencia de comportamientos “no especistas” en los núcleos de con-
vivencia urbanos.

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Fuera de escala • 203

y creciente conflictividad por el uso del tiempo en los espa-


cios familiares y es contestada fuertemente en el debate
colectivo por grupos y movimientos sociales que reivindi-
can un reparto más igualitario, no solo en el plano interper-
sonal entre hombres y mujeres sino también entre familias,
estados y sector privado, dado que se trata de una función
esencial para la supervivencia de la especie y para la exis-
tencia y funcionamiento de cualquier sociedad.
La demanda de cuidados es universal y excede a los
períodos de dependencia propios del ciclo vital de cada
persona y de las circunstancias de salud-enfermedad. Esta
demanda se resuelve con trabajos de cuidados que proveen
tales servicios, gratuitos en la mayor parte de su volumen
total implicado en la existencia de una persona:
Por trabajos de cuidados se entiende aquí al conjunto
de prestaciones, tanto individuales, como grupales y colec-
tivas que generan servicios altamente personalizados y que
demandan inmensas inversiones de tiempos, energías físi-
cas y especialización17.Estos servicios de cuidados garanti-
zan el bienestar biológico, psicológico, social y espiritual de
otras personas que se benefician de ellos; sean prestados en
forma remunerada como gratuita, sean prestados en hoga-
res como en espacios públicos (Ferro, 2020:4).
A partir de mediciones de uso del tiempo por parte de
sistemas estadísticos oficiales como el realizado ya en varias
ediciones por el INDEC, se verifica para la CABA y el total
nacional que en los grupos de edad a partir de 15 años existe
un gran diferencial significativo entre el hombres y muje-
res relevado dentro de la categoría “trabajo no remunera-
do”18 donde se encuentra el trabajo familiar de cuidados

17 La “especialización” en el trabajo de cuidados es una cuestión debatida por-


que es una palabra que se identifica con saberes técnicos y científicos acredi-
tados. Aquí se entiende por especialización a la personalización, o sea a la
orientación y adaptación a las características y preferencias del destinatario
de esos servicios (Ferro, 2020).
18 Aunque habitualmente aparecen el trabajo doméstico y el trabajo de cuida-
do como dos dimensiones diferenciables del trabajo no remunerado, en la

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204 • Fuera de escala

de dependientes familiares e incluso de aquellos saludables


con capacidad para cuidar de sí mismos, pero que eligen
no hacerlo (Picchio, 2001)19 por razones patriarcales. Este
desentendimiento se refleja en la muestra realizada, ya que
solo mujeres- y en sus ´30- eligieron el indicador “facilita-
ción de acceso al apoyo familiar para cuidados gratuitos”
-familiares que colaboran en la crianza de menores o en
apoyo a mayores dependientes tanto por vejez como por
otras dependencias-como relevante en las respuestas sobre
las razones que impulsaron a dejar la CABA para residir
en ciudades menores.
Independientemente del grupo de edad la participación
de las mujeres en el trabajo de cuidados tanto familiares
gratuitos como remunerados extrafamiliares es mayor, si
bien en CABA la diferencia por sexo es menos marcada
que en el total nacional. Esto es relevante para dimensionar
el sostenimiento de la diferencia de tal contribución entre
hombres y mujeres tanto en total nacional como en CABA,
incluso en mayores de 60 años, titulares de hogares muchas
veces con las mismas condiciones de salud.

línea epistemológica que sustenta este estudio se considera al trabajo


doméstico sea remunerado o gratuito dentro del trabajo de cuidados porque
por ejemplo la limpieza de los hogares constituye una parte importante de
la higiene práctica indispensable para la preservación de la salud humana. El
mantenimiento de esa diferenciación complica innecesariamente la medi-
ción estadística del trabajo de cuidados.
19 Esta autora señala que en nuestras sociedades un varón adulto sano prome-
dio, casado /unido en cualquier forma de convivencia con una mujer, o resi-
diendo en un hogar con otra/as mujer/es de su grupo familiar, les deman-
dan tanta cantidad de trabajo de cuidados como un niño de 5 años.

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Fuera de escala • 205

Tabla 4. Tasa de participación por sexo y edad en el trabajo doméstico no


remunerado, comparativo CABA, total nacional urbano

% 18 a 29 30 a 59 60 y más

Varones Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres

Total 52 85,3 61,3 93,2 57,3 83,7


nacional
urbano

CABA 54,8 77,7 66,5 92,7 60,7 87,2

Horas 18 a 29 30 a 59 60 y más

Varones Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres

Total 2,9 6,5 3,7 7,1 3,1 4,6


nacional
urbano

CABA 2,2 3,8 3,8 5,5 2,9 4,5

Fuente: Elaboración propia sobre datos de la Encuesta sobre Trabajo


No Remunerado y Uso del Tiempo (Tercer trimestre 2013).

La facilitación del acceso a servicios gratuitos de


cuidados está íntimamente relacionado a las deficiencias
de la infraestructura pública de servicios de cuidados.
Cuando decimos “infraestructura pública de servicios de
cuidados” nos referimos a la materialidad de la provi-
sión del cuidado en todas sus formas de prestaciones
basado en el consenso, más tácito que expreso, desde el
cual cada sociedad construye la organización social del
cuidado. La suficiencia o insuficiencia en cada segmento
de la organización de tales prestaciones es responsable
directa de push and pull factors migratorios feminizados
en sociedades tanto del Norte como del Sur Global.
El déficit creciente en tales infraestructura, prime-
ro en el Norte Global y luego extendiéndose a gran
parte de Occidente y el mundo, originó demandas que
no pudieron ser atendidas por las fuerzas “neutrales”
del mercado en cada caso nacional, derivando en la
creación de cadenas internacionalizadas del cuidado en

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206 • Fuera de escala

dirección Sur Norte Global inicialmente en el último


cuarto del siglo pasado y que su continuidad las que
aunque reorganizadas en gran medida y reorientada
en bloques regionales demuestran la profundidad y la
indiferencia hacia lo que se ha denominado crisis glo-
bal del cuidado.
Los generalizados déficits en las infraestructuras
públicas de cuidados son expresión de la ausencia de
discusión de este problema en la agenda política de las
sociedades en general y de la falta de comprensión de
la centralidad económica, política, social y cultural de la
cuestión del cuidado y su gravitación en la sostenibili-
dad de la especie y de sus condiciones de vida20. Para
medir esa (in)suficiencia se ofrece este cuadro de mapeo
genérico de los sistemas de cuidados involucrados en
su provisión pasible de aplicación en cualquier sociedad
independientemente de la escala jurisdiccional:

20 Las condiciones de vida, son el piso mínimo de bienestar exigible por


una sociedad cambiando siempre en dirección progresiva. Son expec-
tativas de calidad de vida que se van sedimentando a lo largo de su
historia demandadas actualmente por vastos colectivos. Existiendo
además la tensión entre lo suficiente para atender necesidades básicas
y lo deseable en términos de expectativas de consumo social y mer-
cantilmente construidas (FERRO, 2016).

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Fuera de escala • 207

Tabla 5. Sistemas universales de provisión de cuidados, según tipo y local


de las prestaciones

1
Aquí se concentran la mayor parte de las llamadas front line occupa-
tions, poco pagadas y muy desgastantes por la cercanía de las inter-
acciones con beneficiarios y usuarios; no casualmente ampliamente
feminizadas, especialmente visibles en el sistema de salud en el esce-
nario pandémico.
Fuente: Ferro (2020: 59-60).

Un indicador muy útil para ponderar la gravitación


de la demanda integral, efectiva y potencial de cuidados, es
la relación de dependencia demográfica por grupos depen-
dientes de CEPAL: “una medida demográfica para expre-
sar la relación de la población, en términos de edad, entre
las personas potencialmente activas y las personas poten-
cialmente dependientes (inactivas). Normalmente se utili-
zan tres medidas: relación de dependencia total, infantil y
adultos mayores.”21

21 https://bit.ly/38ltiCK. Última fecha de consulta: 30 de agosto de 2021.

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208 • Fuera de escala

Tabla 6. Relación de dependencia demográfica, por grupos dependientes.


Comparación de proyecciones demográficas 2020-2050

Grupos País
depen-
dientes Argentina Brasil Paraguay Uruguay

2020 2050 2020 2050 2020 2050 2020 2050

Total 55,77 57,31 43,48 59,22 55,53 50,35 54,85 61,73

Infantil 38,06 30,13 29,71 23,05 44,94 31,14 31,14 26,68

ancianos/ 17,71 27,18 13,76 36,18 10,59 19,2 23,36 35,05


as

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEPALSTAT.

Dependencia total: Es el cociente entre la suma de los grupos


poblacionales (población 0-14 + población 65 y más),
en el numerador, dividido por la población de 15-64
años de edad, en el denominador, multiplicado por 100.
Dependencia infantil: es el cociente entre la población de
0-14 años, en el numerador, dividido por la pobla-
ción de 15-64 años, en el denominador, multiplicado
por 100.
Dependencia de ancianos: es el cociente entre la población
con 65 años o más, en el numerador, dividido por la
población de 15 a 64 años, en el denominador, mul-
tiplicado por 100.22

Una limitación importante de este indicador es que


la relación de dependencia demográfica se distribuye
simétricamente entre hombres y mujeres a partir de
los 15 años en cada país. Analizando otros indicadores,
como el reparto del tiempo entre hombres y mujeres
del trabajo remunerado y no remunerado para cualquier
país –y en particular para la región aquí considera-
da– podemos inferir que los resultados de la tasa de

22 https://bit.ly/3kyzSvg. Última fecha de consulta: 30 de agosto de 2021.

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Fuera de escala • 209

dependencia por grupos poblacionales deberían distri-


buirse por sexo restando de los hombres su parte de las
tareas de cuidados de los dependientes familiares que no
dividen paritariamente con las mujeres. Considerando
los porcentuales de trabajo no remunerado por sexo en
cada país, podemos inferir que la tasa de dependencia
ajustada y en media regional, para mujeres y hombres
podría estar cerca de la relación 70-30 respectivamente.
Estos ajustes en las mediciones correlacionando indi-
cadores darían una aproximación más real de la “foto”
de la asimetría.
En contrapartida el porcentaje de mujeres con dedi-
cación exclusiva a tareas domésticas, “amas de casa” en
el MERCOSUR no llega al 13% (Ferro, 2020) el resto
de las mujeres activas está distribuida en las diferen-
tes categorías de empleo y autoempleo. La ecuación es
imposible: o se redistribuye o se minimizan tiempos.
El protagonismo de las mujeres en la desmetropoli-
zación indica que es más fácil deslocarse con grupo
familiar incluido, que conseguir negociar con éxito una
redistribución interpersonal más equitativa en los hoga-
res, así como sistémica entre familias, estado y sector
empresarial.

Los límites de la planificación car


aree blind

En pocas décadas la población comenzará a decrecer


en forma sostenida en toda Latinoamérica. Argentina
alcanzará su pico poblacional hacia el 2080 y comen-
zará a decrecer (UNDESA, 2020) como muestran las
fuertes caídas de las tasas de fertilidad en la región
y en el país.

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210 • Fuera de escala

Tabla 7. Esperanza de vida al nacer, serie histórica, comparativa


y proyecciones

1950-55 1990-95 2020-25 2060-65 2095-100

H M H M H M H M H M

América 49,4 55,9 65,7 72,1 72,9 79,2 80,7 84,7 85,1 88,6
Latina

Argentina 60,4 67,4 68,7 75,6 73,8 80,4 80,9 85,1 85,2 88,9

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEPALSTAT (2019).

Toda la región latinoamericana en pocas décadas alcan-


zará su pico de crecimiento poblacional, para comenzar a
descender despacio e irreversiblemente como el resto del
mundo, con algunas poquísimas excepciones. Lo que equi-
vale decir que, la urgencia de creación de un mainstream
público del cuidado no depende solo de la temporalidad en
la llegada del pico poblacional o la intensidad de su transi-
ción demográfica, sino también de la insuficiencia del punto
de partida. Es preciso planear la respuesta a esta demanda
para Argentina y para el resto de países de la región, tam-
bién como respuesta a reivindicaciones de equidad de géne-
ro sostenidas por gran parte de las cuidadoras de nuestras
sociedades, independientemente de las dinámicas poblacio-
nales, aun cuando estas señalan urgencias.
Por tanto, la desmetropolización no tiene condiciones
para revertirse durante el siglo presentando por el contrario
mayores posibilidades de profundizarse. Eso posibilita anti-
cipar los escenarios para las políticas urbanas en lo que
respecta a alinearlos y conciliarlos con un fin primordial
que es el cuidado de la calidad de los procesos de la vida,
que a su vez permite considerar otros objetivos de políti-
ca urbana coadyuvantes como “fortalecer los mecanismos
redistributivos y de cohesión social y territorial.” (ONU
Habitat, 2012:15).

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Fuera de escala • 211

Cabría pensar que la planificación urbana podría dar


cuenta de estos problemas, aunque debido a experiencias
con esta herramienta a lo largo del siglo XX23, hay razo-
nes para pensar que fue muy sobredimensionada en sus
posibilidades.
No cabe duda de que en América Latina y el Caribe,
que ha sido el laboratorio de muchas innovaciones en los
temas relacionados con la planificación y gestión de las ciu-
dades, existen recursos y capacidad que permitirían impul-
sar un modelo de desarrollo urbano para el siglo XXI, un
modelo centrado a la vez en el bienestar de las personas
y su inclusión en la sociedad, un modelo que privilegie el
empleo local, la diversidad social y cultural, la sostenibilidad
ambiental y la reafirmación de los espacios públicos. (ONU
Hábitat, 2012: 15)
La planificación urbana como forma de enfrentar las
desigualdades que segregan espacialmente es una fe de ori-
gen desarrollista (Rolnik,1994) que aunque probadamente
insuficiente sobrevive en el presente, como es evidente en
el “Prólogo” de Joan Clos del Informe Estado de las Ciu-
dades (ONU Hábitat, 2012:7): “La planificación urbana es
la garantía del primer paso hacia la sostenibilidad econó-
mica, social y medioambiental de los espacios en los que
la mayor parte de la población va a convivir en las próxi-
mas décadas: las ciudades”. Surgen entonces interrogantes
como: ¿La planificación urbana puede por sí sola resolver

23 A finales del siglo XIX Dardo Rocha idealiza y realiza una ciudad nacida
desde la nada para ser capital de la provincia de Buenos Aires siguiendo
todos los avances de la planificación urbanística de la época. En Brasil el
propio idealizador y realizador de la ciudad de Brasilia, Oscar Niemeyer,
reconoce que Brasilia la ciudad creada con el propósito de nacer y existir
como capital federal en el medio del Planalto en apenas año y medio
1956-67 en medio de la etapa desarrollista en el gobierno del presidente Jus-
celino Kubitschek, no consiguieron conculcar a pesar de surgir de laborato-
rios de planificación urbanística, las fuerzas de la desigualdad social que
crean en la traza urbana la segregación, discriminación y el deterioro
urbano que se llevan puestos todos los dibujos y cálculos prospectivos. (cf.
Minutos 14-15:30 y 16-17:30 en https://bit.ly/3jmxatH. Última fecha de
consulta: 30 de agosto de 2021).

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212 • Fuera de escala

las segregaciones espaciales decurrentes de desigualdades?


y si así fuese ¿Qué rol podría tener la perspectiva de género
en la planificación urbana para alcanzar tales objetivos?
Sin proponer en la perspectiva de este estudio dejar de
lado esta herramienta, se ofrece pensarla auxiliando otras
estrategias considerando las oportunidades que ofrecen las
nuevas transiciones urbanas para colocar en el centro la
cuestión del cuidado entendiendo los pull and push factors
soterrados que su invisibilización política genera. Resolver
por un lado la conciliación entre la vida laboral/profesio-
nal/empresarial y la familiar donde evidentemente la escala
urbana es un factor muy relevante y por el otro, la redistri-
bución sistémica de las responsabilidades del cuidado entre
familias, estados y mercados donde la (in)suficiencia de la
infraestructura pública de cuidados son factores coyuntura-
les y estructurales respectivamente que pueden tramitarse
en continuo y en simultáneo.
Las mujeres evidenciaron mayor impacto, también en
términos migratorios interurbanos e internacionales, en el
inicio de las restricciones por la pandemia como se observa
en el siguiente gráfico mientras la situación de los hombres
demostró pocas alteraciones. La declaración de pandemia
global por la OMS fue realizada en marzo del año 2020 y
ese mes es precisamente el final del primer trimestre uti-
lizado en las mediciones de la EPH, lo que nos permite
realizar un corte preciso para dimensionar las respuestas
en la movilidad humana, ya que fue precisamente esa la
principal variable colocada bajo restricción gubernamental
por indicación de las autoridades sanitarias.
Con la llegada del mundus senectus24 previsto por Agus-
tín de Hipona, especialmente en las metrópolis como la

24 El teólogo cristiano Agustín de Hipona (conocido por la Iglesia Católica


como San Agustín) que vivió entre los siglos IV y V de nuestra era propuso
dividir el ciclo de vida humana en seis edades: pequeña infancia (infantia),
infancia (pueritia), adolescencia (adolescentia), juventud (juventus), madurez
(gravitas) y vejez (senectus)” en analogía con las edades del mundo antes de su
final (Le Goff, 2015:18). En la opinión de la autora de este capítulo la clasifi-

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Fuera de escala • 213

CABA-proceso que no dejará de crecer al menos en el


corriente siglo según las proyecciones estadísticas- ciuda-
des con mejor oferta de infraestructura pública de cuida-
dos y enfocadas en diferentes etapas del ciclo vital, como
por ejemplo las que se especializan en servicios de cuida-
dos y entretenimiento para la tercera edad existentes ya
en diversos lugares del mundo, especialmente en USA25,
pueden ser laboratorios de ensayos de donde obtener expe-
riencias para crear infraestructuras públicas urbanas espe-
cializadas en servicios de cuidados de infancia –o incluso
de otros segmentos demandantes– porque por el momen-
to26: “en Latinoamérica predomina la demanda de cuidados
para la población infantil, pero el rápido envejecimiento de
la población en varios países latinoamericanos muestra la

cación en seis etapas de la vida humana es muy útil a la hora de ponderar


políticas de cuidados focalizadas en ciclos vitales.
25 En USA son comunes hace tiempos los condominios y barrios cerrados
exclusivos para adultos mayores asi como en Brasil a la par de la tendencia a
la condominialización, barrios cerrados, tan caracteristica en las ciudades
brasileras ya surgen condominios especificos para adultos mayores
(https://bit.ly/2UTSfST. Última fecha de consulta: 30 de agosto de 2021)
una tendencia que se va a consolidar y que cuenta con el apoyo de autorida-
des públicas en muchos casos aunque sean iniciativas de “mercado”. En
Argentina existen ya ciudades turísticas especializadas en el turismo de esta
franja etaria como las Termas de Río Hondo en Santiago del Estero y aunque
la tendencia al barrio cerrado todavía está muy segmentada hacia sectores
medio altos y altos hay ya claras evidencias de ciudades que además de estar
envejecidas en su estructura demográfica atraen también este tipo de resi-
dentes permanentes como se verifica en Mar del Plata y ciudades de las
serranías de la provincia de Córdoba.
26 En cuanto a previsiones demográficas y prospectiva de escenarios para sis-
temas nacionales de cuidados en países del MERCOSUR se destacan las dis-
paridades. Según datos de UN DESA (2020) y CELADE- CEPAL. En tanto,
otros países del área ya “gastaron” su bonus demográfico y crecen más des-
pacio, Brasil está con crecimiento poblacional expresivo y va a ser el prime-
ro de los países del área MERCOSUR en alcanzar el pico poblacional hacia
el 2045 y tendrá a partir de allí, una disminución mucho menos brusca que
la subida. Situación parecida tiene Paraguay que alcanzaría su pico pobla-
cional hacia el año 2070. Países pioneros en urbanización, como Argentina y
Uruguay tienen el pico proyectado hacia el final del siglo: 2080 e 2085 res-
pectivamente. Junto con la caída de las tasas de fecundidad este fenómeno
adquiere la forma gráfica de una “tijera”: caída de la fecundidad y subida de
la esperanza de vida.

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214 • Fuera de escala

necesidad de anticiparse a las próximas demandas sociales


para poner los medios imprescindibles para su solución.”
(Durán, 2011:15)

Conclusiones

Es menester considerar enfoques epistemológicos transver-


sales e interseccionales como el de género con potencial
para explicar aspectos estructurales de estas transforma-
ciones. Pero también se señalan aquí, limitaciones teóricas
y epistemológicas de la perspectiva de género en la cues-
tión urbana, porque se centra en derechos y reivindicacio-
nes de las personas como igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres y no en la distribución interpersonal
y sistémica de actividades como la del cuidado que orde-
na estructuralmente los posicionamientos de unos y otras,
generando y reproduciendo asimetrías en base al orden
patriarcal imperante. No hay posibilidades de mejorar la
equidad de género de la experiencia urbana, ni en ningún
otro aspecto, entre hombres y mujeres sin redistribuir el
cuidado a escala tanto interpersonal como sistémica. Por
eso aquí se propone colocar en el centro del análisis al
cuidado y desde allí discutir cuestiones de equidad y redis-
tribución entre proveedores del cuidado.
La feminización de la desmetropolización en el caso
CABA, supera la simple asimetría demográfica y puede
tener relación en primer lugar con el mandato patriarcal
que sigue pesando sobre las mujeres de ser las garantes
primordiales de la calidad de los procesos de la vida de los
integrantes de sus núcleos de convivencia. Mejores con-
diciones estructurales de conciliación de la vida laboral y
las responsabilidades familiares pueden conseguirse mini-
mizando la escala de los desplazamientos, entre otros fac-
tores coadyuvantes.

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Fuera de escala • 215

El cuidado siempre estará gravitando y condicionando


la presencia de hombres y mujeres en cada actividad huma-
na porque es su condición de posibilidad. Así como el
cuidado, la casa-habitación es una necesidad vital humana
decurrente de la misma vulnerabilidad que hace al cuidado
el verdadero garante de la existencia de todas las formas de
vida y particularmente la humana. La morada es la primera
infraestructura de la existencia corporal humana, pasamos
cada vez menos tiempo al aire libre, las horas de intem-
perie cada vez se reducen más. La pandemia incrementa
exponencialmente esta tendencia al encierro, ahora prescri-
to como cuarentenas medidas sanitarias de contención a la
expansión del contagio, pero que se verifica como tendencia
previa a la pandemia.
Ciudades organizadas con foco en la provisión y
demanda de cuidados tienen la potencialidad de incluir
también aspectos ambientales, los cuales están muy pre-
sentes en las ciudades y no solo en las áreas rurales como
el entendimiento común los supone. Los seres humanos
en tanto especie Homo sapiens somos animales y por tanto
constituimos un ambiente en sí mismo en el contexto de
nuestra convivencia interrelacionada con otras especies del
mundo animal y vegetal; así como nuestro hábitat y con-
vivencia están posibilitadas y condicionadas también por
minerales. Todo lo vivo depende de ser cuidado para sos-
tener su existencia y de la misma forma pensar las inter-
acciones equilibradas entre seres orgánicos e inorgánicos,
humanos y no humanos, es igualmente pasible de ser alcan-
zado por el cuidado como variable explicativa integral para
una experiencia urbana sostenible e inclusiva.
La actual pandemia global por COVID 19 deflagrada
desde marzo de 2020 y sin solución de continuidad al
momento de entrega de este capítulo vuelve a recrear la
situación coyuntural de organización social preindustrial
para mujeres y hombres de diferentes sectores sociales,
dando lugar a nuevos interrogantes acerca de sus posibles
consecuencias en la organización social de los cuidados.

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216 • Fuera de escala

Las tendencias del home office y del teletrabajo- ya en desa-


rrollo antes de la pandemia- sin redistribución por sexo
más democrática de las responsabilidades domésticas y del
cuidado sumados a las sobrecargas igualmente asimétricas
del cuidado de los menores en aspectos educativos como
el llamado home schooling no son apenas transformaciones
impulsadas por la “nueva normalidad” sanitaria .Es el viejo
y conocido patriarcado, reloaded, que gravita todavía en la
organización familiar y social del cuidado, esta vez profun-
dizado en nombre de la emergencia sanitaria global.
Por otra parte, esta conjunción crítica de emergencia
sanitaria y de crisis global de cuidados junto con la pro-
fundización de la desmetropolización y el cercano fin del
crecimiento demográfico en el mundo, en la región y en
el país, puede ser también una oportunidad para reorgani-
zar ciudades a partir de la infraestructura pública de servi-
cios de cuidados enfocada en ciclos vitales específicos o de
amplio alcance etario, que podría convivir con tendencias
de profundización de las actividades de “encierro” como
el teletrabajo y otros cambios tecnológicos que capitalizan
algunos sectores sociales. En tanto los proveedores de ser-
vicios remunerados de cuidados, actividad que transcurre
en el encierro doméstico ajeno en su mayor parte siguen
siendo para los más vulnerables de nuestras sociedades lati-
noamericanas, las mujeres pobres, oscuras y madres solas,
que precisan residir en proximidad de los demandantes
de sus servicios de cuidados, aunque la realidad las posi-
ciona en las áreas más precarias y alejadas de los centros
metropolitanos.
Dado que el trabajo de cuidados domiciliario gratuito
o remunerado tiene un alto componente relacional, afec-
tivo y de proximidad difícilmente consiga ser suplantado
en lo esencial por los desarrollos tecnológicos como en
otras formas de trabajo seriados. Demandantes de cuidados
y cuidadores ya sean individuales e institucionales preci-
san estar localizados con mucha proximidad y ese puede
ser un criterio de reorganización social y espacial de la

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Fuera de escala • 217

convivencia humana que demuestra tener históricamente


vocación masiva de vivir en ciudades.

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5

El cuidadómetro fronterizo

Sobrecarga femenina y estrategias de movilidad


en la Triple Frontera del Paraná

MENARA GUIZARDI

Introducción: las mujeres y el cuidadómetro fronterizo

Desde la década del 90’, los estudios socio-antropológicos


vienen demostrando que las responsabilidades de los cui-
dados familiares y comunitarios influencian centralmente
las decisiones de muchas mujeres latinoamericanas sobre
cómo organizar y sostener experiencias migratorias (Aran-
da, 2003; Bryceson y Vuorela, 2002; Herrera, 2012). Este
debate ha visibilizado la relación entre migraciones, asime-
trías de género y cuidados, estableciendo que el cruce de
fronteras está vinculado con la sobrecarga (re)productiva
femenina (Gonzálvez, 2016).
Desde los escritos fundacionales de Anzaldúa (1987), se
vienen observando estas problemáticas en ciudades fronte-
rizas entre México y Estados Unidos (EEUU) (Lugo, 1990;
Molina, 1985; Monárrez, 2013; Woo, 2004). Pero esta preo-
cupación es aún incipiente en los estudios sobre las locali-
dades transfronterizas sudamericanas. Subsanando esta fal-
ta, Viteri et al. (2017:124) comparan diversas fronteras de
este continente. Observan que la sobrecarga y los mandatos
de género vinculados a la obligación de cuidar exponen

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222 • Fuera de escala

las mujeres a diversas formas de violencia fronterizas. Por


otra parte, estudios sobre las movilidades en las fronteras
entre Chile, Perú y Bolivia muestran que los cuidados cons-
tituyen, simultáneamente, el impulso a formas específicas
de agencia femenina (Guizardi et al., 2019). Dicha agencia
estaría organizada a partir de estrategias de desplazamiento
con las cuales las mujeres buscan obtener beneficios, con-
trolando los ritmos y lógicas del cruce fronterizo (Renoldi,
2013; 2014).
Con la atención puesta en esta dialéctica –y conside-
rando que el cuidado oscila contradictoriamente entre la
producción y la ruptura de desigualdades y violencias de
género– abordaré la relación entre las responsabilidades
reproductivas y las estrategias de movilidad transfronteriza
de mujeres que habitan en la Triple Frontera del río Paraná
(entre Argentina, Brasil y Paraguay). A través de sus expe-
riencias, mostraré cómo las asimetrías de configuración
urbana entre los tres países colindantes generan diferencias
sustantivas de acceso a derechos básicos (particularmente,
la atención sanitaria). La sobrecarga femenina en los cui-
dados impulsa a las mujeres a comparar y computar estas
diferencias para trazar sus trayectorias de movilidad. Las
contribuciones del presente trabajo apuntan a tres objetivos
específicos, que buscan complementar y expandir los deba-
tes sobre migración y movilidad transfronteriza.
En primer lugar, abordan un tema poco discutido en
los estudios precedentes en la Triple Frontera del Paraná:
busca visibilizar y comprender, a partir de una perspec-
tiva de género, el papel de las sobrecargas femeninas del
cuidado familiar, y su importancia como factor que impul-
sa a las mujeres a moverse a través de las fronteras en
esta región. Los trabajos desarrollados en los territorios del
trifinio han investigado diversos elementos cruciales para
comprender las dinámicas poblacionales transfronterizas.
Por un lado, han averiguado los déficits de acceso al Sistema
de Protección Social (asistencia sanitaria, médica, educacio-
nal y de acceso a derechos sociales básicos) por parte de

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Fuera de escala • 223

la población transfronteriza entre Paraguay y Brasil (Albu-


querque, 2012). Por otro, han indagado sobre las asimétri-
cas disputas de poder que estas poblaciones protagonizan
(y en ocasiones, sufren) en sus dinámicas de desplazamien-
to (Albuquerque, 2008) y en el asentamiento en territorios
productivos agrícolas (Fogel, 2008).
Además, han introducido una perspectiva de género, al
tratar de estas movilidades transfronterizas. Profit (2015),
por ejemplo, estudió la desigualdad social, discriminación y
abusos laborales sufridos por mujeres paraguayas emplea-
das en el lado brasileño de la frontera, en su inserción como
trabajadoras domésticas y del comercio. Cardin (2012)
observó la especificidad del trabajo femenino en el contra-
bando y las representaciones sociales de las mujeres en la
zona fronteriza (Lima y Cardin, 2019). A su vez, Renoldi
(2013) se ocupó de la inserción femenina en el comercio,
turismo y servicios domésticos del lado argentino; mien-
tras, los estudios de Barvinsk (2014), de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT, 2002) y de Zsögön (2013)
abordaron la trata de mujeres y menores para la prosti-
tución.
Las contribuciones de estos estudios constituyen un
punto de partida de la presente investigación, dado que per-
miten tejer un panorama de las realidades femeninas en la
zona. Pero mi apuesta aquí es la de abordar más central-
mente el papel crucial que el cuidado tiene en la definición
de las estrategias femeninas de movilidad. En este sentido,
se expanden las investigaciones previas, tematizando espe-
cíficamente el cuidado que las mujeres están compelidas
a desarrollar en su propio hogar, en su propia familia (y
no en el mercado laboral transfronterizo), como elementos
cruciales de la experiencia femenina de desplazamiento1.

1 Agradezco los financiamientos de la Agencia Nacional de Investigación y


Desarrollo de Chile, a través del proyecto Fondecyt 1190056 y del Fondo
para Investigación Científica y Tecnológica de Argentina, a través del pro-
yecto PICT 201-01022016.

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224 • Fuera de escala

En segundo lugar, el presente trabajo busca expandir tam-


bién los debates sobre la relación entre los cuidados y las migra-
ciones. En diferentes regiones del mundo, los estudios migra-
torios y de género vienen planteando interrogantes fundamen-
tales sobre el cuidado (Gonzálvez, 2016; Herrera, 2012; Hochs-
child, 2001; Mattingly, 2001; Pisani y Yoskowitz, 2002). Este es
un concepto polisémico, que responde a las diversas expresio-
nes cotidianas en que esta práctica puede manifestarse; discu-
sión que retomaré con más detalle en el segundo apartado del
texto. No obstante, cabe adelantar que la categoría cuidado, tal
como la utilizo en este trabajo, refiere a actividades asignadas
cultural e históricamente a las mujeres, que hacen posibles la
reproducción de la vida (Gonzálvez, 2016).
Los estudios de la migración transnacional de larga
distancia –desarrollados con mujeres migrantes desde loca-
lidades del sur global hacia las grandes metrópolis del nor-
te global– han demostrado que muchos de los acuerdos
y arreglos de cuidado que sostienen los hogares desde la
globalización se reproducen en un contexto transnacional/
transfronterizo, a través del trabajo coordinado de diversas
mujeres, desencadenando lo que Hochschild (2001) deno-
minó cadenas globales de cuidado. Dichas investigaciones apun-
tan a que la configuración de una desigualdad de género en
la distribución de los trabajos del cuidado y de reproduc-
ción social de las familias, en los distintos lados de las fron-
teras nacionales, articula formas específicas de inserción y
subordinación femeninas (Sassen, 2003:43). Estas formas,
simultáneamente, conectan a las mujeres que migran o que
se desplazan a través de las fronteras en una cadena de
transferencia de las sobrecargas del cuidado (Mattingly,
2001:371; Pisani y Yoskowitz, 2002:578). Estos estudios
dejan al descubierto, entonces, que la desigualdad –entre la
obligación de cuidar y la falta de apoyos a los que derivar
estas responsabilidades– empuja a las mujeres a complejas
cadenas de precarización laboral y constituye, asimismo,
una desprotección, dado que la mayoría de ellas no acceden
a recibir cuidados (Woo, 2004:54).

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Fuera de escala • 225

El presente trabajo expande estas reflexiones, indagan-


do sobre las cadenas de cuidado que se entretejen en circui-
tos de desplazamiento –o migratorios– de corta distancia,
es decir, de carácter transfronterizo. Se trata, entonces, de
una búsqueda por entender cómo estas cadenas globales de
cuidado operan en estos espacios donde el desplazamiento
femenino es tanto más intenso, debido no solamente a la
cercanía espacial entre el país de origen y el país hacia el
cual se dirigen (a veces diariamente) las mujeres fronteri-
zas, sino por la propia lógica de interconexión económi-
ca, social, cultural y política de los espacios transfronteri-
zos. Como bien ha definido Stephen (2012:456-463), dichos
espacios presentan una intensidad circulatoria elevada, par-
ticular, que excede las formas de conexión entre territo-
rios migratorios transnacionales de larga distancia. Por lo
mismo, las cadenas de cuidado feminizadas en las zonas
fronterizas constituyen dinámicas sui generis, que difieren
de aquellas desarrolladas por mujeres que migran interna-
cionalmente hacia localidades distantes de sus localidades
de origen. Si bien en la Triple Frontera del Paraná se ha
estudiado la dimensión laboral de estas cadenas – es decir,
la inserción laboral de las mujeres como cuidadoras y tra-
bajadoras domésticas (Profit, 2015; Renoldi, 2013) –, aún
no se ha indagado la dimensión “doméstica” de los cui-
dados como elemento estructurado desde la vida familiar
femenina (o, al menos, no en su vinculación con las movi-
lidades espaciales).
En tercer lugar, el presente estudio también contribuye
a expandir algunas de las definiciones más clásicas de los
estudios migratorios internacionales. Particularmente una
afirmación, repetida por diversos autores, según la cual se
asume que los sectores sociales más pobres de cada socie-
dad no migran, puesto que la migración “es una empresa y
requiere generalmente de ciertos ahorros y redes sociales”
(Grimson, 2011:36). Según estos argumentos, dichos secto-
res más empobrecidos “muchas veces están condenados a
no poder ni siquiera migrar” (Grimson, 2011:36). A través

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226 • Fuera de escala

de los datos etnográficos recopilados, se mostrará cómo


esta asunción, si bien puede ser aplicada a las migracio-
nes transnacionales de larga distancia, no se verifica en las
movilidades transfronterizas femeninas. Mostraré, asimis-
mo, que la estrategia femenina transfronteriza es, precisa-
mente, una salida para aquellas mujeres que, atravesando
situaciones de vulnerabilidad, utilizan el cruce de fronteras
como una estrategia económica que les permite sobrellevar
las sobrecargas del cuidado, y proyectar, en algunos casos,
una acumulación de capital para una migración de mediana
o larga distancia.
Los tres ejes referidos están articulados por un hallazgo
etnográfico: para las mujeres que entrevisté en la Triple
Frontera del Paraná, las decisiones sobre en qué momen-
to y hacia dónde desplazarse dependen, centralmente, de
sus cálculos sobre la cantidad y calidad de cuidados que
podrán ofrecer a su núcleo familiar y a sí mismas. Los cálcu-
los sobre el cuidado atraviesan todas las esferas de preo-
cupación de estas mujeres y moldean, como veremos en
los apartados etnográficos, sus posicionamientos políticos,
sus vínculos laborales, sus relaciones interpersonales, sus
lógicas de ahorro, sus estrategias económicas. Conversan-
do sobre estos hallazgos, Alejandro Grimson, mi director
postdoctoral y el interlocutor con quien dialogué sobre mis
experiencias etnográficas en las fronteras sudamericanas,
me sugirió el término “cuidadómetro” para explicitar este
sistema dinámico de medición del cuidado que las mujeres
establecen a la hora de decidir cómo, hacia dónde y con
quién moverse a través de las fronteras.
Todos y cada uno de los apartados etnográficos de este
artículo apuntan a mostrar las múltiples manifestaciones
de este “cuidadómetro” en las vidas de las mujeres entre-
vistadas. Esto permite retratar, además, cómo las políticas
del cuidado en la Triple Frontera (particularmente, en lo
que concierne al sistema sanitario) están atravesadas por
cuestiones regionales e interregionales, no sólo entre los
países, sino también entre las diversas provincias, estados o

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Fuera de escala • 227

departamentos de cada país2. Estas asimetrías y desigualda-


des (inter o intra) territoriales impactan los criterios de cui-
dado de las mujeres, conformando, por lo mismo, uno de los
elementos centrales en los cómputos del “cuidadómetro”.
Las informaciones cualitativas que analizaré a lo largo
del texto derivan de una etnografía que vengo realizando
desde 2017.3 Las narraciones recuperadas describen los tres
primeros encuentros con mujeres fronterizas, mantenidos
en el viaje que realicé junto de Eleonora López4 entre el
14 de julio y el 2 de agosto de 2019. El primero de ellos,
ocurrido un domingo, fue con María, una mujer paragua-
ya a quien conocí en el bus, viajando desde Buenos Aires
(Argentina) a la Triple Frontera. El segundo, el lunes, con
Amarena, una joven argentina que trabaja en la terminal de
buses de Puerto Iguazú (Argentina). El tercero, el martes,
con Bernadette: una brasileña que vivió tres décadas en
Paraguay, a quien conocí en Foz de Iguazú (Brasil).5 A través
de sus narraciones, veremos cómo el cuidado impacta en la
experiencia femenina del espacio, influenciando las estrate-
gias de movilidad que estas mujeres desarrollan.
En el segundo apartado, contextualizaré el territorio de
la Triple Frontera, ofreciendo una síntesis de experiencias/
problemáticas femeninas que estudios previos han observa-
do en las ciudades fronterizas. El tercer apartado discute el
marco teórico que fundamenta el artículo: los debates sobre
cuidados, fronteras y género en las movilidades transnacio-

2 Cada país que confluye en el trifinio denomina de manera particular las uni-
dades administrativas de sus repúblicas. Brasil está dividido en “estados”;
Argentina en “provincias”; y Paraguay, en “departamentos”.
3 Comprendo la etnografía como la observación sistemática de los contextos
sociales con la finalidad de participar de ellos, registrarlos, analizarlos y
construir relatos. La perspectiva etnográfica busca la interacción crítica
entre sujetos de estudio e investigadores: es un enfoque, un método y un
ejercicio de relato intersubjetivo (Guber 2001:12).
4 Eleonora López es doctoranda en sociología y es asistente de investigación
en el equipo del proyecto Fondecyt 1190056 ya mencionado.
5 Siguiendo a los protocolos éticos de la investigación, las personas mencio-
nadas tuvieron sus identidades protegidas por seudónimos.

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228 • Fuera de escala

nales/transfronterizas. Los apartados cuatro, cinco y seis


recuperan mis diálogos con María, Amarena y Bernadette.
Finalizo con reflexiones sobre la relación entre cuidados y
estrategias de movilidad fronteriza, y su configuración, a
partir del “cuidadómetro”.

El contexto

La Triple Frontera está situada entre los ríos Paraná e


Iguazú, territorio ancestral de los grupos guaraníes. Desde
el término de la Guerra del Paraguay (1864-1870)6, esta
área estuvo semi-poblada y sólo empezó a transformarse
en una zona estratégica para Sudamérica entre los 1960s
y 1980s (Albuquerque, 2012). Entonces, se pactó y se dio
inicio a la construcción de las centrales hidroeléctricas de
Itaipú (1971-1985), entre Brasil y Paraguay, y de Yacy-
retá (1983-2011), entre Paraguay y Argentina (Renoldi,
2013:125). Ambas fueron impulsadas por gobiernos mili-
tares de los tres países, a partir de proyectos desarrollis-
tas con impactos sociales sustantivos (Lins Ribeiro, 1999),7
para los cuales los gobiernos no se prepararon suficiente-
mente (Renoldi, 2013). La dinamización económica impul-
sada por las hidroeléctricas provocó un sostenido creci-
miento demográfico en la Triple Frontera (Lynn, 2008);
pese a ello, el lado argentino permanecería menos poblado
por una decisión de los militares en la dictadura de Videla

6 El conflicto enfrentó la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay, con


apoyo británico) al ejército paraguayo, y se desencadenó por contiendas
económicas y de determinación de los territorios, soberanías y fronteras
(Reber, 1988). La victoria de la Alianza alimentó, con simbolismos militares
y raciales, las nociones de diferencias étnico-identitarias entre Brasil y
Argentina, en contraposición a Paraguay. Brasileños y argentinos, cada uno
a su modo, proyectaron su victoria como prueba de una supuesta superiori-
dad racial, moral y civilizatoria. Estos imaginarios siguen vigentes, tanto en
Brasil (Souchaud, 2011) como en Argentina (Grimson, 2012).
7 Por ejemplo, dotaron el área de una infraestructura de transporte fluvial y
terrestre de las más articuladas del Cono Sur americano (Lynn 2008).

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Fuera de escala • 229

(1976-1981) de no disputar militarmente las fronteras con


Brasil (Grimson, 2002). Fue a partir de allí que las tres ciu-
dades que colindan en esta Triple Frontera empezaron a
ganar alguna notoriedad.
Foz de Iguazú, del lado brasileño, es la más antigua de
las tres. Fue fundada en el siglo XIX como un asentamiento
militar de pequeñas dimensiones (Renoldi, 2013). Su cre-
cimiento poblacional y económico empezó a acelerarse en
1965, con la construcción del “Puente de la Amistad”, que
la conecta con la paraguaya Ciudad del Este (Lynn, 2008).
En el último censo brasileño (en 2010), Foz contabilizaba
256.081 habitantes (Albuquerque, 2012:191).
Ciudad del Este, del lado paraguayo, fue fundada en
1957 a partir de un decreto presidencial (Lynn, 2008), y con
la finalidad de servir de enganche territorial con Foz, a tra-
vés del puente (inaugurado 6 años después de la fundación
de la ciudad). En los 1980s, se convirtió en Zona Franca,
transformándose en un gran centro de comercio (i)lícito
internacional de diversos productos. Esto activó una eco-
nomía de grandes dimensiones con Foz y con Puerto Igua-
zú. La zona franca consolidó un importante nicho laboral
femenino: el comercio legal y el contrabando “hormiga” (a
pequeña escala) (Cardin, 2012).8 Es la ciudad con el mayor
crecimiento demográfico en la Triple Frontera. En el últi-
mo censo paraguayo (en 2012), tenía 312.652 habitantes,
muchos de origen brasileño (Souchaud, 2011).
Puerto Iguazú, del lado argentino, fue fundada en 1902
y es parte de la provincia de Misiones (Renoldi, 2013). La
ciudad contaba con una población total de 42.849 perso-
nas según el censo de 2010 (Dachary y Arnaiz, 2012). Su
principal actividad es el turismo (dirigido a las Cataratas
del Iguazú) y está vinculada a Foz a través del “Puente de

8 Este comercio vive, actualmente, un ciclo de desaceleración que detonó pro-


cesos de reordenamiento de la economía comercial a pequeña escala en Ciu-
dad del Este (Giménez 2011), afectando especialmente a los nichos de activi-
dad femeninos (Renoldi 2013).

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230 • Fuera de escala

la Fraternidad”, inaugurado en 1985 (Giménez, 2011:8). En


Puerto Iguazú, los principales nichos de inserción laboral
femenina son la venta de productos artesanales turísticos
y el comercio transfronterizo. Las mujeres que trabajan en
esta última actividad se están reorientando hacia los traba-
jos de cuidados y servicios domésticos, debido a la crisis del
circuito comercial (Renoldi, 2013:131).
Pese al crecimiento de la zona, entre los 1970s y
1980s, es recién en los 1990s que pasa a ser efectivamen-
te entendida como una Triple Frontera (Giménez, 2011;
Rabossi, 2004), transformación potenciada por la firma del
Tratado del Mercado Común del Sur (Mercosur), en 1991.
Actualmente, las tres ciudades configuran la zona trans-
fronteriza con mayor flujo humano (Albuquerque, 2008),
de mercancías (Sausi y Oddone, 2010), de turismo (Cury y
Fraga, 2013) y de actividades ilícitas de Sudamérica (Cardin,
2012:208), especialmente, tráfico de drogas y mercancías
(Cardin, 2012), crimen organizado (Costa y Schulmeister,
2007) y trata –de mujeres y menores– con fines sexuales
(OIT, 2002; Zsögön, 2013).
Según Cardin (2012) y Renoldi (2013), el peculiar dina-
mismo de esta Triple Frontera se caracteriza por unos cir-
cuitos de movilidad y de relaciones (económicas, sociales y
culturales) en las que legalidad e ilegalidad, pertenencia y
desarraigo, no se constituyen como pares antagónicos. Por
ello, resulta difícil pensar estas tres ciudades por separado.
Ellas se interpelan fuertemente en términos económicos,
políticos y culturales. Conforman, entonces, una conurba-
ción tri-fronteriza con más de 600.000 personas (Renoldi,
2014:2). La vida cotidiana de quienes allí habitan conlleva
el constante cruce entre fronteras, entre ciudades. Pero esta
movilidad se encuentra mucho más distendida entre el lado
brasileño y el paraguayo: los habitantes refieren al límite
entre estos países como una “frontera abierta”, dada la laxi-
tud fiscalizadora de las autoridades. Esto no implica que
los cruces entre Brasil y Argentina, y entre esta y Paraguay,
no sean intensos. Son – esto sí – mucho más controlados

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Fuera de escala • 231

por las autoridades argentinas, mereciendo de parte de los


habitantes la denominación de “frontera cerrada”.
Todas estas configuraciones hacen de la Triple Fron-
tera un espacio particular para las mujeres. Primero, por-
que se trata de uno de los principales territorios de acción
de las redes transnacionales de trata de mujeres con fines
sexuales de Sudamérica (Barvinsk, 2014; OIT, 2002; Zsö-
gön, 2013). Los diagnósticos apuntan a que el fenómeno
está profundamente articulado con los circuitos turísti-
cos y comerciales fronterizos (OIT 2002:16)9. En segundo
lugar, las mujeres están expuestas a la interseccionalidad de
diferentes formas de discriminación y marginación social
(de clase, nacional, étnica/racial). Estas interseccionalidades
tienen consecuencias profundas en la organización econó-
mica y política del territorio. Por ejemplo, las poblaciones
indígenas, afro y mestizas tienden a sufrir procesos más
violentos de expropiación de áreas agrícolas en los tres paí-
ses (Fogel, 2008). La ruptura de la unidad productiva fami-
liar y la ausencia de salidas laborales masculinas empujan
a las mujeres a responsabilizarse, productiva y reproduc-
tivamente, de las familias. Así, ellas, especialmente si son
negras, indígenas o mestizas, acarrean más vulneraciones
en los tres lados de la frontera. Por último, las movilidades
transfronterizas están interrelacionadas con las transfor-
maciones de los lazos familiares, roles de género, y sobre-
carga (re)productiva femenina (Ribeiro y Geusina, 2008;
Profit, 2015). Es sobre este último punto que detendremos
nuestra atención.

9 Según Seaman (2012:31) la trata humana sería parte del contexto polifacéti-
co de institucionalidad del contrabando y del tráfico transfronterizo. Estas
interacciones liminales exponen a las mujeres a redes de trata, aunque gene-
ralmente sean cooptadas por un familiar cercano (Barvinsk, 2014:75).

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232 • Fuera de escala

Debates teóricos

Desde los 1990s, las perspectivas antropológicas sobre


la movilidad transnacional/transfronteriza vienen conside-
rando que las relaciones de género –sus asimetrías y jerar-
quías– constituyen un elemento central de las experiencias
femeninas: al desplazarse, las mujeres (re)producen y rom-
pen (contradictoriamente) las experiencias de subalternidad
y dominación. Lo anterior se observaría en las migracio-
nes transnacionales (de larga o corta distancia) y en las
movilidades transfronterizas (Guizardi, González y Stefo-
ni, 2018:40-44). Este artículo dialoga con esos debates, y
propone observar su operacionalización en las trayectorias
femeninas que atraviesan la Triple Frontera del Paraná. Se
busca mostrar cómo los cuidados son centrales para las
mujeres en sus estrategias de desplazamiento fronterizo.
Pero, ¿a qué me refiero cuando hablo de cuidados?
El concepto alude a toda una diversidad de prácticas
que pueden o no ser remuneradas; estar o no reguladas por
un contrato laboral; desarrollarse en el espacio domésti-
co o en el público y que, además, pueden cruzar fronteras
nacionales y establecerse entre países distintos (Gonzálvez,
2016:45). Según Glenn (2010:5), involucran el cuidado direc-
to de las personas (bañarlas, alimentarlas, limpiarlas, ves-
tirlas); el cuidado emocional (conversar, consolar, dialogar,
atender); los servicios indispensables para las dos anteriores
(comprar alimentos, ropas, pagar cuentas, comprar reme-
dios) y el mantenimiento de los espacios donde se vive (lim-
pieza, arreglos) (Gonzálvez, 2016). Otro cuidado consiste,
además, en fomentar los vínculos relacionales, familiares y
comunitarios, lo que la antropología feminista denomina
“trabajo de parentesco” (Gonzálvez et al., 2019). Todas estas
actividades son centrales para la reproducción social.
El concepto de reproducción social deviene de los
debates marxistas que fueron reinterpretados por el femi-
nismo, a partir de la crítica al concepto que Simone de
Beauvoir ofrece en el tercer capítulo de su libro El Segundo

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Fuera de escala • 233

Sexo (Beauvoir, 2018 [1949]). Si bien esta crítica se hace


presente en los discursos y argumentos de los movimien-
tos sociales feministas desde fines del siglo XIX (Beauvoir,
2018:24-25), es solamente en los 1970s que ella adentra-
rá los debates de las feministas en las ciencias sociales y,
en particular, en la antropología (Lamas, 1986:174).10 Esto
provoca un redimensionamiento del debate sobre repro-
ducción social (Ferguson, 2008:43).
En el argumento marxista, el modo capitalista de pro-
ducción, para existir, debe no solamente producir sus con-
diciones de existencia, sino también su continuidad histó-
rica (Laslett y Brenner, 1989). Así, la producción del capi-
talismo implicaría la reproducción de los mecanismos que
fomentan la mantención de las divisiones, inequidades y
asimetrías entre clases, y entre los bloques internos de estas
clases (Bourdieu, 2011). Extrapolando el debate de Althus-
ser (1988 [1970]) –para quien ciertas instituciones sociales
como la familia, el Estado, la Iglesia y la escuela consti-
tuirían elementos centrales para el mantenimiento de estas
estrategias de reproducción de la desigualdad– el argumen-
to feminista en las ciencias sociales cuestionará la subal-
ternización de género que subyace a estas mismas estrate-
gias (Ferguson, 2008). Denunciará, así que la continuidad
del modo productivo descansa sobre los hombros de las
mujeres, quienes se encargan de la mayor parte del esfuer-
zo de “reproducir” nuevas generaciones. Esto desencadena
desventajas cruciales para ellas, que son magnificadas en el
curso de sus vidas (Gonzálvez et al., 2019).
Considerando estos aspectos, los estudios sociales
sobre los cuidados se vienen articulando a partir de una
perspectiva transversal de género. Esta perspectiva asume
un claro posicionamiento político. Se plantea el imperati-
vo de desnaturalizar la sobrecarga femenina del cuidado,

10 En la antropología anglófona, son considerados textos fundacionales de este


debate sobre reproducción social los volúmenes editados por Rosaldo y
Lamphere (1974), y por Rapp (1975).

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234 • Fuera de escala

estableciendo que las democracias contemporáneas deben


garantizar los cuidados por medio de arreglos instituciona-
les y presupuestarios; que este debe ser normado y obtener
apoyo estatal (Daly y Lewis, 2000).
La relación de estas reflexiones con las movilidades
transfronterizas comenzó a ganar centralidad analítica en
los 1980s, cuando la frontera México/EEUU emergió como
espacio privilegiado para investigar la condensación de las
relaciones de género. A partir de estos estudios, las regio-
nes fronterizas empezaron a ser definidas como espacios
de negociación simbólica, de procesos políticos e identi-
dades culturales (Garduño, 2003:15); la de género, entre
ellas (Álvarez, 1995:450). Es en este momento que surgen
estudios preocupados por la experiencia transfronteriza de
las mujeres.
La obra de Anzaldúa (1987) es considerada fundacional en
este campo crítico. Sus escritos interpelan la historia social y
política del espacio, que es atravesada con las historias perso-
nales y familiares de la autora. Esta intersubjetividad crítica le
facilita “abrir” la frontera, a partir de su presencia en ella, situan-
do su cuerpo, su experiencia del género y de la violencia como
facilitadores de una historiografía donde el sujeto subalterno
se convierte en el centro de una comprensión del espacio. Des-
de entonces, las aportaciones de investigadoras latinoamerica-
nas en esta frontera constituyen una contribución central a la
superación de la invisibilización de discriminaciones étnicas/
raciales, en el marco de las reflexiones sobre los territorios fron-
terizos (Lugo, 1990; Monárrez, 2013; Woo, 2004).
Entre las varias conclusiones de estos estudios, tres son
fundamentales. La primera alude a que la vulnerabilidad labo-
ral de las mujeres fronterizas se extiende (y frecuentemente
se origina) en el ámbito doméstico: en sus relaciones con sus
progenitores, parejas y miembros masculinos de sus familias
(Molina, 1985:33). A partir de la instauración de las econo-
mías globalizadas y flexibilizadoras del trabajo en la fronte-
ra México/EEUU –que emplean a más mujeres, por conside-
rarlas más explotables– el desempleo masculino provocó que

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Fuera de escala • 235

los hombres se sintieran desplazados de su rol de proveedo-


res económicos. Esto derivó en brotes de violencia de género
(Molina, 1985:35-36). La segunda: las mujeres transfronteri-
zas indocumentadas enfrentan una mayor cantidad de viola-
ciones de sus derechos humanos en el cruce de fronteras (Woo,
2004:74). Así, la condición de género contribuye a la configu-
ración de un encadenamiento de violencias, que se magnifican
a lo largo de todo el itinerario hasta la frontera. La tercera: a
inicios del siglo XXI, centenas de mujeres que trabajaban en las
maquilas de Ciudad Juárez (México) fueron asesinadas brutal-
mente. Entre 1994 y 2004, alrededor 400 mujeres perdieron la
vida en estos feminicidios (Arriola, 2006:603). Pese a la reper-
cusión pública que alcanzaron estos casos, los asesinos siguie-
ron impunes por muchos años (Monárrez, 2013). Los trabajos
desarrollados sobre este fenómeno argumentan que las mujeres
poseen un rol dialéctico en los espacios fronterizos: encarnan,
histórica y culturalmente, la sumisión específica de sus contex-
tos cotidianos y, simultáneamente, son agentes activos de resis-
tencia (personal y comunitaria) (Morales y Bejarano, 2009).
Estos estudios permiten establecer una interrelación
nefasta entre la aplicación de reformas neo-liberalizantes en
los mercados laborales fronterizos, la explotación productiva
femenina, la sobrecarga reproductiva de las mujeres, y el ciclo
de intensificación de las violencias de género en la frontera
México/EEUU. En adelante, siguiendo estas interrelaciones en
la vida de tres mujeres en la Triple Frontera del Paraná, me pro-
pongo comprender el lugar de los cuidados en la producción de
las localidades fronterizas y de las movilidades femeninas.

María

Eleonora y yo saldríamos de Buenos Aires el domingo 14


de julio de 2019 a las 13:30 hs. Llegamos a la estación
de buses de Retiro con antelación, pero nuestro bus venía
con 30 minutos de atraso. Apenas lo estacionó el chofer,

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236 • Fuera de escala

entregamos nuestras valijas y ocupamos nuestros asientos


en el piso inferior (el bus tiene dos pisos). El piso inferior
estaba conformado por un conjunto de pares de asientos
(posicionado sobre el lado derecho del vehículo, si miramos
desde la entrada hacia la parte trasera), y un conjunto de
asientos unitarios del lado izquierdo. Un pasillo separa, a lo
largo del bus, ambos conjuntos. En los dos primeros asien-
tos de a par, viajaban una señora y su hijo –María y Ulises,
descubriríamos después–. Un señor viajaba en la silla uni-
taria, separado de ellos por el pasillo. Detrás de María y su
hijo, iba una pareja de jóvenes (de unos 25 años). Eleonora y
yo estábamos inmediatamente detrás de ellos. En el último
asiento unitario, del lado izquierdo, una fila detrás nuestro,
se encontraba un hombre que leía novelas todo el tiempo.
En su trayecto hacia Puerto Iguazú, el bus va parando
en diversas ciudades argentinas que bordean el río Uru-
guay: atraviesa una parte de la provincia de Buenos Aires
hasta la provincia de Entre Ríos. Tras cruzar a esta última,
avanza sobre la provincia de Corrientes y, luego, sobre la
de Misiones, bordeando y/o cruzando los afluentes del río
Paraná. Es un viaje lento, de más de 20 horas. La lentitud
no se debe a la distancia: los 1257 km que separan la capital
argentina de Puerto Iguazú podrían realizarse en 16 horas
en un automóvil particular. Pero el bus va parando en diver-
sos puntos del trayecto, en aquellos pueblos coloniales que
conformaron, en algún momento de su historia, territorios
guaraníes. En la ciudad de Gualeguaychú, Entre Ríos, a ori-
llas del río Uruguay, paramos por unos minutos más, para
que los/las pasajeros/as pudiéramos usar los baños y com-
prar comida. Con Eleonora, aprovechábamos cada parada
para conversar con los/las demás pasajeros/as, y observar
los flujos de cada estación. En quinta parada, observamos
que María aún no había bajado del bus ni una vez. Casi
todos los pasajeros desocupábamos el bus; pero ella perma-
neció sentada, cuidando a su hijo, que tenía problemas de
movilidad. Nos apresuramos a comprar nuestro café y usar
el baño. Volvimos al colectivo para preguntarle si necesitaba

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Fuera de escala • 237

que le compráramos comida o que la ayudáramos a llevar


a su hijo al baño.
Al escuchar nuestro ofrecimiento, María hizo una
expresión de sorpresa y nos agradeció sonriendo: no era
necesario, su marido ya había bajado a comprar. Miré,
entonces, al asiento unitario a su lado, y vi que estaba vacío.
Fue así como nos enteramos de que el señor de la primera
fila era su marido y el padre del niño. La revelación nos
causó sorpresa. Desde Buenos Aires a Gualeguaychú estu-
vimos dos horas en el bus; y el hombre no había proferido
palabra, ni a María ni al pequeño. María, por otro lado, pasó
todo ese tiempo atendiendo al niño, que requería asistencia
constante. Conversaba con él, le secaba la saliva, le daba de
beber, jugaba con él; todo con mucha paciencia y cariño. La
ausencia de la participación del hombre en estos cuidados
–y en el diálogo con madre e hijo– nos hizo suponer ini-
cialmente que María no conocía al hombre.
La escena descripta constituye una condensación de las
desigualdades que se verifican en la responsabilidad de los
cuidados, entre las figuras progenitoras femenina y mascu-
lina. Y la expresión de dicha desigualdad, en un acto ruti-
nario –como ocupar un lugar en un medio de transporte
público– era explícita al punto de establecer, para obser-
vadoras externas (Eleonora y yo), la apreciación de que no
había entre aquella figura masculina y la femenina con el
hijo un lazo parental o forma de vínculo alguna. No por
casualidad la madre viajaba en el asiento doble, acompañan-
do de cerca a su hijo, mientras el padre del niño ocupaba
un asiento individual. Esta localización equivalía a la dispo-
sición espacial de una desigualdad en la responsabilidad de
cuidado. Era, asimismo, la condensación gráfica de la sobre-
carga femenina: ellos nunca se turnaron en sus asientos.
El hombre durmió cómodamente todo el viaje, mientras
María cuidaba al niño.
De pie, con mi café en las manos, me puse a charlar con
María. Eleonora me acompañó. Empezamos una animada
conversación. Le comenté que el billete del bus decía que

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238 • Fuera de escala

llegaríamos a las 7:00 hs. del día siguiente a Puerto Iguazú


e indagué si era posible que esto sucediera. Me dijo que
no: llegaríamos después de las 10:00 hs. Nos reímos con la
constatación: nos venden un pasaje que indica un horario
de llegada que no se cumple. María dijo que hacía siempre
este viaje y que raras veces se llegaba a destino antes de las
11:00 hs. El tránsito entre Buenos Aires y la Triple Frontera
del Paraná era parte de su vida: lo había “hecho muchas
veces y lo hacía siempre”.
Mientras nos reíamos, entró al ómnibus su marido, que
logró escuchar parte de la conversación y coincidió que los
horarios consignados en los pasajes no eran creíbles. María
nos presentó a su marido, quien nos saludó cordialmen-
te mientras regresaba a su asiento. Mientras el bus no se
movía, seguimos conversando. María nos contó, entonces,
que era paraguaya, y que desde hacía diez años vivía en Bue-
nos Aires. Provenía de un pequeño pueblo rural, al norte de
Ciudad del Este, cerca del límite entre los departamentos
paraguayos de Alto Paraná (cuya capital es Ciudad del Este)
y de Canindeyú. La principal actividad económica de su
localidad de origen es el cultivo de algodón, maíz y, en los
últimos años, soja.
Tenía cinco hermanos/as en total. Pero ninguno/a per-
maneció en la localidad de origen: todos/as emigraron a
Ciudad del Este para trabajar.11 Desde que la soja tomara
los campos, contó, migrar a las ciudades era la única forma
de conseguir trabajo. Desde Ciudad del Este, los migran-
tes rurales como ella establecen lazos y ahorran plata para
migrar a Buenos Aires. No suelen ir a la ciudad argentina en
la Triple Frontera –Puerto Iguazú– a trabajar, decía, porque
es “muy chica, con pocas oportunidades”.
María, su marido y el hijo de ambos viajaban para pasar
las vacaciones de invierno en la casa de una de las hermanas

11 Entre sus hermanas y hermanos, algunos trabajan con comercio, otros con
construcción. Todos viven de manera “transfronteriza”, entre Foz de Iguazú
y Ciudad del Este.

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Fuera de escala • 239

de ella. Se tomarían unos días para ir al campo a visitar la


casa de sus padres, que se negaban a migrar a la ciudad:
seguían en su pequeña chacra, ayudados por las remesas de
los/las hijos/as. Nos contó que, cuando llegaran a Puerto
Iguazú, los recibiría otra de sus hermanas, que venía a bus-
carla para asistirla en los cuidados del niño mientras via-
jaban. Así, con la asistencia familiar, tomarían la balsa que
lleva desde Puerto Iguazú a Puerto Franco (en Paraguay) y,
de allí viajarían en el auto del marido de la hermana los 13
km. hasta Ciudad del Este.
La decisión de migrar a la capital argentina la habían
tomado María y el marido. Buenos Aires era un destino
migratorio con mejores ofertas de sueldo: tanto en com-
paración con las ciudades paraguayas más cercanas a su
pueblo de origen (Ciudad del Este, por ejemplo), como con
la ciudad brasileña (Foz) y la argentina (Puerto Iguazú). Pero
la decisión no había estado orientada sólo por criterios eco-
nómicos: María y su esposo contaban con una densa red de
familiares y amigos emigrados a Buenos Aires, y esto faci-
litaba el proceso. Tenían la casa de unos tíos y primos don-
de hospedarse hasta acumular recursos para alquilar una
vivienda. Así, fueron a vivir al municipio de Florencio Vare-
la (conocido enclave de migrantes paraguayos, en la zona
sur del Gran Buenos Aires): todos en su calle eran paragua-
yos y le encantaba vivir allí. Se sentía en Paraguay.
Empero, sus planes migratorios en Buenos Aires
sufrieron una transformación. Su idea inicial era estar
un par de años, ahorrarse dinero y volverse a Paraguay
para poner un negocio. Justo cuando se preparaban para
emprender el viaje de vuelta, se descubrió embarazada. Fue
entonces cuando los cálculos del cuidado atravesaron los
planes migratorios. Según María, los servicios médicos en
Paraguay son muy caros: tener el hijo en Buenos Aires
garantizaría una atención médica de calidad en el acom-
pañamiento del embarazo, en los exámenes necesarios, en
el parto y en los meses inmediatamente posteriores. Ade-
más, contaban con la cobertura de salud (“la obra social”)

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240 • Fuera de escala

vinculada al sindicato del rubro de la seguridad, en que el


marido trabajaba.12 Así, en el cómputo de la relación entre
los cuidados y los servicios de salud que podrían recibir en
Argentina y en Paraguay, decidieron aplazar el regreso, para
después del período postparto de María.
Pero tras tener al bebé –Ulises, el niño al que cuidaba
en el viaje–, María escuchó de los médicos que él tenía
discapacidades severas. No nos especificó cuál fue el diag-
nóstico exacto, pero el niño, ya con casi nueve años, pare-
cía tener unos seis: era más pequeño de lo que se espera
para su edad. Además, no caminaba solo, tenía dificultades
motoras para sostener sus juguetes, y estaba mucho rato
mirando en silencio al vacío. Hablaba con pocas palabras,
que repetía constantemente. La más frecuente –“mamá”–
nos hizo suponer que María era su principal referencia
afectiva adulta.
El diagnóstico de la discapacidad de Ulises fue una dura
noticia, dijo María. Todos los planes de futuro sufrieron una
inflexión. Los médicos afirmaban que el niño iba a necesi-
tar de atención especializada vitalicia. La única manera de
garantizarle un mínimo de bienestar era una atención per-
manente de kinesiólogos, psicoterapeutas, psicopedagogos
y neurólogos especializados. Aquí, la medición comparativa

12 Las “Obras Sociales” en Argentina son entidades que organizan la presta-


ción de la atención médica ambulatoria, preventiva y de emergencia (en
casos de enfermedad, accidente, discapacidad, licencia, embarazo, etc.) de
los/las trabajadores/as asociados/as. Tanto el/la trabajador/a como su pare-
ja (si estuviera desempleada) e hijos (hasta los 21 años, extensible a los 25
años) quedan cubiertos. Una ley nacional reglamenta que todas las personas
con empleo deben gozar de obra social, estableciendo que el pago de estos
servicios se hace con una contribución mixta del empleador y del/de la tra-
bajador/a (descontada mensualmente en su hoja de pagos). La mayor parte
de las obras sociales argentinas están administradas por los sindicatos: cada
nicho laboral/profesional cuenta con una específica. Asimismo, el sistema
nacional provee de la red de hospitales públicos (gratuitos) y las Obras
Sociales Nacionales, Provinciales (para desempleados, trabajadores infor-
males sin contrato, población vulnerable, indigentes) y el Programa de Aten-
ción Médica Integral-PAMI, que brinda atención sanitaria a jubilados y pen-
sionados (Maceira, 2006:2).

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Fuera de escala • 241

de las posibilidades de cuidado apareció, una vez más, como


ejercicio central en la orientación de la decisión migrato-
ria. Contrastando los costes y la calidad de la atención que
podrían brindar a Ulises en Argentina y Paraguay, decidie-
ron quedarse en Buenos Aires.
María confesó que ella y su marido jamás se plantearon
la posibilidad de criar un hijo en Argentina: preferían que
sus hijos crecieran en Paraguay. Pero las necesidades de cui-
dado de Ulises reconfiguraron estas preferencias. Los servi-
cios de salud en Paraguay eran tan malos –decía– que llevar
el niño a ese país sería “someterlo a la tortura”, a pésimas
condiciones de vida. “En Paraguay, el que tiene dinero, vive;
y el que no tiene dinero, muere”. Nos contó que, sin recur-
sos para pagar la cobertura de salud, difícilmente podrían
tener buena atención médica en Paraguay, donde incluso la
salud pública es paga. Además, decía, faltaban especialistas,
equipos, insumos y medicinas adecuados.
En contrapartida, María evaluaba que los servicios de
salud pública en Argentina eran “de primera calidad” y “gra-
tis” (es decir, pagados con los impuestos, pero sin requerir
de los contribuyentes nuevos desembolsos al momento de
recibir dichos servicios). Así, además de contar con la asis-
tencia de salud de la “obra social” a la que tenían acceso
por las contribuciones laborales de su marido, María con-
taba con una amplia red de profesionales de la salud en los
servicios públicos de la capital argentina. Su hijo tuvo el
acompañamiento de una neuróloga experta, que atiende en
un hospital público considerado una referencia internacio-
nal en discapacidades. Esta misma doctora cuidó continua-
mente a Ulises desde que nació. Quedarse en Buenos Aires
fue, entonces, una decisión tomada para permitir que Ulises
tuviera “todas las atenciones médicas que necesitaba”.
Como nació en Argentina, Ulises es ciudadano argen-
tino, además de ser también paraguayo (por la nacionali-
dad de sus papás). Desde que nació, cobra la pensión social
por invalidez, un derecho garantizado por ley en Argenti-
na y que, decía María, no existe en Paraguay. Nos explicó,

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242 • Fuera de escala

además, que había diversas leyes argentinas pensadas para


“cuidar a la gente”. Por ejemplo, debido a su discapacidad,
Ulises tenía derecho a viajar de ómnibus por todo el país sin
pagar el pasaje: las empresas le dan gratis el boleto, y deben
concederle dos más (para los acompañantes). Así, podían
tomar el ómnibus los tres –ella, Ulises y el padre– para estar
con la familia en Paraguay en las vacaciones de invierno.
Esto les facilitaba poder ir más veces a estar con la familia
durante el año (y María podía contar con la ayuda de sus
hermanas en el cuidado del pequeño).
No obstante, ella opinaba que con la presidencia de
Mauricio Macri (2015-2019) todo había empeorado: se
había vuelto muy difícil pagar la cuenta de la electricidad,
del gas; no había empleo y ella esperaba, “sinceramente”,
que Argentina cambiara “de rumbo político con las próxi-
mas elecciones”. Nos aseveró que esta crisis había afectado
a la salud pública, que empeoró flagrantemente. Empero,
incluso así, seguía mucho mejor que la paraguaya. Obser-
vamos, entonces, que los cómputos comparativos de acceso
al cuidado en los servicios de salud que realizaba María
orientaban sus posicionamientos sobre los contextos polí-
ticos nacionales.
Aproveché estos comentarios para decirle que, desde
mi perspectiva, las mujeres sufrían más en estos momentos
de crisis, pues, cuando el Estado deja de prestar servicios
públicos, son ellas quienes generalmente deben resolver su
ausencia, buscar atenciones/soluciones alternativas. Apenas
terminé de hablar, María me hizo señas con los ojos –sin
girar la cabeza, sin moverse apenas–, apuntando con este
sutil movimiento a su marido al lado. Y, después de este
movimiento contenido, esos mismos ojos sutiles se llenaron
de lágrimas. María me hizo que sí con la cabeza, pero no
profirió palabra. Entendí que concordaba, pero no podía
decirlo en voz alta. Parecía que el intenso cuidado que la
vimos entregar al hijo en las dos horas de viaje estaban
vinculados con estas lágrimas y con estas palabras conteni-
das. Ella no podía enunciar a voz firme, al lado del marido,

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Fuera de escala • 243

que las mujeres están sobrecargadas de trabajo. Su propia


sobrecarga no podía ser puesta en la mesa de diálogo. Esta
apreciación sobre su obligación moral de aceptar la sobre-
carga silenciosamente nos acompañó las 20 horas del viaje.
Sólo vimos al padre interactuar brevemente con el niño una
única vez, cuando este dijo “papá”.
Lo que María sí pudo contar es que, desde que había
tenido a Ulises, ya no podía trabajar fuera de su hogar.
Antes del embarazo lo hacía, y tenía un buen sueldo, pero
Ulises demandaba cuidados presenciales intensivos todo el
tiempo: no era viable pagar a alguien para realizarlos. Ese
servicio saldría muy caro, superando incluso el sueldo que
ella recibía. Frente a la imposibilidad de tercerizar los cui-
dados de Ulises a otra mujer –y sin que se planteara la
posibilidad de que padre y madre los compartieran– María
se había visto obligada a encargarse de este “caro servicio”
(aunque sin un sueldo que reconociera su labor). La solu-
ción reproduce la ideología familista –y patriarcal– según la
cual el mejor cuidado es el que entregan las mujeres de la
familia (Glenn, 2010; Gonzálvez et al., 2019). Reproduce,
además, la división de los cuidados por género, amarrando
a la mujer a la responsabilidad de suplir trabajos esenciales
para la reproducción social que el Estado, el mercado y los
demás miembros de la familia no cubren.
Mientras hablaba de su destino como “cuidadora uni-
versal” de Ulises, me preguntó si yo tenía hijos. Respondí
que no; que era muy difícil porque trabajaba muchas horas,
no tenía a mi familia cerca (para contar con una red de
apoyos). Eleonora, que también es migrante y vive lejos de
su red familiar, dijo que tenía el mismo inconveniente y
temía, además, no ser buena mamá. Asertiva, María nos
contestó: “pero no tienen que saber ser madres. Una no nace
madre, una aprende a ser madre”. La frase reproducía uno
de los principales argumentos de Simone de Beauvoir en El
Segundo Sexo, obra fundacional del feminismo:

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244 • Fuera de escala

No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico,


psíquico o económico define la figura que reviste en el seno
de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civi-
lización el que elabora ese producto intermedio entre el
macho y el castrado al que se califica de femenino (Beau-
voir, 2018: 207).

Beauvoir estipula, con este argumento, que los man-


datos, saberes y adscripciones de lo femenino no son, en
absoluto, naturales. Son fruto de construcciones históricas
que se aprenden, que se inculcan y que van dotando a las
mujeres de una situacionalidad singular (singularmente opri-
mida, ironiza) (Beauvoir, 2018:16). María particularizaba
esta apreciación, desafiando el sentido naturalizado de la
maternidad en las mujeres. Y, liberándonos del miedo de
no ser capaces de cumplir con los requerimientos “natura-
les” maternos, nos aseguraba que convertirse en una figura
materna era un proceso y una decisión. Nos explicaba que
estábamos a la altura de la maternidad; que no había nada
que temer. Había que decidir si lo queríamos o no. María,
la mujer a la que intuíamos sobrecargada por los cuidados,
restringida a su desempeño en el ámbito doméstico; la mis-
ma mujer que momentos antes había llenado sus ojos de
lágrimas al pensar en la sobrecarga femenina en un contex-
to de crisis social y económica; la mujer que silenciaba su
opinión para no ofender la posición productiva del mari-
do (que la escuchaba sin proferir palabra) nos informaba,
minutos después, que había elegido su maternidad. En un
contexto adverso a cualquier manifestación de la voluntad
propia, ella nos situó su nicho de agencia. Decidió ser madre
y se hizo madre.
Su reflexión no se detuvo ahí. Cuando la escuché pro-
ferir la frase, repetí en voz alta la de Simone, “una no nace
mujer: llega a serlo”. Inmediatamente, mirándome a los ojos,
y aprovechando que el marido había ido al baño, María
completó: “sí, a los golpes. Una se hace mujer a golpes; la
vida de las mujeres es muy difícil”. Seguimos conversando

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Fuera de escala • 245

hasta que el bus se puso en movimiento. Entonces, Eleo-


nora y yo nos apresuramos, le dimos un beso a María y
fuimos a sentarnos. Cuando llegamos a Puerto Iguazú, le
di un abrazo y le dije al oído: “Ojalá puedas descansar en
estas vacaciones”.

Amarena

Eran casi las 11:00 hs del lunes 15 de agosto de 2019 cuando


llegamos a Puerto Iguazú. Al bajar del ómnibus, luego de
20 horas de viaje y sin haber desayunado,13 Eleonora y yo
decidimos comer algo en la terminal de buses, antes de pro-
seguir nuestro viaje hacia Foz de Iguazú, donde nos hospe-
daríamos. Entramos, entonces, a una de las cafeterías de la
estación. Nos atendió Amarena: simpática joven argentina
que – nos enteraríamos más tarde – acababa de cumplir 26
años. Con cordialidad, nos habló de las opciones de merien-
da y esperó atenta nuestra decisión.
Mientras comíamos, hicimos algunas preguntas sobre
la terminal. Amarena se puso curiosa por conocer el motivo
de nuestro viaje. Le explicamos que estábamos desarrollan-
do un estudio sobre mujeres en las fronteras; le pregunta-
mos si no le gustaría concedernos una entrevista. Consintió
que lo hiciéramos mientras ella trabajaba (pausaríamos la
grabación para que atendiera a los clientes). Estuvimos con
ella por casi tres horas en las que, con enorme generosidad,
nos contó su vida.
Amarena nació y creció en Puerto Iguazú. Sus padres,
no obstante, eran migrantes internos en Argentina. La
madre era de Mar del Plata (en la provincia de Buenos
Aires), hija de un trabajador de una cadena de casinos,
ocupación que le obligaba a migrar desplazándose a las

13 Nuestras provisiones se terminaron y no quisimos bajar en las rápidas pau-


sas del colectivo en la Provincia de Misiones.

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246 • Fuera de escala

ciudades argentinas donde sus servicios eran requeridos.


Su familia materna había experimentado años de inten-
sa movilidad nacional, residiendo en lugares tan distantes
como el Chaco argentino y la patagónica provincia de Chu-
but. Pero en los 1980s, trasladaron a su abuelo a Puerto
Iguazú y la vida allí les encantó: decidieron fijar residencia.
Desde jovencita, su mamá había conseguido empleo en una
farmacia de la ciudad, donde aún trabajaba. Su papá, por su
parte, era de la ciudad de Santa Fe (capital de la provincia
homónima). Migró a Puerto Iguazú para trabajar en ser-
vicios turísticos y fue precisamente empleado en el rubro
compartido con su ahora suegro que conoció a la madre de
Amarena. Se enamoraron, se casaron, tuvieron su única hija
y llevaban juntos casi tres décadas.
Según Amarena, desde el matrimonio hubo, entre sus
progenitores, un acuerdo de división del trabajo hogareño.
Su madre jamás se planteó dejar su empleo para hacerse
cargo sola del cuidado de la casa y de la hija. Así, orga-
nizó con el marido un sistema de tareas compartidas y
ambos pudieron mantener sus empleos y conciliarlos con
tales tareas. Amarena tuvo una infancia tranquila, terminó
la educación secundaria en Puerto Iguazú. Después, eligió
cursar diseño gráfico, para lo que debió trasladarse a la ciu-
dad de Oberá (provincia de Misiones, a 268 km. de Puerto
Iguazú). Estudió allá un año en una escuela técnica terciaria,
hasta decidirse por intentar la universidad, en la ciudad de
Resistencia (capital de la provincia de Chaco). Allá cursó
por cuatro años más.
No obstante, su padre se enfermó y estuvo muchos
meses de reposo, sin poder trabajar. La situación económica
de la familia empeoró y Amarena, entonces con 21 años,
interrumpió sus estudios en el último año de la carrera:
regresó a Puerto Iguazú para ayudar a su mamá en el cui-
dado de su padre, y para trabajar, contribuyendo económi-
camente con su familia. Su carrera se quedó truncada. Con-
siguió un empleo como vendedora del Duty Free Shopping
de Puerto Iguazú, donde trabajaba 12 horas diarias, aunque

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Fuera de escala • 247

por un salario relativamente elevado (particularmente en


las temporadas turísticas, debido a la afluencia masiva de
compradores brasileños). Fue allí donde Amarena aprendió
mejor el portugués – que habla de manera fluida y casi sin
acento –. Desde pequeña, entendía e incluso hablaba por-
tugués porque, según decía, en Puerto Iguazú “todos ven la
televisión brasileña y escuchan música brasileña”. Pero en
el Duty tuvo que pulir muchísimo su acento: los/las brasile-
ños/as no entienden el castellano, ni quieren ser atendidos
en un idioma que no sea el suyo. Como son la mayoría
absoluta entre los clientes, los gerentes presionaban las ven-
dedoras a que aprendieran “un portugués ejemplar”.
Según Amarena, los/las brasileños/as vienen a Puerto
Iguazú a comprar perfumes y diversos productos importa-
dos. Pero, dada la crisis económica de Argentina, las muje-
res cruzaban al lado brasileño para abastecer a sus hogares:
los alimentos estaban mucho más baratos allá. Computan-
do la rentabilidad de sus recursos y las necesidades de su
hogar, Amarena iba a Foz al menos una vez por semana a
comprar arroz, leche y harina de trigo. Ella consideraba que
los productos brasileños eran de menor calidad, pero sus
precios eran convenientes. En un cómputo entre necesida-
des, posibilidades y calidad, resultaba conveniente comprar
en Brasil. Pero este no era el único cómputo que la llevaba
al lado brasileño:

Lo que es la salud, el hospital, conviene más allá. Todo lo que


es clínica, odontología. El oculista también, voy allá […]. Pero
por el hecho de acá, en Puerto Iguazú, no es tan bueno. No
sé por qué, nadie [ningún doctor] se quiere venir acá. Pero,
realmente, yo he ido a [la Provincia de] Entre Ríos y es bien
buena lo que es la salud argentina. Todo el mundo habla sobre
eso. La salud pública en Buenos Aires es muy buena, la verdad
que sí. A mí me pasó de ir a otros lados y, la verdad que, si te
pasa algo, normalmente te vas a Posadas [capital de la provin-
cia de Misiones]. Pero es muy lejos. Realmente es muy lejos;
por eso, siempre te vas a Brasil […]. Y el oculista también.
Fui a Posadas y fui a Entre Ríos y era muy bueno. Acá [en

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248 • Fuera de escala

Puerto Iguazú] es el problema […]. La verdad es que en Brasil


[los médicos] te tratan de la misma forma [que tratan a los
brasileños] […]. La gente [en Brasil], es re-buena. La verdad es
que, a mí, la doctora y los doctores que yo tengo te tratan por
igual. No te tratan diferente.

Las demandas de Amarena por la salud brasileña se


vieron incrementadas por una situación particular. Des-
pués de dos años en el Duty, ella fue a trabajar en una
conocida heladería de Puerto Iguazú, donde su padre era
gerente (para entonces ya estaba recuperado). El trabajo en
la heladería era más tranquilo: buen sueldo, menos horas,
contrato regular, con derecho a una obra social de calidad.
La pusieron en un local en la terminal de buses y Amarena
pudo aprender sobre la demanda de servicios en este espa-
cio: sus potencialidades y ciclos. Trabajó allí dos años más,
ahorrando dinero con la idea de ponerse una cafetería. Pero
la decisión de iniciar su propio negocio vino por casualidad:
ella se embarazó.
Venía recién iniciando una relación amorosa. Con
una pareja anterior, había intentado embarazarse, aun-
que sin éxito. Tras varios intentos fallidos, los médicos
de Puerto Iguazú le aseguraron que tenía problemas
que le impedirían terminantemente tener hijos/as. Esta
imposibilidad separó a la pareja y, tiempo después, Ama-
rena conoció a su actual compañero. Tomaba píldoras
contraceptivas cuando empezó a notar problemas con
el volumen de su menstruación. Fue al médico, que le
indicó, dado que no podía tener bebés, que dejara de
tomar los contraceptivos, para observar cómo su cuerpo
respondía. Un mes después, estaba embarazada.

Tuve [el test] como tres días. Viste que comprás y vos esperás:
“capaz que hoy sí, capaz que hoy no”. Y, bueno: levanté un día
en la mañana y fui: lo hice y estaba [embarazada] […]. La ver-
dad es que estaba re-contenta y recuerdo que lo primero que
pensé, y lo primero que me pasó por la cabeza, fue el parto.

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Fuera de escala • 249

La negligencia del médico de Puerto Iguazú –con


su recomendación de interrumpir el contraceptivo– era
grave, dijo. Pero no pudo enojarse: embarazarse era algo
que había deseado muchísimo. Pese a ello, no quería
confiar el acompañamiento de su embarazo y el parto
a los médicos de su ciudad. Su madre trabajaba en una
farmacia al lado del centro clínico donde se atienden
a las mujeres embarazadas. Allí, había sido testigo de
incontables casos de negligencia:

Ahí ves un montón de cosas. Ahí ves mala praxis. Y ves


gente que no se sabe cuidar: mujeres que no se saben cuidar;
mujeres que perdieron bebés de forma tan fea y tan tonta.
A veces, por el doctor, a veces por las personas. Entonces,
me dio mucho miedo. Tuve mucho miedo, miedo del parto;
porque no sabía si quería cesárea o normal. ¿Viste? No quería
que me duela y tampoco quería que sufriera el bebé. ¡Ah!
Estaba con miedo.

La negligencia de los médicos de la ciudad, el hecho


de conocer tantas mujeres que habían perdido a sus bebés
en el parto, o durante el embarazo, provocó que, tras la
emoción de saberse embarazada, Amarena fuera tomada
por el pánico. El miedo es, entonces, la respuesta emocional
(personal, incorporada) a la violencia del sistema público de
salud hacia las mujeres. El miedo es también una respuesta
auto-protectiva: Amarena decidió no entregar su salud y la
de su bebé a los médicos de su ciudad. Una violencia (la
negligencia médica), un sentimiento (el miedo) y una acción
(cruzar la frontera para parir):

Hablando un poco con otras personas, y bueno, “este médico


aquí me hizo así” […]. Hay médicos que tienen un montón
de historias, malísimas. Allí agarré… me dio más miedo […].
Hay un doctor, por ejemplo, que le pasó… que se le cayó el
bebé de los brazos ¿Viste? La mujer estaba teniendo y el bebé
lo sacó y se le cayó. Y se murió. Hay otro bebé que escuché
que lo dejaron mucho tiempo en la panza y la mujer estaba
pujando, estaba pujando y nadie la ayudó, y el bebé nació con

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250 • Fuera de escala

un problema en el cerebro por falta de oxígeno. Entonces,


cosas así que te dan miedo: doctores que le pusieron mal la
epidural [anestesia] a algunas mujeres y el bebé le agarró la
anestesia y cosas así que te dan miedo. Entonces, siempre
me atendí en Brasil.

Hubo, además, dos historias muy cercanas que la


impresionaron mucho. La primera, de una compañera de
trabajo de su madre, que le insistía que fuera a atenderse
en el hospital “Costa”, en Foz de Iguazú, del lado brasileño.
El “Hospital Ministro Costa Cavalcanti” (HMCC) –popu-
larmente, “el Costa”– es reconocido en Brasil como uno
de los mejores del país. Fue creado en un momento de
despliegue del Estado nacional, con la expansión de com-
plejos públicos brasileños en la Triple Frontera, vincula-
dos a la construcción de las infraestructuras energéticas.14
Así, el hospital era parte de un plan de hegemonía estatal
brasileña, y sigue constituyendo una supervivencia de un
despliegue de la presencia del Estado –estrategia que dejó
de constituir un vector político nacional en los años 90’,
con las reformas neoliberales–15. Atendiendo tanto a la red

14 El hospital fue inaugurado en 1979, propulsado por la empresa Itaipú Bina-


cional (que construyó y gerencia actualmente la Hidroeléctrica de Itaipú).
Inicialmente, el hospital atendía a los trabajadores empleados en la cons-
trucción de la planta eléctrica. Sin embargo, “fue mucho más allá de su
misión original y se convirtió en una referencia de salud para una gran
región. En 1994, se creó la Fundación de Salud Itaiguapy para administrar el
Hospital. A partir de este año, éste se ha sometido a una serie de reformas
estructurales para proporcionar el más alto nivel de atención hospitalaria en
la región. En 1996, el HMCC comenzó a atender a pacientes del Sistema
Único de Salud (SUS) [sistema público brasileño] y actualmente, más del
60% de la atención es para usuarios del SUS”. (Hospital Ministro Costa
Cavalcanti 2019: s/p. La traducción me pertenece).
15 A diferencia de Argentina y Paraguay, la dictadura militar brasileña
(1964-1986) no institucionalizó las reformas neoliberales de reducción del
Estado. El militarismo brasileño adoptó una perspectiva estatizadora de la
economía, promoviendo una industrialización primaria, invirtiendo sendos
recursos en la infraestructura portuaria, de transportes e industrial general.
Todos estos aspectos integraban un plan de control social y territorial dicta-
torial. Foz de Iguazú constituyó uno de los principales enclaves condensa-
dores de esa política militar.

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Fuera de escala • 251

pública de salud, como a la privada (a través de los “planes


de salud” brasileños, los seguros de salud paraguayos y a las
obras sociales argentinas), “el Costa” es la principal referen-
cia de atención sanitaria en la conurbación transfronteriza
del Paraná. Amarena nos contó que su obra social le per-
mitía atenderse allí.
La amiga de la madre de Amarena le confesó que había
hecho todo el acompañamiento del embarazo en Puerto
Iguazú y que, al momento de tener el bebé, los médicos no
lo encontraron en el útero y decidieron enviarla al Cos-
ta en una ambulancia. Allá, atendida en emergencias, fue
informada de que tenía un embarazo ectópico –el bebé se
había formado en la cavidad abdominal, y no en el útero–.
No lo habían detectado en Puerto Iguazú en los meses de
prenatal. Ella terminó perdiendo su hijo: había llegado tarde
al hospital brasileño y ya no era posible salvarlo.
El segundo caso drástico fue el de su prima, que se
embarazó al mismo tiempo que Amarena y fue maltrata-
da en la atención pública argentina. Ella había desarrolla-
do diabetes gestacional y los médicos la pedían que bajara
más de 10 kilos, cosa que le resultaba imposible (toda la
vida había tenido sobrepeso y, al momento de embarazarse,
pesaba 220 kilos). Como no lograba adelgazar, se negaban
a atenderla. Amarena la convenció de que se atendiera en
Brasil; la llevó y acompañó personalmente a cada consulta.
Allá, dice, los doctores no la castigaban por su sobrepeso,
sino que adoptaron una estrategia de reducción de daños
que resultó respetuosa de las circunstancias psicológicas
de su prima.

Desde ahí fue que yo le llevé a mi prima, totalmente. ¡Porque


yo me sentía tan bien cuando iba [a Brasil]! Sentía que tam-
bién… A ver: vos te vas acá y hay tanta gente que va al médico.
Y los médicos no dan abasto, porque realmente no dan abas-
to. ¿Cómo te digo? Realmente, son muy pocos, estás horas y
horas y horas esperando. Y para una mujer embarazada, es un
problema. Allá ¡no! Allá, vos estás embarazada, tenés una per-
sona que te atiende aparte, para sacar número o para lo que

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252 • Fuera de escala

sea. ¡Es un montón de todo! Cosas distintas, que no hay acá.


Entonces, si vas, estás casi cuarenta minutos viajando hacia el
Costa, porque ir de acá hasta allá es lejos. Pero sabés que vos
vas a llegar y te tienen que atender a las 15:20 y estás a las
15:10 y ya te están atendiendo. Es distinto. Es distinto a que
vos llegues acá [en Puerto Iguazú] a las 15:10 y te tenían que
atender a las 15:20 y son las 17:00 y todavía no te atienden.
Y tenés que volver a trabajar… Entonces, en esos casos, sí o
sí, tenés que atenderte allá. Yo me atendí allá y, por suerte, no
tuve ningún problema.

Pese a haber elegido atenderse en Brasil, minimizando


así los problemas con su empleador, Amarena percibió
que sería imposible conciliar la maternidad con su trabajo.
Los tiempos no eran flexibles en la heladería: difícilmen-
te podría contar con la comprensión necesaria para salir
a amamantar a su bebé, por ejemplo. Consecuentemente,
puso en práctica la idea de poner una cafetería en la ter-
minal de buses y compartir con su pareja el trabajo. Pidió
la opinión de su padre, quien tenía mucha experiencia con
negocios en Puerto Iguazú y él, convencido de que era una
buena inversión, la ayudó económicamente. Así, el local
donde comimos ricas empanadas era la microempresa de
Amarena.
La hija de Amarena nació un viernes, de parto natural.
Apenas sintió las contracciones, se trasladó al lado brasile-
ño, donde la esperaba su doctora. Fue un parto tranquilo,
dijo. Con mucho menos dolor de lo que había imagina-
do. La atención fue “genial”, aseveró. La gente la “cuidaba
con mucho cariño allá”, en Brasil. Le pregunté, entonces,
por la parte burocrática de este nacimiento transfronterizo:
al nacer en territorio brasileño, su hija tenía derecho a la
nacionalidad del país vecino. Amarena aseguró que eso no
había entrado en sus cómputos durante el embarazo. Pero
con su pareja hicieron igualmente el trámite de nacionali-
dad de la nena, pues facilitaría la continuidad de la atención
sanitaria en Brasil.

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Fuera de escala • 253

Tras el nacimiento, tuvieron que esperar hasta el lunes


(las reparticiones públicas brasileñas ya no atendían). Ama-
rena seguía internada en el hospital, por lo que su pareja
hizo el registro de la pequeña, habilitando todos los papeles
para cruzar la frontera con la niña y para registrarla en
Argentina. Según ella, antes estos trámites eran mucho más
sencillos. Pero, ahora, el cruce de un bebé por la frontera
se había complejizado:

Esto de tenerle [a los/as hijos/as] en el Costa empezó desde


hace mucho. O sea, yo tengo amigas que nacieron en el Cos-
ta. Desde esa época, hace 20 años atrás. Y no era tan difícil
pasar el bebé [hacia Argentina]. Ahora está muy difícil. No era
tan difícil. Aparte, porque había mucha más plata en Iguazú.
Antes había muchísima plata en Iguazú: el que trabajaba con
cuero tenía mucha plata y podía ir a gastar en Brasil y traer
el bebé no salía tan caro. Ahora no hay tanta plata en Iguazú:
tenés que tener una muy buena obra social, como yo, que
tengo mi obra social, y, aparte, la plata para traerle al bebé
[para pagar las tasas de los trámites]. Por suerte, ahora no
tenés que ir a ningún lado para hacer el registro de nacimien-
to […]. Todo eso lo podés hacer, por suerte, en el hospital [en
Brasil]. Antes, no. Antes, tenías que ir al notario. Ahora, no.
Entonces, ella nació un viernes. Así que era viernes. Sábado
y domingo no había servicio […]. Cuando salí de esos tres
días, salimos e hicimos el trámite. Sí, ahí fue que fuimos al
registro y me dieron los papeles […]. De ahí nos fuimos a la
aduana [argentina] yo pase y él [su pareja] se quedó hacien-
do los trámites de pagar, de mostrar que el bebé está. Pero
también conozco gente que lo pasó tipo así, medio por abajo.
O sea, no pasás caminando, pasás en el auto. Entonces, pasás
en el auto y, ponéle, que no le bajás el vidrio. Entonces, [el
oficial fronterizo] no ve que está el bebé ahí. Pero no te sirve,
porque vos después tenés que venir acá y tenés que tener
algo para ir a presentar… La partida de nacimiento de tu
bebé para que te hagan… No podés estar así. Como pasaste
el bebé, te pueden hasta meter preso por sacar el bebé. Pero
hay mucha gente que lo hace y anda sin documento el bebé
años. Entonces dije: “voy a hacer las cosas bien”. Porque yo

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254 • Fuera de escala

también pensaba seguir atendiéndome allá, atendiéndola a


ella. Entonces necesitaba, sí o sí.

Trabajando entre 12 y 14 horas diarias en su local, Ama-


rena sigue cuidando a su pequeña y haciéndola atender en el
sistema de salud brasileño. Lo único que hace en Argentina es
ponerle las vacunas, porque “las argentinas son muy buenas”.
Todos los días por la mañana venía con la nena de cuatro meses
en su auto y la dejaba en la casa de su abuela materna, a dos
calles de la terminal. La amamantaba y salía a abrir la cafetería.
A cada tres horas, salía de su negocio para amamantar. En estos
momentos, su padre o su pareja venían a sustituirla. Amarena
estaba muy tranquila con estas soluciones, porque su abuela la
había criado a ella también. Su mamá siempre había trabajado,
y cuando tuvo a su única hija, contó con el apoyo de su pro-
genitora, para seguir desempeñando una función productiva.
Así, el ejemplo de su madre enmarcaba la actual configuración
del equilibrio cuidados/actividad productiva para Amarena. El
trabajo de su abuela permitía – como lo hiciera una genera-
ción antes – que este equilibrio fuera posible. Tenemos, así, tres
generaciones de mujeres implicadas en un sistema de presta-
ción total del cuidado (Comas, 2017) – un sistema de dones, en
términos antropológicos – que permitía la reproducción de la
familia, el cuidado de las menores (siempre mujeres) y la vida
productiva de la red familiar.

Bernadette

Mañana del martes 16 de julio de 2019. Amanecimos


–Eleonora y yo– en Foz: habíamos cruzado al lado brasile-
ño desde Puerto Iguazú en la tarde anterior. Eran las ocho
cuando salimos del hotel hacia la Avenida Juscelino Kubits-
chek.16 Habíamos avanzado dos cuadras cuando avistamos

16 El hotel donde nos hospedamos está localizado en la esquina de las avenidas


Argentina y Juscelino Kubitschek. Este cruce marca el final del centro de

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Fuera de escala • 255

un templo de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD).


La “Universal”, como es conocida en Brasil, es una con-
gregación religiosa evangélica, neo-pentecostal, fundada en
1977, en Río de Janeiro, por el entonces pastor (hoy obis-
po) Edir Macedo. Con una rápida expansión, la congrega-
ción prontamente llegó a todos los estados brasileños. En
el censo del 2010, apareció con alrededor de 6.000 templos,
12.000 pastores y aproximadamente un millón de devotos
(IBGE, 2010). Casi una década después, es posible suponer
que estos números son significativamente mayores, dado el
despliegue de la IURD en tres campos centrales.
El primer campo es el comunicacional: la congregación
generó lo que en Brasil se considera un imperio multimedia
de comunicación y difusiones.17 El segundo es el político. La
IURD construyó una ingente plataforma de representación
política por todo Brasil: sus pastores y obispos ocupan car-
gos en los poderes legislativos de varios municipios y esta-
dos, y están plenamente representados a nivel federal. En
este último constituyen actualmente una influyente fuerza
política, compartida con representantes religiosos de otras
congregaciones y conocida popularmente como “la ban-
cada evangélica” (formalmente denominada “Frente Parla-
mentario Evangélico”), que detenta alrededor del 12% de
las bancas de diputados en el Congreso Nacional (Macha-
do y Burity, 2014:601). Su presencia política también es
muy representativa en los cargos ejecutivos municipales

Foz e inicio de una zona urbana de transición, que se extiende hasta el


barrio Vila Portes, donde se encuentra el Puente de la Amistad, que conecta
con Paraguay.
17 Posee más de 70 estaciones de radio, una sintonía de televisión (la “TV Uni-
versal”) cuyos programas son retransmitidos por 20 emisoras en todo el
territorio nacional; un portal de Internet (el “Universal.org”); un diario
impreso y tres revistas. Tiene, además, una editorial propia, que publica las
obras de los pastores con una amplia distribución nacional. Asimismo, Edir
Macedo, juntamente con otros obispos de la IURD, son propietarios de la
segunda cadena de televisión abierta con más rating en Brasil: la TV Record.
Las emisoras de radio y televisión que difunden su señal constituyen la
cadena difusora más extensa del país, superando a la Rede Globo que, desde
la dictadura, fuera la más importante en el territorio brasileño.

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256 • Fuera de escala

(pastores y obispos vienen aspirando incluso a cargos eje-


cutivos estaduales y federales) (Machado y Burity, 2014).
Actualmente, la IURD tiene un papel político central: está
entre las fuerzas evangélicas con mayor influencia junto al
Presidente de la República, Jair Bolsonaro. Está promovien-
do, en alianza con otras fuerzas evangélicas, un giro a la
extrema derecha en los posicionamientos morales, jurídicos
y económicos del Congreso Nacional, particularmente con
relación a la planificación de las políticas familiares y de
seguridad. El tercer campo es el transnacional. Desde los
años 1980s, la IURD viene realizando un proceso de trans-
nacionalización (Oro 2004). Actualmente, tiene una presen-
cia relevante en Estados Unidos; en Argentina y en Portu-
gal; en Sudáfrica, Uruguay, México y Francia (Oro, 2004).
Según el obispo Domingos Siquiera (2015), la congregación
contaría con 8 millones de seguidores en el mundo, y más
de quince mil pastores diseminados por 105 países.
Decidí acercarme al templo de la IURD que viéramos
en nuestro trayecto cuando observé que dos mujeres afro-
brasileñas conversaban animadamente en la puerta. Estaban
vestidas según el código de la congregación: faldas hasta los
pies, camisas de manga larga, pelos rigurosamente estira-
dos y tomados en un estricto moño. Ambas tenían biblias
bajo los brazos.
Ingresé al predio de la congregación, cruzando junto
de Eleonora el amplio estacionamiento del patio delantero,
y me acerqué a la mayor de las mujeres. Le expliqué que
éramos investigadoras, que hacíamos un estudio científi-
co para comprender cómo viven las mujeres en la Triple
Frontera. La señora se mostró instantáneamente entusias-
mada: se llamaba Bernadette, nos contó, y agregó que su
compañera era Alicia. Al ver su entusiasmo, les expliqué que
queríamos entrevistarlas para saber cómo habían vivido y
cómo vivían actualmente. Antes de que pudiera comple-
tar la idea, Bernadette se apresuró: “¡yo puedo contarte mi
historia ahora mismo! Yo nací…”. Preocupada de que nues-
tra intervención sin pedir autorización al pastor pudiera

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Fuera de escala • 257

resultar una falta de respeto a los códigos y ordenamientos


de la congregación, la interrumpí: “calma, señora Bernadet-
te. Primero tenemos que explicarle algunos datos más de
nuestra investigación y pedir la autorización del Pastor para
realizar entrevistas aquí”.
Ajena a mis reparos, Bernadette siguió su narración.
Había nacido en el estado de Minas Gerais (en el interior
brasileño, a unos 1.400 kilómetros de la Triple Frontera).
Se trasladó muy pequeña a Foz, acompañando a sus padres,
agricultores sin tierra, jornaleros (trabajaban y cobraban por
día, sin contrato laboral) para terceros (es decir, integraban
el sector más pobre entre los trabajadores rurales del país).
Pues bien: sus progenitores migraron a Foz para trabajar
en el campo, en la agricultura de pequeña y mediana esca-
la que se practicaba en los municipios cercanos. Pero la
inundación de los campos para la puesta en marcha de la
Hidroeléctrica Itaipú desintegró las propiedades agrícolas
del entorno, expulsando a sus propietarios hacia el lado
paraguayo. Allí, el valor de las indemnizaciones entrega-
das por el Estado brasileño por la pérdida de las tierras
rendía más, permitiendo que adquirieran propiedades más
amplias. Los padres de Bernadette no estaban entre estos
propietarios: ellos integraban la masa de trabajadores pre-
carizados que prestarían servicio a estas nuevas chacras y
haciendas brasileñas en tierras paraguayas. Como muchos
otros trabajadores sin tierra, se desplazaron desde Foz a los
pueblos rurales aledaños al río Paraná, en el departamen-
to paraguayo de Alto Paraná, donde las colonias brasileñas
crecieron, implementando campos de cultivo agrícola don-
de antes había solamente selva.
Bernadette había pasado la mayor parte de su vida
–más de treinta años– del lado paraguayo, trabajando en
el campo con sus padres y hermanos/as. Vivía allí desde
que tenía memoria, pero hacía diez años ella y toda su
familia habían migrado de vuelta al lado brasileño, a Foz
de Iguazú. (Bernadette aparentaba más que los 45 años que
relataba tener). Me contó, asimismo, que sufría de muchos

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258 • Fuera de escala

problemas de salud (complicaciones de la epilepsia que


padecía desde niña) que fueron centrales para su decisión de
regresar a Brasil.18 La atención médica en Paraguay, decía,
era inexistente.
Así, en los últimos diez años, venía buscando atenderse
en la red pública brasileña de salud: había visitado numero-
sos médicos, que no lograban dar con un diagnóstico ni con
un tratamiento adecuado a su problema. Las crisis de epi-
lepsia se fueron agravando, provocándole secuelas motoras,
de coordinación, dificultades de movilidad e incluso perío-
dos de parálisis (tras un fuerte ataque epiléptico, perdió
durante meses los movimientos de su cuerpo).
Su aseveración sobre el sistema público de salud en Foz
era contundente: “no les importan los pobres”. Pero no se
trataba solamente de esto, sino de algo fundamental: “los
doctores, los médicos, no saben cómo cuidar”. Cada vez
que ella iba al médico del sistema público, eran horas de
espera, con hambre, sin tener dónde sentarse ni un baño
disponible. Cuando finalmente la atendían, apenas la mira-
ban a la cara; no le preguntaban siquiera cómo estaba, qué
sentía. Tanta “desatención”, decía, “tanta falta de interés”,
tenía como consecuencia que nunca lograban subsanar sus
problemas ni medicarla correctamente. Así, sus crisis iban
aumentando, en la misma proporción en que los médicos
la iban sometiendo a más y más exámenes, que implicaban
incontables horas de espera, en filas interminables. Diez
años de esto agotaron a Bernadette: “yo me cansé de ir al
médico. Descubrí que lo que necesito es amor de verdad”.
Había encontrado este tipo de cuidado, este amor ver-
dadero, en la Iglesia Universal del Reino de Dios. Había acu-
dido a varias congregaciones religiosas de todos los tipos –

18 La narración de Bernadette coincide con los estudios de Giovanella et al.


(2007:256), que indican que los consultorios y hospitales públicos brasileños
(del S. U. S. ), en las ciudades fronterizas con Paraguay, reciben una demanda
mayoritaria de ciudadanos/as brasileños/as, que residen del lado paraguayo
de la frontera y se emplean, de manera informal e indocumentada, en la
agricultura en territorios paraguayos.

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Fuera de escala • 259

evangélicas, católicas, espíritas –. Pero sólo en aquella sede


de la IURD, donde estábamos, encontró un pastor que la
cuidaba como ella quería:

Mi pastor, cuando ve que estoy mal, él percibe que estoy mal.


Él percibe que no me siento bien, se da cuenta. Me pregunta
cómo estoy. Sabe mi nombre y, cuando sabe que no estoy
bien, me hace la oración para espantar de mí los malos espí-
ritus. Para que ellos no me vuelvan a enfermar.

El pastor siempre se apresuraba a exorcizar los malos


espíritus que eran “responsables de su epilepsia”. Además,
cuando su salud empeoraba, él se encargaba de hablar con
las demás hermanas de la congregación para que la cuida-
ran: para que la atendieran, la ayudaran a sentarse para las
oraciones, la acompañaran desde y hacia su casa. El pastor
organizaba, entonces, un turno de atenciones entre las her-
manas y hermanos que se hacían cargo de Bernadette, de
preguntarle diariamente cómo estaba y si necesitaba “algo
más”. De ser así, estos hermanos/as la atendían. Bernadette
nos contó que encontraba en este pastor, y en esta con-
gregación, el lugar de cuidado y de “amor de verdad” que
no estaban disponibles ni en el servicio público de salud,
ni en su familia.
Su madre no aprobaba que ella fuera a la IURD: como
los demás miembros de su núcleo familiar, decía que estos
pastores le estaban sacando el dinero. Su familia no ter-
minaba de entender que ella “recibía cuidados” en el tem-
plo. Sentía que no la apoyaban: que ella había cuidado a
todos– hermanas, hermanos, madre, padre– y que no reci-
bía de ellos nada a cambio. No entendían sus necesidades
de cuidado.
Bernadette vivía en un barrio pobre de la periferia de
Foz a una distancia considerable del lugar en que estába-
mos. Allí, como en casi todos los barrios de la ciudad, tam-
bién había templos de la Universal. No obstante, el pastor
responsable por el templo de su barrio “no era tan bueno

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260 • Fuera de escala

cuidando” como el que lideraba el templo de la Avenida


Juscelino Kubitschek. En su barrio, el pastor no la atendía,
no la miraba a los ojos, no hacía las oraciones cuando ella
se sentía mal. Consecuentemente, ella decidió que él no era
digno de recibir su “diezmo” – valor de entre 10% y 20% del
sueldo o renta mensual que los fieles deben entregar a los
pastores de la IURD –. Tampoco lo consideraba digno de
recibir su voto. Ella le dijo esto personalmente al pastor de
su barrio: dado que él no sabía cuidarla, no le iba a entregar
ni su dinero ni su voto; que lo haría en otro templo de la
IURD, donde el “pastor cuida como se debe”.
Durante toda esta conversación, mientras Bernadette
me hablaba, la señora Alicia nos escuchaba atentamente y
tomaba notas.19 Eleonora, que no habla portugués, se esfor-
zaba por entendernos. Volví entonces a interpelar Berna-
dette para decirle que sería genial entrevistarla con cal-
ma, que nos contara con todo detalle su vida, sus histo-
rias migratorias. Pero que queríamos pedir la autorización
del pastor. Ella, entonces, nos condujo a la parte interna
del templo. ¡Era enorme! Tenía las paredes amarillo cla-
ro, recién pintadas. Ingresamos al espacio principal, la sala
donde se realizan las celebraciones: era muy luminosa, con
asientos para unas 300 personas (en largos bancos de made-
ra) que miraban hacia un gran altar cubierto por un man-
tel blanco delicadamente bordado. Unos segundos después,
vino en nuestra dirección un hombre muy joven, saliendo
de una puerta donde –según Bernadette– estaba la oficina
de los pastores. Al verlo, me indicó que era el pastor, que
podía hablarle del estudio.
El pastor se llamaba Felipe: no parecía tener más de 26
años. Me miró con desconfianza. Me presenté, le expliqué
sobre el proyecto, que queríamos entrevistar a las hermanas
de la congregación y también a los pastores. Su expresión de
duda se profundizó: “no termino de entender qué quieres

19 Me pareció curioso que ella registrara nuestra interacción, pero no le pre-


gunté al respecto.

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Fuera de escala • 261

preguntar”. Expliqué que nos interesaba entender los pro-


blemas que afectaban particularmente la vida de las herma-
nas de la congregación: las dolencias personales, espiritua-
les, si había problemas de consumo de alcohol, de drogas. Si
enfrentaban situaciones de violencia debido a los problemas
de la criminalidad en Foz.
Entusiasmado con mi aclaración, me dijo que llegaba
mucha gente “para ser libertada de las drogas y del alcohol”.
Llegaban, además, “enfermos de cáncer y nosotros acá les
curamos con la fuerza de Dios. Curamos cáncer, tumores
y otras enfermedades”. Reiteré, tras escucharle, lo impor-
tante que sería entrevistar a los pastores y contar con sus
testimonios. Él me explicó que pediría autorización al líder
regional de la congregación, que se encontraba en la radio,
donde tenía un programa diario. Intercambiamos contactos
y Felipe me aseguró que, apenas tuviera una respuesta, me
llamaría. Eleonora y yo nos despedimos de Bernadette y
Alicia con un abrazo, explicando que esperaríamos la noti-
cia del pastor para volver.

Cuidadómetro

Los diálogos con María, Amarena y Bernadette conducen


a diversas constataciones sobre la relación entre las tra-
yectorias de movilidad de las mujeres, su sobrecarga como
cuidadoras y las configuraciones de las ciudades de la Triple
Frontera del Paraná.
La primera constatación deviene del relato de María
y permite establecer una interesante conclusión, sobre el
lugar de las ciudades de la Triple Frontera como ejes arti-
culadores de la migración transnacional (de media o larga
distancia) de los/las paraguayos/as desplazados/as del cam-
po. A luz de la historia de María, la apreciación realizada
por diversos autores de estudios migratorios de que los más
pobres de cada país no migran (Grimson, 2011:36), puede

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262 • Fuera de escala

redimensionarse. Es cierto que las migraciones internacio-


nales de larga distancia –desde la capital de un país a la de
otro; o desde la periferia de un país a las zonas céntricas
de otro– implican la acumulación de diversos tipos de capi-
tales (económicos, culturales o sociales) por parte de los/as
migrantes. Pero esto no implica que la gente que no logra
acumular estos capitales esté condenada a no migrar.
Como vimos en la trayectoria familiar de María, la
migración desde el campo hacia Ciudad del Este confi-
guró una alternativa para que sus hermanos/as pudiesen
reunir los recursos necesarios para emprender otros tipos
de migración. Si bien toda la familia estuvo involucrada en
este éxodo campo-ciudad, sólo parte de esta emprendieron
una migración de larga distancia, hacia la capital argen-
tina. Los capitales acumulados por la familia extensa son
fundamentales para la consecución de este plan migratorio,
actuando como una red de amparo en origen. Sin pretender
suponer que todos los espacios fronterizos permiten este
tipo de acumulaciones, es posible establecer que la Triple
Frontera del Paraná sí lo hace –dadas las sus particularida-
des comerciales, territoriales, jurídicas y sociales–. El relato
de María ejemplifica cómo las personas y las familias orga-
nizan este proceso de traslado, esta migración interna en
Paraguay, y cómo esta territorialización en la frontera opera
doblemente como trampolín, a la migración hacia Buenos
Aires y como un “puerto seguro” al que volver.
En segundo lugar, para nuestra protagonista, las deci-
siones sobre en qué momento y hacia dónde desplazarse
dependen, centralmente, de sus cálculos sobre la cantidad
y calidad de los cuidados que podrá dar a su núcleo fami-
liar. María computa la posibilidad de acceder a servicios
públicos de salud y las posibilidades de su pareja –y la
propia– de trabajar con una remuneración suficiente para
mantener las demandas de reproducción y cuidados de la
familia. Entonces, los parámetros sobre el movimiento y
sus temporalidades están dados por cómputos contextuales
de los cuidados.

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Fuera de escala • 263

Tercero, la centralidad del cuidado como cosmovisión,


para María, enmarca su perspectiva de la política. A partir
de una demanda específica de cuidado (que su hijo tuviera
buena atención de salud), ella desarrolló un posicionamien-
to sobre el gobierno nacional argentino. Así, su situacionali-
dad con relación al campo político estaba elaborada a partir
de las necesidades micro-escalares cotidianas de cuidado de
los seres de su familia, cuyas vidas estaban a su cargo.
El término “cuidadómetro” es la categoría que sugiero,
entonces, para explicitar este sistema dinámico de medidas
de cuidado que María establece a la hora de decidir cómo,
hacia dónde y con quién moverse a través de las fronteras.
El término me parece sugerente y es pertinente también
para el caso de Amarena, quien aplica el “cuidadómetro”
para estructurar un circuito de movilidad transfronterizo
de corta distancia.
Tres aspectos fundamentales devienen de sus narra-
ciones. Primero, su constatación de que la salud pública
argentina, en otras regiones del país, es mejor que en Puerto
Iguazú. Ella explicita que la fama nacional de la medicina
argentina debe ser relativizada: en su ciudad de origen, los
servicios brindados por el Estado distan mucho de ser com-
parables con los de Buenos Aires, o con las provincias de
Santa Fé o Entre Ríos, e incluso, con la ciudad de Posadas
(capital de la provincia de Misiones). La mención a esta
última permite plantear que no se trata solamente de que
Puerto Iguazú esté en una periferia del país, en una zona
fronteriza. Posadas, ciudad capital de provincia, también es
una ciudad fronteriza (con Paraguay) y –decía– tiene mejo-
res servicios de salud. Así, la insuficiencia de los cuidados
sanitarios en Puerto Iguazú respondería a cálculos macro-
políticos que alguna vez hiciera el Estado argentino, evi-
tando disputar abiertamente las pretensiones de hegemonía
estatal brasileñas en la región (Grimson, 2002).
Segundo: hay también una apreciación diferencial de
la especificidad de cuidados brindados en Brasil, en cier-
tos nichos sanitarios, como es el caso de la atención de

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264 • Fuera de escala

gestantes. Amarena indica que, en esta última, hay “un mon-


tón de todo”, refiriéndose a prácticas de cuidado puestas
sobre diversos detalles del proceso de acompañamiento:
desde evitar que las mujeres tengan que esperar las consul-
tas, hasta contar con sectores específicos de recepción para
embarazadas –protocolo que reduce el contagio por bac-
terias hospitalarias–. El carácter indefinido de la expresión
“un montón de todo” denota que, para ella, estas cosas son
excepcionales: no las tenía contempladas como un derecho.
En este segundo relato, el movimiento de cruzar fron-
teras está orientado por reflexiones sobre el mejor cuidado,
y sólo muy secundariamente, por cálculos de rentabilidad
económica (sobre el precio de estos servicios). Esta aseve-
ración desafía un postulado central de la teoría neoclásica
de las migraciones, que imputa la decisión de los sujetos
sobre sus movilidades como anclada a cómputos racionales,
sobre beneficios estrictamente económicos entre espacios
nacionales (Kearney, 1986). Finalmente, Amarena interpre-
ta que la atención prenatal en Puerto Iguazú constituía un
“descuido” hacia las mujeres, pues dada la sobrecarga de los
médicos y el incumplimiento de los horarios de consulta,
ellas tenían que esperar varias horas para ser atendidas, lo
que les dificultaba mantener sus empleos. Así, además de
medir constantemente los cuidados, de un lado y otro de la
frontera, el “cuidadómetro” se mueve tomando en cuenta la
conciliación de actividades productivas y reproductivas.
En tercer lugar, Amarena explica que su manejo del
portugués –debido al trabajo en el Duty Free–, le permitió
comunicarse mejor con los/las médicos/as en Brasil. Y que
no habría discriminación ni malos tratos a los/las argenti-
nos/as, en la atención y servicios brasileños. Aquí, la posi-
bilidad de cruzar la frontera para atenderse está conectada
con un capital cultural que responde a su inserción laboral
específica. Fueron los conocimientos lingüísticos exigidos
para su inserción laboral los que le permitieron concebir
estrategias transfronterizas de atención sanitaria.

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Fuera de escala • 265

Dicha posibilidad está, asimismo, potenciada por el


hecho de que la disputa identitaria entre brasileños y argen-
tinos parecía no estar vigente en la atención sanitaria o en
el aspecto comercial. Amarena, como vendedora, se espe-
cializaba para “atender ejemplarmente” a los brasileños; a
su vez, los brasileños atendían a las argentinas –como ella–
“sin marcar diferencias”. Cuando el asunto son los mer-
cados y los servicios, prima una visión de las relaciones
que pone un “paréntesis” a los conflictos entre las identi-
dades nacionales.
El relato de Bernadette nos conduce a otra dimensión
del “cuidadómetro” y de las ausencias de los Estados en
sus responsabilidades del cuidado. Ella nos contaba que se
había agotado tras diez años de estar sometida a un sinfín
de exámenes, que implicaban horas y horas de espera, en
filas interminables: “yo me cansé de ir al médico. Descubrí
que lo que necesito es amor de verdad”.
En sus declaraciones, destaco tres elementos centrales.
Primero, su constatación de que su exposición a prácticas
reiteradas de desatención en la salud pública estaba relacio-
nada con su condición de clase. Los pobres eran quienes
estaban sometidos a las filas y esperas interminables por
servicios que, cuando finalmente llegaban, no satisfacían ni
sus expectativas mínimas, ni sus necesidades inmediatas.
Segundo, esta marginación de los pobres estaría profun-
damente vinculada a su sometimiento a una temporalidad
de la espera, que magnificaba el impacto de la precariedad
de la atención sanitaria. Ya fuera porque el sostenimiento
en el tiempo de la desatención de sus problemas de salud
los agravaba; o porque la obligación de ir y esperar, una y
otra vez, de hacer varios trámites e insistir por tratamientos
y atenciones sin respuestas también enferma (“de los ner-
vios”, decía). En tercer lugar, Bernadette constataba que la
baja eficiencia de los médicos en la diagnosis y tratamiento
de los enfermos se debía a su poca preparación como cuida-
dores: “ellos no saben cuidar”. Según nos aseveró, ellos no
sabían escuchar al enfermo, atenderlo en sus necesidades,

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266 • Fuera de escala

computarlas y responder desde la empatía. Siguiendo con


su explicación, concluyó que los médicos no sabían cuidar
porque el tipo de cuidado que ella necesitaba –el “amor
verdadero”– implica un tipo una empatía profunda, que
supone una atención integral al destinatario del cuidado.
Esto remite a Wacquant (2010) y sus reflexiones sobre
cómo el neoliberalismo genera modelos institucionalizados
de castigo que reproducen la pobreza, a través de tortu-
rar procedimentalmente a quienes se encuentran en esta
situación social, generando una ritualización de la exclu-
sión. Como observaron Jelin y Vila (2018 [1987]) en otros
contextos, esta ritualización está dada por el sometimiento
a las filas, a las esperas para acceder a un derecho tan básico
como la atención sanitaria. 20
Pero Bernadette no solamente analizaba con total luci-
dez sus límites y posibilidades en este contexto, sino que,
además, había producido una solución alternativa a sus
demandas de “amor de verdad”. Paseándose por las dife-
rentes sedes de la IURD, observó que los pastores ofrecían
medidas diferentes de este “amor” a sus fieles. Tras ana-
lizarlos, eligió el templo donde se sentía mejor cuidada.
Esto implicaba desplazarse cruzando toda la ciudad des-
de su barrio al templo elegido; pero ella estaba dispuesta
a hacerlo.
El pastor del templo elegido, a su vez, se daba cuenta de
esta demanda, necesidad y deseo de cuidados por parte de
sus fieles (Bernadette y Alicia nos contaron que las mujeres
son mayoría en las congregaciones de la IURD). Muchas de
ellas pertenecen, precisamente, a sectores sociales vulnera-

20 El estudio de Jelin y Vila (2018 [1987]) versa sobre las periferias urbanas
pobres de Buenos Aires en los 1980s. Los autores constataron, entre otras
cosas, que la vida en los barrios del conurbano empujaba las personas a
hacerse con horas y más horas de espera para acceder a servicios básicos.
Así, la mediación entre los sujetos y el goce de sus derechos estaría dada por
el castigo de esperar. Filas interminables eran, entonces, el paisaje cotidiano
de la experiencia de la pobreza, de los periplos que se extendían entre diver-
sas oficinas y reparticiones gubernamentales (de servicios de salud, de
escuelas públicas, etc.).

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Fuera de escala • 267

bles y, por lo general, están sobrecargadas con los cuidados


de sus propias familias. A la vez, su inserción productiva
gira en torno a los servicios domésticos en casas de ter-
ceros. Son mujeres que cuidan sin ser cuidadas. Atento a
estos detalles, el pastor se disponía a recibirlas y a entre-
gar formas multidimensionales de cuidado: espiritual (rezar
para exorcizar los espíritus que provocan la enfermedad),
emocional (mirar a los ojos, llamar por el nombre, indagar
sobre el estado de salud), y comunitario (organizar a los fieles
del templo, formando una red de cuidados, para que entre
todos acompañaran los que necesitan, estando pendientes
de ayudarlos en sus requerimientos).
En este último sentido del cuidado, el pastor usa su
autoridad espiritual para organizar un intercambio de aten-
ciones que se hacen entre las hermanas bajo su coordina-
ción. Bernadette relató que las mujeres se sienten protegi-
das y cuidadas por la “comunidad”. Con mucha habilidad,
el pastor había creado un sistema comunitario de cuida-
dos para un grupo social específico –las mujeres pobres–
que carece de cuidados en ningún otro ámbito social. No
obstante, Bernadette sabía claramente que esta cadena del
cuidado – este “amor de verdad” – tenía una dimensión
instrumental: los pastores esperan que ellas les otorguen
su diezmo y su voto a cambio. El cuidado aparece, enton-
ces, como un sistema de prestaciones totales, como una
reciprocidad (Comas, 2017). Pero una reciprocidad instru-
mentalizada.
Entendiendo su situacionalidad en esta cadena, Ber-
nadette estableció su propia agencia, eligiendo, entre los
pastores disponibles, aquél que la cuidaba según sus necesi-
dades. Ella es agente de esta elección: podría no frecuentar
la IURD, o concurrir al templo de la congregación más
cerca de su casa. Es suya la decisión de entregar su recurso
económico –y su recurso político, el voto– al pastor que
mejor la cuida. En esta decisión vemos operar, una vez más,
el cuidadómetro. Las medidas del cuidado aparecen como

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268 • Fuera de escala

un instrumento definidor del uso de los recursos económi-


cos y políticos de que dispone Bernadette.
En conjunto, estas historias permiten establecer que las
mujeres trazan circuitos de movilidad que están pensados
como estrategias para responder a la sobrecarga de cuida-
dos. Así, ellas establecen su relación con el territorio trans-
fronterizo, calculando cuánto cuidado pueden recibir de un
lado u otro de la frontera, y cómo pueden maximizar sus
esfuerzos para cuidar, también, a terceros. Este cálculo las
impulsa a establecer vinculaciones particulares con las tres
ciudades que componen la Triple Frontera del Paraná, a la
vez que configura un circuito transfronterizo del cuidado.

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6

Metodologías para abordar el cruce


entre género, migración y ambiente

Un análisis sobre la encuesta


Migrantas en Reconquista

LUCILA NEJAMKIS Y FLORENCIA PIÑEYRÚA

Introducción

El presente texto forma parte de las reflexiones de un


proyecto de investigación-acción interdisciplinario en cur-
so, emprendido a principios del año 2019, que de manera
general indaga sobre la realidad que enfrentan miles de
mujeres trabajadoras migrantes residentes en la cuenca baja
del río Reconquista (CCR), Argentina1. En la cuenca con-
fluyen aspectos socioeconómicos, ambientales y culturales,
que son cambiantes en el tiempo y que resultan determi-
nantes a la hora de comprender su evolución histórica. El
río es el eje organizador de esa realidad y no es antojadiza
esta interpretación, ya que su valor como recurso, como
infraestructura, como corredor de biodiversidad, permi-
te entenderlo en tanto eje estructurante en el proceso de

1 Proyecto No. 108977-001 “Estrategias socioambientales para fortalecer la


resiliencia de las mujeres trabajadoras migrantes en la cuenta del Río
Reconquista, Buenos Aires, Argentina” con el apoyo y financiamiento del
International Development Research Center (IDRC).

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276 • Fuera de escala

larga duración de su transformación (Potocko, 2018). Allí


habitan más de 4.200.000 personas, y es una de las zonas
más contaminadas del país, especialmente cuando llega al
noroeste del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA),
en una zona denominada Área Reconquista (AR) del Partido
de Gral. San Martín. El desplazamiento migratorio desde
Paraguay y Bolivia, así como desde las provincias del norte
argentino a los 13 asentamientos de esta zona, están rela-
cionados a la creciente merma de recursos naturales como
resultado de recurrentes inundaciones y sequías, el avance
de la frontera agropecuaria y el monocultivo de soja trans-
génica, y se encuentran en el destino con otros problemas
socio-ambientales, que generan inundaciones y problemas
de salud en la población que la habita.
Es interesante recalcar que en base al trabajo de campo
realizado pudimos evidenciar que gran parte de la pobla-
ción migrante tanto interna como internacional que se ins-
talan en el AR provienen de aglomeraciones medianas y
pequeñas que en muchos casos se trasladan, directamente a
las grandes ciudades, en busca de mejoras en su calidad de
vida. Estos movimientos pueden ser entendidos dentro del
proceso de urbanización de las migraciones el cual concibe
que una proporción alta de las poblaciones en movimiento
se dirigen hacia las ciudades (ONU Hábitat, 2005). En rela-
ción a lo anterior, varios autores coinciden que, en el caso
latinoamericano esta tendencia a la concentración socioes-
pacial acentúa el gran desequilibrio existente entre los siste-
mas urbanos (Cuervo Gonzalez, 2004; Aguiar et al., 2019).
El enorme despliegue del capitalismo urbano-agro-
industrial a escala global que ha tenido lugar en el siglo
XX, así como el incremento hasta ahora imparable de la
población, producción y consumo que ha llevado apareja-
do, es uno de los factores principales del movimiento de
personas en la actualidad. El sistema económico basado en
la energía abundante y barata, sobre todo de origen fósil
(petróleo, carbón y gas natural), y la disposición también
barata y abundante de recursos claves para su despliegue:

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Fuera de escala • 277

agua, minerales (incluido el uranio), alimentos y biomasa. Y


por supuesto, por la oferta en ascenso imparable de fuerza
de trabajo asalariada, y asimismo de trabajo doméstico no
remunerado (prioritariamente femenino) que hacía viable
su reproducción (Fernandez Duran, 2011)
Tal como expresa Sarlingo, en toda Latinoamérica
emergen megalópolis y metrópolis que muestran archipié-
lagos de modernidad, confort urbano y riqueza rodeados de
un mar de pobreza, precariedad, inexistencia de derechos
a la salud, al saneamiento y a una buena calidad ambiental.
Prácticamente todos los ecosistemas del continente mues-
tran signos de profundas desestructuraciones, y las amena-
zas, la inseguridad ambiental y el riesgo para todo tipo de
comunidades, grupos sociales son parte de la vida cotidia-
na, tanto como efecto de la articulación del continente a la
mundialización de la economía que se produce con la cons-
trucción del capitalismo moderno, o como resultado de la
explotación colonial que se viene renovando en su encade-
namiento a un sistema que necesita producir la destrucción
de sus condiciones de producción (Sarlingo 2013: 60-161).
A su vez, es importante entender que las problemáticas
ambientales y de vinculación al cambio climático afectan de
forma diferencial a hombres y mujeres, siendo estas últi-
mas las más perjudicadas (UN 2009). Asimismo, estudios
recientes en la temática marcan que las investigaciones rea-
lizadas presentan un faltante de análisis de los entrecruces
entre mujeres y medio ambiente en las poblaciones urbanas,
y que trabajan poco los enfoques sobre las percepciones
ambientales, o la interacción rural-urbano (Vazquez Gar-
cía et al., 2016).
Nuestra investigación, a partir de un abordaje interdis-
ciplinario (que implica un trabajo en conjunto con profesio-
nales de ciencias sociales y otras disciplinas como arquitec-
tura, ingeniería ambiental, biología, ciencias de la educación
y políticas), se basa en un trabajo de campo etnográfico
guiado por una metodología de investigación acción par-
ticipativa (IAP) (Fals Borda, 2013). Nos enfocamos en una

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278 • Fuera de escala

multiplicidad de técnicas de investigación que van desde la


cartografía espacial, el análisis de políticas públicas, la reco-
pilación de fuentes documentales y el diagnóstico ambiental
de calidad aire, agua y residuos, hasta la etnografía orienta-
da a la obtención de datos cualitativos mediante un contac-
to frecuente y cercano con las mujeres migrantes en territo-
rio, registros de observación y entrevistas en profundidad.
Para este artículo, si bien tomamos en cuenta infor-
mación de estas otras técnicas, nos centramos en el análisis
de una encuesta multipropósito (realiza por miembros del
nuestro equipo)2 que pone en el foco el cruce entre género,
migración y ambiente en el AR. Sabemos que las mujeres
por su condición de género tienen experiencias diferencia-
les que es necesario atender para superar las brechas de
dominación ejercidas por el patriarcado. Si a esto le suma-
mos la condición migratoria se generan particularidades
que hay tener en cuenta especialmente. Entendemos que
generar información sobre estos contextos es fundamen-
tal no solo para conocer, sino también para transformar
estas realidades. Nos proponemos, desde una lectura meto-
dológica feminista, pensar cómo se puede aportar a aque-
llas herramientas más tradicionales como son las encuestas.
Para ello, en primer lugar, haremos un recorrido de estra-
tegias epistemológicas y metodológicas propuestas por los
estudios de género e indagaremos cómo estas nos ayudan
a pensar desde otras perspectivas el proceso de construc-
ción del cuestionario. A su vez, analizamos la puesta en
práctica de la encuesta a partir de una propuesta disruptiva
que denominamos duplas pedagógicas, parejas compuestas
por alumnos de las carreras de sociología y antropología y
mujeres pertenecientes a organizaciones sociales del terri-
torio. Por último, analizamos algunos datos claves que ha
arrojado el análisis de los 459 casos que se han podido
llevar a cabo hasta ahora ya que debido a la pandemia del

2 Matías Bruno (IDAES-UNSAM) es el investigador responsable de la


Encuesta de población residente en el Área.

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Fuera de escala • 279

COVID 19 se tuvo que suspender el despliegue del trabajo


de campo in situ.

La cuenca del Río Reconquista en el Partido de Gral.


San Martín y la zona bajo estudio

La Cuenca del Río Reconquista es una de las tres cuencas que


cubre el área metropolitana de Buenos Aires, la región de mayor
concentración demográfica del país.
El conurbano bonaerense, donde se encuentra el Partido
de Gral. San Martín y el área bajo estudio tiene otras particula-
ridades que vale la pena señalar. Según los datos de la Encuesta
Permanente de Hogares (II trimestre de 2018) la incidencia de
la pobreza de 33,1 por ciento en la población (alrededor de 4
puntos porcentuales por encima del promedio nacional). Esta
situación se agrava, por ejemplo, entre las personas desocupa-
das (53 por ciento pobres; o con ocupación informal, 37 por
ciento). Cuando el jefe de hogar –aquel que aporta mayor can-
tidad de recursos económicos al hogar para su mantenimiento-
la pobreza trepa al 35 por ciento. Y si el jefe de hogar (cualquier
sexo) no completó el nivel educativo primario, la pobreza alcan-
za al 44 por ciento3. Este panorama no se replica exactamente en
el Partido de Gral. San Martín, ni tampoco en el área bajo estu-
dio. No obstante, el contexto general describe de manera apro-
ximada los parámetros entre los cuales se pueden encontrar
los indicadores sociodemográficos que se analizan más adelan-
te. En el área de estudio, delimitada por la AU Panamericana,
la Ruta No 4, la Ruta No 8 y el río Reconquista, vive el 23,6
por ciento de la población total del Partido de Gral. San Mar-
tín (414.196 habitantes), en términos absolutos refiere a 97.881
habitantes con mayor peso relativo de mujeres sobre varones.

3 Hay que tener en cuenta que con la pandemia de Coronavirus desatada en el 2020
todosestosdatoscrecenendetrimentoalaccesoamejorescondicionesdevidapor
partedelapoblación quehabitalazona.

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280 • Fuera de escala

Una particularidad del área bajo estudio es la concentra-


ción de migrantes internacionales. La población extranjera del
Partido de Gral. San Martín es del 9,1 por ciento, cifra que
aumenta más de 4 puntos porcentuales en la Cuenca del Río
Reconquista de San Martín. En esta área el 13,4 por ciento de
los habitantes son migrantes internacionales entre los cuales se
observa una mayor concentración de mujeres (13,8 por ciento)
en comparación con los varones (13 por ciento). La composi-
ción migratoria del Partido de San Martín refleja una concen-
tración de habitantes provenientes de Paraguay (15.179), segui-
dos por Perú (4.580) y Bolivia (1.509), que en conjunto repre-
sentan el 62,5 por ciento del total de la población nacida en el
extranjero. Aunque no están disponibles los datos para el área
bajo estudio, estas cifras son orientativas sobre la composición
por lugar de nacimiento de la Cuenca.
El déficit en infraestructura urbana es una problemática
que atraviesa todo el Área Reconquista (AR) del Partido de Gral.
San Martín. Este problema social impacta sobre las condiciones
de vida de la población residente en los barrios populares Barrio
UTA, Costa Esperanza, 8 de Mayo, Costa del Lago, Libertador,
Barrio Sarmiento, 9 de Julio, Lanzone, Los Eucaliptos, Indepen-
dencia, 13 de Julio, La Carcova y Villa Hidalgo. De manera gene-
ral, el proceso de conformación histórica de estos barrios inicia
en 1940 hasta la actualidad. De los 13 barrios, 4 fueron creados
durante la década de 1990.
Los barrios populares del área bajo estudio se clasifican
según algunas de sus características de infraestructura y servi-
cios. El 73 por ciento son considerados “villa”, mientras que el
resto poseen la categoría de “asentamiento” debido a su mayor
precariedad en comparación a las villas (RENABAP, 2016). La
problemática de la infraestructura urbana en los barrios popu-
lares de la Cuenca se refleja en algunos indicadores. De los 13
barrios ninguno posee conexión a la red de gas y solamente
en 1 tiene conexión a la red cloacal, mientras que la población
del resto de los barrios utiliza métodos alternativos para la eli-
minación de excretas. En relación a la red de energía eléctrica
solamente 1 barrio cuenta con conexión formal. Siguiendo las

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Fuera de escala • 281

elaboraciones, en 2 barrios hay conexión a la red de agua pota-


ble, en 3 la población utiliza agua de pozo y en los otros 6 existen
conexiones irregulares a la red de agua.

Figura 1. Barrios populares relevados en el Partido de Gral. San Martín.


Año 2016

Fuente: Registro Nacional de Barrios Populares.

Un estudio reciente del Registro Nacional de Barrios


Populares (RENABAP) permite estimar que, para el año
2016, en el área bajo estudio residían un total de 16.180
familias y 21.143 personas. En sintonía con la última infor-

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282 • Fuera de escala

mación censal disponible, la distribución por sexo indica


una mayor concentración de mujeres (53 por ciento). Otros
datos de interés que arroja el estudio citado es que toda
la población encuestada poseía DNI y que la mitad de los
individuos menores a 17 años eran beneficiarios de la Asig-
nación Universal por Hijo (AUH).
La encuesta poblacional del RENABAP (2016) nos
permite caracterizar ocupacionalmente a residentes de
los 13 barrios populares que se encuentran comprendi-
dos en los límites del Área Reconquista de San Martín.
Así, 1 de cada 4 personas encuestadas declararon no
trabajar al momento de realizar el relevamiento. Entre
estos individuos, cerca del 40 por ciento buscaba trabajo
y el 33 por ciento manifestó ser estudiante. Además, el
7 por ciento de los encuestados declaró ser jubilado, es
decir, población económicamente inactiva. En contra-
posición, el 20 por ciento era empleado en blanco y una
proporción similar, de manera informal. La principal
ocupación de la población residente es la construcción
(28 por ciento), seguida por el comercio barrial, la venta
en la vía pública y la producción textil.
Ahora bien, a partir de la información censal del
año 2010, que abordamos parcialmente en este capí-
tulo, se construyó la muestra de la Encuesta del Área
Reconquista (EAR2020) compuesta por 1500 casos. Esta
encuesta está metodológicamente diseñada para que los
datos sean recolectados mediante entrevistas personales
con selección de casos basados en una muestra polietá-
pica. Para la confección del diseño muestral otorgamos
prioridad de selección a las fracciones donde se identi-
ficó alta concentración de inmigrantes internacionales.
Luego, con la finalidad de introducir un componen-
te aleatorio sorteamos las fracciones restantes. Por su
parte, las unidades de recolección (puntos muestra) los
delimitamos a partir de la cartografía oficial provis-
ta por el Instituto Nacional de Estadística y Censos
(INDEC, 2010).

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Fuera de escala • 283

Siguiendo las elaboraciones, la Encuesta del Área


Reconquista (EAR2020) emplea un muestreo polietápico
y por cuotas que se establecen según los dos criterios de
mayor relevancia que presenta el proyecto: género, dando
sobrerrepresentación a las mujeres, y origen migratorio.
Así, los 1500 casos previstos a ser recolectados fueron dis-
tribuidos en tres subgrupos: nativos/as, migrantes/as inter-
nos/as y migrantes/as extranjeros/as. El operativo de cam-
po consiste en un timbreo a viviendas dentro de cada punto
muestra hasta obtener encuestas efectivas según las cuotas
asignadas. Los equipos de encuestadoras están integrados
por dos personas a cargo de la encuesta y una referenta
barrial. Este diseño metodológico garantiza la posibilidad
de obtener datos de todo el Área Reconquista sin necesi-
dad de realizar un operativo censal (que demandaría mayor
cantidad de recursos de todo tipo). Las estadísticas que se
obtendrán mediante las técnicas seleccionadas permitirán
generalizar los principales resultados de la encuesta, dando
la posibilidad de conocer diversos aspectos de la población
del Área que hasta ahora no fueron exploradas.

Manos a la obra: la incorporación de la metodología


feminista

Es interesante destacar que la realización de la encuesta


sobre migración, género y medio ambiente en el AR fue
una necesidad y una demanda tanto de las organizaciones
sociales, de los habitantes de la zona como de los académi-
cos interesados en ese territorio. El pedido de información
cuantificable es un factor común de los actores y actrices del
territorio ya sea para dialogar con el Estado, pensar polí-
ticas públicas, o escribir artículos académicos, entre otras
cuestiones. Pero es sobre todo la idea de que a partir de
conocer se pueden transformar las realidades y mejorar las
condiciones de vida de la población en general, pero sobre

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284 • Fuera de escala

todo de las mujeres migrantes del AR, la que llevo a nues-


tro equipo a pensar cómo llevar a cabo esta propuesta. Es
importante destacar que, la encuesta está enmarcada en un
conjunto de estrategias metodológicas dentro del paraguas
de la Investigación Acción Participativa. En este sentido,
entendemos que las estrategias cualitativas se complemen-
tan con aquellas cuantitativas potenciando la capacidad de
análisis e incidencia en la vida de las personas. Metodoló-
gicamente partimos de la propuesta de Fals Borda (2013)
de investigación acción participativa (IAP), que combina el
proceso de conocer y actuar, implicando en ambos casos
a la población cuya realidad se aborda, y que incluye la
observación participante en diversos espacios comunitarios
y la realización de entrevistas en profundidad. Como con-
junto de actitudes la IAP implica la valorización del saber
popular y el compromiso del investigador en un proceso
de transformación social. Nuestra perspectiva de la exten-
sión considera como primordial el intercambio de saberes
rechazando la postura que defiende una transmisión unidi-
mensional por parte de la universidad hacia los territorios
con los que trabaja. Por lo tanto, la redefinición de concep-
tos (la noción de conocimiento como un saber compartido
co-construido) y la reflexión acerca de que la universidad
no puede estar ajena a las acuciantes problemáticas sociales
definidas en función de la agenda de sujetos concretos (en
palabras de Segato (2018) “una antropología por demanda”);
en nuestro caso grupos provenientes de distintos barrios
populares del Partido de Gral. San Martín. Por consiguien-
te, el diálogo de saberes entre las ciencias sociales y natu-
rales que proponemos como base para la extensión univer-
sitaria es también un diálogo transdiciplinar que incluye
a los habitantes del área bajo estudio. Es desde esta pers-
pectiva, que emprendimos una investigación con enfoque
etnográfico con un doble rol, y por ende un doble ejercicio
de reflexividad que, siguiendo a Da Matta (1999), implicó
familiarizar lo exótico, para aquellas que nunca residimos
en el área, ni compartimos la cotidianeidad de las mujeres

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Fuera de escala • 285

migrantes, y a su vez exotizar lo familiar, entendiendo que


compartimos la misma cultura nacional y local- principal-
mente para una de nosotras que nació y creció en uno de los
barrios donde se lleva a cabo la investigación. A su vez, este
trabajo persigue el objetivo de la etnografía colaborativa
(Rappaport 2018), donde no se busca la mera redacción de
la misma, sino generar un aporte activista comprometido,
en este caso, feminista. En ese sentido, mucho del material
de investigación recabado fue reutilizado para fortalecer las
redes migrantes, ajustando las acciones del proyecto a las
relevancias que se iban detectando en el campo.
Desde nuestro equipo, concebimos que la triangulación
metodológica a partir de la utilización de métodos cuantita-
tivos y cualitativos amplían el horizonte y las posibilidades
de conocimiento. El objetivo entonces es que los datos de la
encuesta apunten a fortalecer la transformación de las reali-
dades de muchas mujeres migrantes con las que trabajamos.
En este sentido seguimos a Margrit Eichler (1997:68) cuan-
do afirma que “la investigación feminista tiene el compro-
miso de mejorar la condición de las mujeres. De manera que
no es posible llevar a cabo una investigación no sexista que
no se interese en mejorar la condición de las mujeres”.
Ahora bien, como investigadoras se nos presentaron
múltiples interrogantes acerca de cómo conducir el proceso
de elaboración del cuestionario y salida a campo incorpo-
rando la perspectiva de género. Para ello en ambos etapas
teníamos que dejar en claro por un lado que el género, en
interacción con muchas otras categorías como raza, etnia,
clase, edad y preferencia sexual, es un organizador clave
de la vida social y, en segundo lugar, que no es suficiente
entender cómo funciona y cómo está organizada la vida
social, también es necesaria la acción para hacer equitati-
vo ese mundo social, por lo que uno de los compromisos
centrales del feminismo es el cambio para las mujeres en
particular, y el cambio social progresivo en general (Blaz-
quez Graf, 2008:21).

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286 • Fuera de escala

Es por ello, que, para el diseño técnico de la encuesta de


población, se propuso ahondar en el proceso deteniéndonos
en algunos aspectos necesarios: 1) búsqueda bibliográfica
referida al tema; 2) rastreo de indicadores y fuentes de
datos; 3) rastreo de instrumentos nacionales e internaciona-
les referidos al tema. Buscando comparabilidad y cuidando
el rigor metodológico, la información recopilada, sistema-
tizada y presentada se utilizó como insumo para el diseño
de la futura encuesta.
En este sentido, desde la elaboración de las líneas de
base para el armado del cuestionario, los responsables de
la encuesta rastrearon ejemplos en distintos países para
comparar y armar las preguntas más acordes a reflejar las
realidades de las mujeres del territorio. La tarea referida a
la búsqueda de instrumentos nacionales e internacionales
tiene, entre sus objetivos, la de no duplicar información
ya recolectada, identificar dimensiones imprescindibles y
analizar las vacancias temáticas en torno al problema bajo
estudio. Se compilaron encuestas en 44 archivos digitales.
Fueron clasificadas según región donde se diseñaron y apli-
caron (América Latina, incluyendo Argentina; Provincia de
Bs. As., países de Europa y Estados Unidos). Las encues-
tas relevadas son, en su enorme mayoría, multipropósito.
En algunos casos, con un eje central, por ejemplo: Con-
diciones de Vida (Chile), Calidad de vida Urbana (Chile),
Manejo de Basura (México), Encuesta sobre Género (El Sal-
vador), Encuesta sobre medio ambiente (Chile), Encuesta de
Percepción Ambiental (Perú), Encuesta Nacional de Inmi-
grantes (España). De Argentina hemos recabado los prin-
cipales instrumentos: la Encuesta Permanente de Hogares
Urbanos-EPHU, los formularios Censales y otras encues-
tas específicas.
Al analizar los distintos cuestionarios entendíamos que
era un desafío para nuestro trabajo –con un instrumento
como la encuesta– incorporar la epistemología feminista ya
que la misma crítica a los ideales de objetividad, racionali-
dad, neutralidad y universalidad que muchas veces son los

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Fuera de escala • 287

valores más preciados de los datos cuantitativos. Las críti-


cas feministas a la epistemología tradicional de las ciencias
naturales y de las sociales muestran que esas teorías del
conocimiento se basan en el Punto de vista masculino del
mundo, por lo que se enseña a observar sólo las caracterís-
ticas de los seres vivos o de los seres sociales que son de
interés para los hombres, con una perspectiva androcéntri-
ca y distante que queríamos evitar reproducir a lo largo de
todo el desarrollo de la encuesta (Blazquez Graf, 2008).
Partiendo de lo anterior, se considera que existen tres
principales aproximaciones teóricas que en los últimos años
han aportado a las ciencias sociales desde la epistemolo-
gía feminista: a) la teoría del Punto de vista feminista que
identifica una situación social particular como epistemo-
lógicamente privilegiada; b) el posmodernismo feminista
que rechaza ese privilegio epistémico y enfatiza en cam-
bio la contingencia y la inestabilidad de la identidad social
de quien conoce; y c) el empirismo feminista que detecta
cuando el posicionamiento genera error y constituye una
fuente dañina para el avance del conocimiento, con el fin de
corregir esos prejuicios (Blazquez Graf, 2010:29).
Por nuestra parte, la incorporación de la perspectiva
de género en el hacer científico ha implicado realizar un
análisis más fino de los actores y las actoras que participan
en ciertos campos de conocimiento, utilizando una mayor
flexibilidad para a) la elaboración del diseño; b) regresar
cuantas veces sea necesario al trabajo de campo para la
recolección de datos, perfeccionamiento y/o ajustes de la
información en las entrevistas o recopilar nuevos datos que
complementen la investigación; c) revisar conjuntamente
con las y los informantes los primeros análisis e interpre-
taciones y si es necesario ampliarlas o modificarlas (Ríos,
2010: 193).
A lo largo de todo el proceso de trabajo hemos inten-
tando aplicar estas directrices que permitan ampliar las
miradas respecto a los ejes que nos proponemos conocer.
En las ciencias sociales el modelo formal más habitual es el

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288 • Fuera de escala

estadístico. Estos se centran en la relación entre variables


y en los cálculos de probabilidad que conforman el núcleo
de la metodología cuantitativa. No obstante, en la Encuesta
EAR2020 no se persigue el objetivo de estimar parámetros
poblacionales, por lo cual no es posible realizar generaliza-
ciones sobre el universo de estudio. Al ser el objeto de estu-
dio una población especifica (mujeres migrantes) los resul-
tados de los cálculos de probabilidad para conformar una
muestra representativa escalaban a una cantidad de casos
que no era posible realizar con el financiamiento otorgado.
En este sentido, el flujo de dinero es acompañado por indi-
caciones y sugerencias de IDRC que “traen, definen y vin-
culan una serie de actores humanos y no-humanos” (Callon,
2008:156). Ante esta situación, el investigador responsable
de realizar la muestra optó por emplear un muestreo poli-
etápico y por cuotas que se establecen según género y lugar
de nacimiento que permite caracterizar a la población del
Área Renconquista de Gral. San Martín sin estimar valores
poblacionales. En este marco, se vinculan dos preocupacio-
nes que se relacionan con el desarrollo de los formalismos
y el uso práctico de los datos en la investigación académica
y el diseño de políticas públicas y/o comunitarias.
Tal como se mencionó, para el armado del cuestionario
hemos realizado un trabajo interdisciplinario donde par-
ticiparon distintos equipos de la Universidad Nacional de
San Martin: entre ellos el equipo base compuesto por
miembros de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estu-
dios Sociales, Arquitectura, Educación, Ingeniería ambien-
tal, Política y gobierno, la Dirección de género y diver-
sidad sexual y el Programa de Desarrollo y Articulación
Territorial.
A su vez se convocó a diversas mujeres referentes de
los distintos barrios, miembros de organizaciones sociales,
comedores, espacios comunitarios, entre otros para cono-
cer que cuestiones les parecía fundamental recabar de las
interacciones en el territorio y de esta manera co-producir
conocimiento. La Encuesta EAR2020 representaría la posi-

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Fuera de escala • 289

bilidad de incluir las preocupaciones de la población afec-


tada.
Asimismo, se realizaron reuniones de trabajo con la
Municipio de Gral. San Martín con el objetivo de identi-
ficar temáticas de su interés para relevar información. Los
diálogos entablados en estas reuniones se plasmaron en el
cuestionario en dos preguntas puntuales sobre el acceso a
programas específicos. La primera en referencia al acceso
al programa “Mejor hogar”; la segunda referida al acceso
a los siguientes programas municipales vinculados a los
problemas de violencia de género: Programa sin violencia,
Programa amparo y licencia para trabajadoras municipales
víctimas de violencia.
De manera que, a partir de varios encuentros, se dis-
cutió con el equipo técnico los ejes a trabajar para la ela-
boración del cuestionario final. Particularmente, se dise-
ñó con la finalidad de registrar las características socio-
demográficas, las trayectorias migratorias, el acceso a ser-
vicios públicos, la percepción y valoración del ambiente,
las ocupaciones, los ingresos, los cuidados, la violencia de
género, la participación ciudadana, la organización barrial,
la salud, la vivienda, el hábitat y el entorno social.
El momento de la implementación de la encuesta tam-
bién fue disruptivo para las formas tradicionales de encarar
la salida a campo ya que decidimos implementar lo que
denominamos duplas pedagógicas compuestas por alumnos
de las carreras de sociología y antropología de la UNSAM
y por mujeres del territorio. El diseño del operativo de
relevamiento en el territorio, en particular las duplas peda-
gógicas, busco romper los roles verticales y colonizadores
que históricamente han caracterizado la relación entre las
investigadoras y su objeto de estudio. Un desafío más de la
encuesta ya que se supone que hay saberes específicos que
los encuestadores debían tener previamente. Estos equipos
fueron capacitados en dos jornadas a la vez que el encuen-
tro fue muy interesante porque muchos de los alumnos no

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290 • Fuera de escala

habían ido nunca a territorio a la vez que la mayoría de las


referentes territoriales no conocían la universidad.
Aquí algunos de los testimonios de los pasantes para dar
cuenta de la importancia de la co-producción del conocimien-
to. Miranda alumna de la carrera de antropología nos cuenta
que “La vinculación con las referentas territoriales de la pri-
mera camada fue un disparador de interrogantes. Conocer sus
trayectorias de vida y sus trabajos en el territorio. Conocer
sus inquietudes, sus potencias y las limitaciones que manifes-
taban no sólo han sido para mí un aporte valioso en mi forma-
ción académica. El aporte a nivel humano de estas actoras se
vuelve inconmensurable y le otorga a mi experiencia un valor
agregado. Todo el tiempo se han visto predispuestas a la co-
construcción de un saber específico del área. Al que consideran
insumo fundamental para fortalecer las redes institucionales y
mejorar la vida en los barrios”.
Para Dina quien cursa sociología “Gracias a la ayuda de
las mujeres de territorio pudimos agilizar muchísimo la orga-
nización, ya que mí compañera, por ejemplo, llevaba el número
de cuotas y me iba avisando para que no repitiéramos ni nos
confundamos. También me ayudaba sí alguna pregunta no se
entendía o sí alguna zona no era segura y debíamos no reco-
rrerla”.
Por su parte Lucia estudiante de sociología entiende que
“Uno de los ejes que se propone el proyecto Migrantas en
Reconquista, en este trabajo articulado, es el intercambio de
saberes. Este intercambio, en un principio estaba pensado
como saberes sobre el día a día en el territorio y saberes aca-
démicos, que quizás permitían analizar ese día a día. Pero está
resultando ser más que eso: un choque cultural que tiene como
resultado una fusión entre experiencias, vocabularios, percep-
ciones, entre personas de orígenes socioeconómicos distintos
que, de no ser por la confianza lograda tras semanas de trabajo
conjunto, a la par, no se podría haber logrado ni planeado”.
Según los testimonios el intercambio de saberes potencio
aún más el aprendizaje favoreciendo el quehacer cotidiano de
la encuesta.

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Fuera de escala • 291

Como se verá en el siguiente apartado para asegurar una


perspectiva de género en la metodología cuantitativa es indis-
pensable abordar el proceso desde la obtención de las estadísti-
cas y observar, además, el buen manejo e interpretación de los
indicadores obtenidos (Mercedes Pedrero Nieto, 2012).

Resultados parciales

El propósito del presente apartado es contribuir al conocimien-


to de la población migrante en el Área Reconquista del Partido
de San Martín, particularmente de los colectivos más numero-
sos y dinámicos en la actualidad, es decir, de aquellos prove-
nientes de la Región Norte Grande Argentino y países limítro-
fes y del Perú. Para ello se presentan los primeros resultados de
la encuesta multipropósito haciendo énfasis en los tres ejes de
mayor importancia para nuestro proyecto: género, migración
y ambiente.
Antes de adentrarnos en la construcción del cuestionario y
análisis de algunos resultados es pertinente aclarar que el pro-
cesamiento de datos se hizo sobre los 459 casos disponibles,
que representan un 30% de la muestra total. El despliegue del
trabajo de campo in situ se suspendió a causa de la pandemia
del COVID 19, por lo cual no se puedo alcanzar el objetivo de
1500 casos. El universo de estudio son los hogares del el Área
Reconquista (AR) del Partido de Gral. San Martín en el primer
trimestre del año 2020. Siguiendo un criterio territorial, se tra-
baja sobre los barrios relevados: Costa Esperanza, Libertador,
Costa del Lago, Loma Hermosa y Barrio UTA. Es importante
subrayar que la muestra no es representativa de la población,
por lo cual no se pueden realizar generalizaciones sobre el uni-
verso de estudio.
Incorporar una perspectiva feminista en la encuesta impli-
có la redefinición de conceptos tradicionales que se emplean
en las encuestas poblacionales (por ejemplo, la EPH). Al inda-
gar sobre la variable sexo, optamos por utilizar conceptos que

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292 • Fuera de escala

rompan con las miradas dicotómicas sobre el género. En con-


creto, realizamos dos preguntas con tres opciones de respuesta:
“sexo al nacer” (varón-mujer-otro) e “identidad de género auto-
percibida” (masculina-femenina-LGBTTQI+). Los resultados
muestran que todos los encuestados se auto-identifican con su
sexo al nacer y que las mujeres están más representadas (57 por
ciento) en comparación a los varones (43 por ciento).

Tabla 1. Condición migratoria según sexo al nacer.Año 2020 (en valores


absolutos y porcentaje)

Sexo al nacer Condición migratoria Total

Interno Intermacional Nativo

Varón 73 39 86 198
15,9% 8,5% 18,7% 43,1%

Mujer 73 95 93 261
15,9% 20,7% 20,3% 56,9%

Total 146 134 179 459


31,8% 29,2% 39% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

La Tabla 1 muestra que 6 de cada 10 encuestados son


migrantes. Al indagar sobre las principales razones de la emi-
gración de su lugar de origen se observan tres causas princi-
pales: era menor y acompaño adultos, por falta de trabajo o
para buscar un trabajo mejor. El 44 por ciento de los migrantes
internacionales e internos antes de emigrar por primera vez se
encontraban trabajando, el 27,5 por ciento estudiaba y el 10,7
por ciento busca un trabajo. En relación al rol que ocupaba en el
hogar donde vivía antes de migrar el 30,4 por ciento respondió
que compartía el sostenimiento del hogar y el 10,7 por ciento
que era el único sostén del hogar (llevaba todo o gran parte del
dinero para vivir).
El 61 por ciento de los encuestados son migrantes interna-
cionales e internos. Datos más desagregados permiten observar

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Fuera de escala • 293

que casi el 32 por ciento de los encuestados son migrantes inter-


nos y el 29 por ciento nació en el extranjero. En la Tabla 2,
que presentamos a continuación, indica que el 61 por ciento
de los migrantes internos nacieron en las provincias del Chaco,
Misiones, Corrientes y Santiago del Estero.

Tabla 2. Migrantes internos: provincia de nacimiento según sexo al nacer.


Año 2020 (en valores absolutos y porcentaje)

Provincia de Sexo al nacer Total


nacimiento
Varón Mujer

Chaco 11 13 24
15,1% 17,8% 16,4%

Misiones 8 16 24
11% 21,9% 16,4%

Corrientes 11 10 21
15,1% 13,7% 14,4%

Santiago del 14 6 20
Estero 19,2% 8,2% 13,7%

Tucumán 6 8 14
8,2% 11% 9,6%

Formosa 45,5% 5 9
6,8% 6,2%

Córdoba 7 1 8
9,6% 1,4% 5,5%

Otros 12 14 26
16,4% 19,2% 39%

Total 73 73 146
50% 50% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

En general, los migrantes internacionales pertenecen a


las últimas corrientes migratorias e ingresan al país cuando la
estructura de clase ya está más consolidada. Por lo tanto, ingre-
san por la parte más baja de la estructura de estratificación social
insertándose en asentamientos precarios, en trabajos manuales

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294 • Fuera de escala

no calificados y muchos de ellos en condición de informalidad


(Dalle, 2016). Una de las características más significativos los
inmigrantes de países limítrofes y del Perú en la Argentina es la
creciente participación de las mujeres. En sintonía, los resulta-
dos de la encuesta muestran una tendencia a la feminización de
la inmigración internacional en el área bajo estudio. Tal como
se desprende de la Tabla I, del total de los 134 encuestados que
nacieron en el extranjero 71 por ciento son mujeres. La Tabla
3, que presentamos a continuación, muestra que 2 de cada 10
encuestados nacieron en Paraguay. Los individuos que nacie-
ron en ese país representan el 75 por ciento sobre el total de
migrantes internacionales. Otra particularidad que vale la pena
señalar en el caso paraguayo, es el peso relativo mayor de las
mujeres (74 por ciento) sobre los varones.

Tabla 3. Migrantes internacionales: país de nacimiento. Año 2020 (en


valores absolutos y porcentaje)

País de nacimiento Valores absolutos Porcentaje

Argentina 325 70,8%

Paraguay 100 21,8%

Bolivia 10 2,2%

Uruguay 7 1,5%

Perú 5 1,1%

Chile 4 0,9%

Otros 8 1,7%

Total 459 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

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Fuera de escala • 295

Ahora bien, al momento de la encuesta no se realizó la


pregunta sobre la ciudad de origen, para sortear esta dificul-
tad realizamos una triangulación metodológica y completa-
mos el análisis cuantitativo con el análisis cualitativo. Para
esto, hicimos 31 entrevistas a mujeres y varones migrantes
que residen en el área bajo estudio. En su gran mayoría
los entrevistados provienen de aglomeraciones medianas y
pequeñas como ser Villarica (Paraguay), Sucre (Bolivia), La
Paz (Bolivia), Posadas (Argentina) y Resistencia (Argentina).
Por lo que respecta al eje ambiental en relación a la
migración, la encuesta indaga sobre la afección de proble-
máticas ambientales en el lugar de nacimiento. La pregunta
es de opción de respuesta múltiple y se tomaron en cuenta
solo la población migrante (internos e internacionales), que
representan 280 casos de la muestra. Los resultados, que se
observan en la Tabla 4, muestran que la principal proble-
mática ambiental padecida en el lugar de origen es el calor
extremo, seguido por las sequías, la escasez de agua y las
inundaciones. Asimismo, la Tabla 5 permite ver las particu-
laridades de la población nacida en Paraguay, que son quie-
nes más manifiesta la afección de problemas ambientales en
su lugar de origen. Tal es así, que el 3 de cada 10 encuestados
paraguayos afirman haber sufrido del calor extremo. Cabe
señalar en relación a los migrantes internos la situación
particular de Chaco, 12 encuestados manifiestan el calor
extremo y 10, la escasez de agua como problemáticas pre-
sentes en su lugar de origen.

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296 • Fuera de escala

Tabla 4. Migrantes internos e internacionales: afección de problemáticas


ambientales en el lugar de nacimiento. Año 2020 (en valores absolutos
y porcentaje)

Problemas ambientales Sí Total

Inundaciones 39 280
13,9% 100%

Sequía 61 280
21,8% 100%

Calor extremo 94 280


33,6% 100%

Escasez de agua 42 280


15% 100%

Ninguno 131 280


46,8% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

Tabla 5. Población extranjera nacida en Paraguay: afección


de problemáticas ambientales en el lugar de nacimiento. Año 2020 (en
valores absolutos y porcentaje)

Problemas ambientales Población extranjera nacida en


Paraguay

Inundaciones 10
7,5%

Sequía 26
19,4%

Calor extremo 41
30,6%

Escasez de agua 13
9,7%

Total 100
74,6%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

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Fuera de escala • 297

Otro de los aportes de las metodologías feministas a


la encuesta se vinculan al estudio de las desigualdades de
género. En este marco, consideramos a la categoría género
no como una entidad cerrada que actúa de manera aislada,
sino que se construye y negocia en el contexto social situa-
do y en relación con procesos migratorios. En tal sentido,
la perspectiva metodológica feminista brinda herramientas
para indagar el cruce de categorías sociales que dialogan
entre sí. Entonces, de forma más específica nos interesa
saber cómo las desigualdades de género se cruzan con la
condición migratoria. La pregunta se formuló de la siguien-
te manera: ¿considera que por su condición de migrante/
a tuvo dificultades para acceder a mejores oportunidades
(de todo tipo) acá en el barrio? Los resultados muestran
que la condición de género afecta en modo particular a
las mujeres migrantes. Solamente 11 varones respondieron
afirmativamente mientras que la cifra aumenta a 34 en el
caso de las mujeres con desplazamientos migratorios des-
de las provincias del norte argentino, así como también
de Paraguay y Bolivia. Las mujeres trabajadoras migrantes
encuestadas en la cuenca baja del río Reconquista (CCR)
perciben que enfrentan una realidad con mayores dificulta-
des en comparación a los varones con semejante condición
migratoria. Como se observa en la Tabla 6, la condición de
género sumada a la condición migratoria genera dificulta-
des particularidades: la cifra de mujeres que consideran que
por su condición de migrantes tuvieron dificultades para
acceder a mejores oportunidades en el barrio aumenta más
de 10 puntos porcentuales por encima de los varones.

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298 • Fuera de escala

Tabla 6. Migrantes internacionales e internos: consideran


que por su condición de migrantes tuvieron dificultades para acceder
a mejores oportunidades en el barrio. Año 2020 (en valores absolutos
y porcentaje)

Migrantes que
consideran que Sexo al nacer Total
por su condición
tuvieron Varón Mujer
dificultades para
acceder a mejores
oportunidades en
el barrio

Sí 11 34 45
9,8% 20,2% 16,1%

No 99 133 232
88,4% 79,2% 82,9%

Ns/Nc 2 1 3
1,8% 0,6% 1,1%

Total 112 168 280


100% 100% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

En la misma dirección, la Tabla 7 muestra que 2 de


cada 10 mujeres migrantes consideran que por su condi-
ción de género tuvieron dificultades para acceder a mejores
oportunidades en el barrio. En este marco, es importante
destacar que trabajamos con el 36,6% de la muestra, pues
es el porcentaje que respeta la cuota: mujer migrante (inter-
nacional e interna).

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Fuera de escala • 299

Tabla 7. Mujeres migrantes: consideran que por su condición de género


tuvieron dificultades para acceder a mejores oportunidades en el barrio.
Año 2020 (en valores absolutos y porcentaje)

Consideran que por su Valores absolutos Porcentaje


condición tuvieron
dificultades para acceder
a mejores oportunidades
en el barrio

Sí 36 21,4%

No 128 76,2%

Ns/Nc 4 2,4%

Total 168 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

El eje “cuidados” remarcar la utilización de la perspec-


tiva de género en la encuesta porque contribuye al estudio
de las desigualdades de género. En el proceso de construc-
ción del cuestionario el módulo cuidado fue discutido en
los equipos especialista. Retomamos tres preguntas de la
encuesta que se formularon de la siguiente forma: 1) ¿tiene
alguna persona a su cargo, es decir, de quien se deba ocupar
especialmente?, 2) ¿recibe algún tipo de ayuda para cuidar
a las personas a su cargo? y 3) habitualmente, ¿tiene alguna
dificultad para cuidar de esa/s persona/s? Las primeras dos
preguntas son de opción de respuesta múltiple. Asimismo,
en la segunda y tercera se tomaron en cuenta solo los casos
de los individuos que tienen personas a su cargo. Las tres
tablas, que observamos a continuación, indican que el 54
por ciento de las mujeres encuestadas tienen personas a su
cargo de quien se deben ocupar especialmente, cifra que
desciende al 34 por ciento en el caso de los varones.
Es de interés comparar con aquellas mujeres que reali-
zan tareas remuneradas vinculadas al cuidado de personas.
El 30,5 por ciento de las mujeres encuestadas trabajaron
por dinero durante el 2019. De las 140 mujeres que se

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300 • Fuera de escala

encontraban en esta situación laboral, 39 se desempeñaron


como empleadas domésticas y 14 de ellas realizaron mayor-
mente tareas de cuidado de personas. En otras palabras, 1
de cada 10 mujeres encuestadas que trabajaron por dinero
durante el 2019 realizaron en su gran mayoría tareas remu-
neradas de cuidado de personas.

Tabla 8. Individuos que tienen personas a su cargo según sexo al nacer. Año
2020 (en valores absolutos y porcentaje)

Personas a su cargo Sexo al nacer

Varón Mujer

HIjos/as 57 122
28,9% 46,8%

Niños/as no propios 8 11
4% 4,2%

Personas mayores 5 12
2,5% 4,6%

Familiares o no familiares 0 2
con enfermedad 0% 0,8%

Personas con 3 6
discapacidad 1,5% 2,3%

No tiene personas a cargo 130 120


65,6% 46%

Total 198 261


100% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

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Fuera de escala • 301

Tabla 9. Individuos que reciben algún tipo de ayuda para cuidar


a las personas a su cargo según sexo al nacer. Año 2020 (en valores
absolutos y porcentaje)

Recibe algún tipo de Sexo al nacer


ayuda para cuidar a las
personas a su cargo Varón Mujer

No 31 80
45,6% 56,7%

Si, de algún otro miembro 36 51


adulto de la familia 52,9% 36,2%

Si, de algún otro miembro 2 2


de la familia menor de 2,9% 1,4%
edad

Si, de otros familiares 0 7


0% 4,9%

Si, de otros vecinos/ 0 1


amigos/conocidos que no 0% 0,7%
cobran dinero

Si, de otra persona que 0 2


cobra dinero por 0% 1,4%
ayudarme

Otros 2 1
2,9% 0,7%

Total 68 141
100% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

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302 • Fuera de escala

Tabla 10. Individuos que tienen alguna dificultad para personas a su cargo
según sexo al nacer. Año 2020 (en valores absolutos y porcentaje)

Tiene alguna dificultad Sexo al nacer


para cuidar de esa/s
persona/s Varón Mujer

Sí, porque no tengo 0 13


familiares cerca o vecinos 0% 9,2%
que me puedan ayudar

Sí, porque tengo 0 4


familiares pero prefiero no 0% 2,8%
pedirles ayuda

Sí, porque no hay 2 1


servicios de cuidado 2,9% 0,7%
público o no hay vacante

Sí, porque no tengo 2 6


dinero para pagar un 2,9% 4,3%
servicio de cuidado

Otra 1 5
1,5% 3,5%

No tiene dificultad 63 112


92,6% 79.4%

Total 68 141
100% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR2020.

En general, las mujeres y varones tienen a su cargo


a sus hijo/as, seguido en menor medida por niños/as no
propios. Casi el 57 por ciento de las mujeres con personas
a su cargo afirman que no recibir ayuda en las tareas de
cuidado, cifra que desciende 11 puntos porcentuales en el
caso de los varones. Estos datos evidencian desigualdades
en la carga de tareas de cuidado de personas que requieren
atención especial. En sintonía, casi el 53 por ciento varones
reciben ayuda de algún otro miembro adulto de la familia
para cuidar a esa/s persona/ y en el caso de las mujeres la
cifra desciende al 36 por ciento de las mujeres. Otro dato
de interés que muestra la Tabla 10 es que 9 de cada 10
varones manifiestan no tener dificultades en para cuidar

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Fuera de escala • 303

de esa/s persona/s, cifra que desciende más de 13 puntos


porcentuales en el caso de las mujeres.
Por último, analizamos el acceso a programas muni-
cipales contra la violencia de género. Inicialmente nuestro
objetivo era cuantificar la cantidad de mujeres que sufrían
violencia de género en el Área Reconquista. Sin embargo,
al ser una problemática muy sensible tuvimos que pensar
estrategias para poder indagar sobre el tema. En primer
lugar, optamos por preguntar si accedió a programas contra
la violencia de género. Si bien, no se pregunta explícita-
mente si sufrieron (o no) violencia de género, esta pregunta
permite describir de manera aproximada los parámetros
entre los cuales se puede encontrar el alcance de este acu-
ciante problema social. En concreto, la pregunta se formuló
de la siguiente manera: “indique si alguna vez accedió a
alguno de los siguientes programas municipales”. A conti-
nuación, se mostraba una tarjeta impresa con los diferentes
programas: 1) Programa sin violencia, 2) Programa ampa-
ro, 3) Licencia para trabajadoras municipales víctimas de
violencia, 4) algún otro programa de protección a mujeres
víctima de violencia familiar o de género 5) sin respuesta
por imposibilidad (la entrevistada no puede responder o el/
a encuestador/a no considera pertinente realizarla), 6) no
accedió a programas y 7) otros. A su vez, esta información
era de interés para la Municipalidad de Gral. San Martín
que quería relevar información sobre la licencia para traba-
jadoras municipales víctimas de violencia y los Programas
sin violencia y amparo. En segundo lugar, como parte de
la estrategia se optó por incluir esta pregunta a mitad del
cuestionario con la finalidad de que la encuestada tenga un
mínimo de confianza con quien releva la información. Tam-
bién, se estableció que todas las duplas pedagógicas debían
estar compuestas como mínimo por una mujer, quién es la
encargada de realizar esta pregunta.

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304 • Fuera de escala

Tabla 11. Mujeres que accedieron algún programa contra la violencia


de género según condición migrante. Año 2020 (en valores absolutos
y porcentaje)4

Acceso a Condición migratoria Total


programas
contra la Interno Internacional Nativo
violencia de
género

Sí 7 7 5 19
2,7% 2,7% 1,9% 7,3%

No 66 82 87 235
25,3% 34,4% 33,3% 90%

Sin respuesta 0 6 1 7
por 0% 2,3% 0,4% 2,7%
imposibilidad

Total 73 95 93 261
28% 36,4% 35,6% 100%

Fuente: Base de datos Encuesta Área Reconquista-EAR20.

La Tabla 11 indica que 19 mujeres accedieron alguno


de los programas contra violencia de género, no se observan
diferencias según la condición migratoria en la distribución
de los casos. Sin embargo, el dato más elocuente que mues-
tra la tabla es que la gran mayoría de las mujeres que no
respondieron la pregunta por imposibilidad (la entrevistada
no puede responder porque hay alguien conocido a ella
observando sus respuestas o la encuestadora no conside-
ra pertinente realizarla) son migrantes internacionales. Si
sumamos las mujeres que accedieron a programas contra la
violencia de género con aquellas que no pudieron respon-
der por imposibilidad, es posible inferir que 1 de cada 10
encuestadas sufrió violencia de género.

4 Se trabaja solamente con los casos que corresponden a mujeres.

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Fuera de escala • 305

Conclusiones preliminares

El trabajo de la encuesta ha sido uno de los desafíos más


grandes a lo largo del proyecto “Migrantas en Reconquista”.
Esto se debe, por un lado, al ejercicio interdisciplinario de
intercambio de saberes y puntos de vista tanto en el armado
del cuestionario como en su puesta en marcha. En este reco-
rrido la premisa de la cual partimos era la necesidad de una
co-construcción del conocimiento tanto entre los equipos
como con las mujeres migrantas del territorio referentes
fundamentales en cada paso de nuestra investigación. A este
reto se sumó que su despliegue se vio suspendido en el
medio de la pandemia de coronavirus.
En este quehacer, desde la coordinación sostuvimos
que era necesario incorporar una metodología feminista
que nos permitiera sortear el predominio de la mirada mas-
culina en la construcción de herramientas de análisis cuan-
titativo (Blazquez Graf, 2008) para atender a las diversas
desigualdades que se dan en el Área de estudio. Entendemos
que, esto se logró en parte tanto por la co-construccion
del cuestionario con las mujeres involucradas como por la
participación de duplas pedagógicas al momento de llevar a
cabo el despliegue de la encuesta.
Dentro de esta perspectiva, una de las contribuciones
que este trabajo se propuso hacer fue ampliar el conoci-
miento de la población migrante interna e internacional en
el Área Reconquista del Partido de San Martín. En resumen,
podemos decir que los primeros resultados de la Encuestas
EAR2020 indican una representación mayor de las mujeres
(57 por ciento) sobre los varones, donde todos los encues-
tados auto-identifican su identidad de género con su sexo
al nacer.
La población migrante en el AR, tanto interna como
internacional, representan el 61 por ciento de la encuesta.
En su gran mayoría provienen de aglomeraciones medianas
y pequeñas y se instalan en zonas urbanas. En particular, el
32 por ciento son migrantes internos cuyo lugar de origen

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306 • Fuera de escala

es la Región Norte Grande Argentino, principalmente las


provincias de Chacho, Misiones, Corrientes y Santiago del
Estero. Por lo que respecta a los emigrantes internacionales,
representan el 29 por ciento de la muestra y provienen,
en su gran mayoría, de Paraguay y en menor medida de
Bolivia. Los resultados de la Encuesta EAR2020 indican
que en el área bajo estudio se observa una tendencia a la
feminización de la inmigración internacional. Al indagar
sobre las principales problemáticas ambientales padecidas
en el lugar de origen, los emigrantes de Paraguay y Chacho
(Argentina), indican el calor extremo y la escasez de agua
como principales afecciones.
Del análisis expuesto a lo largo del capítulo puede
concluirse que incluir una perspectiva metodológica femi-
nista en la encuesta implicó la redefinición de conceptos
tradicionales de las encuestas poblacionales (por ejemple,
género). Asimismo, los aportes de incorporar la perspectiva
de género se visibilizan en el estudio de las desigualdades
de género en dialogo con otras categorías sociales. En parti-
cular, exploramos la relación de la condición de género y la
situación migratoria que generan dificultades particulares
que son necesarias tener en cuenta. El 20 por ciento de
las mujeres migrantes que consideran que por su condición
de migrantes tuvieron dificultades para acceder a mejores
oportunidades en el barrio, cifra que defiende más de 10
puntos porcentuales en el caso de los varones migrantes.
En sintonía, 2 de cada 10 mujeres migrantes consideran
que por su condición de género tuvieron dificultades para
acceder a mejores oportunidades.
Por lo hasta aquí relevado, consideramos que el diseño
metodológico feminista, permite, entre otras cosas indagar
sobre las desigualdades en la carga de tareas de atención
y cuidado del grupo familiar. Tal como hemos podido ver
más de la mitad de las mujeres encuestadas (54 por cien-
to) tienen personas a su cargo de quien se deben ocupar
especialmente, mientras que solo el 34 por ciento de los
varones realizan estas tareas de cuidado. Las desigualdades

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Fuera de escala • 307

de género en la distribución de tareas de cuidado se visi-


bilizan en el dato de que las mujeres son quienes mayores
dificultades expresan para llevar acabo dichas actividades.
Más aún, las mujeres manifiestan en mayor medida no reci-
bir ayuda de algún para realizar las tareas de cuidado de
esa/s persona/s.
Múltiples son las enseñanzas y desafíos que nos deja el
proceso de realización de la encuesta. Entendemos que dar
cuenta de las desigualdades de género de forma intersec-
cional, es decir, cruzada con otras categorías que hacen el
mundo social como son el ambiente y la condición migrato-
ria enriquece de forma sustancial el análisis social. Si a esto
le sumamos la interpelación a las herramientas tradiciona-
les de análisis cuantitativo incorporando otras epistemo-
logías posibles, y triangulando con diversas metodologías
entendemos que es manera de ampliar los horizontes de
posibilidades dentro de las ciencias sociales.

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Acerca de los autores

de Abrantes, Lucía
Lucía de Abrantes es Licenciada en Sociología por la
Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), Magíster
en Antropología Social por la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO) y doctoranda en Antro-
pología Social por la Universidad Nacional de San Mar-
tín (IDAES/UNSAM). Investiga, desde una perspectiva
etnográfica, problemáticas vinculadas a los territorios no-
metropolitanos. Particularmente, explora la tensión que se
extiende entre lo urbano y lo rural y la agencia de las
temporalidades –estacionales, rítmicas y cronológicas– en
la configuración espacial de ciudades turísticas. Es docen-
te universitaria de la UNSAM y participa activamente del
programa “Migraciones y Transformaciones Sociales en
Aglomeraciones Medianas y Pequeñas” (IDAES/UNSAM),
del Centro de Estudios Socioterritoriales, de Identidades y
de Ambiente (CESIA/IDAES-UNSAM) y del Programa de
Investigación Territorios No-Metropolitanos: Movilidades,
Escalas e Imaginarios (CIECS).

Ferro, Silvia Lilian


Silvia Lilian Ferro es historiadora y cientista social y Doc-
tora en Ciencias Sociales por la Universidad Pablo de Ola-
vide (Sevilla, España). Actualmente se desempeña como
investigadora y profesora de grado y posgrado en la Uni-
versidade Federal da Integração Latino-americana (UNI-
LA) Brasil. Dirige el proyecto de investigación “Economía
del Cuidado. Contribuciones para las políticas públicas de
cuidados en América Latina” (UNILA-CNPQ) en el Insti-

teseopress.com 311
312 • Fuera de escala

tuto Latino-americano de Economia, Sociedade e Politica


(ILAESP-UNILA). Dicta cursos y conferencias en diversas
universidades, áreas estatales y organizaciones de la socie-
dad civil de diferentes países de América Latina sobre temas
de su especialidad: economía del cuidado, sistemas y polí-
ticas de cuidado en el MERCOSUR y enfoque de género
en el desarrollo rural.

Fischer, Melina
Melina Fischer es Licenciada en Sociología (UBA), Magíster
en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural (IDAES-
UNSAM) y doctoranda en Sociología (IDAES-UNSAM).
Actualmente forma parte del equipo de gestión de la Direc-
ción de Planificación y Evaluación del CONICET. Asimis-
mo, es docente de grado en la Universidad Nacional de San
Martín, la Universidad Torcuato Di Tella y la Fundación
Barceló. Integra el Programa “Migraciones y Transforma-
ciones Sociales en Aglomeraciones Medianas y Pequeñas de
la Argentina” y el Núcleo de Estudios en Comunicación y
Cultura, ambos del IDAES-UNSAM. Sus temas de investi-
gación giran en torno a las ofertas, prácticas y consumos
culturales en ciudades no metropolitanas.

Gavazzo, Natalia
Natalia Gavazzo es Doctora en Antropología (Universidad
de Buenos Aires, Argentina), Magíster en Estudios Latinoa-
mericanos (University of London, Reino Unido) y Licencia-
da en Ciencias Antropológicas (UBA). Actualmente, Profe-
sora e Investigadora Adjunta del CONICET en la Escuela
IDAES de la Universidad Nacional de San Martín, donde
participa como miembro del Grupo Responsable del Pro-
grama “Migraciones y Transformaciones Sociales en Aglo-
meraciones Medianas y Pequeñas de la Argentina” radicado
en el Centro de Estudios Socioterritoriales, de Identidades
y de Ambiente (CESIA/IDAES-UNSAM). Asimismo dirige

teseopress.com
Fuera de escala • 313

el proyecto IDRC “Migrantas en Reconquista”. Desde 1999


estudia las migraciones regionales hacia la Argentina, con
énfasis en las segundas generaciones de jóvenes bolivianos
y paraguayos en Buenos Aires. Ha publicado artículos en
revistas especializadas de todo el mundo, así como también
tres libros y numerosos capítulos. También se ha desempe-
ñado como docente en instituciones académicas nacionales
e internacionales, y como consultora en organismos como
OIT, OIM, UNFPA y UNICEF.

Gerbaudo Suárez, Débora


Débora Gerbaudo Suárez es Antropóloga y Magíster en
Ciencias Sociales. Se desempeña como becaria doctoral
del CONICET en el Programa de Antropología Social de
la Escuela IDAES-UNSAM y como tutora en el Diploma
de Estudios Avanzados “Género, Cultura y Poder” de la
misma casa de estudios. Investiga sobre la migración para-
guaya en Eldorado (Misiones) en el marco del programa
“Migraciones y Transformaciones Sociales en Aglomeracio-
nes Medianas y Pequeñas de la Argentina” (CESIA/IDAES-
UNSAM). También analiza la integración cultural y urba-
na de la población paraguaya y sus descendientes en San
Martín (Buenos Aires) en el marco del proyecto Migrantas
en Reconquista (UNSAM-IDRC). Sus intereses de estudio
involucran a las migraciones internacionales, las juventudes
y sus modos de habitar las ciudades.

Guizardi, Menara
Menara Guizardi es cientista social y posgraduada en
Ciencias Humanas y Desarrollo Regional por la Uni-
versidade Federal do Espírito Santo (Brasil); Máster en
Estudios Latinoamericanos y Doctora en Antropología
Social, ambos por la Universidad Autónoma de Madrid
(España). Entre 2016 y 2018, realizó su primer postdoc-
torado en antropología, con la beca del colegio Doctoral

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314 • Fuera de escala

de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).


Entre 2018 y 2020 realizó su segundo posdoctorado,
con la beca del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas de Argentina (CONICET),
estando vinculada a la Escuela de Altos Estudios Sociales
de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).
Actualmente es investigadora adjunta del CONICET y
es, además, investigadora externa de la Universidad de
Tarapacá (Chile). Sus principales temas de investigación
son las fronteras, género, migraciones, relaciones inter-
étnicas, racismo y exclusión social.

Nejamkis, Lucila
Licenciada en Sociología (UBA). Magíster en acción
política y fortalecimiento institucional en el Estado de
Derecho (Universidad Rey Juan Carlos e Ilustre Cole-
gio de Abogados de Madrid) y Doctora en Ciencias
Sociales (UBA). Se desempeña como Investigadora Asis-
tente del Consejo de Investigaciones Científicas y Técni-
cas (CONICET-IDAES-UNSAM), es profesora asociada
regular de la Universidad Nacional Arturo Jauretche,
y profesora en la Universidad Nacional de San Mar-
tin (UNSAM). Es especialista en migraciones, Estado
y políticas públicas. Coordina el Núcleo de Estudios
Migratorios IDAES-UNSAM y participa como miembro
del Grupo Responsable del Programa “Migraciones y
Transformaciones Sociales en Aglomeraciones Medianas
y Pequeñas de la Argentina” radicado en el Centro de
Estudios Socioterritoriales, de Identidades y de Ambien-
te (CESIA/IDAES-UNSAM). Actualmente codirige el
proyecto “Estrategias socio ambientales para fortale-
cer la resiliencia de las mujeres trabajadoras migrantes
en el Área Reconquista” (2019-2022) financiado por la
cooperación canadiense (IDRC). Ha publicado diversos
libros y artículos en revistas académicas nacionales e
internacionales.

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Fuera de escala • 315

Noel, Gabriel D.
Gabriel D. Noel es Antropólogo, Doctor en Ciencias Socia-
les e Investigador del CONICET en la Escuela IDAES-
UNSAM. Se desempeña asimismo como Profesor Titular
en la Licenciatura en Antropología Social y Cultural de la
Universidad Nacional de San Martín. Desarrolla su acti-
vidad como investigador en el Programa “Migraciones y
Transformaciones Sociales en Aglomeraciones Medianas y
Pequeñas de la Argentina” radicado bajo su Coordinación
en el Centro de Estudios Socioterritoriales, de Identidades
y de Ambiente (CESIA/IDAES-UNSAM). Sus actividades
como docente incluyen el dictado de Cursos y Semina-
rios de Grado y de Posgrado en IDAES-UNSAM, FLACSO
Argentina, la Universidad Nacional de Córdoba y la Uni-
versidad Nacional de Misiones, entre otras instituciones de
estudios superiores del país y del exterior. Sus temas actua-
les de interés involucran los problemas teóricos y metodo-
lógicos del trabajo antropológico y sociológico en la peque-
ña y mediana escala urbana.

Piñeyrúa, Florencia
Florencia Piñeyrúa es Licenciada en Sociología. Se desem-
peña como becaria del International Development Research
Center (IDRC) en la Escuela IDAES-UNSAM. Sus temas
actuales de interés involucran los problemas teóricos y
metodológicos del campo de estudio de las Ciencias Socia-
les Computacionales.

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