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LA FARRA
RODOLFO SANTANA

ESCRITA EN 1969.ESTRENADA EN EL TEATRO “LEONCIO MARTÍNEZ”(1972)PREMIO “JUANA


SUJO” A LA MEJOR OBRA DE TEATRO (1972)PARTICIPANTE EN EL FESTIVAL
INTERNACIONAL DE TEATRO DE NANCY, FRANCIA (1972). PUBLICADA EN EL VOLUMEN
OCHO OBRAS DE RODOLFO SANTANA. UNIVERSIDAD DE CARABOBO. (1971)TEATRO DEL
ABSURDO LATINOAMERICANO. ANTOLOGÍA ANOTADA DE HOWARD QUACKEMBUSH.
EDITORIAL PATRIA. (1987) GRUPO EL ENKO. ROSARIO. ARGENTINA.( 1987)
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”LA FARRA”

PERSONAJES:

BONGO: Sacerdote de Satabel. Viste túnica gris oscura. Cuando hace de


esposa del General Pongo viste un traje negro largo, peluca oscura
con ribetes morados.

PONGO: General filisteo. Viste gorra y chaqueta militar. Medallas de todos los
tamaños. Calza botas. Al trabajar como esposa del senador Mongo
viste un traje con muchos encajes. Sombrero con plumas. Cuando
participa en la ceremonia del asesinato de la hermana del sacerdote
Bongo utiliza una sotana de monaguillo. Siendo detective vestirá
impermeable y sombrero de ala ancha.

MONGO; Senador. Viste levita y sombrero de copa. Cuando se desempeña


como hermana de Bongo se provee de un traje largo, floreado.
Simple. Como Monzobispo utiliza un manto rojo y un báculo
rematado en cuerno. Como presidente de la República utiliza una
banda presidencial.

NOTAS: Utilizar pelucas pajizas de colores llamativos.


Dispositivo enmarcado en un ciclorama oscuro.
Una tarima y sobre ella una silla. Una armazón con un traje. Una
peluca.
Un espejo grande de metal, manchado.
Otras dos armazones para colgar los trajes y pelucas.
Un banco largo.
Dos butacas grandes.
Botellas de licor y vasos en recipientes adheridos a los diferentes
muebles.
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ESCENA I:

Se escucha un danzón de los buenos. O un bolero pachangoso.


Es el inicio de La Farra y se debe entrar en ambiente.
Luz. Pausa. Entran Pongo, Bongo y Mongo . Conversan por lo bajo.
Se retiran a las armazones y allí comienzan a revisar los trajes que
visten, definitorios de militar, sacerdote y político. Examinan,
igualmente, las pelucas y trajes femeninos que les corresponden.
Pausa. Toman las botellas y se sirven en los vasos. Brindan con el
gesto. Beben.
Se adelanta Bongo, animado por sus compañeros. Muestra cierta
resistencia.

BONGO: Es de noche. Una nueva noche. Como solemos hacer con


frecuencia, mis compañeros y yo entramos en La Farra. Mi nombre
es Bongo, sacerdote. Pastor de almas. Y por lo tanto sujeto a una
responsabilidad mayor que la de mis compañeros, pues se pretende
que sea guardia severo de códigos y comportamientos morales. No
me satisfacen las causas que originan mi presencia en este lugar.
Pero es evidente que he de asesinar a una mujer. Mi hermana.
(Pausa corta) Dicho así, fríamente, resulta terrible. Y les confieso
que siento la tentación de salir corriendo y olvidar. ¡Olvidar!. ¡Qué
palabra tan hermosa y llena de recuerdos! (Pausa corta) Así es. ¡El
mundo se mueve en círculos y siempre llego al principio del recuerdo
y mi pasión!. Y me sumerjo en el instante futuro en el que mis manos
estarán manchadas de sangre. Por todo ello permaneceré aquí. No
tiene sentido huir si siempre retornaré.(Pausa corta) Cumpliré mis
acciones lo mejor posible, ya que detrás de su carácter trágico, se
encuentra mi ansiada paz interior.

Mongo cepilla su levita.

MONGO: Mi nombre es Mongo. Diputado. Político en una sociedad injusta y


asesina .Por lo que he deducido que los problemas cotidianos del
hogar pueden ser resueltos mediante el crimen. Soy pragmático. No
creo en la paz hogareña ni en sagrados vínculos familiares.
Reunidos aquí, mis amigos y yo plantearemos crímenes. Asesinatos
concretos que pronto serán del dominio público. Esta noche, para
ustedes, hemos dejado abiertas las ventanas de nuestro refugio y no
se escaparán nuestras palabras a los oídos atentos. Nuestros actos
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serán visibles y sin artificio. Todo, como en el teatro, ha sido medido


y ensayado escrupulosamente. Consumación y coartada. ¡Pasión,
crimen e impunidad!.

Pausa. Pongo arregla su corbata.

PONGO: Pongo, General filisteo. Héroe de la Batalla de las Montañas


Desiertas y diestro sabueso en la búsqueda de bandas subversivas.
Alejandro Magno es un vulgar tirapiedras frente a mí y cuatrocientas
medallas adornan mi uniforme. (Muestra la chaqueta del uniforme.
Se acerca un poco a proscenio) Durante largo tiempo he soportado
los insultos de mi mujer, experta en la preparación de pasteles y
guisos. No respeta la severidad cuartelaría. No escucha órdenes.
Pretende llevar una vida civil a mí lado, un militar de pura cepa.
(Pausa corta) Mi presencia y la de mis compañeros en este lugar, va
dirigida a encontrar una solución a este problema común: ellos
también son vejados por la existencia y el comportamiento de sus
mujeres. En mi caso, lo que debo desarrollar, es algo muy parecido a
una práctica militar. Calificaré los músculos. Mis sentidos. Los
reflejos de mi mente. Estrategia y golpe de mano en la perfección de
un ejercicio criminal con características de comando que, con el
auxilio de la suerte, me hará en días venideros viudo, rico y dichoso.

Se retira a su armazón y toma la gorra.

MONGO: Estamos tan bien instruidos en nuestros menesteres que, enfocando


la situación desde cualquier ángulo, obtendremos siempre los
mismos resultados. (Se adelanta un poco) ¿Una prueba? (Pausa
corta) ¡Quijada!

Bongo se sobresalta. Deja de beber. Se adelanta.

BONGO: ¡Con una quijada de burro fue asesinado Abel en medio de una fiesta
campestre!. ¡Como quisiera, en las oscuridades de un sótano, sin
tambores ni flautas, hacer lo mismo con mi hermana!.

Pongo aplaude y va a estrechar a Bongo.

MONGO: (Sonriente) Es tan perfecto que parece preparado. (Un poco


confidencial) Busquemos otra palabra de difícil aplicación. (Pausa
corta) ¡Tomate!
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Pongo se separa de Bongo. Lanza un grito y un golpe cortante con la


mano.

PONGO: ¡Clavo un hacha en la frente de mi mujer!. Y después de picarla en


trocitos y mezclarla con tomates pasados por la licuadora, preparo
con ella un riquísimo guiso a la napolitana. Compro varias botellas de
vino e invito a los vecinos para que compartan el almuerzo…¡Baile!
¡Alegría! Al filo de mediodía la chupan y la tragan enterita con el
mayor gusto.

Mongo aplaude. Pongo ríe.

BONGO: (Un poco molesto) ¡Comencemos de una buena vez!

Pausa corta. Pongo y Mongo se ven.

PONGO: ¿De nuevo en crisis?

BONGO: ¡Es tarde, sólo eso.!

PONGO: Frío, muchacho, frío. Es lo mejor.

Mongo se acerca a Bongo. Simula arrojar una moneda al aire. Pongo


bebe.

BONGO: Cara.

Mongo descubre la mano. Gesto de contrariedad de Bongo. Mongo


entrega la supuesta moneda a Bongo que se acerca a Pongo.

PONGO: Sello.

Bongo simula lanzar una moneda. La captura. Gesto de contrariedad.


Pongo se adelanta al centro. Mongo en un lateral se desprende de la
levita, chaleco y camisa. Cuelga las prendas en una de las
armazones.
Se escucha otro bolero sangrante.
Mongo toma el traje floreado y lo viste. Bongo permanece inmóvil,
como no participando en las acciones. Baja música.
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PONGO: (A Bongo) ¿Qué te ocurre?

BONGO: Hoy no me siento en buena forma. ¿Alguno quiere tomar mi turno?

PONGO: (Señala una de las butacas) ¡Siéntate!

Bongo se traslada incómodo hasta la butaca. Se sienta. Mongo se


dirige a foro, en dirección a otra de las armazones. Toma una
peluca.

MONGO: Esta mañana introduje en el Congreso un Proyecto de Ley que


prohíbe elevar la voz más allá del punto preciso en el que las
palabras se transforman en gritos. Mediante ella, los habitantes de
nuestro país hablarán en susurros para demostrar que poseen una
elevada condición ciudadana. (Se coloca la peluca, torna más
gráciles sus movimientos) En la tarde prepararé la cena familiar. (A
Bongo) ¡Bongo, hermanito!

Bongo se muestra excitado.

PONGO: (A Bongo) ¿Estás nervioso?

BONGO: Me siento mal.

PONGO: Descansa. ¿Quieres que te cuente alguna de mis proezas?

MONGO: ¡Her-ma-niiii-tooo!

BONGO: Sí, por favor.

PONGO: En estos días tuve un enfrentamiento con un subversivo. Lo llevaron


a mi oficina después de una sesión de ablandamiento. Tenía los
labios partidos y respiraba como si sus pulmones fueran culos.
(Pausa corta) ¡Pruuu! ¡Pruuu! Sentaron al hombre frente a mí y
comencé a interrogarlo. (Pausa corta. Gira alrededor de una persona
supuesta) ¿Dónde has colocado bombas? Una patada. ¿Dónde
están tus cómplices? Otra patada. ¿Qué avión has secuestrado? Hijo
de puta, responde. (Pausa) El hijo de puta callaba y me miraba. Me
miraba. Me miraba como si el hijo de puta fuera yo. Le cerré los ojos
a culatazos.
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Bongo ve constantemente atrás, a Mongo.

MONGO: (En tono melodioso) ¡La sopa! ¡Se enfría la sopa y eso no debe
ocurrir! (En tono seductor) ¡Es tan deliciosa la sopa caliente!¡Llega a
lo profundo, remueve las glándulas y las tentaciones se aglomeran
en la conciencia!

BONGO: Me da miedo comenzar yo. ¡No quiero sentir todas estas tentaciones!
¿Podemos aplazar esta situación?

PONGO: ¡Nunca!. A no ser que prefieras que te arrojemos desnudo en medio


de una zona de tolerancia para que catequices a los que viven de la
carne y la bebida.

MONGO: (Ensaya varios tipos de voz) ¡Hermanitico! ¡Hermanote!

BONGO: ¡Es excesivo!. Su voz me atrapa. Me seduce. (Se toma la


cabeza)Presiento que será un día pesado y difícil.

Mongo se adelanta.

MONGO: Soy la hermana de Bongo, sacerdote, pastor de almas.


Mi piel desprende olor a santidad y todos los días otorgo sacrificios
por mi salvación y la del mundo.
Mi cuerpo es virginal y casto como el de la famosa Santa Genoveva
antes de ser violada por una legión de romanos.
Me carteo con el Papa, cardenales y obispos
y a la iglesia voy todos los días después de leer atentamente en los
diarios los genocidios del día anterior y, así, rezar por todas las
víctimas ensangrentadas..

Bongo se sitúa cerca de proscenio.

BONGO: Mi alma naufraga. Debo practicar el celibato y la abstinencia de


licores. Me lo repito día y noche. Y en las tardes.

MONGO: (Se acerca, sugerente, a Bongo) Hermano. Soñé anoche que


iluminado por dios, ocupabas la silla de San Pedro. Desperté feliz y
en la mañana te he preparado una sopa.

BONGO: ¿Sopa?
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MONGO: Quería prepararte una ensalada con salsa de ostras, pero al decir de
la gente pecadora, las ostras….animan las pasiones carnales. Me
contuve y preparé una sopa sencilla, de vegetales castos. Un brócoli
místico y papas virginales, todo adobado de forma prudente,

BONGO: ¿Qué has estado haciendo toda la tarde?

MONGO: Cocinar, ya te dije.

Bongo camina hacia Mongo. Frialdad y recelo.

BONGO: ¿Además de cocinar?

MONGO: Coser, bordar y poner las cosas en su santo lugar.

BONGO: ¿Algo más?

MONGO;: Nada más.

BONGO: No te creo. (Toma la mano de Mongo) ¿Saliste, no?

MONGO: Permanecí en casa. Hice penitencia por las víctimas de las


ametralladoras en Oriente Medio y en Afganistán y en Irán y en Irak.

BONGO: ¡Dile esas mentiras a tu confesor!

Bongo hace caer a Mongo.

MONGO: ¡Me duele, hermanito!

BONGO: ¿Con quién te citaste?

MONGO: Permanezco encerrada a cal y canto!

BONGO: ¿Con un albañil?

MONGO: ¡Sola!

Bongo patea a Mongo.


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BONGO: ¿Hiciste entrar al lechero? ¡Dejaste que el cartero te leyera las rayas
del vientre?

MONGO: Nonononono.

Mongo se queja. Bongo estudia la mirada.

BONGO: ¡Tienes los ojos brillantes!.

MONGO: ¡La pureza de mi alma!.

BONGO: ¡Lascivia! ¡Ganas de pecar y pecar y pecar en los altares de la carne!


… (Pausa corta) ¿Te excito, hermanita?

MONGO: ¡Soy virgen, hermanita!.

BONGO: (Aprieta su cabeza con las manos) ¡Lo que uno tiene que oír!. (Pausa
corta. Empuja a Mongo repetidas veces) ¿Hasta dónde llegaste con
el mecánico de la esquina?¿Y si te llevo a una clínica para un
examen vaginal?¿Y otro examen rectal? ¿Y otro bucal?

MONGO: ¡Lo que quieras, no tengo nada que ocultar! (Ve a Bongo. Abandona
su actitud femenina. Toma una copa de vino y bebe) ¡Este vino de
Alsacia lo pone a uno de buen humor.!

Pausa corta. Pongo ofrece de beber a Bongo.

PONGO: ¿Estás celoso, Bongo?

BONGO: ¿Yo?

PONGO: Es un excesivo interés por las ocupaciones de tu hermana.

BONGO: ¡Me indigna la putería de esa zorra!

PONGO: ¡Celos!

BONGO: ¡Eso se llama cólera divina aquí y en La India!

MONGO: (Coloca la copa en su soporte. Adopta pose) ¡Yo no hice nada malo!
…Solo pienso en las florecillas y mariposillas del campo.
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BONGO: ¡Cállate, perversa!

PONGO: Déjala hablar.

Bongo se desentiende de los argumentos de Mongo. Camina de un


lado a otro. Se sienta en la butaca. Se incorpora. Camina de nuevo.

MONGO: Claro, la verdad estaba un poco aburrida.

BONGO: El aburrimiento es la puerta de las depravaciones.

MONGO: ¡Ay, es que en las noticias de la tarde no figuraba ningún asesinato!.


¡Ninguna masacre por la cual elevar mis plegarias! (Pausa corta) Me
sentía así como vacía ante tal ausencia de violencia.

BONGO: ¿Estás sugiriendo que deliro?

MONGO: ¡Hermanito, en estos tiempos la locura es un fenómeno general, no


tienes por qué avergonzarte! Poseer un rasgo psicópata hasta resulta
simpático.

Bongo atrapa a Mongo por la espalda. Lo zarandea.

BONGO: ¿De qué otro sitio, fuera de la realidad, parte todo este universo de
susurros, elucubraciones y cópulas furtivas que me arañan la piel?
(Suelta a Mongo) ¿Eh? ¡Responde, lujuria con patas!

MONGO: ¿Por qué no comes un poco de sopita?

BONGO: ¡No tengo hambre!

MONGO: La resistencia frente a las pasiones es más fuerte cuando nos


encontramos bien comidos y mejor bebidos.

BONGO: Además eres golosa, ¿no?

MONGO: Es posible que estés enfermo.

BONGO: ¿Enfermo? (Zarandea a Mongo) ¿Cuándo se ha visto a un sacerdote


de Satabel enfermo?
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Bongo calma su agresión. Se torna casi afectivo.

BONGO: ¿Mordió tus senos, chupándote los pezones?

MONGO: ¡Nono!

BONGO: ¿Te acarició las caderas y luego te apretó las nalgas? Cuéntame
todas las porquerías, querida hermanita. Ego te absolvo.

PONGO: Tienes problemas, Bongo.

Bongo abandona a Mongo. Se acerca a Pongo.

BONGO: ¡La angustia de los profetas!. ¡El delirio del Mesías!. A eso te refieres.

PONGO: Problemas. Y bien callados que te los guardas. (Pausa corta) Tu


pequeña parroquia se conmueve.

Bongo se adelanta a proscenio.

BONGO: ¡Cómo no va a conmoverse si se la pasa pecando! ¡Coitos en los


jardines! ¡En las vías públicas! ¡En los ascensores!

Mongo se traslada a foro seguido por Pongo con quien se abraza


escandalosamente. Bolero salsoso.

BONGO: ¡Jamoneos en los parques!¡Cópulas en los autos y camiones!

PONGO: (Abrazando a Mongo en su papel de hermana de Bongo )¡Moral,


querido capellán!. Eso es lo que se necesita: Moral.

BONGO: ¡Qué moral ni qué ocho cuartos, esto es pecado del bueno! (Pausa
corta) Pecado en los campanarios. En las mesas de café. Salgo a las
apacibles calles de mi parroquia y bandadas de jóvenes sátiros
preparan sus orgías.

PONGO: (A Mongo, que le coquetea) ¡Coqueta. Coqueta!.

BONGO: ¡Sobre las motos! ¡En los autos!


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MONGO: (Intensa) ¡Hay que rezar a Dios por todos los que mueren haciendo
el amor después de comer cocido gallego!.

Pongo corre detrás de Mongo, que en su papel de hermana de


Bongo ríe escandalosa.

BONGO: Dignos ciudadanos, con sus maletines ejecutivos y sus miembros


erectos, caminan y tantean a las jovencitas. Roces peligrosísimos
entre las mujeres.¡ Toda la parroquia es una bacanal descontinuada
por el trabajo de oficina!. Y aún allí no se interrumpe.

Mongo se sienta en las piernas de Pongo.

BONGO: ¡No he penetrado, lo confieso, en las intimidades de ministerios,


museos, quincallas y barberías, pero estoy seguro de que allí
prosigue la marcha de la fornicación! ¡Escritorios usados como
lechos, memorandos salpicados de semen, la hecatombe de los
sentidos al lado de las fuentes de agua, afrodisíacos en los cafés!.
¡Todo! (Pausa. Ve a Mongo que ríe con Pongo) ¿Y pretendes que
esta mujer está libre de culpa?

PONGO: Es tu hermana. Puede haber heredado algo de tu santidad.

Bongo hace incorporarse a Mongo. Lo empuja.

MONGO: (Sollozando) ¡Los moribundos de la India han recibido mis


oraciones!.

PONGO: ¿Ves? Es devota.

BONGO: ¡Que la aguanten en el cielo, yo no tengo paciencia!

Bongo va a la parte de atrás. Toma un gran cuchillo.

MONGO: Cada uno de los soldados que mueren en batalla, tardará más en ir
al infierno por mi causa.

BONGO: ¡Voy a picarte como si fueras una res!.

MONGO: Cada asesino notorio ha sido perdonado por dios merced a mí.
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BONGO: ¡Arrepiéntete de tus pecados!

MONGO: Ninguno. Soy pura como los lirios del campo.

BONGO: ¡Prepárate!. ¡Tu sangre lavará los pecados del mundo!

Bongo se cubre con una bata de ceremonias. Mongo se acuesta


sobre la mesa. Bongo eleva el cuchillo y musita letanías. Pongo se
viste con ropas de monaguillo. Hace sonar una campanilla y secunda
a Bongo como una especie de ayudante.

BONGO: A través de ti morirán todas las putas.


Los burdeles se derrumbarán.
Los chulos perecerán de hambre.
Las celestinas irán a parar a los mataderos.
Los muslos blancos se marchitarán,
Las bocas rosadas se cubrirán de cenizas.
Los lechos caerán desintegrados al unísono,
y la concupiscencia se hundirá en mil abismos.
¡Puta, reputa y más que puta!

Bolero trágico. Bongo clava una puñalada en el pecho de Mongo.


Grito. Mongo se levanta y se traslada lentamente haciendo grandes
gestos. Bongo se acerca y clava una nueva puñalada. Nuevo
movimiento y nueva agresión. A la cuarta herida, Mongo cae.

PONGO: ¡Qué carnicería!

BONGO: (Lleno de temor) Hermanita. Hermanita.

Pongo se desprende de la vestidura de monaguillo.

PONGO: ¡Ni los cruzados en Jerusalén se portaron de esa manera!

BONGO: (Miedo) La sopa. (Cantado) Se enfría la sopa.

PONGO: Yo jamás cometería un asesinato tan atroz.

Pongo toma un trago de una de las botellas. Bongo trata de ocultar


el cuchillo y se interpone entre Pongo y el cuerpo de Mongo.
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BONGO: ¿Asesinato? ¿Cuál asesinato?

PONGO: Ninguno. (Pausa corta) Lo que has hecho se llama desollamiento.

BONGO: No sé a qué te refieres. Creo que el ron te provoca alucinaciones.


(Ve su reloj) Se hace tarde. Tengo que ir al templo a oficiar los ritos.

PONGO: Límpiate la sangre si no quieres correr el riesgo de que te confundan


con el carnicero.

BONGO: ¿La sangre?

PONGO: Debes deshacerte del cadáver.

BONGO: ¿Cuál cadáver? (Pausa corta) Esta es una habitación limpia y


ordenada, no una morgue. (Pausa corta. Se acerca a Pongo) ¿Cómo
lo hago desaparecer?

PONGO: Podrías disecarlo, vestirlo de santa y llevarlo a la iglesia.

BONGO: (Ve a Mongo) No se parece a ninguna virgen.

PONGO: Por los momentos, trasládalo a otro sitio.

Bongo carga a Mongo. Camina por el escenario buscando anhelante


un lugar apropiado.

BONGO: ¿Al jardín? ¿Tendré tiempo de enterrarlo?

PONGO: No creo. Siempre hay vecinos atisbando la vida ajena.

BONGO: ¿Entonces? No puedo estar con esta muerta al hombro durante todo
el día.

Pongo se acerca al ropero y se despoja de la chaqueta.

PONGO: Colócalo en su lecho.

BONGO: (Avanza. Se detiene) Se han esfumado. Las camas ya no existen.


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PONGO: Compruébalo. Lleva el cadáver al cuarto y si puedes ver aún tan


abominable mueble, colócalo allí. Después te lavas la sangre.

BONGO: Eres muy amable.

PONGO: ¡Apresúrate!

BONGO: Cuando cometas un asesinato puedes contar con mi ayuda.

BONGO: ¡Vamos, que viene la policía!

Bongo sale de escena con el cuerpo de Mongo. Por foro. Lo coloca


tras la malla metálica. Pongo viste sobretodo y sombrero de ala
ancha, cual detective. Se adelanta.

PONGO: (Husmeando como un policía) ¡Todo esto me huele a trácala!. (Pausa


corta) ¡Trácala!. (Pausa corta) Un asesinato en la casa del párroco.
Qué lío. (Observa la escena) Sangre. (Ve) Más sangre. ¡Un vampiro
se daría una fiesta!.

Aparece Bongo limpiándose con un paño.

PONGO: ¡Eh, tú!

BONGO: (Se sorprende. Reacciona) Los ángeles te auxilien en los accidentes


de tránsito y en la detención de narcotraficantes peligrosos, hijo mío.

Pongo examina a Bongo.

PONGO: ¿Eres el hermano de la difunta?

BONGO: Así es. (Pausa corta) ¿Podrá perdonarse un crimen tan detestable?

PONGO: ¿Qué te limpias?

Pausa corta.

BONGO: Salsa de tomate.

PONGO: La tienes hasta en la nariz.


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BONGO: Comía espaguetis. Me entusiasman. A los espaguetis les agrego


mucha salsa de tomate.

Pongo se acerca a Bongo. Le toca la cara y luego estudia el dedo.

PONGO: ¡Salsa de tomate RH negativa!.

Pongo toma a Bongo y lo sienta en una silla. Lo estudia. Enciende un


cigarro.

PONGO: ¿Tu nombre?

BONGO: Párroco Bongo, aspirante a Papa.

PONGO: Dime. ¿Es fácil que un rico entre al cielo?

BONGO: La tecnología moderna ha hecho posible la construcción de agujas


gigantescas por las que puede transitar libremente un camello.

PONGO: ¿Qué opinas de los sacerdotes que ocultan fusiles bajo sus sotanas?

BONGO: ¡Quinta columnistas! ¡Infiltrados que deben ser amonestados con sus
mismas armas!

PONGO: ¿Y tus manchas de sangre?

BONGO: (Pausa corta) Esa es una pregunta demasiado fuerte para mi


constitución delicada.

PONGO: ¡No me digas!

BONGO: ¡Sí te digo!

PONGO: ¡Qué !

BONGO: La visión de la sangre me provoca desvanecimientos.

PONGO: ¿Tienes frío?

BONGO: No.
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PONGO: (Solícito) Te iba a regalar una manta para que no te resfriaras.

BONGO: No hay necesidad.

Pausa corta.

PONGO: ¿Quieres saber algo?

BONGO: ¿Qué?

PONGO: Así, a vuelo de pájaro, no más llegar, ya sé quién es el asesino.

BONGO: ¿Sin usar dactiloscopia ni torturas?

Pongo afirma. Atrás, Mongo se desprende del traje de mujer y se


cubre con un hábito rojo. En su mano, un báculo rematado en cruz
gamada. Sobre su cabeza una mitra.

BONGO: ¿Quién?

PONGO: ¡Tú.!

BONGO: No sé si reírme o echarme a llorar ante sus dotes de adivino.

PONGO: ¿Te confiesas culpable?.

BONGO: Soy inocente.

PONGO: Por lo que veo, eres un gran bromista. ¡Límpiate la sangre de las
orejas!

BONGO: Gracias.

PONGO: Todas las evidencias están en contra tuya.

BONGO: Pero no son más fuertes que yo.

PONGO: ¿Por qué te sientes tan seguro?

Entra Mongo.
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MONGO: Buen día, hijo.

Bongo se moviliza rápidamente en dirección a Mongo.

BONGO: ¡Buenas, Reverencia Ilustrísima!.

Bongo besa la mano de Mongo. Pausa.

MONGO: (Indicando a Pongo que observa sin disimulos) ¿Quién es este


individuo extraño?

BONGO: (Aparte. A Mongo) ¡Un detective!. ¡Me atormenta con sus preguntas!.

MONGO: ¿Detective?

PONGO: Sí, señor. (Se acerca a Bongo. Le hace caricias burlonas en el rostro)
Di-vi-sión de ho-mi-ci-dios.

MONGO: No soy señor. ¡Soy Monzobispo!.

PONGO: El sacerdote es culpable de asesinar a su hermana a cuchilladas,


señor Monzobispo.

Pausa corta.

MONGO: Así que usted es detective…

PONGO: ¡Unjú!

MONGO: Interesante.

PONGO: ¿Le parece?

MONGO: Esa palabra no existía hace cien años. Para ese entonces la iglesia
era milenaria.

PONGO: A pesar de la carencia de solera, le aseguro que la pena de su


subordinado será menor por dejar tantas evidencias.

Pongo sujeta a Bongo.


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BONGO: (Se desprende de Pongo) ¡Suélteme!

Mongo se acerca a Mongo.

MONGO: ¿Lo ha maltratado?

BONGO: Mucho.

MONGO: Mandaré una queja al ministro de justicia. Estos esbirros ya resultan


insoportables. Fuera de eso: ¿Cómo se siente?

BONGO: Cansado.

MONGO: Lo presumo. Un asesinato agota los nervios.

BONGO: Lo hace sentirse a uno lleno de jaquecas y malestares, Excelencia.

MONGO: Le recomiendo una temporada a orillas del mar, así podrá olvidar el
desagradable suceso…

PONGO: Monzobispo.

MONGO: (Sorprendido) ¿Usted todavía aquí?

PONGO: Está reconociendo el crimen cometido por el acusado.

MONGO: ¿Reconociendo?

PONGO: Y premiándolo con unas vacaciones en la playa. Lo escuché


claramente.

Mongo se separa de Bongo.

MONGO: ¡Hijo! ¿Acaso desconoces el valor ambiguo de las palabras?

PONGO: Puede ser, pero a la legua reconozco a un culpable.

MONGO: ¿Insistes en las acusaciones contra mi querido discípulo?

PONGO: ¡Toda la parroquia lo jura junto conmigo!.


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MONGO: ¿Y bien? (Pausa corta) Tiene culpa, pero al mismo tiempo no la


tiene.

Pongo atrapa a Bongo y lo hala tras de sí.

PONGO: ¡Le coloco las esposas y me lo llevo!.

MONGO: Aguanta la carrera, buen muchacho. Si existiera la Santa Inquisición


te aseguro que no te apresurarías tanto.

Bongo se desprende de Pongo y se refugia cerca de Mongo.

MONGO: (Se sienta) ¡Ah, qué bella institución perdida! Ella ya habría arreglado
todo este engorroso asunto. (Pausa corta) Dices que vas a colocarle
esposas a mi discípulo. ¿No entiendes que si tal haces me las
colocarás también a mí, al Papa y al templo de San Pedro?

PONGO: Si son cómplices también los arrastro.

Mongo: Entiende. ¡Un juicio contra un ministro de Dios equivale a un juicio


contra Dios mismo! ¿No crees que eso es meterse en honduras?
(Pausa corta) Escasez de jurisprudencia sagrada, me imagino.

PONGO: ¿Entonces? (Pausa corta. Hacia el frente) ¿Quedarán perdonadas


las cuchilladas? ¿Los atropellos y los malos sermones?

Pausa corta.

MONGO: (A Bongo) ¿Estás arrepentido de tu acto, hijo mío?

BONGO: Casi se me saltan las lágrimas.

MONGO: (A Pongo) ¿Lo ve? (A Bongo) ¿Verdad que no lo vas a volver a


hacer?

BONGO: Nunca, ella era mi única hermana.

Pongo se encima sobre Bongo.

PONGO: ¡A la cárcel con él!


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MONGO: ¡No se puede negar que usted es tenaz!

PONGO: ¡Que se pudran sus huesos!

MONGO: ¿No le teme a los accidentes provocados por la ira de Dios?


¡Mañana puede darle un ataque al corazón!. ¡Caerse de una lancha
en medio del río!.

PONGO: ¡Que su feligresía lo lleve al patíbulo!.

Mongo se interpone entre Pongo y Bongo.

MONGO: (Suave) Si permitiéramos como es lo correcto, lo legal, que mi


discípulo fuera arrojado a la cárcel, se presentarían gravísimos
problemas.

PONGO: ¿Cómo cuáles?

Pausa corta.

MONGO: A pesar de su irritante insistencia le daré una explicación. (A Bongo)


Ve a orar, hijo mío. (Bongo se incorpora. Se dirige a foro) Y domina
tus impulsos frente a las faldas. Sé buen religioso. Disimula. (A
Pongo) Y bien, lo mandamos al patíbulo. Después de colgarlo,
¿Qué? ¿Los feligreses se sentirán más satisfechos?

PONGO: Se haría justicia.

MONGO: Y todo ministro de dios será visto entonces como un asesino en


potencia. Como un pedófilo peligroso. Como una bestia feroz
acechando en los confesionarios. (Pausa corta) No podemos permitir
tal crisis. El peso moral de la iglesia se tambalearía. La desconfianza,
la irrisión y la pena desolarían nuestros templos. Las masas
ignorantes quedarían libres de nuestras ataduras y no habría ley que
las contuviera en el asalto a los palacios y residencias. Caerían
cientos de cabezas bien peinadas. Un río de sangre burguesa sería
el colofón de tu justicia.

Pausa. Bongo viste ropas femeninas.

PONGO: ¿Quedará libre, entonces?


22

Mongo camina suave.

MONGO: Por el bien público será juzgado y declarado inocente. Por la


permanencia de valores e instituciones no tendrá culpa. Evitar su
condena será redimir todos los pecados.

Se escucha nuevo bolero apasionado. Se adelanta Bongo ondeando


sus largos brazos y peinando una peluca. Pongo y Mongo se retiran
a la zona del foro y comienzan a vestir sus ropas originales.
Bongo, con ceremonia, se coloca la peluca. Cesa música.

BONGO: Soy la esposa del general Pongo, filisteo de nacimiento.


Me sé de memoria todas las marchas militares.
El nombre de los generales en la historia de la humanidad
y el sitio preciso en que entablaron todos sus combates.
Desde los duelos a cuchillo hasta las hecatombes excelsas.
Sé manejar acorazados, aviones, pistolas y rifles
y estoy muy segura de ser una auténtica mujer infeliz….

De nuevo el bolero.

BONGO: (Baila siguiendo el bolero) ¡Soy una mujer infeliz! ¡Infeliz!...

Pongo se adelanta con sus aditamentos militares.

PONGO: ¿Qué ocurre en este maldito cuartel?

Corte violento de la música. Bongo, en su papel de esposa del


General se amilana. Se empequeñece.

BONGO: (Saluda) ¡A la orden, mi señor!.

PONGO: (Se sienta) ¡Límpiame las botas!.

Bongo se inclina y limpia las botas de Pongo.

PONGO: ¡He tenido que cumplir graves oficios en defensa de los potentados
flacos y sus esposas bellas y llego a mi hogar lleno de colores,
periquitos y aromas dulces!.
23

BONGO: ¡Eres bienvenido, mi señor!

PONGO: ¿Y mis hijos?

BONGO: En la escuela. Aprenden con dedicación los mejores modos de


pisotear a la gente.

PONGO: Bien. (Pausa corta) ¿Qué hora es?

BONGO: ¡La hora del reposo del guerrero!

PONGO: (Sonríe) Se ve que aprendes, rapazuela. Aún te falta.¡ Mucho!. Pero


a pesar de tener sesos de pajarita podrás instruirte.

BONGO: ¡Sí, Marco Polo!

PONGO: ¿Qué te parece una temporadita en los cuarteles? (Pausa corta)


Podrías inspirarte en la arquitectura ascética de los barracones y
luego darle a este sitio amariconado un mejor semblante.

BONGO: ¡Lo que digas, Napoleón!

PONGO: Respirarás el olor de la soldadesca y lo traerás aquí.

BONGO: ¡Lo haré!

PONGO: Botaras al basurero todos los potes de lavanda. Las colonias. Los
cuadros cursis que cuelgan de las paredes y los osos de peluche de
mis hijos.

BONGO: ¡Lo que ordenes, Julio César!

PONGO: ¡Haré! ¡Intentaré! (Patea a Bongo) ¿No se te pueden ocurrir ideas


más originales, perra maricona?

BONGO: (Se cuadra militarmente) ¡Mi deber es obedecer las órdenes


superiores!

PONGO: (La toma por un brazo y la cachetea) ¡Toma, perra!

BONGO: ¡Haré lo que me indiques, San Martín!.


24

Pongo se despereza.

PONGO: Deseo descansar.

Pongo alarga la mano a Bongo. Lo hace sentar y estirándose en el


suelo, reclina la cabeza en las piernas de su compañero.

BONGO: ¿Quieres escuchar una canción?

PONGO; No me permitiría dormir.

BONGO: ¿Un cuento?

PONGO: Es una idea mejor.

BONGO: ¿Picante? ¿De salón? ¿Vulgar?

PONGO: Una leyenda. Nárrame la formación de los ejércitos invencibles.

Pausa.

BONGO: Erase que se era, un país donde los hombres nunca combatían,
porque existía en todas las puertas de las casas, un cura repitiendo
que el reino de Dios era para los humildes y tranquilos. Dominaba en
este país un dictador sangriento que, ante el temor de perder sus
privilegios, desató la guerra contra la ciudadanía y la perseguía y
perseguía. Asesinaba a hombres y mujeres en las Escuelas de
cadetes. Robaba los hijos de los perseguidos. A los jóvenes los
arrojaba vivos desde helicópteros, sobre el mar azul. Todas las calles
estaban tristes. Y en el interior de las casas la amargura era peor.
En el interior del país fue descubierta una cordillera de oro puro y
atraídos por tan admirable portento, llegaron a la región miles de
enviados que se descuartizaron los unos a los otros, a fin de lograr la
primacía en la explotación de tan vastos recursos. Vencieron las
famosas escuadrillas del Emperador Pecos Bill, quienes, advirtiendo
que los habitantes tenían intenciones de construir agradables
viviendas en las laderas de la cordillera aurífera, los raptaron,
instruyeron y armaron; para formar así los ejércitos invencibles que
custodian día y noche, con honor y fervor, las enormes carretas
25

tiradas por bueyes, que arrastran el oro hasta los dominios del
emperador Pecos Bill.

PONGO: (Se levanta) Bonita leyenda. (Pausa. Observa su chaqueta) Dime,


bestezuela. ¿No percibes nada nuevo en mi chaqueta?

BONGO: (Observa) Tu ordenanza le ha dado lustre a todas las medallas.

PONGO: (Ofendido) Para él, eso es una obligación diaria. (Señala su


chaqueta) ¿Es que estás ciega, perra?(La azota) ¡Necia, bruta de
mierda!

BONGO: (Apresurada, soportando los golpes.Estudia la chaqueta con miedo.


Sonríe) ¡Oh, una… una nueva medalla! ¡Una nueva medalla!

PONGO: ¡Eso es!

BONGO: ¡Mi señor ha logrado, una vez más, grandes hazañas!.

Bongo se abraza a la espalda de Pongo que sonríe orgulloso.

PONGO: Fue esta mañana. La llaman ya, en los códigos militares, “La Batalla
de las Montañas Desiertas”. ¡Inolvidable gesta!

BONGO: ¿Puedes contarme?

Pongo duda con el evidente deseo de hacerse rogar.

PONGO: No me gusta mencionar mis hechos heroicos,

BONGO: ¡Oh, vamos! (Se sienta) Me sentaré aquí, devotamente, y


memorizaré cada circunstancia para describírsela a mis nietos.

Pongo pasea. Piensa. Se detiene.

PONGO: Estoy sentado tranquilamente en el Comando y me notifican que en


un caserío anónimo, de conocida peligrosidad, han asesinado a un
terrateniente.

BONGO: ¡Espantosa acción!


26

PONGO: Preparé los elefantes y me dirigí al sitio de los sucesos acompañado


por un pelotón de soldados, entrenados en la violación de doncellas y
el despanzurramiento de chiquillos. (Se anima) Al llegar…

BONGO: (Entusiasmado) ¿Al llegar? (

Pongo sube sobre la silla.

PONGO: ¡Y haciendo caso omiso del peligro, me arrojé sobre las poderosas
estructuras de barro y caña que guardaban a los sediciosos!.

BONGO: ¡Qué osadía!

PONGO: ¡Les pisé los cuerpos con mis elefantes y retorné a los cuarteles,
enarbolando como banderas los cadáveres aplastados!.

BONGO: ¡Magnífico final de una difícil campaña!.

PONGO: Esta tarde, el ciudadano Presidente de la República me colgó esta


medallita.

Fanfarria militar.
Surge Mongo con una banda de colores cruzándole el pecho. Se
acerca a Pongo que se cuadra. Abrazos. Aire de ceremonia.

MONGO: El Estado que presido, alaba ante la ciudadanía satisfecha, el oficio


callado y divino que desempeñas como servidor público.

PONGO: Gracias.

Bongo se desplaza por la escena lleno de temor.

MONGO: Nos sentimos harto satisfechos de contarte en nuestras gavillas y no


en las trincheras contrarias, donde militan los reptiles que atentan
contra el ornato y buena marcha de nuestros festines caníbales.

PONGO: ¡Mi deber es velar por la permanencia de todo lo que no debe


permanecer!.

Bongo se arroja gritando a proscenio.


27

BONGO: ¡Ay de mí, presiento que está cerca mi última hora!

Pongo extrae su pistola y utilizando como soporte el hombro de


Mongo apunta a Bongo.

BONGO: ¡Anoche cantó la pavita y siete gatos negros se asomaron a mi


ventana, observándome como si fuera un trozo de carne molida!.

Pongo guarda su pistola. Se cuadra de nuevo frente a Mongo. Bongo


se desplaza.

MONGO: ¡Dotaremos tu brazo con espadas de napalm!. ¡Te instruirás en el


lenguaje, saltos y astucia de los grandes simios y te infiltrarás en la
vida ciudadana, aguardando el momento propicio para enfrentarse a
los subversivos!.

Pongo apunta de nuevo a Bongo.

BONGO: Esta mañana, al ir de compras, pasé frente a una funeraria y se


abrieron las tapas de todos los ataúdes. Una bandada de buitres
seguía mis pasos entre los grandes edificios.

Pongo embiste a Bongo que lo esquiva repetidas veces.

MONGO: Los subversivos se encuentran en todas partes. Raptan aviones.


Inventan fórmulas para transmutar el oro en plomo. Cantan poesías
negras. Pretenden guardar el elixir de la felicidad y las palabras
secretas pronunciadas por Josué para detener el sol. Deberás estar
alerta, por lo tanto, y retener en tu memoria la imagen de todos los
merecedores del exterminio. ¡Hasta el día inesperado en que
desatemos la gran redada universal, en la que sólo sobrevivirán los
ciudadanos satisfechos!.

Mongo abraza a Pongo.

BONGO: ¡En la tarde vi lechuzas cantando sobre todos los semáforos!.

Pongo se desplaza a foro apuntando a Bongo.

BONGO: ¡Una nube negra, que cubría únicamente mi casa, desató una
tormenta que reventó los cristales, espejos, copas y vasos!.
28

Pongo se adelanta. Guarda su pistola. Mongo se retira a lateral


observando las acciones.

PONGO: ¡Mujer! ¡Osa gorda de mierda!

BONGO: Aquí estoy, mi señor.

PONGO: ¿Y esa cara de susto?

Pausa corta.

BONGO: Temo por ti. Desempeñas un oficio peligroso.

PONGO: Me agrada tu preocupación, aunque es un tanto inútil ya que soy


invulnerable.

BONGO: Puede alcanzarte alguna bala.

Pongo sonríe con suficiencia.

PONGO: Eso no le ocurre a los generales. Delante de mí siempre habrá


muchos soldados.

BONGO: ¿Y si una bomba cae del cielo?

Estupor. Pausa corta.

PONGO: ¡Déjate de malos augurios y acompáñame a dar un paseo!.

BONGO: ¿Un paseo?

PONGO: Toma mi brazo. (Bongo hace lo indicado) Salgamos juntos, para


envidia de los vecinos y comidilla de los adolescentes que gustan de
tus piernas largas.

Nuevo bolero.
Pongo hace girar a Bongo que se inclina como si recogiera una flor.

BONGO: El día está hermoso.


29

PONGO: Los ciudadanos satisfechos laboran tranquilamente para sus


patrones. Los patrones se dedican al golf y a la pesca del salmón.

BONGO: Los mendigos cubren de mugre las calles limpias.

PONGO: Tienes razón, es un bello día. ¿Cómo está el cielo?

Caminan.

BONGO: Azul.

PONGO: ¿Los árboles?

BONGO: Verdes.

PONGO: ¿La tierra?

BONGO: Marrón, mi señor.

Pongo se separa abruptamente.

PONGO: ¡Eso es lo que me gusta de ti: la originalidad!. Nunca serás capaz de


decir algo tan trivial como: “El cielo está como un trapo azul bordeado
de encajes” o “Los árboles nos están siguiendo los pasos”.

BONGO: Presiento que me vas a matar.

Pongo apunta con su pistola.

PONGO: Ahora pecas de profetisa, no de original.

BONGO: ¿Cuál es la razón?

PONGO: Porque el cielo es azul y los árboles verdes. Por eso, maricona.

Pongo se acerca a Bongo.

BONGO: ¡Eres un caballero andante!. Tu nobleza te impedirá darme muerte.

PONGO: Todo lo contrario. Me aturde la facilidad con que voy a hacerlo.


30

BONGO: No lo creo.

PONGO: Debe ser la costumbre, ¿No te parece?

BONGO: ¡Soy la madre de tus hijos!.

Pongo piensa. Baja la pistola.

PONGO: Es cierto. Perdóname. Me he comportado contigo de mala manera.


Como si fueras una subversiva.

BONGO: Te perdono.

PONGO: (Entusiasmado) Te doy algunos momentos de gracia. ¿Puedes llorar,


reírte o rezar!

Bolero. Toman tragos. Brindan. Luego, todos se disponen a sus


acciones. Bongo, en su papel de esposa de Pongo, corre de un lado
a otro
Pongo acribilla a balazos a Bongo que se desplaza gritando por la
escena hasta caer.

MONGO: (Se adelanta con su banda presidencial) ¿Quién lo hizo?

Pongo observa el cuerpo de Bongo, estruja su gorra entre las manos.

PONGO: Paseaba con mi hermosa esposa y puedo asegurar que la felicidad


existía. Hablábamos sobre las relaciones eróticas entre el sol y la
luna y los partos de planetoides. De pronto, una banda de
subversivos montados en dromedarios saltó las rejas del jardín y nos
atacó con grandes plátanos que repetidas veces intentaron clavar en
nuestros cuerpos. ¡Inútilmente, ya que mi instrucción gorila me
permitió quebrantarlos y comerme sus armas!. La lucha se inclinaba
a mi favor, cuando desenfundaron pistolas y acribillaron a mi dulce
esposa.

MONGO: A usted, ¿no lo hirieron?

PONGO: Soy dueño de un talismán que transforma las balas en serpentinas.


31

MONGO: (Señala a Bongo) ¿Está bien muerta?

Pongo se acerca a Bongo. Lo ausculta. Saca la pistola y le dispara


de nuevo.

MONGO: ¿Y eso?

PONGO: El tiro de gracia. La pobre respiraba y sufría aún.

Pausa. Mongo mira el cuerpo de Bongo, luego a Pongo.

MONGO: (Confidencial) Las malas lenguas aseguran que usted mató a su


esposa.

PONGO: (Asombrado) ¿Yo? ¿Matarla?

MONGO: Hay quien dice que lo vio dándole el permiso para vivir bajo tierra.

PONGO: ¿Cómo puede ser usted tan iluso? ¿No se da cuenta?

MONGO: ¿De qué?

PONGO: ¡Tales calumniadores son unos subversivos hijos de la grandísima


puta!.

MONGO: ¿Usted cree?

PONGHO: ¡Quieren encerrarme para que no los extermine!.¿Y después, señor


presidente? ¿Quién le cuidará el culo? ¡ Al librarse de mí tendrán las
manos libres para colocar bombas en todos los ministerios!.

Pausa. Mongo analiza.

MONGO: Así que todo forma parte de una conjura.

PONGO: Con implicaciones en el extranjero.

MONGO: ¡Vaya, no podemos negar que es una gran jugada! (Sonríe. Estrecha
la mano de Pongo) Pero no les resultará. (Se adelanta) ¡Los
culpables de este acto pagarán las consecuencias hasta la cuarta
generación!.
32

Bongo se quita las ropas femeninas.

MONGO: ¡Sobre ellos será extendida la maldición de las pirámides con su


triple mal de ojo!. El aire les faltará. La tierra se abrirá bajo sus pies.
Las vaginas de sus mujeres se transformarán en penes. Y
reforzaremos todas estas circunstancias con el anatema de King
Kong, el supremo gorila, que hace aborrecer el agua y la comida,
provocando al mismo tiempo una sed y un hambre insoportables.
¡Fuera de todo ello, lanzaremos en su persecución a los policías del
mundo!.

Bolero.
Pongo se dirige al ropero. Se despoja de la chaqueta militar y se
provee de un vestido de mujer. Bongo se adelanta con su vestidura
eclesiástica.

BONGO: En verdad os digo, que en la gran variedad de imágenes sagradas


que adornan nuestros templos, hay ejemplares magníficos. El Olimpo
de nuestra religión ofrece santos y santas para cualquier tipo de
problema. Desde un dolor de muelas hasta la prevención de la
muerte originada por el rayo. Artritis, obesidad, pies planos y
hemorroides, son sanadas por los patrones con la mayor
generosidad.

Mongo, tomando el aspecto de un piadoso feligrés, se acerca a


Bongo.

MONGO: Padre Bongo.

BONGO: Te escucho, hijo mío.

MONGO: Soy un hombre piadoso.

PONGO: ¡Maravilla de maravillas!

MONGO: Acudo al templo y hago actos de contrición.

BONGO: ¿Respetas a tus padres y procuras alimento y educación a tus hijos?

MONGO: Sí, padre.


33

BONGO: Serás recompensado con el reino de los cielos.

MONGO: Será el premio que merece mi vida santa.

Momento de éxtasis. Pausa corta. Por su parte, Pongo se acicala


como la mujer de Mongo.

BONGO: ¿Qué quieres de mí?

MONGO: Deseo hacer un regalo a mi esposa amantísima y acudo a usted a fin


de solicitar consejo en tan peculiar coyuntura.

BONGO: (Suspira) Las cosas andan mal en la parroquia. A los feligreses les
cuesta llevar la mano a los bolsillos. La iglesia se cae. Sus paredes
se desconchan y desde hace varios años hace falta pintarla.

Mongo da unos billetes a Bongo.

BONGO: Gracias por tu espontánea caridad. (Guarda los billetes. Se frota las
manos con energía) ¿Y bien? ¿Deseas para tu mujer un regalo
ajustado a tu fervor?

MONGO: Sí, padre.

BONGO: ¿Por qué no le regalas un galón de agua milagrosa tomada de la


fuente milagrosa de Santa Entropía? Puedo darte fe de sus virtudes
en la curación de la miopía y las uñas encajadas.

MONGO: No sé… (Pausa corta. Duda) Mi mujer usa los ungüentos de triple
efectividad preparados en los ritos del indio Paramaconi y sospecho
que el regalo que me sugiere no será bien recibido.

BONGO: Cierto. Los devotos tienen sus manías.

MONGO: Usted debe tener otras cosas, ¿no?

BONGO: Déjame pensar. (Pausa. Camina) ¡Ajá, un trozo de madera que


perteneció a la cama donde fueron violadas las once mil vírgenes!

MONGO: ¿Qué valor tiene?


34

BONGO: Acentúa el amor conyugal e impide la llegada de hijos indeseables.

Pausa.

MONGO: Quisiera… algo realmente original.

BONGO: (Ofendido) Hijo, un poco más de respeto. Mi mercancía no es


pacotilla, como quieres hacer ver.

MONGO: No pretendí ofenderlo, padre.

BONGO: Acércate a otras parroquias y compara mis ofertas y productos.

MONGO: No quise…

BONGO: Jamás nadie ha patrocinado el fervor mejor que yo. ¡Pongo a Dios
como testigo!

MONGO: ¡Lo que quiero es un obsequio explosivo!

Pausa corta. Bongo ve a Mongo.

BONGO: Sagradamente explosivo, querrás decir.

Mongo afirma.

MONGO: ¿Puede procurármelo?

Bolero.
Bongo se traslada a foro. Pongo se adelanta, muy femenina, y se
sienta en una de las sillas.

PONGO: Soy la esposa del senador Mongo,


artífice de la Ley del Más Fuerte, de la Ley de la Selva y de aquella
que controla los gritos de la gente.
La situación pública se ha hecho insoportable y cada día estoy más
alterada.
Mis amigas predilectas han sido asesinadas por las cuadrillas de
subversivos
35

y no salgo a la calle por temor a ser devorada por las hordas


ciudadanas.
El general Pongo y el buen pastor Bongo lamentan día y noche la
pérdida de sus mujeres
en compañía de otras mujeres y de muchas botellas de caña.
Un aire de impunidad flota sobre sus cabezas y temo por mí.
(Sonríe).
Pero hoy no. Hoy es nuestro aniversario de bodas y mi esposo traerá
al hogar ricos presentes.
Entre ellos una alfombra voladora comprada en un mercado persa.

Bolero.
Bongo surge con una imagen de carácter siniestro. Pongo danza por
la escena.

BONGO: Ella es Santa Cataclismica.

MONGO: ¿Qué la distingue?

BONGO: Su carácter alocado y tormentoso. Es la patrona de los náufragos,


amantes solitarios y suicidas. Los asesinos tienen su imagen en la
culata de sus pistolas.

PONGO: A cada uno de mis hijos les traerá una ballena para que jueguen en
el jardín. ¿Y a mí qué me obsequiará además de la alfombra? ¿Qué
será?

MONGO: ¿Tiene alguna oración para reforzar sus efectos?

PONGO: ¿Una caja de música? ¿El vellocino de oro?

Bongo entrega un papelito a Mongo.

BONGO: ¡Apréndela de memoria y dila con fervor!. Si una oración no brota con
suficiente combustible no llega al cielo. La devoción es el
combustible.

PONGO: Si me ama realmente, me regalará un traje nuevo. Azul, con


nubecitas en los hombros.
36

MONGO: ¿Puede ayudarme con sus oraciones?

BONGO: Claro, hijo. Mis plegarias harán que tu regalo sea bien recibido.

Bongo se aleja un poco y se arrodilla.

PONGO: Quizás un par de zapatos de esos que permiten flotar en el aire.

BONGO: Oremus. Explosivus reventarum cabezorum.

Bongo canta oración por lo bajo. Mongo sube sobre el banco. Pongo
se acerca a Mongo y simula confesarse.

MONGO: Con el regalo de mi mujer en los brazos me dirigí al Congreso


Nacional, donde hallé a mis colegas diputados enfrascados en la
búsqueda de una fórmula mortal para exterminar a los subversivos.
Nada mejor para desatar una matanza que el pretexto de un crimen
familiar –propuse–.
Usemos esta imagen inofensiva como el disfraz adecuado para una
muerte espantosa.
Yo seré viudo y feliz y tendrán ustedes, simultáneamente, la guillotina
adecuada para justificar los renglones cotidianos de crimen.
Agreguemos pues, a esta imagen, la furia concentrada de cien
barriles de pólvora.

Pongo abandona la postura de confesión. Salta por todo el


dispositivo. Bongo eleva los brazos. Mongo trabaja sobre la imagen.

PONGO: ¡Un caballito de mar!

BONGO: ¡Aleluya en las alturas! ¡Aleluya en los fondillos! ¡Oremus!

MONGO: ¡Tres tacos de dinamita!

PONGO: Tic-toc. Un conjunto coral de periquitos australianos. Tic-Toc.

BONGO: Tic-toc kirie eleison. La muerte para los sacerdotes alzados. La gloria
para la sumisión en los templos. Tic-toc.

MONGO: ¡Una tonelada de agujas, tornillos y avispas!


37

PONGO: Tic-tac. Una mula embarazada. Tic-toc.

BONGO: ¡Ora pro nobis, pro nobis, nobis!

MONGO: ¡La potencia de los volcanes e inundaciones!

Bolero.
Mongo levanta la imagen. Comienza a caminar, rápido, detrás de
Pongo. Bongo tras Mongo, gritos. Letanías. Pongo canta.
Silencio repentino.

MONGO: (Se detiene) ¡Mujer!

PONGO: (Se detiene) ¡Mi regalo! ¿Cuál es mi regalo?

MONGO: He caminado por todos los templos y santerías. Consulté a todos los
brujos, sacerdotes y espiritistas en relación a tu obsequio y aquí lo
traigo. Observa, ella es Santa Cataclísmica, patrona de las causas
perdidas.

Pongo se acerca a la imagen.

PONGO: ¿Mía? ¿Mi regalo?

MONGO: Colócala sobre la cama o debajo.


En el jardín o en el bosque cercano. No importa.
Sus efectos milagrosos se dejan sentir a muchos kilómetros de
distancia.

Pongo camina con la imagen.

PONGO: ¡Suena!.

MONGO: ¡Son los rumores de la calle!

PONGO: ¡Suena!

MONGO: ¡Los ruidos del viento!

PONGO: Tic-tac-tic-toc. (Ríe )Ti-tac-tic-toc.


38

Mongo y Bongo ríen. Mongo estrecha una de las manos de Pongo.

MONGO: Dejarás de ser una mujer apacible para transformarte en el brazo


armado de todos aquellos que persiguen.

PONGO: ¡Nunca, en mi mundo cerrado de guisos y recetas de postres imaginé


para mí suerte tan inmensa!.

Bongo toma un gran trapo rojo lleno de aberturas y lo sitúa tras las
figuras de Pongo y Mongo, a manera de marco de sus acciones.
Pausa.

MONGO: ¿La escuchas?

Pongo acerca su oído a la imagen.

PONGO: (Lento) Tic-tac. Ti-tac.

Mongo lo secunda. También Bongo tras la tela.

PONGO
BONGO Y
MONGO: Tic-tac-tic-toc.

PONGO: ¿Cuándo explotará?

MONGO: Pronto. La caballería se prepara.


Los tanques apuntan.
Los soldados rodean a los pueblos y los poderes se reúnen en
conferencia.

PONGO: ¿Y tú?

MONGO: Todas las jornadas poseen un héroe. La de mañana me pertenece.

Bongo comienza a cubrir a Pongo con el trapo rojo. Luego marcha a


foro y viste su traje de mujer.

PONGO: Deseo una caja de música y que cuando salga al jardín los
subversivos desaparezcan.
39

Mongo se adelanta.

MONGO: (Se adelanta) Ciudadano presidente de la república. Señores del


Congreso.
Vivimos a un paso de la muerte. Nuestros actos están siendo
estudiados y la historia es una espada que se acerca al cuello.
Lo posible y lo imposible ya no están en nuestras manos.
Cien pares de ojos nos siguen desde las ventanas y las puertas.
¡Ya ni los hogares son respetados por las hordas!
(Señala el bulto rojo que es Pongo, el cual se mueve débilmente).
¡Entre los trozos de mi mujer pido persecución! ¡Muerte violenta!
¡Exijo que las hachas, horcas y cañones salgan a relucir
y emprendamos el desfile de sangre que extermine de una vez y
para siempre
a la raza de hombres que todos conocemos!

Bolero.
Pongo comienza a estremecerse y gemir. La luz se concentra sobre
sus movimientos. Bongo y Mongo terminan de vestir los trajes de
mujer y reiteran los gritos y gestos efectuados cuando fueron
muertos en su carácter de mujeres. Se calman. Se toman de la
mano. Agarran los vasos y copas. Beben. Decrece luz.

FIN

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