Veamos qué se exige y sabremos qué hay que aprender… y enseñar
1. El contenido que cuenta...
La evaluación en el aula está pensada de manera ideal como recurso de aprendizaje. La evaluación condiciona y determina la forma de estudiar y aprender del alumno y acabará por centrar sus esfuerzos única y exclusivamente para superar las pruebas de evaluación. La evaluación limitada a un examen nos dice qué, cómo y cuánto sabe el alumno y los resultados se dan por definitivos aunque no debería de ser así porque un examen no es una herramienta demasiado precisa como para deducir de él que una persona sabe o no sabe simplemente por el hecho de haberlo superado o no. Aprobar se acepta de manera errónea como sinónimo de aprender.
2. La evaluación como factor determinante en el desarrollo del currículum.
La primera preocupación de los alumnos es averiguar cómo van a ser examinados, para poder así ajustar las formas y destrezas la tarea de estudiar con el fin de ajustarlas para aprender y por lo tanto no suspender. El profesor se centra, en cambio, en los programas y contenidos que debe enseñar. En cada examen, tarea o acto de evaluación se les informan a los alumnos sobre lo que deben aprender y cómo tienen que hacer para superarlos. El alumno a la hora de prepararse para el examen, estudia intuyendo qué es lo que puede salir en el mismo, tratará de adivinar o recordar qué cosas de lo dado en clase podrá salir en el examen, lo demás lo interpreta como de relleno, porque su interés se centra en aprobar el examen. Sin embargo las tareas de evaluación que sólo valoran aquello que ha sido enseñado son pobres y escasas. Para los profesores es más fácil evaluar la respuesta correcta sobre un contenido previamente dado que la calidad de pensamiento que pone el alumno en el ejercicio. La memorización, fidelidad a la palabra transmitida y la repetición son herramientas que garantizan el éxito y no el hecho de haber asimilado y apropiado el conocimiento. Se reconoce el papel del aprendizaje por medio de la evaluación, sin embargo se siguen usando los exámenes como medio para validar los conocimientos que adquieren los alumnos a pesar de que las evidencias demuestren que no es el recurso más adecuado. Se reconoce la complejidad del conocimiento pero siguen considerando y proponiendo el examen como recurso simple para validarlo.
3. La innovación curricular comienza por cambiar las formas de evaluar.
Al hacerlo cambiará la forma en la que el alumno estudia y aprende y cambiará la forma que el profesor tiene de explicar los contenidos. Si el profesor renuncia a utilizar los exámenes como forma de evaluar, el alumno y también el docente cambiarán de actitud y comportamiento ante la materia. Haciendo esto el profesor debe estar dispuesto a desempeñar funciones distintas en el aula, necesitará dedicarle tiempo y esfuerzos a tareas diferentes de las habituales ya que no será suficiente con transmitir información sino que deberá asegurar la comprensión y entendimiento de los contenidos de aprendizaje.
4. ¿Qué debe cambiar en la enseñanza para que la evaluación pueda desempeñar su
función formativa? Las formas de tratar los contenidos del programa, de relacionarse e interactuar con los alumnos y los métodos de enseñanza no se pueden basar en actividades transmisoras. El aprendizaje no puede ser actividad de recepción y acumulación de información en la que el sujeto que aprende permanece estático sino que es necesario que se implique en la propia actividad de aprender mientras aprende, no sólo cuando se le aplica un examen.
5. La evaluación como recurso y garantía de aprendizaje
Para hacer de la evaluación una actividad formativa se debe reconocer la necesidad de que quien aprende esté implicado en el propio proceso, hasta el punto de afirmar que ninguna actividad puede ser formativa si el alumno no participa de forma activa en ella. El alumno es el centro y la razón de ser del sistema educativo en todos los niveles. Las sucesivas leyes así lo proclaman y la última ley lo reconoce en el Preámbulo (“El alumnado es el centro y la razón de ser de la educación.”). Sin embargo, aunque la actual ley lo reconozca, no aparece la evaluación formativa y refuerza las medidas de control burocrático que llevan a la selección de unos y exclusión de muchos en función de la nota obtenida. Debemos de dar otro enfoque a la evaluación y ponerla al servicio de quien aprende, apostar por la evaluación para el aprendizaje y cuya finalidad sea fomentar, orientar y asegurar el aprendizaje reflexivo y ayudar al alumno a mejorar en el proceso, convirtiéndola así en una oportunidad para aprender y de aprovecharla para dicho fin. Para llevar a cabo una evaluación formativa es imprescindible: o La participación e implicación en todo el proceso del propio sujeto que aprende. o La autoevaluación: el alumno se autoevalúa y reconoce su implicación en el aprendizaje y se ve responsable del mismo como consecuencia del propio razonamiento. En su función formativa, la evaluación : o Se utiliza para ajustar la enseñanza a las necesidades de los alumnos, ayudarles a comprender sus fallos y aciertos y las causas que los provocan. o Estará centrada más en la ayuda que el profesor pueda brindar a sus alumnos en el aprendizaje por medio de la evaluación. o Permite hacer que el aprendizaje en la escuela vaya dirigido a formar personas autónomas, críticas y con pensamiento propio.