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Pequeño resumen de la paz perpetúa

Pues, habiendo acordado al concepto del deber su autoridad total, resulta manifiestamente ilógico
decir luego que no "puede" hacerse lo que él manda.

Efectivamente, el concepto del deber se derrumbaría por sí solo, ya que ninguno está forzado a lo
imposible. Por lo tanto, no puede haber disputa entre la política, como aplicación de la doctrina del
derecho, y la moral, que es la teoría de esa doctrina; no puede haber disputa entre la práctica y la
teoría.

A no ser que por moral se considere una doctrina general de la prudencia, es decir, una teoría de las
máximas convenientes para discernir los medios más adecuados de efectuar cada cual sus fines
interesados, lo cual equivaldría a la negación de toda moralidad. 

La política dice: "Sed astutos como la serpiente". La moral agrega esta condición limitativa: "Y
cándidos como la inocente paloma".

Si ambas proposiciones no pudieren entrar en un mismo precepto, existiría en realidad una


contradicción entre la política y la moral; mas si las dos tienen que ir completamente unidas, será
absurdo el concepto de la oposición, y la cuestión de cómo ha de solucionarse el conflicto, ni podrá
siquiera enunciarse como problema.

La proposición siguiente: "La mejor política es la honradez", es una teoría mil veces desmentida por la
práctica. Mas esta otra proposición, también teórica: "La honradez vale más que toda política" , está
infinitamente por encima de cualquier objeción y aun es la imprescindible condición de aquélla.

El dios-término de la moral no se inclina ante Júpiter, que es el dios-término de la fuerza. Júpiter se


halla sometido al Destino, o sea, la razón no tiene penetración suficiente como para conocer
absolutamente la serie de causas que son antecedentes y determinantes, que podrían permitir una
previsión segura del éxito favorable o contrario que ha de rematar las acciones u omisiones de los
hombres, según el mecanismo de la Naturaleza.

La razón puede esperar y desear obtener tal conocimiento total, pero no lo logra. Por el contrario, lo
que se deba hacer para mantenerse en la línea recta del deber, por normas de la sabiduría, la razón lo
sabe perfectamente y lo dice con claridad y hasta lo mantiene como propósito fundamental de la vida.

El propósito práctico, para el que la moral es una teoría simple, nos arrebata con crueldad toda
esperanza capaz de animarnos, sin perjuicio de aceptar que se debe y se puede efectuar. Se basa
para ello, en la afirmación de que la naturaleza humana tiene características tales, que el hombre
jamás deseará poner los medios necesarios para obtener el propósito de la paz perpetua.

No es suficiente para ello que la voluntad de todos los hombres esté a favor de una constitución legal,
según los principios de libertad; no es suficiente la unidad “distributiva” de la voluntad de todos. Se
necesita también para resolver un problema tan difícil, la unidad “colectiva” de la voluntad general.
Hace falta que todos, en conjunto, deseen tal estado, para instituir la total unidad de la sociedad civil.
Por ello y por sobre las diferentes voluntades particulares de todos es preciso, además, una causa que
las acerque y una que constituya la voluntad general. Esa causa unitaria no puede ser ninguna de las
voluntades particulares. De ahí surge que, para ejecutar tal idea, el estado legal comenzará por
utilizar métodos violentos y con esa coacción organizará luego el derecho público.

Por otra parte, no se puede contar con la conciencia moral del legislador y creer, como éste, luego de
haber reunido dentro de un pueblo a la horda salvaje, que va a dejarle el cuidado de instituir una
constitución jurídica de acuerdo con la voluntad común. Todo esto nos permite augurar con seguridad
que, entre la idea o teoría de la realidad o experiencia, habrá marcadas diferencias.

Sergio Andrés practicón vega


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“Que viva el futbol ..”

Sergio Andrés practicón vega

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