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juan josé benavides martínez Juan José Benavides Martínez (Vitoria, Álava,

Benavides martínez
1981). Doctor en Historia por la Universidad
del País Vasco, sus principales campos de inte-
rés son la emigración vasco-navarra en la Amé-

Juan José
rica colonial y la historia militar de Nueva Es-
paña durante el siglo xviii y el periodo de
ÚLTIMOS TÍTULOS PREMIADOS DE MONOGRAFÍAS El presente libro da a conocer una investigación inédita sobre un momento clave

de milicianos del rey


«NUESTRA AMÉRICA» independencia, cuestiones que ha tratado me-
en la historia militar de México. Tras la derrota española en la Guerra de los Siete Años diante ponencias en congresos internacionales
(1756-1763), los Borbones impulsaron una serie de reformas que transformaron el y diversos artículos publicados en revistas
Descubridores de la mente. La frenología sistema defensivo del imperio americano, convirtiendo a las milicias, hasta entonces

a soldados mexicanos
en Cuba y España en la primera mitad del científicas, españolas y latinoamericanas, así
siglo xix unas fuerzas improvisadas para casos de emergencia, en el cuerpo más numeroso. Es- como en libros especializados de autor colecti-
Armando García González (Premio 2012) tas unidades, armadas pero no militares, eran, en muchos aspectos, reflejo del orden vo. Ha sido beneficiario del Programa de Becas
La Junta de la Habana. Adaptación del pac- social reinante, porque en ellas se implicaban los distintos grupos de la sociedad y Predoctorales del Gobierno Vasco y su labor
to colonial en Cuba en vísperas de las inde-
pendencias hispanoamericanas (1808-1810)
constituían un nuevo espacio de poder, que coparon las élites locales. En San Luis
Potosí, una región periférica del imperio, pero de gran riqueza argentífera e importan- Milicias y sociedad en San Luis Potosí investigadora se ha visto reconocida con el pre-
mio Nuestra América del año 2013 por la pre-
(1767-1824)
Sigfrido Vázquez Cienfuegos (Accésit 2012)
cia estratégica por su ubicación al noreste del virreinato de Nueva España, se estable- sente monografía.
El mundo de los negocios de Indias. Las cieron varios cuerpos milicianos desde 1767. El análisis de su formación, desarrollo y
familias Álvarez Campana y Llano San Gi-
nés en el Cádiz del siglo xviii relación con la sociedad local nos proporciona un mayor conocimiento de la organiza-
ción social y política de la región potosina a finales del periodo colonial, así como de

Milicias y sociedad en San Luis Potosí (1767-1824)


María Dolores Herrero Gil (Premio 2011)
la evolución de los propios milicianos durante la guerra de independencia, en la que, a

a soldados mexicanos
Negociando la obediencia. Gestión y refor-

de milicianos del rey


ma de los virreinatos americanos en tiempos pesar de su fidelidad a la causa realista, terminaron apoyando el plan independentista
del conde-duque de Olivares (1621-1643) de Iturbide.
Arrigo Amadori (Accésit 2011)

La Dramaturgia de Mario Vargas Llosa:


Contra la violencia de los años ochenta, la
imaginación a escena
Elena Guichot Muñoz (Premio 2010)

Desenterrando tesoros en el siglo xvi. Com­


pañías de huaca y participación indí­gena
en Trujillo del Perú
Rocío Delibes Mateos (Accésit 2010)

Llamado a la misión pacífica. La dimensión


religiosa de la libertad en Bartolomé de las
Casas
Ramón Valdivia Giménez (Premio 2009)

Cuerpo abierto. Ciencia, enseñanza y colec-


cionismo andaluces en Cuba en el siglo xix
Armando García González (Accésit 2009)

La plata del rey y sus vasallos. Minería y


metalurgia en México (siglos xvi y xvii)
Jaime J. Lacueva Muñoz (Premio 2008)
SIDAD
ER
V
Neruda y los escritores de la Edad de Oro
D
I

E
UN

María Isabel López Martínez (Accésit 2008)


SEVIL

Espacio de poder, ciencia y agricultura en


L

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SIDAD
Cuba: el círculo de hacendados, 1878‑1917 V
ER

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ISBN 978-84-00-09834-6

E
Leida Fernández Prieto (Premio 2007)

UN

SEVIL
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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La pesca gallega en Terranova, siglos xvi‑xviii Ilustración de cubierta: El ejército de los Borbones.
Caroline Ménard (Accésit 2007)
Vol. III, Tropas de Ultramar (s. xviii), Manuel Gómez
UNIVERSIDAD DE SEVILLA Ruiz y Vicente Alonso Juanola, Madrid: Servicio His-
9 788400 098346
DIPUTACIÓN DE SEVILLA tórico Militar, 1992.

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de milicianos del rey a soldados mexicanos
juan josé benavides martínez

de milicianos del rey


a soldados mexicanos
Milicias y sociedad en San Luis Potosí
(1767-1824)

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS


UNIVERSIDAD DE SEVILLA
DIPUTACIÓN DE SEVILLA
MADRID, 2014
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Este original fue galardonado con el premio del concurso de monografías «Nuestra América 2013», convocado
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Vol. III, Tropas de Ultramar (s. xviii), Madrid: Servicio Histórico Militar, 1992.

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Impresión: Imprenta Roal, S. L.

Impreso en España-Printed in Spain


En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado TCF, cuya fibra procede
de bosques gestionados de forma sostenible.
ÍNDICE

Páginas

ÍNDICE DE MAPAS...................................................................................... 13

ÍNDICE DE GRÁFICOS.............................................................................. 15

GLOSARIO DE SIGLAS.............................................................................. 17

PRÓLOGO..................................................................................................... 19

INTRODUCCIÓN......................................................................................... 23

Capítulo 1.  El marco y LA TRAMA: San Luis Potosí y las


milicias a finales del periodo colonial...................... 29
1.  El escenario: San Luis Potosí................................................... 29
1.1. El último peldaño de una gran escalera........................................... 29
1.2. Plata y tierra. La evolución de San Luis Potosí durante el periodo
colonial............................................................................................ 32
1.3. El germen de un estado. La intendencia y los intendentes de San
Luis Potosí....................................................................................... 36
2. 
La defensa del virreinato: reformas militares en
Nueva España..................................................................................... 47
2.1. Nueva dinastía, nueva estrategia..................................................... 47
2.2. La defensa de Nueva España para los novohispanos...................... 52

7
índice

Páginas

Capítulo 2.  Viejas milicias y nuevas revueltas. Los mo­


tines de 1767 en San Luis Potosí............................................. 59
1. Vecinos armados al servicio del rey. Los orígenes
de las milicias en San Luis......................................................... 59
2. Los «indios mata-gachupines» y los «muy poderosos
señores del Cerro»........................................................................ 61
3. Negociación, horca y látigo................................................... 78
3.1. Francisco de Mora, el «caudillo negociador»................................. 78
3.2. El visitador José de Gálvez: castigo ejemplar................................. 87

Capítulo 3.  «Una multitud desorganizada de vagabun­


dos e indolentes». La Legión de San Carlos................ 97
1. Un cuerpo condenado al fracaso. Las carencias de
la nueva formación miliciana................................................ 97
1.1. La «impunidad» del fuero militar................................................... 99
1.2. Sin dinero no hay milicias............................................................... 102
1.3. Demasiados milicianos para tan poca milicia................................. 107
2. La cruda realidad de la Legión de San Carlos............. 111
2.1. Las mentiras del coronel................................................................. 111
2.2. Los mejores clientes de Rosalinda.................................................. 117
3. Zurciendo los rotos. Veinte años de reformas en la
Legión de San Carlos................................................................... 119
3.1. Una pesada losa para la real hacienda............................................. 120
3.2. Gálvez refunda «su milicia»............................................................ 122
3.3. El plan de Crespo: último intento de salvar la Legión.................... 124
3.4. Un final anunciado.......................................................................... 127

Capítulo 4.  La reforma sobre el papel. Los nuevos re­


gimientos provinciales de dragones de San Luis y
San Carlos......................................................................................... 135

8
índice

Páginas

1. Orden y disciplina: el coronel Salcedo y su comi-


sión en San Luis Potosí................................................................. 135
1.1. Siguiendo las instrucciones al pie de la letra.................................. 138
1.2. La nueva estrategia defensiva en la región potosina....................... 140
2. El factor humano.......................................................................... 143
2.1. La última revista de la extinta Legión de San Carlos...................... 143
2.2. Los reclutas de los nuevos regimientos........................................... 145
3. «Los vasallos de esta provincia no fueron menos li-
berales». La financiación del proyecto........................... 149
3.1. La generosidad de la población potosina........................................ 149
3.2. Las nuevas milicias «conquistaron» la sociedad potosina.............. 152

Capítulo 5.  Los regimientos provinciales de San Luis y


San Carlos, reflejo de la sociedad potosina........... 159
1. Hacendados, mineros y comerciantes. Los oficiales
peninsulares..................................................................................... 160
1.1. El éxito de los vasco-navarros y montañeses en la región poto­
sina.................................................................................................. 162
1.2. Los hidalgos norteños: vascongados y montañeses en las milicias
potosinas.......................................................................................... 173
2. Los potosinos en la defensa de su país. La oficiali-
dad criolla de las milicias PROVINCIALES........................ 177
2.1. Los señores de la tierra, la élite criolla............................................ 178
2.2. Los oficiales subalternos potosinos................................................. 182
2.3. La lucha por las oficialías: la marginación de los criollos.............. 185
3. El amplio horizonte de los regimientos provincia-
les. La tropa miliciana................................................................. 190
3.1. El entorno de la capital. Los milicianos del Regimiento de San
Luis.................................................................................................. 191

9
índice

Páginas

3.2. El camino de la plata. Los milicianos del Regimiento de San


Carlos.............................................................................................. 194

Capítulo 6.  El brazo ejecutor de la autoridad real.


Félix Calleja y la puesta en marcha de los regi­
mientos provinciales de San Luis y San Carlos........ 199
1. Las élites querían «sus regimientos»................................. 199
2. Llega un militar peninsular.................................................... 203
2.1. La negociación por los caballos de los regimientos provinciales... 207
2.2. Recaudar el dinero de las milicias................................................... 217
2.3. El acuerdo para la instrucción y la seguridad pública..................... 219
3. ¡Compañías, de frente: marchen!........................................... 222
3.1. Asamblea, revista y fiesta................................................................ 222
3.2. ¡Qué buenos milicianos si estuvieran en buenas manos!................ 226

Capítulo 7.  ¡A su órdenes mi coronel! Las milicias


y el ascenso de Félix Calleja en la sociedad po­
to­sina................................................................................................... 233
1. Félix Calleja: el comandante de las milicias de San
Luis.......................................................................................................... 233
1.1. Esta vez va en serio. Orden y disciplina en los regimientos provin-
ciales................................................................................................ 233
1.2. El «núcleo duro». Los oficiales del comandante............................. 238
1.3. Un militar de carrera, recto y con aspiraciones............................... 245
2. La influencia del coronel en la sociedad potosina.... 250
2.1. Negociación e imposición. La relación de Calleja con las autorida-
des locales....................................................................................... 250
2.2. «El amo Don Félix», dueño y señor de San Luis............................ 259
3. La forja de un líder. La autoridad de Calleja en un
periodo de inestabilidad........................................................... 263

10
índice

Páginas

3.1. ¡Viva Fernando VII y muera Napoleón (y la Junta)!...................... 263


3.2. Calleja y la representación potosina en las instituciones de la Mo-
narquía............................................................................................. 270

Capítulo 8.  Bastión realista. Las milicias potosinas y


su comandante durante la guerra................................. 279

1. Los ecos del grito. La respuesta potosina al estalli-


do insurgente................................................................................... 279
1.1. Las milicias se convierten en un ejército........................................ 281
1.2. Los frailes, la milicia urbana y la rebelión de San Luis.................. 291
2. De la hacienda de Bledos al palacio virreinal: la
guerra de Félix Calleja............................................................. 303
2.1. La campaña victoriosa del general.................................................. 304
2.2. El general (ausente) de San Luis..................................................... 309
2.3. Las milicias potosinas en la estrategia del virrey............................ 315
2.4. El «Plan Calleja» y sus consecuencias............................................ 326

Capítulo 9.  De milicianos a militares. La profesiona­


lización de las milicias potosinas................................... 333

1. Los criollos toman el mando................................................. 333


2. Del jacal al frente: los milicianos de los cuerpos
potosinos durante la guerra................................................. 343
2.1. Servir bajo una bandera................................................................... 345
2.2. Dejar las herramientas para coger las armas................................... 346
2.3. Los jóvenes solteros van a la guerra............................................... 348
2.4. Una guerra para todas las razas....................................................... 349
2.5. Firmar (o marcar una cruz) para servir........................................... 349
2.6. Potosinos y novohispanos luchando por el rey............................... 350
2.7. Y la guerra convirtió a los humildes milicianos en soldados orgu-
llosos................................................................................................ 354

11
índice

Páginas

3. Un nuevo horizonte para las milicias............................... 355


3.1. El esfuerzo potosino en la defensa.................................................. 355
3.2. Tras once años de guerra, la independencia.................................... 361
3.3. La profesionalización de los regimientos provinciales potosinos... 367
3.4. Nuevo Estado, ¿nuevas milicias?.................................................... 372

CONCLUSIONES......................................................................................... 379

FUENTES....................................................................................................... 391

FUENTES PRIMARIAS IMPRESAS......................................................... 395

BIBLIOGRAFÍA........................................................................................... 397

12
ÍNDICE DE MAPAS
Páginas

Mapa 1.  Estados de la República Mexicana.................................................. 31


Mapa 2.  Áreas geográficas del estado de San Luis Potosí............................ 31
Mapa 3. Alcaldías mayores que formaban el territorio del actual estado de
San Luis Potosí......................................................................................... 37
Mapa 4. Obispados entre los que se dividía el territorio del actual estado de
San Luis Potosí......................................................................................... 37
Mapa 5. Subdelegaciones de la provincia de San Luis Potosí...................... 42
Mapa 6. Representación esquemática de San Luis Potosí y sus barrios....... 72
Mapa 7. Representación esquemática de los pueblos y haciendas afectados
en los motines de 1767 en la jurisdicción de San Luis Potosí.................. 73
Mapa 8.  Cabeceras de las compañías de la Legión de San Carlos................ 98
Mapa 9.  Cabeceras de las compañías de los Regimientos Provinciales en la
provincia de San Luis Potosí.................................................................... 142
Mapa 10. Haciendas que contribuyeron con caballos al Regimiento de San
Luis........................................................................................................... 214
Mapa 11. Haciendas que contribuyeron con mayor número de caballos al
Regimiento de San Carlos........................................................................ 216
Mapa 12.  Campañas del ejército del centro al mando de Félix Calleja........ 317
Mapa 13. Organización del ejército realista de Nueva España por el virrey
Félix Calleja (septiembre de 1816)........................................................... 321

13
ÍNDICE DE GRÁFICOS
Páginas

Gráfico 1.  Origen de los oficiales de los regimientos provinciales de San


Luis y San Carlos...................................................................................... 161
Gráfico 2.  Origen de los oficiales milicianos por regiones donde se asenta-
ban las compañías..................................................................................... 162
Gráfico 3.  Origen de los oficiales peninsulares de los regimientos provin-
ciales de San Luis y San Carlos................................................................ 163
Gráfico 4.  Origen de los oficiales de los regimientos provinciales de San
Luis y San Carlos (1796-1798)................................................................. 240
Gráfico 5.  Origen de los oficiales peninsulares de los regimientos de dra-
gones de San Luis y San Carlos (1796-1798)........................................... 241
Gráfico 6.  Valoraciones de los oficiales milicianos por parte del coman-
dante Calleja............................................................................................. 243
Gráfico 7.  Evolución del origen de los oficiales de los cuerpos milicianos
potosinos................................................................................................... 340
Gráfico 8.  Diferencias entre milicianos potosinos y del resto de Nueva
España durante la guerra........................................................................... 353

15
GLOSARIO DE SIGLAS

ACD: Archivo del Congreso de los Diputados


AGI: Archivo General de Indias
AGMAB: Archivo General de la Marina «Álvaro Bazán»
AGMM: Archivo General Militar de Madrid
AGMS: Archivo General Militar de Segovia
AGN: Archivo General de la Nación (México)
AGS: Archivo General de Simancas
AHESLP: Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí
AHN: Archivo Histórico Nacional (España)
AMN: Archivo del Museo Naval
ARCHV: Archivo de Real Chancillería de Valladolid
BCM: Biblioteca Central Militar
BN: Biblioteca Nacional de España
DGT: Dirección General del Tesoro
RAH: Real Academia de la Historia
SGU: Secretaría de Guerra
RPPC: Registro Público de la Propiedad y el Comercio
VE: Varios Especiales

17
Prólogo

La publicación pertinente de la obra de Juan José Benavides se inscribe


en un momento importante para la historiografía americana, en el que in-
vestigaciones cada vez mejor documentadas descubren y amplían horizon-
tes; contribuyen a desvelar las redes de relaciones entre los diversos grupos
sociales en el vasto imperio español a partir del siglo xvi y hasta el xix, sus
formas de interactuar, su organización y, entre otras cosas, la defensa de los
intereses regionales. Asimismo, favorece la generación de un mayor sentido
de pertenencia y fortalece la identidad regional.
Las múltiples preguntas que el autor se planteó para realizar la investi-
gación le permitieron desarrollar un estudio centrado en el ocaso del perio-
do virreinal y los albores de las naciones hispanoamericanas independien-
tes. El espacio está acotado a la región del altiplano de San Luis Potosí en
el virreinato de la Nueva España, hoy México, y el eje rector de su trabajo
es el estudio de las milicias en San Luis Potosí, un tema escasamente estu-
diado hasta ahora.
El autor revisó detenidamente la bibliografía existente sobre su periodo
de estudio en el virreinato de la Nueva España y sobre San Luis Potosí. Con-
sultó de manera amplia los archivos que guardan documentación sobre el
periodo, la región y su tema, tanto en España como en México.
Como resultado, nos permite conocer ampliamente el proceso de for-
mación de cuerpos milicianos, sus características particulares, su proceso
de evolución, quiénes lo integraban, de qué manera fueron financiados,
cómo se relacionaban con la sociedad regional, qué papel jugaron en la
guerra de independencia y de qué manera transitaron hacia el nuevo orden
político.
El autor ofrece una nueva interpretación sobre los tumultos de 1767 y la
formación de la Legión de San Carlos, a través de la cual es posible distin-
guir las características del orden virreinal de la segunda mitad del siglo xviii
y el intrincado juego de relaciones de poder en la sociedad virreinal.

19
maría isabel monroy castillo

Esta investigación aborda también el establecimiento de la intendencia


de San Luis Potosí, la más extensa del virreinato de la Nueva España. Con-
tribuye al conocimiento y mejor aprecio del trabajo de los intendentes, en
particular de Bruno Díaz de Salcedo, el primero de ellos.
El surgimiento de los regimientos provinciales de San Luis y San Car-
los hacia 1795 puso punto final a la Legión de San Carlos. El desarrollo de
la investigación permite apreciar la organización de estos cuerpos, al prin-
cipio con una mayor parte de oficiales peninsulares, principalmente mon-
tañeses y vascos, que con el transcurso de la guerra de independencia fue-
ron reemplazados por criollos novohispanos pertenecientes a la élite, entre
los que encontramos prominentes hacendados, mineros y comerciantes y
una buena parte de ellos provenientes de la región potosina. El autor mues-
tra el modelo ejemplar de la formación de los cuerpos milicianos en San
Luis Potosí, su devenir como institución de poder, estrechamente vinculado
con la historia regional, donde se pueden seguir los trazos de la historia
política y social de la provincia de San Luis Potosí y se distingue con cla-
ridad la organización del poder regional. Asimismo, es posible seguir de
cerca la evolución de estos cuerpos hasta la creación del Estado nacional
a raíz de la consumación de la independencia en 1821 y el papel que des-
empeñaron en las nuevas milicias nacionales durante la primera mitad del
siglo xix.
Uno de los múltiples aciertos de la investigación es la forma en que el
autor plantea el surgimiento del liderazgo de Félix María Calleja del Rey
como comandante de la región, después como un inteligente estratega du-
rante la guerra de independencia, donde la formación de compañías de fie-
les realistas a lo largo y ancho del territorio del virreinato surtió un efecto
positivo, hasta su ascenso como virrey de la Nueva España. En la obra,
Calleja aparece como el impulsor del ejército, que, de acuerdo con la inter-
pretación de Benavides, fue la primera institución sobre la que se asentó el
México independiente.
Otra de las contribuciones importantes de la obra es las noticias bio-
gráficas detalladas de una gran parte de los actores que intervinieron du-
rante este periodo, lo que nos permite comprender mejor la situación del
entorno y la forma en que se tejieron las redes de relaciones sociales, políti-
cas y económicas no solo en la región de San Luis Potosí, sino también los
vínculos con otras provincias, sus nexos con la ciudad de México, sede del
poder virreinal, y con la metrópoli.

20
prólogo

Esta obra es una aportación original a la historiografía mexicana y re-


gional, que contó con la atinada dirección del Dr. Juan Bosco Amores, pro-
fesor titular de Historia de América en la Facultad de Letras de la Universi-
dad del País Vasco. También es producto de una labor acuciosa de
investigación y de interpretación que bien puede servir de modelo para tra-
bajos similares en las distintas regiones americanas y que ha merecido, en
su versión del año 2013, el prestigioso premio Nuestra América, que otorgan
la Diputación y la Universidad de Sevilla junto con el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.

Dra. María Isabel Monroy Castillo


El Colegio de San Luis, A.C.

21
INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es llegar a conocer con mayor exactitud las


principales características y el papel desempeñado por la institución militar
en San Luis Potosí a finales del periodo colonial y durante la guerra de inde-
pendencia, así como sus implicaciones y consecuencias políticas y sociales,
fundamentalmente en la región del Altiplano potosino.
La idea de realizar esta investigación comenzó por un interés personal
por la Historia de México, y en especial por el periodo de su independencia,
del que la historiografía de los últimos años, ante la conmemoración del bi-
centenario del inicio del proceso en 1810, viene ofreciendo nuevas perspec-
tivas y enfoques tanto conceptuales como metodológicos.1 Se ha superado la
visión tradicional en la que primaba la óptica del «centro» (metrópoli, auto-
ridades coloniales y élites capitalinas americanas parecían ser los únicos ac-
tores), imponiéndose nuevos planteamientos que permiten identificar las di-
ferencias entre las distintas regiones americanas y la actitud de los diversos
grupos de la sociedad.2 Por ello se presta más atención a los aspectos sociales
y culturales desde una perspectiva regional, centrada institucionalmente en
las intendencias, circunscripciones administrativas del final de la época colo-
nial que se convirtieron en los verdaderos espacios naturales y de poder en el
conjunto del imperio.3 De hecho, las nuevas repúblicas americanas tendieron
a adoptar una organización federal que suponía la adaptación de una realidad

1
  En buena medida siguiendo las nuevas líneas de interpretación abiertas por François-Xavier
Guerra en: Guerra, François-Xavier, Modernidad e independencias. Ensayo sobre las revoluciones
hispánicas, Madrid: Mapfre, 1992.
2
  Dos claros ejemplos en esta línea serían: Hamnett, Brian, Raíces de la insurgencia en México:
historia regional (1750-1824), México: Fondo de Cultura Económica, 1990; y Van Young, Eric, La
otra rebelión: la lucha por la independencia de México, México: Fondo de Cultura Económica,
2007.
3
  Pérez Herrero, Pedro, Región e historia en México (1700-1850). Métodos de análisis regio-
nal, México: UAM, 1991.

23
juan josé benavides martínez

anterior al nuevo orden constitucional liberal.4 Por otro lado, la pretendida


influencia otorgada a la Ilustración y la revolución francesa y la insistencia
de una parte de la historiografía en presentar el tránsito de la colonia a la
república como una ruptura que hizo tabla rasa de la estructura precedente
son otros de los aspectos que están en revisión, haciendo hincapié en la per-
manencia de un mundo de representaciones y mentalidades relacionadas con
la cultura hispánica y el constitucionalismo gaditano más allá de la indepen-
dencia.5
A partir de esos presupuestos, decidimos acotar la investigación a una
región de México para que el tema no fuera inabarcable, y nos decantamos
por San Luis Potosí, una extensa demarcación del norte del virreinato de
Nueva España. El periodo cronológico del estudio comprendería desde el
estallido de los motines de 1767, tras la aplicación de las primeras reformas
borbónicas en la zona, hasta el momento inmediatamente posterior a la inde-
pendencia (1821-1824). En esta elección se ha tenido en cuenta la diversidad
geográfica y social de la circunscripción, así como la escasez de trabajos
monográficos sobre ese territorio para el periodo escogido.6
El objeto específico de la investigación son las milicias, que en muchos
aspectos eran un reflejo del orden social reinante. Consideramos que su
estudio puede resultar de gran utilidad para obtener un conocimiento más
profundo de la sociedad colonial americana, ya que proporciona una pers-
pectiva privilegiada para la historia social, política y regional. El análisis de
4
  En este sentido, para el caso mexicano, cabría destacar: Vázquez, Josefina Zoraida (coord.), El
establecimiento del federalismo en México, 1821-27, México: El Colegio de México, 2003.
5
 Véase: Álvarez Cuartero, Izaskun y Sánchez Gómez, Julio, Visiones y revisiones de la inde-
pendencia americana: México, Centroamérica y Haití, Salamanca: Ediciones Universidad de Sala-
manca, 2005; idem, e idem, Visiones y revisiones de la independencia americana: la independencia
de América, la Constitución de Cádiz y las constituciones iberoamericanas, Salamanca: Ediciones
Universidad de Salamanca, 2007; Amores Carredano, Juan Bosco (ed.), Las independencias ibe-
roamericanas, ¿un proceso imaginado?, Bilbao: Universidad del País Vasco, 2009; Chust Calero,
Manuel, y Serrano Ortega, José Antonio, Debates sobre las independencias americanas, Madrid:
Iberoamericana, 2007; idem, e idem, «Nueva España versus México: historiografía y propuestas de
discusión sobre la Guerra de Independencia y el Liberalismo doceañista», Revista Complutense de
Historia de América, n.º 33, 2007, Universidad Complutense, Madrid, pp. 15-33; y Suárez Cortina,
Manuel y Pérez Vejo, Tomás (coords.), Los caminos de la ciudadanía: México y España en perspec-
tiva comparada, Santander: Biblioteca Nueva, 2010.
6
  La mayor parte de la historiografía sobre San Luis Potosí son obras clásicas, de eruditos, que
aportan datos interesantes pero que es necesario actualizar. En este sentido son destacables las apor-
taciones de carácter científico para el periodo tardocolonial e independencia de, entre otros, María
Isabel Monroy, Graciela Bernal, José Alfredo Rangel e Hira de Gortari, a cuyas obras nos iremos
refiriendo durante el desarrollo del presente trabajo.

24
introducción

los cuerpos milicianos sobrepasa lo puramente militar, porque en ellos se


implicaban los distintos grupos y etnias de la sociedad, y porque constituían
un espacio de poder privilegiado para la defensa de los intereses locales
(principalmente de las élites). Además, jugaron un papel de primer orden en
la organización del poder regional y en relación con las estructuras admi-
nistrativas (intendencia, cabildos y nuevas instituciones constitucionales)
durante los últimos años del periodo colonial y el largo proceso de indepen-
dencia. Por tanto, no nos centraremos en las cuestiones puramente castren-
ses, sino que, partiendo de la idea de que las milicias eran una institución
fundamental de la sociedad colonial potosina (e indiana), analizaremos su
formación, características y desarrollo. Siguiendo un enfoque social y re-
gional, en consonancia con la historiografía reciente de temática militar,
pretendemos explicar las razones por las que se establecieron los cuerpos
milicianos en San Luis Potosí, primero la Legión de San Carlos y después
los regimientos provinciales de San Luis y San Carlos, a los que en 1810,
tras el estallido insurgente, se unieron el Batallón de Infantería de San Luis
y los Dragones Fieles del Potosí, así como sus principales características y
diferencias, ya que su formación respondía a distintas necesidades según
las circunstancias generales del periodo en que se crearon. Se aborda tam-
bién la relación de las milicias, una nueva institución de poder, con la socie-
dad potosina. Su organización interna, la forma de financiarse, el origen de
los cuadros de mando, su relación con las instituciones (ayuntamientos,
subdelegaciones, intendencia e Iglesia) y su evolución, son, entre otros,
algunos de los puntos que pueden acercarnos al conocimiento de la estruc-
tura social y de la situación política de San Luis Potosí en las últimas déca-
das del periodo colonial.
Tras los tumultos de 1767, tradicionalmente achacados a la expulsión de
los jesuitas y a las nuevas políticas fiscales de la Corona, y que tuvieron en
San Luis uno de sus escenarios principales en Nueva España, se estableció
en la región potosina una fuerza miliciana permanente, la Legión de San
Carlos. Sus limitaciones hicieron que resultara de escasa utilidad y, casi
treinta años después, en 1795, fue remplazada por los regimientos provincia-
les de San Luis y de San Carlos. Ninguna de estas fuerzas estaba formada por
tropas profesionales, sino que eran cuerpos milicianos, unidades armadas
pero no militares, que fueron la base fundamental de la defensa del continen-
te americano desde la aplicación de las reformas borbónicas. Estas reformas,
y en especial las relacionadas con las milicias en América, han sido profusa-

25
juan josé benavides martínez

mente tratadas por la historiografía reciente;7 sin embargo, las referencias a


los regimientos potosinos son muy escasas a pesar de que su establecimiento
es un modelo ejemplar de este proceso en Nueva España, y de que, apenas
quince años después de su formación, al estallar la insurgencia, jugaran un
papel protagonista en la guerra de independencia, lo que añade al tema un
valor estratégico.8
La creación de cuerpos milicianos con una estructura militar en el conti-
nente americano fue una consecuencia de la derrota española en la guerra de
los Siete Años, cuando se vio la necesidad de que los habitantes de las Amé-
ricas contribuyeran a la defensa del territorio. En general, las élites criollas
ocuparon los puestos de mando de estas fuerzas, logrando así aumentar su
prestigio e influencia en la sociedad gracias sobre todo al disfrute del fuero
militar, un instrumento muy valioso para defender sus propios intereses, que
en ocasiones eran distintos e incluso contrarios a los de la Corona. Entre los
dirigentes de las milicias de San Luis, peninsulares en su mayoría, no encon-
tramos síntomas de descontento o disidencia criolla, salvo alguna excepción

7
  Desde los años ochenta se han publicado gran cantidad de obras sobre la aplicación de las
reformas militares en América, y aunque el objeto central de muchas de ellas sea el ejército regular,
las milicias, debido a sus implicaciones sociales, su protagonismo durante la guerra de independen-
cia y su influencia en la organización de los sistemas defensivos de las república americanas, han
merecido la atención de varios autores, entre los que podemos destacar: Albi de la Cuesta, Julio,
La defensa de Las Indias: 1764-1799, Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1987;
Archer, Christon, El ejército en el México Borbónico (1760-1810), México: Fondo de Cultura
Económica, 1983; Chust Calero, Manuel y Marchena Fernández, Juan (eds.), Las armas de la
nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamérica (1750-1850), Madrid: Iberoamericana,
2007; Kuethe, Allan, Reforma militar y sociedad en Nueva Granada (1773-1808), Bogotá: Banco
de la República, 1993; Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias en el mundo colonial ame-
ricano, Madrid: Mapfre, 1992; Marchena Fernández, Juan, Caballero Gómez, Gumersindo y To-
rres Arriaza, Diego, El ejército en América antes de la independencia: ejército regular y milicias
americanas (1750-1815), Madrid: Fundación Mapfre-Tavera, 2005; Mc Alister, Lyle, El fuero
militar en la Nueva España, México: UNAM, 1982; Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno. Los
pueblos y la independencia de México, Sevilla: Universidad de Sevilla, 1997; idem, «Las fuerzas
militares y el proyecto de estado en México, 1767-1835», en Hernández Chávez, Alicia y Miño
Grijalva, Manuel (coords.), Cincuenta años de historia en México, México: El Colegio de México,
1993, T. I, pp. 261-279; Suárez, Santiago Gerardo, Las Milicias, instituciones militares hispanoa-
mericanas, Caracas: Academia Nacional de Historia, 1984; y Thibaud, Clement, Repúblicas en
armas: los ejércitos bolivarianos en la guerra de independencia en Colombia y Venezuela, Bogotá:
Planeta, 2003.
8
  Como principales referencias del papel de los soldados potosinos en la guerra de independen-
cia destacan: Garrocho Sandoval, Carlos, Los soldados potosinos en la guerra de la independencia,
San Luis Potosí: Academia de Historia Potosina, 1976; y Noyola, Inocencio, Insurgentes y realistas
en la Provincia de San Luis Potosí: 1808-1821, México: Instituto Mora, 1993.

26
introducción

entre los grupos intermedios de la sociedad, aunque sus exigencias llegaron


a paralizar el establecimiento miliciano.
La llegada en 1796 de Félix María Calleja del Rey como comandante
militar de la región resultó ser clave. Supo conjugar los intereses de las élites
locales y los de la Corona y consiguió que las milicias potosinas fueran unas
fuerzas útiles. Su figura fue respetada por el resto de las autoridades de la
intendencia, y llegó a convertirse en el hombre más influyente de la región,
emparentando con la élite criolla mediante vía matrimonial. Cuando en 1810
estalló la revuelta liderada por el cura Hidalgo, no desaprovechó la oportuni-
dad de hacer méritos para progresar en su carrera. Por iniciativa propia, e
incluso contradiciendo las órdenes del virrey, salió a perseguir a los rebeldes
al frente de un ejército de casi 3000 hombres, que él mismo había formado.
En esta fuerza, además de los regimientos milicianos que comandaba, esta-
ban alistados cientos de voluntarios locales que organizó en dos nuevos cuer-
pos, uno de infantería, «Los Tamarindos», y otro de caballería, los «Fieles
del Potosí». Estas tropas, compuestas fundamentalmente por humildes cam-
pesinos y con una oficialidad de origen criollo en su mayoría, fueron la base
del ejército que derrotó a los insurgentes, lo que favoreció la designación de
Calleja como virrey en 1813, que supo reconocer su labor designándolas
para puestos clave en el sistema defensivo del virreinato. Durante la guerra,
las milicias potosinas adquirieron un alto grado de profesionalización y en
1821, tras apoyar el Plan de Iguala, terminaron por incorporarse al nuevo
ejército del México independiente.
Después de un análisis, que consideramos exhaustivo, de la formación,
composición y evolución de estos regimientos, hemos podido comprobar la
relevancia y utilidad del tema y del enfoque de la investigación para obtener
un conocimiento más profundo de la sociedad potosina y del papel de las
milicias en la defensa de la región y en el proceso de independencia.
Las fuentes documentales en las que se basa este trabajo proceden de
once archivos diferentes, la mayoría españoles: Archivo del Congreso de los
Diputados, Archivo General Militar de Madrid, Archivo Histórico Nacional
y Archivo del Museo Naval, situados en Madrid, y Archivo General de In-
dias (Sevilla), Archivo General de la Marina «Álvaro Bazán» (Guadalajara),
Archivo General Militar de Segovia, Archivo General de Simancas y Archi-
vo de la Real Chancillería de Valladolid. Además, en México hemos consul-
tado el Archivo General de la Nación y el Archivo Histórico del Estado de
San Luis Potosí. También, buena parte del material documental y bibliográ-

27
juan josé benavides martínez

fico, procede de seis bibliotecas, la Biblioteca de la Escuela de Estudios His-


panoamericanos (CSIC), de Sevilla, y el resto de Madrid: Biblioteca Nacio-
nal de España, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Biblioteca
Hispánica (Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación), Bibliote­
ca Central Militar (Instituto de Historia y Cultura Militar) y Biblioteca To-
más Navarro Tomás (CSIC). Circunstancias personales nos han impedido
consultar con mayor detenimiento el Archivo Histórico del Estado de San
Luis Potosí, así como otras instituciones mexicanas, aunque, el mayor peso
documental de la investigación proviene del Archivo General de la Nación
de México.
Para concluir, en el capítulo de agradecimientos, quisiera destacar la im-
portante labor de la Dirección General de Política Científica del Gobierno
Vasco, cuyo programa de becas, del que he sido beneficiario, me ha permiti-
do contar con los recursos y el tiempo necesarios para la elaboración del
presente trabajo. También quisiera agradecer el trabajo de mi director, el
doctor Juan Bosco Amores, así como los consejos, la ayuda y los comenta-
rios de los doctores Jesús Ruiz de Gordejuela, Sigfrido Vázquez Cienfuegos
y Graciela Bernal. Por último agradecer el apoyo y los ánimos que en todo
momento he recibido de mis amigos y familiares, especialmente a mis pa-
dres, Juan José y Sabina, y a mi novia, Yairi, sin cuyo apoyo y comprensión
hubiera sido más difícil llevar a cabo esta tarea.

Vitoria, 6 de septiembre de 2013

28
Capítulo 1
EL MARCO Y LA TRAMA: SAN LUIS POTOSÍ
Y LAS MILICIAS A FINALES DEL PERIODO COLONIAL

1. El escenario: San Luis Potosí

1.1. El último peldaño de una gran escalera

El contexto geográfico en el que se enmarca principalmente esta investi-


gación es el Altiplano potosino, la región natural más grande y con mayores
núcleos de población del actual estado de San Luis Potosí, que por su situa-
ción geográfica ha sido y sigue siendo un punto de enlace entre el sur y el
norte de México.1
El territorio del estado de San Luis es una región de una gran diversidad
geográfica y cultural, que comprende zonas de la altiplanicie mexicana, la
Sierra Madre Oriental y la planicie costera del golfo de México, pudiendo
dividirse en tres áreas geográficas claramente diferenciadas: el Altiplano, la
zona media y la Huasteca.2 La Huasteca es una región natural que se extiende
por el territorio de varios estados: este de San Luis Potosí, norte de Veracruz,
sur de Tamaulipas, y norte de Hidalgo y Querétaro. Es un territorio de escasa

1
  Entendemos como región el ámbito territorial en el que se dan unos determinados procesos
sociales y en donde hay una interrelación entre el hombre y el medio que lo distingue de otros. No-
yola, Inocencio, Insurgentes y realistas…, p. 1.
2
  Octaviano Cabrera describió la región potosina como «una ancha y enorme escalera que,
arrancando desde la planicie cálida y boscosa del Golfo de México, sube hasta la fresca y calva
cumbre del altiplano». Cabrera Ipiña, Octaviano, San Luis Potosí y su territorio: ensayo geográfico,
San Luis Potosí: 1962, p. 12.

29
juan josé benavides martínez

altitud sobre el nivel del mar, con un clima húmedo y tropical.3 La zona me-
dia tiene una altitud de unos 1000 metros y un clima estepario, que en el
norte es más seco mientras que en el sur es más templado.4 Por su parte, el
Altiplano es la mayor de las tres áreas geográficas potosinas, donde se loca-
lizan varias poblaciones de importancia, como la propia capital, San Luis
Potosí. Ocupa la parte occidental del estado, que es la región de mayor alti-
tud, con una media de 2000 metros. Fue una zona de gran riqueza minera y
tiene un clima desértico.5
Además de la diversidad geográfica y climática, existen profundas dife-
rencias culturales entre los distintos grupos de población del territorio del
actual estado de San Luis Potosí. Antes de la llegada de los españoles, la
Huasteca era una zona habitada por población con rasgos similares a los
pueblos mesoamericanos, con un perfil particular, pero que no llegaron a
formar una unidad política.6 Por su parte, en el Altiplano y la zona media,
predominaban grupos de cazadores-recolectores nómadas. Se trataba de di-
versas tribus entre las que predominaban los guachichiles (Altiplano) y los
pames (zona media), aunque los españoles utilizaron el mismo término gené-
rico que los indios mesoamericanos para referirse a todos estos pueblos, chi-
chimecas.7
Las grandes diferencias entre las regiones potosinas nos llevaron a cen-
trar nuestra investigación en una de ellas, el Altiplano, el espacio en el que se
establecieron los cuerpos milicianos estudiados. De esta manera también se
3
  Esto la convierte en la zona con la vegetación más frondosa del estado. Monroy Castillo,
María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de San Luis Potosí, México: El Colegio de
México, 1997, pp. 28-31. Para más datos sobre la Huasteca potosina: Cabrera Ipiña, Octaviano, La
Huasteca potosina, San Luis Potosí: Imprenta del Comercio, 1976.
4
  La vegetación es escasa. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve
historia de..., pp. 28-34. Sobre la zona media podemos destacar dos monografías: Michelet, Domi-
nique, Rioverde, San Luis Potosí, México: Instituto de Cultura de San Luis Potosí, 1996; y Monte-
jano y Aguiñaga, Rafael, El Valle del Maíz, San Luis Potosí: Imprenta Evolución, 1967.
5
  Carece de ríos de caudal permanente y la vegetación se reduce a pequeños matorrales y cactá-
ceas, especialmente nopales. Montejano y Aguiñaga, Rafael, San Luis Potosí, la tierra y el hombre,
San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado, 1990, pp. 10-25.
6
  Los huastecos estaban divididos en varios señoríos autónomos, regidos por un cacique, que a
finales del siglo xv fueron conquistados por los mexicas. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo
Unna, Tomás, Breve historia de..., pp. 52-61.
7
  Estas tribus no practicaron la agricultura y no desarrollaron grandes centros de población.
Conseguían su sustento llevando una vida nómada y mantenían una organización tribal. Los trabajos
sobre estas culturas son escasos, tan solo destacar: Chemin, Heidi, Los pames septentrionales de San
Luis Potosí, México: Instituto Nacional Indigenista, 1984; y Meade, Joaquín, Arqueología de
San Luis Potosí, México: Sociedad Mexicana de Historia y Estadística, 1941.

30
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

Mapa 1.  Estados de la República Mexicana.

(Elaboración propia)

Mapa 2.  Áreas geográficas del estado de San Luis Potosí.

(Elaboración propia)

31
juan josé benavides martínez

evitan posibles anacronismos derivados de tomar como marco geográfico un


espacio, el estado de San Luis Potosí, para un estudio anterior a su formación
como tal. Aun así, para contextualizar mejor el presente trabajo, creemos
necesario referirnos a las tres regiones potosinas, ya que los temas que se
abordan no podrían entenderse sin tener en cuenta las interrelaciones exis-
tentes entre estas áreas, que culminaron con su inclusión en el mismo estado
tras la independencia.

1.2. Plata y tierra. La evolución de San Luis Potosí


durante el periodo colonial

La conquista y colonización del territorio potosino no fue un proceso


uniforme. La Huasteca fue sometida por Hernán Cortés en 1522 para cortar
el paso hacia el interior del territorio a Francisco de Garay, gobernador de
Jamaica, que preparaba una expedición por el río Pánuco.8 Por su parte, la
llegada de los españoles a la zona media y al Altiplano se produjo durante
la segunda mitad del siglo xvi, dentro del contexto de la Guerra Chichime-
ca.9 Tras varias décadas de continuos enfrentamientos, a finales del siglo
xvi, las autoridades españolas, interesadas en concluir el conflicto, comen-

8
  Desde ese momento comenzaron a asentarse españoles y, en 1533, Nuño Beltrán de Guzmán,
primer gobernador de la provincia de Pánuco, fundó la Villa de Santiago de los Valles de Oxitipa, la
primera población española del actual estado de San Luis. También llegaron religiosos, franciscanos
fundamentalmente. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de…,
pp. 63-68; Mandeville, Peter, La jurisdicción de la villa de Santiago de los Valles, San Luis Potosí:
Academia de Historia Potosina, 1976, pp. 47-54; y Noyola, Inocencio, La custodia franciscana de
Rioverde (1607-1780), México: UAM, 1988.
9
  Estas áreas formaban parte de la llamada «Gran Chichimeca», una amplia región del norte de
México en la que se vivió un duro enfrentamiento durante la segunda mitad del siglo xvi entre los
colonos y los pueblos nómadas que la habitaban, la Guerra Chichimeca. Varios descubrimientos
mineros, como los de Zacatecas y Guanajuato, provocaron la llegada cada vez más numerosa de
colonos a esta región. Las diversas tribus reaccionaron violentamente contra los nuevos pobladores,
que pretendían expulsarles de las zonas ricas en minerales. Florescano, Enrique, «Colonización,
ocupación del suelo y «frontera» en el norte de Nueva España, 1521-1750», en Jara, Álvaro (coord.),
Tierras Nuevas. Expansión territorial y ocupación del suelo en América (siglos xvi-xix), México: El
Colegio de México, 1969, p. 45. Sobre la Guerra Chichimeca véase: Carrillo, Alberto, El debate
sobre la guerra chichimeca, México: El Colegio de Michoacán – El Colegio de San Luis, 1997;
Powell, Phillip, La guerra chichimeca, México: Fondo de Cultura Económica, 1996; e idem, Capi-
tán Mestizo: Miguel Caldera y la frontera norteña. La pacificación de los chichimecas, México:
Fondo de Cultura Económica, 1997.

32
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

zaron a negociar tratados de paz con las tribus, la llamada «paz por
compra».10 De este modo, se consiguió alcanzar un estado de paz general
hacia 1590. Además, la población del Altiplano se incrementó con el envío
en 1591 de un grupo de tlaxcaltecas.11 En esta coyuntura de pacificación y
ocupación progresiva del territorio, en 1592, el capitán Miguel Caldera rea-
lizó el descubrimiento argentífero más importante de la región, las minas
del cerro de San Pedro.12 Debido a la imposibilidad de fundar un asenta-
miento en ese enclave por la escasez de agua, se pensó en el cercano pobla-
do indígena de San Luis, establecido en 1583 por el franciscano fray Diego
de la Magdalena. Los tlaxcaltecas y guachichiles fueron trasladados, fun-
dándose oficialmente, en noviembre de 1592, el pueblo de San Luis y Minas
del Potosí.13
La riqueza minera fomentó la llegada de nuevos pobladores, y durante el
siglo xvii la región potosina vivió un periodo de auge económico y demográ-
fico. Se fundaron nuevas poblaciones cerca de varios yacimientos recién des-
cubiertos, entre los que podemos destacar Guadalcázar, Sierra de Pinos (ac-
tual estado de Zacatecas), Ramos y Matehuala, que propiciaron que en 1628
se dotara a San Luis de unas cajas reales y el control del cobro del Quinto
Real.14 También se fundaron varios pueblos de indios, como Santa María del
Río, Rioverde y Mexquitic, en los que cohabitaban distintas tribus chichime-

10
  Mediante estos tratados, los grupos indios juraban lealtad al rey, aceptaban convertirse a la
religión cristiana y reducirse en un poblado indicado por las autoridades españolas, y a cambio reci-
bían maíz, ganado, aperos de labranza, ropa y calzado. Así, la Corona consiguió el dominio de una
región rica en plata y la incorporación de nuevos súbditos que pagarían impuestos. Powell, Philip,
La guerra…, p. 341.
11
  Las autoridades querían que enseñasen a las tribus chichimecas los modos de vida sedentaria
y que sirvieran como mano de obra para las minas. Sin embargo, ambas comunidades nunca se mez-
claron. Ibid., pp. 194 y 195; y Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve his-
toria de..., pp. 81-86.
12
  Caldera, hijo de un minero español y una india guachichil, jugó un papel fundamental cele-
brando tratados de paz con varias tribus del Altiplano potosino. Su prematura muerte y su condición
de mestizo no le permitieron acceder a recompensas acordes a sus méritos. Ruiz Guadalajara, Juan
Carlos, «“…a su costa e minsión…” El papel de los particulares en la conquista, pacificación y con-
servación de la Nueva España», en Ruiz Ibáñez, José Javier (coord.), Las milicias del rey de España.
Sociedad, política e identidad en las Monarquías Ibéricas, México: Fondo de Cultura Económica,
2009, pp. 130 y 131.
13
  Estaba prohibido que indios y españoles convivieran en un mismo espacio. Velázquez, Primo
Feliciano, Colección de documentos para la historia de San Luis Potosí, México: Archivo Histórico
del Estado de San Luis Potosí, 1985, t. I, p. 178.
14
  Idem, Historia de San Luis Potosí, San Luis Potosí: Academia de Historia Potosina, 1982,
T. II, pp. 125-128.

33
juan josé benavides martínez

cas con tlaxcaltecas y otomíes.15 Además, las haciendas de beneficio y gana-


deras se fueron extendiendo, empleando a gran parte de la población indíge-
na, y también aumentó la presencia de religiosos, lo que, unido a las
donaciones de algunos ricos mineros, favoreció el desarrollo de labores edu-
cativas, sanitarias y artísticas.16 Las instituciones de gobierno y la Iglesia se
extendieron con rapidez, pero también fue aumentando el protagonismo de
los grupos de poder local, vinculados a los procesos productivos de la región
y al asentamiento y distribución de las poblaciones.17 La rapidez y el desor-
den con que se llevó a cabo la explotación de las minas provocaron que la
riqueza minera del primer momento se fuera reduciendo a partir de mediados
del siglo xvii, pero se diversificaron las actividades económicas y se produjo
un crecimiento demográfico y comercial.18 En 1655, se le otorgó el título de
ciudad y un escudo de armas a San Luis Potosí, que en aquel entonces con-
taba con unos dos mil habitantes y comenzaba a tener una incipiente vida
social.19
En el transcurso del siglo xviii se fundaron nuevas poblaciones y las
administraciones civil y eclesiástica siguieron aumentando su presencia y su
control efectivo sobre la región potosina. El crecimiento económico llevó
aparejado un desarrollo del arte, la cultura y el comercio,20 pero también se
15
  Al fundar un asentamiento, los pobladores recibían tres leguas de tierra en cada dirección y se
designaba un capitán encargado de proteger sus derechos, aunque los españoles rara vez los respeta-
ron. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., pp. 101-105.
16
  A los franciscanos, asentados desde el primer momento, se unieron los agustinos, los merce-
darios, los jesuitas, que en 1624 erigieron la primera institución educativa de San Luis, y los juani-
nos, que fundaron el hospital de San Juan de Dios. Villa de Mebius, Rosa Helia, San Luis Potosí,
una historia compartida, México: Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 1988, p. 34.
17
  Los grupos sociales dominantes, aprovechando la distancia con respecto a la capital, aplica-
ron la ley conforme a sus intereses, sobre todo, en lo referente a los derechos de los indígenas y la
concesión de tierras. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de...,
pp. 91 y 92.
18
  En este periodo se fundaron gran número de haciendas, especialmente dedicadas a la ganade-
ría. Sobre las haciendas potosinas véase: Bazant, Jan, Cinco haciendas mexicanas: tres siglos de
vida rural en San Luis Potosí, 1600-1910, México: El Colegio de México, 1995.
19
  El título de ciudad y su acta de fundación se recogen en: Montejano y Aguiñaga, Rafael (ed.),
Acta de fundación y título de ciudad de San Luis Potosí, San Luis Potosí: Ayuntamiento Constitucio-
nal, 1977.
20
  Destacaron varias construcciones, como el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, las nue-
vas cajas reales y, sobre todo, la iglesia del Carmen. La prosperidad de la región durante este siglo
puede apreciarse en las crónicas que a mediados de la centuria escribió fray José de Arlegui: «Había
más de treinta tiendas de géneros de Castilla y de la tierra, con diecisiete pulperías […]; había sastres,
carpinteros, herreros, sombrereros, tejedores, curtidores, albañiles, hojalateros, pintores, armeros,
encuadernadores y numerosos y hábiles plateros; se mantenían múltiples tenerías […] también la

34
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

fue afianzando el poder de las élites. Los latifundios fueron creciendo en


número y extensión, y la riqueza se concentraba cada vez más en las manos
de los grandes propietarios de minas, comercios y haciendas. A pesar de la
gran extensión de la jurisdicción, se generó una intensa lucha por los espa-
cios, que fue el germen de la primera gran manifestación de inconformidad
del pueblo, los tumultos de 1767.21
También habría que señalar que en el último cuarto del siglo xviii la pro-
ducción minera del Altiplano potosino aumentó considerablemente debido al
descubrimiento de uno de los principales centros argentíferos del virreinato,
en cuyas proximidades, se fundó el Real de Catorce.22 A pesar de estar situa-
do en una zona árida y de difícil acceso, la riqueza de las minas atraía cada
vez a más habitantes, por lo que en 1779 el Tribunal de Minería designó a
Silvestre López Portillo, abogado y minero experimentado, para desarrollar
la población.23 El enclave prosperó y, en reconocimiento a su labor, López
Portillo fue nombrado caballero de la Orden de Carlos III y se le concedió el
grado de coronel honorífico del cuerpo miliciano asentado en San Luis, la
Legión de San Carlos.24
fábrica de salitre del que se enviaba mucho a México. Había haciendas de plata […] los metales del
Cerro de San Pedro pagaban anualmente 70 000 pesos de Reales Quintos». Velázquez, Primo Feli-
ciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 586.
21
  Abordaremos este tema con detenimiento en el siguiente capítulo.
22
  El enclave, situado en la sierra del Astillero, al norte de Charcas, fue descubierto en 1772 por
Sebastián Coronado y Antonio Lamas, vecinos de Charcas. Esta primera veta no fue muy productiva,
pero en 1778, el peninsular Bernabé Cepeda descubrió la llamada «Veta Grande», de gran riqueza y
fácil extracción. El curioso nombre de la población se debió a que en el cerro en que se descubrieron
las minas había una cueva denominada «de los Catorce», que según una leyenda fue el lugar donde,
durante la Guerra Chichimeca, fueron asesinados los catorce integrantes de una patrulla, mientras
que, según otra, esa cueva había servido de refugio a una banda formada por catorce salteadores.
Cabrera Ipiña, Octaviano, El Real de Catorce, San Luis Potosí: Sociedad Potosina de Estudios His-
tóricos, 1970, pp. 15 y 16.
23
  Hijo de un oidor de la Audiencia, nació en Guatemala en 1730, era teniente coronel del cuer-
po miliciano local, la Legión de San Carlos, diputado de minería de San Luis y abogado de reos del
Santo Oficio. Llegó a Catorce con competencias económicas, de gobierno y de justicia. Su nombra-
miento se debió en gran medida a su buena relación con Joaquín Velázquez de León, director general
de Tribunal de Minería. Brading, David, «Poder y justicia en Catorce (1779-1805)», Relaciones:
Estudios de Historia y Sociedad, n.º 69, vol. XVIII, 1997, El Colegio de Michoacán, Zamora,
pp. 98-100.
24
  López Portillo organizó la explotación del yacimiento, procuró el abastecimiento de víveres
y estableció una serie de arbitrios para construir posadas para arrieros, formar un cuerpo de bombe-
ros y sufragar obras públicas, como caminos, conducción de agua, una capilla y un hospital. Con el
tiempo, se emprendieron obras de gran envergadura, como parroquias, un palenque, un teatro e in-
cluso una plaza de toros, erigida para celebrar la proclamación de Carlos IV. A pesar de sus méritos,
Portillo terminó siendo destituido por sus abusos de poder. Ibid., p. 101; Velázquez, Primo Felicia-

35
juan josé benavides martínez

El establecimiento de nuevos centros productivos y el crecimiento de-


mográfico consolidaron la ocupación del territorio, en el que peninsulares,
criollos, indios, negros y castas formaban una compleja sociedad y compar-
tían los espacios de las haciendas, rancherías y poblaciones. La minería era
la actividad económica más importante, pero la mayoría de los habitantes se
dedicaban a labores agropecuarias.25 El comercio era fundamentalmente re-
gional, aunque también había un intercambio fluido con Zacatecas, Aguasca-
lientes y el Bajío. Entre las actividades manufactureras solo cabría señalar un
escaso desarrollo del sector textil y la curtiduría de pieles.26

1.3. El germen de un estado. La intendencia y los intendentes


de San Luis Potosí
En este epígrafe trataremos de presentar una visión general sobre el pro-
ceso de cohesión interna de los territorios que conformaron la intendencia
potosina y apuntaremos algunas de sus características fundamentales.27
En el siglo xviii la complejidad, la superposición y la falta de uniformi-
dad eran las características fundamentales de la administración interna de la
América hispana, que estaba obsoleta y resultaba insuficiente.28 En el caso
novohispano, el virreinato se encontraba dividido en dos grandes audien-
cias, la de México y la de Nueva Galicia, y en diferentes circunscripciones,
que se subdividían en provincias de diversa extensión. El territorio del ac-
tual estado de San Luis Potosí estaba formado por las alcaldías mayores de
San Luis, Guadalcázar, Villa de Valles, Salinas del Peñón Blanco y Char-

no, Historia de San Luis..., t. II, p. 618; y Archivo General de Indias (AGI), MP-México, 433. Dise-
ño de la Plaza de Toros del Real de Catorce, Real de Catorce, 1791.
25
  La ganadería tenía especial relevancia en el Altiplano. Las llanuras del norte novohispano
eran una de las principales áreas de producción ganadera de América. García Bernal, Manuela
Cristina, «Explotación agropecuaria en Nueva España: cambios y expansión durante el siglo xviii»,
en Elvás Iniesta, María y Olivero Guidobono, Sandra (coords.), Redescubriendo el Nuevo Mundo:
Estudios americanistas en homenaje a Carmen Gómez, Sevilla: Universidad de Sevilla, 2012,
pp. 194 y 195.
26
  Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., pp. 136-142.
27
  Para un estudio detallado sobre la intendencia de San Luis, su organización administrativa y
fiscal, y el proceso modernizador y de cohesión territorial que vivió durante los últimos años del
periodo colonial: Irisarri Aguirre, Ana, El reformismo borbónico en la provincia de San Luis Poto-
sí durante la independencia. San Luis Potosí: UASLP, 2008.
28
  Commons, Áurea, Las intendencias de la Nueva España, México: UNAM, 1993, pp. 15 y 16.

36
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

Mapa 3.  Alcaldías mayores que formaban el territorio


del actual estado de San Luis Potosí.

(Elaboración propia)

Mapa 4.  Obispados entre los que se dividía el territorio


del actual estado de San Luis Potosí.

(Elaboración propia)

37
juan josé benavides martínez

cas.29 Las tres primeras formaban parte de la jurisdicción de la Audiencia de


México, mientras que las otras dos dependían de la de Guadalajara (Nueva
Galicia). Tampoco había unidad en la administración eclesiástica del terri-
torio, que se encontraba dividido en tres jurisdicciones episcopales. La al-
caldía de Valles (excepto la región del Valle del Maíz) pertenecía al arzobis-
pado de México; las de San Luis y Guadalcázar y la región del Valle del
Maíz dependían de la mitra de Michoacán; y las de Charcas y Salinas del
Peñón Blanco formaban parte del obispado de Guadalajara, siendo las úni-
cas en las que coincidían los límites de la jurisdicción eclesiástica y admi-
nistrativa.30
Durante el siglo xviii, los Borbones trataron de paliar esta mezcla y su-
perposición de jurisdicciones que se daba en todo el continente americano,
implementando una serie de reformas con las que pretendían lograr una ma-
yor eficacia en la gestión de los recursos económicos y humanos, consolidan-
do así el poder de la Corona. El establecimiento del sistema de intendencias
fue una de las innovaciones más destacadas, ya que se convirtieron en la
institución clave de la administración de la Monarquía. Basado en el modelo
francés, su implantación en América fue el más claro intento de la Monar-
quía para modernizar y hacer eficaz el aparato burocrático del que dependía
la buena administración de los territorios de ultramar.31 Sus principales obje-
tivos eran fomentar el desarrollo y la puesta en práctica de las reformas,
vertebrar el espacio interno de los grandes virreinatos, acabar con los abusos
de los alcaldes mayores, descargar a los virreyes de muchas de sus obligacio-

29
  La alcaldía mayor de San Luis no quedó totalmente definida hasta que en 1600 se le adjudi-
caron de pleno derecho las jurisdicciones del Valle de San Francisco, que le disputaba San Miguel el
Grande, y la de Rioverde, que le disputaba Querétaro. En 1618, la jurisdicción de Guadalcázar fue
separada de la de San Luis, aunque se le volvió a agregar a mediados del siglo xviii. Montejano y
Aguiñaga, Rafael, San Luis Potosí…, pp. 58-60.
30
  Villaseñor y Sánchez, José Antonio (Ed. Montejano y Aguiñaga, Rafael), Descripción ge-
neral de la provincia de San Luis Potosí de la Nueva España y sus villas. Fragmento de Theatro
Americano de José Antonio de Villaseñor y Sánchez, San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado,
1996, pp. 11-66.
31
  Son numerosos los estudios sobre las intendencias en América, entre los que podemos citar:
Commons, Áurea, Las intendencias...; Fisher, Lillian Estelle, The intendent system in Spanish Ame-
rica, Berkeley: University of California, 1969; Kamen, Henry, «El establecimiento de los intendentes
en la administración española», Hispania, vol. XXIV-95, 1964, Madrid, pp. 368-385; Morazzani,
Gisela, La intendencia en España y en América, Caracas: Imprenta universitaria, 1966; Navarro
García, Luis, Intendencias en Indias, Sevilla: CSIC, 1959; idem, Las reformas borbónicas en Amé-
rica: El plan de intendencias y su aplicación, Sevilla: Universidad de Sevilla, 1995; y Orduña, En-
rique, Intendentes e intendencias, Madrid: Tres Américas, 1997.

38
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

nes, y sobre todo, reorganizar la hacienda.32 El principal impulsor de la refor-


ma en los territorios americanos fue el ministro de Indias José de Gálvez,33
que, a pesar de las resistencias de algunas autoridades, consiguió sacar ade-
lante el proyecto a partir de 1782.34 El nuevo sistema logró su principal obje-
tivo, aumentar los ingresos de la real hacienda, pero, como no se obtuvieron
todos los resultados esperados, en 1803 el Consejo de Indias trató de modifi-
carlo. Sin embargo, esta reforma no llegó a aplicarse porque contradecía al-
gunos reglamentos militares.35
El mayor responsable del gobierno de una intendencia era el intendente
que, bajo el mando directo del virrey, era la máxima autoridad en las cuatro
causas en su jurisdicción: justicia, hacienda, defensa y policía.36 Los inten-
dentes fueron la figura clave del reformismo borbónico en América.37 Conta-
ban con la colaboración de dos funcionarios, un teniente letrado y un promo-
32
  Además, el establecimiento de las intendencias generó una serie de vínculos y relaciones entre
la capital y su distrito, y estableció una jerarquía intermedia entre los municipios y el virrey. Navarro
García, Luis, Las reformas borbónicas en América..., pp. 98 y 99.
33
  Antes de ser designado ministro, en 1765, fue enviado como visitador general a Nueva Espa-
ña para promover las reformas en el virreinato. Allí elaboró un informe proponiendo la supresión de
las 150 alcaldías mayores y los repartimientos, y el establecimiento de once intendencias al mando
de un alto funcionario, del que dependiese la justicia, la economía, la defensa y la policía de la juris-
dicción, con lo que esperaba incrementar en 500 000 pesos la recaudación anual de impuestos. Ibid.,
pp. 41-67.
34
  En 1782 se estableció el régimen de intendencias en el Río de la Plata y en Nueva Granada,
en 1783 en Perú, entre 1785 y 1786 en Centroamérica, en 1786 en Nueva España, en 1787 en Chile
y en 1803 en Puerto Rico. Commons, Áurea, Las intendencias..., pp. 4-7. Sobre la oposición a las
reformas borbónicas en Nueva España véase: Navarro García, Luis, «Destrucción de la oposición
política en México por Carlos III», Naveg@mérica, vol. 1, n.º 1, 2008, Asociación Española de
Americanistas, pp. 1-29.
35
  A finales del periodo colonial había en América 41 intendencias (trece en Nueva España,
cuatro en Guatemala, siete en Perú, tres en Chile, nueve en La Plata, y una en Luisiana, en Caracas,
en La Habana y en Puerto Rico). Su vida fue breve, apenas cuarenta años, y con continuas reformas
que impidieron ver los aciertos y fallos del sistema. Navarro García, Luis, Las reformas borbónicas
en América..., p. 79.
36
  Los aspectos de guerra y hacienda eran los de mayor importancia. Los asuntos de justicia
solían recaer en asesores expertos en derecho, y en cuanto a las atribuciones de policía (promoción
de la economía, velar por la seguridad pública, urbanismo...), respondían al espíritu ilustrado de la
época. Ibid., p. 31.
37
  La mayoría se mantuvieron en sus empleos durante más de diez años o fueron ascendiendo a
otras intendencias de mayor importancia. En el caso de Nueva España recibieron los elogios de Ale-
jandro de Humboldt. También han destacado su labor: Gálvez, María Ángeles, La conciencia regio-
nal en Guadalajara y el gobierno de los intendentes (1786-1800), Guadalajara: Gobierno de Jalisco,
1996; García, Rafael, Reforma y resistencia. Manuel de Flon y la intendencia de Puebla, México:
Editorial Porrúa, 2000; y Ramírez, María del Carmen, Don Juan Antonio de Riaño y Bárcena y la
intendencia de Guanajuato (1792-1810), México: UNAM, 1984.

39
juan josé benavides martínez

tor fiscal, y de otros tres para las cuestiones de real hacienda: un contador, un
tesorero y un pagador. Además el territorio de las intendencias estaba dividi-
do en partidos o subdelegaciones, formadas por los territorios circundantes a
una población en la que residía el funcionario encargado de su gobierno, el
subdelegado, que también dependía del intendente.38
En Nueva España la ordenanza de intendentes se promulgó en diciem-
bre de 1786, aunque no se implantó en México hasta 1787, siendo virrey el
ar­zobispo Alonso Núñez de Haro.39 El virreinato quedó dividido en doce in­
tendencias (México, Guadalajara, Puebla, Veracruz, Mérida, Oaxaca, Gua-
najuato, Valladolid, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango y Arizpe); dos
Comandancias Generales, las Provincias Internas de Oriente y de Occidente,40
y tres gobernaciones que dependían directamente del virrey (Tlaxcala, Vieja
California y Nueva California).41 La formación de la intendencia de San Luis
Potosí logró una administración más eficaz y una mayor cohesión de los te-
rritorios que la conformaron, que hasta entonces habían pertenecido a juris-
dicciones distintas.42 San Luis pasó de ser una alcaldía mayor a la intenden-
cia más grande de Nueva España, formada por las provincias de Coahuila y
Texas, el Nuevo Reino de León, la colonia de Nuevo Santander (actual Ta-
maulipas), y las antiguas alcaldías mayores de San Luis y su agregada de
Guadalcázar, Charcas, Salinas del Peñón Blanco y Valles.43
38
  De la labor de los subdelegados dependía en gran parte la eficacia del sistema de intendencias.
Ocupaban su cargo durante cinco años y no recibían sueldo alguno, solo el 5% del tributo indígena
de su jurisdicción, por lo que pocos cumplieron con su cometido debidamente. Irisarri Aguirre,
Ana, El reformismo borbónico…, pp. 24 y 25.
39
  Navarro García, Luis, Las reformas borbónicas en América..., pp. 90-94.
40
  La estructura y funcionamiento de estas circunscripciones, formadas por las provincias de
Nuevo León, Nuevo Santander Coahuila y Texas (oriente), y Nueva Vizcaya, Sonora, Sinaloa
y Nuevo México (occidente), fue modificada en diversas ocasiones. O’Gorman, Edmundo, Historia
de las divisiones territoriales de México, México: Porrúa, 1973, pp. 15-19.
41
  A pesar de que no se produjo una total homogenización de la estructura administrativa, las
intendencias contribuyeron a consolidar los espacios regionales como circunscripciones con un ca-
rácter propio, siendo el primer paso para la vertebración interior del Estado Mexicano. Irisarri Agui-
rre, Ana, El reformismo borbónico…, pp. 18 y 19.
42
  Aunque solo homogenizó la administración civil, porque las divisiones de la jurisdicción
eclesiástica se mantuvieron hasta después de la independencia. Pietschmann, Horst, Las reformas
borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España, México: Fondo de Cultura Económica,
1996, p. 126.
43
  La cohesión territorial que supuso el establecimiento de la intendencia, sobre todo entre las
citadas antiguas alcaldías mayores, fue fundamental en la vertebración del futuro estado indepen-
diente del mismo nombre, ya que se fijaron las fronteras con sus estados vecinos. Monroy Castillo,
María Isabel, «Un problema de representación. El territorio y la jurisdicción de la intendencia de San
Luis Potosí, 1787-1821», en Monroy Castillo, María Isabel y Gortari Rabiela, Hira (coords.), San

40
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

La población más importante de la intendencia era la ciudad de San Luis


Potosí, que a finales del siglo xviii contaba con unos 12 000 habitantes, inclu-
yendo los barrios.44 Allí residían el intendente, su asesor letrado y el promo-
tor fiscal, el contador y el tesorero de la real hacienda (el pagador en Saltillo)
y el escribano público de la intendencia, que también lo era de la real hacien-
da y del cabildo. La provincia de San Luis, término que se empezó a usar a
finales del siglo xviii para referirse al territorio formado por las antiguas al-
caldías mayores de San Luis, Charcas, Salinas, Guadalcázar y Valles, era la
única parte de la intendencia en la que, por su desarrollo demográfico y eco-
nómico, podía establecerse un sistema administrativo de cierta envergadu-
ra.45 El resto de los territorios tenían su propio gobernador, dependiente del
comandante de las Provincias Internas en lo militar y del intendente en el
resto de sus competencias, lo que, unido a la división de la jurisdicción ecle-
siástica, fue una fuente de continuos conflictos institucionales.46 La provincia
de San Luis quedó dividida en ocho subdelegaciones o partidos:47 San Luis
Potosí (dependía directamente del intendente), Santa María del Río, Charcas,
El Venado, Salinas de del Peñón Blanco, Gualdalcázar, Rioverde, y Villa de
Luis Potosí, la invención de un territorio, siglos xvi-xix, San Luis Potosí: El Colegio de San Luis,
2010, p. 106.
44
  Los barrios de San Miguelito, San Sebastián, Tlaxcala, los Remedios, Santiago, San Cristó-
bal, Nuestra Señora de Guadalupe y Tequisquiapan habían sido fundados durante los siglos xvi y xvii
por indios otomíes, tarascos y tlaxcaltecas, pero a finales del siglo xviii la mayoría de sus habitantes
eran mestizos, mulatos y negros. Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 655.
45
  El territorio de la provincia de San Luis era un 9% del total de la intendencia, pero contaba
con el 70% de los habitantes, unos 230 000. Humboldt, Alejandro de, Ensayo político del reino de
Nueva España, México: Porrúa, 1984, pp. 105-107.
46
  Los distintos gobernadores, militares de carrera, no estaban dispuestos a someterse a las órde-
nes de otra autoridad que no fuera el virrey. Sin embargo, a pesar de las quejas de los intendentes
potosinos, los territorios de Nuevo León, Nuevo Santander, Coahuila y Texas no formaron su propia
intendencia hasta 1814, aunque, debido a la situación de guerra que se vivía en el virreinato, su exis-
tencia fue solamente nominal, y hubo que esperar a la independencia para que se llevara a cabo esta
división. Senosiain, Ángel, «Bruno Díaz de Salcedo, Vicente Bernabeu, Félix María Calleja y los
comienzos del régimen de intendencias en San Luis Potosí», Boletín de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, tomo LIX, n.° 1 y 2, 1944, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,
México, pp. 70-73.
47
  Aunque en este territorio se podían identificar tres zonas político-económicas definidas: 1) La
región de la capital y su entorno (San Luis y Santa María del Río), donde residían el intendente, el
comandante militar y la mayoría de los vecinos principales de la provincia; 2) la región oriental
(Huasteca y Rioverde), donde habían prevalecido grupos militares de frontera; y 3) la región norte
(Venado, Charcas y Catorce), que era la zona de mayor riqueza minera. Bernal Ruiz, Graciela,
«Campo realista y presencia insurgente. San Luis Potosí, 1810-1821», en Serrano Ortega, José
Antonio (coord.), La independencia en el obispado de Michoacán, Zamora: El Colegio de Mi-
choacán, 2010, pp. 156-159.

41
juan josé benavides martínez

Mapa 5.  Subdelegaciones de la provincia de San Luis Potosí.

(Elaboración propia)

Valles. En un primer momento se establecieron nueve partidos, pero en 1793


la subdelegación de Catorce volvió a incluirse dentro de la jurisdicción de
Charcas.48

48
  La tradición de algunas poblaciones, que habían sido alcaldías mayores, primó sobre el núme-
ro de habitantes a la hora de establecer las cabeceras de las subdelegaciones, ya que no siempre la
capital era la población más grande. Así sucedió con Santa María del Río, en cuya subdelegación el
Valle de san Francisco contaba con más habitantes; en la de Valles, donde el Valle de Maíz triplicaba
el número de habitantes de su cabecera, y en Charcas, donde la población de mayor tamaño era Ca-
torce. Irisarri Aguirre, Ana, «La vertebración y construcción del espacio interior en el norte novo-
hispano a través de las intendencias: el caso de San Luis Potosí», en Sánchez Baena, Juan José, y
Provencio Garrigós, Lucía (coords.), El Mediterráneo y América, Murcia: Secretaría General, 2007,
t. I, pp. 633 y 634.

42
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

El 7 de marzo de 1787 se nombró al primer intendente de San Luis, Bru-


no Díaz de Salcedo, de treinta y nueve años y natural de Meco (Guadalajara,
España).49 Poco después, el 25 del mismo mes, fue designado como asesor
jurídico de la intendencia Vicente Bernabeu Pomares, doctor en derecho civil
por la universidad de Valencia, de treinta años de edad y originario de Elche
(Alicante). Al poco de tomar posesión de sus cargos, el 25 de octubre de
1787, comenzaron las desavenencias entre ambos, debidas fundamentalmen-
te a que los dos querían jugar un papel protagonista en los asuntos de la in-
tendencia para obtener mayores beneficios económicos.50
La capacidad administrativa de Díaz de Salcedo no se puede poner en
duda: publicó un bando de buen gobierno,51 elaboró la Ordenanza de la divi-
sión de la muy noble ciudad de San Luis Potosí en cuarteles, creación de los
alcaldes de ellos y reglas de su gobierno de la ciudad,52 estableció los guar-
dias de pito para la custodia nocturna de la ciudad, construyó una conducción
de agua potable y fundó dos escuelas (una de niños y otra de niñas) en los
bajos del antiguo colegio de los jesuitas.53 Además, en 1790 realizó una visi-
ta de su jurisdicción, tratando de promover la actividad económica de la re-
gión y recogiendo datos, especialmente demográficos y económicos, que
posteriormente envió al virrey.54 También, como primer intendente, tuvo que
designar a los subdelegados que regirían los distintos partidos. Sin embargo,
49
  Doctor en cánones y leyes por la universidad de Alcalá de Henares, en 1771 pasó a la capita-
nía general del Yucatán, donde ejerció cinco años como secretario de gobierno y un año como teso-
rero de las cajas reales. En mayo de 1777 se le designó como contador de las cajas reales de Durango,
cargo que desempeñó durante diez años hasta que fue nombrado intendente de San Luis Potosí. AGI,
México, 1580. El intendente Díaz de Salcedo al Consejo de Indias describiendo sus méritos, San
Luis Potosí, 21 de febrero de 1797.
50
  Sobre los conflictos entre estos dos personajes: Irisarri Aguirre, Ana, El reformismo borbó-
nico…, pp. 62-66; y Senosiain, Ángel, «Bruno Díaz de Salcedo, Vicente Bernabeu...», pp. 110-159.
51
  Tenía 33 artículos, la mayoría relacionados con el mantenimiento del orden. Velázquez, Pri-
mo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, pp. 635 y 636.
52
  Esta ordenanza motivó la elaboración de un mapa de la ciudad y de los barrios de su periferia.
AGI, MP-México, 456. Plano de San Luis Potosí, San Luis Potosí, 18 de diciembre de 1794.
53
  Commons, Áurea, Las intendencias..., p. 164.
54
  Sobre todo se centró en la minería. Inspeccionó y reorganizó la explotación minera y salitrera,
aumentando los ingresos que producía para la real hacienda, y reconoció algunas sierras, en compa-
ñía de varios expertos alemanes, en busca de vetas de cinabrio, que finalmente no encontraron. Asi-
mismo, mostró especial interés en los datos demográficos de la provincia, que tenía 242 280 habitan-
tes, 8571 en la capital (11 012 incluyendo los suburbios), y elaboró un informe sobre los escasos
obrajes y molinos que había en la intendencia. AGI, México, 1580. Hoja de méritos y servicios del
intendente Bruno Díaz de Salcedo, San Luis Potosí, 21 de febrero de 1797; y Florescano, Enrique,
Descripciones económicas generales de Nueva España (1784-1814), México: Instituto Nacional de
Antropología, 1973, pp. 61 y 62.

43
juan josé benavides martínez

su labor en este aspecto se redujo a nombrar a los que estaban ejerciendo


como alcaldes mayores o tenientes de alcaldes mayores, aunque ninguno de
ellos cumplía los requisitos exigidos por la Ordenanza,55 y se resistió a desig-
nar los nuevos empleos para los otros tres partidos en que quedó dividida la
antigua alcaldía de San Luis (Guadalcázar, Rioverde y Santa María del
Río).56 En definitiva, bajo el mandato de Díaz de Salcedo, la situación mili-
tar, económica y social de la intendencia mejoró, lo cual hizo que dejara un
buen recuerdo entre los habitantes,57 a pesar de que su administración distaba
mucho de ser ideal.58 Falleció en 1799, abriéndose un periodo de interinatos
al frente de la intendencia de San Luis. El primero fue el asesor Vicente Ber-
nabeu, que apenas estuvo unos meses desempeñando el cargo, porque las
acusaciones de algunos de los personajes más importantes de la región le
obligaron a trasladarse a México para ser procesado.59 Le sustituyó Cristóbal
Corvalán, tesorero de las cajas reales, que ejerció como intendente hasta el

55
  Tan solo en Charcas tuvo que realizar un nombramiento nuevo debido a la muerte del que
había sido alcalde mayor. Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 646.
56
  Parece que no quería que hubiese autoridades intermedias que pudieran restarle poder en la
única zona de la amplia jurisdicción en la que, como intendente, podía tener una influencia directa y
efectiva, ya que el partido de la capital quedaba a su cargo. Al menos, así se desprende de la exage-
radamente mala valoración que hizo de las poblaciones de la región y del escaso interés que mostró
hacia el resto de subdelegaciones. AGI, México, 1974. Contestación del intendente Díaz de Salcedo
a la circular de subdelegados, San Luis Potosí, 17 de octubre de 1788. Sin embargo, se vio obligado
a ceder, y la antigua alcaldía de San Luis quedó dividida en cuatro subdelegaciones: Guadalcázar,
Rioverde, Santa María del Río y San Luis Potosí.
57
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 634.
58
  El virrey Revillagigedo II ordenó que se le investigara, tras recibir dos informes negativos en
los que se acusaba a Díaz de Salcedo de alcoholismo, de haberle faltado el respeto al obispo de Mi-
choacán en una visita, de dedicarse al comercio ilícitamente, de vender al mejor postor los empleos
de subdelegado y las sentencias judiciales, de mantener una relación extramatrimonial y de no cum-
plir con algunas de sus obligaciones (visitar las cárceles, alhóndigas, panaderías y carnicerías, cuidar
de la limpieza de las calles…). Cristóbal Corvalán, tesorero de las cajas reales de San Luis, realizó
un informe de la labor del intendente negando todas las acusaciones, y aunque achacaba a Díaz de
Salcedo falta de cuidado en cuestiones urbanísticas y de policía y poca constancia en la ejecución de
las providencias, el intendente pudo continuar en su empleo sin penalización alguna. AGI, México,
1973. El virrey Revillagigedo al Consejo de Indias sobre el intendente Bruno Díaz Salcedo, México,
18 de febrero de 1793; idem, Contestación del Consejo de Indias al virrey Revillagigedo, El Escorial,
20 de noviembre de 1793; y Navarro García, Luis, Servidores del rey: los intendentes de Nueva
España, Sevilla: Universidad de Sevilla, 2009, pp. 97-99.
59
  Dos años después fue absuelto, aunque tuvo que pagar los costes del proceso, de lo que se
encargó su albacea Mariano Vildósola, regidor del ayuntamiento de San Luis, pues Bernabeu ya ha-
bía fallecido. La campaña en su contra fue orquestada por el coronel Calleja, que consiguió que el
asesor fuera acusado por personajes de gran relevancia en la región de enriquecimiento ilícito valién-
dose de su cargo. Senosiain, Ángel, «Bruno Díaz de Salcedo, Vicente Bernabeu...», pp. 163-173.

44
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

21 de agosto de 1801,60 cuando le sucedió, también como interino, el recién


designado asesor letrado de la intendencia, Onésimo Antonio Durán.61
No fue hasta cuatro años después de la muerte de Díaz de Salcedo, en
noviembre de 1803, cuando Manuel Ampudia, natural de Cádiz, tomó pose-
sión de su empleo como intendente de San Luis.62 Con este nombramiento se
trataban de evitar posibles conflictos entre el intendente y las autoridades
militares de su jurisdicción, ya que Ampudia era un oficial con veinte años de
servicio en el ejército, tras los que había alcanzado el rango de capitán de
navío.63 Pero, cuando apenas llevaba un año al frente de la intendencia, en
noviembre de 1804, se le apartó de su cargo debido a su conducta impropia.
Fue trasladado a México, donde varios expertos le hicieron pruebas y lo de-
clararon demente.64 Comenzó así otro periodo de interinato, ya que no se

60
  Originario de Teruel, llegó a Nueva España en 1777 como oficial de la Secretaría de la Co-
mandancia de las Provincias Internas. En 1780 fue designado contador de los Álamos, donde estuvo
hasta que en 1787 pasó a ejercer el mismo cargo a Guadalajara. En 1788 llegó a San Luis como te-
sorero de real hacienda, cargo que desempeñó hasta su muerte. Archivo General de la Nación de
México (AGN), Real Hacienda, vol. 147, exp. 17. Hoja de servicios de Cristóbal Corvalán, San Luis
Potosí, 31 de enero de 1809.
61
  Era natural de Granada, donde estudió derecho civil. En 1784 fue incorporado como abogado
del Consejo de Indias. Tras una breve estancia en Madrid, en 1786 se trasladó a Michoacán como
asesor letrado de la intendencia. Su labor allí mereció los halagos del obispo y del intendente, y en
1796, con la recomendación del virrey Revillagigedo, se le nombró oidor de la Audiencia de Guada-
lajara. Posteriormente fue designado teniente letrado y asesor de la intendencia de Guadalajara,
donde permaneció hasta que en 1801 el virrey lo nombró asesor letrado e intendente interino de San
Luis Potosí. Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos, 21684. Relación de méritos del licencia-
do Onésimo Antonio Durán y Fernández, Madrid, 13 de octubre de 1802.
62
  Ampudia fue designado intendente el 22 de marzo de 1802, pero tardó un año y medio en
llegar a San Luis, porque, por cuestiones burocráticas, no se le concedió licencia de embarque hasta
enero de 1803. Archivo General de Simancas (AGS), Dirección General del Tesoro (DGT), Títulos
de Indias, 2.º, 88-110. Título de intendente de San Luis Potosí para Manuel Ampudia, Aranjuez, 4 de
mayo de 1802; y AGI, México, 1974. Licencia de embarque para Manuel Ampudia, su mujer y dos
criados, Madrid, 3 de enero de 1803.
63
  Comenzó a servir como cadete del Regimiento de Infantería de Murcia en 1782. En 1789,
siendo capitán, fue trasladado al Regimiento Fijo de Infantería de La Habana, donde permutó su
grado de infantería por el de teniente de navío. Prosiguió su carrera en la marina, alcanzando en 1796
el rango de capitán de navío. En 1801 recibió permiso para trasladarse a Cádiz por problemas de
salud. Archivo General de la Marina Álvaro Bazán (AGMAB), 620, 53. Expediente de los servicios
de Manuel Ampudia, Cádiz, 30 de diciembre de 1801.
64
  En mayo de 1804, el virrey Iturrigaray recibió un escrito del teniente letrado José Ignacio
Vélez, recién llegado a San Luis, informándole de la conducta del intendente. Cuando Ampudia tuvo
conocimiento del envío del informe puso bajo arresto domiciliario a Vélez y al alcalde ordinario
Dionisio del Castillo, que también se había quejado de su comportamiento. El virrey comisionó al
coronel Calleja, comandante militar de San Luis, para que tratara de resolver la situación, y, en vista
de que la conducta de Ampudia no era la que correspondía a un representante del rey (en agosto de

45
juan josé benavides martínez

designó un nuevo intendente. El asesor Vélez quedó a cargo de la intenden-


cia, hasta que en febrero de 1805 fue sustituido por José Manuel Ruiz de
Aguirre, criollo formado en España, recién nombrado teniente letrado, tam-
bién como interino.65 Cinco años después, en abril de 1810, tomó posesión de
su cargo el que sería el último intendente de San Luis, Manuel Jacinto de
Acevedo, que ejercería incluso tras la consumación de la independencia, has-
ta 1822.66 Fue el mandato más largo tras el de Díaz de Salcedo, y resultó ser
un periodo conflictivo. Apenas unos meses después de su llegada a San Luis,
en septiembre, estalló la insurrección, que si bien no tuvo en la región poto-
sina uno de sus escenarios principales, la guerra que vivió el virreinato duran-
te más de una década provocó que las autoridades militares, que siempre
sintieron recelo de los intendentes, trataran de dejarlo en segundo plano.67
Además, Acevedo fue el encargado de aplicar las reformas dictadas por las
Cortes de Cádiz, para luego anularlas tras la vuelta de Fernando VII en 1814.68
1804 violó a una de sus esclavas delante de su propia esposa, que se fue de San Luis, quedando el
intendente en concubinato con una criada), lo apartó de sus funciones. AGN, Intendencias, vol. 20.
Expediente sobre la conducta del intendente Ampudia, San Luis Potosí y México, 1804; y Navarro
García, Luis, Servidores del rey…, pp. 74-76.
65
  José Manuel Ruiz de Aguirre, natural de Nueva Vizcaya, se trasladó a España en su infancia
y se formó en el seminario de Madrid. Estudió leyes en la universidad de Alcalá de Henares y el 1 de
junio de 1799 se recibió como abogado de los reales consejos. En junio de 1804 fue nombrado asesor
letrado de San Luis Potosí, cargo del que tomó posesión el 21 de febrero de 1805. Ejerció como in-
tendente interino durante cinco años. AGS, DGT, Títulos de Indias, 2.º, 88-161. Título de asesor le-
trado de la intendencia de San Luis Potosí, El Escorial, 14 de junio de 1804; y AGI, México, 1218.
Relación de Méritos y servicios de José Manuel Ruiz de Aguirre Isunza y Escandón, Madrid, 13 de
mayo de 1816.
66
  Acevedo pasó a Indias en 1781 tras ser nombrado contador de las cajas reales de Puerto Rico.
Posteriormente, llegó a Nueva España en 1792 como contador del tribunal de México. Luego fue
contador de las cajas de Veracruz hasta que, en junio de 1809, se le nombró intendente de San Luis
Potosí. La Junta Suprema de Gobierno había designado para este empleo al contador de ejército de
La Habana, Juan José de la Hoz, pero, tras ser acusado de corrupción, este nombramiento no se hizo
efectivo, y Acevedo ocupó su lugar (en el documento aparece tachado el nombre de Juan José de la
Hoz y escrito por encima el de Acevedo). AGS, DGT, Títulos de Indias, 186-243. Título de contador
de las cajas reales de Puerto Rico para Manuel Acevedo, Madrid, 14 de febrero de 1781; idem, 188-
486. Título de contador de resultas del tribunal de México para Manuel Acevedo, Madrid, 22 de junio
de 1792; y AGI, México, 1975. Nombramiento de Manuel Jacinto de Acevedo como intendente de
San Luis Potosí, Sevilla, 30 de junio de 1809.
67
  En 1816 Acevedo escribió al virrey quejándose de que el comandante de la brigada de San
Luis no le invitó a la celebración el día del rey Fernando VII y había impedido que la banda de mú-
sica tocara la retreta frente a su casa. Rees Jones, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes
de la Nueva España, México: UNAM, 1979, p. 142. Las quejas de Acevedo al virrey por este tipo de
cuestiones fueron constantes, como veremos en el capítulo 9.
68
  El intendente aplicó en su jurisdicción varios decretos emanados de las Cortes. Luego, en
1814 informó a la Corte haber publicado la suspensión de todos los decretos constitucionales. Ade-

46
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

2. La defensa del virreinato: reformas militares en Nueva España

Las reformas militares impulsadas por los Borbones en América a fina-


les del siglo xviii pretendían convertir a las fuerzas armadas en una institu-
ción moderna que, además de garantizar la defensa de las posesiones de la
Corona, tanto ante ataques externos como de revueltas internas, fuera capaz
de asumir la representación de la autoridad Real y respaldar la política de
reformas administrativas.69 La Corona aplicó una nueva estrategia defensiva,
mejoró el nivel de vida de los militares y creó nuevas unidades. La institu-
ción militar sufrió una gran transformación y, al igual que las intendencias,
sirvió para controlar de manera más eficaz los dominios americanos.70

2.1. Nueva dinastía, nueva estrategia

A comienzos del siglo xviii el sistema defensivo de las posesiones espa-


ñolas en ultramar resultaba insuficiente. La defensa de América se basaba en
unas cuantas guarniciones, situadas en los puertos más importantes de la in-
mensa geografía americana, mal pagadas y peor pertrechadas, las «compa-
ñías de presidio».71 Esta estrategia requería un constante envío de tropas, y
las cada vez mayores dificultades a la hora de reclutar en la península hicie-
ron que la mayoría de los soldados inscritos fueran obligados, engañados, o
personas que se alistaban para huir de la justicia o porque era su única opción
de sobrevivir.72 Estas tropas de ínfima calidad y con unos porcentajes de de-
serción elevados no podían defender con eficacia el territorio americano.
Además, la mala calidad de vida de los soldados (sueldos bajos y general-

más, daba cuenta de varias manifestaciones religiosas y demostraciones de regocijo público por la
vuelta al trono de Fernando VII y por la anulación de las reformas. AGI, México, 1977. Correspon-
dencia del intendente de San Luis Potosí con al Consejo de Regencia, San Luis Potosí, 1811-1814; y
Navarro García, Luis, Servidores del rey…, pp. 71 y 72.
69
  Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias…, p. 134.
70
  Vega Juanino, Josefa, La institución militar en Michoacán en el último cuarto del siglo xviii,
Zamora: El Colegio de Michoacán, 1986, pp. 12 y 13.
71
  El nombre proviene del «prest» o sueldo que recibían sus miembros. Marchena Fernández,
Juan, Ejército y milicias..., p. 91.
72
  Sobre las fórmulas de reclutamiento para el ejército véase: Borreguero Beltrán, Cristina,
«Antiguos y nuevos modelos de reclutamiento en el ejército borbónico del siglo xviii», en Marchena
Fernández, Juan y Chust Calero, Manuel, Por la fuerza de las armas. Ejército e independencias en
Iberoamérica, Castellón: Universidad Jaume I, 2008, pp. 63-82.

47
juan josé benavides martínez

mente con retraso, alcoholismo, juego...), hicieron que la carrera de las ar-
mas se ganara mala fama.73
Ante esta situación, los Borbones se plantearon como una de sus refor-
mas centrales reorganizar la defensa americana y dignificar la institución
militar. El objetivo era el establecimiento de un sistema defensivo de garan-
tías tanto ante los ataques externos como ante eventuales rebeliones internas,
y que los militares, como representantes del rey, fueran un ejemplo para el
resto de los súbditos. En un principio se trató de formar un ejército bien or-
ganizado y pertrechado, compuesto en su mayoría por peninsulares. Las
«compañías de presidio» se transformaron en regimientos con planas mayo-
res, divididos en batallones formados por compañías. Nacía así el ejército de
dotación, comandado por una nueva oficialidad cuyos miembros debían ser
nobles. Estas nuevas unidades se denominaron regimientos fijos y quedaron
regidas por una serie de disposiciones de obligada aplicación, los reglamen-
tos de plaza.74 Pero este proyecto enseguida mostró sus defectos. La subida
de impuestos para hacer frente a su elevado coste, la imposibilidad de au-
mentar la recluta en España y las grandes dificultades logísticas para el tras-
lado masivo de tropas fueron los principales problemas con los que se encon-
tró la Corona.75 Además, sin una institución que articulara y coordinara las
fuerzas a escala continental, no resultó todo lo eficaz que se esperaba.76 Por
esta razón siempre había regimientos peninsulares en algún puerto español
esperando embarcar hacia América, que formaban el llamado ejército de re-
fuerzo.77

73
  Para más datos sobre el sistema defensivo de la América española hasta el siglo xviii: Mar-
chena Fernández, Juan, Ejército y milicias…, pp. 211-272; y Marchena Fernández, Juan, Caballe-
ro Gómez, Gumersindo y Torres Arriaza, Diego, El ejército en América…, pp. 32-65.
74
  Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias..., pp. 94-98.
75
  El aumento de los gastos del sistema defensivo provocó el surgimiento de una nueva forma
de financiación, el situado, consistente en la remisión de fondos desde las cajas reales más ricas del
continente a las de las regiones con mayores necesidades defensivas, sobre todo el Caribe. Más de-
talles sobre esta cuestión en: Marchena Fernández, Juan, «Introducción al estudio de la financiación
militar en Indias», Anuario de Estudios Americanos, vol. XXXVI, 1979, Escuela de Estudios Hispa-
noamericanos, Sevilla, pp. 81-110; e idem, Caballero Gómez, Gumersindo y Torres Arriaza, Die-
go, El ejército en América…, pp. 361-389.
76
  El regimiento fijo de Puerto Rico fue sustituido por dos batallones de españoles, que duplica-
ron el gasto, la mayoría desertaron, y los que se quedaron, se comportaban igual que las tropas ante-
riores. Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias..., p. 143.
77
  Pocos fueron los regimientos peninsulares que no pasaron alguna vez por América. Idem,
pp. 99 y 100.

48
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

La caída en 1762 de La Habana y Manila, dos plazas fuertemente defen-


didas, debido a su gran importancia en el comercio colonial, puso de mani-
fiesto las carencias del sistema. Las potencias extranjeras, especialmente
Inglaterra, representaban un grave peligro, porque habían demostrado que
eran capaces de ocupar algunos puntos estratégicos del imperio e interrumpir
el comercio entre la península y el continente americano, nervio del orden
colonial. Esta amenaza y las frecuentes revueltas que estallaban en el interior
del territorio, debido a la mayor presión fiscal, necesaria para llevar a cabo
las reformas, hicieron que la Corona viera la necesidad de aplicar una nueva
táctica.78 Fue entonces cuando se optó por implementar un nuevo modelo de
defensa en el que las unidades de milicias disciplinadas tendrían un papel
protagonista.
Las milicias eran fuerzas improvisadas para casos de emergencia, com-
puestas por vecinos y bajo el control directo de los militares. Estaban mal
entrenadas, peor equipadas (cada miliciano debía aportar su armamento), y
carecían de reglamento y disciplina, lo que las convertía en unas fuerzas de
escasa utilidad.79 Sin embargo, sufrieron una gran transformación y acabaron
convirtiéndose en el cuerpo más numeroso de la institución militar en el
continente americano y en el que más influyó en la sociedad colonial, siendo,
además, el legado más importante, en el aspecto militar, para la América in-
dependiente.80
Una vez recuperada La Habana, tras la Paz de Paris de 1763, a costa de
las posesiones españolas en Florida, el mariscal de campo Alejandro O’Reilly

78
  Las autoridades fueron conscientes de que podían acabar perdiendo sus posesiones de ultra-
mar porque resultaba imposible costear y suministrar los hombres necesarios para defender el vasto
imperio americano. Idem., pp. 136 y 137; y Archer, Christon, El ejército en el México…, pp. 15-22.
79
  El ejército estaba compuesto por tropas asalariadas que servían de forma permanente y disci-
plinada, mientras que las milicias, se formaban con hombres que no cobraban por su servicio y que
carecían de la constancia y disciplina de las fuerzas profesionales. Su escasa utilidad quedó demos-
trada durante el sitio inglés a La Habana en 1762. Cuando los milicianos fueron enviados a combatir
como refuerzo del ejército en Guanabacoa, muchos no se presentaron, y los demás huyeron al escu-
char los primeros disparos. Kuethe, Allan, Reforma militar y sociedad…, p. 77; e idem, «Las mili-
cias disciplinadas en América», en Marchena Fernández, Juan y Kuethe, Allan, Soldados del rey: el
ejército borbónico en la América colonial en vísperas de la independencia, Castellón: Universidad
Jaume I, 2005, pp. 108 y 109.
80
  Morelli, Federica, «¿Disciplinadas o republicanas? El modelo ilustrado de milicias y su apli-
cación en los territorios americanos (1750-1826)», en Ruiz Ibáñez, José Javier (coord.), Las milicias
del rey…, p. 417. Sobre la influencia de las milicias en la institución militar del México independien-
te destacamos: Kahle, Günter, El ejército y la formación del Estado en los comienzos de la indepen-
dencia de México, México: Fondo de Cultura Económica, 1997.

49
juan josé benavides martínez

fue enviado a Cuba para acometer la reforma militar.81 La participación de


los propios americanos en la defensa del territorio se hacía imprescindible, y,
para conseguirla, las autoridades tenían que favorecer la buena disposición
de los criollos hacia el servicio militar, tratándolos con respeto.82 Siguiendo
estos preceptos, O´Reilly formó unas milicias disciplinadas en la isla que se
regirían por un único reglamento, que él mismo elaboró en 1764, en el que se
establecían todas las características de la formación y el funcionamiento de
los regimientos.83 El objetivo de las autoridades era desarrollar una ciudada-
nía militarmente capaz, que fuese útil en caso de un ataque, y el reglamento
de las milicias cubanas fue publicado en 1769 para que sirviera de modelo a
otros cuerpos milicianos en el resto del continente.84
Para motivar a los vecinos a participar en la defensa del territorio, se
hizo extensivo a los milicianos el disfrute del fuero militar, lo que les iguala-
ba jurídicamente con las tropas profesionales.85 El fuero constituía uno de los
principales atractivos de las milicias, porque sus miembros no podrían ser
juzgados por la justicia ordinaria, sino que esa tarea recaería en el comandan-
81
  Con él también fue el conde de Ricla, encargado de llevar a cabo las reformas administrativas.
Parcero, Celia, La pérdida de La Habana y las reformas borbónicas en Cuba, 1760-1773, Ávila:
Junta de Castilla y León, 1998, pp. 237-278.
82
  Era necesario que los americanos comprendieran que «la defensa del rey estaba unida a la de
sus bienes, su familia, su patria y su felicidad». Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias...,
p. 144.
83
 El Reglamento para las milicias de infantería y caballería de la isla de Cuba regulaba la
existencia de batallones de pardos y morenos (fueron incorporados a las armas, pero manteniendo
el régimen social), el método de reclutamiento (sorteos entre los hombres de dieciséis a cuarenta
años, con una altura superior a 1,65 m, preferentemente solteros y viudos sin hijos), las exenciones
(religiosos y empleados de la administración) y el tiempo de servicio (mínimo diez años). También
fijaba las normas básicas de funcionamiento de las compañías (permisos, bajas y retiros, jerarquía
de la oficialidad, castigos por incumplimientos…), y regulaba las funciones y características del
pie veterano, los militares profesionales encargados de instruir a los milicianos, y de las asam-
bleas, reuniones mensuales para que se ejercitase la tropa. Kuethe, Allan, «Estructura social y las
milicias americanas: los casos de La Habana y la costa de Nueva Granada», en Sarabia Viejo,
María Justina, Europa e Iberoamérica: cinco siglos de intercambio, Sevilla: AIHLA, 1992,
pp.  445-447; y Salas, Fernando, Ordenanzas militares en España e Hispanoamérica, Madrid:
Mapfre, 1992, pp. 152-155.
84
  A su vez, el reglamento de las milicias de Cuba se inspiraba en las milicias provinciales espa-
ñolas, creadas durante el reinado de Felipe V. Kuethe, Allan, Reforma militar y sociedad..., pp. 75 y 76.
85
  Además, disfrutarían de una serie de privilegios, denominados preeminencias: exención de
penas de azotes y de vergüenza pública, de embargo o prisión por deudas, del pago de algunos arbi-
trios locales y del desempeño de oficios públicos contra su voluntad. Como contrapartida, los mili-
cianos no podían ausentarse de la población sin permiso del coronel del regimiento. Mc Alister,
Lyle, El fuero militar…, pp.  25 y 26; y García Gallo, Alfonso, «El servicio militar en Indias»,
Anuario de Historia del Derecho Español, 1956, Tomo 26, Ministerio de Justicia, Madrid, p. 509.

50
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

te de su regimiento. Esta exención dejó en algunos sectores de la sociedad


una sensación de impunidad de los milicianos. Sin embargo, el poder que
recaía sobre los comandantes también podía volverse contra los oficiales su-
bordinados y la tropa, e, incluso, contra las autoridades. Los grupos de poder
locales formaron la oficialidad de las nuevas milicias y se convirtieron en los
garantes del poder Real y de su política reformista.86 La Corona consiguió
mejorar la situación defensiva del imperio, pero las élites aumentaron su in-
fluencia social, gracias a la extensión del fuero militar, lo que podía resultar
contraproducente para las autoridades, ya que estos grupos podrían valerse
de las fuerzas que controlaban para defender sus propios intereses, que no
tenían porque coincidir con los de la Corona.87 Las autoridades fueron cons-
cientes de este peligro, pero prevaleció la necesidad de contar con unas fuer-
zas que pudieran ponerse en pie en caso de un ataque, aunque su rendimien-
to fuese limitado.
La creación de milicias disciplinadas fue la única solución para la defen-
sa de las Indias ante la imposibilidad, económica y humana, de proteger tan
vasto territorio con tropas profesionales de origen peninsular.88 Eran cuerpos
de reserva, pero su establecimiento supuso la creación de un enorme aparato
bélico formado por un gran número de hombres en cientos de unidades dis-
tribuidas por todo el continente.89 Además, los primeros resultados de la re-
forma fueron positivos, ya que, cuando volvió a estallar la guerra contra In-

86
  Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias…, p. 145.
87
  Varias revueltas acaecidas en los años ochenta hicieron que algunas autoridades dudaran de la
utilidad de armar e instruir al pueblo, y, sobre todo, de ponerlo bajo el control de las élites criollas.
Tal fue el caso de la revuelta de los Comuneros en la región de Tunja (Nueva Granada) en 1781.
Kuethe, Allan, Reforma militar y sociedad..., pp. 197-234.
88
  Además de los motivos estratégicos y económicos, Federica Morelli señala la influencia de
razones teóricas vinculadas a las ideas ilustradas. En este sentido, las milicias, además de un instru-
mento de defensa, se habrían creado como medio de refuerzo de los deberes de los vecinos hacia la
patria y el rey. Morelli, Federica, «¿Disciplinadas o republicanas?...», pp. 425. No compartimos esta
visión, ya que la única pretensión de las autoridades era organizar la defensa del continente del modo
más eficiente y económico posible. La estructura de los cuerpos milicianos reflejaba los valores y la
organización de la sociedad en la que se establecían, pero como consecuencia de la reforma, no por-
que fuera su objetivo.
89
  Desde 1764 hasta los primeros años del siglo xix se formaron aproximadamente doscientos
cuerpos de milicias disciplinadas por todo el territorio americano (no todos coexistieron): 31 en las
Antillas, 31 en Nueva España, 42 en Nueva Granada, 66 en Perú, 28 en Chile y 7 en el Río de la
Plata. La mayoría eran de infantería, pero también había de caballería y de dragones. Marchena
Fernández, Juan, Caballero Gómez, Gumersindo y Torres Arriaza, Diego, Elejército en Améri-
ca..., pp. 156-178.

51
juan josé benavides martínez

glaterra durante la guerra de independencia de los EE.UU., la Corona


consiguió recuperar sus posesiones de Florida.90

2.2. La defensa de Nueva España para los novohispanos

Al igual que O´Reilly para el caso cubano, en 1764 el teniente general


Juan de Villalba y Angulo fue enviado a Nueva España como inspector gene-
ral de tropas para reformar la institución militar en el virreinato. Villalba
reorganizó los cuerpos milicianos existentes y creó unidades de nueva plan-
ta. Pero sus reformas toparon con dos grandes obstáculos: la oposición del
virrey Cruillas (1760-1766), con quien mantuvo un agrio conflicto,91 y la
falta de espíritu militar de la sociedad mexicana.92 Finalmente, aunque Villal-
ba formó varias unidades en las principales ciudades de Nueva España, no
tuvo en consideración los intereses de los grupos de poder locales ni las pe-
ticiones de los cabildos,93 y estas milicias solo existieron sobre el papel.94 Por
ello, cuando el virrey marqués de Croix (1766-1771) llegó a México se en-
contró con unas fuerzas mal armadas, con buena parte del personal alistado
que no cumplía los requisitos para el servicio y con pocos oficiales vetera-

90
  Kuethe, Allan, «La introducción del sistema...», pp. 110-112.
91
  Cruillas pudo comprobar la escasa utilidad de las milicias en 1762, cuando, ante el peligro de
sufrir un ataque inglés tras la caída de La Habana, movilizó varias unidades en Veracruz. Las decenas
de muertes diarias, por falta de aclimatación a las condiciones de la costa de los milicianos del inte-
rior, y el elevado número de deserciones dejaron prácticamente inutilizadas a las unidades veteranas,
sin nadie para realizar tareas auxiliares. Marchena Fernández, Juan, «Reformas Borbónicas y poder
popular en la América de las Luces. El temor al pueblo en armas a fines del período colonial», Anales
de Historia Contemporánea, n.º 8, 1990-1992, Universidad de Murcia, Murcia, p. 188. Para más
detalles sobre el enfrentamiento entre el virrey Cruillas y Villalba, véase: Corona Marzol, Carmen,
«Los hombres de la reforma militar en Nueva España: los conflictos entre el marqués de Cruillas y
el comandante general Villalba (1764-1766)», en VV. AA, Temas de Historia Militar, Madrid: EME,
1988, t. II, pp. 297-312.
92
  La mala fama del servicio militar hacía que la población, tanto las élites como los sectores
humildes, rechazaran participar en la defensa. Kuethe, Allan, «Las milicias disciplinadas…, »
pp. 120 y 121.
93
  Biblioteca Nacional de España (BN), Manuscritos, Mss/3650. Informe del ayuntamiento de la
ciudad de México a Carlos III sobre los procedimientos del teniente general Juan Villalba, México,
22 de febrero de 1766.
94
  Creó seis regimientos, tres batallones y dos compañías de infantería en México, Tlaxcala,
Puebla, Córdoba, Toluca, Oaxaca, y Veracruz; dos regimientos de caballería (Puebla y Querétaro); y
uno de lanceros (Veracruz). AGI, México, 2422. Dictamen del brigadier caballero de Croix sobre los
regimientos provinciales, México, 20 de septiembre de 1771.

52
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

nos, lo que imposibilitaba la instrucción de la tropa.95 Croix nunca creyó en


la eficacia de las milicias y elaboró un plan de defensa del virreinato que
otorgaba el papel protagonista a las tropas profesionales, reduciendo drásti-
camente el número de milicianos.96 Sin embargo, las medidas propuestas por
el virrey no fueron aprobadas por el ministro Arriaga, porque la situación de
la real hacienda no lo permitía, y Croix tuvo que buscar otra solución para la
defensa del virreinato.
En 1770 el virrey encargó a su sobrino, el caballero de Croix, recién
nombrado inspector de tropas, un plan para el establecimiento de las milicias
en Nueva España. Este proyecto, inspirado en la reforma de O´Reilly en
Cuba, se basaba en cuatro puntos fundamentales: 1) formación de cuerpos
milicianos con el apoyo de las autoridades locales; 2) elaboración de un re-
glamento unificado que fijase el funcionamiento de todas las unidades del
virreinato; 3) presencia de oficiales y suboficiales veteranos para la instruc-
ción de la tropa; y 4) servicio alterno de las compañías en la cabecera de la
jurisdicción, donde les instruirían los oficiales veteranos, y reunión de todo
el cuerpo en asamblea una vez al año. El armamento debía aportarlo la Co-
rona, pero, aun así, supondría un coste asumible para la real hacienda.97 Este
plan fue el primero cuyo objetivo era el establecimiento de unas milicias que
resultaran de utilidad en la defensa de Nueva España, para lo que se recono-
cía la necesidad de contar con el apoyo de los grupos de poder locales.98

95
  McAlister, Lyle, El fuero militar…, pp. 4 y 5. En 1766 las milicias novohispanas estaban
formadas por 9244 hombres, a los que habría que sumar otros 1154 pertenecientes a varios cuerpos
de milicias urbanas en México y Puebla, que ya existían antes de la llegada del inspector Villalba, y
cuya función no iba más allá de patrullar las calles por la noche y hacer guardias en algunos edificios
oficiales. Sobre la evolución de las milicias urbanas de México durante el siglo xviii, véase: Losa
Contreras, Carmen, «La formación de la milicia urbana en Nueva España», Anuario de la Facultad
de Derecho, vol. 24, 2006, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, pp. 177-214.
96
  Su propuesta se basaba en el informe negativo sobre las milicias del marqués de la Torre,
inspector de las tropas de infantería de Nueva España, que era partidario de dejar a un lado las milicias
y levantar nuevos regimientos profesionales de caballería e infantería, más útiles para evitar revueltas
y para que la población obedeciera las resoluciones. Real Academia de la Historia (RAH), Jesuitas,
9-7320. El virrey Croix al conde de Aranda, México, 26 de agosto de 1767; y Navarro García, Luis,
«El marqués de Croix», en Calderón Quijano, José Antonio, Los virreyes de Nueva España en el
reinado de Carlos III, Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1967, t. I, pp. 185-187.
97
  La fuerza de los cuerpos milicianos ascendería a 7500 hombres de infantería y 3500 de caba-
llería, y supondría un coste de 199 380 pesos al año, menos que un regimiento veterano de infantería.
AGI, México, 2422. Dictamen del caballero de Croix sobre los regimientos provinciales, México, 20
de septiembre de 1771.
98
  «[…] la recluta ha de hacerse basándose en los padrones y previniendo a las autoridades lo-
cales». Idem.

53
juan josé benavides martínez

Pretendía lograr que los milicianos se asemejasen a las tropas veteranas, im-
poniendo una uniformidad reglamentaria para todos los cuerpos del virreina-
to y estableciendo que algunos militares profesionales supervisaran, instru-
yeran y dirigieran estas unidades. De esta manera las milicias ganarían en
eficacia sin que resultaran excesivamente gravosas para la real hacienda.
Además, el servicio alterno de las compañías en la cabecera de su jurisdic-
ción serviría de entrenamiento para la tropa y ayudaría a mantener el orden
público, lo que garantizaría el apoyo de las élites locales, los más interesados
en evitar desórdenes.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del caballero de Croix, cuando
Bucareli (1771-1779) tomó posesión del virreinato, las milicias estaban lejos
de su perfecto arreglo y los altos mandos del ejército eran partidarios de su-
primirlas.99 Aun así el virrey impulsó la formación de nuevos cuerpos mili-
cianos.100 Cada virrey se quejaba de los defectos del aparato militar de Nueva
España, pero fue Martín de Mayorga (1779-1783) quien lo sufrió más direc-
tamente. Al declarase la guerra contra Inglaterra, envió varios regimientos
milicianos a reforzar la plaza de Veracruz y pudo comprobar su ineficacia.101
El elevado coste de la formación y, sobre todo, del mantenimiento de la de-
fensa hizo que fuese descuidada por las autoridades virreinales, cuyo princi-
pal interés era aumentar los ingresos para la Corona y así conseguir premios
y mercedes. De esta manera, a finales del siglo xviii la institución militar
novohispana se había convertido en un «gigante paralítico, numeroso pero
poco respetable».102
No fue hasta 1784 cuando se consolidó la formación de las milicias dis-
ciplinadas en el virreinato de la mano del coronel Francisco Antonio Crespo.
 99
  El subinspector de tropas Pedro de Gorostiza envió un informe al ministro de Indias José de
Gálvez en 1777, en el que advertía que no se había avanzado nada en la instalación de las milicias en
los últimos doce años, y recomendaba que estas unidades volviesen a ser como antes, sin entrena-
miento y solo para casos de emergencia. Archer, Christon, El ejército en el México..., pp. 35 y 36.
100
  Durante su mandato aprobó un reglamento para las milicias de Orizaba, Córdoba y Jalapa
(1775), inspirado en el reglamento de O´Reilly para Cuba. Díaz Trechuelo, María Lourdes, «Anto-
nio María Bucareli y Ursua», en Calderón Quijano, José Antonio, Los virreyes de Nueva España...,
t. II, pp. 430-438.
101
  Diezmados por las enfermedades y las deserciones, apenas servían para transportar provisio-
nes. Habían transcurrido casi veinte años desde la movilización miliciana ordenada por el virrey
Cruillas en 1762, pero el resultado fue igualmente desalentador. Suárez, Santiago Gerardo, Las mi-
licias..., p. 243.
102
  Navarro García, Luis y Antolín, María del Pópulo, «El virrey marqués de Branciforte», en
Calderón Quijano, José Antonio, Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV, Sevilla:
Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1972, t. I, p. 397.

54
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

Basado en la reforma cubana de O´Reilly y en el plan del caballero de Croix,


el proyecto propuesto por el coronel Crespo, inspector de tropas, sentó las
bases de la política militar novohispana en los últimos treinta años del perio-
do colonial.103 Este plan suponía el reconocimiento de los problemas de la
real hacienda para cubrir los crecientes gastos del mantenimiento de las fuer-
zas, ya que su principal objetivo era lograr que la institución militar garanti-
zara de forma eficaz la defensa del virreinato sin que resultara excesivamen-
te gravosa.104
Si bien no era el punto central de su proyecto, Crespo propuso algunos
cambios en los cuerpos profesionales,105 pero las reformas de mayor calado
eran las que afectaban a las milicias. Valoraba positivamente los esfuerzos
que se habían hecho durante las últimas dos décadas, pero reconocía que,
aunque la fuerza miliciana de Nueva España rondaba los 40 000 hombres,
en la práctica, la mayoría de unidades eran inservibles.106 Tratando de que
fueran más útiles para la defensa, Crespo estableció cuatro clases de fuerzas
milicianas, cada una de ellas con unas características, una organización y
unos objetivos diferentes: provinciales, urbanas, de costas y compañías

103
  Tras pasar revista a las fuerzas del virreinato en 1784, Crespo redactó un extenso informe, en
el que presentaba los estados de fuerza de los cuerpos veteranos y milicianos, analizaba los arbitrios
con los que se financiaban las milicias y exponía un plan de reforma, especificando mediante tablas
el estado en el que quedaría cada uno de los distintos cuerpos. AGS, Secretaría de Guerra (SGU),
6958, exp. 1. Dictamen del coronel Crespo para el arreglo del ejército de Nueva España, México, 31
de julio de 1784.
104
  Crespo consideraba prioritario reforzar las regiones con mayor peligro potencial en caso de
un ataque: las Provincias Internas y la costa del golfo de México. En cuanto a la costa de Veracruz y
Tampico hasta el Missisipi, su mejor baza defensiva era la dureza del clima, que debilitaría a cual-
quier ejército invasor, por lo que bastaría con concentrar las fuerzas en las principales plazas, Vera-
cruz y San Juan de Ulúa. Archivo del Museo Naval (AMN), 258, Ms.0485-008. Resumen del dicta-
men del inspector de tropas Francisco Antonio Crespo, Sin Fechar.
105
  Varios regimientos debían reducir sus plazas, mientras que otros, especialmente los asenta-
dos en la costa atlántica, las aumentarían reclutando voluntarios y haciendo levas. El incremento de
los costes se cubriría reduciendo los sueldos y con donaciones de los oficiales. También propuso que
los regimientos enviados desde la península se fijasen en Nueva España y que no se enviasen más
tropas en tiempo de paz. AGS, SGU, 6958, exp.1. Dictamen del coronel Crespo para el arreglo del
ejército de Nueva España, México, 31 de julio de 1784.
106
  Según Crespo, esto se debía a los defectos del alistamiento, que en regiones poco pobladas
había afectado a los mejores vecinos, acarreando consecuencias negativas para la economía, mien-
tras que en las grandes ciudades muchas de las plazas se habían cubierto con los sectores más bajos
de la sociedad, resultando así unas fuerzas de ínfima calidad. Además, los privilegios y exenciones
que disfrutaban los milicianos causaban graves perjuicios a la real hacienda y a la administración de
justicia. Idem.

55
juan josé benavides martínez

sueltas.107 Asimismo, para articular de una forma más efectiva el sistema


defensivo novohispano, pretendía agrupar todas estas unidades en 23 cir-
cunscripciones bajo la supervisión de nueve subinspectores sujetos al ins-
pector de tropas. Este sistema de nuevo cuño podría financiarse con 70 000
pesos anuales, y la defensa de Nueva España, cuya fuerza total sería de
17  300 hombres instruidos y disciplinados, la mayor parte de infantería,
pero también de caballería y dragones, quedaría asegurada.108
La reforma de Crespo otorgaba a las milicias el papel protagonista de la
defensa de Nueva España, debido a la imposibilidad de mantener un ejército
profesional capaz de defender con eficacia el virreinato. Estas milicias refor-
madas estarían comandadas por las élites locales, mayoritariamente de ori-
gen criollo, sin cuya colaboración resultaría imposible defender el territorio.
Para garantizar su lealtad y evitar que utilizaran los cuerpos milicianos en
defensa de sus propios intereses y en perjuicio de los de la Corona, Crespo
propugnaba la necesidad de que los milicianos gozaran de algunas exencio-
nes y privilegios, especialmente el fuero militar, pero estos debían quedar
fijados y regulados claramente en reglamentos, inspirados en el de O’Reilly
para las milicias de Cuba.109 De esta manera pretendía poner fin a la impuni-

107
  Las milicias provinciales, formadas en las regiones con mayor población sin demasiadas di-
ficultades de comunicación y cuyos miembros gozaban del fuero militar, debían reducir sus plazas
milicianas (en tiempo de guerra aumentarían alistando voluntarios) y veteranas. En cuanto a las mi-
licias urbanas, patrocinadas por gremios de comerciantes y encargadas del mantenimiento del orden
en México, Puebla y Veracruz, propuso dotarlas de un reglamento común y reducir el número de
plazas. Además, para facilitar la defensa del virreinato, Crespo decidió crear dos nuevos tipos de
milicias: 1) milicias fijas en las costas, que tendrían una fuerza total de unos 5000 hombres, estarían
comandadas por las autoridades locales y tendrían funciones de vigilancia y guardia contra el contra-
bando; y 2) compañías milicianas sueltas, formadas en las regiones cuya escasa población y lejanía
entre los diversos núcleos no permitiera el establecimiento formal de un cuerpo miliciano (especial-
mente en el norte del virreinato), cuyos miembros no disfrutarían del fuero militar ni demás preemi-
nencias a no ser que se les movilizase. Idem.
108
  5000 hombres se encargarían de proteger las costas, el orden público en Puebla y México
quedaría garantizado con las milicias urbanas y, con la creación de compañías de milicias sueltas, se
dispondría de una reserva de tropas para el tiempo de guerra. En cuanto a las milicias provinciales,
al reducirse su número, podrían completar más fácilmente todas sus plazas y serían menos costosas
y más fáciles de adiestrar. AGS, SGU, 6985, exp. 12. El coronel Crespo al ministro Gálvez, México,
8 de enero de 1785.
109
  Solo disfrutarían del fuero militar los miembros del ejército y de las milicias provinciales, así
como sus esposas, hijos y personal dependiente. Pero, además, el fuero afectaba a las personas de
forma distinta, según su rango. Los oficiales milicianos, gozaban del fuero militar completo y activo,
que les daba capacidad de demandar, tanto en causas civiles como penales, a personas que gozaban
de otros fueros en los tribunales militares. En cambio, la tropa miliciana disfrutaba del fuero militar
criminal, que limitaba la jurisdicción especial a los asuntos penales, y pasivo, con lo que solo podían

56
el marco y la trama: san luis potosí y las milicias...

dad de muchos delitos y a los interminables conflictos jurisdiccionales que


venían dándose.110
El proyecto de Crespo fue aprobado por el rey en 1788, pero no se aplicó
de inmediato, ya que Revillagigedo II (1789-1794) no confiaba en la utilidad
de las milicias. El virrey pretendía basar la defensa de Nueva España en un
ejército regular fuerte y dominado por peninsulares, que diese una imagen de
fortaleza de la «Madre Patria» para desalentar cualquier intento de romper la
dependencia con la península por parte de los americanos.111 Este plan, ade-
más de económicamente inviable, no era factible, porque no contaría con el
apoyo de los criollos, que no tendrían opciones de alcanzar los grados supe-
riores.112 Aun así, Revillagigedo comenzó a aplicarlo, aunque solo consiguió
que en 1793, con España al borde de la guerra con Francia, hubiese menos de
5000 hombres para la defensa del virreinato, incluidos militares y milicia-
nos.113
Ante la situación de peligro que se avecinaba, en 1794 el virrey Branci-
forte (1794-1798) retomó el proyecto de Crespo, modificándolo para que su
aplicación supusiera el menor gasto posible para la real hacienda. El erario
público era incapaz de sufragar los gastos del establecimiento de nuevos
cuerpos milicianos, así que el virrey autorizó que se financiasen con donati-
vos de particulares interesados en obtener el rango de oficial. Este sistema de
financiación redujo la eficacia de las milicias, porque la mayoría de los que
ocuparon las oficialías solo buscaban en el cargo el prestigio social y los

ser demandados en un tribunal de su jurisdicción, pero no podían demandar a otros en tribunales


militares. Solamente en el momento en que una unidad miliciana era movilizada, todos sus miem-
bros, incluida la tropa, disfrutarían del fuero militar completo y activo. Mc Alister, Lyle, El fuero
militar..., pp. 23-25.
110
  La extensión del fuero a los milicianos provocó multitud de conflictos jurisdiccionales entre
los tribunales militares y los ordinarios, y, a pesar de los esfuerzos de Crespo, continuaron, en parte,
por la incapacidad de los oficiales milicianos para hacer comprender a sus subordinados los derechos
del fuero militar, que generalmente consideraban ilimitado. Kahle, Gunter, El ejército y la formación
del Estado…, pp. 55-58. Sobre los conflictos entre la jurisdicción civil y la militar en relación a las
milicias, véase: Guerrero Domínguez, Ángel Luis, «Lex et bellum. Fuero militar y milicias en el
norte del virreinato del Perú a finales del siglo xviii», en Chust Calero, Manuel y Marchena Fer-
nández, Juan (eds.), Las armas de la nación…, pp. 15-35.
111
  Suárez, Santiago Gerardo, Las milicias..., p. 245.
112
  Vega Juanino, Josefa, «Milicias y sociedad a finales del siglo xviii. El caso de Michoacán»,
Revista de Indias, vol. XLV, n.º 175, 1985, CSIC, Madrid, pp. 53 y 54.
113
  Díaz Trechuelo, María Lourdes, Pajarón Parody, Concepción y Rubio Gil, Adolfo, «El
virrey don Juan Vicente de Güemes Pacheco, segundo conde de Revillagigedo», en Calderón Qui-
jano, José Antonio, Los virreyes de Nueva España..., t. I, p. 340.

57
juan josé benavides martínez

privilegios, mostrando escasa o nula dedicación al servicio militar.114 Aun


así, Branciforte consiguió que la mayoría de los cuerpos milicianos del vi-
rreinato tuvieran una vida activa. Esto supuso la militarización de una gran
parte de la población novohispana, lo que influyó notablemente en la vida
cotidiana, pero, sobre todo, porque se concedieron privilegios y exenciones
a varios grupos de la sociedad, no porque formaran unas unidades entrenadas
y capaces de enfrentarse a cualquier emergencia interna o externa, ya que, si
bien la reforma de la institución militar mejoró la situación previa del siste-
ma defensivo novohispano, no fue todo lo eficaz que se esperaba.115
En 1800 el ejército veterano de Nueva España contaba con 6006
hombres,116 pero eran las milicias, que cuadriplicaban en número a las tropas
profesionales, las que sostenían la defensa del virreinato. La mayoría de ofi-
ciales eran criollos y la tropa estaba formada predominantemente por mesti-
zos y mulatos.117 Había unos 23 300 milicianos de los que 1000 formaban
parte de milicias urbanas (en México y Puebla), 7000 de las de costa, 4300
de las de frontera (Provincias Internas), y 11 000 de los 18 cuerpos provin-
ciales repartidos por todo el territorio novohispano.118

114
  Esta circunstancia acrecentó el descrédito de los milicianos entre los militares profesionales.
Archer, Christon, El ejército en el México..., p. 274.
115
  A pesar de su número, la operatividad de las milicias, en general mal armadas y con una
oficialidad sin apenas conocimientos militares, era muy limitada, como quedó demostrado tras el
estallido insurgente de 1810. Gayol, Víctor, «Las milicias nacionales en la construcción del Estado-
Nación en España e Hispanoamérica, siglo xix: hacia un balance historiográfico», en Ruiz Ibáñez,
José Javier (coord.), Las milicias del rey de España..., p. 462; y Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y
gobierno…, p. 60.
116
  Formaban la Guardia de Alabarderos del virrey, cuatro regimientos de infantería, el de la
Corona (Veracruz), el de Nueva España (Veracruz), el de México (La Habana y Luisiana) y el de
Puebla (La Habana); el Batallón de Veracruz; dos regimientos de dragones, el de España (Perote y
Jalapa) y el de México (México y Puebla); un cuerpo de artillería distribuido por diversas plazas y
cinco compañías de infantería ligera destinadas en varios puntos estratégicos: Acapulco, Presidio del
Carmen, San Blas, Perote y California. Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias..., pp. 161-
168.
117
  Morelli, Federica, «¿Disciplinadas o republicanas?...», p. 423.
118
  Siete regimientos de infantería (México, Puebla, Tlaxcala, Córdoba, Orizaba y Jalapa, Cela-
ya, Toluca y Valladolid), dos de caballería (Querétaro y del Príncipe en Guanajuato), seis de dragones
(Puebla, San Luis y San Carlos, de la Reina en San Miguel el Grande, Nueva Galicia y Michoacán);
y tres batallones de infantería (Guanajuato, Oaxaca y Guadalajara). AGI, México, 2440. Estado de
fuerza de los cuerpos veteranos y provinciales de Nueva España, México, 26 de febrero de 1800.

58
Capítulo 2
VIEJAS MILICIAS Y NUEVAS REVUELTAS.
LOS MOTINES DE 1767 EN SAN LUIS POTOSÍ

1. Vecinos armados al servicio del rey. Los orígenes


de las milicias en San Luis

Como dijimos en el anterior capítulo, San Luis Potosí se fundó en 1592


en una región fronteriza dentro del contexto de la Guerra Chichimeca. Ape-
nas tres años después, en noviembre de 1595, el alcalde mayor, Juan López
del Riego, publicó un bando, mediante el cual, todos los habitantes de la
ciudad y sus alrededores que poseyeran cualquier tipo de arma debían pre-
sentarse ante él.1 Su objetivo era conocer las fuerzas con las que podía contar
ante un posible ataque de indios sin reducir.2 Cincuenta y dos hombres, mi-
neros y mercaderes peninsulares en su mayoría, manifestaron estar armados
con un total de 46 espadas y 27 arcabuces en buen estado.3 Este padrón de
armas elaborado por el alcalde mayor refleja el carácter fronterizo de la re-
gión potosina, ya que era habitual en las zonas recién conquistadas que sus
vecinos tuvieran que encargarse de la defensa.4
A lo largo del siglo xvii y los dos primeros tercios del xviii la falta de
tropas regulares en San Luis fue suplida por milicias sueltas. Estos cuerpos
se formaban en situaciones de emergencia por orden de las autoridades loca-

1
  Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí (AHESLP), Civil, A 43, 1595-1, 24. Bando
del alcalde mayor Juan López del Riego, San Luis Potosí, 25 de noviembre de 1595.
2
  López del Riego convocó esta revista de armas porque los guachichiles se habían rebelado en
la región de Rioverde. Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 4.
3
  Además también tenían 22 dagas, trece cotas, una lanza, tres rodelas, siete cueras y una alabar-
da. Ruiz Guadalajara, Juan Carlos, «…a su costa e minsión…», p. 131.
4
  El servicio armado era obligatorio para los vecinos siempre que fuera en la misma jurisdicción
en la que habitaban. González, Marcela, Las milicias: origen y organización durante la colonia,
Córdoba: Centro de Estudios Históricos, 1995, p. 18.

59
juan josé benavides martínez

les. Tenían una organización jerárquica elemental (capitán, alférez y sargen-


to) y generalmente se disolvían una vez pasado el peligro que había provoca-
do que se reunieran.5 Pero en algunos casos, como en San Luis, estas fuerzas
se mantuvieron en funcionamiento, participando en ceremonias (desfiles,
procesiones…) y realizando rondas nocturnas y escoltando presos ocasional-
mente.6 A comienzos del siglo xviii la alcaldía de San Luis contaba con cua-
tro cuerpos milicianos,7 que fueron revistados en agosto de 1701 por el re-
cién llegado alcalde mayor, Juan Orejón de la Lama y Medrano.8 Se trataba
de un batallón de arcabuceros y tres compañías de infantería, una de españo-
les, otra de mestizos y otra de mulatos.9 La mayor de estas fuerzas era el
batallón de arcabuceros que comandaba el capitán Francisco de Uresti y
Bustamante.10 Estaba formado por 458 hombres armados con arcabuz, la ma-
yoría de ellos montados, procedentes de las principales poblaciones de la
jurisdicción: 97 de San Luis y sus barrios, 31 de Santa María del Río, 45 del
Valle de San Francisco, 92 de Mexquitic y de la hacienda de Bocas, 41 del
Cerro de San Pedro, 40 del Armadillo y 112 del Real de los Pozos. Por su
parte, las compañías de infantería eran menos numerosas. La de españoles
estaba al mando del alférez Juan Antonio de Miranda y la formaban 105
hombres con arcabuces; la de mestizos, dirigida por el alférez Juan Gonzá-
lez, estaba compuesta por 86 hombres armados con arcabuces y espadas; y la
 5
  Marchena Fernández, Juan, Ejército y milicias…, p. 190.
 6
  Las autoridades no querían formar milicias estables para evitar conceder a sus miembros una
serie de privilegios jurídicos o exenciones tributarias por los servicios que realizaban. Confiaban en
que la población estaría dispuesta ante un ataque. Suárez, Santiago Gerardo, Las milicias..., pp. 108
y 109.
 7
  En otras regiones próximas, como Rioverde, era frecuente que los indios acompañaran a su
capitán protector para defender su territorio ante ataques de tribus sin pacificar. Monroy Castillo,
María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., p. 138.
 8
  El hasta entonces regidor de Valladolid (España) pasó revista a las milicias de la región como
medida de precaución poco después de su llegada a San Luis. Pero durante los cinco años que duró
su mandato, tan solo se vio obligado a defender su jurisdicción litigando contra el administrador de
las Salinas del Peñón Blanco. Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. II, pp. 309-312.
 9
  Siempre existieron compañías de mestizos, mulatos y morenos, aunque nunca de indios, a los
que las autoridades consideraban propensos al alzamiento. Suárez, Santiago Gerardo, Las milicias...,
pp. 90-98.
10
  Era un gran terrateniente y propietario de minas que desempeñó diversos cargos en el ayunta-
miento potosino desde el último cuarto del siglo xvii. AGN, General de Parte, vol. 16, exp. 11. Nom-
bramiento de Francisco de Uresti como alcalde de mesta, San Luis Potosí, 14 de enero de 1687;
AGN, Mercedes, vol. 71, fol. 3. Francisco de Uresti, receptor de tierras tras un acuerdo, San Luis
Potosí, 12 de abril de 1717; y AGN, Indiferente Virreinal, C. 2827, exp. 2. Autos sobre el oficio de
regidor que se le remató a Bartolomé Robles por renuncia de Francisco de Uresti, San Luis Potosí,
1717.

60
viejas milicias y nuevas revueltas...

de mulatos, que comandaba Felipe Díaz de la Plata, tenía 134 integrantes, la


mayoría con arcabuces, pero muchos con espadas y lanzas.11
La utilidad de estos cuerpos era muy limitada, porque carecían de regla-
mento y uniformes, no realizaban instrucción y las armas, que eran aportadas
por los propios milicianos, no siempre estaban en buenas condiciones. Pero,
a pesar de sus carencias, estas milicias reflejaban la lealtad de sus integrantes
hacía la monarquía y las autoridades locales, ya que cumplían sus mandatos,
aunque no recibían sueldo alguno.12

2. Los «indios mata-gachupines» y los «muy poderosos


señores del Cerro»

En mayo de 1767 se iniciaron una serie de manifestaciones violentas


contra las autoridades en la región potosina, que coincidieron en el tiempo
con otras de similares características en el Bajío y Michoacán.13 Tradicional-
mente estos motines se han relacionado con la expulsión de los miembros de
la Compañía de Jesús de los territorios de la Monarquía Hispánica, pero, al
margen del innegable aprecio de la mayor parte de la población por los jesui-
tas, las motivaciones de la revuelta fueron más variadas y complejas. En este
epígrafe trataremos de presentar los tumultos desde un enfoque diferente al
mostrado por la historiografía, que se basa esencialmente en fuentes oficiales
(informes y discursos de autoridades, declaraciones en interrogatorios, sen-
tencias judiciales…).14 Como reconocen los autores que han trabajado el

11
  La revista se realizó en tres días: el 21, el 25 y el 28 de agosto de 1701. Velázquez, Primo
Feliciano, Historia de San Luis…, t. II, pp. 307 y 308.
12
  Ni tan siquiera los oficiales cobraban: «… y no se le señala sueldo alguno por ser de gentes
voluntarias.» AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. D30, exp. 949. Concesión del grado de capitán
de infantería del batallón de milicias de San Luis Potosí a Pedro Herrerías, México, 15 de abril de
1682.
13
  También hubo revueltas en diversos puntos de la Huasteca veracruzana, hidalgana y potosina.
Estos motines se debieron a la mayor presión a la que se sometió a la población campesina por la
aplicación de las reformas fiscales borbónicas (monopolio del tabaco, nuevos impuestos y cobro más
eficiente de estos...), a los abusos de las autoridades en los repartimientos y a la utilización del des-
contento de la población por parte de una facción que trataba de hacerse con el poder regional. Esco-
bar Omhestede, Antonio, «Las dirigencias y sus seguidores, 1811-1816. La insurgencia en las Huas-
tecas», en Terán, Marta y Serrano Ortega, José Antonio (eds.), Las guerras de independencia en la
América Española. Valladolid: El Colegio de Michoacán, 2002, p. 221.
14
  Para una descripción detallada de los motines de 1767 recomendamos: Castro Gutiérrez,
Felipe, Nueva ley y nuevo rey: reformas borbónicas y rebelión popular en Nueva España, México:

61
juan josé benavides martínez

tema, este tipo de documentación, redactada a posteriori de los aconteci-


mientos, contiene una distorsión de origen, que dificulta la aproximación al
conocimiento real de los objetivos e intereses de los rebeldes: la argumenta-
ción capciosa de las autoridades para justificar su actuación y el propósito de
exculpación por parte de los acusados de participar en los tumultos.15 Tratan-
do de superar esta limitación, aportaremos una visión de los motines basada
en la correspondencia entre los distintos núcleos rebeldes, que fue incautada
por las autoridades. La consulta de estas cartas, redactadas mientras se desa-
rrollaban los acontecimientos, nos permite conocer de primera mano los ob-
jetivos, intereses y temores de los participantes en las revueltas. Pero, al
igual que sucede con cualquier otro tipo de documentación, la corresponden-
cia no está exenta de trabas, ya que no se ha conservado la totalidad de cartas
escritas entre los diferentes núcleos sublevados y también pueden contener
mentiras o exageraciones, lo que nos obliga a interpretarlas dentro de la si-
tuación concreta en que fueron escritas por sus remitentes.16
Por su desarrollo geográfico y cronológico podemos distinguir en la pro-
vincia potosina tres revueltas diferentes: la de San Luis y sus alrededores, la
del Venado y La Hedionda, y la de Guadalcázar. Los motivos que las provo-
caron fueron similares, al igual que los objetivos de la ira colectiva (las auto-
ridades y los peninsulares), pero nunca constituyeron un proyecto que pudie-
ra reunir los intereses de varios grupos sociales de estas regiones.17

UNAM, 1996; Gálvez, José de (Ed: Castro Gutiérrez, Felipe), Informe sobre las rebeliones popu-
lares de 1767, México: UNAM, 1990. También se aborda este tema en: Navarro García, Luis, «El
virrey marqués…», pp. 277-306. Para el caso concreto de San Luis, varios autores tratan el tema de
los motines de un modo descriptivo. Entre ellos destacamos: Velázquez, Primo Feliciano, Historia
de San Luis…, t. II, pp. 499-525, y Montejano y Aguiñaga, Rafael, El Valle de Santa Isabel del Ar-
madillo, San Luis Potosí, 1964, pp. 63-73.
15
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey…, p. 251.
16
  Las cartas parecen auténticas, porque su contenido concuerda con los hechos descritos por
otras fuentes y porque no encaja con las teorías expuestas posteriormente por las autoridades, razón
por la que, probablemente, no se incluyeran en los procesos judiciales. La principal fuente bibliográ-
fica en que nos hemos apoyado ha sido las citada obra de Felipe Castro (Nueva ley y nuevo rey…),
que, a pesar de que no compartimos algunos puntos, nos parece el estudio más completo y detallado
de los motines de 1767.
17
  Esto resulta lógico, teniendo en cuenta que el horizonte que veían desde sus casas los hombres
que se rebelaron era el límite geográfico de su mundo, de su vida cotidiana. Simplemente algunos
vecinos de El Venado y sus proximidades informaron de la situación a parientes, amigos y autorida-
des de San Luis, pidiéndoles ayuda y noticias de lo que estaba ocurriendo allí, pero los contactos
interregionales no pasaron de ahí. Idem, p. 250; RAH, Jesuitas, 9-7321. Gil Jiménez, vecino del Ve-
nado, a José Servando Núñez, vecino de San Luis, El Venado, 16 de julio de 1767; e idem, Miguel
Domingo de Oviedo, administrador de la hacienda de Bocas, a Francisco de Mora, Bocas, 27 de julio

62
viejas milicias y nuevas revueltas...

La primera revuelta en estallar fue la que afectó a la capital potosina y su


entorno (haciendas y poblaciones en un radio de unos 20-30 kilómetros), que
fue en sí misma un conjunto de revueltas. Entre el 10 de mayo y el 9 de julio
se produjeron varios estallidos violentos en los que participaron distintos
sectores de la sociedad que, aunque se unieran en momentos puntuales, esta-
ban animados por diferentes motivos, pudiendo distinguirse cuatro núcleos
rebeldes distintos:
1) Barrios de San Luis. La ciudad contaba a mediados del siglo xviii con
1600 familias de españoles, mestizos, mulatos e indios, unos 7200 habitantes
(coeficiente 4,5), pero, además, tenía siete barrios extramuros, fundados
como pueblos de indios, habitados por un total de 547 familias (unos 2460
habitantes): Tequisquiapan, San Miguel, Guadalupe, San Sebastián, San
Cristóbal del Montecillo, Tlaxcalilla y Santiago.18 Aunque tenían estatuto de
pueblos indios, en esta época su composición étnica no era homogénea. Tras
más de un siglo asentándose mestizos y castas, estos pueblos habían alcanza-
do un alto grado de mestizaje racial y cultural, hasta tal punto que sus habi-
tantes hablaban en castellano y vestían como españoles, pero se identificaban
como pueblos indios porque el sistema jurídico les ofrecía ciertos privile-
gios, fundamentalmente, el derecho a elegir sus autoridades y a tener bienes
comunales.19
2) Cerro de San Pedro. El yacimiento al que San Luis debió su fundación
había perdido la riqueza de los primeros años, pero seguía siendo uno de los
principales motores económicos de la región, y tenía una población de 110
familias de españoles, mestizos y mulatos (unos 500 habitantes).20 Los mine-
ros del Cerro, que eran conocidos como «los serranos», realizaban un trabajo

de 1767. También los rebeldes del Valle de San Francisco informaron a los mineros del Cerro de San
Pedro de la represión que habían sufrido los rebeldes de San Luis de la Paz. Idem, García Jové a
Orosio y Alaniz, Valle de San Francisco, 3 de julio de 1767.
18
  El barrio más grande era el de San Sebastián (166 familias-747 habitantes), seguido de Tlax-
calilla (107 familias-481 habitantes), Tequisquiapan (90 familias-405 habitantes), Santiago (65 fami-
lias-292 habitantes), San Miguel (53 familias-238 habitantes), San Cristóbal del Montecillo (38 fa-
milias-171 habitantes), y Guadalupe (33 familias-126 habitantes). Velázquez, Primo Feliciano,
Historia de San Luis..., t. II, pp. 473 y 474.
19
  Las autoridades fueron conscientes del mestizaje predominante entre la población potosina y
en sus escritos no utilizaron distintivos raciales para referirse a los sublevados, sino términos como
plebe, chusma, vagos, canalla, o gente ordinaria. Durán Sandoval, Felipe, «Colonización, población
y disputas por la tierra en San Luis Potosí frente a los tumultos de 1767», Vetas, revista del colegio
de San Luis, vol. I, n.º 13, enero-abril de 2003, El Colegio de San Luis, San Luis Potosí, pp. 29-32.
20
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 475.

63
juan josé benavides martínez

relativamente bien pagado y que no era continuado, así que siempre había
una masa de población desocupada, disponible para cualquier conmoción.21
3) Pueblos y haciendas próximas al Cerro. En unos veinte kilómetros en
torno al Cerro de San Pedro había diversos núcleos habitados, entre los que
destacaban: el Real de los Pozos, la hacienda de La Sauceda, Soledad de los
Ranchos y San Nicolás del Armadillo.22 La actividad económica de estos
enclaves estaba estrechamente relacionada con la del Cerro. Los mineros
dependían para su abastecimiento de los pueblos y haciendas de su contorno,
que obtenían importantes ingresos, tanto por la venta de sus productos a los
serranos (carne, maíz, leña, ropa, cuerdas…)23 como por el trabajo ocasional
en las minas.24 Pero, además de los lazos que les unían a los mineros, los
habitantes de estos pueblos tenían rasgos muy similares a los de los barrios
de San Luis: grado de mestizaje, costumbres, oficios que desempeñaban…25
4) Valle de San Francisco. Esta población situada a unos cincuenta kiló-
metros al sur de San Luis, contaba con unas trescientas familias de españo-
les, mestizos e indios (entorno a 1350 habitantes), dedicados casi en su tota-
lidad a labores agroganaderas en las numerosas haciendas y ranchos que
poblaban el valle.26 A pesar de la distancia que lo separaba de San Luis, la
sublevación de los habitantes del Valle de San Francisco estuvo directamen-
te relacionada con los motines de la cabecera de la jurisdicción.

21
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey…, p. 226.
22
  San Nicolás era un pueblo de indios con gobernador. Tenía una población de unos 300 habi-
tantes, dedicados fundamentalmente a tareas agrícolas y distaba unos diez kilómetros de su cabecera
de partido, Santa Isabel del Armadillo, donde residía un teniente del alcalde mayor. En esta población
había más de 3000 habitantes, incluyendo los pobladores de las haciendas de la zona. Villaseñor y
Sánchez, José Antonio (Ed.: Montejano y Aguiñaga, Rafael), Descripción general de…, p. 52.
23
  El gobernador del pueblo indio de San Nicolás del Armadillo reconocía esta interdependencia
al ofrecerse a pagar un tributo a los serranos por el uso de las tierras comunales de su pueblo, ya que
la mayoría de sus beneficios se debían a los mineros. RAH, Jesuitas, 9-7321. Atanasio de la Cruz a
Orosio y Alaniz, San Nicolás del Armadillo, 1 de julio de 1767.
24
  Sobre todo los vecinos del Real de los Pozos, población de unos 1500 habitantes, situada a
unos doce kilómetros del Cerro de San Pedro. Además de dedicarse a tareas agroganaderas, el resca-
te de la plata de las minas del Cerro y el trabajo en las haciendas de beneficio era una de las princi-
pales actividades económicas de la población. Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis...,
t. II, p. 474.
25
  Unos y otros trabajaban ocasionalmente en haciendas y minas o eran artesanos, arrieros..., y
aunque unos fueran considerados pueblos indios, a mediados del siglo xviii, su grado de mestizaje era
similar al de las otras poblaciones. Montejano y Aguiñaga, Rafael, El valle de Santa Isabel…,
pp. 269-275.
26
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 474.

64
viejas milicias y nuevas revueltas...

Además, habría que señalar que, si bien la mayoría de los participantes


en los tumultos eran gente del común, que se ganaba la vida con su trabajo,27
también estuvieron implicados varios delincuentes y maleantes de todo tipo,
que encontraron en el desorden un terreno abonado para hacer de las suyas.28
La participación de tantos y tan diversos grupos le dio a los motines de
1767 un carácter de revuelta general, y se debió, en buena medida, al estado
de tensión social que vivía la región potosina por la ocupación de tierras.
Como ya mencionamos en el primer capítulo, durante todo el periodo colo-
nial fueron asentándose en el territorio potosino españoles, indígenas y cas-
tas provenientes de otras regiones del virreinato, además de los chichimecas
que, tras la conquista, fundaron varias poblaciones.29 Las autoridades favore-
cieron el asentamiento de colonos otorgando mercedes de tierras y permi-
tiendo la formación de pueblos de indios, aunque no siempre cumplieran las
normas establecidas por la legislación (pureza étnica de los habitantes de los
pueblos, no ocupar tierras comunales de otras poblaciones…).30 También era
habitual que los hacendados ampliaran sus posesiones sin que los obstaculi-
zaran las autoridades, ya que la ocupación de nuevas tierras aumentaba la
actividad económica.31 Estas prácticas no causaban conflictos, porque, debi-
do a la gran extensión de la jurisdicción, la densidad de población no era
elevada. Pero en el siglo xviii los hacendados empezaron a ocupar tierras
pertenecientes a pueblos y estos, con una población cada vez mayor, también

27
  Los rebeldes no eran los oprimidos peones de las haciendas, sino grupos con cierto grado de
libertad, pero tampoco abundaron los sectores medios (mayordomos, cajeros, burócratas…), así que
podemos hablar de una rebelión popular. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 226
y 227.
28
  El caso más destacable fue el Pablo Vicente de Olvera, reconocido delincuente de origen
criollo que estaba preso en San Luis por homicidio. Al quedar en libertad, cuando la cárcel fue asal-
tada por la muchedumbre, rompió la picota, símbolo de la justicia, saqueó la casa del alcalde Quirós,
el que lo había apresado, y se convirtió en el líder de una banda de maleantes. Idem, pp. 131-133.
29
  La mayoría se empleaban en las minas, en las haciendas de beneficio o en las estancias gana-
deras de la jurisdicción. Durán Sandoval, Felipe, Vida social y económica de San Luis Potosí. El
cobro de tributos (1653-1717), México: Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2002, p. 74.
30
  Así surgieron, entre otras, poblaciones como Soledad de los Ranchos, fundada sin permiso
oficial alguno en el camino entre San Luis y el Cerro de San Pedro, donde vivían varios rancheros
dedicados al cultivo de tierras y la cría de ganado para el abastecimiento del Cerro; o el barrio indí-
gena de San Cristóbal del Montecillo, próximo al real, y cuyos habitantes se establecieron con el
permiso de los mineros a cambio de prestaciones de trabajo en las minas. Durán Sandoval, Felipe,
«Colonización, población y disputas por la tierra…», pp. 30 y 31.
31
  Uno de los casos más destacados fue el de la hacienda de La Parada, que fue adquirida por los
jesuitas en 1623 con una extensión de 130 kilómetros cuadrados, y que en 1740 ocupaba 325. Ba-
zant, Jan, Cinco haciendas..., pp. 25-27.

65
juan josé benavides martínez

trataron de aumentar las suyas, generándose gran cantidad de pleitos en los


que frecuentemente ninguna de las partes tenía los títulos de propiedad sobre
las tierras en litigio. Las autoridades, ligadas a los grandes propietarios, legi-
timaron algunas ocupaciones, pero se vieron rebasadas por una situación
cada vez más conflictiva, con pleitos entre los distintos barrios de San Luis,
entre los barrios y los pueblos y haciendas de la región, entre hacendados y
los pueblos, y entre diferentes hacendados.32
En este contexto general de tensión social por el problema de la tierra,
solo hacía falta un detonante para que se produjera un estallido violento, y
para los habitantes de los barrios indios de San Luis fueron los abusos y ve-
jaciones a los que, según ellos, los sometían las autoridades locales. Espe-
cialmente agraviados se sentían los vecinos de San Sebastián y los del Mon-
tecillo por las actuaciones del alcalde ordinario de primer voto Juan Antonio
Bernardo Quirós.33 Esto explicaría, en buena medida, las ofensas a símbolos
reales y las manifestaciones «anti-gachupinas» por parte de los amotinados,
que también reflejaban el componente de rencor hacia los peninsulares que
había tras el estallido violento.34 La situación se descontroló tras dos deten-
ciones supuestamente abusivas realizadas por la ronda del alcalde Quirós la
noche del 9 de mayo.35 Al día siguiente, los habitantes de los barrios (excep-
32
  El barrio de Tlaxcalilla fue el que acumuló mayor cantidad de litigios, mientras que, entre los
hacendados, fueron los carmelitas, dueños de la hacienda del Pozo, los que mantuvieron más pleitos,
tanto con sus pueblos vecinos como con otros hacendados. Especialmente largo y costoso fue el litigio
que desde 1757 mantuvieron con el conde de la Cortina, dueño de la hacienda de La Soledad, que no
se resolvió hasta 1797, cuando el Consejo de Indias decidió dar a cada una de las partes la mitad de
las tierras en litigio. BN, Manuscritos, Mss/3575. Autos del pleito entre el conde de la Cortina y los
Carmelitas por unas tierras próximas a San Luis Potosí, Aranjuez, 22 de abril de 1798; Durán Sando-
val, Felipe, «Colonización, población y disputas por la tierra…», pp. 33-36; y Ruiz Medrano, Carlos
Rubén, «Violencia y estrategias políticas en los conflictos agrarios en San Luis Potosí en el siglo xviii.
La pugna entre el barrio de Santiago del Río y Tlaxcalilla (1761)», Revista del Seminario de Historia
Mexicana, n.º 4, vol. IV, 2003, Universidad de Guadalajara, Campus Lagos de Moreno, pp. 57-75.
33
  Después de que el teniente del gobernador del barrio del Montecillo apresara a José Najar por
el hurto de un capote a uno de San Sebastián, el alcalde Quirós le pidió que lo azotara en su presencia.
El teniente del gobernador se negó a hacerlo, porque sobrepasaba sus atribuciones, y Quirós le gol-
peó con un palo. El teniente del Montecillo le recordó el honor que conllevaba su cargo, a lo que este
replicó que pegar a un indio no era ninguna deshonra. RAH, Jesuitas, 9-7321. El gobernador del
barrio del Montecillo a Orosio y Alaniz, San Cristóbal del Montecillo, 1 de junio de 1767.
34
  Su situación jurídica privilegiada, el que coparan la mayoría de los altos cargos civiles y reli-
giosos, el monopolio que ejercían sobre el comercio y el hecho de que poseyeran buena parte de las
minas y de la tierra, convirtieron a los peninsulares en el principal objetivo de la ira popular. Castro
Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 260-263.
35
  Un peón, vecino de San Sebastián, fue apresado y puesto en vergüenza pública por Quirós y
sus hombres, al parecer, por la única razón de que portaba unas tablas. También se encerró a un ve-

66
viejas milicias y nuevas revueltas...

to Tlaxcalilla) entraron en la ciudad y apedrearon la casa del alcalde mayor,


Andrés de Urbina, y la cárcel, para que fueran puestos en libertad ambos
presos. Urbina, sin margen de maniobra, trató de evitar males mayores orde-
nando su liberación.36
Por su parte, los serranos estallaron de forma violenta dos semanas des-
pués, el 26 de mayo de 1767, cuando el teniente de alcalde mayor publicó un
bando, mediante el que se aplicaban una serie de reformas administrativas y
económicas.37 Algunas de estas disposiciones suponían importantes cambios
en la vida cotidiana del común de la población potosina, y especialmente
entre los habitantes del Cerro, como la prohibición de portar armas, algo
habitual para los mineros, o el mayor control que sobre los «vagabundos».38
Además, los escasos recursos de los grupos populares se verían afectados
directamente con nuevas medidas, como la implantación del estanco del ta-
baco y la imposición de nuevas tasas sobre el comercio de productos de pri-
mera necesidad. Estas reformas afectaban directamente a los serranos, pero
también a las poblaciones de sus alrededores, porque los nuevos impuestos
acarrearían una subida de precios de los productos en el Cerro, lo que redu-
ciría la capacidad adquisitiva de los mineros y, por tanto, también los benefi-
cios de los habitantes de los pueblos que les proporcionaban los suministros.
Ante la violencia con la que reaccionaron los habitantes del Cerro, el
teniente de alcalde se vio obligado a huir, y al día siguiente, el 27 de mayo,
los serranos invadieron San Luis tumultuosamente. Ocuparon la plaza e hi-
cieron saber de primera mano su descontento al alcalde mayor.39 Además de
cino del Montecillo, por ir con una cuchilla de zapatero cuando salía del trabajo. El gobernador del
Montecillo y su teniente fueron a pedirle que los liberara pero Quirós les respondió con altanería y
mantuvo encerrados a los presos. RAH, Jesuitas, 9-7321. Agravios presentados por los gobernadores
de los barrios de San Luis, México, 24 de enero de 1768.
36
  Montejano y Aguiñaga, Rafael, El valle de Santa Isabel…, p. 63.
37
  Los ministros ilustrados, tratando de que las posesiones americanas diesen mayores benefi-
cios a la Corona y que su sujeción a la metrópoli fuera más sólida, reorganizaron la política fiscal,
fomentaron los sectores productivos de mayor importancia (en especial la minería), formaron un
ejército y una burocracia moderna, y trataron de frenar la creciente influencia de los poderes locales.
En definitiva, pusieron en práctica una idea colonialista que pretendía convertir a la América espa-
ñola en «un mero centro de producción de riqueza para la península». Pérez Herrero, Pedro, «Eco-
nomía y poder: revisión historiográfica. El reformismo borbónico y el crecimiento económico en la
Nueva España. Revisión del modelo interpretativo», en Román, José Francisco (ed.), Las reformas
borbónicas y el nuevo orden colonial, México: Instituto Nacional de Antropología, 1998, p. 28.
38
  Como hemos señalado anteriormente, el trabajo en las minas no era continuo. Con la nueva
ley, los mineros que estaban desocupados largas temporadas al año pasarían a ser considerados va-
gabundos.
39
  Montejano y Aguiñaga, Rafael, El valle de Santa Isabel…, p. 63.

67
juan josé benavides martínez

pedir la supresión de las «leyes nuevas», los mineros presentaron quejas del
comportamiento de las autoridades, especialmente de los diputados de mine-
ría, encargados de gestionar la explotación del yacimiento.40
Los serranos, los pueblos próximos al Cerro y los barrios de San Luis
sufrían los abusos y arbitrariedades de las autoridades, estaban inmersos en
pleitos por tierras y la reforma legislativa afectaba directamente a sus cos-
tumbres y a su situación económica, todo lo cual propició que se produjera
un acercamiento entre ellos, llegando a acuerdos para reclamar las injusticias
a las que se veían sometidos dentro del marco legal.41 Parece que, en princi-
pio, no consideraban los estallidos violentos como una línea de actuación,
sino más bien como hechos puntuales a los que se vieron abocados por la
situación que estaban sufriendo.42 Pero todo cambió durante la primera se-
mana de junio. Los serranos empezaron a erigirse como líderes de un movi-
miento de protesta, buscando aliados entre los pueblos y haciendas de su
contorno, algo que concretaron en una reunión celebrada en el Cerro de San
Pedro el 5 junio.43 En ella, los serranos demostraron su capacidad de lideraz-
go, ganándose el apoyo del resto de asistentes, con los que formaron un
frente común basado esencialmente en dos pilares: las reivindicaciones agra-
rias y la violencia como vía para satisfacer sus demandas.44 Por las referen-
40
  Los acusaban de corrupción y de ser excesivamente permisivos con los grandes propietarios
absentistas de minas, por lo que reclamaban que se les confiscaran sus bienes y que se nombraran otros
nuevos. RAH, Jesuitas, 9-7321. Agravios presentados por los habitantes del Cerro de San Pedro reco-
gidos por el escribano de la visita de Gálvez, Prudencio Ochoa Badiola, México, 24 de enero de 1768.
41
  Esta unión entre los mineros y los barrios se ha presentado como una asociación entre distin-
tos grupos raciales. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 227-233. Pero, como
hemos dicho, aunque ambos grupos tuvieran un estatus jurídico diferente, tenían un similar grado de
mestizaje, desarrollaban unas actividades económicas que se complementaban, y sus costumbres
eran similares.
42
  Los serranos informaron al gobernador del barrio del Montecillo que las medidas que habían
acordado en la reunión del 30 de mayo le parecían justas al cura del Cerro y le convocaban a una
nueva reunión para contratar a un abogado. En cuanto a los estallidos violentos decían: «Solo quere-
mos pedir lo que nos parece justo. Si esto es asequible, bien, y si no, sin penas estamos retirados».
RAH, Jesuitas, 9-7321. Orosio y Alaniz al gobernador del barrio del Montecillo, Cerro de San Pedro,
1 de junio de 1767.
43
  Idem, Orosio y Alaniz al administrador de la hacienda de La Sauceda, Cerro de San Pedro, 2
de junio de 1767.
44
  Como muestra de lealtad a la causa de los serranos, el gobernador de Armadillo les envió un
piquete de veinte hombres armados, pero, a cambio, solicitaba su apoyo en el conflicto por tierras
que tenían con los carmelitas de la hacienda de El Pozo. Sin embargo, al ser informado de los modos
de actuación pactados en la reunión, el cura Antonio Cardoso, amenazó al gobernador de Armadillo
con la excomunión. Idem, Atanasio de la Cruz a Orosio y Alaniz, San Nicolás del Armadillo, 5 de
junio de 1767.

68
viejas milicias y nuevas revueltas...

cias de algunas cartas y por los acontecimientos que la sucedieron, podemos


tener la certeza de la presencia en la reunión de representantes de varias nú-
cleos del entorno del Cerro, al menos de la hacienda de La Sauceda, de So-
ledad de los Ranchos, del Real de los Pozos y de San Nicolás del Armadillo,
así como de los barrios de San Sebastián, Santiago y Montecillo. La asisten-
cia de representantes de los barrios de Tequisquiapan, San Miguel y Guada-
lupe es más que probable, sin embargo el barrio de Tlaxcalilla quedó exclui-
do, porque sus habitantes habían tenido problemas con la mayoría de sus
vecinos por asuntos de tierras y estaban enemistados con ellos.45
Como resultado de la reunión, la ciudad fue invadida de forma violenta
el 6 de junio por los serranos y algunos vecinos de Soledad de los Ranchos,
La Sauceda, Real de los Pozos, San Nicolás del Armadillo y de los barrios de
San Luis (a excepción del de Tlaxcalilla). Los rebeldes, bajo la dirección de
los mineros José Patricio «el Cojo» Alaniz y Juan Antonio Orosio, expusie-
ron sus peticiones al alcalde mayor. Querían que se suprimieran el estanco
del tabaco, la prohibición de llevar armas y el cobro de tasas sobre los víve-
res que se introducían en el Cerro. También atacaron a los dueños absentistas
de minas, reclamando que los que no las trabajasen perdiesen los derechos
sobre ellas, pidieron un nuevo nombramiento de diputados de minería por las
constantes irregularidades que habían cometido los que desempeñaban esos
cargos, y reclamaron el derecho a destituir al teniente de alcalde mayor, si no
era de su agrado. Además, los rebeldes exigieron que las poblaciones próxi-
mas a los reales gozaran de los mismos derechos que los mineros, porque
colaboraban en el laboreo de las minas, y que cada pueblo fuera dueño de
todas las tierras en un perímetro de tres leguas en torno a su plaza mayor.
Con esta demanda agraria, los serranos pretendían que no les cobraran rentas
por el uso de algunas tierras que consideraban pertenecientes al común de la
minería, pero que otros reclamaban como suyas, y se aseguraron el apoyo de
los pueblos de la región y de los barrios de San Luis.46 Después de plantear
sus exigencias, como muestra de fuerza y de insubordinación ante la autori-

45
  La exclusión del barrio de Tlaxcalilla demuestra la importancia de los conflictos por tierras en
los tumultos. Los de Tlaxcalilla pleitearon por la ocupación de tierras con los barrios de Santiago y
del Montecillo, con los serranos, con los de Soledad de los Ranchos, con el pueblo de Mexquitic y
con varios rancheros y hacendados, sobre todo con los carmelitas, dueños de la hacienda del Pozo.
Durán Sandoval, Felipe, «Colonización, población y disputas por la tierra…», pp. 33 y 34.
46
  En la complicada situación social por la ocupación de tierras, que había rebasado a las autorida-
des, los mineros se posicionaron en defensa de los derechos de los pueblos, que eran los que les sumi-
nistraban la mayoría de los víveres. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey…, pp. 120-127.

69
juan josé benavides martínez

dad, los amotinados liberaron a los presos de la cárcel, apedrearon las cajas
reales y la casa del alcalde mayor, y saquearon algunas casas de vecinos de
renombre, principalmente comerciantes peninsulares.47 Desbordado por la
situación, el alcalde mayor Urbina prometió cumplir las peticiones de los
rebeldes, tras lo cual se calmaron los ánimos.48
Andrés de Urbina y Gaviria49 tuvo que hacer frente a la revuelta más gra-
ve del periodo colonial en la región potosina y se vio superado por las circuns-
tancias.50 Tras la invasión de la ciudad, trató de recuperar el control y reesta-
blecer el orden. Visitó a los gobernadores de los barrios y, después de que
estos le prometieran su apoyo, convocó una junta de notables (comerciantes,
terratenientes y miembros del ayuntamiento), con la que consensuar las medi-
das a tomar para garantizar el orden público hasta que el virrey tuviera cono-
cimiento de lo sucedido y, presumiblemente, enviara tropas. Para asegurar la
ciudad ante la posibilidad de una nueva invasión Urbina propuso reunir una
milicia.51 Esperaba poder contar con más de cien hombres a ca­ballo, que se
unirían a una fuerza de unos trescientos indios que le habían prometido los
gobernadores de los barrios. Sin embargo, los asistentes a la reunión rechaza-

47
  La liberación de los presos no fue el motivo de la revuelta, sino un acto de rebeldía. Aunque
la mayoría de los veinte presos que había en la cárcel vivían en las poblaciones que se rebelaron, eran
delincuentes que no estaban bien considerados en sus comunidades. Montejano y Aguiñaga, Rafael,
El valle de Santa Isabel…, p. 64.
48
  Esta situación de desorden fue aprovechada por algunos para ocupar tierras en litigio. Tal fue
el caso de los vecinos de Armadillo y del barrio del Montecillo, que ocuparon las tierras que dispu-
taban a los carmelitas. Durán Sandoval, Felipe, «Colonización, población y disputas...», pp. 37 y 38.
49
  Natural de Urbina de Basave (Álava), era teniente del Regimiento de Caballería de Milán, en
el que empezó a servir en 1738. En 1763 fue nombrado alcalde mayor de San Luis Potosí, aunque no
viajó a Nueva España hasta 1764. Poco después de su llegada, recibió el hábito de la orden de San-
tiago, gracias a las gestiones de su apoderado en Madrid, su pariente lejano Tomás Ortiz de Landá-
zuri, también alavés, contador mayor del Consejo de Indias. Cf. Martínez Salazar, Ángel, Presen-
cia alavesa en América y Filipinas, Vitoria: Diputación Foral de Álava, 1988, p. 291; AGN, Reales
Cédulas Originales, vol. 83, exp. 41. Nombramiento de Andrés de Urbina como alcalde mayor de
San Luis Potosí, Madrid, 4 de diciembre de 1763; AGI, Contratación, 5507, N. 1, R. 12. Expediente
de información y licencia de pasajero a Indias de Andrés de Urbina, Cádiz, 10 de mayo de 1764; y
AHN, OM-Caballeros Santiago, exp. 8311. Pruebas para la concesión del título de caballero de la
orden de Santiago de Andrés de Urbina, 1765.
50
  Como él mismo reconocía: «Es constante y público el desinterés con que me he manejado en
lo peculiar del oficio y demás particularidades que se han fijado a mi limitada conducta». Aun así,
transcurridos los cinco años desde su nombramiento, solicitó al virrey otro cargo en Nueva España
con el que poder sostenerse con la decencia debida para su persona. AGN, Alcaldes Mayores, vol. 1.
Andrés de Urbina al virrey Croix solicitando un traslado, San Luis Potosí, 16 de febrero de 1770.
51
  Se trataba de las compañías que hemos mencionado en el anterior epígrafe, unas fuerzas mal
equipadas, sin disciplina y sin entrenamiento, formadas en momentos puntuales.

70
viejas milicias y nuevas revueltas...

ron la propuesta. Teniendo en cuenta los recientes acontecimientos, este plan


defensivo era poco menos que una quimera, ya que poco o nada podía esperar
el alcalde de los barrios, a pesar de lo que sus gobernadores le hubiesen pro-
metido, y la formación de una fuerza miliciana de unos cien hombres, muchos
de ellos procedentes de pueblos que se habían rebelado, además de ser insufi-
ciente para contener un nuevo asalto, era una posibilidad remota.52
Urbina ya no tenía la autoridad, porque carecía de los medios para impo-
nerse a los rebeldes, así que decidió aprobar sus exigencias con la esperanza
de que no causaran nuevos desórdenes. Pero, pasadas dos semanas, volvió a
retomar sus planes defensivos, y los acontecimientos que se desarrollaron en
el Valle de San Francisco demostraron la situación de indefensión en que se
hallaban las autoridades.53 Siguiendo las órdenes de Urbina, el 23 de junio el
teniente de alcalde, Felipe Mesa, se dispuso a organizar una partida de quin-
ce hombres armados y a caballo para que fueran a San Luis. Al conocer la
noticia, el pueblo, liderado por los gobernadores indígenas, se rebeló. Gra-
cias a la intervención de los religiosos, Felipe Mesa y los pocos peninsulares
que había en el Valle lograron huir a San Luis. Los rebeldes tomaron el con-
trol de la población e informaron a los serranos de la nueva situación, reco-
nociéndolos como sus líderes.54
Todo apunta a que Urbina cambió de parecer y decidió reunir una fuerza
miliciana, tras la recepción del decreto de expulsión de los jesuitas, según el
cual, el 25 de junio debía detener a los religiosos y remitirlos como prisione-
ros hacia Veracruz.55 El alcalde mayor era consciente de que, en la situación
de calma tensa que vivía la ciudad, esta orden podía acarrearle serios proble-
mas, así que intentó reunir una fuerza con la que poder enfrentarse a una más
que posible revuelta, pero le resultó imposible. El 25 de junio publicó el de-
creto de expulsión para que se hiciera efectivo al día siguiente. Sin embargo,
la mañana del 26 la ciudad volvió a ser tomada por los habitantes de los ba-
rrios, que habían adoptado el nombre de «indios mata-gachupines pelados»,
los serranos, conocidos como los «muy poderosos señores del Cerro», y los
vecinos de los pueblos de la jurisdicción, que evitaron la salida de los jesui-
52
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. II, pp. 503-507.
53
  El Valle de San Francisco era una población de unos 1500 habitantes, residencia de un tenien-
te del alcalde mayor. La mayoría de sus vecinos eran indios, dedicados esencialmente a labores
agrícolas y ganaderas en las numerosas haciendas y ranchos de la zona. Villaseñor y Sánchez, José
Antonio (Ed. Montejano y Aguiñaga, Rafael), Descripción general de la…, p. 54.
54
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey…, pp. 138-139.
55
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. II, pp. 508-512.

71
juan josé benavides martínez

Mapa 6.  Representación esquemática de San Luis Potosí y sus barrios.56

(Elaboración propia)

tas de forma violenta.57 La intervención de varios religiosos, que salieron a la


calle portando crucifijos e imágenes, evitó que la muchedumbre acabara con
la vida de Urbina y de los peninsulares, que tan solo pudieron refugiarse en
iglesias y conventos (muchos de ellos en el mismo colegio de los jesuitas).58
56
  Los barrios, que no tenían un casco urbano claramente definido, están representados con un
círculo proporcional a su número de habitantes.
57
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., p. 134.
58
  Los gobernadores de los barrios de San Sebastián y de Santiago, el del pueblo de Armadillo,
los serranos Orosio y Alaniz y Juan de Ávila, criollo de Soledad de los Ranchos, lideraron esta nueva
revuelta. Montejano y Aguiñaga, Rafael, El valle de Santa Isabel…, p. 65.

72
viejas milicias y nuevas revueltas...

Mapa 7.  Representación esquemática de los pueblos y haciendas afectados


en los motines de 1767 en la jurisdicción de San Luis Potosí.

Hacienda del Peñasco


Hacienda del Pozo del Carmen

San Nicolás del Armadillo

Cerro de San Pedro

Soledad de los Ranchos

Montecillo
Santiago Tlaxcalilla
Guadalupe
San Miguel
San Sebastián
Tequisquiapam

Real de los Pozos

La Sauceda

San Luis Potosí


Valle de San Francisco 5 km Núcleo rebelde
(50 kms de San Luis) Núcleo fiel a autoridades

(Elaboración propia)

Pero, como ya señalamos, además de los tumultos en San Luis y su ju-


risdicción más inmediata, también Guadalcázar y El Venado vivieron sus
propios motines.
En Guadalcázar, la revuelta estalló el 5 de julio, cuando los disturbios
ocurridos en San Luis eran de sobra conocidos.59 Una muchedumbre se reu-
nió en la plaza mayor, liberaron a los presos de la cárcel y saquearon las ca-
sas de los comerciantes, casi todos peninsulares. Tan solo los religiosos lo-

59
  San Pedro de Guadalcázar era una población de unos 500 habitantes, mestizos e indios en su
mayoría, dedicados esencialmente a la agricultura del maíz y a la cría de ganado. A pesar de la rique-
za minera de la región, apenas se explotaba, debido a que la distancia con respecto a los principales
núcleos urbanos del virreinato elevaba los costes del trasporte y de los abastecimientos. Villaseñor y
Sánchez, José Antonio (Ed. Montejano y Aguiñaga, Rafael), Descripción general de…, pp. 54 y 55

73
juan josé benavides martínez

graron contener los desórdenes. Esa misma noche, el teniente de alcalde,


José Pérez Platón,60 y los comerciantes peninsulares, refugiados en casa del
comerciante criollo Ignacio de Jara, enviaron a este en compañía del diputa-
do de minería Santiago de Ortega, a negociar con los rebeldes. Rodeados por
la muchedumbre, plasmaron por escrito y en papel sellado las exigencias de
los sublevados: la expulsión de los peninsulares, la supresión del estanco del
tabaco y de las alcabalas, la devolución a los trabajadores de las prendas que
tenían los comerciantes como fianza de sus compras a crédito, el cierre de la
cárcel y el derecho a tener un teniente de alcalde criollo, cargo para el que
propusieron al propio Santiago de Ortega, uno de los principales mineros de
Guadalcázar.61 Pérez Platón partió a San Luis para informar al alcalde mayor,
y Urbina, que ni siquiera mantenía el control de la ciudad, cedió a las preten-
siones de los rebeldes de Guadalcázar. La población, complacida por ver
satisfechas sus exigencias, retomó sus quehaceres cotidianos.62
La revuelta de Guadalcázar fue un motín popular contra los comercian-
tes, por el resentimiento que habían generado entre la población, debido a sus
prácticas abusivas y especulativas; contra los peninsulares, que disfrutaban
de una situación jurídica privilegiada y que, además, eran comerciantes en su
mayoría; y contra las autoridades, que trataban de imponer unas reformas
administrativas que modificaban sus costumbres y perjudicaban sus maltre-
chas economías, y que, además, eran de origen peninsular. Pero uno de los
líderes rebeldes Severiano García, «el obrajero», fue más allá del clásico
grito de «viva el rey y muera el mal gobierno» y planteó la idea de coronar
un nuevo rey criollo, el conde de Santiago. Esta idea utópica, más que plan-
tear un proyecto independentista obedecía a una visión tradicional del mun-
do, y fue minoritaria.63
60
  Nacido en La Seca (Valladolid), llegó a San Luis con veintiocho años como criado del alcalde
mayor Urbina. AGI, Contratación, 5507, N. 1, R. 12. Expediente de información y licencia de pasa-
jero a Indias de Andrés de Urbina, Cádiz, 10 de mayo de 1764.
61
  Treinta años atrás, había liderado una revuelta en la región, cuando, en 1735, el alcalde mayor
de San Luis ordenó su detención por una deuda impagada a Antonio de Berrio, dueño de la hacienda
del Jaral. En 1740 finalizó la causa en su contra, quedando sin castigo. AGN, General de Parte, vol.
30, exp. 66. Orden para que el alcalde mayor investigue a Santiago de Ortega, Guadalcázar, 1734;
ibid., exp. 87. Diligencias del teniente de alcalde mayor contra Santiago de Ortega, Valle del Maíz,
1734; y AGN, Tierras, vol. 853, exp. 2. Causa criminal seguida contra Santiago de Ortega, San Luis
Potosí, 1734-1740.
62
 Solo huyeron los líderes de la revuelta. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo...,
pp. 141-144.
63
  La Monarquía había roto los acuerdos y vínculos establecidos en el pasado, así que necesita-
ban una nueva figura que proporcionara orden y justicia a la sociedad y que estableciera un nuevo

74
viejas milicias y nuevas revueltas...

El estallido de la revuelta del Venado y de La Hedionda se debió, princi-


palmente, a un factor que no estaba presente en las otras sublevaciones de la
región potosina. Si bien estos pueblos vivían una situación conflictiva por la
ocupación de tierras y durante los tumultos también se produjeron manifes-
taciones anti-gachupinas y en contra de las autoridades, la violencia se des-
encadenó por la mala gestión de los bienes de las cofradías. Este factor dife-
rencial pudo deberse a que, al contrario que los pueblos próximos a San Luis,
los habitantes de estas poblaciones, alejadas de los principales núcleos mine-
ros de la región y con una economía basada en la agricultura de subsistencia
y en la ganadería menor, mantuvieron el carácter de comunidad indígena con
el que fueron fundadas, en donde las cofradías jugaban un papel trascenden-
tal.64 Las cofradías eran asociaciones de laicos con fines religiosos, regidas
por un mayordomo. La pertenencia a una de ellas era una forma de represen-
tación y de protección, pero, sobre todo, de sociabilidad. En los pueblos in-
dios, las cofradías reforzaban su identidad reafirmando la comunidad como
una entidad diferenciada de las demás: un santo patrón, fiestas propias…
Además, las ceremonias y el sistema de cargos de la cofradía definían las
condiciones de pertenencia a la comunidad y las obligaciones correspon-
dientes a sus miembros, según su posición social.65

pacto con la divinidad. Juan Lorenzo de Altamirano y Velasco, conde de Santiago, pertenecía a uno
de los linajes con mayor solera de la nobleza criolla. Podría haber sido un candidato válido a un hi-
potético trono, pero lo más probable es que muriera sin saber que un obrajero de Guadalcázar lo
había propuesto como «rey de Nueva España». Idem., pp. 269-274.
64
  En 1591, durante el proceso de pacificación de la región, nació el pueblo de San Sebastián del
Venado como una colonia tlaxcalteca, donde también se asentaron tarascos, guachichiles y negritos.
Un año después se fundó el pueblo de San Jerónimo de La Hedionda a unos veinte kilómetros al sur
con un grupo de guachichiles cristianizados y sedentarizados. Ambas poblaciones mantuvieron ca-
bildos separados, pero al Venado se le reconoció primacía. En 1767 estas comunidades contaban con
unos 5000 habitantes, y la práctica totalidad de ellos eran indígenas que formaban parte de alguna de
las seis cofradías, cinco en El Venado (Señor Sacramentado, San Diego de Alcalá, Benditas Ánimas
del Purgatorio, Jesús Nazareno y Purísima Concepción) y una en La Hedionda (Ascensión). Idem.,
pp. 62-70.
65
  Moreno Navarro, Isidoro, «Control político, integración ideológica e identidad étnica. El
sistema de cargos de las comunidades indígenas americanas como adaptación de las cofradías étnicas
andaluzas», en Primeras Jornadas de Andalucía y América, Huelva: Diputación Provincial de Huel-
va, 1981, vol. 2, pp. 258-261. Para más detalles sobre cofradías indígenas de México, véase: Car-
magnani, Marcelo, El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en
Oaxaca, siglos xvii y xviii, México: Fondo de Cultura Económica, 1988; Chance, John y Taylor
William, «Cofradías y cargos: una perspectiva histórica de la jerarquía cívico-religiosa mesoameri-
cana», Nueva Época, n.º 14, mayo-junio, INAH, México, 1987, pp. 12-29; y Tanck Estrada, Do-
rothy, «Los bienes y la organización de las cofradías en los pueblos de indios del México colonial.
Debate entre el Estado y la Iglesia», en Martínez López-Cano, María del Pilar, Speckman, Elisa y

75
juan josé benavides martínez

Las cofradías tenían que hacer frente a los gastos derivados de la cele-
bración de sus actos devocionales. Por ello debían contar con un patrimonio,
generalmente ganado y bienes raíces, que era gestionado por un administra-
dor que designaba el párroco de la población. En 1767 el patrimonio de las
cofradías del Venado y La Hedionda tenía un valor aproximado de 30 000
pesos, que rendían anualmente 1500 pesos.66 Semejante riqueza despertó la
ambición del párroco del Venado, Diego Martín de la Campa y Cos, del ad-
ministrador de las cofradías, Marcelo de Jesús, y del teniente de alcalde ma-
yor, Diego de Padilla, que se valieron de su posición privilegiada para llevar
a cabo un saqueo sistemático de los bienes de las cofradías con la conniven-
cia del alcalde mayor de la jurisdicción (Salinas del Peñón Blanco), Francis-
co Javier de Aristoarena y Lanz.
Diego Martín de la Campa y Cos, abogado de la Real Audiencia, comi-
sario de la Inquisición y vecino de Charcas, fue nombrado cura párroco del
Venado en 1752.67 Pertenecía a una de las familias más ilustres de Zacatecas,
los Campa y Cos, que mantenían una estrecha relación con los Aristoarena y
Lanz, de origen navarro e igualmente asentados en Zacatecas y en la alcaldía
de Salinas del Peñón Blanco.68 La buena relación entre estas familias le ase-
guró al cura Diego Martín el apoyo de Francisco Javier de Aristoarena, que,
tras desempeñar algunos cargos en su Zacatecas natal, se convirtió en el asen-
tista y alcalde mayor de las Salinas del Peñón Blanco en 1761.69 Entre las

Von Wobeser, Gisela, La Iglesia y sus bienes. De la amortización a la nacionalización, México:


UNAM, 2004, pp. 30-48.
66
  Contaban, aproximadamente, con: 1800 reses, 690 yeguas, 140 caballos, 68 mulas, 10 500
ovejas y 7000 cabras. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 69 y 70.
67
  AGN, Inquisición, vol. 997, exp. 11. Nombramiento de comisario del Santo Oficio en el Real
de Charcas, San Luis Potosí, 27 de abril de 1740.
68
  Fernando de la Campa y Cos, que llegó a Nueva Galicia a finales del siglo xvii, engrandeció
este linaje, originario de Cantabria, llegando a conseguir un título de Castilla, el condado de San
Mateo de Valparaíso. Por su parte, Pedro de Aristoarena, natural de la villa de Lanz (Navarra), pasó
a Nueva España en 1719, tras ser designado arrendador de alcabalas de Zacatecas, junto a su herma-
no Tomás, que fue alcalde mayor y asentista de Salinas del Peñón Blanco. Al poco de llegar comen-
zaron a hacer negocios con los Campa en Zacatecas. Escobedo Delgado, Martín, «Familias y redes
de poder en Zacatecas. El caso de la parentela», Clío, vol. 4, n.º 32, 2004, Nueva Época, pp. 108-132.
69
  Durante los más de veinte años que desempeñó este cargo amasó una fortuna que, junto a los
contactos de su familia, le permitió casarse con María Guadalupe de la Campa y Cos, sobrina del
cura del Venado, en 1774. Francisco Javier Aristorena completó su ascenso social con un título de
Castilla en 1777, el condado de Casa Fiel. AGN, Correspondencia de Diversas Autoridades, vol. 15,
exp. 88. El virrey al conde del Peñasco sobre prórroga del arrendamiento de las Salinas del Peñón
Blanco, México, 22 de julio de 1771; AGN, Indiferente Virreinal, C. 2480, exp. 1. Informe al virrey
marqués de las Amarillas sobre el comportamiento del alcalde ordinario Francisco Javier de Aris-

76
viejas milicias y nuevas revueltas...

atribuciones de su cargo estaba la de nombrar a un teniente de alcalde para El


Venado y La Hedionda, siendo el elegido Diego Padilla, que en 1765 fue
acusado por los gobernadores del Venado y La Hedionda de enriquecerse con
actividades ilícitas. La piedra angular del entramado era Marcelo de Jesús,
que fue nombrado administrador de las cofradías del Venado y La Hedionda
en 1753 por el cura Diego Martín. Su gestión generó un gran malestar entre
la población y los gobernadores solicitaron al párroco en varias ocasiones
que lo destituyera. Sin embargo, Diego Martín, que, al parecer, se beneficiaba
de la gestión del administrador, hizo caso omiso.70 El hecho de que estos tres
hombres abusaran de su autoridad para aprovecharse de los bienes de las
cofradías era visto por la población del Venado y La Hedionda como una
falta de extrema gravedad, porque el patrimonio de las cofradías pertenecía a
la comunidad y era sagrado, ya que, con estos bienes, pagaban las misas, los
arreglos en la iglesia y las fiestas que les garantizaban el favor de sus santos.71
Pero, además del pillaje al que estaban sometidas sus cofradías, las tie-
rras comunales del Venado y de La Hedionda también sufrían un continuo
hostigamiento por parte de terratenientes españoles.72 Esta situación provocó
el surgimiento de dos bandos enfrentados entre sí: uno que se oponía a las
ocupaciones de manera radical, liderado por Juan Santos, conocido con el
apelativo de «tata», y otro, más moderado, que lideraba Bartolomé Bonoso,
uno de los principales de La Hedionda, que tenía ocupadas algunas tierras.
En 1765 Bonoso mandó encarcelar a Santos por malversación de fondos de
la comunidad, pero su popularidad no decayó y en 1767 fue elegido gober-
toarena, Zacatecas, 1760; y AGI, Títulos de Castilla, 2, R. 24, N. 1. Real Provisión concediendo a
Francisco Javier de Aristoarena el título de conde de Casa Fiel, El Escorial, 14 de agosto de 1777.
70
  Durante los años que ocupó el cargo de administrador, Marcelo de Jesús se convirtió en uno
de los mayores comerciantes y terratenientes del Venado. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y
nuevo rey..., pp. 71 y 72; y AGN, Tierras, vol. 2714, exp. 1. Autos seguidos por los naturales de El
Venado y La Hedionda por los perjuicios causados por los vecinos españoles, El Venado y México,
1792-1797.
71
  Atentar contra las cofradías era el peor ataque que podía sufrir la comunidad, porque, como
hemos señalado, las cofradías eran el principal mecanismo de reafirmación de la identidad de las
comunidades indígenas. Moreno Navarro, Isidoro, «Control político, integración ideológica…»,
pp. 267 y 268.
72
  Al fundarse los pueblos del Venado y La Hedionda a finales del siglo xvi se les concedieron
tres leguas de tierra en cada dirección. Como no tenían la suficiente fuerza de trabajo para hacerlas
productivas, comenzaron a arrendar parcelas, pero no las amojonaron. En el siglo xviii los de La
Hedionda perdieron buena parte de sus tierras, que pasaron a manos de Felipe de Guardiola, un rico
terrateniente vecino de Zacatecas, que las había denunciado por estar vacías. Los del Venado también
tuvieron problemas con Felipe de Guardiola y con los carmelitas, dueños de la hacienda de Peotillos.
Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 62-67.

77
juan josé benavides martínez

nador, aunque el alcalde mayor anuló el nombramiento por tratarse de un


reo. Esta decisión acrecentó el malestar reinante entre la población, que esta-
lló de forma violenta el 10 de julio, tras la reunión en la que se elegiría al
nuevo gobernador. El administrador Marcelo de Jesús acudió armado y orde-
nó detener a Bonoso, que se había quejado de su gestión. Esa misma noche,
el pueblo asaltó la cárcel, liberando a Bonoso y al resto de presos, incluido
Juan Santos.73 Las propiedades del teniente Padilla y del administrador fue-
ron asaltadas, y consiguieron salvar la vida gracias a un cura, que les acogió
en la iglesia y les ayudó a escapar hacia Charcas.74 Los rebeldes designaron
a Nicolás Esteban como gobernador, tomaron el control de las cofradías y
pidieron el nombramiento de un nuevo teniente de alcalde que no fuera espa-
ñol.75 Además, propagaron la revuelta al cercano pueblo de La Hedionda,
cuyos habitantes eligieron como nuevo gobernador al recién liberado «tata»
Santos, y trataron de extenderla a otras poblaciones cercanas.76 Al igual que
en los otros tumultos de la región potosina, las autoridades no fueron capaces
de oponer resistencia.77

3. Negociación, horca y látigo


3.1. Francisco de Mora, el «caudillo negociador»
Concluida la agitación por el intento de expulsión de los jesuitas, los
vecinos más acaudalados y las autoridades de San Luis, peninsulares casi en
su totalidad, se encontraban refugiados en los conventos. La ciudad estaba en
manos de los sublevados, sin embargo, fue en ese momento cuando su unión
empezó a resquebrajarse. Todos sufrían la presión de los hacendados por la

73
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. II, p. 522.
74
  Esta acción le costó al cura José Dávila Villavicencio una agresión por parte de los exaltados.
RAH, Jesuitas, 9-7321. Gil Jiménez a José Núñez, vecino de San Luis Potosí, El Venado, 16 de julio
de 1767.
75
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 262 y 263.
76
  El 26 de julio fueron detenidos en la hacienda de Bocas varios indios del Venado con armas,
que buscaban apoyos entre los peones. El administrador de la hacienda empezó a organizar la defen-
sa dentro de sus cortas posibilidades. RAH, Jesuitas, 9-7321. Domingo de Oviedo a Francisco de
Mora, hacienda de Bocas, 27 de julio de 1767.
77
  El alcalde mayor de Salinas del Peñón Blanco, el citado Francisco Javier de Aristoarena,
quiso enviar una expedición armada para restablecer el orden, pero apenas pudo reunir una pequeña
fuerza de unos cuarenta hombres, así que se limitó a resguardar las salinas en previsión a un posible
ataque. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., p. 148.

78
viejas milicias y nuevas revueltas...

tierra, se sentían agraviados por los abusos de las autoridades y los privile-
gios de los peninsulares, y se veían perjudicados por la aplicación de las
«leyes nuevas»; pero la intervención de un hacendado con buena reputación
entre los grupos populares de San Luis, Francisco de Mora, y el temor ante
una inminente represión, hicieron que salieran a la luz las diferencias y em-
pezaran las traiciones entre los hasta ese momento socios.
El terrateniente criollo Francisco de Mora y Luna jugó un papel trascen-
dental en el desarrollo de los acontecimientos. Tenía casa en San Luis, pero
la mayor parte del año residía en su posesión más preciada, la hacienda de
Santa María de Guadalupe del Peñasco, a unos quince kilómetros al norte de
la ciudad. También, administraba la hacienda de San Nicolás del Pozo, per-
teneciente al mayorazgo fundado por su tío, el alférez real José de Mora y
Luna, y poseía minas en Guadalcázar, población de la que tenía arrendadas
las alcabalas, y dos pulperías.78 Además, Mora era reconocido por sus méri-
tos militares. Sus servicios entre 1746 y 1750, reconociendo la costa del seno
mexicano durante la conquista del Nuevo Santander, le valieron el rango de
capitán de la Compañía de los Cien Montados de la Frontera de Guadalcá-
zar.79 Asimismo, Mora se ganó el respeto de los habitantes de los barrios de
la capital, con los que había actuado en varias ocasiones de forma paternalis-
ta.80 Aun así, su prestigio y su riqueza no le libraron de pleitos por la propie-
dad de tierras y minas.81

78
  Cf. AGN, Vínculos y Mayorazgos, vol. 62, exp. 6. Cuenta presentada por Francisco de Mora
del vínculo fundado por José de Luna, San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1749; idem., vol. 63,
exp. 2. Orden para que Francisco de Mora siga en el arrendamiento de las haciendas del vínculo de
Luna, México, 8 de mayo de 1757; AGN, General de Parte, vol. 36, exp. 112. Aprobación del rema-
te y arrendamiento de las alcabalas de Guadalcázar, San Luis Potosí, 8 de agosto de 1750; idem.,
exp. 115. Orden para que las autoridades de Guadalcázar investiguen el beneficio de la mina de Jesús
Nazareno, perteneciente a Francisco de Mora, México, 21 de agosto de 1750; idem., vol. 40, exp. 72.
Confirmación del arrendamiento del derecho de alcabalas de Guadalcázar, San Luis Potosí, 24 de
marzo de 1755; e idem., vol. 43, exp. 297. Orden al alcalde mayor de San Luis para que se le entre-
guen dos tiendas a Francisco de Mora, México, 14 de septiembre de 1761.
79
  Fue nombrado capitán en 1750 por José Escandón, coronel del regimiento de Querétaro y
teniente del capitán general de Sierra Gorda. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Juan José María de Mora y
Luna, II conde del Peñasco, al coronel Salcedo sobre los méritos de su padre, San Luis Potosí, 22 de
diciembre de 1794.
80
  En 1750, durante una escasez de grano en San Luis, Francisco de Mora mandó traer miles de
fanegas de maíz y venderlas a la población a cinco pesos, cuando su precio era de ocho. Idem.
81
  Especialmente largo y reñido fue el litigio que sostuvo contra los de Soledad de los Ranchos,
que contaban con el apoyo de los mineros del Cerro. Tardó ocho años en resolverse, de 1755 a 1763,
y la sentencia final favoreció los intereses de Mora. AGN, Tierras, vol. 772, exp. 1. Pleito entre Fran-
cisco de Mora y los vecinos de Soledad de los Ranchos, San Luis Potosí, 1751-1763.

79
juan josé benavides martínez

Tras los desórdenes del 26 de junio, los gobernadores de los barrios de


San Sebastián, Santiago y Montecillo fueron a casa de Mora para pedirle la
expulsión de los peninsulares, o, al menos, las cabezas de los que estaban
refugiados en el colegio de los jesuitas, porque habían matado a varios de los
suyos durante el tumulto.82 El hecho de que varios líderes populares de la
revuelta acudieran a Mora reflejaba que, ante los ojos del pueblo, la autori-
dad civil había perdido su legitimidad al actuar contra los jesuitas.83 El inter-
locutor ya no era el alcalde mayor, como en los anteriores tumultos, sino un
terrateniente criollo que no desempeñaba ningún cargo público.84 Incluso
podría hablarse de la existencia de una incipiente relación clientelar entre los
gobernadores de los barrios de San Luis y Mora, en la que, por un lado, los
dirigentes populares conseguían algún tipo de ganancia personal (favores,
consideración…), mientras que, por el otro, el hacendado se aseguraba una
población que no hostigaría sus tierras y que podía actuar en favor de sus
intereses en una determinada situación.85
Mora consiguió calmar los ánimos de los gobernadores de los barrios y
los convocó a una reunión el día siguiente, 28 de junio. Los líderes rebeldes
controlaban la ciudad, pero esa misma noche recibieron una noticia que dio
un vuelco a la situación: una fuerza de unos trescientos hombres estaba
acampada en la hacienda del Jaral, ochenta kilómetros al sur de San Luis,
con órdenes de tomar la ciudad.86 Se trataba de un escuadrón del Regimiento
Provincial de Dragones de Querétaro, enviado por orden del virrey Croix en
previsión de posibles desórdenes al publicarse el decreto de expulsión de los
jesuitas, que se había quedado en el Jaral aprovisionándose y reclutando vo-
luntarios. Mora conocía la presencia de estas tropas y, antes de reunirse con

82
  RAH, Jesuitas, 9-7320. Informe del virrey Croix al conde de Aranda sobre las sublevaciones
de San Luis Potosí basado en la correspondencia con el visitador Gálvez, México, 26 de agosto de
1767.
83
  La población establecía una vinculación entre la religión y el poder Real. Al atacar a los jesui-
tas, las autoridades se convirtieron en ilegítimas. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey…,
p. 273.
84
  Esto contradice, en parte, la idea general de que los indios respetaban más a los peninsulares
y veían a los criollos como explotadores. Durante los motines de 1767, mientras que los peninsulares
fueron el blanco de las iras populares, incluso algunos que no se encontraban en una situación envi-
diable, los criollos, jurídicamente iguales, solo sufrieron algún ataque puntual. Idem., pp. 260-262.
85
  Incluso, podría calificarse a Mora como un antecedente de la figura del caudillo del siglo xix.
Idem, pp. 176 y 177.
86
  RAH, Jesuitas, 9-7321. El gobernador de Santiago a Orosio y Alaniz, Barrio de Santiago, 28
de junio de 1767.

80
viejas milicias y nuevas revueltas...

los gobernadores, escribió una carta al comandante, proponiéndole una es-


trategia para tomar la ciudad causando el menor daño posible.87
La tarde del 28 se llevó a cabo la reunión y ambas partes firmaron ante
notario un acuerdo de paz. Los gobernadores juraron lealtad a las autoridades
y se comprometieron a respetar y hacer respetar el orden público, mientras
que Mora juró que evitaría la entrada de tropas foráneas en San Luis. La
amenaza de la fuerza pesó mucho a la hora de firmar el acuerdo, porque,
además de las tropas que estaban en el Jaral, el terrateniente había improvi-
sado una milicia con los peones de su hacienda del Peñasco, los de la hacien-
da del Pozo (cedidos por los carmelitas descalzos) y un grupo de pames fle-
cheros de la congregación de Divina Pastora.88 Mora afirmaba contar con una
fuerza de más de 500 hombres, aunque posiblemente exagerara esta cifra
para aumentar el temor de los gobernadores.89 Con la firma del acuerdo Mora
consiguió su objetivo, es decir, restablecer el orden en la ciudad y la fidelidad
de sus habitantes al rey, mientras que los gobernadores de los barrios, ante la
amenaza de las tropas y los problemas económicos que les causaba la parali-
zación del comercio en San Luis por los desórdenes, trataron de asegurar sus
vidas y posesiones, que temían perder en caso de que la ciudad fuese tomada
por tropas foráneas, y renunciaron a la rebelión y a sus objetivos fundamen-
tales: resolución favorable de los conflictos por tierras y terminar con los
abusos de las autoridades (personificados en la figura del alcalde Quirós).90

87
  El plan consistía en que el grueso de la fuerza rodeara San Luis por la noche y, al amanecer,
una pequeña compañía de hombres reclutados en el Jaral entrara a la ciudad y fuera a su casa. Mora
y el provincial franciscano se encargarían de que los barrios se mantuvieran en calma. Idem. Francis-
co de Mora al comandante de los Dragones de Querétaro, San Luis Potosí, 28 de junio de 1767.
88
  Situada a unos 20 kilómetros al norte de Rioverde, Divina Pastora era una misión fundada por
Mora en 1757 con 218 familias de indios pames (unos 1000 habitantes). En el marco de la conquista
del Nuevo Santander, Mora decidió comprar la hacienda de La Angostura, de cuyos terrenos cedió
una legua cuadrada para un grupo de pames, que seguían sin catequizar en esa región. A pesar de la
pobreza del suelo, la población fue progresando, y en 1764 contaba con 1766 habitantes. AGN, Rea-
les Cédulas Originales, vol. 87, exp. 49. Agradecimiento del virrey a Francisco de Mora por la fun-
dación de una misión, México, 23 de septiembre de 1765; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de
San Luis…, t. II, pp. 487-490.
89
  Aun así, podía tener cerca de 300 efectivos, que, unidos a los que estaban en el Jaral, forma-
rían una tropa de unos 600 hombres, ante la que los habitantes de los barrios no tenían ninguna posi-
bilidad.
90
  Muchos habitantes de los barrios, cuyo sustento dependía de la venta de sus productos en el
mercado de San Luis, empezaban a tener graves problemas, debido a que éste no se celebraba por
la situación de inseguridad que sufría la ciudad. Esta fue la razón que dio a los serranos el gober-
nador del barrio de San Sebastián para justificar su acuerdo de paz con Mora. RAH, Jesuitas,
9-7321. Patricio Jacobo Martínez a Orosio y Alaniz, San Sebastián, 29 de junio de 1767. Hay que

81
juan josé benavides martínez

Mientras se firmaba la paz en San Luis, la carta que Mora había enviado
al comandante de las tropas del Jaral fue interceptada en el Valle de San
Francisco. Juan Eduardo García Jove, el teniente del cura, que ejercía por
ausencia del titular, que estaba gestionando asuntos de tierras, se la leyó a los
gobernadores indígenas y estos decidieron informar a los serranos y pedirles
ayuda, porque se encontraban en el camino entre el Jaral y San Luis y podían
ser los primeros en sufrir un ataque.91 La lectura de la carta supuso un cambio
radical en la actuación de García Jové en los tumultos, pasando de ser un
pacificador a uno de los líderes de la sublevación.92
Tras recibir el aviso desde el Valle de San Francisco, los serranos infor-
maron a los gobernadores de los barrios, que les comunicaron el acuerdo de
paz al que habían llegado, pero también fueron a casa de Mora a pedirle ex-
plicaciones.93 Todo parecía indicar que les había traicionando. Sin embargo,
les explicó que había escrito la carta incautada antes de la reunión y que, al
estar la paz garantizada por el acuerdo que habían firmado, era contrario a la
intervención de tropas, porque alterarían el orden público. Los gobernadores
parecieron conformarse con estas explicaciones y regresaron a sus casas,
pero las puertas a la desconfianza ya se habían abierto.
Los barrios comenzaron a tomar precauciones (barricadas, rondas…).
Desconfiaban de Mora, que podía faltar a su palabra y atacarles con sus fuer-
zas, pero también temían un asalto por parte de los serranos, como represalia
por haber firmado el acuerdo de paz. Tampoco Mora demostraba confiar mu-
cho en sus aliados, porque pidió al comandante de las tropas del Jaral que
enviara algunas compañías para mantener el orden público en la ciudad, tarea
que, según el acuerdo de paz, debían realizar los habitantes de los barrios.94
Por su parte, los serranos ya no se fiaban de los barrios porque habían llegado

tener en cuenta que, si bien los apuros económicos de muchos habitantes de los barrios eran reales,
esta era una justificación menos «deshonrosa» ante el resto de rebeldes, que el miedo ante un posi-
ble ataque.
91
  En su carta dieron cuenta a los serranos de la presencia de tropas en el Jaral y de los planes de
Mora para recuperar el control de San Luis, y también les solicitaron el envío de treinta hombres para
defender el pueblo. Idem. García Jové a Orosio y Alaniz, Valle de San Francisco, 28 de junio de 1767.
92
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 138-140.
93
  RAH, Jesuitas, 9-7321. Patricio Jacobo Martínez a Orosio y Alaniz, San Sebastián, 29 de ju-
nio de 1767.
94
  Esta carta de Mora refleja la poca confianza que tenía en los barrios, pero también que respe-
taba el acuerdo de paz, porque informó al comandante del Jaral de que la ciudad estaba bajo control
y no era necesaria una invasión. Idem. Mora al comandante de las tropas del Jaral, San Luis Potosí,
29 de junio de 1767.

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viejas milicias y nuevas revueltas...

a un acuerdo con Mora,95 y, en vista de que la nueva situación no les era fa-
vorable, decidieron mantener la calma y negar su participación en los
motines,96 algo que sus aliados de Armadillo, acuciados por el problema de
la tierra, no alcanzaban a comprender.97
Por su parte, los del Valle de San Francisco estaban cada vez más teme-
rosos ante la amenaza que suponían las tropas asentadas en el Jaral. A pesar
de que habían interceptado otra carta de Mora en la que informaba al coman-
dante de que no era necesario tomar San Luis por la fuerza, porque ya se
había restablecido el orden, también habían tenido noticias de la entrada de
soldados en San Luis de la Paz y las nefastas consecuencias para sus habitan-
tes. No sabían a qué atenerse, así que, el mismo día, pidieron a los serranos
el envío de hombres para luchar y solicitaron a los barrios información acer-
ca de las condiciones de su pacto con Mora, porque estaban interesados en
firmar la paz.98 Finalmente, el temor a un posible ataque pudo más y, aunque
no les convencieron los términos del acuerdo de paz que les explicó el gober-
nador de San Sebastián, decidieron reconocer de nuevo a las autoridades y
jurar lealtad al rey.99
En apenas una semana, las negociaciones llevadas a cabo por Mora,
desde una posición de fuerza por la milicia que tenía bajo sus órdenes, con-
siguieron que el orden público volviera a reinar en la ciudad y que los go-

95
  Desconocían los detalles del pacto, pero el hecho de que se prepararan para defenderse ante
un posible ataque les generaba muchas dudas, porque, aunque los gobernadores les decían que te-
mían un ataque de las fuerzas de Mora, los serranos creían que, en realidad, les habían traicionado y
se estaban preparando para luchar contra ellos. Idem. Orosio y Alaniz a Atanasio de la Cruz, Cerro
de San Pedro, 1 de julio de 1767.
96
  Los serranos informaron a sus aliados que «nos tornamos buenos». Decían que en ningún
momento habían formando tumulto, aunque algunos mineros habían participado en los altercados de
San Luis. Idem. Juan Antonio Orosio a Atanasio de la Cruz, Cerro de San Pedro, sin fechar. Resulta
contradictorio que proclamaran el abandono de la violencia y acto seguido declararan que nunca la
habían ejercido.
97
  El gobernador Atanasio de la Cruz, completamente al margen de la intervención de Mora y
del cambio de postura de los serranos, mantenía su lealtad inquebrantable a los del Cerro y estaba
dispuesto a realizar cualquier sacrificio a cambio de que éstos se implicaran en los asuntos de tierras
de su pueblo y todos juntos lucharan para acabar con «la nueva ley y con los gachupines, si Dios
quiere». Idem. Atanasio de la Cruz a Orosio y Alaniz, San Nicolás del Armadillo, 1 de julio de 1767.
98
  Idem. García Jové a Orosio y Alaniz, Valle de San Francisco, 3 de julio de 1767; e idem.
García Jové a Patricio Jacobo Martínez, gobernador de San Sebastián, Valle de San Francisco, 3 de
julio de 1767.
99
  «Es hora de ceder ya que después de Dios, rey del cielo, está Carlos III y nosotros no somos
quien para enfrentarnos a sus designios». Idem. García Jové a Mora, Valle de San Francisco, 7 de
julio de 1767.

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juan josé benavides martínez

bernadores de los barrios de San Luis y del Valle de San Francisco recono-
cieran de nuevo a las autoridades. Pero el vuelco de la situación también se
debió a que los serranos no supieron responder a las expectativas de sus
aliados. Desde el principio los mineros se consideraron los líderes de la
revuelta. Sin embargo, se limitaron a exigir el pago de tributos sin ofrecer
a cambio ninguna contrapartida,100 como la aplicación de medidas concre-
tas para acabar con los conflictos por la tierra que sufrían los barrios y
pueblos de la región,101 o colaborar en la protección de las poblaciones que
solicitaban su ayuda.102 A principios de julio, los serranos, sin más aliados
que algunos pueblos próximos al Cerro de San Pedro y, por tanto, sin op-
ciones de resistir ante un más que probable ataque de las fuerzas de Mora
con el apoyo de los barrios de San Luis, decidieron negociar con este y
firmar la paz.103
La situación volvió aparentemente a la normalidad y las autoridades tra-
taron de sacar a los jesuitas de la ciudad nuevamente. Sin embargo, por enci-
ma del deseo de los poderes locales de cumplir con el decreto de expulsión,
este segundo intento de desalojar a los miembros de la Compañía parece una
hábil maniobra de Mora, que pudo comprobar la lealtad de los barrios, des-
cubrió la traición de los serranos y derrotó militarmente a los rebeldes, evi-
100
  Los gobernadores de los barrios pensaron que los serranos les habían traicionado, porque
quisieron hacerles pagar tributos, lo que les pareció una señal de que seguirían siendo tratados como
tributarios, aunque el hecho de ser hombres libres no los eximía de pagar impuestos. Idem. Juan
Antonio Orosio a Patricio Jacobo Martínez, gobernador de San Sebastián, Cerro de San Pedro, sin
fechar.
101
  El caso más claro fue el de San Nicolás del Armadillo, cuyo gobernador, Atanasio de la Cruz,
envió al Cerro hombres armados y se ofreció a pagarles rentas. Las muestras de fidelidad en sus
cartas fueron constantes, pero los serranos no las correspondieron apoyándole en los conflictos por
tierras de su pueblo. Este comportamiento le hizo sentirse decepcionado, pero siguió apoyando in-
condicionalmente a los serranos y su causa, incluso cuando ya no tenían más aliados. Idem. Atanasio
de la Cruz a Orosio y Alaniz, San Nicolás del Armadillo, 27 de junio de 1767; e idem. Atanasio de la
Cruz a Orosio y Alaniz, San Nicolás del Armadillo, 7 de julio de 1767.
102
  Los serranos dejaron desamparados ante un posible ataque a los del Valle de San Francisco,
a pesar de que estos les habían informado de la carta de Mora al comandante de las tropas del Jaral y
les demostraron su fidelidad, al esperar su decisión después de conocer el acuerdo entre los barrios y
Mora. Idem., García Jové al gobernador del barrio de San Sebastián, Valle de San Francisco, 3 de
julio de 1767. Al no recibir respuesta de los serranos y temerosos ante un posible ataque decidieron
firmar la paz.
103
  Mora se reunió con el cura del Cerro, Juan José Lionel de Vivero, partidario de que se plan-
tearan las reclamaciones por la vía legal, y le informó de que si los serranos dejaban las armas, no
sufrirían ningún castigo. Idem. Orosio y Alaniz a Atanasio de la Cruz, gobernador de Armadillo,
Cerro de San Pedro, 6 de julio de 1767. Teniendo en cuenta su situación, esta era una salida más que
aceptable para los serranos.

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viejas milicias y nuevas revueltas...

tando la dificultad de tomar el Cerro.104 Teniendo en cuenta los antecedentes,


hubiera sido más prudente esperar un tiempo a que la paz no fuera tan preca-
ria o, al menos, a recibir tropas de refuerzo. Además, el asunto exigía la
máxima discreción, pero la noticia era conocida tres días antes de la fecha
prevista para la expulsión, el 9 de julio.105 De hecho, el propio Mora se encar-
gó de filtrar la noticia a los barrios, que de inmediato informaron a los serra-
nos.106 La mañana del día 9, acompañados de algunos habitantes de los pue-
blos próximos al Cerro, los mineros se dirigieron a San Luis con la intención
de evitar la salida de los jesuitas. Pero a las afueras de la ciudad se encontra-
ron con la milicia formada por Mora, que los había provocado y los estaba
esperando, y en tan solo unas horas se diluyeron las esperanzas de triunfo de
los rebeldes en la única batalla formal de los tumultos.107 Finalmente, los je-
suitas se quedaron en su convento, aunque ya no había posibilidad de nuevos
altercados, porque los rebeldes habían sido vencidos y los barrios demostra-
ron su apoyo a Mora y a las autoridades. Es decir, los jesuitas se quedaron en
la ciudad, pero Mora consiguió descubrir a los traidores y derrotar a los se-
rranos, que decidieron caer luchando, a pesar de ser conscientes de sus esca-
sas posibilidades de victoria.108
En cuanto a la situación del Venado y La Hedionda, que parecía totalmen-
te fuera de control, se solucionó en cuanto los rebeldes empezaron a recibir
noticias del fin de la revuelta en San Luis y de la proximidad de una expedi-
ción punitiva.109 Temiendo una dura represión, decidieron enviar un escrito de
descargo al alcalde mayor de Salinas, Francisco Javier de Aristoarena, cul-
pando de la violencia al teniente de alcalde y al administrador de las cofradías.

104
  Tanto los serranos como los barrios habían reconocido a las autoridades cuando se vieron en
inferioridad de fuerzas, así que todo apunta a que Mora decidió forzar la situación para que cada uno
demostrara sus verdaderas intenciones.
105
  El día 6 los serranos pidieron al gobernador del Armadillo setenta hombres para ir a San Luis
a impedir la salida de los jesuitas. RAH, Jesuitas, 9-7321. Orosio y Alaniz a Atanasio de la Cruz,
Cerro de San Pedro, 6 de julio de 1767.
106
  El día antes de la expulsión Mora llegó a un acuerdo con los barrios para que respetaran la
salida de los jesuitas, y el gobernador del barrio de Santiago se lo comunicó a los serranos. Idem.
Orosio y Alaniz a Atanasio de la Cruz, Cerro de San Pedro, 8 de julio de 1767.
107
  Al contrario que en el primer intento de expulsión dos semanas atrás, las autoridades conta-
ban con una fuerza capaz de sofocar un tumulto y con la colaboración de los barrios. Castro Gutié-
rrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey…, p. 138.
108
  Como veremos más adelante, no les fue mucho mejor a quienes trataron de llegar a acuerdos
con las autoridades para salvarse.
109
  Recordemos que en Guadalcázar la situación había vuelto a la normalidad con el nombra-
miento del nuevo teniente de alcalde mayor.

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juan josé benavides martínez

Además, mandaron a Bernardo Bonoso y a otros cinco vecinos a México para


solicitar el perdón del virrey y el reconocimiento de las nuevas autoridades.110
Sin embargo, sus esfuerzos no sirvieron de nada, ya que los emisarios fueron
apresados en las proximidades de San Luis por los milicianos de Mora.111
Las influencias y el poder de un gran hacendado hicieron más para aca-
bar con la revuelta que las instituciones de gobierno. Aunque no desempeña-
ba ningún cargo público, Mora consiguió poner fin a una situación, que había
rebasado a las autoridades locales, gracias a su capacidad de negociación y
de liderazgo asentada sobre su riqueza y la amenaza de la fuerza. Supo aglu-
tinar los intereses de los religiosos, del poder político y económico (peninsu-
lares) y de la plebe (los barrios de San Luis), con cuyos dirigentes estableció
unas incipientes relaciones clientelares. Las órdenes religiosas con mayor
presencia en San Luis, franciscanos, mercedarios y carmelitas, apoyaron a
Mora, cumpliendo con su tradicional papel en defensa de la paz y del orden
establecido, en el que destacó el provincial franciscano fray Manuel de
Escobar,112 pero también por motivos materiales: los carmelitas aportaron a
la milicia más de un centenar de peones de su hacienda del Pozo para derro-
tar a los pueblos rebeldes con los que mantenían litigios por tierras.113 De
igual forma, las autoridades y, en general, todos los peninsulares, que fueron
incapaces de solucionar los problemas que desembocaron en la rebelión y
que, tras su estallido, no pudieron enfrentarse a ella porque carecían de una
fuerza organizada, se posicionaron del lado de Mora, porque les garantizaba
la seguridad de sus bienes y personas. También los gobernadores de los ba-
rrios de San Luis (y los del Valle de San Francisco) abandonaron la rebelión
después de que Mora se comprometió a evitar que sufrieran una dura repre-
sión. Además, como hemos señalado anteriormente, los propios habitantes
de los barrios eran los más interesados en que se restableciera el orden en la
ciudad para que volviera a celebrarse el mercado en el que vendían sus pro-
ductos, una de sus principales fuentes de ingresos.
110
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., p. 148.
111
  RAH, Jesuitas, 9-7320. Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 1 de agosto de 1767.
112
  Ni siquiera los jesuitas tuvieron una actitud beligerante. Tan solo algunos párrocos, como el
del Valle de San Francisco, García Jové, se posicionaron claramente a favor de los rebeldes. Pasados
los tumultos, se le declaró enfermo mental y fue enviado a España como castigo. Castro Gutiérrez,
Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., pp. 178-180; y RAH, Jesuitas, 9-7320. El visitador Gálvez al virrey
Croix, San Luis Potosí, 1 de agosto de 1767.
113
  Los carmelitas mantuvieron litigios con San Nicolás del Armadillo, con los barrios de Tlax-
calilla y Montecillo, y con los serranos. Durán Sandoval, Felipe, «Colonización, población y dispu-
tas por la tierra…», pp. 35 y 36.

86
viejas milicias y nuevas revueltas...

Mora se valió de su experiencia militar y del control directo que ejercía


sobre un número considerable de hombres, los peones de su hacienda y los
pames de Divina Pastora, para formar una fuerza que lo colocaba en una
posición ventajosa a la hora de negociar.114 Fue esta milicia la que dio la es-
tocada final a los rebeldes, pero hasta el 9 de julio no intervino. Antes, valién-
dose de la amenaza de la fuerza y aprovechando las diferencias entre los re-
beldes, Mora había sabido ganarse el apoyo mayoritario de la sociedad,
incluidos los anteriormente conjurados barrios de San Luis, dejando a los
sublevados temerosos y en minoría. Sus esfuerzos en favor de la autoridad
Real no pasaron inadvertidos. Fue ascendido de capitán a coronel, se le nom-
bró comandante en jefe de un cuerpo miliciano y recibió un título de Castilla,
el primero en San Luis Potosí: el condado de Nuestra Señora de Guadalupe
del Peñasco.115 También Miguel de Berrio y Zaldívar, natural y vecino de la
ciudad de México y dueño de la hacienda del Jaral, fue recompensado con el
título de marqués del Jaral de Berrio por haber donado 600 caballos y por
haberse encargado del alojamiento y manutención de los Dragones Provin-
ciales de Querétaro durante los tumultos.116

3.2. El visitador José de Gálvez: castigo ejemplar


El día 9 de julio, mientras la milicia improvisada por Mora se enfrentaba a
los serranos, el visitador general de Nueva España, José de Gálvez, partía desde
México con dirección a San Luis, acompañado por varias compañías veteranas

114
  La formación de una milicia no estaba al alcance de cualquiera. Recordemos que el alcalde
mayor fue incapaz de reunir una fuerza para evitar posibles disturbios durante el primer intento de
expulsión de los jesuitas (ver supra pp. 70 y 71).
115
  Su hacienda del Peñasco se convirtió en mayorazgo, y quedó exento a perpetuidad del pago
de los derechos de lanzas y media annata. AHN, Consejos, L. 627. Registro del despacho de título de
conde de Nuestra Señora de Guadalupe del Peñasco, El Pardo, 26 de enero de 1768; y AGN, Indife-
rente Virreinal, C. 2049, exp. 12. Título de coronel de milicias de San Luis Potosí, El Pardo, 24 de
enero de 1768.
116
  El marquesado del Jaral de Berrio quedó exento del pago del derecho de lanzas y del de
media annata hasta la primera sucesión. Además, Miguel de Berrio consiguió el hábito de la orden de
Santiago y le fue reconocido el derecho a fundar mayorazgos, tanto a él como a su esposa, Ana María
de la Campa y Cos, hija del conde de San Mateo de Valparaíso (en el epígrafe anterior ya hablamos
de esta familia de origen montañés, la principal de Zacatecas). AGS, DGT, Títulos de Indias, 184-
710. Concesión a Miguel de Berrio y Ana María de la Campa la capacidad de fundar mayorazgos,
Madrid, 13 de agosto de 1770; AHN, OM-Expedientillos, N. 18051. Data, hábito de Santiago de
Miguel de Berrio y Zaldivar, de 5 de diciembre de 1773; y AGI, Títulos de Castilla, N. 6. Concesión
del título de marqués de Jaral de Berrio, Madrid, 18 de diciembre de 1774.

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juan josé benavides martínez

y milicianas de dragones e infantería.117 Como veremos posteriormente, Gálvez


jugó un papel de primer orden en la historia de las milicias potosinas, pero no
nos detendremos en analizar su figura, que es de sobra conocida.118
A mediados de julio llegaron a San Luis noticias de la proximidad del
visitador y su tropa. Para entonces, Mora ya había tomado con su improvisa-
da milicia los principales núcleos rebeldes sin encontrar apenas resistencia y
estaba comenzando con las detenciones.119 El visitador entró en San Luis la
mañana del 24 de julio, precedido de las tropas que lo acompañaban,120 y se
dirigió directamente al colegio de los jesuitas, a los que ordenó salir de la
ciudad de forma inmediata. A lo largo de los siguientes días Gálvez envió
parte de sus efectivos a Guadalcázar y al Venado y comenzó a investigar los
hechos por vía sumaria. Para agilizar el procedimiento dividió la investiga-
ción en ocho causas, correspondientes a los principales núcleos rebeldes, y
nombró para cada una de ellas a varios jueces comisionados, aunque él era el
que tenía la última palabra en la aplicación de las condenas.121 Entre estos
comisionados encontramos tanto a oficiales del ejército que acompañaban a
Gálvez como autoridades locales, que tenían un mejor conocimiento de la
región y sus habitantes:
1. Barrios de San Luis: el teniente coronel del Regimiento de Infantería
de la Corona, Juan Cambiaso, oficial al mando del destacamento que
acompañaba a Gálvez.
2. Cerro de San Pedro: el tesorero de las cajas reales de San Luis, Felipe
Cleere.
117
  A los pocos días de iniciarse la revuelta, el virrey Croix empezó a recibir noticias de los su-
cesos de Guanajuato, San Luis Potosí y San Luis de la Paz, y decidió enviar al visitador al mando de
una fuerza de unos 500 hombres. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., p. 181.
118
  Entre la gran cantidad de obras que tratan sobre este personaje, que llegó a ser ministro de
Indias durante once años, destacamos: Navarro García, Luis, La política de José de Gálvez según su
«Discurso y reflexiones de un vasallo», Málaga: Algazara, 1988; idem., Don José de Gálvez y la co-
mandancia de las Provincias Internas, Sevilla: CSIC, 1964; y Solano, Francisco, Reformismo y cul-
tura intelectual: la biblioteca privada de José de Gálvez, ministro de Indias, Madrid: Porrúa, 1981.
119
  Entre el 12 y el 15 de julio, Mora pasó con su fuerza por los principales núcleos rebeldes. De
vuelta en San Luis, envió tropas al Real de los Pozos, a Laguna Grande, a La Sauceda y a Guadalcá-
zar, y escribió a Gálvez, que se encontraba en San Luis de la Paz castigando a los rebeldes de esta
población, informándole de que la situación en la región potosina estaba bajo control y que, hasta el
momento, había hecho noventa prisioneros. Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey...,
pp. 183-187.
120
  El despliegue era innecesario porque la ciudad estaba en calma, pero dio más empaque a su
entrada ante los ojos de la población potosina. Navarro García, Luis, «El marqués de…», p. 283.
121
  RAH, Jesuitas, 9-7320. Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 7 de agosto de 1767.

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viejas milicias y nuevas revueltas...

3. San Nicolás del Armadillo: Francisco de Mora y el alcalde mayor


Urbina.
4. Real de Pozos: el capitán de caballería y sargento mayor del Regi-
miento Provincial de Caballería de Querétaro, Felipe Barri.
5. Soledad de los Ranchos: Fernando de Torija y Leri, comisionado por
el virrey Croix para inventariar los bienes de los jesuitas de Gua-
najuato.122
6. Valle de San Francisco: el capitán de la Acordada de Querétaro, José
Velázquez de Lorea.123
7. Guadalcázar: el teniente del Regimiento de Dragones de México, An-
tonio Carvajal,124 con el apoyo del teniente de alcalde mayor José
Pérez Platón.
8. El Venado y La Hedionda: el capitán del Regimiento de Infantería de
América, Patricio Savage, y el alcalde mayor de Charcas, José Frejo-
mil.125
En menos de una semana los reos acusados de traición y delitos de lesa
majestad pasaban de 400 y para mediados de agosto se acercaban a mil.126 La
práctica habitual por parte de los jueces comisionados por Gálvez fue la de
conseguir la colaboración de algunos de los cabecillas de los tumultos, pro-
metiéndoles indultos o atenuaciones de las penas a cambio de que aprehen-
dieran a sus cómplices en la rebelión.127 Sin embargo, cuando estos «colabo-

122
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 2236, exp. 13. Correspondencia entre el virrey y Fernando
Torija y Leri, México, Guanajuato y San Luis de la Paz, julio-octubre de 1767.
123
  Esta institución fue creada en Nueva España en 1715 para perseguir a los bandoleros y sal-
teadores. Bazán Alarcón, Alicia, «El Real Tribunal de la Acordada y la delincuencia en la Nueva
España», Historia Mexicana, vol. 13, n.º 3, enero-marzo 1964, El Colegio de México, México,
pp. 317-345.
124
  Tras participar en la expedición de Gálvez, se quedó en San Luis como sargento mayor del
cuerpo miliciano establecido allí. AGN, Correspondencia de los virreyes, vol. 14. Méritos del tenien-
te Antonio Carvajal, San Luis Potosí, 16 de noviembre de 1770.
125
  Frejomil fue el primero en llegar al Venado al mando de una tropa formada y costeada por él,
con vecinos de la jurisdicción que gobernaba. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3428, exp. 1. Presentación
de méritos propios y de su padre de José Casiano Frejomil y Garay, México, 26 de febrero de 1801.
126
  RAH, Jesuitas, 9-7320. Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 16 de agosto de 1767.
127
  El gobernador del Armadillo, uno de los más comprometidos con la rebelión junto a los se-
rranos, envió a mediados de julio un grupo de hombres para ayudar a las autoridades a pacificar
Guadalcázar, que consiguieron arrestar a varios cabecillas de la sublevación que habían tratado de
refugiarse en la zona. RAH, Jesuitas, 9-7321. Mora a Atanasio de la Cruz, San Luis Potosí, 21 de
julio de 1767; e idem. El teniente Francisco González a Atanasio de la Cruz, Guadalcázar, 25 de julio
de 1767.

89
juan josé benavides martínez

radores» dejaban de ser útiles también eran apresados y condenados con todo
el rigor.128
Los implicados en los tumultos fueron castigados con severidad. Entre
el 7 de agosto y el 5 de octubre Gálvez sentenció a la pena capital en la horca
a 56 hombres, los principales cabecillas en cada uno de los núcleos subleva-
dos.129 La mayoría de los condenados fueron decapitados después de muertos
(a los que habían escrito cartas también se les cortó la mano) y sus cabezas
se colocaron sobre picas frente a sus casas, que fueron demolidas y el terreno
sembrado con sal. Además, sus familiares directos y descendientes fueron
desterrados de por vida.130 También el visitador condenó a trabajos forzados
en Veracruz o en La Habana a más de cuatrocientos hombres, la mayoría de
ellos de por vida, aunque algunos por un periodo de seis, ocho o diez años.
Otros 18, por incapacidad para realizar trabajos pesados, fueron condenados
al exilio.131
Viendo la gran cantidad de condenados, entorno a quinientos, habría que
preguntarse hasta qué punto eran concluyentes las pruebas contra la mayoría.
La implicación en los tumultos de los principales cabecillas estaba fuera de
toda duda, pero el papel jugado por cientos de los acusados era difícil de
probar. Sin embargo, en respuesta a la multitudinaria participación en las
revueltas, las autoridades necesitaban un número significativo de condenas,
así que en muchos casos se dio validez a testimonios y pruebas dudosas o al
menos no concluyentes.132
128
  Mora ordenó al gobernador Atanasio de la Cruz, después de que éste hubiese entregado a
varios participantes en los tumultos, que fuera a San Luis para jurar obediencia al visitador y terminó
siendo condenado a muerte. Idem. Francisco de Mora a Atanasio de Cruz, San Luis Potosí, 31 de
julio de 1767. El final de Atanasio de la Cruz demuestra que las autoridades lo utilizaron en su bene-
ficio porque, en realidad, era «carne de patíbulo» desde el principio.
129
  Doce del Venado y La Hedionda, once del Cerro de San Pedro, once del Armadillo, ocho de
los barrios de San Luis, siete del Valle de San Francisco, tres de Guadalcázar, dos del Real de los Po-
zos, uno de Laguna Grande y uno de Soledad de los Ranchos. RAH, Jesuitas, 9-7320. Sentencias de
los comisionados ratificadas por Gálvez, San Luis Potosí, 11 de agosto de 1767 a 5 de octubre de 1767.
130
  Especialmente crueles fueron las penas impuestas a los dos serranos que dirigieron la revuel-
ta, Orosio y Alaniz, cuyas mujeres e hijos tuvieron que pasar bajo la horca, mientras colgaban los
cuerpos sin vida, y al gobernador de San Nicolás del Armadillo, Atanasio de la Cruz, cuyo cadáver
fue descuartizado por cuatro caballos y sus extremidades quedaron expuestas. BN, Manuscritos,
Mss/10919. Sentencia dictada por el visitador Gálvez condenando a los participantes en los tumultos,
San Luis Potosí, 7 de agosto de 1767.
131
  Previa pena de azotes. Idem.
132
  Varios prisioneros condenados a presidio pidieron al serrano José Patricio Alaniz, que entre-
gara a los verdaderos culpables. Idem. Un grupo de presos a Patricio Alaniz, San Luis Potosí, sin
fechar.

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viejas milicias y nuevas revueltas...

Además, el visitador impuso una serie de castigos comunales a los pue-


blos que se habían sublevado. Los gobernadores que se rebelaron no lo hicie-
ron a título personal, sino en nombre de la colectividad que representaban y
por cuestiones que afectaban a su comunidad (ocupación de tierras, aplica-
ción de leyes nuevas). Por eso Gálvez impuso a todos los pueblos implicados
en los tumultos una multa anual de entre 700 y 1500 pesos, dependiendo del
número de habitantes, que supondrían unos ingresos para las cajas reales de
San Luis de en torno a 7000 pesos por año.133
Pero el castigo no quedó ahí. A los pueblos indios (Armadillo, El Vena-
do, La Hedionda y los barrios de San Luis, excepto Tlaxcalilla), les fue reti-
rado su estatuto, con lo que ya no podrían tener tierras comunales ni elegir
sus propios gobernadores.134 También Gálvez permitió que en estos pueblos
pudieran avecindarse españoles, suprimió la exención del pago del tributo
indígena, que disfrutaban algunas comunidades, y prohibió que los indios
pudieran recibir trato de «don», llevaran el pelo largo, montaran a caballo,
vistieran como españoles y portaran armas.135 En el resto de poblaciones que
se habían sublevado (Cerro de San Pedro, Soledad de los Ranchos, Real de
los Pozos, Valle de San Francisco y Guadalcázar), el visitador impuso a sus
vecinos la obligación de contribuir con su trabajo a la reconstrucción de la
cárcel y de las casas reales en San Luis (también tuvieron que hacerlo los
vecinos de los barrios), y suprimió las ventajas fiscales que tenían los reales
de minas.136
Al aplicar estas duras condenas a los implicados en los tumultos, Gálvez
pretendía lograr dos objetivos. En primer lugar, quería que las penas tuvieran
un carácter ejemplarizante, para que la población comprendiera que la auto-
ridad del rey y de sus representantes (virreyes, alcaldes mayores…) era in-
contestable, sin lugar para la negociación y el pacto, y que, ante cualquier

133
  RAH, Jesuitas, 9-7320. El visitador Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 16 de agosto de
1767.
134
  En el caso de los barrios de la capital esta pena quedó impuesta a perpetuidad. Tan solo Tlax-
calilla, cuyos habitantes no participaron en los motines, siguió manteniendo el estatuto de pueblo.
Idem. El visitador Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 5 de octubre de 1767.
135
  Especialmente duro fue con los pueblos del Venado y La Hedionda, a los que confiscó los
bienes de las cofradías para subastarlos entre terratenientes españoles. El encargado de cumplir la
sentencia fue el nuevo administrador de las cofradías, el cura párroco Diego Martín de la Campa.
Marcelino de Jesús, el antiguo administrador, fue destituido y multado con 500 pesos por ir armado
a la junta del día en que se inició la revuelta. Idem. El visitador Gálvez al virrey Croix, San Luis
Potosí, 15 de septiembre de 1767.
136
  Idem. El visitador Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 3 de octubre de 1767.

91
juan josé benavides martínez

resistencia, las consecuencias serían nefastas.137 El segundo objetivo del visi-


tador era el engrandecimiento de su figura. La visita a Nueva España era la
primera comisión de importancia que desempeñaba y necesitaba hacer méri-
tos.138 Aplicando duras condenas y elaborando informes exagerados, cuando
menos, el visitador transmitió a sus superiores la idea de que los tumultos de
1767 habían sido fruto de una conspiración liderada por los jesuitas para
matar a todos los peninsulares y escindir buena parte del territorio de Nueva
España del dominio del rey,139 y que su intervención puso punto y final a esta
peligrosa insurrección, ganándose así el favor de sus superiores.140 Sin em-
bargo, la teoría del origen jesuítico de los tumultos, así como la idea de «con-
tagio de las revoluciones», parecen exageraciones, fruto de sus deseos de
medrar por encima de la correcta aplicación de la justicia.141
No debemos menospreciar la importancia de los tumultos de 1767,
pero como hemos señalado en el epígrafe anterior, los distintos núcleos re-
beldes nunca llegaron a plantear un proyecto político alternativo, mucho
menos en conjunto, y, si bien la expulsión de los jesuitas marcó el inicio de
la violencia en varias poblaciones, no fue la causa de fondo de los motines.
Pero Gálvez consiguió que las autoridades virreinales y las más altas insti-
tuciones de la monarquía compartieran sus teorías sobre la revuelta y apro-
baran sus métodos para sofocarla, valiéndose principalmente de sus exage-
rados informes y de un discurso pronunciado en la plaza mayor de San Luis

137
  El día en que fueron ejecutados los primeros condenados en la plaza mayor de San Luis,
Gálvez dio un discurso en el que justificaba la dureza a la hora de aplicar la justicia, como aviso para
la población. Gálvez, José de (Ed. Castro Gutiérrez, Felipe), Informe sobre las rebeliones..., p. 25.
138
  Gálvez entró a formar parte del funcionariado real en 1764 y tan solo un año más tarde fue
nombrado visitador de Nueva España. Navarro García, Luis, La política de José de Gálvez…,
pp. 16 y 17.
139
  «de discípulos de la Compañía han salido papeles […] exhortando a los pueblos a que defen-
dieran con mano armada la causa de los jesuitas». «…iba prendiendo el fuego de la rebelión en dis-
posición de poner en combustión a todo este reino.» RAH, Jesuitas, 9-7320. Informe del virrey Croix
al conde de Aranda sobre las sublevaciones de San Luis Potosí, México, 26 de agosto de 1767.
140
  «…la rebelión cuya exterminación se debió a la conducta del visitador, que excedió a las
facultades naturales de un solo hombre.» Idem.
141
  Esto le costó algunas duras críticas en su momento: «...llegado a Potosí, mandó salir a los
expulsos detenidos de su orden para confundir así unas causas con otras y hacer de todas la sola que
le había de ensalzar, acortando camino a donde previó su ambición. Inmediatamente mandó hacer
sumarias por diversos sujetos de su comitiva sin pararse en idoneidad y en poquísimos días sentenció
sin forma alguna de juicio a multitud de infelices». AGI, Estado, 34, N. 36. Informe de las expedi-
ciones y providencias de la visita de José de Gálvez, visitador general de Nueva España, Anónimo,
sin lugar, 28 de agosto de 1768.

92
viejas milicias y nuevas revueltas...

por fray Manuel de Escobar, provincial franciscano de la provincia de


Zacatecas.142
Entre las mentiras y exageraciones que encontramos en este discurso,
queremos destacar, en primer lugar, una acusación especialmente grave con-
tra los rebeldes, de la que también se hace eco el visitador en su informe al
virrey, y este en el suyo al conde de Aranda: la proclamación de varios «re-
yezuelos», entre ellos uno de los cabecillas del Real de los Pozos que se ha-
cía llamar «gran señor», o el serrano José Patricio Alaniz, del que se decía
que había hecho una sala del trono en una mina del Cerro (algo poco proba-
ble) y que tenía un escudo y un lema «nuevo rey y nueva ley».143 Sin embar-
go, el objetivo de los motines de 1767 no fue en ningún momento fundar un
reino independiente con Alaniz o cualquier otro como rey. De hecho, ni si-
quiera parece que los antedichos «gran señor» o Alaniz hubieran tratado de
coronarse, ya que ni recibieron un castigo especial por ello ni en las cartas
entre los diferentes núcleos sublevados se hacía ninguna referencia a este
asunto. Además, el lema de «nueva ley y nuevo rey» parece contradictorio,
porque los rebeldes se oponían a las «leyes nuevas».144
Asimismo, resulta llamativo que tanto en los informes de Gálvez como
en el discurso de Escobar no se haga referencia al acuerdo de paz firmado
ante notario entre Mora y los barrios de San Luis. Ambos hacen constar que,
después de impedir la salida de los jesuitas, los gobernadores de los barrios
entraron violentamente en casa de Mora, exigiéndole las cabezas de los pe-
ninsulares, pero no podían reconocer que los barrios abandonaron la revuelta
tras acordar con Mora una serie de compromisos. Según la versión oficial,
los gobernadores de los barrios firmaron la paz porque Mora logró imponer-
se a ellos gracias a la colaboración de Escobar, que les hizo cambiar de
idea.145

142
  En su discurso fray Manuel de Escobar, que jugó un papel importante tratando de contener
los actos violentos durante los tumultos en la medida de lo posible, condenó con dureza las acciones
de los rebeldes y alabó la tarea pacificadora del visitador. RAH, Jesuitas, 9-7320. Discurso sobre los
sucesos de San Luis Potosí leído por fray Manuel de Escobar, México, 1768.
143
  BN, Manuscritos, Mss/10919. Informe del virrey Croix al conde de Aranda sobre las penas
aplicadas por el visitador en San Luis Potosí, México, 20 de agosto de 1767.
144
  Las cartas escritas por los otros rebeldes a los serranos siempre estaban dirigidas a Orosio y
Alaniz, a los que se les denomina como «grandes señores» o «poderosos mineros». Tampoco en la
correspondencia escrita por los del Cerro se aprecia que Alaniz tuviera una consideración especial,
ya que todas estaban firmadas por Orosio y Alaniz, sin más títulos que los anteriormente señalados.
145
  RAH, Jesuitas, 9-7320. Discurso sobre los sucesos de San Luis Potosí leído en la plaza ma-
yor por fray Manuel de Escobar, México, 1768.

93
juan josé benavides martínez

Este discurso oficial peca, además, de una contradicción de base. Tanto


fray Manuel de Escobar, como Gálvez y el propio virrey, mencionaban la
gravedad de la rebelión, pero se referían a los sublevados con términos des-
pectivos, como si no fueran más que un grupo de «indios, pardos y mulatos,
traidores y sin unidad», que difícilmente podían haber armado una revuelta
tan bien organizada y extendida.146 En cuanto a otras acusaciones hechas por
fray Manuel de Escobar, como que los rebeldes querían convertir a las espa-
ñolas en sus sirvientas y concubinas o que pensaban en arrancar los corazo-
nes de los clérigos, simplemente reflejaban los prejuicios, odios y temores
del franciscano, o lo que él pensaba que sería creíble para los potenciales
lectores.147
Sin embargo, Gálvez fue consciente de las verdaderas razones de la re-
vuelta y, además de las duras condenas anteriormente descritas, llevó a cabo
una serie de reformas con las que pretendía aumentar el control de las auto-
ridades sobre la población y evitar los problemas por la ocupación de tierras.
El visitador decretó que todos los terrenos dos leguas en torno a un real de
minas fueran comunales y que los habitantes de poblaciones asentadas sobre
tierras que tenían dueño pagaran una renta a los propietarios. De esta manera
se evitarían los más que posibles conflictos que acarrearían los desalojos.
Pero esta medida dejó en una situación precaria a varios pueblos y barrios
asentados sobre tierras en litigio, que, tras perder su estatuto y, por tanto, su
derecho a tierras comunales, pasaron a ser consideradas propiedad de la otra
parte litigante, quedando obligados a pagar una renta permanente. Tan solo
los de Tlaxcalilla, que mantuvieron su estatuto de pueblo, se vieron benefi-
ciados, al igual que algunos terratenientes, especialmente Francisco de Mora
y los carmelitas, que llevaban años litigando con varios pueblos, y también,
curiosamente, los serranos.148
En lo referente al aumento del control sobre el pueblo por parte de las
autoridades, Gálvez se fijó dos objetivos fundamentales:

146
  Idem.; e idem. Informe del virrey Croix al conde de Aranda sobre las sublevaciones de San
Luis Potosí, México, 26 de agosto de 1767.
147
  Castro Gutiérrez, Felipe, Nueva ley y nuevo rey..., p. 251.
148
  Al quedar suprimido el estatuto de pueblo del barrio del Montecillo y de San Nicolás del
Armadillo, los carmelitas fueron reconocidos como dueños legítimos de las tierras donde se asenta-
ban y, según las órdenes del visitador, los habitantes de los pueblos debían pagarles un censo del 3%.
En cuanto a Soledad de los Ranchos, Gálvez decidió fundar una población, repartiendo parcelas
iguales entre sus habitantes, pero estas tierras pertenecían al común de la minería, así que los bene-
ficiarios del censo al 3% debían ser los mineros del Cerro de San Pedro. Idem., pp. 205-207.

94
viejas milicias y nuevas revueltas...

1.  Fortalecimiento del poder de la Corona, para lo que estableció como


delito de traición, penado con la muerte, el hecho de que los vasallos tratasen
de imponer condiciones a las autoridades a la hora de aplicar las leyes y que
estas las aceptaran aunque les fuera la vida en ello, e impuso un arbitrio sobre
el maíz con el que financiar la reconstrucción de las casas reales y la cárcel
con materiales más sólidos.149
2.  Creación de un cuerpo miliciano y permanente al que dio el nombre
de Legión de San Carlos, que garantizaría la paz y la obediencia de los pue-
blos de la región potosina. Designó a Francisco de Mora, teniente coronel
miliciano, pacificador de los tumultos y buen conocedor de la zona, como
coronel de este cuerpo, que debía formar con hombres de «buena calidad».
Los costes de mantenimiento y de armamento de los milicianos serían sufra-
gados con las multas impuestas a los pueblos que se sublevaron.150
El 7 de octubre, dando por pacificada la región, el visitador publicó un
bando en el que otorgaba un indulto general a todos los participantes en los
motines que no hubieran sido condenados y el día 12 partió hacia Guanajua-
to. Tras su paso por la región potosina, la población había sido testigo de los
duros castigos que les esperaban si se rebelaban, había decenas de compañías
milicianas encargadas de mantener el orden y el sistema tributario había sido
reestructurado para proporcionar mayores ingresos a la Corona. Incluso el
problema del acceso a la tierra parecía solucionado, por lo que la expedición
de Gálvez podría calificarse como un éxito.151 Sin embargo, la situación en la
que quedó la región no fue nada favorable. Las numerosas condenas, las
multas fijadas a los pueblos que se habían rebelado y los nuevos arbitrios
provocaron un aumento notable de la emigración, reduciéndose la mano de
obra de minas y haciendas y la actividad económica en general. En cuanto a
la conflictividad por el acceso a la tierra, descendió, pero, sobre todo, por el
estado de debilidad y el temor en que la dura represión dejó sumidos a los
149
  Idem., pp. 197 y 198.
150
  Como hemos dicho anteriormente, Gálvez esperaba de estas multas unos 7000 pesos anuales,
pero, debido a su carácter de penalización, siempre hubo problemas a la hora de recaudar esta con-
tribución y nunca fue suficiente para cubrir los gastos de la Legión. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Infor-
me del coronel Salcedo al virrey Branciforte sobre la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 18 de
marzo de 1795.
151
  El propio Gálvez fue el que más satisfecho quedó con su labor: «…me atrevería sin recelo
alguno de incurrir en la nota de temerario, responder por la tranquilidad y subordinación de estas
provincias en un centenar de años, con el solo cuidado de que observen las reglas definidas en mis
sentencias.» RAH, Jesuitas, 9-7320. Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 8 de octubre de 1767.
El tiempo le quitaría la razón.

95
juan josé benavides martínez

pueblos.152 Además, las comunidades asentadas en tierras que se reconocie-


ron como propiedad de hacendados no podían hacer frente al pago de los
censos, así que siguieron los litigios.153 Tampoco las finanzas municipales de
San Luis quedaron en condiciones de costear la construcción de la nueva
cárcel y las casas reales, cuya reedificación no se completó hasta comienzos
del siglo xix.154
En definitiva, tras el paso de Gálvez por San Luis, la economía de la re-
gión potosina atravesó un periodo de recesión del que no salió hasta el descu-
brimiento minero de Catorce, una década más tarde. Esta situación de crisis
hizo que el alcalde mayor Urbina solicitara al virrey su traslado a otro gobierno
en Nueva España.155 Sus ingresos se reducían a las rentas que obtenía por el
ejercicio de la judicatura y a un porcentaje que se quedaba del ramo de tributos
(6%). Pero estas prebendas eran insuficientes para mantenerse con la dignidad
que requería su cargo por las escasas rentas que se generaban en la jurisdic-
ción, debido al declive del comercio y la minería. Además, tras el estableci-
miento de la Legión, también se redujeron los beneficios que obtenía de la
aplicación de justicia, ya que todos sus miembros se acogían al fuero militar.156

152
  Además, las tierras confiscadas a los pueblos indios solo sirvieron para incrementar las pro-
piedades de algunos hacendados, cuya relación con los naturales no era la más adecuada para la es-
tabilidad social. El más favorecido por la enajenación de las tierras del Venado y la Hedionda fue el
marqués de Rivas Cacho, dueño de la hacienda Guanamé, que se hizo con 25 000 hectáreas por 5500
pesos. Bazant, Jan, Cinco haciendas..., p. 100.
153
  Ante la insostenible situación de algunas poblaciones, las medidas del visitador tuvieron que
ser suavizadas por las autoridades. Tal fue el caso de San Nicolás del Armadillo, cuyo párroco, el
bachiller Saavedra, consiguió en 1768 que los carmelitas les restituyeran algunas tierras. Montejano
y Aguiñaga, Rafael, El valle de Santa Isabel…, p. 73.
154
  El arbitrio impuesto por Gálvez sobre el maíz solo sirvió para incrementar la venta clandes-
tina y nunca se recaudó lo esperado. Pero, además de los problemas presupuestarios, el ayuntamien-
to tuvo que litigar con el comerciante Toribio Cortina Díaz, porque en el sitio en que debían ubicarse
las nuevas casas reales era de su propiedad. AGN, Propios y Arbitrios, vol. 11, exp. 1. Expediente
formado para la reedificación de las casas reales de San Luis, San Luis Potosí, 1776-1795; y AGN,
Intendencias, vol. 36. Aprobación por parte del ayuntamiento de San Luis del presupuesto para la
construcción de las nuevas casas reales, San Luis Potosí, 28 de mayo de 1802.
155
  Consideramos que es un testimonio próximo a la realidad, porque, aunque Urbina no se ca­
racterizara por su buena administración, tampoco se le pueden achacar abusos de autoridad ni co­
rrupción.
156
  AGN, Alcaldes Mayores, vol. 1. Andrés de Urbina al virrey Croix solicitando un traslado,
San Luis Potosí, 16 de febrero de 1770. A pesar de los escasos méritos de Urbina, las influencias de
su pariente Tomás Ortiz de Lándazuri, miembro del Consejo de Indias, hicieron que fuera propuesto
para otro gobierno en Nueva España y que se le ascendiera a capitán. Sin embargo, por cuestiones de
salud, finalmente, se le otorgó licencia para regresar a la península, donde falleció, en Vitoria, en
1778. Martínez Salazar, Ángel, Presencia alavesa en…, pp. 238 y 239.

96
Capítulo 3
«UNA MULTITUD DESORGANIZADA
DE VAGABUNDOS E INDOLENTES».
LA LEGIÓN DE SAN CARLOS

1. Un cuerpo condenado al fracaso. Las carencias de la nueva


formación miliciana

Como hemos señalado en el capítulo anterior, una de las medidas que


tomó el visitador José de Gálvez para mantener la paz en la región de San
Luis tras los tumultos de 1767 fue la creación de un cuerpo miliciano, la
Legión de San Carlos. Esta tarea se la encargó a Francisco de Mora y Luna,
al que se le había concedido el título de conde de Santa María de Guadalupe
del Peñasco por su actuación en los tumultos, y que sería el coronel de la
nueva fuerza.1 Siguiendo las disposiciones de Gálvez, el conde del Peñasco
estableció un cuerpo miliciano mixto, con once compañías de infantería de
77 hombres cada una y 49 de caballería con 53 plazas, formadas por los ha-
bitantes de las principales poblaciones y haciendas de la región. Su fuerza
total era de unos 3450 hombres.2

1
  AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 92, exp. 20. Nombramiento de Francisco de Mora como
coronel de la Legión de San Carlos, México, 19 de enero de 1768.
2
  De las once compañías de infantería, las siete primeras se formaron en San Luis, la 8.ª en
Guadalcázar, la 9.ª en Sierra de Pinos, la 10.ª en Rioverde, y la 11.ª en San Luis de la Paz (Guanajua-
to). Entre las 49 de caballería, nueve se asentaban en Rioverde, seis en Guadalcázar, seis en Charcas,
cuatro en Armadillo, tres en Matehuala, tres en el Valle de San Francisco, tres en el Real de Pozos,
tres en Santa María del Río, dos en Sierra de Pinos, dos en la hacienda de Bocas, una en Monte Cal-
dera, una en Barrancas, una en la hacienda Tepetate, una en la hacienda Picachos, una en El Venado,
una en la hacienda de González, una en la hacienda de Derramaderos y una en San Luis de la Paz
(Guanajuato). AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción entregada al coronel Salcedo para el restableci-
miento de los cuerpos provinciales en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794. (Ver infra
mapa 8)

97
juan josé benavides martínez

Mapa 8.  Cabeceras de las compañías de la Legión de San Carlos.

(Elaboración propia)

Gálvez tenía grandes expectativas en esta fuerza, que se encargaría de


mantener la seguridad y subordinación de la provincia de San Luis. El visi-
tador esperaba que la tropa evolucionaría de forma positiva, porque la caba-
llería la formaban rancheros, hábiles en el manejo de caballos y acostumbra-
dos al trabajo duro, y la infantería, vecinos de las principales poblaciones de
la región, dedicados a tareas físicas.3 Para su instrucción solicitó que se des-

3
  Antes de abandonar San Luis Gálvez pasó revista a las tropas establecidas en los primeros dos
meses, unos 2500 hombres, 600 de infantería (nueve compañías) y el resto de caballería (39 compa-
ñías). AGI, México, 1365. Estado de fuerza de la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 6 de sep-
tiembre de 1767.

98
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

tinaran algunos suboficiales veteranos, cuyos sueldos serían el único gasto


para la real hacienda. El vestuario y el armamento serían sufragados por los
propios milicianos y algunos donativos voluntarios, y con las multas impues-
tas a los pueblos que se habían rebelado. Además, el visitador confiaba en el
buen hacer de los jefes del cuerpo,4 todos criollos: el coronel conde del Pe-
ñasco, el teniente coronel de caballería, Pedro José de Guardiola,5 y el de
infantería, Silvestre López Portillo.6
Sin embargo, la Legión nunca llegó a ser plenamente operativa, porque
sobrepasaba las posibilidades económicas y demográficas de la región, de lo
que derivaban gran número de deficiencias. En definitiva, la Legión de San
Carlos era un cuerpo miliciano formado por sesenta compañías de infantería
y caballería, asentadas en la región potosina, «que nada tenían de militar
salvo los despachos».7

1.1. La «impunidad» del fuero militar

La principal función de la Legión de San Carlos era el mantenimiento del


orden, alterado por los recientes motines. Una vez concluidos, pero con su
recuerdo todavía presente, los miembros de la Legión seguían cumpliendo
con sus deberes: guardias en San Luis, patrullas nocturnas, revistas mensuales
en un día de fiesta...8 Pero, devuelta la tranquilidad a la región, el cuerpo fue
cayendo en el desorden, debido a que su formación no se basó en los funda-
mentos necesarios para el buen funcionamiento de un establecimiento mili-
ciano. La carencia de un reglamento, que fijase sus obligaciones, fuero y
exenciones, provocó que los miembros de la Legión se limitaran a beneficiar-

4
  RAH, Jesuitas, 9-7320. Gálvez al virrey Croix, San Luis Potosí, 16 de agosto de 1767.
5
  Natural de Asientos de Ibarra (Aguascalientes), en el momento de la formación de la Legión
tenía cuarenta y dos años. Fue capitán de la fuerza creada por Mora para pacificar la región. Durante
sus años de servicio se mostró como un oficial cumplidor con sus obligaciones. AGN, Indiferente
Virreinal, C. 5781, exp. 33. Hojas de servicios de los jefes de la Legión de San Carlos, México, 15
de mayo de 1776.
6
  Era hijo de un oidor de México y estaba casado con una sobrina de Francisco de Mora. Ya
hablamos de este personaje por su papel protagonista en la fundación de Real de Catorce (ver supra
p. 35).
7
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Informe del coronel Salcedo al virrey Branciforte sobre la Legión de
San Carlos, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795.
8
  AGI, México, 2421. El conde del Peñasco al virrey Croix, México, 30 de noviembre de 1770.

99
juan josé benavides martínez

se de sus privilegios como milicianos,9 actuando como si su estatus los colo-


cara no solo al margen, si no por encima de las leyes.10 Formaban parte de una
jurisdicción privilegiada gracias al fuero militar, pero su disfrute estaba clara-
mente reglamentado y limitado (ver supra pp. 56-57). Sin embargo, como la
Legión de San Carlos era el primer cuerpo miliciano permanente formado en
la región potosina, sus miembros, sin experiencia previa, consideraban que
gozaban de inmunidad ante las autoridades civiles. Esta situación provocó
gran número de litigios que se prolongaban en el tiempo, y que, generalmente,
no se resolvían hasta la intervención de la máxima autoridad virreinal.11
Un claro ejemplo de este sentimiento de impunidad reinante entre los
individuos que formaban la Legión fue el caso protagonizado por José Ma-
nuel de la Gándara, comerciante montañés vecino de San Luis, y José de
Apraiz, de origen vasco y también vecino del comercio de San Luis, procu-
rador general y arrendatario de los propios de la ciudad. En enero de 1767
Apraiz entregó a Gándara productos de vinatería por un valor de 1000 pesos,
que este se comprometió a pagarle en moneda en el plazo de dos meses.12 Sin
embargo, en julio Apraiz compareció ante el alcalde mayor Urbina, recla-
mando que Gándara todavía le adeudaba 763 pesos. Urbina ordenó a Gánda-
ra saldar su deuda, pero este se negó, alegando que era miliciano y le ampa-
raba el fuero militar.13 En enero de 1768 Urbina volvió a ordenar a Gándara
que subsanara su deuda, advirtiéndole que su fuero se reducía a asuntos pe-
nales porque no era oficial, y que además, en la escritura notarial se había
comprometido a pagar, renunciando a sus derechos.14 Sin embargo, el caso se
prolongó, porque el teniente coronel de infantería de la Legión, Silvestre
López Portillo, intentó que el caso quedara bajo su jurisdicción.15 El alcalde
9
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 128b. El alcalde mayor Urbina a Diego Martín de la Campa,
San Luis Potosí, 5 de febrero de 1768.
10
  «Ante la ausencia de jueces ordinarios en las regiones más retiradas de los extensos partidos
en los que se asienta la Legión, sus oficiales ejercen la justicia». AGI, México, 2421. El conde del
Peñasco al virrey Croix sobre la Legión de San Carlos, México, 30 de noviembre de 1770.
11
  Cada vez que un miliciano, incluso mestizo, cometía un delito, reclamaba el fuero, aunque no
tuviera derecho a él, y comenzaba una disputa entre los magistrados civiles y militares que, general-
mente, acarreaba que el delincuente quedara impune. Archer, Christon, El ejército en el México...,
p. 32.
12
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 128b. Contrato de compra venta, San Luis Potosí, 29 de
enero de 1767.
13
  Idem. Orden del alcalde mayor Andrés de Urbina, San Luis Potosí, 26 de julio de 1767.
14
  Idem. Orden del alcalde mayor Andrés de Urbina, San Luis Potosí, 28 de enero de 1768.
15
  Su alegato se basó en cuatro argumentos: 1) Era un caso penal; 2) el deudor era un oficial
miliciano; 3) el fuero militar era irrenunciable; y 4) considerando que los miembros de la Legión no

100
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

mayor decidió consultar con un asesor jurista, el cura del Venado, Diego
Martín de la Campa (ver supra p. 76), que desmontó los razonamientos de
López Portillo.16 Además, alegaba que el caso no podía ser juzgado por la
justicia militar, porque el origen del conflicto era una deuda contraída antes
de que ambos fuesen milicianos y el fuero militar no era retroactivo. Urbina
envió el caso a la secretaría del virreinato, y el virrey confirmó que el litigio
quedaba bajo la jurisdicción del alcalde mayor.17
En este caso se puede observar como Gándara quería valerse de su estatus
jurídico privilegiado para evitar pagar una deuda y el teniente coronel quería
que el caso quedara bajo su jurisdicción a toda costa. Los argumentos presen-
tados por López Portillo no se sustentaban y fueron desmontados por otro
jurista, pero demuestran su gran interés por encargarse de este litigio, ya fuera
porque quería proteger a Gándara por corporativismo entre milicianos, por-
que mantenían una buena relación personal, o para cobrar las tasas del juicio.
En cualquier caso, el alcalde mayor se vio obligado a pelear para que este caso
y muchos otros quedaran bajo su jurisdicción, ya que las rentas que obtenía
por ejercer de justicia eran la principal fuente de ingresos de su cargo.18
Algo similar ocurrió en Guadalcázar por una disputa entre el teniente de
alcalde mayor, Pedro de Garaya, y los milicianos de las compañías formadas
en su jurisdicción, que se negaban a pagar las alcabalas. Aunque no tuvieran
derecho a ello, el coronel los amparaba y trató de que el virrey interviniera a
su favor por los servicios que estos hombres prestaban en la milicia.19 Sin
embargo, remitiéndose a la legislación vigente, Bucareli ordenó que los mi-
licianos cumplieran con sus obligaciones tributarias.20

cobraban por sus servicios era conveniente que se respetara en cualquier caso su jurisdicción privi-
legiada. Idem. López Portillo al alcalde mayor Urbina, San Luis Potosí, 5 de febrero de 1768.
16
  1) El caso era civil, porque su origen no estaba en un crimen; 2) solo el demandante era ofi-
cial; 3) el fuero militar era un derecho no una obligación, así que se podía renunciar a él; y 4) los
milicianos ya disfrutaban de una serie de privilegios establecidos por la ley y no había razón para
extenderlos. Idem. Dictamen de Diego Martín de la Campa, San Luis Potosí, 6 de febrero de 1768.
17
  Idem. El virrey Croix al alcalde mayor Urbina, México, 27 de febrero de 1768.
18
  Meses antes de dejar su empleo de alcalde mayor de San Luis, Urbina se quejaba de la reduc-
ción de sus ingresos porque «… desde el establecimiento de la Legión toda la jurisdicción se halla en
un estado general de alistamiento y nadie reconoce mi autoridad porque todos se acogen a fuero.»
AGN, Alcaldes Mayores, vol. 1. Andrés de Urbina al virrey Croix solicitando un traslado, San Luis
Potosí, 16 de febrero de 1770.
19
  AGN, Correspondencia de Diversas Autoridades, vol. 15, exp. 97. Representación del conde
del Peñasco al virrey Bucareli, hacienda del Peñasco, 13 de noviembre de 1771.
20
  Idem., exp. 99. Orden del virrey Bucareli al conde del Peñasco, México, 7 de diciembre
de 1771.

101
juan josé benavides martínez

El coronel también fue partícipe de la confusión generalizada entre los


miembros de la Legión por el disfrute del fuero militar. El conde del Peñasco
quiso valerse de su posición como comandante en jefe de las milicias para
disfrutar de un privilegio que no le correspondía, ocupar un lugar de honor
junto a las autoridades civiles en los actos religiosos.21 Esta cuestión, a pesar
de que la residencia habitual del coronel era la hacienda del Peñasco, no la
ciudad, suscitó una agria polémica entre el interesado, el alcalde mayor y los
miembros del cabildo de San Luis, que no se resolvió hasta que el virrey
estableció que el coronel no tenía derecho a sentarse en un lugar preferente.22
Sin embargo, el disfrute del fuero militar también podía volverse en con-
tra de los miembros de la Legión. Tal fue el caso de Antonio Bernardo de
Quirós, alguacil del ayuntamiento de San Luis y capitán miliciano,23 que fue
arrestado por el teniente coronel Guardiola, porque adeudaba mil pesos al
convento de San Agustín de la capital potosina. El ayuntamiento solicitó al
virrey que permitiese que esta causa fuera juzgada por la autoridad civil co-
rrespondiente, el alcalde mayor, ya que Quirós era un cargo público. Pero
Croix recordó a los miembros del cabildo potosino que, según la legislación,
los oficiales milicianos gozaban del fuero militar en todas las causas, así que
el caso de Quirós dependía de sus oficiales superiores.24

1.2. Sin dinero no hay milicias

Además de los conflictos generados por el disfrute del fuero militar, la


carencia de un fondo de arbitrios suficientes para su mantenimiento fue una
de las principales causas de la inoperancia de la Legión de San Carlos. A la
hora de fundar el cuerpo, el visitador Gálvez pasó por encima el asunto de la
financiación, limitándose a establecer que la real hacienda pagara los sueldos
del pie veterano, sin fijar su número ni el ramo del cual debían obtenerse los

21
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 4020, exp. 4. El conde del Peñasco al virrey Croix, hacienda
del Peñasco, 10 de mayo de 1769; e idem. El ayuntamiento de San Luis al virrey Croix, San Luis
Potosí, 14 de junio de 1769.
22
  Idem. El virrey Croix al conde del Peñasco, México, 1 de julio de 1769.
23
  Recordemos que su actuación como alcalde ordinario contribuyó a alimentar el resentimiento
de los barrios indios de San Luis, que estalló en los motines de 1767 (ver supra pp. 66 y 67).
24
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 4020, exp. 4. El ayuntamiento de San Luis al virrey Croix, San
Luis Potosí, 14 de julio de 1769; e idem. El virrey Croix al ayuntamiento de San Luis Potosí, México,
5 de agosto de 1769.

102
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

recursos necesarios.25 Asimismo, confiaba que los gastos de vestuario y ar-


mamento fueran cubiertos por los propios milicianos y algunos donativos
voluntarios, además de con las multas impuestas a los pueblos que se habían
rebelado.26 Sin embargo, las expectativas del visitador no se cumplieron y
pronto empezaron los problemas por la financiación de la Legión. Especial-
mente conflictivo fue el asunto del servicio obligatorio, y no remunerado,
que durante una semana y de forma alterna debía efectuar en San Luis un
miliciano de cada compañía. Acuartelados en el antiguo colegio de los jesui-
tas, los miembros de la Legión debían realizar guardias en el propio cuartel
y en las casas reales y rondas nocturnas. Estos servicios facilitaban la ins-
trucción del cuerpo y ayudaban a mantener el orden en la ciudad, pero a
costa de un gran esfuerzo por parte de los milicianos, que debían ausentarse
de sus casas durante una semana, más los días que tardaban en desplazarse
hasta la capital potosina, y cubrir de su propio bolsillo sus gastos y los de su
caballo sin recibir sueldo alguno.27
Apenas un año después de la formación del cuerpo, el virrey, consciente
del sacrificio que suponía para muchos de los miembros de la Legión este
servicio, ordenó al ayuntamiento de San Luis que utilizara parte de la recau-
dación del impuesto sobre el maíz, creado por Gálvez, para pagar un sueldo
a los milicianos durante su estancia en la ciudad. El cabildo se negó a cum-
plir el mandato, escudándose en la orden del visitador, que establecía que el
producto del arbitrio debía invertirse exclusivamente en la construcción de
los nuevos edificios (alhóndiga, cárcel y casas reales),28 y en la intermitente
recaudación del mismo, porque no se cobraba si el precio de la fanega supe-
raba los doce reales.29 Croix insistió en que debía cumplirse su orden, y el

25
  El alcalde mayor Urbina se vio obligado a consultárselo al virrey. Idem. El alcalde mayor
Urbina al virrey Croix, San Luis Potosí, 10 de febrero de 1769.
26
  Gálvez impuso varias multas a los pueblos implicados en los tumultos con la que esperaba
que las casas reales de San Luis recaudaran unos 7000 pesos anuales, algo que nunca sucedió (ver
supra p. 91).
27
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 33b. El conde del Peñasco al virrey Bucareli, hacienda del
Peñasco, 29 de noviembre de 1771.
28
  El cabildo potosino alegaba además, que se trataba de un arbitrio extraordinario, hasta que se
levantasen los nuevos edificios, y si se utilizaba en otras cuestiones, acabaría siendo permanente.
AGN, Ayuntamientos, vol. 167. El ayuntamiento de San Luis al virrey Croix, San Luis Potosí, 28 de
octubre de 1768.
29
  A los pocos meses de comenzar a cobrar el nuevo impuesto, el ayuntamiento potosino solici-
tó al visitador su suspensión si el precio de la fanega de maíz llegaba a doce reales, para que los
sectores más humildes de la población no se vieran tan perjudicados. Gálvez ordenó que así se hicie-

103
juan josé benavides martínez

asunto se resolvió con el compromiso por parte del ayuntamiento potosino


de pagar la cantidad de siete reales diarios, procedentes del fondo de propios
de la ciudad.30
Esta disputa, en la que el ayuntamiento potosino se resistió a las preten-
siones del virrey, nos permite ver el alto grado de autonomía y de influencia
que las autoridades locales tenían en regiones como San Luis, alejadas de los
centros de poder. Las élites locales no dudaron en enfrentarse a las órdenes
del virrey, porque consideraban que perjudicaban sus intereses. Croix quería
asignar una paga a los milicianos durante su servicio sin que ello supusiese
una carga para la real hacienda, pero el ayuntamiento de San Luis no quería
ver reducidos los ingresos que obtenía para la construcción de los nuevos
edificios. La renuencia del cabildo potosino a obedecer las órdenes del vi-
rrey, si estas comprometían sus intereses, provocó que Croix utilizara a Gál-
vez como intermediario, cuando en 1770 ordenó al ayuntamiento, a petición
del coronel conde del Peñasco, destinar 1600 pesos anuales procedentes del
impuesto sobre el maíz para costear el mantenimiento de un maestro armero
encargado de reparar el armamento de la Legión y de dos maestros músicos
que enseñaran los toques de tambor y trompeta a los milicianos.31 El visita-
dor conocía la región y sus gentes de primera mano, así que Croix se valió de
su influencia en San Luis para que el cabildo potosino aplicara su orden sin
poner pegas, aunque no estuviera de acuerdo.32
La cuestión del servicio del piquete formado por milicianos fue retomada
por el coronel del cuerpo a finales de 1771. El conde del Peñasco solicitó al
virrey Bucareli un premio extraordinario para los miembros de la Legión, por-
que demostraban su fidelidad al rey sirviendo en San Luis con gran esfuerzo
personal sin recibir paga alguna.33 Bucareli se mostró partidario de correspon-
der a estas muestras de fidelidad, pero antes solicitó al coronel que determina-
ra el premio que solicitaba y que le presentara pruebas de que los milicianos

ra. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. Gálvez al cabildo de San Luis Potosí, Puerto de la Paz, 18
de octubre de 1768.
30
  Ese dinero serviría para cubrir los gastos de leña de los milicianos acuartelados. AGN, Indi-
ferente de Guerra, vol. 33b. El conde del Peñasco al virrey Bucareli, hacienda del Peñasco, 29 de
noviembre de 1771.
31
  Ibid. El virrey Croix al visitador Gálvez, México, 5 de diciembre de 1770.
32
  Ibid. Orden de Gálvez al ayuntamiento de San Luis, México, 15 de diciembre de 1770; e
idem. Traslado de la orden al oficial de las cajas reales, San Luis Potosí, 26 de enero de 1771.
33
  Ibid. El conde del Peñasco al virrey Bucareli, hacienda del Peñasco, 29 de noviembre
de 1771.

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«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

realizaban el servicio no remunerado en San Luis de buena gana, que la ausen-


cia de su hogar durante varios días no afectaba al sustento de sus familias y que
durante la semana de servicio en la ciudad no padecían necesidades.34
El coronel pretendía que todos los miembros de la Legión gozaran del
fuero militar completo y activo, y solicitaba mayor protección frente a las
autoridades civiles a la hora de defender los privilegios de los milicianos a
sus órdenes, porque las diez jurisdicciones, entre alcaldías mayores y sus
tenientazgos, en que se encontraban repartidas las compañías de la Legión,
estaban a cargo de «hombres que se limitaban a exprimir al vecindario», sin
importar que algunos tuvieran un fuero distinto. Asimismo, presentó unos
documentos en los que la práctica totalidad de los milicianos declaraban rea-
lizar de forma gustosa el servicio en San Luis.35
Sin embargo, los méritos aducidos por el coronel no eran de tanta valía,
ya que el servicio no remunerado en San Luis no podía considerarse como
algo encomiable porque era obligatorio. También cabría señalar el escaso
valor, como prueba, de los papeles en los que los capitanes aseguraban que
la gran mayoría de sus hombres realizaban dicho servicio de buena gana,
que, además, tan solo respondían a una de las tres cuestiones planteadas por
el virrey.36 Por si fuera poco, las causas que algunos alegaban para no reali-
zar el servicio, pobreza y carencia de caballo fundamentalmente, reflejaban
que muchos milicianos no cumplían los requisitos mínimos para servir en la
Legión. Además, las preeminencias que solicitaba el conde del Peñasco so-
brepasaban los márgenes establecidos en las ordenanzas de milicias, por lo
que Bucareli hizo caso omiso a las peticiones del coronel y solicitó al ayun-
tamiento de San Luis un informe detallado del impuesto extraordinario so-
bre el maíz, porque pretendía utilizar parte de este arbitrio para pagar un
sueldo a los milicianos durante su servicio en la ciudad.37
El cabildo envió al virrey la cuenta de ingresos y gastos del impuesto
sobre el maíz, acompañada de un informe contrario a su utilización para

34
  Ibid. El virrey Bucareli al conde del Peñasco, México, 7 de diciembre de 1771
35
  Las escasas excepciones se debían a la mala situación económica de los individuos en cues-
tión. Estos documentos fueron elaborados por todos los capitanes de la Legión, que reunieron a sus
respectivas compañías para que los milicianos firmaran estas declaraciones totalmente dirigidas.
Ibid. El conde del Peñasco al virrey Bucareli, hacienda del Peñasco, 13 de enero de 1772.
36
  Los capitanes no preguntaron a los milicianos si sus familias pasaban apuros durante su estan-
cia en San Luis ni sobre sus condiciones de vida durante el acuartelamiento en la capital potosina.
37
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 33b. Bucareli al ayuntamiento de San Luis, México, 11 de
marzo de 1772.

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juan josé benavides martínez

sufragar los gastos de las milicias. En los algo más de tres años que habían
pasado desde la imposición del arbitrio se habían recaudado 14 634 pesos,
de los que dos terceras partes fueron destinados a la construcción de la nue-
va alhóndiga, 1733 para pagar a los músicos de la Legión, y 3053 para el
ramo de propios de la ciudad.38 Basándose en estos datos, los miembros del
ayuntamiento trataron de convencer al virrey de que la utilización de este
arbitrio para financiar los gastos de las milicias no era recomendable, por-
que su recaudación no era constante, ya que si el precio del maíz superaba
los doce reales por fanega no se cobraba; porque la escasez del fondo de
propios hacía que la ciudad tuviera que recurrir a este impuesto para cua-
drar sus cuentas; y porque su utilización para otras cuestiones que no fueran
la construcción de los nuevos edificios, contradecía la orden de Gálvez y
resultaría perjudicial para los contribuyentes, ya que el arbitrio acabaría
siendo perpetuo. Asimismo, consideraban que no era adecuado que el ayun-
tamiento de San Luis tuviera que hacer frente a los gastos de todo el cuerpo,
cuando muchas de las compañías de la Legión estaban asentadas en otras
jurisdicciones. Pero, además, los miembros del cabildo potosino se mostra-
ban contrarios a que se destinaran recursos a la Legión, fuera cual fuera su
origen, porque resultaría un gasto inútil, como lo demostraba el hecho de
que, tras cuatro años pagando a los tambores y trompetas, los milicianos
seguían sin saber tocar bien los instrumentos. De igual manera, afirmaban
que la mayoría de los milicianos, que habían asegurado realizar gustosa-
mente el servicio en San Luis, mintieron por temor a represalias de sus ofi-
ciales.39
A la vista de este informe, el virrey Bucareli se negó a aprobar los privi-
legios que solicitaba el coronel. Tampoco otorgaba ninguna credibilidad a
los documentos en los que los milicianos aseguraban cumplir gustosamente
con el servicio de una semana en San Luis, así que ordenó suprimirlo a no ser
que se les fijara un sueldo. Sobre el origen de los fondos para pagar estos
salarios, dispuso que fuera el inspector de tropas el que, después de pasar
revista al cuerpo, decidiera si era conveniente utilizar parte de la recaudación
del arbitrio del maíz.40

38
  Ibid. Cuenta del producto del arbitrio sobre el maíz desde noviembre de 1767 a diciembre de
1771, San Luis Potosí, 28 de marzo de 1772.
39
  Ibid. Informe del ayuntamiento de San Luis al virrey Bucareli, San Luis Potosí, 6 de julio
de 1772.
40
  Ibid. El virrey Bucareli a la Real Audiencia, México, 19 de mayo de 1773.

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«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

Pero esta revista nunca se llevó a cabo y no se decidió nada sobre la


conveniencia de usar el impuesto del maíz para financiar la Legión. El asun-
to se retomó en 1781, cuando el virrey Mayorga ordenó que se destinaran
4000 pesos de la recaudación del citado arbitrio para la renovación del ves-
tuario y armamento de la Legión y para pagar los sueldos del pie veterano. El
cabildo potosino respondió al virrey con un informe en el que solicitaba que
se le liberara de la carga de las milicias. Según los miembros del ayuntamien-
to, el coste de la construcción de la cárcel y las casas reales estaba siendo
superior al esperado y el arbitrio sobre el maíz resultaba insuficiente para
sufragar los gastos. Argumentaban que en los últimos años la producción de
maíz en la región había experimentado un notable descenso, debido a que
buena parte de la población había abandonado los campos para trasladarse a
Catorce a trabajar en las minas, provocando que el precio de la fanega se
mantuviera por encima del umbral de los doce reales durante la mayor parte
del año, lo que impedía el cobro del impuesto.41 Pero, al margen de las difi-
cultades en la recaudación del arbitrio del maíz, los miembros del ayunta-
miento se oponían a la inversión de dinero en las milicias, porque considera-
ban que la Legión de San Carlos era una fuerza carente de utilidad y
demasiado numerosa en la que «la presencia de veteranos solo servía para
sacarlos de sus regimientos y mantenerlos de manera inútil a un alto coste».42

1.3. Demasiados milicianos para tan poca milicia

La conclusión del informe del cabildo de San Luis al virrey Mayorga


señalaba otra de las razones por las que, además de los conflictos surgidos
por el fuero militar y por la carencia de un fondo de arbitrios, la Legión de
San Carlos resultaba una fuerza prácticamente inoperante: el excesivo núme-
ro de plazas que la formaban.43
41
  La credibilidad de este argumento resulta cuando menos dudosa, ya que, si bien la riqueza
minera de Catorce atrajo a un buen número de habitantes, el ayuntamiento potosino no aportó datos
precisos (padrones, cuentas de la recaudación…), por lo que podemos suponer que los problemas en
la recaudación del arbitrio, por encima de un posible descenso de la producción de maíz, se debían
al alto grado de contrabando existente en la región, para evitar pagar el impuesto, algo que las auto-
ridades potosinas no podían reconocer ante el virrey.
42
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. El ayuntamiento de San Luis al virrey Mayorga sobre
los gastos de la Legión, San Luis Potosí, 18 de diciembre de 1781.
43
  Las autoridades potosinas recomendaban sustituir la Legión por un regimiento provincial
menos numeroso, porque había «más gente alistada que paisanos». Ibid.

107
juan josé benavides martínez

Para completar el pie de fuerza de la Legión era necesario, en primer


lugar, cubrir las 180 plazas de oficial, tres por cada una de las sesenta com-
pañías: un capitán, un teniente y un alférez (caballería) o subteniente (infan-
tería). La única autoridad con potestad para conceder despachos de oficial
era el rey, pero, en la práctica, el nombramiento dependía del coronel, que
proponía los candidatos al virrey. Este se limitaba a otorgar un despacho
provisional a los recomendados por el coronel y enviaba las propuestas a la
Corte para que se oficializaran las designaciones.44 Pero, la dificultad para
encontrar en cada una de las poblaciones en las que se asentaban las compa-
ñías suficientes individuos que cumplieran con las condiciones necesarias
para ejercer como oficiales (fundamentalmente un poder adquisitivo sufi-
ciente para mantenerse con decencia y buena reputación), provocó que se
concedieran despachos a personas que, ya fuera por sus circunstancias eco-
nómicas o por sus características personales, no podían desempeñar debida-
mente su cargo. Por tanto, la actuación de los oficiales de la Legión, en lugar
de servir de ejemplo para el resto de milicianos, generaba un ambiente de
informalidad en el cuerpo y dificultaba la instrucción y disciplina de la mili-
cia. Había sujetos de mala conducta, sin medios para sustentarse con decen-
cia o que desempeñaban oficios vergonzantes, y algunos estaban ausentes de
su destino sin justificación.45 Muchos cambiaban o vendían sus despachos y
otros ejercían su cargo sin este documento, respaldados por el propio coro-
nel, que, siguiendo su propio criterio, los entregaba a quien no correspondía
y retiraba algunos de los concedidos, una práctica que sugiere que el conde
del Peñasco otorgaba estos documentos a hombres que estaban bajo su in-
fluencia o que los vendía a personas interesadas en la protección del fuero.46
En lo que respecta a la tropa, eran los propios oficiales los encargados
del alistamiento, una tarea compleja, porque las casi 3500 plazas que debían
cubrirse para alcanzar el completo de la Legión superaban las posibilidades

44
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 747, exp. 31. Nombres propuestos por el coronel conde del
Peñasco para ocupar las oficialías milicianas de la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 7 de junio
de 1781; e ibid., C. 3823, exps. 11 y 12. Nombramientos de varios oficiales de caballería e infantería
de la Legión de San Carlos, Madrid, 20 de marzo de 1782.
45
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Informe del coronel Salcedo al virrey Branciforte sobre la Legión
de San Carlos, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795.
46
  Tras su fallecimiento, se encontraron entre los papeles del coronel 42 despachos que nunca
llegaron a manos de sus legítimos propietarios. AGN, Indiferente Virreinal, C. 1926, exp. 2. Despa-
chos inútiles de oficiales de la Legión de San Carlos, México, 23 de septiembre de 1767 – 14 de
noviembre de 1782.

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«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

demográficas de la región potosina.47 Además, la dificultad del alistamiento


se acrecentaba, porque las reclutas debían ser continuas, debido a los retiros
por muerte o enfermedad y a que muchos milicianos se iban a otras regiones
para evitar los inconvenientes del servicio, especialmente el acuartelamiento
no remunerado en San Luis.48 Los oficiales se limitaron a alistar «volunta-
rios» a su libre albedrío, sin realizar padrones, ni sorteos, ni filiaciones, e
incluyendo a mestizos, mulatos e incluso indios, que no debían servir en las
milicias,49 para completar las plazas de las compañías en las que servían es-
pañoles.50 Además, en la Legión eran habituales otras irregularidades expre-
samente prohibidas en las ordenanzas, como que todos los varones de una
familia y que vivían en la misma casa fueran milicianos, o la presencia de
hombres que superaban el límite de edad permitido, que eran hijos de viudas,
o que, ya fuera por su pobreza o por problemas de salud, les era imposible
cumplir con sus obligaciones en la milicia.51
El elevado número de plazas hacía imposible el alistamiento de milicia-
nos respetando las normas, tanto en las poblaciones de pequeño tamaño,
como en otras algo mayores en las que se asentaban varias compañías,52 e
incluso generaba inconvenientes, en la mayor población de la región, San

47
  Entre suboficiales y tropa el número total de milicianos que debían formar la Legión de San
Carlos era de 3264, 814 de infantería (74 por compañía) y 2450 (50 por compañía). AGN, Corres-
pondencia de los virreyes, vol. 15. Estado de fuerza de la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 25
de septiembre de 1770.
48
  La pérdida demográfica se hacía visible en el consumo de maíz, que en 1765 era de 80 000
fanegas y en 1772 de 35 000. AGN, Indiferente de Guerra, 33b. El ayuntamiento de San Luis al vi-
rrey Bucareli, San Luis Potosí, 6 de julio de 1772. Como hemos señalado anteriormente, si bien hubo
un descenso demográfico, que este fuera superior al 50% parece poco probable, y esta fuerte caída
del consumo «oficial» de maíz estaría más relacionada con un aumento del contrabando de este
producto para evitar el tributo.
49
  En 1767 el visitador Gálvez había prohibido a los indios de la región potosina portar armas y
montar a caballo (ver supra p. 91).
50
  La legislación establecía que los mestizos y castas debían servir en compañías separadas,
porque los españoles rechazarían formar parte de estas unidades, y no aceptarían sus órdenes, aunque
fueran suboficiales. AGN, Indiferente de Guerra, 33b. El ayuntamiento de San Luis al virrey Buca-
reli, San Luis Potosí, 6 de julio de 1772; y Suárez, Santiago Gerardo, Las Milicias…, pp. 90-95.
51
  AGN, Indiferente de Guerra, 33b. El ayuntamiento de San Luis al virrey Bucareli, San Luis
Potosí, 6 de julio de 1772.
52
  Para cubrir las plazas de las compañías milicianas era necesario alistar a la mayor parte de los
varones en edad militar avecindados en cada población, incluidos castas, mestizos e indios. Tal era
el caso, por citar algunos ejemplos, del Real de Pozos, de Guadalcázar, de Charcas y del Valle de San
Francisco. Villaseñor y Sánchez, José Antonio (Ed. Montejano y Aguiñaga, Rafael), Descripción
general de la…; y AGN, Correspondencia de los virreyes, vol. 15. Estado de fuerza de la Legión de
San Carlos elaborado por el conde del Peñasco, San Luis Potosí, 25 de septiembre de 1770.

109
juan josé benavides martínez

Luis Potosí, que contaba con aproximadamente 10 000 habitantes, incluyen-


do los barrios.53 En la capital potosina se asentaban siete compañías de in-
fantería, para cuyo completo eran necesarios 539 hombres, 21 de los cuales
debían ser oficiales. Esta circunstancia provocaba que el ayuntamiento estu-
viera compuesto en su mayor parte por oficiales milicianos, porque, aunque
estos no tenían la obligación de desempeñar cargos públicos, la mayoría de
los habitantes de San Luis aptos para ejercer empleos municipales también
estaban ocupados con los de las milicias, lo cual motivó la queja de los
miembros del cabildo, que entendían que no se podía cumplir debidamente
con las responsabilidades de ambos empleos.54 Sin embargo, compaginar
los dos cargos ni contradecía las ordenanzas ni tenía porque representar un
problema forzosamente.55 De hecho, este supuesto conflicto de competen-
cias se reducía a los actos públicos, como procesiones y festividades, a los
que la mayoría de los miembros del ayuntamiento acudían como oficiales
milicianos, restando presencia al cabildo.56 El virrey resolvió esta cuestión
dictando una serie de disposiciones con las que, a pesar de que otorgaba
preferencia al desempeño de los empleos civiles, se evitarían conflictos en
caso de que los oficiales milicianos fueran elegidos para desempeñar un
cargo público.57
Bucareli optó por un remedio parcial que no solucionaba el verdadero
problema: el excesivo número plazas de la Legión. El ayuntamiento de San
Luis solicitó en varias ocasiones que se redujera el número de milicianos, e
incluso, como veremos más adelante, esta medida fue propuesta por varios
inspectores de tropas. Sin embargo, nunca se llevó a cabo, probablemente,
por las reticencias del conde del Peñasco, que, como comandante en jefe del
cuerpo y máxima autoridad para los que disfrutaban del fuero militar en la

53
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, pp. 473 y 474.
54
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6545, exp. 120. El ayuntamiento de San Luis al virrey Buca-
reli, San Luis Potosí, 12 de junio de 1776.
55
  Los milicianos podían negarse a desempeñar empleos públicos, pero no estaba prohibido que
los ejercieran. Marchena Fernández, Juan, Caballero Gómez, Gumersindo y Torres Arriaza, Die-
go, El ejército en América antes de la independencia…, pp. 129 y 130.
56
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6545, exp. 120. El ayuntamiento de San Luis al virrey Buca-
reli, San Luis Potosí, 27 de agosto de 1776.
57
  Bucareli ordenó que los miembros del ayuntamiento de San Luis al completo ocuparan un
lugar preferente en los actos públicos, y, si alguno de ellos también era oficial miliciano, para que la
imagen de la Legión no se viera perjudicada, bastaría con que el coronel designara a otro para cubrir
su puesto. Ibid. Dictamen del auditor de guerra sobre la consulta del ayuntamiento de San Luis,
México, 10 de septiembre de 1776.

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«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

región, era el principal interesado en mantener un elevado número de mili-


cianos bajo sus órdenes y, por tanto, también bajo su jurisdicción, porque así
sería mayor su poder e influencia.

2. La cruda realidad de la Legión de San Carlos

La Legión de San Carlos se estableció sin que sus miembros tuvieran


claro cuáles eran sus derechos y obligaciones, lo que generó multitud de
conflictos, que se alargaban con continuas consultas a autoridades superio-
res. Tampoco se determinó el coste del mantenimiento del cuerpo ni los arbi-
trios de donde debían obtenerse los recursos necesarios, de lo que derivaron
frecuentes disputas entre las autoridades locales y el virrey. Además, estaban
alistados gran cantidad de individuos que no cumplían los requisitos para ser
milicianos, debido a que el excesivo número de plazas que había que cubrir
superaba las posibilidades demográficas de la región potosina. Estas graves
carencias convertían a la Legión de San Carlos en una fuerza inoperante e
inútil, caracterizada por sus altos niveles de absentismo y por la indisciplina
y escasa instrucción de la tropa. De hecho, la acción más reseñable durante
los tres primeros años de existencia del cuerpo fue la recuperación de una
valija del correo, que había perdido el encargado de portarla tras sufrir una
caída del caballo.58

2.1. Las mentiras del coronel

La revista pasada en febrero de 1770 a la Legión de San Carlos por el


inspector de tropas del virreinato, el coronel Francisco Douché, corroboraría
el estado de desarreglo en que se hallaba el cuerpo, cuando ni siquiera se
habían cumplido tres años desde su establecimiento.59

58
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 4020, exp. 4. El alcalde mayor Urbina al virrey Croix, San
Luis Potosí, 28 de abril de 1769.
59
  Douché, coronel del Regimiento de Caballería del Príncipe, fue designado inspector de la
caballería y dragones de Nueva España en 1767. En junio de 1768 llegó a Veracruz, donde comenzó
con su tarea. Partidario del establecimiento de las milicias, en los meses siguientes inspeccionó los
regimientos de Jalapa, Puebla y México, y en enero de 1770 partió hacia el norte, primero a Queré-
taro, después a Guanajuato y, por último, a San Luis. Navarro García, Luis, «El marqués de…»,
pp. 316 y 317.

111
juan josé benavides martínez

Según el informe presentado por el coronel Douché, tan solo se presen-


taron 1487 milicianos de los 2745 que formaban las 49 compañías de caba-
llería y 615 del total de 815 que integraban la infantería. Hubo 1458 faltas
(41%), un número muy elevado y, más aún, teniendo en cuenta que Douché,
tratando de causar la menor molestia posible a los miembros de la milicia,
efectuó varias revistas en diferentes pueblos y haciendas, donde debían acu-
dir solamente las compañías establecidas en esa zona, en lugar de una revis-
ta general en San Luis. Sin embargo, pocos acudieron a las llamadas y las
revistas de varias compañías fueron poco más que una revisión de las listas
presentadas por los capitanes. La gran mayoría de las ausencias injustifica-
das pertenecían a la tropa, pero tampoco los mandos daban ejemplo. Faltaron
66 de los 199 suboficiales, la tercera parte.60 En cuanto al absentismo de los
oficiales, no tenemos cifras concretas, y aunque también lo hubo, probable-
mente no fuera tan alto.
El elevado número de bajas era un síntoma del alto grado de desorgani-
zación y la falta de disciplina reinantes en la Legión, cuyas compañías ni si-
quiera tenían el mismo número de plazas. Cuando se formó el cuerpo, en
septiembre de 1767, cada unidad de caballería se componía de 42 milicianos,
pero en 1768 el coronel aumentó el número de plazas a 53. Sin embargo,
cada compañía estaba formada por un número indeterminado de hombres,
habiendo algunas que no llegaban a cuarenta y otras que pasaban de setenta.
Esta situación se debía a que el conde del Peñasco, en lugar de reducir el
número de plazas de cada compañía para que las formadas en las regiones
con menos población pudieran cubrirlas, trató de mantener el número total
(2600 plazas de caballería), aunque algunas unidades estuviesen formadas
por menos de 53 hombres, siempre que otras los sobrepasaran, para compen-
sar. De esta forma se hacía inviable la formación de siete escuadrones de
caballería, ya que cada uno tendría diferente fuerza.61
Tampoco había ningún orden en lo referente al vestuario y armamento.
Los miembros de la Legión carecían de armas de fuego y tan solo siete com-
pañías de caballería tenían lanzas para todas las plazas. Cada unidad contaba
con quince espadas y el coronel tenía 35 más para ser usadas por los milicia-
nos durante su servicio alterno en San Luis (en total 800 espadas). En cuanto

60
  AGI, México, 2421. El conde del Peñasco al virrey Croix, México, 30 de noviembre de 1770.
61
  La división en escuadrones parecía imposible, además, por la falta de oficiales, portaguiones
e, incluso, estandartes, ya que solo había cuatro. Ibid.

112
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

al vestuario, lo habitual era que los milicianos acudieran a las revistas y


asambleas con su ropa de labor.62
La revista de Douché a la Legión de San Carlos demostraba claramente
las graves carencias y el desorden reinante en este cuerpo miliciano. La dis-
ciplina de la caballería era nula, y, tan solo las compañías de infantería, esta-
blecidas en San Luis, Guadalcázar, Sierra de Pinos, Rioverde y San Luis de
la Paz, estaban atendidas y maniobraban con cierta frecuencia.63
Cuando el virrey Croix tuvo conocimiento del informe negativo de Dou-
ché sobre la Legión, decidió enviar una copia del mismo al conde del Peñas-
co, que se encontraba en México para atender unos negocios particulares. La
contestación de este, atacando duramente al inspector y negando todas las
carencias que achacaba al cuerpo que estaba bajo sus órdenes, no se hizo
esperar. El conde acusaba a Douché de haber pasado revista a la Legión a
mala fe, como venganza personal, porque le había negado la mano de una de
sus hijas. La predisposición negativa del inspector se materializó en la acti-
tud soberbia y arrogante que mantuvo en todo momento, llegando a agredir
y faltar el respeto a varios oficiales.64
Además de desprestigiar la figura de Douché, el conde del Peñasco se
dedicó a alabar su trabajo al frente de la Legión. También defendió la utilidad
del cuerpo como una fuerza miliciana al servicio del rey formada por volun-
tarios, no forzados por sorteo, y que daba mayor seguridad a la región, tanto
ante otra posible revuelta, como conteniendo a los delincuentes comunes.65
Culpaba del gran número de ausencias al inspector, que había hecho dos lla-
madas anteriores a las que no se presentó, por lo que muchos milicianos, que
debían atender a sus trabajos y familias, no fueron a la revista. También el
conde aseguraba que Douché se había negado a examinar las listas y libros
de filiaciones que había elaborado y no había querido pasar revista a varias
compañías que estaban preparadas.66 El coronel tan solo reconocía irregula-
ridades en el número de plazas de las compañías, en los uniformes y en el

62
  El conde del Peñasco aseguraba haber sufragado 250 mangas y otros tantos sombreros que
fue repartiendo a los que acudían a realizar el servicio en San Luis. Ibid. Sin embargo, no había
constancia de ello, ya fuera porque el coronel mentía o porque muchos los habían vendido.
63
  Ibid.
64
  Ibid.
65
  AGN, Correspondencia de los virreyes, vol. 15, exp. 78. El conde del Peñasco al virrey Croix,
México, 22 de octubre de 1770.
66
  Ibid.

113
juan josé benavides martínez

armamento,67 pero consideraba que no era criticable, ya que cada unidad de-
bía acomodarse a las posibilidades de la zona en la que estaba formada, y los
milicianos, como fieles vasallos, se esforzaban dentro de sus posibilidades
para servir al rey.68
Sin embargo, parece que el informe del inspector Douché se acercaba
más a la realidad que las cartas de descargo del conde del Peñasco al virrey,
que se aprovechó de su «buen nombre» para ocultar el verdadero estado de
la Legión. Había desempeñado un papel fundamental para acabar con los
tumultos de 1767 y sabía que Gálvez había informado positivamente al vi-
rrey acerca de su persona.69 Esos buenos informes, que le habían valido un
título de Castilla, el hábito de una orden y el mando de la Legión, contrasta-
ban con los que Croix había recibido sobre el inspector Douché.70 Además,
otro argumento jugaba a favor del conde del Peñasco: Gálvez creó la Legión
de San Carlos, por lo que criticarla supondría un menosprecio al visitador.71
Por tanto, basándose en cuestiones personales, el conde del Peñasco
consiguió que Croix, que había colaborado con Gálvez durante su visita a
Nueva España, alabara a la Legión de San Carlos en su informe al ministerio
y criticara la labor del inspector Douché, al que decidió enviar de regreso a
España.72 El virrey apoyó ante el ministro los argumentos del conde del Pe-

67
  De hecho, un año después de la revista, el coronel solicitó el envío de una remesa de sombre-
ros y lanzas para la tropa. Ibid., exp. 80. Solicitud del conde del Peñasco, hacienda del Peñasco, 25
de enero de 1771.
68
  AGI, México, 2421. El virrey Croix al conde del Peñasco, México, 20 de septiembre de 1771.
69
  «Ya sabía que no era ese [el estado deficiente de la Legión] por información del coronel de la
Legión, conde del Peñasco, hombre de demostrada fidelidad, honradez y honor.» AGI, México,
2421. Informe del virrey Croix a Julián de Arriaga sobre la revista del coronel Douché a la Legión de
San Carlos, México, 30 de octubre de 1770. El conde del Peñasco mantenía una buena relación con
Croix, hasta el punto que le solicitó una recomendación para su sucesor al frente del virreinato. AGN,
Correspondencia de Diversas Autoridades, vol. 15, exp. 89. El conde del Peñasco al virrey Croix,
hacienda del Peñasco, 9 de agosto de 1771.
70
  El virrey también recibió quejas de la conducta de Douché desde Guanajuato, Querétaro y
Veracruz. AGN, Correspondencia de los virreyes, vol. 14. El virrey Croix a Julián de Arriaga sobre
los inspectores De la Torre y Douché, México, 20 de septiembre de 1771.
71
  «... actuó [Douché] denigrando la Legión […], y con ella la labor del virrey y del visitador
Gálvez». AGI, México, 2421. Informe del virrey Croix a Julián de Arriaga sobre la revista del coro-
nel Douché a la Legión de San Carlos, México, 30 de octubre de 1770.
72
  El virrey definió la Legión de San Carlos como «...uno de los mejores cuerpos milicianos del
virreinato». Mientras que se refería a Douché en los peores términos: se enemistó con los oficiales
de los cuerpos a los que pasó revista, alternaba con prostitutas, otorgaba licencias a cambio de dine-
ro... AGN, Correspondencia de los virreyes, vol. 15. Croix al ministro Arriaga sobre el inspector
Douché, México, 30 de octubre de 1770.

114
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

ñasco y dio mayor credibilidad a su informe que al de Douché. Reconocía


que la Legión era un cuerpo numeroso (entorno a los 3500 hombres), pero
consideraba que la mayor dificultad a la que tenía que hacer frente era la gran
distancia que había entre las poblaciones en que estaban formadas las com-
pañías, porque los milicianos eran todos «gentes de bien» y no se podía du-
dar de su lealtad y fidelidad al rey.73
Pero, a pesar del informe favorable del virrey al ministro, basado en la
carta del conde del Peñasco, sus razones para achacar a la mala fe del inspec-
tor las graves carencias de la Legión son cuanto menos dudosas:
1.  El conde del Peñasco acusó a Douché de haber pasado revista a la
Legión con rencor, porque lo había rechazado como pretendiente para una de
sus hijas. Parece poco probable que un hacendado criollo con título de Cas-
tilla no quisiera emparentar con un coronel peninsular, aunque quizás tuviese
en mente otro pretendiente para su hija. En todo caso, aparte de la palabra del
conde, carecemos de otros documentos que corroboren o desmientan esta
afirmación.
2.  El conde afirmaba que el inspector no quiso revisar los documentos
que había elaborado. Sin embargo, todo apunta a que estos habían sido im-
provisados por el propio coronel, tal y como demuestra el estado de fuerza de
la Legión que presentó en su carta al virrey, según el cual, las compañías
estaban compuestas por el mismo número de plazas, todas ellas cubiertas, y
al completo de armamento, uniformes y caballos.74 Esto contradecía los ar-
gumentos expuestos por el propio coronel, que reconocía la irregularidad del
número de milicianos por compañía y las carencias de uniformes y arma-
mento. Asimismo, era poco probable que la Legión se encontrara en perfecta
formación, teniendo en cuenta que, en los dos años y medio trascurridos
desde su establecimiento hasta la revista de Douché, había pasado de tener
46 compañías a sesenta, lo que suponía alistar 42 nuevos oficiales y más de
600 milicianos,75 además de la necesidad de cubrir las plazas vacantes por
73
  Ibid.
74
  Según el documento del coronel, la Legión se componía de 3570 milicianos. Las 49 compa-
ñías de caballería estaban integradas por 2744 hombres: 147 oficiales (tres por compañía), 294 sub-
oficiales (dos sargentos y cuatro cabos por compañía), 49 trompetas y 2254 soldados (46 por compa-
ñía). Por su parte, 815 hombres formaban las once compañías de infantería, compuestas por 33
oficiales (tres por compañía), 88 suboficiales (dos sargentos y seis cabos por compañía), 22 tambores
(dos por compañía), y 672 soldados (64 por compañía). Ibid. Estado de fuerza de la Legión de San
Carlos elaborado por el conde del Peñasco, San Luis Potosí, 25 de septiembre de 1770.
75
  La Legión pasó de tener nueve compañías de infantería y 39 de caballería en 1767 a once de
infantería y 49 de caballería. Se crearon nuevas compañías de caballería en Matehuala, Guadalcázar,

115
juan josé benavides martínez

retiros y por los que emigraban a otras regiones, que rondaban el 25%.76 Por
tanto, para que el estado de fuerza de la Legión presentado por el coronel
fuera real, se tenían que haber alistado en menos de tres años más de mil
milicianos, ochenta de ellos oficiales, una tarea prácticamente imposible en
una región en la que ya había más de 2700 hombres que formaban parte de
la milicia.77
3.  El conde acusaba al inspector de negarse a pasar revista a algunas
compañías, pero solo con verlas en formación, sin uniformar, algunas desar-
madas y con gran número de bajas, se podría hacer una idea de su escaso o
nulo nivel de instrucción.
4.  El coronel justificaba las altas cifras de ausentes por la mala actua-
ción del inspector, pero los cuidados de Douché para que pudiera acudir el
mayor número de hombres a las revistas fueron evidentes, como hemos se-
ñalado anteriormente. Fue el desorden y la falta de disciplina que reinaba en
la Legión lo que provocó que hubiera tan alto grado de absentismo.78
5.  El coronel no negaba dos asuntos tan graves, como la irregularidad
del número de plazas de cada compañía, que impedía la formación de escua-
drones, y la escasez de uniformes y, sobre todo, de armamento.
6.  A pesar de la buena reputación del conde del Peñasco y que el reco-
nocimiento de las carencias de la Legión implicaba una crítica a la labor
del visitador Gálvez, en su propuesta de reorganización de las milicias de
Nueva España al virrey, el ministro Arriaga le dio mayor credibilidad a los
informes del denostado inspector Douché, aunque no lo reconocía expresa-
mente. Consideraba que la Legión era un cuerpo demasiado numeroso y
que podía resultar peligroso, porque la mayoría de sus miembros eran crio-
llos (los mandos), castas y mestizos (la tropa). Por ello propuso reducir la
caballería a un regimiento de doce compañías de cincuenta hombres cada

Rioverde, Valle de San Francisco, El Venado, San Luis de la Paz y Charcas. En cuanto a la infantería
se creó una compañía en San Luis de la Paz y otra en Guadalcázar. Ibid.
76
  Ibid.; y RAH, Jesuitas, 9-7320. Estado de la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 4 de
noviembre de 1767.
77
  Además, el coronel volvió a contradecirse, ya que, según el estado de fuerza de la Legión que
elaboró unos meses después de la revista de Douché, faltaban 456 hombres para el completo. AGN,
Indiferente Virreinal, C. 2730, exp. 1. Estado de fuerza de la Legión de San Carlos, hacienda del
Peñasco, 6 de enero de 1771.
78
  A la semana de comenzar su comisión, Douché ya se quejaba de la falta de disciplina de la
Legión. Sus órdenes, por mucho que las repitiera, no eran obedecidas. AGI, México, 2421. El inspec-
tor Douché al coronel conde del Peñasco, San Luis Potosí, 7 de febrero de 1770.

116
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

una (600 plazas), y convertir la infantería en un batallón con nueve compa-


ñías.79
7.  Por último, también habría que señalar el ya citado informe al virrey
Bucareli en el que los miembros del ayuntamiento de San Luis, un año des-
pués de la revista de Douché, definían la Legión de San Carlos como una
fuerza inútil y una fuente de problemas, lo que reforzaría la versión del ins-
pector frente a la del conde del Peñasco.80

2.2. Los mejores clientes de Rosalinda

Un caso concreto, ocurrido apenas unos meses después de la revista pa-


sada por el coronel Douché, podría servir para ilustrar el estado de desorden
en que se hallaba la Legión de San Carlos. En él se pueden observar las prin-
cipales carencias del cuerpo miliciano y las consecuencias negativas que es-
tas acarreaban para el servicio.81 El protagonista fue Juan Bautista de Elorria-
ga, teniente de la 5.ª compañía de caballería de la Legión, formada en el Real
de Pozos, que el 25 de junio de 1771, desobedeciendo una orden del teniente
coronel de la caballería, Pedro de Guardiola, se negó a desfilar en una proce-
sión, alegando no tener caballo.82 Elorriaga recibió la orden a través del hijo
del teniente coronel, el capitán de la 25.ª compañía, José María de Guardiola,
que pasó por su casa para que le prestara un par de botas. Este se las dejó y
le pidió que le excusara ante su padre y que, si su presencia era imprescindi-
ble, pasara a darle aviso y a devolverle las botas, que trataría de conseguir un
caballo prestado para acudir a la procesión. Sin embargo, al teniente coronel
Guardiola no le importaron las justificaciones de Elorriaga y mandó al ayu-

79
  El ministro era partidario de reducir el número de milicianos en el virreinato. Creía que la
capacidad de los oficiales y el orden y disciplina de la tropa miliciana eran más importantes que su
número, por lo que era necesario verificar que las milicias estuvieran formadas por individuos con
las condiciones establecidas por la normativa. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 224a. Informe del
Julián de Arriaga al virrey Croix sobre la organización de las milicias de Nueva España, El Pardo, 15
de marzo de 1771.
80
 Ver supra pp. 105 y 106.
81
  No pretendemos utilizar un único caso como prueba del deficiente estado de la Legión, pero
este ejemplo concreto sigue la línea de los informes elaborados, en distintos momentos, tanto por
inspectores de tropas como por autoridades locales, y sirve para ilustrar la situación real de la milicia
potosina.
82
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 128b. El teniente coronel Guardiola al coronel conde del
Peñasco, San Luis Potosí, 27 de junio de 1771.

117
juan josé benavides martínez

dante mayor de la Legión a notificarle que quedaba bajo arresto domiciliario


por insubordinación. El teniente consideró que su arresto no era válido, por-
que no se le comunicó por escrito ni se le especificaron las causas, así que
por la tarde decidió ir a San Luis, a casa de Rosalinda Marina «para tratar
unos negocios». Allí se encontró con Francisco de Erreparaz, portabandera
de la Legión, Antonio Carreto, ayudante mayor de las milicias urbanas de
Puebla, de visita en la ciudad, y con el teniente coronel Guardiola que le re-
criminó que no estuviera en su casa. Elorriaga le contestó que, al no haber
recibido la orden por escrito, consideraba que no estaba obligado a cumplirla
y que no toleraría que se le faltase al respeto, porque era un oficial miliciano.
La discusión fue en aumento hasta que, finalmente, Guardiola mandó escol-
tar a Elorriaga al cuartel, donde quedaría arrestado.83
Elorriaga había incumplido una orden del teniente coronel, se saltó el
castigo que le impuso y le faltó el respeto delante de otras personas. Sin em-
bargo, se consideraba deshonrado porque lo habían arrestado y solicitó al co-
ronel que le levantara el castigo. El conde del Peñasco consideraba la insubor-
dinación del teniente una falta grave, pero lo que más le disgustaba era que
pensara que no había cometido infracción alguna y que se sintiera vulnerado
en su honor.84 Elorriaga, que temía por la seguridad de su tienda, comprendió
que su única opción para que le levantaran el castigo era mostrarse arrepenti-
do, tras lo cual el conde del Peñasco le permitió regresar a su casa, aunque bajo
arresto domiciliario.85 El coronel informó del caso al inspector de tropas, reco-
mendando que se le impusiera al teniente un castigo ejemplar. Sin embargo, el
caballero de Croix consideró que, a pesar de la gravedad de la insubordinación
de Elorriaga, al ser un miliciano, el castigo más adecuado era el arresto domi-
ciliario y dio orden al coronel de levantárselo en cuanto recibiera la carta.86
Como hemos dicho, este episodio ejemplificaría las deficiencias más im-
portantes que lastraban el funcionamiento de la Legión de San Carlos. En él
se puede apreciar que una parte de los oficiales no reunían las condiciones

83
  Ibid. Teniendo en cuenta la popularidad que tenía entre la población masculina y que Guar-
diola ordenó a Francisco Erreparaz que se vistiese antes de escoltar al teniente al cuartel, podemos
suponer que el negocio de Rosalinda Marina era un burdel.
84
  El coronel explicó a Elorriaga que el incumplimiento de una orden era motivo más que sufi-
ciente para ser detenido y que, si no tenía caballo, debía haber acudido a pie a la llamada de Guardio-
la. Ibid.
85
  Ibid. El teniente Elorriaga al coronel conde del Peñasco, San Luis Potosí, 27 de junio de 1771.
86
 AGN, Correspondencia de Diversas Autoridades, vol. 15, exp. 87. Orden del inspector de
tropas de Nueva España al conde del Peñasco, México, 12 de julio de 1771.

118
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

para serlo. Elorriaga, un teniente de caballería sin caballo, sería un ejemplo,


así como el capitán José María Guardiola, que no tenía botas de montar.
También la actitud de Elorriaga, que se enfrentó al teniente coronel y se
sintió deshonrado cuando fue arrestado, reflejaba que muchos de los miem-
bros de la Legión desconocían sus deberes y las normas que regulaban la
actividad del cuerpo. Elorriaga pensaba que las únicas órdenes válidas eran
las escritas, cuando ninguna normativa establecía tal cosa, y parecía no en-
tender que dentro de la oficialidad hubiera un escalafón jerarquizado. Ade-
más, su reacción tras ser confinado en el cuartel denotaba una interpretación
ventajista del goce del fuero militar, ya que pensaba que un oficial miliciano
no podía ser arrestado. Las únicas preocupaciones de Elorriaga eran su honra
y su negocio, no sus obligaciones como oficial.
Asimismo, la falta de disciplina existente en la Legión quedaba patente
en este caso. El teniente Elorriaga no solo incumplió las órdenes de un oficial
superior con total naturalidad y no aceptó la sanción correspondiente, sino
que, además, consideraba que esto no era una insubordinación. La disciplina
y el respeto a las ordenanzas y a la cadena de mando, fundamentos básicos
para el correcto funcionamiento de cualquier establecimiento militar, pare-
cían brillar por su ausencia en la Legión.
Por último, este caso deja constancia de la informalidad reinante en el
cuerpo, ya que, al parecer, utilizar mensajeros para transmitir de palabra las
órdenes era una práctica habitual. Los mandatos de un superior tenían la
misma validez ya fueran orales o escritos, pero, viendo el comportamiento
de Elorriaga, parece que las órdenes recibidas de palabra a través de mensa-
jeros eran entendidas como sugerencias, lo que fomentaba las ausencias in-
justificadas de los milicianos, incluso de oficiales.87

3. Zurciendo los rotos. Veinte años de reformas


en la Legión de San Carlos

La prueba más evidente de las deficiencias que lastraban el funciona-


miento de la Legión fueron las numerosas reformas que trataron de acome-
terse a lo largo de sus veintisiete años de existencia. La primera de ellas fue
propuesta en 1771 por el caballero de Croix, subinspector general de tropas

87
  A Elorriaga le bastó con poner una excusa a través de un emisario para eludir el cumplimien-
to de sus responsabilidades.

119
juan josé benavides martínez

del virreinato.88 Después de pasar revista a la Legión en septiembre de 1771,


el inspector propuso una transformación completa del cuerpo. La infantería
debería quedar conformada por trece compañías de setenta plazas y la caba-
llería pasaría a organizarse en tres regimientos (36 compañías en total). Ade-
más, planteó una disminución del pie veterano.89 Sin embargo, esta propues-
ta de reforma no fue aplicada y la Legión continuó en el mismo estado de
desorden, tal y como reconocía el propio alcalde mayor de San Luis, Joaquín
del Llano y Villaurrutia,90 que en 1775 describió la Legión como «una mul-
titud desorganizada que servía de asilo a los vagabundos y a los indolentes».91

3.1. Una pesada losa para la real hacienda

En 1773 el virrey Bucareli, tras recibir el informe sobre la Legión de San


Carlos enviado por el ayuntamiento de San Luis (ver supra pp. 105 y 106),
ordenó que el inspector de tropas, Pascual de Cisneros, pasara revista al cuer-
po. Cisneros recibió la instancia en 1774 pero hasta 1779 no cumplió su co-
misión.92 Su propuesta de reforma se centró en mitigar el gasto que suponía la
Legión para la real hacienda. Planteó una drástica reducción del pie veterano,
formado por 352 oficiales y suboficiales, que no habían logrado instruir y
disciplinar debidamente a los milicianos y que suponían un coste de 90 348

88
  El hecho de que tan solo un año después de la revista de Douché el propio sobrino del virrey
propusiera una reforma de la Legión nos lleva a pensar que, a pesar de que Croix hubiera apoyado
públicamente al conde del Peñasco ante el ministro, sabía que el estado del cuerpo miliciano potosi-
no no era el adecuado.
89
  AGI, México, 2422. Dictamen del caballero de Croix sobre la Legión, México, 20 de septiem-
bre de 1771.
90
  Natural de Sopuerta (Vizcaya), pasó a Nueva España en 1760 como subteniente del Regi-
miento Provincial de Infantería de Puebla. Ascendió a capitán y en 1773 fue designado como alcalde
mayor de San Luis. Durante los cuatro años que duró su mandato, estableció escuelas en los barrios
de la ciudad, edificó la casa de recogidas y reconstruyó la iglesia del Cerro de San Pedro. AGI, Mé-
xico, 1583. Méritos y expediente para la jubilación de Joaquín del Llano y Villaurrutia, México, 31
de enero de 1798.
91
  En una carta al virrey, Villaurrutia se quejaba de que la Legión, en lugar de mantener el orden
y la seguridad, no era más que una fuente de abusos e impunidad. Proponía disolverla y formar tres
batallones de caballería de seis compañías cada uno, que serían suficientes para sofocar un desorden
y aliviarían a la real hacienda, porque se reduciría el gasto y aumentaría la recaudación al haber
menos tributarios exentos. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 202b. Villaurrutia al virrey Bucareli,
San Luis Potosí, 1 de febrero de 1775.
92
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 33b. Orden de Bucareli a Pascual Cisneros, México, 23 de
junio de 1774.

120
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

pesos anuales. Cisneros proyectó un pie veterano de 39 hombres, que debían


ser trasladados desde regimientos de la península, y que supondrían un coste
anual de 11 179 pesos para la real hacienda. En cuanto a la tropa miliciana, se
limitó a aprobar las 71 propuestas para cubrir las oficialías vacantes por muer-
te o enfermedad, presentadas por el conde del Peñasco, y estableció que el
impuesto sobre el maíz se empleara en renovar el vestuario y el armamento.93
En enero de 1780 el proyecto de Cisneros fue aprobado por el ministro
de Indias José de Gálvez, con algunas modificaciones: el pie veterano de la
Legión debía estar formado por militares «del país», y el mantenimiento
anual de sus 39 miembros no debía superar los 9500 pesos.94 Esta reforma
era necesaria para que la real hacienda pudiese seguir haciendo frente al gas-
to de la fuerza potosina, pero no solucionaba sus principales carencias. La
Legión continuó siendo un cuerpo demasiado numeroso, plagado de milicia-
nos que no cumplían las características para serlo, y generador de conflictos,
tanto por el pago de los costes, como por competencias judiciales.95
La financiación del cuerpo era la principal fuente de controversias entre
las autoridades locales y los mandos de la milicia, y el virrey agravó el pro-
blema en 1781 al establecer que el impuesto sobre el maíz se usara para su-
fragar el coste del pie veterano.96 Mayorga pretendía que el mantenimiento
de la Legión no afectara a la real hacienda, pero provocó nuevas disputas,
porque el fondo del arbitrio del maíz, que rondaba los 2500 pesos anuales,
resultaba insuficiente para pagar los sueldos de los militares.97 Apenas tres
meses después de que el virrey dictara esta nueva medida, surgió un conflic-
to entre el alcalde mayor de San Luis, Manuel Díaz Fernández, y el sargento
mayor de la Legión, Antonio Carvajal. Tras la llegada de dos militares para
formar parte del pie veterano, Carvajal solicitó al alcalde mayor que fijase

93
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 352a. Propuesta de reforma de la Legión de San Carlos por
el inspector Cisneros, México, 15 de diciembre de 1779.
94
  AGI, México, 2421. El ministro Gálvez al virrey Mayorga, Madrid, 8 de enero de 1780.
95
  En 1793 el intendente de San Luis, Bruno Díaz de Salcedo, informó al virrey Revillagigedo
que había, desde varios años atrás, algunos casos pendientes contra oficiales de la Legión, porque los
acusados demandaron que fueran enviados al comandante. Mc Alister, Lyle, El fuero militar…,
pp. 91 y 92.
96
 AGI, México, 2421. Modificación de la propuesta del inspector Cisneros, México, 31 de
mayo de 1781.
97
  El aumento del contrabando para eludir la tasa y la bajada de la producción por el descenso
de población mantenían el precio del maíz por encima del umbral de los doce pesos durante la mayor
parte del año. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. El ayuntamiento de San Luis al virrey Mayor-
ga, San Luis Potosí, 15 de septiembre de 1783.

121
juan josé benavides martínez

una partida procedente del impuesto del maíz para pagar sus sueldos y el
coste de su alojamiento. Díaz Fernández lo hizo de forma provisional, pero
protestó ante el virrey, porque consideraba que estos gastos debían correr a
cargo de otro ramo de la real hacienda. Mayorga, tras consultar a los oficiales
de las cajas reales de México, le dio la razón al alcalde mayor y suspendió la
aplicación de su orden.98
Además, los miembros del ayuntamiento de San Luis también mostraron
su desacuerdo con la disposición dictada y después suspendida por el virrey,
porque consideraban que, fuera cual fuera la fuente de los recursos, invertir
dinero en la Legión era un gasto inútil. Para las autoridades locales potosinas
la milicia no era más que una fuente de problemas y propusieron reducirla a
un regimiento de caballería, que supondría una carga asumible, teniendo en
cuenta que la recaudación anual de las alcabalas en la región rondaba los
9000 pesos.99

3.2. Gálvez refunda «su milicia»

José de Gálvez creó la Legión de San Carlos tras los tumultos de 1767,
pero su papel en la historia de este cuerpo miliciano no terminó ahí. Siendo
ministro de Indias trató de que fuera una fuerza operativa, y, si bien no lo
consiguió, al menos logró salvarla de una más que probable disolución en
1781, cuando los alcaldes mayores de las jurisdicciones donde se asentaban
las compañías de la Legión, cumpliendo la orden del fiscal de real hacienda
de México, Francisco Posada, comenzaron a exigir el pago de los tributos a
los mestizos, indios y castas que formaban parte de la fuerza miliciana. Po-
sada consideraba que las legiones de San Carlos y del Príncipe, fundadas por
Gálvez en San Luis Potosí y Guanajuato, respectivamente, no eran milicias
provinciales, así que sus miembros no debían gozar del fuero militar ni de las

98
  Los sueldos del pie veterano de la Legión serían sufragados por la real hacienda y no con la
recaudación del arbitrio del maíz, porque, según las ordenanzas, los veteranos de las milicias no de-
bían cobrar del fondo de propios de las ciudades. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3493, exp. 3. Con-
sulta del alcalde mayor Manuel Díaz al virrey, San Luis Potosí, 14 de agosto de 1781; e ibid., C.
3503, exp. 13. Respuesta a la consulta del alcalde mayor de San Luis de los oficiales de las cajas
reales, México, 29 de agosto de 1781.
99
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. El ayuntamiento de San Luis al virrey Mayorga, San
Luis Potosí, 18 de diciembre de 1781.

122
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

preeminencias y exenciones fiscales.100 Esto suponía que los mestizos, castas


e indios que formaban parte de la Legión, la mayoría de sus miembros, no
estarían exentos del pago del tributo, ni siquiera los oficiales.101
El nuevo estatus de la Legión reducía notablemente el poder del coronel,
porque, al negar el disfrute del fuero a los milicianos potosinos, desaparece-
ría la jurisdicción militar de la que él era la máxima autoridad, por lo que
elevó una queja al inspector de tropas del virreinato. El conde del Peñasco
consideraba injusto exigir la misma contribución tributaria a los que realiza-
ban el servicio en la milicia que a los que no lo hacían, y advertía que, si bien
esta medida aumentaría la recaudación de tributos en la región, las conse-
cuencias para la Legión serían fatales, ya que la mayoría de los milicianos
eran mestizos, indios y castas, y rechazarían el servicio si no conllevaba
ninguna ventaja. Además, informaba de que temía un estallido violento por
la tensión creciente entre los milicianos y los alcaldes mayores.102 La amena-
za de revuelta alertó al inspector Cisneros, que recomendó al virrey suspen-
der las órdenes sobre la abolición de las exenciones de los miembros de las
legiones del Príncipe y San Carlos.103
Todo apuntaba a que este asunto se convertiría en un largo litigio entre
las autoridades civiles y los mandos militares, pero Gálvez se anticipó al
problema. El ministro, posiblemente movido por su especial interés hacia el
cuerpo miliciano creado por él mismo, había impulsado la promulgación del
Real Decreto del 3 de diciembre de 1780, que convertía a la Legión de San
Carlos en milicia provincial, y que completó en mayo de 1781 con la apro-
bación de un reglamento para el mismo cuerpo, que había sido propuesto por
el inspector Pascual de Cisneros, y que fijó las funciones, derechos y obliga-
ciones de los milicianos potosinos.104 Por tanto, antes de que el virrey Mayor-
ga informara de los detalles del conflicto al ministro, este había puesto fin al
mismo.
100
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 352a. El fiscal Posada al virrey Mayorga, México, 3 de
julio de 1781.
101
  Ibid. El fiscal Posada al alcalde mayor de San Luis, México, 29 de junio de 1781.
102
  Ibid. El conde del Peñasco al inspector Pascual de Cisneros, hacienda del Peñasco, 6 de
agosto de 1781.
103
  Ibid. Pascual de Cisneros al virrey Mayorga, México 14 de agosto de 1781.
104
 AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 120, exp. 304. Aprobación del reglamento para la
Legión de San Carlos, Madrid, 30 de mayo de 1781. A pesar de una intensa búsqueda, no hemos
podido localizar ni el Real Decreto del 3 de diciembre de 1780 ni el reglamento propuesto para la
Legión de San Carlos, que podemos suponer similar al de cualquier otro cuerpo provincial novohis-
pano de la época.

123
juan josé benavides martínez

Sin embargo, el Real Decreto y el reglamento tan solo solucionaban en


parte el problema. La Legión de San Carlos era una milicia provincial de
pleno derecho, pero la recaudación de los tributos personales en la región
potosina seguía siendo escasa. Gálvez trató de ponerle remedio en 1782,
prohibiendo el alistamiento de indios y castas en la Legión.105 Esta medida
aumentó la recaudación del impuesto de vasallaje en San Luis, pero también
causó dificultades para el reemplazo de la tropa, por la mala praxis de las
autoridades locales que, para incrementar los ingresos exigían el pago del
tributo a menores de dieciocho años, reduciéndose así el número de hombres
disponibles para servir en la Legión, ya que, una vez que pagaban el impues-
to, no podían ser milicianos. Gálvez fue consciente de esta práctica y ordenó
al virrey que le pusiera fin.106

3.3. El plan de Crespo: último intento de salvar la Legión

En 1784 se proyectó una nueva reestructuración de la Legión de San


Carlos, esta vez dentro del plan de reforma militar de Nueva España presen-
tado por el coronel Crespo (ver supra pp. 54-56). En su proyecto, Crespo
dedicó especial atención a la Legión del Príncipe (Guanajuato) y la Legión
de San Carlos por la importancia estratégica de las regiones en las que se
asentaban.107 En el caso que nos ocupa, consideraba que el problema más
importante de la Legión eran los conflictos surgidos por los privilegios y
exenciones de los milicianos, y justificó las carencias del cuerpo por la ur-
gencia con la que se fundó, justo después de los tumultos de 1767, y a que no
se habían aplicado las medidas de financiación ordenadas por los virreyes.108

105
  Esta práctica contravenía las ordenanzas, pero era habitual en la Legión. AGN, Indiferente de
Guerra, vol. 188a. El ayuntamiento de San Luis al virrey Mayorga, San Luis Potosí, 15 de septiembre
de 1783.
106
  AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 132, exp. 101. Gálvez al virrey de Nueva España, El
Escorial, 21 de octubre de 1785.
107
  Consideraba que el norte de Nueva España era, junto a los puertos de Veracruz y Tampico, el
punto clave en la defensa del virreinato. Al ser un territorio tan amplio y tan poco poblado, necesita-
ba para su defensa el apoyo de las fuerzas establecidas en las regiones próximas, lo que le daba una
gran importancia estratégica a las milicias de San Luis y Guanajuato. AGS, SGU, 6958, exp.1. Infor-
me del inspector Crespo sobre el arreglo de las Legiones del Príncipe y San Carlos, México, 28 de
enero de 1784.
108
  Crespo estimaba que el ayuntamiento de San Luis se equivocaba al utilizar la recaudación del
impuesto sobre el maíz para la construcción de la cárcel y las casas reales en lugar de invertir en la

124
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

Sin embargo, parece que Crespo evitó criticar las características funda-
mentales de la Legión, porque había sido fundada por Gálvez, que en ese
momento era ministro de Indias, pero fue consciente de sus verdaderas defi-
ciencias. Propuso una drástica reducción de sus efectivos: la infantería debía
quedar reducida a un batallón de 417 hombres, y la caballería a dos regimien-
tos, cada uno de ellos con 361 plazas.109 En total, la Legión de San Carlos
pasaría a contar con una fuerza de 1139 hombres que ascenderían a 1906 en
caso de guerra.110 Pero, además de reducir el número de milicianos, el coro-
nel Crespo propuso otros cambios importantes: 1) obligatoriedad de que el
coronel y los tenientes coroneles fueran «del país»; 2) acuartelamiento en
San Luis de un piquete formado por 25 voluntarios del batallón de infantería,
que recibirían un sueldo por su servicio; 3) reunión de las compañías para
realizar maniobras y recibir instrucción cada domingo; 4) que los caballos
fueran aportados por los hacendados de la zona; y 5) que los miembros de la
Legión gozaran de los privilegios establecidos en la ordenanza de milicias
provinciales.111 Asimismo, reformó nuevamente el pie veterano, que queda-
ría reducido a once miembros.112 Crespo propuso una reducción del pie vete-
rano, porque supondría una rebaja del gasto, pero, sobre todo, porque era
necesario reorganizarlo y establecer claramente sus obligaciones, ya que se
hallaba en el mismo estado de desorden e indisciplina que el resto del cuer-
po.113 El coste de su mantenimiento unido al del piquete en servicio en San

milicia, que era el auténtico sostén del orden. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. Propuesta de
reforma del coronel Crespo para la Legión de San Carlos, México, 28 de enero de 1784.
109
  El batallón de infantería estaría formado por cinco compañías, cuatro de fusileros y una de
granaderos (los soldados más fuertes y con mejores cualidades), cada una con un capitán, un tenien-
te, un subteniente, tres sargentos, ocho cabos y 73 soldados (la de granaderos 54). Por su parte, los
dos regimientos de caballería estarían formados por doce compañías, con un capitán, un teniente, un
alférez, dos sargentos, cuatro cabos, cuatro granaderos y 19 soldados cada una. AGS, SGU, 7002,
exp. 1. El virrey Branciforte al rey sobre la Legión de San Carlos, México, 31 de octubre de 1795.
110
  En todas las poblaciones se formarían compañías, cuyos miembros no tendrían privilegios ni
deberían hacer instrucción, pero servirían de reserva si la Legión entraba en servicio. AGN, Indife-
rente de Guerra, vol. 188a. Propuesta de reforma del coronel Crespo para la Legión de San Carlos,
México, 28 de enero de 1784.
111
  Ibid.
112
  Crespo no creía necesaria la presencia de más veteranos porque consideraba suficiente que
los sargentos mayores y sus ayudantes instruyeran a los oficiales y éstos a la tropa. AGS, SGU, 6958,
exp.1. Informe de Crespo sobre el arreglo de las Legiones del Príncipe y San Carlos, México, 28 de
enero de 1784.
113
  Eran habituales casos como el del capitán Joaquín del Pino, ayudante mayor de infantería,
que estuvo un año ausente sin permiso, sin que ello le acarreara ninguna consecuencia; o el de José
de Porras, uno de los seis sargentos de caballería, que falleció en agosto de 1788 y no fue reempla-

125
juan josé benavides martínez

Luis supondría 8557 pesos al año, cantidad que debía cubrirse con el impues-
to sobre el maíz.114
El proyecto de Crespo daba respuesta a algunas de las carencias que
lastraban el funcionamiento de la Legión. Sin embargo, si bien reducía el
número de plazas, tanto milicianas como veteranas, y los costes de su man-
tenimiento, seguía adoleciendo de una financiación insuficiente. Crespo no
instauró un sistema mediante el cual todas las poblaciones donde se asenta-
ban las compañías colaboraran en los costes que generaba el servicio, como
quería el ayuntamiento potosino, y se limitó a establecer que los gastos de-
bían cubrirse con el impuesto sobre el maíz, que resultaba insuficiente.115
Además, la disminución de las plazas veteranas dificultaba la instrucción y
disciplina de los milicianos. Ni siquiera un oficial de gran valía, como José
de Castilla y Laeza, que llegó a San Luis en 1778 tras ser nombrado ayudan-
te mayor de la Legión, pudo imponer disciplina entre los miembros del pie
veterano. En 1782 fue designado alcalde mayor, empleo que compaginó con
sus obligaciones en la Legión y al que dedicó mayores esfuerzos.116

zado. También resulta llamativo que los cinco cabos veteranos de caballería no tuvieran caballo.
AGI, México, 2432. Estado del pie veterano de la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 30 de
enero de 1788 – 30 de diciembre de 1788; e ibid., 2433. Estado del pie veterano de la Legión de San
Carlos, San Luis Potosí, 30 de enero de 1789 – 30 de diciembre de 1790.
114
 AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. Propuesta de reforma del coronel Crespo para la
Legión de San Carlos, México, 28 de enero de 1784.
115
  La recaudación del impuesto sobre el maíz rondaba los 3000 pesos anuales, la tercera parte
de lo que necesitaba la Legión. Ibid. El ayuntamiento de San Luis al virrey Mayorga, San Luis Poto-
sí, 21 de junio de 1784.
116
  Hijo de militar, nacido en Almansa (Albacete), pero de ascendencia sevillana, a su llegada a
la capital potosina tenía el grado de teniente y veinticinco años de servicio a sus espaldas durante los
que había participado en diversas acciones de guerra (sobre todo contra los portugueses en el Río de
la Plata). En el cumplimiento de sus quehaceres militares tuvo una actuación discreta, pero durante
los cinco años en que estuvo al frente de la alcaldía se mostró como un gobernante íntegro, que cum-
plía con sus deberes, aunque, en ocasiones, debido a su formación militar, sus formas resultaban un
tanto bruscas. Aumentó los ingresos de la real hacienda por su celo en el cobro de tributos, se preocu-
pó por las cuestiones de policía y urbanismo, y trató de fomentar la actividad económica de su juris-
dicción. La llegada del intendente en 1787 lo dejó en una coyuntura complicada, porque llevaba
varios años sin cobrar su sueldo y no podía costearse el viaje de regreso a la península. Pero gracias
a la influencia de su suegra, Micaela Paz, dama de compañía de una infanta, consiguió que se le pa-
garan los 2059 pesos se le adeudaban, y que el rey le hiciera la merced del hábito de Santiago y le
concediera el corregimiento de Tenerife. AGS, SGU, 6967, exp. 9. Presentación de los méritos de
José de Castilla y Laeza, México, 15 de junio de 1787; ibid. José de Castilla y Laeza a la infanta, San
Luis Potosí, 16 de noviembre de 1787; ibid., 6961, exp. 53. El virrey Revillagigedo al conde de
Alange, México, 30 de diciembre de 1791; y AHN, OM-Expedientillos, N. 18399. Data de hábito de
la orden de Santiago de José de Castilla y Laeza, Madrid, 1 de mayo de 1790.

126
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

El proyecto del coronel Crespo fue aprobado por el rey el 20 de octubre


de 1788, pero no pudo ser aplicado en la Legión de San Carlos.117 El desor-
den y la indisciplina imperantes en la fuerza miliciana hacían imposible que
se llevara a cabo cualquier cambio, pero, aun así, el plan de Crespo tuvo una
gran trascendencia para las milicias potosinas, ya que, después de algunas
modificaciones, especialmente en el sistema de financiación, fue la base so-
bre la que se asentó la reorganización miliciana en 1795.

3.4.  Un final anunciado

Ante la imposibilidad de aplicar su plan, en marzo de 1785 el conde del


Peñasco le propuso al inspector Crespo una reforma de la Legión menos pro-
funda pero realizable. Debido a la decadencia de Guadalcázar y al auge eco-
nómico y demográfico de Real de Catorce por la riqueza minera de la región,
el coronel planteó al inspector de tropas la disolución de tres compañías esta-
blecidas en la primera población y la creación de tres nuevas en la segunda.
Además, quería que un oficial miliciano ejerciera de ayudante mayor, como
mando de las compañías asentadas en la alcaldía mayor de Charcas, para, en
teoría, evitar conflictos por competencias con el alcalde mayor Tiburcio Sé-
dano, cargo para el que propuso a Ramón Antonio de Ureche.118 Sin embargo,
estas peticiones parecen demostrar que el conde del Peñasco estaba mas inte-
resado en sus asuntos personales que en mejorar la organización de la Le-
gión. Aumentando la presencia de milicianos en la alcaldía de Charcas y co-
locando a uno de sus hombres en una posición de fuerza, el coronel pretendía
incrementar su influencia en esa jurisdicción, en especial en Catorce, uno de
los centros mineros más importantes del virreinato, donde ya había tenido
una disputa con el alcalde mayor por sus negocios particulares.119 Crespo dio
su visto bueno al traslado de compañías y a que un oficial miliciano ejerciera

117
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. El virrey Branciforte al rey, México, 31 de octubre de 1795.
118
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. El coronel conde del Peñasco al virrey, México, 13
de marzo de 1785.
119
  El conde del Peñasco mantuvo un pleito con el alcalde mayor Tiburcio Sédano, que le em-
bargó un cargamento de 700 vigas como castigo por tratar de invadir una mina colindante a una de
las suyas. El asunto se complicó para Sédano con la intervención de López Portillo, que le acusó de
contravenir el fuero militar, y se vio obligado a trasladarse a México. Aunque dos años más tarde
salió airoso de las acusaciones, Sédano ya no pudo regresar a Catorce. Brading, David, «Poder y
justicia…, » pp. 102-105.

127
juan josé benavides martínez

de ayudante mayor en Charcas, pero no aprobó la designación de Ureche por


ser un minero dependiente del coronel,120 recomendando para ese cargo a
Manuel José Rincón Gallardo, un rico criollo residente en Aguascalientes,
capitán de las milicias de Colotlán y dueño de varias minas en Catorce.121
Parece que el inspector se dio cuenta de las verdaderas intenciones del conde
del Peñasco, que, tras la negativa al nombramiento de Ureche, ni siquiera
realizó el traslado de las compañías de Guadalcázar a Catorce.
Transcurridos casi veinte años desde el establecimiento de la Legión de
San Carlos, las carencias del cuerpo eran tan evidentes que el coronel no
tuvo más remedio que reconocerlas. En septiembre de 1785 planteó al su-
binspector de tropas de Nueva España, José de Ezpeleta, la necesidad de re-
formar el cuerpo miliciano a sus órdenes.122 Ezpeleta pidió al conde del Pe-
ñasco que elaborara una lista con los oficiales que acreditaran haber servido
con el celo debido. Los que hubiesen cumplido con su deber durante el tiem-
po señalado en la ordenanza de milicias recibirían el retiro con goce del
fuero militar, los que todavía estuvieran en edad de servir debían ser ascen-
didos y el resto no serían tomados en consideración. Sin embargo, el coman-
dante de la Legión reconoció no contar con los medios necesarios para poder
realizar esa tarea.123
Tan solo unos meses después de que el conde del Peñasco admitiera el
desorden reinante en el cuerpo a sus órdenes, recibió otro revés de las auto-
ridades. El ministro Gálvez decidió nombrar a Manuel José Rincón Gallardo
como teniente coronel de la caballería de la Legión.124 Rincón Gallardo sus-
tituiría a Pedro José de Guardiola, fallecido en 1782, mientras que Silvestre
López Portillo, casado con una sobrina del coronel y que había puesto en
marcha el asentamiento y la explotación minera en Catorce, seguiría siendo
120
  Ramón Antonio de Ureche, vizcaíno de nacimiento, era el alcalde mayor de Charcas en 1778,
cuando se descubrieron las minas de Real de Catorce. Concluido su mandato se trasladó a Catorce y
se convirtió en un personaje de cierta relevancia, gracias al apoyo del conde del Peñasco, llegando a
ser nombrado subdelegado por el intendente Díaz de Salcedo. Ibid., pp. 106 y 107.
121
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188a. Informe de Crespo sobre la propuesta del conde del
Peñasco, México, 1 de junio de 1785.
122
  Sobre la figura de este oficial de ascendencia navarra que llegó a Nueva España en 1783 de
la mano del virrey conde de Gálvez, y que, posteriormente, sería capitán general de Cuba (1785-
1789) y virrey de Nueva Granada (1789-1797), véase: Amores Carredano, Juan Bosco, Cuba en la
época de Ezpeleta (1785-1790), Pamplona: EUNSA, 2000.
123
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Oficio del subinspector general de tropas José de Ezpeleta al coro-
nel de la Legión de San Carlos, México, 4 de septiembre de 1785.
124
 AGN, Indiferente Virreinal, C. 3483, exp. 6. Nombramiento de Manuel Rincón Gallardo
como teniente coronel de la Legión de San Carlos, Madrid, 15 de diciembre de 1785.

128
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

el teniente coronel de infantería. El conde se quejó, alegando que la presen-


cia de dos tenientes coroneles debilitaba su autoridad, un argumento sorpren-
dente, teniendo en cuenta que la Legión tenía este rango duplicado desde su
fundación. Pero Gálvez hizo caso omiso al hombre que había sofocado los
tumultos veinte años atrás y al que él mismo encargó la formación de la Le-
gión.125
La queja del conde apunta a que el nombramiento de Rincón Gallardo
como teniente coronel de la Legión fue algo más que un simple reemplazo.
En lugar de ascender al capitán más antiguo de la Legión, que hubiese sido
el relevo natural, Rincón Gallardo fue trasladado desde el Regimiento de
Milicias de Frontera de San Luis de Colotlán. Se trataba de un criollo perte-
neciente a una de las familias más importantes de Aguascalientes, fuera de la
influencia del conde del Peñasco, y que también poseía una gran hacienda
próxima a San Luis, Arroyo Hondo.126 Además, generalmente era el coronel
quien proponía los candidatos para ocupar una oficialía, pero el sucesor del
fallecido Guardiola le fue impuesto por una autoridad superior. Estas cir-
cunstancias especiales parecen indicar que, en realidad, la designación de
Rincón Gallardo fue un castigo del ministro al conde del Peñasco. Después
de casi dos décadas de existencia, la Legión de San Carlos era un cuerpo sin
disciplina, inoperante y un lastre para la real hacienda. Era evidente que el
conde no era la persona idónea para dirigir un cuerpo miliciano y parece que
Gálvez preparó el terreno para que otro importante criollo de la región, Rin-
cón Gallardo, lo sustituyese al frente de la Legión. De esta forma pretendía
evitar que el veterano coronel de sesenta y ocho años, treinta y cinco de ellos
sirviendo como oficial miliciano,127 designara a su hijo Juan José María de
Mora como su sucesor al frente de la Legión, una opción más que probable,
teniendo en cuenta su avanzada edad, su reacción contraria al nombramiento
de Rincón Gallardo y la «brillante» carrera de su hijo en la Legión.128 Sin
125
  AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 132, exp. 191. El ministro José de Gálvez al virrey de
Nueva España, Madrid, 13 de diciembre de 1785.
126
  Para poder ser miembro de un cuerpo miliciano era necesario tener residencia dentro de la
jurisdicción en la que se asentaba. AGS, SGU, 7273, exp. 2. Hoja de servicios de Manuel José Rin-
cón Gallardo, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
127
  En 1750 empezó a servir como capitán de una compañía miliciana con la que participó en
acciones en la Sierra Gorda y en el reconocimiento de la costa del seno mexicano. AGN, Indiferente
Virreinal, C. 5731, exp. 33. Hoja de servicios del coronel Francisco de Mora, México, 15 de mayo de
1776.
128
  Juan José de Mora comenzó a servir como portaestandarte de la Legión en 1767, con ocho
años. En 1771 pasó a subteniente y en 1782, con veintitrés años, fue ascendido a capitán. AGS, SGU,

129
juan josé benavides martínez

embargo, parece que las autoridades no estaban dispuestas a hacer concesio-


nes que aumentaran la influencia del conde en la región.129
El 24 de septiembre de 1788 falleció Francisco de Mora, I conde de
Santa María de Guadalupe del Peñasco.130 De forma provisional, la Legión
quedó al mando del sargento mayor veterano Antonio Carvajal, y siguió
siendo un cuerpo inoperante y generador de conflictos, tal y como queda re-
flejado en el informe que el coronel Pedro Ruiz Dávalos solicitó en 1790 a
fray Cristóbal Herrera Arcorcha. Este fraile era un buen conocedor de la
zona, que había recorrido evangelizando indígenas durante varios años,131 y
su testimonio era de gran valor, ya que procedía de alguien establecido en la
región, ajeno al estamento militar y sin relación con el cuerpo miliciano.
Según fray Cristóbal, estas tropas no tenían de milicia más que el nombre,
sus miembros se aprovechaban de su situación privilegiada, y eran comple-
tamente inútiles.132
La revista del coronel Dávalos formaba parte de una revista general de
las milicias novohispanas, ordenada en 1790 por el virrey II conde de Revi-
llagigedo (1789-1794). Una de sus primeras preocupaciones al llegar a Mé-
xico fue conocer el estado de las fuerzas de Nueva España, y los resultados
de la revista confirmaron su desconfianza en la utilidad de las milicias para
la defensa. Tan solo la tercera parte de los suboficiales y la mitad de los ofi-
ciales estaban en condiciones de seguir en servicio, por lo que se podía decir
que las milicias novohispanas existían sobre el papel, pero no eran unas fuer-
zas reales. Ante esta situación, apoyado por el subinspector de tropas Pedro
Gorostiza, el virrey decidió acometer una reestructuración de la defensa del
virreinato, apartándose del plan de Crespo, a pesar de que este ya contara con

7273, exp. 3. Hoja de servicios de Juan José María de Mora y Luna, II conde del Peñasco, San Luis
Potosí, 31 de diciembre de 1796.
129
  Dentro de esta política se enmarcaría otro caso acaecido también en 1785. Tras comprar la
hacienda de Laguna Seca, el conde del Peñasco se negó a pagar los derechos que le correspondían
como comprador, aduciendo sus privilegios como coronel miliciano y por tener un título de Castilla.
Sin embargo, el virrey conde de Gálvez le obligó a pagar los derechos establecidos por la ley. AGN,
Indiferente Virreinal, C. 5466, exp. 24. Informe del licenciado José Jiménez al virrey, San Luis Po-
tosí, 4 de octubre de 1785; e ibid. Dictamen del virrey sobre la compra de la hacienda de Laguna
Seca, México, 10 de octubre de 1785.
130
  AGI, Títulos de Castilla, N. 6, R. 24. Carta de sucesión del condado de Santa María de Gua-
dalupe del Peñasco, Madrid, 10 de julio de 1789.
131
  Iturriaga, José, Viajeros extranjeros en San Luis Potosí, San Luis Potosí: Gobierno del Es-
tado, 2000, pp. 92-96.
132
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. II, p. 655.

130
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

la aprobación del rey.133 Revillagigedo consideraba que la defensa de Nueva


España debía basarse en un ejército profesional, en el que predominaran los
oficiales peninsulares, y llevó a cabo una drástica reducción de plazas en las
milicias, porque las consideraba unas fuerzas gravosas para la real hacienda,
de utilidad limitada y formadas por hombres sin los fundamentos militares
necesarios, que se alistaban para gozar del fuero militar y no pagar tribu-
tos.134 Su idea era establecer compañías formadas por un hombre blanco de
cada quince en edad militar, entre dieciséis y cuarenta años (en las costas y
en la frontera norte resultaba imposible y permitió la presencia de mestizos y
castas).135 En total, la fuerza miliciana novohispana rondaría las 8000 plazas,
divididas en dos grandes categorías, las urbanas y las provinciales. Estas úl-
timas, a su vez, se subdividirían en tres clases: las de frontera, las de costas y
las del interior, que formarían 16 divisiones con un número de efectivos
acorde a los recursos de cada región.136
La aplicación de este plan suponía la desaparición de la Legión de San
Carlos. En las jurisdicciones de Rioverde, Valles y Valle del Maíz, pertene-
cientes a la intendencia de San Luis, se estableció el 2.º Cuerpo de Milicias
de Caballería de la Frontera del Nuevo Santander, cuyo objetivo era la defen-
sa de esa región de los ataques de los indios gentiles de Nuevo Santander y
la protección de la Sierra Gorda y la costa de Tampico.137 En el resto del te-
rritorio en que se asentaban la mayoría de las compañías de la Legión (sub-
delegaciones de San Luis, Santa María del Río, Guadalcázar, Charcas, Cator-
ce y Sierra de Pinos), se formaría la 12.ª división de milicias de Nueva
España.138 La reforma comenzó a aplicarse en mayo de 1790, cuando el sar-
gento mayor Carvajal recibió la orden de que todos los veteranos de la Le-
133
  Díaz Trechuelo, María Lourdes, Pajarón Parody, Concepción y Rubio Gil, Adolfo, «El
virrey don Juan Vicente…», pp. 338-343.
134
  Cruz Barney, Óscar, «Las milicias en la Nueva España: la obra del segundo conde de Revi-
llagigedo (1789-1794)», Estudios de Historia Novohispana, n.º 34, 2006, UNAM, México, pp. 83
y 84.
135
  Revillagigedo mandó realizar un censo de población para hacerse una idea de los habitantes
del virreinato y así poder calcular la proporción adecuada de milicianos. El resultado fue que Nueva
España tenía 939 636 habitantes, 608 276 de casta limpia y 331 360 de pardos. Velázquez, María del
Carmen, El estado de guerra en Nueva España (1760-1808), México: El Colegio de México, 1950,
pp. 148 y 149.
136
  Cruz Barney, Óscar, «Las milicias en la Nueva España…», pp. 87 y 88.
137
  Este cuerpo estaba formado por seis compañías, cuyos oficiales y suboficiales debían ser
españoles. Ibid., pp. 89-93.
138
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción entregada al coronel Salcedo para el restablecimiento
de las milicias en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.

131
juan josé benavides martínez

gión se presentaran en San Luis para cobrar las cantidades que se les adeuda-
ban y partieran hacia México. Los veinte militares que formaban el pie
veterano recibieron su dinero, pero no abandonaron la capital potosina.139 A
pesar de las órdenes del virrey, las cajas de San Luis siguieron pagando men-
sualmente los sueldos del pie veterano de la Legión, bajo esa denominación,
hasta 1794.140 El establecimiento de las nuevas milicias en la región potosina
no se verificó por completo, así que ambas fuerzas coexistieron. La Legión
de San Carlos continuó su lánguida existencia y la 12.ª división de milicias
fue poco más que un proyecto.141 No llegó a tener un reglamento y los hom-
bres que la formaban, que no disfrutaban del fuero militar ni de las preemi-
nencias, se limitaban a conducir cadenas de reos de forma puntual.142
La Legión de San Carlos fue el primer cuerpo miliciano con una estruc-
tura permanente formado en la región potosina. Sin embargo, podría decirse
que resultó ser una fuerza inexistente en la práctica. Su funcionamiento se
vio lastrado, porque se estableció sin tener en cuenta las posibilidades econó-
micas y demográficas de la región en la que se asentaba y por el sentimiento
de impunidad que generó el disfrute del fuero militar entre sus miembros, ya
fuera por desconocimiento, por inexperiencia o por interés. Estas deficien-
cias provocaron largos litigios entre el ayuntamiento de San Luis, el virrey y
el coronel por los gastos que generaba la milicia, así como incontables con-
flictos de competencias entre autoridades civiles y mandos militares, y tam-
bién fueron la causa del alistamiento de muchos hombres que carecían de las
circunstancias necesarias para ser milicianos, tanto por bajo nivel económico

139
  Se les debía la última mensualidad, 532 pesos en total. AGN, Indiferente Virreinal, C. 2739,
exp. 9. Ajustes de haber para el pie veterano de la Legión de San Carlos, San Luis Potosí, 1 de abril
de 1790.
140
  En total, los pagos de la real hacienda potosina a las milicias entre 1790 y 1794 ascendieron
a 22 603 pesos. AGI, México, 2148. Cuentas de la real hacienda de San Luis Potosí de 1790, San Luis
Potosí, 2 de enero de 1791; ibid. Cuentas de la real hacienda de San Luis Potosí de 1791, San Luis
Potosí, 2 de enero de 1792; ibid. Cuentas de la real hacienda de San Luis Potosí de 1792, San
Luis Potosí, 2 de enero de 1793; ibid. Cuentas de la real hacienda de San Luis Potosí de 1793,
San Luis Potosí, 2 de enero de 1794; e ibid. Cuentas de la real hacienda de San Luis Potosí de
1794, San Luis Potosí, 2 de enero de 1795.
141
  En 1791 se levantó un padrón militar en el partido de San Luis, según el cual, la región con-
taba con 1114 hombres en edad militar (556 españoles, 514 mestizos y 44 castas), la mayoría de ellos
solteros o casados sin hijos. Sin embargo, no se hizo ningún alistamiento ni sorteo. AGN, Indiferen-
te Virreinal, C. 4080, exp. 45. Padrón militar del partido de San Luis, San Luis Potosí, 30 de diciem-
bre de 1791.
142
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Informe del coronel Salcedo al virrey Branciforte, San Luis Potosí,
18 de marzo de 1795.

132
«una multitud desorganizada de vagabundos e indolentes»...

como por sus circunstancias personales (no tener domicilio fijo, hijos de viu-
da, indios…)
Además, la labor del coronel Francisco de Mora, I conde de Nuestra
Señora de Guadalupe del Peñasco, al mando de la Legión favoreció el mal
funcionamiento del cuerpo. Durante los tumultos de 1767 demostró tener la
fuerza, la habilidad y las influencias necesarias para acabar con la revuelta de
mayor importancia que había sufrido la región potosina en su historia (ver
supra cap. 2.3.1). Sin embargo, carecía de las aptitudes necesarias para diri-
gir y gestionar el funcionamiento cotidiano de un cuerpo miliciano. Parece
que nunca llegó a entender lo que significaba una milicia permanente y siem-
pre mantuvo una actitud relajada con respecto al cumplimiento de las orde-
nanzas (organización del cuerpo, vestuario, revistas, disciplina…). Se dedi-
caba a sus negocios, dejando los asuntos de la milicia en manos de los
tenientes coroneles y los oficiales veteranos, limitándose a elaborar estados
de fuerza, que no se correspondían con la realidad, y a otorgar despachos de
oficial a su antojo y conveniencia, sin importar que los beneficiarios tuviesen
los requisitos necesarios. La lealtad y fidelidad al rey del conde del Peñasco
no pueden ponerse en duda,143 y las carencias de la Legión no le facilitaron
su tarea al frente del cuerpo, pero tampoco trató de remediarlas.
Los esfuerzos del coronel no fueron encaminados a lograr que la Legión
se convirtiera en un cuerpo miliciano operativo, posiblemente, porque pen-
saba que, en caso de ser necesaria la presencia de una fuerza en la zona, uti-
lizaría su poder e influencias para formar una a título personal, como lo había
hecho en 1767. Sin embargo, se valió del poder que le confería su rango para
consolidar y aumentar su influencia en la sociedad potosina y trató de perpe-
tuarla en su familia. Durante los veintiún años en que estuvo al mando de la
Legión no aportó ninguna posible solución al problema de la financiación del
cuerpo, fomentó los conflictos con las autoridades civiles y en ningún mo-
mento se planteó una disminución del número de plazas. Cualquiera de estas
medidas podía haber resultado beneficiosa para el servicio, pero no las pro-
puso, porque, en caso de aplicarse, su autoridad se habría visto mermada. El
disfrute del fuero militar por parte de los miembros de la Legión le convertía
en el máximo responsable de una jurisdicción que afectaba a unas 12 000
personas, los 3500 milicianos y sus familias (el fuero militar afectaba a cón-
143
  Incluso donó 2000 pesos a la Corona para colaborar con los gastos de la guerra contra Ingla-
terra. AGN, Indiferente Virreinal, C. 4846, exp. 8. El virrey da cuenta al ministro de la donación del
coronel conde del Peñasco, México, 12 de agosto de 1781.

133
juan josé benavides martínez

yuges, hijos y personal dependiente, ver supra p. 56), que se extendía por el
territorio de cinco alcaldías mayores: San Luis Potosí, Salinas del Peñón
Blanco, Charcas, Guadalcázar, Sierra de Pinos y San Luis de la Paz. Para
aumentar su influencia sobre los milicianos y colocarse en una posición de
fuerza frente a las autoridades civiles, en lugar de reducir el número de pla-
zas, las aumentó al poco de formarse el cuerpo e intentó que todos sus miem-
bros gozaran del fuero militar completo y activo, no solo los oficiales. Asi-
mismo, parece que trató de perpetuar su linaje al frente de la Legión, como
demuestra su queja tras el nombramiento de Rincón Gallardo como teniente
coronel, porque reducía las posibilidades que tenía su hijo para sucederle.
Teniendo en cuenta todo lo dicho, podemos considerar la Legión de San
Carlos como un intento fallido de instaurar en la región potosina un cuerpo
miliciano permanente.

134
Capítulo 4
LA REFORMA SOBRE EL PAPEL. LOS NUEVOS
REGIMIENTOS PROVINCIALES DE DRAGONES
DE SAN LUIS Y SAN CARLOS

Cuando Branciforte tomó posesión del virreinato novohispano en julio


de 1794 la defensa de la región potosina era prácticamente inexistente. Las
compañías de la Legión de San Carlos formadas en Rioverde se habían di-
suelto, estableciéndose otras menos numerosas que fueron agregadas al
Cuerpo de Milicias de Frontera del Nuevo Santander, y en el Altiplano se
habían dado órdenes para formar unas compañías sueltas con un total de 310
hombres, que, bajo el mando de Silvestre López Portillo, formarían la 12.ª
división de milicias. Esas fuerzas no podrían defender el amplio territorio de
la intendencia potosina, dejando desguarnecido el noreste del virreinato. La
defensa del resto de Nueva España se encontraba en una situación similar, así
que Branciforte decidió suspender la aplicación de la reforma implementada
por su antecesor, Revillagigedo II, y reorganizar las milicias siguiendo el
proyecto propuesto por el coronel Crespo, que había sido aprobado por el rey
en 1788.1

1. Orden y disciplina: el coronel Salcedo y su comisión


en San Luis Potosí

Para establecer la defensa de la intendencia potosina dentro de las posi-


bilidades que la región permitiese, Branciforte envió a San Luis en noviem-
bre de 1794 a Nemesio Salcedo, coronel del Regimiento de Infantería de la
1
  AGI, Estado, 23, N. 47, 5. El virrey Branciforte al ministro de guerra sobre los cuerpos provin-
ciales de Nueva España, México, 31 de octubre de 1795; y Archer, Christon, El ejército en el Méxi-
co…, p. 55.

135
juan josé benavides martínez

Corona. Nacido en Bilbao en 1754, era un oficial con gran experiencia y


prestigio, razón por la que el virrey lo eligió para reorganizar la fuerza mili-
ciana de una de las regiones de mayor importancia estratégica de Nueva Es-
paña.2 Comenzó su carrera militar a los siete años como cadete de las Reales
Guardias Españolas de Infantería. En 1766, con doce años, fue ascendido a
capitán y trasladado al Regimiento de Navarra, en el que alcanzó el rango de
teniente coronel en 1783. Durante sus casi veinticinco años de servicio en
este cuerpo participó en varias acciones de guerra,3 hasta que en 1790 fue
ascendido a coronel y trasladado al Regimiento de Infantería de la Corona de
Nueva España, donde se dedicó, fundamentalmente, a pasar revista a varios
cuerpos asentados en el virreinato. Su relación con Gálvez, que fue virrey, y
con Ezpeleta, inspector de tropas del virreinato, explicaría su destino en Mé-
xico.4
La comisión que se le había encargado al coronel Salcedo en San Luis
consistía en establecer una fuerza miliciana para la defensa de la región po-
tosina y para auxiliar a las Provincias Internas en caso de ataques de indios
bárbaros o de cualquier intento de invasión de los colonos de Estados Uni-
dos.5 Para que Salcedo llevara a cabo su cometido, el virrey le entregó una
instrucción, que tomaba como modelo el Regimiento Provincial de Dragones
de la Reina, formado veinte años antes en San Miguel el Grande (Guanajuato),6
y que en 17 artículos recogía los puntos fundamentales que el coronel debía
seguir, para que las nuevas milicias no padecieran las mismas carencias que
lastraron el funcionamiento de la Legión. En la instrucción se especificaba el

2
  Navarro García, Luis y Antolín, María del Pópulo, «El virrey marqués...», p. 402.
3
  Estuvo seis meses de guarnición en Orán, participó en la expedición de Argel y, posteriormen-
te, pasó a La Habana, para formar parte de la expedición al fuerte de Mobila al mando del mariscal
de campo Bernardo de Gálvez, siendo coronel de su regimiento José de Ezpeleta. Una vez tomada la
plaza, fue destinado por el mariscal Gálvez a la expedición de Pensacola, en cuya toma no participó,
porque un temporal obligó a regresar al barco en que viajaba. AGS, SGU, 7275, exp. 3. Hoja de
servicios del brigadier Nemesio Salcedo, México, 31 de diciembre de 1798.
4
  Angulo Morales, Alberto, De Cameros a Bilbao: negocios, familia y nobleza en tiempos de
crisis (1770-1834), Bilbao: Universidad del País Vasco, 2007, p. 199 y 200.
5
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. El virrey Branciforte al rey, México, 31 de octubre de 1795. Incluso
Humboldt consideraba que era bastante probable que las vastas extensiones de tierra del norte de
Nueva España acabarían ocupadas por colonos estadounidenses, por su lejanía respecto a los principa-
les núcleos del virreinato, su escasa población, al margen de indios de guerra, y los deseos expansio-
nistas de las autoridades estadounidenses. Humboldt, Alejandro de, Ensayo político..., pp. 183-185.
6
  Sobre este cuerpo miliciano, véase: Sánchez de Tagle, Esteban, Por un regimiento, el régi-
men. Política y sociedad: la formación del Regimiento de Dragones de la Reina en San Miguel el
Grande (1774), México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1982.

136
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

organigrama que debía tener la fuerza miliciana y el pie veterano encargado


de instruirla, las regiones de la provincia potosina en las que se establecerían
las compañías, y la forma en la debía realizarse el alistamiento de milicianos
y el nombramiento de oficiales, siempre con la colaboración de las autorida-
des locales.7 Si el coronel seguía la instrucción al pie de la letra, el número
de compañías se ajustaría a las necesidades operativas de la fuerza, la finan-
ciación del cuerpo no sería una carga demasiado pesada para la real hacien-
da, y sus miembros tendrían los requisitos necesarios para el servicio y serían
plenamente conscientes de sus derechos y deberes.
Por primera vez un oficial del ejército llegaría a San Luis con órdenes
concretas del virrey para poner en funcionamiento unas milicias dentro de un
plan de defensa general del virreinato. Hasta entonces, solamente se habían
enviado inspectores de tropas que, tras pasar revista a las fuerzas existentes,
regresaban a México, desde donde proponían una reforma. Pero el coronel
Salcedo no iría solo a San Luis. La instrucción establecía que otros tres ofi-
ciales veteranos, con experiencia en la instrucción de cuerpos milicianos, le
acompañaran para ayudarle en su cometido: los capitanes Antonio Carvajal
y Francisco de Echartea y Urrutia y el teniente Mateo Fernández de Mesa.8
Además, Salcedo contó con la colaboración del teniente coronel miliciano
Silvestre López Portillo.9
7
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el resta-
blecimiento de la milicia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
8
  El capitán Carvajal era un hidalgo natural de Jaén, que llegó a Nueva España en 1764 como
teniente acompañando a Juan de Villalba. Buen conocer de la región potosina, ya que participó en la
expedición punitiva de Gálvez tras los tumultos de 1767, desde 1780 ejerció de sargento mayor de la
Legión de San Carlos. Por su parte, el capitán Echartea, nacido en el valle del Baztán (Navarra), y
por tanto hidalgo, llevaba treinta y tres años sirviendo en el ejército. Empezó su carrera en el cuerpo
de Guardias de Corps y pasó a Nueva España en 1764 como teniente de caballería del Regimiento de
Querétaro. En 1781 accedió al grado de capitán y fue trasladado a la Legión de San Carlos como
oficial veterano. Por último, el teniente Mateo Fernández de Mesa era un hidalgo cordobés con una
carrera militar de treinta y tres años y que había servido como oficial veterano en varios cuerpos
milicianos de Nueva España desde 1782. AGS, SGU, 7274, exp. 4. Hojas de servicios del pie vete-
rano del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1798; e ibid., exp. 6. Hojas de ser-
vicios del pie veterano del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1798.
9
  Ya hablamos de este personaje en el primer capítulo, así que simplemente recordaremos que
era hijo de un oidor de Guatemala, donde nació en 1730, que había sido minero en Guanajuato y San
Luis, donde era diputado de minería, y que ejercía como abogado de reos del Santo Oficio. López
Portillo se desempeñó meritoriamente como oficial miliciano y como fundador de Real de Catorce,
pero no tuvo suerte en los negocios. Tenía una mina en Catorce, cuya riqueza se fue desvaneciendo,
y el resto de sus bienes eran de su difunta esposa, por lo que, en realidad, pertenecían a su hijo mayor,
Luis López Portillo. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Informe del coronel Salcedo al virrey Branciforte,
San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795.

137
juan josé benavides martínez

1.1. Siguiendo las instrucciones al pie de la letra

Desde su llegada a la capital potosina, Nemesio Salcedo contó con la


colaboración del intendente y de los miembros del ayuntamiento de San
Luis. En diciembre de 1794 el coronel fue recibido con honores por las auto-
ridades de la ciudad y el intendente Díaz de Salcedo pronunció un discurso,
animando al pueblo a que apoyase el establecimiento de los regimientos pro-
vinciales. Con su arenga, el intendente pretendía que la población potosina
colaborase en la formación de las nuevas milicias, porque garantizarían el
orden público en la región, de lo que se desprende que en San Luis se vivía
un ambiente de cierta inseguridad.10 Después de esta demostración pública
de apoyo, el coronel Salcedo comenzó su tarea, siguiendo cada uno de los
puntos especificados en la instrucción. El objetivo de las autoridades era la
formación de un batallón de infantería, que conservaría el nombre de Legión
de San Carlos, y dos regimientos de caballería, que se denominarían 1.º y
2.º de San Carlos, cuyo establecimiento tendría preferencia por la mejor pre-
disposición de la población al servicio montado y por ser de mayor utilidad
en un aréa tan extensa.11
En primer lugar, Salcedo trató de conocer los datos de población de la
región potosina, para establecer el número de plazas de la nueva fuerza mili-
ciana dentro de sus posibilidades demográficas.12 Tras visitar diversas pobla-
ciones, estableció las cabeceras de las nuevas compañías, y decidió formar
solo los dos regimientos provinciales de caballería, el 1.º de San Carlos, con
sede en la capital de la intendencia, donde se reunirían todas las compañías
para la asamblea anual, y el 2.º de San Carlos, que tendría su cabecera en
Charcas. Ambos se componían de doce compañías. Las del 1.º Regimiento
estaban formadas en las subdelegaciones de San Luis y de Santa María del
Río y en la región de Sierra de Pinos (intendencia de Zacatecas),13 y las del
10
  Ibid. Oficio del intendente Díaz de Salcedo al coronel Nemesio Salcedo, San Luis Potosí, 29
de diciembre de 1794.
11
  Ibid. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el restablecimiento de la mili-
cia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
12
  Probablemente, el coronel consultaría los datos del censo de Revillagigedo, realizado apenas
dos años antes, en 1793.
13
  Soledad de los Ranchos (1.ª), hacienda del Pozo del Carmen (2.ª), Real de Sierra de Pinos
(3.ª), Valle de San Francisco (4.ª y 12.ª), hacienda de Tepetate (5.ª), hacienda de Picachos (6.ª), ha-
cienda de Santa Rita (7.ª), Santa María del Río (8.ª), Real de los Pozos (9.ª), Armadillo (10.ª), y ha-
cienda de Santiago (11.ª). La 3.ª compañía, la 7.ª y la 11.ª se fijaron en el territorio de Sierra de Pinos,
perteneciente a la intendencia de Zacatecas. Salcedo decidió incluir esta región en la circunscripción

138
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

2.º Regimiento en las subdelegaciones de San Luis, Charcas, Guadalcázar y


El Venado.14 Finalmente, el virrey Branciforte transformó estos cuerpos de
caballería en regimientos de dragones por su mayor versatilidad, ya que po-
dían servir como infantería y caballería indistintamente, y les cambió el
nombre para identificarlos más fácilmente: el cuerpo fijado en la capital pasó
a llamarse Regimiento Provincial de Dragones de San Luis, y el que tenía su
cabecera en Charcas, Regimiento Provincial de Dragones de San Carlos.15
El organigrama que debían tener estos cuerpos había sido especificado
por el coronel Crespo en su proyecto de reforma militar y se encontraba re-
cogido en la instrucción, así que Salcedo se limitó a aplicar el modelo deta-
llado. Cada uno de los regimientos quedaría formado por una plana mayor
miliciana y doce compañías, siendo en total 388 plazas (40 oficiales, 72 sub-
oficiales y 276 soldados).16 Por tanto, los dos cuerpos milicianos del Altipla-
no potosino tendrían una fuerza que rondaría los 800 hombres (776), que, en
caso de guerra, aumentaría hasta los 1200, doscientos más por regimiento,
reforzándose con algunas compañías de las Milicias del Nuevo Santander.17
También el coronel Salcedo dedicó atención a los militares profesiona-
les encargados de la instrucción y disciplina de estos regimientos. El pie
veterano debía ser lo suficientemente numeroso como para poder instruir a
los milicianos, pero sin que su mantenimiento resultase una carga demasiado
pesada para la real hacienda. Como en San Luis no había tropas profesiona-
les, fue necesario solicitar el traslado de algunos militares desde otros regi-
mientos del virreinato para cubrir las 25 plazas veteranas que correspondían
a cada regimiento (seis oficiales, siete suboficiales y doce tambores), aun-

de los nuevos regimientos provinciales por su proximidad a San Luis. AGS, SGU, 7002, exp. 1. El
coronel Salcedo al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795 (ver infra mapa 9,
p. 142).
14
  Hacienda de Arroyo Hondo (1.ª), Matehuala (2.ª y 6.ª), El Venado (3.ª y 7.ª), hacienda de
Bocas (4.ª), Charcas (5.ª y 9.ª), Guadalcázar (8.ª), El Cedral (10.ª), La Hedionda (11.ª) y Real de
Catorce (12.ª). Ibid.
15
  Ibid. El virrey Branciforte al rey, México, 31 de octubre de 1795.
16
  La plana mayor miliciana se componía de un coronel, un teniente coronel, cuatro portaestan-
dartes (uno por escuadrón), un capellán y un cirujano; y las doce compañías contaban con diez capi-
tanes, doce tenientes, doce alféreces, 24 sargentos (dos por compañía), 48 cabos (cuatro por compa-
ñía), 48 granaderos y 228 soldados (19 por compañía). Ibid. Instrucción del virrey Branciforte al
coronel Salcedo para el restablecimiento de la milicia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de
noviembre de 1794.
17
  AGI, Estado, 23, N. 47, 5. Estado de fuerza de los Regimientos Provinciales de San Luis y San
Carlos, México, 31 de marzo de 1796.

139
juan josé benavides martínez

que, finalmente, solo el Regimiento de San Luis tuvo el pie veterano al


completo.18

1.2. La nueva estrategia defensiva en la región potosina

Para tener en funcionamiento lo antes posible los nuevos regimientos


provinciales y para que tuviesen mayor capacidad operativa, Salcedo restrin-
gió su extensión geográfica al Altiplano potosino, dejando al margen las sub-
delegaciones de Valles y Rioverde, tal y como estaba fijado en la instrucción.
En estas demarcaciones, alejadas y de difícil acceso desde la capital de la
intendencia, ya se asentaban varias compañías del 2.º Cuerpo de Milicias de
Frontera del Nuevo Santander.
El principal objeto de estudio de este trabajo son los cuerpos milicianos
del Altiplano, pero, para ofrecer una visión completa de la organización de la
defensa en la provincia de San Luis Potosí, quisiéramos apuntar brevemente
algunas características fundamentales de las fuerzas formadas en las subde-
legaciones de Valles y Rioverde. La revista general de las milicias de Nueva
España, ordenada por el virrey Revillagigedo, reveló el estado de desorden
en que se hallaban las fuerzas de Sierra Gorda y Nuevo Santander.19 En 1792
el coronel Dávalos, que había sido el encargado de revistarlas, planteó una
reforma de estas milicias, dividiéndolas en dos cuerpos. El primero estaría
compuesto por cuatro compañías sueltas, formadas en una zona próxima a la
Sierra Gorda,20 y el segundo cuerpo sería una milicia de frontera con seis
compañías de caballería asentadas en varias poblaciones de las subdelega-
ciones de Valles y Rioverde: Valles (1.ª), Aquismón (2.ª), Tampomolón y
Coscatlán (3.ª), Valle del Maíz (4.ª) y Rioverde (5.ª y 6.ª). Estas unidades

18
  El pie veterano de cada regimiento estaba formado por: un sargento mayor con grado de ca-
pitán, 2 ayudantes (capitanes), 2 tenientes, 3 sargentos, 4 cabos, un tambor mayor y 12 tambores. Al
Regimiento de San Carlos le faltaron un sargento mayor, un cabo y los doce tambores. AGI, Estado,
24, N. 43, 9. Estado de fuerza de los Regimientos Provinciales de San Luis y San Carlos, San Luis
Potosí, 31 de octubre de 1795.
19
  «Carecían de gente, armamento y vestuario, no tenían disciplina y solo servían para cometer
excesos a título del fuero militar». AGS, SGU, 7036, exp. 7. El virrey Revillagigedo al rey, México,
30 de septiembre de 1792.
20
  Dos en Cadereyta (actual estado de Querétaro), una en San Luis de la Paz (Guanajuato) y otra
en Meztitlán (Hidalgo). Para más detalles sobre las milicias de Sierra Gorda, véase: Mendoza Mu-
ñoz, Jesús, Los Dragones Provinciales de Sierra Gorda en Querétaro durante la guerra de indepen-
dencia de México, Cadereyta: Fomento Histórico y Cultural de Cadereyta, 2010.

140
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

debían contar con sesenta plazas cada una (360 en total) y en ellas servirían
blancos y mestizos, aunque los oficiales debían ser españoles, tanto europeos
como americanos. El pie veterano quedaría compuesto por un comandante y
dos ayudantes, lo que supondría un coste anual para la real hacienda de 4600
pesos. Dávalos elaboró un reglamento en que quedaron fijadas todas las ca-
racterísticas de esta fuerza miliciana, que recibió la aprobación real en 1794.21
El teniente coronel del Regimiento de Infantería de Puebla, Félix María Ca-
lleja, fue designado como comandante de este cuerpo,22 y fue quien puso en
marcha las milicias, aplicando el nuevo reglamento, para lo cual fue funda-
mental la colaboración de los miembros de las dos familias más importantes
de la región, los Ortiz de Zárate y sobre todo, los Barragán, quiénes, en
compensación por su apoyo, fueron recomendados por el comandante para
ocupar buena parte de las oficialías.23
A primera vista, parece que la protección de la ciudad de San Luis, el
principal núcleo urbano del noreste de Nueva España, era el objetivo funda-
mental de la estrategia defensiva proyectada por las autoridades. Se forma-
ron treinta compañías milicianas, pertenecientes a tres cuerpos distintos, y,
aunque en la ciudad no se estableciera ninguna, catorce de ellas, las doce del
Regimiento de San Luis y dos del de San Carlos, se encontraban en un radio
de unos cincuenta kilómetros en torno a la capital.24 La mayoría del resto de
unidades se fijaron sobre las dos principales vías de entrada a San Luis desde
los límites del virreinato: la ruta norte, que unía la capital potosina con el
principal centro minero de la región, Real de Catorce, y con Saltillo (Coahui-
la) y Monterrey (Nuevo León); y la ruta este, que llegaba hasta los puertos de
Tampico y Pánuco. Las compañías del Regimiento de San Carlos se asenta-
21
  AGS, SGU, 7036, exp. 7. El virrey Revillagigedo al ministro conde de Alange, México, 31 de
marzo de 1793.
22
  Más adelante hablaremos con detenimiento de este personaje, Félix Calleja, que fue una figu-
ra clave en la historia de las milicias potosinas y de San Luis Potosí a finales del periodo colonial.
23
  Calleja consideraba que estos personajes no podrían ser buenos milicianos, porque dedicaban
todos sus esfuerzos en sus negocios, pero también reconocía que eran ellos, en especial Felipe Barra-
gán, el hombre más rico e influyente, los que controlaban la región. Para más detalles sobre el Cuer-
po de Caballería de Frontera del Nuevo Santander véase: Rangel Silva, José Alfredo, Capitanes a
guerra, linajes de frontera. Ascenso y consolidación de las élites en el oriente de San Luis (1617-
1823), México: El Colegio de México, 2008, pp. 207-253; e ibid., «Milicias en el oriente de San Luis
Potosí, 1793-1813», en Chust Calero, Manuel y Marchena Fernández, Juan (eds.), Las armas de
la nación…, pp. 53-74.
24
  Esto suponía que en caso de una amenaza, ya fuera una revuelta popular, como en 1767, o un
ataque externo, en apenas dos días podría reunirse en San Luis una fuerza organizada de unos 450
hombres.

141
juan josé benavides martínez

Mapa 9.  Cabeceras de las compañías de los Regimientos Provinciales


en la provincia de San Luis Potosí.

(Elaboración propia)

ron fundamentalmente en torno a la ruta norte, mientras que la mitad de las


compañías del 2.º Cuerpo de Milicias de Frontera de Sierra Gorda y Nuevo
Santander se establecieron en la ruta del este, dos en Rioverde y una en Va-
lles.25 También cabría señalar que, aunque la protección de las rutas hacia el
interior del virreinato no fuera el principal objetivo, las compañías del Regi-
miento de San Luis, fijadas en la subdelegación de Santa María del Río (4.ª,
8.ª y 12.ª), se encontraban en la ruta sur, que comunicaba con San Miguel el

25
  Las compañías 2.ª y 3.ª (Aquismón, Tampomolón y Coscatlán) se encontraban próximas tan-
to a esta ruta como a la Sierra Gorda, mientras que la 4.ª (Valle del Maíz) estaba más cerca del Nue-
vo Santander.

142
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

Grande, Guanajuato y Querétaro, y las establecidas en la región de Sierra de


Pinos (3.ª, 7.ª y 11.ª) estaban en la ruta oeste hacia Zacatecas.
La estrategia defensiva estaba diseñada para proteger a la capital y a la
principal región minera de la provincia ante una posible incursión de indios sin
pacificar o en caso de un ataque por parte de una potencia extranjera, ya que
San Luis jugaba un papel fundamental para la defensa de Nueva España. Las
autoridades virreinales consideraban que el desembarco de una fuerza enemi-
ga de importancia en la costa del Pacífico era inviable, que Veracruz, el princi-
pal puerto del virreinato, estaba bien protegido, y que las condiciones naturales
eran la mejor defensa de la costa yucateca.26 Por tanto, el punto más probable
para el desembarco de una potencia extranjera sería la costa del Nuevo Santan-
der, y San Luis Potosí sería el primer objetivo potencial, porque era la región
con mayor población y con la economía más desarrollada del noreste del vi-
rreinato. Lo mismo ocurriría en caso de una incursión de indios de guerra que,
procedentes del norte, avanzarían hacia San Luis. El territorio potosino, con
varias poblaciones de importancia, numerosas haciendas y una gran riqueza
minera, era, por su posición geográfica, la principal puerta de entrada al virrei-
nato para una fuerza invasora y un punto estratégico clave para que las autori-
dades pudieran organizar la defensa del noreste de Nueva España.27

2. El factor humano


2.1. La última revista de la extinta Legión de San Carlos

Siguiendo las órdenes recogidas en la instrucción, durante los primeros


meses de 1795 el coronel Salcedo pasó revista al cuerpo miliciano preexis-
tente, la Legión de San Carlos, para conocer el núcleo en torno al cual se
formaría la nueva fuerza, y se encontró con que la mayor parte de los oficia-
les no cumplían las condiciones necesarias para formar parte de un cuerpo

26
 Tal y como señalaba el coronel Crespo en su plan de defensa de 1784 (ver supra p. 55
nota 104).
27
  Así lo entendió el general Santa Anna en 1846, durante la guerra contra EE. UU. Reunió en
San Luis una fuerza de 9000 hombres y se encaminó hacia el norte en enero de 1847, al encuentro
del general Taylor. Las tropas mexicanas, mal pertrechadas y peor armadas, fueron derrotadas en
Agua Nueva (Coahuila), y los supervivientes, con Santa Anna a la cabeza, regresaron a San Luis,
donde se reorganizaron para derrotar a los norteamericanos unas semanas después en la Angostura
(Coahuila). Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. III, pp. 225-238.

143
juan josé benavides martínez

provincial.28 A la vista de la situación, Salcedo separó del servicio a los ofi-


ciales que no podían acreditar haber servido con el celo y conducta estable-
cidos por el reglamento de 1781,29 concedió el retiro con disfrute de fuero y
preeminencias a los que eran acreedores a ello por sus años de servicio y por
haber manejado con el orden posible sus compañías, y designó a los oficiales
que debían conservar su rango o ascender en las nuevas fuerzas milicianas,
porque poseían las condiciones y cualidades necesarias: buena reputación,
edad apropiada, buena salud, interés por el servicio, cierto nivel de riqueza y
estar avecindados en la región.30 Las tres listas elaboradas por Salcedo refle-
jaban el pésimo estado en el que se encontraba la Legión de San Carlos.
Entre los 147 oficiales,31 tan solo once obtuvieron el retiro con disfrute de
fuero y preeminencias,32 y 18 recibieron su visto bueno para seguir sirviendo
en las milicias.33 Los otros 118, el 80,2%, fueron separados del servicio por-
que no habían cumplido debidamente con sus obligaciones.34 Además, el
coronel elaboró una cuarta lista en la que recogía los nombres de los 115
suboficiales de la Legión, acreedores a retiro con goce de fuero y preeminen-
cias, el 37% del total, una proporción muy superior a la de los oficiales.35

28
  Muchos de los oficiales no tenían medios para sustentarse, desempeñaban oficios vergonzantes,
eran sujetos de mala conducta y estaban ausentes de sus destinos sin justificación. (ver supra p. 108).
29
  Este reglamento y el Real Decreto del 3 de diciembre de 1780 convirtieron a la Legión en
milicia provincial. Sus miembros gozarían de los derechos establecidos para los milicianos de cuer-
pos provinciales, pero también debían cumplir con las obligaciones correspondientes.
30
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el resta-
blecimiento de la milicia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
31
  La Legión de San Carlos tenía sesenta compañías con un total de 180 oficiales, pero las diez
unidades asentadas en Rioverde y la de San Luis de la Paz, habían sido agregadas al Cuerpo de Fron-
tera del Nuevo Santander, así que Salcedo no pasó revista a los 33 oficiales de estas compañías.
32
  Todos superaban los cincuenta años de edad y los 25 de servicio. AGS, SGU, 7002, exp. 1.
Relación de los oficiales de la Legión de San Carlos acreedores a retiro, San Luis Potosí, 18 de mar-
zo de 1795.
33
  Dos tenientes coroneles, cinco capitanes, tres tenientes y siete subtenientes. Ibid. Relación de
los oficiales de la Legión de San Carlos válidos para el servicio, San Luis Potosí, 18 de marzo de
1795.
34
  La mayoría de ellos (el 70%) no podían cumplir con su cometido como oficiales por su evi-
dente falta de interés o por su mala situación económica, aunque también otros fueron desechados
por hallarse en paradero desconocido (17%), o bien por haber mostrado mala conducta, por dedicar-
se a oficios indecorosos o porque carecían de un domicilio fijo. AGN, Indiferente de Guerra, vol.
125. Relación de los oficiales de la Legión de San Carlos retirados sin cédula de preeminencias, San
Luis Potosí, 18 de marzo de 1795.
35
  Todos ellos contaban con más de cincuenta años de edad y 25 de servicio en la milicia. Ibid.
Relación de los suboficiales de la Legión acreedores del retiro con goce de fuero, San Luis Potosí, 18
de marzo de 1795.

144
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

Estas listas elaboradas por el coronel Salcedo son un claro indicador del
caos organizativo en que estaba sumida la Legión. La infantería, sobre todo
las compañías fijadas en San Luis, se mantuvo en un estado más arreglado,
aunque lejos de lo establecido por las ordenanzas.36 A pesar de los múltiples
intentos de diversos inspectores de tropas, virreyes, e incluso, del ministro de
Indias José de Gálvez, la Legión de San Carlos nunca llegó a organizarse en
la práctica por completo. La mayoría de los oficiales tenían sus despachos y
había listas donde aparecían los nombres de los milicianos, pero las compa-
ñías no se reunían (salvo algunas de infantería). En cuanto al elevado núme-
ro de suboficiales aptos para el retiro, un dato extrapolable a la tropa, podría
deducirse que la Legión era un cuerpo con una media de edad elevada y cuyo
escaso funcionamiento se sostenía sobre los grados subalternos, que, al con-
trario que los oficiales, en buena medida cumplían con su deber.

2.2. Los reclutas de los nuevos regimientos

Cinco de los 17 artículos de la instrucción estaban dedicados al recluta-


miento, más otros tres específicos sobre los oficiales, lo que refleja la impor-
tancia de este punto para el buen funcionamiento de las nuevas fuerzas mili-
cianas potosinas, ya que de nada servirían las disposiciones de las autoridades
si los miembros de los regimientos de San Luis y San Carlos no tenían los
requisitos necesarios para el servicio en la milicia y no cumplían con sus
obligaciones.
El coronel Salcedo pudo completar el número de plazas necesarias con
voluntarios, sin tener que recurrir a sorteos. Las nuevas milicias se formarían
con un hombre de cada seis familias, con domicilio fijo, buena salud y sufi-
cientes recursos para mantener su casa. Entre todos ellos, eligió a los que
consideró más apropiados para ser suboficiales (sargentos y cabos) y, para
evitar futuros conflictos, antes de hacer efectivo el alistamiento, todos fueron
informados de los derechos y obligaciones que conllevaba el servicio.37 A
pesar de las escasas referencias a la tropa en la documentación, podemos
36
  Por citar un ejemplo, ninguno de los oficiales de las compañías 3.ª, 7.ª y 8.ª, nueve en total,
cumplía los requisitos para seguir en servicio o para recibir el retiro con goce de fuero. Ibid. Relación
de los oficiales de la Legión de San Carlos retirados sin cédula de preeminencias, San Luis Potosí,
18 de marzo de 1795.
37
  AGI, Estado, 23, N. 47, 5. Estado de fuerza de los Regimientos Provinciales de San Luis y San
Carlos, México, 31 de marzo de 1796.

145
juan josé benavides martínez

decir que eran hombres de campo, diestros en el manejo de caballos y que la


mayoría estaban casados (80%). Prácticamente en su totalidad eran españo-
les y mestizos. Los que formaban el Regimiento de San Luis eran todos «de
casta limpia», es decir, que no tenían antepasados africanos,38 mientras que
en el de San Carlos, además de españoles y mestizos, también había algunos
«castizos» (mulatos).39 Los nuevos regimientos provinciales no eran «mili-
cias de blancos», pero no había indios alistados, una práctica contraria a las
ordenanzas pero habitual en la Legión para cubrir la totalidad de las plazas.
Salcedo también dedicó especial atención a la elección de los oficiales,
ya que estos ochenta hombres, cuarenta en cada regimiento, eran los que iban
a dirigir las nuevas milicias. Eligió a individuos de honradez y conducta
contrastadas y con la suficiente riqueza para mantenerse sin apuros. El virrey
concedió los despachos provisionales a los propuestos por el coronel para el
Regimiento de San Carlos, pero el nombramiento de los oficiales del Regi-
miento de San Luis, tal y como se recogía en la instrucción, correspondía al
cabildo potosino.40 Con esta medida, el virrey esperaba lograr el apoyo de los
grupos de poder locales al nuevo establecimiento miliciano, algo esencial
para que los regimientos pudieran llegar a ser unas fuerzas operativas.41
De entre todas las oficialías, la elección de los coroneles tenía una im-
portancia capital, y fue una de las pocas propuestas en las que Salcedo y el
cabildo no estuvieron de acuerdo. Los encargados de comandar los dos nue-
vos regimientos provinciales debían ser los hombres de nacimiento más ilus-
38
  En el censo de Revillagigedo se distinguía entre «castas limpias» y «pardos» (negros y mula-
tos), también denominados «castas tributarias», porque, junto a los indios, debían pagar tributos
personales. Falcón Gutiérrez, José Tomás, «Mulatos y mestizos como oficiales en las repúblicas de
indios de la alcaldía mayor de León (1770-1780)», en Serna Herrera, José Manuel de la (coord.),
Pautas de convivencia étnica en la América Latina colonial (indios, negros, mulatos, pardos y escla-
vos), México: UNAM, 2005, pp. 355 y 356.
39
  Tan solo hay datos concretos de la tropa del Regimiento de San Carlos, compuesta por 214
españoles (61,5%), 114 mestizos (32,75%) y veinte castizos (5,75%). AGI, Estado, 23, N. 47, 5.
Estado de fuerza de los Regimientos Provinciales de San Luis y San Carlos, México, 31 de marzo de
1796.
40
  Salcedo tenía derecho a proponer los hombres que considerara más adecuados pero «… el
ayuntamiento de San Luis hará la propuesta definitiva de oficiales de las compañías de su distrito al
virrey». AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el resta-
blecimiento de la milicia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
41
  Ibid. Aprobación del virrey Branciforte de las modificaciones hechas por el ayuntamiento de
San Luis sobre las propuestas de oficialías del Regimiento de San Luis, México, 15 de octubre
de 1795. La similitud de las propuestas de Salcedo y el cabildo nos hace pensar que, aparte de los
candidatos presentados por ambas partes, no habría muchos más con las cualidades necesarias para
ocupar estos empleos en la región.

146
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

tre residentes en la provincia, con la suficiente riqueza como para mantener-


se con el decoro que el rango merecía, con experiencia en el mando de
milicias y una conducta contrastada, y, además, tenían que haber mostrado
un «gran interés en el servicio al rey» (un donativo importante para sufragar
los gastos del establecimiento miliciano).42 Salcedo propuso a Manuel Rin-
cón Gallardo, que había sido teniente coronel de la Legión de San Carlos,
como coronel del Regimiento de San Luis, y a Juan José de Mora, el II conde
del Peñasco, para dirigir el de San Carlos.43 Sin embargo, los miembros del
ayuntamiento potosino ni siquiera se plantearon la posibilidad de que Rincón
Gallardo, que ni residía ni tenía negocios en la ciudad, pudiera ser el coronel
del Regimiento de San Luis. Sus propuestas fueron, por orden de preferen-
cia, Juan José de Mora, Silvestre López Portillo y Lorenzo Montoya, capitán
de la Legión.44 Finalmente, el virrey designó a Juan José de Mora para la
coronelía del Regimiento de San Luis y a Rincón Gallardo para la del Regi-
miento de San Carlos.
Juan José María de Mora y Luna, II conde de Santa María de Guadalupe
del Peñasco, era el hijo y heredero del que fuera coronel de la Legión de San
Carlos.45 Residía en la hacienda del Peñasco, aunque, también visitaba con
frecuencia la casa que tenía en la capital. Era dueño de varias minas en Gua-
dalcázar y en Real de Catorce,46 había servido en la Legión de San Carlos
desde 1768, primero como portaguión, luego como subteniente y, finalmen-
te, como capitán de la 1.ª compañía de infantería,47 y había realizado obras
benéficas, como la donación de 500 fanegas de maíz durante la carestía de
1789. Mora tenía una de las mayores fortunas de la región, era el único poto-
sino con título de Castilla, tenía veintisiete años de experiencia como oficial
miliciano, y ofreció costear los uniformes, armas y monturas de todo un re-

42
  Ibid. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el restablecimiento de la mili-
cia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
43
  Ibid. El coronel Salcedo al virrey Branciforte proponiendo candidatos para coronel y teniente
coronel de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795.
44
  Ibid. Propuestas del ayuntamiento de San Luis para las oficialías del Regimiento de San Luis,
San Luis Potosí, 7 de julio de 1795.
45
  AGS, DGT, Títulos de Indias, 188-780. Sucesión del título del condado de Santa María de
Guadalupe del Peñasco, El Escorial, 21 de octubre de 1789.
46
  Habían sido adquiridas por su padre Francisco de Mora desde 1768. Brading, David A., Mi-
neros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México: Fondo de Cultura Económica,
1993, p. 234.
47
  AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.

147
juan josé benavides martínez

gimiento, por lo que el virrey lo designó como coronel del Regimiento de


San Luis.48
Por su parte, Manuel José Rincón Gallardo era un criollo nacido en
Aguascalientes en 1758. Llevaba trece años sirviendo en milicias, uno como
capitán del cuerpo de Frontera de Colotlán y doce como teniente coronel en
la Legión de San Carlos.49 Entre sus méritos destacaba el haberse encargado
de uniformar a toda su compañía cuando era capitán y donar seis pesos al mes
para el mantenimiento del cuartel de Aguascalientes. Además, ofreció sufra-
gar los uniformes, armas y monturas de 150 hombres, lo que le valió la reco-
mendación de Salcedo para ser coronel del Regimiento de San Luis, aunque,
como ese empleo ya había sido concedido al II conde del Peñasco, el virrey
le asignó la coronelía del Regimiento de San Carlos. Su residencia habitual
estaba en Aguascalientes, pero tras su nombramiento se trasladó a una de sus
haciendas, Arroyo Hondo, a unos 50 kilómetros al norte de San Luis.50
En cuanto a los cargos de teniente coronel de las nuevas milicias, Salce-
do también recomendó a dos hombres de nacimiento ilustre, probada con-
ducta, situación económica holgada y que habían hecho importantes donati-
vos para la formación de los regimientos. Al contrario que las coronelías, que
recayeron en dos criollos, los tenientes coroneles eran peninsulares: Ángel
Prieto de la Maza y Francisco Miguel de Aguirre.
Prieto de la Maza era un hidalgo natural de Cantabria, asentado en la
región desde 1780. Era dueño de la hacienda de La Parada, a 55 kilómetros
de San Luis, y había servido como teniente de infantería de la Legión de San
Carlos durante trece años.51 Además, para la formación de los nuevos regi-
mientos provinciales ofreció sufragar los uniformes, armas y monturas de
una compañía. Todos estos méritos le valieron la recomendación de Salcedo
y del ayuntamiento potosino para ser el teniente coronel del Regimiento de
San Luis.52 Por su parte, Aguirre, avecindado en Matehuala, también era un
hidalgo peninsular, de Navarra. El retiro de Juan Antonio Terán, el capitán
48
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Nombramientos provisionales de los coroneles y tenientes corone-
les de los regimientos de San Luis y San Carlos, México, 15 de octubre de 1795.
49
  AGS, SGU, 7273, exp. 2. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Carlos, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
50
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Manuel Rincón Gallardo al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 20
de enero de 1795.
51
  AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
52
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. El coronel Salcedo al virrey Branciforte proponiendo los candidatos
a coronel y teniente coronel de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 18 de

148
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

más antiguo de la caballería de la Legión, por haber cumplido su tiempo de


servicio, favoreció su designación como teniente coronel, ya que, si bien
Aguirre disfrutaba de una holgada situación económica, no poseía una gran
fortuna. Ofreció quinientos pesos para el establecimiento de los regimientos
provinciales, un importante donativo, pero muy por debajo de los realizados
por los otros mandos.53

3. «Los vasallos de esta provincia no fueron menos liberales».


La financiación del proyecto

3.1. La generosidad de la población potosina

La práctica totalidad de los sectores de la sociedad potosina colaboraron


en la formación de los regimientos provinciales en la provincia.54 El apoyo
económico para el establecimiento de los nuevos cuerpos milicianos provino
de antiguos miembros de la Legión de San Carlos, de varias corporaciones
religiosas (parroquias, conventos, órdenes y hermandades) y civiles (diputa-
ción de minería y comunidades indígenas),55 élites locales y población hu­
milde,56 compañías comerciales y mineras, autoridades civiles y ecle­siás­
ticas,57 indios, e incluso algunas mujeres.58 Además, el intendente Díaz de
Salcedo y el ayuntamiento de San Luis cooperaron activamente con el coro-

marzo de 1795; e ibid. Propuestas del ayuntamiento de San Luis para las oficialías del Regimiento
de San Luis, San Luis Potosí, 7 de julio de 1795.
53
  Ibid.
54
  El coronel Salcedo informó al virrey de la buena disposición de la población potosina, «que
no fueron menos liberales», para cumplir las órdenes del rey. Ibid. El coronel Salcedo al virrey Bran-
ciforte sobre el alistamiento de ofertas para los nuevos regimientos en San Luis, San Luis Potosí, 18
de marzo de 1795.
55
  Los priores de los conventos de San Agustín y de San Francisco ofrecieron donativos en
nombre de sus comunidades, y varios párrocos hicieron donaciones que habían recolectado entre sus
feligreses, al igual que algunos gobernadores indios, que aportaron cantidades recaudadas en sus
pueblos. Ibid. Relación de las ofertas para la habilitación de los regimientos provinciales en San Luis
Potosí, México, 31 de octubre de 1795.
56
  Había un buen número de donaciones inferiores a diez pesos, que suponemos de vecinos
de un estrato social bajo, entre las que destaca una oferta hecha por «varios pobres vecinos del Ce-
dral». Ibid.
57
  Varios miembros del ayuntamiento de San Luis Potosí realizaron importantes donativos. Ibid.
58
 Dos indios ofrecieron siete pesos a título personal. En cuanto a las mujeres, hay tres
casos que, por la cuantía de los donativos, inferiores a quince pesos, parece que no pertenecían a la
élite. Ibid.

149
juan josé benavides martínez

nel Salcedo. El intendente designó a un comisionado, encargado de alistar


los donativos de los vecinos en cada una de las subdelegaciones y ofreció
ocuparse de la construcción de un cuartel en la ciudad.59 Por su parte, el ca-
bildo se comprometió a alistar los donativos realizados por los habitantes de
San Luis.60
En total, hubo 322 donaciones con un valor de 22 045 pesos, además del
vestuario, armamento y montura para 616 hombres, el 88% del total (sin
contar los oficiales), y todo lo necesario para la construcción de dos de los
tres cuarteles que había que erigir, uno en San Luis y otro en Charcas (solo
faltaría el de Matehuala).61 Entre la larga lista de donativos, las ofertas de
mayor consideración fueron las realizadas por cuarenta antiguos miembros
de la Legión de San Carlos, que sumaban un total de 3030 pesos y el unifor-
me, armamento y la montura de 600 hombres.62 Gracias a sus notables apor-
taciones, muchos de estos oficiales consiguieron mantener sus rangos o as-
cender en los nuevos regimientos, y, en algunos casos, que sus hijos fueran
tomados en cuenta para una oficialía. También cuarenta y tres habitantes de
San Luis ofrecieron una considerable cantidad, 6288 pesos (donación media:
147 pesos).63 Asimismo, cabría destacar los donativos hechos por 41 vecinos
de Matehuala, que alcanzaron la cantidad de 3647 pesos (donación media: 89
pesos); las ofertas alistadas en el Valle de San Francisco, donde 22 vecinos
donaron 2355 pesos y el equipamiento de catorce hombres (donación media:
107 pesos y la mitad de la habilitación de un miliciano); y la suma ofrecida
59
  En 1797 Díaz de Salcedo informó al virrey Branciforte de que había acordado con el teniente
coronel Félix Calleja que los Dragones de San Luis se acuartelaran en edificios a las afueras de la
ciudad. Rees Jones, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes..., pp. 188 y 189.
60
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Oficio del intendente Bruno Díaz de Salcedo al coronel Nemesio
Salcedo, San Luis Potosí, 12 de marzo de 1795.
61
  La aportación media por donante, incluyendo el coste de los terrenos y los materiales para los
cuarteles, fue de ochenta pesos y la habilitación de dos hombres. Ibid. Relación de las ofertas reali-
zadas para la habilitación de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre
de 1795.
62
  La donación media de este grupo era de 76 pesos y la habilitación de quince hombres. Espe-
cialmente relevantes fueron los donativos del conde del Peñasco, que ofreció pagar los uniformes, el
armamento y las monturas de todo un regimiento, y la de Manuel Rincón Gallardo que donó el
equipamiento completo de 150 hombres. Ibid.
63
  La capital de la intendencia, donde estaban avecindados la mayoría de los hombres más ricos
de la región, fue la población donde se aportaron más recursos. Las donaciones más importantes
fueron los 600 pesos de Antonio Arduengo, dueño de la hacienda de La Pila, y los 500 aportados
respectivamente por el alcalde ordinario de primer voto, José Gregorio Berdeja, por el alférez real y
regidor, Manuel de la Gándara, el regidor Francisco de la Peña, el alcalde provincial de mesta Toribio
Cortina Díaz y Manuel de Eizcoa, comerciante de origen vasco afincado en San Luis. Ibid.

150
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

por los vecinos de Charcas, 1535 pesos y la construcción de un cuartel. Si


bien era una cantidad inferior a las anteriormente señaladas, teniendo en
cuenta que solo hubo trece donantes, suponía una media de 118 pesos por
cada uno, además de los materiales y el terreno para la edificación del cuar-
tel.64 Sin embargo, no todo fueron grandes aportaciones para la habilitación
de los nuevos regimientos provinciales. La tercera parte de los donantes,
107, ofrecieron cantidades inferiores a los diez pesos. La mayoría de ellos,
eran vecinos del Cedral (donación media: diez pesos), y de Santa María del
Río (ocho pesos de media). También quisiéramos señalar las escasas contri-
buciones de los vecinos de Real de Catorce, una media de 57 pesos por per-
sona, muy por debajo de lo que podría esperarse de uno de los centros mine-
ros más ricos del virreinato.65 Aunque esta circunstancia posiblemente se
debiera a que los principales mineros estaban avecindados en San Luis, don-
de se alistaron sus donaciones.
Independientemente de las cantidades ofrecidas en cada población o por
cada donante, las ofertas alistadas fueron más que suficientes para poner en
pie los nuevos regimientos provinciales sin que la real hacienda se viera
afectada, uno de los principales objetivos de Branciforte. Además, las auto-
ridades locales se encargaron de revalorizar los donativos de los vecinos con
frecuentes referencias a la mala situación económica de la región, debida a la
sequía que venía sufriendo desde dos años atrás. Una sequía causaba graves
problemas económicos,66 pero parece que fueron exagerados por las autori-
dades locales para conseguir alguna merced o privilegio extraordinario. De
hecho, estas quejas contradecían el informe que el ayuntamiento potosino
realizó en 1801 para solicitar al Consejo de Indias el establecimiento de un
obispado con sede en San Luis. Aunque tampoco podamos considerarlo
como un fiel reflejo de la situación en que se hallaba la región, según este
informe, en apenas cinco años, la «miseria» parecía haberse convertido en
una riqueza sin parangón.67
64
  Ibid.
65
  45 donantes aportaron 2575 pesos. Ibid.
66
  El trabajo en la minería se hacía más costoso, bajaba la producción agrícola, se morían más
reses y la escasez de pastos y bebederos, necesarios para las recuas de mulas, provocaba un aumento
del coste del transporte, lo cual repercutía en los precios de los productos en los mercados. Ibid.
Oficio del intendente Bruno Díaz de Salcedo al coronel Nemesio Salcedo, San Luis Potosí, 12 de
marzo de 1795.
67
  «Hay también en la ciudad una Casa Real de las más principales del reino, en donde sobre
los muchos miles de pesos que se pagan por la manifestación de las barras de plata, se adeudan otros
muchos por alcabalas, tabaco y otros ramos. Tiene una alhóndiga capaz de más de cien mil fanegas

151
juan josé benavides martínez

3.2. Las nuevas milicias «conquistaron» la sociedad potosina

El apoyo de los grupos más humildes y de los sectores intermedios de la


sociedad a las milicias no era una novedad en la región potosina. A pesar de
las carencias de la Legión de San Carlos, parte de sus miembros cumplía con
sus deberes, sirviendo en el piquete de seguridad de San Luis y acudiendo a
las revistas, y como los nuevos regimientos provinciales contaban con un
número de plazas más reducido, 776 incluidos los oficiales (388 por regi-
miento), pudieron cubrirse con voluntarios verdaderamente interesados en el
servicio en la milicia.68
Sin embargo, la colaboración económica voluntaria de la mayor parte de
la sociedad potosina en la formación de las milicias fue una circunstancia
que no se había dado anteriormente. La importante suma ofrecida por los
vecinos de la provincia de San Luis reflejaba que el establecimiento de los
regimientos provinciales contó con el apoyo mayoritario de la sociedad, po-
siblemente favorecido porque, tal y como expresó el intendente en su discur-
so de bienvenida al coronel Salcedo, la formación de los regimientos resul-
taría beneficiosa para toda la sociedad, ya que ayudarían a mantener el orden
público. Pero, teniendo en cuenta que tan solo hubo 322 donaciones, cabría
preguntarse si la participación de la sociedad en el establecimiento de los
nuevos cuerpos milicianos fue tan generalizada. La cifra de donantes es exi-
gua en comparación con la población de la región (solo la capital superaba
los 10 000 habitantes), pero es necesario tener en cuenta que buena parte de
los vecinos no pudieron hacer ninguna oferta por su apurada situación eco-
nómica, y que muchos aportaron sus donativos a través de una corporación.69
Debido a esta práctica, había alistados solamente 322 donantes, aunque en
realidad fueran muchos más.

de semillas. La provincia es fertilísima en todas especies de ganado y semillas...». AGI, México,


2603. Informe del ayuntamiento de San Luis Potosí presentado en la Corte por Manuel de Quevedo,
Madrid, 31 de agosto de 1804.
68
  Durante la revista que pasó a la Legión el coronel Douché el absentismo superaba el límite
tolerable, 1458 faltas, el 41%. Pero el otro 59%, 2098 milicianos, acudieron a su llamada (ver supra
p. 112).
69
  Tal fue el caso, entre otros, de los feligreses de varias parroquias, cuyas donaciones fueron
alistadas como un solo donativo hecho por el párroco, o de algunas comunidades indígenas, cuyos
gobernadores aportaron una cantidad en nombre del pueblo. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de
las ofertas realizadas para la habilitación de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México,
31 de octubre de 1795.

152
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

La mayoría de las ofertas eran cantidades modestas, que podemos supo-


ner procedentes de los sectores humildes de la población. El 35,5% de las
donaciones, 113, eran de menos de diez pesos y sumaban un total de 708, el
3,5% de la cantidad total ofrecida. Otras 179, el 55,5%, eran de una cierta
relevancia, por lo que probablemente fueran realizadas por vecinos con una
posición acomodada en la sociedad. La mitad de estas ofertas fueron de entre
diez y ochenta pesos o la habilitación de un miliciano, y la otra mitad de
entre ochenta y trescientos pesos o la habilitación de entre dos y cuatro mili-
cianos.70 En total, estos 179 donativos sumaron 11 337 pesos y la habilita-
ción de 29 hombres, el 51,5% de la cantidad de dinero ofrecida y el 5% del
total de milicianos habilitados. Finalmente, tan solo treinta donantes, el 9%
del total, hicieron ofertas de un valor superior a los trescientos pesos o a la
habilitación de más de cuatro milicianos. Estas donaciones sumaron 10 000
pesos (el 45% del total ofrecido), el equipamiento de 586 hombres (el 95%),
y todo lo necesario para la construcción de dos cuarteles, lo que suponía una
donación media de 333,3 pesos y la habilitación de 19 milicianos (más la
parte correspondiente de los cuarteles).71 Con las treinta mayores ofertas se
podía financiar el 82% de los costes del establecimiento de los nuevos regi-
mientos, mientras que con las intermedias se cubría el 17% y con las más
humildes el 1% restante.72 Por tanto, si bien toda la sociedad potosina contri-
buyó al nuevo establecimiento miliciano, en realidad, este fue financiado
casi por completo por las élites locales, con el apoyo de los grupos interme-
dios. Esta circunstancia y la cooperación que las autoridades locales ofrecie-
ron al coronel Salcedo, fueron la diferencia de mayor trascendencia en la
formación de los regimientos provinciales con respecto a la Legión de San
Carlos. Pero, ¿por qué las élites y autoridades potosinas cambiaron su actitud
hacia las mi­licias?

70
  El coste aproximado del vestuario, armamento y montura de un miliciano era de ochenta pe-
sos. AGS, SGU, 6976, exp. 19. Relaciones de cantidades ofrecidas, cobradas y pendientes de cobro
en la contaduría general elaboradas por Félix Calleja, San Luis Potosí, 8 de enero de 1796.
71
  Entre estos treinta donantes tan solo había dos corporaciones, la diputación de minería y la
comunidad franciscana, dos instituciones de gran importancia en la sociedad potosina. Los otros 28
eran particulares. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para la habilitación de
los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795.
72
  En la contaduría encargada de la recaudación se estableció que el total de ofertas realizadas
tenía un valor de 79 492 pesos, 65 047 de los cuales fueron aportados por los treinta grandes donan-
tes, 13 657 procedían de las donaciones intermedias y 788 de las más humildes. AGS, SGU, 6976,
exp. 19. Relación de las cantidades ofrecidas por los vecinos de la provincia de San Luis, San Luis
Potosí, 8 de enero de 1796.

153
juan josé benavides martínez

Según la bibliografía que aborda el tema, este cambio se dio a nivel ge-
neral, ya que a finales del siglo xviii existía en Nueva España una identifica-
ción entre ayuntamientos, élites locales y oficiales de milicias.73 Preocupado
por la mala situación defensiva del virreinato, Branciforte llevó a cabo una
política basada en la designación como oficiales milicianos de los miembros
de las élites regionales que colaboraran en la financiación de los nuevos es-
tablecimientos. De esta forma, los grupos de poder locales coparon las ofi-
cialías de los cuerpos de milicias, quedando así ligados a la estructura defen-
siva del virreinato.74 Sin embargo, los esfuerzos de las autoridades hubieran
sido en vano, si esa vinculación no acarreaba beneficios para las élites, con-
dición que se cumplió con la extensión del fuero militar a las milicias, que
acabó con las reticencias de la población novohispana, y, en especial, de los
grupos de poder, hacia el servicio, ya que formar parte de un cuerpo milicia-
no otorgaba un mayor reconocimiento social.75 Además, con la extensión del
fuero, las milicias se convirtieron en un nuevo espacio de poder en el que
estaban presentes todos los grupos sociales (salvo indios y esclavos), y que
las élites podían controlar convirtiéndose en oficiales.76
Es decir, los grandes hacendados, mineros y comerciantes potosinos,
tanto criollos como peninsulares, al igual que los grupos intermedios de la
sociedad, realizaron los donativos que permitieron el establecimiento de los
regimientos de San Luis y San Carlos con el objetivo de que los más desta-
cados ocuparan las oficialías milicianas.77 Así, aumentarían su prestigio so-
cial y su influencia en la región, convirtiéndose, además, en los garantes del
poder de la Corona en la intendencia. Sin embargo, esta explicación no ter-
mina de esclarecer los verdaderos motivos que provocaron el cambio de ac-
titud de las autoridades y élites potosinas hacia las milicias, porque desde
73
  Un claro ejemplo lo encontramos en San Miguel el Grande, donde las familias más importan-
tes eran los Landeta y los de la Canal. Poseían grandes fortunas, copaban los puestos del cabildo y,
al formarse el Regimiento Provincial de Dragones de la Reina en 1774, ocuparon la mayoría de las
oficialías. Sánchez de Tagle, Esteban, Por un regimiento, el régimen…, pp. 65-69 y 71-73.
74
  Vega Juanino, Josefa, La institución militar en Michoacán..., pp. 119 y 120.
75
  Las milicias ofrecían posibilidades de ascenso social, pero no entendido como un aumento del
nivel económico. Los oficiales eran vistos como figuras respetables, sin importar sus aptitudes para
el cargo, y el fuero los situaba en un estatus que en la práctica era de casi total impunidad. Archer,
Christon, El ejército en el México…, p. 267; y Mc Alister, Lyle, El fuero militar…, pp. 75 y 76.
76
  Buena parte de la población quedó bajo la jurisdicción de los mandos de la milicia en lugar de
las autoridades civiles. Sánchez de Tagle, Esteban, Por un regimiento, el régimen…, p. 43.
77
 No había una correlación directa, es decir, las ochenta mayores ofertas no ocupaban las
ochenta oficialías de los regimientos, ni estaba establecida una cantidad concreta para cada rango.
Pero, en todo caso, para poder ocupar una plaza de oficial era necesario hacer una donación.

154
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

1781 la Legión de San Carlos, que no contaba con su apoyo, era un cuerpo
provincial cuyos miembros disfrutaban del fuero militar y las preeminencias
establecidas en las ordenanzas. Por tanto, parece que, si bien los factores
generales influyeron, el apoyo de los grupos de poder potosinos al nuevo
establecimiento miliciano se debió a cuestiones de ámbito local. Concreta-
mente, pudo ser determinante la forma en que se fundaron las nuevas fuerzas
milicianas, procurando evitar que una sola persona dominase este espacio de
poder, como sucedía en la Legión.
La Legión de San Carlos fue establecida, siguiendo las órdenes del visi-
tador, por el coronel del cuerpo, Francisco de Mora, conde del Peñasco. La
decisión de Gálvez pudo deberse a que, mientras Mora, el mayor hacendado
y propietario de minas de la región, había demostrado su fuerza acabando
con los motines de 1767, el alcalde mayor, el ayuntamiento y el resto de las
élites potosinas se vieron sobrepasados y sin capacidad de respuesta. Pero la
actuación del conde del Peñasco como fundador y comandante de la Legión
se caracterizó por la imposición de sus criterios en busca de su propio bene-
ficio: nombraba como oficiales a hombres que estaban bajo su influencia, sin
importar los nombres que aparecieran en los despachos, elevó el número de
plazas para que hubiese más habitantes bajo su jurisdicción, estableció el
número de compañías que le pareció oportuno… El coronel era el único po-
tosino con un título de Castilla, el de mayor fortuna y, gracias a la extensión
del fuero a las milicias, la máxima autoridad de la jurisdicción militar, que se
extendía por varias alcaldías mayores. En definitiva, era el hombre más influ-
yente de la región y se valió de su posición privilegiada para consolidar su
poder e influencia frente a las autoridades civiles y los hacendados, comer-
ciantes y mineros que no estaban en su órbita.
Sin embargo, los regimientos de San Luis y San Carlos fueron creados
por un militar comisionado por el virrey, que estaría en la región solo el tiem-
po necesario para cumplir su cometido. Además, para que una sola persona
no pudiera ejercer un control absoluto sobre la jurisdicción militar en la re-
gión, las autoridades virreinales decidieron formar dos regimientos, en lugar
de un solo cuerpo, y pusieron especial atención en mantener un equilibrio de
poder a la hora de elegir a los encargados de comandarlos: 1) los dos corone-
les eran criollos y los tenientes coroneles peninsulares; 2) el coronel del Re-
gimiento de San Carlos, Manuel Rincón Gallardo, procedía de una de las
familias más importantes de Aguascalientes, pero no tenía influencia en la
sociedad potosina; y 3) el virrey concedió al ayuntamiento de la capital el

155
juan josé benavides martínez

privilegio de nombrar a los oficiales del Regimiento de San Luis, así que su
coronel, el II conde del Peñasco, no podría designar a los oficiales entre su
personal dependiente, como hacía su padre.
Esta prerrogativa, que otorgaba preferencia a las decisiones del cabildo
sobre las del conde del Peñasco e, incluso, sobre las del coronel Salcedo, fue
una concesión de gran importancia para el ayuntamiento potosino, la institu-
ción que representaba los intereses de los grupos de poder locales, porque
suponía el reconocimiento por parte de las más altas instancias del virreinato
de su poder e influencia y de la necesidad de contar con su apoyo para que
los nuevos regimientos fuesen unas fuerzas operativas. Los poderes locales
de San Luis habían demostrado su fuerza y su autonomía en varias ocasio-
nes, resistiéndose a cumplir las órdenes del virrey referentes a la Legión de
San Carlos, porque consideraban que las milicias, sobre las que no tenían
ninguna influencia, solo suponían gastos para la hacienda y perjudicaban sus
intereses.78 Sin embargo, las autoridades virreinales consiguieron que, tanto
el intendente como el cabildo potosino, colaboraran estrechamente con el
coronel Salcedo y realizaran importantes donaciones para el establecimiento
miliciano, posiblemente, porque, a cambio, se les concedían una serie de
prerrogativas generales (goce de fuero militar, mayor prestigio social, venta-
jas fiscales…), pero sobre todo, porque les ofrecieron la posibilidad de au-
mentar su poder e influencia sobre el resto de la sociedad, ejerciendo, como
grupo, el control del espacio de poder miliciano, en lugar de quedar someti-
dos a los designios de un solo hombre. Por tanto, la confirmación de las
propuestas para las oficialías del Regimiento de San Luis hechas por el ayun-
tamiento no fue una recompensa por las ofertas hechas por los potosinos,
sino que fue esa concesión por parte del virrey, y recogida en la instrucción,
la que hizo que los grupos de poder favorecieran la formación de las milicias
con donativos personales, fomentando así que el resto de sectores sociales
también los realizaran.
Pero, además de obtener un mayor prestigio y dominio social, las élites
y autoridades locales apoyaron el establecimiento de los regimientos de San
Luis y San Carlos, porque el orden público era una de sus principales preocu-
paciones. Parece que la región potosina, minera y de carácter fronterizo (en
la instrucción se hacía referencia a los «indios de guerra», ver supra p. 136),

  En el anterior capítulo mencionamos varios informes del ayuntamiento al virrey criticando la


78

Legión.

156
la reforma sobre el papel. Los nuevos regimientos...

vivía una situación de inseguridad bastante generalizada.79 Por esta razón, el


ayuntamiento y el intendente propusieron al virrey el establecimiento en la
ciudad de un piquete fijo de infantería, formado por milicianos y con un ofi-
cial veterano encargado de su disciplina, «como se practica en la ciudad de
Guanajuato», que sería de utilidad para «el mantenimiento del orden, para el
respeto a la justicia y a las providencias de las autoridades, y para la seguri-
dad de los vecinos, de sus haciendas y de los caudales de las Cajas Reales».80
La propuesta contó con el apoyo del virrey, siempre y cuando la real hacien-
da no se viese afectada, el ayuntamiento fijase los arbitrios necesarios para la
subsistencia del piquete y su pie de fuerza de acuerdo con el coronel Salcedo,
y se formara una vez instalados los regimientos provinciales.81 Los vecinos
principales del Real de Catorce hicieron la misma propuesta, pero, además,
ofrecieron sufragar los gastos ellos mismos con contribuciones particulares.82

79
  Según un bando expedido por el alcalde mayor de San Luis en mayo de 1721, era habitual que
los habitantes portaran armas prohibidas y que por las noches entraran forasteros armados y a caba-
llo. Se vendían de forma clandestina bebidas alcohólicas, se practicaban juegos prohibidos y la falta
de respeto de los mercaderes a los pesos y medidas era la norma. También en el bando se señalaba la
presencia de numerosos vagos y desocupados en la ciudad. Monroy Castillo, María Isabel y Calvi-
llo Unna, Tomás, Breve historia de..., p. 121.
80
  AGS, SGU, 6972, exp. 8. Solicitud del intendente y del ayuntamiento de San Luis al virrey
Branciforte, San Luis Potosí, 9 de abril de 1795. Recordemos que en los primeros años de existencia
de la Legión también funcionó en San Luis un piquete en cuyo servicio se iban turnando los milicia-
nos.
81
  Ibid. Informe del virrey Branciforte al conde de Alange, México, 31 de octubre de 1795.
82
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. El coronel Salcedo al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 18 de
marzo de 1795.

157
Capítulo 5
LOS REGIMIENTOS PROVINCIALES DE SAN LUIS
Y SAN CARLOS, REFLEJO DE LA SOCIEDAD POTOSINA

Las milicias disciplinadas se formaron para responder a una necesidad


defensiva, pero, además, fueron uno de los instrumentos más eficaces de la
Monarquía para preservar el orden social, y reflejaron las contradicciones y
conflictos que dicho orden generaba. El sistema de financiación, basado en
donaciones particulares, permitió costear el establecimiento de las nuevas
fuerzas milicianas en la provincia potosina sin que la real hacienda se viera
afectada, pero también convirtió a los regimientos provinciales de San Luis
y San Carlos en un reflejo de la sociedad que los conformaba, incluidas sus
tensiones y rivalidades.
Al igual que ocurría en el ámbito civil, los rangos más elevados de los
nuevos regimientos recayeron en el grupo dirigente de la sociedad, los gran-
des terratenientes, comerciantes y mineros, algunos de ellos también impli-
cados en la administración local. El apoyo económico y personal de los gru-
pos de poder potosinos tuvo una importancia capital en la formación de los
regimientos provinciales y sus esfuerzos fueron recompensados con la desig-
nación de los más destacados como oficiales de las nuevas fuerzas. Entre las
élites de la provincia predominaban los peninsulares, que, por tanto, también
eran mayoría entre los oficiales de las milicias. La preeminencia de los pe-
ninsulares favoreció que hubiera una buena sintonía entre los miembros de
las élites, sin importar que su origen fuera europeo o americano.1 Los crio-
llos, en minoría, no rechazaron participar en los regimientos provinciales y

1
  Como muestra de la unión entre ambos grupos podemos citar el matrimonio celebrado en 1807
entre Félix Calleja, peninsular y máximo responsable militar de la intendencia desde 1796, y la rica
heredera criolla María Francisca de la Gándara. Kaiser Schlittler, Arnoldo, Biografías de San Luis
Potosí, San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado, 1997, pp. 29 y 58.

159
juan josé benavides martínez

4dos de ellos fueron los coroneles de los recién creados cuerpos.2 Las oficia-
lías de menor jerarquía se repartieron, en general, entre los sectores interme-
dios de la sociedad, pequeños y medianos comerciantes y dueños de minas y
propiedades modestas, que habían realizado ofertas de menor relevancia.
Entre los miembros de este grupo se aprecian las tensiones existentes entre
criollos y peninsulares, porque, a pesar de que los europeos eran minoría, la
posición privilegiada que disfrutaban por su origen relegó a los americanos a
un segundo plano. Por su parte, los sectores más humildes de la sociedad,
fundamentalmente mestizos empleados en las numerosas haciendas de la re-
gión, integraron la tropa (y suboficiales) de los nuevos regimientos.3

1. Hacendados, mineros y comerciantes. Los oficiales peninsulares

La oficialidad de los regimientos de San Luis y San Carlos debía estar


compuesta por los hombres más distinguidos de la región (ver supra p. 146),
por tanto, un análisis detallado de los ochenta oficiales nos aproximará a un
conocimiento más concreto sobre el origen de los individuos que formaban
los grupos de poder y los sectores intermedios de la sociedad potosina, así
como sus intereses comunes y las tensiones existentes entre ellos.
La mayoría de los oficiales propuestos en 1795 por el ayuntamiento po-
tosino (Regimiento de San Luis) y por el coronel Salcedo (Regimiento de
San Carlos) eran de origen peninsular.4 Ocuparon 47 de las ochenta oficialías
(59%) mientras que tan solo había 33 criollos (41%). Este predominio de los
europeos se sustentaba en los rangos superiores (coroneles, tenientes corone-
les y capitanes). Las 24 compañías que conformaban los dos regimientos
estaban capitaneadas por 18 peninsulares (75%) y seis criollos (25%).5 Por lo

2
  Juan José de Mora, el conde del Peñasco, potosino de nacimiento, fue el coronel del Regimien-
to de San Luis y Manuel Rincón Gallardo, natural de Aguascalientes, del de San Carlos (ver supra
pp. 146-148).
3
  Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. III, p. 10.
4
  A nivel general, la oficialidad de los regimientos milicianos formados en América siempre fue
mayoritariamente criolla, sobre todo desde los últimos años del siglo xviii. Los oficiales de origen
peninsular representaban el 41,2% en los años sesenta, el 47,8% en los setenta, el 40,2% en los
ochenta, y solo el 25% del total en la última década del siglo xviii y la primera del xix. Marchena
Fernández, Juan, Caballero Gómez, Gumersindo y Torres Arriaza, Diego, El ejército en Améri-
ca…, p. 203.
5
  Los coroneles de ambos cuerpos eran americanos, pero los dos tenientes coroneles eran penin-
sulares y tan solo cuatro criollos ocupaban alguna de las veinte capitanías (diez por regimiento).

160
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

que respecta a las oficialías subalternas, 56 entre tenientes, alféreces y porta-


guiones, los porcentajes estaban prácticamente igualados: 29 peninsulares
(51,75%) y 27 criollos (48,25%). También habría que señalar que el predo-
minio de los peninsulares en la oficialidad era similar en ambos cuerpos, es
decir, que no se vio afectado por el hecho de que los oficiales del Regimien-
to de San Carlos fueran propuestos por un coronel peninsular, Nemesio Sal-
cedo, y los del Regimiento de San Luis por el ayuntamiento de la capital, la
institución que representaba los intereses de los grupos de poder locales.6

Gráfico 1.  Origen de los oficiales de los regimientos provinciales


GRAFICO 1 de San Luis y San Carlos.

OFICIALES OFICIALES
TOTAL DE OFICIALES (80)
DE MAYOR RANGO (24) SUBALTERNOS (56)

CRIOLLOS (33) CRIOLLOS (6) CRIOLLOS (27)


PENINSULARES (47) PENINSULARES (18) PENINSULARES (29)

Teniendo en cuenta la distribución geográfica de las cabeceras de las com-


pañías y el origen de sus oficiales, podríamos dividir la región del Altiplano en
dos zonas claramente diferenciadas. En las trece compañías, doce del Regi-
miento de San Luis y una del de San Carlos, cuyas cabeceras estaban situadas

AGS, SGU, 7273, exp. 2. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Car-
los, Charcas, 31 de diciembre de 1796; e ibid., exp. 3. Hojas de servicios de los oficiales milicianos
del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
6
  Entre los oficiales del Regimiento de San Carlos, propuestos por Salcedo, había 24 peninsula-
res (60%) y 16 criollos (40%) y en el de San Luis, propuestos por el ayuntamiento de la capital, había
23 peninsulares (57,5%) y 17 criollos (42,5%). Ibid.

161
juan josé benavides martínez

en haciendas y poblaciones de las subdelegaciones de San Luis, de Santa Ma-


ría del Río y de Sierra de Pinos, la mayoría de los oficiales eran criollos (23 de
39, el 60%); mientras que en las otras once unidades, del Regimiento de San
Carlos, formadas al norte de la capital, en poblaciones de las subdelegaciones
de Charcas, El Venado y Guadalcázar, el predominio peninsular era evidente:
26 de los 33 oficiales (79%).7 Esto nos da a entender que los europeos domi-
naban la actividad económica del norte de la provincia, mientras que los crio-
llos ejercían una mayor influencia en el entorno de la capital.

Gráfico 2.  Origen de los oficiales milicianos por regiones donde


se asentaban las compañías.
GRAFICO 2

ENTORNO DE SAN LUIS (39) NORTE DE LA PROVINCIA (33)

CRIOLLOS (23)
CRIOLLOS (7)
PENINSULARES (16)
PENINSULARES (26)

1.1. El éxito de los vasco-navarros y montañeses en la región potosina

Dentro del numeroso grupo de oficiales peninsulares destaca la preemi-


nencia de vasco-navarros y montañeses. Tan solo nueve de los 47 oficiales
europeos (11%), procedían de otras partes de la península.8 El número de

7
  Tan solo seis eran criollos, dos potosinos, dos de Zacatecas, uno de Veracruz y uno de Méxi-
co. Ibid.
8
  Cuatro de Asturias, dos de Galicia, dos de Andalucía y uno de La Rioja. Ibid.

162
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

vascos, navarros y cántabros entre los oficiales de los regimientos provincia-


les (38) era superior que el de criollos (33), lo que no significaba que estas
comunidades fuesen más numerosas, sino que ejercían una mayor influencia
en la sociedad (sobre todo en la zona norte),9 como podría deducirse por su
notable presencia entre las oficialías de mayor rango.10

Gráfico 3.  Origen de los oficiales peninsulares de los regimientos provinciales


GRAFICO 3 de San Luis y San Carlos.

TOTAL DE OFICIALES OFICIALES PENINSULARES OFICIALES SUBALTERNOS


PENINSULARES (47) DE MAYOR RANGO (18) PENINSULARES (29)

RESTO PENÍNSULA (9) RESTO PENÍNSULA (6) RESTO PENÍNSULA (3)


VASCOS (19) VASCOS (4) VASCOS (15)
MONTAÑESES (19) MONTAÑESES (8) MONTAÑESES (11)

La emigración a América desde Cantabria y, en especial, desde las pro-


vincias vascas y Navarra, ha sido profusamente tratada por la bibliografía,
tanto para la época colonial como para la contemporánea. Pero, dada la más
que notable presencia de vasco-navarros y cántabros entre la oficialidad mi-
liciana, consideramos necesaria una breve explicación de las principales ca-

9
  De los 33 oficiales de las once compañías formadas en las poblaciones del norte de la región
potosina once eran vascos y nueve montañeses, es decir, casi dos terceras partes. Ibid.
10
  Doce de los 24 oficiales de mayor rango eran vasco-navarros (4) o montañeses (8). De los
otros doce, seis procedían del resto de la península y seis eran criollos. En cuanto a los oficiales
subalternos, 26 (46, 5%) eran de origen vasco-navarro (15) y montañés (11). La presencia de vascos
y montañeses era similar en ambos regimientos, aunque algo mayor en el de San Carlos, donde eran
veinte oficiales (11 vasco-navarros y 9 montañeses) frente a los 18 en el de San Luis (10 montañeses
y 8 vascos). Ibid.

163
juan josé benavides martínez

racterísticas y particularidades de esta emigración, así como del papel de


ambas comunidades en la sociedad potosina.
Las provincias vascas, Navarra y Cantabria fueron algunas de las regio-
nes peninsulares que más emigrantes aportaron a América durante el periodo
colonial. Tradicionalmente, la emigración de estas regiones se ha presentado
como una solución «desesperada», a causa de la pobreza del suelo y el siste-
ma hereditario de heredero universal. Pero los estudios más recientes han
demostrado que emigrar era una decisión racional tomada por el emigrante y
su familia, condicionada por las circunstancias, pero no necesariamente for-
zada.11 De hecho, la emigración de vasco-navarros y cántabros a América se
caracterizaba por su persistencia y continuidad temporal, es decir, por su ca-
rácter estructural. Era una tradición que discurría de generación en genera-
ción independientemente de factores excepcionales y de la situación econó-
mica y política del momento.12 La decisión de emigrar estaba vinculada a la
estrategia y proyecto de vida del grupo humano primordial, la casa.13 Se pla-
neaba como una estrategia para diversificar los recursos que obtenía el colec-
tivo familiar y lograr su ascenso social. La cohesión del grupo familiar se
mantenía a pesar de la distancia, como se aprecia en las cartas (expresiones de
afecto, saludos a otros familiares…) y en el envío de remesas, cuyos princi-
pales beneficiarios eran los parientes del emigrante. La familia se sacrificaba
para hacer posible la marcha de un individuo, sufragando su educación y los
gastos del viaje, y este mejoraba la situación económica y social de la casa.14

11
  Álvarez Gila, Óscar y Ruiz de Gordejuela, Jesús, «La emigración como estrategia familiar.
Encartados y ayaleses en México y América. Siglos xviii y xix», en Garritz, Amaya (coord.), Los
vascos en las regiones de México, siglos xvi-xx, México: UNAM, 1999-2000, t. VI, pp. 101 y 102.
12
  Benavides Martínez, Juan José, «Del valle de Ayala a América: Continuidad de un modelo
migratorio en las primeras décadas del siglo xix», en Sánchez Baena, Juan José, y Provencio Garri-
gós, Lucía, El Mediterráneo…, t. I, p. 270.
13
  La casa era el entramado económico que protegía y daba sustento a un grupo de personas
unidas por vínculos sanguíneos y que tenía un componente afectivo y otro económico de igual im-
portancia. Álvarez Gila, Oscar, «Cien reales para hacer un viaje fuera de esta tierra: reflexiones so-
bre la lógica de la emigración en el País Vasco (siglos xviii-xx)», en Imizcoz Beunza, José María
(coord.), Casa, familia y sociedad, Bilbao: Universidad del País Vasco, 2004, p. 122.
14
  También abundaron los donativos a las parroquias, que no respondían a criterios económicos,
sino que con ellos se buscaba el reconocimiento social del grupo familiar. Sobre esta cuestión, véase:
Benavides Martínez, Juan José, «América en las iglesias de Álava: Donaciones de indianos alaveses
durante el periodo colonial», Vetas. Revista de El Colegio de San Luis, n.º 28, enero-junio 2008, El
Colegio de San Luis, San Luis Potosí, pp. 128-154; y González Cembellín, Juan Manuel, América
en el País Vasco, inventario de elementos patrimoniales de origen americano en la Comunidad Au-
tónoma Vasca, Vitoria: Gobierno Vasco, 1993.

164
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

La «edad de oro» de la emigración de vasco-navarros y montañeses fue


el siglo xviii, cuando se abrieron mayores posibilidades de hacer carrera en
la burocracia y en el comercio gracias a la aplicación de las reformas bor-
bónicas.15 En las últimas décadas del periodo colonial, nos encontramos
con gran número de vascos, navarros y cántabros en los centros más impor-
tantes de América, principalmente capitales virreinales, puertos comercia-
les y núcleos mineros. En general, estos emigrantes estaban familiarizados
con la explotación minera y al transporte de mercancías, así que se dedica-
ron, fundamentalmente, al sector minero y al comercio.16 La mayoría pasa-
ban a América como comerciantes, funcionarios o como criados de estos,
siendo la práctica totalidad de ellos varones jóvenes (dieciséis-veinticuatro
años) y sin compromiso matrimonial, que viajaban tras adquirir la educa-
ción básica, y lo habitual era que lo hicieran para siempre, ya que pocos
regresaron.17 La mayoría se dirigieron a Nueva España, sobre todo a los
centros mineros del norte, donde se concentraba la mayor riqueza argentí-
fera del virreinato.18
Los emigrantes se encontraban con una sociedad, una cultura y una
estructura política y económica diferente a la de su lugar de origen, y, para
lograr el éxito de su empresa migratoria, recurrieron a los medios que es-
tructuraban la sociedad en que nacieron: vínculos familiares, de paisanaje,
clientelares y del ejercicio de una misma actividad.19 Estos mecanismos
propiciaron la formación de grupos fuertemente cohesionados que situaban
al emigrante en una posición privilegiada frente a otros peninsulares, ya que
les aseguraban un buen ambiente de acogida y facilitaban su integración y

15
  Amores Carredano, Juan Bosco y Vázquez de Prada, Valentín, «La emigración de navarros
y vascongados al Nuevo Mundo y su repercusión en las comunidades de origen», en Eiras Roel,
Antonio (coord.), La emigración española a Ultramar, 1492-1914, Madrid: Tabapress, 1989, pp. 135
y 136; y Soldevilla Oria, Consuelo, Cantabria y América, Madrid: Mapfre, 1992, p. 34.
16
  Otazu, Alfonso de y Díaz de Durana, José Ramón, El espíritu emprendedor de los vascos,
Madrid: Silex, 2008, p. 202; Andrés-Gallego, José y otros, Navarra y América, Madrid: Mapfre,
1992, pp. 119-126, y Soldevilla Oria, Consuelo, La emigración de Cantabria a América: hombres,
mercaderías y capitales, Santander: Ayuntamiento de Santander, 1997, pp. 38 y 39.
17
  Benavides Martínez, Juan José, «Del valle de Ayala a América…», pp. 269 y 270.
18
  Las ciudades de Querétaro, Guanajuato, Zacatecas, Durango y San Luis Potosí fueron, junto
con la capital virreinal, los principales núcleos novohispanos donde se asentaron los emigrantes
vascos, navarros y cántabros. Brading, David A., Mineros y comerciantes…, pp. 336-339.
19
  Angulo Morales, Alberto, «El más féliz éxitto de su desttino. Medios de integración del
emigrante vasco en América y Europa durante el siglo xviii», en Álvarez Gila, Óscar y Angulo
Morales, Alberto (coords.), Las migraciones vascas en perspectiva histórica (ss. xvi-xx), Vitoria:
Universidad del País Vasco, 2002, p. 96.

165
juan josé benavides martínez

ascenso en la nueva sociedad.20 Pero también este asociacionismo y, sobre


todo, la posición privilegiada que generalmente disfrutaban los vasco-nava-
rros y montañeses, provocaron que las otras comunidades peninsulares em-
pezaran a mirarlos con recelo, llegando a desencadenarse algunos con­
flictos.21
También habría que mencionar, por su similitud con la emigración vas-
co-navarra y montañesa, el flujo migratorio procedente de Asturias, otra re-
gión del norte peninsular, limítrofe con Cantabria.22 Pero, a pesar de las se-
mejanzas, al hablar de los oficiales milicianos potosinos hemos preferido
situar a los asturianos al margen de los cántabros y los vascongados por su
menor presencia en la región.23
Gracias fundamentalmente al asociacionismo y a las redes anteriormen-
te descritas, un buen número de emigrantes vascos, navarros y montañeses
consiguió consolidar su posición en la sociedad novohispana.24 El notable
éxito, en general, de su empresa migratoria se vio favorecido, en buena me-
dida, por el hecho de que la práctica totalidad eran hidalgos, lo que los colo-
caba en una situación privilegiada. Esta hidalguía tenía un origen y unos
fundamentos diferentes a los del resto, ya que se basaba, principalmente, en

20
  Sobre esta cuestión, véase: Escobedo Mansilla, Ronald, Zaballa Beascoechea, Ana y Álva-
rez Gila, Óscar, Emigración y redes sociales de los vascos en América, Vitoria: Universidad del País
Vasco, 1996.
21
  El más claro ejemplo fue Potosí (Bolivia), donde el poder e influencia de los vascos terminó
desencadenando un largo y violento conflicto, desde finales del siglo xvi y durante casi todo el xvii,
entre estos y los emigrantes de otros puntos de la península, conocido como la guerra de los vascon-
gados y los vicuñas. Ruiz de Azúa, Estibaliz, Vascongadas y América, Madrid: Mapfre, 1992,
pp. 233-235.
22
  El periodo de mayor esplendor de la emigración asturiana fue la segunda mitad del siglo xix,
pero ya en el xviii había una importante comunidad en Cuba y México, donde fundaron la cofradía
de la Virgen de Covadonga. Los asturianos fueron los socios tradicionales de los vascos en América.
Era tal el grado de semejanza que algunos de los miembros del «partido vizcaíno» del consulado de
México, procedían de Asturias. Borchart de Moreno, Christiana, Los mercaderes y el capitalismo
en México (1759-1778), México: Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 34 y 35; y Rodríguez,
Jesús Jerónimo, Asturias y América, Madrid: Mapfre, 1992, pp. 61-77.
23
  Para más detalles sobre la emigración de vascos, navarros y cántabros a América se puede
consultar cualquiera de los trabajos citados en este epígrafe.
24
  Fiel reflejo del poder e influencia de los vascos y cántabros en Nueva España fue el con-
trol alterno que ambas comunidades ejercieron sobre el consulado de México, o lo que es lo
mismo, sobre la actividad económica del virreinato. Desde mediados del siglo xviii se estableció
un sistema de turnos mediante el cual el partido vasco y el cántabro regirían la institución duran-
te dos años de forma alterna. Borchart de Moreno, Christiana, Los mercaderes y el capitalis-
mo…, p. 24.

166
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

la limpieza de sangre, y les permitía, una vez asentados, emparentar con fa-
milias pudientes y desempeñar oficios públicos, de honor.25
Los emigrantes vasco-navarros y montañeses jugaron un papel prota­
gonista en la región potosina, principalmente desde el último tercio del si­
glo xviii. Los vascos siempre ejercieron una notable influencia en las zonas
de mayor riqueza minera del continente americano, y el norte novohispano,
una región rica en yacimientos argentíferos, no fue una excepción.26 La co-
munidad vasco-navarra potosina estaba muy ligada, al igual que en el resto
del virreinato, a la actividad comercial, sobre todo de lana, y a la minería,
que generalmente compaginaban.27 Los apellidos vascos abundaban en to-
dos los reales de minas de la provincia, pero, sobre todo, en Catorce y en las
poblaciones aledañas de Matehuala y Cedral. Entre los mineros más impor-
tantes podemos destacar a Tomás Anteparazulueta, al navarro Antonio La-
rrea, y, en especial, al también navarro Francisco Miguel de Aguirre, que
llevó a cabo una mejora sustancial del «método de cazo» para obtener pla-
ta.28 También encontramos afincados en la región potosina a varios grandes
comerciantes de origen vasco-navarro que invirtieron en tierras convirtién-
dose en hacendados. Tal fue el caso, por citar algunos, de José María de
Arizmendi, Manuel Ortiz de Santa María, Cosme Damián Arrese, Juan Ig-

25
  A lo largo del siglo xv la Corona reconoció como territorios solariegos las provincias de Viz-
caya y Guipúzcoa, y los valles del norte de Álava y de Navarra. Igualmente, recibieron la misma
consideración algunas regiones de Cantabria, del norte de Burgos y de Asturias. Los hidalgos del
norte peninsular, generalmente dedicados a tareas productivas relacionadas con el comercio y la
minería, se caracterizaban por una mentalidad emprendedora, que contrastaba con el comportamien-
to mayoritario de la nobleza tradicional, cuyo valor fundamental era el honor, que implicaba una
determinada conducta social y económica. Otazu, Alfonso de y Díaz de Durana, José Ramón, El
espíritu emprendedor…, pp.  73-99; y Sanchíz Ochoa, Pilar, Los hidalgos de Guatemala, Sevilla:
Universidad de Sevilla, 1978, pp. 124-134.
26
  Sobre la emigración vasca a México quisiéramos destacar dos obras de Jesús Ruiz de Gorde-
juela, en las que el autor estudia con detalle las razones de la emigración, las características de la
comunidad vasca emigrada y su participación en la vida económica en las diversas regiones del
México decimonónico a través de un gran número de historias de vida de emigrantes: Ruiz de Gor-
dejuela, Jesús, Vivir y morir en México. Vida cotidiana en el epistolario de los españoles vascona-
varros, 1750-1900, Madrid: Nuevos Aires, 2011; e ibid., Los vascos en el México decimonónico,
1810-1910, San Sebastián: RSBAP, 2008.
27
  Era habitual que los comerciantes vascos afincados en San Luis participaran en el negocio de
la minería, ya fuera asociándose con algún propietario, como accionistas, a través del Tribunal de
Minería, o como aviadores de mineros, garantizando así liquidez para sus negocios. Torales Pache-
co, María Cristina, Ilustrados en Nueva España, los socios de la Real Sociedad Bascongada de
Amigos del País, México: Universidad Iberoamericana, 2001, pp. 209-215 y 223.
28
  Brading, David A., Mineros y comerciantes…, pp. 191 y 192.

167
juan josé benavides martínez

nacio de Fagalde (nacido en México), Manuel de Chirapozu y José Joaquín


de Echeverría.29
Asimismo, varios miembros de la comunidad vasco-navarra, además de
dedicarse al comercio y a la explotación de minas y haciendas, tomaron par-
te en la administración local y ocuparon oficialías de la Legión de San Car-
los, convirtiéndose así en auténticos líderes regionales. Entre estos persona-
jes, con intereses en el comercio, la tierra y la minería, y que participaron en
la vida pública potosina, podemos destacar a Juan Francisco de Mendizábal,30
a José de Apraiz,31 a José Joaquín de Arzua,32 a Juan de Gorriño y Arduengo,
potosino de padres vizcaínos,33 a Manuel de Burgoa34 y, sobre todo, a José
Antonio de Otaegui y Oria, cuya trayectoria podría servir como ejemplo ilus-
trativo del emigrante vasco de éxito en San Luis Potosí.
Nacido en Zerain (Guipúzcoa), Otaegui llegó a San Luis a mediados del
siglo xviii y formó una compañía minera con su pariente José de Erreparaz.35
Con el paso de los años los beneficios de la compañía fueron creciendo, al
igual que las propiedades de Otaegui y su influencia en la sociedad. Fue
29
  Torales Pacheco, María Cristina, Ilustrados en Nueva España…, pp. 341 y 342.
30
  Natural de Ormaiztegui (Guipúzcoa), fue miembro del ayuntamiento de San Luis, y a finales
del siglo xviii extendió su influencia hasta la Huasteca, donde fue arrendatario de los diezmos de la
Villa de Valles. AGN, Indiferente Virreinal, C. 4692, exp. 2. Expediente promovido por Juan Fran-
cisco de Mendizábal para que se le ampare en la posesión de su cargo, San Luis Potosí, 1797-1798.
31
  Fue miembro de la RSBAP desde 1777, arrendador del derecho de alhóndiga de San Luis y
capitán de la 4.ª compañía de infantería de la Legión de San Carlos, en la que empezó a servir en
1767 como teniente. AGN, General de Parte, vol. 53, exp. 3. Aprobación de la elección de alcalde
ordinario del ayuntamiento, San Luis Potosí, 1 de enero de 1774; y AGS, SGU, 6989, exp. 6. Conce-
sión de retiro a José Apraiz, capitán de la Legión de San Carlos, Aranjuez, 27 de junio de 1791.
32
  Natural de Aramayona (Álava), ejerció como alcalde ordinario de San Luis y sirvió en la in-
fantería de la Legión de San Carlos durante veinticuatro años. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Propuestas
del ayuntamiento de San Luis para oficiales del Regimiento Provincial de Dragones de San Luis, San
Luis Potosí, 7 de julio de 1795.
33
  Miembro de la RSBAP desde 1777, gran hacendado y propietario de minas, también fue re-
gidor del ayuntamiento y alcalde provincial de Santa Hermandad. AGS, DGT, Títulos de Indias, 2.º,
81-141. Nombramiento de Juan de Gorriño como alcalde provincial de San Luis Potosí, Madrid, 15
de julio de 1797; y Torales Pacheco, María Cristina, Ilustrados en Nueva España…, p. 342.
34
  Natural de Ochandiano (Vizcaya), fue miembro del ayuntamiento de San Luis, familiar del
Santo Oficio en México y capitán de caballería de la Legión de San Carlos. AHN, Inquisición, 1324,
exp. 13. Información genealógica de Manuel Pascual de Burgoa, Logroño, 26 de marzo de 1779; y
AGS, SGU, 7002, exp. 1. Oficiales de la Legión de San Carlos acreedores a retiro, San Luis Potosí,
18 de marzo de 1795.
35
  AGI, MP-Minas, 93. Plano del Real de Minas de Santa Francisca Romana y San Aparicio,
propiedad de José Antonio Otaegui y socios, en el asiento de Ibarra, Sin Lugar, 29 de enero de 1749;
y AGN, General de Parte, vol. 36, exp. 177. Concesión de la inhibitoria que pretendían José de Otae-
gui y socios, San Luis Potosí, 17 de diciembre de 1750.

168
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

miembro del ayuntamiento de la capital, familiar y notario del Santo Oficio,


oficial miliciano de la Legión de San Carlos, y se casó con una criolla de
buena familia, Josefa Antonia García.36 En septiembre de 1786 viajó a la
península, de donde regresó diez meses después, en mayo de 1787.37 En 1795
ofreció un donativo de cuatrocientos pesos para la formación de los regi-
mientos provinciales,38 y tres años después, en 1798, falleció. Dejó un patri-
monio que incluía minas, haciendas de beneficio y ganaderas, viviendas,
tiendas de comercio y una considerable cantidad de dinero.39 Aunque había
pasado casi toda su vida en México y se casó con una criolla, Otaegui nunca
olvidó sus raíces. En 1773 se hizo socio de la Real Sociedad Bascongada de
Amigos del País, fue albacea de varios emigrantes vascos, incluso residentes
en otras ciudades del norte novohispano,40 y dejó parte de sus negocios a su
sobrino, que también se llamaba José Antonio de Otaegui, al que había lla-
mado para que fuera a San Luis unos años antes.41
A finales del siglo xviii vascos y navarros desempeñaban, como hemos
señalado, un destacado papel en la actividad económica y en las instituciones
públicas de la provincia potosina. Pero su relevancia como comunidad se

36
  Cf. AGN, General de Parte, vol. 43, exp. 178. Aprobación de la elección del cabildo de José
Antonio de Otaegui como alcalde ordinario, San Luis Potosí, 1 de enero de 1761; AHN, Inquisición,
1290, exp. 18. Aprobación de la limpieza de sangre de José Antonio de Otaegui, Logroño, 15 de
septiembre de 1775; AGN, Inquisición, vol. 1127, exp. 29. Licencia para contraer matrimonio para
el familiar José Antonio de Otaegui y Oria, México, 14 de marzo de 1780; y AGN, Indiferente Virrei-
nal, C. 2738, exp. 3. Concesión de grado de subteniente de la Legión de San Carlos para José Antonio
de Otaegui y Oria, México, 29 de abril de 1782.
37
  Le acompañaron en el viaje su primo Ignacio María de Oria y un joven navarro, Martín de
Ilarregui. Llevaron consigo mercancías por valor de 428 000 reales para venderlas en Veracruz. AGI,
Contratación, 5531, N. 3, R. 12. Licencia de embarque a Veracruz para José Antonio de Otaegui,
Cádiz, 15 de mayo de 1787.
38
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para la habilitación de los regi-
mientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795.
39
  La herencia era de tal calibre que el cuñado de Otaegui, Juan José de Murguiondo, viajó des-
de Mutiloa (Guipúzcoa) hasta San Luis para encargarse del traslado de los bienes que correspondían
a los familiares de Guipúzcoa. AGI, México, 2498. Licencia de embarque de Juan José de Murguion-
do, vecino de la villa de Mutiloa, Cádiz, 22 de junio de 1802.
40
  AGN, General de Parte, vol. 67, exp. 475. Orden para que el intendente de Zacatecas admi-
nistre justicia a José Antonio de Otaegui en su pleito contra Francisco Castañeda, esposo de Felicia-
na Bernaldez, como albacea de su primer marido, México, 20 de octubre de 1789; y Torales Pache-
co, María Cristina, Ilustrados en Nueva España..., p. 261.
41
  José Antonio de Otaegui (segundo) se dedicó, fundamentalmente, a la explotación minera.
Fue portaguión del Regimiento de San Luis y desde 1810 capitán de Batallón de Infantería de San
Luis. Archivo General Militar de Segovia (AGMS), 1.ª, 1.ª, O-876. Solicitud de retiro por enferme-
dad de José Antonio de Otaegui, México, 15 de febrero de 1814.

169
juan josé benavides martínez

puso de manifiesto con la construcción de una capilla dedicada a la Virgen de


Aranzazu en la iglesia de San Francisco a mediados del siglo xviii y la pos-
terior donación, en 1801, de este espacio para la colocación de un altar y un
retablo en honor de su patrona.42 En el capítulo franciscano de la provincia
de Zacatecas de 1749, celebrado en el convento de San Francisco de San
Luis Potosí, el comisario general Juan Antonio Abasolo y el síndico José de
Erreparaz, ambos vascos, aprobaron cambiar la advocación de la capilla de
San Antonio, por la de la Virgen de Aranzazu, ya que esa capilla era el lugar
en el que tradicionalmente los vascos vecinos de San Luis se reunían para
rendir culto a su patrona. Las obras comenzaron en 1756 y para 1760 ya es-
taba concluida.43 Cuarenta años después, el 20 de febrero de 1800, José Igna-
cio de Alustiza y José Ruiz de Esparza,44 en nombre de «toda la nación vas-
congada de la provincia de San Luis Potosí», solicitaron al provincial de San
Francisco un lugar en la iglesia de esta advocación para colocar un altar a la
Virgen de Aranzazu, «singular protectora de la nación vizcaína».45 Fray Mi-
guel de Gorozin dio su visto bueno, y el 24 de septiembre de 1801 el guipuz-
coano Pedro de Imaz y Juan Mariano Vildósola, regidor del ayuntamiento,
firmaron ante el escribano público la aceptación de la donación de los fran-
ciscanos en su nombre y «por todos los miembros de la nación vascongada y
42
  Los emigrantes vascos se sirvieron de un icono religioso como símbolo de su identidad colec-
tiva, la virgen de Aranzazu, una advocación mariana muy popular en la región vasco-navarra, tras su
aparición en 1469 al pastor Rodrigo de Balzátegui, que aglutinó a los vascos de distintos orígenes
territoriales (incluidos los navarros y los criollos de origen vasco). Entorno a ella surgieron varias
cofradías en América, que, además de su carácter religioso, promovieron la acción social, la educa-
ción y la cultura. A finales del siglo xvii se fundó la primera cofradía de Aranzazu del virreinato de
Nueva España, en México, pero durante el siglo xviii proliferaron capillas dedicadas a esta Virgen en
el norte del virreinato, donde la presencia vasca creció notablemente. Benavides Martínez, Juan
José, «América en las iglesias de Álava…», pp. 135 y 136. Para más datos sobre las cofradías de
Aranzazu: Álvarez Gila, Óscar y Arrieta, Idoia, Las huellas de Aranzazu en América, San Sebas-
tián: Eusko Hikaskuntza, 2004; y Luque Alcaide, Elisa. La cofradía de Aranzazu de México (1681-
1799), Pamplona: Eunate, 1995.
43
  La capilla de Aranzazu tenía una planta de cruz latina con dos bóvedas de arista y una cúpula
en el centro. Estaba decorada con un rico friso con motivos vegetales y fue destinada a sala capitular
del convento. Morales Bocardo, Rafael, El convento de San Francisco de San Luis Potosí. Casa
capitular de la provincia de Zacatecas, San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado de San Luis
Potosí, 1997, pp. 382-391.
44
  De ascendencia vasca, aunque natural de Aguascalientes, Ruiz de Esparza fue oficial mayor
de las cajas reales de San Luis Potosí desde 1790. AGN, Real Hacienda, vol. 147, exp. 17. Hoja de
servicios de José Ruiz de Esparza, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1808.
45
  AHESLP, Registro Público de la Propiedad y el Comercio (RPPC), 1801, n.º 108. Solicitud
de los vascos de San Luis Potosí al provincial de San Francisco, San Luis Potosí, 20 de febrero
de 1800.

170
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

de sus descendientes que existen y existirán en San Luis Potosí». Como no


podía ser de otro modo, el espacio que se cedió a los vascos fue el de la ca-
pilla de Aranzazu.46 La solicitud realizada por Alustiza y Ruiz de Esparza en
nombre de «la nación vascongada de la provincia de San Luis Potosí» nos da
entender que los vascos formaban un grupo organizado y, teniendo en cuenta
que muchos de sus miembros eran personajes influyentes en la región, tenían
el suficiente crédito como para dirigirse directamente, sin intermediarios, al
provincial franciscano y ser tenidos en cuenta.47
En cuanto a los cántabros, también formaban un grupo con gran poder e
influencia en la provincia potosina. Algunos se dedicaban al comercio y eran
propietarios de minas, especialmente en Catorce, como Domingo Cevallos y
Valentín de Soberón, que también era oficial miliciano. Pero la mayoría eran
grandes propietarios de tierras, una «tradición» que se inició en el primer
tercio del siglo xviii, con la llegada a la región potosina de varios emigrantes
procedentes de Zurita, en el valle de Piélagos. Uno de los primeros fue Fran-
cisco Villanueva y Velasco, que en 1733 compró la extensa hacienda de Ble-
dos.48 Villanueva fue alférez real y regidor perpetuo del ayuntamiento de San
Luis, y, tras su fallecimiento en 1757, la hacienda pasó a su sobrino, Manuel
de la Sierra, nacido en Piélagos y vecino de San Luis, a donde había llegado
tras la llamada de su tío para que continuara con sus negocios.49 En 1798
murió, dejando como única heredera a su hija, María de la Luz, que estaba
casada con su primo Manuel de la Gándara, hacendado y comerciante criollo
de origen montañés, alférez real y regidor del ayuntamiento de San Luis. Los
Gándara, también procedentes de Zurita de Piélagos, se contaban entre los

46
  Encontramos una detallada descripción de esta capilla en Morales Bocardo, Rafael, El con-
vento de San Francisco…, pp. 430-433.
47
  La interacción y el fortalecimiento de los lazos entre la comunidad vasco-navarra de San Luis
se produjo a través de relaciones de parentesco y paisanaje y del culto a su patrona. Si bien no habían
fundado una cofradía, existía una congregación bajo la advocación de la Virgen de Aranzazu, com-
puesta por vizcaínos, guipuzcoanos, alaveses, navarros y criollos de ascendencia vasca, cuyos diri-
gentes ejercían como representantes del grupo ante autoridades ajenas a la comunidad. Benavides
Martínez, Juan José, «Para todos los miembros de la nación vascongada que existen y existirán en
San Luis Potosí. La comunidad vasco-navarra en la región potosina, 1760-1801», en Azcona Pastor
José Manuel y Ruiz de Gordejuela, Jesús (coords.), La contribución de la emigración vasca y Nava-
rra al desarrollo socioeconómico de América, Madrid: Wilkinson. (En prensa).
48
  La hacienda de Bledos tenía 35 700 hectáreas. Su situación, en un paraje difícilmente accesi-
ble a 25 kilómetros de la población más cercana, hizo que nunca tuviera litigios por tierras. Bazant,
Jan, Cinco haciendas..., pp. 81 y 82.
49
  González Echegaray, María del Carmen, De Santander a San Luis Potosí, Santander: Ayun-
tamiento de Santander, 1981, p. 34.

171
juan josé benavides martínez

propietarios más destacados de la región a mediados del siglo xviii, cuando,


tras un breve paso por Asientos de Ibarra, los primos Antonio y Juan de la
Gándara, se instalaron en San Luis. Allí se casaron con las hijas criollas de
otro hacendado cántabro, Jerónimo de la Puebla y Rubín de Celis.50 Además,
otro montañés de Zurita, Juan Antonio de Argumosa y Gándara, llegó a San
Luis en 1735. Tras hacer fortuna como comerciante, se convirtió en un gran
terrateniente y también fue regidor y procurador general del ayuntamiento.51
Con estos precedentes, a finales de siglo encontramos a un gran número de
cántabros entre los principales hacendados de la provincia potosina. Su pre-
sencia era predominante en la zona del Venado y Charcas, a medio camino
entre la capital de la intendencia y el núcleo minero de Catorce, donde copa-
ron la mayoría de las oficialías de las compañías milicianas allí formadas.52
Asimismo, los hacendados montañeses ejercían una más que notable in-
fluencia en la administración local. José Escalante, natural de Andinas, Vi-
cente Troche, de Noja, Bernabé Cosío, José de la Serna, José Gregorio Ber-
deja y Jacinto Raimundo Castañeda, entre otros, fueron miembros del
ayuntamiento de San Luis a finales del siglo xviii.53 También habría que des-
tacar entre los individuos más ilustres de la comunidad montañesa a Ángel
Prieto de la Maza. Originario del valle de Piélagos, fue teniente coronel del
Regimiento de San Luis y el dueño de una de las mayores haciendas de la
región, la Parada, que había sido propiedad de los jesuitas desde 1623 hasta
su expulsión en 1767.54
50
  Antonia Rosalía y Josefa Antonia estaban emparentadas con el que fuera alcalde mayor de
San Luis entre 1771 y 1774, Fernando Rubín de Celis. Núñez y Domínguez, José de, La virreina
mexicana: doña María Francisca de la Gándara de Calleja, México: Imprenta Universitaria, 1950,
pp. 8-10.
51
  Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV), Sala de Hijosdalgo, caja 1051 0028.
Poder de Juan Antonio de la Gándara a su hermano Francisco para que se encargue de que se reco-
nozca su hidalguía, San Luis Potosí, 18 de junio de 1771.
52
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Propuestas del coronel Salcedo para las oficialías del Regimiento
de San Carlos, San Luis Potosí, 7 de julio de 1795.
53
  AGN, General de Parte, vol. 61, exp. 545. Aprobación de la elección de alcalde de primer voto
del ayuntamiento de San Luis, San Luis Potosí, 1 de enero de 1784; y AGS, DGT, Títulos de Indias,
2.º-77-133. Título de regidor y contador de menores de San Luis Potosí, Aranjuez, 21 de junio de
1793.
54
  Bazant, Jan, Cinco haciendas..., pp. 14-16; y Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas
potosinas y el Regimiento Provincial de Dragones de San Luis, 1796», Archivos de Historia Potosi-
na, junio 1977, n.º 32, Academia de Historia Potosina, San Luis Potosí, pp. 374 y 375. Sus parientes
siguieron emigrando a San Luis, incluso, años después de la independencia. Entre ellos destacó su
sobrino Santos de la Maza, que partió de su Ogarrio natal, en el valle de Ruesga, hacia San Luis en
1830. Su importancia en la región fue tal que el túnel que atraviesa la sierra para llegar a Real de

172
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

1.2. Los hidalgos norteños: vascongados y montañeses


en las milicias potosinas

En buena medida, el poder y la influencia de vascos y cántabros en la


provincia potosina se puede apreciar en las oficialías de los regimientos de
San Luis y San Carlos, unos cargos para los que, como hemos dicho, fueron
elegidos «los más notables vecinos de la región». El análisis del origen de los
oficiales de cada una de las compañías milicianas potosinas refleja el domi-
nio que los peninsulares, especialmente vascos y navarros, ejercían sobre la
actividad minera. Seis de los principales centros mineros potosinos, todos
excepto el Cerro de San Pedro, fueron cabeceras de siete compañías: Real de
Catorce, Matehuala, Cedral, Guadalcázar, Sierra de Pinos y Real de Pozos.55
Diecisiete de los 21 oficiales de estas unidades milicianas (81%) eran de
origen peninsular, la mayoría vascos y navarros (11 de 21, el 52%).
Entre estos oficiales cabría destacar al teniente de la 9.ª compañía del
Regimiento de San Luis (Real de Pozos), el alavés José de Azcazubi, al que
gracias a su aplicación y buena conducta, se le concedió el mismo grado de
ejército en 1797.56 También encontramos entre los principales mineros de
Sierra de Pinos a tres oficiales de origen vasco-navarro, el alavés José Joa-
quín de Eguía, el navarro Isidoro Sanz, capitán y teniente, respectivamente,
de la 3.ª compañía (Sierra de Pinos), y el guipuzcoano Juan Murguiondo,
capitán de la 11.ª (hacienda de Santiago).57 Además, el teniente de la 8.ª com-

Catorce fue denominado Ogarrio en su nombre. González Echegaray, María del Carmen, De San-
tander a…, pp. 12-15.
55
  La 2.ª y 6.ª compañías del Regimiento de San Carlos tenían su cabecera en Matehuala, la 8.ª
en Guadalcázar, la 10.ª en Cedral y la 12.ª en Catorce. Por su parte, la 3.ª compañía del Regimiento
de San Luis se estableció en Sierra de Pinos y la 9.ª en el Real de Pozos. AGS, SGU, 7002, exp. 1. El
coronel Salcedo al virrey Branciforte sobre las cabeceras de las compañías de los regimientos de San
Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795. Hemos dejado fuera de este grupo a Char-
cas, porque, aunque se fundara como real de minas, a finales del siglo xviii la ganadería era la prin-
cipal actividad económica.
56
  Nació en 1756 en el valle de Aramayona (Álava) y, por tanto, era hidalgo. En 1784 comenzó
a servir en la Legión de San Carlos como subteniente de infantería, y en 1795 el ayuntamiento de la
capital lo propuso como teniente de la 9.ª compañía del Regimiento de San Luis. AGS, SGU, 7274,
exp. 4. Hojas de servicio de los oficiales veteranos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de
diciembre de 1798.
57
  Murguiondo era vecino de Sierra de Pinos, pero fue asignado a otra compañía de la misma
región para que no perdiese su rango de capitán, que había ocupado en la Legión de San Carlos du-
rante trece años. AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regi-
miento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.

173
juan josé benavides martínez

pañía del Regimiento de San Carlos (Guadalcázar), Manuel de Eizcoa, era


un vizcaíno avecindado en San Luis pero con negocios en Guadalcázar y
Valle del Maíz. No era minero sino comerciante, delegado de la pujante casa
de comercio de su hermano Juan, vecino de México,58 y llegó a emparentar
por vía matrimonial con uno de los mayores comerciantes y terratenientes de
la región potosina a finales del siglo xviii, el criollo Felipe Barragán.59
Pero donde encontramos una mayor presencia de oficiales vasco-nava-
rros es en las compañías formadas en la zona de mayor riqueza argentífera de
la región potosina: Real de Catorce, Matehuala y Cedral. El teniente de la
12.ª compañía del Regimiento de San Carlos (Catorce), era el navarro Anto-
nio Larrea, quién fundó junto a Francisco de la Peña, vecino de San Luis, la
compañía minera Larrea y Peña, una de las más prósperas del Real.60 En
Matehuala, donde se fijaron dos unidades milicianas, estaba avecindado uno
de los mineros de mayor relevancia de Catorce, el navarro Francisco Miguel
de Aguirre, anteriormente mencionado (ver supra p. 167).61 También eran
destacados vecinos de Matehuala el navarro Juan Antonio Soldevilla y el
vizcaíno José Camino, teniente de la 6.ª y alférez de la 2.ª compañía, respec-
tivamente. En el Cedral, tres vasco-navarros copaban las oficialías de la 10.ª
compañía allí establecida, lo que denota la influencia del grupo vasco en esta
población: los navarros Miguel Michelena (capitán) y Domingo Arriaga (te-
niente), y el vizcaíno Telésforo Soriano (alférez).62
Por su parte, los cántabros, que destacaban como comerciantes y hacen-
dados fuera de los centros mineros, ocuparon pocas oficialías de las compa-
58
  AHESLP, RPPC, 1791, n.º 83. Poder de Pedro Zarzosa, mayordomo de las archicofradías del
Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Rosario a Juan de Eizcoa, San Luis Potosí, 20 de
septiembre de 1791.
59
  Manuel, nacido en Bilbao en 1758, se casó con María Eustaquia Barragán, hija de Felipe y
hermana de José Florencio Barragán. Gracias a este matrimonio, consiguió aumentar notablemente
los beneficios de su negocio, al ser nombrado habilitador de las Milicias de Frontera del Nuevo
Santander. AHESLP, RPPC, 1797, n.º 108. Convenio para la sucesión de los bienes de Felipe Barra-
gán, San Luis Potosí, 17 de octubre de 1797; y AGS, SGU, 7022, exp. 21. Concesión del empleo de
habilitador de las compañías de caballería del Nuevo Santander, México, 29 de mayo de 1793.
60
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para los gastos de la habilitación
de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795.
61
  Era dueño de las minas de San Miguel y de la Purísima Concepción, posiblemente las de
mayor riqueza del yacimiento. Cabrera Ipiña, Octaviano, El Real de..., p. 40; y AGN, Corresponden-
cia de los virreyes, vol. 180. Informe del virrey Branciforte al ministro Gardoqui sobre la abundante
producción de la mina de la Purísima Concepción en el Real de Catorce, México, 31 de agosto de
1795.
62
  Todos ellos eran propietarios de minas en Catorce. AGS, SGU, 7274, exp. 4. Hojas de servicio
de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1798.

174
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

ñías formadas en los reales de minas.63 Sin embargo, eran la mitad de los
oficiales peninsulares de las 17 compañías establecidas fuera de las zonas de
mayor riqueza argentífera de la región.64 Entre ellos podemos destacar a Fe-
lipe Berdeja y Valentín González de Rada, capitán y alférez, respectivamen-
te, de la 3.ª compañía del Regimiento de San Carlos (El Venado).65 En Char-
cas se formaron dos compañías y cuatro de los seis oficiales eran
terratenientes cántabros: los hermanos Antonio y Francisco Gutiérrez, capi-
tán y teniente, respectivamente, de la 5.ª compañía;66 y Ramón Cevallos y
Vicente Soberón, también capitán y teniente, pero de la 9.ª.67
También quisiéramos destacar la presencia de tres oficiales montañeses
en la 2.ª compañía del Regimiento de San Luis, cuya cabecera era la hacien-
da del Pozo del Carmen, propiedad de la comunidad carmelita de San Luis.
Ángel Prieto de la Maza, teniente coronel del regimiento, y uno de los ma-
yores terratenientes de la provincia potosina, capitaneaba esta compañía.
Nació en el valle de Piélagos en 1754 y llegó a Nueva España como alcalde
mayor de Zamora en 1773. Después pasó a San Luis, donde en 1781 comen-
zó a servir como subteniente de infantería de la Legión de San Carlos. Ese
mismo año se hizo con la hacienda de La Parada, que fue una fuente de con-

63
  Cabría destacar a Valentín de Soberón, teniente de la 2.ª compañía del Regimiento de San
Carlos (Matehuala). Además de ser un importante minero, era uno de los principales comerciantes.
AGN, Alcabalas, vol. 72, exp. 8. Absolución de Valentín de Soberón, acusado de estafa, México, 30
de julio de 1795.
64
  Estas compañías tenían 51 oficiales, 26 de los cuales eran peninsulares. Entre ellos, trece eran
montañeses, seis vascos, siete del resto de la península (cuatro asturianos, dos gallegos y un riojano)
y 25 criollos. AGS, SGU, 7273, exp. 2. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento
de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1796; e ibid., exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales
milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
65
  Berdeja, formado como criado en la casa de Manuel Godoy, viajó a San Luis Potosí para co-
laborar en el negocio de su tío José Gregorio, un importante comerciante. Después de un tiempo
trabajando con su tío, Berdeja invirtió sus ganancias en la compra de tierras en El Venado, donde se
instaló definitivamente. AGI, Estado, 40, N. 31. Felipe Berdeja a Manuel Godoy, El Venado, 16 de
noviembre de 1796.
66
  AGS, SGU, 7273, exp. 2. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1796.
67
  Cevallos, dueño de la hacienda de Laguna Seca, tenía una de las mayores fortunas de Charcas,
y estaba emparentado con Domingo Cevallos, comerciante y minero de Catorce. Por su parte Vicen-
te Soberón era dueño de una casa de comercio en Charcas en asociación con su hermano, Valentín
Soberón, que tenía otra en Catorce. Vicente, que también invirtió en tierras, se convirtió en uno de
los personajes de mayor relevancia de Charcas, donde desempeñó varios cargos públicos. AGS,
SGU, 7002, exp. 1. Propuestas del coronel Salcedo para las oficialías del Regimiento de San Carlos,
San Luis Potosí, 7 de julio de 1795.

175
juan josé benavides martínez

tinuos litigios.68 Su carrera en la milicia fue en ascenso, aunque nunca parti-


cipara en una acción, y en 1795, tras su ofrecimiento de sufragar el uniforme,
la montura y el armamento de una compañía, fue designado teniente coronel
del Regimiento de San Carlos.69 Vicente Troche, natural de Noja, y Juan Cos,
nacido en Liébana, eran los otros dos oficiales de la 2.ª compañía, teniente y
alférez, respectivamente. Ambos eran hacendados, vecinos de San Luis, y
habían servido como oficiales en la Legión.70
Asimismo, cabría señalar la importancia del grupo montañés en el Valle
de San Francisco, donde tenían su cabecera dos compañías capitaneadas por
dos cántabros, los mayores terratenientes de la zona: Pedro Meneso, natural
de Noja, y Joaquín de Bustamante.71 Por último, quisiéramos mencionar a
Benito Campero, natural de Noja y capitán de la 10.ª compañía del Regi-
miento de San Luis (Armadillo), que llegó a San Luis para colaborar en el
negocio de su hermano Juan Ignacio. Posteriormente abrió su propia tienda
e, incluso, compró una mina en el Cerro de San Pedro, donde llegó a ser di-
putado de minería. Campero no tenía una gran fortuna, pero donó cien pesos
para la formación de los regimientos provinciales, lo que, unido a su expe-
riencia como cadete en el Regimiento de Infantería de Toledo, le valió para
recibir el grado de capitán.72
68
  Esta propiedad, que había pertenecido a los jesuitas hasta su expulsión en 1767, era una de las
más grandes de la región potosina. Para las autoridades era un problema gestionar una propiedad tan
extensa, así que Prieto de la Maza se hizo con ella a un precio mucho menor que su valor de mercado,
62 434 pesos. Poco después comenzaron los litigios por tierras, sobre todo, con los indios del pueblo
de Mexquitic. Bazant, Jan, Cinco haciendas..., p. 17; AGN, General de Parte, vol. 65, 143. Orden del
virrey para que el intendente de San Luis intervenga en el pleito por tierras entre los naturales de
Mexquitic y Ángel Prieto de la Maza, México, 30 de septiembre de 1790; y AGN, Tierras, vol. 1335,
exp. 16. Los naturales de Mexquitic contra Ángel Prieto de la Maza, por posesión de tierras, San Luis
Potosí, 1802-1809
69
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 2738, exp. 5. Nombramiento de Ángel Prieto de la Maza como
teniente de la Legión de San Carlos, México, 24 de abril de 1784; y AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas
de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre
de 1796.
70
  AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
71
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Propuestas del ayuntamiento de San Luis para oficiales del Regi-
miento de San Luis, San Luis Potosí, 7 de julio de 1795.
72
  Cf. AGS, SGU, 7002, exp. 1. El coronel Salcedo al virrey Branciforte sobre candidatos a
oficiales de los regimientos provinciales de San Luis Potosí, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795;
ibid., 6999, exp. 8. Nombramiento de Benito Campero como capitán, México, 30 de diciembre de
1795; ibid., 7273, exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis,
San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796; AGN, Minería, vol. 56, exp. 13. Benito Campero, diputa-
do de minería de San Luis, contra el cura del Cerro de San Pedro, San Luis Potosí, 30 de mayo de

176
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

Considerando todo lo dicho sobre los oficiales milicianos procedentes


de las provincias vascas, de Navarra y de Cantabria, podríamos definirlos de
modo general como hidalgos,73 de entre treinta y cuarenta años (la media era
de 35),74 casados (solo había cinco vascos y seis montañeses solteros y tres
viudos) y sin experiencia previa en la milicia.75 La principal diferencia entre
los oficiales vasco-navarros y los montañeses era su vecindario. Mientras
que, generalmente, los primeros ocupaban las oficialías de las compañías
formadas en las zonas mineras, el 80% de los oficiales montañeses (15 de
19), estaban en las unidades establecidas en regiones agroganaderas.76

2. Los potosinos en la defensa de su país. La oficialidad criolla


de las milicias provinciales

Como hemos señalado, el número de oficiales criollos en los regimien-


tos provinciales potosinos era sensiblemente menor que el de los peninsula-
res. Tan solo si tomamos en cuenta las compañías formadas fuera de los
centros mineros de la provincia, la proporción entre oficiales americanos y
europeos era semejante.77

1792; y AHESLP, RPPC, 1797, n.º 133. Constitución de una compañía para explotar la mina de la
Purísima Concepción, San Luis Potosí, 11 de diciembre de 1797.
73
  Todos eran designados en la documentación como «hidalgos», «nobles» o «de buena cali-
dad». En el caso de los vascongados la mayoría eran vizcaínos (7) y navarros (6). También había
cuatro alaveses, todos procedentes de los valles del norte de la provincia, y dos guipuzcoanos. AGS,
SGU, 7273, exp. 2. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos,
Charcas, 31 de diciembre de 1796; e ibid., exp. 3. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del
Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
74
  Ibid. Todos tenían una edad en la que, teniendo en cuenta que la mayoría de los emigrantes
partían de su lugar de origen antes de cumplir los 25, ya estarían asentados en la región, y su estado
de salud todavía les permitiría realizar sin problemas las actividades que conllevaba su rango, como
montar a caballo o manejar con habilidad una espada y un arma de fuego.
75
  Tan solo cuatro, el alavés José de Azcazubi y los montañeses Ángel Prieto de la Maza, Vicen-
te Troche y Juan Cos, habían servido como oficiales en la Legión de San Carlos. Ibid.
76
  Once de los 19 oficiales vasco-navarros eran mineros, mientras que, de las once compañías en
que había oficiales de origen montañés (seis del Regimiento de San Carlos y cinco del de San Luis),
tan solo tres de ellas tenían su cabecera en un centro minero. Ibid.
77
  Entre los 51 oficiales de estas 17 compañías, diez del Regimiento de San Luis y siete del de
San Carlos, 25 eran criollos (49%). Esta importante presencia de oficiales americanos se fundamen-
taba en su marcado predominio (66%) en las siete compañías con cabecera en otras tantas haciendas:
Pozo del Carmen, Santa Rita, Tepetate, Picachos, Santiago, Arroyo Hondo y Bocas. AGS, SGU,
7273, exp. 3. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis
Potosí, 31 de diciembre de 1796.

177
juan josé benavides martínez

Podríamos describir al oficial criollo promedio como un hacendado po-


tosino, generalmente de mayor rango cuanto mayor era la extensión de sus
propiedades, y que servía como teniente o alférez en alguna compañía fijada
en una población que no fuera un real de minas, preferentemente en las sub-
delegaciones de San Luis o de Santa María del Río.78 Su media de edad,
treinta y seis años, era ligeramente superior a la de los oficiales peninsulares,
y, si bien la mayoría estaban casados, la proporción de solteros era elevada,
el 45%.79 También es destacable que, aunque la mayor parte carecían de ex-
periencia previa, nueve criollos, el 27%, habían servido anteriormente en la
milicia.80
Sin embargo, a pesar de sus múltiples características comunes, podemos
dividir a los oficiales americanos en dos categorías claramente diferenciadas:
los miembros de la élite, que optaban a los rangos más elevados, y los perte-
necientes a los grupos intermedios de la sociedad, pequeños y medianos co-
merciantes y propietarios, que, en general, podían acceder a las oficialías
subalternas.

2.1. Los señores de la tierra, la élite criolla

En general, las fortunas de las élites criollas potosinas de finales del si-
glo xviii no tenían su origen en la minería o en la práctica del comercio,
sectores dominados por peninsulares, sobre todo por vascongados y cánta-
bros, sino que eran herederos de patrimonios rústicos acumulados durante
varias generaciones.81 Poseían grandes extensiones de tierra, pero esto no
78
  Tan solo cuatro criollos eran oficiales de compañías formadas en reales de minas y únicamente
seis ocupaban una capitanía. La práctica totalidad, 26, eran propietarios de una o varias haciendas,
mientras que solo había cuatro comerciantes y tres mineros. En cuanto a su origen, 25 eran potosinos,
tres de Guanajuato, dos de Zacatecas, uno de Aguascalientes, otro de México y otro de Veracruz. Sin
embargo, a excepción del coronel del Regimiento de San Carlos, Manuel Rincón Gallardo, todos esta-
ban integrados en la sociedad potosina con anterioridad a su nombramiento. Ibid.; e ibid., exp. 2. Hojas
de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1796.
79
  Entre los peninsulares era del 33%. Ibid.
80
  Se trataba de los coroneles conde del Peñasco y Manuel Rincón Gallardo, los capitanes Juan
Nepomuceno Oviedo, Bernabé Cepeda y José Ignacio García Rojas, los tenientes Andrés Sierra, José
Ignacio Astegui y José Casiano Frejomil y el alférez José Antonio de Machinbarrena. Mientras que
entre los peninsulares solo se contaban cuatro excepciones. Ibid.
81
  Gómez Serrano, Jesús, «Un documento de principios del siglo xviii sobre la administración
de haciendas. La memoria de José Rincón Gallardo, 1704», Relaciones, primavera 2005, vol. XXVI,
Colegio de Michoacán, Zamora, p. 134.

178
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

significaba que se limitasen a vivir de las rentas. El objetivo de la mayoría de


estos hacendados era incrementar los beneficios que obtenían de sus hacien-
das, fomentando la producción agroganadera y desarrollando en ellas una
incipiente actividad manufacturera, y acrecentar su poder e influencia en la
región.82 Para ello establecieron mayorazgos, solicitaron títulos de Castilla,
desempeñaron cargos públicos y militares, fundaron capellanías, hicieron
donaciones a parroquias y cofradías y siguieron una política matrimonial
adecuada.83 Gracias a estas prácticas los grandes hacendados criollos forma-
ron unas redes de parentesco que les garantizaban mayores beneficios econó-
micos y que ayudaban a consolidar y aumentar su patrimonio y su relevancia
social, debido a la presencia de parientes en puestos clave, ya fuera como
agentes comerciales de confianza en los núcleos urbanos en los que se vendía
la producción de sus haciendas, o en un cargo público, del ayuntamiento, la
intendencia o una audiencia, que, además de ser de gran ayuda en los pleitos
por tierras con otros propietarios y con pueblos, realzaba el prestigio del
grupo familiar.84
En los regimientos de San Luis y de San Carlos encontramos algunos
ejemplos de esta élite criolla, fundamentalmente los dos coroneles. Juan José
de Mora, segundo conde del Peñasco, era el hijo primogénito del que fuera
coronel de la Legión de San Carlos, Francisco de Mora, del que heredó el
título nobiliario y varias haciendas.85 Los Mora eran la única familia con tí-
tulo de Castilla avecindada en San Luis y estaban entre los mayores propie-
tarios de la provincia. La hacienda de mayor tamaño y riqueza de las que
poseían era la del Peñasco, el mayorazgo de la familia, que daba nombre a su

82
  Las haciendas de Ciénaga de Mata servirían como ejemplo: «Un siglo había bastado para
crear un verdadero principado en pequeño, que poseía su administración y un ejército de jinetes, el
pueblo y castillo de Ciénega de Mata hacia el centro, un rosario de haciendas y de poblados satélites
alrededor, una gran laguna, ríos y montañas.» Chevalier, François, La formación de los latifundios
en México. Tierra y sociedad en los siglos xvi y xvii, México: Fondo de Cultura Económica, 1976,
pp. 220 y 221.
83
  Generalmente los matrimonios eran endogámicos, pero también se incorporaron nuevos
miembros a la familia para acceder a nuevas fuentes de capital. En este caso los elegidos habitual-
mente eran mineros y comerciantes peninsulares. Gómez Serrano, Jesús, Un mayorazgo sin funda-
ción. La familia Rincón Gallardo y su latifundio de Ciénega de Mata, 1593-1740, Aguascalientes:
Instituto cultural de Aguascalientes, 2006, pp. 31-34 y 39 y 40.
84
  Ibid., «Un documento de principios del siglo xviii…», pp. 137-144.
85
  AGI, Indiferente, 1609. Aprobación de la sucesión del título de conde de Santa María de
Guadalupe del Peñasco por parte del Consejo de Indias, Madrid, 10 de septiembre de 1789; y AGI,
Títulos de Castilla, N. 6. R. 24. Carta de sucesión del título de conde de Santa María de Guadalupe
del Peñasco, Madrid, 21 de octubre de 1789.

179
juan josé benavides martínez

título nobiliario. Además, su patrimonio incluía otras haciendas en la juris-


dicción de San Luis, entre las que podríamos destacar la de El Puerto y La
Tinaja, y otros latifundios en la intendencia de Guanajuato y en otras partes
de la provincia potosina, como la hacienda de la Angostura, próxima a Rio-
verde.86
En cuanto a Manuel Rincón Gallardo, coronel del Regimiento de San
Carlos, si bien no tenía un título nobiliario, también procedía de una familia
notable, con gran presencia en Aguascalientes y Zacatecas desde el siglo
xvii.87 Su nombramiento como coronel miliciano fue un paso más en su as-
censo social, que continuó tres años después con la concesión del hábito de
la orden de Santiago, para lo que contó con la colaboración como apoderado
del coronel Nemesio Salcedo,88 y que culminó a comienzos del siglo xix con
un título de Castilla, el de marqués de Guadalupe Gallardo.89 Manuel Rincón
heredó un buen número de propiedades, pero la principal de ellas era el ma-
yorazgo de Ciénega de Mata, un conglomerado de haciendas con una exten-
sión aproximada de 4000 kms2 situado en su mayor parte en la jurisdicción
de Aguascalientes, aunque también se extendía por las intendencias de Zaca-
tecas y San Luis Potosí, y que fue la base que permitió a los Rincón Gallardo
mantener su estatus dentro de la élite desde principios del siglo xvii hasta fi-
nales del siglo xix.90 Además de este gran latifundio, Manuel Rincón heredó
varias haciendas situadas en Zacatecas y Guanajuato,91 y también algunas

86
  Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento...», p. 374; y Veláz-
quez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. II, p. 490
87
  AGI, MP-Libros Manuscritos, 19. Genealogía de Manuel Rincón Gallardo, Sin Lugar, 1715;
y AGN, Matrimonios, vol. 17, exp. 17. Certificación de la genealogía de Manuel Rincón Gallardo,
Aguascalientes, 3 de junio de 1782.
88
  Cf. AHESLP, RPPC, 1797, n.º 37. Poder de Manuel Rincón Gallardo a Nemesio Salcedo, San
Luis Potosí, 31 de marzo de 1797; AGS, SGU, 7008, exp. 9. Solicitud del hábito de la orden de San-
tiago de Manuel Rincón Gallardo, México, 31 de marzo de 1799; AGN, Reales Cédulas Originales,
vol. 174, exp. 126. Concesión del hábito de la orden de Santiago al coronel Manuel Rincón Gallardo,
El Escorial, 10 de noviembre de 1799; y AHN, OM-Expedientillos, N. 8723. Título de caballero de
la orden de Santiago de Manuel José Rincón Gallardo, Aranjuez, 5 de junio de 1802.
89
  En 1807 se le concedió el título y en 1810 la Junta Central lo intituló oficialmente. AGI, Títu-
los de Castilla, N. 5, R. 4. Concesión del título de marqués de Guadalupe Gallardo a Manuel Rincón
Gallardo, Cádiz, 11 de marzo de 1810; y AGS, DGT, Títulos de Indias, 2.º, 92-107. Título de marqués
de Guadalupe Gallardo para Manuel Rincón Gallardo, Cádiz, 11 de marzo de 1810.
90
  Ladd, Doris, La nobleza mexicana en la época de la independencia, 1780-1826, México:
Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 115.
91
  AGN, Tierras, vol. 483, exp. 1. Toma de posesión de las haciendas de Ciénaga de la Mata, El
Tecuan, San Nicolás de las Encinillas, Los Remedios y Las Peñuelas por parte de José Rincón Ga-
llardo como heredero de Pedro Rincón de Ortega, San Miguel el Grande, 5 de octubre de 1751.

180
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

propiedades que se encontraban en la circunscripción de los regimientos de


San Luis y San Carlos, como las haciendas de Ojuelos y la de Arroyo Hon-
do.92 Los Rincón Gallardo son un claro ejemplo de los beneficios que repor-
taba una red de parentesco para el patrimonio familiar, ya que, gracias a los
enlaces matrimoniales, consiguieron influencias en los órganos de decisión y
ventajas comerciales que favorecieron el crecimiento de Ciénega de Mata.93
En cuanto a los cuatro capitanes criollos de los regimientos provinciales,
cabría destacar que tan solo uno de ellos era potosino de nacimiento, aunque
todos llevaban varias décadas afincados en la región. Manuel Ignacio García
de Rojas (Sierra de Pinos, 1765) fue asignado a la 7.ª compañía del Regi-
miento de San Luis, con cabecera en la hacienda de Santa Rita, en la región
de Sierra de Pinos (Zacatecas).94 El otro capitán criollo del Regimiento de
San Luis era Luis López Portillo (6.ª compañía, hacienda de Picachos), hijo
de Silvestre López Portillo. Carecía de experiencia previa sirviendo en la
milicia, pero su fortuna (por su familia materna) y los méritos de su padre
hicieron que fuera designado capitán.95 Bernabé Cepeda, natural de Vera-
cruz, ocupó una capitanía en el Regimiento de San Carlos (6.ª compañía,
Matehuala). Como miembro de la élite criolla era un caso excepcional, ya
que no era un gran hacendado, sino propietario de minas.96 El otro capitán
92
  Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento...», p. 376.
93
  Esta propiedad comenzó como una merced de tierras que la Audiencia de Guadalajara conce-
dió a Pedro Mateos y Ortega a comienzos del siglo xvii en un territorio hostigado por los indios
chichimecas entre Aguascalientes y Zacatecas. En 1657 se convirtió en mayorazgo, quedando así
instituida como propiedad indivisible vinculada a la familia Rincón. Durante el siglo xviii siguió
aumentando de tamaño, gracias a mercedes de tierras (por influencias familiares en la Audiencia de
Guadalajara), compras y matrimonios de conveniencia, hasta llegar a convertirse en una de las ma-
yores explotaciones de Nueva España. Becerra Jiménez, Celina, «Redes sociales, negocios y poder
en el Antiguo Régimen. La familia Rincón Gallardo, 1598-1821», en Lizama Silva, Gladis (coord.),
Modernidad y modernización en América Latina, México y Chile, siglos xviii al xx, Guadalajara:
Universidad de Guadalajara, 2001, pp. 116-118.
94
  Siendo un adolescente se trasladó junto a su familia a San Luis, porque su padre decidió ave-
cindarse en la ciudad de mayor tamaño más próxima a sus propiedades. García Rojas heredó las
haciendas de San Nicolás de las Quijas, San Juan de las Herreras y La Jaula, lo que le convirtió en
uno de los mayores terratenientes de la zona. Desde 1781 servía en la Legión de San Carlos como
teniente. Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento...», pp. 374-376.
95
  Heredó de su madre, Antonia de Luna y Miera, un patrimonio considerable, entre el que des-
tacaban las haciendas de Pozo de Luna (vinculada a su familia) y La Joya. Su padre, Silvestre López
Portillo, administró sus bienes hasta su muerte en 1809. AHESLP, RPPC, 1809, n.º 106. Testamento
de Silvestre López Portillo, San Luis Potosí, 22 de agosto de 1809.
96
  Cepeda llevaba más de treinta años afincado como minero en la región potosina, en los que
había servido durante 29 como capitán de la Legión de San Carlos. Su buena conducta y su donativo
de doscientos pesos le valieron para conservar su rango en los regimientos provinciales. AGS, SGU,

181
juan josé benavides martínez

criollo, también del Regimiento de San Carlos, era Juan Nepomuceno Ovie-
do, el único de los cuatro que no tenía una gran fortuna. Aun así, era el admi-
nistrador de la hacienda de Bocas, por lo que parecía la persona más indicada
para capitanear la compañía allí formada (4.ª). Nació en San Miguel el Gran-
de (Guanajuato) en 1747, pero siendo un niño se instaló en Bocas con toda
su familia. En 1767 participó en la represión de los motines y comenzó a
servir en la Legión de San Carlos, llegando a ser capitán en 1783. Su buen
hacer como oficial miliciano, su oferta de costear el equipo completo de una
compañía y, sobre todo, la influencia que ejercía en la región, hicieron que
conservase su rango de capitán en los regimientos provinciales, a pesar de no
pertenecer a una familia de la élite.97

2.2.  Los oficiales subalternos potosinos

Las élites criollas, si bien en clara minoría frente a los peninsulares, ju-
garon un papel de cierta relevancia en las milicias potosinas, pero la gran
mayoría de los oficiales criollos de los regimientos provinciales de San Luis
y San Carlos, 27 de los 33, ocuparon grados subalternos (teniente, alférez y
portaguión). Casi todos tenían entre veinticinco y treinta y cinco años y per-
tenecían a los grupos intermedios de la sociedad.98 Entre ellos, podemos citar
a varios oficiales del Regimiento de San Carlos, como los hermanos José y
Ramón Guardiola, naturales de San Luis, hijos del que fuera teniente coronel
de la caballería de la Legión de San Carlos, Pedro José Guardiola, designa-
dos teniente y alférez de la 4.ª compañía (hacienda de Bocas);99 José Amato

7273, exp. 2. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31
de diciembre de 1796.
97
  Tanto él como sus hermanos tenían un patrimonio de cierta consideración, pero lejos de las
grandes fortunas de la región. Cf. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para la
habilitación de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795;
ibid., 7273, exp. 2. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Char-
cas, 31 de diciembre de 1796; AHESLP, RPPC, 1795, n.º 10. Testamento de José Miguel de Oviedo,
San Luis Potosí, 23 de enero de 1795; e ibid., 1801, n.º 107. Testamento de José Antonio Martínez
de Oviedo, San Luis Potosí, 23 de septiembre de 1801.
98
  Se trataba de pequeños y medianos propietarios y comerciantes locales. AGS, SGU, 7273,
exp. 3. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí,
31 de diciembre de 1796.
99
  La familia Guardiola era dueña de la hacienda de San Cristóbal de Guadalupe, en la jurisdic-
ción de Guadalcázar, por lo que podríamos considerarlos como unos medianos propietarios. AGN,

182
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

Gutiérrez, alférez de la 5.ª compañía (Charcas);100 José Román, alférez de


la 7.ª (El Venado);101 Andrés Nieto, alférez de la 8.ª (Guadalcázar);102 y algún
otro del Regimiento de San Luis, como José María Longoria, alférez de la 4.ª
compañía (Valle de San Francisco).103
También quisiéramos destacar la presencia de cuatro oficiales criollos de
origen vasco, que eran aceptados por la comunidad vasco-navarra como
iguales y que no eran hacendados, sino que, al igual que sus progenitores, se
dedicaban al comercio y la minería: Miguel de Berástegui y José de Ichau-
rrandieta, portaguiones del Regimiento de San Carlos, José Ignacio Astegui,
teniente de la 6.ª compañía del Regimiento de San Luis, y José Antonio Ma-
chinbarrena, alférez de la 1.ª compañía del mismo cuerpo.104

Tierras, vol. 888, exp. 2. Emeterio Ventura de la Puebla Rubín de Celis, dueño de la hacienda de
Arroyo Hondo, contra los herederos de Felipe Guardiola, San Luis Potosí, 1736-1762.
100
  Poseía varios ranchos de ganado, pero sus ingresos procedían fundamentalmente del comer-
cio. Donó 150 pesos para el establecimiento de los regimientos provinciales. AGS, SGU, 7273, exp.
2. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de di-
ciembre de 1796.
101
  En apenas un año ascendió a teniente de su compañía, pero su carrera en la milicia se truncó
en 1798, cuando quedó inutilizado para el servicio tras fracturarse una pierna. AGN, Indiferente Vi-
rreinal, C. 2887, exp. 27. Solicitud de retiro del teniente José Román, San Luis Potosí, 12 de enero
de 1802.
102
  Su familia poseía varias haciendas ganaderas en la región de Guadalcázar, donde ejercían
una cierta influencia. AGN, General de Parte, vol. 57, exp. 396. Orden al administrador de alcabalas
de Guadalcázar para que no intervenga en los negocios de Francisco Antonio Nieto, México, 13 de
septiembre de 1778.
103
  Nacido en el Valle de San Francisco, era un pequeño comerciante local. AGN, Consulado,
vol. 196, exp. 3. Juan Antonio Vildósola, José Ignacio Escalante, José Ramón Esnarriaga y José
María Longoria, vecinos del comercio del Valle de San Francisco, contra la marquesa del Jaral de
Berrio por el robo de los arrieros de esta en perjuicio de los comerciantes, San Luis Potosí, 1799.
104
  Berástegui, natural de Charcas, terminó haciendo carrera en la milicia, llegando a ser capitán
durante la guerra de independencia. Ichaurrandieta, nacido en Matehuala, no tenía experiencia en la
milicia, pero los méritos de su padre, un minero vasco que sirvió como capitán de caballería de la
Legión de San Carlos, le valieron para ser oficial. Astegui, hijo de un comerciante vasco, era subte-
niente de infantería de la Legión desde 1784 y ascendió a teniente al formarse los regimientos pro-
vinciales. Por su parte, los méritos del padre y del tío de Machinbarrena, capitanes de infantería de la
Legión, y su experiencia como subteniente del mismo cuerpo desde 1785 le valieron el ascenso a
teniente. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Lista de oficiales de la extinta Legión de San Carlos acreedores a
retiro con goce de fuero y uso de uniforme, San Luis Potosí, 18 de marzo de 1795; ibid., 7273, exp.
2. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de di-
ciembre de 1796; ibid., exp. 3. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796; y AGN, Indiferente Virreinal, C. 6135, exp. 2. Lista
de revista de la compañía del capitán del Regimiento de San Carlos, Miguel de Berástegui, Vallado-
lid, 30 de enero de 1815.

183
juan josé benavides martínez

Pero, además de estos oficiales, procedentes de los sectores intermedios


de la sociedad, encontramos entre los grados subalternos a varios miembros
de la élite criolla, como Francisco López Portillo, hijo de Silvestre López
Portillo, portaguión del Regimiento de San Carlos,105 y los tenientes del Re-
gimiento de San Luis, José Esteban Carranco (4.ª compañía, Valle de San
Francisco),106 y Andrés de Sierra (5.ª compañía, Tepetate), hijo de Manuel de
Sierra, gran hacendado de origen montañés.107 Su situación bien pudo deber-
se a que ocupaban un lugar secundario en las redes familiares de la élite
criolla. Tal era el caso de Francisco López Portillo, ya que el heredero prin-
cipal fue su hermano Luis, y el de Andrés de Sierra, primo y cuñado de Ma-
nuel de la Gándara, la cabeza visible del clan familiar.108 A pesar de haber
iniciado la carrera en la milicia desde los rangos más bajos, su «noble linaje»
favoreció su ascenso y tanto Francisco Portillo como Andrés de Sierra aca-
baron siendo capitanes.109 Sin embargo, las aspiraciones en las milicias poto-
sinas de algunos criollos no siempre se cumplieron.

105
  Su hermano Luis, el heredero principal de fortuna familiar, fue designado capitán del Regi-
miento de San Luis, pero él simplemente recibió el grado de portaguión, a pesar de su donación de
doscientos pesos para el establecimiento miliciano. Era vecino de Catorce, donde probó suerte como
minero, pero, posteriormente, se trasladó al Venado, donde ejerció como subdelegado. AGS, SGU,
7273, exp. 2. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas,
31 de diciembre de 1796.
106
  Era natural de Irapuato (Guanajuato), pero llevaba varios años asentado en la región potosi-
na, donde su familia tenía varias haciendas. Ejerció como teniente del alcalde mayor del Valle de San
Francisco hasta el establecimiento de las intendencias. Ibid., exp. 3. Hojas de servicios de los oficia-
les milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
107
  Sierra heredó de su padre varias haciendas y, al igual que él, también fue miembro del ayun-
tamiento. Sirvió como subteniente de infantería de la Legión durante catorce años y en 1795 realizó
un importante donativo, trescientos pesos, para el establecimiento de los regimientos provinciales.
AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para la habilitación de los regimientos
provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795; e ibid., 7273, exp. 3. Hojas de ser-
vicios de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre
de 1796.
108
  Manuel de la Gándara era el hijo mayor de una familia de terratenientes de origen montañés,
asentados en la región desde 1735. En 1792, siendo ya un gran hacendado, se casó con su prima por
parte materna, María de la Luz Sierra, la hermana de Andrés. Tras la muerte de Manuel de Sierra,
Andrés perdió la parte más sustancial de la herencia, la hacienda de Bledos, una de las mayores de la
región potosina, que pasó a ser gestionada por su primo y cuñado, Manuel de la Gándara, que tam-
bién heredó de Sierra el empleo de alférez real del ayuntamiento de San Luis. Núñez y Domínguez,
José de, La virreina mexicana…, pp. 9-11.
109
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 2938, exp. 6. Filiaciones de la compañía del capitán del Regi-
miento de San Carlos Francisco Portillo, S.F; y AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 205, exp. 283.
Concesión de retiro al capitán de Regimiento de Dragones de San Luis Andrés de Sierra, México, 1
de diciembre de 1811.

184
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

2.3.  La lucha por las oficialías: la marginación de los criollos

Las élites criollas y peninsulares formaban en San Luis Potosí un grupo


poderoso y cohesionado. Controlaban los espacios de poder público (ayunta-
miento de San Luis), militar (regimientos provinciales de San Luis y San
Carlos) y religioso (archicofradías del Santísimo Sacramento y la de Nuestra
Señora del Rosario),110 y dominaban la actividad económica de la región.
Además, como las grandes familias siguieron una política de matrimonios de
conveniencia, sus intereses acababan confluyendo.111 Aun así, parece que el
origen europeo otorgaba cierta preferencia a la hora de ocupar una oficialía,
especialmente en los rangos más elevados, lo que relegó a algunos miembros
de la élite criolla a los grados subalternos de los regimientos.
Analizando las donaciones realizadas para la formación de los cuerpos
provinciales se puede apreciar la ventaja de los peninsulares. De los ochenta
individuos que fueron designados oficiales, 47 realizaron donaciones, quince
criollos y 32 peninsulares (el 45,5% de los criollos y el 68% de los peninsu-
lares), que aportaron un total de 52 636 pesos, unas dos terceras partes del
total de las ofertas realizadas. Dejando al margen los donativos de los dos
coroneles, que sumaban más de la mitad del total recaudado, serían 11 796
pesos ofrecidos por 45 oficiales, trece criollos y 32 peninsulares, lo que su-
ponía una aportación media de 262 pesos. Sin embargo, la media de los crio-
llos era de 324 pesos y la de los peninsulares de 241.112 Esta diferencia au-
menta considerablemente si tomamos en consideración solo las ofertas

110
  Los grupos de poder se repartieron los principales empleos de estas archicofradías. AGI, MP-
Libros Manuscritos, 24. Constituciones de las archicofradías del Santísimo Sacramento y de Nuestra
Señora del Rosario, San Luis Potosí, S/F. Sobre la instrumentalización de las cofradías por parte de
las élites potosinas para consolidar su influencia y defender sus intereses particulares, véase: Silva
Prada, Natalia, «Cruce de jurisdicciones: tensión política en los cabildos y cofradías novohispanas
del último cuarto del siglo xviii», Fronteras, n.º 3, vol. 3, México, 1998, pp. 135-138.
111
  Los criollos poseían grandes extensiones de tierra, los montañeses no se quedaban atrás en
propiedades y también ejercían una notable influencia en el comercio de la región, al igual que los
vascos, que además controlaban la minería. Se compraban y vendían propiedades, se hacían présta-
mos, se avalaban y se otorgaban poderes entre ellos, e, incluso, ejercían como albaceas unos de otros
y formaban sociedades para explotar haciendas o minas. Los casos son inabarcables. La mayoría
pueden encontrarse en el fondo de Registro de la Propiedad Pública y el Comercio del Archivo His-
tórico del Estado de San Luis Potosí.
112
  El 29% de los donantes analizados eran de origen criollo y aportaron el 35% del dinero,
mientras que los peninsulares (71%) sumaron el 65% restante. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de
las ofertas realizadas para la habilitación de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México,
31 de octubre de 1795.

185
juan josé benavides martínez

realizadas por los veinte que ocuparon los rangos más elevados de las mili-
cias. La media resultante sería de 906 pesos para los criollos y de 350 para
los peninsulares.113
Según estos datos, los criollos merecerían haber ocupado la mayoría de
las oficialías, pero, a pesar de su importancia, el acceso a una oficialidad
miliciana no solo dependía de la aportación ofrecida para su establecimien-
to.114 Un donativo importante reflejaba una buena situación económica y el
compromiso del donante hacia el servicio, pero, además, había que cumplir
una serie de requisitos: limpieza de sangre, provenir de una familia de «buen
nombre» y estar avecindado en la población cabecera de la compañía o cerca
de ella (también la experiencia previa como oficial era tenida en cuenta).115
Por todo ello, en general, los peninsulares accedieron a los mandos milicia-
nos con mayor facilidad. La mayoría eran vasco-navarros y montañeses, hi-
dalgos, dueños de prósperos negocios, así que su aportación económica que-
daba en un segundo plano.116 En algunas regiones de la provincia, donde
escaseaban los individuos que cumplieran los requisitos, hubo criollos que
recibieron una oficialía habiendo donado una cantidad modesta,117 pero lo
habitual era lo contrario, como demuestran los casos de Bernardo Vejo Gal-
nares, montañés, y de José Troncoso, gallego, que recibieron sendas capita-
nías tras haber realizado un donativo de 25 pesos.
Algunos miembros de la élite criolla, que se vieron relegados, se sintie-
ron menospreciados por las autoridades, y esto contribuyó a alimentar un
sentimiento de agravio que, con el paso de los años, fue extendiéndose y
aumentando. Sin embargo, en muchos casos este malestar pudo fundamen-
tarse en una percepción subjetiva e interesada más que en una «política ge-
neral» discriminatoria. Un ejemplo ilustrativo en este sentido sería el de José
Casiano Frejomil, teniente de la 10.ª compañía del Regimiento de San Luis
(hacienda de Picachos). Natural de Charcas, en 1795 Frejomil contaba con
113
  Sin contar las ofertas de los coroneles, las donaciones de tres criollos supusieron 2720 pesos,
mientras que 17 peninsulares aportaron 5958. Ibid.
114
  De hecho, el 40% de los que fueron designados oficiales no realizaron ninguna donación,
aunque probablemente la hiciera algún pariente para que fueran tenidos en cuenta.
115
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el esta-
blecimiento de las milicias provinciales en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
116
  La mitad de los peninsulares que recibieron una capitanía ofrecieran un donativo igual o
menor que la mayoría de los tenientes y alféreces de origen criollo. Ibid. Relación de las ofertas
realizadas para la habilitación de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de
octubre de 1795.
117
  Tal fue el caso del alférez José Román, vecino de El Venado, que ofreció seis pesos. Ibid.

186
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

cuarenta y un años, trece de ellos sirviendo como portaestandarte de la Le-


gión de San Carlos. Su padre, natural de Cantabria, ejerció como alcalde
mayor de Charcas durante doce años, participó en la represión de los moti-
nes de 1767 y fue capitán de la Legión desde la creación del cuerpo. José
Casiano había sido diputado de minería de Charcas (1780-1782), procurador
del común y provincial de la Santa Hermandad (1783-1790), regidor hono-
rario del ayuntamiento de San Luis (1794) y teniente del subdelegado de
Charcas en Real de Catorce. Además, donó trescientos pesos para el estable-
cimiento de los regimientos provinciales. Sin embargo, acabó siendo desig-
nado teniente.118 Posiblemente, no recibió un empleo más elevado, porque
no atravesaba una buena situación económica, pero Frejomil se sintió mal-
tratado por las autoridades.119 Cuando los insurgentes tomaron San Luis a
finales de 1810, los apoyó, y fue nombrado sargento mayor y coronel de la
plaza. Sin embargo, el retorno de las tropas realistas a la ciudad truncó su
ascenso.120
Pero, al margen del descontento de algunos miembros de la élite criolla
de San Luis, el conflicto criollo-peninsular tuvo su principal «campo de ba-
talla» entre los grupos intermedios de la sociedad potosina. Los comercian-
tes locales y los pequeños y medianos propietarios de fincas y minas veían en
las milicias una forma de ascenso social, ya que tenían la suficiente capaci-
dad económica para acceder a alguna oficialía subalterna. La presencia de
peninsulares en este sector de la población potosina era importante, pero los
criollos eran mayoría.121 Sin embargo, el origen europeo también otorgaba
preferencia para acceder a las oficialías de la parte baja del escalafón, a pesar

118
  AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas de servicios de los oficiales milicianos del Regimiento de
San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
119
  Heredó de su padre algunas haciendas y varias minas en Real de Catorce. Para explotar las
minas más eficientemente hipotecó las haciendas, pero no obtuvo los resultados esperados y se que-
dó en la ruina. Además, sostuvo un largo litigio con su cuñado por la herencia de su padre, lo que
consumió aún más sus caudales. En 1808 se le retiró del servicio por «hallarse en suma pobreza».
AGN, Indiferente Virreinal, C. 2574, exp. 27. Licencia de retiro del virrey Garibay para el teniente
del Regimiento de San Luis José Frejomil, México, 20 de noviembre de 1808.
120
  Frejomil no fue condenado porque se acogió a un indulto general. Sin embargo, se le prohi-
bió el reingreso en el ejército y fue inhabilitado para desempeñar cualquier empleo público. AGN,
Infidencias, vol. 181, exp. 5. Sumaria contra José Casiano de Frejomil, San Luis Potosí, 29 de marzo
de 1811.
121
  Las grandes fortunas amasadas por algunos emigrantes han contribuido a fomentar la imagen
del rico indiano, pero, la mayoría solo consiguieron unos cortos ahorros para vivir con una cierta
comodidad y enviar cantidades modestas a su lugar de origen. Andrés-Gallego, José, Navarra y…,
p. 236.

187
juan josé benavides martínez

de los méritos que los americanos pudieran exhibir, lo que acrecentó el ma-
lestar de los criollos de los grupos intermedios de la sociedad.122
Los conflictos y el resentimiento cotidianos tuvieron su reflejo en las
milicias, tal como podemos comprobar en la renuncia de Juan Bollar, que
fue nombrado teniente de la 8.ª compañía del Regimiento de San Carlos
(Guadalcázar).123 Había sido diputado de minería de Guadalcázar, subdele-
gado interino durante un año, síndico procurador y estaba empleado en la
renta del tabaco. Consideraba que tenía los méritos suficientes para ser desig-
nado capitán, pero el origen europeo de Bernardo Vejo Galnares, fue sufi-
ciente para relegarlo a la tenencia.124 Bollar consideraba que se le había des-
honrado y envió una carta al virrey exigiéndole que le nombrara capitán o le
eximiese de servir en la milicia.125 Sin embargo, Bollar no era más que el
propietario de una tienda que, de no ser por la escasa población de Guadal-
cázar, jamás habría desempeñado empleo público alguno, así que parece que
el verdadero motivo de su alegato era que no quería convertirse en subordi-
nado de un peninsular, al que conocía y con el que, al parecer, no mantenía
una buena relación. La respuesta del virrey fue contundente, le retiró el des-
pacho de oficial, porque lo consideraba indigno, y le informó de que no sería
tenido en cuenta para ascender en su empleo en la renta del tabaco.126
Además del de Bollar, el virrey también retiró otros despachos de oficia-
les que renunciaron. Algunos acreditaron problemas de salud o económi-
cos.127 Pero los motivos de otras renuncias no estaban del todo claros. Tal fue
122
  Velázquez, María del Carmen, El estado de guerra en..., p. 164. En cuanto a la cantidad de
las donaciones, simplemente señalaremos que 25 individuos que fueron designados como oficiales
subalternos de los regimientos provinciales ofrecieron un total de 3118 pesos, lo que supondría una
donación media de 125 pesos. Diez criollos aportaron 1363 pesos y quince peninsulares 1755, por lo
que la donación media de los primeros fue de 136 pesos mientras que la de los europeos era de 117.
AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para la habilitación de los regimientos
provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795.
123
  AGN, Correspondencia de los virreyes, vol. 184. Propuesta del virrey Branciforte para el
empleo de teniente del Regimiento de San Carlos, vacante por renuncia de Juan Bollar, México, 27
de marzo de 1796.
124
  Aunque ambos habían hecho la misma aportación para el establecimiento de las milicias, 25
pesos. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de las ofertas realizadas para los gastos de la habilitación
de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México, 31 de octubre de 1795.
125
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. El teniente Juan de Bollar al virrey Branciforte.
Sin fechar.
126
  Ibid. El coronel Salcedo al virrey Branciforte, México, 23 de enero de 1796; e ibid. Orden del
virrey al coronel Rincón Gallardo, México, 27 de enero de 1796.
127
  Tal fue el caso de Rafael Gómez de Rada, alférez de la 12.ª compañía del Regimiento de San
Carlos (Catorce), que presentó un informe médico. Ibid. Rafael Gómez de Rada al coronel Rincón

188
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

el caso de tres empleados de la renta de tabacos, Felipe Palau, teniente de la


1.ª compañía del Regimiento de San Carlos (Arroyo Hondo), y los alféreces
del Regimiento de San Luis, Gregorio Lacabec (8.ª compañía, Santa María
del Río) y Santiago Calderón (5.ª compañía, Tepetate). Los tres alegaban que
sus empleos los eximían del servicio en la milicia.128 Sin embargo, el coronel
Rincón Gallardo consideraba que no era más que una excusa, ya que los tres
gestionaban sus negocios mediante secretarios y tenían otras fuentes de in-
gresos.129 Branciforte aceptó las renuncias, pero no por la justificación pre-
sentada, que le parecía infundada, sino por ser «indignos para servir al
rey».130
Parece que Palau, Lacabec y Calderón trataron de valerse de su empleo
en la renta del tabaco para librarse del servicio sin que ello les acarreara nin-
guna represalia, algo que, finalmente, no consiguieron.131 Es posible que sim-
plemente no tuvieran ningún interés en formar parte de las milicias,132 pero
también, estas renuncias podrían evidenciar la existencia de un enfrenta-
miento entre algunos criollos de los grupos intermedios y las élites en gene-
ral, no solo peninsulares, que, como hemos dicho, formaban un grupo con los
mismos intereses al margen de su origen. Calderón habría quedado sirviendo
a las órdenes del capitán Toribio Cortina y Lacabec bajo el mando de Esteban
de Para y Campillo, ambos peninsulares. Pero los tenientes de estas compa-
ñías, Andrés de Sierra y Francisco Sandoval, eran criollos pertenecientes a

Gallardo, Catorce, 2 de enero de 1796; e ibid. El virrey Branciforte al coronel Rincón Gallardo,
México, 29 de marzo de 1796.
128
  Incluso el director general de la renta del tabaco de Nueva España envió un escrito al virrey,
apoyando el argumento de los renunciantes. Ibid. Jacobo Ugarte y Loyola al virrey Branciforte,
México, 11 de mayo de 1796.
129
  Ibid. Informe del coronel Rincón Gallardo al virrey Branciforte, Villa de Lagos, 2 de agosto
de 1796.
130
  Además les advirtió de que la devolución de sus despachos sería tomada en cuenta (negati-
vamente), cuando solicitasen un ascenso o cambio de destino. Ibid. El virrey Branciforte al coronel
Rincón Gallardo, México, 11 de agosto de 1796; y Velázquez, María del Carmen, El estado de
guerra en..., p. 167.
131
  Los empleados de la renta del tabaco podían renunciar a servir en la milicia si ejercían su
oficio personalmente y era su única fuente de ingresos. Tal fue el caso de Agustín Navedo, fiel de la
renta del tabaco de Mexquitic, cuya renuncia fue apoyada por el coronel conde del Peñasco. AGN,
Indiferente Virreinal, C. 2990, exp. 12. Solicitud de retiro de Agustín Navedo, San Luis Potosí, 20 de
julio de 1802.
132
  Calderón no realizó ningún donativo para el establecimiento miliciano, Palau tampoco, aun-
que su padre ofreció cien pesos, y Lacabec donó cinco reales. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Relación de
las ofertas realizadas para la habilitación de los regimientos provinciales en San Luis Potosí, México,
31 de octubre de 1795.

189
juan josé benavides martínez

importantes familias. En el caso de Felipe Palau, su compañía, la 1.ª, estaba


comandada por el coronel del regimiento, el criollo Manuel Rincón Gallar-
do. Felipe era hijo de Salvador Palau, terrateniente, gran comerciante y capi-
tán de caballería de la Legión de San Carlos,133 así que, probablemente, re-
nunciara por sentirse infravalorado, al recibir una oficialía subalterna, que,
además, lo dejaba subordinado a uno de los hombres más poderosos de la
región.134
Con el paso del tiempo, estas tensiones, debidas en muchos casos a cues-
tiones de índole personal, entre americanos y peninsulares, y, sobre todo,
entre criollos de los grupos intermedios y las élites, pudieron fomentar la
extensión de las ideas insurgentes entre los que habían sido relegados a un
segundo plano, ya que, si bien la población potosina se mostró mayoritaria-
mente contraria a la insurrección, el cura Hidalgo contó en San Luis con al-
gunos seguidores entre los grupos medios de la sociedad.135

3. El amplio horizonte de los regimientos provinciales.


La tropa miliciana

Cada compañía de los cuerpos milicianos potosinos estaba formada por


32 hombres: tres oficiales (capitán, teniente y alférez), seis suboficiales (dos
sargentos y cuatro cabos) y 23 milicianos (cuatro granaderos y 19 soldados).
Por tanto, la tropa de cada unidad estaba formada por 29 hombres, 696 entre
los dos regimientos.136 A grandes rasgos podríamos definir a esta tropa como
mestiza, aunque también servía en las milicias un notable número de españo-
les.137 Había algunos que desempeñaban un oficio (barberos, panaderos, cur-
tidores, zapateros, albañiles…), pero la gran mayoría se ganaban la vida en

133
  Montejano y Aguinaga, Rafael, El valle de Santa Isabel…, pp. 75-80.
134
  Finalmente, su puesto fue ocupado por Pedro de Guardiola (criollo). AGS, SGU, 7003, exp.
12. Despacho de teniente de la 1.ª compañía del Regimiento de San Carlos, Aranjuez, 27 de mayo
de 1797.
135
  Los primeros en ser arrestados en la ciudad tras el estallido insurgente fueron Francisco
Pantoja, un artesano, y Nicolás Zapata, alférez del Regimiento de San Carlos. Monroy Castillo,
María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., pp. 144 y 145.
136
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el resta-
blecimiento de la milicia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
137
  Además, había algunos milicianos pardos y morenos, pero ningún indio. AGI, Estado, 23, N.
47, 5. Estado de fuerza de los regimientos provinciales de San Luis y San Carlos, México, 31 de
marzo de 1796.

190
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

las numerosas haciendas y ranchos de la región. Es destacable la ausencia de


mineros, un sector de población numeroso en la provincia potosina, que es-
taban exentos del servicio en las milicias en tiempo de paz.138 Lamentable-
mente, la escasez de documentos, prácticamente inexistentes hasta 1810, nos
impide realizar un análisis en profundidad de la tropa.139 Por ello, para cono-
cer, aunque de forma general y aproximada, las características fundamenta-
les de los hombres que formaban las milicias provinciales potosinas (raza,
edad, profesión…), consideramos necesario hacer una breve descripción de
la situación demográfica y económica de las haciendas y poblaciones en las
que se asentaban las distintas compañías.140

3.1. El entorno de la capital. Los milicianos del Regimiento de San Luis

Las doce compañías del Regimiento Provincial de Dragones de San Luis


tenían sus cabeceras en dos reales de minas, cuatro poblaciones y cinco ha-
ciendas situadas en las subdelegaciones de San Luis Potosí, de Santa María
del Río y de Sierra de Pinos (intendencia de Zacatecas). Carecemos de datos
concretos sobre la población de las haciendas, pero podemos suponer que la
tropa que formaba estas cinco compañías eran los peones, en su mayoría
empleados en tareas ganaderas.141 Las haciendas de Tepetate (5.ª compañía)

138
  Así se pretendía evitar que la organización de la defensa del territorio afectara a la produc-
ción minera. AHESLP, Agencia de Minería, Leg. 14. Oficio del Real Tribunal de Minería de México
a la Diputación de Minería de Charcas, México, 8 de noviembre de 1786.
139
  A excepción de algunas escasas referencias, solo hemos encontrado un documento, no con-
servado íntegramente, que aporta información sustancial sobre los milicianos de a pie potosinos, un
padrón militar realizado en 1791, pero se refiere exclusivamente al partido de San Luis y respondía
a la reforma miliciana de Revillagigedo II, así que los datos no son extrapolables a los regimientos
de San Luis y San Carlos, puesto que los núcleos donde se establecieron las compañías no coinciden.
Según el padrón, en la subdelegación de San Luis había 556 españoles en edad militar, 514 mestizos
y 44 castas. Algunos desempeñaban un oficio, casi todos vecinos de la capital, pero el 65% trabaja-
ban en el campo (peones, agricultores o ganaderos). El 40% estaban solteros (1.ª clase), otros tantos
estaban casados con hijos (3.ª clase), y el 20% restante casados sin hijos (2.ª clase). AGN, Indiferen-
te Virreinal, C. 4080, exp. 45. Padrón militar de españoles, castizos, mestizos y morenos de 1.ª, 2.ª y
3.ª clase, San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1791.
140
  La información procede de diversas fuentes, pero especialmente del Theatro Americano de
Villaseñor (mediados del siglo xviii), y del padrón estadístico de la intendencia de San Luis Potosí
(1818 y 1819).
141
  La actividad fundamental de las haciendas potosinas era la ganadería, mientras que la agri-
cultura, que ocupaba un lugar secundario, se basaba casi exclusivamente en el maíz, el alimento bá-
sico, y el maguey, del que se obtenía el pulque. Bazant, Jan, Cinco haciendas…, pp. 191-226.

191
juan josé benavides martínez

y Santiago (11.ª compañía), pertenecían al anteriormente citado Manuel de la


Gándara, y no estaban entre sus propiedades de mayor valor ni extensión.142
En cambio, la hacienda del Pozo del Carmen (2.ª compañía), propiedad de
los carmelitas, era una de las más extensas y de mayor producción de la pro-
vincia.143
En cuanto a las cuatro poblaciones cuyos habitantes formaron cinco
compañías de este Regimiento, dos de ellas estaban próximas a la capital
potosina, Soledad de los Ranchos y Armadillo, y las otras dos en la subde­
legación de Santa María del Río, la capital del partido y el Valle de San
Francisco.
Soledad de los Ranchos (1.ª compañía) nació en el siglo xviii como una
congregación de rancheros que se establecieron en un lugar de paso entre
San Luis y el Cerro de San Pedro. Sus habitantes se dedicaban fundamental-
mente, al aprovisionamiento de leña, carne y agua para los mineros. A co-
mienzos del siglo xix, Soledad contaba con cerca de 15 000 habitantes; sin
embargo, el 83% de la población no pasaba de los dieciséis años,144 así que
en 1795 esta localidad podría tener entre 3000 y 3500 habitantes. Casi la
mitad de los vecinos eran criollos (43%), pero Soledad era uno de los princi-
pales centros de población negra de la región, siendo de ascendencia africana
el 41% de los habitantes (indios y mestizos eran el 16% restante). Según las
órdenes del virrey Branciforte, había que reclutar a un miliciano de casta
limpia por cada cinco familias,145 así que para cubrir las 29 plazas de la 1.ª
compañía, posiblemente, hubiera que reclutar a algún mulato. En cuanto a la
profesión de estos milicianos, probablemente habría algún artesano, pero la
práctica totalidad serían campesinos.146

142
  Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento…», pp. 372 y 373.
143
  De las haciendas de Picachos (6.ª compañía) y Santa Rita (7.ª compañía) no tenemos nin­
gún dato.
144
  Monroy Castillo, María Isabel, Pueblos, misiones y presidios en San Luis Potosí, San Luis
Potosí: Archivo Histórico del Estado, 1991, p. 31. Este dato podría deberse a que muchos hombres
de entre 16 y cuarenta años habían muerto en la guerra o se hallaban luchando en otras regiones del
virreinato, pero esta teoría se viene abajo, al comprobar que las cifras de hombres y mujeres eran
similares.
145
  AGI, Estado, 23, N. 47, 5. Estado de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis, 1
de marzo de 1796.
146
  El 80% de la población trabajaba en el campo como jornaleros o por cuenta propia en las
haciendas y numerosos ranchos que había en torno a la población, En cuanto a los artesanos repre-
sentaban el 17% de la población. Monroy Castillo, María Isabel, «Un problema de representa-
ción…», p. 49.

192
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

A mediados del siglo xviii vivían en Santa Isabel del Armadillo (10.ª
compañía) 775 familias de españoles, mestizos y mulatos.147 Sin embargo,
teniendo en cuenta los enfrentamientos por tierras que tuvieron con los car-
melitas, dueños de la hacienda del Pozo, cuyos límites lindaban con los del
pueblo, podemos suponer un notable incremento de la población durante el
segundo tercio del siglo.148 En todo caso había la suficiente población para
formar una compañía miliciana de españoles y algunos mestizos, agriculto-
res y arrieros en su mayor parte.149
El Valle de San Francisco (4.ª y 12.ª compañía) era la población de ma-
yor tamaño de la subdelegación de Santa María del Río, donde residía el
subdelegado, a pesar de no ser la capital oficial.150 A finales del periodo colo-
nial contaba con casi 15 000 habitantes, tres cuartas partes de los cuales eran
indios y mestizos. Apenas había peninsulares, pero la proporción de pobla-
ción criolla también era considerable (19%). Por tanto, la tropa miliciana de
las dos compañías allí formadas estaría compuesta por blancos y mestizos
dedicados a la agricultura y a la ganadería.151
Santa María del Río (8.ª compañía) era la capital de la subdelegación
que llevaba su nombre. Se fundó a finales del siglo xvi como pueblo de in-
dios con cuatrocientas familias, otomíes, tlaxcaltecas y guachichiles.152 Su
población creció notablemente a lo largo del siglo xviii, hasta alcanzar casi
9000 habitantes. Para entonces, si bien era un pueblo de indios, casi el 20%
de los vecinos eran criollos y la proporción de mestizos también era impor-
tante. Es decir, que la tropa de la compañía miliciana formada en esta locali-
dad sería fundamentalmente criolla y mestiza. La mayoría de estos hombres
se emplearían en alguno de los ranchos y haciendas de la región.153
147
  Villaseñor, José Antonio (Ed. Montejano y Aguiñaga, Rafael), Descripción general de...,
p. 51.
148
  Recordemos el beligerante papel jugado por los del Armadillo durante los motines de 1767
ante su imperiosa necesidad de tierras para abastecer a la población (ver supra cap. 2.2).
149
  La agricultura y el transporte de mercancías al Cerro de San Pedro eran las actividades fun-
damentales. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de…, pp. 122
y 123.
150
  Irisarri Aguirre, Ana, «La vertebración y construcción del espacio...», p. 634.
151
  Había una destacable presencia de artesanos (11%) pero la gran mayoría de la población, el
73%, se dedicaban a la agricultura y a la ganadería de ganado menor. Monroy Castillo, María Isa-
bel, Pueblos, misiones y presidios..., pp. 64-67.
152
  Villaseñor, José Antonio (Ed. Montejano, Rafael), Descripción general de la..., p. 53.
153
  Entorno al 60% de la población se dedicaba a la agricultura (maíz y chile) y la ganadería
(ovejas y cabras), pero también había un número importante de jarcieros y artesanos. Monroy Cas-
tillo, María Isabel, Pueblos, misiones y presidios..., pp. 55-59.

193
juan josé benavides martínez

Además, dos compañías del Regimiento de San Luis tenían su cabecera


en sendos reales de minas. San Francisco de los Pozos (9.ª compañía), situa-
do a tan solo unos kilómetros de la capital potosina, había perdido casi toda
su riqueza argentífera a finales del siglo xviii, pero su población se triplicó a
lo largo de esta centuria, superando los 5000 habitantes a comienzos del
s. xix. Algo más de la mitad eran mestizos y el resto, prácticamente a partes
iguales, criollos y castas, por lo que no habría problemas para formar una
compañía con blancos y mestizos, casi todos dedicados a la agricultura y la
ganadería, aunque también podría haber algún obrajero.154
El Real de Sierra de Pinos (3.ª compañía), que, a pesar de su proximidad
a la capital potosina, estaba encuadrada dentro de la intendencia de Zacate-
cas, se fundó en el siglo xvii en un paraje próximo a un rico yacimiento ar-
gentífero. A finales del siglo xviii la minería había decaído por la baja calidad
de la plata que se extraía, y la mayoría de la población trabajaba en alguna de
las haciendas de la zona, dedicadas a la agricultura y, sobre todo, a la gana-
dería.155 Aun así, se producían unos 200 000 pesos anuales de oro y plata.156
Para entonces, la población de Sierra de Pinos y las haciendas de los alrede-
dores, era de casi 25 000 habitantes, la mayoría españoles y mestizos, aunque
también había mulatos y, en menor medida, indios.157 Por tanto, al igual que
en el resto de las compañías, la tropa miliciana formada en Sierra de Pinos
estaría formada, fundamentalmente, por españoles y mestizos dedicados al
trabajo en el campo.

3.2. El camino de la plata. Los milicianos del Regimiento de San Carlos

Las doce compañías del Regimiento Provincial de Dragones de San Car-


los tenían sus cabeceras en cuatro reales de minas, tres poblaciones y dos
haciendas situadas en las subdelegaciones de San Luis, Guadalcázar, El Ve-

154
  La cada vez más escasa producción de las minas locales provocó que buena parte de la po-
blación abandonara la actividad minera, que siguió vigente, por el trabajo agroganadero, en el que, a
comienzos del siglo xix, se empleaba tres cuartas partes de la población. También habría que destacar
la presencia de artesanos y de obrajeros, tanto de algodón como de lana. Ibid., pp. 36-38.
155
  Villaseñor, José Antonio (Ed. Montejano, Rafael), Descripción general de la..., p. 49.
156
  RAH, Manuscritos, 11/8785, n.º 4. Informe sobre las minas de Nueva España, Madrid, 1 de
febrero de 1764.
157
  AGI, Guadalajara, 543. Expediente de la visita del obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de
Cabañas, al Real de Sierra de Pinos, Sierra de Pinos, 10 de julio de 1797.

194
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

nado y Charcas. Las compañías más próximas a la capital potosina eran la


1.ª, formada en la hacienda de Arroyo Hondo (subdelegación del Venado),
lugar de residencia oficial del coronel del Regimiento, Manuel Rincón Ga-
llardo, y la 4.ª, fijada en la hacienda de Bocas (subdelegación de San Luis),
una de las más extensas y ricas de la región potosina, propiedad de una obra
pía fundada por José de Torres y Vergara, vecino de México.158
En la subdelegación del Venado se fijaron tres compañías, dos en la ca-
becera del partido y otra en La Hedionda. Estos pueblos fueron fundados en
1591 por familias tlaxcaltecas y guachichiles en el marco de la Guerra Chi-
chimeca. Tras los motines de 1767, el visitador Gálvez suprimió su estatuto
de pueblo de indios y confiscó dos terceras partes de sus tierras comunales,
que fueron subastadas entre los grandes propietarios de la zona, aunque en
1795 se les restituyeron sus privilegios y las tierras comunales que no se
habían vendido.159 La 3.ª y la 7.ª compañía tenían su cabecera en San Sebas-
tián de El Venado, una población de unos 7000 habitantes, tres cuartas partes
de los cuales eran indios y mestizos (el resto eran criollos), prácticamente en
su totalidad dedicados al trabajo del campo. Por su parte, San Jerónimo de La
Hedionda (11.ª compañía) rondaba los 3000 habitantes, la gran mayoría, el
80%, indios y mestizos empleados en tareas agroganaderas.160 Esta jurisdic-
ción, incluidos sus ranchos y haciendas, tenía 14 430 habitantes a finales del
siglo xviii.161 Entre ellos se reclutaron 87 milicianos para las tres compañías
allí formadas, que serían mayoritariamente mestizos dedicados a tareas ga-
naderas.
San Pedro de Guadalcázar (8.ª compañía) era un real de minas, situado
en el camino entre San Luis y el Nuevo Santander. Era cabecera de subdele-
gación y anteriormente lo había sido de alcaldía mayor. En el siglo xviii la
población entró en decadencia por la escasa rentabilidad de sus minas y en
1747 perdió la categoría de alcaldía mayor, siendo agregada a la de San Luis
Potosí. Sin embargo, fue entonces cuando el trabajo minero se relanzó al

158
  Bazant, Jan, Cinco haciendas..., pp. 107 y 108.
159
  AGI, México, 1684. Cédula de concesión de sus derechos a los pueblos de El Venado y La
Hedionda, El Escorial, 28 de diciembre de 1795.
160
  En torno al 90% de los habitantes del Venado y La Hedionda se ganaban la vida como labra-
dores o jornaleros en los ranchos y haciendas de la jurisdicción, dedicados sobre todo a la cría de
ganado ovino y caprino. Monroy Castillo, María Isabel, Pueblos, misiones y presidios..., pp. 69-78.
161
  AGI, Guadalajara, 543. Expediente de la visita del obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de
Cabañas, al Venado, El Venado, 15 de julio de 1797.

195
juan josé benavides martínez

descubrirse nuevas vetas.162 Muchos hicieron grandes fortunas, como Fran-


cisco de Mora, pero a finales del siglo xviii la producción volvió a decaer.163
Si bien Guadalcázar era la cabecera de la compañía, su reducido tamaño nos
hace pensar que parte de la tropa miliciana debía de estar dispersa por los
ranchos y haciendas de la región, donde vivían en torno a 4000 o 5000 habi-
tantes, indios y mestizos, dedicados fundamentalmente al cultivo de maíz y a
la cría del ganado ovino y caprino.164
Al norte del Venado se encontraba Santa María de las Charcas (5.ª y la
9.ª compañía), cabecera de la subdelegación más extensa de la intendencia
potosina. La población se fundó a raíz de un descubrimiento minero a finales
del siglo xvi, el Real de Ramos, pero la riqueza argentífera del primer mo-
mento pronto comenzó a descender. Durante el siglo xvii entró en decadencia
y a finales del siglo xviii la principal actividad económica de la región era la
ganadería.165 Para entonces, la población contaba con 2000 habitantes, ade-
más de otros 3000 en los ranchos, haciendas y pueblos próximos,166 muchos
de los cuales podrían haber formado parte de los 58 milicianos necesarios
para completar las dos compañías allí establecidas.
La zona norte de la subdelegación de Charcas era la región de mayor
riqueza minera de la provincia potosina, donde se formaron cuatro compa-
ñías del Regimiento de San Carlos. La plata atrajo a muchos habitantes de
otras partes de la provincia, que se instalaron en Real de Catorce, Matehuala
y Cedral. Real de Catorce (12.ª compañía), fundado en 1779 tras el descubri-
miento de unas ricas minas de plata en la sierra del Astillero, vivió un perio-
do de auge durante los últimos años del siglo xviii.167 Llegaron mineros pro-
cedentes de otros reales, así como comerciantes, arrieros y nuevas autoridades.
162
  Ante el aumento de la producción argentífera, en 1756 el virrey marqués de las Amarillas
estableció una caja real en Guadalcázar. BN, Manuscritos, Mss/4450. Informe del párroco de Gua-
dalcázar José Antonio González de Riva de Neyra, Guadalcázar, 1 de agosto de 1778.
163
  Las minas no se explotaron correctamente, debido a que los poderes locales no ejercieron
ningún control sobre los negocios de los principales propietarios. RAH, Manuscritos, 11/8785, n.º 4.
Informe sobre las minas de Nueva España, Madrid, 1 de febrero de 1764.
164
  En la jurisdicción de Guadalcázar no existía ninguna población de importancia, aparte de la
cabecera. Monroy Castillo, María Isabel, «Un problema de representación…», p. 75.
165
  Montejano y Aguiñaga, Rafael, «Charcas, San Luis Potosí, su historia», Archivos de His­
toria Potosina, n.º 21, julio-septiembre 1974, Academia de Historia Potosina, San Luis Potosí,
pp. 33-44.
166
  AGI, MP-México, 292. Mapa de Charcas con nombres de pueblos, distancias y número de
feligreses, Charcas, 1772.
167
  AGI, México, 1580. El intendente Díaz de Salcedo al virrey Branciforte solicitando un au-
mento en la asignación de azogue para el Real de Catorce, San Luis Potosí, 14 de junio de 1796.

196
los regimientos provinciales de san luis y san carlos...

En 1797 contaba con una población de 7275 habitantes y, además de su im-


portancia minera, tenía una gran actividad comercial.168 En cuanto a Mate-
huala (2.ª y 6.ª compañía) y Santa María del Cedral (10.ª compañía), eran
pequeñas poblaciones de indígenas dedicados al pastoreo de ganado menor,
donde, tras el descubrimiento argentífero de Catorce, se establecieron gran
cantidad de haciendas de beneficio,169 lo que motivó una llegada masiva de
peninsulares, criollos, mestizos, negros y mulatos, que redujo la proporción
de indígenas que poblaban la zona.170
En toda esta región había suficiente población blanca y mestiza para
completar las plazas de cuatro compañías, 116. La mayoría de habitantes
vivían de la minería, pero los operarios de minas estaban exentos del servicio
en las milicias, así que, al igual que en el resto de las compañías de los regi-
mientos de San Luis y San Carlos, la tropa miliciana de estas unidades tam-
bién estaría formada en su mayor parte por rancheros y peones de las hacien-
das, fundamentalmente ganaderas, que abastecían los reales.

168
  AGI, Guadalajara, 543. Expediente de la visita del obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de
Cabañas, al Real de Catorce, Real de Catorce, 16 de agosto de 1797.
169
  Matehuala y Cedral tenían los recursos hidráulicos de los que carecía Catorce y que eran
necesarios en el proceso de amalgamación, para obtención de plata. Brading, David A., Mineros y
comerciantes..., pp. 190 y 191.
170
  Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., p.  124; y
Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis..., t. III, p. 8.

197
Capítulo 6
EL BRAZO EJECUTOR DE LA AUTORIDAD REAL.
FÉLIX CALLEJA Y LA PUESTA EN MARCHA
DE LOS REGIMIENTOS PROVINCIALES
DE SAN LUIS Y SAN CARLOS

1. Las élites querían «sus regimientos»

Como hemos dicho, las ofertas realizadas por los habitantes de la pro-
vincia potosina permitieron formar los regimientos provinciales de San Luis
y San Carlos sin que la real hacienda se viera afectada. El virrey recomendó
a los más destacados vecinos de la región para ocupar las oficialías de los
nuevos cuerpos, por lo que las élites, ya fueran de origen criollo o peninsular,
se convirtieron en los garantes del poder de la Corona en la provincia. Sin
embargo, su nuevo estatus podía acarrear graves consecuencias para las au-
toridades virreinales, ya que incrementó su influencia y prestigio en la socie-
dad, gracias al disfrute del fuero militar.
La formación de los regimientos de San Luis y San Carlos siguió el ca-
mino marcado por las autoridades, pero, a la hora de llevar a la práctica algu-
nos puntos de la instrucción comenzaron los problemas porque el principal
objetivo de las élites era controlar las milicias, un nuevo espacio de poder,
para defender y consolidar su influencia en la región. Parece que, al realizar
las ofertas, sus intereses de grupo (privilegios, prestigio, poder…) pesaron
más que su lealtad al rey y su inclinación hacia el servicio, y que, en realidad,
querían utilizar su posición de mando en los nuevos cuerpos en beneficio
propio. De hecho, sus exigencias paralizaron el establecimiento miliciano,
porque las autoridades virreinales trataron de evitar que los grupos de poder
potosinos consideraran como propios los nuevos regimientos.
El primer punto de fricción entre el coronel Salcedo y las élites y autori-
dades locales fue el de la aportación de caballos. Según la instrucción, los

199
juan josé benavides martínez

hacendados potosinos debían aportar una cantidad determinada de caballos


para los regimientos en función de la extensión de sus propiedades.1 Sin em-
bargo, los terratenientes, apoyados por el ayuntamiento de la capital (la ma-
yoría de los miembros del cabildo poseían haciendas) y el intendente Díaz de
Salcedo, argumentaban que los caballos que se criaban en las haciendas de la
región no tenían las características físicas ideales para el servicio y que resul-
tarían de escasa utilidad, porque vivían en estado «semisalvaje», lo que obli-
garía a domarlos. Además, como la práctica totalidad de los milicianos, ran-
cheros y peones de haciendas ganaderas, poseían caballo, consideraban que
no era necesario proveerles de uno. Los grandes terratenientes pretendían
que cada miliciano aportase su caballo, y que, si no les fuera posible, por
tenerlo en malas condiciones, debían ser los oficiales, hacendados en su ma-
yoría, los que sustituyeran a ese miliciano por uno de sus peones, a cuya
disposición pondrían una montura.2
Esta propuesta recibió una réplica del coronel Nemesio Salcedo, para
quien el tamaño de los caballos de las haciendas potosinas era adecuado para
el servicio. En cuanto al estado «semisalvaje» en que se hallaban, proponía
que los latifundistas afectados construyesen unas caballerizas para los que
les correspondía aportar. Además, era contrario a que cada miliciano aporta-
ra su propio caballo, porque la mayoría solo tenían uno, que usaban en sus
labores cotidianas y que, por tanto, no estaría en condiciones de cumplir con
las necesidades del servicio. Asimismo, la sustitución de los milicianos alis-
tados que carecieran de montura por otros propuestos por los oficiales, era
una excusa fácil para que muchos se libraran del servicio y provocaría que
las élites estuvieran al mando de unas compañías que podrían considerar
como propias.3
El desacuerdo entre Salcedo y los grupos de poder potosinos no se debía
a la escasez de caballos, que abundaban en las haciendas de la región, ni a
que las élites fueran contrarias a la formación de las milicias. Tampoco su
resistencia a cumplir con la aportación de caballos era un acto de rebeldía o

1
  AGS, SGU, 7002, exp. 1. Instrucción del virrey Branciforte al coronel Salcedo para el resta-
blecimiento de la milicia provincial en San Luis Potosí, México, 19 de noviembre de 1794.
2
  AHESLP, Ayuntamiento, 1796. Informe del ayuntamiento de San Luis Potosí sobre la habili-
tación de caballos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 5 de febrero de 1796; y AGN, Indi-
ferente de Guerra, vol. 196b. El ayuntamiento de San Luis, el intendente Díaz de Salcedo y el coronel
conde del Peñasco al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 16 de febrero de 1796.
3
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Informe del coronel Salcedo al virrey Branciforte, San
Agustín de las Cuevas, 14 de abril de 1796.

200
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

de deslealtad. La razón de este conflicto era que las élites potosinas y el co-
ronel tenían diferentes conceptos de lo que debían ser los regimientos pro-
vinciales. Las autoridades virreinales pretendían establecer unas fuerzas mi-
licianas con carácter de institución regional, y para ello, tenían que ser las
propias autoridades las que dotaran del equipo y los fondos necesarios para
la formación y mantenimiento de esas fuerzas, no las élites locales mediante
«graciosas» donaciones. Los recursos se obtenían de los propios habitantes,
fijando arbitrios sobre los productos de consumo y recogiendo ofertas volun-
tarias, pero debían ser las autoridades las encargadas de gestionarlos.4 Si
permitían que los mandos eligieran a la tropa entre los peones de sus hacien-
das y les proveyeran de los caballos y el equipo necesarios, como era su in-
tención, los nuevos regimientos vendrían a ser una suerte de huestes perso-
nales en lugar de cuerpos provinciales.
También el piquete de seguridad permanente que había solicitado el
ayuntamiento de San Luis fue otro de los puntos de fricción con el coronel
Salcedo. El intendente y el cabildo propusieron al virrey la formación de una
fuerza compuesta por cuarenta milicianos que realizarían el servicio a pie
durante un mes: 34 soldados con un sueldo de dos reales diarios, cuatro ca-
bos, que ganarían dos reales y medio, y dos sargentos a tres reales cada uno.
Su principal cometido sería realizar guardias en las casas reales, en la cárcel
y en el cuartel, además de ejercer como guardia personal del intendente. Es-
timaron el gasto del piquete en 5000 pesos anuales y, tras estudiar un informe
de la entrada de productos en la aduana, propusieron gravar una serie de
efectos de uso común con los que se obtendrían 4822 pesos.5
El coronel Salcedo se opuso a este plan e informó a Branciforte de que
las autoridades potosinas no habían respetado las tres condiciones impuestas
por el virrey, cuando este dio su visto bueno a la petición del ayuntamiento
(ver supra p. 157): habían realizado el plan sin consultarle, querían llevarlo
a la práctica antes de que se establecieran los regimientos provinciales y la
real hacienda se vería afectada, ya que con los arbitrios propuestos no se re-
caudaría lo suficiente para cubrir la totalidad de los gastos. Además, Salcedo
se mostró contrario al plan de los grupos de poder locales. Consideraba que

4
  Velázquez, María del Carmen, El estado de guerra en..., pp. 173-175.
5
  Los productos que debían gravarse serían: vino, aguardiente, azúcar, algodón, lana, jabón, pi-
loncillo serrano (bebida alcohólica), sebo, pieles, cueros, sal, queso y jarcias (solo las fabricadas en
los pueblos). AGS, SGU, 6972, exp. 8. Solicitud al virrey del ayuntamiento y del intendente de San
Luis para la formación de un piquete de seguridad, San Luis Potosí, 9 de abril de 1795.

201
juan josé benavides martínez

el número de efectivos del piquete era excesivo y el salario asignado escaso,6


lo que fomentaría que los milicianos no realizaran el servicio con el celo
debido. Asimismo, el coronel rechazaba el plan del cabildo potosino porque
estimaba que las guardias planteadas eran de escasa utilidad y, sobre todo,
porque el presupuesto proyectado era escaso y la mayor parte de la carga
fiscal recaería en los sectores más humildes de la sociedad, cuando los arbi-
trios debían fijarse «sobre los productos que consuman por igual las gentes
de todo tipo de facultades, o en caso de no poderse, los que consuman con
mayor asiduidad los grupos más favorecidos».7 En definitiva, Salcedo consi-
deraba que las élites potosinas anteponían sus intereses a los de la Corona.
Pretendían formar un cuerpo armado, que velara por su seguridad y la de sus
negocios en la capital de la intendencia, financiado en su mayor parte por los
sectores populares de la sociedad y la real hacienda, y que lo único que les
importaba de los regimientos provinciales era que los designados como ofi-
ciales disfrutaran del fuero militar.8
En contraposición al proyecto de las autoridades locales, Salcedo pre-
sentó al virrey otro, sensiblemente distinto. Para su financiación, proponía
reducir los arbitrios sobre los productos de mayor consumo entre los sectores
más humildes y aumentar el gravamen sobre los que consumía por igual toda
la población o con mayor asiduidad los grupos más pudientes. Asimismo,
para aminorar el peso de las nuevas cargas fiscales, planteaba la posibilidad
de destinar la recaudación del ramo del mezcal, una propuesta que también
le hizo al virrey el conde del Peñasco.9 También Salcedo sugería reducir el
pie de fuerza del piquete a doce hombres que cobrarían un sueldo de 22 pe-

6
  Teniendo en cuenta que los casi 800 miembros de los regimientos provinciales rotarían en
grupos de cuarenta cada mes, deberían servir en el piquete cada año y medio, recibiendo una remu-
neración de siete pesos y medio (9,5 los suboficiales y once los oficiales), un salario ligeramente
inferior al de un peón de hacienda, que en la región rondaba los ocho pesos mensuales, más raciones
de maíz y carne. Langue, Frédérique, «Trabajadores y formas de trabajo en las minas zacatecanas del
siglo xviii», Historia Mexicana, n.º 159, vol. XL: 3, enero-marzo 1991, El Colegio de México, Mé-
xico, p. 480.
7
  AGS, SGU, 6972, exp. 8. El coronel Salcedo al virrey Branciforte sobre la formación del pi-
quete de seguridad, San Luis Potosí, 19 de junio de 1795.
8
  Ibid.
9
  El mezcal se producía y consumía en grandes cantidades en la región. En el territorio pertene-
ciente a Nueva Galicia se permitía, pero en la jurisdicción de la Audiencia de México, se producía de
forma clandestina y sin pagar arbitrio alguno. Por esta razón, tanto Salcedo como Peñasco, propusie-
ron gravar esta actividad donde no lo estaba y utilizar la recaudación para las milicias. Ibid.; y AGN,
Indiferente de Guerra, vol. 196b. El conde del Peñasco al virrey Branciforte, hacienda del Peñasco,
13 de enero de 1796.

202
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

sos al mes. De esta manera, la vida cotidiana de los milicianos se vería afec-
tada tan solo durante un mes cada cinco años y recibirían un salario que les
motivaría a realizar el servicio con el celo debido.10 En cuanto a las guardias
que debía realizar el piquete, Salcedo pretendía que se centraran en los inte-
reses de la Corona: la aduana, la administración de tabacos y la oficina de
fundición y ensaye. Este proyecto tenía un coste económico por debajo del
propuesto por las autoridades potosinas, lo que suponía que la real hacienda
no se vería afectada, así que el virrey le dio su visto bueno, salvo a la impo-
sición de un arbitrio sobre el mezcal, y fue aprobado por el rey.11 Sin embar-
go, los grupos de poder potosinos enviaron un escrito de descargo a Branci-
forte y, alegando la escasez del fondo de propios y arbitrios (por las obras de
las casas reales), no lo aplicaron.12

2. Llega un militar peninsular

El coronel Salcedo cumplió punto por punto la instrucción que se le en-


tregó. Alistó las ofertas realizadas, fijó circunscripciones proporcionadas
para las compañías, y estableció la organización, el modo de financiación y
las normas de funcionamiento de los dos nuevos regimientos provinciales y
del piquete de seguridad de San Luis Potosí. En definitiva, dispuso todo lo
necesario para la formación de los cuerpos milicianos y en octubre de 1795,
una vez hechas las propuestas al virrey para las oficialías, levantó un estado
de fuerza (nombres de los oficiales y número de suboficiales y tropa de cada
compañía) y dio por finalizada su comisión. Nemesio Salcedo abandonó San
Luis y continuó su carrera militar,13 y en febrero de 1796, tanto su proyecto

10
  Además gozarían de fuero militar y realizarían el servicio a caballo. AGS, SGU, 6972, exp. 8.
El coronel Salcedo a Branciforte sobre el piquete de seguridad de San Luis, San Luis Potosí, 19 de
junio de 1795.
11
  Ibid. Aprobación Real del proyecto del coronel Salcedo para la instalación de un piquete de
seguridad en San Luis Potosí, Aranjuez, 23 de febrero de 1796.
12
  Los miembros del ayuntamiento no entendían la oposición del coronel Salcedo a su plan.
Alegaban que no habían elaborado el proyecto conjuntamente porque Salcedo se encontraba enfermo
en la cama, que el número de plazas del piquete, su sueldo y las guardias establecidas se ajustaban a
la normativa vigente, y que las críticas del coronel a los arbitrios propuestos no tenían ningún funda-
mento. AHESLP, Ayuntamiento, 1796. Informe del ayuntamiento y del intendente de San Luis al vi-
rrey sobre su plan para la formación de un piquete de seguridad, San Luis Potosí, 3 de mayo de 1796.
13
  Sus méritos le valieron el ascenso a brigadier en 1796, y en 1800 fue nombrado gobernador
de las Provincias Internas. Desempeñó este cargo durante doce años, en los que llevó a cabo multitud
de campañas contra tribus indias sin pacificar (navajos, comanches…), trató de proteger las fronteras

203
juan josé benavides martínez

para el establecimiento de las milicias provinciales en la región potosina,


como las propuestas por él realizadas recibieron la aprobación del rey.14 Sin
embargo, los regimientos de San Luis y San Carlos no se habían formado.
Las élites potosinas utilizaron su poder e influencia en la sociedad para tratar
de imponer una serie de condiciones, que beneficiaban sus intereses, pero
que resultaban contrarias a las directrices de la Corona. El coronel Salcedo
no cedió a sus pretensiones y, como respuesta, los grupos de poder paraliza-
ron el proceso de formación de los regimientos.15
Esta situación no podía prolongarse en el tiempo. La defensa del norte
de Nueva España era una de las principales preocupaciones de las autorida-
des virreinales, y no podían permitir que las milicias formadas en la provin-
cia potosina, la región con mayor población y la más productiva del noreste
de Nueva España (ver supra pp. 142 y 143), no estuviesen operativas. El
virrey Branciforte debía poner en marcha los regimientos de San Luis y San
Carlos lo antes posible, así que encargó esta tarea a un oficial de su confian-
za, con experiencia en reformar milicias y que conocía bien la región, el te-
niente coronel Félix Calleja.16
frente a las cada vez más numerosas expediciones de colonos estadounidenses (en ocasiones cientí-
ficas y en otras militares), fundó siete poblaciones nuevas y erigió escuelas en todos los presidios del
territorio, realizó descripciones y mapas de las más lejanas posesiones, y verificó el alistamiento y la
formación de quince compañías milicianas de 69 hombres cada una, sin coste alguno para la real
hacienda. Tras el estallido insurgente de 1810, sus tropas apresaron a los líderes insurgentes, a los
que juzgó y condenó a la pena capital. En 1812 ascendió a mariscal de campo y en 1814 fue trasla-
dado a Madrid como teniente general. Finalmente, en 1819 se le destinó a Guipúzcoa, donde falleció
el 22 de abril de 1822 a los setenta y un años de edad. AGMS, 1.ª, 1.ª, S-436. Hoja de servicios de
Nemesio Salcedo, Madrid, 30 de diciembre de 1819. Para más detalles sobre la figura de Nemesio
Salcedo y su actuación tras regresar a la península véase: Angulo Morales, Alberto, De Cameros a
Bilbao…, pp. 195 y 231.
14
  También fueron aprobadas las propuestas del ayuntamiento de la capital potosina para ocupar
las oficialías del Regimiento de San Luis. AGS, SGU, 7002, exp. 1. Aprobación Real del proyecto de
formación de los regimientos provinciales de San Luis y San Carlos, Aranjuez, 23 de febrero de
1796; AGN, Indiferente Virreinal, C. 3347, exps. 22, 23, 24 y 31. Despachos Reales de los oficiales
milicianos del Regimiento de San Luis, Ronquillo, 17 de febrero de 1796; e ibid., exps. 20, 21, 26,
27, 28 y 29. Despachos Reales de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Ronquillo,
17 de febrero de 1796.
15
  Como acabamos de mencionar, la negativa a realizar la aportación de caballos por parte de los
hacendados y las características del piquete de seguridad de San Luis, propuestas por los miembros
del ayuntamiento, probaban el verdadero interés de las élites potosinas en las milicias: formar unas
fuerzas particulares con los peones de sus haciendas, que velasen por sus intereses y que estuviesen
financiadas, fundamentalmente, por las capas humildes de la población.
16
  Fue el propio Salcedo quien lo recomendó «por su fuerte personalidad». AGN, Indiferente de
Guerra, vol. 196b. Informe del coronel Salcedo al virrey Branciforte, San Agustín de las Cuevas, 14
de abril de 1796.

204
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

Félix María Calleja del Rey nació en Medina del Campo (Valladolid) el
14 de noviembre de 1753. Hijo del notario de la localidad, en 1773 comenzó
a servir como cadete del Regimiento de Infantería de Saboya. Participó en la
campaña de Argel, en el sitio y rendición de la isla de Menorca y en el sitio
de Gibraltar, en el que sirvió como ayudante del marqués de Branciforte, que
dirigía el ataque. En 1780 se le destinó a instruir a los cadetes del Regimien-
to de Saboya, empleo que ejerció hasta que en 1783 se le ordenara formar
una compañía para perseguir contrabandistas en Andalucía. Sus méritos le
valieron el ascenso a capitán en 1784, cuando fue designado por O´Reilly
como director del Colegio Militar del Puerto de Santa María.17 Allí permane-
ció hasta que en mayo de 1789 pasó a Nueva España como capitán del Regi-
miento de Infantería de Puebla en el navío San Román, el mismo en el que
viajaba el recién nombrado virrey Revillagigedo.18 Calleja apenas estuvo
unos meses en Puebla, porque a finales de 1790 fue comisionado por el vi-
rrey para pasar revista a las milicias de Bolaños y Colotlán, que reformó,
haciéndolas menos gravosas para la real hacienda.19 Concluida esta tarea,
consideró que tenía méritos suficientes para solicitar el grado de teniente
coronel y la agregación a un regimiento de la península, pero solo se le con-
cedió el ascenso.20
En 1794 el recién llegado virrey Branciforte, a cuyas órdenes ya había
servido, lo destinó a reorganizar la defensa de Nuevo León y Nuevo Santan-
der, para que redujera el coste que suponía para la real hacienda. Pero, ade-
más de una revista, Calleja debía realizar un reconocimiento geográfico, hu-
17
  Rodríguez Barragán, Nereo, Biografías potosinas, San Luis Potosí: Academia de Historia
Potosina, 1976, pp. 89 y 90.
18
  O´Reilly, que había sido su protector, fue destituido por obra de Floridablanca, así que la ca-
rrera militar de Calleja en la península era poco esperanzadora. AGI, Contratación, 5533, N. 1, R. 20.
Relación de oficiales del Regimiento de Infantería de Puebla, Cádiz, 7 de mayo de 1789; ibid., R. 22.
Licencia de pasajero a Indias de Félix Calleja, Cádiz, 28 de mayo de 1789; y Ortiz Escamilla, Juan,
«Félix María Calleja, de héroe a villano», en Chust Calero, Manuel (coord.), La construcción del
héroe en España y México (1789-1847), Valencia: Universitat de Valencia, 2003, pp. 339 y 340.
19
  Calleja fue enviado a Nueva España para participar en el proyecto impulsado por la Corona
para conocer con mayor exactitud las condiciones económicas, políticas, sociales, militares y urba-
nas de todas las provincias de sus posesiones. El objetivo era modernizar las estructuras político-
administrativas y mejorar las condiciones de vida de los habitantes. Ibid., pp. 340 y 341. Más detalles
sobre la revista de Calleja a las milicias de Colotlán en: Cañal de León, José Antonio, «La visita a
Colotlán del capitán del Regimiento de Puebla de los Ángeles don Félix Calleja. Diario y correspon-
dencia con el virrey», en Navarro Antolín, Fernando, Orbis incognitus: avisos y legajos del Nuevo
Mundo, Huelva: Universidad de Huelva, 2007, pp. 249-261.
20
  AGS, SGU, 6990, exp. 13. Ascenso a teniente coronel del capitán Félix Calleja, Madrid, 1 de
agosto de 1792.

205
juan josé benavides martínez

mano y económico de las Provincias Internas Orientales.21 En el plano


militar, arregló quince compañías milicianas de caballería en Nuevo León,
con una fuerza total de 1156 hombres voluntarios y armados a su costa, for-
mó 28 compañías en Nuevo Santander, con 2260 efectivos armados y mon-
tados a su costa, y redujo a cuatro unidades la 1.ª División de Milicias de la
Costa Norte (Pánuco y Tampico), con una fuerza de 400 hombres.22 Asimis-
mo, Calleja cumplió debidamente con el resto de su comisión: elaboró infor-
mes sobre la economía, la demografía, la administración y el estado de la
defensa del noreste novohispano;23 propuso una serie de reformas para mejo-
rar el desarrollo de la región y facilitar su defensa;24 y plasmó su labor de
reconocimiento elaborando varios mapas.25
Para concluir con su comisión, Calleja se trasladó a la subdelegación de
Valles,26 donde pasó revista a las compañías del Cuerpo Provincial de Caba-
llería de Frontera del Nuevo Santander, fijadas en la villa de Valles, en Aquis-
món, en el Valle del Maíz y en Tampomolón y Coscatlán (ver supra pp. 140
y 141). Fue entonces, a comienzos de 1796, cuando recibió la orden del vi-
rrey de marchar a San Luis Potosí para poner en funcionamiento los regi-
mientos de San Luis y San Carlos.27
Al inicio de su etapa potosina, Calleja se mostró como un hombre res-
ponsable con su deber, pero con un carácter moderado, lo que le permitió
ganarse el apoyo de los grupos de poder locales y poner en marcha los regi-

21
  AGS, SGU, 6968, exp. 37. Instrucciones entregadas al teniente coronel Calleja para su comi-
sión en Nuevo León y Nuevo Santander, México, 31 de mayo de 1794.
22
  AGS, SGU, 7039, exp. 7. Informe del virrey Branciforte sobre la reforma de la defensa de las
Provincias Internas Orientales llevada a cabo por el teniente coronel Calleja, Orizaba, 30 de octubre
de 1797.
23
  Estos informes no pintaban una situación muy favorable. AGS, SGU, 7027, exp. 1. Informe
del virrey Branciforte sobre los expedientes realizados por el teniente coronel Félix Calleja, Orizaba,
30 de octubre de 1797.
24
  Para promover la economía consideraba primordial desarrollar el comercio, y para la defensa,
planteaba la necesidad de reorganizar las milicias y favorecer el arraigo de la población, para lo que
habría que fomentar el desarrollo urbano. AGI, Estado, 26, N. 61. El virrey Branciforte al rey sobre
las comisiones desempeñadas por el teniente coronel Calleja en Nuevo León y Nuevo Santander,
Orizaba, 30 de octubre de 1797.
25
  AGI, MP-México, 463. Mapa de la Colonia del Nuevo Santander y del Nuevo Reino de León,
Tampico, 25 de julio de 1795; e ibid., 464. Plano del Puerto del Nuevo Santander, Tampico, 25 de
julio de 1795.
26
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6334, exp. 27. El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte,
Soto de la Marina, 4 de enero de 1796.
27
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Branciforte al teniente coronel Calleja comisionándo-
le para el establecimiento de los regimientos de San Luis y San Carlos, México, 12 de febrero de 1796.

206
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

mientos de San Luis y San Carlos.28 El coronel Salcedo había cumplido las
órdenes que se le entregaron y trató de hacerlas cumplir basándose en la au-
toridad de la que emanaban, la del virrey. Sin embargo, las élites demostra-
ron su influencia y paralizaron el proceso de formación de los cuerpos pro-
vinciales, porque sus peticiones no fueron atendidas. Esta experiencia previa
hizo que Calleja comprendiera que, para reactivar el establecimiento milicia-
no en la región, era necesario pactar la aplicación de las directrices virreina-
les con los poderes locales. La colaboración de las élites era imprescindible
para que los hacendados aportasen los caballos, para formar el piquete de
seguridad en San Luis y para recaudar las ofertas realizadas por los vecinos
de la provincia unos meses antes de su llegada.

2.1. La negociación por los caballos de los regimientos provinciales

Calleja llegó a San Luis en marzo de 1796 como comandante interino de


los regimientos milicianos potosinos.29 Una vez instalado, se reunió con el
intendente y los miembros del ayuntamiento para tratar de llegar a un acuer-
do sobre la aportación de caballos para las milicias. El teniente coronel que-
ría que las autoridades locales ordenaran a los hacendados de la región que
cumpliesen con lo establecido en la instrucción, pero los miembros del cabil-
do, varios de ellos hacendados, discrepaban con el recién llegado. Funda-
mentalmente, querían mayores garantías por parte de las instancias milita-
res.30 Ante la falta de acuerdo, y siguiendo las órdenes del virrey, propuso a
las autoridades locales la convocatoria de una reunión en la que estuvieran
presentes los terratenientes que debían aportar los caballos para el Regimien-
to de San Luis, el intendente y los miembros del cabildo.31 La reunión se

28
  Este apoyo se puso de manifiesto en 1800, cuando consiguió la colaboración de los principa-
les vecinos de la región para destituir al intendente interino Bernabeu (ver supra p. 44). Su buena
sintonía con las élite potosina llegó a tal punto que acabó formando parte de ella por vía matrimonial.
29
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6334, exp. 27. El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte,
San Luis Potosí, 15 de marzo de 1796.
30
  Pretendían que se asegurara una compensación económica a los hacendados que «prestaban»
sus caballos, en caso de que estos quedaran inutilizados durante el servicio. AGN, Indiferente de
Guerra, vol. 210. Acuerdo para convocar una reunión entre el teniente coronel Calleja y el ayunta-
miento de San Luis, San Luis Potosí, 23 de agosto de 1796.
31
  El virrey le pidió a Calleja que «oyese, como es justo, a las partes interesadas, que podrán
hacerlo por diputados autorizados formando una junta». AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. El
virrey Branciforte al teniente coronel Calleja, México, 12 de agosto de 1796.

207
juan josé benavides martínez

celebró el nueve de septiembre de 1796 en el ayuntamiento de San Luis, y a


ella fueron citados 18 hacendados dueños de veinte latifundios,32 el intenden-
te Bruno Díaz de Salcedo y la mayoría de los miembros del cabildo: el algua-
cil mayor Baltasar Arribas, los regidores José Escalante y Vicente María
Pastor,33 el síndico procurador Lorenzo Montoya,34 y los también hacenda-
dos Manuel de la Gándara, alférez real y uno de los personajes más relevan-
tes de la sociedad potosina, Juan de Gorriño35 y José de la Serna, regidor y
contador de menores.36 En cuanto a los hacendados, eran los dueños de las
propiedades de mayor importancia de la zona. Tan solo tres acudieron perso-
nalmente a la reunión: Felipe Antonio Guillén (hacienda de San Martín), el
conde del Peñasco (hacienda del Peñasco) y Ángel Prieto de la Maza (La
Parada). Los otros quince enviaron a un apoderado, once en total, ya que al-
gunos compartían representante.37
32
  El ayuntamiento encargó a los regidores José de la Serna y Lorenzo Montoya que hiciesen
una lista de haciendas cuyos dueños serían convocados a la junta. AGN, Indiferente de Guerra, vol.
210. Acuerdo para convocar una reunión entre Calleja y el ayuntamiento de San Luis, San Luis Po-
tosí, 23 de agosto de 1796.
33
  AGS, DGT, Títulos de Indias, 2.º, 80-264. Título de alguacil mayor del ayuntamiento de San
Luis Potosí para Baltasar Arribas, El Escorial, 22 de diciembre de 1796; ibid., 86-216. Título de re-
gidor llano del ayuntamiento de San Luis Potosí para José Vélez Escalante, Madrid, 15 de septiembre
de 1802; e ibid., 88-200. Título de regidor llano del ayuntamiento de San Luis Potosí para Vicente
María Pastor, El Escorial, 22 de octubre de 1799. Todos ejercían sus empleos antes de que los títulos
fueran expedidos oficialmente.
34
  Natural de Logroño (1750), era un comerciante avecindado en San Luis desde 1779. Desem-
peñó varios empleos en el ayuntamiento y desde 1783 fue capitán de la 32.ª compañía de caballería
de la Legión de San Carlos. En 1795 se le designó capitán de la 9.ª compañía del Regimiento de San
Luis, cuerpo del que llegó a ser teniente coronel. Siempre vivió de forma modesta, dejando en heren-
cia a su única hija una casa con una pequeña tienda y una deuda de 25 pesos. AGI, Indiferente, 179.
Hoja de servicios de Lorenzo Montoya, colector de lotería de San Luis Potosí, México, 30 de abril
de 1795; y AHESLP, RPPC, 1810, n.º 67. Testamento del teniente coronel Lorenzo Montoya, San
Luis Potosí, 20 de junio de 1810.
35
  Era hermano del presbítero Manuel María de Gorriño y Arduengo, principal figura del mundo
de la cultura del primer tercio del siglo xix en San Luis, e hijo de Juan de Gorriño, el que fuera regi-
dor y capitán de la Legión de San Carlos hasta su muerte en 1786, y de Antonia de Arduengo, dueña
de la hacienda de La Pila. Desempeñó diversos cargos en el ayuntamiento potosino. Martínez Rosa-
les, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento...», p. 366.
36
  AGS, DGT, Títulos de Indias, 2.º, 77-133. Título de regidor y contador de menores del ayun-
tamiento de San Luis para José de la Serna, Aranjuez, 21 de junio de 1793.
37
  La mayoría de estos delegados eran oficiales milicianos avecindados en San Luis o bien pa-
rientes próximos de los hacendados, aunque también había administradores de haciendas: 1) José
Joaquín de Arzua, alavés avecindado en San Luis, que fue alcalde ordinario del ayuntamiento y ofi-
cial de la Legión de San Carlos, asistió en representación de Antonia Arduengo (La Pila) y de Manuel
Ignacio García Rojas (San Nicolás de las Quijas); 2) Ignacio Astegui, comerciante potosino de ascen-
dencia vasca y oficial miliciano, fue representando al capitán Luis López Portillo (Pozo de Luna) y

208
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

Por tanto, en esta primera reunión convocada por Calleja estaban pre-
sentes la máxima autoridad militar, las autoridades civiles locales y el poder
económico de la región.38 Pero el hecho de que la práctica totalidad de los
hacendados enviaran delegados en lugar de asistir ellos mismos resulta lla-
mativo. Además, dos de los tres grandes propietarios que asistieron personal-
mente eran el coronel y el teniente coronel del Regimiento de San Luis, los
principales interesados en que se desbloqueara el establecimiento de las nue-
vas milicias. La delegación en un apoderado podría estar justificada en cier-
tos casos, como los de Antonia Arduengo y Eugenia Hernández, las únicas
mujeres propietarias, de las que se puede pensar que desconocían muchos
aspectos de la gestión de sus propiedades. Lo mismo podríamos decir de los
carmelitas, que enviaron al administrador de la hacienda, al igual que el con-
de de Medina y Torres e Ignacio Urruchua, que residían en México. Sin
embargo, diez terratenientes, dos de ellos designados oficiales en los nuevos
regimientos, no asistieron personalmente a la reunión sin que existiera una
razón objetiva que lo explicara, salvo algún caso puntual por posibles proble-
mas de salud.39 Estos hacendados tenían casa en San Luis y sus propiedades
no estaban lejos de la capital, así que podían haberse desplazado sin que eso
les hubiera supuesto un gran esfuerzo. Por tanto, estas ausencias posiblemen-
te tuvieran más que ver con una cuestión «política». Parece que los hacenda-

a Francisco Sánchez Bustamante (Santa Gertrudis); 3) Benito Campero, oficial miliciano, comer-
ciante y minero de origen montañés vecino de San Luis, asistió en nombre de Juan de Gordoa (San-
tísima Trinidad) y de Anastasio de la Rosa (La Noria); 4) Miguel Castañeda, administrador de la
hacienda Espíritu Santo, se presentó en lugar del propietario de la misma, Ignacio Urruchua; 5) To-
ribio Cortina Díaz, oficial miliciano de origen asturiano avecindado en San Luis, acudió en nombre
de Juan Antonio de la Maza (La Villela); 6) José Manuel Díaz de León fue enviado por su padre
Manuel (hacienda de Santiago); 7) Manuel Flores asistió en lugar de su hermano Miguel, oficial
miliciano y dueño de la hacienda de Pardo; 8) Pedro Gutiérrez Cos se presentó en representación del
conde de Medina y Torres (Lobo) y de Salvador Palau, el que fuera capitán de la Legión de San
Carlos (Derramaderos); 9) Lucas Hernández asistió en nombre de su madre Eugenia Hernández
(Santa Catarina); 10) fray Martín de San Pedro, administrador de la hacienda de Pozo del Carmen,
fue representando a los carmelitas; y 11) Rafael Villalobos acudió por su tío José Manuel (La Pere-
grina). AHESLP, RPPC, 1797, n.º 7. Contrato de compraventa y uso de 348 caballos por parte del
Regimiento de San Luis a varias haciendas de la región, San Luis Potosí, 27 de enero de 1797.
38
  Asistieron 23 personas: Calleja, el intendente Díaz de Salcedo, siete miembros del ayunta-
miento, tres hacendados y once apoderados. También estuvo presente en la reunión para dar fe de lo
que aconteciera el escribano público de ayuntamiento y real hacienda, Silvestre Suárez. Martínez
Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento...», p. 370.
39
  Se trataba de: Manuel Ignacio García Rojas, Francisco Sánchez Bustamante, Juan de Gordoa,
Anastasio de la Rosa, Juan Antonio de la Maza, Salvador Palau, José Manuel Villalobos, Manuel
Díaz de León y los oficiales milicianos Luis López Portillo y Miguel Flores. Ibid., pp. 370-375.

209
juan josé benavides martínez

dos quisieron hacerle ver al recién llegado que no se sentían impresionados


por la llegada de un teniente coronel. No era el primer oficial del ejército que
llegaba a San Luis enviado desde la capital para reformar las milicias, y vis-
tos los resultados de los diversos intentos de reforma, la opinión de estos
oficiales no era muy tenida en cuenta por las élites locales (recordemos al
coronel Francisco Douché, al caballero de Croix, al coronel Crespo y al co-
ronel Salcedo, cuyas órdenes y disposiciones cayeron en saco roto).
Calleja podía haber entendido este desplante de los hacendados como un
menosprecio hacia su persona, sin embargo, se valió de su experiencia en el
trato con las élites de regiones alejadas de los centros de poder (antes había
estado en San Luis de Colotlán, Nuevo León y Nuevo Santander), e inició
una negociación con los terratenientes potosinos, lo que fue una decisiva
muestra de habilidad política por su parte. Convocándolos para esta reunión,
reforzó el sentimiento de grupo de los poderes locales y, al no reaccionar con
altivez tras el «envío masivo» de delegados, les mostró una actitud condes-
cendiente y dispuesta a llegar a acuerdos, algo de gran importancia para las
élites, porque suponía un reconocimiento de su poder por parte de la Corona.
La reunión comenzó con todos los asistentes jurando lealtad al rey. Los
hacendados redactaron una representación para el virrey, exponiendo su dis-
conformidad con el plan que se pretendía aplicar para la aportación de caba-
llos a las milicias.40 Según el proyecto, veinte haciendas, divididas en tres
categorías, deberían contribuir con un número de caballos proporcional a su
tamaño y riqueza para el Regimiento de San Luis: las once haciendas de
primera clase aportarían 22 caballos cada una (242 en total), las cinco de
segunda, quince (75 en total), y las cuatro de tercera, siete (28 en total).41 Los
hacendados recibirían nueve pesos por cabeza y debían tener siempre dis-
puestos durante doce años las monturas que les correspondían. Pero los pro-
pietarios potosinos renegociaron estas condiciones con Calleja. En principio,
acordaron que entregarían los caballos bajo la responsabilidad de los capita-
nes, que deberían tomar una fianza de cada soldado. Además, los hacendados

40
  Según las instrucciones, debía seguirse el modelo aplicado por el brigadier Dávalos para el
Regimiento de Dragones de la Reina de San Miguel el Grande. AHESLP, RPPC, 1797, n.º 7. Contra-
to de compraventa y uso de 348 caballos por parte del Regimiento de San Luis a varias haciendas de
la región, San Luis Potosí, 27 de enero de 1797.
41
  De esta manera se reunirían 345 caballos y, como eran necesarios 348, tres haciendas de pri-
mera clase debían aportar 23. Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimien-
to...», p. 363.

210
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

querían que el cupo se repartiera entre otras muchas haciendas y ranchos que
había en la jurisdicción.42
Esta primera junta concluyó fijando ambas partes la fecha del 22 de oc-
tubre para realizar una segunda reunión. Calleja informó al virrey del acuer-
do alcanzado, pero este no dio su visto bueno.43 En la segunda reunión los
hacendados se comprometieron de manera unánime a seguir, en lo principal,
el plan de aportación de caballos recogido en las instrucciones, pero a cam-
bio, Calleja cedió a las autoridades locales una tarea fundamental, la elabo-
ración de la lista de las haciendas de la jurisdicción, clasificadas por su cate-
goría y estableciendo el número de caballos con el que debía contribuir cada
una. Los encargados de llevar a cabo este cometido serían el alférez real
Manuel de la Gándara y el contador de menores José de la Serna, ambos
grandes hacendados, que elevaron a 62 el número de propiedades afectadas
y las dividieron en cuatro categorías: 20 de primera clase, ocho de segunda,
19 de tercera y 15 de cuarta.44 La inclusión de 42 haciendas más fue justifi-
cada por parte de los proponentes por la «pobreza» de muchas de ellas. Este
argumento parece más bien una excusa de los hacendados para reducir la
asignación de caballos,45 pero, en todo caso, los grandes terratenientes repar-
tieron el cupo de caballos, reduciéndose notablemente la contribución de las
de mayor riqueza.46

42
  AHESLP, RPPC, 1797, n.º 7. Contrato de compraventa y uso de 348 caballos por parte del
Regimiento de San Luis a varias haciendas de la región, San Luis Potosí, 27 de enero de 1797.
43
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Branciforte al teniente coronel Calleja, México, 20 de
septiembre de 1796.
44
  Las de primera categoría aportarían 214 caballos (catorce haciendas contribuirían con once y
el resto diez), las de segunda 45 (seis las cinco más importantes y cinco caballos las otras tres), las
de tercera 59 (tres caballos cada una, excepto dos que aportarían cuatro) y las de cuarta sumarían 30
caballos (dos cada una). AHESLP, RPPC, 1797, n.º 7. Contrato de compraventa y uso de 348 caba-
llos por parte del Regimiento de San Luis a varias haciendas de la región, San Luis Potosí, 27 de
enero de 1797.
45
  De hecho, también contrasta con el informe ya citado (ver supra p. 151) del ayuntamiento, a
todas luces exagerado, pidiendo al virrey la erección de un obispado con sede en San Luis:... «en su
jurisdicción se encuentran las mejores haciendas de este Reino […] en las que se crían todas las es-
pecies de ganado mayor y menor, y que se cosechan todas las semillas con la mayor abundancia».
AGI, México, 2603. Informe del ayuntamiento de San Luis presentado en la Corte por su apoderado,
Madrid, 31 de agosto de 1804.
46
  Según el proyecto inicial, las veinte haciendas más importantes debían aportar los 348 caba-
llos (17,5 de media), pero, a estas veinte se les añadieron ocho más, que hacían un total de 28 entre
las de primera y segunda categoría, que tenían que contribuir con 264 caballos (9,5 de media), y otras
34 haciendas de menor importancia, las de tercera y cuarta categoría, que debían aportar los 81 ca-
ballos restantes.

211
juan josé benavides martínez

Concluida la reunión, Calleja informó al virrey que los hacendados ha-


bían aceptado las condiciones. Sin embargo, no le especificó los detalles del
acuerdo, ya que le solicitó que le enviara una copia detallada del plan, para
poder seguir sus puntos, cuando el reparto ya se estaba organizando, e, inclu-
so, en diciembre le informaba de que faltaba por hacerse la lista de las ha-
ciendas clasificadas por categorías, que llevaba un mes redactada.47 La ocul-
tación al virrey de una parte sustancial de la información de las negociaciones,
posiblemente, se deba a que Calleja temía que Branciforte no diera su visto
bueno, si conocía todos los detalles, como había ocurrido tras la primera
reunión. Al fin y al cabo, si eran los grandes propietarios los que elaboraban
la lista de haciendas, su principal objetivo no sería repartir el cupo de la ma-
nera más conveniente para el buen funcionamiento del Regimiento de San
Luis, sino que tratarían de que sus intereses se vieran afectados lo menos
posible. Calleja pretendía ganar tiempo y, una vez acordada la aportación de
caballos con los potentados potosinos, podía presentar el convenio de forma
que Branciforte lo aprobara.
En el mes de noviembre hubo otras reuniones entre Calleja, las autorida-
des locales y los hacendados, en las que se fueron concretando los detalles de
la aportación de caballos, hasta que, finalmente, el 2 de diciembre de 1796 se
llegó a un acuerdo basado en cinco compromisos: 1) El reparto del cupo
debía hacerse siguiendo el listado de las 62 haciendas elaborado por Gánda-
ra y Serna. 2) Los hacendados debían mantener el número de caballos asig-
nados para el servicio durante diez años y recibirían nueve pesos por cabeza.
3) Los caballos inutilizados debían ser reemplazados por los hacendados,
pero si la indisposición se producía durante el servicio, serían indemnizados.
4) La asignación del cupo estaba unida a la hacienda, así que, en caso de
venta, el comprador haría frente a la aportación. 5) Los propietarios aporta-
rían los mejores caballos de sus haciendas, y si no cumpliesen estas condi-
ciones, el jefe militar correspondiente podría obligarles a entregar nuevos
ejemplares.48
A esta reunión definitiva no acudieron todos los hacendados afectados,
58 propietarios de 62 haciendas, pero los 33 asistentes (dos miembros del
47
  AGN, Indiferente de Guerra, 196b. El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte, San Luis
Potosí, 25 de octubre de 1796; e ibid., El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte, San Luis
Potosí, 2 de diciembre de 1796.
48
  Esta cláusula otorgaba gran libertad a los hacendados, ya que era poco probable que un oficial
aplazara una asamblea para inspeccionar la caballada de una hacienda si no le parecían apropiados
los ejemplares que su dueño había entregado.

212
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

ayuntamiento, Gándara y Serna, 18 hacendados y once apoderados en nom-


bre de trece propietarios) firmaron el contrato con Calleja ante notario en
nombre de todos. Unos días después, el 16 de diciembre, el proyecto recibió
la aprobación del virrey.49 Los grandes hacendados fueron los mayores bene-
ficiados. Tanto criollos como peninsulares, ya fueran religiosos, oficiales mi-
licianos o miembros del ayuntamiento, simples terratenientes o con intereses
en el comercio y la minería, residentes en San Luis o en la capital virreinal,
defendieron sus intereses de grupo.50 A pesar de que en sus haciendas abun-
daban los caballos,51 consiguieron reducir su aportación para la milicia a la
mitad, implicando a la práctica totalidad de los grandes propietarios y, sobre
todo, a una gran cantidad de pequeñas y medianas explotaciones, cuyos due-
ños jugaron un papel secundario en la negociación.52 Calleja se vio obligado
a hacer algunas concesiones a las élites locales, algo que no todos los altos
funcionarios habrían aceptado y que ocultó al virrey, pero logró que los ha-
cendados aceptasen la obligación de suministrar un número determinado de
caballos al Regimiento de San Luis, en lugar de aportarlos a título personal,
cumpliendo así con el objetivo de la autoridad virreinal: que las milicias se
establecieran como cuerpos de carácter regional y no como fuerzas privadas
de los oficiales que las comandaban. Sin embargo, la intervención de las
élites locales en el reparto del cupo de caballos dificultó su gestión, porque
en lugar de veinte haciendas se vieron afectadas 62, algunas incluso de fuera
de la jurisdicción del Regimiento, y, además, supuso la implicación de dece-
nas de pequeños propietarios, a los que destinar dos caballos podía suponer
un esfuerzo mucho mayor del que significaba para algunos latifundistas
aportar una veintena.

49
  AHESLP, RPPC, 1797, n.º 7. Contrato de compraventa y uso de 348 caballos por parte del
Regimiento de San Luis a varias haciendas de la región, San Luis Potosí, 27 de enero de 1797.
50
  Entre los 28 propietarios de las haciendas más importantes de la zona encontramos: una orden
religiosa (carmelitas), siete oficiales milicianos y uno retirado, dos miembros del ayuntamiento
(Gándara y Serna), y tres importantes personajes que residían fuera de la región (la marquesa del
Jaral, el conde de Medina e Ignacio Urruchua). Algunos eran miembros de la élite criolla, pero tam-
bién había peninsulares, sobre todo vasco-navarros y montañeses. Ibid.
51
  Por citar un ejemplo de alguna de las haciendas afectadas, en 1776 La Parada contaba con 577
caballos y yeguas. Bazant, Jan, Cinco haciendas..., p. 191.
52
  El 68% de los hacendados con propiedades de primera y segunda clase (19 de 28) firmaron el
contrato con Calleja, mientras que tan solo estuvieron presentes el 41% de los dueños de propiedades
de tercera y cuarta categoría (14 de 34). AHESLP, RPPC, 1797, n.º 7. Contrato de compraventa y uso
de 348 caballos por parte del Regimiento de San Luis a varias haciendas de la región, San Luis Po-
tosí, 27 de enero de 1797.

213
juan josé benavides martínez

Mapa 10.  Haciendas que contribuyeron con caballos al Regimiento de San Luis.53

(Elaboración propia)

Una vez aprobadas las condiciones de la habilitación de caballos para el


Regimiento de San Luis, a comienzos de 1797, Calleja y el intendente Díaz
de Salcedo pasaron una copia del acuerdo al subdelegado de Charcas, Ra-
món de Ureche, para que, siguiendo el mismo procedimiento, fijara la forma
en que los hacendados de su jurisdicción debían realizar la aportación para el
Regimiento de San Carlos lo antes posible.54 El subdelegado Ureche organi-
zó una reunión con los propietarios para el 20 de enero. Todo apunta a que el
corto espacio de tiempo entre la convocatoria de la reunión y su celebración,
así como la urgencia para llegar a una resolución, no era más que una estra-
tegia para evitar que el asunto se enquistara, como había ocurrido en la capi-
tal. Algunos hacendados no pudieron acudir a la junta, porque no se entera-
ron a tiempo, pero en la orden de convocatoria se establecía que los acuerdos

  Faltan siete de tercera y cuarta categoría que no hemos podido localizar.


53

  Debía acomodar las condiciones que se habían aprobado para la habilitación de caballos del
54

Regimiento de San Luis a las posibilidades de su jurisdicción. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 210.
Orden del intendente Salcedo y del teniente coronel Calleja a Ramón Ureche, San Luis Potosí, 2 de
enero de 1797.

214
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

a los que se llegara serían de obligado cumplimiento para todos los afecta-
dos, estuvieran o no presentes, evitando así posibles protestas posteriores.55
En la fecha fijada se presentaron en Charcas ante el subdelegado Ureche
y el capitán del Regimiento de San Carlos Ramón Cevallos, comisionado por
Calleja, 16 hacendados (once propietarios y cinco apoderados), dueños de 19
propiedades.56 La reunión comenzó con la queja de fray Francisco del Espíri-
tu Santo, administrador de las haciendas de los carmelitas en la subdelegación
de Charcas, que quiso librar a sus propiedades de la aportación, argumentan-
do que ya contribuían al Regimiento de San Luis con los caballos de su ha-
cienda del Pozo. Ureche desestimó esta alegación, porque, aunque tuvieran el
mismo dueño, se trataba de propiedades distintas, con diferente administra-
dor. El resto de la reunión trascurrió por los cauces previstos por las autorida-
des. Los hacendados aceptaron las condiciones y se procedió a la asignación
del cupo de caballos. El subdelegado Ureche decidió dividir las haciendas de
la jurisdicción por regiones en lugar de en categorías. De esta manera, las
haciendas de la región de Charcas aportarían los 87 caballos para las tres
compañías del 1.º escuadrón (1.ª, 5.ª y 9.ª), fijadas en Arroyo Hondo y Char-
cas; las de Matehuala los de las unidades del 2.º escuadrón (2.ª, 6.ª y 10.ª),
formadas en Matehuala y Cedral; las del Venado los de las compañías del 3.º
(3.ª, 7.ª y 11.ª), fijadas en El Venado y La Hedionda; y las próximas a las ca-
beceras del 4.º escuadrón, Bocas (4.ª), Guadalcázar (8.ª) y Catorce (12.ª) se
encargarían de aportar los caballos para esas compañías.
En total, 42 propiedades pertenecientes a 33 dueños diferentes aporta-
rían los 348 caballos para el Regimiento de San Carlos. Las siete haciendas
más importantes (el 17%), que pertenecían a cinco latifundistas, contribui-

55
  Teniendo en cuenta los medios de comunicación de la época y que la orden se escribió el dos
de enero, la noticia de la reunión llegaría a las haciendas ocho o diez días antes de la fecha fijada para
la reunión, por lo que, si el propietario residía en otra jurisdicción, no podría enterarse a tiempo.
56
  1) El capitán Antonio Gutiérrez (Lajas), 2) el alférez José Amato Gutiérrez (Mingote), 3)
Rafael Galván (Rancho Cañada Verde), 4) el capitán Juan Nepomuceno Oviedo (Rancho del Sitio),
5) el capitán José Troncoso (Charquito), 6) Rafael Molleda (Gaus), 7) Marcos Sebastián Hernández
(Canasta Grande), 8) Lucas Modellín (Santa Clara), 9) Juan y Diego de Ibarra (Las Sardinas), 11)
Francisco Javier de Iracheta (Tinaja), 12) Francisco Mata en nombre suyo y de Juan Nicolás de la
Mata (Guadalupe del Carnicero), 13) fray Francisco del Espíritu (administrador de San Antonio,
Norias y San Judas), 14) el capitán retirado Juan Antonio Terán por José Espinosa (Bocas), 15) Jaco-
bo María Santos con poder de Santiago Lara (San Eustaquio) y Marcelo de Jesús (San Sabino), y 16)
José María de Aipra como administrador de Guanamé, propiedad del conde de Pérez Gálvez. AGN,
Indiferente de Guerra, vol. 210. Acta de la reunión entre el subdelegado Ureche y los hacendados de
la jurisdicción, Charcas, 20 de enero de 1797.

215
juan josé benavides martínez

Mapa 11.  Haciendas que contribuyeron con mayor número


de caballos al Regimiento de San Carlos.

(Elaboración propia)

rían con 183 caballos, el 53% del total.57 Otras 18 haciendas y ranchos de
mediano tamaño, el 43% de las propiedades afectadas, aportarían 118 caba-
llos (el 34%), y las 17 propiedades de menor importancia, ranchos todas
ellas, debían contribuir con 47 caballos, el 13% del total.
57
  Bocas (58 caballos), Guanamé, del conde de Pérez Gálvez (52), Carbonera, de José Sánchez
Espinosa (29), San Juan de Vanegas, del alférez real Manuel de la Gándara (21), y San Judas, San
Antonio y Norias, de los carmelitas (23). Ibid.

216
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

2.2. Recaudar el dinero de las milicias

Además de la aportación de caballos por parte de los hacendados, Calle-


ja debía resolver otro asunto de vital importancia para poner en funcio­
namiento los regimientos provinciales potosinos: efectuar el cobro de las
ofertas hechas por los vecinos. Las autoridades locales, que con tanta preste-
za ha­bían alistado las cantidades ofrecidas por los habitantes de la provincia,
habían dejado en suspenso su cobro, debido a los desencuentros con el coro-
nel Nemesio Salcedo. Los gastos de uniformes, monturas, armamento y
construcción de cuarteles para los nuevos regimientos ascendían a unos
76 000 pesos,58 cantidad que debía cubrirse con creces porque los donativos
ofrecidos, estableciendo el coste del equipo completo de un miliciano en
ochenta pesos, ascendían a 79 492.59 Sin embargo, en enero de 1796 tan solo
había en las cajas reales 20 647 pesos, aproximadamente, la cuarta parte.60 El
intendente Díaz de Salcedo emitió nuevas órdenes de cobro para cada una de
las subdelegaciones,61 y los individuos, que desempeñaban algún cargo pú-
blico o que habían sido nombrados oficiales en los nuevos regimientos, que
eran los más interesados en que se formaran las milicias y que habían hecho
los donativos más relevantes, en general, fueron aportando sus ofertas sin
demasiadas dificultades. Pero ya habían transcurrido nueve meses desde el
alistamiento de las donaciones, y, debido a la paralización del proceso de
formación de los regimientos, no iba a ser fácil recaudar el resto.62

58
  20 400 pesos para vestuario y calzado, 6226 para la construcción de los cuarteles, y el resto
quedaría en las cajas reales para sufragar los demás gastos. AGS, SGU, 6976, exp. 19. Presupuestos
de la contaduría general elaborados por Félix Calleja, San Luis Potosí, 8 de enero de 1796.
59
  En muchas de las ofertas, los donantes ofrecían vestir y armar a cierto número de soldados.
Pero Calleja, para evitar que las milicias fuesen consideradas guardias personales por los oficiales
que les habían proporcionado los pertrechos, estableció en ochenta pesos el coste del equipo de un
miliciano (uniforme, armamento y montura). De esta manera, los donantes debían entregar su oferta
en dinero y eran las autoridades las que se encargaban de proporcionar los uniformes, armas y sillas
de montar. Ibid.
60
  Ibid. Informe de la contaduría de real hacienda de San Luis, San Luis Potosí, 18 de febrero de
1796.
61
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Órdenes de cobro emitidas por el intendente Díaz de
Salcedo, San Luis Potosí, 28 de diciembre de 1795 – 11 de enero de 1796.
62
  Al margen de los donativos de los dos coroneles, el conde del Peñasco (35 000 pesos) y Ma-
nuel Rincón Gallardo (12 000 pesos), que sumaban el 60% del total ofrecido, los vecinos de la juris-
dicción en la que se asentaba el Regimiento de San Luis habían ofrecido 24 105 pesos y los de la
jurisdicción del Regimiento de San Carlos 22 787. AGS, SGU, 6976, exp. 19. Presupuestos de la
contaduría general elaborados por Félix Calleja, San Luis Potosí, 8 de enero de 1796.

217
juan josé benavides martínez

Cuando Calleja llegó a San Luis en la primavera de 1796, ya se había


cobrado el grueso de las ofertas, pero todavía restaban 7937 pesos para su
completo, aproximadamente el 10%.63 Hasta que esa cantidad no llegara a las
cajas reales los regimientos provinciales no podrían ponerse en funciona-
miento, así que Calleja ordenó al intendente que se encargase de completar
el cobro de los donativos. Esta tarea fue especialmente complicada donde la
recaudación iba más atrasada, en la jurisdicción de Charcas, porque durante
el año y medio transcurrido desde el alistamiento de las ofertas algunos indi-
viduos habían fallecido o se encontraban en paradero desconocido y otros se
habían arruinado y eran insolventes.64 Al parecer, estas circunstancias no
eran extrañas, especialmente en los reales de minas,65 pero algunos donantes,
que al quedar paralizado el establecimiento de los cuerpos, creyeron que las
milicias no llegarían a formarse, aprovecharon para hacer creer a los recau-
dadores que no estaban en condiciones de pagar su oferta.66 Además, en la
propia cabecera de la jurisdicción se habían gastado parte de las aportaciones
sin justificación.67 Viendo el rumbo que estaba tomando el cobro de las ofer-
tas, el intendente Díaz de Salcedo previno al subdelegado Ureche de que las
cantidades que no pudiera conseguir debería aportarlas de otro ramo de la
real hacienda.68
Finalmente, la presión de Calleja sobre el intendente y de este sobre el
subdelegado de Charcas propiciaron que se cobraran 4718 pesos, el 60% de
las ofertas que faltaban por colectarse. Los otros 3219 pesos restantes no
pudieron ser recaudados, dos terceras partes de los cuales se debieron a que
nueve donantes de cierta relevancia no aportaron el dinero que habían ofre-
cido.69 Aunque no se cobraron la totalidad de las ofertas, el objetivo de for-
63
  En la subdelegación de San Luis faltaban 155 pesos, en Sierra de Pinos 680, en Santa María
del Río 490 y en la de Charcas 6612. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Lista de las cantidades
que faltaban por ingresar en las cajas reales de San Luis, San Luis Potosí, 9 de agosto de 1796.
64
  Ibid. Informe del subdelegado Ureche al intendente Díaz de Salcedo, Charcas, 22 de abril
de 1796.
65
  «… donde la gente se iba con la misma facilidad con la que llegaban otros nuevos y los nego-
cios podían pasar de la riqueza a la ruina en un corto espacio de tiempo». Ibid. Rafael Sánchez Ca-
samadrid al intendente Díaz de Salcedo, Real de Catorce, 4 de marzo de 1796.
66
  Ibid. El teniente coronel Aguirre al capitán Antonio Gutiérrez, Matehuala, 30 de agosto
de 1796.
67
  Velázquez, María del Carmen, El estado de guerra en..., pp. 178-180.
68
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. El intendente Díaz de Salcedo al subdelegado de
Charcas Ureche, San Luis Potosí, 25 de abril de 1796.
69
  José Antonio de Otaegui y Pedro Antonio de Cossío, que donaron cuatrocientos y quinientos
pesos, respectivamente, habían fallecido recientemente y sus bienes se hallaban en concurso. Los

218
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

mar los regimientos milicianos sin que la real hacienda se viera afectada se
consiguió, ya que los gastos estimados eran de 76 000 pesos y la recaudación
final fue de 76 273.70

2.3. El acuerdo para la instrucción y la seguridad pública

También el teniente coronel Calleja consiguió acordar con el ayunta-


miento y el intendente el pie de fuerza y las funciones del piquete de seguri-
dad, así como los arbitrios necesarios para su mantenimiento.71 Salcedo no
cedió a las pretensiones de los grupos de poder locales sobre este asunto y el
proceso de formación de las milicias quedó paralizado. La resolución de este
punto era imprescindible para avanzar en la puesta en marcha de los regi-
mientos, así que Calleja también tuvo que negociar con las autoridades poto-
sinas las características del piquete miliciano para que se cumplieran sus
expectativas y las de la Corona.72
Finalmente, se acordó que el piquete se encargaría del mantenimiento
del orden y la seguridad en la ciudad y sus barrios, el principal objetivo de
las élites locales, pero también sería útil para los regimientos provinciales,
porque sus miembros realizarían la instrucción sin tener que reunirse en
asamblea. Esto era de gran interés para la autoridad virreinal, porque suponía
un ahorro de 6000 pesos anuales, el coste aproximado de la asamblea de
ambos cuerpos.73 Además, Calleja consiguió consensuar con los grupos de

otros siete, entre ellos varios designados oficiales, alegaron hallarse en estado de insolvencia. En la
jurisdicción del Regimiento de San Luis dejaron de recaudarse 1145 pesos, y en la del Regimiento de
San Carlos 2074. Ibid. Informe de Calleja al virrey Branciforte sobre la recaudación final, San Luis
Potosí, 3 de enero de 1797.
70
  AGS, SGU, 6976, exp. 19. Presupuestos de la contaduría general elaborados por Félix Calle-
ja, San Luis Potosí, 8 de enero de 1796.
71
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5556, exp. 14. Aprobación del plan para mantener una compa-
ñía en servicio continuo en San Luis Potosí, México, 7 de febrero de 1797.
72
  El modelo seguido para la compañía en servicio alterno y continuo en San Luis fue el piquete
de milicianos existente en Guanajuato, aunque el de la capital potosina debía tener menos efectivos,
ya que, al ser la ciudad más pequeña y con menor actividad comercial, no tenía que atender las mis-
mas necesidades ni podía afrontar un coste tan elevado. AGN, Intendencias, vol. 77. Acuerdo por el
pie de fuerza, presupuesto y guardias del piquete de seguridad, San Luis Potosí, 5 de julio de 1796.
73
  El coste de una compañía de catorce soldados veteranos sería menor, pero no serviría para
ahorrar los gastos de la asamblea de las milicias. AGS, SGU, 6976, exp. 19. Félix Calleja al virrey
Branciforte sobre el presupuesto para la compañía en servicio continuo, San Luis Potosí, 5 de julio
de 1796.

219
juan josé benavides martínez

poder locales los puntos principales de discrepancia entre el coronel Salcedo


y las autoridades potosinas:
1.  El pie de fuerza del piquete se fijó en un término medio entre la pro-
puesta del ayuntamiento y la del coronel. Sería el mismo que el de las com-
pañías de los regimientos provinciales, tres oficiales y 29 milicianos (un ca-
pitán, un teniente y un alférez; dos sargentos, cuatro cabos, cuatro granaderos
y 19 soldados). Como ambos proyectos recogían, estaría al mando de un
oficial veterano encargado de su instrucción, y, para evitar que cada mes se
viera afectada la economía de una hacienda o población, el servicio no lo
realizarían al mismo tiempo todos los miembros de una misma unidad sino
que cada una de ellas aportaría dos plazas mensualmente (alguna tres).
2.  Tal y como propuso el coronel Salcedo, el piquete realizaría el servi-
cio a caballo, en cuyo manejo era necesario instruir a los milicianos, ya que
formaban parte de regimientos de dragones. Además, los caballos eran im-
prescindibles para perseguir a algunos malhechores en caso necesario y la
predisposición al servicio montado era mayor entre los habitantes de la re-
gión.
3.  Como querían las autoridades locales, esta compañía se encargaría de
las guardias en la cárcel, en el cuartel, en las casas reales y en la casa del
intendente, pero en todo momento quedaban libres dos tercios de sus miem-
bros por si debían atender alguna urgencia y para realizar la instrucción, tal
y como había propuesto el coronel Salcedo.
4.  Los sueldos estarían algo por encima de los fijados por el ayunta-
miento, para que los milicianos realizaran el servicio con mayor motivación:
los sargentos cobrarían tres reales y medio al día, los cabos tres y los milicia-
nos dos y medio, un jornal ligeramente superior del que podían ganar traba-
jando como peones.
5.  El coste de la compañía sería de 4613 pesos al año, similar a las pro-
puestas de los poderes locales y de Salcedo.74 Esta cifra se cubriría imponien-
do arbitrios sobre una serie de productos de consumo, tratando de que se
vieran afectados por igual todos los sectores de la sociedad, o en mayor me-
dida los más favorecidos: las jarcias, el jabón, el sebo, las pieles, los cueros,

74
  En total, el gasto en sueldos era de 3822 pesos al año, a lo que habría que añadir 72 más por
las 29 camas, 65 de carbón, 137 de aceite, 138 de los utensilios para los cuerpos de guardia, 200 de
gratificación para el reparo y reposición de armas que se inutilizaran y 178 pesos de gastos de recau-
dación. Además, el coste del mantenimiento de los caballos era de 652 pesos anuales. Ibid.

220
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

el azúcar, el cacao y el papel. En total se esperaba recaudar 4852 pesos, con


lo que sobrarían 239.75
También Calleja propuso al virrey la posibilidad de gravar el vino de
Castilla y las «actividades de vicio», reduciéndose así las tasas sobre los
productos de consumo cotidiano,76 y solicitó que se usaran las cantidades
producidas por el ramo del mezcal en las subdelegaciones de Charcas, Sali-
nas, Venado y Sierra de Pinos, que se entregaban a Guadalajara, y con las que
podría financiarse la mitad de los gastos del piquete.77 El proyecto fue apro-
bado por Branciforte, pero la solicitud de gravar el vino y usar los ingresos
del ramo del mezcal, fue rechazada, porque no podían gravarse bebidas alco-
hólicas para financiar las milicias.78
A pesar del detallado cálculo que se hizo de gastos e ingresos, en 1799
el fondo de arbitrios resultó insuficiente, y el servicio del piquete fue suspen-
dido temporalmente.79 Esto supuso una disputa entre el intendente interino,
el teniente letrado Vicente Bernabeu, y el comandante de la brigada, Calleja.
Bernabeu se negaba a pagar los gastos de la compañía con cargo a otro ramo
de la real hacienda, pero Calleja puso al piquete en servicio a comienzos de
1800, ya que «no había medios para contener a los forajidos que se estaban
reuniendo con motivo de las fiestas con toros que iban a celebrarse». El vi-
rrey aprobó la acción del comandante, pero también solicitó que le informara
del coste que iba a suponer para la real hacienda.80
Tratando de reducir el gasto de la compañía, su pie de fuerza se redujo a
29 milicianos, sin oficiales, pero el uso de otros ramos de la real hacienda
para sufragar los costes del piquete se volvió una práctica habitual. En 1806
el intendente interino Ruiz de Aguirre autorizó la compra de utensilios para
las tropas a costa del caudal de propios de la ciudad,81 y a comienzos de 1808

75
  Ibid.
76
  Calleja opinaba que gravar el vino no reduciría las ventas, ya que era un producto que consu-
mían fundamentalmente las capas altas de la sociedad, y seguirían haciéndolo, aunque subiera su
precio ya que era «consustancial a la categoría de la persona». Ibid.
77
  La renta del ramo del mezcal en la intendencia de San Luis Potosí producía 2100 pesos anua-
les. Ibid.
78
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5556, exp. 14. Aprobación del plan para mantener una compa-
ñía en servicio continúo en San Luis Potosí, México, 7 de febrero de 1797.
79
  Ibid. El intendente interino Vicente Bernabeu al virrey Marquina, San Luis Potosí, 15 de
septiembre de 1800.
80
  Ibid. El coronel Calleja al virrey Marquina, San Luis Potosí, 27 de agosto de 1800; e ibid. El
virrey Marquina al coronel Calleja, México, 10 de septiembre de 1800.
81
  Rees Jones, Ricardo, El despotismo ilustrado y los intendentes..., p. 188.

221
juan josé benavides martínez

se vio obligado a suspender de nuevo el servicio, porque la prohibición de


imponer arbitrios sobre el sebo provocó que los fondos fueran insuficientes
para su mantenimiento. Ruiz de Aguirre solicitó hacer permanente el impues-
to de dos reales por fanega de maíz, creado por Gálvez para la construcción
de la cárcel y las casas reales, cuyo producto era escaso, porque si el precio
de la fanega era superior a doce pesos, algo que ocurría durante la mayor
parte del año, no se podía cobrar. La contaduría general de propios y arbitrios
aprobó que el arbitrio sobre el maíz fuera permanente, pero reducido a un
real. De esta manera, teniendo en cuenta que el consumo anual de la ciudad
rondaba las 44 000 fanegas, se esperaba conseguir una recaudación regular
de unos 5500 pesos anuales, suficientes para cubrir los gastos del piquete de
seguridad y continuar las obras de las casas reales y la cárcel, que avanzaban
lentamente, porque los ingresos para sufragarlas eran irregulares.82
Como veremos en el siguiente capítulo, a comienzos de 1809 se suspen-
dió el servicio de esta compañía definitivamente. A pesar de los problemas de
financiación y demás vicisitudes, tras doce años de existencia, la práctica
totalidad de los milicianos habían recibido la instrucción básica y en todo
este tiempo no se produjeron disturbios populares, así que, en contraposición
al piquete que en su día estuvo formado por milicianos de la Legión de San
Carlos (ver supra pp. 103-106), podemos considerar que el de los regimien-
tos provinciales cumplió con su cometido.

3. ¡Compañías, de frente: marchen!

3.1.  Asamblea, revista y fiesta

En enero de 1797 Branciforte ordenó que se llevaran a cabo asambleas


en todos los regimientos provinciales constituidos en Nueva España.83 El
virrey temía posibles inquietudes internas o agresiones exteriores por las
guerras en Europa,84 y de esta manera los oficiales veteranos le enviarían los
82
  Habían comenzado en 1798 y tan solo se había levantado la primera planta, faltando las de-
pendencias para el intendente y el tribunal de minería. AGN, Intendencias, vol. 77. Expediente de la
contaduría general de propios y arbitrios al ayuntamiento de San Luis, México, 20 de agosto de 1808.
83
  Velázquez, María del Carmen, El estado de guerra en..., p. 180.
84
  Revillagigedo creía que las ideas revolucionarias no pasarían de pequeños grupos clandesti-
nos y nunca llegarían a calar entre la población del virreinato; sin embargo, Branciforte, que llegó a
México procedente de una España en guerra contra la Francia revolucionaria, llevó una política to-

222
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

estados de pie de fuerza, que le permitirían conocer con mayor exactitud la


capacidad defensiva del virreinato.85
En la región potosina, una vez arregladas las disputas por la aportación
de caballos y por el piquete de seguridad y tras haber recaudado todos los
donativos, Félix Calleja convocó la asamblea de los Regimientos de San
Luis y San Carlos para el mes de febrero de 1797.86 Ambos cuerpos debían
reunirse en la capital potosina para pasar revista y comenzar con su instruc-
ción. Ante la falta de cuartel en la ciudad, Calleja y el intendente Díaz de
Salcedo acordaron alojararlos en el antiguo colegio de los jesuitas.87 Se cal-
culó el coste de la asamblea para la real hacienda en 8088 pesos, 6000 en
sueldos y 2088 por la gratificación de caballos (a seis pesos por cabeza). Sin
embargo, el gasto final fue menor, porque la práctica totalidad de los oficiales
siguieron el ejemplo de los coroneles de ambos cuerpos y renunciaron a su
sueldo, haciendo extensible su cesión a todas las veces que tuvieran que en-
trar en servicio.88

talmente diferente a la de su predecesor. Su primer temor fue la «amenaza francesa» y en 1795 orde-
nó detener a todos los franceses residentes en Nueva España para evitar su «mala influencia». La
nueva alianza de España con Francia detuvo estas acciones, pero entonces los norteamericanos pasa-
ron a ser la principal amenaza. El virrey no confiaba en los habitantes de Luisiana, de origen francés,
y temía que Texas estuviera en el punto de mira de los EE. UU. (no le faltaba razón). También, du-
rante el mandato de Branciforte, el nivel de delincuencia, tanto en las ciudades como en los caminos,
alcanzó cotas muy elevadas, lo que en buena medida le llevó a relanzar la formación de nuevos
cuerpos milicianos, que habían sido casi desmantelados por su predecesor, para que velaran por la
seguridad pública. Además, siempre tuvo presente la amenaza constante de una rebelión indígena y
de una invasión inglesa organizada desde Jamaica, por lo que trató de sentar las bases para una mejor
defensa de Veracruz. Archer, Christon, El ejército en el México…, pp. 110-140. Sobre la organiza-
ción de la defensa entre Veracruz y Orizaba véase: Moncada Maya, José Omar, «Un proyecto defen-
sivo para Nueva España de finales del siglo xviii», Revista de Historia Militar, n.º 95, 2004, Instituto
de Historia y Cultura Militar, Madrid, pp. 157-183.
85
  En las asambleas los cuerpos milicianos realizaban evoluciones (movimientos básicos de
tropas) y maniobras (movimientos de tropas, simulando una acción de combate) a las órdenes de sus
oficiales y eran evaluados por militares profesionales. Además llevaban a cabo acciones de combate
simuladas. Reglamento y ordenanza de Su Majestad para el ejercicio, evoluciones y maniobras de la
caballería y dragones montados de sus ejércitos y otros puntos relativos al servicio de estos cuerpos.
Madrid: Imprenta de Pedro Marín, 1769, pp. 69-182.
86
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte, San
Luis Potosí, 28 de enero de 1797; e ibid. El virrey Branciforte al teniente coronel Calleja, México, 29
de enero de 1797.
87
  Ibid. El intendente Díaz de Salcedo al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 16 de enero de
1797.
88
  Ibid. El contador de las cajas reales Cristóbal Corvalán al intendente Díaz de Salcedo, San
Luis Potosí, 24 de enero de 1797; e ibid. El capitán Ramón de Cevallos al teniente coronel Calleja,
San Luis Potosí, 1 de febrero de 1797.

223
juan josé benavides martínez

La asamblea comenzó con algunas carencias, ya que, al parecer, la ma-


yoría de los caballos que habían enviado los hacendados no eran los más
apropiados para el servicio por su pequeño tamaño, y, además, faltaba buena
parte de las sillas de montar y del armamento. A lo largo del mes, Calleja fue
pasando revista a ambos cuerpos y elaboró un estado de pie de fuerza. El
Regimiento de San Luis estaba completamente armado (sables, pistolas y
fusiles), montado (caballos y sillas) y uniformado, y tan solo le faltaban para
su completo ocho hombres, siete oficiales y un suboficial (ausentes sin justi-
ficación), mientras que el de San Carlos carecía de fusiles, espadas y de la
mitad de las sillas de montar, aunque estaba completamente uniformado y
solo le faltaban cinco plazas para su completo.89
Tras varias semanas de instrucción, el 27 de febrero se hizo el juramento
de fidelidad y se bendijeron los guiones (banderas) en misa solemne, tras la
cual, y a cuenta de los coroneles, hubo un banquete para todos los oficiales y
sus esposas, las autoridades civiles y religiosas y el resto de personajes ilus-
tres de la ciudad.90 El uno de marzo todos los milicianos regresaron a sus
casas, a excepción de dos hombres por compañía, la mayoría voluntarios y
solteros, que se quedaron en la capital para formar dos piquetes, uno por re-
gimiento.91 Como hemos dicho, con la formación de estos piquetes se preten-
día instruir a los milicianos y mantener el orden público en San Luis, pero
Calleja, después de ver de cerca las fuerzas durante la asamblea, no creía que
fueran de utilidad. Consideraba que la mejor forma de instruir a los milicia-
nos era que las compañías de ambos regimientos pasaran revista el primer y
tercer domingo de cada mes en sus respectivas cabeceras, y, en cuanto al
mantenimiento del orden público, estimaba que el piquete resultaría de esca-
sa utilidad por las carencias del armamento, la mala actitud de los milicianos
por estar lejos de sus casas y trabajos, y porque tenían por costumbre formar
milicia solo en caso de necesidad.92

89
  Ibid. El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 20 de febrero de 1797.
90
  Ibid. El coronel Rincón Gallardo al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 4 de marzo de 1797.
91
  Durante el primer año, cada cuerpo formaría su propio piquete, hasta que todos los milicianos
hubieran servido una vez, tras lo cual quedaría una sola compañía. El piquete formado por los miem-
bros del Regimiento de San Carlos quedó a cargo del capitán Cevallos, que también ofreció sufragar
el coste del mismo. AGS, SGU, 6976, exp. 19. Notas del estado de fuerza de los Regimientos de San
Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 29 de marzo de 1797.
92
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte, San
Luis Potosí, 4 de marzo de 1797.

224
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

Concluida la asamblea, Félix Calleja envió al virrey los estados de fuer-


za de los regimientos, acompañados de un informe favorable, aunque tam-
bién dando cuenta de algunas deficiencias. Ambos cuerpos se hallaban prác-
ticamente completos, formados por hombres de buena talla, hábiles
montando a caballo y medianamente instruidos. Los cuarteles en las cabece-
ras estaban concluidos o muy adelantados, y los hacendados aportaron el
número de caballos establecido, aunque muchos no eran los más apropiados
para el servicio (tamaño pequeño, débiles, sin domar…).93 Los dos regimien-
tos tenían el vestuario y el menaje de campaña al completo,94 pero mientras
que el de San Luis tenía todas las sillas de montar, al de San Carlos le falta-
ban 160, el 46%. Más grave era el estado del armamento, en especial los
fusiles, que llegaron durante la asamblea y que estaban en mal estado y re-
sultaban inservibles. Además, al Regimiento de San Carlos le faltaban 140
espadas.95
Los dos cuerpos habían cubierto prácticamente todas las plazas de tropa,
aunque habría que buscar reemplazo para 41 milicianos (20 del Regimiento
de San Luis y 21 del de San Carlos), a los que se les concedió el retiro con
goce de fuero y preeminencias por sus años de servicio.96 En cuanto a los
oficiales, antes de que se celebrara la asamblea, algunos habían fallecido y
otros renunciaron a su empleo (ver supra pp. 188-190). Varias de estas bajas
pudieron cubrirse,97 pero también quedaron algunas plazas vacantes, además
de la presencia de varios individuos que no cumplían los requisitos para ser
oficiales milicianos debido, fundamentalmente, a problemas de salud y a fal-

93
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6334, exp. 8. Estados de fuerza de los regimientos provinciales
de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 25 de febrero de 1797; y AGS, SGU, 6976, exp. 19. Notas
del estado de fuerza de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 29 de marzo de
1797.
94
  El uniforme de los regimientos de San Luis y San Carlos constaba de una casaca azul, con la
solapa y cuellos rojos, calzón (pantalón hasta la rodilla) blanco, chupa (chaleco) blanca, botones
blancos y una escarapela en los cuellos. Muro, Manuel, Historia de San Luis Potosí, San Luis Poto-
sí: Sociedad Potosina de Estudios Históricos, 1973, t. II, pp. 28 y 29.
95
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5241, exp. 43. Faltas en el armamento de los regimientos de
San Luis y de San Carlos, San Luis Potosí, 19 de febrero de 1797.
96
  Todos habían servido más de veinte años, tenían edad avanzada y su salud no era buena.
AGN, Indiferente de Guerra, vol. 210. Lista de milicianos de los regimiento de San Luis y San Carlos
acreedores a retiro, San Luis Potosí, 26 de febrero de 1797.
97
  AGN, Indiferente de Guerra, 196b. El coronel Rincón Gallardo al virrey Branciforte, San Luis
Potosí, 27 de enero de 1796; AGS, SGU, 7000, exp. 8. Propuestas para ocupar oficialías vacantes del
Regimiento de San Carlos, México, 27 de marzo de 1797; e ibid. Concesión de empleos de oficiales
a los recomendados por el virrey Branciforte, Aranjuez, 29 de junio de 1797.

225
juan josé benavides martínez

ta de recursos económicos.98 Al menos las planas mayores se encontraban al


completo. La del Regimiento de San Luis estaba formada por el coronel
conde del Peñasco, el teniente coronel Prieto de la Maza, el capellán José
Braceras, el cirujano Francisco de Paula Alaniz, Silvestre Suárez que ejercía
de escribano, José Arroyo como asesor, y Francisco Contreras que era el
mariscal (intendencia y logística); y la del Regimiento de San Carlos, que era
más reducida, contaba, además de con el coronel Rincón Gallardo y el te-
niente coronel Francisco de Aguirre, con un capellán, José Eugenio Busta-
mante.99

3.2. ¡Qué buenos milicianos si estuvieran en buenas manos!

Pero al margen de las carencias materiales y de la necesidad de cubrir


unas cuantas plazas, el teniente coronel Calleja veía un grave problema de
fondo que impediría la completa instrucción y buen funcionamiento de los
regimientos: la falta de interés y capacidad para cuestiones militares de la
mayoría de los oficiales milicianos y la escasa aplicación y el bajo rendi-
miento de los miembros del pie veterano.
Calleja, como la mayoría de los militares profesionales, tenía en baja
consideración a los mandos de milicias.100 Aunque reconoció el buen hacer
de algunos dirigiendo a sus compañías durante las maniobras, consideraba
que la mayoría no tenían ni interés ni aptitudes para el servicio, ya que su
única preocupación, al margen de sus negocios, era tener autoridad sin nin-
guna responsabilidad. Sus críticas se centraron, especialmente, en los rangos
más altos, los coroneles y los tenientes coroneles, a los que describió como

98
  Tal era el caso de los teniente José Francisco Sandoval y José Esteban Carranco, y de los al-
féreces José María Longoria y Andrés Nieto, del Regimiento de San Luis, y de los capitanes Luis
Portillo y Bernabé Cepeda, los tenientes Juan Antonio Alonso, José Guardiola y Vicente Soberón, el
alférez Ramón Guardiola, y los portaguiones Diego Aldama y José Ichaurrandieta, del Regimiento
de San Carlos. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 210. Relación de oficiales inútiles de los regimien-
tos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 28 de febrero de 1797.
99
  AGS, SGU, 6976, exp. 19. Oficio del teniente coronel Calleja al virrey Branciforte sobre los
regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 15 de febrero de 1797.
100
  Un oficial veterano del Regimiento de Dragones de la Reina (San Miguel el Grande) resumió
el sentimiento general de los militares profesionales hacia los milicianos: «solo se preocupan [los
oficiales milicianos] de que se respete un artículo de la ordenanza, el que decía que el capitán debe
ser siempre respetado y obedecido por sus subalternos». Suárez, Santiago Gerardo, Las milicias...,
pp. 160 y 161.

226
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

«inútiles para dirigir el gobierno y sostener la disciplina porque tienen muy


poca inteligencia y muchas propias atenciones en las que se ocupan con
preferencia».101 El hecho de que buena parte de los oficiales no fueran los
más apropiados para desempeñar sus empleos representaba un grave proble-
ma para los regimientos, y la única solución posible era que una autoridad les
hiciese cumplir con sus obligaciones en la milicia sin que estos, miembros de
la élite, se sintieran ofendidos y se cerraran en banda, como ya habían hecho
anteriormente. No era una tarea sencilla, pero, con el paso de los años, Calle-
ja fue consiguiendo que la mayoría de los mandos tomaran en serio sus obli-
gaciones y sirvieran con el celo debido.
Pero, además, Calleja señaló al pie veterano, los militares profesionales
encargados de la instrucción de las milicias, como la otra deficiencia de gran
calado, que perjudicaría el funcionamiento de los cuerpos provinciales. Aun-
que tanto en el Regimiento de San Luis como en el de San Carlos las plazas
veteranas se hallaban casi al completo, los consideraba incapaces de conse-
guir que las milicias pudieran llegar a alcanzar un estado óptimo.102 Al Regi-
miento de San Luis le faltaba un teniente, y al de San Carlos un teniente y un
ayudante mayor, pero el verdadero problema, según Calleja, era la escasa
utilidad de los oficiales, debido a su avanzada edad y mala salud. El pie ve-
terano del Regimiento de San Luis estaba formado por el capitán Antonio
Carvajal como sargento mayor,103 los ayudantes Manuel Barona y Mateo
Fernández de Mesa,104 los tenientes Francisco Rulfo y Bernardo López,105 los
sargentos José Manuel de Torres, Francisco San Martín y José Carvajal,106

101
  AGS, SGU, 6976, exp. 19. Notas sobre el estado de fuerza de los regimientos de San Luis y
San Carlos, San Luis Potosí, 29 de marzo de 1797.
102
  El pie veterano de cada regimiento provincial de dragones debía tener un sargento mayor, dos
ayudantes mayores, tres tenientes, tres sargentos, cuatro cabos, un tambor mayor y doce tambores
sencillos, aunque en la práctica ningún cuerpo tuvo cubiertas todas las plazas. AGS, SGU, 6980,
exp. 1. Estados de fuerza de los cuerpos provinciales de Nueva España, México, 27 de enero de 1800.
103
  Fue sargento mayor de la Legión durante quince años (ver supra p. 137, nota 8).
104
  Barona llevaba veintidós años de servicio en el Regimiento de Dragones de España, y Fer-
nández de Mesa había servido durante treinta y cuatro años, veinte de ellos en el Regimiento de In-
fantería de Navarra, y el resto como oficial veterano en el Regimiento Provincial de Guadalajara y
en la 15.ª División de milicias (Aguascalientes). AGS, SGU, 7273, exp. 3. Hojas de servicio del pie
veterano del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1796.
105
  Rulfo llevaba diecinueve años de servicio en el Regimiento de Dragones de España y López
quince años. Ibid.
106
  Torres y San Martín tenían una dilatada carrera en el Regimiento de Dragones de España
(veinticuatro y quince años respectivamente), y José Carvajal entró como sargento veterano del Re-
gimiento de San Luis por ser hijo del sargento mayor. Ibid.

227
juan josé benavides martínez

los cabos Miguel Peruguia, José Ávila, Ignacio Rodríguez y Cayetano Valle-
cillos, y el tambor mayor Agustín Salgado.107 Por su parte, el pie veterano del
Regimiento de San Carlos estaba comandado por el capitán Francisco Echar-
tea Urrutia,108 el ayudante mayor era Claudio Precy,109 los tenientes Isidro
Beltrán y Manuel Goldaraz,110 los sargentos José Manuel Díaz, Pedro Benito
Gómez y Andrés Casimiro Gil,111 los cabos Manuel Terán, José Carrión, Mi-
guel Ortiz y José Fregoso, y el tambor mayor José Carrión.112
De los quince miembros del pie veterano de ambos regimientos (sin con-
tar los cabos ni tambores, de los que carecemos de datos) nueve eran penin-
sulares y seis criollos. Los europeos procedían de diferentes puntos de la
península,113 mientras que los criollos eran mayoritariamente de México.114
Desconocemos el origen de los cabos y tambores, pero, probablemente, tam-
bién fueran mexicanos, ya que los miembros del pie veterano del Regimien-
to de San Luis procedían en su mayoría del de Dragones de España y los del
Regimiento de San Carlos del de Dragones de México, ambos formados en
la capital del virreinato. Es decir, la mayoría de los veteranos de los cuerpos
provinciales potosinos se conocían con anterioridad.115
107
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Relación de individuos del Regimiento de Dragones
de España para suboficiales veteranos del Regimiento de San Luis, México, 11 de enero de 1796.
108
 Echartea llevaba treinta y cuatro años de servicio, primero en el cuerpo de Guardias de
Corps, y luego como oficial veterano en el Regimiento de Caballería de Querétaro y en la Legión de
San Carlos. AGS, SGU, 7274, exp. 4. Hojas de servicio del pie veterano del Regimiento de San
Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1796
109
  Llevaba treinta y tres años sirviendo, primero en el cuerpo de Guardias de Corps, luego en el
Regimiento de Infantería de Milán, y posteriormente en el de Dragones de España. Ibid.
110
  Ambos habían servido más de diez años en el Regimiento de Dragones de México. Ibid.
111
  Los tres procedían del Regimiento de Dragones de México, aunque Díaz ya había servido
como sargento veterano de la Legión de San Carlos. Ibid.
112
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196b. Relación de individuos del Regimiento de Dragones
de México para suboficiales veteranos del Regimiento de San Carlos, México, 15 de enero de 1796.
113
  El sargento mayor Carvajal y el ayudante Fernández de Mesa (San Luis) eran de Andalucía,
el sargento mayor Echartea y el teniente Goldaraz (San Carlos) eran navarros, el teniente López (San
Luis) y el sargento Gómez (San Carlos) eran castellanos, el sargento San Martín (San Luis) de Astu-
rias y el sargento Gil (San Carlos) de Cantabria. El ayudante del Regimiento de San Carlos, Precy,
era francés, pero se formó en la península. AGS, SGU, 7274, exp. 4. Hojas de servicio de los oficia-
les veteranos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1796; e ibid., exp. 6. Hojas
de servicio de los oficiales veteranos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre
de 1796.
114
  El ayudante mayor Manuel Barona, el sargento Torres (San Luis) y el teniente Beltrán y el
sargento Díaz (San Carlos) eran de México. El teniente Rulfo (San Luis) era de Querétaro y el sar-
gento José Carvajal era el único potosino. Ibid.
115
  Además de los oficiales y suboficiales procedentes de los regimientos de México y de Espa-
ña, el sargento mayor del Regimiento de San Carlos, Francisco Echartea, y el ayudante, Claudio

228
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

Los oficiales eran militares de gran experiencia, con una media de trein-
ta y cuatro años de servicio, pero precisamente su dilatada carrera era la
causa por la que Calleja los criticaba. Los sargentos mayores y sus ayudantes
pasaban de cincuenta años y, tanto por su edad como por sus méritos, eran
acreedores al retiro.116 Sin embargo, todos continuaron desempeñando sus
empleos hasta sus últimos días. Esto nos hace pensar que estos oficiales, que
ya no tenían expectativas de ascenso, veían su destino en las milicias potosi-
nas como un periodo sin grandes cargas hasta el final de sus vidas. Ya no
esperaban el retiro, porque para la Corona supondría un doble gasto, sus
pensiones como oficiales retirados y los salarios de los oficiales destinados a
ocupar las plazas que habían dejado.117
Aunque, si bien todo apuntaba a que los oficiales veteranos no estaban
en condiciones de adiestrar y disciplinar a los milicianos potosinos, parece
que Calleja no tuvo en cuenta que los problemas derivados de su escasa uti-
lidad se centrarían, especialmente, en las cuestiones administrativas y de in-
tendencia de los regimientos, ya que eran los suboficiales los que verdadera-
mente mantenían la disciplina e instrucción de la tropa.118 Además, la
situación cambiaría poco si se sustituía a esos oficiales por otros, porque las
pocas expectativas de ascenso que tenían los veteranos en los cuerpos pro-
vinciales, fomentaban que estos no sirvieran con el celo debido, aunque fue-
Precy, comenzaron a servir en los Guardias de Corps el mismo año. Los únicos miembros del pie
veterano que no habían compartido regimiento ni campañas con el resto eran el sargento mayor An-
tonio Carvajal, que continuó en el mismo empleo que había desempeñado durante quince años en la
Legión de San Carlos, y el ayudante mayor Mateo Fernández de Mesa, que fue recomendado por el
coronel Nemesio Salcedo, con el que había servido en el Regimiento de Navarra. Ibid.
116
  Calleja reconocía los servicios realizados por los militares en el pasado, pero también los
criticó con dureza: «El sargento mayor Antonio Carvajal (San Luis) ha olvidado todo lo que aprendió
en sus años de servicio en el ejército. Su edad y achaques lo hacen tan inútil para el cargo como
merecedor de retiro […] El sargento mayor Francisco Echartea (San Carlos) es honrado y eficaz,
pero poco inteligente y enfermo, por lo que recomiendo que este honrado oficial sea trasladado a otro
destino menos trabajoso». AGS, SGU, 6976, exp. 19. El teniente coronel Calleja al virrey Brancifor-
te sobre los oficiales veteranos de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 29 de
marzo de 1797.
117
  Los sargentos mayores cobraban un salario de 110 pesos al mes, los ayudantes de 55, los te-
nientes 40, los sargentos 18, los cabos 13 y el tambor mayor ocho, por lo que el pie veterano de un
regimiento de dragones suponía un coste mensual para la real hacienda de 773 pesos. AGN, Indife-
rente de Guerra, vol. 196b. Sueldos del pie veterano de los regimientos de San Luis y San Carlos,
México, 13 de febrero de 1796.
118
  Los sargentos y cabos eran los que enseñaban a los soldados a limpiar y cuidar el uniforme,
a formar y marchar, el uso en combate de las armas y los cuidados necesarios para su buena conser-
vación, la colocación de la montura y las bridas... Arizcun, Manuel Francisco, Instrucción para los
sargentos y cabos del Regimiento de Dragones del Rey, Sevilla: 1792, pp. 3-89.

229
juan josé benavides martínez

sen más jóvenes. Los ocho cabos veteranos también eran mayores y con
problemas de salud,119 así que eran los seis sargentos, tres en cada regimien-
to, los verdaderos encargados de mantener el orden en las milicias potosinas.
Tres de ellos eran criollos y los otros tres peninsulares. Los seis eran de me-
diana edad, entre treinta y tres y cuarenta y cinco años, tenían una larga tra-
yectoria en el ejército (entre once y veintitrés años) y, como hemos dicho,
procedían del Regimiento de Dragones de España (San Luis) y del de Méxi-
co (San Carlos).120
A pesar de todas las deficiencias señaladas, los informes de Félix Calle-
ja al virrey valoraban de forma positiva la asamblea: las plazas se habían
completado casi en su totalidad, los hacendados aportaron los caballos, se
formaron los piquetes de seguridad en San Luis, algunos oficiales demostra-
ron su buen hacer, la tropa era hábil a caballo y mostraba interés en el servi-
cio, el vestuario, las armas blancas y otros accesorios estaban al completo...
Branciforte también dio su visto bueno e informó al rey de que los regimien-
tos provinciales de San Luis y San Carlos estarían plenamente operativos en
cuanto se les enviase el armamento y las monturas que necesitaban.121 El
virrey no podía enviar a la Corte un informe negativo de la situación defen-
siva de uno de los enclaves estratégicos del norte de Nueva España, pero
también era lógico que mirara con cierto optimismo el futuro de las milicias
potosinas, teniendo en cuenta los informes que había recibido. En su corres-
pondencia con Branciforte, Calleja tuvo en cuenta que, después de treinta
años de existencia más teórica que real de la Legión de San Carlos, estos
eran los primeros cuerpos milicianos disciplinados formados en San Luis, y
acababan de celebrar su primera asamblea, cuando un año antes estuvieron
a punto de disolverse sin haber llegado a formarse en la práctica. Además, le
sorprendió positivamente el buen hacer de los milicianos, dentro de sus limi-

119
  En 1799 en el Regimiento de San Carlos tan solo quedaban dos en servicio, porque los otros
habían fallecido, y en el de San Luis, dos se hallaban de baja por enfermedades debidas a los acha-
ques propios de su edad. AGS, SGU, 7300, exp. 11. Revistas del pie veterano de los regimientos de
San Luis y San Carlos, San Luis Potosí y Charcas, 1799-1800.
120
  La única excepción sería el sargento del Regimiento de San Luis, José Carvajal, hijo del
sargento mayor Antonio Carvajal, que era el único potosino del pie veterano, el más joven de todos
(veintiséis años) y el único que no había servido con anterioridad en otros cuerpos. AGS, SGU, 7274,
exp. 4. Hojas de servicio del pie veterano del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre
de 1796; e ibid., exp. 6. Hojas de servicio del pie veterano del Regimiento de San Luis, San Luis
Potosí, 31 de diciembre de 1796.
121
  AGS, SGU, 6976, exp. 19. El virrey Branciforte al rey, Orizaba, 30 de octubre de 1797.

230
el brazo ejecutor de la autoridad real. félix calleja y la puesta...

taciones.122 El teniente coronel era consciente del estado real, poco alenta-
dor, en que se encontraban las milicias potosinas. Nadie como él sabía lo
difícil que había sido ponerlas en marcha y el trabajo que quedaba por hacer,
pero prefirió suavizar sus informes, porque, si daba cuenta de una situación
contraria a los deseos de la Corona, podía costarle su empleo o, al menos, el
estancamiento de su carrera.123
En todo caso, parece que el resultado de la asamblea de los regimientos
de San Luis y San Carlos había sido mejor que el de la revista pasada por el
inspector Douché a la Legión en 1770 (ver supra pp. 111-113). Sin embargo,
algunas importantes carencias podían provocar que ocurriera con los regi-
mientos provinciales lo mismo que con la Legión de San Carlos. Los oficia-
les no servían con el celo debido, muchos de los caballos aportados por los
hacendados no eran aptos para el servicio, casi la mitad de un regimiento no
podía montar porque faltaban sillas, el armamento de fuego era inservible,
faltaban espadas y los oficiales veteranos, que debían instruir a los milicia-
nos, eran hombres de avanzada edad y mala salud que se limitaban a esperar
el retiro de la forma más cómoda posible. La tropa estaba compuesta por
hombres de campo, peones de haciendas y rancheros, sin conocimientos en
materia militar. La mayoría de ellos trabajaban a diario con caballos, así que
no tenían problemas con su manejo, pero de poco les servirían sus habilida-
des, si no contaban con caballos ni armamento adecuados y carecían de mon-
turas.
Por tanto, celebrada la asamblea en febrero de 1797, y a pesar de lo que
dijeran los informes, el estado de los regimientos provinciales de dragones
de San Luis y San Carlos no alentaba al optimismo: milicianos sin experien-
cia, oficiales que no servían con el celo debido y serios problemas de inten-
dencia. Sin embargo, por otro lado, también habría que señalar que todos los
milicianos alistados acudieron a la revista, se vistieron con sus uniformes y
realizaron como buenamente pudieron los ejercicios y prácticas, un hecho
sin precedentes en la región.

122
  Calleja no tenía grandes expectativas en unas tropas «compuestas en su mayor parte por
hombres de campo, torpes, descuidados, abrumados y entorpecidos por su trabajo, que siempre serán
más inútiles que prácticos». Ibid. Oficio del teniente coronel Calleja al virrey Branciforte sobre los
regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 15 de febrero de 1797.
123
  Unos días antes de que diera comienzo la asamblea Calleja había solicitado que se le nom-
brara comandante de la brigada de milicias con cabecera en San Luis, cargo que ocupaba de forma
interina. AGN, Indiferente Virreinal, C. 6334, exp. 27. El teniente coronel Calleja al virrey Branci-
forte, San Luis Potosí, 24 de enero de 1797.

231
Capítulo 7
¡A SUS ÓRDENES, MI CORONEL!
LAS MILICIAS Y EL ASCENSO DE FÉLIX CALLEJA
EN LA SOCIEDAD POTOSINA

Las carencias anteriormente señaladas podían haber hecho que los regi-
mientos provinciales hubieran seguido el mismo camino que la Legión de
San Carlos. Sin embargo, gracias a la labor de Calleja, terminaron siendo
unos cuerpos razonablemente disciplinados y útiles. Calleja ascendió a los
oficiales que tenían mejores aptitudes y cubrió las bajas con hombres intere-
sados en el servicio que él mismo recomendaba, ganándose su apoyo y res-
peto. Además, procuró, con una dedicación propia de un comandante de un
regimiento veterano, que la tropa se mantuviera bien adiestrada. La fuerza,
real, de los cuerpos que comandaba, unida a la muerte del intendente Díaz de
Salcedo en 1799 y a la serie de interinidades que le sucedieron, provocaron
que se fuera configurando como el personaje de mayor poder e influencia en
la región, por encima de cualquier otra autoridad. Su matrimonio en 1807
con María Francisca de la Gándara, una rica heredera perteneciente a una de
las familias criollas de mayor relevancia de San Luis, consolidó su posición
de liderazgo en la sociedad potosina, que le respaldó mayoritariamente cuan-
do decidió enfrentarse a los insurgentes.

1. Félix Calleja: el comandante de las milicias de San Luis


1.1. Esta vez va en serio. Orden y disciplina
en los regimientos provinciales

Terminada la asamblea de febrero de 1797, y siendo todavía comandan-


te interino, Calleja comenzó la ardua tarea de arreglar los cuerpos que esta-

233
juan josé benavides martínez

ban a su cargo. Su principal preocupación fue mantener en orden los tres


puntos clave que asegurarían el buen funcionamiento de los cuerpos provin-
ciales: los piquetes de seguridad, el pie veterano y la aportación de caballos
por parte de los hacendados.
Apenas unos meses después de la asamblea, en junio de 1797, pasó re-
vista a las compañías, una por regimiento, que servían en San Luis. Su buen
estado era de gran importancia, tanto para la seguridad de la capital potosina,
como para la instrucción de los milicianos, y ambas se hallaban al completo,
con todos sus miembros uniformados, armados y montados.1 El mismo mes
también revistó el pie veterano. Todos sus componentes estaban equipados,
pero mientras que el del Regimiento de San Luis se hallaba al completo, al
de San Carlos le faltaban dos plazas.2 Su insistencia ante el virrey para que
fueran cubiertas lo antes posible dio sus frutos y el teniente Isidro Beltrán
pasó a ocupar una de las ayudantías mayores, mientras que a José de Azca-
zubi, teniente miliciano del mismo cuerpo, se le concedió el grado de ejérci-
to, ocupando la plaza de teniente veterano dejada por Beltrán.3 Además, Ca-
lleja estuvo pendiente de que los hacendados siguiesen aportando los caballos
para el servicio de las milicias. El único que no aceptó su obligación fue el
conde de Pérez Gálvez, dueño de la hacienda de Guanamé. Al tratarse de un
personaje con título de Castilla y residente en México, Calleja decidió pasar
el asunto a manos del virrey.4
A pesar de sus esfuerzos para poner en marcha las fuerzas milicianas
potosinas, la labor de Calleja fue cuestionada por el coronel del Regimiento
de San Carlos, aunque se debió a una cuestión personal. Rincón Gallardo se
quejó al virrey por lo que consideraba un trato de favor que el comandante
le daba al Regimiento de San Luis, aunque no mencionaba ningún episodio
concreto. Branciforte zanjó el asunto, estableciendo que el Regimiento de
San Luis debía tener preferencia, porque su cabecera era la capital de la in-

1
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 2719, exp. 27. Extracto de las revistas de los piquetes de mili-
cianos de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 16 de junio de 1797.
2
  Ibid. Revista del pie veterano de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 16
de junio de 1797.
3
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 807, exp. 2. Calleja al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 17
de enero de 1797; e ibid., C. 6334, exp. 27. Calleja al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 26 de no-
viembre de 1797.
4
  Pérez Gálvez se negaba a aportar al Regimiento de San Carlos los 52 caballos que le corres-
pondían, porque no había sido informado a tiempo de la reunión en que se estableció el cupo. Ibid.
El teniente coronel Calleja al virrey Branciforte, Valle del Maíz, 31 de julio de 1797.

234
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

tendencia.5 Rincón Gallardo aceptó la respuesta del virrey y siguió cum-


pliendo con sus obligaciones, comenzando por pasar revista a su regimiento
en junio. Según el coronel, todos sus milicianos estaban equipados al com-
pleto y tan solo faltaban diez plazas para completar el cuerpo, que contaba
con 378 hombres.6
El buen hacer de Calleja no le pasó inadvertido a Branciforte, que en
octubre de 1797 recomendó su ascenso a coronel y su nombramiento como
comandante de la brigada de la intendencia potosina.7 Ese mismo año el
virrey se decidió a aplicar el plan de brigadas de milicias, diseñado por el
coronel Crespo en su proyecto de reforma del sistema defensivo novohispa-
no, que modificaba la organización de los cuerpos milicianos del virreinato,
estableciendo nueve brigadas a modo de distritos militares (finalmente fue-
ron diez, al incluirse la de México). Con este plan se pretendía lograr una
mayor racionalización del sistema defensivo, aliviar al virrey de algunas de
sus obligaciones y que las fuerzas milicianas se mantuvieran en el mejor
orden y disciplina posible, sin que ello supusiese un gasto extraordinario
para la real hacienda. Su aplicación suponía la supresión de la figura del
subinspector general de tropas, que no había resultado útil para las milicias
y había causado numerosas discordias con los virreyes, que eran los capita-
nes generales. Los diferentes comandantes se convertirían en la mayor au-
toridad de todos los individuos con fuero militar de su brigada y su principal
cometido sería velar por la instrucción y disciplina de las milicias a su car-
go, ya que debían ejercer como subinspectores de tropas de sus respectivas
circunscripciones, lo que los colocaba bajo el mando directo del virrey,
como inspector general de tropas, dando así un carácter centralizador a la
reforma.8
En 1798 el plan de brigadas fue aprobado por el rey, que, siguiendo la
recomendación de Branciforte, también ascendió a coronel a Félix Calleja y
le concedió el mando de la brigada de San Luis Potosí, en la que se incluían

5
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 273a. El coronel Rincón Gallardo al virrey Branciforte, San
Luis Potosí, 4 de marzo de 1797; e ibid. El virrey Branciforte al coronel Rincón Gallardo, México,
15 de marzo de 1797.
6
  Ibid. El coronel Rincón Gallardo al virrey Branciforte, San Luis Potosí, 23 de septiembre de
1797.
7
  AGS, SGU, 7005, exp. 7. El virrey Branciforte al ministro de Guerra, Orizaba, 31 de octubre
de 1797.
8
  Archer, Christon, El ejército en el México…, pp. 149-153.

235
juan josé benavides martínez

los territorios de Nuevo Santander y Nuevo León.9 La aplicación del proyec-


to se retrasó, porque el promotor del mismo, Branciforte, fue relevado por
Azanza (1798-1800), que fue quien lo puso en marcha en 1800, llevando a
cabo algunas reformas, fijando definitivamente las cabeceras de las brigadas
y nombrando a sus comandantes: 1.ª) México, bajo el mando del teniente
coronel del Regimiento de Infantería de Puebla, Carlos Urrutia; 2.ª) Puebla,
comandada por el intendente Manuel de Flon; 3.ª) Veracruz, 4.ª) Tabasco, 5)
Isla del Carmen y 6.ª) Acapulco, que quedarían bajo las órdenes de sus res-
pectivos gobernadores; 7.ª) Oaxaca, al mando del teniente coronel veterano
del Regimiento de Infantería de Puebla, Roberto Rollín; 8.ª) Querétaro (in-
cluía Valladolid), que recayó en el coronel Ignacio García Rebollo, veterano
del Regimiento Provincial de Querétaro; 9.ª) Guadalajara, bajo el mando de
José Abascal, presidente de la Audiencia de Nueva Galicia; y 10.ª) San Luis
Potosí, que quedaría a las órdenes del coronel Calleja.10
Gracias a la labor de su comandante, la 10.ª brigada, fue la única del
virreinato que tuvo una existencia activa.11 Su buen hacer se vio favorecido,
porque no tenía más responsabilidades que las de su cargo como comandan-
te, mientras que otros debían compaginarlo con otras obligaciones, y porque
ya estaba asentado en la región. Pero, además, Calleja fue consciente de la
importancia que tenía para su carrera el correcto desempeño de su cargo.
Tenía cuarenta y cinco años, llevaba veinticinco de servicio y acababa de ser
ascendido a coronel. Su destino como comandante de una brigada de milicias
en una región alejada de los centros de poder solo le dejaba una opción para
seguir progresando: cumplir con sus obligaciones de manera ejemplar. Para
ello, como había podido comprobar en el tiempo que llevaba en San Luis,
necesitaba ganarse el apoyo y el respeto de los grupos de poder locales. Es
decir, si quería seguir ascendiendo en el escalafón, además de ser el brazo
ejecutor del poder virreinal, debía convertirse en el líder de la élite potosina,
algo que solo podría conseguir si lograba que los regimientos provinciales
fuesen unas fuerzas reales, al contrario que la Legión de San Carlos, porque
eso lo colocaría, como comandante, en una posición influyente y respetable.
9
  AGS, SGU, 7005, exp. 7. Aprobación del plan de brigadas de milicias para Nueva España, El
Escorial, 30 de julio de 1798.
10
  Debido a la extensión de esta brigada, que, además de la provincia potosina, incluía el Nuevo
Santander y Nuevo León, con una fuerza total de 4400 milicianos, se nombraron dos ayudantes para
los distintos territorios. Ibid. Establecimiento del plan de brigadas de milicias de Nueva España,
México, 20 de septiembre de 1800; y Archer, Christon, El ejército en el México…, pp. 146 y 148.
11
  Ibid., p.148.

236
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

Como hemos dicho, desde el primer momento Calleja había seguido de


cerca las evoluciones de los regimientos potosinos y estuvo pendiente del
adiestramiento de los milicianos, de las aptitudes militares de los oficiales y
de que no quedaran plazas vacantes, así como del buen estado del pie vetera-
no. Pero, tras ser ascendido a coronel y designado como comandante de la
brigada en junio de 1798, se volvió aún más exigente.12 Sus informes y los
estados de fuerza que enviaba al virrey fueron más críticos: se quejó del mal
estado del armamento de fuego, totalmente inservible, informó de que ambos
piquetes habían reducido sus plazas, y que el pie veterano del Regimiento de
San Carlos había quedado formado tan solo por 19 efectivos.13
Precisamente, los veteranos fueron una de sus principales preocupacio-
nes por su importancia a la hora de adiestrar a los milicianos. Además de las
carencias debidas a la avanzada edad y mala salud de varios oficiales vetera-
nos (ver supra pp. 227-229), algunos dejaron sus empleos en San Luis por-
que fueron destinados por el virrey a Veracruz.14 A pesar de las solicitudes de
Calleja, los militares de mayor edad siguieron ocupando sus empleos hasta
su muerte,15 y en 1799, las sargentías mayores de ambos cuerpos y dos de las
cuatro ayudantías estaban vacantes por fallecimiento de los titulares.16 Calle-
ja trató que estos empleos se proveyeran lo antes posible para evitar que el
estado de los regimientos se resintiera, y medio año más tarde fueron desig-
nados dos capitanes veteranos, aunque de infantería, como nuevos sargentos
mayores: Antonio Mendivil, de la Compañía Fija de Acapulco, para el Regi-
miento de San Luis, y Manuel de Santa María, del Regimiento de Nueva

12
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 196a. Hoja de servicios del coronel Calleja, México, 30 de
diciembre de 1798.
13
  AGS, SGU, 6976, exp. 19. Informe de Félix Calleja al virrey Branciforte sobre el estado de
los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 16 de enero de 1798.
14
  El ayudante mayor del Regimiento de San Carlos, Claudio Precy, el teniente del Regimiento
de San Luis, Bernardo López, y dos sargentos y dos cabos, uno por regimiento, fueron destinados por
el virrey a Veracruz en 1798. AGN, Indiferente Virreinal, C. 5383, exps. 52 y 59. Revistas del pie
veterano de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí y Charcas, 30 de julio de 1798
– 30 de diciembre de 1798.
15
  Generalmente, los oficiales que cumplían los requisitos rechazaban el servicio en los cuerpos
provinciales por ser empleos de menor prestigio. Por ello, Azanza recomendó a Calleja que cubriera
alguna vacante veterana con oficiales milicianos y Marquina que lo hiciera ascendiendo a los grados
inferiores. AGN, Indiferente Virreinal, C. 5197, exp. 60. Calleja al virrey Azanza acusando recibo de
la orden, San Luis Potosí, 9 de noviembre de 1798; y Archivo General Militar de Madrid (AGMM),
México, 5362. El virrey Marquina al coronel Calleja, 26 de abril de 1802.
16
  Tan solo quedaron los oficiales de menor edad. AGS, SGU, 7300, exp. 11. Revistas del pie
veterano de los regimientos provinciales de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 1799-1800.

237
juan josé benavides martínez

España, para el de San Carlos.17 Mendivil, gravemente enfermo, nunca llegó


a ocupar el empleo, nombrándose como su sustituto a José Blanco, miembro
del pie veterano del Cuerpo de Caballería del Nuevo Santander.18 En cuanto
a las vacantes de ayudantes mayores, la del Regimiento de San Luis, fue
ocupada por Bernardo López, teniente veterano del mismo cuerpo,19 y se
nombró a Pedro García Arista, teniente del Regimiento de México, para la
del Regimiento de San Carlos.20 De esta forma, la plana mayor veterana que-
dó formada por sujetos de mediana edad y con experiencia, que podrían
servir en mejores condiciones.21

1.2.  El «núcleo duro». Los oficiales del comandante

Además del pie veterano, la disciplina y el entrenamiento de los mili-


cianos dependían en gran medida de sus oficiales, por lo que Calleja tam-
bién les dedicó una atención especial. A su llegada a San Luis en 1796 ya
habían sido designados, pero dos años después, había tenido que relevar 18

17
  Mendivil llevaba cuarenta y dos años de servicio en los que había participado en varias accio-
nes. Por su parte, Manuel de Santa María llevaba quince años en el Regimiento de Nueva España,
destacando por sus servicios en Santo Domingo, donde participó en varias acciones que le hicieron
acreedor a recibir los hábitos de la orden de Santiago. AGS, SGU, 7009, exp. 12. Nombramiento de
las sargentías mayores de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Ildefonso, 22 de agosto
de 1800; y AGN, Indiferente Virreinal, C. 5507, exp. 60. Presentación de los méritos de Manuel de
Santa María, San Luis Potosí, 25 de noviembre de 1805.
18
  De origen peninsular (Asturias), era capitán del Regimiento de México. AGI, México, 2427.
Nombramiento de José Blanco como sargento mayor del Regimiento de San Luis, El Escorial, 3 de
diciembre de 1800.
19
  AGS, SGU, 7010, exp. 6. Propuesta del virrey Azanza para ayudante del Regimiento de San
Luis, México, 28 de noviembre de 1800.
20
  Arista pasó a Nueva España como portaguión del Regimiento de Dragones de México, en el
que ascendió a teniente y participó en algunas acciones de guerra contra los ingleses, cuando estuvo
destinado en Veracruz. Después fue teniente veterano en el Regimiento Provincial de Dragones de la
Reina. AGMS, 1.ª, 1.ª, G-1694. Recomendación de ascenso de Pedro García de Arista, México, 31
de julio de 1810.
21
  También los suboficiales veteranos recibieron atención por parte de Calleja. En 1803 al Regi-
miento de San Carlos le faltaban dos cabos y al de San Luis dos sargentos y tres cabos. Las plazas
fueron cubiertas, pero, algunos suboficiales eran mayores y con mala salud y apenas un año más
tarde había más vacantes. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3042, exp. 48. Revista de los pies veteranos
de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 16 de febrero de 1803; ibid., C. 3480,
exp. 13. Revista de los pies veteranos de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí,
16 de julio de 1803; y AGI, México, 2441. Revista de los pies veteranos de los regimientos de San
Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 14 de noviembre de 1804.

238
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

plazas, el 22% del total, que habían vacado por renuncia de sus titulares o
por retiro, debido al cumplimiento del tiempo de servicio o a problemas de
salud. Los respectivos coroneles de los cuerpos debían proponer una terna
de candidatos para cubrir las oficialías y Calleja recomendaba a uno de los
tres, al que el virrey entregaba un despacho provisional. Posteriormente, el
rey hacía oficial el nombramiento. Es decir, en todo este largo proceso, era
el comandante de la brigada el que, en la práctica, elegía a los nuevos oficia-
les, y la repercusión más evidente de la labor de Calleja en esta cuestión fue
que aumentó el predominio de los oficiales de origen peninsular.22 De 47
oficiales europeos pasó a haber 56, el 70% del total, mientras que tan solo
encontramos 24 criollos.23 Esta diferencia era mayor tomando en considera-
ción las 24 oficialías más elevadas (coroneles, tenientes coroneles y capita-
nes), entre las que había veinte peninsulares (83%). También el predominio
de los europeos se acrecentó en los rangos subalternos, que pasaron a ser
el 64% (ver infra gráfico 4, p. 240).24
Dentro del grupo peninsular seguía habiendo una fuerte presencia de
vasco-navarros y cántabros. Su número aumentó, y aunque la proporción
entre la oficialidad peninsular siguió siendo prácticamente la misma, consi-
derando a la totalidad de oficiales de los regimientos, pasaron de ser el 47%
al 56% (ver infra gráfico 5, p. 241).25
El aumento del número de europeos tendría su explicación en las valo-
raciones que Calleja hacía de la oficialidad miliciana. El coronel consideraba
que una veintena de los ochenta oficiales (25%), ya fuera por su falta de celo,
por su escasa fortuna o por sus «vicios», eran inútiles para el servicio, y que

22
  Las 18 bajas se cubrieron con trece europeos y cinco criollos. AGS, SGU, 7274, exp. 4. Hojas
de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, Charcas, 31 de diciembre de
1798; e ibid., exp. 6. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San
Luis Potosí, 31 de diciembre de 1798.
23
  En siete de las 24 compañías ninguno de sus mandos era americano: la 2.ª compañía (Mate-
huala), la 3.ª (Venado), la 10.ª (Cedral) y la 11.ª (Hedionda) del Regimiento de San Carlos, y la 2.ª
(Pozo del Carmen), la 8.ª (Santa María del Río) y la 10.ª (Armadillo) del Regimiento de San Luis.
Ibid.
24
  Solo eran criollos los dos coroneles, dos capitanes, diez tenientes, ocho alféreces y dos porta-
guiones. Además, habría que señalar que cada uno de los regimientos tenían el mismo número de
oficiales peninsulares (28) y de criollos (12) y que, al igual que sucedía en 1796, en las compañías
asentadas al norte de la provincia había un claro predominio de los europeos (76%), mientras que las
fijadas en la región más próxima a San Luis, aunque también los peninsulares eran mayoría, se con-
centraban el 60% de los oficiales de origen americano. Ibid.
25
  Solo once peninsulares procedían de otras regiones: cuatro de Asturias, cuatro de Andalucía,
dos de Galicia y uno de La Rioja. Ibid.

239
Gráfico 4.  Origen de los oficiales de los regimientos provinciales de San Luis y San Carlos (1796-1798).
GRAFICO 4
TOTAL DE OFICIALES (80)
1796 1798

Criollos (33) Criollos (24)

Peninsulares (47) Peninsulares (56)

240
OFICIALES DE MAYOR RANGO (24) OFICIALES SUBALTERNOS (56)

1796 1798 1796 1798


juan josé benavides martínez

Criollos (6) CRIOLLOS (4) CRIOLLOS (27) CRIOLLOS (20)


Peninsulares (18) PENINSULARES (20) PENINSULARES (29) PENINSULARES (36)
Gráfico 5.  Origen de los oficiales peninsulares de los regimientos de dragones de San Luis y San Carlos (1796-1798).
GRAFICO 5
TOTAL DE OFICIALES PENINSULARES TOTAL DE OFICIALES

1796 (47) 1798 (56) 1796 1798

241
RESTO PENÍNSULA (9) RESTO PENÍNSULA (11) CRIOLLOS (33) CRIOLLOS (24)

VASCOS (19) VASCOS (23) RESTO PENÍNSULA (9) RESTO PENÍNSULA (11)

MONTAÑESES (19) MONTAÑESES (22) VASCOS (19) VASCOS (23)

MONTAÑESES (19) MONTAÑESES (22)


¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...
juan josé benavides martínez

otros 17 (21%) solo podían ser útiles para empleos subalternos.26 Estas cifras
estaban lejos del ideal, pero no reflejaban una situación insalvable para la
buena marcha de los regimientos. Sin embargo, detrás de las valoraciones,
además del tradicional menosprecio de los militares de carrera hacia los ofi-
ciales milicianos, se puede apreciar que Calleja estimaba que los americanos
tenían menos cualidades para el servicio. El 65% de los mandos que consi-
deraba inútiles eran criollos, mientras que entre los 43 que valoró de forma
positiva solo encontramos seis (14%). Según el comandante, el 53% de los
oficiales americanos no reunía las condiciones para servir en la milicia, y tan
solo siete de los 56 peninsulares (12%) le merecían la misma opinión (ver
infra gráfico 6, p. 243).
Las valoraciones del comandante obedecían a su percepción personal del
grado de cumplimiento de las obligaciones cotidianas de los oficiales (elabo-
rar las listas de sus compañías, entrenar con regularidad a los milicianos,
conservar el equipamiento en buen estado…). Sin embargo, resulta poco pro-
bable que la gran diferencia entre la capacidad militar de los americanos y la
de los peninsulares que reflejaban los informes respondiera a criterios objeti-
vos. Más bien parece que Calleja consideraba que los europeos reunían me-
jores cualidades para el servicio. Aun así, dos años después de haber criticado
con dureza a los oficiales por su falta de actitud y sus escasos conocimientos
en materia militar (ver supra pp. 226 y 227), podría decirse que el comandan-
te tenía una opinión favorable de la mayor parte de la oficialidad de los regi-
mientos de San Luis y San Carlos. Aunque a la mayoría de los criollos los
consideraba inútiles para el servicio, el cambio de opinión de Calleja nos
hace pensar que durante el tiempo que llevaba a cargo de las milicias potosi-
nas gran parte de los oficiales, sobre todo los peninsulares, habían cambiado
su actitud, ganándose el reconocimiento del estricto comandante.
Calleja necesitaba que los oficiales que estaban a sus órdenes cumplie-
ran con sus deberes para tener el mando efectivo sobre los cuerpos estableci-
dos en su brigada y así poder mantenerlos en el mejor estado posible. El
apoyo de los mandos milicianos era más importante, si cabe, considerando
las carencias de los miembros del pie veterano anteriormente señaladas.
Como comandante de la brigada, Calleja pudo promocionar a los oficiales
que realizaban sus tareas debidamente, hombres influyentes en la región, que
26
  Ibid. Calleja se refería así (útiles para subalternos) a los oficiales que cumplían con sus obli-
gaciones, pero cuya situación económica no les permitía hacer frente a los gastos que debía realizar
un capitán.

242
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

comenzaron a contar con una responsabilidad cada vez mayor en los cuerpos
provinciales, e, incluso, algunos se convirtieron en sus hombres de confian-
za.27 En reconocimiento a su labor, el comandante mejoraba el estatus dentro
de las milicias a los que le facilitaban el control de los regimientos, y, tenien-

Gráfico 6.  Valoraciones de los oficiales milicianos por parte del comandante Calleja.
GRAFICO 6
TOTAL DE OFICIALES (80) OFICIALES PENINSULARES (56) OFICIALES CRIOLLOS (24)

REGULAR (17) REGULAR (12) REGULAR (5)

NEGATIVA (20) NEGATIVA (7) NEGATIVA (13)

POSITIVA (43) POSITIVA (37) POSITIVA (6)

VALORACIONES POSITIVAS (43) VALORACIONES NEGATIVAS (20)

CRIOLLOS (6) CRIOLLOS (13)

PENINSULARES (37) PENINSULARES (7)

27
  En especial los capitanes de la 5.ª compañía del Regimiento de San Luis y de la 9.ª del de San
Carlos, Toribio Cortina Díaz (asturiano) y Ramón de Cevallos (montañés). Ambos mostraron un gran
interés por el servicio desde la formación de los cuerpos provinciales y Calleja los nombró sus alba-
ceas en el primer testamento que realizó en San Luis, cuando en marzo de 1798 sufrió una grave
enfermedad. AHESLP, RPPC, 1798, n.º 18. Testamento del teniente coronel Félix Calleja, San Luis
Potosí, 4 de marzo de 1798.

243
juan josé benavides martínez

do en cuenta que la gran mayoría eran peninsulares, en especial vasco-nava-


rros y montañeses, parece que también favoreció la incorporación de oficia-
les de su mismo origen geográfico. El objetivo de Calleja era puramente
militar, pero fue fraguando una red, basada en la «camaradería» entre los
oficiales que desempeñaban el mando efectivo de las milicias, con un impor-
tante componente de paisanaje, que acabó superando el ámbito miliciano, ya
que el reconocimiento del comandante y la buena consideración de la que
gozaban dentro de los cuerpos provinciales repercutían favorablemente en la
vida civil de estos individuos, la mayoría peninsulares, que ejercían una no-
table influencia en la vida económica e institucional de la región.28 Además
del honor y los privilegios (fuero militar) que conllevaba el desempeño de
sus empleos, la «camaradería» que les unía, potenciada con el paisanaje, fa-
voreció el estrechamiento de los lazos personales y fomentó la conjunción de
los intereses económicos entre estos individuos.29
Por otro lado, los oficiales que demostraban no tener ningún interés en el
servicio o no cumplían las expectativas del comandante, quedaban en un
segundo plano. Hacia 1806, tras casi diez años de existencia activa de los
regimientos provinciales, se habían producido 18 bajas con respecto a los
oficiales que había en 1798.30 Algunas pudieron deberse al fallecimiento de
los titulares, al cumplimiento de su tiempo de servicio o a su traslado fuera
28
  «Las representaciones que se cuentan de las milicias recalcan la separación de quienes no
pertenecen a la milicia […] y sus integrantes que desfilan, se preparan para hacer una ronda o disfru-
tan de comidas en torno a una mesa común. En estos marcos se creaban lealtades personales, afectos
y relaciones de clientela». Ruiz Ibáñez, José Javier, «Las milicias y el rey de España», en ibid., Las
milicias del…, p. 13.
29
  Así lo demuestran los numerosos casos hallados en la sección Registro Público de la Propie-
dad y del Comercio del Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí: compraventas, otorgamien-
tos de poderes, formación de compañías para explotaciones mineras y agroganaderas, nombramien-
tos como albaceas testamentarios, préstamos… Un claro ejemplo sería la fundación de una compañía
para explotar la mina de la Purísima Concepción, en el Cerro de San Pedro. Su dueño, Benito Cam-
pero, capitán del Regimiento de San Luis, decidió asociarse con varias personalidades de la región.
La compañía la formaron catorce socios (doce eran peninsulares), entre los que estaban, el propio
Calleja y diez oficiales cuya labor siempre fue valorada de forma positiva por el comandante. AHES-
LP, RPPC, 1797, n.º 133. Constitución de una compañía para explotar la mina de la Purísima Con-
cepción, San Luis Potosí, 11 de diciembre de 1797.
30
  No analizaremos en detalle el origen de los oficiales, ya que los porcentajes seguían siendo
casi idénticos. El 70% de la oficialidad era de origen peninsular, predominantemente vasco-navarros
y montañeses (el 51%). Además, el comandante consideraba que el 63% de los peninsulares eran
buenos oficiales y el 50% de los criollos no eran útiles. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 86b. Hojas
de servicios de oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, San Luis Potosí, 30 de diciembre
de 1804; e ibid., vol. 376a. Hojas de servicios de oficiales milicianos del Regimiento de San Luis,
San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1806.

244
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

de la región. Pero, el hecho de que la práctica totalidad fueran hombres de


cierta relevancia, asentados en la provincia, de mediana edad, que en 1800
gozaban de buena salud, y que tan solo tres de ellos fueron valorados de for-
ma positiva por Calleja,31 nos hace pensar que el comandante, que no podía
dar de baja a un oficial simplemente porque consideraba que era inútil para
el servicio,32 dejaba al margen a estos individuos para que no se viera afecta-
do el entrenamiento y la disciplina de los milicianos, hasta que ellos mismos
solicitaban el retiro.33.
Para cubrir las vacantes los coroneles de los regimientos propusieron las
ternas de candidatos entre los que el comandante debía recomendar a uno.
Como hemos señalado anteriormente, los primeros relevos que llevó a cabo
Calleja fueron predominantemente peninsulares, pero, tras varios años en
San Luis y con un importante grupo consolidado de oficiales que respetaban
su autoridad y cumplían con sus deberes, empezó a recomendar mayoritaria-
mente a criollos. Desconocemos si se debía a un verdadero cambio de opi-
nión de Calleja o si era una estrategia para ganarse el favor del sector criollo
de la élite, pero, en cualquier caso, la mayoría de estos mandos siguió la di-
námica positiva predominante entre la oficialidad miliciana.34

1.3. Un militar de carrera, recto y con aspiraciones

Como hemos dicho, desde su llegada a San Luis, Félix Calleja cumplió
con gran celo sus deberes como comandante de la brigada. Teniendo en
cuenta los resultados, podría decirse que el comandante consiguió sus obje-

31
  AGS, SGU, 7274, exp. 4. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San
Carlos, Charcas, 31 de diciembre de 1798; e ibid., 7276, exp. 17. Hojas de servicios de los oficiales
milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1800.
32
  El más claro ejemplo fue el conde del Peñasco, del que Calleja decía que «nunca será un buen
jefe militar por su escaso talento y por sus circunstancias personales», pero que comandó el Regi-
miento de San Luis hasta su muerte en 1805. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 10a. Hojas de servicio
de oficiales milicianos de los regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 30 de diciembre
de 1804.
33
  Generalmente estas renuncias se justificaban alegando incompatibilidad con otro empleo.
34
  De los 17 oficiales que se incorporaron, once eran americanos. Siete de ellos fueron valorados
de forma positiva por el comandante. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 86b. Hojas de servicios de
oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1804; e ibid.,
vol. 376a. Hojas de servicios de oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 30
de diciembre de 1806.

245
juan josé benavides martínez

tivos fundamentales: que la tropa estuviera entrenada y al completo y que


hubiera pocas vacantes entre la oficialidad.35 También sus informes refleja-
ban ciertas carencias, que trató de remediar, aunque su actuación solo podía
limitarse a solicitar envíos al virrey. Se trataba de los uniformes y las montu-
ras, que era necesario reponer periódicamente,36 y el armamento, deficiente
desde el establecimiento de los cuerpos.37 También las vacantes del pie vete-
rano fueron un quebradero de cabeza para el comandante. Los miembros de
mayor edad fallecían y como no se enviaban nuevos oficiales, Calleja se veía
obligado a ascender a los rangos inferiores, que, a su vez, dejaban vacantes
las plazas que ocupaban.38
Al margen de estas cuestiones, los cuerpos milicianos potosinos se man-
tuvieron en buen estado, como lo reconoció Diego García Conde, capitán del
Regimiento de Dragones de México, que en octubre de 1800 fue enviado a
San Luis al mando de dos compañías, para velar por la seguridad de la ciudad
durante los festejos por la inauguración del santuario de Guadalupe.39 La
orden de Marquina denotaba que las autoridades virreinales temían que pu-
dieran estallar disturbios en San Luis durante una celebración, pero Calleja
demostró que los regimientos que comandaba estaban preparados para ac-
tuar en cuanto recibieran la orden de movilizarse. Mandó reunir en la ciudad
a los granaderos (milicianos con mejores aptitudes) de los regimientos de

35
  Los oficiales cumplían las órdenes y las bajas entre la tropa eran escasas y circunstanciales
(enfermedades, muertes y traslados). Cf. AGN, Indiferente Virreinal, C. 2847, exp. 1. Relación del
estado del Regimiento de San Carlos, Charcas, 25 de noviembre de 1798; ibid., exp. 3. Relación
del estado del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 25 de octubre de 1798; ibid., C. 2514,
exp. 10. Estado de fuerza del Regimiento de San Carlos, Charcas, 30 de diciembre de 1801; y AGN,
Indiferente de Guerra, vol. 351a. Listas de revista mensuales de varias compañías del Regimiento de
San Carlos, Charcas y Matehuala, 1800-1809.
36
  El comandante solicitó envíos de vestuario y monturas en varias ocasiones, pero generalmen-
te llegaban tarde e incompletos. AGN, Indiferente Virreinal, C. 5076, exp. 3. El comandante Calleja
al virrey Marquina, San Luis Potosí, 26 de febrero de 1801; y AGN, Indiferente de Guerra, vol. 351a.
Listas de revista mensuales de varias compañías del Regimiento de San Carlos, Charcas y Matehua-
la, 1800-1809.
37
  Los fusiles eran inservibles, los sables endebles y las pistolas tuvieron que ser reemplazadas.
AGN, Indiferente Virreinal, C. 6051, exp. 17. Estado de fuerza de los regimientos de San Luis y San
Carlos, San Luis Potosí, 10 de febrero de 1802.
38
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5076, exp. 3. Propuestas del comandante Calleja para cubrir
vacantes en el pie veterano del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 1 de julio de 1800.
39
  Hubo corridas de toros, peleas de gallos, danzas indígenas, banquetes… Montejano y Agui-
ñaga, Rafael, «¿Estuvo Hidalgo en San Luis Potosí cuando la dedicación del Santuario y las memo-
rables corridas de toros en 1800?», Archivos de Historia Potosina, vol. XI, n.º 2, diciembre 1979,
Academia de Historia Potosina, San Luis Potosí, pp. 102-120.

246
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

San Luis y San Carlos, y, concluida la celebración, García Conde escribió al


virrey solicitándole regresar a México porque consideraba que las milicias
locales eran más que suficientes para mantener la paz.40
También Calleja cumplió con las obligaciones de su cargo más allá de
los límites de la provincia potosina, mostrando especial interés por la seguri-
dad de la frontera nororiental del virreinato. Este territorio, que conoció per-
sonalmente cuando reformó las milicias de Nuevo León y Nuevo Santander,
también pertenecía a la jurisdicción de la 10.ª brigada. A pesar de la distan-
cia, siguió de cerca las evoluciones de las fuerzas allí formadas, manteniendo
una abundante correspondencia con las autoridades locales e informando
puntualmente al virrey de las noticias que recibía.41 Además, fue capaz de
contener las frecuentes revueltas de las tribus indias de estas regiones, sin
que ello supusiese un esfuerzo militar en vano,42 y estuvo especialmente
atento ante las incursiones de norteamericanos y el peligro potencial de una
invasión extranjera.43
La meticulosa labor de Calleja iba incluso más allá de los límites de su
brigada. El virrey Marquina consideraba que era el oficial con mejores cono-
cimientos militares del virreinato, por lo que en 1802 le pidió que elaborase

40
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5301, exp. 17. El capitán García Conde al virrey Marquina,
San Luis Potosí, 22 de noviembre de 1800; ibid. El ayuntamiento de San Luis al virrey Marqui­
na, San Luis Potosí, 2 de diciembre de 1800; e ibid. exp. 18. Expediente de pago y recomendaciones
a los granaderos de los Regimientos de San Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 5 de julio de 1801.
41
  Hay gran cantidad de documentación al respecto. Por citar algunos documentos: AGN, Indi-
ferente Virreinal, C. 2979, exp. 29. Correspondencia entre Calleja y el virrey Marquina sobre la
compañía de la Punta de Lampazos y las milicias de Nuevo León, San Luis Potosí, 1800; y AGN,
Provincias Internas, vol. 193, exp. 3. Informe de Calleja al virrey sobre el gobernador de Nuevo
León, Simón de Herrera, San Luis Potosí, 25 de agosto de 1801.
42
  Su actuación en esta materia fue más política que militar (utilización de unas tribus para fre-
nar a otras, neutralidad en conflictos entre tribus…) porque el virrey le ordenó minimizar gastos.
AGN, Provincias Internas, vol. 12, exp. 39. Correspondencia entre Calleja y el virrey respecto a
cuestiones defensivas en las Provincias Internas de Oriente, San Luis Potosí, Monterrey y México,
1798-1800; y AGN, Indiferente Virreinal, C. 3747, exp. 15. Calleja al virrey Iturrigaray sobre la
política seguida con las tribus indias de la frontera, San Luis Potosí, 24 de mayo de 1803.
43
  AGI, Estado, 29, N. 6. El virrey Marquina al ministro Luis de Urquijo sobre el aventurero
Felipe Nolán, México, 2 de febrero de 1801; AGN, Californias, vol. 22, exp. 107. Calleja al virrey
Iturrigaray informando sobre el aventurero norteamericano Robert Acheli, San Luis Potosí, 5 de ju-
nio de 1803; y AGN, Provincias Internas, vol. 175, exp. 1. Correspondencia entre el comandante
Calleja y el brigadier Salcedo con el virrey Iturrigaray sobre movimientos de tropas e incidentes
fronterizos en la línea con los Estados Unidos, México, San Luis Potosí y San Carlos, 1803-1805. No
hemos querido profundizar en los aspectos de la defensa de la frontera nororiental del virreinato
porque se desviaba de la línea del presente trabajo. Sin embargo, desarrollaremos esta interesante
cuestión en futuras investigaciones.

247
juan josé benavides martínez

un informe que serviría de base para una nueva reforma del sistema defensi-
vo novohispano.44 Todos sus esfuerzos se debieron fundamentalmente a una
razón, el principal objetivo que persiguió a lo largo de su vida militar: ascen-
der en el escalafón. Calleja llegó a Nueva España en 1789 recién ascendido
a capitán, acompañando al virrey Revillagigedo II, a cuyas órdenes ya había
servido. En 1790 le encargó pasar revista a las milicias de la Frontera de
Colotlán, tarea que cumplió con diligencia, ganándose el ascenso a teniente
coronel. En 1795 el virrey Branciforte, que también conocía a Calleja con
anterioridad, le encomendó la reforma de las milicias de Nuevo Santander y
Nuevo León, y, al concluir, lo destinó a San Luis para que pusiese en marcha
los regimientos provinciales establecidos por Nemesio Salcedo. Su buen ha-
cer en el desempeño de estas comisiones le valió el ascenso a coronel y la
comandancia de la 10.ª brigada. El virrey Azanza (1798-1800), ante los bue-
nos informes de sus antecesores, decidió encargarle la revista de varios regi-
mientos veteranos, y reconoció su labor solicitando que se le concediera una
gratificación económica, y recomendándolo para que fuera ascendido a bri-
gadier.45 La gratificación le fue concedida, pero no así el ascenso,46 aunque
Calleja no se dio por vencido y, tras conseguir la recomendación del sucesor
de Azanza, el virrey Marquina, solicitó nuevamente el grado de brigadier,
que le volvió ser denegado en 1803.47
Parece que esta nueva negativa propició que Calleja cambiara su estra-
tegia para conseguir el deseado ascenso, ya que solicitó una licencia de dos
años para pasar a la península. No pidió un traslado a un regimiento en Espa-

44
  En los más de cien folios de este informe reservado, Calleja demostró que conocía al detalle
la situación defensiva de Nueva España y era plenamente consciente de las carencias y virtudes del
sistema, así como de los potenciales enemigos (Estados Unidos sobre todo) y de las dificultades que
debían afrontarse. Aportó cifras concretas, analizó la utilidad de las milicias en la defensa del terri-
torio y propuso una serie de reformas, tanto a nivel general como referidas a algunos cuerpos en
concreto, para que el sistema fuera más eficiente. AGN, Marina, vol. 202, exp. 4. Informe del coronel
Calleja sobre las milicias provinciales por orden del virrey Marquina, San Luis Potosí, 24 de agosto
de 1802.
45
  Calleja revistó el Regimiento de Infantería de la Corona, el de Dragones de México, el Bata-
llón Fijo de Veracruz y la 2.ª Compañía Franca de Voluntarios. AGI, México, 2473. El virrey Azanza
al ministro de Guerra sobre la gratificación para el coronel Calleja, México, 26 de febrero de 1800;
y AGS, SGU, 6981, exp. 29. El virrey Azanza al ministro de Guerra recomendando a Calleja, Méxi-
co, 26 de febrero de 1800.
46
  AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 176, exp. 124. Aprobación de gratificación y denega-
ción de grado al coronel Calleja, El Escorial, 29 de octubre de 1800.
47
  AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 188, exp. 148. Negación de grado de brigadier para el
coronel Félix Calleja, El Escorial, 11 de junio de 1803.

248
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

ña sino un permiso para viajar, que se le concedió en abril de 1804.48 Todo


apunta a que, tras sufrir un segundo revés en sus aspiraciones, fue consciente
de que el cumplimiento riguroso de sus deberes como comandante de la 10.ª
brigada no iba a ser suficiente para ascender a brigadier, y teniendo en cuen-
ta que contaba con el favor de cuatro antiguos virreyes, alguno de ellos, con
gran influencia en las altas esferas, estando en España podría mover el asun-
to de su ascenso con mayor facilidad.49
Sin embargo, tras una carrera plagada de acciones de mérito y comisio-
nes desempeñadas con rigor, los favores palaciegos, aunque parecían ser su
única opción para llegar a brigadier, no encajaban con el carácter y la perso-
nalidad de Calleja, y, apenas unos meses después de que se le comunicara la
concesión de la licencia, trató de aprovechar una oportunidad de ganarse el
ascenso sin necesidad de viajar a la península. En diciembre de 1804, tras
varios meses sufriendo el hostigamiento inglés sobre el comercio transoceá-
nico por su apoyo a Napoleón, España declaró la guerra a Inglaterra. Poco
después, en marzo de 1805, Calleja renunció a su licencia y se ofreció a co-
laborar con Iturrigaray en la planificación y puesta en marcha de un plan de
defensa del virreinato ante la amenaza de un ataque conjunto de los Estados
Unidos e Inglaterra.50 Parece que esperaba lograr un ascenso por méritos de
guerra, pero el virrey no tuvo en cuenta su solicitud, aunque, después de que
la flota española quedara prácticamente destruida en Trafalgar en octubre de
1805, aumentando así el peligro potencial de invasión sobre Nueva España,
lo recomendó para gobernador de Nuevo Santander, cuyas costas parecían
ser el lugar más propicio para un desembarco enemigo.51
Este episodio fue muy significativo para Calleja, porque pudo compro-
bar que el virrey no contaba con él para los empleos más elevados, posible-
mente, porque, debido a su demostrada eficiencia, Iturrigaray prefería man-

48
  Durante este tiempo cobraría solo la mitad de su sueldo AGN, Reales Cédulas Originales, vol.
194, exp. 68. Concesión a Félix Calleja de licencia para pasar a la península, El Escorial, 13 de abril
de 1804.
49
  Fundamentalmente, podía contar con la influencia de Branciforte, que, aunque a su vuelta a
la península no se dedicara a la política, era cuñado de Godoy. Los otros tres virreyes, que no estaban
en la órbita del «Príncipe de la Paz», no tuvieron una vida pública activa tras su regreso de México.
Navarro García, Luis y Antolín Espino, María del Pópulo, «El virrey marqués…», t. I, pp. 616-625.
50
  Calleja consideraba que sus servicios en San Luis serían de escasa utilidad en caso de un
ataque. AGN, Indiferente Virreinal, C. 1800, exp. 30. Félix Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis
Potosí, 30 de marzo de 1805.
51
  Esta recomendación no fue tenida en cuenta por la Secretaría de Guerra. AGMS, 1.ª, 1.ª,
C-532. El virrey Iturrigaray a José Antonio Caballero, México, 27 de mayo de 1806.

249
juan josé benavides martínez

tenerlo en primera línea. Tras haber renunciado a su licencia para viajar a


España, con cincuenta y un años de edad y destinado en una región alejada
de los centros de poder del virreinato, Calleja comprendió que, probable-
mente, terminaría sus días como coronel y comandante de San Luis.

2. La influencia del coronel en la sociedad potosina

2.1. Negociación e imposición. La relación de Calleja


con las autoridades locales

A pesar del revés sufrido en sus aspiraciones, Calleja no dejó de lado las
obligaciones de su cargo ni se olvidó de seguir progresando en su carrera,
pero, en torno a 1805, se puede apreciar un cambio en su comportamiento
dentro de la sociedad potosina. Como hemos dicho, desde que llegó a San
Luis en 1796 como subinspector interino de tropas, su principal objetivo fue
cumplir debidamente con sus deberes y así seguir acumulando méritos que le
permitieran progresar en su carrera. Sin embargo, su rango militar y su firme-
za al frente de la comandancia lo convirtieron en una figura respetada, que,
con el paso del tiempo, y ante la serie de interinatos que se sucedieron al
frente de la intendencia, empezó a consolidarse como la principal autoridad
de la región. El virrey había cortado sus aspiraciones como militar, pero, en
San Luis, Calleja estaba en una posición ideal para convertirse en el persona-
je más influyente de la sociedad.
Desde el fallecimiento en 1799 del primer intendente, Bruno Díaz de
Salcedo, se abrió un periodo de inestabilidad al frente de la intendencia, que
se extendió hasta la llegada de Manuel Jacinto de Acevedo en abril de 1810
(ver supra pp. 44-46). En oposición al vaivén de funcionarios que se suce-
dían de forma interina en la intendencia, durante estos once años, la figura de
Calleja fue creciendo en importancia, fundamentalmente, por su eficiencia y
estabilidad al frente de la brigada. Calleja comandaba varios cuerpos arma-
dos, con una fuerza de casi 4000 hombres, lo que podía facilitarle el ejercicio
de una cierta influencia política y económica en la región,52 y también había

52
 Algunos grandes comerciantes y hacendados se valieron de su mando en las milicias
para acrecentar su influencia en la sociedad, como fue el caso del capitán José Florencio Barragán
en la región de Rioverde y Valle del Maíz. Rangel Silva, José Alfredo, Capitanes a guerra…,
pp. 188-190.

250
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

sabido ganarse el respeto y el afecto del pueblo llano.53 Sin embargo, su pa-
pel en la sociedad civil se reducía a una participación en la compañía minera
de Benito Campero (ver supra p. 244 nota 29) y la propiedad de dos terrenos
colindantes en el barrio de Tequisquiapan.54 El virrey Azanza lo recomendó
como intendente, tras el fallecimiento de Díaz Salcedo, por «su capacidad,
instrucción y conocimiento de la región» y por el ahorro que supondría para
la real hacienda que el mando de la comandancia y el de la intendencia de
San Luis, cuyos límites coincidían, recayeran en la misma persona.55 Ade-
más, al contrario de lo que sucedía, en general, con los intendentes, sus dis-
posiciones eran tenidas en cuenta por los gobernadores de las Provincias
Internas, también militares.56 Sin embargo, Calleja nunca manifestó tener el
menor interés por ser intendente, ni siquiera cuando en agosto de 1804 el
virrey Iturrigaray le ordenó apartar de su cargo a Ampudia por conducta im-
propia (ver supra p. 45). Tan solo en una ocasión se valió de su posición
privilegiada para influir en una cuestión ajena a su jurisdicción, orquestando
una campaña, que secundaron las autoridades municipales y un buen número
de oficiales milicianos, en contra del primer intendente interino, el asesor
Vicente Bernabeu.57 Pero, a pesar de contar con el apoyo de buena parte de
los grupos de poder potosinos, su intención no era ponerse al frente de la
intendencia (nunca envió una relación de sus méritos para ser tenido en cuen-

53
  Tras más de quince años residiendo en el virreinato, Calleja «conocía las costumbres del país
y se amoldaba a ellas y al lenguaje, y así se explica que el mismo pueblo bajo […] lo mirara con
afectuoso respeto, llamándole, como sus mismos soldados, el amo don Félix, tratamiento que se daba
a los hacendados que tenían a su servicio a numerosas gentes y en cuyas posesiones ejercían una
especie de patriarcado». Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana..., p. 43.
54
  Se trataba de una huerta, comprada a un indio de Tlaxcalilla, José Eugenio Tovar, de unos
2600 m2, y un solar de 1600 m2, perteneciente al convento del Carmen, por los que pagó 146 pesos.
AHESLP, RPPC, 1798, n.º 105. Venta de una huerta a Félix Calleja, San Luis Potosí, 20 de agosto de
1798; e ibid., 1801, n.º 29. Venta de un solar a Félix Calleja, San Luis Potosí, 12 de marzo de 1801.
El precio de estas propiedades hubiera sido superior para otro que no fuera el comandante. Ortiz
Escamilla, Juan, «Félix María Calleja…», p. 348.
55
  AGI, México, 1974. El virrey Azanza al Consejo de Indias dando cuenta de la muerte del in-
tendente Bruno Díaz de Salcedo, México, 27 de octubre de 1799.
56
  Todos los intendentes interinos y el último, Manuel de Acevedo, tenían una carrera como
empleados de la real hacienda o bien eran expertos en leyes, algo que pesaba en su contra en San
Luis, donde algunos territorios tenían un gobernador militar (Nuevo León, Nuevo Santander y
Texas). Navarro García, Luis, Las reformas borbónicas en América…, pp. 101-103. Sobre los pro-
blemas entre militares e intendentes en Nueva España, véase: Archer, Christon, El ejército en el
México…, pp. 154-176.
57
  Senosiain, Ángel, «Bruno Díaz de Salcedo, Vicente Bernabeu...», pp. 163 y 164.

251
juan josé benavides martínez

ta como candidato a intendente), sino que su actuación se debió a cuestiones


personales, como aseguraba el propio Bernabeu.58
Pero a partir de 1805, consciente de las pocas opciones que tenía de
progresar en su carrera militar, después de que Iturrigaray hiciera oídos sor-
dos a sus peticiones, comenzó a valerse de su posición como autoridad con-
solidada y respetada en la región para ejercer una mayor influencia en la
sociedad potosina, lo que no significaba que renunciase a seguir ascendien-
do en el escalafón. En 1806 volvió a solicitar el grado de brigadier y la co-
mandancia de las Provincias Internas, ya fueran las de oriente o las de occi-
dente, y, aunque esta vez sí consiguió la recomendación de Iturrigaray,
volvió recibir una respuesta negativa.59 Aun así, Calleja siguió cumpliendo
con sus deberes como comandante de la 10.ª brigada. Al igual que venía
haciendo hasta entonces, estuvo pendiente del estado de las fuerzas milicia-
nas de las Provincias Internas60 y mostró un gran interés por los movimien-
tos de los estadounidenses en la frontera, cada vez más frecuentes, sin dejar
de lado sus obligaciones en San Luis.61 Pasaba revista a los regimientos de
San Luis y San Carlos periódicamente, los cuales, a pesar de no haber par-
ticipado en ninguna acción tras casi una década de servicio, se mantenían
entrenados y disciplinados,62 y renovó sus monturas, uniformes y parte del
58
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 2509, exp. 39. Vicente Bernabeu al virrey acusando al coronel
Calleja de haberlo involucrado en un caso de contrabando, México, 12 de abril de 1802; y AGN,
Intendencias, vol. 67, exp. 8. Vicente Bernabeu denunciando el comportamiento del coronel Calleja,
México, 7 de mayo de 1802.
59
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 2955, exp. 3. Solicitud de ascenso y de una comandancia en
las Provincias Internas del coronel Calleja, San Luis Potosí, 21 de mayo de 1806; AGMS, 1.ª, 1.ª,
C-532. El virrey Iturrigaray a José Antonio Caballero, México, 27 de mayo de 1806; y AGN, Reales
Cédulas Originales, vol. 197, exp. 263. Negación del grado de brigadier y de la comandancia que
solicitaba al coronel Calleja, El Escorial, 29 de noviembre de 1806.
60
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 1566, exp. 20. Orden de Calleja a los gobernadores de Nuevo
León y Nuevo Santander para que suspendan la remisión de mil fusiles, San Luis Potosí, 3 de junio
de 1808; ibid., C. 5752, exp. 101. Expediente sobre la revista pasada por el comandante Calleja a los
cuerpos milicianos de Nuevo León y Nuevo Santander y a las tropas auxiliares de Texas, San Luis
Potosí, 20 de marzo de 1810; e ibid., C. 5165, exp. 15. Extractos de las revistas a las compañías vo-
lantes del Nuevo Santander, San Luis Potosí, 12 de mayo de 1810.
61
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 3498, exp. 27. Informe del comandante Calleja al virrey Iturri-
garay sobre las disposiciones tomadas para expulsar a un grupo de exploradores estadounidenses,
San Luis Potosí, 23 de junio de 1806; ibid., C. 2986, exp. 18. Informe del comandante Calleja al vi-
rrey Iturrigaray sobre los movimientos de los estadounidenses en la frontera, San Luis Potosí, 20 de
junio de 1807; y AHN, Estado, Mapas-planos-dibujos, 56. Plano geográfico de la provincia de Texas
por disposición del coronel Félix Calleja, 1807.
62
  Solo había cinco empleos vacantes y la mayor parte de la oficialidad era valorada de forma
positiva por el comandante. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 86b. Hojas de servicios de oficiales

252
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

armamento.63 También cumplió con las tareas administrativas que le corres-


pondían, tales como concesión de licencias temporales, retiros, recomenda-
ciones de propuestas para cubrir vacantes…,64 y mantuvo una profusa
correspondencia con el virrey, al que elevó frecuentes peticiones, funda-
mentalmente, relacionadas con las vacantes del pie veterano.65
Sin embargo, como hemos señalado, a partir de 1805 se puede apreciar
un cambio en su actuación en la vida pública potosina. Calleja, que hasta
entonces había mantenido una actitud negociadora con los poderes locales,
comenzó a reivindicar un mayor protagonismo. Era, como comandante de la
brigada, la máxima autoridad regional para los individuos que gozaban del
fuero militar, y actuó, sin que se puedan apreciar visos de corporativismo,
castigando los excesos de los milicianos,66 pero también protegiéndolos de
los abusos de otras autoridades. En el verano de 1805 se enfrentó al adminis-
trador de alcabalas de Charcas, porque este se negó a pagar los sueldos co-
rrespondientes a los miembros del pie veterano del Regimiento de San
Carlos,67 y en 1806 criticó duramente la actuación del administrador de alca-
balas de Sierra de Pinos, Domingo de Enriquena, al que multó por el maltra-
milicianos del Regimiento de San Carlos, San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1804; e ibid., vol.
376a. Hojas de servicios de oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 30 de
diciembre de 1806.
63
  La renovación solo del Regimiento de San Carlos supuso un coste de casi 17 000 pesos para
la real hacienda (4.500 de monturas, 268 por el armamento y 12 000 de vestuario). AGN, Indiferente
de Guerra, vol. 390a. Cuenta de la renovación de montura, armamento y vestuario del Regimiento de
San Carlos, San Luis Potosí, 11 de octubre de 1805.
64
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 3407, exp. 34. Índice de los oficios con los que el comandante
Calleja da cuenta al virrey Iturrigaray, San Luis Potosí, 25 de agosto de 1806, ibid., C. 6606, Exp. 48.
Índice de los oficios del comandante Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis Potosí, 15 de diciembre
de 1806; e ibid., C. 817, exp. 11. Índice de los oficios del comandante Calleja al virrey Iturrigaray,
San Luis Potosí, 22 de noviembre de 1808.
65
  Tras varios fallecimientos, en 1805 la gran cantidad de bajas existentes en los pies veteranos
de los regimientos de San Luis y San Carlos obligaron a Calleja a solicitar a Iturrigaray el envío, con
la mayor urgencia posible, de varios oficiales y suboficiales para cubrir las numerosas vacantes.
AGN, Indiferente Virreinal, C. 5061, exp. 20. Solicitud de Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis
Potosí, 9 de abril de 1805.
66
  Por citar algún ejemplo, condenó a diez años de trabajos en el camino de Perote a Veracruz al
tambor del Regimiento de San Luis, Francisco García, que fue arrestado borracho y montando escán-
dalo, y que se resistió con violencia. También mandó detener al capitán Manuel Solórzano por sus
actos de «indisciplina y mal ejemplo». AGN, Indiferente Virreinal, C. 5105, exp. 13. Expediente de
la causa contra el tambor García, San Luis Potosí, 24 de noviembre de 1806 – 5 de enero de 1807; e
ibid., C. 6398, exp. 48. El comandante Calleja al virrey sobre el arresto del capitán Solórzano, San
Luis Potosí, 5 de agosto de 1806.
67
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 3945, exp. 6. Informe del comandante Calleja al virrey sobre
los sueldos del pie veterano del Regimiento de San Carlos, San Luis Potosí, 30 de julio de 1805.

253
juan josé benavides martínez

to a un miliciano del Regimiento de San Luis y su falta de respeto al teniente


coronel Lorenzo Montoya.68
Pero el cambio en la actuación de Calleja se hace especialmente visible
en sus relaciones con el ayuntamiento de San Luis, que, con la intendencia
en manos de interinos que desempeñaban otros empleos (asesores letrados u
oficiales de las cajas reales), era, en la práctica, la principal institución del
territorio potosino, además de las milicias. Anteriormente, el comandante
había cedido al cabildo la iniciativa en alguna cuestión que afectaba al servi-
cio, como la aportación de caballos (ver supra pp. 210-213), pero, viendo
consolidada su posición, comenzó a usar su influencia para tratar de imponer
sus criterios. En 1805 consiguió que el ayuntamiento potosino se encargara
de la rehabilitación del cuartel de la capital. El antiguo colegio de los jesui-
tas, que era el alojamiento del piquete de seguridad, se encontraba muy dete-
riorado, y Calleja pretendía que el ayuntamiento se hiciera cargo de su refor-
ma. Su solicitud fue aprobada por el virrey, pero los miembros del cabildo
informaron a Iturrigaray que resultaba imposible cumplirla por falta de fon-
dos. El caso llegó a la junta superior de propios y arbitrios del virreinato, que
dio preferencia a la reparación del cuartel frente a otros gastos de las cajas de
San Luis, pero, antes de que se emitiese la resolución, Calleja ya había desig-
nado un maestro de obras y habían empezado los trabajos.69
Pero el ejemplo que ilustraría con mayor claridad el cambio en la actua-
ción de Calleja con los poderes locales fue el pulso que mantuvo con el
ayuntamiento por la sucesión del coronel del Regimiento de San Luis, tras la
muerte del conde del Peñasco. El comandante no se plegó a los deseos del
cabildo, hizo valer su influencia como jefe militar y, con el apoyo de los altos
rangos milicianos, miembros de la élite potosina (y la colaboración involun-
taria de un empleado del Ministerio de Guerra), consiguió imponerse a las
autoridades civiles locales y al deseo de la nobleza titulada por conseguir los
más altos empleos en las milicias para aumentar su prestigio social.

68
  AGN, Alcabalas, vol. 178, exp. 4. Expediente del comandante Calleja al virrey sobre el ad­
ministrador de alcabalas de Sierra de Pinos, San Luis Potosí, 28 de abril de 1807 – 16 de septiembre
de 1807.
69
  El cabildo alegó carecer de los fondos necesarios, ya que, calculaban que, para concluir la
construcción de las casas reales, restaban unos 50 000 pesos de inversión. La junta superior de pro-
pios y arbitrios del virreinato ordenó al ayuntamiento que diese preferencia a las obras del cuartel y
que retomara la construcción de las casas reales un año más tarde. AGN, Intendencias, vol. 36. Ex-
pediente sobre la reparación del cuartel de San Luis Potosí, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1804
– 30 de septiembre de 1806.

254
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

El 28 de julio de 1805 falleció el coronel del Regimiento de San Luis, el


II conde del Peñasco, a los cuarenta y seis años de edad.70 El ayuntamiento,
que cuando se establecieron los regimientos provinciales en 1795 había rea-
lizado las propuestas para ocupar las oficialías de este cuerpo, presentó a
Calleja una terna de candidatos para cubrir la vacante, encabezada por uno
de los capitanes de la misma fuerza, Juan Nepomuceno de Moncada, II con-
de de San Mateo de Valparaíso y III marqués de Jaral de Berrio.71 Completa-
ban la lista el sobrino y heredero del título del conde del Peñasco, Mariano
Sánchez Espinosa de Mora y Luna, y Miguel Flores, comerciante y terrate-
niente afincado en San Luis, ambos sin experiencia en el servicio. La prime-
ra reacción contraria fue la de Lorenzo Montoya, teniente coronel del Regi-
miento de San Luis, que envió una representación al virrey, reclamando sus
derechos por tener mayor graduación y más años de servicio que los candi-
datos presentados.72 Por su parte, Calleja también envió al virrey un duro
alegato contra la actuación del ayuntamiento. El comandante no conocía nin-
gún reglamento que permitiera a un cabildo participar en la designación de
los oficiales milicianos, y menos aún el de San Luis, ya que ni había contri-
buido con fondos para el establecimiento de los regimientos, ni había com-
pañías fijadas en la ciudad, y, además, sus miembros carecían del «ojo mili-
tar» necesario para elegir a los candidatos apropiados, como había quedado
demostrado, al no tener en cuenta a los oficiales con más méritos y antigüe-
dad. Asimismo, consideraba que si un ayuntamiento podía hacer las propues-
tas para una oficialía miliciana, en lugar de hacer méritos para ascender, los
oficiales solo se preocuparían de mantener una buena relación con los miem-
bros del cabildo. Según Calleja, los mandos de los cuerpos provinciales de-
bían ser hombres de la más alta jerarquía y con grandes fortunas, pero tam-
bién había que tener en cuenta la experiencia en el servicio: el rango de

70
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5061, exp. 20. El comandante Calleja al virrey Iturrigaray, San
Luis Potosí, 31 de julio de 1805.
71
  Moncada, al que desde la muerte de Ana María de la Campa en 1804 se le concedió el uso
del título de conde de San Mateo de Valparaíso, fue nombrado capitán agregado del Regimiento de
San Luis en 1799. AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 174, exp. 152. Aprobación de la agrega-
ción como capitán al Regimiento Provincial de Dragones de San Luis de Juan Nepomuceno Mon-
cada, El Escorial, 9 de noviembre de 1799; y AGN, General de Parte, vol. 79, exp. 292. Concesión
al conde de Jaral de Berrio del uso interino del título de conde de San Mateo, México, 7 de octubre
de 1804.
72
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5061, exp. 20. El teniente coronel Montoya al virrey Iturriga-
ray, San Luis Potosí, 9 de septiembre de 1805.

255
juan josé benavides martínez

coronel debía recaer en un hombre de origen ilustre y con méritos, como


premio final de su carrera.73
El comandante consideraba este asunto como una intromisión del ayun-
tamiento en su jurisdicción, pero el cabildo tenía un gran interés en que el
mando del Regimiento de San Luis recayera en un noble titulado, porque eso
le daría más prestigio al cuerpo y, por extensión, a la ciudad que era su cabe-
cera. Igualmente, el poderoso Juan Moncada buscaba añadir a sus títulos,
hábitos de órdenes militares y grandes propiedades, un alto rango miliciano
que acrecentaría su reconocimiento social.74 Pero el virrey, que además de la
argumentación del comandante y de la carta del teniente coronel Montoya,
recibió un alegato de las autoridades potosinas exponiendo sus razones, con-
sideró que el ayuntamiento de San Luis tenía derecho a proponer la terna de
candidatos para ocupar la coronelía del regimiento que llevaba su nombre.75
Sin embargo, la resolución final del conflicto nos hace pensar que hubo un
acuerdo entre Calleja y el cabildo, que satisfacía a todas las partes implica-
das. El ayuntamiento modificó la terna, introduciendo como tercer candidato
a Manuel Rincón Gallardo, coronel del Regimiento de San Carlos, al que
Calleja dio prioridad. Iturrigaray siguió la recomendación del comandante y,
finalmente, Rincón Gallardo fue designado por el rey para cubrir la vacante
dejada por el conde del Peñasco.76
Calleja consiguió que el mando del Regimiento de San Luis recayera en
un hombre de gran fortuna y origen ilustre, que, además, tenía veinticuatro
años de experiencia como oficial miliciano, once de ellos como coronel.77
Por su parte, el ayuntamiento potosino logró que el Regimiento de San Luis
quedara bajo las órdenes de un personaje de gran relevancia social, uno de
73
  Calleja reconocía que Branciforte otorgó el derecho a designar los oficiales del Regimiento
de San Luis al ayuntamiento potosino en 1795, pero consideraba que este privilegio no había sido
más que una cuestión puntual en los cuarenta y un años de presencia miliciana en la región, que el
ayuntamiento no había vuelto a reclamar. Ibid. Representación de Félix Calleja al virrey Iturrigaray,
San Luis Potosí, 10 de septiembre de 1805.
74
  Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento…», p. 368.
75
  Los miembros del ayuntamiento alegaban que Branciforte les concedió el privilegio de pro-
poner candidatos cuando hubiera una oficialía vacante en el Regimiento de San Luis, afirmaban que
la situación económica de Montoya no era la adecuada para hacerse cargo del cuerpo, y defendían el
interés por el servicio de los individuos que se habían propuesto. AGN, Indiferente Virreinal, C. 129,
exp. 27. El ayuntamiento de San Luis al virrey Iturrigaray, San Luis Potosí, 15 de abril de 1806.
76
  Martínez Rosales, Alfonso, «Las haciendas potosinas y el Regimiento…», p. 368.
77
  Además era uno de los pocos criollos a los que consideraba un buen oficial. AGN, Indiferen-
te de Guerra, vol. 86b. Hojas de servicios de oficiales milicianos del Regimiento de San Carlos, San
Luis Potosí, 30 de diciembre de 1804.

256
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

los mayores terratenientes del virreinato, dueño del mayorazgo de Ciénega


de Mata, caballero de Santiago y futuro marqués de Guadalupe Gallardo
(ver supra pp. 180 y 181). Además, a cambio de aceptar a un candidato de
su gusto, el cabildo consiguió que el comandante aceptase sus derechos a la
hora de designar un nuevo oficial del Regimiento de San Luis.78 A priori, el
único perjudicado habría sido Juan Moncada, que se había quedado sin su
deseado ascenso. Sin embargo, el traslado de Rincón Gallardo planteó la
necesidad de nombrar un nuevo coronel para el Regimiento de San Carlos.
Los candidatos debían ser elegidos por Calleja, sin intervención del ayunta-
miento de San Luis, porque la cabecera de este cuerpo era Charcas. Sin
embargo, el primero de los candidatos fue el capitán Moncada, el segundo
Ramón de Cevallos, teniente coronel del Regimiento de San Carlos, y el
tercero Lorenzo Montoya, que desempeñaba el mismo empleo en el Regi-
miento de San Luis. El comandante reconocía que el orden de la terna res-
pondía solamente a criterios de posición social, algo que resultaba contra-
dictorio con sus alegaciones al virrey, cuando el año anterior las autoridades
potosinas propusieron al mismo candidato para ser coronel del Regimiento
de San Luis.79
Sin duda, no había otro candidato de origen tan noble ni con tanta rique-
za como Moncada y que tuviera más experiencia en el servicio, pero su anti-
güedad era solo teórica, porque no se había presentado en San Luis durante
los ocho años que llevaba alistado.80 Por tanto, su recomendación por parte
de Calleja parece más bien una contrapartida que el comandante tuvo que
cumplir por la inclusión de Rincón Gallardo en la terna del ayuntamiento
para la coronelía del Regimiento de San Luis. Como señalamos en el anterior
epígrafe, este Regimiento tenía preferencia sobre el de San Carlos, así que
todo apunta a que, a cambio de que el cabildo incluyera entre sus candidatos
para el empleo de coronel del cuerpo prioritario a Rincón Gallardo, el co-
mandante tuvo que reconocer el derecho del ayuntamiento a realizar pro-
78
 Al recomendar a Rincón Gallardo, uno de los candidatos propuestos por el ayuntamiento,
Calleja daba a entender que reconocía los derechos del cabildo potosino sobre el Regimiento de
San Luis.
79
  «En los regimientos provinciales los oficiales deben ser de lustre, al margen de los aspectos
militares y su estado civil, y en especial los coroneles». AGN, Indiferente Virreinal, C. 4848, exp. 29.
El coronel Calleja al virrey Iturrigaray proponiendo candidatos para ocupar la coronelía del Regi-
miento de San Carlos, San Luis Potosí, 16 de junio de 1807.
80
  Su ausencia había impedido a Calleja valorarlo como oficial. AGN, Indiferente de Guerra,
vol. 376a. Hojas de servicio de los oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí,
30 de diciembre de 1806.

257
juan josé benavides martínez

puestas para los empleos del Regimiento de San Luis y renunciar a imponer
su criterio para designar al coronel del de San Carlos, que, por otro lado, con
Moncada ausente, en la práctica quedaría a las órdenes del teniente coronel
Cevallos.81 De esta manera, Calleja conseguía que el mando de la principal
fuerza miliciana a sus órdenes quedara en manos de un coronel de la más alta
jerarquía social y con experiencia en el servicio, el ayuntamiento veía reco-
nocidos sus derechos sobre los empleos del Regimiento de San Luis y asegu-
raba que los dos cuerpos milicianos potosinos estuvieran comandados por
hombres de origen ilustre, y Moncada obtenía el rango de coronel, para lo
cual había movido sus influencias en la región.82 Iturrigaray, interesado en
contar con el favor del poderoso marqués del Jaral, designó a Moncada como
coronel de forma interina.83
Sin embargo, el resultado final no fue el previsto por las partes implica-
das en este asunto, debido a la recomendación de un empleado de la Secreta-
ría de Guerra encargado de filtrar las ternas antes de entregárselas al minis-
tro. Este individuo, probablemente un militar de carrera, no comprendía que
Moncada, un capitán de veintiocho años, rico y de noble origen, pero que
había permanecido ausente de su destino durante sus ocho años de servicio,
fuera ascendido a coronel de otro cuerpo, en lugar de Cevallos, teniente co-
ronel de la misma fuerza, hidalgo de cuarenta y cinco años, gran hacendado
y con más antigüedad y mayores méritos.84 Así que, finalmente, el 26 de di-

81
  Probablemente Cevallos, con el que Calleja mantenía una estrecha relación (fue su albacea
testamentario en 1797, ver supra p. 243, nota 27), fuera el candidato del comandante, mientras que
el tercer hombre de la terna, Montoya, parecía un candidato de paja. El propio Calleja reconocía que
su edad (sesenta y dos años) y sus escasas rentas lo hacían poco recomendable. AGMS, 1.ª, 1.ª,
C-2470. Nombramiento de Ramón Cevallos como coronel del Regimiento de San Carlos, El Esco-
rial, 26 de diciembre de 1807.
82
  Calleja aseguró al virrey que los pretendientes al empleo de coronel del Regimiento de San
Luis «anduvieron mendigando los votos por las tiendas de los mercaderes que componían el cabil-
do», lo que nos hace pensar en la existencia de un acuerdo entre el ayuntamiento potosino y Juan de
Moncada. AGN, Indiferente Virreinal, C. 5061, exp. 20. Representación de Calleja a Iturrigaray, San
Luis Potosí, 10 de septiembre de 1805.
83
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 4848, exp. 29. Nombramiento interino de Juan de Moncada
como coronel del Regimiento de San Carlos, México, 4 de julio de 1807.
84
  Los méritos de Moncada expuestos por Calleja se reducían a su ilustre nacimiento y su gran
fortuna, mientras que Cevallos, además de tener mayor rango y antigüedad, tenía suficientes recursos
para ser coronel, y había realizado importantes donativos, tanto al regimiento como a la real hacien-
da. La fortuna de Moncada era mayor que la de Cevallos, pero «… de Moncada con sus riquezas no
consta que haya hecho servicio alguno». AGMS, 1.ª, 1.ª, C-2470. Notas sobre las recomendaciones
del comandante Calleja para ocupar la coronelía del Regimiento de San Carlos, El Escorial, 26 de
diciembre de 1807.

258
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

ciembre de 1807, Ramón de Cevallos fue designado oficialmente como co-


ronel del Regimiento de San Carlos, dejando al capitán Juan Moncada sin su
ascenso.85

2.2. «El amo Don Félix», dueño y señor de San Luis

La figura de Calleja salió reforzada, tras la renovación de las coronelías


de los regimientos provinciales, que quedaron bajo las órdenes de dos oficia-
les de su confianza y con las características que estimaba necesarias en un
mando miliciano. Pero, además, antes de que el ministro de Guerra resolvie-
ra definitivamente este asunto, a finales de 1807, el comandante había dado
un gran salto en su estatus social, pasando de ser el propietario de un solar en
el barrio de Tequisquiapan a formar parte de la élite potosina.
Después de sufrir la indiferencia del virrey Iturrigaray y tras varios reve-
ses en sus aspiraciones de progresar en el escalafón, Calleja pudo intuir que
su carrera militar había tocado techo. Fue entonces, en 1806, con cincuenta
y dos años, treinta y tres de ellos de servicio, cuando comenzó a barajar la
posibilidad de entrar a formar parte de la élite local mediante la vía matrimo-
nial. Un coronel del ejército, de origen peninsular, que comandaba una bri-
gada con una fuerza total de unos 4000 hombres, y cuya autoridad era respe-
tada en la región, era indudablemente un «buen partido» con el que cualquier
miembro de la élite potosina querría emparentar. Manuel de la Gándara, uno
de los hombres de mayor fortuna e influencia de San Luis, lo consiguió.
Criollo de primera generación de origen montañés, era un gran comerciante
y hacendado que vio acrecentada su fortuna y su poder en la región por las
herencias del padre de su esposa, Manuel de Sierra, que también era su tío, y
de su hermano Jerónimo. Sus propiedades, repartidas entre la región potosi-
na, Zacatecas y Guanajuato, rondaban las 46 000 hectáreas, y, además, desde
1799 ejercía una gran influencia en el ayuntamiento de San Luis, en el que
ocupaba el empleo de alférez real.86 Tenía dos hijos y una hija, pero, además,
85
  El 4 de mayo de 1808 Cevallos tomó posesión de su nuevo empleo. Ibid. Despacho Real de
coronel del Regimiento de San Carlos para Ramón de Cevallos, El Escorial, 26 de diciembre de
1807; y AGN, Indiferente Virreinal, C. 4848, exp. 29. El comandante Calleja al virrey Iturrigaray,
San Luis Potosí, 4 de mayo de 1808.
86
  Entre sus propiedades destacaban las haciendas de Bledos, Santiago, Canoas, Tepetate y Ve-
negas. Manuel culminó su ascenso social recibiendo la cruz de la orden de Isabel la Católica en 1819.
Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana…, pp. 9-11 y 15-17; Bazant, Jan, Cinco hacien-

259
juan josé benavides martínez

tras la muerte de su hermano y de la mujer de este, se había hecho cargo de


la tutela de las hijas del matrimonio, María Ignacia y María Francisca. Pro-
bablemente, la corta edad de su única hija, María Josefa, que en 1806 tenía
doce años, hizo que se decantara por la mayor de sus sobrinas, María Fran-
cisca, de veinte años, para que se casara con Calleja.87 Este matrimonio, que
se celebró el 26 de enero de 1807 en la iglesia del barrio de San Sebastián,88
le proporcionó a Calleja un alto nivel de riqueza, ya que Francisca aportó la
hacienda de Bledos como dote, pero también, al emparentar con Manuel de
la Gándara, que ya había estrechado lazos con el comandante designándole
como su albacea testamentario, consiguió una mayor influencia social y po-
lítica en la región.89
Calleja comenzó a gestionar su nueva hacienda, una de las más impor-
tantes de la región,90 y se embarcó en nuevas aventuras empresariales a largo
plazo,91 pero no descuidó sus obligaciones como comandante de la brigada y
planteó al virrey la posibilidad de establecer una nueva fuerza miliciana en
San Luis. Su idea era formar un batallón provincial de infantería ligera, com-
puesto por vecinos de la capital potosina, un punto que se incluía como op-
cional en las instrucciones que se le dieron al coronel Nemesio Salcedo en
1795. El comandante, que era un oficial de infantería, consideraba oportuno
establecer este batallón, porque la brigada, a pesar de contar con cerca de
4000 efectivos montados,92 carecía de tropas de a pie, y porque no superaría

das..., pp. 83 y 84; AGS, DGT, Títulos de Indias, 2.º, 81-56. Concesión del título de alférez real de
San Luis Potosí, Madrid, 28 de mayo de 1797; y AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 220, exp. 17.
Concesión de la cruz de la orden de Isabel la Católica a Manuel de la Gándara, Madrid, 12 de enero
de 1819.
87
  Francisca de la Gándara nació en la hacienda de San Juan de Venegas en enero de 1786.
Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana…, p. 19.
88
  La ceremonia fue todo un acontecimiento social. Los padrinos fueron el coronel Manuel
Rincón Gallardo y su esposa, María Josefa de la Gándara y Cardona, tía de la contrayente. Ibid.,
pp. 70-74.
89
  AHESLP, RPPC, 1807, n.º 48. Testamento de Manuel de la Gándara, San Luis Potosí, 18 de
abril de 1807.
90
  La familia pasaba tres o cuatro meses al año en esta propiedad y el comandante trató de au-
mentar su producción plantando viñas y olivos y construyendo una gran presa y un acueducto para
regar los frutales. Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana…, pp. 110-114.
91
  Calleja y el capitán miliciano Toribio de la Cortina se asociaron con Juan Antonio Zárraga, que
se comprometía a administrar durante cinco años el rancho de Nogales en Nuevo Santander. AHES-
LP, RPPC, 1809, n.º 22. Formación de una compañía comercial entre el coronel Calleja y Juan Anto-
nio Zárraga para explotar un rancho en Nuevo Santander, San Luis Potosí, 27 de febrero de 1809.
92
  380 en los regimientos de San Luis y San Carlos, 300 del Cuerpo de Frontera del Nuevo
Santander, 1750 de las milicias de Nuevo Santander, 760 de las de Nuevo León y 360 veteranos.

260
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

la capacidad demográfica de la región.93 El virrey dio su visto bueno a la


propuesta y pidió al comandante que concretara el proyecto para el nuevo
establecimiento miliciano.94
Según el plan elaborado por Calleja, el Batallón de Infantería Ligera de
San Luis estaría formado por seis compañías de 125 plazas cada una, con
una fuerza total de 768 hombres: 672 soldados, 78 suboficiales y 18 oficia-
les. Quedaría al mando de un teniente coronel miliciano y su instrucción
estaría a cargo de un pie veterano, integrado por un ayudante mayor (capi-
tán), tres tenientes, seis sargentos, seis cabos y seis tambores, cuyos sueldos
supondrían un coste de 436 pesos al mes para la real hacienda. En cuanto al
fuero, organización, gobierno interno y demás características de este cuerpo,
serían los mismos que regían en las fuerzas de infantería provincial del
virreinato.95
El comandante señalaba, como principal justificación para establecer
este batallón la utilidad y mayor maniobrabilidad de la infantería en una
guerra cuyo escenario principal fueran los terrenos pantanosos y espesas
montañas de las Provincias Internas de Oriente.96 Sin embargo, considera-
mos que se valió de este argumento para conseguir el apoyo del virrey, por-
que la utilidad de una fuerza compuesta por habitantes de San Luis en una
guerra en parajes semidespoblados a cientos de kilómetros de la capital po-
tosina, parece más que dudosa. Por ello, y teniendo en cuenta los sectores de
la población a los que estaba dirigida la recluta, parece que, con la nueva
formación miliciana, Calleja pretendía asegurarse un mayor control sobre la
sociedad potosina en general, y el ayuntamiento en particular.
Como hemos dicho, todas las plazas del batallón debían cubrirse con los
habitantes de San Luis, que en su mayoría eran labradores, artesanos, tende-

AGN, Indiferente Virreinal, C. 6077, exp. 6. Estado de fuerza de la 10.ª brigada, San Luis Potosí, 31
de marzo de 1809.
93
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 5507, exp. 67. Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis, 13 de
febrero de 1808.
94
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6077, exp. 6. El virrey Iturrigaray a Calleja, México, 19 de
febrero de 1808.
95
  A cada plaza le correspondería una escopeta con bayoneta y una pistola, y el uniforme cons-
taría de chaqueta azul con vuelta y cuello rojo, pantalones y chaleco blancos y zapatos abotinados.
Ibid. Plan de organización del Batallón Provincial de Infantería Ligera, San Luis Potosí, 18 de marzo
de 1808.
96
  Calleja consideraba que la guerra con los Estados Unidos era inminente y Texas y Nuevo
Santander serían los escenarios principales. Ibid. El comandante Calleja a Iturrigaray, San Luis Po-
tosí, 13 de febrero de 1808.

261
juan josé benavides martínez

ros y cajeros.97 En cuanto a los mineros, que estaban exentos del servicio, el
comandante aseguraba que no se alistarían los que se dedicasen a esta activi-
dad a tiempo completo, pero la mayoría de los habitantes de San Luis, que
trabajaban en la minería solo por temporadas y cuya principal fuente de in-
gresos provenía de la agricultura o el comercio, o permanecían ociosos la
mayor parte del año, podrían ser reclutados.98 Así, con la presencia de una
fuerza armada en el mismo núcleo urbano y la inclusión en ella de la mayoría
de la gente ociosa, los principales causantes de desórdenes, el comandante
pretendía acabar con el ambiente de inseguridad reinante en la ciudad.99 Pero,
además, como el fuero militar afectaba a los milicianos y a sus familiares y
personal dependiente, aproximadamente, entre un 15% y un 20% de la po-
blación de la capital potosina pasaría a formar parte de una jurisdicción, cuya
máxima autoridad regional era Calleja.100 En San Luis, salvo alguna excep-
ción, no residían milicianos de los regimientos de dragones, por lo que la
creación del batallón de infantería suponía un notable aumento de la influen-
cia social del comandante en la propia ciudad. Asimismo, se incrementaría
de forma sustancial el número de habitantes de la provincia que estarían bajo
su jurisdicción directa, que entre los regimientos de San Luis y San Carlos
(776 efectivos), la Caballería de Frontera de Nuevo Santander (300) y el
batallón de infantería (768), pasarían a ser 1844 milicianos y sus familias,
unas 8000 personas.101
Pero, además, el proyecto para la formación del batallón recogía un pun-
to que colocaría la figura del comandante por encima del resto de las autori-
dades: al igual que la tropa, los oficiales del nuevo cuerpo miliciano también
debían residir en San Luis.102 Calleja permitiría que los vecinos de mayor
prestigio sirvieran con la distinción que merecían, pero los que se negaran,

97
  Ibid. Plan de organización del Batallón Provincial de Infantería Ligera, San Luis Potosí, 18 de
marzo de 1808.
98
  Muchos artesanos y campesinos que residían en San Luis trabajaban tres o cuatro meses al
año en minas o en haciendas de beneficio, y por ello se consideraban mineros. Ibid.
99
  Ibid.
100
  El batallón tendría 768 plazas, lo que suponía que 768 familias, unos 3400 habitantes de la
ciudad, gozarían del fuero militar.
101
  Además de 42 veteranos de los regimientos de San Luis y San Carlos y 22 del batallón de
infantería.
102
  Los que servían en los regimientos de dragones se trasladarían al batallón de infantería, cu-
briéndose los empleos vacantes con residentes de la demarcación de la compañía correspondiente.
AGN, Indiferente Virreinal, C. 5507, exp. 67. El comandante Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis
Potosí, 13 de febrero de 1808.

262
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

alegando que desempeñaban empleos que les eximían, serían alistados como
tropa.103 Dentro de esta categoría se incluían los miembros del cabildo, que
pasarían a servir a sus órdenes.104 Por tanto, el establecimiento del batallón de
infantería en San Luis colocaría bajo la jurisdicción directa del comandante
Calleja a una gran parte de la población potosina, en la que estarían los miem-
bros del ayuntamiento y la mayoría de los grandes terratenientes, propietarios
de minas y comerciantes de la zona, además de buena parte de los peones de
haciendas y de los empleados del comercio y de la artesanía, que formarían
la tropa. Asimismo, la anteriormente señalada interinidad casi permanente a
la cabeza de la intendencia y su matrimonio con Francisca de la Gándara, que
le convirtió en un rico hacendado emparentado con la élite local, facilitarían
que la influencia de Calleja sobre la sociedad potosina fuese aún mayor.
El virrey dio su visto bueno a la formación del Batallón de Infantería
Ligera de San Luis y envió el proyecto a la Corte.105 Sin embargo, su estable-
cimiento no llegó a verificarse, probablemente, por la conmoción que causó,
en Nueva España y en el resto del continente, la noticia de los acontecimien-
tos que sucedieron en la península durante la primavera de 1808. Se abrió
entonces un periodo de grandes cambios, lleno de incertidumbres tanto en
España como en América, en el que la actuación de Calleja, firme y decidida,
consolidó su figura como líder de la sociedad potosina y lo erigió como uno
de los hombres fuertes del virreinato.

3. La forja de un líder. La autoridad de Calleja en un periodo


de inestabilidad

3.1. ¡Viva Fernando VII y muera Napoleón (y la Junta)!

Como es bien sabido, el 19 de marzo de 1808 Carlos IV se vio obligado


a abdicar en su hijo Fernando, tras los sucesos de Aranjuez, que también pro-
vocaron la destitución del valido Godoy. Napoleón, que, tras la firma del Tra-
103
  Calleja consideraba que después de alistar como tropa al primer vecino ilustre que tratara de
librarse del servicio, algo permitido por la normativa vigente, los demás no pondrían pegas. Ibid.
104
  El comandante estimaba que, si en San Luis, donde escaseaban los sujetos con las cualidades
necesarias para desempeñar estos empleos, el hecho de ser miembro del ayuntamiento eximiera del
servicio como oficial miliciano y viceversa, tanto el batallón de infantería como el cabildo tendrían
serias dificultades para formarse. Ibid.
105
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6077, exp. 6. Iturrigaray al comandante Calleja, México, 22
de abril de 1808.

263
juan josé benavides martínez

tado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), había desplegado sus tropas


por diversos puntos de la geografía española con la excusa de invadir Portugal
por haber roto el bloqueo continental a Inglaterra, citó en Bayona a ambos
para mediar en su disputa, ya que Carlos IV consideraba ilegítima su abdica-
ción, porque no la hizo libremente. Presionados por Bonaparte, Fernando VII
abdicó en Carlos IV y luego este en Napoleón, quien, a su vez, entregó la
Corona a su hermano José. Este hecho singular en la historia de España y en
la de las monarquías europeas, por ser un cambio de dinastía que no se debió
ni a la extinción de una familia reinante, ni a la victoria de un pretendiente
sobre otro en una guerra, sino a un acto de fuerza sobre un aliado, marcó el
inicio de un periodo lleno de cambios en todo el mundo hispánico, que la
historiografía reciente ha venido en denominar revolución hispánica.106
Tras las abdicaciones de Bayona, las reacciones no se hicieron esperar, y,
a medida que iba llegando la noticia a las diversas provincias españolas, em-
pezaban los levantamientos contra los franceses y la formación de juntas de
gobierno que se declaraban fieles a Fernando VII. Estas juntas basaban su le-
gitimidad en el principio de reasunción de la soberanía: si el rey desaparece,
el poder vuelve a su fuente primera, el reino. Sus miembros fueron designados
al calor de los levantamientos populares, por lo que desde el principio hubo un
problema de legitimidad. Además, este sistema caótico no permitía coordinar
una acción militar. La solución que se ideó fue la formación en Aranjuez, el
25 de septiembre de 1808, de la Junta Suprema Central Gubernativa del Rei-
no, depositaria de la autoridad soberana, compuesta por dos delegados de
cada una de las juntas de las capitales de los antiguos reinos peninsulares.107

106
  En los últimos veinte años se han publicado un gran número de trabajos sobre este periodo,
renovando las perspectivas planteadas por la historiografía tradicional, así que únicamente señalare-
mos dos de las obras más significativas: Annino Antonio y Guerra Francois-Xavier, Inventando la
nación, Iberoamérica, México: Fondo de Cultura Económica, 1991; y Portillo Valdés, José María,
Crisis atlántica: autonomía e independencia en la crisis de la Monarquía hispana, Madrid: Funda-
ción Carolina, 2006.
107
  Las juntas fueron el principal instrumento de la revolución política española y se fundamen-
taban en una teoría basada en argumentos pactistas (la fuente primaria del poder es el pueblo, que
delega en el rey), en la que se mezclaban tradiciones jurídicas medievales y el concepto moderno de
soberanía del pueblo, rompiendo con la teoría absolutista. Guedea, Virginia, «El proceso de indepen-
dencia y las juntas de gobierno en Nueva España (1808-1821)», en Rodríguez O., Jaime E., Revolu-
ción, independencia y las nuevas naciones de América, Madrid: Mapfre, 2005, pp. 220 y 221. Mas
detalles sobre el movimiento juntero en: Hocquellet, Richard, «Élites locales y levantamiento pa-
triótico: la composición de las juntas provinciales de 1808», Historia y política: Ideas, procesos y
movimientos sociales, n.º 19, 2008, Universidad Complutense, Madrid, pp. 129-150; Moliner Pra-
da, Antonio, «De las Juntas a la Regencia: la difícil articulación del poder en la España de 1808»,

264
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

En todo el continente americano se produjo la misma reacción de lealtad


unánime al rey cautivo, tras conocerse la noticia de las abdicaciones.108 Al
igual que en la península, en América se planteó la opción de formar juntas,
ya que el problema de legitimidad era el mismo: con el rey ausente las autori-
dades nombradas por él no eran legítimas. Sin embargo las tentativas juntistas
americanas de 1808 no tuvieron éxito.109 El caso más representativo en Nueva
España fue el del ayuntamiento de México, que con el apoyo del virrey Iturri-
garay, trató de convocar una junta en la que estarían representadas las princi-
pales ciudades del virreinato, a lo que se opuso el poderoso grupo peninsular,
que dominaba la Audiencia, el Consulado y el cabildo catedralicio.110
En San Luis Potosí la noticia de las abdicaciones de Bayona se conoció
a finales de julio, causando una gran conmoción entre la población y las
instituciones,111 aunque la gravedad de los acontecimientos no repercutió di-

Historia mexicana, vol. 58, n.º 1 (229), julio-septiembre 2008, El Colegio de México, México,
pp. 134-177; y Pérez Garzón, Sisinio, «De la eclosión de las Juntas a la Junta Central. La soberanía
de la Nación en 1808», en Salvador Benítez, Antonia (coord.), De Aranjuez a Cádiz: (por la libertad
y la Constitución): bicentenario de La Junta Central Suprema, 1808-2008, Aranjuez: Ayuntamiento
de Aranjuez, 2010, pp. 111-146.
108
  Sobre las manifestaciones de apoyo al rey en Nueva España, véase: Landavazo, Marco An-
tonio, La máscara de Fernando VII. Discurso e imaginario político en una época de crisis, Nueva
España, 1808-1822, México: El Colegio de México, 2001; y Mínguez, Víctor, «Fernando VII. Un
rey imaginado para una nación inventada», en Rodríguez O., Jaime E., Revolución, independen-
cia…, pp. 193-213.
109
  Al no haber tropas extranjeras ni levantamientos populares, resultó imposible que cayeran las
autoridades. Algunas de estas juntas plantearon proyectos autonomistas, pero no como tentativa de se-
cesión, sino como manifestación de fidelidad al rey, la única manera de librarse de la dominación
francesa, en la que se pensaba que iba a caer la península. Guerra, Francois-Xavier, Modernidad e
Independencia…, pp. 161-163. Sobre el movimiento juntista en América véase: Chust Calero, Manuel
(coord.), 1808: la eclosión juntera en el mundo hispano, México: Fondo de Cultura Económica, 2007.
110
  Sobre esta cuestión, quisiéramos destacar varios trabajos de Luis Navarro: Navarro García,
Luis, «El proceso de Talamantes (México, 1808-1809)», en Elvás Iniesta, María Salud y Olivero
Guidobono, Sandra, Redescubriendo el Nuevo Mundo: Estudios americanistas en homenaje a Car-
men Gómez, Sevilla: Universidad de Sevilla, 2012, pp. 231-246; ibid., «El Padre Talamantes. Cons-
titución e independencia en México, 1808», en Colomer Viadel, Antonio (coord.), Las Cortes de
Cádiz, la Constitución de 1812 y las independencias nacionales en América, Valencia: Universidad
Politécnica de Valencia, 2011, pp. 407-422; ibid., «México 1808: la Audiencia acusa al virrey», en
Navarro Azcue, Concepción, Amadori, Arrigo y Luque Talaván, Miguel (coords.), Una crisis atlán-
tica: España, América y los acontecimientos de 1808, Madrid: Universidad Complutense, 2010,
pp. 17-28; e ibid., Umbral de la independencia: El golpe fidelista de México en 1808, Cádiz: Univer-
sidad de Cádiz, 2009.
111
  «…significando lo muy doloroso y sensible que ha sido no solo a este cuerpo sino a todo el
numeroso vecindario y sus pueblos la inesperada desgracia de tan pérfidos acontecimientos.» AHES-
LP, Ayuntamiento, 1808. El ayuntamiento de San Luis al virrey Iturrigaray, San Luis Potosí, 4 de
agosto de 1808.

265
juan josé benavides martínez

rectamente en la actividad política del cabildo.112 Para demostrar la fidelidad


de los vecinos hacia el rey depuesto, el ayuntamiento comenzó a organizar
una ceremonia de jura de lealtad,113 pero, mientras se ultimaban los prepara-
tivos, el quince de agosto, Calleja decidió llevar a cabo un homenaje. Duran-
te toda la mañana se paseó por las calles de la ciudad un retrato del monarca,
seguido de una banda de músicos y escoltado por una compañía de caballería
de Voluntarios de Fernando VII. Esta fuerza había sido formada por el co-
mandante con 32 jóvenes, la mayoría cajeros del comercio afincados en San
Luis e hijos de oficiales de los regimientos de San Luis y San Carlos, que se
le habían presentado ofreciendo sus servicios para defender a las autoridades
y reprimir a los posibles disidentes.114 Vecinos de toda condición social
acompañaron el cortejo al grito de «¡Viva Fernando VII y muera Napoleón!»,
y los niños de las escuelas públicas leyeron una proclama a favor del rey
Fernando.115 Además, sabedor del ambiente de incertidumbre que se vivía en
el virreinato, el comandante dispuso todo lo necesario para poner sobre las
armas a los cuerpos milicianos de su brigada, por si recibía orden de activar-
los. Los regimientos de San Luis y San Carlos tenían trece empleos vacantes
y los coroneles Rincón Gallardo y Cevallos ya habían elaborado las ternas
para cubrirlos, así que Calleja se encargó de enviar sus propuestas para que
Iturrigaray los proveyera lo antes posible.116

112
  No hubo reuniones extraordinarias y ni siquiera todos sus integrantes acudieron de inmedia-
to. Bernal Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra. Insurgencia e hispanofobia en San Luis Potosí, 1810-
1821, San Luis Potosí: Comisión del Bicentenario de la Independencia Nacional, 2010, pp. 33 y 34.
113
  El cabildo acordó que el encargado de leer el discurso ante el pueblo fuese el alférez real
Manuel de la Gándara. Este asunto era de gran importancia por razones de preeminencia entre las
autoridades locales. Ruiz de Aguirre era intendente interino, así que aceptó la resolución, porque las
circunstancias no eran las apropiadas para discutir este tipo de cuestiones. AHESLP, Ayuntamiento,
1808. Acta del pleno del ayuntamiento de San Luis, San Luis Potosí, 14 de agosto de 1808; y Bernal
Ruiz, Graciela, «El ayuntamiento de San Luis Potosí durante la crisis monárquica. Expectativas y
realidades (1808-1814)», en Hensel, Silke, Dirksen, Katrin y Bock, Ulrike, Constitución, poder y
representación. Dimensiones simbólicas del cambio político en la época de la independencia mexi-
cana, Madrid: Iberoamericana, 2011, pp. 246-250.
114
  Servían bajo las órdenes de un oficial miliciano que designó Calleja. AGN, Indiferente Virrei-
nal, C. 3737, exp. 1. El coronel Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis Potosí, 20 de agosto de 1808.
115
  AHESLP, Ayuntamiento, 1808. Relación de las muestras de afecto hacía Fernando VII en la
ciudad de San Luis, San Luis Potosí, S.F.
116
  Los despachos provisionales fueron otorgados por Garibay el 20 de noviembre. AGN, Indi-
ferente Virreinal, C. 2574, exps. 7-17. Propuestas del comandante Calleja para las oficialías vacantes
del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 16 al 19 de agosto de 1808; e ibid., exps. 28 y 29.
Despachos provisionales para cubrir las vacantes de los regimientos de San Luis y San Carlos, Mé-
xico, 20 de noviembre de 1808.

266
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

La jura de lealtad a Fernando VII se llevó a cabo el 29 de septiembre.


Los actos se prolongaron durante tres días y en ellos participaron todas las
autoridades civiles, religiosas y militares de la región: el intendente interino
Ruiz de Aguirre; los miembros del ayuntamiento; el teniente coronel Bernar-
do Villamil, ayudante de Calleja y comandante interino ante la ausencia del
titular; los coroneles de los regimientos de San Luis y San Carlos, Manuel
Rincón Gallardo y Ramón Cevallos; los miembros del pie veterano de los
regimientos provinciales y la mayor parte de la oficialidad miliciana; los
empleados de real hacienda; el clero regular (franciscanos, agustinos, carme-
litas, mercedarios y juaninos) y secular de la ciudad, encabezado por el licen-
ciado Anastasio Samano; y las autoridades de los barrios de San Luis y de
varias poblaciones cercanas (entre ellas Mexquitic, Soledad de los Ranchos
y Santa María del Río).117
Como se puede apreciar, hubo una ausencia destacable, Félix Calleja,
que había partido a comienzos de septiembre, después de recibir orden del
virrey para ir a Veracruz. Al parecer, el comandante de esta plaza había caído
gravemente enfermo y, para cubrir su baja, Iturrigaray decidió enviar a Ca-
lleja.118 Resulta llamativo que, después de varios años haciendo caso omiso
de sus solicitudes, en el momento de mayor peligro e incertidumbre de su
mandato, confiara en él la defensa de la puerta de entrada del virreinato, lo
que indicaría que el virrey era consciente de la capacidad militar y de los
méritos del comandante de San Luis.119 Iturrigaray quería estar preparado
ante un posible ataque externo, pero pronto se dio cuenta de que el mayor
peligro del que tendría que protegerse no vendría de fuera, ya que el podero-
so grupo peninsular de la capital, que veía en la convocatoria de una junta
novohispana una ruptura con la metrópoli, consideraba al virrey un traidor y
comenzaron a conspirar en su contra.

117
  El estandarte real fue llevado por toda la ciudad, fue bendecido por el licenciado Samano y
recibió honores de todas las autoridades antes de ser colocado en un atril en la plaza mayor. Por la
noche hubo fuegos artificiales y un baile. Los homenajes y las muestras de amor y lealtad se sucedie-
ron dos días más. AHESLP, Ayuntamiento, 1808. Relación de las muestras de afecto hacía Fernando
VII en San Luis, San Luis Potosí, S. F.; y Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana…,
pp. 87-92.
118
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 146, exp. 23. Orden de Iturrigaray a Calleja, México, 21 de
agosto de 1808.
119
  Puede que Iturrigaray no quisiera facilitar el ascenso de Calleja para evitar las quejas de otros
comandantes de brigada, que reclamarían el mismo trato, o quizás menospreciara su labor, porque,
como la mayoría de los militares de carrera, no confiaba en la utilidad de las milicias.

267
juan josé benavides martínez

En medio de este ambiente enrarecido, el trece de septiembre, Calleja


llegó a México para recoger sus órdenes antes de emprender viaje a Vera-
cruz. Para entonces, y teniendo en cuenta su posterior actuación, es más que
probable que estuviera al tanto de la existencia de un complot contra el vi-
rrey, aunque no participara activamente en él. Iturrigaray lo recibió el día
catorce, pero, en lugar de darle las instrucciones para su nuevo destino, lo
despachó de vuelta a San Luis, porque había recibido noticias de la recupe-
ración del comandante de Veracruz.120 Un día más tarde, durante la noche del
15 al 16 de septiembre, Gabriel de Yermo, gran hacendado y comerciante
vizcaíno, tomó el palacio virreinal con trescientos hombres de su confianza,
la gran mayoría peninsulares.121 Iturrigaray fue apresado y el gobierno quedó
en manos de la Audiencia, que esa misma noche nombró como nuevo virrey
al oficial de mayor graduación que había en la capital, el anciano mariscal
Pedro de Garibay.122 Una de sus primeras disposiciones, temeroso ante posi-
bles altercados, fue la designación de Calleja como responsable del manteni-
miento del orden en la capital.123 La ciudad se mantuvo en calma,124 y trascu-
rridos los primeros días, pasó a ocuparse de la seguridad personal del virrey
hasta que, dos meses después, puestas en orden las compañías de Voluntarios
de Fernando VII, Garibay le ordenó regresar a su comandancia.125

120
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 146, exp. 23. Orden del virrey Iturrigaray a Calleja, México,
14 de septiembre de 1808. Según Primo Feliciano Velázquez el virrey le ofreció quedarse en México
como apoyo a su proyecto de convocar una junta novohispana, pero Calleja, cuya postura era próxi-
ma a la del grupo peninsular de la capital, rechazó el ofrecimiento. Velázquez, Primo Feliciano,
Historia de San Luis…, t. III, pp. 14 y 15. Tras comprobar que no contaba con el apoyo de Calleja, a
Iturrigaray no le interesaba que estuviera ni en la ciudad ni al mando de un importante contingente
de tropas en Veracruz.
121
  Sobre la figura de Yermo y los acontecimientos de septiembre de 1808 en México, véase:
Ruiz de Gordejuela, Jesús, El vizcaíno Gabriel de Yermo y los voluntarios de Fernando VII. El
golpe de estado que frustró la independencia de México, México: INHERM, 2012.
122
  De esta forma el proyecto de formar una junta novohispana desapareció. Ortiz Escamilla,
Juan, «Fuerzas armadas y liberalismo en México en una etapa revolucionaria, 1810-1821», en Chust
Calero Manuel y Frasquet, Ivana, La trascendencia del liberalismo doceañista en España y Amé-
rica, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2004, p. 173.
123
  Calleja contó con la colaboración del capitán Pedro Arista, sargento mayor del Regimiento
de San Carlos, que le acompañó a México, y la de Agustín de Iturbide y Aramburu, un por entonces
desconocido teniente miliciano de Valladolid. AMN, 456, 1275. Gaceta de México n.º 101, México,
21 de septiembre de 1808.
124
  Heredia Herrera, Antonia, «El virrey José de Iturrigaray», en Calderón Quijano, José An-
tonio, Los virreyes de Nueva España…, t. II, pp. 322-324.
125
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 146, exp. 23. Méritos del coronel Calleja, San Luis Potosí, 16
de junio de 1809.

268
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

Durante las primeras semanas después del golpe, los excesos de los Vo-
luntarios de Fernando VII hicieron temer al propio virrey por su seguridad.126
El hecho de que Garibay encomendara a Calleja su protección en un momen-
to tan complicado era un reflejo de que el comandante de San Luis, tras die-
ciocho años sirviendo en Nueva España, se había labrado una buena reputa-
ción entre los militares del virreinato. Calleja comandaba varios cuerpos
milicianos bien entrenados, se había convertido en un gran hacendado, y
ejercía una notable influencia sobre las otras autoridades potosinas,127 pero
en el verano de 1808 dio un importante salto cualitativo. Cuando se conocie-
ron las abdicaciones de Bayona, mostró su fidelidad al rey depuesto y formó
una fuerza de Voluntarios de Fernando VII, que se encargaría de proteger a
las autoridades y reprimir a los disidentes, un mes antes de que se creara en
la capital. Luego, cumpliendo las órdenes del virrey, salió de San Luis rumbo
a Veracruz para organizar la defensa de la principal plaza fuerte del virreina-
to, y, aunque nunca llegara al cantón de Jalapa, su actuación, tras lo que él
denominó «arresto del virrey Iturrigaray por una conmoción popular», le
valió la recomendación de Garibay en su solicitud de ascenso a brigadier en
1809, que, finalmente, se le concedió en 1810.128 Calleja no se comprometió
en ningún complot, se limitó a cumplir las órdenes del virrey, primero de
Iturrigaray (ir a Veracruz) y luego de Garibay (velar por el orden de la ciudad
y por su seguridad personal), y consiguió su ansiado ascenso, convirtiéndose
en una de las figuras de mayor relevancia de Nueva España: además de ser el
líder de la sociedad potosina, el resto de autoridades novohispanas comenza-
ron a verlo como un hombre fuerte en el virreinato.129

126
  Los asaltantes del palacio formaron diez compañías que se autodenominaron Voluntarios de
Fernando VII, la mayoría de ellos, comerciantes de origen vasco y montañés. Se consideraban los
guardianes del virreinato y con el paso de los días su altanería y prepotencia fue en aumento. Garibay
creyó conveniente retirarlos, algo que no sentó bien entre los Voluntarios. La tensión llegó al punto
de que el virrey se atrincheró en el palacio, temiendo una nueva asonada que, en buena parte gracias
a la labor de Calleja, no se produjo. Ruiz de Gordejuela, Jesús, El vizcaíno Gabriel de Yermo…,
pp. 148-151.
127
  El intendente era un interino, y de los ocho miembros del cabildo de San Luis en 1808, tres
eran oficiales milicianos, peninsulares y de la confianza de Calleja (el regidor Vildósola y los regi-
dores honorarios Escalante y López), y otro, el alférez real Manuel de la Gándara, era su suegro.
128
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 146, exp. 23. Solicitud del coronel Calleja al virrey Garibay,
San Luis Potosí, 17 de junio de 1809; ibid. Recomendación del virrey Garibay para el ascenso del
coronel Calleja, México, 16 de julio de 1809; ibid. El brigadier Calleja a la Audiencia gobernadora,
San Luis Potosí, 23 de junio de 1810.
129
  Cabría destacar que en la relación de méritos que acompañaba su solicitud, Calleja remarca-
ba, especialmente, su actuación en México en el otoño de 1808. Además, culpaba directamente de no

269
juan josé benavides martínez

3.2. Calleja y la representación potosina en las instituciones


de la Monarquía

Durante su estancia en México, Calleja siguió pendiente de los asuntos


de su brigada y aprovechó para recomendar a varios militares ante Garibay
para cubrir las vacantes de los pies veteranos de los regimientos potosinos,
así como el empleo de teniente coronel miliciano del Regimiento de San
Carlos, que recayó en el capitán Antonio Gutiérrez.130
A finales de noviembre, de nuevo en San Luis, Calleja retomó sus obli-
gaciones como comandante de la 10.ª brigada. Una de sus primeras disposi-
ciones fue la suspensión del servicio en la capital de la compañía formada
por los milicianos de los regimientos de San Luis y San Carlos. Estimaba que
la mayoría de los miembros de los cuerpos provinciales ya habían recibido la
instrucción necesaria, y, ante los problemas económicos para su manteni-
miento y la presencia en la ciudad de los Voluntarios de Fernando VII, le
pareció conveniente retirar el piquete.131 Además, Calleja siguió demostran-
do su fidelidad hacia el depuesto monarca, apoyando iniciativas para formar
más compañías de Voluntarios de Fernando VII en diversas poblaciones de
la provincia,132 promocionando entre los milicianos la recaudación de un do-

haber sido ascendido con anterioridad a Iturrigaray. Consideraba que hacía tiempo que merecía el
grado de brigadier, pero que no se le había concedido, porque buena parte de sus servicios «…se
hicieron en un tiempo en el que el sistema de gobierno enervaba y desalentaba por falta de estímulo
a los que solo en el mérito fundaban la esperanza de su ascenso». Ibid. Relación de méritos del coro-
nel Calleja, San Luis Potosí, 16 de junio de 1809.
130
  José Tovar, teniente coronel del Regimiento de Dragones de México, fue designado como
nuevo sargento mayor del Regimiento de San Luis, tras la muerte de José Blanco. Francisco Rulfo,
teniente veterano del Regimiento de San Carlos, pasó a ocupar la ayudantía vacante del mismo cuer-
po por el retiro de Arista, y para las tenencias vacantes se propuso a Julián Rendón, cadete de la 1.ª
Compañía Volante del Nuevo Santander, Simón de Herrera, cadete del Regimiento de Infantería de
México, y José Antonio Nuez, sargento veterano del Regimiento de Dragones de la Reina. AGN,
Indiferente Virreinal, C. 2601, exp. 4. Traslado del teniente coronel Tovar al Regimiento de San Luis,
México, 22 de octubre de 1808; ibid., C. 2574, exp. 21. Propuestas de Calleja para las vacantes de
los pies veteranos de los regimientos de San Luis y San Carlos, México, 4 de noviembre de 1808; e
ibid., C. 5467, exp. 27. Despachos provisionales para oficiales veteranos de los regimientos de San
Luis y San Carlos, México, 20 de diciembre de 1808.
131
  La compañía siguió en servicio hasta diciembre, cuando el virrey aprobó la orden de Calleja.
AHESLP, Ayuntamiento, 1808. Pleno del ayuntamiento de San Luis, San Luis Potosí, 5 de mayo de
1808; AGN, Indiferente Virreinal, C. 2574, exp. 26. Solicitud del comandante Calleja para suprimir
la compañía en servicio continuo en San Luis, San Luis Potosí, 29 de noviembre de 1808; e ibid.,
Aprobación del virrey Garibay a la solicitud de Calleja, México, 13 de diciembre de 1808.
132
  Juan Nepomuceno Oviedo, capitán de la 4.ª compañía del Regimiento de San Carlos y admi-
nistrador de la hacienda de Bocas, solicitó la formación de una compañía de Voluntarios, y en enero

270
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

nativo para la guerra en la península contra Francia,133 y vigilando de cerca a


los franceses que habitaban en el territorio de la brigada.134
También Calleja mandó pasar revista a todos los cuerpos que comanda-
ba en marzo de 1809, los regimientos provinciales de dragones de San Luis
y San Carlos, el Cuerpo de Caballería de Frontera de Nuevo Santander, las
compañías de dragones provinciales de Nuevo León y las compañías de mi-
licias de Nuevo Santander.135 Con los datos en sus manos realizó un informe
para el virrey del estado, considerablemente ordenado, en que se encontraba
la defensa de la 10.ª brigada, añadiendo algunas sugerencias que manten-
drían estas fuerzas en mejor disposición ante el peligro de una guerra que
consideraba inminente.136 Además, en su informe, pidió al virrey envíos ur-
gentes de armas y uniformes, los únicos puntos débiles del estado de sus
tropas, y le recordó que seguía esperando la aprobación del rey para estable-
cer un batallón de infantería en San Luis.137 El virrey trató de enviarle el ar-
mamento solicitado, pero en lo referente a la formación de un nuevo cuerpo
miliciano, le advirtió que, antes de dar su autorización, debía estar seguro de
que se daban las condiciones adecuadas.138
Calleja siguió pendiente de que los cuerpos de su brigada se mantuvie-
ran en el orden debido por si era necesario ponerlos sobre las armas,139 pero

de 1809, lo hicieron los vecinos más acaudalados de Real de Catorce. Calleja apoyó estos proyectos
ante el virrey. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3737, exp. 8. Calleja al virrey Garibay, San Luis Potosí,
30 de enero de 1809.
133
  En octubre se había comenzado a recaudar fondos en San Luis. AHESLP, Ayuntamiento,
1808. Recaudación del donativo para la guerra contra Francia, San Luis Potosí, 8 de octubre de 1808;
y AGN, Indiferente Virreinal, C. 4949, exp. 17. El comandante Calleja al virrey dando cuenta del
estado en que se hallaba la recaudación del donativo, San Luis Potosí, 31 de enero de 1809.
134
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6723, exp. 7. El comandante Calleja a la Real Audiencia Go-
bernadora sobre traslado de prisioneros franceses, San Luis Potosí, 8 de agosto de 1810; y Bernal
Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra…, pp. 41-43.
135
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 6127, exp. 145. Calleja al virrey Garibay, San Luis Potosí, 18
de marzo de 1809.
136
  Calleja temía un desembarco de tropas francesas y que los EEUU aprovecharían la situación
avanzando sobre Texas. AGN, Indiferente Virreinal, C. 6077, exp. 6. Informe del comandante Calle-
ja al virrey Garibay sobre el estado de la 10.ª brigada, San Luis Potosí, 20 de abril de 1809.
137
  Ibid. .
138
  Ibid. El virrey Garibay al comandante Calleja, México, 10 de mayo de 1809; e ibid., C. 1396,
exp. 18. Estado del armamento del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 1 de diciembre de 1809.
139
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 446, exp. 3. Solicitudes de oficiales de los regimientos de San
Luis y San Carlos sobre el armamento, licencias temporales, traslados y retiros, propuestas de ascen-
sos y para cubrir plazas vacantes y extractos de revista del pie veterano, San Luis Potosí, 15 de enero
de 1809 – 30 de junio de 1809.

271
juan josé benavides martínez

además de las cuestiones militares, demostró su influencia y liderazgo en la


sociedad potosina controlando el trascendental, y novedoso, asunto de la re-
presentación de la provincia en las instituciones de la Monarquía.
El 22 de enero de 1809 la Junta Central concedió a los territorios de ul-
tramar, como parte integrante de la Monarquía, el derecho a tener en la mis-
ma un representante por cada virreinato y capitanía general, que hacían un
total de nueve.140 El sistema electoral establecido en el territorio americano,
diferente al de la península, confiaba la elección a los ayuntamientos de las
capitales de intendencia. El procedimiento tendría dos niveles, primero, los
miembros de los ayuntamientos votarían para elegir una terna de candidatos
entre los que, por sorteo, se nombraría a uno, y después, el virrey o goberna-
dor, repetiría el proceso con los individuos propuestos por las ciudades.141
Catorce cabildos novohispanos presentaron un candidato entre los que el
virrey elegiría al representante de Nueva España en la Junta: Arizpe, Duran-
go, Guadalajara, Guanajuato, Mérida, México, Oaxaca, Puebla, Querétaro,
San Luis Potosí, Tlaxcala, Valladolid, Veracruz y Zacatecas. El ayuntamien-
to de San Luis propuso a Félix Calleja, que, además de ser el personaje más
influyente de la región, era un individuo de prestigio en todo el virreinato,
aunque, finalmente, el elegido por el virrey fue Miguel de Lardizábal y Uri-
be, natural de Tlaxcala, que era el único de todos los propuestos que residía
en la península y que había desempeñado cargos en la Corte.142
Tras la celebración de las elecciones, el cabildo potosino elaboró unas
Instrucciones que contenían los temas de mayor interés para la región, que el
representante novohispano debía tratar de promover en la Junta Central.143

140
  Ávila, Alfredo, «La revolución liberal y los procesos electorales», en Emmerich, Gustavo,
Las elecciones en la ciudad de México, 1376-2005, México: UAM, 2005, p. 128.
141
  Annino Antonio y Guerra Francois-Xavier, Inventando la nación…, pp. 133 y 134.
142
  Ocho de los catorce individuos elegidos por estos ayuntamientos eran peninsulares y desta-
caban como decididos defensores del régimen. Rodríguez O., Jaime E. «Una cultura política com-
partida: los orígenes del constitucionalismo y liberalismo en México», en Mínguez Víctor y Chust,
Manuel (eds.), El imperio sublevado, Madrid: CSIC, 2004, p. 210. Miguel de Lardizábal nació en
Tlaxcala en 1744. En 1761 viajó a España junto a su hermano Manuel. En la península siguió con sus
estudios y llegó a ser miembro del Consejo de Indias. Más detalles sobre esta importante figura en:
Ramírez Maya, María Carmina, Pensamiento y obra de Miguel de Lardizábal y Uribe (1744-1823),
San Sebastián: RSBAP, 2006; y Orella Unzué, José Luis, «Manuel y Miguel de Lardizábal y Uribe
y el Estatuto de Bayona», Revista internacional de estudios vascos, n.º 4, 2009, Eusko Ikaskuntza,
Bilbao, pp. 233-254.
143
  En términos generales, podemos decir que las principales aspiraciones de las élites potosinas
eran: hacer coincidir los límites de la jurisdicción eclesiástica con los de la provincia, generar los
ingresos suficientes para cubrir los gastos de los funcionarios locales, y convertir San Luis en un

272
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

Este documento nunca llegó a manos de Lardizábal, pero poco importó, por-
que la situación dio un vuelco tras la caída de la Junta a comienzos de 1810,
debido a la pérdida de prestigio por los fracasos militares. Sus miembros,
asentados en Sevilla, huyeron a Cádiz tras ser acusados de traición y, bajo la
tutela del Consulado gaditano y la presión inglesa, decidieron ceder sus pre-
rrogativas a un Consejo de Regencia el 29 de enero de 1810. Los pocos indi-
viduos que formaban esta Regencia, que nació deslegitimada y con un poder
precario, publicaron un decreto, que la Junta Central había redactado antes de
su disolución, convocando a Cortes Generales y Extraordinarias del reino.144
El 14 de febrero de 1810 se emitió el decreto específico para los territorios de
ultramar. Serían los ayuntamientos de las cabeceras de partido de los virrei-
natos y capitanías generales americanas los que debían proponer tres hom-
bres arraigados en la región, instruidos y de probada integridad, entre los
cuales se elegiría por sorteo al diputado que les representaría en Cádiz.145 De
esta manera, América, aunque en evidente desventaja, entró a compartir con
las provincias de la metrópoli el gobierno de la Monarquía.146 Al virreinato de

punto clave del comercio hacia el norte de Nueva España. Bernal Ruiz, Graciela, Ecos de una gue-
rra…, pp. 51-62.
144
  Eran generales porque en ellas estarían representadas todas las provincias de la Monar-
quía, y extraordinarias, porque no fueron convocadas por el rey, sino por el reino, y no tenían una
estructura estamental. Estas Cortes y la Constitución promulgada por ellas transformaron radical-
mente las estructuras políticas de la Monarquía: división de poderes, creación de nuevas institu-
ciones como las diputaciones provinciales y los ayuntamientos constitucionales (cuyos miembros
debían elegirse por sufragio)… Carantoña Álvarez, Francisco, «De súbditos a ciudadanos: las
Cortes y la Constitución de 1812 doscientos años después», en Aguado Cabezas, Elena, Caranto-
ña Álvarez, Francisco y Lucas del Ser, Carmelo (coords.), León y la Constitución de 1812: los
diputados leoneses en las Cortes, León: Diario de León, 2012, pp. 9-24; y Rieu-Millán, Marie-
Laure, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz: igualdad o independencia, Madrid:
CSIC, 1990, p. XXI. Para más detalles sobre la aplicación de la Constitución de Cádiz en México,
véase: Ferrer Muñoz, Manuel, La constitución de Cádiz y su aplicación en la Nueva España,
México: UNAM, 1993.
145
  Debido a la tardanza en recibir la noticia y lo largo del viaje, los diputados americanos no
pudieron llegar al inicio de las sesiones de las Cortes el 24 de septiembre (tan solo uno por Puer-
to Rico), por lo que fue necesario elegir diputados suplentes entre los americanos residentes en
Cádiz. Archivo del Congreso de los Diputados (ACD), Documentación Electoral (DE), 88508.
Escrutinio de la elección de diputados suplentes por Nueva España, Cádiz, 20 de septiembre de
1810.
146
  La cuestión de la representación de las provincias de ultramar generó largos e intensos deba-
tes, ya que los diputados americanos solicitaron un mayor número de representantes. Esta cuestión
se trata con profundidad en: Chust Calero, Manuel, La cuestión nacional americana en las Cortes
de Cádiz, 1810-1814, Valencia: Centro Francisco Tomás y Valiente, 1999; y Ferrer Muñoz, Manuel,
La constitución de Cádiz…, pp. 187-222.

273
juan josé benavides martínez

Nueva España, donde se publicó el decreto en mayo, le correspondían 22


diputados, uno de ellos por San Luis Potosí.147
El ayuntamiento potosino celebró las elecciones para elegir al diputado
a Cortes el 10 de julio de 1810.148 Los tres individuos más votados fueron:
José Florencio Barragán, teniente coronel y comandante del Cuerpo Caballe-
ría de Frontera del Nuevo Santander; el licenciado José Vivero, canónigo de
la catedral de Monterrey; y el doctor Luis de Mendizábal, abogado y residen-
te en Puebla. Una vez hecho el sorteo, resultó elegido José Florencio Barra-
gán, el hijo primogénito de Felipe Barragán, gran comerciante y hacendado
del oriente potosino, y uno de los hombres más ricos del virreinato de Nueva
España a finales del siglo xviii. Florencio había hecho fortuna como comer-
ciante en Guanajuato. Luego se estableció en Rioverde, donde puso una tien-
da, y en 1787 formó a su costa una compañía miliciana. Con la reforma im-
plementada por Calleja en 1793, fue designado capitán de la 6.ª compañía del
Cuerpo de Caballería de Frontera de Nuevo Santander, y, después de recibir,
tras la muerte de su padre en 1797, aproximadamente la tercera parte de sus
bienes, valorados en más de un millón de pesos, quedó como la cabeza indis-
cutible de la élite del oriente potosino y se afincó en San Luis.149 Para enton-
ces ya estaba inmerso en el proceso que le llevó a recibir la distinción de la
Orden de Carlos III en 1800.150 Un año después fue nombrado comandante
del Cuerpo de Frontera del Nuevo Santander por recomendación de Félix

147
 Aunque, finalmente, tan solo catorce diputados novohispanos (propietarios, no suplentes)
participaron en las sesiones de las Cortes Extraordinarias: México, Guadalajara, Michoacán, Vera-
cruz, Puebla, Yucatán, Querétaro, Zacatecas, Tabasco, Nuevo México, Tlaxcala, Sonora, Durango y
Coahuila. La mayoría (once) eran eclesiásticos con formación en leyes y teología, y el resto comer-
ciantes y funcionarios. Algunos eran partidarios de la monarquía absoluta, otros veían en la Consti-
tución el medio para lograr la independencia, y otros consideraban que la monarquía constitucional
sería el fin de los abusos de las autoridades y la clave de la unión entre ambos hemisferios. Berruezo,
María Teresa, La participación americana en las Cortes de Cádiz, 1810-1814, Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1986, pp. 55-57 y 101-112.
148
  La elección estuvo presidida por el intendente, Manuel de Acevedo, y en ella participaron
los regidores Manuel de la Gándara (alférez real), Baltasar Arribas (alguacil mayor), Juan de Go-
rriño (provincial de Santa Hermandad), Vicente María Pastor, Francisco Justo García, Juan Maria-
no Vildósola, Dionisio del Castillo y Arribas, Antonio Manuel López, Pedro de Imaz (síndico
procurador general del común), y Juan Antonio Vildósola. AHESLP, RPPC, 1810, n.º 99. Poder
especial del ayuntamiento de San Luis a José Florencio Barragán, San Luis Potosí, 1 de septiembre
de 1810.
149
  Idem., 1797, n.º 108. Convenio para la sucesión de los bienes de Felipe Barragán, San Luis
Potosí, 17 de octubre de 1797; y Rangel, José Alfredo, Capitanes a guerra…, pp. 188-191.
150
 AHN, Estado, Carlos III, exp. 1120. Expediente de pruebas para caballero de la orden de
Carlos III de José Florencio Barragán, 1795-1800.

274
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

Calleja, y en 1803 recibió el grado de teniente coronel.151 Con su elección


como diputado en 1810, que venía a ratificar el dominio social y económico
que ejercía en las subdelegaciones de Rioverde y Valles, alcanzó la cima de
su poder e influencia.152
Pero, al margen de la relevancia de Florencio Barragán, llama la aten-
ción que en la terna de candidatos, propuesta por el cabildo potosino para
representar a la provincia en un órgano legislativo, hubiera, junto a dos ex-
pertos en leyes, un comerciante y terrateniente, cuya área de influencia esta-
ba lejos de la capital. Sin embargo, parece que la inclusión de Barragán en la
terna y su elección mediante «sorteo», no fueron una casualidad, ya que, te-
niendo en cuenta la influencia de Calleja en el ayuntamiento, resulta poco
probable que hubiera sido elegido sin el visto bueno del comandante.
Florencio mantenía una buena relación con Calleja, su inmediato supe-
rior, cuya reforma miliciana en el Nuevo Santander lo convirtió en capitán,
que le entregó el mando de esta fuerza, que lo recomendó en sus ascensos y
que intervino a favor de sus intereses en el reparto de la herencia de su pa-
dre.153 Esta buena sintonía se asentaba en el interés mutuo. Con Barragán al
frente del Cuerpo de Frontera del Nuevo Santander, el comandante se asegu-
raba el respaldo del hombre más poderoso del oriente potosino, que, ade-
más, podría satisfacer las necesidades económicas del servicio;154 y Floren-
cio veía recompensadas sus contribuciones económicas con el prestigio
social y los privilegios de ser un mando miliciano y con las recomendacio-

151
  También se le concedió el grado de coronel (con la recomendación de Calleja), pero apenas
dos meses antes de su muerte. AGN, Reales Cédulas Originales, vol. 184, exp. 16. Concesión del
mando de las milicias de Frontera de Nuevo Santander a José Florencio Barragán, México, 22 de
enero de 1802; ibid. vol. 188, exp. 79. Concesión del grado de teniente coronel de milicias a Floren-
cio Barragán, México, 9 de abril de 1803; y AGMS, 1.ª, 1.ª, B-843. Ascenso a coronel de milicias de
José Florencio Barragán, México, 5 de septiembre de 1810.
152
  Para más datos sobre Florencio Barragán y su linaje: Rangel, José Alfredo, Capitanes a
guerra…
153
  Los hijos de la primera mujer de Felipe, María Dolores Moctezuma, entre los que estaba
Florencio, pretendían que la herencia se repartiera a partes iguales entre ellos y los hijos de la segun-
da mujer, María Faustina Ortiz de Zárate. Sin embargo, estos querían que sus hermanastros hereda-
sen la quinta parte, unos 200 000 pesos, alegando que esa fue la cantidad que tenía el fallecido antes
de contraer segundas nupcias. Al no llegar a un acuerdo y como los implicados eran milicianos, Ca-
lleja intervino como máxima autoridad de la jurisdicción militar, y resolvió que la repartición se hi-
ciera a partes iguales. AHESLP, RPPC, 1797, n.º 108. Convenio para la sucesión de los bienes de
Felipe Barragán, San Luis Potosí, 17 de octubre de 1797.
154
  Barragán costeó el armamento y el cuartel de Rioverde. Montejano y Aguiñaga, Rafael, El
Valle…, pp. 145 y 146.

275
juan josé benavides martínez

nes de un alto grado militar, lo que le facilitaba la obtención de ascensos y


preeminencias.
Sin embargo, Calleja no estaba satisfecho con la labor del potentado
como mando miliciano. Su fortuna, prestigio e influencia podían ser necesa-
rios para el servicio, pero el hecho de que hubiese abandonado la demarca-
ción de su regimiento, para asentarse en San Luis por sus intereses persona-
les, denotaba falta de compromiso con sus obligaciones en la milicia. El
comandante consideraba que Barragán, al ser el hombre más rico e influyen-
te del oriente potosino, debía estar al frente de las milicias de Frontera del
Nuevo Santander, cuyas compañías se fijaban en las subdelegaciones de Va-
lles y Rioverde, pero también era consciente de que sus limitados conoci-
mientos en materia militar y su ausencia repercutirían en el servicio.155 Por
ello es probable que viera con buenos ojos que recayera en Florencio el ho-
nor de representar a la provincia en las Cortes, porque su marcha no alteraría
el status quo de la región ni de las fuerzas milicianas de la brigada. Además,
a pesar de que Barragán tuvo que hacer frente a varias acusaciones, con poco
fundamento, de disidencia y de conspirar por la independencia de Nueva
España, su fidelidad hacia el rey Fernando no podía ponerse en duda, aunque
puede que sus opiniones no fueran «políticamente correctas».156
Tres meses después de su elección, el diputado Barragán comenzó el
largo viaje que le esperaba hasta Cádiz, pero no pudo terminarlo, ya que fa-
lleció a comienzos de noviembre, cuando se encontraba en México preparan-
do su partida hacia Veracruz.157 Su muerte, no exenta de sospechas, pues le
sobrevino de forma repentina después de haber sido invitado a comer por el

155
  Calleja consideraba que los oficiales milicianos, además de las aptitudes militares, debían
residir en la demarcación de su compañía y tener un determinado nivel de riqueza, ya que la tropa no
respetaría las órdenes de un oficial ausente o perteneciente a su mismo estrato social. AGN, Indife-
rente Virreinal, C. 2496, exp. 23. El comandante Calleja al virrey Marquina, San Luis Potosí, 29 de
junio de 1802.
156
  Los franciscanos de la misión de Divina Pastora informaron al virrey de haber escuchado a
Barragán referirse al rey Fernando con poco respeto y alabar a Napoleón. Sin embargo, Garibay no
hizo caso de las acusaciones, que se fundamentaban en lo que parecía una simple manifestación de
una opinión «poco apropiada» por parte de Florencio, que ante las dudas sembradas sobre su perso-
na, ofreció mil pesos anuales a la real hacienda hasta que Fernando VII volviera a ocupar el trono.
AGN, Indiferente de Guerra, vol. 188b. Acusaciones contra José Florencio Barragán, Rioverde y San
Luis Potosí, 1808-1810; AGN, Real Audiencia, vol. 201, exp. 67. Florencio Barragán al virrey ofre-
ciendo caudales, Rioverde, 1808; y AGMS, 1.ª, 1.ª, B-843. Exposición de méritos de José Florencio
Barragán, Rioverde, 19 de mayo de 1810.
157
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 1183, exp. 1. Carta de Félix Ojeda al virrey Venegas notifican-
do la muerte de José Florencio Barragán, México, 3 de noviembre de 1810.

276
¡a sus órdenes, mi coronel! las milicias y el ascenso de félix calleja...

virrey Venegas,158 obligaba a realizar una nueva elección en San Luis, en la


que, como veremos más adelante, Calleja influyó directamente, a pesar de
hallarse fuera de la región. El resultado de este nuevo proceso electoral fue
muy diferente del anterior, porque la situación del virreinato había cambiado
radicalmente en los meses transcurridos, había estallado la guerra.

158
 Algunos autores aseguran que el virrey envenenó a Barragán porque se sospechaba de sus
ideas independentistas. Rodríguez Barragán, Nereo, Biografías…, p. 145; Noyola, Inocencio, Insur-
gentes y realistas…, p. 54; y Montejano y Aguiñaga, Rafael, El Valle…, pp. 147 y 148. Sin embargo,
parece poco probable que Calleja hubiera permitido que el ayuntamiento de San Luis eligiera como
representante de la provincia en las Cortes a un partidario de la independencia de Nueva España.

277
Capítulo 8
BASTIÓN REALISTA. LAS MILICIAS POTOSINAS
Y SU COMANDANTE DURANTE LA GUERRA

1. Los ecos del Grito. La respuesta potosina al estallido insurgente

Como es bien sabido, el 16 de septiembre de 1810 estalló en el pueblo


de Dolores una rebelión liderada por el cura Hidalgo contra el poder espa­
ñol. Los insurgentes formaron una fuerza en la que, liderados por el capitán
Ignacio Allende y otros oficiales, se integraron las milicias de San Miguel el
Grande, el Regimiento Provincial de Dragones de la Reina, y marcharon
sobre la cabecera de la intendencia, Guanajuato.1 También enviaron varios
agentes a la provincia potosina para extender allí la revuelta. La mañana del
18 de septiembre, apenas dos días después del Grito de Dolores, fueron cap­
turados dos emisarios de los rebeldes en las proximidades de Santa María
del Río, José de la Luz Gutiérrez y Anacleto Moreno. El Bajío, cuna de la
insurrección, era una región próxima y estrechamente comunicada con San

1
  Este estallido fue precedido por varias conspiraciones tanto en la capital virreinal como en
otras ciudades, que fueron descubiertas y desbaratadas. El cura Miguel Hidalgo y Costilla y los jóve­
nes criollos milicianos Ignacio Allende y Juan Aldama, entre otros, lideraron una revuelta que estaba
prevista para diciembre, pero, como la conspiración fue descubierta, comenzó la noche del 15 al 16
de septiembre. El movimiento atrajo a mucha gente que se lanzó a la toma y saqueo de varias ciuda­
des del virreinato. Van Young, Eric, La otra rebelión…, pp. 89 y 90. La ingente cantidad de biblio­
grafía sobre la guerra de independencia de México hace que sea imposible enumerar algunas obras
destacadas. Simplemente quisiéramos reseñar algunas de las últimas aportaciones, en las que se
puede encontrar la mayor parte de la historiografía reciente sobre el tema: Ávila, Alfredo, Guedea,
Virginia e Ibarra, Ana Carolina (coords.), Diccionario de la independencia de México, México:
UNAM, 2010; Ávila, Alfredo (coord.), La independencia de México: temas e interpretaciones re-
cientes, México, UNAM, 2007; Guedea Virginia, La independencia de México y el proceso autono-
mista novohispano, 1808-1824, México: UNAM, 2001; Hamnett, Brian, Raíces de la insurgencia…;
Rodríguez O., Jaime E., El proceso de la independencia de México, México: Instituto Mora, 1992;
Van Young, Eric, La otra rebelión…; y Vázquez, Josefina Zoraida (coord.), Interpretaciones sobre
la Independencia de México, México: Nueva Imagen, 1997.

279
juan josé benavides martínez

Luis,2 y ambos agentes conocían la región de primera mano.3 El mismo Hi­


dalgo los despachó con credenciales, armados y financiados, para que capta­
ran adeptos a la causa entre sus conocidos allí.4 Su plan consistía en reunir
en menos de 48 horas el mayor número de hombres de las haciendas y po­
blaciones de la zona, armados y a caballo, y entrar en San Luis. Allí espera­
ban encontrar el apoyo mayoritario del común, tal y como el alférez del
Regimiento de San Luis, Nicolás Zapata, le había asegurado al emisario
Gutiérrez.5
Sin embargo los emisarios fueron delatados por los potosinos a los que
rebelaron su plan, entre ellos, José Gabriel Armijo, portaguión del Regimien­
to de San Luis, que les llevaron ante las autoridades. La misma noche del día
18 llegó la noticia de la insurrección, con toda la información sobre la misma
proporcionada por los agentes arrestados, al intendente Acevedo. Este avisó
de inmediato a Calleja, que se encontraba en la hacienda de Bledos.6 El co­
mandante recibió la carta de Acevedo la noche del 19, pero, para entonces,
ya tenía conocimiento de la sublevación.7 Se trasladó de inmediato al Valle
de San Francisco, donde se reunió con el subdelegado Pedro García, y dispu­
so que los habitantes de las haciendas de los alrededores se concentraran en
la villa.8 Además, mandó al intendente la orden de reunir en la capital poto­
sina los tres cuerpos de la provincia (San Luis, San Carlos y Frontera de
2
  VV. AA., Memorias de San Miguel de Allende, cruce de caminos, Guanajuato: ABC, 2006.
3
  Gutiérrez había trabajado ocasionalmente en la hacienda del Peñasco, y Moreno, natural de
Dolores, era vecino de Tierra Nueva (Santa María del Río). AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91,
exp. 54. El subdelegado Pedro García al intendente Acevedo, Santa María del Río, 18 de septiembre
de 1810.
4
  «Quitar esta vil canalla de monstruos [peninsulares] antes que se ejecute la ruindad que se
espera de que se introduzca la herejía en este reino [el dominio francés]». Ibid.
5
  Según la declaración de Gutiérrez, Zapata le había dicho que la ciudad «…estaba como los
muladares, ardiendo por debajo y fría por arriba, y que los soldados, si se les pedía, voltearían las
caras a sus jefes». Ibid., exp. 53. Declaración de los emisarios insurgentes, San Luis Potosí, 19 de
septiembre de 1810.
6
  Anacleto Moreno confesó los objetivos de la rebelión, y delató a los líderes: Allende, Abásolo,
un capitán de Guanajuato y el cura Hidalgo. Ibid., exp. 54. El subdelegado Pedro García al intenden­
te Acevedo, Santa María del Río, 18 de septiembre de 1810.
7
  El primero en informarle fue el capitán Pedro Meneso, que el día 17 había recibido la noticia
de la sublevación de Dolores y San Miguel por un mozo de la hacienda del Jaral. Los datos eran
bastante concretos: los líderes eran el cura Hidalgo de Dolores y el capitán Allende de San Miguel, y
sus primeros objetivos eran la toma de Guanajuato, Valladolid y Querétaro. AGN, Operaciones de
Guerra, vol. 69, exp. 1. Miguel de Armijo al capitán Pedro Meneso, hacienda del Jaral, 17 de sep­
tiembre de 1810.
8
  Temía que la población de las haciendas y ranchos pasara a engrosar las filas insurgentes.
AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 54. El subdelegado Pedro García al intendente Acevedo,

280
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

Nuevo Santander) y pasó aviso al sargento mayor del Regimiento de San


Luis, José María Tovar.9 La activación de las milicias implicaba un gran gas­
to para la real hacienda, que el intendente no podía aprobar sin la autoriza­
ción del virrey, pero como los insurgentes habían cortado la comunicación
con México, Acevedo aprobó las disposiciones del comandante.10 En teoría
era la máxima autoridad de la provincia, pero tan solo llevaba cinco meses en
San Luis, así que se limitó a prestar todo su apoyo a Calleja, que, dictando
las órdenes que le parecieron oportunas sin consultar con ninguna otra auto­
ridad, volvió a demostrar su liderazgo en la región.

1.1. Las milicias se convierten en un ejército

A comienzos de 1810 Calleja recibió la orden de poner sobre las armas


los regimientos de San Luis y San Carlos por primera vez en sus quince años
de existencia, y, aunque en junio se suspendió la movilización y no llegaron
a reunirse, el comandante pudo comprobar la reacción de los milicianos y de
las autoridades locales ante la perspectiva de iniciar una campaña, y no cum­
plieron sus expectativas.11 El intendente, que llevaba dos meses en el cargo,
no fue capaz de habilitar las instalaciones y utensilios necesarios para alojar
a la tropa, y algunos oficiales dejaron ver su falta de compromiso. Apenas
unas semanas después de recibir la orden de activación, el coronel del Regi­
miento de San Carlos, Ramón Cevallos, solicitó una licencia de cuatro meses
para pasar a México a tratarse una enfermedad; Pedro Meneso, capitán del

Santa María del Río, 18 de septiembre de 1810; e ibid. Calleja al intendente Acevedo, Valle de San
Francisco, 20 de septiembre de 1810.
9
  AGN, Indiferente de Guerra, vol. 276a. Orden del comandante Calleja al sargento mayor To­
var, Valle de San Francisco, 19 de septiembre de 1810.
10
  El intendente debía disponer todo lo necesario para alojar a las tropas, conseguir víveres y
forraje para los caballos y proporcionar los sueldos de los milicianos a cuenta de las cajas de San
Luis. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 54. Calleja al intendente Acevedo, Valle de
San Francisco, 20 de septiembre de 1810; e ibid. El intendente Acevedo al comandante Calleja, San
Luis Potosí, 20 de septiembre de 1810.
11
  El virrey ordenó que las milicias de Nuevo León reforzaran la defensa de la provincia de
Texas y los regimientos potosinos debían trasladarse a Monterrey y Saltillo. Ante las dificultades
logísticas de semejante traslado, en junio se redujo la activación de los regimientos de San Luis y San
Carlos a un escuadrón (tres compañías) de cada fuerza, y finalmente se suspendió. AGN, Indiferente
Virreinal, C. 1974, exp. 3. El comandante Calleja al virrey Lizana, San Luis Potosí, 30 de marzo de
1810; e ibid., C. 5590, exp. 67. El comandante Calleja a la Audiencia Gobernadora de Nueva España,
San Luis Potosí, 16 de junio de 1810.

281
juan josé benavides martínez

Regimiento de San Luis, que se encontraba en México con permiso para


atender sus negocios, pidió el retiro por cuestiones de salud; y el sargento
mayor del Regimiento de San Luis, José Tovar, solicitó un cambio de desti­
no, porque su sueldo de oficial veterano en un cuerpo provincial no le alcan­
zaba para mantener a su familia (mujer y ocho hijos). Sin embargo, Calleja
consideraba que las razones aducidas por los interesados no eran más que
excusas para librarse del servicio en campaña, y, aunque el virrey Lizana
concedió el permiso de dos meses al coronel Cevallos, desatendió las otras
dos peticiones.12
Teniendo en cuenta estos antecedentes y la gravedad de la situación, el
comandante se trasladó a San Luis para organizar la defensa de la ciudad y
supervisar la reunión de las tropas. No había recibido orden alguna de instan­
cias superiores, pero, después de veinte años en Nueva España, cumpliendo
comisiones, pasando revistas y elaborando informes, se encontraba ante la
oportunidad de hacer méritos de guerra, y no la iba a desaprovechar. En pri­
mer lugar, dispuso una serie de medidas enfocadas a la protección de la capi­
tal, que comunicó a todos los subdelegados de la provincia: controles en los
caminos para interceptar a los emisarios insurgentes, fortificación de la ciu­
dad, formando barricadas en los principales puntos de acceso, recompensas
de 500 pesos a los que delataran a algún rebelde y duras penas a los que co­
laboraran con ellos o los encubrieran.13 También estableció una junta de se­
guridad para juzgar a los sospechosos de infidencia, que serían encerrados en
los conventos del Carmen y San Francisco, a donde, además de los emisarios

12
 Al comandante le extrañaba no haber tenido conocimiento de ninguna de las razones que
argumentaban los oficiales hasta que no recibió la orden de poner sobre las armas los regimientos.
El coronel Cevallos se quejaba de un dolor de rodilla tan repentino como los problemas económicos
del sargento mayor Tovar, y el capitán Meneso solicitaba el retiro por unas hemorroides que le im­
pedían el servicio montado, pero no trasladarse a México frecuentemente a atender sus negocios.
Además, Meneso ofreció un donativo de 1000 pesos a la real hacienda, si se le concedía el retiro, lo
que levantaba aún más sospechas sobre la veracidad de su solicitud, que quedó totalmente en entre­
dicho, cuando, una vez suspendida la orden de activación de los cuerpos, pidió permiso para regre­
sar a San Luis y reincorporarse al cuerpo. Cf. AGN, Indiferente Virreinal, C. 2601, exp. 12. El co­
mandante Calleja al virrey Iturrigaray, San Luis Potosí, 8 de enero de 1808; ibid., C. 1183, exp. 3.
Solicitud de licencia para pasar a curarse a México del coronel Cevallos, San Luis Potosí, 23 de abril
de 1810; ibid. Licencia del virrey Lizana al coronel Cevallos, México, 22 de mayo de 1810; ibid.,
exp. 8. Solicitud del sargento mayor Tovar al virrey Lizana, San Luis Potosí, 18 de abril de 1810; e
ibid. Concesión de licencia al capitán Pedro Meneso para trasladarse a Matehuala, México, 21 de
junio de 1810.
13
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204, exp. 4. Calleja al intendente Acevedo, San Luis Po­
tosí, 1 de octubre de 1810.

282
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

de Hidalgo, fueron conducidos el alférez Zapata,14 y Francisco de Lanzagor­


ta, teniente del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina.15 La decisión
de confinar a los insurgentes en estos conventos estuvo condicionada por
razones materiales. Las celdas de castigo, donde se recluía a los miembros de
la comunidad que cometían alguna falta, eran el único lugar disponible en la
ciudad para encerrar a los sospechosos, pero, tras estas paredes, se fue fra­
guando una conspiración que estallaría unas semanas más tarde.16
Una vez tomadas las medidas de urgencia para asegurar San Luis, Calle­
ja comenzó a preparar un ejército para lanzarse en persecución de los insur­
gentes. Conocía la fuerza y los movimientos de los rebeldes por las informa­
ciones proporcionadas por un emisario (espía) que envió a recorrer la
intendencia de Guanajuato, y por cartas de diversa procedencia que le llega­
ban mediante correos extraordinarios.17 Algunos de estos informes resul­
taban contradictorios, pero, aun así, pudo estimar la fuerza de los rebeldes en
unos 15 000 hombres, la tercera parte de ellos a caballo, un número que iba
aumentando en cada población por la que pasaban.18 Con estos datos sobre la
14
  Natural de Ixtlahuaca (Oaxaca), era administrador de la mina de La Purísima, la de mayor
riqueza de Catorce, propiedad del navarro Francisco Miguel de Aguirre, que fue teniente coronel del
Regimiento de San Carlos. Además, Zapata era dueño de una mina y una hacienda y tenía una casa
en San Luis. Donó cincuenta pesos para el establecimiento de las milicias provinciales en la región
potosina, pero no fue nombrado alférez hasta unos años más tarde. Las autoridades militares sospe­
chaban de sus ideas y de sus contactos con Hidalgo, así que cuando estalló la insurrección lo manda­
ron encerrar en el convento del Carmen. En 1811, tras ser capturado en las Norias de Baján con el
resto de los líderes insurgentes, fue juzgado, condenado y fusilado. AHESLP, RPPC, 1791, n.º 67.
Poder de Francisco de Aguirre a Nicolás Zapata, San Luis Potosí, 14 de julio de 1791; y AGI, Méxi­
co, 1322. Declaración de Nicolás Zapata, Chihuahua, 13 de mayo de 1811.
15
  Hijo de José María Lanzagorta, que tenía una escuela de gramática en San Luis, había nacido
en Catorce en 1791. Su familia, originaria de Vizcaya, llevaba dos generaciones afincada en San
Miguel el Grande, lo que explicaría su amistad con Allende. Su fama de partidario de la insurrección
le precedía y fue apresado en las proximidades del Valle de San Francisco cuando regresaba a San
Luis, tras haber participado en la rebelión de Querétaro. AGN, Intendencias, vol. 51, exp. 7. Estable­
cimiento de una preceptoría de gramática en San Luis Potosí, San Luis Potosí, 1808; AGN, Opera­
ciones de Guerra, vol. 91, exp. 68. Orden del intendente Acevedo para detener a Francisco de Lan­
zagorta, San Luis Potosí, 1 de octubre de 1810; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San
Luis…, t. III, p. 67.
16
  Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de…, pp. 144 y 145.
17
  Entre ellas cabría destacar las peticiones de ayuda desesperadas por parte del intendente Ria­
ño desde Guanajuato. Archer, Christon, «La revolución militar de México: Estrategia, tácticas y
logísticas durante la guerra de independencia», en Vázquez, Josefina Zoraida (coord.), Interpreta-
ciones sobre la Independencia…, pp. 128 y 129.
18
  También supo de la implicación de las milicias de San Miguel, de la colaboración de su coro­
nel, Manuel de la Canal, y que uno de los principales cabecillas era el capitán Allende. Además tuvo
noticia de que, a pesar de la resistencia del intendente, los insurgentes habían tomado León y Gua­

283
juan josé benavides martínez

mesa pudo comprender que los efectivos de los tres regimientos de la provin­
cia eran escasos para hacer frente a los sublevados, así que decidió formar
dos nuevos cuerpos, uno de caballería y otro de infantería, alistando volunta­
rios locales, fundamentalmente, procedentes de las haciendas próximas a la
capital.19
El 4 de octubre se trasladó con las tropas provinciales a la hacienda de la
Pila, propiedad de Manuel María Gorriño y Arduengo, a unos quince kilóme­
tros al sur de San Luis, y allí estableció el puesto de reclutamiento y el cam­
po de instrucción. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, Calleja no se mos­
traba optimista. En la región escaseaban los artesanos con conocimientos
para la fabricación de armas y las materias primas necesarias, por lo que,
prácticamente, solo se pudieron fabricar lanzas, sables y machetes.20 Tampo­
co contaba con los suficientes oficiales para instruir debidamente a la tropa,
así que se conformaba con reunir unos 2000 hombres de caballería y 300 de
infantería, como apoyo al ejército que, al mando del conde de la Cadena,
Manuel de Flon, había partido de México.21 Pero, al margen de las carencias
logísticas y de entrenamiento, Calleja, consciente de la difusión de las ideas
rebeldes entre la población potosina, no confiaba en la lealtad de sus propios
milicianos.22 A comienzos de octubre, doce días después de emitir la orden
de reunión de los tres cuerpos de la provincia, todavía faltaban para su com­
pleto cuatro compañías del Regimiento de San Carlos y tres del de Frontera
de Nuevo Santander. Sin duda, la distancia era un factor a tener en cuenta,

najuato, donde habían matado a todos los peninsulares. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 69, exp.
1. José Gabriel Armijo al capitán Joaquín de Bustamante, hacienda de Villela, 21 de septiembre de
1810; ibid., vol. 204, exp. 12. Parte del comandante Calleja al virrey Venegas, San Luis Potosí, 1 de
octubre de 1810; e ibid., exp. 13. El religioso José María Rico informa a Calleja, Lagos, 30 de sep­
tiembre de 1810.
19
  Una fuerza mediana y la amenaza de castigos severos habrían servido para pacificar un tumul­
to de indios o un motín. Pero la situación a la que se enfrentaba Calleja era diferente: una horda de
indios, mestizos y otras castas, con el apoyo de compañías milicianas, pretendían acabar con el sis­
tema establecido, atacaban a los peninsulares y saqueaban todo lo que encontraban a su paso. Ar-
cher, Christon, «En busca de una victoria definitiva: el ejército realista de Nueva España, 1810-
1821», en Terán, Marta y Serrano Ortega, José Antonio (eds.), Las guerras de independencia…,
p. 428.
20
  Se enviaron armas blancas y alguna de fuego, desde el Valle de San Francisco y Rioverde,
pero el grueso del equipo se elaboró en San Luis. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, p. 67.
21
  Bernal Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra…, pp. 84-86.
22
  El alférez Zapata estaba encarcelado y había varios oficiales sospechosos, que estaban siendo
investigados. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204, exp. 12. Parte del comandante Calleja al virrey
Venegas, San Luis Potosí, 1 de octubre de 1810; e ibid., vol. 91, exp. 69. El intendente Acevedo al
comandante Calleja, San Luis Potosí, 29 de octubre de 1810.

284
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

pero el comandante estimaba que la principal razón del retraso era la frialdad
de muchos de sus miembros hacia la causa realista. Por ello, para fidelizar­
los, ordenó al intendente que elevara el sueldo de los milicianos.23 Además,
pasó una proclama a los oficiales, que debían leer para motivar a sus compa­
ñías.24
Los temores de Calleja se fundamentaban en que habían aparecido va­
rios pasquines en la ciudad con proclamas insurgentes, y casi cada día
seguían arrestando a nuevos emisarios rebeldes y colaboradores locales.25
Además, unos días después del estallido insurgente fue descubierta una cons­
piración encabezada por el religioso Antonio de Otaegui en el barrio de Te­
quisquiapan.26 Sin embargo, el comandante contó con el apoyo mayoritario
de los diferentes sectores de la sociedad potosina:
1.  Las élites, tanto criollos como peninsulares, veían en el comandante
la única garantía de orden y paz, y le ayudaron a formar el ejército.27 Los
grandes hacendados aportaron los caballos necesarios y peones de sus pro­
piedades armados con machetes, y, además, la práctica totalidad de los ofi­
ciales milicianos acudieron a su llamada.28

23
  En principio el intendente había estipulado que los soldados cobraran dos reales diarios, los
cabos tres y los sargentos cuatro, pero Calleja estableció unos salarios más elevados, aproximada­
mente el triple que un peón en la región: cuatro reales a los soldados, 4,5 a los cabos y seis a los
sargentos. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204, exp. 12. Parte de Calleja al virrey Venegas, San
Luis Potosí, 1 de octubre de 1810.
24
  La arenga recordaba el juramento que todos habían hecho de defender la religión, al rey y a la
patria, y acusaba a los insurgentes de ser seguidores de Napoleón. Además, se prometían grandes
honores para que los combatieran y vencieran en campaña a los enemigos del rey. Ibid., exp. 5.
Arenga de Calleja a sus tropas, San Luis Potosí, S.F.
25
  Uno de los principales sospechosos de ser el autor de estos libelos era el artesano Juan Panto­
ja, que en 1811 fue juzgado y pasado por las armas. Ibid., vol. 93, exp. 1. Sumaria contra Juan Pan­
toja, San Luis Potosí, 25 de diciembre de 1811; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San
Luis…, t. III, p. 37.
26
  Los principales cabecillas fueron fusilados y el resto de los implicados encarcelados. Bernal
Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra…, pp. 68 y 69.
27
  Posiblemente, parte de los criollos quisieran revelarse contra el poder de los peninsulares,
pero no en el contexto de la sangrienta revolución desatada por el cura Hidalgo y su turba, que ame­
nazaba sus propias aspiraciones. Flores Caballero, Romeo, La contrarrevolución en la indepen-
dencia: los españoles en la vida política, social y económica de México (1804-1838), México: El
Colegio de México, 1969, p. 57; y Serrano Ortega, José Antonio, Jerarquía territorial y transición
política: Guanajuato, 1790-1836, Zamora: El Colegio de Michoacán, 2001, pp. 84 y 85.
28
  Un ejemplo de la colaboración de las élites con Calleja fue el caso del capitán del Regimiento
de San Luis, Juan Moncada, marqués del Jaral y conde de San Mateo de Valparaíso, que formó una
tropa con los empleados de sus haciendas, y la puso a servicio del comandante. Bernal Ruiz, Gracie­
la, «Sociedad y guerra: Actitudes ante la insurgencia en San Luis Potosí, 1810-1821», en Álvarez

285
juan josé benavides martínez

2.  Los principales vecinos del oriente potosino, los Ortiz de Zárate y los
Barragán, y los mineros más importantes de Zacatecas aportaron grandes
sumas.29
3.  El tribunal de minería de Catorce le franqueó toda la pólvora que
había en el real para su ejército, a pesar del perjuicio que esta medida causa­
ba a los mineros, y de la difícil situación en que se hallaba la población, al
quedar interrumpidos los envíos de plata por la presencia insurgente en el
Camino Real. Además, las autoridades locales formaron una compañía de
voluntarios para velar por la seguridad de la zona.30
4.  El subdelegado de Charcas, José María Mena, reunió 64 hombres,
que envió a San Luis con 120 pesos para su mantenimiento.31 Desde Valles,
la región más alejada de la provincia, el subdelegado Pedro de Barrenechea,
también mandó un contingente de hombres que comandaba Miguel Francis­
co Barragán.32 Igualmente, el subdelegado de Rioverde remitió una fuerza de
más de quinientos indios flecheros.33
5.  Las autoridades indígenas también colaboraron. El barrio de Tlaxca­
lilla aportó 200 hombres y el gobernador de Mexquitic envió a la Pila
otros 350.34

Cuartero, Izaskun, y Sánchez Gómez, Julio (eds.), Visiones y revisiones de la independencia ameri-
cana: México…, p. 162.
29
  Bustamante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja, comandante en jefe
del Ejército Real de Operaciones del Centro, México: Imprenta del Águila, 1828, p. 19.
30
  La interrupción del flujo de la plata resultaba devastadora para la economía de Catorce, cuyas
autoridades solicitaron al intendente permiso para acuñar moneda y así, al menos, poder pagar los
sueldos de los trabajadores y evitar desórdenes. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91 exps. 7 y 8. La
diputación de minería de Catorce al intendente Acevedo, Catorce, 5 de octubre de 1810; ibid., exp.
9. El subdelegado, el cura párroco y los alcaldes ordinarios de Catorce al intendente Acevedo, Cator­
ce, 8 de octubre de 1810; e ibid., exp. 34. Calleja al intendente Acevedo sobre la compañía formada
en Catorce, la Pila, 16 de octubre de 1810.
31
  Ibid., exp. 3. El subdelegado Mena al intendente Acevedo, Charcas, 1 de octubre de 1810.
32
  Bajo las órdenes de Barragán llegaron a la Pila José Esteban Moctezuma, que jugaría un papel
protagonista en los primeros años del México independiente, y varios miembros de la otra familia
más influyente del oriente potosino, los Ortiz de Zárate. Bernal Ruiz, Graciela, «Campo realista y
presencia insurgente…», p. 165; y Rangel Silva, José Alfredo, «Milicias en el oriente…», p. 75.
33
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 33. El subdelegado de Valles al intendente Aceve­
do, Valle del Maíz, 8 de octubre de 1810; e ibid., exp. 41. El intendente Acevedo a Calleja, San Luis
Potosí, 17 de octubre de 1810.
34
  Los oficiales temían que con el paso de los días acabaran desertando la mayor parte de los
hombres de Mexquitic, pero el párroco del pueblo se desplazó hasta el campamento para motivarles,
como muestra de apoyo al comandante. Ibid., exp. 11. Gregorio Juárez al intendente Acevedo, San
Luis Potosí, 8 de octubre de 1810.

286
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

6.  El intendente Acevedo fue el más estrecho colaborador de Calleja. A


pesar de sus problemas de salud, se mantuvo continuamente en comunica­
ción con el comandante, informándole de los apresamientos de partidarios de
los rebeldes en la ciudad y de los avances de los insurgentes, que, a mediados
de octubre habían triunfado en Zacatecas y se dirigían hacia Guadalajara.35
También puso a su disposición los fondos de las cajas reales, colaboró en la
compleja tarea de establecer los canales de abastecimiento del ejército, y se
preocupó de proporcionarle artillería, un trabajo infructuoso por el descono­
cimiento de las técnicas de fundición de cañones de los artesanos locales (se
fabricaron varios pero no muy fiables).36
7.  El común de la población potosina también apoyó al comandante a la
hora de formar su ejército engrosando sus filas. La mayoría de los milicianos
de los regimientos de San Luis y San Carlos, así como los voluntarios que se
alistaron, muchos de ellos peones de haciendas, probablemente tuvieran en
el salario su principal motivación. Pero tampoco deberíamos subestimar el
respeto, la estima y la admiración de buena parte de la población hacia el
comandante (ver supra p. 251, nota 53). Además, el interés económico tam­
bién estaba detrás de la colaboración de algunas autoridades y miembros de
la élite, que temían perder sus fortunas a manos de los insurgentes.
El Regimiento de San Luis se reunió casi al completo. Su fuerza total era
de 462 hombres, 40 oficiales, 86 suboficiales, 322 dragones, y 14 veteranos
(seis oficiales y ocho suboficiales).37 Tan solo había 19 faltas, en gran parte,
debidas a la ausencia de algunos oficiales, que provocaban una cascada de
ascensos dejando vacantes entre la tropa.38 La mayoría de estas bajas se de­
bieron a que algunos mandos, por su edad o problemas de salud, no podían
servir en campaña, aunque también hubo varios que pasaron a los cuerpos de

35
  Ibid., exp. 39. El intendente Acevedo a Calleja, San Luis Potosí, 17 de octubre de 1810.
36
  El intendente suministró 250 000 pesos de las cajas reales para el ejército. Ibid., exps. 5, 14,
17, 24 y 29. Correspondencia del intendente Acevedo con Calleja, San Luis Potosí, 7 de octubre de
1810 – 17 de octubre de 1810.
37
  Cada compañía debía tener 35 hombres entre suboficiales y tropa, y, aunque tan solo cuatro
tenían cubiertas todas sus plazas, ninguna bajaba de 31 efectivos. AGN, Indiferente Virreinal, C.
3159, exp.6. Extracto de la revista del Regimiento de San Luis, la Pila, 15 de octubre de 1810.
38
  Si una plaza de teniente estaba vacante, el alférez ascendía, un sargento pasaba a alférez, un
cabo a sargento y un dragón a cabo. Calleja prefería contar con una oficialidad joven y conocedora
de la disciplina, en lugar de con hombres notables pero inexpertos, así que tan solo se incorporaron
dos oficiales nuevos. AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 524, exp. 54. Provisión de empleos
del Regimiento de San Luis, la Pila, 10 de octubre de 1810; y Hamnett, Brian, Raíces de la insurgen-
cia…, pp. 35 y 36.

287
juan josé benavides martínez

nuevo cuño y otros que no ocuparon sus puestos por sospechas de infidencia,
como sucedió con el alférez Zapata (ver supra pp. 283-284). En total, hubo
quince bajas, que se cubrieron durante los primeros días de estancia en la
Pila. La única ausencia destacable fue la del coronel Rincón Gallardo, recién
nombrado marqués de Guadalupe Gallardo, que unos meses atrás había pa­
sado a México con licencia para atender sus negocios, y que no volvería a
comandar este cuerpo.39
El Regimiento de San Carlos se trasladó a la Pila con solo nueve compa­
ñías, porque el 4.º escuadrón (compañías 4.ª, Bocas; 8.ª, Guadalcázar; y 12.ª,
Catorce), no había llegado aún a San Luis a comienzos de octubre. Aun así,
contaba con una fuerza de 368 hombres, 21 oficiales, 54 suboficiales, 271
dragones, y 22 veteranos (3 oficiales y 19 suboficiales). Hasta que no estu­
viese reunido todo el cuerpo no se cubrirían las oficialías vacantes con ascen­
sos, como en el Regimiento de San Luis, así que, mientras la tropa estaba al
completo (entre 34 y 37 hombres por compañía), había diez oficialías vacan­
tes (el 32%). A estas bajas habría que sumar la ausencia del coronel Ramón
Cevallos, que, al igual que el jefe del Regimiento de San Luis, había pasado
a México con permiso temporal antes del inicio de la rebelión (ver supra
p. 281).40 El hecho de que los jefes de las dos fuerzas milicianas del Altiplano
estuviesen fuera de la provincia cuando estalló la revuelta resulta, cuanto
menos, sospechoso, aunque parece que no había nada extraño en estas ausen­
cias, que eran habituales.41
Estos dos regimientos, todavía incompletos, sumaban una fuerza de 830
hombres, 36 de ellos veteranos (nueve oficiales y 27 suboficiales) y 794 mi­
licianos (61 oficiales, 140 suboficiales y 593 dragones), divididos en 21 com­
pañías. Pero, además, con los voluntarios que iban llegando a la Pila para
servir en su ejército, Calleja formó dos nuevos cuerpos milicianos, uno de

39
  Además, el teniente coronel Montoya fue relevado, porque por su edad, sesenta y cinco años,
ya no podía servir en campaña, ocupando su plaza el capitán veterano José Tovar, hasta entonces
sargento mayor del regimiento. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3159, exp.6. Extracto de la revista del
Regimiento de San Luis, la Pila, 15 de octubre de 1810.
40
  Ibid. Extracto de la revista del Regimiento de San Carlos, Valle de San Francisco, 14 de octu­
bre de 1810.
41
  Tanto Cevallos, peninsular, como Rincón Gallardo, uno de los mayores terratenientes del vi­
rreinato, no eran sospechosos de ser partidarios de la insurgencia. Ambos llevaban varios meses
instalados en la capital (desde antes del verano), donde habitualmente pasaban largas temporadas por
asuntos particulares. Además, Cevallos se unió al ejército realista poco tiempo después, lo que de­
muestra su grado de compromiso. En cuanto a Rincón Gallardo, desconocemos las razones por las
que no volvió al servicio, más allá de una falta de interés personal para luchar en campaña.

288
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

caballería, el Cuerpo de Lanceros Montados de San Luis Potosí, denomina­


dos, comúnmente, como «Fieles del Potosí»,42 y otro de infantería, el Cuerpo
de Patriotas de San Luis, que recibió el nombre de «Tamarindos» por el color
de su uniforme.43 Los Fieles del Potosí eran la fuerza más numerosa de este
ejército: 1230 hombres, repartidos en 24 compañías, que formaban ocho es­
cuadrones. El capitán Pedro Meneso, oficial montañés con catorce años de
servicio en el Regimiento de San Luis, sería su comandante, y cada escua­
drón quedó bajo el mando de un capitán. La oficialidad de las compañías
estaba compuesta por un teniente y un alférez, lo que hacía un total de 57
oficiales. Algunos eran hijos de mandos milicianos, pero la gran mayoría no
tenían experiencia en el servicio más allá de la Compañía de Voluntarios de
Fernando VII.44 El otro cuerpo de nueva creación, el único de infantería de
este ejército, estaba compuesta por seis compañías y quedó al mando de Juan
Nepomuceno Oviedo, capitán del Regimiento de San Carlos, que fue ascen­
dido a teniente coronel. Su fuerza total era de 400 hombres, la gran mayoría
procedentes de la hacienda de Bocas (de la que era administrador Oviedo) y
del Venado.45
El 24 de octubre Calleja abandonó la hacienda de la Pila al frente de sus
tropas para dirigirse a Guanajuato.46 En apenas un mes había logrado formar
un ejército compuesto por cinco cuerpos milicianos, uno de infantería (Ta­
marindos), dos de dragones (San Luis y San Carlos) y dos de caballería (Fie­
les del Potosí y Frontera de Nuevo Santander),47 con un total de 2841 hom­

42
  Este apodo acabaría siendo el nombre oficial de este cuerpo, al convertirse tres años después
en cuerpo provincial de dragones: Regimiento Provincial de Dragones Fieles del Potosí. AGMM,
México, 5386. El virrey Calleja al rey, México, 27 de agosto de 1813. Para evitar confusiones con la
denominación, nos referiremos a este regimiento como Fieles del Potosí.
43
  En 1815 esta fuerza miliciana se convirtió en el Batallón Provincial de Cazadores de San
Luis. AGMM, México, 5387. El virrey Calleja al rey, México, 22 de febrero de 1815. Al igual que
con el anterior cuerpo, de ahora en adelante nos referiremos a esta fuerza como Batallón de Infante­
ría o Tamarindos.
44
  En total, esta fuerza contaba con: nueve capitanes, 24 tenientes, 24 alféreces, 48 sargentos, 93
cabos y 1029 lanceros. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3080, exp. 60. Revista del Cuerpo de Lanceros
de San Luis Potosí, Guanajuato, 4 de diciembre de 1810.
45
  Tenía 17 oficiales (cinco capitanes, seis tenientes y seis subtenientes), 42 suboficiales (dos
sargentos, cuatro cabos y un tambor por compañía) y 342 soldados (57 por compañía). AGN, Opera­
ciones de Guerra, vol. 170. Relación por antigüedad de los oficiales del ejército de Calleja, Queréta­
ro, 14 de noviembre de 1810.
46
  Garrocho Sandoval, Carlos, Los soldados potosinos…, p. 6.
47
  El Cuerpo de Frontera de Nuevo Santander estaba compuesto por cinco compañías, con una
fuerza de 318 hombres (18 oficiales y 300 de tropa y suboficiales). AGN, Operaciones de Guerra,

289
juan josé benavides martínez

bres, 2441 montados y 400 a pie.48 Teniendo en cuenta el corto espacio de


tiempo en que lo organizó, con las dificultades que entrañaba equipar y abas­
tecer a casi 3000 hombres y 2500 caballos, la formación de esta fuerza fue un
gran mérito de Calleja, que, como líder indiscutible de la región, contó con
el apoyo de los diversos sectores de la sociedad potosina: élites locales, los
subdelegados de la provincia, los gobernadores de pueblos de indios, y el
intendente y los empleados de la real hacienda, además de buena parte de la
población. El comandante supo conjugar los esfuerzos de las autoridades,
que cumplieron sus órdenes, de los mineros, que le enviaron plata y pólvora,
de los grandes hacendados, que le suministraron tropas, caballos y mulas, de
los artesanos, que fabricaron las armas y uniformes, de los arrieros, que
transportaron los suministros necesarios, y de buena parte de los vecinos
ilustres de la región, que formaron la oficialidad del ejército, así como de los
peones y rancheros que integraron la tropa.
Sin embargo, Calleja era pesimista con respecto a su ejército, porque,
aunque no fuera demérito suyo, tenía algunas carencias importantes. Lamen­
taba el corto número de efectivos que había podido reunir, su poca prepara­
ción, la falta de armamento y las escasas contribuciones económicas realiza­
das por los peninsulares de la región.49 No le faltaban razones para quejarse,
ya que el armamento no iba más allá de lanzas y machetes, con algunas pis­
tolas y fusiles, y no había artillería; apenas contaba con militares profesiona­
les, tan solo cuarenta (13 oficiales y 27 suboficiales), el 1,25% del total de la
fuerza; y los miembros de su ejército, salvo alguna excepción, carecían de
experiencia en campaña. Pero, sobre todo, estaba disgustado por el escaso
número de voluntarios que se habían alistado. Teniendo en cuenta que, según
los informes que le habían pasado, los insurgentes contaban con una fuerza
de más de 15 000 hombres, que iba acrecentándose día a día, las 2841 plazas
de su ejército parecían insuficientes.
Aun así, estas quejas habría que entenderlas, considerando que prove­
nían del comandante en jefe de un ejército antes de emprender una campaña,
al que, en cualquier caso, le resultarían insuficientes las tropas, las armas y
los recursos económicos de los que pudiera disponer. Calleja organizó el
mejor ejército que podía formarse en San Luis, ya que sus carencias eran

vol. 170. Relación por antigüedad de los oficiales del ejército de Calleja, Querétaro, 14 de noviembre
de 1810.
48
  Entre ellos 162 eran oficiales. Ibid.
49
  Bernal Ruiz, Graciela, «Sociedad y guerra: Actitudes ante la insurgencia…», p. 163.

290
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

inherentes a una fuerza miliciana e improvisada: la tropa estaba formada por


comerciantes, mineros, artesanos y campesinos, por lo que no tenían expe­
riencia en combate; los artesanos, que atendían las necesidades de los mine­
ros y ganaderos que abundaban en la región, carecían de los recursos y cono­
cimientos para fabricar un arsenal; y los vecinos peninsulares, aunque
tuvieran grandes fortunas, no iban a entregar todo su dinero, a pesar de la
gravedad del peligro que les amenazaba. Calleja esperaba haber contado con
un apoyo mayor, tanto económico como personal, y consideraba que no ha­
bía sido así por la frialdad hacia la causa realista de la población potosina.
Pero, tampoco puede achacarse a la falta de lealtad el hecho de que la mayor
parte de los habitantes de la región prefirieran seguir con sus quehaceres
cotidianos, en lugar de alistarse para ir a una guerra fuera de la provincia y
de duración incierta, por elevado que fuera el salario.50 Además, las carencias
que contrariaban al comandante no eran tan determinantes como suponía,
porque el enemigo, si bien más numeroso, sufría las mismas o mayores limi­
taciones. Las tropas potosinas no estaban formadas por militares profesiona­
les entrenados y con experiencia, pero tampoco iban a enfrentarse a un ejér­
cito reglado, bien pertrechado y disciplinado.51

1.2. Los frailes, la milicia urbana y la rebelión de San Luis

Como hemos señalado, además de la formación de un ejército para com­


batir a los insurgentes, la protección de San Luis fue la principal preocupa­
ción de Calleja. La capital potosina tenía una gran importancia estratégica,
porque debía ser el muro de contención que evitaría la extensión de la revuel­
ta a las Provincias Internas y la retaguardia del ejército realista que combati­
ría a los insurgentes en Guanajuato.52 Por eso, en cuanto tuvo noticias del
estallido de la sublevación, dictó una serie de medidas para evitar la difusión
de las ideas de los rebeldes (ver supra p. 282). Sus disposiciones dieron el

50
  Incluso un buen número de los alistados desertó antes de comenzar la campaña para regresar
a sus casas y seguir con sus tareas. Archer, Christon, «En busca de una victoria definitiva…»,
p. 429.
51
  Tras una batalla, la mayoría de los soldados realistas heridos no tenían más que algunos cortes
producidos por armas blancas y contusiones por pedradas. Ibid., «La revolución militar de…»,
p. 133.
52
  Debía ser «el baluarte de tierra adentro». Bernal Ruiz, Graciela, «Sociedad y guerra: Actitu­
des ante la insurgencia…», pp. 159 y 160.

291
juan josé benavides martínez

resultado esperado, hasta tal punto que se sobrepasaron los recursos de la


ciudad para procesar a los acusados.53 Sin embargo, el comandante conside­
raba que si San Luis se mantenía en orden, era por la amenaza de la fuerza,
porque las ideas sediciosas habían calado entre la población potosina, en
especial en el clero.54 Temía que la ciudad cayera en manos de los insurgen­
tes en cuanto partiera al frente de sus tropas, así que, para asegurar su res­
guardo, envió a San Luis a uno de sus hombres de confianza, el capitán mili­
ciano Toribio Cortina, como jefe militar de la plaza, y ordenó al intendente
que formara una milicia urbana de infantería. Esta fuerza, debía mantener el
orden, patrullando las calles y haciendo guardias en los edificios principa­
les.55 También tuvo en cuenta que los barrios indígenas de la ciudad podían
ser un factor desestabilizador, así que dispuso que cada uno de los goberna­
dores, formara una compañía de cien hombres, con un buen sueldo a cuenta
de las cajas reales, que velaría por el orden en sus respectivos pueblos.56 Con
estas medidas Calleja confiaba en que la ciudad quedaría a buen recaudo
durante su ausencia. Las milicias urbanas deberían tener un efecto disuasorio
entre los rebeldes de la región, y los salarios fijados para las compañías de los
barrios asegurarían el apoyo de los indios de la circunscripción a las autori­
dades, algo que podía ser trascendental, como quedó demostrado en los mo­
tines de 1767 (ver supra pp. 79-85).
Parece que, como advertía Calleja, el ambiente de la ciudad no debía ser
el más favorable para las autoridades, porque el intendente no se atrevió a
colocar la horca en la plaza mayor, como este le había ordenado, hasta que
no estuviese formada la milicia urbana.57 Además, tanto Acevedo como los
miembros del ayuntamiento recibieron con gran preocupación la noticia de
que Zacatecas estaba en manos de los insurrectos, que también se estaban

53
  Calleja tuvo que enviar cuatro hombres desde la Pila a San Luis, tras la solicitud de los licen­
ciados Frontaura y Flores y el teniente letrado Ruiz de Aguirre, encargados de levantar las causas de
infidencia, porque necesitaban más escribientes para atender todas las causas con la diligencia reque­
rida. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 20. Calleja al intendente Acevedo, la Pila, 11 de
octubre de 1810.
54
  Calleja reconocía que «…la fermentación era general, sobre todo en aquellas clases que por
su sagrado ministerio debían predicar la paz y la unión». AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204, exp.
1. Calleja al virrey Venegas, San Luis Potosí, 1 de octubre de 1810.
55
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 28. Acevedo a Calleja, San Luis Potosí, 13 de
octubre de 1810.
56
  Tres reales diarios para la tropa, cuatro los cabos y seis los mandos. Ibid., exp. 26. Calleja a
los gobernadores de los barrios de San Luis, la Pila, 13 de octubre de 1810.
57
  Ibid., exp. 37. El intendente Acevedo a Calleja, San Luis Potosí, 17 de octubre de 1810.

292
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

extendiendo por Guadalajara, porque todo indicaba que San Luis sería el
siguiente objetivo, y ante el peligro evidente que corría la ciudad, solicitaron
que los 200 hombres que estaban de camino desde las Provincias Internas
para unirse al ejército se quedaran en San Luis, a lo que el comandante ac­
cedió.58
Las autoridades potosinas (intendente y cabildo) se apresuraron a formar
las milicias urbanas, tarea que verificaron en dos plenos los días 15 y 17 de
octubre. Se estimó que podrían formarse ocho compañías de ochenta miem­
bros cada una (tres de ellas de caballería), armados y uniformados por su
cuenta, denominados Urbanos Patriotas Distinguidos del Señor Fernan­
do VII.59 Pero, ante la urgente necesidad de organizar la defensa de la ciudad,
se formaron en el momento tres compañías de infantería, que quedaron bajo
el mando del intendente Acevedo, designado coronel, y del alférez real Ma­
nuel de la Gándara, teniente coronel. Los capitanes también serían tres
miembros del cabildo: los regidores Francisco Justo García (1.ª compañía),
Juan Mariano Vildósola (2.ª) y Dionisio del Castillo (3.ª).60 En total, la recién
creada fuerza contaba con 185 hombres, catorce oficiales (un coronel, un
teniente coronel, tres capitanes, tres tenientes y seis alféreces) y 171 plazas
entre tropa y suboficiales.61 Este cuerpo, junto a los doscientos hombres que
se esperaban desde Saltillo, las cuatro compañías de cien hombres formadas
en los barrios, y las dos compañías del Batallón de Patriotas de San Luis, que
envió Calleja antes de partir (160 plazas), conformarían una fuerza de unos
750 hombres para la protección de San Luis.62
Los refuerzos de las Provincias Internas nunca llegaron, pero, aun así, la
defensa de la ciudad estaba medianamente organizada y Calleja partió con su
ejército, confiando que podría resistir el ataque de una fuerza insurgente. Lo
que no previó el comandante fue que la milicia urbana, que él mismo había
mandado formar, acabaría siendo el medio que permitiría a los sectores crio­
llos descontentos de San Luis, valiéndose de la fuerza que les proporcionaba
58
  Ibid., exp. 39. El intendente Acevedo sobre la insurrección de Zacatecas, San Luis Potosí, 17
de octubre de 1810; ibid., exp. 44. Solicitud del intendente y el ayuntamiento de San Luis a Calleja,
San Luis Potosí, 18 de octubre de 1810; e ibid., exp. 60. Orden de Calleja a los comandantes de las
Provincias Internas, la Pila, 25 de octubre de 1810.
59
  Su cuartel serían las casas reales y el uniforme, pantalones y chaleco blancos y chaqueta azul
con solapa y cuello rojos. Ibid., exp. 55. Actas del cabildo en que se acordó la formación de la milicia
urbana, San Luis Potosí, 15 de octubre de 1810 – 17 de octubre de 1810.
60
  Ibid.
61
  Había treinta suboficiales (cuatro sargentos y seis cabos por compañía) y 141 soldados. Ibid.
62
  Ibid., exp. 62. Calleja al intendente Acevedo, la Pila, 25 de octubre de 1810.

293
juan josé benavides martínez

una tropa armada y organizada, tomar la ciudad la noche del 10 de noviem­


bre, dos semanas después de su marcha, con la complicidad y dirección de
algunos religiosos y de los infidentes que permanecían arrestados en los con­
ventos. No vamos a analizar con detenimiento los detalles de esta revuelta,
que se recogen en diferentes obras,63 ni tampoco las múltiples razones que
explicarían que la insurrección estallara en el Bajío y se extendiera rápida­
mente por toda la intendencia de Guanajuato y sus territorios colindantes,
excepto San Luis, que, simplemente, vivió un episodio revolucionario de
unos cuatro meses de duración. Sin embargo, consideramos necesario tratar
estas cuestiones, al menos, en lo tocante a las milicias, que son el hilo con­
ductor del presente trabajo.
Tanto Calleja como los primeros rebeldes en llegar a la región eran cons­
cientes de la difusión de las ideas subversivas entre el común de la población
potosina, fomentadas en buena medida por el clero. También estas ideas ha­
bían calado en algunos sectores criollos de la ciudad, especialmente de los
grupos intermedios de la sociedad, que se sentían marginados por los privi­
legios de los peninsulares,64 y cuyo descontento trataron de utilizar los insur­
gentes.65 Es evidente que en la sociedad potosina existía un resentimiento
contra los peninsulares y sus privilegios, pero consideramos que no estaba
tan extendido como sospechaban el comandante y los insurgentes.
En primer lugar, cabría señalar que la estructura agraria dominante en el
Altiplano favorecía la paz social. La mayor parte de la población se emplea­
ba en las haciendas y ranchos de la región, fundamentalmente, explotaciones
63
  Por citar algunos ejemplos: Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve
historia de…., pp. 147-149; Rodríguez Barragán, Nereo, Relación de la revolución en San Luis
Potosí formada por fray Luis Herrera, México: Vargas Roa, 1944; y Velázquez, Primo Feliciano,
Historia de San Luis…, t. III, pp. 41-58.
64
 Ya mencionamos esta cuestión, citando los casos de los tenientes Frejomil y Bollar, entre
otros (ver supra cap. 5.2.3). John Tutino se refiere a este grupo, como «élites marginales». No eran
grandes fortunas, pero gozaban de un nivel de riqueza que les permitía acceder a ciertos lujos y pri­
vilegios, y sus quejas contra el régimen se veían exacerbadas por sus frustraciones sociales y econó­
micas. Tutino, John, De la insurrección a la revolución en México. Las bases sociales de la violencia
agraria, 1750-1940, México: Era, 1990, pp. 86-124 y pp. 106 y 107.
65
  Así lo demuestra un pasquín confiscado a un agente enviado desde Dolores a finales de sep­
tiembre. Su objetivo era atraer para la causa a los criollos con poder, gentes de orden, así que expre­
saba el deseo por parte de los insurgentes de derramar la menor cantidad de sangre posible, y lamen­
taba que hubiera habido episodios violentos. También resulta llamativa la proclama final, en la que
se hacía referencia a los derechos naturales de los criollos sobre su tierra: «viva nuestra santa fe ca­
tólica, viva nuestro soberano Fernando VII y vivan nuestros derechos que Dios y la naturaleza nos
han dado. Viva la fe cristiana y muera el mal gobierno». AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204, exp.
1. Pasquín insurgente, S.F.

294
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

ganaderas que requerían una fuerza de trabajo permanente, y los peones,


además de un salario, recibían raciones de maíz durante todo el año. Esto les
convertía en un grupo relativamente privilegiado, ya que en tiempos de ad­
versidad, tenían una seguridad de la que carecían los jornaleros de otras re­
giones, en las que predominaban los latifundios agrícolas con mano de obra
estacional y los contratos de arrendamiento.66
Además esta paz social no se vio afectada por la Consolidación de los
Vales Reales.67 El decreto de Consolidación obligaba a todas las instituciones
religiosas (parroquias, comunidades, cofradías, hospitales, capellanías…) a
entregar en las Cajas de Amortización el valor líquido de sus bienes, tanto los
que guardaban para costear sus gastos, como los que tenían prestados o in­
vertidos, a cambio de un 5% de interés que sería pagado por la real hacienda.
El 60% del dinero depositado por las instituciones religiosas, principales
entidades crediticias de la época, procedía de prestamos que los deudores se
vieron obligados a devolver. La mayoría, desde los grandes comerciantes y
terratenientes hasta los pequeños agricultores y mineros, terminaron per­
diendo una buena parte o casi todos sus medios de vida y, en muchos casos,
también su vivienda.68 En la provincia potosina el valor total de los bienes
enajenados ascendió a 134 312 pesos.69 El 80% de esta cantidad, 106 633
pesos, fue aportado por diez instituciones: las parroquias de San Luis (4133)

66
  Sobre esta cuestión, véase: Tutino, John, De la insurrección a la revolución…, pp. 86-124 y
136-140. El hecho de que las condiciones de vida de los campesinos potosinos fueran mejores que
en otras regiones explicaría, en parte, que no apoyaran masivamente la rebelión. Según Brian Ham­
nett, en muchos casos, la insurgencia de 1810 agravó conflictos locales preexistentes, fundamental­
mente relacionados con la posesión de la tierra, que siguieron manifestándose después de 1821.
Hamnett, Brian, Raíces de la insurgencia…, pp. 37-61.
67
  La historiografía especializada la señala como una de las principales causas que fomentaron
el sentimiento de agravio entre la élite criolla, y le otorga un papel decisivo en el proceso de indepen­
dencia.
68
  Ante la acuciante necesidad de la Corona de obtener nuevas fuentes de financiación, en di­
ciembre de 1804 se aprobó la Consolidación de Vales Reales. En México se aplicó de forma rigurosa,
porque el virrey, Iturrigaray, era un protegido de Godoy, el impulsor de la medida, y la economía
novohispana se resintió profundamente. Von Wobeser, Gisela, Dominación colonial: la Consolida-
ción de Vales Reales en Nueva España, México, UNAM, 2003, pp. 74-81 y 142-146. Sobre este tema
véase: ibid., «La Consolidación de Vales Reales como factor determinante de la lucha de indepen­
dencia en México (1804-1808)», Historia Mexicana, LVI: 2, 2006, El Colegio de México, México,
pp. 373-425.
69
  74 583 pesos en 1806, 17 979 en 1807 y 41 752 en 1808. Las parroquias aportaron 15 693
pesos, los conventos 56 016, el Santuario de Guadalupe 2712, los colegios 19 861, el hospital de San
Juan de Dios 7160, las cofradías 21 416, las comunidades de indios 10 456, y 1000 pesos de la cape­
llanía de Manuel María de Gorriño. Ibid., Dominación colonial…, pp. 265-313, 334-385 y 421-444.

295
juan josé benavides martínez

y del Venado (6000), el antiguo colegio de los jesuitas (18 861), el hospital


de San Juan de Dios (7160), las archicofradías de Santísimo Sacramento y de
las Ánimas de San Luis (11 921) y de Ahualulco (4354), las comunidades de
los barrios de San Luis (4138), y los conventos de San Francisco y del Car­
men, que sufrieron las enajenaciones más importantes, 30 066 y 20 000 pe­
sos, respectivamente.70 Suponiendo que, como en el resto del virreinato, al­
rededor del 60% de las aportaciones estaban invertidas en prestamos, la cifra
rondaría los 80 000 pesos. Esta cantidad pudo arruinar a varias familias de
pequeños propietarios o provocar la quiebra de algunos mineros y terrate­
nientes, pero los pilares de la economía regional no se vieron afectados. La
extracción de plata, especialmente en las minas de Catorce, no dejaba de
crecer,71 y durante la primera década del siglo xix las cajas reales de San Luis
tuvieron un saldo anual superior a 100 000 pesos (generalmente rondaba los
250 000).72 Los grandes mineros formaban compañías en las que varios so­
cios aportaban un capital. Generalmente, obtenían beneficios en poco tiem­
po, que invertían en tierras y en el comercio, asociándose con otros persona­
jes (ver supra cap. 5.1.2), por lo que podría decirse que la economía potosina
no dependía del crédito eclesiástico, ya que era la riqueza argentífera la que
activaba el resto de sectores económicos.
Otro de los factores que contribuyeron a que la insurgencia no se exten­
diera por San Luis, quizás el principal, era la carencia de vías institucionales
para que los sectores criollos, que se sentían marginados por los privilegios
de los peninsulares, organizaran su descontento. Los intendentes siempre
fueron de origen peninsular (salvo el interino Ruiz de Aguirre, criollo pero
formado en España), y presidían las reuniones de un ayuntamiento compues­
to por peninsulares y miembros de la élite criolla. El importante sector mine­

70
  Estas cantidades suponían el 37% del total de la provincia pero, al menos, para los carmelitas
su entrega no fue un grave problema, ya que eran dueños de dos de las haciendas más grandes y ricas
de la región, El Pozo y Peotillos. Martínez Rosales, Alfonso, El gran teatro de un pequeño mundo.
El carmen de San Luis Potosí (1732-1859), San Luis Potosí: El Colegio de México, 1985, pp. 124 y
125; y AGI, México, 1630. Expediente sobre la exención de la alcabala de los efectos industriales
fabricados en las haciendas de los carmelitas, México, 18 de noviembre de 1807.
71
  «Fueron estos años los que se caracterizan como la época de oro de Catorce.» Cabrera Ipiña,
Octaviano, El Real de…, pp. 40 y 41.
72
  Los ingresos anuales de los 25 ramos que tributaban en las cajas reales de San Luis rondaban
el millón de pesos. Solo el de la plata (unos 200 000 pesos), superaba con creces la cantidad que fue
enajenada por la Consolidación en la provincia. AGI, México, 2150. Cuentas de la real hacienda de
San Luis, San Luis Potosí, 1801-1806; e ibid., 2035. Estados de las cajas reales de San Luis, San Luis
Potosí, 1761-1806.

296
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

ro también estaba dominado por los europeos, en especial vascos y navarros


(ver supra cap. 5.1.2), por lo que en los tribunales de minería tampoco tenían
cabida los criollos de los grupos intermedios. Igualmente, los regimientos
milicianos comandados por Calleja, cuya oficialidad estaba formada, predo­
minantemente, por peninsulares y élites criollas, tampoco eran un entorno
propicio para expresar el descontento de los americanos, y lo mismo podría
decirse de las cofradías.73 Además, en San Luis no había universidad, ni se­
minario, ni un círculo o grupo intelectual de discusión de nuevas ideas, aun­
que, probablemente, existiera una «junta de notables», similar a otras que se
formaron en diferentes ciudades del virreinato, compuesta por «criollos mar­
ginales», entre los que, posiblemente, se encontraría el alférez Zapata, con el
objetivo de coordinar un levantamiento de las milicias y las élites locales
para formar un gobierno compuesto por americanos, pero sin romper los la­
zos con la Corona.74 Aun así, la importancia y representatividad de esta junta
no debía de ser demasiado grande porque la omnipotente figura de Calleja
hubiera impedido cualquier propuesta o conato de acción que se saliera de la
ortodoxia del sistema. Aunque su cargo fuera exclusivamente militar, su au­
toridad estaba por encima del intendente, era miembro de la élite local, ejer­
cía una gran influencia sobre el ayuntamiento y tenía a sus órdenes una fuer­
za de cinco cuerpos milicianos, tres de ellos en la provincia potosina,
dirigidos por unos oficiales, cuyo apoyo y respeto había sabido ganarse, y
con una tropa entrenada y disciplinada que, en general, sentía un gran apre­
cio hacia su persona, ante lo cual poco podían hacer los escasos simpatizan­
tes de la insurgencia en San Luis.
El único sector de la sociedad que quedaba fuera de la influencia de Ca­
lleja era el clero, cuyos miembros disfrutaban de un fuero especial. Tanto los
regulares como los seculares fueron los principales difusores de las ideas
insurgentes en todo el virreinato, pero en la región potosina no tenían una
fuerte presencia institucional, al menos, no la suficiente para contrarrestar la
influencia del comandante y los grupos de poder. San Luis no solo no era
cabecera de un obispado, sino que el territorio de su provincia se encontraba
73
  Los grandes terratenientes, comerciantes y mineros, eran peninsulares, sobre todo vasco-na­
varros y montañeses, y miembros de la élite criolla, y copaban todos los espacios de poder de la re­
gión (ver supra p. 185).
74
  Según Juan Ortiz estas juntas, formadas por los grupos que Tutino denomina élites criollas
marginales (ver supra nota 64), se crearon en: Dolores, San Miguel, San Felipe, Celaya, Guanajuato,
Zacatecas, San Luis, Guadalajara, Valladolid y México. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobier-
no…, p. 39.

297
juan josé benavides martínez

dividido entre las diócesis de Guadalajara, Michoacán y México (ver supra


pp. 36 y 38). El cura párroco, el bachiller José Anastasio de Sámano, hombre
próximo a las autoridades locales, ejercía como juez eclesiástico y era el
comisario del Santo Oficio de la ciudad.75 En cuanto al clero regular, el más
numeroso, estaba repartido en cinco órdenes (hasta 1767 también hubo jesui­
tas): franciscanos, agustinos, juaninos, mercedarios y carmelitas.76 Todas las
comunidades contaron con el aprecio y el respeto del común de la población
potosina, pero las tres con mayor presencia eran los juaninos, fundamental­
mente criollos, los franciscanos, con un componente criollo y otro peninsular
de similar importancia, y los carmelitas, entre los que predominaban los pe­
ninsulares.77 Las disputas internas entre americanos y europeos en el seno de
estas comunidades fueron fraguando la organización del descontento criollo
en San Luis,78 que fue tomando fuerza tras el estallido insurgente, porque las
autoridades encerraron en estos tres conventos a los sospechosos de infi­

75
  Por lo que suponemos que sus prédicas no serían revolucionarias. AGN, Inquisición, vol.
1457, exp. 18. Juan Francisco Aguiar al Tribunal de la Inquisición sobre la muerte de José Anastasio
de Sámano, San Luis Potosí, 15 de noviembre de 1815.
76
  Los franciscanos fueron los primeros en establecerse en San Luis, en 1591, antes de la funda­
ción de la ciudad, y su convento fue creciendo hasta consolidarse en el siglo xviii como el más im­
portante de la provincia franciscana de Zacatecas, con más de cuarenta religiosos. Los agustinos
llegaron en 1599 y en el siglo xviii erigieron una iglesia con torre monumental. Los gastos de la
edificación provocaron que la comunidad tuviera que quedar reducida a cinco miembros. Los juani­
nos llegaron a San Luis en 1611, tras recibir una donación del rico minero Juan de Zavala para
construir un convento y un hospital, el de San Juan de Dios, la principal seña de identidad de la orden
y que fue el único de la ciudad. Los mercedarios comenzaron la construcción de su convento en 1628
en un espacio extramuros, donado por la viuda del capitán Gabriel Ortiz de Fuenmayor. Los últimos
en llegar fueron los carmelitas. En 1738 formaron una comunidad, después de que Nicolás Fernando
de Torres, un rico minero peninsular, les donara sus haciendas del Pozo y Peotillos. Los ingresos
procedentes de estos latifundios les convirtió en la orden de mayor riqueza de San Luis, que siempre
tuvo entre quince y treinta frailes, y les permitió levantar una iglesia monumental en las siguientes
décadas. Cf. Galván Arellano, Alejandro, Arquitectura y urbanismo de la ciudad de San Luis Poto-
sí en el siglo xvii, San Luis Potosí: UASLP, 1999, pp. 198 y 199; Martínez Rosales, Alfonso, El gran
teatro…, pp. 19-24 y 137-145; Meade, Joaquín y Almanza, Rafael, Los Agustinos en San Luis Poto-
sí, San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado, 1989, pp. 45-79; y Morales Bocardo, Rafael, El
convento de San Francisco…, pp. 160-238.
77
  Martínez Rosales, Alfonso, El gran teatro…, pp. 137-145.
78
  Como ejemplo de las tensiones internas en las órdenes regulares, que, en muchos casos, te­
nían estipulado un sistema de turnos entre criollos y peninsulares para ocupar la dirección, podemos
citar la acusación contra fray Gregorio de la Concepción, un carmelita, que, tras la elección de los
prelados europeos, dijo que no era posible que siempre tuviesen que estar gobernados por peninsu­
lares, añadiendo: «ahí verán en que para esto». Villa de Mebius, Rosa Helia, San Luis Potosí...,
pp. 43 y 44.

298
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

dencia.79 Es decir, dentro de las únicas instituciones que permanecían al mar­


gen de la influencia de Calleja, se articuló el malestar criollo, con la partici­
pación de potosinos, pero también de agentes externos.80 Gracias al prestigio
que los religiosos tenían entre el común, pudieron difundir sus ideas entre la
población, sentando las bases de la insurgencia en la ciudad.
Con este caldo de cultivo, y con Calleja fuera de escena, junto a buena
parte de los grupos de poder fieles a la causa realista, los sectores criollos
descontentos de San Luis se valieron de la milicia urbana para tomar el po­
der. Formada por el ayuntamiento a mediados de octubre de 1810, tras la
marcha del comandante con su ejército era, junto a las compañías de los ba­
rrios indios, la única fuerza armada de la ciudad. Entre los oficiales, funda­
mentalmente miembros del cabildo y comerciantes, encontramos tanto pe­
ninsulares como criollos, la mayoría antiguos integrantes de la Compañía de
Voluntarios de Fernando VII, o hijos de oficiales del ejército de Calleja.81
Aunque casi todos fueran fieles a la causa realista, entre ellos había algunos
simpatizantes de la insurgencia, que mantuvieron contactos con los clérigos
y con los emisarios rebeldes que permanecían presos en los conventos. En
connivencia con estos, varios oficiales y suboficiales, organizados en compa­
ñías y comandando una tropa armada, formada fundamentalmente, por in­
dios y castas, planificaron la toma de la ciudad, que se llevó a cabo la noche
del 10 de noviembre.82
El asalto fue planeado por dos legos juaninos, Luis Herrera y Juan Vi­
llerías, que habían sido capturados a finales de septiembre en las inmedia­
ciones de San Luis y que permanecían recluidos en el convento del Carmen
y en el de San Juan de Dios, respectivamente. A pesar de que fueron apresa­
dos por separado, teniendo en cuenta que ambos eran legos de la misma or­
den y que habían estado bajo las órdenes de Hidalgo, parece que se conocían

79
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 92, exp. 5. Estado de las causas formadas por la Junta de
Seguridad Pública de San Luis Potosí desde el 29 de septiembre, San Luis Potosí, 5 de noviembre de
1810.
80
  Entre los 48 religiosos que tuvieron un papel relevante en la insurgencia en San Luis, identi­
ficados por Rafael Montejano, la mayoría juaninos y franciscanos (muchos de ellos legos), apenas la
mitad eran potosinos. Montejano y Aguiñaga, Rafael, «El clero y la independencia de San Luis
Potosí», Archivos de Historia Potosina, enero-marzo 1971-3, Academia de Historia Potosina, San
Luis Potosí, pp. 32-64.
81
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 45. Listas de las compañías del Cuerpo Urbano de
Patriotas Distinguidos del Señor Fernando VII, San Luis Potosí, 19 de octubre de 1810.
82
  Muchos de los nombres fueron recogidos en la lista sin el «Don» delante, lo que nos indicaría
que eran indios o castas. Ibid.

299
juan josé benavides martínez

y que decidieron, por iniciativa propia, extender la revuelta en San Luis, ya


que no consta que lo hicieran por mandato de ningún cabecilla insurgente.83
Estando presos, se mantenían en contacto gracias al carmelita fray Gregorio
de la Concepción, natural de Toluca, que acudía al hospital de San Juan de
Dios a visitar al intendente Acevedo, y que también sirvió de enlace entre
Villerías y Joaquín Sevilla y Olmedo, oficial del Regimiento de San Carlos,84
que fue quien organizó la toma de la ciudad. La noche del 10 de noviembre,
Sevilla reunió a tres grupos milicianos que patrullaban la ciudad, dos de
urbanos y uno del Regimiento de San Carlos, y asaltó los conventos de San
Juan de Dios y del Carmen y la cárcel, liberando a todos los prisioneros. El
único foco de resistencia fue la casa del capitán Toribio Cortina, jefe militar
de la plaza, que estaba custodiada por un retén. Tras una hora de tiroteo, los
asaltantes lograron tomar el edificio y Cortina, gravemente herido, falleció
al día siguiente. San Luis estaba en manos de los insur­gentes.
Tras tomar el poder, la principal preocupación de los líderes de la asona­
da fue mantener el orden, y, en general, la ciudad, incluidos los barrios, se
mantuvo en calma. No hubo una revuelta generalizada, sino un asalto que
duró poco más de una hora y en él que, probablemente, no participaran más
de 200 hombres, todos milicianos, clérigos y presos por infidencia.85 Unos
cuarenta peninsulares fueron hechos prisioneros, los criollos que componían
el ayuntamiento fueron confirmados en sus empleos, y se nombró a Nicolás
Zapata como jefe militar de la plaza y a Miguel Flores como nuevo inten­
dente.86 Hubo algún altercado puntual contra las propiedades de peninsula­
res, como la destrucción de la casa de Calleja, pero las milicias urbanas si­

83
  Villerías era potosino y Herrera, que fue cirujano de sus tropas, de Celaya. Kaiser Schlittler,
Arnoldo: Biografías de…, pp. 66 y 142.
84
  Calleja lo envió desde la Pila para reforzar la defensa de San Luis, junto a unos cuarenta
hombres del Regimiento de San Carlos, antes de partir con su ejército. AGN, Operaciones de Guerra,
vol. 91, exp. 62. Calleja al intendente Acevedo, la Pila, 25 de octubre de 1810.
85
  Desconocemos el número exacto de rebeldes que participaron en el asalto y de hombres del
retén de la casa de Cortina, pero, teniendo en cuenta la cantidad de presos por infidencia que había
en la ciudad y la cifra de bajas, 23 (17 de los conjurados y seis realistas), consideramos que difícil­
mente superaría los 200.
86
  Flores era potosino, experto en leyes, comerciante, miembro del ayuntamiento y componente
de la Junta de Seguridad encargada de juzgar las causas de infidencia, compuesta por otros dos crio­
llos más, Frontaura y el teniente letrado Aguirre. Posiblemente, su nombramiento obedeciera a un
intento por parte de los cabecillas insurgentes de ganar adeptos entre las élites criollas de la ciudad.
En cuanto a los peninsulares, los cuarenta apresados fueron los que se resistieron, entre los que se
encontraba el intendente Acevedo, pero el resto, unos 120, no sufrieron ningún daño «por su conduc­
ta arreglada». Bernal Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra…, pp. 91-99.

300
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

guieron cumpliendo su labor de control del orden público.87 Sin embargo,


esta situación de relativa calma cambió el 16 de noviembre con la llegada del
cabecilla insurgente José Rafael de Iriarte y Leitón, antiguo sargento del Re­
gimiento de San Luis, al frente de una considerable tropa procedente de
Zacatecas. Fue recibido con todos los honores y realizó varios nombramien­
tos de autoridades y empleos militares.88 A finales de noviembre, tras varios
días de homenajes, Iriarte, que en principio se dirigía hacia Guanajuato a
apoyar a Allende, mostró su verdadero objetivo. Invitó a un banquete en su
campamento a Herrera, Villerías, Zapata, Sevilla y Lanzagorta, y una vez allí
los retuvo, mientras dio orden a sus hombres para que asaltaran San Luis.89
El caos se apoderó de la ciudad, pero no fue una revuelta contra los realistas,
sino un saqueo generalizado. Algunos indios de los barrios y los de otras
comunidades, como Mexquitic, también participaron, aunque ninguna de sus
autoridades lo hizo.90 Al contrario que en otras regiones, la población indíge­
87
  Las compañías de los barrios no intervinieron ni en el asalto a la ciudad ni en ninguna acción
violenta. AGN, Infidencias, vol. 18, exp. 5. Declaración de fray José de Vargas, cura de Tlaxcalilla,
San Luis Potosí, 7 de marzo de 1811; y Rodríguez Barragán, Nereo, Relación de la revolución…,
pp. 20-26.
88
  Además de a los milicianos que lideraron la insurgencia en San Luis, Zapata, Sevilla y Lan­
zagorta, el papel protagonista en la toma de la ciudad de varios religiosos fue recompensado con
nombramientos militares. Entre ellos cabría destacar a los legos Herrera y Villerías, al cura francis­
cano de Tlaxcalilla, José Vargas, y al presbítero Juan Camaño. También recibieron empleos militares,
el teniente retirado del Regimiento de San Luis, José Frejomil, y el escribano Silvestre Suárez. AGN,
Infidencias, vol. 18, exp. 5. Declaraciones de los testigos en la causa instruida contra los franciscanos
fray José Vargas y fray Melchor Sáenz de la Santa, 5 de marzo de 1811 – 16 de marzo de 1811; ibid.,
vol. 181, exp. 5. Sumaria contra José Casiano de Frejomil, San Luis Potosí, 29 de marzo de 1811; y
BN, Manuscritos, Mss/3650. Declaraciones de testigos en la sumaria contra el presbítero Juan Nepo­
muceno Camaño, Querétaro, 22 de febrero de 1811 – 12 de junio de 1816.
89
  Iriarte era originario de San Luis y en 1810 tenía entre cuarenta y cincuenta años. Trabajó en
la hacienda de Bledos y fue miembro del Regimiento de San Luis, en el que llegó a ser sargento. Fue
entonces cuando recibió el apodo de «cabo Leyton» por el que sería conocido. Se unió a la causa
insurgente poco después del estallido. Como oficial, no se preocupaba de disciplinar sus fuerzas, que
saquearon todas las poblaciones por las que pasaron. Allende lo consideraba un forajido y dejó orden
de fusilarlo al que sería su sucesor, López Rayón, que cumplió el encargo poco después de la derrota
del ejército insurgente en Baján. Van Young, Eric, La otra rebelión…, pp. 201 y 202.
90
  En 1807 varios vecinos de Mexquitic acusaron al cura del pueblo de hacer negocio rentando
sus tierras comunales y de tener intereses en una tienda. El párroco recibió el apoyo del gobernador
y de las autoridades de San Luis, que, probablemente también se beneficiasen de sus negocios, y el
caso fue cerrado. Sin embargo, quedó un poso de rencor entre ciertos sectores de la población, que
estalló en medio de esta situación de desorden generalizado. AGN, Civil, vol. 183, exp. 1. Causa con­
tra varios vecinos naturales de Mexquitic, San Luis Potosí, 1807-1810; AGN, Infidencias, vol. 16,
exp. 20. Sumaria instruida contra los indios de Mexquitic, San Luis Potosí, 18 de abril de 1811 – 21
de abril de 1811; y Tutino, John, De la insurrección a la revolución…, pp. 141-146. La participación
en el saqueo de varios naturales de Mexquitic obedecía a un conflicto latente, que se desató con el

301
juan josé benavides martínez

na potosina no tuvo una participación activa en la insurgencia.91 Para enton­


ces, la mayor parte de los peninsulares ya habían escapado, sobre todo hacia
Saltillo, donde esperaban encontrar la protección de las tropas del coronel
Cordero, o hacia el sur, en busca del ejército de Calleja.92 Aun así, no todos
abandonaron San Luis, y algunos lograron salvar su vida, gracias al papel
mediador del prior de San Juan de Dios, fray Joaquín Valderas.93
Concluido el pillaje, Iriarte abandonó la ciudad con sus tropas, a las que
se unieron algunos potosinos y los oficiales Herrera y Sevilla. La violencia
se extendió por diversas poblaciones de la provincia, generalizándose los
desórdenes y saqueos por parte de grupos descontentos,94 pero no había mo­
tivos ideológicos detrás de esta revuelta.95 El ambiente de inseguridad que
vivió la región durante meses, tras el vacío de poder que había dejado Calle­

estallido insurgente en la ciudad, algo que sucedió en diversos puntos del virreinato. Hamnett, Brian,
Raíces de la insurgencia…, pp. 37-61.
91
  En general, las acciones de los indígenas rara vez superaban el ámbito local, ya que los inte­
reses de la comunidad primaban sobre formas más amplias de conciencia política, aunque esto no
impidió que participaran en la lucha por la causa insurgente. Aun así, en la mayoría de los casos, los
líderes insurgentes criollos nunca tuvieron una gran confianza en los indios, cuyas motivaciones a la
hora de sublevarse eran diferentes y que, carentes de disciplina y con un armamento primitivo, tam­
poco resultaban muy efectivos en las batallas. Van Young, Eric, «Etnia, política local e insurgencia
en México, 1810-1821», en Chust Calero, Manuel, Los «colores» de las independencias iberoame-
ricanas: liberalismo, etnia y raza, Madrid: CSIC, 2009, pp. 143-169; y Ferrer Muñoz, Manuel, «Las
comunidades indígenas de la Nueva España y el movimiento insurgente (1810-1817)», Anuario de
Estudios Americanos, n.º 2, vol. 56, 1999, CSIC, Sevilla, pp. 513-538.
92
  Rodríguez Barragán, Nereo, Relación de la revolución…, pp. 26-29.
93
  Valderas colaboró con los insurgentes, lo que le permitió intervenir para salvar la vida de va­
rios peninsulares, entre ellos el intendente Acevedo. Por ello, cuando fue juzgado por infidencia se le
perdonó la vida, aunque no impidió que se le condenara a seis años de trabajos forzosos en La Haba­
na. No llegó a cumplir su pena, porque falleció durante el traslado. AGN, Infidencias, vol. 2, exp. 14.
Sumaria contra el prior de San Juan de Dios, fray Joaquín Valderas, San Luis Potosí, 27 de marzo de
1811 – 17 de abril de 1811.
94
  El Venado, Guadalcázar, Rioverde y Santa María del Río sufrieron el hostigamiento de grupos
violentos. AGN, Infidencias, vol. 16, exp. 9. Causa contra José Dávalos, Cayetano Zaldívar e Isidro
González, San Luis Potosí, 15 de marzo de 1811 – 18 de marzo de 1811; y Van Young, Eric, La otra
rebelión…, p. 307.
95
  Un claro ejemplo sería el de Jesús Caleria y Ventura Vázquez, labradores naturales de Mex­
quitic, que reconocieron haberse unido a Villerías para beneficiarse de los saqueos y porque les
prometieron un sueldo de tres reales diarios. Sin embargo, en menos de un mes, al llegar a Charcas,
desertaron, porque se estaban alejando de sus casas y solo cobraban dos reales. AGN, Infidencias,
vol. 16, exp. 20. Declaraciones de los acusados de infidencia naturales de Mexquitic, San Luis Poto­
sí, 18 de abril de 1811. La tendencia de un buen número de insurgentes a atacar y saquear poblacio­
nes y haciendas vendría a ratificar que los motivos de su sublevación obedecían a conflictos preexis­
tentes relacionados con sus medios de subsistencia. Hamnett, Brian, Raíces de la insurgencia…,
pp. 76-84.

302
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

ja y que los insurgentes fueron incapaces de ocupar, favoreció que la socie­


dad potosina se inclinara mayoritariamente por el bando realista.96 Con el
paso de las semanas, los que se habían unido a las filas insurgentes empeza­
ron a desertar, especialmente desde que llegaron noticias de la victoria del
ejército realista en Puente Calderón. Todos sabían que Calleja regresaría a
San Luis al frente de un ejército victorioso y habría una fuerte represión.97

2. De la hacienda de Bledos al palacio virreinal:


la guerra de Félix Calleja

Como venimos señalado desde el anterior capítulo, Calleja era el líder de


la sociedad potosina. Al emparentar con los Gándara, su preeminencia a ni­
vel institucional se consolidó. Sin embargo, su influencia en la región partía
del hecho de ser la máxima autoridad militar de la región, y, en consonancia,
su actuación, tras tener conocimiento del estallido insurgente no fue la de un
«cacique» local, sino la de un oficial del rey. Ordenó reunir los regimientos
de San Luis y San Carlos, formó dos nuevos cuerpos milicianos, los Fieles
del Potosí y los Tamarindos, y, al frente de este improvisado ejército, partió
a combatir las fuerzas rebeldes. Las milicias formadas en el Altiplano poto­
sino, tanto las preexistentes como las de nuevo cuño, combatieron a los in­
surgentes por diversos puntos de la geografía mexicana a lo largo de los once
años que duró la guerra, destacando por su papel en la batalla de Aculco, la
primera gran victoria realista, en la toma de Guanajuato, en la batalla de
Puente Calderón, en la campaña contra Morelos y en la costa sur.98 Sus mé­
96
  Bernal Ruiz, Graciela, «Sociedad y guerra: Actitudes ante la insurgencia…», pp. 162-165.
97
  El prior de San Juan de Dios, fray Joaquín Valderas, informó al licenciado Frontaura, inten­
dente provisional por enfermedad de Flores, que todos los donativos que recibió producto de los sa­
queos los tenía guardados, y que, cuando regresara Calleja, algo que daba por hecho, los devolvería
a sus dueños. Entre los efectos había varias imágenes y cuadros de temática religiosa, mobiliario de
iglesia y de casas, herramientas, mercancías de varias tiendas y armas. AGN, Infidencias, vol. 2, exp.
14. Declaración del licenciado Frontaura en la sumaria contra fray Joaquín Valderas, San Luis Poto­
sí, 17 de abril de 1811.
98
  En el Pensador Mexicano, un periódico de la capital virreinal, se publicó: «Numere el reino
todas las victorias que han ganado los Fieles del Potosí y los demás regimientos que no se componen
de indios débiles, sino de castas robustas». Citado en Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San
Luis..., t. III, p. 93. También Lucas Alamán y Carlos María Bustamante reconocieron los méritos de
estas tropas. Alamán, Lucas, Historia de México, México: Jus, 1968, t. II, p. 292; y Bustamante,
Carlos María, Cuadro histórico de la Revolución Mexicana, México: Talleres Gráficos de la Nación,
1961, t. II, p. 43.

303
juan josé benavides martínez

ritos recibieron recompensa en forma de ascensos, gratificaciones y conde­


coraciones a los oficiales y soldados destacados, y entre 1815 y 1816, con
Calleja como virrey, los cuerpos milicianos, que el mismo formó en octubre
de 1810, fueron erigidos como regimientos provinciales.99

2.1. La campaña victoriosa del general

Tras el Grito de Dolores, en poco más de un mes, Calleja logró organizar


una fuerza de casi 3000 hombres en San Luis. Su objetivo era reunirse con el
ejército del conde de la Cadena en Celaya y lanzar un ataque conjunto, to­
mando Guanajuato y Aguascalientes, con el apoyo de tropas de Nueva Gali­
cia. El comandante tomó la iniciativa, dictó una serie de disposiciones y
elaboró un plan de acción sin consultar ni esperar órdenes de otra autoridad.
Simplemente, se limitó a informar de sus decisiones al virrey e, incluso, lle­
gó a desobedecer órdenes directas, lo que, aunque menoscabara su autoridad,
Venegas no tuvo más remedio que aceptar.100
Siguiendo su propio plan, el 24 de octubre de 1810 salió de la Pila al
frente de su recién creada fuerza. Cuatro días después llegó a Dolores, don­
de se reunió con las tropas del conde de la Cadena, formando un ejército de
más de 7000 hombres, que se denominó Ejército del Centro, del que Calle­
ja se convirtió en general.101 Su objetivo era avanzar hacia Guanajuato,
pero tuvieron que dirigirse a Querétaro, porque el comandante de la plaza,
García Rebollo, les pidió auxilio. El cuatro de noviembre la fuerza realista
entró en la ciudad y Calleja llevó a cabo una actuación, que serviría de
modelo para el resto de poblaciones por las que pasaría durante la campa­
 99
  Los Fieles del Potosí, sufrieron una importante reestructuración, ya que pasaron de tener 24
compañías y más de 1000 plazas a quedar compuestos por doce compañías con una fuerza total de
722 hombres. Los Tamarindos mantuvieron sus seis compañías con una fuerza de 300 hombres.
AGMM, México, 5386. El virrey Calleja al rey, México, 27 de agosto de 1813; ibid. Aprobación del
rey, Madrid, 28 de agosto de 1815; e ibid. 5387. Aprobación de la formación del Batallón Provincial
de Cazadores de San Luis, Madrid, 6 de mayo de 1816.
100
  Cuando Venegas tuvo conocimiento de la sublevación, le ordenó pasar a Querétaro con parte
de sus tropas y que le siguieran las demás, pero Calleja se negó y advirtió al virrey de que seguiría
tomando las medidas que considerara oportunas, sin esperar su aprobación. AGN, Operaciones de
Guerra, vol. 91, exp. 1. Calleja al virrey Venegas, San Luis Potosí, 1 de octubre de 1810; y Busta-
mante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja…, pp. 16 y 17.
101
  Calleja tenía el rango de brigadier y en ningún momento recibió un despacho de general,
simplemente, era el título que el resto de autoridades le daban en la correspondencia por ser el jefe
de un ejército.

304
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

ña: dura y corta represión contra los rebeldes y posterior publicación de un


bando de indulto.102 Para entonces, los insurgentes se encaminaban hacia
México, tras haber vencido a un contingente realista cerca de Toluca, en el
Monte de las Cruces.103 Ante el peligro que corría la capital, Venegas soli­
citó la presencia del ejército de Calleja, pero los rebeldes interceptaron las
cartas y salieron a su encuentro en Aculco, aproximadamente, a mitad del
camino entre México y Querétaro. Su objetivo era acabar con el único foco
serio de resistencia realista antes de lanzarse a la toma de la capital, pero
fueron derrotados en una batalla en la que las tropas potosinas tuvieron un
papel protagonista.104 Tras su victoria, el ejército regresó a Querétaro, don­
de conocieron la noticia de la caída de San Luis en manos de los insurgen­
tes.105 Los rebeldes controlaban Guanajuato, Zacatecas, Aguascalientes,
Michoacán y San Luis, y Guadalajara corría un serio peligro, así que Calle­
ja tuvo que modificar el plan de acción. No podía esperar ayuda desde
Nueva Galicia y su principal aliado sería el brigadier José de la Cruz, que,
al mando de una fuerza formada en México, se hallaba pacificando la re­
gión de Tula.106
En Querétaro pasó revista a su ejército. Comprobó que apenas se habían
producido bajas, y a mediados de octubre comenzó su marcha sobre Gua­
najuato.107 En Celaya fue recibido con honores y, tras detenerse algunos días,
102
  Fundamentalmente, estos bandos contenían tres puntos: indulto a todos los que depusiesen
las armas y perdón para los cabecillas que entregasen a otro líder rebelde, prohibición de reuniones
y abandonar la ciudad y advertencia de que una nueva sublevación representaría un duro castigo para
toda la población. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Bando de Calleja contra la insurrección,
Querétaro, 4 de noviembre de 1810.
103
  Los detalles de esta batalla se recogen en: Cañal de León, José Antonio, «La batalla del
Monte de las Cruces (México, 1810)», en VV.AA, Las guerras en el primer tercio del siglo xix en
España y América, Madrid: Deimos, 2005, t. I, pp. 483-490.
104
  Participaron unos 2600 potosinos, prácticamente la totalidad de las tropas del Altiplano.
Al margen del elevado número de bajas entre los rebeldes, a todas luces exagerado por Calleja, los
insurgentes perdieron gran parte de su artillería y municiones. AGN, Operaciones de Guerra, vol.
170. Informe de Calleja al virrey Venegas, Aculco, 7 de noviembre de 1810; y AGMM, México,
5383. Plano de los terrenos inmediatos a San Jerónimo de Aculco, Guanajuato, 7 de noviembre
de 1810.
105
  Calleja conoció los detalles del asalto. Supo que estuvo dirigido por los emisarios insurgentes
encerrados en los conventos, los religiosos y las tropas que él mismo había dejado para la defensa de
la ciudad, así como que su casa había sido destruida y que su esposa había sido hecha prisionera unos
días antes. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Calleja al virrey Venegas, Querétaro, 13 de no­
viembre de 1810.
106
  ibid. Calleja al brigadier Cruz, Querétaro, 14 de noviembre de 1810.
107
  Durante la marcha se habían cubierto las bajas con nuevos reclutas. El Regimiento de San
Carlos, del que tenemos datos completos, había sufrido tres bajas y tenía seis oficialías vacantes.

305
juan josé benavides martínez

siguió su avance sobre Salamanca e Irapuato.108 El 25 de noviembre tomó la


ciudad de Guanajuato, derrotando a las fuerzas insurgentes, nombró un nue­
vo intendente, Ignacio Pérez Marañón, y comenzó a fusilar a todos los sos­
pechosos de infidencia.109 La dureza de la represión fue tal, que tres días
después tuvo que publicar un indulto, porque el temor a los fusilamientos y
a las delaciones estaba provocando que la población huyera y se uniera a los
rebeldes. El ejército permaneció dos semanas acampado en Guanajuato, a la
espera de munición. Allí Calleja supo que se habían constituido las Cortes en
Cádiz, noticia que publicó en la ciudad, y recibió continua información sobre
el estado de las fuerzas rebeldes, que se hallaban divididas en dos grupos,
uno en Guadalajara con Allende e Hidalgo, y otro en el norte, en San Luis y
Zacatecas, bajo las órdenes de Iriarte. Los fusilamientos no cesaron y envió
cientos de prisioneros a la capital vía Querétaro.110 También mandó pasar
revista a las tropas. Entre los cuerpos potosinos solo tenemos datos de los
Fieles, que presentaban un 4% de bajas.111
El 8 de diciembre, tras haber recibido la munición, el general preparó la
salida del ejército hacia Celaya para reunirse con Cruz.112 Su intención era
marchar juntos hasta Guadalajara, donde, según sus informaciones, había

Ibid. Relación por antigüedad de los oficiales del ejército del Centro, Querétaro, 14 de noviembre de
1810; y AGN, Indiferente Virreinal, C. 6070, exp. 75. Extracto de revista del Regimiento de San
Carlos, la Balvanera, 14 de noviembre de 1810.
108
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Calleja al virrey Venegas, hacienda de Burras, 26 de
noviembre de 1810.
109
  En el parte de la batalla Calleja reconoció la actuación del Regimiento de San Carlos y, en
especial, del oficial Matías Martín de Aguirre, vasco avecindado en Catorce. También mandó hacer
un plano del desarrollo de la batalla. Garrocho Sandoval, Carlos, Los soldados potosinos en…, p. 6;
y AGMM, México, 5383. Plano de las inmediaciones de Guanajuato, León, 24 de noviembre de 1810.
110
  Entre ellos el coronel de la Canal, del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina (San
Miguel el Grande). AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Correspondencia de Calleja al virrey
Venegas, Guanajuato, 27 de noviembre de 1810 – 10 de diciembre de 1810.
111
  Todos los oficiales se mantenían en sus empleos y solo había sufrido 55 bajas, que se habían
cubierto en parte con 18 nuevos alistamientos. Ocho de estas bajas se debieron a heridas o enferme­
dad, mientras que las otras 47 fueron deserciones, todas entre la tropa. AGN, Indiferente Virreinal,
C. 3080, exp. 60. Revista del Cuerpo de Lanceros de San Luis, Guanajuato, 4 de diciembre de 1810.
Parece que después de tres semanas de campaña y sabiendo que San Luis había caído en manos de
los insurgentes, algunos soldados decidieron volver a sus casas, pero estas deserciones no supusieron
un problema para el ejército.
112
  Calleja quería abandonar Guanajuato lo antes posible, porque la población se mostraba hostil
y el enrevesado urbanismo de la ciudad, unido a los recursos económicos que custodiaban las tropas,
las convertían en un blanco fácil. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Calleja al virrey Venegas,
Guanajuato, 3 de diciembre de 1810.

306
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

una fuerza de más de 100 000 insurgentes,113 pero Cruz recibió orden del vi­
rrey de quedarse en Querétaro, juzgando las causas de infidencia. Aun así,
Calleja partió hacia León, donde acampó un tiempo para aprovisionarse y
reponer parte del equipo. Allí elaboró un nuevo plan de acción: su ejército
avanzaría hacia Guadalajara, pasando por Lagos, el del brigadier Cruz mar­
charía hacia Valladolid y de allí a Guadalajara, y las tropas de las Provincias
Internas debían tomar San Luis (ejército de Cordero), y Zacatecas y Aguas­
calientes (el de Bonavia). Los insurgentes quedarían acorralados por dos
ejércitos y se recobrarían las comunicaciones con la capital del virreinato.114
El plan no se desarrolló como estaba establecido, pero el resultado final fue
el deseado por el general. En su camino hacia Michoacán Cruz venció en
Acámbaro a una fuerza insurgente, y el mismo día que llegó a Valladolid, el
28 de diciembre, Calleja entró en Lagos.115 Dos semanas después, Cruz se­
guía en Valladolid y las tropas realistas de las Provincias Internas habían sido
derrotadas por Mariano Jiménez, pero el ejército de Calleja, siguiendo el
plan, acampó junto al Puente Calderón, próximo a Guadalajara, donde estaba
esperando el ejército insurgente. El número muy superior del enemigo y su
posición ventajosa hicieron dudar al comandante, pero la mañana del 17 de­
cidió atacar. Tras nueve horas de batalla, los rebeldes emprendieron la hui­
da.116 Los cabecillas lograron escapar hacia Zacatecas y la mayoría de la
tropa se diseminó, quedando la insurgencia herida de muerte.117

113
  Esta cifra era del todo exagerada, pero, aun así, los insurgentes contaban con una gran fuerza
en la que se incluían los 16 escuadrones de los regimientos provinciales de infantería de Celaya,
Valladolid, Guadalajara, y Guanajuato y los de dragones de la Reina, Príncipe, Pátzcuaro y Nueva
Galicia, más ocho batallones de nueva creación. AGMS, 1.ª, 1.ª, C-532. Relación de las acciones de
guerra de Calleja, Madrid, 26 de agosto de 1818.
114
  Después Calleja regresaría con sus tropas a Guanajuato, donde las raíces de la insurgencia
eran más profundas, «para imponer al pueblo de forma majestuosa y terrible que pierda toda espe­
ranza de que Hidalgo pueda llevar a cabo su plan». AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Calleja
al brigadier Cruz, León, 17 de diciembre de 1810.
115
  ibid. El brigadier Cruz a Calleja, Valladolid, 30 de diciembre de 1810.
116
  AGMS, 1.ª, 1.ª, C-532. Relación de las campañas y acciones de guerra de Félix Calleja, Ma­
drid, 26 de agosto de 1818. La importancia de esta victoria, en la que cayó el conde de la Cadena,
Manuel de Flon, fue tal que, incluso, se publicó el informe de Calleja sobre la acción: Calleja del
Rey, Félix María, Detalle de la acción de las tropas del rey en el puente de Calderón, México: Ariz­
pe, 1811.
117
  Los insurgentes llegaron a controlar las principales poblaciones y gran parte de los territorios
de Michoacán, Guanajuato, San Luis, Zacatecas y Guadalajara, pero en poco tiempo perdieron el
control de las ciudades, cuyas élites, temerosas de la plebe sublevada, renegaron de su militancia y
organizaron compañías realistas. Ortiz Escamilla, Juan, «Las élites de las capitales novohispanas

307
juan josé benavides martínez

El 21 de enero la fuerza realista entró en Guadalajara. Calleja publicó el


bando de indulto y organizó de nuevo el gobierno. Pocos días después tuvo
su primer enfrentamiento serio con Venegas. El general solicitó al virrey un
premio para sus tropas, pero este se negó, insinuando que no habían hecho
méritos suficientes. Pero la dura contestación de Calleja provocó que Vene­
gas mandara fabricar 6000 escudos honoríficos con la inscripción: venció en
Aculco, Guanajuato y Calderón.118 La única sanción recayó sobre el coronel
Cevallos, que fue separado del mando del Regimiento de San Carlos porque,
incumpliendo las órdenes, se retiró durante la batalla.119
El 11 de febrero, tras la llegada de Cruz a Guadalajara, Calleja empren­
dió la marcha de retorno a San Luis. Su ejército empezaba a dar síntomas de
debilitamiento (desmotivación, deserciones…). A pesar de sus victorias,
exageradas en los informes al virrey, el general era consciente de que sus
tropas eran poco disciplinadas, lo que, unido a los problemas a la hora de
cobrar la soldada, generaba malestar.120 Los insurgentes que quedaban en
San Luis, temerosos ante la llegada de las tropas realistas, huyeron hacia el
norte, y el 5 de marzo el Ejército del Centro entró en la ciudad vitoreado por
la población (la que no había huido).121 El general volvió a fijar en la hacien­
da de la Pila su centro de operaciones y, aunque no era partidario de dividir
sus fuerzas, repartió las tropas en varias divisiones para perseguir las partidas
ante la guerra civil de 1810», Historia Mexicana, vol. XLVI:2, 1996, El Colegio de México, México,
pp. 345 y 346.
118
  Calleja quería que su tropa recibiera algún tipo de honor, aunque no implicara un beneficio
económico, para subir su moral después de tres meses en campaña. Temía que la insurgencia rebro­
tara dentro de su propio ejército, porque la opinión mayoritaria entre las tropas, incluida la de los
peninsulares, era que lo mejor para el progreso de Nueva España sería la independencia. Ante la
amenaza velada del jefe del mayor ejército del virreinato, Venegas decidió conceder el premio que le
solicitaba. Bustamante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja…, pp. 85-93.
119
  Cevallos era uno de los hombres de confianza de Calleja desde su llegada a San Luis, por lo
que podemos suponer la gravedad de su acción en el campo de batalla para que este le retirara el
mando de un regimiento. Por otra parte, el general recomendó por su actuación a José Tovar, tenien­
te coronel del Regimiento de San Luis. Garrocho Sandoval, Carlos, Los soldados potosinos en…,
pp. 6 y 7.
120
  Archer, Christon, «Peanes e himnos de victoria de la guerra de independencia mexicana. La
gloria, la crueldad y la «demonización» de los gachupines, 1810-21», en Rodríguez O., Jaime E.
(coord.), Revolución, independencia…, pp. 237-239. El sueldo establecido para los cuerpos potosi­
nos por el intendente Acevedo, cumpliendo órdenes de Calleja, era superior al fijado por las ordenan­
zas, por lo que era habitual que las tropas cobraran con retraso y cantidades incompletas. Las quejas
de Calleja fueron constantes durante la campaña. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 195b. Correspon­
dencia entre Calleja, el intendente Acevedo y el virrey Venegas, México, León, San Luis, Lagos, 24
de diciembre de 1810 – 20 de marzo de 1811.
121
  Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana..., p. 154.

308
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

insurgentes, que se habían diseminado por la región.122 Los principales cabe­


cillas rebeldes, que habían logrado huir tras la derrota de Puente Calderón, se
reunieron en el norte con Mariano Jiménez, el único líder insurgente potosi­
no, que logró vencer a las tropas realistas del coronel Cordero en Saltillo.123
Calleja temía que pudieran llegar a Texas y negociaran con los estadouniden­
ses, cuyo apoyo complicaría la situación de las fuerzas realistas, pero no
podía sacar sus tropas de San Luis para perseguirles, porque consideraba
prioritario reorganizar el gobierno de la ciudad y castigar a los partidarios de
la insurgencia que quedaban en la región.124 Tal y como sospechaba el gene­
ral, los sublevados pretendían llegar a la frontera con Estados Unidos, pero
no pudieron llevar a cabo su plan, porque el 21 de marzo fueron derrotados
en las Norias de Baján (Coahuila) por las tropas de Ignacio Elizondo. Los
principales dirigentes, salvo Iriarte, fueron hechos prisioneros y la gran ma­
yoría acabaron fusilados.125

2.2. El general (ausente) de San Luis

Asentado nuevamente en la capital potosina, la actuación de Calleja se


encaminó hacia un claro objetivo: evitar un nuevo rebrote de la insurgencia
en la región, mostrando a la población y a los poderes locales su autoridad y
su fuerza, que eran la autoridad y la fuerza del rey. Para comenzar, envió
122
  Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., pp. 148 y 149.
123
  Jiménez nació en San Luis en 1771, pero residía en Guanajuato, donde ejercía como director
de la mina de la Valenciana. Mantenía una estrecha relación con Allende y se adhirió a los rebeldes
cuando llegaron a Guanajuato. Recibió la orden de extender la insurgencia por las Provincias Inter­
nas, y pasó por El Venado, Charcas, Matehuala y Catorce. Cerca de Saltillo logró vencer a la fuerza
realista del coronel Cordero gracias al apoyo de Lanzagorta e Iriarte, pero terminó siendo capturado
y fusilado. Su cabeza fue expuesta en la alhóndiga de Guanajuato, junto a las de Hidalgo, Allende y
Aldama. AGI, México, 1322. Declaración de José Mariano Jiménez, Chihuahua, 22 de mayo de
1811; y AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204, exp. 78. Orden del mariscal Calleja al intendente
Pérez Marañón, Guanajuato, 8 de julio de 1812. Más información sobre el papel de Mariano Jiménez
como líder insurgente en: Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. III, pp. 70-80.
124
  AGN, Operaciones Guerra, vol. 204, exp. 78. Calleja al virrey Venegas, San Luis Potosí, 4 de
marzo de 1811.
125
  Elizondo les hizo creer que se había pasado a su bando, pero luego les tendió una emboscada.
Entre los insurgentes capturados se encontraban algunos que jugaron un papel protagonista en la
toma de San Luis, como Nicolás Zapata y el carmelita fray Gregorio de la Concepción, al que su
fuero como religioso le salvó del paredón. Ibid. Relación de insurgentes aprehendidos tras la batalla
de las Norias de Bajan, Monclova, 28 de marzo de 1811; y AGN, Infidencias, vol. 180, exps. 1 y 2.
Causa de infidencia contra fray Gregorio de la Concepción, San Luis Potosí, 1811-1813.

309
juan josé benavides martínez

partidas de su ejército a diversos puntos de la región que se habían rebelado.


Las fuerzas realistas tomaron el control de estos pueblos, formando en ellas
compañías milicianas, compuestas por vecinos aptos para el servicio.126 A los
pueblos de indios, al igual que había hecho el visitador Gálvez en 1767, se
les quitaron los privilegios (elección del gobernador y tierras comunales).127
Además, organizó una campaña de persecución y castigo contra los implica­
dos en la toma de San Luis la noche del 10 de noviembre y los que habían
colaborado con los insurgentes durante los casi cuatro meses que habían es­
tado al mando de la ciudad. Formó tribunales militares, compuestos por ofi­
ciales de su ejército, que levantaron más de cien causas contra sospechosos
de infidencia durante el mes de marzo. Un análisis detallado de estos proce­
sos sobrepasaría los objetivos de este trabajo, por lo que, simplemente seña­
laremos que los principales imputados fueron religiosos de órdenes regulares
y vecinos de la ciudad y poblaciones aledañas, que participaron en saqueos y
muertes.128 Aunque las penas fueron, en general, severas y de carácter ejem­
plarizante, no llegaron, ni por su número ni por su rigor, al grado de las im­
puestas por el visitador Gálvez tras los motines de 1767 (ver supra pp. 88-
91).129 La mayoría de los más de cien acusados fueron fusilados o condenados
a varios años de trabajos forzosos (generalmente en La Habana), pero,
aproximadamente, la cuarta parte o fueron puestos en libertad por falta de
pruebas o su único castigo fue entre diez y veinte azotes.130

126
  A las unidades ya existentes en Rioverde, Guadalcázar, San Luis y Catorce, se unieron otras
de nueva creación en Matehuala, Santa María del Río, Tierra Nueva, La Noria, La Pila, El Venado,
Cerro de San Pedro, Real de Pozos, Peotillos, Santa Rosa y Mexquitic. Ortiz Escamilla, Juan, Gue-
rra y gobierno…, pp. 69-71 y 197-199. La formación de estas fuerzas implicaría que las autoridades
confiaban en la lealtad de la mayor parte de la población de la provincia.
127
  Tal fue el caso de Mexquitic y Tierra Nueva. Ibid., pp. 104 y 105. Tras la proclamación de la
Constitución, los vecinos de Mexquitic recuperaron sus privilegios y las tierras que no habían sido
subastadas. AGN, Tierras, vol. 1412, exp. 4. Expediente sobre la restitución de los derechos de los
ciudadanos de Mexquitic, México y San Luis Potosí, 10 de julio de 1813 – 8 de marzo de 1814.
128
  Por citar un ejemplo de cierta relevancia, mencionaremos la causa contra Silvestre Suárez,
escribano público de San Luis y oficial de la milicia urbana, que cooperó con los insurgentes, reci­
biendo a cambio un alto grado militar. Fue condenado a seis años de presidio en Ceuta y se le confis­
caron todos los bienes. AGN, Infidencias, vol. 165, exp. 103. Causa instruida contra el escribano de
cabildo y real hacienda Silvestre Suárez Medrano, San Luis Potosí y México, 17 de marzo de 1811
– 14 de mayo de 1817.
129
  Los detalles de alguna de las causas, muchas veces fundamentadas en rumores y acusaciones
imposibles de verificar, se recogen en: Bernal Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra…, pp. 107-110.
130
  Como ejemplo ilustrativo del modo de juzgar a los acusados de infidencia, podemos citar la
causa instruida por el teniente coronel del Batallón de Infantería, Juan Nepomuceno Oviedo, contra
cinco vecinos de la hacienda de Bocas acusados de entregar tres peninsulares a un cabecilla insurgen­

310
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

Parece que la represión causó el efecto deseado por Calleja, porque des­
de su regreso a San Luis se redujo notablemente el número de causas de
infidencia,131 y tan solo se produjeron contadas actuaciones de insurgentes en
el territorio potosino, como el saqueo a Rioverde en febrero de 1812,132 o la
fugaz incursión de Francisco Javier Mina en 1817, que pasó por Valles, Valle
del Maíz, hacienda de Peotillos, La Hedionda y Sierra de Pinos antes de caer
en el territorio de Guanajuato.133
Otro de los damnificados por la campaña de castigo de Calleja en San
Luis fue el intendente Acevedo. El mismo día de su llegada, el general envió
una carta al virrey, informándole que había determinado retirarlo de su cargo
y poner en su lugar al teniente letrado, Ruiz de Aguirre. Acevedo estaba
aquejado de un reumatismo crónico, pero, al margen de su enfermedad, Ca­
lleja lo consideraba un inepto y le culpaba de la caída de San Luis en manos
de los insurgentes.134 Parece exagerado hacer responsable a Acevedo de un
acontecimiento contra el que poco podía haber hecho, pero también es des­
tacable que, a pesar de acudir diariamente al hospital de San Juan de Dios,
donde le atendían los propios conspiradores, no advirtiera nada. Este episo­

te. Todos tiraron un dado sobre un tambor y el que sacó el número más bajo fue condenado a muerte,
mientras que el resto recibieron la pena de diez años de trabajos forzados. AGN, Infidencias, vol. 16,
exp. 23. Causa contra Guillermo Ibarra, Francisco Montelongo, Cayetano Montelongo, Fernando
Tovar y José Tovar, Bocas, 12 de marzo de 1811.
131
  La mayoría de las penas impuestas en las causas levantadas en los siguientes años fueron
reducidas y muchos de los condenados recibieron un indulto por parte del virrey. Cf. AGN, Infiden­
cias, vol. 94, exp. 5. Sumaria instruida contra José Noyola por infidencia, hacienda de Villela 30 de
enero de 1815 – 27 de febrero de 1815; ibid., exp. 13. Sumaria contra varios insurgentes, San Luis
Potosí y México, 1815-1817; ibid., vol. 179, exp. 47. Causa formada contra Felipe Matehuala por
infidencia, San Luis Potosí y México, 1815-1817; e ibid., exp. 49. Causa de infidencia formada con­
tra Joaquín Ledesma, José Nazario, José Manzano, Albino Fonseca y Roberto Fonseca, San Luis
Potosí y México, 1815-1817.
132
  El 16 de febrero de 1812 una fuerza rebelde derrotó las compañías de voluntarios de Riover­
de y saquearon la ciudad. Pero, en tan solo una semana, las tropas acantonadas en San Luis recupe­
raron la plaza. AGN, Indiferente Virreinal, C. 1716, exp. 22. Informe sobre la acción de Rioverde,
San Luis Potosí, 11 de marzo de 1812.
133
  En la Huasteca la insurgencia afectó de manera diferente. Al comienzo se organizó un movi­
miento con cierta fuerza en el sur, pero los grupos realistas de Valles, Aquismón y Tamazunchale
frenaron su expansión y provocaron que se desplazara hacia la Huasteca hidalguense. Entre los in­
surgentes potosinos destacaron Julián de Villagrán, Francisco Peña y José Andrés de Jáuregui y Lo­
batón. Los realistas con un papel más relevante fueron Alejandro Álvarez Guitián y José Pablo Jon­
guitud. Monroy Castillo, María Isabel y Calvillo Unna, Tomás, Breve historia de..., p. 150.
134
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 204. Calleja al virrey Venegas sobre el intendente Aceve­
do, San Luis Potosí, 5 de marzo de 1811; y Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana...,
p. 135.

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juan josé benavides martínez

dio es una nueva muestra del poder del comandante en San Luis, que se vio
incrementado por el halo de general victorioso. En 1804 ya había relevado al
intendente, Manuel de Ampudia, por problemas de salud (mental), pero lo
hizo cumpliendo las órdenes del virrey, mientras que en esta ocasión se limi­
tó a informar de una decisión propia. Calleja actuó contra Acevedo como si
castigara a un subordinado. Sin embargo, Venegas no lo relevó, aunque la
mala salud del intendente lo mantuvo retirado durante largas temporadas, así
que en la práctica Ruiz de Aguirre quedó como máximo responsable de la
intendencia.135 Además, Calleja nombró un nuevo ayuntamiento, cuyos
miembros, que ya habían formado parte del cabildo con anterioridad, eran
hombres de su confianza (tres de ellos habían sido oficiales milicianos).136
Con todas estas medidas, Calleja pretendía sentar las bases para que la
provincia potosina se mantuviera estable y en paz en su ausencia, porque su
intención no era volver a la vida de hacendado y comandante de milicias que
llevaba antes del estallido insurgente. Hasta 1810, su posición como coman­
dante militar de San Luis estaba firmemente consolidada y formaba parte de
la élite local.137 Pero todo cambió con la insurrección. Calleja, un militar de
carrera, formó un ejército y se lanzó a una campaña de cuatro meses contra
los rebeldes. Sus victorias le valieron el ascenso a mariscal de campo, pero,
aunque los insurgentes no contaran ya con un gran ejército, la presencia de
partidas rebeldes por casi todo el territorio novohispano interrumpía las co­
municaciones, el comercio y los envíos de plata, y amenazaba algunas pobla­
ciones.138 La guerra no había terminado y el general quería seguir luchando
y haciendo méritos.
Con buena parte de los infidentes condenados y más causas en marcha,
Calleja volvió a salir de San Luis para enfrentarse a los insurgentes. Ya no iba
a luchar contra un gran ejército así que partió con varias divisiones de su

135
  Tampoco Acevedo lo tuvo fácil con el sustituto de Calleja al frente de la brigada de San Luis,
el brigadier Manuel María de Torres Valdivia, que siempre trató de dejarlo en un segundo plano.
Archer, Christon, «Ciudades en la tormenta: el impacto de la contrinsurgencia realista en los centros
urbanos, 1810-1821», en Broseta, Salvador, Las ciudades y la guerra, 1750-1898, Castellón: Uni­
versidad Jaume I, 2002, p. 354.
136
  El tío de su mujer, Manuel de la Gándara, quedó al frente del ayuntamiento. Núñez y Domín-
guez, José de, La virreina mexicana..., p. 164.
137
  Incluso compró una parcela en el cementerio. Rodríguez Barragán, Nereo, Biografías...,
p. 91.
138
  El ascenso se le concedió el 27 de abril de 1811, aunque el despacho se expidió dos años
después. AGMS, 1.ª, 1.ª, C-532. Despacho de mariscal de campo para Félix Calleja, México, 24 de
marzo de 1813.

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bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

fuerza, dejando, esta vez sí, bien resguardada la capital potosina.139 Su primer
destino fue Zacatecas, que ocupó el 3 de mayo sin entablar combate, ya que
López Rayón había abandonado la ciudad. Tras reprimir a los sospechosos
de infidencia de la región, salió hacia Aguascalientes, y ya en junio, prosi­
guió su avance hacia el Bajío. En Guanajuato volvió a reunir a todo su ejér­
cito y allí permaneció hasta noviembre, indispuesto por problemas de sa­
lud.140
Calleja abandonó San Luis en abril de 1811 para seguir la campaña con­
tra los insurgentes y ya no regresaría. Sin embargo, los grupos de poder po­
tosinos siguieron reconociendo su preeminencia en la provincia, al menos
hasta que dejó de ser oficialmente el comandante de la 10.ª brigada en julio
de 1812.141 Así lo demuestra la forma en que se realizaron las elecciones de
diputados para las Cortes de Cádiz y los resultados de las mismas.142 Como
apuntamos al final del anterior capítulo, la muerte del diputado electo Barra­
gán obligaba a realizar una nueva elección, pero su celebración tuvo que re­
trasarse, porque los insurgentes, que se habían apoderado de la ciudad el 10
de noviembre, impidieron que se obedecieran las órdenes de las autoridades.
La elección se llevó a cabo el 5 de junio de 1811. Los tres candidatos más
votados por los miembros del ayuntamiento, entre los que se elegiría por
sorteo al diputado, fueron: Félix Calleja, su secretario, el teniente coronel
Bernardo Villamil, y el doctor Manuel María Gorriño y Arduengo, potosino
de nacimiento, sacerdote, teólogo y educador.143 Esta terna tenía poco que
ver con la que el cabildo había propuesto en la primera elección de diputado
a Cortes once meses atrás. Algo había cambiado, la guerra. En julio de 1810,

139
  También le acompañaba su esposa, a la que todos llamaban «la generala», para evitar que
pudiese ser capturada, como sucedió en la anterior campaña. Francisca de la Gándara fue hecha
prisionera por Iriarte cuando se dirigía a la hacienda de Ciénega de Mata, propiedad de sus primos
los Rincón Gallardo. Se desconoce el momento en que sucedió, pero Calleja hizo prisionera a la
mujer de Iriarte y acabaron haciendo un intercambio. Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexi-
cana..., pp. 137-149.
140
  Bustamante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja…, pp. 108-118.
141
  El 18 de julio de 1812 el capitán Manuel María de Torres fue nombrado comandante de la
10.ª brigada. AGMS, 1.ª, 1.ª, T-949. Hoja de servicios de Manuel María de Torres, San Luis Potosí,
30 de junio de 1818.
142
  Benavides Martínez, Juan José, «Un escaño vacío: Las elecciones a diputados para las Cor­
tes de Cádiz en San Luis Potosí (1810-13)», Investigaciones y Ensayos, n.º 59, enero-diciembre
2010, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, pp. 132 y 133.
143
  Manuel María de Gorriño nació en 1767 en el seno de una familia de grandes terratenientes.
Era doctor en Teología, y destacó por ser la principal figura del mundo de la cultura del primer tercio
del siglo xix en San Luis. Rodríguez Barragán, Nereo, Biografías…, pp. 136-138.

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juan josé benavides martínez

con el visto bueno de Calleja, los miembros del ayuntamiento eligieron a los
hombres que consideraban más capaces para representar a la provincia en un
órgano legislativo, pero en junio de 1811 propusieron una terna que garanti­
zaba la fidelidad a la causa realista del candidato que saliera elegido como
diputado por San Luis.144
Todo parece indicar que detrás de esta «terna de guerra» se hallaba la
figura de Félix Calleja. Así lo demuestra una carta que los miembros del
ayuntamiento le escribieron en mayo de 1811, cuando estaba en Aguasca­
lientes, ofreciéndole ser el diputado, o bien, si decidía seguir con su carrera
militar, solicitándole que recomendara al que considerase más apropiado.145
Teniendo en cuenta la delicada situación que vivía el virreinato y siendo esta
una decisión de gran importancia de la que dependía en buena medida el in­
terés de la provincia, los poderes locales, interpretando a su manera las nor­
mas establecidas para los procesos electorales, dejaron el asunto en manos de
su comandante en jefe. Desconocemos la respuesta de Calleja, pero viendo
la terna propuesta y el resultado del «sorteo», podemos asegurar que decidió
seguir luchando contra los insurgentes y que recomendó a un hombre de su
total confianza, su secretario personal, el teniente coronel Bernardo Villamil,
que finalmente fue elegido. En cuanto al tercer hombre, Manuel de Gorriño,
todo apunta a que era un «candidato de paja».146
Bernardo Villamil nació en el Campo de Gibraltar (Cádiz) y llegó a Nue­
va España en 1790, con trece años de edad, ya que su padre había sido agre­
gado como capitán al Regimiento de México. Allí comenzó su carrera militar
como cadete. Entre 1803 y 1806 ejerció de secretario de la Comandancia
General de las Provincias Internas y en 1808 ascendió a teniente coronel y
144
  En la elección del 10 de julio de 1810 los más votados fueron el hombre con mayor riqueza
de la provincia, Florencio Barragán, y dos eclesiásticos potosinos expertos en leyes que residían
fuera, José Vivero (Monterrey) y Luis de Mendizábal (Puebla). Sin embargo, en la terna de la elec­
ción de junio de 1811 encontramos a dos militares peninsulares, Calleja y Villamil, y a un eclesiásti­
co, Gorriño y Arduengo, teólogo (no experto en derecho) y residente en la capital potosina.
145
  «Creo que la votación sea para V.E. pero hemos empezado a dudar si este destino embarace
las miras de V.E. para la expedición en que se halla ocupado […] para no dilatar ni repetir la elección
que queda suspensa hasta que V.E. sirva tener la bondad de darnos una regla para acertar nuestra
elección». AGN, Indiferente Virreinal, C. 4369, Exp. 12. El regidor Francisco Justo García a Calleja,
San Luis Potosí, 15 de mayo de 1811.
146
  Era miembro de la élite criolla potosina y su hermano Juan era regidor del ayuntamiento.
Gozaba de gran prestigio en San Luis por su brillantez literaria, y, además, no resultaba un candidato
«dudoso» por su oposición radical a la insurgencia (en un sermón proclamó sus ideas contra la liber­
tad, la igualdad y «otras máximas de la Francia que el Mahoma Hidalgo infundió a sus gavillas»).
Rodríguez Barragán, Nereo, Biografías…, pp. 138 y 139.

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bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

fue designado ayudante del comandante de la 10.ª brigada. En San Luis tam­
bién entró a formar parte de la élite, al casarse con María Josefa de la Gán­
dara, hija de Manuel de la Gándara y prima de Francisca, la esposa de Calle­
ja, en enero de 1810. Además, desde el estallido insurgente sirvió como
secretario personal de Calleja.147 Por su condición de militar en campaña y su
empleo como secretario del general del Ejército del Centro, el diputado Vi­
llamil retrasó su viaje a Cádiz.148 Esta demora hizo que, finalmente, su tras­
lado fuera innecesario, porque, tras la promulgación de la Constitución el 19
de marzo de 1812, se disolvieron las Cortes Extraordinarias y se convocaron
las Ordinarias, con un nuevo régimen electoral.149

2.3. Las milicias potosinas en la estrategia del virrey

Mientras avanzaba la campaña y pasaban los meses lejos de San Luis,


las miras del mariscal Calleja comenzaron a apuntar hacia el palacio virrei­
nal. Después de pasar seis meses entre Zacatecas, Aguascalientes y Gua­
najuato, en noviembre de 1811 partió al frente de sus tropas hacia Zitácuaro
en Michoacán, donde los insurgentes habían establecido una junta.150 El 2 de
enero de 1812 la ciudad fue tomada a sangre y fuego, aunque los cabecillas

147
  Fue el responsable de la intendencia del Ejército del Centro y, además, participó meritoria­
mente en las acciones de Aculco, Guanajuato, Calderón y Zitácuaro. Cf. AGI, Contratación, 5535, N.
10. Información y licencia de pasajero a Indias de Antonio Villamil y su familia, Cádiz, 28 de enero
de 1790; AGMS, 1.ª, 1.ª, B-2722. Hoja de servicios de Bernardo Villamil, México, 30 de octubre de
1819; ibid., F-364. Expediente matrimonial de Bernardo Villamil, San Luis Potosí, 1810-1811; AGN,
Reales Cédulas Originales, Vol. 188, Exp. 251. Nombramiento de Bernardo Villamil como secretario
de la Comandancia General de las Provincias Internas, México, 10 de noviembre de 1803; y AGN,
Indiferente Virreinal, C. 3183, exp. 16. Expediente sobre la organización del Ejército del Centro,
México, 1812.
148
  ACD, DE, 88100. Representación de Bernardo Villamil a las Cortes, Guanajuato, 26 de oc­
tubre de 1811; e ibid., 88099. Representación de Félix Calleja a las Cortes, Guanajuato, 26 de octu­
bre de 1811.
149
  Villamil llegó a México en febrero de 1812, pero la inseguridad de los caminos le impidió
partir hacia Veracruz. A finales de año todavía seguía en la capital del virreinato tratando de empren­
der viaje. Por su actitud, parece que no tenía un gran interés en ir las Cortes. Benavides Martínez,
Juan José, «Un escaño vacío: Las elecciones a diputados…», p. 146.
150
  El 19 de agosto de 1811 varios cabecillas insurgentes, entre los que destacaba Ignacio López
Rayón, decidieron crear una junta de gobierno que sirviera de cabeza para el movimiento en Zitácua­
ro. Sobre esta cuestión véase: Guedea, Virginia, «El proceso de independencia y las juntas…»,
pp. 215-228; y Guzmán Pérez, Moisés, La Junta de Zitácuaro, 1811-1813: Hacia la institucionaliza-
ción de la insurgencia, México: Instituto de Investigaciones Históricas, 1994.

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juan josé benavides martínez

lograron escapar. La población fue obligada a abandonar sus casas y las tie­
rras pasaron a ser propiedad de la real hacienda. Además, durante dos sema­
nas las partidas del ejército realista cometieron todo tipo de excesos en la
región.151 Tras esta nueva victoria, el general quería que su ejército recibiera
un homenaje en la capital, pero el virrey le ordenó atacar al caudillo rebelde
Morelos en Izúcar, lo que inició una agria polémica entre ambas personalida­
des, que, finalmente, se resolvió de forma favorable a Calleja.152 El 5 de fe­
brero el Ejército del Centro fue recibido con honores por la población de
México y, tras varios días de homenajes, el día 13 partió rumbo a Cuautla,
donde se había atrincherado Morelos. El 19 Calleja lanzó el ataque confiado
en tomar la plaza con facilidad, pero fue rechazado.153 Comenzó entonces un
asedio, que duró 72 días, en los que a los casi 4000 hombres que formaban el
Ejército del Centro se les unieron refuerzos enviados desde España, porque
la fuerza insurgente era superior.154 Los realistas sufrieron numerosas bajas
por las frecuentes escaramuzas, pero, sobre todo, por los problemas de apro­
visionamiento y enfermedades, que fomentaron las deserciones.155 El 2 de
mayo Morelos consiguió huir, por lo que, aunque Cuautla acabó siendo to­
mada, fue una derrota para los realistas. Calleja, gravemente enfermo, dictó
las medidas habituales (dura represión y bando de indulto) y se retiró a Mé­
xico, donde presentó su renuncia el 17 de mayo. A Venegas le preocupaba el
avance insurgente en el sur, pero disolvió el Ejército del Centro, porque su
mayor temor era la presencia en la capital de tropas fieles a Calleja, al que
veía como un rival.156

151
  El objetivo era demostrar a la población las consecuencias de desafiar la autoridad del rey.
Archer, Christon, «Peanes e himnos de victoria…», pp. 245 y 246.
152
  Calleja amenazó con renunciar al mando de su ejército y Venegas, que lo acusó de conspirar
contra su persona, trató de nombrar un nuevo general, pero las presiones de los oficiales, fieles a su
comandante, provocaron que el virrey acabara cediendo. Bustamante, Carlos María, Campañas del
general Félix María Calleja…, pp. 174-176.
153
  Murieron 19 hombres, entre ellos el comandante de los Tamarindos, el teniente coronel Juan
Nepomuceno Oviedo. Su pérdida fue un duro golpe para Calleja, que se había negado a concederle
el retiro en 1811, a pesar de que contaba con sesenta y cuatro años de edad y cuarenta y cinco de
servicio, por «la ascendencia que tiene sobre la tropa y el país». AGMS, 1.ª, 1.ª, O-22. Instancia sobre
la solicitud de retiro de Juan Nepomuceno Oviedo, Cádiz, 21 de enero de 1812; y Garrocho Sando-
val, Carlos, Los soldados potosinos en…, pp. 9 y 10.
154
  En 1812 arribaron a México seis regimientos veteranos con un total de 3857 hombres. Ar-
cher, Christon, «Peanes e himnos de victoria…», pp. 233-235.
155
  La insalubridad de la región, favoreció la difusión de enfermedades, en especial disentería y
escorbuto. Bustamante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja…, pp. 105 y 106.
156
  Núñez y Domínguez, José de, La virreina mexicana..., pp. 177-195.

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bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

Mapa 12.  Campañas del ejército del centro al mando de Félix Calleja

(Elaboración Propia)

Libre de las ataduras del mando de un ejército, en torno a Calleja se fue


formando un grupo de tertulia crítico con el virrey.157 Era mariscal de campo
y gozaba de buena reputación entre las autoridades por haber comandado un
ejército victorioso. Además, sus conocimientos sobre la realidad novohispa­
na y la insurgencia, tras veintidós años en el virreinato, uno y medio de ellos
en campaña, eran mucho mayores que los del virrey, y no compartía algunas
de sus decisiones. Venegas quiso que Calleja abandonara la capital, desig­
nándolo comandante general de las Provincias Internas de Oriente, pero no
aceptó, así que, tratando de contentarle con una cierta cuota de poder, lo
nombró gobernador militar de la ciudad y presidente de una junta para causas
de infidencia. Sin embargo, sus intentos fueron en vano, porque una semana
157
  En este grupo estaban, entre otros, el marqués del Jaral, el marqués de Guadalupe Gallardo,
y su hijo José María, capitán del Regimiento de San Luis. Ibid., pp. 196 y 197.

317
juan josé benavides martínez

más tarde, el 11 de enero de 1813, llegó la noticia de que Calleja había sido
designado virrey.158
Cuando el nuevo virrey se instaló en el palacio a primeros de marzo de
1813, llevaba dos años sin pisar San Luis. Además, tenía que hacer frente a
los problemas generales de un virreinato en estado de guerra, por lo que dejó
de ejercer su influencia en los asuntos potosinos en un periodo de grandes
cambios, porque la aplicación de la Constitución supuso una transformación
de las estructuras políticas de la Monarquía.159 En San Luis se juró en mayo
de 1813.160 La Constitución supuso un gran cambio en las relaciones entre la
capital y su provincia, porque se crearon 33 nuevos ayuntamientos (pobla­
ciones con un mínimo de 1000 habitantes) y una nueva institución de gobier­
no administrativo, la diputación provincial.161 En el mes de julio se llevaron
a cabo tres elecciones: para formar el ayuntamiento constitucional,162 para la

158
  AGMS, 1.ª, 1.ª, C-532. Despacho de virrey de Nueva España para Félix Calleja, Cádiz, 16 de
septiembre de 1812; y Bustamante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja…,
pp. 173-175.
159
  La principal innovación fue la división de poderes, que propició que se crearan nuevas insti­
tuciones, como las diputaciones provinciales y los ayuntamientos constitucionales, cuyos miembros
debían elegirse por sufragio. Ferrer Muñoz, Manuel, La constitución de Cádiz…, pp. 223-225;
Chust Calero, Manuel, «Entre la insurgencia y el colonialismo: las Cortes de Cádiz y el autonomis­
mo americano, 1808-1837», Revista Historia y Sociedad, n.º 12, 2006, Universidad Nacional de
Colombia, Medellín, pp. 4 y 5.
160
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 4376, exp. 52. El intendente Acevedo al virrey Calleja, San
Luis Potosí, 28 de mayo de 1813; y Morales Bocardo, Rafael, El convento de San Francisco…,
pp. 529-531.
161
  Bernal Ruiz, Graciela, «El ayuntamiento de San Luis Potosí…», p. 259. Sobre las diputacio­
nes provinciales en Nueva España: Benson, Nettie L., La diputación provincial y el federalismo
mexicano, México, El Colegio de México, 1955; y Gortari Rabiela, Hira de, «Las diputaciones
provinciales de la Nueva España y México, 1820-1823. Entre el Antiguo Régimen y la Modernidad»,
en Terán, Marta y Serrano Ortega, José Antonio (eds.), Las guerras de independencia en…,
pp. 521-532.
162
  Al menos en la capital (apenas hay datos de los otros 33 ayuntamientos de la provincia), la
práctica totalidad de los hombres que lo compusieron ya habían formado parte del cabildo anterior­
mente. AGN, Ayuntamientos, Vol. 187. Representaciones de los ayuntamientos de San Luis, Real de
Catorce y Santa María del Río al virrey, San Luis Potosí, 13 de agosto de 1813 – 28 de enero de 1814.
Sobre la influencia de la Constitución en el ayuntamiento de San Luis véase: Bernal Ruiz, Graciela,
«El ayuntamiento de San Luis Potosí…», pp. 258-275. Y sobre el proceso de formación de ayunta­
mientos en otros puntos de la provincia potosina: Sánchez Montiel, Juan Carlos, «De poblados de
hacienda a municipios en el Altiplano de San Luis Potosí», Estudios de Historia Moderna y Contem-
poránea de México, n.º 31, 2006, UNAM, México, pp. 57-81; e ibid., «Formación de ayuntamientos
constitucionales y un nuevo sistema de representación política en los pueblos-misión de Rioverde,
San Luis Potosí, 1812-1826», Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, n.º 37,
2009, UNAM, México, pp. 37-69.

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bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

diputación provincial,163 y para diputados a Cortes. La ausencia de Calleja


quedó patente especialmente en la caótica elección de los dos diputados que
le correspondían a la provincia para las Cortes Ordinarias, que ya no sería
prerrogativa del cabildo de la capital, sino de una junta formada por un repre­
sentante de cada subdelegación, ocho en total.164 La junta electoral se reunió
en el ayuntamiento de San Luis los días 25 y 26 de julio de 1813, y eligió en
una agitada votación como diputados a dos clérigos potosinos expertos en
leyes, pero que no residían en la región: el licenciado José María Vivero,
prebendado de la catedral de Monterrey, y el doctor Luis de Mendizábal y
Zubialdea, promotor fiscal de la catedral de Puebla. El proceso electivo se
prolongó durante dos días. Hubo protestas, discusiones, empates en votacio­
nes y renuncias, algo que jamás habría sucedido si Calleja hubiera estado
presente.165 Además, al depender de ocho electores de diferentes puntos de la
provincia, era más difícil que una persona pudiera influir sobre sus decisio­
nes, más aún cuando el voto era secreto.166
Posiblemente, este proceso de transformación institucional hubiera sido
diferente bajo la influencia de Calleja, pero el nuevo virrey debía atender
otros asuntos. Durante su mandato tuvo que publicar y aplicar las novedades
introducidas por la Constitución de Cádiz, para después abolirlas tras el re­
greso de Fernando VII en 1814.167 Pero su principal preocupación fueron las

163
  La provincia de San Luis, junto a la intendencia de Guanajuato, formaba una de las seis di­
putaciones provinciales establecidas en Nueva España, con capital en San Luis. Esta nueva institu­
ción supuso el desmembramiento de las grandes unidades administrativas de América, ya que todas
las nuevas provincias dependían directamente de Madrid. El rechazo a participar en ella por parte de
la delegación de Guanajuato hizo que en esta primera etapa la diputación de San Luis no tuviera una
vida activa, aunque el licenciado Antonio Frontaura, vecino de San Luis, el licenciado Ildefonso Díaz
de León, vecino de Catorce, y el capitán miliciano Jacobo María Santos fueron elegidos diputados
provinciales en la votación celebrada el 27 de julio. AGI, México, 1677. Acta de la elección de dipu­
tados provinciales, San Luis Potosí, 27 de julio de 1813; y Ferrer Muñoz, Manuel, La constitución
de Cádiz…, pp. 225-227.
164
  Todos los ciudadanos mayores de veintiún años avecindados y residentes en el territorio de
cada parroquia de la provincia potosina votaron para elegir unos compromisarios que en las juntas de
parroquia eligieron a un elector que les representó en la junta de partido. En estas juntas se reunieron
los electores de las parroquias para elegir, cada una de las ocho, a su representante en la junta electo­
ral provincial. Benavides Martínez, Juan José, «Un escaño vacío: Las elecciones…», pp. 147-150.
165
  Los detalles de la elección se recogen en: ibid., pp. 151-153
166
  De los dos diputados electos tan solo José Vivero viajó a España, pero la inseguridad de los
caminos y los problemas de financiación le obligaron a retrasar su partida. Cuando llegó, en agosto
de 1814, Fernando VII ya había disuelto las Cortes y abolido la Constitución. Ibid., p. 154.
167
  Aunque se resistió a aplicar algunos artículos de la Constitución que consideraba perjudicia­
les para la seguridad del virreinato, como la libertad de prensa. AGMM, México, 5373. El virrey

319
juan josé benavides martínez

cuestiones militares, porque, además del peligro que suponía para los intere­
ses de la Corona la expansión de las ideas insurgentes, la guerra era un pesa­
do lastre para la actividad económica del virreinato.168 Para poner remedio a
esta situación y debilitar las fuerzas rebeldes, aplicó un plan de acción que
había ido diseñando durante los más de dos años que llevaba luchando contra
los insurgentes,169 y que se basaba en dos pilares fundamentales: un gran
ejército, que, repartido en divisiones, abarcaría todo el territorio novohispa­
no, y la regularización y extensión a todos los partidos de las milicias urba­
nas denominadas Patriotas Distinguidos (o Fieles Realistas) de Fernando VII.
La combinación de ambos factores permitiría atacar tanto a las fuerzas insur­
gentes de gran tamaño como a las pequeñas gavillas que se formaban tras la
derrota de las anteriores y que se dedicaban a cortar los caminos y saquear
pueblos desprotegidos.170 Esta estrategia, proyectada e implementada por
Calleja, sobrepasó lo puramente militar, ya que también afectó al ámbito
político y al administrativo, y consiguió mantener Nueva España bajo la obe­
diencia al rey.171
Gran parte del éxito en su gestión de la guerra se debió al poderoso ejér­
cito que organizó con casi 40 000 plazas.172 En torno al 55%, pertenecían a
51 fuerzas milicianas formadas en el virreinato,173 y el resto eran militares
profesionales de 41 cuerpos veteranos, 31 de los cuales estaban fijados en
Nueva España.174 Al comienzo de su mandato Calleja reorganizó las fuerzas

Calleja al ministro de Guerra, México, 31 de mayo de 1813; y Ortiz Escamilla, Juan, «Félix Ma­
ría Calleja…», pp. 351 y 352.
168
  Calleja se encontró con una hacienda endeudada, cuyos ramos, incluidos el de la plata y el
tabaco, presentaban pérdidas. El transporte estaba prácticamente paralizado, la producción agrícola
se redujo notablemente y la minería, principal sector de la economía, se hundió por la falta de inver­
sión y los continuos asaltos a los reales y a los convoyes. Van Young, Eric, La otra rebelión…,
pp. 163-173.
169
  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 41 y 42.
170
  AGMM, México, 5373. El virrey Calleja al ministro de Guerra, México, 31 de mayo de 1813.
171
  Ortiz Escamilla, Juan, «Félix María Calleja…», p. 337.
172
  Estas cifras y las que citamos a continuación variaron a lo largo del tiempo (traslados, bajas,
aumentos de plazas…), pero sirven para hacernos una idea aproximada de la fuerza del ejército rea­
lista.
173
  En 1816 la tropa miliciana estaba compuesta por 9208 plazas de infantería, 3017 de caballe­
ría, 3494 de dragones y 5672 de las milicias mixtas de las costas. AGI, México, 2345. Estado de
fuerza de la tropa provincial y veterana de Nueva España, México, 30 de septiembre de 1816.
174
  En 1816 la tropa veterana la formaban 11 756 hombres de infantería, 1146 de artillería, 4223
de caballería y 920 dragones. Entre 1812 y 1815 fueron enviados desde la península diez regimientos
con una fuerza total de 7500 hombres. Ibid.; y Archer, Christon, «Peanes e himnos de victoria…»,
p. 235.

320
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

Mapa 13.  Organización del ejército realista de Nueva España por el virrey Calleja
(septiembre de 1816).

(Elaboración propia)

realistas en tres grandes divisiones, Puebla, Celaya y México.175 Pero, con el


tiempo, la estructura del ejército se fue haciendo más compleja hasta acabar
distribuida en quince divisiones, agrupadas en seis regiones: 1) Centro: divi­
siones de México, Apán, Ixtlahuaca y Toluca; 2) Centro-norte: Tula, Queré­
taro y Huejutla; 3) Sur: Acapulco y ejército del sur; 4) Veracruz; 5) Norte:
San Luis, ejército del norte y ejército de reserva; y 6) Provincias Internas.
Además en las Californias, Tabasco y Yucatán había hombres repartidos en
puntos concretos.176

  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, p. 115.


175

  En septiembre de 1816 las fuerzas realistas estaban repartidas de la siguiente manera: 1)


176

Centro: 5243 hombres; 2) Centro-norte: 2030; 3) Sur: 9320; 4) Veracruz: 6482; 5) Norte: 7780; y 6)
Provincias Internas: 6773; además de 467 plazas en las Californias y 1307 en Tabasco y Yucatán.
AGI, México 2345. Estado de fuerza de la tropa provincial y veterana de Nueva España, México, 30
de septiembre de 1816.

321
juan josé benavides martínez

En lo que respecta a San Luis, su división, comandada por el brigadier


Manuel María de Torres Valdivia,177 estaba formada en 1816 por 614 hom­
bres, 265 veteranos de las Compañías Volantes de Caballería de Nueva Viz­
caya y 349 milicianos del Regimiento Provincial de Dragones de San Luis.178
Y en cuanto a los cuatro cuerpos milicianos formados en el Altiplano potosi­
no, cuando Calleja entregó el virreinato a su sucesor contaban con una fuerza
de 2212 hombres (oficiales incluidos), el 5,5% del total del ejército,179 y se
hallaban repartidos en tres regiones: 1) 645 efectivos (29%) en el centro (di­
visiones de México, Apan, Toluca e Ixtlahuaca); 2) 935 plazas (43%) en el
sur (ejército del sur y división del rumbo de Acapulco); y 3) 634 hombres
(28%) en el norte (San Luis Potosí, Guanajuato y Michoacán).180 Se trataba
de los puntos clave del virreinato, el entorno de la capital y los más impor­
tantes focos rebeldes (Guanajuato, donde comenzó la revuelta, y Michoacán
y la costa sur, donde se refugiaban numerosas gavillas insurgentes). Además,
en general, los mandos de estos cuerpos jugaban un papel de gran importan­
cia en sus diversos destinos, pues, junto a su tropa subordinada, tenían bajo
sus órdenes a un total de 4952 hombres, el 13% del ejército.181 Es evidente,
por tanto, el protagonismo de los potosinos en este ejército virreinal organi­
zado por Calleja, que llegó al poder en buena parte gracias a las tropas de San
Luis, que le siguieron fielmente desde el inicio de la guerra, y que colocó en

177
  Torres Valdivia, nacido en Osuna (Sevilla) en 1758, comenzó su carrera a los diecisiete años
como guardia marina y fue progresando en el escalafón hasta que en 1809 recibió el grado de briga­
dier de marina. Participó en varias acciones, como la expedición de Argel o el asalto a Gibraltar, y
mantuvo numerosos combates contra navíos ingleses. En 1808 fue nombrado comandante general de
Jaén y presidente de la junta de la provincia. Luego luchó contra los franceses en la serranía de Ron­
da, hasta que en 1811 fue destinado a Nueva España. El 18 de julio de 1812 se le designó como co­
mandante de la 10.ª brigada. AGMS, 1.ª, 1.ª, T-949. Hoja de servicios de Manuel de Torres Valdivia,
San Luis Potosí, 30 de junio de 1818.
178
  Además de las tropas destinadas en la división, era habitual que algunas compañías de diver­
sos regimientos se acantonaran temporalmente, o que acudieran a escoltar convoyes de plata. A fina­
les de 1813 en San Luis había varias unidades de ocho cuerpos distintos. AGN, Indiferente Virreinal,
C. 2568, exp. 31. Lista de revista de los individuos acantonados en San Luis, San Luis Potosí, 14 de
octubre de 1813.
179
  El Regimiento de San Luis tenía 638 plazas, el de San Carlos 359, el de Fieles del Potosí 837
y el Batallón de Infantería 380. AGI, México 2345. Estado de fuerza de la tropa provincial y vetera­
na de Nueva España, México, 30 de septiembre de 1816.
180
  Ibid.
181
  La división del rumbo de Acapulco estaba bajo el mando de José Gabriel Armijo, coronel del
Regimiento de San Carlos, Matías Martín y Aguirre, teniente coronel de los Fieles del Potosí, coman­
daba la de Ixtlahuaca, y el comandante de la división de Apan era Manuel de la Concha, coronel del
Regimiento de San Luis. Ibid.

322
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

puestos relevantes, asegurándose así la presencia de oficiales y tropas leales


a su persona en las regiones de mayor importancia estratégica. No defrauda­
ron al virrey «sus milicianos», que tuvieron un papel protagonista en multi­
tud de acciones contra los insurgentes.182
Pero además de este gran ejército, Calleja logró reducir la insurgencia a
su mínima expresión gracias a los cuerpos de Patriotas Distinguidos de Fer­
nando VII, unas milicias urbanas y de carácter local que cumplían la función
de ejército auxiliar, y que rompieron los fuertes vínculos entre los insurgen­
tes y el pueblo llano.183 Durante sus campañas comprendió que, a pesar de las
batallas que pudiesen ganar los realistas, sus esfuerzos no serían productivos
sin el apoyo de una fuerza permanente en cada población. Por ello, viendo el
buen resultado de la creación de compañías en las poblaciones recuperadas
a los insurgentes, elaboró un plan que consistía en establecer en cada ciudad
y cabecera de partido, así como en las haciendas, fuerzas urbanas formadas
por «voluntarios» locales, y cuando fue designado virrey aprobó su aplica­
ción para todo Nueva España.184 Estas unidades debían tener en torno a cien
plazas y estarían comandadas por una autoridad local. Todos los hombres
capaces de empuñar un arma serían susceptibles de ser alistados y serían los
únicos con derecho a portarlas. El armamento, el uniforme y su financiación
correrían a cargo de los vecinos, que podrían elegir si formar una fuerza de
infantería o de caballería. Sus obligaciones consistían en servir a diario, ve­
lando por el orden público, y atacar a los insurgentes que hubiese en su juris­
dicción. Los comandantes debían mantener la más férrea disciplina entre sus
subordinados, pero tratándolos con respeto y fomentando entre ellos el pa­
triotismo, en especial entre los grupos de poder locales, que debían aportar
la mayor parte de los fondos necesarios para pagar los gastos y los salarios

182
  Entre las principales acciones en las que intervinieron las milicias potosinas, especialmente
en el centro de México y en Michoacán, podríamos destacar: la ocupación de Huchiapan por parte de
los Dragones de San Luis, la captura del insurgente Bravo a cargo de los Fieles del Potosí, y la parti­
cipación de varias compañías de los Fieles y de los regimientos de San Luis y San Carlos en la derro­
ta de Rayón y en el apresamiento de Morelos. Garrocho Sandoval, Carlos, Los soldados potosinos
en…, pp. 15-22.
183
  Archer, Christon, «La revolución militar de México…», pp. 135 y 136.
184
  En el verano de 1811, estando en Aguascalientes, redactó un reglamento para estas milicias
improvisadas que empezaban a proliferar por todo el virreinato, y lo fue aplicando a su paso. AGN,
Operaciones de Guerra, vol. 278. Reglamento político militar que deberán observar los pueblos,
haciendas y ranchos a quienes se comunique por las autoridades legítimas y respectivas, Aguasca­
lientes, 8 de junio de 1811; y Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 80 y 81.

323
juan josé benavides martínez

de las tropas, y que formarían la oficialidad.185 Calleja quería evitar así que
se repitiesen casos como el de San Luis, donde las milicias urbanas, que
había mandado formar para el resguardo de la ciudad, fueron utilizadas por
los cabecillas insurgentes para tomar la plaza.
Cuando se instaló en el palacio virreinal, Calleja aprobó este proyecto,
que afectó a unos 45 000 habitantes (44 098 en 1816) de todas las regiones
del virreinato (excepto las Provincias Internas y las Californias), y que per­
mitió a los vecinos principales de pueblos y villas fortalecer su influencia, al
quedar al mando de estas milicias.186 El plan del virrey supuso tres importan­
tes innovaciones en lo que a la institución militar se refería: participación de
población indígena, fin de la separación étnica (blancos, morenos y pardos
formarían parte de los mismos cuerpos) y financiación local.187 En las distin­
tas poblaciones y haciendas potosinas cerca de 5000 hombres formaron estas
unidades. En 1816 estaban alistados 4762 efectivos, 1351 de infantería (79
de ellos oficiales), 3366 de caballería (107 oficiales) y 45 de artillería (dos
oficiales).188 Entre los comandantes más activos, que organizaron estas fuer­
zas por iniciativa propia antes de la orden virreinal, podemos citar a José
María Semper, cura y juez eclesiástico de Catorce, al capitán Andrés Aróste­
gui, administrador de Salinas del Peñón Blanco, y a Diego de Bear y Mier,
cura de Armadillo.189

185
  BN, Manuscritos, Mss/20245/33. Plan de constitución, organización y arreglo del Cuerpo de
Patriotas Distinguidos, México, 27 de enero de 1813; y Archer, Christon, «En busca de una victoria
definitiva…», p. 434.
186
  Serrano Ortega, José Antonio, «Villas fuertes, ciudades débiles: milicias y jerarquía territo­
rial en Guanajuato, 1790-1847», en Broseta, Salvador, Las ciudades…, p. 393.
187
  En cada localidad se creó un fondo de arbitrios para cubrir los gastos de estas compañías, lo
que a priori fue un ahorro para el gobierno virreinal, pero que significó la pérdida del control sobre
estas fuerzas. Ortiz Escamilla, Juan, «La nacionalización de las fuerzas armadas en México, 1750-
1867», en Chust Calero, Manuel y Marchena Fernández, Juan (eds.), Las armas de la nación…,
p. 294.
188
  Por citar algunos ejemplos, en los barrios de San Luis había 200 fieles realistas, en Soledad
de los Ranchos 100, en El Venado 120, en La Hedionda 50, en el Real de Pozos 153, en Mexquitic
86, en Salinas del Peñón Blanco 120, en Santa María del Río 447, y en el Valle de San Francisco 111.
AGI, México 2345. Estado de fuerza de las compañías urbanas de fieles realistas, México, 30 de
septiembre de 1816; y Monroy Castillo, María Isabel, Pueblos, misiones y presidios..., pp. 26-77.
189
 AGN, Indiferente Virreinal, C. 4369, Exp. 13. Nombramiento de Andrés Aróstegui como
capitán comandante de la compañía de Milicias Urbanas en Salinas del Peñón Blanco, San Luis Po­
tosí, 22 de junio de 1811; ibid., C. 2420, Exp. 26. Expediente sobre la actuación del cura de Catorce,
José María Semper, con su división, Matehuala, 18 de agosto de 1811; e ibid., C. 3355, exp. 3. Lista
de revista de la compañía de Fieles Realistas de Armadillo, San Luis Potosí, 3 de enero de 1818.

324
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

Gracias a la estrategia que diseñó, durante los tres años y medio que Ca­
lleja estuvo al frente del virreinato la insurgencia vio reducida su fuerza no­
tablemente en buena parte del territorio.190 Sin embargo, los resultados eco­
nómicos de su gobierno no eran nada favorables,191 y en la Corte empezaron
a recibir informes acusando al virrey de permitir la falsificación de partes
militares, los abusos de poder de las tropas y la corrupción entre los oficiales,
y de que sus medidas causaban la ruina económica del virreinato.192 En marzo
de 1816 el recién llegado obispo de Puebla, Antonio Joaquín Pérez, informó
a Calleja, que no negó las acusaciones en su contra, simplemente las justificó
por la necesidad de acabar con la rebelión. Las falsedades en los informes se
debían al deseo de conseguir honores por parte de los oficiales,193 y los exce­
sos de las tropas había que entenderlos en el contexto de una guerra, al igual
que las contribuciones forzosas, necesarias para sostener el ejército.194 Tam­
bién reconocía que materialmente no podía ejercer un férreo control sobre
todas las fuerzas desplegadas por el virreinato, y, si estas cometían excesos o
incumplían las normas, no podía hacer nada al respecto.195 Además, defendió
su gestión, culpando de todos los males que se le achacaban a los rebeldes,
cuyo movimiento se había expandido gracias a la invasión napoleónica y a la
tibieza de las medidas tomadas por el gobierno provisional.196
Después de seis años luchando contra los insurgentes por los intereses de
la Corona, los últimos tres como virrey, en lugar de ver reconocidos sus mé­

190
  AGI, Estado, 31, N. 33. El virrey Calleja al Secretario de Estado, México, 6 de septiembre de
1816; y Kahle, Gunter, El ejército y la formación del estado…, pp. 83 y 84.
191
  El aumento de los gastos militares redujo los ingresos de la real hacienda y agravó la crisis
provocada por la guerra. Van Young, Eric, La otra rebelión…, pp. 160-162 y 567-571.
192
  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 137 y 138; y Archer, Christon, «Los dine­
ros de la insurgencia, 1810-1821», en Marchena Fernández, Juan y Kuethe, Allan, Soldados del
rey: el ejército borbónico…, pp. 225-228.
193
  Incluso el mismo Calleja había exagerado sus triunfos al frente del Ejército del Centro, lo
que, a pesar de la propaganda realista, le granjeó algunas críticas. Bustamante, Carlos María, Segun-
do juguetillo: al elogiador del señor mariscal Félix María Calleja del Rey, México: Manuel Antonio
Valdés, 1812.
194
  En 1813 la administración virreinal debía cinco millones de pesos en concepto de equipo
militar. Hamnett, Brian, Revolución y contrarrevolución en México y Perú (1800-1824), México:
Fondo de Cultura Económica, 2011, pp. 89 y 90.
195
  En algunas regiones, los realistas y los rebeldes hacían transacciones comerciales «extraofi­
ciales». La necesidad obligaba a ambos bandos, pero muchos oficiales hicieron grandes fortunas con
estas prácticas. Archer, Christon, «Beber del cáliz envenenado: la política, la traición y el ejército
mexicano (1820-48)», en Rodríguez O., Jaime E. (coord.), Las nuevas naciones: España y México,
1800-1850, Madrid: Mapfre, 2008, pp. 298 y 299.
196
  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 139 y 140.

325
juan josé benavides martínez

ritos en la guerra, Calleja recibió duras críticas procedentes de individuos


que jamás habían estado en Nueva España. Teniendo en cuenta que la humil­
dad y el sentido de la autocrítica no eran dos rasgos característicos de su
personalidad, estas acusaciones no debieron agradarle en absoluto, como de­
muestra su respuesta. La reacción de las autoridades no se hizo esperar y el
20 de septiembre de 1816 fue relevado por Juan Ruiz de Apodaca, que sería
el último virrey de Nueva España. Durante los veintiséis años transcurridos
desde su llegada a Veracruz en 1790 como capitán del Regimiento de Infan­
tería de Puebla, Calleja había cumplido multitud de comisiones, formado un
ejército y luchado en una guerra. Recorrió gran parte del territorio novohis­
pano, ejerció diversos empleos y regresó a la península casado con una crio­
lla y con el rango de teniente general.197 A su llegada a Cádiz en junio de
1817 no fue recibido con honores, pero fue condecorado con las Cruces de
San Fernando y de San Hermenegildo al mérito militar y designado caballe­
ro de la Real Orden Americana de Isabel la Católica. Además, se le dio un
asiento como vocal en la Junta Militar Consultiva de Ultramar y en 1818
obtuvo un título de Castilla, el de conde de Calderón, en recuerdo a la batalla
de Puente Calderón en la que derrotó a los insurgentes. En 1819 pasó a ocu­
par la capitanía general de Andalucía, pero su abierto rechazo al liberalismo
le causó problemas durante el Trienio Liberal (1820-1823), y no fue hasta la
vuelta del régimen absolutista cuando fue rehabilitado y destinado a Valencia
como capitán general. Allí falleció el 24 de julio de 1828 a los setenta y cua­
tro años de edad.198

2.4. El «Plan Calleja» y sus consecuencias

Calleja diseñó un gran plan defensivo para el virreinato en el que las


milicias potosinas jugaron un papel protagonista. Más de 80 000 hombres
tomaron las armas a favor de la causa realista, entorno al 80%, milicianos
(unos 22 000 provinciales y 45 000 fieles realistas). Parte de la oficialidad,
tanto miliciana como veterana, era de origen peninsular, pero, si bien desco­

197
  El rey le concedió el ascenso tras su vuelta al trono en 1814. AGMS, 1.ª, 1.ª, C-532. Despa­
cho de teniente general para Félix Calleja, Madrid, 27 de agosto de 1814.
198
  Dejó a su mujer, Francisca, y a sus cuatro hijos una fortuna en bienes inmuebles e inversiones
de capital, valorada en seis millones de reales ibid. Necrológica de Félix Calleja en la Gaceta de
Madrid, Madrid, 24 de marzo de 1829; y Ortiz Escamilla, Juan, «Félix María Calleja…», p. 356.

326
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

nocemos las cifras exactas, la gran mayoría de los miembros de este ejército,
el mayor de la historia de América, eran novohispanos.199
Los resultados a corto plazo fueron positivos para la causa realista: Mo­
relos, el principal caudillo rebelde, fue capturado y fusilado, y la insurgencia
quedó reducida a unos cuantos grupos inconexos. Algunos autores han mini­
mizado este aparente éxito, ya que consideran que el periodo de menor inten­
sidad que vivió el conflicto armado durante 1816 y 1817, fue en realidad una
etapa de reconfiguración de la guerra, que desplazó su escenario principal
hacia la tierra caliente de la costa del Pacífico (actuales estados de Guerrero
y Michoacán), fruto de la fragmentación y cambios de rumbo inherentes a la
insurgencia mexicana.200 Sin embargo, también habría que tener en cuenta
que el plan aplicado por Calleja pudo influir decisivamente en que los líderes
rebeldes se vieran obligados a replantear su estrategia hacia una guerra de
guerrillas, utilizando como bases puntos de difícil acceso que fortificaban.201
Pero, a pesar de su éxito militar, el sistema defensivo diseñado por el
virrey suponía un elevado coste económico que arruinó la ya mermada eco­
nomía novohispana.202 Además de tener que sufragar los gastos de las tropas
profesionales y milicianas que componían el ejército, la población también
debía financiar los cuerpos de fieles realistas formados por todo el virreina­
to. Estas fuerzas fueron una pesada losa para la economía, porque, además
de su coste, buena parte de la población activa se vio obligada a abandonar
las tareas productivas para cumplir con sus obligaciones de servicio.203 Ca­
lleja tomó medidas económicas impopulares, tratando de aumentar los in­
gresos de las cajas reales: subidas de impuestos, creación de otros nuevos,
establecimiento de contribuciones directas y generales, préstamos forzo­
199
  El 60% de las tropas profesionales, 10 000 hombres, pertenecían a regimientos novohispa­
nos, y el porcentaje entre los milicianos era todavía mayor. Es por ello que la guerra de independen­
cia de México puede considerarse una guerra civil. Pérez Vejo, Tomás, Elegía criolla, México:
Tusquets, 2010.
200
  Archer, Christon, «La causa buena: The Counterinsurgency Army of New Spain and the Ten
Years´War», en Rodríguez O., Jaime E. (ed.), The Independence of Mexico and the Creation of the
New Nation, Los Ángeles: UCLA, 1989, pp. 85-108; Van Young, Eric, La otra rebelión…, pp. 269-
271; y Hamnett, Brian, Raíces de la insurgencia…, pp. 206-230.
201
  Entre las principales fortalezas rebeldes cabría destacar Jaujilla en Michoacán, Monteblanco
en Veracruz, pero, sobre todo, la isla de Mezcala en el lago Chapala, próximo a Guadalajara, donde
los rebeldes aguantaron los ataques realistas durante más de tres años y acabaron rindiéndose tras
firmar un indulto en 1816. Archer, Christon, «La revolución militar de México…», pp. 243-254.
202
  La deuda de Nueva España cuando Calleja tomó posesión del virreinato superaba los 35
millones de pesos. Hamnett, Brian, Revolución y contrarrevolución…, p. 81.
203
  Van Young, Eric, La otra rebelión…, pp. 175-179.

327
juan josé benavides martínez

sos…204 Sin embargo, en el contexto de la guerra, estas disposiciones no


solo no consiguieron su objetivo, sino que provocaron una reducción de la
producción minera y agroganadera, paralizaron el comercio y acrecentaron
el malestar de la población, que vio como descendía su nivel de vida. La
economía novohispana quedó a merced de los prestamistas, ricos comer­
ciantes y propietarios asentados en México, la mayoría peninsulares.205 Sin
duda las contribuciones forzosas, tanto en metálico como en especie, y las
obligaciones del servicio, fomentaron el desapego hacia la Corona y las
autoridades de gran parte de la sociedad.206 Pero también habría que señalar
que, si bien la aplicación del plan de Calleja agravó la mala situación eco­
nómica del virreinato, no fue su causa, ya que fueron los ataques insurgentes
los que interrumpieron el comercio y provocaron el desplome de la produc­
ción minera. Además, la otra alternativa, basar la defensa en un numeroso
ejército regular, era inviable por la imposibilidad de un envío masivo de
tropas desde la península, y no habría supuesto un menor coste para la eco­
nomía novohispana.207
Además de los problemas económicos derivados de su aplicación, el
sistema defensivo del virrey tenía graves limitaciones operativas. Desde
que concluyera el sitio de Cuautla, los miembros de las divisiones del ejér­
cito realista, formadas por entre 1000 y 1200 hombres, pertenecían a once
o más cuerpos distintos y cambiaban de destino con cierta frecuencia, por
lo que los oficiales, desbordados, no cumplían con sus obligaciones debi­
damente y las tropas se volvían ingobernables, más aún teniendo en cuenta
los frecuentes retrasos en el pago de los salarios y los problemas de abas­
tecimiento. Esta situación fomentaba la corrupción por parte de los man­
dos y las deserciones entre la tropa, lo que mantenía la moral bajo míni­
204
  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 121-124.
205
  El virrey se vio obligado a solicitar préstamos, poniendo como garantía las alcabalas de va­
rias regiones y los ingresos de la aduana. La única fuente de dinero líquido para el gobierno virreinal
era el Consulado de México. Calleja, que por su carácter militar chocaba con los comportamientos
mercantiles, criticó la codicia de los comerciantes, especialmente cuando algunos, cansados de rea­
lizar préstamos a fondo perdido, comenzaron a regresar a España con sus capitales, lo que motivó la
suspensión temporal de licencias para pasar a la península. Hamnett, Brian, Revolución y contrarre-
volución…, pp. 87-99.
206
  Para el caso concreto de San Luis, Graciela Bernal las señala como las principales causas que
favorecieron que la población potosina se fuera inclinando a favor de la independencia. Bernal Ruiz,
Graciela, «Sociedad y guerra: Actitudes ante la insurgencia…», pp. 167-172.
207
  Durante la guerra fueron enviados unos 10 000 efectivos desde la península, que no tuvieron
un impacto significativo en la guerra, ya que no se trataba de un ejército expedicionario bien equipa­
do. Archer, Christon, «Beber del cáliz envenenado», pp. 295 y 296.

328
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

mos.208 Como las fuerzas no eran inspeccionadas adecuadamente, era


habitual que las divisiones tuvieran un número de efectivos menor al reco­
gido en las listas, lo cual impedía la organización de acciones ofensivas de
gran calado.209 El plan diseñado por Calleja tenía como objetivo contener
la insurrección y reducirla en lo posible, pero el propio virrey era conscien­
te de la imposibilidad de lograr vencer a los rebeldes sin el envío de tropas
bien pertrechadas desde la península.210
Pero el principal efecto negativo de esta táctica para los intereses realis­
tas fue que supuso que buena parte de la población se armara y organizara
militarmente, consolidándose una nueva cultura política ligada al uso de las
armas, que terminó rebelándose contra las autoridades, ya que el ejército
realista acabó siendo la primera institución sobre la que se asentó el México
independiente.211 El plan de Calleja implicaba un gran esfuerzo económico y
personal de los habitantes del virreinato, lo que podía fomentar su desafec­
ción hacia la Corona, una circunstancia especialmente peligrosa teniendo en
cuenta que gran parte de ellos estaban armados y organizados en compañías.
Pero, a pesar del riesgo, considerando que ningún esfuerzo por parte de la
Corona sería productivo si la población novohispana no quería formar parte
de ella, el virrey siguió adelante con su proyecto, porque estimaba que era el
único recurso posible para poner freno a la expansión de la insurgencia.
Durante sus primeras campañas como jefe del Ejército del Centro había
podido comprobar el fracaso de otra táctica, apoyada por Venegas, que se
basaba en atemorizar a la población para que comprendiera que la fuerza de
208
  También habría que tener en cuenta que muchos de los oficiales, la mayoría de los milicia­
nos, no tenían formación militar, simplemente fueron movilizados desde 1810, y poco o nada sabían
de informes, contabilidad, organización de suministros… Archer, Christon, «Historia de la guerra;
las trayectorias de la Historia Militar en la época de la independencia de Nueva España», en Ávila,
Alfredo y Guedea, Virginia, La independencia de México…, pp. 153 y 154.
209
  Los cuerpos realistas podían formar expediciones de castigo, pero no tenían capacidad para
controlar una región ni asegurarse los abastecimientos. Archer, Christon, «La revolución militar de
México…», pp. 161-167.
210
  Pocos meses después del retorno de Fernando VII, en el verano de 1814, Calleja le escribió
solicitando el envío de entre 6000 y 8000 hombres. Su petición no fue tenida en cuenta porque había
mayores urgencias en otras regiones del continente. Seis meses más tarde partió hacia Venezuela y
Nueva Granada un gran ejército expedicionario de 10 000 hombres al mando de Morillo. Costeloe,
Michael P., La respuesta a la Independencia. La España imperial y las revoluciones hispanoameri-
canas, 1810-1840, México: Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 85-89.
211
  Ortiz Escamilla, Juan, «Félix María Calleja…», pp. 349 y 350. Con el triunfo del movi­
miento independentista los antiguos dominios españoles habían logrado su libertad, pero, al desapa­
recer la autoridad real, se creó un vacío político. Era necesario un símbolo universal de justicia y
autoridad, y el ejército trató de serlo. Kahle, Gunter, El ejército y la formación del estado…, p. 15.

329
juan josé benavides martínez

las autoridades era superior, que rebelarse conllevaba un duro castigo, y que,
una vez retomado el control, todo volvería al orden previo. Esta estrategia
había servido para reprimir los motines y revueltas durante el periodo colo­
nial, pero resultó contraproducente, ya que, en lugar de infundir temor, solo
consiguió alimentar el resentimiento de los partidarios de la independencia,
motivándolos a proseguir en la lucha.212 Por esta razón, a pesar de sus limita­
ciones y de los peligros que podía acarrear, Calleja aplicó una nueva táctica,
fundamentada en la máxima que regía el sistema defensivo del imperio des­
de la aplicación de las reformas borbónicas: la defensa de América debía
recaer principalmente sobre sus habitantes. Incluso llevó esta idea un paso
más adelante, porque consiguió involucrar en la práctica, no solo sobre el
papel, a la población en la defensa del virreinato.213 Serían los propios novo­
hispanos los que lucharían por su tierra y correrían con los gastos. Los crio­
llos debían ser la pieza clave del sistema, ya que había podido comprobar
que la gran mayoría de los peninsulares residentes en el virreinato, a pesar de
ser el principal objetivo de los rebeldes, trataban de implicarse lo menos
posible en el conflicto.214 Este punto era el principal temor del virrey, porque
los grupos dirigentes criollos, bajo cuyo mando quedarían buena parte de los
efectivos realistas, eran mayoritariamente partidarios de la independencia o
de alguna forma de autogobierno. Su lealtad se debía, en general, a sus inte­
reses particulares.215 Por esta razón Calleja dio una importancia primordial al
fomento del patriotismo entre estos grupos, que dirigirían las milicias locales
en cada población, ya que sin su apoyo sería imposible mantener el dominio
español en el virreinato, como así sucedió.216 Además, para asegurar un ma­
yor control sobre las compañías de fieles realistas, el virrey las puso bajo la
212
  Tanto Calleja como el resto de mandos realistas, cuando llegaban a una población que había
apoyado a los insurgentes llevaban a cabo una dura represión con castigos ejemplares, que se justifi­
caba en base a la razón de estado. Guzmán Pérez, Moisés, «Los métodos de represión realista en la
revolución de independencia de México, 1810-1821», en Terán, Marta y Serrano Ortega, José
Antonio (eds.), Las guerras de independencia…, pp. 324-326
213
  La creación de las milicias provinciales durante el último tercio del siglo xviii no supuso una
militarización de la sociedad, ya que, entre otras cosas, la existencia de muchos de estos cuerpos era
solo teórica. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 56 y 57.
214
  Durante sus campañas, Calleja criticó a los peninsulares, que trataban de evitar el servicio,
mientras que los criollos, como veremos en el siguiente capítulo, coparon las oficialías de su ejército.
215
  Muchos criollos, aunque fueran simpatizantes de la insurgencia, temían atacar el orden colo­
nial, porque podría debilitarse el control social y desencadenar una sangrienta guerra racial. Van
Young, Eric, La otra rebelión…, p. 889.
216
  «Los cuerpos de patriotas deben ser el baluarte del reino, cuyo carácter debe sacarse de la
unión del patriotismo ilustrado de sus individuos y de la buena organización que se les de». BN,

330
bastión realista. las milicias potosinas y su comandante...

jurisdicción de los comandantes de cada división, hombres de reconocida


lealtad a la causa y a su persona, que formaban la columna vertebral del ejér­
cito. En su mayoría eran militares peninsulares, pero, con el paso de los años,
la dinámica de la guerra hizo que fuera aumentando la representación de je­
fes criollos de regimientos provinciales, que fueron los que acabaron procla­
mando la independencia.217
Al crear las compañías de patriotas (o fieles realistas), Calleja consiguió
que el pueblo apoyase la causa realista, pero eran un arma de doble filo que
podría volverse contra el gobierno virreinal, como sucedió en 1821. Estas
milicias, comandadas por los poderes locales, velaban por el orden interno y
protegían cada población ante amenazas externas, lo que otorgaba a los pue­
blos un papel protagonista en la guerra, y en especial a las élites, que añadie­
ron el poder militar a su influencia social, política y judicial. La reimplanta­
ción de la Constitución en 1820 les dio un mayor poder sobre las compañías
de patriotas, porque los ayuntamientos, copados por los grupos de poder
criollos, serían los encargados de organizar las elecciones de oficiales, de
proveer lo que consideraran necesario para su mantenimiento y de aprobar
sus operaciones.218 Ante el desgaste de una década de conflicto y las constan­
tes contribuciones exigidas por el gobierno virreinal, pocos dudaron en apo­
yar a Iturbide con su proyecto de paz, estabilidad y mantenimiento de privi­
legios recogido en el Plan de Iguala.219 De esta manera, los oficiales realistas
y grupos de poder locales lograron una victoria invertida, y durante los si­
guientes años, en el México independiente, cosecharon recompensas y con­
tinuaron sus carreras militares y políticas.220

Manuscritos, Mss/20245/33. Plan de constitución, organización y arreglo del Cuerpo de Patriotas


Distinguidos, México, 27 de enero de 1813.
217
  Entre los potosinos, además del ya citado Armijo, que fue comandante de la división de
Acapulco, nos encontramos a otros, como Miguel Barragán (Michoacán) y Anastasio Bustamante
(Guanajuato). Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 85 y 86.
218
  Tras los procesos electorales, los ayuntamientos quedaron dominados por criollos, mayorita­
riamente partidarios del autogobierno. Molina Martínez, Miguel, «De cabildos a ayuntamientos: las
Cortes de Cádiz en América», en Álvarez Cuartero, Izaskun, y Sánchez Gómez, Julio, Visiones y
revisiones de la independencia americana: la independencia de América…, p. 154.
219
  Morelli, Federica, «¿Disciplinadas o republicanas?...», pp. 431 y 432.
220
  Archer, Christon, «En busca de una victoria definitiva…», p. 436.

331
Capítulo 9
DE MILICIANOS A MILITARES.
LA PROFESIONALIZACIÓN
DE LAS MILICIAS POTOSINAS

1. Los criollos toman el mando

Como hemos señalado, las milicias potosinas jugaron un papel protago-


nista durante toda la guerra, primero bajo el mando directo de su comandan-
te, Félix Calleja, con el que lucharon durante dos años por buena parte del
territorio novohispano, y luego ocupando los lugares clave en el plan de de-
fensa del virreinato, que este puso en practica cuando llegó a ser virrey. Pero,
¿quiénes eran estos hombres que lucharon en primera línea por la causa rea-
lista? En este epígrafe trataremos de conocer mejor a los oficiales que defen-
dieron las banderas de los cuerpos milicianos del Altiplano potosino durante
la guerra de independencia. La destrucción de documentos propia de perio-
dos conflictivos,1 así como las vicisitudes que atravesaron estos cuatro regi-
mientos a lo largo de los once años que duró la guerra (división de fuerzas en
diferentes destinos, cambios en su estructura…), imposibilitan la elabora-
ción de un estudio aportando cifras concretas, como el anteriormente realiza-
do para finales del siglo xviii (ver supra pp. 160-162 y 238-241). Pero, a
pesar de las carencias documentales, podemos fundamentar algunas conclu-
siones, que serían extrapolables a otras fuerzas milicianas del bando realista
o, en todo caso, se podrían comparar para ver las diferencias y similitudes
entre los cuerpos formados en diferentes regiones de Nueva España.2 El nú-

1
  Durante la revuelta del 10 de noviembre de 1810 los insurgentes asaltaron la casa del coman-
dante Calleja y destruyeron los archivos de la 10.ª brigada. AGN, Indiferente Virreinal, C. 2695, exp.
52. El teniente coronel José Tovar al virrey Venegas, San Luis Potosí, 16 de septiembre de 1812.
2
  Este análisis se basa principalmente en dos tipos de fuentes: hojas de servicio y listas de revis-
ta, que no tenían una periodicidad regular y que en ocasiones se refieren solo a algunas compañías,

333
juan josé benavides martínez

mero de plazas de oficial en las milicias potosinas varió durante la guerra.


Hasta 1813 eran 156 y desde esa fecha hasta 1821 se redujo a 131.3 Del pri-
mer periodo contamos con datos concretos para 149 oficiales, sin embargo,
del segundo solo tenemos información precisa de 36, aunque conocemos los
nombres, rangos y destinos de la mayoría gracias a las listas de revista, lo
que nos permite comprobar, a grandes rasgos, cuántos sirvieron durante toda
la guerra y cuántos se retiraron o ascendieron durante el conflicto.4
Tal y como hemos señalado con anterioridad, antes del inicio de la guerra
la oficialidad de los regimientos potosinos era predominantemente peninsular
(70%), y tan solo la mitad de los criollos habían nacido en San Luis, el 15%
del total.5 En general, eran hombres maduros, padres de familia, y con una
larga trayectoria en la milicia, aunque sin experiencia en combate.6 Sin em-
bargo, tras el estallido insurgente, la recluta masiva que llevó a cabo Calleja
transformó totalmente su composición. Aproximadamente, quedaron vacan-
no al cuerpo completo, ya que era habitual que estuvieran repartidas en diferentes destinos. Baste
como ejemplo señalar los diversos lugares en donde estaban destinadas las compañías de los Fieles
del Potosí en 1816: El primer escuadrón custodiaba los caminos entre México y Toluca, otro escua-
drón operaba en el camino de Veracruz, otro más en Ixtlahuaca y otro en Guanajuato. Además, había
varias compañías en Izucar, en Tlalpan, en la costa del sur y en Teloloapan. Alamán, Lucas, Historia
de…, t. III, pp. 249 y 250.
3
  Esta variación corresponde fundamentalmente a los Fieles del Potosí. Cuando esta fuerza se
formó en 1810 tenía 24 compañías y contaba con 57 oficiales, pero en 1813, cuando se transformó
en regimiento provincial, se redujo a doce compañías con 36 oficiales. Los otros tres cuerpos no
sufrieron grandes cambios. El Batallón de Infantería (Tamarindos) tenía seis compañías y un total de
19 oficiales milicianos (el comandante y tres por compañía); y los Regimientos de San Luis y San
Carlos, formados por doce compañías cada uno, contaban con un total de ochenta oficiales, tres por
compañía y cuatro portaguiones por cuerpo. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 170. Relación por
antigüedad de los oficiales del ejército de Calleja, Querétaro, 14 de noviembre de 1810; y AGMM,
5386. Trasformación en regimiento provincial del Cuerpo de Lanceros de San Luis, México, 27 de
agosto de 1813.
4
  Habría que señalar que el número de plazas de oficial no se corresponde con el número de
oficiales. Las plazas eran los empleos propiamente dichos, mientras que los oficiales eran los hom-
bres que desempeñaban esos empleos. Su número exacto resulta prácticamente imposible de conocer,
ya que, durante un periodo de varios años, una misma plaza podía estar vacante, ser ocupada por un
solo hombre o por diferentes oficiales sucesivamente que cubrían la baja causada por su antecesor.
5
  Aproximadamente la mitad de los oficiales eran vasco-navarros o montañeses, y la preeminen-
cia de los peninsulares era mayor en los rangos más elevados: el 83%. (Ver supra pp. 239-241).
6
  Ninguno era menor de veinticinco años y el 60% tenía más de cuarenta, tan solo el 31% eran
solteros y el 70% llevaban sirviendo más de diez años, aunque sin haber participado en ninguna ac-
ción. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 86b. Hojas de servicios de oficiales milicianos del Regimien-
to de San Carlos, San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1804; ibid., vol. 376a. Hojas de servicios de
oficiales milicianos del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 30 de diciembre de 1806; y AGN,
Indiferente Virreinal, C. 1938, exp. 5. Lista de la oficialidad, los suboficiales y la tropa del Regimien-
to de San Luis, San Luis Potosí, 17 de abril de 1810.

334
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

tes el 35% de las empleos, porque sus titulares o bien no estaban en condicio-
nes de realizar el servicio en campaña por su edad o condiciones físicas, o
fueron encarcelados por sospechas de infidencia (ver supra pp. 287-288).
Estas bajas y el establecimiento de 76 nuevas plazas (de ochenta pasó a haber
156 por la creación de los Fieles y los Tamarindos), hicieron que fuera nece-
sario designar un centenar de oficiales, y la representación criolla creció no-
tablemente. La mayoría de los empleos que habían quedado vacantes en los
regimientos de San Luis y San Carlos se cubrieron con ascensos, que facili-
taron el acceso a la oficialidad de un buen número de sargentos y cabos, que
casi en su totalidad eran americanos.7 Pero, además de estas promociones
internas, las 76 nuevas oficialías fueron ocupadas por grandes y medianos
propietarios, mineros y comerciantes, que acudieron a la llamada del coman-
dante con un grupo de dependientes de su confianza.8 El 59% de ellos eran
criollos, en especial, potosinos (40%). Por tanto, la oficialidad que comanda-
ba los cuatro cuerpos milicianos que partieron de la hacienda de la Pila el 24
de octubre de 1810 era mayoritariamente de origen americano (61%), sobre
todo de San Luis (42%). Entre los peninsulares, como venía sucediendo, des-
tacaba la presencia de vasco-navarros (20%) y de montañeses (10%).9
Calleja se sintió decepcionado por la falta de interés de los europeos,
que, en lugar de alistarse masivamente para luchar contra una rebelión en la
7
  Si había una capitanía vacante, un teniente ascendía a capitán, un alférez a teniente, un sargen-
to a alférez, un cabo a sargento y un dragón a cabo. De esta manera unos quince sargentos pasaron a
sentar plaza de oficial. AGN, Indiferente Virreinal, C. 3159, exp.6. Revista del Regimiento de San
Carlos, Valle de San Francisco, 14 de octubre de 1810; e ibid. Revista del Regimiento de San Luis,
la Pila, 15 de octubre de 1810.
8
  Esto aseguraba la fidelidad y el control de los soldados, porque ya reconocían a sus oficiales
como autoridades. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, p. 67.
9
  Potosinos, vasco-navarros y montañeses copaban el 72% de las oficialías. Entre los criollos
también habría que destacar la presencia de zacatecanos (la mayoría de Sierra de Pinos) y de gua-
najuatenses, y, a modo de anécdota, la de un cubano, Juan Amador, alférez de los Fieles del Potosí,
que probablemente era el único criollo de fuera de Nueva España. Estos datos están extraídos de 108
de los 156 oficiales que componían el ejército que Calleja formó en la Pila, una cantidad que creemos
suficiente para poder sacar conclusiones fiables. Cf. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 73. Hojas de
servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Carlos, Tula, 30 de diciembre de 1812;
ibid., vol. 121a. Hojas de servicio de los oficiales del Regimiento de Dragones Fieles del Potosí,
México, 31 de diciembre de 1813; ibid., vol. 133b. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales
del Regimiento de San Luis, 30 de diciembre de 1812; ibid., vol. 186a. Hojas de servicio de los ofi-
ciales y suboficiales del Batallón de Infantería de San Luis, 30 de diciembre de 1812; AGN, Indife-
rente Virreinal, C. 969, exp. 5. Revista del Batallón de Infantería de San Luis, Querétaro, 13 de no-
viembre de 1810; ibid., C. 3159, exp.6. Lista de revista del Regimiento de San Carlos, Valle de San
Francisco, 14 de octubre de 1810; e ibid. Extracto de la revista del Regimiento de San Luis, hacienda
de la Pila, 15 de octubre de 1810.

335
juan josé benavides martínez

que sus vidas y propiedades eran el principal objetivo, solo se preocupaban


de poner sus posesiones a buen recaudo y buscar refugio.10 El propio coman-
dante destacaba que su fuerza se componía principalmente de criollos, mes-
tizos e indios de la provincia de San Luis,11 pero, como en general no tenía
en buena estima a los oficiales criollos (ver supra pp. 242 y 244), los penin-
sulares siguieron siendo mayoría entre los rangos más elevados de su ejérci-
to, aunque su proporción descendió notablemente.12 Tan solo fueron euro-
peos cuatro de los nueve comandantes que tuvieron los cuerpos potosinos
durante la guerra (tres el Regimiento de San Luis, tres el de San Carlos, uno
los Fieles del Potosí y dos los Tamarindos). En 1810 el Regimiento de San
Luis estaba a las órdenes de un criollo, Manuel Rincón Gallardo, pero, como
se encontraba en México con licencia para atender sus negocios, el mando
efectivo de este cuerpo quedó en manos del sargento mayor José Tovar, pe-
ninsular.13 Posteriormente, en 1815, el virrey Calleja designó al también pe-
ninsular Manuel de la Concha como coronel del cuerpo, como premio por la

10
  Calleja escribía al virrey Venegas en los siguientes términos: «…a vista del peligro, huyendo
cobardemente en vez de reunirse, tratando solo de sus intereses, y se mantienen pacíficos espectado-
res de una lucha en que les toca la mayor parte, dejando a los americanos la defensa de sus vidas,
propiedades e intereses». Bustamante, Carlos María, Campañas del general Félix María Calleja…,
pp. 93 y 94.
11
  Bernal Ruiz, Graciela, Ecos de una guerra…, p. 48.
12
  El 62% de los altos mandos eran de origen europeo (antes el 83%). Casi todos eran vasco-
navarros y montañeses, que ocupaban la mitad de estos empleos. Entre los criollos la mayoría eran
potosinos, el 28% del total. Estos datos se basan en la información de 36 de estos oficiales, el 84%
(eran 46: doce del Regimiento de San Luis, doce del de San Carlos, doce de los Fieles del Potosí y
siete del Batallón de Infantería). Cf. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 73. Hojas de servicio de los
oficiales y suboficiales del Regimiento de San Carlos, Tula, 30 de diciembre de 1812; ibid., vol.
121a. Hojas de servicio de los oficiales del Regimiento de Fieles del Potosí, México, 31 de diciembre
de 1813; ibid., vol. 133b. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San
Luis, 30 de diciembre de 1812; e ibid., vol. 186a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del
Batallón de Infantería de San Luis, 30 de diciembre de 1812.
13
  José María Tovar nació en Córdoba en 1752. Pasó a Nueva España acompañando a su familia
y en 1777 comenzó a servir como cadete en las Provincias Internas. Participó en numerosas acciones
contra tribus indias y fue ascendiendo hasta llegar a capitán en 1784. En 1806 fue trasladado al Re-
gimiento de México, en el que sirvió hasta que en 1808 pasó a ser sargento mayor al Regimiento de
San Luis. En 1810 se convirtió en teniente coronel, sustituyendo a Lorenzo Montoya (ver supra
p. 288, nota 39), y comandó al regimiento durante la primera campaña del Ejército del Centro. Tras
el regreso de esta fuerza a la provincia potosina en marzo de 1811, se quedó en la ciudad como co-
mandante por orden de Calleja, cargo que ocupó hasta que llegó el titular, el brigadier Torres, en
1812. AGN, Indiferente Virreinal, C. 2601, exp. 6. El teniente letrado Ruiz de Aguirre al virrey, San
Luis Potosí, 20 de octubre de 1808; ibid., C. 5850, exp. 43. Oficios del comandante Tovar, a Calleja,
San Luis Potosí, 1811; y AGN, Indiferente de Guerra, vol. 133b. Hojas de servicio de los oficiales
veteranos del Regimiento de San Luis, 30 de diciembre de 1812.

336
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

captura de Morelos.14 Por su parte, el coronel del Regimiento de San Carlos


también era peninsular, Ramón Cevallos. Pero, tras ser apartado (no retirado)
por haber huido durante la batalla de Puente Calderón, este cuerpo quedó al
mando de un criollo, Juan Nepomuceno de Moncada, marqués del Jaral y
conde de San Mateo de Valparaíso.15 En 1812 se le concedió el grado de co-
ronel de ejército y formó el Regimiento de Dragones de Moncada, recayendo
el mando nuevamente en Cevallos hasta que se retiró en 1814.16 Fue entonces
cuando el potosino José Gabriel Armijo, que comenzó a servir como sargen-
to del Regimiento de San Luis en 1795, se convirtió en coronel de los Dra-
gones de San Carlos.17 En cuanto a los cuerpos de nueva creación, los Fieles
del Potosí quedaron bajo el mando de un peninsular, Pedro Meneso (monta-
ñés), capitán del Regimiento de San Luis;18 y los Tamarindos estaban coman-

14
  Como jefe del Regimiento de San Luis, dirigió una campaña en la Huasteca y en la sierra de
Zacatlán, y desde 1816 ejerció como comandante de la división de Apan. Sus méritos le hicieron
acreedor a la concesión del grado de coronel de ejército. AGN, Indiferente Virreinal, C. 5915, exp.
10. Despacho Real de coronel de ejército para Manuel de la Concha, Madrid, 15 de noviembre de
1819; y Herrera Peña, José, Morelos ante sus jueces, México: Porrúa, 1985, pp. 13-17.
15
 Este oficial ya había sido candidato a coronel cuando fue nombrado Cevallos (ver supra
pp. 256-259). Colaboró estrechamente con Calleja desde el inicio de la guerra y tuvo un papel desta-
cado en las acciones de Aculco, Guanajuato y Calderón, siendo el jefe de la vanguardia del Ejército del
Centro. Además, mantenía por su cuenta a los hombres de su compañía. AGMS, 1.ª, 1.ª, M-3646. Hoja
de servicios del conde de San Mateo y marqués del Jaral, hacienda del Jaral, 4 de febrero de 1819.
16
  Tras la acción de Calderón, Cevallos se quedó en Guadalajara y en 1813 solicitó el retiro,
porque padecía reumatismo crónico, lo que le impedía cumplir con las obligaciones del servicio. Se
le concedió en 1814. AGMS, 1.ª, 1.ª C-2470. Solicitud de retiro del coronel Ramón Cevallos, Gua-
dalajara, 2 de octubre de 1813.
17
  Natural de Tierranueva (Santa María del Río), fue sargento del Regimiento de San Luis hasta
1808, cuando ascendió a portaguión. En 1810 sentó plaza de capitán en los Fieles del Potosí, aunque
luego pasó al Regimiento de San Carlos. Sus méritos de guerra le valieron el ascenso a coronel y la
Cruz de comendador de la Orden de Isabel la Católica. Participó en las campañas del Ejército del
Centro y en 1813 fue designado comandante de la división de la costa sur del ejército realista. En el
desempeño de este empleo ganó una importante cantidad de dinero, que le permitió comprar la ha-
cienda de Bledos cuando la familia Calleja regresó a España. Cf. AGMS, 1.ª, 1.ª, A-2371. Hoja de
servicios de José Gabriel Armijo, México, 25 de marzo de 1814; AHN, Estado, 6317, exp. 56. Con-
sulta de la Asamblea Suprema de la Real Orden de Isabel la Católica al rey, Madrid, 30 de diciembre
de 1818; AGN, Indiferente de Guerra, vol. 256a. Hojas de servicios de oficiales del Regimiento de
San Carlos, México, 30 de diciembre de 1818; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San
Luis…, t. III, pp. 104-109.
18
  Sus méritos durante la primera campaña del Ejército del Centro le valieron el ascenso a te-
niente coronel y, posteriormente, con Calleja como virrey, estuvo al mando de una división en Ira-
puato y ascendió a coronel con grado de ejército. En 1817 solicitó pasar a la península por problemas
de salud. Estuvo un año en Madrid, donde se le concedió la Cruz de la Orden Americana de Isabel II,
y en 1819 regresó a su pueblo natal, Meruelo (Cantabria), y se retiró con el sueldo de coronel. Des-
pués de su traslado a España no se designó un nuevo comandante para los Fieles del Potosí. AGN,

337
juan josé benavides martínez

dados por un criollo, Juan Nepomuceno Oviedo, natural de San Miguel


(Guanajuato), aunque afincado desde niño en Bocas, donde ejercía como
administrador (ver supra p. 182).19 Tras su muerte en el sitio de Cuautla,
ocupó el puesto otro criollo, el III conde del Peñasco, sobrino del que fuera
coronel del Regimiento de San Luis, que no se alistó hasta 1812.20
Pero, además de la «criollización» de la oficialidad miliciana de estos
regimientos, la recluta llevada a cabo por Calleja en octubre de 1810 supuso
también otros importantes cambios en la composición social de los oficiales.
La mayoría de los hombres que ocuparon estos empleos eran jóvenes y sin
ataduras familiares (algo lógico, teniendo en cuenta que iban a luchar en una
guerra fuera de la provincia y que podía prolongarse durante un largo tiem-
po), lo que supuso un rejuvenecimiento de la oficialidad y un incremento de
la cifra de solteros. El 23% de los oficiales que componían las cuatro fuerzas
reunidas en la Pila era menor de veinticinco años y el 51% tenía más de
cuarenta,21 mientras que la proporción de solteros pasó del 30% al 52%. Ade-
más, al contrario de lo que venía sucediendo antes de la guerra, la mayor
parte carecían de experiencia previa en la milicia. Tan solo el 37% llevaban
sirviendo más de una década (antes el 70%) y el 54% fueron nuevos alista-
mientos.22 Por tanto, podría afirmarse que, tras el estallido de la insurrección,
las milicias potosinas pasaron de estar comandadas por una oficialidad fun-
damentalmente peninsular, formada por hombres de cierta edad, padres de
familia y con varios años de servicio, a tener unos mandos predominante-

Reales Cédulas Originales, vol. 217, exp. 93. Concesión de licencia al coronel Pedro Meneso para
pasar a la península, México, 19 de agosto de 1817; ibid., vol. 223, exp. 443. Concesión de retiro al
coronel Pedro Meneso, Madrid, 17 de agosto de 1820; y AGMS, 1.ª, 1.ª, M-2905. Hoja de servicios
del coronel Pedro Meneso, Madrid, 13 de agosto de 1820.
19
 A pesar de que ya había solicitado el retiro, tras conocer la noticia de la sublevación, este
oficial (el de mayor edad del ejército) organizó una tropa con hombres de la hacienda de Bocas y
alrededores, que fueron la base del Batallón de Infantería (entre ellos sus hijos, hermanos y sobrinos,
que ocuparon varias oficialías). AGMS, 1.ª, 1.ª, O-22. Solicitud de retiro de Juan Nepomuceno Ovie-
do, Charcas, 19 de mayo de 1810.
20
  Entre 1810 y 1812 sirvió como Voluntario de Fernando VII. AGN, Indiferente de Guerra, vol.
125a. Hojas de servicio de los oficiales del Batallón de Infantería de San Luis, Valladolid, 30 de di-
ciembre de 1818
21
  Antes de 1810 ninguno de los oficiales tenía menos de 25 y el 60% superaba la cuarentena.
22
  Cf. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 73. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del
Regimiento de San Carlos, Tula, 30 de diciembre de 1812; ibid., vol. 121a. Hojas de servicio de los
oficiales del Regimiento de Dragones Fieles del Potosí, México, 31 de diciembre de 1813; ibid., vol.
133b. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Luis, 30 de diciembre
de 1812; e ibid., vol. 186a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Batallón de Infantería
de San Luis, 30 de diciembre de 1812.

338
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

mente criollos, más jóvenes y sin ataduras familiares ni experiencia previa.


Esta tendencia se fue consolidando durante los once años que duró la guerra.
A finales de 1812 los cuerpos provinciales formados en el Altiplano ha-
bían participado en las victorias realistas de Aculco, Guanajuato y Calderón,
en la toma de Zitácuaro, en el sitio de Cuautla y en multitud de acciones
menores. Las bajas sufridas durante las campañas se fueron supliendo sobre
la marcha. Muertes en combate, pero, sobre todo, traslados a otros destinos,
y retiros por enfermedad, por heridas o por cumplimiento del tiempo de ser-
vicio (veinticinco años), fueron las principales causas por las que quedaban
oficialías vacantes.23 El número exacto de bajas resulta imposible de calcular,
pero contamos con los datos de 33 nuevas incorporaciones, que supondrían
una renovación del 21% de los mandos, una cifra que consideramos bastante
próxima al total.24 La gran mayoría de los hombres que se incorporaron a la
oficialidad de estos regimientos durante la campaña eran criollos (70%),
principalmente potosinos. Por norma general, las vacantes de los empleos
más elevados se cubrían con ascensos dentro del mismo cuerpo, como pre-
mio por méritos de guerra, así que la práctica totalidad de los nuevos oficia-
les (el 85%) ocuparon los puestos de menor rango (alféreces y subtenientes).
Se trataba, fundamentalmente, de hombres jóvenes (el 76% no superaban los
treinta años) y solteros (84%), que eran sargentos y fueron promovidos.25

23
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 969, exp. 5. Revista del Batallón de Infantería de San Luis,
Querétaro, 13 de noviembre de 1810; ibid., C. 3159, exp.6. Revista del Regimiento de San Carlos,
Valle de San Francisco, 14 de octubre de 1810; ibid. Revista del Regimiento de San Luis, hacienda
de la Pila, 15 de octubre de 1810; y AGMM, 5386. Trasformación en regimiento provincial del Cuer-
po de Lanceros de San Luis, México, 27 de agosto de 1813.
24
  La dispersión de los cuerpos potosinos por buena parte del territorio novohispano durante la
guerra dificulta la localización completa de la documentación. Además, no había un recuento siste-
mático del número de bajas, simplemente se señalaban algunas de forma puntual, indicando las
causas. Tan solo hemos localizado un documento en el que se recogen en una lista los motivos de las
bajas de algunos oficiales y los ascensos para cubrirlas, y se refiere exclusivamente al Regimiento de
San Luis en 1811. AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 524, exp. 53. Provisión de empleos del
Regimiento de San Luis, Guanajuato, 28 de agosto de 1811.
25
  La escasez de datos en las fuentes limita nuestro conocimiento sobre los suboficiales, pero
podemos obtener algunas conclusiones a partir de los 59 individuos de los que tenemos información,
aproximadamente el 43% del total. Todos eran criollos, el 80% potosinos, la mayoría jóvenes (el
50% eran menores de treinta años) y aproximadamente la mitad eran solteros y habían empezado a
servir como soldados o cabos antes del estallido de la insurrección. Cf. AGN, Indiferente de Guerra,
vol. 73. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Carlos, Tula, 30 de
diciembre de 1812; ibid., vol. 121a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento
de Dragones Fieles del Potosí, México, 31 de diciembre de 1813; ibid., vol. 133b. Hojas de servicio
de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Luis, 30 de diciembre de 1812; e ibid., vol.

339
juan josé benavides martínez

Después de dos años de campaña, los reemplazos para suplir las bajas
dejaron la oficialidad de los cuatro regimientos provinciales potosinos for-
mada por un 65% de criollos, la mayoría de San Luis (38% del total), jóvenes
(el 33% tenía entre dieciséis y veinticinco años y solo el 26% superaba la
cuarentena), solteros (60%) y sin experiencia en el servicio anterior al inicio
de la guerra (70%).26

Gráfico 7.  Evolución del origen de los oficiales de los cuerpos


milicianos potosinos.27
GRAFICO 7
80 OFICIALES 156 OFICIALES
1810 1812

CRIOLLOS (27) CRIOLLOS

PENINSULARES (53) PENINSULARES

Este

RESTO NUEVA ESPAÑA RESTO NUEVA ESPAÑA


POTOSINOS POTOSINOS
RESTO PENÍNSULA RESTO PENÍNSULA
VASCOS VASCOS
MONTAÑESES MONTAÑESES

186a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Batallón de Infantería de San Luis, San
Luis Potosí, 30 de diciembre de 1812.
26
  Ibid.
27
  Los datos de 1810 son previos al estallido insurgente, y en los de 1812 hemos preferido no
poner cifras concretas, porque, como hemos señalado al comienzo del epígrafe, no tenemos informa-
ción de todos los oficiales, aunque sí de un número suficiente para que los porcentajes señalados
resulten fiables.

340
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

A partir de 1813 la documentación que hemos podido localizar resulta


insuficiente para ofrecer unos datos exactos.28 Pero, teniendo en cuenta las
escasas referencias y comparando varias listas de revista de las diversas fuer-
zas potosinas, todo apunta a que siguió produciéndose un relevo progresivo
en la oficialidad para cubrir las vacantes provocadas por el fallecimiento o el
retiro de los titulares. Podemos estimar que entre 1813 y el final de la guerra
se renovó en torno a un 60% de la oficialidad. En este periodo los cuatro re-
gimientos contaban con 131 plazas de oficial, así que el relevo afectaría a
unos 75-80 empleos.29 La mayoría de los retiros se debían al cumplimiento
del tiempo de servicio o a problemas de salud por la edad, y las bajas se cu-
brían fundamentalmente con ascensos de los rangos inferiores, casi todos
jóvenes criollos.30 Teniendo en cuenta que la mayor parte de los oficiales
peninsulares eran, en general, los más veteranos y con una larga trayectoria
en la milicia previa a la guerra,31 y que, como acabamos de señalar, los reem-
plazos eran predominantemente americanos de menor edad, podemos supo-
ner que en 1821 en torno a un 90% de la oficialidad potosina sería de origen
criollo, la mayoría con menos de cuarenta años y sin ataduras familiares.32
28
  Solamente tenemos datos concretos de 17 nuevos oficiales entre 1812 y 1818 en dos de los
cuatro cuerpos milicianos del Altiplano potosino (Tamarindos y San Carlos). AGN, Indiferente de
Guerra, vol. 256a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Carlos,
Querétaro, 30 de diciembre de 1818; e ibid., vol. 125a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficia-
les del Batallón de Infantería de San Luis, Valladolid, 30 de diciembre de 1818.
29
  Esto supondría una media de dos o tres bajas al año en cada regimiento, que es la cifra aproxi-
mada que aparece en las listas de revista consultadas. Cf. AGN, Indiferente Virreinal, C. 1655, exp.
5. Lista de revista del Batallón de Infantería de San Luis, México, 11 de mayo de 1815; ibid., C.
1899, exp. 2. Listas de revista del Regimiento de Fieles del Potosí, San Luis Potosí, 13 de enero de
1816; ibid., C. 3182, exp. 1. Lista de revista del Regimiento de San Luis, 28 de febrero de 1815; y
AGN, Indiferente de Guerra, 73. Hojas de servicio de oficiales y suboficiales del Regimiento de San
Carlos, 30 de diciembre de 1812.
30
  El 75% de los 17 oficiales del Regimiento de San Carlos y de los Tamarindos que comenzaron
a servir después de 1812 eran criollos, casi todos potosinos y nacidos en México. La mitad no pasa-
ban de veinticinco años y el 80% estaban solteros. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 256a. Hojas de
servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Carlos, Querétaro, 30 de diciembre
de 1818; e ibid., vol. 125a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Batallón de Infantería
de San Luis, Valladolid, 30 de diciembre de 1818.
31
  El 45% de los oficiales peninsulares tenía más de cuarenta años y llevaba más de diez en la
milicia en 1812. Muchos de ellos cumplieron su tiempo de servicio tras varios años en campaña,
porque, según la Real Orden del 26 de noviembre de 1814, el tiempo de servicio durante la guerra
contabilizaba el doble. Es decir, un oficial que comenzó a servir en el 1799, cumpliría los veinticinco
años de servicio en 1817: once hasta 1810 y catorce entre 1810 y 1817. Ibid.
32
  Solo contamos con datos de los Tamarindos y del Regimiento de San Carlos en 1821 y así lo
corroboran. En el mes de julio el Batallón de Infantería (Tamarindos) entró en México con tan solo
once de sus 19 oficiales, todos criollos y cinco de ellos recientemente ascendidos. El resto habían

341
juan josé benavides martínez

Ellos serían los oficiales del ejército mexicano. Para concluir este análisis de
los mandos, quisiéramos destacar el gran número de ascensos que se produ-
jeron durante la guerra, debidos tanto a la continua necesidad de cubrir los
empleos vacantes por fallecimiento o retiro de sus titulares, como a los mé-
ritos en combate de los rangos inferiores.33 Tras varios años de servicio fue-
ron pocos los oficiales potosinos que no habían sido promovidos al menos un
grado, lo que provocó que hubiese un buen número de ellos graduados con
un rango superior al que en la práctica ocupaban, ya que, aunque fueran
acreedores al ascenso, no había suficientes plazas vacantes.34 Además, du-
rante la guerra se rompió la barrera entre los suboficiales y la oficialidad,
hasta entonces reservada a las oligarquías.35 Buena parte de los que termina-
ron ocupando puestos de mando, sobre todo alféreces y tenientes, se alista-
ron como milicianos de a pie o sargentos.36

solicitado el retiro. La situación del Regimiento de San Carlos era similar. Solo había 19 de los cua-
renta oficiales, todos criollos (16 potosinos). La mitad de ellos se habían alistado antes de 1810, pero
todos comenzaron sirviendo como dragones o suboficiales y fueron ascendiendo durante la guerra.
AGN, Indiferente Virreinal, C. 1655, exp. 10. Lista de revista del Batallón de Infantería de San Luis,
México, 3 de julio de 1821; e ibid., C. 3447, exp. 37. Lista de revista del Regimiento de San Carlos,
Celaya, 3 de marzo de 1821.
33
  AGMM, México, 5363. El virrey Calleja al ministro de Guerra, México, 1 de abril de 1813; e
ibid. 5374. Ascensos concedidos interinamente por el virrey Apodaca, México, 31 de marzo de 1817.
En estos dos documentos aparecen veinte oficiales de los cuerpos potosinos que ascendieron por
méritos de guerra.
34
  El 25% de los oficiales estaban graduados con un rango mayor del que ejercían. La mayoría
eran capitanes, ya que, aunque se hubieran ganado el ascenso por sus méritos, solo había un teniente
coronel por regimiento, por lo que solo podía ascender uno cuando este se retiraba. Algunas normas
y decretos aprobados por la Regencia y las Cortes prohibían que los oficiales estuviesen graduados
con un rango superior al que ocupaban, pero Calleja consideraba necesaria esta práctica para motivar
a las tropas. AGMM, México, 5362. El virrey Calleja a las Cortes, México, 5 de septiembre de 1813.
35
  Las autoridades debieron reclutar a cualquier individuo con habilidades, independientemente
de su estrato social. Ortiz Escamilla, Juan, «La nacionalización de las fuerzas…», p. 296.
36
  Ya en 1810 entorno al 35% de las oficialías de los regimientos de San Luis y San Carlos se
cubrieron ascendiendo a rangos subalternos. Durante los primeros años de la guerra, el 24% de los
oficiales de los que tenemos datos habían comenzado a servir en la milicia como soldados o subofi-
ciales, pero, tras once años de ascensos para cubrir bajas, en 1821 eran prácticamente la totalidad. Cf.
AGN, Indiferente de Guerra, vol. 73. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimien-
to de San Carlos, Tula, 30 de diciembre de 1812; ibid., vol. 121a. Hojas de servicio de los oficiales
del Regimiento de Fieles del Potosí, México, 31 de diciembre de 1813; ibid., vol. 133b. Hojas de
servicio de los oficiales y suboficiales del Regimiento de San Luis, 30 de diciembre de 1812; ibid.,
vol. 186a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Batallón de Infantería de San Luis, 30
de diciembre de 1812; ibid., vol. 256a. Hojas de servicio de los oficiales y suboficiales del Regimien-
to de San Carlos, Querétaro, 30 de diciembre de 1818; ibid., vol. 125a. Hojas de servicio de los ofi-
ciales y suboficiales del Batallón de Infantería de San Luis, Valladolid, 30 de diciembre de 1818;
ibid., vol. 202. Hojas de servicios de oficiales del Regimiento de San Carlos, México, 30 de octubre

342
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

2. Del jacal al frente: los milicianos de los cuerpos potosinos


durante la guerra

Después de haber analizado a los oficiales que comandaron durante la


guerra las cuatro fuerzas potosinas, a continuación nos centraremos en la
composición de la tropa. De forma similar a la que Eric Van Young se acer-
ca a los insurgentes de base en la primera parte de La otra rebelión, preten-
demos presentar un perfil social de los milicianos de a pie de estos cuer-
pos.37 La mayor dificultad a la hora de estudiar este sector, el más bajo del
escalafón, estriba en la escasez de fuentes documentales. Las que más datos
aportan son las hojas de filiación, documentos redactados por un oficial o
suboficial encargado de realizar los reclutamientos y que cada miliciano
debía firmar al alistarse.38 Con la información proveniente de las filiaciones
consultadas, hemos podido elaborar una base de datos con 829 milicianos
que se alistaron entre 1810 y 1817 en alguno de los cuatro regimientos for-
mados en San Luis.39 Aunque resulte imposible conocer el número exacto

de 1821; AGN, Indiferente Virreinal, C. 1655, exp. 10. Lista de revista del Batallón de Infantería de
San Luis, México, 3 de julio de 1821; e ibid., C. 3447, exp. 37. Lista de revista del Regimiento de
Dragones de San Carlos, Celaya, 3 de marzo de 1821.
37
  Van Young, Eric, La otra rebelión…, pp. 97-142.
38
  Rara vez ocupan más de una hoja, pero aportan gran cantidad de datos, tales como el cuerpo
y la compañía en la que quedaba destinado el miliciano, la fecha y el lugar del alistamiento o el
tiempo por el que se alistaba, así como información personal: nombre, lugar de nacimiento y vecin-
dario, edad, profesión, raza, estado civil, y una somera descripción física. También nos permiten
saber si el recluta era analfabeto o no, dependiendo de si firmaba el documento o marcaba una cruz.
39
  Los campos que contiene esta base de datos recogen lo fundamental de la información conte-
nida en las filiaciones, que acabamos de señalar, y en cada uno de los siguientes subepígrafes nos
referiremos a ellos. Los documentos consultados para su elaboración, todos de la sección Indiferente
Virreinal de Archivo General de la Nación de México, son los siguientes: AGN, Indiferente Virreinal,
C. 857, exp. 6. Filiaciones de la tropa de varias compañías del Regimiento de San Carlos, Charcas y
El Venado, 1816; ibid., C. 969, exp. 3. Filiaciones de los milicianos del Batallón de Infantería de San
Luis, Guanajuato, 1811; ibid., C. 1170, exp. 2. Filiaciones de la tropa del Regimiento de San Carlos,
México, 1813; ibid., C. 1639, exp. 3. Filiaciones del Batallón de Infantería de San Luis, México,
1814; ibid., C. 1655, exp. 4. Filiaciones de los reclutas del Batallón de Infantería de San Luis, Méxi-
co, 1813; ibid., exp. 5. Filiaciones de desertores del Batallón de Infantería de San Luis, México,
1815-1816; ibid., C. 1679, exps. 2 y 3. Listas de revista y filiaciones del Batallón de Infantería de San
Luis, México, 1812; ibid., C. 1899, exp. 2. Filiaciones de los regimientos de San Luis y Fieles del
Potosí, Matehuala y México, 1816; ibid., C. 2870, exp. 12. Filiaciones del Regimiento de San Carlos,
San Luis Potosí, 1818; ibid., C. 2938, exp. 6. Filiaciones de reclutas para el Regimiento de San Car-
los, México, 1813; ibid., C. 3963, exp. 2. Filiaciones del Regimiento de San Luis, México, 1812;
ibid., exp. 3. Filiaciones del Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 1816; ibid., exps. 4 y 11. Fi-
liaciones del Regimiento de San Luis, El Venado, Matehuala y México, 1813; ibid., C. 4032, exp. 8.
Filiaciones de soldados del Regimiento de Fieles del Potosí, San Luis Potosí, 1813; ibid., C. 4221,

343
juan josé benavides martínez

de plazas que tuvieron estos cuerpos a lo largo de los ocho años que abarca
el estudio (bajas, traslados, aumento de plazas por circunstancias de gue-
rra…), podemos hacer una estimación aproximada, basándonos en los esta-
dos de fuerza de las tropas realistas de Nueva España y en las listas de re-
vista de los regimientos potosinos: en torno a 2600 hombres entre 1810 y
1812, unos 1150 hasta 1815 y en torno a 1800 a partir de 1816.40 Teniendo
en cuenta estas cifras, consideramos que la documentación consultada es
suficiente para poder extraer conclusiones fiables, ya que contamos con da-
tos concretos de en torno al 27% del total de los milicianos hasta 1815 y del
46% desde 1816. 41
Según la información reunida en la base de datos, el miliciano promedio
de estos regimientos sería un hombre joven, de entre dieciséis y veinte años

exp. 11. Ascensos y filiaciones del Regimiento de San Luis, México y San Luis, 1815; ibid.,
C. 4943, exp. 12. Filiaciones de tres compañías del Regimiento de San Carlos, Charcas, Matehuala
y Bocas, 1816; ibid., C. 5048, exp. 31. Hojas de filiación varias compañías del Regimiento de San
Carlos, Matehuala y El Venado, 1816; ibid., C. 6138, exp. 25. Filiaciones de varias compañías del
Regimiento de San Luis, San Luis Potosí, 1817; e ibid., C. 6425, exp. 6. Filiaciones de los individuos
del Regimiento de San Luis inutilizados en el servicio, San Luis Potosí, 1815.
40
  Las cifras se refieren exclusivamente a plazas de tropa, sin contar oficiales ni suboficiales. Cf.
AGI, México 2345. Estado de fuerza de la tropa provincial y veterana de Nueva España, México, 30
de septiembre de 1816; AGMM, México, 5373. Estado de fuerza de las fuerzas realistas de Nueva
España, Veracruz, 29 de febrero de 1816; ibid., 5383. Estado de fuerza del ejército de Nueva España,
México, 30 de octubre de 1814; AGN, Indiferente Virreinal, C. 509, exp. 7. Listas de revista del
Regimiento de San Carlos, Valladolid, 15 de enero de 1814; ibid., C. 622, exp. 22. Listas de tropa y
oficiales del Regimiento de San Carlos, 10 de enero de 1811 – 30 de diciembre de 1811; ibid., C. 969,
exp. 4. Listas de revista del Batallón de Infantería de San Luis, México, 31 de agosto de 1812; ibid.,
C. 1334, exp. 1. Revista del Regimiento de San Carlos, Tepexi, 8 de mayo de 1815; ibid., exp. 13.
Lista de revistas del Batallón de Infantería de San Luis, México, 13 de julio de 1813; ibid., C. 1379,
exp. 21. Estado de fuerza del Regimiento de San Luis, México, 15 de octubre de 1818; ibid.,
C. 1655, exp. 2. Listas de revista del Batallón de Infantería de San Luis, México, 30 de diciembre de
1812; ibid., C. 1639, exp. 4. Lista de revista del Batallón de Infantería de San Luis, San Luis Potosí,
14 de enero de 1815; ibid., C. 1731, exp. 1. Listas de revista del Regimiento de San Luis, Michoacán,
15 de enero de 1815 – 20 de mayo de 1815; ibid., C. 2010, exp. 12. Revista de los regimientos de San
Luis y San Carlos, San Luis Potosí, 14 de agosto de 1816; ibid., C. 2450, exp. 17. Relación de la
fuerza del Batallón de Infantería de San Luis, México, 20 de junio de 1817; ibid., C. 2641, exp. 26.
Pie de lista del Regimiento de San Luis, Otumba, 1 de junio de 1817; ibid., C. 2921, exp. 21. Listas
de revista de los piquetes del Regimiento de San Luis, Chilpancingo, 11 de septiembre de 1813; ibid.,
C. 3080, exp. 60. Revista del Cuerpo de Lanceros de San Luis, Querétaro, 4 de diciembre de 1810;
ibid., C. 3127, exp. 61. Revistas del Regimiento de San Luis, Apan, 24 de agosto de 1812; ibid., C.
3177, exp. 2. Listas de revista del Regimiento de San Luis, México, 14 de enero de 1814; e ibid., exp.
3. Lista de la revista del Regimiento de San Luis, 15 de febrero de 1816.
41
  No hemos incluido a los sargentos, de los que ya hemos hablado, porque la información sobre
estos está en hojas de servicio, que aportan datos distintos que las filiaciones, ni tampoco a los miem-
bros del pie veterano, ya que el estudio se centra en los milicianos, no en militares profesionales.

344
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

(52%), dedicado al trabajo del campo (44%), mestizo (59%), analfabeto


(90%) y soltero (80%). Habría nacido en la región potosina (76%), estaría
avecindado en ella (80%), y se habría alistado de forma voluntaria por diez o
doce años en alguna localidad de la provincia (74%).42 Pero, analizando los
datos pormenorizadamente, podemos sacar a la luz algunas cuestiones que
nos ayudarán a conocer más de cerca a la tropa que luchó en los regimientos
potosinos durante la guerra de independencia.

2.1. Servir bajo una bandera

En octubre de 1810 Calleja reunió en la hacienda de la Pila a unos 3100


hombres entre milicianos y voluntarios. La mayoría, unos 2000, eran peones
de haciendas, labradores y vaqueros, y el resto, también dedicados mayorita-
riamente a labores de campo, procedían de pueblos, tanto de la región del
Altiplano como de Rioverde. Algunos no reunían las condiciones que consi-
deraba necesarias, sobre todo buena parte de los indios, por lo que no fueron
alistados.43 Los demás, unos 2800, fueron la base del que sería el mayor
ejército realista de la primera etapa de la guerra.44
Según su pertenencia a uno u otro cuerpo, podemos apreciar algunas
importantes diferencias entre los miembros de la tropa. El 45% de los solda-
dos que forman la base de datos, 369, sirvieron en el Regimiento de San
Carlos; también un importante número de ellos, 308 (37%), lo hicieron en el
de San Luis, y 126 (15%) formaban parte del Batallón de Infantería (Tama-
rindos). Tan solo 26 (3%) eran de los Fieles del Potosí.45 La mayoría de los
milicianos del Batallón de Infantería, al contrario de lo que sucedía con los
otros cuerpos, habían nacido fuera de la provincia potosina (61%), funda-
mentalmente en México (24%) y Guanajuato (19%). Además, el porcentaje
42
  La base de datos consta como hemos dicho de 829 entradas en la que se registran los siguien-
tes campos: 1) regimiento y compañía de alistamiento, 2) nombre del miliciano, 3) lugar de naci-
miento, 4) vecindario, 5) edad, 6) estado civil, 7) profesión, 8) color, 9) grado de alfabetización, y 10)
fecha, 11) lugar, y 12) tiempo de alistamiento.
43
 AGN, Operaciones de Guerra, vol. 91, exp. 57. Orden del comandante Calleja al capitán
Cortina, la Pila, 24 de octubre de 1810.
44
  La mayoría eran originarios de poblaciones y haciendas de las subdelegaciones de San Luis y
Santa María del Río, y también había un importante contingente procedente de los partidos Charcas
y El Venado. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 187 y 188.
45
  La representación de milicianos de los Fieles del Potosí es simbólica, ya que este cuerpo tuvo
en todo momento más de 400 plazas.

345
juan josé benavides martínez

de analfabetos y de labradores era sensiblemente menor y había muchos más


dedicados a un oficio manual.46 También habría que destacar que la tropa del
Regimiento de San Carlos era casi en su totalidad potosina (95%), sobre todo
de las subdelegaciones de Charcas y El Venado (71%), la circunscripción de
este cuerpo, y que casi la mitad provenían de haciendas y ranchos (46%).47
Por su parte, en el Regimiento de San Luis, formado por un 77% de tropa
potosina, predominaban los milicianos nacidos en la jurisdicción en que se
creó, las subdelegaciones de San Luis y Santa María del Río (70%).48

2.2. Dejar las herramientas para coger las armas

La documentación consultada ofrece información sobre las profesiones


de 800 de los milicianos. Gracias a estos datos podemos conocer la importan-
cia cualitativa y cuantitativa de los distintos oficios en la época y regiones es-
tudiadas. En total, encontramos cincuenta oficios diferentes, pero para un aná-
lisis global se pueden clasificar en siete categorías, además de los «sin oficio»:
1.  Campesinos (365 / 44%).49 Prácticamente todos los hombres de cam-
po que integraban estas milicias (93%) eran vecinos de la provincia potosina,
y la mitad de ellos residían en ranchos y haciendas.
2.  Oficios (145 / 18%).50 Algo más de la tercera parte de los milicia-
nos que se dedicaban a un oficio manual antes de alistarse procedían de
fuera de San Luis, un dato que contrasta con el claro predominio de las
actividades del campo entre los potosinos. También el grado de alfabetiza-

46
  La media de analfabetismo en los otros tres regimientos era de un 95%, pero entre la tropa del
Batallón de Infantería era del 76%. En cuanto a su profesión, solo el 22% de los Tamarindos eran
campesinos, cuando la media de los otros cuerpos rondaba el 50%. Además el 36% se dedicaba a
algún oficio, más del doble de la media (17%).
47
  Solo el 33% del total de milicianos procedían de haciendas y ranchos.
48
  Esta proporción era mucho mayor a la media, ya que los soldados nacidos en la subdelegación
de San Luis eran el 29% del total.
49
  Engloba a tlachiqueros (29), vaqueros (19), pastores (9), rancheros (3), y labradores, que eran
la mayoría (305). Los tlachiqueros eran los encargados de sacar el líquido del maguey (tlachique) con
el que se elaboraba el pulque.
50
  Se incluyen: zapateros (25), carpinteros (15), panaderos (14), jarcieros (13), albañiles (12),
sastres (10), herreros (9), sombrereros (7), plateros (6), curtidores (4), barberos (3), cigarreros (3),
veleros (3), adoberos (2), armeros (2), canteros (2), manteros (2), silleros (2), varilleros (2), gamuce-
ros (1), ladrilleros (1), latoneros (1), olleros (1), pintores (1), raspadores (1), serradores (1), talabar-
teros (1), tejedores (1).

346
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

ción entre los hombres encuadrados en esta categoría estaba por encima de
la media.51
3.  Minas (93 / 12%).52 Aunque la mayoría de la población se dedicaba a
tareas agroganaderas, la minería era la actividad económica fundamental de
la región potosina. Eso explicaría que el 87% de los mineros fueran origina-
rios de la provincia, mientras que era una actividad residual entre los proce-
dentes del resto del virreinato.
4.  Transporte (84 / 10%). Engloba a los arrieros (79) y a los carreteros (5).
5.  Obrajeros (71 / 8%). Forman un grupo de difícil clasificación, ya que
si se ocupaban en pequeños negocios familiares podrían incluirse en la cate-
goría de oficios, pero si se tratara de empleados de grandes obrajes tendrían
que formar una categoría aparte. La mayoría residían en la provincia potosi-
na (89%), donde la actividad textil, al contrario que en Querétaro y Gua-
najuato, no estaba excesivamente desarrollada,53 pero, como no tenemos la
certeza de que trabajaran en pequeños negocios, hemos preferido dejarlos
como un grupo diferenciado. Simplemente, cabría destacar que la propor-
ción de mestizos era superior a la media y, en consecuencia, la de blancos era
más baja.54
6.  Comerciantes (17 / 2%).55 Eran propietarios de pequeñas tiendas o
empleados del comercio, ya que los grandes y medianos comerciantes solían
ocupar las oficialías.
7.  Sin Oficio (14 / 2%): Catorce de los 829 milicianos que conforman
esta base de datos no poseían ningún oficio. Casi todos eran menores de die-
ciséis años.
8.  Varios (11 / 1%): En esta categoría, casi testimonial, se incluyen ofi-
cios poco frecuentes y que no encajan con ninguna de las seis categorías
anteriores: músicos (7), escribientes (1), estudiantes (1), sirvientes (1) y me-
ritorio de aduana (1).

51
  La cuarta parte de los milicianos que sabían leer y escribir se dedicaban a un oficio. En esta
categoría los analfabetos representaban el 85%, cuando la media de la tropa era del 91%.
52
  Eran operarios (59), mineros (31), y reparadores (3).
53
  García Bernal, Manuela Cristina, «Explotación agropecuaria en Nueva España…», p. 189.
54
  Los mestizos representaban el 68% de los obrajeros y los blancos el 29%, cuando la media
general era del 58% para los primeros y 37% para los segundos.
55
  En esta categoría se incluyen: comerciantes (12), carbonero (1), frutero (1), nevero (1), tratan-
te (1), vinatero (1).

347
juan josé benavides martínez

2.3. Los jóvenes solteros van a la guerra

La tropa de los regimientos potosinos estaba formada por milicianos de


entre nueve y cuarenta y nueve años, que hemos dividido en cuatro grupos
para poder analizar con perspectiva.
1.  Hasta quince años (32 / 4%). Todos se alistaron como cadetes y tam-
bores con el permiso de un familiar mayor de edad. El 72% no eran potosinos
y dos terceras partes de ellos eran blancos. La mayoría servían en el Batallón
de Infantería (44%).
2.  De dieciséis a veinte años (432 / 52%). Eran el grupo mayoritario.
Abundaban especialmente los de dieciocho años (103) y los de veinte (197).
3.  De veintiuno a treinta años (312 / 38%). El 65% tenían menos de
veinticinco años.
4.  De treinta y uno a cuarenta y nueve años (50 / 6%). Su presencia era
escasa, especialmente entre los que superaban los cuarenta, que solo eran
doce. La mitad de ellos estaban casados.
El 80% del total de los milicianos era menor de veinticinco años, lo que
suponía una media inferior a la de la sociedad novohispana, en la que el gru-
po de edad mayoritario tenía entre veinticinco y cuarenta años. En las zonas
rurales, como la provincia potosina, el sector de población de entre dieciséis
y veinticinco años era el más escaso, porque muchos de los habitantes de esa
edad emigraban a medios urbanos en busca de trabajo.56 El hecho de que este
fuera el grupo predominante en estos regimientos, podría deberse a que, de-
bido a la situación de guerra que vivía el virreinato, en lugar de emigrar a
otras regiones en busca de un empleo en el comercio o en un obraje, estos
jóvenes decidieron alistarse como una opción para ganarse la vida. Además,
la media de edad tan baja de la tropa, veinticinco años, hacía que los solteros
fueran clara mayoría (80%).57 Los casados apenas representaban el 15%, y
solo la mitad de ellos tenían hijos.58 Su escasa representación podría deberse
a que por norma general, para minimizar el impacto de la guerra en la pro-
ducción económica y en el desarrollo natural de la sociedad, se trataba de
reclutar a jóvenes sin compromisos familiares. Además, no era habitual que

56
  Olmos Sánchez, Isabel, La sociedad mexicana en vísperas de la Independencia, 1787-1821,
Murcia: Universidad de Murcia, 1989, pp. 28-30.
57
  La media de población casada del virreinato era de entorno al 50%. Ibid., pp. 32 y 33.
58
  Además había 17 viudos, un 2%. Desconocemos el estado civil del 3% restante.

348
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

los hombres que debían mantener una familia se alistaran, sabiendo que iban
a pasar varios años lejos de su casa.59

2.4. Una guerra para todas las razas

Para referirse al color de piel de los milicianos se utilizaban diferentes


términos, pero todos ellos podemos dividirlos en tres tipos raciales dife­
rentes:
1.  Trigueño (485 / 59%). Referido a la población mestiza, que era la
mayoritaria. Más de la mitad de los que servían en el Regimiento de San
Carlos pertenecían a este grupo racial (54%).60
2.  Blanco (306 / 37%). En la documentación se les denomina, además
de blancos, rosados, buenos y aperlados. Casi la mitad servían en el Regi-
miento de San Luis (46%). Su proporción entre los milicianos no potosinos
era superior a la media, al igual que su grado de alfabetización. Además, gran
parte de ellos se dedicaban a oficios manuales (47%).61
3.  Morenos (20 / 2%): Referido a la población negra y mulata. Su pre-
sencia en los cuerpos milicianos potosinos era testimonial.62

2.5. Firmar (o marcar una cruz) para servir

Al igual que en el resto del virreinato, el nivel de alfabetización de los


milicianos potosinos era muy bajo. Tan solo 77, el 9%, sabían leer y escri-
bir.63 El resto, al no poder firmar, sellaban su compromiso con una cruz. To-
dos los casos estudiados son alistamientos voluntarios, aunque puede que a
algún condenado por la justicia se le conmutara la pena a cambio de ciertos
59
  Asimismo, la familia podía ser un argumento usado por los soldados para solicitar su retiro.
AGN, Indiferente Virreinal, C. 5831, exp. 25. Solicitudes de retiro del Regimiento de San Carlos,
México, 24 de mayo de 1815.
60
  Representaban tres cuartas partes del total de mestizos recogidos en la base de datos.
61
  El 19% de los milicianos eran vecinos de otras regiones del virreinato, pero, tomando en
consideración solo a los blancos, eran el 27%. Su nivel de analfabetismo era del 85%, por debajo de
la media (91%).
62
  En 18 casos, el 2%, no se especifica el color del miliciano.
63
  La mayoría eran blancos (57%) y vecinos de fuera de San Luis (65%). También cabría señalar
que la mayor parte servían en el Batallón de Infantería (39%), mientras que solo representaban el
10% de la tropa del Regimiento de San Carlos.

349
juan josé benavides martínez

años de servicio.64 Hay tres factores que definen el tipo de alistamientos re-
cogidos en las filiaciones:
1.  Fecha. Conocemos la fecha en que se alistaron 782 milicianos, todos
ellos entre 1810 y 1817. El 82% lo hicieron en 1813 (141), en 1815 (101) y
en 1816 (438). Cabe la posibilidad de que se hayan perdido los datos de al-
gunos años, o que no los hallamos localizado, lo que explicaría estos fuertes
contrastes; pero, en todo caso, el gran número de reclutamientos de 1816
(53% del total) se debió a que en ese año se aumentaron las plazas de los
Fieles del Potosí (de 450 milicianos a 765) y del Regimiento de San Luis (de
357 a 638).65 Desconocemos las razones de este incremento, que se produjo
durante la primera mitad del año, pero todo apunta a que se debió a una orden
superior, del virrey Calleja, y obedecía a cuestiones estratégicas del plan de
defensa que aplicó en el virreinato.66
2.  Lugar. Los milicianos de los que tenemos datos se alistaron en 38
lugares diferentes, 22 de ellos de la región potosina y 16 del resto de Nueva
España. Tres cuartas partes se alistaron en la provincia, especialmente en San
Luis, El Venado y Matehuala, y la mayoría del resto lo hicieron en México.
3.  Tiempo de servicio. La mayor parte de los hombres que se alistaron
en las milicias potosinas lo hicieron para servir diez o doce años (78%).67

2.6. Potosinos y novohispanos luchando por el rey

Por su origen podemos clasificar a la tropa en tres categorías: potosinos,


naturales del resto de Nueva España y otros.

64
  En lo referente a los regimientos potosinos tan solo hemos encontrado algún caso excepcio-
nal. AGN, Indiferente Virreinal, C. 666, exp. 24. Petición de José Bruno Aguilar, preso en la cárcel
de la Acordada, solicitando que se le permita servir en el Regimiento de San Carlos, México, 28 de
septiembre de 1813; y AGN, Infidencias, vol. 179, exp. 48. Causa por robo e infidencia contra Sixto
López, Ricardo Ruiz, Basilio y Francisco Flores, San Luis Potosí y México, 1815-1817.
65
  AGMM, México, 5373. Estado de fuerza de las fuerzas realistas de Nueva España, Veracruz,
29 de febrero de 1816; y AGI, México 2345. Estado de fuerza de la tropa provincial y veterana de
Nueva España, México, 30 de septiembre de 1816.
66
  Nuestra hipótesis es que el virrey viera la necesidad de aumentar la presencia de tropas en
ciertos puntos y ordenara nuevas reclutas para los cuerpos que ocupaban esos destinos.
67
  Tan solo el 10% se alistaron por un periodo de ocho años, y el 12% restante lo hicieron sin un
tiempo de servicio determinado. La mayoría de estos últimos eran músicos (tambor, trompeta, clarín
y pito), soldados distinguidos y cadetes.

350
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

1.  El 76% de los milicianos (630) habían nacido en la provincia potosi-


na. Casi todos eran originarios de las subdelegaciones de San Luis, Charcas,
El Venado y Santa María del Río (95%). La presencia de tropas del resto de
las subdelegaciones era testimonial, probablemente, debido a que Valles y
Rioverde, pertenecían a la jurisdicción del Cuerpo de Frontera del Nuevo
Santander, y Guadalcázar y Salinas eran las subdelegaciones menos pobla-
das de la región.68 La mayoría de la tropa del Altiplano potosino había nacido
en pueblos y villas (60%), pero había un componente de cierta importancia
que procedía de haciendas y ranchos, las principales unidades de producción
económica de la región.69
2.  El 23%, 193 milicianos, había nacido en otras regiones de Nueva
España. Su notable presencia (casi la cuarta parte de unos cuerpos que, en
principio, eran exclusivamente potosinos) se debía a la necesidad de cubrir
las bajas que se producían durante la campaña alistando nuevos reclutas en
las regiones por las que pasaban los regimientos. La gran mayoría (154) pro-
cedían de: Zacatecas (74), casi la mitad de ellos de Sierra de Pinos, que for-
maba parte de la brigada potosina; de México (46) y de Guanajuato (34).70 La
abundante presencia de zacatecanos y guanajuatenses podría deberse a las
estrechas relaciones económicas, comerciales y personales entre estas regio-
nes con San Luis por su proximidad, pero también a que las milicias potosi-
nas actuaron en el territorio de ambas intendencias y reclutaron allí a algunos
hombres. En cuanto a los procedentes de México, al ser el núcleo más grande
y poblado del virreinato, era habitual hacer reclutas allí, ya que había más
posibilidades de encontrar hombres dispuestos a alistarse.71
3.  También cabría señalar la presencia de seis milicianos nacidos fuera
de Nueva España, cinco de ellos peninsulares (un vizcaíno, un gallego y tres
gaditanos), y un criollo de Maracaibo (Nueva Granada).72
El lugar de nacimiento no siempre coincidía con el vecindario. La terce-
ra parte de los milicianos residían en poblaciones en las que no habían naci-

68
  21 milicianos procedían de Guadalcázar, cinco de Rioverde y Valles y ninguno de Salinas.
69
  El 32% de los milicianos habían nacido en ranchos o haciendas, pero entre los potosinos eran
el 40%.
70
  La aportación de otras regiones se reducía a 38 milicianos: quince de las Provincias Internas,
nueve de Guadalajara, ocho de Puebla, cuatro de Michoacán, uno de Veracruz y uno de Tlaxcala.
71
  Archer, Christon, «Ciudades en la tormenta…», pp. 345-347.
72
  Los peninsulares eran miembros de los Voluntarios de Fernando VII y se alistaron en México
en 1812 para servir en el Regimiento de San Luis como cadetes. El neogranadino era un escribiente
de cuarenta años, blanco, que se alistó en Zacatecas en el Batallón de Infantería.

351
juan josé benavides martínez

do, aunque casi todos en la misma región.73 El 80%, 665, eran vecinos de la
provincia potosina, fundamentalmente de las subdelegaciones de San Luis,
Charcas y El Venado.74 El 20% restante residían mayoritariamente en las in-
tendencias de México, Zacatecas y Guanajuato.75 Entre estos dos grupos se
pueden observar cuatro importantes diferencias:
1) Profesión. La mitad de los vecinos de San Luis se dedicaban a tareas
agroganaderas, pero tan solo eran campesinos el 17% de los que residían en
el resto del virreinato, cuya proporción entre los que se dedicaban a oficios
manuales era el doble, el 30%.
2) Regimiento. Los vecinos de fuera de la región potosina eran mayoría
en el Batallón de Infantería (60%). Esto podría deberse a que los potosinos
tenían mejor predisposición para el servicio montado.76
3) Raza. Casi la mitad de los milicianos residentes fuera de la provincia
de San Luis eran blancos (49%), mientras que este tipo racial era solo la ter-
cera parte entre los potosinos. 4) Alfabetización. El grado de alfabetización
entre los vecinos de otras regiones de Nueva España (30%) era muy superior
a la media de los de San Luis (4%).
Por tanto, podríamos hablar de dos tipos de milicianos de los regimien-
tos potosinos durante la guerra. La práctica totalidad eran jóvenes y sin com-
promisos familiares, pero los vecinos de la provincia de San Luis eran pre-
dominantemente hombres de campo, mestizos, analfabetos y que servían en
los cuerpos de dragones, mientras que entre los procedentes de otras regiones
del virreinato, en gran parte alistados en el Batallón de Infantería, había un
importante componente de blancos, dedicados a oficios y que estaban alfabe-
tizados.

73
  Un 36% de los milicianos tenían un vecindario diferente a su lugar de nacimiento, pero solo
había 43 vecinos de la provincia potosina que no habían nacido en San Luis y doce potosinos avecin-
dados en otras regiones de Nueva España.
74
  Solo 34 milicianos residían en las otras subdelegaciones de la provincia. El 61% eran vecinos
de poblaciones, la mayoría de Matehuala, San Luis y El Venado. El resto vivían en haciendas y
ranchos.
75
  La aportación del resto apenas representa el 3%.
76
  En una región ganadera como San Luis, la gran mayoría de sus habitantes estaban habituados
a usar el caballo en su vida cotidiana, una actividad que, sin embargo, podía resultar extraña a los
reclutas procedentes de otras regiones, como de la ciudad de México.

352
Gráfico 8.  Diferencias entre milicianos potosinos y del resto de Nueva España durante la guerra.
GRAFICO 8
VECINOS DE SAN LUIS: 665

CUERPO PROFESIONES RAZAS ANALFABETISMO

Este

INFANTERÍA RESTO MINAS MORENOS LEEN Y ESCRIBEN

DRAGONES TRANSPORTE CAMPESINOS BLANCOS ANALFABETOS

OFICIOS MESTIZOS

353
VECINOS DE RESTO DE NUEVA ESPAÑA: 164

CUERPO PROFESIONES RAZAS ANALFABETISMO

INFANTERÍA RESTO MINAS MORENOS LEEN Y ESCRIBEN


DRAGONES TRANSPORTE CAMPESINOS BLANCOS ANALFABETOS

OFICIOS MESTIZOS
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas
juan josé benavides martínez

2.7. Y la guerra convirtió a los humildes milicianos


en soldados orgullosos

Como señalamos en el anterior capítulo, durante la guerra se forjó el


mayor ejército de la historia de América con cerca de 40 000 efectivos, lo
que supuso un gran cambio, sobre todo para los 25 000 milicianos que,
aproximadamente, lo conformaban. La tropa de los regimientos potosinos,
que acabamos de describir, estaba compuesta por hombres de un estrato so-
cial bajo, que se alistaron buscando progresar, como una opción para ganarse
la vida. Eran personas sumisas, no politizadas, que nunca habían usado ar-
mas y a las que su alistamiento les otorgó un nuevo estatus. Dejaron de ser
unos pobres campesinos o empleados de un negocio, de una mina o de un
obraje, y se convirtieron en soldados del rey, lo que, además del prestigio del
uniforme, conllevaba un fuero especial, que mantuvo la Constitución de Cá-
diz en 1812.77 Posiblemente, estas razones explicarían en parte que, a pesar
de las malas condiciones de vida de los soldados durante la guerra, las deser-
ciones fueran escasas.78 Asimismo, estas tropas pasaron varios años lejos de
sus lugares de origen recorriendo el virreinato, conociendo otros ambientes,
estableciendo relaciones de camaradería con sus compañeros (del mismo
origen social y geográfico o no) y, como militares en campaña, adquirieron
nuevos hábitos, generalmente poco recomendables.79

77
  El mantenimiento de los privilegios de los miembros del ejército se justificó como un premio
a sus sacrificios por la conservación del Estado y el bien de sus conciudadanos. AGN, Operaciones
de Guerra, vol. 765. Resolución de los problemas que propuso la comisión militar de 1813, León, 9
de diciembre de 1820.
78
  Según la información recogida en las listas de revista, las deserciones, si bien constantes, no
fueron numerosas. Generalmente, no superaban el 5% de la tropa y la mayoría se cubrían en el mis-
mo mes con nuevos reclutas. A modo de ejemplo, en los primeros ocho meses de 1818 hubo ocho
deserciones en el Batallón de Infantería de San Luis (Tamarindos). AGN, Indiferente Virreinal, C.
2964, exp. 10. Lista de desertores del Batallón de Infantería de San Luis, Valladolid, 7 de septiembre
de 1818.
79
  «En muchos casos, los soldados atacaron a los miembros más indefensos de la sociedad,
asaltando cultivos, matando y robando a gente desvalida que transportaba fruta, carne, verduras y
otros productos para la venta en mercados de aldeas y pueblos. Agredían a indios y miembros de
castas, robaban el dinero y objetos de valor a los civiles por las calles, asesinaban sin remordimiento
y devastaban la propiedad pública». Archer, Christon, «La militarización de la política mexicana, el
papel del ejército (1815-1821)», en Marchena Fernández, Juan y Kuethe, Allan, Soldados del rey:
el ejército borbónico…, pp. 257 y 258. En una situación de guerra y destinados lejos de sus lugares
de origen, era habitual que la tropa cometiese todo tipo de excesos. No todos se denunciaban, pero
los ejemplos de insubordinación (generalmente ligada al consumo de alcohol), robos e incontinencia
(violación) entre las tropas potosinas son innumerables.

354
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

Cuando, tras el restablecimiento de la Constitución en 1820, el temor


ante los cambios hizo que buena parte de los criollos novohispanos vieran
en la independencia la mejor salida posible, e Iturbide, un coronel milicia-
no, firmó la paz con los insurgentes y proclamó el Plan de Iguala, las fuer-
zas realistas lo apoyaron mayoritariamente, convirtiéndose en el Ejército
Trigarante. Los humildes milicianos potosinos, que conformaron la mayor
fuerza armada del continente, bajo las órdenes de oficiales de prestigio, ju-
raron las tres garantías (religión católica, independencia y unión e igualdad
de todos los mexicanos), asegurándose así el mantenimiento de su estatus
privilegiado.80

3. Un nuevo horizonte para las milicias


3.1. El esfuerzo potosino en la defensa

En septiembre de 1816 llegó a México Juan Ruiz de Apodaca,81 que se


hizo cargo de un virreinato prácticamente pacificado, pero sumido en una
grave crisis económica.82 Para mejorar la situación de las cajas reales, y ante
la imposibilidad de que llegaran las tropas necesarias para acabar con la re-
vuelta desde la península,83 Apodaca ordenó varias acciones contundentes de
80
  Los miembros del ejército seguirían manteniendo sus prerrogativas, lo que les situaba por
encima del resto de los ciudadanos. Esto supuso un peligroso precedente para los ejércitos de los
nuevos estados independientes, cuyos gobiernos no pudieron imponerse a los victoriosos generales
y a sus soldados, que querían mantener sus privilegios. Kahle, Gunter, El ejército y la formación del
estado…, p. 16.
81
  Natural de Cádiz, era hijo de un importante comerciante de origen alavés, Tomás Ruiz de
Apodaca. En 1769, con quince años, comenzó su carrera en la marina. Sus méritos e influencias fa-
miliares le permitieron ir ascendiendo y en 1812 fue designado capitán general de Cuba. Para más
detalles sobre Juan Ruiz Apodaca y sus orígenes familiares véase: Castellanos Escudier, Alicia y
San Martín de Artiaño, Francisco, «El teniente general de marina José Ruiz de Apodaca: sus cam-
pañas en Ultramar», en Navarro Antolín, Fernando (ed.), Orbis incognitus…, t. II, pp. 309-317; y
Jiménez Martínez de Lagrán, Silvia, «Estudio de la formación de una élite a través del rápido pro-
ceso de ascenso social de la familia Ruiz de Apodaca en el siglo xviii», en Soria Mesa, Enrique,
Bravo Caro, Juan Jesús y Delgado Barrado, José Miguel (coords.), Las élites en la época moderna:
la monarquía española, Córdoba: Universidad de Córdoba, 2010, t. II, pp. 295-304.
82
  La deuda calculada por el Tribunal de Cuentas era cinco millones de pesos superior a la que
había cuando Calleja se hizo cargo del virreinato (casi cuarenta millones sin contar otros 24 en con-
cepto de situados). Hamnett, Brian, Revolución y contrarrevolución…, pp. 108-110.
83
  En 1817 llegó a Nueva España el último contingente enviado desde la península, el Regimien-
to de Infantería de Zaragoza, un refuerzo insuficiente para acabar con las fuerzas insurgentes. Ar-
cher, Christon, «Historia de la guerra; las trayectorias…», p. 154.

355
juan josé benavides martínez

las fuerzas realistas, a las que siguieron una serie de indultos generales, que
produjeron un cambio de bando masivo entre los insurgentes.84 De esta for-
ma, para 1818 la paz era un hecho en la mayoría de las regiones y el virrey
pudo desmovilizar algunas compañías milicianas, reduciendo levemente las
fuertes cargas fiscales que pesaban sobre los habitantes. Sin embargo, los
problemas económicos continuaron.85 El grueso de las tropas establecidas
por Calleja se mantuvo, pero los insurgentes seguían cortando las comunica-
ciones habitualmente, lo que fomentaba la desmoralización del ejército y las
deserciones, por el retraso de los salarios y la falta de pertrechos. Además, las
relaciones entre criollos y peninsulares se fueron volviendo cada vez menos
amistosas.86
Los cuatro cuerpos formados en el Altiplano potosino siguieron en cam-
paña en diversos puntos del virreinato. Cabría destacar especialmente el pa-
pel jugado por varios oficiales de los Fieles del Potosí,87 como el teniente
coronel Matías Martín y Aguirre, navarro afincado en Catorce;88 y los capita-

84
  Los cabecillas rebeldes se convertían en realistas, acompañados de toda su fuerza, y seguían
practicando las mismas actividades, generalmente fuera de la ley, pero bajo otra bandera. Archer,
Christon, «La revolución militar de México…», pp. 168-170; y Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y
gobierno…, pp. 126-129.
85
  Durante el gobierno de Calleja se habían grabado actividades antes exentas y se habían subido
notablemente los impuestos preexistentes (las alcabalas pasaron del 6% al 16%). La reducción de la
presión fiscal fue una medida popular, pero no mejoró la situación de las cajas reales y el virrey si-
guió teniendo serias dificultades para pagar los intereses de los préstamos. Hamnett, Brian, Revolu-
ción y contrarrevolución…, pp. 110-114.
86
  Las unidades carecían de recursos suficientes para costear los gastos cotidianos y el equipa-
miento, que llevaba años sin ser reemplazado, y cuyo estado era tan deplorable que muchos soldados
se negaban a aparecer en actos públicos. Archer, Christon, «En busca de una victoria definitiva…»,
p. 436.
87
  24 oficiales del Regimiento de Fieles del Potosí fueron ascendidos en 1818 por diversas ac-
ciones contra los insurgentes en el sur, entre ellos el coronel José Gabriel Armijo, que se ganó el
grado de ejército. AGMM, México, 5389. Gracias concedidas por el rey a oficiales realistas por ac-
ciones contra los insurgentes, Madrid, 19 de octubre de 1818.
88
  Era administrador de las minas de su tío Francisco y se unió al ejército de Calleja en la hacien-
da de la Pila como capitán de los Fieles del Potosí. Sus acciones de mérito a lo largo de la guerra,
especialmente, en las campañas del Ejército del Centro y en la lucha contra Morelos, le valieron el
ascenso a teniente coronel. En enero de 1817, tras un largo asedio, tomó por la vía diplomática la
fortaleza de Cóporo. El virrey Apodaca desaprobó las condiciones de la rendición, pero tuvo que
aceptarlas. Aguirre, ofendido, se mantuvo en un discreto segundo plano durante el resto de la guerra
y en abril de 1821 presentó su renuncia, tras rechazar el mando de los Fieles. Unos meses antes había
sido elegido diputado a Cortes por San Luis, empleo que le permitió regresar a la península. AGN,
Indiferente Virreinal, C. 3384, exp. 1. Francisco de Santiago al teniente coronel Parres, Celaya, 8 de
julio de 1821; Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. III, pp. 101-103; y Arrangoiz,
Francisco de Paula, México desde 1808 hasta 1867: relación de los principales acontecimientos

356
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

nes Miguel Barragán, natural del Valle del Maíz; y Manuel Gómez Pedraza,
afincado en Rioverde.89 También es reseñable la labor de algunos mandos del
Regimiento de San Luis, como Anastasio Bustamante, michoacano de naci-
miento, pero que ejercía como médico en la capital potosina antes de 1810,90
y el teniente coronel Eugenio Terán.91 Asimismo, el teniente coronel de los
Tamarindos, José Barradas, y el coronel de los Fieles, Félix de la Madrid
(ejercía de capitán), se distinguieron en varias acciones contra el insurgente
Bravo.92
San Luis, y en especial su capital, no había sido uno de los escenarios
principales del conflicto, pero también sufrió el impacto de la guerra.93 Aun-

políticos que han tenido lugar desde la prisión del virrey Iturrigaray hasta la caída del segundo
imperio, Madrid: A. Pérez Dubrull, 1871-72, t. I, pp. 335-338.
89
  Barragán comenzó a servir en los Fieles al inicio de la guerra como teniente, y sus méritos,
además del ascenso a capitán, le valieron la Cruz de Isabel la Católica. Tras la independencia llegó a
general y acabó siendo presidente de la república. Por su parte Gómez Pedraza siguió una carrera
muy similar. AGN, Indiferente de Guerra, 121a. Hojas de servicio de los oficiales del Regimiento de
Fieles del Potosí, México, 31 de diciembre de 1813; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San
Luis…, t. III, pp. 98-101.
90
  En 1808 entró a formar parte de la compañía de Voluntarios de Fernando VII creada por Ca-
lleja en la capital potosina, y en 1810 ocupó una oficialía subalterna en el Regimiento de San Luis.
Participó en las campañas del Ejército del Centro. Después estuvo destinado en Apan y participó en
la derrota de Francisco Javier Mina, tras la cual quedó destinado en el Bajío. Sus méritos le permi-
tieron ascender a coronel (aunque ejercía como capitán), y en 1818 fue recomendado para que se le
concediera la Cruz de Isabel la Católica. AGI, Estado, 32, N. 40. El virrey Apodaca al Secretario de
Estado, México, 30 de noviembre de 1818; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…,
t. III, pp. 110-115.
91
  Asturiano asentado en la capital potosina, se alistó como portaguión en el Regimiento de San
Luis en 1798. En 1810, cuando se formó el Ejército del Centro, era capitán. Participó en las batallas
de Aculco, Guanajuato, Calderón, Zitácuaro y Cuautla. Ascendido a teniente coronel destacó en va-
rias acciones en Puebla. AGMS, 1.ª, 1.ª, T-351. Hoja de servicios de Eugenio Terán, Tulancingo, 30
de noviembre de 1818.
92
  De la Madrid era un montañés que se alistó en 1810 como teniente en la Pila. Participó en las
campañas del Ejército del Centro y después luchó contra las gavillas rebeldes en el sur y centro del
virreinato, ganándose el ascenso a coronel. Por su parte, Barradas era un oficial veterano que fue
destinado a los Tamarindos en 1812 como ayudante mayor. Natural de Córdoba (España), comenzó
a servir en 1802 a la edad de trece años como guardiamarina. Fue herido en Trafalgar y tras luchar
contra los franceses en varias acciones, en 1812 pasó a Nueva España con el Regimiento de Lobera.
Al llegar a México fue destinado a los Tamarindos en el sitio de Cuautla, y desde entonces participó
en numerosas batallas que le valieron varios ascensos hasta llegar a coronel. Tras la proclamación de
la independencia regresó a España y se le concedieron las cruces de Isabel la Católica y de San Her-
menegildo. AGMS, 1.ª, 1.ª, M-106-77. Hoja de servicios del capitán Félix de la Madrid, Valladolid,
24 de enero de 1821; ibid., B-836. Hoja de servicios del coronel José Barradas, Madrid, 30 de di-
ciembre de 1823.
93
  Como hemos dicho, desde que en marzo de 1811 las fuerzas realistas recuperaran el control
de San Luis la región se mantuvo en calma, con la excepción del paso de Francisco Javier Mina.

357
juan josé benavides martínez

que la experiencia política propiciada por la crisis de la monarquía provocó


algunos cambios importantes en la provincia (proclamación de la Constitu-
ción, ayuntamientos por elección, diputados a Cortes, creación de la diputa-
ción provincial…), las disposiciones derogatorias por parte de Fernando VII,
tras su regreso al trono, fueron aceptadas sin mayor contratiempo.94 Sin em-
bargo, el estado de guerra hizo que la población viera modificada su vida
cotidiana, debido a los controles y restricciones que se impusieron: limita-
ción de reuniones para evitar altercados, control sobre la venta de alcohol,
dificultades para viajar a otras poblaciones…
Además de estos cambios, la economía local se vio afectada por la gue-
rra como en el resto del virreinato. Las ricas cajas reales de San Luis, que
antes de 1810 presentaban balances anuales positivos superiores a los
100 000 pesos (ver supra p. 296), debían financiar las tropas de la región,
tanto las asentadas de forma permanente como las que eran destinadas du-
rante un tiempo concreto (casi siempre para escoltar un convoy de plata),
buena parte de las de Guanajuato, cuyas cajas no alcanzaban para cubrir los
gastos, y también, con cierta frecuencia, debían enviar dinero para otros
cuerpos del ejército realista, generalmente para alguno de los formados en la
provincia.95 Asimismo, el ayuntamiento debía sostener las fuerzas locales de
patriotas. En 1813, cumpliendo la orden del virrey Calleja, se estableció en
San Luis el Batallón Mixto Urbano de Fieles Realistas, compuesto por cuatro
compañías de infantería, una de caballería y una de artillería, con una fuerza
total de 392 hombres,96 cuyo equipamiento (uniformes y armamento) y man-

Hubo una mayor presencia insurgente en el oriente de la provincia, una región alejada de los princi-
pales núcleos urbanos, y donde, tras la muerte del individuo que articulaba los poderes locales, José
Florencio Barragán (ver supra pp. 277), se produjo una fragmentación de las fuerzas políticas y mi-
litares. Rangel Silva, José Alfredo, «Milicias en el oriente…», p. 76. Sobre la guerra de independen-
cia en la Huasteca véase: Escobar Ohmstede, Antonio, «Las dirigencias y sus seguidores…»,
pp. 217-236.
94
  Bernal Ruiz, Graciela, «Campo realista y presencia insurgente…», pp. 276-277.
95
  Esta situación provocó continuas quejas del intendente, que ya en 1817 informaba al virrey de
que solo había 8000 pesos en las cajas, y se debían 154 000. Acevedo solicitó a Apodaca que las
cajas de San Luis quedaran exentas de pagar a las tropas de Guanajuato, porque sobrepasaban las
posibilidades de las mismas, pero la petición acabó siendo rechazada. AGN, Operaciones de Guerra,
vol. 94, exps. 1-96. Correspondencia del intendente Acevedo con el virrey Apodaca sobre pagos a
tropas y estado de las cajas reales, San Luis Potosí y México, 1 de enero de 1817 – 24 de diciembre
de 1818.
96
  El comandante del cuerpo era el regidor Miguel Flores y su segundo el alférez real Manuel de
la Gándara. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 93, exp. 8. Acta de la sesión del ayuntamiento de San
Luis, San Luis Potosí, 19 de junio de 1813.

358
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

tenimiento (sueldos), que rondaba los 7000 pesos al mes, debía sufragar el
cabildo.97 También se creó una Compañía de Voluntarios Rurales de San
Luis, con cien plazas fijadas en las haciendas y barrios del entorno de la ca-
pital, cuyos gastos corrían a cargo del ayuntamiento,98 al igual que los sala-
rios de las compañías de patriotas de otras poblaciones de la región que fue-
sen destinadas a San Luis como refuerzo o para escoltar un convoy.99
El sostenimiento de toda esta estructura militar suponía un elevado coste
para los potosinos,100 que, a pesar de que hubiesen descendido sus ingresos,
debían servir en las milicias urbanas, pagar cada vez más impuestos y alojar
a las tropas.101 En principio, las contribuciones debían ser proporcionales al
nivel de riqueza del donatario, pero en momentos de máxima necesidad casi
siempre los comerciantes eran los principales perjudicados, lo que provocó
frecuentes protestas entre los miembros de este sector.102 Además, la delicada
situación económica de la provincia se veía agravada con la salida regular de

97
  El coste no era regular, porque dependía del número de hombres que habían realizado servicio
(a cinco reales los sargentos y cuatro los soldados y cabos), pero suponía un importante esfuerzo para
el ayuntamiento. AGN, Indiferente Virreinal, C. 2061, exp. 11. Juan de Arquidi al virrey Calleja
quejándose de la falta de recursos para los patriotas de San Luis, San Luis Potosí, 2 de julio de 1813;
e ibid., C. 2742, exp. 23. Extracto de la revista del Batallón Mixto Urbano de San Luis, San Luis
Potosí, 3 de agosto de 1819.
98
 AGN, Indiferente Virreinal, C. 3230, exp. 37. Revista de la Compañía de Fieles Realistas
Rurales, San Luis Potosí, 30 de enero de 1818.
99
  Los propios miembros de estas compañías debían costear sus gastos, pero si eran destinadas
a la capital para cumplir con un cometido concreto, debía encargarse el cabildo potosino.
100
  En abril de 1821 había en San Luis tropas de cuatro regimientos del ejército enviados desde
la península (Zaragoza, Extremadura, Zamora e Infantería de Don Carlos), de dos cuerpos provincia-
les (Dragones de San Luis y de Moncada), los fieles urbanos y rurales de San Luis, y varias compa-
ñías de voluntarios realistas de: Santa María del Río, Valle de San Francisco, Salinas del Peñón
Blanco, El Venado, Guadalcázar, Catorce y Matehuala. AGN, Indiferente Virreinal, C. 6133, exp. 39.
Listas de revista de las fuerzas de guarnición en San Luis, San Luis Potosí, 30 de abril de 1821.
101
  La movilización de los vecinos para cumplir sus obligaciones como voluntarios y los im-
puestos forzosos para su sostenimiento significaron grandes privaciones para la población. Archer,
Christon, «Historia de la guerra; las trayectorias…», p. 147.
102
  Los comerciantes eran los principales interesados en mantener la tranquilidad en la región
para que pudiesen progresar los negocios, pero con el paso de los años los requerimientos no descen-
dían y comenzaron las quejas. Ya en 1813 solicitaron que se les eximiera del pago de un impuesto del
2% sobre sus ventas para el Batallón Mixto Urbano. En 1817, Apodaca ordenó al intendente que
pidiera un préstamo a los comerciantes de la ciudad, pero estos solo aportaron 3100 pesos y tres
meses después solicitó 6000 pesos más al ayuntamiento. AGN, Indiferente Virreinal, C. 502, exp. 8.
Varios comerciantes de San Luis al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 29 de octubre de 1813; AGN,
Operaciones de Guerra, vol. 94, exp. 16. El intendente Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí,
4 de abril de 1817; e ibid., exp. 36. El intendente Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 2 de
julio de 1817.

359
juan josé benavides martínez

un buen número de hombres jóvenes para cubrir algunas de las bajas de los
regimientos potosinos que servían en otras partes del virreinato.103 En estas
circunstancias, que afectaban a todos los habitantes de la región, empezó a
generarse un resentimiento hacia las autoridades, en especial las militares,
que eran peninsulares, y la población fue mostrándose cada vez más reacia a
cumplir sus órdenes.104
En medio de esta complicada situación, la relación entre las dos mayores
autoridades de la provincia, el intendente Acevedo y el comandante Torres
Valdivia, fue de lo más conflictiva. En principio, la figura del intendente es-
taba por encima, pero el estado de guerra otorgó un mayor peso al coman-
dante. El enfrentamiento entre ambas personalidades se originó con la llega-
da de Torres en 1812, y se debió a una lucha de egos por el poder. En 1817,
el intendente trató de imponerse al poder militar con el apoyo del ayunta-
miento, y propuso a los oficiales que debían ocupar las vacantes del Batallón
Mixto Urbano de San Luis, una prerrogativa del comandante, lo que provocó
la queja de este.105 Esta disputa rutinaria, ya que cada vez que uno de los di-
rigentes consideraba que el otro menoscababa su autoridad enviaba un escri-
to al virrey, colmó la paciencia de Apodaca, que conminó a ambos personajes
a que trataran de relacionarse con normalidad. Los dos acataron la recomen-

103
  El intendente Acevedo se quejó al virrey y solicitó que las bajas de los cuerpos potosinos se
cubrieran exclusivamente con reclutas de las regiones donde estaban sirviendo, porque la continua
extracción de hombres jóvenes de la provincia agravaba la mala situación de la agricultura y la mi-
nería. Aunque no se oponía a realizar reclutas de gentes sin oficio y vagabundos, que en varias oca-
siones fueron enviados para servir en el Regimiento de San Luis. AGN, Indiferente Virreinal, C.
6115, exp. 2. Lista de individuos de San Luis Potosí para servir en el Regimiento de San Luis, Mé-
xico, 23 de mayo de 1817; y AGN, Operaciones de Guerra, vol. 94, exp. 101. El intendente Acevedo
al virrey Apodaca dando parte de los vagos aprehendidos y destinados al servicio de las armas, San
Luis Potosí, 31 de octubre de 1818.
104
  La población potosina no cumplió la orden de requisición de caballos de 1812, según la cual
todos los caballos debían quedar bajo el cuidado de las autoridades militares. El virrey pretendía
evitar que los insurgentes se hicieran con monturas, pero esta medida era totalmente inviable en la
región por la abundancia de ganado equino. Además, fueron constantes las resistencias de los habi-
tantes de San Luis frente a los métodos de recaudación obligatoria, como la lotería forzada y los
enteros, cuyos compradores eran apuntados en una lista junto con la cantidad que aportaban. Noyo-
la, Inocencio, Insurgentes y realistas…, pp. 116-136; y Bernal Ruiz, Graciela, «Sociedad y guerra:
Actitudes ante la…», p. 170.
105
  Torres Valdivia consideraba que el ayuntamiento solo tenía derecho a proponer los oficiales
del Regimiento de San Luis, pero el intendente argumentaba que podía hacer las propuestas para
cualquier cuerpo miliciano con cabecera en San Luis. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 92, exp. 61.
El intendente Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 24 de abril de 1817; e ibid., exp. 62. El
comandante Torres Valdivia al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 22 de agosto de 1817.

360
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

dación, pero no cambiaron de actitud,106 y los conflictos por las compañías de


fieles realistas prosiguieron, porque al comandante le interesaba tener el ma-
yor número de tropas posibles bajo sus órdenes para aumentar su influencia,
mientras que los poderes civiles preferían reducir la cifra, porque supondría
un menor gasto.107

3.2. Tras once años de guerra, la independencia

Con la reimplantación del liberalismo en España, después del pronun-


ciamiento de Riego en 1820, las élites criollas, hartas de la presión económi-
ca y de la amenaza de violencia permanente que llevaban sufriendo durante
años, empezaron a ver la sujeción a la Corona como un peligro para sus
bienes, posición y privilegios, en lugar de como una garantía, y comenzaron
a decantarse mayoritariamente por la independencia.108
En San Luis los conflictos entre las autoridades se recrudecieron cuando
en mayo de 1820 llegaron las noticias de la reinstauración de la Constitución
de 1812. El ayuntamiento se apresuró a elegir el nuevo cuerpo constitucional
para adaptarse a las circunstancias lo antes posible, y el intendente también
juró la Carta Magna convirtiéndose en jefe político.109 En septiembre se rea-
106
  Torres Valdivia llegó a solicitar que se le diera otro destino, porque se consideraba menospre-
ciado por el intendente. Por su parte, Acevedo se ofreció a poner todo de su parte para cumplir la
recomendación de Apodaca, pero a la vez manifestó que no entendía por qué se recriminaba el com-
portamiento de ambos, cuando el suyo había sido correcto y el del comandante inapropiado. AGN,
Operaciones de Guerra, vol. 94, exps. 7, 28, 61 y 91. Correspondencia entre el intendente Acevedo,
el comandante Torres Valdivia y el virrey Apodaca, San Luis Potosí y México, 7 de enero de 1817
– 11 de noviembre de 1817.
107
  En febrero de 1818 el virrey ordenó al comandante retirar del servicio todas las compañías
de infantería de fieles realistas de la región, porque había destinado a San Luis al Regimiento de In-
fantería de Zamora. El comandante cumplió el mandato, pero en mayo mandó levantar dos compa-
ñías con un total de 160 hombres. Esta medida fue rechazada por el intendente y el ayuntamiento y
Torres Valdivia tuvo que suspenderla, tras una nueva orden de Apodaca. AHESLP, Ayuntamiento,
1818. Acta de la sesión del cabildo de San Luis, San Luis Potosí, 27 de mayo de 1818; AGN, Opera-
ciones de Guerra, vol. 94, exp. 67. El intendente Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 5 de
febrero de 1818; e ibid., exp. 85. Representación del ayuntamiento de San Luis al virrey Apodaca,
San Luis Potosí, 4 de junio de 1818. Parece que Torres Valdivia quería contar con una tropa bajo sus
órdenes directas, ya que al Regimiento de Zamora, aunque quedara en su jurisdicción, no podría
controlarlo como a los fieles realistas.
108
  Archer, Christon, «Peanes e himnos de victoria…», pp. 256 y 257.
109
  El intendente y el comandante militar juraron la Constitución el 5 de junio, junto con las
autoridades de los barrios de San Luis. Al día siguiente fueron los militares de la 10.ª brigada los que
hicieron el juramento. El día 10 los carmelitas y los mercedarios, el 11 los agustinos, el 16 los juani-

361
juan josé benavides martínez

lizaron las elecciones de diputados a Cortes y para la diputación provincial,


una institución que presidiría Acevedo.110 El cabildo de la capital mantuvo un
duro enfrentamiento con este organismo y con el jefe político debido al con-
trol sobre ciertos arbitrios,111 en el que también se vio envuelto el comandan-
te militar Torres Valdivia.112 Las compañías de fieles realistas, convertidas en

nos y el 25 los franciscanos. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 92, exp. 78. El intendente Acevedo
al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 12 de julio de 1820; y Frasquet, Ivana, «Se obedece y se cumple.
La jura de la Constitución de Cádiz en México en 1820», en Álvarez Cuartero, Izaskun y Sánchez
Gómez, Julio, Visiones y revisiones de la independencia americana: la independencia de América…,
p. 242.
110
  El día 16 de septiembre se constituyó la junta electoral provincial, que quedó presidida por
el jefe político Acevedo, y el 17 se procedió a la elección de diputados a Cortes, en la que, al igual
que en 1813, hubo protestas por irregularidades en las elecciones de algunos partidos. El marqués del
Jaral, elector de la subdelegación de Santa María del Río, no pudo acudir por estar cortado el camino
desde la hacienda del Jaral, así que la junta quedó formada por siete electores, que eligieron como
diputados a Tomás Vargas, párroco de Guadalcázar, y Matías Martín y Aguirre, teniente coronel de
los Fieles del Potosí. Ambos tomaron posesión de sus cargos en Cádiz en mayo de 1821. Para enton-
ces ya se habían realizado en San Luis unas nuevas elecciones para los diputados del siguiente bie-
nio. Fueron elegidos Francisco Cendoya y Ramón Esteban Martínez de los Ríos, que no llegaron a
ocupar sus empleos, porque se proclamó la independencia. Noyola, Inocencio, Insurgentes y realis-
tas…, p. 86; ACD, DE, 8972. Actas de la elección de diputados a Cortes por San Luis, San Luis Po-
tosí, 18 de septiembre de 1820; ibid., 23230. Poder del diputado Matías Martín y Aguirre, Cádiz, 5
de mayo de 1821; ibid., 23262. Poder del diputado Tomás de Vargas; e ibid. 90818. Actas de la
elección de diputados a Cortes por San Luis, San Luis Potosí, 10 de marzo de 1821.
111
  La Constitución establecía que la diputación provincial, presidida por el intendente, supervi-
saría la financiación de los cabildos. Molina Martínez, Miguel, «De cabildos a ayuntamientos…»,
p. 152.
112
  En septiembre de 1820 se celebraron las elecciones y en noviembre se constituyó la diputa-
ción. Acudieron los tres diputados elegidos en San Luis (Juan Vicente de Arce, José María Semper y
Manuel Fernando Ortiz de Zárate), pero solo uno de Guanajuato. Esta circunstancia hizo que el ca-
bildo solicitara su disolución por ser ilegítima, pero Acevedo amenazó con encarcelar a cualquiera
que apoyase esa postura y solicitó el apoyo del comandante, que se negó para evitar males mayores.
La respuesta del ayuntamiento fue enviar una dura representación a la Corte, solicitando el cese del
jefe político, acusándole de estar interesado en la diputación solo para tener más poder. La situación
se complicó más todavía con un decreto de las Cortes que variaba la composición de la diputación.
Guanajuato pasaría a formar parte de la de Michoacán mientras que Zacatecas se uniría a la de San
Luis. Cf. Bernal Ruiz, Graciela, «Campo realista y presencia insurgente…», p. 174; AGI, México,
3043. El jefe político Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 30 de septiembre de 1820; ibid.,
1680. Representación al rey del ayuntamiento constitucional de San Luis, San Luis Potosí, 3 de fe-
brero de 1821; AGMM, México, 5388. Decreto de las Cortes estableciendo que la provincia de
Zacatecas forme parte de la Diputación de San Luis Potosí y Guanajuato de la de Michoacán, Ma-
drid, 6 de noviembre de 1820; AGN, Ayuntamientos, vol. 206. Expediente sobre el conflicto entre el
ayuntamiento constitucional de San Luis y la diputación provincial, San Luis Potosí, 17 de noviem-
bre de 1821 – 19 de febrero de 1821. Sobre el funcionamiento de la diputación provincial de San Luis
véase: Monroy Castillo, María Isabel (ed.), La Diputación Provincial de San Luis Potosí: actas de
sesiones, 1821-1824, México: Instituto Mora, El Colegio de San Luis, 2012, 2 vols.

362
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

milicia nacional por la Constitución, también fueron objeto de disputas entre


las diferentes instituciones.113 En un primer momento, el ayuntamiento quiso
retirarlas del servicio por considerarlas un gasto inútil, para lo cual contó con
el apoyo de Acevedo. Torres Valdivia se opuso, alegando que eran las únicas
tropas que quedaban en la ciudad, y como la decisión de disolverlas debía
consensuarla el jefe político y el comandante, que no estaban de acuerdo, las
compañías siguieron en servicio.114 Sin embargo, solo unos meses después,
el cabildo se enfrentó a Acevedo por el control de los fondos para el Batallón
Mixto Urbano. La Constitución establecía que la gestión de los presupuestos
de las milicias nacionales correspondía a los ayuntamientos, así que, ante la
oportunidad de controlar una importante cantidad de recursos, el cabildo de
San Luis cambió de opinión con respecto a estas fuerzas.115
Como hemos señalado, la reimplantación de la Constitución de 1812
reavivó los debates sobre autonomía o independencia.116 Se formaron multi-
tud de grupos en los que también participaban oficiales realistas interesados
en terminar la guerra y reflotar la economía del país.117 En México varios
miembros de la élite, que se reunían en la iglesia de La Profesa, elaboraron

113
  La milicia nacional era una fuerza armada compuesta por ciudadanos y regida por los ayun-
tamientos, cuyo servicio era un derecho y un deber constitucional. Era la institución que garantizaría
la defensa del nuevo sistema. Chust Calero, Manuel, «La nación en armas. La Milicia Cívica en
México, 1821-1835», en Rodríguez O., Jaime E. (coord.), Revolución, independencia y…, pp. 279-
281.
114
  AHESLP, Ayuntamiento, 1820. Acta de la sesión del cabildo de San Luis, San Luis Potosí, 16
de junio de 1820.
115
  Sin embargo, el fiscal de hacienda pública aprobó una reducción de plazas de fieles realistas
en San Luis para abaratar su coste. A las autoridades virreinales no les interesaba que fuesen una
fuerza numerosa porque con la excusa de los gastos militares el cabildo podría reducir la cantidad
de plata que cada mes se enviaba a la capital, aproximadamente el 15% del total que llegaba desde
diversos puntos del virreinato. AGN, Ayuntamientos, vol. 225. El fiscal de hacienda nacional de
México al jefe político de San Luis, México, 21 de febrero de 1821; AGMM, México, 5368. Partes
mensuales del estado de Nueva España del virrey Apodaca, México, 1820; e ibid., 5369. Partes men-
suales del estado de Nueva España del virrey Apodaca, México, 1819.
116
  Sobre el debate que suscitaron en las Cortes de 1820 las propuestas de autogobierno de los
diputados americanos, véase: Frasquet, Ivana, ««Ciudadanos: ya tenéis Cortes». La convocatoria de
1820 y la representación americana», en Rodríguez O., Jaime E., Las nuevas naciones…, pp. 145-
167; e ibid., «La cuestión nacional americana en las Cortes del Trienio Liberal, 1820-1821», en Ro-
dríguez O., Jaime E., Revolución, Independencia y…, pp. 123-157.
117
  En estos grupos se discutían diversas ideas: expulsar a los españoles o prohibirles el acceso
a cargos públicos, restablecer el absolutismo, establecer una monarquía constitucional, una república
central, una república federal… Los comandantes realistas también participaron porque con la Cons-
titución vieron socavados sus poderes frente a los ayuntamientos y otras innovaciones administrati-
vas. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 144-147.

363
juan josé benavides martínez

un plan para la independencia de Nueva España que pondría fin a la guerra.


Eligieron a Agustín de Iturbide, coronel miliciano de Valladolid y uno de los
oficiales más relevantes del ejército realista, para llevarlo a cabo y presiona-
ron al virrey para que lo nombrara comandante del Ejército del Sur, donde se
asentaba el principal cabecilla insurgente, Guerrero.118 En enero de 1821
Iturbide le propuso una alianza en Acatempan que se sustentaría sobre el
denominado Plan de Iguala, que proclamaron en febrero. Este acuerdo ga-
rantizaba tres puntos fundamentales: la independencia de Nueva España, la
igualdad de todos los ciudadanos novohispanos y la religión católica. Se
trataba de un plan político-militar que invitaba a las fuerzas realistas, tanto
veteranas como milicianas, a transformarse en «ejército libertador», defen-
sor de estas garantías.119 Los altos mandos, peninsulares en su mayoría, lo
rechazaron, pero fue apoyado masivamente por la oficialidad con sus tropas,
unos 30 000 efectivos. Esta adhesión mayoritaria se debió fundamentalmen-
te a su mensaje de paz, unidad y estabilidad, pero también a que, en lo refe-
rente a las fuerzas armadas, disponía que se mantendrían los privilegios es-
tablecidos en las ordenanzas coloniales y que todos sus miembros formarían
el futuro ejército de la nueva nación conservando su rango. El 3 de marzo de
1821 se formó el Ejército Trigarante, compuesto por los oficiales y tropas
realistas e insurgentes que se adherían al Plan de Iguala.120 Ningún coman-
dante leal pudo organizar una respuesta y las ciudades más importantes del
virreinato fueron proclamando el Plan sin ofrecer apenas resistencia.121

118
  En 1820 el coronel del Regimiento de San Carlos, José Gabriel Armijo, con mala salud,
presentó su renuncia como comandante de la división de Acapulco. Apodaca designó a Iturbide como
su sustituto, un oficial desacreditado por los escándalos tras su mando en Guanajuato y comprome-
tido en conspiraciones. Archer, Christon, «La revolución militar de México…», pp. 172 y 173.
119
  Iturbide modificó el proyecto elaborado por el grupo de La Profesa, de carácter monárquico
conservador, para asegurarse un apoyo amplio de los diferentes sectores de la sociedad novohispana.
Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, p. 146.
120
  Se le denominaba Ejército Trigarante, porque defendía las tres garantías fijadas en el Plan de
Iguala: independencia, religión e igualdad de todos los mexicanos. Kahle, Gunter, El ejército y la
formación del estado…, pp. 89-92.
121
  Tras once años de conflicto, tanto los militares como la población daban muestras de agota-
miento por la contienda y el Plan de Iguala les ofrecía una salida ventajosa: una vez que las fuerzas
trigarantes se asentaban en las proximidades de una ciudad, enviaban un comunicado a las autorida-
des en el que se les prometía, si se adherían al Plan, que sus vidas y bienes serían respetados, no
habría desórdenes y tanto los militares como los funcionarios no perderían ninguno de sus derechos.
AGMM, México, 5375. Capitulaciones de Valladolid, Querétaro, Puebla y Durango, 20 de mayo de
1821 – 3 de septiembre de 1821.

364
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

Tal fue el caso de San Luis, donde a mediados de marzo, en plena efer-
vescencia política, con conflictos entre las autoridades y con una presión
creciente sobre sus cajas reales, llegaron las noticias de la sublevación de
Iturbide, que fue apoyada en Guanajuato por su comandante, Anastasio Bus-
tamante, oficial de los Fieles del Potosí.122 Varios oficiales del Regimiento de
San Luis, entre ellos Manuel Tovar, Nicolás Acosta y José Márquez, partie-
ron con sus compañías (algo más de cien hombres) a reunirse con los Fieles
en el Bajío.123 Fueron congregando las tropas diseminadas en diversos pobla-
dos y haciendas de la subdelegación de Santa María del Río, leyendo procla-
mas a favor de Iturbide, y a su paso por el Valle de San Francisco proclama-
ron la independencia y asaltaron el fielato de tabacos.124
El 22 de marzo se reunieron en casa de Torres Valdivia los miembros de
la diputación, del ayuntamiento, oficiales milicianos y vecinos principales
para hacer un frente común ante la propagación del Plan de Iguala. Sin em-
bargo, pronto empezaron a sospechar que el propio comandante era simpati-
zante del mismo, y en abril fue destituido.125 El teniente coronel del Regi-
miento de Zamora, Pedro Pérez San Julián, ocupó su lugar como interino, y
junto con varias compañías del 1.º batallón de Zaragoza,126 salió en busca de

122
  Al tener conocimiento del cambio de bando de este valioso oficial, el virrey Apodaca se refi-
rió a él como «ex-coronel Bustamante». Hamnett, Brian, «Anastasio Bustamante y la guerra de in-
dependencia (1810-1821)», Historia Mexicana, n.º 4, vol. 28, abril-junio 1979, El Colegio de Méxi-
co, México, p. 535.
123
  La fidelidad a la causa realista del capitán Tovar, hijo del que fuera sargento mayor y tenien-
te coronel del Regimiento de San Luis, ya era más que dudosa desde que en 1815 partiera al frente
de una fuerza hacia la hacienda de la Parada para socorrer al capitán Goyeneche, pero se dirigió a la
hacienda de Espíritu Santo. Posteriormente, en 1817, tuvo una actuación similar cuando las tropas de
Mina atacaron la hacienda de Peotillos, derrotando a las fuerzas del coronel Armiñan. Sin embargo,
pudo justificar su comportamiento (se limitó a cumplir las órdenes que le habían dado), así que fue
declarado inocente en ambas ocasiones. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 358a. Averiguación contra
el capitán Manuel Tovar por su conducta en la acción de la Parada, San Luis Potosí, 7 de febrero de
1815 – 28 de septiembre de 1815; e ibid., vol. 363a. Causa contra el capitán Manuel Tovar por su
conducta en su expedición contra Mina, San Luis Potosí y México, 19 de julio de 1817 – 14 de sep-
tiembre de 1818
124
  AGN, Operaciones de Guerra, vol. 92, exp. 87. Correspondencia entre el jefe político Aceve-
do y el alcalde del Valle de San Francisco, San Luis Potosí y Valle de San Francisco, 17 de marzo de
1821 – 22 de marzo de 1821.
125
  Las sospechas eran lógicas, porque dos de los capitanes que habían proclamado la indepen-
dencia en el Valle de San Francisco, Acosta y Márquez, eran sus ayudantes. AGN, Indiferente Virrei-
nal, C. 6255, exp. 2. Agustín Zambrano al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 25 de abril de 1821.
126
  Estaban destinadas en San Luis desde finales de 1820. AGMM, México, 5368. El virrey
Apodaca al comandante de las Provincias Internas de Oriente, México, 30 de enero de 1821.

365
juan josé benavides martínez

los oficiales rebeldes.127 Iturbide envió al coronel José Antonio Echávarri


para contenerlos, y cuando ambas fuerzas se encontraron en la hacienda de
la Villela, los realistas se rindieron sin luchar.128 Comenzaron entonces a reu-
nirse en la región las tropas del teniente coronel Moctezuma y del coronel
Bustamante, que enviaron al capitán Tovar como avanzadilla. El 25 de junio
Tovar mandó un comunicado a las autoridades potosinas, exhortándolas a
adherirse al Plan de Iguala. El jefe político no contaba con el apoyo del ayun-
tamiento y las nueve compañías de fieles que quedaban en San Luis no esta-
ban dispuestas a presentar batalla.129 Sin posibilidad de resistir, Tovar ocupó
la ciudad con el compromiso de no alterar el orden y proclamó la indepen-
dencia. No hubo disturbios y tampoco se aceptó la renuncia de los miembros
del cabildo, tan solo fue relevado el jefe político Acevedo, cuyo lugar fue
ocupado por el coronel Echávarri, que llegó a San Luis el 2 de julio. Las
autoridades locales se mantuvieron sin proclamar la independencia hasta
que, conscientes de lo que estaba sucediendo en el resto del virreinato, lo
hicieron el 7 de julio de 1821.130
El virrey Apodaca se vio superado por la situación, y el 5 de julio de
1821 entregó el mando al mariscal Francisco Novella, que trató de proteger
la capital ante el avance del Ejército Trigarante.131 Sin embargo, a finales de
127
  El Regimiento de Zamora tenía 740 hombres divididos en seis compañías. AGN, Indiferente
Virreinal, C. 4026, exp. 11. Revista del Regimiento de Infantería de Zamora, San Luis Potosí, 30 de
enero de 1821.
128
  Se les obligó a entregar las armas y quedar inmovilizados. Tras el triunfo del Ejército Triga-
rante se les permitiría quedarse si lo deseaban o se les daría pasaporte para ir Veracruz y embarcar.
AGMM, México, 5375. Comunicado de Iturbide a los regimientos de Zamora y Zaragoza, Casas
Viejas, 23 de junio de 1821.
129
  Se trataba de 210 hombres de infantería y 300 de caballería del Batallón Mixto Urbano y de
las compañías de otras poblaciones de la provincia. AGN, Operaciones de Guerra, vol. 92, exp. 89.
El intendente Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 12 de mayo de 1821.
130
  El primero en jurar fue el jefe político Acevedo, seguido por todos los miembros del ayunta-
miento, de la administración de hacienda, de correos y de la aduana, los gobernadores de los barrios
y los curas párrocos de la ciudad y los priores de los conventos. En la Huasteca, donde la presencia
insurgente era mayor, las autoridades locales proclamaron la independencia en mayo. AGN, Indife-
rente Virreinal, C. 4450, exp. 16. El jefe político Acevedo al virrey Apodaca, San Luis Potosí, 4 de
junio de 1821; Bernal Ruiz, Graciela, «Campo realista y presencia insurgente…», pp. 175 y 176;
Betancourt, Julio, «Juramento de la independencia nacional en San Luis Potosí», Archivos de His-
toria Potosina, vol. III, n.º 2, octubre-diciembre 1971, Academia de Historia Potosina, San Luis
Potosí, pp. 146-150; y Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. III, pp. 130-135.
131
  Apodaca se quedó junto a su familia en el colegio de los fernandinos de San Francisco hasta
que el 25 de septiembre se le concedió pasaporte para Veracruz. Partió con su familia y una pequeña
escolta y se embarcó el 16 de octubre. El 23 llegó a La Habana desde donde se trasladó a Guanaba-
coa. Una vez instalado, envió a la península un informe en el que trataba de exculparse de toda res-

366
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

mes llegó a Veracruz el nuevo gobernador y capitán general de Nueva Espa-


ña (en el régimen constitucional esta era la titulación de los antiguos virre-
yes), Juan O´Donojú, que se reunió en Córdoba con Iturbide y reconoció la
independencia. Posteriormente, convenció a Novella para que dejara de re-
sistir y el 27 de septiembre, once años después del grito de Dolores, Iturbide
entró en la capital al frente del Ejército Trigarante. La independencia se
había consumado, aunque pocos, si es que hubo alguno, de los insurgentes
vieron realizados sus objetivos.132 México comenzó su vida independiente
con unas instituciones ligeramente modificadas, con distintos nombres, y
sin haber resuelto ninguna de las cuestiones que yacían en el fondo de la
lucha, como la organización militar, que empezaron a dilucidarse a partir de
entonces.133

3.3. La profesionalización de los regimientos provinciales potosinos

El 28 de septiembre de 1821 se constituyó una Junta de Gobierno provi-


sional y una regencia de cinco personas, ambas presididas por Iturbide. El
Ejército Trigarante, formado por militares profesionales, milicias provincia-
les, milicias nacionales (la denominación constitucional de los fieles realis-
tas) y fuerzas insurgentes, fue disuelto. El naciente estado debía organizar
unas fuerzas armadas capaces de defenderlo de un enemigo externo y velar
por el orden interno, y la supremacía del ejército o de las milicias en la de-
fensa de la nación protagonizó una de las primeras batallas dialécticas entre
los diputados del Congreso. Por encima de cuestiones numéricas y presu-
puestarias, estaba en juego la construcción del estado-nación.134 Los conser-
ponsabilidad sobre la pérdida de México. AGMM, México, 5375. Informe de Apodaca sobre los
sucesos del verano de 1821 en Nueva España, Guanabacoa, 17 de noviembre de 1821.
132
  Tan solo siguió resistiendo el fuerte de San Juan de Ulúa en Veracruz durante cuatro años,
hasta que lo hizo capitular el general potosino Miguel Barragán. Kahle, Gunter, El ejército y la for-
mación del estado…, pp. 89 y 90.
133
  Las fuerzas realistas colapsaron por los problemas económicos que generaba su manteni-
miento y la incapacidad para reclutar más hombres. Tras una década de lucha, la opción de Iturbide
simplemente parecía la salida a la violencia crónica. Archer, Christon, «Historia de la guerra; las
trayectorias…», pp. 157-161.
134
  Los principios que regían el ordenamiento territorial y social durante el periodo colonial se
vinieron abajo, y la guerra tuvo una gran importancia en el proceso de definición de las identidades,
tanto en lo referente a la construcción nacional como en el campo de las ideas (republicanismo, con-
cepto de ciudadano…). Las nuevas naciones americanas debían dotar de un contenido a la recién
creada comunidad nacional, y la institución militar jugaba un papel fundamental, porque representa-

367
juan josé benavides martínez

vadores apoyaban un proyecto que, al igual que el del virrey Revillagigedo,


basaba la defensa del territorio en un ejército profesional, mientras que los
partidarios de la república federal tenían unos planteamientos similares a los
del plan del coronel Crespo, otorgando a las milicias un papel protagonis-
ta.135 En un primer momento se impusieron los conservadores, pero la caída
de Iturbide favoreció el ascenso de los republicanos federalistas, que fortale-
cieron el papel de las fuerzas milicianas.136
Al final del periodo colonial la institución militar se estructuraba en tres
tipos de fuerzas: tropas veteranas, milicias provinciales y compañías patrió-
ticas o de fieles realistas. Las características fundamentales de organización
y funcionamiento de estas unidades fueron la base de las fuerzas armadas
establecidas durante los primeros años del México independiente: ejército
permanente, milicia activa y milicia cívica.137

ba al pueblo y era portador de los valores de sacrificio y heroísmo de los libertadores. Además per-
mitía fundamentar la representación sobre un pilar sólido, aunque fuese minoritario. Thibaud, Cle-
ment, «Formas de guerra y mutación del Ejército durante la guerra de independencia en Colombia y
Venezuela», en Rodríguez O., Jaime E. (coord.), Revolución, Independencia y…, pp. 339-341 y 358.
135
  Los conservadores consideraban que la milicia representaba un peligro para el orden interno.
Pero los diputados federalistas eran partidarios de que los propios ciudadanos (propietarios) armados
velaran por el orden de la sociedad, quedando la labor del ejército reducida a la protección frente
enemigos externos. Hasta que no se definió el modelo de estado, la organización y funcionamiento
de las fuerzas armadas fue errática e indefinida en México. Frasquet, Ivana, «El estado armado o la
nación en armas: ejército versus milicia cívica en México, 1821-1823», en Chust Calero, Manuel y
Marchena Fernández, Juan (eds.), Las armas de la nación…, pp. 116-130; y Ortiz Escamilla, Juan,
«La nacionalización de las fuerzas…», p. 295.
136
  En febrero de 1822 comenzó a reunirse el Congreso Constituyente, cuyos miembros, mayo-
ritariamente, querían evitar que se estableciera una monarquía. Las Cortes españolas no habían apro-
bado los acuerdos de Córdoba, así que no podía esperarse un rey español, y los monárquicos, en
minoría, se unieron a los partidarios de Iturbide, que acabó siendo proclamado emperador el 18 de
mayo de 1822. Su principal objetivo fue fortalecer el poder central, para lo que disolvió el Congreso
y otorgó al ejército profesional el protagonismo en la defensa. Pero estas medidas provocaron un
nuevo estallido rebelde de carácter republicano, el del general Santa Anna. Los oficiales que Iturbide
envió para sofocar la rebelión se volvieron contra él, proclamando el Plan de Casa Mata, un proyec-
to político liberal. El emperador abdicó y el Congreso volvió a reunirse. Iturbide se exilió, aunque
poco después regresó a México. Al desembarcar, fue hecho prisionero y fusilado. En los siguientes
años, los presidentes Santa Anna, Barragán y Bustamante trataron de rehabilitar su figura, pero la
evolución liberal favoreció que se prestara más atención a los primeros insurgentes. Kahle, Gunter,
El ejército y la formación del estado…, pp. 91-96; y Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…,
pp. 171-173. Sobre la figura de Agustín de Iturbide véase: Anna, Timothy, The Mexican Empire of
Iturbide, Lincon: University of Nebraska, 1990; Arenal Fenochio, Jaime del, Agustín de Iturbide,
México: Planeta, 2002; Caudet, Francisco, Agustín de Iturbide, Madrid: Dastin, 2003; y Salazar
Andreu, Juan Pablo, Entorno jurídico de Agustín de Iturbide, México: Escuela Libre de Derecho,
1992.
137
  Ortiz Escamilla, Juan, «Las fuerzas militares y el proyecto…», pp. 265-267.

368
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

El ejército permanente quedó integrado por los regimientos veteranos y


por milicias provinciales que habían luchado en la guerra en el bando realis-
ta y por las antiguas guerrillas insurgentes, unos 20 000 efectivos. Había al-
gunos oficiales españoles que apoyaron el plan independentista de Iturbide,
pero prácticamente toda la oficialidad era criolla.138 Entre estos mandos en-
contramos tanto a militares de carrera y milicianos, que hicieron méritos en
el bando realista (como Miguel Barragán o Anastasio Bustamante, por citar
a dos destacados oficiales de los cuerpos potosinos), como a antiguos insur-
gentes. Las grandes diferencias sociales, organizativas, ideológicas y de in-
tereses económicos entre los diferentes sectores que conformaban el ejército,
provocaron que al constituirse el nuevo estado afloraran una serie de contra-
dicciones y conflictos.139
En los años inmediatamente posteriores a la independencia, el ejército
mexicano se caracterizó por las numerosas y graves faltas de disciplina, el
incremento de la deserción y las frecuentes sublevaciones.140 Una vez insta-
lado en el poder, Iturbide otorgó a las fuerzas profesionales el papel protago-
nista de la defensa, para lo que era necesario aumentar el número de plazas
(de 20 000 a 35 000). Mantuvo el fuero militar para sus miembros y, para
ganarse el apoyo de la mayor parte de la oficialidad, ascendió a los antiguos
realistas que se adhirieron a su Plan, marginando a los que habían luchado en
las gavillas insurgentes.141 Sin embargo, gran parte de estos mandos no eran
aptos para cumplir con sus deberes, y su mal ejemplo provocó que la indis-
138
  Casi todos los oficiales peninsulares regresaron, porque tenían miedo a posibles represalias.
Los que apoyaron a Iturbide, entre los que se encontraba el comandante de San Luis, Manuel María
Torres Valdivia, estaban asentados en México con sus familias. Sin embargo, fueron los objetivos de
una campaña enraizada en el resentimiento generado entre la población por la crueldad de la repre-
sión contrainsurgente, que desembocó en las leyes de expulsión de españoles de 1829 y 1833. Ar-
cher, Christon, «Beber del cáliz envenenado…», pp. 297 y 298. Sobre esta cuestión véase: Ruiz de
Gordejuela, Jesús, La expulsión de los españoles de México y su destino incierto, 1821-1836, Sevi-
lla: CSIC, 2006.
139
  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 148-150.
140
  En sus primeros veinticinco años de historia México sufrió 237 sublevaciones, diferentes en
importancia, duración y dimensión geográfica, pero con objetivos similares y un mismo patrón.
Cuando se sublevaba una unidad del ejército, el gobierno pedía a uno o varios generales que comba-
tieran a los rebeldes. Estos exigían unas sumas para equipar y armar a sus tropas y cuando el gobier-
no ya no podía aportar más dinero, comenzaban las deserciones, los saqueos y los cambios de bando
entre la tropa, hasta que, finalmente, se unían a los rebeldes. Los dos grupos antes enemigos llegaban
a un acuerdo, reorganizaban las fuerzas armadas según sus intereses y despedían a los funcionarios
civiles para colocar a sus partidarios. Kahle, Gunter, El ejército y la formación del estado…, pp. 195
y 196.
141
  Ibid., pp. 111 y 112.

369
juan josé benavides martínez

ciplina cundiera entre una tropa que en muchos casos, ante la necesidad de
aumentar el número de efectivos, había sido reclutada a la fuerza.142 A la in-
competencia generalizada entre los oficiales y la falta de disciplina de los
soldados se le unió la pérdida de un valor fundamental, la lealtad. Iturbide
fue el primero en rebelarse contra las autoridades, y esta ruptura sirvió de
ejemplo para casi todos los altos mandos, que formaron facciones y se invo-
lucraron en diversas conspiraciones, lo que debilitó al ejército como institu-
ción. Los primeros años de la historia política del México independiente es-
tuvieron determinados por los militares, que en muchos casos fueron más
políticos que soldados.143 A este ascenso del estamento militar como grupo
dirigente se vinculó la aparición de los caudillos.144
El 7 de noviembre de 1821 se promulgó una orden que reorganizaba el
ejército en ocho regimientos de infantería y once de caballería. Cada uno se
designaría con un número, perdiendo así el nombre con el que había comba-
tido durante la guerra. Posteriormente, en 1823, el Congreso modificó esta
organización, formando doce batallones de infantería, cada uno con nueve
compañías y una fuerza de 825 hombres, y trece de caballería, con 550 pla-
zas. El Batallón de Infantería de San Luis (Tamarindos) pasó a formar parte
del 12.º Batallón de Infantería (junto con tres compañías de Durango); los
Dragones de San Luis quedaron incorporados al 3.º Batallón de Caballería;
los Fieles del Potosí se unieron al 5.º (junto a los Dragones de la Libertad y
a los patriotas de Guanajuato); y los Dragones de San Carlos se integraron en
el 9.º (junto con los Fieles de Apan y el Regimiento de Tlaxcala),145 donde
jugaron un papel protagonista.146

142
  Ibid., pp. 170-181. Sobre los sistemas de reclutamiento del ejército en los primeros años del
México independiente, véase: Serrano Ortega, José Antonio, El contingente de sangre, México:
INAH, 1993.
143
  La mayoría de los presidentes fueron generales, que llegaron al poder tras provocar una re-
vuelta y fueron derrocados con una nueva insurrección. Ortiz Escamilla, Juan, «Las fuerzas milita-
res y el proyecto…», pp. 268 y 269; y Archer, Christon, «Beber del cáliz envenenado», p. 314.
144
  Kahle, Gunter, El ejército y la formación del estado…, p. 19.
145
  Ibid., pp. 158 y 159; y Garrocho Sandoval, Carlos, Los soldados potosinos en…, p. 30.
146
  No hemos localizado documentación referente al resto de los batallones del ejército mexica-
no en los que se incorporaron los otros regimientos provinciales potosinos. Aunque también pode-
mos suponer que los Tamarindos predominaban entre los miembros del 12.º Batallón de Infantería.
En 1823 este cuerpo estaba de guarnición en San Luis cuando llegó Santa Anna, procedente de Vera-
cruz, con el 8.º Batallón tras la promulgación del Plan de Casa Mata contra Iturbide. La convivencia
de ambas fuerzas fue conflictiva y la población potosina, que sentía como suyos a los soldados del
12.º Batallón, se sublevó contra el 8.º, a cuyos miembros acusaban de cometer todo tipo de abusos.
Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis…, t. III, pp. 143-146.

370
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

En los meses previos a la proclamación de la independencia, el Regi-


miento de San Carlos contaba con 365 hombres, entre los que solo había 19
de los cuarenta oficiales que debía tener, divididos en once compañías con un
número de efectivos desigual (entre 24 y 44), y sin caballos para todas las
plazas.147 Al pasar al 9.º Regimiento se regularizó la organización. En 1822
tenía una fuerza de 475 efectivos, 55 oficiales, 123 suboficiales y 297 tro-
pas.148 Toda la oficialidad era de origen criollo, y casi la mitad, 25, procedían
del Regimiento de San Carlos. El 70% de ellos eran de la provincia de San
Luis (el resto de Guanajuato y de México), la mitad tenían entre treinta y
cuarenta años, y todos empezaron a servir como dragones o suboficiales.149
Pero la relevancia de los miembros del antiguo cuerpo potosino en esta fuer-
za fue creciendo cada año. En 1823 el número de oficiales del 9.º Batallón se
redujo a 46 (nueve menos), pero se mantuvieron los 25 que habían servido
en el Regimiento de San Carlos, por lo que su proporción pasó del 44% al
54%, y en 1824 dieron un gran salto cualitativo. La oficialidad del batallón
quedó reducida a treinta miembros, 22 de los cuales procedían de la antigua
fuerza provincial potosina (74%).150 En cuanto a la tropa, carecemos de datos
suficientes para poder ofrecer tan siquiera una estimación, aunque todo apun-
ta a que la presencia de miembros del Regimiento de San Carlos también era
mayoritaria.151

147
  AGN, Indiferente Virreinal, C. 3447, exp. 37. Lista de revista del Regimiento Provincial de
Dragones de San Carlos, Celaya, 3 de marzo de 1821.
148
  La fuerza establecida para cada Batallón de caballería era de 550 hombres, pero no solo casi
nunca llegó a alcanzarse, sino que cada año presentaban menos plazas. La principal razón de esta
merma eran los elevados niveles de deserción. Como ejemplo, la media del 9.º Batallón era de entre
cincuenta y sesenta abandonos al mes, mientras que apenas se alistaban veinte nuevos reclutas. AGN,
Indiferente de Guerra, vol. 233a. Resumen del pie de fuerza del 9.º Regimiento de Caballería, San
Luis Potosí, 1825.
149
  La mitad se habían alistado antes de 1810, pero ninguno como oficial. AGN, Indiferente de
Guerra, vol. 75d. Revista del 9.º Regimiento de Caballería, México, 6 de febrero de 1822; e ibid., vol.
202. Hojas de servicios de oficiales del 9.º Regimiento de Caballería, México y San Luis Potosí, 30
de diciembre de 1822 – 30 de diciembre de 1824.
150
  Además ocupaban los principales empleos: el coronel, un teniente coronel y cuatro de las
cinco capitanías. AGN, Indiferente Virreinal, C. 1452, exp. 9. Liquidaciones y ajustes de cuentas del
9.º Regimiento de Caballería, San Luis Potosí, 31 de diciembre de 1823; y AGN, Archivo Histórico
de Hacienda, vol. 2289, exp. 1. Lista de revista del 9.º Regimiento de Caballería, San Luis Potosí, 4
de febrero de 1824.
151
  Solo hemos localizado 18 filiaciones de soldados del 9.º Regimiento en 1825, de las que
quince correspondían a potosinos. AGN, Indiferente de Guerra, vol. 233a. Filiaciones de soldados
del 9.º Regimiento de Caballería, San Luis Potosí y México, 1825.

371
juan josé benavides martínez

3.4. Nuevo Estado, ¿nuevas milicias?

Como hemos señalado en el anterior apartado, además del ejército pro-


fesional, la institución militar mexicana quedó conformada por dos tipos de
fuerzas milicianas, la activa y la cívica.
1.  La milicia activa se estableció en 1823 como sustitución de los cuer-
pos provinciales, que se habían integrado en el ejército permanente. Se trata-
ba de fuerzas disciplinadas, auxiliares del ejército pero formadas por paisa-
nos, que, al igual que los militares, gozaban de un fuero especial.152 Se
crearon 16 batallones con una fuerza de 1212 hombres, que seguirían rigién-
dose por las ordenanzas coloniales, subordinados a las comandancias gene-
rales creadas en cada estado: México, Cuautitlán, Guanajuato, Celaya, Tlax-
cala, Puebla, Tres Villas, Valladolid, Guadalajara, Zacatecas, Sur (Acapulco),
San Luis Potosí, Querétaro, Oaxaca, Yucatán y Chiapas.153 Sin embargo, es-
tas fuerzas nunca llegaron a organizarse en la práctica, siendo unos cuerpos
inservibles. Esto se debió fundamentalmente a dos factores: las graves caren-
cias de la oficialidad y el excesivo número de plazas, que nunca llegaron a
cubrirse. Los mandos, los únicos que cobraban un sueldo, eran los oficiales
descartados del ejército por ser considerados los menos preparados, lo que
imposibilitaba que el nivel de instrucción y disciplina de la tropa fuera el
establecido en las ordenanzas. Pero, además, ninguno de los 16 batallones
llegó a completar, ni de lejos, la totalidad de los efectivos fijados. En general,
la población no tenía ningún interés en formar parte de estas fuerzas, porque
la única ventaja que conllevaba era el disfrute del fuero militar, y ser juzgado
por los comandantes no era visto como un privilegio. Asimismo, todos los
batallones debían tener 1212 plazas, que superaban las posibilidades demo-
gráficas de las regiones menos pobladas, como San Luis.154 Ante la falta de
efectivos, las autoridades llevaron a cabo reclutas forzosas, algo contrario a
152
  Ortiz Escamilla, Juan, «La nacionalización de las fuerzas…», pp. 294 y 295.
153
  Cada batallón tenía nueve compañías, cada una de las cuales estaría comandada por un capi-
tán, dos tenientes y dos subtenientes. También contaban con un pie veterano. BN, HA/527. Regla-
mento de la milicia activa y general de la cívica de la República Mexicana, con el particular de la
segunda en el Distrito Federal, México: Imprenta de Galván, 1833, pp. 5-164.
154
  En diciembre de 1825 el Secretario de Estado y del Despacho de Guerra, Manuel Gómez
Pedraza, presentó una Memoria ante el Congreso en la que pretendía reducir los costes de la defensa
duplicando la cantidad de miembros de la milicia activa, que solo recibían sueldo si estaban de ser-
vicio (a excepción de los mandos de cada comandancia), pero que resultaba inviable. Gómez Pedra-
za, Manuel, Memoria del Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra presentada a las Cáma-
ras en enero de 1826, México: Imprenta del Supremo Gobierno, 1829, pp. 1-15.

372
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

las prescripciones sobre las milicias, y que solo sirvieron para aumentar el
número de deserciones.155
En San Luis las milicias activas sufrieron diversos cambios y reestructu-
raciones a lo largo de su existencia, lo que denota que los resultados obteni-
dos no eran satisfactorios. El 7 de diciembre de 1822 se formó un batallón
activo de infantería, que se disolvió cuatro meses después, para volver a
restablecerse en septiembre de 1823. Este cuerpo existió como tal hasta julio
de 1839, cuando sus miembros fueron integrados en el 4.º Batallón de Infan-
tería del ejército permanente. En cuanto a la caballería, también se estableció
un regimiento activo en diciembre de 1822, que se disolvió el 28 de abril de
1835 y volvió a organizarse el 15 de junio del mismo año.156
2.  La milicia cívica. El antecedente inmediato de esta fuerza era la mi-
licia nacional, la «versión» constitucional de las compañías de fieles realistas
formadas durante la guerra por orden de Calleja, por lo que tuvo práctica-
mente las mismas características.157 Según el reglamento aprobado por el
Congreso mexicano en 1823, la milicia cívica era una fuerza formada por las
diferentes compañías establecidas en cada población, con un número de pla-
zas proporcional al de habitantes, y que, bajo el mando de las autoridades
locales y sin disfrutar de ningún fuero especial, debía mantener el orden en
su jurisdicción, perseguir delincuentes y desertores y realizar escoltas oca-
sionales. Asimismo, al margen de los aspectos relacionados con la defensa,
la organización de estas unidades aspiraba a que sus miembros, además de
vecinos armados (milicianos), fuesen cívicos, es decir que se imbuyesen de
los valores nacionales y liberales fijados en la Constitución.158 La tropa ele-
gía a los oficiales mediante el voto, y estos, a su vez, a los mandos más ele-
vados. Por tanto, el grado no estaba determinado por la posición social o los
méritos, aunque, en general, fueron las élites los que ocuparon las oficialías,
añadiendo así a su poder económico e influencia política, la fuerza y el pres-
155
  Algunas unidades perdieron hasta el 70% de sus plazas, lo que las hizo totalmente inservi-
bles. Kahle, Gunter, El ejército y la formación del estado…, pp. 184 y 185.
156
  Ortiz Escamilla, Juan, «La nacionalización de las fuerzas…», pp. 316 y 317.
157
  El reglamento de la milicia nacional de 1820 fue prácticamente el mismo que el del de la
milicia cívica, aprobado por el congreso mexicano en 1822, salvo por el cambio de denominación.
Chust Calero, Manuel, «La nación en armas…», pp. 279-281.
158
  La organización de la milicia cívica representaba la vertiente armada de la cuestión nacional.
Chust Calero, Manuel, «Milicia e independencia en México: de la nacional a la cívica, 1812-1827»,
en Broseta, Salvador, Las ciudades y…, pp. 378 y 379; e ibid., y Serrano Ortega, José Antonio,
«Milicia y revolución liberal en España y en México», en Chust Calero, Manuel y Marchena Fer-
nández, Juan (eds.), Las armas de la nación…, p. 82.

373
juan josé benavides martínez

tigio militar.159 Estaban obligados a alistarse todos los ciudadanos de entre


dieciocho y cincuenta años, aunque los vecinos que no cumplían con los re-
quisitos económicos para acceder a la ciudadanía (cierto nivel de renta y
propiedades), quedaban excluidos.160 Esta circunstancia, unida a la indiferen-
cia de la población ante el alistamiento (la pertenencia a estos cuerpos no
implicaba ningún privilegio especial), dificultó a algunos ayuntamientos el
cumplimiento del cupo de plazas asignado, lo que llevó a que se practicaran
métodos de reclutamiento expeditivos, en contra del espíritu patriótico y vo-
luntario de la milicia cívica.161 Aun así, los problemas para completar el nú-
mero de efectivos de estas fuerzas fueron menores que los de la milicia acti-
va, por lo que su formación tuvo más éxito.162
En 1827, tras una reforma del reglamento, que dejó a las milicias cívicas
en manos de las autoridades estatales, estas unidades adquirieron relevancia
y se convirtieron en baluarte de la soberanía de los estados.163 Serían inde-
pendientes del ejército y de la milicia activa, que estaban bajo el mando del
gobierno federal. Cada una de las entidades estatales debía proporcionar el
armamento, los pertrechos y las pagas a los milicianos y podría levantar la
fuerza que juzgara conveniente, así como reglamentarla según sus intere-
ses.164 Con el nuevo ordenamiento la milicia cívica se convirtió en la fuerza
159
  La oficialidad cívica tenía el mismo nivel que la militar, y solo quedarían supeditados a los
mandos del ejército en caso de que tuvieran igual o menor rango que ellos. Chust Calero, Manuel,
y Serrano Ortega, José Antonio, «Milicia y revolución liberal…», pp. 96 y 97.
160
  Esta cláusula respondía al deseo por parte de las élites de que las clases populares no pudie-
ran acceder a una institución que defendía el estado nacional, ya que podían cuestionar el orden libe-
ral y la propiedad. Ibid., pp. 93-97.
161
  En ocasiones los oficiales encargados del reclutamiento cometían todo tipo de abusos (ame-
nazas, allanamientos…). Chust Calero, Manuel, «La nación en armas…», pp. 283 y 284.
162
  De hecho, la principal motivación de los que se alistaban en la milicia cívica era evitar ser
reclutados por el ejército o en la milicia activa, lo que provocó conflictos entre las autoridades loca-
les y las militares, que tenían serias dificultades para cubrir los cupos. En general, la población pre-
fería formar parte de la milicia cívica, porque el servicio era más liviano y en la propia provincia.
Chust Calero, Manuel, «Milicia e independencia…», pp. 365-369; y Kahle, Gunter, El ejército y la
formación…, pp. 160 y 161.
163
  Tras la caída de Iturbide, la lucha política se centró entre los republicanos unitarios y los fe-
deralistas, que finalmente consiguieron imponerse, consolidando el poder de las élites regionales, al
delegar en los estados las facultades de dictar leyes, según sus costumbres, y de organizar sus gobier-
nos y milicias. Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 173-175.
164
  Tan solo tenían que cumplir algunos requisitos generales. Debían comprender las tres armas
con un pie de fuerza mínimo del 1% de la población de cada región, y en lo referente a organización
e instrucción seguirían las ordenanzas del ejército. BN, 5/12914(1). «Decreto del Congreso Consti-
tucional del Estado de San Luis Potosí sobre el arreglo de la Milicia Cívica», San Luis Potosí, 2 de
abril de 1828, en Congreso Constitucional del Estado de San Luis Potosí, Recopilación general de

374
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

armada encargada de mantener el orden interno de los estados, pero también


de defender la soberanía nacional. Esto suponía el reconocimiento de la in-
capacidad del ejército para garantizar la supervivencia de la nación, y conso-
lidaba las instituciones federales, ya que estas fuerzas deberían luchar contra
cualquier enemigo externo o interno, es decir, actuarían en caso de una inva-
sión extranjera, pero también contra intentonas de carácter absolutista o con-
servadoras del poder central.165 Además, tratando de resolver los problemas
para completar el número de plazas, el nuevo reglamento convocaba a todos
los mexicanos, no solo a los ciudadanos, lo que modificó la composición
social de estos cuerpos, que pasarían a tener un carácter menos conservador
(el 70% de sus miembros pertenecían a las capas bajas de la sociedad).166
Pero la reforma reglamentaria no pudo acabar con dos importantes carencias
que condicionaban el servicio de las milicias cívicas: el elevado nivel de
absentismo, ya que los milicianos eran vecinos con ocupaciones que les per-
mitían mantenerse a si mismos y a sus familias,167 y los problemas de las
autoridades para financiar las compañías, aunque su formación fuera más
económica que costear un numeroso ejército.168
Siguiendo los preceptos establecidos para todo México, en abril de
1828 el Congreso Constitucional del estado de San Luis Potosí169 estableció
que la milicia cívica potosina debía tener una fuerza de 4185 efectivos de
infantería, 2060 de caballería y 92 de artillería. Todos los hombres de nacio-

todas las órdenes, instrucciones, reglamentos y decretos que para el régimen interior del mismo, ha
circulado el Gobierno desde Enero de 1827 hasta Diciembre de 1834, época en que terminaron las
funciones legislativas de su 4º Congreso Constitucional, San Luis Potosí: Imprenta del Estado, 1835,
n.º 95.
165
  Chust Calero, Manuel, «Milicia e independencia…», pp. 375 y 376; y Ortiz Escamilla,
Juan, «Las fuerzas militares y el proyecto…», pp. 272-275.
166
  Este cambio responde el triunfo del federalismo. Chust Calero, Manuel, «La nación en ar-
mas…», pp. 298-301.
167
  Los oficiales eran instruidos por militares retirados y luego estos debían disciplinar a sus
tropas los días de fiesta que no trabajaban. Esta circunstancia demoraba el entrenamiento y fomenta-
ba el absentismo, porque los milicianos no querían dedicar su tiempo libre a una actividad improduc-
tiva y obligatoria. Ibid., «Milicia e independencia…», pp. 373 y 374.
168
  En general, las compañías estaban mal armadas y pertrechadas. Para reducir costes era habi-
tual que los milicianos fueran obligados a sufragar sus uniformes y aportar sus armas. Ibid., «La
nación en armas…», pp. 291-294.
169
  El primer Congreso del Estado de San Luis fue instalado el 21 de abril de 1824. Contaba con
trece miembros que representaban los distintos departamentos y partidos en que se dividía el estado,
la mayoría con experiencia institucional previa en la diputación provincial. Monroy Castillo, María
Isabel y Calvillo Unna, Tomás, «Las apuestas de una región: San Luis Potosí y la república fede-
ral», en Vázquez, Josefina Zoraida (coord.), El establecimiento del federalismo…, pp. 344-346.

375
juan josé benavides martínez

nalidad mexicana de entre dieciocho y cuarenta años estaban obligados a


servir por espacio de seis años, a excepción de funcionarios, autoridades
civiles, maestros, pastores, y jornaleros y sirvientes con un sueldo inferior a
cuatro pesos mensuales. El coste de la compra de uniformes, armamento y
caballos sería sufragado con los fondos del estado, pero los diferentes ayun-
tamientos debían almacenar las armas y uniformes, mientras que los hacen-
dados locales se ocuparían del cuidado de los caballos. Los prefectos y
subprefectos (sustitutos de los subdelegados del periodo colonial) se encar-
garían de verificar el alistamiento, realizar las filiaciones y pasar revista a
las compañías de su partido cada dos meses. Estas milicias debían hacer
guardias en las distintas poblaciones del estado, cuidar de la seguridad en
las zonas rurales persiguiendo a ladrones, deshacer reuniones en pulquerías,
conducir presos hasta el punto más cercano en que hubiese militares, hacer
guardias en el Congreso del Estado, y proteger y obedecer al gobernador del
mismo como comandante en jefe. Los milicianos debían respetar la subor-
dinación a sus superiores, al igual que en el ejército, pero sus faltas o delitos
no serían juzgados dentro de una jurisdicción especial, salvo que fuesen
militares retirados.170
En el territorio del estado de San Luis se formaron tres batallones de
infantería (24 compañías, ocho por batallón) y dos regimientos de caballería
(16 compañías que forman ocho escuadrones), más tres compañías de infan-
tería y dos escuadrones de caballería que permanecieron sueltos. El mando
de cada batallón y regimiento recayó en un coronel, siendo el segundo un
teniente coronel y el siguiente en la cadena de mando un sargento mayor con
grado de capitán.171

170
  BN, 5/12914(1). «Decreto del Congreso Constitucional del Estado de San Luis Potosí...»
171
  En la prefectura de San Luis Potosí se estableció un batallón de infantería y la compañía de
artillería; en la subprefectura de Santa María del Río, dos escuadrones de caballería y dos compañías
de infantería; en la de Guadalcázar la misma fuerza; en la prefectura de Rioverde un escuadrón de
caballería y tres compañías de infantería; en la subprefectura del Valle del Maíz también un escua-
drón de caballería y tres compañías de infantería; en la prefectura de Tancanhuitz un escuadrón de
caballería y dos compañías de infantería; en la subprefectura de Ciudad de Valles una compañía de
infantería y otra de caballería; en la prefectura del Venado dos compañías de infantería y una de ca-
ballería; en la subprefectura de Catorce un escuadrón de caballería y dos compañías de infantería; y
en la de Ojo Caliente una compañía de infantería y otra de caballería. Las compañías de infantería se
componían de un capitán, dos tenientes, dos subtenientes, cinco sargentos, cuatro cornetas, catorce
cabos y 127 soldados; y las de caballería de un capitán, dos tenientes, dos alféreces, cinco sargentos,
ocho cabos, y 75 soldados montados y diez desmontados. Ibid.

376
de milicianos a militares. la profesionalización de las milicias potosinas

Las milicias cívicas fueron un instrumento clave en la construcción de


los estados liberales decimonónicos.172 Su formación respondía a razones
similares a las de las milicias provinciales establecidas a finales del siglo
xviii: falta de recursos para el ejército y necesidad de movilizar a la pobla-
ción frente a las guerras. Pero también tuvieron una función político-social,
ya que crearon un vínculo político, e incluso personal, con el sistema de go-
bierno, y la tropa, formada por los sectores más humildes de la sociedad,
seguía estando bajo las órdenes de los grupos de poder, que conformaban la
oficialidad y que también, en parte por la influencia y el prestigio de sus ran-
gos en la milicia, eran votados para los cargos institucionales.173 Su estable-
cimiento tuvo cierto éxito, porque contaron con el apoyo de las élites locales,
ya que eran un mecanismo para mantener el orden público, y porque institu-
cionalizaron la estructura militar creada en las ciudades y villas durante la
guerra.174 Además, se valieron de estas fuerzas en las rebeliones federalistas,
lo que demuestra que la experiencia aprendida durante el conflicto armado
quedó grabada entre la población: cada vez que fue necesario tomaron las
armas con fines políticos.175 Su desarticulación entre 1830 y 1835 por parte
de Santa Anna debilitó a los grupos de poder de las provincias, pero la guerra
contra EE. UU., ante la incapacidad del ejército, planteó la necesidad de or-
ganizar unos nuevos cuerpos milicianos para hacer frente al invasor. De estas
fuerzas, denominadas «Guardia Nacional», surgió una nueva generación de
políticos y militares.176

172
  Estas fuerzas se conformaron bajo diferentes nombres, dependiendo del momento político y
de la orientación del gobierno que las organizaba: voluntarios realistas, milicias nacionales y cívicas.
Gayol, Víctor, «Las milicias nacionales en la construcción…», pp. 460-464.
173
  El método electivo de la oficialidad en la milicia cívica no transformó su naturaleza, sino que
permitió a los notables locales gozar de una doble legitimidad, civil y militar. Esto reforzó su poder
a nivel regional y les granjeó una mayor autonomía en relación al estado, lo que explicaría en buena
parte el fenómeno del caudillismo durante el siglo xix. Morelli, Federica, «¿Disciplinadas o republi-
canas?...», pp. 429-431 y 433.
174
  Serrano Ortega, José Antonio, «Villas fuertes, ciudades débiles…», pp. 395 y 396.
175
  Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno…, pp. 176 y 177.
176
  ibid., p. 178. Sobre el papel de la Guardia Nacional durante el segundo tercio del siglo xix
mexicano véase: Hernández Chávez, Alicia, «La Guardia Nacional en la construcción del orden re-
publicano», en Chust Calero, Manuel y Marchena Fernández, Juan (eds.), Las armas de la na-
ción…, pp. 223-246.

377
CONCLUSIONES

Hasta la guerra de independencia la defensa de la región potosina siem-


pre estuvo en manos de cuerpos milicianos. Las características, funciona-
miento y organización de estas fuerzas variaron notablemente en función del
periodo en que se formaban y de las razones que motivaban su estableci-
miento. En un primer momento, tras la fundación de San Luis a finales del
siglo xvi, durante la guerra chichimeca, en una zona de frontera, el reducido
número de pobladores españoles tenía la obligación personal de encargarse
con sus propios medios de la defensa de la región. Durante la siguiente cen-
turia hubo un importante desarrollo económico y demográfico, y se formaron
varias compañías milicianas, que solo se activaban en caso de un peligro
puntual, fundamentalmente, rebeliones indígenas e incursiones de tribus sin
pacificar desde el norte, y que no pasaban de ser una serie de nombres reco-
gidos en unas listas. Estas unidades improvisadas, temporales y sin entrena-
miento ni disciplina, cumplieron con su cometido hasta los motines de 1767.
A pesar de que la unión de los diferentes grupos rebeldes fuera solo circuns-
tancial, esta revuelta, cuyo origen en San Luis se debió a los conflictos por la
ocupación del territorio entre pueblos y haciendas, y que estalló tras la apli-
cación de las nuevas políticas fiscales de la Corona, demostró que las autori-
dades locales carecían de la fuerza necesaria para hacer cumplir las leyes y
que estaban indefensas ante una rebelión popular. Fue entonces cuando,
siguiendo los preceptos de la reforma del sistema defensivo americano, se
organizó el primer cuerpo miliciano estable y disciplinado de la región poto-
sina, la Legión de San Carlos. Se trataba de una fuerza permanente, regla-
mentada, con una tropa alistada, uniformada y entrenada por militares profe-
sionales, que tenía como objetivos el mantenimiento del orden y velar por la
observancia de las leyes en su jurisdicción. Las autoridades coloniales, a
pesar de las reticencias de algunos virreyes, comprendieron la inviabilidad,
por razones económicas y demográficas, de proteger el vasto imperio ameri-
cano con un ejército de tropas profesionales, siendo necesario contar con los

379
juan josé benavides martínez

propios habitantes. Este es el principio básico sobre el que se asentó la defen-


sa novohispana desde 1764, con la llegada de Juan de Villalba, y que, sobre
todo, tras la aprobación del plan del coronel Crespo en 1788, convirtió a las
milicias en la fuerza clave de la defensa del virreinato.
El visitador Gálvez confió la formación de la Legión de San Carlos a
Francisco de Mora y Luna, uno de los más poderosos miembros de la élite
local, que había demostrado su influencia en la región reprimiendo los moti-
nes, lo que le valió el título de conde de Santa María de Guadalupe del Pe-
ñasco. Sin embargo, fue incapaz de mantener en orden un cuerpo miliciano
destinado al fracaso desde su creación. Su método de financiación resultaba
insuficiente, porque tenía un carácter punitivo (las multas impuestas por Gál-
vez a los pueblos que se habían sublevado) y los contribuyentes trataban de
evitar el pago de las cargas; y el objetivo con el que se creó, mantener el or-
den, le daba un cariz de fuerza represora. Pero, además, las compañías de la
Legión se establecieron en diversas poblaciones de un área demasiado exten-
sa como para controlarlas debidamente, y su numeroso pie de fuerza (3.500
hombres) superaba las posibilidades demográficas de algunas regiones, que
no contaban con la población masculina en edad militar suficiente para cu-
brir las plazas allí fijadas. A pesar de los problemas que esto suponía para el
gobierno y la disciplina del cuerpo, el coronel Mora no modificó ninguno de
estos puntos, porque la extensión del fuero militar a los miembros de la Le-
gión lo convertía en el máximo responsable de la jurisdicción militar del te-
rritorio, y cuanto mayor fuera el número de efectivos repartidos por las dife-
rentes alcaldías, mayor sería su influencia. El afán de poder del coronel
provocó que, en general, las élites potosinas rechazaran participar en las mi-
licias, ya que quedar bajo sus designios no suponía ningún privilegio y ser
oficial no era un empleo de honor. En definitiva, los manejos de Mora, más
preocupado por sus propios intereses que por la defensa del territorio, con-
virtieron a la Legión de San Carlos en un cuerpo inútil, refugio de castas y
maleantes, y con mala imagen ante el resto de la sociedad.
Después de numerosos intentos infructuosos de reformar esta fuerza a lo
largo de varias décadas, y como la defensa del norte del virreinato, y en es-
pecial de la provincia potosina, era una de las principales preocupaciones de
las autoridades virreinales, al poco de llegar a Nueva España, Branciforte
envió al coronel Nemesio Salcedo a San Luis para establecer unas nuevas
milicias. Salcedo consiguió formar dos regimientos provinciales, el de San
Luis y el de San Carlos, a partir de un conocimiento adecuado de las posibi-

380
conclusiones

lidades demográficas y económicas de la región, evitando así reproducir las


carencias de la Legión. Se redujo a la cuarta parte el número de efectivos
(776 milicianos), las compañías se establecieron en jurisdicciones con sufi-
ciente población para completarlas y en un área menos extensa, y se fijó
claramente su organización, jerarquía y los derechos y obligaciones de sus
miembros. Su objetivo, además de velar por el mantenimiento del orden, era
la defensa del territorio en caso de una invasión extranjera o incursiones in-
dígenas, por lo que no tendrían carácter de fuerza represora. Además, si-
guiendo las órdenes del virrey, que pretendía mejorar la situación defensiva
del virreinato sin que ello supusiera un mayor coste para la real hacienda, su
financiación se basaba en donativos voluntarios que serían recompensados
con oficialías.
Todos los sectores sociales apoyaron la formación de estos regimientos,
en especial las élites, que fueron las más beneficiadas. A cambio de sus ofer-
tas, se adueñaron de los mandos de las nuevas milicias y aumentaron así su
prestigio y su dominio de la sociedad gracias al disfrute del fuero militar,
quedando los sectores intermedios, que ocuparon los rangos subalternos, y
los más humildes, que formaron la tropa, bajo su jurisdicción. Además, el
ayuntamiento eligió a los oficiales de uno de los cuerpos, una concesión por
parte de las autoridades que reconocía la influencia de los grupos de poder
potosinos. Sin embargo, un año después de su llegada, el coronel Salcedo se
fue de San Luis sin que las fuerzas milicianas estuvieran operativas, y sin
visos de que fueran a estarlo. La razón fue que las élites locales, que habían
costeado el establecimiento de los cuerpos provinciales en su mayor parte,
plantearon una serie de exigencias que favorecían aún más sus intereses,
pero que desvirtuaban los principios sobre los que se asentaba la formación
de las milicias. Podría parecer un acto de deslealtad o de desafío hacia la
Corona, pero San Luis vivía un periodo de prosperidad y los grupos dirigen-
tes potosinos, mayoritariamente peninsulares, que habían visto refrendada su
influencia social gracias al establecimiento de los regimientos, eran los pri-
meros interesados en mantenerse leales a la autoridad. Su actitud obedecería
más bien a su posición privilegiada: tenían el control efectivo de la región y
la Corona necesitaba su colaboración para aplicar sus planes defensivos.
En una región alejada de los principales centros del virreinato, las élites
locales eran el verdadero poder y sin su consentimiento ninguna disposición
dictada en la Corte o en México llegaría a buen puerto. Los grupos dirigentes
potosinos demostraron en diversas ocasiones su alto grado de autonomía e

381
juan josé benavides martínez

influencia, resistiéndose a las pretensiones de virreyes y altos mandos del


ejército, si sus intereses se veían afectados. Ello implicaba la necesidad por
parte de la Corona de negociar para llegar a una solución pactada. El interlo-
cutor debía ser una persona aceptada por las élites y, en este caso, ese papel
recayó en el teniente coronel Félix María Calleja del Rey, buen conocedor
del país, ya que había recorrido gran parte del norte novohispano reformando
las milicias allí asentadas con buenos resultados. Su llegada a San Luis supo-
nía el reconocimiento del poder de las élites potosinas por parte de la autori-
dad virreinal. También cabría señalar que el intendente, Díaz de Salcedo,
actuó en todo momento en perfecta sintonía con los dirigentes locales, otra
clara muestra de su influencia. Era el representante de la autoridad del rey en
San Luis, pero carecía de medios para hacer cumplir sus disposiciones, si no
eran respaldadas por las élites, así que, tras ocho años desempeñando su em-
pleo, su comportamiento se asemejaba más al de una autoridad local.
Calleja, comandante militar de la región, consiguió llegar a un acuerdo
con los grupos de poder potosinos, que le permitió poner en marcha los regi-
mientos provinciales de San Luis y San Carlos, aunque tuvo que ceder a al-
gunas de sus pretensiones. El objetivo del recién llegado teniente coronel era
seguir progresando en su carrera, y para ello debía desempeñarse como co-
mandante de manera ejemplar. Si quería cumplir su cometido tenía que ejer-
cer el mando efectivo sobre los cuerpos milicianos que estaban a sus órdenes
y mantenerlos en buen estado, y eso solo sería posible si contaba con el
apoyo de los poderes locales. Su capacidad de mando y su buena sintonía
con las élites favorecieron el correcto funcionamiento de las milicias que, a
pesar de las carencias propias de unas fuerzas no profesionales, se mantuvie-
ron disciplinadas y en regular servicio. Con el paso de los años, el poder que
le otorgaba su posición como comandante de unas fuerzas reales y su estre-
cha relación con los grupos dirigentes, unido a la sucesión de interinidades al
frente de la intendencia desde la muerte de Díaz de Salcedo en 1799, Calleja
llegó a ser el personaje más influyente de la región, y culminó su ascenso
social emparentando, mediante vía matrimonial, con la élite criolla, convir-
tiéndose en un gran hacendado.
En 1808, su actuación tras la caída de Iturrigaray, le valió el ascenso a
brigadier y lo convirtió en un personaje de relevancia en el virreinato, lo que
consolidó su posición privilegiada en la sociedad potosina. Aun así, nunca
descuidó sus obligaciones militares, y cuando en 1810 estalló la revuelta li-
derada por el cura Hidalgo, no actuó como un potentado local, si no como un

382
conclusiones

oficial del ejército del rey. Su deseo siempre fue progresar en la carrera mili-
tar, pero, tras sufrir varios reveses en sus aspiraciones, comprendió que San
Luis sería su último destino. Solo entonces comenzó a promover su ascenso
social, pero la insurgencia le ofreció una oportunidad de hacer méritos que
no desaprovechó. Contradiciendo las órdenes del virrey, se valió de su in-
fluencia en la región para formar una fuerza de casi 3000 hombres. Los mili-
cianos acudieron a la llamada de su comandante, que también alistó a más de
mil voluntarios, peones de las haciendas potosinas en su mayoría, que orga-
nizó en dos nuevos cuerpos, uno de infantería, cuyos miembros eran conoci-
dos como los «Tamarindos», y otro de caballería, los «Fieles del Potosí».
Además, Calleja recibió el apoyo económico y personal de las autoridades
locales y de los diferentes sectores de la sociedad, que le facilitaron, dentro
de sus posibilidades, las tareas de intendencia, pudiendo así habilitar e ins-
truir medianamente a sus tropas en menos de un mes.
Al margen de su papel como general de un ejército, la figura de Calleja
fue fundamental para cortar el avance de la insurgencia hacia el norte. Defen-
sor a ultranza de la ortodoxia del sistema, su influencia sobre las institucio-
nes potosinas y la fuerza que le otorgaban los regimientos milicianos que
comandaba, compuestos por hombres fieles a su persona, impidieron que el
resentimiento criollo se organizara y manifestara institucionalmente en San
Luis. Cuando estalló la insurrección, su principal temor era el clero, el único
sector de la sociedad que escapaba a su influencia, y que tenía un gran ascen-
diente sobre el pueblo llano. Entre los criollos de los grupos medios de la
sociedad había algunos elementos descontentos, porque se sentían margina-
dos por los privilegios de los peninsulares, pero carecían de una organización
sólida y eran una minoría, ya que gran parte de ellos se alistaron en el ejérci-
to realista. El escaso peso institucional del clero en la región y el hecho de
que la Consolidación de Vales Reales apenas afectara a la economía local, en
pleno crecimiento gracias a la producción argentífera de Catorce, contribu-
yeron a que las ideas insurgentes no cuajaran en San Luis. Pero considera-
mos que el papel de Calleja fue clave en este asunto, porque no fue hasta
después de su marcha cuando el descontento reinante entre algunos sectores
criollos y del clero se organizó y se manifestó en San Luis, y además, porque
varios agentes no potosinos tuvieron una gran influencia en ello, mientras
que las autoridades locales, salvo las de origen peninsular, que huyeron, se
limitaron a tratar de mantener el orden y no dieron muestras de un claro com-
promiso con la insurgencia. Ni los miembros del ayuntamiento ni los gober-

383
juan josé benavides martínez

nadores indígenas, que, en general, mantenían buena relación con el coman-


dante, se implicaron en el movimiento, y la participación de algunos sectores
populares en los desórdenes provocados por el insurgente Iriarte se debió
tanto a conflictos latentes (el caso de Mexquitic), como al deseo de apropiar-
se de bienes ajenos, más que a cuestiones relacionadas con el ideario insur-
gente.
Durante la guerra, las milicias potosinas evolucionaron hacia un nuevo
estadio. A finales del siglo xvi y principios del xvii tenían las características
de unas fuerzas de frontera en una región todavía sin pacificar, durante el
siglo xvii y primera mitad del xviii eran compañías sueltas que solo se acti-
vaban en momentos puntuales, y en el último tercio del siglo xviii las autori-
dades virreinales se implicaron en la formación de cuerpos milicianos per-
manentes, a escala regional y con un cierto grado de disciplina y organización.1
A partir de 1810, estas tropas formadas por paisanos para la defensa y el
mantenimiento del orden a nivel local se profesionalizaron, pasando a for-
mar parte del enorme aparato bélico que luchó en la guerra a lo largo y ancho
del territorio novohispano. Fueron la base del ejército que, comandado por
Calleja, derrotó a los insurgentes liderados por Hidalgo y Allende. Sus victo-
rias aumentaron el prestigio del general, que acabó siendo nombrado virrey
en 1813.
Desde el palacio virreinal, ante la imposibilidad de recibir refuerzos sig-
nificativos desde la península, y tras el fracaso de la táctica tradicional para
reprimir una revuelta (dura represión para infundir temor y luego indulto),
que solo sirvió para aumentar el resentimiento entre amplios sectores de la
población, Calleja aplicó una nueva estrategia que había diseñado durante
sus campañas y que se basaba en dos puntos básicos: repartir las fuerzas del
ejército realista en divisiones por el territorio novohispano, y crear unas nue-
vas unidades milicianas de carácter local en todas las poblaciones y hacien-
das del virreinato, las compañías de fieles realistas. El virrey, siguiendo la
idea sobre la que se asentaba el sistema defensivo americano desde la aplica-
ción de las reformas tras la derrota en la Guerra de los Siete Años, dejó que
los propios novohispanos llevaran el peso de la guerra (aunque los rangos
más elevados eran predominantemente militares peninsulares). Este plan su-
ponía un coste económico y personal elevado, que recaía sobre unos vecinos
1
  En esta tercera etapa se pueden distinguir dos fases, la primera entre 1767 y 1795, el periodo
de existencia de la Legión de San Carlos, y la segunda, desde 1795, año en que se formaron los Re-
gimientos Provinciales de Dragones de San Luis y San Carlos, hasta el estallido insurgente de 1810.

384
conclusiones

que debían sostener a las tropas del ejército realista y a las compañías de
fieles, en las que muchos de ellos se veían obligados a servir, abandonando
las tareas productivas. El esfuerzo que tuvieron que realizar los habitantes
del virreinato fomentó el descontento entre la población y terminó por arrui-
nar la maltrecha economía novohispana, aunque los costes económicos y
sociales de un gran ejército regular enviado desde la península no habrían
sido menores.
En el nuevo plan defensivo de Calleja los cuerpos potosinos, formados
por hombres de su confianza, cuya labor en campaña le permitió llegar al
poder, ocuparon buena parte de los puestos clave. Tanto los humildes campe-
sinos, que en su mayoría formaban estas tropas, como la oficialidad, que
desde el inicio de la guerra era predominantemente criolla, adquirieron un
nuevo estatus como soldados del rey. Al honor que suponía vestir el unifor-
me, se añadía el hecho de formar parte de un grupo privilegiado (fuero,
preeminencias, independencia de los poderes civiles…). Su fidelidad a la
causa realista no puede ponerse en duda, pero en 1821 apoyaron el plan in-
dependentista de Iturbide, porque, además de garantizar la independencia, la
religión y la igualdad de los mexicanos, les aseguraba el mantenimiento de
sus privilegios como miembros del ejército. Para entonces, la práctica totali-
dad de los mandos que servían desde antes del estallido insurgente, vecinos
principales y, fundamentalmente, de origen peninsular, ya estaban retirados.
La mayoría de los nuevos oficiales provenían de los sectores populares de la
sociedad, habían sentado plaza de soldado o suboficial como una opción para
ganarse la vida, y lograron ascender por méritos de guerra. Tras el desgaste
de once años de conflicto y ante la inestabilidad que se vivía en la península,
con continuos cambios de régimen, dejaron en un segundo plano su deber de
servicio al rey y se adhirieron al Plan de Iguala, que garantizaba su continui-
dad en una situación privilegiada. Durante la guerra el ejército realista de-
mostró su superioridad militar sobre las fuerzas insurgentes, pero, finalmen-
te, fueron los propios realistas los que apoyaron la independencia para
mantener sus privilegios. De esta forma, los milicianos potosinos, que se
convirtieron en soldados del rey durante la contienda, pasaron a ser miem-
bros del ejército mexicano.
Las fuerzas que se enfrentaron al inicio de la guerra, unas sublevadas
violentamente y otras que luchaban para acabar con la rebelión, no eran pro-
fesionales, pero en 1821 miles de hombres conformaban un ejército nacional
con experiencia en combate. La estrategia defensiva del virrey convirtió a los

385
juan josé benavides martínez

milicianos en soldados profesionales, por lo que podemos decir que Calleja


fue el impulsor de lo que acabó siendo la primera institución sobre la que se
asentó el México independiente, el ejército. El ejército permanente mexica-
no quedó dividido en dos sectores, los que habían sido guerrilleros insurgen-
tes y los que formaron parte de las fuerzas realistas. Esta división, determi-
nada por el desenlace de la guerra, y el derrumbe de la moral y la disciplina,
tras haber quedado legitimada por Iturbide la rebelión contra las autoridades,
provocaron que el prestigio de la institución militar se viniera abajo. Los
escasos recursos, las deserciones generalizadas y unos oficiales más pen-
dientes de intrigas políticas que del cumplimiento de sus obligaciones, hicie-
ron que el ejército mexicano no solo se mostrara incapaz de cumplir con sus
funciones (proteger a la sociedad de enemigos internos y externos), sino que
también se convirtiera en una fuente de inestabilidad.
Pero, además, la estrategia implementada por Calleja implicó un impor-
tante cambio en lo que a las milicias se refiere. Los grupos de poder locales
quedaron al mando de las compañías de fieles realistas, una circunstancia
que podía volverse contra los intereses de la Corona (como acabó sucedien-
do). Para asegurarse el apoyo de las élites criollas, el virrey trató de fomentar
el patriotismo entre estos grupos. Por tanto, podemos considerar a los fieles
realistas, además de un instrumento de defensa, un mecanismo de refuerzo
de los deberes de los vecinos hacia la patria y el rey, que pretendía restar
apoyo social a la insurgencia. Hasta entonces, el único objetivo de las auto-
ridades al formar fuerzas milicianas disciplinadas había sido organizar la
defensa del modo más eficiente y económico posible. La estructura de los
cuerpos milicianos reflejaba los valores y la organización de la sociedad en
la que se establecían y podían servir como un elemento de control social, ya
que fomentaban la sujeción de la plebe (tropa) a las élites (oficiales), pero
como consecuencia de su formación, no porque fuera su propósito. Sus
miembros juraban lealtad al rey, pero estas fuerzas no se plantearon como un
medio para promover el patriotismo o la fidelidad a la Corona, como lo de-
muestra el hecho de que las autoridades siempre temieran las consecuencias
de armar y organizar militarmente a la población, dejándola al mando de los
poderes locales.
En el caso que nos ocupa, la creación de los regimientos de San Luis y
San Carlos obedecía a razones estratégicas y, si bien es cierto que fomenta-
ron la implicación de los grupos dirigentes potosinos en el sistema defensivo
del virreinato, esta no se consiguió por su fidelidad al rey, de la que siempre

386
conclusiones

hacían gala a la hora de solicitar favores y mercedes. Las élites aceptaron


participar en las milicias solo después de negociar con la Corona las condi-
ciones del establecimiento y porque se beneficiarían de una serie de privile-
gios. Además, si su vinculación en la estructura defensiva novohispana fue
efectiva, en gran parte se debió a la figura de Félix Calleja, hombre fuerte de
la región, que siempre veló por el buen estado de estos cuerpos. El coman-
dante estableció unos vínculos personales con los grupos de poder locales
que favorecieron al servicio más que cualquier ordenanza o disposición dic-
tada por las autoridades. De no haber sido por su labor, seria y responsable,
al frente de los regimientos provinciales, probablemente, estas fuerzas ha-
brían sido poco más que unas listas de nombres con unos oficiales preocupa-
dos únicamente por sus preeminencias, como sucedió con la Legión de San
Carlos, o una suerte de huestes personales.
Asimismo, las milicias de fieles realistas creadas por Calleja jugaron un
papel fundamental en la construcción del nuevo estado mexicano. Tras la
proclamación de la Constitución, mantuvieron las mismas características de
orden interno y organización, aunque pasaron a denominarse milicias nacio-
nales. La principal diferencia radicaba en que, por encima de fomentar el
patriotismo, se convirtieron en un elemento de defensa del sistema constitu-
cional. Sus miembros pasaron a ser milicianos-ciudadanos. Ya en el México
independiente prosiguieron su existencia bajo la denominación de milicia
cívica, que, al igual que sus predecesoras, además de una finalidad defensiva
tenía como uno de sus objetivos principales el fomento de unos ideales con-
cretos entre sus miembros, en este caso, los valores nacionales y liberales
fijados en la Constitución de la República. El lugar que debían ocupar estas
fuerzas en la estructura defensiva de la nación era una cuestión de gran im-
portancia, ya que la supremacía del ejército, opción defendida por los centra-
listas, o de las milicias, como preferían los federalistas, era un punto deter-
minante para definir el concepto de soberanía en la construcción del
estado-nación.2 Los federalistas terminaron por imponerse y la milicia cívica
quedó controlada por los gobiernos de los estados, convirtiéndose también
en un elemento de cohesión regional.

2
  Sobre los diferentes conceptos de soberanía en pugna durante los primeros años del México
independiente véase: Frasquet, Ivana, «Táctica y estrategia del discurso político mexicano: la cues-
tión de la soberanía, 1821-1822, en ibid. (coord.), Bastillas, cetros y blasones: la independencia en
Iberoamérica, Madrid: Mapfre, 2006, pp. 123-149.

387
juan josé benavides martínez

En definitiva, al margen de la trascendencia del «Plan Calleja» en la or-


ganización de la institución militar de la naciente nación mexicana, podemos
concluir que los distintos estadios de la evolución de las milicias potosinas
se corresponden con el propio desarrollo de la sociedad en la que se forma-
ron. Su estudio, fundamentalmente desde el establecimiento de la Legión de
San Carlos en 1767, nos ofrece una perspectiva privilegiada sobre la compo-
sición, los intereses y las actitudes de los grupos de poder locales, así como
sobre el modo en que se relacionaban con la Corona. Las élites potosinas,
criollas y peninsulares, dieron clara muestra de su influencia en la región,
resistiéndose o poniendo condiciones a las disposiciones de las autoridades
virreinales (órdenes de virreyes, de inspectores de tropas, de altos rangos
militares…), y también de su «conciencia de grupo», manifestando su indi-
ferencia, cuando no su rechazo, hacia la Legión de San Carlos, cuyo coronel
pretendía valerse de su posición privilegiada para situarse por encima del
resto.3
Félix Calleja, personaje carismático y de gran habilidad política, logró el
apoyo de los grupos de poder potosinos a las milicias, estableciendo unos
lazos personales basados en la conveniencia mutua: las élites aumentaron su
prestigio y su influencia en la región y el comandante hacía méritos para se-
guir progresando en su carrera. Con el paso de los años fue reforzando su
posición en la sociedad, convirtiéndose en el verdadero representante de la
autoridad real en San Luis. Los intendentes, interinos durante más de una
década, quedaron en segundo plano, por lo que podría decirse que el poder
virreinal se articuló en la región potosina a través de la figura del comandan-
te, al que las élites locales aceptaban como un interlocutor válido. En esta
relación también hubo fricciones y algunos elementos descontentos (sobre
todo entre los criollos de los grupos medios), pero, en general, los poderes
locales (ayuntamiento, gobernadores indígenas, intendentes y subdelegados,
grandes hacendados, mineros y comerciantes) se mantuvieron fieles a su co-
mandante, y le respaldaron tras el estallido insurgente. Aunque Calleja espe-
raba más, sobre todo de los peninsulares, parece que el apoyo a los rebeldes
en San Luis fue minoritario y reducido a los sectores medios y humildes de
la sociedad.

3
  El largo periodo de tiempo que abarca el presente estudio motivó que no abordáramos con
mayor detenimiento las disputas y tensiones entre el conde del Peñasco y su entorno con las autori-
dades y los grupos fuera de su órbita, una interesante cuestión que queda abierta para futuras inves-
tigaciones.

388
conclusiones

Por último, también quisiéramos señalar que el estudio de las milicias


potosinas durante la guerra nos permite comprender mejor el cambio de ban-
do de los soldados realistas. En 1821, estos cuerpos provinciales, dirigidos
por élites mayoritariamente peninsulares, se habían convertido en unas fuer-
zas profesionales comandadas por jóvenes criollos, muchos de ellos proce-
dentes de un estrato social humilde, que habían ascendido por méritos de
guerra. Estos hombres se alistaron como una opción para ganarse la vida y
decidieron adherirse al plan de Iguala, fundamentalmente, porque les ofrecía
la posibilidad de asegurar un estatus privilegiado que no tenían antes de la
guerra.

389
FUENTES

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2.º, 81-141 / 2.º, 86-216 / 2.º, 88-110 / 2.º, Estado, Mapas-planos-dibujos: 56.
88-161 / 2.º, 88-200 / 2.º, 92-107. OM-Expedientillos: N. 8723 / N. 18051 / N.
Secretaría de Guerra: 6958, exp. 1 / 6960, 18399.
exp. 38 / 6961, exp. 53 / 6967, exp. 9 / OM-Caballeros Santiago: exp. 8311.
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7000, exp. 8 / 7002, exp. 1 / 7003, exp. 12 456, 1275.
/ 7005, exp. 7 / 7008, exp. 9 / 7009, exp.
12 / 7010, exp. 6 / 7022, exp. 21 / 7027, Archivo de la Real Chancillería de Valla-
exp. 1 / 7036, exp. 7 / 7039, exp. 7 / 7273, dolid
exps. 2 y 3 / 7274, exps. 4 y 6 / 7275, exp. Sala de Hijosdalgo: caja 1051.0028.
3 / 7300, exp. 11.
Biblioteca Nacional de España (Madrid)
Archivo Histórico del Estado de San Luis Manuscritos, Mss: 3575 / 3650 / 4450 /
Potosí 10919 / 20245/33.
Agencia de Minería: Leg. 14.
Civil: A 43, 1595-1 y 24. Real Academia de la Historia (Madrid)
Ayuntamiento: 1796 / 1808 / 1818 / 1820. Jesuitas: 9-7320 / 9-7321.
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410
Editada bajo la supervisión de Editorial
CSIC, esta obra se terminó de imprimir
en Madrid en septiembre
de 2014
juan josé benavides martínez Juan José Benavides Martínez (Vitoria, Álava,

Benavides martínez
1981). Doctor en Historia por la Universidad
del País Vasco, sus principales campos de inte-
rés son la emigración vasco-navarra en la Amé-

Juan José
rica colonial y la historia militar de Nueva Es-
paña durante el siglo xviii y el periodo de
ÚLTIMOS TÍTULOS PREMIADOS DE MONOGRAFÍAS El presente libro da a conocer una investigación inédita sobre un momento clave

de milicianos del rey


«NUESTRA AMÉRICA» independencia, cuestiones que ha tratado me-
en la historia militar de México. Tras la derrota española en la Guerra de los Siete Años diante ponencias en congresos internacionales
(1756-1763), los Borbones impulsaron una serie de reformas que transformaron el y diversos artículos publicados en revistas
Descubridores de la mente. La frenología sistema defensivo del imperio americano, convirtiendo a las milicias, hasta entonces

a soldados mexicanos
en Cuba y España en la primera mitad del científicas, españolas y latinoamericanas, así
siglo xix unas fuerzas improvisadas para casos de emergencia, en el cuerpo más numeroso. Es- como en libros especializados de autor colecti-
Armando García González (Premio 2012) tas unidades, armadas pero no militares, eran, en muchos aspectos, reflejo del orden vo. Ha sido beneficiario del Programa de Becas
La Junta de la Habana. Adaptación del pac- social reinante, porque en ellas se implicaban los distintos grupos de la sociedad y Predoctorales del Gobierno Vasco y su labor
to colonial en Cuba en vísperas de las inde-
pendencias hispanoamericanas (1808-1810)
constituían un nuevo espacio de poder, que coparon las élites locales. En San Luis
Potosí, una región periférica del imperio, pero de gran riqueza argentífera e importan- Milicias y sociedad en San Luis Potosí investigadora se ha visto reconocida con el pre-
mio Nuestra América del año 2013 por la pre-
(1767-1824)
Sigfrido Vázquez Cienfuegos (Accésit 2012)
cia estratégica por su ubicación al noreste del virreinato de Nueva España, se estable- sente monografía.
El mundo de los negocios de Indias. Las cieron varios cuerpos milicianos desde 1767. El análisis de su formación, desarrollo y
familias Álvarez Campana y Llano San Gi-
nés en el Cádiz del siglo xviii relación con la sociedad local nos proporciona un mayor conocimiento de la organiza-
ción social y política de la región potosina a finales del periodo colonial, así como de

Milicias y sociedad en San Luis Potosí (1767-1824)


María Dolores Herrero Gil (Premio 2011)
la evolución de los propios milicianos durante la guerra de independencia, en la que, a

a soldados mexicanos
Negociando la obediencia. Gestión y refor-

de milicianos del rey


ma de los virreinatos americanos en tiempos pesar de su fidelidad a la causa realista, terminaron apoyando el plan independentista
del conde-duque de Olivares (1621-1643) de Iturbide.
Arrigo Amadori (Accésit 2011)

La Dramaturgia de Mario Vargas Llosa:


Contra la violencia de los años ochenta, la
imaginación a escena
Elena Guichot Muñoz (Premio 2010)

Desenterrando tesoros en el siglo xvi. Com­


pañías de huaca y participación indí­gena
en Trujillo del Perú
Rocío Delibes Mateos (Accésit 2010)

Llamado a la misión pacífica. La dimensión


religiosa de la libertad en Bartolomé de las
Casas
Ramón Valdivia Giménez (Premio 2009)

Cuerpo abierto. Ciencia, enseñanza y colec-


cionismo andaluces en Cuba en el siglo xix
Armando García González (Accésit 2009)

La plata del rey y sus vasallos. Minería y


metalurgia en México (siglos xvi y xvii)
Jaime J. Lacueva Muñoz (Premio 2008)
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Neruda y los escritores de la Edad de Oro
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Espacio de poder, ciencia y agricultura en


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Leida Fernández Prieto (Premio 2007)

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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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La pesca gallega en Terranova, siglos xvi‑xviii Ilustración de cubierta: El ejército de los Borbones.
Caroline Ménard (Accésit 2007)
Vol. III, Tropas de Ultramar (s. xviii), Manuel Gómez
UNIVERSIDAD DE SEVILLA Ruiz y Vicente Alonso Juanola, Madrid: Servicio His-
9 788400 098346
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cubierta consejo.indd 1 15/09/14 12:16

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