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editorial trotta las formas del origen una puerta sin retorno al laberinto de las génesis Eprcion pz ANcer Diaz pe Rapa 5 ORIGENES AFRICANOS PROCURADOS, ENCONTRADOS Y DISPUTADOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA Livia Jiménez Sedano Universidad Nacional de Educacién a Distancia Departamento de Antropologia Social y Cultural LA ENREDADA MADEJA DE LOS ORIGENES e capitulo me propongo analizar algunas de las multiples formas e diyersos agentes sociales construyen sus orfgenes africanos', o los nes africanos de otros, durante el encuentro social nocturno en dife- clubes de muisica bailable en Lisboa’, conformando un campo que minaré de forma genérica pista de baile poscolonial. Este campo de icas danzantes es resultado de una larga historia de colonizaci6n, un so relativamente reciente y tardio de descolonizacién, y el estable- zento de redes migratorias entre las antiguas colonias de Portugal’ ciudad de Lisboa. Tras el estallido de la independencia de los psLor 975, se produce una profunda reestructuraci6n social, de manera que viejas jerarquias se tornan inaceptables sin que, por otra parte, las an- s clasificaciones dejen de ser relevantes. La categoria africano, por 1, Todas las expresiones emic aparecen en cursiva en el texto —es decir, las expresio- producidas por los agentes del campo social que es objeto de mi investigacién, asf como gue les son atribuibles—. Esto incluye etménimos tales como africano 0 portugués. Tal ‘o han indicado varios autores (cf. Brubaker, 2002; Diaz. de Rada, 2008; Jiménez Seda- 2011; Wimmer, 2013), las categorias étnicas y emonacionales deben set consideradas setos de anilisis y no categorias analiticas. 2, Este trabajo forma parte del proyecto posdoctoral «Etnicidades danzantes en un “exndo social transnacional», que he llevado a cabo desde 2013 en el Instituto de Etnomusi- “cologia de la Universidade Nova de Lisboa (tNET-md), financiado por la rc (Fundago para ‘= Giéncia e Tecnologia) del Gobierno portugués (beca SFRH/BPD/87653/2012). El objetivo ge- eral de la investigacién consiste en explorar las formas en que se constrayen pertenencias Genicas en contextos de baile social. Para ello, realicé una etnografia entre 2013 y 2015 ba- sada en observaci6n participante en contextos de baile social africano en Madrid y Lisboa, complementada con entrevistas @ actores sociales, como profesores de baile, Dj, duefios y gerentes de discotecas y frecuentadores habiruales. 3. A partir de ahora, utilizaré el acrGnimo PALO? —patses africanos de lengua oficial >sortuguesa— para referirme a estos patses. 140 SUBJETIVIDADES ejemplo, sigue siendo ampliamente usada en la sociedad poscolonial, y atin hoy arrastra pesadas connotaciones de inferioridad y profunda otre- dad (cf. Almeida, 2000; Quijano, 2000) que tienen consecuencias en la vida diaria de los que son asf etiquetados (cf. Machado, 2001), En la vida nocturna —como contrapartida— se desarrollan formas de socializacién en las cuales las convenciones quedan en suspenso, y que permiten sub- vertir temporalmente el orden social y renegociarlo en otros términos. Un pasado de colonizacién coronado por una serie de guerras especialmente largas y traumaticas ha dado como resultado, en la actualidad, un con- junto de tabties, miedos, rencores y sospechas no reconocidos o incluso no verbalizables que, en muchos casos, se expresan a través de discursos corporales?. En este contexto, vamos a observar el encuentro en los clu- bes de baile social como un ritual secular contempordneo (Segalen, 2005) con una dimensién performativa (Tambiah, 1981), que tiene lugar cada noche (Delgado y Mufioz, 1997), y en el cual los agentes sociales rene- gocian sus posiciones relativas en una nueva estructura social poscolonial que se encuentra en constante transformacién. En este sentido, «lo fun- damental del ritual es que provee a los agentes sociales de una situacién para intensificar 0 reconstruir expresivamente sus vinculos» (Garcia, Ve- lasco et al., 1991: 255). De entre todos los géneros de misica y baile que podemos encon- trar en este campo, algunos se han convertido en los simbolos de africa- nidad més representativos, en torno a los cuales se concentran debates sobre autenticidad y fidelidad a los origenes, como es el caso de la de- nominada kizomba. Para contextualizarla, tenemos que acudir a la his- toria reciente de uno de los estilos musicales mas exitosos en las Ilama- das discotecas africanas: el género conocido como zouk, procedente de Jas Antillas francesas (cf. Guilbault, 1993), que hizo furor en los PALOP durante los ochenta y los noventa. Muchos artistas originarios de estos paises africanos realizaron sus propias versiones de este estilo musical de moda, y algunos de ellos le pusieron etiquetas que lograron un cierto ni- vel de consenso, tales como afro-zouk (en Guinea-Bisdu), cola-zouk (en Cabo Verde) o kizomba' (en Angola). Todas estas misicas se bailaban en pareja, y en principio no tenfan pasos definidos ni diferentes de otros bailes populares que ya existian previamente, como la coladera en Cabo Verde o la semba en Angola (cf. Moorman, 2008). En muchos contextos 4. _Véase, por ejemplo, Alisch y Siegert (2013) para un andlisis del baile llamado kue- duro, originado en los suburbios de Luanda en la década de los noventa como forma de expresién del trauma de la guerra de Angola. 5. Kizomba es una palabra en lengua kimbundu (una de las tres principales lenguas habladas en Angola, cf. Moorman, 2008), que se traduce generalmente como «fiesta» (es decir, de forma muy genérica, «miisica de fiesta»). BIGENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA 141 recibfa el nombre de passada (es decir, secuencia de pasos); en . donde la mayoria de frecuentadores eran personas inmigradas de era denominado por algunos bailadores con el término kigomba r, «baile de fiesta»). Cuando la danza fue introducida en las es- s, la etiqueta comercial elegida fue kizomba, aunque no todos los esores invitados para dar las primeras clases experimentales utiliza- esa categoria para denominar la danza —o no utilizaban ninguna en iuto—. Sin embargo, kizomba fue el nombre que quedé asociado a disciplina de escuela que iba adquiriendo —para sorpresa de propios ‘rafios— un inusitado auge nacional e internacional. Por todos estos vos, el fendmeno de la kizomba se convirtid en un foco estratégico investigacién. ara entender la magnitud del fendmeno hay que tener en cuenta que a Ileg6 a convertirse en la década de los noventa en la ciudad con el peso relativo de poblacién de origen africano de toda Europa (Ma- do, 1997). Portugal cuenta con una historia de colonizaci6n muy an- —los primeros exploradores de Africa en el siglo xv procedian de I—, y una descolonizacién muy reciente —las colonias obtuvie- independencia en el afio 1975—. Uno de los resultados de esta ia es la vibrante noche africana de Lisboa. Al llegar al campo y des- ar ese mundo social tan rico y fascinante, decid{ invertir mas tiempo nerzo del que tenia planificado en el disefto inicial de investigacién. Se hacen aqui necesarios unos breves apuntes sobre la realidad social os Ilamados africanos en Lisboa. Segtin Almeida et al. (1992: 87-90), soblacién inmigrada etiquetada como africana sufre los mayores in- ees de pobreza, vulnerabilidad social y econdmica de la ciudad. A pe- de esta situacién de desigualdad, segtin Machado (1992) no se han educido fendémenos de politizacidn de la etnicidad en Portugal como ocurridos en Francia o Inglaterra porque no hay un grado de contras- an elevado con la poblacién clasificada como autdéctona, que también fe condiciones de precarizacién generalizada. En cualquier caso, exis- ea diferencias en funcion de la nacionalidad de origen. Los clasificados ‘em las estadfsticas como caboverdianos, guineanos y santotomenses son. ‘os que viven en peores condiciones residenciales y laborales, mientras gue los etiquetados como angolefios y mozambiquerios, aparecen como jos mejor situados, con mayor porcentaje de profesionales cientificos y écnicos (Machado, 1992, 1999). Aunque nitidamente clasificados en las estadisticas, esa categoriza- i6n emic de los individuos segtin sean de origen africano 0 portugueses no es una tarea sencilla, Siglos de relaciones hist6ricas transocednicas han dado lugar a historias familiares entretejidas de formas profundamen- ce complejas en condiciones politicas cambiantes, haciendo que hoy en dia el campo adopte la forma de una enredada madeja de origenes. Una 142 SUBJETIVIDADES somera contextualizacién histérica nos ayuda a entender en qué consis- te esta complejidad. Durante los afios sesenta se asentaron en Portugal funcionarios que venian de las colonias, asi como trabajadores no cuali- ficados en el sector de la construccién. Vinieron principalmente de Cabo Verde, que en aquella época era considerada una provincia de ultramar, no una naci6n extranjera. En 1975, con la caida de la dictadura en Portu- gal y la intensificacién de las guerras de Africa, se declaré la independen- cia de los pALoP. En el caso de Angola y Mozambique, donde la guerra de independencia fue especialmente dura y dilatada en el tiempo, miles de familias tuvieron que huir a Portugal como refugiadas. Recibieron el nombre de retornados, aunque muchos de ellos habian nacido en Africa y no sentian estar volviendo a ningin sitio. No existen estadisticas oficiales, pero se calcula que fueron mas de medio millén de personas las que, en su mayoria, se asentaron en Lisboa en casa de familiares con los que, en oca- siones, hacia mucho tiempo que no tenian contacto. Junto con este contin- gente Ilegaron también personas con nacionalidad Portuguesa —aunque, debido a su color de piel, fueron consideradas por la mayorfa de la pobla= cin como africanas— que generalmente habian estado més cerca del ré- gimen colonial, tenian un nivel alto de escolarizacion y hufan también de la crisis polftica. Son los que Machado denomina antiguos luso-africanos y caracteriza como de clase media o elevada (Machado, 1994). A todos los grupos de poblacién referidos hasta ahora y a sus descendientes se unen en los afios ochenta los inmigrantes laborales que Ilegan durante la época de auge econdmico de Portugal, en los ochenta y noventa. Se crea aqui una distinci6n entre inmmigrantes (por ejemplo, caboverdianos) —en gene- ral de clase trabajadora— y antiguos luso-africanos (por ejemplo, anti- guos luso-caboverdianos) que, procedentes de un estrato social mas ele- vado, conformaban una élite de empresarios y profesionales liberales, A todos estos grupos sociales tenemos que afiadir los hijos de los inmigran- tes que nacen en Portugal, y que en la literatura de las ciencias sociales suelen ser caracterizados como africanos de segunda generacion. En resumen, en Lisboa encontramos retornados que no volvieron a ningtin sitio, africanos blancos, portugueses negros, portugueses que ni si- quiera conocfan Portugal —los retornados jovenes en los ahtos setenta—, africanos que nunca pisaron Africa —la segunda generacién de hoy—, y todas las posibles mezclas entre un sinfin de categorias definidas de forma difusa y aplicadas de distintos modos segiin la situacion y €poca histérica. A todos ellos debemos sumar los hijos que nacieron de las familias for- madas por miembros de todas estas categorias mezcladas entre si y con muchas otras. En conclusién, la inmensa variedad de posiciones en que se sittian los sujetos en este campo poscolonial no se puede reducir a ca- tegorias simples y dicotémicas como africano y portugués, Ni siquiera multiplicando las etiquetas para matizarlas, como hace Machado, pode- RIGENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA tag dar cuenta de la complejidad de circunstancias y posicionamientos. recisamente esta enredada madeja de orfgenes la que hace necesaria egociacion del lugar que ocupa cada uno, y la pista de baile se con- e en una de las principales arenas sociales para ello. A modo de ejemplo, vamos a ver cuatro formas diferentes de cons- los origenes africanos bailando. La primera es una reconstrucci6n Jas fiestas familiares que celebraban los migrantes Ilegados de Cabo de en la década de los ochenta, en los barrios que construyeron con propias manos a las afueras de Lisboa. La segunda se basa en la des- cidn etnografica de B.leza, una casa asociada a los muisicos venidos de 0 Verde y otros PALOP, que adquirié renombre internacional desde los enta, y se ha convertido en el mayor representante de la misica africa- en directo en Lisboa. La tercera es la pista de Mwangolé, una discoteca es considerada heredera de Mussulo, el club africano mas auténtico, ante y chic de la ciudad para muchos. La cuarta es Barrio Latino, pista visitada preferentemente por los alumnos de las escuelas de bai- que ofertan kizomba, donde la idea de reunirse en torno a una practica ‘énticamente africana es esencial para la eficacia de un ritual de vuelta los orfgenes —un ritual en el que, por otra parte, participan pocas per- nas etiquetadas como africanas—. En cualquier caso, estos ejemplos no otan ni representan todos los fenémenos de construccién de origenes icanos en la noche lisboeta: existen muchos otros, de tal forma que incursiones nocturnas que vamos a efectuar a continuacién deben ser madas como una mera introduccién a un mundo enormemente rico, iverso y complejo. FIESTAS EN EL BARRIO DE MARCO: ORIGENES TRASPLANTADOS. Uno de los enclaves que mas frecuenté desde 2014 es Sabura®, una disco- teca pequefia y familiar. Su duefio, Arlindo, es un hombre de poco mas de cuarenta afios con larga experiencia en la llamada noche africana de Lisboa —una expresién emic utilizada en el campo por buena parte de los agentes, especialmente los profesionales de locales de ocio nocturno—. Arlindo habia adquirido el local un afio antes, y confiaba en continuar atrayendo a una clientela fiel que ya frecuentaba las casas que habia re- gentado anteriormente. Aunque él nacié en Lisboa, sus padres habian emigrado de Cabo Verde a Portugal en los afios setenta. Acostumbrado a organizar su vida social a través de redes de solidaridad y parentesco, habia empleado a un hermano para controlar la puerta, dos primos para 6. Sabura es un término del crioulo caboverdiano que podemos traducir como «mo- mentos de socializacién que se disfrutan, agradables, de diversi6n y de placer». 144 SUBJETIVIDAD=: atender la barra, un sobrino como DJ y otro de camarero para atender las mesas (/ustracion 2). En el siguiente fragmento del diario de campo aparece reflejada una de las conversaciones que tuve con Marco’, hermano de Arlindo, que trabajaba alli de portero. En un momento que Arlindo salié a controlar la puerta, Marco pudo tomarse un descanso y entramos. Tras bailar unas kizombas, llegamos a la barra y comenzamos a hablar sobre diferencias entre estilos de baile. [Marco] me cuenta que fue un da a una clase de baile (kizomba) de Barrio La- tino porque cree que hay que seguir aprendiendo siempre, y que se encontré con la sorpresa de que no era capaz de hacer ninguno de los pasos, que se sintié muy torpe. No le salfa la... «c6mo se llama, salida la llaman... y no me salfa con ninguna de las chicas con las que me iba tocando». Me cuenta que lo pasé muy mal, que fue como un trauma, que sintié que después de toda la vida bailando €ra como si no supiera bailar. Me dice que, claro, que las chicas que estén acos- tumbradas a bailar asi a lo mejor se aburren bailando con él, que como é1 no hace més cosas de las que hace, bailar asi, que a lo mejor a ellas no les gusta y prefieren bailar con otros que sf hacen esos pasos. Le pregunto si entonces va a volver a las clases o va a intentar seguir y me dice que no, que a la que no le guste bailar con él, pues que no baile. [...] Marco me cuenta que él ya nacié en Lisboa, en la zona de Amadora, y que alli las fiestas se hacfan de otra forma (no en discotecas o salas de fiesta), que la gente tenia su casa, no eran edificios altos, y se juntaban en las casas para bailar, con vecinos, amigos, etc. [...] Me cuenta gue los de la generaci6n de sus padres llegaron desde Cabo Verde a Portugal y alli se reencontraron con gente que ya se conocta desde Cabo Verde, que eran vecinos y familia. Lo que hicieron —me dice— fue construirse sus propias ca- sas en espacios donde no habfa nada, sin licencia ni papeles, y reconstruyeron Ja vida que tenfan alla, juntandose de nuevo vecinos, familiares, con las nuevas personas que conocian alli también procedentes de Cabo Verde en su mayoria. [...] Aprendian a bailar con los amigos, y viendo a los mayores en las fiestas ¢ imitandoles. Se hacfan muchas fiestas [19 de marzo de 2014]. Este fragmento del diario de campo comienza con el relato de un pri- mer desencuentro en la pista. Cuando Marco entré en un taller de ki- zomba, descubrié que lo que llevaba toda la vida haciendo —su habitus dancistico (cf. Bourdieu, 1977)—no era compatible con aquello que es- taba enseftando el profesor. El bailaba a un ritmo binario, ocupando en a pista un espacio circular delimitado o kinesfera (Hall y Hall, 2010). Sin embargo, lo que estaban practicando en la clase —una técnica es- 7. Los nombres de los participantes han sido sustisuidos por pseudénimos para ga- ramtizar el anonimato, exceptuando los de los profesores de baile, dueiios de discotecas y DJ, que tienen un perfil piblico asociado a su participaciGn en este campo. BIGENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA 145 izada en las escuelas y bautizada como salida— se basa en una ada de cuatro tiempos, lo que implica salir necesariamente de esa en la que él estaba habituado a desenvolverse. Ampliar su re- io corporal con nuevos pasos no era facil. La base ritmica y la for- de usar los espacios eran tan diferentes que, para poder hacer aquel . tendria primero que reestructurar todo su conocimiento implicito. as palabras, lo que él sabfa no valia (cf. Franzé, 2002). No se tra- solo de pasos de baile. Eran mundos sociales que —a pesar de com- banda sonora— estaban muy distantes entre si. Por un lado, el de ases medias con cierta capacidad adquisitiva y estilos de consumo =opolitas que acudian a las escuelas; por otro, la vida de Marco, li- 2 los llamados barrios de lata de la periferia de Lisboa. & pesar de que estos enclaves eran conocidos popularmente como de africanos, en realidad fueron construidos mucho antes de la eda a la zona de las personas etiquetadas como africanas. La primera construcci6n tuvo lugar entre 1900 y 1960. aquel tiempo, la profundizaci6n de las relaciones de produccién ista en la agricultura y el brote de la industrializacién en las ciuda- ovocaron el aumento de la presién demografica sobre los centros os, en particular sobre Lisboa. El crecimiento de la capital se con- de este modo, en el crecimiento de sus periferias (Cardoso y Pe- z 1994: 100). familias que emigraban a Lisboa desde zonas rurales de Portugal de mejorar sus condiciones de vida se construyeron sus propias endas en el extrarradio para evitar su demolicién, en esa zona que ya Lisboa. Pero no serfa hasta finales de los afios sesenta, en una segun- , cuando comenzaran a asentarse en estas mismas reas y otras ad- ates familias venidas desde zonas rurales de Cabo Verde. Por un lado, mugal estaba sufriendo una grave crisis de mano de obra en el sector de struccidn. Por otro, Cabo Verde padecia la mayor sequfa que el ar- ago habia conocido, y la politica colonial favorecia esos movimien- migratorios domésticos (Carita y Rosendo, 1993). A partir de enton- Portugal desarrollé una fuerte dependencia estructural de mano de bea caracterizada como africana para la construccién de las infraestruc- sas nacionales (Machado, 1997). Durante los afios 1974 y 1975, coinci- tendo con la descolonizacién, este flujo inmigratorio se intensific6. Estas smsevas familias que se estaban asentando en Lisboa siguieron la misma es- waregia de los inmigrantes internos y construyeron alojamientos de ba- »encas en barrios como Estrela de Africa, Fontainhas, 6 de Maio, Quinta ‘Geande o Quinta de Pailepa. En estos enclaves, las condiciones de vida ean especialmente duras. Segiin Cardoso y Perista (1994), las poblacio- wes de estos barrios de lata quedaron excluidas del patron de vida urba- cialmente instituido en Lisboa y construyeron un ambiente cerrado 146 SUBJETIVIDADES en s{ mismo, un microclima en el que buena parte de la vida cotidiana se daba dentro de los limites del barrio. Estos lazos sociales densos estaban marcados por la solidaridad y la interdependencia mutua, que se expresaban a través de simbolos im- portantes para estas comunidades. En este contexto, la fiesta se convir- tid en el momento de celebrar los vinculos sociales y exaltar la unidad. Como afirma Connerton (1989), las sociedades incorporan sus signifi- cados compartidos a través de movimientos en contextos rituales. Entre estos se encuentran los bailes, que adquieren una dimensién pedagégica de aprendizaje, estudio y recuerdo del conocimiento colectivo —lo que Yvonne Daniel denomina «sabidurfa danefstica (Daniel, 2005)»—. Cada miembro de la comunidad atesora en su habitus dancfstico todo el lega- do de memorias como si de un archivo se tratase (cf. Lepecki, 2010). De esta forma, cuando Marco baila en las discotecas de Lisboa, rememora a través de su discurso corporal aquella época. Al mover su cuerpo del modo en que esta predispuesto a hacerlo, revive aquellas historias de su infancia a través de la memoria muscular. Y —en el espacio intersubje- tivo de bailadores y observadores— los que miran a Marco bailar y tam- bién vivieron esa historia, son capaces de interpretar esos significados y recordar aquellos tiempos. Arlindo me decfa sefialando la pista: ¢Ves a mi. hermano? Eso es lo que yo llamo bailar natural. Sin embargo, los que care- cen de esa memoria solo pueden ver un movimiento vacio de significado. Cuando los alumnos de las escuelas de baile le ven, interpretan su) baile a través de criterios estéticos ajenos al contexto de produccién de: esas practicas, y concluyen que se trata de un baile demasiado repetitivo, aburrido o simple. En otras palabras, ese baile no encaja en el imaginario cosmopolita que motiva a los consumidores de clases de danza. La opera- cién para darle sentido adopta la forma de otro discurso de los origenes muy repetido en el campo: los africanos solo hacen el paso basico. Somos nosotros quienes hemos hecho evolucionar la kizomba. Por tanto, el habi- tus dancistico de personas como Marco es leido como discurso corporal que narra los origenes de la kizomba. Pero, en el contexto hist6rico de aquellos barrios de la periferia, los vinculos fueron simbolizados como una hermandad basada en un ori- gen comin muy concreto: el barrio, las redes domésticas y de vecindad. La comunidad se fue construyendo discursivamente como si hubiera sido trasplantada, con los mismos miembros volviendo a reunirse en otra tierra distinta y activando los vinculos preexistentes, como si el proce- so migratorio hubiera representado simplemente un breve paréntesis en el devenir fluido de una sociedad. Quienes ni siquiera habian pisado el recreado Cabo Verde originario —como es el caso de Marco— también fueron incorporados a la comunidad trasplantada, y se hicieron partici- pes de sus practicas y de su discurso. Por ejemplo, Arlindo —el hermano ENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA 147 10 y duefio de a discoteca—, que también habia nacido en el ex- de Lisboa y solo habja visitado Cabo Verde durante una semana iones, recordaba asf su época de infancia y juventud: mis tiempos tenfamos la costumbre de que todos los domingos venia la ia [...] Haciamos nuestras fiestas. Todo el domingo poniamos mtisica, ;bamos, comfamos [...], mas de 50 personas. [...] Antes no habia muchas tecas. Habfa fiestas puntuales [...] los cumpleafios se celebraban en casa, alquilaba una sala [...] Ese asunto del baile yo creo que ya viene con no- os. [...] Africa pata mi siempre estuvo presente porque las costumbres de familia se mantuvieron. historia de los barrios de lata comenzé6 a declinar a partir de los venta. Con el crecimiento de la ciudad, algunos de estos barrios se engullidos por una urbanizacién en expansi6n, y se convirtieron asf problema para la especulacién inmobiliaria. Comenz6 un proceso oliciGn y realojo de los habitantes (Carita y Rosendo, 1994: 109), ivo como consecuencia una quiebra de las redes sociales que for- el tejido de la vida cotidiana. Tanto Marco como otras personas ntaron en las entrevistas que empezaron a no conocer a los vecinos, en su edificio empez6 a reinar la desconfianza. Esto supuso el fin fiestas. La miisica a un volumen elevado reverberaba en los edifi- de varias alturas y los vecinos protestaban. Las celebraciones en casa on sustituidas por el encuentro en los locales de ocio nocturno, donde an vinculos menos densos y los orfgenes son construidos en otros iNOS, COMO veremos a continuacién. UNA NOCHE EN B.LEZA: ORIGENES RECONSTRUIDOS. es un espacio mitico de la noche lisboeta. Como resultado de la idn histérica especial entre Cabo Verde y Portugal, los primeros s de musica africana en vivo —una expresi6n utilizada por muchos entadores de estos espacios para designar el sonido que caracteri- a sus locales favoritos— tuvieron un gran éxito. Tras la revolucion 25 de abril de 1974 y después de décadas de represién, habfa llegado | momento de ensayar nuevas formas de sociabilidad y comenzé a desa- vollarse una renoyada cultura de ocio nocturno. En este contexto, aquel webiente africano que se iba conformando provocé curiosidad, y se fue saciendo especialmente atractivo e interesante para un grupo de inte- ‘ectuales y artistas —etiquetados como portugueses en este contexto— ‘gee comenzaron a frecuentar estos espacios. Sin duda, la miisica y el baile social constituyen una combinacién pri- jegiada para viajar al origen a través de los sentidos, en una experiencia 148 SUBJETIVIDADES sinestésica (cf. Le Breton, 2007). Los nuevos espacios de ocio y encuen- tro nocturno que se fueron creando a lo largo de esas décadas constitui- rfan un contexto ritual fundamental para la construccién simbdlica de una comunidad. A través de la inmersion sonora y kinésica en los simbo- los colectivos, se fue construyendo un sentir comin de volver a los orige- nes: estar en casa. En la pista de baile se encontraron y mezclaron muchas formas de estar en casa y se cre6 una nueva, propia de Lisboa. Los inte- lectuales y artistas que alli acudfan en busca de un inspirador y refrescan- te ambiente africano contribuyeron a construirlo con su deleitada mira- da. En este puzle, necesariamente se tenia que dar cabida a habitus muy distintos entre sf, y los bailadores tuvieron que operar un bricolaje que result6 en esta nueva cultura. B.leza es, probablemente, la tinica casa perteneciente a esta tradicién de locales de muisica africana en vivo que atin sigue abierta. Desde fina- les de los afios setenta, algunos miusicos procedentes de las antiguas colo- nias —fundamentalmente de Cabo Verde— inauguraron clubes para po- der tocar en directo e invitar a otros artistas. Algunos de los més célebres fueron Montecara —més conocido como Bana, por el nombre del famoso misico que lo abrié— (Cidra, 2010); y la Casa da Morna, inicialmente propiedad del artista Tito Paris, también famoso en este ambiente africa- no. En los aiios ochenta, empresarios que no eran misicos se aventuraron a organizar fiestas nocturnas con mtisica africana: Zé da Guiné inaugur6é las Noites Longas; Maria do Céu Guerra —conocida actriz— y Vitorino —cantante— organizaron las fiestas del Ritz Club; José Manuel Saudades, e Silva —empresario enamorado de la miisica africana— abrié el club Bai- le en la sala de baile del antiguo palacio Almada Carvalhais, monumen- to del siglo xvim que estaba disponible para alquilar. Esta casa cambiaria més tarde de nombre para pasar a Ilamarse B.leza, en honor a un poeta de Cabo Verde, y acabaria convirtiéndose en todo un simbolo de Africa en Lisboa, tanto para los residentes en la ciudad como a nivel nacional € internacional. El puiblico que acudfa era enormemente heterogéneo cn cuanto a edades, nacionalidades y niveles econémicos. En 2014 la casa habia cambiado de ubicacién y estaba situada en una nave industrial con’ vistas al rio, en una zona de bares de copas y discotecas aislada de los barrios residenciales de la ciudad. En el siguiente fragmento del diario de campo ofrezco una descripcién de un sabado por la noche. Esta pista popular con miisica en vivo se caracteriza por estar aba- rrotada y no permitir grandes desplazamientos. Se establece una rela~ cién importante no solo entre los miembros de cada pareja de bailadore: sino con la pista en su totalidad —con las otras parejas que conform: unos limites de espacio determinados, una kinesfera reducida que da lu- gar a una proxemia muy estrecha—. En el relato del diario se ve cémo esto da lugar a una intimidad forzosa que favorece encuentros tanto de- ENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA 149 acierto de hoy es de la banda de la casa, la de Calé Moreira. [...] A la de- del escenario, en el espacio entre los camerinos y el escenario, hay una donde la gente est4 concentrada en el concierto, mas en la miisica y en la ion de los musicos que en Io que ocurre abajo, en la pista de baile y al- ores. [...] El escenario hace esquina y conforma dos espacios de piblico. la derecha, mirando principalmente el escenario, dando palmas, animan- miisicos, grabandolos, y bailando individualmente, como uno baila de co de un concierto, con la mirada en los artistas y el cuerpo siguiendo el p de forma sencilla, cambiando el peso de los pies. Alguna que otra pareja pero ocupando poco espacio, y luego vuelven a su posicién de observa- de concierto. Todos los cuerpos estan de pie y orientados hacia el esce- Esa es la parte de piiblico de un concierto. Enfrente, tenemos la parte de 0 que yo llamarfa «de verbena», que lo que hace es bailar y mirar a los bailando, animando de vez en cuando a los musicos. Los mirones de edor van paseando su mirada por los bailadores y los mtisicos, pero fun- entalmente tienen actitud de querer bailar y participar de esta otra forma. ‘| ptiblico de verbena a veces ni aplauden al final de las actuaciones. Estén preocupados por ver cémo se deshacen y forman nuevas parejas de baile, de va este o aquel que les interesa, esta 0 aquella. Los misicos conforman ido, el paisaje musical, pero el centro de la vida social interesante esta en y alrededores. [...] Un sefior me invita a bailar. Intento aprovechar para ar la pista desde dentro. El baile es como en una verbena: paso a un lado, , saltarfn, y cada uno con un estilo diferente. La miisica es tipo coladera. ombre intenta acercarme cada vez més [...] y mis esfuerzos por crear un poco se ven frustrados por las parejas de alrededor que, con sus saltos, me em- sn y me obligan a chocar contra él [...] Calé Moreira anuneia que el préximo nes habra concierto de Tito Paris [24 de marzo de 2014]. como no deseados. La pista fluye sobre el acuerdo tacito que se ece entre participantes acerca de las formas de ocupar el espacio smuisica, de forma coordinada, de un modo muy semejante a lo que rt Elias y Eric Dunning definieron como patrén de juego para re- a los deportes de equipo (Elias y Dunning, 1986), con un mar- convencional de permisividad de choques y roces entre parejas. So- un paso binario basico acorde con el ritmo de la percusién y con las raciones de espacio, el foco de atencidn de los participantes no est4 = tanto en la técnica y el repertorio de pasos como en las relaciones “ee se producen en la pista vehiculadas por la miisica, La diversidad de estilos es la norma, que deriva de la variedad social te! pablico: un amplio rango de edades, clases sociales y origenes nacio- wales se concentran en los escasos metros cuadrados de la pista de bai- «= Una regla comin es el aire festivo y relajado, lo que describi de forma sabjetiva en el diario como ambiente «de verbena». No hay un control estudiado del movimiento del cuerpo ni una busqueda de desplegar un ~pertorio técnico virtuoso. Este relajamiento se manifiesta —entre otras 150 SUBJETIVIDADES cosas— en el rebote de los bailadores al pisar el suelo, permitiendo que Ja fuerza del impacto de la pisada se transmita al resto del cuerpo, pro- duciendo una sensacién de bailar «a saltos». Todas las formas de baile tie- nen cabida siempre que respeten las normas implicitas sobre el uso del exiguo espacio comtin y la ley democratica de la pista. Es decir, todos tienen los mismos derechos y obligaciones a la hora de participar, y no existe una estructura que determine usos o zonas privilegiadas para cier- tas categorfas sociales. En términos de la teorfa del ritual, esta pista conforma una communi- tas (Turner, 1966) en la que cualquier estructura existente fuera de B.leza es suspendida temporalmente. Ni siquiera los mtisicos y artistas que par- ticipan a menudo de estos encuentros, y son conocidos y admirados por Ja mayoria de los frecuentadores habituales, tienen derechos preferencia- Jes en lo que al uso de la pista se refiere. En una entrevista que me con- cedié Sofia, una de las duefias de B.leza, explicé en los siguientes térmi- nos cual era la politica de admisién al local: Dejamos entrar a todo el mundo, no tenemos cédigo de vestimenta exigid para entrar, la gente viene como quiere. Si acabas de llegar de la playa y vi nes en chanclas, entras en chanclas. Si quieres venir con un yestido brillant de arriba abajo... Vienes como quieras, como te guste venir y como te permit tu bolsillo venir [...]. Hay aparcacoches que consiguieron unas monedas ho} y con eso pagan un vaso de vino y se quedan a bailar durante toda la noche esta todo bien, o incluso ministros, jueces, el principe de Ménaco vino aq hace un aiio a bailar como cualquier otro cliente, Robert de Niro, Catheri Deneuve... cualquiera, siempre que quiera divertirse, puede entrar. Esta pista democratica cobré sentido en el contexto social de | afios ochenta, cuando las diferencias sociales entre los etiquetados com: africanos que vivian en Lisboa aumentaron de forma significativa. A fin: les de los afios setenta, ademas de los nticleos de los barrios de lata q) vimos en el apartado anterior, ya existfa un contingente de ciudadan de estatus elevado que habja llegado de Cabo Verde desde finales de | cincuenta, y que inclufa a funcionarios coloniales y estudiantes de las milias mejor situadas en la escala social. Ellos crearon en 1960 la Casa di Cabo Verde —una casa regional para el encuentro de esta élite en torn a eventos culturales— donde bailaban géneros caboverdianos cercanos la misica europea, como la morna y la coladera (cf. Cidra, 2011). Tiel po después comenzarian a hacer trabajo social con los percibidos com: compatriotas caboverdianos mas empobrecidos que iban Ilegando, p' medio de programas de alfabetizacién y ayuda social de urgencia (Cari y Rosendo, 1993). Cuando en los afios ochenta comenzé la inmigraciés laboral propiamente dicha —tanto de zonas rurales como urbanas—, panorama empezé a diversificarse. Los que fueron llegando en etap: ENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA 151 res lograron establecer trayectorias de ascenso social, aunque itadas: fundamentalmente, pasaron de trabajar en la construc- Jos hombres— o los servicios domésticos —las mujeres— sin ni residencia legal, a seguir en el mismo ramo pero con contra- al y documentaci6n en regla (Machado y Abranches, 2005). En texto, para poder construir unos orfgenes africanos imaginados ‘a fraternidad horizontal (cf. Anderson, 1983), se hizo necesario ontextos rituales que anulasen temporalmente esas diferencias, ‘es el caso de B.leza. embargo, de modo simultaneo, también se crearon otros espacios los origenes africanos eran construidos de una forma bien diferen- luciendo politicas de distincidn de clase. En el préximo apartado, s un claro ejemplo con la discoteca Mwangolé. UNA NOCHE EN MWANGOLE: ORIGENES DISTINGUIDOS lo preguntaba por discotecas a las que merecia la pena ir para co- la noche africana de Lisboa, muchos me dirigieron a Mwangolé®. ieron— podria conocer el ambiente africano auténtico (llus- 3). Situada en el barrio de Alcantara, a escasos metros del consu- de Angola, era una casa nueva que apenas contaba con un afio de Sin embargo, era considerada un bastidn de la época dorada de la africana por ser la heredera de otra llamada Mussulo, una casa que abierta desde finales de los noventa hasta 2011. Por ejemplo, DJ que trabaja con miisica africana en varias fiestas y locales, recor- con especial carifto los tientpos de Mussulo. Tras emigrar a Lisboa un pueblo del norte de Portugal en sus afios universitarios, tuvo no- de la discoteca de la mano de unas compajieras a las que caracteriza- (0 africanas, y a quienes conocié en la residencia estudiantil donde vivian. Durante una entrevista, me conté del siguiente modo cuales los cédigos que alli funcionaban y que —como outsider— tuvo que der a manejar: El setenta por ciento de las personas, de los africanos, [si les preguntas por] su discoteca favorita te van a decir dos: Ai-ué y Mussulo, Mussulo real- mente [...] [fue] la catedral de la mtisica africana durante... por ahi, mas de diez afios, once, doce, quince afios. [...] Mussulo y Luanda, que eran las disco- zecas de aquel tiempo, tenfan muchos cddigos, cédigo de vestir, cédigo de en- trar, la persona tenfa que esperar en la puerta... [...] Yo tengo en la memoria ese ambiente africano y hoy en dfa es muy diferente [...] Antes era més for- 8. Mwangolé es un término de la lengua kimbundu que significa angolefio. 152 SUBJETIVIDADE mal, habja mas gusto en vestirte bien y ponerte zapatos para salir de noche Antes nunca en tu vida entrabas con deportivas en un sitio L..] eso queria decir que ni siquiera podias entrar, el portero se refa de ti... Era ridiculo = con deportivas [...] Y mira, cambiaron hasta los cédigos de la noche, por que la noche africana tiene algunos cédigos [...] son c6digos extrafos per= me gustan, quizd porque me acostumbré a aquello. Por ejemplo, ti nunce vas a sacar a una mujer a bailar sin ir a su mesa y sin antes saludar a toda gente de la mesa [...]. Me gusta, para mi tiene sentido, tiene mucho sentide Porque eso crea una especie de aura de... para empezar, te obliga a resp} a las personas que estan alli, después te obliga a respetar el espacio, y pués para mi cso también es un respeto a las tradiciones, estas respetai una tradicién y estas respetando la misica, estas respetando el baile... ¢ respetando a los mayores... Yo creo que eso le da una cierta... le da un Ilo diferente, creo que son las cosas asf las que permiten que las cosas no vulgaricen tanto como hoy en dia. Mussulo —una isla de Angola convertida en la época colonial una zona de recreo y vacaciones— fue el nombre que cligis para a local mitico el equipo de gestion que después abriria Mwangolé, dirigi por un duefio de nacionalidad angolefia. Curiosamente, a pesar de to: estas referencias etnonacionales, nadie me hablé del espacio como ar leno, sino que siempre me fue referido como africano. Mi primer ci tacto con la casa fue a través de Neuza —relaciones ptiblicas que tral jaba las noches de los lunes—. Neuza —una mujer en la treintena en momento de mi trabajo de campo— habia nacido y pasado su infant en Santo Tomé y Principe, y hacia referencias constantes a los recut dos de su pasado, estableciendo una continuidad entre las normas de discoteca y las costumbres de su familia que atesoraba en la memoria. fialando la entrada, me dijo durante la entrevista: «En cuanto pasas esa puerta ya no estds en Lisboa. Has entrado en Africa, y aqui se sigui las normas africanas». A continuacién reproduzco un fragmento del diario de campo c una descripcién del espacio: Las zonas en la discoteca quedan conformadas como sigue: las mesas con sofas donde esta sentada la gente que est en grupo y pide botellas; la mesa vir que veces tiene un vigilante de seguridad solo para ellos en la zona de acceso; las me. sas altas a la entrada que tienen peor visién de la pista, con gente de pie o sentada en banquetas altas, que no piden botella (por tanto, una clase «inferior»; y, més tarde, la gente que se agolpa en la barra mirando hacia la pista, de pie, que esta sobre todo mirando bailar y queriendo bailar. Aqui las mesas tienen duefio, es- tin reservadas para grupos. [...] Al entrar, Io primero que se hace, sino se ha re- servado con antelacién, es pedir una mesa. Neuza tiene la suya, con sus amigos. Hay otra, enlazona vip, que esté lena. [...] Mas tarde [Neuza] me llama la atenci6n GENES AFRICANOS EN LAS PISTAS DE BAILE DE LISBOA = dos que estén bailando, una pareja, para que me fije en cémo bailan, «eso éntico africano». [...]. También ha pedido botella el grupo de la mesa que forma parte de nuestro grupo. En la mesa de al lado también han pe- botella. La botella, segtin me cuenta Neuza en la entrevista, cuesta un mf- de 70 euros. Me fijo en las otras mesas, y en todas veo botellas. [...] Me sefior Anténio que atin no hemos bailado, y le digo que todo el mundo ce que tengo que bailar con él. Entonces me dice que deje el bolso ahi ado y bailemos. Bailamos, y lo primero que hace es pararme y decirme: tes, bailar es caminar» y me ensefia cémo hace él el paso, muy desliza- n cambios de nivel que se vean en la parte de arriba del cuerpo. La misica ece muy saltarina, pero asiento y trato de hacerlo como él me dice, y me fucho mejor, éno ves que es mejor asf?» y seguimos bailando dos o tres as [23 de abril de 2014]. El sefior Anténio —de tez y cabellos blancos— bien entrado en los ca afios, era una figura reconocida en Mwangolé. Fue Neuza quien recomendé desde el primer dia que bailara con este veterano de la sx de Angola y de las pistas de baile de Lisboa. Este serior —me ex- aprendio a bailar con nosotros y sabe bailar igual que un africano. 6, con una sonrisa, a mi madre le encanta bailar con él. Cuando nté a Antonio por su secreto para ser reconocido como un gran respondié: porque estudié bailes de salén, que es la base. Los es de salén fueron estandarizados desde finales del siglo x1x en con- de escuelas de danza y competiciones. Muchos de esos bailes son ones de danzas etiquetadas como afroamericanas y latinas; consi- sensuales, aunque modificadas y adaptadas al gusto de las clases europeas (cf. Buckland, 2011). Irénicamente, estos eran los bai ¢ Anténio consideraba la base para que el suyo fuera reconocido mo auténticamente africano. En este contexto, africano auténtico era imo de elegante y distinguido. En el plano corporal, una de las cla- = de tal distincién para las personas del campo era la que se menciona ‘el fragmento del diario de campo: efectuar los desplazamientos en la

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