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¿Qué es el entorno educativo?

Como se ha venido expresando, la Estrategia entiende los entornos como aquellos


espacios físicos, sociales, y culturales en los que transcurre la vida de los niños y las
niñas, en los cuales se dan una serie de interacciones continuas con el contexto que
les rodea que favorecen su desarrollo integral.

En particular, el entorno educativo es aquel que propicia de manera


intencionada acciones pedagógicas que permiten a las niñas y a los
niños vivenciar y profundizar en su condición de sujetos de derechos,
ciudadanos participativos, transformadores de sí mismos y de la
realidad, creadores de cultura y de conocimiento. 

El entorno educativo es un entorno privilegiado para ahondar en la experiencia de


vivir juntos, para conocer y respetar a las demás personas, para interiorizar y
construir paulatinamente normas básicas de convivencia.

En relación con lo anterior, la  educación inicial se define como un derecho


impostergable de la primera infancia, orientado a potenciar el desarrollo integral
de las niñas y de los niños a través de interacciones y experiencias pedagógicas que
intencionalmente enriquecen su vida, amplían las relaciones consigo mismo, con
sus pares, adultos y con el medio, fortalecen sus procesos de socialización y aportan
al desarrollo progresivo de su autonomía.

Esto es posible gracias a la creación de ambientes enriquecidos y sensibles a


las particularidades y características propias de cada niña y cada niño y de su
contexto desde un enfoque diferencial que reconoce la diversidad como valor
social.

¿Qué representa el entorno educativo en la vida de los niños y las


niñas?
El entorno educativo representa para las niñas y los niños, antes que nada un
escenario de acogida que se hace posible con el concurso de prácticas pedagógicas
marcadas por interacciones mediadas por el afecto, el respeto y el reconocimiento a
la diversidad.  
Allí es posible que cada niña y cada niño se sienta apreciado, respetado y valorado y
tenga la oportunidad de vivir experiencias que aportan a la construcción de su
identidad, su autonomía y su autoestima.
Fortalece sus capacidades para participar en la sociedad, construyéndola y
construyéndose a partir de ella. En este sentido, el entorno educativo es ese otro,
distinto al hogar, que acoge a las niñas y a los niños para procurarles una vida
plena, digna y feliz.

Este entorno toma en consideración la diversidad de niños, niñas y familias en


razón de su cultura, pertenencia étnica, contexto, condiciones particulares o
afectaciones transitorias, de tal manera que sea posible que cada niña y cada niño
sea sujeto de una aproximación, un acompañamiento y una atención pertinente y
de calidad desde un enfoque de atención diferencial.

Por otra parte el concepto de desarrollo no homogéneo ni lineal aporta a configurar


el tipo de relaciones que se establecen con el niño y la niña en el entorno educativo,
en tanto sus maestras, maestros y otros actores que se relacionan de manera
directa con ellos agenciando su desarrollo, parten de reconocer que desde el
momento en que nacen cuentan con capacidades que se despliegan y se van
complejizando de forma permanente gracias a la interacción consigo mismos, con
los otros, con el medio social, natural y cultural, y con los objetos que les rodean, y
desde esta mirada centran su atención en generar ambientes enriquecidos y
experiencia pedagógicas que propician aprendizajes y potencian el desarrollo de
manera integral sin esperar resultados homogéneos.

De la mano de lo anterior, comprender a los niños y a las niñas como sujetos de


derechos, seres sociales y singulares implica a su vez considerarlos como
interlocutores válidos con capacidad de expresar y elaborar el sentido de su propia
vida, de su existencia, con formas particulares de relación, lo que se traduce en el
entorno educativo en generar intencionalmente espacios auténticos para su
participación en los que las niñas y los niños son escuchados y se promueve que
tomen decisiones.

En este orden de ideas en el entorno educativo se realiza un trabajo pedagógico en


correspondencia con la edad de los niños y las niñas, alejándose de prácticas
centradas en contenidos y en el desarrollo de procesos propios de edades más
avanzadas que buscan la precocidad o la memorización de conceptos; por el
contrario generar interacciones  y diseñar experiencias pedagógicas pertinentes y
de calidad atendiendo a las particularidades de su ciclo vital tiene sentido en sí
mismo para promover su desarrollo.

¿Cómo el entorno educativo propicia el desarrollo  integral de los niños


y las niñas?

Corresponde entonces ofrecer una mirada general sobre  la importancia  que tiene
para el desarrollo de las niñas y los niños centrar el trabajo pedagógico en el arte, el
juego, la literatura y la exploración del medio, así como brindar orientaciones que
aporten al fortalecimiento del trabajo pedagógico  en este entorno. Por esta razón
conviene remitirse al documento de Fundamentos políticos, técnicos y de gestión
de la Estrategia de Atención Integral a la Primera Infancia, en especial a lo que
señala el estructurante educación inicial.

El otro elemento central que propicia el desarrollo de los niños y las niñas en el
entorno educativo corresponde a las prácticas de cuidado a través de las cuales se
brindan atenciones relacionadas con la garantía de la salud, la alimentación y la
nutrición y la promoción de hábitos saludables. Finalmente también es preciso
señalar que los procesos de acompañamiento y formación a las familias y
cuidadores que se adelantan en este entorno, desde luego aseguran la atención
integral de la primera infancia.

¿Quiénes son los actores líderes en este entorno?


Las maestras, maestros y agentes educativos son los actores relevantes del entorno
educativo, quienes con su experiencia y formación logran diseñar ambientes y
experiencias pedagógicas retadoras que promueven interacciones y acciones cada
vez más complejas que complementen lo que las niñas y niños logran como
resultado del contacto espontáneo y natural consigo mismos, con el medio, con los
adultos y con sus pares. 
Estos actores organizan y planean el ambiente, seleccionen los materiales y
planifican las experiencias pedagógicas. Son observadores participantes que
acompañan, intervienen con prudencia, hacen preguntas que enriquecen las
acciones de las niñas y de los niños, y generan condiciones de seguridad en las que
puedan actuar con tranquilidad.
Son observadores también de los procesos de desarrollo de cada niño y cada niña,
lo que les permite conocerlos y partir de sus intereses y particularidades para
planear su trabajo pedagógico y centrarlo en las actividades rectoras de la infancia
con la intencionalidad de aportar a su desarrollo.
De ahí que también se interesan por conocer a las familias y cuidadores, para desde
el reconocimiento de sus dinámicas familiares y culturales, poder establecer
escenarios de encuentro en los que se enriquezcan y fortalezcan sus acciones  de
cuidado y  crianza, al dotarlas de sentido para la atención integral de los niños y las
niñas.
Acciones como la alimentación, la higiene, el descanso, entre otras son desde lo
pedagógico portadoras de elementos que contribuyen al potenciamiento del
desarrollo de la primera infancia.
Estos actores protagónicos favorecen también a través de sus prácticas pedagógicas
intencionadas que las niñas y niños tengan experiencias significativas en torno a la
diversidad, la tolerancia y la solidaridad, el amor, la autonomía, el buen trato, las
relaciones respetuosas y la resolución de conflictos, el cuidado de sí, de los otros y
del medio.

Estas características del trabajo pedagógico de las maestras, maestros y agentes


educativos ponen en evidencia su trabajo reflexivo que les permite construir y
reconstruir su saber y sus prácticas de manera consciente y deliberada en procura
de garantizar el desarrollo integral de cada niña y cada niño.

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