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LA PEDAGOGIA DE JESUS

Jesús nos enseñas a través de narraciones de sucesos sencillos, “La


Parábolas”, con ellas aprendemos enseñanzas de alguna verdad
importante, especialmente en el aspecto moral, estos relatos fáciles de
comprender generalmente llegan al corazón de los hombres.
Los ejemplos que nos pone Jesús, están siempre vivos en nosotros,
especialmente porque nos exige a nosotros mismos tomar conciencia de lo
que ser cristiano, es así como no solo debemos tener oídos atentos a las
parábolas, además debemos tener preparado el corazón para comprender
la sensibilidad de la enseñanza y alejar toda soberbia en nosotros para
aceptarla.
La sutileza de la parábola, y me refiero a la delicada, suave e interesante
forma que utiliza Jesús para penetrar en nuestro corazón, nos invita a
rechazar los estilos de vida conducentes al pecado, especialmente a
aquellos que son productos de la soberbia, la envidia, la ira, la vanidad, el
egoísmo, sentimientos que nutren la forma mas desvergonzada de vida del
hombre.
Es entonces en consecuencia, la parábola, una perfecta enseñanza de
moral cristiana, sepamos descubrir en ella el llamado de salvación y
conversión a Dios.
En el Evangelio según san Mateo 13, 1-53, Jesús a través de sencillas
parábolas, utiliza el mismo lenguaje de las actividades laborales y
rutinarias de los hombres, es así como lo hace con ejemplos de las tareas
del campo, de la vida hogareña, del mercader y de los pescadores, de esta
forma Jesús hacia comparaciones para hacerlas fácilmente inteligibles las
verdades espirituales.
Mateo 13, 1-9
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se
reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella,
mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló
extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a
sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y
los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no
había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco
profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se
secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta,
otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!"
Con la parábola del sembrador, tenemos que preguntarnos como somos
nosotros en cuanto a tierra de cultivo, la semilla es de primera calidad, y
germinará según se comporte el suelo que la reciba.
Puede que la semilla no llegue a nosotros; “Al esparcir las semillas,
algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron”, nuestro
caminar materialista, inspirado en la soberbia, vanidad, avaricia o envidia y
el nulo interés en oír lo bueno, nos incapacita para recibir la semilla de la
Palabra.
“Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y
brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió
el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron”, ¿Cuál es nuestra
disposición al oír la palabra del Señor?, si somos como una roca, la semilla
no echará raíces, si nuestro suelo no se riega no germinará la semilla, y
este se riega con lo esencial, el amor, por que el amor es contrario a la
muerte, es vida, y este habita en nuestro corazón, por tanto si la semilla
que es la Palabra, no haya ambiente en el corazón de los hombres, no
fecundará.
“Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron”; en efecto,
en un corazón rencoroso la Palabra no alcanza a fecundar en una alma
odiosa, dominada por las pasiones humanas, no es eficiente, entonces es
preciso que el alma este liberada y por encima de esas tensiones.
“Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta,
otras treinta”; Jesús, nos aclara que depende de la disposición que
tengamos, es como da frutos la semilla, es así como, siempre dependerá
de cómo sea aceptada, de cómo sea oída, de cómo están nuestros
sentimientos. Entonces se hace necesario que nuestro terreno de cultivo
este bien preparado, para que la siembra sea eficaz en nosotros, esto es,
sensible en el espíritu a esa semilla, a esa Palabra.
¡El que tenga oídos, que oiga!"
El que tenga disposición, esto es voluntad de oír, el que este dispuesto a
recibir lo que el Señor nos ofrece, el que sea limpio de corazón, el que viva
de acuerdo a las enseñanzas de Cristo, el que cumpla con su compromiso
con nuestra fe cristiana, el que haga meritos para recibir el Espíritu de
Dios, ése, entenderá la Palabra de Dios.
Mateo 13, 10-17
"En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: -
¿Por qué les hablas en parábolas? Él les contestó: -A ustedes se les ha
concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará de sobra, y al que no tiene, se le quitará
hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y
escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque
está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado
los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el
corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Dichosos vuestros ojos
porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo
que oís y no lo oyeron".
De todos los que oyen la Palabra de Dios, habrá algunos que la acepten y
otros que la rechacen, entre nosotros hay sensibles y duros de corazón, El
Señor Jesús, nos muestra una docencia salvadora, sus enseñanzas tienen
el fin de salvar al hombres, nos muestra que a eso ha venido y nos ofrece
todos los medios para recibirla. A nosotros nos cabe la facultad de
reconocer y aceptar la salvación que nos ofrece el Señor Jesús. “No he
venido para condenar al mundo, sino para salvar al mundo” (Jn 12,47). Asé
es, como hemos sido beneficiados por la misericordia de Dios.
“A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino” esto es
porque se han dispuesto a recibir los secretos del Reino, pero no por sus
meritos, es porque fueron elegidos por la bondad infinita del Señor.
Si somos sinceros con nosotros mismos, podremos descubrir en que
momento parece que no estamos muy dispuestos a sentir o recibir las
influencias de la gracia, talvez sea por falta de humildad o por falta de
sinceridad con Dios. Entonces es bueno que sepamos que la luz que nos
hace falta para ver con claridad viene de Dios y que la conseguiremos por
medio de la oración, siempre nos hará bien el diálogo con Dios.
“Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen”.
No es Dios quien endurece el corazón de los hombres, y si el nuestro no
esta endurecido, sentirá las cosas de Dios y sabremos oír su Palabra. Esto
nos hará feliz y la gracia del Señor hará cosas maravillosas en nosotros,
por tanto debemos responder con mucha generosidad a sus
requerimientos. No olvidemos que somos sus hijos predilectos. Pero
también consideremos que muchos podrían haber dado una mejor
respuesta si hubieran recibido la misma gracia que se nos ha dado,
nosotros no tenemos que considerarnos mejor que otros, no podemos
saber como hubieran respondido los demás, solo nos consta nuestra
propia respuesta.
Mateo 13, 18-23
Jesús dijo a sus discípulos: Escuchen lo que significa la parábola del
sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende,
viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón:
éste es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en
terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en
seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante:
en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la
Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas
es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo
y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la
recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende.
Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.
El mejor lugar para recibir la Palabra es el corazón, ¿tenemos otra opción
para atesorarla?, ese en ese lugar donde habita el amor, es allí donde
Jesús nos quiere depositar sus enseñanzas, y si no tenemos disposición a
recibirla en ese lugar, es cuando el maligno la arrebata.
Pero tampoco se trata de tener una disposición aparente, superficial y con
una actitud inconstante, porque con esa actitud, la Palabra no surtirá los
efectos para lo cual fue recibida, la semilla no echará raíces y no dará
frutos.
Las atenciones y cuidados excesivos por lo material, las preocupaciones e
intereses por la riqueza materiales, la ambiciones y el amor al placer,
opuestas a las inquietudes del espíritu no dejan que aparezca la Palabra y
la ahoga, esa son las zarzas o los espinos a las semillas.
Sin embargo cuando el corazón es bueno, limpio, sencillo y bien dispuesto,
es cuando se comprende bien la Palabra, es como la tierra buena capaz de
hacerla germinar y dar frutos en abundancia. En efecto oír la Palabra no es
suficiente, debe comprenderse para que sea fructífera.
Para que la semilla produzca muchos frutos, la tierra tiene que tener
vitalidad para superar todos los inconvenientes que se dejaran caer en ella,
es así como nosotros debemos estar bien preparados para que la Palabra
produzca fuerza para que se multiplique, porque dependerá de nosotros
cuanto produzca 100, 60 o 30 por ciento de efectividad.
Mateo 13, 24-30
Jesús propuso a la gente esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a
un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos
dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la
cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron:
"Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que
ahora hay cizaña en él?". Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún
enemigo". Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
"No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de
arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y
entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en
manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero".
Si nos preguntamos porque algunas veces nacen de nosotros hermosos
sentimientos de amor, y algunas veces sin darnos cuentas nos surgen
sentimientos de odios, es porque los dos están habitando en nuestro
corazón. En efecto, en el mismo lugar que siembra Dios, también siembra
el Maligno en nosotros.
En la luz de Jesús, hemos recibido la buena semilla y en la oscuridad de la
noche el maligno sembró la mala a fin de crear confusión. En efecto, lo
bueno siempre vine con la Luz y lo malo llega oculto en las tinieblas.
Sin embargo el producto de las semillas es infinitamente distinto, pues la
semilla de amor produce frutos de amor y la semilla del mal produce
maldad.
Verdadero o falso es una pregunta que siempre debemos considerar,
verdadero es el buen trigo, falsa es la cizaña, y debemos saber distinguir
cual es cual. Siempre se esta intentando convencernos de ideas religiosas,
conceptos u pensamientos que intentan justificarse con mensajes y frases
sacadas de su verdadero contexto. Para ser más preciso me refiero a esas
doctrinas revestidas de una apariencia evangélica y en el fondo no lo son.
Es así, como tenemos que saber distinguir la mentira de la verdad, el
verdadero evangelio es enseñanza de amor y produce el mismo fruto, y el
falso siempre se presenta con conceptos que buscan producir la desunión,
la confusión, la duda y el fruto es el odio.
“Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha”
En nuestro mundo convivimos buenos y malos, Dios permite esto para que
los que van por mal camino tengan la oportunidad de arrepentirse
aprendiendo de las bondades de las vidas ejemplares y de esta manera
caminar por la senda del bien. Dios es paciente, “lento en el castigo y rico
en misericordia”, pero el arrepentimiento y la reconciliación debe hacerse a
tiempo, pues en el día en el cual se haga la cosecha la cizaña será
consumida por el fuego y el trigo maduro, las mies, se almacenaran en el
granero.
Mateo 13, 31-35
Jesús propuso a la gente esta parábola: "El Reino de los Cielos se parece
a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo”. En realidad,
ésta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más
grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que
los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta
otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que
una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la
masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de
parábolas, y no les hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado
por el Profeta: "Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban
ocultas desde la creación del mundo".
“El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza”, Jesús emplea
este término que era usual en los judíos para comparar las cosas
pequeñas, y lo hace así, para decir que el Reino de Dios comenzó
modestamente y luego se expandió con gran vigor, igual que la semilla de
mostaza o la levadura.
En las cosas sencillas y humildes siempre Dios pone la esperanza en sus
hijos, y emplea medios sencillos para llegar hasta él, así fue también como
eligió a una humilde y sencilla mujer para encarnar a su Hijo, y en un
humilde pesebre fue a nacer, así también se nos hace presente Cristo en
la Eucaristía, en pedacito de pan y en un poco de vino, signos de gran
sencillez.
Sin embargo a los hombres nos gustan las cosas grandiosas, con
exigentes preparativos, especialmente cuando no conocen bien a Dios. Sin
embargo Dios no esta interesado en que emprendamos grandes obras
para demostrarle nuestro amor, pero nos acoge con cariño con tan solo
serle fiel en todo momento.
Una buena enseñanza es nuestra Iglesia, que nació modestamente, con
hombres de condición humilde, que habían sido pescadores, y hoy esta por
todo el mundo, y pueblos de diferentes costumbres, idiomas y razas la
acogen y la engrandecen.
Luego Jesús nos enseña a través de un parábola hogareña, “la levadura
fermento todo”, para que nosotros podamos ser como ella, corrompiendo lo
que nos hace cómodo, lo que no nos hace crecer, y para que
comprobemos la eficacia de los Evangelios, del mismo modo como la
levadura fermenta la masa, el mensaje del Evangelio nos fermenta a
nosotros, del mismo modo como la levadura penetra en la masa, lo hace el
Evangelio en los hombres.
Del mismo modo como se transforma la semilla, también la Palabra del
Señor es levadura para transformarnos, así nos quiere decir Jesús como
es el Reino de Dios, con fuerza y vigor para extenderse y fermentar y
transformar el mundo.
Mateo 13, 36-43
Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron
y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". Él les
respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el
campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la
cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es
el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los
ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la
misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus
ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que
hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y
rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el
Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"
"Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". Jesús le explica
solamente a sus amigos más íntimos, como una instrucción especial, ya
que estos se la piden expresamente. ¿No habían entendido con claridad lo
que les manifestaba Jesús?, nos ocurre a veces que no entendemos las
cosas de Dios.
En efecto, sucede que muchas veces no nos damos cuenta que Dios nos
manifiesta algo, esto es porque no dejamos hacer en nosotros y porque no
le prestamos la debida atención y además no nos acercamos lo suficiente
a El.
Hemos lamentado muchas veces que si nos hubiéramos acercado al
Señor, hubiéramos penetrado en su Espíritu, entonces nos hemos privado
de muchos bienes por la falta de espiritualidad, los hemos perdido por ser
superficiales. El mayor trato e intimo con el Señor, nos hará comprender de
mejor forma lo que El quiere decirnos, busquémosle en la oración y
hagamos de esta algo constante. El acercamiento al Dios, el amor a El,
permitirá que nos haga confidentes de sus cosas.
Jesús nos aclara al responder que;"El que siembra la buena semilla es el
Hijo del hombre”, que todo lo bueno viene de Dios, todo lo bueno de
nosotros viene de El, es así, es El quien siembra en nuestros corazones, y
cuando necesitemos algo bueno es a El a quien debemos pedir, pero
estemos atentos, porque en nuestro campo, en nuestro corazón, del mismo
modo como se siembra el trigo, que es el bien, se siembra la cizaña que es
el mal, unas esparcidas con una mano amorosa y las otras con astucia
para buscar lograr su oscuros propósitos.
Luego Jesús prosigue; “el campo es el mundo”, precisamente porque sus
enseñanzas no son exclusivas de algunos pocos, es para todos, es
universal.
También no dice que; “la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la
cizaña son los que pertenecen al Maligno”. Es así como nos hace saber
que algunos somos partidario del Reino, y otros seguidores de Maligno.
Nosotros estamos llamados a ser la buena semilla, entonces trabajemos
por la construcción de un mundo nuevo y por apartarnos y oponernos a los
que buscan el mal.
Es importante comprender como nos explica Jesús, especialmente cuando
nos enseña que quien siembra la cizaña es el demonio, enemigo de Dios y
de los hombres, enemigo del bien, de la verdad, del amor, de la bondad y
de la misericordia, por tanto del Reino.
Mateo 13, 44-46
Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro
escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y
lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de
los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar
perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que
tenía y la compró.
“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo”; un
hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo
lo que posee y compra el campo. ¿Qué tesoro es tan valioso para vender
todo lo que se tiene?, ¿Qué merece desprenderse de cuanto se posee
para conseguir otro bien?, ¿Que hallazgo puede producir inmensa
alegría?, no cabe la menos duda que lo que encontró el hombre tiene un
valor inestimable, inmedible, y lo más grande en valor, es el Reino de
Dios, y por el se puede renunciar a todo, y esta sería la mejor decisión
tomada.
En efecto el que encuentra un tesoro como este, el Reino de los Cielos,
debe dejarlo todo por él, y renunciar con alegría a lo que tiene
terrenalmente, es indudable, que no podemos comparar los bienes
terrestres con la posesión de Dios, “Ustedes no pueden servir al mismo
tiempo a Dios y al Dinero” (Mt 6-24).
Jesús también nos agrega esta parábola; El Reino de los Cielos se parece
también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al
encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Ambas parábolas nos muestran que merece mucho la pena hacer un gran
esfuerzo por conseguir algo muy valioso, como el Evangelio, como el amor
de Cristo, como el Reino de Dios, con fe, veremos que la valoración de la
posesión de Dios, que es el tesoro que nos habla Jesús, no puede tener
ninguna comparación.
Pero para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo, especialmente de
lo que no somos, y de mucho de lo que somos y de cuanto aprisiona
nuestro corazón. Es así como nuestros afectos, o inclinaciones, pasiones e
instintos, esto es, todo cuanto nos impida la posesión de Dios. Si vaciamos
el corazón de nosotros mismos, este podrá ser ocupado por Dios.
Un muy buen negocio nos propone Jesús, el mejor de los trueques, un
intercambio o entrega de cosas de poco precio, por otras valiosísimas, es
así, como nos pone el ejemplo de un negociante, para indicarnos que es
un hombre que conoce el valor de las cosas, y se desprende de todo por
una perla fina.
Es así, como nos invita, pero también nos condiciona, que para la
adquisición del Reino de los Cielos, tenemos que renunciar con alegría a
todo, porque la renuncia a lo material tiene el mejor de los premios, como
es la posesión de Dios.
Y nos alegramos, porque Jesús nos motiva a desprendernos de bienes
transitorios e inferiores, también estamos contentos porque esta es una
invitación que nos permite una reflexión, no sobrevalorar bienes que en
nada aportan para hacernos de esa perla preciosa, que es la palabra de
Jesús, que es la Gracia del Señor, es la joya que nos permitirá conseguir el
Reino de los Cielos.
Mateo 13, 47-53
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a una red que se
echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los
pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en
canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los
ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el
horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron
todo esto?" "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba
convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de
casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Jesús, estando en medio de los pescadores, a la orilla de lago y entre
redes y barcas, les habla de algo que es sumamente familiar. En efecto,
Jesús les habla con el mismo lenguaje de la diaria actividad de los
pescadores, es así como las enseñanzas del Maestro no solo entran al
corazón por los oídos, también por los ojos.
"El Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge
toda clase de peces”. Es como en nuestra Iglesia, somos muchos los que
por el bautismos le pertenecemos, pero no todos viven con fidelidad a ella,
es así como tiene muchos fieles que participan, algunos los hacen
activamente, otros según como les acomode, otros resultan perjudicial, y
muchos bautizados nunca se han sentido sus miembros.
La expresión “toda clase de peces”, nos enseña que nadie esta excluido, ni
por origen, cultura o raza, tampoco por su nivel de bondad, compasión o
maldad, ni por su clase, condición económica o educación, esto es, se
alude a la universalidad del Reino.
Jesús continua enseñando: “Cuando está llena, los pescadores la sacan a
la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no
sirve”.
Nosotros somos los peces, y no nos corresponderá decir quienes son los
buenos y los malos o quien debe entrar o no al Reino, conviviremos unos
con otros, a fin de que los buenos, busquen la santidad entre los malos, y
los malos viendo la actitud de los buenos, encuentren un estímulo para
cambiar de vida, es así como, no solo con las palabras debemos demostrar
que somos buenos cristianos, además todas nuestras actitudes, conductas
y modo de vida, deben ser cristianas.
Jesús nos dice además; “Así sucederá al fin del mundo: vendrán los
ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el
horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.” Así es, la
separación de los buenos y los malos no se hace en este mundo y tendrá
lugar en el día del juicio, en ese minuto quedará sellada definitivamente la
suerte de cada uno. Nuestra tarea es ahora para llegar a ser seleccionado
de entre los buenos y ayudar a los demás a ser considerado dentro de los
justos, Jesús se ha reservado para sí, la elección de quien cumple el
calificativo de bueno.
La parábola termina con la pregunta de Jesús: ¿Comprendieron todo
esto?" "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en
discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca
de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Ante de responder nosotros ahora,
examinemos nuestra fe, pues no basta pertenecer a la Iglesia de
Jesucristo, es preciso poseer el Espíritu de Jesucristo, y obrar en
conformidad a el, revisemos si en nuestro modo de vida asimilamos el
espíritu del Evangelio. Así es como, para alcanzar la gloria del Reino, no lo
haremos por la simple pertenencia de la Iglesia, sino por la fidelidad al
espíritu y exigencia del Evangelio.
La pedagogía, la habilidad para educar y enseñar, el método para instruir
y, aleccionar de Jesús, maravilla y causa admiración por lo extraordinario.

Por comprender esto, “Gracias Señor”

LA ESCUELA CON JESUS


 

1. EL CAMINO RECORRIDO POR LOS APOSTOLES.


        "Los Hechos de los apóstoles nos describen cómo cada uno de los Apóstoles pasó
por un camino de transformación sorprendente. De personas dudosas pasaron a ser
anunciadores claros. De temerosos pasaron a ser valientes testigos. De personas
escondidas pasaron a ser pregoneros públicos de Jesucristo Resucitado. De pescadores o
personas ordinarias pasaron a ser personas muy parecidas a Jesús. Su vida y su trabajo
cambiaron, se transformaron al servicio de Jesús. El que más notó ese cambio fue Jesús
mismo".

2. LA PROPUESTA DE JESUS.
        Jesús llamó a los Apóstoles y les expresó lo que les ofrecía y lo que esperaba de
ellos. A nosotros, como a ellos, nos plantea: "Ven y sígueme" (Mt. 19, 21), "vayan y
evangelicen" (Cf. Mt. 28, 19), "Yo estaré con ustedes siempre" (Mt. 28, 20b). Con el
"Ven" nos está ofreciendo su presencia y amistad y está pidiendo que nos unamos a El.

        Con el "Sígueme" se nos está ofreciendo como modelo, como camino y como guía.
Nos pide que lo imitemos y asumamos sus sentimientos, actitudes y estilo de vida.
Espera que nosotros recibamos la vida nueva y vivamos su vida en nosotros. Que
suceda como en San Pablo, quien expresaba: "Ya no vivo yo, sino es Cristo quien vive
en mí" (Gal. 2, 20).
        Con el "vayan" nos está indicando que El nos ofrece una orientación, una misión y
una compañía. El espera que nosotros lo sigamos, saliendo de donde estamos para ir
como sus ayudantes y colaboradores. El nos pide una disponibilidad para sintonizar con
sus pasos, con su orientación y con sus ritmo salvador. Además, nos indica a qué
debemos ir: a evangelizar: hacerlo conocer y llevar lo suyo a las personas a quienes nos
envía. El nos pide que vayamos como "enviados" suyos a servir a nuestros hermanos.
Nos dice que hemos de ir con El, podemos contar con su compañia. En síntesis, Jesús
nos ofrece "vida nueva" para que la compartamos con los demás. Nos ofrece
transformarnos como lo hizo con los Apóstoles. Y su estilo es el de un amigo, un
maestro y un salvador, que se acerca a nosotros y espera que recibamos lo que nos
ofrece y que colaboremos en su Obra. Esa es la Escuela de Jesús y el proceso salvador
que nos ofrece.

3. UNA ESCUELA DE AMOR.


       Es maravilloso constatar cómo Jesús comprendió a cada uno de los Apóstoles y los
atendió conforme a su propia identidad y circunstancias. Perdonó, consoló, fortaleció y
ayudó a cada uno. Lo primero que hizo fue entrar en el corazón de cada uno y hacerse
amigo de todos. Su presencia fue siempre amorosa, la del amigo que se dá a conocer y
que conoce. La actitud del mejor amigo que no busca ser servido sino que se preocupa
por servir a los Apóstoles. Su estilo es el de amar hasta el extremo, dando la vida por los
amigos. Esa es la actitud de amigo con la que Jesús ama y enseña a amar.

        Los Apóstoles percibieron el amor de Jesús y se sientieron llamados a amarlo.


Seguramente eso fue lo que les pasó a los dos discípulos que fueron, vieron y se
quedaron con El para toda su vida (cf Jn 1) y por lo que ayudaron a que Simón Pedro
fuera también a disfrutar de esa experiencia de amistad que ofrecía Jesús.

        Después de hacerse amigo, Jesús ofrece su enseñanza con obras, vida y palabras.
Los Apóstoles recibieron del Amigo esa enseñanza y asemejaron, poco a poco, su vida
con la del Maestro. Esa es la Escuela que enseña a amar y a ser amado. La Escuela que
conjuga la caridad y la verdad. Así los Apóstoles y nosotros aprendemos lo más
importante del Reino de Dios y logramos capacitarnos para ser misioneros del amor.

4. PRINCIPALES CARACTERISTICAS DE LA ESCUELA CON


JESUS

        Consideremos las principales características de LA ESCUELA CON JESUS :

1. La pedagogía de Jesús está centrada en su persona y en su mensaje: El es el


Camino, la Verdad y la Vida. Nos enseña una verdad que nos hace libres. Es el
Maestro-Amigo.
2. La Escuela de Jesús es una escuela de amor. Jesús antes de hablar se hace
amigo, comprende a la persona, la conoce, la ama, la ayuda. La manera de
enseñar Jesús no es simplemente hablando, sino comunicando amor. Y eso fue
lo que movió a los discípulos a quedarse con El. La primera llamada de Jesús al
discípulo es a estar con El, a permanecer en Su amor, a ser amigo (cf. Mc 3,14;
Jn 15). Jesús espera una respuesta de amigo. Haciéndose Su amigo se puede
aprender lo que El enseña.
3. La Escuela de Jesús se hace siempre en comunión. En comunión del discípulo
con el Maestro y del Maestro-amigo con el discípulo. Es una comunión en la que
Jesús hace que los discípulos entren en comunión con los hermanos. Su escuela
no la realiza con cada persona aisladamente, sino que la realiza en familia, en
comunión eclesial.

4. Llamó a los discípulos para enseñarles lo que les sirviera para vivir y para servir
a los demás: es una Escuela para la Vida y para la Misión. Cada persona se
hace discípulo con el fin de "hacer discípulos" para Jesús.

5. Es una escuela permanente, contínua. Jesús, con los Apóstoles y con los demás
discípulos hizo un camino con diversos pasos. Era una pedagogía de amor
contínuo, toda la vida era de enseñanza, aprendizaje, discipulado.

6. La predicación de Jesucristo es un camino (con u itinerario cíclico) que nos


lleva a "ser discípulos" y "hacer discípulos" para El. Para ello, Jesús acompaña a
dar cuatro pasos periodicamente que corresponden a las cuatro áreas de la
formación misionera: Catequesis Misionera, Espiritualidad Misionera, Servicio
Misionero y comunión misionera.

 El primer paso, en esta Escuela con Jesús, es "escuchar" la Palabra para


comprender la misión. Por ello, lo llamamos "catequesis misionera".

 El segundo paso, es "vivir" la Palabra, renovando nuestra vida al estilo de


Jesús: nuestro corazón, sentimientos, actitudes, opciones misioneras. Por eso, lo
llamamos "espiritualidad misionera".

 El tercer paso, comunicar la Palabra, busca ayudar a "poner en práctica" la


Palabra "haciendo discípulos para Jesús", enseñando lo que hemos aprendido de
El, a través del testimonio, el anuncio del Evangelio y los servicios misioneros.
Por eso, lo llamamos "servicio misionero".

 El cuarto paso, crecer en comunión eclesial, aplica comunitariamente la


Palabra, ayudando a hacerse "uno para que el mundo crea" (Jn 17, 21). Se trata
de fortalecernos como Comunidades Eclesiales Vivas Dinámicas y Misioneras.
Por eso, lo llamamos "comunión misionera".

        Una vez finalizado este cuarto paso, Jesús inicia de nuevo con el primero
comunicando con una nueva Palabra otra parte de su verdad ( catequesis misionera );
después, acompaña a vivirla (espiritualidad misionera ) ; luego, mueve a comunicarla
( servicio misionero ), para concluir, con el fortalecimiento comunitario ( la comunión
misionera ). Ciertamente, la pedagogía de Jesús no es un proceso lineal doctrinal. Es un
proceso cíclico, continuo, progresivo, que ayuda al discípulo a crecer en Su vida, verdad
y amor.

7. La Palabra de Dios es fundamental en cada uno de los pasos: se escucha en la


catequesis; se vivencializa en el paso de espiritualidad; es puesta en práctica y
comunicada con servicios misioneros en el tercer paso; es asumida en el cuarto
paso como fuente o como fruto de la comunión misionera. La esencia y vivencia
de la Palabra es fundamental durante todo el proceso.
8. Jesús lleva al compromiso desde el principio: compromiso de escuchar y
comprender bien la Palabra para ser buen discípulo. Compromiso de colaborar
en la transformación que El quiere realizar en nuestra propia persona.
Compromiso de servir a los demás como misioneros, con testimonio, palabras u
obras. Compromiso de vivir en familia-Iglesia, en comunión misionera. Son los
elementos que siempre se conjugan y se integran en su pedagogía de amor.

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