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CapiruLo 20 LA HISTORIA TEXTUAL: TEXTOS LITERARIOS Y NO LITERARIOS RAMON SANTIAGO Universidad Complutense Como se ha dicho en mas de una ocasién, contrasta notablemente la crisis social y econémica que afecta particularmente a Castilla en los siglos xiv y xv, al menos, has- ta el comienzo del reinado de los Reyes Catdlicos, con el auge y desarrollo intelectual y cultural y, consecuentemente, el progreso de la produccién escrita y literaria que se da en el mismo perfodo. En ello, sin duda, vinieron a convergir factores de diversa dole, entre ellos, necesariamente, una posibilidad mayor de acceso a la lectura, antes, incluso, de disponer del instrumento més poderoso de difusin de los textos, la im. renta. No estar de més recordar a este propésito que es ahora, al final de la Edad Me- dia, cuando en la propia transmisiGn de lo escrito, sin ser abandonada la lectura en voz alta, lectura «para ser ofda» —destino prioritario de la literatura escrita medieval, po- pular o culta y de ahi su paradoja, segtin hizo notar Grande Quejigo (1998: 494) —. de- bid aumentar considerablemente el consumo individual, si no estaba ya produciéndose la inversion de Ia tendencia, por lenta que fuera. Pero es mucho més importante, sin duda, el motivo apuntado por Eberenz (2000: 13 y 2001: 79): la propia demanda de una sociedad en crisis, necesitada de respuesta a los problemas del momento. Esta seria la causa, a su vez, de la proliferacién de cierto tipo especifico de textos, como ocurre, so- bre todo, con los tratados de toda especie particularmente en el siglo xv. 1. La produccién textual Obviamente, no es objeto de este capitulo dar cuenta detallada de todos los textos, cuya misma diversificacién y abundancia haria prolija incluso su mera relacidn. No es. tard de miis, en todo caso, recordar que los siglos XIV y XV no constituyen un periodo unitario y aislado ni en temas ni en tipos de textos ni en modos de discurso, y que, por lo que se refiere a la produccién textual del siglo xtv, independientemente de otras pre- isiones de detalle que puedan hacerse, se ha supuesto una continuidad en lo esencial Fespecto de I: le los tiltimos afios del xi, como ya sefialé Lapesa (1981), al agrupar en el mismo capi ulo («La época alfonsi y el siglo X1v») tanto «La herencia alfonsi (1284- 1520)» como «Los estilos personales: don Juan Manuel, Juan Ruiz, don Sem Tob y 534 HISTORIA DE LA LENGUA ESPANOLA Ayala», junto con el resto de autores y obras hasta 1400.' Continuidad en lo esencial respecto de lo existente 0 iniciado y desarrollado, sobre todo, por el impulso de Alfon- so X; pero, también, con suerte desigual segtin géneros o tipos y con reorientaciones, algunas propiciadas ya por Sancho IV, su sucesor en el trono castellano (por ejemplo, fen cuanto a fuentes), asf como con innovaciones estructurales o de contenido. Efectivamente. La caracterizacién de lo escrito en el siglo xiv viene condicionada por la personalidad literaria de aquellos cuatro «estilos», Jos cuatro grandes autores del siglo: tres pertenecientes a la primera mitad y casi a la misma generacién (don Juan Manuel, Juan Ruiz y don Sem Tob); la actividad literaria del cuarto (el Canciller Ayala) se desa- rrolla enteramente en la segunda y aun la rebasa en pocos afios.” Estilo y personalidad di- ferentes también en lo lingiifstico, incluso antitéticos en varios aspectos, como especial- ‘mente pusieron de relieve en cotejos conocidos Menéndez Pidal (1972) y Alvar (1988a y 1988b).! Aquellos autores representan, mds que ningiin otro, lo novedoso del siglo, pero como no podia ser de otra manera, a partir de alguno de los modos tradicionales. Ya expusieron Lapesa (1981: 247-256) y Cano Aguilar (1988: 199-203) las lie reas fundamentales y la direcci6n que siguen en este periodo los textos literarios y estarfa de todo punto injustificado repetirlas aqui. En resumen, se manifiesta con vi- talidad y relativa abundancia la prosa de tipo doctrinal y didactic asi como la histo~ rica y cronistica, que incluyen toda la obra de don Juan Manuel y buena parte de la de Ayala, Ademis, la segunda dard lugar a nuevos géneros © modalidades de textos, como es el caso de los relatos caballerescos anovelados y de ficcién. 1. Esta agrupacién no es ajena a la que figura en Ia Historia de la lengua espafiola proyectada por R. Menéndez Pidal, a juzgar por los indices que nos son conocidos y, en correspondencia con ellos, uno de los adelantos del texto publicado hace afios (Menéndez. Pidal 1972), si bien precisé de modo diferente algunas subdivisiones. De manera semejante se procede en la ordenacign de la Crestomatia del espanol medieval, planeada por él, pero, «acabada y revisada» por Lapesa (junto con Maria Soledad de Andrés) 2. Sem Tob debi6 de nacer hacia 1290 y Ia fecha de composicién de los Proverbios Morales no parece ser muy posterior a la mitad del siglo (ef. Vifia Liste 1991: 47). 5. Bien es verdad que parte de la obra del Canciller Ayala offece caracteristicas especiales que la re- lacionan de algiin modo con el siglo xv. De hecho Menéndez Pidal, en la programacién de su Historia, situs a Ayala en un «periodo de transicin (1370-1400)>, primero de los que dedica al «Prerrenacimientoclisicor, fn sate sentido se entiende igualmente que Eberenz (2000: 9-12) incluya a Ayala en el elenco de autores y bras que le sirven de fuente -entre ellos también, los Solifaguios de Femindez Pecha, el Libro de los gatos Yel Libro de los exemplos- puesto que sel oto de la Edad Media» esté constituido por el siglo XV «més as ‘gcadas contiguas del xiv y del xvi». Por su parte, Lapesa (1981: 265) hace mencién de las tradueciones de ‘Ayala del De easibus virorum illusirium de Boccaccio (Ia Caida de principes) y de las Décadas de Tito Lc Vio. ambas hechas entre 1396 y 1400, 0 sea, antes de acabar el siglo x1v, a propésito de los «sintomas de wn huevo rumbo cultural» cifrados en el conocimiento de los tres grandes autores del Renacimiento italiano y la introduccidn de la poesia alegérica, as{ como en el ceciente interés por el mundo grecolatino;es0s sintomas son observables en «los siltimos aos del siglo XIV y primeros del xv». De todas formas Lapesa no hace fi- furar a Ayala entre los «paladines de la nueva orientacién, ni tampoco entre Los autores de las tradueciones tnds influyentes en el siglo XV. Por el contrario, segin afirme en otro lugar (Lapesa 1988: 36), «con el Can- Ciller Ayala termina la literatura medieval espaiola». (Cf. también Di Camillo 1976: 27) k. Unicamente de tres de ellos. Menéndez. Pidal hizo la contraposicién en lengua y estilo de don Juan Manuel y et Arcipreste, Manuel Alvar, nuevamente la de ambos (como después Ariza 1990) y tam. bien del primero con L6pez de Ayala en las elecciones Iéxicas. Acerca de la lengua de don Sem Tob (el finico de ellos, por cierto, que elogis Santillana en el Prohemio ¢ carta: «Escrivié muy buenas cosas € entre ellas Proverbios morales, en verdat de asaz comendables sentencias. Puselo ... por grand trobador», cf. Gomez Moreno 1990: 61), sigue siendo.imprescindible el estudio de Alarcos (1951), EVOLUCION LINGUISTICA EN LA BAJA EDAD MEDIA 535 Por el contrario, en verso persisten atin, pero en decadencia, la épica y el mes- ter de clerecia. Especialmente la primera que, carente ya, al parecer, de demanda po- pular y apenas representada, solamente sobrevivira «disuelta» en los romances (cf. Menéndez Pidal 1992) que afloran por primera vez documentalmente en el primer tercio del siglo xiv. El mester de clerecfa tuvo alguna mayor presencia a lo largo del siglo pero, sobre todo, conto con las dos manifestaciones de excepcién: el Libro de Buen Amor y el Rimado de Palacio, ninguno de los dos ejemplo tradicional de Mes- tet, A ellos hay que afiadir los Proverbios Morales, asi como los primeros represen- tantes de literatura aljamiada. Por lo que se refiere a la lirica, el dato destacable es el uso progresivo del castellano en lugar de la lengua tradicionalmente usada hasta en- tonces, el gallego-portugués, tal como se percibe sobre todo hacia el final del siglo. En cuanto al conjunto de la produccién textual del siglo xv (cf. Lapesa 1981: 265-290; Cano Aguilar 1988: 203-204 y 1991) la multiplicacién y diversificaci6n de los géneros seftalada y comentada por Eberenz (2001: 12) se aprecia en las dos di- recciones de la prosa, la de tipo doctrinal y didéctica y la historiografica. La primera presenta una originalidad textual particularmente significativa en la «oralidad puesta por escrito» del Corbacho (Bustos Tovar 2002: 58). Por su parte, en la historiografi- ca, algo menos activa que en la época precedente, perviven las crénicas de reinados y personajes notables y sus derivaciones hacia los géneros de relatos fantisticos y piografias. A su lado subsiste la narrativa de ficcién y de los libros de caballerias y se inicia el desarrollo de la novela sentimental. En cuanto al verso, destaca la personalidad de las grandes figuras (Santillana, Mena), pero ademés el siglo xv supone Ia consolidacién del castellano como lengua de la poesfa lirica. En la produccién poética, recogida en Cancioneros vinculados a la vitalidad cultural de las Cortes literarias de Juan II de Castilla y Alfonso V de Ara- ‘26n, conviven los nuevos modos recibidos de Italia al lado de formas tradicionales y de la poesia trovadoresca. Ya en los tiltimos afios del siglo Xv, los del inicio del «espafiol preclésico» (La- pesa 1981: 274), cuando «el idioma sufre ahora en sus rumbos el giro mas amplio y fuerte que en mil afios de su vida ha experimentado» (Menéndez Pidal 1950: 9) se inician otros caminos en la produccién textual con nuevos tipos de lengua (Jorge Manrique) y nuevos tipos de texto, particularmente el «didlogo prosistico» de la Ce- lestina (cf. Menéndez Pidal 1950: 15). Capitulo de especial significacién en este siglo xv es el de las traducciones. Tan- to Lapesa (1981: 265) como Cano Aguilar (1988: 203) han puesto de relieve su im- portancia en cuanto vehiculo de difusién de la nueva sensibilidad humanistica, asi ‘como en las consecuencias especificamente relacionadas con la lengua. En primer lu- gar, en cuanto via directa 0 motivacién indirecta en la introduccién de cultismos, que no es hecho ajeno a otros periodos de Ia Edad Media (ef. Bustos Tovar 1974), pero en Este y especialmente en el siglo xv acaba por convertirse en una caracteristica propia, se puede decir: asi lo indica Lapesa (1981: 260 y 268) a propdsito de las traducciones de Ayala, Fernandez de Heredia y Garcia de Castrojeriz, ain sin terminar el siglo XIV; y luego en el Xv, tras mencionar las de Villena, Mena, Alfonso de Cartagena y Diaz de Toledo.’ Pero atin tuvo la traduccién (o la tuvieron ciertas traducciones) otra con- secuencia probablemente de mucha mayor entidad y ésta tiene que ver con el apren- 5, Encl primer caso se refiere a cultismos léxicos recogidos de las respectivas traducciones; en el se- 536 HISTORIA DE LA LENGUA ESPANOLA dizaje y aplicacién de la ret6rica.® Una presencia temprana de la vinculada a la tradi- cién clasica en este periodo (el de los siglos xIV y Xv) figura en el Libro del tesoro, traduccion de la obra de Brunetto Latini realizada en la corte de Sancho IV y estre- chamente ligada a los intereses ideol6gicos y politicos de su reinado.’ Pero es mucho més relevante la traduccién del De inuentione de Cicer6n, hecha por Alfonso de Car tagena, en la primera mitad del siglo xv. Con ella, el traductor también de De senec- tute, De officiis y la Oratio pro Marcello, ademas de algunas obras de Séneca y el De casibus virorum illustrium de Boccaccio (alli donde supuestamente lo habia dejado in- concluso Ayala), y una de las personalidades de mayor prestigio y relieve intelectual del siglo, ponfa a disposici6n de lectores interesados por las letras, pero desconocedo- res del latin, el texto completo de la ret6rica ciceroniana sin desventaja respecto de los versados en esa lengua que eran capaces de leer el original. Entre sus receptores estu- vieron, con seguridad, figuras proximas a él y tan representativas como Santillana, Pé- rez de Guzmén, Pero Mexia o los Manrique (cf. Morrés 1996: 42).* Casualmente de la misma generacién que Cartagena era Villena (posiblemente ambos nacieron en el mis- mo aio, 1384), también significado traductor pero, como es sabido, de talante y dedi- cacién muy diferentes, que, aproximadamente por las mismas fechas, segtin é1 mismo dej6 dicho, vertia al castellano la seudociceroniana Rhetorica ad Herenniwm, traduc- cién desgraciadamente perdida. Desde luego Villena tuvo ocasi6n de demostrar su co- nocimiento de esa retérica, asi como de la doctrina tradicional de las Artes dictaminis y las poéticas provenzales (cf. Gémez Redondo 2000; Santiago 2003), Pero su actitud ante la lengua y, desde luego, su prosa, contrasta notablemente con la de Cartagena, mucho mas moderado éste en el latinismo léxico y sintactico, de acuerdo con lo que 41 mismo expuso en el Oracional (cf. Scholberg 1954 y Cabrera Morales 1989) y con la estimaciGn que Juan de Lucena puso de él en boca de Santillana en el De vita bea- ta (cf. Morreale 1955; Vién Herrero 1991). De ahi el conocido juicio de valor de Ne- brija, en la Gramdtica, al tratar de las figuras y especificamente de la llamada ca- cosyntheton © «dura composicién de palabras» que ejemplifica con referencias de Villena y Mena a la vez (el tipo «Una vuestra recebj letra», «sobre mios cavalga om- bros» del primero o «A la moderna volvigndome rueda» del segundo): que «aunque el griego e el latin sufra tal composicién, el castellano no la puede sofrin» (Quilis 1980: 219). Naturalmente, la de Nebrija es otra época. ‘gundo, a usos sintéeticos (dislocaciones, participio de presente con valor verbal, infinitive dependiente a la manera latina, colocacién del verbo al final de la frase, abundancia de adjetivos y frecuentemente antepues- tos), si bien no establece Lapesa una relaci6n directa entre traduccién y latinismo sintéctico: aquella haria de inductora de una admiracién por la antigiedad cuyo resultado seria la imitacién, el remedo en lo lingtifstica. 6. La retéria esti presente o se manifiesta de una ut otra manera en casi toda la producciGn escrita de la Edad Media, en particular la literaria: no en vano era parte de la ensefianza reglada en el antiguo trivium, al lado de la gramitica y la dialéctica; pero la ret6rica medieval tuvo unt apariencia multiforme, mediatizada, ade- is, por las artes dictaminis, segin la €poca y las escuelas. Ya lo da a entender el propio Lapesa (1981: 261) cuando contrapone las «correntesliterarias semejantes al retoricismo que caracteriza la prosa y la poesia fran- ccesa de entonces» (los finales del siglo x1v) y la prosa de Femnéndez Pecha, de influencia agustiniana. 7. En la parte cuarta de este libro se desarrolla una exposicién pormenorizada de lo referente a la invention y a la disposition (cf. Gémez Redondo 1998: 884-890). De la obra de Latini se conservan cuatro manuscritos del siglo xiv, dos de ellos precisamente de la traduecién (cf, Faulhaber 1973: 153), 8. Noes posible entrar aqui en los muchos aspectos de la obra de Cartagena o su significacién en el contexto cultural y lingiifstico del siglo xv ni siquiera en lo referente especificamente a sus ideas so- bre la ret6rica o en torno a la traduccién, Remito, al menos, a Morris 1995; L6pez Grigera 1994; Gonzi- lez Rolén et al. 2000; Campos Souto 2001, que incluyen, ademés, numerosas referencias bibliogrificas. EVOLUCION LINGUISTICA EN LA BAJA EDAD MEDIA 537 2. La conexién discursiva’ Como es sabido, la cohesién textual —la manifestaci6n més importante de la co- herencia y, a su vez, condicién indispensable para que el proceso discursivo se cons- tituya como texto— se concreta lingiifsticamente en un conjunto de recursos 0 meca- nismos de diverso tipo, principalmente léxicos y gramaticales (cf. Bustos Tovar 2002: 56). Los Iéxicos pueden ser varios, desde el simple pero eficaz. procedimiento de las repeticiones de palabras © expresiones clave, como es posible ejemplificar, sobre todo, en exposiciones de tipo didactico 0 doctrinal de diversas épocas. Asf es el caso de la progresin en torno al significado de esfuergo, esfuerco buenolbuen esfuer¢o, esfuerco bueno de coracén en los Castigos de Sancho IV: Mio fijo, para mientes quan buena cosa es € quan provechosa a muchas cosas auer el omne esfuergo bueno en si. Esfuerco quiere decir reciedumbre de bondat de coragon uJ: Eel buen esfuerco ha de ser tal que se haga con seso e con sentido [...]. E lo que se on face non es buen esfuerco, mas es locura. Non es esfuuergo querer vn omne ma- tar se con giento, nin es esfuergo cometer omne la cosa que non deue [...]. Non es es- {fuerco andar el omne prouando muchas vegadas las cosas peligrosas |...] Nin es esfierco ‘correr el cauallo a rienda suelta [...]. Non es esfuergo. [...] Non es esfuergo [...]. Non es esfuergo [...]. Nin es esfuerco. Por el buen esfuerco tomaras amistad con Dios [...] que todo es nada en pos lo que por el deues fazer, con esfuerco bueno de coragon [...]. Es- fuerco bueno de coragon te fara que la vida laorada que en este mundo pasares por Dios ‘que te semeje que es muy buena [...] (CastDoc., 333, en Crest. 1). En los tiltimos afios se ha venido prestando atencién a los marcadores del discurso, y de ellos, especialmente, a los conectores, en cuanto sefiales preferentes de la constitucién de determinadas configuraciones discursivas: las formas tradicionales de organizaci6n del discurso cuya evolucién constituye esencialmente la historia textual propiamente dicha." Segtin se ha hecho notar hace afios, los conectores pueden proceder de diversas categorias o clases de palabras; como tales enlaces supraoracionales ocupan general- mente la posici6n inicial de frase, aunque, en relacién con su origen, pueden, a la vez, seguir ejerciendo sus funciones primigenias dentro de la oraci6n (como es el caso, en- tre otros, de Ia conjuncién e') y ocupar otras posiciones. También es conocida la ra- 9, La caracterizacién linglistica de los principales textos de los siglos XIV y XV es conocida principal- mente a través de Lapesa 1981 y Cano Aguilar 1988, 1991 y 1992. Contando con ello y remitiendo, en su caso, ‘otras referencias bibliogrificas complementarias como las incluidas aqut (que recogen parte de lo publicado preferentemente después de 1981), se ha optado por resumir y tener en cuenta en lo que sigue algunos de los ‘aspectos que iltimamente se estén teniendo més en consideracién en el andlisis histrico de los textos. 10. Pueden verse comentarios extensos a procedimientos de cohesién Iéxica en textos medievales en diversos lugares. Cf. recientemente Bustos Tovar 2002 en textos de Alfonso de Cartagena; Porcar Mira- Mes 2002 en los Diez Mandamientos (s. xi) 1. Ello, independientemente (o, mejor, ademas) del interés intrinseco de los procesos histéricos de formacién de los propios marcadores, como anunciaba hace aftos Martin Zorraquino (1992: 717), so- bre lo que va habiendo bibliografia considerable, Naturalmente, entre otras consecuencias, la historia tex- tual permitiré matizar adecuadamente ciertas generalizaciones acerca de la lengua de un autor o de una poca, toda vez. que esa caracterizacién ha de contar, ante todo, con el tipo de discurso que la propicia y Jatradicion en la que éste necesariamente se enmarca (cf, Orduna 1998: 130). 12. Problema aparte es el del realce entonativo y la pausa que puede suponerse pero no siempre ‘con evidencia; a ello se ha referido en més de una ocasién Cano Aguilar (1996-1997: 311; 2002: 493). 538 HISTORIA DE LA LENGUA ESPANOLA z6n por la que son més propios —pero no exclusivos— de los textos en prosa (cf. Ric druejo 1993: 639 y sobre todo Bustos Tovar 1998, en relacién con las limitaciones del hecho escrito frente a la oralidad). Finalmente, segiin su significado y funcién, aparecen en determinados tipos de discurso a medida que se han ido conformando historicamente las diferentes tradiciones textuales. En sintesis las principales direcciones discursivas de los textos del siglo XIV y Xv se han agrupado fundamentalmente en los tipos didactico-doctrinal, narrativo ¥ descriptivo y juridico-administrativo. Ahora bien, puesto que la distribucién y el uso de los conectores estén estrecha~ mente relacionados con las diversas configuraciones textuales tradicionalmente cons- tituidas, al considerar la historia textual del siglo xIv es necesario atender a Ja situa- cién documentada en épocas anteriores." Se trata, pues, de determinar los mecanismos de cohesién que se manifiestan como tendencias activas en la estructuraciGn de las di- recciones discursivas del siglo xIVv, con objeto de establecer el grado de pervivencia, de Variaci6n o innovacién que presentan los conectores en las diferentes modalidades de conexién (aditiva, consecutiva y contraargumentativa 0 contrapositiva).'* 2.1. ANTES DEL SIGLO XIV En los textos anteriores a la época alfonsi la conexién mas frecuente es la aditi- va 0 aditivo-continuativa y el conector més utilizado —desde antiguo— es la conjun- cién copulativa e (Bustos Tovar 2002: 67). Pero también para esta misma funcién se dan otros, principalmente ofrosé y demds. Hay ademés indicacién expresa de otras co- nexiones: consecutivas, para la idea de motivo o consecuencia, marcadas sobre todo por onde. Entre los marcadores de cierre se documenta en cabo (Cano Aguilar 1998). En el discurso alfonsi (cf. Cano Aguilar 1996-1997) la conexién aditiva sigue siendo la més reiterada y e el conector mas usado y con diversos valores, por la pre- cariedad de mecanismos especificos propia de los textos escritos.'* Junto a éste, como anteriormente, se mantienen orrost y demds, precedidos 0 no de e. El primero es el mas frecuente de los aditivos en la obra de Alfonso X, con varias posibilidades de combi- nacién, ademas de e (mas otrost, pero otros), y con posibilidad de formar correlacio- nes (bien ast ... otrost, etc.). Es tipico (aunque no exclusivo) de la lengua juridica. El segundo, (e) demds (y demds que), se especializa en el discurso argumentativo. A ellos se afiade (e) aun, el menos habitual, también en combinaciones varias: aun mas, aun sobr'esto, aun demas, etc. Asimismo tiene frecuente manifestacién la relacién conse- cutiva 0 de consecuencia, donde los conectores indican que lo que sigue se desprende de lo enunciado antes y esti vinculado conceptualmente a ello. Es relacién propia de ‘Queda aparte el problema afiadido de la interpretacién del editor al puntuar (y acentuar) un texto: ef por «jemplo, el planteado por Iglesias Recuero (2000: 251 n.) acerca de la triple lectura posible (Como, pues, este juego | Cémo, pues, este juego | Cémo. pues este juego) de un pasaje de la Celestina. 13, _ Este es el motivo de dar prioridad aqui a ciertos tipos, a sabiendas de la limitacion del eriterio. 14. La clasificacién y los términos corresponden a la usual basada en Portolés 1998, 15, Segiin los recuentos de Pérez Toral/Diez Itza (2002), solamente en la Primera Partida de Al fonso X aparece en més de mil ocasiones, aunque es muy abundante también precediendo a otros conee= tores con diversas funciones: adicién (e otrosi), continuacidn (e después), culminacién (e aun), conclu- si6n (e por ende), explicacién y causalidad (¢ porque), restricci6n (¢ si). EVOLUCION LINGUISTICA EN LA BAJA EDAD MEDIA 539 la argumentacién, pero también aparece en discurso narrativo. Hay dos principales en la prosa alfonsi: el adverbio relativo de origen onde que remite al enunciado ante- rior como motivo y es tipico del discurso argumentativo, y por ende, que por su ori- gen tiene proximidad significativa con onde, aunque en este sintagma ende ya habia quedado como mero anaférico. Aparece con frecuencia en conexién con onde repi- tiendo su funcién y favoreciendo su especializacién como conector; pero a diferencia de él, puede aparecer (y aparece de hecho frecuentemente) agrupado con e (e por ende); se documenta en el discurso narrativo asf como en el argumentativo. Mas es- porddicas son expresiones con demostrativos anaféricos: d'esta manera, por esto, por €50, etc., 0 con el demostrativo esto como introductor de una oracién causal con por- que, o por seguido del relativo neutro que como nticleo, y alguna otra posibilidad. Mu- cho menos frecuente es pues (cf. Iglesias Recuero 2000: 220-233). Por tiltimo, la conexiGn contraargumentativa 0 de contraposicién, que es poco frecuente en los textos alfonsies salvo con mas y pero y, ademas, los conectores son pocos también. Solo es destacable empero, mientras que es dudoso el funcionamien- to de ante(s) como conector. Esta es, en sintesis, la situacién textual de la que hay que partir: unos moldes 0 tipos de discurso ya iniciados y desarrollados especificamente en la prosa; en el ver- so tienen poca presencia en general, como se ha mencionado més arriba, aunque se- iin tipo de texto o autor no faltardn en ocasiones. 2.2. EL SIGLO XIV Se ha descrito con detalle el conjunto de conectores usuales en los textos de los {ltimos afios del siglo xii y el siglo xIv as{ como su significado fundamental y su funcionamiento (cf. Cano Aguilar 2002). De los aditivos-continuativos el conector de uso general en cualquier tipo de textos, literarios 0 no, sigue siendo la conjuncién e con valor predominantemente continuativo. Se manifiesta de modo especialmente frecuente en la prosa narrativa, sea cronistica: Eel ynfante Abomelique desque salio de su rreal, canso luego por las feridas que levaua e no pudo andar, ¢ descaualgo de! cauallo e metiose en yna brefia de gargas ger- ‘ca de vn arroyo. Y estando alli escondido, Hegaron por alli los christianos; e desque los vio, echose en manera de muerto; e vn christiano vio como rresollaua e firiole con vna langa non lo conosgiendo, ¢ fuese aquel christiano € quedo Abomelique biuo. E desque fueron dende partidos los christians, levantose el ynfante con quexa de la muerte, E vn ‘moro que andaua escondiendose por aquella bref, fallolo, ¢ quisiera lo Heuar a cuestas, mas non pudo. (GCron. 489, en Crest. Il). de ficcién: E non quiso poner la mano en el mas foragole los pies € pusole vn mjnbre por ellos Easy commo estaua en sus pannales rreales de oro & de seda colgole de vn arbol porque ally assy colgado muriese. E acaesgio asy que el rrey polibio de mjgenas andaua a monte fa gerea de aquella montana e perdiendose de su gente topo por ally por do aquel Infante estaua colgado & quando Io vio fue muy marauillado & veyendolo en aquellos pannos vio que de grand gujsa seria aquel ninno e tomolo de yuso de su almanto & lleuolo consigo E 540 HISTORIA DE LA LENGUA ESPANOLA quando allego en su Casa dixo a su muger commo auja fallado aquella criatura E quica los dioses gela dauan por fijo pues ellos non aujan fijo (Leomarte fol 132r en ADMYTE) © descriptiva: E prouado fue muchas vezes que muchos alanos ayudaron alos que los criauan con- tra sus enemigos e se defendieron dellos por ayuda de alanos. E es verdad que tan bien de sabuesos commo de alanos, que si non fuese por que les faria mal el grant afan sobre el comer, que toda cosa que a ellos pertenesce de fazer, farian meior depues que gouer- nados que ante. E asi se prueba que todo lo que fazen en su ofigio, que lo fazen por na- turaleza de omezillo que puso Dios entrellos e los venados e por talante que an de lo fa- zer, € non por fanbre njn por otra premia ninguna. (LMont., 421, en Crest. Il) Muchos editores de textos han sefialado reiteradamente la presencia de una «e ex- pletiva» o «pleondstica», llamada asi tradicionalmente por no cumplir aparentemente ninguna funcién conjuntiva ni conectiva. Ya habfa llamado la atencién sobre ello Me- néndez Pidal (1972: 71) a propésito de la prosa alfonsi y recientemente lo tuvo en cuenta también Ridruejo (1994: 634). En el siglo xiv puede encontrarse esta situacién en muchos textos. Asf sucede, por ejemplo, en las Crénicas del Canciller Ayala, como sefialé Orduna (1998: 134). Se trata de la e de pasajes como éste de la Crénica de En- rigue II donde el editor interpreta que la presencia de la e obedece a exigencia de la enunciacién oral , Cuadernos Hispanoamericanos, 13, 9-24. — (1972): «De Alfonso a los dos Juanes. Auge y culminacién del didactismo (1252-1370)», en Studia Hispanica in honorem R. Lapesa, 1, Madrid: Cétedra-Seminario Menéndez Pi- dal/Editorial Gredos, 63-83 — (1992): La é medieval espatola. Desde sus origenes hasta su disolucién en el Ro- ‘mancero, Madrid: Espasa Calpe [ed. por Diego Catalin y M* del Mar de Bustos]. Monrero Carrette, Emilio (1992a); «La trayectoria cronolégica y modal de la expresién concesiva maguer(a) (que)», en M. Ariza et al. (eds.): Actas del I! Congreso Internacio- nal de Historia de la Lengua Espaiola, 1, Pabellén de Espafia, 701-710. — (1992b): «La expresi6n de la concesividad en el castellano medieval», Verba 19, 107-128. 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