You are on page 1of 17

“AUTOPSIA PSICOLÓGICA Y PREVENCIÓN DEL SUICIDIO”

Lic. Carlos Martínez

1. Contextos y Definiciones

Descripta en 1961 por Shneidman y Farberow como método para dilucidar muertes

dudosas, su procedimiento se focaliza en la clarificación de la naturaleza del óbito, desde

los aspectos psicológicos (Miotto, 2005)

A finales de los 50, la autopsia psicológica revolucionó el estudio del suicidio. La

técnica ha sido aplicada exitosamente al estudio del suicidio de niños y adolescentes.

(Almada, Maggi y Ponzo,2002)

La autopsia psicológica se ha definido como la reconstrucción de la vida de la

persona fallecida, enfatizando aspectos como estilo de vida, personalidad, estrés reciente,

enfermedad mental y comunicación de ideas de muerte. La información es recogida a

través de entrevistas a personas allegadas y revisión de documentos. También fue

definida como la caracterización retrospectiva de la personalidad y la vida de una persona

ya fallecida, utilizando un método indirecto o diferencial. Se trata de obtener información

del occiso a través de terceras personas que en vida lo conocieron íntimamente. (García

Pérez, 1998 y 1999).

En Uruguay, en la década del 80 la metodología de la autopsia psicológica del suicidio

fue empleada con éxito para investigar casos inusuales (Berro G., Puppo y Soiza, 1983 y

Puppo, Soiza, Georgieff y Puppo Touriz, 1986) o en estudios epidemiológicos

(Puppo,1981 y Puppo Touriz, H. Berro, G. Soiza, A. y Puppo Bosch, D., 1982).

Con estos estudios se busca identificar precozmente elementos que permitan

diseñar acciones sanitarias oportunas en la prevención del suicidio y elaborar protocolos

de entrevistas para ser utilizadas por los profesionales de la salud en la investigación de

los indicadores de riesgo, adaptados a los aspectos más prevalentes en un medio

determinado.

1
Puede parecer paradójico hablar de indicadores precoces y previsibilidad en un

escenario donde se estudian muertes ocurridas, sobre todo si se tiene en cuenta que el

gran desafío de la suicidología por estos tiempos es encontrar indicadores válidos de

predictibilidad para un acontecimiento que en el mundo crecerá más de un 50% en los

próximos 15 años y que se ha incrementado en un 60% en los últimos 45 años (OMS,

2000, 2002 y 2003).

El análisis de las muertes ocurridas por suicidio arrojan conclusiones que pueden

ser utilizadas en el diseño de intervenciones preventivas sobre población de riesgo y

población general, además de intentar explicar los motivos de lo acontecido en las

epidemias de suicidios en un determinado lugar; situación progresivamente recurrente en

nuestro país.

En este sentido García Pérez (1998) comprueba que más de la tercera parte de las

víctimas estudiadas hicieron verbalizaciones suicidas, siendo éstas, los comentarios

pesimistas acerca del futuro, la desesperanza y la expresión de sentimientos de soledad,

inutilidad, incapacidad o incompetencia, las señales de aviso más frecuentes encontradas

en dicho estudio.

Concordantemente, Casullo (2000) cita los estudios de Shafii y colaboradores

(1985) quienes demostraron, mediante esta técnica, que el 85% de las víctimas habían

expresado previamente ideas suicidas, 55% manifestaron amenazas de quitarse la vida,

el 40% hicieron intentos previos, un 70% presentaban historias de abuso de sustancias

psicoactivas, 65% con trastornos de personalidad y contextos familiares facilitadores de

conductas autodestructivas.

Este método evaluativo permite, además, establecer la causa de muerte dentro de

la clasificación NASH que determinó Schneidman: Natural, Accidental, Suicidio y

Homicidio (Miotto, 2005 y Casullo, 2000).

2
Ambas investigadoras refieren que la calidad de la información proporcionada

depende de los criterios de selección de los informantes, el encuadre técnico y estilo de

abordaje de la tarea, el tiempo adecuado entre la muerte de la víctima y las entrevistas,

los niveles de integración de los datos obtenidos según el plan de trabajo y la adecuada

elección de las Técnicas de evaluación.

Dos objetivos de esta técnica, que destaca Ebert (1991), que no se encuentra en otros

autores, es que la Autopsia Psicológica permite obtener la información suficiente para

evaluar los datos de diversos intentos de suicidio, con el fin de prevenir dichos intentos y

la letalidad de los mismos; y que la misma termina constituyendo un recurso terapéutico

para la familia y los amigos del occiso.

La entrevista y la investigación en general son mecanismos terapéuticos para estas

personas, ya que permite comunicar pensamientos y sentimientos sobre la persona

fallecida, como así también la percepción que cada uno tiene sobre la muerte de aquella

persona cercana, que por lo general es de culpa, dolor, vergüenza y resentimiento, entre

otras.

2. Modelos y obtención de información

García Pérez (1993,1998,1999) a partir de su investigación de víctimas de suicidio

en 1991 en Cuba, va delineando y estableciendo su Modelo de Autopsia Psicológica para

Suicidas (MAP-I), producto de sucesivas revisiones de modelos, escalas, guías y

formularios.

A diferencia de los revisados, los cuales eran abiertos o semiestructurados, éste es

completamente estructurado y sistematizado, de forma tal que se disminuye al mínimo el

margen de sesgo, pues todos los exploradores tienen que realizar la exploración de la

misma manera, guiándose por un instructivo adjunto al MAP-I con posibilidad de

respuesta cerrada, precisamente para evitar la inclusión de elementos subjetivos en la

3
valoración de cada caso y además para hacerlo verificable por terceras personas y así

garantizar su valor como prueba pericial.

Lo principal en este trabajo es el proceso en sí mismo, que en este caso parte del

propio lugar del hecho, donde no sólo se pueden levantar huellas objetivas, sino también

huellas psicológicas que quedan impresas en los espacios que habitó la víctima y en las

personas que interactuaron con ella. El poder estar al lado de los investigadores policiales

permite sugerir la recolección de notas, diarios, cartas, que posibiliten ver entre líneas la

clave del enigma de su muerte.

El segundo paso es la entrevista a personas que conocieron de cerca al occiso,

preferentemente familiares, amigos, vecinos, compañeros de estudio, trabajo o religión,

relaciones de pareja formales u ocasionales. Es importante aclarar que la selección de las

fuentes de información debe excluir a presuntos sospechosos de estar involucrados en la

muerte de la víctima, pues obviamente el riesgo de sesgo es muy elevado.

El poder intercambiar criterios e hipótesis desde el primer momento con médicos

legistas, criminólogos e investigadores policiales, aumenta la eficacia de este modelo

(MAP-I) al enriquecer el análisis científico de la víctima y de las circunstancias que

rodearon a su muerte.

Una vez recogidos todos los elementos necesarios para conformar una

caracterización del suicida se realiza una discusión colectiva en la cual participan los

peritos e investigadores policiales y se ofrece un informe pericial en términos

probabilísticos pues se trata de una evaluación indirecta y de conclusiones inferenciales

que cobran valor sólo al sumarse al resto de los elementos criminológicos, policiales y

médico - legales.

La determinación de la causa de muerte, a través de la autopsia psicológica, entre

suicidio, homicidio y accidente, se establece:

4
1. Valorando los factores de riesgo suicida, de riesgo heteroagresivo o de riesgo de

accidentalidad.

2. Valorando el estilo de vida del occiso.

3. Determinando el estado mental en el momento de la muerte.

4. Estableciendo las áreas de conflicto y motivacionales.

5. Diseñando el perfil de personalidad del occiso.

6. Determinando si existían señales de aviso presuicida.

7. Determinando si existía un estado presuicida.

En nuestro país, en el Departamento Médico de Tribunales de la Provincia de Jujuy

se diseña un protocolo de obtención de datos en caso de suicidios e intentos de suicidios,

durante el período 1998-2002, en cuyos fundamentos se cita que el mismo parte de la

Técnica de Autopsia Psicológica (2003).

Este documento, instructivo orientado a la explicación y a la prevención, presenta por

lo menos dos novedades. La primera es que esta particular “autopsia psicológica” es,

en principio, un acto administrativo llevado a cabo por personal policial en las comisarías

o, en el interior de la provincia, por enfermeros, asistentes sociales o agentes sanitarios,

lo cual se torna relevante si se tiene en cuenta que éstos últimos, por lo general, tienen

grados de instrucción muy bajos y que mayoritariamente acceden a ese puesto en la

administración pública por medio de la adhesión a algún puntero político de turno.

La segunda novedad la constituye el hecho que, contradiciendo la literatura existente –

unánime en este sentido- no sería una técnica aplicada para determinar el tipo de muerte,

sino que también se aplicaría a intentantes que sobreviven al evento suicida.

Este ejemplo subraya la necesidad de sistematizar y modelizar la técnica, tanto a los

fines periciales y sanitarios como científicos.

Aunque la aplicación de la Autopsia Psicológica se hace de acuerdo a la legislación de

cada país, cada equipo de trabajo decide la forma de proceder en la etapa de la

5
recolección de datos. Shneidman, padre de la técnica, citado por Young (1992),

argumenta que cuando va a iniciar una investigación nunca tiene un modelo sistemático

de cómo la va a realizar.

Este tipo de afirmaciones, si bien se originan en la complejidad de la tarea debido a la

multifactorialidad del evento, desdibujan la consistencia interna de los Protocolos de

Autopsia Psicológica (PAP), originando en clínicos e investigadores cierta reticencia a su

instrumentación (Rodríguez, 2005).

Por esta razón, Annon (1995) y Young (1992) plantean que uno de los serios

problemas a los que se ve enfrentado el PAP es la falta de estandarización, pues cada

persona o equipo que lo aplica tiene un estilo diferente y particular de realizarlo, lo cual

afecta, según estos autores, notablemente los índices de validez y confiabilidad del

procedimiento. Ellos han propuesto cada uno el suyo:

Young, propone 15 categorías que se deben incluir al llevar a cabo dicha

investigación:

1. Identificar la información personal del occiso (nombre, apellidos, edad, sexo,

ocupación, religión, estado civil).

2. Detalles de la muerte.

3. Historia de la familia (hermanos, esposa, enfermedades médicas y tratamientos,

intentos de suicidio).

4. Historia de muertes familiares.

5. Modelos familiares de reacción frente al estrés.

6. Tensiones recientes o problemas del pasado.

7. Historia de alcohol y drogas en la dinámica familiar.

8. Relaciones interpersonales.

9. Fantasías, sueños, presentimientos y pensamientos frente a la muerte, suicidio o

accidentes que precedieron la muerte.

6
10. Cambios en los hábitos, aficiones, alimentación, patrones sexuales y otras rutinas

ante de la muerte.

11. Información que relate los planes de vida.

12. Evaluación de intención.

13. Tasa de letalidad

14. Reacción de las personas que recibieron la noticia de la muerte.

15. Comentarios y anotaciones especiales.

. Annon propone otro de los modelos para llevar a cabo este proceso, en el cual se

plantean como pasos a seguir los siguientes:

1. Examen cuidadoso de la escena donde sucedieron los hechos, examen de fotos y

grabaciones en video de la escena.

2. Estudio de los documentos disponibles, concernientes a la situación donde

sucedieron los hechos, en el cual se incluye el reporte policial, declaración de testigos,

reporte de la autopsia médica y de toxicología.

3. Documentos que informen sobre la vida de la víctima antes de la muerte, como

notas del colegio, notas de visitas previas al médico, notas sobre la salud mental,

información laboral.

4. Entrevista con personas relevantes como testigos de la escena de los hechos,

miembros de la familia, amigos, compañeros de trabajo.

Para este autor se debe dedicar de 20 a 30 horas de investigación para formular una

opinión preliminar sobre el estado particular de la mente de un individuo antes de su

muerte. Sin embargo, el tiempo que se emplea está determinado por la facilidad para

recolectar la información y las personas que se deben entrevistar.

También estipula que el tiempo óptimo para realizar la entrevista es entre 1 y 6

meses, después de ocurrido el deceso, ya que durante estos meses aún se conserva la

nitidez del recuerdo y la información obtenida es confiable, de lo contrario las reacciones

7
de duelo pueden interferir en la objetividad, existiendo la tendencia a idealizar al fallecido

y afectando la claridad del recuerdo.

En relación con las fuentes de información se debe seleccionar, por lo menos, dos

fuentes con el objetivo de cruzar los datos ofrecidos en busca de confiabilidad. Se deben

seleccionar parientes de primera línea, convivientes, allegados o médicos de asistencia.

Las condiciones para realizar la entrevista deben ser estrictas; cada fuente deber ser

entrevistada de forma individual y en privado, evitando que la opinión de una influya en la

otra, lo cual afectaría a la confiabilidad de la información. El tiempo promedio de la

entrevista debe ser de dos horas, aunque en ocasiones es necesario extenderse un poco

más.

3. La entrevista forense en la AP: Validez y Confiabilidad

Las herramientas fundamentales para la obtención de información son los

interrogatorios y entrevistas (Arce y Fariña, 2005). Es bien sabido que el éxito de dicha

entrevista o interrogatorio va a depender de factores tales como la pericia del

entrevistador, el grado de colaboración del entrevistado, el tiempo transcurrido desde el

suceso, y, evidentemente, del tipo de entrevista (Memon y Bull, 1999).

No todos los tipos de entrevitas son válidas para estos fines. Las entrevistas dirigidas

o semidirigidas pueden introducir información engañosa en las narraciones de los eventos

por parte de personas sinceras (Loftus, Korf y Schooler, 1988), de modo que las

distoriones no serían fruto de la mentira, sino de la información introducida por el

entrevistador.

Fisher y Geiselman (1992) proponen once fases a tener en cuenta en la entrevista

cognitiva adaptada al contexto judicial:

- Fase 1. Presentaciones y personalización de la entrevista (presentación, usar el

nombre del entrevistado).

8
- Fase 2. Establecimiento de la comunicación (creación de una atmósfera agradable,

de confianza a través de la formulación de preguntas neutras).

- Fase 3. Explicación del propósito de la entrevista.

- Fase 4. Reinstauración de contextos.

- Fase 5. Recuerdo libre.

- Fase 6. Preparación para el interrogatorio (pedirle que se concentre intensamente,

que diga lo que se le viene a la mente tal como llega, sin fabricarlo, que puede decir no

comprendo, no sé, no recuerdo, que active y contraste imágenes).

- Fase 7. Interrogatorio compatible con el testigo (cada testigo tiene una secuencia de

memoria distinta del evento debiendo el entrevistador ajustarse a esa secuencia).

- Fase 8. Recuerdo desde diferentes perspectivas.

- Fase 9. Recuerdo en orden inverso.

- Fase 10. Resumen (realizado por el entrevistador en función de lo que el entrevistado

ha informado).

- Fase 11. Cierre (desactivación emocional y de tensiones en el entrevistado).

Arce y Fariña (2005), en un intento por afianzar la consistencia interna de la

evaluación psicológica en la labor judicial desarrollan su Sistema de Evaluación Global

(SEG) donde uno de sus pilares está constituido por la Entrevista Clínico-Forense.

Llevada a cabo por un entrevistador entrenado y con conocimientos de psicopatología,

consistente en pedir a los sujetos que realicen sus relatos en un discurso narrativo. La

obtención de esta información clínica debe ser grabada y procederse al análisis de

contenido de la misma.

La detección de las categorías responde a dos métodos complementarios: expresión

directa del sujeto e inferencias de los codificadores tras analizar los protocolos.

La revisión de la literatura sobre análisis de contenido de las declaraciones han

llevado, en el Sistema de Evaluación Global, a fraccionar la estimación de la credibilidad

9
de las declaraciones de los testigos en función de dos parámetros: la validez y la

fiabilidad. La validez sirve para establecer la admisibilidad de la prueba para el análisis de

contenido en tanto la fiabilidad se relaciona con los indicios de realidad contenidos en la

declaración.

Dos son los sistemas que posibilitan un análisis sistemático de la validez de las

declaraciones: El SRA y el SVA.

El SRA, Statement Reality Analysis (Undeutsch, 1967, 1988), aborda el estudio de la

validez de la declaración a través de las siguientes categorías:

a) Criterios negativos o de control:

- Carencia de consistencia interna (contradicciones).

- Carencia de consistencia con las leyes de la naturaleza o científicas.

- Carencia de consistencia externa (discrepancia con otros hechos incontrovertibles).

b) Criterios derivados de las secuencias de declaraciones:

- Carencia de persistencia (estabilidad en el tiempo y contextos).

- Declaración inconsistente con la anterior.

Por su parte, el SVA, Statement Validity Analysis (Steller, 1989), recoge las siguientes

categorías de evaluación:

a) Características psicológicas:

- Adecuación del leguaje y conocimientos.

- Adecuación del afecto.

- Susceptibilidad a la sugestión.

b) Características de la entrevista:

- Preguntas coercitivas, sugestivas o dirigidas.

- Adecuación global de la entrevista.

c) Motivación:

10
- Motivos del informe.

- Contexto del informe o declaración original.

- Presiones para presentar un informe falso.

d) Cuestiones de la investigación:

- Consistencia con las leyes de la naturaleza.

- Consistencia con otras declaraciones.

- Consistencia con otras pruebas.

Como Sistema de Evaluación Global de la declaración se propone el mejor ajuste a

una de las siguientes categorías: creíble, probablemente creíble, indeterminado,

probablemente increíble o increíble.

En este sistema, el estudio de la fiabilidad de los protocolos, que está relacionado con

la búsqueda de criterios de realidad en el contenido de las declaraciones se puede

evaluar también mediante el SRA de Undeutsch, que analiza las siguientes categorías:

a) Criterios generales, fundamentales:

- Anclaje, fijación espacio-temporal (concreción de la acción en un espacio y tiempo).

- Claridad.

- Riqueza de detalles.

- Originalidad de las narraciones.

- Consistencia interna (coherencia lógica y psicológica).

- Mención de detalles específicos.

b) Manifestaciones especiales de los criterios anteriores:

-Referencia a detalles que exceden la capacidad del testigo (que van más allá de su

imaginación o capacidad de comprensión).

- Referencia a experiencias subjetivas (sentimientos, emociones, pensamientos, miedos).

- Mención a imprevistos o complicaciones inesperadas.

- Correcciones espontáneas, especificaciones y complementaciones durante la

11
declaración.

- Autodesaprobación (declaración en contra de su interés).

Otros factores a tener en cuenta son:

- La intensidad o grado de las manifestaciones en los diferentes criterios.

- El número de detalles de la narración que se relacionan con un criterio (o más).

- Las capacidades del declarante para informar (edad, inteligencia, sugestión).

- Las características del evento narrativo (complejidad, relevancia).

Como se puede observar, más allá de las múltiples diferencias entre el MAP-I de

García Pérez y el SEG de Arce y Fariña, en ambos trabajos se puede observar la

preocupación común por el rango científico de la intervención del profesional de Salud

Mental en el ámbito judicial en general y de la Autopsia Psicológica en particular.

4. Posvención = prevención ex post facto

Posvención es un concepto de la suicidología que se usa para enmarcar las

intervenciones posteriores a un evento autodestructivo, también llamadas post-

intervenciones (Moron,1992).

Lo más cercano a este concepto en la teoría tradicional de la Prevención es lo

que Caplan (1966) llama prevención terciaria o rehabilitación, que no puede ser

llamada en sentido estricto prevención, ya que en todo caso estamos hablando del

acontecimiento de un evento que no se pudo prevenir.

Moron intenta salvar esta cuestión paradojal definiendo la posvención como la

prevención de la reincidencia.

Una vez producido el evento autodestructivo se puede pensar la posvención como la

intervención orientada a brindar insumos para afrontar una pérdida afectiva inesperada,

tomando conciencia de la crisis, logrando un mejor reconocimiento de los sentimientos de

12
pesar y tristeza, identificando a los sujetos en riesgo de estructurar un cuadro

psicopatológico y reduciendo los sentimientos de confusión y ansiedad (Casullo, 2000).

En la Asociación Argentina de Prevención del Suicidio se piensa la posvención

como deconstrucción del proceso destructivo; consistente en la desarticulación y

resguardo de las instancias más enérgicas de esa disposición suicida en conflicto

con otras instancias del contexto tanto interno como externo, para luego ser

rearticuladas en un nuevo proceso constructivo con otra dirección y otro sentido.

Si esta dinámica se produce en un contexto clínico, tanto individual, institucional

como social, los primeros enclaves a calcular son aquellos que se manifiestan en el

sistema de creencias y en la economía distributiva de roles, verdades y

ocultamientos.

Por eso la tarea posventiva se lleva a cabo una vez desplegado el conflicto y

consiste en incluir creativamente en la tarea de su resolución los articuladores

necesarios para evitar que el mismo se reproduzca en los mismo términos.

La posvención estaría asegurada cuando la evaluación del desarrollo de los

indicadores anuncia que un nuevo conflicto tendrá mayor complejidad y mejores vías

de resolución.

En este sentido se puede pensar la Autopsia Psicológica como un instrumento

posventivo, o, en el marco de la epidemiología, preventivo de nuevos eventos, tanto en el

contexto próximo de un suicidado como a nivel comunitario.

En el año 1995, cuando el autor de este artículo tuvo que intervenir en la epidemia de

suicidios de Villa Gobernador Gálvez (Provincia de Santa Fé), que tuvo su pico más alto

en los meses de enero y febrero con ocho adolescentes suicidados; si se hubiera podido

implementar esta técnica y se hubieran tomado las medidas sanitarias adecuadas, que

surgieran del análisis de la misma, quizás se hubieran evitado algunos de los otros veinte

suicidios que informaron los lugareños en los diez meses siguientes.

13
En el año 1998, en las Segundas Jornadas Nacionales de Prevención del Suicidio, el

Dr. Donna, Camarista Penal de la Ciudad de Buenos Aires, en una mesa redonda sobre

este tema, compartida con la Dra. Casullo y quien suscribe, manifiesta que las

intervenciones de la Justicia son “ex post facto” y que la prevención no es objetivo de esa

Institución.

Si bien no se puede más que coincidir con tal afirmación; atendiendo a la dinámica de

irradiación del proceso suicida y después de la breve e incompleta recopilación que se

expone en este trabajo, quizás se pueda afirmar hoy, junto con otros tantos autores

citados precedentemente, que la técnica analizada es un instrumento preventivo y

posventivo, a la vez que pericial. Y que su eficacia y eficiencia son directamente

proporcionales a los resguardos de validez y confiabilidad que implemente el equipo de

intervención.

5. Referencias:

Acevedo Nuñez, l. y Pinzón, C. (1999). Propuesta para el dictamen forense en casos

de muertes dudosas utilizando el procedimiento denominado Autopsia Psicológica. Tesis

no publicada, Pontificia Universidad Javeriana, Santa Fé de Bogotá.

Almada, H. Maggi,I. y Ponzo,J. (2002) Suicidios de niños y adolescentes. Proyecto de

investigación del Departamento de Medicina Legal de la Facultad de Medicina.

Universidad de la República. Uruguay. Director: Guido Berro Rovira

Annon, J. (1995). The Psycological Autposy. American Journal of Forensic Psychology,

13, 39-48.

Arce, R. y Fariña, F. (2005) Peritación psicológica de la credibilidad del testimonio, la

huella psíquica y la simulación: El Sistema de Evaluación Global (SEG). Papeles del

Psicólogo. Departamento de Psicología Social. Universidad de Santiago de Compostela

Berro, G. Puppo Bosch, D. y Soiza, A. (1983) Suicidio esquizofrénico (a propósito de

una inusual observación). Revista de Psiquiatría del Uruguay, 48: 192-202.

14
Caplan, G. (1966) Principios de Psiquiatría Preventiva. Editorial Paidós. Buenos Aires.

Casullo, M., Fernández Liporace, M. y Bonaldi, P. (2000) Comportamientos suicidas

adolescentes. Morir antes de la muerte. Ed. Lugar. Buenos Aires

Ebert, B. (1991). Guide to Conducting a Psichological Autopsy. En K. Anchor. The

Handbook of Medical Psychoterapy. 249-256.

Fisher, R. P. y Geiselman, R. E. (1992). Memory-enhancing techniques for

investigative interview. Ed. Charles C. Thomas. Sprinfield.

García Pérez, T. (1993) La Autopsia Psicológica como método de estudio del suicida.

Trabajo presentado en el Congreso Internacional de Ciencias Forenses. La Habana.

García Pérez, T. (1998) La autopsia psicológica en el suicidio. Revista Médico Legal. v

15 n 1-2. Costa Rica

García Pérez, T. (1999) La autopsia psicológica en las muertes violentas. Revista

Española de Medicina Legal XXIII(86/87): 75-82.

Loftus, E. Korf, N. y Schooler, J. (1988). Misguided memories: Sincere distorsions of

reality. En J. C. Yuille (ed.), Credibility assessment (pp. 155-172). Dordrecht: Kluwer.

Memon, A. y Bull, R. (1991). The cognitive interview: Its origins, empirical support,

evaluation and practical implications. Journal of Community and Applied Social

Psychology, 1, 291-307.

Miotto, N. (2005) Psicología Forense. Material de la cátedra. Universidad de Palermo

Moron, P. (1992). El suicidio. México. Presses Universitaires de France.

Publicaciones Cruz O., S.A.

Organización Mundial de la Salud (2000) Prevención del Suicidio: Un instrumento para

trabajadores de atención primaria en Salud. Departamento de Salud mental y

Toxicomanías. Ginebra

Organización Mundial de la Salud – SUPRE (2002) Estudio de intervención multicentro

sobre comportamientos suicidas – Supre-miss. Ginebra

15
Organización Mundial de la Salud. (2003). Informe Mundial sobre la Violencia y la

Salud.

Puppo, D. Soiza, A. Georgieff, L. y Puppo Touriz, H. (1986) Estudio multisdisciplinario

de un suicidio. Revista de Psiquiatría del Uruguay, 51: 23-32.

Puppo, D. (1981) Autopsia psicológica de 50 suicidios. Revista de Psiquiatría del

Uruguay, 46: 111-118.

Puppo Touriz, H. Berro, G. Soiza, A. Y Puppo Bosch, D. (1982) Diagnóstico

medicolegal del suicidio. Empleo de una metodología confiable. Revista de Psiquiatría del

Uruguay, 47: 194-202.

Rodríguez, A. (2005) Autopsia Psicológica: una herramienta útil para el peritazgo

psicológico. Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense.

http://www.psicologiajuridica.org/psj4.html

Sanchez, M. (2003) Acciones en salud implementadas desde el Departamento Médico

de Tribunales de la Provincia de Jujuy en relación a los casos de suicidio (Período 1998-

2002). http://www.justiciajujuy.gov.ar/p6.htm

Shafii, M. Carrigan, S. Whittinghill, J. y Derrick, A. (1985) Psychological Autopsy of

completed suicide in children an adolescents. American Journal of Psychiatry. 142: 1061 –

1064

Steller, M. (1989). Recent developments in statement analysis. En J. C. Yuille (ed.),

Credibility assesment. (pp. 135-154). Dordrecht: Kluwer Academic Publishers.

Undeutsch, U. (1967). Beurteilung der glaubhaftigkeit von zeugenaussagen. En U.

Undeutsch (ed.), Handbuch der psychologie, Vol. II: Forensische psychologie (pp. 26-

181). Göttingen: Verlag für Psychologie.

Undeutsch, U. (1988). The development of statement reality analysis. En J. Yuille (ed.),

Credibility assessment (pp. 101-119). Dordrecht: Kluwer.

16
Young, T. (1992). Procedures and Problems in Conducting a Psychological Autopsy.

International Journal Offender Therapy and Comparative Criminology 36, 43-52.

17

You might also like