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INTER e to cote nae ASCae) (ole fe eer PUES Nis) PT Raa CCas la conducta humana BIBLIOTECA NUEVA Carrio 3 Cognicién social ¢ irracionalidad humana 1, INTRODUCCION Somos tan poco racionales que ni siquiera somos conscientes de nuestra irracio nalidad, a pesar de la formidable frecuencia con que actuamos irracionalmente: pre- ferimos seguir creyendo que somos esencialmente racionales, y que es precisamente Ja racionalidad la que nos distingue de las demis especies animales. Craso error, pues lo que nos distingue de los demas animales, ademas del lenguiaje o la mayor capaci dad de cooperacién, es precisamente la irracionalidad: somos la especie animal més ircacional. Dos son las principales causas de la irracionalidad humana. La primera es triba en la descomunal dificultad que existe para procesar la excesiva cantidad de in formacién proveniente de nuestro entorno, tanto del fisico como sobre todo del so cial, Aunque no me guste la lamada metifora computacional, diré que nuestros cerebros no tienen a suficiente potencia para procesar adecuadamente tanta infor macién y especialmente no tienen la capacidad de procesarla en tan breve tiempo como a menudo requieren las situaciones y urgencias sociales. En consecuencia, ha G¥mos muchos atgjos mrentales, tanto de percepcién como de atribucién. La segunda causa de nuestea irracionalidad es nuesteo inmenso egocentrismo (evidentemente, unos mas que ottos), lo que nos lleva a no percibir objetivamente la realidad, sino @ construirla, perceptivamente, a medida de nuestros intereses personales y grupales. Incluso nuestros recuerdas los modificamos segtin nos convenga. Pero tal vez lo mas rave es que, por una parte, sobrestimamos tanto nuestra objetividad perceptiva, como la exactitud de nuestros recuerdos, ¥, por otra parte, enseguida se nas olvida —sies que alguna vez fuimos conscientes de ello— que hemos sido nosotros mismos quienes hemos construido nuestra realidad y creemos firmemente que ella era asi ya ¥y que lo es independlientemente de nosotros (por ejemplo, que los gitanc los andaluces juerguistas). n vagos Cognicién social e iracionalidad humana a 4Qué entendemos por iracionalidad? Hacerse lusiones y engaiiarse a si mismos puede conttbalr« que sive felices Ea ente sentido, eran medics racondles para obtener un fin. En sentido estticto, suele definirse la irracionalidad como «el hecho de egar a conclusiones. Sus no se pus juicy pot el consmenio. aves ens Su Tietland, 1996, pag. B).Een argu dierionamos nase eatin del 10 de nosottos mismos estamos. it endo, vamos a iderar THwCiOnt Todo proceso de pensamiento que lieve a una conclusiGn o deci- sién que no sea la mejor a la luz de las pruebas de que se dispone y teniendo en cuenta, las limitaciones de tiempo» (Sutherland, 1996, pas. 23) Sorprendentemente, y dado que Ja itracianalidacldepende tanto de una generaliza da holgazanerfa mental como de profundos intereses egocéntricos,suele afectar tanto a personas inteligentes como a persgnas menos inteligentes, tanto a las mas cultas como a Tas menos cults. Por ejemplo, en una investigacion del psicSlogo y premio Nobel de Economia Daniel Kahneman, al personal ya los estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, probablemente la institucién médica mas prestigiosa del mundo, se les pregunté qué porcentaje de pacientes que dieran postivo en la prueba de una enfermedad la tendrian realmente, teniendo en cuenta que se presentaba en una de cada mil personas y que el 5 por 100 de las que no Ja tenfan daba positivo en la prueba. Aproximadamente la mitad de los 60 sujetos respondié que el 95 por 100 y sélo once dieron la repuesta correcta: un 2 por 100. Es evidence que una elevada intligencia no impide cometer importantes le probabilidad. Ademas, existe “eerrores de mucstreoy que nos | Ja informacién de una persona qué tere no stadisticos. Si, por Semple; Hos dicery que estadisticamiente el 90 por 100 de los “furTcionafios estén satsfechos con Su trabajo, pero conocemos a dos que no lo estén, da remos probablemente mas verosimilitud a estos dos casos que al 90 por 100 de la esta- distica. Pero es que a veces los datos de muestras no representatives nos influyen inclu- so después de saber que no son representativas, Por ejemplo, en un experimento, los sujetos vieron un video de una entrevista con una persona que fingia er funcionario de prisiones. A la mitad de los sujetos se les mostr6 un carcelero totalmente inhumanp que Calficaba a Tos presos de animales, sin posibilidd de tedenci6n. A la otra mitad.s les ‘mostt6 un carcelero humanitatio que creia en la rehabilitacién de los presos. Dentro de cada grupo de sujetos,.a unos se les dijo que el funcionario que habian visto era tipico, otros que no Jo era en absoluto y a otfos no se les dié ninguna informacion al respec to. Pues bien, kr informacién sobre su grado de representatividad no influyé practice mente en la opinién de los sujetos con respecto al sistema de prisiones. La mayoria de Jos que vieron al carcelero agradable creia que, en su conjunto, los carceleros trataban a los presos con justcia y se preocupaba de su bienestar, mientras que los que habian.vis-, to al desagradable crefan exactamente lo contrario, O sea, que incluso cuando se ad: vierte que un ‘nico caso lamativo no es representativo, se tiende a creer que lo-€s ya juzgar a toda la poblacién, en este caso a los funcionarios de prisiones, de la misma ma- a Anastasio Ovejero Bernal 2. LA PERCEPCION DE PERSONAS Y LOS PRINCIPALES SESGOS PERCEPTIVOS! Todos nos hacemos impresiones de los demés: unos nos caen bien y ofr0s nos caen.. ‘menos bien. Una persona que a mi me cae bien, sin embargo a mi amigo Miguel le cae mal. cCémo nos hacemos una impresi6n de las demés personas? Digamos en primer lu- gar que la investigacion sobre la formacin de imipresiones & la parte de la psicologia social que estudia cémo las personas utiliza la diferente informacién que reciben de tuna persona estimulo ¢ racer pera fouzalsé und inptesifa raivamente coheren- tey unitaria de ella La formacin de impresiones noes sino una parte de la Ilamada oo ris socul que es proceso de recog informacion sob las oa personas, ont zak ¢ ipa La Sopactn socal topics, nme Oras com, Foret impetonet de los otros y buscig fas Gausas de su conducta. Solomon Asch, psicélogo aleman de origen judo que se habia exilado en Estados Unidos huyendo del nazismo, fue el primero en intentar entender cimo nos hacemos una impresién delos demas (Asch, 1946), y para ello propuso un modelo, gestaltista, se- ‘in el cual los diferentes datos estimulos que recibe el individuo son organizados for- mando un todo, de forma que cualquier informacién que le llega es asimilada en fun de la informacién que ya tiene, Este modelo propone que el sujeto organiza todos” 305, influyendo cada uno de ellos en todos los dems, de tal forma que la impre- sién final sera una dindmica no ficilmente predecible, La ventaja de este modelo sobre el meramente aditivo qued6 demostrada en un experimento del propio Asch en el que tun grupo de sujetos recibia una descripcién de usia persona, desconocida para ellos, que content los siguientes rasgos: inteligente, habilidosa, tabajadora, afecuosa, decidida, préctica y cauta. Otro grupo similar recibié una desctipciéa que contenia estos raspos: inteligente, habilidosa, trabajadora, ri, decidida, practica y cauta. Camo vemes, las dos descripciones eran similares, con una sola diferencia: mientras @ unos se les decia que tal persona era afectuosa, a los otros se les decia que era fra. Pues bien, como suponia Asch y como se deducia de su modelo gestabista, esta sola diferencia originé un cambio esen- Cial en laimpresién que de esa persona se hicieron sus sujetos, Ahora bien, epor qué se producian estos resultados? Para explicarlos, Asch distin guid entre rasgos centrales y rasgos periféricos. Son rasgos centrales aquellos que tienen un alto peso especifico sobre la impresién final, mientras que seri periféricos los que tengan un bajo peso en esa impresién final. El que un rasgo sea central o periférico de penden del contexto, 0 sea, de los demas rasgos estimulo. Por ejemplo, el rasgo «intel: gente» adquiere diferente significado y valor segiin el contexto (acompatiando al térmi- ro «perverso» se hace negativo y acompaiiando al témino «altruista y desinteresado> se hhace positivo). Dado que la centralidad de un rasgo depende de los otros rasgos, enton- ces un mismo rasgo sera central en un contexto y perferico en otro, como de hecho de- mostré Asch. De esta manera, poscer una deficiente Hluide verbal seri un rasgo peri rico en el caso de un deportista, y sin embargo seri central en el caso de un profesor, por tanto, un sesgo percepiva ser un error sistemstica Eniendemos por sesgo un error sistem elizado yo cometeros la mavoria des personas: sue de percepcién, que, por consiguiente esté muy Te ser algo habiual en nucsea forma de pensar ot (Cognicisn sociale iracionalidad humana 8 puesto que la fluidez verbal es algo importante para ser un buen profesor, pero total- ‘mente irrelevante para, por ejemplo, correr los cien metros. Pero si esto es as, ecémo integramos la informacién contradictoria en una tnica y consistente impresién de una persona? De hecho, a veces recibimes informaciones contradictorias de un mismo in- dividuo (por ejemplo, tenemos una impresién de él como de una persona muy pun- ‘tual y un dia llega con mucho retraso). ¢Como integramos esta informacién que con- tradice la impresién previa que tenfamos de él? La teoria de Asch predice que adaptaremos la informacién contradictoria a la impresiin previa (efecto de printacta) (si fuera la nueva y contradictoria informacién la que obliga a cambiar la impresién previa, estariamos ante un efecto de recencia o de recienticided). Abora bien, si Asch tiene razén y el efecto de primacta es realmene mis influyente que el de recencia, en- tonces también serin importantisimas en el comportamiento interpersonal las prime- ras impresiones qué nos hacemos de las demas. De ahi los intentos de la gente por ma- nejar las priniefas impresiones. Es lo que se lama presentacién de uno mismo 0 manejo de immpresiones. Por otra parte, para entender cabalmente cmo nos hacemos una impresién de otra persona es necesario tener muy presente la influencia de estas dos variables: 1) Los determinantes sociales culturales:la cultura contribuye en gran medida a la formacién de las impresiones y contribuye de varias formas: d) poniendo sis acento se- Jectivo en ciertos rasgos (por ejemplo, en nuestra cultura, a la hora de hacernos una im- presién de alguien, tiene més importancia la corbata que el color de los calcetines) y 5) proporcionando categorias ya hechas como las de género, edad, etnia, etc. Los estucios gue tratan de mostear la influencia de los factores sociales sobre la percepcién, incluso fisica, fueron levados a cabo sobre todo en las décadas de los 40 y 50 por autores per- tenecientes « la Hamada New Look (Bruner, Postman, etc.) Asi, Goddman (1947) en contré que los nfios pobres percibian la misma moneda como de mayor tamatio que los 2) Las caracteristcas 0 atributos del perceptor: si dijimos que a la hora de hacemos ‘una impresién de otra persona va a tener importancia, en nuestra cultura, el llevar 0.n0 coxbata asi como su calor, ello no sera ajeno a las caracteristicas del perceptor. De he- cho, por no poner sino otro ejemplo, a unos les caer mejor su profesor sies serio y ex gente a otros les caer mejor que si és bromista y poco exigente (aunque evidentemen te, un profesor puede ser, a la vez, bromista, serio y exigente). A la hora de hacemos una impresién, tendemos a prestar atencién principalmente a estos tipos de informaci6n: a) {nformacién sobre la pertenencia a grupos o categorias sociales (sexo, clase social, etc.) 3) informacién sobre los rasgos de personalidad (en nuestra cultura, la inteligencia, la amabilidad y el ser trabajador, servicial, honesto y bondadeso son los més utilizados) y otras caracteristicas como las fiscas, principalmente el atractivo fisico, que es absoluta- ‘mente central en la formacidn de impresiones cle los occidentales, pues como han mos- ttado los psicélogos sociales, parece que seguimos el supuesto de que «do bello es bue no»; ¢) informacién sobre la conducta: naturalmente, también van @ desempefiar un papel central en nuestras impresiones los comportamientos concretos de las personas; 2) comunicacién no verbal: generalmente los indicadores no verbales tienen un mayor Jmpacto que los verbales a la hora de hacernos una impresiéa de los demés, destacando Ta sina, ls seiales facales, la postuca, la distancia interpersonal v el contacto fisico; y a Anastasio Ovejero Bernal 2) la informaciGn suministrada por los estereotipos. Sin embargo, el modelo de Asch tie- ne un importante problema: es demasiado racional, cuando realmente, como ya se ha dicho, los seres humanos somos mas itracionales dé lo que él refa y utiliaamos con fre- cuencia una serie de sesgos entre los que los més frecuentes son los siguientes: 1) Sesgo confirmatorio: consiste en la tendencia a buscar informacién que confirme nuestras preconcepciones y creencias. Es en este sentido que tenemos que decir que~ nuestras preconcepciones controlan muestras percepciones 9 nuestas interpretaciones. Por «ejemplo, son muchos los varones que estén convencidos de que'las mujeres conducen ‘mal, Pero tal afirmacién, en contra de lo que suele creerse, no a han extraido de su ex periencia, sino que es ya un prejuicio previo y la «experiencia en carretera» la utilizan cexclusivamente para confirmar tal prejucio, para lo que sélo se fijarén en los casos que confirmen tal creencia mientras que no se fijarén en los casos que no la confirmen. Ve- ‘mos lo que nos interesa, Jo que quetemos ver, y luego tecordamos s6lo parte de lo que vimos, en funcin también’ de. nuestros intereses y de nuestras creencias y preconcep- ciones. De esta manera, quien esté convencido de que las mujeres conducen mal, de iezinfracciones de conduccién en mujeres, verdn todas y las recordarén, aunque tam- bién distorsionadas, durante mucho tiempo. En cambio, de otras diez infracciones rea lizadas por varones, s6lo verdn algunas, restardn gravedad a otras y, finalmente, con el tiempo tenderén a olvidar muchas de ellas. Por tanto, un tiempo después no tendriin cdudas: su experiencia en carretera les dice, sin ningtin género de dudas, que las mujeres, conducen mucho peor que los hombres. Nos encanta comprobar que tenemos razén y {que nuestras creencias son las acertadas, y para ello tergiversamos la realidad haciendo due coincida con nuestras creencias y con nuestras teorias 2) Sesgo de perseverancia en la creencia:consiste en la persistencia de nuestras creencias y concepciones iniciales, incluso cuando los fundamentos en que se basaban han quedado desacteditados. Por eso resulta sorprendentemente dificil demoler una creen: cia falsa una vez que la persona ha elaborado una razén fundamental en que apoyatla Pero lo grave es que tendemos siempre a buscar razones en las que apoyar nuestras, cféencias. Por ejemplo, Anderson, Lepper y Ross (1980), después de darles a sus sue tos dos casos concretos para que los examinaran, les pidieron que decidieran si las per sonas que asumen riesgos serfan buenos o malos bomberos. A tinos sc les daba un caso en el que se observaba que era bueno asumir riesgos mientras que a los otros se les daba cl caso opuesto en el que se mostraba claramente que era muy peligroso para un bom bero asumir riesgos. Después se les pidis que escribieran las razones por las que ellos crefan que era asi, con lo que cada grupo se formé una teotia opuesta respecto a este tema, de tal forma que incluso cuando la informacin fue desacreditada al explicarles «que los datos del caso habian sido inventados por el experimentador con el simple pro pésito de la investigacién, los sujetos continuaron creyendo que asu teoria» era certa Una implicacién de esto es que cuanto mas examinamos nuesttas propias teorias y explica ‘mos emo podrian ser ciertas, mas nos vamos cerrando ala informacién que desafie nues tras cteencias. Por ejemplo, una vez que consideramos por qué un acusado podria ser culpable, incluso desafiando toda evidencia contraria (por ejemplo, después de una sen: tencia absolutoria), seguiremos pensando que tal persona bien podtia haber realizado el delita del que ha sido absuelto, Asf, si nos dicen que se ha descubierto que fue un com: ppafiero nuestro quien venia robando desde hace dos aiios en la Facultad, enseguida CCopnicin social ¢iracionalidad humana 6 construimos una teorfa que explique coherentemente tal hecho, y para elo nos iremos formando una impresién negativa de ese compafiero, ieemos recordando algunas de sus onductas y de sus dichos que parecian explicar su personalidad «ladronay, etc. Si unas semanas después nos dicen que era un error, que el ladrén no era 4, sino otra persona, aje- naa la Facultad, pero que se llamaba como él, sera ya dificil borar la imagen negativa que me habia hecho de ese compafiero. Sabré que no fue él quien robé, pero sigo convencido de que bien podria haber sido. En esto se basa la conocida frase de «difama, que algo que- day, Pero es més: no queda algo, queda muchisimo, casi odo. ¥ es que muestras creencias ¥¥ expectativas afectan poderosamente la manera en gue percibimos e interpretamos los Acontecimientos. Somos prisioneros de nuestros propios patrones de pensamiento. Y todo ello ocurre porque, y esto me parece una de las principales claves explicativas de la con- ducta humana, nuestra preconcepciones controlan nuestras percepciones, nuestrasinterpre- taciones y basta nuestros recuerdos. La realidad la vemos siempre a través de nuestra per- cepcién, de nuesttas categorias, de nuestras creencias.¢ interpretaciones previas. Como decia Nietzsche, no existe la «inmaculada percepciém. Nuestra percepcién esta cargada yytefida de teoria. Algo similar se ha encontrado también en diferentes experimentos. Asi, Vallote, Ross y Lepper (1985) mostraron a sus sujetos, unos pro israliesy otros pro drabes, seis noticias de las cadenas de television en las que se describia el asesinato en 1982 de re fugiados civiles en dos campos libaneses, Cada tno de los dos grupos percibié que las ca denas de televisién eran hostiles a su postura. Pero es que este fenémeno es general: los candidatos presidenciales y sus defensores casi siempre consideran que la cobertura me diitica es contraria a su causa; los seguidores de los equipos de fitbol, o de otros depor tes, perciben que los érbitros suelen estar a favor de sus contrincantes; las personas que es tan pasando por algtin conflicto (parejas, empresarios © direccién/trabajadores, etc.) consideran que los mediadores imparciales estan sespados contra ellos. En otro interesan- te estudio, Rothbart y Birrell (1977) presentaron a sus sujetos la foto de un hombre para aque evaluaran su expresién facial. Ala mitad se les dijo que se trataba de un lider de la Gestapo y que era responsable de horsibles experimentos médicos en un campo de con- centeacion, A la otra mitad se les dijo que se trataba de un lider antinazi clandestino y que habia salvado a miles de judios. Pues bien, ante la misma fotografia de la misma persona, Jos sujetos del primer gropo juzgaron que su expresién facial era cruel, mientras que los dl segundo la juzgaron amable y simpatica. ‘También se ha encontrado que los debates presidenciales estadounidenses refuer- van en su mayor parte las opiniones que se tenian antes del debate. Es ms, con casi un margen de 10 a 1, aquellos que ya estaban a favor de un candidato u otro percibieron que su candidato habia ganado el debate (Kinder y Sears, 1985). Por otra parte, os ci- neastas pueden controlar las percepciones de las emociones de los individuos s6lo con colocarle al actor una horrible cicatriz en la cara, pero también manipulando el contex to en el que se ve una cara. Este fenémeno recibe el nombre de efecto Kuleckou, ciness- taruso que le utilizé ereando tres cortometrajes que presentaban la cara de un actor con luna expresin neutra después de haber mostrado a los espectadores a una mujer muer- 1a, un plato de sopa o una nifia jugando, lo que hacfa que el actor pareciera, respectiva mente, triste, pensativo o contento, Somos nosotros los que, activa e interesadamente, construimos nuestro mundo, ‘Podemos evitar este sesgo y sus terribles consecuencias? Existen basicamente dos vias: la primera, muy socorrida pero poco eficaz y totalmente insuficiente, consiste ea in: a Anastasio Ovejero Berna tentar ser objetivos y no tener prejuicios; la segunda, mucho més eficaz y menos wtiliza- da, consiste en intentar explicar, buscando razones para ello, cémo podrian no ser - acertadas mis creencias y si las contrarias. Ast, incluso experimentalmente encontts~ ‘Anderson (1982) que intentar explicar por qué una teorfa opuesta a Ja nuestra puede set cierta reduce e incluso elimina el sesgo de la perseverancia en la creencia. Por coii- siguiente, seria un sano ejercicio contra la intolerancia en nosotros mismos cl obligar- nos, al menos de vez en cuando, a explicar por qué la creencia opuesta ala nuestra po- dria ser cieta ‘Una implicacién de lo que acabamos de ver esté en que uno de los grandes riespos y peligtos de la toma de decisiones es que quien las toma suele ser extremadamente fe acio a modificarlas, incluso en el caso de disponer de pruebas aplastantes de que se ha ‘equivocado, lo que lleva a los médicos a no modificar un diagndstico claramente equi vvocado; produce graves injusticias, como en el caso del juez que se niega durante afios a revisar los casos de gente inocente que ha sido condenada; hace que los cientificos se aferren a teorias que han demostrado ser falsas, etc. Por razones esencialmente psicoso: Ciales nos cuesta mucho también cambiar nuestras ereencias y opiniones. Entre otras, clos razones influyen aqui poderosamente: 4) cuando tenemos wna creencia, la que sea, hhacemos todo lo posible por ignorar las pruebas que la refutan (incluso cuando el pro: pio prestigio y autoestima no estén en juego); y ) incluso cuando hay pruebas en con- ‘a, nos negamos a creerlas. Veamos este ejemplo (Snyder y Swann, 1978): un grupo de sujetos tenia que entrevistar a un cémplice del experimentador para averiguar si era una persona extrovertida, y el otro grupo para descubrir si era introvertida, Pues bien, am- bos grupos tendieron a hacerle preguntas en la linea dela hip6tesis propuesta. Por ejem: plo, los que tenian que demostrar la hipétesis de la extroversién preguntaban: «Te gus- ta ira fiestas?, mientras que los del otto grupo preguntaban: «Te desagradan las fiestas ruidosas?» En ambos casos, una respuesta afirmativa confirmaba la hip6tesis que se intentaba probar 3) Sesgo dela visin retrospectiva; es latendencia a exagerae, después de conocer er sultado, la capacidad que tenemos para prever la forma en que algo sucedié. Por ello también se le suele conocer con el nombre de «ya Jo decia yoo. Ast, Leary (1982) en- ccontré que sus sujetos crefan en 1980, pocos dias antes de las elecciones presidenciales norteamericanas, que la disputa entre los dos candidates estaba muy refida como para hacer previsiones y que, si acaso, se produciria una ajustadisima victoria de Reagan so- bre Carter, Tras las elecciones, despues de la aplastante victoria de Reagan, los mismos sujetos de Leary sefialaron que ellos ya habian dicho que ganaria Reagan por mucha di ferencia. Al mismo resultado lleg6 Powell (1988) tras el nievo triunfo de Reagan, esta vez ante Mondale, en 1984. ¥ es que, como subrava Myers (1995, pig. 26), «descubrir ue algo ha pasado lo hace parecet mis inevitable». Este fenémeno puede demostrarse de varias formas. Veamos dos: Primera, pidale ala mitad de un grupo que prediga el re sultado de algiin acontecimiento actual, por ejemplo, cual serd el resultado de un proxi: mo y competido partido de ftbol entre el Real Madrid y el Barcelona, Pidale ala otea mitad, una semana después de que se conozca el resultado, que diga qué previsién hu: bieran hecho ellos antes del partido. Segunda, proporcione a la mitad de un grupo un descubrimiento psical6gico y ala otra mitad el opuesto. Por ejemplo, digale ala mitad del prupo: «Los psicdlogos sociales han encontrado que, la hora de elegir nuestros amigos 0 de enamorarnos, somos atraidas mis por personas cuyos rasgos son diferentes (Cognicion socal eiracionalidad humana @ a'los nuestros. Parece ser cierto aquel viejo dicho de que “los opuestos se atraen” > Pero a la otra mitad digale lo coxitratio: «Los psicdlogos sociales han encontrado que, a la hora de elegir amigos 0 de enamorarnos, somos atra(dos més por personas cuyos rasgos son similares a los nuestros. Parece ser cierto aquel viejo dicho de que “Péjaros de un mismo plumaje vuelan juntos"». Después, pidales a todos ellos que digan si, para ellos, tales resultados son «los que esperaban o si, por el contrario, eles resultan sorprendentes». Muy probablemente todos afirmarsin que eso es lo que ellos espera- ban: «Eso ya lo decfa yo» 4) Sesgo de la confianza excesioa: es la tendencia a sobreestimat la precisi6n de.nues tos juicios y de nuestras creencias. Tendemos a creer que tenemos razén y que acerta ‘mos més de lo que realmente tenemos raz6n y acertamos. La evidente vanidad de nues ‘ts juicios («ya lo sabia yo desde el principio») se extiende también a las estimaciones de nuestro conocimiento actual. Kahneman y Tversky lo han demostrado repetidamen- te, Este sesgo es particularmente peligroso cuando afecta a la toma de decisiones, prin- fluye. Mis atin, es que a menudo tampoco somes eapaces de predecir nuestra conducta, Asi, cuando se pregunta ala gente si obedecerfan la orden de dar una alta descarga elée- trica o si dudarian en ayudar a una victima si hay mas personas presentes, la gran mayo: 70 ‘Anastasio Ovejero Bernal tia de la gente niega su vulnerabilidad a esas influencias. Sin embargo, la psicologia so- cial ha demostrado repetidamente que muchos de nosotros somos mucho més biés de lo que pensamos. También nos equivocamos a menudo cuando predeeimos 4a duracién de nuestras relaciones. Asf, las parejas que estén empezando una relacién pre- dicen que daira HiuClO Ms que la de los demas: otros no, pero ellos siempre se que- trén, Sin embargo, como mostraron McDonald y Ross (1997), sus familiares y amigos suelen acertar mas. Y es que, curiosamente, solemos acertar mas cuando predecimos la_ conducta de los demés que cuando predecimos la nuestra propia. ‘Tampoco somos eficaces ala hora de predecir nuestros sentimientos. Cuando se les pregunté cémo se sentirian si durante una entrevista de trabajo se plantearan preguntas que considetasen Sextialiiente indiscretas, la mayoria de las mujeres encuestadas por ‘Woodzicka y LaFrance (2001) dijeron que sé senttiar enfurecidas. Pero cuando real- mente se les plantes este tipo de preguntas, las mujeres experimentaron coi ms fre- cuencia una sensaci6n de miedo que de furor, y ls estudios sobre las «previsiones aféc- tivas> revelan que la gente tiene una mayor dificultad para predecir la intensidad y la duracién de sus emociones futuras (Wilson y Gilbert, 2003). Igualmente, la gente suele equivocarse ala hora de predecit o6mo se sentiia durante cierto tiempo tras la ruptura de una relaci6n, otras recibir un regalo, perder unas elecciones, ganar un juego 0 set in- sultada (Gilbert y Ebert, 2002). Por ejemplo, sélo uno de cada siete fumadores ocasio- nales (que fuman menos de un cigarrillo al dia como media) predice que seré un fuma- dor habitual dentro de cinco afios, cuando realmente lo sera casi la mitad de ellos (Lynch y Bonnie, 1994). Més atin, las personas subestiman hasta qué punto se vera afec tado su bienestar por un invierno mas caliente, por haber perdido peso, por disponer de ids canales de television o por disfrutar de més tiempo libre: hasta acontecimientos tan extremos como sufrir un grave accidente que le deja a alguien en une silla de ruedas 0 ganar un cuantioso premio en la loteria, a largo plazo influyen en la felicidad de los pro: tagonistas menos de lo que la mayorfa suponemos. Igualmente, las personas que se han sometido a una prueba del VIH predicen que cinco semanas después de recibir los re- sultados se sentirin deprimidas si reciben malas noticias y eufdricas si reciben buenas noticias. Sin embargo, cinco semanas mas tarde, los receptores de malas noticias estan menos angustiados y os receprores de las buenas noticias menos euféricos de lo que ini- cialmente crefan (Sieff y otros, 1999). Cuando Gilbert y otros (1998) pidieron a una muestra de profesores interinos que previeran su felicidad a los pocos afios de haber aprobado la oposicién o de no habetla aprobado, la mayoria crey6 que un resultado fa- vorable seria importante para su felicidad futura. Pero cuando, afios después de tal acontecimiento, se les volvié a encuestar, las que no habin aprobado eran, sorpren- dentemente, tan felices como los que si haban aprobado. De forma similar, Gilbert y ‘Wilson (2000) nos invitan a que imaginemos cémo nos sentiriamos sin perdiéramos una mano, Probablemente pensaremos que seriamos sumamente infelices pues no podria ‘mos hacer las cosas que hacemos ahora (escribir en el ordenador, jugar al balonces- to, etc). Pero no tenemos en cuenta que, aunque ciertamente echariamos mucho de me- nos la pérdida de la mano, nuestra felicidad un tiempo después de tal acontecimiento dependeria basicamente de dos cosas: ) de la pérdida de la mano; y b) de todo lo de mas. Ahora bien, al centrarmos en un acontecimiento negativo sobrevaloramos la im- portancia de lo que perdemos y subvaloramos la del resto de ls coss que contriburyen a nuestra felicidad, lo que nos lleva @ exagerat la intensidad de nuestea infclicidad y la (Cognicién sociale irracionalidad humana n duracién de nuestra desgracia. Ademés, argumentan Wilson y Gilbert (2003), menos- preciamos la rapidez y potencia de nuestro sistema inmunol6gico psicolégico (a este fe- ‘némeno le llaman estos autores fnobservancia inmune), que inchaye estrategias para ta- cionalizar, quitar importancia y hasta limitar el trauma emocional, lo que nos ayuda a adaptarios i iuestros problemas, a nuestras rupturas amorosas, a nuestras diseapacida- “es, fracisos académicos y profesionales, etc, més rpidamente de lo que podriamos es- perar. Paraddjicamente, Gilbert y otros (2004) afirman que los acontecimientoslegati- vvos importantes, que son los que activan nuestras defensas psicolégicas, pueden Brovocar una angustia menos duradera que las acones menores, eno actan nuestras defensas. En conclusin, pues, nuestras percepciones no son en absoluto un teflejo de la rea- lidad sino una construcciin social de esa realidad. A esto es justamente a lo que se refe- rq Nietesche cuando decia que no hay hechos sino interpretaciones. Y si esto ocurre ‘con la percepcidn, més atin, si cabe, ocutre con la memoria, 3. EL «PROBLEMA DE L.A MEMORIA Como eseribia Garcfa Marquez en el primer vohumen de sus memorias, «nuestro pasado es como lo recordamos», Y es que la memoria es parte de la esencia del ser hu ‘mano. Sin memoria no somos nosotros. La memoria es la cohurnna vertebral de nuestra identidid, tanto en js individuos como en los grupos. Pero la memoria es algo esen- , para adaptatlos a nuestra situacion actual, McFarland y Ross (1985) encontraron empiticamente que in cluso revisamos nuestros recuerdas sobre otras personas conforme cambian nuestras re- lacionés con ellas. En efecto, estos autores pidieton asus sujetos que califcaran a sus pa rejas"éstables. Dos meses después repitieron la misma evaluacién. Pues bien, quienes seguian igual de enamorados 0 mis que antes tendian a recordar amor, mientras que uienes ya habian roto tenian una mayor probabilidad de recordar que su pareja era, ya enionces, egoista y de mal carter. En la misma linea, pero de forma més contundente auin, se coloca el estudio de Holmsberg y Holmes (1992), quienes pidieron a 373 pare jas de recign casados que rellenaran un cuestionario en que, como es natural, todos de clararon ser muy felices y estar encantados con sus parejas. Pero cuando se les voli i n Anastasio Ovejero Bernal enowestar dos afios més tarde y se les pidi6 ofmo recordaban sus ieee sados, se encontré que aquellos cuyo matrimonio se habia deterlorado Gue Tas cosas siempre hablan-idt mut yerdesde el priiciplo, cdsa que no coincidia con Buc habia aclgy Wor aioe antes Ast pues ee parece mostrar que elecivamente, cuando los recerds son vagos, los sentimientose intereses actuales gufan nuestros feouetdos, modiicindighes on Tictios tntreied AEEE Poor oe ‘eaando decimos que antes llovia mas que aboFa, GuéTos inviernos eran mas frios o que Jos veranos eran mas calurosos que los de ahora. Independientemente de que ello sea ‘ono cierto, la cuestién es que resulta practicamente imposible saberlo slo por nues- tros recuerdos. Lo que ocurre en todos estos casos cs que, como afirma el psicélogo Anthony Greenwald (1980), al igual que hacen los dictadores cuando llegan al poder, también nosotros tenemos un «yo totalitario» que revisa el pasado para adaptarlo a ‘nucstas opiniones, interes y emociones presents, lo que recibe el nomobre de 2ar Schlne ~*"Pero tal vez lo peor estriba en la. confianza absoluta que tenemos en nuestros re- cuerdos: No-abstate, para saber realmente si, por Senplo- ai ro eae gs Tala SO tens — gue sors sb ened un cain: examina os datos de os insite meteor og. Faqucenos seber si los gitanos van sucios 0 no, no tendemios otta Form Ergue facet mentalmente un cuadro de doble entrada e ir introduciendo en él todos los casos que ‘vayamos encontrando: gitanos no sucios, gitanos sucios, no gitanos no sucios y no gita nos sucios, yal final comparar los resultados en cada una de las cuatro casillas. Como eso «es imposible hacerlo mentalmente, nos dejamos guiat por nuestros prejuicios, muestra ex-_ pectativas.y nuestras preconcéjpéioies que suelen autoconfirmarse: Sino se lleva un re- gistro cuidadoso, resulta imposible detectar la relacién entre dos hechos. Por eso tarda- ron tanto tiempo los médicos en encontrar la relacién entte el hecho de fumar y el cancer de pulmén, e incluso en muchas culturas se tarelé muchos siglos en encontrar la relacin entre la cdpula sexual y el embarazo. Por ello, nuestra memoria puede ser fi cilmente manipulada. ‘Veamos algunos de los interesantes y sorprendentes fensmenos que a veces afectan a lamemoria entre los que estarian las memiorias recobradas'Gleaves y otcos, 2004), que | tlenen lugar cuando alguien recupera fejiéntinamente recuerdos que habia tenido olvida- dlos desce hacia muchos afios e incluso décadas; gs falsas menrorias, pr las que se puede inducir a la gente a confesar haber realizado actos qe reilnente NS cometi6, se la hig® Fetordar a mirada de Susan justo antes de su asesinato, A este primer allo dé ss do Sige cong ede padre Waltainndo @ Susan en la parte de atras de una furs anata haha de ‘Susan paretn- tentar, infractiosamente, defenderse, y'sii palabras («No lo hagas», «pérate») asi como las de'su padre. Después recordé también cémo los tres estaban fuera de la furgoneta y que su padre levantaba una piedra con las manos por encima de su cabeza; recordé tam- bien los gritos, y luego el cuerpo de su amiguita, ya tendido en el suelo y cubiero de san- ste, ai como el anillo de plata aplastado en su dedo. Aunque estos primeros recuerdos se produjeron_ysinte afios después de los hechos, una vez liberado de la represion un, fragipento de esa memoria, results relativamenté seiclls Star ala condieicia elieto, |Memorias «de flasbo: nos rlerimos con este término a los recuerdos que tenemos Tas circunstancias en que.uno se entéré de un suceso inesperado-y de-gean,aleance, como fuerorrel asesinato del presidente Kennedys err Estidos Unidos, o la muerte de Fran co xel golpe de Estado del 23-F, en Espatia. En estos casos, cuando ala gen- te que.vivi6 tales sucesos cémo recuerda las circunstancias en qe S€ enteraron de a noci- ia, la mayoria de los snjetos dice tener tin tecurdo exacto ¥ casi fotogréfico de todas esas el 28 de enero de 1986; y la segunda, dos afios y me- artiendo de la hipotesis razonable de que 24 horas despues del saceso la o de cémo se enter6 ce la noticia, de forma que dic gente tiene un ~~ “alo es afectadarparcturerres emociones, son Jos recuerdos dees superiients de os. cam “pos de.concentracion nazis. En efecto, como consecuencia de procesamientos tardios a su- 4 Anastasio Ovejero Bernal este recuerdo podtia ser utlizado como algo muy aproximado al suceso original, lo que serviria para compararlo con los récuerdos que los sujetos mantenian dos afios y medio nteleneee as 9 100 delossujetos obtuvieron una puntiacTOR Ge, GUT Gu Sus te- “Ses Spc en lapis wloms is SRNCMEAT TSE epson nlp mero, Mas an, 30 por 100 de los ensuestadasobnaxa2 puntos omenosys6loun 7 por es de, gue eto my Foes GS atanes mimes recuerdos as dog sein. des les solictaron (cunlosaTaente, casi ‘inguno de los sujetos recordaba haber rellenado el cuestionario dos afos y medio antes), ‘¥ sorprendentemente,» pear del jo nivel de exactinad que hemos -comentadata ma- _yoria de las sujetos estaban convencidas de.que sus-reewerdoscrar-mms-cxcts. ‘Otros estudios similares, que también estudian las distorsiones de Ja memoria cuan- ‘puestos responsables, guardias o colaboradores en los campos, a veces muchos afios después de que ocurrieran los hechos, ha surgido la pregunta de hasta qué punto son fiables las memorias de los superviviente, incluso treinta o cuarenta afios después (Wa. ‘genaar, 1988). Por una parte, se pensaba que al tratarse de hechos de tanto valor emo: cional, dificilmente se olvidarian con el paso del tiempo, pero, por otra, igualmente po- dria argumentarse que después ce tanto tiempo, los supervivientes tendrian escasas posibilidades de recordar hechos concretos o de reconocer a las personas implicadas. La tinica forma de saber algo sobre la exactitud actual de tales recuerdos seria pregun tara los supervivientes e intentar contrastar sus declaraciones actuales con las que pu dieran haber realizado poco después de ser liberados. En esta linea, Wagensar y Gro: ceneweg (1990) llevaron a cabo una interesante investigacién, aunque limitada por el escaso nlimero de sujetos supervivientes (N = 15) que pudieron encontrar que hubie ran hecho declaraciones, constatadas, poco después de haber sido libetados en los aos 40, para asi poder contrastar ambos registros observando que sus sujetos afirma. ban tener ahora una gran confianza en sus recuerdos de crimenes especificos, particu Jarmente odiosos, asi como de los autores de esos crimenes. Pero la comparacisn de sus declaraciones mostraba que la mayor parte de los nombres de los guardias, que se recordaron en la declaracién de los afios 40, ahora se habfan olvidado. La mejor me- ‘moria correspondia precisamente a os datos més rutinarios, menos emocionales, como era la comida o el alojamiento en el campo de concentraci6n, mientras que el recuerdo de detalles importantes y draméticos fue bastante pobre, incluso cuando el testigo ha- bia sido el protagonista del suceso emocional. Igualmente, muchos detalles se confun- dian (el nombre de un prisionero asesinado con el nombre de su agresor)y algunos su: cesos cambiaban su valor (por ejemplo, una paliza dada al testigo por el responsable del campo que le impidi6 caminar durante dias se recordaba en 1984 como una pata- da ocasional), mientras que otros simplemente se olvidaban, En definitiva, que a pesar de la intensidad emocional de los sucesos en el momento en que se vivieron, a pesar de la seguridad que tenian los testigos de que no olvidarian nunca tales recuerdos, lo cier- toes que cuarenta afios después apenas quedaba el esqueleto de la experiencia original (Wagenaae y Groeneweg, 1990): cuanto mas dramético y cargado de emocién haya sido is seguros estaremos de recordailo ta como’ ocuti8, eto fie -cuerdos ~ |; Cognicin sociale ieracionalidad humana 6 ie : 3) Recuerdos falsos y distorsionados: cl ejemplo més famoso de falso recuerdo pro- viene del psicélogo Jean Piaget, que se semonta a cuando él no habia atin cumplido los dos afi. Escribe Piaget (1959, pig. 257): ‘Todavia puedo ver, con toda clatidad l siguiente escena, en la que cei basta los «quince ais cumplides. Estaba sentado en mi cdchectoy mi niera me pseaba por los ‘Campos Eliseos cuando un hombre intents raptatme. Quedé retenido por el cncurén aque me suetaba al siento, mientras mi nea intentabavaientemente proteperme del raptor. Ella rcibi6vatios aratazos y ain puedo verls vagamente en su cara. Laego la {gente se agolp6 en tomo nuestro, legé un polcia con una capa costa y un bastéa bla: oy el hombre huy6. Puedo ver ain toda la cicena c incluso sitarla cerca de la esta | ‘Gdn del metro. Cuando tenfa unos quince afos, mis padres recibieron una carta de mi anterior niiera diiendo que s habia cnrolado en el Ejrcito de Savacién. Querla com fexar ss fakasy, en particular, develier el reloj que ele habia dado como recompensa «en aquellaocasién, Haba inventado toda la historia del rapto,haciéndose ella misma los araazos. Por consiguiente, yo debi de ois, cuando era ni, un rato de esa histo- sia, en que mis padres erian, la proyeeté en mi pasado en forma de recuerdo visual «recuerdos», completamente «inventados», son los detalles que ofrece. Presumible- ‘mente, cuando la nifiera invents su historia estaba proporcionando datos verbales (por ejemplo, cllegé mucha gente y por fin un policia») y visuales, como los arafiazos que ella misma se habia hecho en la cara. Pero en el recuerdo posterior se describen, como si se | estuvieran tomando de una imagen visual, aquellos aspectos del suceso que thora esta- ‘mos seguras que no pudieron pereibirse de forma visual, y que ni siquiera se propor: cionaron verbalmente, como la capa y el bastén del policfa (que parecen proceder del | conocimiento sobre el uniforme de los policias de aquella época). De este modo, la | anécdota de Piaget supone un ejemplo de como se puede sugerir verbalmente un re cuerdo visual falso. Es mas, existe hoy dia consenso en cuanto 2 que las memorias mis tempranas se sitian alrededor de los tres afios y medio o Jos cuatro (Pillemer y White, 1989). . Estos pacientes tenfan que tomar pequeiias decisio nes y asumir ciertas responsabilidades. Durante los siguientes veinte dias, el 93 por 100 de este grupo mostré mejoras en su estado de vigilia, actividad y felicidad. Algo similar puede ser utilizado, al menos en parte, para entender adecuadamente las diferencias en rendimiento escolar entre el alumnado de clase baja y el de clase media, Por iltimo, debemos tener presente un nuevo sesgo que permite relacionar la cog- nicin social, la indefensién aprendida y la depresién. Me estoy tefiriendo al sesgo del rea- lismo depresivo 0 «efecto del mds triste, pero mds sabio, que consiste en «la tendencia de Jos individuos con una depresién moderada a hacer juicios, atribuciones v predicciones precisas en vez de autocomplacientes» (Myers, 2008, pig, 123). Este sesgo predice que son las personas no depresivas las que hacen juicios distorsionados, las que exageran st. srado de control. En efecto, 1a gente normal exagera lo comperente que es lo que agrada. La gente deprimida no La gente normal recuerda su conducta anterior bajo un prism rosado, La gente: rida (salvo que tenga una depresién grave) es mis ecuanime en el recuerdo de su tos y fracasos. La gente norma se describe fundamentalmente en téminos positives. La gente deprimida describe tanto sus cualidades positivas como negativas. La gente nor ‘mal se adjudica el mérito de ls resultados exitosos y tiende a negar su responsabilidad enlos fracas. La gente deprimia acepta su responsebildad tanto para los éxitos como para los fracasos. La gente normal exagera el control que tiene sobre lo que ocurre a su al recledor. La gente deprimica es menor vulnerable ala usin de contol La gente normal cree, hasta cierto grado irealista, que el futuro reserva mulitud de cosas buenas y unas ppocas costs malas. La gente deprimida es més realist en cuanto a sos percepciones del futuro (Taylor, 1989, pag. 204, (Cognicién sociale iracionalidad humana a Uno de los problemas de las personas deprimidas consiste precisamente en eso, en ‘que son més realists, lo que les lleva a menudo a ser, al menos en cierta medida, pesi- mistas. De hecho, en més de cien investigaciones, con un total de 15.000 sujetos, las per- sonas deprimidas tenian mas probabilidades que las no deprimidas de mostrar un estilo explicativo negativo (Peterson y Oteen, 2002; Sweeney y otros, 1986), consistente en atribuir el fracaso personal a causas estables, globales e internas, lo que sin duda tiene efectos negativos. Ast, incluso después de haber terminado una terapia y no sentirse ya deprimidos, quienes siguen manteniendo un estilo explicativo negativo tienden a recaer cuando se producen acontecimientos negativos (Seligman, 1992). En cambio, quienes tienen un estilo explicativo mas oprimista, incluso cuando recaen, se recuperan rapida- mente (Metalsky y otros, 1993). En resumidas cuenta, la indefensin aprendida leva sin duda a la depresion y ésta lleva a tener sistematicamente pensamientos negativos que poco ayudan a quienes los po- seen a resolver los problemas que ls levaron ala indefensién aprendida. Sin embargo, no todo aqui es cosa de mero «estilo atribucional» (o «estilo explicativo»). También esté la interaccién con los demés, las relaciones interpersonales reales. Ciertamente, el tipo de atribuciones causales que hagamos influye fuertemente en la depresion, pero es que am. ‘bas cosas, la depresién y el estilo atribucional, dependen también del grado en que nues tra necesidad de pertenencia es satsfecha, de forma que es el rechazo social y la exclu sién social, tanto a nivel individual como colectiva, el factor que més influye en la depresién. En efecto, actualmente, en Estados Unidos, os jévenes adultos tienen tres veces mas probabilidades que sus abuelos de haber tenido una depresién, a pesar de ‘que éstos estuvieron expuestos a tiesgos durante més tiempo (Swindle y otros, 2000). La razén de ello parece estar en la soledad en que cada vez mas personas se encuentran en el mundo actual, es deci, es la carencia de apoyo social y de capital social la principal causa de este fenémeno (Putnam, 2002): acontecimientos estresantes como el suspender un examen, perder el empleo o divorsiarse producen problemas psicol6gicos fécilmen te recuperables cuando tenemos amigos o familiares que nos ayuden, pero Hevan a la desesperacidn y la depresién cuando nos encontramos solos y no tenemos a quien acu: dir (Seligman, 1991, 1998, 2002). De hecho, como nos recuerda Myers, en las culturas ‘no occidentales donde las rlaciones socials y la cooperacién estrecha son la norma, las depresiones graves son menos frecuentes y estan menos relacionadas con el sentimiento de culpa y la autoinculpaci6n por el fracaso personal percibido. Pero es que en tales cul- turas el concepto de fracaso no tiene el sentido de culpabilidad personal que tiene en ‘Occidente, pot lo que tampoco un supuesto fracaso tendra alli los mismos efectos psi- coldgicos negativos que tiene en las culturas individualistas 5 ‘Ahora bien, ¢es posible romper c! citculo vicioso que existe cuando la depresisn, la soledad y la ansiedad social se perpetian a si mismas a través de experiencias negati pensamientos negatives y conducta autodestructiva? Sies posible ylos dos métodos mas ceficaces son los siguientes: 1) Entrenanniento en habilidades sociales (sobre este tema véase Ovejero y Rodrt uez, 2005; pero sobre todo Caballo, 2007): laeficacia de esta técnica con este tipo de iba en que a medida que disfrutan de las recompensas de un comporta miento més competente y habilidoso, desarvollacin. una autopercepcin més positiva, En efecto, las personas inexpertas y nerviosas a la hora de inceraccionar con individuos cd Anastasio Ovejero Bernal del sexo opuesto, por ejemplo, pueden pensar: «No tengo muchas citas, por lo que no debo ser muy competente socialmente, af'que no deberia ni intentar conseguir estar con alguien.» Para invertir este circulo vicioso, Haemmerlie y Montgomery (1982, 1984, 1986) pidieron a sus sujetos, varones universitatiostimidos y ansiosos, que rellenaran un cues- tionario sobre ansiedad social y que mas tarde fueran al laboratorio dos dias diferentes. Cada dia disfrutaron de conversaciones de doce minutos con seis mujeres j6venes. Los hombres pensaron que las mujeres también eran participantes del experimento, aunque realmente eran cémplices a quienes se les habia pedido que tuvieran una conversacion natural, positiva y amistdsa con cada uno de los sujetos. Esas casi dos horas y media de conversacién tuvieron una eficacia importante, cumentando la confianza en si mismos y reduciéndose considerablemente su ansiedad social. Mas en concreto, a diferencia de Jos que participaron en la condicién control, los sujetos experimentales informaron de una ansiedad respecto a las mujeres considerablemente inferior cuando se les volvi6 a entrevistar otras dos veces, la primera una semana y la segunda seis meses después. Mas atin, colocados en una habitacién con una mujer desconocida muy atractiva, también tuvieron muchas mas probabilidades de iniciar la conversaci6n. ¥ de hecho, empezaron a salir con mujeres en la vida real. ¥ todos estos efectos se consiguieron, como sefialan Haemmerlie y Montgomery, sin ningtin tipo de asesoramiento. Mas ain, afiaden estos autores, tal vez se alcanz6 tal eficacia porque no hubo ningtin tipo de asesoramiento. El constatar que se han comportado con éxito los lev6 a verse a si mismo como compe- tentes socialmente. 2) Terapia del estilo explicativo o aprender a hacer atribuciones correctas: «Ls eitcu- los viciosos que mantienen la depresidn, la soledad y la timidez pueden romperse me- diante a formacién en habilidades sociales, mediante experiencias positivas que alteran las autopercepciones y cambiando los patrones de pensamiento negativo. Algunas per- sonas tienen habilidades sociales, pero sus experiencias con amigos y familiares excesi vamente criticas los han conventido de que no es asi. En el caso de estos individuos, puede bastar con ayudarlos a invertir sus creencias negativas sobre si mismos y sus fu- turog» (Myers, 2008, pag. 122). Entre las terapias cognitivas eficaces para este objetivo esta la terapia del estilo explicativo (Abramson, 1988; Gillham y otros, 2000). Por ejem- plo, Layden (1982) utilizé un programa de este tipo para ayudar a estudiantes deprimi- dos a cambiar sus atribuciones habieuales. Para ello, lo primero que hizo fue explicatles Tas ventajas de hacer atribuciones correctas. Luego, tras asignarles diversas tareas, los ayud6 a ver cémo interpretaban habitualmente tanto el éxito como el fracaso. A. conti nuacién, ya en la fase de tratamiento, les solicits que mantuvieran un diario de sus éxi- tos y de sus fracasos diarios, anotando en él cémo habjan contribuido a su propio éxito y cudles habfan sido las razones externas ce sus fracasos. Cuando les entrevist6 otra vez, un mes después, pudo constatar que su autoestima habia aumentado y que su estilo de atribucién era més positivo, Mas alin, cuanto mas mejoraba su estilo explicativo, més se iba disipando su depresién: a medida que cambiaban sus atribuciones cambiaban tam- bign sus emociones, Pero ello tiene sus limitaciones. La formacién en habilidades soci kes y el pensamiento positivo no nos pueden transformar en personas que ganan siem- pre, que son amadas y admiradas por todos. Ademés, la depresidn, soledad y timidez temporales son. respuestas perfectamente adecuadas para acontecimientos profunda- mente trstes» (Myers, 2008, pig, 122). Y no debemos alvidar tampoco que la mejor ma nieca de que los miembros de grupos sociales marginados, olvidados o tratados injusta Cognicién sociale iracionalidad humana B ‘mente, como es el caso de los gitanos, los inmigrantes o los indigenas en América Lati- na, salgan de la indefensién aprendida consiste precisamente en elevar su dignidad como grupo, dandoles un trato justo y no discriminatorio. Por otra parte, sianalizamos los modelos de atrbucién observamos que su gran pro- blema es que dan por supuesto un sujeto altamente racional que utiliza todas las infe- tencias légicas a su disposicién para realizar atribuciones correctas, a pesar de que, como ya se ha dicho, en la vida real el sujeto humano no és tan racional, no le interesa tanto hacer atribuciones correctas (que tampoco podria hacerlas fécilmente) cuanto atribuciones que le convengan y beneficien, por lo que utilizar una serie de atajos men- tales y sesgos que le permitan, por ejemplo, salir airoso de cualquier comparaci6n inter- personal. Mas especificamente, como yo mismo escribfa en otro lugar (Ovejero, 1998, pags. 47-48), Jos modelos de atibuciSn que hemos visto tienen, los tres, un serio problema: que no siempre funcionan as‘ en Ia vida cotcians. Més ain, que casi nunca se aplican ala vida cotidiana tal como nos los presentan sus autores. Son «modelos perfectos», que sso tie ren en cuenta los procesos cognitive, aisados, «en frio», como side una computado- ase tratase, olvidando que los seres humanos somos mucho mas que cognicién. Las personas tenemos también sentimientos, motivaciones e itereses, , dado que pertene- ‘cemos a grupos, nos gustan mas las personas y las cosas de nuestro grupo que las per- sonas y las cosas de otros grupos, sobre todo si compiten con el nuestro. Y ponemos ‘huestras cogniciones,y el procesamiento de la informacién que hacemos, al servicio de ‘nuestros interesesy de los de nuestro grupo. De ahi que cuando buscamos causes alas conductas de los demis, y a la nuestra propia, cometemos frecuentes ¢ importantes ertores, que no son casuales sino que tienen una clara Funcionalidad: defendernos a nosotros ya los nuestros, asf como a nuestros intereses Y es que la atribucién no acta en el vacio, sino que cumple unas funciones muy cconcretas, particularmente estas tres: ayudarnos a controlar nuestro entorno, defender nuestra autoestima y conseguir una eficaz autopresentacién. Y para conseguir estos ob- jetivos hacemos muchisimas trampas: é50s son los sesgos de atribucién, siendo estos dos los mas frecuentes: 1) Error fundamental de atribucién (Ross, 1977): ¢s la tendencia que todos tenemos, de ahi lo de fuuidanrental, a olvidar las variables situacionales y tener en cuenta s6lo las personales a la hora de explicar la conducta de los demas. A este fenémeno también se le conoce con el nombre de sesgo de correspondenscia, como consecuencia de que fre- cuentemente consideramos que la conducta se corresponde con una disposicién o va- riable de personalidad. Un ejemplo lo aclarara perfectamente: Miguel, alumno de 1.° de Bachillerato hace dos exémenes de inglés a principios de curso, Y los dos los suspende, ZA qué airibuirs el profesor estos suspensos? Dificilmente nos equivocaremos si deci ‘mos que, haciendo una atribucién interna, diga: «O bien Miguel es muy torpe 0 un vago clas dos cosas a la vez.» ¢Nos parece razonable el angumento de este profesor? Sin duda no lo es, porque, si como suele suceder a principio de curso, no tiene més informacién sobre Miguel, sus suspensos pueden deberse a su falta de inteligencia o a su falta de es fuerzo, pero también a que ya no quedaban textos de inglés en la libreria de su ciudad y por eso no pudo estudiar o a que tenia un grave problema familiar en casa esa semana ue le impidis estudiar, ¥ sin embargo los profesores tienden a hacer atribuciones in

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