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Julio Aréstegui LA INVESTIGACION HISTORICA: TEORIA Y METODO aa heuts dl p ier eds dts bea, syotis dese hacia verge rates Anite el are Aeatomar sae cn de tomador pee ifiecernos una tecuperacion tuations y anpiacns Jet be ogi 40 amas anuversatny de teorla y nits, dieygibo sob too a or patie center y exukannes de hinwna sti ye tera por todas bo hmernics de We huonigtais dente an apes equiva po eb caricter fete ae disci Ls lng ns: thay sabes ne extructtes entre prandes partes. La de Honeys yrorinven en ta we de Madrid y las Universidade Abel als Vasecs y Cathie IML des Masten See neemeras rete mies comers tate et cade y beg «i= ivan ales yf gerne ch, ia y minora de to ewer ct, je Arians Sincher ey cateditico, pte, ob anda posacion ti teeicay bs tercera ams In fnytrtmentos det sis bs titi el disco y a inwestigscibn, [y inforous tin Wistoriograies (ls fetes. 3 lis y eres) y bv técnicas emplento por el imestizo tate libro de extraondiatis earibad. st cat exquto igor canes czscterizado por bbe de ae be pars b formaciies del stra quer proporciona una hie ris y goo para su tabajo, Bn os tlle 1 prsteswr Joy Honcan wes dimice e insustitubles, {h4), ae comes abypuras figuras cel sn yl (Frcs Lamy Che lew, 1A). Actulinsente ate aa Me Ahescién 1 nerod i ste Hib oy tbacana miuesra, rahaje en eohaasrelicio bm con la viokepca pollgia (Vioke Prine on Espa, ec. WPA) y con 1s hustoria del presente voest9-7 RIN JULIO AROSTEGUI LA INVESTIGACION HISTORICA: TEORIA Y METODO sBllOG, ran walt G *' tafotocopiano mata * — = dito & Dy, slmorcada st. SO %% yas CRITICA BARCELONA ‘Queda rigurosameateprokibida, vin Is autorizacién exci de los tulares del copyright, bao ths saachonesestbleckls nla eyes, a reprotaccidn oul parcial de esta obra por cual ‘malio 0 procedimiento comprenciden la repeografia y ef trataicnte inlrrate Cuber: Foun Bata Foxocomponicise: Ftocomplt ©. © 1995 2001, ful Aroxegui © la presente eficign para Eapata y América: AL CHICA, SL Proven 240, (8008 Barcel ISON HEREND-IN7-4 Deiat eal 10,631-2001, Uinorews en Kapa 2001 A&M Gia, SL. Sama Perpetn de Mages (Bacelona) PROLOGO A LA NUEVA EDICION Hace cinco aos aparecié la primera edicidn de esta obra, cuyas intenciones, opciones. expectativas y agradecimientos se hacian canstar en el Prilogo escrito para aquella oeasién. Aparece ahora una segunda en cuyo nuevo Prilogo me gustarfa retomar, con la perspectiva que afiade ¢! tiempo transcurrido y la expe- Fiencia ganada aquellos y otros extremos parejos alos que se eontenfan en el an- terior, Pero es claro que a este propdsito se le impone una consideracién previa a la que-no puedo sustracrme, y es ésta: lo que Yo pueda incorporar, recificar © confirmar de lo que decia entonces esti inevitablemente condicionado por la recepcién que el libro ha tenido y por el eco que ha Hegado a mi de ello. El hecho de que se vuelva a editar. y que Io sea con ostensibles reformas —aque ojalé sean realmente mejoras—, dice por sf mismo algo en lo que no es preciso reincidir, Peto no lo dice todo. Y ello es lo que me gustaria especialmente considerar. La recepcidn a a que me refiero tiene muchos perfiles que serfan dignos de algin comentario, pero que no es el propio autor de! libro el mis indicado para hacertos. Entre fo que considero prudente decir se incluye el hecho, lixonjero, «de que aquéttos a quienes una obra como esta iba dirigida especialmente y otros 4 Jos que previsiblemente les iba a servir de ayuda no se han Visto decepeiona- dos, en Jo que yo s¢. Los alumnos que cursan asignaturas de cuya materia ver- sa, los profesionales interesados en los aspectos mas estructurales de su disci- plina, algunos estudiosos de cuestiones limitrofes y relacionadas son los casos nds significativos que conozco. ero no todo funicions conforme alo esperado, Las erfticas y las conirover- sias que yo barruntaba y, naturalmente, hubiese agradecido, de aquellos prof sionales y eolegas de quienes, sin duda, va @ recibir un juicio més aquilatado y, segurumente, més severom, decfamos entonces, no se han producido, © lo han hecho en tina expresidn minima. No me aventuraré, sin embargo, en un sitio como ests, # adelantar alguna posible explieaciGn del hecho que, desde luego, puede tenerlas de diverso signo. A lo que yo sé, e! libro interesé bastante més & Jos coleytas quee por motives profesionales se encuentran més implicados en un trabajo historiogréfico especulative, instrumental © «metahistérico» que a los otros voleado en la estricta peictica empirica. Reconazco que en sana doctring 6, mis simplemietke. en li que este libro mismo pretende inculear, esa distinciéin 8 impertinente, Pero la realidad es teres y aprovecho la ocasidn para Lamentat profundamente semejante terqueda. 8 LA INVESTIOACION HISTORICA:TRORIA.Y. NEETODO. Asi, quicnes més me han hablado de él en trminos constructives han sido, Precisamente, metodlogos y didactas de Ia historia y de las ciencias sociales. fildsofos y algunos otros profesionales de lay ciencias humanas algo mis aleja- dos de nuestra conereia dedicacidn. Una cosa que puedo aftadir con satisfaccion pilena es que en absolut han permanccido indiferentes a lo que el libro ofrecta quienes, especialmente fuera de Espatia, tienen una dedicacidn historiogrifica Plenamente vertida a la meiodologia, a la filosoffa de la historia o a la historia de Ia historiografia, Esas cuestiones, sein sabemnos, no tienen en la universi dad espaftola—y, curiosamente, mucho menos en las facultades de Historia — tun estatuto propio definido, Pasando ahora a cuestiones mis sustanciales que resultan, a mi juicio, de obligado comentario entre estas consideraciones previas, me gustaria sedalar mi convencimiento de que en los cinco afios transcurridos entre las dos ediciones tho parece que se hayan producido citcunstancias, desarrollo 0 innovaciones ‘que hagan pensar que las opciones que este tratado asumié entonces deban ser sustancialmente ectificadas. No desearia, en modo alguno, que esta observacién, sonara a gratuita protesta y desaforado propdsito de no enmendalla, o a presun- cin de ningun género, porque no es ese verdaderamente el espiritu con que se hace. Lo que quiero decir es que si a mediacs de los aftos noventa este peque- fio tratado de reflexi6n historiogrifica. en plena voriine del impacto expansivo del posmodemismo, la lingtistica y la antropologta, a decir de Lawrence Stone al comienzo de la década, habia optado por una visida concreta de la historio- ‘graffa, nada complaciente con las moxias, no parece que cinco aiios después haya razones de peso para cambiar, Esta steoria y método de la investigacién historica» opt6 por una visién en cierto modo normativista, ligada a las cicncias sociales y no en contraposicién, con ellas, formalist en ef método, que se pronunciaba por una integracién de los suberes, flexible en limites tolerables y nada complaciente con ciertas rets- ‘cas al uso —tal como lo veo yo—. No encuentro, por ahora al menos, razones para que deba ser sustancialmente cambiada, porque creo que en la historiogra- fig del siglo en el que entramos habran de cambiar muchas cosas pero ta for- ‘maci6n de historiador deberd quedar lo mis libre posible de cualquier forma de propensin al irracionalismo por muy de moda que esté, ‘Cube suponer que algunos leciores benévolos sigun entendiendo que aqui se presenta uni version en exceso stegaladar de lo que es 0 Jo que deberia ser la Prsctica historiogrifica, pues asf ha ocurrido con la primera versign del tent, Hay quienes encuentran algunas de estas propuestas demasiado indistintas con relaciin a clencias sociales vecinas, La insistencia reflejada en sus paginas sobre ol valor y la eficacia de la préctica al modo cientifico, su alejamiento de as versiones narratvistas y retéricas, la visiGn decididamentc regulativa—aun- ‘uo, desde luego, no dogmitica— del método, son extremos que inclinarian a pensar et unt propiesta tal ver excesivamente rigida. Pero me consta que esta ‘no €8 tin opinién generalizada entre quienes, sin tener por qué aprobar todas sus posiciones, creen en la oportunidad y sentido de un libro como este. in moxlo alguno se propone esta obra reavivar el positivism, per no es PROLOGO 9 ‘menos cierto que contiene una propuesta inequivocamente racionalista. Desde luego, lo que este libro dice presupone que el hisioriador se halla mucho mas cerca del cicntifico gue del artisia. No se es clemente en modo alguno con la historia-iteratura, ta wintespretativar, a relaivistay a ficcional. Manticne que Ja Historia dista de ser una cuestion de opinién 0 de gustos. Pero cree, desde I~ x0, en que tal Historia la hacen «sajetos corpdreos, y que son estos los que constityyen y modifican clases, estructuras y sobredeterminaciones. El sujeto no s¢ capia, sin embargo, sino en la razdn, tanto la instrumental como la histéri- «a, si se quiere, no en la recreacién impresionista, a-tedrica y a-eritica. Por ello ‘ergemos en un futuro racionalista de la historiografia y no en tno pragmatista, En cuanto 4 su talante, tal vex no serfa ocioso recordar aquf un comentario, ‘que conozco indirectamente, de cierto colega que erefa que Ia primera edicién de esta obra no rellejaba suficientemente «lo que los historiadores hacen». Esa ‘opinién, atin con no reflejar exactamente lo que el libro dice, tiene el mérito de haber captado su intencién real: para mi, La fundamentaciGn thtima de la histo- riografia no se basa en lo que los historiadores hacen sino, mas bien, en la erf- tica de Jo que hacen. La pragmitica idea de que historiografia es «lo que los historiadores hacen» no es precisamente de las que yo uplaudo. En este terreno nadie tiene derecho a propiedad alguna como tampoco a cobrar peaje, pero no ‘es oro todo lo que reluce. ‘También el tiempo transcurrido entre tas dos ediciones ha mostrado que es posible y necesario incorporar a nuestro tratamiento muchas propuestas que se han aiiadido a la visién de ta disciplina en los aos noventa tardios. Y en lo posible hemos procurado hacerlo asf. Quienes han tenido a bien hacer comen- turios sobre la edicién anterior han coincidido por lo general en que segura- ‘mente faltaba en ¢} texto un mayor desarrollo de fo que fa sido la historia de kat configuracién misma de la disciplina historiogrifica en la época contermpora- rea, €s decir, desde el comienzo de la construccion de ela en el siglo XIX, y s0- bbraba insistencia en ubicar la prictica historiogrifica dentro de un micho de disciplinas cuya identificacidn cientifica se buscaba afanosamente. La presente edicidn fa procurado limar este enfoque y por ello tods su primera seccidn ha sido remodetada ‘Se manticnen las lineas bisicas, aunque procurando mejorar y sctualizar su ‘exposicidn, los extremos esenciales de fo que constituye una teoria de lo his \6rico atenta a algo mas que a meras constataciones empitica, sin entrar en el terreno de ta especulacién filoséfica. Hemos tenido en cuenta, en lo que nos al ‘cana, lo mis significative que la biblingratia sobre el tema ha preducido des: {de que apareci la anterior edicién, No ha variade la propuesta esencial acerea de la explicacién hisi6rica y, si bien se insiste, en cuanto al discurso historiograi «0, en que ol historicisme narrativista no representa en manera alguna una cap tacién convincente de la Historia, se pondera la necesidad de que La explieacin hhistirico-social flexibilice sus vias, haga uso de recursos diverse, tint form listas como hermenéuticos. Estamos mis convencides. que nunca de que tas ciencias de la sociedad, a historiografia entre ella, estin por encontrar todavia 0 LA INVESTIOACION HISTORIC: THOKIA.¥ METODO 1 punto «galileano» de su imagen del mundo, que no pours ser geomsétrico pero Al qve no le bastard tampoco ser podtico, En nuestra modesta forma de ver las cosss, la historiografia —una palabra, por cierto, que tampoco parece gustar a todos— no acaba de salir con horizon te.claro del cierto marasmo en el que se intemé con la crisis de aquellos pode ‘os0s «paradigmas» que triunfaban en los afios sesenta y setenta, Es evidente que el revival de ellos es impoxible y, en todo caso, indeseable. Pero ta llamada ‘«vuelta al narrativismow no fue sino un fiasco, eon ribetes de moda medistica, potenciada por la expansidn de las maneras posmodemistas y tan vacia de ideas como de competencia técnica. La vuelta del sujeto parece entenderse veces com al regreso del «contar historias». Y ni que decis tiene que la Histo- Fis parece prestar cada dia mejores servicios a quienes saben utilizarla, Pero ninguna experiencia se atraviesa en balde. Ninguna situaciéa histérica. en laciencia normal yen la extraondinaria, representa una vuelta aris. Diria ust ue, si bien nos parsce encontrar una persistencia en lucrisis de ladisciplina, es evidente que van extrayéadove las convenientes lecciones de ella. Quis, la mis [provechosa, aunque no sea gratificante del todo, es la de que tras veinte aibos de incentidumbres, de busquedas, es cierto, de ensayos y de halltzgos parciales,es- {amos convencidos de que el plegarmos al tado vale (el anything goes, que se ‘often Jos tempos centrales de la crisis) «la complacencia con casi cualquier f ‘mula por el hecbo de ser nueva, ila aceptacién de no importa qué propuesta en «tras de un iolerante espintu de apertura, no conduce, ni mis ni menos, que, en el mejor de los ¢as0s, a ninguna parte ¥ en el peor a convert la prictica historio- sgifica en una actividad cultural irelevante en sf mist pero, eso sf, ficilmenie ‘manipulable. Yo nos faltan, por desgracia, buenos ejemplos de ello, ‘Se me podria objetar que la Historia goza de una excelente salud, como ereen bastantes bienpensantes, 1o que no puede estar mas a la vista dado Yo mu- cho que se produce, se vende y s¢ difunde... Pero, desafortunadamenic, esos Aargumeatos pruchan poco. Porguc, en ese sentido, s¢ tatarfa de la misma salud de la que gozan las revistas de frivolidades, la novela histria, los nuevos pro- gramas de «sociologfa televisiva (j) y los deportes espectéculo. No parece que sea ese un buen instrumento de medida, Permitasenos decir que ef problema de Ia historiografia en este comicnzo de siglo tiene que ver sobre todo, a nuestro modesto juicio, con la permanente reduccién de la exigencia en una prictica respetable, con la trivializaciOn, tas Publicaciones superfluas. la historia medistics, la «historia oficial, los modos de trabajo earenies de «oficion, la dificuliad para asumir el cambio y consi- gttiente renovaci‘n. a formacién de los j6venes historiadores, los «falsos» y los nuevos» profetas y Ia «historia basta». Junto ello, camo prueba de una cier- ta crisis de In innovacién historiografica. no deja de ser sintomético el hecho de las abundantes reediciones y republicaciones de obras escrtas hace lustros o décadas, represeniativas de momentos anteriores de las preocupuciones hist6- rics, Demasiado, se pensariiy estoy de acuerdo. Ahora bien. me apnesuro a ma- nifestar que, como toda afirmaciGn sobre fo mismo, admito que ésta también es discutible, manifiestamente mejorable y sujeta a miltiples excepciones... rROLOGO " Lo esperaneador puede situarse en la desisién de quienes no estin —no es- tamos—de acverdo con la situacién, A algunos de ellos me he referido, aunque sea en forma eliptica, renglones arriba Sé que en la profesisn de los historia. doves hay muchas gentes agobiadss por el hastio de lo repetitive y prestas siempre 4 reaccionar contra la imposicin, la banalidad, ta historia que piensa en hacer politica, la sumisiGn medistica —sin exclu la editorial— y kx mis absolutarutina, Naturalmente, me gustaria que este libro limitado y personal {que comprendo que no puede contentar a todos, fuese una vox mis frente a todo lo que denuncio, En fin, una vez mis, la mansidn mais grata en cualquier exordio ex aquella em la que uno entra pars expresar el reconocimiento y agradecimiento 4 quienes han considerado que la empresa merecfa la pena. De bastantes de ellos hablé yen 1995, No me importa repetirme y me alegro de que Ia némina pueda am- pliarse, Como siempre, resulta extremadamente confortante que muchos alum- nos, de diverso nivel, eneuentren este texto instructive y digno de discutirse. aunque no en todas sus pasajes resulte fdcil. As{ ha vuelto a ocurrir en estos cinco afios, dentro y fuera de Espaha. Sencillamente, muichas gracias a muchos alumnos que han aprendido slgo aquf, han descubierto sus diserepancias can lo encontrado y me las han expresado, ‘Mochor de exon alimnoe 9 pefeses son de uversidade de Latinoam rica y deberian ser nombrados, pero no eabrian todos aqui. Results extremada- rmiente grato corroborar plenamente las palabras de Josep Fontana en el prlogo de la segunda edicidn de su Historia, con referencia a lo que se ns honra allt con leenos. Uno tiene siempre 1a desoladora impresidn de que podemos y de> bemos hacer més en compafifa de quienes hablan y ensefan en nuestra lengua allonde el Atldntico, Quiero limitarme a agradecer a algunos colegas de alld el interés tomado para mejorar entre todos ta obra. Tal es el caso de Jonge Saab, tuno de mis més utiles comentaristas, de Jonze Sahorido y Cristiin Buchrucker estos dltimos comparten ahora conmigo otras empresis— y de otros mu cchos colegas con quienes he coincidido en Buenos Aires. La Plata, Rosario, Santa Rosa de La Pampa y Tucumén y de quienes siempre he escuchado co- mentarios constructives. Quiero agradecer Ia comprensién y el apoyo de muchos colegss antes ¥ sahara, De Glicerio Siinchez Recio, Antonio Nifio, Gonzalo Bravo, Gonzalo Pie ‘sama, José J. Diaz. Freire, Guillermo Castin, Raimundo Cuesta, Ange! Duarte, Luis Enrique Otero, Sergio Riesco, Alberto Luis y Jordi Canal. En el caso de Juan A. Blanco he de agradecer ademds su ayuda tanto en la lectura detenida dl texto como en Ia basqueda de algunos materiales. Caso especial es también cel de Elena Hernindez Sandoica. colega y compaftera de empresas historiogré- ficas comunes, de quien recibi desde el primer momento un particular aliento, y ‘con quien las diserepancias intelectuales se convierten siempre en fuente de ins- pirscidn, Resulta casi ocioso afadir que he escushado y tenido en cuenta ‘hus sélidas, informadas y atendibles opiniones. Al final sin embargo, ninguna Cy [La INVESTIGACION MSTORICA: TEORLA ¥ MIETODO de mis amables consejeros y comentaristas puede ni debe sentirse corresponsa- thle de lo que aqut se sostiene ‘Agradezco de nuevo el impulso inicial que fue para esta obra la buen co- sida que le dio Josep Fontana y Gonzalo Pontn y La benevolencia y paciencia de todos los que en Editorial Critica contribuyen a que las ideas adquieran for- ‘ma de libro. Quiero mencionar y agradecer explicitamente el placer de la cola ‘boracidin con Gonzalo Pontén, Carmen Esteban y Silvin Iriso ‘Me animo a pensar en fin, que tal vez-n0 sea ésta i dltima ver que el libro sufra un remazamiento para adaptarse a los cambios que en nuestra tarea intro- duce una sportacién incesante de nuevas ideas y nuevas realizaciones. Apor- tucién que el tiempo futuro parece que nos anuncia en mayor cuntidad y con mayor contundencia. Y asi, el destino que mis deseamos para la obra es et de ue, a la postre, su principal significado y su mejor fortuna las encontrara en dar Siempre cucnia de cosas nuevas y seguir insistiendo en las que continuarin siendo imenunciables, Junio Arosteaut Madrid, diciembre de 2000 SECCION PRIMERA TEORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFIA (La naturaleza de la disciplina historiogriifica) La seccidin primera de este libro pretende exponer la problemética general, tal como se la considera hoy, del conocimiento de la Historia. Para ello se par- tede la distincién cuidadoss entre lo que es la entidad Historia y to que puede ser una disciplina del conocimiento de la Hisioria.* Proponemos decididamen- te adoptar para ésta el nombre de historiografia, pot rizones que se exponen con suficiente claridad, ereemos. mis adelante en el cuerpo det texto, Como toda disciplina que imenta elaborar y acrecentar un cuerpo de conocimientos sobre detemminada maieria, que represeaten algo mis que un mero ejereicio de sentido comin, la historiografia necesita dotarse de algiin contenido tedrico, Pero hasta el dia de hoy esta es una de sus grandes La teoria de la que hablamos tiene. segtin se explicara después también, un doble sentido que igualmente conviene distinguir. Primero, toda disciplina nox ‘malizada construye, por una parte, un cuerpo de explicaciones articuladas para definir cl objeto al que dedica su estudio, En nuestro caso, a un trabajo de ese tipo eal que corresponde adecuadamente el nombre especifico de tearia de la Historia, Es la teoria que debe inteniar dar una respuesta convincente a la pre~ gunta zqué es la Historia? Constituye un saber susiantive y emptrico que Wala de definir cul es el campo de la realidad que et historiador aborda y que en modo alguno equivale al «desarrollo» de la Historia Universal, sino a la Teflexion sobre la naturaleza de lo historico. Pero, en segundo lugar, existe otro tipo de teorfa necesaria: la que intenta establecer no ya qué es la Historia sino emo 4¢ la conove. A este tipo de trabajo lo devominamos feorta de la Historie “fla. Traia de cOmo se conoce Ia Hisioria y céme los conocimienios objenisos ‘pueden agruparse de forma articalada cn un disciplina de conocimiento, Su tipo de saber es disciplinar 0 formal. Existen, por tanto, dos formas de teorfa a las que el historiador debe prestar fatencidn y, por supaesto, no confundir: la teorfa de la Historia y la teoria de la historiografia, Normalmente, esta segunda contend a la primera. Ninguna de ests tareas se confunde en absolute ni con la filosofia de la Historia ni com la historia de la historiograffa. Cada uno de esos otros dos empedos tiene st pro ‘pia entidad, distinta de la teorfa, y no son nuestro objetivo agus, aunque i la tne ta primera sexcion de la bea hers procurahs que la platen Historia apatesca ‘com mayascilacando hace eefecnca a ls setidas, al bet esto. Cuan alana Ye2 ‘aparece com miaescila es por hm autores dl ena Haman ant sata, a ssi Bi Metogriien 16 TWORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFTA ‘historia de Ia historiogralfa debamos dedicarle una atencién pretiminar y com- pplementaria, por las ruzones que en su momento expondremos también, ‘Una buena parte tumbién de esta Scccién primera se dedica a exponer de ‘manera circunstanciada e tiendo de lo conseguide por las diseiplinas mas desarrolladas, Hay unos térmi- 5. Habtargos de slenguaje formals, de league consruido por ef hombre de forma pla ficada con areyho + unas reyiay esc, por comrasle con et slenguaje natal, el hata del homntye qos va inverta ne proces sme de hotinieacn. 6, La natrateza especial dl lengunje cetiico es anuizada tans por b propia eiatemole ‘2h. y metoiopa de la chen, como po la lola del lenguaje. Cf, el antigo pero Inerosante ‘stud de G.G. Granger, Formaliame y Ciencias Humana, Ae, Barcelona, 1065. Tain ‘wet sunt ot peer Mw se K. Rety Elgin fngacnc, Bbc Pade U.A de Hare ‘a, 1900, Pa bs dian concepcines de a lene, ef). evar, fata whe meh ooh cient LF le a Ciencia eo gla KX, Cedex, Mais 1000 20 ‘TWORIA HISTORIA IE HUSTORIOGRAIA ‘nos espeetficos de la economia o de la Lingtistica, por ejemplo, que son muy ea Tacterisicos y estin absolutamente aceptndos. Pero, en todo caso, el lenguaje eespecializado es hoy una de las cuestiones mis problemiticas en el campo de as cicncias sociales, El problema terminolégico en la ciencia se manifiesta antes que nada 1 pro- Pésito del propio nombre que una disciplina constituida debe adoptar. ¥ por lo {gue concieme a la nuestra ese cs el que primero vamos w abordar. Se ha dicho menudo que el empleo de wna misma palabra para designar tanto una realidad ‘expecifica como el conocimienio que se tiene de ella constituiria una dificultad ‘apreciable para el logro de conceptuaciones claras, sin las que no son posibles ‘delantos fundamentales en el metodo y en los descubrimientos de la ciencia, Por lo tanto, siempre que un cieno tipo de estudio de 1a realidad acaba defi- ‘niendo con Ia debida claridad su campo, su Ambit, su abjeto, es deci, el tipo de fendmenos a estudiar, y se va perfilando su forma de penetrar en ellos, osea, su método, surge la necesidad de establecer una distincién, relativa al menos, cenire ese campo mismo que se pretende conocer —ya sea It sociedad, la com> posiciGn de In materia, la vida, Jos nummeros, la mente humana, et— y el con junto acumulado de conocimientos y de doctrinas sobre tal campo. La ereacidn de un vocabulario espectfico para un dea de conocimiento dada empieza precisamente ahi en cOmo diferenciar en e! lenguaje un cierto ‘objeto de conocimiento y la disciplina cognoscitiva cientifica) que se ocupa de 61, Se trata, sencillamente, de dotar a wala disciplina de un upelativo wenerico que describa bien su objeto y el cardcter de su conocimiento, Loy nombres de las ciencias se invemtan: e30 es lo que ocurrié a partir del siglo xvi. Es fre- ‘cuente asf que el nombre de muchas cicncius nacidas de la expansidn de los conocimientos desde entonces se haya compuesto de una particula descripti de a materia, ta que se ha aftadido un sufijo que es un ncologismo calificati- vo comin: Jogia, tomado del griego logor. Sociologia. psicologia, geologia, etc. 0,4 veces. grafia, descripcién: geografia cristalografia. Pero hay parcelas del conocimiento mucho mas elisicas con nombres particulares: la Fisiea es un buen ejemplo de antigii denominacién griega, aplicada ya por Aristételes. Y hay atin otro fendmeno no inusual tampaco: el de que el nombre de una disciplina haya acabado creando in adgjetivo nuevo para designar ta realidad que estudia: la implantacién de la psicologia ha acabado creando cl térraino «psico- lGgico, la geologia el término «geol6gico». In geografia «geogriticom. El nom ‘bre de tna cieacia determinada, constituido por un neologismo, ha dado lugar. 4 Yeees, « un nombre distintive para el tipo de realidad de la que se ocups. Anjibolrgia del término «Historia» 1.2 someras consideraciones que hemos hecho son titles para analizar un problemi andlogo y real de nuestra disciplina, a saber: el de la mis adecuada ‘Jetiominacién posible, y distintiva, para la investigacion de la Historia y para 1 discurio kisibrico normatizado que esto produce. La shistoriografia» es uns diveiplina afectada en diversos sentides por el problema del lenguae en que se plasma su investigacion y su sdiscurso», Por ello es preciso tatarlo ahora. MISTORIA E-HISTORIOGRAMA: LOS FUNDAMTNTOS 21 ‘La cuestidn comienza con ¢! hecho, comin a otras disciplinas, desde luego, ‘de que una sola palabra, Hisroria, ha designado tradicionalmente dos cosis tintas: ta Historia como realidad en ia que el hombre esti inserto y, por otra par fc, cl conocimiento y registio de las situaciones y los sucesos que sefalan y ‘manifiestan esa insereidn. Es verdad que el término istorie que emples el grie- £80 Herddoto como titulo de la mitica obra que todas conocemos significaba jus. lamente «investigacién», Por tanto, etimoligicamente, una «Historia» es Una «in vestigaciéns.’ Pero luego la palabra Hisioria ha pasado a tener un significado mucho mis amplio y a identifiearse con el transcurse temporal de las cosas ‘La enudicién tradicional ha aludido siempre a esta incémoda anfibologta estableciendo la conocida distineidn entre Historia como res gesiae —cosas su- cedids— e Historia como historia rerum gestarurt —relaciGn de las cosas sucedidas—, distineidn sobre ta que llamé la atencién por vez primera Hegel: la palabra historia —dice el ilisofo—redine en rsestra lengua el sentido abje- tivo y el subjetivo: significa tino historia rerum gestarum como las res gestae ‘misma, tanto la narracién hist6riea como los hechos y acontecimientose.* En la sctualidad, Hayden White ha sefialado que el término Historia se aplica que tienen las cosas. Por lo tanto, &s més Uurgente dotar de un nombre inequivoco a la escritura de la Historia que hacerlo ‘con las disciplinas que estudian esas otras realidades. que. por lo dems, tienen nombres bastante precisos: éptica, botinica, 2ologia o medicina. Es primordial dejar enteramente claro, desde In palabra misma que lo designa, qué quiere decir «investigar la Historia». No puede negarse que en el caso del estudio de la Historia existen razones suficientes para estimar que de uns primera dilvcida cid eficaz de esta cuestin terminol6gica—y después, naturalmente, de todas las demiis— pueden esperarse grandes clarficaciones, La indole no trivial de In CcuestiOn terminoldgica la manifestaron ya hace tiempo corrientes historiogr’- ficas como ts de los Annales, o la marxista, y ambss han hablado de urna «cien- cia de la Historia», La palabra Historia tiene, pues, como se ha dicho, un doble significado al ‘menos. Pero, a veces, se han introducido palabras o giros especiales para ex- presar sus diversos contenidos seménticos. As{ ocurre con la clara distincién que hace el alemain actual entre «Historie» como realidad y «Geschichte como 10, Ene capitulo 4,cm i seccin segunda de eta obra. volverems tat custones e Nereis sla entidad misma de a Histor HISTORIA E HISTORIOGRAHA: LOS FUNDAMENTOS 2 ‘conocimicnto de ella a las que se aftade iuego ta palabra +Historik» como tra- lamiento de los problemas metodoidgicos. Jerzy Topolsky ha sefialado que Ii palabra Historia, aunque sea solo usada para designar la actividad cognoscitiva, de lo histérico, encicrra ya un doble significado: designa cl proceso investigador, pero tambign cl resultado de esa invesigacién como «reconstruccién en forma de una serie de afirmaciones de los historiadores sobre tos hechos pasados».! Si bien es ésta una sutileea innecesaria, pues no hay investigacién Kigicamente separada de una construccidn de sus resultados, In observacidn ayuda a com prender las consecuencias no triviales de ext continua anfibologéa. En defini- tiva, Topolsky acaba distinguiendo tres signifieados de la palabra Historia; lox sthechos pasidos, las «operaciones de investigucidn realizadas por un investi- gadors y el «resultado de dichas operaciones de investigacidn». En algunas len- ‘guus, alade Topolsky, el conocimiento de lox hechos del pasado ha sido desig- nado eon otra palabra, la de historiograffa. ¥ es justamente en tal palahra en la ‘que queremos detenemos au con mayor énfasis Afirmii umbiéa ‘Topolsky que lt palabra en cuestién tiene un uso esencial- ‘mente auxiliar, en expresiones como «Historia de la Historiografiae, a la que Podriamos afadir otras como «Historiografia del tomate» o «Historiografiacana- Tia», por cjemplo. Ese sentido auxiliar. que sefala Topolsky. no impide, a nuestro Juicio, la venuaja de que la palabra Historiograffa tiene una significacién univo ‘s6lo se refiere al resultado de la investigaciGn». Y ello respeta au ctimalogia. Sin embargo, continia este autor, al no indicar ningin procedimiento de investi- gncidn, el témino no ha encontrado una aceptacidn general, «ni siquiera en si sentido mis estricto», Por ello «la tendencia a emplear el témino historia, mis luniforme, es obvia, uw pesar de que suponc una cierta fata de claridad.! EL concepto de «Historiografia»: investigacién y escritura de la Historia A veces se ha propuesto otro vocablo para cumplir esta funcién: Historios Jota. Es innegable que desde cl punto de vista filolégico, tal palabra desem- Peharfa la perfeecion la tare de designar Ia «ciencia de la Historian. Pero Posce, sin embargo, un matiz demasiado pretencioso: el de suponer que lt i> ‘Yestigacidn de la Historia puede considerarse, sin mas, una «ciencian. Fue Or- tega y Gasset quien propuso el empleo de ese término de «Historiologi» como esignacidn de una actividad que él crefa imprescindible: «No se puede hacer historia si no se posce ta técnica superior, que es una teorfa general de las reali slides humanas, lo que Hamo una Historiologian.* «Historiologia» es emplcada también, en ef sentido que aquf sefalamos, como investigacidn de la Historia, Por algunos fildsofos mis, mientras quc, por el coatrario, cierios historiadores 11. A Topolahy, Metodolia seta Misra, Clea, Ma, 1985 yp. $45, 12. Op. e458. 14. Ortega y Gasset, Una iterpretocin sel Hisoras Universal. En sor Tybee Ex Obra commpleta, Ma, 1943, tom IX, pps 147-148 En esta ota ve enon sobre ta Historie explicit su mala opinion de fos strtacones —, Mia a ‘iw be el eset intact de do (La corsve ce Ona) u “THORIA, HISTORIA t HISTORIOCIRATIA Jathan empleado en cl sentido de reflexidn metahistérica que le da Ortega. asi Ciaudio Sincher Albornoz y Manvel Tufién de Lara." Ea consecuencia, la pas Jabra Historiologia no es valida para nuestro propdsito. Introduce mis dificul- tuiles semainticas que tas que resuelve, “Joan Walh ha hecho unas precisiones stimamente interesantes a propésito del uso de las expresiones Historia ¢ Historiografia.” Para Walh, el recurso a los iccionatios antiguos 0 modemos en cualquier lengua no nos resuelve el pro- tblema de la distincién entre estas dos palabras. Sefala como may sutil la ayuda {que buses Hegel en el latin —res gestae. hivoria rerum gestarun— para dis- tinguir entre las dos facetas. Pero la epistemologia debe proceder con principios ids estricios que el lenguaje ordinario, Por lo tanto, propane Walh que, en t0- idos lox casos en que pueda existir umbigiledad, se acepte el término «Historia» ‘epara designar los hechos y los eventos a los cuales se refieren Ios histoniado- fess y ol de historiografia «cuando se trata de escritos —‘celul d’historiogra- phic lorsque il agit o’éerits"—. Esto ilumina con gran claridad el modo en que os palabras distintas pueden servir, ofectivamente, para designar dos reali- ‘dudes distintas: Historia, ln entidad ontoldgica de lo historico: historiograta, et hecho de escribir la Historia, ‘Abora bien, los «malos usos» de Ia palabra Historiograffa son también fre~ ccuentes. Ciertos autores, especialmente de lengua francesa, han atribuido a 1a palabra «Historiograffa» significaciones que su Sencilis eumolagta no auioriza Y que complican de forma enteramente innecesaria y hacen equivoca su origi- ‘aria significaci6n, Naturalmente, tales errores de los franceses han sido de in- mediato aceptados por sus imitadores espanoles. Exisien al menos dos usos impropios de la palabra Historiografia y algunas otras imprecisiones menores no dificles de desterar, en texto cas0. Fl primero es el uso de historiografia en ‘ocasiones como sindaimo de reflexidn sobre la Historia, al estilo de Yo que ha- tia Ontega y Gasset con la palabra Historiologia. El segundo ex ta aplicacién, como sindnimo y apelativo breve y coloquial, para designar la Historia de la Historiografia, cuando no, como se dice en alguna ocasién también en medios franceses, 1a historia de la historia!* ‘Un autor espaiiol actual hace también a lt palabra en evestién objeto de una notble diatriba, «La palabra hisoriografia —dice—es un neologismo que gus ti poco y que se utiliza en contadas beasiones. Tiene la ventaja de referise & un 14 C.Sinchee Albomoe, Hisioria y Libertad: Ensayos de Historioloria, Maid, 1974 AMT de Lara. Qu storia? Algunar cuestomes de Historie. Fn Sisiena Mati), 8. bai de 1078.09 3 99 TS J. Wath, Hlsrogrophle Structurale, Masson, Pars, 1, p19 {i tina contin) retina expresion ha tenido cir €sio on Francia La emples, entra arom bee tan prevent haeeo.y de tan espanions tadacci al espaol, como ede 1. Le Chea, Renu c Misra, Pais. Barcelona. 19P1, pp. 13 y passim. «Historia de la Historian ‘Ch enmplendo van, pr erp. en (i, Tier y J. Taland, Gime prepara un trabajo de sasuntMfenndon' Féontons) Oson-Ta, Barcelona, 1999 (version francesa de 1948). pp. 18 {inex tic edo franceses una manera com de bir la «iisets de ta Hbsoriografian Es evan pr har ye wots sbanen de ka aera ra que el estado alcanzado por una ciencia tiene razones objetivas explicables Nistiricamente. La historia de ta hisioriografia mucstm que la disciplina se ha ‘i constitsyendo en un proceso que tiene claras divergencias con el resto de las ‘encias sociales que estin hoy constituidas. La historiografia, una actividad Intelectual muy antigua, como hemos dicho, vivié en su seno el intento de con SLR. Sami i Historia popular» teria shat, Crea, Raexor, 1984, SE CNC Cipla, Fue ha Muon» ka Economia anadaceiin ts Mion Essai, 4, Caen, Harcohona, 197, p31 MM HL Che, Lemonaie# Mi Arie Maren, 1977, 2 |THORIA. HISTORIA fe ssTOMIOGRAPIA Yertirse en sciencia powitiva» mis tardiamente. y con resultados menos claros. que otras disciplinas sociales. En consecuencia. el retraso teGrico-metodol6gic de ln actividad historiogrifica puede obedecer a factores: complejos que cree- mos de tres ipos: a la propia naturaleza de su objeto, ala funcidn sociale ideol6~ gica que ha desempetiado desde antiguo y. slo en tercer lugar, a la actitud de los Historiadores. Dediquemos unas lineas a cada uno de estos tres aspectos. La Historia noes una materia objeto de conocimiento de indole aniloga a la que constituye la de otras ciencias sociales, La Historia es una «cualidad» in- serta en 1as cosas, una cualidad de lo social, sin duda, pero no es ella misma una cosa, como pensara Durkheim que eran los hechos sociales, No existe un hecho historico por su naturaleza.” En consecuencia, no ha sido nunca un objeto filo- s6fico, analtico o, incluso, empirico de ficil uprehensién. La naturaleza de to Historico ha sido desde antiguo un punto de reflexign de extremada complejidad {que ha ocupado a todo tipo de pensadores, de literatos y de fil6safos. Los ero nistas, sin embargo, identificaron siempre la Historia con los «hechos de la Historia», tos hechos de! pasado; fueron los fildsof0s los primeros que reflexio- naron sobre su natursleza y esencia, De otra pane, escribir ta crdnica de Jos hechos sucedidos, investigatlos y ‘wansmitirlos tuvo siempre o casi siempre una funcidn instrumental, La Historia ‘nacié al servicio del poder, no constitufa un conocimiento como el de Los astros, {a goografia o la matemética. Y s6lo Herddoto confess escribir «para evitar que ‘con cl tiempo los heches humans qucden en el ulvidur. La Historia 9¢ v0 siempre por un legador consustancial a Jo humano, que hacia al hombre is- tinto de la naturaleza, pero de ella formaban parte s6lo los shechos memoni- bess. No fue durante sighos objeto de un conocimiento conjelural, hipotético, sino mis bien una forma de «autocenocimienton. Pod ser objeto Ue reflexion filosética, no tebrica. ¥ ello fue asi incluso, mucho tiempe después de haberse constituido una ciencia de ta Historia. Esta ciencia era conocimiento de «he- hos», no andlisis de Ia naturaleza de ellos. Por tanto, la teoria era denostada como cosa de fildsofos... La Historia era y es una expresién de identidad y por ello ha tenido siempre una funcid subordinada: al poder, x las ideologiss socia- {es, politicas 0 religiosas: su conocimiento ha estado ligado a la elite dominante. ‘tla nacién oal Estado, Al no ser un conocimiento desinteresado dificilmente ha Podido ser un conccimiento fedrico. Por esto, a historia de ta historiograffa no se emiende fuera del contexto general de las formas sociales y las ideas de can momento.” EI propio talante, en fin, ls actitud del cronista y después del hisioriador ‘han estado mucho tiempo Lastrados por esas dos caracterfsticas: la inmaicria- fidad de lo histérico como hecho puramente cultural y la subordinacin de su st estae forma M4 Cona que yaadvimiron Langlois y Seigobus en 1808. Nos refer Inds estensa cn la Sexi sural de aoa 3S. Véase nceea de esto G. Pusan, La invenclin del métahe hire y We histerha |. Bilbao), 1994, expecialmente, ametddica en ef siglo xx. En Historia Contemporines pp IBS y ss WISTORIA E HISTORIOGRAPIA: LOS FUNDAMENTOS. 33 conocimienio 4 intereses externos. Por esto su figura se ha limitado casi siem> pre a ser la dei que investiga los sucesos del pasido y los coloca en forma de discuso coherente y Uhl. I historiador, ya lo hemos dicho, como una equivo- cada reaccidn a ciertas tendencias del siglo XIX, ha querido huit de «la fil0s0- fia», Cosa que no ha hecho practicamente ninguna otra ciencia social. La fun- cidn analitica sobre la Historia como realidad global, la area de desentranar su l6gica, s¢ ha limitado, en el mejor de los casos, al intento de aclarar «las cau sas» de los hechos. Como dijera Lucien Febvre, con su habitual lucidez, hubo lunoy smetoddlogos impenitentes» que descubrieron, hacia 1880-1890, que «al fin y al cabo Ia historia no era mAs que un método. El método histérico». Por tanio, no era en absoluto un pairimonio exclusivo de la historiografia misma, cosa que, entre pardntesis, dispensaba a los historiadores de plantearse la espi nosa cuestin (Qué es la Historia?s.% Serta dificil expresarlo mejor. Pero, justamente, el progreso histérico de la historiografia se ha fundamen- tado en Ia eliminacién paulatina pero decidida de esas tres condiciones 0 di- ‘mensiones, Se ha producido una preocupacién progresiva y determinante por él objeto propio de la historiografia y de abt Ia enorme ampliacién de sa campo, Un imtenio de hacer con ella in conocimiento acientifico» y. por consiguiente. independiente, autosuficiente, no ligado a fines ulteriores. Y un cambio en Ia propia imagen det historiador. desde las condiciones de su profesionalizacidn 2 su bagaje intelectual y técnico. El progreso de la historiografia se ha basado en ‘el esfuerzo por hacer de ella un conocimiento peculiar y, si se permite la expre- sin, objetivo. Es por ello que un texto como éste, de introduccién teérico-metodol6gica al ‘conocimiento de li Historia, 0 como manual introductorio ata prictica de La in- Yestigacién histérica, debe partir, en consecuencia, de dos supuestos bisicos ‘como los que siguen: Primero: el es{uerzo teSrico del historiador tiene que basarse en, y drigirse ‘el anilisis suficiente de ka naturaleza de la Historia, de lo historico. Y el trata- miento de ese tema tiene que integrarse inexcusablemente con el de qué cono- ‘cimiento es posible de la Historia. Se ha dicho que los historiadores rara vez reflexionan sobre Ia entidad de la Historia. Por el contrario, puede aducirse e! ‘ejemplo de otras ciencias sociales, como la sociologia, en la que 1a «ontologia del ser social» constituye siempre un tema tedrico recurrente.” ;Por qué ta na- turaleza del «ser histirico» debe ser una preacupocicn de fldsotos?... Ademas de reflexionar sobre la préctica historiognifica y producir «estados de la cues- tigime, que es ao que los historiadores acostumbran, e» includible repensar ka 36 L Fete, «facia orn Hitonae en Combates por fa Historis, Ariel, Barcelona, 1970 da icin origina de ete conjunin se enrion ex te 1953), 17. Sow muti ls publicciones que pueden citise, demuntrativas de esta afirmacidn. Vea ol semgre myzerente texto eC. Moya, Sociilogosy Sociclogia. Madd, Sipho XXI, 1970, {de J.C. Alexanler, Las tories soctliges see ln seamed gern mada Anilisis ml ‘udimensonal, Ged, Barcelona, 1989. YL, Lamo de Espiaona y I.E Retriguee Rie, Problermas be eon sil eimumgrorine C8, Moai 19S 4 ‘TRORIA, HISTORIA 1 HISTORIOGRAFLA idea misma de Historia; es decir, hacer una reflexién sobre la teoria y no sélo sobre la praxis, por muy importante que ésta sea. Y no debe temerse que esas reflexiones, que el historiador no puede en absoluto dejar de hacer, se confun- dan con ta «Filosofia de la Historias, Tanto el temor como ta confusién misma serfan una prueba mis de inmadurez. Segundo: a articulacion de una buena prictica historingrifica tiene que ‘star siempre preocupada también de la reflexidin sobre el mévado. El método.es considerado muchas Yeces como poco més que un conjunto de recetas; en otras ‘ccasiones el historiador es incapaz de algo mas que describir los pasos que si- ‘gue en su trabajo 0 los que siguen los demas. El método es una cuestion de pre- suposiciones comprobables y de sv comprobacidn efectiva. Y, advirtamoslo desde alora, debe ser entendido como un procedimiento para la adquisicion de ‘conocimientos que no se confunde con las récnicas —cuyo aprendizaje es tam- En suma, la reflexiGn sobre la disciplina historiogrifica es clave en Ia pre- Praracién del historindor, aunque no sea, por desgracia, frecuente. Y es preciso , 4 un historador ignorante de Ia economia potica; otro que desconoce las l= un tercero que no sabe una palabra de 1s asuntos ecesisticos ode los cam- Bios de i opiign pice y ots que descudan sala de la esata o as Ciencias fsicas, no obstante que estas materias son las mas importantes de tales, Jpueso que comprendcn las circunstancias principales que afectan al tempe Tamenio y a la naturalcea de la especie humana.,.: se ha perdido, por tanto, et Inuxlio que hubiera podido obtenerse mediante la analogiay la compara. wo thabiéndose ensayado la concentracin de estos trabajos en la historia, deta cual ‘son, en realidad, partes consttativas indispensabler»* {,Que resonancias no tienen estas palabras, de hace siglo y medio, cuando se las hone en relacidn con la. formacién académica que reciben los j6venes historia- ores de hoy (al menos en Espafia)? Esa formacién es absolutamente insi~ ficient, ademés de inadecuada y, desde luego, culposa por parte de quienes disefian y toleran los planes de estudio existentes. El primer esfuerzo para una ‘eficwe renovecidn en los presupuestos y las pricticas historiograficas deberia tender a la consecucién de un objetivo pragmatico y absolutamente basi 40, Lode historia sincera alate a tule wa tien conacida obra de Charles Seign thos Hisoiee sincere de ka maton francaise (1933), que despert6 coracetarion entre divertidon y sareiticon de Lucien Febre. Vea L- Feber Comores. pei, pp. 133 ys ML HET} Huckle, Misery of Chilaaion 6» Dryland, Londves, 3. W. Patker and Son, 1AS7.1861, La cita ta wana en concret de R. Altamira, La enxesancat dels Hatori, Akal ea for, Mai 1997, p16 (La esi eign ke Atami es de 1894) La oben de Mace he ‘ho coniinuanerve weit has ls ats sesenta de mut sgt, 36 TEORIA. HISTORIA. HISTORIOGRAFA ‘evisidn del bagaje formative del que se dota hoy al historiador: La preparaciGn ‘universitaria del historiador tiene que experimentar un profiando eambio de orien- tacidn si se quiere alcanzar un sako realmente cualitativo en el oficio de histo- riar, Todo progreso efectivo en la disciplina historiografica, en cualquiera de sus, ‘miltiples rumas, pasa por un perfeccionamiento continuo de la formacién cien- Uifica del historiador, ‘Los arguments principales en que se fundamenta la sensucién de indigen- cca intelectual que ofrece esa preparicidn wniversitaria no son dificiles de enu- ‘merar. Una eaposici6n, sin pretensiones de exhaustividad desde luego, tendria {qve seftalar, por lo pronio, tres aspectos claros del problema EI primero de clios, probablemente ef mds grave aunque pueda no parecerlo, es Ia increfble y esterilizadora unilareralidad, el miope constrehimiento con que estén dise~ Aados loy esiudios universitarios del futuro historiador, que se limitan a Jos conocimientos sde Historia», sin practicamente perspectiva alguna mas, ‘ccreana 0 lejana, de otros tipos de conocimicatas y de pricticas,“ tanto en sus fundamentos como en sus productos, Viene luego, la nula preparucisn redriea _y cientifica que recibe cf aspirante a investigador de la Historia « historiador.” Yeen tercer lugar, la preicticamente inexistente enseflanca de un =oficio» que s¢ procura en los centros universitarios. Es palpable que esta tiple carencia se insera en un contexto que se extiende a otras muchas carencias de la uni- versidad actual y que puede ejemplificarse de forma arquotipica, por otra parte, en los estudios en ciencias sociales y, ain mas, en tas Hamadas «hu- ‘manidades». Hoy no es una docirina establecida que la investigaeién de la Historia nece- site del apoyo y de tn amplio conocimienio de todas las ciencias sociales afte nes, de las mas cercanas al menos. al tipo de investigacidn social que practica la historiografia. De los planes de estudio ha desaparecido précticamente en Es pala toda referencia —con La exclusidn quizis de la Geografia— al amplio ‘campo de las disciplinas que conforma las wciencias del hombre», Del primero al dltimo curso s6lo se aprende (”) «Historia». Y ni siquiera se han mantenido las titulaciones de mayor especializacién. El futuro historiador desconoce la sociologfa, la economia, la politologia, por no hablar de la demografia, el latin, laestadistica..., etc, Cuando hablamos de ta formacién tedrica que se procura hoy en la Uni- versidad a un historiador nos estamos refiriendo, en realidad, aalgo que puede decinse sencillamente que no existe. No ya no existe una preparacidn stedrica» planificada y regulada, sino que ni siquiera hay, al menos de forma clara, una ‘dea dominante acerca del «campo» cientfico-social o humanistico dentro del 42. Lavevewion queda ain ms patente si ello era posible, las revsiones a que han sks ‘merits fo planes de estudio de 1993. El tuto de plas seb conse textave ts “bs em oe conocimientom exthictamerte ligadas a Yo hisorogriticn, Peroel asus ex desta> Saks largo guts pode desaeollar gt sea oll par ue va eka aie Hn, Yl pan sujet ps Licence en Histon y del que se spene que tiene wna mis Formac ae que se supene us ISTORIA.F MISTORIOGRAPIA: LOS FUXDAMENTOS. 37 ‘cual debe procurarse su formacién. No hay ninguna teoria historiogrifica que jugar el pape! que la tcoria representa en otras especialidades sociales, desgracia. sizue sin existir una conciencis general entre los profesionales ‘de la historiogralia acerca de Ia importancia crucial que enciema el estableci- miento de un objetivo planificado para dotr al historiador de una formacién -cientifico-social amplia y sdlida, completa. No cabe desconocer que proble- mas de ese mismo tipo afectan, y de manera grave, a otras profesionalizacio- nies en determinailas ciencias sociales, No es ocioso advert, sin embargo, que el asunto de Ia inadecuacidn de ta formaciéa historiogrifica es un caso, tal ‘vex el mas exiremo, de las deficiencias esiructurales y operativas de Ia ense- fanza y prictica de las ciencias sociales en Espana, campo éste en el que fabundiin mucho mis los mitos beatificos e incombustibles, los (dolos media- ticos y los dispensadores de ideologia, que los investigadores rigurosos e in- Hes, Ej terver aspecto de Jos seftslados es tan claro como el precedente ¥ n0 me- thos relevante que ¢l. Nuestra situaci6n actual es de ausencia précticamente {otal er a formacicn det hisioriador de una minima ensefunza de un «oc! ‘oficio cuyos destrezas tendrfan que atender tanto a una formacién en principios Ppresupuestos como en méiodos: tanto a las «técnicas» como a la capacidad Is ba seta deta hiworiograis en a Universe Hod tras ‘vee a reducirse casi a un mcto verbalismo —no sicmpre, natursimenic—. a luna exégesis de fa produccién eserita existente. a una lectura de «libros de Historia», de informacién eventual. y no a la trasmisién de tradicién cientifiea falguna. Cuando existen materias cuyo contenido es la «teoria», el «método~ y ‘uiestiones afines, Iejos de convertirse, como seria imprescindible, en materias aabsolutamente estructurales en la formacién del historiador, siguen siendo, por fl coatrario, materias periférieas, meramente complementarias y no siempre Ia coneclusiéa sobre este estado de cosas no puede ser ‘Mivy optimist, Nuestros jévenes salidos de la Universidad licenciados en His- toria nara ver estiin adecuadamente preparados en la teorfa y el métode histor Hiogrificos. La formacién recibida es puramente memoristica y mis que me diocre. Seguramente nos queda ain un largo camino por recorrer hasta que haya un convencimiento comin de que el oficio de historiar no es el de «con tur historias», obviamente, por mis de moda que esté hoy semejante visin, Ni fuin cuando esas historias reflejaran de verdad, lo que es muy improbable, las ‘cosas como realmente sucedieron». seytn la tan enormemente mania expre- sidn de L. von Ranke. En estas condiciones es diffil que exista impulso y mo- tivacién suficienie, que exisia fundameato cientifico serio entre los profesio- 44, Loxplanes de estudio e149 exatlocern como asgnatur tex! yx ant, ob torn, La ctniclacvn fo rds de la ivestgaciin Watéscas, pro al wo else wh dees ‘Sapeeiica de comsciniento ve ee y. (Or tant, a ofevorado expecfice, wu imyaricion © Sota seer. sconce ce ee rds pie ‘et 38 “THORIA. HISTORIA. 1 ISTORIOGRAFLA nales de la Historia, para enfremar fa idea comdn en imbitos como el politico ‘el mediitico de que lw Historia no es mas que una cuestién opinable... Seri incompleta y, seguramente, ester, na pretendida formacién tanto del historiador dedicado a ta investigacion como, también, del dedicado a la ense- fanza, que no atienda « dotar al sujeto de un conocimiento suficiente de las clencias de la sociedad y, tras ello, de un fundamento de 1a naturaleza, las ifi- caltades de andlisis y a multipticidad de visiones de lo historico, Que no 60- ‘nozca de forma suficiente el proceso historico de Ia historiogratia. Que carezca, ‘on fin, de lay necesarias bases sobre la forma de proceder de un conocimiento que se pretenda «al modo de la clencia», para el que sera preciso conocer té- nicas de tratamiento de los datos, de las que hoy no se dota por lo comtin a los historiadores. La formacién humanistica de un historiador, asunto irrentincia- ble, no debe entenderse, como por desgracia suele suceder, como algo contrario 41a posesién de un talante de busqueda de verdades comprobables, de unas ‘éenicas y de un oficio, Muchos conocimicntos sobre el curso de la Historia n0 ‘on, en modo alguno, un sustitutivo de todo lo anterior. Humanidades, ctencia y téenicas De munera concreta y pragmitica, puede decirse que en la formacién de! cientifico social hoy, comprendiendo en esa categoria de forma incuestionable al historiador, bubrfan de converger en una sinlesis correcta tres dimensiones formativas enteramente imprescindibles: la formacion fuemanistica, ia cientifica y la réenicu. En primer Iugar, lt formacién humanfstica, Ia verdadere formacién huma- nistica y no el Wipico de las «humanidades», mero revoltijo de materias «de Letras», deberfa dotar al curriculum formativo del historiador, como al de cual- quicr otro especialista en las ciencias humanas, de un conocimiento suficiente de lu cultura cldsica, en primer lugar, de donde se nutre la sustancia culural de ‘nuestra civilizacién, El hamanista no puede prescindir de unos minimos cono- cimientos flolégicos, de un contacto con las lenguas de la cultura grecolatina, de su historia y de Is historia del pensamiento clisico, Pero probablemente ‘is importante que la cultura filoldgica lo sea la floséfica, {Como puede acce- derse al lenguaje cientifico sin una minima formacién filossfica? Especial- ‘mente Ia Idgica y la teorfa del conocimiento son imprescindibles para todo cciemtifico soeial y, por tanto, para c! historiador. Un cientifico social no podrit ‘hunea prescindir del humanismo clésico, de las concepciones del hombre que se han transmitido hasta hoy, y de la disciplina intelectual que represenia el hahito flossfico. Pero no hay nada mis nocive que entender que la formacién humanistica es ‘jena, 0 ests relida, como se eree a veces, con la formacidn también en los prin- Cipios bisicos del trabajo efentfico. No existe en a cultura de hoy en dia, ain, lum efror mis nefasto que el de seguir considerando que humaniymo y ciencia son dox dimensiones inteleciuales diferentes y contrapuestas, Por el contratio, cciencia y humanisme son hoy dos dimensiones culturales irrenunciablemente |MISTORIA E ASTORIOGRAFIA: LOS FUNDAMENTOS 30, ‘nidas. La formacién minima en Jos problemas del conocimiento cientffico tiene que acompaiiarse del conocimiento de las condiciones actuales de la cien- it Social. Todo acceso por minimo que sea a los procedimientos de ln ciencia debe empezar por la comprensidn de que el trabajo cientffico conileva la adqui- ‘eid de un «lenguajes, formalizado en cierta manera, pero que no se reduce en forma alguna al lenguaje matematico, ‘La formacién cientifico-social genérica y amplia debe atender a que, en ‘nuestro caso, el historiador se familiarice, cuando menos, con la situacidn de aaquellas ciencias sociales mis cercanas a la historiografia y, sies posible, in- ‘luso se mucva en ellas con sollura, dado que del conocimiento algo mis que ‘fudimenuario de cicrtas ciencias sociales podra depender en parte la especiali- ‘tacidn concreta que el historiador pretenda. Pero aquello que debe presiir esta sistomuitica puesta a punto de Ia formacicn cientifica del historiador es precisa- ‘mente ct aspecto mis gencralizamte, mais global, de lo que constituye la ciencia ide la sociedad, es decir, a teoria splicada de! Conocimiento de lo social, © 1a Aeoria de la ciencia aplicada a la ciencia social, La formacién en los fundamenios logicos y epistemolégicos de la ciencia debe ir acompariada de una formacidn prictica en métodos de investigacion so- ial de orientacidn diversa, y en téenicas que irfan desde Ia archivistca a la en- ‘@vesta de campo. fen lo dicho nadie debe ver una minusvaloracién det hecho de 6, naturalmente, la propia formacidn historiogrifica espectfica el objetivo in y corral do congcerroforna del sisomna de popercion de oe jévenes Wistorisdores. En todo caso, una formacién humanistica, teGrica, metodoldgica ¥¥ Weniea adecundas es lo que cabe reclamar desde ahora para establecer un nue 40 perfil de! historiador, sin perjuicio de las especislizaciones que Ia prictica aeonseje y que, hoy por hoy, aunque parezea inconcebible, estin excluidas del ‘euriculo de la licenciatura en Historia. No es ningiin despropésito extraer, por tanto. como recapitulaciéin de estas -comsideraciones, la conclusién de que no habrd una seria formacién de histor ores si no se hace de la teorda historiografiew el centro de Ia formaciéa dis- ‘iplinar y de la metodologia de la investigacién histériea un habito prictico de reflexion y de prueba que acompatien a toda preparacién empitica y téenica. En ‘este sentido, serfan aqui pertinentes para concluir un par de proposiciones mis que remachen lo que Hlevamos expuesto, ‘Una se refiere la necesidad de reconsiderar la significacién completa de lo ‘que entendemos por «formacién de un historiador» en lo que tiene de inmersién, ¥ de apropiacién de una tradicién, un estilo de pensamiento, una capacidad de ‘abajo cientifico y una preparacién instrumental adecuada, La actual prepara ‘ion espanola, a despecho de los progress que no han dejado de efectuarse, desde luego, y en clara contradiccidn con los profundos cambios operados en a concepcion social de la actividad de historiat, esti enteramente obsolcta, ‘carga de ratinas, 45, _Véame 4 esto efecto, las comincenies comblenchanes den cieiien, A. ermine ‘ana, £0 actos rosin de ta eiene. tines Noel, Oviedo, 19S.

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