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18 El fascismo Hoastanpo ex TERMINOS GENERALES, HL EASCISMO, COMO EXISTE EN ALE- ‘mania ¢ Italia, es una forma que asume el imperialismo en la época de las guerras de redivisin, Este capitulo sed dedicado a la elaboracién del tema sobre la base de la teo- ‘fa del imperialismo expuesta en las paginas anteriores. 1, LAS CONDICIONES DEL FASCISMO El fascismo surge en ciertas condiciones histévicas especiicas que son, a su vez, el producto del efecto de las guerras imperialistas de redivisin en la estructura econd- ‘ica y social de las naciones capicalstas avanzadas. De acuerdo con el uso militar y diplomtico, al final de uaa guerra las naciones beligerantes se dividen en dos care- gorfas, las dl bando victorioso y la del vencido, Las proporciones del daf en la estruc~ ‘ura social interna de los diferentes pases, sin embargo, proveen una base més impor tance para la clasificacién. Segin las proporciones y la gravedad del dafi sufrido, es posible disponer los paises en una serie que va de aquellos que salen virtualmente incé~ umes, 0 aun en realidad reforzados, a aquellos en los cuales la estructura preesisten- te de relaciones econdmicas, politicas y sociales, esté completamente destrozada, Usual- ‘mente, las naciones del bando victorioso estén més cerca de la cispide y las del vencido ‘mas cerca de la base de la escala, peto la correlacin dista de ser perfecta. 'No es ficil establecercriterios para juzga las proporciones y a gravedad del dafio suftido por un pals como resultado de la guerra, pero ciertos sintomas conexos serfan, sin duda, ampliamente aceptados como indicadores: la extrema escasez de alimentos y otros productos necesarios para la vida; el derrumbe parcial de «la ley y el orden»; la desorganizacién, la indisciplina y la inseguridad de las fuerzas armadas; la pérdida de 4a confanaa en la clase dominante as{ como la falta de respeto por los habios estableci- dos de pensamiento y de conducta entre vastos sectores de la poblacién. Fst prictica- _mente garantizado que condiciones de esta indole den origen a luchas revolucionarias que eventualmente pueden resolverseen una victoria decisva de la contrarrevoluciéns cn el derrocamiento de la estructura existente de relaciones de propiedad y la implan- tacién del socialismo —como ocurrié en Rusia en 1917~; 0 en un empate temporal en cl que ninguna de las grandes fuerzas contendientes, la clase obrera y la clase capita- 306 CAPITULO 18 lista, pueda obtener un triunfo decisive ~como ocurrié en Alemania y, menos inequi- vocamente, en otras partes de la Europa central y oriental, en 1918 y 1919. Es este Altimo caso el que nos interesa aqui. El hecho de que la revolucién no legue a consumarse en sentido socialsta es, en tun sentido muy rel, l clave de desarrollos posteriores. La mejor descripcién de lo que resulta ¢s una situacién transitoria de equilibrio de clases que descansa sobre la base de las relaciones capitalistas de propiedad. Juridicamence, este equilibrio de las Fuer- za de clase tiende a expresase en una forma de Estado ultrademoeritca, ala cual Onto Bauer dio el nombre de «repiblica popular.’ La repiblica popular deja el control de Ia economia a los capitalistas, pero al mismo tiempo otorga a la clase obrera participa cién en el poder del Estado y libertad de organizacién y agitacién para el logro de sus fines propios. El personal del aparato del Estado es en su mayoria el mismo, pero la debilidad e inseguridad de las fuerzas armadas a disposicin del Estado obliga a los capitalisas a seguir una politica de contemporizacién y compromiso. El cardcter democrético de la repiiblica popular da origen a ilusiones diversas. Los liberales consideran la participacién en el poder del Estado y los compromisos que necesariamente resultan una sefial de cooperacién de clases y de atenuacién del con- flicto social; los revisionistas creen que la repablica popular es solo un puente hacia la realizaci6n gradual del socialismo. A menudo se pasa por alto la realidad del anta- gonismo de clases tras el equilibrio temporal de Fuerzas. Pero pronto estos diagnésti- 0s optimistas son desacreditados por los acontecimientos. Nada prueba la inesta bilidad y el cardctr cransitorio de larepiblica popular tan claramente como su ineptitud para suavizar las contradicciones de la produccién capitalist Lejos de ser eliminadas, estas contradicciones se intensifican. Las ventajas logradas por los sindicatos grande- mente reforzados y la promulgacién de leyes sociales bajo la presin de la clase obre- 1, arrojan sobre la produccién capicalista cargas que esta est4 mal preparada y peor dispuesta a soportar. El gran capital hace frente a esta situacién de dos modos. Prime- ro, estrechando sus organizaciones monopolistas y exprimiendo a las clases medias Estas Gltimas, empobrecidas ya por la guerra y por el trastorno subsecuente de la vvida econdmica, el cual, bajo la forma de inflacidn, gravita muy pesadamente sobre aquellos que tienen pequefios ahorros y carecen de organizaciones que los protejan, encuentran que su desesperada situacién mejora sélo ligeramente por el regreso a tla ley y el orden», y que ellas son en realidad las huérfanas dela replica popular. Segun- do, los capitalistas emprenden una intensa campafia de «racionalizaciéne, es decir, de sustitucién de fuerza de trabajo por maquinaria y de intensticacién del proceso de trabajo, lo que trae por consecuencia el engrosamiento dels filas del ejécito de reser- ‘va. Bs verdad, por supuesto, que la restauracién de la merma y destruccién econdmi- cas del periodo de guerra da la base para una recuperacién considerable dela activi- dad econémica, recuperacién que précticamente en todas partes en Europa, durante la década de 1920, fue alentada y apoyada por la imporcacién de capital de Estados Unidos. Por algin tiempo la produccion de medios de produccidn deja de depender del mercado de articulos de consumo; pero sélo por algiin tiempo. Una vez que el 1. Die terechiscle Revoluson (1923), especialmente cap. 16 eDie Vllsrepublile). Baer no x hacia ilsione sobre la evabildad o permanencia del epiblia popula EL FASCISMO. 307 ‘mecanismo de produccién ha sido sustancialmente reconstruido, se descubre que la demanda de articulos de consumo, deprimida como esté por el empobrecimiento de las clases medias y por el desempleo tecnolégico entre los trabajadores, es inadecua- dla para sostener altos niveles de actividad econémica. Se hace inevitable una crisis, seguida por un marcado descenso de la produccién y del empleo. Desde el punto de vista de la produccién capitalisa, semejante crisis podela ser ate- rnuada o superada por el método imperialista normal de la expansién en el extranjcro. Pero son precisamente los paises que fueron més gravemente debilitados por la guerra precedente los que tienen las menores oportunidades de tomar este camino: sus colo nias es fueron arrebatadas y su fuerza militar esté tan agotada que no pueden seguir tuna politica exterior agresiva. Ademds, la clase obrera, con st influencia politica en la repiblica popular, se opone resueltamente a nuevas aventuras imperialistas. Hil- ferding,escribiendo en 1931 y tomando en consideracién la reciente experiencia ale- mana, se impresion6 tanto por este estado de cosas que considers el expansionismo imperialista casi un fenémeno del pasado. «Es el control mas fuerte de la politica exte- ror en los paises democréticos -escribié— el que limita en grado extraordinario el empleo del poder del Estado por el capital financiero.»° Esto era muy cierto en los dias cn que fue escrito, pero desgraciadamente Hilferding no era ya capaz, como en o1ros tiempos lo habia sido, de sacar las conclusiones de su propio andlisis, Lacexposicién de esta seccién puede resumirse brevemente como sigue: una nacién ccuya estructura econdmica y social es seriamente quebrantada como resultado de una guerra imperialist de redivisin, puede, si fracasa en ella una revolucién socia~ lista, encrar en un periodo de equilibrio de clases, sobre la base de las relaciones capi- talistas de propiedad. En tales condiciones, la intensificacién de las contradicciones del capitalismo conduce a una grave crisis interna que no puede ser eresuelta» recurrien- do a los métodos normales de la expansisn imperialista. Este es, por ast deciel, el werre- no en que el fascismo echa races y se desarrolla. 2, EL FASCISMO SUBE AL PODER Tanto los origenes como la base de masas del fascismo hay que buscarlos en las cla- ses medias, que forman un sector tan grande de la poblacién de los pafsescapicalistas en la €poca del capitalismo de monopolio. Lenin sefialé muy claramente la caracte- risticas dela psicologia de la clase media, que en circunstancias adecuadas fomenta y stimula el desarrollo de un movimiento fascist: Para los marnistas estétedricamente bien demostrado -y la experiencia de todas las revoluciones y moyimientosrevolucionarios europeos lo ha confirmado plenamente- que el ‘pequefio propieario (un tipo social muy ampliamente representado en muchos pass euro- eos), que bajo el capitalism sufte una opresién constant y con mucha frecuencia un ince blemente agudo y ripido empeoramienco de sus condiciones de vida, y aun la ina, se hace on fuildad extremadamente revolucionario, pero es incapaa de mostrar perseveranca,apti- 2, xDie Eigengostlchhst der kapitlsischen Enewicklung-,en Kapital und Kaptain, Bern- hard Hatme (1931), vol}, pp. 35-36 308 CAPITULO 18 td para organizars, dsciplina y firmeza. El pequefio burgués, «furiosov por los hortores del capitalismo, es un fenémeno social caraceristico, como el anarquismo, de todos los pa- ses capitalists. La instabilidad de semejanterevolucionatismo, su exerilidad, su aptitud para ‘tansformarse ripidamente en sumisién, en apata,en fantasia y hasta en un apasionamien. +0 locos portal o cual novedad» burguesa, todo esto es generalmente conocido? Lo que Lenin dice aqui del pequefio propietario es aplicable en grads diversos a vastos sectores de las clases medias. Son precisamente estos grupos los mas desastrosa- ‘mente afectados durante el periodo de capitalismo de equilibrio de clases que puede seguir a una guerra de redivision fracasada. Constituyen el alma del apoyo popular al fascismo. Una ver que el movimiento ha comenzado a avanzar, otros elementos de la poblacién son atraidos a él, no siempre por las mismas razones; estos incluyen ci tos grupos de obreros no organizados, agricultores independientes, parte del ejécivo de desocupados, elementos desclasados y criminales (el llamado lumpemprolerariado). y jOvenes de todas las clases que no ven frente a ellos sino muy pobres oportunidades para una carrera normal. La ideologia yl programa del fascismo reflejan Ia posicién social de las clases medias, y a este respecto son meramente una intensificacin de actitudes que, hemos visto ya, son caracteristicas del imperialismo.* Los ingredientes principales tienen un carfcter ncgativo, a saber, hostilidad al trabajo organizado por una parte y al capital ‘monopolista por otra. En el aspecto positivo las clases medias compensan su falta de Intereses de clase comunes y de slidas bases de organizacién con la glorificacién de la nacién y dela erazav a que pertenecen. A los extranjeros y alas minorias racales se les culpa de desgracias cuya naturaleza no se comprende.* En lo que se refiere a los pro- blemas econémicos y sociales internos, el programa del fascismo es una masa de oftecimientos mal digeridos y a menudo mutuamente contradictorios, que se distin ‘guen sobre todo por su carécterinconfundiblemente demagégico, Es dificil que algu- no de estos ofrecimientos sea nuevo w original; casi sin excepcién han aparecido y rea- pparecido en petiodos anteriores de calamidad social. Lo que da al fascisme coherenciz y validez es su énfasis en el nacionalismo, su demanda de restauracién de un fuerte poder de Estado y su llamamiento a una guerra de revancha y de conquista. Es esto le que pone una base firme para el acercamiento entre el fascismo y la clase capitalisea. Laactitud de los capitalistas hacia el fascismo es, al comienzo, de reserva y recel: desconfian de él sobre todo por sus ataques desaforados al capital financiero, Pero medida que el movimiento se extiende y gana el apoyo popular, la actitud de los capi- talista sufre una transformacién gradual. Su propia posiciin es dif, atrapados como estin entte las demandas de la clase obrera organizada y el xcerco» de potencias cap talistasrivales, Ordinariamence, en tales circunstancias, la clase capialista harla use del poder del Estado para someter a los obreros y para mejorar su propia situacio= internacional, pero ahora este camino esté cerrado para ella. Fl Estado es débil y los obreros participan de su control. En consecuencia, el fascismo, una vez demosts> 3. LeficWing Communi a lfintile Disorder, ed. Inersationa Publishers, 9.17 4. Veanse spre, pp. 273 6 5. Con eso no queremos negar que e! apoyo de a clase media para dsctiminar a as minoria nc base también en la posible obtencin de vneaasecondmicss inmediatas EL FASCISMO, 309 su derecho a ser tomado en serio, pasa a ser considerado un aliado potencialmente ‘alioso contra los dos peores enemigos de los capitalstas, los obreros de su propio pais y los capitalistas de los paises extranjeros; pues la autenticidad del odio del fas- cismo a los trabajadores y a los extranjeros jamds admite duda. Por medio de una alianza con el fascismo, la clase capialista espera restablecer el Estado fuerte, subor- dinar ala clase obrera y ampliar su «espacio vital» a costa de las potencias imper listas rivals. Esta es la raz6n de los subsidios financieros con que los capitalistas apo- yan el movimiento fascistay, lo que es quizd mas importante, de a colerancia que el personal del Estado dominado por los capitalistas muestra frente a los métodos vio- Tentos eilegales del fascismo. No debe suponerse que los captalistas estén totalmente saisfechos con el ascen- so del fascismo. Es incuestionable que preferirian resolver sus problemas a su modo ello fuera posible. Pero su impotencia los obliga a reforzar el fascismo, y cuando al fin las condiciones del pafs se vuelven del todo intolerables y una nueva situacién revo- lucionaria asoma en el horizonte, los capitalists, desde sus posiciones dentro de a ciu- dadela del poder del Estado, abren las puertas y dan entrada alas legiones fascistas 3, LA «REVOLUCION» FASCISTA, ‘Una vez en el poder, el fascismo emprende con despiadada energia la destruccion del equilibrio de clases que esté en la base de la indecisidn y la pardlisis de la repuibl «2 popular. Los sindicatos y os partidos politicos de la clase obrera reciben los prime- ros y més duros golpes: sus organizaciones son aplastadas y sus Iideres, asesinados, encarcelados 0 arrojados al exlio. Viene enseguida el establecimiento del Estado fuer- te, por ditimo, tomadas estas medidas preliminares necesarias, el viraje hacia los prepa- rativos a gran escala para una nueva guerra de redivision. Estos tres pasos encierran Jo que a menudo se llama la «revoluciéns fascist. El reforzamiento del poder del Estado es de por sf un proceso complicado que implica inevitablemente el ahandono del programa radical dela clase media en que el fascismo se apoyé para subir al poder. El que se trate © no de una determinacién deliberada de los ideresfascistas es cosa que ni siquiera merece discusién. El progea- ma fascista es autocontradictorio y no tiene en cuenta el earicter real de las leyes: econdmicas; se opondrfan enconadamente a él todos los poderosos clementos de la clase capitalista, El intento de ponerlo en préctica seréz provocar el desastte y acaso hacer para siempre imposible la realizacién de los suchos dle conquista exterior que consticuyen la médula ideol6gica del fascismo. No silo no puede permitirse el fascis- ‘mo susctar contra ¢! la hostilidad de los capitalistas, sino que requiere su plena coo- peracién, ya que ellos ocupan las posiciones estratégicas de la economia y poscen cl entrenamiento y la experiencia necesarios para hacerla funcionar. Los capitalistas. por su parte, acogen gustosos la destruccién de la fuerza organizada de la clase obrera y se rientan con entusiasmo hacia la ceanudacién de la politica de expansionismo en él exterior. La reconstruccién del poder del Estado tiene lugar, por lo tanto, sobre la base dde una alianza cada vez ms estrecha entre el fascismo y el capita, particularmente el capital monopolista de las industrias pesadas esenciales. 310 CAPITULG 18 En le politico, el establecimiento del Estado fuerte implica desechar toda la orna~ mentacién de los partidos politicos propios de la democracia parlamentaria. Pero esto no es rodo, Los elementos extremistas dentro del partido fascists mismo, amar- gamente resentidos por lo que s6lo pueden considerar una traicidn al programa fas- cista de reforma social, exigen insistentemente una «segunda tevolucién. La crisis aque se desarrolla en las fila del fascismo es resulta por una parga de los lideres disi- dentes y por la integracién de los ejércitos fascistas privados en las fuerzas armadas regulares del Estado. De aqui en adelante, el partido fiscista pierde su indepen- dencia y se convierte en realidad en un mero auxiliar del aparato del Estado. Por estos medios, el fascismo transfiere finale irrevocablemente su base social de las cla- ses medias al capital monopolista. Tiene lugar ahora una interpretacién de la alta direccién fascistay los circulos dominantes del capital monopolista, la que da como resultado la creacién de una nueva oligarquie dominante que dispone de forma coor- dinada del poder econdmico y politico. Todas las energias de la nacién se dirigen en lo sucesivo al rearme; cualesquiera otras consideraciones de politica econémica y social se subordinan al propésito dominante de librar y ganar una nueva guerra impe- Las realizaciones de la tevoluciéno fascista son ast la destruccién del equilibrio de clases preexistente el establecmiento del Estado fuerte y la preparacién dela nacin para tuna nueva guerra de redivisién, Lejos de derrocar el imperialismo capitalist, el fascismo pone en realidad al descubierto su esencia monopélica, violenta y expansionista, 4, LA CLASE DOMINANTE BAJO EL FASCISMO Ha habido tantas teorlas del fascismo interpretindolo como un orden social nue- vo, fundamentalmente ni capialista ni socalista en su carter, que acaso no sea impro- pio formular més explicitamente nuestra actitud hacia este problema." Las teorfas en cuestién admiten comiinmente que el fascismo ha conservado las formas del capita- lismo, pero sostienen que estas formas constituyen una mera pantalla tras la cual una ‘nueva clase dominante se apodera de los controles verdaderos y los maneja para sus propios fines. La indole de estos fines queda por lo general un poco vaga, pero quid no sea inexacto decir que la mayorla de los autores los conciben en términos de poder. En la persecucidn del poder, se dice, a clase dominante fascista hace a un lado las sxeglas del juego capitalstar;en consecuencia, el fascismo es una nueva sociedad que ni acata las leyes ni padece las contradicciones del capitalismo. La exploracién cabal de esta tess exigiela, por supuesto, un aniliss de sociedades fascstas concretas, and- lisis que no podemos emprender aqui’ Pero puede ser un ejercicio dil el de someter a prueba el concepto de la nueva «clase dominanter fascista, ala luz de la teorfa del capitalismo expuesta en este libro. 6, Buena pare del andlsis que sigue etd ema de mi arcu «The Masion ofthe Managerial Reo lation, en Since and Soin, inierna de 1942 7. Para un airable estudio soe el faim alemn, véae Fana Necmann, Bebemh, Las col siones de Neumann son surancalmert déntca as que extaemos aqul FL FASCISMO. an La filiacién de clase no depende de los origenes sociales. Una persona nacida en el seno de la clase obrera puede convertirse en capitalista, y viceversa. Los origenes sociales comunes son importantes para el pensamiento y la cohesién de una clase, pero 1no determinan su composicién. Esta depende de la posicién que los individuos ocu- pan realmente en la sociedad, es decir, de sus relaciones con otros y con la sociedad en su conjunto, Para el marxismo esto significa, principalmente, a posicién en la estruc- tura de las relaciones econémicas que dominan la totalidad de las relaciones sociales. Es este el camino por donde llegamos a la definicién de la clase dominante como una clase que incluye a las personas que, individualmente 0 unidas, controlan los medios de produccién. Esta es una definicién general inobjetable en la manera en que estd expuesta, pero es importante advertir que no va muy lejos y que su aplicacién acrtica puede ser engafiosa, Si bien es verdad que la clase dominante esti formada por aquellos que con- trolan los medios de produccién, lo inverso no es necesariamente cierto. El control de los medios de produccién no es de ningsin modo sinénimo de explotacién de una par- te de la sociedad por otra. Sila relacién de explocacién no existe, el concepto de una clase dominante es inaplicable y se dice que la sociedad es una sociedad sin clases. El ejemplo mis inequivoco de una sociedad sin clases lo encontramos en lo que Marx Ila- :mé eproduccién simple de mercancias», en la que cada productor posee sus propios ‘medios de produccién y trabaja con ellos. Ademas, debido a su naturaleza como deft- nicién general que se aplica por igual a todas las sociedades de clas, la definicién de que se trata no da ningin indicio sobre ls diferencias entre ella y, por lo canto, ni gin criterio para distinguir una clase dominante de otra. Para plantezr el problema de forma cruda, supongamos que un nuevo grupo de individuos adquiere el control de los medios de produccién, Es una nueva clase dominante o sélo un nuevo personal de la vieja clase dominante? La definicién general no sirve de nada para responder a sta pregunta Este ejemplo debe prevenirnos sobre l imposibilidad de traar el problema de la clase dominante como un problema abstracto de la sociedad en general. Para hacer del concepto un instrumento til deandlisis social, tenemos que ser ist6ricamente espe- «ificos. Esto significa que, en el caso de cada clase dominante particular, debemos es- pecificar cuidadosamente el caricter de las relaciones sociales en que ocupa la posicién dominante y la forma del control que cjerce sobre los medios de produccién. Son estos factores, y solamente estos los que determinan los mévikes y objetivas dela clase domi- nante. De este modo podemos distinguir entre las clases dominantes; tendremos, en. resumen, un método para separar las revoluciones sociales genuinas (cambios en el sdgimen de clase) de las simples sustituciones, que pueden ser més o menos comple- 1a, de antiguas por nuevas cara. ‘Apliquemos ahora estas consideraciones al caso del capitalismo. Aparte de grupos incermedios y residuos de formas sociales anteriores, tenemos aqui dos clases bisicas, a saber, los capitalistas que poseen los medios de produccidn y la clase de los trabaja dores libres asalariados, que no poseen sino su propia capacidad de trabajo. La impor- tancia de la forma del control que se ejerce sobre los medios de produccién no pue- de ser destacada con exceso. Esta forma es la propiedad de capital, de la que, por supuesto, el capitalismo deriva su designacién; correspondientemente, la exploracién an CAPITULO 18 asume la forma de produccién de plusvalia. El de «capital» no es simplemente otto nombre de los medios de produccién; se trata de medios de produccién reducidos a tun fondo de valor cualitativamente homogénco y cuantitativamente mensurable. El capitalista no se interesa en los medios de produccién como tales, sino en el capital, y esto significa necesariamente capital considerado una cantidad, puesto que el capi- tal slo tiene una dimensién, la dimensién de la magnitud. Hemos visto ya en capitulos anteriores que el interés del capitalist en la cantidad de capital tiene el efecto de que la expansin del capital se convierteen su objetivo prin- cipal y dominante. Su estatus social es ~y s6lo puede ser—decidido por la cantidad de capital bajo su control; es més, aun cuando el capitalista como individuo se contenta- ra con «mantener su capital intacto», sin aumento, s6lo podria perseguit racional- ‘mente este propésito procurando su expansién. El capital tiende de forma «natural» contraerse las fuerzas de la competencia y la transformacién tecnolégica obran cabal- ‘mente en tal sentido y esta tendencia slo puede ser vencida por un continuo esfuer- 2 de expansién. Fundamentalmente, la plusvalia es un incremento del capital; el hecho de que el capitalista consuma una parte de su ingteso es un fendmeno secundario. La expansién del capital no es, por lo tanto, un objetivo que los capitalistas pue- den adoptar, ono a su arbittio; tienen que perseguir ese objetivo so pena de ser elimi- nados de la clase dominante. Esto es verdad tanto de los propietarios reales del capi- tal como de aquellos que, aunque no son propietarios importantes, entran en la «cadministraciény del capital, como no sin frecuencia ocurre en la corporacién moder nna, Ni unos ni otros son en ningiin sentido actores libres. La clase dominante bajo el capitalismo esté formada por los funcionarios del capital, por aquellos cuyos méviles ¥ objetivos les son dictados por la forma histrica especifica de su control sobre los ‘medios de produccién. Fue esto lo que dio origen a la observacién de Marx, en el pre- facio a la primera ediciOn de El capital: «Mi punto de vista, desde el cual la evolu- cidn de la formacién econémica de la sociedad aparece como un proceso de historia natural, menos que cualquier otro puede hacer responsable al individuo por las rela~ ciones cuya criatura él sigue siendo socialmente, no importa lo mucho que, subjetiva- mente, pueda elevarse sobre ellas. Este andlisis nos ayuda a resolver el problema dela clase dominante bajo el fascis- ‘mo. Como hemos visto, las formas del capitalismo se mantienen: los medios de pro- duccién conservan la forma de capital; la explotacién sigue tomando la forma de produccién de plusvalia. En consecuencia, a clase dominante es ain la clase capitalis- ta. Su personal, sin embargo, cambia un poco. Por ejemplo, puede ser que se expro- Pica los capitaliscas judios y que muchos lideres fascistas usen su poder politico para adquirirposiciones importantes en la industria. Pero estos nueves miembros de la la- se dominante no tracn consigo nuevos méviles y objetivos que sean desacordes con Ja perspectiva de los captalstas alos cuales sirven de apoyo. Por el contrario, pronto adoptan como propios los méviles y objetivos que dimanan inevitablemente dela po- sicién que pasan a ocupar en la sociedad. Son ahors responsables ante el capital; como cualesquiera otros en esta posicién, deben esforzarse por conservarlo y acrecentarlo. Como todos los advenedizos, sin embargo. ponen en su tarea més energia y menos escripulos que quienes, por educaci6n y tradicién, estén acosrumbrados a cumplir los deberes que el capital impone a sus facionatios EL FASCISMO 313 La infusién de sangre nueva en las filas de la clase capitalsta es as una consecuen- —," con el gobierno, por asi deciro, como junta directiva. El capital permanece dividido en unidades de organizacién distintas que en su mayor parte tienen forma cor porativa. Quienes dominan las corporaciones mds grandes constituyen la oligarquia do zante, mientras que las personas ligadas a las unidades de capital més pequefias ocupan ‘una posicién inferior en lajerarquia econdmica y social. Ademds, dentro de la oligarquia dominante misma, la posicién del individuo es aproximadamente proporcional alam: nitud del capital que representa, tal como, por ejemplo, en la sociedad feudal los sefio- res que poseen los més grandes dominios superan en rango a sus rivales menores. Por «sta rain, el apremio de autoexpansién sigue siendo tan fuerte como siempre en los sec- ‘ores separados del capital. Hay cuatro métodos de expansin al alcance de las mayores ‘unidades del capital monopolisa la acumulacién interna, la absorcié de capitales meno- res, a expansién en el extranjero y a expansién de unos a costa de los otros. Este ti- mo, sise lleva al extremo, puede debilitar seriamente el capital monopolist en su con- junto y, por lo mismo, debe ser mantenido bajo estricto control por la oligarquia ddominante; pero ninguna objecién semejante se aplica alos tes primeros. En consecuen cia, ls grandes corporaciones y combinaciones reinvierten sus ganancias, rvalizan entre si engullendo capitales pequetios y se sirven del Estado en diferentes formas para exten- der su espacio vital» a expensas de las naciones extranjeras. Explotando habilmente sus oportunidades, cada cual espera acrecentar su importancia y fuerza relativas, sin ver- se envuelta, sin embargo, en una lucha costosa y aun posiblemente suicida con sus rivales. La imperiosa necesidad de una politica unificada contra las masas del palsy con- tral mundo exterior no impide, por o tanto, alos capitaistas monopolistas realizar una campafia constante, aunque en gran parte inadvertids, por la expansin y el ascenso de sus negocios dentro de las marcos de la economia fascsta. 8, Das inonckapital, pp. 295 y 314 caPtruto 18 En otro tiempo, yo pensaba que el fascismo podia ser correctamente descrito como scapitalismo de Estado», el cual yo definia como «una sociedad que es enteramence capitalista en su estructura de clase, pero en la cual hay un alto grado de centraizacién politica del poder econémico».’ La definicidn en sf, aunque tal vez falta de exactitud, no es una caracterizacidn incorrecta del fascismo, pero un examen de la farma en que otros autores, y particularmente los marxistas, han usado el término «capitalismo de Estado», me ha conducido a la conclusién de que su aplicacién al caso del fascis- ‘mo tienc mds probabilidades de introducir confusién que de ser itil. La descripcién del capitalismo de Estado de Bujarin puede ser considerada més o menos tipica de la Forma en que el concepto ha sido entendido con frecuencia. Partiendo de una socie~ dad sen la que la clase capitalista esté unificada en un solo trust y nos encontramos con un sistema econémico organizado, pero al mismo tiempo, desde un punto de vis- ta de clase, antagénico», Bujarin contintia como sigue: Esposible la acumulacién aque? Naturalmente, El capital constante aumenta puesto {que aumenta el consumo de los captalistas. Aparecen constantemente nuevas ramas de produccién que cortesponden a nuevas necesidades. El consumo de los obreros aumen.- ta, aunque se le marcan limites precsos. A pesar de este esubconsumon de las masas 0 surge ninguna crisis, ya que la demanda de ls productos de cada una de las diferentes rama: de la produccin por las otras, ast como la demanda de articulos de consumo... se establece de antemano. (En vez de eanarquiar en la produccién, lo que desde el punto de visea del capital es un plan racional,) Si se comete un error en los artculos de produc- cidn, el excedente se agrega al inventario y se hace la correceién que cortesponde en el periodo de produccién siguiente. Si se comete un etzor en los aticulas de consumo para dobrezos, el excedente puede ser dividido entre los obreros o destruido. Tambidn en el caso de un error en la produccidn de articulos de lujo oa salida es clara Ast, no puede haber inguna clae de crisis de sobreproduccién general. En lo general, la produccién conti ‘nga tranquilamente. El consumo de lor capitalistas provee el mévil dela produccién y del plan de produccién. Por consiguicate, no hay en este caso un desarrollo especialmente répido de la produccién.”” Ahora bien, sean cuales fueren los méritos de este modelo para los propésitos te6ricos particulaes, restringidos, que Bujarin tenfa presentes, es claro que no encaja en el caso del fascismo, ni arroja luz sobre ninguna tendencia real de la produccién. capitalista, El fascismo no es una sociedad xen la cual la clase capitalise esté unifica- da en un solo trust, y,enfiticamente, no es verdad que «el consumo de los capitalis- {as provee el mévil de la produccién y del plan de produccida». Por el contrat, el apical y por lo tanco, también la clase capitalsta, permanece dividido en unidades de organizacién distintas; y la acumulacién sigue siendo ef mévil dominante de la pro- duccién bajo el fascismo como bajo todas las demés formas de la sociedad capitalis- ta En la seccién siguiente trataremos de exponer las implicaciones de estos hechos estrechamente relacionados entre i 9.

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