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Graves, Robert; Patai, Raphael. Los mitos hebreos. Alianza Editorial Madrid, España.

2004

Los hijos de Dios y las hijas de los hombres

a. Cuando comenzó la décima generación, la estirpe de Adán había aumentado mucho.


Como carecían de compañía femenina, los ángeles conocidos como «hijos de Dios»
encontraron esposas entre las encantadoras hijas de los hombres. Los hijos de esas
uniones debían haber heredado la vida eterna de sus padres, pero Dios había decretado:
«No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne;
que sus días sean ciento veinte años».

b. Esas nuevas criaturas eran gigantes, conocidos como «los caídos», y sus maldades
hicieron que Dios decidiera borrar de la faz de la tierra a todos los hombres y mujeres
con sus corruptores gigantescos1.

c. Los hijos de Dios fueron enviados para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia;
y durante trescientos años enseñaron ciertamente al hijo de Caín, Henoc, todos los
secretos del cielo y de la tierra. Pero después sintieron deseos lascivos por las mujeres
mortales y se corrompieron mediante el trato sexual. Henoc ha dejado constancia no sólo
de las instrucciones que recibieron de Dios, sino también de su posterior caída en
desgracia; antes del fin disfrutaban con vírgenes, matronas, hombres y bestias
indistintamente2.

d. Algunos dicen que Shemhazai y Azael, dos ángeles que gozaban de la confianza de
Dios, preguntaron: «Señor del Universo, ¿no te advertimos el día de la Creación que el
hombre demostraría ser indigno de Tu mundo?». Dios replicó: «Pero si destruyo al
hombre, ¿qué será de Mi mundo?». Ellos contestaron: «Nosotros lo habitaremos». Dios
preguntó: «Pero si descendéis a la tierra ¿no pecaréis incluso más que el hombre?». Ellos
suplicaron: «¡Déjanos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Tu nombre!». Dios
les permitió descender, pero enseguida les venció la lujuria por las hijas de Eva.
Shemhazai engendró con ellas dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de
los cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Y Azael inventó
los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los hombres. En
consecuencia, Dios les advirtió que liberaría las Aguas de Arriba y así destruiría a todos
los hombres y todas las bestias. Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos,
aunque bastante altos para no ahogarse, murieran de hambre3.

e. Aquella noche, Hiwa soñó con una roca enorme situada encima de la tierra, como la
tabla de una mesa, en la que había una leyenda inscrita que un ángel raspaba con un
cuchillo hasta dejar sólo cuatro letras. Hiya también soñó con un huerto lleno de árboles
frutales y con otros ángeles que lo talaban hasta que sólo quedaba un árbol con tres
ramas. Los dos relataron sus sueños a Shemhazai, quien les explicó: «Tu sueño, Hiya,
significa que el diluvio de Dios destruirá a toda la humanidad excepto a Noé y sus tres
hijos. Sin embargo, consolaos, pues el sueño de Hiwa significa que vuestra fama, al
menos, no puede morir nunca: siempre que los descendientes de Noé desbasten piedras,
saquen rocas de las canteras o halen embarcaciones, gritarán "¡Hiwa, Hiya!" en vuestro
honor» 4.

f. Después Shemhazai se arrepintió y se situó en el firmamento meridional, entre el Cielo


y la Tierra -cabeza abajo y con los pies hacia arriba-, donde permanece colgado hasta
nuestros días formando la constelación llamada Orión por los griegos.

g. Azael, sin embargo, lejos de arrepentirse, sigue ofreciendo a las mujeres adornos y
túnicas multicolores para pervertir a los hombres. Por esta razón, los pecados de Israel
son amontonados sobre el macho cabrío cada año el Día de la Expiación y luego se
envían a Azazel, como algunos llaman a Azael, arrojando al animal por un risco5.

h. Otros dicen que ciertos ángeles pidieron permiso a Dios para reunir pruebas fidedignas
de la iniquidad del hombre y así asegurar su castigo. Cuando Dios accedió, esos ángeles
se convirtieron en piedras preciosas, perlas, tinte purpúreo, oro y otros tesoros, que
fueron robados inmediatamente por hombres codiciosos. Entonces adoptaron forma
humana, con la esperanza de enseñar rectitud a la humanidad. Pero esa asunción de la
carne humana les hizo someterse a los apetitos humanos: seducidos por las hijas de los
hombres, se encontraron encadenados a la Tierra y fueron incapaces de recuperar sus
formas espirituales6.

i. Los Caídos tenían unos apetitos tan grandes que Dios hizo llover sobre ellos maná de
muchos sabores diferentes para que no sintieran la tentación de comer carne, alimento
prohibido, y excusaran su flaqueza alegando escasez de cereal y hortalizas. No obstante,
los Caídos rechazaron el maná de Dios, mataron animales para comerlos y hasta probaron
la carne humana, contaminando así el aire con vapores nauseabundos. Fue entonces
cuando Dios decidió purificar la Tierra7.

h. Otros dicen que Shemhazai y Azael fueron seducidos por los demonios hembras
Naamá, Agrat, hija de Mahlat, y Lilit, que había sido esposa de Adán8.

k. En aquellos días, sólo una virgen, llamada Istahar, permanecía casta. Cuando los hijos
de Dios le hicieron proposiciones lascivas, ella exclamó: «¡Antes prestadme vuestras
alas!». Ellos accedieron y ella voló hasta el Cielo, donde se acogió a sagrado en el Trono
de Dios, que la transformó en la constelación Virgo -o, según algunos, las Pléyades-. Al
perder sus alas, los ángeles caídos quedaron abandonados en la tierra durante muchas
generaciones hasta que ascendieron por la escalera de Jacob y así regresaron a su lugar de
origen9.
i. El sabio y virtuoso Henoc también ascendió al Cielo, donde se convirtió en el principal
consejero de Dios y desde entonces fue llamado «Metatron». Dios puso su propia corona
sobre la cabeza de Henoc y le dio setenta y dos alas y numerosos ojos. La carne de Henoc
se transformó en llama, los tendones en fuego, los huesos en ascuas, los ojos en
antorchas, el pelo en rayos de luz, y lo envolvió la tormenta, el torbellino, el trueno y el
rayo10.

m. Algunos dicen que los hijos de Dios se ganaron ese nombre porque la luz divina con la
que Dios había creado a su antepasado Samael, padre de Caín, resplandecía en sus
rostros. Las hijas de los hombres, dicen, eran hijas de Set, cuyo padre fue Adán y no un
ángel; y por ello sus rostros se parecían a los nuestros11.

n. Otros, no obstante, afirman que los hijos de Dios eran piadosos descendientes de Set y
las hijas de los hombres pecadoras descendientes de Caín; y explican que cuando Abel
murió sin hijos, la humanidad pronto se dividió en dos tribus: los cainitas, que eran
completamente malvados, a excepción de Henoc, y los setitas, que eran completamente
justos. Estos setitas habitaban una montaña sagrada en el extremo norte, cerca de la
Cueva de los Tesoros -para algunos el monte Hermón-. Los cainitas vivían apartados en
un valle situado hacia el oeste. En su lecho de muerte, Adán ordenó a Set que separara su
tribu de los cainitas; y cada patriarca setita repitió esa orden en público, generación tras
generación. Los setitas eran extraordinariamente altos, como su antepasado, y al vivir tan
cerca de la Puerta del Paraíso recibieron el nombre de «Hijos de Dios»12.

o. Muchos setitas hacían voto de celibato, según el ejemplo de Henoc, y llevaban vida de
anacoretas. En contraste, los cainitas practicaban un libertinaje desenfrenado y cada uno
tenía por lo menos dos esposas: la primera para engendrar hijos y la segunda para
satisfacer su lujuria. La que le daba hijos vivía en la pobreza y el abandono, como una
viuda; la otra era obligada a beber una pócima que la hacía estéril, tras lo cual,
engalanada como una ramera, entretenía a su marido lujuriosamente13.

p. El castigo de los cainitas era que les nacían cien hijas por cada hijo, y ello condujo a
tal ansia de marido que las mujeres comenzaron a irrumpir en las casas y llevarse a los
hombres. Un día sintieron deseos de seducir a los setitas; para ello se pintarrajearon los
rostros con colorete y polvo cosmético, los ojos con antimonio y las plantas de los pies
con escarlata, se tiñeron el cabello, se pusieron pendientes y ajorcas de oro, collares de
joyas, brazaletes y túnicas multicolores. Durante su ascenso al monte sagrado tañían
arpas, tocaban trompetas, redoblaban tambores, cantaban, bailaban y aplaudían; luego,
después de dirigirse a los quinientos veinte anacoretas con voces alegres, cada una se
apoderó de su víctima y la sedujo. Esos setitas, tras sucumbir a los requiebros de las
mujeres cainitas, se volvieron más sucios que los perros y olvidaron por completo las
leyes de Dios14.
q. Hasta los «hijos de los jueces» corrompían ahora a las hijas de los pobres. Cada vez
que una novia se embellecía para el novio, uno de ellos entraba en la cámara nupcial y
gozaba de ella previamente15.

r. El cananeo Genun, hijo de Lámek el ciego, que vivía en la región de los pozos de
betún, estuvo bajo la tutela de Azael desde sus primeros años de juventud e inventó toda
clase de instrumentos musicales. Cuando los hacía sonar, Azael también se introducía en
ellos, de modo que producían melodías seductoras que embelesaban los corazones de
todos los oyentes. Genun solía reunir compañías de músicos, que se embriagaban unos a
otros con música hasta que la lujuria ardía en ellos como el fuego y yacían juntos de
manera promiscua. También elaboraba cerveza, juntaba a mucha gente en las tabernas,
les daba de beber y les enseñaba cómo forjar espadas de hierro y puntas de lanza con las
que cometer asesinato al azar cuando estuvieran borrachos16.

s. Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel dijeron a Dios que jamás había existido sobre la tierra
una perversidad como aquélla. Entonces Dios envió a Rafael para que atara a Azael de
pies y manos y amontonara sobre él rocas con salientes desiguales en la oscura Caverna
de Dudael, donde permanece hasta el Día del Juicio Final. Gabriel destruyó a los Caídos
incitándoles a la guerra civil. Miguel encadenó a Shemhazai y sus compañeros en otras
cuevas oscuras durante setenta generaciones. Uriel se convirtió en el mensajero de
salvación que visitó a Noé17.

Notas:
1. Génesis 6,1-7.
2. Jubileos 4,15,22; 5, !;TanhumaBuberGen.24..
3. Yalqut Gen. 44; Bereshit Rabbati, 29-30.
4. Mismas fuentes que en la nota precedente.
5. Mismas fuentes que en la nota precedente.
6. Homilías clementinas viii, 11-17 (pp. 142-45). Las Homilías son un opúsculo cristiano de principios del siglo ni, escrito
probablemente en Siria. Cf. también Henoc 6-8; 69; 106,13 s.
7. Mismas fuentes que en la nota precedente.
8. Zohar Génesis 37a, 55a.
9. Liqqute Midrashim, 156; una versión algo diferente se encuentra en Yalqut Gen. 44.
10. SepherHekhalot, 170-76.
11. Zohar Génesis 37a.
12. PRE, caps. 21 (donde debe corregirse mishem p
15. Targ. y Targ. Yer. ad Gen. 6,2-4; Gen. Rab. 247-48.
16. Adambuch, 92-93.
17. Henoc 9-10; cf. también capítulos 11-15 y 69; 2 Baruc 56,11-16; 2 Henoc 18,1-6.

1. La explicación de este mito, que ha constituido un obstáculo para los teólogos, puede
estar en la llegada a Palestina de pastores hebreos, altos y bárbaros, a comienzos del
segundo milenio a.C., y en su contacto, mediante el matrimonio, con la civilización
asiática. En este sentido, los «hijos de El» significa- ría los «propietarios de ganado que
veneran al dios-toro semita El»; «hijas de Adán» querría decir «mujeres de la tierra»
(adama), esto es, las agriculturas cananeas adoradoras de la Diosa, famosas por sus
orgías y su prostitución premarital. Si es así, este acontecimiento histórico se ha
mezclado con el mito ugarítico según el cual El sedujo a dos mujeres mortales y
engendró dos hijos divinos con ellas, a saber Shahar ('Aurora') y Shalem ('Perfecto').
Shahar aparece como divinidad alada en el Salmo 139,9; y su hijo, según Isaías 14,12,
era el ángel caído Helel. Las uniones entre dioses y mortales, es decir entré reyes o reinas
y plebeyos, ocurren con frecuencia en los mitos del Mediterráneo y el Cercano Oriente.
Como el judaismo posterior rechazó todas las deidades menos su propio Dios
trascendental, y como Éste nunca se casó ni asoció con mujer alguna, Rabbí Shimon ben
Yohai se sintió obligado a maldecir, en Génesis Rabba, a todos los que interpretaban
«hijos de Dios» en el sentido ugarítico. De manera evidente, tal interpretación todavía era
habitual en el siglo n, y sólo desapareció cuando los Bene Elohim fueron reinterpretados
como «hijos de los jueces». Elohim significaba 'Dios' y 'juez', y existía la teoría de que
cuando un magistrado debidamente designado juzgaba una causa, el espíritu de El lo
poseía: «Yo había dicho: ¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!»
(Salmos 82,6).

2. Este mito es citado constantemente en los Apócrifos, el Nuevo Testamento, los Padres
de la Iglesia y los midrasim. Flavio Josefo lo interpretó así: Muchos ángeles de Dios
convivieron con mujeres y engendraron hijos injuriosos que despreciaban el bien,
confiados en sus propias fuerzas; porque, según la tradición, estos hombres cometían
actos similares a los de aquellos que los griegos llaman gigantes. Noé se sintió inquieto
por su conducta y trató de convencerlos de que la mejoraran. Esos gigantes griegos eran
los veinticuatro hijos de la Madre Tierra, violentos y lascivos, nacidos en Flegra, Tracia,
y los dos Aleadas, todos los cuales se rebelaron contra el omnipotente Zeus.

3. La opinión de Flavio Josefo, según la cual los hijos de Dios eran ángeles, perduró
durante varios siglos pese a la maldición de Shimon ben Yohai. En una fecha tan tardía
como el siglo VIH, Rabí Eliezer dice en un midrás: «Los ángeles caídos del Cielo vieron a
las hijas de Caín paseándose y exhibiendo sus partes secretas, con los ojos pintados con
antimonio a la manera de rameras; y, al ser seducidos, tomaron esposas entre ellas». Rabí
Joshua ben Qorha, partidario de la interpretación literal de la Escritura, estaba
preocupado por un detalle técnico: «¿Es posible que los ángeles, que son fuego
llameante, hayan podido realizar el acto sexual sin abrasar a sus desposadas
internamente?». Decidió que «cuando esos ángeles cayeron del Cielo, su fuerza y estatura
quedaron reducidas a las de los mortales y su fuego se convirtió en carne».

4. Hiwa e Hiya, los nombres dados a los gigantes engendrados con mujeres mortales por
Shemhazai y Azael, eran simplemente los gritos que daban los grupos de trabajadores
dedicados a tareas que exigían un esfuerzo coordinado. En un pasaje talmúdico se hace
gritar a los marineros babilonios mientras halan embarcaciones de carga a tierra: «¡Hilni,
hiya, hola, w'hilok holya!». La alimentación carnívora de los gigantes era, no obstante,
una costumbre de los pastores hebreos de El y no de las hijas de Adama, agricultoras; y
esa anécdota indica que el mito tuvo su origen en una comunidad esenia cuya dieta se
limitaba de manera estricta, como la de Daniel y sus tres santos compañeros, a legumbres
(Daniel 1,12).
5. Los nombres de varios ángeles caídos se conservan sólo en las descuidadas
transcripciones griegas de algunos originales hebreos o árameos, por lo que su
significado es dudoso. Pero «Azael» sí parece corresponder a «Azazel» ('Dios fortalece').
«Dudael» es traducido a veces como «caldero de Dios», aunque es más probable que sea
una modificación caprichosa de Bet Hadudo (M. Yoma vi. 8) -actualmente Haradan, a
unos cinco kilómetros al sudeste de Jerusalén, el risco del desierto de Judea desde el que
se arrojaba cada año el Día de la Expiación «el macho cabrío sobre el cual haya caído la
suerte "para Azazel"» (Levítico 16,8-10)-. Se creía que ese macho cabrío se llevaba los
pecados de Israel y los transfería a su instigador, el ángel caído Azazel, que yacía
prisionero bajo un montón de rocas al pie del risco. El sacrificio no figuraba, pues, entre
los ofrecidos a los sátiros, como los que se prohíben en Levítico 17,7.

6. El monte de Dios, donde ciertos setitas piadosos vivían cerca de la «Cueva de los
Tesoros», en las Puerta del Paraíso, debe de haber sido Safón, el monte sagrado de El, y
no Hermón.

7. El relato de Istahar procede en parte del escritor griego Arato (comienzos del siglo m
a.C.). Cuenta que la Justicia, hija de la Aurora, gobernó con virtud la humanidad en la
Edad de Oro; pero cuando las Edades de Plata y Bronce acarrearon codicia y masacre,
ella exclamó:«¡ Ay de esta raza perversa!» y ascendió al Cielo, donde se convirtió en la
constelación Virgo. El resto de la narración está tomada del relato de Apolodoro sobre la
persecución de las siete Pléyades vírgenes, hijas de Atlante y Pléyone, que lograron
escapar de los abrazos de Orion transformadas en estrellas. «Istahar», no obstante, es la
diosa babilónica Ishtar, identificada a veces con Virgo. La creencia popular egipcia
identificaba a Orion, la constelación en la que se convirtió Shemhazai, con el alma de
Osiris.

8. El derecho a desflorar a las novias de los hombres pobres, reclamado por ciertos «hijos
de los jueces», es, al parecer, el antiguo y bien conocido jusprimae noctis que todavía
ejercían como droit de cuissage, según la opinión común, los señores feudales en Europa
durante la Edad Media (véase 36.4). Pero en una época en la que los hijos de Dios eran
considerados seres divinos, este relato podría haber aludido a una costumbre
prevaleciente en el Mediterráneo oriental: el himen de una joven se rompía de modo
ritual mediante la «equitación» de una estatua priápica. Una práctica similar era común
entre quienes participaban en las carreras del hipódromo bizantino durante el reinado de
Justiniano, y se alude a ella en las crónicas sobre el culto a las brujas de la Inglaterra
medieval.

9. Muchos detalles del relato de Genun, tomados del Libro de Adán etíope del siglo v,
tienen su paralelo en escritos midrásicos. Aunque el nombre de Genun trae a la mente
«Quenán», que aparece en Génesis 5,9 como hijo de Enós, se trata de un personaje
quenita compuesto: la invención de los instrumentos musicales se atribuye en el Génesis
a Yubal, y la del cobre afilado y las hojas de hierro, a su hermano Túbal Caín. Se decía
que Genun vivía en «la región de los pozos de betún», es decir, las orillas meridionales
del mar Muerto (Génesis 14,10), sin duda porque allí estaba la perversa ciudad de
Sodoma (véase 32.6).

10. Henoc ('Instructor') adquirió su gran reputación gracias al Libro de Henoc,


apocalíptico y en otro tiempo canónico, compilado durante el siglo i a.C. Se trata de una
elaboración extática de Génesis 5,22: «Henoc anduvo con Dios; vivió, después de
engendrar a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas». Más tarde, el mito
hebreo le convierte en el ángel ayudante y consejero de Dios, y también en patrón de
todos los niños que estudian la Tora. Metatron es una corrupción hebrea del griego
metadromos, 'el que persigue con venganza', o de meta ton thronon, 'más cercano al
Trono Divino'.

11. Los Anakim pueden haber sido colonos griegos de Micenas, pertenecientes a la
confederación de los pueblos del mar que tantas dificultades causó a Egipto en el siglo
xiv a.C. Los mitógrafos griegos hablaban de un gigante Anax ('rey'), hijo del Cielo y de
la Madre Tierra, que gobernó Anactoria (Mileto) en Asia Menor. Según Apolodoro, el
esqueleto exhumado de Asterio ('estrellado'), sucesor de Anax, medía diez codos. Anakes,
plural de Anax, era un sobrenombre aplicado a los dioses griegos en general. Los
comentaristas talmúdicos dicen que los Anakim tenían una estatura de tres mil codos.

12. Los monumentos megalíticos que encontraron los hebreos a su llegada a Canaán
deben de haber inspirado numerosas leyendas sobre gigantes; como ocurrió en Grecia,
donde, al decir de los narradores que desconocían las rampas, las palancas y otros
recursos de ingeniería micénicos, los monstruosos cíclopes devoradores de hombres
habían levantado, sin ninguna ayuda, los enormes bloques de piedra que forman las
murallas de Tirinto, Micenas y otras ciudades antiguas.

13. Los Nefilim ('caídos') tenían muchos otros nombres tribales, tales como Emim
('terrores'), Repha'im ('los que debilitan'), Gibborim ('héroes gigantes'), Zanzummim ('los
que consiguen'), Anakim ('de largo cuello' o 'portadores de collares'), Awwim
('devastadores' o 'serpientes'). Se dice que uno de los nefilim, de nombre Arbá, edificó la
ciudad de Hebrón, llamada «Quiryat-Arbá» en su honor, y fue padre de Anaq, cuyos tres
hijos Sesay, Ajimán y Talmay fueron expulsados después por Caleb, compañero de
Josué. No obstante, como arba quiere decir 'cuatro' en hebreo, Quiryat-Arbá puede haber
significado originariamente «la Ciudad de los Cuatro», una alusión a sus cuatro barrios
relacionados en el mito con los clanes anaquitas: el propio Anaq y sus «hijos» Sesay,
Ajimán y Talmay.

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