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Tomate AMARGO ~ % Universidad Auténoma de Sinaloa Tomate AMARGO Carmen Aida Guerra Rubén Rocha Moya Universidad Auténoma de Sinaloa PROLOGO “ Tomate amargo, que bien podemos considerarlo una erénica politico-social y que a ratos nos parece un magnifico reportaje, es un buen libro; bien escrito, de gran interés general y de mucha actualidad. Todos los sinaloenses nos sentimos inquietos ante la pre- sencia en la ciudad de esas personas, vestidas de mancra difc- rente, con fuertes rasgos indigenas, que mendigan por las calles, venden nopales u otras verduras a la puerta del viejo Mercado Garmendia, legan todos los dias al Hospital Civil 0 aparecen én las paginas rojas de los diarios: asesinados, muer- tos én accidentes de trabajo o victimas de las enfermedades de Ja pobreza. Son los “oaxacas”, “guerreros”, “purépechas” o “zacatecas”, que han venido a Sinaloa para quedarse y que a todos los habitantes de esta ciudad nos producen una mezcla de irritacién, lastima, desprecio y conmiseracién; son nuestros braceros: seres extrafios y taciturnos, que despiertan en noso- tros ancestrales prejuicios raciales y sociales que creiamos ya enterrados. Ellos son, sin embargo, quienes con su trabajo generan mucha de la riqueza y bienestar én la zona, para que las 56 familias de la clase dorada hagan ostentacién de riqueza, con sus mansiones de lujo, sus automéviles Ultimo modelo, sus aviones, sus yates, sus compras en Tucsén, sus diversiones en Las Vegas... Esas personas tienen presencia en Tomate amargo, Sus condiciones de vida y de trabajo son miserables en grado extremo: viajan desde el lejano sur, la regién mixtecao zapoteca, o desde las serranias de Guerrero, hacinados en vagones de tercera clase en el ferrocarril. Llegan a Culiacdn, donde inmediatamente son enganchados por los agricultores para las faenas de sus campos; viven en barracones oen cuartos pequeiios, oscuros, mal ventilados, con piso de tierra, sin luz eléctrica mi agua entubada, sin letrinas; realizan jornadas ago- 5 tadoras de 10 a 12 horas diarias, de sol a sol; trabajan sin medios de proteccién adecuados: ropa, mascarillas, anteojos, guantes, manejan sustancias quimicas sumamente téxicas y peligrosas para la salud, algunas de las cuales, como cl para- quat, estan prohibidas, incluso en los Estados Unidos, por producir fibrosis en los pulmones y otros padecimientas. Al Hospital Civil de Culiacdn llegan cotidianamente, heri- dos de bala o de machete, por los guardias blancas de los patrones o en rifias provocadas por el alcohol; intoxicados con parathién u otras sustancias quimicas téxicas, mordidos o picados por viboras u otras alimafias; parasitados o consumi- dos por la tuberculosis, el paludismo o la amibiasis; hinchados por la cirrosis hepatica, producto de el alcoholismo y la desnu- tricién. Los nifios, desnutridos en grado sumo, son presa facil de lasenfermedades infecto-contagiosas o transmisibles que los diezma como moscas; gastroenteritis, amibiasis, neumonias... Su precaria condicién de salud, es un reflejo fiel de sus pésimas condiciones de vida y de labor. Junto con estos trabajadores migratorios, laboran tam- bign los peones sinaloenses, que cn su mayoria provienen de los altos de Sinaloa, donde las tierras de labor agotadas, ya nodan para comer; quienes no se dedican a la siembra de enervantes para sobrevivir bajan a los valles a trabajar en los campos hortaliceros. Ellos, a pesar de que realizan las mismas faenas y sufren las mismas miserables condiciones de vida, reciben un . trato menos peor, menos discriminatorio; su relacidn con sus compafieros de trabajo, procedentes de los Estados del sur de la Republica, son muy frias, distantes, y en ocasiones, franca- mente antagOnicas; paradojas de la vida: connacionales y her- manos de clase que se enfrentan entre si. Con el tiempo, ha comenzado a mermar la mano de obra sinaloense, en parte, porque muchos prefieren emigrar como braceros a los Estados Unidos o bajar a las ciudades para emplearse de albaiiiles u otra ocupacién no calificada, o bien, oltimamente, prefieren engan- charse en la pizea de la manzana como se le denomina al trabajo, en los campos de marihuana, en los sitios serranos sinaloenses, o en Estados vecinos; labores muy riesgosas, pero que les proporciona ingresos mucho mejor remunerados queen los campos tomateros. Todos hemos tenido noticias de las mil y una vicisitudes sufridas por estos trabajadores, victimas de las persecuciones del Ejéreito, las muchas corporaciones policiacas, el maltrato de sus guardianes narcotraficantes, o bien de los rigores ¢ inclemencias del clima y también del hambre. Sin embargo, ellos prefieren sufrir todos esos riesgos por un mejor salario y no pasar portodas las durezas y dificultades que implica la vida y el trabajo en los campos tomateros 0 de otras hortalizas enel valle de Culiacin o en otros sitios. ‘Su lugar ha venido siendo ocupado por trabajadores del lejano sur de la Republica que, en nitimero cada vez mayor, acuden a los campos sinaloenses; al principio sdlo a trabajar durante la temporada, retornando asulugar de origen, una vez concluido el trabajo; pero que, en un nimero también cre- ciente, ya no regresan a sus hogares natales y se establecen en nuestro Estado. Estos hombres oscuros, bajitos, delgados, con facciones fuertemente indigenas, en su mayoria no hablan espafiol, se comunican entre ellos mediante el mixteco, el zapo- teco, el mexicano, el otomi y el purépecha; prefieren no regre- sar a su tierra de origen, donde nacieron y crecieron, donde reposan sus mayores bajo la drida tierra, porque ahi son victi- mas de los caciques, de los guardias blancas, de los latifundis- tas, de los ganaderos y de los burdcratas empleados de gobierno, quienes los explotan, asesinan, vejan o esquilman; terrible paradoja: ellos son discriminados, explotados yesquil- mados en los campos sinaloenses, pero lo son ain més en sus lugares de origen; todo ello a mds de setenta afios de la revolu- cién mexicana, que todavia no les ha hecho justicia, a pesar de lo que dicen los directivos ¢ idedlogos del gobierno y del PRI. Tomate amargo nos da cuenta de una realidad lacerante, con un estilo donde el lado creativo del lenguaje no esta ausente. La agricultura altamente tecnificada y de riego, que se inicié en Sinaloa a principios de la década de los veintes, conlas primeras obras de irrigacién en e] Estado yconla introduccién del cultivo delas hortalizas, especialmente el tomate, ha signifi- cado para Culiacin, Los Mochis, Guasave y Guamitichil, un auge importante, sobre todo a raiz de la construccién de la presa Sanalona primero y después de otras siete, que han venido a constituir cl sistema de riego mas importante del pais. La capital del Estado y las demas ciudades, se han moderni- zado notablemente; las costumbres han cambiado; ha hecho su aparicién un personaje importante en la vida econdémica, social y politica en el Estado: el empresario agricola sinaloense, el agricultor, como se le conoce mas comdnmente; a suaparicién han contribuido la lNegada de grupos de inmigrantes griegos, norteamericanos, franceses, italianos, japonescs y otros, quie- nes han hecho un aparte sumamente importante ala economia de la regién; estos empresarios agricolas han impulsado nota- blemente la modernizacién de! agro sinaloense, llevando la agricultura a niveles elevados de produccién y productividad; los agricultores embuidés del mismo espiritu que impulsé alos viejos pioneros norteamericanos en la colonizacién del lejano oeste, han trabajado personalmente la tierra, han afrontado los riesgos propios de la agricultura: los cambios metecroldgicos, el derrumbe de los mercados, las plagas..., se han casado con mujeres de Ja region, aqui han nacido sus hijos, han echado profundas raices en Sinaloa. A cllos se debe, en gran medida, la prosperidad del Estado; sin embargo, por otro lado, han sido grandes explotadores de sus trabajadores, pagandoles salarios de hambre; los hacen trabajar en jornadas extenuantes de sola sol y en condiciones terribles de vida. Todo ello apoyado en el capataz, personaje importante de ese tripode fundamental enel campo sinaloens¢: agricultor pattén, capataz y peén explotado. Otra cosa son los hijos de estos empresarios agricolas: los juniors de la clase dorada que, en su mayoria, ya no trabajan la tierra, estudian en ¢l extranjero, se casan con muchachas de alta sociedad, cultivan grandemente el ocio, tienen un pie en el pais y otro en los Estados Unidos, donde radican gran parte del afio. Mientras tanto, e! gobierno ha apoyado, y apoya, a este grupo de empresarios, construyendo obras hidraulicas impor- tantes: presas, canales, caminos, carreteras; concediéndoles préstamos blandos, eximiéndolos o disminuyéndoles los impuestos; haciéndose dela vista gorda cuando estos agriculto- res violan la Ley Federal del Trabajo, ola del IMSS; muchosde estos empresarios agricolas son en la actualidad politicos desta- cados. Sinaloa, destacado productor de hortalizas, frutas, trigo, arroz, en gran parte para la exportacién, tiene que importar maiz, frijol, soya, sorgo y cartamo para sus necesidades, Asi, la agricultura moderna sinaloense ha generado, dialécticamente, un polo de riqueza, que para las 56 familias de la clase dorada llega a la opulencia y prosperidad; y otro polo de miseria, de opresién, de enfermedad en los trabajadores, que con su tra- bajo generan esa riqueza. Es tan terrible la situacién de los peones agricolas y sus familias, que resultan verdaderas las palabras del coronel revolucionario Francisco Ramos Esquer, cuando dice: “Por una situacién asi como ésta, nos levantamos en armas, én Ja revolucién”. Magnifico libro, que no defraudard a los lectores sinaloen- ses; abre brecha a otros trabajos que, sin duda, se eseribiran sobre esta epopeya, ala vez grandiosa y terrible, que constituye la modernizacién del agro sinaloense. Rafael Valdés Aguilar Se levantan los pesados telones que han colgado inermes para ocultar la infamia. Lo mismo ayer que hoy. Y transcurren los afios de un séptimo decenio. Y no pasa nada. Ahi, las mane- cillas del reloj se han detenido. Y la gente sigue Ilegando confiada en que algtin dia: hoy..., mafia- na..., pasado..., algo tiene que ocurrir. Alguien los llamé braceros en su tierra, porque son “oaxacas”, “guerreros”, “purepechas”, “Zacatecas”, de alld de donde la milpa es su unico sostén. Se parecen entre ellos, casi son iguales, caminan pega- ditos como si fueran milpas humanas. El, delante, ella atras cargando al mas chico de una prole nume- rosa. Todos agachados en el surco a la corte y corte, sin levantar la cara al sol, morena su piel, ennegreci- das sus manos, cubiertos sus pies con barro del camino que se cuela entre las correas de sus huaraches, Ese sombrero, ese paliacate, el vestido de pope- lina cayendo sobre el pantalén, el reboso terciado, las trenzas y las peinetas; la misma indumentaria el var6n, pero sin vestido y sin trenzas ni peinetas, y el balde que se balancea en sus manos, cada vez mds pesadamente, conforme cae la tarde. Allé sus trajes, el colorido de sus regiones, la fiesta, el pulque, la danza; la parcela que se achica, el cacique que arre- bata; aqui un solo valle largo, eterno, tos mismos trapos, el sudor que se los pega al cuerpo. Anochece y amanece sin su musica, sinsu canto. ¥ todo porque 13 un dia dijo: “Naco yo guicho yo Culiacan, quia na ve a va chon”.* Ellos, los nuestros, hechos uno conel recuerdo de su tierra de la que salen para subsistir. Sdlo porque quedarse alld significa cuna vacia, hilera interminable de cruces en su camposanto. Estan aqui, desde tan lejos, pero con su propio calor. Se cobijan unos a otros con su lengua distinta que los separa de las puertas provenzales, de1los manteles de damasco, de las alfombras persas, de los techos con enormes candeleros, delos bibelots importados y de los mullidos colchones. Hay un desprecio que se denota en la cara pegada al suelo, en el humo que viaja por su ligubre cuarto, de una esquina a otra esquina, desde la hornilla donde la cachimba se proyecta sobre sus cuerpos cansados que guardan fuerzas para el apareamiento. Y alli, juntitos, los ojos insomnes de las criaturas recogiendo estimulos a los que no pueden nisaben responder. Se desfigura su personalidad que mas tarde cobrara con violencia Jo que se le quedé a deber. Pero, si es asi, ,por qué vuelven siempre, con los mismos corajes, con iguales reclamos? Dos mundos en la balanza. En el otro el que paga con la paga que envilece. Dinero verde que cubre los campos donde el fruto se arrastré primero, para después subir ufano por las esbeltas varas que, mano a mano, tiende ahora, dos decenios para aca, la compacta y mixta tribu. El fruto no cambia, como reloj de arena se transmuta con el hombre. Son tres hombres: el que lo muerde tras la alambrada, el mayordomo de ese hombre lobo y el que esta aqui, sudoroso y agitado por una paga infame. Dinero verde que gira en los dos primeros hombres y desgasta vida y suelo aje- nos... *Lengua mixteca, cuya versién es mis o menos Vamonos & Culiacdn, alla esté buena la paga y Ia casa. 14 ae : La bisqueda de mejores condiciones los arranca de sus lugares de origen. Naco yo guicho yo Culiacém, quia na ve a ya chon. Ei amor ofrecido no es siempre ido, y la enajenacién del hombre, Il Con los dientes apretados por los combates que sembraban el campo mexicano de sombreros de palma, calzones de manta y huaraches cruzados de gruesas suelas, enaguas floreadas, peinetas y medias de popotillo, el gobernador Felipe Riveros se mante- nia en el poder. Hacia cuatro afios que las esperanzas del pueblo de México cobraban nuevos briosa partir de la caida de Porfirio Diaz, mas la transicién era cruenta. En las montajias lindantes con Durango se daban nuevos brotes revolucionarios y, en Culiacdn, Ja conspiracién cobraba fuerza; valientes como Iturbe, Buelna y Diéguez se reagrupaban para luchar contra la dictadura huertista. Allende los mares se escenificaba la primera conflagracién mundial, Este movimiento contempo- tizé con varias revoluciones burguesas que inquieta- ban buena parte del continente europeo y asiatico. Hambre, destruccién y muerte impelieron el éxodo de chinos, espafioles, griegos, libaneses, italianos, judios y alemanes para refugiarse en América, donde muchos de ellos se rebautizaron y hasta se nacionalizaron. México también les abrié las puertas y con ello inauguraba una politica de solidaridad que ha man- 19 tenido a través de la historia identificdndose con los paises que sufren las embestidas de la dominacién. Con Ja Iegada de los extranjeros sucedié algo imprescindible, Los chinos pronto monopolizaron gran parte del comercio, sobre todo en el noroeste del pais. Los espafioles y libaneses extendieron sus dominios en la industria gastronémica, hotelera yel comercio de sedas; los griegos, alemanes e italianos, asi como un francés, se asentaron en los valles con- centrando grandes extensiones de tierra de la mejor calidad. A Sinaloa llegé la nueva dominacién por el norte, como aquella primera vez, cuando la con- quista. Entonces fueron los Ibarra, los Sotelo de Betanzos, los VAzquez Coronado, a excepcidn de los Nufio de Guzman que Lo hicieron por el sur. Ahora, los Fong, Wong, Ley, Ion, Dakato, Farji, Hallal, Malacén, Georgelos, Aretos, Tribolet, Podesta, Cri- santes, Gotzis, Timmermann, Canelépulos, Stama- tépulos, Gatzionis, Chaprales, Evangelatos. Al espafiol lo atrajo la ambicién del oro, exploté las minas y dejé sélo chozas, enfermedad y muerte; al griego, al italiano, el afan de la riqueza cifrada en los tomates. Junto con los coros revolucionarios, cruzé la fron- tera del Rio Bravo la noticia del fértil suelo sina- loense donde se daba tomate en invierno,con menos riesgos de ser afectado por las heladas, debido a sus inviernos cAlidos; hecho que contrastaba con las tierras de la Florida, que desde siempre habian sufrido ¢l problema de las bajas temperaturas. Un bracero mexicano de los pocos que en esos afios traspasaban la frontera, se acercé a una carreta de frutas y verduras que recorria las calles de San Diego, queriendo comprar tomate. El vendedor le explicd que eri esa época a menudo escaseaba porsu dificil produccién en Florida. Con la cldsica franqueza del sinaloense, Casi- miro, que asi se Jamaba el campesino aquel nacido en Navolato, se acodé en la carreta y empezd a contarle al verdulero, de nombre Constantino: —En mi tierra, aunque pequefios, hay tomates en diciembre y en los primeros meses del afio. El vendedor, ratificaba con sus comentarios las dificultades que el riguroso invierno de Florida ofre- cia a la produccién del tomate. Sencilla, abierta y llana fue la platica entre Casi- miro Zazueta y Constantino Georgelos. El campe- sino fue describiendo la geografia sinaloense: sus extensos valles y Hanuras, lo caudaloso de sus rios. Casimiro se detenia para relatar loanchuroso del rlo Culiacan y el perenne escurrir de sus aguas, el corre- dero de la gente cuando se desbordaba de su cauce y lo embravecido de sus corrientes que se llevaba dece- nas de caserios y cultivos; le fue narrando también del porte de sus mujeres y la reciedumbre de sus hombres. —Los de mi tierra somos hombres de palabra, acostumbrados al trabajo. Hemos tumbado buena parte del monte a pura hacha y machete y despie- dradoa mano. jTodo para que siembren los ricos! La paga es poca y la jornada larga; poresome vine para acd donde me va mejor; ahorro, mando la moni orden para que coman los plebes y hasta sobra para coger los bases y divertirnos en la frontera. En aquella larga platica aludi6 a la situacién que prevalecia y al por qué de las enormes dificulta- des que ellos tenian para labrar la tierra. Dejd entre- 21 ver la usura y junto con Ja usura el desamor a la patria de los politicos de entonces, Ramén Corral y Mariano Martinez de Castro, que no daban oportu- nidad a los lugarefios de hacerse de un pedazo de tierra, mientras que a la Sinaloa River Land Com- pany le habian entregado miles de hectareas con tal de que hicieran los trabajos de deslinde. —E] trabajo pesado no lo hacian los gringos, nosotros abrimos brechas, cargamos los aparatos y las cantimploras y morrales y la Gnica tierra quenos quedé fue la de las ufias —afiadié Casimiro. —Le juro —le dijo ya para despedirse— que no aleanzarian las hachas y machetes de todo el mundo para tumbar los palos blancos, los mezquites, los vainoros, los huizaches, los iguaneros y los brasiles, para destramar los gatales y los aguamales que, de tan tupidos, de aqui donde estoy yo a donde esté usted no nos alcanzamos a ver. Georgelos se quedé cavilando en las palabras de Casimiro que pintaron con tanta nitidez la region. Mentalmente hizo planes que no tardé mucho en realizar. Corria 1914 cuando se embarcé rumbo a Mazatlan, a donde llegé preguntando si conociana algun griego avecindado alli. Su idea era comentar, con alguien de fiar, lo que s¢ proponia. Asi fue como dio con Jerénimo Drakato, un sastre establecido en el puerto y de quien todo mundo le dio razén. Se dirigié a la tienda de Drakato cargando por equipaje una bolsa de semillas de tomate globo, los primeros ddlares destinados a abrir la brecha, su veliz y la esperanza de hacerse millonario. Después de indagar la forma de dirigirse a Navolato, sin perder tiempo y sin imaginar siquiera lo accidentado del camino que lo Ilevaria a la tierra prodiga. Se instalé en el vehiculo y, a vuelta de rueda, enfilé por veredas entre brefiales, ceibas, 22 macapules y sauces; cruzando rios y arroyos en pan- gas y canoas que no pocas veces estuvieron a punto de zozobrar. Luego sabria que habia cruzado los rios Que- lite, Piaxtla,.San Lorenzo, Elota, con intermedio del caudaloso arroyo de Coyotitan y otros de menor cauce en los que no solté su libro de oraciones y se encomendé a las once mil virgenes y San Patricio. En el trayecto, los minutos le parecieron horas; tuyo momentos de arrepentimiento, pero no podia echarse para atras; habia recorrido mas de la mitad del camino. . Ansioso por llegar a su destino, sintié un gran alivio cuando tocé tierra firme y, a bordo de una arafia, llegé hasta la estacién del Tacuarinero, la cual se ubicaba frente a la hoy Central Camionera, en el eruce del boulevard Gabriel Leyva Solano y Ramén Corona. Se dirigié a las oficinas para comprar su pasaje y, como la corrida ya habia pasado, hubo de pernoctar en Culiacan. La misma arafia lo llevéa las puertas del Hotel Granada, el que lucia el primer anuncio luminoso de la capital sinaloense. Al siguiente dia, después de deleitar su paladar con un espumoso café con leche y un picén en la Carpa Sonia, propiedad del periodista Rafael Rodriguez Rabago, asentada a un costado del mer- cado Garmendia, frente al mercadito Vizcaino, Georgelos abord6é el Tacuarinero. Mientras el pequefio tren corria raudo entre cafiaverales y mai- zales, se sintié en la gloria asomAnd ose por la venta- nilla. Reconocié palmoa palmo la tierra descrita por Casimiro con su sabiduria pueblerina. Era la hora de las ideales de Banderas, Buelna, Carrasco, Iturbe, Diéguez, Pacheco Ramos, inspira- dos en Madero, Villa y en el caudillo del sur, Emi- liano Zapata. 23 La maquina seguia en su marcha presurosa, nublaba el cielo con sus bocanadas de humo negro, el silbato y el chiquichiqui apagaban las voces del forastero y del’mecanico de la locomotora, el hom- bre aque! que encontré al subir y que resulté ser su paisano: Juan Aretos, técnico a quien Adams ha- bia contratado en Nueva York, en su condicién de duefio del ferrocarril Culiacdn-Altata. La gente dio en llamar a ese medio de comunicacién El Tacuari- nero por aquello de la inmensidad de circulos con- céntricos que se formaban a partir de la chimenea semejantes a los famosos tacuarines, coricos o cori- cochis que son parte de la cultura de estas tierras. Iniciaron una animada conversacién motivada por las inquietudes que asaltaban al recién Ilegado y que tenian que ver con su intencién de sembrar tomate. A su alrededor, los pasajeros cuchicheaban curiosos al escuchar aquella charla en una lengua totalmente desconocida para ellos. Por Aretos supo Georgelos que mister Thompson era el represen- tante de la Sinaloa River Land, porque él le habia comprado 300 hectareas a 10 pesos cada una. Tierra virgen, mds montes que suclos despejados. Georgelos le conté a Aretos su firme intencién de sembrar tomate al tiempo que le mostré la bolsa con semillas de la fruta cosechada en Florida. El le informs que el tomate que se vendia en la regidnera chico, y con ello confirmé a Georgelos lo dicho por Casimiro. Al llegar a Navolato, destino final del Tacuari- nero en nuestros dias, de inmediato Aretos lo llevéa La Palma, un lugar en donde tenia las tierras que Je ofrecid para experimentar en tomate. Le explicé que, debido a su ocupacién en el tren, sembraba a medias con los campesinos del lugar. Eso si, leadvir- tié: “aqui no hay canales, pero yo cuento con una 24 bomba para llevar agua del rio al surco”, Con todo y que Georgelos contemplé boquia- bierto el gran caudal del rio, cauteloso determiné sembrar de 19 a 12 hectdreas. Y esperé paciente- mente la cosecha, la que sin tecnologia sofisticada, ni auxilios quimicos, lend 340 cajas de tomate de exce- lente calidad. Muchos afios después de ese 1914, vendria a su memoria el sabor de aquel primer tomate jugoso que disfruté:como buen catador. Y desde entonces supo que no habia en el mundo un tomate mas delicioso y suculento que el de Culiacan. Manos inexpertas seleccionaron la fruta para su exportacién a ojo de buen cubero. Cuidadosa- mente la empacaron én papel de china, haciéndola mas resistente para el viaje de catorce dias desde ¢! puerto de Altata, en donde se embarcé, hasta el de San Diego. Quin iba a decir que esas cajas petrole- ras serian las pioneras del tomate power! En carretas de mulas las habian aproximado al barco. Junto con la carga subié Georgelos para cuidarla como la nifia de sus ojos. ;Qué larga se le hizo la travesia! Se le figuraba que el hielo no iba a aguantar; muchos otros pensamientos lo asaltaban en la tranquilidad del viaje, Sus preocupaciones iban desde el desembarque hasta la idea de si su caballo tendria el vigor suficiente para arrastrar la mercan- cfa. Cuando el barco atracé, ya lo estaba esperando su hermano. Bajé corriendo a abrazarlo y con gran agilidad comenzaron ambos a subir las cajas para distribuirlas en el mercado donde ya las esperaban; dejaron algunas para el negocio particular que reali- zaban por las calles. Al mayoreo venderian a 75 centavos dédlar el bulto y al menudeo les salié a un délar. La utilidad obtenida, mas que los délares de ese 25 histérico embarque, fue la expectativa que se abria de un negocio que ha venidoa modificar la vocacién de la tierra utilizada hoy en funcién de la ganancia. Muchos querran adjudicarse la paternidad legum- brera, pero unos y otros testigos coinciden en reco- nocer en Georgelos a} iniciador de la siembra del tomate de exportacién en Sinaloa. Un relato viviente acerca de esta aseveracién se enmarca en la vieja casona de don Juan Crisantes, donde resuena su voz cansina. —Es verdad lo de Georgelos. Yo estaba en mi restaurante Atenas Club, alla por 1915, frente a la estacién del ferrocarril en Nogales, Sonora, cuando legaron Aretos y Georgelos a quienes no conocia. Me di cuenta que estaban hablando en mi idioma y me acerqué. Constantino platicé que habia hecho una prueba en Sinaloa con tomate de Florida y que la cosecha la transporté en barco, pero que ahora lo harfa por ferrocarril. Pensaba que el viaje seria mas corto y que le iria mejor. —Transcurrié un afio —continia Crisantes— y el ferrocarril Sud Pacifico de México, principal via de comunicacién con el norte, al restablecer sus corridas, se transformdé en la transportacién mas segura para carga y gente, la que perdura hasta nuestros dias. Era una delicia viajar en él y una verdadera y afanosa aventura porque tratandose de un ferrocarril mixto iba dejando carga en cada esta- cién. Tres dias de camino observando cl contraste entre ¢l paisaje fértil de Sinaloa y el desértico de Sonora, ¢ ir ¢ntendiendo la idiosincrasia de nuestros vecinos reflejada en la dominacién del negro. La 26 maravilla de la tecnologia expresada en los fuertes y pesados carros férreos convertidos en prisiones ambulantes para los hombres de color que serviande porter y de fagoneros. —Eso si, ni qué negarlo, una gran pulcritud en los carros de tercera, en los de segunda y con mucha mayor razén-en los de primera clase y el pullman donde viajaban las clases acomodadas. No faltaba el agua helada con sus vasos higiénicos, y daba gusto entrar a los inodoros. —Cuan lentas maniobras de carga y descarga en cada estacién. A grado tal que en uno de los viajes el obispo de Sinaloa, al pasar por Mazatlan, bajé del carro de segunda y, en compafiia de un seminarista, hoy canénigo y muy respetable parroco de Nuestra Sefiora de Guadalupe (La Lomita), Rogelio Olvera Palomino, se dirigid a la catedral, oficié una misa, dio unas vueltas por el Paseo Olas Altas a bordo de un carruaje y lesobré tiempo para tomar el café enla estacién. Sentado en un modesto sofa, don Juan prosigue su relato. Recuerda nitidamente la platica que le desperté interés por el negocio del tomate, sobre todo al saber que a los jornaleros les pagaban un peso diario. Hizo cuentas y segiin la paridad, un poco arriba de los dos pesos por délar, atin sin ser estable, resultaba atractiva para invertir. —Me emocioné tanto que mandé traer a mi hermana de Atenas para que se hiciera cargo del restaurante y a un primo para que atendiera el hotel que tenja yo en Cananea, De los 20 mil délares que habia ganado en mi actividad de mineroen Arizona, y que representaba mi capital, me traje9 mil y dejéel resto alld. Con estos recursos comencé a sembrar, aunque no tomates, porque al llegar a Los Mochis me asocié con Ramén Garcia Gandara y como él 27 debia dinero no pudo sembrar tomate sino gar- banzo, Perdi en ese negocio tres mil délares y, des- consolado, me regresé a Nogales. Para sus adentros, don Juan hablé como en un suspiro: —Ya estaba de Dios que vendria a nacionali- zarme sinaloense. Y¥ todo porque al llegar a Quild, conocidé a Ana, la mujer que tomé por su esposa y de la que sigue profundamente enamorado. —jCémo fue que Ilegué a Quilé, habiendo sufrido el desencanto a resultas del garbanzo? Crisantes se contesté a si mismo; —En Cananea, en una de mis vueltas, conoci a Manuel Barrantes. El llevaba mangos a Quila. Me entusiasmé al hablarme de un canal que tenia su padre para regar mil hectareas, tierra propiedad de Camilo Romero y Luciano Lépez. Decidi venir a Culiacdn y, al no encontrar providencias de colo- carme, me acordé de Barrantes y fui a buscarlo a Quilé, Ahi me encontré con Lucas Lépez; conveni- mos en el precio y le renté tierras para iniciarme enel cultivo del tomate. Cuenta don Juan que alquilé una carreta de ruedas de palo, jalada por una recua de mulas, laque dificultosamente lo transportaba por la sinuosa vereda a Quild. Tantas cosas se le revelan ahora mientras per- manece casi inmévil, con la vista en lontananza, las manos quietas en su regazo. Luego, rompe su silen- cio y mueve la cabeza en signo afirmativo. Aquella decisién que tomé fue correcta. Vive en el presente sin apuros econémicos al lado de su Gnica compa- fiera, La contempla en su lento caminar, olvidando- nos momenténeamente. Enseguida se vuelve hacia nosotros y dice: 28 —Ana ha estado muy enferma. Delgada, fina, de enormes ojos oscuros, piernas. torneadas, fiel estampa de la hermosura de la mujer sinaloense, buena pareja hace con don Juan, quien debié ser buen mozo. Mantiene la fortaleza y el temple del hombre del campo, y lleva como presea las cicatrices que le dejaron a su paso gatos y choyas cuando fue abriendo brecha para extender el reino del tomate. —Tuve diez hijos—, comenté al dirigirse a su recimara, directo a la antigua cSmoda de cedro tallado, sobre la cual sefialé un portarretrato de marco labrado en plata: la fotografia de su esposa ataviada con lujoso vestido importado, en una pose displicente como lo acostumbraban los retratistas de la €poca. Don Juan la acaricié largamente con la mirada y volvié enseguida los ojos hacia Ana. Ella amina ba por la sala, con pasos lentos, para traernos café. —Con su yestido llevé a Ana al baile anual que haciamos en Nogales Arizona. Lucia bellisima — dijo y entorné los ojos—. Eran los albores de los afios 30. En esos dias don Juan se paseaba por las viejas calles de Culiacan conduciendo su mis reciente adquisicién, unforingo Hayser, de los muy contados que entraban a México. Como anécdota, cuenta que sdlo habia dos foringos, los que una tarde, al llegar a la via del Tacuarinero, chocaron estrepitosamente, hecho que conglomeré a un grupo de gente, atraida por lo significative del acontecimiento. En Jas orillas de Culiacan se localizaba un restaurante que prevalecié muchisimos afios, La Cabafia, refu- 29 gio de pescadores y muchachas de vida dificil. El silbato del Tacuarinero, que era lo Gnico que irrum- pia en el silencio de aquellas madrugadas, era la sefial que esperaban los trasnochadores para repor- tarse a sus hogares. La Cabajfia se quedaba desierta después de que las muchachas salian ufanas estre- nando sus medias nylon, muy domingueras, para disponerse a asistir a las matinés del teatro Apolo. Ese teatro, una de las joyas arquitecténicas de principios de siglo, de gran similitud al del Palacio de Bellas. Artes, fue demolido por disposiciones de quienes desdefian el legado cultural de este pueblo, como posteriormente ocurrid con los viejos portales donde anidaban los palomos que con sus chuchulu- cos daban mayor sefiorio al centro de la ciudad. Y todo por sentar sobre sus cimientos, modernos edifi- cios como el Clouthier, La Lonja, Woolworth, Cinema Reforma, los bancos privados (hoy nacio- nalizados). Escenarios de actos politicos de relevancia, como también de la épera y el teatro, primera panta- Ia en la que se proyecté el cine mudo, y testigo de la transicion al celuloide sonora, el teatro Apolo guar- daba en sus plateas silenciosos testimonios de térri- dos romances en la dgil metamorfosis de las damiselas de La Cabajfia, cuando iban al encuentro de los jévenes estudiantes del Colegio Civil Rosales, Por esos afios, el negocio del tomate habia ya redituado pingiies ganancias. Los empaques comenzaban a modernizarse, las carretas habian sido sustituidas por camiones de redilas para acarrear a los pizcadores. Estos apenas los distinguian, dejaban oir el grito peculiar “j vamo- nos, ya viene la bonchi!”. Y se iniciaba el viaje, todos apretujados como sardinas, mds corto el trayecto, 30 pero igual de incémodo. Aca el padre receloso al ver a su hija repegada a los varones que, mafiosamente, aprovechaban el meneo del troque, lo que signifi- caba el desgrefte de la muchacha: “jTe gusta, verdad cabrona!” y, desde luego, la rifia violenta con el atrevido. Por otro lado, los peones acasillados al cul- tive, adentro de enramadas, en galerones de vara tramada por las que se filtraba el frio, el sol y la lluvia, Diez, doce horas diarias de trabajo, de sol asol, e] hitacate al lado y los jejenes dando lata, zumba y zumba. Para protegerse de la piquetiza, crearon el traje tipico de la tomatera: vestido sobre pantalén, blusa o camisa; si hacia frio, reboso o chal; después, el sombrero de palma y el paliacate que apenas deja al descubierto los ojos. Fastidiosos jejenes yel sol abrazador que oculté Ja belleza de la mujer sinaloense, pero... escondida y todo, jno escapé a la codicia del patrén! Asi nacié una nueva casta mestiza: la del griego y la jornalera, Se enlazan los apellidos Stamos con Rodriguez, lo mismo que Gatzionis con Torres, Crisantes con Encinas. Chaprales con Retamoza, Karamanus con Pérez, Pappatkeodorou con Carre6n, Bisbardis con Torres, Crisantes con Val- dez, Countrulares con Medina, Canelos con Rodri- guez, y también se mezclan Podesta con Reyes, Evangelatos con Rivas, Gotzis con Timmermann. E! mestizaje se diversifica, siguen las mixturas con griegos, italianos, libaneses, alemanes y japone- ses. Empieza a manifestarse esta nueva casta en las costumbres de los sinaloenses. Se da un proceso de aculturacién donde se baila el Palo Verde y El Coyote junto con Zorba el griego. Se consume torete tatemado y borrego a la griega, cerveza Pacifico y vino Metaxa. Las mujeres danzan y con gran empa- 31 cho lucen el traje tipico helénico y ni duda cabe que sé ven tan bellas como la que mAs con tanto listén y con tanto colorido. En el primer cuadro de Culiacan, en Navolato, Quilé, La Palma, Bamoa, Ahome, en El Macapule, San Vicente, Bagojo y la Florida, en poltronas de gudsima y bejuco risticamente labradas o de caoba maciza con asientos de cuero de res o de venado, se balanceaban por horas en las altas banquetas previ- soras de las crecientes de los rios El Fuerte, Sinaloa, Culiacan, San Lorenzo, que tantos estropicios cau- saran. Extrafias voces adormecian al retofio gestado en el surco, cancién de cuna, mitad griego, mitad castellano. Las historias, tan distintas y tan similares. Era muy enamorado— recuerda don Jesus Ayala. Después de fracasar con Anita, la Gnica mujer con la que se cas6, trabajadora de sucampo, rezaga- dora, le dio por comprar muchachas asus trabajado- res mds pobres. Y lo peor es que muchos se sentian contentos de que el viejo Tribolet les pidiera a sus hijas. —Cuando lleg6 a Cachoana iba sin un real, pero hizo negocio con la rezaga, empezé a mandarla a Estados Unidos por express, en cajas petroleras de 30 kilos que vendia a tres pesos (délar y medio). ;Qué tiempos aquellos cuando era firme nuestra moneda! Alrededor de 1924 al 26, la Mayer Daling Co. y la Matco Boy Co. compraban tomate de Estacién Florida en Ahome y lo embarcaban en furgones refrigerados a base de hielo con cupo para 624 cajas. También estaban en el negocio la Mexican Arizona 32 Trading Co., de Thomas Boy, quien contraté de contador a Salvador Medina Ladrén de Guevara, esposo de la profesora Velina Ledn de Medina, directora de la escuela “Josefa Ortiz de Dominguez”. Cuenta don Chuy: —El vaivén del ferrocarril obligé a los agrioul- tores a tomar medidas y dieron por amarrar las cajas una con otra como si fueran mancuernas para evitar que llegaran a su destino con la fruta hecha puré. Sentado en una silla tipica de la regién, de palitos con asiento de cuero, recostado sobre un arbol de guamtchil, cuida como velador, la nueva casa que construye su patron. Saca de su libreta de apuntes los recuerdos que ha ido volcando de aque- llos sus primeros afios de pedn agricola. —A diferencias de las altas tecnologias que usan hoy los horticultores, los empaques de entonces eran bancos de lona que se empotraban a unos pasos de la via del ferrocarril Kansas City, México y Oriente que, al nacionalizarse, adopté el nombre Chihuahua Pacifico, Los carros eran colorados y les decian los rifles. —Poco después, a los furgones se les metian 650 cajas. Ya era otra forma de cargar. Se empezarona fabricar cajas ya propiamente tomateras, aunque Tribolet, gringo piojo con apellido italiano, conti- nué haciéndolo en latas alcoholeras que comprabaa 4 centavos, Don Jests retoma el hilo de los afios aquellos, interesado en dejar constancia de una muy larga juventud que vivid por mas de 40 afios hasta que se casé una vez ¥ para siempre, como lo afirmé: “Como me ibaa poder casar antes si ganaba un peso 5 centavos diarios y andaba como judio errante, de campo en campo! Me pudeamarrar hasta que llegué a ser mayordomo, nivel mas alto del escalaf6n al que 33 podiamos aspirar los peones de campo, y esto hasta que trabajé con el mejor patron de los alrededores, con Tarriba, al que no dejo por lo mismo”. Recordé don Jests la “parvada de gringos que caia en las siembras cuando el tomate comenzaba a bolear. Eran los inspectores de las compafifasameri- canas que refaccionaban a los tomateros y los man- daban para ver si la planta habia prendido y calcular la cosecha. De eso dependia que firmaran los contra- tos y les entregaran los délares para el corte y empa- que de la fruta”, Empezaba la cosecha y los délares se volvian pesos de plata, de aquellos pesados. Monedas 0720 con un Aguila y un sol de rayos remarcados. Las llevaban a los empaques en bolsas de lona para pagar a los trabajadores. —Aqui nos tenian los domingos alegue y alegue con el mayordomo, porque siempre queria mochar la raya inventando faltas o nomds porque alguiende nosotros le cayera gordo. Fueron pasando losafios ydon Jess cambié de patron indistintamente en Sinaloa y Sonora. —Me cnfadaba en una parte y me iba para otra, segin a como me trataran, hasta que me quedé definitivamente con Tarriba. Tengo 15 afios traba- jando con él, ahora gano 2 mil pesos, es mi Ultimo salario (1985). Pero con ser que son mas, me alcan- zan menos que cuando recibia la raya en plata de buena ley, Ha pasado medio siglo desde que por primera vez se inclinéd sobre el surco para cortar tomate. Pertenece a es¢ grupo que con su fuerza de trabajo ha construido el imperio horticola, y hoy que se siente ya sin brios piensa que éste ha sido “su desig- nio”. Casi con admiracién hace el recuento de los bienes de sus patrones, y se detiene en el Ultimo 34 mientras extiende su vista por encima de las paredes que van dando forma a la nueva casa, una sefiora mansién. Casi para sus adentros vuelve a hablar: “Todavia me-falta sacar dos hijos que tengo estu- diando en la Universidad y que necesitan mi apoyo, pero tengo la satisfaccién de haber servido a mis patrones con honradez y, lo que sea de cada quien, Tarriba ha sido bueno conmigo. Me consiguiéd un préstamo para hacer mi casita, que nunca lo hubiera logrado si no me tiende la mano. Me sostiene el trabajo a pesar de que estoy viejo, y me tiene con- fianza. El sabe que a las 5 de la mafiana ya estoy arriba del camién para venirme a la obra”. La sefiera figura del anciano, con su sombrero de palma calado hasta las orejas, de esos que tejenen los ranchos de los altos, apenas deja ver su rostro surcado de arrugas. Su modesta vestimenta, panta- lén caqui, botas viboreras y antiparras de aros negros, es el vivo retrato de toda esa inconmensura- ble torre de Babel que afio con afio, ya casi siete decenios, ha sido invitada a cenar ya lo inico que los traen es a lavar los platos. Don Jestis Ayala supo de las primicias del tomate en los campos de La Vasconia, E] Burrién, Bacobampo, San Miguel Zapotitlan, Huatabampo, Cajeme, Chama, Bahoma, La Louisiana, Cohui- bampo, La Palma, donde dejé sus mejores afios arando la tierra, prendido de las manceras de los ponis. Encallecié sus manos y sufre secuelas de males que le ocasionaron sus prolongadas talachas en las melgas para dar riego constante a las apreta- das hileras de matas trasplantadas a las que tenia que cuidar como a la nifia de sus ojos. El riego no fue siempre igual; en el norte los agricultores bombearon del canal que era propiedad de Mr. Francisco Johnston. A éste, le siguieron las 35 norias, que por su poca profundidad, muy pronto se agotaron; enseguida vinieron los pozos artesianos y comenzaron a cundir las bombas que importaban por Nogales o San Diego. La verdadera transforma- cidén se dio con él nacimiento dela presa de Sanalona en 1948, Georgelos, Crisantes y don Jess fueron testigos, cada quien a su modo, de esa transforma- cién, Después de la primera monumental obra hidrdulica, el gobierno federal construiria seis mas: Miguel Hidalgo y Costilla, que se termind en 1956; Adolfo Lépez Mateos, en 1964; Josefa Ortiz de Dominguez, 1969; Eustaquio Buelna, 1973; José Lépez Portillo (Comedero) 1981; Gustavo Diaz Ordaz (Bacurato), 1982; Guillermo Blake Aguilar, El Sabinal, 1985 y la de Elota-Piaxtla; ademas se terminaran otras de menor cuantia, las denomina- das “con sentido social”: Los horcones y Las higue- ras. Junto con las presas, ¢l gobierno federal fue construyendo carreteras hacia los valles, y el mas impresionante distrito de rie¢go de toda Latinoamérica. La voz de don Jestis Ayala se repite como un eco por todos los campos agricolas. Es cosa vivida por cientos de miles que no han pasado de ser un numero en Ja besana. En ese concierto, son las mis- mas notas discordantes del imperio del délar. Asi vemos a don Juan Crisantes desde el esta- mento patronal y a don Jesus Ayala el incondicional jornalero que es el hilo delgado de esta historia. Escucharlos a ambos conforma la historia que cada quien narra. Don Juan relata cémo Legaron en los afios 30 un grupo de sus paisanos, entre ellos: Sajos, Chapra- les, Evangelatos, Masomenos, Crisantes, Countru- lares, Macris, Kolokuris, Sajarépulos, Stamos, Canelos, Gatzionis, Stavrépulos, Gotzis y otros 36 pocos, ahuyentados por los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Ninguno de ellos reconoce su pasado con escaso pan, sino que, como Georgelos el pionero, y como don Juan, el huchuetlatolli de esa tribu, afirman que llegaron con parte de su capital para invertirlo en este suelo. Para don Jesis Ayala esto es un cuento. Suelta la carcajada y critica: “pinchis griegos, si eran una parvada de perdularios pelapapas que los jondié un barco carguero hasta el puerto de Mazatlan. Queno lo nieguen, venian a buscar trabajo con los que ya estaban establecidos. Esa es la realidad. La mayoria se alquilé como apuntador, jefe de empaque o mayordomo, pero ahi lueguito empezaron a rentar tierras y ahora son duefios. Para ellos fue refacil, se arrejuntaron unos con empacadoras y otros con cortadoras y ja parir cruzados! Para las muchachas la vida era muy dura y les hacian caso con la ilusién de tener mejores tratos y mas salario porque en ese entonces la mujer ni contaba; ahora, ya ve que hasta vota”. Ese fue el junior tomatero que se gesté en el surco. Se educé en colegios particulares aqui, en los Estados Unidos y en Europa. Lo ensefiarona hablar inglés, gajes del oficio, y convirtieron su formacién en una verdadera capirotada. Ni mexicanos, ni grie- gs, ni gringos, tal vez esto ultimo por su proclividad al délar. La presa Sanalona trajoaparejada alta tecnolo- gia en el cultivo de las hortalizas, y mientras se daba el desalojo de los campesinos temporales, serranos, cuyos pueblos enteros enterré el vaso, y quemuchos de ellos siguen deambulando para que les repongan sus tierras, acd abajo, en los valles, rugian los tracto- res John Deere y Caterpillar, las escrepas, y llegé la vara, modernidad que trajo Canelos, para trepar la 37 guia y ganar espacio, al mismo tiempo que le dio mas consistencia a Ja fruta y la mata. E] empaque se meca- niz6, adquirieron flotillas de traylers con cajas refrigeradas, liegaron las montacargas, los llamados “arriad ores” que trajo Lichi Escobar, los invernade- ros sentaron sus reales y con ello se diversificaron variedades, todas de importacién. De la aspersién manual se paso al rociado a€reo, indiscriminado, de plaguicidas y herbicidas. Cambios vertiginosos, entre tantoel balde sigue pendiendo de los dedos toscos del jornalero, el mono portador del veneno efectivo, pesa como un fardo sobre sus espaldas conforme cac la tarde, y lo que es peor, lo pone en contacto diario con la muerte. E] agua llegé al surco utilizando la moderna infraestructura hidrdulica, construida con el esfuerzo de todos los mexicanos. Los impuestos empezaron a trabajar generando estos empleos dela vergiienza, productores de inmensas fortunas de 56 familias, que estan a salvo resguardadas por bancos extranjeros. El agua llegé alos tomates, peronoa las gargantas secas de los jornaleros. Hoy, las 56 familias se trasladan en sus avione- tas, en sus jets ejecutivos, horticultores-pilotos, hasta para transportar lateria y vinos, no digamos los insumos para los cultivos, El regionalismo de sus mujeres y sus hijos naci- dos en estas tierras, ha propiciado que se edifiquen sefioriales casas y que rueden lujosos automdviles del afio, que haya hangares privados, hoteles cons- truidos aqui y alla tras la frontera. Soberano con- traste con la ringlera de galerones parapetados con lamina de cartén donde se meten los trabajadores. Estas improvisadas casas, no pocas veces han ardido, como pasé en los campos de Saracho y de Gonz4lez. No quedaron ni cobijas, ni radios, ni 38 cazuelas, ni petates, ni el veliz de hoja de lata que compran cada fin de temporada. Cuentan con la infraestructura necesaria para la produccién Ge las hortalizas Sigma, Floriza, Wil- son, Tricar, Avila, Bell air, E] rey, El toro y otras, hechas con dinero mexicano; y, en el otro lado, la cooperacién gringa para los patios y estacionamien- tos de los traylers que transportan la fruta, que tan prodigamente se produce en Sinaloa, para llenar los anaqueles de los supermercados de California, Ari- zona, Nueva York y aunque en menor escala, de Canada. Eso si, la inspéccién es muy rigurosa. Con ello dan lugar al intermediarismo, el de los aduane- ros; mientras la cadena se estrecha y ese gran pastel se reparte en aras del proteccionismo. Por alla, a finales de los afios 30, se registré la época que se conoce como “desastre legumbrero”. Don Juan Crisantes entré al quite con los que atin eran incipientes tomateros. Lo dejé dicho: “Yo los ayudé a todos en ese 39 funesto; si no, hubiera habido desbandada”. Antes, en el 29, sé habian incorporado Podesta, Wilson, Tribolet, Ritz y Haberman. Para el 40 habia cundido el interés por estos cultivos, y quienes habian sido graneros, como Gastélum, Diaz Angulo, Lépez, Riveros, Bon Bustamante, se deci- dieron por Jas legumbres. Asi, la funcién de Ja tierra, producir alimentos, se trastocé en funcién del interés por la ganancia. Las hortalizas despertaron la codicia de los agricul- tores, el cultivo se elitizé y propicié nuevos acapara- mientos de tierras de la mejor calidad, tanto en compra como en renta. Cada afio se repite la canta- leta: campesinos que denuncian los modernos lati- fundios, hechos mediante alevosos convenios en los que intervienen autoridades agrarias, donde los 39 poderosos se comprometen a desmontar ejidos ente- Tos y recibir en paga la hipoteca total de la tierra por periodos que yan de 5a 10 atios. Luego, los campesi- nos entablan batallas campales al término del conve- nio, porque como los rentistas son muy influyentes, resulta dificil expulsartos al vencimiento del periodo pactado, y cuando lo logran, reciben sus parcelas “peor que bagazo de cafia”. Eso noes todo; la avaricia ha llevado a algunos horticultores a combinar estos cultivos con los de la amapola y la marihuana, dandose mafia para trans- portar los enervantes intercalados con las cajas de pepino, tomate, chile, calabacita y berenjena. No pocas veces han quedado al descubierto. El hecho mas reciente fue el de principios de temporada 1984- 85, donde agentes de la DEA detuvieron dos trailers Dina del afio, color rojo, que pudieron ser rescata- dos por sus propietarios al responsabilizar de estos hechos a los conductores. Los mismos argumentos se han utilizado cuando el ejército o elementos de la Procuraduria General de Justicia de la Nacidén loca- lizan sembradios de estos enervantes en terrenos de riego, generalmente rentados en los ejidos, donde jamas aparecen los duefios. En tal forma ha penetrado el afan de riquezas que la voz popular maneja que no importa el medio ni el dafio, y pocos son los agricultores que no han sucumbido ante la tentacién de “El Bifa- lo”, maxime cuando han sentido que cada vez les resulta mas dificil contratar jornaleros ante la competencia que representa el pago de mds de5 mil pesos ¢l jornalenel cultivo y pizca de estupefacientes (1985), contra el minisalario gue ellos pagan. Sin diferencia de trato, en cuanto a prestaciones, porque unos y otros, los narcotraficantes y los legumbreros, los acomodan en barracas, los mantienenen. campos de concentracién y los tratan como esclavos, Las divisas que generan las legumbres en su mayor parte quedan en bancos extranjeros o en inversiones, al igual que en bienes raices, forman- dose colonias én San Diego, Coronado y Tucson, preferentemente, donde incluso las compafiias cons- tructoras sinaloenses han caido en la tentacién del délar, edificando fraccionamientos con tal éxito que, antes de concluir las construcciones ya estan contratadas en venta. Todo indica que tiende a cerrarse el ciclo. El encasi- lamiento, el saqueo de la riqueza nacional, la vieja hacienda transformada en moderna empresa agri- cola, como lo dejara asentado Francisco Pacheco Ramos Esquer, legandario soldado dela Revolucién que alcanzé el grado de teniente coronel por sus méritos en el campo de batalla, al lado del general Iturbe: “pensar que estas mismas causas nos llevaron a principios de sigloa levantarnos en armas, mas por hambre que por conviccién”. Perteneciente al cada vez mas reducido peloton de veteranos que luché convencido de las injusticias, abandonando las aulas del Colegio Nacional Rosales para empufiar el fusil y terciarse las carrilleras, sobrevive en su humilde morada con una misera pensién, quiza la décima parte de lo que gana un homoénimo egresado del H. Colegio Militar. Instalado frente a su vieja Remington, que a duras penas utiliza auxiliado por una lupacon laque escudrifia las descoloridas teclas, con sus 95 afios a cuestas, extiende su pierna derecha que iguala a la otra con su huarache de triple suela para disimular el cojeo, herencia que le dejara su valentia de comba- 41 tiente, se pone cémodo, aviva la voz y entra en escena. La nostalgia lo pone quejumbroso y desolado porque “todd sigue igual o peor que antes de la Revolucién, Esto fue lo que animé a las fuerzas insur- gentes, en las que iba yo, a lanzarnos a la pelea. Tomamos Ia plaza de Culiacdn, dirigiéndonos al Seminario Tridentino que convertimos en cuartel, y aquel patio sefiorial sirvié de caballeriza, mientras que la fuente de m4rmol que lucfa al centro fue el bebedero de las cansadas bestias. Ahora recuerdo que esa fuente desaparecié y seguramente ha deestar por ahi en alguna casa de rico o de funcionario”. En su relato hace memoria del grupo revolucio- nario iniciador en Sinaloa de la insurreccién. Su voz suena como un reproche callado por mucho tiempo, —Solamente mi padre, Francisco Ramos Obeso, era seguidor de Francisco J, Madero, pero los demas: Eduardo Armienta, Manuel Mondaca, Miguel Armienta, Agustin Beltran, Conrado Antuna, Lazaro mi hermano y yo, éramos parte del pueblo que ya no soportaba al gobierno y pedia un cambio. Reflexivo, afirma que el cambio por el que lucha- ron no sedio, y volteando los ojos hacia cl interior de su Vida sefiala: Nadie que inicia un movimiento social recibe los beneficios; ley social que no est4 escrita en nin- guna parte, pero que se aplica inexorablemente. Ese fue el primer grupo guerrillero que se ievanté en Sinaloa, el de los generales Juan Bande- ras y Rafael Buelna Tenorio. Del primero dice que fue el mas valiente de los generales, y del segundo un gran estratega. “Buelnita era de cuerpo endeble, ojos chiquitos, de mirada penetrante y boca pequefia, a quien por cierto Pedro Garay se negara a reconocer 42 como un verdadero soldado por su aspecto de cha- maco y que hasta lo pated insultandolo. “;Qué jijos de la chingada vienes a hacer aqui!”. Espetandole al mismo tiempp: “De parte de quién vienes?”, cuando Buelna se le presentd sin mas ni mas en la casa donde se asistian en el pueblo de San Blas, Ahi, después de conducir a la victoria, sin armas y con su pura valen- tia, utilizando Ia tdctica de la sorpresa, a este grupo en la toma del cuartel, Buelna demostré por qué con todo y su juventud, ya contaba con el grado de coronel”, Con la ascensidn de Carranza a la Presidencia, el revolucionario rememora una situacién de crisis que vivi6 el pais, pero que no propicié el endeuda- miento con el extranjero, con todo y que por un tiempo sustituyé los pesos de plata por la moneda hecha en papel blanco de carta. Cada caudillo acu- fiaba sus propios billetes. Pancho Villa tenia los suyos, pero su valor era relativo, porque sdlo se admitianen su4rea de accién. Lo mismo ocurris con los de Iturbe. Los tnicos que alcanzaron un valor mas amplio fueron los de Juan Carrasco: por un peso de éstos pagaban dos délares. Eran los bilimbi- ques. Ramos Esquer entra en suspense y hace esfuer- zos por aguzar el oido interesado en las preguntas sobre un tema que lo apasiona y que lo hace revivir sus afios mozos. En ese trance, se hace un silencio pesado que rompe su hija Rosa para ofrecernos café. Extrafia pareja en medio de un ruinoso caserén con persianas semiderruidas, paredes descarapeladas por el salitre, sillas mecedoras desajustadas, puertas de vieja manufactura, rechinadoras, altos techos remarcados con vigas apuntaladas desde el suelo; el piso opaco, disparejo. El portal de arcos y el dimi- nuto escritorio, detras de] que se instala quien fuera 43 procurador de pueblos y diputado local, no desen- tona con ese paisaje demoledor. Mientras dofia Rosa sirve el café, Pacheco Ramos reanudg la charla haciendo gala de su prodi- giosa memoria y, con inusitada agilidad, mantiene la cortina del tiempo transcurrido con una exactitud que pasma. En tal dia, a tal hora, en tal lugar... estibamos fulano, menganos y yo... Y durante su platica repite el suceso sin ningiin error. Los campesinos, que esperaban recuperar las tierras, de las que habian sido desalojados por The Sinaloa River Land Company, y ¢l reparto de los jatifundios que se encontraban en manos de los Andrade, los Clouthier, los Redo, “siguen espe- rando esa accién por la que lucharon. Mucho antes de que la chispa se prendiera, esa compafiia extran- jera se apoderdé de las tierras de muchos pueblos, respetando tnicamente a los que gozaban de influencia con el gobierno de Cafiedo y cuyas propie- dades se definian de esta manera: a Andrade le toca de la estacion del Ferrocarril Sud Pacifico hasta las olas del mar; a Clouthier decerroa cerro, ya Redoel resto: la zona de Eldorado y del Coloso, mds alla de lo que hoy se conoce como La Campifia, donde se establecié el primer ingenio azucarero de Sinaloa”. Al resucitar la Ley de Licitacién de Tierras Nacionales, Ramon Corral, vicepresidente de la Republica, se quedé con la concesién para deslindar las propiedades en territorio sinaloense. Junto con Luis Martinez de Castro llegd a Culiacan a encar- garse de esa diligencia. —Y pensar que tenemos una calle que lleva el nombre de Ramén Corral—, expresa e] revolucio- nario que forma parte de la escasa veintena de vete- ranos de la revolucién que todavia vive.“Porque Ramén Corral y su socio Luis podian haber obte- nido mucho dinero de esta concesién, pero como ambos estaban cansados de la vida y atrofiados de sus facultades, al encontrarse con esos gringos suel- tos, mediante tin alto porcentaje, les encargaron los trabajos entregando sin escripulos las tierras mexi- canas en manos de extranjeras, porque los dichos gringos formaron la compafiia Sinaloa Land River y se dedicaron a arrastrar pueblos y comunidades, ayudados por su subgerente, ingeniero Manuel Bonilla, quien fue compensado por sus buenos ofi- cios con el 4rea comprendida de San Cayetano hasta los limites con Durango. Estas tierras las vendid- Bonilla a Ferrer y después las compré la familia Alvarado”. —La compafifa gringa tuvo sus oficinas en el edificio Barrantes, ubicado en esquina de las calles Rosales y Morelos en Culiacan, el cual conserva sus artisticas balaustradas. Fue construido por alla en 1905 por don Justo Beltran de Molo Viejo. El gerente era Manuel Rodriguez Gutiérrez, y éste llamé a Bonilla y a una serie de ingenieros de segunda categoria que hacian los trabajos topografi- cos. Estaban al servicio de los malhabidos duefios: W. Schuyller, William H. Byrd, Santiago Smither y Nelson Noheder, quienes mas tarde habrian de aso- ciarse con los hermanos Almada. Al final, solamente se conocié a su representante legal, Mr. Thompson. Thompson ocupé una vieja casa de grandes corredo- res, hoy demolida y sustituida por una residencia de corte modernista en Rafael Buelna y Riva Palacio, donde vive la familia Gonzdlez Espinoza de los Monteros. . —lLas tierras de Tepuche fueron reclamadas con sus titulos primordiales expedidos por don Por- firio; pero, al llegar a las oficinas, los pergaminos fueron extraviados, seguramente a propésito para 45 que sus verdaderos duefios no pudieran recuperar- las. También hubo una serie de injusticias. Veran ustedes: —En Molo Viejo, en terrenos de la familia Abascal, sacaron a la pobre viuda en camison de su casa y le robaron todo cuanto tenia al grado que se trastorné mentalmente y murié por la calle Rosales jde dar lastima! Mientras tanto, Andrade, Bonilla, Redo y Clouthier, se afirmaban en sus posesiones. Este ultimo, bisnieto de un médico canadiense que llegé a mediados del siglo pasado a colaborar en la lucha contra una epidemia de fiebre amarilla, se quedo en el pais y se convirtié en ranchero. Es una dinastia como la de los Redo, que ain perdura con mucho poderio econdémico, pasando de rancheros a comerciantes, banqueros, legumbreros y agroindus- triales. Al promulgarse la Constitucién de 1917, se prohibié, en su Articulo 27, que los extranjeros pudieran adquirir en propiedad ni tan sélo un centi- metro de nuestras tierras, pero ellos encontraron la forma de hacerlo. Se casaron con mujeres mexica- nas, a cuyo nombre efectuaban la operacién parano tener que renunciar a su nacionalidad. Al fin y al cabo tutelaban mujer y tierra. —Para Pacheco, Cafiedo fue el dictador de Sina- loa que dio entrada a la Sinaloa Land, ya que “per- duré en el poder desde el 4 de junio de 1877, dia en que tomdé posesién, hasta el 6 de junio de 1909, Solamente un periodo dejé de gobernar, cuando estuvo el ingeniero Mariano Martinez de Castro. A la muerte de Francisco Cafiedo tomé posesién como gobernador el licenciado Heriberto Zazueta, el 6 de junio de.1909, Vinieron las elecciones para goberna- dor y se presenté como candidato Diego Redo Vega en contra del licenciado José Ferrel. Recuerdo aquel dia 25 de junio de ese afio, cuando viajé don Diego Redo, al aceptar la candidatura, llegé a protestar como candidato, Fue el momento en que los alum- nos del Colegio Nacional Rosales rompieron los can- celes del edificio. Yo era estudiante del segundo grado de preparatoria y Rafael Buelna estaba en tercero. Redo protesté, pero con los gritos de los muchachos se acallé la voz del orador en turno, Juan B. Rojo, prefecto del colegio, Buelna comenzé a gritar mas fuerte y callamos al orador con frases ofensivas. Como el alboroto continu, intervino el director del colegio, doctor Ruperto L. Paliza, para tratar de someternos, y como no loconsiguié levanté una lista de todos los que est4bamos en el acto y, al dia siguiente, aparecid en el pértico un pizarrén con un gran aviso: quedan expulsados definitivamente Rafael Buelna Tenorio y temporalmertée otros, entre ellos yo. Se nos prohibié presentar examen y perdi- mos e} afio”. En medio de un sufrimiento entrafiable Pacheco Ramos vive con una satisfaccién: siendo juez de primera instancia dicté la sentencia que obligé a la Land River a abandonar definitivamente las tierras con las que pagaron, junto con el canal, la demanda de Almada. Fueron 11 millones de délares. 47 nifios descalzos y los mis pequefios prendidos de los pechos dela madre. ee et ‘*,.nio se aguanta el calor con Ia ldmina negra, y seencierrael humo que es una barbaridad”. 1Cémo! :No han sentido horror Por la sangre de su hermano? TL Son las cuatro de la mafiana. Catalina salta de la cama y empieza a vestirse apresuradamente: abajoel pantalén, encima la falda de colorines, se anuda la camisa de manga larga de su maridoy la pafioleta en la cabeza. Con la misma prisa camina unos pasos para juntar los lefios, rociarlos de tractolina y encen- der la hornilla, en un momento estaré lista la lumbre. Recalienta los frijoles y las tortillas, frie papas con huevo y uno a uno acomoda los tacos sobre la servi- lleta bordada de punto de cruz; mientras, hierve la olla para el café de talega. Termina de empacar el bastimiento, anuda las puntas de la servilleta y mete todo en un morral. Voltea, luego, para arropar a Jas criaturas que duermen. Despierta, sigilosamente, a la mayorcita; le encarga que les dé desayuno a sus hermanos. —Te vas a la escuela temprano, en cuanto lle- gue tu tia a cuidar la casa. Pértense bien, no quiero pleitos. Se oye el pitido de la troca que Hega. Los jorna- leros esperan, Catalina echa una ultima ojeada a la lumbre, saca los lefios, los apaga con agua y deja unas brasas para que la comida de sus hijos se con- serve caliente. Da tres zancadas y estd junto a sus 41 compafieros que ya empiezan a subirse, La troca inicia su marcha. Entre el colorido de las cintas de los sombreros, de las faldas y lbs paliacates, se van acomodando las mujeres junto a sus maridos, resguardando a los hijos que también van al corte. Alguien habla: —Ya sabemos que el chamaco pierde el afio de la escuela, pero qué le vamos a hacer; apenas con la raya de los tres medio la hacemos, al fin que no es muy cerrado de la cabeza que digamos, ya se repon- dr4 enlas clases, pues el maestro ha dicho quees muy abusado para las cuentas y lee de corrido. La pldtica no hace mds corto el camino. Son mas de dos horas con el aire frio azotandoles en los ojos. Estrujados, unos con otros sufren el vaivén del carro que recorre terracerias, bordea canales a altas velocidades con menosprecio de la vida del pasaje. El chofer lleva prisa porque esta obligadoa entregar carga completa a los jefes de cuadrillas antes de las 7 de la majiana, para que éstos, sin pérdida de tiempo, Tepartan sus surcos y tareas. —Vaya susto que llevamos cuando las dos llan- tas traseras se fueron hundiendo del lado del canal. ‘Creimos que nos iba a llevar la fregada, como a los de Sinaloa de Leyva y del Potrero que no vivieron para contarlo, y los que quedaron vivos, de puritito milagro, se arrendaron para su tierra todavia conel alma en un hilo —comentan al bajar. Las voces se confunden, Todo mundo opina. iCémo es posible que acarreen en batangas a la gente, cuando saben que facilmente se voltean? Hagan de cuenta tomates de rezaga. Catalina saca el pomo del café y lo va pasando para que tomen de sorbo en sorbo; y mientras tanto, ve de reojo cémo un viejo, abusivo, haciéndose el tonto, va juntandose a la Manuelita. Ella, por ir 52 cante y cante La culebra pollera y El sauce y la palma, no se da por aludida. Le pega un pellizcén para que se comporte y le grita al papa: —Cuide a sui’ja, viejo zurumato, qué no ve que se la quieren manosear. El camién se detiene y la peonada con las pier- nas entumidas va brincando para reportarse con Marcelino, el mayordomo. Ellos lo ven, observan que se ha puesto la chaqueta del patrén y hasta el tono de la voz le ha copiada. —Orale, no pierdan tiempo, no me maltraten las matas porque se las cobro. Apurense que ya vamos retrasados, Hay que aprovechar la fresca, El grito de Marcelino estremece a los jornale- ros. Han llegado de todas partes, pero nose mezclan. Por un lado las cuadrillas de las colonias populares de Culiacan y por otro las de las diversas rancherias de Sinaloa, Los de Oaxaca, Guerrero, los purépe- chas, otomies y tepehuanes, han llegado ya proce- dentes de los campos que ellos tlaman de concentracién. Vienen muchos nifios, mujeres con sus vastagos colgados en la espalda, dentro de los clAsicos rebosos. Todos pasana recoger sus utiles de labranza y del corte. Unos reciben los marcadores, otros azadores, otros mas, cajas llenas de almacigos para el trasplante. El trabajo se inicia, adelante van los fertilizado- res con los costalitos del peligroso producto que contiene diversos concentrados quimicos: fosfatos que dan beneficio al integrarse a la tierra, pero res- gosos en su aplicacién; los jornaleros lo ignoran, con sus pantalones remangados, sus huaraches de tres puntadas, caminan por los surcos. Sus manos van vaciando el polvo sin cuidado, de los depésitos al cernidor y de ahi, con movimientos ritmicos, medio encorvados, lo depositan en la surqueria marcada 53 por el tractorista (peén de mayor rango y de trabajo permanente). El reloj da las 12 del dia, hora de desatar el itacate y recalentar los tacos, por ahi en cualquier parte. El aguador, la zorra como lo llaman, no se da abasto acarreando agua del canal para calmarles la sed; otros sacan su pepsicola a punto de hervir y rellenan con la gaseosa lo que les falta de alimentos. Aqui las dos sopas los perjudican, las sodas que no les nutren y el agua del canal que los enyenena, porque ahi lavan los depdsitos que contienen fertili- zantes y plaguicidas, también ahi se bafian; y, por si fuera poco, los aviones fumigadores pasan a unos metros de su cabeza arrojando estos productos dafii- nos. A la media hora se escucha la voz tronante de Marcelino. —Ya se les terminéd el tiempo. Hay que aprove- char el sol, que no se nos vaya porque les queda mucha tarea y luego respingan porque llega mocha la raya. Aptrense, qué no ven que ya llegé la unidad cargada de estacén y hay que echarlo abajo. Las cuadrillas se vuelven a integrar. Unos amontonan la vara, otros marcan el piquete y detras de ellos van los que colocan la planta una a una. De los viveros han traido en cajasestas plantas cuidado- samente atendidas, hasta tierra importada le echan para su mejor germinacion. * Con los pies hundidos hasta el tobillo en el Jodazal, los jornaleros ofrecen un panorama como de postal. Los sombreros de palma de las mujeres se distinguen por los colores chillantes de las cintas y pafioletas que llevan de barbiquejo; los hombres y nifios Ilevan paliacates amarrados al cuello. Faldas floreadas en consonancia con el paisaje verde, azul, colorado, naranja. La vestimenta de los 54 hombres ha venido del calzén de manta rayadaa los de dril, para terminar en los de mezclilla y entrara la moda de los jeans. La verdad es que quienes pusie- ron de moda,el pantalén de mezclilla fueron los jornaleros, por lo barato de la tela, de hechura do- méstica, con fuelles y valenciana. El tapado de la cara de la mujer, el pantalén debajo de la falda, le sirven para protegerse del sol y de los jejenes. Ei pafio colorado, al cuello de los hombres, que se ha conservado como prenda caracteristica de este nicleo de trabajadores, forma parte del folclor sina~ loense. El sol ha caido ya. Las mujeres comienzan.a despojarse de sombreros y tapados. La jornada toca a su fin, El nifio de la oaxaca duerme pldcidamente cubierto con el reboso extendido de vara a vara. Es hora de volvérselo a tercear para emprender el cami- no de regreso. Uno, dos, tres kilmetros.a pie, Los mds sucrtu- dos alcanzan raite en la picup y los que van a los pueblos y colonias de enganchadero de nuevo brin- can a los troques. Son los naturales con sus familias que bajan de los altos o que vienen de los Estados mas pobres del pafs, los que cruzan el cerco dé alambre de pias para introducirse en los galerones. —Mas antes, porque yo ya Ilevo treinta afios viniendo, unas veces si y otras no, estas casas erande vara tramada con techo de rama o de palma, siquiera estaban mas ventiladas, pero ahora no se aguanta el calor con la lamina negra y se encierra el humo que es una barbaridad. Cuando hace frio hasta agrada, pero es mas el calor que el frio —dice un pedn. Sélo en dos o tres campos la cuarteria es de ladrillo parado, ripiado de cemento; peronocambia el piso de tierra suelta; no tienen agua ni luz ni on ne excusado. Cuando son chicas las familias, o se trata de hombres solos, las juntan para que en cada cuarto haya cuando menos de cinco a seis ocupantes. Si la familia es grande, el hacinamiento es articulo de fe. Donde trabajan hombre y mujer, dos o tres hijos, con el resto de la prole, se amontonan hasta diez. De noche, el tendedero de petates y cartones; de dia se levantan cobijas, sabanas y demas objetos para colo- car la improvisada mesa y los cajones. El cuartito hace las veces de sala, comedor, cocina y recAmara. A la hora de dormir, los papas se colocan al centro y alrededor el resto de la familia, formando un gran abanico. Cuando la mayoria de los hijos duermen, la mujer se junta con su cOnyuge una vez terminados sus quehaceres. El le reclama sus obliga- ciones maritales y el apareamiento se da en silencio, con apuros. Se reprimen, temerosos de ser sorpren- didos por los hijos mas grandecitos. Sin embargo, 4quién puede asegurar que no hayan presenciado en mas de una vez, a hurtadillas, el amoroso encuentro de sus padres? De esta manera, los estimulos Ilegana su cuerpo sin capacidad de respuesta. Estas situacio- nes, unidas a la miseria en que viven y crecen, van forjando individuos con frustraciones y rencores. Surge el hombre indémito, violento, que puebla las cdrceles. Es el que brinca bruscamente de la nifiez a la juventud sin el paso psicolégico por la adolescen- cia. Como fruta de maduracién forzada a base de calor, asi lo empujan las pasiones y lo confunden. La bisqueda de mejores condiciones los arranca de sus lugares de origen, donde poco a poco han sido despojados.por la ambicién del cacique. La ancha parcela que se extendia frente a sus ojos se les ha convertido en confeti. Allé la casa es pequefia; pero nadie los arrea, no hay candados pero la 56 comida es poca, casi nada. Al llegar aqui son segregados por sucondicién. Porque, que se sepa, ninguna familia, ni de las colo- nias populares; ya no digamos de la clase media, estaria dispuesta a sentar a su mesa a estos hombres y mujeres de rasgos aborigenes, estatura baja, andar tupido, pelo lacio oscuro y grueso, pies resecos, partidos, manos morenas encallecidas y de ufias cre- cidas. Mujeres de grandes pechos, gente de baiio dominical. El apartheid tendria cosas que aprender de este comportamiento que separa a los hombres de un mismo pais. Son distintas culturas, de ambas hay mucho que aprender. La de ellos es una organizacién natural comunitaria con solidaria convivencia, en las buenas y en las malas, lo que expresan en su practica coti- diana. Molesta a los patrones su compacta integra~ cidn; sus reclamos en lenguas que les son ajenas. La respuesta a estas manifestaciones ha sido la represién que causa angustia, que se da desde la raya incompleta, la negacién de pases para atencién médica, el no pago de los pasajes, el mezquino y nulo reparto de utilidades, las vacaciones jamds otorga- das so pretexto de la eventualidad de la zafra, la que nunca es menor de ocho meses. Les esquilman los dias feriados, no los capacitan y los dejan con des- proteccién absoluta en el desempefio de sus tareas, sobre todo la fatidica aplicacién de insecticidas y herbicidas, contratan guardias blancas que los aco- san, los vejan, los asesinan por el pecado de querer organizarse libremente, sin credenciales de presenta- cién domesticada. No hay ningtin respeto a su integridad, “siquiera aqui tragan” diria Teresa, la mujer del patron. Muchos de ellos se intoxican aplicando el para- 5?

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