Tomate
AMARGO
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Universidad Auténoma de SinaloaTomate
AMARGO
Carmen Aida Guerra
Rubén Rocha Moya
Universidad Auténoma de SinaloaPROLOGO
“ Tomate amargo, que bien podemos considerarlo una erénica
politico-social y que a ratos nos parece un magnifico reportaje,
es un buen libro; bien escrito, de gran interés general y de
mucha actualidad.
Todos los sinaloenses nos sentimos inquietos ante la pre-
sencia en la ciudad de esas personas, vestidas de mancra difc-
rente, con fuertes rasgos indigenas, que mendigan por las
calles, venden nopales u otras verduras a la puerta del viejo
Mercado Garmendia, legan todos los dias al Hospital Civil 0
aparecen én las paginas rojas de los diarios: asesinados, muer-
tos én accidentes de trabajo o victimas de las enfermedades de
Ja pobreza. Son los “oaxacas”, “guerreros”, “purépechas” o
“zacatecas”, que han venido a Sinaloa para quedarse y que a
todos los habitantes de esta ciudad nos producen una mezcla de
irritacién, lastima, desprecio y conmiseracién; son nuestros
braceros: seres extrafios y taciturnos, que despiertan en noso-
tros ancestrales prejuicios raciales y sociales que creiamos ya
enterrados.
Ellos son, sin embargo, quienes con su trabajo generan
mucha de la riqueza y bienestar én la zona, para que las 56
familias de la clase dorada hagan ostentacién de riqueza, con
sus mansiones de lujo, sus automéviles Ultimo modelo, sus
aviones, sus yates, sus compras en Tucsén, sus diversiones en
Las Vegas... Esas personas tienen presencia en Tomate amargo,
Sus condiciones de vida y de trabajo son miserables en
grado extremo: viajan desde el lejano sur, la regién mixtecao
zapoteca, o desde las serranias de Guerrero, hacinados en
vagones de tercera clase en el ferrocarril. Llegan a Culiacdn,
donde inmediatamente son enganchados por los agricultores
para las faenas de sus campos; viven en barracones oen cuartos
pequeiios, oscuros, mal ventilados, con piso de tierra, sin luz
eléctrica mi agua entubada, sin letrinas; realizan jornadas ago-
5tadoras de 10 a 12 horas diarias, de sol a sol; trabajan sin
medios de proteccién adecuados: ropa, mascarillas, anteojos,
guantes, manejan sustancias quimicas sumamente téxicas y
peligrosas para la salud, algunas de las cuales, como cl para-
quat, estan prohibidas, incluso en los Estados Unidos, por
producir fibrosis en los pulmones y otros padecimientas.
Al Hospital Civil de Culiacdn llegan cotidianamente, heri-
dos de bala o de machete, por los guardias blancas de los
patrones o en rifias provocadas por el alcohol; intoxicados con
parathién u otras sustancias quimicas téxicas, mordidos o
picados por viboras u otras alimafias; parasitados o consumi-
dos por la tuberculosis, el paludismo o la amibiasis; hinchados
por la cirrosis hepatica, producto de el alcoholismo y la desnu-
tricién. Los nifios, desnutridos en grado sumo, son presa facil
de lasenfermedades infecto-contagiosas o transmisibles que los
diezma como moscas; gastroenteritis, amibiasis, neumonias...
Su precaria condicién de salud, es un reflejo fiel de sus pésimas
condiciones de vida y de labor.
Junto con estos trabajadores migratorios, laboran tam-
bign los peones sinaloenses, que cn su mayoria provienen de los
altos de Sinaloa, donde las tierras de labor agotadas, ya nodan
para comer; quienes no se dedican a la siembra de enervantes
para sobrevivir bajan a los valles a trabajar en los campos
hortaliceros. Ellos, a pesar de que realizan las mismas faenas y
sufren las mismas miserables condiciones de vida, reciben un
. trato menos peor, menos discriminatorio; su relacidn con sus
compafieros de trabajo, procedentes de los Estados del sur de la
Republica, son muy frias, distantes, y en ocasiones, franca-
mente antagOnicas; paradojas de la vida: connacionales y her-
manos de clase que se enfrentan entre si. Con el tiempo, ha
comenzado a mermar la mano de obra sinaloense, en parte,
porque muchos prefieren emigrar como braceros a los Estados
Unidos o bajar a las ciudades para emplearse de albaiiiles u otra
ocupacién no calificada, o bien, oltimamente, prefieren engan-
charse en la pizea de la manzana como se le denomina al
trabajo, en los campos de marihuana, en los sitios serranos
sinaloenses, o en Estados vecinos; labores muy riesgosas, pero
que les proporciona ingresos mucho mejor remunerados queen
los campos tomateros.
Todos hemos tenido noticias de las mil y una vicisitudes
sufridas por estos trabajadores, victimas de las persecuciones
del Ejéreito, las muchas corporaciones policiacas, el maltrato
de sus guardianes narcotraficantes, o bien de los rigores ¢inclemencias del clima y también del hambre. Sin embargo,
ellos prefieren sufrir todos esos riesgos por un mejor salario y
no pasar portodas las durezas y dificultades que implica la vida
y el trabajo en los campos tomateros 0 de otras hortalizas enel
valle de Culiacin o en otros sitios.
‘Su lugar ha venido siendo ocupado por trabajadores del
lejano sur de la Republica que, en nitimero cada vez mayor,
acuden a los campos sinaloenses; al principio sdlo a trabajar
durante la temporada, retornando asulugar de origen, una vez
concluido el trabajo; pero que, en un nimero también cre-
ciente, ya no regresan a sus hogares natales y se establecen en
nuestro Estado. Estos hombres oscuros, bajitos, delgados, con
facciones fuertemente indigenas, en su mayoria no hablan
espafiol, se comunican entre ellos mediante el mixteco, el zapo-
teco, el mexicano, el otomi y el purépecha; prefieren no regre-
sar a su tierra de origen, donde nacieron y crecieron, donde
reposan sus mayores bajo la drida tierra, porque ahi son victi-
mas de los caciques, de los guardias blancas, de los latifundis-
tas, de los ganaderos y de los burdcratas empleados de
gobierno, quienes los explotan, asesinan, vejan o esquilman;
terrible paradoja: ellos son discriminados, explotados yesquil-
mados en los campos sinaloenses, pero lo son ain més en sus
lugares de origen; todo ello a mds de setenta afios de la revolu-
cién mexicana, que todavia no les ha hecho justicia, a pesar de
lo que dicen los directivos ¢ idedlogos del gobierno y del PRI.
Tomate amargo nos da cuenta de una realidad lacerante,
con un estilo donde el lado creativo del lenguaje no esta
ausente.
La agricultura altamente tecnificada y de riego, que se
inicié en Sinaloa a principios de la década de los veintes, conlas
primeras obras de irrigacién en e] Estado yconla introduccién
del cultivo delas hortalizas, especialmente el tomate, ha signifi-
cado para Culiacin, Los Mochis, Guasave y Guamitichil, un
auge importante, sobre todo a raiz de la construccién de la
presa Sanalona primero y después de otras siete, que han
venido a constituir cl sistema de riego mas importante del pais.
La capital del Estado y las demas ciudades, se han moderni-
zado notablemente; las costumbres han cambiado; ha hecho su
aparicién un personaje importante en la vida econdémica, social
y politica en el Estado: el empresario agricola sinaloense, el
agricultor, como se le conoce mas comdnmente; a suaparicién
han contribuido la lNegada de grupos de inmigrantes griegos,
norteamericanos, franceses, italianos, japonescs y otros, quie-nes han hecho un aparte sumamente importante ala economia
de la regién; estos empresarios agricolas han impulsado nota-
blemente la modernizacién de! agro sinaloense, llevando la
agricultura a niveles elevados de produccién y productividad;
los agricultores embuidés del mismo espiritu que impulsé alos
viejos pioneros norteamericanos en la colonizacién del lejano
oeste, han trabajado personalmente la tierra, han afrontado los
riesgos propios de la agricultura: los cambios metecroldgicos,
el derrumbe de los mercados, las plagas..., se han casado con
mujeres de Ja region, aqui han nacido sus hijos, han echado
profundas raices en Sinaloa. A cllos se debe, en gran medida, la
prosperidad del Estado; sin embargo, por otro lado, han sido
grandes explotadores de sus trabajadores, pagandoles salarios
de hambre; los hacen trabajar en jornadas extenuantes de sola
sol y en condiciones terribles de vida. Todo ello apoyado en el
capataz, personaje importante de ese tripode fundamental enel
campo sinaloens¢: agricultor pattén, capataz y peén
explotado.
Otra cosa son los hijos de estos empresarios agricolas: los
juniors de la clase dorada que, en su mayoria, ya no trabajan la
tierra, estudian en ¢l extranjero, se casan con muchachas de
alta sociedad, cultivan grandemente el ocio, tienen un pie en el
pais y otro en los Estados Unidos, donde radican gran parte del
afio.
Mientras tanto, e! gobierno ha apoyado, y apoya, a este
grupo de empresarios, construyendo obras hidraulicas impor-
tantes: presas, canales, caminos, carreteras; concediéndoles
préstamos blandos, eximiéndolos o disminuyéndoles los
impuestos; haciéndose dela vista gorda cuando estos agriculto-
res violan la Ley Federal del Trabajo, ola del IMSS; muchosde
estos empresarios agricolas son en la actualidad politicos desta-
cados.
Sinaloa, destacado productor de hortalizas, frutas, trigo,
arroz, en gran parte para la exportacién, tiene que importar
maiz, frijol, soya, sorgo y cartamo para sus necesidades, Asi, la
agricultura moderna sinaloense ha generado, dialécticamente,
un polo de riqueza, que para las 56 familias de la clase dorada
llega a la opulencia y prosperidad; y otro polo de miseria, de
opresién, de enfermedad en los trabajadores, que con su tra-
bajo generan esa riqueza. Es tan terrible la situacién de los
peones agricolas y sus familias, que resultan verdaderas las
palabras del coronel revolucionario Francisco Ramos Esquer,
cuando dice: “Por una situacién asi como ésta, nos levantamosen armas, én Ja revolucién”.
Magnifico libro, que no defraudard a los lectores sinaloen-
ses; abre brecha a otros trabajos que, sin duda, se eseribiran
sobre esta epopeya, ala vez grandiosa y terrible, que constituye
la modernizacién del agro sinaloense.
Rafael Valdés AguilarSe levantan
los pesados telones
que han colgado inermes
para ocultar la infamia.Lo mismo ayer que hoy. Y transcurren los afios de
un séptimo decenio. Y no pasa nada. Ahi, las mane-
cillas del reloj se han detenido. Y la gente sigue
Ilegando confiada en que algtin dia: hoy..., mafia-
na..., pasado..., algo tiene que ocurrir.
Alguien los llamé braceros en su tierra, porque
son “oaxacas”, “guerreros”, “purepechas”, “Zacatecas”,
de alld de donde la milpa es su unico sostén. Se
parecen entre ellos, casi son iguales, caminan pega-
ditos como si fueran milpas humanas. El, delante,
ella atras cargando al mas chico de una prole nume-
rosa. Todos agachados en el surco a la corte y corte,
sin levantar la cara al sol, morena su piel, ennegreci-
das sus manos, cubiertos sus pies con barro del
camino que se cuela entre las correas de sus
huaraches,
Ese sombrero, ese paliacate, el vestido de pope-
lina cayendo sobre el pantalén, el reboso terciado,
las trenzas y las peinetas; la misma indumentaria el
var6n, pero sin vestido y sin trenzas ni peinetas, y el
balde que se balancea en sus manos, cada vez mds
pesadamente, conforme cae la tarde. Allé sus trajes,
el colorido de sus regiones, la fiesta, el pulque, la
danza; la parcela que se achica, el cacique que arre-
bata; aqui un solo valle largo, eterno, tos mismos
trapos, el sudor que se los pega al cuerpo. Anochece
y amanece sin su musica, sinsu canto. ¥ todo porque
13un dia dijo: “Naco yo guicho yo Culiacan, quia na ve
a va chon”.*
Ellos, los nuestros, hechos uno conel recuerdo
de su tierra de la que salen para subsistir. Sdlo
porque quedarse alld significa cuna vacia, hilera
interminable de cruces en su camposanto. Estan
aqui, desde tan lejos, pero con su propio calor. Se
cobijan unos a otros con su lengua distinta que los
separa de las puertas provenzales, de1los manteles de
damasco, de las alfombras persas, de los techos con
enormes candeleros, delos bibelots importados y de
los mullidos colchones. Hay un desprecio que se
denota en la cara pegada al suelo, en el humo que
viaja por su ligubre cuarto, de una esquina a otra
esquina, desde la hornilla donde la cachimba se
proyecta sobre sus cuerpos cansados que guardan
fuerzas para el apareamiento. Y alli, juntitos, los
ojos insomnes de las criaturas recogiendo estimulos
a los que no pueden nisaben responder. Se desfigura
su personalidad que mas tarde cobrara con violencia
Jo que se le quedé a deber.
Pero, si es asi, ,por qué vuelven siempre, con los
mismos corajes, con iguales reclamos?
Dos mundos en la balanza. En el otro el que
paga con la paga que envilece. Dinero verde que
cubre los campos donde el fruto se arrastré primero,
para después subir ufano por las esbeltas varas que,
mano a mano, tiende ahora, dos decenios para aca, la
compacta y mixta tribu.
El fruto no cambia, como reloj de arena se
transmuta con el hombre. Son tres hombres: el que
lo muerde tras la alambrada, el mayordomo de ese
hombre lobo y el que esta aqui, sudoroso y agitado
por una paga infame. Dinero verde que gira en los
dos primeros hombres y desgasta vida y suelo aje-
nos...
*Lengua mixteca, cuya versién es mis o menos Vamonos &
Culiacdn, alla esté buena la paga y Ia casa.
14ae :
La bisqueda de mejores condiciones los arranca de sus lugares de origen.
Naco yo guicho yo Culiacém, quia na ve a ya chon.Ei amor ofrecido no es siempre
ido,
y la enajenacién del hombre,Il
Con los dientes apretados por los combates que
sembraban el campo mexicano de sombreros de
palma, calzones de manta y huaraches cruzados de
gruesas suelas, enaguas floreadas, peinetas y medias
de popotillo, el gobernador Felipe Riveros se mante-
nia en el poder. Hacia cuatro afios que las esperanzas
del pueblo de México cobraban nuevos briosa partir
de la caida de Porfirio Diaz, mas la transicién era
cruenta. En las montajias lindantes con Durango se
daban nuevos brotes revolucionarios y, en Culiacdn,
Ja conspiracién cobraba fuerza; valientes como
Iturbe, Buelna y Diéguez se reagrupaban para
luchar contra la dictadura huertista.
Allende los mares se escenificaba la primera
conflagracién mundial, Este movimiento contempo-
tizé con varias revoluciones burguesas que inquieta-
ban buena parte del continente europeo y asiatico.
Hambre, destruccién y muerte impelieron el éxodo
de chinos, espafioles, griegos, libaneses, italianos,
judios y alemanes para refugiarse en América, donde
muchos de ellos se rebautizaron y hasta se
nacionalizaron.
México también les abrié las puertas y con ello
inauguraba una politica de solidaridad que ha man-
19tenido a través de la historia identificdndose con los
paises que sufren las embestidas de la dominacién.
Con Ja Iegada de los extranjeros sucedié algo
imprescindible, Los chinos pronto monopolizaron
gran parte del comercio, sobre todo en el noroeste
del pais. Los espafioles y libaneses extendieron sus
dominios en la industria gastronémica, hotelera yel
comercio de sedas; los griegos, alemanes e italianos,
asi como un francés, se asentaron en los valles con-
centrando grandes extensiones de tierra de la mejor
calidad.
A Sinaloa llegé la nueva dominacién por el
norte, como aquella primera vez, cuando la con-
quista. Entonces fueron los Ibarra, los Sotelo de
Betanzos, los VAzquez Coronado, a excepcidn de los
Nufio de Guzman que Lo hicieron por el sur. Ahora,
los Fong, Wong, Ley, Ion, Dakato, Farji, Hallal,
Malacén, Georgelos, Aretos, Tribolet, Podesta, Cri-
santes, Gotzis, Timmermann, Canelépulos, Stama-
tépulos, Gatzionis, Chaprales, Evangelatos.
Al espafiol lo atrajo la ambicién del oro,
exploté las minas y dejé sélo chozas, enfermedad y
muerte; al griego, al italiano, el afan de la riqueza
cifrada en los tomates.
Junto con los coros revolucionarios, cruzé la fron-
tera del Rio Bravo la noticia del fértil suelo sina-
loense donde se daba tomate en invierno,con menos
riesgos de ser afectado por las heladas, debido a sus
inviernos cAlidos; hecho que contrastaba con las
tierras de la Florida, que desde siempre habian
sufrido ¢l problema de las bajas temperaturas.
Un bracero mexicano de los pocos que en esosafios traspasaban la frontera, se acercé a una carreta
de frutas y verduras que recorria las calles de San
Diego, queriendo comprar tomate. El vendedor le
explicd que eri esa época a menudo escaseaba porsu
dificil produccién en Florida.
Con la cldsica franqueza del sinaloense, Casi-
miro, que asi se Jamaba el campesino aquel nacido
en Navolato, se acodé en la carreta y empezd a
contarle al verdulero, de nombre Constantino:
—En mi tierra, aunque pequefios, hay tomates
en diciembre y en los primeros meses del afio.
El vendedor, ratificaba con sus comentarios las
dificultades que el riguroso invierno de Florida ofre-
cia a la produccién del tomate.
Sencilla, abierta y llana fue la platica entre Casi-
miro Zazueta y Constantino Georgelos. El campe-
sino fue describiendo la geografia sinaloense: sus
extensos valles y Hanuras, lo caudaloso de sus rios.
Casimiro se detenia para relatar loanchuroso del rlo
Culiacan y el perenne escurrir de sus aguas, el corre-
dero de la gente cuando se desbordaba de su cauce y
lo embravecido de sus corrientes que se llevaba dece-
nas de caserios y cultivos; le fue narrando también
del porte de sus mujeres y la reciedumbre de sus
hombres.
—Los de mi tierra somos hombres de palabra,
acostumbrados al trabajo. Hemos tumbado buena
parte del monte a pura hacha y machete y despie-
dradoa mano. jTodo para que siembren los ricos! La
paga es poca y la jornada larga; poresome vine para
acd donde me va mejor; ahorro, mando la moni
orden para que coman los plebes y hasta sobra para
coger los bases y divertirnos en la frontera.
En aquella larga platica aludi6 a la situacién
que prevalecia y al por qué de las enormes dificulta-
des que ellos tenian para labrar la tierra. Dejd entre-
21ver la usura y junto con Ja usura el desamor a la
patria de los politicos de entonces, Ramén Corral y
Mariano Martinez de Castro, que no daban oportu-
nidad a los lugarefios de hacerse de un pedazo de
tierra, mientras que a la Sinaloa River Land Com-
pany le habian entregado miles de hectareas con tal
de que hicieran los trabajos de deslinde.
—E] trabajo pesado no lo hacian los gringos,
nosotros abrimos brechas, cargamos los aparatos y
las cantimploras y morrales y la Gnica tierra quenos
quedé fue la de las ufias —afiadié Casimiro.
—Le juro —le dijo ya para despedirse— que no
aleanzarian las hachas y machetes de todo el mundo
para tumbar los palos blancos, los mezquites, los
vainoros, los huizaches, los iguaneros y los brasiles,
para destramar los gatales y los aguamales que, de
tan tupidos, de aqui donde estoy yo a donde esté
usted no nos alcanzamos a ver.
Georgelos se quedé cavilando en las palabras de
Casimiro que pintaron con tanta nitidez la region.
Mentalmente hizo planes que no tardé mucho en
realizar. Corria 1914 cuando se embarcé rumbo a
Mazatlan, a donde llegé preguntando si conociana
algun griego avecindado alli. Su idea era comentar,
con alguien de fiar, lo que s¢ proponia. Asi fue como
dio con Jerénimo Drakato, un sastre establecido en
el puerto y de quien todo mundo le dio razén.
Se dirigié a la tienda de Drakato cargando por
equipaje una bolsa de semillas de tomate globo, los
primeros ddlares destinados a abrir la brecha, su
veliz y la esperanza de hacerse millonario.
Después de indagar la forma de dirigirse a
Navolato, sin perder tiempo y sin imaginar siquiera
lo accidentado del camino que lo Ilevaria a la tierra
prodiga. Se instalé en el vehiculo y, a vuelta de
rueda, enfilé por veredas entre brefiales, ceibas,
22macapules y sauces; cruzando rios y arroyos en pan-
gas y canoas que no pocas veces estuvieron a punto
de zozobrar.
Luego sabria que habia cruzado los rios Que-
lite, Piaxtla,.San Lorenzo, Elota, con intermedio del
caudaloso arroyo de Coyotitan y otros de menor
cauce en los que no solté su libro de oraciones y se
encomendé a las once mil virgenes y San Patricio.
En el trayecto, los minutos le parecieron horas; tuyo
momentos de arrepentimiento, pero no podia
echarse para atras; habia recorrido mas de la mitad
del camino. .
Ansioso por llegar a su destino, sintié un gran
alivio cuando tocé tierra firme y, a bordo de una
arafia, llegé hasta la estacién del Tacuarinero, la cual
se ubicaba frente a la hoy Central Camionera, en el
eruce del boulevard Gabriel Leyva Solano y Ramén
Corona. Se dirigié a las oficinas para comprar su
pasaje y, como la corrida ya habia pasado, hubo de
pernoctar en Culiacan. La misma arafia lo llevéa las
puertas del Hotel Granada, el que lucia el primer
anuncio luminoso de la capital sinaloense.
Al siguiente dia, después de deleitar su paladar
con un espumoso café con leche y un picén en la
Carpa Sonia, propiedad del periodista Rafael
Rodriguez Rabago, asentada a un costado del mer-
cado Garmendia, frente al mercadito Vizcaino,
Georgelos abord6é el Tacuarinero. Mientras el
pequefio tren corria raudo entre cafiaverales y mai-
zales, se sintié en la gloria asomAnd ose por la venta-
nilla. Reconocié palmoa palmo la tierra descrita por
Casimiro con su sabiduria pueblerina.
Era la hora de las ideales de Banderas, Buelna,
Carrasco, Iturbe, Diéguez, Pacheco Ramos, inspira-
dos en Madero, Villa y en el caudillo del sur, Emi-
liano Zapata.
23La maquina seguia en su marcha presurosa,
nublaba el cielo con sus bocanadas de humo negro,
el silbato y el chiquichiqui apagaban las voces del
forastero y del’mecanico de la locomotora, el hom-
bre aque! que encontré al subir y que resulté ser su
paisano: Juan Aretos, técnico a quien Adams ha-
bia contratado en Nueva York, en su condicién de
duefio del ferrocarril Culiacdn-Altata. La gente dio
en llamar a ese medio de comunicacién El Tacuari-
nero por aquello de la inmensidad de circulos con-
céntricos que se formaban a partir de la chimenea
semejantes a los famosos tacuarines, coricos o cori-
cochis que son parte de la cultura de estas tierras.
Iniciaron una animada conversacién motivada
por las inquietudes que asaltaban al recién Ilegado y
que tenian que ver con su intencién de sembrar
tomate. A su alrededor, los pasajeros cuchicheaban
curiosos al escuchar aquella charla en una lengua
totalmente desconocida para ellos. Por Aretos supo
Georgelos que mister Thompson era el represen-
tante de la Sinaloa River Land, porque él le habia
comprado 300 hectareas a 10 pesos cada una. Tierra
virgen, mds montes que suclos despejados.
Georgelos le conté a Aretos su firme intencién
de sembrar tomate al tiempo que le mostré la bolsa
con semillas de la fruta cosechada en Florida. El le
informs que el tomate que se vendia en la regidnera
chico, y con ello confirmé a Georgelos lo dicho por
Casimiro.
Al llegar a Navolato, destino final del Tacuari-
nero en nuestros dias, de inmediato Aretos lo llevéa
La Palma, un lugar en donde tenia las tierras que Je
ofrecid para experimentar en tomate. Le explicé
que, debido a su ocupacién en el tren, sembraba a
medias con los campesinos del lugar. Eso si, leadvir-
tié: “aqui no hay canales, pero yo cuento con una
24bomba para llevar agua del rio al surco”,
Con todo y que Georgelos contemplé boquia-
bierto el gran caudal del rio, cauteloso determiné
sembrar de 19 a 12 hectdreas. Y esperé paciente-
mente la cosecha, la que sin tecnologia sofisticada, ni
auxilios quimicos, lend 340 cajas de tomate de exce-
lente calidad. Muchos afios después de ese 1914,
vendria a su memoria el sabor de aquel primer
tomate jugoso que disfruté:como buen catador. Y
desde entonces supo que no habia en el mundo un
tomate mas delicioso y suculento que el de Culiacan.
Manos inexpertas seleccionaron la fruta para
su exportacién a ojo de buen cubero. Cuidadosa-
mente la empacaron én papel de china, haciéndola
mas resistente para el viaje de catorce dias desde ¢!
puerto de Altata, en donde se embarcé, hasta el de
San Diego. Quin iba a decir que esas cajas petrole-
ras serian las pioneras del tomate power!
En carretas de mulas las habian aproximado al
barco. Junto con la carga subié Georgelos para
cuidarla como la nifia de sus ojos. ;Qué larga se le
hizo la travesia! Se le figuraba que el hielo no iba a
aguantar; muchos otros pensamientos lo asaltaban
en la tranquilidad del viaje, Sus preocupaciones iban
desde el desembarque hasta la idea de si su caballo
tendria el vigor suficiente para arrastrar la mercan-
cfa.
Cuando el barco atracé, ya lo estaba esperando
su hermano. Bajé corriendo a abrazarlo y con gran
agilidad comenzaron ambos a subir las cajas para
distribuirlas en el mercado donde ya las esperaban;
dejaron algunas para el negocio particular que reali-
zaban por las calles. Al mayoreo venderian a 75
centavos dédlar el bulto y al menudeo les salié a un
délar.
La utilidad obtenida, mas que los délares de ese
25histérico embarque, fue la expectativa que se abria
de un negocio que ha venidoa modificar la vocacién
de la tierra utilizada hoy en funcién de la ganancia.
Muchos querran adjudicarse la paternidad legum-
brera, pero unos y otros testigos coinciden en reco-
nocer en Georgelos a} iniciador de la siembra del
tomate de exportacién en Sinaloa.
Un relato viviente acerca de esta aseveracién se
enmarca en la vieja casona de don Juan Crisantes,
donde resuena su voz cansina.
—Es verdad lo de Georgelos. Yo estaba en mi
restaurante Atenas Club, alla por 1915, frente a la
estacién del ferrocarril en Nogales, Sonora, cuando
legaron Aretos y Georgelos a quienes no conocia.
Me di cuenta que estaban hablando en mi idioma y
me acerqué. Constantino platicé que habia hecho
una prueba en Sinaloa con tomate de Florida y que
la cosecha la transporté en barco, pero que ahora lo
harfa por ferrocarril. Pensaba que el viaje seria mas
corto y que le iria mejor.
—Transcurrié un afio —continia Crisantes— y
el ferrocarril Sud Pacifico de México, principal via
de comunicacién con el norte, al restablecer sus
corridas, se transformdé en la transportacién mas
segura para carga y gente, la que perdura hasta
nuestros dias. Era una delicia viajar en él y una
verdadera y afanosa aventura porque tratandose de
un ferrocarril mixto iba dejando carga en cada esta-
cién. Tres dias de camino observando cl contraste
entre ¢l paisaje fértil de Sinaloa y el desértico de
Sonora, ¢ ir ¢ntendiendo la idiosincrasia de nuestros
vecinos reflejada en la dominacién del negro. La
26maravilla de la tecnologia expresada en los fuertes y
pesados carros férreos convertidos en prisiones
ambulantes para los hombres de color que serviande
porter y de fagoneros.
—Eso si, ni qué negarlo, una gran pulcritud en
los carros de tercera, en los de segunda y con mucha
mayor razén-en los de primera clase y el pullman
donde viajaban las clases acomodadas. No faltaba el
agua helada con sus vasos higiénicos, y daba gusto
entrar a los inodoros.
—Cuan lentas maniobras de carga y descarga
en cada estacién. A grado tal que en uno de los viajes
el obispo de Sinaloa, al pasar por Mazatlan, bajé del
carro de segunda y, en compafiia de un seminarista,
hoy canénigo y muy respetable parroco de Nuestra
Sefiora de Guadalupe (La Lomita), Rogelio Olvera
Palomino, se dirigid a la catedral, oficié una misa,
dio unas vueltas por el Paseo Olas Altas a bordo de
un carruaje y lesobré tiempo para tomar el café enla
estacién.
Sentado en un modesto sofa, don Juan prosigue
su relato. Recuerda nitidamente la platica que le
desperté interés por el negocio del tomate, sobre
todo al saber que a los jornaleros les pagaban un
peso diario. Hizo cuentas y segiin la paridad, un
poco arriba de los dos pesos por délar, atin sin ser
estable, resultaba atractiva para invertir.
—Me emocioné tanto que mandé traer a mi
hermana de Atenas para que se hiciera cargo del
restaurante y a un primo para que atendiera el hotel
que tenja yo en Cananea, De los 20 mil délares que
habia ganado en mi actividad de mineroen Arizona,
y que representaba mi capital, me traje9 mil y dejéel
resto alld. Con estos recursos comencé a sembrar,
aunque no tomates, porque al llegar a Los Mochis
me asocié con Ramén Garcia Gandara y como él
27debia dinero no pudo sembrar tomate sino gar-
banzo, Perdi en ese negocio tres mil délares y, des-
consolado, me regresé a Nogales.
Para sus adentros, don Juan hablé como en un
suspiro:
—Ya estaba de Dios que vendria a nacionali-
zarme sinaloense.
Y¥ todo porque al llegar a Quild, conocidé a Ana,
la mujer que tomé por su esposa y de la que sigue
profundamente enamorado.
—jCémo fue que Ilegué a Quilé, habiendo
sufrido el desencanto a resultas del garbanzo?
Crisantes se contesté a si mismo;
—En Cananea, en una de mis vueltas, conoci a
Manuel Barrantes. El llevaba mangos a Quila. Me
entusiasmé al hablarme de un canal que tenia su
padre para regar mil hectareas, tierra propiedad de
Camilo Romero y Luciano Lépez. Decidi venir a
Culiacdn y, al no encontrar providencias de colo-
carme, me acordé de Barrantes y fui a buscarlo a
Quilé, Ahi me encontré con Lucas Lépez; conveni-
mos en el precio y le renté tierras para iniciarme enel
cultivo del tomate.
Cuenta don Juan que alquilé una carreta de
ruedas de palo, jalada por una recua de mulas, laque
dificultosamente lo transportaba por la sinuosa
vereda a Quild.
Tantas cosas se le revelan ahora mientras per-
manece casi inmévil, con la vista en lontananza, las
manos quietas en su regazo. Luego, rompe su silen-
cio y mueve la cabeza en signo afirmativo. Aquella
decisién que tomé fue correcta. Vive en el presente
sin apuros econémicos al lado de su Gnica compa-
fiera, La contempla en su lento caminar, olvidando-
nos momenténeamente.
Enseguida se vuelve hacia nosotros y dice:
28—Ana ha estado muy enferma.
Delgada, fina, de enormes ojos oscuros, piernas.
torneadas, fiel estampa de la hermosura de la mujer
sinaloense, buena pareja hace con don Juan, quien
debié ser buen mozo. Mantiene la fortaleza y el
temple del hombre del campo, y lleva como presea
las cicatrices que le dejaron a su paso gatos y choyas
cuando fue abriendo brecha para extender el reino
del tomate.
—Tuve diez hijos—, comenté al dirigirse a su
recimara, directo a la antigua cSmoda de cedro
tallado, sobre la cual sefialé un portarretrato de
marco labrado en plata: la fotografia de su esposa
ataviada con lujoso vestido importado, en una pose
displicente como lo acostumbraban los retratistas de
la €poca. Don Juan la acaricié largamente con la
mirada y volvié enseguida los ojos hacia Ana. Ella
amina ba por la sala, con pasos lentos, para traernos
café.
—Con su yestido llevé a Ana al baile anual que
haciamos en Nogales Arizona. Lucia bellisima —
dijo y entorné los ojos—. Eran los albores de los
afios 30.
En esos dias don Juan se paseaba por las viejas
calles de Culiacan conduciendo su mis reciente
adquisicién, unforingo Hayser, de los muy contados
que entraban a México.
Como anécdota, cuenta que sdlo habia dos
foringos, los que una tarde, al llegar a la via del
Tacuarinero, chocaron estrepitosamente, hecho que
conglomeré a un grupo de gente, atraida por lo
significative del acontecimiento.
En Jas orillas de Culiacan se localizaba un restaurante
que prevalecié muchisimos afios, La Cabafia, refu-
29gio de pescadores y muchachas de vida dificil. El
silbato del Tacuarinero, que era lo Gnico que irrum-
pia en el silencio de aquellas madrugadas, era la
sefial que esperaban los trasnochadores para repor-
tarse a sus hogares. La Cabajfia se quedaba desierta
después de que las muchachas salian ufanas estre-
nando sus medias nylon, muy domingueras, para
disponerse a asistir a las matinés del teatro Apolo.
Ese teatro, una de las joyas arquitecténicas de
principios de siglo, de gran similitud al del Palacio
de Bellas. Artes, fue demolido por disposiciones de
quienes desdefian el legado cultural de este pueblo,
como posteriormente ocurrid con los viejos portales
donde anidaban los palomos que con sus chuchulu-
cos daban mayor sefiorio al centro de la ciudad. Y
todo por sentar sobre sus cimientos, modernos edifi-
cios como el Clouthier, La Lonja, Woolworth,
Cinema Reforma, los bancos privados (hoy nacio-
nalizados).
Escenarios de actos politicos de relevancia,
como también de la épera y el teatro, primera panta-
Ia en la que se proyecté el cine mudo, y testigo de la
transicion al celuloide sonora, el teatro Apolo guar-
daba en sus plateas silenciosos testimonios de térri-
dos romances en la dgil metamorfosis de las
damiselas de La Cabajfia, cuando iban al encuentro
de los jévenes estudiantes del Colegio Civil Rosales,
Por esos afios, el negocio del tomate habia ya
redituado pingiies ganancias.
Los empaques comenzaban a modernizarse, las
carretas habian sido sustituidas por camiones de
redilas para acarrear a los pizcadores. Estos apenas
los distinguian, dejaban oir el grito peculiar “j vamo-
nos, ya viene la bonchi!”. Y se iniciaba el viaje, todos
apretujados como sardinas, mds corto el trayecto,
30pero igual de incémodo. Aca el padre receloso al ver
a su hija repegada a los varones que, mafiosamente,
aprovechaban el meneo del troque, lo que signifi-
caba el desgrefte de la muchacha: “jTe gusta, verdad
cabrona!” y, desde luego, la rifia violenta con el
atrevido. Por otro lado, los peones acasillados al cul-
tive, adentro de enramadas, en galerones de vara
tramada por las que se filtraba el frio, el sol y la lluvia,
Diez, doce horas diarias de trabajo, de sol asol,
e] hitacate al lado y los jejenes dando lata, zumba y
zumba. Para protegerse de la piquetiza, crearon el
traje tipico de la tomatera: vestido sobre pantalén,
blusa o camisa; si hacia frio, reboso o chal; después,
el sombrero de palma y el paliacate que apenas deja
al descubierto los ojos.
Fastidiosos jejenes yel sol abrazador que oculté
Ja belleza de la mujer sinaloense, pero... escondida y
todo, jno escapé a la codicia del patrén!
Asi nacié una nueva casta mestiza: la del griego
y la jornalera, Se enlazan los apellidos Stamos con
Rodriguez, lo mismo que Gatzionis con Torres,
Crisantes con Encinas. Chaprales con Retamoza,
Karamanus con Pérez, Pappatkeodorou con
Carre6n, Bisbardis con Torres, Crisantes con Val-
dez, Countrulares con Medina, Canelos con Rodri-
guez, y también se mezclan Podesta con Reyes,
Evangelatos con Rivas, Gotzis con Timmermann.
E! mestizaje se diversifica, siguen las mixturas
con griegos, italianos, libaneses, alemanes y japone-
ses. Empieza a manifestarse esta nueva casta en las
costumbres de los sinaloenses. Se da un proceso de
aculturacién donde se baila el Palo Verde y El
Coyote junto con Zorba el griego. Se consume torete
tatemado y borrego a la griega, cerveza Pacifico y
vino Metaxa. Las mujeres danzan y con gran empa-
31cho lucen el traje tipico helénico y ni duda cabe que
sé ven tan bellas como la que mAs con tanto listén y
con tanto colorido.
En el primer cuadro de Culiacan, en Navolato,
Quilé, La Palma, Bamoa, Ahome, en El Macapule,
San Vicente, Bagojo y la Florida, en poltronas de
gudsima y bejuco risticamente labradas o de caoba
maciza con asientos de cuero de res o de venado, se
balanceaban por horas en las altas banquetas previ-
soras de las crecientes de los rios El Fuerte, Sinaloa,
Culiacan, San Lorenzo, que tantos estropicios cau-
saran. Extrafias voces adormecian al retofio gestado
en el surco, cancién de cuna, mitad griego, mitad
castellano.
Las historias, tan distintas y tan similares.
Era muy enamorado— recuerda don Jesus
Ayala. Después de fracasar con Anita, la Gnica mujer
con la que se cas6, trabajadora de sucampo, rezaga-
dora, le dio por comprar muchachas asus trabajado-
res mds pobres. Y lo peor es que muchos se sentian
contentos de que el viejo Tribolet les pidiera a sus
hijas.
—Cuando lleg6 a Cachoana iba sin un real, pero
hizo negocio con la rezaga, empezé a mandarla a
Estados Unidos por express, en cajas petroleras de
30 kilos que vendia a tres pesos (délar y medio). ;Qué
tiempos aquellos cuando era firme nuestra moneda!
Alrededor de 1924 al 26, la Mayer Daling Co. y
la Matco Boy Co. compraban tomate de Estacién
Florida en Ahome y lo embarcaban en furgones
refrigerados a base de hielo con cupo para 624 cajas.
También estaban en el negocio la Mexican Arizona
32Trading Co., de Thomas Boy, quien contraté de
contador a Salvador Medina Ladrén de Guevara,
esposo de la profesora Velina Ledn de Medina,
directora de la escuela “Josefa Ortiz de Dominguez”.
Cuenta don Chuy:
—El vaivén del ferrocarril obligé a los agrioul-
tores a tomar medidas y dieron por amarrar las cajas
una con otra como si fueran mancuernas para evitar
que llegaran a su destino con la fruta hecha puré.
Sentado en una silla tipica de la regién, de
palitos con asiento de cuero, recostado sobre un
arbol de guamtchil, cuida como velador, la nueva
casa que construye su patron. Saca de su libreta de
apuntes los recuerdos que ha ido volcando de aque-
llos sus primeros afios de pedn agricola.
—A diferencias de las altas tecnologias que
usan hoy los horticultores, los empaques de entonces
eran bancos de lona que se empotraban a unos pasos
de la via del ferrocarril Kansas City, México y
Oriente que, al nacionalizarse, adopté el nombre
Chihuahua Pacifico, Los carros eran colorados y les
decian los rifles.
—Poco después, a los furgones se les metian 650
cajas. Ya era otra forma de cargar. Se empezarona
fabricar cajas ya propiamente tomateras, aunque
Tribolet, gringo piojo con apellido italiano, conti-
nué haciéndolo en latas alcoholeras que comprabaa
4 centavos,
Don Jests retoma el hilo de los afios aquellos,
interesado en dejar constancia de una muy larga
juventud que vivid por mas de 40 afios hasta que se
casé una vez ¥ para siempre, como lo afirmé:
“Como me ibaa poder casar antes si ganaba un peso
5 centavos diarios y andaba como judio errante, de
campo en campo! Me pudeamarrar hasta que llegué
a ser mayordomo, nivel mas alto del escalaf6n al que
33podiamos aspirar los peones de campo, y esto hasta
que trabajé con el mejor patron de los alrededores,
con Tarriba, al que no dejo por lo mismo”.
Recordé don Jests la “parvada de gringos que
caia en las siembras cuando el tomate comenzaba a
bolear. Eran los inspectores de las compafifasameri-
canas que refaccionaban a los tomateros y los man-
daban para ver si la planta habia prendido y calcular
la cosecha. De eso dependia que firmaran los contra-
tos y les entregaran los délares para el corte y empa-
que de la fruta”,
Empezaba la cosecha y los délares se volvian
pesos de plata, de aquellos pesados. Monedas 0720
con un Aguila y un sol de rayos remarcados. Las
llevaban a los empaques en bolsas de lona para
pagar a los trabajadores.
—Aqui nos tenian los domingos alegue y alegue
con el mayordomo, porque siempre queria mochar
la raya inventando faltas o nomds porque alguiende
nosotros le cayera gordo.
Fueron pasando losafios ydon Jess cambié de
patron indistintamente en Sinaloa y Sonora.
—Me cnfadaba en una parte y me iba para otra,
segin a como me trataran, hasta que me quedé
definitivamente con Tarriba. Tengo 15 afios traba-
jando con él, ahora gano 2 mil pesos, es mi Ultimo
salario (1985). Pero con ser que son mas, me alcan-
zan menos que cuando recibia la raya en plata de
buena ley,
Ha pasado medio siglo desde que por primera
vez se inclinéd sobre el surco para cortar tomate.
Pertenece a es¢ grupo que con su fuerza de trabajo
ha construido el imperio horticola, y hoy que se
siente ya sin brios piensa que éste ha sido “su desig-
nio”.
Casi con admiracién hace el recuento de los
bienes de sus patrones, y se detiene en el Ultimo
34mientras extiende su vista por encima de las paredes
que van dando forma a la nueva casa, una sefiora
mansién. Casi para sus adentros vuelve a hablar:
“Todavia me-falta sacar dos hijos que tengo estu-
diando en la Universidad y que necesitan mi apoyo,
pero tengo la satisfaccién de haber servido a mis
patrones con honradez y, lo que sea de cada quien,
Tarriba ha sido bueno conmigo. Me consiguiéd un
préstamo para hacer mi casita, que nunca lo hubiera
logrado si no me tiende la mano. Me sostiene el
trabajo a pesar de que estoy viejo, y me tiene con-
fianza. El sabe que a las 5 de la mafiana ya estoy
arriba del camién para venirme a la obra”.
La sefiera figura del anciano, con su sombrero
de palma calado hasta las orejas, de esos que tejenen
los ranchos de los altos, apenas deja ver su rostro
surcado de arrugas. Su modesta vestimenta, panta-
lén caqui, botas viboreras y antiparras de aros
negros, es el vivo retrato de toda esa inconmensura-
ble torre de Babel que afio con afio, ya casi siete
decenios, ha sido invitada a cenar ya lo inico que los
traen es a lavar los platos.
Don Jestis Ayala supo de las primicias del
tomate en los campos de La Vasconia, E] Burrién,
Bacobampo, San Miguel Zapotitlan, Huatabampo,
Cajeme, Chama, Bahoma, La Louisiana, Cohui-
bampo, La Palma, donde dejé sus mejores afios
arando la tierra, prendido de las manceras de los
ponis. Encallecié sus manos y sufre secuelas de
males que le ocasionaron sus prolongadas talachas
en las melgas para dar riego constante a las apreta-
das hileras de matas trasplantadas a las que tenia que
cuidar como a la nifia de sus ojos.
El riego no fue siempre igual; en el norte los
agricultores bombearon del canal que era propiedad
de Mr. Francisco Johnston. A éste, le siguieron las
35norias, que por su poca profundidad, muy pronto se
agotaron; enseguida vinieron los pozos artesianos y
comenzaron a cundir las bombas que importaban
por Nogales o San Diego. La verdadera transforma-
cidén se dio con él nacimiento dela presa de Sanalona
en 1948, Georgelos, Crisantes y don Jess fueron
testigos, cada quien a su modo, de esa transforma-
cién, Después de la primera monumental obra
hidrdulica, el gobierno federal construiria seis mas:
Miguel Hidalgo y Costilla, que se termind en 1956;
Adolfo Lépez Mateos, en 1964; Josefa Ortiz de
Dominguez, 1969; Eustaquio Buelna, 1973; José
Lépez Portillo (Comedero) 1981; Gustavo Diaz
Ordaz (Bacurato), 1982; Guillermo Blake Aguilar,
El Sabinal, 1985 y la de Elota-Piaxtla; ademas se
terminaran otras de menor cuantia, las denomina-
das “con sentido social”: Los horcones y Las higue-
ras. Junto con las presas, ¢l gobierno federal fue
construyendo carreteras hacia los valles, y el mas
impresionante distrito de rie¢go de toda
Latinoamérica.
La voz de don Jestis Ayala se repite como un
eco por todos los campos agricolas. Es cosa vivida
por cientos de miles que no han pasado de ser un
numero en Ja besana. En ese concierto, son las mis-
mas notas discordantes del imperio del délar.
Asi vemos a don Juan Crisantes desde el esta-
mento patronal y a don Jesus Ayala el incondicional
jornalero que es el hilo delgado de esta historia.
Escucharlos a ambos conforma la historia que cada
quien narra.
Don Juan relata cémo Legaron en los afios 30
un grupo de sus paisanos, entre ellos: Sajos, Chapra-
les, Evangelatos, Masomenos, Crisantes, Countru-
lares, Macris, Kolokuris, Sajarépulos, Stamos,
Canelos, Gatzionis, Stavrépulos, Gotzis y otros
36pocos, ahuyentados por los estragos de la Segunda
Guerra Mundial. Ninguno de ellos reconoce su
pasado con escaso pan, sino que, como Georgelos el
pionero, y como don Juan, el huchuetlatolli de esa
tribu, afirman que llegaron con parte de su capital
para invertirlo en este suelo.
Para don Jesis Ayala esto es un cuento. Suelta
la carcajada y critica: “pinchis griegos, si eran una
parvada de perdularios pelapapas que los jondié un
barco carguero hasta el puerto de Mazatlan. Queno
lo nieguen, venian a buscar trabajo con los que ya
estaban establecidos. Esa es la realidad. La mayoria
se alquilé como apuntador, jefe de empaque o
mayordomo, pero ahi lueguito empezaron a rentar
tierras y ahora son duefios. Para ellos fue refacil, se
arrejuntaron unos con empacadoras y otros con
cortadoras y ja parir cruzados! Para las muchachas
la vida era muy dura y les hacian caso con la ilusién
de tener mejores tratos y mas salario porque en ese
entonces la mujer ni contaba; ahora, ya ve que hasta
vota”.
Ese fue el junior tomatero que se gesté en el
surco. Se educé en colegios particulares aqui, en los
Estados Unidos y en Europa. Lo ensefiarona hablar
inglés, gajes del oficio, y convirtieron su formacién
en una verdadera capirotada. Ni mexicanos, ni grie-
gs, ni gringos, tal vez esto ultimo por su proclividad
al délar.
La presa Sanalona trajoaparejada alta tecnolo-
gia en el cultivo de las hortalizas, y mientras se daba
el desalojo de los campesinos temporales, serranos,
cuyos pueblos enteros enterré el vaso, y quemuchos
de ellos siguen deambulando para que les repongan
sus tierras, acd abajo, en los valles, rugian los tracto-
res John Deere y Caterpillar, las escrepas, y llegé la
vara, modernidad que trajo Canelos, para trepar la
37guia y ganar espacio, al mismo tiempo que le dio mas
consistencia a Ja fruta y la mata. E] empaque se meca-
niz6, adquirieron flotillas de traylers con cajas
refrigeradas, liegaron las montacargas, los llamados
“arriad ores” que trajo Lichi Escobar, los invernade-
ros sentaron sus reales y con ello se diversificaron
variedades, todas de importacién. De la aspersién
manual se paso al rociado a€reo, indiscriminado, de
plaguicidas y herbicidas.
Cambios vertiginosos, entre tantoel balde sigue
pendiendo de los dedos toscos del jornalero, el mono
portador del veneno efectivo, pesa como un fardo
sobre sus espaldas conforme cac la tarde, y lo que es
peor, lo pone en contacto diario con la muerte.
E] agua llegé al surco utilizando la moderna
infraestructura hidrdulica, construida con el
esfuerzo de todos los mexicanos. Los impuestos
empezaron a trabajar generando estos empleos dela
vergiienza, productores de inmensas fortunas de 56
familias, que estan a salvo resguardadas por bancos
extranjeros. El agua llegé alos tomates, peronoa las
gargantas secas de los jornaleros.
Hoy, las 56 familias se trasladan en sus avione-
tas, en sus jets ejecutivos, horticultores-pilotos,
hasta para transportar lateria y vinos, no digamos
los insumos para los cultivos,
El regionalismo de sus mujeres y sus hijos naci-
dos en estas tierras, ha propiciado que se edifiquen
sefioriales casas y que rueden lujosos automdviles
del afio, que haya hangares privados, hoteles cons-
truidos aqui y alla tras la frontera. Soberano con-
traste con la ringlera de galerones parapetados con
lamina de cartén donde se meten los trabajadores.
Estas improvisadas casas, no pocas veces han
ardido, como pasé en los campos de Saracho y de
Gonz4lez. No quedaron ni cobijas, ni radios, ni
38cazuelas, ni petates, ni el veliz de hoja de lata que
compran cada fin de temporada.
Cuentan con la infraestructura necesaria para
la produccién Ge las hortalizas Sigma, Floriza, Wil-
son, Tricar, Avila, Bell air, E] rey, El toro y otras,
hechas con dinero mexicano; y, en el otro lado, la
cooperacién gringa para los patios y estacionamien-
tos de los traylers que transportan la fruta, que tan
prodigamente se produce en Sinaloa, para llenar los
anaqueles de los supermercados de California, Ari-
zona, Nueva York y aunque en menor escala, de
Canada. Eso si, la inspéccién es muy rigurosa. Con
ello dan lugar al intermediarismo, el de los aduane-
ros; mientras la cadena se estrecha y ese gran pastel
se reparte en aras del proteccionismo.
Por alla, a finales de los afios 30, se registré la
época que se conoce como “desastre legumbrero”.
Don Juan Crisantes entré al quite con los que atin
eran incipientes tomateros. Lo dejé dicho: “Yo los
ayudé a todos en ese 39 funesto; si no, hubiera
habido desbandada”.
Antes, en el 29, sé habian incorporado Podesta,
Wilson, Tribolet, Ritz y Haberman. Para el 40 habia
cundido el interés por estos cultivos, y quienes
habian sido graneros, como Gastélum, Diaz
Angulo, Lépez, Riveros, Bon Bustamante, se deci-
dieron por Jas legumbres.
Asi, la funcién de Ja tierra, producir alimentos,
se trastocé en funcién del interés por la ganancia.
Las hortalizas despertaron la codicia de los agricul-
tores, el cultivo se elitizé y propicié nuevos acapara-
mientos de tierras de la mejor calidad, tanto en
compra como en renta. Cada afio se repite la canta-
leta: campesinos que denuncian los modernos lati-
fundios, hechos mediante alevosos convenios en los
que intervienen autoridades agrarias, donde los
39poderosos se comprometen a desmontar ejidos ente-
Tos y recibir en paga la hipoteca total de la tierra por
periodos que yan de 5a 10 atios. Luego, los campesi-
nos entablan batallas campales al término del conve-
nio, porque como los rentistas son muy influyentes,
resulta dificil expulsartos al vencimiento del periodo
pactado, y cuando lo logran, reciben sus parcelas
“peor que bagazo de cafia”.
Eso noes todo; la avaricia ha llevado a algunos
horticultores a combinar estos cultivos con los de la
amapola y la marihuana, dandose mafia para trans-
portar los enervantes intercalados con las cajas de
pepino, tomate, chile, calabacita y berenjena. No
pocas veces han quedado al descubierto. El hecho
mas reciente fue el de principios de temporada 1984-
85, donde agentes de la DEA detuvieron dos trailers
Dina del afio, color rojo, que pudieron ser rescata-
dos por sus propietarios al responsabilizar de estos
hechos a los conductores. Los mismos argumentos
se han utilizado cuando el ejército o elementos de la
Procuraduria General de Justicia de la Nacidén loca-
lizan sembradios de estos enervantes en terrenos de
riego, generalmente rentados en los ejidos, donde
jamas aparecen los duefios.
En tal forma ha penetrado el afan de riquezas
que la voz popular maneja que no importa el medio
ni el dafio, y pocos son los agricultores que no
han sucumbido ante la tentacién de “El Bifa-
lo”, maxime cuando han sentido que cada vez
les resulta mas dificil contratar jornaleros ante la
competencia que representa el pago de mds de5 mil
pesos ¢l jornalenel cultivo y pizca de estupefacientes
(1985), contra el minisalario gue ellos pagan. Sin
diferencia de trato, en cuanto a prestaciones, porque
unos y otros, los narcotraficantes y los legumbreros,
los acomodan en barracas, los mantienenen. camposde concentracién y los tratan como esclavos,
Las divisas que generan las legumbres en su
mayor parte quedan en bancos extranjeros o en
inversiones, al igual que en bienes raices, forman-
dose colonias én San Diego, Coronado y Tucson,
preferentemente, donde incluso las compafiias cons-
tructoras sinaloenses han caido en la tentacién del
délar, edificando fraccionamientos con tal éxito
que, antes de concluir las construcciones ya estan
contratadas en venta.
Todo indica que tiende a cerrarse el ciclo. El encasi-
lamiento, el saqueo de la riqueza nacional, la vieja
hacienda transformada en moderna empresa agri-
cola, como lo dejara asentado Francisco Pacheco
Ramos Esquer, legandario soldado dela Revolucién
que alcanzé el grado de teniente coronel por sus
méritos en el campo de batalla, al lado del general
Iturbe: “pensar que estas mismas causas nos llevaron
a principios de sigloa levantarnos en armas, mas por
hambre que por conviccién”.
Perteneciente al cada vez mas reducido peloton
de veteranos que luché convencido de las injusticias,
abandonando las aulas del Colegio Nacional Rosales
para empufiar el fusil y terciarse las carrilleras,
sobrevive en su humilde morada con una misera
pensién, quiza la décima parte de lo que gana un
homoénimo egresado del H. Colegio Militar.
Instalado frente a su vieja Remington, que a
duras penas utiliza auxiliado por una lupacon laque
escudrifia las descoloridas teclas, con sus 95 afios a
cuestas, extiende su pierna derecha que iguala a la
otra con su huarache de triple suela para disimular el
cojeo, herencia que le dejara su valentia de comba-
41tiente, se pone cémodo, aviva la voz y entra en
escena.
La nostalgia lo pone quejumbroso y desolado
porque “todd sigue igual o peor que antes de la
Revolucién, Esto fue lo que animé a las fuerzas insur-
gentes, en las que iba yo, a lanzarnos a la pelea.
Tomamos Ia plaza de Culiacdn, dirigiéndonos al
Seminario Tridentino que convertimos en cuartel, y
aquel patio sefiorial sirvié de caballeriza, mientras
que la fuente de m4rmol que lucfa al centro fue el
bebedero de las cansadas bestias. Ahora recuerdo
que esa fuente desaparecié y seguramente ha deestar
por ahi en alguna casa de rico o de funcionario”.
En su relato hace memoria del grupo revolucio-
nario iniciador en Sinaloa de la insurreccién. Su voz
suena como un reproche callado por mucho tiempo,
—Solamente mi padre, Francisco Ramos
Obeso, era seguidor de Francisco J, Madero, pero
los demas: Eduardo Armienta, Manuel Mondaca,
Miguel Armienta, Agustin Beltran, Conrado
Antuna, Lazaro mi hermano y yo, éramos parte del
pueblo que ya no soportaba al gobierno y pedia un
cambio.
Reflexivo, afirma que el cambio por el que lucha-
ron no sedio, y volteando los ojos hacia cl interior de
su Vida sefiala:
Nadie que inicia un movimiento social recibe
los beneficios; ley social que no est4 escrita en nin-
guna parte, pero que se aplica inexorablemente.
Ese fue el primer grupo guerrillero que se
ievanté en Sinaloa, el de los generales Juan Bande-
ras y Rafael Buelna Tenorio. Del primero dice que
fue el mas valiente de los generales, y del segundo un
gran estratega. “Buelnita era de cuerpo endeble, ojos
chiquitos, de mirada penetrante y boca pequefia, a
quien por cierto Pedro Garay se negara a reconocer
42como un verdadero soldado por su aspecto de cha-
maco y que hasta lo pated insultandolo. “;Qué jijos
de la chingada vienes a hacer aqui!”. Espetandole al
mismo tiempp: “De parte de quién vienes?”, cuando
Buelna se le presentd sin mas ni mas en la casa donde
se asistian en el pueblo de San Blas, Ahi, después de
conducir a la victoria, sin armas y con su pura valen-
tia, utilizando Ia tdctica de la sorpresa, a este grupo
en la toma del cuartel, Buelna demostré por qué con
todo y su juventud, ya contaba con el grado de
coronel”,
Con la ascensidn de Carranza a la Presidencia,
el revolucionario rememora una situacién de crisis
que vivi6 el pais, pero que no propicié el endeuda-
miento con el extranjero, con todo y que por un
tiempo sustituyé los pesos de plata por la moneda
hecha en papel blanco de carta. Cada caudillo acu-
fiaba sus propios billetes. Pancho Villa tenia los
suyos, pero su valor era relativo, porque sdlo se
admitianen su4rea de accién. Lo mismo ocurris con
los de Iturbe. Los tnicos que alcanzaron un valor
mas amplio fueron los de Juan Carrasco: por un
peso de éstos pagaban dos délares. Eran los bilimbi-
ques.
Ramos Esquer entra en suspense y hace esfuer-
zos por aguzar el oido interesado en las preguntas
sobre un tema que lo apasiona y que lo hace revivir
sus afios mozos. En ese trance, se hace un silencio
pesado que rompe su hija Rosa para ofrecernos café.
Extrafia pareja en medio de un ruinoso caserén con
persianas semiderruidas, paredes descarapeladas
por el salitre, sillas mecedoras desajustadas, puertas
de vieja manufactura, rechinadoras, altos techos
remarcados con vigas apuntaladas desde el suelo; el
piso opaco, disparejo. El portal de arcos y el dimi-
nuto escritorio, detras de] que se instala quien fuera
43procurador de pueblos y diputado local, no desen-
tona con ese paisaje demoledor.
Mientras dofia Rosa sirve el café, Pacheco
Ramos reanudg la charla haciendo gala de su prodi-
giosa memoria y, con inusitada agilidad, mantiene la
cortina del tiempo transcurrido con una exactitud
que pasma. En tal dia, a tal hora, en tal lugar...
estibamos fulano, menganos y yo... Y durante su
platica repite el suceso sin ningiin error.
Los campesinos, que esperaban recuperar las
tierras, de las que habian sido desalojados por The
Sinaloa River Land Company, y ¢l reparto de los
jatifundios que se encontraban en manos de los
Andrade, los Clouthier, los Redo, “siguen espe-
rando esa accién por la que lucharon. Mucho antes
de que la chispa se prendiera, esa compafiia extran-
jera se apoderdé de las tierras de muchos pueblos,
respetando tnicamente a los que gozaban de
influencia con el gobierno de Cafiedo y cuyas propie-
dades se definian de esta manera: a Andrade le toca
de la estacion del Ferrocarril Sud Pacifico hasta las
olas del mar; a Clouthier decerroa cerro, ya Redoel
resto: la zona de Eldorado y del Coloso, mds alla de
lo que hoy se conoce como La Campifia, donde se
establecié el primer ingenio azucarero de Sinaloa”.
Al resucitar la Ley de Licitacién de Tierras
Nacionales, Ramon Corral, vicepresidente de la
Republica, se quedé con la concesién para deslindar
las propiedades en territorio sinaloense. Junto con
Luis Martinez de Castro llegd a Culiacan a encar-
garse de esa diligencia.
—Y pensar que tenemos una calle que lleva el
nombre de Ramén Corral—, expresa e] revolucio-
nario que forma parte de la escasa veintena de vete-
ranos de la revolucién que todavia vive.“Porque
Ramén Corral y su socio Luis podian haber obte-nido mucho dinero de esta concesién, pero como
ambos estaban cansados de la vida y atrofiados de
sus facultades, al encontrarse con esos gringos suel-
tos, mediante tin alto porcentaje, les encargaron los
trabajos entregando sin escripulos las tierras mexi-
canas en manos de extranjeras, porque los dichos
gringos formaron la compafiia Sinaloa Land River y
se dedicaron a arrastrar pueblos y comunidades,
ayudados por su subgerente, ingeniero Manuel
Bonilla, quien fue compensado por sus buenos ofi-
cios con el 4rea comprendida de San Cayetano hasta
los limites con Durango. Estas tierras las vendid-
Bonilla a Ferrer y después las compré la familia
Alvarado”.
—La compafifa gringa tuvo sus oficinas en el
edificio Barrantes, ubicado en esquina de las calles
Rosales y Morelos en Culiacan, el cual conserva sus
artisticas balaustradas. Fue construido por alla en
1905 por don Justo Beltran de Molo Viejo. El
gerente era Manuel Rodriguez Gutiérrez, y éste
llamé a Bonilla y a una serie de ingenieros de
segunda categoria que hacian los trabajos topografi-
cos. Estaban al servicio de los malhabidos duefios:
W. Schuyller, William H. Byrd, Santiago Smither y
Nelson Noheder, quienes mas tarde habrian de aso-
ciarse con los hermanos Almada. Al final, solamente
se conocié a su representante legal, Mr. Thompson.
Thompson ocupé una vieja casa de grandes corredo-
res, hoy demolida y sustituida por una residencia de
corte modernista en Rafael Buelna y Riva Palacio,
donde vive la familia Gonzdlez Espinoza de los
Monteros. .
—lLas tierras de Tepuche fueron reclamadas
con sus titulos primordiales expedidos por don Por-
firio; pero, al llegar a las oficinas, los pergaminos
fueron extraviados, seguramente a propésito para
45que sus verdaderos duefios no pudieran recuperar-
las. También hubo una serie de injusticias. Veran
ustedes:
—En Molo Viejo, en terrenos de la familia
Abascal, sacaron a la pobre viuda en camison de su
casa y le robaron todo cuanto tenia al grado que se
trastorné mentalmente y murié por la calle Rosales
jde dar lastima! Mientras tanto, Andrade, Bonilla,
Redo y Clouthier, se afirmaban en sus posesiones.
Este ultimo, bisnieto de un médico canadiense que
llegé a mediados del siglo pasado a colaborar en la
lucha contra una epidemia de fiebre amarilla, se
quedo en el pais y se convirtié en ranchero. Es una
dinastia como la de los Redo, que ain perdura con
mucho poderio econdémico, pasando de rancheros a
comerciantes, banqueros, legumbreros y agroindus-
triales. Al promulgarse la Constitucién de 1917, se
prohibié, en su Articulo 27, que los extranjeros
pudieran adquirir en propiedad ni tan sélo un centi-
metro de nuestras tierras, pero ellos encontraron la
forma de hacerlo. Se casaron con mujeres mexica-
nas, a cuyo nombre efectuaban la operacién parano
tener que renunciar a su nacionalidad. Al fin y al
cabo tutelaban mujer y tierra.
—Para Pacheco, Cafiedo fue el dictador de Sina-
loa que dio entrada a la Sinaloa Land, ya que “per-
duré en el poder desde el 4 de junio de 1877, dia en
que tomdé posesién, hasta el 6 de junio de 1909,
Solamente un periodo dejé de gobernar, cuando
estuvo el ingeniero Mariano Martinez de Castro. A
la muerte de Francisco Cafiedo tomé posesién como
gobernador el licenciado Heriberto Zazueta, el 6 de
junio de.1909, Vinieron las elecciones para goberna-
dor y se presenté como candidato Diego Redo Vega
en contra del licenciado José Ferrel. Recuerdo aquel
dia 25 de junio de ese afio, cuando viajé don DiegoRedo, al aceptar la candidatura, llegé a protestar
como candidato, Fue el momento en que los alum-
nos del Colegio Nacional Rosales rompieron los can-
celes del edificio. Yo era estudiante del segundo grado
de preparatoria y Rafael Buelna estaba en tercero.
Redo protesté, pero con los gritos de los muchachos
se acallé la voz del orador en turno, Juan B. Rojo,
prefecto del colegio, Buelna comenzé a gritar mas
fuerte y callamos al orador con frases ofensivas.
Como el alboroto continu, intervino el director del
colegio, doctor Ruperto L. Paliza, para tratar de
someternos, y como no loconsiguié levanté una lista
de todos los que est4bamos en el acto y, al dia
siguiente, aparecid en el pértico un pizarrén con un
gran aviso: quedan expulsados definitivamente
Rafael Buelna Tenorio y temporalmertée otros, entre
ellos yo. Se nos prohibié presentar examen y perdi-
mos e} afio”.
En medio de un sufrimiento entrafiable
Pacheco Ramos vive con una satisfaccién: siendo
juez de primera instancia dicté la sentencia que
obligé a la Land River a abandonar definitivamente
las tierras con las que pagaron, junto con el canal, la
demanda de Almada. Fueron 11 millones de délares.
47nifios descalzos y los mis pequefios
prendidos de los pechos dela madre.
ee
et
‘*,.nio se aguanta el calor con Ia ldmina negra, y seencierrael
humo que es una barbaridad”.1Cémo! :No han sentido horror
Por la sangre de su hermano?TL
Son las cuatro de la mafiana. Catalina salta de la
cama y empieza a vestirse apresuradamente: abajoel
pantalén, encima la falda de colorines, se anuda la
camisa de manga larga de su maridoy la pafioleta en
la cabeza. Con la misma prisa camina unos pasos
para juntar los lefios, rociarlos de tractolina y encen-
der la hornilla, en un momento estaré lista la lumbre.
Recalienta los frijoles y las tortillas, frie papas con
huevo y uno a uno acomoda los tacos sobre la servi-
lleta bordada de punto de cruz; mientras, hierve la
olla para el café de talega. Termina de empacar el
bastimiento, anuda las puntas de la servilleta y mete
todo en un morral.
Voltea, luego, para arropar a Jas criaturas que
duermen. Despierta, sigilosamente, a la mayorcita;
le encarga que les dé desayuno a sus hermanos.
—Te vas a la escuela temprano, en cuanto lle-
gue tu tia a cuidar la casa. Pértense bien, no quiero
pleitos.
Se oye el pitido de la troca que Hega. Los jorna-
leros esperan, Catalina echa una ultima ojeada a la
lumbre, saca los lefios, los apaga con agua y deja
unas brasas para que la comida de sus hijos se con-
serve caliente. Da tres zancadas y estd junto a sus
41compafieros que ya empiezan a subirse, La troca
inicia su marcha.
Entre el colorido de las cintas de los sombreros,
de las faldas y lbs paliacates, se van acomodando las
mujeres junto a sus maridos, resguardando a los
hijos que también van al corte. Alguien habla:
—Ya sabemos que el chamaco pierde el afio de
la escuela, pero qué le vamos a hacer; apenas con la
raya de los tres medio la hacemos, al fin que no es
muy cerrado de la cabeza que digamos, ya se repon-
dr4 enlas clases, pues el maestro ha dicho quees muy
abusado para las cuentas y lee de corrido.
La pldtica no hace mds corto el camino. Son
mas de dos horas con el aire frio azotandoles en los
ojos. Estrujados, unos con otros sufren el vaivén del
carro que recorre terracerias, bordea canales a altas
velocidades con menosprecio de la vida del pasaje.
El chofer lleva prisa porque esta obligadoa entregar
carga completa a los jefes de cuadrillas antes de las 7
de la majiana, para que éstos, sin pérdida de tiempo,
Tepartan sus surcos y tareas.
—Vaya susto que llevamos cuando las dos llan-
tas traseras se fueron hundiendo del lado del canal.
‘Creimos que nos iba a llevar la fregada, como a los
de Sinaloa de Leyva y del Potrero que no vivieron
para contarlo, y los que quedaron vivos, de puritito
milagro, se arrendaron para su tierra todavia conel
alma en un hilo —comentan al bajar.
Las voces se confunden, Todo mundo opina.
iCémo es posible que acarreen en batangas a la
gente, cuando saben que facilmente se voltean?
Hagan de cuenta tomates de rezaga.
Catalina saca el pomo del café y lo va pasando
para que tomen de sorbo en sorbo; y mientras tanto,
ve de reojo cémo un viejo, abusivo, haciéndose el
tonto, va juntandose a la Manuelita. Ella, por ir
52cante y cante La culebra pollera y El sauce y la
palma, no se da por aludida. Le pega un pellizcén
para que se comporte y le grita al papa:
—Cuide a sui’ja, viejo zurumato, qué no ve que
se la quieren manosear.
El camién se detiene y la peonada con las pier-
nas entumidas va brincando para reportarse con
Marcelino, el mayordomo. Ellos lo ven, observan
que se ha puesto la chaqueta del patrén y hasta el
tono de la voz le ha copiada.
—Orale, no pierdan tiempo, no me maltraten
las matas porque se las cobro. Apurense que ya
vamos retrasados, Hay que aprovechar la fresca,
El grito de Marcelino estremece a los jornale-
ros. Han llegado de todas partes, pero nose mezclan.
Por un lado las cuadrillas de las colonias populares
de Culiacan y por otro las de las diversas rancherias
de Sinaloa, Los de Oaxaca, Guerrero, los purépe-
chas, otomies y tepehuanes, han llegado ya proce-
dentes de los campos que ellos tlaman de
concentracién. Vienen muchos nifios, mujeres con
sus vastagos colgados en la espalda, dentro de los
clAsicos rebosos. Todos pasana recoger sus utiles de
labranza y del corte. Unos reciben los marcadores,
otros azadores, otros mas, cajas llenas de almacigos
para el trasplante.
El trabajo se inicia, adelante van los fertilizado-
res con los costalitos del peligroso producto que
contiene diversos concentrados quimicos: fosfatos
que dan beneficio al integrarse a la tierra, pero res-
gosos en su aplicacién; los jornaleros lo ignoran, con
sus pantalones remangados, sus huaraches de tres
puntadas, caminan por los surcos. Sus manos van
vaciando el polvo sin cuidado, de los depésitos al
cernidor y de ahi, con movimientos ritmicos, medio
encorvados, lo depositan en la surqueria marcada
53por el tractorista (peén de mayor rango y de trabajo
permanente).
El reloj da las 12 del dia, hora de desatar el
itacate y recalentar los tacos, por ahi en cualquier
parte. El aguador, la zorra como lo llaman, no se da
abasto acarreando agua del canal para calmarles la
sed; otros sacan su pepsicola a punto de hervir y
rellenan con la gaseosa lo que les falta de alimentos.
Aqui las dos sopas los perjudican, las sodas que no
les nutren y el agua del canal que los enyenena,
porque ahi lavan los depdsitos que contienen fertili-
zantes y plaguicidas, también ahi se bafian; y, por si
fuera poco, los aviones fumigadores pasan a unos
metros de su cabeza arrojando estos productos dafii-
nos.
A la media hora se escucha la voz tronante de
Marcelino.
—Ya se les terminéd el tiempo. Hay que aprove-
char el sol, que no se nos vaya porque les queda
mucha tarea y luego respingan porque llega mocha
la raya. Aptrense, qué no ven que ya llegé la unidad
cargada de estacén y hay que echarlo abajo.
Las cuadrillas se vuelven a integrar. Unos
amontonan la vara, otros marcan el piquete y detras
de ellos van los que colocan la planta una a una. De
los viveros han traido en cajasestas plantas cuidado-
samente atendidas, hasta tierra importada le echan
para su mejor germinacion.
* Con los pies hundidos hasta el tobillo en el
Jodazal, los jornaleros ofrecen un panorama como
de postal. Los sombreros de palma de las mujeres se
distinguen por los colores chillantes de las cintas y
pafioletas que llevan de barbiquejo; los hombres y
nifios Ilevan paliacates amarrados al cuello.
Faldas floreadas en consonancia con el paisaje
verde, azul, colorado, naranja. La vestimenta de los
54hombres ha venido del calzén de manta rayadaa los
de dril, para terminar en los de mezclilla y entrara la
moda de los jeans. La verdad es que quienes pusie-
ron de moda,el pantalén de mezclilla fueron los
jornaleros, por lo barato de la tela, de hechura do-
méstica, con fuelles y valenciana.
El tapado de la cara de la mujer, el pantalén
debajo de la falda, le sirven para protegerse del sol y
de los jejenes.
Ei pafio colorado, al cuello de los hombres, que
se ha conservado como prenda caracteristica de este
nicleo de trabajadores, forma parte del folclor sina~
loense.
El sol ha caido ya. Las mujeres comienzan.a
despojarse de sombreros y tapados. La jornada toca
a su fin, El nifio de la oaxaca duerme pldcidamente
cubierto con el reboso extendido de vara a vara. Es
hora de volvérselo a tercear para emprender el cami-
no de regreso.
Uno, dos, tres kilmetros.a pie, Los mds sucrtu-
dos alcanzan raite en la picup y los que van a los
pueblos y colonias de enganchadero de nuevo brin-
can a los troques. Son los naturales con sus familias
que bajan de los altos o que vienen de los Estados
mas pobres del pafs, los que cruzan el cerco dé
alambre de pias para introducirse en los galerones.
—Mas antes, porque yo ya Ilevo treinta afios
viniendo, unas veces si y otras no, estas casas erande
vara tramada con techo de rama o de palma, siquiera
estaban mas ventiladas, pero ahora no se aguanta el
calor con la lamina negra y se encierra el humo que
es una barbaridad. Cuando hace frio hasta agrada,
pero es mas el calor que el frio —dice un pedn.
Sélo en dos o tres campos la cuarteria es de
ladrillo parado, ripiado de cemento; peronocambia
el piso de tierra suelta; no tienen agua ni luz ni
on
neexcusado.
Cuando son chicas las familias, o se trata de
hombres solos, las juntan para que en cada cuarto
haya cuando menos de cinco a seis ocupantes. Si la
familia es grande, el hacinamiento es articulo de fe.
Donde trabajan hombre y mujer, dos o tres hijos,
con el resto de la prole, se amontonan hasta diez. De
noche, el tendedero de petates y cartones; de dia se
levantan cobijas, sabanas y demas objetos para colo-
car la improvisada mesa y los cajones. El cuartito
hace las veces de sala, comedor, cocina y recAmara.
A la hora de dormir, los papas se colocan al
centro y alrededor el resto de la familia, formando
un gran abanico. Cuando la mayoria de los hijos
duermen, la mujer se junta con su cOnyuge una vez
terminados sus quehaceres. El le reclama sus obliga-
ciones maritales y el apareamiento se da en silencio,
con apuros. Se reprimen, temerosos de ser sorpren-
didos por los hijos mas grandecitos. Sin embargo,
4quién puede asegurar que no hayan presenciado en
mas de una vez, a hurtadillas, el amoroso encuentro
de sus padres? De esta manera, los estimulos Ilegana
su cuerpo sin capacidad de respuesta. Estas situacio-
nes, unidas a la miseria en que viven y crecen, van
forjando individuos con frustraciones y rencores.
Surge el hombre indémito, violento, que puebla las
cdrceles. Es el que brinca bruscamente de la nifiez a
la juventud sin el paso psicolégico por la adolescen-
cia. Como fruta de maduracién forzada a base de
calor, asi lo empujan las pasiones y lo confunden.
La bisqueda de mejores condiciones los
arranca de sus lugares de origen, donde poco a poco
han sido despojados.por la ambicién del cacique. La
ancha parcela que se extendia frente a sus ojos se les
ha convertido en confeti. Allé la casa es pequefia;
pero nadie los arrea, no hay candados pero la
56comida es poca, casi nada.
Al llegar aqui son segregados por sucondicién.
Porque, que se sepa, ninguna familia, ni de las colo-
nias populares; ya no digamos de la clase media,
estaria dispuesta a sentar a su mesa a estos hombres
y mujeres de rasgos aborigenes, estatura baja, andar
tupido, pelo lacio oscuro y grueso, pies resecos,
partidos, manos morenas encallecidas y de ufias cre-
cidas. Mujeres de grandes pechos, gente de baiio
dominical. El apartheid tendria cosas que aprender
de este comportamiento que separa a los hombres de
un mismo pais.
Son distintas culturas, de ambas hay mucho que
aprender. La de ellos es una organizacién natural
comunitaria con solidaria convivencia, en las buenas
y en las malas, lo que expresan en su practica coti-
diana. Molesta a los patrones su compacta integra~
cidn; sus reclamos en lenguas que les son ajenas.
La respuesta a estas manifestaciones ha sido la
represién que causa angustia, que se da desde la raya
incompleta, la negacién de pases para atencién
médica, el no pago de los pasajes, el mezquino y nulo
reparto de utilidades, las vacaciones jamds otorga-
das so pretexto de la eventualidad de la zafra, la que
nunca es menor de ocho meses. Les esquilman los
dias feriados, no los capacitan y los dejan con des-
proteccién absoluta en el desempefio de sus tareas,
sobre todo la fatidica aplicacién de insecticidas y
herbicidas, contratan guardias blancas que los aco-
san, los vejan, los asesinan por el pecado de querer
organizarse libremente, sin credenciales de presenta-
cién domesticada.
No hay ningtin respeto a su integridad,
“siquiera aqui tragan” diria Teresa, la mujer del
patron.
Muchos de ellos se intoxican aplicando el para-
5?