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Quévergien Paling Faces son 974 956.925.6.0 Regio de Pope fetlectanN°255.040, Ngan parted ta publican pd er reproduc sine enon delete. ‘Imagen de porta: ri, gol Gamo ones BE Paulina Flores Qué vergiienza Qué verctenza cCunto falta? Estoy cansadan, se que Pia, y resopl6 y trast los ples pesadamente. “Shh, lacallé Simons, shermana mayor, eda de mo- estar evaban mas de una hora caminando por ello de ln calle cenigoe pega mis fuerte sol. El padefba unos pasos mis Sdelante, Se habia dado cuenta uy tarde de que la sxnbra jim pore frente, los autos que bapban aclerando por Be- lavista ya no les permitian cruzar, De todas formas no tenia sentido pues queda poco cain, ya mameracion imp al «ques nga estaba pr exe adel de ol. siPapil Estoy cansadam, rito Pia, y se sent en el sulo caliente con la pernas extendida. El padre no paeci es ocharlaysiguandando, “Papal, gets con mis fren El edo welt, sn decir palabra, la pon brazoereignadosy sigoié con ella a Enetas, Pia end la eabera tar la expla de wa pace, Como un tere sliendo a escea, Se abraz6 su cucllo con fuerza y son vitorioe. Simona alla esas y mir asa hermana fatdiada, para darle «entender unto trabajo dabe que fuera an pequeia. Aunque eso no le evi sen. tir cert amargur, “También est cansads, pero ya es demasiado grande para aq made lacarge. Es el afio 1996, Las nifias-tienen nueve y sels afios. Su padre veintinueve y est cerante, Simona uvo que apurar el paso para alcanzarlo. Los pasos de su padre se volvieron aiin més langos y ripidos. CCaminaba con la mandibula apretada y parecia serio, por To menos desde donde ella lo aleanzaba a ver. Beté nervioso, ppens6 Simona, Claro que velo asi de tenso no laentrsteci6 ‘como otras veces, sino que la hizo inflarel pecho de orgullo. Significaba que a su padre le iroportaba lo que estaba suce- diendo, ¥ lo que estaba sucediendo, lo que estaba a punto de suceder, era idea de ella. Met la mano al bolsilo de su vestido y apret6 el anuncio y el mapa como s se trataran de sun boleto ganador, Florgullo también proventa dea satisfaccién de saber que ella sf entendia lo que senta su padre, no como au hermana ccica que hacia problemas por todo. Porque era ella quien. hhabia pasado todas esas noches con la oreja pegada a la pa red oyendo las peleas de sus padres. Y las mafanas siguien- tes se habia levantado a buscar en el diccionario todas esa palabras que ellos se decian y que para ella eran desconaci- das. Fincluso buscaba algunas que si habla escuchad antes, pero que en su opinin no calzaban con su padre: fracazado, cobarde,egotsta. Simona se afligia, pero a la vez le encantaba sentirse parte de la solemanidad de los conflictos adultos. Eran el tipo de responsabilidades que venfan con el cargo de her- ‘mana mayor. Desde principios de las vacaciones de verano todas las ma- ‘Hanas eran caminatas largas y extenuantes. Por el Centro, por Providencia, por Las Condes. En general, ngareslindos, limpios y modernos. Lejos de a comuna en la que ellos vi- ‘ian. El padre habia quedado cesante hacta mucho, pero con Jas mia en casa, de vacaciones, no le quedaba otra que salir con ellas a repartr los curriculos o asistir alas entrevista. Lamatire dio que no podian quedar solas, Utilizé la palabra abandonar, eno puedes abandenarlas en la casa», Alprincipio a 61 le parecié un fastidio, Su esposa se estaba Aesquitando, podria haber hecho més esfuerzos por con- seguir a alguna vecina vieja y desocupada que las cuidara. [Luego pensé que en realidad no era tan mala idea. Quid le . ‘No, no puedo dejarlas solas, ya sabe.. su madre... me ‘atariay, se excusé y solté una rsita torpe. «Pero vamos y volvemoss, hombre suspir6y luego tensé la boca hacia un lado ‘Entiendo», dijo molesto. Otra vez lo hacian perder sw tiempo. Se puso de pie, y el padre y Simona lo imitaron al segundo. Pia siguié sentada un momento més, arremangén- dose el vestido, sonriente. El hombre caminé répido hasta la puerta y les indicé el evidente camino ala calle. No men- cioné que habfa un cajeo en la bencinera que estaba en la fesquina, Sabia que no ban a volver. La puerta se cerr6 los tres bajaron las escaleras en si- Jencio. Simona se mordia Jos labios. Tenfa un nndo en el est6mago, sentia el cuerpo débil, y pensé que en cualquier momento se cuerfaescalera abso. No tenfa déndeafirmarse porque no habia baranda y padre tb del lado de la ps fed, Pegndo la pared. Tambinparecia como a se dejara caer: Pero ss pasos no eran inestables. Eran firmes 0 por lo ‘menos poceian una pesadery violencia que podia asociarse con la firmeza, Tenia la mirada Sen el suelo, Hevaba los ‘Pos apretados y se pasaba la lengua por los labios. Ella pro ver un ilto de saliva yendo de un lado a otro. Queria facie algo, pero no se arevia. Sena su enojo, Porque ya zo estaba nervioso 0 tenso, algo se abla liberado en él. Pero ‘ho algo bueno, No para ella. Estab faroeo. Ela eas pod escuchar los latdos del coraa6n de su padre golpeando. ns- ‘intivnente mieé a cinturd de cuero. Pero no le provocs ‘miedo, sino mds wsteza, porgue se velagastadoy viejo. In- tenté tomarle la mano pero baja cala ver mas ripido, inaleanzable, No, no ibaa matada nia davlela mano. Y ella so podia resist, ¥ la eacalera pare eterna ‘Alejandro legé al primer piso yabri6 la puerta de golpe,y Simona reordé lo golpes que daba cuando se encerrabaen supieza, y corn esalera abajo para salir Para seguir junto {161 No podia quedarse fuera otra ver. Al sli os rayos dl oo le peazon en los ojos Te dolie- zon; apenas pido ver la gua des padre, recortada oscura ‘contraluz wchora tienes tarjeta como’la mamé?>, pregunté Pia estando por fn cruz la slid. El no levam la vista y co- smenzé a buscase algo en ls boallos. apis, grits de pronto Pia, tal como hacia cuando es- taba muy nerviosa por un evento y e paraba en la ventana 1 gritab: (Navidad! 0 jeumpleaios! También seni la ten- son y necesitaba que acabara pronto. Qué estpidon, sok el padce se tome la cabeza con amubas manos. «(Qué vergienzal>, grit iberando sa rab (Qué vergiienzal», dijo una vex mis y volié el rostro ha- cia Simona. La miré directo alos ojos, que eran de un café rojizo,iguales alos de ly ella le mantuvo su mirada y por fin pudo ver el desprecio de su padre. «(Qué idintal (Qué cestipido! ;Qué verglienzal» Se dio media vuelta y comenzé a caminar sin dejar de Simona quedé paralizada, con los os llenos de légrimas. ‘Su cuerpo tritaba y creyé que el mundo se le venta enc ima, y que ella no podria cargar sola con él. Porque estaba sola. Se habfa equivocado. labia cometido un error teri ble. Habia avergonzado a su padre, y ¢l nunea la perdons- ia. Nanca la perdonaria, No volverian a cantar canciones, no la sorprenderia con cosquillas. Lo habla arruinado, se dij, y justo cuando sentia que todas las tristezas dela tecra cafan sobre su cabeza, aparecié frente a ella el rostro re dondo de su hermana pequetia, Tenia los ojos muy abiertos, desconcertados, temerosos. ¥ entonces Simona la observ6, (Observ6 a sa hermana como nunca antes lo habla hecho, y siniélistima por ella ain més listima de la que sentia por s{ misma. Porque sabia que su hermana no comprendia lo ‘que pasaba y ella si Esa tarde no habria papas frtas. Y eso basté, eso fue todo. La tomé de la mano, firmemente, y asi emprendieron el camino acasa, siguiendo los pasos répidas de su padre, Bellavista abajo, ahi esti, innegablemente. La grabacién dura unos diez se- {gundos, y enseguida comienza a sonar el teléfono. La television te acompatia. La televisién te cua. Te edu. La televisin te cuenta historias. Hace que las historias se vulvar reals, conierte tus suefios en realidad. Supongo que siempre la envidié un poco. ella, a Daphne. Yo también deseaba con- vertirme en laurel. I agua todavia esté tibia, y ella lista. No necesita sham- ‘poo nl jabén ni balsamo, lo finico que le queda es salir. Entonces se da cuenta de que hay una escena que nunca rmuestran en las peliculas de terror: el momento en que la hheroina termina el bafo ysale de la tina. Solo graban cuan- doa protagonista sata de miedo o se yergue sobre sf mma desde el fondo, salpicando agua. lla cree haber aprendido algo sobre esa escena con los ‘timos barios. Cuando saca el tap6n, y los bloques de agua ‘descienden como los pisos de un edificio detonado. El agua ccomienza airse de ti, a abandonarte, porque eso es lo que siente, que el liquido se va desde dentro, levndoselo todo, vaciindola.¥ ella quiere dessparecer con el agua, pero se «queda ahi, como la piedra de un rl seco. Tia NANA Estoy escondida. Inmersa en wna oscuridad vaga que oerca tuna linea de luz flotante, nica frontera de mi refugi. Si ‘me escondo, aunque no recuerdo bien por qué. Sé que me protejo, pero como se protege alguien del sol bajo la som: bra de un drbol. Me siento tranquila,y a la vex pareciese ‘esperar a que algo se calme para poder sale. Estoy bajo mi ‘cama. Tengo siete ails y escucho a mi mamé llamindome. ‘Me busca. Mi cabeza descansa sobre mis brazos cruzados, Fiuele a polvo y el piso esta fio, Desde donde estoy puedo ver el dltimo cajén de la c6moda y el perfil del velador. Lo {que mis resalta es la alfornbea, las fibras de colores que no aleanzan a formar ningtin dibujo. Pero si mirara desde la puerta, lo mas llamativo de la pieza seria mi cama: el mar ‘0 blanco de madera, el plumén de flores, Una cana elegi- da especialmente para mi, como todas las cosas que tengo, {que tuve. Sin embargo, yo estoy debajo de la cama. Oculta, segura. Tal vez estéjugando, De nifia todo lo hacta jugar do, Solo sé que ese espacio intermedia, demarcado por las tablas que sostienen el colchén y la tablas del suelo, fue ml lugar favorito desde que tengo memoria. La voz de mi ‘madre se acerca, Veo sus tacos entrar ala pleza. Me llama luna vez mas y se aleja para seguir con la basqueda. No me hha visto. Entonces salgo. —eDénde te habias metido? —dice mientras me arregla la ropa. Se ve joven. Lleva una melena y el pelo de su color natural, oscuro. La quiero tanto. A veces, cuando es muy tarde y no ilega del trabajo, imagino que ha muerto, que no legaré nunca. Me pongo a llorar ytrato de recordar su ostro en mi mente. A veoes lo ogra y otras no. A esa edad, rela que la nica forma de demostrar cudnto querias a una persona era lograr verla con los ojos cerrados, o record mt vor. Si mi mam no regresaba serfa por mi culpa, la com- dena de Dios por portarme mal. As era el suftimiento a esa edad, visible, exagerado, con motivos inoctos pero con- cretos. amas hubiese imaginado cémo se darian vuelta los papeles, ni tampoco que el dolor pudiera serun sentimiento Soterrado, que avanza slencioso, acumulando resentiaien- ‘to cas sin que uno se dé cuenta, -Recuerdas que tu papa perdié el trabajo, cierto? —me dice en un tono ambiguo. Afirmo con la cabeza— Bueno. —prosigue cautelosa, pero na agrega mas— Anda a despe- dirte dela Sonia. Por qué? 2A dénde va? Vamos a regalar su ropa. A los vejitos de un asilo. =o voy? —pregunto con una sontsa. CCorro a la pieza de la Sonia y la encuentro sentada en su ‘cama, rodeada de bolsas plisticas negras. No se da cuenta de mi presencia, estélorando. Su cuarto es otro de mis lugares preferidos. Es blanco y parece una sala de hospital. Loe abjetos que la habitan son funcionales: una cama, un eléset, una limpata, un desper- ‘tador. Sonia vive con nosotros hace tres aos. De los hanes alas tardes de los sébados, cnanda se va a su averdadero hogar», como lo lama cuando se enoja conmigo. Conservo el recuerdo de dos momentos que describen mi vida con ella. El primero es el de todes los das. Estamos en su pieza y jugamos a hacer figuras com las sombras de las manos. Nada, espectacular, doblamos las mutiecas y abrimos 0 cerramos los pufios para formar clsnes y serplentes que pelean entre {A m{ me fascina, no tanto los animales camo lo que ha- ccemos: es lo que hacen todos los amigos 0 padres e hijos en las peliculas cuando son felices, Sonia tiene las manos gordas, como guantes de plistico inflados, por lo que sus figuras son siempre més robustas. Yo me ry ella dice que ‘mis dedos parecen tallarines, entonces trato de capturar sus manos y al ver la diferencia ridicula, ella también se larga a rer. También tiene las manos muy Asperas, como si tabajara con tierra y barro, aunque naturalmente estén ‘marcadas por la labor contraria, curtidas por el jabén y el loro, por los pafios y las escobas que limpian el polvo. Elsegundo no es un recuerdo mio. Esuna historian la que soy protagonista, pero que no he conservado voluntariamen- te, Mis padres Ia han repetido tanto que ha terminado por alojrse en mi memoria. La nifia marca el nimero del trabajo de su madre espera nerviosa. Sonia, la mujer, permanece acostada en su cama, quieta como una momia. La nia y a "mujer se observan en silencio yuna de las ds dirge a la otra vuna mirada de decepeién,tenalrin que esperar hasta las ne vve de la nache. «No pude salir antes», me digo a ani misma; replto las palabras exactas de mi made, el testimonio de mis propios recuerdos. «La tenia esposada a la cama. No sé de ‘d6nde sac la idea», me vuelvo a decir, la voz es acompata dda de risas. Se trata de una travesura de poca importancia: Inabia unas esposas en la casa y yo queria jugar con ellas. Es increble que algo que ni siqulera recuerdas permanezea por tanto tiempo. A veces me pregunto par qué lo alvidé; no por Ia edad, recuerdo cosas de cuando era ain més pequefia Por ‘eso pienso que tal vez se trata de algo mis, creo que en cierta forma lo olvidé para deshacerme de una parte de mi misma. (Como sl esposar a Sonia, ms all del simple juego, revela algo; un aire de mezquindad, de nifia mimada, de poder. ‘Me siento junto a Sonia y ella me confiesa que no donard la ropa, Se la lleva con ella, ya no seguird en la casa. Luego entra mi madre y nos ve abrazadas. Cerramos las bolsas y las levammos al que serd su nuevo trabajo, una casa grande cen donde vive un vie al qe cuidar. De todo eso ya van més de weinteaftos, Sucedié a finales de los 90, cuando todo parecia Bir 0 Aotar. Arrendébamos una casa en Recoleta porque quedaba cerea del trabajo de mi papd, elaco que decir «cerca» es una ‘specie de ironia. Antes de partir por primera vez, mi padre Intenté contarme sobre su trabajo: dibujé un hombre he- cho de palitos con una cabeza enorme y un triémgulo como sombrero, Traz6 una media luna camo boca y dos lineas oblicuas como ojos. «Ast, eves?>, dijo, trando de sus pro- pios ojos con os indices, rasgndolos. «Chiniosn, explié, ‘tu papa trabaja con chinitos», aunque en realidad se tra: taba de coreanos. Sola repetirlo para impresionarme. Pero 8 m{ no me sorprendia tanto el hecho de que hubiera gen- te con ojos rasgados como el que existera tn pats lleno de cllos. Me impresionaba pensar que de acompafialo algtin dia en Sus viajes, seria yo lade ojos raros. Claro que nunca lohice, ni siquiera a Patronato, donde estaba los locales de los coreanos con los que trabajaba. O no lo entendlia 0 no me lo dijeron, pero tena un nombre: «La crisis asiétican, (que irradiaria en mi familia un afio'y medio despus, No era la primera vez que mi papé quedaba cerante, pero sla mas dramética, Siempre andaba inventando negocios ‘que no funcionaban 0 que dejaba a medias, Reewerdo que por un tiempo manejé un taxi y que antes arrendé un local fen San Diego para vender Fuentes, vas0s, pelelas y platos de plistico. Deefa que no podia tener un trabajo normal por {que no soportab que los jefes lo mandaran. Supongo que estaba algo traumade con su padre, mi abuelo, que era muy stricto. Haba sido carabinero e inctado a mi papi desde pequeio a que sigulera sus pasos. Las exposas eran de él [Nos las regal, junto aun set de hamas. Eran para proteger a Ja familia, aunque la nica vez que se utilizaron fue cuando apreséa Sonia. Quiza mi abuelo se ls dieraa ml padre para enrostrarle su propia desproteccién, sus inseguridades. Re cordarle aquello que podria haber sido y no fue. ‘Ningiin proyecto lo entusiasms tanto como el negocio «on los coreanos. Convencide de que por fin daria el gran golpe y lograria la independencia econémica,pidié crédito 4 varios bancos. Un hecho del que mi mamé no estaba en: terada 0 no habla querido darse por enterada. Después de que todo se vino abajo, no volviéa ser el mismo. Perdis las fenergias y por mucho tiempo lo acompaaé una expresién de sorpresa triste en el rostro, como la de un jugador que ha, perdido, casi sin darse cuenta, todas su fchas, sas gon las tinicas cosas que recuerdo de mi padre, las ‘que supe de ély las que me contaron. A diferencia de lo que podria esperarse, al quedar cesante comené a pasar menos fen lacasa, aun menos que cuando visjaba a Corea. Yo nun ca supe a dénde iba yal parecer mi mamé tampoco, porque pronto surgieron las pelea. ‘Mi madre era una mujer inteligente y ambiclosa. Dirigia Ja mirada siempre hacia adelante, sin preocuparse por lo que dejara ats, Lo sé porque siempre me cont6 historias de su infancia pobre y cémo la habia superado, Mi madre ‘tela que podia deshacerse de sus origenes de manera rip: day facil, utomética, come quien se sacude la tierra de la ropa tras una cfd. Era esforzada y, durante un tempo, op: timista, Pensaba que era suficiente con tener bien definida J que uno queria, Supongo que cuando conocis ami padre, debisparecele un emprenddor Pero sus plane siempre fueron cuesta aba. Primero ued emburazada y fave ape casarse. Despusaconpai anu copos eh toe Proyectos el expos queds cent, y pronto se do ewe de que también eo, matrimonio, habia acasndo Claro gue mi madre amas haba pesado en separa ol meno ‘0 en sa pon, Por un ad, ea demas conrad, Y pe lotro, acepar i deroa ern paella algo a peor (peel hecho mismo deser dentate Entonces, la trama de mis padres se urdia casi sin que me diera cuenta. Tenia siete aiosylo nico que comprendi con pletoa su madre, quien decidia igualmente qué se hacia en la casa y qué no, Durante la dictadura, la fabrica, al igual aque tantas otras, cert, Consiguis trabajo como nana y tras ‘unos afios, justo después dela muerte de su madze, comen- 26,4 cuidat a los hijo de sus hermanas, y luego a los hijos de los hijos de sus hermanas, Pue entonces que el nombre dde Ménica se escondi tras su principal quehacer, y pasé & ser para todos la Nana, la tia Nana. ‘Mi madre no le pagaba por cuidarme, aunque no por los problemas econémicos porlos que pasdbamos,o no exclu ‘vamente. Elhecho de que no tuviera otro Ingar donde ir tras Ja muerte de su madre era tan evidente como que en diez ‘afios ms tampoco nadie, ninguna de las otras hermanas, @ sobrinas, la querria en sus casas. No era necesario explicar rs el asunto; mi mamé le ofrecia aloamiento y comida ppor lo menos hasta que yo me pudiese cuidar sola, tempo ims que sufilente, pensando en los aflos que podrfa vivir. Claro que todo eso lo supe mucho después, casi al mismo ‘tlempo en que comprendt que apesar de lo que aparentaba, "Nana no era tan frigil como todos supontan, —INo la voy a querer nuncal Esa mafiana dejé el desayuno intacto, Su dedicacin, algo cn In amabilidad de tia Nana me perturbé enormemente. CCorrf a mi pieza y me escondi bajo la cama. Sabia que ella no era responsable de que Sonia se hublese marchado. Peto sino, ¢quién? En mi cabeza alguien debia ser el responsable y recibir las represalias. Quizd fuera eso lo que realmente ‘me desconcertaba, no sabia quién era el responsable, 0 si que existia. Me fui sola al colegio aunque el resto de la mafiana tuve hambre, al legar a casa segut negindome a ‘comer. Durante la tarde no volva ver a tia Nana. Desapa- recer bajo la cama, exo era lo nico que queria. ‘Hace poco lef una noticia espantosa. Un incendlio que destruyé el segundo piso de la casa de una familia muy po- bre. El calefén del bafio exploté y los nifios estaban att ba. Cuatro hermanos muertos. El més pequeto de dos, la mayor de diez. En los titimos parrafos se informaba que Jos cuerpos habian sido encontrados bajo una cama, en la pieza donde dormfan todos juntos. 3a un detalle, un par de Tineas l final, pero no pude dejar de imaginar toda la esce- 1a los nifios asustados sin saber qué hacer, sin saber dénde Inuir. Solo un lager parece resguardarlos de las llamas, Un lugar que los ha protegido en otras ocasiones, que en algdin ‘momento les ha parecido una fortifieacin, pero que ahora ‘es una trampa. Sin embargo, la hermana mayor cree que ahi estardn a salvo, o que por lo menos puede tranquilizar a sas hermanos haciéndoles creer que lo estarén, como en tuaciones anteriores, La imagen de los nifios tomados de las ‘manos, esperando a que todo pase, vuelvea mi mente una y otra vex. 2A quién culpar? La vecina que los cuidaba no fue capaz de subir las escaleras yrescatarlos. Y los nifossiguen bajo la cama, envueltos en fuego. dl silencio gobernaba la casa Record la noche anterior, it ‘onversacin con mi madre, y salt coriendo hei la pez de tia Nana. Necesitaba disculparme por haberle gritado. “Atravesé el living, el comedor y la cocina. Tampoco habia nadie. Desde que Sonia se habfa ido que no entraba en aquel cuarto y cuando lo hice me sorprendi las mismas paredes blancas se velan totalmente distntas, como si de verdad las habitaran, Habla muchos més muebles, repletos de fotos y chucherias. Cosas viejas. Una fotografia en blanco y negro Iamé mi atencién. Fl marco era de plistico e intentaba {mitar una moldura cromada, En la foto aparecfan una mu jery dos niias sentadas en bancas de madera. La adulta es sin duda tia Nana. Ahf esté su espalda arqueada, su misma sontisaalabley su expresién paciente. Lleva el pelo corto y viste un delantal de flores. Me acerco mas al marco para in- tentar reconocer alas otras dos nifias,y entonces mi propio rostro aparece reflelado en el vidrio. Me miro como en un cespejo, pero Ia imagen reflejada no se parece a mi, e¢ como si se tratase de otra nif. La observo. Su rostro es gris, fan- tasmal Ni siquiera parece una nlfia, es mis bien como si no ‘vera edad. Siento el pecho oprimido y corro asustada a smi escondite. ‘Antes de entrar a mi pieza pongo atencién a los sonidos de Ia casa. Nada. Los minutos que permanezco en el um- ‘bral de a puerta me parecen una eternidad, Estoy comple: ‘tamente sola. Quizf no vueua, pienso, y aunque es una idea tonta, puesto que sus cosas siguen abi, no deja de turbarme. Le hice dato, me digo al recordar mis gritos de la mafiana anterior. Entonces, cuando todo parece un problema enr- me, veo que bajo Ia cama hay algo. Es un regalo, pero no ‘esti envuelto, lo cifle una cinta y tiene unos masticables ‘encima. Son pafiuelos de tela, de esos que se llevan en el Dbolill. El ertuche en que vienen tiene unos caracteres ‘chinos. He visto unos similares antes, mi papé me los en- 46 cuando trabajaba con los coreanos, un idioma dificil segrin , aunque para mi més que palabras eran dibujos: el perfil de un hombre caminado, una casa, las ramas de un 4rbol, Tomo los pafuelos, son blancos y tienen flores borda- das en colores pasteles. Nunea antes me han regalado algo asi. Olgo come se abre y cierra una puerta. Alguien sube, Jas pisadas son casi imperceptbles, como si no llevara 2x: patos puestos —Andaba en la feria —dice tia Nana y se acerca. Yo e=- toy sentada en la cama, con la cabeza gacha, mirando los pafiuelos en mi mano—. Me ha costado mucho legar ahi abajo —dice riendo y apantanda sa espalda curva. —Perdén —le digo sollozando. Ela toma el pafuelo y me seca las melas. Es éspero a lapel y casi no se moj. Vo tengo varios iguales —dice tia Nana— me han ser vido mucho. ‘Ya nunca vuelvo a estar sola en la casa. Crezco junta a ellay ella envejece a mi lado. «Nos encontramoe», me gusta, pensar, como Se encuentran libremente dos nifiosextrafios ‘y juegan toda la tarde, confiados, jenos alas precauciones, 2 las sospechas de los adultos. Vemos las teleseries, nos pel- ramos mutuamente. Hacemos la lista para la ferla, en un Dincipio yo dicto y ella escribe, y con el tiempo cambia- ‘mos ls roles, porque a ella ya le cuesta mucho escrbit. No ‘conversamos demasiado, tfa Nana sigue siendo una mujer callada. De todas formas no es necesario, nos entendemos la perfeccién, el silencio parece ser justamente el vinculo ‘que nos une, Donde mis tiempo estamos es en la cocina, el habitat de ‘tia Nana. Bs evidente su comodidad, el lugar en el que hace ¥¥deshace con mayor libertad, preparando las comidas para ‘cada dia y, una vez al mes, su espectalidad: el kuchen de ‘nuez. Sabe que est tan segura alli como en un banker, y yo también me siento protegida, y hay ocasiones en que me da la sensacién de estar bajo una gran cama. "A-eso de las siete de la tarde comienza mi momento fa vorito del dia, ia Nana extiende dos toallas sobre la mesa, trae cesto de la ropa y enciende la radio Ella plancha. Yo no hago nada, solo estoy abi. Escuchamos siempre el mis- ‘mo programa, una especie de radioteatro transmitido por la radio Nacional. Las historias son siempre de suspenso, despiertan mi curiosidad, y tanto me fascinan como me perturban; me atraen los asesinatos y las persecuciones, la pasllos Iagas y sombrios en donde das desconocidos se abservan. Nos veo a nosotras en la cocina, sin declenos nada, sumidas en las intrigas de los relatos. El aire es algo sofocante por el vapor de la plancha y la Iuz de la tarde se vvaextingulendo casi al mismo ritmo con que avanza la voz del locutor. Todo nos va dejando en penumbra, hasta que

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