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¿Juzgas?
Parte
1
Recientemente
leí
la
historia
de
una
mujer
llamada
Liza.
Liza
era
una
mujer
que
conocía
a
un
par
de
amigas
cristianas.
De
ves
en
cuando
la
invitaban
al
grupo
de
estudio
de
Biblia
al
que
pertenecían
y
ella
siempre
aceptaba
ir.
Un
día
terminando
el
estudio
bíblico,
mientras
tenían
el
convivio,
salió
el
tema
del
aborto.
Liza
les
había
comentado
que
una
amiga
de
ella
iba
a
abortar
y
que
viendo
la
situación
de
su
amiga
ella
(falta
de
dinero,
abandono
del
padre,
rechazo
de
los
papás)
la
apoyaba.
Inmediatamente
las
miembras
del
grupo
empezaron
a
decirle
que
estaba
mal,
que
como
era
posible
que
ella
defendiera
a
su
amiga
de
tal
acto,
entre
otro
tipo
de
comentarios
que
le
dijeron,
que
solamente
estaban
basados
en
juicios
y
condenaciones.
Liza
se
decepcionó
de
las
miembras
del
grupo,
no
podía
entender
como
era
posible
que
juzgaran
tanto
las
situaciones
antes
de
siquiera
tratar
de
ponerse
en
el
lugar
de
las
personas.
Lo
que
nadie
de
las
del
grupo
sabía
era
que
Liza
ya
había
abortado
antes.
Juzgar
significa
apuntar
a
los
errores
de
las
personas,
con
el
objetivo
de
hacerlos
sentir
mal
y
excluidos.
A
nosotros
los
cristianos
nos
gusta
hablar
mucho,
y
nos
gusta
más
el
poder
presumir
nuestros
conocimientos
de
la
Palabra,
el
problema
es
que
a
veces
utilizamos
esos
conocimientos
para
apuntar
y
juzgar
a
las
personas.
Por
supuesto,
hablar
del
pecado
a
las
personas
es
correcto,
de
hecho,
nosotros
somos
los
encargados
de
llevar
ese
mensaje
a
los
incrédulos.
También
es
correcto
sentir
indignación
y
coraje
por
los
pecados,
Jesús
así
lo
hizo
también.
Un
ejemplo
claro
de
esto,
lo
podemos
ver
cuando
Jesús
se
enojó
porque
estaban
usando
la
casa
de
Su
Padre
para
vender
sus
productos.
El
problema
radica
en
la
manera
en
la
que
transmitimos
ese
mensaje.
Muchas
veces
tratamos
de
decirle
a
las
personas
lo
que
tienen
o
deben
de
hacer,
en
ves
de
mostrarles
que
y
cómo
lo
hacemos.
Somos
más
reconocidos
por
como
hablamos
de
los
problemas
que
por
como
reaccionamos
ante
ellos.
Mi
pastor
de
jóvenes
nos
dio
una
frase
que
me
gusto
mucho:
“Tú
eres
el
único
versículo
de
la
Biblia
que
muchos
de
tus
amigos
llegaran
a
leer
en
su
vida”.
Debemos
empezar
a
predicar
y
compartir
con
nuestras
acciones,
enseñando
como
hacemos
nosotros
las
cosas
y
como
vivimos.
Yo
he
caído
en
ese
error
de
juzgar
a
mis
amigos,
y
me
he
dado
cuenta
de
que
es
contra-‐productivo.
Lo
único
que
logramos
es
crear
una
diferencia
entre
nosotros,
en
el
que
ellos
sienten
que
crees
que
eres
superior
a
ellos,
y
ellos
son
inferior
a
ti.
A
mi
en
lo
personal,
me
falta
desarrollar
la
habilidad
de
apuntar
a
las
soluciones
en
vez
de
estar
obsesionado
con
ver
los
problemas
de
mis
amigos.
Cuando
juzgamos
a
las
personas
estamos
prácticamente
condenándolas.
Me
encantó
una
frase
que
escuché
en
un
video:
“Cristo
me
perdona,
pero
la
iglesia
no”
Aquí
es
donde
yo
me
pregunto
¿no
debería
de
ser
al
revés?
Cristo
es
el
que
más
ofendido
se
debería
de
sentir
con
nosotros,
y
entre
nosotros
deberíamos
de
apoyarnos
mutuamente,
pero
resulta
que
es
todo
lo
contrario,
la
persona
que
más
ofendemos
es
la
primera
que
nos
perdona.
La
parábola
de
“Los
dos
deudores”
situada
en
Mateo
18:21-‐35,
habla
de
un
rey
que
quería
ajustar
cuentas
con
todos
sus
siervos.
Uno
de
los
que
le
presentaron
le
debía
miles
de
monedas
de
oro,
el
hombre
no
tenía
con
que
pagar
y
lo
sentenciaron
a
muerte
junto
con
toda
su
familia.
El
hombre
suplicó
perdón,
y
el
rey
se
lo
concedió.
Pero
el
hombre
después
encontrándose
a
un
siervo
suyo
que
le
debía
cien
monedas
de
plata,
le
comenzó
a
cobrar,
y
el
hombre
no
teniendo
con
que
pagarle,
fue
enviado
a
la
cárcel.
Esta
parábola
representa
exactamente
lo
que
pasa
entre
los
hombres
y
Dios.
Aceptamos
el
perdón
que
Cristo
nos
ofrece,
pero
nosotros
no
podemos
perdonar
igual.
Así
como
Cristo
nos
ayudó,
dándonos
la
solución
a
la
libertad
del
pecado,
así
también
nosotros
deberíamos
ayudar
a
nuestro
prójimo.
Todos,
por
más
santos
que
seamos
hemos
cometido
pecado.
Si
hoy
somos
fieles
creyentes
de
Jesús
es
porque
Cristo
nos
a
perdonado
nuestros
pecados.
“Al
que
mucho
se
le
perdona
mucho
se
le
ama”
Esta
es
la
pregunta
que
yo
me
hago,
¿cómo,
siendo
ambos
perdonados
por
la
misma
sangre
de
Cristo,
podemos
juzgar
a
los
demás
por
sus
pecados
si
antes
estábamos
igual?
Y
eso
es
exactamente
lo
que
Cristo
se
pregunta,
¿porqué
no
perdonan
así
como
yo
ya
lo
hice?
Jesús
termina
esa
parábola
diciendo
“Así
también
mi
Padre
celestial
los
tratará
a
ustedes,
a
menos
que
cada
uno
perdone
de
corazón
a
su
hermano.”
(Mt
18:35)